revista ix certamen literario intercentros de educación de personas adultas 2015

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IXCERTAMEN LITERARIO INTERCENTROS DE EDUCACIÓN DE PERSONAS ADULTAS CEPA CIUDAD LINEAL COLMENAR VIEJO DISTRITO CENTRO HORTALEZA SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES SIERRA NORTE TETUÁN VILLAVERDE VISTA ALEGRE

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Revista IX Certamen Literario Intercentros de Educación de Personas Adultas 2015

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Page 1: Revista IX Certamen Literario Intercentros de Educación de Personas Adultas 2015

IXCERTAMENLITERARIO INTERCENTROS DEEDUCACIÓN DE PERSONAS ADULTASCE

PA

CIUDAD LINEALCOLMENAR VIEJODISTRITO CENTROHORTALEZASAN SEBASTIÁN DE LOS REYESSIERRA NORTETETUÁNVILLAVERDEVISTA ALEGRE

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Agradecimientos:

Subdirección General de Centros de Educación Secundaria y Enseñanzas de Régimen

Especial, Direcciones de Área Territorial Madrid Centro y Norte, Junta Municipal Distrito

Ciudad Lineal, Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y Real Escuela Supe-

rior de Arte Dramático.

IXCERTAMENLITERARIO INTERCENTROS DEEDUCACIÓN DE PERSONAS ADULTAS

Fotógrafo: Federico Ponte Chamorro

http://certamenliterariocepa.blogspot.com.es

Depósito Legal:  M-10412-2015ISSN:  2387-192 X

Organizado por los centros:

CEPA

CIUDAD LINEALCOLMENAR VIEJODISTRITO CENTROHORTALEZASAN SEBASTIÁN DE LOS REYESSIERRA NORTETETUÁNVILLAVERDEVISTA ALEGRE

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Índice

4Crónica por Artuto Santos Cordero

6Presentación por Felisa Caballero Núñez

8Palabras Mágicas por Margarita Piñero

10Relatos Premiados

12Primer Premio CEPA Distrito Centro

14Segundo Premio CEPA Vista Alegre

16Tercer Premio CEPA Hortaleza

18Cuarto Premio CEPA Ciudad Lineal

19Cuarto Premio CEPA Sierra Norte

20Cuarto Premio CEPA Colmenar Viejo

22Cuarto Premio CEPA Distrito Centro

24Cuarto Premio CEPA Hortaleza

26Cuarto Premio CEPA San Sebastián de los Reyes

28Cuarto Premio CEPA Tetuán

30Cuarto Premio CEPA Villaverde

32Cuarto Premio CEPA Vista Alegre

34Cierre del Acto

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Día veintitrés de abril,día grande: el del LIBRO;nueve CEPAs de Madridcelebrando el anual rito del CERTAMEN LITERARIOen el PRÍNCIPE DE ASTURIAS.Y “abrir puertas” este añoes creativa aventura. Certamen es reincidente:nueve veces lo asegurael marcapáginas verdeque marcará mil lecturas. Voces alegres, besos y encuentros expectación. Mesas y luces, autoridades¹, presentación. Quien presenta nos recuerdalas figuras literarias(Teresa, Giner, Cervantes)que este año se celebran. Se destaca de Ginerla ironía, el buen hacer,la libertad y el creerque será la educaciónquien será en el futurode España la salvación. ...Y Felisa Caballerocon aplomo, bien presentaa Margarita Piñero²que de este modo diserta: - La palabra: llave mágicaque ilumina y abre puertas...Es encontrarla tarea del escritor que se esfuerza... “Nombre exacto de las cosas

pide a la inteligencia...”el poeta Juan Ramóngran Nobel de nuestras letras. Percibir o imaginar:principio de creación,después organizar todo,por último: la opinión, y mostrar a quien lo leadel mundo propia visión;la síntesis del procesodel gran acto creador. Y llegan después los premiosque comienzan por los cuartos:“El corresponsal de guerra,”o “Un trato con el diablo”“Mantequilla educativa”,“de anoréxica un diario”, “Una vida inesperada”,“Miedo, amor”, “Ferrer Judith”,“Siempre un camino”, “Un momento”...Nadie cesa de aplaudir. Juan Carlos Iglesias Sánchez³ recibe el premio tercero:“llaves perdidas, tensión,pasos, ascensor, miedo...y por fin la salvacióntrae llaves un compañero;”sobre un “Parado”, el segundo⁴es un relato certero.Y por último “Las llaves”se lleva el premio primero.Se encienden luces al punto,lleno el escenario entero.Unas fotos eternizanmomento tan placentero. Flashes y flores, aplausos. Sonrisas, poses,

Crónicapor Arturo Santos CorderoCatedrático de Lengua Castellana y Literatura IES Marqués de Suances

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¹ D. José Mª Rodríguez Jiménez: Subdirector General de Centros de Educación Secundaria y Enseñanzas de Régimen Especial; Dña.Bego-ña Bernabé Santiuste: Jefa del Servicio de Educación de Personas Adultas y Atención a la Diversidad; Dña. Rosa Figuerola Cruz: Jefa del Servicio de la Unidad de Programas Educativos DAT Madrid Norte; a la izquierda, Dña. Regina Bedoya Piquer: exdirectora del CEPA Ciudad Lineal.² Directora, Actriz, Profesora de la Real Escuela de Arte Dramático³ CEPA Hortaleza⁴ Francisco Javier Ruiz Velasco (Segundo Premio- Vista Alegre) – María Jesús Falcón (Primer Premio- D. Centro)

emoción. Y se escuchan dos relatos: expectación. - “Dura historia de un parado:diaria lucha sin parar,no ceder y no rendirse, ansias mil de trabajar...” - “Amanecer en Navarra...Alzamiento Nacional,Requetés pidiendo llaves...de aquella escuela rural...golpes, destrucción, incendio,

sucesos para olvidar...” Pone fin a la sesiónZIRYAB: quinteto de vientosones de Bizet, de Albénizarmónicos, prestos, lentos...Día veintitrés de abril,gran Certamen Literario,nueve CEPAS, día del Libro,de “abrir puertas” los relatos.“Nulla dies sine linea”:clásico y viejo adagio,observar, imaginar,crear, escribir: gran acto.

por Arturo Santos CorderoCatedrático de Lengua Castellana y Literatura IES Marqués de Suances

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Buenos tardes. Bienvenidos todos al IX Certa-men Literario Intercentros de Educación de Personas Adultas de la Comunidad de Madrid.

Distinguidas autoridades, directores, profe-sores y maestros, alumnos y amigos: el motivo por el que nos hemos reunido hoy aquí, es la concesión de premios literarios a nuestros alumnos. Y si conceder premios es siempre un motivo de alegría, concedérselos a los alumnos es doble motivo. Sus profeso-res nos sentimos premiados también.

En un año en el que se ha cumplido el V Cen-tenario del nacimiento de Teresa de Jesús, esta efeméride se ha convertido en la más difundida y festejada en los círculos literarios y editoriales de España.

Pero el año está lleno de muchas otras con-memoraciones en torno a la escritura y los escritores. Esos hombres y mujeres que vivieron a menudo peligrosa y dolorosamen-

te por empeñarse en vivir acordes con su pensamiento escribir sus obras acordes con ello y con su vida.

Ejemplos tenemos por doquier, desde la santa mandona y andariega, en la puerta misma de la cárcel por poseer libros prohibi-dos, pasando por Cervantes, del cual recor-damos este año el IV Centenario de la publi-cación de la segunda parte de su obra inmor-tal, hasta escritores tan cercanos como Larra, cuya frase “escribir en Madrid es llorar” da idea del dolor y las dificultades que han tenido que soportar nuestros queridos escri-tores españoles sin otro motivo para ello que querer compartir con sus lectores su pensa-miento, sus ideas y sus fantasías.

Mucho más cercano en el tiempo, casi ayer mismo, vivió y murió en España, D. Francisco Giner de los Ríos, cuya muerte aconteció hace cien años. Su vida se desarrolló en una etapa convulsa de la historia de nuestro país. Como pedagogo, pensador y activo escritor, sufrió cárcel por defender la libertad de cáte-dra y su legado, tan importante para el desa-rrollo de la educación en España fue tan fecundo e innovador que, aún hoy, a despe-cho de dificultades y controversias, pervive en el corazón de muchos maestros y profe-sores y en nuestra sociedad. Continuador de la labor de su maestro Julián Sanz del Río en la Institución Libre de Enseñanza, Giner de los Ríos propuso e impulsó desde ella méto-dos pedagógicos tan humanos que, en pala-bras de Antonio Machado “toda la España viva, joven y fecunda acabó por agruparse en

por Felisa Caballero Núñez

Presentación

maestra del CEPA Hortaleza-Mar Amarillo

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torno al imán invisible de aquella alma tan fuerte y tan pura”. De D. Antonio Machado son también estas palabras que describen a su admirado maestro: “Era don Francisco Giner un hombre incapaz de mentir e inca-paz de callar la verdad; pero su espíritu fino, delicado derivaba necesariamente hacia la ironía, una ironía desconcertante y cáustica, con la cual no pretendía nunca herir o deni-grar a su prójimo, sino mejorarle”.

