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REVISTA EUROPEA. NDM. 144 26 DE NOVIEMBRE DE 1876. AÑO mi. UN PARALELO PSICOLÓGICO. Todo el que tenga que combatir las verdades de la teología popular, encontrará seguramente en su tarea partes desagradables y penosas. Otras en cambio ofrecen atractivo, pero ningunas tanto como aquellas en que el trabajo es positivo y de unión y no se reduzca á negar y á dividir, en que se edifique sobre lo que subsiste del Cristianismo, no sobre lo que perece, y, en fin, aquellos trabajos que nos ofrecen puntos do contacto con la religión de la co- munidad en vez de motivos de ruptura y separación. La religión popular se apresura demasiado á em- plear argumentos que pueden llamarse desespera- dos. «Tomadme íntegra, grita, ó abandonad por completo el Cristianismo. Interpretad la Biblia como yo, ó renunciad á mi culto y ¿ mis solemnidades; renunciad á toda comunión conmigo, puesto que soy impostora y falsa. Dejad pronto como demontes é ilusos aquellos doctores y lumbreras de la Iglesia que por tanto tiempo os han servido, y os han sido queridos. Desechad aquellas creencias y enseñan- zas que en otro tiempo tuvisteis por sagradas. Los que piensan como vosotros, si tienen valor y firme- za, no deben confiar ya en tan ciegos guías, sino marchar por sí mismos ó con el auxilio de nuevas luces.« Supongo que acontece á los más de los que tratan un asunto interesante, y me acontece á mí, el recibir de aquellos á quienes el asunto interesa y que han seguido con simpatía su desarrollo señales manifies- tas de que reconocen la dificultad de ciertos puntos que necesitan explicación. Pero la discusión de un asunto religioso no puede indudablemente prolon- garse más allá de ciertos límites. Acerca de la in- mensa diferencia que para mí existe entre la con- cepción popular del Cristianismo y su verdadero concepto, he dicho ya lo que deseaba decir. Deseaba manifestarlo, en parte para ayudar á aquellos á quienes el concepto popular embaraza, en parte también, porque teniendo con frecuencia ocasión de afirmar la verdad y la importancia del Cristianismo, estaba obligado á declarar qué suerte de Cristianis- mo era el que admitía. Pero habiendo dicho ya, aunque de un modo imperfecto, lo que quería, dejo, y por ello me alegro mucho, una discusión donde la esperanza de hacer, bien siempre va mezclada con TOMO vm. el temor de causar daño. Al dejarla, terminaré únicamente con lo que espero no cause ningun perjuicio, y es el esforzarme en disipar algunas di- ficultades levantadas por los argumentos de deses- peración, como he llamado á los de la religión popular. He hablado extensamente en otra parte de los es- critos de San Pablo, haciendo observar que nos sir- ven de mucho para la inteligencia de la palabra resurrección, la gran palabra del Cristianismo, y que merecen bajo este punto de vista nuestra especial atención y estudio. La resurrección espiritual es la que 61 expone de un modo notable. Pero indu- dablemente creyó en el milagro de la resurrec- ción física de Jesús y después en la del género hu- mano. No compartirán en verdad esta creencia aquellos que no admiten el milagro. Y uno que no acepte el milagro, pero que continúe juzgando á San Pablo digno del mayor respeto, y sus enseñan- zas provistas de instrucción, no puede menos de traerme á la memoria el pasaje de un elocuente y popular escritor, donde se dice: «San Pablo—que ciertamente no sería un imbécil y crédulo entusias- ta—testifica la realidad de la resurrección física, de las apariciones sucesivas de Jesús y de su propia visión.» Ahora bien, pregunta el autor: ¿si .San Pa- blo se equivocó al afirmar esto, lo cual no tienen más remedio que suponer aquellos que no admiten el milagro, debía ser necesariamente un imbécil y crédulo entusiasta, y sus palabras no tendrán paira nosotros más valor que las de la plebe ignorante? Y otra vez el que pregunta encuentra al mismo autor afirmando que «suponer á San Pablo y á los Evange- listas equivocados acerca de los milagros que ale- gan, es indicar que la fe del Cristianismo se fundó en la más sencilla y reprensible credulidad, y esto tratándose do hombres que han enseñado como principal deber de su religión el espíritu de ver- dad.» Y después investiga si San Pablo y los Evan- gelistas, admitiendo el milagro, fundaron realmente la fe del Cristianismo sobre la más sencilla y re- prensible credulidad, é hicieron traición al espíritu de verdad que ellos predicaban como el principal deber de su religión. Vamos á contestar presentando un caso semejan- te. El argumento es, que San Pablo, al creer y ase- gurar la realidad de la resurrección física y de las apariciones sucesivas de Jesús, se presenta, supo- niendo que estos hechos no han acontecido, como 43

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REVISTA EUROPEA.N D M . 1 4 4 2 6 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 6 . A Ñ O mi.

UN PARALELO PSICOLÓGICO.

Todo el que tenga que combatir las verdadesde la teología popular, encontrará seguramente ensu tarea partes desagradables y penosas. Otras encambio ofrecen atractivo, pero ningunas tanto comoaquellas en que el trabajo es positivo y de unión yno se reduzca á negar y á dividir, en que se edifiquesobre lo que subsiste del Cristianismo, no sobre loque perece, y, en fin, aquellos trabajos que nosofrecen puntos do contacto con la religión de la co-munidad en vez de motivos de ruptura y separación.La religión popular se apresura demasiado á em-plear argumentos que pueden llamarse desespera-dos. «Tomadme íntegra, grita, ó abandonad porcompleto el Cristianismo. Interpretad la Biblia comoyo, ó renunciad á mi culto y ¿ mis solemnidades;renunciad á toda comunión conmigo, puesto quesoy impostora y falsa. Dejad pronto como demontesé ilusos aquellos doctores y lumbreras de la Iglesiaque por tanto tiempo os han servido, y os han sidoqueridos. Desechad aquellas creencias y enseñan-zas que en otro tiempo tuvisteis por sagradas. Losque piensan como vosotros, si tienen valor y firme-za, no deben confiar ya en tan ciegos guías, sinomarchar por sí mismos ó con el auxilio de nuevasluces.«

Supongo que acontece á los más de los que tratanun asunto interesante, y me acontece á mí, el recibirde aquellos á quienes el asunto interesa y que hanseguido con simpatía su desarrollo señales manifies-tas de que reconocen la dificultad de ciertos puntosque necesitan explicación. Pero la discusión de unasunto religioso no puede indudablemente prolon-garse más allá de ciertos límites. Acerca de la in-mensa diferencia que para mí existe entre la con-cepción popular del Cristianismo y su verdaderoconcepto, he dicho ya lo que deseaba decir. Deseabamanifestarlo, en parte para ayudar á aquellos áquienes el concepto popular embaraza, en partetambién, porque teniendo con frecuencia ocasión deafirmar la verdad y la importancia del Cristianismo,estaba obligado á declarar qué suerte de Cristianis-mo era el que admitía. Pero habiendo dicho ya,aunque de un modo imperfecto, lo que quería, dejo,y por ello me alegro mucho, una discusión donde laesperanza de hacer, bien siempre va mezclada con

TOMO vm.

el temor de causar daño. Al dejarla, terminaréúnicamente con lo que espero no cause ningunperjuicio, y es el esforzarme en disipar algunas di-ficultades levantadas por los argumentos de deses-peración, como he llamado á los de la religiónpopular.

He hablado extensamente en otra parte de los es-critos de San Pablo, haciendo observar que nos sir-ven de mucho para la inteligencia de la palabraresurrección, la gran palabra del Cristianismo, y quemerecen bajo este punto de vista nuestra especialatención y estudio. La resurrección espiritual esla que 61 expone de un modo notable. Pero indu-dablemente creyó en el milagro de la resurrec-ción física de Jesús y después en la del género hu-mano. No compartirán en verdad esta creenciaaquellos que no admiten el milagro. Y uno que noacepte el milagro, pero que continúe juzgando áSan Pablo digno del mayor respeto, y sus enseñan-zas provistas de instrucción, no puede menos detraerme á la memoria el pasaje de un elocuente ypopular escritor, donde se dice: «San Pablo—queciertamente no sería un imbécil y crédulo entusias-ta—testifica la realidad de la resurrección física, delas apariciones sucesivas de Jesús y de su propiavisión.» Ahora bien, pregunta el autor: ¿si .San Pa-blo se equivocó al afirmar esto, lo cual no tienenmás remedio que suponer aquellos que no admitenel milagro, debía ser necesariamente un imbécil ycrédulo entusiasta, y sus palabras no tendrán pairanosotros más valor que las de la plebe ignorante? Yotra vez el que pregunta encuentra al mismo autorafirmando que «suponer á San Pablo y á los Evange-listas equivocados acerca de los milagros que ale-gan, es indicar que la fe del Cristianismo se fundóen la más sencilla y reprensible credulidad, y estotratándose do hombres que han enseñado comoprincipal deber de su religión el espíritu de ver-dad.» Y después investiga si San Pablo y los Evan-gelistas, admitiendo el milagro, fundaron realmentela fe del Cristianismo sobre la más sencilla y re-prensible credulidad, é hicieron traición al espíritude verdad que ellos predicaban como el principaldeber de su religión.

Vamos á contestar presentando un caso semejan-te. El argumento es, que San Pablo, al creer y ase-gurar la realidad de la resurrección física y de lasapariciones sucesivas de Jesús, se presenta, supo-niendo que estos hechos no han acontecido, como

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un imbécil y crédulo entusiasta y un guía completa-mente inútil. En cuanto á su visión, no necesitamostomarla en cuenta, porque hasta aquellos que noaceptan el milagro convienen en que tuvo una vi-sión, si bien la explican de un modo natural. Lacuestión se reduce, pues, á si la creencia en estascosas por un hombre de verdad, de buen juicio éinteligencia, demuestra que acontecieron realmen-te; ó si el creerlas no habiendo acontecido demues-tra que no era un hombre de verdad, de buen juicioó inteligencia.

Indudablemente San Pablo se equivocó acerca dela proximidad del fin del mundo. Pero esta era unamateria de expectaeion y no de experiencia. Si sehubiese equivocado realmente sobre un hecho graveacontecido, tal como la resurrección corporal deJesús, no hay más remedio que considerarle comofanático ó imbécil.

He mencionado ya en esta REVISTA la creencia deSir Matthew Hale en la realidad de la brujería. Lasmanifestaciones contemporáneas de esta creenciaen nuestro propio país y entre nuestros compatrio-tas, en un siglo de fuerza intelectual y de progresoy cuando la prensa fija y encauza la opinión del pú-blico, son del mayor interés. Arrojan una luz in-apreciable para nosotros sobre la historia del espí-ritu humano. Considero que no es una ilusión,delamor nacional vanagloriarnos de que aun en es-tas repugnantes manifestaciones se echa de ver elbuen natural inglés, porque no han ofrecido losrasgos de infernal crueldad que las caracteriza enotras partes, particularmente en las naciones lati-nas. Revelaban ya la aparición del buen sentido yrecto criterio que ha conseguido desvanecer la viejapreocupación de los brujos. En el comienzo del si-glo XV1I1, Addison, aunque no rechazaba completa-mente la creencia en los espíritus y apariciones, seríe de la creencia de sir Roger de Coverley en losbrujos como una preocupación propia de la igno-rancia é indigna de los hombres ilustrados. No obs-tante, en 1716, fueron ahorcadas por brujas dosmujeres en Huntingdon. Pero estas fueron las últi-mas víctimas, y en Í736 se abolieron los estatutospenales contra la brujería. A fines del siglo XVIIIse había llegado á no creer no sólo en los bru-jos sino también en las apariciones. La incredu-lidad vino á ser la regla, y la credulidad la excep-ción.

Mas durante la mayor parte del siglo XVII, las co-sas seguían otro camino. La creencia en la brujeríaera la regla, y la incredulidad la excepción. Su fuer-za avasallaba todas las clases sociales, y presentabaun carácter tan natural, que no puede menos dechocar grandemente con los adelantos de este siglo.Sin embargo, en lo que hoy se denomina espiritismotambién hay mucho de ficticio y artificial. Fácil es

no prestar atención á los espiritistas y á sus mani-festaciones, y un hombre serio y sensato no pue-de concederles ninguna. Instintivamente se aplicaaquella cita de Goethe: que todos tenemos un siste-ma nervioso sobre el cual fácilmente se puede obrar;que los más de nosotros podemos ser excitadosmuy sencillamente, y que es una locura jugar ton-tamente con nuestro sistema nervioso para produciren nosotros la fiebre de la superstición. El quequiera buscar á nuestros modernos brujos, los en-contrará seguramente, y puede trabar conocimientocon los nuevos huéspedes espirituales que han re-emplazado á los antiguos duendes del siglo XVII.Pero también podemos pasar la vida sin pensar enellos y en sus evocadores. En el siglo XVII, lacreencia de los brujos, atormentaba á los hombresy creaba en torno suyo una atmósfera de la queno podían apartarse. El hombre que despreciabaesta creencia era llamado sadúceo, ateo ó infiel.Los relatos de los brujos convictos concluían conla frase de «anatema para los que no crean enellos.» Esto sería despreciar el poder de Dios ensus criaturas y la habilidad del diablo como ministrode la venganza de Dios. Los ministros de la religióntomaban una parte principal en los procedimientoscontra los brujos: los ministros puritanos estabanmuy ocupados con olios. La Sagrada Escritura ha-bía dicho: No permitirás que viva ningún brujo. Y¡cosa extraña! las pobres criaturas que eran ator-mentadas y ejecutadas por brujas, creían por lo co-mún firmemente en su propia magia. Confesaban supacto con el diablo y especificaban los duendes ófamiliares que tenían á su disposición. Todo esto,repito, creaba alrededor del pensamiento una at-mósfera á la cual era muy difícil escapar. Repetidasveces hemos oido de «discretos magistrados» y«personas de gran conocimiento» que se dieron porsatisfechos de las pruebas de brujería que se lesofrecieron. Claro está que aceptar como firme yconvincente una cosa donde aparece un brujo, locual no aceptaría hoy ningún hombre razonable, eraen el siglo XVII, perfectamente compatible con lasinceridad, con el vigor de inteligencia y con unrecto criterio sobre las demás materias.

Ciertamente que estas tres cualidades, sinceridad,firme inteligencia, criterio seguro, las poseía en altogrado el famoso magistrado primero de Carlos II,sir Matthew Hale. Burnet nos da cuenta de la mezclanotable que en él existía de dulzura y gravedad, porlo que á estas tres cualidades podemos añadir lasuavidad de carácter. Ante este magistrado supre-mo tuvo lugar un famoso procedimiento de bruje-ría (1). Dos viudas de Lowestoft en Suffolk, llama-

(1) Reimpreso en «una colección de documentos raros y curiosoirelativos 6 la brujería.» Londres, 1838,

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das Rosa Cullender y Ana Duny, fueron ejecutadasante él por brujas en el entierro de San Edmundoen 1664. La relación fue escrita en el tribunal du-rante el proceso, pero no se publicó hasta diez yocho años después, en 1682. Cada década en estostiempos determina un progreso en la desapariciónde la creencia en los brujos. La persona que publicóla relación, no obstante, era un creyente, y por esoconsideró, según nos dice, que «una relación tanexacta de este proceso satisfaría á muchas personaspor la razón de que se trata simplemente de hechosevidentes y demostrados; especialmente, habiendotenido lugar ante un juez que por su integridad éilustración difícilmente habrá tenido semejante niantes ni después; el cual, no sólo ha trabajado conahínco y ha empleado mucho tiempo en el examende este proceso, sino que fue asesorado en él porotras varias eminentes personas. Una de estas per-sonas fue sil* Thomás Browne de Norwich, el autorde la «Religio medica» y del libro sobre los Erroresvulgares.*

La relación del proceso de Ros» Cullender y AnaDuny es muy instructiva, porque nos muestra cla-ramente cómo el vivir en cierta atmósfera de creen-cias modifica el espíritu de los hombres. Para nos-otros, que no creemos en brujos, la prueba conque Rosa Cullender y Ana Duny fueron convictas)lleva consigo su natural explicación. Fueron acu-sadas de haber embrujado varios niños, producién-doles convulsiones y haciéndoles vomitar alfileres yclavos.Varios de los testigos eran gente del pueblo,pobre é ignorante. La prueba más poderosa en estecaso fue la de Samuel Pacy, un comerciante deLowestoft, dos de cuyas hijas, Isabel y Dóbora, deedad de once y nueve años, se dijo que habían sidohechizadas. La más joven no pudo venir al Tribunal,porque estaba demasiado enferma; pero sí fue lleva-da la primera. Su padre, Samuel Pacy, está presen-tado «como un hombre que se condujo con muchamoderación durante el proceso, y de cuyos labiosno salieron palabras de pasión ó de odio, á pesar dever á sus hijas en un estado tan aflictivo.» Declaróque su hija más joven, que se hallaba baldada, «ma-nifestó deseos en un hermoso dia de Octubre de serconducida á la parte oriental de la casa y de sentarsejunto al mar.» Mientras estaba sentada, Ana Duny—que lo mismo que su compañera de prisión estabareputada como bruja entre sus vecinos—vino á lacasa á pedir unos arenques. Se la negaron, y se fuemurmurando. En el mismo instante la niña sufrió unviolento ataque que el módico no pudo explicar.Diez dias después, su padre, según su propia decla-ración, «teniendo presente las circunstancias ante-riores, que Ana Duny era una mujer de mala fainay tenida comunmente por bruja, que la niña en susataques gritaba que Ana Duny era la causa de su

enfermedad, y que la aterraba con apariciones desu persona, sospechó que Ana Duny era una bruja,laacusó de la enfermedad de su hija,é hizo que se lametiera en prisión.» Mientras estuvo presa, dos mu-jeres la preguntaron la causa de la enfermedad dela hija de Mr. Pacy. Ella contestó: «Mr. Pacy se ¡agitamucho por su hija, poro no conseguirá nada hastaque haya hecho con sus hijos lo que yo he hechocon los mios.» Habiéndosela preguntado lo que ha-bía hecho con los suyos, replicó: «Que se había vis-to precisada á abrir la boca de su hijo con un tubopara introducirle el alimento.» Dos dias después,la hija primera de Pacy, Isabel, fue acometida delos mismos ataques que su hermana, tan violentos,que fue necesario abrir su boca con la ayuda deun tubo metálico para que no muriese de inanición.Las niñas en sus ataques gritaban: «Ahí está AnaDuny,» ó «Rosa Cullender» (otra mujer tenida porbruja en Lowestoít); y cuando los ataques eon-cluían, relataban que habían visto á Ana Duny y áRosa Cullender presentándolas los puños y amena-zándolas. Contaban también que algunas abejas ymariposas llevaban en sus bocas los alfileres y losclavos que vomitaban en sus ataques. Durante laenfermedad, su padre les hizo leer alguna vez envoz alta pasajes del Nuevo Testamento, y «observóque leían hasta que llegaban á los nombres de Se-ñor, ó Jesús ó Cristo, en los cuales repentinamentese detenían, cayendo en un ataque. Pero cuando lle-gaban al nombro de Satán ó Diablo, clavaban susdedos en el libro, gritando: «Este muerde, pero mehace hablar bien.» Y cuando su padre les pregun-taba por qué no podían pronunciar los nombres deJe3us ó Cristo, contestaban: «Ana Duny me prohi-bió usar esos nombres.»

Es casi una impertinencia en nuestros tiempossuponer que alguno pueda preguntar cómo se ex-plica todo esto sin recurrir á la brujería y á la ma-gia. Estas pobres y raquíticas niñas, enfermizas ynerviosas, tenían la imaginación preocupada conlas dos afamadas y temidas brujas de su pueblo, decuyas hazañas habían oído uno y otro cuento á losque decían haberlas visto con sus propios ojos,cuya presencia había sobrecogido a una de ellasdurante su enfermedad, y en torno de las que se ha-bían agrupado todas las ideas de poder diabólico queles habían infiltrado. Las palabras de la acusadabruja en la prisión son naturales, y la completarealización que alcanzaron en el curso de la enfer-medad de Isabel Pacy tampoco puede ser más raatu-ral. No obstante, sir Thomas Rrowne (que apareceen la relación del proceso, como el doctor Rrownde Norwich, persona de grandes conocimientos),habiendo sido invitado á dar su opinión sobre elcaso de Isabel Pacy y de otras dos niñas quese suponían embrujadas por las acusadas, «fue

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claramente de opinión que efectivamente esta-ban embrujadas, y dijo que en Dinamarca se habíahecho un gran descubrimiento de brujas que em-pleaban el mismo procedimiento para dañar álas personas, introduciéndoles alfileres, agujas yclavos. Y su opinión era que el diablo obraba en loscuerpos de los hombres y de las mujeres sobre unfundamento natural... porque él opinaba que estosdesmayos y ataques eran naturales, pero acrecidosgrandemente por la sutileza del Diablo, ayudadopor la limacia de aquellas que calificaba de bru-jas, y á cuya instancia ejecutaba todas estas mal-dades.»

Esta fue toda la luz que sobre el asunto esparcióel autor de los Errores vulgares. La razón, sin em-bargo, no dejo dejó de tener algunos defensores.

«Asistieron varias personas conocidas á recibirlas pruebas , tales como Mr. 'Serjeant Keeling,Mr. Sergeant Earl y Mr. Serjeant Bernard. Mr. Ser-jeant Keeling se mostró muy poco satisfecho deellas, y entendió que las acusadas no estaban con-victas. Porque, aun suponiendo que las niñas estu-viesen embrujadas, no era seguro que lo estuviesenpor la? acusadas y no por otra persona.

»Con el objeto de que apareciese más claro el de-lito de las reos, se hizo que tocaran á las niñasembrujadas. Las niñas se conmovieron visible-mente á este contacto. Vendáronse los ojos á lasniñas, y en esta forma fueron otra vez tocadas porRosa Cullender, y otra vez se conmovieron. Se ob-jetó, no que las imaginaciones de las niñas estabanpreocupadas con Rosa Cullender y Ana Duny y consus infernales acciones, sino que quizá las niñaspodían fingir su enfermedad y sobresaltarse al con-tacto de las brujas, sin que realmente tuvieran po-der sobre ellas.

