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REVISTA EUROPEA, 8 DE DICIEMBRE DE 1§,78. AÑO v. : EXPEDICIÓN ML MAESTRB DE CAMPO BERNARDO DE ALDANA Á HITNGKÍA EN 1548. (Conclusión.) * Llegada que filó la gente alemana á dos le- guas de Agria, Juan Bautista se partió con la gente española y húngara que allí tenian Eras- mo y Andana, víspera dePascua de Spíritu Sanctó á los 16 de Mayo 1551, y se comenzó á caminar la vuelta de Transilvania con muy gran~ des calores hasta Hogar á sus confines. En éste tiempo habiendo la reina viuda de Joanes vuel- to á tomar las armas y salido el Fraile en su contra, este se apoderó de Albajnlia, plaza de alguna importancia, y viendo ella las fuerzas del Rey que venían en ayuda del Fraile, tomó la de- terminación de entenderse con él para la entre- ga de Transilvania. Avisó el Fraile á Juan Bau- tista que en vista de esto detuviese su marcha, pero éste, queriéndose hallar en la negociación, penetró con aus tropas en el territorio, y comen- zó á tratar con la Reina, valiéndose de la amistad que adquirió con su médico, de nación italiano, muy familiarizado con ella. El resultado fue deponer la Reina y el Príncipe Joanes sus pre- teusiones sobre Transilvania y reconocer el va sallaje del Rey de Romanos mediante ciortas ca- pitulaciones estipuladas. A muchas de estas ce- remonias asistió Aldana quo mandaba la gente española. Con esto se despidió la Reina de aquellos señores y se partió la vuelta de Caxo- nia, su tierra entre los confines de Hungría y Polonia, y el Fraile con algunos caballos y Aldana con 200 españoles la acompañaron hasta el confín del reino; y allí despedidos el Fraile y Aldana se volvieron, y ella prosiguiendo su camino, al tiempo que pasaba las montañas, apeándose cabe una fuente para refrescarse del gran calor que hacia, escribió de su mano con un cuchillo en un árbol de los que cabe la fnen- (") Véanse loa números 246 y 247, páginas 677 y 620. TOMCXII te estaban, que eran mas alh» que álamos, tres, letras que fueron estas S. F. V. y en baxo una Y, que es la primera letra de au nom- bre, y tornando á cabalgar se fue. Picón quo Juan Bautista hizo después poner allí á la fuen- te un mármol en que transfirió las mismas letra» adornándolas con otras invenciones y versos. Al tiempo que el Frailo y Aldana volvían de acompañar á la Reina descubrieron por el mis- mo camino que ellos venían, como hasta treinta caballos húngaros y otros seis de diversos tejes, y supieron que era un sobrino de Juan Bautista, llamado Juan Alfonso, que llevaba las insignias" re ales que había entregado la Reina para en- tregarlas al Rey de Romanos. De lo cual el Fraile se dolió mucho, diciendo que sin darle parte desto queria Juan Bautista ganar las gra- cias con el Rey y coger el fruto de svis trabajos^ escluyéndole por hombre sospechoso, sin tener cuenta con el servicio que él habia hecho á Diop y al Rey en traer aquel reino á sus manos. Mu- chos tuvieron por cierto que Juan Bautista, te- niendo en cuenta la gran influencia y poder que el Fraile tenia en Transilvania, y que podiá cuando quisiese levantar el reino y alzarle contra el Rey de Romanos, le aconsejó su muer- te, pues con su vida cesarían todas las sospechas y temores. Partida la Reina, se apresuró el tomar posesión de aquel reino, y Pedro Viche, caudillo de las tropas de la Reina, pidió le enviasen persona & quion hacer debidamente la entrega de lo que tenia á su cargo, para lo cual so envió á B a t er Andreacon otros señores principales y entréellos fue Alonso Pérez de Sayavedra, hijo del capitán Sayavedra que murió en Puzol cuando Barba- roxa pasó por allí. A este habia el Rey hecho capitán decien caballos húngaros y en poco tiempo hablaba razonablemente la lengua y era bien quisto entre los húngaros por ser valiente y arriesgado soldado. Jira muy amigo de Es'te- fano Losonz, capitán de quinientos caballos, y nunca se apartaron el uno del otro hasta qué en Temesbar los mataron á ambos, En es,to, los turcos, descontentos del giro que 45

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REVISTA EUROPEA,8 DE DICIEMBRE DE 1§,78. • AÑO v.

: EXPEDICIÓN M L MAESTRB DE CAMPOBERNARDO DE ALDANA

Á HITNGKÍA EN 1548.

(Conclusión.) *

Llegada que filó la gente alemana á dos le-guas de Agria, Juan Bautista se partió con lagente española y húngara que allí tenian Eras-mo y Andana, víspera de Pascua de SpírituSanctó á los 16 de Mayo 1551, y se comenzó ácaminar la vuelta de Transilvania con muy gran~des calores hasta Hogar á sus confines. En éstetiempo habiendo la reina viuda de Joanes vuel-to á tomar las armas y salido el Fraile en sucontra, este se apoderó de Albajnlia, plaza dealguna importancia, y viendo ella las fuerzas delRey que venían en ayuda del Fraile, tomó la de-terminación de entenderse con él para la entre-ga de Transilvania. Avisó el Fraile á Juan Bau-tista que en vista de esto detuviese su marcha,pero éste, queriéndose hallar en la negociación,penetró con aus tropas en el territorio, y comen-zó á tratar con la Reina, valiéndose de la amistadque adquirió con su médico, de nación italiano,muy familiarizado con ella. El resultado fuedeponer la Reina y el Príncipe Joanes sus pre-teusiones sobre Transilvania y reconocer el vasallaje del Rey de Romanos mediante ciortas ca-pitulaciones estipuladas. A muchas de estas ce-remonias asistió Aldana quo mandaba la genteespañola. Con esto se despidió la Reina deaquellos señores y se partió la vuelta de Caxo-nia, su tierra entre los confines de Hungríay Polonia, y el Fraile con algunos caballos yAldana con 200 españoles la acompañaron hastael confín del reino; y allí despedidos el Frailey Aldana se volvieron, y ella prosiguiendo sucamino, al tiempo que pasaba las montañas,apeándose cabe una fuente para refrescarse delgran calor que hacia, escribió de su mano conun cuchillo en un árbol de los que cabe la fnen-

(") Véanse loa números 246 y 247, páginas 677 y 620.

TOMC XII

te estaban, que eran mas alh» que álamos,tres, letras que fueron estas S. F. V. y enbaxo una Y, que es la primera letra de au nom-bre, y tornando á cabalgar se fue. Picón quoJuan Bautista hizo después poner allí á la fuen-te un mármol en que transfirió las mismas letra»adornándolas con otras invenciones y versos.

Al tiempo que el Frailo y Aldana volvían deacompañar á la Reina descubrieron por el mis-mo camino que ellos venían, como hasta treintacaballos húngaros y otros seis de diversos tejes,y supieron que era un sobrino de Juan Bautista,llamado Juan Alfonso, que llevaba las insignias"re ales que había entregado la Reina para en-tregarlas al Rey de Romanos. De lo cual elFraile se dolió mucho, diciendo que sin darleparte desto queria Juan Bautista ganar las gra-cias con el Rey y coger el fruto de svis trabajos^escluyéndole por hombre sospechoso, sin tenercuenta con el servicio que él habia hecho á Diopy al Rey en traer aquel reino á sus manos. Mu-chos tuvieron por cierto que Juan Bautista, te-niendo en cuenta la gran influencia y poderque el Fraile tenia en Transilvania, y que podiácuando quisiese levantar el reino y alzarlecontra el Rey de Romanos, le aconsejó su muer-te, pues con su vida cesarían todas las sospechasy temores.

Partida la Reina, se apresuró el tomar posesiónde aquel reino, y Pedro Viche, caudillo de lastropas de la Reina, pidió le enviasen persona &quion hacer debidamente la entrega de lo quetenia á su cargo, para lo cual so envió á B a t e r

Andreacon otros señores principales y entréellosfue Alonso Pérez de Sayavedra, hijo del capitánSayavedra que murió en Puzol cuando Barba-roxa pasó por allí. A este habia el Rey hechocapitán de cien caballos húngaros y en pocotiempo hablaba razonablemente la lengua y erabien quisto entre los húngaros por ser valientey arriesgado soldado. Jira muy amigo de Es'te-fano Losonz, capitán de quinientos caballos, ynunca se apartaron el uno del otro hasta qué enTemesbar los mataron á ambos,

En es,to, los turcos, descontentos del giro que45

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habitfn tomfcR) fes iíoiaa ate frapasüvaifia, ; s lfueron juntando etí1 Belgrado p*ára deshácefaquella unión. El Bater Andrea, que estaba enTemesbar, pidió socorra, y no habiendo quienquisiese ir á socorrer aquellas parteá'in'fériíA'es, 'persuadido Aldana de los húngaros con el deseoque tenia de servir al Rey y" también por apar-tarse dé Juan Bautista, tomando'sil cóliipáñíá y50 soldados de la de Luis de'BaMentoé, y 500caballos y 200 ayduq'ues y dóspiézas de artille-ría; se partió á Í2 de Agostó dé 1551 para Te-mesbar. ' i

Pocos días después tuvieron avisó cÓiho 200caballos turcos hábian pasado la Tiscia y corrido casi hasta Temesbar y sé habían llevado mu-cho ganado, y que saliendo solos los villanos deaquel país se los habían quitado, rompiéndolosy matando muchos dollos, por lo cuál ordenóAldana que fuesen 500 Caballos húngaros y porcapitán dellos un caballero húngaro llamadoGabriel Pereni y á D. Luis OsorJo, sobrino dedoña Leonor Osorio, mujer de Juan de Vega,con 20 españoles, para que tomasen lengua ysupiesen dónde estaban los turcos y qué desig-nios traían, y también que reconociesen el país;de cuya comisión dieron luego cuenta á Aldanay á Bater Andrea. Por venir el Turco muy pu-jante de fuerzas, salió el Bater Andrea á reunirgente con que aumentar su pequeño ejército,quedando en la ciudad Aldana y Estefano Lo-sonz, el uno con el mando de los españoles y elotro con el de los húngaros. Comenzó Aldana areparar las fortificaciones y pidió á Juan Bau-tista socorro de gente, quien le envió solamen-te la compañía de Luis Ordoñez, que no llega-rían á 150 hombres", con ía cual venia su her-mano Gaspar Pizaño, porque el Luis Ordoñezhabía poco qie era muerto, hasta que despuésse dio la compañía á D. Gaspar de Castelvi.

Constaba el ejército turco de tres mü'jeníza-rosy 69.000 caballos, y era su primer propósitopasar la Tiscia y apoderarse de Besqueiec, Be-che, Temesbar, Lipa y Solmos.

Aldana, viendo la proximidad de los turcos,apretaba en la fortificación, en la cual al princi-pio solo trabajaban los españoles, porque loshúngaros como la gente de guerra no tienenpor costumbre trabajar en cosas semejantes, sereian de los nuestros; mas cuando conocieron lanecesidad y el peligro trabajaron todos.

En este tiempo los enemigos, pasado el rio,

si t iaronfá B e c f e , j p * t ó m ^ | |gollarrjñ á todos sus deiferísores* Cott eáto R s ateBesquerec con la gente que Aldana habia en-viado para defenderlo, lo desampararon apode-rando*© dé esfe castillo los turcos, y' jtóco des-pués de otros dos cerca de Temesbar, y dicien-do que quériah; dejar á ¡esta ciudad puta la pos-tre, se pusieron sobre Lipa y el castillo deSolmos.

Andaba en tanto Bater Andrea congregandola mas gente que podía en aquellos contornosde Lipa, mas como supieron' los ya alistados laavictorias del ejército turco y su proximidad,muchos huyeron y no se volvió á presentarhombre para alistarse, por lo que tuvo que ir áreunir gente á la parte de Transiívaaia^ dejan-do en guardia del castillo y tierra de Lipa uncaballero húngaro, copsro del Rey, llamadoJqanes Pete, con 400 húngaros y más de 200ayduques, los cuales, como supieron la venidade los turcos á Lipa, lo desampararon. El Turcose posesionó de ella y pasó á combatir el castillodo Solmosj pero no pudiéndolo tomar fácilmen-te se fue la vuelta de Temesbar.

De hora en hora avisaba Aldana á Juan Bau-tista y al Fraile de lo que pasaba para que contoda brevedad proveyesen en socorrer aquellaspartes. El Fraile, no obstante sus diferenciascon Juan Bautista, estaba espantado del pocorecaudo que el Rey allí tenia, pues solo eranmil españoles sin los que estaban en Temesbar,3.000 tudescos, cuatrocientos herreruelos y seismil húngaros de los ordinarios y más la genteque traia Sforza Palavicino, que eran otros3 000 tudescos y 600 lanzas tudescas, 20 piezasde artillería y otras pequeñas de campaña, ypor esta causa se entendía con Juan Bautista enproveer de gente y socorros.

No quería éste que se socorriese tan pronto áAldana, pero el Fraile, conociendo la importan-cia de aquella plaza, caminó hacia ella con gen-te numerosa pero poco útil. De toda, la que es-taba dentro, que era tanta que no cabía porlas casas, por haber hecho Aldana quemar losarrabales y meter dentro de la ciudad á sus mo-radores, habían escogido Aldana y Losonz hasta3.000 hombres de pelea, sin los españoles. Lle-gada la vanguardia turca á los 15 de Octubre,antes que el socorro del Fraile, Aldana y Losonzcabalgaron con hasta 200 caballos, haciendo Al-dana salir 200 escopeteros húngaros, poique los

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españoles en quien tenia su confianza no losquería sacar á escaramuzas y déxab'alos en laciuvlad en güárdia'de las puertas, que comomáspláticós entendían y sabían mejor lo !que habíande hacer. Estos dos caiídillps, teniendo pe* ré-'paros los burgos quemados, comenzaron á esca-ramuzar con los enemigos, donde el Lósonz'fAlonso Pérez de Sayávédra se aseñálarón trie-tiéndose mucho en los enemigos, teniendo'á Aldaña á las espaldas, que con mucho cuidado ydiligencia qébaba la escaramuza, hasta que alcabo de una'hóra hizo retirar á los nuestros. Elmayor trabajo que Aldana tenia era ánimaf lagente húngara, que estaba tan desmayada, quemil veces, se le quiso amotinar, y ét les mostraba cartas de Juan Bautista y del Frailei, y delsocorro que venia'j aunque él ninguna esperanza1

tenia qué vernia'én íiem'po; y los'póéos'éspaño'-les que conservaba consigo, teñían los más lasmanos llenas de ampollas del trabajo, y más de50 enfermos, aunque éstos, llegados los turcos,se levantaron todos. ' :

Luego otro diaenvió el Beglerbeg, general delos turcos, á decirles que le déxasen la tierrasi no que á todos los pasaría á cuchilló, á lo cualno le respondieron nada. Como el Beglerbeg te-nia aviso del socorro que venia dé Transilvania,antes que llegase deseaba tener ganada á Temes-bar, y empleó para conseguirlo mil ardides deguerra. La tardanza del Frailé daba á todos sos-pechas, ó de que deseaba que Aldana se perdie-se allí, ó de qne estaba en connivencia con losturcos. Persuadido el Rey con estas cosas, orapor parte de Juan Bautista, ora por cualquieraotra, cinco ó seis dias antes de llegar á Lipa,llegó por la posta Julián de Salazar, reposteromayor del Rey, con la órdon para matar al Frai-le; y por otra parte le llegó, por parte del Papa,dende á dos dias después de llegado el Salazarcotí el capelo de Cardenal, que parescia la fiestade Ramos'. Caminando ellos de esta manera, elBeglerbeg combatía furiosamente á Temesbar.Los defensores sé b&tian bien, pero Aldana te-mía á cada paso que los húngaros le hiciesentraición; mas fuese que la artillería enemiga nohiciese gran efecto en las fortificaciones, ó quese aproximaba el ejército del Fraile, luego man-dó el caudillo turco levantar el artillería y ca-minar á Tiscia, quedándose él en él campo conla demás gente, retirándose dé él poco despuésno sin perseguirlo con esmaramüzas Aldana.

Luego salió Losonz con 500 caballos y D. LuisOsorio; en su compañía, con 12 españoles á pi-carles la retaguardia, y al cabo de dos dias de >f

camino, sin encontrar á nadie, dieron' en é*castillo de'Fenac, donde había 50 turcos deguarnición. Llegados al casar, D. Luis entró enlk plaza con dos españoles, donde toparon unIjurco qúe/ásí como los vio, filó huyendo haciael castillo, y él D. Luis y sus compañeros tras -él. Llegados á la puerta del Castillo que estabaabierta, quisieron alzarla puente, mas los nues-tros mataron luego dos turcos tie dósr areabuía- •¿os, y D. Luis saltó de pies en la puente, yayudándole sus dos compañeros comienzan á.combatir con los de la .puerta, no dándoles lu- 'gar que la pudiesen cerrar, y á la grita acudie-ron los otros diez españoles, y en llegando,' élD. Luis arremetió con ellos á la puorta tan de** •terminádamente, que se entró con los enemigos,:

y acudiendo ansimesmo los húngaros ganaronel castillo, y tomando 22 en prisión, porque ha-bían muerto todos los demás, sé volvieron con 'buena presa de caballos y tapetes y aforros yalgunos mosquetes y pólvora, poniendo fuegoal castillo. Mataron un soldado español, y áD. Luis hirieron de una estocada por la boca,derrocándole dos dientes y cortándole un pocoen la lengua, d§ lo cual en breve sanó.

Seis dias después de partido de Temesbar elBeglerberg y su exército, llegaron en Lipa el *Fraile y Juan Bautista con el suyo, que se podíadecir el de Escalona. El mesmo día llegó en Lipael capttBin Rodrigo de Villandíahdo con unacarta dé Aldana para Juan Bautista en creenciadel mesmo capitán, el cual de su parte le dixosuplicaba á su señoría lo diésft licencia para ve-nir allí á Lipa y antes que él viniese no se plan-taso el artillería ni se acometiese á Lipa, porqueninguno de los que con él venían le sabría guiarni enderezar por dónde y cómo se había de aco-meter como él, que había poco que la recono-;ciera cuando por allí paso. Juan Bautista res-pondió que él holgara de su venida, mas que elFraile no quería; lo cual pareseió al contrario.Luego que llegaron sobre Lipa, envió el Fraile á;llamarlo; mas Aldana no quiso ir sin licenciade su General, y siguióse gran inconveniente1

por no haber quien endereszase bien la bateríapor falta de no haber persona que tuviese reco-noctda la tierra, que aunque habia allí húngaros

1 qd'e habían estado dentro, no son curiosos de

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mirar estas cosas ni menos en CQn9Í$era,rlas.<Jun-tándose batiendo con mucha desventaja por lamala disposición con que Juan. Bautista colocó,el ejército* se subió él arriba al monte que, señor-rea á Lipa, donde nuestro campo estaba alojado,y entrándose en su tienda se sentó á comer, ycomo no quedase con los españoles pegona aquien pudiesen tener respeto, como era necesa-rio, antes (Je tiempo comootra^muchas yecos lousan hacer los españoles, ppr lo poco que estaba,batido arremetieron á dar el asalto, y las per-sonas principales que delante se hallaron,, quefue el capitán Francisco de Aldana, sobrino deAldalna, y D. Antonio, de., Encenillas, quisierondetener los soldados, más no fue posible; lo quevisto que no ¡había remedio, pasaron la bateríay saltaron en la trinchera que los turcos teníanhecha, donde los turcos los dejaban eotrar por-que luego quedaban allí encerrados, y, loa..mata-han á mansalva; y así al capitán Aldapa y alEnzenillas y á otros" soldados principales quetras ellos entraron les cortaron las cabeza"? luegodespués de muertos á mosquetazos, y lo mismohicieran á todo el campo si por aquella estre-chura vinieran pocos á pocos, porque por allíno se podia venir de otra manera.

