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REVISTA EUROPEA. NÚM. 154 4 DE FEBRERO DE 1877. AÑO IV EL CIELO EN 1877. Tan pueril é inútil es aventurarse á hacer predic- ciones meteorológicas á larga fecha (el invierno actual es una prueba notable de lo que decimos), como es natural investigar cuáles son las mejores observaciones astronómicas que deben hacerse, é infalible este cálculo anticipado de los movimientos celestes. Cada año presenta su interés astronómico espe- cial. Además del curso habitual de las cosas, de la marcha de las estaciones, de los aspectos mensua- les, de las constelaciones, de los movimientos cons- tantes de la Luna y del Sol, de los eclipses y de los fenómenos generales que se renuevan todos los años, la combinación de los movimientos de la tierra con los de los planetas produce, de tiempo en tiempo, situaciones especiales, no solamente utiliza- das para el progreso de la astronomía, sino tam- bién muy interesantes para todos los que quieren darse cuenta de nuestra posición en el Universo, de las leyes que rigen el mundo, y de los variados es- pectáculos que nos ofrece la contemplación de la Naturaleza. El año 4876 ha sido notable por el inmenso brillo de Venus en la primavera y por la rara proximidad á que se ha encontrado dicho planeta respecto de la Tierra, así como por la ocultación del planeta Sa- turno por la Luna, que se verificó el 7 de Agosto. El año 1877 ofrecerá como interés especial el paso del planeta Marte á la vista de la Tierra, á la más pequeña distancia á que puede pasar; coincidencia que sólo se verifica cada quince años, y que servirá indudablemente á los astrónomos para completar la carta geográfica de ese mundo vecino. En este mis- mo año 1877 se verá desaparecer el anillo du Sa- turno. En 1878 tendremos un paso de Mercurio por delante del Sol, etc., etc. De este modo, cada año ofrece un interés especial á los observadores. Pero procedamos con orden y calculemos sucesivamente los principales fenómenos astronómicos de 1877. Habrá cinco eclipses, tres de Sol y dos de Luna. El primero será un eclipse total de Luna, que se verificará el 27 de Febrero, y será visible. La Luna entrará en la penumbra de la atmósfera terrestre á las 4 y 43 de la tarde, y en la sombra de la Tierra á las S y 39, quedando totalmente eclipsada á las 6 y 36. El medio del eclipse será á las 7 y 23; el fin TOMO IX. de la totalidad á las 8 y 13; la salida de la sombra á las 9 y 10, y la salida de la penumbra á las 10 y 6. La Luna saldrá á las 5 y 29 de la tarde, diez minutos antes de su entrada en la sombra de la Tierra. La sombra de la Tierra será vez y media más grande que la Luna. El segundo eclipse será parcial de Sol; se verifi- cará durante la noche del 14 al 15 de Marzo, y será por lo tanto invisible. El tercero será un eclipso parcial de Sol, también invisible, y se verificará durante la noche del 8 al 9 de Agosto. El cuarto será un eclipse total de Luna visible, el 23 de Agosto. Nuestro satélite entrará en la pe- numbra de la atmósfera terrestre á las 8 y 13 de la noche, y en la sombra de nuestro globo á las 9 y 23. El eclipse será completo á las 10 y 28., El medio del eclipse será á las 11 y 21; el fin del eclipse total á las 12 y 13; la salida de la sombra á la 1 y 18, y la salida de la penumbra á las 2 y 28. La extensión de la sombra de la Tierra será más de vez y media ma- yor que la Luna. En este dia la Luna saldrá á las 6 y 86 de la tarde. El quinto y último eclipse del año será parcial de Sol, invisible, y se verificará durante la noche del 6 al 7 de Setiembre. Será visible en el círculo polar austral. La Luna pasará en 1877 por delante de varios as- tros notables y los eclipsará. El 30 de Enero á las 6 y 24 de la mañana pasará par delante del planeta Urano y lo eclipsará durante 47 minutos. El 25 de Marzo ocultará de nuevo al mismo planeta; la in- mersión do este detrás de la Luna será á las 11 y 85 de la noche; será interesante observarlo desde va- rias ciudades diferentes, porque para unas el pla- neta se eclipsará tras la Luna y para otras pasará rozando á nuestro satélite. Otra ocultación interesante será la de la estrella de primera magnitud Régulus ó a del León. La Luna ha pasado rozando esta estrella el 3 de Enero á las 2 y So de la mañana, y pasará justamente por de- lante de olla, eclipsándola, el 27 de Febrero desde la 1 y 1 de la mañana hasta las 2 y 6. Este fenómeno tendrá lugar la misma noche que un eclipse de Luna. Será también muy interesante, para los aficiona- dos á la astronomía, observar las ocultaciones de dos estrellas dobles: la x de Géminis, de cuarta magnitud, ante la cual pasará la Luna el 28 de Enero

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 154 4 DE FEBRERO DE 1 8 7 7 . AÑO IV

EL CIELO EN 1877.

Tan pueril é inútil es aventurarse á hacer predic-ciones meteorológicas á larga fecha (el inviernoactual es una prueba notable de lo que decimos),como es natural investigar cuáles son las mejoresobservaciones astronómicas que deben hacerse, éinfalible este cálculo anticipado de los movimientoscelestes.

