revista fábula n° 1

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1 Cultura, arte, literatura. N° 1. Coro, Venezuela, Septiembre 2015. Colaboraciones solicitadas. Gabriel Jiménez Emán, Director. Contenido: El momento cultural, por Juan Liscano, pág. 2 * La elección de la paz, por Camilo Morón, pág. 6 * Crónica Lusitana, por Gabriel Jiménez Emán, pág. 8 *. Cinco Poemas inéditos de Celsa Acosta, pág. 20. * La retícula como movimiento en Benito Mieses, por José Gregorio Noroño, pág. 25.* La Biblioteca, relato inédito de Juan Francisco Lara, pág. 29. * Artistas invitados: Benito Mieses y Douglas Parra. Editorial fábula nació como una revista impresa que deseaba recoger las preocupaciones estéticas, filosóficas, literarias y culturales de la región occidental venezolana. Debido a numerosos inconvenientes materiales no pudo cristalizar el proyecto sino hasta un solo número, aparecido en 2010. Ahora asumimos el reto de lanzarla por vía digital, con la expectativa de que ese esfuerzo germine en todos aquellos que contribuyeron con aquel proyecto, ahora no restringido sólo a ese ámbito geográfico. Si bien esta vez cuenta con menor número de páginas, ello va a permitir su más expedita difusión mensual por este medio. En este número inaugural fábula presenta a los lectores un ensayo inédito de Juan Liscano, El momento Cultural, que le enviara al Director de esta revista en el año 1987 para una publicación que nunca llegó a realizarse. Se reproduce ahora con motivo de los cien años del nacimiento del gran escritor caraqueño --acompañado de una carta de Liscano-- y que tiene una vigencia sorprendente.

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GAbriel Jiménez Emán, Ennio Tucci, Falcón, Coro, Literatura, Poesía, Venezuela, Revista, Falconiana, Venezolana.

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Page 1: Revista fábula n° 1

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Cultura, arte, literatura. N° 1. Coro, Venezuela, Septiembre 2015.

Colaboraciones solicitadas. Gabriel Jiménez Emán, Director.

Contenido: El momento cultural, por Juan Liscano, pág. 2 * La elección de la paz, por Camilo

Morón, pág. 6 * Crónica Lusitana, por Gabriel Jiménez Emán, pág. 8 *. Cinco Poemas inéditos

de Celsa Acosta, pág. 20. * La retícula como movimiento en Benito Mieses, por José Gregorio

Noroño, pág. 25.* La Biblioteca, relato inédito de Juan Francisco Lara, pág. 29. * Artistas

invitados: Benito Mieses y Douglas Parra.

Editorial

fábula nació como una revista impresa que deseaba recoger las preocupaciones

estéticas, filosóficas, literarias y culturales de la región occidental venezolana. Debido

a numerosos inconvenientes materiales no pudo cristalizar el proyecto sino hasta un

solo número, aparecido en 2010. Ahora asumimos el reto de lanzarla por vía digital,

con la expectativa de que ese esfuerzo germine en todos aquellos que contribuyeron

con aquel proyecto, ahora no restringido sólo a ese ámbito geográfico. Si bien esta vez

cuenta con menor número de páginas, ello va a permitir su más expedita difusión

mensual por este medio.

En este número inaugural fábula presenta a los lectores un ensayo inédito de

Juan Liscano, El momento Cultural, que le enviara al Director de esta revista en el año

1987 para una publicación que nunca llegó a realizarse. Se reproduce ahora con

motivo de los cien años del nacimiento del gran escritor caraqueño --acompañado de

una carta de Liscano-- y que tiene una vigencia sorprendente.

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Querido Gabriel Jiménez Emán:

Le va el trabajo. Dispensa la presentación, pero no uso ni fax ni computadora sino la

vieja máquina portátil Olimpia. El grabado no dio en la fotocopiadora. Se lo despacho

por lo que pueda hacer. Gracias por haber pensado en mí para su suplemento. Otros me

excluyen solapadamente. No soy cómodo por mi repudio de las tecnologías devorantes

audiovisuales.

Tengo conmigo sus textos breves y Mercurial. Se impone un reconocimiento literario de

su narrativa. Lo intentaré, aunque ya mis 82 años me limitan bastante. Si quieren usar el

grabado, puedo prestarle el libro con un estricto compromiso de devolución. A usted le

debe interesar ese trabajo sobre los mayas, pues éstos pertenecen a otros mundos, según

los investigadores.

Me despido con afecto y amistad,

JUAN LISCANO

Ensayo inédito

EL MOMENTO CULTURAL

Juan Liscano

I

La cultura venezolana, como la de todo el Caribe y el resto del Continente

Iberoamericano, nació como proceso de mestizaje entre españoles, indígenas y

africanos traídos como esclavos. Este mestizaje, según las regiones, tuvo más

o menos de los ingredientes étnicos mencionados. Sobre esa humanidad tan

diversa, predominaron los ibéricos aunque la población indígena era cuantiosa

a lo largo de los Andes y desarrollada culturalmente hablando.

¿Qué es la cultura? Frobenius en una bella definición la califico de

“tierra hecha orgánica”. Sin duda la agricultura y la cría estuvieron en el

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origen del quehacer humano, cuando escribo “origen” pienso en el siglo del

Descubrimiento hasta hoy, porque más atrás se pierden las huellas del homo

sapiens. Entre la aparición de éstos y los orígenes media un espacio

insondable. Según la actual cronología, hace 40.000 años, los homínidos

cruzaron el estrecho de Bering y se esparcieron por el continente americano.