»Para desvanecer estos escrúpulos, el juez pro-puso que lord Cornwallis, sir Edward Bacon, mis-ter Serjeant Keeling y algunos otros caballeros queestaban en el tribunal, presenciaran uno de los ata-ques de las niñas desde el fondo de la sala, y des-pués que se enviase por una de las brujas para verlo que acontecía. Así se hizo, en efecto, y AnaSuny fue introducida en el salón y llevada hacia laniña; taparon los ojos á ésta, y se hizo que otra per-sona la tocara 3n la mano, lo cual produjo el mismoefecto que había producido anteriormente el con-tacto de la bruja. En vista de esto, los caballerosallí presentes abiertamente protestaron que elloscreían que todo aquel negocio no era más que unaimpostura.»

Esto, según se nos dijo, «puso al tribunal y á to-das las personas en gran embarazo. Pero al finMr. Pacy declaró que seria posible que la niña seengañase por la sospecha de que la bruja la toca-ba.» Y nada más natural; ¿pero qué prueba esto?

Que los terrores de la niña eran sinceros; no que lallamada bruja hubiese hecho nada contra ella. Noobstante, se aceptó la solución de la dificultad queMr. Pacy había dado. Si las niñas no habían fingidomaliciosamente ó por tendencia á la mentira, en-tonces «es evidente que estaban embrujadas, y quecuando sospechaban que las personas que las ha-bían causado el daño se hallaban cerca ó las toca-ban, sus espíritus, excitados por la cólera y elodio, conmovían violentamente sus cuerpos.»

Esta fue la prueba. Las acusadas no confesaronsu delito. Cuando les preguntaron lo que tenían quealegar, contestaron: «que nada sustancial podíanoponer á lo que había sido probado.» El Jurado en-tonces convino en que tenía que averiguar doscosas.

«Primera, si estaban ó no hechizadas estas ni-ñas; segunda, si las acusadas eran reos de este de-lito. No les cabía duda que existían sobre la tierrabrujos. En primer lugar, porque las Sagradas Es-crituras así lo decían; y después, porque los legis-ladores de todas las naciones habían señalado pe-nas contra tales personas, lo cual prueba que creíanen la existencia de tal crimen. Y este había sido eljuicio del reino, como aparece del acta del Parla-mento en que se consignan penas proporcionadas ála magnitud de la ofensa. El Jurado deseaba y pedíaal Dios de los cielos iluminase su inteligencia eneste importante negocio. Pues condenar' al inocentey dejar impune el crimen, eran cosas ambas abo-minables á los ojos del Señor.»

El Jurado se retiró á deliberar. Al cabo de mediahora pronunció el veredicto declarando delincuen-tes á las dos acusadas. A la mañana siguiente, lasniñas, que habían sido traídas al tribunal, fueron lle-vadas á la casa de Mr. Halen, en bastante buenestado.

«Y Mr. Pacy afirmó que media hora después dehallarse convictas las brujas, quedaron completa-mente restablecidas, y durmieron bien aquella no-che; únicamente Susana Chandler sintió como pica-duras de alfiler en el estómago.»

Esto pareció desvanecer toda sombra de duda.«En conclusión, el juez y todo el tribunal queda-

ron satisfechos del veredicto, y sentenciaron á lasbrujas á ser ahorcadas. Las excitaron mucho paraque confesaran , pero no lo consiguieron. Aquellamañana volvieron á Cambridge, pero na se conce-dió suspensión ninguna y fueron ejecutadas en lu-nes, el 17 de Marzo de 4664, sin que hubiesen con-fesado nada.»

Ahora bien; la consecuencia que se saca de esteproceso no es de modo alguno que Hale fuese un«imbécil ó crédulo entusiasta.» La historia de suvida y de sus hechos rechaza esta afirmación. Masla creencia en la brujería estaba en la atmósfera

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misma que Hale respiraba, como la creencia en elmilagro se encontraba en la atmósfera en que SanPablo vivía. Lo que el proceso nos demuestra esque un hombre de veracidad, criterio é inteligen-cia puede tener su razón completamente sometidasobre algunos asuntos á ciertas preocupaciones.Pero no quiero extenderme más sobre la pruebaque Hale nos proporciona de esta verdad. Otroejemplo, que puede mejor aplicarse á San Pablo, nosofrece otro varón del siglo XVII.

Es poco conocido , y celebro la oportunidad denombrarlo. John Smith. Murió á la edad do treintay cuatro años, no habiéndose elevado á más altopuesto en el mundo que á colegial pensionado. «Élprocedió lenta y ordenamente,» dice Simón Patrick,después obispo de Ely, que pronunció su oraciónfúnebre, «no para lo que pudo conseguir, sino paralo que estaba en disposición de emprender.» JohnSmiLh, nacido en 16-18 cerca de Vundle en Northam-ptonshire, fue admitido como alumno del colegiode Jesús en Cambridge en 1636. Llegó á ser tutory predicador en su colegio; allí murió «después deuna triste enfermedad» el 1 de Agosto de -1652, yfue sepultado en la capilla del colegio. Pertenecía áaquella sociedad de Platónicos de Cambridge queBurnet ha pintado «como hombres que estudiabanpara propagar mejores ideas, para unir á los hom-bres, arrancándoles de las estrechas preocupacio-nes y de los conceptos supersticiosos que los divi-dían.» El presidente Tulloch ha llevado á cabo unaobra meritoria, tratando de llamar nuestra atenciónhacia este noble y abandonado grupo de hombres.Mas en su reciente trabajo sobre ellos, creo que haconcedido demasiado espacio á su filosofía Platóni-ca y á sus especulaciones sobre el espíritu. No espor estas por las que merecen que su nombre seperpetúe, sino por su extraordinariamente sencillo,profundo y justo concepto de la religión. Colocadosentre la religión sacerdotal del clero landiano y lareligión ideal de los Puritanos, vieron bien la este-rilidad y el destino cierto de ambas, en tanto queel Cristianismo no fuese, como ellos creían; nadamás un modo de obrar, una regla segura de con-ducta.

Su recompensa inmediata fue un aislamiento re-ligioso de dos siglos. El mundo religioso no estabasuficiente desenvuelto para comprender otra cosaque el concepto cristiano de la Santa Iglesia ó elde los Pantanos. El grupo de Cambridge cesó deadquirir prosélitos al comenzar este siglo. Algunosindividuos conocieron su doctrina y la utilizaron,como el obispo Wilson, de Sodor. Pero no consi-guieron formar una gran escuela. Y esto acontecióen parte por la razón que hemos dado, y en partetambién porque lo que pasaba por su gran obra erala resurrección de una filosofía espiritualista y pla-

tónica, á la que, como ya hemos dicho, concedíael presidente Tulloch tanta importancia. No obstan-te, no pueden sobrevivir por este solo intento deresucitar una escuela. El Sistema Intelectual, deCudworth ha desaparecido lo mismo que la teolo-gía y los escritos de Owen. Mas en la historia delos Platónicos de Cambridge, obras de tanta impor-tancia como el Sistema intelectual del Universo, deCudworth, necesariamente deben ocupar un granlugar. Por esto, no tanto necesitamos una historiade ellas como la reimpresión de aquellas de susopiniones que nos manifiesten su verdadero espírituy su poder. Los fragmentos do Hales, de Eton, lossermones y aforismos de Whichcote, el discursopronunciado por Cudworth ante la Cámara de losComunes, las sentencias y Jas máximas de EnriqueMore, y los Discursos selectos, de John Smith—es-tos son nuestros documentos! En ellos descansael valor que para nosotros tienen los Platónicos deCambridge. Hubiera hecho muy bien el presidenteTulloch en extractarlos y ofrecérnoslos; pero> al-gún dia, y por algún otro, se llevará á cabo estatarea.

Porque los Platónicos de Cambridge nos ofrecenaquí formulado con bastante precisión un conceptode la verdadera religión largo tiempo oscurecida, ypara la cual ha sonado ya la hora del triunfo. Susproducciones no ocuparán un rango muy elevadocomo obras de literatura y de estilo. No es á la his-toria de la literatura á la que Whichcote y Smithpertenecen, sino á la historia de la religión. Suscontemporáneos fueron Bossuet, Pascal, Taylor,Barrow. Estos son ciertamente escritores religio-sos, pero es en la historia de la literatura dondeocupan lugar más preferente. Lo que tiene más va-loj en la historia de la religión es presentar lo queen los momentos críticos necesita la vida religiosade la humanidad. Y se verá que los Platónicosde Cambridge, aunque no forman época como filó-sofos ó literatos, han ofrecido con su conceptode la religión alimento muy apropiado para las ne-cesidades religiosas de nuestro tiempo, el cual bus-caremos en vano en el espíritu y en la poesía deTaylor, en el vigoroso sentido de Barrow, en losmagníficos sermones de Bossuet ó en los apasiona-dos y retóricos conceptos de Pascal.

MATTHEW ARNOLD.

(Trad. de la Cmilemporany Revietv por A. P. V.)

(Continuará.)

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EL ALCALDE DE OTÍYAR.

i.

Con las muestras de adhesión prodigadas en 1810á José Bonaparte al.visitar las ciudades más impor-tantes de Andalucía, alternaron" en las montañas,por fortuna y para honra de aquel privilegiado so-lar, las voces de guerra y de venganza que arranca-ban de Cádiz, sustentáculo de la independencia es-pañola, escapado como por milagro al dominio yrapacidad de los invasores.

Allí, como en otras partes, no en todas, lo quedaba en llamarse jactanciosamente la parte sensatay culta del país, cedía, por convencimiento ó portemor, á la fuerza, en su concepto incontrastableya, del emperador Napoleón; y allí, como en el restode la Península, los ignorantes y los rústicos y po-bres, sin miramientos de ninguna clase ni cálculoalguno, por una especie de intuición, no rara en lasmuchedumbres, presentían en su patriotismo y ensu culto al modo de ser de nuestros antepasados elgolpe de gracia preparado por el cielo á las ambi-ciones y á las grandezas del Coloso.

Y cuando en Sevilla se devolvían al Intruso losgloriosos trofeos arrebatados á los primeros solda-dos del mundo en Bailón, única jornada hasta en-tonces que revelara á los pueblos y á los reyes dela vieja Europa la posibilidad de una reacción vic-toriosa; y cuando en Málaga, en Granada y variasotras poblaciones ricas y florecientes se le recibíacomo en triunfo, ó se le obsequiaba con fiestas ysaraos, en la Serranía de Ronda se alzaban por ELDESEADO los guerrilleros á cientos, ofreciéndose enholocausto á sus deberes de autoridad y de españolel alcalde de Montellano, y en las Alpujarras emu-laba con los más afamados en valor, en agilidad yen instinto esencialmente militares el Alcalde de laaldea de Otívar, D. Juan Fernandez y Cañas.

Los andaluces, en su lenguaje hiperbólico, y losextranjeros, arrastrados por la novedad, lo han ro-deado de una aureola de gloria merecida y digna desus cualidades y hazañas: fuera de aquella comar-ca, lejos de aquellos tiempos de entusiasmo patrió-tico y con el desprecio á las lecturas históricas, elAlcalde de Otívar ha caido en el olvido más injustoy lamentable. No se encuentra ni rastro de su exis-tencia en los archivos oficiales; apenas si su nombresuena en el oído de los más curiosos, y sólo en al-gún libro dedicado á la descripción de I03 pintores-cos sitios regados con las últimas lágrimas de Boab-dil, aparece la figura singular, tan poética comotremebunda, del que las gentes del país apodaroncon el sobrenombre de Caridad por la mucha sinduda que usaba para con sus compatriotas, ó por la

ninguna, quizás, que ejercía en sus aborrecidosenemigos los franceses.

D. Pedro Antonio Alarcon, en su bellísimo librode La Alpujarra, dice á propósito del Alcaldede Otívar:

«Nuestra Academia de la Historia prestaría un ser-vicio más á la patria buscando, adquiriendo y dandoa luz el libro manuscrito en que se refieren los he-chos heroicos realizados por aquel insigne patriciodurante la guerra de la Independencia.»

«Respecto de este libro, dice el malogrado La-fuente Alcántara en el catálogo de las obras y do-cumentos que le sirvieron de norte para escribir suHistoria de Qranada:-»

«HAZASAS GLORIOSAS DKL ALCALDE DE OTÍVAR DON«JUAN FERKANDKZ.—Este guerrillero, en la época de»la invasión francesa, se valió de algún amigo para«redactar una Memoria ó relación de sus hechos de«armas, en un tomo en folio, que conserva su fami-»lia y nos ha sido remitido para su examen por un«Cura conocido. Sus correrías, batallas y aventuras«están referidas con una puntualidad notable, y lo«que es más, justificadas con testimonios de los«Ayuntamientos, con declaraciones de habitantes«fidedignos, y hasta con cartas autógrafas de algu-«nos españoles puestos al servicio de los franceses,«y empeñados en vencer con halagos al indócil y«valiente partidario.»

«No creo, pues, continúa el Sr. Alarcon, que seadifícil encontrar el manuscrito*»

Pues bien; una expedición de nuestro amigo, elgeneral D. Joaquín Zayas de la Vega, á posesionessuyas enclavadas en el territorio de las Alpujarras,nos ha proporcionado la ocasión de ver y copiar eselibro que encierra el diario de operaciones del afa-mado Alcalde, escrito tan interesante por su conte-nido como por los documentos, todos originales, quelo abonan y justifican. Hallábase en poder de donEduardo Ligero y Fernandez, nieto del Caridad, ysargento 2." licenciado del provincial de Guadix,residente en Lentejis, su pueblo natal, desde prin-cipios del presente año, al terminar la guerra civilen cuyas principales acciones ha tomado una partetan honrosa como activa.

Apenas supo que el general buscaba antecedentesdel célebre guerrillero, su abuelo, se apresuró ápresentarle el manuscrito; comprendiendo por elestímulo, sin duda, que le había guiado en su exce-lente conducta militar, el aumento de gloria quepodría caber á su familia de conocerse en todos susdetalles el brillante comportamiento del que tantola afamaba con ser, si no su raíz, su jefe.

Poseemos, según ya hemos dicho, una copia,quizás la única, de tan interesante códice; y de ellavamos á valemos para recordar á la generaciónpresente los hechos heroicos de uno de los que más

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honor hacen á la de nuestros padres en la guerrade la Independencia.

Espíritu religioso, altamente concentrado, y amorentrañable al monarca desposeído traidora y cobar-demente; audacia y actividad extraordinarias, condi-ción belicosa cual la ingénita en nuestra raza, é ins-tinto á veces militar aun en la reducida esfera de suacción; crueldad casi salvaje con los traidores y conlos enemigos armados; mansedumbre y hasta ga-lantería con los inermes y con las personas inofen-sivas aun estando al servicio ó siendo de la intimi-dad de los generales franceses; todas las cualidades,en fin, buenas y malas que han distinguido á nues-tros guerrilleros desde los tiempos históricos, vamosá observar en el Alcalde de Otívar, reveladas inge-nuamente en su notable escrito y confirmadas porel testimonio de los pueblos de que hizo el teatro desus proezas.

Con el recuerdo y la enumeración de tantos ytan meritorios servicios como los prestados por elAlcalde de Otívar, no crean, sin embargo, nuestroslectores que pretendemos ofrecerles un espectáculono visto. En la tierra que ha producido en su mismotiempo á los Minas, Mansos y Villacampas; á los Em-pecinados, Sánchez y Paíareas; á los Merinos yLongas: en la tierra en que se han dado los ejem-plos de Zaragoza y Gerona, y donde las mujereshan compartido con los hombres los peligros delcombate, del hambre y la epidemia, no es fácil pro-ducir una admiración cansada con la de los prodi-gios dé valor y de abnegación patriótica á que sincesar excita la lectura de' la Historia nacional.Nuestro objeto se extiende tan sólo á renovar lamemoria de uno de los muchos adalides de la Inde-pendencia española, oscurecida hoy no poco porlas sombras del tiempo y la falta de los documentosque las indicaciones del Sr. Alarcon y la diligenciadel general Zayas han puesto á nuestro alcance.

II.

El manuscrito comienza por la exposición de lascausas que produjeron en el Alcalde de Otívar elabandono del pueblo y de la jurisdicción, por consi-guiente, que en él ejercía.

Los franceses habían salvado la, en su concepto,formidable barrera de Sierra-Morena con una facili-dad que nunca presumieran. Una vez en la vertientemeridional, habíanse dividido para invadir y ocuparlas Andalucías; siguiendo el Intruso con su mayor-general, Soult, el camino de Sevilla, y tomando elgeneral Sebastianí el de Granada y Málaga.

Esto era en los últimos dias de Enero de 1810, y áprincipios de Mayo podia Sebastiaui vanagloriarsede la dominación tranquila de ambas provincias, ydirigir sus cuidados á la administración del país parasacar de él lodo el fruto que le hacian codiciar el

servicio de su soberano y su misma y proverbial ra-pacidad.

Destinó, para ello, una parte de su ejército al se-cuestro de las armas y al cobro de las contribucionesen las comarcas que, por lo montuosas ó lo aparta-das de las grandes comunicaciones, se hubieran vis-to hasta entonces libres de la presencia de los sol-dados imperiales. Y así llegó un grueso destaca-mento á la ciudad de Almuñécar, donde con VAS jus-ticias de Jete, Hertes, Itrabo, Molvízar y Salobreña,fue nuestro Alcalde conducido á la iglesia para,como á los demás, recomendarle la obediencia ácuanto se le mandara.

«Aquí, dice el Alcalde de Otívar, principiaron áhervir en mi pecho los más amargos sentimientos yá conocer los efectos del verdadero patriotismo: elsiguiente dia recibí una orden en que se me man-daba recoger todas las armas del pueblo y un milreales de contribución, que uno y otro habia de pre-sentar el inmediato dia 27; y aunque lo realicé conlos un mil reales, no entregué las armas que ocultéen el campo, consecuente con la idea que desdeluego formó de ser uno de sus acérrimos persegui-dores: el 28 repitieron la demanda de las armas y ámas 5.000 reales con estrecho apercibimiento, yhabiendo quemado la orden en vez de obedecerla,resultó que enviasen comisión militar para exigir laindicada contribución y mi prisión, lo que me pre-cisó á salir al campo, y de consiguiente á los comi-sionados regresar sin haber cumplimentado su in-tención.»

Ya tenemos, pues, á nuestro Alcalde campeandopor las asperezas de la Alpujarra, movido de impul-sos semejantes á los que aguijoneaban á tanto ytanto guerrillero como por entonces recorrían Hasdemás provincias, á buscar la satisfacción de siusparticulares agravios al tiempo mismo que la de supatriótico anhelo.

El Empecinado, soldado anteriormente en la guer-ra de la República, había salido con. más aparien-cias de bandido que de soldado á sorprender y ma-tar en los caminos á los que su enojo le hacía mirarcomo aborto de los infiernos, destinado por ellos ádestruir la religión y asesinar á sus reyes; Merinose habia propuesto vengar á la vez un ultraje, infe-rídole en su doble carácter de hombre y sacerdote;Julián Sánchez, el que suponía borrón indeleble ar-rojado sobre su familia por el brutal sensualismo deun oficial francés; y, como esos, habíanse ya hechotemibles y famosos cien otros, repetimos, fieros óincansables perseguidores de los soldados y parlti-das sueltas del enemigo, que el cansancio obligalbaá detenerse en los caminos, el descuido á vivir sinprecauciones, ó la impericia á cruzar los bosques órecorrer los desfiladeros de nuestras montañas.

Las primeras hazañas del Alcalde de Olivar fueron

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como las de casi todos los guerrilleros, puramentepersonales: necesitaba reunir partidarios en quie-nes, con el desprecio de la vida, se aunasen el pa-triotismo y el ansia temeraria de aventuras; y estono se consigue sino halagando con esperanzas queel primer dia no pueden garantirse, ó imponiéndosecon la fuerza que sólo dan el espectáculo de susalardes y el tiempo.

Oigámosle también en estos que bien pudiéramosllamar prolegómenos de su peregrina historia, puesque vienen á revelar el origen de su reputación enel país, y á dar fundamento sólido á sus posterioresy arrogantes aseveraciones.

«El 3 de Junio, dice á seguida do los renglonesanteriormente copiados, se me presentaron á lasdos de la mañana dos cabos y dos soldados de lapartida de Francos de Montaña, y como uno de lossoldados, que se llama Miguel Bueno, me previnocon el mayor disimulo que la orden que traían erade presentarme vivo ó muerto y llevar á mi caballo,que sabían ya donde se hallaba, observé tal pre-caución y serenidad de espíritu, que cuando vi sedirigían por el caballo, tratando de impedirlo, unode los cabos me apuntó con el fusil diciendo merindiese preso; pero más veloz yo é irritado, cayómuerto el cabo de mi primer tiro, sucediendo lomismo de su compañero del segundo, y apoderán-dome de las armas de uno de los soldados (pues elMiguel Bueno huyó), lo echó en tierra, y no di lamuerte por haberme ofrecido iría á presentarse alpunto al Ejército Español, que no verificó por haber-me suplicado, le permitiese ir en mi compañía, que leconcedí: inmediatamente principié ájuntar gente,resuelto á perder la vida conforme había perdido losbienes, y apartado de mi amada mujer ó hijos endefensa de la patria hasta el total exterminio delpérfido enemigo común, y noticioso de que veníauna Audiencia compuesta de Alguacil mayor, Es-cribano y Cirujano, con 44 hombres de auxilio, conel fin de hacer el embargo y secuestro de mis bie-nes, me dirigí con cuatro hombres al Cabildo, lossorprendí y llevé al Alguacil mayor, Escribano yCirujano y uno de los que llevaban de auxilio; reti-nóme con ellos a! cerro de Moscarin, donde los soltébajo juramento oe no ocuparse jamás en serviciodel partido inicuo.»