Cada año presenta su interés astronómico espe-cial. Además del curso habitual de las cosas, de lamarcha de las estaciones, de los aspectos mensua-les, de las constelaciones, de los movimientos cons-tantes de la Luna y del Sol, de los eclipses y de losfenómenos generales que se renuevan todos losaños, la combinación de los movimientos de latierra con los de los planetas produce, de tiempo entiempo, situaciones especiales, no solamente utiliza-das para el progreso de la astronomía, sino tam-bién muy interesantes para todos los que quierendarse cuenta de nuestra posición en el Universo, delas leyes que rigen el mundo, y de los variados es-pectáculos que nos ofrece la contemplación de laNaturaleza.

El año 4876 ha sido notable por el inmenso brillode Venus en la primavera y por la rara proximidadá que se ha encontrado dicho planeta respecto dela Tierra, así como por la ocultación del planeta Sa-turno por la Luna, que se verificó el 7 de Agosto.El año 1877 ofrecerá como interés especial el pasodel planeta Marte á la vista de la Tierra, á la máspequeña distancia á que puede pasar; coincidenciaque sólo se verifica cada quince años, y que serviráindudablemente á los astrónomos para completar lacarta geográfica de ese mundo vecino. En este mis-mo año 1877 se verá desaparecer el anillo du Sa-turno. En 1878 tendremos un paso de Mercurio pordelante del Sol, etc., etc. De este modo, cada añoofrece un interés especial á los observadores. Peroprocedamos con orden y calculemos sucesivamentelos principales fenómenos astronómicos de 1877.

Habrá cinco eclipses, tres de Sol y dos de Luna.El primero será un eclipse total de Luna, que se

verificará el 27 de Febrero, y será visible. La Lunaentrará en la penumbra de la atmósfera terrestreá las 4 y 43 de la tarde, y en la sombra de la Tierraá las S y 39, quedando totalmente eclipsada á las 6y 36. El medio del eclipse será á las 7 y 23; el fin

TOMO IX.

de la totalidad á las 8 y 13; la salida de la sombra álas 9 y 10, y la salida de la penumbra á las 10 y 6.La Luna saldrá á las 5 y 29 de la tarde, diez minutosantes de su entrada en la sombra de la Tierra. Lasombra de la Tierra será vez y media más grandeque la Luna.

El segundo eclipse será parcial de Sol; se verifi-cará durante la noche del 14 al 15 de Marzo, y serápor lo tanto invisible.

El tercero será un eclipso parcial de Sol, tambiéninvisible, y se verificará durante la noche del 8 al9 de Agosto.

El cuarto será un eclipse total de Luna visible, el23 de Agosto. Nuestro satélite entrará en la pe-numbra de la atmósfera terrestre á las 8 y 13 de lanoche, y en la sombra de nuestro globo á las 9 y 23.El eclipse será completo á las 10 y 28., El medio deleclipse será á las 11 y 21; el fin del eclipse total álas 12 y 13; la salida de la sombra á la 1 y 18, y lasalida de la penumbra á las 2 y 28. La extensión dela sombra de la Tierra será más de vez y media ma-yor que la Luna. En este dia la Luna saldrá á las 6 y86 de la tarde.

El quinto y último eclipse del año será parcial deSol, invisible, y se verificará durante la noche del 6al 7 de Setiembre. Será visible en el círculo polaraustral.

La Luna pasará en 1877 por delante de varios as-tros notables y los eclipsará. El 30 de Enero á las 6y 24 de la mañana pasará par delante del planetaUrano y lo eclipsará durante 47 minutos. El 25 deMarzo ocultará de nuevo al mismo planeta; la in-mersión do este detrás de la Luna será á las 11 y 85de la noche; será interesante observarlo desde va-rias ciudades diferentes, porque para unas el pla-neta se eclipsará tras la Luna y para otras pasarározando á nuestro satélite.

Otra ocultación interesante será la de la estrellade primera magnitud Régulus ó a del León. La Lunaha pasado rozando esta estrella el 3 de Enero á las2 y So de la mañana, y pasará justamente por de-lante de olla, eclipsándola, el 27 de Febrero desdela 1 y 1 de la mañana hasta las 2 y 6. Este fenómenotendrá lugar la misma noche que un eclipse deLuna.

Será también muy interesante, para los aficiona-dos á la astronomía, observar las ocultaciones dedos estrellas dobles: la x de Géminis, de cuartamagnitud, ante la cual pasará la Luna el 28 de Enero

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de 5 y 29 á 6 y 18 de la mañana, y el 23 de Marzodo 11 y 39 á 12 y 23; y la bella e de Aries, de cuar-ta magnitud, que será ocultada por la Luna el 23 deEnero de 4 y 28 á 5 y 41 de la tardo, el 19 de Fe- (

brero de 12 y 50 á 1 y 37 de la noche, el 9 de Ju-nio de 3 y 57 á 4 y 35 do la mañana, el 2 de Agostode 9 y 51 á 10 y 39 de la noche, y el 23 de Octubrede 4 y 14 á 4 y 56 de la tarde.

Tratando de ocultaciones de estrellas brillantes,debemos indicar las de la p del León, de cuartamagnitud, el 30 de Enero de 11 y 1 á 12 y 10 de lanoche, y el 26 de Marzo de 8 y 35 á 9 y 41 de lanoche;—la t del Escorpión, de tercera magnitud, el6 de Marzo de 9 y 23 á 10 y 31 de la mañana (muydifícil de observar), el 28 de Abril de 2 y 36 á 3y 47 de la madrugada, y el 20 de Julio de 12 y 7 á 1y 5 de la noche;—la Y del Capricornio, de terceramagnitud, el 12 de Marzo de 5 y 15 á 8 y 59 de lamañana;—la t de Acuario, de cuarta magnitud, el9 de Abril de 2 y 32 á 3 y 35 de la mañana;—la i de-Sagitario, de tercera magnitud, el 30 de Mayo á las3 y 54 de la mañana, cerca del borde de la Luna.Estas son las principales ocultaciones de estrellaspor la Luna. Las demás que habrá se refieren áestrellas de quinta y sexta magnitud y su observa-ción es menos interesante.