Hace 15.00 años el planeta quedó colonizado, como escribe Jacobo Storch de

Gracia de la Universidad Complutense de Madrid. En los 4 millones de años

transcurridos entre el australipithecus aferensis y el homo sapiens, pueden

haber ocurrido mil incidencias climáticas y cósmicas vividas por seres de

quienes se tienen apenas algunos rastros. En ese lapso hubo seis glaciaciones y

los polos se rodaron a lo largo de la esfera terrestre. El homo erectus debió

pasar por fenómenos físicos de tanta magnitud, que la imaginación tiende a

elaborar mitos como el del hundimiento de continentes, desapariciones de

razas más adelantadas que las pobladoras de la tierra y relaciones intensas

entre mentes humanas y el Cosmos.

En ese aspecto e habla cada vez más del misterio de los mayas, de

Atlántidas, lemurianos y extraterrestres. La desaparición de los dinosaurios

continúa siendo un enigma. Mi amigo, el pintor Roberto Matta, decía con

humor que el Cosmos los eliminó por indeseables y que podría pasar lo mismo

con la especie humana. No hay duda que el homus prehistórico e histórico es

un depredador incansable no sólo de la naturaleza, indispensable para vivir,

sino de sus semejantes. “El hombre es un animal de rapiña”, declaro Oswald

Spengler en 1918, en su notable ensayo El hombre y la técnica. La técnica ha

sido la facultad humana más decisiva en esa vocación de rapiña y destrucción

ecológica. La humanidad actual, desde el marginal hasta el empresario, el

educador, el profesional, el mismo técnico, no aprecian como para rectificar,

la inmensa destrucción a la que se ha sometido el planeta. Engendro máximo

de u modo de vida rapiñosa, destructiva, son las megalópolis.

Me detengo ante el grabado de la carátula del libro El misterio de los

antiguos por Eric y Craig (Diana, México, 1978) en el que un maya conduce

una cápsula espacial evidente. Para un puñado de investigadores los mayas

vinieron de otro planeta, el cual se desintegró. Quedaron presos en la Tierra.

Lo cierto es que la cultura maya, el comportamiento de estos grupos humanos,

los contenidos de lo que escribieron, sus conocimientos astronómicos y su

computación del tiempo, resultan reveladores de una alta cultura intelectual y

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de conocimiento del Cosmos en el que se mueve nuestra galaxia. Su

arquitectura maravilla. Sea esta la oportunidad de insistir en lo limitado de la

formación economicista, la cual achata sobre el piso de las oficinas a esos

profesionales, salvo cuando intentan añadir a su labor, el mundo del

humanismo.

II

El momento actual, para la incipiente cultura venezolana, rama discreta de la

identidad iberoamericana, no es favorable. Influye de manera decisiva el

desarrollo materialista y economicista de la actual alianza angloamericana. Si

bien Inglaterra produjo simultáneamente en el mismo siglo XVIII, a un genio

de la plástica y la escritura, doblado de místico visionario como William

Blake, y al creado del liberalismo económico materialista, Adam Smith, el

primero abajo, simple artesano, y el segundo intelectual, guía del capitalismo

reciente, puesto muy alto en los siglos del industrialismo en que vivimos, no

es el caso de EE.UU., nuestro mentor cultural y económico, desde el

debilitamiento de la Europa latina con Francia a la cabeza. EE.UU es cultor

infatigable de la masificación, del hombre-masa, de los medios y la

producción en masa y para masa, de la uniformidad en ideales políticos,

sociales, culturales. Whitman pedía, me imagino al Estado y a “Status”, “hacer

grandes individuos” para que lo demás pueda florecer. EE.UU lo que ha

creado es la homogeneidad por arriba, para blancos, negros, chicanos,

asiáticos, pobladores de su territorio. El instrumento material es lo

audiovisual. La meta espiritual, apresadora de la mente, es el éxito personal

como estrella del espectáculo, los negocios, la noticia. Lo cual tiene su

contrario en el periodismo, la desesperación de un talento notable de

matemático puro, como Teodoro Kackynski, alias “Unabomberi, los suicidios

colectivos, las inquietantes sectas.

Individualidad y personalismo son distintos. La persona es actoral, el

individuo, interior. Venezuela tuvo grandes individuos como Rómulo

Gallegos, Antonio Arráiz, Armando Reverón (aún presente, Arturo Uslar),

pero desde que afluyeron y mezclaron sus caudales, sus caudales, el

materialismo práctico y el materialismo histórico, lo cual sucedió

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históricamente en los años 60, la cultura literaria fue perdiendo ese impulso

individual, un tanto mesiánico, así como el don de crear mitos que fueran

reflejo de la creatividad popular y agraria o de la capacidad de saber

humanística.

En eso estamos, mientras la globalización nos ocupa por las buenas de

la negociación corruptora economicista, cediendo en convenios siempre

favorables a la inversión extranjera, minería y cualquier forma de producción,

y la clase intelectual o creadora de arte y cultura, pierde contacto con el caudal

tradicional. Uno de los rasgos de comercialización más efectivo y corriente, es

ofrecer la novedad simplemente como tal. La creencia en esa novedad habitual

y fatigante, en la actualidad, “desactiva” la mente poco desarrollada por la

sabiduría tradicional, de intelectuales, creadores, marginales y empresarios,

sin hablar de ese pobre ente tembloroso y sumiso en que se convirtió el

Estado.

Las instituciones culturales abundan, no se carece de dinero. Son

maquinarias burocráticas bien dispuestas. Pero falta el material de base, la

creación cultural avasallante y auténtica a lo Gallegos, a lo Reverón, a lo

Arráiz, a lo Paz Castillo, a lo Gerbasi, a lo Armas Alfonzo, a lo Beroes, a lo

Otero Silva, a lo Meneses, a lo Muñoz, a lo Díaz Sánchez, a lo Uslar Pietri, a

lo Picón Salas, a lo Ramos Sucre. Con esta enumeración no quiero negar a

otros creadores literarios de generación más reciente cuyo trabajo conozco y

cuyas obras leo. Más aún, advierto en algunos libros, narración y poesía, la

persistencia de un aliento cultural propio, apoyado en una concepción de la

realidad y de la tradición posible. Hay poetas que vuelven a evocar su terruño.

