revista via letra. cincuentenario 9 de enero 1964

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AÑOS VICERRECTORÍA DE EXTENSIÓN, VOLUMEN 2. EDICIÓN ESPECIAL, ENERO 2014. EN MEMORIA DE LA GESTA HEROICA DEL 9 DE ENERO DE 1964

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Publicación de la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Panamá dedicada al 50 Aniversario de la Gesta del 9 de Enero de 1964.

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Page 1: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

AÑOS

VICERRECTORÍA DE EXTENSIÓN, VOLUMEN 2. EDICIÓN ESPECIAL, ENERO 2014.

EN MEMORIA DE LA GESTA HEROICA DEL 9 DE ENERO DE 1964

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AÑOS

EN MEMORIA DE LA GESTA HEROICA DEL 9 DE ENERO DE 1964

Page 4: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD DE PANAMÁ

Dr. Gustavo García de ParedesRector

Dr. Justo A. MedranoVicerrector Académico

Dr. Juan GómezVicerrector de Investigación y Postgrado

Dr. José De Los Santos Chen BarríaVicerrector Administrativo

Dra. María del Carmen Terrientes de BenavidesVicerrectora de Extensión

Ing. Eldis BarnesVicerrector de Asuntos Estudiantiles

Dr. Miguel Ángel CandanedoSecretario General

Mgter. Luis PossoDirector de Centros Regionales y

Extensiones Docentes

VICERRECTORÍA DE EXTENSIÓN

Dra. María del Carmen Terrientes de BenavidesVicerrectora de Extensión

Lic. Omaira DomínguezDirectora Administrativa

Mgter. Mercedes ArosemenaDirectora de Relaciones con las Universidades Particulares

Lic. Guillermo DomínguezDirector de Relaciones Nacionales

Dra. Argénida de BarriosDirectora General de la Universidad del Trabajo y de la

Tercera Edad

Maestro Néstor CastilloDirector de Cultura

Prof. Pedro RiveraDirector de Grupo Experimental de Cine Universitario

Prof. Ramiro GómezDirector del Departamento de Servicios Comunales

Prof. Miguel RuizDirector del Departamento de Sonido

Familia en malva. Carlos González Palomino

* Eduardo Robinson

* Luis Freire

* Eduardo Sánchez

* Joaquín Gonzáles

* Pablo Pierre

* Aurelio Castillo

* Alberto Chandeck

* Alejandro Peralta

* Jorge Luque

* Francisco Salgado

* Hortencio Pinilla

* Enrique Riley

* Albano Palacios

* Robinson Hernández

* Eligia Gutiérrez

* Eduardo Sánchez

* Gilberto Guerra

* Víctor Laremont

* Julio Ramírez

* Claudio Márquez

* Luis Méndez

* Rolando Rodríguez

* Antonio De León

* Bolívar Cortéz

* Juana Díaz

* Carlos Lemm

* Ruperto Céspedes

* Alfonso González

* Fernando Boyce

* Franklin Cheng

* Cecilio Mata

* Luis Riasco

* Mario Camarena

* Ernesto James

* Daniel Góndola

* Adriano Wright

* Arístides Martínez

* Rolando Parkins

* Ramón Beltrán

* Eduardo Voltier

* Luis Charles

* Julio Grimaldo

* Beatriz Ávila

* Benjamín Marín

* John Scott

* Inocencio Garibaldi

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Tipo de herida Nombre Ciudad

María del Carmen Terrientes de BenavidesDirectora

Ángela Alvarado AguilarMaría Carballeda

Editoras

Nimia Herrera G.Correctora de Texto

José A. Del Cid Felipe y Ricardo RíosIconografía

Eyra HarbarJosé A. Del Cid Felipe

Briseida Allard O.Colaboradores

Carlos F. De La Guardia L.Francisco Javier Gallegos

Diseño y Diagramación

Fotografías:Revista LIFE, Revista Lotería,

Revista Siempre y Revista La Colina

Periódicos:Crítica, La Hora, Panamá América,

The Panamá Tribune, El Día yEl Paladín del Instituto Nacional

Sitios web:Panamapoesia.com, www.raulleisr.com,

www.carlospalomino.com y www.ruben blades.com

Portada: “Monumento a los Mártires del 9 de

Enero de 1964”, del destacado pintor y escultor panameño,

Carlos González Palomino

Contaportada:Foto de la revista LIFE

Page 5: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

CONTENIDOMaría del Carmen Terrientes de Benavides

Mártires de la gesta patriótica del 9 de Enero de 1964

Los heridos oficiales en las provincias de Panamáy Colón

Entrevista: memoria de la identidad nacionalDr. Gustavo García de Paredes, Rector de la Universidad de Panamá

Dignidad e ignominia en la cintura de AméricaHernando Franco Muñoz

Colón: el último disparo, las últimas bajas de los patriotasLuis Navas P.

Realidad histórica de los inicios de la gesta del 9 deEnero de 1964José A. Del Cid Felipe

Reflexiones acerca de las mujeres y la patriaUrania Atenea Ungo M.

La cuestión estatal-nacional y el 9 de Enero de 1964Enoch Adames Mayorga

El 9 de Enero de 1964: acumulación y epicentro de lapolítica exterior panameñaEdgar Spence Herrera

El proyecto de nación y la juventud panameñaMarco A. Gandásegui, hijo

La Universidad de Panamá en la coyuntura heroicaMiguel Montiel Guevara

Memorias de la tierra en los márgenes del agua Notas sobre género y nación en PanamáBriseida Allard O.

Rindiendo testimonioCésar A. Villarreal

Coclé y el 9 de EneroRicardo Arturo Ríos Torres

Desde el balcónÁngela Alvarado Aguilar

La casa de Raúl LeisEyra Harbar

Carlos González Palomino: pincel de la nacionalidadHéctor Rodríguez C.

Poesía e identidad nacionalNimia Herrera G.

9 de Enero: un minuto de silencioBertalicia Peralta

“Por la metralla del buen vecino”Roberto Iván Cedeño M.

Una gesta heroica en imágenesCésar Del Vasto

Periódicos de la época

Monumentos al 9 de Enero de 1964

Caricatura del periódico La Hora

Primeras palabras

Mártires

Héroes

Conversando con Sofía

Del tintero de…

Heraldo de la historia

Del pincel, las pinceladas

Vida en la palabra

La tonada inasible

Vida en imágenes

Memoria en común

Page 6: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

PRIMERAS PALABRAS El 9 de enero de 2014 se cumplen 50 años de un acontecimiento histórico que marcó para siempre la conciencia nacional con gran impacto emocional.

Una nación pequeña en territorio y habitantes, pero gigante en valor y dignidad, se enfrentó a las fuerzas armadas del país más rico y poderoso del mundo.

Panamá tenía desde el siglo XIX una relación conflictiva con los Estados Unidos de América que se prolongó hasta fines del siglo XX. La gesta del 9 de enero de 1964 fue el acto de ignominia que colmó la acumu-lación de atropellos que sufrimos los panameños y las panameñas por la situación colonial a la que estábamos sometidos.

Los sucesos se inician cuando los estudiantes del Instituto Nacional intentaron izar nuestra enseña nacional en los predios del enclave colonial de la Zona del Canal, territorio que estaba bajo el control militar y jurisdiccional de los Estados Unidos, en cumplimiento del Acuerdo Chiari-Kennedy del 10 de enero de 1963, en el cual se establecía la obligación de izar la bandera panameña junto a la norteamericana, en todos los sitios públicos sin exclusión.

El acuerdo fue incumplido, los estudiantes del Instituto Nacional fueron agredidos y nuestra bandera rota, por la policía y civiles norteamericanos.

La indignación colectiva que generó esta nueva agresión contra Panamá dio origen a una insurrección popular que dejó como saldo 21 muertos y más de 300 heridos, pero reforzó el sentimiento de identidad nacional y puso fin a la presencia colonial, algunos años más tarde.

Después del 9 de enero de 1964 era imposible prolongar la presencia norteamericana en nuestra tierra.

La Universidad de Panamá, a través de la Vicerrectoría de Extensión, en memoria de estos acontecimientos, publica en la revista Vía Letra, artículos inéditos de destacados intelectuales, información y fotografías que constituyen una documentación relevante de esos lamentables sucesos.

Hemos querido enriquecer este ejemplar con la obra del ilustre pintor panameño Carlos Alberto Palomino, destacado por su carácter nacionalista y contestatario. Situado siempre al lado de los oprimidos, de los que sufren, pero también de los que planifican y vislumbran un mundo más justo y más humano, a través de trazos rápidos y colores fuertes y contrastados.

Esta revista, que hace honor al lema de la Primera Casa de Estudios Superiores del País de ser “Conciencia Crítica de la Nación” será un referente para quienes tengan el deseo de conocer los detalles de un acontecimiento que determinó, como ningún otro, el destino de un pueblo que no se arrodilló frente al imperio.

DRA. MARIA DEL CARMEN TERRIENTES DE BENAVIDESVicerrectora de Extensión

Primeras palabras VíaLetra

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Page 7: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

…La Patria se fue, como siempre se ha ido, con camisa blanca

y la corbata azul de adolescencia, con el civismo juvenil de su pasoy el fértil batallón de sus arterias

a enarbolar el vuelo allí donde cortaronlas alas tricolor de sus emblemas…

Fragmento de la poesía “Soberana presencia de la patria” de Diana Morán, 1964.

Alberto Oriol jr. Tejada, 36 años. Cuarta víctima de los hechos ocurridos los días 9, 10, 11 y 12 de enero de 1964, culminó sus estudios primarios en la Escuela República de Chile y fue herido mortalmente alrededor de las 10:00 p.m., presentando múltiples perforaciones en su anatomía.

Ascanio Arosemena, 20 años.

Estudiante de la Escuela Profesional, acompañó al primer grupo de lesionados al Hospital Santo Tomás, poco después herido mortalmente por una bala calibre 0.38 y el primer mártir de la gesta.

Celestino Villarreta, 43 años.

Sargento de la Guardia Nacional, fue mortalmente herido de bala por los norteamericanos, en la provincia de Colón.

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Mártires de la gesta patriótica del 9 de Enero de 1964*

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Mártires

* Para la Vicerrectoría de Extensión es un compromiso histórico recuperar los rostros que faltan en cerámica y preservarlos para la posteridad.

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Ezequiel González Meneses, 28 años.

Estudiante del Instituto Nacional de la Generación del 58, dirigente estudiantil quien participó de manera activa en la Marcha patriótica del 3 de noviembre de 1959. Falleció a causa de un balazo calibre 38.

Gonzalo Crance Robles, de 14 años.

Primo de Rosa Elena Landecho, partió desde el barrio de Santa Ana, acompañado de un grupo de adolescentes, hacia la Avenida 4 de julio. Según el certificado forense de defunción, es oficialmente el segundo mártir de la gesta.

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Estanislao Orobio Williams, 18 años.

Curso sus estudios secundarios hasta el quinto año en el Instituto Bolívar. Posteriormente reanuda sus estudios en la Escuela Nicolás Victoria Jaén, en la jornada nocturna recibiendo cursos de Inglés y Francés. Fue herido mortalmente en el costado derecho, como a las 8:30 p.m., falleciendo el 10 de enero a las 11:00 a.m., en el Hospital Santo Tomás.

Jacinto Palacios Cobos, 23 años.

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José Del Cid Cobos, Jr, 23 años.

Los hermanos Jacinto Palacios Cobos y José Del Cid Cobos, Jr, fallecieron asfixiados, al quedar encerrados en los elevadores del edificio de la Panamerican Life, Avenida 4 de Julio (hoy Avenida de los Mártires), cuando se originó un incendio de consideración. Jacinto recibió, además, un tiro de bala.

Jorge Enrique Gil, 17 años.

Falleció asfixiado por el incendio provocado en las instalaciones del edificio de la Panamerican Life, junto con un grupo de jóvenes procedentes del barrio El Marañon.

Maritza Alabarca Ávila, 6 meses de nacida.

Residió con sus padres en la provincia de Colón, donde falleció asfixiada producto de los gases lacrimógenos.

Ovidio Lizardo Saldaña, 25 años.

Fue parte del grupo del barrio de El Chorrillo que estuvo en la avenida “4 de Julio”, protestando por los aconte-cimientos. Falleció en las instalaciones del Hospital Santo Tomás, producto de un proyectil de arma de corto alcance.

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Ricardo Murgas Villamontes, 40 años.

Murió cuando se dirigía a las afuera de la ciudad en un taxi. Se especula que el taxista que manejaba, fue también asesinado.

Rodolfo Benítez Sánchez, 34 años.

La primera víctima del viernes 10 de enero. Completó sus estudios primarios en la Escuela República de Chile, posteriormente se dedicó a la mensajería en diferentes empresas.

Rosa Elena Landecho.

Asesinada el 10 de enero de 1964, en horas de la mañana, por una bala de arma de largo alcance disparada desde el Hotel Tívoli, hacia su residencia ubicada en los multifamiliares de San Miguel, en la Ciudad de Panamá.

Teófilo Belisario de la Torre, 38 años.

Tercera víctima de los sucesos. Oriundo del barrio conocido como Hollywood, en Curundú, fue alcanzado por un proyectil en las inmediaciones del Palacio Legislativo.

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Víctor M. Garibaldo Figueroa, 29 años.

Fue la segunda víctima fatal del viernes 10 de enero, cuando se encontraba con un grupo de amigos en los predios del Palacio Legislativo.

Alberto Nichols Constance. 35 años.

Vivió en el barrio de San Miguel, en el área cercana a la Iglesia Anglicana, en compañía de su esposa e hijos. Fue herido mortalmente de un disparo de bala calibre 38, en un costado del cuerpo.

Víctor Manuel Iglesias, 26 años.

Fue dirigente estudiantil en el grupo “Sebastián Tapia” del Instituto Nacional, donde no finalizó sus estudios. Al momento de su fallecimiento, laboraba manejando bus para la ruta de Río Abajo.

Rogelio Lara, 70 años.

Muerto por una bala de fusil, mientras descansaba después de su jornada laboral vendiendo frutas en una carretilla, en la Avenida Central.

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Carlos Renato Lara, 32 años.

Estudiante de la Escuela Nocturna Octavio Méndez Pereira, en la provincia de Colón. Tuvo una osada y valiente participación en la resistencia de los patriotas en la Costa Atlántica.

Luís Vicente Bonilla, 15 años.

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

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Page 13: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Publicación del periódico La Hora, martes 14 de enero, 1964.Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

Mártires

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Page 14: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Los heridos oficiales en las provincias de Panamá y Colón

…La sangre de los héroes no es estéril,es río desbordado que fecunda con dolor,

las entrañas de los pueblos...Fragmento de la poesía “A los héroes panameños” de Elsie Alvarado de Ricord, 1964.

* Eduardo Robinson

* Luis Freire

* Eduardo Sánchez

* Joaquín Gonzáles

* Pablo Pierre

* Aurelio Castillo

* Alberto Chandeck

* Alejandro Peralta

* Jorge Luque

* Francisco Salgado

* Hortencio Pinilla

* Enrique Riley

* Albano Palacios

* Robinson Hernández

* Eligia Gutiérrez

* Eduardo Sánchez

* Gilberto Guerra

* Víctor Laremont

* Julio Ramírez

* Claudio Márquez

* Luis Méndez

* Rolando Rodríguez

* Antonio De León

* Bolívar Cortéz

* Juana Díaz

* Carlos Lemm

* Ruperto Céspedes

* Alfonso González

* Fernando Boyce

* Franklin Cheng

* Cecilio Mata

* Luis Riasco

* Mario Camarena

* Ernesto James

* Daniel Góndola

* Adriano Wright

* Arístides Martínez

* Rolando Parkins

* Ramón Beltrán

* Eduardo Voltier

* Luis Charles

* Julio Grimaldo

* Beatriz Ávila

* Benjamín Marín

* John Scott

* Inocencio Garibaldi

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Panamá

Colón

Colón

Colón

Colón

Colón

Colón

Colón

Colón

Colón

Colón

Colón

Colón

Colón

Colón

Colón

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Colón

Bala

Bala

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Vidrios

Bala

Bala

Perdigones

Bala

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Perdigones

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Perdigones

Perdigones

Bala

Bala

Bala

Vidrios

Culatazo

Bayoneta

Culatazo

Bayoneta

Golpes

Bayoneta

Golpes

Bomba lacrimógena

Perdigones

Bala

Bomba lacrimógena

Bala

Bala

Bala

Bomba lacrimógena

Bala

Culatazo

TIPO DE HERIDA NOMBRE CIUDAD

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

VíaLetra

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Page 15: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

TIPO DE HERIDA NOMBRE CIUDAD

* Eduardo Robinson

* Luis Freire

* Eduardo Sánchez

* Joaquín Gonzáles

* Pablo Pierre

* Aurelio Castillo

* Alberto Chandeck

* Alejandro Peralta

* Jorge Luque

* Francisco Salgado

* Hortencio Pinilla

* Enrique Riley

* Albano Palacios

* Robinson Hernández

* Eligia Gutiérrez

* Eduardo Sánchez

* Gilberto Guerra

* Víctor Laremont

* Julio Ramírez

* Claudio Márquez

* Luis Méndez

* Rolando Rodríguez

* Antonio De León

* Bolívar Cortéz

* Juana Díaz

* Carlos Lemm

* Ruperto Céspedes

* Alfonso González

* Fernando Boyce

* Franklin Cheng

* Cecilio Mata

* Luis Riasco

* Mario Camarena

* Ernesto James

* Daniel Góndola

* Adriano Wright

* Arístides Martínez

* Rolando Parkins

* Ramón Beltrán

* Eduardo Voltier

* Luis Charles

* Julio Grimaldo

* Beatriz Ávila

* Benjamín Marín

* John Scott

* Inocencio Garibaldi

Panamá

Panamá

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Colón

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Bala

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Vidrios

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Bayoneta

Culatazo

Bayoneta

Golpes

Bayoneta

Golpes

Bomba lacrimógena

Perdigones

Bala

Bomba lacrimógena

Bala

Bala

Bala

Bomba lacrimógena

Bala

Culatazo

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

Héroes

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Page 16: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Conversando con Sofía

El nivel de los sueños. Carlos González Palomino

Dr. Gustavo García de Paredes, Rector de la Universidad de Panamá

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

VíaLetra

11

Page 17: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Entrevista al Dr. Gustavo García de Paredes,Rector de la Universidad de Panamá

1. ¿Cuál es el antecedente histórico más significativo del 9 de enero de 1964, después de la separación de Panamá de Colombia y la firma de los tratados Hay-Bunau Varilla?

Creo que el más importante antecedente de los sucesos del 9 de enero de 1964 es el que tiene que ver con el rechazo a la presencia de bases militares en Panamá. Debemos recordar que el 10 de diciembre de 1947 el ministro de relaciones exteriores de Panamá, Francisco Filós, y el embajador de Estados Unidos, General Frank T, Hines, suscribieron un Convenio de Bases. Casi secretamente.

La reacción no se hizo esperar. El 12 de diciembre, 2 días después de la firma, decenas de egresados y estudiantes de la Universidad de Panamá llevaron la protesta a las calles.

La confrontación con las fuerzas del orden alcanzó tal grado de violencia que la Asamblea Nacional, apoyán-dose en diputados como Ricardo J. Alfaro y Harmodio Arias, se vio obligada a rechazar el convenio. En esta confrontación hirieron al estudiante Sebastián Tapia.

Es importante destacar, insisto en ello, que las primeras generaciones de egresados de la Universidad de Panamá encabezaron esa movilización.

2. ¿En qué contexto se desencadenan estos aconte-cimientos?

El contexto es sumamente importante al analizar un acontecimiento. Acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial y se iniciaba la guerra fría. Se configuraba

Memoria de la identidad nacional

un nuevo orden internacional. Estados Unidos insistía en conservar las bases militares que operaban en Isla Grande, Jaqué, Las Margaritas, Pocrí, Isla del Rey, Punta Mala, en la misma base de Río Hato, Salud, San Blas, San José, Taboga, Taboguilla y Victoria.

Según el convenio anterior, suscrito en 1942, esas bases militares debían desmantelarse un año después de finalizada la guerra.

3. Hábleme de las consecuencias de aquella jornada. ¿Qué se ganó?

La movilización alcanzó el éxito buscado. El 22 de diciembre la Asamblea Nacional rechazó por unanimi-dad el convenio, y en 1948 Estados Unidos se vio obligado a desmantelar todas las bases que tenía diseminadas en el país, excepto las de la Zona del Canal. Y, si mal no recuerdo, tampoco desmanteló la que tenía ubicada en la población de Río Hato.

4. Se dice que sería la primera vez en la historia que movimientos políticos de envergadura, orgánicos, actuaban coordinadamente en función de la presencia militar en Panamá. ¿Casual?

De ninguna manera. En esa época, precisamente en esa época, al amparo de las nuevas ideologías eurocentristas

(clasistas, socialistas, comunistas, anarquistas), un buen número de jóvenes panameños de las primeras promociones de la recién inaugurada Universidad de Panamá, como ya dijimos, (1935-1947) ya pensaban al país de otra manera.

5. ¿Recuerda a algunos protagonistas de aquella jornada?

No los recuerdo a todos. Puedo destacar, eso sí, a algunos que seguirían jugando papeles importantes a todo lo largo del Vigésimo Siglo. Entre otros, vale la pena destacar a Jorge Illueca, Carlos Iván Zúñiga, Hugo Víctor, César de León, Rodrigo Molina, Marta Matamoros, Rómulo Escobar Bethancourt, Manuel Solís Palma, Adolfo Benedetti, César Quintero, Carlos Calzadilla, Enrique Karlsson, Camilo O. Pérez, Gerardo González, Aristides Ureña, Efraín Merel, Nemesio López Zapata, Ángel Gómez, Domingo Barría, David Acosta, Álvaro Menéndez Franco y muchos más. Se patentizaba, así, la conjunción de lo objetivo con lo subjetivo. Es decir, la convergencia de realidad y conciencia crítica.

Esos mismos panameños, a los que se sumarían cada año generaciones universitarias tan o más radicales, también fueron protagonistas de la diversidad de eventos vinculados a la cada vez más clara necesidad de perfeccionar la independencia nacional, reivindicar la soberanía titular sobre el territorio ocupado y desmantelar las bases militares en la Zona del Canal. De igual manera recuperar la integridad cultural. Y revertir la llamada “zona de la ruta”, considerado el recurso económico más importante de Panamá.

6. ¿De qué otro antecedente importante se puede hablar?

Otro precedente importante de la gesta de enero de 1964 queda asentado para la historia el 2 de mayo de 1958

como “Operación Soberanía”. Ese día 25 estudiantes universitarios, divididos en dos grupos, invadieron y colocaron 70 y 75 banderas panameñas en las áreas engramadas de Balboa y del edificio de la adminis-tración de la Zona del Canal, mejor conocido como el “Administration Building”. Hubo, por supuesto, algunas escaramuzas, incluyendo, si mal no recuerdo, el uso de gases lacrimógenos.

7. ¿Recuerda a los cabecillas de ese movimiento?

Entre los que participaron en este evento se mencionan a los estudiantes universitarios Carlos Arellano Lennox, Ricardo Ríos Torres, Julio Rovi, Julio César Alcedo, Porfirio De Cruz, Félix Espinosa, Anel Rodríguez, Valentín Corrales, Eduardo Miró, Rosada Guerrero, Yolanda Berguido, Magda Paredes y otros.

8. ¿Y los gobiernos de entonces qué hacían?

Sería de justicia considerar como precedentes del 9 de enero algunas expresiones de los diplomáticos panameños en la coyuntura. Por ejemplo, Temístocles Díaz, vicepresidente de Panamá, proclamó en Río de Janeiro el deseo de “transformar el Canal en fuente de ingreso nacional, como Egipto hizo con el Canal de Suez”.

En el mismo tono se expresó Miguel J. Moreno, ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de Ernesto De La Guaría hijo, en la Décimo Cuarta Sesión de Naciones Unidas, en septiembre de 1959, requiriendo al presidente de Estados Unidos, general Dwight D. Eisenhower, por negarse a discutir las diferencias sobre el tema soberanía.

Creo que ambos esfuerzos se complementaban. Una de las estrategias de toda negociación es demostrar que los pueblos son los que presionan para que se alcancen determinados objetivos.

9. ¿Hubo algunos políticos panameños involucrados en esa lucha?

Sí, los hubo. El 3 de noviembre de 1959, fecha de separación de Panamá de Colombia, algunos políticos y profesores universitarios (también miembros de partidos políticos) incursionaron en predios de la Zona de Canal con el objeto de “sembrar banderas”.

La policía interceptó a los manifestantes en un sitio ubicado en el calle posterior al desaparecido Hotel Tívoli, paralela a la antigua Avenida 4 de Julio.

El área en cuestión se ubica en la parte posterior del Monumento a los Mártires.

Se trata, como puede verse, de una sucesión de eventos, propio de una crisis en estado de gestación, cuyas figuras protagónicas, aparentemente disímiles, e incluso en una relación de conflicto entre ellos, parapetados en aceras opuestas, son motivados por el mismo denominador común: la soberanía nacional.

10. Mientras todo esto ocurría en el país Panamá, ¿qué ocurría del otro lado? ¿Qué pensaban los residentes no panameños en la Zona del Canal?

Lo lógico. Habían nacido allí. Vivían allí. Todo lo que tenían en la vida, incluso sus muertos, estaban asenta-dos en esa larga cintura que enlazaba dos océanos. No eran estadunidenses en sentido estricto. No eran neoyorquinos, tejanos o miamenses. Ni panameños no “gringos”. Eran zonians. Poseían sentimientos híbridos.Era imposible que no sintieran amor por el único entorno humano que conocían. La racionalidad, para lo único que les serviría a ellos era para justificar sus reacciones instintivas y mentales.

Para ese conglomerado humano era irracional agarrar sus muleles e irse a otro lado. Estaban, pues, dispuestos a defender lo que consideraban su entorno vital.

Las condiciones emocionales estaban dadas para las confrontaciones.

11. Nada ocurre porque sí, sin causas de fondo. No se pelea por pelear ¿Qué motivaba estas reacciones?

La acumulación de antecedentes económicos, sociales, psicológicos y emocionales, amén de los referentes históricos y geopolíticos de la coyuntura (a los que habría que examinar cuidadosamente) explican las causas que desencadenaron el 9 de enero de 1964 el enfrentamiento entre la población panameña y las tropas del ejército estadunidense, con un saldo de 21 muertos y más de 500 heridos.

Es la historia conocida y todavía por conocer.

Gustavo García de Paredes. Doctor, Rector de la

Universidad de Panamá.

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

Conversando con Sofía

Gustavo García de Paredes.

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Page 18: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Entrevista al Dr. Gustavo García de Paredes,Rector de la Universidad de Panamá

1. ¿Cuál es el antecedente histórico más significativo del 9 de enero de 1964, después de la separación de Panamá de Colombia y la firma de los tratados Hay-Bunau Varilla?

Creo que el más importante antecedente de los sucesos del 9 de enero de 1964 es el que tiene que ver con el rechazo a la presencia de bases militares en Panamá. Debemos recordar que el 10 de diciembre de 1947 el ministro de relaciones exteriores de Panamá, Francisco Filós, y el embajador de Estados Unidos, General Frank T, Hines, suscribieron un Convenio de Bases. Casi secretamente.

La reacción no se hizo esperar. El 12 de diciembre, 2 días después de la firma, decenas de egresados y estudiantes de la Universidad de Panamá llevaron la protesta a las calles.

La confrontación con las fuerzas del orden alcanzó tal grado de violencia que la Asamblea Nacional, apoyán-dose en diputados como Ricardo J. Alfaro y Harmodio Arias, se vio obligada a rechazar el convenio. En esta confrontación hirieron al estudiante Sebastián Tapia.

Es importante destacar, insisto en ello, que las primeras generaciones de egresados de la Universidad de Panamá encabezaron esa movilización.

2. ¿En qué contexto se desencadenan estos aconte-cimientos?

El contexto es sumamente importante al analizar un acontecimiento. Acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial y se iniciaba la guerra fría. Se configuraba

un nuevo orden internacional. Estados Unidos insistía en conservar las bases militares que operaban en Isla Grande, Jaqué, Las Margaritas, Pocrí, Isla del Rey, Punta Mala, en la misma base de Río Hato, Salud, San Blas, San José, Taboga, Taboguilla y Victoria.

Según el convenio anterior, suscrito en 1942, esas bases militares debían desmantelarse un año después de finalizada la guerra.

3. Hábleme de las consecuencias de aquella jornada. ¿Qué se ganó?

La movilización alcanzó el éxito buscado. El 22 de diciembre la Asamblea Nacional rechazó por unanimi-dad el convenio, y en 1948 Estados Unidos se vio obligado a desmantelar todas las bases que tenía diseminadas en el país, excepto las de la Zona del Canal. Y, si mal no recuerdo, tampoco desmanteló la que tenía ubicada en la población de Río Hato.

4. Se dice que sería la primera vez en la historia que movimientos políticos de envergadura, orgánicos, actuaban coordinadamente en función de la presencia militar en Panamá. ¿Casual?

De ninguna manera. En esa época, precisamente en esa época, al amparo de las nuevas ideologías eurocentristas

(clasistas, socialistas, comunistas, anarquistas), un buen número de jóvenes panameños de las primeras promociones de la recién inaugurada Universidad de Panamá, como ya dijimos, (1935-1947) ya pensaban al país de otra manera.

5. ¿Recuerda a algunos protagonistas de aquella jornada?

No los recuerdo a todos. Puedo destacar, eso sí, a algunos que seguirían jugando papeles importantes a todo lo largo del Vigésimo Siglo. Entre otros, vale la pena destacar a Jorge Illueca, Carlos Iván Zúñiga, Hugo Víctor, César de León, Rodrigo Molina, Marta Matamoros, Rómulo Escobar Bethancourt, Manuel Solís Palma, Adolfo Benedetti, César Quintero, Carlos Calzadilla, Enrique Karlsson, Camilo O. Pérez, Gerardo González, Aristides Ureña, Efraín Merel, Nemesio López Zapata, Ángel Gómez, Domingo Barría, David Acosta, Álvaro Menéndez Franco y muchos más. Se patentizaba, así, la conjunción de lo objetivo con lo subjetivo. Es decir, la convergencia de realidad y conciencia crítica.

Esos mismos panameños, a los que se sumarían cada año generaciones universitarias tan o más radicales, también fueron protagonistas de la diversidad de eventos vinculados a la cada vez más clara necesidad de perfeccionar la independencia nacional, reivindicar la soberanía titular sobre el territorio ocupado y desmantelar las bases militares en la Zona del Canal. De igual manera recuperar la integridad cultural. Y revertir la llamada “zona de la ruta”, considerado el recurso económico más importante de Panamá.

6. ¿De qué otro antecedente importante se puede hablar?

Otro precedente importante de la gesta de enero de 1964 queda asentado para la historia el 2 de mayo de 1958

como “Operación Soberanía”. Ese día 25 estudiantes universitarios, divididos en dos grupos, invadieron y colocaron 70 y 75 banderas panameñas en las áreas engramadas de Balboa y del edificio de la adminis-tración de la Zona del Canal, mejor conocido como el “Administration Building”. Hubo, por supuesto, algunas escaramuzas, incluyendo, si mal no recuerdo, el uso de gases lacrimógenos.

7. ¿Recuerda a los cabecillas de ese movimiento?

Entre los que participaron en este evento se mencionan a los estudiantes universitarios Carlos Arellano Lennox, Ricardo Ríos Torres, Julio Rovi, Julio César Alcedo, Porfirio De Cruz, Félix Espinosa, Anel Rodríguez, Valentín Corrales, Eduardo Miró, Rosada Guerrero, Yolanda Berguido, Magda Paredes y otros.

8. ¿Y los gobiernos de entonces qué hacían?

Sería de justicia considerar como precedentes del 9 de enero algunas expresiones de los diplomáticos panameños en la coyuntura. Por ejemplo, Temístocles Díaz, vicepresidente de Panamá, proclamó en Río de Janeiro el deseo de “transformar el Canal en fuente de ingreso nacional, como Egipto hizo con el Canal de Suez”.

En el mismo tono se expresó Miguel J. Moreno, ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de Ernesto De La Guaría hijo, en la Décimo Cuarta Sesión de Naciones Unidas, en septiembre de 1959, requiriendo al presidente de Estados Unidos, general Dwight D. Eisenhower, por negarse a discutir las diferencias sobre el tema soberanía.

Creo que ambos esfuerzos se complementaban. Una de las estrategias de toda negociación es demostrar que los pueblos son los que presionan para que se alcancen determinados objetivos.

9. ¿Hubo algunos políticos panameños involucrados en esa lucha?

Sí, los hubo. El 3 de noviembre de 1959, fecha de separación de Panamá de Colombia, algunos políticos y profesores universitarios (también miembros de partidos políticos) incursionaron en predios de la Zona de Canal con el objeto de “sembrar banderas”.

La policía interceptó a los manifestantes en un sitio ubicado en el calle posterior al desaparecido Hotel Tívoli, paralela a la antigua Avenida 4 de Julio.

El área en cuestión se ubica en la parte posterior del Monumento a los Mártires.

Se trata, como puede verse, de una sucesión de eventos, propio de una crisis en estado de gestación, cuyas figuras protagónicas, aparentemente disímiles, e incluso en una relación de conflicto entre ellos, parapetados en aceras opuestas, son motivados por el mismo denominador común: la soberanía nacional.

10. Mientras todo esto ocurría en el país Panamá, ¿qué ocurría del otro lado? ¿Qué pensaban los residentes no panameños en la Zona del Canal?

Lo lógico. Habían nacido allí. Vivían allí. Todo lo que tenían en la vida, incluso sus muertos, estaban asenta-dos en esa larga cintura que enlazaba dos océanos. No eran estadunidenses en sentido estricto. No eran neoyorquinos, tejanos o miamenses. Ni panameños no “gringos”. Eran zonians. Poseían sentimientos híbridos.Era imposible que no sintieran amor por el único entorno humano que conocían. La racionalidad, para lo único que les serviría a ellos era para justificar sus reacciones instintivas y mentales.

Para ese conglomerado humano era irracional agarrar sus muleles e irse a otro lado. Estaban, pues, dispuestos a defender lo que consideraban su entorno vital.

Las condiciones emocionales estaban dadas para las confrontaciones.

11. Nada ocurre porque sí, sin causas de fondo. No se pelea por pelear ¿Qué motivaba estas reacciones?

La acumulación de antecedentes económicos, sociales, psicológicos y emocionales, amén de los referentes históricos y geopolíticos de la coyuntura (a los que habría que examinar cuidadosamente) explican las causas que desencadenaron el 9 de enero de 1964 el enfrentamiento entre la población panameña y las tropas del ejército estadunidense, con un saldo de 21 muertos y más de 500 heridos.

Es la historia conocida y todavía por conocer.

Gustavo García de Paredes. Doctor, Rector de la

Universidad de Panamá.

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

VíaLetra

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Page 19: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Entrevista al Dr. Gustavo García de Paredes,Rector de la Universidad de Panamá

1. ¿Cuál es el antecedente histórico más significativo del 9 de enero de 1964, después de la separación de Panamá de Colombia y la firma de los tratados Hay-Bunau Varilla?

Creo que el más importante antecedente de los sucesos del 9 de enero de 1964 es el que tiene que ver con el rechazo a la presencia de bases militares en Panamá. Debemos recordar que el 10 de diciembre de 1947 el ministro de relaciones exteriores de Panamá, Francisco Filós, y el embajador de Estados Unidos, General Frank T, Hines, suscribieron un Convenio de Bases. Casi secretamente.

La reacción no se hizo esperar. El 12 de diciembre, 2 días después de la firma, decenas de egresados y estudiantes de la Universidad de Panamá llevaron la protesta a las calles.

La confrontación con las fuerzas del orden alcanzó tal grado de violencia que la Asamblea Nacional, apoyán-dose en diputados como Ricardo J. Alfaro y Harmodio Arias, se vio obligada a rechazar el convenio. En esta confrontación hirieron al estudiante Sebastián Tapia.

Es importante destacar, insisto en ello, que las primeras generaciones de egresados de la Universidad de Panamá encabezaron esa movilización.

2. ¿En qué contexto se desencadenan estos aconte-cimientos?

El contexto es sumamente importante al analizar un acontecimiento. Acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial y se iniciaba la guerra fría. Se configuraba

un nuevo orden internacional. Estados Unidos insistía en conservar las bases militares que operaban en Isla Grande, Jaqué, Las Margaritas, Pocrí, Isla del Rey, Punta Mala, en la misma base de Río Hato, Salud, San Blas, San José, Taboga, Taboguilla y Victoria.

Según el convenio anterior, suscrito en 1942, esas bases militares debían desmantelarse un año después de finalizada la guerra.

3. Hábleme de las consecuencias de aquella jornada. ¿Qué se ganó?

La movilización alcanzó el éxito buscado. El 22 de diciembre la Asamblea Nacional rechazó por unanimi-dad el convenio, y en 1948 Estados Unidos se vio obligado a desmantelar todas las bases que tenía diseminadas en el país, excepto las de la Zona del Canal. Y, si mal no recuerdo, tampoco desmanteló la que tenía ubicada en la población de Río Hato.

4. Se dice que sería la primera vez en la historia que movimientos políticos de envergadura, orgánicos, actuaban coordinadamente en función de la presencia militar en Panamá. ¿Casual?

De ninguna manera. En esa época, precisamente en esa época, al amparo de las nuevas ideologías eurocentristas

(clasistas, socialistas, comunistas, anarquistas), un buen número de jóvenes panameños de las primeras promociones de la recién inaugurada Universidad de Panamá, como ya dijimos, (1935-1947) ya pensaban al país de otra manera.

5. ¿Recuerda a algunos protagonistas de aquella jornada?

No los recuerdo a todos. Puedo destacar, eso sí, a algunos que seguirían jugando papeles importantes a todo lo largo del Vigésimo Siglo. Entre otros, vale la pena destacar a Jorge Illueca, Carlos Iván Zúñiga, Hugo Víctor, César de León, Rodrigo Molina, Marta Matamoros, Rómulo Escobar Bethancourt, Manuel Solís Palma, Adolfo Benedetti, César Quintero, Carlos Calzadilla, Enrique Karlsson, Camilo O. Pérez, Gerardo González, Aristides Ureña, Efraín Merel, Nemesio López Zapata, Ángel Gómez, Domingo Barría, David Acosta, Álvaro Menéndez Franco y muchos más. Se patentizaba, así, la conjunción de lo objetivo con lo subjetivo. Es decir, la convergencia de realidad y conciencia crítica.

Esos mismos panameños, a los que se sumarían cada año generaciones universitarias tan o más radicales, también fueron protagonistas de la diversidad de eventos vinculados a la cada vez más clara necesidad de perfeccionar la independencia nacional, reivindicar la soberanía titular sobre el territorio ocupado y desmantelar las bases militares en la Zona del Canal. De igual manera recuperar la integridad cultural. Y revertir la llamada “zona de la ruta”, considerado el recurso económico más importante de Panamá.

6. ¿De qué otro antecedente importante se puede hablar?

Otro precedente importante de la gesta de enero de 1964 queda asentado para la historia el 2 de mayo de 1958

como “Operación Soberanía”. Ese día 25 estudiantes universitarios, divididos en dos grupos, invadieron y colocaron 70 y 75 banderas panameñas en las áreas engramadas de Balboa y del edificio de la adminis-tración de la Zona del Canal, mejor conocido como el “Administration Building”. Hubo, por supuesto, algunas escaramuzas, incluyendo, si mal no recuerdo, el uso de gases lacrimógenos.

7. ¿Recuerda a los cabecillas de ese movimiento?

Entre los que participaron en este evento se mencionan a los estudiantes universitarios Carlos Arellano Lennox, Ricardo Ríos Torres, Julio Rovi, Julio César Alcedo, Porfirio De Cruz, Félix Espinosa, Anel Rodríguez, Valentín Corrales, Eduardo Miró, Rosada Guerrero, Yolanda Berguido, Magda Paredes y otros.

8. ¿Y los gobiernos de entonces qué hacían?

Sería de justicia considerar como precedentes del 9 de enero algunas expresiones de los diplomáticos panameños en la coyuntura. Por ejemplo, Temístocles Díaz, vicepresidente de Panamá, proclamó en Río de Janeiro el deseo de “transformar el Canal en fuente de ingreso nacional, como Egipto hizo con el Canal de Suez”.

En el mismo tono se expresó Miguel J. Moreno, ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de Ernesto De La Guaría hijo, en la Décimo Cuarta Sesión de Naciones Unidas, en septiembre de 1959, requiriendo al presidente de Estados Unidos, general Dwight D. Eisenhower, por negarse a discutir las diferencias sobre el tema soberanía.

Creo que ambos esfuerzos se complementaban. Una de las estrategias de toda negociación es demostrar que los pueblos son los que presionan para que se alcancen determinados objetivos.

9. ¿Hubo algunos políticos panameños involucrados en esa lucha?

Sí, los hubo. El 3 de noviembre de 1959, fecha de separación de Panamá de Colombia, algunos políticos y profesores universitarios (también miembros de partidos políticos) incursionaron en predios de la Zona de Canal con el objeto de “sembrar banderas”.

La policía interceptó a los manifestantes en un sitio ubicado en el calle posterior al desaparecido Hotel Tívoli, paralela a la antigua Avenida 4 de Julio.

El área en cuestión se ubica en la parte posterior del Monumento a los Mártires.

Se trata, como puede verse, de una sucesión de eventos, propio de una crisis en estado de gestación, cuyas figuras protagónicas, aparentemente disímiles, e incluso en una relación de conflicto entre ellos, parapetados en aceras opuestas, son motivados por el mismo denominador común: la soberanía nacional.

10. Mientras todo esto ocurría en el país Panamá, ¿qué ocurría del otro lado? ¿Qué pensaban los residentes no panameños en la Zona del Canal?

Lo lógico. Habían nacido allí. Vivían allí. Todo lo que tenían en la vida, incluso sus muertos, estaban asenta-dos en esa larga cintura que enlazaba dos océanos. No eran estadunidenses en sentido estricto. No eran neoyorquinos, tejanos o miamenses. Ni panameños no “gringos”. Eran zonians. Poseían sentimientos híbridos.Era imposible que no sintieran amor por el único entorno humano que conocían. La racionalidad, para lo único que les serviría a ellos era para justificar sus reacciones instintivas y mentales.

Para ese conglomerado humano era irracional agarrar sus muleles e irse a otro lado. Estaban, pues, dispuestos a defender lo que consideraban su entorno vital.

Las condiciones emocionales estaban dadas para las confrontaciones.

11. Nada ocurre porque sí, sin causas de fondo. No se pelea por pelear ¿Qué motivaba estas reacciones?

La acumulación de antecedentes económicos, sociales, psicológicos y emocionales, amén de los referentes históricos y geopolíticos de la coyuntura (a los que habría que examinar cuidadosamente) explican las causas que desencadenaron el 9 de enero de 1964 el enfrentamiento entre la población panameña y las tropas del ejército estadunidense, con un saldo de 21 muertos y más de 500 heridos.

Es la historia conocida y todavía por conocer.

Gustavo García de Paredes. Doctor, Rector de la

Universidad de Panamá.

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

Conversando con Sofía

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Page 20: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

En horas de la mañana del 10 de Enero de 1964, los estudiantes universitarios, acompañados de una multitud significativa, realizaron una marcha que partió de las instalaciones del Palacio Legislativo hacia la presidencia de la república (Foto de la Revista LIFE).

Ricardo Arturo Ríos Torres, Presidente de la Unión de Estudiantes Universitarios (U.E.U) dirigió la Marcha Patriótica del 3 de noviembre de 1959. Participó con Carlos Arellano Lennox en la Operación Soberanía del 2 de mayo de 1958.

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

VíaLetra

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Page 21: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Hernando Franco MuñozLuis Navas P.José A. Del Cid FelipeUrania Atenea Ungo M.Enoch Adames MayorgaEdgar Spence HerreraMarco A. Gandásegui, hijoMiguel Montiel GuevaraBriseida Allard O.

Los hijos del fuego. Carlos González Palomino

Del tintero de…Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

Del tintero de…

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Dignidad e ignominia en la cintura de AméricaHernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

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Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Del tintero de…

18

Page 24: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

VíaLetra

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Page 25: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

* Eduardo Robinson

* Luis Freire

* Eduardo Sánchez

* Joaquín Gonzáles

* Pablo Pierre

* Aurelio Castillo

* Alberto Chandeck

* Alejandro Peralta

* Jorge Luque

* Francisco Salgado

* Hortencio Pinilla

* Enrique Riley

* Albano Palacios

* Robinson Hernández

* Eligia Gutiérrez

* Eduardo Sánchez

* Gilberto Guerra

* Víctor Laremont

* Julio Ramírez

* Claudio Márquez

* Luis Méndez

* Rolando Rodríguez

* Antonio De León

* Bolívar Cortéz

* Juana Díaz

* Carlos Lemm

* Ruperto Céspedes

* Alfonso González

* Fernando Boyce

* Franklin Cheng

* Cecilio Mata

* Luis Riasco

* Mario Camarena

* Ernesto James

* Daniel Góndola

* Adriano Wright

* Arístides Martínez

* Rolando Parkins

* Ramón Beltrán

* Eduardo Voltier

* Luis Charles

* Julio Grimaldo

* Beatriz Ávila

* Benjamín Marín

* John Scott

* Inocencio Garibaldi

Panamá

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Colón

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Colón

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Colón

Colón

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Bala

Bala

Bala

Bala

Bala

Bala

Bala

Bala

Bala

Bala

Bala

Vidrios

Bala

Bala

Perdigones

Bala

Bala

Bala

Bala

Bala

Perdigones

Bala

Bala

Perdigones

Perdigones

Bala

Bala

Bala

Vidrios

Culatazo

Bayoneta

Culatazo

Bayoneta

Golpes

Bayoneta

Golpes

Bomba lacrimógena

Perdigones

Bala

Bomba lacrimógena

Bala

Bala

Bala

Bomba lacrimógena

Bala

Culatazo

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

Seis patriotas valientes estudiantes del Instituto Nacional, portan la bandera nacional y el estandarte del colegio enfrentando la agresión inminente de los “zonians”. Ellos son de izquierda a derecha: Napoleón de Bernard, Eligio Carranza, César Villarreal, Luis Vergara, Inocencio García y Alcibíades Picota (Caballero F., K. Las luchas patrióticas del Instituto Nacional).

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Del tintero de…

20

Page 26: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

Panameños de los estratos sociales procedentes de los barrios populares de Santa Cruz, las barracas de Ancón, Santa Ana, El Marañón y El Chorrillo, procedieron a enarbolar la enseña patria en los alrededores de la Avenida 4 de julio (Foto de la Revista LIFE).

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

VíaLetra

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Page 27: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

En horas de la noche del 9 de Enero de 1964, el pueblo panameño se congregó en el área principal del balcón presidencial, para escuchar las declaraciones del presidente Roberto Chiari, ante la eminente ruptura de las Relaciones de Panamá con los Estados Unidos de América (Foto de la Revista LIFE).

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Del tintero de…

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Page 28: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

Colón: el último disparo, las últimas bajas de los patriotas

Luis Navas P.

En horas casi nocturnas del jueves 9 de Enero de 1964, se difundió a través de las radioemisoras del país la agresión de los policías y de los soldados estadounidenses acantonados en la Zona del Canal en contra, inicial-mente, de los estudiantes del Instituto Nacional y, luego, contra amplios sectores sociales quienes se sumaron a la lucha por la defensa de la soberanía nacional.

Cientos de heridos colapsaron el sistema sanitario panameño. Las autoridades de la Zona del Canal de manera cínica afirmaban que ellos solamente habían empleado armas para “cazar patos”. Era necesario desnudar la vil mentira.

Los nacionales fueron atendidos en, la ciudad de Panamá en el Hospital Santo Tomás y la Caja de Seguro Social, en el Hospital Amador Guerrero, en la ciudad de Colón, según datos del Lic. Guillermo E. Beleño C. quien fungía como Jefe del Servicio de Informes y Estudios Sanitarios,del Ministerio de Trabajo, Previsión Social y Salud Pública. El documento, invaluable, acerca de las certificaciones forenses de heridos y muertos, reposa en los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá. Este documento posee la certeza histórica para afirmar que los agresores utilizaron en esa ocasión: balas, perdigones, bayonetas, culatazos y gases lacrimógenos sofocantes. La mayoría de las lesiones se ubican en el abdomen, piernas, tórax y cráneo.

De las 471 personas atendidas en los tres centros hospitalarios, fallecieron 21: 18 fueron asesinados en Panamá; 3 en Colón. Del total de heridos, 336 fueron en Panamá y 105, en Colón. En cada ciudad se eliminó

las niñas. La mayoría de los heridos eran hombres (434) y murieron 19. De las 37 mujeres, fallecieron 2 niñas, en sus respectivas residencias.

Los heridos de balas fueron 85: 72 en Panamá y 13 en Colón. De estos, 11 fueron asesinados en Panamá y 2 en Colón. Por efecto de los gases fueron atendidos 37, pero, en Colón, se concentró este tipo de afectación con 28 y de manera fatal una niña de solo 6 meses.

La mayoría eran indígenas Gunas. Por heridos de perdigones la mayoría (36) eran de Panamá y los otros de Colón (9). En cambio, los heridos por bayonetas y culatazos predominó en Colón con 9, de un total de 11.

¿Qué sucedió en Colón? ¿Por qué los enfrentamientos se prolongaron hasta el 12 de enero? Es bueno recordar que Colón surge como ciudad-puerto (1852) por la construcción del ferrocarril (1850-55) desplazando a Portobelo y San Lorenzo del Chagres.

A partir de 1904, quedó encerrada por la Zona del Canal y gracias a la construcción de un corredor y a la carretera transístmica se pudo entrar y salir sin tener que ingresar a la Zona del Canal. En sus 16 calles, según el censo de 1960, convivían 59,598 habitantes.

En esa ciudad coexistían nacionales, descendientes de chinos, hindúes, hebreos, griegos, españoles, italianos, afrodescendientes, que fueron llegando desde 1850.

La lucha contra la discriminación practicada por las autoridades de la Zona del Canal era cotidiana ypermanente.

Ningún grupo social se eximió del irrespeto promovido por una supuesta y arrogante superioridad racial del ciudadano blanco estadounidense.

El primero en caer abatido, en la ciudad de Panamá fue el estudiante secundario Ascanio Arosemena, el 9 de Enero a las 7:30 p.m. Un proyectil le perforó el pulmón derecho y le atravesó la aorta.