Antes de dejar de ocuparnos de la Luna, debemoshacer observar que las más grandes mareas causa-das por su atracción serán el 7 de Setiembre (altura1,14), el 27 de Febrero (1,12), el 6 de Octubre(1,10), el 29 de Marzo (1,07), el 9 de Agosto (1,05),y el 29 de Enero (1,04). Para tener el verdaderodato es preciso multiplicar por estos números launidad de altura de cada puerto, á fin de conocerla elevación del agua del mar en cada punto.

Examinemos ahora las configuraciones de losplanetas y veamos.cuáles son las épocas en quebrillarán en el cielo y se presentarán mejor á lasmiradas de los habitantes de la Tierra.

Empecemos por el planeta Mercurio, que es elmás próximo al Sol. Esta gran proximidad hace queMercurio no sea visible para nosotros, sino cuandoforma un ángulo recto con el Sol y la Tierra, yacua;ndo se retarda lo más posible después de lapuesta del sol, ya cuando precede lo más posible ála salida del astro del dia. En estas circunstanciassólo se le ve durante tres ó cuatro dias, de suerteque la ocasión desaparece pronto, y hay que tenercuidado para aprovecharla. Sus más graneles elon-gaciones, ó alejamientos aparentes del Sol, se verifi-carán el 10 de Enero, época en que se retarda unahora y 27 minutos á la puesta del Sol; el 2 de Mayoen que se retarda lh 20m; el 29 de Agosto, en quese retarda lh 27m; y el 25 de Diciembre en que suretardo será de lh 26m. En estas fechas, por lotanto, deberá buscarse á Mercurio en el crepúsculo,

al Occidente, después del ocaso del sol: entoncesse veril á la simple vista como una estrella de pri-mera magnitud, y ofrecerá una hermosa fase en unanteojo. Sus más grandes elongaciones de la ma-ñana serán: el 20 de Febrero, en que precederá alsol lh 32m; el 20 de Junio, en que el adelanto seráde lh 33ra; y el 11 de Octubre, en que se adelantarál h 18m. En estas fechas se le podrá ver brillar enel Oriente antes de la salida del sol.

Venus, que hemos perdido de vista desde el mesde Julio último como estrella de la noche, y queproyecta tanto brillo que produce sombra de no-che y se la ve de dia; Venus, es en la actualidad, es-trella de la mañana, y sale á las 5 y media, es de-cir, más de dos horas antes que el sol. Desde el mesde Junio próximo se la podrá ver en el Occidente porla noche. El 25 de Junio se retardará ya una horadespués del sol; el 21 de Juüo, hora y media; el 11de Setiembre, dos horas; el 20 de Octubre dos ho-ras y media; el 15 de Noviembre, tres horas. Sumás grande elongación será el 11 de Diciembre,época en la cual el hermoso planeta se ocultará3h 18"> después del sol. Octubre, Noviembre y Di-ciembre serán los mejores meses para observar áVenus.

Como hemos dicho más arriba, el año 1877 seráun año excepcional para el planeta Marte, porquese aproxima á la Tierra á su distancia mínima, locual sólo se verifica cada quince años.

Para darnos cuenta exacta de las relaciones queexisten entre el movimiento de Marte y el de laTierra, es preciso recordar que la órbita que des-cribe nuestro planeta alrededor del Sol está dentrode la órbita que describo Marte, y que la distanciamedia entre una y otra órbita es de 37 millones deleguas. Pero ni la órbita de la Tierra ni la de Marteson circulares; la de Marte, especialmente, es tanelíptica, que en su perihelio este ¡'planeta se hallaá 51.130.000 leguas del Sol, y en su afelio á61.570.000; hay, pues, más de 10 millones de le-guas de diferencia. Marte realiza su revolución al-rededor del Sol en 687 dias, y la Tierra en 365, am-bos planetas en el mismo sentido, y se encuentranen la misma línea recta con el Sol en períodos irre-gulares, cuyo término medio es de 2 años 49 dias.Estas oposiciones de Marte han tenido lugar el 10do Enero de 1867, el 13 de Febrero de 1869, el 19de Marzo de 1871, el 27 de Abril de 1873 y el 19 deJunio de 1875; y la próxima será el 5 de Setiembrede 1877.

Por consecuencia de la elipticidad de las dosórbitas, las distancias de Marte y la Tierra no sonlas mismas en cada oposición: en 1869, por ejem-plo, la mayor aproximación de Marte á la Tierra fuede 25 millones de leguas; pero en 1877 será de 14millones de leguas.

