revista humanidades vol10_n2_nov2011

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Editorial Diez años: una deuda de gratitud José Luis Puerta Artículos Medicina regenerativa: el surgimiento de una industria Robert M. Nerem El caso de Elvis el viejo de la Sima de los Huesos Alejandro Bonmatí y cols. Ansel Adams, la naturaleza de un fotógrafo M. a Teresa Hernández Presas La genética de los matrimonios consanguíneos Francisco C. Ceballos y Gonzalo Álvarez Artículo especial Jovellanos: la educación como necesidad, la Ilustración como deber Santiago Prieto Doce artículos para recordar Crítica Ingrid Bergman. La actriz «natural» Juan Tejero Página literaria Mark Twain (1835-1910) Nota de la Redacción Un sueño raro. Con una moraleja Mark Twain Miscelánea Colabora y ¿vencerás? Crowdsourcing, sí... ma non troppo Adrián Ruiz Mediavilla Miguel Serveto (1511-1553): una nueva perspectiva Justo Hernández Índice general de autores (2002-2011) Revista de Humanidades Volumen 10 Número 2 Noviembre 2011

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bre 2011 Vol. 10 N.º 2 Págs. 119-254

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EditorialDiez años: una deuda de gratitud

José Luis Puerta

ArtículosMedicina regenerativa: el surgimiento de una industria

Robert M. NeremEl caso de Elvis el viejo de la Sima de los Huesos

Alejandro Bonmatí y cols.Ansel Adams, la naturaleza de un fotógrafo

M.a Teresa Hernández PresasLa genética de los matrimonios consanguíneos

Francisco C. Ceballos y Gonzalo Álvarez

Artículo especialJovellanos: la educación como necesidad,

la Ilustración como deber Santiago Prieto

Doce artículos para recordar

CríticaIngrid Bergman. La actriz «natural»

Juan Tejero

Página literariaMark Twain (1835-1910)

Nota de la RedacciónUn sueño raro. Con una moraleja

Mark Twain

MisceláneaColabora y ¿vencerás? Crowdsourcing, sí... ma non troppo

Adrián Ruiz MediavillaMiguel Serveto (1511-1553): una nueva perspectiva

Justo Hernández

Índice general de autores (2002-2011)

Revista deHumanidades

Volumen 10 Número 2 Noviembre 2011

Den

dra M

édica

Tal como anunciábamos en el número anterior, donde reproducíamos en la contracubierta el vehículoMars rover spirit, el 26 de noviembre fue lanzado, desde Cabo Cañaveral, el Mars Science Laboratory(momento que recoge la foto). La misión pretende posar sobre la superficie marciana otro vehículoexplorador de tipo rover que, en esta ocasión, está equipado con una estación meteorológica REMS

(Rover Environmental Monitoring Station) desarrollada en España (cortesía de la NASA).

Cubiertas Vol 10-2:portada-2010-1.qxd 05/12/2011 15:44 Página 1

Revista deHumanidades

Periodicidad: Dos números al año (junio y noviembre) que se distribuyen gratuitamente entre profesionales de la saludSuscripciones: Si desea recibir la revista en soporte papel, entre en la página web: www.dendramedica.es. En la parte

superior derecha, haga doble clic en la pestaña “contactos” y rellene el formulario, incluyendo su dirección postal completa. Si prefiere obtenerla en versión electrónica, entre en la página web de la Fundación Pfizer:

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Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida,sin la autorización escrita de Mediscript, S.L., bajo las sancionesestablecidas por las leyes, la reproducción parcial o total de estapublicación por cualquier medio o procedimiento, comprendidos lareprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejem-plares mediante alquiler o préstamo públicos.

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Los contenidos de la revista expresan exclusivamente los puntos de vista y las opiniones personales de sus autores. Y en ningún modo pue-den considerarse representativos de los posicionamientos del staff de la Revista, la Fundación Pfizer, que la patrocina, o sus patronos.Asimismo, los autores son los únicos responsables ante terceros de la autoría de sus escritos o de aquellos otros elementos suministradospor ellos (fotos, ilustraciones, dibujos, etc.).Publicación que cumple los requisitos de soporte válido.

ISSN: 1889-8203. Título abreviado: Dendra méd. rev. humanid. Depósito Legal: M-30736-2009.

Fotocomposición e Impresión: Imprenta Taravilla, S.L. • c/ Mesón de Paños, 6 - 28013 (Madrid) - [email protected]

RedacciónDirector: José Luis Puerta López-Cózar([email protected])Redactor Jefe: Santiago Prieto Rodríguez([email protected])Coordinación editorial: Assumpta Mauri([email protected])

Consejo EditorialJuan Álvarez Bravo, Juan Luis Arsuaga Ferreras, Enrique BacaBaldomero, Francisco José García Pascual, Julián García Vargas, JoséLuis González Quirós, Maite Hernández Presas, Juan José López-IborAliño, Emilio Moraleda Martínez, Alfonso Moreno González, PedroNúñez Morgades, Juan José Francisco Polledo, Marta Reyes Suárez,Juan Rodés Teixidor, Julián Ruiz Ferrán, Elvira Sanz Urgoiti

Dendra Médica. Revista de Humanidades es una publicación semestral (junio y noviembre) que patrocina la Fundación Pfizer y publicaMediscript, S.L. Fue fundada en 2001 por José Luis Puerta López Cózar y el primer número apareció en junio de 2002 con el título de ArsMedica. Revista de Humanidades con el que ha sido publicada hasta noviembre de 2008 por el Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.,momento en el que por distintos avatares esta empresa editora dejó de hacerse cargo de la publicación y, por tanto, hubo que cambiar elnombre de la publicación. Desde su aparición, la Revista ha tenido como objetivos recuperar la tradición humanística que siempre ha rode-ado la práctica de la medicina y contribuir a que se entienda mejor el nuevo paradigma que se está fraguando dentro de la profesión médi-ca. Consecuentemente, la publicación pretende, por un lado, acercarse a la Historia de la Medicina y, por otro lado, favorecer la interac-ción de esa larga lista de materias que inciden en la práctica clínica de hoy: economía, derecho, gestión, ética, sociología, tecnología, eco-logía, relaciones internacionales, política, etc. Asimismo, esta publicación desea analizar y promover los valores humanos que siempredeben estar presentes en la relación médico-paciente.

Dendra Médica. Revista de Humanidades is a biannual publication (June and November) sponsored by the Pfizer Foundation (Spain), andpublished by Mediscript, S.L. The journal was grounded in 2001 by José Luis Puerta López-Cózar, and its first issue appeared in June 2002with the title Ars Medica. Revista de Humanidades. Under this name has been published until November 2008 by Grupo Ars XXI deComunicación, S.L. Due to various circumstances, the publisher discontinued it, and the title of the publication should be changed. From itsvery first issue, the aims of the journal were to restore the humanistic tradition that has always surrounded the clinical practice, and to contri-bute to a better understanding of the new paradigm that is operating within the medicine. Accordingly, in these pages we try to approach theHistory of Medicine, and to promote the interactions of the long list of disciplines which are shaping the clinical practice in our days: econo-mics, law, management, ethics, sociology, technology, ecology, international relations, politics and so on. Likewise, this publication tries toanalyze and foster the human values that should always be present in the physician-patient relationship.

Remisión de manuscritosDirigirlos a: Dr. José Luis Puerta, director de “Dendra Médica. Revista deHumanidades”, al correo electrónico: [email protected] los artículos aceptados quedan como propiedad permanente de “DendraMédica. Revista de Humanidades” y no podrán ser reproducidos total o parcial-mente sin permiso de Mediscript, S.L.

Editorial | Editorial

Diez años: una deuda de gratitudTen years: a debt of gratitudeJosé Luis Puerta

Artículos | Articles

Medicina regenerativa: el surgimiento de una industriaRegenerative medicine: the emergence of an industryRobert M. Nerem

El caso de Elvis el viejo de la Sima de los HuesosThe case of Elvis the elder from the Sima de los HuesosAlejandro Bonmatí, Asier Gómez-Olivencia, Juan Luis Arsuaga,José Miguel Carretero, Ana Gracia, Ignacio Martínez, Carlos Lorenzo

Ansel Adams, la naturaleza de un fotógrafoAnsel Adams, nature of a photographerM.a Teresa Hernández Presas

La genética de los matrimonios consanguíneosThe genetics of consanguineous marriageFrancisco C. Ceballos y Gonzalo Álvarez

Artículo especial | Special Article

Jovellanos: la educación como necesidad, la Ilustración como deberJovellanos: education as a necessity, Enlightenment as a dutySantiago Prieto

Doce artículos para recordar | Twelve Articles to Remember

Crítica | Critic

Ingrid Bergman. La actriz «natural»Ingrid Bergman. The «natural» actressJuan Tejero

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Volumen 10 Número 2 Noviembre 2011

Revista deHumanidades

sumario / contentswww.dendramedica.es

Página literaria | Literary page

Mark Twain (1835-1910)Mark Twain (1835-1910)Nota de la Redacción

Un sueño raro. Con una moralejaA curious dream. Containing a moralMark Twain

Miscelánea | Miscellaneous

Colabora y ¿vencerás? Crowdsourcing, sí... ma non troppoCollaborate and Conquer? Crowdsourcing, yes... ma non troppoAdrián Ruiz Mediavilla

Miguel Serveto (1511-1553): una nueva perspectivaNew Light on Miguel Serveto (1511-1553)Justo Hernández

Índice general de autores (2002-2011)

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Volumen 10 Número 2 Noviembre 2011

Revista deHumanidades

sumario / contentswww.dendramedica.es

123Dendra Médica. Revista de Humanidades 2011;10(2):123-125

Editorial

Diez años: una deudade gratitud

Ten years: a debt of gratitude

Así es, lector amigo, nuestra Revista de Humanidades con el número que tienes ahora en tus manos cumple —en este mes de noviembre de 2011— su décimo aniversario. Por eso no está de más que, sin adentrarnos en detalles que puedan resultar fatigosos, se dediquen unas cuantas líneas a contar la pequeña historia de esta publicación.

Todo empezó a fi nales de 2001, cuando se presentó el proyecto de esta Revista a la Fundación Pfi zer y la Fundación Sanitas. Sus presidentes, que entonces eran Emilio Moraleda y Juan J. López-Ibor, al igual que sus directores, Esperanza Guisado y Julián Ruiz Ferrán, y sus patronos dieron su visto bueno y se comprometieron a poner los medios para su desarrollo. Pero como estamos hablando de los apoyos recibidos no podemos olvidarnos de mencionar a John de Zulueta, que por aquellas fechas era el Consejero delegado de Sanitas, SA, ni a aquellas otras personas que a lo largo del tiempo han seguido impulsando —con idéntico entusiasmo— esta iniciativa editorial, como son Elvira Sanz, presidenta de la Fundación Pfi zer, Fran-cisco García Pascual, Maite Hernández y Marta Reyes.

Son muy pocas las empresas que se pueden realizar sin un equipo, aunque sea pequeño. Por fortuna, no resultó muy difícil convencer a Santiago Prieto para que se uniese al proyecto; por lo que, desde el primer momento, sus aportaciones y ob-servaciones en tantos aspectos siempre han dejado una huella fácilmente observable.

Puestos ya en marcha, el primer obstáculo que tuvimos que encarar fue la exi-gencia legal de modifi car la cabecera de la Revista, pues la «Fundación Medicina y Humanidades Médicas» había logrado registrar una publicación —un poco después de que saliera la nuestra— con el nombre de «Humanitas. Humanidades Médicas». Por este motivo, en el segundo número se prescindió del califi cativo «médicas», quedando su título así: «Ars medica. Revista de Humanidades». Como no hay mal que por bien no venga, estamos convencidos de que salimos ganando, pues este nombre se ajusta mucho más a los contenidos de sus índices. Pero aquí no acaba-ron las vicisitudes, ya que a fi nales de 2008 la empresa editora de la publicación (Ars XXI de comunicación, SL) se vio afectada por un concurso de acreedores, dejó de atender el pago de sus colaboradores y proveedores, y fi nalmente cerró.

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Editorial

Esta circunstancia forzó otro cambio en nuestra cabecera y el primer número de 2009 tuvo que salir rebautizado como «Dendra médica. Revista de Humanidades».

A lo largo de estos años, como le sucede a cualquier publicación, el diseño de la Revista también ha experimentado ligeras modifi caciones que se han debido, por un lado, a un cambio de la fuente tipográfi ca con el que se ha pretendido hacer más fácil su lectura; y, por otro, a la introducción paulatina de ilustraciones, gráfi cos y fotos que eran muy escasos al principio. En lo que respecta a sus patrocinadores, todos lamentamos que a fi nales de 2005 la Fundación Sanitas, después de expe-rimentar su cuadro directivo una importante renovación, tomara la decisión de abandonar este proyecto.

Si alguna virtud adorna esta publicación es, sin duda, el amplio espectro de te-mas que toca. Así, en sus páginas han tenido cabida desde artículos sobre política sanitaria fi rmados por Milton Friedman (2002) o Hillary Clinton (2003), hasta ensayos de fi losofía política o historia europea salidos de la pluma de Peter Singer (2009) o Joseph Ratzinger (2010); pasando por textos que nos han acercado a distintos dilemas éticos planteados por la tecnología (Daniel Callahan, 2002; Fre-eman J. Dyson, 2004; Gerald Q. Maguire, Jr. y Ellen M. McGee, 2010), o nos han hablado de la conquista del espacio (Arthur C. Clarke, 2002) o de aquellas reservas naturales que solo son accesibles a unos pocos elegidos (César Pérez de Tudela, 2004). Todo ello, sin descuidar temas tan interesantes como el uso de los grandes hubs para el transporte aéreo (Francisco Mochón, 2005) o el futuro de los automóviles eléctricos (Jeff rey D. Sachs, 2009). También la buena literatura ha tenido un hueco en la Revista, donde se han publicado relatos cortos o poemas de Gao Xingjian (2002), Mario Benedetti (2002, 2005), José Emilio Pacheco (2003) o Luis Alberto de Cuenca (2007).

Antes de terminar esta apresurada historia hay que recordar que, allá por junio de 2002, cuando aparecía el primer número, se organizó un acto en el Hotel Vi-llamagna de Madrid para presentar la nueva publicación. He consultado las notas que escribí para dicha ocasión y veo que traté de explicar por qué muchos médicos sentíamos la necesidad de contar con una publicación de humanidades. Entonces creía que dicha necesidad era consecuencia de la especialización médica, que cada vez nos demanda más tiempo y concentración. Motivo por el que no solo había-mos dejado de tener una visión holística de lo que es nuestra profesión, sino que también, en muchas ocasiones, nos apartaba de conocimientos o informaciones que —como personas con inquietudes— echamos en falta. No me desdigo de lo que dije en aquella ocasión, pero he de confesar que ahora todo me resultaría más fácil de explicar. Pues no hace mucho tiempo tropecé con el prólogo de Marañón (autor que también ha tenido su lugar en estas páginas) a un libro de Alfredo Juderías fechado en 1957. En ese texto, como en tantos otros que no dejan de admirarnos, el maestro supo poner el dedo en la llaga. Allí dejó escrito: «Todos llevamos dentro una personalidad mucho más compleja que la que indica nuestra fachada ofi cial. Aun en el caso de que hayamos acertado con nuestra vocación,

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José Luis Puerta

una tendencia oculta —y a veces más de una— nos empuja a servir en silencio preocupaciones que no son las que sirven para ganarnos el pan y para catalogarnos en los padrones profesionales».

Tengo para mí que los que hacemos esta Revista y, muy probablemente, los lectores que tan amablemente la siguen no necesitemos buscar ya ninguna otra justifi cación, lo que —por otro lado— no hace más que subrayar nuestra deuda de gratitud con los patrocinadores que a lo largo de estos diez años nos han facilitado el cultivo de esta «segunda vocación».

¡Hasta el próximo mes de junio!

José Luis [email protected]

126 Dendra Médica. Revista de Humanidades 2011;10(2):126-137

Medicina regenerativa: el surgimiento de una industria

Artículo

Medicina regenerativa:el surgimiento de una industria

Regenerative medicine:the emergence of an industry

Robert M. Nerem*

ResumenA lo largo del último cuarto de siglo hemos visto surgir la industria

de la ingeniería tisular, que actualmente está evolucionando hacia algo más amplio: la medicina regenerativa. Esta industria ha tenido sus «altibajos». Sin embargo, hoy parece encontrarse en el camino de lo que podríamos llamar el «regreso al futuro». Los últimos datos disponibles indican que en 2007 la actividad privada en este sector facturó 2.500 millones de dólares americanos, estaba integrada por 167 em-presas o unidades de negocio y contaba con 6.000 empleados a tiempo completo (FTE). Estas cifras resultan pequeñas si las comparamos con las de las empresas de material médico y la industria farmacéutica, aunque no son insignifi cantes. Todo esto nos hace pensar que esta industria y la tecnología relacionada con ella pueden llegar a desarrollar una capacidad que le permita atender la demanda de millones de pacientes de todo el mundo, especialmente la de aquellos cuyas necesidades aún no están satisfechas.

Palabras claveIngeniería tisular. Medicina regenerativa. Industria. Tecnologías

celulares.

AbstractOver the last quarter of a century there has been an emergence of

a tissue engineering industry, one that has now evolved into the broader area of regenerative medicine. Th ere have been «ups and downs» in this industry; however,

* Los datos sobre el autor fi guran al fi nal del texto. El artículo, que se reproduce con las oportunas autorizaciones, se publicó originalmente como: Nerem RM. Regenerative medicine: the emergence of an industry. J. R. Soc. Interface 2010;7:S771-S775. La redacción agradece las facilidades dadas por el autor y la editorial para su traducción y reproducción. La traducción es de Assumpta Mauri Mas.

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Robert M. Nerem

it now appears to be on a track that may be described as «back to the future». Th e latest data indicate that for 2007 the private sector activity in the world for this industry is approaching $2.5 billion, with 167 companies/business units and more than 6.000 employee full time equivalents (FTE). Although small compared with the medical device and also the pharmaceutical industries, these numbers are not insignifi cant. Th us, there is the indication that this industry, and the related tech-nology, may still achieve its potential and address the needs of millions of patients worldwide, in particular those with needs that currently are unmet.

Key wordsTissue engineering. Regenerative medicine. Industry. Cell-based

technologies.

1. Introducción

La medicina regenerativa* o ingeniería tisular está experimentando un rápido creci-miento y puede defi nirse como un campo interdisciplinario en el que interactúan las ciencias de la vida, las ciencias físicas y la ingeniería. Su objetivo es desarrollar terapéuticas para la reparación, el mantenimiento o la sustitución de la función biológica. Durante mucho tiempo se han llevado a cabo investigaciones científi cas en el ámbito de lo que hoy denominamos medicina regenerativa, que han sido impulsadas, al menos en parte, por la investigación biológica. El origen de esta revolución tuvo lugar en los inicios del siglo XX, momento en el que estuvieron disponibles los primeros cultivos celulares. Desde entonces sigue avanzando aparen-temente a una velocidad cada vez mayor.

La primera referencia que existe sobre la sustitución de tejidos y órganos se halla en el libro El cultivo de órganos, publicado en 1938 por Alexis Carrel, un renombrado investigador del campo de la biomedicina, y Charles Lindberg, un famoso aviador conocido a ambos lados del Atlántico1. Esta curiosa asociación ha sido recientemente explicada en un libro escrito por David M. Friedman2.

Alrededor de las décadas de 1970 y 1980 la investigación en este campo del co-nocimiento creció de manera importante y, en 1987, en una reunión del comité de la National Science Foundation de EEUU se acuñó el término «ingeniería tisular». La primera reunión científi ca, en cuyo título fi guraba el término «ingeniería tisular», tuvo lugar en 1988 en el Lago Tahoe (California)3. A partir de entonces, las reunio-

* N. de la R.- Sería más apropiado traducir «regenerative medicine» como «medicina regeneradora», de igual manera que es más correcto hablar de «medicina basada en pruebas» que de «medicina basada en evidencias», pero ambas expresiones, como tantas otras vertidas a nuestra lengua de forma precipitada, son las usadas habitualmente en la jerga médica, por lo que hemos decidido —para no confundir o sorprender al lector— utilizar el término ya consagrado de «medicina regenerativa».

128 Dendra Médica. Revista de Humanidades 2011;10(2):126-137

Medicina regenerativa: el surgimiento de una industria

nes sobre este tema se han multiplicado y, con la aparición de la tecnología de las células madre, el campo de la ingeniería tisular ha crecido hasta convertirse en el área más extensa de la medicina regenerativa. Todo ello ha sucedido en el último cuarto de siglo; período en el que ha surgido la industria de la ingeniería tisular y, por lo tanto, de la medicina regenerativa. Es esta evolución hacia la actividad industrial —caracterizada como ahora veremos por «altibajos»— lo que se describe en los tres apartados siguientes.

2. Los años de «especulación»

Conforme avanzaba la década de 1990, la investigación en ingeniería tisular crecía con rapidez4,5, creando a su alrededor una industria. Como puede verse en la tabla 1, en 1994 el sector privado movía 246 millones de dólares y existían, al menos, unas 40 empresas o unidades de negocio que daban empleo, como mínimo, a 1.500 trabajadores6.

El campo del reemplazo cutáneo, es decir, de los sustitutos de piel viva, fue el primero en desarrollarse como un mercado capaz de ofrecer diversos productos. Uno de ellos fue «Integra® dermal regeneration template», fabricado por la empresa Integra Life Sciences (Plainsboro, New Jersey) y comercializado entonces por Ethicon, una unidad de negocio de Johnson & Johnson. El producto fue descrito por primera vez por Yannas y Burke7 y por Burke y col.8, y más tarde revisado por Yannas9. En 1996 lo aprobó la Food and Drug Administration (FDA). También salieron al mercado productos como Transcyte® y Dermagraft® desarrollados por la compañía Advanced Tissue Sciences (La Jolla, California) que recibieron su aprobación por la FDA, respectivamente, en 1997 y 2001. Transcyte®, aunque elaborado con células, era un producto acelular, mientras que Dermagraft® era un equivalente dérmico que se obtenía de fi broblastos dérmicos procedentes de la piel del prepucio, cultivados en una estructura de polímeros10. La empresa Organogenesis (Canton, Massachu-setts), a partir de las investigaciones de Bell y col.11, desarrolló un sustituto cutáneo denominado Appligraf®, elaborado con colágeno, que servía como sustituto dérmico y epidérmico12. Estos sustitutos de piel viva —constituidos por células alógenas— eran tolerados por el sistema inmunológico.

Tabla 1.Actividad comercial en relación a la medicina regenerativa 6,16,17,22,23

Año 1994 1997 2000 2003 2007Actividad total del sector privado (millones de dólares) 246 453 610 487 2.400

Nº de unidades de negocio 40 40 73 89 171Nº de empleados a tiempo completo (FTE) 1.500 2.380 3.080 2.610 6.100

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Robert M. Nerem

La compañía Genzyme (Cambridge, Massachusetts) abrió otra nueva posibilidad al producir Epicel®, un sustituto de la piel, y Carticel®, del cartílago. El fundamento científi co de Epicel® descansaba en los trabajos pioneros realizados por Howard Green en Harvard13,14, y el de Carticel® en los estudios de Brittberg y col.15. En ambos casos se obtenía una muestra de las células del paciente y en los laboratorios de Genzyme se multiplicaban hasta alcanzar el número necesario para lograr la sustitución cutánea con Epicel®, o de cartílago con Carticel®. Éste fue un curioso enfoque, pues al no existir un producto como tal, se podía considerar a Genzyme una empresa de servicios.

Los sustitutos cutáneos desarrollados por las compañías Advanced Tissue Sciences y Organogenesis fueron aprobados por la FDA a través del Center for Devices and Radiological Health (CDRH), que es donde se registran los productos para la cicatrización de heridas. Mientras que Carticel® fue aprobado —como un producto biológico— por la FDA a través de su Center for Biological Evaluation and Research (CBER). Hasta donde este autor ha podido averiguar, Epicel® no pasó inicialmente el trámite regulador en la FDA, pues se consideró que las células sufrían una «mínima manipulación» en el proceso que se seguía para su producción. Sin embargo, más adelante, tuvo que pasar dicho trámite en el CBER.

Hacía 1997, la actividad total en el sector privado se había casi duplicado, llegando a mover 453 millones de dólares (véase tabla 1). Todavía seguía habiendo unas 40 empresas o unidades de negocio, aunque la cifra de empleados había aumentado hasta situarse alrededor de 2.40016. Como puede verse también en la tabla 1, en el año 2000 la actividad total del sector privado había vuelto a aumentar, alcanzando un volumen de 610 millones de dólares17. El número de empresas o unidades de negocio también se había incrementado hasta una cifra no superior a 70 que daban empleo a más de 3.000 personas.

Otro hecho señalado de la década de 1990 fue la aparición de las células madre y la transformación de la ingeniería de tejidos en lo que hoy llamamos medicina regenerativa. Entonces se veía un formidable potencial terapéutico a las células madre embrionarias18,19 y a las células madre adultas20, a lo que contribuyó que el National Academies Report21 correspondiente al año 2001 estuviera dedicado a analizar el futuro de las células madre y de la medicina regenerativa, aunque la actividad científi ca sobre estos temas se circunscribía casi exclusivamente al ámbito universitario y la comercialización de la tecnología de las células madre estaba aún por llegar. Pese a lo dicho, y mirando este asunto desde la perspectiva actual, la segunda mitad de la década de 1990 puede ser defi nida —a los efectos que nos ocupan— como la de los años de «especulación». Las expectativas eran enormes y el futuro se percibía rebosante de posibilidades.

3. Los años de «austeridad»

Sin embargo, el comienzo del siglo XXI deparó una realidad distinta. Los datos

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Medicina regenerativa: el surgimiento de una industria

que en la década de 1990 indicaban una actividad creciente del sector privado y de la investigación en las universidades, mostraban hacía el año 2003 una mayor «austeridad». Esto hizo que Lysaght y Hazlehurst publicaran en 2004 un artículo titulado Ingeniería de tejidos: el fi n del comienzo22; el título lo habían tomado de un discurso («Esto no es el fi nal, ni siquiera es el comienzo del fi nal, pero tal vez sea el fi n del comienzo»*) de Sir Winston Churchill pronunciado en 1942, en plena Guerra Mundial. Afi rmación que resultó ser cierta con relación a la guerra y tam-bién a la situación en la que se hallaba la ingeniería de tejidos conforme avanzaba el nuevo siglo.

Ciertamente, los datos relativos a 2003, tal y como aparecen en la tabla 1, trasmiten un mensaje de «austeridad», pues la actividad del sector privado había disminuido un 20% y facturaba unos 487 millones de dólares22. Aunque el número de unidades de negocio había crecido hasta 89, la cifra de empleados era de unos 2.600. Situación que no resultaba llamativa en un mercado que estaba entonces estancado. De más «austera» aún se puede defi nir la caída en picado que experi-mentó el valor del capital de las empresas de ingeniería de tejidos que cotizaban en bolsa, que pasó de ser de 2.600 millones de dólares en 2000 a 310 millones de dólares en 2003 (véase tabla 2), lo que en términos porcentuales representó una disminución del 90%.

Pero ¿qué fue lo que les sucedió a las empresas que habían convertido la década de 1990 en los años de «especulación»? La compañía Advanced Tissue Sciences tuvo que hacer frente a diversas difi cultades por no haber calculado de forma realista la magnitud del mercado y las necesidades de los pacientes. Además tuvo problemas más propios de la gestión del negocio que debidos a retrasos en los reembolsos de capital. El escollo estaba en el excesivo tiempo que transcurría entre la idea y la terminación del producto, lo que la obligó, en 2002, a declararse en bancarrota. La empresa Organogenesis sufrió también una serie de contrariedades que la forzaron a cerrar. Y, por último, Corticel® que, como se ha dicho, era más un servicio que un producto propiamente dicho, no consiguió que la inversión que se había hecho en su desarrollo tuviese el retorno económico adecuado.

En esta etapa pueden identifi carse ciertas tendencias dignas de mención. Una de ellas fue que la ingeniería tisular, tanto en el ámbito universitario como privado, se estaba convirtiendo en una actividad mundial. Con respecto a la investigación en * N. de la R.- La cita exacta es ésta: «Th is is not the end. It is not even the beginning of the end. But it is perhaps the end of the beginning».

Tabla 2.Valor del capital de las empresas de medicina regenerativa

con cotización en bolsa16,17,22,23

Año 1997 2000 2003 2007

Valor (millones de dólares) 1.700 2.600 300 4.700

131Dendra Médica. Revista de Humanidades 2011;10(2):126-137

Robert M. Nerem

las universidades, hay que decir que, mientras que en el año 2000 el 80% se desa-rrollaba en centros ubicados en EEUU, en 2003 este porcentaje se había reducido a un 54%. Otro hecho interesante de señalar fue que el sector privado también abrió líneas de investigación con células madre. En cierta medida, la caída de actividad que registraron los productos para piel y cartílago en el sector privado, que supuso una pérdida de 1.500 equivalentes a tiempo completo (full time equivalents, FTE)* fue contrarrestada, al menos en parte, por los 300 empleados nuevos que genera-ron las unidades de negocio dedicadas a las células madre. Ello se debió a que las empresas o unidades de negocio centradas en esta actividad habían crecido en un 42%, lo que demuestra que en la década de 1990 la ciencia básica de las células madre había encontrado ya un hueco en el mercado.

4. «Regreso al futuro»

Mientras que el informe de 2003 nos hacía pensar en «austeridad», los datos rela-tivos a 2007, recopilados por Lysaght y col.23, proporcionaban pruebas de que el campo de la ingeniería de tejidos y de la medicina regenerativa había rebrotado. En verdad, este campo, que siempre se había percibido como muy prometedor y de gran potencial, actualmente ha retrocedido a lo que podemos denominar un futuro «lleno de esperanzas», en el que es posible que ese potencial y esas promesas lleguen a concretarse.

Como se muestra en la última columna de la tabla 1, en 2007 la actividad total del sector privado había remontado hasta alcanzar 2.400 millones de dólares. A mediados de 2007 había unas 167 empresas o unidades de negocio en el sector privado que podían considerarse de ingeniería tisular y medicina regenerativa, y daban trabajo a más de 3.000 personas. Aproximadamente medio centenar de esas empresas ofrecían productos y servicios, y en general obtenían benefi cios. Además se estaban constituyendo 110 empresas que tenían 55 productos con los que se estaban realizando ensayos clínicos supervisados por la FDA. Tomado todo esto en su conjunto, la cifra de empleados en este campo en el sector privado ascendía a más de 6.000. Por otro lado, el valor del capital de las empresas que cotizaban en bolsa, que había aumentado desde 300 millones de dólares en 2003 hasta 4.700 millones de dólares en 2007, ofrecía otra prueba de este repunte. Este cambio de tendencia tan notable se muestra en la tabla 2.

De los 2.400 millones de dólares que movía la actividad del sector privado en 2007, más de la mitad —unos 1.300 millones de dólares— provenía de la ven-ta de productos. De éstos, más del 50% estaba ligado a INFUSE®, una proteína recombinante para la morfogénesis ósea [rhBMP-2] desarrollada por la compañía

* N. de la R.- Un «equivalente a tiempo completo» es el número de horas trabajadas por un recurso dividido por el número estándar de horas de trabajo de la compañía o de la división. Un recurso que trabaja a tiempo completo tiene un FTE de 1.

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Medtronic (Minneapolis, Minnesota). Aunque se trataba de un producto con un éxito notable, que actuaba a través de un mecanismo de acción que involucraba a las células in vivo, no se podía considerar estrictamente un producto celular.

Otros elementos que contribuyeron a esas ventas de 1.300 millones de dólares en 2007 fueron los sustitutos vivos de células cutáneas y de cartílago. En relación a los primeros, hay que señalar que la empresa Organogenesis había logrado salir de la bancarrota y estaba comenzando a lanzar un producto cada trimestre. Por el contrario, Advanced Tissue Sciences nunca pudo superar la crisis que determinó su cierre en 2002. Sin embargo, sus productos fueron adquiridos por una nueva empresa, Advanced BioHealing (Westport, Connecticut), por lo que Transcyte® y Dermagraft® volvieron de nuevo a estar presentes en el mercado. Genzyme siguió comercializando Epicel® y Carticel®. Lo que representaba en términos económicos un total de 90 millones de dólares en 2007.

Otro factor que contribuyó a la formación de ese mercado de 1.300 millones de dólares fueron las ventas de lo que Lysaght y col. han llamado biomateriales regenerativos23, que alcanzaron la cifra de 240 millones de dólares; una importante parte de ella se debió a la venta de submucosa del intestino delgado (small intestine submucosa, SIS), un producto procedente de la matriz extracelular del cerdo24,25. DePuy Orthopaedics (Warsaw, Indiana), una empresa del grupo Johnson & John-son, había adquirido los derechos de SIS para el mercado de la traumatología y ortopedia, a lo que había que sumar un producto suyo, denominado Restore® (un implante de tejido blando ortobiológico), que obtuvo la aprobación de la FDA a fi nales de la década de 1990 a través del procedimiento 510 K*. Por otro lado, la empresa Cook Biotech (West Lafayette, Indiana) tenía los derechos para comercializar la SIS en otras indicaciones, por lo que, siguiendo el ejemplo de DePuy, también obtuvo la aprobación de la FDA mediante el procedimiento 510 K. Los productos más exitosos de Cook Biotech han sido los empleados para la eventración, la hernia de hiato y la hernia inguinal, así como su matriz para las heridas crónicas y su taponador para fístulas (M. Hiles, 2010, comunicación personal). Desde 2000 más de un millón de pacientes han sido tratados con productos de Cook Biotech. Sin embargo, dado que esta compañía es privada, no existen datos disponibles acerca de sus cifras de ventas.

Para fi nalizar, hay que apuntar otro factor que infl uyó en las ventas de 2007: el mercado creado alrededor de las células madre del cordón umbilical y los bancos privados de estas células superó los 270 millones de dólares en ventas. Por otro lado, como este área de negocio está constituido a base de servicios y no de un producto, y la SIS e INFUSE® son preparados acelulares, puede colegirse que las ventas reales para 2007 de productos basados en células se situaron entre los 100 y los 200 millones de dólares26, una cifra que supuso el 10-15% de los 1.300 millones de dólares que sumaron las ventas totales de 2007.

Los datos de 2007 publicados por Lysaght y cols23 también mostraban otros as-pectos de interés. Por ejemplo, que de las empresas que trabajaban con productos

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celulares, el 63% lo hacía con células alogénicas y el 37% con células autólogas. Con el fi n de desglosar la actividad del sector privado que estaba en crecimiento, el total de este mercado de productos celulares, que representaba 864 millones de dólares, fue dividido por los autores en cuatro categorías distintas: biomateriales interactivos, 84 millones de dólares; células y biomateriales, 210 millones de dóla-res; células madre, 507 millones de dólares, y «otros», 55 millones de dólares. Estas cifras indican que en 2007 las ventas de células madre proporcionaban claramente la mayor rentabilidad a este sector privado en desarrollo.

Si las cifras relativas a las células madre se estudian en detalle27, se consigue un cuadro más completo para 2007, que se presenta en la tabla 3. Como puede ob-servarse, había más de 2.800 empleados a tiempo completo en el sector privado de las células madre, lo que equivalía casi a la mitad del total de empleos en dicho año. No obstante, de los empleados a tiempo completo en el área de las células madre, aproximadamente la mitad se dedicaban a temas comerciales —tal y como se ha observado anteriormente en relación a los bancos de células madre procedentes de cordón umbilical—, mientras que la otra mitad ocupaba su tiempo en labores relacionadas con ensayos preclínicos y clínicos. Existían 91 empresas operando en el campo de las células madre, de las que 66 tenían su actividad en el ámbito preclínico o clínico. Del total, el 61% estaba centrado en las células madre adultas, el 12% en las células madre embrionarias y el 27% en las células madre del cordón umbilical.

El inicio de actividades comerciales relacionadas con las células madre en el sec-tor privado también ha sido estudiado en un informe más reciente fi rmado por Robin Young29, donde se presenta una proyección del mercado hasta el año 2020, comenzando con datos registrados en 2005. En 2007, año del que disponemos de los datos investigados por Lysaght27, el estudio de Young informa de unos ingresos totales de 34 millones de dólares. Para 2010, año en el que redactó este artículo, el estudio pronostica unos ingresos totales de unos 145 millones de dólares y de casi 8.000 millones de dólares para 2020.

Uno de los avances de esta primera década del siglo XXI ha sido la posibilidad

* N. de la R.- Así se denominan los registros que se presentan en el Center for Biologics Evaluation and Research (CBER) de la FDA.

Tabla 3.Actividad, durante 2007, en el sector privado de las células madre23.

N.o de unidades Empleados a tiempo Facturación en de negocio completo (FTE) millones de dólaresActividad preclínica 41 744 230Actividad en el estadio de ensayos clínicos

25 687 277

Comercial 25 1.391 273Total 91 2.822 780

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Medicina regenerativa: el surgimiento de una industria

de reprogramar aparentemente las células somáticas en células pluripotenciales, de-nominadas células madre pluripotenciales inducidas (induced pluripotent stem cells, iPS). A pesar de lo apasionante que pueda resultar esto, todavía quedan muchas cuestiones por resolver20, por lo que la infl uencia que va a tener esta circunstancia en el mercado de la medicina regenerativa aún se desconoce en gran medida.

5. Discusión y conclusiones

A lo largo de las dos últimas décadas, la industria asociada a la ingeniería de tejidos y a la medicina regenerativa no ha dejado de evolucionar. Aunque todavía se encuentra en desarrollo, especialmente si la comparamos con la industria farmacéutica y la de los dispositivos médicos, se ha convertido —como afi rman Mason y Manzotti30 en una reciente publicación— en un «nuevo sector con credibilidad». Estos autores calculan que, en el campo de la medicina regenerativa, se han producido 675.000 tratamientos celulares para 323.000 pacientes, lo que supone un mercado anual que ingresa entre 100 y 200 millones de dólares. Si a esto añadimos los productos acelulares, como la INFUSE® de Medtronics y las diversas aplicaciones de la SIS, las cifras aumentan considerablemente.