Las dos hazañas son notables, y la reputación denuestro Alcalde quedó sólidamente sentada en laSerranía, apresurándose los valientes y los enojadosde los pueblos vecinos á alistarse en la partida deun hombre que tanto prometía en favor de la patria,y más, acaso, para vengar los atropellos y exaccio-nes que cometían los franceses.

A los ocho días tenía á sus órdenes 14 hombres;y si en un principio hubo de ocultarse con ellos enlas cuevas en que tanto abunda aquella áspera sier-

ra, y después reunirse á otra partida que un LuisNegro formaba á la vez en la misma comarca, nopasaron muchos dias sin que se le presentase oca-sión de medir sus fuerzas con las de los destaca-mentos enemigos. Es muy difícil que dos españolesse entiendan para nada útil, y cuando se dejó ver lapartida francesa, compuesta de unos 300 infantes yotros tantos caballos, el Negro se retiró prudente-mente á un cerro, del que sin duda quiso presen-ciar la lucha que nuestro Alcalde entabló al frentede 82 de los 200 hombres que los dos guerrilleroshabían llegado á reunir. Pero tal maña se dio, aun-que sin la experiencia todavía de los combates, elhéroe alpujarreño, y tan valerosamente acometió úlos dragones franceses, que desbarató completa-mente sus filas, tendió en el suelo por su propiamano al capitán que los mandaba y los obligó á huir,dejando ellos en el campo hasta 82, con varioscaballos y el honor de la jornada.

Y no satisfecho aún de acción tamaña, separán-dose de aquel su colega que, si bien le había pres-tado parte de su fuerza, le abandonaba en ocasióntan solemne, y no sin antes echarle en cara suegoísmo y cobardía, acometió la conquista del cas-tillo de la Herradura, del que se apoderó, con efec-to, por sorpresa, como de los 17 soldados que lopresidiaban y seis cañones, la pólvora y víveres deque estaba más que suficientemente provisto.

Encumbrando entonces sus ambiciones á empre-sas de mayor importancia y más ruido, proyectó latoma de Almuñécar, dándola un carácter militar deque tan sólo vénse revestidas las operaciones de laguerra entre ejércitos regulares y numerosos.

«Regresado, dice en su diario el Alcalde de Otí-var, á la citada Almijara, á los 3 dias pasé al cerroMoscarin y ofició al capitán comandante de la com-pañía Franca de Cazadores de Montaña, que se ha-llaba en la ciudad de Almuñécar para que bajopalabra de honor viniese á tratar varios puntos in-teresantes que cumplimentó bajando á un cortijouna legua distante de la ciudad: allí le intimé la en-trega de la fortaleza, á que se negó con resoluciónde defenderla hasta el último momento de su vida;y, procurando atraerme con razones especiosas ásu pérfido partido, ofreció indultarme por medio delgeneral Werlé que se hallaba en la ciudad de Mo-tril; pero yo siempre discursivo en inventar mediospara incomodar y escarmentar al enemigo y susadictos malos Españoles, trataba de sorprender laguarnición para lo qual le di lisonjeras esperanzasexigiendo sólo para ello y verificar mi entrega quehabía de salir dicha guarnición media legua distan-te de la ciudad; mas aquel Comandante, sospechoso,qual delinqüente, no accedió y me fue forzozo res-tituirme con mi gente á mi anterior situación: alquarto dia por la noche me dirigí para la ciudad,

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formé de mi Partida 6 guerrillas, y cogidas las boca-calles, entré haciendo fuego á 43 Cívicos que lapatrullaban, les mató 2 é hice prisioneros 41 consus armas y dos oaxas: mandé saquear las casas delcapitán de la compañía y la del alcalde mayor quese refugiaron en el castillo con los 93 de la mismade francos que le defendían, y restituido al amane-cer á mi citado punto repartila sopa y dinero resul-tantes del saqueo entre mis valerosos compañerosá 100 rs. cada uno y agregando diez de los prisio-neros á mi partida, los restantes 31 que eran casa-'dos é inútiles los solté juramentados de no tomarlas armas ni ocuparse en servicio del enemigo em-peñado en rendir aquella fortaleza me desvelaba yhabiendo entrado en la ciudad el día que haciacuatro á la una de la tarde volví á intimar la rendi-ción al Comandante D. Salvador García de Moralescuya contestación fue que no lo esperase mientrassu vida existiese pues no podia faltar al juramentode fidelidad y defensa que tenia hecho al Rey José yá pesarde haberle yo asegurado (disimulando cuantome habian incomodado las anteriores razones) quepor tan noble acción de reconocimiento patrióticole trasladaría seguro donde fuese do su gusto pararecibir el indulto, no pude conseguirlo, antes bienpidiendo 8 días de tiempo, que le negué, se ausentódiciendo que con 3 piezas de artillería cargadas demetralla y 70 hombres de fusilería que tenia defen-deria el castillo y destrozaría mi partida: por mo-mentos se aumentaba mi ardoroso deseo y al inme-diato dia, á las 12 de él, principié á hacer vivísimofuego de fusil correspondiendo el Caslülo con laartillería y fusilería; mas llegada la noche sin poderconseguir su rendición dispuse traer un pellejo dealquitrán y una porción de haces de leña que re-partí uno á cada uno de los más distinguidos de laciudad y llevando al Vicario por guia los hice cami-nar delante de mis soldados hasta ponerse debajodo su artillería, y sin embargo de esto con inumanaresolución dispararon un cañonazo de metralla quehirió á muchos y murió uno de mis soldados: á vistada esto hallándome con 7 fusiles cargados mató ádos de los que manejaban los del castillo, con loque di treguas á que los unos consiguiesen me-terse bajo la batería é incendiando la puerta al mo-mento pusieron la señal de rendición franqueandolas llaves.»

La presa fue importante, así en personas, entrelas que se hallaban de las más caracterizadas de lapoblación, como en municiones y víveres, de unaparte de los cuales pudo solamente aprovecharsela partida, quedando el resto en los almacenes enque habían sido encontrados.

Mejor fruto aún y más abundante que el de aque-lla presa, debía proporcionarle la toma de Almuñé-car en la opinión pública. El entusiasmo que pro-

dujo entre los comarcanos elevó el número de suspartidarios, y el terror que impuso en los enemigosle abrió las puertas de Motril que no supo defenderel general Werlé con 400 franceses y 180 de losllamados Francos de Montaña que con él se retira-ron a Granada.

El Alcalde de Otívar, el áspero serrano á quiensu genial fiereza y rudo patriotismo arrancaran altrabajo del campo y á la paz doméstica, se había enpocos días convertido en adalid de la Independenciacon- ínfulas do hábil y entendido capitán. Sabíacómo tender un lazo á los destacamentos enemigosen los desfiladeros de la montaña y en los bosquesque la cubren, atacar los empinados castillos deaquella tierra escabrosa, y conquistar de igual modopoblaciones que, por lo numeroso de su vecindarioy la importancia de su situación, se hallarían vigi-ladas y constante y fuertemente guarnecidas porun enemigo de tiempo atrás establecido en el paísy perfectamente organizado. Almuñécar y Motril,Castel de Ferro y Gualchos le recibieron como entriunfo; y con sus cerca de S00 partidarios, las for-talezas de la primera y la última de aquellas loca-lidades, que creyó deber conservar, la fama adqui-rida y el temor que imponía á los enemigos, elAlcalde de Otívar pasaba en los primeros dias de Se-tiembre de 1810 por un guerrillero insigne, honorde las Alpujarras y sosten firmísimo de su libertadé independencia.

No tardó, sin embargo, en volverle la espalda lafortuna, como para hacerle ver su índole tornadizay la ninguna confianza que deben inspirar las pri-meras ventajas en toda empresa de suyo dilatada.

Establecido en el Padul con 364 infantes y 51 ca-ballos, el 3 del citado mes de Setiembre todavíarechazó á 200 franceses, procedentes de Alhendin,matando hasta 31, y metiendo arrebatadamente álos demás on Granada. El dia 4 fue de nuevo aco-metido por fuerzas superiores, que también escar-mentó en una acción donde, como la siguiente enque so creyó haber sucumbido para siempre nuestrohéroe, presentó el espectáculo de toda una batalla,por lo que vamos á copiar fielmente su relato deldiario que sirve de base al presente escrito.

«El siguiente dia 4 recibí otro que por la espaldadel cerro del Manal se aproximaba el enemigo conmayor número que el dia anterior,y que formaba suscolumnas en batalla: inmediatamente despaché 200hombres al mando de mi 2." D. Antonio Guerreropara que tomase la altura del cerro, y los 164 infan-tes restantes, al mando de mi Ayudante D. Josef Es-tévan para que cubriesen la izquierda, y saliendo yopor el centro con una guerrilla de 14 caballos que-dó cubriendo la retaguardia el Teniente D. AntonioDios con 37 caballos: puesta en este orden toda lapartida, di orden para atacar; y, adelantándome con

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mis caballos, encontré con una guerrilla de 25 dra-gones y el famoso comandante Longinos, el qualrecibió mi primer tiro que lo mató, sucediendo lomismo á seis más de ellos: Ya á este tiempo llegó elteniente D. Antonio Dios con los 37 caballos, y des-ordenados los obligó á retirarse al amparo de lasdos columnas gruesas que tenían cerca de las qua-les sacaron dos de 30 hombres de caballería cadauna para sostener el ataque mientras la infantería seretiraba: entonces yo formó tres guerrillas de micaballería con mi genial vivacidad, dos de ellaslas destiné á cubrir la vanguardia, y la otra por elcentro consiguiendo incomodarlos hasta retirarse áAlendin, dejando tres dragones que maté por mimano, sin que por nuestra parte hubiese la menordesgracia. Recogí á aquella hora que eran las oncedel dia toda la gente, y regresé á mi campamentoen el Paul, donde encontré algunos que iban á alis-tarse, y continuaron hasta el número de 218: formólas compañías á que alcanzaron, pasando el restodel dia en esta operación, y luego nombró las guer-rillas avanzadas y despachó los espías: á poco ratose me presentó uno de estos que tres dias estaba enGranada dándome aviso cómo el general francésOracio Sebastiani había llegado del ejército de Le-vante á aquella ciudad, y sin detenerse volvía á salircon 4.100 lanceros en mi busca: al momento mandótocar orden general, y juntando toda la oficialidad,les ordené que con el mayor silencio y brevedadreuniesen toda la tropa en las Eras: monté á caballo,y puesto en aquel sitio, reforcé con alguna caballo-ría la guerrilla más avanzada al enemigo, con laprecaución de que en el caso que el número de tro-pas francesas fuese el que les avisaba, se retirasenpoco á poco haciendo fuego hasta ponerse á cu-bierto del cuerpo de mi partida que se hallaría enlos hondos de Chiribayle donde me encaminó, Alamanecer del dia siguiente 5, se oyeron los tirosde la indicada avanzada; puse mis 633 soldados endos columnas á derecha ó izquierda con su guerrillaavanzada cada una, y ambas cubrían el cerro pordonde precisamente habían de pasar los enemigos,y reservando la caballería, la situé en el llano delflanco de la derecha proponiéndome aguardar alenemigo con la mayor serenidad: apenas quedabahecha esta operación, cuando llegó la avanzada quevenía muy deprisa dándome parte de no haber vistomás que una columna como de unos 200 dragones,y otra de infantería que no podían calcular su nú-mero con una guerrilla también dragones que le se-guía como de 25 ó 30: luego que arribó esta, quefue muy en breve, la mia de infantería avanzada losrecibió haciéndoles vivísimo fuego, y los rechazóretirándose al Paul, y se reunieron con la referidacolumna de dragones: á poco rato descubrí otra deinfantería que se aproximaba haciendo fuego, y re-

tirando la guerrilla aguardé á tenerlos á la distanciaproporcionada para derrotarla á mi placer: efectiva-mente lo conseguí; pues de los 175 que, según indi-vidual noticia, se componía, sólo escaparon seis,quedando los restantes 169 muertos. Viendo el ene-migo esta derrota por su parte, acudió prontamentecon la columna de caballería que tenia en el Paulde 226 hombres contra los 51 que componían la mia;mas esta sorpresa, capaz de acobardar al más vale-roso guerrero, no hizo este efecto en mí, pues queá pesar de las superiores fuerzas, no olvidando queen otras ocasiones los había rechazado con igualescircunstancias, y animado por el odio .que profeso álos viles desoladores y bárbaros contraventores delos sagrados derechos de la humanidad, intentabala defensa; mas viéndome rodeado de improviso deotras dos columnas de caballería de 300 hombrescada una, no pude de forma alguna efectuar la or-denada retirada que ya intentaba, por serme tancontraria la llanura donde nos hallábamos, fui cor-tado con 16 de mis soldados, de los quales quedaron9 muertos, y los 7 gravemente heridos, y yo recibíen esta ocasión 15 heridas que después de habermedesnudado los enemigos hasta dejarme en cueros,me fueron dadas por varias manos, 8 de las qualesmortales, y habiendo registrado el campo de batallade orden de mi 2." por ver si me encontraba muertoó vivo, fui efectivamente recogido sin esperanzas devida y conducido á la Albuñuela, y de allí á Lentegídesde donde se me trasladó á una cueva en el monteporque ya los franceses sabían mi paradero, y allípermanecí 45 dias, siguiendo dicho mi 2.° en esteintermedio mandando la partida, ya incomodando alenemigo, ya defendiéndose según lo permitían lascircunstancias.»

III.

Ya parecía que todo había acabado en la Alpu-jarra. Veíanse los franceses libres de su mortalenemigo, de aquel aguijón que sin cesar los pun-zaba, privándoles, como del descanso en sus canto-nes, del fruto que sólo pudiera producirles el do-minio-pacifico de aquella tan excepcional comarca.

Bañada por el mar en uno de los cuatro lados quela circunscriben, de los que el opuesto se remontaá las nubes cubierto de nieves, en parajes eternas,y formados los otros dos por otros tantos estribosque descienden casi perpendicularmente desde laencumbrada cúspide de la cordillera hasta lamertambién las ondas del Mediterráneo, la Alpujarraofrece, con efecto, tal variedad y tanta abundanciade frutos, que bien puede considerársela como unode los países más privilegiados de la tierra.

Como dice Bory de Saint-Vincent, «las faldas me-ridionales de Sierra-Nevada ofrecen la situación más

í feliz con que la naturaleza puede brindar al hom-

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bre para que en ellas elija una patria querida. Sur-cadas por valles profundos en dirección Norte-Sur,esos valles vivificados por abundantes corrientes deagua, se ven á la vez refrescados por el aire queenfrían los ventisqueros, y templados por los rayosde un sol africano. En todas partes son fáciles losriegos; á lo largo de los arroyos la tierra es sus-tancial y ¡profunda, y en la costa prospera el algo-donero y la caña de azúcar. Hemos visto connatu-ralizados allí un gran número de los vegetales dela zona tórrida y crecer los ananas, los cafetos y elañil, siendo muy pocas las plantas que no se pue-dan cultivar al aire libre. La vid ¡y los cactus, uni-dos á los almendros, cubren allí las colinas; y elobservador que puede en un dia llegar de una playaardiente á cimas siempre heladas, ve, en seis á diezleguas de trayecto, cambiar á sus pies de aspectola naturaleza. Ha salido de lugares que adorna laverdura de los trópicos y, pasando á través de ve-getaciones escalonadas de todos los climas, llegamuy pronto al en que todas desaparecen, siendolas últimas plantas que halla las de los montes hiper-bóreos; y la Androsace septentrional, !a Sablina deNoruega, la Saxífraga de Groenlandia, confundidascon el pequeño sauce herbáceo tan frecuente enLaponia, se ofrecen á sus miradas como para per-suadirle de que, por un poder mágico, se eleva enun solo paseo, del Ecuador á las regiones polares.Por eso aquellas bellísimas Alpujarras, aquellosmontes de Granada y sus encantadores valles, aque-llas risueñas y fértiles costas á que los árabes ha-bían como trasportado su primera patria con todaslas producciones de su suelo, fueron las comarcasde la Península que aquellos conquistadores en de-cadencia abandonaron con mayor amargura y des-pués de haberlas mejor defendido. El pueblo queposee hoy dia tales provincias, es, de todos los delglobo, el que puede más fácilmente pasar sin colo-nias lejanas.»

Esto es en cuanto á la fertilidad de las Alpujarrasque el eminente geógrafo pudo observar en sus ex-pediciones militares como oiicial, que era, del es-tado mayor de Soult, porque respecto á las circuns-tancias propias para la guerra que reúne aquellamontaña, la más alta de la Península, son tantas ytan notables que sería prolijo el detallarlas. Lacuenca del Guadalfeo, que constituye la Alpujarra enla casi totalidad de esta pintoresca comarca, si noencierra grande importancia militar más que respec-to al camino costanero de Almería a Málaga, la tienecomo centro de una resistencia obstinada desde elque, casi á mansalva, pueden estorbarse, no sóloaquella comunicación, sino las muy interesantes deGranada á los mejores y más florecientes puertosde aquel feracísimo litoral. Una cordillera elevadí-sima, repetimos, y extensa, donde se hallan Mulha-

cen, Veleta y el Pauderon, sus picos más altos, quecon sus nieves ó veneros de agua dan origen áaquel rio que como de golpe desciende al mar bur-lando los estribos perpendiculares que de ella sedesprenden ó rompiendo los paralelos que por unaley general en el globo, visible con la mayor fre-cuencia en la Península, parecen oponerse á su cor-riente arrebatada y bulliciosa; una cordillera res-quebrajada violentamente, llena de cuevas recóndi-tas ignoradas do los extraños, cubierta de bosquesespesísimos ó de escabrosas y empinadas rocas, nopuede menos de constituir, con efecto, un abrigo casiimpenetrable en guerra como la que por entoncesse tenía en España por única eficaz y salvadora.Allí están liérchules y Cádiar, Órgiva y Lanjarondominando los valles secundarios que forman el ge-neral del Guadalfeo en sus orígenes ú observandola avenida principal de Granada por fc! Suspiro delMoro y el Padul; allí se alzan Vélez de Benaudalladejando ya á su espalda el Tajo de los Vados, la an-gostura por donde se desliza el rio entre la Almi-jara y Lujar, las dos sierras que rompe paralelas ála cordillera; y Salobreña, Motril, Almuñécar y Ca-lahonda, puertos, como ya hemos dicho, importan-tísimos del Mediterráneo. Y por do quier se ven ár-boles y arbustos do todas las latitudes, cereales yfrutos los más apreciados; cuanto, en fin, consti-tuye el más bello ornato y la riqueza mayor enlas allí espléndidas manifestaciones de la Natura-leza.

¿Cómo no habrían de codiciar los franceses la po-sesión tranquila de tal comarca? ¿Cómo no habíande amarla y defenderla sus naturales, tan felices an-tes con su libertad é independencia, objetos por losque siempre, entonces como ahora, han mostrado elmás árdante entusiasmo?

Los guerrilleros, pues, comenzaron á pulular enella desde que la vieron profanada con la presenciade los soldados del Intruso; ninguno, empero, conla fama ruidosa y justa de nuestro Alcalde. Su ven-cimiento, con todo, en el Padul y su desapariciónpor 46 dias, enfrió notablemente el ardimiento deaquellos serranos; pareciendo, según ya hemos in-dicado, que allí, como en otras regiones de Anda-lucia, iba á darse punto á la resistencia.

Siguió su segundo, D. Antonio Guerrero, pe-leando por él; mas sin gran fruto, pues cuando Fer-nandez, repuesto ya de sus heridas, abandonó elantro en que se había guarecido, la guerrilla nocontaba más que unos 200 hombres, y Almuñécarse había entregado al enemigo que ahorcó á los pre-sidiarios, mal confiados en una capitulación formal yen la promesa de vergonzosas pero halagadoras re-compensas.

El santuario de Boyar, el barranco de la Huertajunto á Otívar, las puertas de Vélez y de Granada

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en Almuñécar, Cazulas y Jete fueron testigos de suvenganza en los últimos días de Octubre y Noviem-bre: habiendo á fin de año, y después de rechazarlo mismo las intimaciones que los indultos que sele enviaban de Granada, recobrado todo su ante-rior prestigio.

Eso atrajo de nuevo á la Alpujarra fuerzas y fuer-zas francesas, á cuya cabeza no desdeñó el ponersealguna vez el mismo general Sebastiani, mandan-do, cuando no, para que las rigiesen, jefes de losque disfrutaban de su mayor consideración y con-fianza. Se derramó el dinero para obtener noticias yganar traidores; se impuso con el terror á los que,aun así, se mantenían leales ocultando los movi-mientos de su compatriota el Alcalde de Otívar; y nose perdonaron ni actividad en las operaciones, niseducción, ni medio alguno para apoderarse de él.Su resurrección después del combate del Padul te-nía en alarma á las guarniciones francesas de todoel país, y no descansarían sus comandantes hastaromper aquel aguijón constante que no los dejabareposar un momento.

Creemos que no se han estudiado bastante el ca-rácter, la índole ó condición, ni las necesidades delguerrillero en España. De otro modo, ni hubieradado el fruto que proporcionó en la guerra de la In-dependencia, ni se hubiera impuesto en las civilesposteriores á sus mismos compatriotas del modo yen las proporciones que lo ha hecho.

El guerrillero es producto del personalismo ibé-rico, refractario á toda idea de la disciplina y de launión que, después de todo y de conformidad conel axioma vulgar, hacen robusta y eficaz la fuerza.Impotente para vencer la que se le opone, por pe-queña que sea su cohesión, busca en el ardid y ladestreza, en su impalpabilidad y pertinacia, en elcalor del solar nativo y en la cooperación de susallegados y vecinos, los medios de burlar, cuandono de resistir, el empuje de las masas enemigas, lapersecución sistemática, las asechanzas, si así pue-den llamarse, doctrinales, y las imposiciones delterror y la violencia.

Viendo al ei.emigode lejos, elude, con efecto, suchoque; sintiendo sus movimientos, hasta sus pa-sos, y espiándclos, los resiste á veces y los escar-mienta; y con el favor del país y al abrigo de losaccidentes del terreno, por nadie mejor que por élconocido, puede defenderlo y sustentarlo. No sealejará de él, que está convencido de su inmediataruina, si menosprecia ventajas tan notables; y sólocuando con el tiempo y las pequeñas victorias queva alcanzando llega á organizar una fuerza que, porlo numerosa, no puede circunscribir sus operacio-nes á un pequeño espacio, es cuando se decide áabandonarlo, extendiéndolas, empero, con granparsimonia y lentamente.