Hay narradores que no rechazan ni la invención trascendente ni el apunte

realista. Lo que está dallando es el sentido corporativo, la alianza intelectual,

la coincidencia en la apreciación de nuestra cultura y de lo que sucede en el

mundo. Por otra parte, substituyo a la voluntad corporativa, la inteligencia

limitada de la rosca literaria. Hace falta una nueva Asociación de Escritores

Venezolanos, colegas capaces de organizar la unión entre las oposiciones en el

pensar. Mientras tanto, la vida cultural se dispersa más y más, sometiéndose al

mercado foráneo y al personalismo.

Por lo demás, el país propició la globalización en todos sus aspectos,

menos en la posible unión de creadores de cultura.

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LA ELECCIÓN DE LA PAZ

Camilo Morón

Leemos en el Génesis: “El Señor dijo: –¿Por qué has hecho esto? La sangre

de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que yo haga

justicia.” Caín, fratricida y renegado, fue marcado por el Señor con una señal

y la promesa que si alguien le matase, sería vengado siete veces. Caín fundo la

primera ciudad y tuvo hijos e hijas; uno de sus descendientes fue Lámec. “Un

día Lámec les dijo a sus esposas Adá y Silá: Escuchen bien lo que les digo: he

matado a un hombre por herirme, a un muchacho por golpearme. Si a Caín lo

vengarán siete veces, a mí tendrán que vengarme setenta y siete veces.” Según

los exegetas, el canto de Lámec –así le llaman– expresa la arrogancia del

hombre que responde a la mínima ofensa con venganza desproporcionada. El

número setenta y siete (once veces siete, el número de la plenitud) indica que

se lleva la venganza a su último extremo.

Decía Sorel: “La violencia es la partera de la historia”. La violencia

histórica puede surgir de dos fuentes distintas empero complementarias: la

arrogancia y la desesperación. La arrogancia de los opresores. La

desesperación de los oprimidos. La violencia tiene fundamentos biológicos y

yace en los sótanos de nuestra herencia evolutiva. La territorialidad, asociada

al cerebro reptiliano, explica parcialmente las guerras de conquista, las

fronteras nacionales y la sectorización de los espacios urbanos. La neocorteza

cerebral está asociada a los atributos que distinguen a los mamíferos: la

sociabilidad, la empatía, la inteligencia, el lenguaje. Los seres humanos hemos

desplazado nuestro centro de gravedad evolutivo de la biología a la historia y

la sociología, pero no hemos renunciado a nuestras raíces remotas. Esta lucha

interna y externa ha sido tema de la mitología, la religión, la filosofía, el arte y

la ciencia, con distinta proporción de optimismo o pesimismo.

Podemos ser nihilistas y asumir una pose escéptica ante las

posibilidades de la paz. O podemos ser portadores del mensaje universal que

Mahatma Gandhi, Krishnamurti, Martin Luther King, John Lennon o Carl

Sagan legaran a la humanidad. Gandhi actuó en política de tal modo que

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“pudiera mirar a Dios cara a cara, para alcanzar el moksha [salvación]”. El

reverendo King declaró: “De mi formación cristiana he obtenido mis ideales y

de Gandhi la técnica de la acción.” Enseñaba Krishnamurti que “sólo puede

haber paz y felicidad en el mundo cuando el individuo –que es el mundo– se

consagra definitivamente a alterar las causas que dentro de él mismo producen

confusión, sufrimiento, odio.” Lennon cantó para que diéramos una

oportunidad a la paz. Cuando Sagan vio el planeta Tierra desde los límites del

sistema solar, como una mota de polvo suspendida en un rayo de sol, escribió

sobre ese pequeño punto: “Para mí, subraya nuestra responsabilidad de

tratarnos los unos a los otros más amablemente, y de preservar el pálido punto

azul, el único hogar que jamás hemos conocido.”

En Metrópolis, la ciudad de la utopía del futuro, heredera de la aquella

ciudad fundada por Caín, –tanto en la novela utópica de Thea von Harbou

como en la película clásica de Fritz Lang–, un mensaje se impone de principio

a fin: “Entre el cerebro y el musculo debe mediar el corazón.”

Como historiador anarquista, defino la condición humana por la

posibilidad de elegir, de optar, o dicho en términos de la religión y la filosofía:

el libre albedrío. Los conflictos sociales ofrecen una encrucijada: la violencia

o la paz. Una señal de inteligencia es la libertad de elegir la paz.

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CRÓNICA LUSITANA

Gabriel Jiménez Emán

Al abrir las ventanas de la habitación de hotel, veo el amplio balcón por

donde entra el fresco de la tarde. Al fondo se distinguen casas y edificios de

tejados rojizos, y los patios verdes de algunas casas. A la derecha se dejan ver

un campanario y la torre de una iglesia, dibujados contra un cielo índigo. La

habitación de este hotel en Oporto me sirve de antesala a un recorrido que he

de emprender por una angosta avenida repleta de pequeños edificios, cuyas

vidriosas ventanas se apiñan en fachadas asimétricas, que sin embargo

guardan un orden arquitectónico fijado a lo largo de esta y otras calles.