Tomóse al otro asalto Lipa, pero su goberna-dor ae recogió con 1.500 turcos al castillo. En-tonces Juan Bautista y el Fraile enviaron á llamará Aldana para que le,espugnase. Vino; pero en-contróse con que."sobre ser el castillo muy fuer-te y bien defendido Po r naturaleza, y estarguarnecido con mucho arte, no habia apenas ennuestro campo cañones de batir ni municiones.A más de esto, Juan Bautista estorbaba á Alda-na cada dia el plaiitar, la artillería á su gustoy el dar el asalto, pretestando que él castillo serendiria por hambre. Ocurrieron en este tiem-po grandes altercados entre el Fraile y JuanBautista sobre la expugnación del castillo, pre •tendiendo aquél que venian el Bajá de Buda yel Beglerbeg con gran ejército á libartar á Lipa,y así antes que llegasen se apoderasen del casti-llo, otorgando á sus defensores buenas condicio-nes. Estos, rendidos por el hambre, se entrega-ron por más que Aldana tenia ya el castillo dis-puesto para el asalto.

Otro dia siguiente que los turcos salieron delcastillo, siendo ya alejadoa de nuestro campoalgunas leguas, les salieron al encuentro buenacantidad de caballos húngaros y gente de á pié

de loi nuestro»;Con hasta 10 españoles á caballo,y acometieron los turcos para matarlos ó dos-balijarlos, yendo por caudillo desta gent© Mel-chior Ba.JaXj gran enemigo del Fraile, .a quienpesó mucho d,o esta acción, por la venganza quepor ello podían tornar los turcos, los cuales sedefendieron muy bien, muriendo sólo de ellos¡jiete-ú ocho, y Causando bastantes muertes enJos nuestros, quedando herido el Balax.

Partidoslos turcos, licencióse Atocia la gen-te ¡colecticia que habia quedado, quedando soloal Fraile la guarda de su persona, y á JuanBautista los alemanes y húngaros de sueldo delRey. y los españoles, excepto la compañía deD¡ Gaspar da Castelvi que quedaba en Temes-bar y la de AJ.da.njb que quedaba con él en Lipa,porque no hubo capitán español que quisiesequedar en ella,y tomar cargo de reparar lo quese habia batido «n el castillo. Juan Bautistass dirigió con sus fuerzas a Transilvania. ha-biendo dado amplia provisión á Aldana paraque en aquellas partes, fuese obedecido y unainstrucción de lo que debía de hacer; y entrootras cosas le decía que si los turcos viniesen yél no los pudiese resistir, se retirase la vueltade Transilvania. Habian quedado Lipa y sucastillo rotos y deshechos por muchas partospor efecto del cerco, la ciudad vacía y despo-blada de sus moradores, la mayor parte de suscasas por tierra ó arruinadas; el castillo sinmuro ni bóveda que no estuviese taladrado.Todo esto mostraron Juan Bautista y el Frailoá Salazar para que lo hiciese presente al Rey,y que nadie quería quedarse allí, y ser por estoy por lo anterior imposible la reparación y for-tificación de la plaza y del castillo, y que porser Temesbar de más importancia y la llave deTransilvania allí se habia de atender á forti-ficar. • „

Juan Bautista antea de partirse llamó á Al-dana y á Sforza y á Tomás Nadasdi á su cá-mara y les dixo que supiesen de cierto cómo enponiendo los pies en Transilvania serian todoshechos pedazos, porque él estaba certificado delas tramas que el Fraile traia para levantarsecon aquel reino y darlo á quien él quisiere; portanto que convenia matar al Fraile, para locual él tenia orden del Rey que le habia man-dado con Salazar. Reunidos los antedichos ápunto ya do marchar Juan Bautista, llamó ésteá Aldana y le dixo: nAldana, este negocio me

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lo envía encomendado el Rey á vos más que áotro ninguno, conio fulero que Ib entendáis de

' boca de Salazar que trae conlision del Rey paradecíroslo, M El dicho Salazar le dixo entoncesque era la verdad, pues él habia sido el primeroque le había dado aviso de las cartas que elFrailé habia escrito al Beglerbeg. Aldana pidióque se reuniesen mayor número de consejeros yministros de S. M. para el mejor acuerdo. Otrodía siguiente se tornaron á reunir los sobredi-chos, y Juan Bautista y Sforza Palavicirio fue-ron dé opinión que muriese el Fraile, y TomásNadasdi y Aldana de la contraria, no sólo porno creer en la perfidia del Fraile, sino por noponer mano ni aún el Rey én la persona de uno' ispo y cardenal.

Prevaleció esta opinión, y Juan Bautista yel Fraile marcharon á TraHsilvania en el mismotrineo por efecto de la mucha nieve, haciéndosemutuas caricias.

El mismo dia que Juan B. Gastaldo se partió,llegó en Lipa á la noche Alonso de Mercado,cazador mayor del Rey, con órdenes para queno soltasen á Ulimanbeg, gobernador que habiasido de Lipa, si no le habian soltado, y paratratar sobro el negocio del Fraile. Aldana leencaminó para que alcanzase á Juan Bautista,y éste, enterado de las cartas que traia del Rey,ordenó al capitán Andrés López de Llanos quecaminando con la gente en ordenanza, al tiempoque pasase el Fraile cabalgando, le hiciese tirarcuatro arcabuzazos. Este capitán le replicó quecosa como aquella requería hacerse con másorden y mejor en la posada. Juan Bautista leencomendó á él y al Sforza el negocio, prometióndole grandes mercedes. Llegados á un cas-tillo del Fraile se aposentaron en él con la gentede su servicio. El Andrés López por buen res-peto y por buen modo sin dar escándalo al Fraileni á sus criados, hizo entrar en el castillo vein-te soldados españoles uno á uno y dos á dos.Ordenado así esto, dos horas antes del dia en-vió Juan Bautista á un secretario suyo llamadoMarco Antonio con algunas escrituras al Fraile,y tras él se fue el Sforza y el Andrés López, ytras ellos cuatro soldados españoles, dexandolos demás á punto para si algún rumor suce-diese.

Llegado el Marco Antonio á la puerta de lacámara del Fraile, llamándole fue abierto, por-que ya otras reces solía ir á aquellas horas á

firmar algunas patentes ó mandatos del mesmoFraile, el cual estaba ya tóváfttádo cüarido llegóy rezando sus horas/ el cual dándole las escritu-ras y comenzándolas ol Fraile á leer, el MarcoAntonio echó mano á una daga y le dio por lospechos con ella sin que le hiciese mucho mal.Lo que visto por el Fraile dio una voz Humandoá stis criados y dio una puñada al Marcó' An-tonio tan recia, que más de dos pasos atrás lehizo arrimar en una pared. Ala voz que el Frailedio, entraron los cuatro españoles y le "dierontres arcabuzazos, y él cayendo de pechos sobresu cama diciendo: "¡Jesús, María! ¡Jesús Ma-ría! íQuare hocmihiín Llegó Sforza Palavicinoal tiempo qué con estas palabras espiraba; ledio una cuchillada por la cabeza, que casi lamedia le llevó de un revés; y así él como losespañoles dicen se encarnizaron tanto en élque le cortaron algunas partes de su persona,así de las cubiertas como descubiertas, entre lascuales fue una oreja, la cual Mercado llevó paramostrarla al Rey en testimonio de cómo queda-ba muerto.

Esto así hecho, el Joan Bautista se apoderódel castillo y de lo que el Fraile en él tenia yconsigo llevaba y dexando en él buen recabdose partió con la gente para Hazedel. El cuerpodel Fraile quedó allí depositado hasta que des-pués él lo mandó llevar á Alba-Julia, donde fueenterrado honradamente por algunos caballerosprincipales que seguían al Fraile. Fue muy pú-blico y fama muy divulgada así entre los espa-ñoles como tudescos y húngaros, que el JuanBautista se aprovechó de más de 100.000 duca-dos de los del Fraile, porque cierto tenia grantesoro y después de muerto no se hallaron sinocasi 10.000 ducados y la baxilla de plata queltenia, la cual el Rey dio al mesmo Juan Bau-tista, el cual sin aquesto cobró casi dos años lasrentas del dicho reino.

Venido, pues, el dia de la Epifanía, comoAldana tenia licencia para irse á Viena, siendoya partido Losonz á Pusonia á hallarse á lasCortes de Hungría, Aldana se vino á Lipa parade allí partirse él también á Viena, habiendodado orden á su alférez de lo que allí habia dehacer. Estando ya á punto para se partir, levino nueva como Caznn Baxa habia venidohasta Besquerec con buen golpe de gente y to-bado una villa. Aldana por est« respeto hubode dexar su partido y fuese á meter en Temes-

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bar. Una partida de loa nuestros que fuéá re-conocer el enemigo vio que no eran tantoscomo decian, y acometiéndolos los pusieron enfuga. No habiendo por allí otra persona de ca-rácter que Aldana á él acudían todos pidiendosocorro, y el Rey y Juan Bautista le escribieronrogándole que no ae par tiesOj ofreciéndole aquel,si se queria quedar allí, el condado.de Temesbar,como lo tenia Pedro Viche con un colega hún-garo. A estp contestó Aldana que sise habíade quedar allí era menester le proveyese de al-gunas cosas que Benedito de la Rea fsicj de suparte le diria. Este cumplió su cometido, pero elRey lo tornó á enviar solo con promesas y es-peranzaa, y 3.000 ducado9 para comenzar lasfortificaciones de Temesbar y de Lipa.

En esto recibió Aldana aviso de un vecino deZeguedin, población turca importante, que sile ayudaba y socorria á él y á unos amigos suyosse apoderarían de esta ciudad y matariaii losturcos que dentro do ella vivian. Consideradoel negocio y consultado con Juan Bautista, seacordó acometer la empresa, la cual dio por re-sultado la toma de la ciudad, refugiándose losprincipales de ella en el castillo. En tal caso,Aldana pidió refuerzos á Juan Bautista, tenien-do en cuenta que no tardaría el Baxa de Budaen venir en socorro de los refugiados en el castillo. Apretábale entretanto Aldana el cerco,pero el refuerzo no llegaba, pudiendo venir deTransilvania en 6 ó 7 dias á lo más, y los quetenian cargo de los guardas del campo y de loaespías se dieron tan mala maña que sin ser sen-tido una mañana, que fue primero de Marzode 1552, amaneció á vista de Zeguedin el baxáde Buda con 5.000 caballos y 800 jenízaros, todagente muy escogida. Aldana hizo recoger lagente que pudo por hallarse desparramada porla ciudad, y formando delante de loa turcos losacometieron con tanto ánimo que los desbara-taron, y Aldana con los hombre? de armas ar-remetió al escuadrón del Baxá y le arrebató elestandarte principal. Sucedió á esta victoria undesorden tal en los nuestros? por causa de la co-dicia del robo y saco, que el Baxá, hombre es-perto, rehizo su eacaadron. Aldana que lo co-noció comenzó á correr de una parte á otra lla-mando á los capitanes para que juntasen SU9soldados, pero estos hallábanse tan cebados enel robar que ni á sus capitanes ni al mismo Al-dana quisieron obedecer; El Baxá embistió con

su escuadrón y,¿os nuestros se puaieroi).,todosen huida unos por un lado y otros ,por otro; loque visto por Aldana, doliéndose de que JuanBautista no.le hubiese enviado el socorro queoportunamente le pidió y, deseando que no todose perdiese, se comenzó , á retirar lo mejor quepudq á Solnpc. ,. , ,

Como el ganar ó perder una batalla no estéen mano de un capitán después de puesto en ella,sino en la de Píos, puesto (^y\.& Andana se. halla-se muy afligido de haber perdido, aquella portales ocasiones y principalmente por el descuidodel General, que habiéndole hecho venir y me-terse allí spbre,, su palabra que le habia dado dele de socorrer, no lo hubiera hecho como con-venia, con todo eso considerando lo que impor-taba después de perdida una jornada proveercomo el enemigo no pudiese ganar otra cosa al-guna, pasó la Tiscia para ir á proveer aquellasfronteras por si el enemigo, quisiese ir á dar enellas, y llegó á Naglag, encontrando por todaspartes gentes que huianá las montañas á la nue-va de la derrota de. Aldana. Este los tranquilizó,reunió gente y la repartió por las fortalezas ytierras do aquellos confines. Esto fue causa deque el Baxá no se moviese por entonces. Estan-do Aldana en Naglag para se ir á Temesbar,llegó Diego Velez de Mendoza con su compañía,al cual Juan Bautista enviaba no por vía de so-correr á Aldana sino porque le habían dicho sermuerto Aldana y todos los que con él habíanido, para que el dicho Diego Velez fuese á Lipay la guardase, En esto llegó á Naglag Beneditode la Rea que traia á Aldana 3.000 ducados yuna carta del Rey diciéndole que por algunosrespetos importantes á su servicio había sidonecesario hacer Conde de Temesbar y capitángeneral de aquellas partes inferiores á EstéfanoLosonz, mas que esto no obstante le haria granservicio en no se partir de aquellas partes yayudar en lo que pudiese á Juan Bautista. Al-dana le tornó á escribir suplicándole que si de-seaba le sirviese en aquellas paTtes, le hiciesemerced del cargo de Jula con los tres condadosque estaban á su contorno.

Tampoco ló hizo el Rey, excusándose con quelos h úngaros le habían pedido en Cortes que noproveyese cargo alguno en forastero, mas queno faltarían otra3 cosas en que le poder gratifi-car. En tanto Aldana, tomando la compañía deDiego Velez se fue á Temesbar para con los di-

A. DJ\ ANDANA.

, ñeros que, le tr,ajp La lipa dar principio á lafortificación. Sucedió en esto la muerte deFranpisco Patoche, caballero principal que te-nia por empeño á Jula, y como tenia orden deJuan Bautista de que cuando esto oqurriese seapoderase de aquella tierra, lo hizo así con dili-gencia para oponerse al yerno de aquel JorgeBebee, que se iba entrando en aquel territorio;En, el, camino trastornándose, el,coche, en queiba, cayó Aldana y se rompió un brazo, el cualdespués fin Lipa,¡ por mal curado, pensó perder-»lo, Cumplió Aldana su cometido y se guedó al-gún tiempo en aquella tierra p^ra proveer lomás necesario. Estando allí, y habiendo rumorque los turcos se juntaban en Belgrado, JuanBautista envió en Lipa un ingeniero italianollamado Alexandre.de Urbino, para que desíg-nase una fortificación nueva opuesta al plan quepara ello había trazado Aldana, quien no se ma-ravilló poco de ello; pero no se opuso de ninguna manera., Además, muchos soldados españolesno habiendo sido pagados en mucho tiempo ame-nazaban con marcharse, y aun algunos comen--zaron á hacerlo. Con esto se entristecía Aldanaal ver las faltas que cometían los ministros delRey en ocasiones como aquellas, y procuró re-mediarlo lo mejor que pudo. Losonz tomó porentonces su cargo de Conde de Temesbar, ydictó algunas disposiciones tan poco á propósito,que yéndole Aldana á la mano, se indispusieroncon este motivo.

Aldana, teniendo aviso que los turcos habíanya echado puentes en el Danubio para pasar,estaba para irse á Varadino á unos baños muybuenos que allí hay por causa de sus enferme-dades que tenia viejas, sin lo del brazo y unaarecias tercianas y dolor de hijada y do un ojoque muchas veces le trataba mal, sintiendo latal nueva dexó la ida de los baños, viendo queJuan Bautista no enviaba recado alguno pararesistir á tan grueso ejército, y más muerto quevivo se hizo llevar á Lipa, no se pensando esca-para diez dias, y fuera mejor no haberse ido ámeter allí, pues no tenia obligación para ello flimonos orden del Eey ni de su lugarteniente;mas dos cosas fueron las que le hicieron meter-se en Lipa: la una las cartas del Rey por lascuales le encargaba no se partiese, y lo otro vis-ta la poca diligencia que en cosa de tanta im-portancia usaba Juan Bautista para ayudar áLoaonz.

Llegado ,á Lipa, considerado el poco recaudoque había en su fortificación y cu¿Ln tardíaseran las provisiones de Tránsilvania, y cuan ne-cesario era hacer todo el esfuerzo en Temesbar,escribió en esto sentido á Juan Bautista dicién-dole que,, en el estado que las cosas tenían, cón-venia más dejar á Lipa si no la pensaba proveersuficientemente, que no que sa perdiesen allímíseramente, postróse Juan Bautista indigna-do a leer el contenido de esta carta, injuriandoá Andana delante ¿e muchas personas. Vistaesta letra por Aldana, empeñando algunas pren-das suyas y de sus amigos/ bascó dinero y, acti-vó las obras. Lo que por este tiempo sufrió Aldaña viéndose casi imposibilitado, los turcosaproximándose á Temesbar, sin dinero para pro-seguir las fortificaciones ni pagar los solda-dos, muchos de éstos huidos ó tibios en sus de-beres, es difícil de contar.

Ahamat-baxá y el Beglerbeg y Cazun-baxállegaron sobro Temesbar, á los 26 de Junio 1552,con todo au ejército, y Aldaaa, viéndose sinprovisiones y .falto de gente, y que Juan Bau-tista no proveía nada, escribió al Rey Maximi-liano el estado en que se hallaba, y entre tantono dejaba de escaramuzar con los soldados tur-cos que estaban más inmediatos á Lipa. Entretanto, los de Tomesbar se defendían valerosa-mente, pero al cabo de algún tiempo se vieronen gr,an aprieto y mandaron á Lipa un soldadoespañol, llamado Antonio de Represa, vestidode rasciano, el cual contó á Aldana la calami-dad en que so hallaban. Este le envió áTransil-vania^sin detenerlo, para que enterase de todoa Juan Bautista, el cual no envió socorros efec-tivos, no sabiendo Aldana qué pensar de quienasí abandonaba el servicio de su soberano. Porfin, Temesbar se rindió á los turcos el 2G deJulio. Tan pronto como esta nueva se divulgó,los villanos, paisanos y aun los soldados alema-nes comenzaron á hacer sus bagajes y quererhuir de Lip», á cuyo efecto exparcieron ol ru-mor de que 10.000 turcos venían'sobre ella.Aldana corría de unos en otros animándolos,pero en balde, "y fue preciso que establecieseguardia de españoles á la puerta con orden deque matasen al que quisiera salir; pero se va-lieron del rio para escapar vadeándolo, que-dando lo» españoles y aun el mismo Aldana

.confusos, á lo que contribuyó no poco el ha-berse derrumbado, no se supo cómo, un tor-

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reon, el más fuerte del castillo. Considerado porAldana todo esto y la deserción que por todaspartes reinaba, se vio en la necesidad do aban-donar á Lipa y caminar á Transilvania con lospocos soldados que le seguian. Poco después laocuparon los turcos, y otros castillos inmedia-tos, y la fortaleza de Solnoc.