Al día siguiente Rosa Elena Landecho, una niña de 11 años, una potente bala le destrozó el cráneo cuando seencontraba en el balcón del multifamiliar de San Miguel,Corregimiento de Calidonia.

Particularidades de la lucha en Colón

En Colón, los primeros enfrentamientos se dieron en el lapso de las 7 a las 11 de la noche. Las aceras del YMCA, el Templo Masónico y el Comisariato, o calles 11,12 y 13 de la Avenida Bolívar y se extendía hacia la Avenidas Balboa y Del Frente (hoy Avenida de Los Mártires) fue el campo de batalla. De los 9 heridos por bayonetas y culatazos sobresale el dirigente obrero Andrés Galván.

El primer mártir colonense es Carlos Renato Lara estudiante del colegio nocturno, contaba con 18 años. El 11 de enero recibió varios impactos, más de uno le disparó. Una bala le destruyó el cerebro y varios perdigones impactaron el tórax y el abdomen.

No había otra disyuntiva, era necesario recurrir a las armas. Piedras y modestas bombas incendiarias no eran suficientes. El 10 de enero, en horas tempranas, fracasamos al intentar asaltar una ferretería para confiscar las armas de caza que allí se vendían.

Un cazador furtivo, Aniceto Camargo, al vernos con esa

angustia, nos confía su rifle calibre 22 con el solemne compromiso de su devolución.Con el rifle de Aniceto Camargo, manejado por empíricos tiradores, se organizaron varios turnos integrados por Roger Amor, Antonio Yepez De León, Rolando Sterling, Antonio Ferro, Deyanira Gómez y los hermanos Luis y Juan Antonio Navas Pájaro.

El grupo integrado por Juan, Ferro y Deyanira fueron los últimos que dispararon, y a Juan lo hieren aproximada-mente el 11 a las 11:45 de la noche. Varios perdigones se le incrustaron en el cerebro. Veinte minutos después cayó asesinado el Sargento de la Guardia Nacional Celes-tino Villarreta, un potente disparo le destruyó el corazón.

En esas horas tempranas del 12 de enero, las fuerzas armadas de los EE.UU lanzó cantidad imprecisa de gases lacrimógenos y sofocantes. Así murió la niña de 6 meses Maritza Alabarca Ávila, víctima de los efectos de los brutales gases arrojados sobre la población civil.

Asimismo, el 12 de enero, Thomas Mann, Sub Secretario para Asuntos L.A. le informó a su Jefe inmediato Dean Rusk que en el Atlántico habían sufrido 4 bajas más entre sus militares, producto de un solo francotirador.

Ese mismo día, el Jefe de la Guardia Nacional, Bolívar Vallarino, envió a Colón un contingente militar al mando de los mayores Omar Torrijos y Boris Martínez para contrarrestar la única resistencia que aún se mantenía combatiendo.

Durante esos días de enero, se constató como una leve brizna se transforma en vientos huracanados y un río manso deviene en un poderoso torrente donde convergen muchas fuerzas. Se hizo lo que se pudo. Hicimos lo que tuvimos que hacer. Se luchó con convicción.

¡Cómo no sentir orgullo de ser panameño! Este pequeño país que en 1960 había alcanzado un millón de habitantes, rompió relaciones diplomáticas con la primera potencia imperial, la más fuerte y mejor armada. Los acusamos por agresión ante la ONU y la OEA. Hubo de inmediato manifestaciones de apoyo a Panamá en todos los continentes al grito de: ¡Yankee go Home!

Posteriormente, los obligamos a negociar la eliminación de la Zona del Canal, el desmantelamiento de todas sus bases militares y la entrega de la Zona del Canal que habíamos cedido en 1903 a perpetuidad.

No fue fácil soñar el futuro. Un año después, en enero de 1965, en el primer aniversario de la Gesta Patriótica

fuimos arrestados. Para restarle fervor en Colón a la conmemoración, el Gobierno de Marcos Robles recurrió a la persecución.

Al igual que ayer, el próximo 9 de Enero al cumplirse 50 años lo haremos un jueves y en medio de un proceso electoral. Los panameños y panameñas estamos obligados a actuar con madurez en las actuales circunstancias para construir, entre todos, un proyecto de sociedad donde tengamos derechos al bienestar y al progreso social. Cincuenta años después sigue pendiente la lucha contra la pobreza. Ese es el sueño, esa es la esperanza. Si ayer pudimos vencer, hoy también es posible. ¡Que así sea!1

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

VíaLetra

23

Page 29: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

Luis Navas P.

En horas casi nocturnas del jueves 9 de Enero de 1964, se difundió a través de las radioemisoras del país la agresión de los policías y de los soldados estadounidenses acantonados en la Zona del Canal en contra, inicial-mente, de los estudiantes del Instituto Nacional y, luego, contra amplios sectores sociales quienes se sumaron a la lucha por la defensa de la soberanía nacional.

Cientos de heridos colapsaron el sistema sanitario panameño. Las autoridades de la Zona del Canal de manera cínica afirmaban que ellos solamente habían empleado armas para “cazar patos”. Era necesario desnudar la vil mentira.

Los nacionales fueron atendidos en, la ciudad de Panamá en el Hospital Santo Tomás y la Caja de Seguro Social, en el Hospital Amador Guerrero, en la ciudad de Colón, según datos del Lic. Guillermo E. Beleño C. quien fungía como Jefe del Servicio de Informes y Estudios Sanitarios,del Ministerio de Trabajo, Previsión Social y Salud Pública. El documento, invaluable, acerca de las certificaciones forenses de heridos y muertos, reposa en los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá. Este documento posee la certeza histórica para afirmar que los agresores utilizaron en esa ocasión: balas, perdigones, bayonetas, culatazos y gases lacrimógenos sofocantes. La mayoría de las lesiones se ubican en el abdomen, piernas, tórax y cráneo.

De las 471 personas atendidas en los tres centros hospitalarios, fallecieron 21: 18 fueron asesinados en Panamá; 3 en Colón. Del total de heridos, 336 fueron en Panamá y 105, en Colón. En cada ciudad se eliminó

las niñas. La mayoría de los heridos eran hombres (434) y murieron 19. De las 37 mujeres, fallecieron 2 niñas, en sus respectivas residencias.

Los heridos de balas fueron 85: 72 en Panamá y 13 en Colón. De estos, 11 fueron asesinados en Panamá y 2 en Colón. Por efecto de los gases fueron atendidos 37, pero, en Colón, se concentró este tipo de afectación con 28 y de manera fatal una niña de solo 6 meses.

La mayoría eran indígenas Gunas. Por heridos de perdigones la mayoría (36) eran de Panamá y los otros de Colón (9). En cambio, los heridos por bayonetas y culatazos predominó en Colón con 9, de un total de 11.

¿Qué sucedió en Colón? ¿Por qué los enfrentamientos se prolongaron hasta el 12 de enero? Es bueno recordar que Colón surge como ciudad-puerto (1852) por la construcción del ferrocarril (1850-55) desplazando a Portobelo y San Lorenzo del Chagres.

A partir de 1904, quedó encerrada por la Zona del Canal y gracias a la construcción de un corredor y a la carretera transístmica se pudo entrar y salir sin tener que ingresar a la Zona del Canal. En sus 16 calles, según el censo de 1960, convivían 59,598 habitantes.

En esa ciudad coexistían nacionales, descendientes de chinos, hindúes, hebreos, griegos, españoles, italianos, afrodescendientes, que fueron llegando desde 1850.

La lucha contra la discriminación practicada por las autoridades de la Zona del Canal era cotidiana ypermanente.

Ningún grupo social se eximió del irrespeto promovido por una supuesta y arrogante superioridad racial del ciudadano blanco estadounidense.

El primero en caer abatido, en la ciudad de Panamá fue el estudiante secundario Ascanio Arosemena, el 9 de Enero a las 7:30 p.m. Un proyectil le perforó el pulmón derecho y le atravesó la aorta.

Al día siguiente Rosa Elena Landecho, una niña de 11 años, una potente bala le destrozó el cráneo cuando seencontraba en el balcón del multifamiliar de San Miguel,Corregimiento de Calidonia.

Particularidades de la lucha en Colón

En Colón, los primeros enfrentamientos se dieron en el lapso de las 7 a las 11 de la noche. Las aceras del YMCA, el Templo Masónico y el Comisariato, o calles 11,12 y 13 de la Avenida Bolívar y se extendía hacia la Avenidas Balboa y Del Frente (hoy Avenida de Los Mártires) fue el campo de batalla. De los 9 heridos por bayonetas y culatazos sobresale el dirigente obrero Andrés Galván.

El primer mártir colonense es Carlos Renato Lara estudiante del colegio nocturno, contaba con 18 años. El 11 de enero recibió varios impactos, más de uno le disparó. Una bala le destruyó el cerebro y varios perdigones impactaron el tórax y el abdomen.

No había otra disyuntiva, era necesario recurrir a las armas. Piedras y modestas bombas incendiarias no eran suficientes. El 10 de enero, en horas tempranas, fracasamos al intentar asaltar una ferretería para confiscar las armas de caza que allí se vendían.

Un cazador furtivo, Aniceto Camargo, al vernos con esa

angustia, nos confía su rifle calibre 22 con el solemne compromiso de su devolución.Con el rifle de Aniceto Camargo, manejado por empíricos tiradores, se organizaron varios turnos integrados por Roger Amor, Antonio Yepez De León, Rolando Sterling, Antonio Ferro, Deyanira Gómez y los hermanos Luis y Juan Antonio Navas Pájaro.

El grupo integrado por Juan, Ferro y Deyanira fueron los últimos que dispararon, y a Juan lo hieren aproximada-mente el 11 a las 11:45 de la noche. Varios perdigones se le incrustaron en el cerebro. Veinte minutos después cayó asesinado el Sargento de la Guardia Nacional Celes-tino Villarreta, un potente disparo le destruyó el corazón.

En esas horas tempranas del 12 de enero, las fuerzas armadas de los EE.UU lanzó cantidad imprecisa de gases lacrimógenos y sofocantes. Así murió la niña de 6 meses Maritza Alabarca Ávila, víctima de los efectos de los brutales gases arrojados sobre la población civil.

Asimismo, el 12 de enero, Thomas Mann, Sub Secretario para Asuntos L.A. le informó a su Jefe inmediato Dean Rusk que en el Atlántico habían sufrido 4 bajas más entre sus militares, producto de un solo francotirador.

Ese mismo día, el Jefe de la Guardia Nacional, Bolívar Vallarino, envió a Colón un contingente militar al mando de los mayores Omar Torrijos y Boris Martínez para contrarrestar la única resistencia que aún se mantenía combatiendo.

Durante esos días de enero, se constató como una leve brizna se transforma en vientos huracanados y un río manso deviene en un poderoso torrente donde convergen muchas fuerzas. Se hizo lo que se pudo. Hicimos lo que tuvimos que hacer. Se luchó con convicción.

¡Cómo no sentir orgullo de ser panameño! Este pequeño país que en 1960 había alcanzado un millón de habitantes, rompió relaciones diplomáticas con la primera potencia imperial, la más fuerte y mejor armada. Los acusamos por agresión ante la ONU y la OEA. Hubo de inmediato manifestaciones de apoyo a Panamá en todos los continentes al grito de: ¡Yankee go Home!

Posteriormente, los obligamos a negociar la eliminación de la Zona del Canal, el desmantelamiento de todas sus bases militares y la entrega de la Zona del Canal que habíamos cedido en 1903 a perpetuidad.

No fue fácil soñar el futuro. Un año después, en enero de 1965, en el primer aniversario de la Gesta Patriótica

fuimos arrestados. Para restarle fervor en Colón a la conmemoración, el Gobierno de Marcos Robles recurrió a la persecución.

Al igual que ayer, el próximo 9 de Enero al cumplirse 50 años lo haremos un jueves y en medio de un proceso electoral. Los panameños y panameñas estamos obligados a actuar con madurez en las actuales circunstancias para construir, entre todos, un proyecto de sociedad donde tengamos derechos al bienestar y al progreso social. Cincuenta años después sigue pendiente la lucha contra la pobreza. Ese es el sueño, esa es la esperanza. Si ayer pudimos vencer, hoy también es posible. ¡Que así sea!1

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Del tintero de…

24

Page 30: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

La indignación popular se volcó contra las propiedades de los norteamericanos residentes en Panamá (¡Siempre! 29 de enero de 1964).

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

Luis Navas P.

En horas casi nocturnas del jueves 9 de Enero de 1964, se difundió a través de las radioemisoras del país la agresión de los policías y de los soldados estadounidenses acantonados en la Zona del Canal en contra, inicial-mente, de los estudiantes del Instituto Nacional y, luego, contra amplios sectores sociales quienes se sumaron a la lucha por la defensa de la soberanía nacional.

Cientos de heridos colapsaron el sistema sanitario panameño. Las autoridades de la Zona del Canal de manera cínica afirmaban que ellos solamente habían empleado armas para “cazar patos”. Era necesario desnudar la vil mentira.

Los nacionales fueron atendidos en, la ciudad de Panamá en el Hospital Santo Tomás y la Caja de Seguro Social, en el Hospital Amador Guerrero, en la ciudad de Colón, según datos del Lic. Guillermo E. Beleño C. quien fungía como Jefe del Servicio de Informes y Estudios Sanitarios,del Ministerio de Trabajo, Previsión Social y Salud Pública. El documento, invaluable, acerca de las certificaciones forenses de heridos y muertos, reposa en los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá. Este documento posee la certeza histórica para afirmar que los agresores utilizaron en esa ocasión: balas, perdigones, bayonetas, culatazos y gases lacrimógenos sofocantes. La mayoría de las lesiones se ubican en el abdomen, piernas, tórax y cráneo.

De las 471 personas atendidas en los tres centros hospitalarios, fallecieron 21: 18 fueron asesinados en Panamá; 3 en Colón. Del total de heridos, 336 fueron en Panamá y 105, en Colón. En cada ciudad se eliminó

las niñas. La mayoría de los heridos eran hombres (434) y murieron 19. De las 37 mujeres, fallecieron 2 niñas, en sus respectivas residencias.

Los heridos de balas fueron 85: 72 en Panamá y 13 en Colón. De estos, 11 fueron asesinados en Panamá y 2 en Colón. Por efecto de los gases fueron atendidos 37, pero, en Colón, se concentró este tipo de afectación con 28 y de manera fatal una niña de solo 6 meses.

La mayoría eran indígenas Gunas. Por heridos de perdigones la mayoría (36) eran de Panamá y los otros de Colón (9). En cambio, los heridos por bayonetas y culatazos predominó en Colón con 9, de un total de 11.

¿Qué sucedió en Colón? ¿Por qué los enfrentamientos se prolongaron hasta el 12 de enero? Es bueno recordar que Colón surge como ciudad-puerto (1852) por la construcción del ferrocarril (1850-55) desplazando a Portobelo y San Lorenzo del Chagres.

A partir de 1904, quedó encerrada por la Zona del Canal y gracias a la construcción de un corredor y a la carretera transístmica se pudo entrar y salir sin tener que ingresar a la Zona del Canal. En sus 16 calles, según el censo de 1960, convivían 59,598 habitantes.

En esa ciudad coexistían nacionales, descendientes de chinos, hindúes, hebreos, griegos, españoles, italianos, afrodescendientes, que fueron llegando desde 1850.

La lucha contra la discriminación practicada por las autoridades de la Zona del Canal era cotidiana ypermanente.

Ningún grupo social se eximió del irrespeto promovido por una supuesta y arrogante superioridad racial del ciudadano blanco estadounidense.

El primero en caer abatido, en la ciudad de Panamá fue el estudiante secundario Ascanio Arosemena, el 9 de Enero a las 7:30 p.m. Un proyectil le perforó el pulmón derecho y le atravesó la aorta.

Al día siguiente Rosa Elena Landecho, una niña de 11 años, una potente bala le destrozó el cráneo cuando seencontraba en el balcón del multifamiliar de San Miguel,Corregimiento de Calidonia.

Particularidades de la lucha en Colón

En Colón, los primeros enfrentamientos se dieron en el lapso de las 7 a las 11 de la noche. Las aceras del YMCA, el Templo Masónico y el Comisariato, o calles 11,12 y 13 de la Avenida Bolívar y se extendía hacia la Avenidas Balboa y Del Frente (hoy Avenida de Los Mártires) fue el campo de batalla. De los 9 heridos por bayonetas y culatazos sobresale el dirigente obrero Andrés Galván.

El primer mártir colonense es Carlos Renato Lara estudiante del colegio nocturno, contaba con 18 años. El 11 de enero recibió varios impactos, más de uno le disparó. Una bala le destruyó el cerebro y varios perdigones impactaron el tórax y el abdomen.

No había otra disyuntiva, era necesario recurrir a las armas. Piedras y modestas bombas incendiarias no eran suficientes. El 10 de enero, en horas tempranas, fracasamos al intentar asaltar una ferretería para confiscar las armas de caza que allí se vendían.

Un cazador furtivo, Aniceto Camargo, al vernos con esa

angustia, nos confía su rifle calibre 22 con el solemne compromiso de su devolución.Con el rifle de Aniceto Camargo, manejado por empíricos tiradores, se organizaron varios turnos integrados por Roger Amor, Antonio Yepez De León, Rolando Sterling, Antonio Ferro, Deyanira Gómez y los hermanos Luis y Juan Antonio Navas Pájaro.

El grupo integrado por Juan, Ferro y Deyanira fueron los últimos que dispararon, y a Juan lo hieren aproximada-mente el 11 a las 11:45 de la noche. Varios perdigones se le incrustaron en el cerebro. Veinte minutos después cayó asesinado el Sargento de la Guardia Nacional Celes-tino Villarreta, un potente disparo le destruyó el corazón.

En esas horas tempranas del 12 de enero, las fuerzas armadas de los EE.UU lanzó cantidad imprecisa de gases lacrimógenos y sofocantes. Así murió la niña de 6 meses Maritza Alabarca Ávila, víctima de los efectos de los brutales gases arrojados sobre la población civil.

Asimismo, el 12 de enero, Thomas Mann, Sub Secretario para Asuntos L.A. le informó a su Jefe inmediato Dean Rusk que en el Atlántico habían sufrido 4 bajas más entre sus militares, producto de un solo francotirador.

Ese mismo día, el Jefe de la Guardia Nacional, Bolívar Vallarino, envió a Colón un contingente militar al mando de los mayores Omar Torrijos y Boris Martínez para contrarrestar la única resistencia que aún se mantenía combatiendo.

Durante esos días de enero, se constató como una leve brizna se transforma en vientos huracanados y un río manso deviene en un poderoso torrente donde convergen muchas fuerzas. Se hizo lo que se pudo. Hicimos lo que tuvimos que hacer. Se luchó con convicción.

¡Cómo no sentir orgullo de ser panameño! Este pequeño país que en 1960 había alcanzado un millón de habitantes, rompió relaciones diplomáticas con la primera potencia imperial, la más fuerte y mejor armada. Los acusamos por agresión ante la ONU y la OEA. Hubo de inmediato manifestaciones de apoyo a Panamá en todos los continentes al grito de: ¡Yankee go Home!

Posteriormente, los obligamos a negociar la eliminación de la Zona del Canal, el desmantelamiento de todas sus bases militares y la entrega de la Zona del Canal que habíamos cedido en 1903 a perpetuidad.

No fue fácil soñar el futuro. Un año después, en enero de 1965, en el primer aniversario de la Gesta Patriótica

fuimos arrestados. Para restarle fervor en Colón a la conmemoración, el Gobierno de Marcos Robles recurrió a la persecución.

Al igual que ayer, el próximo 9 de Enero al cumplirse 50 años lo haremos un jueves y en medio de un proceso electoral. Los panameños y panameñas estamos obligados a actuar con madurez en las actuales circunstancias para construir, entre todos, un proyecto de sociedad donde tengamos derechos al bienestar y al progreso social. Cincuenta años después sigue pendiente la lucha contra la pobreza. Ese es el sueño, esa es la esperanza. Si ayer pudimos vencer, hoy también es posible. ¡Que así sea!1

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

VíaLetra

Luis Navas P. Magister, catedrático de Relaciones Internacionales en la Facultad de Administración Pública de la Universidad de

Panamá. Héroe de la insurrección patriótica del 9 de Enero de 1964, en la provincia de Colón.

1(Véase el Diario Crítica, 14-1-64. P.2).

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Page 31: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Las balas de las fuerzas armadas estadounidenses hicieron impacto en todos los edificios limítrofes con la Zona del Canal (Lotería No. 191, octubre 1971).

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Del tintero de…

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Page 32: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Las tropas del ejército de los Estados Unidos ocuparon la ciudad de Colón, durante los días 9, 10 y 11 de Enero de 1964 (Lotería, 191, octubre, 1971).

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

VíaLetra

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Page 33: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Hernando Franco Muñoz

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964 constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una "quinta frontera" como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de la barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia.

Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebran-tar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extran-jera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña.

Desde el Incidente de la Tajada de Sandía a mediados del siglo XIX , pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo conscientey lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadescaestadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera - expresada en la ocupación militar extranjera - no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular. Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós- Hines de 1947 - entre otros

acontecimientos - dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el estado- nación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticolo-niales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares.

Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio impor-tante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económica-mente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presen-cia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: "... al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad" ; por su lado Carlos Iván Zuñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: "Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales"; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: " Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos." Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta: "Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas." El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: "Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la "legitimidad" de statu quo."

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que

tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacio-nal como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista iniciada por Torrijos tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña. A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no

siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

Hernando Franco Muñoz. Politólogo y abogado, catedrático de

Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho y Ciencias

Políticas de la Universidad de Panamá

Realidad histórica de los inicios de la Gesta del 9 de Enero de 1964

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Del tintero de…

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José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

1Gasteozoro, Carlos M. y otros. “La Historia de Panamá en sus textos”. Tomo II, 2da. Edición, Editorial Universitaria. Panamá 1999.

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

VíaLetra

29

Page 35: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

2Revista Lotería. Biblioteca de la Nacionalidad, (Sucesos del 9 del de enero) Autoridad del Canal de Panamá, 1999.

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Del tintero de…

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Page 36: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

José A. Del Cid Felipe. Doctor, bibliotecólogo y docente investigador en la Facultad de Humanidades

de la Universidad de Panamá.

Destacamos que en dicha reunión, Fleming le manifiesta al ministro Solís sus propósitos de partir casi inmediata-mente a Washington D.C., con la intención de reunirse con el Presidente Johnson. El Gobernador Fleming abandonó el territorio, aun teniendo pleno conocimiento del estado de insubordinación, de diferentes sectores en la Zona: habitantes, policías, estudiantes, padres de familia.

La ausencia del Gobernador se hizo más notoria, debido a la renuncia al cargo del diplomático estadounidense Joseph Farland, quien desde el mes de agosto de 1963, había dejado de ejercer como Embajador de los Estados Unidos, quedando el país en espera de una nueva acreditación diplomática.

Estas acciones dan origen a los inicios de la Gesta Patriótica del 9 de Enero de 1964, obligando a los estudiantes, a los trabajadores, a los estudiante univer-sitarios universitarios, en fin, a todos los panameños del

país, a reclutarse en un ejército nacionalista de indefen-sos patriotas, que protegieron nuestra dignidad como república independiente y exigieron respeto a la Patria. Es aquí, cuando se pone de manifiesto la responsabilidad histórica y la efectiva revolución patriótica, gracias a la participación del glorioso nido de águilas quienes se opusieron a las ideas del yanqui, que sienten que tienen el poder de hacer y deshacer las leyes, de los que trataron de confinarnos en nuestra propia tierra y de sujetarnos a ellos de forma implacentera, derogando e ignorando los códigos que le molestaban, promulgán-donos sus normas imperiales.

Los institutores demostraron valentía, de quien se siente libre, del que puede liberarse siempre que quiera. Invocaron el Derecho Natural, es decir el libre albedrío de las ideas, tienen la finalidad imponer la Libertad ante los opresores.

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Estudiantes del Colegio Instituto Nacional marchan hacia la Escuela Superior de Balboa( Balboa High School), el 9 de enero de 1964, en compañía de un grupo de profesores, civiles y camarógrafos, portando la enseña patria y gritando consignas. Fotografía Revista Life, 24 de enero de 1964 (Foto de la Revista LIFE).

VíaLetra

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Page 37: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Evacuación del personal por barcos y ferrocarril.

Estudiantes zoneítas custodian la base del asta de la bandera de los Estados Unidos, para impedir la izada de la bandera panameña (Foto de la Revista LIFE).

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Del tintero de…

32

Page 38: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Urania Atenea Ungo M.

Como ningún otro acontecimiento de nuestra historia, el 9 de Enero de 1964, marca nuestra memoria e identidad con un sentido y un significado fuerte: tenemos patria. La visión de miles de personas, jóvenes en su mayoría, desafiando viejos temores, insubordinados y actuantes, recuperando para sí un ser, casi no tiene parangón a lo largo de nuestra historia. Es una memoria dolida, pero que retrata una parte de nuestro ser del que podemos enorgullecernos, enarbolar y reivindicar, muy poco parecida a los miles de hechos pequeños y viles que se encuentran en la historia política del país.

Su significación trascendió. No sólo se replantearon las históricas relaciones entre el Istmo y los EEUU, sino que emergió una conciencia que estableció que la vida institucional y política del país no podía seguir igual y se reflejó en lo más hondo de las personas e instituciones. Sus consecuencias no dejan de sentirse a todo lo largo de nuestra vida social. No fue meramente una jornada de rebeldía, sino una insurrección popular.

¿Participaron las mujeres durante el período histórico de 1903 a 1964?

En el período comprendido entre 1903-1964, en esos sesenta y un años de historia, ocurrieron acontecimientos trascendentales, entre ellos, el surgimiento de la república y la lenta sedimentación de la nación, la construcción del Canal de Panamá, se estructuró institucionalmente el estado y se organizaron las diversas clases y sectores del país. Fue también la época del Partido Nacional Feminista (PNF), cuya historia fue borrada y recuperada por mujeres comprometidas con la lucha para obtener una vida digna e igualitaria.

Reflexiones acerca de las mujeres y la patria

En 1964 habían transcurrido 41 años desde la fundación del Partido Nacional Feminista –cuyos 90 años de congreso cumplieron el 2013- , es decir, la lucha de las mujeres ya tenía una historia (invisibilizada) y eran ciudadanas. Como ocurrió en todas partes del mundo, la presencia de las mujeres se ubica en los lugares menos importantes del trabajo remunerado, del sistema educativo y de la administración. Existía un “silencio” político sobre esta condición de inferioridad, que es un lugar común en todas las sociedades.

En el contexto de esta reflexión es fundamental preguntar: ¿participaron las mujeres en la gesta heroica de 1964?

Revisando las fotografías del período histórico del 9 de Enero de 1964, es evidente que la juventud fue la protago-nista casi absoluta de la gesta heroica. Las investiga-ciones historiográficas han comprobado que en momen-tos parecidos de fuertes convulsiones sociales, en diversas épocas históricas, cuando el “pueblo” se insubordina, las mujeres han tenido una participación. Este momento histórico en particular, seguramente, no fue la excepción. Pero, lo cierto es que en las fotografías se visualizan poco.

Desde los inicios de la Modernidad, cada vez que las sociedades son sacudidas por grandes cambios políticos, las mujeres irrumpen masivamente en los momentos más convulsos, emergiendo desde su mundo colectivo histórico: lo privado. Esta participación femenina tiene varias características, es masiva y amplia en la base, exigua o inexistente en las cúpulas. Las mujeres siempre respon-den, aunque ocupan un lugar ambiguo y contradictorio:integradas a la masa de seguidores, de pueblo, de marginadas de las direcciones políticas.

Los estudios académicos establecen que las mujeres son ignoradas u omitidas en la Historia, siempre ha sido así y en nuestro país también, porque su mundo, el designado por la tradición, es el privado, sede de las “realizaciones” femeninas, sitio de la reclusión histórica, el lugar de los afectos y la familia, que funciona por consenso social producto de la larga socialización. Un insólito lugar de lo no histórico ni historiable.

Son diversos mecanismos, en distintos sistemas y escenarios políticos, los que se han coludido, no para impedir que las mujeres participen, sino para impedir que esta sea en las formas como se obtiene, se produce y se reproduce el poder.

Para las mujeres participar es siempre problemático, significa –aun hoy para muchas- transgredir el mandato central de la socialización femenina –permanece en tu lugar, tu proyecto de vida es tu familia- y puede ser de altos costos para la vida personal y la seguridad, como lo comprobaron las mujeres que se atrevieron a ingresar al mundo público, como Clara González y las líderes del Partido Nacional Feminista. La lucha por la soberanía, parte de ese mundo público, socioculturalmente difícil, pero era una necesidad vital, central de la nación de la cual las mujeres forman parte importante. Cabe cuestio-narse nuevamente: ¿no tenían opinión?

Una reflexión sobre estos cincuenta años del 9 de Enero de 1964 en Panamá no puede hacerse sin recordar que entre los simbólicos 1903 y 1964 pende un significativo 1922, fecha de fundación del Partido Nacional Feminista, que cambió las vidas de las mujeres que se integran a esta reflexión, por derecho propio, si se realiza desde una cierta perspectiva intelectual, ética y política. Partir de esa perspectiva se convierte en un requisito indispensable: valorar lo pensado, lo soñado y lo expresado de diferentes

maneras, tanto como lo realizado por personas (mujeres y hombres) condicionados por las reglas explícitas e implícitas vigentes en su mundo. Se trata, sobre todo, de intentar recuperar, a partir de la lectura de una historia que todavía no ha sido totalmente contada, un sentido. Una interpretación es siempre una lectura posible "sobre y desde"; es siempre objetable pues no se trata de todos los hilos, sino de aquellos que se juzgan significativos y/o esenciales. Sería posible reformular la pregunta: ¿cómo participaron las mujeres en los hechos de aquellos días de enero de 1964 que conmovieron a fondo a toda la nación?

La patria y las mujeres hoy

Mientras las investigaciones den respuestas a las preguntas planteadas en esta reflexión, es evidente que ante la reclusión en lo privado de la mayoría femenina, una pequeña pero deslumbrante constelación de heroínas puebla la historia de la América Latina – igual que en Panamá- de personajes que representan a las mujeres casi a pesar de sí mismas.

En los últimos años, la presencia femenina en el mundo público llegó hasta la Presidencia de la República, sin que ello realmente signifique la disolución de las fronteras que dividen los dos grandes órdenes en que se organiza la vida social para mujeres y hombres, y menos la eliminación del principal mandato de la socialización genérica femenina. Por el contrario, cada vez más las mujeres pagan altos precios por su presencia en lo público.

Lo público que hoy no posee como tarea el heroico desafío que fue la erradicación del enclave colonial en el corazón del país y que conmovió a la conciencia de la mayoría mujeres y hombres de la sociedad panameña, entonces: ¿cómo no estar ahí?

Desde los inicios de la Modernidad es un hecho histórico comprobado que en las movilizaciones heroicas siempre están las mujeres, cuando lo utópico parece plenamente posible y cuando la política se institucionaliza ellas desaparecen. ¿Fueron así esos días de enero del 64?Desde esta perspectiva, el mejor homenaje a los héroes y

mártires de aquel enero, también a Maritza, a Rosa Elena y a las invisibles, es investigar a fondo para completar esta historia, como se desentrañó recientemente la historia de las feministas de principio del siglo XX y recuperar así su memoria, su valiente sacrificio, para que la vida en el país sea mejor, vivible, digna y buena para todos y todas.

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

VíaLetra

33

Page 39: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Urania Atenea Ungo M.

Como ningún otro acontecimiento de nuestra historia, el 9 de Enero de 1964, marca nuestra memoria e identidad con un sentido y un significado fuerte: tenemos patria. La visión de miles de personas, jóvenes en su mayoría, desafiando viejos temores, insubordinados y actuantes, recuperando para sí un ser, casi no tiene parangón a lo largo de nuestra historia. Es una memoria dolida, pero que retrata una parte de nuestro ser del que podemos enorgullecernos, enarbolar y reivindicar, muy poco parecida a los miles de hechos pequeños y viles que se encuentran en la historia política del país.

Su significación trascendió. No sólo se replantearon las históricas relaciones entre el Istmo y los EEUU, sino que emergió una conciencia que estableció que la vida institucional y política del país no podía seguir igual y se reflejó en lo más hondo de las personas e instituciones. Sus consecuencias no dejan de sentirse a todo lo largo de nuestra vida social. No fue meramente una jornada de rebeldía, sino una insurrección popular.

¿Participaron las mujeres durante el período histórico de 1903 a 1964?

En el período comprendido entre 1903-1964, en esos sesenta y un años de historia, ocurrieron acontecimientos trascendentales, entre ellos, el surgimiento de la república y la lenta sedimentación de la nación, la construcción del Canal de Panamá, se estructuró institucionalmente el estado y se organizaron las diversas clases y sectores del país. Fue también la época del Partido Nacional Feminista (PNF), cuya historia fue borrada y recuperada por mujeres comprometidas con la lucha para obtener una vida digna e igualitaria.

En 1964 habían transcurrido 41 años desde la fundación del Partido Nacional Feminista –cuyos 90 años de congreso cumplieron el 2013- , es decir, la lucha de las mujeres ya tenía una historia (invisibilizada) y eran ciudadanas. Como ocurrió en todas partes del mundo, la presencia de las mujeres se ubica en los lugares menos importantes del trabajo remunerado, del sistema educativo y de la administración. Existía un “silencio” político sobre esta condición de inferioridad, que es un lugar común en todas las sociedades.

En el contexto de esta reflexión es fundamental preguntar: ¿participaron las mujeres en la gesta heroica de 1964?

Revisando las fotografías del período histórico del 9 de Enero de 1964, es evidente que la juventud fue la protago-nista casi absoluta de la gesta heroica. Las investiga-ciones historiográficas han comprobado que en momen-tos parecidos de fuertes convulsiones sociales, en diversas épocas históricas, cuando el “pueblo” se insubordina, las mujeres han tenido una participación. Este momento histórico en particular, seguramente, no fue la excepción. Pero, lo cierto es que en las fotografías se visualizan poco.

Desde los inicios de la Modernidad, cada vez que las sociedades son sacudidas por grandes cambios políticos, las mujeres irrumpen masivamente en los momentos más convulsos, emergiendo desde su mundo colectivo histórico: lo privado. Esta participación femenina tiene varias características, es masiva y amplia en la base, exigua o inexistente en las cúpulas. Las mujeres siempre respon-den, aunque ocupan un lugar ambiguo y contradictorio:integradas a la masa de seguidores, de pueblo, de marginadas de las direcciones políticas.

Los estudios académicos establecen que las mujeres son ignoradas u omitidas en la Historia, siempre ha sido así y en nuestro país también, porque su mundo, el designado por la tradición, es el privado, sede de las “realizaciones” femeninas, sitio de la reclusión histórica, el lugar de los afectos y la familia, que funciona por consenso social producto de la larga socialización. Un insólito lugar de lo no histórico ni historiable.

Son diversos mecanismos, en distintos sistemas y escenarios políticos, los que se han coludido, no para impedir que las mujeres participen, sino para impedir que esta sea en las formas como se obtiene, se produce y se reproduce el poder.

Para las mujeres participar es siempre problemático, significa –aun hoy para muchas- transgredir el mandato central de la socialización femenina –permanece en tu lugar, tu proyecto de vida es tu familia- y puede ser de altos costos para la vida personal y la seguridad, como lo comprobaron las mujeres que se atrevieron a ingresar al mundo público, como Clara González y las líderes del Partido Nacional Feminista. La lucha por la soberanía, parte de ese mundo público, socioculturalmente difícil, pero era una necesidad vital, central de la nación de la cual las mujeres forman parte importante. Cabe cuestio-narse nuevamente: ¿no tenían opinión?

Una reflexión sobre estos cincuenta años del 9 de Enero de 1964 en Panamá no puede hacerse sin recordar que entre los simbólicos 1903 y 1964 pende un significativo 1922, fecha de fundación del Partido Nacional Feminista, que cambió las vidas de las mujeres que se integran a esta reflexión, por derecho propio, si se realiza desde una cierta perspectiva intelectual, ética y política. Partir de esa perspectiva se convierte en un requisito indispensable: valorar lo pensado, lo soñado y lo expresado de diferentes

maneras, tanto como lo realizado por personas (mujeres y hombres) condicionados por las reglas explícitas e implícitas vigentes en su mundo. Se trata, sobre todo, de intentar recuperar, a partir de la lectura de una historia que todavía no ha sido totalmente contada, un sentido. Una interpretación es siempre una lectura posible "sobre y desde"; es siempre objetable pues no se trata de todos los hilos, sino de aquellos que se juzgan significativos y/o esenciales. Sería posible reformular la pregunta: ¿cómo participaron las mujeres en los hechos de aquellos días de enero de 1964 que conmovieron a fondo a toda la nación?

La patria y las mujeres hoy

Mientras las investigaciones den respuestas a las preguntas planteadas en esta reflexión, es evidente que ante la reclusión en lo privado de la mayoría femenina, una pequeña pero deslumbrante constelación de heroínas puebla la historia de la América Latina – igual que en Panamá- de personajes que representan a las mujeres casi a pesar de sí mismas.

En los últimos años, la presencia femenina en el mundo público llegó hasta la Presidencia de la República, sin que ello realmente signifique la disolución de las fronteras que dividen los dos grandes órdenes en que se organiza la vida social para mujeres y hombres, y menos la eliminación del principal mandato de la socialización genérica femenina. Por el contrario, cada vez más las mujeres pagan altos precios por su presencia en lo público.

Lo público que hoy no posee como tarea el heroico desafío que fue la erradicación del enclave colonial en el corazón del país y que conmovió a la conciencia de la mayoría mujeres y hombres de la sociedad panameña, entonces: ¿cómo no estar ahí?

Desde los inicios de la Modernidad es un hecho histórico comprobado que en las movilizaciones heroicas siempre están las mujeres, cuando lo utópico parece plenamente posible y cuando la política se institucionaliza ellas desaparecen. ¿Fueron así esos días de enero del 64?Desde esta perspectiva, el mejor homenaje a los héroes y

mártires de aquel enero, también a Maritza, a Rosa Elena y a las invisibles, es investigar a fondo para completar esta historia, como se desentrañó recientemente la historia de las feministas de principio del siglo XX y recuperar así su memoria, su valiente sacrificio, para que la vida en el país sea mejor, vivible, digna y buena para todos y todas.

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Del tintero de…

34

Page 40: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Urania Atenea Ungo M. Magíster, catedrática de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

feminista, especialista en estudios de género.

Urania Atenea Ungo M.

Como ningún otro acontecimiento de nuestra historia, el 9 de Enero de 1964, marca nuestra memoria e identidad con un sentido y un significado fuerte: tenemos patria. La visión de miles de personas, jóvenes en su mayoría, desafiando viejos temores, insubordinados y actuantes, recuperando para sí un ser, casi no tiene parangón a lo largo de nuestra historia. Es una memoria dolida, pero que retrata una parte de nuestro ser del que podemos enorgullecernos, enarbolar y reivindicar, muy poco parecida a los miles de hechos pequeños y viles que se encuentran en la historia política del país.

Su significación trascendió. No sólo se replantearon las históricas relaciones entre el Istmo y los EEUU, sino que emergió una conciencia que estableció que la vida institucional y política del país no podía seguir igual y se reflejó en lo más hondo de las personas e instituciones. Sus consecuencias no dejan de sentirse a todo lo largo de nuestra vida social. No fue meramente una jornada de rebeldía, sino una insurrección popular.

¿Participaron las mujeres durante el período histórico de 1903 a 1964?

En el período comprendido entre 1903-1964, en esos sesenta y un años de historia, ocurrieron acontecimientos trascendentales, entre ellos, el surgimiento de la república y la lenta sedimentación de la nación, la construcción del Canal de Panamá, se estructuró institucionalmente el estado y se organizaron las diversas clases y sectores del país. Fue también la época del Partido Nacional Feminista (PNF), cuya historia fue borrada y recuperada por mujeres comprometidas con la lucha para obtener una vida digna e igualitaria.

En 1964 habían transcurrido 41 años desde la fundación del Partido Nacional Feminista –cuyos 90 años de congreso cumplieron el 2013- , es decir, la lucha de las mujeres ya tenía una historia (invisibilizada) y eran ciudadanas. Como ocurrió en todas partes del mundo, la presencia de las mujeres se ubica en los lugares menos importantes del trabajo remunerado, del sistema educativo y de la administración. Existía un “silencio” político sobre esta condición de inferioridad, que es un lugar común en todas las sociedades.

En el contexto de esta reflexión es fundamental preguntar: ¿participaron las mujeres en la gesta heroica de 1964?

Revisando las fotografías del período histórico del 9 de Enero de 1964, es evidente que la juventud fue la protago-nista casi absoluta de la gesta heroica. Las investiga-ciones historiográficas han comprobado que en momen-tos parecidos de fuertes convulsiones sociales, en diversas épocas históricas, cuando el “pueblo” se insubordina, las mujeres han tenido una participación. Este momento histórico en particular, seguramente, no fue la excepción. Pero, lo cierto es que en las fotografías se visualizan poco.

Desde los inicios de la Modernidad, cada vez que las sociedades son sacudidas por grandes cambios políticos, las mujeres irrumpen masivamente en los momentos más convulsos, emergiendo desde su mundo colectivo histórico: lo privado. Esta participación femenina tiene varias características, es masiva y amplia en la base, exigua o inexistente en las cúpulas. Las mujeres siempre respon-den, aunque ocupan un lugar ambiguo y contradictorio:integradas a la masa de seguidores, de pueblo, de marginadas de las direcciones políticas.

Los estudios académicos establecen que las mujeres son ignoradas u omitidas en la Historia, siempre ha sido así y en nuestro país también, porque su mundo, el designado por la tradición, es el privado, sede de las “realizaciones” femeninas, sitio de la reclusión histórica, el lugar de los afectos y la familia, que funciona por consenso social producto de la larga socialización. Un insólito lugar de lo no histórico ni historiable.

Son diversos mecanismos, en distintos sistemas y escenarios políticos, los que se han coludido, no para impedir que las mujeres participen, sino para impedir que esta sea en las formas como se obtiene, se produce y se reproduce el poder.

Para las mujeres participar es siempre problemático, significa –aun hoy para muchas- transgredir el mandato central de la socialización femenina –permanece en tu lugar, tu proyecto de vida es tu familia- y puede ser de altos costos para la vida personal y la seguridad, como lo comprobaron las mujeres que se atrevieron a ingresar al mundo público, como Clara González y las líderes del Partido Nacional Feminista. La lucha por la soberanía, parte de ese mundo público, socioculturalmente difícil, pero era una necesidad vital, central de la nación de la cual las mujeres forman parte importante. Cabe cuestio-narse nuevamente: ¿no tenían opinión?

Una reflexión sobre estos cincuenta años del 9 de Enero de 1964 en Panamá no puede hacerse sin recordar que entre los simbólicos 1903 y 1964 pende un significativo 1922, fecha de fundación del Partido Nacional Feminista, que cambió las vidas de las mujeres que se integran a esta reflexión, por derecho propio, si se realiza desde una cierta perspectiva intelectual, ética y política. Partir de esa perspectiva se convierte en un requisito indispensable: valorar lo pensado, lo soñado y lo expresado de diferentes

maneras, tanto como lo realizado por personas (mujeres y hombres) condicionados por las reglas explícitas e implícitas vigentes en su mundo. Se trata, sobre todo, de intentar recuperar, a partir de la lectura de una historia que todavía no ha sido totalmente contada, un sentido. Una interpretación es siempre una lectura posible "sobre y desde"; es siempre objetable pues no se trata de todos los hilos, sino de aquellos que se juzgan significativos y/o esenciales. Sería posible reformular la pregunta: ¿cómo participaron las mujeres en los hechos de aquellos días de enero de 1964 que conmovieron a fondo a toda la nación?

La patria y las mujeres hoy

Mientras las investigaciones den respuestas a las preguntas planteadas en esta reflexión, es evidente que ante la reclusión en lo privado de la mayoría femenina, una pequeña pero deslumbrante constelación de heroínas puebla la historia de la América Latina – igual que en Panamá- de personajes que representan a las mujeres casi a pesar de sí mismas.

En los últimos años, la presencia femenina en el mundo público llegó hasta la Presidencia de la República, sin que ello realmente signifique la disolución de las fronteras que dividen los dos grandes órdenes en que se organiza la vida social para mujeres y hombres, y menos la eliminación del principal mandato de la socialización genérica femenina. Por el contrario, cada vez más las mujeres pagan altos precios por su presencia en lo público.

Lo público que hoy no posee como tarea el heroico desafío que fue la erradicación del enclave colonial en el corazón del país y que conmovió a la conciencia de la mayoría mujeres y hombres de la sociedad panameña, entonces: ¿cómo no estar ahí?

Desde los inicios de la Modernidad es un hecho histórico comprobado que en las movilizaciones heroicas siempre están las mujeres, cuando lo utópico parece plenamente posible y cuando la política se institucionaliza ellas desaparecen. ¿Fueron así esos días de enero del 64?Desde esta perspectiva, el mejor homenaje a los héroes y

mártires de aquel enero, también a Maritza, a Rosa Elena y a las invisibles, es investigar a fondo para completar esta historia, como se desentrañó recientemente la historia de las feministas de principio del siglo XX y recuperar así su memoria, su valiente sacrificio, para que la vida en el país sea mejor, vivible, digna y buena para todos y todas.

Este fue el principio de todo, estudiantes panameños del Instituto Nacional van a la Zona del Canal solicitando permiso para izar la bandera panameña de acuerdo con el convenio vigente entre Panamá y los Estados Unidos. (¡Siempre!, enero 29, 1964). Se visualiza la participación femenina al frente.

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

VíaLetra

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Page 41: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

En la foto se ven estudiantes del Instituto Nacional cuando son contenidos por la policía de Balboa, que exhiben pancartas que se explican por sí solas. (Crítica, Martes 26 de octubre de 1999). Se aprecia en la foto la participación femenina desde el inicio de los acontecimientos del 9 de Enero de 1964.

Un grupo de civiles, estudiantes universitarios y del Instituto Nacional, marchan frente a las instalaciones de la antigua Biblioteca Nacional, rumbo a la presidencia de la república, en una marcha que aglutinó a miles de panameños, que repudiaban la masacre a un pueblo de paz. Se aprecian al frente algunas mujeres en la manifestación (Foto de la Revista LIFE).

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Del tintero de…

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Page 42: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

La cuestión estatal-nacional y el 9 de Enero de 1964

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

VíaLetra

37

Page 43: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Del tintero de…

1La primera clase obrera, la de la construcción del canal, es el producto de los procesos de proletarización de los países de la cual era originaria. La “importación” de mano de obra a las tareas de construcción del canal definió en principio la naturaleza de su inserción: la transitoriedad.

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Page 44: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

José A. Del Cid Felipe

“Gracias a los mártires, porque sus heroicos sacrificios no fueron en vano, pues a través de la

gesta patriótica del 9 de enero de 1964, se abrieron los caminos hacia la Libertad…Adelante, Dios los

espera… entren al cielo, que nosotros ya entramos en la Zona del Canal…”

En una conmemoración del Descubrimiento del Nuevo Continente, el 12 de octubre de 1962, por primera vez, se izan ambos pabellones, teniendo como marco central la inauguración oficial del puente sobre el Canal de Panamá.

Este logro de enarbolar ambas banderas, sufrió un significativo revés por la intención de los estadounidenses de bautizar el nuevo puente, con el nombre de Maurice Thatcher, en honor al ex gobernador de la Zona del Canal. Nacionalistas panameños, encabezados por la diputada Thelma King, exigían bautizar la monumental estructura, bajo el nombre de Puente de las Américas.

La insistencia norteamericana provocó que durante el acto de inauguración y los subsiguientes días se dieran brotes de protestas en contra de la antinacionalista acción. No sólo los panameños reclamaron por los acontecimientos en la inauguración del Puente de las Américas, también lo hizo un funcionario de la Compañía del Canal de Panamá, el estadounidense Gerald Doyle, el cual interpone el 26 de octubre de 1962, una demanda judicial ante la Corte de Justicia nortea- mericana en contra del izamiento de ambas banderas.

Esta acción paralizó el proceso por más de 8 meses, debido a la decisión absurda e irregular de la Corte

Distritorial de los Estados Unidos de acoger dicha demanda y posteriormente una apelación, el 27 de septiembre de 1963.

Esta frustrante decisión no sólo afectó los fines naciona-listas de los panameños, incluso fue el detonante para que el embajador de los Estados Unidos en Panamá, un año después, presentara formal renuncia de su cargo, al parecer disgustado por los impedimentos burocráticos y, principalmente por la deshonestidad mostrada por sus compatriotoas en otros temas similares, ante la mirada de la comunidad internacional.

Tras más de un año de esperar por parte de las autori-dades estadounidenses el cumplimiento de izar la bandera panameña en la Zona del Canal, los zoneítas se prepararon antes del 1 de enero de 1964, para desman-telar de forma arbitraria la mayor cantidad de astas posibles, con la intención de anular la simbología de los panameños, representada en la enseña tricolor.

El 2 de enero, después de los días de asuetos otorgados en los Estados Unidos, por las festividades navideñas y las vacaciones finales del año 1963, las escuelas del área de la Zona del Canal, reiniciaron sus clases en un ambiente totalmente tenso. Para esa fecha, la bandera de los Estados Unidos que ondeaba frente a la Escuela Superior de Balboa había desaparecido.

Cabe señalar, que la bandera estadounidense fue retirada el 30 de diciembre de 1963, por órdenes del gobernador Robert Fleming, decretando que, si bien no se izaría frente a la Escuela Superior de Balboa, según las costumbres norteamericanas, ondearían en las aulas

o en otros lugares de las escuelas, evitando con esta acción ondear ambos pabellones. Así reconocía al colegio como un área de conflictos, dirigido por el estudiante estadounidense Jim Jenkins y los miembros del Consejo Cívico Zoneíta.

En un arbitrario acto de complacencia a favor de los zonians, el Gobernador Fleming, en un desconocimiento abierto de los acuerdos establecidos, ordena no izar ninguna de las dos banderas en ciertos sitios y edificios de la Zona del Canal.