Aquella alma, tan fuerte y tan pura, nos dejó estas palabras que quiero compartir con todos vosotros por su actualidad y vigor: “El maestro influye en sus alumnos no por su

autoridad, sino por su conocimiento y su amor”. “Debemos crear hombres íntegros, cultos y capaces, en base a la idea de que los cambios los producen los hombres y las ideas, no las rebeliones ni las guerras". “Hay que regenerar el país a través de las concien-cias, la revolución de las conciencias.”

Y por último, queridos alumnos, queridos colegas, queridos todos, tomo las palabras de Giner, de nuevo, otra vez más, para reafir-mar en un idea compartida, espero, por todos nosotros: “A España la salvación ha de venirle por la educación”.

por Felisa Caballero Núñezmaestra del CEPA Hortaleza-Mar Amarillo

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Marga Piñero, profesora del departamento de Escritura y ciencias teatrales de la RESAD Real Escuela Superior de Arte Dramático)

Autoridades, colegas, queridos amigos y amigas, quiero agradecer en primer lugar a los centros de adultos el que hayan contado conmigo para festejar la celebración de este IX certamen literario.

En segundo lugar quiero decir que estoy encantada de estar con gente con la que comparto una de mis pasiones preferidas: el amor por las palabras. Todos los que amamos la literatura estamos obsesionados con encontrar la palabra exacta, la palabra adecuada, aquellas palabras mágicas que nos ayudan a abrir todas las puertas. Con la palabra mágica podemos llegar a todos los lugares y sobre todo podemos llegar al cora-zón del hombre, al lugar donde podemos comunicarnos con el otro. Entiendo muy bien que el lema de esta edición sea "Abrir Puertas", porque eso son las palabras, llaves

que nos ayudan a penetrar en el misterio de la vida, llaves que nos permiten prender luz donde no la hay, llave que nos ayuda a entendernos con nuestro prójimo.

Encontrar palabras no es difícil, pero encon-trar las palabras mágicas se convierte en nuestra gran obsesión y debe ser nuestra tarea principal aunque para ello tengamos que recorrer páramos compuestos por innumerables folios en blancos: inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas, esa es nuestra meta. La puerta de la cueva que encierra todos los tesoros se abre cuando pronunciamos Ábrete Sésamo, esa son las palabras exactas, si decimos ábrete susumo, la puerta no se abre. No pronunciar las pala-bras mágicas hace que desaparezca ante nosotros la gran belleza, escondida en esos tesoros.

Ésta es pues la principal tarea de un escritor, la meta final. Estamos entre profesores que enseñan literatura y entre alumnos que siguen este proceso de aprendizaje y una vez acordado cuál es la obsesión de la mayoría de los escritores, tal vez nos pueda ser útil tratar de responder a la pregunta clave ¿la escritura se puede enseñar?. El acto creador es un misterio, en eso estamos todos de acuerdo, pero una de las finalida-des de la pedagogía es precisamente tratar de robarles zonas al misterio, tratar de des-velar lo que se esconde en ese misterio. Esto es lo que pretendemos los que nos dedica-mos a enseñar a escribir. Para ello y siguien-do las teorías de R Barthes, tratamos de

Por Margarita Piñero

Palabras Mágicas

Profesora de la Real Escuela Superior de Arte Dramático

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RESEÑA BIOGRÁFICAMargarita Piñero Piñero, Doctora en Filología Hispánica y Licenciada en Dramaturgia. En la actualidad es profesora titular de Literatura Dramática en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid e imparte el Taller de Escritura Dramática en el Máster de Artes Escénicas de la Universidad Complutense.Especialista en teatro español contemporáneo, ha edita-do obras de algunos de los dramaturgos españoles más representativos como Alonso de Santos, Fermín Cabal y Sanchis Sinisterra. Entre otros libros, ha publicado los títulos La creación teatral en José Luis Alonso de Santos; Tres voces fundamentales: Teatro español contemporáneo y Conversaciones con el autor teatral de hoy. Además ha publicado numerosos estudios y artículos en revistas universitarias, así como en Acotaciones, Primer Acto, Tiempo y El Público.Conoce el teatro desde casi todos sus ámbitos pues ha sido actriz en el teatro independiente, periodista teatral (El Público, Tiempo, El correo de Andalucía, jefa de prensa Ayuntamiento de Madrid) y gestora en el teatro profesio-nal, campo en el que ha trabajado en los más destacados centros de producción públicos y privados como Ayunta-miento de Madrid, Comunidad de Madrid y en la empresa teatral Pentación, de la que fue socia fundadora.

Por Margarita PiñeroProfesora de la Real Escuela Superior de Arte Dramático

dividir en partes ese misterio, todos sabe-mos que la obra de arte no se puede dividir, pero hacemos ese simulacro, rompemos el jarrón para tratan de ver de que está com-puesto y así podre llegar a la belleza de ese jarrón de un modo más profundo, pero sabemos que no es posible, que solo es un simulacro.

Para ordenar pedagógicamente nuestra enseñanza distinguimos en el acto creador tres procesos: el proceso imaginario cuya finalidad es sacar de él una idea que merez-ca la pena ser contada. En este proceso sobresalen dos elementos: la percepción, que nos permite relacionar el sujeto con el objeto, hemos de ejercitarnos en esta percepción de la realidad, tenerla siempre activada, ser capaz de mirar a los objetos cotidianos con una mirada extrañada que nos permita ver el lado oculto de las cosas. También pertenecen a este proceso imagi-nario, la imaginación, la fantasía, los sueños, el incosciente, el y si mágico, "y si yo fuera..." todo este proceso nos permite que nuestra fuente esté manando siempre y de esta fuente saldrá esa idea.

Entramos ya en el proceso técnico, donde se trabaja con los materiales técnicos, es decir, a esa idea que ya tenemos hay que aplicarle los recursos propios de cada modalidad. El teatro se apoya en un anda-miaje formado por la trama y los personajes. La fuerza de la trama se apoya en la fuerza del conflicto: sinónimo de lucha, de agón. El teatro es un ring donde los personajes

luchan desesperadamente por sus deseos, porque en ellos les va la vida.

Y finalizamos con proceso filosófico: Todo escritor a través de su obra da una opinión sobre el mundo o se interroga sobre él. A través de su escritura se hace preguntas, traslada preguntas al espectador.

Esto es lo que hacemos en la RESAD, tratar de aproximarnos a estos conflictos, tratan de enseñar esta técnica, en definitiva tratar de facilitar la búsqueda de las palabras mágicas, que como dijimos al principio, es la obsesión de todo escritor.

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Relatos Premiados

Paradode Fco. Javier Ruiz de Velasco Ceamanos

Segundo Premio

estudiante de Nivel II de Secundaria en el CEPA Vista Alegre

20 Minutosde Juan Carlos Iglesias Sánchez

Tercer Premio

estudiante de Nivel II de Secundaria en el CEPA Hortaleza-Mar Amarillo

Primer Premio

Las LLavesde María Jesús Falcón Cuellaestudiante de Nivel II de Secundaria en el CEPA Distrito Centro

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Cuartos Premios

El Corresponsal de Guerrade Óscar Moreno Coqueestudiante de Nivel II de Secundaria en el CEPA Ciudad Lineal

Un Trato con el Diablode Daniel López Salvadorestudiante de Preparación para la Prueba de Acceso aCiclos Formativos de Grado Superior en el CEPA Colmenar Viejo

La Mantequilla Educativade Cosmin Ionut Buicescuestudiante de Nivel I de Secundaria en el CEPA Distrito Centro

Una Vida Inesperadade Juan Manuel Núñez Garcíaestudiante de Nivel I de Secundaria en el CEPA Hortaleza

La Frontera del Miedo y el Amorde Antonio Gómez-Caro Garcíaestudiante de Nivel II de Secundaria en el CEPA San Sebastián de los Reyes

Siempre hay un Caminode Gema Puentes Gonzálezestudiante de Nivel II de Secundaria en el CEPA Sierra Norte

Judith Ferrerde Kautar Cherguiestudiante de Nivel II de Secundaria en el CEPA Tetuán

Diario de una Anoréxicade Willian Joao Marín Aguilarestudiante de Nivel II de Secundaria en el CEPA Villaverde

Y Justo en aquel Momentode Eduardo Sánchez Lópezestudiante de Preparación para la Prueba de Acceso aCiclos Formativos de Grado Superior en el CEPA Vista Alegre