Quien esto logra, cambia su modesto papel ante-rior de guerrillero, por el brillante de general, sóloasequible á instintos militares privilegiados, no es-casos, por fortuna, en nuestra España.

Pero entre tanto, y en la generalidad de los ca-sos, el guerrillero no pierde, figuradamente ha-blando, de vista el campanario de su aldea, dondehalla en los reveses la protección, el abrigo, el ca-lor de la familia y de la casa, únicos lazos que re-conoce, después del de su patriotismo, en su azaro-sa existencia.

Allí es, pues, donde hay que irlo á buscar una ycien veces; sin cansarse de las decepciones que soexperimenten, y siempre con el convencimiento,mucho más, la seguridad de encontrarlo en algunaocasión y poderse vengar de sus ardides y trope-lías.

Así sucedió al alcalde de Otívar á fines de 1810cuando, por enfermo, como antes por herido, sehabía retirado á una gruta próxima á Cazulas, aldeasituada en la sierra.

Dos veces se halló á punto de caer en las garrasde los franceses que, de seguro, lo hubieran despe-dazado; tal era la ira que en ellos encendía luchatan desesperada.

Oigámosle á él describiendo las sorpresas casiseguidas de que fue víctima por aquellos dias:

«El 23, dice, al amanecer, hallándome en dichagruta con mi mujer, un niño, una niña y dos solda-dos, me vi cercado de 93 franceses que iban en mibusca haciendo por el frente unos, y otros cercán-dome por ambos lados: no vaciló mucho en des-preciar la vida por no escoger el vergonzoso cauti-verio, y saliendo ciegamente por entre las balas conmis soldados, mujer ó hijos, que me seguían, meencaminó por el monte arriba, dejando á uno de missoldados la custodia y guía de mi mujer é hijos, lle-vando al otro para que me cargase los fusiles, encuya faena maté á tros de los enemigos, herí á unoy conseguí la inesperada fuga hasta lo alto delmonte; viendo los enemigos que les impedía conmis tiros el entrar en la indicada gruta como inten-taban, incendiaron el monte y dos chozas mías pro-pias que ocupaban el sitio de mi labor, y efectuaronsu retirada para Itrago.w

«Aquella noche me fui con mi familia, que tambiénquiso el Omnipotente libertar de tan inminente pe-ligro, al cortijo Tufillas, y el 24 á la una de la tar-de vi que venían por Otíbar los del dia anterior re-forzados con veinte caballos, y que se dirigían áaquel sitio: hallándome sin gente para hacer frenteá las fuerzas contrarias, me subí á un cerro que do-minaba dicho cortijo con el amo de éste, dos espíasy dos soldados, cada uno con su fusil, y además unpedrero que en otra ocasión había guardado allí in-mediato; y luego que los enemigos llegaron princi-

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pié á hacerles fuego, é intentando acometerme losrechacé, matándoles seis é hiriéndoles tres.»

«El 25 por la noche pasé con dichos dos soldados,espías y el amo del cortijo á Rio-seco, desde dondeoficié á mi segundo para que viniese, y tardó algu-nos dias á efectuarlo por no permitírselo la situa-ción y distribución que tenía hecha de la partida:habiendo llegado el 30 lo despaché otra vez á lasinmediaciones de Almuñócar para incomodar al ene-migo en lo posible, y prescribiéndole el plan quedebía observar en el corto tiempo que yo permane-ciese ausente, partí á Ib alto del Rico-seco, y a losocho dias, hallándome en una cueva con mi familiay una mujer con dos niñas que habitaban dicha cue-va y labraba sus tierras, me cercaron los francesesal mando de un polaco, y 50 juramentados al delcomandante Mancilla, vecino de Motril; y hallándo-me acostado se echaron sobre mí cinco apuntándo-me COH los fusiles, diciendo me rindiera sino eramuerto; mas aunque todavía débil de la anteriorenfermedad y con algunos dolores, di un brinco tanveloz como quien despierta acelerado, que conseguísalvarme de aquellos primeros golpes, y de consi-guiente ponerme con mi hijo y la patrona, pero nolas niñas de ésta, mi mujer é hija quo quedaronprisioneras y conducidas á Motril y de allí á Grana-da, desde donde al cabo de siete meses las dieronlibertad con cartas y expreso encargo y palabra deseducirme para que yo fuese á indultarme.»

El ayuntamiento de Competa, en su escrito de 15de Setiembre de 1813, hace suponer que estas sor-presas pudieron deberse á traición ó delaciones deun tal Cuadra, á quien llama asesino, ladrón é infa-me español afrancesado, indultado de los enormesdelitos que en fispaña tenía cometidos con el objetode que quitase la vida al Fernandez.

El de .Albuñuelas, en el informe larguísimo queemitió el 20 de Octubre de.aquel mismo año citado,dice á propósito del suceso de la gruta: «Y abiendologrado varios soldados entrarse con el mayor si-lencio en la expuesta gruta á pesar de hallarse elD. Juan Fernandez sumamente endeble y envueltoen una capa de paño pardo, único lecho para sudescanso, y entre algunas bayonetas que ya susagudas puntas le herian oyendo la voz de que serindiese se deslió como pudo de la tocada capa, yqual fiera y veloz tigre se levantó de repente, echóá rodar á los que le incomodaban, saltó por cimade la centinela do la puerta y á las voces de estasufrió el D. Juan las descargas, aunque á bulto, detoda la División se puso á salvo logrando los ene-migos y el Marcilla (otro afrancesado) hacer presade su pobre mujer é hija, y no al hijo porque pudoescapar de los enemigos y andar perdido dos diaspor dichas montañas...»

Así puede decirse, con la evidencia histórica con

que lo asegura el autor de La Alpujarra, que el in-trépido Alcalde iba á lamerse sus heridas en unacueva, como un verdadero león, para volver de nuevoá la lucha, todavía chorreando sangre.

JOSÉ GÓMEZ AMECHE.(Continuará,}

LOS PROGRESOS DE LAS CIENCIAS. <"

Como medios de estudio, indudablemente mere-cen un lugar preferente expediciones científicascomo la que acaba de verificar el Challenger y lasque anteriormente organizaron sir Wyville Thom-son y el doctor Carpenter para estudiar las profun-didades del mar, para cuyo efecto M. Siemens hapresentado un notable instrumento denominado Ba-thómelro, en el que la fuerza de un resorte regula-riza la presión variable de una columna de mercu-rio. El ISathómclro permite liacer, á bordo de unbuque, observaciones fáciles, por medio de las cua-les se puede reconocer aproximadamente la pro-fundidad del mar sin necesidad de recurrir al son-deo. Gracias á estas expediciones, se han reunidolos conocimientos que poseemos relativos á las di-ferentes formas del fondo, á la representación de lavida animal en toda la extensión del Océano, y lospreciosos datos relativos á las corrientes oceánicasy á la temperatura de las aguas.

La geografía terrestre ha obtenido un adelantopositivo, mayor que las esperanzas concebidas conla expedición del teniente Cameron á través delcontinente africano. Sentada esta base, puede es-perarse que en breve el mercader árabe, traficanteesclavo, sea reemplazado por un comerciante eman-cipado, y* que las oprimidas poblaciones del Áfricaentren gradualmente en el concierto del mundocivilizado.

Otra expedición, de la quo por ahora no hay no-ticias, es la dirigida al polo Norte, y de la cual seesperan fructíferos resultados (2). Los riesgos queen estas expediciones se corren y los gastos tan

(1) Esto estudio forma parte del discurso inaugural del Congreso queacaba de celebrar en Glasgow la Asocvrcian británica p'ira el ¡rogresvde l'ts ciencias. Su ilustrado presídeme, M. Thomas Andrews, examinaconcienzudamente el estado actual de los conocimientos en las diferentesramas <le la filosofía natural, medios empleados para Megar al punto enque si; encuentran, y aplicaciones que para el perfeccionamiento de lsindustria se desprenden dt; las conquistas alcanzadas en el terreno de IBciencia.

(2) YA hft regresado á Europa la expedición á que 80 refiere. Losbuques Alerta y Disc.oveiy que )a componían, lian arribado á las costasd»; Irlanda. Los sabios que formaban parte de ella han hedió estudios in-teresantes, y bajo ese aspecto el viaje ha sido fructífero; pero en cuantoal fin objetivo del viaje, llegar al polo Norte, es la opinión del capitánNares, Jefe de la expedición, que es iniccetibte por mar y por tierra.

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considerables que ocasionan, dan lugar á que per-sonas que no miran las cuestiones sino bajo el pun-to de vista del lucro inmediato, emitan la opinióndo que los resultados científicos ó de cualquierotro género que puedan obtenerse por consecuen-cia de estas expediciones, no podrán compensarnunca aquellos riesgos y aquellos sacrificios. Perono deben medirse con el rasero del mezquino inte-rés los graneles descubrimientos ya realizados y lasempresas de este género que hay por acometer.

Existe hoy un impulso interior ó irresistible queen 'os individuos recibe el nombre de aventura yen las naciones el de espíritu de empresa, y quearrastra al género humano hacia la exploraciónde todas las partes del mundo que habitamos, porgrandes que sean las dificultades y por pequeñosque sean los resultados que de penetrar en cual-quier punto se obtengan; y si el país que pretendeocupar el primer puesto entre las naciones maríti-mas esquivase las empresas á pretexto de que sonarriesgadas, otras naciones vendrían bien pronto áocupar aquel puesto de honor. Si se halla en la ca-tegoría de los hechos posibles al hombre llegar álos polos de la tierra, sea al del Norte, sea al delSur, tarde ó temprano el hecho se realizará, y elpaís de donde sean naturales los aventureros coro-nados con el éxito, subirá, sólo por ese hecho, enla escala de las naciones.

La observación del paso de Venus por delantedel disco del sol es un acontecimiento que ha in-fluido poderosamente en los adelantos de la astro-nomía. En 1769 se emprendió el célebre viaje delcapitán Cook al Océano Pacífico con el objeto deobservar este fenómeno por vez primera, y en elcurso de aquel viaje se exploró la costa de la Nueva-Gales, y aquel gran país quedó incorporado á lasposesiones de la corona de Inglaterra.

El paso de Venus por delante del sol da el mediomás exacto de determinar la distancia de este astroá la tierra; por esto, con motivo del último paso, sehicieron preparativos de gran importancia para ve-rificar con el mejor éxito posible las observacionesen estaciones adecuadas. Los puntos escogidoseran la Siberia, en las latitudes Norte, y el país deKerguelen en las latitudes Sur. Las grandes poten-cias marítimas han rivalizado para aprovechar lomejor posible aquella circunstancia, y lord Linsayha llevado su celo hasta equipar á su costa la ex-pedición más completa que ha salido de las costasde Inglaterra. Algunas de las estaciones más favo-rables en las latitudes Sur eran islas desiertas,casi siempre expuestas á nieblas y tempestades, sinpuertos ni abrigo de ninguna especie, y en que setocaban grandes dificultades y aun riesgos en lavida de las tripulaciones para el desembarque delos instrumentos. La fotografía ha prestado su au-

xilio suministrando los registros automáticos delas fases del paso; y se debe á M. Jansen una placagiratoria por medio de la cual podían tomarse, du-rante el período crítico del fenómeno y á cortos in-tervalos, cincuenta ó sesenta imágenes de los bor-des del sol.

Las observaciones de M. Jansen en Nangas-tky(Japón) han presentado un interés especial. Vio áVenus á favor de un cristal azul violeta dos ó tresminutos antes de principiar el paso; parecía comouna mancha redonda y pálida al lado del borde delsol. Inmediatamente después del contacto, el seg-mento del disco del planeta sobre la faz del sol for-maba un disco completo con el resto de la manchaindicada. La mancha, pálida cuando se la vio porvez primera, era un eclipse parcial de la corona so-lar; túvose así la prueba incontestable de que estacorona es una atmósfera luminosa que rodea al sol.Al mismo tiempo se han obtenido vestigios de laexistencia de una atmósfera que circunda á Venus.

Durante largo tiempo se ha creído estar com-prendida entre pequeños límites de error la distan-cia media de la tierra al sol, calculada en 95 millonesde millas (38.237.500 leguas). La exactitud de estenúmero la habían puesto en duda Hunsen y Le Ver-rier, fundadosen datos teóricos: en 1862 decidióse lacuestión por medio de experiencias extraordinaria-mente precisas. Utilizando el espejo giratorio conque M. Wheatstone había enriquecido la cienciapoco tiempo antes, Foucault ha llegado á medir lavelocidad absoluta de la luz en el espacio por me-dio de experiencias hechas sobre un rayo de luz, elcual era reflejado en un tubo de poco más de 30pies de largo. Combinando el resultado así obtenidocon lo que los astrónomos llaman la constante de laobservación, Foucault ha calculado la distancia dela tierra al sol y la ha encontrado menor en untreinta-avo, ó sea en 3 millones de millas próxima-mente á la cifra generalmente admitida. Esta de-ducción ha sido confirmada más recientemente porM. Cornu á consecuencia de una nueva determina-ción de la velocidad de la luz hecha según el mé-todo de M. Fizeau; y estos resultados se han ha-llado, por último, conformes con los que resultan delas investigaciones hechas por Le Verrier, fundadasen una comparación teórica de los movimientos delsol y de los planetas Marte y Venus. Falta saber silas observaciones recientemente hechas sobre elpaso de Venus poseen la suficiente exactitud y con-cordancia para permitir determinar con más preci-sión aún la verdadera distancia que separa la tierradel sol.

Pasemos á examinar los progresos alcanzados áfavor de otro descubrimiento no menos importante:el de las rayas de Fraunhofer, que dio origen alanálisis espectral.

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Por este medio Huggins ha reconocido que algu-nas estrellas fijas se movían aproximándose á nues-tro sistema planetario, al paso que otras lo verifi-caban separándose de él, y este descubrimiento seha confirmado plenamente á consecuencia de unaserie de observaciones minuciosas hechas reciente-mente por M. Chrístie en el Observatorio de Green-wich. M. Huggins no ha llegado á descubrir nadaque pueda indicar un movimiento propio en las ne-bulosas; pero este hecho puede provenir de que elmovimiento de traslación de estos astros sea dema-siado pequeño para que sea perceptible por su mé-todo de observación. Pocas conquistas hay en lahistoria de la ciencia á que pueda aplicarse el cali-ficativo de maravillosas con más justicia que á laque ha permitido medir el movimiento propio de lasestrellas fijas por la observación en el campo delespectróscopo de la posición do finísimas rayasde luz.

El astrónomo americano había observado rayasbrillantes correspondientes á las rayas inversas or-dinarias de Fraunhofer y que podían verse durantealgunos momentos en las capas inferiores de la at-mósfera solar en ocasión de un eclipse total. Estaobservación ha sido confirmada por M. Stone du-rante el eclipse total de sol visible hace algúntiempo en el África meridional. En la corona exte-rior, es decir, en las más altas regiones de la at-mósfera del sol no se ha visto sino una raya verde:es la misma que Young había dado ya á conocer.

Roskoé, Schuster y Lockyer se han ocupado, losdos primeros de las bandas de absorción del pota-sio y del sodio, y el tercero de investigar la poten-cia de absorción á diferentes temperaturas de losvapores metálicos y metaloides, obteniendo con elvapor de calcio dos espectros enteramente distin-tos; uno visible á baja temperatura, y otro á tempe-ratura elevada. M. Lockyer se ocupa además eneste momento de la formación de una carta nueva ycompleta del espectro solar.

El análisis del espectro ha dado lugar reciente-mente al descubrimiento de un metal nuevo, el ga-lio: es el quinto metal que se debe á tan eficazagente, siendo debido su descubrimiento á M. Le-coq de Brisbaudran, ya ventajosamente conocidopor un trabajo sobre la aplicación del espeetrós-copo al análisis químico.

Los conocimientos que había sobre los aerolitoshan aumentado considerablemente en estos últimosaños. Hace tiempo, en 1860, y cerca de la aldea deNew-Concord, en el Ohio, ocurrió la caida de aero-litos más notable de que se conserva memoria. Undia en que no se descubría nube alguna tempes-tuosa, se oyeron ruidos intensos semejantes á fu-riosos truenos, á los que siguió la caida de un nú-mero considerable de piedras meteóricas, algunas

de las cuales se vieron distintamente llegar alsuelo. Una, especialmente, del peso de unos veinti-dós y medio kilogramos, penetró en el terreno hastauna profundidad de dos pies, y se conservaba ca-liente cuando después de bastante tiempo se tratóde recogerla. Otro aerolito notable cayó en 4872cerca de Orvinio, en Italia. Presentóse como unaestrella brillante con huella luminosa, y estalló,habiéndose recogido seis fragmentos..,

Hállanse en distintos puntos de la superficie ter-restre masas, aisladas de hierro meteórico, ó másbien de una aleación de hierro y nickel; su compo-sición y sus propiedades son las mismas que las delhierro esparcido habitualmente en las piedras me-teóricas; algunas son de grandes dimensiones, como,por ejemplo, por Pallas, que pesaba próximamentedos tercios de una tonelada. Hay motivo para sos-pechar que estas masas de hierro tienen un origencósmico, aun cuando no haya noticia alguna relati-va á su caida. Sir Edward Sabine recorrió hace cin-cuenta años con el capitán Ross las orillas de la ba-hía de Baffin, y examinando las hojas de los cuchillosusados por los Esquimales en las inmediaciones delas altas tierras árticas, comprobó un hecho de losmás interesantes: que aquellas hojas están hect ascon hierro meteórico. Esta observación fue lnégoplenamente confirmada, y se han hallado de tiempoen tiempo trozos de hierro meteórico esparcidos al-rededor de la bahía de Balfin. Sin embargo, basta1870 no se descubrió realmente el tesoro meteóricode aquella bahía. En dicho año Nordenskiold encon-tró en un fondeadero de aquella costa, cuya aproxi-mación era peligrosa aun con mar completamentetranquila, enormes trozos de hierro meteórico, elmayor de los cuales pesaba próximamente veintetoneladas: estaban asentados en una eminencia deroca basáltica. El interés de esta observación se ha-lla altamente realzado por la circunstancia de que lamasa de hierro meteórico, así como el basalto á queestá asociada, no pertenecen á la época geológicaactual: resulta, pues, que la caida debió verificarsemucho tiempo antes de la actual organización delos mares y de la tierra firme; debió ser durante elperíodo terciario ó el período miocénico. LorenzoSmith puso en duda el origen meteórico de lasmasas de hierro de Ovifak; puede muy bien suce-der que hayan debido su origen á un levanta,miento interior de la tierra. Nosotros hemos demos-trado por medio de un procedimiento magneto-químico que el hie rro metálico, en partículas tanfinas que escapan á la vista, se encuentra espar-cido por todas partes en los basaltos miocénicos deShóve Misch, en el Antrin, y que puede igualmenteobservársele en todas las rocas ígneas y en todas lasrocas metamórficas, procediendo en estas investiga-ciones con minuciosidad. Beuss ha comprobado des-

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pues estas observaciones en el caso de los basaltos jde Bohemia. Pero respecto al hierro natural de Ovi-fak, la importancia de las pruebas parece estar enfavor de la conclusión á que ha llegado M. Baubrée,de que su origen es realmente meteórico. El hierro |de Ovifak es notable también porque contiene unacantidad considerable de carbono, parte combinadocon el hierro y parte asociado á la masa metálicabajo una forma parecida al cok. M. R. Apjohn ha des-cubierto también vanadio en un hierro meteórico.

La meteorología y la física solar han tenido gran-des adelantos á favor del establecimiento de obser-vatorios que, aunando y comparando sus observa-ciones como se comparan en una oficina central losdatos de todas, y auxiliados por el telégrafo eléc-trico, trasmiten á los puertos observaciones ó noti-cias respecto á las próximas tormentas. Pocas sonlas que han estallado en las costas de Inglaterracuya proximidad no se haya advertido de antemano,y de los avisos dados en estos últimos años no handejado de verificarse sino una de cada cinco. Des-graciadamente, en el número de las tempestades noanunciadas de antemano se encuentran varios delos huracanes más violentos. Las estaciones dedonde dimanan los partes diarios que llegan á lacentral meteorológica de Londres se extienden entoda la costa Oeste de Europa, incluso las islasS'neetland. Hay motivos para creer que las pertur-baciones atmosféricas atraviesan pocas veces elAtlántico sin que se modifique notablemente su ca-rácter, y debe suponerse que la mayor parte de lastempestades que se haeen sentir en el Atlántico bo-real se forman al Este de la longitud de Terranova.

El doctor Robinson ha inventado un anemómetro,destinado á medir la velocidad del viento, el cualha realizado plenamente todo lo que su inventorpodía esperar de él. Faltábale determinar las cons-tantes de su instrumento, y con este objeto el ve-rano último se ha dedicado con todo el ardor de lajuventud á una serie de concienzudas y laboriosasexperiencias. Después de un trabajo de siete añosen el Observatorio de Armagh, y valiéndose delanemómetro de su-invención, ha encontrado queentre las velocidades n.edias de cada viento es lamayor la del ociante Sudoeste, y la menor la deloctante opuesto; ha encontrado también que la in-tensidad del viento alcanza su rnáximun en Eneroy va después decreciendo constantemente, con sólouna ligera excepción, hasta el mes de Julio, desdecuya fecha vuelve á aumentar en intensidad hastafin del año (1).