Debía entenderse que correspondía al gobernador Fleming, el cumplimiento de lo acordado1. El mismo gobernador decidió descontinuar el enarbolamiento de la bandera de los Estados Unidos en muchos lugares donde hasta entonces había sido habitualmente enarbolada. La primera bandera norteamericana suprimida fue la de la propia residencia del gobernador y, posteriormente, fueron eliminadas otras más en distintos lugares de la Zona del Canal

Tampoco se contempló el izamiento de la bandera de Panamá en las bases militares y en los barcos que cruzaban el Canal. Rápidamente los residentes del área, enviaron una misiva con más de quinientas firmas al Presidente Johnson, quejándose por la decisión asumida por las autoridades de la Secretaría del Ejército de los Estados Unidos.

Inmediatamente y por mandato de la Casa Blanca, el Gobernador Fleming se reúne con un grupo de miembros del Consejo Civil de la Zona en una sesión urgente para discutir las medidas a seguir. Los líderes del grupo deci- dieron resistir cualquier intento por partes de las autori-dades y detener las acciones del izamiento de la bandera panameña en algunos sitios de la Zona.

El 3 de enero de 1964, el sargento Carlton Bell, iza la bandera de los Estados Unidos sin acompañarla de la bandera panameña frente al monumento dedicado a los héroes que participaron en la Primera Guerra Mundial, ubicados en la localidad de Gamboa, en flagrante violación a los acuerdos firmados oficialmente el 10 enero de 1963, que señalaban que ambas banderas ondearían en las tierras ocupadas por el enclave colonial.

Este lamentable hecho fue repudiado por los panameños y considerado como un abierto desafío en contra de la soberanía de nuestro territorio. Este policía se negó a cumplir las órdenes de las autoridades y continuó, varios días después, izando solamente la bandera norteame- ricana. El sitio se convirtió en una plaza circense, donde todos presenciaban el acto de desobediencia, entre aplausos y vitoreos en abierta complicidad de sus supe- riores y civiles que disfrutaban del patético espectáculo.

Los primeros días, esta acción recibió amplia cobertura de los medios de comunicación zoneítas: radiales, escritos y televisivos, dando un abierto ejemplo a los estudiantes de 8 colegios y 3 escuelas, que poco después se negaron a cumplir las órdenes del gobernador.

Tal fue el efecto impactante de la prensa que los zoneítas corrieron a los comisariatos a comprar banderas de los Estados Unidos, con la intención de realizar “la siembra de banderas yanquis”, desplegándolas en balcones, casas, automóviles y en varios sitios públicos de la Zona del Canal. Los padres de familia acompañados por miembros de la policía, llevaron a cabo manifestaciones en diversos sitios de la Zona, incluyendo la propia residencia del Gobernador.

El 7 de enero, cuatro días después de estos hechos, estudiantes de la Escuela Superior de Balboa, antes del

inicio de las clases y a pesar de que se habían cerrado con llaves las drizas del mástil, izan una bandera de mayor tamaño de los Estados Unidos, frente a las instala-ciones de ese plantel, rebelándose abiertamente contra las autoridades zoneítas, a pesar de las disposiciones dictadas por el gobernador, General Robert Fleming.

Las autoridades policiales arriaron la bandera esa misma mañana y una hora después, los estudiantes la izaron de nuevo y se situaron alrededor del mástil para evitar que las autoridades retiraran la bandera. Después de la salida del colegio, unos veinte estudiantes montaron guardia durante toda la noche, recibiendo mantas y alimentos de simpatizantes, que los incitaban a no cumplir las disposi-ciones establecidas. Estos estudiantes apoyados por familiares y miembros del Consejo Cívico Zoneíta se declararon en rebeldía y pusieron de manifiesto su desacuerdo de izar ambos pabellones. Los miembros del Consejo Cívico del Pacífico, después de sostener una serie de reuniones, le solicitan al gobernador Fleming la suspensión de toda acción en relación al izamiento de ambas banderas.

Cabe señalar que a tales pretensiones, ninguna autori-dad civil, ni militar se interpuso para hacer cumplir las normas pactadas. Sin embargo, el gobernador Fleming publicó el 8 de enero de 1964, una declaración donde dejaba sentada la posición del Gobierno norteamericano, solicitando el concurso de todos los ciudadanos de los Estados Unidos y extranjeros radicados en la Zona del Canal, para cumplir los compromisos preestablecidos, independientemente de sus ideas personales y políticas, vertidas por los consejos comunitarios. Fleming, manifestó lo siguiente:

“Creo que es necesario que me refiera extensamente a las responsabilidades que recaen sobre los ciudadanos

de Estados Unidos, de sujetarse a los compromisos oficiales de su Gobierno. Sí me gustaría, sin embargo, hacer énfasis en que aquí en la Zona del Canal, donde nuestros actos serán sujetos al escrutinio directo de ciudadanos de otros países, tenemos una responsabili-dad mayor. Solicito la cooperación de todos los ciudada-nos de los Estados Unidos en estos momentos para honrar los compromisos de nuestro país, demostrando buena fe mediante nuestras propias acciones. Debemos dar el ejemplo y algunas de nuestras acciones recientes no han sido ejemplares a la luz de los compromisos internacionales de los Estados Unidos.” 2

Durante el día jueves 9 de enero, los estudiantes de la Escuela Secundaria de Balboa, continuaron manifestán-dose dentro y en los predios del colegio, mientras las autoridades civiles daban la orden de desalojo de las áreas escolares, comerciales y administrativas, aledañas a la zona de conflicto, por vía marítima, y terrestre, incluso se activaron horarios de emergencia en las rutas del ferrocarril.

El ambiente cotidiano de la urbe panameña, setensionaba cuando las emisoras radiales difundían temas concernientes a las anteriores negociacionesde ambas naciones sobre el abanderamiento en losterritorios zoneítas y los Tratados del Canal de Panamá.

Mientras tanto, el gobernador Fleming y el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá Galileo Solís, se reunieron en horas del mediodía con la intención de resolver, satisfactoriamente, asuntos relacionados con la huelga de conductores de autobuses (SACA), que mantenían trabajadores del volante en la Zona del Canal y los aspectos específicos sobre las normas impuestas a la población yanqui sobre el izamiento de la bandera panameña.

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

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(Panamá: CELA).

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la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

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Tareas (Panamá) N°34.

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Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

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Page 45: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

2“En 1967se llega a un acuerdo que se concreta en tres tratados: uno concerniente al Canal de Panamá, otro a la construcción de un canal a nivel (…), y el tercero concerniente a la defensa y neutralidad del canal” (Soler, 1989: 70) 3“Entendemos por bonapartismo el poder estatal relativamente autónomo frente a las clases y sus luchas, que en determinadas coyunturas históricas orienta el proceso económico arbitrando los conflictos sociales” (Soler, 1975: 45)

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Del tintero de…

40

Page 46: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Jóvenes estudiantes portando la bandera nacional, saltan la cerca de alambrecon la que se impedía la entrada de los panameños a la Zona del Canal.

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Soldados norteamericanos se tomaron el área frente a la Calle M, donde resultaros varios heridos y muertos, producto de los disparos provenientes del Hotel Tívoli, lugar que fue invadido por los comandos militares

(Foto de la Revista LIFE).

VíaLetra

41

Page 47: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Tras el asesinato de una unidad militar norteamericana en el área ubicada frente al edificio de la Pan American Life, los yanquis enfilan artillería pesada en contra de los manifestantes panameños

dispersos en la Avenida 4 de Julio y la Avenida Kennedy (Foto de la Revista LIFE).

Del tintero de…

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Page 48: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

El 9 de Enero de 1964, acumulación y epicentrode la política exterior panameña

Edgar Spence Herrera

La causa panameña

La temprana relación de supeditación de la República de Panamá a los intereses hegemónicos de Estados Unidos de América, a escala hemisférica y mundial, se situó en las coincidentes circunstancias geopolíticas de la separación de Panamá de Colombia, el 3 de noviembre de 1903 y la consolidación de la Unión Americana como potencia emergente, en ese momento, con proyec-ciones de dominio universal.

Esta realidad histórica más que un simple dato académico, constituyó un hecho geoestratégico cuyo entendimiento y dimensión repercutió en la existencia misma de Panamá, como centro neurálgico a través del cual la geoeconomía adquirió niveles ordenadores acordes con los intereses del naciente poder imperial.

Dicho de otra manera, se trató de una relación centro-periferia que se construyó de forma unilateral mediante el establecimiento de un andamiaje colonial y militar, con capacidad y propósitos más allá de la protección de la vía interoceánica. Y es que la construc-ción del Canal de Panamá, si bien recortó los tiempos y caminos para el comercio, igualmente dividió al país en su geografía e interrumpió su desarrollo integral, autónomo e independiente. A partir de entonces, el tema del libre tránsito de mercaderías y personas por el Canal, se constituyó para los panameños en un problema de soberanía durante 97 años.

Durante este período, la nación panameña sufrió varias agresiones militares norteamericanas. No obstante, a pesar de la abrumadora presencia militar de Estados

Unidos de América, distintas generaciones de panameños resistieron las humillaciones y armados con argumentos históricos, jurídicos y políticos elaboraron con inteligencia y paciencia los términos y referencias de luchas en defensa de la soberanía nacional, iniciando de esta manera una larga marcha y una diplomacia de denuncia y reivindicación soberana, en todos los escenarios y foros internacionales.

En este contexto, las relaciones entre Panamá y Estados Unidos de América experimentaron momentos de inflexión, conforme la geopolítica norteamericana utilizaba la Zona y el Canal de Panamá como plataforma de intervención y control hemisférico. Esta realidad gravitó mayormente cuando la hegemonía estadou- nidense en el hemisferio sufrió un dislocamiento con el triunfo de la revolución cubana, en enero de 1959.

Operación Siembra de Banderas

A esta altura del análisis, las relaciones entre Panamá y Estados Unidos de América experimentan nuevas distancias y fisuras, en tanto los contenidos de las reclamaciones populares incorporan elementos afines, no sólo con lo nacional panameño, sino con los movimientos contestatarios que en el sub-continente latinoamericano y caribeño proponían cambios en la relación de dominación hemisférica norteamericana.

Este marco fue precisamente el escenario para las acciones Operación Siembra de Banderas, en dos momentos como lo fueron los días 2 de mayo y 2 de

noviembre de 1958, respectivamente. Ambos eventos tuvieron como propósito la afirmación de la soberanía panameña en todo el territorio nacional, principalmente en la entonces Zona del Canal. Así, los sucesivos gobier-nos panameños se vieron obligados a incorporar en su estrategia negociadora canalera los planteamientos anti monopólicos alrededor de la Vía Acuática; las exigencias de aumento de la anualidad por el usufructo del bien patrimonial panameño y las demandas laborales de los trabajadores nacionales en la Zona del Canal.

Asimismo, obligó a los entonces gobiernos de Roberto F. Chiari y John F. Kennedy, de Panamá y Estados Unidos de América, respectivamente, a firmar el Acuerdo Chiari-Kennedy de enero de 1963, el cual permitía que la bandera panameña fuese izada junto a la norteameri-cana, en todos los sitios públicos sin exclusión.

El arrogante desconocimiento de este Acuerdo por parte de los estudiantes zoneítas, sus familiares y autori-dades norteamericanas en la extinta Zona del Canal, dio lugar a la agresión militar a estudiantes del Instituto Nacional. Esta agresión generó una respuesta patriótica de la población panameña en defensa de la soberanía e inició de esta manera una larga jornada nacionalista, despertando simpatías y la solidaridad internacional a la causa de Panamá.

El 9 de enero de 1964, acumulación y epicentro de la política exterior panameña.

Desde esta perspectiva, el 9 de Enero de 1964 se constituyó en la acumulación y epicentro de la descolo-nización y maduración de la conciencia colectiva de la Nación panameña, respecto de la abrogación del Tratado Hay- Bunau Varilla de 1903. Asimismo, la consiguiente ruptura de las relaciones diplomáticas

entre Panamá y Estados Unidos de América marcóun hito en las relaciones interhemisféricas, al punto de erosionar las bases del dominio y hegemonía norteamericana en el continente.

Fue precisamente este hecho singular el que sirvió de escenario estratégico para la nueva política exterior en materia de negociaciones entre Panamá y Estados Unidos de América, con la finalidad de eliminar con prontitud las causas de conflictos a propósito del Canal de Panamá, tal como se estableció en la Declaración Moreno-Bunker de 3 de abril de 1964, misma que reanuda las relaciones diplomáticas entre ambos países.

En medio de esta realidad, la política interna en el país toma rumbos de confrontación, como resultado de los procesos electorales que se avecinaron. Así las cosas, el tema y problema de las conflictivas relaciones bilate- rales panameñas-norteamericanas, es seguido con atención por todos los grupos y organizaciones políticas y sociales, con el ánimo de no permitir que se torcieran el espíritu y compromiso de la jornada de enero de 1964.

En efecto, el gobierno surgido del Golpe de Estado de 11 de octubre de 1968, después de consolidado en el poder, retoma la cuestión canalera con los aportes del denominado alpinismo generacional, como una acumu-lación importante y de buena memoria.

Es este el escenario que no permitió la prórroga de la Base de Río Hato, y el rechazo de los Tratados Robles-Johnson, mejor conocidos como Tres en Uno o perpetuidad en cifras. Asimismo, propició la celebración en el país de la Reunión del Consejo de Seguridad, del 15 al 21 de marzo de 1973, cuando el mundo vetó a Estados Unidos de América, exigiéndole negociar y entregar el Canal a su legítimo dueño.

Luego de este triunfo de la diplomacia panameña, Estados Unidos de América accede a la negociación y firma los Acuerdos Tack-Kissinger, el 7 de febrero de 1974. Éste da un nuevo impulso a las negociaciones entre ambos países y, finalmente, entre algunas dificultades propias del proceso, se firman los Tratados Torrijos-Carter el 7 de septiembre de 1977 que pusieron fin a la ocupación colonial y militar estadounidense en Panamá.

No obstante, las relaciones bilaterales en torno al Canal de Panamá adquieren un nuevo tono de discrepancias, durante los debates de aprobación de dichos Tratados en el Congreso y Senado de Estados Unidos de América.

De esta suerte, Panamá hubo de desplegar una diplomacia activa al interior de la sociedad norteameri-cana para garantizar aliados, como ciertamente ocurrió que las reservas, enmiendas y entendimientos no desnaturalizaran los logros obtenidos por Panamá, en materia de soberanía en todo su territorio.

Igual sucedió con la promulgación unilateral de la Ley Murphy 96-70, de 27 de septiembre de 1979, por parte de Estados Unidos de América que pretendió desconocer lo acordado en materia de administración del Canal de

Panamá, imponiendo reglas arbitrarias concernientes a relaciones laborales y colocando a la nueva Junta Directiva del Canal bajo la tutela del Departamento de Defensa estadounidense.

Todo esto fue superado con la entrega de la vía interoceánica a su legítimo dueño y la salida del último soldado norteamericano de Panamá, el 31 de diciembre de 1999. Hoy la administración panameña del Canal es un hecho y demostración del sentido de responsabilidad, dado su eficiente manejo y protección.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 deben ser recorda-dos como un hito sagrado en la historia del país, y como referencia de la acumulación coherente en la construcción y perfeccionamiento del Estado nacional. En este sentido, la ampliación del Canal debe mantener encen-dida la llama del nacionalismo panameño, porque al cumplir 100 años debemos continuar administrándolo como un bien patrimonial, y la forma como adminis-tremos el Canal dirá si somos o no soberanos.

Edgar Spence Herrera. Magíster, docente de la Universidad de

Panamá, Investigador de FLACSO-Panamá,

ex vice Canciller de la República.

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

VíaLetra

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Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Edgar Spence Herrera

La causa panameña

La temprana relación de supeditación de la República de Panamá a los intereses hegemónicos de Estados Unidos de América, a escala hemisférica y mundial, se situó en las coincidentes circunstancias geopolíticas de la separación de Panamá de Colombia, el 3 de noviembre de 1903 y la consolidación de la Unión Americana como potencia emergente, en ese momento, con proyec-ciones de dominio universal.

Esta realidad histórica más que un simple dato académico, constituyó un hecho geoestratégico cuyo entendimiento y dimensión repercutió en la existencia misma de Panamá, como centro neurálgico a través del cual la geoeconomía adquirió niveles ordenadores acordes con los intereses del naciente poder imperial.

Dicho de otra manera, se trató de una relación centro-periferia que se construyó de forma unilateral mediante el establecimiento de un andamiaje colonial y militar, con capacidad y propósitos más allá de la protección de la vía interoceánica. Y es que la construc-ción del Canal de Panamá, si bien recortó los tiempos y caminos para el comercio, igualmente dividió al país en su geografía e interrumpió su desarrollo integral, autónomo e independiente. A partir de entonces, el tema del libre tránsito de mercaderías y personas por el Canal, se constituyó para los panameños en un problema de soberanía durante 97 años.

Durante este período, la nación panameña sufrió varias agresiones militares norteamericanas. No obstante, a pesar de la abrumadora presencia militar de Estados

Unidos de América, distintas generaciones de panameños resistieron las humillaciones y armados con argumentos históricos, jurídicos y políticos elaboraron con inteligencia y paciencia los términos y referencias de luchas en defensa de la soberanía nacional, iniciando de esta manera una larga marcha y una diplomacia de denuncia y reivindicación soberana, en todos los escenarios y foros internacionales.

En este contexto, las relaciones entre Panamá y Estados Unidos de América experimentaron momentos de inflexión, conforme la geopolítica norteamericana utilizaba la Zona y el Canal de Panamá como plataforma de intervención y control hemisférico. Esta realidad gravitó mayormente cuando la hegemonía estadou- nidense en el hemisferio sufrió un dislocamiento con el triunfo de la revolución cubana, en enero de 1959.

Operación Siembra de Banderas

A esta altura del análisis, las relaciones entre Panamá y Estados Unidos de América experimentan nuevas distancias y fisuras, en tanto los contenidos de las reclamaciones populares incorporan elementos afines, no sólo con lo nacional panameño, sino con los movimientos contestatarios que en el sub-continente latinoamericano y caribeño proponían cambios en la relación de dominación hemisférica norteamericana.

Este marco fue precisamente el escenario para las acciones Operación Siembra de Banderas, en dos momentos como lo fueron los días 2 de mayo y 2 de

noviembre de 1958, respectivamente. Ambos eventos tuvieron como propósito la afirmación de la soberanía panameña en todo el territorio nacional, principalmente en la entonces Zona del Canal. Así, los sucesivos gobier-nos panameños se vieron obligados a incorporar en su estrategia negociadora canalera los planteamientos anti monopólicos alrededor de la Vía Acuática; las exigencias de aumento de la anualidad por el usufructo del bien patrimonial panameño y las demandas laborales de los trabajadores nacionales en la Zona del Canal.

Asimismo, obligó a los entonces gobiernos de Roberto F. Chiari y John F. Kennedy, de Panamá y Estados Unidos de América, respectivamente, a firmar el Acuerdo Chiari-Kennedy de enero de 1963, el cual permitía que la bandera panameña fuese izada junto a la norteameri-cana, en todos los sitios públicos sin exclusión.

El arrogante desconocimiento de este Acuerdo por parte de los estudiantes zoneítas, sus familiares y autori-dades norteamericanas en la extinta Zona del Canal, dio lugar a la agresión militar a estudiantes del Instituto Nacional. Esta agresión generó una respuesta patriótica de la población panameña en defensa de la soberanía e inició de esta manera una larga jornada nacionalista, despertando simpatías y la solidaridad internacional a la causa de Panamá.

El 9 de enero de 1964, acumulación y epicentro de la política exterior panameña.

Desde esta perspectiva, el 9 de Enero de 1964 se constituyó en la acumulación y epicentro de la descolo-nización y maduración de la conciencia colectiva de la Nación panameña, respecto de la abrogación del Tratado Hay- Bunau Varilla de 1903. Asimismo, la consiguiente ruptura de las relaciones diplomáticas

entre Panamá y Estados Unidos de América marcóun hito en las relaciones interhemisféricas, al punto de erosionar las bases del dominio y hegemonía norteamericana en el continente.

Fue precisamente este hecho singular el que sirvió de escenario estratégico para la nueva política exterior en materia de negociaciones entre Panamá y Estados Unidos de América, con la finalidad de eliminar con prontitud las causas de conflictos a propósito del Canal de Panamá, tal como se estableció en la Declaración Moreno-Bunker de 3 de abril de 1964, misma que reanuda las relaciones diplomáticas entre ambos países.

En medio de esta realidad, la política interna en el país toma rumbos de confrontación, como resultado de los procesos electorales que se avecinaron. Así las cosas, el tema y problema de las conflictivas relaciones bilate- rales panameñas-norteamericanas, es seguido con atención por todos los grupos y organizaciones políticas y sociales, con el ánimo de no permitir que se torcieran el espíritu y compromiso de la jornada de enero de 1964.

En efecto, el gobierno surgido del Golpe de Estado de 11 de octubre de 1968, después de consolidado en el poder, retoma la cuestión canalera con los aportes del denominado alpinismo generacional, como una acumu-lación importante y de buena memoria.

Es este el escenario que no permitió la prórroga de la Base de Río Hato, y el rechazo de los Tratados Robles-Johnson, mejor conocidos como Tres en Uno o perpetuidad en cifras. Asimismo, propició la celebración en el país de la Reunión del Consejo de Seguridad, del 15 al 21 de marzo de 1973, cuando el mundo vetó a Estados Unidos de América, exigiéndole negociar y entregar el Canal a su legítimo dueño.

Luego de este triunfo de la diplomacia panameña, Estados Unidos de América accede a la negociación y firma los Acuerdos Tack-Kissinger, el 7 de febrero de 1974. Éste da un nuevo impulso a las negociaciones entre ambos países y, finalmente, entre algunas dificultades propias del proceso, se firman los Tratados Torrijos-Carter el 7 de septiembre de 1977 que pusieron fin a la ocupación colonial y militar estadounidense en Panamá.

No obstante, las relaciones bilaterales en torno al Canal de Panamá adquieren un nuevo tono de discrepancias, durante los debates de aprobación de dichos Tratados en el Congreso y Senado de Estados Unidos de América.

De esta suerte, Panamá hubo de desplegar una diplomacia activa al interior de la sociedad norteameri-cana para garantizar aliados, como ciertamente ocurrió que las reservas, enmiendas y entendimientos no desnaturalizaran los logros obtenidos por Panamá, en materia de soberanía en todo su territorio.

Igual sucedió con la promulgación unilateral de la Ley Murphy 96-70, de 27 de septiembre de 1979, por parte de Estados Unidos de América que pretendió desconocer lo acordado en materia de administración del Canal de

Panamá, imponiendo reglas arbitrarias concernientes a relaciones laborales y colocando a la nueva Junta Directiva del Canal bajo la tutela del Departamento de Defensa estadounidense.

Todo esto fue superado con la entrega de la vía interoceánica a su legítimo dueño y la salida del último soldado norteamericano de Panamá, el 31 de diciembre de 1999. Hoy la administración panameña del Canal es un hecho y demostración del sentido de responsabilidad, dado su eficiente manejo y protección.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 deben ser recorda-dos como un hito sagrado en la historia del país, y como referencia de la acumulación coherente en la construcción y perfeccionamiento del Estado nacional. En este sentido, la ampliación del Canal debe mantener encen-dida la llama del nacionalismo panameño, porque al cumplir 100 años debemos continuar administrándolo como un bien patrimonial, y la forma como adminis-tremos el Canal dirá si somos o no soberanos.

Edgar Spence Herrera. Magíster, docente de la Universidad de

Panamá, Investigador de FLACSO-Panamá,

ex vice Canciller de la República.

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Del tintero de…

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Page 50: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Edgar Spence Herrera

La causa panameña

La temprana relación de supeditación de la República de Panamá a los intereses hegemónicos de Estados Unidos de América, a escala hemisférica y mundial, se situó en las coincidentes circunstancias geopolíticas de la separación de Panamá de Colombia, el 3 de noviembre de 1903 y la consolidación de la Unión Americana como potencia emergente, en ese momento, con proyec-ciones de dominio universal.

Esta realidad histórica más que un simple dato académico, constituyó un hecho geoestratégico cuyo entendimiento y dimensión repercutió en la existencia misma de Panamá, como centro neurálgico a través del cual la geoeconomía adquirió niveles ordenadores acordes con los intereses del naciente poder imperial.

Dicho de otra manera, se trató de una relación centro-periferia que se construyó de forma unilateral mediante el establecimiento de un andamiaje colonial y militar, con capacidad y propósitos más allá de la protección de la vía interoceánica. Y es que la construc-ción del Canal de Panamá, si bien recortó los tiempos y caminos para el comercio, igualmente dividió al país en su geografía e interrumpió su desarrollo integral, autónomo e independiente. A partir de entonces, el tema del libre tránsito de mercaderías y personas por el Canal, se constituyó para los panameños en un problema de soberanía durante 97 años.

Durante este período, la nación panameña sufrió varias agresiones militares norteamericanas. No obstante, a pesar de la abrumadora presencia militar de Estados

Unidos de América, distintas generaciones de panameños resistieron las humillaciones y armados con argumentos históricos, jurídicos y políticos elaboraron con inteligencia y paciencia los términos y referencias de luchas en defensa de la soberanía nacional, iniciando de esta manera una larga marcha y una diplomacia de denuncia y reivindicación soberana, en todos los escenarios y foros internacionales.

En este contexto, las relaciones entre Panamá y Estados Unidos de América experimentaron momentos de inflexión, conforme la geopolítica norteamericana utilizaba la Zona y el Canal de Panamá como plataforma de intervención y control hemisférico. Esta realidad gravitó mayormente cuando la hegemonía estadou- nidense en el hemisferio sufrió un dislocamiento con el triunfo de la revolución cubana, en enero de 1959.

Operación Siembra de Banderas

A esta altura del análisis, las relaciones entre Panamá y Estados Unidos de América experimentan nuevas distancias y fisuras, en tanto los contenidos de las reclamaciones populares incorporan elementos afines, no sólo con lo nacional panameño, sino con los movimientos contestatarios que en el sub-continente latinoamericano y caribeño proponían cambios en la relación de dominación hemisférica norteamericana.

Este marco fue precisamente el escenario para las acciones Operación Siembra de Banderas, en dos momentos como lo fueron los días 2 de mayo y 2 de

noviembre de 1958, respectivamente. Ambos eventos tuvieron como propósito la afirmación de la soberanía panameña en todo el territorio nacional, principalmente en la entonces Zona del Canal. Así, los sucesivos gobier-nos panameños se vieron obligados a incorporar en su estrategia negociadora canalera los planteamientos anti monopólicos alrededor de la Vía Acuática; las exigencias de aumento de la anualidad por el usufructo del bien patrimonial panameño y las demandas laborales de los trabajadores nacionales en la Zona del Canal.

Asimismo, obligó a los entonces gobiernos de Roberto F. Chiari y John F. Kennedy, de Panamá y Estados Unidos de América, respectivamente, a firmar el Acuerdo Chiari-Kennedy de enero de 1963, el cual permitía que la bandera panameña fuese izada junto a la norteameri-cana, en todos los sitios públicos sin exclusión.

El arrogante desconocimiento de este Acuerdo por parte de los estudiantes zoneítas, sus familiares y autori-dades norteamericanas en la extinta Zona del Canal, dio lugar a la agresión militar a estudiantes del Instituto Nacional. Esta agresión generó una respuesta patriótica de la población panameña en defensa de la soberanía e inició de esta manera una larga jornada nacionalista, despertando simpatías y la solidaridad internacional a la causa de Panamá.

El 9 de enero de 1964, acumulación y epicentro de la política exterior panameña.

Desde esta perspectiva, el 9 de Enero de 1964 se constituyó en la acumulación y epicentro de la descolo-nización y maduración de la conciencia colectiva de la Nación panameña, respecto de la abrogación del Tratado Hay- Bunau Varilla de 1903. Asimismo, la consiguiente ruptura de las relaciones diplomáticas

entre Panamá y Estados Unidos de América marcóun hito en las relaciones interhemisféricas, al punto de erosionar las bases del dominio y hegemonía norteamericana en el continente.

Fue precisamente este hecho singular el que sirvió de escenario estratégico para la nueva política exterior en materia de negociaciones entre Panamá y Estados Unidos de América, con la finalidad de eliminar con prontitud las causas de conflictos a propósito del Canal de Panamá, tal como se estableció en la Declaración Moreno-Bunker de 3 de abril de 1964, misma que reanuda las relaciones diplomáticas entre ambos países.

En medio de esta realidad, la política interna en el país toma rumbos de confrontación, como resultado de los procesos electorales que se avecinaron. Así las cosas, el tema y problema de las conflictivas relaciones bilate- rales panameñas-norteamericanas, es seguido con atención por todos los grupos y organizaciones políticas y sociales, con el ánimo de no permitir que se torcieran el espíritu y compromiso de la jornada de enero de 1964.

En efecto, el gobierno surgido del Golpe de Estado de 11 de octubre de 1968, después de consolidado en el poder, retoma la cuestión canalera con los aportes del denominado alpinismo generacional, como una acumu-lación importante y de buena memoria.

Es este el escenario que no permitió la prórroga de la Base de Río Hato, y el rechazo de los Tratados Robles-Johnson, mejor conocidos como Tres en Uno o perpetuidad en cifras. Asimismo, propició la celebración en el país de la Reunión del Consejo de Seguridad, del 15 al 21 de marzo de 1973, cuando el mundo vetó a Estados Unidos de América, exigiéndole negociar y entregar el Canal a su legítimo dueño.

Luego de este triunfo de la diplomacia panameña, Estados Unidos de América accede a la negociación y firma los Acuerdos Tack-Kissinger, el 7 de febrero de 1974. Éste da un nuevo impulso a las negociaciones entre ambos países y, finalmente, entre algunas dificultades propias del proceso, se firman los Tratados Torrijos-Carter el 7 de septiembre de 1977 que pusieron fin a la ocupación colonial y militar estadounidense en Panamá.

No obstante, las relaciones bilaterales en torno al Canal de Panamá adquieren un nuevo tono de discrepancias, durante los debates de aprobación de dichos Tratados en el Congreso y Senado de Estados Unidos de América.

De esta suerte, Panamá hubo de desplegar una diplomacia activa al interior de la sociedad norteameri-cana para garantizar aliados, como ciertamente ocurrió que las reservas, enmiendas y entendimientos no desnaturalizaran los logros obtenidos por Panamá, en materia de soberanía en todo su territorio.

Igual sucedió con la promulgación unilateral de la Ley Murphy 96-70, de 27 de septiembre de 1979, por parte de Estados Unidos de América que pretendió desconocer lo acordado en materia de administración del Canal de

Panamá, imponiendo reglas arbitrarias concernientes a relaciones laborales y colocando a la nueva Junta Directiva del Canal bajo la tutela del Departamento de Defensa estadounidense.

Todo esto fue superado con la entrega de la vía interoceánica a su legítimo dueño y la salida del último soldado norteamericano de Panamá, el 31 de diciembre de 1999. Hoy la administración panameña del Canal es un hecho y demostración del sentido de responsabilidad, dado su eficiente manejo y protección.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 deben ser recorda-dos como un hito sagrado en la historia del país, y como referencia de la acumulación coherente en la construcción y perfeccionamiento del Estado nacional. En este sentido, la ampliación del Canal debe mantener encen-dida la llama del nacionalismo panameño, porque al cumplir 100 años debemos continuar administrándolo como un bien patrimonial, y la forma como adminis-tremos el Canal dirá si somos o no soberanos.

Edgar Spence Herrera. Magíster, docente de la Universidad de

Panamá, Investigador de FLACSO-Panamá,

ex vice Canciller de la República.

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

VíaLetra

45

Page 51: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Estudiantes panameños, sin temor a las balas de los soldados y policías de la Zona del Canal, izan una bandera panameña en un poste del alumbrado de la Avenida 4 de julio, hoy llamada por los panameños, la Avenida de los Mártires (Colina, 9 de enero 1989).

Portando banderas panameñas, los sectores populares siguen avanzando aun con las amenazas de los rifles estadounidenses disparando (Lotería, 191, octubre, 1971).

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Del tintero de…

46

Page 52: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Soldados blancos norteamericanos, fueron ubicados exclusivamente en las áreas de refuerzo y protección de la población de zoneítas pertenecientes al Gold Roll, tras la evacuación de oficinas gubernamentales, escuelas y sitios públicos, aledaños a las áreas de conflictos (Foto de la Revista LIFE).

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

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la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

VíaLetra

47

Page 53: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

El proyecto de nación y la juventud panameñaMarco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Del tintero de…

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Page 54: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

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Enoch Adames Mayorga

Introducción

La manera en que se insertó el istmo como zona de tránsito al proceso internacional de valorización y acumulación de capital, no sólo configuró una articu-lación social dependiente que la condicionó en su estructura económica, sino que también determinó históricamente la forma mediante la cual se ha planteado políticamente la cuestión estatal-nacional. Distintas contradicciones articularon a lo largo de nuestra “breve historia”, las diferentes “cuestiones” que forjaron el devenir de esa particular y compleja transformación que dio lugar a la fusión de dos elementos que dotan a nuestra existencia histórica de una determinada especifi-cidad política y cultural: el Estado y la Nación panameña.

Base conceptual

Entendemos por Estado dos cosas: En su exterioridad, lo que se ve como organización institucional que apela a una legalidad territorial y al monopolio de la violencia legítima; en lo subyacente, la relación social que expresa un pacto de orden y de dominación política. A esta doble articulación se vincula la nación como referente del Estado. Esto último abre el círculo del estado como dominación política porque reorienta la expuesta dominación como expresión de contradicciones socia-les, alineada ahora al servicio de intereses generales, los de la nación. Siguiendo a O’Donnell, la nación la constituye entonces, ese “arco de solidaridades” que vincula el “nosotros” a la común pertenencia territorial delimitada por el Estado (O’Donnell, 2007: 34).

En este contexto conceptual, el papel que desplegará el Estado estará determinado según cada caso de acuerdo a una especificidad históricamente situada; que explica a su vez, los distintos momentos de su evolución en relación a las cambiantes relaciones con sus respectivas sociedades civiles y en interacción con un sistema internacional de estados jerárquicamente organizados. No obstante,“no siempre las fechas de declaración formal de independencia de una nación implican la simultánea creación de Estados nacionales” (Ozlak: 43). Para la realidad panameña, la particular forma que alcanza como estado mediatizado y la manera limitada que asumió en el proceso de edificación nacional, está vinculada al momento histórico en que surge con pretensiones de ser poder centralizado territorialmente.

Continuidad en la discontinuidad

a. La primera fase

En nuestro país, la construcción institucional, la integración territorial y comercial (conectividad), los soportes jurídico-políticos a la organización económica (reproducción de relaciones de producción), sentimien-tos de pertenencia e identidad nacional, etc., se desarro- llaron de manera compleja a través de un sinuoso y problemático proceso donde se articularon de manera distinta, la cuestión social, la cuestión democrática y la cuestión nacional. Por un lado, los antagonismos entre clases y grupos, que tuvieron a lo largo de nuestra historia distintas expresiones y denominaciones: burguesías comerciales, terratenientes y casatenientes

versus arrabal, artesanos, pequeñas burguesías urbanas y agrarias en la “primera fase” republicana y a la que corresponde un expresión básica del Estado: el Estado oligárquico-liberal restringido (1903-1936).

Por el otro lado, una transversal de contradicciones a este devenir que se despliegan inicialmente con el colonialismo español, continúan con el centralismo colombiano y posteriormente en la relación colonial y neocolonial con los Estados Unidos, que se extiende hasta 1999 (Urriola, 1972: 175).

En ese período, la cuestión social se instala con la huelga inquilinaria de octubre de 1925, evento social que profundiza la cuestión nacional con la invasión estadounidense de ese año (12 de octubre). Estos eventos tendrán repercusiones en el golpe de estado de 1931, cuyo protagonista es el movimiento Acción Comunal, organización de corte nacionalista configurada por sectores de la pequeña burguesía y capas medias que se constituye en bastión de lucha contra el Tratado Alfaro-Kellogg (1926), por considerarlo lesivo a los intereses del país y a su vez organiza el primer golpe de Estado el 2 de Enero de 1931.

Algunos de sus dirigentes posteriormente se incorpo-rarán al Partido Nacional Revolucionario (PNR) cuyo liderazgo se reconocerá en la figura de Arnulfo Arias. También en estas primeras décadas de la República—las de 1930—, se crea el Partido Comunista y el Partido Socialista. En esta articulación de contradicciones sociales con desenlaces políticos, la génesis de Acción Comunal la encontramos en el marco de antagonismos sociales y políticos de mediados de la década de los veinte, que tendrá consecuencias en las décadas poste-riores, especialmente en las condiciones que permiten la llegada al poder del Dr. Arnulfo Arias, en octubre de 1940.

En este arco temporal de reclamos y movilizaciones se firma en 1936 el Tratado Arias-Roosevelt que permite eliminar el artículo 136 de la Constitución Nacional de 1904, que legitimaba la intervención estadounidense para garantizar la independencia del país. No obstante, este nuevo tratado obligaba al Estado panameño a la defensa del canal cediendo a lo largo de la república cerca de 15,000 hectáreas con 136 nuevos sitios de defensa.

b. La segunda fase

En articulación con lo anterior, tenemos una “segunda fase” que se despliega entre 1937 hasta la crisis de 1968 y tiene como organización política dominante a un Estado oligárquico-liberal ampliado. A finales de la década de los cuarenta se reconfigura la estructura de clases y con ello la naturaleza de los conflictos. Entra en escena a la par de las clases oligárquicas tradicionales (comerciantes y casatenientes) una primaria burguesía industrial. Igualmente se instala un proletariado cuyo proceso de configuración es por primera vez estricta-mente nacional1.

Es la ampliación del bloque de poder y el conjunto de reformas sociales lo que le da a la dominación oligárquica una expansión que se dilataría hasta finales de la década de los sesenta, mediante un “reformismo prudente y escalonado” (Soler, 1975: 42). Importancia crucial tiene el tema de la identidad nacional como elemento central en el proceso de fusión de lo nacional con lo estatal en estas temporalidades históricas.

En el particular caso panameño, el nacionalismo como identidad cultural en estas fases de construcción del orden político, se expresará en corrientes político-ideológicas que correrán paralelo a la edificación estatal a lo largo de todo el siglo XX.

Sin embargo, en esta fase republicana (1940), la consti-tución de la identidad nacional se intentó hacer desde el Estado por medio de la imposición de un concepto de homogeneidad étnica cultural de naturaleza eurocéntri-ca excluyendo de la condición ciudadana aquellos secto-res sociales—afroantillanos, asiáticos e hindúes—, que en el discurso hegemónico eran considerados como un “cuerpo extraño” a la sociedad nacional.

Desde sus orígenes estamos ante un proceso que desde la forma y contenido de sus tramas históricas no resueltas, definió el carácter de la acción social de distintos actores, ya que vinculó tempranamente la lucha social a la lucha por la total soberanía estatal nacional. A lo largo de nuestra historia, las distintas formas de dominación – tanto institucionales como culturales— que se organizan en torno a la construcción estatal y sus bloques de poder, estarán incididas tanto por la presencia colonial norteamericana como por los asedios que desde la sociedad civil realizan los diversos movimientos sociales y políticos.

A finales de la década de los cincuenta, los conflictos y las movilizaciones escalan en intensidad, se multiplican, se hacen extensivas social y políticamente y penetran sobre todo la matriz básica de la organización socioeco-nómica de la sociedad panameña: “la huelga estudiantil de 1958, con su secuela de mártires en las calles de la capital; la lucha por la autonomía municipal (1959); la ‘Marcha del Hambre’ realizada de Colón a Ciudad de Panamá, por millares de trabajadores y desocupados en 1959; el enfrentamiento de los estudiantes y el pueblo en noviembre del 59 contra autoridades y militares de la Zona del Canal, en la acción de izar la bandera panameña en esa parte del territorio nacional; el levan-tamiento armado del ‘Tute’, en Veraguas, en abril de 1959, como respuesta a la corrupción de los gobiernos

oligárquicos, y a la brutal represión ejercida contra los movimientos populares; la huelga bananera de Bocas del Toro y Chiriquí, en 1960; la lucha por la reforma universitaria que tuvo su expresión más profunda en la huelga de 1962; y la celebración en Santiago de Veraguas, del Primer Congreso Nacional Campesino; los diversos movimientos obreros; las peleas de los campesinos por la tierra; el nuevo giro del movimiento inquilinario, caracterizado por la toma de tierras para construir las llamadas ‘barriadas brujas’ y tantas otras gestas y acciones populares, que en suma iban acumulando fuerzas contra la oligarquía y el imperialismo” (VV.AA. 1970: 106-107).

Enero en la crisis de 1968

Es la acumulación de conflictos lo que está siempre detrás de los estallidos sociales. En 1963 se llega a un acuerdo con los Estados Unidos para izar la bandera nacional en 15 sitios públicos de la “Zona del Canal”, “acuerdo cuyo objetivo era dar la imagen de que ambos países compartían en cierta medida responsabilidades en la llamada Zona del Canal” (Ávila: 93). El rechazo y la posterior agresión sufrida por los estudiantes institu-tores de parte de las autoridades y civiles “zonians”, es el detonante de una movilización nacional que tiene los ribetes de una generalizada insurrección: el desenlace son tres días de enfrentamientos, 21 muertos, 300 heridos, y el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos. El 9 de Enero de 1964 es un parteaguas que se instala en el imaginario sociopolítico de la sociedad panameña y actúa como bisagra histórica. No puede ser entendido sin los antecedentes socio-políticos que generaron una acumulación explosiva; y hacia adelante, nada puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso como

acontecimiento portentoso—como afirmación soberana total—, tiene la particular característica de estremecer a la sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta, potenciando la crisis político-institucional de 1968 en crisis social integral. Hacia adelante la lucha generacional de carácter nacional, se expresará históri-camente bajo distintas formas y se prolongará incluso hasta mediados de la década de los setenta. Lo que hagan o no los individuos y grupos sociales después del 68, van a estar mediados por dos acontecimientos que se entremezclan en tiempos históricos distintos: El agota-miento y crisis de la forma oligárquica de dominación, y la no resuelta cuestión nacional.

En lo que respecta al papel del estado, los acontecimientos del 9 de enero le mostraron a las clases dominantes lo frágil de la institucionalidad oligárquica y de repetirse podrían alterar significativamente la estabilidad social y la legitimidad del orden político nacional. Lo que sigue es una estrategia de negociación con el imperio para eliminar “las causas de conflicto”, que tendrá como resultado los denominados tratados “tres en uno” de 1967 que lo que hacían era escalar la potencialidad del conflicto2.

Corolario

La crisis institucional y política de 1968, que selló el descrédito de partidos políticos e instituciones republi-canas, y que tiene como desenlace el golpe militar de ese año, es absolutamente incomprensible si no se buscan sus claves en la profundidad estructural de la década de los sesenta. Esta crisis hay que pensarla, tanto en el agotamiento de una forma de dominación política que tocaba fondo – la crisis de dominación oligárquica—; como por una transversal histórica que

dada su profundidad institucional, acumulaba tensiones y conflictos: la lucha histórica por la total soberanía estatal nacional. Soler caracterizó el régimen que se instaura posterior al golpe del 68 como “bonapartista” 3 (tercera fase en nuestra periodización) y adelantaba la siguiente explicación: “Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de Enero de 1964” (Soler, 1975: 46).

Referencias bibliográficas

Ávila, Víctor 1998 Panamá: Luchas Sociales y Afirmación Nacional

(Panamá: CELA).

O’Donnell, Guillermo 2007 “Hacia un Estado de y para la Democracia”

en VV.AA. Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para

la Democracia en América Latina (Lima. PNUD)

Ozlak, Oscar 2007 “El Estado Democrático en América Latina” en

Nueva Sociedad (Buenos Aires) N°210.

Soler, Ricaurte 1975 “Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975” en

Tareas (Panamá) N°34.

Soler, Ricaurte 1989 Panamá Historia de una Crisis (México: Siglo XXI).

Urriola, Ornel 1972 Dialéctica de la Nación Panameña (Panamá:

Ediciones Momento S.A.).

VV.AA. 1970 Panamá 1903-1970 (Santiago de Chile: Partido del

Pueblo).

Enoch Adames Mayorga. Magister, catedrático de Sociología de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá,

Coordinador Académico del Programa FLACSO-Panamá.

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Del tintero de…

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Page 56: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

VíaLetra

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Page 57: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Un grupo de muchachos panameños fueron retenidos, rodeados por una alambrada de púas y custodiados por soldados armados, por el delito de coger mangos en las áreas de la Zona del Canal, el 10 de enero de 1964

(Foto de la Revista LIFE).

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Después de la represión policial norteamerica en la gesta patriótica del 9 de Enero de 1964, el contingente militar dirigido por el General Andrew O’Meara, procedió a tomar el control de la situación, utilizando armamentos y

equipos de alto calibre, especializados en eventos bélicos (Foto de la Revista LIFE).

Del tintero de…

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Page 58: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

VíaLetra

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Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

La Universidad de Panamá en la coyuntura heroicaMiguel Montiel Guevara

En enero de 1964 la juventud panameña, la misma que Pedro Rivera califica como “generación comprometida”, no terminaba de restañar sus heridas ocasionadas por la metralla de la Policía Nacional en mayo de 1958, cuando otra metralla, proveniente del enclave colonial de la desaparecida Zona del Canal, volvió a desangrar no únicamente a esa juventud comprometida, sino a toda la nación panameña.

Quisiera poder expresar con versos los sentimientos y pensamientos que solo la poesía es capaz de evocar con la fuerza del corazón más allá de la razón. Pero no soy poeta. Séanme pues, indulgentes con esta prosa que también nace del corazón.

Aquella mañana del 9 de Enero de 1964 transcurría tranquila mientras conversábamos varios estudiantes con Víctor Ávila Ducasa, importante dirigente estudiantil universitario, en el patio de la Facultad de Humanidades, cuando llegó un grupo de muchachos de secundaria evidentemente sobresaltados, para informarnos de una confrontación que se daba entre estudiantes de la Zona del Canal y zonians con estudiantes del Instituto Nacional. La voz de alerta recorrió los predios universitarios y todos los que pudimos fuimos hacia el lugar donde ya se escenificaban acciones de fuerza con la Policía zoneíta.

Antes de terminar el día, el país entero protagonizaría las horas más dramáticas y heroicas de la protesta y rechazo de todo un pueblo contra la presencia militar estadou- nidense en el territorio nacional y los hechos acontecidos en los días siguientes del 10, 11 y 12 de enero configu-rarían lo que ha quedado escrito con sangre en la historia nacional como la Gesta Heroica del 9 de Enero de 1964.

Solo el genocidio de la invasión yanqui del 20 de diciembre de 1989 desborda la cuota de sangre que los panameños hemos derramado en nuestras relaciones con Estados Unidos.

Pronto se cumplirán 50 años de la agresión armada que sufrimos por querer izar nuestra bandera nacional en la Escuela Secundaria de Balboa, tal como disponía el acuerdo entre Estados Unidos y Panamá.

La historiografía nacional abunda sobre lo acontecido entonces y las consecuencias que trajo al exigir el pueblo indignado el rompimiento de relaciones con el gobierno estadounidense. Fue el inicio del tramo final de la “lucha generacional” por erradicar del todo el enclave colonial. La Gesta Heroica del 9 de Enero despertó definitivamente la conciencia nacional y unificó al país con la consigna de “soberanía total”, que el movimiento estudiantil radicalizó con “¡Soberanía o muerte, venceremos!”, emulando la consigna de la revolución cubana. Era cuestión de un solo territorio bajo una sola bandera; lo que al fin logramos el 31 de diciembre de 1999 con los Tratados Torrijos-Carter, que dieron nacimiento a la segunda república de Panamá.

La Universidad de Panamá vivió siempre inmersa en el “alpinismo generacional” por la consolidación y el perfeccionamiento de la Nación y el Estado panameño. ¿Qué hacía antes que se produjeran los hechos de enero del 64? Una mirada retrospectiva a la coyuntura heroica permite apreciar su rol histórico. Fijemos un período clave: 2 de mayo de 1958 al 9 Enero de 1964.

Como señalé al principio, los universitarios venían de cruentos hechos ocurridos en mayo de 1958, 6 años

antes de la Gesta Heroica, entre el movimiento estudiantil y la Policía Nacional que dejaron una treintena de muer-tos y numerosos heridos. Debo dejar sentado que, aun cuando en el período apuntado sucederán hechos trascendentales, la Universidad cumplió su función institucional de formar profesionales para el desarrollo nacional. Este es un hecho que de por sí debe ser ponderado, pues el mismo dice mucho de la sólida institucionalidad de nuestra Universidad de Panamá.

El 2 de mayo, de 1958 yo tenía 15 años y cursaba tercer año de secundaria en el Instituto Nacional. Como miem-bro de base de su Asociación Federada (AFIN) acaté la directriz de participar en la Operación Soberanía, que la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) y la Unión de Estudiantes Universitarios de la Universidad de Panamá (UEU) convocaban para sembrar banderas panameñas en la Zona del Canal. La Operación se llevó a cabo con mucho éxito y tuvo resonancia internacional.

El 19 de mayo, la Federación de Estudiantes de Panamá llama a una manifestación a la presidencia de la república para reiterar a las autoridades los reclamos de mejoras en la educación nacional. Después de oír a nuestros dirigen-tes en el patio del plantel salimos del colegio en manifestación dirigidos por la Asociación Federada (AFIN) hacia la presidencia. Otros colegios públicos, como el Artes y Oficios también hacían lo mismo.

La pacífica marcha llegó a los predios de la presidencia y un mar de muchachos gritando consignas por una mejor educación inundó el ambiente. De pronto, sonaron los disparos y el lugar donde yo me encontraba quedó repleto de gas lacrimógeno. Una bomba lacrimó-gena dio en el pecho a José Manuel Araúz, estudiante de 16 años del Artes y Oficios y lo mató. Junto con otros compañeros nos refugiamos en el Instituto Istmeño del

profesor Betito Quirós Guardia y evitamos ser apresados. Cuando pudimos abandonamos el refugio y nos trasladamos al Instituto.

El 21 de mayo, a solicitud del rector de la Universidad de Panamá, Jaime De La Guardia, se realiza una reunión en la Presidencia, con todos los decanos y la dirigencia estudiantil, y se logra el acuerdo según el cual el presidente iniciaría una investigación de la muerte del estudiante José Manuel Araúz, declarado mártir por el movimiento estudiantil y se atenderían las demandas estudiantiles.