Así pues, el futuro sigue siendo muy esperanzador. Como se ha observado ante-riormente, los años de «especulación» estuvieron estimulados en parte por el bom-bo publicitario de los medios de comunicación. Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en el programa «Good Morning», de septiembre de 1999, de la cadena de televisión estadounidense ABC en el que se consideró la ingeniería de tejidos y la medicina genética como «el mayor logro científi co del siglo XX»31. No obstante, ambas aún tienen que demostrar lo que son. En 2000 la revista de negocios Barrons, en un artículo titulado Partes corporales de repuesto («Spare body parts»), anunciaba el advenimiento de una industria de 100.000 millones de dólares32, mientras que la revista Time, en su número del 22 de mayo de ese año (2010), situaba a la in-geniería de tejidos al principio de su lista de empleos más demandados en el siglo XXI. Con todo este bombo publicitario, la «austeridad» con la que empezó el siglo XXI puede haber tenido, al menos, un efecto positivo, pues introdujo la necesaria dosis de realismo para evaluar el campo de la ingeniería de tejidos y la medicina regenerativa, y pronosticar su crecimiento y el de su industria aso ciada.

Los datos de 2007, considerados conjuntamente con las predicciones de Robin Young sobre la actividad industrial inducida por las posibilidades que brindan las células madre, sugieren una tendencia al alza que continuará a medida que nos adentremos en el siglo XXI. Robin Young no solo vaticina un aumento continua-do en la actividad del sector privado de las células madre, sino también se lanza a pronosticar en qué áreas se manifestará mayormente ese crecimiento en el año 2020. La lista la encabeza la traumatología y ortopedia, seguida de la reparación del tejido nervioso, la patología cardiovascular y las aplicaciones dirigidas a la in-fl amación y la diabetes.

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Otra predicción sobre el futuro viene de A. Amed (comunicación personal), quien ha contabilizado en 2010 más de 175 productos en desarrollo en el campo de la medicina regenerativa, además de los 28 que ya se encuentran en el mercado, la mayor parte dirigidos a la piel y a la traumatología. Estos 175 productos se hallan entre la fase inicial de investigación y desarrollo, y la fi nal, previa a la comerciali-zación, es decir, pasando los ensayos clínicos en fase III. De este total, más de 125 son lo que podrían llamarse productos derivados de células (acelulares).

Conforme nos hemos ido aproximando al fi nal de la primera década del siglo XXI, parece que el futuro se ha ido haciendo más prometedor. Aunque a esta industria todavía le queda un largo camino para convertirse en una de las importantes, sigue teniendo un notable potencial, que avala la actual tendencia al alza y su progreso puesto de manifi esto por distintos informes publicados recientemente.

Es esencial disponer de una industria poderosa para hacer frente a la amplia variedad de necesidades de los pacientes, incluyendo lo que puede denominarse la «crisis del trasplante», es decir, la discrepancia entre la oferta y la demanda de órga-nos33. También es necesario comercializar la tecnología de la medicina regenerativa para que pueda disponerse de la forma más amplia posible de las terapéuticas que brinda, no solo en centros médicos seleccionados, sino también en el vasto abanico de hospitales que atienden a pacientes en todo el mundo.

Para que la comercialización resulte satisfactoria es preciso contar con un marco regulatorio y de reembolso. Con relación a lo primero, aunque la FDA está modi-fi cando las normas de autorización para las terapéuticas basadas en células, deben introducirse importantes cambios para los productos que surjan en el campo de la medicina regenerativa en el siglo XXI. Por lo tanto, las agencias reguladoras deben desarrollar los procesos oportunos para reglamentar la prescripción segura y efi caz de terapéuticas clínicas basadas en los avances de la medicina regenerativa. En lo referente al rembolso, nos enfrentamos a una cuestión crítica, ya que interviene un tercer agente, el pagador. Éste tiene que proporcionar la fi nanciación necesaria a aquellos enfoques que sean prometedores y subvencionar las terapéuticas de medicina regenerativa que puedan mejorar signifi cativamente la atención médica. Además, es preciso que el médico acepte estas nuevas formas de tratamiento.

En fi n, conviene recordar que la comercialización de la biotecnología ha sido siempre un proceso lento. Ejemplo de ello es la industria de los anticuerpos mono-clonales, que ha tardado décadas en madurar y ser rentable. Así pues, no deberían sorprendernos los «altibajos» en el mercado de la ingeniería de tejidos y la medicina regenerativa. Como ya se ha dicho, estamos ante un futuro más prometedor, lo que, unido a los continuos avances de la ciencia y la tecnología, hace que la medicina regenerativa tenga el potencial sufi ciente para cumplir la promesa de proporcionar tratamiento para enfermedades, lesiones o trastornos que carecen en la actualidad de otras opciones. Pero, para que todo esto ocurra, es necesario contar con una industria que sea entusiasta de la medicina regenerativa.

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Medicina regenerativa: el surgimiento de una industria

Robert M. Nerem es director del Georgia Tech/Emory Center for Regenerative Medicine, fundado en 1998 como un Engineering Research Center de la Natio-nal Science Foundation, profesor del Georgia Institute of Technology de Atlanta (Georgia, EEUU), y profesor visitante en la Universidad Nacional de Chonbuk en Jeon-ju (Corea del Sur). Gran parte de los datos utilizados en este artículo proce-den de una serie de publicaciones del Dr. Michael Lysaght y sus colaboradores. El autor, por lo tanto, está en deuda con todos ellos, siendo en realidad este artículo un homenaje al Dr. Lysaght, fallecido en noviembre de 2009, a quien le debemos muchas cosas, pues contribuyó de una forma muy amplia al campo de la ingeniería de tejidos y la medicina regenerativa; una de sus contribuciones son los datos que recogió junto con su equipo, que no solo dieron lugar a una serie de publicaciones, sino que también constituyen una información de valor histórico en este campo que avanza hacia el futuro.

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El caso de Elvis el viejo de la Sima de los Huesos

Artículo

El caso de Elvis el viejode la Sima de los Huesos

The case of Elvis the elderfrom the Sima de los Huesos

Alejandro Bonmatí, Asier Gómez-Olivencia,Juan Luis Arsuaga, José Miguel Carretero,Ana Gracia, Ignacio Martínez, Carlos Lorenzo*

ResumenEn el yacimiento de la Sima de los Huesos de Atapuerca se han

recuperado hasta la fecha varios miles de restos fósiles de la especie humana Homo heidelbergensis. A esta colección pertenecen los restos de una pelvis y de parte del tronco de un individuo de edad avanzada de hace medio millón de años, que sufría un cierto grado de minusvalía locomotriz. Estos fósiles constituyen la evidencia más antigua encontrada hasta la fecha de un humano de edad avanzada con signos claros de envejecimiento y discapacidad. La supervivencia de este individuo puede puede interpretarse como un indicio del cuidado social dispensado en el pasado remoto a los mayores del grupo.

Palabras claveEvolución humana. Sima de los Huesos. Atapuerca. Paleopatología.

Pelvis. Vértebras.

AbstractSeveral thousands of fossil remains from a human species, named

Homo heidelbergensis, have been recovered from the Sima de los Huesos site in Atapuerca. An almost complete pelvis and part of the trunk of an aged human individual that lived around half a million years ago are part of this fossil sample. Th is individual suff ered from locomotive impairments to some extent. Th ese fos-

* Los autores pertenecen al equipo investigador de Atapuerca que excava en el yacimiento de la Sima de los Huesos (Atapuerca, España).

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Alejandro Bonmatí y cols.

sils are the most ancient evidence to date of the body of an advanced age human individual with evident signs of aging and impairment. Th e survival of this han-dicapped individual could be indicative of the social care given to the elderly in the distant past.

Key wordsHuman evolution. Sima de los Huesos. Atapuerca. Paleopatology.

Pelvis. Vertebrae.

En el centro de la provincia de Burgos se levanta tímidamente la sierra de Atapuerca, una pequeña elevación que alberga y da nombre a un conjunto de yacimientos arqueopaleontológicos. La Sierra se ubica en el interior del Corredor de la Bureba, un paso natural que conecta las cuencas de los ríos Ebro y Duero. Al Norte está delimitada por la cordillera Cantábrica y al Sur, primero por el valle del río Arlanzón y, más allá, por las estribaciones septentrionales de la sierra de la Demanda. Se trata de un enclave especial, tanto por su rico contenido fósil como por la diversidad actual de sus ecosistemas. Asimismo, su nombre también fi gura en los libros de Historia. En sus laderas tuvo lugar la Batalla de Atapuerca, que en el siglo XI mantuvo en liza a los reyes castellano y navarro por este territorio. En la actualidad, sigue siendo paso de numerosos peregrinos que la atraviesan en su ruta por el Camino de Santiago.

El descubrimiento de los yacimientos se debe en gran medida a la construcción, a fi nales del siglo XIX, de un ferrocarril minero que discurría desde la sierra de la Demanda hasta los astilleros vascos. El trazado de la vía a su paso por la sierra de Atapuerca atravesaba la parte inferior de su ladera occidental. La caliza que compone la Sierra se formó en un mar poco profundo a fi nales del Cretácico, hace más de 65 millones de años, y más tarde estuvo sometida a esfuerzos tectónicos que dieron lugar a su levantamiento y emersión. Su superfi cie quedó entonces expuesta a la acción erosiva del agua, que fue horadando un complejo sistema de cuevas en su interior. Posteriormente y en distintos momentos, algunas de estas cuevas se abrieron al exterior y se fueron rellenando de sedimentos y restos de plantas y animales. El posterior trazado del ferrocarril minero seccionó algunas de ellas y puso al descu-bierto parte de los sedimentos con fósiles.

Mientras, otros conductos quedaron a salvo de esta obra civil. A unos 500 metros de la Trinchera del Ferrocarril se abre una grieta en la superfi cie de la Sierra que da paso a la entrada de la Cueva Mayor, un complejo y largo sistema kárstico. Caminando unos 800 metros por uno de sus ramales se llega a una cavidad de reducidas dimensiones, el yacimiento de la Sima de los Huesos, al que se accede

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El caso de Elvis el viejo de la Sima de los Huesos

tras descender un pozo de unos 15 metros de caída (Figura 1) (Arsuaga et al., 1997). Allí se excava desde 1984 y en su interior se han hallado numerosísimos restos fósiles de osos y, lo que es más raro, de humanos. La edad de estos restos humanos ronda el medio millón de años y se han asignado a la especie fósil Homo heidelbergensis (Arsuaga y Martínez, 2004; Bischoff et al., 2007). Esta especie no está emparentada directamente con nosotros, sino con los neandertales, con quienes forma una rama diferente de la evolución humana (Arsuaga y Martínez, 1998). Con el paso de los años, la colección de restos humanos ha superado ampliamente los 6.000 fósiles, que pertenecen al menos a 28 individuos. Todas las regiones del esqueleto están aquí conservadas, incluso los huesecillos del oído medio (Martínez et al., 2004). Sin embargo, aún no ha sido encontrado ningún esqueleto en conexión anatómica in situ, y solo en contadas ocasiones pueden atribuirse dos o más huesos a un mismo individuo. Afortunadamente, existen pruebas sólidas para pensar que los fósiles de una pelvis y de un conjunto de vértebras lumbares formaron parte del mismo esqueleto. El individuo al que perteneció recibe el apodo de Elvis, y sus primeros restos fueron desenterrados en 1994.

El yacimiento de la Sima de los Huesos, de donde se han recuperado fósiles humanosde al menos 28 individuos (©Javier Trueba/Madrid Scientifi c Film).

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Alejandro Bonmatí y cols.

1. Nace una estrella

Antes de comenzar la campaña de excavación del año 1994, la colección de la Sima de los Huesos se componía ya de un notable número de restos humanos. Entre ellos había tres cráneos muy completos y numerosos fósiles poscraneales, incluidos algunos restos pélvicos (Cervera et al., 1998). La pelvis humana se compone de los dos huesos de la cadera, o coxales, y del sacro. Estos tres elementos se unen entre sí para formar un anillo óseo fi rme, que sirve de enlace entre la columna vertebral y las piernas (Platzer, 2000). Hasta aquella campaña, ninguno de los coxales y sacros de la colección se asociaba entre sí. Nada extraño si se echaba un vistazo al registro fósil mundial, más bien yermo en cuanto a pelvis humanas completas. Por suerte, las cosas cambiaron aquel año. En una planta de apenas medio metro cuadrado aparecieron dos coxales y un sacro, que a pesar de estar fragmentados en varias piezas, estaban en un estado de conservación excepcionalmente bueno. En el laboratorio se comenzó a trabajar para restaurar cada una de las piezas y ya entonces se vislumbraba lo que más tarde se confi rmó: los tres fósiles pertenecían a un único individuo y en su conjunto formaban la pelvis más completa y mejor conservada de una especie humana fósil. El estudio en profundidad de la pelvis de Elvis culminó en un artículo, publicado cinco años más tarde en Nature (Arsuaga et al., 1999).

Si hay algo que llama fuertemente la atención de esta pelvis es su tamaño y robus-tez. Se trata con seguridad de un individuo masculino, para el que se ha estimado una estatura similar a la del promedio actual del mismo sexo (alrededor del 1,75 m), pero una masa corporal mucho más elevada, alrededor de 95 kg, suponiendo que no padeciese sobrepeso. Otros restos pélvicos de la colección muestran dimensiones similares e incluso superiores a las de Elvis, lo que indica que sus cuerpos eran más anchos y pesados que los nuestros, que son más esbeltos y ligeros. A pesar de que el registro fósil humano es escaso y fragmentario, los homínidos más antiguos, como los australopitecos, las primeras especies del género Homo y los neandertales, comparten un patrón pélvico similar al de Elvis. En nuestra opinión, este hecho indica que existía un modelo corporal primitivo que estaba generalizado entre los homínidos, y que dio paso a otro caracterizado por cuerpos más delgados y gráciles en el hombre anatómicamente moderno.

¿A qué edad falleció Elvis? Las superfi cies articulares, que unen los coxales con el sacro (superfi cies auriculares), y aquellas donde ambos coxales se articulan entre sí (mediante la sínfi sis púbica), sufren en nuestra especie un desgaste con la edad. Estas superfi cies, que en la juventud presentan un aspecto suavemente ondulado, cambian progresivamente con los años hacia formas más desestructuradas, rugosas y porosas. Estas modifi caciones se suceden siguiendo un patrón que es utilizado hoy día por los forenses para determinar la edad de muerte de los individuos. Por otro lado, el estudio de las superfi cies articulares en Elvis —y en el resto de la colección de la Sima de los Huesos— ha permitido establecer una secuencia de cambios en su aspecto equivalente a la actual. Como las articulaciones de Elvis se encuentran entre aquellas

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El caso de Elvis el viejo de la Sima de los Huesos

de aspecto más irregular y desorganizado, lo podemos situar entre los individuos de mayor edad. Aunque desconocemos si la velocidad a la que tenían lugar dichas modifi caciones en el H. heidelbergensis era equiparable a la nuestra, el aspecto de las articulaciones de Elvis corresponde al que se observa en un individuo de edad avanzada en la actualidad. Con certeza Elvis superaba los 45 años y con mucha probabilidad estaba en su sexta década de vida (Arsuaga et al., 1999; Bonmatí et al., 2010). En el registro fósil humano anterior a los neandertales no existe aún ninguno otro resto fósil del cuerpo que pertenezca a un individuo tan mayor. Además, su edad no sólo se manifestaba a través de su pelvis, pues hallazgos posteriores mostraron cómo el envejecimiento de Elvis había dejado otras huellas en su esqueleto.

2. La articulación de la evidencia: la columna vertebral

En la campaña de 1994, por debajo de los restos de uno de los huesos de la ca-dera, se halló gran parte de una quinta vértebra lumbar, la última de toda la serie vertebral y la que engarza con el sacro. Esta vértebra está plenamente desarrollada, es robusta y grande, y articula debidamente con la pelvis de Elvis. En 1998, y a unos escasos 15 centímetros al suroeste de donde apareció la pelvis, se desente-rró un conjunto de fragmentos vertebrales. Tras largas horas y días de metódica restauración, se completaron cuatro vértebras lumbares pertenecientes a un único individuo. Dado que tenían un notable tamaño y estaban totalmente osifi cadas, el paso siguiente resultaba obvio: comprobar si estas cuatro vértebras se articulaban con aquella quinta y última lumbar aparecida en el año 1994 junto a la pelvis. Y efectivamente, toda la serie encajaba. Era la región lumbar de Elvis, y gracias a ella se podían tratar otros aspectos de su biografía como la postura de su cuerpo y las enfermedades que sufrió en vida. Nuestro equipo decidió entonces abordar un nuevo estudio, que vio la luz en 2010 (Bonmatí et al., 2010) (Figura 2). A continuación fi guran algunos de sus resultados y conclusiones.

3. Los fósiles sometidos a interrogatorio

El tronco y la pelvis de Elvis poseen algunos rasgos particulares que no coinciden con la anatomía de otros fósiles de la Sima de los Huesos, ni tampoco con los que se asocian a una condición normal o saludable en las poblaciones modernas. Estas características se consideran en la actualidad signos patológicos que se relacionan con deformidades en la columna y alteraciones posturales, y son causa de dolencias en la región lumbar.

La columna vertebral humana se compone de una serie de vértebras, normalmente 23-24, separadas entre sí por discos inter vertebrales (Platzer, 2000; Pilbeam, 2004). Estos anillos se articulan con las vértebras a través del cuerpo vertebral, una estructura

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discoidal que forma la parte anterior de cada vértebra. Por detrás del cuerpo, las vértebras presentan una es-tructura en forma de arco, rematada por una promi-nencia ósea o apófi sis espino-sa. Cada vértebra se articula con las adyacentes mediante los discos interver tebrales y dos pares de carillas articu-lares situadas en el arco.

La columna vertebral des-cribe tres curvaturas caracte-rísticas a lo largo del plano sagital del cuerpo, circuns-critas a las regiones cervical, torácica y lumbar. La prime-ra y la última describen una prominencia o convexidad anterior, denominada lor-dosis, y la segunda describe una convexidad posterior, o cifosis. Estas curvaturas son posibles gracias a la forma de los discos intervertebra-les y al acuñamiento de los cuerpos vertebrales. Una alteración en la forma de estas cuñas de hueso o de los discos puede dar lugar a que las curvaturas se exageren, se atenúen o incluso se inviertan. En el caso de Elvis, los cuerpos de la segunda a la cuarta vértebra lumbar están intensamente remodelados, y se acuñan anteriormente mucho más de lo esperable para un adulto sano de su especie. Este acuñamiento anómalo habría resultado de la degeneración progresiva de los cuerpos vertebrales y habría dado lugar a una fuerte atenuación o incluso a una inversión de la curvatura normal lumbar. En consecuencia, la región lumbar de Elvis muy probablemente estaba cóncava hacia delante. Esta deformidad se conoce en la literatura médica actual como cifosis lumbar degenerativa. Al mismo tiempo, la progresiva degeneración de los discos intervertebrales habría adelgazado su espesor y reducido la distancia entre vértebras. Este fenómeno habría puesto en contacto los procesos espinosos de la cuarta y la quinta lumbar de Elvis y habría ocasionado su remodelación. Dolencia que recibe en nuestros días el nombre de enfermedad de Baastrup (o Kissing-spines en inglés) (Gómez-Olivencia et al., 2003).

Reconstrucción tridimensional a partir de imágenes de TAC de la pelvis y la región lumbar de Elvis (©Centro

UCM-ICSIII de Evolución y Comportamiento Humanos).

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El caso de Elvis el viejo de la Sima de los Huesos

Al margen de las deformidades en las curvaturas de su columna, la quinta vértebra lumbar habría sufrido, además, un desplazamiento anterior de su posición natural en relación con el sacro. Es lo que se denomina clínicamente como espondilolistesis, y creemos que en el caso de Elvis era de grado moderado. A esta conclusión llegamos tras analizar la remodelación ósea de las carillas articulares izquierdas de estos dos elementos, modifi cadas en tamaño, forma y orientación. En suma, resultaba evidente que la calidad de vida de Elvis estuvo disminuida respecto a la de los individuos más jóvenes y sanos del grupo, pero ¿hasta qué punto?

4. La pesada carga de los años

La capacidad de Elvis a la hora de mantener una posición erguida era limitada. La posición encorvada que se habría visto obligado a adoptar desplazaría parte del peso de su cuerpo hacia adelante, lo que requeriría de algún tipo de compensación postural o muscular para evitar que su tronco se venciese por delante de sus piernas (doblando las rodillas, o forzando los músculos glúteos o los isquiotibiales de los muslos). En estas circunstancias, no podemos dejar de imaginarnos al viejo Elvis empuñando un báculo para mantenerse en pie y salvaguardar el decoro de su es-tampa. Para su desgracia, había varios procesos infl amatorios activos en el momento de su muerte, y los dolores derivados de la lumbalgia crónica y de la enfermedad de Baastrup serían un constante calvario. Probablemente en la actualidad, el cuadro clínico de Elvis se hubiera tratado de resolver en un quirófano.

Elvis estaba afectado por una importante discapacidad motora, a causa de la cual andaba más despacio, daba pasos cortos, necesitaba períodos largos de descanso y tenía serias difi cultades para levantar objetos pesados. Estas circunstancias le habrían impedido participar, por ejemplo, en las partidas de caza del grupo. El grado de degeneración de las vértebras nos hace pensar que vivió con estas discapacidades durante mucho tiempo, por lo que no podemos descartar que Elvis fuese ayudado por parte del grupo social nómada al que pertenecía. Este espíritu social y altruista puede tener sentido en una etapa de la historia donde el conocimiento no se trans-mitía mediante la escritura y, por lo tanto, la experiencia y la sabiduría de los más mayores suponía ciertas ventajas para la comunidad. Dicho acervo daría cohesión al grupo y aumentaría sus probabilidades de supervivencia. En todo caso, debemos ser cautos, pues se sabe que existen primates que han sobrevivido en la naturaleza con graves discapacidades permanentes (Lovell, 1990).

5. La humanidad de los primates

En los primates existen ciertas formas de altruismo. En los chimpancés, por ejemplo, a veces la ayuda tiene lugar sin existir grado de parentesco o benefi cio inmediato

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por parte del auxiliador, aspectos que se consideraban hasta hace poco exclusivos de los humanos (Warneken et al., 2007). No obstante, el altruismo de los chim-pancés parece tambalearse en situaciones competitivas o cuando hay comida en juego. Sin embargo, los humanos somos capaces de asistirnos incluso en este tipo de circunstancias o incluso sacrifi carnos en pos de otro individuo. ¿Cuándo y cómo ha surgido el altruismo de características modernas en la evolución humana? Aún es pronto para decirlo, pero tenemos algunos indicios interesantes.

En los neandertales, una especie que habitó Europa entre los 120 y los 30 mil años de antigüedad, existen indicios de posibles cuidados sociales: muchos nean-dertales sobrevivieron a pesar de haber sufrido fracturas de huesos, amputaciones, enfermedades infecciosas o degenerativas. Como hemos visto, la Sima de los Hue-sos aporta un indicio mucho más antiguo de este comportamiento. De hecho, los fósiles de Elvis no son el único vestigio de este tipo que puede encontrarse en este yacimiento. El estudio de un cráneo (Cráneo 14) de un individuo inmaduro, también de la especie H. heidelbergensis, indica que debido a un cierre prematuro de una de sus suturas, presentaba una importante deformidad, por lo que, muy probablemente padecía trastornos motores y cognitivos (Gracia et al., 2009). Este individuo murió en torno a los 10 años y hasta esa edad quizás necesitó de cuidados especiales por parte de su grupo. Es posible que todo este cúmulo de evidencias fósiles indique que el trato a los más desvalidos de otras especies humanas fuese distinto al que practican los primates y más cercano al nuestro. En este sentido, ciertas adaptaciones acontecidas a lo largo de la evolución del género Homo, como la alimentación carnívora o el dilatado período de desarrollo de los individuos de sus distintas especies, podrían haber jugado un papel crítico a la hora de favorecer y perfi lar el modo en que los humanos ayudamos al prójimo.

La Sima de los Huesos es un pozo de información. Y es muy probable que en su interior encontremos algunas claves que nos sirvan de espejo en el que poder ver qué parte de nuestra humanidad compartimos con otras especies, y qué parte de sapiens es sólo nuestra.

Agradecimientos

Las investigaciones en Atapuerca son posibles gracias al trabajo de todos nuestros compañeros y a la fi nanciación que el proyecto recibe del Ministerio de Ciencia e Innovación de España (CGL2009-12703-C03), la Junta de Castilla y León y la Fundación Atapuerca. Alejandro Bonmatí recibió una ayuda predoctoral de la Fundación Atapuerca/Duques de Soria; Asier Gómez disfruta de una beca posdoc-toral del Ministerio de Educación (Programa Nacional de Movilidad de Recursos Humanos del Plan Nacional de I+D+I 2008-2011) y Ana Gracia es benefi ciaria de un contrato Ramón y Cajal (RYC-2010-06152).

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El caso de Elvis el viejo de la Sima de los Huesos

Referencias y literatura recomendada

• Arsuaga JL, Lorenzo C, Carretero JM, Gracia A, Martínez I, García N, Bermúdez de Castro JMy Carbonell E (1999) A complete human pelvis from the Middle Pleistocene of Spain. Nature399:255-258.

• Arsuaga JL y Martínez I (1998) La especie elegida. Barcelona: Ediciones Temas de Hoy, S.A.• Arsuaga JL y Martínez I (2004) Atapuerca y la evolución humana. Barcelona: Fundació Caixa Catalunya.• Arsuaga JL, Martínez I, Gracia A, Carretero JM, Lorenzo C, García N y Ortega AI (1997) Sima de los

Huesos (Sierra de Atapuerca, Spain). Th e site. J Hum Evol. 33:109-127.• Bischoff JL, Williams RW, Rosenbauer RJ, Aramburu A, Arsuaga JL, García N y Cuenca-Bescós G (2007)

High-Resolution U-series dates from the Sima de los Huesos hominids yields 600+∞-66 kyrs: implications

for the evolution of the early Neanderthal lineage. J Archaeol Sci. 34:763-770.• Bonmatí A, Gómez-Olivencia A, Arsuaga JL, Carretero JM, Gracia A, Martínez I, Lorenzo C, Bermúdez

de Castro JM y Carbonell E (2010) Middle Pleistocene lower back and pelvis from an aged human indi-vidual from the Sima de los Huesos site, Spain. Proc Natl Acad Sci. USA. 107:18386-18391.

• Cervera J, Arsuaga JL, Carbonell E, y Bérmudez de Castro JM (1998) Atapuerca. Un millón de años de historia. Madrid: Plot ediciones.

• Gómez-Olivencia A, Carretero JM, Arsuaga JL, Martínez I, Quam R, Lorenzo C, Gracia A, García N, Ortega AI y Rodríguez L (2003) La columna vertebral de los homínidos de la Sima de los Huesos (Sierra de Atapuerca, Burgos). En: Flor G (Editor). Actas de la XI reunión de Cuaternario. AEQUA (Ovie-do):334-339.

• Gracia A, Arsuaga JL, Martínez I, Lorenzo C, Carretero JM, Bérmudez de Castro JM y Carbonell E (2009) Craniosynostosis in the Middle Pleistocene human Cranium 14 from the Sima de los Huesos, Atapuerca, Spain. Proc Natl Acad Sci. USA. 106:6573-8.

• Lovell NC (1990) Pattern of injury and illness in great apes: a skeletal analysis. Washington, DC: Smith-sonian Institution Press.

• Martínez I, Rosa M, Arsuaga JL, Jarabo P, Quam R, Lorenzo C, Gracia A, Carretero JM, Bermúdez de Castro JM, and Carbonell E (2004) Auditory capacities in Middle Pleistocene humans from the Sierra de Atapuerca in Spain. Proc Natl Acad Sci. USA. 101:9976-9981.

• Pilbeam D (2004) Th e anthropoid postcranial axial skeleton: comments on development, variation, and evolution. J Experim Zool (Mol Dev Evol) 302B:241-267.

• Platzer W (2000) Atlas de Anatomía: aparato locomotor. Barcelona: Ed. Omega.• Warneken F, Hare B, Melis AP, Hanus D y Tomasello M (2007) Spontaneous altruism by chimpanzees

and young children. Plos Biology 5:1414-1420.

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M.a Teresa Hernández Presas

Artículo

Ansel Adams, la naturalezade un fotógrafo

Ansel Adams, nature of a photographer

M.a Teresa Hernández Presas*

ResumenAnsel Adams es conocido por sus fotografías en blanco y negro

de los parques naturales de EEUU que son, hoy día, auténticos iconos para los fotógrafos de la naturaleza. Ecologista convencido desde joven, luchó por defen-der la naturaleza en su país. Su principal legado fue elevar la fotografía a un arte comparable a la pintura o la música, igualmente capaz de expresar la emoción y la belleza. Como recordaba a sus alumnos: «Es fácil hacer una fotografía, pero es más difícil hacer una obra maestra en fotografía que en cualquier otro medio artístico».

Palabras claveAnsel Adams. Fotografía. Parques naturales. Sistema de zonas. Vi-

sualización.

AbstractAnsel Adams is known for his black and white photography’s of

American natural parks that are nowadays true icons for photographers dedicated to nature. Convinced ecologist since a very young age, fought to defend nature in his country. His main legacy was to elevate photography to an art comparable to painting or music, equally capable of expressing emotion and beauty. As he re-minded his students: «It’s easy to take pictures, although it’s more diffi cult to create a master piece in photography than in any other artistic fi eld».

Key wordsAnsel Adams. Photography. Natural parks. Zone system. Visualiza-

tion.

* La autora es veterinaria y fotógrafa.

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Ansel Adams, la naturaleza de un fotógrafo

1. Sus comienzos y madurez fotográfi ca

Ansel Adams (1902-1984) nació en San Francisco, California, hijo único de una familia de clase alta. Su abuelo fundó un próspero negocio de tala de madera, que su padre continuó. Más tarde, Adams condenaría esa misma industria por la merma producida en los grandes bosques califor nianos.

Sus primeros años, al sur de la base militar de Presidio en San Francisco, estuvieron marcados por el entorno privilegiado en el que creció, que le permitío fomentar su curiosidad por la naturaleza en los parajes próximos al Golden Gate. A los cuatro años, sufrió la devastación producida por el terremoto de San Francisco de 1906, rompiéndose la nariz al golpearse con la valla del jardín. Aunque los médicos le recomendaron reparar el tabique nasal una vez alcanzada la madurez, nunca lo hizo.

El joven Ansel, hiperactivo y propenso a enfermedades leves y a la hipocondría, fue expulsado de varias escuelas por falta de atención, por lo que su padre decidió que debía ser educado en casa por su tía y por él mismo. Adams siempre recordó los años de su infancia y las enseñanzas de su padre, quien le inculcó las ideas de Ralph Waldo Emerson1: vivir una vida modesta y una moral guiada por una responsabilidad social hacia el hombre y la naturaleza. Gracias a su memoria foto-gráfi ca, aprendió rápidamente a leer música y a tocar el piano a los doce años. La música se convirtió en su principal interés y fue el complemento de su educación formal. Más tarde, el piano ocupó una parte fundamental en su vida y, de hecho, se transformó en su profesión como concertista.

En 1916, visitó por primera vez con su familia el parque nacional de Yosemite en California. Tras su primera impresión, escribió: «el esplendor de Yosemite sobre nosotros fue glorioso ... había luz por todas partes ... Una nueva era comienza para mí». Durante dicha visita su padre le regaló su primera cámara, una Caja Kodak Brownie, con la que realizó sus primeras fotografías con su entusiasmo habitual. Decidió volver a Yosemite al año siguiente con mejores cámaras y un trípode y ese invierno aprendió la técnica básica del cuarto oscuro trabajando a tiempo parcial para un clasifi cador de fotos de San Francisco.

A los 17 años se unió al Club Sierra2, un grupo dedicado a conservar las maravillas y los recursos del mundo natural. Adams, que no podía dejar de sentirse atraído por la magia del paisaje de Yosemite, regresó allí en 1920, pero en esa ocasión como vigilante en el LeConte Lodge.

Durante el verano, disfrutó de la vida al aire libre, acampando, haciendo sende-rismo y fotografi ando los parajes que tanto le cautivaban. El resto del año trabajó mejorando su interpretación y técnica pianística dando clases para conseguir ingresos adicionales y continuar con sus ambiciones musicales. Durante su estancia en Yosemi-

1 Poeta y fi losofo estadounidense (1803-1882) conocido por sus ideas y ensayos precursores del tras-cendentalismo a principios del siglo XIX.

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te aprovechó sus visitas al estudio de la familia Best, quienes le permitieron tocar su piano. Todavía tardó algunos años en darse cuenta de que sólo po-dría llegar a ser un músico mediocre. Comenzó a colaborar con el estudio Best, que vendía sus fotografías rea-lizadas en Yosemite, caracterizadas ya por la sensibilidad en la composición y la tonalidad. Con el apoyo y pro-moción de Albert Bender, hombre de negocios y marchante de arte, publicó su primer portfolio Parmelian Prints of the High Sierras tomadas con su cámara de fuelle utilizando placas de vidrio y un fi ltro de color rojo para aumentar los contrastes tonales. Ese primer portfolio fue un éxito, sus ganancias alcanzaron los 3.900 dólares y pronto recibió encargos comerciales.

Adams se dio cuenta de la impor-tancia en la impresión de la imagen, y el esmero y cuidado que debía poner en su reproducción para conseguir los efectos deseados. Por invitación de Bender, se unió al prestigioso Club Roxburghe, una asociación dedicada a la impresión de calidad y altos están-dares en las artes de la publicación. Estudió técnicas, tintas y diseño que más tarde aplicó a muchos de sus proyectos. Por desgracia, en ese momento la mayor parte de su trabajo en cuarto oscuro lo hacía en el sótano de la casa de sus padres, con las limitaciones que le suponía utilizar un equipo insufi ciente. Durante esta época experimentó con enfoques suaves, aguafuerte, bromóleo y otras técnicas pictóricas de los fotógrafos, como Alfred Stieglitz3, e intentó reproducir la fotografía artística a imitación de la pintura.

En la primavera de 1927, Ansel viajó por primera vez a Nuevo México, a las

2 El Club Sierra es una de las organizaciones más antiguas e infl uyentes de grupos ecologistas en los Estados Unidos. Fue fundada el 28 de mayo de 1892, en San Francisco, California, por el famoso conservacionista y ecologista John Muir.3 Alfred Stieglitz (1864-1946) Fotógrafo y marchante de arte estadounidense, impulsor y principal representante de la corriente fotográfi ca pictoralista.

Retrato de Ansel Adams. Apareció por primera vez en el Yosemite Field School Yearbook, 1950 (©J. Malcolm Greany, US Federal Government;

cortesía de Wikimedia Commons).

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colonias de Taos y Santa Fe. Rodeado de artistas, escritores y fotógrafos, no pudo encontrar un lugar mejor para experimentar distintas técnicas y aprender de su entorno. Sus fotografías del pueblo de Taos marcaron una transición en su trabajo. Mantenían todavía su estilo pictórico con enfoques suaves e impresiones cálidas, pero su organización geométrica y su realismo sin sentimentalismo mostraban los primeros signos en su evolución hacia la fotografía directa. Probablemente esta etapa en Taos hizo que fi nalmente se inclinara por un enfoque más realista basado en la nitidez, en un cuidado contraste, una exposición precisa y la artesanía del cuarto oscuro.

En 1928, Ansel Adams y Virginia Best se casaron en el valle de Yosemite y su matrimonio marcó el fi nal de sus ambiciones musicales. Tras la muerte de su padre, Virginia heredó el estudio Best. El estudio, hoy conocido como Th e Ansel Adams Gallery, sigue siendo propiedad de la familia.

A fi nales de la década de los años 20, empezó a trabajar como fotógrafo ofi cial para el Club Sierra. Su papel en el Club creció rápidamente y se convirtió en una etapa relevante para su éxito como fotógrafo. Con un carácter combativo, sugirió propuestas de mejora en los parques naturales y pronto fue conocido como el artista defensor de Yosemite.

En los años de la Gran Depresión, algunos fotógrafos como Dorothea Lange y Walker Evans4 sostenían la idea de que su obligación moral era dar a conocer al público la dureza de las condiciones de aquella época a través de su trabajo. A di-ferencia de ellos, Adams se centró en salvaguardar el entorno de Yosemite, en parte motivado por el aumento de la especulación en el valle y, en parte, por el creciente número de visitantes. En 1934 fue elegido miembro de la junta directiva del Club Sierra y en los años en los que estuvo vinculado al club, éste se convirtió en un poderoso lobby nacional a favor de la protección del medio ambiente.

Los años 30 fueron particularmente productivos y el trabajo de Adams alcanzó su madurez. Conoció a Paul Strand5 quien le infl uyó en gran medida a la hora de tomar la decisión de dedicarse profesionalmente a la fotografía.

A principio de la década, logró su primera exposición en solitario en el Institu-to Smithsonian con 60 imágenes tomadas en High Sierra en California. Recibió excelentes críticas del Washington Post, pero, a pesar de su éxito, sintió que su trabajo no estaba a la altura del de Strand. Decidió entonces incluir en su obra naturaleza muerta y trabajó con esmero y minuciosidad las exposiciones largas a luz natural y diafragmas cerrados, creando detalles nítidos con una amplia gama de tonalidades.