(1] Prescindiéndose, en los resultados <Ie las observaciones ane-

mometricas verificadas en Madrid con el anemómetro del doctor Ro-

binson, de la velocidad muy diversa tal vez de Jos varios vientos, supo-

niéndose que lodos soplan con igual fuerza, qimda la duda de si el re-

Debemos ahora hablar de la electricidad, y em-piezo felicitándome de que haya fracasado la teme-raria empresa de arrebatar á Versted la gloria de suimportante descubrimiento. A Franklin, Volta, Cou-lomb, Versted, Ampere, Faraday, Leebek y Ohm sedeben los descubrimientos fundamentales de la elec-tricidad moderna; Davy la ha enriquecido con nu-merosas aplicaciones»que á su vez han conducido áresultados mucho más importantes que los que bus-caban en sus sueños los alquimistas; en las manos deotros sabios, entre los que figuran en primer lugarWheatstone, Morse y Tomson, esta1 ciencia ha en-gendrado los prodigios de la telegrafía eléctrica.Pero no se ha detenido aquí esta ciencia. Cuando setrata de pasar de los fenómenos actuales de la elec-tricidad á las condiciones moleculares de que de-penden estos fenómenos, quedamos deslumhradosante la inmensidad de las cuestiones cuya profundi-dad alcanza los límites más lejanos á que hoy pue-den llegar los físicos, siendo las investigaciones deFaraday las que han suministrado los elementosmás preciosos para la resolución de aquellas cues-tiones.

Entre los estudios recientes, debe citarse el des-cubrimiento deTait, relativo á los puntos neutrosconsecutivos de ciertas soldaduras termo-eléctricas,resultado de una laboriosa investigación de lascorrientes termo-eléctricas, y especialmente inte-resante bajo el punto de vista de la electricidad di-námica.

Notables son también las nuevas é interesantesexperiencias del doctor Kerr relativas al estadodieléctrico: parece que de sus estudios resulta quesi la electricidad á alta tensión atraviesa los cuer-pos dieléctricos, se produce un cambio en su dispo-sición molecular, lento en los sólidos y rápido enlos líquidos, sucediendo que las líneas de fuerzaeléctrica son en unos casos líneas de contracción yen otros líneas de extensión.

Entre los numerosos descubrimientos debidos asir William Grove en la ciencia física, el primero yno monos importante es el de la pila que lleva sunombre: aun hoy dia es la más enérgica de todaslas disposiciones voltaicas; pero con una pila deGrove de 50 y aun de 100 elementos, la chispa noatraviesa una capa apreciable de aire frió. Em-pleando un número considerable de elementos ais-lados con cuidado y cargados con agua, M. Gassiotha logrado obtener una chispa pequeña que atra-viesa el aire; y últimamente, MM. de la Due y Mü-11er han construido una gran pila de cloruro de

sultado de estas observaciones coincidiría con el que deduce este autor; si

bien, á juzgar por los pocos datos de que podemos disponer, nos inclina-

mos á creer que los resultados obtenidos en el Observatorio de Armagh,

y presentados como generales, serán exclusivamente peculiares de aquel

punto y vanarán con las localidades.—N. del T.

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plata que da chispas que pueden atravesar libre-mente el aire frió; y cuando se interpone en el cir-cuito una columna de agua pura, las chispas se pa-recen exactamente á las de la máquina eléctricaordinaria. La longitud de la chispa aumenta próxi-mamente como el cuadrado del número de elemen-tos: base calculado que con 100.000 elementos deesta pila la descarga atravesaría en el aire una dis-tancia de ocho pies por lo menos.

Respecto á la luz, os preciso considerar un rayode sol como un agente de superior potencia; lasinvestigaciones de Newton sobre este agente cons-tituyen en la historia de la ciencia experimen-tal una época cuya importancia es casi igual á lade la historia de la astronomía física á que serefiere el descubrimiento de la ley de la gravi-tación. Tres acciones caracterizan el rayo solar,y también, en más ó menos, todo rayo de luz; laacción calorífica, la fisiológica y la química. Enel rayo solar ordinario podemos modificar la can-tidad relativa de estas acciones haciéndole atra-vesar varios medios, y obtendremos así rayos lumi-nosos que poseen poca acción calorífica ó pocaacción química. En el caso de los rayos de la luna,lord Rosse tuvo necesidad de desplegar una granhabilidad, aun contando con los recursos del Ob-servatorio de Parsonstown, para estudiar sus pro-piedades caloríficas; necesitó toda esa habilidadpara demostrar que la superficie de la luna que miraá la tierra pasa, durante cada lunación, per una se-rie de temperaturas mayores que la diferencia entreel punto de la congelación y el de ebullición delagua.

Pero si en lugar de tomar un rayo de luz ordina-ria, la descomponemos, como hizo Newton, pormedio del prisma, y aislamos una línea muy fina delespectro, una línea teórica, si fuera posible; en unapalabra, si tomamos un rayo de una refrangibilidadbien definida, nos será imposible alterar sus propie-dades, sea cualquiera el medio que empleemos. Dán-dose cuenta de la verdad de este principio, llegó Sto-kes á su gran descubrimiento de la causa de la dis-persión epipólica; demostró también que muchoscuerpos tienen la propiedad de absorber los rayososcuros de alta refrangibilidad y cambiarlos en rayosde refrangibilidad más débil, es decir, de absorberlos rayos calorííico-oscuros y devolverlos en estadode caionfico-luminosos. Difícil es decir en cadacaso particular si un efecto dado es producido porla acción calorífica ó luminosa; numerosas discusio-nes han tenido por objeto decidir cuál de las dosfuerzas debe considerarse como el agente eficaz dedonde resulta el movimiento en los tenues discos delradiómetro de Crookes. La respuesta á estas cues-tiones depende de los mismos principios que los quese refieren á la impresión de la imagen en la placa

TOMO VIH.

daguerreotípica; depende también de los principiosde que resulta la descomposición de ácido carbónicopor las hojas de las plantas: se trata de saber sí es-tos fenómenos son debidos al calor ó á la luz, yaplicando estos principios á las experiencias hechascon el radiómetro, parece que hay pruebas queconducen á la idea de que la repulsión de las carasennegrecidas de los discos es debida á una reaccióntermal que se verifica en un medio muy enrarecido.Las notables repulsiones que con este aparato sehan observado en el vacío más perfecto que hastaahora ha podido obtenerse, son interesantes, nosólo porque han conducido á la construcción de unaparato curioso, sino porque, después de un estudioconcienzudo y minucioso, suministrarán datos degran valor para el estudio de la teoría de las accio-nes moleculares.

Una propiedad de la luz, descubierta -hace pocotiempo por Mr. Willonghbi, consiste en la facultadque posee de disminuir la resistencia eléctrica delselenio. Se supone que esta propiedad correspondeespecialmente á los rayos situados al lado del rojoen e¡ espectro y que no existe en los rayos viola-dos ó más refrangibles, ni en los rayos de calor dedébil refrangibilidad. Las experiencias recientes delprofesor W. G. Adams han confirmado plenamentela exactitud de una observación notable hecha porlord Rosse, á saber: que la acción parece varía in-versamente con la distancia del foco luminoso.

Hay una gran dificultad en establecer una línea deseparación distinta entre las ciencias físicas y quí-micas, y puede con razón dudarse si esa división esreal ó si es tan sólo imaginaria. Efectivamente, unquímico no puede hacer progreso alguno sensiblesin tener en cuenta los principios físicos. A Boyle,Balton, Gay-Lussac y Graham se debe el descubri-mient8*de las leyes mecánicas que rigen las propie-dades de los gases y de los vapores. Algunas de es-tas leyes ban sido recientemente objeto de estudiosque han confirmado plenamente su exactitud en elcaso de que el cuerpo sometido al examen se apro-ximase al estado que con razón se llama estado ga-seoso ideal. Pero cuando los gases se hallan en dj-versas condiciones de presión y de temperatura, seha encontrado que las leyes á que nos referimos noson sino cssos particulares de leyes más generales,y que las leyes del estado gaseoso, tal como seencuentra en la naturaleza, aunque pueden enun-ciarse de una manera precisa y definida, difierenmucho de las expresiones simples que se aplican alestado gaseoso ideal. Estas nuevas leyes son á suvezinaplicablescuando pasamosdel estado gaseoso,propiamente dicho, á las.condiciones intermediariasque unen de una manera continua los estados ga-seoso y líquido. Cuando estos gases se aproximanal estado líquido, y cuando llegan ya á él, el pro-

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blema se complica; pero su solución, al menos asídebe esperarse, cederá á los poderosos medios deinvestigación que se poseen en la actualidad.

En el número de los estudios más importantes he-chos últimamente en el campo de la química-físicapueden mencionarse los de Weber sobre el calorespecífico del carbono y de los compuestos que en-gendra; los de Berthelot sobre la termo-química;los de Bunsen sobre el análisis del espectro; los deWullner sobre las bandas y las rayas de los espec-tros de los gases, y los de Guthrie sobre los cryo-hidratos.

La química cósmica es una ciencia que data deayer, y abunda ya en hechos de grande interés. Elhidrógeno, á quien, si no lo impide el coro absolutode calor, podemos esperar ver bien pronto bajo formametálica, se encuentra en todas partes en el univer-so. Existe en gran cantidad en la atmófera solar; hasido descubierto en la atmósfera de las estrellasfijas; se encuentra en esas inmensas capas de gasinflamado de que están formadas las nebulosas, yaun puede decirse que es el único elemento cuyapresencia en aquellos astros está comprobada. Elázoe existe también en gran cantidad en los cuer-pos celestes, y el carbono ha sido descubierto enmás de un cometa. Por otro lado, no ha podido asi-milarse á ninguno de los elementos conocidos el queproduce una línea proeminente vista en el espectrode la aurora boreal; esto da margen á la siguientecuestión: ¿existe un nuevo elemento en estado degran rarefacción en las regiones más elevadas denuestra atmósfera, ó debemos con Angstroem atri-buir esta raya á la luz fluorescente ó fosforescenteproducida por la descarga eléctrica, causa de laaurora? Para resolver esta cuestión preciso es espe-rar á nuevas observaciones, así como para determi-nar el origen de la notable raya verde que se revelasiempre en la corona solar.

No me extenderé más sobro este asunto, y nocitaré los domas elementos terrestres que se en-cuentran en las atmósferas solar y estelares. Dirésólo, en resumen, que entre los numerosos elemen-tos que componen los aerolitos ordinarios no se hadescubierto ninguno que no se encuentre en elglobo terrestre, lo cual nos lleva á esta importanteconclusión: que este vasto universo está esencial-mente compuesto de las mismas macerias que elglobo que habitamos.

Los trabajos del distinguido general italiano Me-nabrea sobre la determinación de las presiones ylas tensiones en un sistema elástico en equilibrio,es demasiado serio y profundo para discutido á laligera en un discurso; pero el principio que desar-rolla puede reasumirse del modo siguiente: «Cuandoun sistema elástico se pone en equilibrio bajo la ac-ción de fuerzas exteriores, el trabajo desarrollado

por estas últimas es un mínimun. El general Mena-brea se recomienda también bajo otro punto de vis-ta. Era el amigo íntimo de Babbage, y éste le confióel encargo de hacer conocer al mundo los princi-pios de su máquina analítica. Esta máquina es unaconcepción gigantesca, y se sabe que Babbage seocupaba especialmente de llevarla á buen fin enlos últimos años de su vida. Los últimos perfeccio-namientos hechos en este orden de concepción con-sisten en el integrador mecánico del profesorJ. Thomson, instrumento en que el movimiento tras-mitido según un nuevo principio de cinemática,pasa de un disco ó cono á un cilindro por medio deuna esfera libre, y también en la máquina de sirWilliam Thomson, destinado á la integración mecá-nica de las ecuaciones diferenciales de segundo or-den. Por último, sir William Thomson ha enrique-cido su hermosa máquina para el registro de lasmareas, con un instrumento por medio del cualpuede predecirse exactamente para todas las horasdel dia y de la noche la altura de las mareas en unpuerto dado.

Siemens, de quien ya anteriormente nos hemosocupado, ha presentado un instrumento de gran de-licadeza, que puede servir para la medida de lasatracciones horizontales, del cual se propone va-lerse para registrar las influencias atractivas delsol y de la luna,de las cuales dependen las mareas.

En la aplicación de la ciencia á los usos comu-nes de la vida, la química y la mecánica han riva-lizado con éxito. En el valle de Clyde es donde laprincipal industria de Inglaterra ha recibido un im-pulso extraordinario desde la aplicación por Neilsondel aire caliente á la fusión del hierro. El procedi-miento de Bessemer para el acero, y el horno re-generador de Siemens son las más recientes aplica-ciones de los grandes principios científicos á laindustria. Pero aún hay mucho por hacer. El com-bustible consumido en la fabricación del hierro, ómejor en todos los hornos en que se consume car-bón, excede en mucho á la cifra teórica; las nubesde humo que se desprenden de las chimeneas de lasfábricas son una prueba evidente de la pérdida decombustible, y, sin embargo, no es ese el mayormal. En los centros manufactureros, esas inmensascolumnas de humo producen una atmósfera cuyainfluencia deletérea sobre las clases obreras nopuede nunca encarecerse demasiado. Su semblantepálido, casi ahilado, si así puede decirse, es laconsecuencia de la falta de la influencia vivificadorade los rayos solares, tan necesaria para manteneruna buena salud. El químico puede darse cuenta deeste estado de la atmósfera, por la falta en el airede estos centros industriales, y aun de las grandes•ciudades, del ozono, esa forma del oxígeno que lehace activo. Dia llegará en que sean coronados de

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éxito los esfuerzos que la ciencia hace para llegará obtener oxígeno á poco precio para las necesida-des de la industria. El resultado de este descubri-miento será reducir el consumo del combustible áuna fracción de lo que es hoy; y aunque quede enla atmósfera el ácido carbónico que produce la com-bustión, desaparecerán el humo y el oxígeno decarbono. Pero no está aún á nuestro alcance pro-veernos abundantemente de oxígeno; y en el ínte-rin me atrevo á decir que en muchas localidadeslos productos de la combustión que ahora se pier-den podrían ser llevados lejos de los sitios en quese despliega la actividad de las colmenas humanaspor medio de conductos horizontales de grandesdimensiones terminados en elevadas chimeneas si-tuadas en lo alto de las montañas ó en el centro delas llanuras. Tiempo hace ya que estaba en uso unsistema de este género en las minas de mercurio deIdria y en otros talleres de fundición de los cualesso desprenden vapores perjudiciales. Adoptando al-gunas precauciones, el humo se depositaría com-pletamente en las galerías horizontales en estadode hollín, y tendría aplicación á los usos agrícolas.

En adelante, cuando haya de escribirse la histo-ria de la química orgánica, podran enumerarse unaserie de benéficos triunfos en que los esfuerzos dela ciencia han conducido á resultados de gran valorpara el desarrollo de nuestro bienestar. No hay des-cubrimiento moderno, exceptuando el de la vacuna,que haya salvado más existencias que la química, yel que llegue á descubrir un método de prepara-ción artificial de esta sustancia, será uno de losbienhechores de la humanidad. Pero puede apre-ciarse casi en igual grado la plantación en la faldadel Himalaya de árboles de quina, feliz concepcióndel gobierno inglés en la India.

Los métodos artificiales que sucesivamente sedescubren para la aplicación de las materias apli-cables á los tintes, introducen en la industria per-turbaciones momentáneas; pero en último resultado,los productos del arte dejan libres grandes exten-siones de terreno, y contribuyen, por consiguiente,á nuestra manutención.

Los destrozos causados por los insectos han sidoen todo tiempo el terror de los agricultores, y sonincalculables los perjuicios que han ocasionado. Unenemigo de esta clase ha venido de los Estados-Unidos, y hace ya algún tiempo que amenaza des-truir los más hermosos distritos vinícolas. Un quí-mico célebre, M. Dumas, fijó su atención en esteriesgo, y en una Memoria clásica, publicada recien-temente, expuso el modo do resolver esta cuestión.Su método , aunque especialmente destinado alphyloxora de la viña, puede aplicarse á otros mu-chos casos. En el estado áptero , el phyloxera ata j

ca las raíces de las plantas; y hasta el presente no

se conocía método más eficaz que procurar la des-trucción del insecto por la inundación de las cepas.Después de largas y minuciosas investigaciones,M. Dumas ha descubierto que el sulfo-carbonato depotasa en disolución es un insecticida eficaz quedestruye los insectos sin dañar las plantas. El pro-cedimiento exige tiempo y paciencia; pero los en-sayos hechos en los viñedos han confirmado las ex-periencias del laboratorio.

El uso del hielo artificial toma cada día mayor in-cremento: la máquina perfeccionada para obtenerloproducirá inmensos servicios para proveernos dealimentos y carnes que nos suministren países le-janos. Ha sido ya aplicada esta máquina en diversasindustrias, y ya en el dia se pone la carne hechatrozos en grandes cámaras, en las que durante elverano se conserva constantemente una baja tem-peratura á favor de una capa exterior de hielo debastante espesor (1).

THOMAS- ANDREWS.

LA RELIGIÓN LAICA.UNA NUEVA «UKVISTA DE REGENERACIÓN'SOCIAL»

DIRIGIDA POR C. FAUVETY.

X.*

1.A FE NUEVA.

El objeto de la vida es la perfección; depende denosotros alcanzarla. Esta convicción es lo que lla-mamos la fe nueva.

La fe nueva no se impone por ninguna autoridadexterior á la conciencia. No invoca ninguna reve-lación sobrehumana, ningún prodigio, ningún mila-gro. Nace libremente del espíritu de cada cual,ilustrado por la ciencia, y está sometida al con-traste de la razón, que jamás debe abdicar sus de-rechos.

El ideal de perfección que damos como objeto ála vida, á toda vida, está de acuerdo con ese granhecho de la evolución que nqs muestra la elección,elevándose por la diversas serios de clases, de gé-neros, de especies, desde las formas más elementa-les á las más ricas y complejas, hasta llegar á la or-ganización humana, tipo definitivo y relativamenteperfecto, en el cual la naturaleza, después de reali-zar el círculo de sus evoluciones, se posee y se co-

t í ) No terminan aquí los adelanto» hechos en las clónelas y las apli-

caciones de ellas á !ft indiis'r¡R; pero el orador da por terminado su tra-

bajo, lamentando no hpber podido ocuparse de lo relativo á la química

pura y de otros trabajos últimamente puMicados en Alemania; y aunque

aún continua su discurso, sólo se refiere ya a cuestiones lócale?.

* Véase el número anterior, pagina CA9.

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noce en su síntesis terrestre. Allí comienza un nue-vo reino. La Vida unida á la Razón engendra la liber-tad. Nace el mundo moral, siguiendo al desarrollofatal del orden natural, el progreso libre, volunta-rio y consciente del orden social.

Afirmar que el destino del hombre es llegar á laperfección, equivale á suprimir la muerte, comodestrucción del ser; es mostrar el alma inmortal,elevándose progresivamente á través de sus vidassucesivas hacia el tipo eterno de toda perfección.

Esta creencia nos hace amar la vida y no temerla muerte, enseñándonos que el sor no desapa-rece á nuestros ojos en la hora de la muerte,sino porque los órganos materiales que le ser-vian de instrumento de relaciones con el medioterrestre han cesado en sus funciones ; pero quenada de lo que existe puede ser aniquilado , y queesta síntesis de la vida que tantas síntesis ante-riores han preparado, esta alma humana donde laRazón divina ha encarnado, conserva su propio di-namismo más allá de la tumba,permaneciendo siem-pre idéntica á sí misma, consciente de su persona-lidad, y enriquecida con todas las luces, con todaslas fuerzas, con todas las virtudes que ha adquiridodurante su trayectoria terrestre. Esas son las «ri-quezas que no perecen,» formando nuestra herenciaceleste, y constituyendo nuestro capital disponibleen la vida futura.

Señalando como objeto de la vida la perfección,esa plenitud que consiste en sentirse vivir en todolo que es, por y para todo lo que es, consideramosal hombre social como autonómicamente perfecti-ble, y afirmamos que el progreso es la ley de suser, con libertad de cumplir esa ley ó de violarla.

Nuestra religión tiene por objeto, sobre todo, ha-cerle amar y comprender esa ley; pero nuestro lazoreligioso no puede abrazar, no puede unir más queá quienes quieren trabajar para cumplirla.

Fundamos, pues, nuestra obra de regeneraciónsocial y de unidad religiosa sobre la idea moral deun progreso, á la vez personal y colectivo, y sobrela intención de trabajar en el cumplimiento de eseprogreso, siempre relativo, pero continuo, pero in-cesante.

Por lo tanto, nada de interdicción en nombre dela fe, ni aun en nombre de la ciencia. Nada de Igle-sia cerrada y nada de ortodoxia. Una sola condi-ción: la voluntad de perfeccionarse, de marcharjuntos hacia lo mejor, no excluyendo de nuestraalianza más que aquellos que se excluyen por símismos, renunciando á la obra que esa alianza tienepor objeto realizar.

Esto envuelve ciertamente una profunda revolu-ción moral.

A las engañosas é interesadas promesas de unabeatitud celeste, contra la cual todo protesta en el

mundo; á los impotentes y ridículos temores de uninfierno eterno, incompatible con la idea que noshemos formado de la bondad divina,—temores ypromesas que, por lo demás, no han sobrevivido álas edades de fe y de infancia de la humanidad;—áesas quimeras teológicas, lo mismo que á ese ma-terialismo contemporáneo que no deja al hombreotro culto que el del vellocino de oro, del lu-jo y delos goces desenfrenados, venimos á sustituir unobjetivo: el ideal divino de toda perfección, Diosmismo considerado como el Ser elevado á su másalta potestad.

Acéptese este ideal, y la conciencia hallará enél su antorcha, y el espíritu humano, sabiendo ádonde va, no tardará en emprender nueva sendaque le lleve á descubrir regiones nuevas.

El camino de la perfección es el progreso. En-tendemos por progreso un aumento de ser, ó másexactamente el engrandecimiento de la personahumana por la voluntad, el cambio y el trabajo.Considerado así el fin del progreso, su objetivo nopuede sev más que la existencia en su plenitud y •en armonía con todo lo que es.

Tal es el atributo del Absoluto divino.Por su parte el hombre, sor relativo, se divinita

progresivamente, marchando en la armonía haciala plenitud de la existencia.