N.* 454 C. FLAMMAR10N. EL CIELO EN 1877. 131

Podrá verse á Marte desde el mes de Mayo. El 1.°de Enero de 1377 ha salido a las 3 y 53 de la ma-ñana, demasiado tarde, por cierto, para ser observa-ble; en 1.° de Marzo predederá al Sol 4h 40m; sucuadratura llegará el 24 de Abril, época en la cualpasará por el Meridiano á las seis de la mañana y sal-drá hacia la media noche. Desde el 15 de Mayo saldráantes de las doce, retardará poco á poco, de semanaá semana, y brillará como una estrella roja de pri-mera magnitud en nuestro cielo nocturno. Pasarápor el Meridiano: el lo de Junio, á las 4 y 52 de lamañana; el 15 de Julio, á las 3 y 40, y el 15 deAgosto, á la 1 y 48. Estará justamente detras de laTierra, relativamente al Sol, el 5 de Setiembre.El 1.° de Octubre su paso por el Meridiano se veri-ficará á las 10 de la noche; el 1.° de Noviembre,á las 8 y 16; el 1." de Diciembre, á las 7, y el 1.° deEnero de 1878, á las 6. Se ve, pues, que en los me-ses de Agosto, Setiembre y Octubre se encontraráMarte en las mejores condiciones para ser obser-vado desde la Tierra.

Respecto de Júpiter, debemos hacer observarque estará en oposición á la Tierra el 19 de Junio.En esta época pasará por el Meridiano á la medianoche, y por lo tanto, en Mayo, Junio y Julio bri-llará en nuestro Cielo como una radiante estrella.En el año último eclipsó la hermosa estrella do-ble p de Escorpión; la única estrella interesantecerca de la cual pasará en 1877 será la (j. de Sagita-rio, pero bastante lejos. Desde hace algunos añoslos astrónomos observan con particular atenciónlas oposiciones de este planeta, porque se estánhaciendo grandes trabajos sobre el análisis de suatmósfera, de sus nubes, de sus alteraciones me-teorológicas y de las variaciones de brillo que pa-rece sufren sus cuatro satélites.

Saturno pasará en oposición detrás de la Tierrael 9 de Setiembre, y por lo tanto en los meses deAgosto, Setiembre y Octubre se encontrará en lasmejores condiciones de observación,brillando comouna estrella de primera magnitud, hacia el Sudesteá las nueve de la noche en Agosto y Setiembre, yhacia el Sur en Octubre. Este planeta se halla ac-tualmente en un período notable; sus anillos se vancerrando poco á poco, de tal manera que no los ve-remos en breve más que por el corte, y como sonmuy delgados llegarán á hacerse invisibles porcompleto. Este efecto es debido á la traslación deSaturno sobre su órbita; todas sus semi-revolucio-nes, es decir, cada 15 años, el plano de estos anillosse encuentra acostado paralelamente á los rayosdel Sol, de suerte que no están alumbrados másque por el corte, y cesan de ser visibles. Tambiénse hacen invisibles cuando la Tierra se encuentrajustamente en el plano de los anillos, aunque sucara, ya sea boreal, ya austral, esté alumbrada por

el Sol. Héaquí el valor calculado de la elevación dela Tierra y del Sol por encima del plano del anillo,tal como se ve, de Saturno. Esta elevación está ac-tualmente al Norte del plano, va á desaparecer laelevación, y después pasará al Sur.

ELEVACIÓN DE LA TIEBBA. ELEVACIÓN DEL SOL.

1." Enero 1877 f T 57' . 1." Enero 1877 + 5o 53'25 Junio 1871 +0" 3i' 1." Julio 1877 +3° 15'1." iSnero 1878 +2° 57' 1." Enero 1878 +0° 33'

Se ve, puos, que los anillos desaparecerán porprimera vez para la Tierra el 25 de Junio de 1877,.porque entonces la Tierra apenas estará elevadasobre ellos, y se los verá sólo por el corte. LaTierra, continuando su curso sobre su órbita, queno está en el mismo plano de la de Saturno, nos su-birá en seguida todavía un poco al Norte, de suerteque los anillos se abrirán urLpoco. Pero desapare-cen por segunda vez en i.° de Enero de 1878, aun-que entonces estemos un poco por encima de ellos,porque el Sol llegará á su vez al mismo plano de losanillos, y dejará de alumbrar su superficie borealsin llegar á alumbrar todavía su superficie austral.Después volverán á desaparecer de nuevo entera-mente para la Tierra el i.° de Marzo de 1878.

Terminamos la exposición de los fenómenos as-tronómicos del año 1877, añadiendo algunas indi-caciones sobre el planeta Urano, el cual sale en laactualidad á las 7 y 55, y pasa por el meridiano álas tres do la mañana. Su oposición será el 10 deFebrero, época en la cual pasará por el meridiano ámedia noche. Estará en cuadratura el 10 de Mayo,y pasará entonces por el meridiano á las seis de latarde. Febrero, Marzo, Abril y Mayo son, pues, losmejores meses para observarle. Parece una pequeñaestrellare sexta magnitud, apenas visible á la sim-ple vista, y se encuentra en la constelación delLeón, no lejos de Róguius. El 8 de Octubre pasaráal Sur de Régulus á la distancia de la mitad sola-mente del diámetro de la Luna; poro esta conjun-ción no será visible.

Nada tenemos que añadir á estas descripciones.Inútil será buscar manchas en el Sol este año; sólohabrá unas pocas é insignificantes. Invitamos á to-das las personas que tienen anteojos, aunque nosean de mucha potencia, á que observen la Luna enla época del primer cuarto, y allí verán cuadrosadmirables que no olvidarán nunca, y que los tras-portarán á la primera esfera del hermoso cielo as-tronómico. El astro de la noche constituye la prime-ra jornada quo hay que andar en el camino delestudio práctico del sistema del mundo.

fNature.J

CAMILO FLAMMABION.

132 REVISTA EUROPEA. 4 DE FBRRERO DE 1 8 7 7 . N.° 154

LAS FLORES DE LA VEGETACIÓN ESPONTÁNEAEN SUS ARMONÍAS CON LOS INSECTOS.