Adams también comenzó a publicar ensayos en revistas de fotografía y escribió su primer manual, Making a Photograph, en 1935. Al mismo tiempo, inició su labor docente. Siguiendo el ejemplo de Stieglitz, abrió su propia galería de arte y fotografía en San Francisco y empezó a recibir encargos comerciales que le permi-tían complementar sus ingresos. Hasta la década de los setenta, Adams dependió económicamente de los proyectos comerciales y algunos de sus clientes eran empre-

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sas como American Trust, Kodak, Zeiss, Pacifi c Gas & Electric, AT&T o la re-vista Fortune.

En 1939, colaboró en la creación del Departamento de fotografía del Museo de Arte Moderno de Nueva York, uno de los primeros del mundo en tradición e importancia en el arte de la fotografía. Además, fue contratado por el Depar-tamento de Interior de los Estados Unidos para realizar algunos reportajes fotográfi -cos de los parques naciona-les y reservas indias con el fi n de decorar los murales del propio edificio, pero su trabajo fue interrumpi-do por la Guerra. Durante los años de la contienda, trabajó como consultor de las Fuerzas Armadas, en la ofi cina de Información de Guerra, como formador de fotógrafos militares y reali-zó fotografías de las insta-laciones secretas de Japón en las Aleutianas. Tras el ataque a Pearl Harbor en 1941, Adams se interesó por conocer el campo de concentración de los japoneses-americanos de Manzanar, en California, y pidió per-miso para visitarlo y fotografi arlo. El resultado de aquella visita apareció publicado en su conocido trabajo Born free and equal: the story of loyal japanese-americans.

Durante la década de los cincuenta, la empresa Polaroid le encargó probar los

4 Dorothea Lange (1895-1965) y Walker Evans (1903-1975) renombrados fotoperiodistas conocidos por su obra sobre la Gran Depresión.5 Paul Strand (1890-1976), uno de los precursores de la «fotografía directa» o «fotografía realista».

Pórtico de la Misión de San Jerónimo en Taos Pueblo (Nue-vo México, EEUU). La imagen pertenece a la serie Photogra-phs of National Parks and Monuments, 1942 (©Ansel Adams, National Archives and Records Administration, US Federal

Government; cortesía de Wikimedia Commons).

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primeros prototipos de su sistema de película de autorrevelado y se convirtió en consultor de la compañía. Muchas de sus fotografías las realizó con los productos de Polaroid, pero en los últimos veinte años de su carrera la Hasselblad fue su cámara de elección.

2. Visualización y el sistema de zonas

A principios del siglo XX, las artes buscaron un lenguaje propio de expresión. Así, en fotografía surgió el movimiento de la fotografía directa no manipulada y la obra de Adams puede inscribirse en este contexto, con imágenes defi nidas por su admirable realismo, una composición original y un control perfecto de las zonas.

En 1932 un grupo de jóvenes fotógrafos creó una sociedad a la que llamaron Grupo f/64. Este término hacía referencia al número de diafragma más alto que se

Niñas internadas practicando calistenia en el Campo de concentración Manzanar (Owens Valley, California, EEUU), 1943 (©Ansel Adams, National Archives and Records Administration,

US Federal Government; cortesía de Wikimedia Commons). 

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utilizaba para garantizar la máxima nitidez. El 1 se correspondía con el diafragma más abierto y, a través de valores intermedios, se llegaba al 64, el más cerrado. Entre los fundadores estaban el propio Adams, Imogen Cunningham, John Paul Edwards, Sonya Noskowiak, Henry Swift, Willard Van Dyke y Edward Weston. Estos autores sostenían que la creación en fotografía debía limitarse a los medios estrictamente fotográfi cos tratando de plasmar la escena con el máximo realismo tal como el ojo humano lo observa. Su trabajo se caracterizaba por la utilización de cámaras de gran formato y números muy altos de diafragma y su teoría estética se basaba en las cualidades que, según el grupo, debían concurrir en una fotografía: el correcto y preciso enfoque de la imagen hasta en los mínimos detalles; la impresión por contacto en papel brillante en blanco y negro, y fotografías montadas sobre superfi cies blancas para resaltar la gama tonal. El trabajo desarrollado por el Grupo f/64 contrastaba con el estilo de la época, en la que se practicaba una fotografía artística mediante el manipulado de negativos y copias con un coloreado manual. De los trabajos realizados por el grupo, destacaría la visualización y el sistema de zonas desarrollado por Ansel Adams.

Uno de los conceptos fundamentales que Adams introdujo fue el de la «visuali-zación»: el proceso de observar un objeto, imaginar su impresión fi nal y ejecutar los pasos necesarios para lograr la imagen fotográfi ca deseada. Poseía el talento para imaginarlo acabado, esforzándose por conseguir un resultado perfecto ya que una buena toma podía ahorrar mucho trabajo de laboratorio. «Mi acercamiento básico a la fotografía depende de la visualización de la impresión fi nal antes de hacer la exposición. Cuando visualizas la fotografía, no es sólo una forma de verlo en la mente sino una cuestión de sentimiento: apreciar las diferentes calidades que deseas obtener en la impresión fi nal... El negativo se puede comparar con una partitura musical. Está listo para su interpretación: la impresión», explicaba Adams.

Su fi losofía y forma de trabajar partía de un estudio exhaustivo de todos los componentes que iba a utilizar, un proceso que requiere no sólo conocimientos técnicos, sino también la sensibilidad artística del fotógrafo. El punto de partida de la toma era una plataforma montada sobre el techo de su coche, lo que le brindaba un perfecto lugar de observación y una panorámica mejor. Adams solía fotografi ar sus paisajes con cámaras de gran formato, que utilizaban una placa por cada carga y proporcionaban más calidad por el tamaño de su negativo. Cuidaba la lente, así como el uso o no de fi ltros para oscurecer los cielos. Su obsesión por la nitidez le llevaban a recurrir a la película de grano más fi no existente entonces y los productos químicos adecuados para su revelado, como el virador de selenio que da una gran estabilidad a las copias y las protege del paso del tiempo, además de ofrecer una mayor zona de rango tonal al producir sombras más intensas con mayor detalle. La secuencia de pasos para explicar la creación de una fotografía fue descrita por Adams en tres fases y refl ejada en sus libros: Th e camara, Th e negative y Th e print (véase el apartado Referencias).

Fue ese control de la exposición y los matices lo que determinó la defi nición

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del sistema de zonas de Adams. El sistema de zonas implicaba previsualizar las tonalidades antes de realizar la fotografía, imaginar previamente la escena fi nal que quedaría plasmada en la copia. Desde el momento en que medía las luminosida-des hasta que hacía los ajustes fi nales durante el positivado, se distribuían todas las tonalidades en zonas. El paso más importante era decidir el tono principal y asignarlo a una de las zonas. Adams consideró diez zonas desde el negro sólido hasta el blanco puro. Cada zona podía ser defi nida, además de por el tono, tex-tura y detalle, por su medida fotométrica en términos de números f (diafragmas) y velocidades de obturación.

Esta metodología solo era posible con una planificación y ejecución minuciosa aunque con la práctica la aplicación del sistema de zonas llega a ser muy rápida. Ansel Adams escribió: «la gente me pregunta por qué no me limito a tomar la foto sin complicarme la vida con todos esos líos técnicos: Yo respondo que, gracias a mi experiencia de campo, adoptar todas esas decisiones solo me lleva tres segundos».

Éste sistema se extendió entre los fotógrafos en blanco y negro de la segunda mitad del siglo XX. Los conceptos de Adams eran claros, universales y relativamente fáciles de adaptar a las técnicas aplicadas tanto a la fotografía analógica en blanco y negro como a la fotografía digital. De hecho, en la introducción de su libro Th e negative, comentaba: «Aguardo con impaciencia nuevos conceptos y procesos. Creo que la imagen electrónica será el siguiente avance importante. Esos sistemas tendrán sus propias características estructurales, inherentes e ineludibles, y tanto el artista como el técnico deberán hacer un esfuerzo por comprenderlos y controlarlos».

3. Su defensa del medio ambiente

Además de ser un extraordinario fotógrafo, fue ecologista, amante y defensor de la naturaleza a lo largo de toda su vida. Sus imágenes refl ejaban su sentir y su pasión por la belleza que contienen. Fue criticado por sus colegas coetáneos ya que en sus fotografías no solía haber personas. Tras los horrores de la gran Guerra, el célebre fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson6 dijo de él: «El mundo se está cayendo a pedazos y todo lo que Adams fotografía son piedras y árboles». Él respondía a las críticas afi rmando que «la comprensión del mundo inanimado y animado ayuda a sostener el equilibrio en el mundo en que vivimos». No obstante, también realizó retratos y reportajes, como los mencionados de Manzanar o los ensayos realizados con Dorothea Lange sobre la vida de los mormones en Utah.

Solía decir que no le gustaba el término «fotógrafo de la naturaleza», pero aún se sentía más consternado por las opiniones que vertían los críticos sobre la concep-

6 Henri Cartier-Bresson (1908-2004), fotógrafo francés considerado por muchos el padre del fotorre-portaje y primer fotógrafo en exponer en el Museo de Louvre de París.

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ción «realista» de su trabajo. Él replicaba que su manera de transmitir no era «el mero registro de la realidad externa —el evento externo—, sino que su intención era transmitir el contenido emocional de una escena, el evento interno». Tal vez por eso su trabajo ha sido casi exclusivamente en blanco y negro y precisamente fueron esas fotografías en blanco y negro las que transformaron la conciencia de los estadounidenses hacia la defensa de su entorno natural.

En los años 30, Adams comenzó a utilizar su trabajo para suscitar el interés de organizaciones y particulares en la protección del medio ambiente. Fue en esa época cuando el Club Sierra luchó por la creación del estatus de parque nacional en la región de Kings River, en la cadena montañosa de Sierra Nevada. Adams publicó una edición limitada de fotografías titulada Sierra Nevada: Th e John Muir Trail, como parte de los esfuerzos para asegurar la designación del Sequoia y Kings Canyon como parques nacionales. Este libro y su testimonio ante el Congreso jugaron un papel crucial en el éxito de la iniciativa, lo que infl uyó en el Secretario del Interior y el

Vista desde una montaña del Cañón de Chelly (Arizona, EEUU) (©Ansel Adams, National Archivesand Records Administration, US Federal Government; cortesía de Wikimedia Commons).

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Ansel Adams, la naturaleza de un fotógrafo

presidente Franklin Roosevelt para que fi nalmente, en 1940, el Congreso designara el área como parque nacional.

Tanto por encargos del gobierno como de empresas privadas, Adams realizó nu-merosos reportajes por todo el país. Sus fotografías de paisajes abruptos y especta-culares pronto empezaron a hacerse populares. Sus series de los Parques Nacionales de Yosemite, las Montañas Rocosas, El Gran Cañón, Yellowstone, Zion o Mesa Verde fueron las más reconocidas, lo que contribuyó a convertirlos en verdaderos iconos de la nación.

Consciente del continuo desarrollo y la consiguiente pérdida de la virginidad de las tierras, Adams abogó por un crecimiento equilibrado, pero lamentó las conse-cuencias negativas producidas por los estragos del progreso. En sus viajes a Yosemite, se preocupó por la creciente aglomeración de visitantes en éste y otros parques, y trató de sensibilizar sobre los principios fundamentales de la Ley de Parques Nacio-nales promulgada en 1916: los parques deben mantenerse absolutamente intactos para su disfrute por las generaciones venideras. En una carta a la Asociación de Parques Nacionales, declaró: «Nuestras difi cultades nacen de que nos preocupamos más por los síntomas y lo que verdaderamente deberíamos atacar es la causa de raíz: la profanación de los ideales de la vida silvestre y de los parques».

Adams trabajó en estrecha colaboración con la Wilderness Society 7 en sus esfuerzos por proteger las vastas tierras vírgenes de Alaska, prioritarios desde su primera visita a este territorio del norte de los Estados Unidos. A pesar de lo que podría suponer, empleó sus fotografías para cautivar a la gente y hacerla sentir la necesidad de con-templar por sí mismos la esencia del Monte McKinley, al igual que él experimentó en sus viajes. «La recompensa de la visión de los paisajes de Alaska», les diría a los estudiantes en sus talleres de Yosemite, «te cambia la vida. Tienes que sentir las rocas, beber el agua pura, explorar los grandes territorios, dormir bajo las estrellas y despertar con la brisa fresca del amanecer. Estas experiencias son patrimonio de la humanidad». En defensa de este territorio, envió al presidente James Carter una copia de su fotografía Mount McKinley and Wonder Lake, del Parque Nacional de Denali.

En la década de los sesenta, antes de que se llegara a hablar de movimientos ecologistas, Ansel Adams se consolidó como una fi gura relevante en la defensa del medio ambiente. Fue invitado a dar conferencias, escribió cientos de cartas y editoriales para periódicos, sus fotografías fueron utilizadas para recaudar fondos y acudió en varias ocasiones al Congreso de los Estados Unidos para defender sus propuestas y discutir temas ambientales. «Cada vez soy más consciente de lo preciosa que la Tierra es en realidad y los peligros que puede ocasionar maltratarla. Trato de vivir con una promesa: escribir diariamente una carta, o una postal, o hacer

7 Th e Wilderness Society, fundada en 1935, es la principal organización de conservación del medio ambiente estadounidense.

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Las montañas Gran Tetón y el río Snake (Wyoming, EEUU), 1942 (©Ansel Adams,US Federal Government; cortesía de Wikimedia Commons).

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una llamada telefónica en las que pueda explicar la necesidad de la protección de nuestro entorno. He utilizado mis fotografías para defender esta causa».

Durante los setenta dedicó gran parte de su tiempo a recuperar y reimprimir negativos, en parte para satisfacer la gran demanda de los museos de arte que habían creado, por fi n, departamentos de fotografía y deseaban exponer su obra. Quería, además, que su trabajo fuera visto por el gran público, por lo que eligió tres imágenes Moonrise, Winter Sunrise y Th e vertical of Aspens para imprimir con ellas algunos carteles fácilmente asequibles para todo el mundo.

En 1975 fue invitado a la Casa Blanca por el presidente Gerald Ford y apro-vechó para expresarle su inquietud sobre la excesiva explotación comercial y la mala gestión que amenazaban los parques nacionales. Le entregó un documento con diferentes iniciativas para la defensa ambiental y le instó a poner en marcha campañas para salvaguardar el patrimonio histórico. Le obsequió con una copia de su fotografía Yosemite: Clearing Winter Storm. «Ahora, señor Presidente, cada vez que mire esta imagen quiero que recuerde su obligación para con los parques nacionales».

Entre las distinciones que recibió, en 1966 fue elegido miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias; le fue otorgado el doctorado en Arte de las Universidades de Harvard y Yale; fue galardonado con el Premio John Muir del Club Sierra en 1963, el Premio al Servicio de Conservación del Departamento de Interior en 1968 y el Premio Internacional de la fundación Hasselblad en 1981. En 1985, dos áreas de California pasaron a denominarse: región Ansel Adams Wilderness y el Monte Ansel Adams. Además, su nombre fue incorporado en el Salón de la Fama por el gobernador de ese Estado en 2007.

En diciembre de 1980, justo antes de terminar su mandato, el presidente Carter fi rmó el acta de conservación y protección de más de 40 millones de hectáreas de territorio en Alaska, el más extenso de la historia. Ese mismo año, le otorgó la medalla nacional de la Libertad por su trabajo en favor de la defensa del medio ambiente. En su discurso, Carter dijo: «... Ansel Adams ha sido un visionario en sus esfuerzos para conservar las áreas silvestres de este país... Atraído por la belleza de la naturaleza, es considerado por los ecologistas como un monumento en sí mismo y por los fotógrafos como una institución nacional...».

Adams sufrió un cáncer de páncreas y murió el 22 de abril de 1984 por un fallo cardíaco.

Sus imágenes, con el paso del tiempo se han convertido en auténticos símbolos de Norteamérica; pero, sin duda, su contribución más importante fue utilizar la fotografía en interés de la conservación del medio ambiente, inspirar a muchos fotógrafos a plasmar la belleza de los escenarios naturales y despertar en nuestra conciencia la necesidad de defender la vida salvaje.

Desde un punto de vista crematístico, el valor total de sus fotografías supera los 25 millones de dólares y la cifra más alta pagada por una sola copia llegó a los 609.600 dólares en una subasta de Sotheby’s en Nueva York en 2006. Su fotografía

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Th e Tetons and the Snake River fue una de las 115 imágenes sobre las características de la Tierra que llevó a bordo la nave espacial Voyager, seleccionadas para informar a una posible civilización extraterrestre.

Referencias

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La genética de los matrimonios consanguíneos

Artículo

La genética de los matrimoniosconsanguíneos

The genetics of consanguineous marriage

Francisco C. Ceballos y Gonzalo Álvarez*

ResumenLas uniones entre parientes han sido muy comunes desde las prime-

ras etapas de la evolución humana. Incluso hoy día los matrimonios consanguíneos y sus descendientes suponen aproximadamente el 10,4% de la población mundial. Se ha visto que los hijos de estas uniones tienen una elevada probabilidad de padecer enfermedades mendelianas recesivas, así como enfermedades complejas de naturale-za multifactorial tales como cáncer, esquizofrenia, o depresión. Hasta ahora no se tenían datos que permitiesen analizar los efectos de la alta consanguinidad en las poblaciones humanas, sin embargo, el estudio de las dinastías reales europeas de la Edad Moderna ha abierto una nueva perspectiva.

Palabras claveConsanguinidad. Matrimonio consanguíneo. Dinastías reales.

AbstractConsanguineous marriage has been very common since the fi rst

stages of human evolution. Even nowadays it has been estimated that consanguine-ous couples and their progeny represent 10.4% of the global human population. It has been observed that the off spring of endogamy unions has a higher prob-ability of suff ering from recessive Mendelian diseases as well as complex multi-factorial diseases such as cancer, schizophrenia or depression. Until now it has been diffi cult to study the eff ect of high inbreeding rates as data is not available. Nevertheless, the analysis of the European royal dynasties of the Early Modern Age had provided new insights.

* Los autores trabajan en el Departamento de Genética, Facultad de Biología, Universidad de Santiago de Compostela (España).

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Key wordsInbreeding. Consanguineous marriage. Royal dynasties.

La importancia de los matrimonios consanguíneos en la evolu-ción de las poblaciones humanas y en la arquitectura familiar de muchas sociedades actuales está fuera de toda duda. El antropólogo Robin Fox ha llegado a afi rmar que el 80% de todos los matrimonios a lo largo de la historia fueron matrimonios consanguíneos. Esta afi rmación puede parecer un poco exagerada, pero se sabe que la consanguinidad ha estado siempre muy presente en las poblaciones de nuestra especie, incluso desde sus orígenes. La comunidad científi ca acepta que el grupo fundador de nuestra especie, Homo sapiens, fue pequeño, alrededor de 10.000 in-dividuos, y que la dispersión de esta población en grupos de cazadores-recolectores, hizo que los enlaces entre parientes tuvieran que ser muy comunes. Lo que siguió siendo habitual durante el lento crecimiento de las poblaciones humanas, por su exposición periódica a hambrunas, enfermedades y guerras que las diezmaban.

En las primeras etapas de las sociedades humanas, la consanguinidad fue sim-plemente la consecuencia directa de su reducido tamaño. Pero al fi nalizar la Edad Media y durante la Edad Moderna la población mundial empezó a crecer muy rápidamente, de suerte que a fi nales del siglo XVIII el tamaño de muchas comu-nidades era sufi cientemente grande como para que ningún individuo contrajese matrimonio con un pariente por mero azar. Sin embargo, en muchas sociedades los enlaces consanguíneos siguieron siendo muy comunes en todos los estamentos sociales.

Esta desviación de la elección de la pareja por azar o panmixia, como se de-nomina en genética de poblaciones, ha respondido a intereses sociales y econó-micos. En el caso de las dinastías reales y familias aristocráticas, los matrimonios entre parientes eran utilizados como un medio de establecer alianzas políticas, mantener los bienes dentro de la familia y asegurar la pureza de los linajes. En el mundo occidental, los matrimonios entre parientes fueron comunes entre las clases pudientes hasta mediados del siglo XX. Por ejemplo, en la Inglaterra Vic-toriana, personajes tan relevantes como Charles Darwin o la propia reina Victoria contrajeron matrimonio con familiares cercanos. En el Nuevo Mundo ocurrió lo mismo, la consanguinidad no se limitó a familias pobres y analfabetas, también fue practicada hasta recientemente por políticos ilustres como Th omas Jeff erson, John Francis Fitzgerald, Franklin D. Roosevelt o Lawrence Lowell, que fue pre-sidente de la Universidad de Harvard entre 1909 y 1933. Los matrimonios entre primos fueron ampliamente aceptados especialmente entre las clases altas. Como ejemplos de personajes conocidos que contrajeron matrimonio con sus primas podríamos citar entre otros al compositor Igor Stravinski, los escritores George

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Wells y Robin Milne, el director de cine David Lean, el físico Albert Einstein y el mafi oso siciliano Don Carlo Gambino.

La opinión pública occidental ve hoy los matrimonios entre parientes con recelo y considera que la consanguinidad es propia de sociedades de otras épocas o de comunidades remotas, pobres y analfabetas. Las razones de tal cambio de parecer son diversas y derivarían de la tradición religiosa y el desarrollo de las ciencias biomédicas, que han permitido mostrar los posibles problemas y riesgos que puede sufrir la descendencia de los enlaces endogámicos.

En la actualidad, los matrimonios consanguíneos y sus descendientes suponen alrededor del 10,4% de la población mundial, según cálculos efectuados por A. Bittles y M. Black, de la Universidad de Murdoch en Australia. En extensas re-giones de Asia y África los casamientos entre parientes son claramente preferidos, pues conllevan toda una serie de benefi cios sociales y económicos como mantener las propiedades y los bienes dentro de la familia y reducir los costes de la dote matrimonial. Así, en determinadas regiones de la India se ha visto que existe una relación inversa entre el grado de parentesco de los cónyuges y el precio de la dote: cuanto mayor es el parentesco más barato resulta el enlace. En estas comunidades, la relación entre la consanguinidad y el poder adquisitivo de las familias muestra una distribución en forma de «U». En la parte más baja de la escala de riqueza los costes de la dote son muy altos por lo que desposar a un familiar siempre es lo más asequible. En las cotas más altas de riqueza, donde el patrimonio que está en juego es mucho, lo más benefi cioso es que permanezca en la familia. Esto explica por qué en familias de bajo estatus socioeconómico como en las familias de alto poder adquisitivo son convenientes las bodas dentro de la familia; hecho que rompe, sin duda, con los estereotipos occidentales que consideran la endogamia típica de los escalafones sociales más bajos.

Por otra parte, en sociedades con herencia patrilineal, donde bienes y propiedades se transmiten a través del varón, la endogamia tiene la ventaja de que mejora la situación de la mujer y su integración dentro del núcleo familiar del cónyuge. Así se ha constatado una mayor facilidad a la hora de acordar enlaces y una relación más cercana entre los cónyuges, pues comparten educación, valores y extración social. En este tipo de sociedades patrilineales se ha observado también que la endogamia proporciona una mayor estabilidad matrimonial, menor tasa de divorcios y mayor autonomía de la mujer en comparación a los matrimonios exogámicos.

1. Los matrimonios consanguíneos en el mundo

Los estudios sobre la prevalencia de los casamientos entre familiares han puesto de manifi esto que la consanguinidad está ampliamente extendida hoy día por todo el mundo. En los estudios demográfi cos y clínicos se considera como matrimonio consanguíneo aquel que se produce entre individuos cuyo grado de parentesco es

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de primos segundos o de mayor cercanía, ya que los efectos biológicos sobre la descendencia de matrimonios con un grado de consanguinidad inferior a primos segundos son prácticamente indistinguibles de los observados en la población general. En la actualidad los enlaces endogámicos más frecuentes son las uniones entre primos (hermanos o segundos). Los matrimonios entre tío y sobrina no son muy comunes globalmente, aunque se pueden encontrar determinadas sociedades con una prevalencia muy alta de estos tipos de enlaces, como es el caso de la co-munidad hinduista del sur de la India, donde los matrimonios entre un hombre y la hija de su hermano son particularmente favorecidos. El grado más elevado de consanguinidad se corresponde a los enlaces incestuosos entre parientes de primer grado, es decir, uniones padre-hija, madre-hijo o entre hermanos carnales. Aunque es posible encontrar casos de uniones incestuosas en todas las sociedades, existe un tabú con respecto al incesto que es común a todas las culturas. Sería muy interesante conocer la prevalencia de las relaciones incestuosas en el mundo, pero, debido a su ilegalidad, por estar prohibidas por las cinco grandes religiones y su estigma social, no existen datos fi ables que permitan conocer su incidencia.

Los enlaces endogámicos no tienen una distribución homogénea en el mundo (fi gura 1). Las poblaciones de África y Asia son las que presentan un mayor porcentaje de matrimonios consanguíneos, con regiones donde más del 50% de los enlaces son entre parientes. En el África subsahariana, por ejemplo, del 35% al 50% del total de uniones conyugales son endogámicas. La comunidad africana donde se da una mayor proporción de casamientos consanguíneos se encuentra en Burkina Faso y pertenece a la etnia Fulani, donde más del 65% de las bodas son entre primos. En Asia muchas poblaciones estudiadas hasta la fecha también presentan una elevada proporción de uniones consanguíneas. En Afganistán, por ejemplo, el 55,4% de los matrimonios son entre parientes; este porcentaje asciende al 73,5% en el pueblo nómada de los Qashqai, provenientes de Irán. La mayor parte de estas uniones tienen lugar entre primos. Sin embargo, en la comunidad hindú del estado de Karnakata en el sur de la India, donde los enlaces entre familiares suponen el 33,5% del total, son más comunes las uniones entre tío y sobrina que las de primos.

En contraste, en Europa y América la prevalencia de matrimonios consanguíneos es mucho menor. Así, en el viejo continente, los países mediterráneos son los que registran mayor prevalencia. A España e Italia les corresponden, respectivamente, el 3,5% y el 1,6% de estas uniones, siendo los países europeos con más enlaces endogámicos. En países nórdicos como Gran Bretaña o Noruega su prevalencia es menor: 0,3%, y 0,4%, respectivamente. A su vez, el patrón de matrimonios con-sanguíneos en el continente americano es muy parecido al europeo. En América del Sur, Brasil y Colombia registran el 4,2% y el 2,8%, respectivamente; mientras que en los países del Norte, como EEUU o Canadá, apenas constituyen el 0,2% de los casamientos entre parientes en las poblaciones estudiadas.

Las actitudes de las distintas sociedades con respecto a la consanguinidad están determinadas por un sinfín de variables. Entre éstas, la religión, por su fuerte in-

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Figura 1.— Porcentaje de m

atrimonios consanguíneos en poblaciones de cuatro continentes

(datos de 450 poblaciones de 90 países extraídos de: ww

w.consag.net).

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fl uencia sobre los códigos morales y de conducta de las personas, tiene un gran peso en las costumbres matrimoniales por lo que su consideración puede arrojar un poco de luz sobre la peculiar distribución de la endogamia en el mundo.

Es importante apuntar que la consanguinidad no está asociada a ninguna religión en particular; es más, dentro de un mismo credo pueden existir diversas corrientes, aunque todas las religiones coinciden en prohibir el incesto. El Islam permite el matrimonio entre primos primeros, primos primeros dobles y primos segundos y, sin embargo, se prohíben expresamente los enlaces entre tío y sobrina. En el Corán no se encuentra ninguna guía específi ca que promueva las uniones consanguíneas; sin embargo, se relata que el profeta Mahoma casó a su hija Fátima con su pupilo y sobrino carnal, Alí. De este modo el casamiento entre un hombre y la hija del hermano de su padre son comunes en las sociedades musulmanas suníes (que cons-tituyen el grupo musulmán más importante de la comunidad islámica mundial), las cuales no solo se basan en el Corán sino también en la Sunna o, lo que es lo mismo, en la vida y obra de Mahoma. Esto explica por qué en la comunidad suní procedente de Pakistán que reside actualmente en Bradford (Gran Bretaña) el 67% de los enlaces son entre parientes.

A diferencia del Islam, el Hinduismo se caracteriza por su gran heterogeneidad, ya que sus distintas corrientes tienen actitudes completamente diferentes frente a la endogamia. La doctrina de Aria (región de la antigua Persia situada al norte de la India), que agrupa el conjunto étnico de los proto-indo-iranios, prohíbe expresa-mente la unión entre individuos relacionados hasta un grado de parentesco de siete generaciones. En las poblaciones hindúes del norte de la India apenas el 0,1% de los matrimonios son endogámicos, mientras que en las poblaciones musulmanas de la misma región este porcentaje asciende al 43%. En cambio, en los poemas sagrados de la doctrina hindú dravídica del sur de la India se encuentran numerosos ejemplos de enlaces endogámicos entre dioses y héroes. En consonancia, los pueblos de los estados de Andhra Pradesh, Karnakata y Tamil Nadu favorecen el vínculo conyugal entre tío y sobrina, y entre primos hermanos. El Budismo, la tercera religión asiática por importancia, y sus dos ramas más importantes, Th eravada y Mahayana, prohíben cualquier clase de enlace consanguíneo. Sin embargo, en Japón se han encontrado comunidades con más de un 15% de matrimonios consanguíneos.

En Occidente e Israel la actitud de los cristianos y judíos frente a la consangui-nidad se basa en el Levítico, tercer libro de la Biblia hebrea y de la Tora. En el Viejo Testamento son frecuentes las alusiones a enlaces entre familiares, por ejemplo, Abraham y Sarah son identifi cados como medio hermanos (Génesis 20:12) o los padres de Moisés, con una relación de tía y sobrino (Éxodo 6:20). El Levítico es muy claro con respecto a los enlaces endogámicos: «Ningún varón se llegue a parienta próxima alguna, para descubrir su desnudez. Yo Jehová» (Levítico 18:6). Sin embargo, cada credo hace su propia interpretación de las palabras de este libro sagrado. Así, el pueblo judío lo interpreta de manera laxa permitiéndose enlaces entre primos primeros y entre tío y sobrina. En EEUU, donde los matrimonios

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de primos hermanos son ilegales en 31 estados, ha habido autorizaciones para bodas entre familiares en determinadas comunidades de judíos ortodoxos como la de Rhode Island.

La actitud frente a la endogamia de las distintas ramas y credos del Cristianismo se caracteriza por su falta de uniformidad. La primera fuente de heterogeneidad tuvo su raíz en el gran cisma del siglo XI que dividió el Cristianismo en la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica romana. La Iglesia Ortodoxa hace una interpretación estricta del libro del Levítico prohibiendo cualquier tipo de enlace consanguíneo. Los católicos en cambio, aunque siguen las especifi caciones del libro sagrado pro-hibiendo los enlaces entre parientes relacionados hasta tres generaciones, pueden, previa dispensa, contraer matrimonio con familiares de cierto grado. Las parejas de primos hermanos o tío y sobrina pueden pedir una dispensa a nivel diocesano que les permite contraer matrimonio. Entre la constelación de Iglesias surgidas de la reforma protestante se adoptaron también las especifi caciones del viejo testamento (Levítico 18:7-18), aunque con una lectura libre y laxa, permitiéndose los enlaces entre primos primeros. Por ello, resulta curioso que, paradójicamente, los países católicos del sur de Europa e Iberoamérica presenten frecuencias más altas de ma-trimonios consanguíneos en comparación con los países protestantes, anabaptistas, anglicanos, luteranos y presbiterianos del norte de Europa y Norte América.

2. La base genética de la consanguinidad

Las primeras sociedades humanas en observar los efectos de la consanguinidad en los seres vivos fueron posiblemente las comunidades del Neolítico, que iniciaron los procesos de domesticación de animales y plantas hace aproximadamente diez mil años. Con la domesticación, los hombres empezaron a intervenir en la reproduc-ción de las especies buscando potenciar características concretas de los individuos. Los criadores y cultivadores se fueron dando cuenta de que a través de los cruces consanguíneos podían fi jar caracteres deseados y a la vez eliminar aquellos rasgos deletéreos no deseados. Aunque observaban una mayor mortalidad, menor fertilidad y mayor índice de enfermedades entre la descendencia de los cruces consanguíneos, también podían seleccionar aquellos individuos que se libraban de todos estos males por expresar caracteres adecuados. Con todo, aunque algunos de los efectos de los cruces consanguíneos se conocen desde hace miles de años, los mecanismos por los cuales actúa la consanguinidad no se empezaron a conocer hasta el desarrollo de la genética en el siglo XX. Gracias a los conocimientos que ésta ha proporcionado, los científi cos han comprendido que la endogamia incrementa el grado de homocigosis de los individuos y las poblaciones.

Un individuo descendiente de una unión consanguínea tiene una mayor pro-babilidad de ser homocigoto (portador de alelos idénticos en el mismo gen) en comparación con otro cuyos padres no estén emparentados. Esto es debido a que,

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en el primer caso, los dos alelos de un determinado gen pueden ser idénticos por descender de un alelo determinado presente en un antepasado común de los padres del individuo consanguíneo. Las consecuencias para el organismo de un incremento de la homocigosis son claras: los caracteres genéticos recesivos se pueden presentar con una alta probabilidad en la descendencia de los enlaces consanguíneos como consecuencia del incremento de homocigosis producido por la endogamia.

El coefi ciente de consanguinidad (F) es utilizado por los genéticos como una medida del grado de consanguinidad y varía desde el 0% hasta el 100%. Un individuo nacido de un enlace entre hermanos, por ejemplo, tiene un 25% de probabilidad de heredar dos alelos idénticos para un gen dado; en el caso de la descendencia de un enlace tío-sobrina esta probabilidad es del 12,5%; del 6,5% para la progenie de primos hermanos; y 1,56% para la descendencia de primos segundos. El valor del coefi ciente de consanguinidad de un individuo se puede obtener a partir de su información genealógica; es decir, se puede calcular a partir de su pedigrí. Estudios recientes con marcadores moleculares han puesto de manifi esto que el coefi ciente de consanguinidad de un individuo es un estimador muy preciso del grado de homocigosis de su genoma.

Una de las consecuencias clínicas más importantes es que los descendientes de un matrimonio consanguíneo tienen una elevada probabilidad de sufrir una enfermedad recesiva mendeliana. Ya a principios del siglo XX, Archibald E. Garrod (1857-1936), uno de los pioneros en el campo de los errores congénitos del metabolismo, se percató de que una gran proporción de pacientes afectados de alcaptonuria, un trastorno hereditario recesivo, eran descendientes de enlaces consanguíneos. Desde entonces, un gran número de estudios ha puesto de manifi esto la alta tasa de des-órdenes genéticos recesivos que presenta la progenie de enlaces endogámicos. En Europa y en Japón, por ejemplo, se ha encontrado que la frecuencia de uniones entre primos hermanos es más alta en los progenitores de individuos afectados por albinismo, fenilcetonuria, ictiosis congénita y microcefalia que en la población ge-neral. Además, cuanto más rara es la enfermedad recesiva en la población, mayor es la proporción de enlaces consanguíneos entre los progenitores de los individuos afectados, y este efecto es mayor cuanto más cercana es la relación de parentesco de los cónyuges. Todos estos hechos son consecuencia del incremento de homocigosis producido por la consanguinidad y están de acuerdo con las predicciones de los modelos teóricos de la genética de poblaciones.

A diferencia de lo que sucede con las enfermedades mendelianas, la relación de la endogamia con las enfermedades complejas de naturaleza multifactorial es peor conocida. Sin embargo, poco a poco se van encontrando pruebas de la relación entre consanguinidad y estas enfermedades. Así, en las pequeñas poblaciones de las Islas de Dalmacia (Croacia) se investigó el efecto de la endogamia sobre la prevalencia de 10 enfermedades complejas que afectan al individuo en la última etapa de la vida: enfermedad coronaria, ictus, cáncer, esquizo frenia, depresión unipolar y bipolar, asma, diabetes tipo II, gota, úlcera péptica y epilepsia. La

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disponibilidad de información genealógica para los individuos estudiados permitió agrupar a las poblaciones en tres grupos con niveles promedio de consanguini-dad alto (F=3,6%), medio (F=1,3%) y bajo (F=0,6%). En las poblaciones más consanguíneas se encontró un incremento de la prevalencia de gota, depresión, ulcera péptica, esquizofrenia, cáncer, epilepsia, enfermedad coronaria, ictus y asma, aunque para las tres últimas enfermedades el incremento no fue estadística mente signifi cativo. Entre el 23% y el 48% de la incidencia de estas enfermedades se pudo atribuir a la consanguinidad. En otra investigación realizada en 24 pueblos de las mismas islas se encontró una fuerte relación lineal entre la consanguinidad y la tensión arterial. Un incremento del coefi ciente de consanguinidad (F) del 1% se traduce en un aumento de aproximadamente 3 mm de Hg en la tensión sistólica y 2 mm en la diastólica. Se estima que varios cientos de genes pueden infl uir en la variación total de la tensión arterial, lo que explicaría del 10% al 15% de dicha variación.

Estos descubrimientos apoyan la idea de que existe un importante componente poligénico en la susceptibilidad a distintas enfermedades complejas que viene deter-minado por numerosos alelos deletéreos recesivos distribuidos por todo el genoma. El estudio de poblaciones consanguíneas puede ser de gran utilidad para determi-nar la infl uencia genética sobre las enfermedades complejas, ya que los individuos consanguíneos están expuestos a efectos fenotípicos más intensos que los registrados en los individuos de una población no consanguínea.

