revista norte 221b frente de afirmaciÓn hispanista

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El problema laboral español Carta de Diego flbad de Santillán a nuestro colaborador en Madrid, Juan Lópe z Sánchez Querido amigo: Necesitaba, y necesitábamos, tu carta del 21 de octubre, para saber de tu situación personal y de tus impresiones y perspecti- vas. Estoy convencido de que tu presencia ha de ser provechosa para el destino del sindicalismo en nuestro país y para ti será como un antídoto contra las des- viaciones y derivaciones más o menos líricas en que nos debati- mos los supervivientes de un exi- lio infecundo, porque para los más el trasplante compulsivo no culminó aún en la adaptación plena al nuevo ambiente. Yo es- toy entre los afortunados que, por haber conocido la emigración desde comienzos del siglo, he su- frido menos en la última. Sin embargo, jamás en épocas ante- riores había sentido tal necesidad de España y tal obsesión por lo español; uno de esos de Madrid dijo que yo era un patriota del siglo xix. No sé; lo que sé es que ya no curaré de esa enfermedad, debilidad o como se llame. Desearía dedicar unas cuantas horas a comentar aspectos de tu carta, y no bastarían por muchos que fuesen. Dejo de lado, pues, todo aquello en lo que sabes que hay absoluta coincidencia y los pocos minutos disponibles los con- sagraré a algunas sugestiones y observaciones marginales. No veo para España otra sa- lida constructiva que la que pue- de ofrecer al mundo del trabajo, todo un mundo, la única base de integración real para cualquier empresa. Esa integración fue im- posible mientras se persistiera en considerar a los trabajadores y a los campesinos esclavos, sier- vos y a lo sumo esclavos asala- riados. Reconocidos como seres humanos y dignos (tú sabes que el trabajo manual fue legalmente un impedimento para incorporar- se a las gentes dignas), ya tene- mos razón para formar parte de la sociedad, de la comunidad y esa conquista altera una secesión forzosa e inicua y condiciona tácticas y actitudes distintas, las de miembro de una comunidad con múltiples facetas, pero con un mismo interés de trabajo crea- dor y de prosperidad y justicia para todos. Jamás nos hemos sentido re- presentados en las Cortes, de la monarquía o de la república, por diputados de la derecha, de la izquierda o del centro, amigos o adversarios; jamás hemos tenido solidaridad con ninguna fracción política, porque la hemos consi- derado desintegradora. Tampoco hemos admitido ni propagado nun- ca la idea de la dictadura de una clase sobre otra, ni la de privile- giados de la riqueza ni la de des- heredados, porque no hemos he- cho nuestra nunca la idea de cla- se en el sentido marxista, y ahí está la historia de un largo siglo de resistencia contra ese peligro y esa desviación. No hemos po- dido nunca marchar juntos con los que pretendían poner el mo- vimiento a remolque y al servi- cio de un partido cualquiera, no importa el nombre y el programa que tuviese. Nada tenemos que rectificar hoy en ese punto. So- mos de una comunidad, y parte importante, por lo que represen- tamos como base de sustentación de la comunidad entera; y ser parte de la comunidad supone que no queremos separarnos de ella, vivir en un régimen de se- cesión, sino integrarnos en ella, con todos los derechos y todo el respeto. Un siglo y medio de luchas penosas y muchas veces sangrien- tas ha costado a España el dere- cho de asociación de los traba- jadores y sabes el papel que nos ha tocado en ese calvario trági- co. Con el derecho de asocia- ción, institucionalizado, por mu- chos que sean los defectos, las fallas y los inconvenientes ini- ciales, se ha logrado una conquis- ta trascendental. Si la hubiésemos disfrutado medio siglo atrás tan solo, tres cuartos de siglo atrás, la historia de España habría to- mado otro rumbo, el que habrá de tomar un día, porque el im- pulso constructivo nuestro tuvo que ser derivado al terreno de la militancia épica para subsistir, y eso hizo que para muchos se ha- ya llegado a confundir nuestra aspiración revolucionaria con un buen manejo de la pistola. No soy, ni he sido nunca, un propagador de la huelga, que la lucha más o menos violenta; el subversivismo romántico no ha sido santo de mi devoción; pero he tenido que intervenir o estar cerca de huelgas que pasaron a la historia por su desarrollo y sus consecuencias. Tú sabes que he tenido en la mano muchos pape- les y documentos del pasado si- glo y del actual vinculados a la beligerancia social; puedo asegu- rarte que éramos esencialmente un movimiento de fondo cristia- no, evangélico, educador. No fue nuestra la culpa de que haya ha- bido necesidad de defender el de- recho a la vida, nuestro y de nuestro pueblo, con armas distin- tas a las que son siempre nues- tras: la organización del trabajo, de la producción, una mejor dis- tribución de los bienes. Pero si continúo con esto, los minutos que quiero dedicar a tu carta, pasarán sin entrar en nin- guno de los temas que desearía tocar aunque sólo sea de paso. Logrado el derecho de asocia- ción, cualesquiera que hayan si- do los móviles de su reconoci- miento, es imprescindible, por un lado, que la asociación obrera se rija a sí misma, con autonomía, con el grado de democracia que en este terreno es posible, para que los integrantes de los sindi- catos lleguen a considerarlos co- mo algo propio, su creación y su centro de gravedad. De otro mo- 30 / NORTE 1

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Page 1: Revista norte 221b FRENTE DE AFIRMACIÓN HISPANISTA

El problema laboral español

Carta de Diego flbad de Santillán a nuestro

colaborador en Madrid, Juan López Sánchez

Querido amigo:

Necesitaba, y necesitábamos,tu carta del 21 de octubre, parasaber de tu situación personal yde tus impresiones y perspecti-vas. Estoy convencido de que tupresencia ha de ser provechosapara el destino del sindicalismoen nuestro país y para ti serácomo un antídoto contra las des-viaciones y derivaciones más omenos líricas en que nos debati-mos los supervivientes de un exi-lio infecundo, porque para losmás el trasplante compulsivo noculminó aún en la adaptaciónplena al nuevo ambiente. Yo es-toy entre los afortunados que,

por haber conocido la emigracióndesde comienzos del siglo, he su-frido menos en la última. Sinembargo, jamás en épocas ante-riores había sentido tal necesidadde España y tal obsesión por loespañol; uno de esos de Madriddijo que yo era un patriota delsiglo xix. No sé; lo que sé es queya no curaré de esa enfermedad,debilidad o como se llame.

Desearía dedicar unas cuantashoras a comentar aspectos de tucarta, y no bastarían por muchosque fuesen. Dejo de lado, pues,todo aquello en lo que sabes quehay absoluta coincidencia y lospocos minutos disponibles los con-sagraré a algunas sugestiones yobservaciones marginales.

No veo para España otra sa-lida constructiva que la que pue-de ofrecer al mundo del trabajo,todo un mundo, la única base deintegración real para cualquierempresa. Esa integración fue im-posible mientras se persistiera enconsiderar a los trabajadores ya los campesinos esclavos, sier-vos y a lo sumo esclavos asala-riados. Reconocidos como sereshumanos y dignos (tú sabes queel trabajo manual fue legalmenteun impedimento para incorporar-se a las gentes dignas), ya tene-mos razón para formar parte de

la sociedad, de la comunidad yesa conquista altera una secesiónforzosa e inicua y condicionatácticas y actitudes distintas, lasde miembro de una comunidadcon múltiples facetas, pero conun mismo interés de trabajo crea-dor y de prosperidad y justiciapara todos.

Jamás nos hemos sentido re-presentados en las Cortes, de lamonarquía o de la república, pordiputados de la derecha, de laizquierda o del centro, amigos oadversarios; jamás hemos tenidosolidaridad con ninguna fracciónpolítica, porque la hemos consi-derado desintegradora. Tampocohemos admitido ni propagado nun-ca la idea de la dictadura de unaclase sobre otra, ni la de privile-giados de la riqueza ni la de des-heredados, porque no hemos he-cho nuestra nunca la idea de cla-se en el sentido marxista, y ahíestá la historia de un largo siglode resistencia contra ese peligroy esa desviación. No hemos po-dido nunca marchar juntos conlos que pretendían poner el mo-vimiento a remolque y al servi-cio de un partido cualquiera, noimporta el nombre y el programaque tuviese. Nada tenemos querectificar hoy en ese punto. So-mos de una comunidad, y parteimportante, por lo que represen-tamos como base de sustentaciónde la comunidad entera; y serparte de la comunidad suponeque no queremos separarnos deella, vivir en un régimen de se-cesión, sino integrarnos en ella,con todos los derechos y todo elrespeto.

Un siglo y medio de luchaspenosas y muchas veces sangrien-tas ha costado a España el dere-cho de asociación de los traba-jadores y sabes el papel que nosha tocado en ese calvario trági-co. Con el derecho de asocia-ción, institucionalizado, por mu-chos que sean los defectos, lasfallas y los inconvenientes ini-

ciales, se ha logrado una conquis-ta trascendental. Si la hubiésemosdisfrutado medio siglo atrás tansolo, tres cuartos de siglo atrás,la historia de España habría to-mado otro rumbo, el que habráde tomar un día, porque el im-pulso constructivo nuestro tuvoque ser derivado al terreno de lamilitancia épica para subsistir, yeso hizo que para muchos se ha-ya llegado a confundir nuestraaspiración revolucionaria con unbuen manejo de la pistola.

No soy, ni he sido nunca, unpropagador de la huelga, que lalucha más o menos violenta; elsubversivismo romántico no hasido santo de mi devoción; perohe tenido que intervenir o estarcerca de huelgas que pasaron ala historia por su desarrollo y susconsecuencias. Tú sabes que hetenido en la mano muchos pape-les y documentos del pasado si-glo y del actual vinculados a labeligerancia social; puedo asegu-rarte que éramos esencialmenteun movimiento de fondo cristia-no, evangélico, educador. No fuenuestra la culpa de que haya ha-bido necesidad de defender el de-recho a la vida, nuestro y denuestro pueblo, con armas distin-tas a las que son siempre nues-tras: la organización del trabajo,de la producción, una mejor dis-tribución de los bienes.

Pero si continúo con esto, losminutos que quiero dedicar a tucarta, pasarán sin entrar en nin-guno de los temas que desearíatocar aunque sólo sea de paso.