Antero de Quental se llama esta avenida que atraviesa buena parte del

norte de la ciudad. Hacia la derecha de donde me encuentro se va a una plaza

arbolada, la Plaza D’Acqua o Plaza de Abril, donde se dice estaba la primera

fuente de agua de la vieja ciudad y donde todavía hay un lago surcado por

ocas, gaviotas y botes pequeños, un lago rodeado de un denso bosque de

árboles delgados que dejan caer hojas y trozos de ramas secas. Las gaviotas

están por todos lados en Oporto: planean sobre casas, calles, edificios y

plazas, picotean en patios y basurales; se posan en cúpulas, campanarios,

columnas, capiteles, peldaños. Estando yo sentado en la Plaza de la República

cuadras más abajo, una plaza donde hay una escultura de la Independencia de

la República Española (1910-2010) y al otro extremo una escultura del Dios

Baco, me hallo dispuesto a tomar una fotografía al sonriente gesto esculpido

del Dios del Vino, y justo en ese instante llega una gaviota y se para muy

oronda en la cabeza del Dios --coronada de hojas de vid-- que parece decirme:

“Yo también soy diosa y merezco una foto”

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Plaza El Acqua

En una de las esquinas de la Plaza el Acqua está situada la Universidad

Fernando Pessoa, una Universidad que nos invitó a un Congreso sobre la Paz,

gracias a la cual estoy en Portugal. Las facultades de esta Universidad están

alojadas en distintas casas antiguas, ahora reformadas para recibir estudiantes

en aulas y oficinas. El edificio central de la Universidad es una de esas casas,

con un anexo de construcción nueva en cuya entrada se encuentra una

escultura de Fernando Pessoa de cuerpo entero. En el interior del edificio

nuevo se aprecia un mural dedicado al gran escritor portugués, un edificio

ciertamente más adecuado para alojar aulas, auditorios y dependencias

universitarias.

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Gaviota en la cabeza del Dios Baco

El Congreso de la Paz se desenvolvió con toda normalidad. Hubo ponencias

de diferentes disciplinas y ámbitos del conocimiento, y cuando nos tocó a los

integrantes de la mesa de literatura, ahí estábamos nosotros, para leer a un

grupo de estudiantes y profesores nuestros trabajos. Es increíble cómo los

latinoamericanos tenemos una capacidad especial para trabar relación entre

nosotros de manera automática, en cualquier parte que estemos;

inmediatamente salen a flote nuestros sentimientos de disfrute, alegría o

jovialidad, nuestra capacidad de compartir y de charlar sobre cualquier cosa

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como si nos conociéramos de toda la vida, como ocurrió con aquel grupo de

profesores venidos de México, Guatemala y Argentina, compartiendo con

otros no menos afables de España y Portugal. En este caso, la profesora Ana

María Toscano hizo de anfitriona en Oporto. Ella es la directora del

Departamento de Literatura de esa Universidad; edita la revista Nuestra

América, donde se estimula la investigación teórica y estética sobre escritores

de América.

Escultura de Fernando Pessoa

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Pues bien, bajo de nuevo por la calle Antero de Quental. Allí en una pequeña

pastelería hice mi primera comida portuguesa, consistente en empanadillas

fritas rellenas de pescado y croquetas hechas con masa de papa y rellenas de

mariscos, ambas de gran suavidad y aroma.

Vista del Duero y la ribera de Oporto desde el Puente Luis I

Después seguí caminando en dirección sur, y más adelante Oporto se abría en

un sinfín de calles pequeñas y grandes que se cruzaban entre sí, jugando con

sus sinuosidades para lograr un recorrido íntimo parecido al de los laberintos,

desde donde se dejaban ver torres, cúpulas, iglesias pequeñas y grandes

catedrales como la Iglesia de Nuestra Señora de Lapa, dominadora de mi

sector. También pude apreciar en el recorrido la Iglesia de la Trinidad, la

Iglesia del Monasterio de Nuestra Señora del Pilar y el Palacio Episcopal. Me

dejo llevar por la pendiente y más abajo me espera un espectáculo que impacta

mis sentidos: el cristalino río Duero, sosegado y verde oscuro, por donde los

barcos y botes se deslizan. Arriba se divisa un teleférico y aquí en su ribera se

aprecian restaurantes y tiendas que acogen a visitantes, ofrecen sus delicias

gastronómicas y sus espumosos vinos verdes, blancos y tintos, de una frescura

que sacia la sed del cuerpo y muchas veces la del espíritu.

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El Puente Luis I. Oporto

El río Duero esta cruzado por altos puentes que conectan ribera con ribera,

donde están las numerosas bodegas del vino de Oporto, famoso en el mundo.

Desde una ribera, levantando copas en la Bodega Casa Ferrara, bebimos en

compañía de los amigos del Congreso de la Paz, el grupo de escritoras

visitantes María Ángeles Pérez López, de la Universidad de Salamanca,

Paloma Jiménez Gálvez, (Paloma es la hija del gran compositor y cantante

mexicano José Alfredo Jiménez) Silvia Ruiz Otero, Dorotea Alarcón Méndez,

profesoras en la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México, y Ana

Lorena Carrillo, profesora guatemalteca de la Universidad Autónoma de

Puebla.

Desde las riberas del Duero mirábamos los imponentes puentes: dos

metálicos, típicos marcos de la época de hierro del siglo XVIII, proyectados

por los ingenieros Gustavo Eiffel (el mismo Eiffel que hizo la Torre en Paris

que lleva su nombre y el de una avenida en la orilla del Duero) y Seyrig,

como son el puente de Luis I y el de María Pía (1877), y tres más recientes,

construidos durante los años 60, obras del ingeniero Edgar Cardoso: el Puente

da Arrábida (1963), el Puente de Sant Joao (1962) y el Puente de Infante,

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todos ellos por supuesto mucho más jóvenes que la arquitectura medieval de

Oporto.

El rio Duero

Oporto, es decir, el Puerto, también le da nombre a Portugal, (Porto-calis), el

cual se forma al conjugar Porto con cale (piedra, roca, elevación rocosa), un

puerto localizado en la confluencia de la ciudad con el río Duero. Oporto se

caracteriza también por sus majestuosos jardines ornamentales públicos.