Pero el 22 de mayo el Instituto Nacional es rodeado intempestivamente por unidades de la Guardia Nacional, violando los acuerdos adoptados el día anterior con el presidente Ernesto De la Guardia Jr. y junto con francotiradores matan a once estudiantes, causando además decenas de heridos. La FEP decretó entonces una huelga indefinida, el Gobierno Nacional suspendió las garantías constitucionales y la Asamblea Nacional fue llamada a sesiones extraordinarias.

El país enfrentaba una de las peores crisis de la vida nacional. Se buscó una manera racional y democrática de resolverla y allí interviene la Universidad de Panamá. Los estudiantes refugiados en el Instituto Nacional fueron trasladados al Campus de la Universidad de Panamá, la que también fue rodeada por la Guardia Nacional.

Las negociaciones entre el Gobierno y la dirigencia estudiantil acuerdan el Pacto de la Colina, que sefirma en la Rectoría de la Universidad de Panamá y ponefin al conflicto.

El clamor por mejoras en la educación encuentra eco dentro de la propia universidad donde toma forma y se levanta un Movimiento de Reforma Universitaria encabezado por la Unión de Estudiantes Universitarios yapoyada por prestigiosos profesores como Ricaurte Soler, José de Jesús “Chuchú” Martínez, Humberto Ricord,Carlos Iván Zúñiga, Secundino Torres Gudiño, Aura Lescuere de Russo, Fabían Echevers y tantos otros. Aglutinados todos en el Frente de Reforma Universitaria, me hice parte del mismo a mi ingreso a la Universidad en 1962.

Ese mismo año participé de una importante movilización organizada por la FEP y la UEU para rechazar el nombre gringo de “Thatcher Ferry Bridge”, que el gobierno estadounidense propuso para el que hoy es el Puente de las Américas. La movilización partió desde los predios de la Universidad de Panamá y atravesó el puente recién construido. En el camino se sumó la población que respaldó firmemente que no se le pusiera en nombre escogido por los estadounidenses sino el que propusieron los panameños. Fue un triunfo del movimiento estudiantil de la Universidad de Panamá y del país.

Durante esos dos años anteriores a los hechos heroicos del 9 de Enero de 1964, la Universidad de Panamá vivió convulsionada por una dura confrontación interna entre el movimiento estudiantil progresista, encabezado por la UEU, de un lado y del otro la denominada “rosca universitaria”, que tenía como principales exponentes al propio rector de la universidad entonces, el Lic. Narciso Garay Preciado, el secretario general Dr. Diógenes Arosemena, la Dra. Georgina Jiménez de López, el Dr. Lino Rodríguez Arias, el Dr.Dulio Arroyo, y contaba con el apoyo de estudiantes demócrata-cristianos, entre ellos Carlos Arellano Lennox y Julio Rovi, además del grupo estudiantil Frente Independiente Democrático (FID),

dirigido por el estudiante colonense Enrique Jaramillo Levi y otros miembros como Juana Araya y Roosvelt Villalaz.

Este era el panorama universitario de aquellos días, en los que el desenvolvimiento académico de la Universidad se daba paralelo a las luchas entre sectores estudiantiles y docentes a favor y en contra de reformas a la institución y una activa participación del movimiento estudiantil reformista a la causa nacional de la recuperación de nuestra soberanía total en la antigua Zona del Canal. La confrontación llegó a sus extremos cuando el rector Garay Preciado acusó públicamente al presidente de la UEU, el estudiante de Derecho Adolfo Ahumada de hacer mal uso de dineros entregados por la Adminis-tración para que asistiera a un Congreso Estudiantil en Costa Rica y Ahumada no asistió. Fue un bautizo en la lucha universitaria para mí, recién ingresado a la universidad.

La UEU convocó una gran asamblea estudiantil en el Paraninfo Universitario la tarde del 16 de agosto de 1962. La concurrencia fue extraordinaria, con partici-pación de todos los sectores. Esa noche se decretó una huelga universitaria que duró 22 días, en los cuales nos mantuvimos atrincherados en el Campus. Siguiendo instrucciones precisas de la dirigencia, nadie provocó, lanzando piedras, a pesar que la Policía acordonaba la Universidad. Fueron momentos de gran tensión, de mucha militancia, de firmeza y gran responsabilidad delos compañeros en el cumplimiento de sus tareas.

El Movimiento se alzó con la victoria, porque prevaleció la verdad. Adolfo Ahumada no había asistido al Congreso por decisión del Comité Central de la UEU que prefirió

enviar en su lugar a otro miembro, Diógenes De La Rosa hijo, para que Ahumada participara en la discusión del Presupuesto Universitario que se celebraría en esos días. La acusación contra él y su expulsión junto con todo el Comité Central de la UEU, con excepción de la estudiante Ruiloba, fue anulada y se lograron algunas demandas del Frente de Reforma que tenían que ver con la libertad de cátedra, “cátedras paralelas” y los exámenes de admisión, entre otras peticiones.

Este era el panorama universitario previo a los hechos heroicos del 9 de Enero de 1964. Esto hacíamos los universitarios comprometidos con el país y la educación

superior: estudiar y luchar, cuando fuimos agredidos aquella mañana que se convirtió en el parteaguas de la vida nacional republicana y cuyo quincuagésimo aniver-sario recordamos con todo el orgullo y la satisfacción de haber logrado los panameños eliminar para siempre la “quinta frontera” y tener hoy una nación con un solo territorio bajo una sola bandera, tal como lo exigía nuestra consigna de “Soberanía o Muerte, Venceremos”. Sea.

Miguel Montiel Guevara. Doctor, catedrático de Filosofía de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.

Del tintero de…

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Page 60: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Miguel Montiel Guevara

En enero de 1964 la juventud panameña, la misma que Pedro Rivera califica como “generación comprometida”, no terminaba de restañar sus heridas ocasionadas por la metralla de la Policía Nacional en mayo de 1958, cuando otra metralla, proveniente del enclave colonial de la desaparecida Zona del Canal, volvió a desangrar no únicamente a esa juventud comprometida, sino a toda la nación panameña.

Quisiera poder expresar con versos los sentimientos y pensamientos que solo la poesía es capaz de evocar con la fuerza del corazón más allá de la razón. Pero no soy poeta. Séanme pues, indulgentes con esta prosa que también nace del corazón.

Aquella mañana del 9 de Enero de 1964 transcurría tranquila mientras conversábamos varios estudiantes con Víctor Ávila Ducasa, importante dirigente estudiantil universitario, en el patio de la Facultad de Humanidades, cuando llegó un grupo de muchachos de secundaria evidentemente sobresaltados, para informarnos de una confrontación que se daba entre estudiantes de la Zona del Canal y zonians con estudiantes del Instituto Nacional. La voz de alerta recorrió los predios universitarios y todos los que pudimos fuimos hacia el lugar donde ya se escenificaban acciones de fuerza con la Policía zoneíta.

Antes de terminar el día, el país entero protagonizaría las horas más dramáticas y heroicas de la protesta y rechazo de todo un pueblo contra la presencia militar estadou- nidense en el territorio nacional y los hechos acontecidos en los días siguientes del 10, 11 y 12 de enero configu-rarían lo que ha quedado escrito con sangre en la historia nacional como la Gesta Heroica del 9 de Enero de 1964.

Solo el genocidio de la invasión yanqui del 20 de diciembre de 1989 desborda la cuota de sangre que los panameños hemos derramado en nuestras relaciones con Estados Unidos.

Pronto se cumplirán 50 años de la agresión armada que sufrimos por querer izar nuestra bandera nacional en la Escuela Secundaria de Balboa, tal como disponía el acuerdo entre Estados Unidos y Panamá.

La historiografía nacional abunda sobre lo acontecido entonces y las consecuencias que trajo al exigir el pueblo indignado el rompimiento de relaciones con el gobierno estadounidense. Fue el inicio del tramo final de la “lucha generacional” por erradicar del todo el enclave colonial. La Gesta Heroica del 9 de Enero despertó definitivamente la conciencia nacional y unificó al país con la consigna de “soberanía total”, que el movimiento estudiantil radicalizó con “¡Soberanía o muerte, venceremos!”, emulando la consigna de la revolución cubana. Era cuestión de un solo territorio bajo una sola bandera; lo que al fin logramos el 31 de diciembre de 1999 con los Tratados Torrijos-Carter, que dieron nacimiento a la segunda república de Panamá.

La Universidad de Panamá vivió siempre inmersa en el “alpinismo generacional” por la consolidación y el perfeccionamiento de la Nación y el Estado panameño. ¿Qué hacía antes que se produjeran los hechos de enero del 64? Una mirada retrospectiva a la coyuntura heroica permite apreciar su rol histórico. Fijemos un período clave: 2 de mayo de 1958 al 9 Enero de 1964.

Como señalé al principio, los universitarios venían de cruentos hechos ocurridos en mayo de 1958, 6 años

antes de la Gesta Heroica, entre el movimiento estudiantil y la Policía Nacional que dejaron una treintena de muer-tos y numerosos heridos. Debo dejar sentado que, aun cuando en el período apuntado sucederán hechos trascendentales, la Universidad cumplió su función institucional de formar profesionales para el desarrollo nacional. Este es un hecho que de por sí debe ser ponderado, pues el mismo dice mucho de la sólida institucionalidad de nuestra Universidad de Panamá.

El 2 de mayo, de 1958 yo tenía 15 años y cursaba tercer año de secundaria en el Instituto Nacional. Como miem-bro de base de su Asociación Federada (AFIN) acaté la directriz de participar en la Operación Soberanía, que la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) y la Unión de Estudiantes Universitarios de la Universidad de Panamá (UEU) convocaban para sembrar banderas panameñas en la Zona del Canal. La Operación se llevó a cabo con mucho éxito y tuvo resonancia internacional.

El 19 de mayo, la Federación de Estudiantes de Panamá llama a una manifestación a la presidencia de la república para reiterar a las autoridades los reclamos de mejoras en la educación nacional. Después de oír a nuestros dirigen-tes en el patio del plantel salimos del colegio en manifestación dirigidos por la Asociación Federada (AFIN) hacia la presidencia. Otros colegios públicos, como el Artes y Oficios también hacían lo mismo.

La pacífica marcha llegó a los predios de la presidencia y un mar de muchachos gritando consignas por una mejor educación inundó el ambiente. De pronto, sonaron los disparos y el lugar donde yo me encontraba quedó repleto de gas lacrimógeno. Una bomba lacrimó-gena dio en el pecho a José Manuel Araúz, estudiante de 16 años del Artes y Oficios y lo mató. Junto con otros compañeros nos refugiamos en el Instituto Istmeño del

profesor Betito Quirós Guardia y evitamos ser apresados. Cuando pudimos abandonamos el refugio y nos trasladamos al Instituto.

El 21 de mayo, a solicitud del rector de la Universidad de Panamá, Jaime De La Guardia, se realiza una reunión en la Presidencia, con todos los decanos y la dirigencia estudiantil, y se logra el acuerdo según el cual el presidente iniciaría una investigación de la muerte del estudiante José Manuel Araúz, declarado mártir por el movimiento estudiantil y se atenderían las demandas estudiantiles.

Pero el 22 de mayo el Instituto Nacional es rodeado intempestivamente por unidades de la Guardia Nacional, violando los acuerdos adoptados el día anterior con el presidente Ernesto De la Guardia Jr. y junto con francotiradores matan a once estudiantes, causando además decenas de heridos. La FEP decretó entonces una huelga indefinida, el Gobierno Nacional suspendió las garantías constitucionales y la Asamblea Nacional fue llamada a sesiones extraordinarias.

El país enfrentaba una de las peores crisis de la vida nacional. Se buscó una manera racional y democrática de resolverla y allí interviene la Universidad de Panamá. Los estudiantes refugiados en el Instituto Nacional fueron trasladados al Campus de la Universidad de Panamá, la que también fue rodeada por la Guardia Nacional.

Las negociaciones entre el Gobierno y la dirigencia estudiantil acuerdan el Pacto de la Colina, que sefirma en la Rectoría de la Universidad de Panamá y ponefin al conflicto.

El clamor por mejoras en la educación encuentra eco dentro de la propia universidad donde toma forma y se levanta un Movimiento de Reforma Universitaria encabezado por la Unión de Estudiantes Universitarios yapoyada por prestigiosos profesores como Ricaurte Soler, José de Jesús “Chuchú” Martínez, Humberto Ricord,Carlos Iván Zúñiga, Secundino Torres Gudiño, Aura Lescuere de Russo, Fabían Echevers y tantos otros. Aglutinados todos en el Frente de Reforma Universitaria, me hice parte del mismo a mi ingreso a la Universidad en 1962.

Ese mismo año participé de una importante movilización organizada por la FEP y la UEU para rechazar el nombre gringo de “Thatcher Ferry Bridge”, que el gobierno estadounidense propuso para el que hoy es el Puente de las Américas. La movilización partió desde los predios de la Universidad de Panamá y atravesó el puente recién construido. En el camino se sumó la población que respaldó firmemente que no se le pusiera en nombre escogido por los estadounidenses sino el que propusieron los panameños. Fue un triunfo del movimiento estudiantil de la Universidad de Panamá y del país.

Durante esos dos años anteriores a los hechos heroicos del 9 de Enero de 1964, la Universidad de Panamá vivió convulsionada por una dura confrontación interna entre el movimiento estudiantil progresista, encabezado por la UEU, de un lado y del otro la denominada “rosca universitaria”, que tenía como principales exponentes al propio rector de la universidad entonces, el Lic. Narciso Garay Preciado, el secretario general Dr. Diógenes Arosemena, la Dra. Georgina Jiménez de López, el Dr. Lino Rodríguez Arias, el Dr.Dulio Arroyo, y contaba con el apoyo de estudiantes demócrata-cristianos, entre ellos Carlos Arellano Lennox y Julio Rovi, además del grupo estudiantil Frente Independiente Democrático (FID),

dirigido por el estudiante colonense Enrique Jaramillo Levi y otros miembros como Juana Araya y Roosvelt Villalaz.

Este era el panorama universitario de aquellos días, en los que el desenvolvimiento académico de la Universidad se daba paralelo a las luchas entre sectores estudiantiles y docentes a favor y en contra de reformas a la institución y una activa participación del movimiento estudiantil reformista a la causa nacional de la recuperación de nuestra soberanía total en la antigua Zona del Canal. La confrontación llegó a sus extremos cuando el rector Garay Preciado acusó públicamente al presidente de la UEU, el estudiante de Derecho Adolfo Ahumada de hacer mal uso de dineros entregados por la Adminis-tración para que asistiera a un Congreso Estudiantil en Costa Rica y Ahumada no asistió. Fue un bautizo en la lucha universitaria para mí, recién ingresado a la universidad.

La UEU convocó una gran asamblea estudiantil en el Paraninfo Universitario la tarde del 16 de agosto de 1962. La concurrencia fue extraordinaria, con partici-pación de todos los sectores. Esa noche se decretó una huelga universitaria que duró 22 días, en los cuales nos mantuvimos atrincherados en el Campus. Siguiendo instrucciones precisas de la dirigencia, nadie provocó, lanzando piedras, a pesar que la Policía acordonaba la Universidad. Fueron momentos de gran tensión, de mucha militancia, de firmeza y gran responsabilidad delos compañeros en el cumplimiento de sus tareas.

El Movimiento se alzó con la victoria, porque prevaleció la verdad. Adolfo Ahumada no había asistido al Congreso por decisión del Comité Central de la UEU que prefirió

enviar en su lugar a otro miembro, Diógenes De La Rosa hijo, para que Ahumada participara en la discusión del Presupuesto Universitario que se celebraría en esos días. La acusación contra él y su expulsión junto con todo el Comité Central de la UEU, con excepción de la estudiante Ruiloba, fue anulada y se lograron algunas demandas del Frente de Reforma que tenían que ver con la libertad de cátedra, “cátedras paralelas” y los exámenes de admisión, entre otras peticiones.

Este era el panorama universitario previo a los hechos heroicos del 9 de Enero de 1964. Esto hacíamos los universitarios comprometidos con el país y la educación

superior: estudiar y luchar, cuando fuimos agredidos aquella mañana que se convirtió en el parteaguas de la vida nacional republicana y cuyo quincuagésimo aniver-sario recordamos con todo el orgullo y la satisfacción de haber logrado los panameños eliminar para siempre la “quinta frontera” y tener hoy una nación con un solo territorio bajo una sola bandera, tal como lo exigía nuestra consigna de “Soberanía o Muerte, Venceremos”. Sea.

Miguel Montiel Guevara. Doctor, catedrático de Filosofía de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.

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Page 61: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Miguel Montiel Guevara

En enero de 1964 la juventud panameña, la misma que Pedro Rivera califica como “generación comprometida”, no terminaba de restañar sus heridas ocasionadas por la metralla de la Policía Nacional en mayo de 1958, cuando otra metralla, proveniente del enclave colonial de la desaparecida Zona del Canal, volvió a desangrar no únicamente a esa juventud comprometida, sino a toda la nación panameña.

Quisiera poder expresar con versos los sentimientos y pensamientos que solo la poesía es capaz de evocar con la fuerza del corazón más allá de la razón. Pero no soy poeta. Séanme pues, indulgentes con esta prosa que también nace del corazón.

Aquella mañana del 9 de Enero de 1964 transcurría tranquila mientras conversábamos varios estudiantes con Víctor Ávila Ducasa, importante dirigente estudiantil universitario, en el patio de la Facultad de Humanidades, cuando llegó un grupo de muchachos de secundaria evidentemente sobresaltados, para informarnos de una confrontación que se daba entre estudiantes de la Zona del Canal y zonians con estudiantes del Instituto Nacional. La voz de alerta recorrió los predios universitarios y todos los que pudimos fuimos hacia el lugar donde ya se escenificaban acciones de fuerza con la Policía zoneíta.

Antes de terminar el día, el país entero protagonizaría las horas más dramáticas y heroicas de la protesta y rechazo de todo un pueblo contra la presencia militar estadou- nidense en el territorio nacional y los hechos acontecidos en los días siguientes del 10, 11 y 12 de enero configu-rarían lo que ha quedado escrito con sangre en la historia nacional como la Gesta Heroica del 9 de Enero de 1964.

Solo el genocidio de la invasión yanqui del 20 de diciembre de 1989 desborda la cuota de sangre que los panameños hemos derramado en nuestras relaciones con Estados Unidos.

Pronto se cumplirán 50 años de la agresión armada que sufrimos por querer izar nuestra bandera nacional en la Escuela Secundaria de Balboa, tal como disponía el acuerdo entre Estados Unidos y Panamá.

La historiografía nacional abunda sobre lo acontecido entonces y las consecuencias que trajo al exigir el pueblo indignado el rompimiento de relaciones con el gobierno estadounidense. Fue el inicio del tramo final de la “lucha generacional” por erradicar del todo el enclave colonial. La Gesta Heroica del 9 de Enero despertó definitivamente la conciencia nacional y unificó al país con la consigna de “soberanía total”, que el movimiento estudiantil radicalizó con “¡Soberanía o muerte, venceremos!”, emulando la consigna de la revolución cubana. Era cuestión de un solo territorio bajo una sola bandera; lo que al fin logramos el 31 de diciembre de 1999 con los Tratados Torrijos-Carter, que dieron nacimiento a la segunda república de Panamá.

La Universidad de Panamá vivió siempre inmersa en el “alpinismo generacional” por la consolidación y el perfeccionamiento de la Nación y el Estado panameño. ¿Qué hacía antes que se produjeran los hechos de enero del 64? Una mirada retrospectiva a la coyuntura heroica permite apreciar su rol histórico. Fijemos un período clave: 2 de mayo de 1958 al 9 Enero de 1964.

Como señalé al principio, los universitarios venían de cruentos hechos ocurridos en mayo de 1958, 6 años

antes de la Gesta Heroica, entre el movimiento estudiantil y la Policía Nacional que dejaron una treintena de muer-tos y numerosos heridos. Debo dejar sentado que, aun cuando en el período apuntado sucederán hechos trascendentales, la Universidad cumplió su función institucional de formar profesionales para el desarrollo nacional. Este es un hecho que de por sí debe ser ponderado, pues el mismo dice mucho de la sólida institucionalidad de nuestra Universidad de Panamá.

El 2 de mayo, de 1958 yo tenía 15 años y cursaba tercer año de secundaria en el Instituto Nacional. Como miem-bro de base de su Asociación Federada (AFIN) acaté la directriz de participar en la Operación Soberanía, que la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) y la Unión de Estudiantes Universitarios de la Universidad de Panamá (UEU) convocaban para sembrar banderas panameñas en la Zona del Canal. La Operación se llevó a cabo con mucho éxito y tuvo resonancia internacional.

El 19 de mayo, la Federación de Estudiantes de Panamá llama a una manifestación a la presidencia de la república para reiterar a las autoridades los reclamos de mejoras en la educación nacional. Después de oír a nuestros dirigen-tes en el patio del plantel salimos del colegio en manifestación dirigidos por la Asociación Federada (AFIN) hacia la presidencia. Otros colegios públicos, como el Artes y Oficios también hacían lo mismo.

La pacífica marcha llegó a los predios de la presidencia y un mar de muchachos gritando consignas por una mejor educación inundó el ambiente. De pronto, sonaron los disparos y el lugar donde yo me encontraba quedó repleto de gas lacrimógeno. Una bomba lacrimó-gena dio en el pecho a José Manuel Araúz, estudiante de 16 años del Artes y Oficios y lo mató. Junto con otros compañeros nos refugiamos en el Instituto Istmeño del

profesor Betito Quirós Guardia y evitamos ser apresados. Cuando pudimos abandonamos el refugio y nos trasladamos al Instituto.

El 21 de mayo, a solicitud del rector de la Universidad de Panamá, Jaime De La Guardia, se realiza una reunión en la Presidencia, con todos los decanos y la dirigencia estudiantil, y se logra el acuerdo según el cual el presidente iniciaría una investigación de la muerte del estudiante José Manuel Araúz, declarado mártir por el movimiento estudiantil y se atenderían las demandas estudiantiles.

Pero el 22 de mayo el Instituto Nacional es rodeado intempestivamente por unidades de la Guardia Nacional, violando los acuerdos adoptados el día anterior con el presidente Ernesto De la Guardia Jr. y junto con francotiradores matan a once estudiantes, causando además decenas de heridos. La FEP decretó entonces una huelga indefinida, el Gobierno Nacional suspendió las garantías constitucionales y la Asamblea Nacional fue llamada a sesiones extraordinarias.

El país enfrentaba una de las peores crisis de la vida nacional. Se buscó una manera racional y democrática de resolverla y allí interviene la Universidad de Panamá. Los estudiantes refugiados en el Instituto Nacional fueron trasladados al Campus de la Universidad de Panamá, la que también fue rodeada por la Guardia Nacional.

Las negociaciones entre el Gobierno y la dirigencia estudiantil acuerdan el Pacto de la Colina, que sefirma en la Rectoría de la Universidad de Panamá y ponefin al conflicto.

El clamor por mejoras en la educación encuentra eco dentro de la propia universidad donde toma forma y se levanta un Movimiento de Reforma Universitaria encabezado por la Unión de Estudiantes Universitarios yapoyada por prestigiosos profesores como Ricaurte Soler, José de Jesús “Chuchú” Martínez, Humberto Ricord,Carlos Iván Zúñiga, Secundino Torres Gudiño, Aura Lescuere de Russo, Fabían Echevers y tantos otros. Aglutinados todos en el Frente de Reforma Universitaria, me hice parte del mismo a mi ingreso a la Universidad en 1962.

Ese mismo año participé de una importante movilización organizada por la FEP y la UEU para rechazar el nombre gringo de “Thatcher Ferry Bridge”, que el gobierno estadounidense propuso para el que hoy es el Puente de las Américas. La movilización partió desde los predios de la Universidad de Panamá y atravesó el puente recién construido. En el camino se sumó la población que respaldó firmemente que no se le pusiera en nombre escogido por los estadounidenses sino el que propusieron los panameños. Fue un triunfo del movimiento estudiantil de la Universidad de Panamá y del país.

Durante esos dos años anteriores a los hechos heroicos del 9 de Enero de 1964, la Universidad de Panamá vivió convulsionada por una dura confrontación interna entre el movimiento estudiantil progresista, encabezado por la UEU, de un lado y del otro la denominada “rosca universitaria”, que tenía como principales exponentes al propio rector de la universidad entonces, el Lic. Narciso Garay Preciado, el secretario general Dr. Diógenes Arosemena, la Dra. Georgina Jiménez de López, el Dr. Lino Rodríguez Arias, el Dr.Dulio Arroyo, y contaba con el apoyo de estudiantes demócrata-cristianos, entre ellos Carlos Arellano Lennox y Julio Rovi, además del grupo estudiantil Frente Independiente Democrático (FID),

dirigido por el estudiante colonense Enrique Jaramillo Levi y otros miembros como Juana Araya y Roosvelt Villalaz.

Este era el panorama universitario de aquellos días, en los que el desenvolvimiento académico de la Universidad se daba paralelo a las luchas entre sectores estudiantiles y docentes a favor y en contra de reformas a la institución y una activa participación del movimiento estudiantil reformista a la causa nacional de la recuperación de nuestra soberanía total en la antigua Zona del Canal. La confrontación llegó a sus extremos cuando el rector Garay Preciado acusó públicamente al presidente de la UEU, el estudiante de Derecho Adolfo Ahumada de hacer mal uso de dineros entregados por la Adminis-tración para que asistiera a un Congreso Estudiantil en Costa Rica y Ahumada no asistió. Fue un bautizo en la lucha universitaria para mí, recién ingresado a la universidad.

La UEU convocó una gran asamblea estudiantil en el Paraninfo Universitario la tarde del 16 de agosto de 1962. La concurrencia fue extraordinaria, con partici-pación de todos los sectores. Esa noche se decretó una huelga universitaria que duró 22 días, en los cuales nos mantuvimos atrincherados en el Campus. Siguiendo instrucciones precisas de la dirigencia, nadie provocó, lanzando piedras, a pesar que la Policía acordonaba la Universidad. Fueron momentos de gran tensión, de mucha militancia, de firmeza y gran responsabilidad delos compañeros en el cumplimiento de sus tareas.

El Movimiento se alzó con la victoria, porque prevaleció la verdad. Adolfo Ahumada no había asistido al Congreso por decisión del Comité Central de la UEU que prefirió

enviar en su lugar a otro miembro, Diógenes De La Rosa hijo, para que Ahumada participara en la discusión del Presupuesto Universitario que se celebraría en esos días. La acusación contra él y su expulsión junto con todo el Comité Central de la UEU, con excepción de la estudiante Ruiloba, fue anulada y se lograron algunas demandas del Frente de Reforma que tenían que ver con la libertad de cátedra, “cátedras paralelas” y los exámenes de admisión, entre otras peticiones.

Este era el panorama universitario previo a los hechos heroicos del 9 de Enero de 1964. Esto hacíamos los universitarios comprometidos con el país y la educación

superior: estudiar y luchar, cuando fuimos agredidos aquella mañana que se convirtió en el parteaguas de la vida nacional republicana y cuyo quincuagésimo aniver-sario recordamos con todo el orgullo y la satisfacción de haber logrado los panameños eliminar para siempre la “quinta frontera” y tener hoy una nación con un solo territorio bajo una sola bandera, tal como lo exigía nuestra consigna de “Soberanía o Muerte, Venceremos”. Sea.

Miguel Montiel Guevara. Doctor, catedrático de Filosofía de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.

Del tintero de…

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Page 62: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

En la Plaza de Santa Ana, el dirigente universitario Víctor Ávila, se dirige a través de Radio Tribuna, al pueblo panameño, a un grupo de institutores y estudiantes universitarios, momentos antes de partir en un mitin hacia la presidencia de la república (Foto de la Revista LIFE).

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Miguel Montiel Guevara

En enero de 1964 la juventud panameña, la misma que Pedro Rivera califica como “generación comprometida”, no terminaba de restañar sus heridas ocasionadas por la metralla de la Policía Nacional en mayo de 1958, cuando otra metralla, proveniente del enclave colonial de la desaparecida Zona del Canal, volvió a desangrar no únicamente a esa juventud comprometida, sino a toda la nación panameña.

Quisiera poder expresar con versos los sentimientos y pensamientos que solo la poesía es capaz de evocar con la fuerza del corazón más allá de la razón. Pero no soy poeta. Séanme pues, indulgentes con esta prosa que también nace del corazón.

Aquella mañana del 9 de Enero de 1964 transcurría tranquila mientras conversábamos varios estudiantes con Víctor Ávila Ducasa, importante dirigente estudiantil universitario, en el patio de la Facultad de Humanidades, cuando llegó un grupo de muchachos de secundaria evidentemente sobresaltados, para informarnos de una confrontación que se daba entre estudiantes de la Zona del Canal y zonians con estudiantes del Instituto Nacional. La voz de alerta recorrió los predios universitarios y todos los que pudimos fuimos hacia el lugar donde ya se escenificaban acciones de fuerza con la Policía zoneíta.

Antes de terminar el día, el país entero protagonizaría las horas más dramáticas y heroicas de la protesta y rechazo de todo un pueblo contra la presencia militar estadou- nidense en el territorio nacional y los hechos acontecidos en los días siguientes del 10, 11 y 12 de enero configu-rarían lo que ha quedado escrito con sangre en la historia nacional como la Gesta Heroica del 9 de Enero de 1964.

Solo el genocidio de la invasión yanqui del 20 de diciembre de 1989 desborda la cuota de sangre que los panameños hemos derramado en nuestras relaciones con Estados Unidos.

Pronto se cumplirán 50 años de la agresión armada que sufrimos por querer izar nuestra bandera nacional en la Escuela Secundaria de Balboa, tal como disponía el acuerdo entre Estados Unidos y Panamá.

La historiografía nacional abunda sobre lo acontecido entonces y las consecuencias que trajo al exigir el pueblo indignado el rompimiento de relaciones con el gobierno estadounidense. Fue el inicio del tramo final de la “lucha generacional” por erradicar del todo el enclave colonial. La Gesta Heroica del 9 de Enero despertó definitivamente la conciencia nacional y unificó al país con la consigna de “soberanía total”, que el movimiento estudiantil radicalizó con “¡Soberanía o muerte, venceremos!”, emulando la consigna de la revolución cubana. Era cuestión de un solo territorio bajo una sola bandera; lo que al fin logramos el 31 de diciembre de 1999 con los Tratados Torrijos-Carter, que dieron nacimiento a la segunda república de Panamá.

La Universidad de Panamá vivió siempre inmersa en el “alpinismo generacional” por la consolidación y el perfeccionamiento de la Nación y el Estado panameño. ¿Qué hacía antes que se produjeran los hechos de enero del 64? Una mirada retrospectiva a la coyuntura heroica permite apreciar su rol histórico. Fijemos un período clave: 2 de mayo de 1958 al 9 Enero de 1964.

Como señalé al principio, los universitarios venían de cruentos hechos ocurridos en mayo de 1958, 6 años

antes de la Gesta Heroica, entre el movimiento estudiantil y la Policía Nacional que dejaron una treintena de muer-tos y numerosos heridos. Debo dejar sentado que, aun cuando en el período apuntado sucederán hechos trascendentales, la Universidad cumplió su función institucional de formar profesionales para el desarrollo nacional. Este es un hecho que de por sí debe ser ponderado, pues el mismo dice mucho de la sólida institucionalidad de nuestra Universidad de Panamá.

El 2 de mayo, de 1958 yo tenía 15 años y cursaba tercer año de secundaria en el Instituto Nacional. Como miem-bro de base de su Asociación Federada (AFIN) acaté la directriz de participar en la Operación Soberanía, que la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) y la Unión de Estudiantes Universitarios de la Universidad de Panamá (UEU) convocaban para sembrar banderas panameñas en la Zona del Canal. La Operación se llevó a cabo con mucho éxito y tuvo resonancia internacional.

El 19 de mayo, la Federación de Estudiantes de Panamá llama a una manifestación a la presidencia de la república para reiterar a las autoridades los reclamos de mejoras en la educación nacional. Después de oír a nuestros dirigen-tes en el patio del plantel salimos del colegio en manifestación dirigidos por la Asociación Federada (AFIN) hacia la presidencia. Otros colegios públicos, como el Artes y Oficios también hacían lo mismo.

La pacífica marcha llegó a los predios de la presidencia y un mar de muchachos gritando consignas por una mejor educación inundó el ambiente. De pronto, sonaron los disparos y el lugar donde yo me encontraba quedó repleto de gas lacrimógeno. Una bomba lacrimó-gena dio en el pecho a José Manuel Araúz, estudiante de 16 años del Artes y Oficios y lo mató. Junto con otros compañeros nos refugiamos en el Instituto Istmeño del

profesor Betito Quirós Guardia y evitamos ser apresados. Cuando pudimos abandonamos el refugio y nos trasladamos al Instituto.

El 21 de mayo, a solicitud del rector de la Universidad de Panamá, Jaime De La Guardia, se realiza una reunión en la Presidencia, con todos los decanos y la dirigencia estudiantil, y se logra el acuerdo según el cual el presidente iniciaría una investigación de la muerte del estudiante José Manuel Araúz, declarado mártir por el movimiento estudiantil y se atenderían las demandas estudiantiles.

Pero el 22 de mayo el Instituto Nacional es rodeado intempestivamente por unidades de la Guardia Nacional, violando los acuerdos adoptados el día anterior con el presidente Ernesto De la Guardia Jr. y junto con francotiradores matan a once estudiantes, causando además decenas de heridos. La FEP decretó entonces una huelga indefinida, el Gobierno Nacional suspendió las garantías constitucionales y la Asamblea Nacional fue llamada a sesiones extraordinarias.

El país enfrentaba una de las peores crisis de la vida nacional. Se buscó una manera racional y democrática de resolverla y allí interviene la Universidad de Panamá. Los estudiantes refugiados en el Instituto Nacional fueron trasladados al Campus de la Universidad de Panamá, la que también fue rodeada por la Guardia Nacional.

Las negociaciones entre el Gobierno y la dirigencia estudiantil acuerdan el Pacto de la Colina, que sefirma en la Rectoría de la Universidad de Panamá y ponefin al conflicto.

El clamor por mejoras en la educación encuentra eco dentro de la propia universidad donde toma forma y se levanta un Movimiento de Reforma Universitaria encabezado por la Unión de Estudiantes Universitarios yapoyada por prestigiosos profesores como Ricaurte Soler, José de Jesús “Chuchú” Martínez, Humberto Ricord,Carlos Iván Zúñiga, Secundino Torres Gudiño, Aura Lescuere de Russo, Fabían Echevers y tantos otros. Aglutinados todos en el Frente de Reforma Universitaria, me hice parte del mismo a mi ingreso a la Universidad en 1962.

Ese mismo año participé de una importante movilización organizada por la FEP y la UEU para rechazar el nombre gringo de “Thatcher Ferry Bridge”, que el gobierno estadounidense propuso para el que hoy es el Puente de las Américas. La movilización partió desde los predios de la Universidad de Panamá y atravesó el puente recién construido. En el camino se sumó la población que respaldó firmemente que no se le pusiera en nombre escogido por los estadounidenses sino el que propusieron los panameños. Fue un triunfo del movimiento estudiantil de la Universidad de Panamá y del país.

Durante esos dos años anteriores a los hechos heroicos del 9 de Enero de 1964, la Universidad de Panamá vivió convulsionada por una dura confrontación interna entre el movimiento estudiantil progresista, encabezado por la UEU, de un lado y del otro la denominada “rosca universitaria”, que tenía como principales exponentes al propio rector de la universidad entonces, el Lic. Narciso Garay Preciado, el secretario general Dr. Diógenes Arosemena, la Dra. Georgina Jiménez de López, el Dr. Lino Rodríguez Arias, el Dr.Dulio Arroyo, y contaba con el apoyo de estudiantes demócrata-cristianos, entre ellos Carlos Arellano Lennox y Julio Rovi, además del grupo estudiantil Frente Independiente Democrático (FID),

dirigido por el estudiante colonense Enrique Jaramillo Levi y otros miembros como Juana Araya y Roosvelt Villalaz.

Este era el panorama universitario de aquellos días, en los que el desenvolvimiento académico de la Universidad se daba paralelo a las luchas entre sectores estudiantiles y docentes a favor y en contra de reformas a la institución y una activa participación del movimiento estudiantil reformista a la causa nacional de la recuperación de nuestra soberanía total en la antigua Zona del Canal. La confrontación llegó a sus extremos cuando el rector Garay Preciado acusó públicamente al presidente de la UEU, el estudiante de Derecho Adolfo Ahumada de hacer mal uso de dineros entregados por la Adminis-tración para que asistiera a un Congreso Estudiantil en Costa Rica y Ahumada no asistió. Fue un bautizo en la lucha universitaria para mí, recién ingresado a la universidad.

La UEU convocó una gran asamblea estudiantil en el Paraninfo Universitario la tarde del 16 de agosto de 1962. La concurrencia fue extraordinaria, con partici-pación de todos los sectores. Esa noche se decretó una huelga universitaria que duró 22 días, en los cuales nos mantuvimos atrincherados en el Campus. Siguiendo instrucciones precisas de la dirigencia, nadie provocó, lanzando piedras, a pesar que la Policía acordonaba la Universidad. Fueron momentos de gran tensión, de mucha militancia, de firmeza y gran responsabilidad delos compañeros en el cumplimiento de sus tareas.

El Movimiento se alzó con la victoria, porque prevaleció la verdad. Adolfo Ahumada no había asistido al Congreso por decisión del Comité Central de la UEU que prefirió

enviar en su lugar a otro miembro, Diógenes De La Rosa hijo, para que Ahumada participara en la discusión del Presupuesto Universitario que se celebraría en esos días. La acusación contra él y su expulsión junto con todo el Comité Central de la UEU, con excepción de la estudiante Ruiloba, fue anulada y se lograron algunas demandas del Frente de Reforma que tenían que ver con la libertad de cátedra, “cátedras paralelas” y los exámenes de admisión, entre otras peticiones.

Este era el panorama universitario previo a los hechos heroicos del 9 de Enero de 1964. Esto hacíamos los universitarios comprometidos con el país y la educación

superior: estudiar y luchar, cuando fuimos agredidos aquella mañana que se convirtió en el parteaguas de la vida nacional republicana y cuyo quincuagésimo aniver-sario recordamos con todo el orgullo y la satisfacción de haber logrado los panameños eliminar para siempre la “quinta frontera” y tener hoy una nación con un solo territorio bajo una sola bandera, tal como lo exigía nuestra consigna de “Soberanía o Muerte, Venceremos”. Sea.

Miguel Montiel Guevara. Doctor, catedrático de Filosofía de la

Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.

VíaLetra

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Page 63: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Líderes estudiantiles universitarios son recibidos en el palacio presidencial por el Presidente Chiari(Lotería No.191, octubre 1971).

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Del tintero de…

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Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Briseida Allard O.

Si existe un acto de amor, éste es la memoria.

Joseph Brodsky

Contra el olvido, está la palabra.

Contra la muerte total, está el relato de otras vidas.

Montserrat Roig

IEstas notas se proponen revisitar, como imaginando una conversación alrededor de la memoria de la casa chica1, los textos líricos quizá más emblemáticos referidos a la gesta de enero de 1964: ‘9 de enero. Un minuto de silencio’ de Bertalicia Peralta; ‘A los héroes panameños’ de Elsie Alvarado de Ricord; ‘Soberana presencia de la patria’ y ‘Gaviotas de cruz abierta’, de Diana Morán2. Letra valiente a la vez que metáfora viva de aquel momento crucial de la historia istmeña3, escrita por tres mujeres marcadas por la rabia, la ternura y el dolor y hasta por algo parecido a la esperanza.

Contrario a lo que podría pensarse después de transcurrido medio siglo, las piezas escriturales citadas, aunque representativas de lo que Edward Said denominó “narrativas heroicas”4, por tanto ligadas a momentos vitales específicos, permiten detectar núcleos de significación género-sensitivas concernientes a la construcción subalterna del imaginario común identitario, en permanente tensión con la recurrente estructura dominante y depredadora que la colonialidad del poder, del saber y del ser impone en nuestro país desde hace más de quinientos años. De ahí la actualidad de las autoras y sus textos, de ahí el intento siquiera indicativo

Memorias de la tierra en los márgenes del aguaNotas sobre género y nación en Panamá

de resemantizar sus signos y repolitizar sus argumentos.

IIUn esfuerzo de esta índole reconoce que en las últimas décadas las concepciones y vivencias de la nación y la nacionalidad se han transformado sorprendentemente, sacudidas desde distintas perspectivas y dinámicas económicas, socio-culturales e intersubjetivas, locales y globales, logrando transmutar su naturaleza y eficacia como adhesivo fundamental de las comunidades políticas contemporáneas.

En efecto, la concepción de las naciones como entidades naturales, depositarias de una identidad histórico-cultural más o menos homogénea, ha cedido el paso a la percepción de que se trata de construcciones sociales lábiles, cambiantes y rizomáticas, articuladas en un conjunto plural de subjetividades desplegadas en narrativas y prácticas que disputan territorios geográficos, sociales, corporales y mentales.

Ha tenido lugar una riquísima interlocución intelectual a nivel regional y mundial para explorar la naturaleza diversa de la vinculación femenina en las nuevas luchas

que disputan la nación en el siglo XXI5 y casi como resultado, la aparición de estimulantes hermenéuticas que permiten reinterpretar, actualizándolas, tanto las geografías imaginadas (Said, 1978) como el pensamiento y la palabra acerca de imaginadas comunidades (Anderson,

1983), que recrean las mujeres que vivieron/viven, que participaron/participan en medio de procesos complejos de (re)construcción local, en los cuales “raza, clase y género son inseparables” (Lugones, 2008).

De ahí que, aun si son objeto de debate, estos nuevos acercamientos pueden ser vistos como bazas inacabadas de lo que Spivak (2010: 32) denomina “infraestructura de reconocimiento en el camino hacia la justicia global”.

IIIEn la tesitura de estas notas, describo brevemente tres aportes recientes desde los cuales es posible repensar la cada vez más enmarañada relación entre género y nación, sobre todo en ámbitos coloniales como el que caracteriza al Panamá de 1964: 1) la ética de la liberación como ética de la vida, 2) el enfoque sobre colonialidad de género y feminismo decolonial; y 3) el marco de las mujeres y la política del lugar. 1) La ética de la liberación como ética de la vida es una propuesta del filósofo latinoamericano Enrique Dussel (1998), desde la cual plantea una afirmación rotunda en la vida humana ante la no-vida del vigente modelo económico-político-militar hegemónico. Vida humana que no es un concepto, una idea, ni un horizonte abstracto, sino el modo de realidad de cada ser humano en concreto, condición absoluta de la ética y exigencia de toda liberación.

La negación de la vida es el punto de partida de toda la crítica ética del sistema vigente que propone Dussel,

expresada en el sufrimiento de la víctima, de los domina-dos (como obrero, indio, esclavo africano o explotado asiático del mundo colonial; como corporalidad femenina, raza no-blanca, etc.). Dussel pone el acento principal en lo que llama “corporalidad viviente” de cada sujeto y otorga primacía ética a la preocupación por captar y respetar la “corporalidad viviente” del otro. Cada sujeto ético de la vida cotidiana, cada individuo concreto en todo su actuar, es ya un sujeto posible de la praxis de liberación, en cuanto víctima o solidario con la víctima.

Este planteamiento de Dussel6 es un inigualable punto de apoyo para repensar problemáticas ligadas tanto a las víctimas del sistema hegemónico, como a los sujetos éticos de la vida cotidiana solidarios con la víctima. …en esta fecha / en este nueve de enero amanecido / en este momento extraño de la muerte / en este instante supremo de la vida. / … donde murieron: quemados sus ojos / acongojados por dentro / ultrajados en su casta y en su sangre / violados en su lengua y sus hijos / acogotados, sumidos en la ira y la barbarie… / Hablo de este dolor augusto… …un rencor de decenios descendido / en torrentadas ardientes por los ríos: / un rencor absoluto y solidario un odio colectivo / que vamos a llevar hacia el lugar que tiene / nuestro dolor de sexo ultrajado de corazón apedreado / de lengua amordazada / de nidos agredidos / de pezones silvestres y dulces como cuajados labios de azucenas… (BP, Un minuto)

… ¿Quién responde con pólvora a las notas / de nuestro Himno Nacional, quién pudo / infestar nuestra atmósfera de gases / qué soberbia ancestral mueve esas manos / que destrozan así la bandera? / ¿Por qué regáis la muerte en nuestro suelo / desleales inquilinos zoneítas? / Mártires panameños, / inmolados en pleno florecer, / llamas enhiestas que un vaho / de impiedad ha derribado / al amparo cobarde de los tanques... / ¿Cómo mirar con ojos apacibles el silencio cuajado en vuestros labios? (EAR, A los Héroes)

…Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero / a ustedes tragalunas del mundo / a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo… / Escuchen lo que digo / En cada sitio de mi cuerpo hay un dolor de siemprevivas / para contar al mundo la parábola del buen vecino / que aplastó la luz recién nacida. (DM, Soberana presencia)

2) Lugones (2008) y Segato (2003), reconocidas feministas decoloniales participantes del grupo de investigadores e investigadoras conocido como «el programa de investigación de modernidad/colonialidad» (Escobar, 2003), desde una provocativa interpretación de modernidad, globalidad y diferencia, discuten en detalle una manera otra de entender el patriarcado desde la colonialidad del género y las violencias soterradas y a cielo abierto que lo caracterizan, como expresión de una estructura simbólica profunda.

De acuerdo a Lugones, la dicotomía jerárquica funda-mental es la distinción entre lo humano y lo no-humano, la cual es central en la introducción del sistema colonial-capitalista del sistema de género. Su principal subproducto es la dicotomía racial, la reducción de facto de personas a animales y como tales a instrumentos, deshumanizándolos al concebirlos como bestias, seres naturales, sin humanidad. De este modo, la distinción entre humano civilizado y naturaleza es otra distinción colonial fundamental.

…vuestra mano no es mano libertaria / es la mano esclavista, que asesina / por tierra mar y cielo / vuestros pasos siembran la indignación en nuestro Istmo / por vuestros labios hablan solamente los Teodoro, los Truman, los MacCarty / y vuestros corazones no conocen / la esencial hermandad de los humanos. (EAR, A los Héroes)

… no he llorado aún por las manitas / de las niñas morenas… /… Hablo de labios que no llegaron a conocer / otro calor que el de la pólvora… / Hablo del nueve de enero. / Hablo del lúgubre silencio letal de palomas /

asesinadas en el centro de la vida; / Hablo de brazos destrozados, de vísceras arrebatadas / de gendarmes apostados para matar niñitos… (BP, Un minuto)

… Ahora, ¿cómo bautizarás esta maniobra? / ¿Juegos de patos? 7 / ¿Operación amiga en Canal Zone? / ¿Pildoritas Johnson para el subdesarrollo? /... Los huesitos de Chapultepec... / los huesitos de Atitlán... / Los huesitos de Hiroshima... / La carne, los huesitos de mi patria / molidos con repiques de metralla. / Mi cielo violado, como una niña ciega, / en la torturada inocencia de su pubis / las venas sacadas de su casa joven, / los hijos deshojados, lirios secos, /…. (DM, Soberana presencia)

3) Harcourt y Escobar (2007) han propuesto un marco que subraya la interrelación entre lugar, género, política y justicia. Entienden el lugar como aquello que las mujeres definen como su ambiente y lo que determina su sustrato, su ser y su identidad, es decir, el cuerpo, el hogar, el entorno local y la comunidad, por ende, los terrenos que las mujeres se ven motivadas a defender, definir y apropiarse políticamente. El hecho de tener un cuerpo y vivir en un lugar, hace que corporización y emplazamiento sean características humanas funda-mentales. De ahí que la defensa del lugar se convierte en una política del lugar y ocurre cuando las mujeres se involucran en luchas políticas colectivas referidas al lugar, vinculando voces subalternas con la acción colectiva en contra de la injusticia y la desigualdad.

Este quizá sea uno de los enfoques más fecundos para el análisis de “narrativas heroicas” escritas por mujeres. Cuando visionamos los textos líricos elegidos a través del citado enfoque del lugar, se evidencia un conjunto de concepciones subyacentes que comparten las autoras de un modo por demás interesante. Y es que durante rupturas sociales tan profundas, como la de enero de 1964, se fracturan las tradiciones que hacen de lo doméstico el lugar de la mujer.

1Panamá, en el libro Gaviotas de cruz abierta de Diana Morán.2De ahora en adelante, BP, Un minuto; EAR, A los Héroes; DM, Soberana presencia y DM, Gaviotas; respectivamente.3Siguiendo coordenadas gramscianas (Gramsci, 1975), estimo que los acontecimientos que tuvieron lugar en enero de 1964, representaron una fractura histórica en el sentido de que toda una serie de cuestiones que se acumulaban molecularmente antes de esa fecha, se ‘amontonaron’ entonces modificando radicalmente la estructura general del proceso precedente, acelerando la crisis orgánica de la dominación liberal en el istmo, crisis coronada por el aniquilamiento del movimiento de masas luego del cruento golpe militar de 1968-69. 4Citado en Brennan, 2010: 65

VíaLetra

En efecto, los mundos imaginados femeninos percibi-dos en los versos dan cuenta de ese nuevo espacio, más amplio y abarcador hasta incluir el medio natural que las rodea. La patria no es la nación, tanto que las autoras ni siquiera llegan a mencionar esta última palabra. Puede apreciarse la mención afectiva del término patria entendida en última instancia como macrocosmos familiar. Es más, las numerosas menciones del término patria que hacen las poetas elegidas parecen insinuar un código de patria distinto, como enunciación de transgresión al poder.

… Patria nueva /… Patria sangrante /… gimiente Patria /… despedazada, dulce, buena Patria / con su pecho abierto por la metralla / la soberbia, la odiosa conquista del imperio / de Estados Unidos por el crimen. (BP, Un minuto)

¿Quién ha osado segar este prodigio / de corazones jóvenes, colmados / por más de medio siglo de injusticia, / vivas antenas que captar sabían / los acentos más hondos de la Patria? (EAR, A los Héroes)

Mi patria, cántaro de amor en todo idioma, / que ofrece su agua buena al peregrino / ha arrastrado sesenta calendarios / sin derecho a la fruta, / al árbol de su huerto, / saqueada en la bondad de su cintura. (DM, Soberana presencia)

Somos de la casa chica / Pulgarcito, Panamá, / alcancía de corales / prisionera en el canal... Simbad de todos los mares / Cenicientas, bambú fresco / oriental cejas de trigo / Aladinos del cerezo. / El lobo se llama dólar / el lobo mató la paz / el lobo niños del mundo / lleva barbas de Tío Sam… / Con botas de siete leguas, / con hachas del lilolá, / los enanitos unidos lo podemos acabar. (DM, Gaviotas)

IVNingún discurso, y desde luego el de nación no es excepción, puede aislarse de las esferas determinadas por el género y la orientación sexual, en especial

cuando éstas se emplean continuamente para marcar y territorializar los límites nacionales y/o comunitarios. Vistos desde perspectivas analíticas recientes, se percibe que los mundos imaginados que se han repasa-do no muestran que sea maquinal que las mujeres y las familias sean entidades que permanecen sin alteraciones fundamentales en medio de los embates y transformaciones sociales y políticas.