Logrado el derecho de asocia-ción, cualesquiera que hayan si-do los móviles de su reconoci-miento, es imprescindible, por unlado, que la asociación obrera serija a sí misma, con autonomía,con el grado de democracia queen este terreno es posible, paraque los integrantes de los sindi-catos lleguen a considerarlos co-mo algo propio, su creación y sucentro de gravedad. De otro mo-

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do, la mecánica gremial de arribaabajo, nos lleva a algo como ladictadura del proletariado, unrégimen donde el proletariado notiene voz ni voto. Para el porve-nir de nuestro país no se concibeun movimiento sindical sin quelos sindicados lo admitan, le densu aporte de fe, sus iniciativas, sualma; de otra manera puede serel clásico coloso de los pies dearcilla, sujeto a las contingenciasy eventuales cambios. Pero haytantos elementos constructivos ytantas posibilidades en la organi-zación obrera existente, que se-ríamos ciegos y torpes si no lostuviésemos en cuenta, especial-mente nosotros, que no tuvimosni queremos tener más vincula-ción que con el movimiento obre-ro,

Cuando Pedro Lamata me hi-zo ver los originales de un librosuyo que tituló Apología del Sin-dicalismo,, le dije que Juan Ló-pez y yo no tendríamos ningunavacilación en firmarlo íntegra-mente, y lo edité en México; yate haré llegar una copia. Última-mente me ha hecho llegar otrode sus trabajos, que publicó Mu-ñoz Alonso en Madrid, Sindica-lismo de Participación, que con-tiene igualmente muchos puntosesenciales de coincidencia connosotros. La única objeción quehago a Lamata, un excelente mi-litante sindical de la nueva ge-neración, es que busca argumen-tos y refuerzos en el exterior parauna doctrina que podemos reivin-dicar como española, como unaaspiración nuestra de siempre,hasta de los momentos en quehabía que defender la vida con-tra absurdos intentos de destruir-nos y aniquilarnos.

Creo que coincidirás conmigo

MADERERIA

Las Selvas, S. A.MADERAS

TRIPLAY, CELOTEX, FIBRACEL, MA-SONITE, DUELA PARA PISOS, CAOBA,CEDRO ROJO, OCOTE Y PRIMAVERA.

Tels.: 22-23-22, 22-10-22 y 22-29-06EMILIANO ZAPATA, 124

MEXICO 1, D. F.

en que si en algo no necesitamoslecciones, es precisamente en lorelativo a la organización del tra-bajo y de los trabajadores y enla fijación de sus metas, Ya Marxy Bakunin, en plena hostilidad,coincidieron, el primero en 1870,el segundo en 1872, en presentaral mundo como modelo de orga-nización obrera a la española. Eneso hemos acumulado bastanteexperiencia y doctrina para notener que buscar fuera mentores,mentores que, cuando se les co-noce de cerca, como los he cono-cido yo, no quiero comparar concentenares, con millares de nues-tros hombres ni moral ni inte-lectualmente. He traducido y pu-blicado muchas obras de caráctersocial, y las más importantes, co-mo las de Nettlau y las de Ro-dolfo Rocker, porque han confe-sado siempre su admiración porlo español y su deuda con las lec-ciones de nuestro pasado. En esepunto desconfío de intervencionesforáneas, y me resisto a ellas, ysabes que esas intervenciones noshan causado bastantes daños, por-que siempre encuentran algúnsector y algún eco. Los problemasde España tienen que ser resuel-tos por los españoles, solamentepor ellos, y conforme a sus pro-pios intereses y no a los de nin-guna fracción política del exte-rior, de Oriente u Occidente.

No tenemos hoy la fuerza nu-mérica que hemos tenido en otrostiempos; pero tenemos un factorque no tienen todos: tenemos lahistoria, y la historia no se pue-de interrumpir caprichosamente.Todavía podemos hacer muchopara que el movimiento sindicalespañol resuelva sus problemaspropios y los problemas de la co-munidad entera a la que pertene-

ce; y es con esa perspectiva quedesearía que nos fuese posibleuna intervención activa. No esbuena política, desde ningún pun-to de vista, dificultar o imposibi-litar una publicación periódicadesde la cual pudiésemos hablara nuestros amigos en el lenguajepara ellos más accesible. Tu opi-nión respecto a la unidad sindi-cal y a lo absurdo de un porvenircon multiplicación de organiza-ciones, es la mía. Pero esa uni-dad no puede basarse sólo en- elajuste pasivo a una estructuradada, sino en llevar a esa estruc-tura un hálito casi místico comoel que nos mantuvo tantos añosen trincheras de lucha épica. Silográsemos que nuestros amigosse incorporasen a la vida sindicalespañola, ofrecerían un refuerzovaliosísimo para que España jue-gue en el mundo, desde esa basedel trabajo organizado, un papelde primera fila, sobre todo en elárea de nuestra lengua. Con unapublicación que sostuviese la doc-trina gremial española, podría-mos secundar tu labor, vencer al-gunas resistencias, sicológicamen-te comprensibles, y dar una tó-nica dinámica a lo que tiene queser algo más que un mecanismopara el cobro de las cotizaciones.tiene que ser un sindicalismo departicipación. Advierto a travésde correspondencias que conta-mos con excelentes reservas hu-manas, que tienen lo que no en-cuentras en todos los sectores:honradez, abnegación, compren-sión, responsabilidad.

Naturalmente, los tiempos hancambiado; el capitalismo empre-sario actual, no es el mismo queaquel con el cual tuvimos queenfrentarnos con perfecto sentidode justicia; y las organizaciones

MADERERIA

CARDENASM. ALONSO Y CIA.

Ferrocarril de Cintura 209

Tels.: 26-53-16 y 29-12-28

MEXICO 2, D. F.

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obreras no pueden ser aquéllasque ponían como condición deingreso en ellas las manos callo-sas; el trabajo no es sólo el delas manos, lo es también el delingenio técnico, el del investiga-dor puro. Nos guste o no nosguste, la ciencia y la técnica hantomado las riendas del desarrolloeconómico para resolver proble-mas que no tienen solución sinellas. Hay todavía vestigios delpasado: hay carretas de bueyestodavía, y en mis montañas deLeón se conserva el arado roma-no; pero ni la carreta ni el aradoromano son representativos de lavida nueva a que nos llevaronlos acontecimientos en el últimomedio siglo. No concebí ayer, yno lo concibo hoy, la separacióndel trabajo y de la técnica, delos obreros y los técnicos a in-vestigadores, sobre todo con vis-tas a un porvenir inmediato enque el obrero y el campesino se-rán técnicos mor necesidad inelu-dible y han de prepararse en esalínea. No es menos esencial ungenetista en la agricultura que untractorista o el conductor de unacosechadora mecánica, y no pue-den estar aislados, sino fusionadosen el mismo interés y el mismoproceso productivo.

Con el nuevo capitalismo po-demos resolver eventuales discre-panci.as en torno a una mesa dediscusión y de acuerdo razona-ble. No reniego del pasado ni demi intervención en algunos con-flictos de gran envergadura enEspaña y América; pero siemprehe deseado que un día fuese po-sible evitarlos, y se pueden evi-tar con el diálogo de igualdad departes integrantes de un todo. Elnuevo capitalismo ha comenzadoa comprender que uno de los ci-mientos de su prosperidad es lasupresión de la pobreza, es la an-tieconómica retardataria, porqueno es consumidora. La soluciónno está en la sustitución posiblede los obreros por robots mecá-nicos, que no consumen los pro-ductos que fabrican, ni en elmantenimiento de grandes masasde la población en un forzoso in-fraconsumo, es decir, en la mi-seria. El nuevo capitalismo cifrasus aspiraciones en el desarrollo,en la gran producción, en el granmercado; y en esas aspiracionestenemos una plataforma de co-operación, porque solamente don-de hay una gran producción pue-de haber mejor distribución ymás equitativa de los bienes vi-tales. Y un día, lo que hoy sería

fecundo, la mancomunión de losobreros, los campesinos y los téc-nicos y hombres de ciencia, po-dría culminar en la mancomunióndel trabajo integral organizadocon esos grandes espíritus de em-presa, de visión y prospecciónque hoy se agrupan en un planosuperior como algo que tiene in-tereses en pugna con los intere-ses comunes, herencia de la viejadicotomia: obreros-capitalistas.

Una empresa que nos permitavincularnos con el mundo del tra-bajo en España y una mano ami-ga y solidaria con la ciencia yla técnica, ésas son para mí lascondiciones que harán que la Es-paña del trabajo organizado digaal mundo un nuevo mensaje.

No puedo seguir hoy. Desea-ría conversar largamente. Veodesde lejos la acción de los co-munistas y su penetración me-tódica. Y dudo de que puedashacer todo lo que habría que ha-cer, si no te respaldan y apoyanmuchos de nuestros amigos queno han llegado a comprender loque hay en juego y cuales sonlas salidas más adecuadas y másjustas. Por mi parte, sabes queestoy contigo y que haré todolo que pueda por ayudarte.

Un abrazo cordial.

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por Raffaello CAUSA

MurilloLa Virgen dcl Rosario - París, 1Jusc,t del LoitT,re.

y sus realizaciones ante el mundo

ARTOLOME Esteban Murillo nació en Se-villa, de padres pobres, el 19 de enero de1618, y, siendo aún adolescente, se consagróa la pintura en el estudio de Juan del Cas-tillo, donde permaneció poco menos de un

decenio, hasta 1639. Su obra inicial, probablementedestinada a los comerciantes de las ferias o al mer-cado de escasas pretensiones de la América espa-ñola, es todavía desconocida, y las produccionesprimeras que hasta ahora se le han reconocido re-velan cualidades modestas. Sin embargo, en 1646se produjo, imprevista y brillantemente, la mani-festación de su genio con las telas del Claustro Pe-queño de los Franciscanos de Sevilla, que inmedia-tamente le dieron notoriedad y prestigio, aun enel altísimo nivel alcanzado por la pintura españolade aquellos años. Así se inició su espléndida carre-ra, que se desarrolló casi por completo en su ciu-dad natal, sin interrupciones ni desmayos.

De su presunto viaje de estudios a Madrid, ates-tiguado por Palomino, aún no ha sido determinadala fecha -quizá pudo realizarse antes de 1645, oen el bienio 1648-50, cuando su presencia en Se-villa no está documentada- y, por lo demás, lamisma referencia está lejos de ser segura, mientrasque no falta alguna que otra fuente antigua quenos da vagas noticias de un viaje del pintor a Ita-lia. En 1660 Murillo fundó la Academia de Sevilla,siendo su primer director, junto con Herrera elJoven; pero que él fue el animador de dicha ins-titución lo prueba el hecho de que, a su muerte,aquélla desapareció también. Murillo trabajó casiexclusivamente para las iglesias y conventos de

Sevilla, realizando a menudo importantes ciclos uni-tarios (para los Franciscanos, la Merced Calzada.la Catedral, Santa María la Blanca, los Capuchi-nos, el Hospital de la Caridad y los Agustinos),que hoy, sin embargo, ya no se pueden ver en loslugares originarios, salvo alguna excepción, por ha-berse separado sus piezas, en los siglos xviii y xlx,desperdigándose en colecciones públicas y privadasde Europa y América. Consta que abandonó su ciu-dad sólo una vez, siendo ya viejo, después de 1680,para trasladarse por un año, aproximadamente, aCádiz (donde pintó los frescos de la iglesia de losCapuchinos). Murió el 3 de agosto de 1682. En suvasta producción de carácter religioso Murillo ex-presa, aunque con acentos dulzones y a veces con-vencionales, un íntimo y sincero misticismo (essignificativo notar que tres de sus hijos se consa-graron a la vida eclesiástica) ; fue también retra-tista de feliz captación introspectiva, e indagadorde la vida popular, a través de características es-cenas costumbristas, tal vez superficiales, pero tra-tadas con una modernidad de acentos que pareceanunciar algunos de los mejores logros del sigloXVIII.