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Amanecía. Aibar se desperezaba poco a poco después de unos días agitados y con-vulsos tras conocerse la noticia del alza-miento nacional. El día prometía ser muy caluroso como lo venían siendo los de este mes de julio. En casa Cuella, los primeros en levantase, como siempre, habían sido Faustino y Vicenta. Él, para bajar a la cuadra y dar de comer al cerdo y al Chato, el bonito caballo blanco al que todas las chicas de la casa querían subir. Ella, para preparar el desayuno de su gran familia, seis guapas chicas y ellos dos. Al poco se levantaría María, la mayor, que era la que más ayuda-ba a su madre en las tareas de la casa y en la tienda. Después irían desfilando por la cocina el resto, Paquita, que desde que trabajaba en la casa de los maestros, una familia liberal y culta, se había acostumbra-do a madrugar más que sus hermanas, y eso que ahora estaba de vacaciones. Los maestros se habían ido a pasar el verano

con sus hijos a San Sebastián en cuanto terminaron las clases. Carmen y Gloria serían las siguientes en aparecer, y final-mente, las más remolonas, Flora y Josefina. A eso de las 8:30 ya estaban todos dispues-tos alrededor de la mesa cuando sonó la aldaba de la puerta. Vicenta se levantó y bajó las escaleras que separaban la parte de arriba de la casa con el zaguán. Abrió y allí estaba la Patro:

–Lo siento, Vicenta, ya sé qué es muy pronto, pero Lázaro y Luismi quieren ir a alistarse hoy a Pamplona y tengo que repa-sar un montón de botones y no tengo hilo.

−¿Pero mujer, no podías esperar a que abramos?

–Mira, no, tengo mucha prisa, y los nervios y el miedo, con todo esto, no me dejan parar; esta noche ni siquiera he podido dormir. ¡Si les pasara algo, me moriría!

Terminaron el desayuno y cada uno empezó con sus tareas. Faustino, a prepa-rarse para bajar al Soto como todos los días, ya que tenía que abastecer la tienda de verduras y frutas frescas. Vicenta y María empezaron a cocinar la comida que al mediodía le bajarían Carmen y Flora. Ambas se quedarían allí con su padre para ayudarle con las tareas de la huerta hasta bien entrada la tarde, en que subirían con el Chato bien cargado. Gloria y Paca hacían las camas, cuando de nuevo se oyó la

Las LLaves

CEPA Distrito Centro Primer Premio

de María Jesús Falcón Cuella

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aldaba de la puerta. La madre le pidió esta vez a su hija María que bajara a abrir.

– Si es alguien que quiere algo de la tienda, le dices que hasta las 10:00 no abrimos.

Al abrir la puerta se encontró con varios hombres del pueblo, los conocía a todos, pero qué raro, iban armados con escope-tas y a la cabeza llevaban la boina roja de requeté que tantas veces había visto a su padre.

−Hola María, queremos hablar con tu her-mana Paca. Si está en casa dile que baje. –Madre, es el Fermín y otros hombres y preguntan por la Paquita.

−¿Por la Paquita, y qué quieren, mueta?.

−No sé, madre, dicen que baje.

Paquita bajó acompañada de su padre.

–Buenos días familia, venimos a por las llaves de la casa de los maestros y de la escuela. Sabemos que se las han dejado a la Paca y tenemos órdenes de Pamplona de recogerlas.

Paquita fue la primera en decir:

−Ni hablar, padre, no podemos dárselas. Me las dejaron a mí y me hicieron respon-sable de ellas.

−¡Cállate, Paca! Fermín, no puedo dártelas. Mi hija es la depositaria y sin el permiso de los maestros no podemos entregártelas.

Se inició un forcejeo, incluso se llegó a los

insultos entre los que eran vecinos y amigos de toda la vida. Faustino no cedió.

– Bien, nos vamos, pero que conste que te libras porque te conozco de toda la vida y sé que eres carlista como nosotros, si no, te fusilábamos ahora mismo, ya lo sabes, esto es así.

Al cabo de un rato se empezaron a oir gritos y tiros por la calle. La gente corría alborotada hacía la Pza. de la Virgen.

–¡Han entrado en las escuelas y están que-mando la foto de Azaña! Rápidamente salieron todos y se dirigieron hacia allí. Al llegar, en efecto, las puertas de las escuelas estaban reventadas y también estaban abiertas la puerta y ventanas de la casa de los maestros. Todos los muebles estaban tirados por el suelo, los retratos de los maestros y sus hijos pisoteados. Asomadas a las ventanas había personas enloqueci-das, cuyos hijos iban a la escuela con los maestros, tirando sus enseres personales: sábanas, toallas, colchas, ropa, etc... Al poco tiempo no quedaba nada. Solo una casa vacía y rota.

D. Gabriel Valentín murió en la cárcel y Josefa Torcal, después de estar presa durante algún tiempo, salió y se marchó a vivir con sus hijos a San Sebastián. Nunca volvieron a Aibar, ni siquiera para coger las llaves que, con celo, Paquita les seguía guardando.

Las LLavesde María Jesús Falcón Cuella

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Mi nombre, si de verdad les interesa, es lo primero que les gustaría saber, es un nombre muy común: me llamo Parado. Lo pueden ustedes colocar en el orden que deseen, bien como nombre de pila, que tiempos ya lejanos en que la mayoría de nosotros pasamos un ratito desagradable con aquella agua bautismal resbalando por nuestra nuca. Pero no tengan reparo si quie-ren utilizarlo como apellido, me da igual. Aproximadamente somos unos cuatro millones y medio compartiendo el mismo nombre, que es muy vulgar en estos tiem-pos, aunque también es habitual que nos clasifiquen con un número.

Desde hace más de treinta años nunca ima-giné que a mi edad cambiaría de nombre pero como dice la canción “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay, Dios”! Pensé que este cambio de nombre duraría poco, ya que contaba con una experiencia profesional dilatada, acompañada de una extensa formación en mi profesión. Pero los intentos han sido en vano, me sigo llamando Parado.

El nombre es acertado la verdad, pero no

del todo cierto ya que paras de trabajar, por supuesto que sí, pero todo lo que comienza es mucho. En principio un lenguaje nuevo, me río yo del inglés, o acaso este nuevo lenguaje con expresiones como: “una lubina en libro, 1⁄4 de carne picada con un poquito de cerdo, filetes de babilla, lechuga de roble, esa que no esta dura”. También aficiones olvidadas como el correr por las mañanas, gimnasio, a este paso me convertiré en un vigoréxico.

El día es cruel con los que compartimos nombre. El despertador suena, y tras un titubeo sabes que no, ese sonido no es para ti. Después de treinta años no lo es y la acti-vidad de la gente con nombres como: Nuria, Adrián, Pedro, etc....comienza pero la tuya no. La cosa se agrava cuando tu familia sale por la puerta de la calle, el silencio invade toda la casa pero en el INEM no hay cursos que enseñen como luchar contra él y les aseguro que es toda una lucha pero ¿cómo combato el silencio, la soledad, la angustia, la incertidumbre?

En ese momento la casa se comienza a transformar, ya no es tu casa, es una celda de un bloque de viviendas. Empieza el mara-tón de desplazamientos a distintas habita-ciones, sé de memoria el número de pasos que tiene el pasillo e incluso discuto con las sombras, pero cuando llego a la habitación no sé a qué iba, ahora entiendo el término de disociación que utilizan los psicólogos. Cuando la familia regresa a casa contamos como nos fue el día y te das cuenta que no tienes nada que contar ya que en los dos primeros días se lo contaste todo, las nove-

Parado

CEPA Vista Alegre Segundo Premio

de Francisco Javier Ruiz de Velasco Ceamanos

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dades son escasas y la monotonía va inva-diendo los días. ¡Maldita Ley de Protección de Datos! ya ni siquiera puedes entregar el currículum en mano. De alguna manera era la posibilidad de escapar de casa.

Lo peor de decir tu nuevo nombre es la vergüenza que siento al decirlo. Personal-mente lo intento evitar, no por la gente, que se esfuerza en darte ánimos sino por mi propia incapacidad para revertir la situación y me pregunto: ¿qué he hecho para merecer esto? He sido un hijo normal, un trabajador cumplidor, (trabajando desde hacía 20 años en la misma empresa hasta que un día cerró), un padre de familia que intenta hacerlo lo mejor posible, ¿qué he hecho para merecer esto?

Solo los que se saben válidos pueden llegar a entender lo que es sentirse como un invá-lido, los que esperan y desesperan anhelan-do que llegue esa llamada, mail e incluso un WhatsApp en la que podrás sentirte útil, proseguir con tu vida.