El incremento de la homocigosis por causa de la endogamia también puede pro-vocar efectos insospechados como, por ejemplo, una mayor susceptibilidad a sufrir enfermedades infecciosas. En comunidades de Asia y África se ha constatado un aumento de casos de tuberculosis y hepatitis B entre la población endogámica. Se ha encontrado una relación entre la homocigosis y la susceptibilidad para padecer infecciones bacterianas al estudiar 137 marcadores microsatélites* repartidos por todo el genoma en niños procedentes de Kenia, que habían fallecido por distintas infecciones bacterianas, en comparación a una muestra control de niños sanos. Se puede concluir que la homocigosis para 5 marcadores microsatélites está altamente asociada con la mortalidad infantil en esas comunidades. Estos resultados sugieren que la homocigosis contribuye signifi cativamente a la mortalidad infantil producida por infecciones bacterianas.

3. La depresión consanguínea

El incremento de la homocigosis provocada por la consanguinidad puede afectar

* N. de la R.- Las Short sequence repeat (SSR) o los Short tandem repeat (STR), denominados también microsatélites, son secuencias de ADN en las que un fragmento —cuyo tamaño varía desde uno hasta seis nucleótidos— se repite de manera consecutiva. La variación en el número de repeticiones crea diferentes alelos.

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negativamente a rasgos del organismo como la supervivencia y la fertilidad, un fenómeno que se denomina depresión consanguínea.

El naturalista inglés Charles Darwin fue el primer científi co que llevó a cabo un programa experimental de investigación sobre los efectos perjudiciales de la endo-gamia en los seres vivos. Darwin investigó los efectos de la autofecundación en 57 especies de plantas mediante cuidadosos experimentos realizados en el invernadero de la Down House, cuyos resultados publicó en 1876 bajo el título Th e Eff ects of Cross and Self Fertilisation in the Vegetable Kingdom. Los resultados de estas investigaciones pusieron de manifi esto que los descendientes de las plantas autofecundadas son de menor talla y peso, fl orecen mas tarde y producen menor cantidad de semillas en comparación con la descendencia de plantas reproducidas mediante fecundación cruzada. De esta forma documentó el fenómeno de la depresión consanguínea. Es conocido que Darwin se embarcó en estas investigaciones para explicar por qué nu-merosas especies de plantas tienen sistemas que evitan la autofecundación y por qué la reproducción cruzada es la más común en la naturaleza. Sin embargo, es posible que tuviese también un interés personal en conocer los efectos de la endogamia, pues él mismo se había casado con su prima hermana, Emma Wedgwood, con la que tuvo 10 hijos a lo largo de su vida. Darwin estuvo siempre muy preocupado por sus hijos ya que éstos tuvieron una salud muy frágil y padecieron numerosas enfermedades. De hecho, tres de ellos murieron antes de cumplir los 10 años. Llegó a pensar que su descendencia había heredado su propia constitución enfermiza y sospechó que ésta se había potenciado por la relación consanguínea con su esposa. El interés de Darwin por la endogamia fue tal que llego a sugerir a su vecino y miembro del parlamento, John Lubbock (1834-1913), en una carta fechada el 17 de julio de 1870, que se añadiese una pregunta sobre la relación de parentesco de los cónyuges en el censo de 1871 a fi n conocer los posibles efectos biológicos de los matrimonios consanguíneos. En la Inglaterra Victoriana el matrimonio entre primos primeros era ampliamente aceptado por las clases medias y altas, de hecho tres de los hermanos de Emma se casaron con parientes: Josiah Wedgwood III se casó con su prima hermana Carolina Darwin, la hermana de Darwin, Hensleigh Wedgwood, lo hizo con su prima hermana Frances MacKintosh y Henry Wedgwood se casó con su prima hermana doble Jessie Wedgwood.

Las preocupaciones de Darwin con respecto al matrimonio con su prima se han considerado exageradas e infundadas hasta hace bien poco, pues ¿cómo iban a ser extrapolables los resultados de la autofecundación de las plantas a un matrimonio entre primos hermanos en el hombre... y además de la alta burguesía inglesa? En una reciente publicación que recoge los resultados de una investigación llevada a cabo por los autores en la Universidad de Santiago de Compostela en colaboración con Tim Berra de la Universidad de Ohio (EEUU), se ha podido demostrar que la preocupación de Charles sobre los efectos adversos del matrimonio con su prima estuvo plenamente justifi cada. A partir de la numerosa información existente sobre las familias Darwin y Wedgwood se construyó la genealogía Darwin/Wedgwood, que

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permitió calcular el coefi ciente de consanguinidad de los miembros pertenecientes a cuatro generaciones consecutivas, incluyendo al propio Charles Darwin y a su descendencia. En los descendientes de 25 matrimonios de la dinastia, el coefi ciente de consanguinidad y la mortalidad hasta los 10 años muestran una clara asociación positiva. En el caso particular de los hijos de Darwin, estos tuvieron un f=6,30% y experimentaron una mortalidad a los 10 años del 30%, de las más altas de la dinastía. Por otro lado, de los tres hijos de Darwin que fallecieron prematuramente, dos lo fueron por enfermedades infecciosas: Anne Elizabeth muy probablemente de tuberculosis infantil y Charles Waring de escarlatina. Como se ha comentado ante-riormente la consanguinidad es un factor de riesgo que aumenta la susceptibilidad a enfermedades infecciosas. Todos estos resultados recientes avalan la sospecha de Darwin de que la endogamia jugó un papel muy importante en los problemas de salud de sus hijos. Una vez más, la increíble capacidad de observación y la inmensa intuición del genio inglés se hacen patentes.

Actualmente existe una gran cantidad de información sobre la depresión consan-guínea en la supervivencia pre-reproductiva humana. La mayor parte de esta infor-mación procede de los hijos de primos hermanos, ya que este tipo de matrimonio entre familiares es el más frecuente. La mortalidad infantil hasta los 10 años presenta un incremento medio del 3,5% en los hijos de primos hermanos (F=6,25%) en comparación a la descendencia de padres no emparentados. Conviene tener pre-sente, sin embargo, que esta cifra es un valor promedio estimado a partir de datos de 69 poblaciones en 15 países procedentes de cuatro continentes y no refl eja la gran variación de la depresión consanguínea en las distintas poblaciones. Así, el coste de la consanguinidad para hijos de primos hermanos puede variar desde un incremento de mortalidad del 0% hasta el 19%, según la población considerada. El grado de depresión consanguínea para valores de consanguinidad superiores al nivel de primos hermanos, es decir, correspondientes a valores del coefi ciente de consanguinidad por encima de 6,25%, es poco conocido.

Existen algunos estudios de depresión consanguínea en la descendencia de enlaces incestuosos (F=25%), pero los resultados obtenidos son difíciles de interpretar debido a los problemas derivados del pequeño tamaño de la muestra, el sesgo de los datos y la falta de controles adecuados. Recientemente, sin embargo, las investigaciones con dinastías reales han abierto nuevas oportunidades para el estudio de los niveles elevados de consanguinidad. En las dinastías reales europeas de la Edad Moderna, por ejemplo, los casamientos consanguíneos como tío-sobrina o primos hermanos fueron muy frecuentes a lo largo de las generaciones y los registros genealógicos disponibles para estas dinastías son muy amplios. Por consiguiente, se pueden construir pedigríes extendidos que abarcan un gran número de generaciones y que hacen posible el cálculo preciso de los coefi cientes de consanguinidad.

Una de las dinastías más importantes de la Europa de la Edad Moderna fue la Casa de Habsburgo (o de Austria), constituida por dos linajes principales: los Habsburgo españoles y los Habsburgo austriacos. En España, los reyes Habsburgo gobernaron

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Figura 2.— Pedigrí de los reyes españoles de la Casa de Austria representado en forma de cadena de descendencia (según Álvarez et al., 2009). Entre paréntesis se muestran los coefi cientes de

consanguinidad.

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su Imperio desde 1516 hasta 1700, año en el que el último monarca español de la casa de Austria, Carlos II, falleció sin dejar descendencia. Carlos II fue llamado «el hechizado» debido a las múltiples enfermedades y dolencias que sufrió a lo largo de toda su vida. Numerosos historiadores han señalado la consanguinidad como una posible causa de las enfermedades de dicho monarca y en última instancia, de la desaparición del linaje Habsburgo en España.

La hipótesis de la consanguinidad como causa de la extinción de la dinastía Habsburgo española ha sido investigada desde una perspectiva genética por los autores en colaboración con Celsa Quinteiro, de la Fundación Pública de Medi-cina Genómica del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela. La incidencia de matrimonios consanguíneos entre los reyes Habsburgo españoles fue extraordinariamente elevada. Desde Felipe I hasta Carlos II, los Habsburgo espa-ñoles contrajeron un total de 11 matrimonios, nueve de los cuales fueron enlaces entre parientes (el 81,8%). En un período de tan solo cinco generaciones se pro-dujeron dos matrimonios entre tío y sobrina, uno entre primos hermanos dobles, uno entre primos hermanos, dos entre tío y sobrina segunda, uno entre primos segundos y dos entre primos terceros. La fi gura 2 muestra una genealogía parcial de los reyes españoles de la Casa de Austria. El coefi ciente de consanguinidad de los reyes Habsburgo españoles, calculado a partir de un pedigrí de 16 generaciones que incluyó más de 3.000 individuos, mostró un fuerte ascenso desde un valor del 2,5% en Felipe I «el hermoso» hasta un coefi ciente de consanguinidad del 25,4% en Carlos II (fi gura 3).

Por otro lado, la mortalidad infantil en la rama española de los Habsburgo fue extremadamente alta. Descartando abortos e infantes nacidos muertos, los Habs-burgo españoles tuvieron un total de 40 hijos, de los cuales 16 fallecieron antes de cumplir los 10 años; esto supone una mortalidad del 40%, bastante mayor que los de las clases populares de la época. Asimismo, se detecta una clara relación entre el coefi ciente de consanguinidad y la mortalidad hasta los 10 años de edad en la descendencia de ocho familias reales investigadas (fi gura 3). Aquellas familias cuyos infantes tenían altos valores del coefi ciente de consanguinidad presentaban elevadas tasas de mortalidad. La magnitud de la depresión consanguínea en los Habsbur-go españoles fue tal que los infantes con un nivel de consanguinidad de 6,25%, equivalente al de la descendencia de un matrimonio entre primos, sufrieron un incremento de mortalidad del 17,8%.

Carlos II fue el último rey Habsburgo en España. Aunque se casó dos veces, no tuvo ningún descendiente, por lo que su muerte en 1700 condujo a la extinción del linaje español de la Casa de Austria. Fue un rey con importantes incapacidades físicas e intelectuales y sufrió numerosas enfermedades a lo largo de su vida. Su niñez y crianza fueron complicadas pues no se mantuvo en pie hasta los seis años y no pudo andar hasta los nueve. Sufrió numerosos episodios febriles, infecciones bronquiales, viruela y diarrea. Unido a esta debilidad física, Carlos II poseía un escaso desarrollo intelectual; a los nueve años hablaba con difi cultad y no sabía leer

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ni escribir, poseía una personalidad abúlica y apenas mostraba interés por nada. Se casó por primera vez en 1679, cuando contaba 18 años, con su prima segunda María Luisa de Orleáns, sin conseguir engendrar ningún heredero. Ésta murió en 1689 y Carlos II, abatido, se casó a los 10 días con Mariana de Neoburgo, pues era necesario un heredero al trono y no había tiempo que perder. Aunque esta vez los cónyuges tenían una relación de parentesco lejana, la nueva reina tampoco fue capaz de procrear y acusó al rey de impotente. En los últimos años de vida los problemas médicos del rey se agudizaron, sufrió envejecimiento precoz, edemas por todo el cuerpo, ataques epilépticos, accesos febriles, diarreas y problemas gástricos. Finalmente, Carlos II falleció el primero de noviembre de 1700 a punto de cum-plir 39 años. Debido a su condición de hechizado se le practicó la necropsia en la que se halló un «corazón muy pequeño del tamaño de un grano de pimienta», los pulmones corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenosos, el riñón con tres grandes cálculos, «la cabeza llena de agua» y un solo testículo negro.

Figura 3.— Coefi cientes de consanguinidad (F) de los reyes españoles de la Casa de Austria(gráfi ca superior). Supervivencia infantil hasta los 10 años y coefi ciente de consanguinidad (F)

de la descendencia de 8 familias reales (gráfi ca inferior tomada de Álvarez et al., 2009).

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La genética de los matrimonios consanguíneos

A lo largo de la historia, distintos médicos han especulado sobre el complejo cuadro clínico que sufrió Carlos II intentando desentrañar las patologías que habría sufrido. Para Marañón sus males tenían su origen en la «bárbara consaguinidad del monarca», que sufría panhipopituitarismo, progeria y raquitismo infantil por falta de vitamina D. Los doctores Gargantilla y Castillo coincidieron con Mara-ñón, pero además añadieron que su esterilidad se pudo deber a un síndrome de Klinefelter. Navalón y Ferrando, basándose en su capacidad mental y sus rasgos físicos, argumentaron que el monarca pudo haber presentado un «síndrome de X frágil». Como hemos comentado anteriormente, el último rey de la rama española de los Habsburgo tuvo un F=25,4%, superior al de la descendencia de un enlace incestuoso. Desde esta perspectiva genética, el monarca tenía muchas posibilidades de padecer enfermedades genéticas recesivas como consecuencia del alto grado de homocigosis de su genoma. Además, teniendo en cuenta los conocimientos actuales de genética médica, hemos sugerido que la compleja sintomatología de Carlos II podría explicarse por dos desórdenes genéticos recesivos: la defi ciencia combinada de hormonas pituitarias (CPHD) y la acidosis tubular renal distal (dRTA). La defi ciencia combinada de hormonas pituitarias puede ser causada por mutaciones recesivas en el gen PROP1 responsable de un factor de transcripción, lo que conlleva un défi cit múltiple de hormona estimulante del tiroides, hormona del crecimiento, prolactina, gonadotropina y hormona adrenocorticotropa (ACTH). Carlos II pre-sentó alteraciones clínicas sugerentes de hipotiroidismo como debilidad muscular, hipotonía, retraso en el habla y carácter abúlico. Asimismo, su corta estatura pudo deberse a un défi cit de hormona de crecimiento y el hipogonadotropismo explica-ría su impotencia o infertilidad. Igualmente, sus síntomas gastrointestinales como náuseas, vómitos y diarrea podrían deberse al défi cit de ACTH. La gran variedad de síntomas sufridos por el monarca en las distintas etapas de su vida hace suponer que éste tuvo otra alteración genética responsable de que sufriera tempranamente de debilidad muscular, hematuria, raquitismo e hidrocefalia, síntomas que podrían obedecer a una enfermedad renal como la acidosis tubular renal distal.

Carlos II y su hermana mayor Margarita de Austria representan un buen ejemplo de la naturaleza probabilística de la consanguinidad (fi gura 4). Aunque ambos tu-vieron el mismo coefi ciente de consanguinidad (F=25,4%), hay que tener presente que las consecuencias de poseer un alto grado de homocigosis pueden ser muy diferentes según los genes y regiones genómicas afectadas. Así, a diferencia del rey hechizado, la menina fue una mujer sana y con cierta belleza, que se casó con su tío, el emperador de Austria Leopoldo I, y fue capaz de engendrar cuatro vástagos. Los hijos de Margarita tuvieron un nivel extremo de consanguinidad (F=30%) y sólo una hija, María Antonia de Austria, sobrevivió hasta la madurez pues los otros tres no alcanzaron los 10 años de vida. A la muerte de Margarita, Leopoldo I se casó de nuevo, primero con Claudia Felicitas y después con Leonor de Neoburgo, y los hijos que tuvo con su tercera esposa, los Emperadores José I y Carlos VI, continuaron el linaje de los Habsburgo en Austria.

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La genética de los matrimonios consanguíneos

Las circunstancias históricas y personales que hicieron posible la supervivencia del linaje Habsburgo austriaco no se produjeron en el linaje español. La consanguinidad provocó la desaparición de la Casa de Habsburgo en España por una doble vía. Por un lado, aumentando la mortalidad de los infantes por culpa de una depresión consanguínea en supervivencia infantil; y, por otro, por las enfermedades que Carlos II sufrió por su alto grado de consanguinidad debida a una concatenación sucesiva de enlaces consanguíneos. Esta extinción dinástica constituye uno de los ejemplos más dramáticos de los efectos de la consanguinidad en el ser humano que, además, tuvo una gran repercusión en la historia de Europa.

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Santiago Prieto

Artículo especial

Jovellanos: la educacióncomo necesitad,la Ilustración como deber

Jovellanos: education as a necessity,Enlightenment as a duty

Santiago Prieto

ResumenLiterato, pensador, jurista, político reformador y ejemplo de la

Ilustración, Jovellanos es un punto de referencia en nuestra historia. Hombre de ideas y deberes, puso de sí en todo lo que hizo. Escribió mucho, bueno y bien; padeció la calumnia y el destierro y, cuando España sufría la ocupación por un ejército extranjero y las más altas jerarquías se comportaban como bufones, fue ejemplo de decencia, sentido del deber y de lealtad a sí mismo y a la patria. Dos siglos después de su muerte, recordamos aquí lo más destacado de su vida y los textos más vigentes de su obra.

Palabras claveJovellanos. Ilustración. Carlos III. Carlos IV. Godoy. Fernando VII.

Instrucción pública.

AbstractWriter, thinker, jurist, political reformer and an example of the

Enlightenment, Jovellanos is a landmark in our history. Man of ideas and duties put himself in everything he did. He wrote very much and was very good at it, suff ered calumny and exile when Spain was occupied by a foreign army and where the highest hierarchy behaved like buff oons. He was an example of decency, sense of duty and loyalty not only to himself but also to his homeland. Two centuries after his death, we recall here the highlights of his life and the most permanent texts of his works.

* El autor es médico.

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Jovellanos: la educación como necesitad, la Ilustración como deber

Key wordsJovellanos. Enlightenment. Charles III of Spain. Charles IV of Spain.

Godoy. Ferdinand VII of Spain. Public Instruction.

1. La Ilustración: marco histórico

La Ilustración es una etapa en la evolución del pensamiento que tiene sus raíces doctrinales en el Renacimiento y, sobre todo, en el racionalismo y el empirismo del siglo XVII. Así, la fi losofía moderna nació con el racionalismo de Descartes (1596-1650) y la corriente empirista británica que inició Bacon (1561-1626) y ahondaron Locke (1632-1704), Berkeley (1685-1753) y Hume (1711-1776). Junto a ellos, Newton (1642-1727) con su ley de gravitación universal, y Leibniz (1646-1716) con la creación del cálculo infi nitesimal, sentaron las bases del pensamiento moderno. Un pensamiento al que entre nosotros contribuyó Feijoo (1676-1764) y que llevó al hombre a su mayoría de edad en el «siglo de las luces». En él se enmarcó la obra de Voltaire (1694-1778), Montesquieu (1689-1755), Rousseau (1712-1778), Diderot (1713-1784), D’Alembert (1717-1783), Adam Smith (1723-1790) y Kant (1724-1804).

Quizá, quienes mejor la defi nieron fueron D’Alembert cuando apuntó que «la Ilustración analizó, discutió y agitó todo, desde las ciencias hasta los fundamentos de la revelación; desde la metafísica hasta la música y la moral; desde las disputas escolásticas de los teólogos hasta los objetos del comercio; desde los derechos de los príncipes a los de los pueblos...» y, en especial, Kant, que en su breve ensa-yo Respuesta a la pregunta ¿qué es la Ilustración? fechado en 1784, escribía: «La Ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. Él mismo es culpable de ella. La minoría de edad consiste en la incapacidad de servirse del propio en-tendimiento, sin la guía de otro. Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!...».

La Enciclopedia (dirigida por Diderot y D’Alembert y editada entre 1751 y 1772) signifi có no sólo una compilación del saber de la época, sino también una crisis de la conciencia europea y la reivindicación del hombre. La idea histórica de los pensadores ilustrados podrá ser resumida en los conceptos de antropocentrismo, racionalismo, progreso (material y cultural), secularización y cosmopolitismo. La Revolución Francesa, iniciada en 1789, signifi có el fi n de la monarquía absoluta, ejemplo del Antiguo Régimen. La Historia daba un giro radical e irreversible.

1.1 CienciaDejando a un lado el universo del Arte, no puede olvidarse que, a la par que la fi losofía, la ciencia tuvo una enorme expansión en el XVIII. Así, la Astronomía, la

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Santiago Prieto

Retrato de Gaspar Melchor de Jovaellanos (c. 1780) realizado por Francisco de Goya y Lucientes. Óleo sobre lienzo, 205 × 116 cm. Colección Museo Nacional Colegio de San Gregorio, Valladolid. Depositado en el Museo de Bellas Artes de Asturias (institución que ha autorizado su reproducción

en esta revista).

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Física, la Química y la Biología modernas, junto con el Sistema Métrico Decimal nacieron en este siglo. Igualmente, entonces se desarrolló la construcción naval, permitiendo las grandes expediciones científi cas que «cambiaron» la Geografía y ampliaron las fronteras de la Botánica y la Zoología.

1.2 PolíticaEl siglo XVIII también es el de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) y la guerra que permitió su emancipación de Gran Bretaña en 1783. En Europa, algunos reyes como Federico II de Prusia (1712-1786), Catalina II de Rusia (1729-1796) y Carlos III de España, se impregnaron de ese espíritu sin renunciar al absolutismo, el llamado «despotismo ilustrado», e iniciaron reformas en sus naciones empezando a pensar en sus habitantes.

Carlos III de España (Borbón nacido en Madrid en 1716 y rey desde 1759 hasta su muerte en 1788) fue el tercer hijo de Felipe V (primero del matrimonio de éste con Isabel de Farnesio) y llegó al trono tras el fallecimiento de sus hermanastros Luis I y Fernando VI sin descendencia. El primer asunto grave con el que se enfrentó fue el de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) en la que se dirimía el control de Silesia y la supremacía colonial en América. Por un lado se enfrentaron Prusia e Inglaterra (con su aliado Portugal) y, por otro, Sajonia, Austria, Francia, Rusia, Suecia y España. La Paz de París puso fi n a una guerra en la que España ganó la Luisiana (antes francesa) y recuperó La Habana y Manila, pero hubo de ceder la Florida y las tierras del Golfo de Méjico al Reino Unido.

El segundo confl icto en el que nuestro país se vio involucrado durante su reina-do fue el de la Guerra de la Independencia de los EEUU (1776-1783). España, aliada con Francia, apoyó con material a las «Trece Colonias» sublevadas contra Gran Bretaña. La Guerra fi nalizó con el Tratado de Versalles (1783), por el que España recuperó Florida, la costa de Honduras y Menorca, colonia británica (como Gibraltar) desde el Tratado de Utrecht de 1713.

En política interior, aunque no rompió con el orden establecido, Carlos III inició la modernización. Contó con ministros ilustrados como el marqués de Esquilache, el conde de Aranda, Campomanes, José de Gálvez o el conde de Floridablanca. Durante su reinado empezó a desarrollarse la burguesía y, como algunos datos signifi cativos, se fundaron las Sociedades Económicas de Amigos del País, se inició la reforma agraria, se repoblaron áreas deshabitadas en Andalucía y se construyó el Canal de Aragón; se reformó la enseñanza primaria, se sentaron las bases de la enseñanza media y se fundaron las Escuelas de Artes y Ofi cios; se reformaron las Universidades y se limitó el poder eclesiástico; en 1772 se creó el Banco de San Carlos (primer Banco de España) y se fomentó el comercio con América y Fili-pinas. Asimismo, se aprobó el proyecto del Museo del Prado y se construyeron el Jardín Botánico y el Hospital de San Carlos, se mejoraron las comunicaciones y se promulgaron las Reales Ordenanzas (1786) que reorganizaban las Fuerzas Armadas, y el himno y la bandera datan de este reinado.

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A Carlos III, casado con María Amalia de Sajonia, le sucedió en 1788 su hijo, Carlos IV (1748-1819), que no estuvo a la altura de las circunstancias.

En este contexto histórico se desarrollaron la vida y la obra de Jovellanos.

2. Asturias al comienzo

El matrimonio con un punto nobiliario de Francisco Gregorio de Jove Llanos y Francisca Apolinaria Ramírez de Jove y Miranda, tuvo doce hijos. De ellos sólo ocho llegaron a adultos y el cambio de orden de los apellidos tres generaciones antes (por razones de abolengo y que tuvo trascendencia en nuestro biografi ado) hizo que el décimo, al nacer en Gijón el 5 de enero de 1744 fuera bautizado el día de los Reyes Magos con los nombres de Gaspar Melchor Baltasar María de Jovellanos y Ramírez. Pasó su infancia en Gijón donde estudió sus primeras letras y los rudi-mentos de la gramática latina. Siempre tuvo una estrecha relación con su hermano mayor Francisco de Paula, futuro marino, matemático y entrañable colaborador.

Por su carácter y gusto por el estudio, sus padres le encaminaron a la carrera eclesiástica y a los trece años fue enviado al colegio de los franciscanos en Ovie-do, donde demostró agudeza para el latín y las ideas fi losófi cas del escocés Duns Scoto (1266-1308) seguidas por la orden franciscana. Allí pasó un año y en 1758 se trasladó a Ávila con el grupo de estudiantes aventajados que mantenía el obispo asturiano Romualdo Velarde Cienfuegos. Como más de una vez recordó, por en-tonces leyó la Imitatio Christi del teólogo alemán Th omas de Kempis (1380-1471) y, además de Derecho Canónico, estudió la obra de los clásicos griegos y latinos.

Tras dos cursos de fi losofía y tres en las cátedras de «Prima de Cánones» y «Prima de Leyes», en 1763 obtuvo el grado de Bachiller en Leyes y Cánones por la Uni-versidad de Osma (Soria), revalidándolo en la de Santo Tomás de Ávila. Se licenció al año siguiente y en 1764 (tras las oportunas pruebas de «limpieza de sangre» y los exámenes, que superó nemine discrepante) se incorporó al selecto Colegio de San Ildefonso en Alcalá de Henares, donde hizo amistad con José Cadalso. Salvo una breve visita a sus padres en Gijón, permaneció en Alcalá estudiando francés, historia, geografía, Derecho Romano y los «códigos sabios» del siglo XIII: el Fuero Juzgo, el Fuero Viejo de Castilla y Las Siete Partidas, de Alfonso X (1221-1284).

Sabemos que en 1767 pensaba opositar a la «canonjía doctoral» de Tuy, pero su preceptor, Juan Arias de Saavedra, le disuadió de ello y aconsejó que optara por el Derecho. Gracias a las infl uencias de su pariente el duque de Losada («alentadas» por una joven marquesa, sensible a los dones del joven Gaspar), a fi nales de 1767 fue nombrado letrado de lo Criminal de la Real Audiencia de Sevilla.

Como ejemplo de sus relaciones, antes de ir a su destino se presentó al conde de Aranda, aragonés ilustrado y entonces Presidente del Consejo de Castilla, núcleo del poder de la Monarquía. La entrevista debió ser curiosa y en ella el político le aconsejó: «destierre la golilla, el blondo pelucón y el zapato con hebilla de plata;

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yo se lo mando... comience a desterrar tales zaleas, que en nada contribuyen al decoro y dignidad de la toga». Jovellanos obedeció y cuando en marzo de 1768 se incorporó con 24 años a la Audiencia de Sevilla, no sólo evitó aquellos signos de prepotencia sino que se preocupó por el trato que recibían los presos y pugnó por evitar la tortura como forma de hacer confesar a los acusados.

Por entonces, su paisano y amigo fraterno, Juan Agustín Ceán Bermúdez, asentado también en Sevilla como aprendiz de pintor y futuro autor del Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España (1800), escribió la siguiente semblanza de Jovellanos:

«Era más alto que bajo, cuerpo airoso, cabeza erguida, ojos vivos... limpio y aseado en el vestir... y si alguna vez se distinguía con el bello sexo, era con las de lustre, talento y educación... Era generoso, religioso sin preocupación, amante de la verdad, del orden y la justicia; fi rme en sus resoluciones, pero benigno con los desvalidos; constante en la amistad, agradecido a sus bienhechores, incansable en el estudio y fuerte para el trabajo».

3. Sevilla

Sevilla signifi có para Jovellanos, además de sus comienzos como letrado, el estudio de Derecho Público, de los idiomas inglés, francés y portugués, y la asistencia a la tertulia de Pablo de Olavide (1725-1803). Éste, licenciado en teología, jurista, escritor y político, había desarrollado las campañas de adjudicación de tierras de Sierra Morena a colonos traídos de Europa Central; había pasado en Francia desde 1756 hasta 1763, donde había tratado a Voltaire y Diderot; poseía fortuna personal y además se había casado con una viuda rica, lo que le permitía mantener un alto nivel de vida y organizar conciertos, sesiones literarias y representaciones teatrales en su residencia en los Alcázares a los que acudía lo más granado de la sociedad sevillana. Jovellanos tuvo acceso a La Enciclopedia y a las obras de Bacon, Hume, Hobbes, Spinoza, Milton, Rousseau y Voltaire, muchas prohibidas por la Inquisición, que leyó merced a la oportuna licencia. Jovellanos destacó en aquel ambiente y, además, allí leyó El verdadero método de enseñar (1746), del lisboeta Luis Antonio Verney («el Barbadiño», 1713-1792), todo un revulsivo sobre los métodos pedagó-gicos de la época y que citará más de una vez.

En Sevilla también inició su colección de pintura, hizo amistad con Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, y escribió sus primeras poesías, dos obras de teatro... y vivió el amor. En sus versos utilizó pseudónimos como «Jovino» o «Fa-bio» y no puso nombre a ninguno de sus amores, sólo presentes como «Marina», «Alcmena» o «Enarda». Alguno debió ser más que una aventura («Quiero que mi pasión, ¡oh Enarda! sea / menos de ti, de todos ignorada; / que ande en silencio y sombra sepultada y ningún necio mofador la vea.../ Amor es un afecto misterioso...»).

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De las dos obras dramáticas que escribió, La muerte de Munuza (1769) no pasó de discreta, pero El delincuente honrado fue estrenada en 1774 en el teatro de los Reales Sitios y tuvo éxito dentro y fuera de España (fue traducida al alemán, francés, italiano e inglés y representada en escenarios de esos países). En él planteó cómo la aplicación ciega de la ley podía llevar a la injusticia; y cómo, frente a un juez cultivado y refl exivo, uno rígido, justiciero e impermeable a la duda, podía cometer una injusticia irreparable como condenar a muerte a un inocente.

En 1773, con 29 años, fue nombrado Oidor de la Real Audiencia de Sevilla, ya con poder de juzgar pleitos y dictar sentencias, y Juez del Real Protomedicato de dicha ciudad. En calidad de tal escribió un informe en 1777 Sobre el estado de la Sociedad Médica de aquella ciudad y del estudio de Medicina en su Universidad. Ahí desvelaba las rencillas entre diferentes castas de médicos y cómo decayó la Sociedad Médica de Sevilla: «Los cuerpos morales y políticos deben su movimiento a la vo-luntad de los que los componen, pero esta voluntad no les da el impulso necesario si por su parte no lo recibe de la esperanza de algún premio. El interés los mueve siempre y pocas veces el celo...». Además, exponía sus ideas sobre la necesidad de reformar la Universidad, la conveniencia de su sola dependencia del Estado y su separación del poder eclesiástico.

Igualmente, en 1777 tradujo el Canto I del Paraíso Perdido, de Milton (1608-1674), y colaboró en la fundación de la Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País (como todas las creadas en España en la segunda mitad del XVIII con espíritu ilustrado y afán modernizador) de cuya Comisión de Industria, Comercio y Navegación fue secretario.

Al año siguiente, por méritos propios, afán de responsabilidades y el apoyo del duque de Alba, Carlos III le nombró Alcalde de Casa y Corte (máxima instancia judicial que dependía directamente del Rey), lo que signifi caba ir a Madrid. Había pasado diez años en Sevilla y la abandonó con tristeza («mezclé mis lágrimas con las aguas del Guadalquivir»). En la capital inició su labor como juez de lo Criminal antes de pasar a la sala de lo Civil en 1779.

4. Madrid

A poco de llegar a la capital viajó a El Paular para resolver una estafa sufrida por los monjes del monasterio y volvió a encontrarse con la enigmática Enarda. Fruto de ello fue la dolorida (de amores) Epístola de Jovino a Anfriso desde El Paular («Desde el oculto y venerable asilo/ do la virtud austera y penitente/ vive ignorada, y del liviano mundo/ huida en santa soledad se esconde.../ De afán y angustia el pecho traspasado/ pido a la soledad consuelo...»). Y también en Madrid mantuvo una relación con Alcmena, teutona y no menos enigmática, de la que tal vez naciera un hijo, como algún historiador ha apuntado, pero nunca confi rmado.

Jovellanos se incorporó pronto a la tertulia de Pedro Rodríguez de Campomanes

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(1723-1803), también bibliófi lo y astur, que no temía rodearse de gente valiosa, presidente de la Sociedad Matritense de Amigos del País, más tarde Gobernador del Consejo de Castilla, y miembro de la Academia de la Historia, quien, tras ver sus cualidades, le propuso como académico supernumerario de la misma. A principios de 1780 leyó su discurso de recepción Sobre la necesidad de unir al estudio de la legislación el de nuestra historia y antigüedades, un alegato a favor de la necesidad del conocimiento de los Fueros Viejos y la historia de España por parte de los legisladores.

Además, en la tertulia de Campomanes hizo amistad con Francisco Cabarrús (1752-1810), nacido en Francia y gran economista que logró la creación del Ban-co Nacional de San Carlos (1782), del que fue gobernador, y la fundación de la Compañía de Filipinas (1785).

Jovellanos se incorporó a la Sociedad Matritense de Amigos del País en 1780, año en que también recibía el título de miembro honorario de la Sociedad equivalente de Oviedo. Es de destacar el discurso que pronunció en Vetusta al tomar posesión: Sobre la necesidad de cultivar en el Principado el estudio de las ciencias naturales, todo un anticipo de sus ideas sobre educación y la importancia de las «ciencias útiles en el desarrollo material y la felicidad de los pueblos», en el que apuntaba:

«Para crear hace falta el conocimiento y personas idóneas... No se puede edifi car sobre la ignorancia... Ha llegado el momento de pensar en el establecimiento de algunas fábricas... ¿sin el estudio de las matemáticas, cómo será posible adelan-tar el arte del dibujo, única fuente donde las artes pueden tomar la perfección y el buen gusto? Ni cómo se alcanzará el conocimiento de un número increíble de instrumentos y máquinas absolutamente necesarios... ¿Cómo, sin la química, podrá adelantarse en el arte de teñir y estampar las fábricas de porcelana ni las manufacturas trabajadas sobre varios metales? Sin la mineralogía, la extracción y explotación de los más abundantes minerales, ¿no sería tan difícil y dispendiosa que en vano se fatigarían los hombres para sacarlos de las entrañas de la tierra? ¿Quién, fi nalmente, sin la metalurgia sabrá distinguir la esencia de los metales, averiguar sus propiedades y señalar los medios de fundirlos para hacerles servir a toda especie de manufacturas?...».

Los nombramientos se sucedían y con ellos sus relaciones e infl uencia. En ese mismo 1780 fue nombrado Caballero de la Orden de Alcántara, paso previo al de miembro del prestigioso Consejo de Órdenes Militares, institución para la adminis-tración, consulta y justicia en esas poderosas organizaciones. Jovellanos cambiaba las ingratas labores de juez por las de consejero. Pronto tuvo que estudiar y elaborar un plan de reforma de los estudios de los Colegios que las Órdenes de Calatrava, Alcántara y Santiago tenían en Salamanca, sumidas en el nepotismo, corruptelas y desorganización. Como consecuencia, en 1787 fue aprobado por Carlos III el Plan de estudios y régimen del Colegio de Calatrava y las Constituciones que deben observar los colegiales, redactados por Jovellanos.

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Igualmente, en 1780 era nombrado miembro de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en julio del siguiente leía su discurso de toma de posesión titulado Elogio de las Bellas Artes, una revisión histórica del arte en España y en el que defendía con pasión el estudio de la obra de Velázquez, («¿quién tuvo más verdad en el colorido, más fuerza en el claroscuro, más sencillez en la expre-sión, más verdad, más sabiduría en los caracteres?...»). Por cierto, ese mismo año se incorporó a tal Academia un grande de la pintura universal: don Francisco de Goya (1746-1828). Muy pronto se distinguieron con mutua amistad.

Al año siguiente ingresó en la RAE con un discurso que tituló Sobre la necesidad del estudio de la Lengua para comprender el Espíritu de la Legislación, en el que insistía en la idea de conocer bien aquélla para redactar las leyes con propiedad y claridad. Y, asimismo, en 1782 lo hizo en la Academia de Cánones, Historia y Disciplina Eclesiástica.

Y, junto a lecturas, discursos, poemas y memorias, Jovellanos escribió entre 1776 y 1778, cuatro Sátiras dignas de cualquier antología. La primera, sobre la corrupción de las costumbres: «... Todo se trafi ca: / parentesco, amistad, favor, infl ujo/ y hasta el honor, depósito sagrado/ o se vende o se compra...». La segunda, sobre la mala educación de la nobleza: «¿Es esta la nobleza de Castilla?/ ¿Es este el brazo, un día tan temido/ en quien libraba el castellano pueblo/ su libertad? ...». La tercera, sobre los letrados: «¿Eres locuaz?, pues métete a letrado/ miente, cita, vocea, corta y raja/ y serás, sin pensarlo, afortunado...» La cuarta, sobre las corridas de toros: «... ¿Y toros? Eso sí, vaya en buena hora/ con algazara el pueblo a pelotones/ a gozar el placer, digno sin duda/ de los héroes de Roma... y que en el circo/ del gladiador la sangre derramada/ era grato espectáculo a sus ojos...».