Su éxito entre sus contemporáneos fue inmen-so, y prácticamente fijó rumbos a la pintura espa-ñola, de modo que tuvo incontables discípulos eimitadores, y no sólo los que lo fueron directamen-te (Tobar, Llorente, Antolínez y Sarabia, MenesesOsorio, Gutiérrez, Gómez, Núñez de Villavicencio),sino también los que lo siguieron en el siglo xviiie incluso en el xix.

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por Raffaello CAUSA

Humanizó profundamente

la religiosidad exaltada

de la Contrarreforma

Éxtasis de Santa Teresa - París, Afuseo d4 Louvre.

tuya, era la de Sevilla, que contraponía alesplendor de la capital, el poder de las ór-denes religiosas y la riqueza de su comer-cio. De Sevilla había partido Velázquez pa-

ra afrontar los nuevos fastos pictóricos del Reino,y en Sevilla había realizado sus más extáticos rap-tos Francisco de Zurbarán, precisamente en lasmismas iglesias en que Murillo, poco después, di-vulgaría pacatas imágenes de una fe sin dramas ysin inquietudes. Pero Murillo llegaba tarde, y erahombre nuevo respecto a la clase de Velázquez yde Zurbarán, partícipe de una generación que, bajoel signo del estilo barroco, se revelaba dispuesta arenegar de sus altísimos precedentes, y a discutir,en nombre de otras poéticas, la supremacía de losmaestros de la primera etapa heroica, protagonistasy acompañantes, innovadores y seguidores, cual-quiera que fuese el grado de su modernidad, comolo eran Velázquez y Zurbarán, y también Ribera,Ribalta, De las Roelas y Herrera el Viejo.

La gran crisis que, de pronto, había provocadola aparición de los anacrónicos cuadros de Mora-les, o la del Greco, Navarrete y Sánchez Coello, ola oleada creciente que el Caravaggio había levan-tado a principios del siglo xvii en la penínsulaibérica, parecen ya aplacarse, tras haber experi-mentado las más diversas y originales salidas: laexaltación de una monarquía que ostenta firme-mente los emblemas del poder terrenal, o la ce-ñuda severidad de un misticismo que ha alcanzadolos sublimes vértices de la escéptica, pero, también,la sombría y torturada revelación de la miseria yde la caducidad terrenas, expresadas con notas deviolencia abiertamente anticlásicas, que parecen ha-cer revivir lejanas emociones góticas. Una épocapictórica muy floreciente, respecto de la cual Mu-

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T NA España diferente , al menos para la pin- rillo nace tarde. Por lo demás, también de Italiallegan voces disonantes, que revelan claramentecómo ya el naturalismo de Caravaggio puede con-siderarse doblegado ante otras exigencias, de lasque la acepción propiamente barroca va haciendojusticia, imponiéndose como la esencia de una másactual cultura pictórica. Y Murillo afronta su aven-tura en los términos de una inmediata correspon-dencia, plenamente consciente de que se hace in-térprete de una posición íntimamente subversivaen España, y que parte, precisamente, del desco-nocimiento de lo heroico, de lo sublime, de lo ab-soluto.

Es natural que esta inédita experiencia serealice en Sevilla, donde, junto a precedentes detransición entre lo viejo y lo nuevo, como losde Juan de las Roelas, o junto a las obras de trans-figurada densidad estilística, poco menos que herme-tizantes, de Zurbarán, no faltan ejemplos extranje-ros de muy reciente adquisición, que, curiosamente,contrastan con tanta severidad, y que desconcier-tan, por su directa referencia a un mundo másfácil de imágenes y de sentimientos. Obras de ar-tistas que no derivan de Velázquez o de Zurbarán,y que nada tienen en común con Ticiano, con Co-rregio, con Rafael o con Baroci, aun cuando escurioso que conserven un específico eco de ellos,una implícita resonancia interior, un aire de tra-dición asimilada y lejana, más fácil de interpretarque acudiendo, en Madrid, a los dificilísimos ori-ginales de las colecciones reales: estamos refirién-donos al hecho de que las casas de Sevilla acogenen estos años, sin reservas, y en amplia medida, lanueva producción italiana, de Nápoles principal-mente, pero también de Roma y Génova; y las no-vedades que vienen a competir con los viejos pri-mados de Horacio Gentileschi o de Borgianni, de

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La curación del paralítico (detalle) - Londres, Galería Nacional - El rostro del paralítico conserva toda la intensamarca de los sufrimientos pasados, abriéndose , al mismo tiempo, a la imprevista esperanza del próximo milagro; con-sumada maestría del pintor está aquí puesta al servicio exclusivo de la captación psicológica del personaje.

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La .5'aYnu1a Faruilia del tajuritu.lladrid, .llrrsco (¡el Prado. -

.Sanr José y, el .Viiro Jesrís - París, .1luseo del Lou^'rc.

Valentín o de Ribera llevan nombres más modestos,de resonancia limitada, si bien revelan, a primeravista, una suasoria modernidad de acentos: Stan-zione , Vaccaro, Cavallino, Monrealese, Falcone.Assereto o Juan Andrés de Ferrari. Es lo suficientepara que Murillo pueda proceder a contracorriente,liberándose del yugo de la gran pintura local, aunsin salir de los confines de Andalucía.

Porque el problema se plantea, precisamente, enestos términos: la hazaña absolutamente antitradi-cional de Murillo no se puede explicar, con segu-ridad, invocando, una vez más, a los grandes padresdel Renacimiento italiano, ya con una antigüedad decien años para cuya asimilación , además, hubieransido necesarias visitas de estudio a las coleccionesde la Corte. Que Murillo realizara algún viaje aMadrid es, sin duda, verosímil; pero no sabemoshasta qué punto semejante dato puede ser impor-tante, a juzgar por la realidad de los hechos: paraun pintor que salía del modesto estudio de Juandel Castillo ( y cuya primera obra conocida, queestá en la actualidad en el Museo Fitzwilliam deCambridge, es bien poca cosa), una estancia de dosaños en Madrid, bajo la altísima protección de Ve-lázquez, habría sido un acontecimiento de tal al-cance que hubiera dejado señales mucho más evi-dentes, de modo que difícilmente habríamos podidodistinguir, en la fase inicial , al joven sevillano deun Martínez del Mazo, de un Agüero, de un Juande Pareja o de un Antonio Puga, es decir, de tan-tos y tantos pintores que gravitaban fielmente enla órbita del famoso maestro. Y, sin embargo, cuan-do, desconocido y pobre, Murillo afronta -acep-tando una compensación completamente irrisoria,impensable para un pintor de algún éxito en lacapital, aunque sólo hubiera sido por la protecciónde Velázquez-, la serie de las once telas para el

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Claustro Chico del Convento de San Francisco deSevilla, es ya un pintor hecho y maduro, uno de losmás singulares y modernos pintores de toda Euro-

pa, sin retraso provinciano alguno. Además revela,con esa capacidad suya para manejar hábilmenteresultados diversos por origen y por carácter, queha digerido el estilo del precedente más inmediato,que es Zurbarán, y que sirve de los mismos hallaz-gos de Velázquez, pero con una bella actitud deindependencia y con un aire poco menos que crí-tico.

¿Las colecciones de Madrid? Sin duda debióde visitarlas , con el alma vibrante y la inteligenciaatenta a todo lo que podía aprender: pero lo queresulta incontrovertible es su hermosa familiaridadcon la más moderna producción napolitana y geno-vesa. Y queda siempre la sospecha de un viajede estudios a Italia, un viaje que Palomino niegaexplícitamente y que, por regla general, excluyenlos especialistas en pintura ibérica, aunque es men-cionado por Sandrart con expeditiva sequedad, sibien en fecha muy antigua. Y seguirá siendo unasospecha , al menos hasta que la crítica estudie conmás atención el problema de Murillo, liberándolo,de una vez para siempre, de las inútiles generali-zaciones del xix, que hablan de él como de un"Rafael español", con las acostumbradas referen-cias líricas a Corregio y a Ticiano, sin perjuicio dedegradarlo luego al rango de pintor de segunda fila,juicio precipitado e injusto que se basa en su in-sistencia sobre una determinada temática, trans-formada en oratoria pietista y convencional. El he-cho es que sus comienzos están en las telas delClaustro Chico, en San Francisco de Sevilla. Co-mienzos increíbles, muy felices; poco o nada hayallí en común con los precedentes más significa-tivos de la pintura sevillana -las grandes telas de

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Zurbarán, en la iglesia de San Pablo, en la de losJesuitas, en el Alcázar o en los Capuchinos-; porel contrario, en abierta antítesis, hay una búsquedaabsolutamente independiente, que apunta a reducirel sentido místico de las grandes representacionesreligiosas, liberándolas de todo acento metafísico-doctrinal y del habitual aparato de desgarradoresmartirios, de lacerantes languideces, de sorprenden-tes abandonos místicos, para trasladarlas a una co-mún medida humana, casi crónica sumaria y apaciblede acontecimientos sencillos, sobre los que no puedesurgir ni la sombra de la duda, y que, en virtudde su misma familiaridad, se cargan de una gene-ral e inequívoca evidencia. Y si esta posición men-tal, respecto a las rigurosas meditaciones de Zur-barán, es poco menos que irrespetuosa, tambiénrespecto a la firmeza naturalista, de visión ejem-plar, del primer Velázquez, resulta no menos ines-perada e innovadora. Ciertamente, la apertura co-rresponderá siempre a Velázquez, pues Murilloacademiza inmediatamente la nueva vía naturalistaen fórmulas preparadas. en las que prevalece eldecoro de la invención como expediente retóricosobre toda efectiva captación del natural. Pero deaquí a la acusación, que tanta crítica vieja y nuevarepite genéricamente, de un Murillo amanerado,dulzón y pesado, asemejándolo (¡con qué confusiónde ideas!) a otros artistas contemporáneos absolu-tamente distintos, como un Reni o un Dolci, hayun abismo. Murillo se muestra partidario de una

cómoda religiosidad, fijada en términos de narra-ción familiar, y ajena, por ello, tanto a las abstrac-ciones formales como a las conceptuales: se trata.una vez más, de la pintura como biblia pauperum,pero realizada con gran refinamiento de recursos, aun tiempo accesible y agradable, pero también cul-ta y compleja; y es presupuesto el que unifica yreconcilia la gran variedad de influencias en quese basa la pintura de Murillo, las que, sin embar-go, se mantienen independientes, sin transformarsejamás (sólo más adelante adquirirá un particularrelieve la relación con Van Dyck) en componen-tes básicos. Tensiones frecuentes y multiformes,que vienen a insertarse en la tranquila textura deun lenguaje de origen provinciano, influido por losejemplos de Alonso Cano y de Ribalta, además,de, naturalmente, los del viejo Juan de las Roelasy de Ribera.