Algunos de los más conocidos son la Sala de Visitas Floridas, el Solar del

Vino, el Parque de Ciudad y de Plazas de Campo Alegre en Serralbes; la Calle

de las Flores, --mandada a construir por el Rey Manuel I--, es literalmente un

espectáculo florido, y el Museo Romántico. Por toda la ciudad están

esparcidos esos maravillosos jardines donde siempre nos espera un momento

de frescura apacible, de verde alegría para el ojo.

La arquitectura monumental es otro de los signos de esta ciudad.

Siguiendo un recorrido con mapa en mano me topé con varias sorpresas,

aunque la herencia medieval en el Oporto actual no sea muy profusa;

escasean, por ejemplo, obras del gótico y del barroco. De la época barroca

subsisten algunos monumentos importantes de arquitectura manierista como la

Iglesia de San Lorenzo –llamada también Colegio de los Grillos de la

Compañía de Jesús--, el Convento de los Eremitas de San Agustín y la Iglesia

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de San Benito de Victoria. El único templo gótico de la ciudad es la Iglesia de

San Francisco, antiguo convento de los Frailes Menores, fallidamente

intervenido por una fachada ochocentista que ahora se llama Palacio de la

Bolsa, cuya arquitectura interior también fue ocultada por torpes iniciativas

eclesiásticas. También está la Iglesia Monástica de Santa Clara, antes dueña

de un bello portal renacentista, ha sufrido modificaciones en el siglo XVIII

que no la beneficiaron en nada.

Torre de la Iglesia Canónigos

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De siglos posteriores destacan las obras del italiano Nicolau Nasoni, e

incluyen el Palacete de San Juan Nuevo y la famosa Iglesia de los Clérigos

(1732), cuya admirable Torre se convertiría en símbolo de los portuenses,

terminada en 1750. La otra obra famosa de Nasoni es la Iglesia de la

Misericordia, trabajada en conjunto con el ingeniero Tavares. De las obras

monumentales la más visible y famosa es quizá la Iglesia de San Martín de

Cedofeita, erigida sobre una vieja iglesia del siglo VI, cuyo inicio se debe a la

Condesa de Tareja, continuada por la Reina D. Mafalda. Esta iglesia –

derrumbada en una ocasión por los musulmanes— fue restaurada de modo

permanente y luce poderosa como un castillo; se percibe en ella un carácter de

fortaleza, guardiana de la fe en los siglos XII y XIII, con sus murallas erguidas

y sus hermosos jardines interiores.

¿Qué busca uno en estos templos? Sin ellos, creo, las ciudades

parecerían casi vacías e incompletas. No son sólo símbolos del poder religioso

o de la iglesia, sino también de la historia de las ciudades, de sus fundaciones,

de sus vicisitudes y luchas. También de su arte y de su cultura, museos donde

están cifradas todas estas cosas, pues en todas las religiones y culturas los

templos han intentado la cercanía con los dioses, con las fuerzas trascendentes

a través de oraciones y lecturas sagradas, de ceremonias y ritos, la humanidad

ha intentado un diálogo con las fuerzas superiores, con las potencias ocultas

de su psique para conversar no sólo con su entorno, sino con el cosmos, con el

cielo y sus maravillas incógnitas. Cuando uno se queda viendo una vieja

pared, una ruina, un ídolo antiguo, la imagen de un santo, cuando uno mira un

campanario recortado contra el cielo en una tarde crepuscular u oye cánticos

de alabanza, se queda como anonadado por el misterio de la existencia. En

todas partes, las iglesias nos hablan de esos misterios y de la fuerza oculta del

espíritu que quiere dar amor en medio de tanta destrucción inútil.

Luego de estos descensos por las cuestas empinadas de Oporto iba a dar

de modo inexorable a la ribera del Duero, donde me esperaba un generoso

vaso de vino verde helado, y una cómoda silla para mirar el río, los botes y los

paseantes. Me monté en uno de esos botes alrededor de una hora a pasear y a

contemplar el espectáculo donde el río se junta con el mar. De regreso le

queda a uno dentro una sensación grandiosa, que casi le hace saltar a uno

lágrimas de los ojos.

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Ya al final de la tarde estaba tan cansado que no podía subir la

empinada cuesta hacia el hotel, y debía tomar un taxi o un bus. Descansaba un

rato en el hotel y esperaba la llamada de los amigos Felipe Lisboa y Ana

Toscano, que siempre me convidaban por las noches a cenar a su casa o a

algunos restaurantes simpáticos de la ciudad. En algunas ocasiones estuvimos

en compañía de escritores o profesores amigos, donde compartimos visiones

de los respectivos países iberoamericanos de donde somos originarios, con los

amigos y amigas de Portugal y España; hasta cantamos algunos de nosotros en

una mesa común donde el vino regó nuestras gargantas y la comida satisfizo

nuestro paladar. Oímos canciones famosas del fado, el canto más peculiar de

Portugal, con su mezcla de goce y tristeza, de melancolía profunda, una suerte

de nostalgia marinera que se cocina en los puertos, entre vinos y amores

perdidos, amores que dicen adiós y otros que regresan y hechizan a las almas

solitarias. Un canto maravilloso de soledad.

De ahí me iba a descansar a mi habitación de hotel. Estar solo en una

habitación de hotel puede conectarnos con realidades insospechadas;

podemos, además de dormir o descansar, leer, escribir, pensar, cavilar,

distraerse oyendo música o tv. El aparato de tv puede conectarnos o

desconectarnos simultáneamente del mundo, nos puede evadir

sumergiéndonos en todo tipo de disparates filmados de ficción, información o

entretenimiento banal, en un aluvión de programas e imágenes fragmentadas

que mantienen nuestra atención en una suerte de doble fondo o segundo plano,

donde nuestra atención se diluye sin saber muy bien que cosa está viendo

uno.