Cuando el día toca a su fin, comienza la certeza y la razón de que la noche va a ser seguramente movida, tanto como las peon-zas con las que jugaba de pequeño y a las que les dedicaba tanto tiempo en decorar cada una de sus caras. Es exactamente lo que parezco en la cama una peonza y a cada giro los pensamientos se disparan. Cuando gira cada cara es peor que la anterior y la noche se encarga de multiplicarlo por infini-to. Incluso he llegado a sentir resbalar por mis mejillas algunas lágrimas, pero eso no es posible, toda mi vida me han educado en la frase “los hombres no lloran” con lo cual es

imposible que me pueda pasar a mí.

Los días pasan, y en las anotaciones que están marcadas en el calendario de la cocina, junto con la de los cumpleaños, aniversarios, médicos,... aparecen unas nuevas que son las del día de sellar en el INEM. Temes que ese día llegue, bajas a la oficina rogando que el trámite sea rápido, pero te encuentras con una fila llena de gente y te das cuenta de que en esa acera irremediablemente se ha instalado la triste-za. Las caras de todos nosotros son una mezcla de hastío y falta de esperanza, asu-miendo que este mismo trance se va a repe-tir por bastante tiempo.

Voy a la escuela de adultos, que me hace sentir de nuevo un joven estudiante como en tiempos pasados, empecé a estudiar de nuevo y recupero un tiempo que creí perdi-do. Aquí andamos, unas veces deprimido, otras veces aliviado, pocas veces eufórico pero casi siempre jodido.

Estoy más perdido que una “patera sin luces en el estrecho", pero me niego a tirar la toalla, entregar la cuchara, arriar la bandera. A mi lado hay personas que merecen que no lo haga, por mucho que la mayoría de las noches que duermo sin ayuda de algo que no acabe en “azeparn” vea unas puertas negras cerradas a cal y canto. Sé que un día no muy lejano veré unas puertas con un cartel de exit /salida, estas de par en par, serán unas PUERTAS ABIERTAS y detrás me espera mi nombre.

A mi familia y a todos los que perdieron su nombre.

Paradode Francisco Javier Ruiz de Velasco Ceamanos

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Un viernes cualquiera, antes del amanecer, regresaba a casa después de una jornada de trabajo en turno de noche. Al llegar al portal, no encontré la llave para abrir la puerta.

“Qué raro”, pensé, “se habrá quedado en la taquilla”.

Agité la puerta por si tuviera la suerte de que estuviera abierta, y repentinamente oí una voz que decía:

-En otro tiempo no tardaría en venir el sereno.

Me volví algo asustado, pues no había oído acercarse a nadie. Se trataba de una perso-na muy mayor, de unos ochenta y cinco o noventa años.

-Buenas noches, ¿de qué me habla? - res-pondí sorprendido.

-Antes, los serenos abrían las puertas a estas horas.

-¿No será usted sereno por un casual? -

contesté siguiéndole la corriente.

-No, pero le abriré la puerta, buenas noches. - Y se adentró en el portal perdién-dose en el largo pasillo.

“¿Quién será este hombre?”, pensé, ya que no le había visto en mi vida.

Subí las escaleras como de costumbre, y al llegar a mi puerta:

“Vaya, tampoco puedo abrir”. Lógicamente, había olvidado el llavero con todas las llaves. En el instante en que estaba pensando qué hacer, pude oír como alguien subía por las escaleras, me asomé por el rellano y le advertí de mi presencia:

Hola, ¿hay alguien ahí?

No contestó nadie y en el silencio de la noche volví a oír los pasos. Esta vez no pregunté, subí los siete pisos del edificio huyendo de nada, agotado e intentando calmar mis jadeos de cansancio. Volví a poner el oído, mi sorpresa fue que no solo se oían los pasos, sino que ahora eran más seguidos.

Aterrado pulsé el botón del ascensor, que no tardó en llegar, haciéndose notar con su señal acústica. Me alegré de oírla, pero… no se abrían las puertas. ¿Qué estaba pasan-do? ¿Por qué no se abría ninguna puerta?

¿Quién anda ahí? - insistí presa del pánico.

Por un momento dejaron de sonar los supuestos pasos, pero tras unos segundos

20 Minutos

CEPA Hortaleza Tercer Premio

de Juan Carlos Iglesias Sánchez

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de silencio, reanudaron su marcha. No sabía qué hacer, me parecía ridículo pedir socorro sin saber por qué, volví a pulsar el botón del ascensor que seguía allí parado con su número de piso iluminado y sin abrir esas malditas puertas. Desesperado, me dio por llamar a todas las puertas de la séptima planta a la vez que pensaba qué iba a decir cuando alguien me abriese; pero algo me decía que no se iba a abrir ninguna puerta, que estaba atrapado en aquel séptimo piso esperando que algo pusiera fin a aquella encerrona.

Agotado, me senté en el rellano, frente a mi destino. Tampoco podía esconderme en un rellano con cuatro puertas cerradas y un ascensor parado. Los pasos cada vez más

sonoros por su proximidad centraban mi atención en aquellos escalones y tan cerca sonaron, que cerré los ojos.

Alguien me tocó el hombro y cuando abrí los ojos, allí estaba, Miguel, mi compañero, ese chico sordomudo y cojo al que contrató la empresa como encargado de la limpieza, sonriente y con mis llaves en la mano. Había venido detrás de mí todo el camino inten-tando alcanzarme. Le sonreí y dije:

¡He pasado los veinte peores minutos de mi vida! ¡Gracias amigo!

Pulsó el botón del ascensor y resultó gracio-so que las puertas se abrieran con toda nor-malidad mientras Miguel se adentraba sacudiendo la mano y despidiéndose.

20 Minutosde Juan Carlos Iglesias Sánchez

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En la guerra se cierran muchas puertas en el interior del alma del ser humano.Gustavo Morales no era una excepción. Quince años como corresponsal de guerra le habían hecho cerrar muchas puertas en el interior de su alma. Solo le interesaba conseguir la foto de portada, el éxito profesional. Se había converti-do en una persona insensible ante la sangre, el dolor, los disparos, y los gritos de las víctimas.Esas puertas en su interior se habían ido cerrando poco a poco, y, ni siquiera él, se había dado cuenta cómo había pasado; podría haber sido un mecanismo de supervivencia o simple-mente que el tiempo las había ido cerrando. El caso es que su alma cada vez estaba más oscura, la luz ya no podía atravesar esas puer-tas.Un trágico día , durante un enfrentamiento en Beirut, Gustavo, como de costumbre, estaba trabajando con su cámara colgada al cuello, listo para la gran exclusiva. Pasó muy cerca de una nube de polvo (pues le gustaba acercarse donde pensaba que estaba la acción, siempre extremando las precauciones y preparado para sacar la mejor foto de su vida), cuando escuchó una dulce y desesperada voz que le pedía ayuda. No entendía el idioma, pero sabía que necesitaba auxilio.Entonces, algo en su interior sucedió: sintió una gran ternura hacia esa voz y así pudo abrir

una de las puertas de su corazón. La indiferen-cia que habitaba en su corazón desapareció. La voz pertenecía a una niña de unos cuatro o cinco años. Removió los escombros y consiguió liberarla. Al hacer esto su corazón se estreme-ció. Se sintió invadido por la ternura, y, de esta manera, se abrió otras de las puertas de su alma. No sabía exactamente por qué… pero se sentía mucho mejor.Durante el rescate perdió su cámara, pero no le importó en absoluto y, de esta forma, se abrió otra puerta de su alma al valorar mucho más la vida de la niña que su fabulosa foto de portada. En ese momento Gustavo no tenía miedo ni le importaban las exclusivas, solo sentía ternura y cariño hacia esa niña. Había dejado de pensar solamente en él mismo, por el contrario, su única ambición era poner a salvo a la niña.De este modo se abrieron dos puertas más en su interior, la del valor y la del altruismo.A partir de ese instante Gustavo comenzó a sentirse en paz y aliviado, y durante unos momentos olvidó la masacre que estaba suce-diendo en su interior. Repentinamente la niña y él fueron alcanzados por una ráfaga de metralla. Gustavo, en el suelo, gritaba de dolor, pero su sufrimiento era aún mayor por la pérdida de la niña. Sin embar-go, en su último aliento pudo ver como la niña se levantaba y corría hacia un lugar seguro. Lo que realmente había pasado era que Gustavo en un acto reflejo había cubierto con su cuerpo la ráfaga de la metralla. Entonces, la puerta más importante del alma humana se abrió en el espíritu de Gustavo: la puerta de la auténtica felicidad, algo que no había experimentado en toda su vida. Con este sentimiento de paz, una por una, todas las puertas de su alma fueron abiertas. Después Gustavo Morales murió.