Pero es precisamente esta interpretación pro.fana y cotidiana de los temas religiosos la que nosintroduce directamente en la famosa producción deescenas costumbristas de Murillo: aquellas que re-presentan a niños y niñas en actitudes de la vidadiaria, y que nos muestran una galería de chicosque comen melón, se espulgan, juegan a los dados,o sonríen ofreciendo flores; producción que repre-senta el aspecto mayor y, sin duda, el más univer-salmente apreciado de la personalidad de Murillo.Y, sin embargo, en esta fase, el giro de las prefe-rencias desborda la órbita puramente ibérica, e

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implica, con una evidencia mayor, el conocimientode las fuentes italianas y, en particular, de la últi-ma escuela napolitana, influida por Caravaggio:Stanzione, Guarino y, todavía más, por Aniello Fal-cone y su "caravaggismo de tono menor". Piénse-se, específicamente, en La Sagrada Familia delPajarito, conservada en el Museo del Prado, delperíodo 1645-50. La epopeya picaresca de la pin-tura costumbrista de Murillo sirve para aclarar,también, las razones y las intenciones del pintor,así como su propia poética, en la elaboración delas grandes telas eclesiásticas. En ellas, la expre-sión de una nueva religiosidad burguesa, antiheroi-ca y milagrera, que se correspondía, en todo, conlas exigencias de la Contrarreforma tardía (para-lela a las últimas tendencias de la pintura propia-

período sevillano, cada detalle sugería considera-ciones morales y sociales que configuraban un ce-rrado cuadro de ambiente y de costumbres; en laobra de los bambochistas, en fin, que también des-arrollan este mismo gusto en experiencias entredocumentales y folklóricas (pensamos, sobre todo,en los correspondientes más directos de Murillo:Sweerts y, posteriormente, Monsú Bernardo), laverdad natural aparece todavía sondeada con em-peño total, así en el plano de la forma como en eldel contenido. Mas, para Murillo, toda voluntad deindagación y de denuncia cede ante una ligera venaespectacular, revelando de lleno el sustancial des-interés por cualquier problema humano relacionadocon la representación; y será la sonrisa de un niño.la franca naturalidad de un ademán, o la humorís-

San Antonio de Padua - París, Musco del Louz,rc.

mente barroca de la Europa central) predomina,imponiendo una nueva convención temática; en ésta,con procedimiento absolutamente análogo, los mis-mos presupuestos de adaptación entre realidad yevasión valorizan el carácter decorativo y epidér-mico de las obras, de modo que, en la descripciónde un mundo de plebe lacerada y hambrienta, elinterés se centre en la belleza física y la tipicidadde los modelos, en la gracia y la placidez del asun-to. Los "pequeños Bacos" de Caravaggio, anterio-res en cincuenta años, si no estaban enfermos deterciana o de malaria tenían un aspecto protervo yambiguo que producía malestar; así, también enlas fregonas o en los maleantes de Velázquez, en su

tica notación de un guiño lo que traslade la obraa un plano más concreto de inmediatez, redimiendoasí también la uniformidad y la trivialidad de laambientación, reducida a unos pocos elementos derepertorio. Pero, ¿por qué habríamos de pedir aMurillo lo que es ajeno a su sensibilidad de narra-dor plácido y de salón, siempre en el término me-dio del buen sentido burgués cuando afronta losgrandes temas de la fe, o cuando, por el contrario,hace pintura genéricamente inspirada en temas decarácter popular? Otras son las razones de interésde su obra, porque, apenas distingamos en estamisma serie "profana" las telas más juveniles (porejemplo, La vendedora de naranjas, de Leningra-

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La pequeña frutera - Munich, Pinacoteca Antigua - El magnífico fragmento de naturaleza muerta de la derecha, consus bellos empastes , y las transparencias luminosas del fondo , vago y esfumado , sitúan esta obra hacia el final dela actividad de Murillo ; son piezas que ya presagian la delicadeza y la gracia de muchas pinturas dieciochescas.

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Murillo

humanizó

la pintura

do, de trazo todavía duro e incisivo, o La gallegade la moneda, del Museo del Prado) de las obras dela plena madurez (sean éstas las excepcionalestelas de Dulwich, o la no menos sugestiva de Lasgallegas en la ventana, de la colección Wiedner, deFiladelfia), nos daremos cuenta de que, a travésdel proceso de desarrollo de esta pintura, se vanabriendo nuevos horizontes no sólo por lo que serefiere a España y al siglo xvii, sino para el arteeuropeo, y de que, en suma, a través de estas aper-turas, se pueden entrever los logros futuros, yani siquiera muy lejanos, de un Watteau o un Fra-gonard, o incluso de un Greuze, y sólo con quese cambie el pigmento del juicio social y de la re-probación moral, de Goya. Aquí está el inequívocosignificado histórico de la pintura de Murillo.

Esta actitud suya se revelará, con no menosclaridad; en sus retratos, que representan granparte de su producción y son personalísimos y nue-vos, absolutamente libres de ese aire de superiori-dad individual, de arquetipos humanos, que tansutilmente caracteriza los personajes de Velázquez,sean nobles o soberanos, enanos o bufones. Perosobre los retratos de Murillo resulta claro que ac-tuó en profundidad la amplia difusión de la obrade Van Dyck. Murillo, al que hemos visto en suprimera fase y, por consiguiente, hasta 1650, más

o menos imbuido de influencias italianizantes o decondicionamiento local, se nos va revelando poco apoco cada vez más sensibilizado a la infiltración enEspaña de la pintura flamenca, y no tanto de la deRubens como, sobre todo, de la de Van Dyck, En elestado actual de los estudios, es difícil captar el pun-to de partida de este proceso de asimilación, peroresulta manifiesto que fue bastante precoz y pro-gresivo, en una dependencia cada vez más estre-cha que implica evidentes notas de contaminación.Las famosas composiciones de La Inmaculada trans-portada al Cielo, o de La Virgen con el Niño enbrazos, que en la iconografía del siglo xvii debieronparecer logros personalísimos de Murillo, no repre-sentan otra cosa que la simplificación, en una ac-titud sentimental más familiar, de los modelos delpintor flamenco. E incluso obras alejadas en eltiempo, a lo largo de toda la actividad madura deMurillo, como La Visión de San Antonio, de la Ca-tedral de Sevilla, que es de 1656, El milagro de laPorciúncula, que se encuentra en Colonia (1674-76), o el cuadro de época muy tardía, llamado Losmísticos desposorios de Santa Catalina, de 1682,demuestran la continuidad de esta corriente artís-tica, que no sólo actúa sobre la temática del pintorsevillano, sino que, del pictoricismo academizantede sus primeras obras, lo hace pasar a un croma-tismo difuso y leve, sensible a las más íntimas exi-gencias expresivas, y ya de inspiración barroca.

La tradición que reconoce a Pedro de Moya elmérito de haber importado y difundido en España-con función determinante para el arte de Muri-llo-, el conocimiento de la gran experiencia de

Van Dyck, es preciso rechazarla, porque Pedro deMoya se trasladó a Inglaterra para estudiar con

Van Dyck y, por tanto, se convirtió en el sostene-dor del último estilo del artista, mientras que Mu-rillo se relaciona todavía con el Van Dyck deGénova o de Sicilia, con el Van Dyck tirrénico yjuvenil (y, en ocasiones, parece entreverse clara-mente una interpretación de Van Dyck, compendia-da sobre los textos de Monrealese o de Cavallino),y, por consiguiente, la coyuntura hay que hacerlaretroceder a un momento más antiguo. A lo sumo,Pedro de Moya, con su adhesión, tan sólo acentuóla propagación del conocimiento del pintor flamen-co, provocando un mayor interés por los ejempla-res juveniles de éste, que debían haber llegadoincluso muy tempranamente a la península ibérica.El encuentro con este aspecto del arte septentrio-nal europeo es, pues, de notable valor para la de-terminación de la personalidad de Murillo, peroviene a superponerse a una visión que ya estabarealizada por completo, y en la que había crista-lizado la última iconografía oficial de la Contra-rreforma, válida hasta nuestros días.

Si de estas circunstancias surge el juicio limi-tativo que pesa sobre tan buena parte de la pinturade Murillo (porque, inevitablemente, la exigenciapráctica dejó sentir su peso, y de la misma fortunade la fórmula nació la repetición y el desgaste),también en ello está la razón de todo el reconoci-miento que se le debe al pintor de las Inmacula-das, quien a través de un empeñoso trabajo de bús-queda cultural había ofrecido a la Iglesia, y no sóloa las iglesias de Sevilla, las imágenes más moder-nas y actuales de la fe, y las que mejor respondían,con plena sinceridad de acentos, a las nuevas exi-gencias del mundo católico.

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por Ernesto B. RODRIGUEZ

NTRE fines del siglo xvi y comienzos del1 xviii la pintura alcanza un elevado ref ina-

miento.miento. Son muchos los pintores , dentro dela geografía europea , que logran una técni-ca admirable para reproducir los diversos

temas que la Naturaleza les impone. En verdad, lamayoría de estos pintores son virtuosos artesanosmás que artistas . Asomados a la gran herencia delpasado, obedientemente la siguen con pincel cui-dadoso. Pintores herederos, en suma, que trabajanatendiendo las sencillas exigencias de su tiempo.Un paisaje, una naturaleza muerta, un retrato; te-mas mitológicos y religiosos también encaran, perosin esa profundidad y calidad plástica de aquellosprimitivos pintores italianos y del Renacimiento.Estos pintores padecen el drama de casi todos losherederos: ser dueños de un rico pasado , tan ricoque los obliga a ser virtuosos , meros repetidores deesos tesoros. Y sólo se salva , como se sabe, el he-redero que tiene alma de fundador . Son épocas enque la visión refleja predomina sobre la visión au-daz del creador. Sin embargo , pese a los signosnegativos señalados, en este tiempo pletórico de pin-turas repetidas y pintores herederos nos encontra-mos, en cierto momento, con algunas altas cimas deesplendor, con algunos grandes artistas que si biencontinúan con sus obras la gran tradición del arte,la transforman al par creadoramente. Rubens, porejemplo, o Velázquez, o Rembrandt. Hay otros, sinduda, cuyos méritos son de reconocimiento más di-fícil, ya sea por la poca obra que se les atribuye;ya sea por la variabilidad de sus visiones. A estaúltima consideración pertenece el nombre del másdulce de los pintores sevillanos : Murillo. BartoloméEsteban Murillo nace en 1618 . Lo primero y mássingular que advertimos en su vida es una inque-brantable fidelidad al terruño. En él parece quese cumplió cabalmente aquel sutil pensamiento del

sabio chino Lao Tsé: "Sin salir de casa se puede

conocer lo humano". En efecto, grandes historiado-res afirman que el pintor jamás salió del perímetrosevillano. Su obra es , pues, la obra de un auténticoautodidacto , que se proyecta sin mayores compli-

caciones en un ambiente colorido y saleroso. Por

eso el espíritu de aventura no lo toma, ni la cu-riosidad le pica, por conocer los grandes testimo-nios del arte de otros países , Italia, por ejemplo.

A él le bastaba con visitar periódicamente la igle-sia de Santa Cruz y quedarse en demorada contem-plación ante el Descendimiento de Pedro de Cam-paña, su pintor favorito. Cuando en 1682 -al caerdesde un andamio , mientras pintaba el gran cuadro

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Los místicos desposorios de Santa Catalina- essepultado en la misma iglesia de Santa Cruz y jus-to debajo del cuadro de sus amores . Así cumplióSevilla con su gran pintor.