Con motivo de cierta solemnidad literaria expuse,no há mucho, los males que nacen de la divisióndel trabajo. Esta ley económica no puede menos deser inexacta fuera del orden de la producción ma-terial. Dividir el trabajo es una poderosa palancacuando se trata de hacer, pero no lo es tantocuando sólo se aspira á pensar. Comprendo que laabstracción es una de nuestras facultades primor-diales y carece de rival como procedimiento deanálisis del espíritu. Su empleo tiene, sin embargo,un inconveniente: la dificultad de abstraer sin muti-lar. No es inoportuno el recuerdo de semejante pe-ligro. Las tendencias filosóficas modernas, tal vezpor una división del trabajo abusiva, sustituyen á lanoción teológica la noción física del Ser Supremo.Los naturalistas invaden el campo de los filósofos.Armados de un conocimiento profundo de la crea-ción, hábiles observadores, poco escrupulosos enmateria dogmática, sin otras leyes para teorizaracerca del mundo que los rígidos datos de las cien-cias de la materia, y con una voluntad á un mismotiempo flexible é impresionable, ¡qué mucho si der-riban las religiones tradicionales de los pueblos,conturban la moral, rompen los estrechos moldesdel viejo cspiritualismo y alzan monumentos á losatomistas y monistas contemporáneos!

No se crea que tengo por infundadas en absolutolas doctrinas darwinianas. Por el contrario, me se-ducen sobremanera en todo, menos en sus aplica-ciones acerca de los grandes arcanos de la vida ydel pensamiento. Si á Darwin y Hcckel se les redu-jera á la categoría de investigadores y se les pri-vara de cierta poesía ultracientífica, ¡cuánto gana-rían! Aun tales como son, atraen. Los transformistasrepresentan la última evolución del materialismo;y el materialismo lleva consigo cierta sencillez se-ductora. Si puede presentarse la teoría evolutivacon algún encanto, es al referir los efectos de la se-lección en el reino vegetal y en sus armonías conloss insectos. Por esto escribo el presente artículoque, más bien que un estudio, es un entreteni-miento.

Hace poco menos de un siglo señalaba Sprengel,en su admirable obra Das entdeckle GeJieimniss darNmlur, las Intimas relaciones que ligan á las florescoin los insectos. Otro naturalista (i) publicó mástarde un libro intitulado Die Befruchtung der Blu-men durch Inscktcn, en el cual se ampliaron las ob-servaciones de su compatriota Sprengel. Axell,

(1) Dr. Hermann Muller.

Bennett, Hooker y Lubbock continuaron estos cu-riosos estudios.

Pero si de las investigaciones practicadas resultacomo indudable la existencia de lazos indisolublesentre la flor y el insecto, ¿cuál puede ser la causa deuna relación tan íntima, de una influencia tan di-recta? El universo mundo, ha dicho Carlos Müller,descansa en el himeneo. Las atracciones de losastros, las combinaciones químicas de ios cuerpos,las flores, ornamento precioso de las plantas, noson más que bellas manifestaciones nupciales dela Creación. No será extraño, por consiguiente, quedescubra la ciencia el secreto de las armonías entrelos insectos y las flores en esa ley del infinito amorá que obedecen los seres inanimados, tanto másconstantes, de tanta más fidelidad, cuanto más in-conscientes.

Las flores de nuestros jardines difieren mucho enmagnitudes y colores de las que crecen espontánea-mente en los agrestes montes y bellos campos dela Naturaleza: este fenómeno se debe al cultivo y ála cuidadosa elección de las semillas y de losesquejes.

Algunas investigaciones modernas, practicadasen las flores de las plantas espontáneas, pruebanque también se modifican sus formas y colores envirtud de una selección inconsciente ejercida porlos insectos. El insecto es ¡quién lo creyera! el jar-dinero de la Creación.

Sprengel percibió antes que nadie las íntimas re-laciones que existen entre las plantas y los insectos.En el año 1787 observó que la corola de las floresdel Geranium sylváticum tiene varios hilitos quesirven, según probó con experimentos delicados,para proteger la miel de la lluvia. Más tarde, am-pliando sus investigaciones, no pudo menos de ad-mirar los numerosos lazos que anexionan las floresy los insectos.

Los insectos trasportan el polen de los estambresal pistilo. En muchos casos los estambres y el pis-tilo están en flores separadas, y en otros, aunqueambos sexos se hallan reunidos en una misma flor,la reproducción es muy difícil ó imposible, ora porla posición relativa de los estambres y pistilos, oraporque no alcanzan la madurez al mismo tiempo.Entonces el paso del polen de los estambres al pis-tilo se efectúa por varios medios auxiliares. Enalgunas especies, el polen es conducido por elviento, en otras por aves; pero casi siempre aque-lla función se asegura por las visitas de los insec-tos, y toda la organización de las flores conspiragalantemente á recibirles con las comodidades yhonores que merecen unos huéspedes tan útilespara ellas.

La suave fragancia, el brillante color y la miel delas flores atraen á los insectos. Las líneas y círculos

N.° 154 A. BOSCH. LAS FLORES DE LA VEGETACIÓN ESPONTANEA. 133i

délas corolas les guían en su larga peregrinación. |El profundo sentimiento religioso del tiempo de

Sprengel arrojó mucha luz sobre el origen y es-tructura de las flores; pero en virtud del conceptorelativamente pobre del poder creador que domi-naba en aquella época, opinaron los naturalistas quelas flores han sido siempre iguales á las que hoyvemos: error capital que impidió percibir la signi-ficación de los hechos interesantes descritos fiel-mente por Sprengel. Éste formuló leyes; se necesi-taba que alguien las interpretara: tal fue la misiónde Mr. Darwin. El progreso no es tan sólo la ley dela humanidad, es la ley de la creación: la flor pro-gresa como el hombre.