El Corresponsal de Guerra

CEPA Ciudad Lineal Cuarto Premio

de Óscar Moreno Coque

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CEPA Sierra Norte Cuarto Premio

Semana cuarenta, en el silencio de aquella sala de espera, se oyó un sollozo, una cantinela, la matrona, sin darse cuenta abrió la puerta…

Llantos, destemplanza, alguna mala noche, su primer diente, la primera pataleta, largas sonri-sas, llegó septiembre tras tres primaveras, con su mochila se le abrió la puerta…

Sol, viento, lluvia y nieve, se crean los lazos que perdurarán siempre, se aprenden valores, las chiquilladas, los juegos de espadas, y alguna trastada, se abrió la puerta…

Si canta, es un gallo, el llanto no es suyo, nadie le comprende, lo ve todo oscuro, nada le conforta, cree que está listo para “comerse el mundo”, abre la puerta…

Ya recapacita, el llanto es el suyo, vuelven los valores, ya aprecia el mundo, quiere a su fami-lia, se forja un futuro, conoce el amor, conoce el dolor y la frustración, ya está preparado, aban-dona el nido, se le abre la puerta…

Pronto se levanta, consiguió un trabajo, sus grandes esfuerzos son recompensados, no solo económicos, sino también ociosos, trae una noticia, la familia aumenta, se abre la

puerta…

Pañales y llantos, la primera cana sobre su cabeza, los desasosiegos, las valoraciones y su amor materno, todo esto aumenta, se abre la puerta …

Tiritas, deberes, cafés a deshoras, mil preocu-paciones, se pone en su puesto, se ve reflejado, tantas primaveras, su primera pérdida, se abre la puerta…

Aumentan las canas, estas ya le pesan, ahora lo piensa, todas las opciones, todas las puertas…

Vuelven las perdidas, llegan miembros nuevos, le dan la noticia, su familia aumenta, se le abre la puerta…

Él ya no madruga, la holganza es lo suyo, labo-res de “yayo” realiza gustoso, los lleva a la escuela, se vuelve rumboso, se le cae la baba pero es de orgulloso, se le abre la puerta...

Ya se queda solo, hace la maleta, en un hueco todos sus recuerdos, todas sus quimeras, se le abre la puerta…

Ahora ya no anda, en el hospital se aloja, se siente tranquilo, sabe que se acerca, que esta que le llega es su última puerta. Todo lo repasa, no le quedan puertas, unas se cerraron otras van abiertas, y con un suspiro abre la puerta.

Siempre hay un Caminode Gema Puentes González

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Érase que se era, en el abismo más profun-do, en las puertas del infierno, donde los rayos de esperanza no tenían cabida, entre tinieblas acechantes y lamentos desgarra-dores, un espíritu recién llegado se acongo-jaba ante la idea de no poder abandonar aquel lugar jamás.

Su nombre era Damián, un estafador y tramposo donde los hubiera. Había pasado toda su vida apostando y jugando con los sueños ajenos, a través de timos y enga-ños, sin ningún remordimiento y, ahora, sufriría ese tormento en su misma piel. No era consciente aun de lo que estaba por venir.

Con cabeza alta y paso firme, haciendo gala de su enorme soberbia, recorría el único sendero que había. Apenas había dado unos pasos, cuando tropezó con un alma cabizbaja con lágrimas en los ojos.

- ¡Mira por dónde vas! – dijo Damián con desprecio.

- Lo siento... - susurró con un tímido hilo de voz. – Pero, pero... no deberías seguir este sendero.

- ¿Quién diablos te crees que eres para decirme lo que debo hacer?

- ¡Shhh!, al Diablo ni lo menciones por aquí... Si quieres que las cosas no vayan a peor procura no tener trato con él, es por tu bien...

- ¿Que no tenga trato con él? ¡Soy el rey de los tratos! Si le gustan los tratos podría hacer uno con él,... ¿la inmortalidad? ¿salir de este agujero?

- No digas que no te lo advertí,..., yo era como tú y pensaba que podría ganar, pero con él nunca ganas – asegura en un mur-mullo a penas imperceptible.

- ¡Das pena tío! Tú y yo no nos parecemos en nada. ¡Aléjate de mí o haré que tu infier-no sea aún peor!

Tras esta conversación, el alma en pena se alejó con una sonrisa amarga pintada en su rostro. Y nuestro protagonista siguió su camino con la divertida idea en la cabeza de encontrar al Diablo y proponerle un trato que no pudiera rechazar.

Recorrió el sendero sin descanso en busca del Diablo y, sin saber cuánto tiempo lleva-ría buscándolo, gritó desesperado:

- ¡Diablo! ¿Dónde te has metido? ¿Acaso

Un Trato con el Diablo

CEPA Colmenar Viejo Cuarto Premio

de Daniel López Salvador

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temes perder si te propongo un trato?

- ¿Cómo tienes la osadía de nombrarme? – dijo el Diablo que apareció de la nada envuelto en llamas - ¿Un trato es lo que quieres? En ese caso, te propongo un juego – dijo con una inquietante sonrisa -. Se trata de un trato simple, te permitiré salir de... ¿cómo lo has llamado? De este aguje-ro, si consigues abrir las puertas del infier-no.

- ¡Eso está hecho! ¿Qué tengo que hacer?

- ¿Sabes por qué estás aquí? Tu tendencia al juego y al engaño ha ayudado,..., pero,..., ese no es el motivo, así que si lo averiguas, conseguirás atravesar esas puertas y recu-perar tu miserable vida – dijo el Diablo mientras desaparecía dejando un rastro de humo y polvo.

- ¿Crees que eso es un reto para mí? Jajaja, pobre iluso – dijo convencido.

Damián volvió sobre sus pasos para alcan-zar las puertas del infierno, convencido de que se abrirían en cuanto llegara. ¿Por qué estaba en el infierno? ¿Qué clase de pre-gunta era esa? Era obvio que debía de tratarse de un castigo por ser más listo que los demás. El Diablo había dicho que las trampas habían ayudado, pero el problema debía estar en ganar, ganar, ganar a todos esos ilusos que caían ante sus juegos de palabras y astucias.

Nuestro orgulloso protagonista alcanzó por fin su destino, estaba ante las pesadas puertas del infierno y, sin dudarlo, trató de abrirlas con todas sus fuerzas. Sin embar-go, las puertas no se movieron ni un milí-metro...

- ¿Acaso pensabas que podrías ganar al mismísimo Diablo?

- ¡Me has engañado! ¡No ibas a dejar que saliera de aquí!

- Reconozco que ha sido muy fácil jugar contigo. Ni siquiera has sido capaz de reco-nocer por qué estás aquí – dijo el Diablo entre las risas aterradoras - ¿De verdad crees que vas al infierno por ser mejor que los demás? Tu orgullo y tu soberbia te han metido aquí y gracias a ellos estarás aquí para siempre.

Ya sabes, si quieres abrir puertas, primero conócete a ti mismo y no seas soberbio. Que hasta las puertas del infierno se pueden llegar a abrir,..., o no.

Un Trato con el Diablode Daniel López Salvador

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Con el rocío de testigo sobre la hierba toda-vía verde, y la tierra cubierta de una lámina plateada de escarcha, salí de casa acompa-ñado de mi madre.

Aquella mañana fresca de otoño, arregladi-to como no veas, igual que muchos otros niños caminaba por la calle hacia la escue-la.

Llevaba mucho tiempo esperando ese día, mi padre me hablaba a veces sobre ello: “tienes que estar a la altura, te tienes que ganar al maestro y la amistad de tus cole-gas”, sus palabras sonaban en mi cabeza todo el rato.

Poco a poco, nuestras voces, como miles de campanillas y el olor dulce de las flores que llevábamos, se apoderaron de la ciudad.

Caminaba con la mochila colgada a la espalda y millones de ilusiones en el alma y la mente. Caminaba estrenando emocio-nes.

En poco tiempo estaba delante del colegio; aquí la marea de uniformes ofrecía una estampa abrumadora.

El patio central del colegio nos acogió a todos, sorbiéndonos lentamente por las grandes puertas de hierro.

La bandera ondeaba imponente en lo alto del cielo.

Mediante el altavoz, breves indicaciones nos ordenan en filas según la edad. Los padres se quedan a un lado, nosotros per-manecemos enfilados e inmóviles. El direc-tor nos dio la bienvenida a través del micró-fono, se me pone la piel de gallina y se disparan los latidos.

El ejército de enanitos petrificados pero efervescentes contemplaba la bandera, el edificio y al director del que esperábamos que nos invitara a entrar en el templo de la cultura.

La vorágine matutina nos tenía a todos conmovidos; algunos se giraban hacia atrás buscando a sus padres con la mirada... pero, los padres apenas se veían hacinados bajo los árboles colindantes.