En uno de los canales me encuentro con la noticia de estarse

cumpliendo un año del fallecimiento de José Saramago, el gran escritor

portugués, uno de los autores más leídos y controversiales de Europa. Lo de

Premio Nobel apenas importa –tan devaluado está el Premio en la

actualidad— lo importante es que Saramago no sólo ha creado una de las

obras más consistentes y ha dado forma uno de los universos literarios más

personales. Hombre de izquierda, progresista e innovador, amigo de los

pueblos que luchan por su emancipación tanto en Europa como en América

Latina. Me entero de que sus cenizas van a ser depositadas en Lisboa, junto a

un árbol de Olivo, el mismo árbol que le vio crecer. Al mismo tiempo, ese día

se abrió al público (18 de junio de 2011) una Casa Museo en Lanzarote, donde

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Saramago vivió con su mujer los últimos años de su vida, y en Azinhaga,

aldea natal del escritor, ha recibido miles de visitantes desde el año 2008. En

la tv veo claramente cómo las cenizas del escritor son depositadas al lado del

árbol y cubiertas con tierra fina; veo a su mujer, Pilar del Río, haciéndolo

junto a un grupo de amigos, familiares y allegados, junto a miembros de esa

comunidad. Se trata de un acto conmovedor, no se queda en el mero

enaltecimiento de una memoria personal, sino que va más allá. Pilar del Río

nos dice que “la armonía, un concepto quizá más modesto que la felicidad, es

difícil de conseguir en un mundo donde más de mil millones de personas no

tienen lugar. En cualquier caso, hay que continuar procurando este objetivo

sin resignarnos, como diría Saramago: no nos resignamos.”

Puente de Arrábida sobre el Duero, Oporto

Todo esto habla mucho acerca de la solidaridad de Saramago con los

humillados y excluidos del mundo, y de su cercanía a gobiernos socialistas. En

Venezuela estuvo varias veces; tuve la oportunidad de verlo en una

conferencia que dictó en el Teatro Teresa Carreño frente a cientos de

personas, en un evento organizado por el Ministerio de la Cultura. Creo que

Saramago es un buen ejemplo de cómo un escritor es capaz de mantenerse

joven hasta el final, lleno de curiosidad, de dinamismo, de esperanza social, de

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cómo se puede compartir una extraordinaria literatura con la entereza humana.

Oír a su esposa Pilar del Río atendiendo las preguntas insidiosas de una

periodista que no cesaba de remarcar que Saramago se había ido “resentido”

de Portugal. Sus respuestas esclarecedoras fueron una lección de ética, una

reflexión sobre la literatura y sobre Portugal, todo con un poder de síntesis

admirable.

Justo en esos días el gobierno portugués estaba nombrando un nuevo

gabinete de Ministros, y una de las cosas que se habían decidido resultó para

mí algo insólito: la eliminación del Ministerio de Cultura. La noticia cayó

como una bomba, pero finalmente fue aceptada por los medios de

comunicación sin chistar. Algo sintomático, digo yo, de un gobierno que tiene

muy claras sus metas culturales. Hay que ver cuánta obra positiva se puede

llevar a cabo desde un Ministerio de Cultura que trabaje para difundir, orientar

o apoyar la gestión que se realiza en el sector de la cultura popular o

tradicional, para apoyar a artistas, escritores o artesanos que no han tenido

ayuda del sector oficial.

Seguí recorriendo el centro de Oporto y maravillándome con sus sitios y

monumentos públicos, y luego entrando en pequeños restaurantes y cafés

donde conversé con la gente; lo hacía en castellano y la gente entendía, no

tuve problemas con esto. A veces hablaba en inglés en algunas tiendas de

turismo o supermercados. Llegaba por la noche a la habitación de hotel, y ahí

mismo, con unas cuantas galletas o frutas, embutidos, quesos, vino o cerveza,

cenaba y luego me ponía a leer, escribir o mirar películas, hasta que me

dormía.

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CINCO POEMAS INÉDITOS

Celsa Acosta

Ilustración Douglas Parra, Como quisiera decirte, Caracas, 2014

Estancias I

Las huellas están disueltas desde hace tiempo.

En el estanque

no he vuelto a coger los tallos de la noche

ni mi rostro ha devuelto sus ojos a la luna

Más que antes

hoy he caminado bajo el sopor de calles convulsas

he visto a hombres de mentes enfermas

arrastrando en sus pasos la infamia y la mentira

sin darme cuenta

la gravedad de los días

me secuestra

y en todas partes

la noche se disuelve

como puño en el aire.

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Borrado

Convoco y espero el día

permanezco entre horas espumosas

despierta a lo que ellas ofrecen sin demora

Me avergüenza mirar los relojes

y no tejer el abrigo necesario

En un diario anoto la línea

del poema cortado al paso de la página

vengo de borrar palabras como sobras

sólo leo lo que el sol me obsequia

un cuerpo como remanso

una casa como respuesta.

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Enramada

Si ahora todo termina aquí

en este papel perforado de esperas

voy a tomar aguja con hilo

para coser el revés que no se tienta

para zurcir el blanco abismo

que me punza los costados

quiero venir al final del tiempo

vestida con el aliento que tome de ti

con los pies untados de luna roja

a ver si el tiempo me deja

cerrar las salidas

que invento en esta fuga.