Comprender así la perfección y hacer de ella elobjeto de la vida, es mostrar el progreso en unapotencia de ser siempre progresiva; es incitar alalma humana á ensanchar más y más la esfera desu actividad, de su saber y do su amor; es al mis-mo tiempo proponerle un fin completamente con-trario al del ascetismo, de la contemplación, dela maceracion y de todas las doctrinas que tienden,por una disminución de potencia ó una privaciónde ser, á la extinción, á la cesación de la vida, seapor la absorción de la persona en el todo, sea porla inmovilización del alma en la beatitud celeste óen la estéril vacuidad de un Nirvana cualquiera.

Rechazamos esas doctrinas mortíferas, basadassobre una falsa concepción del mundo y de la vida.Viendo en toda forma material, en todo cuerpo vi-viente, una manifestación del pensamiento divino,no podemos admitir ningún antagonismo entre elespíritu y la materia. Si la idea es pura, ¡cómo nohabía de serlo la expresión? La naturaleza para nos-otros es santa, porque es el esplendor de Dios yno hacemos más que imitar á Dios cuando pedimosal cuerpo, mantenido en la salud y la armonía, queexprese la pureza del pensamiento y la belleza delalma.

Pero es preciso comprender también que el hom-bre social no puede progresar sin recibir y sin dar;es preciso que la ley de solidaridad intervenga sincesar, para generalizar el progreso y extender á

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toda la sociedad las conquistas, las adquisiciones,los aumentos de ser de cada uno de sus miembros,en conformidad con el gran principio: TODOS PARACADA UNO; CADA UNO PARA TODOS.

Hé aqui en resumen el espíritu de nuestra doc-trina, el objetivo principal de nuestra enseñanza:«Hacer que el INDIVIDUO, y, con él, la SOCIEDAD civi-lizada, y, por esta, la HUMANIDAD entera, se eleve in-cesantemente á mayor altura, y vaya así UNLVERSALI-ZÁNDOSE más y más, sin perder nada de su PERSONA-LIDAD.»

XI.

¿DE DÓNDE VENIMOS?

1. Como toda especie, la especie humana es elproducto de un pensamiento divino, que se realizaen un medio material, individualizándose en formasque le son propias. El individuo lleva en sí el tipode su especie y puede, á condición de ser macho yhembra, perpetuar, bajo las influencias del medio,la idea divina que su especie representa.

2. Toda especie tiene su función en la creación,y conserva su lugar en la escala de los seres mien-tras constituye un grado necesario á la vida paraascender, ó mientras es útil á la armonía del con-junto.

3. El hombre, coronamiento de la creación ter-restre, procede, físicamente, de los más bajos gra-dos de la escala seriaría de los seres, y todos losque han venido antes de él á la tierra han contri-buido á construirle su forma corporal y á prepararsu habitación.

¿QUÉ SOMOS?

4. Nacido de un pensamiento divino, depositadoen estado de germen en el seno de la naturalezaterrestre donde se ha desarrollado, merced al con-curso de todas las fuerzas y de todos los seres pre-existentes, el hombre ha salido de la animalidad, ydespués de un tiempo de infancia, que ciertas razasnunca traspasaron, ha llegado á poseerse en su ra-zón y en su libertad.

B. Ser autónomo, razonable y consciente, se dacuenta de su misión. Al tomar posesión de su domi-nio terrestre, establece relaciones sociales con sussemejantes, forma lazos religiosos con todo lo quees, y funda la vida moral.

6. Capaz de distinguir el bien del mal, lo justode lo injusto, poniendo su razón en relación con larazón divina, puede mantenerse conscientemente enla armonía universal, y volver á entrar en ella si hasalido voluntariamente ó por ignorancia. Es libre.

7. Esencialmente perceptible, lo que no habíasido hasta él más que un desarrollo puramente or-gánico, como el dy todo ser viviente que crece conayuda del medio donde se haya implantado, se con-vierto en un movimiento libre, voluntario y reflexi-

vo hacia lo mejor; esto es, el Progreso. El animalse desarrolla. El hombre progresa y se crea denuevo.

¿k DÓNDE VAMOS?

8. Antes del hombre social, todo lo que existíaen la tierra gravitaba inconscientemente con el pla-neta hacia el sol, fuente de luz y de vida física. Conel ser dotado de conciencia y de razón, todo gra-vita también, sobre nuestro globo, alrededor delfoco cósmico de la existencia terrestre; pero todogravita además, con el espíritu humano, hacia Dios,fuente de luz espiritual y de vida moral; porque mar-chando hacia la perfección suprema, el hombre, enarmonía con sus semejantes y con la naturaleza,arrastra tras sí todo lo material terrestre.

9. Desde ese momento, la persona humana haconquistado la inmortalidad. La muerte está venci-da. No es más que una trasformacion necesaria yuna fase de la vida progresiva. La destrucción nadapuede contra el espíritu de Dios inearnado en la hu-manidad— y que se posee en cada uno de susmiembros.

Llegada á este punto el alma humana, cada vezque su cuerpo terrestre la abandona, halla, más alláde la tumba, con el recuerdo de sus existencias an-teriores, de lo que las religiones han hecho el In-

fierno y el Paraíso,—el cuerpo espiritual que ella seha preparado con sus pensamientos y sus obras; ycomo todos los hombres son llamados á realizar, porsus propios esfuerzos y con la ayuda de todos, susdivinos destinos, puede decirse que cada hombre,uniéndose religiosamente á todo lo que es y unlver-salizándose así más y más, sin perder jamás su iden-tidad, se elevará al estado de Cristo ó de Budha yserá UNO con Dios.

Tal es el ideal religioso por excelencia.T|l fue, por lo demás, á nuestro entender, el ideal

cristiano del Evangelio, que se encuentra personifi-cado en Jesús (1). Ese ideal no está detrás de nos-otros, está delante; por eso importa sobre todo en-señar al mundo que semejante destino no es el pri-vilegio de uno solo. No hay un miembro de lahumanidad, un hijo del hombre, que no pueda reali-zarlo regenerándose él mismo y mostrándose dignode ser llamado HIJO DE DIOS.

XII.PROFESIÓN MORAL.

Afirmo el DERECHO;

Confieso el DERER;Quiero la JUSTICIA y la FRATERNIDAD HUMANA;

Creo en la SOLIDARIDAD UNIVERSAL;

Aspiro á la PERFECCIÓN.

( t ) Y tal fue Inmbien sin duda en BU origen, «1 ideal húdlrico perso-

nificado en el Budha Stkyn~Muni.Y en Cristna anle» que en Griato y on Budha.—T. S.

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DERECHO. Dotado de conciencia y de razón, porconsecuencia responsable de tus actos, tienes elderecho y el deber de gobernarte á tí mismo entodas las esferas de tu actividad. Manten tu dere-cho mientras no atente al derecho de otro.—Res-pétate á fin de que los domas te respeten.—Cultivatus facultades, desarrolla tus fuerzas, cuida tu sa-lud, evita toda mancha, aprende á defender tu exis-tencia y á proteger tu libertad. Ama la vida quehas recibido, porque si no depende siempre de ti elser dichoso, de tí depende el ser útil á los demás ybueno para tu mejoramiento.—No temas á la muer-te, que no es masque una renovación de las fuer-zas y una evolución necesaria al progreso y al en-grandecimiento de los seres.

DEBER. NO olvides que desconocer su deber, escomprometer su derecho, porque el deber y el de-recho son correlativos y no se afirman el uno sin elotro.—Sométete á la ley, fuente de la igualdad so-cial, y rechaza todo privilegio, aun cuando sea entu beneficio.—Respeta tus promesas; cultiva la ver-dad; no retengas jamás lo que pertenece á otro.—Devuelve á tus padres todo lo que de ellos has re-cibido; hónrales con tu conducta cuotidiana, y quetu respeto esté siempre á la altura de su ternura.—Trasmite tus bienes á tus hijos, si de ello no se hanmostrado indignos, pero no los sacrifiques al inte-rés social.—Abstente de la ociosidad como de unrobo.— Si atesoras riquezas, piensa en lo que hancostado, y mirándote como simple depositario, hazque sirvan para fecundar el trabajo, para aliviar ladesgracia, para extinguir la miseria.

JUSTICIA. Practica la justicia,no sólo no haciendoá los demás lo que contigo no quisieras que hicie-sen, sino tomando la iniciativa del bien, y luchandocontra la iniquidad, donde quiera que la halles.—No condenes jamás sin apelación y sin dejar unapuerta abierta á la reparación, al arrepentimiento yá la rehabilitación. El sentimiento religioso es in-compatible con o,' infierno eterno, y la concienciade la humanidad regenerada por el amor del pró-jiniio no admite pena sin remisión.

FRATERNIDAD HUMANA. Trata á tu prójimo como átí mismo.—Perdona las injurias y hasta devuelvebien por mal, siempre que la conservación de tudignidad personal te lo permita.—Sirve fielmente átu patria y hállate siempre dispuesto á morir porella; pero no te separes jamás, en tu corazón, deesa gran patria que tiene por nombre: la Humani-dad.—No te separes voluntariamente de la sociedadde los hombres; no te aisles de tus hermanos, y nolos aisles á ellos. No hay progreso para el hombresólo.—Acuérdate de que todos los bienes que go-

zas, los debes á las luchas sostenidas, á los sufri-mientos soportados, á través de tantos siglos, porlas generaciones que te han precedido; piensa queasociando tus esfuerzos á los de tus contemporá-neos, prepararás una suerte mejor á los que te suce-dan.—Créate con tiempo, por medio del matrimo-nio, una esfera familiar de la que estén desterradosel egoísmo, que es el mayor de todos los vicios, laenvidia, el juego, la pereza, la cólera, la disipación,la intemperancia, el disimulo y la mentira.-—Espo-sos, no estéis unidos solamente por la carne; procu-rad estarlo también por el espíritu y el corazón,como si fueseis una sola alma. Haceos dignos siem-pre déla mutua estimación, y no tengáis jamás quesonrojaros ante vuestros hijos.

SOLIDARIDAD UNIVERSAL.—En tus esfuerzos hacía lomejor, aspira a todo lo que está arriba y tiende lamano á todo lo que está debajo.—Sé dulce y compa-sivo respecto á los animales, porque son sensiblescomo tú.—Sé caritativo y benévolo para todos lossufrimientos.—En tus placeres no goces de aque-llos que hagan llorar á alguien.—Ama la naturaleza,respeta sus leyes y no mandes sino obedeciendo áellas.—No olvides jamás que, si la tierra ha sidodada á los hombres, es para que todos ellos tenganlugar en el banquete de la vida; y que hallando enella su parte de luz y de libertad, gracias á la ins-trucción á que todos tienen igualmente derecho yal trabajo de cada dia que es igualmente deber detodos, harán reinar el orden, la paz, la equidad y laarmonía. Realizando así el reinado de Dios sobrenuestro dominio terrestre, es como podremos lla-marnos los colaboradores de la obra divina, y comonos será dado elevarnos progresivamente hacia elSor perfecto, del que cada uno de nosotros lleva ensí el inagotable Ideal.

¡Bendita sea la humanidad en su pasado, en supresente, en su porvenir!

¡Bendito sea todo lo que vive encima y debajo denosotros, en la per[¿eUia comunión de los seres!

¡Bendito sea Dios, Padre celeste, Unidad supre-ma, Ley viviente, Razón consciente del universo,Fuente de toda vida, de todo amor, de toda luz yde toda perfección!

XIII.

Tal es, en concreto, el pensamiento que Mr. Char-les Fauvety se propone desarrollar y propagar, conla colaboración de algunos hombres de buena vo-luntad (i), en su Órgano de Regeneración social,para cuya obra llama á todos los espíritus que no

(1) H. Chavée, Krolikowski, Berriftr-Fontaine, Sug. Bonnfimére,

Louis Guyot, E. Barró, E. Thicundiére, Farine, Buüerde Bouteilier,

L. A. Detré y Eugene Garcin fvrman el comité de redacción y propagan-

da de La Religión Laique.

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pueden ver impasibles el lamentable estado presen-te de los pueblos civilizados.

Ese estado es consecuencia del decaimiento delas ideas morales, debido á su vez á la falta y per-versión del sentimiento religioso, que sólo puedelevantarse en los pueblos, levantando la concien-cia individual por medio de la instrucción, y comodice Fauvety, enseñando á los hombres á perfec-cionarse, mejorarse, dasenvolverse bajo el triplepunto de vista físico, intelectual y moral, que escorregirse de sus defectos, de sus vicios; agrandarsus facultades, sus potencias por medio del trabajo,el estudio, la práctica del bien, y marchar así haciala armonía en la plenitud de la existencia, ó sea laperfección.

Con la Razón y la Ciencia como guías, respetandoel orden social y colocando en Dios el ideal de todaperfección, es preciso combatir contra la ignoran-cia y el escepticismo .para salvar á las sociedadesdel inminente cataclismo que las amenaza.

Vulgarizar la filosofía; desvincular las religionesde manos del clericalismo; presentar á la humani-dad la fe nueva, basada en una concepción supe-rior de la vida, y mostrarla un ideal, que de nues-tros esfuerzos pende exclusivamente alcanzarlo:tales son los medios propuestos por el pensadorfrancés para preparar la era nueva, para entrar delleno en la edad de razón cuya hora ha sonado enel reloj del tiempo.

No discuto esos medios; limitóme á exponerlos,puesto que concuerdan con los que afirma mi es-cuela; poro sí deseo llamar la atención sobre ellosy sobre la Profesión moral que sintetiza en el ter-reno práctico ó social sus consecuencias.

El concepto que ella nos da del derecho, del de-ber, de la justicia y la fraternidad humana y de lasolidaridad universal, son la mejor garantía de labondad de la idea, aceptada ya, y antes de ahora,por los más profundos pensadores contemporáneos.

Convencidos todos los que no discurren á expen-sas de la preocupación ó de intereses mal entendi-dos; convencidos de que el problema de nuestraregeneración social, que es el problema religioso,no puede ser resuelto ni por los gobiernos ni porlas religiones positivas, sino que ha de ser la obrade la filosofía, en Francia como en Alemania, enInglaterra como en los Estados-Unidos y en otrasnaciones cultas, levántanse poderosas voces, hablael filósofo, canta el poeta, discurre el libro y pro-paga el periódico la idea nueva en donde ha de mo-delarse o! régimen social, partiendo del principioreligioso que se cimentará sobre la tradicionalcreencia, pero teniendo en cuenta que no se des-truye más que lo que se reemplaza, y sólo so reem-plaza lo que ha muerto ó no tiene ya razón de ser.

Pero la necesidad de una regeneración en ningún

país se deja sentir como en España, porque ningúnpaís culto conserva á tan bajo nivel el sentido reli-gioso, que en otros pueblos fue vivificado á tiempopor el espíritu de la Reforma, ya ineficaz hoy paraoperar un renacimiento. La aurora de un nuevo diaaquí no se vislumbra. Vacía la cátedra de filosofía,muda la tribuna, sin lectores el libro, y la prensaconsagrada casi únicamente á la cuestión políticadel momento, ¿cómo extrañar que nuestras señalesde vitalidad sean la fratricida lucha en nombre ycomo sarcasmo de la religión, la estéril peregrina-ción á Roma, y, en fin, los bufos, el charlatanismoy la usura que en el corazón de la Península semuestran como aterradoras pruebas de la decaden-cia y postración del país, fotografiado en el asom-broso éxito de Arderius, el doctor Garrido y doñaBaldoinera?

Tal es nuestra situación, descrita con vigorososdetalles y exactitud de apreciación en un recienteartículo de El Imparcial (1).

Fatal consecuencia de la ignorancia "y la inmo-ralidad es el estado actual del pueblo de pan y to-ros. Cumple efectivamente á todos los que se inte-resen por el bien público inaugurar una cruzadacontra la ignorancia y aunar fuerzas; pero más queoir la voz do la patria es preciso oir la voz de laRazón, y sobre ella renovar los ideales; que si hade sonar la hora regeneradora, si esta España de-caída ha de levantarse de la postración presente,indispensable es que comience por levantar su idealreligioso dentro de la concepción superior conte-nida en los principios desarrollados en esta exposi-ción de la Religión laica.

EL VIZCONDE DE TORRES-SOLANOT.

•>

LOS IDIOMAS DE LA AMÉRICA LATINA.*

REYES (Fr. Antonio do los Reyes). Fue monje do-minico, que vivió en Nueva-España á mediados delsiglo XVI.

Ejerció entre los indios mixtecas el apostoladopor espacio de algunos años, aplicándose al estu-dio de aquella lengua, en la cual compuso é impri-mió el Arte de la lengua mixteca. Y añade el cro-nista Bávila que «adiecionada con algunas obser-vaciones curiosas para entender la cuenta de losaños y tener luz en la historia de aquellos indios.»

Otro autor añade que dicho Arte ó gramática esbastante buena en cuanto á la claridad y método.

{i) «Indolencias sociales,» El- Imparcial del 4 (Je Noviembrede 1876.

* Véante los números 140, 141 y 142, pígs. 572, 603 y 63S.

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Es del misionero P. Reyes la observación si-guiente que interesa á las ciencias físicas:

«Cerca del pueblo de Tomac. ulapo, en la provin-cia de Mixteca, existe una fuente bastante abun-dante de aguas de tal calidad que el madero que sesumerge en ellas algún tiempo se queda convertidoen piedra.»

Se ignora dónde finalizó sus dias este misionero.A propósito de lo dicho, no está demás advertir

que los indios del seno mejicano ya habían notadoel fenómeno de la petrificación.

Derivado de la palabra ietl, que equivale á pie-dra, decían los indígenas teti, esto es, se convierteen piedra, se endurece como piedra.

RENOKL (Alonso de Rengel). Vio la luz en Galiciaen un pueblo de las cercanías de Santiago.

En esa ciudad tomó el hábito de religioso fran-ciscano, y fue como misionero al Nuevo-Mundo enel año de 1529.

Dice Torqueraada en su Monarquía indiana queaprendió en breve tiempo las dos más extendidaslenguas del país: la mexicana y la otomí, y añadelas puso en Arte, particularmente la mexicana, dela que hizo un Arte muy perfecto, y en la mismacompuso Sermones muy buenos. «En la otomí, refiereel dicho Torquemada, fue el primero que la llegó á¡•prender bien.»

El P. Rengel, quinto provincial de los de ordenen la provincia de Méjico, era muy estimado en to-dos aquellos países por su carácter bondadoso.

Murió en Nueva-España alcanzando una edadavanzada.

Un cronista del final del siglo XVI, refiriéndose álos trabajos de este autor, y especialmente á los deXiinencz, Olmos, Motolinia y otros, dice:

«Esto deben, entre otras cosas, á la orden de Sanfrancisco los que después acá aprendieron la len-gua mexicana; que de aquel santo hábito han salidolos que imprimieron Artes, Vocabularios y otros li-bros que han sido luz y principio de lo que despuésacá se ha perfeccionado.»

Y yo debo hacer notar que no sólo en aquellaspartes, sino en Guatemala, Paraguay y otras regio-nes fueron los franciscanos y no los jesuítas, comoalgunos suponen, los primeros en cultivar idiomasde los indígenas, escribiendo en ellos las obras másnotables. A cada uno lo suyo.

GANTE (Fr. Pedro de Gante). Era flamenco y na-tural de Igucr. Hombre muy versado en letras, seimpresionó al principio de la conquista de Nueva-España, y con deseo de emplearse en la conversiónde los indios, profesó como lego en la orden deSan Francisco, embarcándose para Vcracruz á me-diados del siglo XVI.

Aprendió muy luego el idioma de los naturales yso dedicó á catequizar sin descanso.

Sumamente ingenioso, sabía porción de oficios,que enseñaba á los indios jóvenes por él conver-tidos.

Vistas sus singulares aptitudes, se le mandó quese ordenase de sacerdote, á lo que sólo por obe-diencia accedió.

Calumniado por los mismos frailes, fue desterradoá otra provincia; pero conocida su inocencia, volvióá la tierra de Méjico, donde gozaba de grandeaprecio.

Compuso Doctrina cristiana en mexicano, que élmismo imprimió en Méjico.

Elegido obispo, renunció á esa dignidad; tal erasu modestia.

Murió de edad avanzada.RODRÍGUEZ (Fr. Luis Rodríguez). Español, fraile

franciscano y provincial de su orden en la provinciadel Santo Evangelio de Méjico.

Llegó como misionero á mediados del siglo XVI.Dedicóse á la conversión de los indios, recor-

riendo para ello diferentes estados, después deestudiar el idioma con toda perfección. Antiguascrónicas le apellidan gran lingüista mexicano.

Compuso en dicha lengua el famoso Libro de losProverbios. Empezó á traducir el Kempiis, que dejóincompleto, y concluyó T. J. Bautista, de la mismaorden.

El P. Rodríguez estaba reputado como uno de losmás elocuentes literatos en el idioma de Méjico ycomo orador sagrado. Su libro de los Proverbios,que no he visto, conceptúase por los versados endicha lengua como uno de los clásicos apreciables,asegurando algún autor ser una verdadera joya li-teraria. .

Habiendo vuelto á la Península este distinguidomisionero, murió en Madrid.

VILLALPANDO (Fr. Luis). Nació en la villa del mismonombre, en Castilla la Vieja, en 1528.

Entró en la orden de franciscanos en el conventode Palencia, y fue á Méjico en clase de misioneroen 1560. Permaneció en esa provincia algún tiempo,y después marchó á la de Yucatán.

Allí se dedicó al conocimiento de esa lengua, ycompuso el Arle gramatical de la lengua yucateca yVocabulario de la misma, que enseñó á otros misio-neros. Vertió al propio idioma el Catecismo de ladoctrina cristiana, muy completo.

Murió en aquel país el año de 1598.GILBERTI. (Fr. Maturino Gilberti). Era francos; es-

tudió teología en la Universidad de París y lenguashebreas, en que era muy perito.

Fraile franciscano, estuvo en los conventos deMéjico y Tlaxcalla: pasó á Mechoacan en clase domisionero, dedicándose al cultivo de aquel idioma,tenido como muy difícil para los europeos.

Compuso el Arte gramatical de la lengua tarasca

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y Vocabulario de la misma, con equivalencia la-tina.

Tradujo al idioma tarasco ¡a Doctrina cristiana yalgunas Oraciones.