El sol atravesó repentinamente las nubes sonriéndonos a todos, aumentando el brillo de nuestras miradas infantiles pero atrevidas y haciendo que relucieran nues-tras caras; aquella mañana de octubre los protagonistas éramos nosotros, los niños,

La Mantequilla Educativa

CEPA Distrito Centro Cuarto Premio

de Cosmin Ionut Buicescu

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era el alba de nuestra nueva vida, la vida de alumno.

El director acabó su monólogo y nos invitó amablemente a que entráramos en el cole, donde algunos profesores nos guiaron a nuestras aulas.

Las palabras son pobres para describir lo que sentía al andar por estos pasillos, pen-saba en mis padres , no quería defraudar sus expectativas, pensaba que ojalá tuviese conmigo a uno de mis héroes, o que por lo menos me prestase sus poderes para impresionar y conquistar hoy al maestro. Nada ni nadie me dijo que lo que ocurriría a continuación cambiaría por completo mis perspectivas.

En las aulas, sentados, callados, nos mirá-bamos de reojo cambiando sonrisas con los conocidos. Esperábamos impacientes a conocer al maestro.

Yo estaba en la primera fila, apenas respira-ba, con las manos sudando, jugaba con el lápiz, preparándome mentalmente para el encuentro.

Entró y el silencio mismo se calló.

Con pocas palabras, unos consejos y su presencia apabullante nos hechizó a todos. Tenía todas las respuestas, hablaba grave, pisaba firme y con la mirada incisiva, man-tenía la clase bajo control. Mis sueños cam-biaron en un instante, mis ilusiones y mis

teorías de repente se vieron derrumbadas; sentí que ahora todo estaba en sus manos. Sería él quien puliría nuestras aptitudes.

Él era más fuerte y más sabio que todos los héroes imaginarios, él era un héroe real, él era mi ídolo a partir de aquel día.

Con sus palabras en la mente y una sonrisa nos despedimos, contentos y felices por haber conocido a quien nos ayudaría a abrir las puertas del futuro.

Es mediodía, por las calles los retoños vuel-ven eufóricos a sus casas.

Por la tarde, en cada esquina corrillos de niños y madres, valoran el día, a los maes-tros, y rezan por un buen comienzo.

La noche cayó sobre la ciudad y me encon-tró en mi habitación, con las llaves del futuro sobre el escritorio, y yo en la cama esperando que me abrazara el sueño. Ahora tenía más fuerte que nunca la con-vicción de que el mundo podía ser mío.

La Mantequilla Educativade Cosmin Ionut Buicescu

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Abrí esa puerta por última vez:

–Hola –dije.

–¿Cómo te llamas? –me dijo el psicólogo.

–Serah –le respondí tímidamente.

–¿Cuántos años tienes? –dijo el psicólogo mientras abría su cuaderno.

–29.

–¿Qué tal, Serah?

–Bien. Hoy es mi último día aquí, en el psiquiátrico.

–¿Qué es lo que te ocurrió, Serah?

Yo tenía 9 años. Mi padre era dueño de una

empresa de coches y mi madre estaba embarazada. Mamá y yo nos pasábamos el día jugando en la piscina o corriendo por la casa. Papá y mamá me compraron un perro por mi cumpleaños, le llamé Jaggy. Era blanco y peludo, muy pequeñito, aunque con el tiempo creció. Jaggy dormía conmigo en la cama y a mí me encantaba, me daba compañía y me calentaba mucho en invierno.

Una noche de invierno, Jaggy empezó a ladrar. No solía hacerlo, nunca había ladra-do así. Por más que le dijese que se callase, no lo hacía. Arañaba la puerta para que le abriese. Fui a abrirla y oí gente abajo. Jaggy

Una Vida Inesperada

CEPA Hortaleza Cuarto Premio

de Juan Manuel Núñez García

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bajó corriendo por las escaleras y yo fui corriendo a la habitación de mis padres. Papá y mamá dormían. Les desperté lloran-do. Me preguntaron qué me pasaba y les dije que había gente abajo y que Jaggy había bajado.

No me creían, pensaban que era una pesa-dilla. Me dijeron que durmiese con ellos, pero, de pronto, escuchamos a una perso-na gritando que le habían mordido. Oímos un golpe muy fuerte y un aullido de Jaggy justo después. Mi padre se levantó de la cama rápidamente y ordenó que no nos moviéramos. Se acercó al armario, sacó un bate y cerró la puerta.

Mamá y yo nos abrazábamos en la cama. Me dijo que no me asustara, que no pasaba nada. De repente, se oyó un dispa-ro. Mamá se levantó de la cama y me metió en el armario. Me dijo que me quería y que no saliese. Antes de que le pudiera decir nada, se oyó otro grito y pasos que se acer-caban a la habitación. Entreabrí el armario y vi cómo empujaban la puerta hasta que mi madre se cayó al suelo. La cogieron y la tumbaron en la cama. No entendía muy bien qué le decían, pero se notaba que estaba muy asustada. Eran dos hombres y llevaban un cuchillo. Me eché hacia atrás y noté que había algo detrás de mí. Era justo lo que necesitaba: una pistola. Me puse nerviosa, me sudaban las manos, no podía

parar de temblar. Oía cómo gritaba mi madre: la habían apuñalado. Se rieron y, de repente, no se oía nada. Me atreví a salir. Mi madre pudo coger el teléfono y llamar a la policía, pero, justo en aquel instante, entró el hombre que la había apuñalado. Mi madre, en un intento de protegerme, les dijo que había llamado a la policía, que se fuesen. El hombre se cabreó y empezó a chillar. Iba a volver a hacer daño a mi madre. No lo recuerdo muy bien, pero cuando me quise dar cuenta, yo había disparado. Apareció de la nada el otro hombre e intenté volver a disparar, pero me fue imposible. Oí sirenas a lo lejos. El hombre me tiró al suelo, me pegó, no paraba de darme patadas. El otro hombre era su hermano. Pude ver que había un cuchillo cerca de mí e intenté cogerlo. Con-seguí clavárselo en una pierna. Huí, el hombre fue a por mí y se cayó por las esca-leras.

Fui a ver a mi madre. Pensé que todavía estaba viva, pero ya no se le abrían los ojos. Me tumbé junto a ella y lo último que recuerdo es mucha gente entrando rápida-mente, muchas luces parpadeantes y demasiadas preguntas.

A los dos días me enteré… nos dejamos la puerta abierta.

Una Vida Inesperadade Juan Manuel Núñez García

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Pablo cerró el libro que estaba leyendo, miró el reloj, también el calendario. La muerte del protagonista había sido a la misma hora, y el mismo día. Pablo nunca aprendió a superar los miedos, ni los que iba sumando en la vida ni el que le producía la muerte. Por eso se asustó una vez más cuando Celia le preguntó -¿Tienes miedo de mí?

Se lo dijo con el mismo tono de voz con el que siempre le hablaba, una entonación tan inocente y natural como el perfume de una flor en los días finales de mayo. Sus ojos, al decirlo, no le miraron; estaban perdidos en volutas de humo que crecían de su cigarrillo

y que ocultaban la malicia adolescente de los amores rebeldes. Y a él, de repente, tam-bién le dio miedo aquella forma de pregun-tar, tan indiferente y cruel.

-¿Por qué tienes miedo de mí, eh? —le repi-tió.

-No lo sé —le dijo Pablo. Y calló.

Estaban juntos en el mismo hotel de siem-pre con las persianas a medio bajar; la habi-tación estaba en penumbra. Y, como cada tarde también, gastaban los minutos entre silencios, porque apenas hablaban.

Se conformaban con verse, de tarde en tarde, una mirada posada en los ojos. Era

La Frontera del Miedo y el Amor

CEPA San Sebastián de los Reyes

de Antonio Gómez-Caro García

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como mostrarse el alma el uno al otro, sin demandar ninguna cosa. Porque Pablo y Celia se conocían muy bien, sabían lo que pensaban y lo que temían. Y también lo que les hacía sufrir y lo que les permitía soñar.

Así sucedió desde que se conocieron y así querían que siguiese siendo; por eso se encontraban a gusto en aquella especie de urna de cristal en la que no entraban las luces del día ni las mentiras de la calle.

Celia permanecía tendida sobre la cama, moviendo incansable los dedos de los pies, siguiendo un compás que solo ella oía dentro de su cabeza. Pablo estaba sentado a su lado, como si no esperase nada, y con los ojos entreabiertos. Guardaban silencio y respiraban el mismo aire. Un amor que no necesitaba verbos.

Celia aprendió que Pablo no malgastaba palabras porque sufría profundamente y con su mutismo se anestesiaba el alma. Y Celia tampoco le exigía palabras de más. No pedía adjetivos que de sobra sabía que no formaban parte del manual del vocabulario de los hombres como Pablo, asfixiado por unos miedos insuperables cuando tenía que comprometerse a caminar junto a otra persona.