Tres épocas se distinguen con bastante preci-sión en la pintura de Murillo. Signada la primerapor una gama fría, la segunda por una gama semi-cálida y la tercera por una gama cálida. Su pinturapasa así de lo lunar a lo solar . En su primera épo-ca, su pupila se limita a reflejar una clásica tra-dición ; de esos cuadros primeros emana una luzfría, espectral : son cuadros lunares. El Murillo ver-dadero adviene a partir de 1645. La serie de obrasque realiza desde ese año hasta su muerte nospone en presencia de un pintor que a veces se en-trega a la realización , con acariciante pincel, deimágenes religiosas ; otras veces , humaniza esasimágenes, tanto, que parecen pertenecer a escenasde la vida diaria . Valga como ejemplo la notablepintura denominada La cocina de los ángeles, co-nocida también por el nombre de El Milagro deSan Diego . En sus últimas obras se torna admira-ble testigo de hechos y personajes de la vida coti-diana. Entonces surge un Murillo que pinta conagudo pincel pícaros y viejas , chicos harapientospero llenos de vida, como los Muchachos comiendouvas y melón y el Muchacho asomado al balcón.

En las extraordinarias páginas que Ortega yGasset consagra al universal pintor sevillano Ve-lázquez, menciona en una ocasión a Murillo conestas palabras : "En España , antes de Goya, y de-jando a un lado a Murillo porque es un típico epí-gono, no ha habido más que cuatro pintores im-portantes , de los que tres son gigantescos : Ribera,Zurbarán , Alonso Cano y Velázquez". Y agrega, enuna llamada a pie de página , estas líneas sugestivassobre Murillo : "Lo cual no justifica que desde ha-ce tiempo se hable tan poco de él. Necesitamos unnuevo libro sobre Murillo , que nos proponga unanueva interpretación de su arte y persona. Esuna figura encantadora y conmovedora de artista,porque su delicioso talento es el talento que unhombre puede tener cuando se ha acabado la can-tera del talento . Crea cuando ya no se puede crear.Inventa cuando ya no hay que inventar . Algo pa-recido acontece en Italia con Tiépolo. Estorbaríasin beneficio, en las esquemáticas páginas que si-guen, tener que hacer en cada momento una con-sideración especial de Murillo , que es en efectoun caso muy especial".

En esa breve y también esquiva referencia deOrtega y Gasset a Murillo encontramos una seriede matices, positivos unos, negativos otros, y al-gunos contradictorios , pero todos ellos tan fecun-dos que tornan incitante nuestra atrevida empre-sa de rozar en algo la personalidad artística delencantador pintor sevillano . Porque -siguiendo aOrtega-, ¿cómo es ese delicioso talento que mis-teriosamente puede surgir cuando se ha acabadola cantera del talento ? ¿Cómo es posible crearcuando ya no se puede crear? Lástima grande queasí como lo hizo magistralmente con Velázquez, elgran pensador no nos legara otros papeles semejan-tes sobre Murillo. Entonces esos interrogantes ten-drían la lúcida respuesta de un artista del pensa-miento. Eso no lo podemos remediar. Pero lo ciertoes que en el enigma que esos interrogantes pro-ponen vemos transparentarse vagamente el perfilde un Murillo distinto al habitual , tan visto en

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numerosas reproducciones de sus obras y tan pocopensado. Sí, un Murillo que no es sólo el pintorheredero de los refinamientos pictóricos del pasa-do, sino que , paradojalmente , sin dejar de ser re-finado, se atreve a ser pintor testigo de la realidadUn Murillo que sabe reobrar sobre un pasado yapasado, y consigue curiosamente esplender aún connuevos mirajes plásticos cuando "se ha acabado lacantera del talento".

Hay un Murillo que todo el mundo conoce. Esel realizador de célebres Inmaculadas ; de Vírgenesque rezuman sublimidad y dulzura, envueltas ev

grandes mantos con gracia de alas , y rodeadas porangelotes rubicundos que retozan con mística ale-gría. Esos cuadros de idealizadas imágenes religio-sas, con sus poses hechas para la adoración, es de-cir, para el creyente que ve de veras en ellas unaimagen celestial, son popularmente admiradas, ylas reproducciones innumerables que se han publi-cado de ellas , curiosamente endulzan aún más lasimágenes, de manera que el que ve esas reproduc-ciones con mirada estimativa las encuentra dema-siendo blandas , sin nervio interior, demasiado boni-tas, y, ¿por qué no decirlo ?, bastante superficiales.De manera que el juicio que merecen esas obrasde Murillo en reproducciones se inclina a rebajarsu valor. Pero, al ver las obras originales ¿ segui-mos manteniendo un juicio tan negativo? ¡Ah!, alver esas obras en la realidad de pintura y teladescubrimos con estupor que por vez primera lasvemos ; que por primera vez nos llega la irradiaciónde su mensaje plástico ; que ellas tienen una autén-tica calidad pictórica que las reproducciones les

niegan. ¡Qué le vamos a hacer! La obra de Murillopertenece a esa clase de obras que , para ser valo-radas en profundidad , hay que verlas directamente.La fotografía de ellas , si bien no traicionan la ima-gen, la anécdota , traicionan en cambio irremedia-blemente la materia-pintura en que ellas encarnan.El hecho será todo lo vago que se quiera , pero esasí: hay pinturas que son fotogénicas -como al-gunos rostros privilegiados o como las estrellas delcine-, y otras pinturas que no , que son sordas aese reclamo mecánico , que se niegan , en fin, a re-velar la urdimbre de su técnica . Es ése un fenó-meno, sorprendente , pero cierto . Es más, hay pintu-ras, como las realizadas por Fray Angélico, a lasque la reproducción las favorece, y hay otras-ejemplo, Giotto-, cuya reproducción las desme-rece. En fin , es ése un enigma de laboratorio queno nos compete a nosotros develar. Pero lo ciertoes que esos cuadros tan preciosistas que pinta Mu-rillo están realizados , sin contradicción , con unanoble materia de pintor . Y ahora se hace evidentepara nosotros esta verdad singular: el preciosismode Murillo , en términos de pintura , es un precio-sismo serio . Sí contra la frivolidad del habitual, elsuyo está encarnado en un auténtico pintor, y poreso es serio . Y lo es más fundamentalmente -yahora sí encontramos en las palabras de Ortegay Gasset un verdadero juicio del siglo xx sobre elartista-, lo es, "porque su delicioso talento esel talento que un hombre puede tener cuando seha acabado la cantera del talento". Con esas pala-bras iluminadoras de Ortega cerramos nuestra sern-blanza. ¿No se podría comenzar a escribir con ellasel libro revelador que la personalidad humana yartística que Murillo reclama?

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EL MISTERIO DETIAHUANACO,EN BOLIVIA

El notable escritor francés Ronert Charroux, autor, entre otros libros, del titulado

"HISTOIRE INCONNUE DES HOMMES DEPUIS CENT MILLE ANS" (HISTORIA

DESCONOCIDA DE LOS HOMBRES DESDE HACE CIEN MIL AÑOS), nos habla,

en el capítulo III de dicha obra , del MISTERIO DE TIAHUANACO, en Bolivia.

La revista NORTE, siempre atenta a todo lo relacionado con esta América nues-

tra, ofrece a sus lectores este interesantísimo capítulo , en la confianza que desper-

tará el interés de todos.

por Robert CHARROUX -

versión de Juan DE SAN MIGUEL.

Entre las primeras civilizacionesy la nuestra, existen eslabones y,en primer lugar, las civilizacionespreincaicas de la Cordillera de losAndes y la de Glozel.

Ya en 1876, el arqueólogo fran-cés Wiener, escribía:

"Un día, vendrá en que se podrádecir de las civilizaciones clásicasde los faraones, de los caldeos y delos brahmanes: ya están cataloga-das en nuestros libros, como estánlas más antiguas, pero la cienciaprueba que la civilización preincai-ca de Tiahuanaco, es en muchosmiles de años anterior a las cita-das".

¿Interfieren, acaso, las civiliza-ciones preincaicas con el mito de laAtlántida? Probablemente, Platón noes el único partidario de la teoríade los ancestros superiores.

Es por la "Puerta del Sol" porla que se penetra en el mundo ig-norado de Tiahuanaco, que procla-ma su antiguo esplendor en Boliviaa 4,000 metros de altura sobre elnivel del mar.

Un día de 1958, un francés ve-nía de La Paz en un pequeño trende los que hacen servicio en lamontaña y descubrió sobre una am-plia extensión arenosa, una ciudad

en ruinas. Los niños que deambu-laban en la pequeña estación fe-rrocarrilera, vendían pequeñas es-tatuillas de barro y respondieron asu pregunta: ¿Qué es aquí?

-Aquí es Tiahuanaco, la ciudadmás vieja del mundo.

Este francés, el periodista RogerDelorme, no desconocía la historiaincaica de las tradiciones de los va-lles andinos. Había visitado Cuzco,Pachacamac, Olantaytambo y Pisacy había admirado las colosales cons-trucciones de piedras gigantes en lasque podían admirarse multitud dediversos tonos.

Los antiguos templos incas, Ma-chu Pichu en particular, le habíanimpresionado por su majestuosa ar-monía, a pesar de sus proporcionesgigantescas. Pero en Tiahuanaco,frente a las piedras y las estatuasesparcidas por el suelo en muchoskilómetros, delante de esta "Puertadel Sol", cincelada como un braza-lete morisco, subsistía una impre-sión indefinible, una especie demagia que sobrepasaba a todas lasemociones que había sentido en losmás altos lugares del Perú.

En Tiahuanaco, el desierto deso-lado guardaba un secreto extraor-dinario que el espíritu no podíaidentificar.

Roger Delorme permaneció va-

rias semanas en la altiplanicie bo-liviana, subyugado por la "Puertadel Sol", interrogando al monolitopartido por en medio, según la tra-dición, por una piedra caída del cie-lo, preguntando a los indígenas,tratando de dar un sentido lógicoy científico a sus palabras y a susparábolas y luchando por descifrarel contenido de sus petroglifos.

Estos petroglifos guardan sumisterio literalmente, un secreto to-davía indescifrable y que puede serel secreto del origen de los hom-bres.

En los alrededores, sobre la al-tiplanicie, personajes monolíticos debarro, con grandes orejas y manosde cuatro dedos y arrodillados enuna actitud hierática, contemplan lavida del hombre del siglo xx quetrata de comprender su mensaje.

El origen de Tiahuanaco se pier-de en los milenios. Los incas, entiempo de la conquista del Perúpor Pizarro, pretendían no habervisto Tiahuanaco sino en ruinas.Los Aymaras, considerados comolos más viejos pobladores de losAndes, decían que era la ciudadde los primeros pobladores de laTierra y que había sido creada porel dios Viracocha, antes de lacración del Sol y las estrellas.

Roger Deforme, cuando volvió a

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"La Murta dri Sol" de Tiahuanaco, Boli;'ia, a la que coi; •dría mejor llamar "La Puer-ta de Danos

Francia con un gran acopio de no-tas, habló con entusiasmo del altolugar de la Cordillera de los An-des y fue por una verdadera ca-sualidad que llamó la atención delcapitán Tony Mangel, viejo corsa-rio de los mares, de quien se supoque había sido entronizado como"ambi" o rey en la América delSur.

Al mismo tiempo, el capitán re-lató que había en esa región delmundo un Renovador de la Reli-

gión del Sol inca: el señor BeltránGarcía, biólogo español descendien-te directo de Garcilaso de la Vega,el gran historiador de la Conquis-ta.