OROZ. (Pedro de Oroz). Fue natural de la ciudadde Pamplona, donde recibió la primera educación.

Ya mediado el siglo decimosexto, se embarcópara Méjico, donde ejerció el comercio algunosaños.

Profesó después en la orden de franciscanos, yfuó muy diligente en la catequizacion de los indios.Era reputado como perito en los idiomas mejicanoy otomí, en los que dejó escritos varios libros, diceel autor de la Monarquía indiana. No hay otras no-ticias de esos trabajos.

RIVERA (Fr. Sebastian). Misionero franciscano.)Escribió en lengua otomí un libro para la adminis-tración de Sacramentos, y muchos Sermones en elpropio idioma.

Era riojano, pero se ignora el pueblo de su natu-raleza. Vivió en el siglo XVI; murió en Méjico.

MOTA (D. Domingo José de la Mota). Era indiomejicano, y había sido cacique de una tribu de aquelvireinato.

Convertido al cristianismo, fue convenientementeeducado por algunos religiosos, é hizo progresosen su instrucción por estar dotado de singular vi-veza y talento natural, no menos que del deseo deaprender.

Se dedicó al estudio de la lengua latina, moral yotras asignaturas.

Inclinado al sacerdocio, se ordenó, y fue nom-brado cura párroco del pueblo de Tochimilco, dis-tinguiéndose por su celo y caridad no menos quepor la elocuencia de sus pláticas religiosas.

Refiere el arzobispo Sr. Lorenzana que le ayudómucho en la interpretación de los geroglíficos delos indígenas, que, como indio de calidad, conocíabien.

Compuso varias Poesías mexicanas sobre diver-sos motivos que ignoro si vieron la luz pública.

MI.UMC.OS (Fr. Juan). Este religioso franciscanoestá considerado como uno de los principales ha-blistas del idioma náhuatl, y se encuentra en talconcepto citado por varios autores que lian escritosobro la lengua mejicana.

Compuso y dio á luz un libro bajo el Ululo de Di-rectorio espiritual en mejicano y castellano, de re-levante mérito literario, si hemos de estar á lo quede esa obra dice persona tan competente como elseñor doctor Torres Cano, catedrático que fue deese idioma en la Universidad de Méjico.

Está impreso en dicha ciudad.Además de ese libro compuso varias otras cosas,

entre ellas unas Poesías místicas, muy estimadasde los eruditos.

MENDIETA. En la ciudad de Vitoria, capital de laprovincia do Álava, nació (no sabemos el año) Je-rónimo de Mendieta, y en esa ciudad recibió la pri-mera instrucción.

Joven aún, tomó el hábito de franciscano en Bil-bao, y en el mismo punto estudió teología, y ob-tuvo las órdenes sacerdotales. En el año de 4554 seembarcó para Nueva-España como misionero.

Estaba Mendieta reputado como un gran teólogo,al decir de un autor de aquellos tiempos.

Dice Torquemada que era un tanto tartamudo,pero en cambio muy elocuente en escribir; y citacomo muestra de la elegancia de su estilo una cartaá Fr. Francisco Gonzaga, ministro general do la or-den seráfica de San Francisco, documento que co-pia el autor de la Monarquía indiana.

Refiere él mismo que fue celosísimo en la con-versión de los indios.

Compuso y dio á la prensa un libro con el títulode Historia eclesiástica indiana, y otros libros.

Entre estos es el que á mi propósito incumbe elque encuentro citado en el tantas veces dicho Tor-quemada, cuyo título es Conversión do estas gentesindianas.

Está en latín y mejicano, en cuyo idioma fue muyentendido, según algunos autores.

Vivió en América cincuenta y cinco años, y mu-rió el 9 de Marzo de 4604.

TAPIA (D. Carlos do Tapia y Centono). Fue naturaldel vireinato de Méjico, hijo de padres españoles,que le educaron con esmero.

Estaba dotado de talento poco común, y despuésde las primeras letras se dedicó al estudio de lalatinidad y de la filosofía, en que obtuvo el gradode bachiller. Se ocupó mucho de la investigación delas antigüedades.

Desde joven aprendió con perfección el idiomamejicano, y habiéndosele nombrado cura párrocode Tampanolon, se aplicó al conocimiento de la len-gua Guaxteca ó buacteca, en que fuó muy ver-sado.

Trascurridos bastantes años en dicho curato, sele agració con la cátedra de idioma mejicano dela Universidad de aquella capital, y con la del mis-mo idioma en el Seminario Tridentino.

Escribió, y dio á la prensa, el Arte novísimo de lalengua mejicana, cuyo libro vio la luz en Méjico elaño de 1753.

Dicha obra es muy apreciada por el buen métodoy claridad, acreditando las dotes de este español-americano.

Compuso también un Arte gramatical de la lenguaguaxteca, igualmente impreso en Méjico.

El limo. Arzobispo Sr. Lorenzana dice que se va-lió de Tapia para descifrar muchos de los geroglífi-eos de los indios, de que él hace mención en su

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obra. Dice además que era de grande virtud y saber.Compuso el Vocabulario guazteca.VALERIANO (D. Antonio Valeriano). Era indio, na-

cido en Azcaputzalco.Desde muy niño fue instruido en la religión cris-

tiana, y luego pasó á estudiar al colegio de SantaCruz de Méjico, que se fundó hacia la parte de Te-nuchtitlan por el virey D. Antonio de Mendoza pacala educación de niños de familias indias, el cual es-taba a cargo de los franciscanos, iniciadores del es-tablecimiento.

Dice un cronista que Valeriano estaba dotado desingular talento y de excelentes dotes morales, ase-gurando asimismo que hizo progresos en el estudiode la lengua latina, en la lógica y en la filosofía.

Toi'quemada cuenta que Valeriano acabó de ins-truirle en la lengua mejicana, que fue este indiocatedrático de latin en dicho colegio,, y que tuvoaventajados discípulos, y añade:

«Cuando murió estaba yo presente, y entre otrascosas que me dio de sus trabajos, dignos de su sa-ber, así en lengua latina como en versiones á lalengua mejicana, fue una el Catón, traducido en me-jicano, cosa ciertamente muy do estimar, el cual (siá Dios place) se imprimirá en su nombre.»

Dice que tal era la estima en que tenían todos áValeriano, que, sabedor el rey de sus talentos, pru-dencia y virtud, le escribió una carta muy agasa-jadora.

Antonio Valeriano murió en 1605.No sabemos si se imprimió el Catón en mejicano.Por último, los Sres. N. Rincón y P. Caldo son

autores de Gramáticas mejicanas, que no he visto,pero que se hallan frecuentemente citadas en varioslibros de ese idioma.

El reverendo P. Gutiérrez Tanco y D. AntonioVázquez Gaztelú son asimismo escritores mejicanosde grande mérito, sin que olvidemos al P. Fr. Mar-tin de León, que, según el doctor Torres Cano, esuno de los que más diestramente manejaron el idio-ma en sus obras.

Sobre estas producciones, que tantos otros enca-recen además del citado doctor Torres Cano, nadapuedo añadir por carecer de otras noticias.

De tiempos posteriores á los de dichos literatos,sabemos que hay algunos trabajos, especialmenteen verso.

III.IDIOMAS CHILENO Y PERUANO.

«El idioma do Chile (que los naturales dicen chi-lidugu, es decir, lengua chilena) es dulce, armo-nioso, regular, expresivo y muy abundante de tér-minos, aptos é idóneos para expresar, no solamentelas cosas físicas, generales ó particulares, sino tam-bién las morales ó abstractas.»

Es lenguaje uniforme en la formación de los tiem-pos y de las personas, al punto que casi no hayverbo irregular, y esto da facilidad para aprenderlo.

Por otra parte, en todo género de verbos sustan-tivos, transitivos y neutros, no hay más que unasola conjugación, y esta tan abundante de tiempos,que excede muy bastante á la lengua latina.

Faltan algunas letras, pero hay una vocal y otraconsonante que no tienen perfecta equivalencia enlos idiomas europeos^ por eso el P. Valdivia recur-rió á escribir la vocal, digamos adicional, con bas-tardilla, como se verá en los versos que van al final.

Su pronunciación es parecida á la ou francesa,pero más aspirada y gutural.

Este lenguaje, el quichoa ó peruano, el mejicanoy otros no pueden ser incluidos en la regla generalque con demasiada ligereza sentó Paw en el sigloanterior, calificando á estas lenguas de pobrísimasy de absolutamente faltas de números.

Quique, significa uno; epu, dos; cula, tres; meli,cuatro; quecfiu, cinco; cayu, seis; relghe, siete;pura, ocho; aylla, nueve; mari, diez.

Para designar once ó más cantidades, se toma lapalabra mari, es decir, diez, primero, y se agregaá ella la cantidad menor. Asi se dice: mari-quique,once; mari-cula, trece; mari-cayu, diez y seis.

Al llegar á veinte, el mari se pospone, v. gr., epu-mari, 20, es decir dos dieces; cula-mari, 30, es de-cir, tres dieces; meli-mari, 40, ó cuatro dieces.

La palabra pateca equivale á decir ciento; y que-riendo decir mayor cantidad, se toma antes la can-tidad deseada, mas la pataca; v. gr., cula-pataca,300; quechu-pataca, 500; relghe-pataca, 700. La vozhuaranca equivale á mil, y con diferentes combina-ciones, que omito por no dar á esto una extensióninconveniente, se designan perfectamente cuantascantidades se quieran.

Y esto en punto á números cardinales: el chilenotiene además números ordinales, distributivos, in-determinados y adverbiales.

Ordinales: nuen, primero; epulelu, segundo, etc.Distributivos: callique, uno á uno; epuque, dos á

dos, etc.Indeterminados: qniguelque, algunos; epulque,

casi dos; eulalque, casi tres.Advervialcs: quiguecki, una vez ; epuchi, dos

veces.Abstractos: quiquegen, unidad; epugen, dualidad;

culagen, trinidad, etc.Hay en el idioma de Chile cierta poesía, hasta en

las denominaciones con que se designan las cosas.Puquen, invierno, es propiamente noche del año...

***El idioma quichoa, ó lengua general de todo el

famoso Imperio de los Incas, dicha también, por sucultura, lengua cortesana, es expresiva, suave y

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tierna, al punto que, como dice nuestro sabio ma-rino el señor general D. Antonio Ulloa, se duda quepueda haber otro que le iguale en frases propias deagasajo y cariño, en armonía con la manera de vi-vir de aquel pueblo singular.

No puede dudarse que hay en este, como en otrosidiomas americanos, palabras que se equivocan mu-cho para todo otro oido que no sea el muy perspi-caz de los indígenas.

Acacau, significa me quema, hablando del sol, delfuego, ó de alguna cosa que se como ó bebe. Ala-lau, equivale á tengo frió; ananau, me duele. Su-cede que como todas las vocales son las mismas, ysólo varía en esas distintas palabras una letra con-sonante, parece al pronunciarse una misma voz;ocasionado por lo mismo á los no muy prácticos ásuponer pobreza en el idioma, que expresa cosastan diversas con una sola palabra (al parecer), queuna sola parece pronunciada rápidamente y es comomás se hace.

Pero á las veces también una misma palabra po-sitivamente tiene significaciones diversas y aunopuestas, variando únicamente el acento, circuns-tancia común á otros lenguajes del mundo de Colon.

Cuando los civilizadores Incas fueron dilatandolos límites de su imperio, había en tan extensas co-marcas infinidad de lenguajes, bárbaros en su ma-yoría, y todos más pobres y monos cultos que el

Para obviar los inconvenientes que de esto seseguían, los políticos emperadores incas establecie-ron, en los pueblos y en determinadas localidades,escuelas de la cortesana lengua del Cuzco, ó qui-choa; obligando á todos á estudiarla y hablarla: elImperio pagaba los maestros (1).

Todavía subsistían mnchos do estos, especial-mente en regiones lejanas, al comenzarse la con-quista por Pizarro; y dice nuestro erudito investi-gador Blas Valera, que era lástima ver que en aque-llas apartadas comarcas, faltos ya los preceptoresdel prestigio y del estipendio quo les aseguraba an-tes el Imperio, no podían enseñar, y los indígenasde tales localidades volvían á su antigua jerga,abandonando el quichoa.

De esto se lamenta Valera, porque dice que asíera mucho más difícil reducirlos al cristianismo; yañade, porque es también doloroso que se corrompael quichoa, que es una lengua por demás galana.

# * *

Pero acerca de la índole del idioma quichoa, es-pecialmente á la manera de pronunciarse, más quela gramática de Francisco del Canto y más que na-

(1) Melisa civilizadora y política á la vez, que no se alcanzaba en-tonces a m;iS do un gobierno de Europa.

díe otro, forma autoridad el dicho del inca Garcilasode la Vega.

Trae en sus Comentarios reales estas Adverten-cias: Primera, que tiene esta lengua tres manerasdiversas para pronunciar algunas silabas, muy di-ferentes de como las pronuncia la lengua española;en las cuales pronunciaciones, añade, consisten lasdiferentes significaciones de un mismo vocablo.Unas sílabas se pronuncian en tos labios, otras enel paladar, y otras en el interior de la garganta.

Sobre las acentuaciones dice que se advierta quelas dicciones tienen por regla general sus acentos enla antepenúltima vocal, y jamás en la última.

Todo lo contrario del guaraní y otras lenguasamericanas.

En la lengua quichoa faltan las letras B, D, ft, Jy 1 sencilla; pero hay la 11 duplicada como la tieneel español.

La R no se pronuncia fuerte ni en principio ni almedio de dicción; siempre ha de pronunciarsesuave.

No hay número plural en el lenguaje, aunque sípartículas que significan pluralidad, que hace, ensu costumbre, el mismo efecto.

Para contar, los nombres numerales sólo lleganhasta el diez, con vocablos diferentes; y desdo onceso hace tomando primero el mayor y luego elmenor.

Verbi gracia, con la palabra chunca, diez, y lahuc, que es una, componen once: chunca, y quima,que significa tres, hacen trece, añadiendo á vecesyoc. Así se dice chunca-quinza-yoc, que es decirtrece; pero la voz yoc sólo se adjunta A las pala-bras acabadas en vocal. A las palabras acabadas enconsonante se les adjunta la voz nioc, que significaposesión.

De esta manera cuentan hasta 20, que diceniscay-chunca, esto es, dos dieces.

Cuando se trata do 30, 40, etc., ponen siempre elnúmero menor antes de los dieces, hasta 100, quedicen pachac.

Luego para significar 111 (supongamos) dicenpachac-chunca-huc-nioc; y así los demás.

La palabra nunu significa un cuento.Además estos números cardinales se varían con

las partículas posesivas.Por la exposición de esta doctrina, que he procu-

rado concretar lo posible, se ve con cuánto desco-nocimiento del asunto afirmaba el citado Paw queno podía contarse más que hasta cinco con las len-guas americanas.

Lo propio que se ha dicho del lenguaje chileno ydel peruano en punto á esto, es aplicable, y en ma-yor escala, quizá al mejicano.

Los peruanos no habían trabajado libros comolos ascendientes de los mejicanos, y sin embargo

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700 REVISTA EUROPEA. 2 6 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 144por medio de la tradición conservaban cosas no-tables.

Hay entre éstas los Dichos sentenciosos del incaPacutec, muy dignos de conocerse. Entre otros deesos dichos, es uno el siguiente:

«El médico ó herbolario que ignora las virtudesde las yerbas, ó que sabiendo únicamente las dealgunas no procura saber las de todas, sabe poco ónada. Conviene trabajar hasta conocerlas todas, asilas provechosas como las dañosas, para merecercon justicia el nombre que se pretende.»

No debe pasarse por alto una circunstancia espe-cial de los incas. Además de la lengua quichoa, lafamilia imperial tenía un idioma peculiar de ella,que ningún otro hablaba ni conocía, y que por tantoconcluyó con aquella dinastía.

Reseña biográñco-bibligráflca.

BABRASA (P. Cipriano), de la compañía de Jesús.Vivió este jesuíta muchos años entre los indios delRio de la Plata y los del Perú, permaneciendo algúntiempo en la misión de Santa Cruz de la Sierra,actualmente de la República Argentina.

Conocía diferentes lenguas de los naturales, yejercía entre ellos la medicina y la cirugía; con loque, dice un escritor, se granjeaba la voluntad delos indios.

Fundó la misión do los Moxos en el Perú, cercade las fronteras del Paraguay, haciendo la traduc-ción de la Doctrina cristiana en el lenguaje de di-chos moxos.

Los indios Batiros le asesinaron el dia -16 de Se-tiembre de 1702, atacando la piragua en que nave-gaba este misionero.

Barrasa era natural de Valladolid.BARCENA. En el año 1528 y en la ínclita ciudad de

Córdoba, patria de Lucano y de otros ilustres va-rones, vio la luz primera Alfonso de Barcena.

Todo lo que hace á la niñez y adolescencia deBarcena nos es desconocido completamente.

Muy joven profesó en la Compañía fundada porLoyola, y fue luego destinado como misionero á latierra conquistada por el gran Francisco Pizarro.

Dedicóse este religoso al conocimiento de losidiomas de aquella parte de América, para cuyo es-tudio estaba datado de peculiar disposición, y queperfeccionó con el frecuente trato de los indí-genas.

Escribió el famoso libro titulado Léxica et pre-cepta gramática, iter liber confesionis et-precum,in quinqué indorum linguis, quarum usus per Ame-ricam australem. In folio abultado.

Las dos principales lenguas de las cinco gramá-ticas que abraza el libro del memorable Barcena,son la Quichua y la Aymara. En la exposición desus reglas se manifiesta el autor un filólogo notable.

Compuso también un Vocabulario, bastante co-pioso, de los mismos cinco idiomas, aunque másabundante de voces quichoas.

Es del mismo autor la Doctrina cristiana y Librode las oraciones, obra escrita en los mismos cincoidiomas que el Lexicón, de mucho mérito, y en laactualidad aún más rara que aquella, aunque tam-bién está impresa.

El primero de dichos libros se dio á luz en laciudad de los reyes, Lima, en 4590, en casa de donAntonio Ricardo, primer impresor de estos reinosdel Perú.

Vivió algún tiempo Barcena en la provincia deTodos los Santos del Tucuman, ayudando á la con-quista y predicando á los Calchaquies, cuyo len-guaje también poseía este incansable obrero.

Por su mucha virtud y laboriosidad, era apelli-dado el Apóstol del Perú, título justamente adqui-rido.

Murió en el Cuzco el año 1598.CANTO. D. Francisco del Canto, español, impresor

y literato. Es autor de un Arte gramatical de lalengua general del Perú llamada Quichua, librodedicado al ilustrísimo Sr. D. Hernando Arias deligarte, obispo de (¿uito y del Consejo de S. M., etc.

Dicha gramática está acompañada de un Vocabu-lario quichua-español y viceversa, también com-puesto por Canto. En el Prefacio dice el autor serel más abundante hasta entonces publicado, y conefecto, es muy copioso.

Están impresos en Lima, en la casa del autor.GONZÁLEZ HOLGUIN (Fr. P.) A este misionero espa-

ñol, cuyo pueblo de nacimiento y año ignoramos,se debe la composición de un Oran Vocabularioquichoa-español y viceversa, que está impreso en laciudad de Lima.

Un autor americano dice de esta obrita ser demediana impresión, y que aun así no se vendía pocodespués de impresa, á once pesos fuertes, en la ca-pital del Perú.

Es de Holguin también una Doctrina cristiana enquichoa.

CONCILIO PROVINCIAL DE LIMA. El celebrado en la no-ble ciudad de los Reyes dispuso, entre otras cosas,que se compusiera un libro para enseñanza de los in-dios en la doctrina cristiana. En su consecuencia,se hizo el Tercero catecismo y esposicion de la doc-trina cristiana,por sermones, en lenguas quichoa,aymara y castellana. Dicho libro trilingüe fue dadoá luz en Lima, en la imprenta de D. Antonio Ricar-do, primer impresor de estos reynos del Ferú, en elaño 1585. Es un tomo infolio y regular edición.

De las mismas prensas, y compuesto igualmentede orden del citado Concilio, se dio á luz otra obra

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N.°144 F. C. SOBRON. IDIOMAS AMERICANOS. 701

con el título de Confesionario para los curas deindios, que, lo propio que ei anterior, se halla re-dactado en español, quichoa y aymara.

Nada podemos decir de su mérito literario.

VALDIVIA (P. Luis). Dice la Crónica que Valdiviaera castellano; pero no señala el pueblo de su naci-miento, y nada consta acerca de su juventud.

Fuó uno de los ocho primeros jesuítas que pene-traron en Chile, y fundaron la casa que posee laCompañía en la ciudad de Santiago.

Dotado de singular talento, y ayudado de no me-nos celo, se dedicó afanosamente al estudio delidioma de los indígenas de aquella región, lenguaque aprendió tan luego, que en un mes pudo predi-car á los indios en su propio lenguaje.

«No contento con eso (asegura el famoso jesuítaOvalle en su Historia, de Chile), para abrir la puertaá los demás y facilitar más el aprender esta lengua,comenzó á formar la Gramática y el Vocabularioque de ella imprimió, con que dentro de poco pu-dieron instruirse los indios en su mismo idioma yaprender el Catecismo de la doctrina en ella, quetradujo del castellano.»

Dicha Gramática se dio á luz en la ciudad de Limaen 1606.

Cuenta un historiador que apenas fundada la casade la Compañía en Santiago de Chile, se aplicó Val-divia á enseñar la doctrina y otras cosas á los niñosindígenas; y que halando salido una procesióndesde la iglesia de ellos á la plaza, fueron muchosniños indios cantando las oraciones en su lengua, loque sirvió de admiración á lodos en la capital.

Y tanto resplandecía en Valdivia el deseo de en-señar, que siendo él rector del dicho convento, ins-taló escuelas, dando educación tan lata como eraposible, y procurando el estímulo para los discí-pulos.

Entre otros medios de estimular, estableció estacostumbre: v-Las escuelas, quince dios antes de laúesta de la Concepción, publican certamen 'poético,llevando cartel por toda la ciudad con grande acom-pañamiento; y el dia de la fiesta, después de comer,se juntan á repartir los premios á los poetas, etc.,»dice una antigua crónica.