Por esta salida de Lipa se vio Aldana engrandes trabajos y en peligro de lá vida, porquecomo antes que él llegase donde estaba JuanBautista so hubiese sabido, luego 'éste lo noticióal Rey, quien ordenó se tomase en prisión áAldana y lo tuviese á buen recaudo. Así se hizoy sus bienes fueron secuestrados, tomándoletodas sus escrituras con hartos malos tratamien-tos/escribiendo el Juan Bautista cartas muydeshonestas y feas sobre Aldana, y hallándoseoí la corte del Rey un hermano del ínesmo Aldaña, clérigo de la orden de Alcántara, hablósobre ello al Rey do Romanos, que era venidoi Viena y le suplicó fuese servido oír á su hermano. El Rey cometió el negocio al mismoJuan Bautista y á Bater Andrea y al Conde deKrfrestain, corono! de alemanes, que estabanen Transilvania y al capitán Pedro Davila,pero el Bater no quiso entremeterse en el nego-cio, y el Conde*de Erfrestain viendo á JuanBautista apasionado vino en diferencia con ély no quiso entender más; y al capitán PedroDavila trataba Juan Bautista de ganarle pro-metiéndole hacer maestre de campo de I03 es-pañoles. Valióse Juan Bautista para formar elprocesa de personas enemigas de Aldana, espe-cialmente de capitanes á quienes éste habiaafrentado por haber huido prematuramente deLipa; y de tal manera le acumularon culpa quepor ella merecia no solo la muerte sino otrapena mayor si la hubiese. Lo que sabido por elhermano de Aldana, instaba con el Rey de Ro-manos para que fuese traido á su corte y judica-do por los de su Consejo, recusando á JuanBautista por parcial y enemigo de Aldana.Elevado el proceso al Rey y á los do su Consejopor Juan Bautista, fuá éste reprendido por. noconstar en él las defensas ni descargos de Alda-na. En este tiempo rico ya Juan Bautista conel tesoro del Fraile y haber cobrado casi dosaños las rentas de Transilvania, deseaba ya sa-lir de este país; pidió licencia al Rey p^rá irsey no se la concedió; y entonces debiéndose I r écpó catorce pagas á los españoles y otras tantas á

los alemanes, hubo modo cómo y unos otros seamotinasen y fues'en á Viena'á demandarlas alRey, y no quedando apenas en Transilvaniafuerzas más qué las débiles del país, sa vinotambién él á Viena, con lo que no tuvo: ocasiónde hacer otro proceso á Aldana, pero no dejóde solicitar al alcaide de Xalu, donde él teniapreso á Aldana que lo atosigase; puede ser queno sea verdad pero él mismo alcaide ló publi-caba, y aun el mismo Juan Bautista dixo al ca-pitán Andrés López le pesaba mucho no habercortado la cabeza á Aldana antes de partirse deTransilvania.

Salido él y la gente, el Roy hizo traer á Al-dana á Viena y de nuevo le puso el fiscal de 'Hungría la acusación. No se hallaba letrado quequisiese tomar la protección de Aldana por sercontra el fiscal del Rey, el cual siendo destó in-formado de su hermano de Aldana mandó alDr. Eder tomase su protección, y así se hubo daresponder á la acusación, negando haber jamáshecho mercancías ni menos que él hubiese he-cho pleito-homenaje por Lipa ni por otro lugarni castillo para guardarlo ni defenderlo, ni me-nos que S. M. se lo había dado ni encargado yque su oficio era de maestre de campo y no dealcaide, y que en Lipa él se habia metido por suvoluntad por hacer servicio á S. M. y no porque tuviese obligación á ello, por lo que no lepodia comprender el estatuto de Hungria, y quesi por cartas se habia comprometido á defender áLipa fue con la condición de conserrar la genteque entonces tenia en ella y que esta se le fue,y que además reclamó muchas veces socorroque se lo prometieron y nunca llegó. No quisierael Rey que Aldana se pusiera á probar estascosas, sino que se remitiera á su clemencia ydemandara su misericordia, y sobre esto no fal-taron algunas personas que se lo aconsejaron;sobre lo cual Aldana hizo presentar una supli-cación y que su hermino le hablase, el cual ledixo que el ánimo de su hermano era satisfacery sanear la mente de S. M., haberle servido contoda afición y fidelidad, y que por todo estoconvenia le absolviese S. M. de las cosas igno-miniosas que le ponian, que en lo demás noqueria litigar con el Príncipe, sino salvar suhonor. No se contentó el Rey de esta suplica-ción, porque quisiera que simplomente Aldanase remitiera, y así dieron los Jueces para aque-llo diputados por el Rey sentencia interlocuto-

280 A. RODffiOtJEZ Vntf¿A.;H*-EXPEDI0ION BE BEB2Í ABD#/BE ALDANA i 7*3

fia en que le admitían á la prueba.- No huboningún artículo del interroga-torio que no seprobase en favor de Aldana con diez testigospor lo menos sin las cartas de los Reyes y deJuan Bautista que se presentaron, aunque nun-ca quisieron estos jueces anular el proceso hechoen Transilvania por Juan Bautista, ni menosquisieron3 da* copia de las eartas que el dichoAffibaa habí» escrito á los Rey«3. Concluido elproceso, Aldana filé sentenciado á perdimiento

' de sus bienes y que le fuese cortada la cabezacomo los Estatutos de Hungría ordenan.

Dada esta sentencia, la Reina de Hungríatomó la mano en interceder por él y así fue sus-pendida la sentencia hasta determinar en laprimera Dieta lo que del se debia hacer; y en-tre tanto le mandó el Rey llevar en un castillode Hungría llamado Trincgin y que hasta en-tonces estuviese allí á buen recaudo aunque sinhierro».

Sabido por la Mag. Cesárea del Rey de Es-paña la sentencia y lo que la Reina de Bohemiasu hermana había negociado, escribió en su fa-T.)r á la Mag. del Rey de Romanos pidiéndoseloy para que ¡e ayudason y fuesen intercesores álos señores Reyes de Bohemia, pero como estabaremitido á la primera dieta de Hungría no lopodía hacer, hasta que el año de 1556 en elmes de Enero que la dicha dieta se hizo, ha-biendo tornado á escribir el Rey de España álos dichos Reyes y á los grandes del reino deHungría con Luis Venegas de Figueroa, suaposentador mayor, mediante la diligencia ysolicitud de éste, los señores de la dieta supli-caron al Rey concediese esto, y el Rey en vozalta dixo estas palabras:

nEn cuanto á lo que me habéis demandadoacerca de Aldana, ya os acordareis cómo es-tando yo en Pasao, mi hijo el Rey de Bohemialo hizo prender y después de tornado en Vienale hice oir á justicia, y hecho el proceso y con-cluso se diputaron de todos mis Estados perso-nas que lo viesen y sentenciasen, y á la fin fuecondenado á muerte y en perdimiento de bie-nes; y deseando yo que la justicia hubiera sulugar y se ejecutara, la Reina de Bohemia, mimuy cara y amada sobrina y hija me lo pidió yalgunos de los que aquí estáis ansí mesmo en sunombre y á su instancia y á la vuestra, y converdadero consejo se determinó el negocio seremitiese á esta Dieta. También después el se-

renísimo .Rayde Inglaterra y España, mi ¡muycaro sobrino y hermano me escribió sobro ello,y estando en Augusta este año pasado, pasandoel Duque de Alba á Italia, de su parte me ,1otornó á pedir, al cual yo ' respondí no poderlohacer sin vuestro acuerdo-y consentimiento porlo haber así determinado y prometido, Agoraviniendo Luis Venegas, aa aposentador mayor,me tornó á escribir y ¿vosotros tambiftnj, y j * 1 1 "taimente el dicho Lais: Venegas y D. -ReraLasode Castilla, á quien escribió os diese la letra,, oshan hablado y solicitado, por lo cual habéis sidocontentos que le sea hecho presente del dichoAldana. Yo atento á lo mucho y bien y fiel-mente que el dicho Aldana me ha servido,aventurando y poniendo sú persona en muchospeligros por mi servicio, derramando su sangrey de sus deudos y amigos, y atento á que ha.tres años y medio que está en prisión harto es-trecha y con malos tratamientos) que para unhombre tan bien nacido y de buena sangre ynoble, como es él, seria equivalente de cualquier muerte que por lo que se le opuso se lepudiera dar, y por contemplación de la serení-sima Reina mi hija y vuestra, noy contentodarlo al serenísimo Roy de España, mi muy carosobrino y hermano; y así declaro y mando quese haga.it

Estas fueron las palabras formales y sustan-ciales que S. M. clementísima dixo, porque lasoí estando bien cecea dól. Luego después decomer, su hermano de Aldana les: fue á besarlas manos por la meresd y gracia que les habíahecho, y el Rey mandó luego dar el mandatopara que le soltasen, y des te modo el dicho Al-dana vino en Viena, y aunque quisiera irle ábosar las manos y se lo suplicó, le envió á decirpor su secretario Alonso de G-amez que por al-guuos respstos no había por entonces lugar, ydándole una carta de mucha recomendaciónpara el Rey nuestro señor, le dixo por el dichoSecretario fuese con la paz de Dios; y dentemodo no yendo á besarle las m^nos á él, no fueá besarlas á los Reyes de Bohemia; y así se par-tió por la posta, á Flandes libre, aunque de8.000 ducados que el Rey le debía de su salarioy de los dineros con que él socorrió á los solda-dos así de Lipa como de Temesbar, hasta aqueldia que le sentenciaron, no hubo cosa alguna,sin caai otros 7.000 que en tres afios y medio seexpendieron en el seguimiento de la cansa.

1Í4 mFlasdés, S, M; el<Bey d

1 muestny sefflor, le recibió gfaeiosísitnamente y lomesmo la Majestad Cesárea del Emperador,nuestro aeñoTj y de tddos los de sos cortes fuóbien visto y ¡recibido, y S.' M. le proveyó del,ofrcio de capitán general del artillería del Pia-monte 'y Lomfoa'ídía, que* estaba Taco por, muer--te de 3ótt Kaintm de Cardona y le.envió ii ser-vir elr•dicho éargoí y eon .otros despachos parí'fel'&tul&e'de'Alba;' del «Bal foé bien reeibidcpor la' miteha afición que siempre S. -E.

'taostró. ¡

ASTONIO'RODRÍGUEZ VILLA.

LEÓN XIII Y LA ITALU. j

(Continuación.)*

LA IGLESIA CATÓLICA Y LA CIVILIZACIÓN. ¡Y aquí; ainadísimos, ¡cuántas cosas nos quej-

darian que decir sob/ela mala costumbre , qufeva intróducifíndosé por todas ¡partes y aun en-tre nosotros, de profanar estos dias, que Sonj,es verdad, del Señor; pero que, cómo se lijaobservado, Con- igual verdad podrían llamarleasimismo los diás del hombre! ¡Qué afligido gesiente, uno, cuando con lamentable escandallose vé en los domingos, en la festividad princii-pal1, abiertas las tiendas, prontos á sus habitua-les oficios los artistas, no cerradas las fábricas,no abandonado el comercio, para volverse ápensar, en vez de todo esto, en un asunto dema-siado más importante, como es el alma, y apli-carse al estudio de aquellas verdades que debenconducirnos portel camino derecho en el tiem-po, y asegurar nuestra suerte para la eterni-dad! No, amadísimos; este trabajo, que se eje-cuta con detrimento de la gloria de Dios y delos más sagrados deberes, no será el que vengaá aumentarla riqueza pública y privada; Todoal contrario: pues es muy cierto lo que escribiaun famoso incrédulo del pasado siglo: El pueblono sólo tiene necesidad de tiempo para ganarseel pan, sin o que también lo necesita para co-merlo con satisfacción, sin lo cual, no lo gana-tá durante largo espacio (1). Un dia de fiesta

(•) "Véanse los números 233, 234, 235, 236, 238, 239y 243, pAgs. 161,205, 228, 274, 330, 357 y 495.

(1) Bousseau, :

devueíve.las fuerzas 'perdidas, al .hombre, quedespuosodeál, vuelve á tomar »íaás á deseo sutrabajo {1).

Por lo poco qué acabamo^do tocar de papa -da, respectos á<k» muchísimo que nos vomoi©Migados á pasar ea silencio, eamproudareis,amadísimos, que esta guerra, intimada, á la.Santa Iglesia, por los sectarios ¿ incrédulos,, ¡ennombrerde Ja cLvüiKacion, eonsklerada como ,elcumplimiento dfelas condiciones por las ocalesse perfecciona el hoitnbre del,lado físico ,y ma-terial, es injusta, no tiene ninguna razón deser; antes bien, aparece claro, que no hay civi-lización, cuando los pueblos, sustraidos ala dis-ciplina maternal déla Iglesia, se dejan trastor-nar por las pasiones, las cuales; son siemprecausa de que so gaste y corrompa aun,.aquelloque en sí seria bueno y saludable., Pero paraaclarar mejor el; asunto en cuestión, que, por lasideas predominantes y los prejuicios recibidos,tiene, como. habíamos dicho ya, una capitalimportancia,, nos place penetrar algo más aden •tro, y confirmar mejor en vuestros ¿unimos laconvicción de que la civilización, no sólo nadatiene que temer de la Iglesia, sino que debeesperarlo casi todo de ella y de su concurso.Seria locura negar un hecho que hierenuestrosojos, á saber, que la ciencia, á fuerza de Iargo9estudios, de sagaces experimentos, se ha hechodueña de muchas fuerzas naturales, que, ó noeran conocidas del hombre, ó escapaban á sudominio; y que, aplicando éstas con artificio,con máquinas ingeniosísimas, se ha logrado ha-cer más expedita la producción, menos costo-

(1) Mous. Desprez, Arzobispo de Tolos», decía sa-biamente dias pasados oa un Congreso católico deaquella ciudad:—La Iglesia quiere conshintemeytte elbienestar del obrero; al través de los siglos ha emanci-patloal trabajador y dignificado su trabajo En la EdadMedia creó corporaciones obreras, para impedir que elproletario fuese victima de la explotación. Evitó quecayesen en brazos del despotismo, que reina siempreallí donde Dios no reina. La clase obrera es, pues, lahija de la Iglesia, ella tan sólo le enseba todas las vir-tudes que la hacen una clase igual d las demás. La in-fluencia de la religión ha hecho llegar los pueblos delotro hemisferio á una asomb: osa madurez. Ló que laIglesia ha hecho por ellos,puede hacerlo por nosotros(Utivers. 30 de Enero de 1877)-

s±iiióií'fitf

sos loa objetos producidos, y por consecuencia ¡más fácil la satisfacción dé las necesidades ymenos onerosa la vida del que tiene poco que

' gastar. Hada mejor que semejantes'descubri-mientos; pero los incrédulos quieren servirse deéstas pacificas y laudables conquistas déla cien-cia sobre la naturaleza, como de armas con queherir a la Iglesia, como si.1 á despecho de ellay contra sus deseos sé hubiesen alcanzado. Pre-textóse para la criminal calumnia/ que la Igletsia se dirige en todo momento á la santifica-ción del alma, é insinúa en el corazón el místi-co aborrecimiento de las cosas de este mundo';de aquí la consecuencia de que, si se habia'ób-tenido ó ha de obtenerse algún bien de aque-llós" progresos, se debe á la rebelión de loqué se conviene en llamar el espirito niodernocontra las influencias d<* la Iglesia. Seria impo-sible imaginar acusación más necia y más insostenible. Sin duda la Iglesia no ha dejado nipuede dejar de repetir altamente y á todos las"sentencias de su celeste esposo: ^Queel alma ysu salud eterna son el más importante Objetoque tenemos entre manosju »que de nada nosserviría la conquista de un mundo, si viniése-mos á perder el alma (1);» "qué las cosas congran diligencia preparadas, una sola noche noslas arrebatará . n Y es grande, inestimableventura, que en medio de los hombres resuenentales enseñanzas; pero no hay que decir por éstoque la Iglesia es enemiga del estudio de la na-turaleza, de la investigación de las fuerzas na-turales y de su aplicación á ja producción de loque sirve á los usos do la vida. Antes," si no séprocede á la lijera, se reconoce que no puedeser enemiga de aquellos estudios y de aquellasinvenciones, siendo llevada por la índole mis-ma de las cosas á favorecerlos. Atended, enefecto, y juzgad vosotros mismos. ¿Puede haberjamás cosa alguna con más ardor deseada porla Iglesia, que la gloria de Dios y el mejorconocimiento del Artífice soberano, que se ad-quiere en el estudio de sus obras? Ahora, si elUniverso es un libro en cuyas páginas todas es-tán escritos el nombre y la sabiduría de Dios,es indudable que el que haya leído más y másclaramente en este libro saldrá más enamoradode Dios, más prendado de él. Si basta tener dosojos para conocer que los cielos estrellados,

(1) Martth., XVI, 26.

¿forran la gloria'de áu Creador, 'si<! 1>ástá': teneroídos para escucharla voz" de alab'arizá'qüó! undia trasmite á otro, y cómo la'nbcltá cúetita' ála noche los secretos M la ciencia divMá {!)?jCuánto mejor no hará resaltar el poder, el sa-ber de la Divinidad, el qne, arrojando una mi-rada escrutadora á los cielos'y a ló profundo1 dela tierra, á los ástíós' luminosas j"Jaif; alomo, ála planta y al vastago, póüe ótí^iiést^áá iSiánosla prueba de que 'todo Tía ' sido óttfettádtí ' fcfonmedida por lamentó soberana (2). ' '"'.

IY querríais que la Iglesia tratase hdstümfen-te por sistema ó mirase sólo con fria indiferen-cia estudios é investigaciones que dan tan pre-ciosos frutos, y se obstinase en ténercerrado ellibro para que nadie más leyese en él? Seriapreciso no conocer qué llamas de celo ardenen el seno de esta Esposa de Jesús, para pres-tar fe á semejantes extravagancias.

XI

Pero en la Iglesia, al lado del celcrpor lágloria de Dios, se enciende otro amor no menossano, y es el amor por el hombre, el anhelovivísimo de que sea revindicado en todos losderechos que le confirió su Creador;—Ahora,el hombre recibió de Dios, para todo el tiempode su existencia, esta tierra en la cual vive yde la cual fue hecho Señor. Las palabras que re-sonaron en la mañana de' la creación: supeditadla tierra y dominad, jamás fueron revocadas.Perniifticciendo en el estado de inocencia y degracia, habría el hombro ejercitado'su dominiosin esfuerzo, la sujeción délas criaturas hubierasido espontánea; mientras que ahora el domi-nio es trabajoso, y las criaturas no tascan elfreno de aquel dominio, sino obligadas; pero enla esencia el dominio permanece; y á la Igle-sia, que es madre, nada puedo serle tan carocomo el que se realice, manifestándose el hom-bre tal y Como verdaderamente es: Señor de lacreación.

Y tal derecho se realiza cuando este rey dela creación, rompiendo el velo que cubre susfacultades, no sólo se atreve á trabajar sobre loque toca con sus manos, ó ve con sus ojos, sinoque penetra en las entrañas mismas de la natu-

(1) Sap. Xr, 21.(2) P«. XVIII,

746 REVISTA,EUROPEA.—8 n E DICIEMBRE DE 1878.

raleza, reeoje. los tesoros ,de fecundidad yfuerza^que yacen en su seno, y los convierte en uso yderecho piopio y del prójimo. ¡Cuanbello y ma-jestuoso aparece el hombre, cuando atrae el rayóy lo hace caer impotente á sus plantas, llama lachispa eléctrica y la envia como nuncio de susdeseos á. través de los abismos del Oecéano, ómás allá de las escarpadas montañas, ó á lolargo de las interminables llanuras! ¡Cuan glo-rioso se muestra cuando ordena al vapor quéponga alas á sus espaldas y lo conduzca, con laceleridad del relámpago, por mar y tierra;!¡Cuan potente, cuando con su ingenio desarro-lla aquella fuerza misma, la aprisiona y la con-duce por senderos preparados á dar movimientoy casi inteligencia á la materia bruta, que vie-ne á sustituir al hombre y á excusarle las másduras fatigas! Y decid, amadísimos, jno hay enél como una chispa de su Creador, cuando evo-ca la luz y le hace aclarar las tinieblas de la-noche en las callea de nuestra ciudad, y adornarlas vastas salas y palacios con sus resplan-dores? . ; : '

Pues la Iglesia, afectuosísima Madre que co-noce todo esto, tan lejos está de querer suscitarobstáculos á ello, que, antes bien, á su vista S8llena de alegría y de júbilo.