Esto debería despertar un ma-yor interés a la extraordinaria le-yenda y la historia de Tiahuanaco.

El señor Beltrán había hereda-do de sus abuelos documentos iné-ditos relacionados con las tradicio-nes andinas. "La Puerta del Sol"no era por sí misma, más que untestigo incompleto. Las tradicionesandinas no eran otra cosa más quefábulas. El todo, yuxtapuesto, dabalugar a interpretaciones frágiles demitologías y de tradiciones america-nas, egipcias, griegas y hasta babi-lónicas, pero de todo ello podía ha-cerse, al fin, una explicación acep-table.

La historia, que se detenía enlas últimas dinastías faraónicas, ve-nía a dar un brinco en el pasadoy se prolongaba hasta el décimomilenio antes de nuestra era, si-no es que hasta más lejos.

He aquí lo que revelaron los do-cumentos secretos de Garcilaso de

la Vega, traducidos y comentadospor el señor Beltrán:

Los escritas pictográficos de Tia-huanaco, dicen que en la era de

los tapires gigantes, seres humanosmuy civilizados, palmeados y de

una sangre diferente a la nuestra,

vinieron de otro planeta y encon-

traren conveniente establecerse enel lago y después en lo alto de laTierra.'

En el curso de su viaje interpla-netario, los pilotos lanzaron sus ex-crementos hacia abajo y dieron allago la forma de un ser humano.

No se olvidaron del ombligo, lu-gar en donde se posaría nuestraprimera Madre, encargada de la in-seminación de la inteligencia hu-

mana.Esta leyenda, ayer, nos habría

hecho reir; hoy día, nuestros hom-bres-rana, copian artificialmente losdedos palmeados de los colosos de

Tiahuanaco.Los indígenas andinos viven a

una altura donde les hombres blan-cos no pueden aclimatarse y esta esla prueba de que puede existir otraclase de sangre.

Con sus potentes telescopios losvisitantes siderales buscaron, pues,una altura y un lago favorables asu organismo y a su vida anfibia.

La significación de "excremen-to" pueden ser cosas llevadas en laastronave para modificar los con-tornos del lago, quizá bombas ató-micas.

Hay que hacer notar que paro,arruinar la tradición y para des-

1 literal.

acreditar el lago en el espíritu delos andinos, las cartas geográficas

lo representaban hasta 1912, conuna forma casi redonda. El nombreverdadero del lago es: Titi (lago demisterio y de sol) al que se agrega

el sufijo "caca", que en muchaslenguas significa excremento.

Así, pues, los documentos deldescendiente de Garcilaso de la Ve-

ga, nos revelan a una Eva de ori-gen extraterrestre y nos hablan demáquinas interplanetarias.

Y nos dan precisiones asombro-sas.

En la era terciaria, hace alre-dedor de cinco millones de años,cuando ningún ser humano existíaaún sobre nuestro planeta, pobla-do solamente de animales fantásti-cos, una aeronave brillante como elsol, vino a posarse sobre la isla delsol del lago Titicaca.

De esa aeronave descendió unamujer resplandeciente, parecida alas mujeres actuales, desde los pieshasta los senos; pero tenía la ca-beza en forma de cono y grandesorejas z y manos palmeadas concuatro dedos solamente.

2 Los de las grandes orejas u Ore-jones, formaban una casta superior en

la América del Sur que emigró a la

Isla de Pascua. Las estatuas gigantes

de Pascua y de Bamiyan tienen todas

grandes orejas y es curioso notar que

los budas de la India tienen, igualmen-

te, la misma particularidad. Por otra

parte, fueron los orejones, según Garci-

laso de la Vega y Cieza de León, los

que escondieron los tesoros de los Incas

en sitios que no fueron jamás divulga-

dos nor los iniciados.

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Su nombre era "orejona" es de-

cir: de grandes orejas y venía delplaneta Venus cuya atmósfera es,más o menos, análoga a la de laTierra.3

Sus manos palmeadas indicaban

que el agua existía en abundancia

sobre el planeta original y desem-peñaba un papel principal y defi-

nitivo en la vida de los venusinos.Orejona andaba verticalmente

como lo hacemos nosotros, estabadotada de inteligencia y sin dudatenía la intención de crear una hu-manidad terrestre, porque tuvo re-laciones con un tapir, animal quecaminaba en cuatro patas. Orejonaengendró muchos hijos.

Esta progenie nació de un cruza-miento monstruoso, tenía dos ma-mas, una inteligencia mediana y losórganos reproductores eran los mis-mos del tapir-puerco.

Un día, cumplida su misión o talvez, aburrida de la Tierra y deseo-sa de volver a Venus, donde podíaencontrar un marido a su imagen,Orejona emprendió el vuelo en unaastronave. Sus hijos procrearon ypermanecieron fieles a su padre tu-pir, pero en la región del Titicaca,una tribu permaneció fiel a la me-moria de Orejona y desarrolló suinteligencia, conservó sus ritos reli-giosos y fue el punto de partida delas civilizaciones preincaicas.

Esto es lo que está escrito en elfrente de la "Puerta del Sol", enTiahuanaco.

He aquí lo que había, avivadoconsiderablemente nuestra curiosi-dad, después provocado nuestra es-tupefacción, hasta que los identi-ficamos sobre los petroglifos de lasescafandras autónomas y vimos má-quinas de motor misterioso, má-quinas verdaderamente siderales;todo de una claridad singular.

Tan claros son estos dibujos, queuno se hace inmediatamente diver-sas conjeturas e interrogaciones:los antiguos Ayamaras o aquellosque vivieron hace unos 10,000 añosantes que nosotros, grabaron estasfiguras, las endurecieron y cubrie-ron con una preparación a base desilicón a fin de asegurarse su con-servación y su mensaje (¿plastifi-cación?).

Lo que subsiste sobre el altode la meseta, permite imaginar unavieja ciudad (¿pero se trata real-mente de una ciudad?) con sus ca-lles, sus templos y sus parques pú-blicos. Las estatuas, las piedras gra-badas; los objetos que se encuen-

3 En el estado actual de las observa-ciones astronáuticas, puede admitirse queel planeta Venus está habitado, por lomenos en lo alto de las montañas.

tran en la arena, revelan una téc-nica asaz rudimentaria análoga a lade los Aymaras, los Incas y losAztecas. No se sabe si se trata deun arte primitivo o de un arte de-generado.

¡Por el contrario!, la "Puerta delSol" brilla en esta selva como unajoya pura.

A primera vista, parece que Tia-huanaco ha sido la ciudad de loshombres poco evolucionados queesculpieron a sus dioses y a sustotems al mismo tiempo que otroshombres infinitamente más hábilesy cultivados que cincelaron su men-saje en los frisos de la "Puerta delSol".

Más tarde, según los geólogos,

un cataclismo arruinó la ciudad,

abatió sus templos y sus casas yTiahuanaco se convirtió en unaciudad muerta. Puede ser que lasleyes naturales quieran significarasí a la vez el final de un reinoy la desaparición de una raza.

Se carece completamente de do-cumentación sobre la ciudad en rui-nas, enterrada o sumergida y damoscierto crédito a las revelaciones delseñor Manuel González de la Rosaen su opúsculo. Los dos Tiahuana-cos.4

EL LENGUAJE DELAS CUERDECILLAS

González de la Rosa, que viviólargo tiempo en el Perú, informade las declaraciones del "picocama-yo" (intérprete de los quipus incas)Catar¡, quien retirado en Cocha-chamba en el siglo xvi, tradujo, porencargo de los jesuitas la lenguaenimágtica de las cuerdecillas connudos.

El manuscrito de la traducciónfue donado hacia 1625 por el canó-nigo de Chuquisaca (Sucre) Barto-lomé Cervantes al jesuita A. Oliva.Después el documento ha permane-cido secreto en la Biblioteca Vati-cana, pero lo esencial de su conte-nido, se conoce.

He aquí en resumen la traduc-ción del viejo Catar¡, comentado porGonzález de la Rosa:

El nombre primitivo de Tiahua-naco era Chucara. La ciudad eraenteramente subterránea y lo queexistía en la superficie, no era másque la cantera de la que se sacabanlas piedras para tallarse y la mo-rada de los canteros.

La ciudad subterránea daría laclave de una sorprendente civil¡-

4 Los dos Tiahuanacos por ManuelGonzález de la Rosa, Viena, 1909.

Orejona. Scgiín la ¡?adición andina,

habría llegado de otro planeta, 1'e-mis, probublenaetite, en un cohete es-

pacial. Su cráneo era en forma decorto, sus manas palmeadas r con

cuatro dedos solamente.

zación que se remonta a los tiem-pos más lejanos.

Se llegaba a la ciudad por diver-

sas entradas que fueron vistas por

el gran naturalista francés Alcide

d'Orbigny y los viajeros Tschudi,Castelnau y Squier, que hablaron degalerías sombrías y fétidas que des-

embocaban en el encintamiento deTiahuanaco.

Esta ciudad subterránea había si-do edificada para permitir a sus ha-bitantes gozar de una temperaturamás clemente, lo que prueba bienque la altura no ha variado jamás.

Cerca del lago Titicaca, existíaun palacio del que no quedan ras-tros, porque su edificación se re-

montaba, según los textos, a la épo-

ca de la "creación del mundo".El primer señor de Chucara, que

quiere decir "casa del sol" se lla-maba Huyustus y había dividido elmundo en varios reinos. Los últimos

habitantes de Chucara, no fueron

los Aymaras, sino los Quechuas.En Tiahuanaco, se enterraba a los

muertos, acostados. En las islas del

lago vivía una raza blanca y bar-

bada.

Para González de la Rosa, losancestros de los Uros, fueron losfundadores de Tiahuanaco.

Esta tradición, muy poco cono-cida, aun de los americanistas, apo-ya la tesis del origen extranjerode los colonos instalados alrededordel Lago Titicaca. Desde luego, to-das las tradiciones aseguran quemuchísimos años antes de la llega-da de los Incas, una casta superior

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En la cabeza del pei,sonaje grabado

en piedra hace miles de amos, se ve

un extraño dibujo que intriga a losarqueólogos. Escandra f a espacial?

Máquina desconocida? ¿Motor?

de hombres blancos se había esta-blecido en los Andes.

Garcilaso de la Vega, escribió:

El dios Sol, ancestro de los In-cas, les envió en tiempos muy an-tiguos, a uno de sus hijos y a unade sus hijas para darles el conoci-miento. A estos delegados, los re-conocieron como divinos por sus

palabras y por su color claro.

Pedro Pizarro, primo del Con-

quistador, dice en una de sus cró-nicas:

Las mujeres nobles son agrada-

bles de ver: se saben bellas y lo

son en efecto. Los cabellos de los

hombres y de las mujeres son blon-

dos como el trigo y ciertos indivi-

duos tienen la piel más clara que

los españoles.

En ese país, yo he visto a una

mujer y a un niño, de una blancura

desacostumbrada. Los indios pre-

tenden que se trata de descendien-

tes de los ídolos (sus dioses).

Estos ídolos, que llevaron laciencia, pueden identificarse comolos viajeros de la astronave venu-

sina, habitantes de las cumbres deVenus, en donde el gas carbónicode los valles hace que el aire seamás puro y más parecido al aire

terrestre.