Como miembro de la Sociedad Económica de Madrid, en 1784 escribió (a soli-citud del Supremo Consejo de Castilla) uno de los textos más lúcidos y avanzados de su extensa obra: el Informe en el Expediente de la Ley Agraria. Ahí, en primer lugar repasaba Los estorbos políticos o derivados de la legislación sobre los terrenos baldíos y la amortización de tierras por el clero y los mayorazgos, que convertían extensas superfi cies en terrenos no explotados, y apoyaba la desamortización y li-beración de los mismos para su explotación por labradores dispuestos a trabajarlos; en segundo lugar analizaba Los estorbos morales de parte del Gobierno, de los agentes de la agricultura y los medios de eliminar unos y otros:

«Qué de gracias no derramaron sobre el comercio y la navegación, desde que reuni-dos en grandes cuerpos, emplearon su poder y su astucia en ensanchar las ilusiones de la política. Y una vez inclinada a ellos la balanza de la protección, ¿de cuánta protección y solicitud no defraudaron a la muda y desvalida agricultura?... ¿Puede dudarse que en todos los sentidos sea la agricultura la primera basa de la industria, del comercio y la navegación?».

Y, fi nalmente, defi nía los medios para instruir a los propietarios y los labradores,

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apoyando la idea de «formar unas cartillas técnicas» que «en estilo llano y acomodado a la comprensión de un labriego, explicasen los mejores métodos de preparar las tierras y semillas, y de sembrar, coger, trillar y aventar los granos, y de conservar los frutos... Trátase sólo de restituir la propiedad de la tierra y del trabajo a sus legítimos derechos, y de restablecer el imperio de la justicia sobre el imperio del error...».

Además, en 1785 redactaba un Discurso sobre el Lenguaje y Estilo Propio de un Diccionario Geográfi co a solicitud de la RAE, una excelente refl exión sobre la forma de comunicar los conocimientos:

«...la singularidad, la solidez y el orden de la doctrina no basta para hacer recomen-dable una obra, cualquiera que sea, si su estilo no tiene toda la claridad, toda la exactitud y toda la analogía y proporción convenientes a la naturaleza de su obje-to... Tal debe ser el estilo de la geografía: claro, exacto, conciso... porque sólo así se conformará con el nombre y el objeto de esa facultad...».

El 14 de diciembre de 1788, pocos días antes de cumplir los 73, moría Carlos III. Su hijo Carlos IV (1748-1819) subía al Trono.

5. Carlos IV

Sin carácter, más afi cionado a la caza que a las obligaciones de su cargo, se había casado a los 17 años con su prima hermana María Luisa de Borbón-Parma, mujer casquivana y dominante, nacida en 1751.

Carlos IV comenzó siguiendo la línea de su padre. Nombró Primer Ministro al conde de Floridablanca (1728-1808), ilustrado y reformista, pero el estallido de la Revolución Francesa en 1789 paró en seco las reformas. Se amenazó por carta a la Asamblea Francesa y, para evitar que entraran en España las ideas revolucionarias, se censuraron prensa y libros y se cerró la frontera. Luis XVI fue decapitado en enero de 1793 y España declaró la guerra a la República Francesa. El general Antonio Ricardos (1727-1794), aragonés ilustrado, invadió el Rosellón (S.E. de Francia) y controló gran parte de ese territorio en desventaja de hombres y pertrechos, hasta que regresó a Madrid para reclamar refuerzos y morir poco después.

Manuel de Godoy (1767-1851), guardia real de buena planta y ambición desme-dida, había sido presentado a Carlos IV y María Luisa poco antes de morir Carlos III. Ambos quedaron impresionados del mozo y al subir al Trono le propulsaron en una carrera fulgurante. En un año pasó de cadete a coronel de Caballería y amante de la reina, mariscal de campo en 1791, primer ministro en 1792 y capitán general en 1793, junto a toda una retahíla de títulos nobiliarios. Floridablanca fue acusado de abuso de poder y además expresó su malestar por la actitud de la reina, siendo destituido y encarcelado en febrero de 1792. Le sustituyó el reformista conde de Aranda, que duró en el cargo hasta noviembre de ese año cuando María Luisa

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provocó su destitución (por liberal) y el nombramiento de Godoy (25 años) como mandamás político de España.

Mientras tanto, Francia se repuso. Su ejército recuperó el Rosellón e invadió nuestro país. Ocupó Figueras, Rosas, San Sebastián, Tolosa y Miranda de Ebro. Las negociaciones llevaron a la Paz de Basilea, fi rmada en junio de 1795. Francia devolvió los territorios ocupados, España cedió a Francia la parte que le pertenecía de la isla de Santo Domingo, y Godoy fue nombrado Príncipe de la Paz.

6. En Salamanca

Carlos IV nombró a Jovellanos «Visitador general extraordinario» del Colegio Im-perial de Calatrava (fundado en Salamanca en 1551 por Carlos I) y en abril de 1790 viajó a la capital del Tormes. Fruto de su inspección, en agosto escribió un meticuloso Informe para la Visita pública del Imperial Colegio de Calatrava en Sala-manca, texto modélico sobre cómo debe estructurarse una organización universitaria en todos los sentidos y que hoy aún podría ser útil a más de un Rector.

En la capital del Tormes recibió la noticia de la caída en desgracia de su amigo Francisco Cabarrús, Gobernador del Banco de San Carlos, acusado de malversa-ción de moneda. Sin embargo, la razón pudo ser otra, ya que en el «desequilibrio contable» pudo intervenir la reina («que gastaba más de lo que podía», según el historiador Carlos González de Posada) y que, al parecer, sacaba fondos del Ban-co con la connivencia de López de Lerena, ministro de Hacienda y enemigo de Cabarrús. Jovellanos, amigo de sus amigos, solicitó permiso al Rey para volver a Madrid, permiso que tardó en serle concedido. Una vez obtenido, viajó a la capital en busca de Cabarrús para actuar en su defensa. Sabía que arriesgaba. No pudo visitarle en la prisión y fue acusado de viajar sin la autorización de un rey indigno que despachaba con sus ministros en presencia de la reina. Ésta odiaba a Jovella-nos, que no en vano había hecho oídos sordos a sus sugerencias pudendas hechas a través de terceros, y además temía que alguien de su prestigio pudiera conspirar a favor del encarcelado y las ideas revolucionarias que venían de Francia. El 26 de agosto de 1790 Jovellanos recibió la orden de marchar a Asturias «en menos de 24 horas». «Nunca necesité tanto tiempo para cumplir la voluntad del Rey», comentó al recibirla.

7. Gijón

Llegó a Gijón el 8 de septiembre de 1790. Iba a trabajar y qué mejor labor que la hecha por la tierra amada. Así, buen caminante, recorrió a pie y a lomos de caballería la costa asturiana y las cuencas mineras, descubiertas treinta años antes. «Leyó» muy pronto la riqueza que allí había enterrada. No olvidemos que en 1789 había escrito

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al Rey un Informe sobre el benefi cio del carbón de piedra y utilidad de su comercio; y, además, sabía que era necesario preparar técnicos de minas y pilotos de náutica. Ya tenía entonces la idea de crear un centro para formar esos técnicos; un centro con una organización diferente de las existentes en España y que, además, debía localizarse en Gijón (puerto de salida natural del carbón por mar) para alejarlo de la infl uencia de la Universidad de Oviedo, dormida en la Escolástica y los latines.

Su Proposición de una Escuela Náutica y Física para educar buenos pilotos y buenos mineros (mayo, 1791) en la que justifi caba el porqué del centro, su ubicación, plan de ejecución y planes de estudios, son un ejemplo de enciclopedismo, lucidez, altura de miras y afán de servicio:

«A las órdenes del director estarán los maestros y empleados, y ejecutarán con su acuerdo el siguiente plan de enseñanza: El primero de los maestros se destinará a la enseñanza del dibujo y de las ciencias matemáticas... El otro maestro cuidará de ense-ñar las ciencias físicas, con la dotación de diez mil reales de vellón por lo menos, no siendo fácil hallar cosa de provecho por menor estipendio... convendrá que el elegido para maestro de física viaje por Lieja e Inglaterra, para instruirse en el conocimiento de las máquinas y métodos aplicados al benefi cio (explotación) de las minas de carbón piedra... Según este plan, el curso completo durará tres años... Serán todos los días lectivos, menos los festivos y solemnes y no habrá más vacaciones que las de esos días santos, porque sólo sirven para desperdiciar el tiempo y entibiar la aplicación de los jóvenes... Acabados los estudios de cada curso, se deberá hacer un examen público y señalar algún premio a los discípulos más sobresalientes... Al que lo fuere en las ciencias físicas se le podrá señalar una pensión para que pueda viajar por tiempo de dos años en los países con minas de carbón... Los alumnos serán, sobre todo, hijos de mineros y marineros, que son pobres... Este establecimiento, al cabo de algunos años dará a esta provincia y otras del reino sufi ciente número de sujetos capaces de servir en la Marina real y mercantil, y de perfeccionar el cultivo de las minas y otros importantes ramos de industria y comercio con general provecho de la nación...».

Vemos su insistencia, como en tantos otros escritos, en la importancia de la edu-cación, la instrucción, la disciplina y el estímulo de los premios. Al explicar cómo había que traer algunos profesores del extranjero (a los que se debía remunerar adecuadamente) y cómo conseguir los recursos detrayendo una parte de los que recibía el inoperante Real Hospicio de Oviedo, u obteniéndolos de «un arbitrio de dos reales por fanega de sal», demostraba su capacidad de organización y pragma-tismo. Frente a ello, los informes de la Diputación del Principado, de la Universidad y del Ayuntamiento de Oviedo contra la creación de tal centro en Gijón («Esta ciudad, Oviedo, que por residir en ella los cuerpos civiles, magistrados, comunidades y regulares, está adornada de personas sabias en toda literatura, parece que debe atraer a sí el establecimiento de esta enseñanza...») demostraban espíritu de aldea y la ignorancia de que eran instituciones muertas desde hacía siglos.

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Jovellanos tenía infl uencias y merced al apoyo de Campomanes y de Antonio Valdés Bazán (1744-1816), marino ilustre que había alentado la expedición de Malaspina y por entonces Secretario de Estado, logró el apoyo del Rey y en ju-nio de 1794 se inauguraba el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía. En su frontispicio puso el lema: Quid verum, quid utile ([busquemos] qué es lo verdadero, qué es lo útil), que resumía su pensamiento: debe buscarse la verdad (aunque, como sabía, pueda resultar perjudicial), sin olvidar lo que es provechoso. Y él, amante de un mundo nuevo, utilizó una lengua vieja pero siempre útil, para expresarlo.

En julio escribió para el Instituto un Curso de Humanidades Castellanas, honda refl exión sobre la importancia de las primeras letras, de la gramática, la declamación y la retórica, así como apuntes sobre gramática inglesa (¡en 1794!) a incorporar a los planes docentes del Instituto.

Su primera sede fue un caserón cedido por su hermano Francisco de Paula (1740-1798), matemático, políglota, capitán de fragata y hasta poco antes profesor de guardiamarinas en El Ferrol, que impartió las clases de matemáticas. Pero, a pesar de su fi rme fe cristiana, Jovellanos era sospechoso para algunos y «el tonto del cardenal Lorenzana», como le llamó en su Diario, de la Inquisición, le negó durante años el permiso para adquirir en el extranjero libros de mineralogía y de física «peligrosos para los estudiantes». La biblioteca del Instituto fue «visitada» varias veces por comisarios de la Inquisición y alguna obra fue requisada por fi gurar en el índice de libros prohibidos.

(El edifi cio se quedó pequeño pronto y en 1798 se iniciaron las obras del nuevo en un solar cedido por el Ayuntamiento de Gijón. El Instituto sobrevivió y aún hoy, tras diferentes dedicaciones docentes, es un prestigioso centro de enseñanza media).

Pero Jovellanos aún tuvo tiempo para inspeccionar por orden del Rey la fábrica de municiones y artillería de La Cavada (Santander) y recorrer las provincias Vas-congadas, Palencia y León, como dejó constancia en su Diario. En Pola de Lena (Asturias), camino de Gijón, recibió, en octubre de 1797, la orden de viajar a Madrid para la misión de embajador en Rusia. Terminaban así siete años de paz espiritual y labor fructífera.

8. Embajada fantasma y ministro, a su pesar

Godoy era ambicioso y amoral, sí, pero también listo y necesitaba cerca alguien del prestigio de Jovellanos. Utilizó el señuelo de la embajada en Rusia para traerle a Madrid sin despertar recelos de José Antonio Caballero (1754-1821), enemigo del gijonés y tortuoso antiliberal que gozaba de la amistad de los reyes. Cabarrús, tras dos años en el castillo de Batres al sur de Madrid, había sido rehabilitado y era entonces Secretario de Estado y debió apoyar la maniobra. Jovellanos no via-

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jó a San Petersburgo, ya que en noviembre de 1797 era nombrado ministro de Gracia y Justicia. «Adiós felicidad, adiós quietud para siempre. Empieza la bulla, la venida de amigos y de los que quieren parecerlo... Haré el bien y evitaré el mal que pueda...», escribió.

Pero, la Corte era lo que era. A poco de acceder al cargo fue invitado a comer a casa de Godoy y se encontró con que éste había sentado a la mesa a Pepita Tudó, su amante, y a su esposa, María Teresa de Borbón y Vallabriga, condesa de Chin-chón y prima del Rey (a quién Goya retrató con infi nita ternura en un cuadro que hoy contemplamos en El Prado). Aquel día Jovellanos, desconcertado, no tuvo estómago para tomar alimento ni articular palabra. A los 53 años carecía de cintura y su salud empezaba a quebrantarse. Leía con difi cultad por la presbicia («escribo con anteojos») y debía sufrir cólicos biliares, a juzgar por el aceite de oliva que le fue prescrito.

Como siempre hacía, se aplicó sin descanso a su nuevo cometido y en los nueve meses que duró su paso por el Ministerio elaboró informes: a) sobre la necesaria reforma jurídica, ordenando el mar de decretos, órdenes, resoluciones y pragmáticas que se habían ido promulgando durante siglos; b) un Plan para arreglar los estudios en las Universidades y c) la Reforma de los tribunales de la Inquisición. Ni que decir que si ya tenía enemigos poderosos desde su informe sobre la reforma agraria apo-yando la desamortización de mayorazgos y tierras eclesiásticas; que la Inquisición le veía como un peligro; que la reina le odiaba por todo, y que el absolutista y tortuoso José Antonio Caballero, fi scal del Consejo Supremo de Guerra, le odiaba en la misma proporción que le envidiaba, sus nuevos informes estimularon a sus enemigos. Fue cesado en el Ministerio a mediados de agosto de 1798 y sustituido por quien debió dirigir la maniobra: Caballero.

Marchó a Trillo «para tomar las aguas», volvió a Madrid y en octubre llegó a Gijón. Su hermano Francisco de Paula, había fallecido en agosto. «La triste perspec-tiva de mis últimos días se oscurecerá a cada instante con la memoria de su falta», escribió. No se paró a lamentarse ni a hacer lista de agravios recibidos. Volvió al trabajo y en 1799 escribió la Oración sobre el Estudio de las Ciencias Naturales, un hermoso texto sobre la belleza de la naturaleza, su estudio y la armonía del hombre con el entorno.

Pero ya no tenía poder. Los amigos desaparecían y los recursos del Instituto escaseaban. Las cartas solicitando ayuda económica que escribió a políticos, aris-tócratas, eclesiásticos y asturianos con posibles en América, eran propias de un espíritu elevado que no dudaba en pasar por ese mal trago en aras de mantener viva su obra más querida. ¿Cómo no recordar que el obispo de Lugo le contestó con malévola ironía negándole su óbolo y permitiéndose aconsejarle, a él, soltero empedernido, que «cambiara de estado»? Y su contestación: «Lo que no cabe en las obligaciones ni en los derechos de un obispo es injuriar a sus prójimos con injusticia y sin necesidad... Sea usted, si quiere, ingrato con su patria y descono-cido con sus amigos...».

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Pero, si la ignorancia es ciega, la maldad suele tener buena vista y en 1801 aparecía una «delación anónima», inspirada en Oviedo y alentada en Madrid por Caballero (o quién sabe si al revés). Fue atacado desde el apellido, acusándole de ser «Llanos», sin el lustre de los Jove, hasta de soberbia, fl aqueza religiosa y de haber creado un Instituto para difundir «ideas disolutas».

La bola rodó y en la madrugada del 13 de marzo de 1801 fue sacado de la cama, apresado y conducido incomunicado hasta el convento de San Froilán, en León. Y desde allí, a Barcelona y después a Mallorca («a la cartuja de Jesús Nazareno, en el valle de Valdemuza, a donde llegué el 18 de abril»). Sintonizó con los monjes y pudo enviar dos cartas de alegaciones al Rey, que sólo sirvieron para empeorar su situación y ser trasladado al castillo de Bellver. «El rigor y la estrechez del encierro que sufrí allí... Hallábame enfermo de la infl amación de una parótida junto a la oreja izquierda que había hecho necesaria una operación dolorosa para abrir el tumor... Un principio de cataratas que asomó al año siguiente a mis ojos...». Allí redactó su testamento.

Pero, a pesar de tanta adversidad, en las mazmorras de Bellver sin acceso a sus notas ni sus libros, escribió en 1802 una de sus obras capitales: Memoria sobre Educación Pública, o sea Tratado teórico-práctico de enseñanza, con aplicación a las escuelas y colegios de niños. Un texto de 140 páginas hallado póstumamente entre sus papeles en el que resumía su pensamiento sobre educación y cuya lectura quizá hoy debiera ser aconsejada a los docentes de toda laya y condición. En un momento en que el 80% de los españoles eran analfabetos, escribía:

«Las fuentes de la prosperidad social son muchas; pero todas nacen de un mismo origen, la instrucción pública... Con la instrucción todo se mejora y fl orece; sin ella todo decae y se arruina en un Estado... El ser humano es el único dotado de perfectibilidad. Este es el mayor don que recibió de su inefable Criador... donde no hay instrucción todo falta... Sin actividad y laboriosidad, sin frugalidad y parsimonia, sin lealtad y buena fe, sin probidad personal y amor público; en una palabra, sin virtud ni costumbres, ningún Estado puede prosperar, ninguno subsistir... Pero, si la instrucción no hace que todos los padres sean buenos, a lo mejor hará que sean cautos... El primer cuidado debe ser multiplicar las escuelas, que aunque imperfectas, siempre producirán mucho bien... Refl exionad que las primeras letras son la primera llave de toda instrucción; que de la perfección de ese estudio pende la de todos los demás... que perfeccionando el arte de hablar, se perfecciona también el arte de pensar... ¿Quién será el hombre tan desgraciado que no haya sentido ese purísimo deleite que deja en el alma el descubrimiento de una verdad útil, o de una verdad provechosa?...».

Cómo no estremecernos al leer esas páginas imaginando la situación de quien las escribía.

La rigidez del encierro afl ojó a partir de 1804 y pudo pasear, escribir cartas,

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recibir libros e, incluso, bañarse en el mar. Y al año siguiente salió de su tintero Memoria del castillo de Bellver, ejemplo de observación, sentido artístico y litera-tura de calidad.

9. 1808

Inglaterra ocupó la isla de Trinidad en 1798 y, como consecuencia, Godoy fue destituido. A su vez, Napoleón se hizo con el poder en 1799 y muy pronto vio que necesitaba a España en su lucha contra Inglaterra. Prometió a Godoy que en su día le otorgaría un reino y convenció a Carlos IV para que le repusiera en el cargo de superministro, lo que sucedió en 1800. Por el Convenio de Aranjuez (1801) se puso la Escuadra a disposición de Francia. Incomprensiblemente, nuestra Armada, entonces mejor que la francesa y con capitanes expertos, fue puesta bajo el mando de un incompetente como el almirante Villeneuve, y el 25 de octubre de 1805 se produjo la derrota de Trafalgar ante la escuadra de Nelson. Pero no bastó, ya que en octubre de 1807, por el Tratado de Fontainebleau, España concedía «permiso de paso» al Ejército francés en su camino hacia Portugal (cuyos puertos estaban abiertos a los ingleses), país que se repartía entre Francia, España y Godoy, que se convertía en Rey de los Algarves.

La «conjura de El Escorial», en la que el Príncipe de Asturias pretendió derrocar a Godoy y a su padre, se produjo en diciembre de 1807. Fue descubierta y el futuro Fernando VII, para salvarse, traicionó a los que le apoyaban. Tras un paripé de juicio, nada cambió; y mientras tanto entraban contingentes de hombres y pertrechos france-ses. El 17 de marzo de 1808 se produjo el «motín de Aranjuez», sublevación popular contra Godoy y Carlos IV por su entreguismo a Napoleón. Godoy fue encarcelado y, protegido por Murat, fue llevado a Bayona. A su vez, Carlos IV abdicó en Fernando VII (1784-1833), pero comunicó a Napoleón que había sido forzado a ello. Éste hacía a su antojo y repuso a Carlos IV, atrayéndole, junto a su hijo y demás miembros de la familia real, al sur de Francia a fi nales de abril.

El 2 de mayo de 1808, en Móstoles, los alcaldes Andrés Torrejón y Simón Hernández fi rmaban el bando por el que se declaraba la guerra a Napoleón. Mien-tras tanto se producían las bochornosas «abdicaciones de Bayona»: el 5 de mayo Fernando devolvía los derechos a su padre; al día siguiente Carlos IV nombraba a Murat «Lugarteniente del Reino» y el 25 era Napoleón el que nombraba a José (1768-1844), su hermano mayor, rey de España, cargo que asumió el 6 de junio. A su vez, José I contó entre sus ministros a Cabarrús y José Antonio Caballero, ayer absolutista y ahora, cual corcho que fl ota en todas las aguas, afrancesado. Muchos notables, aristócratas, profesionales e intelectuales se pusieron al servicio del rey intruso.

Mientras Fernando VII permanecía en Valençay como un siervo de Napoleón, se producía la Guerra de la Independencia. En ella hubo victorias y derrotas; mo-

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Carlos de Borbón, rey de las dos Sicilias, óleo sobre lienzo de Giuseppe Bonito (1707-1789), (reproducido con autorización de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, Madrid)

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mentos de horror, de gloria y de vergüenza; de nobleza y de ignominia; de héroes anónimos y nombres propios; de patriotismo y colaboracionismo; de dolor y víctimas inocentes; de terror y muerte que Goya fi jó para la eternidad en sus Desastres. Una guerra que duró hasta principios de 1814 y que costó a España más de 350.000 muertos por la violencia y las hambrunas de 1808 y 1812; cifra que, si sumamos los causados por epidemias, signifi có una merma demográfi ca superior al medio millón de personas.

10. La libertad

En abril de 1808, pocos días después del Motín de Aranjuez, Fernando VII fi rmó la orden de libertad de Jovellanos. Tras siete años de destierro y prisión, dejó Bellver para ir a Valdemosa y despedirse de los monjes. Marchó luego a Palma, donde fue nombrado miembro de honor de la Sociedad Mallorquina de Amigos del País, y desde allí viajó a Barcelona y Zaragoza, Jadraque y Trillo, donde llegó el 1 de junio, «para tomar las aguas». En Trillo recibió la orden de dirigirse a Asturias para calmar a los sublevados, pero alegó razones de salud, y en julio, José Bonaparte le nombró ministro del Interior. Tampoco aceptó y, además, se desamistó con Cabarrús, ministro de Hacienda, al que escribió: «España no lidia por los Borbones ni por Fernando; lidia por sus propios derechos originales, sa-grados, imprescriptibles, superiores e independientes de toda familia o dinastía. España lucha por su religión, su constitución, sus leyes, sus costumbres, sus usos; en una palabra por su libertad...».

Y cuando el general Horace Sebastiani le intentó atraer con halagos:

«La reputación de que gozáis en Europa, vuestras ideas liberales, vuestro amor por la patria, el deseo que manifestáis de verla feliz y fl oreciente, deben haceros abandonar un partido que sólo combate por la Inquisición, por el interés de algunos grandes de España, y por los de la Inglaterra... Un hombre, cual vos sois, conocido por su carácter y sus talentos, debe conocer que España puede esperar el resultado más feliz de la sumisión a un rey justo e ilustrado...».

Su respuesta fue ésta:

«Yo no sigo un partido, sino la santa y justa causa que sostiene mi patria, que adoptamos los que recibimos de su mano el augusto cargo de defenderla y regirla, y que todos hemos jurado seguir y sostener a costa de nuestras vidas... Estaré dispuesto a respetar los humanos y fi losófi cos principios que, según decís, profesa vuestro rey José, cuando vea que, ausentándose de nuestro territorio, reconozca que una nación cuya desolación se hace hoy a su nombre por vuestros soldados, no es el teatro más propio para desplegarlos...».

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Palabras que explican la diferencia entre ilustrado y afrancesado; entre lealtad y traición a la patria. Diferencia que, tristemente, aún hoy muchos españoles no tienen clara.

11. Junta Suprema Gubernativa Central

Bajo un sol de justicia, el 19 julio de 1808 el ejército español al mando del general Francisco Javier Castaños vencía a Dupont en Bailén; y en septiembre, a instancias de Fernando VII, se constituía la Junta Suprema Central y Gubernativa de España e Indias, que asumió los poderes legislativo y ejecutivo. Jovellanos sí aceptó formar parte de ella en representación de Asturias y ser uno de los 35 delegados elegidos por las Juntas de las capitales de los antiguos reinos. Dicha Junta fue presidida por Floridablanca, tuvo su primera sede en Aranjuez y una de sus primeras decisiones fue aliarse con Inglaterra contra Napoleón.

El 5 de diciembre de 1808 el corso entraba en Madrid al mando de lo mejor de su ejército. Desde Chamartín llegó a la Puerta del Sol y, por la calle del Arenal, al Palacio Real. Pero los acontecimientos en Centroeuropa le hicieron abandonar España en enero de 1809 y siempre recordó que fue aquí donde su estrella empezó a palidecer.

Con Napoleón en Madrid, la Suprema se desplazó a Toledo, Talavera, Trujillo y Badajoz, antes de llegar a Sevilla en diciembre de 1809, donde permaneció hasta enero de 1810 en que se trasladó a la Isla de León, hoy San Fernando, en la bahía de Cádiz.

Recordemos que Jovellanos era un estudioso del Derecho Público desde su etapa como oidor de la Audiencia de Sevilla, y desde muy pronto pretendió encauzar la Junta en la legalidad fundamental de España. Vio que se precisaba la convocatoria de las Cortes Generales para elaborar una nueva Constitución y que ésta debía basarse en la experiencia, tradiciones e historia de las normas jurídicas que habían regido desde el Fuero Juzgo hasta las Partidas y la Nueva Recopilación de los Reyes Católicos, que tanto había estudiado. «Nadie más inclinado a restaurar, afi rmar y mejorar; nadie más tímido en alterar y renovar. Acaso este es un achaque de mi vejez. Desconfío mucho de las teorías políticas, y más de las abstractas. Creo que cada nación tiene su carácter...», escribía en mayo de 1809 a lord Vassal Holland, cónsul de Inglaterra en La Coruña y egregio hispanista.

Así, ante los miembros de la Junta Central se presentaban dos modelos: el inglés, fundado en la historia, ideas y costumbres del pueblo, con adaptación a los cambios sociales que se fueran produciendo, asentado en un sistema bicameral y una estricta separación de poderes, en el que el rey sólo tendría un papel sancionador de las normas propuestas por la Nación a través de las Cortes, que era apoyado por Jovellanos; y el francés, rompedor con el orden corporativo tradicional y basado en un sistema de igualdad, democracia absoluta y gobierno popular.

El 8 de junio de 1809 se creaba la Comisión de Cortes, integrada por cinco

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miembros y presidida por Jovellanos, que debía convocar las Cortes encargadas de elaborar la nueva Constitución.

Pero la Junta Central, ansiosa de un nuevo Bailén, organizó una ofensiva para liberar el centro de la península y evitar la invasión de Andalucía. Sin embargo, se midieron mal las fuerzas y nuestro ejército fue derrotado el 19 de noviembre de 1809 en Ocaña. En seguida surgieron las críticas y acusaciones de traición y la Junta Central hubo de disolverse en enero de 1810, creándose el Consejo de Regencia con la misión de organizar la Cortes Constituyentes. (Éstas quedaron constituidas en septiembre de 1810, imponiéndose el modelo de inspiración francesa que cristalizó en la Constitución de 1812).

12. Y Asturias al fi nal

Jovellanos, 67 años, solicitó autorización al Consejo de Regencia para abandonar Cádiz y el 26 de febrero de 1810 partió para Asturias en el bergantín Nuestra Señora de Covadonga. Tras un viaje en el que poco faltó para que el buque naufragara, el 6 de marzo llegó a Muros de Noya (La Coruña) con idea de seguir camino hacia Gijón. Pero Asturias estaba ocupada por los franceses y hubo de permanecer allí más de un año. «Ya no tengo bienes, ni libros, ni hogar; ni siquiera tengo patria...», escribió a lord Holland.

No era hombre de lamentos y se puso a escribir la Memoria en que se rebaten las calumnias divulgadas contra los individuos de la Junta Central del Reino, y se da razón de la conducta y opiniones del autor desde que recobró su libertad, que fi nalizó en Muros en julio de 1811. Ahí escribía:

«Traición —dice la partida VII— es uno de los mayores yerros y denuestos en que los hombres pueden caer... Máximas de prudencia y justicia, de moderación y ho-nestidad, bebidas en la primera educación; ejemplos de fortaleza, de benefi cencia y patriotismo presentados en la juventud y admirados y fi elmente seguidos, forman los hábitos virtuosos que le perfeccionan y elevan... El honor, la conciencia, el respeto a la opinión pública, el amor a nuestro rey y nuestra patria, y el odio a la tiranía nos unieron para desempeñar nuestro deber hasta donde nuestras luces y nuestras fuerzas alcanzaron... ¿Podíamos confi ar en los halagos y sugestiones de un monstruo, para quien la religión, los vínculos del amor y de la sangre, el honor, la amistad, la buena fe son nombres vanos; para quien las palabras, las promesas, los más solemnes tratados y los más santos juramentos no son otra cosa que medios de seducción y perfi dia? ... Lo que juramos lo cumplimos... tú, ¡oh! amada patria mía, tú perecerás, no por los esfuerzos de un bárbaro tirano que devasta tus pueblos, sino por los hijos ingratos que destrozarán tus entrañas...».

Finalizada la que sería su última Memoria y sabiendo que los franceses habían salido

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de Gijón, se puso en camino hacia la tierra de su alma. Llegó el 7 de agosto con el afecto del pueblo en la calle y el tañido jubiloso de las campanas. Le importó poco el estado de sus bienes. «Yo he hallado mis pinturas y mi pequeña librería casi des-truidas... Pero estoy en Gijón, vivo en la casa en que nací...». Y cuando vio el expolio que había sufrido el Instituto, la biblioteca diezmada, las aulas convertidas en cuartel de los franceses y los laboratorios en establos, hizo planes para revitalizarlo. Pero no tuvo tiempo, porque en octubre los invasores volvían a acercarse a Gijón. Huyó.

Partió el 6 de noviembre por mar hacia Ribadeo. No llegó a su destino ya que una galerna obligó a su barco a arribar el 14 a Puerto de Vega, en el concejo de Navia. A los pocos días sufrió una pulmonía. La disnea, la fi ebre y el estupor aparecieron en seguida.

Gaspar Melchor de Jovellanos, español de pro, pasó su última página en ese pueblecito del oeste de Asturias en la madrugada del 28 de noviembre de 1811.

13. Epílogo

Pocos han sido capaces como Jovellanos de analizar nuestra realidad, estudiar las causas de nuestras sombras y apuntar ideas con tanta claridad para salir de ellas; para superar la resignación, la inercia y la rutina, de la muerte inherente a la mentira. Pocos han tenido la lucidez de entender el deber como virtud, la educación como necesidad, la ilustración como deber.

Creó páginas brillantes en drama, ensayo y poesía, leyó de todo y fi jó todo lo que leyó. Fue así ejemplo de cultura enciclopédica y hoy nos sorprenden sus conocimientos y agudeza en campos que van desde el Derecho a la Agricultura, de la Literatura a la Geografía, de la Mineralogía a la Historia, de la Física a las Matemáticas, desde la Política al Cálculo, o desde la Educación hasta el Arte y las Ciencias Naturales. Y, siendo ello meritorio, lo es más que «no se escatimó», que siempre puso todo de sí por donde pasó y en lo que hizo; que no supeditó sus ideas a sus intereses y que puso unas y otros al servicio de un país que deseaba mejor, («...porque hubo un día que la patria tuvo nombradía», escribió).

Quizá, como escribió Julián Marías, «Jovellanos, no tiene lectores, a lo sumo estudiosos, lo que es triste para un autor». Pero, en este momento especialmente difícil de nuestra historia, la obra de Jovellanos constituye un oasis de sensatez y posee una vigencia especial. Y es que, además de estudiado, pensamos que merece ser leído porque forma parte de esa gavilla de hombres preclaros como Feijoo, Una-muno, Ortega, Marañón o Cajal, cuya obra, siempre bien escrita y siempre viva, tuvo objetivos de claridad, verdad, comprensión y concordia. Hombres de cultura crítica, vocación de servicio y afán de libertad; hombres que no capitalizaron sus ideas; hombres de deberes, de estudio y de trabajo hasta el último día de su vida generosa. Hombres que escribieron libros de los que, como de los romances, siempre podremos decir: «viejos son, pero no cansan». Y, además, enseñan.

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Bibliografía

• Fernández Álvarez M. Jovellanos. Un hombre de nuestro tiempo. Madrid: Espasa Calpe, 1998.• Palacio Atard V. Los españoles de la Ilustración. Madrid: Ed. Guadarrama, 1964.• Jovellanos GM. Diarios (selección y prólogo de Julián Marías). Madrid: Alianza Editorial, 1967.• Jovellanos GM. Escritos pedagógicos (edición crítica y prólogo de Olegario Negrín Fajardo). 2 volúmenes.

Fundación Ramón Areces. Gijón: Ed. KRK, 2010.• Jovellanos GM. Escritos políticos y fi losófi cos. Barcelona: Ed. Orbis, 1982.• Luzuriaga L. El analfabetismo en España. Museo Pedagógico Nacional. Madrid: Imprenta de Julio Cosano,

1919.• Obras publicadas e inéditas de Don Gaspar Melchor de Jovellanos (edición y estudio preliminar de Miguel

Artola). Biblioteca de Autores Españoles, Vols. LXXXV, LXXXVI y LXXXVII. Madrid: Ed. Atlas, 1956.• Varela Tortajada J. Jovellanos. Madrid: Alianza Editorial/Alianza Universidad, 1988.

Doce artículos para recordar

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Doce artículos para recordar

Twelve Articles for Remember

Entre la miríada de artículos científi cos publicados en los últimos meses, la Redacción ha seleccionado los doce que siguen. No «están todos los que son», imprudente sería pretenderlo, pero los aquí recogidos poseen un rasgo de calidad, sencillez, originalidad

o sorpresa por el que quizá merezcan quedar en la memoria del amable lector.

Tøien Ø, Blake J, Edgar DM, Grahn DA, Heller HC y Barnes BM. Hiberna-tion in black bears: independence of metabolic suppression from body

temperature. Science 2011;331:906-909. Los osos negros de Alaska (Ursus ameri-canus) viven en el centro-sur de ese territorio y en el otoño se retiran a invernar durante cinco a siete meses. Pasan ese período en cuevas pequeñas, sin comer, beber, orinar o defecar. Hasta ahora se pensaba que en ellos tal proceso era similar al que ocurre en mamíferos pequeños como la marmota, ardillas terrestres o murciélagos, en los que se alternan períodos de estupor de semanas de duración, en los que la temperatura corporal es inferior a 10º C, con despertares de hasta un día en los que su temperatura llega a los 35º-38º C. Sin embargo, en los osos negros de Alaska, no es así. Los autores de este trabajo, de la Universidad Fairbanks (Alaska) y la Universidad de Stanford, han capturado y transportado varios de esos osos a hábitat que reproducen las condiciones de las guaridas naturales, sin aporte de agua ni alimentos durante el invierno. Mediante cámaras de rayos infrarrojos, detectores de movimiento y antenas receptoras de telemetría y cuantifi cación del consumo de oxígeno, demuestran que esos plantígrados reducen su metabolismo hasta el 25% del basal y que su frecuencia cardiaca baja desde 55 hasta 9 latidos por minuto, pero que no tienen despertares y que mantienen su temperatura entre 30º y 36º C todo el invierno. Además, cuando despiertan en abril-mayo y salen de sus guaridas, mantienen un bajo metabolismo durante más de tres semanas, pero ya con una temperatura corporal de 37,7º C. Es decir, la reducción metabólica no es paralela al descenso de su temperatura. Es sorprendente que la bradicardia y el bajo meta-bolismo basal no conlleven un mayor enfriamiento. Pero, quizá, lo sorprendente en la vida animal sería que no hubiera aún muchas más sorpresas.

Irvine AD, McLean I y Leung DYM. Filaggrin mutations associated with skin and allergic diseases. N Engl J Med. 2011;365:1315-1327. En 1977

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se identifi có en extractos de epidermis una proteína que condensaba y alineaba las fi brillas de queratina, proteína esencial en la estructura de la capa externa de la piel. Por esa acción sobre la queratina, aquélla fue denominada fi lagrina (fi -lament aggregating protein). Pero, junto a ese papel estructural, recientemente se ha observado su importancia en patología cutánea... y no sólo cutánea. Así, los autores de este artículo, de Dublín, Dundee (GB) y Denver, han observado que las mutaciones en el gen que codifi ca la fi lagrina reducen su síntesis y secunda-riamente se siguen de alteraciones en la queratinización de la epidermis. Pero, además de esa traducción en la estructura de la epidermis, también se altera el transporte de lípidos y alergenos a través de la piel. De ahí que los portadores de mutaciones inactivadoras del gen de fi lagrina tienen un mayor riesgo de sufrir dermatitis atópica, eczema por contacto, asma, fi ebre del heno y alergia a los cacahuetes. Más allá del hecho de que estas mutaciones en un único gen puedan conducir a un tipo de enfermedades con cierto nexo entre sí, lo llamativo es que el 10% de los nacidos en Europa portan mutaciones que conllevan la pérdida de función de tal gen y son candidatos, a poco que coincidan factores ambientales, a padecer esas enfermedades. Genes, ambiente y fi siología, un equilibrio que, antes o después, termina por romperse.