Después de cincuenta años, las nuevas circunstancias políticas y socioculturales en el istmo insinúan la pertinencia de aquellas narrativas que asumieron la cuestión nacional como necesidad radical soterrada en ficciones fundacionales, otra vez.

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Page 65: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Briseida Allard O.

Si existe un acto de amor, éste es la memoria.

Joseph Brodsky

Contra el olvido, está la palabra.

Contra la muerte total, está el relato de otras vidas.

Montserrat Roig

IEstas notas se proponen revisitar, como imaginando una conversación alrededor de la memoria de la casa chica1, los textos líricos quizá más emblemáticos referidos a la gesta de enero de 1964: ‘9 de enero. Un minuto de silencio’ de Bertalicia Peralta; ‘A los héroes panameños’ de Elsie Alvarado de Ricord; ‘Soberana presencia de la patria’ y ‘Gaviotas de cruz abierta’, de Diana Morán2. Letra valiente a la vez que metáfora viva de aquel momento crucial de la historia istmeña3, escrita por tres mujeres marcadas por la rabia, la ternura y el dolor y hasta por algo parecido a la esperanza.

Contrario a lo que podría pensarse después de transcurrido medio siglo, las piezas escriturales citadas, aunque representativas de lo que Edward Said denominó “narrativas heroicas”4, por tanto ligadas a momentos vitales específicos, permiten detectar núcleos de significación género-sensitivas concernientes a la construcción subalterna del imaginario común identitario, en permanente tensión con la recurrente estructura dominante y depredadora que la colonialidad del poder, del saber y del ser impone en nuestro país desde hace más de quinientos años. De ahí la actualidad de las autoras y sus textos, de ahí el intento siquiera indicativo

de resemantizar sus signos y repolitizar sus argumentos.

IIUn esfuerzo de esta índole reconoce que en las últimas décadas las concepciones y vivencias de la nación y la nacionalidad se han transformado sorprendentemente, sacudidas desde distintas perspectivas y dinámicas económicas, socio-culturales e intersubjetivas, locales y globales, logrando transmutar su naturaleza y eficacia como adhesivo fundamental de las comunidades políticas contemporáneas.

En efecto, la concepción de las naciones como entidades naturales, depositarias de una identidad histórico-cultural más o menos homogénea, ha cedido el paso a la percepción de que se trata de construcciones sociales lábiles, cambiantes y rizomáticas, articuladas en un conjunto plural de subjetividades desplegadas en narrativas y prácticas que disputan territorios geográficos, sociales, corporales y mentales.

Ha tenido lugar una riquísima interlocución intelectual a nivel regional y mundial para explorar la naturaleza diversa de la vinculación femenina en las nuevas luchas

que disputan la nación en el siglo XXI5 y casi como resultado, la aparición de estimulantes hermenéuticas que permiten reinterpretar, actualizándolas, tanto las geografías imaginadas (Said, 1978) como el pensamiento y la palabra acerca de imaginadas comunidades (Anderson,

1983), que recrean las mujeres que vivieron/viven, que participaron/participan en medio de procesos complejos de (re)construcción local, en los cuales “raza, clase y género son inseparables” (Lugones, 2008).

De ahí que, aun si son objeto de debate, estos nuevos acercamientos pueden ser vistos como bazas inacabadas de lo que Spivak (2010: 32) denomina “infraestructura de reconocimiento en el camino hacia la justicia global”.

IIIEn la tesitura de estas notas, describo brevemente tres aportes recientes desde los cuales es posible repensar la cada vez más enmarañada relación entre género y nación, sobre todo en ámbitos coloniales como el que caracteriza al Panamá de 1964: 1) la ética de la liberación como ética de la vida, 2) el enfoque sobre colonialidad de género y feminismo decolonial; y 3) el marco de las mujeres y la política del lugar. 1) La ética de la liberación como ética de la vida es una propuesta del filósofo latinoamericano Enrique Dussel (1998), desde la cual plantea una afirmación rotunda en la vida humana ante la no-vida del vigente modelo económico-político-militar hegemónico. Vida humana que no es un concepto, una idea, ni un horizonte abstracto, sino el modo de realidad de cada ser humano en concreto, condición absoluta de la ética y exigencia de toda liberación.

La negación de la vida es el punto de partida de toda la crítica ética del sistema vigente que propone Dussel,

expresada en el sufrimiento de la víctima, de los domina-dos (como obrero, indio, esclavo africano o explotado asiático del mundo colonial; como corporalidad femenina, raza no-blanca, etc.). Dussel pone el acento principal en lo que llama “corporalidad viviente” de cada sujeto y otorga primacía ética a la preocupación por captar y respetar la “corporalidad viviente” del otro. Cada sujeto ético de la vida cotidiana, cada individuo concreto en todo su actuar, es ya un sujeto posible de la praxis de liberación, en cuanto víctima o solidario con la víctima.

Este planteamiento de Dussel6 es un inigualable punto de apoyo para repensar problemáticas ligadas tanto a las víctimas del sistema hegemónico, como a los sujetos éticos de la vida cotidiana solidarios con la víctima. …en esta fecha / en este nueve de enero amanecido / en este momento extraño de la muerte / en este instante supremo de la vida. / … donde murieron: quemados sus ojos / acongojados por dentro / ultrajados en su casta y en su sangre / violados en su lengua y sus hijos / acogotados, sumidos en la ira y la barbarie… / Hablo de este dolor augusto… …un rencor de decenios descendido / en torrentadas ardientes por los ríos: / un rencor absoluto y solidario un odio colectivo / que vamos a llevar hacia el lugar que tiene / nuestro dolor de sexo ultrajado de corazón apedreado / de lengua amordazada / de nidos agredidos / de pezones silvestres y dulces como cuajados labios de azucenas… (BP, Un minuto)

… ¿Quién responde con pólvora a las notas / de nuestro Himno Nacional, quién pudo / infestar nuestra atmósfera de gases / qué soberbia ancestral mueve esas manos / que destrozan así la bandera? / ¿Por qué regáis la muerte en nuestro suelo / desleales inquilinos zoneítas? / Mártires panameños, / inmolados en pleno florecer, / llamas enhiestas que un vaho / de impiedad ha derribado / al amparo cobarde de los tanques... / ¿Cómo mirar con ojos apacibles el silencio cuajado en vuestros labios? (EAR, A los Héroes)

…Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero / a ustedes tragalunas del mundo / a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo… / Escuchen lo que digo / En cada sitio de mi cuerpo hay un dolor de siemprevivas / para contar al mundo la parábola del buen vecino / que aplastó la luz recién nacida. (DM, Soberana presencia)

2) Lugones (2008) y Segato (2003), reconocidas feministas decoloniales participantes del grupo de investigadores e investigadoras conocido como «el programa de investigación de modernidad/colonialidad» (Escobar, 2003), desde una provocativa interpretación de modernidad, globalidad y diferencia, discuten en detalle una manera otra de entender el patriarcado desde la colonialidad del género y las violencias soterradas y a cielo abierto que lo caracterizan, como expresión de una estructura simbólica profunda.

De acuerdo a Lugones, la dicotomía jerárquica funda-mental es la distinción entre lo humano y lo no-humano, la cual es central en la introducción del sistema colonial-capitalista del sistema de género. Su principal subproducto es la dicotomía racial, la reducción de facto de personas a animales y como tales a instrumentos, deshumanizándolos al concebirlos como bestias, seres naturales, sin humanidad. De este modo, la distinción entre humano civilizado y naturaleza es otra distinción colonial fundamental.

…vuestra mano no es mano libertaria / es la mano esclavista, que asesina / por tierra mar y cielo / vuestros pasos siembran la indignación en nuestro Istmo / por vuestros labios hablan solamente los Teodoro, los Truman, los MacCarty / y vuestros corazones no conocen / la esencial hermandad de los humanos. (EAR, A los Héroes)

… no he llorado aún por las manitas / de las niñas morenas… /… Hablo de labios que no llegaron a conocer / otro calor que el de la pólvora… / Hablo del nueve de enero. / Hablo del lúgubre silencio letal de palomas /

asesinadas en el centro de la vida; / Hablo de brazos destrozados, de vísceras arrebatadas / de gendarmes apostados para matar niñitos… (BP, Un minuto)

… Ahora, ¿cómo bautizarás esta maniobra? / ¿Juegos de patos? 7 / ¿Operación amiga en Canal Zone? / ¿Pildoritas Johnson para el subdesarrollo? /... Los huesitos de Chapultepec... / los huesitos de Atitlán... / Los huesitos de Hiroshima... / La carne, los huesitos de mi patria / molidos con repiques de metralla. / Mi cielo violado, como una niña ciega, / en la torturada inocencia de su pubis / las venas sacadas de su casa joven, / los hijos deshojados, lirios secos, /…. (DM, Soberana presencia)

3) Harcourt y Escobar (2007) han propuesto un marco que subraya la interrelación entre lugar, género, política y justicia. Entienden el lugar como aquello que las mujeres definen como su ambiente y lo que determina su sustrato, su ser y su identidad, es decir, el cuerpo, el hogar, el entorno local y la comunidad, por ende, los terrenos que las mujeres se ven motivadas a defender, definir y apropiarse políticamente. El hecho de tener un cuerpo y vivir en un lugar, hace que corporización y emplazamiento sean características humanas funda-mentales. De ahí que la defensa del lugar se convierte en una política del lugar y ocurre cuando las mujeres se involucran en luchas políticas colectivas referidas al lugar, vinculando voces subalternas con la acción colectiva en contra de la injusticia y la desigualdad.

Este quizá sea uno de los enfoques más fecundos para el análisis de “narrativas heroicas” escritas por mujeres. Cuando visionamos los textos líricos elegidos a través del citado enfoque del lugar, se evidencia un conjunto de concepciones subyacentes que comparten las autoras de un modo por demás interesante. Y es que durante rupturas sociales tan profundas, como la de enero de 1964, se fracturan las tradiciones que hacen de lo doméstico el lugar de la mujer.

5Se trata de una inquietud de vieja data. A inicios del siglo XX, la escritora inglesa Virginia Woolf ya observaba “que las palabras cotidianas dificultan la percepción de la verdad, porque el lenguaje supone identidades entre los sexos que de hecho no existen… [de modo que] antes de poder reparar una injusticia, debe percibirse como tal; por lo tanto es imprescindible para la emancipación de la mujer que se modifiquen los modos de pensar…” (citado en Marder, 1979: 95).6Pensamiento tributario de legados múltiples y diversos, como el de Fanon (1973), Freire, Levinas, entre otros/as.

Del tintero de… En efecto, los mundos imaginados femeninos percibi-dos en los versos dan cuenta de ese nuevo espacio, más amplio y abarcador hasta incluir el medio natural que las rodea. La patria no es la nación, tanto que las autoras ni siquiera llegan a mencionar esta última palabra. Puede apreciarse la mención afectiva del término patria entendida en última instancia como macrocosmos familiar. Es más, las numerosas menciones del término patria que hacen las poetas elegidas parecen insinuar un código de patria distinto, como enunciación de transgresión al poder.

… Patria nueva /… Patria sangrante /… gimiente Patria /… despedazada, dulce, buena Patria / con su pecho abierto por la metralla / la soberbia, la odiosa conquista del imperio / de Estados Unidos por el crimen. (BP, Un minuto)

¿Quién ha osado segar este prodigio / de corazones jóvenes, colmados / por más de medio siglo de injusticia, / vivas antenas que captar sabían / los acentos más hondos de la Patria? (EAR, A los Héroes)

Mi patria, cántaro de amor en todo idioma, / que ofrece su agua buena al peregrino / ha arrastrado sesenta calendarios / sin derecho a la fruta, / al árbol de su huerto, / saqueada en la bondad de su cintura. (DM, Soberana presencia)

Somos de la casa chica / Pulgarcito, Panamá, / alcancía de corales / prisionera en el canal... Simbad de todos los mares / Cenicientas, bambú fresco / oriental cejas de trigo / Aladinos del cerezo. / El lobo se llama dólar / el lobo mató la paz / el lobo niños del mundo / lleva barbas de Tío Sam… / Con botas de siete leguas, / con hachas del lilolá, / los enanitos unidos lo podemos acabar. (DM, Gaviotas)

IVNingún discurso, y desde luego el de nación no es excepción, puede aislarse de las esferas determinadas por el género y la orientación sexual, en especial

cuando éstas se emplean continuamente para marcar y territorializar los límites nacionales y/o comunitarios. Vistos desde perspectivas analíticas recientes, se percibe que los mundos imaginados que se han repasa-do no muestran que sea maquinal que las mujeres y las familias sean entidades que permanecen sin alteraciones fundamentales en medio de los embates y transformaciones sociales y políticas.

Después de cincuenta años, las nuevas circunstancias políticas y socioculturales en el istmo insinúan la pertinencia de aquellas narrativas que asumieron la cuestión nacional como necesidad radical soterrada en ficciones fundacionales, otra vez.

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Page 66: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Marco A. Gandásegui, hijo.

En nuestra agenda como panameños tenemos dos grandes tareas o retos pendientes. En primer lugar, nuestro compromiso con la Patria. En segundo lugar, nuestro proyecto de Nación. La Patria es lo que nos legaron nuestros padres, las generaciones que nos precedieron, especialmente, todos aquellos que hicieron sacrificios para que hoy podamos decir con orgullo que trabajamos y vivimos en toda la extensión de nuestro Istmo.

Por el otro lado, tenemos que cumplir con las tareas inconclusas de nuestro proyecto de Nación. La Nación es lo que queremos legarle a nuestros hijos, a las futuras generaciones. Como padres responsables, pensamos que debemos construir lo mejor para quienes nos seguirán en el camino hacia el engrandecimiento del país. A diferencia de nuestro pensamiento patriótico – romántico e idealista – la Nación es constituida por las estructuras – espirituales y materiales - que estamos levantando y seguiremos construyendo con nuestro esfuerzo y trabajo. Son las riquezas, son las instituciones, son las relaciones sociales que se consolidarán con cada generación.

La guerra por la soberanía fue la pieza central en la lucha de varias generaciones panameñas para avanzar con el proyecto de Nación, concebido por jóvenes de fines del siglo XIX y consolidado a mediados del siglo XX. Si en 1903 los comerciantes de la ruta de tránsito lograron romper con Bogotá – mediatizados por el pacto con EEUU – fue en 1964 que la gesta del 9 de enero, encabezada por la juventud panameña, sentó las bases para finiquitar la presencia neo-colonial de Washington.

Hay que dejar claro que entre los próceres en 1903 no había un proyecto de nación. Liberales y conservadores panameños carecían aún de esta noción que podía dinamizar la sociedad en su conjunto. Eran otros los actores, alejados de las agitaciones conspirativas separatistas, que podían generar nuevas ideas en el tejido social panameño. Estos eran los liberales radicales – concentrados en los arrabales urbanos – quienes portaban las semillas del futuro nacionalismo panameño. Igualmente, los pequeños agricultores del “arco seco” del Golfo de Panamá que identificaban la ruta de tránsito como su mercado ‘nacional’.

Según Hernán Porras, después de la Guerra de los Mil Días la alianza de fuerzas populares había neutralizado a los comerciantes de la ciudad de Panamá y a sus aliados interioranos y, de hecho, dominaba a la República. La hegemonía intelectual de los ‘transitistas’ estaba perdida. Solo le quedaba la pequeña península de la capital y esta por obra y gracia de fuerzas colombianas. Porras asegura que en cuestión de horas, este puñado humano de increíble resistencia cambia su porvenir y el del país. Poniendo en juego toda la experiencia aprendida en cuatro siglos de luchas y trastornos, salió del claustro de sus casas apiñadas e hizo lo que otros no pudieron construir.

El 3 de noviembre de 1903

En la agenda emancipadora de nuestros próceres no existía preocupación en torno a la democracia o de la justicia social. Su visión se orientaba más hacia los problemas económicos y el futuro de lo que consideraban nuestra riqueza fundamental: La posición geográfica de Panamá. La destrucción de la guerra de

los Mil Días (entre 1899 y 1902) y de lo que consideraban un descuido que rayaba con la traición por parte de Bogotá en sus negociaciones con EEUU para la construcción del Canal, los hizo actuar de una manera audaz, incluso con algunas muestras de desesperación.

Sin embargo, no fue hasta diez años después de la independencia que con Belisario Porras, rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Porras no avanzó significativamente, pero dejó sentadas las bases de la flamante República. Este hecho lo convirtió en una figura estelar en nuestro Panteón de republicanos.

Aún existe una falta de cultura democrática en nuestro medio. A pesar de los avances realizados por el pueblo, todavía hay una oligarquía que cree que el país es su hacienda. El progreso ha sido lento. No fue hasta diez años después de la independencia con Porras rodeado de una generación más joven de panameños, que emerge la cuestión de la democracia, de la soberanía y de la Nación como asuntos de Estado. Una generación más tarde Arnulfo Arias echaría las bases de una nacio-nalidad aún imperfecta con su discurso fogoso que capturó la imaginación de los panameños más humildes. La siguiente generación fue encabezada por Omar Torrijos que negoció la eliminación de la Zona del Canal, la evacuación de las tropas militares extranjeras y la entrega del Canal de Panamá. Torrijos se empinaba sobre esa gloriosa generación que encabezó la gesta del 9 de enero de 1964.

Fueron hitos en un camino que aún falta mucho por completar. Estamos hoy frente a una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. No es la primera vez y no nos debe alterar. Pero como harían los próceres, hay que actuar con audacia para superar el presente impasse.

Cuando EEUU construyó el Canal entre 1904 y 1914 nuestra clase dirigente estaba confundida. No tenía una idea clara sobre dónde íbamos como pueblo, como país, como nación. Sólo sabía que sus cajas registradoras sonaban alegremente. Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra mundial cuando un gobierno inconsti-tucional presidió los destinos del país entre 1941 y 1946 al calor de los ingresos que generaba un mundo envuelto en las llamas destructivas de una guerra global.

A pesar de ese progreso, aún enfrentamos una crisis de identidad, de objetivos, de proyecto. El crecimiento espectacular de la economía a principios del siglo XXI, resultado de la ampliación del Canal y los reajustes a escala global, han generado nuevas riquezas, concen-tradas en muy pocas manos. Enfrentamos grandes desafíos, igual que los próceres, igual que los caídos del 9 de enero. Pueden estar seguros que igual que en el pasado, surgirá una nueva generación que sabrá dar un paso significativo hacia la democracia anhelada, que continuará perfeccionando nuestra soberanía y seguirá construyendo el proyecto de Nación.

El 9 de enero

Sin duda la expresión más acabada de nuestra democra-cia en construcción fue el 9 de enero de 1964. Hay quienes dicen que en esa ocasión no hubo héroes individuales. En esos días hubo un solo héroe: el pueblo panameño. Es la expresión más perfecta de la democracia.

El 9 de enero de 1964 dimos un salto cualitativo. En esa jornada heroica nuestros jóvenes derramaron su sangre y ofrecieron al altar de la Patria y del proyecto de nación su máximo sacrificio.

Nació la conciencia de lo panameño. Se hizo realidad el proyecto panameño de nación. Aún nos falta comprender mejor los caminos intrincados que asume nuestra nacionalidad. Es una lucha de muchas generaciones, pero que se está forjando y será mucho antes que después una hermosa creación colectiva de todos los panameños. Los próceres nos enseñaron a ser audaces, a poner lo que hemos aprendido al servicio de nuestros intereses y hacer lo que otros no pudieron realizar.

La juventud del 9 de enero de 1964 dio un paso adicional. Su audacia enfrentó al ejército más poderoso del mundo con las armas de su inteligencia y arrojo. Recogió lo que las mejores mentes panameñas habían teorizado en torno a la nación panameña y lo hicieron realidad escalando cercas y sembrando banderas.

Hicieron lo que otros grupos, otras generaciones y otras clases sociales no fueron capaces: recuperaron la soberanía. Sin soberanía hay una pseudo-república, una Patria triste y un futuro de incertidumbre.

La soberanía nos da una verdadera república, una Patria orgullosa y un futuro seguro. La soberanía ofrece los entornos del proyecto de Nación que estamos construyendo.

El proyecto de Nación no es el Canal de Panamá, ni tampoco nuestra posición geográfica privilegiada. El proyecto de Nación son nuestros hijos, las futuras generaciones, el porvenir. Esa Nación que estamos construyendo es de nuestros estudiantes, de los estu- diantes del Instituto Nacional que - mas de cien años después de fundada la República – siguen luchando por la dignidad de sus padres (la Patria) y de la futura Nación.

Los próceres nos enseñaron a ser audaces. Las nuevas generaciones han seguido ese ejemplo quizás con un

proyecto distinto. Los trabajadores del Canal de Panamá que con sus primeras luchas – hace cien años - dieron los primeros esbozos de un pueblo aguerrido.

Siguieron los inquilinos de los arrabales de la tercera década del siglo pasado, aparecieron después los trabajadores que crearon los primeros sindicatos indus-triales, sobre sus talones los jóvenes que se empaparon de las teorías sobre la democracia, las mujeres que se enfrentaron a las autoridades exigiendo sus derechos.

Hay que saludar a los estudiantes que sintetizaron ese cúmulo de luchas y nos hicieron entender a todos que sólo podíamos ser panameños si realmente lo sentía-mos y estábamos dispuestos a derramar nuestra sangre y sacrificar lo más precioso para alcanzar este objetivo.

El proyecto (inconcluso) de Nación

Pero no hay que creer que la lucha de los estudiantes se quedó a medias en la cuestión del Canal de Panamá y de la posición geográfica. Gracias a ellos y a un pueblo panameño aguerrido, que salió a combatir con sus pechos ardientes y miradas esperanzadas, hoy tenemos una clase social que come ‘Soberanía’ de manera egoísta sin compartirla y convencida que los frutos de los sacrificios y del trabajo de nuestra juventud les pertenece.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. Ante nosotros se alzan los guerreros del pasado a quienes les rendimos justo homenaje. Contribuyeron así como tantas generaciones de panameños para llegar al presente. No podemos fallarlos en estas últimas batallas. Batallas que se libran en los campos más diversos, en los centros de producción, en los campos de lucha por la educación, en el terreno de la salud, en los cimientos de cada hogar panameño.

La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, aún inconcluso. Los próceres navegaron en la incertidumbre, sin saber cuál sería el puerto en que atracaría la creación producto de su audacia. Hace 50 años los jóvenes y estudiantes rebeldes tenían más claridad. Teníamos el proyecto de Nación que medio siglo más tarde seguimos construyendo bajo la guía de muchas generaciones de panameños. Como plasmó el artista cuna Ologwadi en su obra ‘Asaltadores del amanecer’, continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud del 9 de enero de 1964.

Hay muchas luchas que aún tiene que librar nuestro pueblo y su juventud. La principal guerra que libramos los panameños es por nuestro proyecto de Nación, todavía inconcluso. Sacamos las estacas clavadas en nuestro

territorio, a pesar de la oposición oligárquica. Ahora corresponde dar la batalla por nuestra soberanía social y económica. A pesar de que los próceres navegaban en la incertidumbre, su audacia nos legó la República. Hoy nuestra juventud sabe qué país quieren los panameños. Continuemos siendo audaces como los próceres, pero con un destino claro y preciso – y una nueva dosis de audacia - como la juventud de enero de 1964.

Marco A. Gandásegui, hijo. Doctor, catedrático de Sociología de

la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de

Estudios Latinoamericanos (CELA).

Briseida Allard O.

Si existe un acto de amor, éste es la memoria.

Joseph Brodsky

Contra el olvido, está la palabra.

Contra la muerte total, está el relato de otras vidas.

Montserrat Roig

IEstas notas se proponen revisitar, como imaginando una conversación alrededor de la memoria de la casa chica1, los textos líricos quizá más emblemáticos referidos a la gesta de enero de 1964: ‘9 de enero. Un minuto de silencio’ de Bertalicia Peralta; ‘A los héroes panameños’ de Elsie Alvarado de Ricord; ‘Soberana presencia de la patria’ y ‘Gaviotas de cruz abierta’, de Diana Morán2. Letra valiente a la vez que metáfora viva de aquel momento crucial de la historia istmeña3, escrita por tres mujeres marcadas por la rabia, la ternura y el dolor y hasta por algo parecido a la esperanza.

Contrario a lo que podría pensarse después de transcurrido medio siglo, las piezas escriturales citadas, aunque representativas de lo que Edward Said denominó “narrativas heroicas”4, por tanto ligadas a momentos vitales específicos, permiten detectar núcleos de significación género-sensitivas concernientes a la construcción subalterna del imaginario común identitario, en permanente tensión con la recurrente estructura dominante y depredadora que la colonialidad del poder, del saber y del ser impone en nuestro país desde hace más de quinientos años. De ahí la actualidad de las autoras y sus textos, de ahí el intento siquiera indicativo

de resemantizar sus signos y repolitizar sus argumentos.

IIUn esfuerzo de esta índole reconoce que en las últimas décadas las concepciones y vivencias de la nación y la nacionalidad se han transformado sorprendentemente, sacudidas desde distintas perspectivas y dinámicas económicas, socio-culturales e intersubjetivas, locales y globales, logrando transmutar su naturaleza y eficacia como adhesivo fundamental de las comunidades políticas contemporáneas.

En efecto, la concepción de las naciones como entidades naturales, depositarias de una identidad histórico-cultural más o menos homogénea, ha cedido el paso a la percepción de que se trata de construcciones sociales lábiles, cambiantes y rizomáticas, articuladas en un conjunto plural de subjetividades desplegadas en narrativas y prácticas que disputan territorios geográficos, sociales, corporales y mentales.

Ha tenido lugar una riquísima interlocución intelectual a nivel regional y mundial para explorar la naturaleza diversa de la vinculación femenina en las nuevas luchas

que disputan la nación en el siglo XXI5 y casi como resultado, la aparición de estimulantes hermenéuticas que permiten reinterpretar, actualizándolas, tanto las geografías imaginadas (Said, 1978) como el pensamiento y la palabra acerca de imaginadas comunidades (Anderson,

1983), que recrean las mujeres que vivieron/viven, que participaron/participan en medio de procesos complejos de (re)construcción local, en los cuales “raza, clase y género son inseparables” (Lugones, 2008).

De ahí que, aun si son objeto de debate, estos nuevos acercamientos pueden ser vistos como bazas inacabadas de lo que Spivak (2010: 32) denomina “infraestructura de reconocimiento en el camino hacia la justicia global”.

IIIEn la tesitura de estas notas, describo brevemente tres aportes recientes desde los cuales es posible repensar la cada vez más enmarañada relación entre género y nación, sobre todo en ámbitos coloniales como el que caracteriza al Panamá de 1964: 1) la ética de la liberación como ética de la vida, 2) el enfoque sobre colonialidad de género y feminismo decolonial; y 3) el marco de las mujeres y la política del lugar. 1) La ética de la liberación como ética de la vida es una propuesta del filósofo latinoamericano Enrique Dussel (1998), desde la cual plantea una afirmación rotunda en la vida humana ante la no-vida del vigente modelo económico-político-militar hegemónico. Vida humana que no es un concepto, una idea, ni un horizonte abstracto, sino el modo de realidad de cada ser humano en concreto, condición absoluta de la ética y exigencia de toda liberación.

La negación de la vida es el punto de partida de toda la crítica ética del sistema vigente que propone Dussel,

expresada en el sufrimiento de la víctima, de los domina-dos (como obrero, indio, esclavo africano o explotado asiático del mundo colonial; como corporalidad femenina, raza no-blanca, etc.). Dussel pone el acento principal en lo que llama “corporalidad viviente” de cada sujeto y otorga primacía ética a la preocupación por captar y respetar la “corporalidad viviente” del otro. Cada sujeto ético de la vida cotidiana, cada individuo concreto en todo su actuar, es ya un sujeto posible de la praxis de liberación, en cuanto víctima o solidario con la víctima.

Este planteamiento de Dussel6 es un inigualable punto de apoyo para repensar problemáticas ligadas tanto a las víctimas del sistema hegemónico, como a los sujetos éticos de la vida cotidiana solidarios con la víctima. …en esta fecha / en este nueve de enero amanecido / en este momento extraño de la muerte / en este instante supremo de la vida. / … donde murieron: quemados sus ojos / acongojados por dentro / ultrajados en su casta y en su sangre / violados en su lengua y sus hijos / acogotados, sumidos en la ira y la barbarie… / Hablo de este dolor augusto… …un rencor de decenios descendido / en torrentadas ardientes por los ríos: / un rencor absoluto y solidario un odio colectivo / que vamos a llevar hacia el lugar que tiene / nuestro dolor de sexo ultrajado de corazón apedreado / de lengua amordazada / de nidos agredidos / de pezones silvestres y dulces como cuajados labios de azucenas… (BP, Un minuto)

… ¿Quién responde con pólvora a las notas / de nuestro Himno Nacional, quién pudo / infestar nuestra atmósfera de gases / qué soberbia ancestral mueve esas manos / que destrozan así la bandera? / ¿Por qué regáis la muerte en nuestro suelo / desleales inquilinos zoneítas? / Mártires panameños, / inmolados en pleno florecer, / llamas enhiestas que un vaho / de impiedad ha derribado / al amparo cobarde de los tanques... / ¿Cómo mirar con ojos apacibles el silencio cuajado en vuestros labios? (EAR, A los Héroes)

…Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero / a ustedes tragalunas del mundo / a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo… / Escuchen lo que digo / En cada sitio de mi cuerpo hay un dolor de siemprevivas / para contar al mundo la parábola del buen vecino / que aplastó la luz recién nacida. (DM, Soberana presencia)

2) Lugones (2008) y Segato (2003), reconocidas feministas decoloniales participantes del grupo de investigadores e investigadoras conocido como «el programa de investigación de modernidad/colonialidad» (Escobar, 2003), desde una provocativa interpretación de modernidad, globalidad y diferencia, discuten en detalle una manera otra de entender el patriarcado desde la colonialidad del género y las violencias soterradas y a cielo abierto que lo caracterizan, como expresión de una estructura simbólica profunda.

De acuerdo a Lugones, la dicotomía jerárquica funda-mental es la distinción entre lo humano y lo no-humano, la cual es central en la introducción del sistema colonial-capitalista del sistema de género. Su principal subproducto es la dicotomía racial, la reducción de facto de personas a animales y como tales a instrumentos, deshumanizándolos al concebirlos como bestias, seres naturales, sin humanidad. De este modo, la distinción entre humano civilizado y naturaleza es otra distinción colonial fundamental.

…vuestra mano no es mano libertaria / es la mano esclavista, que asesina / por tierra mar y cielo / vuestros pasos siembran la indignación en nuestro Istmo / por vuestros labios hablan solamente los Teodoro, los Truman, los MacCarty / y vuestros corazones no conocen / la esencial hermandad de los humanos. (EAR, A los Héroes)

… no he llorado aún por las manitas / de las niñas morenas… /… Hablo de labios que no llegaron a conocer / otro calor que el de la pólvora… / Hablo del nueve de enero. / Hablo del lúgubre silencio letal de palomas /

asesinadas en el centro de la vida; / Hablo de brazos destrozados, de vísceras arrebatadas / de gendarmes apostados para matar niñitos… (BP, Un minuto)

… Ahora, ¿cómo bautizarás esta maniobra? / ¿Juegos de patos? 7 / ¿Operación amiga en Canal Zone? / ¿Pildoritas Johnson para el subdesarrollo? /... Los huesitos de Chapultepec... / los huesitos de Atitlán... / Los huesitos de Hiroshima... / La carne, los huesitos de mi patria / molidos con repiques de metralla. / Mi cielo violado, como una niña ciega, / en la torturada inocencia de su pubis / las venas sacadas de su casa joven, / los hijos deshojados, lirios secos, /…. (DM, Soberana presencia)

3) Harcourt y Escobar (2007) han propuesto un marco que subraya la interrelación entre lugar, género, política y justicia. Entienden el lugar como aquello que las mujeres definen como su ambiente y lo que determina su sustrato, su ser y su identidad, es decir, el cuerpo, el hogar, el entorno local y la comunidad, por ende, los terrenos que las mujeres se ven motivadas a defender, definir y apropiarse políticamente. El hecho de tener un cuerpo y vivir en un lugar, hace que corporización y emplazamiento sean características humanas funda-mentales. De ahí que la defensa del lugar se convierte en una política del lugar y ocurre cuando las mujeres se involucran en luchas políticas colectivas referidas al lugar, vinculando voces subalternas con la acción colectiva en contra de la injusticia y la desigualdad.

Este quizá sea uno de los enfoques más fecundos para el análisis de “narrativas heroicas” escritas por mujeres. Cuando visionamos los textos líricos elegidos a través del citado enfoque del lugar, se evidencia un conjunto de concepciones subyacentes que comparten las autoras de un modo por demás interesante. Y es que durante rupturas sociales tan profundas, como la de enero de 1964, se fracturan las tradiciones que hacen de lo doméstico el lugar de la mujer.

7Referencia a la expresión del general Andrew O’Meara, en aquel momento jefe del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos y vicegobernador de la Zona del Canal, quien adujo, minimizando la agresión, que no se usaron armas de guerra, sino ‘balas para cazar patos’.

VíaLetra

En efecto, los mundos imaginados femeninos percibi-dos en los versos dan cuenta de ese nuevo espacio, más amplio y abarcador hasta incluir el medio natural que las rodea. La patria no es la nación, tanto que las autoras ni siquiera llegan a mencionar esta última palabra. Puede apreciarse la mención afectiva del término patria entendida en última instancia como macrocosmos familiar. Es más, las numerosas menciones del término patria que hacen las poetas elegidas parecen insinuar un código de patria distinto, como enunciación de transgresión al poder.

… Patria nueva /… Patria sangrante /… gimiente Patria /… despedazada, dulce, buena Patria / con su pecho abierto por la metralla / la soberbia, la odiosa conquista del imperio / de Estados Unidos por el crimen. (BP, Un minuto)

¿Quién ha osado segar este prodigio / de corazones jóvenes, colmados / por más de medio siglo de injusticia, / vivas antenas que captar sabían / los acentos más hondos de la Patria? (EAR, A los Héroes)

Mi patria, cántaro de amor en todo idioma, / que ofrece su agua buena al peregrino / ha arrastrado sesenta calendarios / sin derecho a la fruta, / al árbol de su huerto, / saqueada en la bondad de su cintura. (DM, Soberana presencia)

Somos de la casa chica / Pulgarcito, Panamá, / alcancía de corales / prisionera en el canal... Simbad de todos los mares / Cenicientas, bambú fresco / oriental cejas de trigo / Aladinos del cerezo. / El lobo se llama dólar / el lobo mató la paz / el lobo niños del mundo / lleva barbas de Tío Sam… / Con botas de siete leguas, / con hachas del lilolá, / los enanitos unidos lo podemos acabar. (DM, Gaviotas)

IVNingún discurso, y desde luego el de nación no es excepción, puede aislarse de las esferas determinadas por el género y la orientación sexual, en especial

cuando éstas se emplean continuamente para marcar y territorializar los límites nacionales y/o comunitarios. Vistos desde perspectivas analíticas recientes, se percibe que los mundos imaginados que se han repasa-do no muestran que sea maquinal que las mujeres y las familias sean entidades que permanecen sin alteraciones fundamentales en medio de los embates y transformaciones sociales y políticas.

Después de cincuenta años, las nuevas circunstancias políticas y socioculturales en el istmo insinúan la pertinencia de aquellas narrativas que asumieron la cuestión nacional como necesidad radical soterrada en ficciones fundacionales, otra vez.

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En efecto, los mundos imaginados femeninos percibidos en los versos dan cuenta de ese nuevo espacio, más amplio y abarcador hasta incluir el medio natural que las rodea. La patria no es la nación, tanto que las autoras ni siquiera llegan a mencionar esta última palabra. Puede apreciarse la mención afectiva del término patria entendida en última instancia como macrocosmos familiar. Es más, las numerosas menciones del término patria que hacen las poetas elegidas parecen insinuar un código de patria distinto, como enunciación de transgresión al poder.

… Patria nueva /… Patria sangrante /… gimiente Patria /… despedazada, dulce, buena Patria / con su pecho abierto por la metralla / la soberbia, la odiosa conquista del imperio / de Estados Unidos por el crimen. (BP, Un minuto)

¿Quién ha osado segar este prodigio / de corazones jóvenes, colmados / por más de medio siglo de injusticia, / vivas antenas que captar sabían / los acentos más hondos de la Patria? (EAR, A los Héroes)

Mi patria, cántaro de amor en todo idioma, / que ofrece su agua buena al peregrino / ha arrastrado sesenta calendarios / sin derecho a la fruta, / al árbol de su huerto, / saqueada en la bondad de su cintura. (DM, Soberana presencia)

Somos de la casa chica / Pulgarcito, Panamá, / alcancía de corales / prisionera en el canal... Simbad de todos los mares / Cenicientas, bambú fresco / oriental cejas de trigo / Aladinos del cerezo. / El lobo se llama dólar / el lobo mató la paz / el lobo niños del mundo / lleva barbas de Tío Sam… / Con botas de siete leguas, / con hachas del lilolá, / los enanitos unidos lo podemos acabar. (DM, Gaviotas)

IVNingún discurso, y desde luego el de nación no es excepción, puede aislarse de las esferas determinadas por el género y la orientación sexual, en especial cuando éstas se emplean continuamente para marcar y territorializar los límites nacionales y/o comunitarios. Vistos desde perspectivas analíticas recientes, se percibe que los mundos imaginados que se han repasado no muestran que sea maquinal que las mujeres y las familias sean entidades que permanecen sin alteraciones fundamentales en medio de los embates y transformaciones sociales y políticas.

Después de cincuenta años, las nuevas circunstancias políticas y socioculturales en el istmo insinúan la pertinencia de aquellas narrativas que asumieron la cuestión nacional como necesidad radical soterrada en ficciones fundacionales, otra vez.

Briseida Allard O. Magíster, catedrática de Relaciones Internacio-

nales en la Facultad de Administración Pública de la Universidad

de Panamá, feminista, especialista en estudios de género.

Referencias

Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas. Ed. original 1983. México: Fondo de Cultura Económica.

Brennan, T. (2010). “La nostalgia nacional de la forma”. En H. B. Bhabha: Nación y narración. Entre la ilusión de una identidad y las diferencias

culturales. México: Siglo XXI Editores, pp. 65-97.

Dussel, Enrique (1998). Ética de la liberación en la edad de la globalización y de la exclusión. 2ª edición. Madrid: Editorial Trotta.

Escobar, A. (2003). Mundos y conocimientos de otro modo. El programa de investigación de modernidad/colonialidad latinoamericano. Consultado

el 29 de enero de 2010. Disponible en: http://www.unc.edu/~aescobar/text/esp/escobar-tabula-rasa.pdf

Gramsci, A. (1975). Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el estado moderno. México: Juan Pablos Editor

Harcourt, W. y Escobar, A. (2007). Las mujeres y las políticas del lugar. México: Universidad Autónoma de México y Programa Universitario de

Estudios de Género. http://new.pensamientopenal.com.ar/sites/default/files/2011/11/genero01.pdf

Lugones, M. (2008). Colonialidad y género. Consultado el 15 de octubre de 2013. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.

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Marder, H. (1979). Feminismo y Arte. Un estudio sobre Virginia Woolf. Madrid: Debate

Said, E. (1978). Orientalismo. Barcelona: Random House Mondadori.

Segato, R. (2003). Las estructuras elementales de la violencia: contrato y status en la etiología de la violencia. Consultado el 22 de enero de 2010.

Disponible en:

Spivak, G. (2010). “¿Por qué los estudios de las mujeres?”. En Isabel Carrera S. (Coord.): Nación, diversidad y género. Perspectivas críticas.

Barcelona: Anthropos, pp. 15-40.

Del tintero de…

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Page 68: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Referencias bibliográficas

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VíaLetra

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Con la frustración marcada en el rostro, este humilde panameño bandera en mano, retrocede ante laenvestida del implacable ejército Norteamericano, en las inmediaciones del área de la localidad de Ancón,

en la Zona del Canal (Foto de la Revista LIFE).

Ascanio Arosemena, estudiante de la Escuela Profesional Isabel Herrera Obaldía, auxilia a uno de los estudiantes heridos la noche del 9 de Enero de 1964. Instantes después Ascanio también cae,

convirtiéndose en el primer mártir de la gesta heroica del 9 de Enero de 1964 (Foto de la Revista LIFE).

Del tintero de…

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VíaLetra

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Memoria en común

Ofrenda. Carlos González Palomino

César A. VillarrealRicardo Arturo Ríos TorresÁngela Alvarado Aguilar

Mem

oria en común

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César A. Villarreal

Escribir acerca de mi participación en la Gesta de Enero de 1964 siempre me pareció un gesto arrogante, de manera que la misma se ha recogido, más bien, en innúmeras entrevistas que he dado a diferentes medios de difusión masiva a lo largo de cincuenta años. Por ello, agradezco la amable invitación de la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Panamá que me permite presentar, a la luz pública ésta primera versión personal.

El viernes nueve de enero fue un día de especial recordación para este joven aún adolescente del Institu-to Nacional. Ese día terminaba el año lectivo y el lunes venidero, se iniciaría el período de exámenes finales. Por aquellas fechas, era dado presentar exámenes que resumían el contenido completo de las asignaturas cursadas. Para mi satisfacción, aquel año solo presen-taría tres de los exámenes correspondientes.

Solo una sombra enturbiaba mi entrada a la Universidad de Panamá, que no era otra que la empecinada, y para mi absurda, negativa de los zonians a izar la bandera panameña en los edificios públicos de la antigua Zona del Canal. A lo largo de nuestras vacaciones navideñas, los periódicos locales no habían cesado de expresar el descontento nacional, por la poca atención que las autoridades zoneítas mostraban ante los acuerdos que los presidentes Roberto F. Chiari y John F. Kennedy habían firmado un año antes. De acuerdo con el mismo, las banderas de ambos países ondearían en todos los edificios públicos de la zona canalera.

Como de costumbre, llegué al colegio a las dos de la tarde encontrándome con la sorpresa que mis compañeros de estudio, congregados en el vestíbulo del Instituto, organizaban una marcha a los predios del

Rindiendo testimonio

Colegio Secundario de Balboa como protesta, por el incumplimiento de los acuerdos previamente pactados. Rápidamente me informaron de algunas de las activi-dades que ya se habían realizado.

Era costumbre que los eventos que implicaban partici-pación estudiantil fuera de los confines del colegio, fueran comandados por la Asociación de Graduandos. La lógica era que, siendo los estudiantes más maduros, organizarían las acciones con mayor cordura.

En ese instante, se acercó al pequeño grupo del cual formaba parte, el compañero Rogelio Hilton, presidente de la Asociación, quien nos informó que se escogerían cuatro estudiantes para que llevaran la bandera del colegio a la vanguardia de la marcha. Cuál no sería mi sorpresa cuando, escasos quince minutos después, Hilton nos informó que los estudiantes seleccionados eran: Alcibíades Picota, Inocencio García, Luis Vergara y yo.

Minutos después, los convocados, en compañía de Hilton entramos al despacho del señor Rector Dídimo Ríos, quien nos hizo entrega de la enseña. La misma se guardaba en una vitrina de cristal ubicada a un lado del escritorio del Rector.

El profesor Ríos nos describió el valor que para los institutores tenía ese pendón patrio. Había precedido las marchas de protesta en contra del oprobioso convenio de bases Filós-Hines, y guardaba entre sus pliegues, como mancha indeleble, la sangre de uno de los mártires de aquella lucha patriótica, el estudiante institutor Sebastián Tapia. El profesor Ríos, miraba con atención aquella mancha y exclamó finalmente:“Les entrego esta bandera que deberán defender como si

fuera su propia vida”. Lejos estaba el profesor Ríos de prever el significado que guardaban sus palabras.

Los eventos se sucedieron con rapidez, pronto nos vimos rodeados de un centenar de compañeros que gritaban consignas anticolonialistas y se acomodaban a lo largo de la calle frontal al colegio. Yo era ignorante de los arreglos que se habían adelantado para la organi-zación de la marcha.

Alguien me comunicó que teníamos autorización, por parte de las autoridades zoneítas, para marchar por la Zona del Canal. Al iniciar la caminata, debo confesar, me sentía muy aprehensivo de la posibilidad de realizar la misma sin interrupción. La experiencia reciente había demostrado que la policía zonian reprimía, sin miramientos, cualquier forma de manifestación popular dentro del área canalera.

La marcha, sin embargo, continuó inexorable, y pronto dobló por Calle Estudiante en dirección a la Avenida de los Mártires, denominada entonces Avenida 4 de julio, hasta alcanzar la avenida que corre frente al Hospital Gorgas, hoy Instituto Oncológico Nacional.

La dirigencia estudiantil comenzó a correr entre nosotros algunos lineamientos que debíamos cumplir rigurosa-mente. El primero, no emitir gritos a lo largo de nuestro trayecto por el hospital zoneíta. Igualmente, nos absten-dríamos de lanzar consignas que podrían ser interpreta-dos equívocamente, tal y como era el caso, de la proclama: “¡Soberanía o muerte, venceremos!” Gesto inútil, pues más tarde el gobierno de L.B. Johnson acusaría al movimiento de ser organizado desde la Habana.

La marcha continuó en perfecto orden y en silencio, hasta alcanzar las alturas de Quarry Heights donde se

encuentra ubicada la antigua casa del Gobernador de la Zona del Canal. Una vez allí, hicimos un alto y entonamos el himno nacional. Una vez terminado el gesto patriótico proseguimos hasta llegar al Edificio Administrativo de la Zona, alcanzando su escalinata. Una vez más hicimos un alto con el propósito de posar para una fotografía; en ese momento, tomé conciencia de que nos seguían algunos fotógrafos de la prensa escrita.

Al proseguir la marcha, pude notar que al final de las escalinatas se había organizado un retén policial. La marcha hizo un alto, mientras los compañeros de la dirigencia negociaban con las autoridades policiales la mejor forma de realizar nuestro acto de protesta. Minutos después, se nos informó que se había alcanzado un acuerdo, consistente en que los cuatro que guardábamos la bandera y un grupo muy reducido de acompañantes seríamos conducidos al pie del asta de la bandera del Colegio Secundario donde, desplegando la bandera, cantaríamos el himno nacional.

Justo es reconocer que todo el acuerdo me pareció incoherente. Entre otras razones, implicaba enfrentar en solitario un grupo desbordado de estudiantes engreídos que consideraban la Zona como de su propiedad absoluta.

Se inició así una marcha, que por lo diminuto de su composición numérica, produjo en mí un estado de completa indefensión. No me atrevía mirar atrás mientras nos dirigíamos a la explanada frontal del colegio gringo. Estábamos solos.

En realidad, la situación era más feroz de lo que mi imaginación había previsto. Había estudiantes por todas partes y rodeando el asta donde ondeaba la bandera yanqui. Pude ver algunos mozalbetes que gesticulaban

desde las balaustradas de la escuela, mientras nos insultaban en un idioma que no entendíamos. No obstante, el tono de sus voces y los gestos que producían transmitían un ominoso significado. Los cuatro designa-dos nos apretamos hombro con hombro intentando proteger, como una joya, la bandera nacional, al ser rodeados, como un anillo, por lo que a mis ojos y oídos parecía el mundo entero. Una multitud de gringuitos nos empujaba, gritaba e insultaba, mientras nosotros intentábamos iniciar el canto del himno nacional. Y el mundo se hundió a mis pies. Los insultos se hicieron empellones; los policías, que por primera vez noté nos acompañaban, nos empujaban fuera de los predios de la escuela. En la confusión no podía entender el por qué los policías me golpeaban en los costados con sus macanas. Uno de los golpes de macana infringido por uno de los policías finalmente rasgó la bandera.

Los insultos continuaron mientras los policías nos arrastraban fuera del colegio. Cuando atravesamos la marquesina que rodeaba el mismo, pude notar que un gran número de estudiantes encaramados en sus alturas, también proferían insultos. El más hiriente de ellos quedará grabado indeleblemente en mi memoria. Un chico exclamó claramente: “¡Go home!” Era una exclamación incongruente, el invasor no solo ofendía la enseña patria, sino que me expulsaba ignominiosa-mente de mi patria. El resto de los compañeros, quienes nos esperaban ansiosamente al otro lado de la calle, trastocaron sus expresiones de alivio en alarma al vernos regresar. Una compañera preguntó: “¿Villarreal qué pasó?” Infinitamente avergonzado, airado y con lágrimas en los ojos solo pude contestar: “¡Nos rompieron la bandera!”

La indignación de los compañeros fue inmediata, comen-zaron a lanzar consignas antiyanquis, mientras que el

destacamento policial allí asignado comenzó a conmi-narnos a salir del área zoneíta. Corriendo, comenzamos a ascender las escalinatas del Edificio Administrativo.

Al llegar a sus alturas pude observar a un grupo de nuestros acompañantes que intentaba inútilmente arriar la bandera norteamericana que ondea en dicho recinto. Continuamos nuestro regreso exactamente por la ruta que habíamos emprendido un par de horas antes. Al alcanzar la casa del gobernador, oí disparos y el chirriar de las llantas del auto de la policía zonian que pisaba nuestros talones. Unos compañeros quebraron algunas luminarias lanzándoles piedras, asegurando de esta forma, que la oscuridad que comenzaba a cubrir el día nos protegiera de los disparos.

Mi regreso a las paredes del Instituto, no solo me dio la protección que solo el regazo de una madre ofrece, sino la voz amiga capaz de mitigar mi vergüenza. No recuerdo quién tomó la bandera, pero él me aseguró que sería devuelta al Rector.

Siendo aproximadamente las seis de la tarde regresé airado a lo que desde ese anochecer sería la Avenida de los Mártires; contemplando con sorpresa, que ya ardía un carro volteado por turbas tan indignadas como yo.