Muchos botánicos han reconocido las ventajas dela fertilización de una flor con polen de otra, másno han armonizado estas observaciones con los dos-cubrimientos de Sprengel. Mr. Darwin enunció elhecho primordial de la importancia de los insectospara las flores como instrumentos de trasporte delpolen, no únicamente de los estambres al pistilo,sino de los estambres de una planta al pistilo deotra.

Aunque desde hace mucho tiempo se reconoceque las flores son de gran importancia para los in-sectos, es moderna la idea de que éstos son nece-sarios á las flores: los insectos se metamorfoseanhaeiéndose'más aptos para obtener miel y polen delas flores, y éstas á su vez deben su aroma y color,su miel y hasta sus formas distintivas á la acción delos insectos. Resulta de aquí una influencia recí-proca de los insectos y las flores que lleva comoconsecuencia la modificación de ambos.

Los hechos naturales conducen á fecundas con-secuencias interpretados á la luz de la doctrina dar-winiana de la Selección natural. Esta célebre teoríadescansa en los principios siguientes:

1." No hay en la naturaleza dos seres entera-mente iguales.

1° Los descendientes tienden á heredar las par-ticularidades de sus ascendientes.

3.° No todos los seres que nacen ac' dieren sucompleto desarrollo.

4." Los seres mejor adaptados á las circunstan-cias que les rodean, dejan con más probabilidaddescendencia.

Aplicando estas consideraciones á las flores, re-sulta que las que atraigan á los insectos con másfacilidad por su excepcional magnitud, su brillantecolor, su aroma suave ó su riqueza en miel, cceterisparibus, ocuparán una posición más ventajosa en lalucha por la existencia, y tendrán más probabilida-des de perpetuar su raza.

Kolreuter habla con asombro de algunas plantasobtenidas teniendo en cuenta la teoría de la selec-ción natural. Darwin recuerda que los esperimon-

tadores más infatigables se sorprenden al contem-plar el vigor, la altura, el tamaño, la energía vital,la precocidad y hermosura de las producciones hí-bridas; y cita el caso del cultivo de seis plantas deIpomea purpúrea por el sistema común, compa-rado con el de otras seis iguales en que se habíaproducido el cruzamiento ó hibridación, de lo queresultó que las últimas alcanzaron siete pies, alpaso que las primeras sólo tuvieron cinco piescuatro pulgadas: estas florecieron además muchomenos profusamente que aquellas. Es notable queaumente en algunas ocasiones la fertilidad de lasplantas cuando las fecunda el polen de una flor di-ferente, de una variedad distinta ó de una especiediversa, como le sucede, por ejemplo, á la pasiona-ria. Hay más: aveces, según ha recordado Müller,el polen de una flor produce sólo en ella el efectode un polvillo inorgánico. Y, por último, en ciertasespecies el polen de una flor actúa sobre su estig-ma como si fuera un veneno: en ellas, al más purode los aromas sigue la muerte. Su vida no es com-patible más que con el amor impuro, con la hibri-dación.

He dicho que el paso del polen de una flor á otrase efectúa generalmente per el viento ó por los in-sectos. En el primer caso, la flor es modesta, carecede brillantes colores porque el aire fecunda porcasualidad, y no necesita, como los insectos, moti-vos que le impulsen á visitar las flores, esto es, noconduce el polen atraído por ese complot de co-lores, aromas, y dulce miel que hace tan grataspara los insectos las visitas á las flores. Las conife-ras, por ejemplo, cuya fecundación se verifica porel viento, tienen flores modestísimas. Tales plantasrequieren una cantidad de polen mucho mayor quelas que v%a fertilizan por medio de los insectos.Comprueba esta idea la copiosa lluvia de polenproducida por el abeto escocés. Por otra parte, lasplantas que han de ser fecundadas por el vientonecesitan florecer antes de cubrirse de hojas, razónpor la cual su inflorescencia señala los albores dela primavera: sus estambres, además, suelen serlargos y el polen poco adherente, á fin de que puedaser arrastrado por vienio, lo que tendría sus incon-venientes si debiera realizarse la fecundación pormedio de los insectos. Añádase á estas circuns-tancias la de que muchas semillas están fuertemen-te adheridas á la planta con el objeto de quesólo consiga desprenderlas un viento impetuoso,y se comprenderán las armonías que conspiran almismo resultado: á la producción de seres híbridos.

No se advierte monos cálculo en cuanto se refiereá la hibridación ocasionada por los insectos que enla que se debe al viento. Darwin indica que los in-sectos suelen fertilizar las flores irregulares. Ya seha dicho que las flores fecundadas por el viento son

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modestas: mas no se ha de inferir de esto que todaslas que fertilizan los insectos están brillantementecoloreadas. Algunas atraen á los insectos, no por sucolor, sino por su aroma. Y todas, temiendo queno falten insectos en los cuales se haya debilitadoel sentimiento estético, les ofrecen algo más positi-vo que la belleza de su corola ó que la fraganciaque despiden, á saber: la miel.

Los órganos que segregan la miel ocupan unaposición diversa en cada flor, hasta en los reducidoslimites del mismo orden. Las glándulas que produ-cen la miel en las ranunculáceas están en el cálizen las peonías, en la corola en algunos eléboros, enlas estambres en ciertas anémonas, y en el ovarioen el género Caltha.