LOS HOMBRES AZULES

Otra tesis más atractiva ha apa-recido en Rusia. Ella asimila losídolos a los misteriosos hombres de"`sangre azul" que, en tiempos le-

46 / NORTE

janos, constituían una especie de

gente escogida.En 1960, una revista soviética,

apoyándose en las relaciones del his-

toriador egipcio Manethon, en Hero-doto y en las inscripciones del pa-piro de Turín, así como de la Piedrade Palermo, aportan una contribu-ción preciosa, tanto al enigma dela Atlántida, como a la venidade extraterrestres.

En su número de diciembre de1960, la revista Atlantis, bajo lafirma del arqueólogo Henry Bac, daesta información.

Los rusos hacen la pregunta si-

guiente: "¿Fueron los Atlantes un

pueblo azul?", haciendo notar que

Platón les atribuye un origen dis-tinto que el de los terrestres y unasangre diferente.

"Según ciertas tradiciones", re-vela el documento, "los Atlantesdebieron ser los fundadores de lacivilización egipcia. Los jefes másantiguos de las dinastías divinas,doce mil años antes de nuestra era,eran los Atlantes de raza pura".

Los egipcios, prosigue Henry Bac,reproducían muy soñadoramente losobjetos sobre sus frescos y en loque respecta a los colores, ¿de quécolores pintaban a sus dioses?

Si Osiris era verde (dios de la

vegetación renaciente) Thot era pin-

tado bien de verde o bien de azul

pálido; Amón y Shou eran diosesazules. ¿Por qué este color funda-mental era el atributo de los diosesegipcios? Una sola respuesta nosparece posible: estos dioses seríanlos descendientes de un pueblo depiel azul o considerados como ta-les.

Osiris y Thot, al llegar a Egipto,no encontraron las condiciones deun país de altas montañas, sino porel contrario, una planicie y un cli-ma caliente y asoleado, que les mo-dificó el color de la tez que vino aser olivácea (azul + amarillo) re-presentado por el color verde en laspinturas de los primeros egipcios.

Hipótesis admisible si se consi-dera que existen poblados de "in-dios azules" en las altas mesetasde los Andes, cuya pigmentaciónes causada por la falta de oxígenoen la sangre. Los Guanches, des-aparecidos de la Isla de Tenerife en

las Islas Canarias, tenían una piel

olivácea.Es biológicamente posible que

la piel tome un tinte azul un tantovivo por la incorporación de gránu-los de melanina, pigmento caracte-rístico de las piedras negras. Estefenómeno explica la presencia de

tintes azul claro, azul fuerte y vio-leta en la piel de ciertos simios.

Existen "hombres azules" en los

alrededores de Goulemine, al sur deAgadir y los Pictos de la Escociaantigua tenían la costumbre de pin-tarse la piel de azul.

Es curioso, en fin, citar la no-ción bien conocida de "sangre azul"que se emplea a propósito de la no-bleza antigua. Se notará, que estanoción, muy vieja, es originaria de

la Península Ibérica.

Si examinamos todos estos he-chos por cuanto ve a la Geografía,nos daremos cuenta de que en lamayor parte de los casos en queexisten tribus de piel olivácea oazul, natural o pintada artificial-mente, están ligados al litoral delAtlántico.

Hay que imaginar, entonces, que

los Atlantes habitaban una co-

marca en las montañas elevadas y

constituían una población de piel

azul, bien fuera por causa de las

condiciones biológicas, de la heren-

cia o del medio ambiente. Esta po-blación está en vías de extinción yperdió sus características principa-les en el momento de la desapari-ción de la Atlántida.

Sin embargo, en signo de perte-

nencia a la antigua raza, los des-

cendientes de la dinastía regente de

la Atlántida se vestían con hábitos

azules en ocasión de las fiestas, entanto que ciertos pueblos del lito-ral atlántico europeo y africano, seteñían artificialmente la piel paraparecerse a los pujantes Atlantes.Esta hipótesis la refuerza Platóncuando habla de los sacrificios noc-turnos y de los hechos de justiciade los reyes atlantes, que se reves-tían, por una razón desconocida,con hábitos pintados de azul oscuro.

Es posible que la parte de la pig-mentación proviniera en los Atlan-tes de una migración ulterior quehubiera tenido por consecuencia ha-cerlos vivir en regiones menos ele-vadas, circunstancia que determina-ría la desaparición de la carenciade oxígeno en la sangre, así comodel tinte azul resultante y que ha-bía permanecido estable durantemilenios.

Henry Bac, analizando esta ex-posición soviética, dice que la ex-presión "sangre azul" todavía seemplea en América del Sur y queen ciertas regiones de la costa delPacífico, se dice de una persona queprocede de la unión de un indio yuna europea o de un europeo y unaindia, que es de "sangre azul".

En Europa, esta expresión se

1

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aplica sólo a los individuos que per-tenecen a la alta y antigua nobleza.

En Rusia y en Mongolia, los no-bles tenían la reputación de ser desangre azul, lo que, incuestionable-mente, indica la idea de superiori-

dad.La declaración de Platón y la

exposición rusa, toman un valorsingular si se les aplica a los seresextraterrestres venidos del planetaVenus donde la alta cantidad degas carbónico explica una pigmen-tación naturalmente azul.

Venus, el planeta "azul" de losantiguos, con sus montañas de 40,000metros de elevación, su vegetación

y su temperatura en algunas regio-

nes soportable para el hombre, se-gún los datos aportados por elcohete estadounidense Mariner II,¿sería la patria de los hombres azu-les, de los Atlantes, de la raza deTiahuanaco y de Glozel?

Tal vez no resultaría inútil re-ferirse a acontecimientos extraor-dinarios, observados por dos astró-nomos antiguos y que ocurrieron enVenus en una época muy remota.San Agustín dice, citando a Varron,que Cástor, el de Rodas, dejó es-crita la relación de un prodigioasombroso que ocurrió en Venus.Este planeta, que tenía muchos sa-télites, cambió de color, de tamaño,de figura y de curso.

Este hecho sin precedente ocu-rrió en tiempos del rey Ogyeges,como lo atestiguan Adrastus, Cyzi-cenus y Dion, nobles matemáticosde Nápoles.

¿De qué orden fue este prodi-gio? ¿Colisión? ¿Explosión nuclear?No lo sabríamos decir, pero es muyprobable que el "planeta herma-no", provisto de uno o de variossatélites, muchas veces observados,esté ligado a la historia de nuestrahumanidad.

No están muy lejanos los tiem-pos en que los satélites fantasmasse identifiquen como máquinas es-paciales dirigidas y puede ser la as-tronave "brillante como el oro" quetransporte sobre nuestra tierra a losnáufragos de Venus constreñidos deabandonar su planeta amenazado.

Es curioso hacer notar que losrusos, pioneros de los viajes por elCosmos, se interesen en descifrar elmisterio de Venus en Tiahuanaco.

El arqueólogo americano A. Po-sansky ha descubierto cinco civili-zaciones sucesivamente extinguidaspor catástrofes naturales, de las cua-les dos han sido inundaciones o di-luvios y que autentifican la másalta antigüedad a Tiahuanaco yacreditan ciertas aproximaciones delorden de 15,000 a 40,000 años.

Ciertos americanistas, como De-

nis Saurat y Hoerbiger, han expli-cado estas catástrofes por una es-pantosa teoría según la cual, laLuna, descendiendo a la proximidadde la Tierra, habría absorbido, as-pirándolas, las aguas oceánicas enla zona sudamericana. En conse-cuencia, los mares, dejando conver-tido en desierto el resto del mundo,se acumularían en una gigantescapompa de agua salada alrededor deTiahuanaco que se habían tragado.

Saurat apoya esta hipótesis enla existencia de una línea de sedi-mentos marinos de 700 kilómetrosde largo.

"Esta línea -escribe Saurat-

comienza cerca del Lago Umayo en

el Perú apenas a cien metros de al-tura abajo del Lago Titicaca y pasaal sur de ese lago a 30 metros bajoel nivel del agua y va a terminar,inclinándose más y más hacia elsur ...... Y más adelante dice: "Losmalecones del puerto de Tiahuana-co existen aún y están, no cerca-nos al perímetro del lago, sino sobrela línea de sedimentos".

Por desgracia, la realidad está porencima de la ficción.

La altura de Tiahuanaco es de3.825 metros y la del lago de 3.812metros.

La línea sedimentaria estandosituada entre 100 metros y 30 me-tros bajo el nivel del lago, el di-cho "puerto" de Tiahuanaco deberíaser el puerto de una ciudad inmer-gida a 87 metros bajo las aguas.Esto, en verdad, es poco serio.

En revancha, entre otras hipó-tesis, y por hacer un sacrificio almito de la Atlántida, puede admi-tirse que después de las lluvias quese abatieron sobre la Tierra en laépoca del Diluvio, la ciudad sub-terránea de Tiahuanaco fue devo-rada por las avalanchas de agua,de lodo y de tierra erosionada queen particular dieron un sentido aesta "Puerta del Sol" que se abresobre la vida de un lugar o de unaciudad inexistentes.

Los petroglifos de la "Puerta delSol" han guardado para los astró-nomos y para los técnicos de la as-tronáutica vivas sorpresas. Los di-bujos representan, tal vez, máquinasinterplanetarias. Así, al menos lasdescribe el descendiente de Garci-laso de la Veqa:

"`El ideograma sobre la cabezadel personaje, es una astronave te-rrestre (cabeza de jaguar: fuerza,vida terrestre; conos estilizados: ca-binas, habitáculos; cabeza de cón-dor: viaje, espacio) ".

Esta interpretación del señorBeltrán reúne a las de los sabios enlo que concierne a los dibujos gra-bados sobre el personaje : escafan-

Otro dibujo misterioso que se presu-

me ser de uu motor a reacción.Puede ser un motor ión-solar? Se

trata, incuestionablemente de un men-saje legado por la raza de hombres

que vivieron en TI'tihiiaíítzco.

dra interplanetaria con motor atrás.En el pájaro: motor a reacción omás verisiblemente a propulsión, lafuerza motriz utilizada resultante,sin duda "de la descomposición delos rayos solares o de su desinte-gración en sus dos polaridades, co-mo se descomponen en los coloresdel espectro".

El físico francés Jean Plantier haestudiado esta fuerza ion-solar quepropulsará, sin duda, los cohetes si-derales, si es que no lo ha hecho ya.

Por otra parte, el ingeniero so-viético Alexander Kazantzev haidentificado un calendario venusinosobre la "Puerta del Sol" de Tia-huanaco.

-El más antiguo calendario dela Tierra, dijo, con años de 225 díasterrestres.

Si no se tratara más que de unacoincidencia, sería una coincidenciaextraordinaria.

Y rebautizando la "Puerta delSol" el sabio ruso hace una inte-rrogación:

-¿Cómo los ancestros de losIncas han podido conocer el año ve-nusino y por qué se interesabanellos tanto en este planeta?

Se puede, por tanto, pensar queestas hipótesis de los sabios mate-rialistas acreditan singularmente latradición de Orejona, la Eva de Ve-nus, llegada a la Tierra, puede ser,hace millones de años y en astro-nave espacial.