El impacto que este acto solitario tuvo en mí permanece igualmente imborrable en mi memoria. ¿Cómo se había enterado el pueblo panameño de la afrenta que la lumpenería colonialista había infringido a nuestra bandera? La respuesta más general que emergió a mi conciencia fue la de que el hombre y la mujer panameña estaban indignados por el comportamiento deshonesto de los norteamericanos. Mucho más tarde, me enteré que la vibrante y vigorosa voz de Thelma King había estado, desde el primer momento, informando

todos los acontecimientos que ocurrían al otro lado de la cerca zoneíta aquella tarde. Es menester mencionar entonces, que lo mejor del espíritu nacional nos acom-pañó, en todo momento, a lo largo de nuestra marcha.

Durante la noche, deambulé por todas las calles de la ciudad, buscando un breve descanso en casa de algunas compañeras, cuyas madres me recibieron con los brazos abiertos y saciaron mi sed y mi hambre. No me atrevía a regresar a mi casa, por el temor cierto, de que no me permitirían salir nuevamente. A la madrugada del 10 de enero, mi cuerpo exhausto halló descanso en el suelo del Aula Máxima del Instituto, hasta que gritos eufóricos provenientes del vestíbulo me despertaron. Bajé alarmado, para oír de boca de uno de mis compañeros que el presidente Chiari había roto

relaciones diplomáticas con la primera potencia del hemisferio y mi corazón comenzó a resarcir sus heridas.

Mi padre, me encontró la tarde de ese día deambulando por la Avenida de los Mártires con una piedra en la mano, en busca de una buena ventana yanqui para estrellar en ella mi profunda vergüenza.Antigua, Guatemala, noviembre de 2013.

César A. Villarreal. Doctor, catedrático de la Facultad de

Ciencias Naturales y Tecnología de la Universidad de Panamá.

Héroe del 9 de Enero de 1964.

VíaLetra

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Page 73: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

César A. Villarreal

Escribir acerca de mi participación en la Gesta de Enero de 1964 siempre me pareció un gesto arrogante, de manera que la misma se ha recogido, más bien, en innúmeras entrevistas que he dado a diferentes medios de difusión masiva a lo largo de cincuenta años. Por ello, agradezco la amable invitación de la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Panamá que me permite presentar, a la luz pública ésta primera versión personal.

El viernes nueve de enero fue un día de especial recordación para este joven aún adolescente del Institu-to Nacional. Ese día terminaba el año lectivo y el lunes venidero, se iniciaría el período de exámenes finales. Por aquellas fechas, era dado presentar exámenes que resumían el contenido completo de las asignaturas cursadas. Para mi satisfacción, aquel año solo presen-taría tres de los exámenes correspondientes.

Solo una sombra enturbiaba mi entrada a la Universidad de Panamá, que no era otra que la empecinada, y para mi absurda, negativa de los zonians a izar la bandera panameña en los edificios públicos de la antigua Zona del Canal. A lo largo de nuestras vacaciones navideñas, los periódicos locales no habían cesado de expresar el descontento nacional, por la poca atención que las autoridades zoneítas mostraban ante los acuerdos que los presidentes Roberto F. Chiari y John F. Kennedy habían firmado un año antes. De acuerdo con el mismo, las banderas de ambos países ondearían en todos los edificios públicos de la zona canalera.

Como de costumbre, llegué al colegio a las dos de la tarde encontrándome con la sorpresa que mis compañeros de estudio, congregados en el vestíbulo del Instituto, organizaban una marcha a los predios del

Colegio Secundario de Balboa como protesta, por el incumplimiento de los acuerdos previamente pactados. Rápidamente me informaron de algunas de las activi-dades que ya se habían realizado.

Era costumbre que los eventos que implicaban partici-pación estudiantil fuera de los confines del colegio, fueran comandados por la Asociación de Graduandos. La lógica era que, siendo los estudiantes más maduros, organizarían las acciones con mayor cordura.

En ese instante, se acercó al pequeño grupo del cual formaba parte, el compañero Rogelio Hilton, presidente de la Asociación, quien nos informó que se escogerían cuatro estudiantes para que llevaran la bandera del colegio a la vanguardia de la marcha. Cuál no sería mi sorpresa cuando, escasos quince minutos después, Hilton nos informó que los estudiantes seleccionados eran: Alcibíades Picota, Inocencio García, Luis Vergara y yo.

Minutos después, los convocados, en compañía de Hilton entramos al despacho del señor Rector Dídimo Ríos, quien nos hizo entrega de la enseña. La misma se guardaba en una vitrina de cristal ubicada a un lado del escritorio del Rector.

El profesor Ríos nos describió el valor que para los institutores tenía ese pendón patrio. Había precedido las marchas de protesta en contra del oprobioso convenio de bases Filós-Hines, y guardaba entre sus pliegues, como mancha indeleble, la sangre de uno de los mártires de aquella lucha patriótica, el estudiante institutor Sebastián Tapia. El profesor Ríos, miraba con atención aquella mancha y exclamó finalmente:“Les entrego esta bandera que deberán defender como si

fuera su propia vida”. Lejos estaba el profesor Ríos de prever el significado que guardaban sus palabras.

Los eventos se sucedieron con rapidez, pronto nos vimos rodeados de un centenar de compañeros que gritaban consignas anticolonialistas y se acomodaban a lo largo de la calle frontal al colegio. Yo era ignorante de los arreglos que se habían adelantado para la organi-zación de la marcha.

Alguien me comunicó que teníamos autorización, por parte de las autoridades zoneítas, para marchar por la Zona del Canal. Al iniciar la caminata, debo confesar, me sentía muy aprehensivo de la posibilidad de realizar la misma sin interrupción. La experiencia reciente había demostrado que la policía zonian reprimía, sin miramientos, cualquier forma de manifestación popular dentro del área canalera.

La marcha, sin embargo, continuó inexorable, y pronto dobló por Calle Estudiante en dirección a la Avenida de los Mártires, denominada entonces Avenida 4 de julio, hasta alcanzar la avenida que corre frente al Hospital Gorgas, hoy Instituto Oncológico Nacional.

La dirigencia estudiantil comenzó a correr entre nosotros algunos lineamientos que debíamos cumplir rigurosa-mente. El primero, no emitir gritos a lo largo de nuestro trayecto por el hospital zoneíta. Igualmente, nos absten-dríamos de lanzar consignas que podrían ser interpreta-dos equívocamente, tal y como era el caso, de la proclama: “¡Soberanía o muerte, venceremos!” Gesto inútil, pues más tarde el gobierno de L.B. Johnson acusaría al movimiento de ser organizado desde la Habana.

La marcha continuó en perfecto orden y en silencio, hasta alcanzar las alturas de Quarry Heights donde se

encuentra ubicada la antigua casa del Gobernador de la Zona del Canal. Una vez allí, hicimos un alto y entonamos el himno nacional. Una vez terminado el gesto patriótico proseguimos hasta llegar al Edificio Administrativo de la Zona, alcanzando su escalinata. Una vez más hicimos un alto con el propósito de posar para una fotografía; en ese momento, tomé conciencia de que nos seguían algunos fotógrafos de la prensa escrita.

Al proseguir la marcha, pude notar que al final de las escalinatas se había organizado un retén policial. La marcha hizo un alto, mientras los compañeros de la dirigencia negociaban con las autoridades policiales la mejor forma de realizar nuestro acto de protesta. Minutos después, se nos informó que se había alcanzado un acuerdo, consistente en que los cuatro que guardábamos la bandera y un grupo muy reducido de acompañantes seríamos conducidos al pie del asta de la bandera del Colegio Secundario donde, desplegando la bandera, cantaríamos el himno nacional.

Justo es reconocer que todo el acuerdo me pareció incoherente. Entre otras razones, implicaba enfrentar en solitario un grupo desbordado de estudiantes engreídos que consideraban la Zona como de su propiedad absoluta.

Se inició así una marcha, que por lo diminuto de su composición numérica, produjo en mí un estado de completa indefensión. No me atrevía mirar atrás mientras nos dirigíamos a la explanada frontal del colegio gringo. Estábamos solos.

En realidad, la situación era más feroz de lo que mi imaginación había previsto. Había estudiantes por todas partes y rodeando el asta donde ondeaba la bandera yanqui. Pude ver algunos mozalbetes que gesticulaban

desde las balaustradas de la escuela, mientras nos insultaban en un idioma que no entendíamos. No obstante, el tono de sus voces y los gestos que producían transmitían un ominoso significado. Los cuatro designa-dos nos apretamos hombro con hombro intentando proteger, como una joya, la bandera nacional, al ser rodeados, como un anillo, por lo que a mis ojos y oídos parecía el mundo entero. Una multitud de gringuitos nos empujaba, gritaba e insultaba, mientras nosotros intentábamos iniciar el canto del himno nacional. Y el mundo se hundió a mis pies. Los insultos se hicieron empellones; los policías, que por primera vez noté nos acompañaban, nos empujaban fuera de los predios de la escuela. En la confusión no podía entender el por qué los policías me golpeaban en los costados con sus macanas. Uno de los golpes de macana infringido por uno de los policías finalmente rasgó la bandera.

Los insultos continuaron mientras los policías nos arrastraban fuera del colegio. Cuando atravesamos la marquesina que rodeaba el mismo, pude notar que un gran número de estudiantes encaramados en sus alturas, también proferían insultos. El más hiriente de ellos quedará grabado indeleblemente en mi memoria. Un chico exclamó claramente: “¡Go home!” Era una exclamación incongruente, el invasor no solo ofendía la enseña patria, sino que me expulsaba ignominiosa-mente de mi patria. El resto de los compañeros, quienes nos esperaban ansiosamente al otro lado de la calle, trastocaron sus expresiones de alivio en alarma al vernos regresar. Una compañera preguntó: “¿Villarreal qué pasó?” Infinitamente avergonzado, airado y con lágrimas en los ojos solo pude contestar: “¡Nos rompieron la bandera!”

La indignación de los compañeros fue inmediata, comen-zaron a lanzar consignas antiyanquis, mientras que el

destacamento policial allí asignado comenzó a conmi-narnos a salir del área zoneíta. Corriendo, comenzamos a ascender las escalinatas del Edificio Administrativo.

Al llegar a sus alturas pude observar a un grupo de nuestros acompañantes que intentaba inútilmente arriar la bandera norteamericana que ondea en dicho recinto. Continuamos nuestro regreso exactamente por la ruta que habíamos emprendido un par de horas antes. Al alcanzar la casa del gobernador, oí disparos y el chirriar de las llantas del auto de la policía zonian que pisaba nuestros talones. Unos compañeros quebraron algunas luminarias lanzándoles piedras, asegurando de esta forma, que la oscuridad que comenzaba a cubrir el día nos protegiera de los disparos.

Mi regreso a las paredes del Instituto, no solo me dio la protección que solo el regazo de una madre ofrece, sino la voz amiga capaz de mitigar mi vergüenza. No recuerdo quién tomó la bandera, pero él me aseguró que sería devuelta al Rector.

Siendo aproximadamente las seis de la tarde regresé airado a lo que desde ese anochecer sería la Avenida de los Mártires; contemplando con sorpresa, que ya ardía un carro volteado por turbas tan indignadas como yo.

El impacto que este acto solitario tuvo en mí permanece igualmente imborrable en mi memoria. ¿Cómo se había enterado el pueblo panameño de la afrenta que la lumpenería colonialista había infringido a nuestra bandera? La respuesta más general que emergió a mi conciencia fue la de que el hombre y la mujer panameña estaban indignados por el comportamiento deshonesto de los norteamericanos. Mucho más tarde, me enteré que la vibrante y vigorosa voz de Thelma King había estado, desde el primer momento, informando

todos los acontecimientos que ocurrían al otro lado de la cerca zoneíta aquella tarde. Es menester mencionar entonces, que lo mejor del espíritu nacional nos acom-pañó, en todo momento, a lo largo de nuestra marcha.

Durante la noche, deambulé por todas las calles de la ciudad, buscando un breve descanso en casa de algunas compañeras, cuyas madres me recibieron con los brazos abiertos y saciaron mi sed y mi hambre. No me atrevía a regresar a mi casa, por el temor cierto, de que no me permitirían salir nuevamente. A la madrugada del 10 de enero, mi cuerpo exhausto halló descanso en el suelo del Aula Máxima del Instituto, hasta que gritos eufóricos provenientes del vestíbulo me despertaron. Bajé alarmado, para oír de boca de uno de mis compañeros que el presidente Chiari había roto

relaciones diplomáticas con la primera potencia del hemisferio y mi corazón comenzó a resarcir sus heridas.

Mi padre, me encontró la tarde de ese día deambulando por la Avenida de los Mártires con una piedra en la mano, en busca de una buena ventana yanqui para estrellar en ella mi profunda vergüenza.Antigua, Guatemala, noviembre de 2013.

César A. Villarreal. Doctor, catedrático de la Facultad de

Ciencias Naturales y Tecnología de la Universidad de Panamá.

Héroe del 9 de Enero de 1964.

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César A. Villarreal

Escribir acerca de mi participación en la Gesta de Enero de 1964 siempre me pareció un gesto arrogante, de manera que la misma se ha recogido, más bien, en innúmeras entrevistas que he dado a diferentes medios de difusión masiva a lo largo de cincuenta años. Por ello, agradezco la amable invitación de la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Panamá que me permite presentar, a la luz pública ésta primera versión personal.

El viernes nueve de enero fue un día de especial recordación para este joven aún adolescente del Institu-to Nacional. Ese día terminaba el año lectivo y el lunes venidero, se iniciaría el período de exámenes finales. Por aquellas fechas, era dado presentar exámenes que resumían el contenido completo de las asignaturas cursadas. Para mi satisfacción, aquel año solo presen-taría tres de los exámenes correspondientes.

Solo una sombra enturbiaba mi entrada a la Universidad de Panamá, que no era otra que la empecinada, y para mi absurda, negativa de los zonians a izar la bandera panameña en los edificios públicos de la antigua Zona del Canal. A lo largo de nuestras vacaciones navideñas, los periódicos locales no habían cesado de expresar el descontento nacional, por la poca atención que las autoridades zoneítas mostraban ante los acuerdos que los presidentes Roberto F. Chiari y John F. Kennedy habían firmado un año antes. De acuerdo con el mismo, las banderas de ambos países ondearían en todos los edificios públicos de la zona canalera.

Como de costumbre, llegué al colegio a las dos de la tarde encontrándome con la sorpresa que mis compañeros de estudio, congregados en el vestíbulo del Instituto, organizaban una marcha a los predios del

Colegio Secundario de Balboa como protesta, por el incumplimiento de los acuerdos previamente pactados. Rápidamente me informaron de algunas de las activi-dades que ya se habían realizado.

Era costumbre que los eventos que implicaban partici-pación estudiantil fuera de los confines del colegio, fueran comandados por la Asociación de Graduandos. La lógica era que, siendo los estudiantes más maduros, organizarían las acciones con mayor cordura.

En ese instante, se acercó al pequeño grupo del cual formaba parte, el compañero Rogelio Hilton, presidente de la Asociación, quien nos informó que se escogerían cuatro estudiantes para que llevaran la bandera del colegio a la vanguardia de la marcha. Cuál no sería mi sorpresa cuando, escasos quince minutos después, Hilton nos informó que los estudiantes seleccionados eran: Alcibíades Picota, Inocencio García, Luis Vergara y yo.

Minutos después, los convocados, en compañía de Hilton entramos al despacho del señor Rector Dídimo Ríos, quien nos hizo entrega de la enseña. La misma se guardaba en una vitrina de cristal ubicada a un lado del escritorio del Rector.

El profesor Ríos nos describió el valor que para los institutores tenía ese pendón patrio. Había precedido las marchas de protesta en contra del oprobioso convenio de bases Filós-Hines, y guardaba entre sus pliegues, como mancha indeleble, la sangre de uno de los mártires de aquella lucha patriótica, el estudiante institutor Sebastián Tapia. El profesor Ríos, miraba con atención aquella mancha y exclamó finalmente:“Les entrego esta bandera que deberán defender como si

fuera su propia vida”. Lejos estaba el profesor Ríos de prever el significado que guardaban sus palabras.

Los eventos se sucedieron con rapidez, pronto nos vimos rodeados de un centenar de compañeros que gritaban consignas anticolonialistas y se acomodaban a lo largo de la calle frontal al colegio. Yo era ignorante de los arreglos que se habían adelantado para la organi-zación de la marcha.

Alguien me comunicó que teníamos autorización, por parte de las autoridades zoneítas, para marchar por la Zona del Canal. Al iniciar la caminata, debo confesar, me sentía muy aprehensivo de la posibilidad de realizar la misma sin interrupción. La experiencia reciente había demostrado que la policía zonian reprimía, sin miramientos, cualquier forma de manifestación popular dentro del área canalera.

La marcha, sin embargo, continuó inexorable, y pronto dobló por Calle Estudiante en dirección a la Avenida de los Mártires, denominada entonces Avenida 4 de julio, hasta alcanzar la avenida que corre frente al Hospital Gorgas, hoy Instituto Oncológico Nacional.

La dirigencia estudiantil comenzó a correr entre nosotros algunos lineamientos que debíamos cumplir rigurosa-mente. El primero, no emitir gritos a lo largo de nuestro trayecto por el hospital zoneíta. Igualmente, nos absten-dríamos de lanzar consignas que podrían ser interpreta-dos equívocamente, tal y como era el caso, de la proclama: “¡Soberanía o muerte, venceremos!” Gesto inútil, pues más tarde el gobierno de L.B. Johnson acusaría al movimiento de ser organizado desde la Habana.

La marcha continuó en perfecto orden y en silencio, hasta alcanzar las alturas de Quarry Heights donde se

encuentra ubicada la antigua casa del Gobernador de la Zona del Canal. Una vez allí, hicimos un alto y entonamos el himno nacional. Una vez terminado el gesto patriótico proseguimos hasta llegar al Edificio Administrativo de la Zona, alcanzando su escalinata. Una vez más hicimos un alto con el propósito de posar para una fotografía; en ese momento, tomé conciencia de que nos seguían algunos fotógrafos de la prensa escrita.

Al proseguir la marcha, pude notar que al final de las escalinatas se había organizado un retén policial. La marcha hizo un alto, mientras los compañeros de la dirigencia negociaban con las autoridades policiales la mejor forma de realizar nuestro acto de protesta. Minutos después, se nos informó que se había alcanzado un acuerdo, consistente en que los cuatro que guardábamos la bandera y un grupo muy reducido de acompañantes seríamos conducidos al pie del asta de la bandera del Colegio Secundario donde, desplegando la bandera, cantaríamos el himno nacional.

Justo es reconocer que todo el acuerdo me pareció incoherente. Entre otras razones, implicaba enfrentar en solitario un grupo desbordado de estudiantes engreídos que consideraban la Zona como de su propiedad absoluta.

Se inició así una marcha, que por lo diminuto de su composición numérica, produjo en mí un estado de completa indefensión. No me atrevía mirar atrás mientras nos dirigíamos a la explanada frontal del colegio gringo. Estábamos solos.

En realidad, la situación era más feroz de lo que mi imaginación había previsto. Había estudiantes por todas partes y rodeando el asta donde ondeaba la bandera yanqui. Pude ver algunos mozalbetes que gesticulaban

desde las balaustradas de la escuela, mientras nos insultaban en un idioma que no entendíamos. No obstante, el tono de sus voces y los gestos que producían transmitían un ominoso significado. Los cuatro designa-dos nos apretamos hombro con hombro intentando proteger, como una joya, la bandera nacional, al ser rodeados, como un anillo, por lo que a mis ojos y oídos parecía el mundo entero. Una multitud de gringuitos nos empujaba, gritaba e insultaba, mientras nosotros intentábamos iniciar el canto del himno nacional. Y el mundo se hundió a mis pies. Los insultos se hicieron empellones; los policías, que por primera vez noté nos acompañaban, nos empujaban fuera de los predios de la escuela. En la confusión no podía entender el por qué los policías me golpeaban en los costados con sus macanas. Uno de los golpes de macana infringido por uno de los policías finalmente rasgó la bandera.

Los insultos continuaron mientras los policías nos arrastraban fuera del colegio. Cuando atravesamos la marquesina que rodeaba el mismo, pude notar que un gran número de estudiantes encaramados en sus alturas, también proferían insultos. El más hiriente de ellos quedará grabado indeleblemente en mi memoria. Un chico exclamó claramente: “¡Go home!” Era una exclamación incongruente, el invasor no solo ofendía la enseña patria, sino que me expulsaba ignominiosa-mente de mi patria. El resto de los compañeros, quienes nos esperaban ansiosamente al otro lado de la calle, trastocaron sus expresiones de alivio en alarma al vernos regresar. Una compañera preguntó: “¿Villarreal qué pasó?” Infinitamente avergonzado, airado y con lágrimas en los ojos solo pude contestar: “¡Nos rompieron la bandera!”

La indignación de los compañeros fue inmediata, comen-zaron a lanzar consignas antiyanquis, mientras que el

destacamento policial allí asignado comenzó a conmi-narnos a salir del área zoneíta. Corriendo, comenzamos a ascender las escalinatas del Edificio Administrativo.

Al llegar a sus alturas pude observar a un grupo de nuestros acompañantes que intentaba inútilmente arriar la bandera norteamericana que ondea en dicho recinto. Continuamos nuestro regreso exactamente por la ruta que habíamos emprendido un par de horas antes. Al alcanzar la casa del gobernador, oí disparos y el chirriar de las llantas del auto de la policía zonian que pisaba nuestros talones. Unos compañeros quebraron algunas luminarias lanzándoles piedras, asegurando de esta forma, que la oscuridad que comenzaba a cubrir el día nos protegiera de los disparos.

Mi regreso a las paredes del Instituto, no solo me dio la protección que solo el regazo de una madre ofrece, sino la voz amiga capaz de mitigar mi vergüenza. No recuerdo quién tomó la bandera, pero él me aseguró que sería devuelta al Rector.

Siendo aproximadamente las seis de la tarde regresé airado a lo que desde ese anochecer sería la Avenida de los Mártires; contemplando con sorpresa, que ya ardía un carro volteado por turbas tan indignadas como yo.

El impacto que este acto solitario tuvo en mí permanece igualmente imborrable en mi memoria. ¿Cómo se había enterado el pueblo panameño de la afrenta que la lumpenería colonialista había infringido a nuestra bandera? La respuesta más general que emergió a mi conciencia fue la de que el hombre y la mujer panameña estaban indignados por el comportamiento deshonesto de los norteamericanos. Mucho más tarde, me enteré que la vibrante y vigorosa voz de Thelma King había estado, desde el primer momento, informando

todos los acontecimientos que ocurrían al otro lado de la cerca zoneíta aquella tarde. Es menester mencionar entonces, que lo mejor del espíritu nacional nos acom-pañó, en todo momento, a lo largo de nuestra marcha.

Durante la noche, deambulé por todas las calles de la ciudad, buscando un breve descanso en casa de algunas compañeras, cuyas madres me recibieron con los brazos abiertos y saciaron mi sed y mi hambre. No me atrevía a regresar a mi casa, por el temor cierto, de que no me permitirían salir nuevamente. A la madrugada del 10 de enero, mi cuerpo exhausto halló descanso en el suelo del Aula Máxima del Instituto, hasta que gritos eufóricos provenientes del vestíbulo me despertaron. Bajé alarmado, para oír de boca de uno de mis compañeros que el presidente Chiari había roto

relaciones diplomáticas con la primera potencia del hemisferio y mi corazón comenzó a resarcir sus heridas.

Mi padre, me encontró la tarde de ese día deambulando por la Avenida de los Mártires con una piedra en la mano, en busca de una buena ventana yanqui para estrellar en ella mi profunda vergüenza.Antigua, Guatemala, noviembre de 2013.

César A. Villarreal. Doctor, catedrático de la Facultad de

Ciencias Naturales y Tecnología de la Universidad de Panamá.

Héroe del 9 de Enero de 1964.

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César A. Villarreal

Escribir acerca de mi participación en la Gesta de Enero de 1964 siempre me pareció un gesto arrogante, de manera que la misma se ha recogido, más bien, en innúmeras entrevistas que he dado a diferentes medios de difusión masiva a lo largo de cincuenta años. Por ello, agradezco la amable invitación de la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Panamá que me permite presentar, a la luz pública ésta primera versión personal.

El viernes nueve de enero fue un día de especial recordación para este joven aún adolescente del Institu-to Nacional. Ese día terminaba el año lectivo y el lunes venidero, se iniciaría el período de exámenes finales. Por aquellas fechas, era dado presentar exámenes que resumían el contenido completo de las asignaturas cursadas. Para mi satisfacción, aquel año solo presen-taría tres de los exámenes correspondientes.

Solo una sombra enturbiaba mi entrada a la Universidad de Panamá, que no era otra que la empecinada, y para mi absurda, negativa de los zonians a izar la bandera panameña en los edificios públicos de la antigua Zona del Canal. A lo largo de nuestras vacaciones navideñas, los periódicos locales no habían cesado de expresar el descontento nacional, por la poca atención que las autoridades zoneítas mostraban ante los acuerdos que los presidentes Roberto F. Chiari y John F. Kennedy habían firmado un año antes. De acuerdo con el mismo, las banderas de ambos países ondearían en todos los edificios públicos de la zona canalera.

Como de costumbre, llegué al colegio a las dos de la tarde encontrándome con la sorpresa que mis compañeros de estudio, congregados en el vestíbulo del Instituto, organizaban una marcha a los predios del

Colegio Secundario de Balboa como protesta, por el incumplimiento de los acuerdos previamente pactados. Rápidamente me informaron de algunas de las activi-dades que ya se habían realizado.

Era costumbre que los eventos que implicaban partici-pación estudiantil fuera de los confines del colegio, fueran comandados por la Asociación de Graduandos. La lógica era que, siendo los estudiantes más maduros, organizarían las acciones con mayor cordura.

En ese instante, se acercó al pequeño grupo del cual formaba parte, el compañero Rogelio Hilton, presidente de la Asociación, quien nos informó que se escogerían cuatro estudiantes para que llevaran la bandera del colegio a la vanguardia de la marcha. Cuál no sería mi sorpresa cuando, escasos quince minutos después, Hilton nos informó que los estudiantes seleccionados eran: Alcibíades Picota, Inocencio García, Luis Vergara y yo.

Minutos después, los convocados, en compañía de Hilton entramos al despacho del señor Rector Dídimo Ríos, quien nos hizo entrega de la enseña. La misma se guardaba en una vitrina de cristal ubicada a un lado del escritorio del Rector.

El profesor Ríos nos describió el valor que para los institutores tenía ese pendón patrio. Había precedido las marchas de protesta en contra del oprobioso convenio de bases Filós-Hines, y guardaba entre sus pliegues, como mancha indeleble, la sangre de uno de los mártires de aquella lucha patriótica, el estudiante institutor Sebastián Tapia. El profesor Ríos, miraba con atención aquella mancha y exclamó finalmente:“Les entrego esta bandera que deberán defender como si

fuera su propia vida”. Lejos estaba el profesor Ríos de prever el significado que guardaban sus palabras.

Los eventos se sucedieron con rapidez, pronto nos vimos rodeados de un centenar de compañeros que gritaban consignas anticolonialistas y se acomodaban a lo largo de la calle frontal al colegio. Yo era ignorante de los arreglos que se habían adelantado para la organi-zación de la marcha.

Alguien me comunicó que teníamos autorización, por parte de las autoridades zoneítas, para marchar por la Zona del Canal. Al iniciar la caminata, debo confesar, me sentía muy aprehensivo de la posibilidad de realizar la misma sin interrupción. La experiencia reciente había demostrado que la policía zonian reprimía, sin miramientos, cualquier forma de manifestación popular dentro del área canalera.

La marcha, sin embargo, continuó inexorable, y pronto dobló por Calle Estudiante en dirección a la Avenida de los Mártires, denominada entonces Avenida 4 de julio, hasta alcanzar la avenida que corre frente al Hospital Gorgas, hoy Instituto Oncológico Nacional.

La dirigencia estudiantil comenzó a correr entre nosotros algunos lineamientos que debíamos cumplir rigurosa-mente. El primero, no emitir gritos a lo largo de nuestro trayecto por el hospital zoneíta. Igualmente, nos absten-dríamos de lanzar consignas que podrían ser interpreta-dos equívocamente, tal y como era el caso, de la proclama: “¡Soberanía o muerte, venceremos!” Gesto inútil, pues más tarde el gobierno de L.B. Johnson acusaría al movimiento de ser organizado desde la Habana.

La marcha continuó en perfecto orden y en silencio, hasta alcanzar las alturas de Quarry Heights donde se

encuentra ubicada la antigua casa del Gobernador de la Zona del Canal. Una vez allí, hicimos un alto y entonamos el himno nacional. Una vez terminado el gesto patriótico proseguimos hasta llegar al Edificio Administrativo de la Zona, alcanzando su escalinata. Una vez más hicimos un alto con el propósito de posar para una fotografía; en ese momento, tomé conciencia de que nos seguían algunos fotógrafos de la prensa escrita.

Al proseguir la marcha, pude notar que al final de las escalinatas se había organizado un retén policial. La marcha hizo un alto, mientras los compañeros de la dirigencia negociaban con las autoridades policiales la mejor forma de realizar nuestro acto de protesta. Minutos después, se nos informó que se había alcanzado un acuerdo, consistente en que los cuatro que guardábamos la bandera y un grupo muy reducido de acompañantes seríamos conducidos al pie del asta de la bandera del Colegio Secundario donde, desplegando la bandera, cantaríamos el himno nacional.

Justo es reconocer que todo el acuerdo me pareció incoherente. Entre otras razones, implicaba enfrentar en solitario un grupo desbordado de estudiantes engreídos que consideraban la Zona como de su propiedad absoluta.

Se inició así una marcha, que por lo diminuto de su composición numérica, produjo en mí un estado de completa indefensión. No me atrevía mirar atrás mientras nos dirigíamos a la explanada frontal del colegio gringo. Estábamos solos.

En realidad, la situación era más feroz de lo que mi imaginación había previsto. Había estudiantes por todas partes y rodeando el asta donde ondeaba la bandera yanqui. Pude ver algunos mozalbetes que gesticulaban

desde las balaustradas de la escuela, mientras nos insultaban en un idioma que no entendíamos. No obstante, el tono de sus voces y los gestos que producían transmitían un ominoso significado. Los cuatro designa-dos nos apretamos hombro con hombro intentando proteger, como una joya, la bandera nacional, al ser rodeados, como un anillo, por lo que a mis ojos y oídos parecía el mundo entero. Una multitud de gringuitos nos empujaba, gritaba e insultaba, mientras nosotros intentábamos iniciar el canto del himno nacional. Y el mundo se hundió a mis pies. Los insultos se hicieron empellones; los policías, que por primera vez noté nos acompañaban, nos empujaban fuera de los predios de la escuela. En la confusión no podía entender el por qué los policías me golpeaban en los costados con sus macanas. Uno de los golpes de macana infringido por uno de los policías finalmente rasgó la bandera.

Los insultos continuaron mientras los policías nos arrastraban fuera del colegio. Cuando atravesamos la marquesina que rodeaba el mismo, pude notar que un gran número de estudiantes encaramados en sus alturas, también proferían insultos. El más hiriente de ellos quedará grabado indeleblemente en mi memoria. Un chico exclamó claramente: “¡Go home!” Era una exclamación incongruente, el invasor no solo ofendía la enseña patria, sino que me expulsaba ignominiosa-mente de mi patria. El resto de los compañeros, quienes nos esperaban ansiosamente al otro lado de la calle, trastocaron sus expresiones de alivio en alarma al vernos regresar. Una compañera preguntó: “¿Villarreal qué pasó?” Infinitamente avergonzado, airado y con lágrimas en los ojos solo pude contestar: “¡Nos rompieron la bandera!”

La indignación de los compañeros fue inmediata, comen-zaron a lanzar consignas antiyanquis, mientras que el

destacamento policial allí asignado comenzó a conmi-narnos a salir del área zoneíta. Corriendo, comenzamos a ascender las escalinatas del Edificio Administrativo.

Al llegar a sus alturas pude observar a un grupo de nuestros acompañantes que intentaba inútilmente arriar la bandera norteamericana que ondea en dicho recinto. Continuamos nuestro regreso exactamente por la ruta que habíamos emprendido un par de horas antes. Al alcanzar la casa del gobernador, oí disparos y el chirriar de las llantas del auto de la policía zonian que pisaba nuestros talones. Unos compañeros quebraron algunas luminarias lanzándoles piedras, asegurando de esta forma, que la oscuridad que comenzaba a cubrir el día nos protegiera de los disparos.

Mi regreso a las paredes del Instituto, no solo me dio la protección que solo el regazo de una madre ofrece, sino la voz amiga capaz de mitigar mi vergüenza. No recuerdo quién tomó la bandera, pero él me aseguró que sería devuelta al Rector.

Siendo aproximadamente las seis de la tarde regresé airado a lo que desde ese anochecer sería la Avenida de los Mártires; contemplando con sorpresa, que ya ardía un carro volteado por turbas tan indignadas como yo.

El impacto que este acto solitario tuvo en mí permanece igualmente imborrable en mi memoria. ¿Cómo se había enterado el pueblo panameño de la afrenta que la lumpenería colonialista había infringido a nuestra bandera? La respuesta más general que emergió a mi conciencia fue la de que el hombre y la mujer panameña estaban indignados por el comportamiento deshonesto de los norteamericanos. Mucho más tarde, me enteré que la vibrante y vigorosa voz de Thelma King había estado, desde el primer momento, informando

todos los acontecimientos que ocurrían al otro lado de la cerca zoneíta aquella tarde. Es menester mencionar entonces, que lo mejor del espíritu nacional nos acom-pañó, en todo momento, a lo largo de nuestra marcha.

Durante la noche, deambulé por todas las calles de la ciudad, buscando un breve descanso en casa de algunas compañeras, cuyas madres me recibieron con los brazos abiertos y saciaron mi sed y mi hambre. No me atrevía a regresar a mi casa, por el temor cierto, de que no me permitirían salir nuevamente. A la madrugada del 10 de enero, mi cuerpo exhausto halló descanso en el suelo del Aula Máxima del Instituto, hasta que gritos eufóricos provenientes del vestíbulo me despertaron. Bajé alarmado, para oír de boca de uno de mis compañeros que el presidente Chiari había roto

relaciones diplomáticas con la primera potencia del hemisferio y mi corazón comenzó a resarcir sus heridas.

Mi padre, me encontró la tarde de ese día deambulando por la Avenida de los Mártires con una piedra en la mano, en busca de una buena ventana yanqui para estrellar en ella mi profunda vergüenza.Antigua, Guatemala, noviembre de 2013.

César A. Villarreal. Doctor, catedrático de la Facultad de

Ciencias Naturales y Tecnología de la Universidad de Panamá.

Héroe del 9 de Enero de 1964.

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Page 76: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

9 de Enero de 1964, los estudiantes del glorioso Nido de Águilas son agredidos por la policía y estudiante en la High School de Balboa. Los “zonians” se oponían al acuerdo firmado entre los presidentes Roberto F.

Chiari y John Kennedy de izar la bandera nacional en nuestro territorio canalero (Foto de la Revista LIFE).

El 10 de Enero de 1964, en horas de la mañana un grupo de civiles panameños respondieron tirando piedras y objetos contundentes, ante las provocaciones de los militares norteamericanos, que acordonaron

los predios de la Asamblea de Diputados (Foto de la Revista LIFE).

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Page 77: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Coclé y el 9 de EneroRicardo Arturo Ríos Torres

La noche del 9 de Enero de 1964, al sintonizar las noticias del Canal 2, escuché cuando el “Fat” Arquime-des Fernández anunciaba que los institutores habían sido agredidos por los Zonians cuando trataron de hacer el cumplir el Acuerdo Chiari –Keenedy de izar la bandera panameña en los sitios públicos del área canalera, a partir del 1 de enero de 1964.

Quedé paralizado y mi indignación me llevó a salir a la calle. En ese momento la banda de tambores y cornetas del Cuerpo de Bomberos llamaba a la ciudadanía a manifestarse, centenares de penonomeños marchamos por las distintas avenidas y nos reunimos en Cabildo Abierto en la sede del Municipio. Allí se discutieron las acciones a tomar y se decidió elegir el Comité de Defensa de la Soberanía que se movilizaría por todos los corregimientos de la provincia de Coclé, con el propósito de tomarnos la base militar estadounidense de Río Hato.

El Comité de Defensa de la Soberanía se organizó mucho antes que el de la ciudad capital, presidido por Jorge Illueca. Fue una iniciativa del Lic. Marcelino Jaén y acogida por unanimidad.

El 10 de enero distintas comisiones visitaron todos los distritos de Coclé y sus corregimientos, invitando a los coclesanos a una gran marcha el 11 de enero al enclave militar del coloso del norte en Río Hato.

Efectivamente, decenas de automóviles transportaron a centenares de coclesanos. La comitiva fue presidida por el Gobernador de la Provincia.

Al llegar, abandonaban la instalación militar los soldados del águila imperial en distintos aviones, habían sido previamente informados por la Guardia Nacional. Allí izamos la bandera panameña, cantamos el Himno Nacio-nal y ejercimos nuestra soberanía. Durante muchísimo tiempo mantuvimos nuestro comité con distintas activi-dades de concientización. El de Panamá desapareció cuando nombraron al Dr. Illueca en las Naciones Unidas. Roberto F. Chiari nos envió una carta solicitando que le diéramos un voto de confianza y así lo hicimos.

Ezequiel González Meneses, el mártir penonomeño, fue asesinado por el ejército estadounidense en la noche del 9 de Enero. Ezequiel había militado con la Generación del 58 y el 3 de noviembre de 1959, participó en la Marcha Patriótica que realizamos en la Avenida 4 de julio. Fue golpeado por la policía zoneíta y encarcelado junto con Ezequiel González Núñez del colegio José Dolores Moscote.

Al salir de la cárcel, el juez yanqui, con arrogancia, le dijo a los jóvenes panameños: que nunca más podían pisar el suelo de la Zona del Canal, los dos le contestaron al unísono: volveremos cuántas veces sea necesario. Así lo hicieron el 9 de enero. Los restos de Ezequiel González Meneses reposan en el cementerio de Penonomé.

Durante esos sucesos laboraba como profesor en el Colegio Ángel María Herrera de Penonomé, me tocó el honor de presidir el Comité de Defensa de la Soberanía de Coclé.

Ricardo Arturo Ríos Torres. Profesor de Historia. Escritor,

Héroe del 9 de Enero de 1964.

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Soldados norteamericanos, comandados por el general Andrew O’Meara, se preparan para lanzar bombas lacrimógenas en el sector del barrio popular de San Miguel, ubicado frente a las instalaciones del Hotel Tívoli

(Foto de la Revista LIFE).

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Tras del cierre del Puente de las Américas el 11 de enero de 1964, por las autoridades norteamericanas, un soldado yanqui se apuesta a cuidar el área. Al fondo a la izquierda se aprecia parte del Barrio de El Chorrillo

(Foto de la Revista LIFE).

Pancartas con lemas nacionalistas surgieron espontáneamente por todo Panamá

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Desde el balcón

Ángela Alvarado Aguilar

Recuerdo la rabia permanente, lacerante, impotente, eterna. Las niñas y los niños comprendimos, supimos de la ira, por eso olvidamos jugar. Teníamos prohibido acercarnos a la calle, en una época en que se respeta-ban las advertencias de los mayores, por ello, no bajábamos de la casa de alquiler a la tienda, ni íbamos a comprar el desayuno, oficios de cualquier infante que se preciara en El Chorrillo.

Solo podíamos, por suerte, como resultado del aturdimiento por los acontecimientos, estar en el balcón. De allí lo veíamos casi todo.

A los nueve años, a escasos dos meses cumplir los diez, mi entorno era la calle 17 o Próspero Pinel, cerca del Cuartel de Bomberos de Plaza Amador, donde ocurrieron los sucesos que quedaron grabados indeleblemente en mi memoria.

En la noche de aquel 9 de Enero de 1964, la gente permanecía en la calle, muy pocos se refugiaban dentro de sus hogares. Miraban con fuego y desasosiego, estaban descuidados en su apariencia personal, en un barrio de trabajadores esforzados donde casi todos sus habitantes siempre andaban pulcros, aun cuando volvían de sus labores habituales.

La vida cotidiana estaba rota. Así, por aquellos días no recuerdo si tomaba los dos baños diarios reglamentarios a los que las estrictas reglas familiares nos acostum-braron desde bebés; tampoco guardo un registro de las horas de las comidas, lo que injerí de alimento, ni siquiera de los momentos cuando sentí hambre.

Desde pequeña adicta a los dulces, no sé sí la ansiedad me obligó a asaltar la despensa en un descuido de mi madre y mis hermanos, porque me controlaban, desde entonces, ese delicioso vicio que he atesorado de por vida. Eso no lo recuerdo. Sé que tuve en algún momento que dormir, siempre fui dormilona.

La muchachada de la casa refugiada en el interminable balcón, de pronto se sobresaltaba cuando la gente corría al mismo tiempo, arriba y abajo, de esquina a esquina de la calle. Como las olas que solíamos ir a mirar senta-dos en la Muralla de Barraza, nos desplazábamos con ese vaivén de extremo a extremo del balcón, sobre todo del lado que se podía llegar a la piscina ubicada al principio o al final de Plaza Amador, dependiendo de la dirección escogida para entrar o salir del área.

Caminando recto por cualquiera de las calles cercanas, en poco tiempo, se llegaba a las zonas de conflicto. Por allí ingresó y vimos al primer herido, sangraba tanto por la cabeza, que el rostro y el suéter estaba teñido en gran parte de rojo. Los lastimados se sucedieron uno tras otro. Recuerdo uno en particular, con el brazo inflamado, estaba quebrado, como pudimos averiguar después. Un vecino que habitaba en la calle 15 entró por la nuestra, porque tenía la pierna lacerada.

Fueron muchos los lesionados, pero se perdieron en la bruma de las evocaciones sin respuesta, víctimas sin rostros, aunque le exijo a la memoria, a los recuerdos, definir sus caras, sus contornos. Como tantos otros, estaban destinados a ser los héroes anónimos de la gesta, los que la historia oficial no consideró heridos, porque no se les alojó una bala o un perdigón en sus cuerpos todavía de niños.

Como si lo estuviera presenciando hoy, todos, especial-mente las abuelas curanderas de siempre, conocedoras de los secretos del dolor, el sufrimiento y sus curas, corrían a auxiliarlos allí mismo, a mitad de la calle o en el sector donde siempre había una silla, un botiquín y una especie de cama en la acera frente al balcón.

Mi madre estaba inquieta, mi padre no se encontraba en casa pues se hallaba pescando, que ese era su oficio. Y ella sola en aquel momento terrible con cinco hijos. Augusto mi hermano, seis años mayor que yo, estudiaba en el Instituto Nacional y se hallaba donde él pensaba que tenía que estar, luchando. Mi hermano mayor, Antonio, que de pequeño fue bautizado con el apodo de Chachi, fue el encargado de rescatarlo. Chachi cumplió el cometido con responsabilidad y lo devolvió al hogar, amenazándolo con el regaño de mi mamá, porque con ella nunca se ha podido jugar. Retornó exhausto por el miedo, pálido, exaltado, contando horrores y muy, pero muy triste. Con todo el rigor materno, fue imposible impedir que escapara una y otra vez.

A las niñas y a los niños que seguíamos en el balcón, solo nos desplazaban en pocos minutos los aviones utilizados para amedrentar a la indefensa población civil, que pasaban con sonido ensordecedor y escupiendo chorros de humo. Entonces corría a esconderme a un lugar oscuro debajo de la cama de mis padres. Era el peor de los lugares. Lo sé ahora, porque al estar acostada en el suelo el cuerpo infantil sentía todo el estreme-cimiento de las hojas de zinc del techo que se querían despegar y de la casa de madera que se remecía de temblor en temblor.

Asistimos al cortejo fúnebre de Ascanio Arosemena. Presenciamos desde la acera el paso del carro del prestigioso Cuerpo de Bomberos convertido en carroza

con la bandera, con rostro desolado y las lágrimas de la muchedumbre castigando la infamia. En el momento que pasó a nuestro lado, fue como si la vida se paralizara, esos instantes transcurrieron en blanco, como los vestidos que llevamos puesto, todo fue muy lento.

El sentimiento que me quedó en mi recuerdo de infancia, hoy adulta, sólo puedo llamarle rabia sin igual, como quemándose en su propia hoguera. Es una herida que no acaba de sanar, cuya cicatriz se abre inevitablemente y vuelve a sangrar cuando recuerdo lo sucedido, especial-mente en cada aniversario del 9, 10, 11 y 12 de enero.

Ángela Alvarado Aguilar. Editora en la Vicerrectoría de

Extensión de la Universidad de Panamá, feminista.

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Ángela Alvarado Aguilar

Recuerdo la rabia permanente, lacerante, impotente, eterna. Las niñas y los niños comprendimos, supimos de la ira, por eso olvidamos jugar. Teníamos prohibido acercarnos a la calle, en una época en que se respeta-ban las advertencias de los mayores, por ello, no bajábamos de la casa de alquiler a la tienda, ni íbamos a comprar el desayuno, oficios de cualquier infante que se preciara en El Chorrillo.

Solo podíamos, por suerte, como resultado del aturdimiento por los acontecimientos, estar en el balcón. De allí lo veíamos casi todo.

A los nueve años, a escasos dos meses cumplir los diez, mi entorno era la calle 17 o Próspero Pinel, cerca del Cuartel de Bomberos de Plaza Amador, donde ocurrieron los sucesos que quedaron grabados indeleblemente en mi memoria.

En la noche de aquel 9 de Enero de 1964, la gente permanecía en la calle, muy pocos se refugiaban dentro de sus hogares. Miraban con fuego y desasosiego, estaban descuidados en su apariencia personal, en un barrio de trabajadores esforzados donde casi todos sus habitantes siempre andaban pulcros, aun cuando volvían de sus labores habituales.

La vida cotidiana estaba rota. Así, por aquellos días no recuerdo si tomaba los dos baños diarios reglamentarios a los que las estrictas reglas familiares nos acostum-braron desde bebés; tampoco guardo un registro de las horas de las comidas, lo que injerí de alimento, ni siquiera de los momentos cuando sentí hambre.

Desde pequeña adicta a los dulces, no sé sí la ansiedad me obligó a asaltar la despensa en un descuido de mi madre y mis hermanos, porque me controlaban, desde entonces, ese delicioso vicio que he atesorado de por vida. Eso no lo recuerdo. Sé que tuve en algún momento que dormir, siempre fui dormilona.

La muchachada de la casa refugiada en el interminable balcón, de pronto se sobresaltaba cuando la gente corría al mismo tiempo, arriba y abajo, de esquina a esquina de la calle. Como las olas que solíamos ir a mirar senta-dos en la Muralla de Barraza, nos desplazábamos con ese vaivén de extremo a extremo del balcón, sobre todo del lado que se podía llegar a la piscina ubicada al principio o al final de Plaza Amador, dependiendo de la dirección escogida para entrar o salir del área.

Caminando recto por cualquiera de las calles cercanas, en poco tiempo, se llegaba a las zonas de conflicto. Por allí ingresó y vimos al primer herido, sangraba tanto por la cabeza, que el rostro y el suéter estaba teñido en gran parte de rojo. Los lastimados se sucedieron uno tras otro. Recuerdo uno en particular, con el brazo inflamado, estaba quebrado, como pudimos averiguar después. Un vecino que habitaba en la calle 15 entró por la nuestra, porque tenía la pierna lacerada.

Fueron muchos los lesionados, pero se perdieron en la bruma de las evocaciones sin respuesta, víctimas sin rostros, aunque le exijo a la memoria, a los recuerdos, definir sus caras, sus contornos. Como tantos otros, estaban destinados a ser los héroes anónimos de la gesta, los que la historia oficial no consideró heridos, porque no se les alojó una bala o un perdigón en sus cuerpos todavía de niños.

Como si lo estuviera presenciando hoy, todos, especial-mente las abuelas curanderas de siempre, conocedoras de los secretos del dolor, el sufrimiento y sus curas, corrían a auxiliarlos allí mismo, a mitad de la calle o en el sector donde siempre había una silla, un botiquín y una especie de cama en la acera frente al balcón.

Mi madre estaba inquieta, mi padre no se encontraba en casa pues se hallaba pescando, que ese era su oficio. Y ella sola en aquel momento terrible con cinco hijos. Augusto mi hermano, seis años mayor que yo, estudiaba en el Instituto Nacional y se hallaba donde él pensaba que tenía que estar, luchando. Mi hermano mayor, Antonio, que de pequeño fue bautizado con el apodo de Chachi, fue el encargado de rescatarlo. Chachi cumplió el cometido con responsabilidad y lo devolvió al hogar, amenazándolo con el regaño de mi mamá, porque con ella nunca se ha podido jugar. Retornó exhausto por el miedo, pálido, exaltado, contando horrores y muy, pero muy triste. Con todo el rigor materno, fue imposible impedir que escapara una y otra vez.

A las niñas y a los niños que seguíamos en el balcón, solo nos desplazaban en pocos minutos los aviones utilizados para amedrentar a la indefensa población civil, que pasaban con sonido ensordecedor y escupiendo chorros de humo. Entonces corría a esconderme a un lugar oscuro debajo de la cama de mis padres. Era el peor de los lugares. Lo sé ahora, porque al estar acostada en el suelo el cuerpo infantil sentía todo el estreme-cimiento de las hojas de zinc del techo que se querían despegar y de la casa de madera que se remecía de temblor en temblor.

Asistimos al cortejo fúnebre de Ascanio Arosemena. Presenciamos desde la acera el paso del carro del prestigioso Cuerpo de Bomberos convertido en carroza

con la bandera, con rostro desolado y las lágrimas de la muchedumbre castigando la infamia. En el momento que pasó a nuestro lado, fue como si la vida se paralizara, esos instantes transcurrieron en blanco, como los vestidos que llevamos puesto, todo fue muy lento.

El sentimiento que me quedó en mi recuerdo de infancia, hoy adulta, sólo puedo llamarle rabia sin igual, como quemándose en su propia hoguera. Es una herida que no acaba de sanar, cuya cicatriz se abre inevitablemente y vuelve a sangrar cuando recuerdo lo sucedido, especial-mente en cada aniversario del 9, 10, 11 y 12 de enero.

Ángela Alvarado Aguilar. Editora en la Vicerrectoría de

Extensión de la Universidad de Panamá, feminista.

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Con la ayuda de los Boys Scouts, los heridos son atendidos en las salas del Hospital Santo Tomás (Lotería, 191, octubre, 1971).

Sin más armas que el patriotismo, los sectores populares enarbolaban la bandera en su avance hacia la Zona del Canal, para caer heridos por las balas extranjeras (Colina, 9 de enero 1989).