Pero si además de la dulce miel atrae á los insec-tos la belleza de las flores, es indispensable quetengan, por decirlo así, el sentimiento artístico delcolor. Y en efecto, no han faltado pacientes obser-vadores que lian reconocido estas elevadas cualida-des en los insectos, valiéndose de un método senci-llo é ingenioso, que se reduce á colocar un poco demiel sobre una placa de cristal sobrepuesta a unahoja de papel azulado, y en conseguir que una abe-ja, repitiendo algunas veces sus viajes, se acostum-bre al color azul. Obtenido esto, se pone la mieldel mismo modo sobre papel anaranjado y se cam-bian los dos colores entre dos excursiones inme-diatas de la abeja, dejando siempre la miel en lamisma posición. La abeja vuelve al sitio en que estála miel; mas al advertir la trasposición de colores,se detiene un momento, y luego se precipita rápi-damente sobre el papel azul.

La experiencia comprueba también que las abe-jas tratan á las flores de un modo distinto: las leyescomunes son iguales; pero cada abeja tiene su au-tonomía. A pesar de la variedad que esto supone,el doctor Ogle ha observado que las mismas abejasproceden siempre de la misma manera, lo queprueba también que existen entre las abejas diver-sos grados de inteligencia individual. H. Müller ad-vierte, por otra parte, que hay insectos que no sedeidican más que á determinadas flores. La ley delmiundo es la diversidad de facultades y procedi-mientos. La igualdad es una abstracción de los filó-sofos.

Otra circunstancia notable de algunas plantas, quetal vez se relacione con las visitas que suelen hacer-les los insectos, es el hábito de dormir que caracte-riza á ciertas especies.

Muchas flores cierran su corola cuando llueve, loque preserva del agua la miel, impidiendo que sedisuelva, y el polen, dificultando su dispersión.Todo el mundo sabe que hasta en el buen tiempociertas flores se cierran á horas fijas. El sueño delas flores merece un estudio detenido.

El sueño de los animales se explica fácilmente,porque necesitan descanso. Pero, ¿por qué duermenlas flores? ¿Por qué duermen unas y no otras? ¿Porqué las que duermen lo hacen á horas distintas?Las margaritas se abren al despuntar la aurora y secierran cuando el sol se pone; el diente de león seabre á las siete y se cierra á las cinco; la arenariarubra está abierta desde las nueve hasta las tres;la nimphma alba desde las siete hasta las cuatro.

El hombre pensador no da un paso sin observarun fenómeno, ni observa un fenómeno sin presentirun misterio. Su triunfo consiste cuando más en re-ferir los efectos á las causas. Y, ¿hay, por ventura,nada más misterioso que la misma relación de cau-salidad"! Pero misteriosa ó no, la relación de cau-salidad se impono á nuestro espíritu fatalmente. Alsaber que las flores duermen, la ciencia, en nombrede la verdad, y el arte, en nombre de la belleza,preguntan do consuno la causa misteriosa y deli-cada del sueño de las flores. Inútil sería buscar se-mejanzas y hacer comparaciones con el mundohumano. ¿Qué es el sueño? Friedrich lo define comoel retraimiento de la conciencia y del libre albedríode toda relación exterior para ensimismarse en lapropia vida íntima. Según esto, las flores no sólono duermen, sino que no pueden dormir. Su sueñoes ilusorio. Lo comprueba la regularidad con quesucede al sueño la vigilia de las flores, cambio in-dependiente de la excitación ejercida por la luz,como se nota en ciertas flores del polo Norte, quese abren y cierran periódicamente, á pesar de queel sol no se oculta de su vista.

Ahora bien: es claro que las flores que son ferti-lizadas por insectos diurnos, pueden cerrarse porla noche sin que sufra ningún entorpecimiento elacto de la reproducción, así como es evidente quepara las que reciben á los insectos nocturnos no esun obstáculo el sueño durante las horas del dia.Además, cerradas las flores cuando no pueden acu-dir á visitarlas los insectos que frecuentan su trato,defienden y conservan la miel y el polen con el ob-jeto de r erlo á disposición de quienes lo usanconvenie .emente, burlando así los ataques de loscaballeros de industria, tan abundantes entre losinsectos como entre los hombres. Así es que JohnLubbock, en su tratado BritisA mildJlowers in re-lalion toinsecls, aventura la idea de que los hábi-tos de los insectos determinan el sueño de las flo-res, y recuerda que las plantas que fecunda elviento no duermen.

Es discutible la interpretación de los hechos na-turales aducidos en este artículo; pero las armoníasque suponen son verdaderamente admirables, nosólo en el mundo de la naturaleza, sino en el de lafantasía. Lo espiritual se manifiesta á la razón hu-mana en los fenómenos físicos, y fuera de este

Ni" 4 54 E. HARTMANN. LA RELIGIÓN DEL PORVENIR. 135

orden de fenómenos no acertamos á imaginarnos elespíritu. Por esto las ciencias que se han dado enllamar positivas, son la escala por donde se llega,cuando bien se mira, al trono del espíritu. Dejadque los naturalistas recojan hechos y funden teoríaspara que alimenten la inmensa hoguera del mate-rialismo, porque, mal que les pese, alumbrarán consus resplandores el campo inmenso del espíritu.

ALBERTO BOSCH.

LA RELIGIÓN DEL PORVENIR.

EL PROTESTANTISMO LIBERAL NO PERTENECE AL

CRISTIANISMO.