XII

Y de atraparte, [qué razónpodria haber nuncapara que la Iglesia se mostrase celosa de los pro-gresos maravillosos que en nuestro tiempo se hanrealizado en estos eludios y descubrimientos!¿Hay en ellos algo que, de lejos siquiera, puedadañar á las cosas tocantes i Dios y á la fe, de queella es defensora é infalible Maestra? Bacon deVerulam, ilustre cultivador de las ciencias físi-cas, escribe: que la ciencia, bebida á sorbos, ale-ja de Dios; pero gustada abundantemente, vuelve,por el contrario, á conducir á Dios. Esta senten-ciado orpaparece siempre igualmente verdadera;y, si la Iglesia se espanta de las ruinas que puedenvenir por obra de los vanidosos que piensan sa-berlo todo, porque de todo llegaron á tener unatintura, tiene confianza perfecta en los que con-sagran su ingenio á estudiar seria y profunda-mente la naturaleza, porque sabe que en el fon-do de las investigaciones encontrarán á Dio3, elcual se deja ver en sus obras con los irrecusa-bles atributos de su poder, de su sabiduría y de

su bondad. Si algún hombre de gran saber, es-tudiando en la naturaleza/so alejó de Dios, se-ñal de que el corazón del. desventurado estabaya herido por el veneno dé la incredulidad, in-troducido en él por el conducto de culpables pa-siones; no fue ateo, porque cultivase la ciencia,sino á despecho de la ciencia, que á otros yharto más nobles fines está destinada. En efec-to, la multitud de los que en las ciencias natu-rales alcanzaron fama grandísima y durable, hizode los estudios emprendidos, de las invencionesingeniosas, escala para elevarse á Dios y glorifi-carlo. Copérnico, el grande astrónomo, era pro-fundamente religioso. Keplero, otro padre de lamoderna astronomía, tributaba gracias á Diospor la alegría que le había dado á gustar en eléxtasis en que le arrobaba la contemplación desus manos (1). Gralileo G-alilei, de quien la filo-sofía experimental ha recibido valiosísimo im-pulso,.llegó estudiando á este resultado: que leSagrada Escritura y la naturaleza proceden á lapar de Dios, aquella como dictada por el Espí-ritu Santo, ésta como fidelísima ejecutora desus leyes (2). Linneo se inflama de tal modoen el estudio de la naturaleza, que la palabrasale de su boca tomando la forma de un Salmo."Dios sempiterno, exclama, inmenso, omniscio,omnipotente, se me ha revelado en cierto modoen las obras de la Creación, y he quedado so-brecogido de estupor fobdu¡mij. En todas lashechuras de su mano, aun las mínimas y casinulas, ¡cuánto poder, cuánta sabiduría y cuán-ta inenarrable perfección! ii La utilidad que deellas resulta para nosotros, atestigua la bondaddel que las ha hecho; su belleza y su armoníademuestran su sabiduría; su conservación y suinagotable fecundidad proclaman su poder (3).Aquel Fontenelle, en quien parecía encarnarsela Enciclopedia de su tiempo, en medio de laFrancia del siglo XVIH, ya envenenada por elsoplo de la incredulidad, no reparaba en decir:»La importancia del estudio de la física no con-sisto tanto en satisfacer nuestra curiosidad,cuanto en elevarnos á una idea menos incon-gruente del Autor del universo, y en atraer ánuestro espíritu los sentimientos de admiracióny de veneración que se le deben. Alejandro Vol-

(1) Myster. Cornnogr.(2) Galilei, Opere, t . 29.(3) Syet. Notar.

N.* 250 E. BONGHll—LEÓN XIII Y LA ITALIA.

ta, el ínmortaliaventor dé la Pila, era sincera-mente católico, y se gloriaba de serlo en tiem-pos no propicios á la'fé, iio haóiendo befa delEvangelio. Feraday, el ilü'stfe f celebrado quí-mico, tenía en la ciencia, dé que era óultivadorapasionado, ¡un vehículo para llegar á Dios, y léeran insoportables los incrédulos. Podrían ci-tarse á la ligera otros, ya muertos, ya vivos, nodiferentes en' sentimientos religiosos; pero seriaempresa innecesaria y que nos llevaría dema-siado lejos (1). H5 aquí lo que hace en los áni-mos rectos la Verdadera y sólida ciene'a, dedonde después nacea tan útilísimas aplicacionesá las artes y á la industria; y hé aquí por quónadie que reflexione se dejará llevar de las acu-saciones lanzadas al aire, ni se hallará dispues-to á creer que la Iglesia mire con récelo el es'-tudio de la naturaleza ó desprecié y ataque lasfelices consecuencias que de tal estudio derivanpara el bisnestar público, que es parte, no cier-tamente principal en sí, de la civilización,1 petóde qué hade hacerse, sin embargo, el debidoaprecio. N6, amadísimos; vosotros lo veis, nohabía lugar á emprender una lucha contraíaIglesia'en bíneficio de la causa de la civilizaciónque, antes bien, fuera feliz y se hallaría en con-tinuo progreso, si no se procurase desprenderladélas manos de la buena y solícita Madre, parahacerla pasar á fes de aquellos que la pervierten,y que hacen de ella tan abominable uso, quemueven á compasión todo corazón honrado.

XIII

Pero, tomando hasta aquí la defensa de laIglesia contra injustísimas acusaciones, no he-mos llegado al fondo del asunto, restándonoshablar aún de un mérito, que resplandece sobretodo otro, y que la maldad misma no podríaponer en duda. No basta, en efecto, amadísi-mos, que ae promueva, se ennoblezca y se santi-fique el trabajo, que se ensanche el imperio delhombre sobre las fuerzas de la naturaleza, y quese las obligue á servirlo; conviene además noperder de vista, que hay uña gran parte donuestros hermanos, que ó por naturaleza ó pordesgracia es impotente para llevar adelante la

(1) V. Eugenio Albérl. II prob. del dest. um., ap-pend. al lib. I.

vida con el trabajo, de cualquier clase que sea;ahora, ¡,qué insoportable espectáculo no se ofre-cería siempre, si todos ellos debieran quedarseain participar de aquel movimiento que se llamacivilización, en cuanto se mira ésta coino elcumplimiento de las condiciones por las cualesse perfecciona el hombre, bajo el punto de vistafísico, en ol consorcio con los demás] Por máspellos esfuerzos de fantasía que hiciésemos parasoñar un mundo, del cual nos viésemos precisa-dos á desterrar la miseria de la vida, de modo queesta nos sonriese como un perpetuo festín, prontotendría la realidad á traernos el amargo desen-gaño, y en medio de los convidados, de las ale-grías, surgiría, como un espectro», difundiendoía siniestra luz, la desventura; la enfermedadfue quebranta las fuerzas, las imperfecciones fí-sicas, la incapacidad de aprender, las guerras, losContratiempos del comercio, las variadas y nu-merosas fuentes dé desgracia. ¡Y ctlán grandees el número de las víctimas que hacen! ¡Cuán-tas personas aríojadas en medio dé las piedras,qué multitud de huérfanos, cuántos maltrata-dos que claman ayuda á gratidas vocos! Res-pecto de todos éstos el Pag mismo habia tomado^su partido con gran desenvoltura; á los poco»libres, alborotados ó inquietos, leí daba pan yjuegos feroc9s; los niños, que eran inútiles paralas necesidades y deseos déla familia, ó no pro-metían brazos robustos al Estado, eran ahoga-dos ó muertos dé'cualquier modo; 103 viejos; losenfermizos, los imposibilitados, aí-rojados eacualquier isla ó en cualquier hátídonada paTaque pereciesen ostenuado3. Seria bueno que I03moderaos admiradores de la civilización paganarecordaren para sí y á los demás estos hechos.Por esta parte, el Cristianismo y la Iglesia ca-tólica, en la cual solamente se ha conservadaaquél en toda su pureza, no sólo dieron impul-so ala civilización, sino que le hicieron volar

: tan alto, qué no la seguirá lengua ni pluma. Loapreceptos do caridad dados por nuestro dulcísi-mo Redentor fueron escuchados con santotrasporté, y sus santos ejemplos imitados conincomparable fidelidad. Ya en los primeros co-mienzos no sólo fueron exhortados los rioqs conmás calor á dar lo supérfluo, sino que aún aque-llos que se sostenían con el trabajo de sus manosfueron exhortados á afanarse con todas sus fuer-zas por tener con quó soeorrex á los'enfermos, yobtener las bendiciones reservadas á ía» que

718; REVISTA DE, 1878.

gustan mjls, dw délo, si yo. qo^¡ largura,, querecibir lftagejxp,(l).

Serí* larga,, é inútil, ejaprepa hacer de, nuevouna. historia hiechamij, voces, .papa df mostrarenante trabajó lf, Iglesia en, los. primerpa siglospor mitigar la suerte de, todos los infelices; deotra parte,, esta histpria está(ei?qrita ep, nuestradias, y no hay quien ñola conosca (2), Un ihi*-tre apologista moderno no dudó en afirmar que ,el que se,propusiese escribir la historia de la'Caridad, vendria, casi sin advertirlo,, á escribir :

la historia de la. Iglesia (3). Y no le bastó, pre-parar asilos, hospitales, refugios, sino que hizo,incomparablemente más: hizo penetrar en elalma do sua hijo» la divina virtud del sacrificio,á cuyo, npbilísimo fin tienden, sus exhortaciones, ,el bellísimo culto, y sobre todo; la Misa que nos,invita á oi£, la, Mesa euparística de quebpartici.'paraos. Aunque se hubiese tratado de dejar caerde la mesa de los Epulones las migajas paraacallar el hambre de algún Lázaro cubier^ dellegas :(co,n gran, trabajo á la verdad), se h.ubi|e-se podido llegar á tal largueza, ó por natural,bondad del alma, ó por liberalidad acostumbra-da, ó por leyes ciriles; pero nadie hubiera podi-do conseguir nunca lo que se vé realizado bajola disciplina de la Santa Iglesia Católica, á sa-ber: el sacrificio de sí mismo, de la libertad, delplacer, de las riquezas, de ]a salud, frecuente-mente de la vida, alas necesidades, al alivio detodos Los desventurados. Esto inspira el .Cris-tianismo, esto sólo se asegura en la Iglesia. Nohay rincón de la tierra, ni pequeña comarca,donde no se vean personas que renuncian á. suconveniencia, á, las comodidades, á cuanto lison-jea, para consagrarse alegremente al penosísi-mo irainisterio de velar al lado de los enfermos,de recoger a los huérfanos ó rechazados, de vi-sitar en sus chozas á los pobre», y hasta en 1,03tenebrosos calabozos á los malvados que la so-ciedad se vio precisada a alejar de su seno. Aunen estos dias en que nos toca vivir, Cuando lafe se ha debilitado tanto en los corazones, cuan-do la? verdades cristianas se oscurecen á los ojosde muchos por continuas y rudas contradiccio-nes, cuando parece que no hay ya más queha-

(1) Aot. Ápost., XX, 35.(2) (V. P. de Champagüy.—La Char. Chret. dans

lesprem.tiiéd. dl'Eglite.) > ->(3) f . JIe$tíBger.—4pol. del Qrist., vol. 2, lib. 2?.

cer djgrj,o ó importante ^ue enriquecerse y gas-tar, en de^c(ias sihari^Lcas, Ips tesoros de cual-quier manera adjqujridpa, cuando, en una pala-brar todo C9n.spj,ra á engendrar el, desamor,alsacrificio, vosotros,,amadísimos, JQO tenéis má,3que volver Ja vista en torno, vuestro, para con- ,venceros de que, s hacen cpn ardor pbras d e , ,Caridad, de que la gracia no mengua,, de que elsoplo animadpr de Dips recorre de un extremoal o fo de la Iglesia para suscitar el poder del,sacrificio y una ac tividad prodigiosa al servi-cio de todos aquellos que de cualquier modo s°ntrabajados por la desventura. ,

. 'XIV ' '

¡A.h! afinadísimos, cuando después de haberobservado con complacencia indecible estp, es- ,plóndida prueba de la diviiiidad, de la Iglesia yde su benéfico influjo, oimos habUr de luchasemprendidas contra Ella en nombie .de,r.la civi-lizacipn> lo confesamos, no. nos e3 dado; sustraer-nos á una profunda tristeza, ni lpgramos alejarde nosotros los siniestros presentimientos de los.Castigos que debe atraer sobre nosotras este im-pío y loco desconocimiento de los beneficios re-cibidos! , ..

¡Luchar contra la Iglesia, amadísimos! Másjppr qué y con qué fin esta lucha? ¿Para llevará los hombres á con,suinirse sin sombra de ali-vio en el trabaja, tomado como fin supremo,empleado como medio de elevarse sobre las cabe-zas humilladas de los hermano» y sobre sus cuer-pos pisoteados? ¡Luchar contra la Iglesia! Más{por qué aún y con qué fin esta lucha? ¿Paracontar los pueblos k manos de un sentimenta-lismo incierto y eséncialmentédébil,' arrancán-dolos del seno de la religión, que inspira y avivalos prodigios de la caridad divina? ¡Luchar con-tra la iglesia! Stós ¿por qué y con qué fin estalucha? ¿Para borra'r la gloriosa historia dé la ¿i-vilizacion cristiana, y restaurar uná! civilizaciónque no tuvo resplandores y fulgores, sino paraque á su luz pudieran descubrirse mejor las afn-plias heridas que producia en el senodel hombre]

' XV

Mas la Iglesia católica declaró por boca de sucabeza, <7!¿e cora la, civilización d¿ nuestro tie<mp'o no

R i

puede haber jm:(l): Hé'aqüí la volque partecontranosotross dél'camfrj enemigo, y'la-raaoncon qtte se-jifstifiea lalíiehkimi<siad&. Pero, ioaál"es, ámMMnios, esa-civilización.moderna- quecondénala Iglesia, y con-láqtie la augusta Ca-beza dé l i misrtta, el infaÚbl« Maestro de los ere-'yetóos. dijo'y repitió, que no puede haber Wadáde común1! Nd fia; seguramente, la civilización'por la cual!sé perfecciona e\ hotabroen el triple-respecto C}ue habíamos íñdtcado;'tto, ttOi es esasino i una civilización que quiere suplantar alcristianismo, y- quitarnos todo el bien con quemerced" &él fuimos enriquecidos. Si los que ma-ñosametíte 98 sirven del Syllabus para presentar-lo como un fantasma k \& faz del mundo, hu-biesen reparado qué no Basta ser hábiles, sino queconviene también^'y más, ser honrados, no sehubiesen contentado con ofrecer al odio de losdemás una proposición separada de un discurso,sino que se hubiesen cuidado dé comprender suverdadero sentido por el conjunto de los docu-mentos donde Se encuentra, y que se bailabanoportunamente» indicados. Procodiendo de estemodo, se hubieran convencido fácilmente de quéla civilización verdadera qwe brota, como la flory el fruto, d*e la raíz del; cristianismo, no es re-probada por el Pontífice, sino la espúrea que notiene de civilización más que el nombre, y queen la desconfiada é implacable enemiga de laverdadera.

XVI

No son menos calumniosos loa pretextos quese quisieran tomar dfé la aversión de la Iglesiaá las artes, á las ciencias, al estudio de la natu-raleza y de sus fuerzas. Si no bastasen á desen-gañar los ánimos y á sacarles de toda duda lasrazones que hemos aducido, y el hecho de quelas inteligencias más penetrantes y los más va-liosos cultivadores de las ciencias, fueron ade-más modelos de cristianos y fidelísimos hijos dola Iglesia, vendrían solemnes á confundir á losimpostores las recientes declaraciones de laIglesia.—Los Padres del Concilio Vaticano handicho sobré esto palabras que harían mtiy bien

(1) Syll., Propr. LXXX.—Rornanus Pontifex nonpotest ac debet etim progremn, cum libepalismo et eamr txnti civilitate se reconciliare et componen,

en. leer y meditar los adversarios; después dehabar enseñado que eiltre, la razón y la fé nopuede haber discordancia, y cómo la una vieneütilmbnte en, ayuda de la otra, exclamase; ¡Porlo otifil, tkn,Itjos e&táv,lai\Ifih3Ía,;de >aponwte .al,-cultiva de lasarlesy cieJwiflshumetnM, (pietaleon- ,trario ayuda á él y,la tpromww. Pm& no ignaraki. desprecia, las ventajas que del misino resultan,<.para la vida; al contrario^ cOMfiesa.qae, asi corno .Lviemn de Dios, Semm.de las, ciencias>que se katm debidamente, prnüdivina gracia, condttcirnos dé. nuevaLas acusaciones, poiftentoy ao se sostienen, no jtienen ningún valof, y sonantes Menil&jexprpT,sion del ódio< oontra. la Iglesia y. AeV deseo decubrirla; delodo.-* Pero, si ikieLenciaiiporsí noes maldecida: pbr la Ig,leña, siáo alrconirásriopromovida, hay una reprobada» con penfecfco do~recho. Y-es la ciencia que trae sus orígenes dela filosofía que dice con satánico orgullo.:: La.:razón kitmana± sin atender, para, nada á Dios,,. ®t;el único jaez de-lo verdadero y de loftilw, del bieny del mal; es ley de sí mismij y con "sus fuerzasnaturales se basta pzra procurar el bien de los tpu&rhlos (2). Es la ciencia q,ue,3e, suiaerge en la ma-teria para asignarle la eternidad^ qué se eiev»al cielo y desciende á las entraña», fe la. tierrapara buscar inúti luiente un, funda¡m9nto con que,combatir la cosmogonía bíMica; es lft cianeia,que pone al hombre al igual; del braifc©, ys d©!*- :ran socava los cimieatos desorden meraj,-d©*-méstico y civil-. Ahora, eli que stjpa, algo más<que lamentarse debe alzar las manos, dandogracias á Dios pon haber puesto, sobr^ la tiarra.este magisterio: infalible, que $$í como nos pro-cura toda bendición del tiempo y del póweniiTjde igual modo nos la conserva ¡ salvAndol» de •las manos de los impíos que nos qaiaieraq pii^var de ella. ! : u" . >

(1) Coijoil. Vaiíi«., cap. IV. Pf. File •{propter tantam abest, ut ScekQiq hurqantirum, tirtiumet iliseiplitiarum culturae obstetat, u( hanc multis rnodisjuvetatque promoveat. Non enim commodci ai iís ádho-miman vita di manantía azct ignorat aut despicit; /ate ítur imo, eew, qaemniniodunt cf De,o scien(kfpf,vn Domi-no profecía mint, ita si rite perttftctentyr, qd Deumjuvante eius gratia, perducere.