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El cortejo fúnebre con los restos del joven Ascanio Arosemena Chávez, primer mártir de la Gesta del 9 de Enero de 1964, llega a la esquina de Plaza Amador, en El Chorrillo, en un carro bomba del Cuerpo de

Bomberos de Panamá (Foto de la Revista LIFE).

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…Para quererte el único camino es quererte;

país que resistes, que te desgañitas, país para dolernos, para no esperar,

país para olfatear el presente, para cerrar los puños,

país para crujir, para decir basta,

para enfrentar la horda, país para tirar la cerca…

Fragmento de la poesía “Diminuto país de gigantes crímenes” de Manuel Orestes Nieto.

Momentos en que el párroco de la Iglesia de Santa Ana, ofrece la misa de cuerpo presente a Ascanio Arosemena, primer mártir del 9 de Enero de 1964 y estudiante de la Escuela Profesional Isabel Herrera Obaldía

(Foto de la Revista LIFE).

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El cortejo fúnebre con los restos del joven Ascanio Arosemena Chávez, primer mártir de la Gesta del 9 de Enero de 1964, llega a la esquina de Plaza Amador, en El Chorrillo, en un carro bomba del Cuerpo de

Bomberos de Panamá (Foto de la Revista LIFE).

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Doña Marcelina Chávez, madre del primer mártir de la Gesta del 9 de Enero de 1964, Ascanio Arosemena Chávez, camina hacia el Cementerio Amador en compañía de su hermana (Foto de la Revista LIFE).

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Momento en que el féretro que contiene los restos mortales del joven Ascanio Arosemena Chávez, son depositados en el Cementerio Amador, ubicado en el Barrio de El Chorrillo en la ciudad de Panamá

(Foto de la Revista LIFE).

El presidente Roberto Chiari, acompañado de su esposa y primera dama de la república Doña Cecilia Orillac de Chiari y el Jefe de Protocolo de la Presidencia Levi Salcedo, ingresan a la Catedral Metropolitana a las

exequias de un grupo de 16 mártires que fueron sepultados en el Jardín de Paz (Foto de la Revista LIFE).

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Page 87: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Vista tomada desde la azotea del Hotel Internacional en la Plaza 5 de mayo, muestran a los miles de pana-meños que acompañaron el cortejo fúnebre de 16 mártires de la Gesta del 9 de Enero, hacia el Jardín de Paz,

ubicada en la comunidad de Parque Lefebre (Foto de la Revista LIFE, Iconografía de José Del Cid).

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Page 88: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Colón, la segunda ciudad de la república, ofreció su caudal de sangreen defensa de la soberanía (Lotería No. 191, octubre 1971).

En la provincia de Colón se sepultan los mártires del 9 de Enero de 1964.

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Heraldo de la historia

En nombre de la paz. Carlos González Palomino

Eyra Harbar

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

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Page 90: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

La casa de Raúl LeisEyra Harbar

El don de la palabra, la urgencia por el diálogo

Pocas personas tienen el don de procurar el enten-dimiento colectivo, afrontando el reto de colocar a las personas al centro cuando se trata del desafío de vivir juntos. Raúl era una de esas. Además, imaginaba el futuro e inevitablemente construía las vías para llegar a él, confiando en el saber de todas las voces y reuniendo la suma de todos los esfuerzos, sin exclusión de ninguno, para la edificación del proyecto común.

Esta era la base de su enfoque y desde allí planteaba su actuar, propios de una vastísima experiencia en la Educación Popular, cimentada por Freire, y de su vida al servicio de una sociedad justa y digna que repartiese mejor su haber. Así lo evidencia un recorrido por su biografía, el testimonio de quienes le conocieron y la extensa obra escrita que sobrevive para nosotros.

En Panamá y en América Latina se cosechan los aportes que realizó para la elaboración de una pedagogía cercana al conocimiento popular, que revalorizara el cotidiano de la gente y que permitiera un diálogo constante con su realidad. Es decir, su contribución para reunir la capacidad colectiva dirigida al bienestar de todos, construyendo lo público con una conciencia social transformadora.

Desde esta visión, Raúl incide como generador de pensamiento a través de su labor académica en la Universidad de Panamá y como promotor de acciones en proyectos sociales, a nivel nacional y regional, cumplidas desde el Centro de Estudios y Acción Social Panameño (CEASPA), en el colectivo mesoamericano Red Alforja para la Educación Popular, en el Consejo de

Educación de Adultos de América Latina (CEEAL), así como con su participación dentro del movimiento social panameño e instituciones públicas e internacionales. Su palabra, sosegada y mediadora, fue siempre bien acogida y consultada como voz experta para el análisis, porque tenía la habilidad para integrar teoría y práctica, el cotidiano con los grandes temas, y transmitía la sensación de haber pensado ya en toda solución de antemano. Quizás devenía por aquello que la revista Otramérica destacó sobre “su carácter, optimista a pesar de los nubarrones, propositivo hasta el límite” (Gómez Nadal, 01/05/2011).

En busca de otro mundo

El sentido misional en la vida de Raúl Leis y el deseo de construir país desde la apuesta nacional son la marca de una generación impregnada por los hechos históricos del 9 de enero de 1964 que demandaba el respeto por la soberanía en todo su territorio y la construcción de una identidad definida desde lo local por y para su gente.

El corazón de esa lucha generacional se despliega en el trabajo de artistas, escritores, líderes comunitarios y el sello colectivo en general. Leis forma parte de los

jóvenes permeados por dicha influencia que procuró cambiar el estado de cosas en las relaciones internacio-nales y la exigencia por una sociedad más democrática.

Esto es visible en proyectos más amplios que hablan de su preocupación por las reglas de la democracia partici-pativa. Al postularse como candidato al puesto de Defen-sor del Pueblo, en su primer llamado en 1998, se manifiesta su deseo por impregnar la institución con la experiencia largamente recorrida para la promoción de los derechos humanos, la educación y las ciencias sociales.

Asimismo lo hará con la puesta en marcha del “experi-mento político” Partido Papa Egoró, inicialmente Movimiento Buscando a Panamá, en el cual sitúa su interés intelectual y la defensa del ejercicio de la democracia en el terreno del quehacer político partidista.

Esta opción para las elecciones de 1994 concitó el llamado de Raúl por construir en conjunto “otro mundo posible”.

Si bien la lectura de tal experiencia, años después, puede tener diversas críticas y opiniones, indudable-mente el trabajo realizado configuró un camino distinto, a casi cinco años de la invasión norteamericana a Panamá, dirigiendo en común los esfuerzos de académicos, ONG, grupos campesinos, indígenas y comunitarios, profesionales y empresarios independi-entes, así como otros actores no vinculados a la política partidista tradicional. La propuesta intentó, en su momento, imaginar otro estilo de hacer política.

Sería insuficiente nombrar todas las actividades de Raúl Leis Romero tanto en Panamá como en la región, injusticia a la que no me quiero arriesgar. Ciertamente, su andar trascendió fronteras, pero jamás dejó de

impulsar cambios necesarios a nivel local. Su contribu-ción fue crucial para la organización y fortalecimiento de la sociedad civil y las comunidades campesinas e indígenas por cuatro décadas; igual lo fue para dar sentido a esfuerzos de interés nacional y la inclusión de actores tradicionalmente marginados.

En cada una de estas acciones resaltaba la indispensable necesidad por construir el diálogo, como un puente seguro para encontrar los temas en común e impulsar la confianza para la conciliación de intereses, siendo la ética y la transparencia los marcos de referencia que añadían valor a sus intervenciones.

Es preciso rescatar que uno de los principales legados fue ese, su estilo mediador y el tono conciliatorio, pues, su interlocutor tenía la certeza de que él le escuchaba y aquello hacía próxima la comunicación, sin más afán que lograr acuerdos. Con su partida, hay un aliado para el balance que se pierde.

Contribuyó, de manera persistente, para establecer las bases del proceso de descentralización municipal, esfuerzo que aún es tarea pendiente en el país.

Esta labor estuvo inspirada en una apuesta indudable al fortalecimiento de los gobiernos locales, a la voz más pequeña que habla y construye en las comunidades, a los que privilegiaba como elemento central del desarrollo nacional. Hoy día, ante los cambios que sobrevienen en la dinámica local panameña, producto del rápido crecimiento económico del país y la inversión extranjera que acontece, no cabe duda de que son necesarios municipios capaces de lidiar administrativamente con tales transformaciones.

Se hace imprescindible que sean parte del proceso de articulación nacional con poderes suficientes y presupuestos realistas que se ajusten a sus nuevos contextos, y que en ellos se privilegie la voz de sus habitantes.

Se hace necesario mencionar que su destacada labor literaria fue premiada en varias ocasiones, en varios géneros, y que su obra se encuentra publicada en diversos idiomas. También, dirigió revistas como “Diálogo Social” y participó en organismos para la comunicación popular en América Latina y el Caribe. Su palabra, que ahora falta, queda impresa para nosotros.

Un café para la vida

Siendo estudiante de Derecho conocí a Raúl en una convivencia del Movimiento Buscando a Panamá, quizás en el año 1993, y del trabajo de Mariela Arce, su compañera, en una reunión de las mujeres del partido, sección nombrada “Madre Tierra”.

Años después trabajé para el Programa de Género de CEASPA en un esfuerzo de la Red Alforja para fortalecer liderazgos jóvenes. En aquel tiempo tenía yo poco menos de 30 años y cruzaba mi formación jurídica con las Ciencias Sociales en ese espacio. Aprendí a entender un poco más este país alimentada por las lecturas de contexto y análisis que ambos realizaban en las sesiones de trabajo de la organización, así como de la pedagogía de Educación Popular en la que creía el equipo.

En más de una ocasión compartí con Raúl un café en la terraza de la Casa 68 que alberga a CEASPA y todas las veces me contó alguna nueva historia sobre lo real maravilloso en la Ciudad de Colón, alguna sorprendente

anécdota sobre su obra o de sí mismo, o bien, repasó los hitos importantes de la organización fundada en los años 80 por gente comprometida a construir un proyecto de sueños posibles.

Ello no pasa por la vida de quienes le conocimos sin dejar el sabor de las urgencias, de aquello que debe hacerse vehementemente y dispuestos, tocados por la convicción de dejar un mundo mejor al recibido. Ello no pasa por la vida sin ser marcados por la huella de un gigante que aún camina por toda la casa.

Mayor información sobre el trabajo de Raúl Leis y su obra http://www.raulleisr.com/

Eyra Harbar. Abogada, Magíster en Género y Desarrollo,

destacada poeta nacional, ganadora de varios premios de poesía.

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

VíaLetra

Raúl Leis (1947-2011)

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Eyra Harbar

El don de la palabra, la urgencia por el diálogo

Pocas personas tienen el don de procurar el enten-dimiento colectivo, afrontando el reto de colocar a las personas al centro cuando se trata del desafío de vivir juntos. Raúl era una de esas. Además, imaginaba el futuro e inevitablemente construía las vías para llegar a él, confiando en el saber de todas las voces y reuniendo la suma de todos los esfuerzos, sin exclusión de ninguno, para la edificación del proyecto común.

Esta era la base de su enfoque y desde allí planteaba su actuar, propios de una vastísima experiencia en la Educación Popular, cimentada por Freire, y de su vida al servicio de una sociedad justa y digna que repartiese mejor su haber. Así lo evidencia un recorrido por su biografía, el testimonio de quienes le conocieron y la extensa obra escrita que sobrevive para nosotros.

En Panamá y en América Latina se cosechan los aportes que realizó para la elaboración de una pedagogía cercana al conocimiento popular, que revalorizara el cotidiano de la gente y que permitiera un diálogo constante con su realidad. Es decir, su contribución para reunir la capacidad colectiva dirigida al bienestar de todos, construyendo lo público con una conciencia social transformadora.

Desde esta visión, Raúl incide como generador de pensamiento a través de su labor académica en la Universidad de Panamá y como promotor de acciones en proyectos sociales, a nivel nacional y regional, cumplidas desde el Centro de Estudios y Acción Social Panameño (CEASPA), en el colectivo mesoamericano Red Alforja para la Educación Popular, en el Consejo de

Educación de Adultos de América Latina (CEEAL), así como con su participación dentro del movimiento social panameño e instituciones públicas e internacionales. Su palabra, sosegada y mediadora, fue siempre bien acogida y consultada como voz experta para el análisis, porque tenía la habilidad para integrar teoría y práctica, el cotidiano con los grandes temas, y transmitía la sensación de haber pensado ya en toda solución de antemano. Quizás devenía por aquello que la revista Otramérica destacó sobre “su carácter, optimista a pesar de los nubarrones, propositivo hasta el límite” (Gómez Nadal, 01/05/2011).

En busca de otro mundo

El sentido misional en la vida de Raúl Leis y el deseo de construir país desde la apuesta nacional son la marca de una generación impregnada por los hechos históricos del 9 de enero de 1964 que demandaba el respeto por la soberanía en todo su territorio y la construcción de una identidad definida desde lo local por y para su gente.

El corazón de esa lucha generacional se despliega en el trabajo de artistas, escritores, líderes comunitarios y el sello colectivo en general. Leis forma parte de los

jóvenes permeados por dicha influencia que procuró cambiar el estado de cosas en las relaciones internacio-nales y la exigencia por una sociedad más democrática.

Esto es visible en proyectos más amplios que hablan de su preocupación por las reglas de la democracia partici-pativa. Al postularse como candidato al puesto de Defen-sor del Pueblo, en su primer llamado en 1998, se manifiesta su deseo por impregnar la institución con la experiencia largamente recorrida para la promoción de los derechos humanos, la educación y las ciencias sociales.

Asimismo lo hará con la puesta en marcha del “experi-mento político” Partido Papa Egoró, inicialmente Movimiento Buscando a Panamá, en el cual sitúa su interés intelectual y la defensa del ejercicio de la democracia en el terreno del quehacer político partidista.

Esta opción para las elecciones de 1994 concitó el llamado de Raúl por construir en conjunto “otro mundo posible”.

Si bien la lectura de tal experiencia, años después, puede tener diversas críticas y opiniones, indudable-mente el trabajo realizado configuró un camino distinto, a casi cinco años de la invasión norteamericana a Panamá, dirigiendo en común los esfuerzos de académicos, ONG, grupos campesinos, indígenas y comunitarios, profesionales y empresarios independi-entes, así como otros actores no vinculados a la política partidista tradicional. La propuesta intentó, en su momento, imaginar otro estilo de hacer política.

Sería insuficiente nombrar todas las actividades de Raúl Leis Romero tanto en Panamá como en la región, injusticia a la que no me quiero arriesgar. Ciertamente, su andar trascendió fronteras, pero jamás dejó de

impulsar cambios necesarios a nivel local. Su contribu-ción fue crucial para la organización y fortalecimiento de la sociedad civil y las comunidades campesinas e indígenas por cuatro décadas; igual lo fue para dar sentido a esfuerzos de interés nacional y la inclusión de actores tradicionalmente marginados.

En cada una de estas acciones resaltaba la indispensable necesidad por construir el diálogo, como un puente seguro para encontrar los temas en común e impulsar la confianza para la conciliación de intereses, siendo la ética y la transparencia los marcos de referencia que añadían valor a sus intervenciones.

Es preciso rescatar que uno de los principales legados fue ese, su estilo mediador y el tono conciliatorio, pues, su interlocutor tenía la certeza de que él le escuchaba y aquello hacía próxima la comunicación, sin más afán que lograr acuerdos. Con su partida, hay un aliado para el balance que se pierde.

Contribuyó, de manera persistente, para establecer las bases del proceso de descentralización municipal, esfuerzo que aún es tarea pendiente en el país.

Esta labor estuvo inspirada en una apuesta indudable al fortalecimiento de los gobiernos locales, a la voz más pequeña que habla y construye en las comunidades, a los que privilegiaba como elemento central del desarrollo nacional. Hoy día, ante los cambios que sobrevienen en la dinámica local panameña, producto del rápido crecimiento económico del país y la inversión extranjera que acontece, no cabe duda de que son necesarios municipios capaces de lidiar administrativamente con tales transformaciones.

Se hace imprescindible que sean parte del proceso de articulación nacional con poderes suficientes y presupuestos realistas que se ajusten a sus nuevos contextos, y que en ellos se privilegie la voz de sus habitantes.

Se hace necesario mencionar que su destacada labor literaria fue premiada en varias ocasiones, en varios géneros, y que su obra se encuentra publicada en diversos idiomas. También, dirigió revistas como “Diálogo Social” y participó en organismos para la comunicación popular en América Latina y el Caribe. Su palabra, que ahora falta, queda impresa para nosotros.

Un café para la vida

Siendo estudiante de Derecho conocí a Raúl en una convivencia del Movimiento Buscando a Panamá, quizás en el año 1993, y del trabajo de Mariela Arce, su compañera, en una reunión de las mujeres del partido, sección nombrada “Madre Tierra”.

Años después trabajé para el Programa de Género de CEASPA en un esfuerzo de la Red Alforja para fortalecer liderazgos jóvenes. En aquel tiempo tenía yo poco menos de 30 años y cruzaba mi formación jurídica con las Ciencias Sociales en ese espacio. Aprendí a entender un poco más este país alimentada por las lecturas de contexto y análisis que ambos realizaban en las sesiones de trabajo de la organización, así como de la pedagogía de Educación Popular en la que creía el equipo.

En más de una ocasión compartí con Raúl un café en la terraza de la Casa 68 que alberga a CEASPA y todas las veces me contó alguna nueva historia sobre lo real maravilloso en la Ciudad de Colón, alguna sorprendente

anécdota sobre su obra o de sí mismo, o bien, repasó los hitos importantes de la organización fundada en los años 80 por gente comprometida a construir un proyecto de sueños posibles.

Ello no pasa por la vida de quienes le conocimos sin dejar el sabor de las urgencias, de aquello que debe hacerse vehementemente y dispuestos, tocados por la convicción de dejar un mundo mejor al recibido. Ello no pasa por la vida sin ser marcados por la huella de un gigante que aún camina por toda la casa.

Mayor información sobre el trabajo de Raúl Leis y su obra http://www.raulleisr.com/

Eyra Harbar. Abogada, Magíster en Género y Desarrollo,

destacada poeta nacional, ganadora de varios premios de poesía.

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

Heraldo de la historia

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Page 92: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Eyra Harbar

El don de la palabra, la urgencia por el diálogo

Pocas personas tienen el don de procurar el enten-dimiento colectivo, afrontando el reto de colocar a las personas al centro cuando se trata del desafío de vivir juntos. Raúl era una de esas. Además, imaginaba el futuro e inevitablemente construía las vías para llegar a él, confiando en el saber de todas las voces y reuniendo la suma de todos los esfuerzos, sin exclusión de ninguno, para la edificación del proyecto común.

Esta era la base de su enfoque y desde allí planteaba su actuar, propios de una vastísima experiencia en la Educación Popular, cimentada por Freire, y de su vida al servicio de una sociedad justa y digna que repartiese mejor su haber. Así lo evidencia un recorrido por su biografía, el testimonio de quienes le conocieron y la extensa obra escrita que sobrevive para nosotros.

En Panamá y en América Latina se cosechan los aportes que realizó para la elaboración de una pedagogía cercana al conocimiento popular, que revalorizara el cotidiano de la gente y que permitiera un diálogo constante con su realidad. Es decir, su contribución para reunir la capacidad colectiva dirigida al bienestar de todos, construyendo lo público con una conciencia social transformadora.

Desde esta visión, Raúl incide como generador de pensamiento a través de su labor académica en la Universidad de Panamá y como promotor de acciones en proyectos sociales, a nivel nacional y regional, cumplidas desde el Centro de Estudios y Acción Social Panameño (CEASPA), en el colectivo mesoamericano Red Alforja para la Educación Popular, en el Consejo de

Educación de Adultos de América Latina (CEEAL), así como con su participación dentro del movimiento social panameño e instituciones públicas e internacionales. Su palabra, sosegada y mediadora, fue siempre bien acogida y consultada como voz experta para el análisis, porque tenía la habilidad para integrar teoría y práctica, el cotidiano con los grandes temas, y transmitía la sensación de haber pensado ya en toda solución de antemano. Quizás devenía por aquello que la revista Otramérica destacó sobre “su carácter, optimista a pesar de los nubarrones, propositivo hasta el límite” (Gómez Nadal, 01/05/2011).

En busca de otro mundo

El sentido misional en la vida de Raúl Leis y el deseo de construir país desde la apuesta nacional son la marca de una generación impregnada por los hechos históricos del 9 de enero de 1964 que demandaba el respeto por la soberanía en todo su territorio y la construcción de una identidad definida desde lo local por y para su gente.

El corazón de esa lucha generacional se despliega en el trabajo de artistas, escritores, líderes comunitarios y el sello colectivo en general. Leis forma parte de los

jóvenes permeados por dicha influencia que procuró cambiar el estado de cosas en las relaciones internacio-nales y la exigencia por una sociedad más democrática.

Esto es visible en proyectos más amplios que hablan de su preocupación por las reglas de la democracia partici-pativa. Al postularse como candidato al puesto de Defen-sor del Pueblo, en su primer llamado en 1998, se manifiesta su deseo por impregnar la institución con la experiencia largamente recorrida para la promoción de los derechos humanos, la educación y las ciencias sociales.

Asimismo lo hará con la puesta en marcha del “experi-mento político” Partido Papa Egoró, inicialmente Movimiento Buscando a Panamá, en el cual sitúa su interés intelectual y la defensa del ejercicio de la democracia en el terreno del quehacer político partidista.

Esta opción para las elecciones de 1994 concitó el llamado de Raúl por construir en conjunto “otro mundo posible”.

Si bien la lectura de tal experiencia, años después, puede tener diversas críticas y opiniones, indudable-mente el trabajo realizado configuró un camino distinto, a casi cinco años de la invasión norteamericana a Panamá, dirigiendo en común los esfuerzos de académicos, ONG, grupos campesinos, indígenas y comunitarios, profesionales y empresarios independi-entes, así como otros actores no vinculados a la política partidista tradicional. La propuesta intentó, en su momento, imaginar otro estilo de hacer política.

Sería insuficiente nombrar todas las actividades de Raúl Leis Romero tanto en Panamá como en la región, injusticia a la que no me quiero arriesgar. Ciertamente, su andar trascendió fronteras, pero jamás dejó de

impulsar cambios necesarios a nivel local. Su contribu-ción fue crucial para la organización y fortalecimiento de la sociedad civil y las comunidades campesinas e indígenas por cuatro décadas; igual lo fue para dar sentido a esfuerzos de interés nacional y la inclusión de actores tradicionalmente marginados.

En cada una de estas acciones resaltaba la indispensable necesidad por construir el diálogo, como un puente seguro para encontrar los temas en común e impulsar la confianza para la conciliación de intereses, siendo la ética y la transparencia los marcos de referencia que añadían valor a sus intervenciones.

Es preciso rescatar que uno de los principales legados fue ese, su estilo mediador y el tono conciliatorio, pues, su interlocutor tenía la certeza de que él le escuchaba y aquello hacía próxima la comunicación, sin más afán que lograr acuerdos. Con su partida, hay un aliado para el balance que se pierde.

Contribuyó, de manera persistente, para establecer las bases del proceso de descentralización municipal, esfuerzo que aún es tarea pendiente en el país.

Esta labor estuvo inspirada en una apuesta indudable al fortalecimiento de los gobiernos locales, a la voz más pequeña que habla y construye en las comunidades, a los que privilegiaba como elemento central del desarrollo nacional. Hoy día, ante los cambios que sobrevienen en la dinámica local panameña, producto del rápido crecimiento económico del país y la inversión extranjera que acontece, no cabe duda de que son necesarios municipios capaces de lidiar administrativamente con tales transformaciones.

Se hace imprescindible que sean parte del proceso de articulación nacional con poderes suficientes y presupuestos realistas que se ajusten a sus nuevos contextos, y que en ellos se privilegie la voz de sus habitantes.

Se hace necesario mencionar que su destacada labor literaria fue premiada en varias ocasiones, en varios géneros, y que su obra se encuentra publicada en diversos idiomas. También, dirigió revistas como “Diálogo Social” y participó en organismos para la comunicación popular en América Latina y el Caribe. Su palabra, que ahora falta, queda impresa para nosotros.

Un café para la vida

Siendo estudiante de Derecho conocí a Raúl en una convivencia del Movimiento Buscando a Panamá, quizás en el año 1993, y del trabajo de Mariela Arce, su compañera, en una reunión de las mujeres del partido, sección nombrada “Madre Tierra”.

Años después trabajé para el Programa de Género de CEASPA en un esfuerzo de la Red Alforja para fortalecer liderazgos jóvenes. En aquel tiempo tenía yo poco menos de 30 años y cruzaba mi formación jurídica con las Ciencias Sociales en ese espacio. Aprendí a entender un poco más este país alimentada por las lecturas de contexto y análisis que ambos realizaban en las sesiones de trabajo de la organización, así como de la pedagogía de Educación Popular en la que creía el equipo.

En más de una ocasión compartí con Raúl un café en la terraza de la Casa 68 que alberga a CEASPA y todas las veces me contó alguna nueva historia sobre lo real maravilloso en la Ciudad de Colón, alguna sorprendente

anécdota sobre su obra o de sí mismo, o bien, repasó los hitos importantes de la organización fundada en los años 80 por gente comprometida a construir un proyecto de sueños posibles.

Ello no pasa por la vida de quienes le conocimos sin dejar el sabor de las urgencias, de aquello que debe hacerse vehementemente y dispuestos, tocados por la convicción de dejar un mundo mejor al recibido. Ello no pasa por la vida sin ser marcados por la huella de un gigante que aún camina por toda la casa.

Mayor información sobre el trabajo de Raúl Leis y su obra http://www.raulleisr.com/

Eyra Harbar. Abogada, Magíster en Género y Desarrollo,

destacada poeta nacional, ganadora de varios premios de poesía.

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

VíaLetra

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Page 93: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

Heraldo de la historia

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Page 94: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Del pincel, las pinceladas

Saliendo del Casco Viejo. Carlos González Palomino

Héctor Rodríguez C.

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

VíaLetra

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Page 95: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Carlos González Palomino: pincel de la nacionalidad

Héctor Rodríguez C.

Hacer una semblanza de Carlos González Palomino es asomarse, en primera instancia, a los senderos del desamparo urbano, al bullicio de un Chorrillo que aún conservaba los ecos de un pasado bien plantado, en donde el negro del otro lado y el de acá convivían sin malicia, entre el inglés caribeño y el tumbao criollo; entre la leontina y el pantalón de tres pliegues y el pelo planchado. Por allí también se asomaban, en abundan-cia, los gringos mascullando su jerga sureña y apurando con prisa bourbon tras bourbon.

El Chorrillo fue el mundo donde creció Palomino. Con su ojos más abiertos que nunca, de muchacho miró siempre ese ir y venir de gente que rápidamente ya no estaba. La cancha de futbol, el tablero de damas y el juego de dominó. Pescado frito, cerveza fría, el Beny, luego el Brujo; más futbol, después el beis, Los Campesinos en carnaval… ¡La escuela no! ¡Mejor la playa! Sol, mediodía, crepúsculo, melancolía… luego el cuarto… y en la madrugada… el silencio de la noche arropando el susurro de los amantes de al lado y el lejano tum tum de la cantina que no para.

Ese chiquillo fue creciendo entre el mar y la cancha; el aula era una imagen que le era adversa, pero a la que la mano dura conducía. Su mundo era el de tantos otros que como él las privaciones no le eran ajenas, pero era alegre, siempre mirando más allá del horizonte, sabiendo que algún día sus pasos se encaminarían más allá de Naos y Flamenco, mucho más allá de Taboga, peñascos que cada tarde miraba desde un ventanal de la escuela. ¿Sería futbolista? ¡Por qué no! Si un negrito como Pelé tenía al mundo de la mano, por qué no él también.

De repente, la tragedia. Las balas las escuchó como filosos dardos atravesando la carne. El tumulto, los cascos, los fusiles, los disparos. La sorpresa. Carros de guerra, barricadas, la carne herida. El furor. Las sirenas, los altavoces, más tiros. La rabia. Los gritos, tacones golpeando el pavimento, el dolor. La bandera. Uno, dos, tres, tantos cuerpos inertes. Después, con la parsimonia propia de hibrys, el luto, el cortejo fúnebre. La muerte.

Los acontecimientos del nueve de Enero de 1964, como a tantos jóvenes panameños, marcaron a Palomino para siempre. Sin saber aún que su destino estaría ligado a la pintura, pudo beber de ese momento catártico que purificó a la nación panameña. Siendo un mozalbete apenas, entonces, dio la espalda al mar de su querido Chorrillo y puso el pecho frente a la agresión que bajaba con fuego y sangre desde las laderas del cerro Ancón.

Quiso el hado ciego que González Palomino reconociera que sus manos y no sus pies tenían un prodigio. No sería futbolista, no, sería pintor. Enrumbó, cuando tuvo la oportunidad, hacia el sur. Perú, Chile, le dieron cobijo, sabiduría y técnica.

Al decir de Pedro Prados, en ese periplo por los países suramericanos asimiló el desgarrador expresionismo figurativo del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, el ordenamiento constructivista del Gustavo Poblete y la urdimbre surrealista de Roberto Matta que dominaban el escenario plástico chileno.

Luego cruzó el Atlántico y bebió un poco de la España del Generalísimo, sin dejarse seducir por su atavismo ni adocenar por sus majas. Luego recaló en México donde los grandes muralistas lo atraparon cual serpientes emplumadas; donde conoció a su inseparable Tota; donde nacieron sus hijos Cuauhtémoc y Libertad y donde trabó amistad con Oviero, los Turner, Prados, Freddy Briton y Jaime Caballero, intelectuales todos que redondearon su formación estética y política.

Su prolongada estancia en México lo puso en contacto con las tendencias del muralismo revolucionario y agrarista plasmado en universidades y edificios públicos, de ellos se nutre con la composición abigarrada del discurso social de Diego Rivera, del diseño constructivista en los entramados del David Alfaro Siqueiros y de la sensualidad de los escorzos luminosos de José Clemente Orozco.

Búsquedas y síntesis que van tomando forma en su singular concepción de los grandes proyectos murales que encontrarán su expresión madura en los realizados de vuelta a su país natal, así lo rememora Prados.

Regresó a Panamá casi a descubrirla de nuevo, anduvo por sus calles y antros; vio sus paisajes y su gente con ojos extrañados y de esa manera, al decir de Brecht, pudo esculcar su alma profunda, sin prejuicios, en toda su magnitud. Su obra, entonces, retomó nuevos temas, todos tocantes a nuestra vida nacional.

De todos, se destacó singularmente el de la gesta del 9 de Enero de 1964. Lo externó principalmente en su obra muralística y no como una simple ilustración, sino que era una expresión viva, interior de un acontecimiento del cual nunca pudo separarse.

Su obra última, ya herido por la parca, es un vía crucis en donde de alguna forma reconstruye el andar de nuestra patria, rumbo a esa inmolación que sufrió en 1964. Ascanio y todos los otros mártires del 9 de Enero subieron al calvario como símbolos de nuestra resurrección como pueblo pleno. González Palomino es sabedor de ello.

Su pincel, sus colores, sus lienzos saben de sus manos que todo cuanto tocaban transformaban en un dejo, en un ademán, en un gesto con vida propia.

Héctor Rodríguez C. Catedrático en la Facultad de Comunicación

Social de la Universidad de Panamá, ganador del Premio

Ricardo Miró, Sección Novela.

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

Del pincel, las pinceladas

Carlos González Palomino (1941-2013)

90

Page 96: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Héctor Rodríguez C.

Hacer una semblanza de Carlos González Palomino es asomarse, en primera instancia, a los senderos del desamparo urbano, al bullicio de un Chorrillo que aún conservaba los ecos de un pasado bien plantado, en donde el negro del otro lado y el de acá convivían sin malicia, entre el inglés caribeño y el tumbao criollo; entre la leontina y el pantalón de tres pliegues y el pelo planchado. Por allí también se asomaban, en abundan-cia, los gringos mascullando su jerga sureña y apurando con prisa bourbon tras bourbon.

El Chorrillo fue el mundo donde creció Palomino. Con su ojos más abiertos que nunca, de muchacho miró siempre ese ir y venir de gente que rápidamente ya no estaba. La cancha de futbol, el tablero de damas y el juego de dominó. Pescado frito, cerveza fría, el Beny, luego el Brujo; más futbol, después el beis, Los Campesinos en carnaval… ¡La escuela no! ¡Mejor la playa! Sol, mediodía, crepúsculo, melancolía… luego el cuarto… y en la madrugada… el silencio de la noche arropando el susurro de los amantes de al lado y el lejano tum tum de la cantina que no para.

Ese chiquillo fue creciendo entre el mar y la cancha; el aula era una imagen que le era adversa, pero a la que la mano dura conducía. Su mundo era el de tantos otros que como él las privaciones no le eran ajenas, pero era alegre, siempre mirando más allá del horizonte, sabiendo que algún día sus pasos se encaminarían más allá de Naos y Flamenco, mucho más allá de Taboga, peñascos que cada tarde miraba desde un ventanal de la escuela. ¿Sería futbolista? ¡Por qué no! Si un negrito como Pelé tenía al mundo de la mano, por qué no él también.

De repente, la tragedia. Las balas las escuchó como filosos dardos atravesando la carne. El tumulto, los cascos, los fusiles, los disparos. La sorpresa. Carros de guerra, barricadas, la carne herida. El furor. Las sirenas, los altavoces, más tiros. La rabia. Los gritos, tacones golpeando el pavimento, el dolor. La bandera. Uno, dos, tres, tantos cuerpos inertes. Después, con la parsimonia propia de hibrys, el luto, el cortejo fúnebre. La muerte.

Los acontecimientos del nueve de Enero de 1964, como a tantos jóvenes panameños, marcaron a Palomino para siempre. Sin saber aún que su destino estaría ligado a la pintura, pudo beber de ese momento catártico que purificó a la nación panameña. Siendo un mozalbete apenas, entonces, dio la espalda al mar de su querido Chorrillo y puso el pecho frente a la agresión que bajaba con fuego y sangre desde las laderas del cerro Ancón.

Quiso el hado ciego que González Palomino reconociera que sus manos y no sus pies tenían un prodigio. No sería futbolista, no, sería pintor. Enrumbó, cuando tuvo la oportunidad, hacia el sur. Perú, Chile, le dieron cobijo, sabiduría y técnica.

Al decir de Pedro Prados, en ese periplo por los países suramericanos asimiló el desgarrador expresionismo figurativo del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, el ordenamiento constructivista del Gustavo Poblete y la urdimbre surrealista de Roberto Matta que dominaban el escenario plástico chileno.

Luego cruzó el Atlántico y bebió un poco de la España del Generalísimo, sin dejarse seducir por su atavismo ni adocenar por sus majas. Luego recaló en México donde los grandes muralistas lo atraparon cual serpientes emplumadas; donde conoció a su inseparable Tota; donde nacieron sus hijos Cuauhtémoc y Libertad y donde trabó amistad con Oviero, los Turner, Prados, Freddy Briton y Jaime Caballero, intelectuales todos que redondearon su formación estética y política.

Su prolongada estancia en México lo puso en contacto con las tendencias del muralismo revolucionario y agrarista plasmado en universidades y edificios públicos, de ellos se nutre con la composición abigarrada del discurso social de Diego Rivera, del diseño constructivista en los entramados del David Alfaro Siqueiros y de la sensualidad de los escorzos luminosos de José Clemente Orozco.

Búsquedas y síntesis que van tomando forma en su singular concepción de los grandes proyectos murales que encontrarán su expresión madura en los realizados de vuelta a su país natal, así lo rememora Prados.

Regresó a Panamá casi a descubrirla de nuevo, anduvo por sus calles y antros; vio sus paisajes y su gente con ojos extrañados y de esa manera, al decir de Brecht, pudo esculcar su alma profunda, sin prejuicios, en toda su magnitud. Su obra, entonces, retomó nuevos temas, todos tocantes a nuestra vida nacional.

De todos, se destacó singularmente el de la gesta del 9 de Enero de 1964. Lo externó principalmente en su obra muralística y no como una simple ilustración, sino que era una expresión viva, interior de un acontecimiento del cual nunca pudo separarse.

Su obra última, ya herido por la parca, es un vía crucis en donde de alguna forma reconstruye el andar de nuestra patria, rumbo a esa inmolación que sufrió en 1964. Ascanio y todos los otros mártires del 9 de Enero subieron al calvario como símbolos de nuestra resurrección como pueblo pleno. González Palomino es sabedor de ello.

Su pincel, sus colores, sus lienzos saben de sus manos que todo cuanto tocaban transformaban en un dejo, en un ademán, en un gesto con vida propia.

Héctor Rodríguez C. Catedrático en la Facultad de Comunicación

Social de la Universidad de Panamá, ganador del Premio

Ricardo Miró, Sección Novela.

El candidato. Carlos González Palomino

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

VíaLetra

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Page 97: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Carlos González Palomino

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

Del pincel, las pinceladas

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Page 98: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Vida en la palabra

Apariciones en el Casco Viejo. Carlos González Palomino

Nimia HerreraBertalicia Peralta

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

VíaLetra

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Page 99: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Poesía e identidad nacionalNimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

Vida en la palabra

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Page 100: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

VíaLetra

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Page 101: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Vida en la palabra

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

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Page 102: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

9 de Enero: un minuto de silencioBertalicia Peralta

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.

Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vida

donde nacieron los soldados de la Patriadonde murieron: quemados sus ojos

acongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangre

violados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarie

los militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patria

de la despedazada, dulce, buena Patriacon su pecho abierto por la metralla

la soberbia, la odiosa conquista del imperiode Estados Unidos por el crimen.

Yo no he llorado por los muertospor las rosas que acumularon sus ojos

abiertos y estrelladosno he llorado aún por las manitas

de las niñas morenasque colgaban gaviotas en la tarde

por los patines y tambores abandonadosdonde comienza la frontera

donde colocaron letreros en idiomas extranjeroscon cintas y galones y estrellas y águilas

y luces de bengalay escuelas de adolescentes engreídos y altaneros

a quienes cerraron el almaa quienes quitaron las tablas de los diez mandamientos

quienes no tienen arcilla para hacerestatuas de borricos, pájaros o pequeños ángeles sin alas.

Compañeros: una campana para su memoria:Hay semen de mártires regado en las plazas

lágrimas de madres, viudas, huérfanosacumuladas a la orilla de los templos.

Hay multitud de huesos clavados en tierray cadáveres redondos y fríos vestidos de banderas

a lo largo de calles y campos.

Hay oraciones tendidas hasta el cielocon una urgente condición de reto, árboles caídos

frutas doloridas y un rencor de decenios descendidoen torrentadas ardientes por los ríos:

un rencor absoluto y solidario un odio colectivoque vamos a llevar hacia el lugar que tiene

nuestro dolor de sexo ultrajadode corazón apedreadode lengua amordazada

de nidos agredidosde pezones silvestres y dulces

como cuajados labios de azucenas.

Compañeros: una voz que se detenga en esta fechaen este nueve de enero amanecido

en este momento extraño de la muerteen este instante supremo de la vida.

Estandartes y coronas para guardar el alma de la Patriaque no puede contenerse en veinte fosasque no es capaz de convertirse en vientopara viajar en rutas penetradas de cruces:

quiero gritar a todos que no es posible amar a los soldados yankeesque no es posible comprender palabras

envueltas en duras balasni es posible conocer a ningún John

ni hablar tranquilamente a MaryCompañeros: un grueso manto repleto de flores

y verdes celajes para cerrar sus ojos para siempre.

Oíd: todos los otros: testigos de esa noche de exterminiolos que nos penetramos con ellos

hacia las puertas de la muertelos que paseamos banderas encima de carros

cargados de cadávereslos que corrimos con las venas rebosantes de rabia

dolor y angustianosotros, compañeros, que sentimos en la carne

el golpe seco de las balasel último gemido de los mártires

vamos a gastarnos la existencia para sembrarde mástiles la tierra.

Hablo de mástiles que tienen nombreshablo de niños con sus cantos

y sus juegos partidos en mitad de la nochepor los acantonados habitantes del Canal Zone.

Hablo de edificios apagados y convertidosen objetos de rifa de la grotesca soldadera yankee.

Hablo de labios que no llegaron a conocerotro calor que el de la pólvora.

De crucifijos que se estremecieron en medio de la nochey se tiraron del miedo hacia las calles

dejando las velas encendidas.Hablo de los mártires del nueve de enero.

Hablo del nueve de enero.Hablo del lúgubre silencio letal de palomas

asesinadas en el centro de la vida;Hablo de brazos destrozados, de vísceras arrebatadas

de gendarmes apostados para matar niñitos.Hablo de este dolor augusto.

Compañeros: un minuto de silencio.

Bertalicia Peralta. Periodista, pedagoga y una de las más destacadas poetas panameñas, galardonada nacional e internacionalmente.

VíaLetra

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Page 103: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

Bertalicia Peralta

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.

Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vida

donde nacieron los soldados de la Patriadonde murieron: quemados sus ojos

acongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangre

violados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarie

los militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patria

de la despedazada, dulce, buena Patriacon su pecho abierto por la metralla

la soberbia, la odiosa conquista del imperiode Estados Unidos por el crimen.

Yo no he llorado por los muertospor las rosas que acumularon sus ojos

abiertos y estrelladosno he llorado aún por las manitas

de las niñas morenasque colgaban gaviotas en la tarde

por los patines y tambores abandonadosdonde comienza la frontera

donde colocaron letreros en idiomas extranjeroscon cintas y galones y estrellas y águilas

y luces de bengalay escuelas de adolescentes engreídos y altaneros

a quienes cerraron el almaa quienes quitaron las tablas de los diez mandamientos

quienes no tienen arcilla para hacerestatuas de borricos, pájaros o pequeños ángeles sin alas.

Compañeros: una campana para su memoria:Hay semen de mártires regado en las plazas

lágrimas de madres, viudas, huérfanosacumuladas a la orilla de los templos.

Hay multitud de huesos clavados en tierray cadáveres redondos y fríos vestidos de banderas

a lo largo de calles y campos.

Hay oraciones tendidas hasta el cielocon una urgente condición de reto, árboles caídos

frutas doloridas y un rencor de decenios descendidoen torrentadas ardientes por los ríos:

un rencor absoluto y solidario un odio colectivoque vamos a llevar hacia el lugar que tiene

nuestro dolor de sexo ultrajadode corazón apedreadode lengua amordazada

de nidos agredidosde pezones silvestres y dulces

como cuajados labios de azucenas.

Compañeros: una voz que se detenga en esta fechaen este nueve de enero amanecido

en este momento extraño de la muerteen este instante supremo de la vida.

Estandartes y coronas para guardar el alma de la Patriaque no puede contenerse en veinte fosasque no es capaz de convertirse en vientopara viajar en rutas penetradas de cruces:

quiero gritar a todos que no es posible amar a los soldados yankeesque no es posible comprender palabras

envueltas en duras balasni es posible conocer a ningún John

ni hablar tranquilamente a MaryCompañeros: un grueso manto repleto de flores

y verdes celajes para cerrar sus ojos para siempre.

Oíd: todos los otros: testigos de esa noche de exterminiolos que nos penetramos con ellos

hacia las puertas de la muertelos que paseamos banderas encima de carros

cargados de cadávereslos que corrimos con las venas rebosantes de rabia

dolor y angustianosotros, compañeros, que sentimos en la carne

el golpe seco de las balasel último gemido de los mártires

vamos a gastarnos la existencia para sembrarde mástiles la tierra.

Hablo de mástiles que tienen nombreshablo de niños con sus cantos

y sus juegos partidos en mitad de la nochepor los acantonados habitantes del Canal Zone.

Hablo de edificios apagados y convertidosen objetos de rifa de la grotesca soldadera yankee.

Hablo de labios que no llegaron a conocerotro calor que el de la pólvora.

De crucifijos que se estremecieron en medio de la nochey se tiraron del miedo hacia las calles

dejando las velas encendidas.Hablo de los mártires del nueve de enero.

Hablo del nueve de enero.Hablo del lúgubre silencio letal de palomas

asesinadas en el centro de la vida;Hablo de brazos destrozados, de vísceras arrebatadas

de gendarmes apostados para matar niñitos.Hablo de este dolor augusto.

Compañeros: un minuto de silencio.

Bertalicia Peralta. Periodista, pedagoga y una de las más destacadas poetas panameñas, galardonada nacional e internacionalmente.

Vida en la palabra

98

Page 104: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

Bertalicia Peralta

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.

Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vida

donde nacieron los soldados de la Patriadonde murieron: quemados sus ojos

acongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangre

violados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarie

los militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patria

de la despedazada, dulce, buena Patriacon su pecho abierto por la metralla

la soberbia, la odiosa conquista del imperiode Estados Unidos por el crimen.

Yo no he llorado por los muertospor las rosas que acumularon sus ojos

abiertos y estrelladosno he llorado aún por las manitas

de las niñas morenasque colgaban gaviotas en la tarde

por los patines y tambores abandonadosdonde comienza la frontera

donde colocaron letreros en idiomas extranjeroscon cintas y galones y estrellas y águilas

y luces de bengalay escuelas de adolescentes engreídos y altaneros

a quienes cerraron el almaa quienes quitaron las tablas de los diez mandamientos

quienes no tienen arcilla para hacerestatuas de borricos, pájaros o pequeños ángeles sin alas.

Compañeros: una campana para su memoria:Hay semen de mártires regado en las plazas

lágrimas de madres, viudas, huérfanosacumuladas a la orilla de los templos.

Hay multitud de huesos clavados en tierray cadáveres redondos y fríos vestidos de banderas

a lo largo de calles y campos.

Hay oraciones tendidas hasta el cielocon una urgente condición de reto, árboles caídos

frutas doloridas y un rencor de decenios descendidoen torrentadas ardientes por los ríos:

un rencor absoluto y solidario un odio colectivoque vamos a llevar hacia el lugar que tiene

nuestro dolor de sexo ultrajadode corazón apedreadode lengua amordazada

de nidos agredidosde pezones silvestres y dulces

como cuajados labios de azucenas.

Compañeros: una voz que se detenga en esta fechaen este nueve de enero amanecido

en este momento extraño de la muerteen este instante supremo de la vida.

Estandartes y coronas para guardar el alma de la Patriaque no puede contenerse en veinte fosasque no es capaz de convertirse en vientopara viajar en rutas penetradas de cruces:

quiero gritar a todos que no es posible amar a los soldados yankeesque no es posible comprender palabras

envueltas en duras balasni es posible conocer a ningún John

ni hablar tranquilamente a MaryCompañeros: un grueso manto repleto de flores

y verdes celajes para cerrar sus ojos para siempre.

Oíd: todos los otros: testigos de esa noche de exterminiolos que nos penetramos con ellos

hacia las puertas de la muertelos que paseamos banderas encima de carros

cargados de cadávereslos que corrimos con las venas rebosantes de rabia

dolor y angustianosotros, compañeros, que sentimos en la carne

el golpe seco de las balasel último gemido de los mártires

vamos a gastarnos la existencia para sembrarde mástiles la tierra.

Hablo de mástiles que tienen nombreshablo de niños con sus cantos

y sus juegos partidos en mitad de la nochepor los acantonados habitantes del Canal Zone.

Hablo de edificios apagados y convertidosen objetos de rifa de la grotesca soldadera yankee.

Hablo de labios que no llegaron a conocerotro calor que el de la pólvora.

De crucifijos que se estremecieron en medio de la nochey se tiraron del miedo hacia las calles

dejando las velas encendidas.Hablo de los mártires del nueve de enero.

Hablo del nueve de enero.Hablo del lúgubre silencio letal de palomas

asesinadas en el centro de la vida;Hablo de brazos destrozados, de vísceras arrebatadas

de gendarmes apostados para matar niñitos.Hablo de este dolor augusto.

Compañeros: un minuto de silencio.

Bertalicia Peralta. Periodista, pedagoga y una de las más destacadas poetas panameñas, galardonada nacional e internacionalmente.

VíaLetra

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Page 105: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

La tonada inasible

Hacia el horizonte. Carlos González Palomino

Roberto Iván Cedeño M.

La tonada inasible

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Page 106: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

Roberto Iván Cedeño M.

La puerta de la planta baja de ese recordado inmueble de La Carrasquilla se abría de hito en hito en la soleada mañana del 10 de enero del 64’. En su interior, un inquieto adolescente estudiante de secundaria atisbaba en espera de que por allí pasase alguien conocido de su barrio y así –al menos en segundos- le trasmitiera cómo iba “el asunto”.

Desde la noche anterior, la radio y la entonces joven televisión no habían cesado en sus partes noticiosos: Se producía una grave refriega entre panameños y zoneí-tas que tenía lugar en puntos álgidos de la limítrofe avenida “4 de julio”. Ya se sabía, entre gritos, llantos y sacudidas, que habían muerto varios de nuestros nacio-nales; entre ellos, otro joven estudiante y líder natural de nombre Ascanio. La perforación de tórax que segó la vida del gallardo y vivaz profesionalista era de evidente grueso calibre; procedía de un rifle de asalto reglamen-tario M1 del ejército más poderoso del orbe.

Y, a medida que concurrían las informaciones simultáneas a la vocinglería del vecindario, se acrecentaba el tono y contenido emocional ante lo aciago de estas horas. El alterado muchacho supo por sí mismo lo que significaba aquel caldeado correntazo que ascendía desde sus piernas al tronco y se convertía en sordos golpes de pulsación en la cabeza. Era una mezcla de rabia, miedo e impotencia que le empujaba a procurar, de cualquier manera, evadir la vigilancia materna e irse hasta allá…allá a lo lejos de Carrasquilla, pero asistir valientemente -y tal vez si podía- con determinación el estar allí presente, más cerca de la realidad panameña una vez más vulnerada. Deseaba estar allá donde se escuchaban los tiros y desde donde se sabía que se empuñaban banderas dignamente

Por la metralla del buen vecinoensangrentadas frente a la soberbia que no guardaba escrúpulos para matar a mansalva.

Sí, Ascanio Arosemena había caído primero. Su sangre gloriosa mezclada con el sudor y las lágrimas de quienes cargaban su cuerpo agonizante, sus ojos aún abiertos como despidiéndose de la patria para entrar, así inmolado y con júbilo triunfal en la historia, ya recorría en dramáticas fotografías los titulares de prensa criolla e internacional acompañando en primeras planas a las de otro héroe -con bandera en mano- trepando con arrojo y bajo las balas la ignominiosa cerca del apartheid zoneíta en un mágico momento que signó de forma premonitoria y -se diría- alegórica, el épico futuro de una actual patria libre con una sola bandera.