Con el fin de evangelizar en la lejana comarca delos Guarpes, que habitan la provincia do Cuyo, vióseforzado este misionero á estudiar la lengua de ellos,muy diversa de la de Chile.

Compuso asimismo Oramálica de la lengua Cuyay Vocabulario de la misma y española; libro quetambién hizo imprimir en Lima. Así allanó el cami-no á otros misioneros para emplearse fácilmente enla enseñanza.

De uno y otro idioma daba frecuentes lecciones á

sus compañeros, y el erudito Ovalle, no obstanteser nacido en Chile, confiesa haber sido en dichoidioma discípulo de Valdivia.

Vino á España en comisión para tratar la mejormanera de pacificar varias comarcas, proponiendoal Gobierno medios idóneos.

A la vuelta de este cometido fundó las célebresmisiones de Arauco y de Cuyo.

Estaba dotado de una serenidad y sangre fría ad-mirable; cualidad que le granjeaba inmenso presti-gio entre los esforzados naturales de aquel país*esto contribuyó en más de una ocasión al buen éxitode arriesgadas empresas.

Por segunda vez regresó este soldado de la civi-lización á la Península, y... no quiso admitir ningu-no de los altos puestos con que el mismo rey le in-vitó, en premio de sus especiales merecimientos ysingulares trabajos. ¡Qué grande ejemplo!

Murió el venerable Valdivia en la ciudad de Va-lladolid.

Entre otras composiciones del Padre Valdivia,son de las más comunes las siguientes estrofas,para cantar los niños después de la doctrina:

Jesús pellebichiPijta ñi duara,Jesús pellebichiVen la ñi layan.

Chem nivlay peabumAntw l«mlwm queltiClieno qnintu abum,Cítyem pwi leluYodbimi JesúsTa mi pengeam.Jcsus pellebichi, etc.Antíi tipnqueywmInaqueeveu punAblII ñi alelgiieyísmTipnyj^n YcpunJesús tipapuimiMi alen abnoam.Jesús pellebichi, etc.Caquecho pebipeArunco yunelvoe,Pal gau qnintubipeJesús may vil! elvoePal gau quintubipe

TOBREI.LAS. El Padre Pedro Torrellas, uno de losocho primeros jesuítas de Chile, fue el primero encatequizar los indios del archipiélago de Chiloe enunión con Agustín Villaza. Torrellas compuso unopúsculo en idioma del país, Pláticas doctrinales,en forma de coloquios. No sabemos si se imprimió.

Jesús may vill elvoeDuamtuabinYod ñi alabam.Jesús pellebichi, etc.Huaglen veycw geluRaqui valponoluVeyew al el aquelu,N« tamtu valnoluJesús mi alequen.Iñ alelgeam.Jesús pellebichi, etc.Huagien lleciepallwmZ7ñwm alabquelu,Baywm ñi tipayttmVeyc» numuqueluM« hualem m» raywmEymi Jesús (pam).Jesús pellobichi, etc.

FÉLIX C. SOBRO».

(Continuar* .1

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BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Ateneo de Madrid.

SECCIÓN DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS,

TEMA:

¿Debe la Gran Bretaña el carácter á la vez establey progresivo de su actual civilización á la Consti-tución política? En caso afirmativo, ¿qué hay enesta de peculiar y propio de aquel país y qué decomún que pueda ser aplicado á los demás pue-blos?

Levantóse el Sr. Montoro á exponer el tema, yempezó manifestando que ai hablar de libertadespúblicas es imposible no recordar á Inglaterra,donde todas las cuestiones que se refieren á la li-bertad y á los derechos individuales, alcanzan com-pleta y cabal solución. Que esto no es exagerar suimportancia, pues todas las naciones se la concedenen el mero hecho de tomar su Constitución comomodelo en la formación de las modernas Constitu-ciones. Por eso tiene su estudio un gran interéspolítico, y por eso juzga que la mesa ha obrado conacierto al poner á discusión este tema. Supone elorador que este estudio convencerá á todos de quelas Constituciones no se improvisan en las Asam-bleas políticas, sino que han de ser forzosamenteresultado del desenvolvimiento lento y constantedel espíritu nacional. Si este desenvolvimiento tieneinterés para el estudio de todas las Constituciones,en la de Iglaterra tiene una importancia capital, por-que se ha formado en períodos muy largos y poresfuerzos muy repetidos. Para llegar á conocerla,pues, es de todo punto indispensable hacer una ex-cursión histórica, siquiera sea muy rápida. El señorMontoro recuerda brevemente la historia de Ingla-terra, y hace constar que ésta aseguró su libertadpor medio de la Carta que el puebío inglés arrancóá su rey Juan Sin-Tierra, y que lleva el nombre deCarta Magna. En este célebre documento se declara,entre otras cosas: «que el Rey no levantará impuestosin el Consejo del Reino; que las ciudades y los ba-rones puedan asistir al Consejo del Reino para ar-reglar la contribución de cada uno; que no se ar-restará, encausará ni desposeerá á nadie de sus bie-nes y derechos sino por el juicio de sus Pares, etc.»Esta Carta es el monumento político más importantede Inglaterra. En 1264, dominando en Inglaterra elconde de Leicester, fueron llamados dos'diputadospor la nobleza inferior y dos por las ciudades alParlamento, lo cual fue origen de la Cámara baja óde los Comunes. Las ciudad'es, sin embargo, no die-ron gran importancia al voto que se les concedía, yen su principio no entendieron sino de la cuestiónde impuestos. Desde Eduardo I sufren las libertadesinglesas un paréntesis doloroso. Después vinieronlos listuardos á ocupar el trono de Inglaterra.En 1642 estalla la revolución y Carlos I perece enel cadalso. El orador no quiere detenerse en el exa-men de la revolución, porque entiende que antes al-tera las libertades inglesas que las completa. Des-pués de la dictadura de Cronwell vienen de nuevolos Estuardos. Carlos II entró en Londres en 1660.En 1688 tuvo lugar la revolución contra Jacobo II, y

el último Estuardo fue arrojado del trono, llamán-dose para ocuparlo á Guillermo y María. Alecciona-dos ambos por la experiencia, aseguraron á la na-ción, mediante el Bill de derechos, los fueros anti-guos de Inglaterra.

El orador pasa á considerar el primer enunciadodel tema, y manifiesta que si se quiere ver la in-fluencia que ha tenido la Constitución de Inglaterraen su prosperidad, no hay más que examinar loque pasa en otros países donde la Constitución noes tan establo. En el nuestro hemos tenido reinadostristes y desastrosos, y estos reinados han dejadoá nuestra patria en un estado lamentable. En Fran-cia sucede otro tanto. Mas en Inglaterra, aunquelos ha habido también, no han conseguido destruirsu prosperidad, porque allí todos los intereses le-gítimos tienen representación en la esfera delpoder.

Pasó después el Sr. Montoro á examinar sucinta-mente las instituciones políticas de Inglaterra. Elrey es el representante del poder ejecutivo y re-sume las atribuciones propias de este poder, comoson las de convocar las Cámaras, dirigir las fuer-zas militares, prestar su sanción á las leyes votadasen el Parlamento, etc. Existen dos Cámaras, la delos Lores y la de los Comunes. La primera repre-senta intereses y privilegios tradicionales. La se-,gunda el elemento popular.

La Constitución inglesa acepta los derechos delhombro, siendo el más respetado el derecho delindividuo. Otro de los derechos que más preocupaná los ingleses es el de reunión, tan practicado enaquel país, que sus meetings son bien conocidos yaen todos los países. La libertad de imprenta, queexiste allí de un modo casi ilimitado, es otro de losgrandes derechos del pueblo inglés, y la libertadreligiosa más omnímoda es el fundamento de esteorden de relaciones.

Entrando en la segunda pfrte del tema, se pre-gunta el orador: ¿Son trasplantables estas institu-ciones á nuestra patria? Juzga que en conjunto serácompletamente imposible, porque si Inglaterratiene asegurada su libertad, so debe á que le vienede abolengo y está basada principalmente en lapráctica. Pero, si no en conjunto, pueden aprove-charse algunos de sus elementos, que sirvieran delevadura para la regeneración de nuestra vida po-lítica. Estos son, en su opinión, la seguridad indi-vidual,-sin la que no puede vivir jamás la libertad,y la conveniente limitación de los poderes.

—El Sr. Moret tomó la palabra, á ruego de la mesay de los circunstantes, y comenzó manifestandoque si alguna importancia práctica tiene el tema esla que se encierra en su segunda parte. Pero paradarla cumplida contestación, dice, menester es nosólo que sepamos lo que es la Constitución in-glesa, sino que conozcamos profundamente la his-toria y el modo de ser de nuestro país. De todo loque forma la base de la Constitución inglesa hayalgo en que estoy en abierta oposición con el señorMonlqro. Para mí el momento en que nace la actualConstitución de Inglaterra es el de la dictadura deCronwell. Cronwell derribó lo que constituía el sos-ten de la antigua sociedad. Redujo á escombros losantiguos y odiosos privilegios y esparció un silen-cio de muerte en torno suyo; pero de entre estosescombros y en medio de este silencio renacen laslibertades al soplo poderoso de aquel hombre sin-gular.

El Sr. Moret cree además que la seguridad indi-

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ESTADO ACTUAL DE LAi POESÍA LÍRICA. 703

vidual y todos los grandes derechos de que habíahablado el Sr. Montoro, no son más que vanas pa-labras si no responden á un mecanismo en cuyoseno vivan y alienten. La libertad de imprenta, lade asociación, no son más que huecos nombres sino hay perseverancia para aplicarlas y no se hallanenlazadas al juego de las instituciones. Las ruedascapitales de este engranaje en Inglaterra son el Ju-rado y la Administración de justicia.

En vano se consigna en la Constitución la segu-ridad individual, si no hay jueces que la garanticeny velen por su cumplimiento. El poder judicial esen Inglaterra el baluarte más firme de la libertad.Pero en Inglaterra este poder es independiente yse mantiene apartado de influencias bastardas:constituye una carrera donde se asciende por me-dio del trabajo constante y de pruebas indudablesde integridad y.suficiencia. En aquel país se atiendeprincipalmente á la energía y á la perseverancia, ynadie debe su fortuna, como en el nuestro, á unrasgo feliz, á un golpe de ingenio, que está muylejos las más de las veces de tener valor moral.

El Jurado es la expresión viva del elemento indi-vidual. El Jurado, ose Jurado tan escarnecido y ri-diculizado por nuestros hombres de toga, es el sal-vaguardia de la libertad, y como tal le saiudo desdeeste sitio.—El orador presenta en apoyo de su te-sis un ejemplo. En cierta ocasión, dice', los obrerosde gas que había en Londres se declararon en huel-ga. Esto, como es sonsiguiente, produjo resultadosmuy graves para la población, que se encontró undia envuelta en tinieblas. Conjurado y resuelto esteenojoso asunto, púsose la prensa á discutir el dere-cho de los obreros y el remedio que existia deevitar tales percances. Una persona averiguó losnombres de los cabecillas y los acusó ante el Jura-do, condenándolos éste después de meditar muchotiempo á doce meses de trabajos forzados. Los con-denados apelaron, y la cuestión fue al Parlamento,que es el lugar donde en Inglaterra so resuelvenlos grandes problemas sociales. El Parlamento enpresencia de este hecho no tuvo otro remedio quehacerse cargo de los peligros que las huelgas en-cierran, y hubo de regular estas coaliciones de obre-ros, sujetándolas á una ley especial.

¿Qué hay aquí, señores? Rozamientos, choques,conflictos de derechos que desaparecen por el jue-go de las instituciones, listo viene á probar que elJurado modifica y corrige las anomalías de la leycuando ésta no puede evitar algún peligro para lasociedad. La costumbre se crea do esto modo; perono la costumbre rutinaria, sino la costumbre jurídi-ca, la costumbre que va introduciendo el derechoen todos los órdenes sociales. Esta costumbre noes producto, como quiere suponerse, de las condi-ciones climatológicas, de la frialdad y flema de laraza sajona, sino de sus condiciones intelectuales yde su experiencia. No creo que el clima haga á loshombres libres ó esclavos, porque el estudio de lahistoria nos demuestra todo lo contrario.

En cuanto á que la política inglesa sirva de mo-delo á la nuestra, opino que la imitación jamás debedegenerar en copia. Una imitación prudente puedeser provechosa, pero es necesario para ello buscaren España un punto de apoyo como el que Ingla-terra tiene en ia ley. La opinión pública no puedoser, porque la ignorancia de nuestro pueblo ha he-cho que no exista. La administración de justiciatampoco, porque deja mucho que desear y no tieneindependencia. En lo único que espero y confio es

en el poder de las ideas, que se irán abriendo pasomerced á una educación perseverante, y en esa ju-ventud que hoy rinde culto á la ciencia y que ma-ñana será ¡a que dirija nuestra política.

Madrid, 16 Noviembre 1876,

SECCIÓN DE LITERATURA.

Ettado actual de la poesía lírica en España.

Tomó la palabra el Sr. Bravo y Tudela, manifes-tando que no creía, como el Sr. Vidart, que la poe-sía pudiera inspirarse en la vida présenle, que nadatiene de poética. En el siglo XIX no puede existirpoesía sino á condición de inspirarse en ideales pa-sados, en sentimientos que desgraciadamente seencuentran hoy amortiguados. La prueba de esto esque la mayor parte de nuestros poetas buscansu inspiración en tiempos antiguos y los cantan.Opina, como el Sr. Vidart, que en las obras litera-rias, aunque la forma os muy esencial, es preferi-ble, co obstante, el fondo. Las poesías de formadesaparecen y se olvidan, mientras aquellas queencierran un fondo bello no perecen nunca. Nues-tros poetas no pueden inspirarse en este siglo, queno tiene contenido poético. Hoy no existen ideales.En una sociedad donde todo es prosa, el poeta noencuentra medios para inspirarse y crear obrasbellas.

El año pasado hemos convenido casi todos en queel estado de nuestro teatro era de decadencia. Conla poesía lírica sucede lo mismo, á mi-entender. Síel poeta se inspira en el pasado, no se le escucha:si avanza demasiado y ofrece al público ideales queno se ajustan todavía al estado de !a sociedad, seexpone á ser censurado con acritud. Por otra parte,el presente les ofrece un ideal bien definido. ¿Adónde volver los ojos? Los poetas del tiempo pasa-do tenían una creencia que á su vez era la creenciade los que los escuchaban; esta creencia conmovíalas fibras del sentimiento, y expresábanla en ar-dientes y apasionados cantos. Como en este siglono se cree, aun por aquellos que dicen creer, comono \\t¿§ sentimiento religioso, no puede haber poe-sía religiosa. El amor, que es otro de los sentimien-tos que alimentan é inspiran al poeta, no tiene hoyel carácter poético que presentaba en tiempos enque nacía y se desarrollaba en el fragor de la lu-cha, rodeado de oposiciones y peligros. Termina elorador lamentándose del estado en que hoy se en-cuentra la-poesía lírica. Los poetas, dice, como notienen otro remedio que inspirarse en ideales pasa-dos, no quieren trabajar, pues que sus trabajos noson escuchados y no les proporcionan más quedecepciones y desengaños.

—Usó de la palabra después el Sr. Carvajal, y ha-ciéndose cargo de la definición que los señores Re-villa y Vidart habían dado do la poesía lírica en lasesión anterior, expresó que no creía que la líricafuera esencialmente subjetiva y que esto carácterla distinguiese del género épico y dramático, por-que la poesía lírica cantaba el amor sexual, el amordivino, el sacrificio, el heroísmo, etc., cosas todaspor demás objetivas.

No juzga que los ideales pasados deban parasiempre relegarse, y cantar exclusivamente los delporvenir; pero al mismo tiempo, contestando al se-ñor Bravo, afirma que la sociedad presente contiene

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ideales muy dignos de cantarse. En esta sociedadperturbada y revuelta, donde el espíritu no encuen-tra nada definido y está siempre á punto de desfa-llecer; en esta hora solemne que atravesamos, elalma siente agitaciones, zozobras y esperanzas queencierran un gran contenido poético.

Volviendo sus ojos á España, afirma que no existeaquí la decadencia que se supone. Mientras, en elgénero dramático, Francia vive con los reflejos delteatro clásico de Raeine, y Alemania con los deGoethe y Schiller , sólo en España encontramos ungénero bien definido, el romántico, que con tanbuen resultado cultivan algunos insignes poetas.En cuanto á la poesía lírica, cuenta también nues-tra patria en este siglo con esclarecidos represen-tantes, entre los cuales descuella el gran Quin-tana.

El orador se pregunta después: ¿Debemos imi-tar la lírica alemana? Y opina que debe mantenerseincólume el carácter peculiar de nuestra poesía yrio alterarla con influencias extrañas. La poesíalírica, dice, no debe ponerse al servicio de un soloideal, sino que debe cantarlos todos, los del pre-sente, los del pasado y los del porvenir.

—Se levantó inmediatamente el Sr. Nuñez deArce, y en breves pero elocuentes y enérgicas frasesmanifestó que, en su sentir, no registra la historiaotro siglo con más condiciones poéticas que elpresente. Si es verdad que algunos géneros sufrenparéntesis y eclipses, como la poesía religiosa, noes cierto que el ideal religioso haya muerto, ypuede nuevamente inspirar bellos poemas. Nuestrosiglo ha añadido muchas y sonoras cuerdas á lalira. Estas dudas y vacilaciones, ese sol que sehunde y ese otro que aparece, los horizontes quese abren, las grandes aspiraciones y los sueños deun porvenir venturoso no pueden monos de creargrandes poetas. La historia de este siglo nos loconfirma bien claramente.

Refiriéndose después á la alusión que se le habíahecho sobre el calificativo de suspirillos germá-nicos que había dado á cierto linaje de poesías,manifiesta que, en efecto, estas imitaciones alema-nas ofrecen para él deplorables resultados. Esascomposiciones breves, inocentes, verdaderos vue-los de gallina sin inspiración y sin fuego, son pro-pias de adolescentes que se juzgan henchidos desentimiento cuando aún no lo conecen, pero no delverdadero poeta que en estos tiempos críticos debecantar con acento viril la libertad, y, nuevo Tirteo,excitar á los ciudadanos á defender con brio y en-tusiasmo sus derechos.

—Pidió la palabra después el Sr. Montoro é hizopresente que no entendía, como los señores Reyillay Vidart, que se pudiese asignar á la poesía lírica«n carácter didáctico. Las esferas de la ciencia ydel arte son distintas. El poeta no se detiene, comoel científico, er, un concepto más ó menos abstrusopara desenvolverlo, sino que siente la verdad y lacanta. Bajo este concepto bien puedo considerár-seles como los grandes reveladores de la humani-dad. Pero estamos muy lejos de concederles poresto una misión educadora, porque la poesía quepretende expresar la ciencia deja de ser poesía. Elgran poeta Goethe, aunque poseía tan gran caudalde ideas y de ciencia, cuando sonaba la lira pres-cindía de ellas para no ser más que poeta.

Tampoco cree, como habían afirmado los señoresVidart y Revilla, que nuestra poesía lírica haya te-nido hasta ahora poca importancia. Recuerda para

esto nuestra poesía religiosa y bucólica, tan llenade inspiración y de belleza. Porque la poesía reli-giosa no prevalezca ahora, como antes, y porque elamor á la naturaleza se haya debilitado, ¿se han dedesechar estos géneros?

En la cuestión de imitación, juzga que es precisotener presente el carácter peculiar y propio de lapoesía española; pero esto no es bastante para re-chazar en absoluto las sanas influencias exfranje-ras. Los nuevos géneros introducidos en España noson, como dice el Sr. Nuñez de Arce, completa-mente inaceptables. Lo que sí es cierto es quecuando estos géneros encuentran malos intérpretes,nos repugnan; pero cuando se interpretan bien, nodejan ele cautivarnos. ¿No revelan las composicio-nes de Gustavo Adolfo Becquer ternura y poesía?¿Qué culpa tienen los grandes poetas, como Quinta-na, Espronceda y Becquer de que sus imitadorespongan en ridículo los géneros que han culti-vado?

—Tomó la palabra después el Sr. Vidart, y contes-tando al Sr. Carvajal, dijo que es opinión corrienteentre los tratadistas el que la poesía lírica espredominantemente subjetiva, al contrario de laépica, que es predominantemente objetiva, y quepor lo mismo, al manifestar esto en su discurso, ha-bía creido expresar una verdad que se hallaba fuerade toda duda.

Hablando de los ideales que encierra la vida pre-sente, dice que hay muchos que la ensalzan para in-mediatamente contradecirse. El Sr. Nuñez de Arcelos ha elogiado grandemente; pero muy poco des-pués, hablando de la misión civilizadora del poeta,no vaciló en calificar nuestra época de degradada.A juicio del orador, los ideales presentes son nebu-losos y confusos. Todos convienen en que debecantarse la libertad y las ideas que agitan á nuestrosiglo, pero nadie está conforme sobro lo que estasideas son y significan.

Contestando al Sr. Montoro, afirma que él no haasignado jamás á la poesía un carácter docente; loque ha sostenido es que el fondo lleva ventaja ála forma, si bien toda composición debo tener unmínimum de forma, sin el cual no puede haberpoesía.

Respecto al ejemplo de Goethe, cree que demues-tra lo contrario de lo que el Sr. Montoro se propo-nía, porque Goethe ha vertido en sus composicio-nes las grandes ideas que bullían en su cerebro,como lo prueba las reñidas controversias que hoytodavía excitan sus obras. La verdad de esto esque al poeta le basta la concepción intuitiva sin en-trar en desarrollos ni en ulteriores indagaciones;pero sí necesita ilustración, porque suponer que laignorancia pueda ofrecer obras bellas é inspiradas,es un absurdo. Si por alguna demasía deben pecarlos poemas, es por sobra de contenido, no por so-bra de forma. El orador termina afirmando que noexige de los poetas la resolución de ningún pro-blema científico, pero sí que sus composicionessean más que pura y hueca palabrería.

Madrid 18 Noviembre 1876.