Myers J, lata K, Chowdhury S, McAuley P, Jain N y Forelicher V. Th e obesity paradox and weight loss. Am J Med. 2011;124:924-930. La obesidad ha al-

canzado en Occidente unas proporciones que permiten considerarla una epidemia que ya afecta tanto a adultos como a niños. Al favorecer el desarrollo de diabetes del adulto, hipertensión arterial, hipercolesterolemia y enfermedades cardiovasculares, su trascendencia sanitaria y económica es evidente. Parecería lógico que la pérdida de peso mediante dieta hipocalórica y ejercicio físico, debiera llevar consigo la disminución del riesgo de muerte. Sin embargo, no está claro que las cosas sean así. En este artículo, escrito por autores de Palo Alto, la Universidad de Stanford y la Universidad Winston-Salem (Carolina del Norte), se comunica que no sólo los individuos con sobrepeso u obesos con enfermedad cardiovascular ya estable-cida tienen mejor pronóstico vital que los de peso normal, sino que los obesos que pierden peso tienen mayor mortalidad por enfermedades cardiovasculares... y por neoplasias. Esta «paradoja de la obesidad» por la que los obesos que pierden peso tienen mayor mortalidad que los que se mantienen obesos o incluso lo ga-nan lentamente, se explicaría según los autores, por un lado por un cierto efecto protector de la ganancia de peso y, por otro, porque la pérdida del mismo podría ser secundaria a otras enfermedades, neoplasias incluidas, subyacentes. Y es que la salud es algo más que el peso.

Anderson JT, Nuttle T, Saldaña Rojas JS, Pendergast TH y Flecker AS. Extremely long-distance seed dispersal by an overfi shed Amazonian frugivore. Proc

R Soc. B. doi:10.1098/rspb. 2011.0155. La familia de los carácidos se compone de

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201Dendra Médica. Revista de Humanidades 2011;10(2):199-205

más de mil especies de peces de tamaños desde cinco centímetros hasta 1,5 metros y comprende desde las pirañas (carnívoras), hasta los colosomas (frugívoros de gran tamaño) distribuidos por Centro y Sudamérica. En el Amazonas y sus caudalosos afl uentes mora el Colosoma macropomum, pez dotado de dientes fi rmes con los que se alimenta de frutas y semillas que caen desde los árboles de las orillas a las aguas. Las come... y las transporta a grandes distancias para depositarlas con sus heces en aguas poco profundas. Así, en el tubo digestivo de estos peces se han encontrado cientos de miles de semillas viables de árboles, que al ser dispersadas contribuyen al fl ujo de genes entre poblaciones de plantas alejadas entre sí y a la colonización de áreas próximas a las orillas. Los autores de este artículo, de las Universidades de Cornell (Nueva York), Pensilvania, Indiana, Iquitos y Pittsburg, mediante radio-transmisores insertados en los opérculos, estudian a lo largo de tres años los des-plazamientos de 24 de esos peces y comprueban que dispersan semillas a distancias comprendidas entre 500 y 5.500 metros. Sin embargo, estos peces son pescados en cantidades excesivas, lo que puede ser otra de las vías por las que se altere el ecosistema amazónico. Recuerdan que en las últimas cuatro décadas la población de colosoma se ha reducido en un 90% y, en consecuencia, se ha alterado la antigua relación paralela entre la evolución vegetal y animal. Cómo no admirar la colabo-ración que se produce continuamente entre especies en apariencia independientes. Ni independientes entre sí, ni indiferentes para la Amazonía.

Harberts E, Yao K, Wohler JE, Maric D, Ohayon J y Henkin R. Human herpes virus-6 entry into the central nervous system through the olfactory -

pathway. Proc Natl Acad Sci. USA. 2011;108:13734-13739. El sistema olfatorio conecta el entorno con el sistema nervioso central y se halla expuesto en todo mo-mento a numerosos agentes patógenos, incluidos los virus. Sabemos que algunos de éstos pueden estar involucrados en ciertas enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, la esclerosis múltiple y, quizá, en el Alzheimer. Entre los que poseen un neurotropismo especial se encuentra el «virus herpes humano-6» (HHV-6), causante de meningoencefalitis, esclerosis múltiple y la epilepsia mesial del lóbulo temporal. Hasta la fecha desconocíamos cómo llega el HHV-6 al sistema nervioso central, pero puede existir una explicación y, además, lógica. Los autores de este artículo, de Bethesda, Baltimore y Washington, han estudiado el moco nasal, células gliales olfatorias en la cavidad nasal, así como en el cerebro y la médula espinal de diez pacientes (cinco con esclerosis múltiple y cinco con diferentes neoplasias). Hallaron ADN del HHV-6 en el moco de 52 de 126 (41,3%) individuos que sirvieron de controles sanos; pero también en el 70% de las células gliales olfatorias de la cavidad nasal, en el 50% de los bulbos olfatorios, 33% del cerebelo y tronco del encéfalo y en el 45% de la médula espinal de los enfermos estudiados. Además, observaron cómo el HHV-6 se replica en el interior de células gliales olfatorias cultivadas in vitro. Si consideramos la frecuencia con que ese virus se encuentra en el moco nasal de individuos sanos no nos debe sorprender que en momentos de «debilidad

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inmunológica» puedan iniciar el asalto al sistema nervioso central. Los virus y su capacidad de dañar cualquiera de nuestros parénquimas, he ahí un universo de peligro, ignorancias... y conocimientos.

Salmoirago-Blotcher E, Crawford S, Jackson E, Ockene J y Ockene I. Constipa-tion and risk of cardiovascular disease among postmenopausal women. Am

J Med. 2011;124:714-723. Según la defi nición que se asuma, se calcula que entre el 2 y el 28% de la población occidental sufre estreñimiento y el número de consultas por tal motivo es enorme y difícil de precisar. Está demostrado que ciertos factores predisponen al mismo, como el sexo femenino, la raza negra o ascendencia hispana en Norteamérica, el poco ejercicio físico, el bajo nivel social-económico-educativo, la ingesta escasa de alimentos con fi bra, la diabetes o la toma de antiinfl amatorios no esteroideos. Pero, si ya en los papiros del Egipto antiguo se describía el riesgo que el estreñimiento tenía para la salud, hoy pue-de confi rmarse. Los autores de este artículo, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts (Worcester) y la Universidad de Michigan (Ann Arbor) comunican su observación de que el estreñimiento es un factor asociado a cardiopatía isquémica en mujeres postmenopáusicas. Estudiaron 73.047 muje-res postmenopáusicas y observaron que el estreñimiento no sólo aumenta con la edad, sino que el estreñimiento grave incrementa en un 23% el riesgo de sufrir eventos cardiovasculares en comparación con mujeres sin tal alteración intestinal. O se modifi can los hábitos de alimentación y de vida, cosa harto difícil, o los fabricantes de laxantes no darán abasto en el futuro.

Priyadarshi A, Domínguez G y Th iemens MH. Evidence of neutron leakage at the Fukushima nuclear plant from measurements of radioactive 35S in

California. Proc Natl Acad Sci. USA. 2011;108:14422-14425. El 11 de marzo de 2011 se produjo un terremoto de fuerza 9 (en una escala con un máximo de 10) en el noreste de Japón, y el subsiguiente maremoto dañó gravemente la central nuclear de Fukushima. Ésta, con seis reactores, era una de las más grandes del mundo. El número de muertos y desaparecidos por el maremoto superó la cifra de 40.000 personas, pero los efectos de la radiación liberada al mar y al aire aún es incalcu-lable. Tres semanas después de la catástrofe, se constató que los reactores 1, 2 y 3 liberaron enormes cantidades de material radiactivo a la atmósfera, pero, además, el agua del mar utilizada para enfriar el núcleo de los reactores dañados retornó contaminada al mar. En consecuencia, las sales y los minerales contenidos en ella se convirtieron en radiactivos, una gran parte se evaporó y fue transportada hacia California por los vientos del oeste que soplaron por aquellos días. Los autores de este trabajo, de la Universidad de California en San Diego, han cuantifi cado el 35S presente en aerosoles de sulfato y SO2 gaseoso en la costa de La Jolla y, a partir de las cantidades medidas, han deducido que la concentración de 35SO4H

2- en el mar próximo a Fukushima es unas 365 veces mayor que la previa al desastre; y que un

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0,7% del sulfato radiactivo presente en dicho mar ya ha viajado a través del Pacífi co hasta alcanzar el sur de California. Está claro que en determinadas circunstancias hasta el Pacífi co resulta pequeño.

Finks JF, Osborne NH y Birkmeyer JD. Trends in hospital volume and operative mortality for high-risk surgery. N Engl J Med. 2011;364:2128-

2137. Ya existen varios estudios fi dedignos que han observado una relación inversa entre la mortalidad quirúrgica y el volumen del hospital en que se practican las cirugías. De hecho, las organizaciones profesionales de EEUU y las compañías de seguros han establecido unos patrones con un número mínimo de intervenciones de diversas cirugías como parte de los programas de acreditación de los hospitales. Los autores de este artículo, del Departamento de Cirugía de la Universidad de Michigan (Ann Arbor) han revisado los datos del Medicare de EEUU desde 1999 hasta 2008 con respecto a ocho tipos diferentes de «alta cirugía»: resección de neo-plasias (pulmón, esófago, páncreas, vejiga), reemplazo valvular aórtico, reparación de aneurisma de aorta abdominal, puentes aorto-coronarios y endarterectomía carotídea. Consideran mortalidad quirúrgica la que se produce antes del alta del paciente o dentro del mes siguiente al alta, y observan que en ese período hubo globalmente una signifi cativa disminución de la mortalidad en todos los tipos de cirugías. Los grandes hospitales contribuyeron a tal mejora a expensas de la esofaguectomía (descenso de la mortalidad un 32% entre 1999 y 2008), pancreatectomía (67%) y cistectomía (37%), pero la reducción de la mortalidad en las otras cirugías fue similar en centros grandes y pequeños. Concluyen que esa mejora de las cifras no se debe sólo al tamaño del hospital y que en ella deben intervenir otros factores no analizados en el estudio. Aun siendo importantes, la cantidad y el tamaño no suelen ser todo.

Heide-Jørgensen MP, Laidre KL, Quakenbush LT y Citta JJ. Th e northwest passage opens for bowhead whales. Biol Lett. doi:1098/rsbl.2011.0731. Se

ha predicho que el calentamiento de la Tierra con la consiguiente pérdida de hielo en el Océano Glacial Ártico facilitaría la apertura del legendario «Paso del Noroeste», buscado tan tenaz como infructuosamente por los marinos desde los siglos XVIII al XX, y con ello la comunicación entre el Atlántico y el Pacífi co por el norte de Canadá y Alaska. Así, mediante el estudio de esqueletos de ballenas hallados en aquellos hielos, se sabe que hace unos 10.000 años dicho paso era permeable. Si volviera a serlo, por un lado se acortarían las rutas marinas y, por otro, se permitiría el intercambio de especies entre ambos océanos. Hasta la fecha, sólo había conjeturas sobre tal vía, pero en este artículo geográfi co, fruto del trabajo de investigadores del Instituto de Recursos Naturales de Groenlandia (Nuuk) y el Centro de Ciencia Polar de la Universidad de Washington (Seattle) se comunica que dicho paso ya es permeable, al menos para la ballena boreal (o ballena de Groenlandia, Balaena mysticetus). Mediante transmisores de radio colocados entre 2001 y 2010 en el

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dorso de 122 ballenas en Groenlandia y en 58 de Alaska y oeste de Canadá, y su seguimiento mediante un satélite, comprobaron que ambas poblaciones se mezclaban y aparecían en el otro océano. Y si pasan las ballenas pronto lo harán los barcos. En estas páginas se nos recuerda cómo han disminuido el grosor y la extensión del Océano Glacial Ártico desde 1990, y que hacia 2040 grandes superfi cies del mismo carecerán de hielo y serán mar abierta durante los veranos. Quién sabe si todo serán ventajas.

Vons C, Barry C, Maitre S, Pautrat K, Leconte M, Costaglioli B, Karoui M, Alves A, Dousset B, Valleur P, Falissard B y Franco D. Amoxicillin plus

clavulanic acid versus appendicectomy for treatment of acute uncomplicated appendicitis: an open-label, non inferiority, randomised controlled trial. Lan-cet, 2011;377:1573-1579. La apendicitis aguda sigue siendo la causa más frecuente de indicación de cirugía en los pacientes ingresados por dolor abdominal agudo y se calcula que aproximadamente el 20% ya está complicada (peritonitis focal o difusa) cuando el enfermo llega al hospital. En estos es imprescindible la cirugía. Sin embargo, la gran mayoría no se han complicado cuando consultan y aunque suelen intervenirse quirúrgicamente quizá ello no sea ineludible. Así, los autores de este estudio (abierto y aleatorizado), de servicios de Radiología y Cirugía de seis hospitales de París, llevado a cabo en 243 pacientes con apendicitis aguda no com-plicada, han observado cómo los resultados del tratamiento antibiótico (amoxicilina con ácido clavulánico, tres gramos al día durante 8-15 días), no son inferiores a la apendicectomía realizada con urgencia. La base está en no hallar signos de complica-ción en la TAC realizada en Urgencias y en identifi car datos que permitan predecir mediante esa técnica que la apendicitis no se va a complicar para poder evitar la cirugía. Y es que, aunque pocas cosas son relativas, de vez en cuando no está de más reconsiderar las verdades que hemos asumido como indiscutibles.

Zasloff M, Adams AP, Beckerman B, Campbell A, Han Z, Luijten E, Meza I, Julander J, Mishra A, Qu W, Taylor JM, Weaver SC y Wong GCL. Squalamine

as a broad-spectrum systemic antiviral agent with therapeutic potential. Proc Natl Acad Sci. USA. 2011;108;15978-15983. En 1993 se descubrió en tejidos del tiburón espinoso (Squalus acanthias; llamado así por dos púas aceradas escondidas en sus aletas dorsales) una sustancia con actividad antimicrobiana que poco después también se halló en los leucocitos de la lamprea de mar (Petromyzon marinus). Tal sustancia era una molécula pequeña (Pm 628 D), mostraba una gran afi nidad por los fosfolípidos aniónicos, penetraba en las células del endotelio vascular sin da-ñarlas e inhibía la migración y proliferación microbiana. Se bautizó con el nombre de Escualamina y su acción benefi ciosa parece que no debe limitarse al tiburón y la lamprea. En este artículo, los autores, de Universidades de Washington, Texas, Illinois, Virginia, Méjico, Utah y Los Ángeles, comunican cómo la Escualamina posee, in vitro e in vivo, una amplia actividad frente a virus patógenos para el

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hombre. Estudian su efecto sobre el virus de la fi ebre amarilla en hámster, en el virus de la encefalitis equina oriental (también en hamsters) y sobre el citomegalo-virus murino (en ratones), modelos en los que se infectan el hígado, el endotelio vascular o las neuronas, causando la muerte de esos animales, y produciendo lesiones extrapolables al hombre. Comprueban cómo la administración de Escualamina por vía subcutánea a animales infectados con esos virus, evitó su muerte en el 70% de los tratados. Concluyen estas esperanzadoras páginas apuntando que «dado que la Escualamina es sintetizable fácilmente y posee un perfi l seguro, debe explorarse su potencial como un agente antivírico en el hombre». Si ello se confi rmara tendríamos otro motivo para nuestra gratitud con el mar. ¿Dispondremos pronto de una serie amplia de sustancias antivirales efi caces e inocuas, similar a la que poseemos frente a casi todas las bacterias?

Glick S. Rosalyn Sussman Yalow (1921-2011). Nature, 2011;474:580. En 1960 Rosalin S. Yalow (nacida en Nueva York y físico de formación) y su

marido, Solomon Berson (médico internista), publicaban un artículo titulado Im-munoassay of endogenous plasma insulin in man (J Clin Invest. 1960;39:1157-1175) que signifi có un salto en la Historia de la Medicina. Comunicaban un método (el radioinmunoanálisis) que permitía cuantifi car concentraciones plasmáticas de una hormona del orden de pg/mL, basado en la competencia por un anticuerpo específi co entre una sustancia circulante en sangre y esa misma sustancia marcada con un isótopo radiactivo. Con el tiempo, esa técnica sirvió no sólo para «medir» mínimas tasas de hormonas, fármacos, vitaminas o antígenos víricos en plasma, sino que sirvió de base para otros métodos de cuantifi cación enormemente útiles en Biología. Shimon Glick, profesor emérito de la Universidad Ben Gurion, en Israel, escribe en esta página de Nature una semblanza de aquella mujer fallecida el 30 de mayo de 2011 que, con la ayuda de su marido, creó un método esencial para la «búsqueda de la certeza» en Medicina. Una investigadora que el 8 de diciembre de 1977, en su discurso de recepción del Premio Nobel, recordaba: «... El hombre es en sí mismo un ser misterioso y los instrumentos para demostrar su naturaleza fi siológica sólo se han desarrollado lentamente a lo largo del milenio. Becquerel, los Curie y los Juliot-Curie con su descubrimiento de la radiactividad natural y artifi cial, y Hevesy que fue pionero en la aplicación de los isótopos radiactivos al estudio de los procesos químicos, han sido los progenitores científi cos de mi trabajo. Durante los pasados 30 años me he dedicado al desarrollo y aplicación de la metodología radioisotópica para analizar la estructura íntima de los sistemas biológicos. Desde 1950 hasta su muerte prematura en 1959, el doctor Solomon Berson estuvo a mi lado en esta aventura científi ca y juntos hicimos nacer y crecer al radioinmunoensayo, una poderosa herramienta para la determinación de virtualmente cualquier sustancia de interés biológico...». Rosalyn S. Yalow nunca patentó esa técnica. Descanse en paz.

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Ingrid Bergman. La actriz «natural»

Crítica

Ingrid Bergman.La actriz «natural»

Ingrid Bergman. The «natural» actress

Juan Tejero*

Adorada por el público, venerada por la crítica y respetada por todos los afi cionados al cine, Ingrid Bergman fue la estrella más amada de los años cuarenta. Tenía una mirada dulce y serena, un rostro delicado de incomparable belleza y el porte elegante de una dama. Era espontánea, sincera y femenina. Y componía sus personajes con una claridad, precisión y profundidad asombrosos. Pero lo más prodigioso era su portentosa naturalidad, su maravillosa ductilidad. Nunca fue una diva glacial, sino una criatura vital y exquisita, e incluso en sus papeles más sofi sticados siempre desprendía una aureola de autenticidad. El suyo fue el triunfo de la femineidad sin pretensiones.

En el terreno interpretativo, nada puede empañar el recuerdo de su primera etapa en Hollywood, cuando asombró al mundo con una inigualada serie de composi-ciones que marcaron un estilo inconfundible, casi siempre asociadas a un mismo personaje: la mujer enamorada, de belleza perfecta y pasado turbio, siempre dispuesta al sacrifi cio, aunque también supo encarnar la frialdad y el distanciamiento propios de la mujer fatal. Fue una casquivana camarera en El extraño caso del Dr. Jekyll (Dr. Jekyll and Mr. Hyde, 1941), una romántica miliciana en ¿Por quién doblan las campanas? (For Whom the Bell Tolls, 1943), una psiquiatra enamorada en Recuerda (Spellbound, 1945), una monja adorable en Las campanas de Santa María (Th e Bells of St. Mary’s, 1945) y una dama turbia elevada a los altares de la santidad en Juana de Arco (Joan of Arc, 1948). Pero no es aquí donde hay que buscar las cimas más

* El autor fundó (1992) la revista Cinerama, que dirigió durante nueve años, y en 1998 T&B Editores (www.cinemitos.com/tbeditores/Paginas/home.asp). Desde la fundación de T&B compagina la labor de dirección de la editorial con la de escritor, así como la colaboración en diversos programas de radio y televisión. Es autor de numerosos artículos y libros. Recientemente ha publicado: ¡Qué ruina de película! (2008), El grupo salvaje de Hollywood (2009) y Audrey. Una princesa en la corte de Hollywood (2010).

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Ingrid Bergman (1915-1982) (cortesía del autor).

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altas de su arte, sino en tres papeles que representan las perlas más rutilantes de su diadema. Se trata de la dulce heroína de Casablanca (1942), la hermosa víctima de Luz que agoniza (Gaslight, 1944) y la espía manipulada de Encadenados (Notorious, 1946). Tres personajes que nos explican como ningún otro lo que Bergman era como estrella, como presencia, como actriz y como mito.

Como su predecesora Greta Garbo, Ingrid nació en Estocolmo (Suecia), el 29 de agosto de 1915, hija única de Justus y Friedel Bergman. Su madre, de origen alemán y burguesa hasta la médula, murió antes de que su hija cumpliera los dos años. Su padre, comerciante de material de fotografía, corrió la misma suerte diez años después, dejando a la niña en manos de un tío, un luterano estricto que sólo sentía repulsión por las inclinaciones artísticas de la pequeña.

Tímida y reservada, pero dotada ya de ese carácter decidido que más tarde iba a pillar desprevenido a Hollywood, en 1933 decidió ingresar en el Dramaten, la prestigiosa escuela de arte dramático de la capital sueca. Intérprete ocasional de obras escolares, la joven Ingrid llamó la atención de un cazatalentos de la Svensk Filmindustri, gracias al cual debutó como fi gurante, en 1934, en Munkbrogreven. Sus intervenciones crecieron rápidamente en importancia, gracias a Gustaf Molander, que le puso el pie en el estribo con Intermezzo (1936), una romántica historia de amor entre una joven estudiante de piano y un célebre violinista (Gösta Ekman), que acaba sacrifi cándose para preservar la armonía conyugal. Entre tanto, se casó el 10 de julio 1937 con el dentista Peter Lindström, con el que tuvo una hija, y al año siguiente aceptó una oferta de la UFA (Universum Film AG) para trabajar en Berlín. Y allí podría haberse quedado, como su compatriota Zarah Leander, si el productor David O. Selznick no la hubiera invitado a viajar a Estados Unidos para rodar una nueva versión de Intermezzo (Intermezzo: A Love Story, 1939), con el distinguido Leslie Howard.

El 20 de abril de 1939, Bergman desembarcó en Nueva York y en seguida se puso a trabajar a las órdenes de Gregory Ratoff . Seis meses después, la película se estrenó en el Radio City Music Hall, con un éxito inmediato. «Es bella sin ser linda. Asombrosamente madura, pero sin los manierismos propios de nuestras in-térpretes», escribió un crítico. Animado por esta reacción, Selznick fi rmó a la actriz un contrato de siete años y decidió jugar con inteligencia la baza de la naturalidad, en línea con esa impresión de pureza y vigor que desprendía su persona.

La primera sorpresa de Bergman llegó cuando comprobó que su mentor no tenía planes inmediatos para ella. Desconcertada ante la situación, aceptó una oferta para actuar en Broadway, en la obra de Ferenc Molnár Liliom, al lado de Burgess Mere-dith. El éxito fue completo. Pero seguía sin haber un buen papel cinematográfi co para ella, así que decidieron prestarla a la Columbia, donde protagonizó Los cuatro hijos de Adán (Adam Had Four Sons, 1941), y a la Metro, donde interpretó Alma en la sombra (Rage in Heaven, 1941).

Como Selznick continuaba sin dar señales de vida, Ingrid tuvo que batallar para conseguir nuevos roles en otros estudios. Su primera victoria fue decisiva. En

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Bergman con Humphrey Bogart en Casablanca, 1942 (cortesía del autor).

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principio, MGM le había ofrecido el papel de la elegante novia de Jekyll en El extraño caso del Dr. Jekyll, que estaba preparando Victor Fleming. Pero ella luchó para obtener lo que nadie en su lugar ansiaba: el papel de la amante barriobajera de Hyde, que debía encarnar Lana Turner. «Es difícil imaginar un papel que la señorita Bergman no pueda convertir en instante supremo», escribió en 1941 el crítico del New York Herald Tribune, aludiendo a su interpretación de la coqueta camarera Ivy.

Pero la película que le abrió de par en par las puertas de la fama fue la mítica Casablanca, uno de los títulos más legendarios de la historia del cine. De la mano de Michael Curtiz, Ingrid dio vida a una heroína poco convencional. En aquella época, las protagonistas de los melodramas cinematográfi cos luchaban por su hogar y defendían su matrimonio, pero Ilsa, que confundía los latidos de su corazón con cañonazos, no dudaba en romper las reglas establecidas, anteponiendo el amor al deber y abandonando a su héroe de guerra para recuperar la felicidad. Su interpre-tación llevó a sus futuros directores a descubrir lo que podían hacer con una mujer que parecía demasiado íntegra para no ocultar algún defecto

El siguiente hito en la carrera de Bergman fue ¿Por quién doblan las campanas?, una de las bazas fuertes de la Paramount, con Gary Cooper a la cabeza del re-parto. Aunque la cinta no respondió a la expectación despertada, el trágico papel de miliciana enamorada de un romántico periodista norteamericano posibilitó a la actriz sueca un nuevo recital interpretativo. Su cotización subió automáticamente, y los estudios empezaron a ofrecerle lo mejor de su repertorio. El primer proyecto que le interesó fue Luz que agoniza, de George Cukor, remake de un fi lme inglés basado en una mediocre pieza teatral sobre una rica heredera a quien su marido, un pianista fracasado (Charles Boyer), trata de hacer enloquecer. Su interpretación puso a sus pies a la Academia, que no dudó en darle el primero de los tres Oscar que ganaría a lo largo de su carrera.

Después de años de espera, Selznick le brindó por fi n una película hecha a su medida por Alfred Hitchcock, un director que supo hacer afl orar como nadie lo que de pulsión inconfesable puede esconder la virtud serena. Su primera actuación a las órdenes del «mago del suspense» en Recuerda, junto a Gregory Peck, no pudo ser mejor. Así, al menos, lo reconoció la crítica neoyorquina al proclamarla mejor actriz de 1945. Ese mismo año, Ingrid completó su afortunada racha con Las cam-panas de Santa María, de Leo McCarey, donde dio vida a una monja en amable disputa con un sacerdote encarnado por el ídolo pop del momento: Bing Crosby. La película se convertiría en el cuarto título más taquillero de la década.

Nada más acabar la guerra, Ingrid cruzó el Atlántico para recorrer Alemania con Jack Benny, Larry Adler y Martha Tilton, con el propósito de distraer a los solda-dos. Fue durante ese viaje cuando la actriz conoció al húngaro Robert Capa, un brillante fotógrafo de guerra del que no tardó en enamorarse y que ejerció gran infl uencia sobre ella.

Pero volvamos a Hollywood. Recuerda había ejercido tal atractivo sobre el públi-

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co, que Selznick no tardó en unir de nuevo los nombres de Hitchcock y Bergman en Encadenados, agregando a la fórmula un ingrediente distinto: Cary Grant. La maestría del cineasta británico, que miraba a su actriz como Valmont miraría a la virtuosa Madame de Tourvel, y el excelente funcionamiento de la pareja protagonista hicieron de este fi lme otro éxito resonante, el cuarto de Ingrid que batía récord de recaudación.

En vista de los resultados, Selznick intentó renovar el contrato de su estrella en términos altamente favorables, prometiéndole a la vez una mayor atención. Pero Ingrid, aconsejada por su marido, decidió volar por libre y obtener así todo el benefi cio que prometía su alta cotización. Siete años de éxitos consecutivos habían dado a la actriz la costumbre del éxito seguro, y a los productores la certeza de que no podía fallar en ningún campo. No tardó en llegar para Ingrid Bergman la posi-bilidad de interpretar el papel por el que suspiraba desde su llegada a Hollywood, el de Juana de Arco, muy acorde con su imagen de irreprochabilidad. Ya lo había

Bergman en Juana de Arco, 1948 (cortesía del autor).

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interpretado en la escena, en una obra de Maxwell Anderson, Joan of Lorraine, y por fi n, en 1948, lo pudo hacer en el cine bajo la batuta de Victor Fleming. Su memorable encarnación de la doncella de Orleans hizo que Ingrid quedase unida a su mito. Pero, debido a lo elevado de sus costes, el sueño místico de la actriz no constituyó el negocio esperado.

1949 signifi có para la estrella —aunque ella ni lo presentía— el fi nal de su reina-do en Hollywood. La causa: su encuentro con Roberto Rossellini, que marcaría el comienzo de un romance que modifi có su vida, hizo estallar el escándalo y señaló el fi n de su esplendorosa carrera en Estados Unidos. La anécdota es conocida. Un fi lme del cineasta italiano, Roma ciudad abierta (Roma, città aperta, 1945), había conseguido impactar al mundo como anticipo del neorrealismo, y sus imágenes descarnadas se abrieron paso en circuitos de exhibición anglosajones vedados hasta entonces al cine extranjero. Bergman conoció a Rossellini al ver esta película. Fue como un mazazo. Ese día cambió el rumbo de su vida. Como atacada por una enfermedad delirante, corrió a ver Camarada (Paisà, 1946), otro de los títulos del prestigioso director. Y, por fi n, decidió escribirle un famoso telegrama prestándole sus servicios incondicionales como actriz: «Si necesita una intérprete sueca que hable perfectamente inglés, que no ha olvidado el alemán, a quien apenas se entiende en francés y que del italiano sólo sabe decir ‘ti amo’, estoy dispuesta a hacer una película con usted».

Pero la admiración profesional se tornó pronto en romántica. Por Rossellini, Bergman abandonó marido e hija. Y un embarazo fuera del matrimonio, durante el rodaje de Stromboli, tierra de Dios (Stromboli, 1950), acabó de desacreditarla a ojos de un Hollywood azotado por la tormenta del puritanismo. El público norteame-ricano se sintió traicionado por la imagen que se había hecho de ella y, como un amante despechado, reaccionó con furia, destruyéndola con toda la pasión con la que antes la había amado. Y mientras tanto, ella, que había esperado abrirse a otros horizontes, una vez emancipada de la tutela de los estudios, se descubrió atrapada en la misma trampa. Porque Rossellini, con quien se había casado, no soportaba que su esposa se «vendiera» a otros directores. Así, entre 1950 y 1956 Ingrid sólo rodó para él: Europa ‘51 (1952), Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954) y Ya no creo en el amor (La paura, 1954) fueron el fruto de su colaboración. Los fans reaccionaron asombrados ante una Bergman desprovista de glamour, perdida entre los postulados del neorrealismo, y sus fi lmes fueron auténticos fracasos internacio-nales, aunque ella no vio disminuido su prestigio.

Finalmente, perdida la confi anza en su pigmalión y acosada por las deudas, Ingrid se libró de la férrea tutela artística de su marido y aceptó una oferta de Jean Renoir para rodar Elena y los hombres (Elena et les hommes, 1956), a la que siguió un debut en los escenarios de París, en Th é et sympathie. La estrella volvía a recobrar su libertad, mientras Rossellini se iba a la India y encontraba un nuevo amor: Sonali Das Gupta.

Darryl Zanuck acabó de conjurar la maldición obligándola a aceptar el papel de

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Anastasia (1956), el preludio de su indulto en Hollywood, señalado por la obtención de un segundo Oscar. Como siempre, la interpretación de Ingrid lo merecía. Un renacimiento que también dio la puntilla a su matrimonio con Rossellini, al que siguió una nueva relación, por fi n feliz, con el productor teatral sueco Lars Schmidt. Menos de una década después, ya olvidado el rencor, el pueblo se reencontró por fi n con su sueca, hija pródiga. El gran escándalo había terminado.

Electrizada por el teatro, Bergman frecuentó cada vez más este medio, para volver sólo ocasionalmente al celuloide: en la deliciosa y chispeante Indiscreta (Indiscreet, 1958), emparejada de nuevo con Cary Grant, uno de los amigos que más la ha-bían apoyado en los momentos difíciles; en La visita del rencor (Th e Visit, 1964), con máscara infl exible, en las antípodas de su imagen de otros tiempos; o en El albergue de la sexta felicidad (Th e Inn of the Sixth Happiness, 1958), que no era ninguna maravilla, pero que le permitió bordar una de sus interpretaciones más conmovedoras en la piel de una abnegada misionera inglesa en China. Pero ahora era en el teatro donde se encontraba a sí misma, en contacto con un público que no escatimaba su admiración. En 1965 debutó en los escenarios de Londres con Un mes en el campo, de Turgeniev, antes de conocer un gigantesco triunfo personal en Los Ángeles con la pieza de Eugene O’Neill More Stately Mansions.

A fi nales de la década, Ingrid recuperó glorias pasadas con la adaptación cine-matográfi ca de una obra que medio mundo había aplaudido, la divertida Flor de cactus (Cactus Flower, 1969), en la que se anunció que bailaba el twist como antes se había advertido que Garbo reía en Ninotchka (1939). El resultado fue un rotundo éxito de los que la actriz ya casi no recordaba.

En los años setenta, consagrados preferentemente al teatro, aún conseguiría un tercer Oscar, esta vez secundario, por su impecable interpretación de la vieja ins-titutriz neurótica de Asesinato en el Orient-Express (Murder in the Orient Express, 1974), donde demostró que podía ser también una actriz de carácter. Fueron pocos minutos en la pantalla, pero bastaron para que afl orara su aureola de fascinación, para que demostrara que su lozanía y autenticidad seguían intactas.

En 1973 emprendió una gira por Europa con Captain Brassbound’s Conversion, de George Bernard Shaw, para terminar con lo que iba a resultar su despedida del público de Nueva York, la obra de Somerset Maugham Th e Constant Wife. A sus sesenta años, Ingrid no parecía lamentar ninguna de las decisiones, a veces doloro-sas, a menudo arriesgadas, que se había atrevido a tomar a lo largo de su carrera, en momentos en que su popularidad no lo exigía. Sin esta impulsividad no habría podido satisfacer su curiosidad por otros repertorios, ni descubrir una felicidad insospechada en el ambiente del teatro. Y, sin embargo, fue en esta época cuando sufrió su primera mastectomía. La segunda llegó tres años después, justo cuando había redescubierto el placer de interpretar en su idioma natal. Sin Renoir y Ros-sellini, tal vez su camino nunca se habría cruzado con el de Ingmar Bergman. Y habría sido una lástima, porque Sonata de otoño (Höstsonaten, 1978) fue a la vez un regreso al redil y un magnífi co canto del cisne: el encuentro de los dos tocayos en

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la cumbre de su arte, en torno a un asunto tan universal como intimista, y donde la actriz se atrevió a jugar con sus miedos y sus imperfecciones, revelando facetas de su arte que, hasta entonces, nadie había sacado a fl ote.

Ya no hubo más películas ni más obras de teatro, aunque aún le quedó tiempo para encarnar a la primera ministra israelí Golda Meir en la miniserie televisiva Una mujer llamada Golda (A Woman Called Golda, 1982), que le exigió un gran esfuerzo físico. Discreta, al principio, sobre su enfermedad, Ingrid empezó a hablar de ella cuando comprendió que era más útil presentarse como el ejemplo de una mujer a la que su dolencia no impedía permanecer activa. Murió en Londres el 29 de agosto de 1982 y su funeral demostró que se la recordaba con sumo cariño y admiración.

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Nota de la Redacción

Página literaria

Mark Twain (1835-1910)

Mark Twain (1835-1910)

Nota de la Redacción

El río Missouri nace en las Montañas Rocosas, atraviesa Dakota del Norte y Dakota del Sur, sirve de frontera entre ésta y Nebraska, así como entre Nebraska, Iowa y Mis-souri; y, tras marcar los límites entre Kansas y Missouri, cruza este Estado del centro de los EEUU antes de desembocar, al sur de San Luis, en el Mississippi. En las orillas de uno de sus afl uentes, el Salt River, se halla la aldea de Florida en la que se es-tableció el matrimonio formado por John Marshall Clemens, comerciante, y Jane Lampton Clemens, sus labores. Se habían casado en 1824 en Tennes-see y esperaban mejorar su situación en Missouri. Tuvieron siete hijos, de los que sólo tres superaron la infan-cia; al sexto, nacido el último día de noviembre de 1835, le bautizaron con el nombre de Samuel Langhorn que, con el tiempo y otro nombre, llegará a ocupar un capítulo en la Historia de la Literatura.

A pesar de los trabajos hechos en su dragado, el Salt River nunca llegó a ser navegable, Florida no prosperó y John se vio obligado a emigrar en 1839 con su familia a la próxima ciudad de Hannibal, a orillas del Mississippi. El niño

Retrato de Mark Twain (c. 1909) tomado porA. F. Bradley (cortesía de Wikimedia Commons).

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Mark Twain (1835-1910)

Samuel, observación, imaginación y talento, acudió a la escuela local, vio desde cerca la esclavitud de los negros y exploró a conciencia las orillas del gran río; y, sobre todo, las cuevas que entonces había en sus alrededores. En su momento, lo que vio, imaginó y guardó en la mente, brotará de su pluma.

Su padre murió a los 48, en 1847, antes de que Samuel cumpliera los doce años, lo que para éste signifi có el fi n de la escuela y el comienzo del trabajo. Al principio, como aprendiz en una imprenta, antes de ganarse el sustento ya como tipógrafo a partir de los 16. Parece ser que entonces escribió algún relato en el Hannibal Journal, diario en el que trabajaba su hermano Orion, diez años mayor. Poco después de cumplir los 18 fue a Nueva York, donde ejerció su ofi cio y leyó todo lo que pudo en bibliotecas públicas. Autodidacta, adquirió así el grueso de su cultura, confi rmando la idea de que ésta suele ser labor de juventud y fruto de una necesidad vital del individuo. De Nueva York fue a Cincinnati, Filadelfi a y San Luis, ganándose la vida entre planchas, prensas y bobinas de papel. Tenía 22 cuando volvía a Hannibal y viajaba en un vapor por el Mississippi hasta Nueva Orleans.