(2) Syll., Prop. Iíl.—Humana, ratio nullo prormiaDel respectw habito, unieui est veri etfahi,boki 'et mali

-. arbiter, éibi ipai eít lex, et natw>0libiM sais viribui n:l¡ hon.inv.rn. ae papulwrwm

720 REVISTA £ÜEÓPEA.«*8 »E DICIEMBRE DE 1878. 250

XVII

Ah! Que no haya entre vosotros,; amadísivmos, ninguno que se deje1 «educir por los quevengan á halagarle con palabras lisonjeras parahacer prosélitos que encaminar a la ruina. Si,como cuadra á espíritus altos y generosos,amáis los honestos progresos y el desenvolvi-miento de la civilización, tened por seguro quede ningún modo podréis progresar más segura-mente, ni contribuir mejor al desenvolvimientoda la civilización, que manteniéndoos unidosen pensamiento y corazón á laá prácticas de laIglesia Católica —Habéis tocado con la manoen parte esta verdad, y fácil nos seria arrojarla misma luz en lo que se refiere al mejoramien-to del hombre, en cuanto ser moral y. político,si en vez de escribiros una Carta Pastoral, <nospropusiésemos componer un largo tratado, y sino estuviese en nuestro ánimo, supuesto que lavida nos alcance, volver otra vez sobre estamateria.—Por lo demás, ahí están los hechospara mostrar á todos dónde nos ha conducido«ata lucha malhadada emprendida contra la Igle8Ía en nombre de la civilización. —Desde el máshumilde artesano hasta los que por su fortunad nacimiento se hallan en la cima, nadie hayque pueda afirmar haber recogido de los pri-meros ensayos de esta lucha otra cosa que.amar-guras y desengaños; si se penetra con la miradamás adelante, tratando de adivinar lo que nosconsumen las impías tentativas, el que tengacriterio y corazón, sentirá correr por su cuerpolos calofríos del espanto. De una parte, multi-tudes á las que se ha quitarlo toda esperanza delporvenir, todo auxilio de la fe en las desgra-cias, qttesno pueden encontrar una compensa-ción en los goces de la tierra, demasiado pobrepara sus aspiraciones, y excesivamente rica enmiserias y contrariedades; de otra, pocos á quie-nes sonríe la fortuna, que no tienen ni una solachispa de caridad encendida en su seno, aten-toa como se hallan á atesorar y gozar: de unlado, desesperados extremecimientos que anun-cian cambiarse en hechos de salvajismo; deotro, obscenas alegrías y danzas y expansionespaganas, que atizan el desden del pobre no so-corrido y provocan los castigos, divinos.—Hé,aquí lo que hemos ganado, hé aquí lo que pro-mete esta guerra intimada á la Iglesia en

pombre de ¡la civilización, 'y dirigida en cam-bio á hacernos caer de nuevo en; loa horrores d©la barbarie.—Ahora, si hay manera de hacerpesar los males presentes y de conjurar los pe-ligros futuros, no podría, ser,otra qqe vuestrafidelidad á las leyes d» Ríos y d& Ia Iglesia,panifestada por medio de la observancia ani-inosa de las. misma» con «,1 ejemplo de una, vidajcristiana.--Y iqué tiempo más oportuno qup"este en que vamos á entrar p¡ara dar principioá la obra verdaderamente reparadora'! Los quepretenden representar el siglo quieren la.ci-,vilizácion fuera de Dios, contra Dios, y no latendrán. Vosotros, amadísimos, debéis decir yprobar con los hechos, que con Dios y escu-chando su voz reflejada en la, de. su Iglesia seconserva y se acrecienta el bien que nuestrospadres nos legaron. Co n Dios y eon la guía de suIglesia se harán los pueblos verdadera y glorio-samente civilizados. Si alguna vez sentís decaervuestro ánimo en esta inmensa sublevación dehomares, de Estados, de ciencia, contra Dios ysu Cristo, no olvidéis que tenéis pa,ra defende-ros un arma invencible, omnipotente, la ple-garia. Valeos de ella pública y privadamente:á Dios, que es fidelísima ayuda, escudo de quienconfia en El, elévense vuestros clamores supli-cantes. Eogadle por nuestra ciudad, por vos-otros, por la, familia, rogadle por la Iglesia.

Entre tanto, con la Bendición Pastoral^ do-seamos que la divina gracia con toda suertede colestes dones y consuelos, se difunda am-pliamente sobre todos vosotros.

Perusa, en el Episcopado, 6 de Febrero de1877.

J. CARD. OBISPO.

MAHON,

(Continuación.)*

VIH

El ejército francés desembarcó el 18, de Abrildel año ya citado de 1756, sin oposición algunajunto á Ciudadela, é inmediatamente empren-dió la marcha á Mahon, retirándose á su vista

(•) Véanse los números 247, 248 y 249, páginas 612,641 y 684. , . .

N.° 250 J. GÓMEZ DK ABTECHB.-—MAHON.

las guarniciones inglesas de aquella plaza, delcastillo de Fornells y de cuantos puntos ocu-paban del camino.

Iban de vanguardia los generales marquesesde du Mesnil y de Montegnard, que pernocta-ron en Mercadal con 24 compañías de granade-ros y una brigada real, destinadas á bloquear elpuerto de Mahon por la parte oriental, mien-tras el resto del ejército sitiaba el castillo deSan Felipe. La escuadra cerraría el bloqueo pormar, dispuesta, además, á impedir la aproxi-mación de cualquiera otra enemiga; comba-tiéndola si se empeñaba en hacer levantar elsitio ó en introducir, á lo menos, socorros en elfuerte.

No se hallaba éate en situación de resistir unlargo asedio, pues si bien se encontraba abun-dantemente abastecido de material de guerra yde víveres, tenia guarnición bastante escasa ysin los necesarios jefes y oficiales. En los cuatropequeños regimientos destinados á la guarda dela isla, faltaban 41 capitanes y subalternos; yel gobernador, general Blakeney, hombre hon-rado pero de 82 años y en todo dirigido por suintrigante y ambicioso secretario que le pusomal con los monorquines, no tenia á su inme-diación otro oficial de suficiente carácter ge-rárquico que pudiera ayudarle en la defensa nisustituirle en un caso desgraciado. El de mayorautoridad en la guarnición, después de 61, eraun teniente coronel.

Ya hemos dicho cuál era el defecto mayor dela fortaleza de San Felipe, la proximidad delarrabal do su mismo nombre. A pesar de cuan-tas órdenes se habían dictado para demolerlo,allí continuaba en pié y habitado al desombar-car los franceses. Decimos mal; fueron derriba-dos, al saberse la invención de los enemigos,la casa del Ingeniero en jefe y cuatro molinosque parecian ser, por su altura y solidez, losúnicos estorbos que hallaría en el arrabal la de-fensa del fuerte. Y el defensor y los testigos enel proceso, posteriormente formado á Blakeney,tuvieron valor para decir que "las casas do lan Villa de San Felipe no contribuían á hacernningun daño á los sitiados, sino que, por el"Contrario, lo hicieron, muy grande á los fran-nceses cuando eran batidos por las balas de ca-iiñon y bombas del castillo.n

Hasta que en leímos una relación del sitio deRoma do 1819, suscrita por el entonces general

TOMO XII

Waillant, que era útil aplazar para el dia si-guiente el asalto de una brecha ya practicable,no habíamos oido heregía militar semejante ála pronunciada por los defensores de Blakeney.Una población que toca al glacis de la fortaleza,¿ne perjudicar á su defensa! Y, si era así, iporqué se hizo derribar despuesí

Si el aserto del, por otro lado, ilustre y sabiomariscal Waillant, se puede disculpar con laidea de que, al derrumbarse las murallas de lapuerta de San Pancracio, andaba M. Lesseps en.negociaciones, eminentementerepublicanaa, conlos Triunv.ros romanos, el de los partidarios deB'akeney no tiene más apoyo que el que le dabael gobierno inglés, protector del general, deci-dido á perder tan solamente al infortunado al-mirante Byng.

Y, con efecto, sin descansar un momento elmariscal duque de Eichelieu en Mahon, de cuyovecindario obtuvo un gran recibimiento, setrasladó al arrabal de San Felipe, que acababade ocupar una parte de sus¡tropaa, y estudió elemplazamiento de las primeras baterías de sitio.

Esto sncedia el 22 de Abril, cuatro diasdes-pues del desembarco en Oiudadela; y esa activi-dad debió sorprender á tal punto al viejo Bla-keney, que envió un mensaje al Duque pregun-tándole la razón de invadir de aquel modo laisla.

A lo candido de la embajada se podía añadirlo fácil de la respuesta, y Richelieu se la diocumplida. »La misma, contestó, con que las .noscuadras inglesas han atacado á los barcos delnKey mí»Señor. 11

Para comprender si fue justa, no hay másque apelar al Testamento de Byng que señaladetalladamente los atropellos con que los ingle-ses provocaron aquella guerra y parecian ha-cerla interminable. "Apresar, dice, de setecien-t a s á ochocientas naves sin haber declarado la"guerra con las formalidades acostumbradas, esnobrar á nivel de las Potencias africanas, reusultando de esta conducta muy poca pérdida"á la potencia atacada y ninguna ventaja á lanque ataca. Los subsidios concedidos para lasualianzas del Norte y de Alemania, el númeroiide tropas alemanas mantenida á nuestro suel-ndo dos años antes de la declaración que acaba"de hacerse, hubiera sido más ventajoso ©m-"plearlos en armar una escuadra de treinta na-HVÍOS de Línea, con diez mil hombres de des-

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722 REVISTA EUKOPEA. 8 DE DICIEMBRE DE 1878 . N.° 230

nembarco, para ir á la América á dar un golpe"decisivo, ii

En una "Historia popular de Francia," ex-tensa é instructiva, se lee lo siguiente: "En"1755, sin declaración de guerra, el almirante"inglés Boscaweii apresó dos navios de línea"franceses: el ministerio protestó, pero sin unir"la acción á la palabra en seis meses, en los"Cuales nos arrebataron los ingleses más de 300"buques mercantes con un cargamento de 30"millones de libras y 10,000 marineros que"agregaron á sus tripulaciones..." »E1 ministe-n'rio inglés prometió subsidios á todo ei que"quisiera hacerse enemigo nuestro. La Prusia"los aceptó."

Ofrecía muchas dificultades el suelo, todo élde roca, á la apertura de las trincheras y al es-tablecimiento de la artillería contra la fortalezade San Felipe; y, urgiendo tanto su conquistapor el temor de que fuera luego socorrida, seprocuró romper el fuego cuanto antes, princi-piándolo desde la Mola, «isí para imponer á lossitiados, bombardeándolos desde aquella eleva-ción, como para impedir el que se acercasen lasnaves que no dejaría de enviar la Inglaterra ensu. socorre.

La ardiente impaciencia de Richelieu y laarrogancia de sus ingenieros no contaban, sinduda, con la solidez militar de los enemigos,quienes se rieron de un ataque cuyo primer de-fecto era el de que sólo podia conducir, encuanto á la plaza, á amedrentar á sus defensoresé inducirlos á rendirse, lo cual no era fácil tra-tándose de los fríos é impertérritos hijos de lavieja Albion. Así es que no sólo despreciaronéstos aquella forma de intimación, sino que,,muy superiores en fuerza para con la Mola, di-rigieron contra las baterías en eila levantadasla artillería de los fuertes que las hizo muypronto enmudecer. ¿Cómo habian de imponercuando no amenazaban con brechas y con ásal-toa, los solos agentes bastante eficaces para queun general de honor y soldados que conozcan ladisciplina piensen en capitular?

¡Tiempo perdido lastimosamente por la alta-nería de quien creyó sin duda que la roca deSan Felipe, con tanto esmero fortificada, serialo que la columna deshecha por el fuego de suscañones en Fontenoi, y por la falta de habilidadó de experiencia de sus oficiales facultativos!

Fue necesario apelar á los medios regulares, ¡

á loa que por algo aconsejará la ciencia; sir-viendo los ataques bruscos para puestos decualidades muy distintas ó para situaciones másadelantadas en la marcha del sitio y en el esta-do moral do los sitiados. Y no bastando el per-sonal y el material de Ingenieros que se habianllevado, por lo que hubo de recurrirse á Franciaen su busca, las primeras baterías construidasal apoyo del arrabal, sobre las ruinas y con losmateriales de los molinos derruidos de órdon deBlakeney, no pudieron romper el fuego hastael 12 de Mayo. Llevado siempre de la impa-ciencia que le era característica, Richelieu lohizo comenzar con los morteros, el que menospodia atemorizar á una guarnición que contabacon abrigos á prueba, abiertos en la roca durísi-ma que forma el subsuelo do la fortaleza. Estacontestaba con violencia igual á la que los ene-migos habian impuesto á sus baterías, las cualesaumentaban cada dia en número, según se ibadesvaneciendo la esperanza de que la sorpresa,la falta de recursos y la de noticias de un pron-to socorro movieran á la guarnición á rendirse.

Entre los documentos que posee el generalCotoner, el más curioso indudablemente es elplano do la fortaleza de San Felipe que sirvió áRichelieu psra las operaciones del sitio, aban-donado, después, por él en su alojamiento deMahon, al volver vencedor á Francia. En élestán señalados, y parece que de propia manodel ilustre mariscal francos, los ataques dirigi-dos contra las obras exteriores del recinto prin-cipal y los fuerte» de Mirlborgh y Felipet,Marlborougli con los nombres de loa generalesque los mandaron y las baterías de que partie-ron. Ea de un dibujo muy correcto y sumamen-te detallado, el más propio, do consiguiente,parala explicación do aquel célebre sitio entodas sus fases.

Los sitiadores sabian por sus agentes y espíasla salida de la escuadra de Byng de las costas.de Inglatarra, y aun cuando ignoraban su des-tino, del cual tampoco estaba cierto el célebrealmirante inglés al embarcarse, sospechaban quetan pronto como en Inglaterra ó en Gibraltarse tuviera conocimiento de la expedición fran-cesa á Menorca, enderezarían los ingleses surumbo á aquella isla.

No dejaba de tener fundamento aquella sos-pecha; y, aunque algo á la española entonces,e3to es, tardíamente si se tiene en cuenta la di-

J:. GÓMEZ DE ARTBOHE.— MAHON.

igencia británica, se divisó el 19 de Mayo la es-cuadra destinada á hacer levantar el sitio. Sehacia la situación de los franceses sumamentecrítica, pues que, de enseñorearse el almiranteinglés del mar que rodea la isla, no habia sal-vación posible para el ejército que la ocupaba.ABÍ lo comprendieron ol duque de Richelieu,tan activo, por lo mismo, en las operaciones delsitio, y M. de Galissionére, jefe de la escuadrafrancesa que velaba por el abastecimiento de lastropas y por que no so interrumpios eu sus tra-jos, é, inspirándose en la idea de pelgro tan gra-ve é inminente, los dos se resolvieron áextre-mar su acción para salvarlo con la mayor hon-ra y gloria posibles.

No nos incumbe la narración del combateuaval que se riñó entonces en las aguas de Me-norca, y no hemos de entrar en el examen nien la discusión de- unas operaciones tan contro-vertidas por los directamente interesados en lalucha, y cuyo éxito es lo que nos importa co-nocer y apreciar en este escrito. La habilidad yla energía de los contendientes podrá ser dis-cutida por una y otra parte con razones más ómenos valederas; la fortuna quedaria cernién-dose durante la jornada entre los dos cuerpos,vacilante sobre á cual inclinarse; pero el resul-tado apareció aldia siguiente, indubitable, pa-voxoso y desesperado á los presidiarios de SanFelipe, brillante y decisivo á los soldados de laFrancia. Porque, no tan sólo creyó el almiranteByng deber alejarse do Menorca en busca deabrigo ó de refuerzos para sus averiados navios,sino que hubo de renunciar á la empresa de in-troducir en la fortaleza loa socorros en hombresy material que conducía; abandonándola á sudestino por un espacio de tiempo que él supon-dría corto para una guarnición que conside-raba bastante numerosa y bien provista, inter-minable, sin embargo, para los que amanecieronla mañana siguiente atónitos y pasmados anteel espectáculo de la escuadra francesa balan-ceándose gallardamente junto á la Mola, Balu-dada con las salvas repetidas de la artillería delos sitiadores.

No se descuidaron éstos en aprovecharse dela ventaja obtenida por sus camaradas de laflota, y se esforzaron en aumentar el número delas baterías, cuyo armamento se hizo, por fin,consistir en 62 cañones de grueso calibre, 21morteros y i obnses.

Siendo nuestro primer objeto en ¡este escrito»como en los de la misma índole que hemos dadoá luz anteriormente, el de hacer conotóír ideasy opiniones ignoradas quizá de una parto d©nuestros lectores, vamos á copiar literalmentela relación de los ataques últimos y del asalto,cual, traducida del inglés, consta entre los pa-peles del marqués de la Cenia.

Hela aquí:uNo habia quien pudiera resistir á un éjés-

ncito tan formidable» sin ulterior ayuda. Sóloncon hacer pasar allí una escuadra bien surtida,ñera el único medio eficiente para arrancar lanpresa de las manos del enemigo; y como ea-ntaba en nuestro poder el enviarla, podia espe-iirarse en un corto tiempo: y el Mariscal fran-ncós teniendo noticias que la corte de la GrannBretaña habia expedido un fuerte refuerzo deiiun navio de 80 cañones, tres de 64 y uno den50 para unirse con la escuadra bajo las órde-nnes del Almirante Byng; como él no pudo sinonprever su" propia desgracia en caso de resultarnuna completa derrota de su escuadra, la queninfaliblemente encerraría su ejército sobre unanisla en donde él no podría encontrar ningunaiiespecie de apoyo, y ser obligado a rendirsetiprisionero de guerra: y la prolongación del si-ntió habiendo pasado ya más allá del tiemponque á su corte se habia hecho esperar la ren-ndicion del fuerte de San Felipe; que sus ene^nmigoa arrimados al Rey habían hecho uso denello á fin de disminuir BU reputación y la esti-nmacion d; su Real amo, y estaban á punto denhacer\% llamar, por lo que el Sr. Duque de(iRichelieu activó las cosas con el mayor vigor;tiy habiendo hecho ana brecha practicable ennuno de los revellines y un daño considerable ánías obras exteriores el dia 27 de Junio, se de-nterminó á probar loa efectos de un asalto ge-nneral aquella misma noche.

»La guarnición quedaba reducida á 2.500nhombres al tiempo de ejecutarse el ataque ge-nneral: por el contrario, el ejército enemigo, elncual habia sido constantemente reforzado conKun regimiento de artillería, remesas de tropa,nmuniciones, etc., era más fuerte que al prin-ncipio del sitio.n

"Por la tarde del 26, el duque de Richelieunconvocó un consejo de guerra al que asistieronntodos los oficiales generales, á quienes mani-nfestó todo su proyecto, mereciendo la aproba-

REVISTA EUROPEA.-^ -DE DICIEMBRE DE 1878. N.° 250

unánime. Seguidamente, prosiguió" á11 nombrar los respectivos cargos para la ejecix»cion del plan, y se colocó en el centro de losnataques de la izquierda, dando Ia9 órdenes con-"ducentes para que el Conde de Maillebois, el"Marqués de Mesnil y el Príncipe de Wirtem-iiburg le acompañaran á dar las direcciones ne-ncesarias para el auxilio y buen resultado deidos ataques. Se convino asimismo que la señalupara empezar el asalto sedaría disparando unncañonazo y cuatro bomb»s, desde la bateríaucerca de la torre de señales, n

"Las cosas estando así dispuestas, la artille-r í a continuó batiendo los fuertes hasta el dian27 á las diez de la noche, las que cesaron el"fuego de repente. A "tenor de las órdenes expe-ndidas, la señal de un cañonazo con bala y cua-ntro bombas arrojadas dentro del castillo, fue lauque se hizo inmediatamente; y el Sr. de Monty«marchó contra Strugen y Argyle, y los señores«de Briqueville y de Sades avanzaron sucesiva-nmente contra los reductos de Kane y do laftReyna. Los botes de los buques de guerra conutropas y escalas de asalto, fueron á la cala de«San Esteban, al mismo tiempo que se intentó«la toma del fuerte Carlos; poro fueron valien-temente rechazados.n

»Los sitiadores se portaron como héroes, dis-frutando el terreno de pulgada en pulgada;upero después de mucha ejecución por los fue-ngos de ambos lados, el reducto de Strugen ónAnstruther fue tomado por asalto, y los re-nductos de Argyle y de la Eeyna por eseala-nmiento. Volaron el Argyle é hicieron saltarncon tal ejecución tres minas debajo del de lanEeyna, el glacis de Anstruther y la luneta denKane, que hicieron volar por el aire tres com-upañías de granaderos franceses. Pero en estanocasion, la pérdida do la guarnición fue muchonmás fatal. Porque el teniente coronel Jeffries,ndel regimiento de Lord EffiDghan, segundo co-nmandante, y á la verdad el hombro más activondel fuerte, fue hecho prisionero entre Strugenny Argyle en el momento en que corría con 100nhombres á su socorro. Cuando vio que los fran-nceses se habian posesionado del reducto, inntentó retirarse; pero fue envuelto y obligado ánrendirse con quince de sus hombres. Aquí"también el Mayor Cunningham, que iba ennsu compañía, aunque tuvo la fortuna de eon-naervar su libertad, estuvo tan impedido á causa

"de un bayonetazo que recibió á la mano dere-ucha, y por tener su brazo muy maltratado pornuna bala de fusil, en tanto que no pudo con-ntinuarhaciendoservicio.il

"Habiéndose tomado estos tres reductos, y"estando el enemigo en posesión de los cañonesny morteros que allí encontraron, hicieron ia-umediatamente en aquella parte un alojamien-ítto, que fue el principal ataque, y siguieron losnotros ataques con vigor. Al mismo tiempo, el"principe de Beauveau, quien estaba encargado"del ataque contra las lunetas del Oeste y Ca-urolina, se apoderó del camino cubierto; pero«como la luneta Kane no había aído tomada,use vio obligado á retirarse; habiendo clavadondoce cañones, cortado las empalizadas, destro-nzado las cureñas, y allí se mantuvo tanto"Como pudo, á fin de favorecer el ataque prin-

"Lo impracticable de mantener una fortalezande tal extensión con una guarnición tan pe-nqueña contra todos estos fuegos y la combina-ncion de todos estos varios ataques, animó deutal modo al comandante francés, que él con-usideró que el suceso seria seguro por la partende la izquierda; y al romperse el dia, siendo su"gente del todo dueña del reducto de la Reinaiiy de los fuertes de Strugen y Argyle, aporta-uron 400 hombres en el primero y 200 en-el"último; el Sr. de Richelieu y sus nobles acom-iipañantes, arriba dichos, continuando siempre"Como se habia dicho, en el centro de los ata-nques sobre la izquierda, n

"El valiente gobernador y sa guarnición se"defendieron oon toda la intrepidez que es na-ntural á los ingleses en tiempo de peligro. Pero"ningunos se distinguieron más que los que se«hallaban en las lunetas del Oeste y de la Caro-ulina, én cuyos puntos cada Oficial y soldado,"sedientos de gloria, mantuvieron sus puestosneón un valor incalificable y una valentía ex-utremada, con la mayor fatiga, contra un nu-«mero muy superior del enemigo."