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Estancias II

En el patio de los frutos de mayo

el día se levanta por encima de los tejados

Algo de su luz se asoma hasta aquí

donde la helada brisa de la montaña

apega nuestros cuerpos

como si advirtiera en nosotros

el pardo deseo

del canto de las aves blancas

elevado ya el día

voy a ese patio de altas piedras y arboles de fronda

desde allí te llamo

cada vez que mis manos tocan la tierra preñada de frutos

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Inquietud

Como el aliento de las aves

la rosa que nace adentro

quema el aire en su pasión

Como la gracia que viene del cielo

un águila se posa en los hombros

de quien da consuelo al deprimido

Como aquel que ciñó

nueve veces la vida que se iba

en el coral teñido de la desdicha

así versa la duda

de este signo oscilante

de este tiempo sin esperas

donde el día nunca llega.

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LA RETÍCULA COMO LABERINTO EN BENITO MIESES

José Gregorio Noroño

Después de todo,

hay laberintos que son retículas

y retículas que son laberintos.

Ana María León

Benito Mieses. Serie Retículas y rasgaduras

En la obra de Benito Mieses, pintor y poeta, oficios inseparables en él,

es recurrente la retícula, que, desde mi perspectiva, representa una suerte de

laberinto. Según su testimonio «la retícula es una metáfora de la memoria,

puntos que van definiendo la trama de la vida, de los recuerdos. Es también

una aproximación a la ciudad, a la red que constituye las calles». Si bien la

retícula es esa forma cuadriculada para ordenar el caos, para orientarnos en el

espacio y en el tiempo, en Mieses adquiere otro sentido, termina siendo

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laberíntica, caótica, senderos que se bifurcan, como suele ser la memoria y la

ciudad.

Emir Rodríguez Monegal, con relación a las grandes construcciones del

hombre, y al tema del laberinto en la obra de Borges, dijo: «una biblioteca es

un laberinto, una ciudad también». De tal modo que la tríada memoria, ciudad

y biblioteca (también implícita en la pintura de Mieses), son espacios

babilónicos, fragmentados, confusos, entramados; son espacios en los que,

orientados en una búsqueda interna o externa, nos perdemos y nos volvemos a

encontrar para tomar otro camino y continuar con la búsqueda. Como dice la

voz del poeta Mieses en su poemario Nombrarse con alas cosas: «Cada

regreso nos aparta del origen». Pues somos seres en un constante ir y venir por

los laberintos de las calles.

El asunto del laberinto es una idea, una imagen, un símbolo que ha

estado presente en el imaginario de muchas culturas, como la cretense, por

ejemplo, cuya mitología hace referencia al laberinto construido por Dédalo

para contener al Minotauro. Algunas culturas se refieren al laberinto como el

camino del hombre hacia Dios; para otras simboliza el entramado lugar en el

que un ser debe realizar un viaje, un recorrido, con el fin de lograr un

conocimiento profundo de la vida, el encuentro consigo mismo; esto es, la

sabiduría. El laberinto, entonces, se traduce en un viaje, en búsqueda,

encuentros y desencuentros. Es el lugar donde hacemos nuestro itinerario cada

día en persecución del yo y los otros. Allí nos encontramos, pero, insisto,

también nos extraviamos porque, de nuevo citando al poeta Mieses: «Cuántos

caminos / desangran líneas / en este tiempo / sin horas…» «Difícil encontrar el

sitio».

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Benito Mieses Meditaciones sobre la soledad

En su interés por explorar otra manera de ver, entender, interpretar y

reinterpretar al mundo, Mieses recure a la pintura (poesía muda, según

Simónides de Ceos; visual diría yo), desde donde nos ofrece un abanico de

elementos, tales como: imágenes, símbolos y signos lingüísticos. Letras,

palabras, frases, seres, enseres, puertas, ventanas, escaleras y caminos, están

todos articulados en su red. Él actúa sobre el soporte pictórico combinando

imagen visual y textual con intención estética y simbólica. Conjuga formas

abstractas -entre geométricas y líricas-, con otras de naturaleza figurativa.

Fusiona lo racional y calculado con lo instintivo y espontáneo; el trazo lineal,

la mancha y el chorreado se entremezclan; orden y caos se conjugan. Mieses

se distancia de lo narrativo, de lo anecdótico, para aludir al insólito y cotidiano

mundo de la memoria; de los recuerdos y del olvido (e incluso del

subconsciente), mediante un discurso fragmentado, a modo de collage, «en

trozos y retazos» entretejidos, que debemos ir armando en nuestro interior.

A través de su discurso visual y la voz del poeta, este creador parece

decirnos que «…intenta dejar signos para la memoria / Conjurar el olvido /

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Buscar la letra oculta». Advertimos que poesía y pintura, imagen y texto se

corresponden de forma conceptual (y, en cierto modo, estructural) en Mieses.

Distinguimos que la idea del laberinto está presente en su retícula y en su

escritura poética.

Mieses pareciera proponernos un ejercicio visual y mental, a fin de que

encontremos algunas respuestas, algún lugar o camino. Después de todo,

como exegetas de su obra, nos corresponde decidir cuál de los senderos

trazados por él seguimos; si vale la pena insistir en la búsqueda del origen

(¿cuál?), o ir tras el hilo de Ariadna para liberarnos del laberinto al que

pertenecemos.

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Relato inédito

LA BIBLIOTECA

Juan Francisco Lara

Dibujo de Douglas Parra

Recuerdo el sitio debajo de un inmenso letrero amarillo que decía "Vota por

Jóvito" en plena avenida Nueva Granada, siempre pasaba por ahí cuando

advertí dos bares que tenían luces rojas al frente, había una pequeña puerta de

color indefinido, cerrada con un candado oxidado y antiguo, que llamó mi

atención. Más tarde este lugar cambiaria mi vida para siempre.

Tres horas después me encontraba en una mesa de "La cueva del

piache" el bar más famoso de Caracas, había pedido una botella de Jai alai y

una caja de cigarrillos Fortuna, cuando entró un hombre muy borracho, que

cayéndose casi se rompe la cabeza con la orilla de la mesa. Al momento noté,

entre otras cosas, que se desparramaron por el suelo un libro de carátula

antigua que tenia la palabra Necronomicon por título, el cual tomé del piso.