Ese viaje fue iniciático para el futuro escritor. Observó la decisiva actuación del práctico que, conocedor de los obstáculos y las cambiantes profundidades del río, dirigía el rumbo que debía seguir el vapor para no encallar al navegar y en su aproximación a los cientos de puertos que jalonaban sus orillas. Samuel palpó el respeto con el que el capitán trataba al piloto y decidió en ese momento cuál iba a ser su profesión: durante dos años largos estudió los tres mil kilómetros navegables que ese gran río recorre de Norte a Sur desde su nacimiento en Minnesota hasta su desembocadura en Nueva Orleans, en el golfo de Méjico. Además, convenció a su hermano Henry, tres años menor, para que hiciera lo mismo. Obtuvo su licencia en 1859, lo que signifi caba el notable sueldo de 250 dólares al mes (hoy equivalentes a unos 70.000 $ anuales). Sin embargo, nunca olvidaría que el año anterior había pasado por el amargo trago de ver morir a Henry en la explosión del vapor Pensylvannia. No se perdonó haber sido él quien le había atraído a la muerte, y más cuando meses antes había «visto» en sueños la explosión del barco. Nació entonces su afi ción por lo onírico y la parapsicología.

La Guerra Civil Americana estallaba en 1861 y la navegación civil quedó cortada en el Mississippi. Por entonces, California, Nevada, Utah, Nuevo México, Texas y gran parte de los territorios de Arizona, Wyoming, Kansas y Oklahoma ya perte-necían a EEUU, comprados a México por quince millones de dólares en el tratado de Guadalupe-Hidalgo, fi rmado en 1848.

Samuel se dirigió con su hermano Orion a Nevada, donde viajó en diligencia por las grandes praderas del Oeste, visitó el Gran Cañón del Colorado, asistió al geno-cidio indio y conoció la comunidad mormona de Salt Lake City, antes de recalar como minero en una explotación de plata en Virginia City (Nevada). Trabajó allí menos de un año, y en 1862 se contrató como periodista en el Territorial Enterprise, diario de esa ciudad. Fue en esas páginas donde fi rmó su primer artículo humorístico

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Nota de la Redacción

(Letters from Carson-re) con el pseudónimo por el que fue famoso: Mark Twain. Se ha asumido que lo tomó de la exclamación que gritaban los marineros de los vapores del Mississippi al largar la sonda para medir periódicamente la profundidad durante la navegación, considerando que la mínima necesaria para que el buque no encallara era de doce pies o dos «fathom»1, y que «twain» era un término primitivo equivalente a «two». En consecuencia, «¡mark twain!» signifi caba que la sonda mar-caba una profundidad de unos 3,64 metros. (No obstante, el propio Twain escribió en su Vida en el Mississippi [1883] que había tomado su pseudónimo de la fi rma que utilizaba el capitán Isaiah Sellers en sus notas breves sobre la navegación en ese río y que publicaba periódicamente en Th e New Orleans Picayune).

Por entonces se inició en la masonería en San Luis, lo que compatibilizó con su pertenencia a la iglesia presbiteriana.

Mark Twain viajó a California en 1864 como periodista de Th e Morning Call, de San Francisco, ciudad donde conoció a la poetisa Ina Collbrith, con la que siempre tuvo una relación afectuosa, y a los escritores Bret Hart y Artemus Ward. Y al año siguiente enviaba al semanario Th e Saturday Press, de Nueva York, un relato de seis páginas que tituló Jim Smiley y su rana saltarina (hoy más conocido como La celebrada rana saltarina del Condado de las Calaveras). La publicación en noviembre de 1865 de este cuento sencillo y sorprendente, en el que una rana capaz de dar los saltos más prodigiosos hacía perder una apuesta a su engañado dueño al quedarse inmóvil tras deglutir en contra de su voluntad un buen puñado de perdigones, signifi có su descubrimiento para el gran público. Tanto fue así que el diario Th e Sacramento Union le contrató en 1866 y le envió como corresponsal a las islas Hawaii, escribiendo crónicas del viaje; y al año siguiente, Th e Daily Morning, de San Francisco, le sufragó un viaje por el Mediterráneo hasta Palestina escribiendo artículos sobre tipos, sucesos y lugares. Fruto de ello fue el libro Los inocentes en el extranjero, editado en 1869.

Precisamente en este viaje conoció a Charles Langdon, su futuro cuñado. Al parecer, éste le mostró en una conversación el retrato de su hermana Olivia, y su contemplación fue un fl echazo para Twain. Tras conocerla en persona y someterla a un contumaz asedio epistolar durante varios meses, logró que la joven, que proba-blemente había sufrido una tuberculosis pulmonar en su adolescencia y pertenecía a una familia adinerada y antiesclavista, acabara dándole el sí. Se casaron en febrero de 1870 en Elmira, Nueva York, y fueron a vivir a Buff alo, en ese mismo Estado. Allí Twain se hizo con una importante participación en Th e Buff alo Newspaper, donde colaboró con sus artículos y del que fue director. Su espíritu errante se manifestó otra vez, pues en 1871 se marchó con Olivia a Hartford, en el vecino Estado de Connecticut, donde nació su único hijo varón, Langdon, que moriría a los 19 meses de vida (¿de difteria?; ¿por una infección respiratoria contraida una fría tarde tras ser sacado por Twain a pasear poco abrigado?) Y, al igual que le

1 Unidad marina de profundidad equivalente a dos yardas, 1,82 metros.

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Mark Twain (1835-1910)

había ocurrido con la muerte de su hermano Henry, la pérdida del hijo, de la que siempre se responsabilizó, le sumió en el pozo sin fondo de la tristeza.

En Hartford Olivia dio a luz a sus tres hijas (Susy, en 1872; Clara, en 1874, y Jean, en 1880.) Y en esa ciudad Twain escribió desde 1874 hasta 1891 las obras que le hicieron inmortal: Las aventuras de Tom Sawyer (1876), El príncipe y el mendigo (1881), Vida en el Mississippi (1883), Aventuras de Huckleberry Finn, camarada de Tom Sawyer (1884) y Un yankee en la Corte del Rey Arturo (1889). Debe recordarse que Vida en el Mississippi fue la primera novela escrita a máquina y que Olivia no sólo corregía sus manuscritos, sino que también le aconsejaba sobre qué debía y qué no debía publicar. Así, algunas de sus obras que salieron a la luz bastantes años más tarde, fueron escritas en esos 17 años de vida en Hartford. Aquí, Twain conoció e hizo amistad con Nikola Tesla (1856-1943), físico nacido en Croacia, nacionalizado americano e inventor del transformador de corriente alterna, que le inició en el mundo de los inventos. Además, durante ese período, en 1878 hizo un segundo viaje por Europa, visitando España, Francia, Inglaterra y Alemania, fruto del cual fue el libro Un vagabundo en el extranjero, publicado en 1880.

Pero, además de escribir y viajar, Twain, en dos decisiones erróneas arriesgó su economía y la herencia de su esposa al crear ese mismo año la editorial Charles L. Webster & Co., e invirtiendo grandes sumas en el desarrollo de la «máquina Pai-ge», un artefacto que, además de escribir, permitía componer varios textos en una página. La editorial quebró en 1884 y la inversión en el proyecto de la máquina fracasó con el nacimiento de la linotipia en 1894. Estaba arruinado.

Sin embargo, tuvo la fortuna de conocer a Henry H. Rogers, admirador de su obra y directivo de la Standard Oil Co. Su amistad, junto con sus conocimientos fi nancieros (en primer lugar le hizo poner a nombre de Olivia sus derechos de autor para protegerlos de los acreedores), aconsejándole cómo «renegociar» la gran deuda contraída con los bancos (una cantidad que hoy alcanzaría varios millones de dólares) y que aceptara ser su administrador plenipotenciario gratis et amore, le evitaron males mayores.

Twain tenía una bien ganada fama como escritor y conferenciante, por lo que, además de publicar El conde estadounidense (1892), Narraciones humorísticas (1892), El billete de un millón de libras esterlinas ((1893), Tom Sawyer por el mundo (1894), Wilson Cabezaloca (1894), Recuerdos personales de Juana de Arco (la obra de la que siempre se sintió más satisfecho; 1896), Tom Sawyer detective (1897), Los sinsabores de la vida humilde (1900) y varios libros recopilatorios de relatos breves, viajó por EEUU y Europa dando conferencias bien remuneradas. Fueron especialmente re-cordadas las que pronunció en el Savage Club, de Londres, y en el Concordia Press Club, de Viena. Y, junto a ello, recibió honores, como ver su retrato (abundante cabellera blanca, ojos vivaces, mirada de frente, nariz aguileña, gran mostacho cano de guías caídas), ocupando la portada del número especial de Navidad de 1899 de Th e New York World. En 1900 volvía a esta ciudad con sus deudas saldadas.

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Nota de la Redacción

Tom Sawyer pescando, imagen tomada de la primera edición (1876) de Th e Adventures of Tom Sawyer (autor desconocido; cortesía de la Library of Congress, Prints and Photographs Division).

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Mark Twain (1835-1910)

No obstante, Twain bien hubiera podido rememorar entonces a Cervantes, porque «la fortuna, de su mal no harta» hizo que su hija Susy, que sufría crisis epilépticas desde la infancia, falleciera con catorce años (¿por meningitis?, ¿por status epi-léptico?) en 1896; y que Olivia quedara parapléjica a consecuencia de una lesión medular probablemente causada (con la obligada cautela a la hora de asumir un diagnóstico hecho hace más de cien años) por una espondilodiscitis tuberculosa. A pesar de ello, en 1903 hizo con ella un periplo agotador por Sudáfrica, India, Nueva Zelanda y Australia, y en 1904 un nuevo viaje por Europa. Precisamente aquí, en Florencia, falleció su amada esposa, lectora y crítica fundamental de su obra durante siete lustros, lo que le hundió defi nitivamente en las simas del dolor, el escepticismo y la misantropía.

Y si su obra previa contenía dosis notables de pesimismo y decepción sobre la Humanidad, sus escritos publicados a partir de entonces ya no los disimularon. Cuento de un perro (1904), Resumen del diario de Adán (1904), Soliloquio del rey Leopoldo: defensa de su opresión del Congo (1905), Oración de guerra (1905), Diario de Adán y Eva (1906), ¿Qué es el hombre? (1906), El legado de 30.000 dólares (1906), Historia de un caballo (1907) y ¿Ha muerto Shakespeare? (1910), son textos sombríos, propios de un hombre lúcido, maduro, culto y pleno de talento, pero sin esperanza.

En sus críticas despellejó la literatura de John Fenimore Cooper, de Jane Austen e incluso de Robert Louis Stevenson. Apoyó el derecho de las mujeres al voto; defendió la abolición de la esclavitud de los negros y habló sin ambages de la semiesclavitud de los chinos en EEUU. Fue crítico hasta la ferocidad con la hipocresía (a la que denominó «conspiración universal de la mentira de la afi rmación silenciosa»), la política y el imperialismo; con el cristianismo hasta la herejía, y con las jerarquías sociales, políticas y religiosas hasta la más despiadada inclemencia.

Poco importó que en 1907 fuera nombrado doctor honoris causa por la Facultad de Letras de la Universidad de Oxford y que viajara allí para su investidura. Aún tuvo que metabolizar la dura noticia de saber que su querido y benefactor amigo Henry H. Rogers fallecía el 20 de mayo de 1909, y apurar el cáliz del dolor al ver el fi n de su hija Jean a los 29 años el día de Navidad de ese mismo año.

•Samuel Langhorne Clemens, Mark Twain, entró en la inmortalidad en el mismo instante en que murió de forma súbita, probablemente por un infarto agudo de miocardio, el 21 de abril de 1910 en Redding (Connecticut). Tras un solemne funeral, sobre el que quizá hubiera ironizado en otras circunstancias, en la Iglesia Presbiteriana Old Brick de Nueva York, sus restos fueron depositados en una tumba bajo una lápida de dos «fathoms», doce pies, tal como indicó Clara, la única hija que le sobrevivió, en el Woodlawm Cemetery de Elmira, Nueva York. Allí reposan desde hace un siglo.

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Nota de la Redacción

Algunas de sus obras, «bloqueadas» desde muy atrás por Olivia, sólo vieron la luz después de su muerte. Así, y nada más como ejemplo, El forastero misterioso, en el que un sagaz Satanás desarrolla su visión satírica de la Humanidad, salió de la imprenta en 1916; o Cartas desde la Tierra, un ensayo con una crítica corrosiva del Creador, no fue editado hasta 1962.

Esté donde esté su errante, contradictorio, libre y dolorido espíritu, tal vez le guste releer en un momento de asueto bajo la sombra amable de un árbol, lo que escribió su contemporáneo James Russell Lowell, (1819-1891), director de Th e Athlantic Montly, sobre el relato que le llevó a la fama allá por 1865: «Jim Smiley and his jumping frog es la mejor pieza de literatura humorística de los EEUU»; o saber que bastante después William Faulkner (1867-1962) afi rmó que «Mark Twain es el padre de la literatura norteamericana»; y que Ernest Hemingway (1898-1961), en Las verdes colinas de África (1935) escribió: «Toda la literatura norteamericana moderna viene de un libro de Mark Twain titulado Aventuras de Huckleberry Finn. Si lo lees, detente justo cuando el negro Jim es separado de los chicos. Ése es el verdadero fi nal. El resto sólo es un engaño. Pero es el mejor libro que tenemos. Toda la literatura norteamericana empieza con él. No había nada antes. No hay nada tan bueno después».

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Un sueño raro. Con una moraleja

Página literaria

Un sueño raro. Con una moraleja

A curious dream. Containing a moral

Mark Twain*

Anteanoche tuve un sueño extraño. Parecía que me hallaba sen-tado en una escalinata (quizá en ninguna ciudad en especial) en estado crepuscular y debían ser, más o menos, las doce de la noche o la una de la madrugada. El tiempo era apacible y delicioso. En el entorno no se oía ningún ruido humano, ni siquiera unas pisadas. La ausencia de cualquier tipo de rumor hacía resaltar aquel silencio sepulcral, salvo el ocasional ladrido ronco de un perro en la lejanía y la respuesta todavía más lejana de otro perro. De repente, oí un chasquido como de huesos que procedía de la parte alta de la calle y que interpreté como el sonido de las castañuelas de alguna serenata nocturna. Sin embargo, un minuto después llegó hasta mí un esqueleto alto, cubierto con una caperuza y medio tapado con una harapienta y mohosa mortaja cuyos jirones ondeaban sobre su costillar. A grandes zancadas se balanceó hacia mí y enseguida desapareció en la penumbra de la luz gris de las estrellas. Sobre el hombro llevaba un ataúd roto y comido por los gu-sanos, y en su mano llevaba un fardo de algo que no pude precisar. Entonces me di cuenta del porqué del castañeteo: estaba producido por el choque de los huesos de las articulaciones y el golpeteo de los codos con los costados al caminar.

Debo decir que estaba sorprendido y antes de que pudiera poner en orden mis ideas y especular sobre el signifi cado de tal aparición, oí que otra se aproximaba porque reconocí su clac-clac. Llevaba sobre su hombro las dos terceras partes de un ataúd y unas tablas, que debían corresponder al cabecero y los pies, bajo el brazo. Estuve a punto de mirar para ver qué había bajo su capucha y hablarle, pero cuan-do se dio la vuelta hacia mí y me sonrió con sus cavernosas órbitas y una mueca burlona, pensé que lo mejor era no detenerle. No bien se hubo marchado cuando oí un nuevo claqueteo y vi que de la sombría media luz surgía un nuevo esqueleto. Caminaba doblado por el peso de una pesada lápida y con una cuerda arrastraba

* Relato publicado en Mark Twain Sketches New and Old (1875). Th e American Publishing Company. Hartford, Connecticut (EEUU). Traducción de A. Pérez Gutiérrez.

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Mark Twain

tras él un ataúd destartalado. Cuando hubo llegado hasta mí se detuvo mirándome durante unos momentos y entonces, mientras se volvía y me daba la espalda, dijo:

—¿Querría ayudarme a descargar esto, compañero?Le ayudé a bajar la lápida y apoyarla en el suelo, y observé que tenía grabado el

nombre de «John Baxter, Copmanhurst», junto con la fecha de su muerte «Mayo, 1839». Agotado, el esqueleto se sentó junto a mí y se secó el hueso frontal, proba-blemente más como una vieja costumbre, pensé, porque no pude ver que tuviera ni una gota de sudor.

—¡Qué lástima!, ¡qué lástima!, —dijo mientras se envolvía con los restos de su mortaja y apoyaba pensativamente la mandíbula sobre su mano. Entonces puso el pie izquierdo sobre su rodilla y, con un clavo oxidado que sacó de su ataúd, empezó a rascarse el astrágalo de manera distraída.

—¿Qué es lo que es una lástima?, amigo.—¡Oh! Todo, todo. Casi no desearía haber muerto nunca.—Me sorprende. ¿Por qué dice usted eso? ¿Algo va mal? ¿Qué le ocurre?—¡Que qué me ocurre! Mire este harapiento sudario. Vea esta lápida, totalmente

destrozada. Mire este viejo y vergonzoso ataúd. Todo lo que un hombre posee va a la ruina y la destrucción ante sus ojos, ¿y usted le pregunta que qué va mal? ¡Rayos y truenos!

—Sosiéguese, sosiéguese, —le dije. Ciertamente es una lástima, pero no habría podido suponer que, en su situación, le importaran esos detalles.

—Pues bien, mi querido amigo, sí me preocupan. Estoy herido en mi orgullo y mi comodidad impedida, destruida, podría decir. Le describiré mi caso. Si me lo permite, se lo contaré de manera que usted pueda entenderlo, —dijo el esqueleto echándose el capuchón hacia atrás como si eliminara impedimentos para entrar en acción y así, inconscientemente, adoptando un aire solemne y festivo que contras-taba con la grave condición de, la que pudiéramos decir, su situación en la vida y su calamitoso humor.

—Adelante, —dije.—Habito en el viejo y vergonzoso cementerio que se halla en esta calle, una o

dos manzanas más arriba de donde está usted. ¡Vaya, precisamente ahora; ya me parecía que este cartílago no me iba a durar mucho! Es la tercera costilla por abajo; por favor, amigo, ate con un cordel su extremo a mi columna, en el caso de que usted lleve encima algo así; lo más conveniente sería un alambre de plata, es lo más duradero y adecuado si uno lo conserva pulido. ¡Pensar que uno se va desmo-ronando pieza a pieza por el camino, precisamente por la indiferencia y abandono de sus descendientes! —Y el pobre espectro rechinó los dientes de una manera que, por el violento efecto incrementado por la falta de carne y epitelio, me sobresaltó y me produjo escalofríos.

—Resido en aquel viejo cementerio hace ya treinta años y puedo decirle que las cosas han cambiado desde el momento en que allí empecé a llevar este cansado esqueleto; cuando me di la vuelta y me estiré preparándome para un largo sueño,

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con una deliciosa sensación de que para mí se habían acabado eternamente tanto las preocupaciones como las afl icciones, la ansiedad, la duda y el miedo, y escuchaba con una confortable y progresiva satisfacción el trabajo del sepulturero; desde el sorprendente golpeteo de su primera palada sobre mi ataúd hasta que las últimas se apagaron, y el tenue rumor producido con la construcción del tejado de mi nuevo hogar. ¡Delicioso! ¡Fantástico! Desearía que usted pudiera experimentarlo esta noche. —Y el muerto me sacó de mi ensoñación con una sonora palmada en mi espalda con su huesuda mano.

—Sí señor; me acosté allí hace treinta años y fui feliz. Por entonces estába-mos en medio del campo entre viejos, fl oridos y aromáticos bosques; los pesados vientos murmuraban entre las hojas, las ardillas correteaban sobre y alrededor de nosotros; nos visitaban reptiles pequeños y los pájaros llenaban con música nuestra tranquila soledad. ¡Ah, a un hombre le merecía la pena dar diez años de vida para estar muerto entonces! Todo era placentero. Estaba en un buen vecindario, ya que todos los muertos que vivían cerca de mí pertenecían a las mejores familias de la ciudad. Nuestros descendientes parecían pensar en nuestro mundo. Conservaban nuestras tumbas en las mejores condiciones; las vallas siempre se reparaban y esta-ban impecables; las cabeceras de los sepulcros se mantenían pintadas o encaladas y eran sustituidas por otras nuevas tan pronto como empezaban a enmohecerse o estropearse; los monumentos se mantenían erguidos, las verjas intactas y brillantes, las matas de rosas y los arbustos bien recortados y sin defectos; los paseos limpios, lisos y cubiertos de arena.

—Pero, pasaron aquellos días. Nuestros descendientes se han olvidado de nosotros. Mi nieto vive en una majestuosa casa construida con el dinero que hicieron estas viejas manos mías, ¡y yo duermo en una tumba olvidada, invadida por bichos que arrancan fragmentos de mi sudario para, por si fuera poco, construir sus nidos! Yo y algunos amigos que reposan conmigo hemos fundado y asegurado la prosperidad de esta hermosa ciudad y los pomposos retoños de nuestros amores nos dejan pudrir en un ruinoso cementerio del que reniegan los vecinos y los extraños desprecian. Observe por un momento la diferencia entre aquellos y estos tiempos: nuestras tumbas están hundidas; nuestros cabeceros se han ido pudriendo y derrumbando; las vallas, medio desprendidas del suelo, se tambalean con una indecorosa frivolidad; los mausoleos se ladean cansados y nuestras lápidas se inclinan desalentadas; allí ya no hay adornos —ni rosas, ni arbustos, ni paseos cubiertos de arena, ni nada que sea grato para la vista—, e incluso la despintada empalizada vieja, que antaño se pavoneaba de guardarnos de la compañía de animales y la profanación por pies distraídos, se tambalea hasta casi colgar sobre la calle y sólo sirve para advertir de la presencia de nuestra triste morada, invitando aún más a la burla. Y ahora no podemos esconder nuestra pobreza y nuestros harapos en los benévolos bosques, ya que la ciudad ha estirado sus brazos hasta la lejanía, atrapándonos entre ellos; y todo lo que queda de la alegría de nuestro viejo hogar es un racimo de lúgubres árboles que aún perduran, aburridos y tristes por la vida en la ciudad, con sus

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Ilustración de ©Paz Rodero.

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raíces sobre nuestros ataúdes, contemplando la brumosa lejanía y anhelando estar allí. ¡Le digo que es una vergüenza!

Usted está empezando a entender; comienza a ver de qué se trata. Mientras nuestros vástagos viven suntuosamente de nuestro dinero en la ciudad que nos rodea, nosotros debemos luchar duro para mantener juntos cráneos y huesos. Observe que en nuestro cementerio no hay una sola tumba que no tenga goteras. Siempre que llueve por la noche tenemos que levantarnos y subirnos a los árboles; y a veces nos despertamos de golpe por el agua helada goteando sobre nuestras nucas. ¡Puedo decirle que entonces se produce un levantamiento general de lápidas viejas, el pisoteado de los monumentos y la huida precipitada de viejos esqueletos hacia los árboles! ¡Créame, si usted hubiera ido allí algunas noches después de las doce, podría haber visto al menos a quince de nosotros posados sobre un pie, con nuestras articulaciones tableteando lúgubremente y con el viento silbando al pasar entre nuestras costillas! Muchas veces hemos permanecido así durante tres o cuatro tristes horas para descender entonces a nuestra morada, entumecidos, ateridos y somnolientos; hemos tenido que prestarnos los cráneos para sacar el agua de nuestras tumbas. Si quiere echar un vistazo a mi boca mientras echo la cabeza hacia atrás podrá ver que mi cráneo está medio lleno de sedimento casi seco.

¡Cuán abatido y estúpido me siento en ocasiones! Sí, señor; si usted acertara a pasear por allí antes del amanecer, más de una vez nos hubiera hallado achicando agua de nuestras tumbas y poniendo a secar nuestros sudarios. Yo tenía uno bien elegante que me robaron de allí una mañana. Pienso que se lo apropió un sujeto llamado Smith, que habita en un cementerio popular próximo. Lo creo porque la primera vez que le vi sólo llevaba puesta una camisa de cuadros y la última —en una reunión social en el cementerio nuevo— era el cadáver mejor vestido de la comunidad. Y, además, es signifi cativo que se marchó cuando me vio y que a una anciana le desapareció el ataúd poco después, cuando solía llevarlo consigo siempre que salía a cualquier parte —ya que era proclive a los resfriados y a los espasmos reumáticos que le hubieran causado la muerte si se expusiera demasiado al aire de la noche—. Se llamaba Hotchkiss, Ana Matilda Hotchkiss. Podría conocerla ahora. Le quedan dos dientes de arriba; es alta, pero con tendencia a encorvarse; le falta una costilla del lado izquierdo; posee un colgajo de pelo rojizo que le cae a la izquierda de la cabeza y dos rizos, uno pequeño justo encima, y otro por delante de la oreja derecha; tiene la mandíbula sujeta en un lado con un alambre, ya que se le había soltado mientras trabajaba, y le falta un hueso pequeño del antebrazo izquierdo —lo perdió en una pelea—; posee un andar arrogante y una forma de caminar como un gallo, con los brazos en jarras y las ventanas de la nariz levantadas al viento; debió ser bella, libre y sociable, pero está tan deteriorada que parece un cesto de mimbre en ruinas. ¿Quiere que se la presente?

—¡No lo permita Dios! —exclamé a bote pronto, desprevenido ante la pregunta. Pero en cierta medida remedié mi grosería diciendo: —Sólo quiero decir que no he tenido el honor. No quisiera hablar de manera descortés de una amiga suya. Decía

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usted que le habían robado y, también, que era una vergüenza, pero por lo que le queda de sudario, en su momento debió ser magnífi co. ¿Cómo…?

En los ruinosos rasgos y marchitos tegumentos del rostro de mi conocido apareció una expresión horrible y empecé a estar cada vez más incómodo y temeroso, pero me dijo que sólo pretendía dedicarme una sonrisa astuta y un guiño de disimulo para que reparara en que, cuando él adquiría su vestimenta actual otro fantasma de un cementerio próximo perdía la suya. Esto me tranquilizó y le rogué que en adelante se limitara a hablar, ya que su expresión facial me perturbaba. Que, incluso, aun con el mayor cuidado podía confundirme. En especial, debía evitar sonreír y considerar honestamente que lo que para él podía ser un éxito brillante, proba-blemente a mí me incomodara. Le dije que me gustaba ver un esqueleto alegre, incluso decorosamente travieso, pero que pensaba que una sonrisa no era lo más adecuado para un esqueleto.

—Sí, amigo, —dijo el pobre esqueleto. —Los hechos son tal como se los he contado. Dos de esos viejos camposantos, uno en el que habito y otro un poco más lejano, han sido descuidados hasta hoy a sabiendas por nuestros descendientes, hasta el extremo de que ya no pueden ser ocupados más tiempo. Independientemente de la incomodidad osteológica, y que no es asunto menor en este tiempo lluvio-so, la situación actual de las cosas es ruinosa para nuestros bienes. Hemos tenido que trasladarnos o conformarnos con ver nuestros efectos personales arruinados y completamente destruidos.

—Le costará creerlo y, sin embargo, es verdad; pero entre todos los de mis co-nocidos no queda un solo ataúd en buen estado. Y no me refi ero a gentes de bajo nivel que llegan en una caja de pino en una carreta-exprés; sino a ataúdes de lujo chapados en plata, auténticos monumentos que viajan bajo plumas negras a la cabe-cera de una procesión y que han elegido su parcela en el cementerio, quiero decir, gente como los Jarvis, los Bledso o los Burling, y otros. Todos están casi en la ruina. Eran los más ricos de nuestro grupo. Y ahora, mírelos: absolutamente gastados y golpeados por la pobreza. De hecho, uno de los Bledso cambió su mausoleo a un difunto tabernero por algunas virutas tiernas para poner bajo su cabeza. Se lo digo por ser muy signifi cativo, ya que no hay nada que un cadáver aprecie tanto como su mausoleo. Le gusta leer el epitafi o, ya que con el tiempo acaba por creerse lo que dice de él y entonces usted puede verlo sentado en la valla noche tras noche, saboreándolo. Los epitafi os son baratos y con un mínimo dispendio hacen un inmenso bien al muerto, en especial si no tuvo suerte en la vida. Desearía que se utilizaran más. No es que yo me queje, pero, de manera confi dencial, me pareció un poco mezquino que mis descendientes sólo me pusieran esta vieja losa como lápida, y más aún el cumplido inscrito en ella: «Tuvo la recompensa que merecía».

La primera vez que lo vi me sentí orgulloso; pero con el paso del tiempo observé que cada vez que venía un viejo amigo y con cara triste metía la barbilla entre las rejas, tras leer lo que ponía allí sonreía para sí y se marchaba con gesto relajado y satisfecho. Así que, para quitarme de encima a esos necios, borré el epitafi o. Pero

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un hombre muerto siempre pone un punto de orgullo en su mausoleo. Allá van media docena de los Jarvis cargando con el mausoleo de la familia, y los Smithers pasaron hace un rato con el suyo con la ayuda de algunos espectros contratados al efecto. ¡Hola, Higgins!, ¡adiós, viejo amigo! Es Meredith Higgins, muerto en el 44; pertenece a nuestro círculo en el cementerio —una vieja y excelente familia—; su tatarabuela era india y tengo con él una estrecha relación; si no me ha contestado es porque no me habrá oído. Y lo siento, porque me hubiera gustado presentárselo. Se quedaría usted sorprendido. Es el esqueleto más viejo, descoyuntado, inestable y ruinoso que usted haya podido ver nunca; pero, a la vez, el más bromista. Cuando se ríe parece que se raspara una piedra con otra y siempre comienza su risa con un alarido que recuerda el roce de una uña sobre el cristal.

—¡Hola, Jones! Es el viejo Columbus Jones —su sudario costó cuatrocientos dóla-res y su ajuar, incluido el mausoleo, dos mil setecientos—. Fue en la primavera del veintiséis y entonces signifi có un dispendio enorme. Para verlo vinieron muertos de todas partes, hasta desde los montes Allegheny; mi vecino de tumba se acuerda muy bien. ¿Ve usted ahora aquél que lleva un trozo de lápida bajo el brazo; al que le faltan los huesos por debajo de la rodilla y que parece un desharrapado? Es Barstow Dalhousie, quien, tras Columbus Jones, fue el más espléndidamente equipado que entró en nuestro cementerio. Todos lo estamos abandonando. No podemos tole-rar el trato que recibimos por parte de nuestros descendientes. Inauguran nuevos cementerios, pero a nosotros nos abandonan en la ignominia; adecentan las calles, pero no arreglan nada que nos afecte o corresponda. Mire mi ataúd. Debo decirle que en su día fue algo que hubiera llamado la atención en cualquier salón de esta ciudad. Si lo quiere, se lo regalo. No puedo permitirme su reparación. Póngale un fondo nuevo, renueve parte de la tapa y un nuevo listón lateral en el lado izquierdo y lo encontrará tan confortable como cualquier otro que usted haya probado. No me dé las gracias; ni las mencione. Usted ha sido amable conmigo y le daría todo lo que poseo antes de que piense que soy un ingrato. Mire este sudario; es el más bonito en su estilo; podría gustarle. ¿No? Como diga, amigo, pero me gusta ser cortés y generoso. Nada tiene valor para mí.

Adiós, amigo. Debo irme. Quizá tenga que recorrer un largo camino esta noche; aún no lo sé. Lo que sí sé con certeza es que ahora estoy en la cola de los que emigran y que nunca volveré a dormir otra vez en este viejo y ruinoso cementerio. Caminaré hasta que encuentre un alojamiento respetable, aunque tenga que andar hasta Nueva Jersey. Todos los compañeros se están yendo. La noche pasada, en cón-clave público decidimos emigrar y cuando empiece a salir el sol no debe quedar ni uno de nuestros huesos en las viejas moradas. Esos cementerios pueden venir bien a mis amigos que aún viven, pero no deben albergar los restos que tienen el honor de hacer estas observaciones. Mi opinión es la opinión general. Si lo duda, vaya y vea cómo los espectros dejan las cosas antes de partir. En sus manifestaciones de disgusto casi llegaron al alboroto. ¡Hola, aquí están algunos de los Bledso! Si usted quisiera ayudarme a levantar esta lápida, me iría en su compañía. Una importante

229Dendra Médica. Revista de Humanidades 2011;10(2):222-229

Mark Twain

y vieja familia, los Bledso. Unos cincuenta años atrás, cuando yo paseaba por estas calles a la luz del día, ellos salían en un coche de seis caballos y con cosas de ese estilo. Adiós amigo.

Y con su lápida al hombro se unió a la macabra procesión arrastrando tras él su deteriorado ataúd, porque, a pesar de su insistencia tan sincera, rechacé con fi rmeza su hospitalidad. Calculo que al menos durante dos horas aquellos tristes desdichados, cargados con sus tristes posesiones, estuvieron pasando con su castañeteo y durante ese tiempo permanecí compadeciéndolos. Entre ellos, uno o dos de los más jóvenes y menos deteriorados preguntaban por el horario de los trenes de medianoche, pero los demás parecían desconocer tal forma de viajar y sólo preguntaban por los caminos que conducían a algunas ciudades, algunas de las cuales ya no están en los mapas, otras han desaparecido de la tierra al menos hace treinta años, y algu-nas ni siquiera fi guraron nunca, salvo en los mapas de las agencias inmobiliarias. Y también preguntaban por el estado en que se encontraban los cementerios de tales ciudades, así como cuál era la reputación de sus ciudadanos en cuanto a su respeto por los muertos.

Todo ello me interesó profundamente y además despertó mi afecto por aquellos seres sin hogar. Y, como todo parecía real y aún no sabía que se trataba de un sueño, mencioné a uno de tales errantes amortajados que me había venido a la cabeza la idea de publicar un relato sobre este curioso y melancólico éxodo; pero diciéndole también que temía no describirlo con absoluta fi delidad, tal como pasó, y que desearía que no pareciera que bromeo sobre un asunto tan serio, o que falto al respeto a la muerte, lo que podría ofender y molestar a sus amigos vivos. Pero, aquel amable y ceremonioso despojo de un antiguo ciudadano, se inclinó hacía mí y me susurró al oído:

—No se preocupe por ello. Una comunidad que permite que haya cementerios como éste del que emigramos, también puede asumir lo que se diga sobre los muertos olvidados y abandonados que reposan en ellos.

En aquel instante cantó un gallo y la extraña procesión se desvaneció sin dejar tras de sí ni un harapo ni un hueso. Me desperté y me encontré tumbado con la cabeza colgando fuera de la cama, una posición que favorece los sueños fantásticos y con moraleja, pero carentes de poesía.

•Nota.- El lector puede estar seguro de que los cementerios de su ciudad se mantie-nen en buenas condiciones y que este sueño no tiene nada que ver con ella; pero sí, particular y venenosamente, con los de la ciudad vecina.

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Colabora y ¿vencerás? Crowdsourcing, sí... ma non troppo

Miscelánea

Colabora y ¿vencerás?Crowdsourcing, sí... ma non troppo

Collaborate and Conquer?Crowdsourcing, yes... ma non troppo

Adrián Ruiz Mediavilla*

Todo empezó con un tweet en septiembre de 2010. John Win-sor, CEO de una agencia de publicidad llamada Victors & Spoils, descubrió por la prensa que Harley Davidson,  la legendaria marca de motocicletas, había roto su relación con Carmichael Lynch, su agencia de publicidad de los últimos 31 años. El equipo de Winsor preparó un briefi ng, el documento que origina cualquier campaña de publicidad. A diferencia de cualquier agencia tradicional, el documento no fue enviado a un pequeño departamento creativo, sino que fue a parar a la plataforma online Th e Squirrel Fight, creada por la propia agencia. A través de ella, Victors & Spoils se comunica con una comunidad creativa de más de 3.000 personas en todo el mundo. Simultáneamente, Winsor redactó una nota para Mark-Hans Richer, director de marketing de Harley Davidson, en la que anunciaba la iniciativa y le pedía que, una vez tuviesen las ideas listas, les diera la oportunidad de írselas a presentar. Dos días más tarde, el propio Mark-Hans Richer, a través de la cuenta Twitter de Harley, respondía con el siguiente mensaje: «John, si bien no necesitamos una agencia del siglo XX, vale la pena echar un vistazo a vuestro planteamiento, así que adelante».

Los 5.000 dólares de botín que la agencia ofreció a aquel que tuviera una idea que el cliente decidiera comprar no son nada a nivel corporativo, pero en cambio alegran la cuenta bancaria de cualquier persona. La prueba de que el cebo era atractivo es que se recibieron 600 ideas de 200 personas distintas, las cuales fueron fi ltradas por el equipo de Victors & Spoils hasta dejarlas en las 65 que se presentaron a

* El autor, periodista y publicista, vive y trabaja en París. Ha creado el portal: www.futbolnoesfutbol.com.N. de la R.— Una traducción posible del término «Crowdsourcing» al español podría ser «diseño en grupo».

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Adrián Ruiz Mediavilla

Harley Davidson. Para poner las cosas en perspectiva, una agencia de publicidad tradicional presenta entre dos y tres posibles «caminos creativos» como respuesta a cada nuevo briefi ng. Algunas, incluso, uno solo.

Winsor, un veterano del mundo de la publicidad y el marketing, conocía perfec-tamente las inefi ciencias del modelo existente, de modo que simplemente detectó una necesidad del mercado —reducir la inversión en marketing y publicidad— y decidió aprovechar el potencial que representa la comunidad creativa online.