"Al romper el dia 28, los sitiadores, famosos«por sus estratagemas para llevar adelante lo«que no pueden efectuar por la fuerza, tocaron«á parlamento y obtuvieron una suspensión de«armas con el pretexto de enterrar sus muertos,nque á la verdad estaban amontonados en las"inmediaciones de los puntos de operaciones."Pero la mira principal del enemigo era para

N,e 250 J . QOMBZ DE AHWECHE.—MAHON.

nobtener una ocasión de asogurar los alojamien-utos que se habian formado, introduciendo ennellos un número considerable de tropas por un"pasaje subterráneo que una bomba habia abier-uto y que los enemigos no descubrieron hasta"que amaneció; pero entonces ya era demasiado"tarde para disputar su posesión con el one-nmigo,ti

nOuando se descubrió esto y se supo que pornaquel pasaje, debajo de la luneta de Kane, losnenemigos podían trasladarse á todas las demásiicomunicacionea de los subterráneos que diri-ngian á las obras exteriores que la guarniciónuno estaba en condiciones de defender por falta"de gente, el gobernador, durante la suspen-"sion de armas, celebró un consejo de guerra,nel cual, habiendo debidamente considerado las"Circunstancias de la guarnición y las medidasnmás propias que debían tomarse, opinó, en su"mayoría, que debia capitularse. Entonces el"Gobernador consultó á los oficiales de artille-r ía , los que unánimemente declararon que lasnobras se hallaban en un malo y ruinoso estado,"é irreparables en el aetaal estado de la guar-unicion. También fueron convocados todos los"Capitanes que no estaban de servicio, y todos"Convinieron en que la guarnición no se halla-"ba en condiciones de sostener otro ataque geuneral; que el cuerpo del castillo se hallabanmuy maltratado; que las troneras estaban der-"ribadas; que las empalizadas, en muchas par-utes, estaban enteramente rotas; que la guarni-ncion se hallaba enteramente postrada con un"servicio incesante y continuas guardias, y quenel enemigo, habiendo ocupado los subterrá-uneos que comunican entre sí por debajo d© to-ndo el castillo, el Gobernador estaba obligadona defender esto tam bien, caso de resistir otronasalto, ó dejar el cuerpo de la plaza expuestonal enemigo sin resistencia, para todo lo cualuno habia fuerza suficiente bajo su mando.»

"Estas consideraciones y la falta de noticias,"después de haber desaparecido la escuadra in-nglesa bajo el mando del Almirante Byng, pre-iivalecieron con el Gobernador de proponer unos"términos de capitulación , á fin de conservar"los restos de su valiente guarnición y la vida"de un número considerable de subditos de SunMagestad que se hallaban en el fuerte, los cua-ules, sin distinción, hubieran sido víctimas enuel caso de un asalto general, y faeron muy

"afortunados con que capitulara, ¡porque el ene*"«ligo, el mismísimo dia de la capitulación,"desembarcó en Ciudadela 4.000 hombrea más"Con pertrechos de guerra.»

Y ya que nos hemos puesto á copiar la, nar-ración anterior que tanto favorece & Sir Gui-llermo Blakeney, narración que aun se extiendedespués en el examen de los juicios que ©tros>emitieron en sentido no tan propicio, termina-remos trasladando á nuestros lectores el del al-mirante Byng, con \o que podrán, acaso, for-mar opinión más exacta sobre aquel importan-tísimo suceso. '

Escribía así el desgraciado marino en sus úl-timos momentos: »En fin, si Blákeney, que de-ufendia el fuerte de San Felipe, se vio obligadoná capitular por falta de soldados, víveres &"municiones de guerra, examinemos si se puede"atribuir la rendición do la plaza á la falta deueste socorro."

"¿Estaba practicable la brecha cuando tre-r»moló bandera blanca? ¿Las obras deque sé apo-nderaron los franceses fueron tomadas después»de abierta brecha? ¿Le faltaban víveres, balas,"pólvora y agua? Si todas estas cosas sé hallá^-nban con abundancia antes de la capitulación,uno pueden servir de escusa á Blakeney paraurendir el puesto que so lo habia confiado."

Y continúa el almiraíite acumulando sobreel gobernador de San Felipe cargos que no de-jan de tener fundamento, pero que lio trascri-bimos por no hacer interminable esto escrito,ya largo y tememos que enojoso. •:

Por supuesto que las relaciones de aquel cé--lebre sitio se hallan salpicadas, según el carác-ter de los historiadores, de mil curiosas anécdo-tas para celeb rar el valor ó el ingenio de loscontendientes. Los ingleses, por ejemplo, esH>tampan la orden de Blakeney »para qué ningún"oficial, de cualquier rango que fuese, pudiera"dirigir ni someter ninguna medida de la menor"Consecuencia sin antes comunicársela para su"aprobación." Los franceses, de su parte, con-memoran otra disposición de Richelieu que re-trata perfectamente su índole y es] á la vez,'muy propia del carácter francés. Parece que sussubordinados distraían el tiempo, que ya se Joshacia largo, y el tedio del campamento coa:el vino, y el Mariscal dictó la orden generalsiguiente: •

11 Se niega el honor de subir al asalto á todo

REVISTA SüROPEA.—•$ DE DICIEMBBE DE 4878. N.° 250

nelqueseemborrache,n E hizo efecto la inti-mación.

No hay historia, biografía ni noticia algunade origen francés, sobre el sitio del castillo deMahon, que no contenga ese rasgo y otros mu-chos semejantes, geniales en el insigne Mariscaly Duque, favorito de Voltaire. Uno de los másnotables, inspirado al parecer por su amigo elescéptico filósofo que tanto lo habia ensalzadoen su poema de Fontenoi aun á costa del Maris-cal de Sajonia, fue el de trabajar en favor delalmirante Byng cuando fue acusado, aunque sinconseguir otro resultado que el de irritar másaiin á sus enemigos los gobernantes ingleses quele hicieron condenar.

La recompensa que recibió en Paría nofaé tampoco muy lisonjera. Al presentarse áLuis XV después de victoria tan importante,no obtuvo otra señal de reconocimiento que estaintencionada pregunta. "Hola, Sr. Mariscal deuRichelieu, ¿que tal os han parecido los higos"de Menorca? Dicen que son muy buenos-'. Y el"duque de Richelieu, dice un historiador com-"patriota suyo, volvió á confundirse en la mul-'ititud de los cortesanos, aplicándose, para con-servar las buenas gracias de su amo, á propor"donarle placeres.n

IX

Así cayóen poder del duque de Richelieu elimportante castillo de San Felipe, pasando la is-la entera de Menorca á ser posesión francesa,todo menos aquello que la naturaleza, la histo-ria y el derecho reclamaban.

Ya hemos dicho, sin embargo y en honor á laverdad, cuáles habían sido los móviles que prin-cipalmente impulsaron á la Francia para su con"quista. Y no los desmintió después, estable-ciéndose entre su gobierno y el de la Gran Bre-taña un verdadero pujilado de concesiones y pro-mesas, á cual más halagadoras, cou. el fin de sa-car O'ernancto'vTL ae'ia neutrá'níiafi raí xjm) Tíunpertinacia tan insistente se habia encerrado.De una parte y otra comenzó entonces una seriede intrigas en la corte de Madrid, de cuyas re-soluciones no parece sino que esperaba cadauna de ellas sacar la supremacía que se disputa-ban las dos en los destinos del mundo.

La Inglaterra, sobre todo, comprendiendo elinflujo que daba A la Francia en sus aspiracio-

nes á rivalizar con ella en el Mediterráneo, elhaberse hecho dueña de Menorca en presencia,puede decirse, y á pesar de la acción de sus es-cuadras, se apresuró á ofrecer á España, siabandonaba su neutralidad, ventajas que es ne-cesario verlas prometidas en documentos ofi-ciales para creerlas, sinceras, sobre todo, yformales. Hay que considerar cuan precaria de-bia ser y hasta comprometida la situación dela Gran Bretaña en aquellos dias para com-prenderlo; y, sin embargo, ahí están las comu-nicaciones pasadas á M. Keene, á poco de sa-berse en Londres la rendición del castillo deSan Felipe, que lo ponen bien elocuentementede manifiesto. En ellas se le manda que ofrezcaá España la devolución de Gibraltar, siempreque se resuelva á tomar parte en la guerra conFrancia y á ayudar á la reconquista de Menorcapara los ingleses.

nPara explicar á V. E. con claridad y exac-utitud el objeto que me propongo,—deoia M.uPitt á Keene en Agosto de 1757,—he pensadonque el modo más seguro así como el más corto,nseria el de trasmitiros la nota aprobada uná-i inanemente por los ministros del Rey, conuquienes se consultan las negociaciones más se-ncretasde la corona, la cual contiene el númerony sustancia de Ia3 medidas que el Rey tiene"intención de adoptar en estas críticas circuns-ntancias, con los motivos en que se fundan, n

nHé aquí su informe: uTomando en conside-tiracion SS. SS. los alarmantes progresos de lanFrancia y los riesgos á que se hallan expuestosula Inglaterra y sus aliados á consecuencia deliitrastorno general del sistema político de Eu-uropa, y sobre todo, por el desarrollo peligrosonde la influencia francesa desde la admisión de"guarniciones suyas en Ostende y Nieuport;"pensando SS. SS. que en las circunstancias"desgraciadas en que nos hallamos, no hay másnque la unión más íntima con la corona espa-

• uñóla que pueda contribuir poderosamente á lainmcduéipieéanj. 4íb l&uropí» <m.<gswt!Ú«, Y á. la"Continuación de la guerra actual, tan justa y"necesaria, hasta el momento en que pueda res-ntablecerse la paz sobre bases tan sólidas como"honrosas, ti

»A fin de alcanzar ese fin indispensable, ex-uponen SS. SS. humildemente á S. M. su opi-union sobre la necesidad de entablar negocia-nciones con aquella corte, para comprometerla,

N." 250 J . GÓMEZ DE ARTECHE. MAHON.

n si es posible, á que una sus arma1) a las deMS. M., con el objeto de conseguir una paz jus-nta y honrosa, y principalmente para adquirirnde nuevo la restitución á la corona de Ingla-te r ra de la muy importante isla de Menorca,ncon todos sus puertos y fortalezas, y así resta-nblecer un equilibrio permanente en Europa.

. nPara llegar á ese gran objeto, SS. SS. pien-iisan que es importante, en tanto que so juzguennecesario, el comprender en una negociaciónneón la corona de España, el cambio de Gibral-iitar por la isla de Menorca, con sus puertos ynfortalezas. Someten, pues, muy humildemente),nsu opinión unánime de sondear, sin pérdida deittiempo, las disposiciones de la corte de Españansobre este panto, y en el caso en que se hallennnfavorables, emprender inmediatamente la ne-gociación de que se trata, y terminarla lo án-ntes posible y con el mayor secreto."

"Son también SS. SS. de opinión de que senatienda en justicia á las reclamaciones de Es-upafia concernientes á los establecimientos for-iimados por subditos ingleses en la costa denMosquitos y en la bahía de Honduras, desdonel tratado de Aquisgran, en Octubre de 1748,nen el concepto de que queden evacuados to-nd09.it

Prosigue el Ministro dando instrucciones alEmbajador sobre el modo de provocar en la cor-te de España otra negociación que, ofreciendointerés á la familia real, puede hacerse muy de-licada, por no ir principalmente dirigida al en-grandecimiento de la nación, sino al déla di-nastía, siempre, por supuesto, con el objeto deatraerla á los intereses de la Inglaterra. Véasecon qué habilidad se trata.

"También, so dice, debo comunicaros, por ór-nden de S. M., otra idea importante que tienenconexion íntima con la medida de que se tratany que se deduce naturalmente de ella: es de ín-ndole tal que puede halagar los interósea y la¡^aspiraciones del heredero presuntivo y llegaráná ser, así al ménos'lo espero, lítente ele que po-ndréis sacar grandes facilidades para vuestra ne-ngociacion. Puede también proporcionar á lasi .potencias extranjeras nuevos medios de ejocu-ncucion para sus planes militares si sois bastan-nte feliz para obtener un éxito completo en esandifícil empresa. El objeto predilecto del rey deidas Dos Sicilia», conforme á su repugnancia de

ladherirae al tratado de Aranjuez, no puedo seriotro que el de asegurar á su hijo segundo la su-icesion eventual del reino que actualmente oeu-upa Su Magestad Siciliana, en el caso en quenllegára más adelante á ocupar el trono de Espa-nña. El Rey considera como de la mayor im-nportancia el que Y. E. procure investigar lanopinion del Rey y de la familia rbal, así comonde la nación española, sobre ese punto que estánen la categoría de las cosas posibles, S. M. metimanda que os recomiende sobre ellp la mayoriiprudencia y una circunspección escrupulosanal tocar cuerda tan sensible y deslizar estanidea. Dejando como entrever'materia tan de-nlicada, acerca de la cual nos hallamos en lanmás profunda oscuridad, y en que pueden cho-ncarso tantos intereses personales y tantas pa-nsiones domésticas entre las testas coronadas ynlos príncipes de la familia real española,n

Y después de buscar por otros caminos to-davía el de comprometer á nuestro gobiernopor los aventuradísimos y, de todos modos, pe-ligrosos entonces de una alianza inglesa, con-cluye el despacho que vamos trascribiendo conel cauteloso y oscuro párrafo siguiente:

"Antes de terminar este despacho, ya muynlargo, debo, conforme á las órdenes especialesnde Su Majestad, recomendaros con instancianel que empleéis la mayor reserva y mucha cir-ncunspeccion al revelar el proyecto condicionalnrelativo á Gibraltar; no vaya, en su conse-ncuoncia, á interpretarse la proposición comonuna promesa de restituir aquella plaza á •nS. Mj C , aun cuando España no aceptase lancondicion quo exigimos, de su alianza. En elncurso de toda esta negociación sobre Gibral-ntar, tendréis un cuidado especial en pesar yii medir cada expresión en el sentido más preci-nso y monos abstracto, para hacer imposiblentoda interpretación capciosa y sofística, quenpresente esta propuesta de cambio en loa tér-nminos arriba enunciados como la renovaciónndo una pretendida promesa de ceder la plaza.¡Para hablar de una manora todavía má» claraiy positiva sobre objeto do tanta importancia,idebo preveniros expresamente, aunque no loiconsidere necesario, que el rey no puede, aunien el caso propuesto, abrigar el pensamientoido restituir Gibraltar á I03 españoles, hastaique esa corte, con la unión de sus armas á laside S. M. haya realmente reconquistado y de-

728 REVISTA EUROPEA. 8 DE DICIEMBRE DE 1878. N.* 290

«vuelto á la Inglaterra la isla de Menorca conutodos sus puertos y fortalezas. n

JOSÉ G-. DE ARTEOHE.

(Continuará.)

LA. EMANCIPACIÓN DE LA MUJER

EN INGLATERRA.

Con el título de El porvenir de las mujeres in-glesas, se dio á luz hace algunos meses, en la pu-blicación británica Nineteenth Century, un ar-tícttlo fiimado por Mrs. Orr, en el que se expo-nían los peligros de la emancipación de las mu-jeres, conviniendo en que I03 primeros pasosdados en tal sentido podrán producir buen re-sultado y realizar tal vez nía mayor expansiónde que es susceptible la naturaleza femenina, npero manifestando el temor de que el resultadofinal del movimiento sea una descomposición dela sociedad.

El partido favorable á la emancipación, sesintió lastimado con el ataque de Mrs. Orr;y Mrs. Fawcett, que es uno de sus más decidi1

dos campeones, publicó en la misma Revista,poco después, otro artículo con el mismo epí-grafe, como contestación ó réplica. En él juzgaMrs. Fawcett que los temores manifestados porMts. Orr son completamente quiméricos, y seburla de ellos. Cromwell, dice, consignó en unade sus cartas, que no es justo ni prudev 'e privar áun hombre de su libertad natural, por suponer quepueda abusar de ella: cuando abuse, que se le juzgue. Pues bien, yo pido que se juzgue á las mu-jeres según el uso que hacen de su libertad ac •tual, no según los imaginarios abusos que jamásha evidenciado la experiencia, n

Difícil es en España apreciar con equidad lacuestión debatida por dichas señoras, ofreciendocomo ofrece distinto carácter en Inglaterra queen nuestro país. Aquí, la idea de la emancipaciónde las mujeres únicamente se concibe asociadaá doctrinas políticas de exagerado avance; mien-tras que allí, obedeciendo á uaa circunstanciaparticular de la población, al considerable excesoque hay en el número de muj res sobre el dehombres, es independiente de la política. Porcientos de miles se cuentan las inglesas que forzo-samente abrazan el celibato; y careciendo mu-chas de ellas de recursos, por necesidad tienenque crearse medios de subsistir. Natural es,pues,

y hasta humano, el tratar de hacerles monos pe-nosa su tarea, que es á lo que aspiran, y por loque enérgicamente trabajan los jefes del movi-miento. Dos victorias importantes ha consegui-do el partido desde hace algunos meses: la de fa-cilitar á las mujeres el ingreso en la carrera mé -dica, y la de franquearles las puertas de los cole-gios de Londres. En cambio, en el terreno polí-tico, no se ha podido obtener para ellas la aprorbacion del bilí presentado á la Cámara respectoal sufragio; por una gran mayoría, ha sido re •chazado nuevamente.

Hasta ahora los jefes del partido habian dadomuestras de prudente moderación en sus deseo»;se limitaban á pedir que se hiciese monos des-igual el combate de la vida para las mujeres ais-ladas, y que se les permitiera hacer concurren-cia á los hombres en las profesiones para quefuesen aptas por sus facultades; aseguraban contoda sinceridad que una vez en posesión del mo-desto mínimum de derechos considerado indis-pensable para que una joven inteligente y labo-riosa pudiera conquistarse honradamente unaposición, las mujeres se darian por satisfechas.Su evidente buena fe tranquilizaba á los indife-rentes y debilitaba, si no convencía, á los ad-versarios. Pero una confesión tan imprudentecomo ingenua hecha por M. Courtney en la Cá-mara, revelando que se dejaban arrastrar por lafuerza de las circunstancias, restableció el debateen su verdadero terreno. El objeto perseguido esla igualdad completa, civil y política, de los dossexos.