Impresionado, me di cuenta que estaba marcado en sus últimas páginas. Esto

quería decir que a aquel borracho le faltaba poco para terminar de leerlo.

Ya iban a sacar al borracho a empujones cuando intervine y les pedí a

los cancerberos que cuidaban el bar, que lo sentaran a mi mesa. Ordené un

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café fuerte para aquel hombre extraño y su libro prodigioso; trajeron el café,

estaba espeso y muy caliente; sin embargo el borracho casi se lo bebió en dos

tragos, entonces pude detallarlo, a pesar de la luz tenue del local. Era bajo y

delgado, casi esquelético, escondía su humanidad bajo un traje marrón que le

iba grande, al igual que sus gastados zapatos de charol negro, una incipiente

calva brillaba bajos algunos mechones de pelo castaño.

Sus ojos brillaban como las puntas de habanos encendidos, sus manos

temblaban, tenía una voz ronca que me dijo gracias, con acento alemán.

Cuando le pregunté su nombre me dijo que se llamaba Manuel Kopf, pidió

disculpas por su comportamiento y también uno de mis cigarrillos.

Mientras ávido aspiraba el humo se dio cuenta que no tenía en sus

manos el libro que se le había caído. Lo buscó rápidamente en sus bolsillos y

ya se levantaba cuando le dije ¿busca esto? .Me lo arrebató sin miramientos de

las manos y lo retuvo en su pecho con alivio. Le dije que había oído hablar del

Necronomicon; sabía que era un invento del escritor H.P Lovecraft, quien dio

como autor del libro al poeta loco Yemení Abdul Alhazred. También le dije

que conocía la leyenda creada por el propio Lovecraft.

Esta leyenda giraba en torno al Necronomicon y era conocida por

muchos lectores en todo el mundo, en ella se decía que todo aquel que

terminara de leer aquel libro maldito, moriría inmediatamente en medio de

dolores y pesadillas espantosas.

Con una sonrisa de burla, Manuel Kopf dijo estas palabras con su voz

cavernosa que aún me paraliza.

--No es una leyenda, este libro es tan real como esa botella de ron de la

que usted bebe. Incluso voy a decirle un gran secreto por haberme ayudado:

soy el bibliotecario de los llamados "libros Imposibles" recibí esta misión en

Berlín en el año que comenzaron los bombardeos de la última guerra. El

bibliotecario anterior del que era su aprendiz me legó su maldita herencia, de

la cual más tarde usted hará cuenta. Vine a parar a este país en un barco de

vapor en el año cuarenta y cinco.

--Sólo alguien capaz de reconocer uno de los títulos de la biblioteca,

será capaz también de ser mi sucesor y yo le he encontrado en su persona.

Asombrado le dije que no estaba interesado, pero poniéndose de pie con

asombrosa energía me exigió que lo siguiera. No pude negarme a su mirada

encendida y a su voz de catedral.

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Pagué la cuenta, tomé mi botella y caminé detrás de aquel fantasma

vivo.

Llegamos al letrero inmenso y amarillo. Manuel Kopf abrió el candado

oxidado con una llave extraña parecida a una mariposa oscura, pasamos a un

cuarto pequeño y tétrico que no tendría más de tres metros cuadrados.

Con un gesto teatral el hombre encendió una luz y señaló hacia una

estantería de madera, curioso vi a otro lado en un rincón había un catre de

campo y a su lado una mesita de noche.

Disgustado el hombre me haló por la manga del saco diciendo:

–No pierda usted tiempo viendo las cosas de un viejo que casi ya está

muerto –Mire usted los libros más prodigiosos del mundo. Libros tan

extraordinarios que sus autores tuvieron que simular que no existían. He aquí

la biblioteca fantástica que pocos conocen .Tal vez solo unos veinte hombres

la han visto.

Fue entonces cuando avancé hasta el estante, allí había unos cien libros,

todos parecían viejos, unos más que otros. Saqué las gafas de mi bolsillo y

comencé a leer los títulos. De pronto un sentimiento de poder y alegría se

apodero de mí. Me considere un elegido al ver aquellas obras maestras de la

literatura.

La primera enciclopedia de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, de autor

desconocido, La langosta se ha posado (Hawthorne Abdensen). Decretum

universitatis Parisiensis super gorgiasitate muliercularum ad placitum de

Cagotis tolendus, De Vermis Mysteriis (Latín: De los misterios del gusano) de

Ludwig Prinn, Los Manuscritos Pnakóticos de autor desconocido. Cultos sin

nombre, o Cultos innombrables de Friedrich von Juntz, junto a muchos otros

libros únicos y maravillosos.

Al pasar la euforia por descubrir aquellos tesoros, me percaté de que

estaba solo. Al buscar a Manuel Kofp lo vi en el catre, con la mirada perdida

de los muertos en sus ojos vidriosos, en la mano derecha descansaba el

preciado ejemplar del Necronomicon; sin duda había aprovechado mi

distracción para terminar de leerlo y morir como él quería, en dolorosa agonía.

Desde entonces vago por ciudades y pueblos con mi carga a cuestas.

Alquilo habitaciones donde nadie en su sano juicio viviría. Sólo busco a

alguien que me suceda y que conozca un solo título de la biblioteca

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imaginaria. He aprendido a hacerme el borracho y tirar un libro en el suelo

para ver si alguien lo reconoce.

Mientras tanto he leído casi todos los títulos de la biblioteca. Y del

Necronomicon sólo me falta un capitulo. Sé que el final se acerca, desde hace

días sigo a un hombre que lleva libros viejos bajo el brazo.

Todo es cuestión de tiempo.

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