Bien entendido: la tradición deOrejona, así como todos los dibu-jos de la "Puerta del Sol" han sidodeformados. ¿Los descendientes delos Venusinos nuestros ancestros?Tal vez habían olvidado la técnicadel viaje sideral, pero tenían ciertos

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conocimientos científicos. Sentíanconfusamente que su civilización

degeneraba y por eso los últimosiniciados legaron a la humanidad

futura el mensaje de la "Puerta delSol".

¿Eran estos ancestros america-nos los Atlantes? Esta hipótesisexplicaría, a la vez, la revelación dela Atlántida por Platón en el Timeo

y en las Críticas; y la repentina, la

maravillosa, la incomprensible apa-rición de la civilización egipcia.

UN EXILIO EN EGIPTO

En todo caso, es cierto que laalta civilización de Tiahuanaco, sedesarrolló paralelamente a la épo-ca neolítica y, sin duda, de la pa-

leolítica. En América habitabanentonces hombres que dibujabancohetes siderales, en tanto que enEuropa, en Asia y en África vege-taban los hombres mucho menosevolucionados -puede ser de otro

origen- apenas capaces de tallarsus útiles en sílex.

Resta conocer la naturaleza delcataclismo que sacudió brutalmentela evolución de los Andinos del Pe-rú. Hubo, tal vez, diluvios, erup-

ciones volcánicas; pero esos cata-

clismos naturales no pueden explicar

la destrucción del genio. Tiahuana-co fue habitado por hombres conconocimientos científicos profundos,a los que sucedieron hombres me-nos y menos instruidos que vivieroncomo dentro de un vaso cerrado sinque el resto de la Tierra supieranada de ellos.

Esta raza andina fue, sin dudaalguna, víctima de un mal quesacudió sus facultades de repro-ducción, después de un estado deamenguamiento intelectual que des-apareció por la no procreación. Sepuede imaginar el drama: la raza,en su apogeo, es víctima de unairradiación por haber jugado confuerzas peligrosas. Los sobrevivien-tes se sentían condenados. Los úl-timos que conservaron un poco desaber inscribieron su doloroso men-saje sobre las piedras de la "Puer-ta del Sol".

La raza había perecido, peroTiahuanaco no se acabará jamás.

Una segunda hipótesis, paralela,es más creíble y más seductora:seres del planeta Venus aportaron,repentinamente sobre la meseta an-dina una civilización maravillosa.

Su colonización precisa la pre-sencia, en la época prehistórica, es-te enclave de cuatro mil metros dealtitud, dejando atrás a los hom-bres del neolítico e incapaz, puede

ser, de posibilidades de vida que entorno al lago Titicaca (volvemos ala tradición).

Estos venusinos de cuatro dedostenían intercambio con su planetaoriginal y comenzaron la construc-ción de Tiahuanaco; pero su acli-matación sobre la Tierra les resul-tó contraria por una fuerte y pro-funda modificación de las condicio-nes biológicas naturales. La repro-

ducción se hizo mal, la raza perí-clita y los últimos venusinos, inca-

paces de volver a su planeta, trans-

mitieron el mensaje de la "Puertadel Sol" antes de su extinción com-

pleta.Si los terrícolas llegaran un día

a Venus o a Marte, tal vez les re-sultaría imposible el retorno. ¿Quésería de esos colonos? Si el mediobiológico de Marte o de Venus fue-

ra contrario a su reproducción -locual es probable-, estos colonos

sufrirían exactamente el mismo des-tino de los hombres de Tiahuanaco.

Así, en tanto que en el Grand-Pressigny, en Lussac-les-Chateaux,

en Carroux, en Lascaux, los ver-

daderos habitantes de la Tierra ca-zaban osos y arponeaban peces,hombres, en otro punto del globo,

utilizaban, puede ser, cohetes espa-ciales y motores ión-solares.

¿No hubo ningún intercambioentre esas dos humanidades?

Parece que los cosmonautas searriesgaron a viajar fuera de las zo-nas de la meseta de Tiahuanaco.

Puede ser que pagaran con suvida la audacia de descender enlos valles o franquear el Océano;pero sí tuvieron esta audacia, par-ticularmente ¿espués del engulli-miento por el mar y de la destruc-ción de su ciudad y la tradicióngriega, con Platón, nos ha dejadoeste emocionante testimonio.

EL MISTERIO DE PROMETEO

Prometeo fue el hijo de Clyme-ne, la Océanida de pies maravillo-sos. Dio a los hombres un relucien-te rayo divino. Fue el dios del Fue-go y aparece en la mitología clásicacomo iniciador de la primera civi-lización humana. Júpiter, padre delos dioses, castigó cruelmente a losmortales a causa de ese Fuego dePrometeo y lo castigó a él también.

La historia de Prometeo aparecenuevamente en el estallido maléficode las bombas de Hiroshima y Na-gasaki.

Imaginémonos después de ciertaaclimatación a un cosmonauta ve-nusino volando de Tiahuanaco,atravesando el Atlántico y llegan-

do al África estéril de Egipto, don-de ya la conciencia de los hombrescomenzaba a liberarse.

En Egipto, el cosmonauta en-cuentra un círculo de sacerdotes alos cuales trata de comunicar susaber. Para las egipcios, el hombredel otro lado del Atlántico es unAtlante -para los griegos-, él se-rá Prometeo-, y ellos le creencuando dice que ha venido del cie-

lo (es decir, de un planeta).Les cuenta el fin trágico de Tia-

huanaco engullido por las aguas

del mar y les revela secretos extra-ordinarios que los egipcios no com-

prenden jamás completamente; em-pero, algunos de estos secretos ex-plicaron, justificaron y dieron vali-dez a la expansión milagrosamenterápida de la cultura egipcia.

El hombre de Tiahuanaco aportala ciencia del Cosmos, de los as-tros, de la escritura, de las artes,de la arquitectura, de la medicinay aporta, también, el secreto delfuego.

Los sacerdotes egipcios recibensus conocimientos; pero los olvi-

dan, los deforman, los desfiguran,aunque su inteligencia comienza asalir del limbo en que se encontra-ban y bien pronto comienzan a es-tablecer las primeras leyes de una

ciencia que sobrepasa la de su tiem-

po y de muchos milenios y obtienenese saber que se materializa en lostemplos, en las Pirámides y en lacivilización de sus sucesores orien-tales y griegos.

Se puede presumir que el cos-monauta, el Hombre de Tiahuana-co, ha debido pagar el tributo desu inadaptación a la atmósfera es-pesa, tórrida de las planicies arábi-gas. Entonces, siguiendo las riberasdel Mar Rojo, él se dirigirá hacia elpaís de las cimas nebulosas, dejan-do sobre su ruta la Arabia, la Cal-dea, la Asiria y dejando caer desdelas alturas algo de su saber paraque lo recojan los terrícolas.

Y se piensa aún en Prometeo,iniciador de los hombres, castigadopor Júpiter y encadenado precisa-mente, según la tradición griega,sobre la cima del Cáucaso a unaaltura que es, exactamente la dela meseta de los Andes. El pareci-do es estrujante entre el Atlante,hijo de Orejona y Prometeo, hijode la Océanida de los pies bonitos.

Cualesquiera que ello sea, den-tro de 10,000 años, Tiahuanaco en-trará en la noche del olvido y Aby-dos, Heliópolis, Tebas, Menfis, Kar-nae y Sais, abrirán para el mundooccidental las primeras páginas dela Historia Desconocida de los Hom-bres.

48 / NORTE

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ARTE POPULAR

DE AMERCA

V FLPNAS

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50 / NORTE

En una de las amplias navesdel Museo de América, de la Ciu-dad Universitaria de Madrid, hasido reunida la más importante yrica muestra de arte popular deAmérica y Filipinas que nuncahaya podido coleccionarse. Lainstalación de este magno museode lo popular está a punto de fi-nalizarse, tras cuatro largos añosde laboriosas gestiones para reu-nir la totalidad de piezas que lointegran y una cuidada selecciónen favor de la autenticidad, elinterés y la variedad de todasellas.

Absolutamente todos los paí-ses del Norte, Centro y Sudamé-rica, así como Filipinas, se en-cuentran representados en la ex-hibición. El total de piezas que

figuran en catálogo es de 4,174.Pero la Exposición recoge asi-mismo una serie de interesantesobjetos no relacionados en el ca-tálogo. Hay que destacar comoúnica una pieza de arte popularde los Estados Unidos. Todo esteprodigioso conjunto ha sido reu-nido gracias a la gestión incan-sable de don Luis González Ro-bles, del Instituto de CulturaHi.spánica de Madrid, y sus valio-sos colaboradores de España yAmérica, tanto personas comoinstituciones.

El criterio seguido para aglu-tinar toda esta variedad artesa-na, ha sido el de entender porarte popular aquello que hoy sepuede comprar en cualquier mer-

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1

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cado de los países convocados yque se fabrica actualmente -deacuerdo con una tradición máso menos añeja-, por las manosdel pueblo. El país de represen-tación más nutrida es México.,representado con 1,190 objetos.Le siguen Perú, Ecuador, Colom-bia, Guatemala ... La modalidadpredominante en la muestra es lacerámica. Uno de los aspectosmás sugestivos de la Exposiciónes el de las máscaras. Los pane-les de máscaras, primitivas y fe-roces o ingenuas y regocijadas,atraen enseguida la atención delvisitante. Guatemala, Venezuela,Puerto Rico, México, Ecuador yBolivia son los principales puntosde origen de estas sugerentes yvariadas máscaras, que tienen to-davía en sí la expresión y el se-creto, la mueca y el color de an-tiguos ritos.

Otro interesante aspecto de laExposición es el del arte religiosocatólico, tan influido por España.Así, encontramos un "Nacimien-to" chileno (fuera de catálogo)de singular encanto, otro perua-no y dos mexicanos. Entre lasropas y tejidos, Argentina destacacon un bellísimo sobrecama. Asi-mismo, hay piezas muy intere-

santes de Ecuador, Guatemala,México y Chile. La influencia delarte popular español asoma a ve-ces en algunos aspectos de lamuestra, y se hace evidente enlos toritos de barro de Pucará(Perú), que tienen su inmediatoprecedente en los de Cuenca.

Las piezas de mayor tamañode la muestra son dos muñecosde cartón, mexicanos, de tres me-tros de altura. Les sigue una vis-tosa carreta costarricense. Laspiezas más pequeñas son tambiénunos muñecos, éstos de dos cen-tímetros, procedentes de Ilobas-co (El Salvador).

El señor González Robles, co-misario de Exposiciones del Ins-tituto y director de esta Colec-ción, ha repartido la misma ensiete apartados:

1. Lo que une al hombre consu Dios.

2. Lo que recuerda y celebraa los muertos (en su mayoría ar-te mexicano).

3. Lo que se emplea para tra-bajar.

4. Lo que se lleva puesto.5. Con lo que se divierte el

hombre.6. Lo que utiliza en la casa.7. Lo que adorna la casa.

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1

Arriba, a la derecha, un candelabro mexicano. Abajo,

galeón español trabajado en madera 1' conchas y en las

esquinas, pie.,as de cerámica de Guatemala, Chile, Perú

y Bolivia.

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