Y no podría ser otro. La situación de las mu-jeres en la sociedad está regalada por el princi-pio de que los dos sexos se hallan destinados átrabajos y misiones distintas. Desde el momen-to en que se parte de la idea de que la mujerestá llamada en un gran númoro de casos á per-seguir el mismo fin qne el hombre, la justicia exi-ge que se le den armas iguales.

Si esto no es, como afirma Mrs. Orr, una des-composición social es, por lo menos, una revo-lución social muy profunda, y, por más que digaMrs. Fawcett, un tanto aterradora.

RICARDO DE MEDINA.

N.° 250 F . DE ARiAMBUBU Y ZTJLOA.QA.—-LOIiA. LEE. 729

{Conclusión.) *

V

Lola ha recibido tantas cartas como dias hanpasado desde el infausto de la amarga separa-ción. Enrique escribe poco á veces, pero escribesiempre, y sólo escribe poco cuando es de todopunto imposible que escriba más. Sus cartas sonmovidas, apasionadas. Habla de las victoriasdel ejército en que pelea y de la pasión que abra-sa su alma. Es Napoleón (capitán de húsaresgraduado) escribiendo á Josefina, es decir, áLola.

Lola le contesta siempre que puede, y cjandono se vé obligada á pasar la noche en el teatro ólas soirées,—porque ya ha extendido su vestidoy su horizonte,-—escribe más largo que de ordi-nario.

Al contestar hoy, ha dejado olvidada sobre sulindo escritorio la última carta de Enrique.Aprovechemos el olvido y leamos:

"Lola mia: esta carta llegará probablemente"á tus manos el domingo, cuando vuelvas de"misa. Venir de hablar á Dios-—ser buena,—y»lejr después una carta de tu Enrique,—ser"querida,—son dos cosas que pueden dar mucha"alegría. A más que tu novio puede hoy escri-"birte largo y darte una buena noticia.

"Ayer, después de salir la correspondencia de"esta división, he tenido un inesperado placer."Los deseos del bueno de Rufo, qne eran los tu-nyos y los mios por tanto, están cumplidos. Ru-"fo es ya soldado de mi regimiento y espero te-»nerle aún más cerca: trabajo por traerle á mi"inmediato servicio, -Ya supondrás cómo trataréna quien tanto tiempo vivió á tu lado, á quien»al abrirme la puerta de tu casa, me franqueaba"el paraíso. Ciando se cuadró delante de mí lle-nvando graciosamente la mano á la altura de su"frente, sentí verdadero deseo de abrazarlo co-"mo á un camarada.

"Hoy hemos hecho una jornada muy penosa."Este accidentado país está cubierto de nieve,"pero en medio de este frió intenso arde cada vez"más viva la voraz llama que encendieron en mí"esos ojos tan azule3, tan hermosos, tan tuyos,..

(') Vé»i« .il nú mro 2tS, pi;.l<5S7.

"No temas que te hable en verso; tengo muy poco"de artista. Sin embargo, desde que me hasiipuesto asi, me conmueven muchas cosas en"que antes no reparaba. Contemplando anoche"los campos y las montañas tapizados de nieveny bañados pir la luz de la luna clara y llena,"sentía como enamorado. No me ocurrió pensar"que al dia siguiente podría aquella inmaculada"nieve verse hollada por mil huellas y mancha-"da de sangre.

"¡Dichosa tú que vives en los mismos lugares"testigos de nuestra felicidad! ¿No vas alguna"vez á sentarte sola en el sofá azul y á pedir"un eco de lo pasado? Cuéntame alguno de esos"detalles, de esas peqneñeces, que cosas tan gran-udes deben ser para nosotros. ¿Por' qué no eres"en tus cartas más expresiva y más pródiga?"¡,0 es que soy yo demasiado codicioso, tesoro"tnioí

"Tus recuerdos van siempre conmigo; creo"que me defienden como una dura coraza; los"llevo sobre el corazón. Muchas veces al dia va-"rían de sitio por breves instantes, y puedo jü-"rar que no están envenenados... ¡Si esta fria"imagen se animase! ¡Si yo pudiera buscar el"lugar de que fue arrancado esté disco de hilos»de luz!—No me llames exigente si te pido un"nuevo retrato. He asistido á los últimos mo-umentos de la crisálida, y quiero verla maripo-s a . ¡Quién me diera poder pisar esa cola tan"larga de tu nuevo vestido y decirte:—Perdoné>>Vd., $eñorita\—Oreo que me perdonarías con"mucho gusto, eh?

"No ^jierto á concluir y es preciso que lo ha-"ga. Hasta mañana, Lola mia. Me muero"por tí.

ENRIQUE."

»P. D. Cerrada esta carta, la abro para que"sepas que en este momento nos dan orden de"emprender de nuevo la marcha. Dicen que el"enemigo estará pasado mañana á nuestra vista¡"Le derrotaremos de fijo. Nada temas. Yo solo"temo que en vez de gritar ¡viva la libertad!"grite... cualquiera otra cosa. Adiós.M

A tiempo hemos terminado la lectura y satis-fecho nuestra curiosidad. Lola penetra en la ha-bitación, recoje la carta y la encierra en un cajónde su escritorio. Lola está encantadora; más en-cantadora que nanea. Viste un traje blanco, muyblanco, que arrastra porel suelo produciendo unruido semejante aun alet<>o de paloma; en sugar-

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gantayen sus brazos desnudos, parecen desvane-cerse sobre nevado fondo azulados toques de tími-do pincel;en su cabeza, levantada conciertaarro-gancia, como rubíes engarzados en el-oro de suscabellos, frescas camelias se muestran orgullosas;una sonrisa, que tiene algo de extática, flota poraquellos labios que las rojas camelias envidia-rían; y un brillo singular y una expresión ricade vida y de misterios, brotan de sus pupilas,que parecen reflejar un alma grande y hermosa,á la manera que el mar refleja el sereno cielo.

¡Si Enrique la viera así!—Pero no puedeverla.

Lola, después de ejecutar varios graciosos mo-vimientos delante del espejo que copia toda sugentil figura y de pasar con esquisita delicadezasu pañuelo de encaje por las arqueadas cejas, ha-ce sonar un timbre. Como si esta acción hubierasido involuntaria, el vibrante sonido causó á laencantadora joven un brusco estremecimiento yvolvió como asustada la cabeza...

Un criado se presentó en la puerta de la habi-tación .

—[Llama la señorita?•--Sí. Díle á papá que son las once en punto

y que estoy dispuesta.—Está muy bien.El criado desapareció.Lola, con cierta agitación difícil de explicar y

sin sonreír como hasta entonces, volvió á abrirel cajón en que antes guardara la carta de Enri-que; buscó mucho entre los muchos papeles queallí revueltos había; dio, por último, con un re-trato que miró breves instantes, lo guardó denuevo, y salió con paso rápido tarareando unwals de Waldteufel.

VI

Michelet ha dicho que la mujer nes el do-mingo del hombre; n pero' Michelet quiso refe-Tirse á los domingos que comienzan para loscreyentes con una incruenta manifestación delculto divino, y trascurren apacibles con todoslos encantos del descanso y de la alegría que re-bosa en los ánimos sencillos y expansivos. Elpoeta hizo implícitamente la excepción de losdomingos que empiezan con tiros y acaban conagonías. Las mujeres, en otro caso, podrían sa-lir mal paradas de tal retórica...

Las cornetas y las músicas del ejército libe-

ral han saludado con agudas notas y marcialesecos lá primera luz del dia* Hasta aquí, el do-mingo de Michelet vá. bien. A los sones de lasmilitares bandas, mézclase de tiempo en tiempoel ruido de un disparo de fusil. En las fiestas so-lemnes de mi pueblo suele haber también estaparte explosiva.—Pero aquí acaba el domingode La, femme y entra la excepción que quedasupuesta.

Nótase en el campamento agitación extraor-dinaria. En una pequeña altura, el general enjefe de aquel ejército, rodeado de su estado ma-yor, observa con sus anteojos de campaña Otraslejanas alturas de donde á intervalos brotan re-molinos de humo, que después de algunos segun-dos se traducen en estruendo. En la pequeña al-tura está el corazón de todo ese organismo queculebrea por el llano y por las laderas de losmontes y que, como los pedazos de una serpien-te, importa poco que se disgreguen y se disper-sen sus miembros para que continúe su movi-miento incesante. De aquella altura salen veloees los ginetes y á ella tornan, llevando una or-den, dando cuenta de una comisión ó pidiendoun parecer.

El artillero sacude el látigo sobre los robustosmulos, y lleva adelante la abierta boca de bron-ce que va pronto á hablar. La ligera infanteríaevoluciona con presteza y se distribuye por ma-sas aquí y allá. A retaguardia, inmóvil y oncompacta formación, la caballería espera que letoque su turno. Las agudas lanzas, á cuyo tér-mino se agita la pequeña banderola, y los anchossables, brillan en la mano de los soldados, caba..lleros en sendos potros, entre los que se destacanlos de blanca piel que montan los cornetas... Allíestá el capitán' Enrique de Vargas al frente desu aguerrido escuadrón, mirando á las alturasunas veces, mirando otras al valle y dejando mu-chas más que su mirada huelgue en el vacío. Subrioso alazán azota con el casco el pequeño char-co que formó la nieve derretida bajo sus pies,sacude su cabeza haciendo sonar el metal de losbruñidos arreos, y lanza á menudo un prolonga-do relincho que no queda sin respuesta.

Bólnpese el fuego en diferentes puntos, y porambas partes. Las nubes de humo imitan unafaja de niebla en los elevados cerros, desde don-de y tras de resistentes trincheras pelean lastropas carlistas; las nubes de humo ocultan aba-jo los batallones bizarros que atacan de frente

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protegidos por los cañones, cuya ronca voz do-mina por instantes el gárrulo estrépito de la fu-silería; esas nubes de humo de acá y de allí, pa-recen desprendidas de invisible incensario, mo-vido por oculta mano ante las aras de un Dios.Marte recibe, con efecto, ese incienso; pero lamitología abunda en transfiguraciones, y esedios mudará luego de sexo y de nombre: llama-ráse la Libertad.

Guando esto vá á ocurrir, cuando, después delargas angustiosas incertidumbres, la victoria seinclina resueltamente del lado de las armas libe-rales, y, arrancado el enemigo con la punta delas bayonetas de sus formidables defensas, sedeclara en precipitada faga,—los clarines de lacaballería dan á los aires sus acentos que tienenalgo dé lúgubre y fatídico; la enorme masa ne-gra sale á todo escape en persecución de los fu-gitivos, sin que apenas se sienta el rumor de suspasos, que dejan sobre la nieve como una granmancha cenagosa. Es un huracán que lo barrey lo destruye, todo, y que sigue, y sigue adelantecon ímpetu irresistible.

Pero lo imprevisto llega.El faego que paulatinamente habia ido debi-

litándose hasta hacerse escaso y aisla !o, repro-dúcese terrible al atravesar I03 aguerridos es-cuadrones por una estrecha cañada. Tres nutri-das descargas consecutivas salieron de las enris-cadas breñas, por las que treparon á seguida,prorumpiendo en desaforado clamoreo y des-apareciendo como por encanto, los intencionadosautores de tal hazaña. Con tan brusca acometi-da, el desorden y la muerte ábrenso paso en lasfilas, y numerosas victimas ruedan á tierra y sonatropelladas por los fogosos corceles que saltanaterrorizados, hasta que la vigorosa mano acier-ta á refrenarlos. La caballería logra á poco re-hacerse, y ya sin adversarios á quienes perse-guir, vuelve cautelosamente á reunirse con loscompañeros de tan costosa victoria.

Enrique de Vargas no es de los que vuelven,es de los que quedan. A la segunda traicioneradescarga habia caído al suelo, habia sentido pa-sar sobre él un huracán arremolinado, y habiaadvertido luego cómo todo quedaba silencioso entorno suyo. Su propia instintiva queja y un sor-do rumor que iba apagándose á lo lejos, era loque oía; nada más. Sin perder por completo laconciencia de su estado, notaba un extraño sopor que entorpecía sus sentidos y un dolor agu

dísimo sobre el corazón. El sitio eu que estedolor le atormentaba, bastaría para traer á supensamiento un acariciado recuerdo, si este re-cuerdo hubiera desaparecido un instante siquie •ra ante lo rudo de la sorpresa y lo súbito de sudesgracia.

Enrique, tendido sobre el húmedo suelo,quieto como un muerto, y con los ojos cerrados,quejábase y soñaba. De las profundidades de sualma surgía la imagen risueña de la mujer ado-rada, y de lo hondo de su pecho salia un quejidolastimero. El quejido cesó de pronto y la visiónse animó más y más. Enrique creia verla á ella,á la mujer querida, acudir á su lado, prodigar-le frases de carifxo entrañable; colocar su cabezaen el muelle regazo y pasar su mano suave ytria por su abrasada frente. Y Enrique sentía deveras el contacto de aquella mano; tan ciertaera tal impresión para el infeliz herido, que unaleve sonrisa apuntó en sus labios y los pesadospárpados se abrieron. La sonrisa desapareció;los ojos de Enrique vieron los irenudos coposde nieve que caían silenciosos de la altura comolluvia de hojas de jazmines. Enrique vio casi ála vez que no estaba solo allí. Al alcance de subrazo estaba el cadáver de un enemigo en cuyorostro habia dejado la muerte, sarcástica expre-sión de alegría y de burla que causaba horror.Tenia muy contraída la rasgada boca, y .entre-abiertos los hinchados ojos como las valvas deun molusco. Enrique cerró los suyos otra vez,tembló con temblor doloroso que recorrió todossus miembros, y, haciendo un poderoso esfuer'

zo, vcifció la espalda á aquella espantosa rea-lidad.

Y la nieve seguía cayendo, cayendo.

VII

—-Mire Vd., es aquí,—decia Enrique con dé-bil y angustiosa voz al joven módico, que iba re-corriendo las camas de los pobres heridos delhospital de sangre.—-Sentí un rudo golpe sobreel corazón, y caí al suelo; pasó después comouna tempestad por 3ucima de mi frente; lo in-tenso del dolor, y no sé qué vanos terrores queme causaba lo que en derredor veia, me presta-ron fuerzas para volverme descansando sobre el,lado herido. El frío contacto de la nieve me pro-dujo por instantes un ligero alivio; ahora padez-co más, mucho más; pero yo creo que Vd, en-?

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eontrará medio de salvar mi vida, ¡.verdad} Sila bala hubiese llegado al corazón; me hubieramuerto en el acto, {no es cierto?

A estas palabras de Enrique, siguió un queji-do medio ahogado, y al pronunciar sus labiosun nombre que nadie entendió, vino á ellos san-guinolenta espuma que la mano de Rufo, allípresente, pálido y desencajado, se apresuró álimpiar.

El médico examinó al herido con impasiblesemblante, y comprendió bien pronto lo deses-perado del caso: el proyectil habia interesado elpulmón, yendo aoaso á incrustarse en el peri-cardio, y se presentaba clara una pneumoníatraumática que privaba de toda esperanza. Encargó que se aplicasen compresas de agua dehielo sobre la parte vulnerada, y cambió brevesfrases con el sacerdote que le seguía.

Mientras Rufo preparaba solícito lo prescritopor el doctor, Enrique sacó de bajo la almohadados objetos que llevó á sus labios con ansia fe-bril.

—No moriré, no,—decia cuchicheando Comosi hablase al oido de la amada de SU alma; túle pedirás á Dios por mi vida todos los dias; ypedirá mi madre también, mi madre, que es tanbuena, que ha colgado á mi cuello este blancoescapulario, y que ha de queremos tanto á losdos... La traidora bala ha roto tu retrato; hallevado por delante de sí tu rostro de ángel; talvez le ha hecho entrar hasta mi corazón... jAca-so no sabia que tn imagen estaba ya grabada enél muy profunda, muy profunda?... Sufro ahoramacho, mucho; pero después gozaremos tanto,anto!...

Enrique quedó como aletargado por largo ra-to. Cuando volvió en sí, comenzó por exhalarun grito de sufrimiento, tendió una dura miradaen torno suyo, y se fijó, por último, en el fielRufo, que sollozaba á los pies del lecho, con elrostro oculto entre las manos.

—¿Qué hora «s?—preguntó;Rufo, disimulando mal lo que por sus aden-

tros pasaba, trató de sonreír, buscó en el chale-co de Enrique, y mirando al reloj, contestó:

—Faltan veinte minutos para las once. ¿Có-mo se siente Vd., mi capitán1? ¿Quiere Vd. querenueve los paños de agua fria?

Y diciendo y haciendo, desenrolló el vendajecon el exquisito cuidado que pudiera poner unamadre; colocó la nueva compresa, y procuró

proporcionar al paciente las mayores comodida-des posibles.

-—Gracias, gracias, Rufo—dijo Enrique concariñoso acento;—eres un buen muchacho. Ahoratengo menos dolor y monos fatiga. Mira: coló-cate aquí; ponte de modo que no me dé aquellaluz en los ojos, y escucha.

Obedeció el soldado, y después de interponersu cueipo, á guisa de pantalla, entre la pobre luzy el rostro de su jefe, inclinóse para escuchar:

—.Quiero que me entretengas un rato hablán-dome de tu señorita, de la señorita Lola, quetanto interés se ha tomado por tí. Cuéntame al-go de lo que recuerdes, porque tú la recordarásmucho, sin duda; tú serás agradecido.

Enrique miraba fijamente al fiel servidor; suboca estaba entreabierta y parecía olvidarse detodos sus males, esperando el más eficaz de losconsuelos.

—Sí, mi capitán; yo la recordaré siempre.¿Cómo habia de olvidarme de ella? Durante echoaños viví en aquella casa, y Dios sabe que nohubiera dejado nunca á mis amos á no haber te-nido que seguir la suerte de soldado. La señori-ta Lola me quería mucho; de pequeñita jugabaconmigo, y después también. El señor, su padre,solia decir que á veces era cruel en sus juegos ycaprichosa; pero yo jamás tomé á mal lo que meordenaba, me alegraba mucho de verla contenta.¡Se reía con tanta gana cuando yo la ponía sobremi espalda y la paseaba por el salón, apoyandoen la alfombra mis rodillas y mis manos! Si cor-ría demasiado, me hacia cosquillas aquí, debajodel brazo, y cou la otra mano se asía á mi peloy me detenia.

—De modo que tú eras su...—Su caballo, mi capitán.—¿Y ella?...—Ella... era ya del arma, mi capitán.—¿Y últimamente, estaba triste?—La señorita Lola, mi capitán, no es como

otras en muchas cosas. Por de pronto, es máshermosa que todas. En ocasiones, estando demuy mal humor, se ríe hasta ponerse mala; diceel señor que es nerviosa como un pájaro. El díaen que Vd. debia ponerse en camino para venir ála guerra, tuvo mucho de eso. Aquel día conocíyo mejor que nunca lo buena que era mi señori-ta y lo que me quería á mí, á un humilde criado.Supo que yo también iba á ser soldado y á en-trar en campaña, y quiso que me dejara cortar el

N." 250 P. tHJVERNEY.-—CRÓNICA CIENTÍFICA. T33

pelo. »Tú eres ua quinto, Rafo,—decia ella,—yya no debes llevar esas melenas ensortijadas; teentraría mal la^gorra de cuartel; es preciso queusted se deje pelar á punta de tijera, señor re-cluta. 11 Y hablando así, muy deprisa, comenzó átrasquilarme y á reírse y á moverme la cabeza deun lado á otro. Yo, mi capitán, confieso que meparecía mal lo que la señorita hacia conmigo; so-bre todo, cuando se le iba sin querer la punta delas tijeras y me picaba en la piel; pero, al tln,comprendí que mi señorita era un ángel. Todoaquello'era para dispensarme una prueba de cari-ño que yo no merecía. La señorita'Lola concluyópor escoger entre los rizos cortados uno que lepareció más claro y más brillante que los otros;lo atusó con sus dedos pequeñitos humedecidosen sus labios; lo fuó rodeando así con un hilo deseda azul.... ¡Qué! mi capitán, ¿se siente ustedpeorí ¿Quiere Vd. variar de postara?