El resultado fue —además de que V&S se hiciera con los 11 millones de dóla-res que supone la cuenta de Harley Davidson y un tal Whit Hiler, dueño de una tienda de camisetas online, con los 5.000 dólares del premio— una campaña que presentaba a todos aquellos que no poseen una Harley Davidson como pájaros enjaulados, mientras que los que llevan una moto de esa marca entre las piernas son personas verdaderamente libres.

Desde entonces ha pasado un año y Harley Davidson no ha mirado atrás. La marca, que vende motocicletas a partir de 20.000 dólares a ofi cinistas calvos de más de cuarenta años, ha integrado progresivamente al consumidor dentro de su propia estrategia comercial y desde hace meses permite a los internautas customizar y adquirir su propia Harley a través de su portal.

1. Jugar bien

La adopción de un modelo colaborativo salvó a LEGO. La productora de jugue-tes danesa, conocida mundialmente por sus ladrillos de colores, se encontraba a fi nales de los años 90 en el momento más bajo de su historia: en 1998 registró pérdidas por primera vez en su historia. La irrupción masiva de los videojuegos—la PlayStation de Sony había salido al mercado un par de años antes— convirtió a los ladrillos de plástico en un juguete démodé. En 2003 los números rojos de la compañía eran de 188 millones de euros.

Sin embargo, LEGO puso en práctica la etimología de su propia marca (de la abreviación del danés Leg godt, jugar bien) y se asoció con un equipo de siete desarro-lladores y programadores del norteamericano Massachussets Institute of Technology (MIT) para producir una línea nueva de producto llamada LEGO Mindstorms. La novedad era que esta vez los ladrillos venían equipados con sensores que permitían al consumidor crear diseños móviles.

Apenas tres semanas después del lanzamiento del producto, más de 1.000 usua-rios se habían coordinado a través de Internet para hackear el software de LEGO Mindstorms y desarrollar nuevas funciones para el producto. Al principio, la com-pañía reaccionó como lo haría cualquier multinacional, y puso el grito en el cielo ante el fl agrante pirateo de su producto. Sin embargo, la creciente adopción de Mindstorms por parte de consumidores de más de 18 años, que no eran el público original del producto pero que sin duda resultaban interesantes para la compañía

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por su poder de prescripción, hizo que LEGO se replantease su postura y abriese el software para explorar lo que podía dar de sí.

De un día para otro, LEGO había pasado de tener un departamento de inves-tigación y desarrollo de siete personas a uno de miles de expertos devotos de la marca. De hecho, la segunda serie de Mindstorms ya salió a la venta con diseños originados por los propios consumidores.

La marca danesa está abriéndose gradualmente a sus consumidores, y el último ejemplo de ello es el lanzamiento de Cuusoo, una plataforma online a través de la cual se invita a los usuarios a enviar proyectos que les gustaría poder construir con LEGO. La elección del nombre tampoco es aleatoria: en japonés, Cuusoo signifi ca «imaginación» o «deseo». Inicialmente la plataforma se abrió en versión beta en 2008 en el país nipón, pero después de haber superado las expectativas de LEGO, a principios de octubre de este año se abrió al resto del mundo.

La novedad de la iniciativa es que, en el momento en el que 10.000 usuarios de Cuusoo apoyan una idea, LEGO se compromete a valorar la posibilidad de crear un producto a partir de ella. Y para que nadie diga que se aprovechan del amor por los colores de sus propios consumidores, LEGO promete que un 1% de las ventas del producto irán a parar al bolsillo de su creador. El primer producto comercializado a partir de ladrillos de LEGO en Cuusoo ha sido el sumergible Shinkai 6500, un modelo clásico de la Agencia Japonesa de la Ciencia Terrestre y Marina.

Los resultados de la apuesta de LEGO se miden hoy en fajos de billetes: de perder dinero hace menos de una década a dar 563 millones de libras de benefi cio en 2010, un 105% respecto a la cifra de 2006.

2. Con crowdsourcing no habría Mac

Podría aducirse que los casos de Harley Davidson y LEGO son especiales, puesto que las dos marcas pertenecen a la categoría que Kevin Roberts, director creativo mundial de la agencia Saatchi & Saatchi, defi nió como «lovemarks»; es decir, aquellas marcas que enamoran a los consumidores hasta el punto de generar una relación que va más allá de lo puramente comercial. El contrapunto de esto es lo que pasaría con marcas que, en realidad, no cuentan con el aprecio del con-sumidor. En otras palabras, ¿puede funcionar el crowdsourcing para una marca de papel higiénico?

La paradoja es que los dos casos de crowdsourcing que hemos visto anteriormente son ejemplos de colaboración, ma non troppo. Tanto el ejemplo de Harley Davidson como el de LEGO tienen un punto en común: en ambos casos hay un «jurado de expertos» que fi ltra las ideas que valen y determinan cuáles van a la basura. En el primer caso, el equipo creativo de Victors & Spoils supervisó cada una de las campañas enviadas a la agencia. En el segundo ejemplo, es la propia LEGO la que decide qué productos ven la luz del día.

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Adrián Ruiz Mediavilla

Como sucede cuando se hacen las cosas de manera diferente, por cada paso ade-lante real que da este nuevo modelo de negocio «social» hay varios en falso. Existen múltiples y variados ejemplos de compañías que han utilizado la colaboración con los consumidores de manera puramente cosmética, como cuando se les pide que elijan el sabor que debería lanzar una marca de aperitivos o se les pregunta por posibles nombres para un nuevo desodorante. Este tipo de colaboración, si bien es totalmente válido, parece más una acción de marketing relacional —un truco— que una innovación real. El mérito del crowdsourcing está en integrar el poder de la multitud para generar verdadera innovación en el proceso creativo de la empresa. En aportar valor añadido real al consumidor fi nal.

De hecho, tradicionalmente las empresas no se han ocupado tanto de colaborar con el consumidor como de observarle y, como mucho, preguntarle qué le parece un determinado producto o servicio. De ahí el desarrollo masivo de técnicas de investigación de mercado a lo largo del siglo XX y la década que llevamos del XXI. Incluso la reciente aplicación de la neurología a la investigación de mercados (técnica explicada en detalle en el muy recomendable libro Buyology, de Martin Lindstrom*) no es sino una sofi sticada manera de ver los toros desde la barrera.

Steve Jobs, que tenía un punto de vista muy claro sobre el tema de la inves-tigación de mercado, decía que: «No puedes preguntarle a los consumidores qué quieren y luego pretender dárselo. En el tiempo que has estado fabricándolo, ellos querrán una cosa nueva». En una entrevista con Business Week, Jobs añadió que «es realmente difícil diseñar productos a través de focus groups. Muchas veces, la gente no sabe lo que quiere hasta que se lo enseñas». Por lo tanto, no sorprende que Apple, en contraposición al abierto Android que abandera Google, haya adoptado un restrictivo modelo de negocio concebido para el consumidor pero desarrollado por profesionales. Al fi n y al cabo, ¿existiría Mac si Steve Jobs hubiera adoptado un modelo de crowdsourcing en 1980? Probablemente no.

3. Una parte de algo

La adopción de un modelo de open innovation responde a la refl exión que hizo Bill Joy, fundador de la californiana Sun Microsystems: «no toda la gente lista trabaja para ti. En otras palabras, un modelo parecido sencillamente incrementa el número de personas que trabajan para resolver un problema, de manera que la probabilidad de encontrar una solución aumenta en proporción directa». O sea, es mejor tener una parte de algo que todo de nada.

El mundo de la tecnología ha sido históricamente un abanderado de los modelos colaborativos. Ejemplo de ello es Linus Torvalds, el arquitecto del sistema operativo

* N. de la R.—Lindstrom M. Buyology: Verdades y mentiras de por qué compramos. Madrid:Gestion-2000, 2010.

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Colabora y ¿vencerás? Crowdsourcing, sí... ma non troppo

Linux, del cual él sólo ha escrito el 2%. Linux jamás habría sobrevivido de no haber decidido abrir su código fuente al resto de programadores del mundo.

Más reciente es el caso de Jimmy Wales, fundador de Wikipedia. Antes de lanzar la que es ya la mayor enciclopedia del mundo, Wales creó Nupedia, una enciclopedia on-line en la que los artículos estaban redactados por expertos, y debían pasar el fi ltro de una revisión previa a su publicación en la Red. Tras tres años y sólo un puñado de artículos escritos y aprobados, Nupedia fue desbancada por su hermana menor, la abierta Wikipedia.

El modelo de negocio social que representa el crowdsourcing va poco a poco abrién-dose camino: hace algunas semanas, el director de cine holandés Paul Verhoeven (Robocop) anunció su intención de desarrollar una película llamada  Entertainment Experience, en la que tanto el guión como el rodaje serán desarrollados por los internautas. Luego el propio director rodará su propia versión del guión… pero estrenará comercialmente ambas versiones.

4. Colaborar, ¿a cambio de qué?

Hay algo turbador en el tema del crowdsourcing. Mientras en los casos de Harley Davidson y LEGO el incentivo principal es claro (el dinero), en los ejemplos de Linux o Wikipedia resulta más difícil comprender qué mueve a las personas a par-ticipar. La teoría más generalizada defi ende que es el ego de las personas el que las empuja a participar, incluso cuando no hay ganancia material por medio.

Pensándolo fríamente, más allá del aroma abierto, tolerante y buenrollista que parece desprender todo el tema del crowdsourcing, lo cierto es que su lógica se inscribe perfectamente dentro de la realidad socioeconómica del siglo XXI. Al fi n y al cabo, el obtener rendimiento de la comunidad virtual global es más fácil que nunca porque: a) jamás hubo tanta gente formada en el mundo; b) mucha de esa gente está parada, con un salario miserable, aburrida, o las tres cosas a la vez; y c) todos ellos están interconectados a través de Internet.

El resultado es una situación win-win en la que empresario y trabajador sacan tajada: para las empresas supone tener a su disposición mano de obra ilimitada, el equivalente a expandir su departamento de investigación y desarrollo a todo el mundo, mientras que para los individuos supone una oportunidad de hacer dinero y prestigio, lo que hasta hace poco tiempo habría sido inconcebible.

Echemos cuentas. Sin necesidad de buscar la foto de conjunto, vayamos a otro caso concreto: la francesa L’Oréal calculó en 2006 que el coste de rodar un spot para TV superaría los 150.000 dólares. En su lugar, la empresa de cosméticos pagó 1.000 dólares a una internauta que responde al nombre de Spicytuna, para que produjese su propio spot para la marca.

Un ahorro brutal, sí, pero ¿a qué precio? Probablemente el departamento de compras de L’Oréal, calculadora en la mano y hoja de Excel abierta, lo celebró

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Adrián Ruiz Mediavilla

con champán. La marca, sin embargo, no ha vuelto a desarrollar una campaña de comunicación sin pasar por una agencia de publicidad profesional. Como apunta el dicho: «lo barato, a veces, puede acabar saliendo caro».

¿Estamos, pues, ante la democratización de la innovación? Podría ser; aunque también podríamos estar asistiendo a la simple commoditization del desarrollo de pro-ductos. Al fi n y al cabo, creer que el proceso innovador se transforma radicalmente porque los consumidores se convierten por arte de magia y gracias a un ordenador en creadores, es tener un concepto bastante pobre de lo que supone la innovación.

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Miguel Serveto (1511-1553): una nueva perspectiva

Miscelánea

Miguel Serveto (1511-1553):una nueva perspectiva

New Light on Miguel Serveto (1511-1553)

Justo Hernández*

La celebración del quinto centenario del nacimiento de Miguel Serveto (Villanueva de Sijena, Huesca, 29 de septiembre de 1511) nos proporcio-na una ocasión de oro para tratar de hacer, con la oportuna óptica que suponen quinientos años de distancia, una adecuada y justa valoración de su papel en los hallazgos relativos a la circulación de la sangre.

1. La glorifi cación de un mártir

Desde el siglo XVIII, la fi gura de Miguel Serveto ha padecido una exaltación raya-na en la apoteosis, en gran parte debida a su despiadado martirio en la colina de Champel, entonces a las afueras de Ginebra, y a los ilustrados que consideraron anacrónicamente al aragonés como una víctima de la libertad de pensamiento. Es un período que en relación con la historiografía médica de Serveto podríamos de-nominar «glorifi cación de Miguel Serveto».

Con motivo de la celebración del cuatrocientos aniversario de su martirio, tal glorifi cación comenzó a ser corregida, al menos en ambientes anglosajones, con la aparición en 1953 del excelente libro de Ronald Bainton, gran historiador de la Reforma, Hunted heretic que sigue siendo la mejor biografía sobre Serveto1. Pero en España, por razones fáciles de comprender, prosiguió la glorifi cación. Baste si no,

* El autor es profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Laguna (Santa Cruz de Tenerife, Canarias). Correo electrónico: [email protected]. Esta Revista ya ha tratado el tema de Miguel Serveto, véase: Osler W. Miguel Servet. Ars Medica. Rev Human. 2007;6(1):93-119, y Puerta JL. Teología y medicina en la obra servetiana (Nota introductoria al artículo de W. Osler). Ars Medica. Rev Human. 2007;6(1):83-92 (disponibles en: www.dendramedica.es).1 Bainton R. Servet, el hereje perseguido. Madrid: Taurus, 1973.

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Justo Hernández

el comienzo de la famosa biogra-fía de Barón: «la vida de Miguel Serveto y Revés, uno de los inge-nios más esclarecidos con que ha contribuido España a la cultura universal, ofreció tal cúmulo de aportaciones a los conocimientos de su época...»2.

2. Dos digresiones preliminares

¿Por qué digo siempre Miguel Ser-veto? Porque así se llama. Varios autores hicieron un ímprobo es-fuerzo para demostrar que ese era su apellido auténtico, topónimo además de una aldea oscense, mas hubiera sido mucho más simple acudir a las fuentes. En sus dos primeras obras, en las que todavía no había cambiado su nombre pues aún no sufría persecución, campea en la portada su nombre claramente: Serveto3. En realidad él nunca usó el nombre de Servet, que es Serveto a la francesa y que se ha tomado de la literatura fran-cófona y así ha permanecido hasta ahora, aunque los historiadores de la medicina siempre hemos utiliza-do Serveto y también bibliógrafos aragoneses de la talla de Latassa4.

En el siglo XIII, el médico damasceno Ibn-an-Nafi s, residente en El Cairo, hacía una descripción, basada en disecciones animales, de lo que se ha llamado circulación

Firma con rúbrica y retrato (de autor desconocido) de Miguel Serveto, tomados de la obra Servetus and Calvin (1877) del médico

humanista Robert Willis (1799-1878).

2 Barón J. Miguel Servet, su vida y su obra. Madrid: Espasa-Calpe, 1989, p. 19.3 De trinitatis erroribus, libri septem. Per Michaelem Serveto, alias Reves ab Aragonia, Hispanum. Anno MDXXXI (Haguenau, 1531). Dialogorum de trinitate libri duo. De Iustitia regni Christi, capitula quatuor. per Michaelem Serveto, alias Reves, ab Aragonia Hispanus, (Johann Setzer, Haguenau, 1532).4 Latassa F. Biblioteca nueva de los escritores aragoneses que fl orecieron desde el año de 1500 hasta 1559, Tomo I. Pamplona: Joaquín de Domingo, 1798, p. 146.

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Miguel Serveto (1511-1553): una nueva perspectiva

menor, en unos Comentarios a la anatomía del Canon. Este manuscrito se descubrió en 1924. Dice así el fragmento que me interesa:

«[L]o que nosotros decimos (y Dios lo sabe mejor) es que puesto que una de las funciones del corazón es la generación del espíritu, el cual consiste en sangre alta-mente purifi cada y extremadamente mezclable con una sustancia aérea, es esencial que tal sangre altamente purifi cada y aire se reúnan en el corazón para facilitar la evolución del espíritu desde el compuesto formado por su mezcla. Esta reunión tiene lugar en la cavidad izquierda de las dos cavidades del corazón, en la cual se genera el espíritu animal. Es igualmente esencial que exista en el corazón del hombre, y en el de los animales que posean pulmones, otra cavidad en la que la sangre se puri-fi que para que sea apropiada para su mezcla con aire… Esta cavidad es la derecha de las dos cavidades que posee el corazón. Después de que la sangre ha sido hecha sutil [oxigenada] en esta cavidad, precisa pasar a la cavidad izquierda, donde se genera el espíritu animal. Pero no hay comunicación, como algunos pensaban que había entre estas dos cavidades, porque el tabique interventricular es hermético, sin ninguna aparente ventana en él. Ni como mantenía Galeno, unos invisibles poros serían apropiados para el paso de esta sangre, porque estos poros no son manifi estos, y el tabique grueso. Por esto, la sangre, después de hacerse sutil, pasa por la vena arterialis [arteria pulmonar] al pulmón para la [circulación] y mezcla con el aire en el parénquima pulmonar. La sangre aireada se purifi ca y pasa a través de la arteria venal [venas pulmonares] para alcanzar la cavidad izquierda de las dos que posee el corazón después de haberse mezclado con el aire y convertido en apropiada para la evolución del espíritu animal… Los pulmones utilizan, para su nutrición, el re-siduo de la sangre menos purifi cada. Por consiguiente, la vena arterialis fue hecha fuertemente impermeable, con dos capas, de suerte que los rezumamientos a través de sus intersticios sean altamente sutiles. Por el contrario, la arteria venalis (venas pulmonares) fue hecha delgada, con una sola capa, para facilitar la absorción de cualquier fi ltrado dentro de esta vena»5.

Pero este texto no pasó a Europa.

3. La teología de Miguel Serveto

Después de la fase de glorifi cación, en los años ochenta del siglo pasado comenzó lo que Diego Gracia ha llamado «Restitución de Miguel Serveto», es decir, el intento de ubicar a Serveto en su justo lugar en la Historia de la Medicina. Aquí el libro clave es Teología y Medicina en la Obra de Miguel Servet (1981) de Diego Gracia6. Se trata de una aportación muy importante. Frente a los médicos afi cionados a la

5 Tomado de Barón J. Historia de la circulación de la sangre. Madrid: Espasa-Calpe, pp. 48-49.

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Justo Hernández

Historia de la Medicina que no son capaces de responder por qué Serveto inserta el texto de la circulación menor en un libro de teología y si responden lo hacen con vaguedades como que no le gustaba nada la medicina y que la medicina sólo fue para Serveto un modus vivendi, Gracia aclara brillantemente que la medicina fue para él, como para los buenos renacentistas, un modus operandi, uno de sus métodos para hacer teología junto con la fi lología. Tampoco la medicina fue en él algo secun-dario sino que Teología/Medicina/Filología forman una unidad metódica. Siguiendo a Aristóteles y a Galeno la medicina es el método para estudiar la realidad de la teología —pues no es una teología conceptual y abstracta, que es la que nosotros conocemos— sino que es una teología materialista, biológica basada en el sentido literal de la Biblia. Es decir, Serveto aplicó a los estudios bíblicos el corporalismo naturalista que siguió Galeno y él mismo. Por eso, en su Christianismi Restitutio (1553) defenderá la fecundación real de la Virgen con la semilla del Espíritu Santo y que el alma que reside en la sangre es creada por Dios y se une al espíritu vital. En este sentido siguió al pie de la letra los muchos pasajes del Antiguo Testamento que hablan de este tema. Por ejemplo el pasaje recogido en el libro de Job (33,4): El espíritu de Dios me creó y el soplo del Todopoderoso me da la vida.

Mas, ¿cómo puede hacerse esto? Para Serveto fue muy sencillo. Lo llevaba pen-sando muchos años. Se formó en la mejor escuela anatómica de Europa con Silvio y con Andernach, en la Facultad de Medicina de París. En sus muchas disecciones se dio cuenta de que el aire (espíritu vital y alma —considerada como spiritus ma-terial—) entra en el neonato con la primera inspiración: la sangre es llevada por la arteria pulmonar a los pulmones, allí se pone en contacto con el aire y ya con el espíritu vital y el alma pasa por las venas pulmonares al corazón izquierdo y es difundido por la aorta con la sangre arterial. Por eso dirá que esto se puede entender fácilmente «si eres versado en anatomía» (en la disección). Es decir, lo que Serveto buscaba era cómo explicar según la fi losofía natural y la anatomía la entrada del espíritu vital y del alma directamente en la sangre del neonato. Se trataba por tanto de un problema teológico que preocupaba a Serveto y que resuelve brillantemente. En modo alguno se trata de una indagación anatómica o médica. Este punto no debe olvidarse para entender cabalmente que Serveto no está haciendo investigación anatómica y médica en cuanto tales.

Lo dice en el Libro V dedicado al Espíritu Santo:

«Para entender todo esto hay que entender primero cómo se produce la generación sustancial del propio espíritu vital, el cual está constituido y alimentado por el aire aspirado y por una sangre muy sutil. El espíritu vital tiene su origen en el ventrículo izquierdo del corazón, y a su producción contribuyen principalmente los pulmones.

6 Gracia D. Teología y medicina en la obra de Miguel Servet. Sijena (Huesca): Instituto de Estudios Sijenenses «Miguel Servet», 2004.

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Miguel Serveto (1511-1553): una nueva perspectiva

Es un espíritu tenue, elaborado por la fuerza del calor, de color rojizo, de tan fogosa potencia que es como una especie de vapor claro de la más pura sangre, que contiene en sí sustancia de agua, de aire y de fuego. Se produce en los pulmones al combinarse el aire aspirado con la sangre sutil elaborada que el ventrículo derecho del corazón transmite al izquierdo. Pero este transvase no se realiza a través del tabique medio del corazón, como corrientemente se cree, sino que, por un procedimiento muy ingenioso, la sangre sutil es impulsada desde el ventrículo derecho del corazón por un largo circuito a través de los pulmones. En los pulmones es elaborada y se torna rojiza, y es transvasada desde la arteria pulmonar a las venas pulmonares. Luego, en la misma vena pulmonar se mezcla con el aire aspirado, [y] por espiración se vuelve a purifi car del hollín, y así, fi nalmente, la mezcla total, material apto ya para convertirse en espíritu vital, es atraída por la diástole desde el ventrículo izquierdo del corazón.

Ahora bien, que se realice [de este modo] a través de los pulmones esa comunicación y elaboración, lo demuestra la variada conexión y comunica-ción de la arteria pulmonar con la vena pulmonar en los pulmones, y lo confi rma el notable tamaño de la arteria pulmonar, ya que ella no hubiera sido hecha tan grande, ni enviaría tal cantidad de la sangre más pura desde el corazón a los pulmones, simplemente para alimentarlos, ni de esta suerte podría ser útil el corazón a los pulmones. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, anteriormente, en el embrión los pulmones se nutrían de otra fuente, a causa de que esas membranillas o válvulas del corazón no se abren hasta el momento del nacimiento, como enseña Galeno. Es, pues, evidente que tiene otra función el que la sangre se vierta tan copiosamente del corazón a los pulmones, precisamente en el momento de nacer. Lo mismo prueba el hecho de que los pulmones no envían al corazón, a través de las venas pulmonares, aire solo, sino aire mezclado con sangre. Luego tal mezcla tiene lugar en los pulmones: los pulmones dan a la sangre espirituosa ese color rojizo, no el corazón [el cual más bien se lo daría negro]. En el ventrículo izquierdo del corazón no hay [además] sufi ciente espacio para tan grande y copiosa mezcla, ni actividad capaz de darle ese color rojizo. Por último, dicho tabique intermedio, al carecer de vasos y mecanismos, no resulta idóneo para semejante comunicación y elaboración, por más que pueda resudar algo. Por el mismo procedimiento por el que se realiza en el hígado una transfusión de sangre de la vena porta a la cava, se realiza también en los pulmones una transfusión de espíritu de la arteria pulmonar a la vena pulmonar»7.

En resumen, «que se hace así a través de los pulmones la comunicación, y la preparación, lo enseña la variada conjunción y comunicación de la vena arteriosa

7 Servet M. Restitución del cristianismo (trad. de Alcalá A. y Betés L.). Madrid: Fundación univer-sitaria española, 1980, pp. 333-335 (en la edición original impresa en Viena del Delfi nado, 1553,pp. 170-171).

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[arteria pulmonar] con la arteria venosa [venas pulmonares] dentro de los pulmones». Esto es importante, porque Serveto utiliza la anatomía como un método, como un instrumento para explicar la infusión del alma.

En este sentido, pienso que es un error que Ángel Alcalá, en su edición de las obras completas de Serveto, que tiene su gran mérito y contribuye a esta «Restitu-ción de Miguel Serveto», consigne este texto entre las obras científi cas de Serveto en el tomo III bajo el título Prima descriptio motus sanguinis (Primera descripción del movimiento de la sangre). Está completamente sacado de contexto, pues no se trata de un texto científi co sino teológico8.

4. Miguel Serveto y el cuatrocientos cincuenta aniversario de su muerte (2003)

En esta «Restitución de Miguel Serveto» es necesario citar un trabajo fundamental del Profesor Paniagua9. En él explica que el hallazgo anatómico de Serveto, con ser relevante, no supone ninguna alteración para el statu quo del galenismo, pues tanto da que la sangre pase por el tabique interventricular que por los pulmones. Y en este sentido, va más allá el fi siólogo Jean-Jacques Dreifuss cuando se pregunta si Serveto ha contribuido realmente al descubrimiento de la circulación de la sangre. Su respuesta es negativa: «la circulación de toda la sangre fue descubierta por Harvey (1578-1657); el desvío que toda la sangre hace por los pulmones ha sido mencionado en varias ocasiones, pero fue Realdo Colombo (c. 1516-1559) el que lo descubrió real y ex-perimentalmente»10. Lo afi rmado por Paniagua y Dreifuss me hace concluir también que, en sentido estricto, no hay circulación pulmonar, ya que la sangre no vuelve al punto de partida; se trata más bien de que la sangre hace un recodo o un bucle. En realidad, debería hablarse de tránsito pulmonar en vez de circulación pulmonar.

5. El tándem Colombo-Valverde

Como es bien sabido, el texto de Serveto quedó muchos años sepultado. Mas sí llega a la comunidad médica el hallazgo de Realdo Colombo con su discípulo Valverde de Hamusco. Con De re anatomica (1559) —póstumo, aunque ya lo conocía Colombo

18 Alcalá A. (ed). Miguel Servet, Obras Completas, vol. III: Escritos científi cos. Zaragoza: Prensas Uni-versitarias de Zaragoza-Institución Fernando el Católico-Instituto de Estudios Altoaragoneses-Gobierno de Aragon, 2005.19 Paniagua JA. Miguel Servet, médico renacentista, en: Viñes JJ (ed). Miguel Serveto o Miguel de Villanueva. Pamplona: Gobierno de Navarra, 2004.10 Dreifuss JJ. Michel Serveet a-t-il eff ectivement contribute à la découverte de la circulation sanguine?, en: Zuber V (ed). Michel Servet (1511-1553). Hérésie et pluralisme du XVIe au XXIe siècle. Paris: Honoré Champion, 2007, pp. 84-85.

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Miguel Serveto (1511-1553): una nueva perspectiva

desde fi nales de los cuarenta según nos cuenta Valverde de Amusco (1525-1587)— se describe merced a precisas vivisecciones lo mismo que dijo Serveto. Reza así el texto, Liber VII, De corde et arteriis:

«entre ambos ventrículos se encuentra el septo, a través del cual la mayoría piensa que accede  la sangre desde el ventrículo derecho al ventrículo izquierdo. De tal manera que a su paso se recupera el espíritu sutil a partir del soplo vital. Sin embargo, el recorrido es tortuoso. En efecto, la sangre es conducida hacia los pulmones por la vena arteriosa [arteria pulmonar] y allí se purifi ca; después, junto con el aire, llega al ventrículo izquierdo del corazón por la arteria venosa [venas pulmonares], hasta el punto de que nadie hasta ahora lo ha observado ni lo ha dejado escrito; sea muy tenido en cuenta por todos»11.

«Se apartan mucho del camino —dice Colombo— pues la sangre es conducida a los pulmones por la vena arteriosa [arteria pulmonar], y allí se purifi ca; después, junto con el aire, llega al ventrículo izquierdo del corazón por la arteria venosa [venas pulmonares]». Hay aquí una razón de peso para pensar que Colombo fue el primero: la rotundidad con que lo afi rma. Declara solemnemente «que nadie hasta ahora lo ha observado ni lo ha dejado escrito; sea muy tenido en cuenta por todos».

Esto sí que llegó a todos y fue aceptado, no creó ninguna polémica, estaba en la calle y como no alteraba el statu quo galenista no se le dio importancia. Prueba de ello es que los grandes tratadistas del Renacimiento no recogen este hallazgo anatómico.

6. Otros autores

Hay dos autores un poco misteriosos a los que se les ha atribuido también su relación con el descubrimiento de la circulación de la sangre, en cierto modo—aquí, como en tantas cosas infl uye y mucho el nacionalismo científi co—. Son el albéitar de Zamora Francisco de la Reyna que en su Libro de albeyteria (1552) dice que la sangre anda en torno. Es evidente que esta afi rmación no es sufi cente para inferir conclusión alguna.

Más interesante es lo que dice en varios de sus libros Andrea Cesalpino (1519-1632), reclamado por muchos de sus compatriotas como descubridor de la circulación de la sangre y a quien Harvey plagió cuando estaba en Padua. Las dos cosas son falsas. Es verdad que Cesalpino utilizó por primera vez el término circulatio para hablar de la circulación pulmonar y que afi rmó que la sangre sale del corazón por las arterias y retorna por las venas (demostrado esto último con ligaduras de los vasos).

Walter Pagel lo explica meridianamente:

11 Colombo R. De re anatomica libri XV. Venecia: Nicolás Bevilacqua, 1559, p. 177.

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«[M]uestra que conoce el retorno venoso al corazón. Si el aristotelismo, incluyendo la posición del corazón y el modelo del círculo en el movimiento macrocósmico y microcósmico, fue un papel importante e inspirador, debería haber hecho el descu-brimiento de Harvey unos 30 años más antes que él. Está casi generalmente aceptado que él no merece el descubrimiento, aunque reunió un número de puntos que fueron elaborados y puestos en marcha por Harvey más tarde. ¿Por qué entonces fracasó Cesalpino? La respuesta es sencilla. Cesalpino fracasó porque no pudo conseguir él mismo abandonar su creencia en las anastomosis arterio-venosas a favor de un uni-forme y completo retorno venoso y fl ujo arterial. Jugó con el último, pero no llegó a una conclusión clara. Ésta habría afectado al concepto del fl ujo de sangre mezclada merced a las anastomosis arterio-venosas. Esta idea básicamente galénica había sido propuesta por Cesalpino en sus Cuestiones peripatéticas de 1571. La segunda edición salió en 1593 junto con las Cuestiones médicas y fue en esta última donde debatió el retorno venoso generalizado y lo relacionó con su declaración del movimiento perpetuo de la sangre desde las venas al corazón y desde éste a las arterias. Esto fue consistentemente repetido en todos los libros de Cesalpino entre 1571 y 1602 en los cuales el asunto fue abordado, esto es, un año antes de su muerte. En ninguna de esas obras, sin embargo, le encontramos apartándose de su original creencia en un fl ujo arterio-venoso mezclado. El concepto correcto nunca se dio como una afi rmación fi rme con derechos exclusivos, pero permanece como algo que es digno de tener en cuenta, sobre todo, la experiencia de los sangradores indicaba que la sangre venosa fl uye hacia el corazón y no desde él. Su fracaso no fue debido a una defi ciencia de observación empírica. Lo que le faltó fue la idea de circulación cerrada. Sin ella no pudo existir el reto para Cesalpino para probarla merced a observaciones y experimentos ad hoc, con los cuales Harvey descubrió que la idea era verdadera después, sobre todo, de la idea que le vino y no a partir de ninguna evidencia que él hubiera podido reunir. El simbolismo del círculo aristotélico no pudo proporcio-nar una guía segura hacia la idea de la circulación de la sangre pues tal simbolismo no representó ninguna signifi cación en esta materia en absoluto. Es verdad que fue el primero en usar el término circulatio en relación con el tránsito pulmonar de la sangre venosa. Pero es un conocimiento común que eso no tiene nada que ver con el simbolismo circular… Era simplemente la aplicación del término legítimo usado por los químicos para la destilación. Cesalpino indica aquí un proceso de enfriamiento del vapor caliente que es reducido allí al estado líquido. Que este proceso se repitiera en intervalos regulares puede bien haber sido un pensamiento secundario asociado con el término. Sin embargo, nada aquí conecta con la analogía macro-microcósmica, ni sobre las virtudes preservativas del movimiento circular y los modelos circulares, en otras palabras, nada que nosotros asociemos normalmente con el simbolismo circular de la fi losofía natural aristotélica»12.

Además pensaba que el retorno venoso se hacía sólo durante el sueño.12 Pagel W. New Light on William Harvey. Basilea: Karger, 1976, pp. 39-41.

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Miguel Serveto (1511-1553): una nueva perspectiva

7. La gran circulación

En 1628 salta la gran alarma. No hay otro libro igual en su género: De motu cordis de Harvey. Nos dice que: sanguinem iter novum metiri suum et revolvere solus iste liber afi rmaret: «sólo este libro indica que la sangre recorre un camino nuevo y retorna». Como Aristóteles, Harvey disecó muchos animales para observar los movimientos del corazón. La clave está en el capítulo VIII (De circulari motu sanguinis):

«[E]mpecé a pensar en mi interior si la sangre no tendría un movimiento como en circulo, y hallé después que ese movimiento es verdadero, y que la sangre es arrojada del corazón e impelida a la periferia y a todas las partes del cuerpo a través de las arterias por el pulso del ventrículo izquierdo del corazón, de la misma manera que lo es a los pulmones, a través de la vena arteriosa, por la pulsación del ventrículo derecho, como se ha visto anteriormente»13.

Harvey se apoya en el descubrimiento de Colombo para aplicar el desvío de toda la sangre de los pulmones al cuerpo entero. Se trata de uno de los puntos de partida de sus investigaciones. Es decir, si toda la sangre sale del corazón hacia los pulmones y retorna... ¿no podría darse esa situación en todo el cuerpo, impelida la sangre por el corazón? Y así llegará con esfuerzo a su gran hallazgo.

8. William Wotton y la Ilustración inglesa

Pero en 1694 salta la sorpresa: un clérigo anglicano de Nottingham, en sus Refl ec-tions upon ancient and modern dice lo siguiente:

«[T]he fi rst that I could ever fi nd, who had a distinct idea of this matter was Michael Servetus, a Spanish Physician, who was burnt for arianism, at Geneva, near 140 years ago. Well had it been for the Church of Christ, if he had wholly confi ned himself to his own profession! His sagacity in this particular, before so much in the dark, gives us great reason to believe, that the world might then have had just cause to have blessed his memory. In a book of his, intituled, Chistianismi Restitutio printed in the year MDLIII he clearly asserts, that the blood passes through the lungs, from the left to the right ventricle of the heart; and not through the partition which divides the two ventricles, as was at that time commonly believed»14.

Como estamos en los inicios de la Ilustración inglesa, Wotton (1666-1727) comete

13 Harvey W. Ejercitación anatómica sobre el movimiento del corazón y de la sangre en los animales (estudio preliminar y notas de P. Laín Entralgo; Trad. de María Araujo). Madrid: El Centauro, 1948, p. 241 (en la edición original publicada en Frankfurt por Fitzer, 1628, pp. 41-42).

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dos errores típicos de un ilustrado. El primero procede de considerar la historia como un todo cumulativo sin tener en cuenta los diversos períodos históricos y las diversas categorías conceptuales de cada período. Así, aplica la circulatio de Har-vey, categoría conceptual del siglo XVII, a la situación de Serveto, propia de un siglo anterior. Así, lo único que hace es dar un grave paso en falso historiográfi co. Además, como quien mucho abarca poco aprieta, incluye un error de bulto en su texto. Hasta donde yo sé, nadie lo ha señalado hasta ahora. Esto indica que muy pocos autores, si es que hay alguno, han leído esta fuente tan ineludible. En efec-to, Wotton dice: he clearly asserts (Serveto), that the blood passes through the lungs, from the left to the right ventricle of the heart; pues no, doctor Wotton, es justo lo contrario: from the right to the left ventricule of the heart.

9. Serveto, héroe y científi co para la Ilustración

Y comienza a tener la fama que no tuvo en vida. Como ya se conocía la circula-ción de Harvey, a la de Serveto la llaman pulmonar. Los bibliógrafos comienzan a exaltarle, especialmente Feijoo (1676-1764). Mas hay otro dato interesante: Menéndez Pelayo se extraña de que Serveto no aparezca recogido en el repertorio de Nicolás Antonio (1617-1684). Pero esto es totalmente lógico, pues es anterior a la edición del texto de Wotton. La gota que colma el vaso es que Jean Astruc (1684-1766) en su catálogo de autores de 1763 cita a Serveto como descubridor del tránsito pulmonar (no habla de circulación) y especialmente Leibniz en una carta de 1727 afi rma que descubrió la circulación de la sangre. De aquí pasó a los grandes repertorios bibliográfi cos del siglo XVIII y XIX: Haller, Bayle, Déchambre, Eloy, Sprengel, Haeser, Manget, etc. Con lo cual se ve que todo ha sido un gran artefacto ahistórico, anacrónico y anatópico. Y que la circulación pulmonar no es tal sino un mero bucle, pues la sangre no vuelve al mismo punto de partida.

10. Conclusión

La nueva perspectiva aquí mostrada pretende hacer ver, en la línea de Paniagua y Dreifuss, que Miguel Serveto no descubrió nada sino que simplemente fue un reformador radical, un teólogo sui generis y un digno representante de la medicina renacentista: quod erat demostrandum...

14 Wotton W. Refl ections upon Ancient and Modern. Londres: Leake, 1694, pp. 211-212.

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