A los dos les bastaba con regalarse relám-pagos de pasión y aguaceros de besos para continuar callados de nuevo. Les gustaba permanecer en silencio, sin interferir en los pensamientos del otro. El silencio era un incendio que no les abrasaba a ninguno de

los dos. Se habían acostumbrado a no remover el aire con palabras innecesarias y en la quietud habían construido un mundo sereno que habitaban juntos las tardes que se encontraban, en el mismo hotel, la misma habitación.

Todavía Pablo no le había dicho a Celia que ella era la única que merecía ser amada. Hacía mucho tiempo que pensaba decírse-lo. El miedo surgía de inmediato.

-Ya es de noche —dijo Celia mientras se acercaba para besarle los labios.

-Mañana te voy a comprar un sol para ti sola, te lo prometo.

A las mujeres —pensaba Pablo—no se las podía amar, tan solo querer. U odiar. O ambas cosas a la vez.

Solo Celia era diferente.

-¡Sé que me quieres, Pablo! Alguna vez me gustaría oírtelo decir…

-Te quiero.

Celia lo sabía: que Pablo le abriría las puer-tas. Desde hacía mucho tiempo él sufría un miedo invisible a la soledad que le asaltaba con terrores nocturnos. Casi todo el mundo teme a la noche cuando no tiene a nadie para compartirla.

Sí, Celia había aprendido a comprender los miedos de Pablo. No le dejaría solo. Tam-bién ella necesitaba abrir la puertas a lo que llaman amor.

La Frontera del Miedo y el Amorde Antonio Gómez-Caro García

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Me llamo Judith Ferrer y os quiero contar mi pequeña historia:

Mi vida era muy rutinaria. Los mismos horarios de levantarme por las mañanas, las mismas tareas. Era yo aquella madre de familia que siempre se preocupaba que su marido nunca pasase hambre, relegando que hay otros tipos de hambre diferentes a los del estómago. Mi marido y yo nos había-mos conocido en la universidad, cuando yo aún era el ejemplo de la chica triunfadora en mis estudios y en mi trabajo. Era un auténtico modelo a seguir. Tenía en mi entorno a los mejores amigos del mundo. Hasta que sin darme cuenta acabé así, una simple ama de casa a la que solo le preocu-paba que la comida no se quemase, sin darme cuenta de que me estaba queman-do a mí misma todos los días. Por cuidar de mi casa ya no poseía suficiente tiempo para ver a mis amigos, por lo cual mis únicos amigos eran mi delantal y mis utensilios.

En aquella tarde como siempre estaba bus-cando una nueva receta para sorprender a mi marido cuando una extraña llamada rompió el silencio de mi rutina. Cogí el telé-fono:

¡Sí, dígame!... de repente una enorme afonía invadió mi mente, durante un minuto sentí que había perdido la vista porque veía todo negro y nublado. Sólo los latidos apresurados de mi corazón sona-ban en mis tímpanos, y rompían el terrorífi-co silencio que me invadía en aquel momento.

El tiempo parecía pasar rapidísimo como un flash back. De repente Me encontré en un tren, ¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Y a dónde voy? Ahora os lo cuento.

Mil ideas rodaban en mi cabeza en aquel momento. “-Es imposible que sea verdad lo que me dijo esa persona en esa maldita llamada-“susurré. Más que una afirmación era un deseo. Ansiaba de verdad que sea una mentira, o una pesada broma. Llegó el tren a la estación.

Por primera vez sentí que mi cuerpo actua-ba solo, mis piernas caminaban como un avión pilotado automáticamente. De la misma forma me encontré en un taxi que me dejó en la puerta de un hotel de cinco estrellas. Llegó el momento de la verdad. Mis piernas temblaban y como un bebé aprendiendo a caminar me dirigí hacia la

Judith Ferrer

CEPA Tetuán Cuarto Premio

de Kautar Chergui

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recepción. “–Por favor ¿Es aquí donde se aloja el señor Rubén Soler?-“pregunté al recepcionista. Deseaba que la respuesta fuese que no. Pero…

“-Sí. El señor Soler se encuentra ahora mismo en el restaurante con su pareja-“. Dijo el recepcionista.

¡Era extraño que una simple frase como aquella fuera capaz de derribarme como un edificio después de un terremoto! Recogí lo que sobraba de mi cuerpo derrumbado, y arrastré mi alma hacia el restaurante del hotel para verle allí. Al amor de mi vida, en aquella mesa, mirando a aquella mujer con sus ojos repletos de deseo, intercambiando estúpidas miradas falsas y mentirosas. Volvió a reinar en mi cabeza el mismo silencio, como si estuviera perdida en el espacio exterior. De nuevo me encontré en el tren de vuelta a mi casa. ¿Cómo era posible? ¿En qué me había equi-vocado para que me clavase esa espada chorreando de veneno y dolor en mi cora-zón? Eran Preguntas que volteaban en mi cabeza en busca de una respuesta. Por fin las lágrimas estallaron de mis ojos como una cascada que estaba atrapada por una piedra, pero tampoco esas lágrimas me ayudaron a apagar el fuego que ardía en mi pecho. Una voz dentro de mí me gritaba –Judith. ¿Vas a ser la típica traicionada que se hunde en las lágrimas? ¡No! Ahora es el

momento de mostrar tu verdadera fuerza y de esa piedra tienes que construir una escalera para subirte a lo más alto y no hundirte debajo de ella. Esa extraña voz fue como cubitos de hielo que congeló mis heridas. Entonces decidí restaurar a la triunfadora que vive dentro de mí y sacarla de la cárcel donde la encerré. Hoy os hablo desde mi empresa de textiles. Sí. Ahora soy una exitosa diseñadora de ropa y la mejor experta en moda. Gracias a ese choque sepulté para siempre a aquella pobrecita ama de casa débil y sumisa con su delantal, para convertirme en una mujer fuerte y exitosa. Mi marido nunca supo que yo me había enterado de su infidelidad. Ha dejado a la otra y ahora esta ciegamente enamorado de mí. Y seguimos juntos por nuestros hijos y porque siempre me indemnizaba la idea de que yo había ganado la guerra, y recuperado a mi vida y a mi marido gracias a aquella voz cuyas palabras fueron el barco que me salvó de morirme ahogada en el mar de la depre-sión y el fracaso.

Judith Ferrerde Kautar Chergui

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-¡Emili vuelve!- Escucho al final del pasillo que dejo atrás. Esa voz que solloza mis sen-tidos se me hace familiar, pero no puedo parar de correr.

El pasillo está frío y parece interminable, hay muchas puertas a mis lados y no sé por cual ir. ¿Dónde estará la salida?, ¿qué hago aquí?... Mil preguntas invaden mi mente.

Me siento débil, muy débil, casi no puedo continuar con esta carrera. De repente veo una luz muy intensa escapando del resqui-cio de una de las puertas de mi derecha. – Me detengo a observar-

Intento adivinar qué ocurre dentro pegando la oreja a la puerta, pero no consigo enten-der nada de lo que ocurre porque un ruido intenso perturba mi concentración. Solo alcanzo a escuchar un pitido acompasado con un ritmo que va en aumento cuanto más tiempo estoy aquí parada. Mejor sigo corriendo, tengo miedo de lo que pueda haber detrás.

No avanzo ni 5 puertas cuando un llanto muy agudo tumba fuertemente una de ellas;

Hecho la vista atrás, asustada, y veo a una niña pequeña de unos 7 años, llorando.

-¿Qué te ocurre pequeña?, ¿por qué lloras así?

+Estoy cansada de que me llamen gorda en el cole, los niños se ríen y hasta Jeremy, el chico que me gusta, se burla de mí.

- Pero, cómo pueden decir eso, si eres una niña muy hermosa y agradable. Ese chico no sabe de lo que habla… Tú tranquila, que ya se darán cuenta de lo que se pierden por no ser tus amigos.

Le extiendo un fuerte abrazo, y repentina-mente se desvanece en mis brazos.

Mi confusión va en aumento, ¿quién era esa niña?, ¿por qué despareció?... No sé cómo puede ser esto posible, pero tengo que seguir corriendo porque el pitido acompasa-do se vuelve a acelerar y casi no lo puedo soportar.

Intento divisar el final del pasillo mientras mis pies empiezan a fallar, me miro y dudo en si las piernas que acarrean mi peso son realmente mías, pues no recordaba un cuerpo tan escuálido y demacrado. Es más, no recuerdo mucho de mis últimos meses de vida…

-Me paro a descansar-

Me cuesta hasta respirar y mis manos enclenques no consiguen sostenerme del todo bien, me apoyo en la empuñadura de la puerta y la abro accidentalmente en un

Diario de una Anoréxica

CEPA Villaverde Cuarto Premio

de Willian Joao Marín Aguilar

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pequeño desliz.