—No... no... Sigue, Rufo, sigue. Te lomando.

—Pues bien, mi capitán: como iba diciendo,la señorita rodeó con la seda azul ?.quel rizo, ymirándole de hito en hito me dijo:—«No esverdad que este rizo podría pasar por mió? Losdos somos muy rubios, tú y yo; el pelo es lomejor que tú tienes, ya lo creo; tú no sabes loque vá á ser de este rizo; este rizo me vá á ser-vir á, mí; este rizo será un recuerdo muy queridopara una personita, para una personita que túconoces...n Y reia, mi capitán, y reía.

El pobre Bufo, animado con su relato y comola luz no alumbrase el rostro del moribundo jo-ven, no veia unos 0J03 abiertos, muy abiertos,que se movían con espanto, y no oia la respira-ción anhelante y fatigosa del pecho de Enrique,cuya boca arrojaba viscosa espuma.

—-La señorita Dolores buscó un papelillo muyfino, azul también, y colocó dentro de ól aquelrizo de mi cabeza, que guardó en seguida en suseno. En aquel instante, créalo Vd., mi capi-tán, yo que estaba de rodillas, aproveché miposición para adorarla en silencio como se adoraá los santos. ¿Acaso un miserable criado podiaesperar nunca que su bella señorita quisiera con-servar un recuerdo suyo? Cierto que yo la habíaobedecido siempre y la habia servido largosaños, que iba á separarme de ella y de su señorpadre para morir tal vaz en los campos do ba-talla; pero de todos modos, preciso er i tener uncorazón como el suyo para darme una prueba tal

de afecto y de compasión, ¡Bendita señoritamia! ¡Dios la haga dichosa!

Rufo calló.Esperó durante algunos momentos á que el

capitán le pidiera otras noticia» ó celebraraaquel rasgo de bondad, pero esperó en vano.Rufo entonces se inclinó sobre el herida, advir-tió con. espanto que sus ojos vidrioso» le mira-raban inmóviles, que su pecho no se agitaba,que sus labios sin aliento estaban teñidos desangre Tocóla frente del capitán, y sintiófrió; le llamó con voz trémula, y nadie res-pondió...

El capitán de húsares, Enrique de Vargas, ha-bia muerto.

Al colocar en nna camilla al número 15 delhospital de sangre para conducirle á la fosa co-mún, se advirtió quola mano izquierda del ca-dáver, rígida y contraída, estrujaba un pequeñopapel azul, dentro del cual habia un rizo de ca-llos rubios rodeado con seda de aquel mismo co -lor, como suelen rodearse con tiras de negrocrespón las coronas de siemprevivas que ador -

. nan los sepulcros. La mano derecha, puesta so -bre el corazón, cubría un blanco escapulario.

Entre las almohadas del lecho se encontró unretrato de mujer, traspasado á la altura del ros-tro por una bala. Al respaldo se leia una dedi-catoria en que se hablaba de amor.

FÉLIX DE ARÁMBUaU Y ZlJLOAGA.

Oviedo, Setiembre de 1878.

CRÓNICA CIENTÍFICA,El daltonismo y los daltonianos.—La eiencia y loa

stradioarius.—Un motor de ácido carbónico.—Elmovimiento continuo.—La utilización del calor so»lar.—Loa teléfonos sin placa vibrante y sin electro-imán.—Las filoxeras aladas.—Los ruidos del cora-zon.—La higiene de los mineros.—El observatoriode Pulkowa.—Las inundaciones del Tíber y el regi"men de este lio.—La fuerza de penetración de losproyectiles.—Relación de esta fuerza con el diámetrodel proyectil y su velocidad-

El daltonismo, como recordarán nuestros lecto-res, es una imperfección especial de la vista. Losdaltonianos no ven ciartos colores, ó ven rojo loque ea verde, y viceversa. Una persona que estáafectada de daltonismo, ha escrito á la Academiade ciencias de Paris, poniendo en su eonocimien-to que percibe muy bien el blanco, el rojo amapo-

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la, el azul de cielo, el amarillo fuerte, y, suponiendo que todos los demá3 daltonianos se hallan enel mismo caso, recomienda que sólo se usen dichoscolores, en lo sucesivo, para señales, tanto en loscaminos de hierro como en los buques.

Desgraciadamente, no todos los daltonianos, ysu numero es mucho mayor de lo que se cree, vende igual modo los diversos colores, y adoptandolos matices referidos, subsistiría el inconve-niente.

Pero se podría introducir ciertas modificacionesen la forma de las señales, haciéndolas cuadradas,triangulares y circulares; de lejos, se distinguemenos fácilmente la forma que los colores; perocombinando las d' s cosas, se obtendría una garantía más contra errores siempre terribles.

+ *

Se ha tratado de dar cuenta, científicamente,de las notables cualidades de loa violines Stradi-varius, sobre cuyo asunto envió una nota hacealgún tiempo M. Brachet. Un fisiólogo italiano,poseedor de uno de esos maravillosos instrumen-tos, lo ha estudiado con atención y cree que lo queconstituye su superioridad es la clase de la made-ra que se emplea, en primer lugar, y en segundoel esmero con que se ejecuta el acoplamiento ó elajuste de las diversas piezas.

Nosotros creemos que no se necesitan largasexperiencias para llegar á iguales deducciones.

#•X- *

M. Tresca ha recibido una carta en que se so-mete á un examen: la descripción de una máquinacon la que puede utilizarse la considerable fuerzade espansion del ácido carbónico cuando pasa delestado sólido al estado líquido y después al ga-seoso.

Se continúa buseando el movimiento continuo.Un capitán retirado, cuyo nombre no se ha ex-puesto á la admiración del mundo sabio, pretendehallarse en buen camino.

El simpático profesor de la Universidad M.Mouchot, que á fuerza de perseverancia ha llegadoá demostrar la posibilidad de utilizar seriamenteel calor solar, ha comunicarlo á la Academia losúltimos resultados de sus experimentos.

La cocion de los alimentos al sol, es cosa cor-riente. En el Champ-de-Mars, con un aparatocuyo espejo no tiene mas que una abertura de uuquinto de metro cuadrado, ha hecho asar M. Mou-chot una libra de vaea en 22 minutos.

Con un reflector de medio metro de aberturahizo hervir en media hora medio litro de vino,

que, vaporizado, dio un excelente aguardiente,bueno sobre todo, después de una segunda desti-lación. *

Las aplicaciones mecánicas'del aparato son ver-daderamente notables.

El 1." de Setiembre instaló M. Mouchot el ma-yor reflector solar que se ha construido hasta aho-ra: tiene veinte metros cuadrados de abertura.

En el centro hay una caldera de 250 kilos depeso, con sus accesorios, en la que 70 litros deagua llegan á la ebullición en media hora, á unapresión de seis atmósferas.

El vapor producido se empleó en mover, á tresatmósferas, una bomba que elevaba á dos metrosde altura, de 1.500 á 1.800 litros de agua porhora. '

Y hé aquí, por último, un resultado verdadera-mente "practicón como lo reclamaban los incré-dulos. Es indudable que, en las regiones tropica-les, la invención necesita poco para ser aplicable,y, como se dice, industrial.

Es un nuevo rasgón á la mitología. Apolo sólofue pastor en casa de Admeto: nosotros le obliga-mos ahora á ser asador, destilador y... bombero.

+

Dicididarnente el teléfono hará condenarse á losseñores físicos. Hoy, sobre todo, que se le puedecombinar con el micrófono, se llega á resultadosincreíbles.

M. Canestrelli ha experimentado, en efecto, conteléfonos de los que sucesivamente suprimía, yala placa vibrante, ya el electro imán; por mediodel micrófono se consigue oir y porler comuni-carse.

M. Bouilland, con este motivo, niega los efectosproducidos por el fonógrafo.

Una noticia bastante grave, si se confirmara, hasido comunicada á la Academia de Ciencias pc>rM. Ohevreul, en nombre de un viticultor muy co-couocido, M. A, Champion.

Sabido es que la mayor parte de las medidas deprotección adoptadas contra la filoxera, descansansobre la idea de que esta insecto earece de alas. Sesupone que no puede trasportarse á grandes dis •tancias, sino por la acción del viento, que lo ar-rastra como el polvo, y que no puede hacerle re-correr generalmente más quo distancias cortas.Pues biaji; M. Champion ha visto últimamentsfiloxeras recien nacidas, provistas do alas, que enpleno dia remontaron su vuelo y desaparecieron.

En esto, como se vé, hay un nuevo peligro quecombatir, porque el insecto se halla dotado de uupoder de invasión mucho más temible de lo que secreia.

N.° 2B0 L. DE SANTA ANA.-r—DOS LÁGRIMAS. 735

El doctor Constantino Paul ha presentado, porconducto de M. Bouillaud, una obra sóbrelos rui-dos del corazón. Por el mismo sabio ae ha dadocuenta de otros trabajos debidos al doctor P. Fa-bre, médico de las minas de Commentry, sobre lascondiciones higiénicas de la profesión del mineroy la influencia de km trabajos subterráneos en lasalud de los obreros.

* *El director del Observatorio de Pulkowa, pre-

sente en la sesión á que nos referirnos, ha dadoalgunos interesantes pormenores sobre el estable-cimiento que dirige.

También debemos hacer mención de una 'notade M. Betocchh, relativa á las inundaciones delTiber y al régimen de este rio.

** • *

M. Martin de Brettes leyó una Memoria muycorta, pero llena de interés, sobre ciertos puntosde balística.

Todos los que se ocupan algo de ciencia y deartillería, conocen el nombre de M. Martin deBrettes, que hace veinte años era ya uno de nues-tros más distinguidos oficiales, á quien se debiannotables trabajos.

Desde 1853 habia inventado varios aparatos in-geniosos, destinados á facilitar la medida de losintervalos de tiempo muy cortos, tales como losque separan el paso de un móvil, y particular-mente de un proyectil por posiciones sucesivasconocidas. El interés práctico de estas investiga-ciones era la posibilidad de determinar exacta-mente la velocidad de las bala3 lanzadas por lasarmas de fuego. En este propósito, justo es decirque habia sido precedido por Wheátstone, en1840, y M. Navez habia publicado en 1353 sobrela materia una obra que ha llegado á ser clásica.

En rigor, por una observación poso complicada,se puede obtener la determinación de la velocidadde un proyectil de una manera suficiente. Duran-te el sitio de París, con auxilio de los relojes dosegundos hemos calculado pe-fectamente la velo-cidad de los proyectiles lanzado* por las bataríasprusianas dasde Bagnaux, Ctiatillon ó Fontenay.Por término medio, aquellos proyectiles recorrianuna distancia de 420 metros por según lo.

Por el contrario, ennociendo la velocidad sepuede calcular fácilmente la distancia á que seencuentra una bataria, por el ni'imero de segundosque tarda en llegar el proyectil.

Pero tales proeedimientos son poco científicos yno darían, por ejemplo, la velocidad del proyectilá tal ó cual punto de su carrora; 03ta velocidadvaría necesariamente desde el momento del dis-paro hasta que revienta la bomba con el choque.Se ha llegado, sin embargo, á poder apreciarla en

un momento dado del trayecto, gracias á la elec-tricidad, que permite notar instantáneamente lasdiversas fases del rápido movimiento.

Puede decirse que esta aplicación de los apara-tos eléctricos, ó más bien electro-magnéticos, datade la invención del telégrafo actual.

M. Martin de Brettes se refiere en su recientecomunicación á una fórmula matemática estable-cida por él en 1870, y relaciona el peso, la densi-dad, la velocidad de un proyectil y su fuerza depenetración en las planchas de blindaje. Esa fór-mula ha sido modificada por su autor, y conduceá las siguientes conclusiones prácticas:

Una plancha de cualquiera espesor podrá siem-pre ser atravesada por un proyectil cuyo diáme-tro sea igual á la mitad del espesor, á condición,por supuesto, de que se dé á ese proyectil unavelocidad suficientemente grande.

Es decir, que por ahora la bala lleva ventajasobre la plancha. Veremos cómo esta se defiende.

P. DUVERHEY.

¡DOS LÁGRIMAS'

Cuando las palabras faltan para expresar lasideas, cuando, todos los argumentos agotados, en-mudece la lengua, reconociéndose impotente paraconvencer, existe todavía algo más fuerte, másexpresivo, más conmovedor: las lágrimas. Yo hevisto resistirse la voluntad más inflexible en hom-bres y en mujeres y no cedar ante las razones másfuertes y más justas; y he vista también á esosmismos hombres y mujeres doblarse humildesbajo el débil peso de una gota de agua, resbalán-dose tímida desde los ojos á las mejillas.

Esta es una historia que prueba la verdad de loquedígi». . , ,

Después de una ausencia de algunos anos, enuna noche del pasado invierno, me encontró en elteatro Real á un antiguo y querido compañero decolegio. Pasamos el primer entreacto hablando &tontas y á locas de nuestros pasados tiempos, ycuando terminó aquél quedamos en reunimos á iasalida.

Ya era la'una y media de la madrugada cuando,abandonando la mesa del Suizo, nos disponíamoscada cual á volver á nuestra casa. A la puerta delcafé una pobre mujer, abrigando entre sus haraposaun chiquitín dormido, nos tendió la mano de-mandando una limosna. Mi amigo se adelanta, ycomo al darla algunos cuartos sintiese caer sobresu mano lágrimas de agradecimiento de aquel serdesgraciado, le vi echarse la mano al bolsillo delchaleco y entregarla todo el dinero que llevaba. _

—Siempre tan loco como buen corazón,—le di-J8 yo-

—No es caridad, amigo mío, lo que me ha he-cho ahora hacer esta buena obra,- me contestó.

—No te entiendo.—Vas á comprenderme. Hace poco me pregun-

736 REVISTA EUBOPEA.—8 BE DICIEMBRE DE 1878.

tabas qué causa tan poderosa; influyó para mi largaausencia de Madrid, y para el abandono de, mislocuras: pues bien, amigo mió, las lágrimas deesa pobre mujer han despertado en mí un triste ydulcísimo recuerdo, que se roza con el suceso por-que me preguntabas.

—Querría conocerlo.—Mañana te espero en mi casa á tomar el café:

allí hablaremos,—me contestó mi amigo.Puntual á la hora de la cita, pasé aquella noche

entera oyendo la historia de mi aínigo, que es lamisma que os prometí al principio de estas lí-neas.

Quiero relatarla yo, como si hubiesa sido testi-go presencial, para evitaros las fastidiosas repeti-ciones de las preguntas y respuestas que entrenosotros se cruzaron.

Era el pueblo de Antonio (así mi amigo se lla-maba), una aldeita de Aragón, que acariciaba consus vientos elMoneayo, y regaba con sus aguasun riachuelo tributario del Ebro.

Fértil su suelo, y trabajadores sushijo3, habianinducido al padre de Antonio,-antiguo militar, áfincar en su término, logrando ver aumentada sufortuna, ya respetable por aquel entonces.

Después de los primeros estudios, Antonio si-guió la carrera de Leyes, en Madrid, coincidiendo,desgraciadamente, la terminación de ésta con lamuerte de su padre1

Vieja y sola la madre de Antonio, procuró rete-nerle á su lado; pero éste, loco y aturdido, condinero y ávido de goces, sólo la visitaba cuando,agotados los recursos, buscaba nuevos medios paraseguir su vida de placeres.

Una de sus visitas coincidió con la fiesta quededican los vivos á los muertos. •

Era un dia de difuntos; la viejeeita rezaba anteel retrato de su querido compañero, colocado bajola santa imagen de una Virgen de los Dolores; latarde declinaba, y el chisporroteo de unas lampa-rillas que alumbraban ante la imagen interrum-pian sólo la monotonía del silencio: Antonio, sen-tado frente de frente á su madre, parecia meditar.

—Hijo,—exclamó la viejeeita fijando en él susojos con amor,—Jen qué piensas?

—Pienso, madre,—contestó Antonio,—en queestas soledades aumentan la tristeza de este dia.

—¿Tanto te aburres?—Mucho, madre.—Y, sin embargo, aquí tienes el sor que más te

quiere en el mundo, el que más piensa en tí, yo;aquí, entre las tapias de ese cementerio que se des-cubre á ver deade la ventana, reposa en tierra tubuen padre. Y, sin embargo, estos horizontes fue-ron los primeros que acariciaron tus ojos; los mur-mullos de ese rio, los primeros que te adormecie-ron; la fragancia de estas flores, las primeras quehalagaron tu olfato; aquí aprendiste tu primeraoración; aquí sonreiste por la primera vez. Ven ámi lado, siéntate á mis pies, apoya tu cabeza enmis rodillas y hablemos, hijo mió.

¿Por qué no quieres estar á mi lado? ¡Me haríastanto bien!

—Madre, yo ya no sé vivir en estos pueblos, estatranquilidad me aburre, este silencio pesa sobremi alma como una funeraria losa; mi porvenirnecesita de- otros horizontes; mi ambición másvastos campos. El bullicio de la ciudad es arreba-tadora alegría á mis sentidos, y su agitación, su

movimiento, ea corriente eléctrica que me animay me moviliza.

—Eres rico,—contestóle su madre,—el dinerotodo lo alcanza, y con él procúrate placeres, di-versiones, pero aquí á mi lado, prestando abrigoy sombra á esta vetusta planta de la cual tú eresflor. Yo soy vieja, muy vieja; dentro de poco ce;saró de vivir, helada por el frió de los años; y sitú no me dejas, robándole calor á tus miradas,savia á tus besos y vida á tus amores, tal vez pro-longue mi existencia.

—Véngase Vd. conmigo,—replicaba Antonio;—vivamos en Madrid.

—¡Qué loco eres! ¿IÑTo ves que ya soy flor tanpróxima á secarse que al menor cambio en el suelo que la sustenta puede hacer desprender sus hojas1? Tú no me quieres, hijo, tú no me quieres,—yal decir esto, de los apagados ojos de la viejeeitabrotó una lágrima que vino á caer rodando sobrela mano de Antonio.

Una revolución inexplicable se verificó en él,y sin darse cuenta de su movimiento, cayó de ro-dillas ante la anciana, oprimiendo su mano consus labios.

—¡Madre, madre,—la dijo,—lo que no han po-dido tus palabras, lo que tus consejos no han po-dido, ha podido esta lágrima al caer sobre mi ma •no! Gota de fuego del rayo de tus amores, ella hafundido el velo que cegaban mis ojos; rocío de tualma ha hecho brotar en mi seco corazón la her-mosa flor de mis deberes; estrella de la corona deesa.virgen que nos contempla, ha alumbrado á mirazón, haciéndola comprender que hacer bien esel mejor de los placeres, y que cuando ese bien sepuede hacer por nuestros padres, es celestial ven-tura que de Dios viene y que de Dios se cobra. Sí,madre, sí; mientras tú vivas quiero estar á tulado, y vive mucho, mucho, que es tal el amorque en mi alma, rebosa, que si no tuvreía muchotiempo para amarte, siento que me ahogaría.

Y al acabar de decir estas palabrr s lloraba An-tonio, confundiendo sus lágrimas con las de sumadre, que también lloraba ; pero, entonces, defelicidad.

Esta es la historia que me contó mi amigo An-tonio, y que debí saber al recuerdo que despertóen él la lágrima que cayó de los ojos de la pobresobre su mano. Yo oí decir á mi amigo que aunssntia el calor de la lágrima de su madre, y queen cuantas ocasiones de su vida necesitaba con-suelo, libaba con sus labios el sitio que humede-cieron aquellas santas lágrimas.

No se quiera ridiculizar el llanto: en él envuelto, salen muchas penas del alma, muchas tristo-zas, muchos desengaños; sin él mataría el dolor yla alegría; sin él, sin su mudo lenguaje, se deja-rian de comprender muchas cosas.

¡Qué hermoso es llorar! ¡Benditas sean las lá-grimas!

Luis DE SANTA ANA.