Bandera!...bandera! …suban la bandera carajo! vociferaban gargantas enardecidas…es un poste alto de alumbrado… pero suban la bandera y amárrenla con este alambre!

Silban las balas, suenan sirenas y pasan en vuelo rasante aviones de combate y amenazantes helicópteros artilla-dos del U.S Air Force. Columnas de humo ascienden a todo lo largo de la “cuatro e’ julio”; arde el edificio que aloja la Pan-American Airways …agacha la cabeza pendejo!... mira que esos gringos te están pillando con mira telescópica! Ajo! y dicen que en un balcón le volaron la mitad de la cara a una pelaíta de apellido Landecho! Y en aulas y corrillos del cercano Instituto Nacional manos nerviosas juveniles fabrican molotov a toda prisa mientras caen astillas y fragmentos de vidrio sobre los estudiantes que por primera vez en su vida están bajo fuego cercano y mortal…pero no importa! dale!...dale! que ya explotó ese carro detrás de la acera de esos h. de p!

Qué se hizo Rubén!?...Rubencito! donde estás!?…Se fue!…Se fue siempre el condenado muchacho! ¡Lo van a matar!

La Sra. Anoland Bellido de Luna de Blades, cubana y madre de este inquieto y versátil muchacho aspirante a actor y cantante de baladas , rock and roll (y enamora-dor a punta de boleros inventados) no ocultaba su desagrado por el “motín” de los panameños quienes, a su entender, fijo que debían ser maleantes y oportunos saqueadores.

Ella trabajaba en Clayton, tenía comodidades y derecho al “Comi” (comisariato) de la Zona donde compraban los gringos y desde donde partían subrepticiamente todo género de artículos de contrabando hacia este lado. La contradicción era manifiesta en el seno familiar de los Blades. Todavía más, con un muchacho que aborrecía íntimamente el tener que ser estudiante de un colegio privado…él quería ser desde hace rato “agui-lucho”! No obstante, ya en las cercanías del peligro, no pudo llegar a la refriega directa y a riesgo de muerte por un balazo. Su padre fue en su persecución y le encontró antes del previsible riesgo. Se lo llevó casi a empujones de vuelta a casa y le pusieron pestillo de seguridad a la puerta.

Se escucha en la radio que, dada la gravedad de los hechos y el desproporcionado uso de la fuerza letal por su ejército acantonado en nuestro país, algo muy trascendente está ocurriendo respecto a las relaciones de Panamá con Estados Unidos.

Ante las cámaras y micrófonos había estado, horas antes, el semblante desencajado pero digno y firme de un Presidente Roberto F. Chiari sosteniendo los girones de una histórica bandera ante los ojos enrojecidos de

los estudiantes institutores que se la llevaron a la Presidencia y quienes fueron objeto de golpes, empellones y vejámenes en aquella memorable mañana en el High School de Balboa y un asta que se quedó aguardando nuestro pabellón.

Ahora el Presidente de la Nación atropellada y que aún tiembla de ira y dolor por sus muertos anuncia la irrevo-cable ruptura de relaciones diplomáticas con el “coloso”.

Va disminuyendo en lontananza el eco de las descar-gas. Un General de apellido O’Meara afirma que “solo se usaron escopetas para de regadera para cazar patos” …lástima que murieron más de 20 panameños y decenas de heridos se repone poco a poco… En la casa de los Blades hay enconadas divergencias de opinión y el barrio de La Carrasquilla amanece pintado más que nunca con Yankee Go home! Pero, ciertamente, en el joven estudiante Rubén que alguna vez también conoció a Ascanio en las verbenas estudiantiles, aquel muchacho del Isabel Herrera Obaldía “el que bailaba twist” y cantaba como Chubby Cheker, ese Rubencito que además quiso ser siempre “aguilucho” digno y revoltoso (cosa que logró porque al año siguiente se matriculó allí en el Instituto Nacional y concluyó con éxito su secundaria) …pues, no solo mudó su carácter y tendencias frente a lo que aconteció.

Ello fue marcado para siempre en su mente y actitud. De allí en adelante se puso del lado de los indígenas en las matanzas del cine perpetradas por los “fulitos johnnies”…Se enteró de lo que había sido la masacre de Ponce en Puerto Rico y por qué -por ejemplo- también estaba presa en cadena perpetua Lolita Lebrón, así como quién fue Pedro Prestán y porque le habían ahorcado… y en vez de cantar Rock n’ roll le

puso más atención a Silvia De Grasse y los contenidos de las tonadas de nuestra Gladys De La Lastra y comenzó a leer -con denodado interés y no por obligación escolar- más de su país, sus históricos porqués y razones; supo entonces comprender a fondo y con la piel erizada de dónde surgían las inspiraciones de Ricardo Miró, de Gaspar Octavio Hernández y del “oscuro poeta” Demetrio Herrera Sevillano.

Un día, quizás al año o dos pasada la refriega del 9 de Enero del 64’ y aún sin que se vislumbrase concreta-mente el camino que dio pábulo a los pioneros acuer-dos Tack-Kissinger, el joven Rubén Blades me llamó: “…vente para que veas lo que estoy escribiendo”.

Al acudir a la recordada casa de los Blades en Carras-quilla, el ahora célebre autor de “Patria” salió recién bañado porque íbamos para “un toque” con el conjunto. Abrió un cuaderno que traía bajo el brazo y me leyó con voz firme y los ojos visiblemente húmedos:

“Nueve de Enero, yo nunca olvidoA un pueblo entero

Que con valor se enfrentóA la metralla

Del “buen vecino”Que en un momento

Sus promesas olvidó…Orgulloso, bajo el plomo

Voy ondeando mi BanderaDe blanco, azul y con rojo

Rojo de Ascanio Arosemena.No te puedo olvidar!

Yo no te puedo olvidar!Por eso elevo mi cantoEn homenaje sincero

A los bravos que murieronA los mártires de enero!”

Roberto Iván Cedeño M. Médico, amigo personal de Rubén

Blades y compositor de algunas de sus canciones.

VíaLetra

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Page 107: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

Roberto Iván Cedeño M.

La puerta de la planta baja de ese recordado inmueble de La Carrasquilla se abría de hito en hito en la soleada mañana del 10 de enero del 64’. En su interior, un inquieto adolescente estudiante de secundaria atisbaba en espera de que por allí pasase alguien conocido de su barrio y así –al menos en segundos- le trasmitiera cómo iba “el asunto”.

Desde la noche anterior, la radio y la entonces joven televisión no habían cesado en sus partes noticiosos: Se producía una grave refriega entre panameños y zoneí-tas que tenía lugar en puntos álgidos de la limítrofe avenida “4 de julio”. Ya se sabía, entre gritos, llantos y sacudidas, que habían muerto varios de nuestros nacio-nales; entre ellos, otro joven estudiante y líder natural de nombre Ascanio. La perforación de tórax que segó la vida del gallardo y vivaz profesionalista era de evidente grueso calibre; procedía de un rifle de asalto reglamen-tario M1 del ejército más poderoso del orbe.

Y, a medida que concurrían las informaciones simultáneas a la vocinglería del vecindario, se acrecentaba el tono y contenido emocional ante lo aciago de estas horas. El alterado muchacho supo por sí mismo lo que significaba aquel caldeado correntazo que ascendía desde sus piernas al tronco y se convertía en sordos golpes de pulsación en la cabeza. Era una mezcla de rabia, miedo e impotencia que le empujaba a procurar, de cualquier manera, evadir la vigilancia materna e irse hasta allá…allá a lo lejos de Carrasquilla, pero asistir valientemente -y tal vez si podía- con determinación el estar allí presente, más cerca de la realidad panameña una vez más vulnerada. Deseaba estar allá donde se escuchaban los tiros y desde donde se sabía que se empuñaban banderas dignamente

ensangrentadas frente a la soberbia que no guardaba escrúpulos para matar a mansalva.

Sí, Ascanio Arosemena había caído primero. Su sangre gloriosa mezclada con el sudor y las lágrimas de quienes cargaban su cuerpo agonizante, sus ojos aún abiertos como despidiéndose de la patria para entrar, así inmolado y con júbilo triunfal en la historia, ya recorría en dramáticas fotografías los titulares de prensa criolla e internacional acompañando en primeras planas a las de otro héroe -con bandera en mano- trepando con arrojo y bajo las balas la ignominiosa cerca del apartheid zoneíta en un mágico momento que signó de forma premonitoria y -se diría- alegórica, el épico futuro de una actual patria libre con una sola bandera.

Bandera!...bandera! …suban la bandera carajo! vociferaban gargantas enardecidas…es un poste alto de alumbrado… pero suban la bandera y amárrenla con este alambre!

Silban las balas, suenan sirenas y pasan en vuelo rasante aviones de combate y amenazantes helicópteros artilla-dos del U.S Air Force. Columnas de humo ascienden a todo lo largo de la “cuatro e’ julio”; arde el edificio que aloja la Pan-American Airways …agacha la cabeza pendejo!... mira que esos gringos te están pillando con mira telescópica! Ajo! y dicen que en un balcón le volaron la mitad de la cara a una pelaíta de apellido Landecho! Y en aulas y corrillos del cercano Instituto Nacional manos nerviosas juveniles fabrican molotov a toda prisa mientras caen astillas y fragmentos de vidrio sobre los estudiantes que por primera vez en su vida están bajo fuego cercano y mortal…pero no importa! dale!...dale! que ya explotó ese carro detrás de la acera de esos h. de p!

Qué se hizo Rubén!?...Rubencito! donde estás!?…Se fue!…Se fue siempre el condenado muchacho! ¡Lo van a matar!

La Sra. Anoland Bellido de Luna de Blades, cubana y madre de este inquieto y versátil muchacho aspirante a actor y cantante de baladas , rock and roll (y enamora-dor a punta de boleros inventados) no ocultaba su desagrado por el “motín” de los panameños quienes, a su entender, fijo que debían ser maleantes y oportunos saqueadores.

Ella trabajaba en Clayton, tenía comodidades y derecho al “Comi” (comisariato) de la Zona donde compraban los gringos y desde donde partían subrepticiamente todo género de artículos de contrabando hacia este lado. La contradicción era manifiesta en el seno familiar de los Blades. Todavía más, con un muchacho que aborrecía íntimamente el tener que ser estudiante de un colegio privado…él quería ser desde hace rato “agui-lucho”! No obstante, ya en las cercanías del peligro, no pudo llegar a la refriega directa y a riesgo de muerte por un balazo. Su padre fue en su persecución y le encontró antes del previsible riesgo. Se lo llevó casi a empujones de vuelta a casa y le pusieron pestillo de seguridad a la puerta.

Se escucha en la radio que, dada la gravedad de los hechos y el desproporcionado uso de la fuerza letal por su ejército acantonado en nuestro país, algo muy trascendente está ocurriendo respecto a las relaciones de Panamá con Estados Unidos.

Ante las cámaras y micrófonos había estado, horas antes, el semblante desencajado pero digno y firme de un Presidente Roberto F. Chiari sosteniendo los girones de una histórica bandera ante los ojos enrojecidos de

los estudiantes institutores que se la llevaron a la Presidencia y quienes fueron objeto de golpes, empellones y vejámenes en aquella memorable mañana en el High School de Balboa y un asta que se quedó aguardando nuestro pabellón.

Ahora el Presidente de la Nación atropellada y que aún tiembla de ira y dolor por sus muertos anuncia la irrevo-cable ruptura de relaciones diplomáticas con el “coloso”.

Va disminuyendo en lontananza el eco de las descar-gas. Un General de apellido O’Meara afirma que “solo se usaron escopetas para de regadera para cazar patos” …lástima que murieron más de 20 panameños y decenas de heridos se repone poco a poco… En la casa de los Blades hay enconadas divergencias de opinión y el barrio de La Carrasquilla amanece pintado más que nunca con Yankee Go home! Pero, ciertamente, en el joven estudiante Rubén que alguna vez también conoció a Ascanio en las verbenas estudiantiles, aquel muchacho del Isabel Herrera Obaldía “el que bailaba twist” y cantaba como Chubby Cheker, ese Rubencito que además quiso ser siempre “aguilucho” digno y revoltoso (cosa que logró porque al año siguiente se matriculó allí en el Instituto Nacional y concluyó con éxito su secundaria) …pues, no solo mudó su carácter y tendencias frente a lo que aconteció.

Ello fue marcado para siempre en su mente y actitud. De allí en adelante se puso del lado de los indígenas en las matanzas del cine perpetradas por los “fulitos johnnies”…Se enteró de lo que había sido la masacre de Ponce en Puerto Rico y por qué -por ejemplo- también estaba presa en cadena perpetua Lolita Lebrón, así como quién fue Pedro Prestán y porque le habían ahorcado… y en vez de cantar Rock n’ roll le

puso más atención a Silvia De Grasse y los contenidos de las tonadas de nuestra Gladys De La Lastra y comenzó a leer -con denodado interés y no por obligación escolar- más de su país, sus históricos porqués y razones; supo entonces comprender a fondo y con la piel erizada de dónde surgían las inspiraciones de Ricardo Miró, de Gaspar Octavio Hernández y del “oscuro poeta” Demetrio Herrera Sevillano.

Un día, quizás al año o dos pasada la refriega del 9 de Enero del 64’ y aún sin que se vislumbrase concreta-mente el camino que dio pábulo a los pioneros acuer-dos Tack-Kissinger, el joven Rubén Blades me llamó: “…vente para que veas lo que estoy escribiendo”.

Al acudir a la recordada casa de los Blades en Carras-quilla, el ahora célebre autor de “Patria” salió recién bañado porque íbamos para “un toque” con el conjunto. Abrió un cuaderno que traía bajo el brazo y me leyó con voz firme y los ojos visiblemente húmedos:

“Nueve de Enero, yo nunca olvidoA un pueblo entero

Que con valor se enfrentóA la metralla

Del “buen vecino”Que en un momento

Sus promesas olvidó…Orgulloso, bajo el plomo

Voy ondeando mi BanderaDe blanco, azul y con rojo

Rojo de Ascanio Arosemena.No te puedo olvidar!

Yo no te puedo olvidar!Por eso elevo mi cantoEn homenaje sincero

A los bravos que murieronA los mártires de enero!”

Roberto Iván Cedeño M. Médico, amigo personal de Rubén

Blades y compositor de algunas de sus canciones.

La tonada inasible

102

Page 108: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

Roberto Iván Cedeño M.

La puerta de la planta baja de ese recordado inmueble de La Carrasquilla se abría de hito en hito en la soleada mañana del 10 de enero del 64’. En su interior, un inquieto adolescente estudiante de secundaria atisbaba en espera de que por allí pasase alguien conocido de su barrio y así –al menos en segundos- le trasmitiera cómo iba “el asunto”.

Desde la noche anterior, la radio y la entonces joven televisión no habían cesado en sus partes noticiosos: Se producía una grave refriega entre panameños y zoneí-tas que tenía lugar en puntos álgidos de la limítrofe avenida “4 de julio”. Ya se sabía, entre gritos, llantos y sacudidas, que habían muerto varios de nuestros nacio-nales; entre ellos, otro joven estudiante y líder natural de nombre Ascanio. La perforación de tórax que segó la vida del gallardo y vivaz profesionalista era de evidente grueso calibre; procedía de un rifle de asalto reglamen-tario M1 del ejército más poderoso del orbe.

Y, a medida que concurrían las informaciones simultáneas a la vocinglería del vecindario, se acrecentaba el tono y contenido emocional ante lo aciago de estas horas. El alterado muchacho supo por sí mismo lo que significaba aquel caldeado correntazo que ascendía desde sus piernas al tronco y se convertía en sordos golpes de pulsación en la cabeza. Era una mezcla de rabia, miedo e impotencia que le empujaba a procurar, de cualquier manera, evadir la vigilancia materna e irse hasta allá…allá a lo lejos de Carrasquilla, pero asistir valientemente -y tal vez si podía- con determinación el estar allí presente, más cerca de la realidad panameña una vez más vulnerada. Deseaba estar allá donde se escuchaban los tiros y desde donde se sabía que se empuñaban banderas dignamente

ensangrentadas frente a la soberbia que no guardaba escrúpulos para matar a mansalva.

Sí, Ascanio Arosemena había caído primero. Su sangre gloriosa mezclada con el sudor y las lágrimas de quienes cargaban su cuerpo agonizante, sus ojos aún abiertos como despidiéndose de la patria para entrar, así inmolado y con júbilo triunfal en la historia, ya recorría en dramáticas fotografías los titulares de prensa criolla e internacional acompañando en primeras planas a las de otro héroe -con bandera en mano- trepando con arrojo y bajo las balas la ignominiosa cerca del apartheid zoneíta en un mágico momento que signó de forma premonitoria y -se diría- alegórica, el épico futuro de una actual patria libre con una sola bandera.

Bandera!...bandera! …suban la bandera carajo! vociferaban gargantas enardecidas…es un poste alto de alumbrado… pero suban la bandera y amárrenla con este alambre!

Silban las balas, suenan sirenas y pasan en vuelo rasante aviones de combate y amenazantes helicópteros artilla-dos del U.S Air Force. Columnas de humo ascienden a todo lo largo de la “cuatro e’ julio”; arde el edificio que aloja la Pan-American Airways …agacha la cabeza pendejo!... mira que esos gringos te están pillando con mira telescópica! Ajo! y dicen que en un balcón le volaron la mitad de la cara a una pelaíta de apellido Landecho! Y en aulas y corrillos del cercano Instituto Nacional manos nerviosas juveniles fabrican molotov a toda prisa mientras caen astillas y fragmentos de vidrio sobre los estudiantes que por primera vez en su vida están bajo fuego cercano y mortal…pero no importa! dale!...dale! que ya explotó ese carro detrás de la acera de esos h. de p!

Qué se hizo Rubén!?...Rubencito! donde estás!?…Se fue!…Se fue siempre el condenado muchacho! ¡Lo van a matar!

La Sra. Anoland Bellido de Luna de Blades, cubana y madre de este inquieto y versátil muchacho aspirante a actor y cantante de baladas , rock and roll (y enamora-dor a punta de boleros inventados) no ocultaba su desagrado por el “motín” de los panameños quienes, a su entender, fijo que debían ser maleantes y oportunos saqueadores.

Ella trabajaba en Clayton, tenía comodidades y derecho al “Comi” (comisariato) de la Zona donde compraban los gringos y desde donde partían subrepticiamente todo género de artículos de contrabando hacia este lado. La contradicción era manifiesta en el seno familiar de los Blades. Todavía más, con un muchacho que aborrecía íntimamente el tener que ser estudiante de un colegio privado…él quería ser desde hace rato “agui-lucho”! No obstante, ya en las cercanías del peligro, no pudo llegar a la refriega directa y a riesgo de muerte por un balazo. Su padre fue en su persecución y le encontró antes del previsible riesgo. Se lo llevó casi a empujones de vuelta a casa y le pusieron pestillo de seguridad a la puerta.

Se escucha en la radio que, dada la gravedad de los hechos y el desproporcionado uso de la fuerza letal por su ejército acantonado en nuestro país, algo muy trascendente está ocurriendo respecto a las relaciones de Panamá con Estados Unidos.

Ante las cámaras y micrófonos había estado, horas antes, el semblante desencajado pero digno y firme de un Presidente Roberto F. Chiari sosteniendo los girones de una histórica bandera ante los ojos enrojecidos de

los estudiantes institutores que se la llevaron a la Presidencia y quienes fueron objeto de golpes, empellones y vejámenes en aquella memorable mañana en el High School de Balboa y un asta que se quedó aguardando nuestro pabellón.

Ahora el Presidente de la Nación atropellada y que aún tiembla de ira y dolor por sus muertos anuncia la irrevo-cable ruptura de relaciones diplomáticas con el “coloso”.

Va disminuyendo en lontananza el eco de las descar-gas. Un General de apellido O’Meara afirma que “solo se usaron escopetas para de regadera para cazar patos” …lástima que murieron más de 20 panameños y decenas de heridos se repone poco a poco… En la casa de los Blades hay enconadas divergencias de opinión y el barrio de La Carrasquilla amanece pintado más que nunca con Yankee Go home! Pero, ciertamente, en el joven estudiante Rubén que alguna vez también conoció a Ascanio en las verbenas estudiantiles, aquel muchacho del Isabel Herrera Obaldía “el que bailaba twist” y cantaba como Chubby Cheker, ese Rubencito que además quiso ser siempre “aguilucho” digno y revoltoso (cosa que logró porque al año siguiente se matriculó allí en el Instituto Nacional y concluyó con éxito su secundaria) …pues, no solo mudó su carácter y tendencias frente a lo que aconteció.

Ello fue marcado para siempre en su mente y actitud. De allí en adelante se puso del lado de los indígenas en las matanzas del cine perpetradas por los “fulitos johnnies”…Se enteró de lo que había sido la masacre de Ponce en Puerto Rico y por qué -por ejemplo- también estaba presa en cadena perpetua Lolita Lebrón, así como quién fue Pedro Prestán y porque le habían ahorcado… y en vez de cantar Rock n’ roll le

puso más atención a Silvia De Grasse y los contenidos de las tonadas de nuestra Gladys De La Lastra y comenzó a leer -con denodado interés y no por obligación escolar- más de su país, sus históricos porqués y razones; supo entonces comprender a fondo y con la piel erizada de dónde surgían las inspiraciones de Ricardo Miró, de Gaspar Octavio Hernández y del “oscuro poeta” Demetrio Herrera Sevillano.

Un día, quizás al año o dos pasada la refriega del 9 de Enero del 64’ y aún sin que se vislumbrase concreta-mente el camino que dio pábulo a los pioneros acuer-dos Tack-Kissinger, el joven Rubén Blades me llamó: “…vente para que veas lo que estoy escribiendo”.

Al acudir a la recordada casa de los Blades en Carras-quilla, el ahora célebre autor de “Patria” salió recién bañado porque íbamos para “un toque” con el conjunto. Abrió un cuaderno que traía bajo el brazo y me leyó con voz firme y los ojos visiblemente húmedos:

“Nueve de Enero, yo nunca olvidoA un pueblo entero

Que con valor se enfrentóA la metralla

Del “buen vecino”Que en un momento

Sus promesas olvidó…Orgulloso, bajo el plomo

Voy ondeando mi BanderaDe blanco, azul y con rojo

Rojo de Ascanio Arosemena.No te puedo olvidar!

Yo no te puedo olvidar!Por eso elevo mi cantoEn homenaje sincero

A los bravos que murieronA los mártires de enero!”

Roberto Iván Cedeño M. Médico, amigo personal de Rubén

Blades y compositor de algunas de sus canciones.

VíaLetra

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Page 109: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

RUBEN BLADES

La tonada inasible

104

Page 110: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Nimia Herrera G.

Lágrimas, dolor, tristeza, impotencia, lucha desigual, Patria herida, orgullo: son los sentimientos encontrados por los panameños al remembrar los sucesos del 9 de Enero de 1964. Cincuenta años han pasado y parece que fue ayer, porque la herida aún continúa abierta por las reiteradas humillaciones, ultrajes, vejámenes, intromisiones e invasiones.

Lo importante y positivo – aunque parezca un oxímoron - es que los panameños se unieron por generaciones para pelear contra la intromisión: dos países, dos mundos; el país del blanco y del negro: el gold roll y el silver roll. Dos leyes, dos gobernadores, decenas de incursiones.

Una gran cerca nos dividía; ésta bordeaba toda la aveni-da 4 de julio, hoy, avenida de los Mártires. No se podía ingresar a las bases militares, porque era área restringida; era área “para cuidar el canal”,¡

La cerca:de aquel lado no se permite, dicen:de aquel lado, entre la alambrada y el miedo,entre el alambre, las púas

La cerca:Para cercar el territorio, las millas

del dominio, de las legiones de desembarco,de la pequeña colonia

La cerca plateada mientras cae el solen occidentey el mar se tiñe de rojocomo confirmación de la rapiña

País que te pisan,país que te violan,país que te matan

(Manuel Orestes Nieto, Diminuto país de los gigantes crímenes en Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997:141-145)

La discriminación era latente. Nuevamente los panameños vivíamos otra incursión en nuestro territo-rio; nuevamente los extranjeros serían los dueños de nuestras tierras; nuevamente volveríamos a ser esclavos asalariados en nuestro propio país; nueva-mente los invasores gobernarían con mano dura.

Durante este periodo crecía el número de escritores que defendían la identidad de la Patria, quienes cuestio- naban el ignominioso trato que los norteamericanos ofrecían a los panameños. “1903, incendio de sollozos”, Pedro Rivera

En 1903fue Panamá, incendio de sollozos.En la misma gangrena se juntaronla lumbre de la pólvora y el diente.… … … … Así nació mi Patria. Fue vendidasu libertad, su sangre, su palabra.Fue vendido su origen, la ciruelade su vida inicial y su mañana.

… … … … (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 95)

En este poema, el hablante lírico señala lo que fue Panamá. Su tono melancólico y con un profundo dolor describe la Patria y como fue vendida, en 1903. Panamá, república que desde su maltrecho nacimiento fue signado por el oráculo yanqui: la perpetua violación de todos los derechos humanos... Una /Patria…ven-dida/ en su totalidad, desde la sangre hasta la libertad, pues, el panameño sería sometido e igual que en la colonia, no tendría libertad ni derecho a protestar.

Por su parte, en el “Poema a Ascanio Arosemena”, Rodolfo Ermocilla Bellido nos dice:

Panameño tú siempre respondes: síPero también dices:Bases, no.Perpetuidad, no.Lucha desigual;Balas y sangre;más sangre, más balas.Muertos, muchos muertoscon cabezas que parecen túneles… … … …¡Panameño, tú también sabes decir que no! (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 227)

Aquí, el tema es el de la lucha en contra de la perpetuidad. Esto nos hería en lo más profundo, era una /lucha desigual/; claro que sí, ellos eran los dueños absolutos de las armas y del poder. A nosotros sólo nos restaba poner los /muertos, muchos muertos/, /sangre-más sangre/, /muchos muertos con cabezas que parecen túneles/; pero, túneles sin un final feliz, sino oscuros, trágicos, con olor a sangre, a muerte, con olor a esclavitud.

No podía pasar por alto las consideraciones sobre esta temática de Gerardo Malony en Nuevos nómadas.

Y llegaron del mar los nuevos amos,con maletas llenas de oroy aprendimos a llamarles “míster”a solicitarles trabajoa espiarlos de cerca… … … …pero escuchamos la dureza de su voz“Only White”-Gold Roll- Silver Linneimponiendo color a todas las cosascolor al enfermo, color a los rezos, color a la risa… (En Travesía Literaria por el Canal de Panamá, 1997: 160)

El hablante lírico alude a los nuevos dueños de nuestro territorio, con su riqueza, con su dinero (que todo lo

puede comprar), con su discriminación /onlywhite/, donde se señala la nueva clasificación social que había al otro lado de la cerca /gold roll/ y /silverlinne/. Todo tenía la distinción: para los blancos y para los de color. Todo olía a temor, a menosprecio, a humillación.

Jóvenes mártires, cada día estás en nuestra memoria, no merecían fenecer en tan tierna edad, a estos canta el hablante lírico con intenso dolor,

Mártires panameños, inmoladosen pleno florecer, llamas enhiestasque un vaho de impiedad ha derribadoal amparo cobarde de los tanques.Mártires panameños, niños hombresque el hogar y la escuela modelaban,frente ya para siempre reclinadascon el gesto rendido de la muerte:¡cómo mirar con ojos apaciblesel silencio cuajado en vuestros labios!…….A los héroes panameños de Elsie Alvarado de Ricord.

Esta lucha generacional solo buscaba que hubiese,Un Panamá

Un idealUna banderaUna naciónUn Panamá.

Basilio Dobras.

Para concluir, dos poemas que simbolizan nuestra lucha, testigos de nuestro dolor, impregnados de dolor, pero que –a la postre- 50 años después dan luz dentro de ese manto oscuro que es la muerte. 9 de enero: un Minuto de Silencio, por Bertalicia Peralta:

Nueve de enero, número inicialprincipio germinal de independencia.Lúgubre silencio letal de palomassoltadas en el centro de la vidadonde nacieron los soldados de la Patria

donde murieron: quemados sus ojosacongojados por dentroultrajados en su casta y en su sangreviolados en su lengua y sus hijosacogotados, sumidos en la ira y la barbarielos militantes de la Patria nuevade la Patria sangrantede la gimiente Patriade la despedazada, dulce, buena Patria…

Y no podíamos dejar de remembrar a Diana Morán en Soberna presencia de la Patria. Versos que salían de su alma torturada durante esos momentos ignominiosos donde el Otro creía que nos humillaba; sin embargo, lo que hacía era caminar hasta su infeliz retorno y nosotros, los panameños, los veríamos partir, con lágrimas en los ojos. Nosotros, cincuenta años después, recordamos a nuestros mártires con humildad y orgullo por habernos devuelto la libertad.

Es enero en las calles donde ruedan los gritos,…La patria se fue, como siempre se ha ido,con su camisa blancay la corbata azul de adolescencia,… …En las cuencas de Rosa revientan las espigas,en la espalda de Ascanio se arman las legioneslos fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,son astas invencibles otra vez en el muro.Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,las células de Víctor, los dedos de Carlos,las piernas mordidas, sus núcleos morados,sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto…

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,a ustedes tragalunas del mundo…a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:…Hasta el último niño en presagio de mielesofrendará su pálpito de auroraspor la libre heredad de sus estrellasHoy! Mañana! Siempre!

Cinco décadas se ciernen sobre nuestro suelo patrio y aún los mártires están presentes en nuestra mente y corazones. Fueron baluartes de nuestra identidad. La Patria herida por la bota yanqui goza de libertad, ya podemos “sembrar un maíz en la Zona del Canal…”

Referencia bibliográfica

Travesía Literaria por el Canal de Panamá, UNESCO. Panamá, 1997.

Nimia Herrera G. Magíster, catedrática de Lengua y Literatura en

la Escuela de Español de la Facultad de Humanidades de la

Universidad de Panamá

Vida en imágenes

Personaje en vías del ferrocarril. Carlos González Palomino

César Del Vasto

VíaLetra

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Page 111: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Una gesta heroica en imágenesCésar Del Vasto

Toda nación —que se vanaglorie de serlo—guarda con celo sus imágenes en movimiento, sean del género documental o ficción, históricas, comedias, terror, familiares, o institucionales, porque forman parte de nuestra memoria e identidad. Da tristeza que en nuestro país, con el crecimiento económico más alto de la región no se invierta en la preservación y divulgación de su patrimonio histórico, incluido el audiovisual.

La gesta heroica del 9 de Enero de 1964, momento culmi-nante de la lucha por el rescate de nuestra soberanía e integridad territorial del país, ha sido tema de numero-sos filmes nacionales.

El registro mismo de las imágenes logradas por fotógra-fos y camarógrafos de la época constituye parte impor-tante del patrimonio audiovisual de nuestro país y son testimonio de la heroicidad de un pueblo que enfrentó sin armas al ejército colonial norteamericano.

Al conmemorarse el 50 aniversario de la gesta, reseña-mos algunos de los principales filmes dedicados a este momento histórico: Metraje del 9 de Enero

Un grupo de panameños deciden filmar los sucesos del 9 de enero en las ciudades terminales y el interior de la República, en medio de la agresión estadounidense.Dirección y cámaras, Enoch Castillero, Eduardo Martínez, y otros. Color, B-N. Silente. Duración, 25m. Año, 1964.

El tratado que ningún panameño firmóRecuento noticioso y dramatizado de la lucha descolo-nizadora del pueblo, reafirmada con el arribo de un gobierno patriótico que emplaza al imperialismo estadounidense.

Dirección y guión, John H. Heymann, Jorge Carrasco. Productora, Cinelsa/Revista Nacional. Color, B-N. Duración, 30m. Género, documental. Año, 1969.

Canto a la Patria que ahora nace

Tropas del ejército estadounidense acantonados en la Zona del Canal de Panamá, agreden con armas al pueblo panameño, dejando un saldo de 21 asesinados y más de 500 heridos, los días 9 al 11 de enero de 1964, se usa material de archivo con el poema del escritor.

Dirección, edición, sonido: Trabajo Colectivo del GECU. Guión-poema: Pedro Rivera, Enoch Castillero. Color: B-N. Duración: 5m. Formato, 16 mm. Género, documen-tal. Año, 1972.

(Premio Copa de Nieve Azul, Tashkent, Unión Soviética, 1976).

Noticieros: Uno, Dos, Tres

Dirección y guión, Pedro Rivera. Música Luis Franco. Cámara, Fernando Martínez, Reynaldo Holder, José Sánchez. Sonido, Rafael Guiraud. Color, B-N. Formato 16mm. Duración, 15m c/u. Año, 1975.

Sinopsis: tres series sobre la realidad nacional, para responder a los medios de comunicación distorsiona-dos, en donde se presentan las noticias de la coyuntura, pero haciendo énfasis en las condiciones que generan la misma, principalmente en cuanto a consecuencias futuras.

El primero trata sobre los homenajes al 11 aniversario de la Gesta del 9 de Enero, realizado por las organi-zaciones populares y sus representantes, el segundo, versa sobre aspectos sobresalientes del proceso político que vivía el país en esos momentos.

Finalmente el tercero, informa sobre los actos realiza-dos por el Consejo Nacional en defensa de la Soberanía y la Paz (CONADESOPAZ) con el proceso revolucionario peruano, amenazado con el golpe de estado interno, la actividades constructivas sobre el proyecto de desarrollo integral hidroeléctrico del Bayano, pasa a ofrecernos aspectos del debate público generado puesta en escena de la obra dramática “I Took Panama”.

El legado de un guerrero

Mano Nacho recorre con la mirada los últimos rincones de su morada con la mirada, abre su baúl de los recuer-dos y se transporta a los tiempos cuando combate en la guerra de los mil días, al lado de Victoriano Lorenzo, la lealtad, el honor, el valor de los panameños hijos de la patria, que dejaron el campo para defender el suelo que

los vio nacer, su participación en la defensa de la patria cuando los gringos masacraron al pueblo un 9 de Enero, piensa que deja una herencia que sus descendientes continuarán la guerra por la soberanía, la libertad en desigual combate contra los invasores, hasta que alcanzamos por fin la victoria el 31 de diciembre de 1999.

Director/Guionista/Editor, Fernando Soto. Actores, Luis Canto, Luis Carlos Lee, Blas Bloise Calderón, Juan David Jurada, Antonio Taslak, Armando Correa, Bernabé Ramírez, Bárbara Carmona, Gerardo González, Jaime Núñez, Amed Araúz, Stephanie Cruz, Karla Achurra, Doris Waterman, Fernando Carmona, María Fernanda Carmona, María Elena Camarena, Ruby Wong. Duración, 20m. Color. Mini DV. Productora general, Astrid Marquínez. Fotógrafo/Camarógrafo Melchor Herrera, Jian Hua Wang. Sonidista Juan Camilo Villa. Productor Ejecutivo, Bárbara Bloise. Empresa productora Claxon Interactive Multimedia. Género, ficción. Año, 2002.(Primer Premio en el Concurso Visión Latina, categoría revelación, organizado por la Universidad Latina de Panamá)

Un siglo de luchas

Narración generacional de las batallas de la sociedad panameña y sus organizaciones de cara a la recuperación de la soberanía sobre la colonialista Zona del Canal, en manos de los Estados Unidos.

Dirección y guión, Máximo Ochy. Productora, Apertura Films. Color. Duración, 1h, 22m. Actores, Adolfo Ahumada, Aristides Royo, Ricardo de la Espriella y dirigentes estudiantiles, profesionales y políticos de las distintas épocas. Año, 2003-2004.

Como se observa son seis los filmes elaborados sobre la gesta heroica, próxima a cumplir cincuenta años. Actualmente, existen iniciativas para elaborar el séptimo y el octavo filme; sobre estos podemos consta-tar una primera fase realizada el 14 de septiembre pasado, donde un grupo de jóvenes artistas homena-jearon con el título “Una Canción para los héroes” el sacrificio de estos jóvenes con canciones como ¡Libertad!, compuesta por el grupo musical Séptima Raíz, con participación de Billy con canciones de rock en español, y el solista de regué raizal Inesta.

Estos documentales se encuentran en el Grupo Experimental de Cine Universitario

César Del Vasto. Historiador.

Vida en imágenes

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Page 112: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

César Del Vasto

Toda nación —que se vanaglorie de serlo—guarda con celo sus imágenes en movimiento, sean del género documental o ficción, históricas, comedias, terror, familiares, o institucionales, porque forman parte de nuestra memoria e identidad. Da tristeza que en nuestro país, con el crecimiento económico más alto de la región no se invierta en la preservación y divulgación de su patrimonio histórico, incluido el audiovisual.

La gesta heroica del 9 de Enero de 1964, momento culmi-nante de la lucha por el rescate de nuestra soberanía e integridad territorial del país, ha sido tema de numero-sos filmes nacionales.

El registro mismo de las imágenes logradas por fotógra-fos y camarógrafos de la época constituye parte impor-tante del patrimonio audiovisual de nuestro país y son testimonio de la heroicidad de un pueblo que enfrentó sin armas al ejército colonial norteamericano.

Al conmemorarse el 50 aniversario de la gesta, reseña-mos algunos de los principales filmes dedicados a este momento histórico: Metraje del 9 de Enero

Un grupo de panameños deciden filmar los sucesos del 9 de enero en las ciudades terminales y el interior de la República, en medio de la agresión estadounidense.Dirección y cámaras, Enoch Castillero, Eduardo Martínez, y otros. Color, B-N. Silente. Duración, 25m. Año, 1964.

El tratado que ningún panameño firmóRecuento noticioso y dramatizado de la lucha descolo-nizadora del pueblo, reafirmada con el arribo de un gobierno patriótico que emplaza al imperialismo estadounidense.

Dirección y guión, John H. Heymann, Jorge Carrasco. Productora, Cinelsa/Revista Nacional. Color, B-N. Duración, 30m. Género, documental. Año, 1969.

Canto a la Patria que ahora nace

Tropas del ejército estadounidense acantonados en la Zona del Canal de Panamá, agreden con armas al pueblo panameño, dejando un saldo de 21 asesinados y más de 500 heridos, los días 9 al 11 de enero de 1964, se usa material de archivo con el poema del escritor.

Dirección, edición, sonido: Trabajo Colectivo del GECU. Guión-poema: Pedro Rivera, Enoch Castillero. Color: B-N. Duración: 5m. Formato, 16 mm. Género, documen-tal. Año, 1972.

(Premio Copa de Nieve Azul, Tashkent, Unión Soviética, 1976).

Noticieros: Uno, Dos, Tres

Dirección y guión, Pedro Rivera. Música Luis Franco. Cámara, Fernando Martínez, Reynaldo Holder, José Sánchez. Sonido, Rafael Guiraud. Color, B-N. Formato 16mm. Duración, 15m c/u. Año, 1975.

Sinopsis: tres series sobre la realidad nacional, para responder a los medios de comunicación distorsiona-dos, en donde se presentan las noticias de la coyuntura, pero haciendo énfasis en las condiciones que generan la misma, principalmente en cuanto a consecuencias futuras.

El primero trata sobre los homenajes al 11 aniversario de la Gesta del 9 de Enero, realizado por las organi-zaciones populares y sus representantes, el segundo, versa sobre aspectos sobresalientes del proceso político que vivía el país en esos momentos.

Finalmente el tercero, informa sobre los actos realiza-dos por el Consejo Nacional en defensa de la Soberanía y la Paz (CONADESOPAZ) con el proceso revolucionario peruano, amenazado con el golpe de estado interno, la actividades constructivas sobre el proyecto de desarrollo integral hidroeléctrico del Bayano, pasa a ofrecernos aspectos del debate público generado puesta en escena de la obra dramática “I Took Panama”.

El legado de un guerrero

Mano Nacho recorre con la mirada los últimos rincones de su morada con la mirada, abre su baúl de los recuer-dos y se transporta a los tiempos cuando combate en la guerra de los mil días, al lado de Victoriano Lorenzo, la lealtad, el honor, el valor de los panameños hijos de la patria, que dejaron el campo para defender el suelo que

los vio nacer, su participación en la defensa de la patria cuando los gringos masacraron al pueblo un 9 de Enero, piensa que deja una herencia que sus descendientes continuarán la guerra por la soberanía, la libertad en desigual combate contra los invasores, hasta que alcanzamos por fin la victoria el 31 de diciembre de 1999.

Director/Guionista/Editor, Fernando Soto. Actores, Luis Canto, Luis Carlos Lee, Blas Bloise Calderón, Juan David Jurada, Antonio Taslak, Armando Correa, Bernabé Ramírez, Bárbara Carmona, Gerardo González, Jaime Núñez, Amed Araúz, Stephanie Cruz, Karla Achurra, Doris Waterman, Fernando Carmona, María Fernanda Carmona, María Elena Camarena, Ruby Wong. Duración, 20m. Color. Mini DV. Productora general, Astrid Marquínez. Fotógrafo/Camarógrafo Melchor Herrera, Jian Hua Wang. Sonidista Juan Camilo Villa. Productor Ejecutivo, Bárbara Bloise. Empresa productora Claxon Interactive Multimedia. Género, ficción. Año, 2002.(Primer Premio en el Concurso Visión Latina, categoría revelación, organizado por la Universidad Latina de Panamá)

Un siglo de luchas

Narración generacional de las batallas de la sociedad panameña y sus organizaciones de cara a la recuperación de la soberanía sobre la colonialista Zona del Canal, en manos de los Estados Unidos.

Dirección y guión, Máximo Ochy. Productora, Apertura Films. Color. Duración, 1h, 22m. Actores, Adolfo Ahumada, Aristides Royo, Ricardo de la Espriella y dirigentes estudiantiles, profesionales y políticos de las distintas épocas. Año, 2003-2004.

Como se observa son seis los filmes elaborados sobre la gesta heroica, próxima a cumplir cincuenta años. Actualmente, existen iniciativas para elaborar el séptimo y el octavo filme; sobre estos podemos consta-tar una primera fase realizada el 14 de septiembre pasado, donde un grupo de jóvenes artistas homena-jearon con el título “Una Canción para los héroes” el sacrificio de estos jóvenes con canciones como ¡Libertad!, compuesta por el grupo musical Séptima Raíz, con participación de Billy con canciones de rock en español, y el solista de regué raizal Inesta.

Estos documentales se encuentran en el Grupo Experimental de Cine Universitario

César Del Vasto. Historiador.

VíaLetra

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Page 113: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

César Del Vasto

Toda nación —que se vanaglorie de serlo—guarda con celo sus imágenes en movimiento, sean del género documental o ficción, históricas, comedias, terror, familiares, o institucionales, porque forman parte de nuestra memoria e identidad. Da tristeza que en nuestro país, con el crecimiento económico más alto de la región no se invierta en la preservación y divulgación de su patrimonio histórico, incluido el audiovisual.

La gesta heroica del 9 de Enero de 1964, momento culmi-nante de la lucha por el rescate de nuestra soberanía e integridad territorial del país, ha sido tema de numero-sos filmes nacionales.

El registro mismo de las imágenes logradas por fotógra-fos y camarógrafos de la época constituye parte impor-tante del patrimonio audiovisual de nuestro país y son testimonio de la heroicidad de un pueblo que enfrentó sin armas al ejército colonial norteamericano.

Al conmemorarse el 50 aniversario de la gesta, reseña-mos algunos de los principales filmes dedicados a este momento histórico: Metraje del 9 de Enero

Un grupo de panameños deciden filmar los sucesos del 9 de enero en las ciudades terminales y el interior de la República, en medio de la agresión estadounidense.Dirección y cámaras, Enoch Castillero, Eduardo Martínez, y otros. Color, B-N. Silente. Duración, 25m. Año, 1964.

El tratado que ningún panameño firmóRecuento noticioso y dramatizado de la lucha descolo-nizadora del pueblo, reafirmada con el arribo de un gobierno patriótico que emplaza al imperialismo estadounidense.

Dirección y guión, John H. Heymann, Jorge Carrasco. Productora, Cinelsa/Revista Nacional. Color, B-N. Duración, 30m. Género, documental. Año, 1969.

Canto a la Patria que ahora nace

Tropas del ejército estadounidense acantonados en la Zona del Canal de Panamá, agreden con armas al pueblo panameño, dejando un saldo de 21 asesinados y más de 500 heridos, los días 9 al 11 de enero de 1964, se usa material de archivo con el poema del escritor.

Dirección, edición, sonido: Trabajo Colectivo del GECU. Guión-poema: Pedro Rivera, Enoch Castillero. Color: B-N. Duración: 5m. Formato, 16 mm. Género, documen-tal. Año, 1972.

(Premio Copa de Nieve Azul, Tashkent, Unión Soviética, 1976).

Noticieros: Uno, Dos, Tres

Dirección y guión, Pedro Rivera. Música Luis Franco. Cámara, Fernando Martínez, Reynaldo Holder, José Sánchez. Sonido, Rafael Guiraud. Color, B-N. Formato 16mm. Duración, 15m c/u. Año, 1975.

Sinopsis: tres series sobre la realidad nacional, para responder a los medios de comunicación distorsiona-dos, en donde se presentan las noticias de la coyuntura, pero haciendo énfasis en las condiciones que generan la misma, principalmente en cuanto a consecuencias futuras.

El primero trata sobre los homenajes al 11 aniversario de la Gesta del 9 de Enero, realizado por las organi-zaciones populares y sus representantes, el segundo, versa sobre aspectos sobresalientes del proceso político que vivía el país en esos momentos.

Finalmente el tercero, informa sobre los actos realiza-dos por el Consejo Nacional en defensa de la Soberanía y la Paz (CONADESOPAZ) con el proceso revolucionario peruano, amenazado con el golpe de estado interno, la actividades constructivas sobre el proyecto de desarrollo integral hidroeléctrico del Bayano, pasa a ofrecernos aspectos del debate público generado puesta en escena de la obra dramática “I Took Panama”.

El legado de un guerrero

Mano Nacho recorre con la mirada los últimos rincones de su morada con la mirada, abre su baúl de los recuer-dos y se transporta a los tiempos cuando combate en la guerra de los mil días, al lado de Victoriano Lorenzo, la lealtad, el honor, el valor de los panameños hijos de la patria, que dejaron el campo para defender el suelo que

los vio nacer, su participación en la defensa de la patria cuando los gringos masacraron al pueblo un 9 de Enero, piensa que deja una herencia que sus descendientes continuarán la guerra por la soberanía, la libertad en desigual combate contra los invasores, hasta que alcanzamos por fin la victoria el 31 de diciembre de 1999.

Director/Guionista/Editor, Fernando Soto. Actores, Luis Canto, Luis Carlos Lee, Blas Bloise Calderón, Juan David Jurada, Antonio Taslak, Armando Correa, Bernabé Ramírez, Bárbara Carmona, Gerardo González, Jaime Núñez, Amed Araúz, Stephanie Cruz, Karla Achurra, Doris Waterman, Fernando Carmona, María Fernanda Carmona, María Elena Camarena, Ruby Wong. Duración, 20m. Color. Mini DV. Productora general, Astrid Marquínez. Fotógrafo/Camarógrafo Melchor Herrera, Jian Hua Wang. Sonidista Juan Camilo Villa. Productor Ejecutivo, Bárbara Bloise. Empresa productora Claxon Interactive Multimedia. Género, ficción. Año, 2002.(Primer Premio en el Concurso Visión Latina, categoría revelación, organizado por la Universidad Latina de Panamá)

Un siglo de luchas

Narración generacional de las batallas de la sociedad panameña y sus organizaciones de cara a la recuperación de la soberanía sobre la colonialista Zona del Canal, en manos de los Estados Unidos.

Dirección y guión, Máximo Ochy. Productora, Apertura Films. Color. Duración, 1h, 22m. Actores, Adolfo Ahumada, Aristides Royo, Ricardo de la Espriella y dirigentes estudiantiles, profesionales y políticos de las distintas épocas. Año, 2003-2004.

Los primeros días de enero de 1964, las salas de cine de la ciudad presentaban la película “The ugly american”. ¿Coincidencia?

Como se observa son seis los filmes elaborados sobre la gesta heroica, próxima a cumplir cincuenta años. Actualmente, existen iniciativas para elaborar el séptimo y el octavo filme; sobre estos podemos consta-tar una primera fase realizada el 14 de septiembre pasado, donde un grupo de jóvenes artistas homena-jearon con el título “Una Canción para los héroes” el sacrificio de estos jóvenes con canciones como ¡Libertad!, compuesta por el grupo musical Séptima Raíz, con participación de Billy con canciones de rock en español, y el solista de regué raizal Inesta.

Estos documentales se encuentran en el Grupo Experimental de Cine Universitario

César Del Vasto. Historiador.

Vida en imágenes

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Page 114: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Periódicos de la época

VíaLetra

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Page 115: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Monumentos al 9 de Enero de 1964

Monumento dedicado a los mártires del 9 de Enero de 1964. Fue diseñado por Alcides Ponce Patiño, Evángelo Vamvas y Tamara Salamín. Está ubicado en la Plaza del Centro de Capacitación Ascanio Arosementa (antigua

Escuela Secundaria de Balboa) y fue inaugurado el 9 de enero de 2003.

Vida en imágenes

“...Y hay días de sol para que tú, país, sigas viviendo, para que insistas en medio de la penetrable caída del dolor

para que asomes tu niñez en las ventanas para que el patio todo se llene de infancia y tus colores Para que asumas la madurez, el cuerpo de la lluvia,

el árbol, el alto sol que cae sobre las calles...”

Fragmento de la poesía de “La historia de mi gente” de Moravia Ochoa, dedicada al 9 de Enero de 1964.

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Page 116: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Monumento al 9 de Enero de 1964 en la ciudad de Colón.

Busto de Ascanio Arosemena, mártir de la Gesta del 9 de Enero, ubicadoen la Universidad de Panamá.

VíaLetra

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Page 117: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

Caricatura del periódico La Hora

Vida en imágenes

La Hora, martes 14 de enero, 1964

112

Page 118: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

VICERRECTORÍA DE EXTENSIÓN

TELÉFONOS: (507) 523-5291/2139/5295

FAX: 523-5333

MAIL: [email protected]

HTTP://WWW.UP.AC.PA/VIEX/

Page 119: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964
Page 120: Revista VIA LETRA. Cincuentenario 9 de Enero 1964

AÑOS

EN MEMORIA DE LA GESTA HEROICA DEL 9 DE ENERO DE 1964