Dios, no puedo creer lo que ven mis ojos…

Soy yo en el instituto, el día que pedí salir a… Ya no recuerdo ni su nombre. El chico que me gustaba desde el cole. J…Je…<uhm> demasiada coincidencia que se llame Jeremy…

Pero si me acuerdo perfectamente de ese día, cruel destino atizó a mi corazón con su rechazo. No quiero seguir mirando esto, conseguí superarlo, pues mi novio me hizo olvidar todo eso con su amor incondicional.

Mejor cierro esta puerta y sigo avanzando, recordarle me ha dado fuerzas para conti-nuar.

Me siento mucho más animada y ya consigo ver el final de este eterno pasillo. Una luz cegadora traspasa esa puerta de salida, pero antes de llegar a ella, algo llama mi atención.

Escucho una voz peculiar que me llama al otro lado de una de esas puertas. Me recuerda la misma voz familiar de antes. Decido parar, pues una dulce tranquilidad invade mi corazón y calma un poco ese horroroso pitido que me atormenta.

Abro la puerta y la veo, mi hermosa madre y a toda mi familia… Me veo a mí, tan viva en los brazos de ella. Todos sonríen y se alegran por mi llegada… Me siento tan amada que intento entrar a esa habitación, pero no puedo. Una fuerza extraña intenta arrastrarme hacia la puerta del final del pasi-

llo; Lucho con las pocas fuerzas que me quedan para sostenerme y no escapar de ese momento… Aquel pitido que me perse-guía desaparece rotundamente y me sumer-jo en una fría y silenciosa soledad.

Mi mano va sola hacia la empuñadura, no me puedo resistir, pero no quiero, me niego a ir por esa puerta, quiero quedarme con mi familia, aunque quizás ya sea tarde, me niego a seguir por este camino.

De repente una corriente violenta paraliza mi cuerpo, un shock que sale desde mi pecho me deja tumbada en el suelo. No sé de dónde viene, pero me ha traído al princi-pio del pasillo de nuevo, o quizás éste es el verdadero final…

Intento ponerme en pie, pero esa corriente me ha dejado tiesa, mis ojos se cierran lentamente hasta que pierdo el conocimien-to durante un instante.

Vuelvo a abrir los ojos exaltada. Ya no estoy en el pasillo, me encuentro más confusa que antes y solo veo a un montón de doctores a mí alrededor. No puedo respirar por mí misma, un enorme tubo obstruye mi garganta. Consigo divisar a mi madre entre los doctores, detrás de un cristal. Mi novio está con ella y parece que está llorando por mi culpa, por mi tontería y mi falta de volun-tad.

Aún no consigo explicarme qué fue exacta-mente lo que pasó, pero si de algo estoy segura es que se ha abierto una nueva puerta en mi vida y la tengo que aprovechar.

Diario de una Anoréxicade Willian Joao Marín Aguilar

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...Y justo en aquel momento

...Y justo en aquel momento, fue consciente de que ella y solo ella tenía en sus manos el poder de cambiar su futuro.

Renée abrió los ojos, no sabía dónde estaba ni qué hora era, no sabía con quién dormía, qué la había llevado a ese extraño lugar, ni qué hizo que no se marchase; de lo único que no tenía dudas era de que su extraña perversión, esa que la acompaña-ba desde su más tierna infancia, cada día iba tomando más cuerpo, cada día iba siendo más fuerte y ahora se encontraba desnuda, se sentía desnuda, desnuda tenía el alma. Hacía tiempo que no llegaba a aca-riciar con sus dedos las riendas que tan firmemente entrelazaba en sus manos; todo era casual, nada fruto de un profundo planteamiento, se sentía totalmente des-bocada, pero al mismo tiempo sentía un sorprendente placer celestial al caminar con tranquilidad por su actual y particular

infierno, el mismo placer que puede llegar a sentir un funanbulista sobre su cuerda a 50 metros de altura.

De entre las botellas que quedaron tiradas por el suelo, y los espejos todavía con restos de lo que unas horas antes, suponía que había sido la razón de la fiesta, agarró por los quince sus zapatos y su vestido de seda tailandesa. Salió decidida de aquel inhóspito lugar, dejando la puerta de aque-lla casa clavada como para siempre tras su espalda, mientras terminaba de vestirse por las escaleras de aquel lujoso edificio que curiosamente, estaba en el lujoso Barrio de Champs-Élysées en Paris. Tomó aire, agarró el pomo y con el ultimo tacón asentado, recordó aquella frase que su abuela le decía para alentarla, cada vez que tenía algún problema, “Cuando más oscura está la noche, es justo antes del amanecer" y con un gesto desafiante hacia el mundo que allí fuera estaba esperándola, salió del portal decidida a terminar con ese presen-te que no le daba opciones para este futuro.

...Y justo en aquel momento, fue consciente de que ella y solo ella tenía en sus manos el poder de cambiar su futuro.

Llamó a Martín, su hombro hermano, aquel que siempre le había prestado su cabeza cada vez que tenía que pensar cuando ella no sabía cómo hacerlo, pero esta vez Martín no contestó, llamó a Alliizé, llamó a

Y Justo en aquel Momento

CEPA Vista Alegre Cuarto Premio

de Eduardo Sánchez López

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Theo, llamó a Ulyses, pero nadie contestó. Esta vez era su primera vez, la primera vez en la que se encontraba sola frente a su hiperbólica vida. Caminó por la ciudad, caminaba de forma desesperada, con la firme convicción de que sus pasos le lleva-ría al encuentro de alguien conocido y caminando se encontró con esa persona a la que tanto tiempo llevaba evitando; se

encontró con ella misma, Renée Delacroix. Rompió a llorar, rompió a llorar de manera desconsolada mientras pensaba en la ora-dora que una vez fue, aquella que tenía consejos para todos en cualquiera que fuese la circunstancia. Cada vez su llanto era más desconsolado, más profundo; se agarró a una farola la cual a los ojos de Renée, se deformaba a merced del viento, todo empezaba a tener formas y aparien-cias extrañas. Se desplomó en el suelo, sin apenas darle tiempo a sentir tan tremendo impacto, se desplomó como si de repente por su cuerpo corriesen ríos de acero y la tierra fuese un imán ansiado por atraparla.

Abrió los ojos, no sabía con quién estaba, con quién dormía, no sabía que le había llevado allí, pero antes de que Renée pudie-se reaccionar, quedándose enmudecida; sobre fondo blanco vaporoso y suelo ingrá-vido, apareció una figura de manera celes-tial, luz cegadora y aroma neutro, una figura familiar que ya hacía doce años que no había podido volver a ver, se presentó

ante ella y tendiéndole la mano le dijo: “Cuando más oscura está la noche, es justo antes del amanecer”. Era su abuela, que llamada por ángeles y demonios, había asistido al rescate de su pequeña Renée. “Amor mío soy yo, no te asustes, no es tu hora, a no ser que así lo quieras; disfruta cada momento de tu vida, vive lo que amas, ama lo que sonríes, sonríe a lo que lloras y llora de felicidad; no dejes que el paralizan-te miedo se apodere de ti, ni que la oscuri-dad te ciegue y te impida elegir el camino adecuado. Ama, vive, sé feliz.” Enmudecida, Renée se sintió como nunca antes se había sentido, llena de amor, plena de felicidad, radiante de alegría; pero antes de poder ni si quiera abrazar a su amada abuela, el suelo ingrávido sobre el que antes se encontraba, había dejado de serlo, empe-zando a alejarse más y más de aquella escena, precipitándose hacía una caída inevitable desde las alturas.

Tras la caída, Renée despertó, sabía dónde estaba, en su casa, envuelta por sus sába-nas de franela, sabía qué hora era, las nueve de la mañana de un esplendoroso sábado, sabía con quién dormía, su novio, con el cual hoy contraería matrimonio, lo que no sabía era lo que le había llevado hasta allí, y que hizo que no se marchase antes. Y justo en aquel momento, fue cons-ciente de que ella y solo ella tenía en sus manos el poder de cambiar su futuro.

Y Justo en aquel Momentode Eduardo Sánchez López

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Quinteto Ziryabdel Real Conservatorio Superior de Música de Madrid

Lucía Fernández - FlautaAlberto Esteve - OboeRoberto Lerma - TrompaIván García - FagotJulián Fernández - Clarinete

Programa

Trois Pièces for woodwind Quintet - Jacques IbertAragonesa (Ópera Carmen) - G. Bizet (arr Sjoerd Van der Veen)Cádiz - I. Albéniz (arr Sjoerd Van der Veen)Pavana para una Infanta difunta - M. Ravel (arr Lorenzo Giuseppe)Tico Tico - Abreu Zequinha (arr Sjoerd Van der Veen)

Cierre del Acto

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