En el último capítulo hemos visto de qué manerael principio protestante, en el curso de una críticaá la cual no es posible levantar barrera alguna yque cada dia lleva más adelante sus ataques, soca-va y aniquila toda autoridad, no solamente la de losPapas y los Concilios, de la tradición y de los Pa-dres de la Iglesia, del Nuevo Testamento y de susautores, sino también y en el mismo grado la deaquél á cuya autoridad acudían todos los que aca-bamos de nombrar, suponiendo que trasmitía direc-mente la revelación divina. Una vez sacada estaconsecuencia, ya no hay razón para atribuir, á noser relativamente, más autoridad á Jesús, el hijo delcarpintero, que á Pedro el pescador ó á Pablo elfabricante de tiendas; nos vemos conducidos á co-locarlos al mismo nivel y á no tener por útiles susenseñanzas sino en los límites en que responden alpunto de vista doctrinal del lector moderno. Mascomo quiera que se demostró que la posición adop-tada en la cuestión de principios por todos estosrepresentantes de la idea cristiana es en el dia in-sostenible, ya no puede ser sino por opiniones rela-tivas á puntos de doctrina secundarios y accesoriospor lo que obtengan todavía la adhesión de los re-presentantes del «cristianismo moderno.» Este mo-do de pensar se llama eclecticismo. Pero con eleclecticismo nos colocamos ya fuera del período dedesenvolvimiento en cuyas diferentes fases se eligeá voluntad lo que se encuentra; la elección estádirigida por motivos y consideraciones que se ha-llan fuera de la evolución de la idea que gobiernael período (en el caso actual atendiendo á conside-raciones sacadas de la cultura moderna).

No ofrece duda que puede uno muy bien haberabandonado la pretensión de ser cristiano, y, sinembargo, citar ocasionalmente pasajes de las Escri-

* Véanse los números 150,151 y 152, páginas 1, 39 y 19.

turas como se cita á los poetas; mas esto no se ha-ce para prestar fuerza al argumento, no se piensaen otra cosa que en el adorno del discurso, ó talvez porque nos hallemos bajo el encanto de la ex-presión admirable que una inteligencia ha encon-tratfo en tal ó cual pasaje. Poco falta para que elprotestantismo liberal se satisfaga con introduciren este sentido los pasajes bíblicos en sus sermo-nes; pero no se detiene ahí, sin embargo, sino quetrata de aprovechar el respeto hacia la Biblia quesobrevive en el seno del pueblo á la ruina de la feen la revelación. No obstante, este juego es tanpoco honroso como el que se hace con respecto áJesús y del que hemos hablado en el capítulo prece-dente: ambos son pasos de escamoteo que'todavíadurarán algún tiempo, pero llegará un dia en quelos protestantes liberales verán á sus propios oyen-tes significarles que conocen el truco. En cuanto ámanifestar si conviene á un predicador como losque consideramos, tomar un texto de la Biblia ydividir su sermón según las partes del texto, esto,después de la destrucción completa de la autoridady abstracción hecha de toda idea de especular conel abuso de sus derechos aún no extinguidos, esto,decimos, es una cuestión completamente indife-rente un modo semejante de obrar sería, por de-cirlo así, una diversión inocente, si es que, permi-tiendo en servirse de esta forma vacía, el oradorno pretendiese al mismo tiempo retener el carácteresencial de la predicación cristiana, que es el deser la interpretación de la palabra divina. En mediode tales trapisondas, el protestantismo liberal tratade que aparezca la continuidad histórica con elcristianismo positivo, y aspira á representarla;muestra que en realidad, por el hecho de haber re-chazad^ la fe en la revelación y en la autoridad delas Escrituras asestó á esta continuidad un golpedel que no se levantará jamás. No existe ya razónintrínseca para que un predicador de esta clase pro-teja su discurso con un texto cualquiera, puestoque es su razón el solo criterio soberano de lo queso la propone. Si le place apoyarse en opinionesdoctrinales extranjeras, esta es cuestión suya, ysólo deben tenerse en cuenta las conveniencias dela exposición. ¿Buscará el apoyo que le hace faltaentre los escritores modernos ó clásicos, profanosó eclesiásticos, entre los autores chinos, budhistas,judíos ó cristianos? La respuesta á esta preguntaresultará de la solución dada á esta otra: ¿Dóndeencontrará la expresión más concisa y más apro-piada de las ideas que representa? Ya no es posiblehablar de más ó menos autoridad, puesto que noexiste en ninguna parte.

Si tales predicadores, pues, toman los textos desus discursos del Nuevo Testamento, van impulsadospara ello por un motivo exterior, cual es el deseo

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de hacer creer que su pensamiento guarda una re-lación más estrecha con el Nuevo Testamento quecon ningún otro libro. Pero tratan de hacer creerlo que no es, puesto que repugnan todas las opi-niones dogmáticas del Nuevo Testamento. Bajo elpunto de vista positivo, su eclecticismo bíblico nopasa de lo accesorio, esto es, de ciertos puntos enque falsean el sentido de las declaraciones escritu-rarias por una interpretación que nada tiene dehistórica; su eclecticismo no se extiende á losprincipios más que bajo el punto de vista negativo,porque de los escritores del Nuevo Testamentoaceptan las declaraciones por las cuales niegan ex-presa ó implícitamente otros principios dogmáticosque pertenecen á la misma fase del desenvolvimien-to. Por eso se apoyan en San Pablo para la nega-ción de la ley mosaica, en San Juan para rechazarpor completo el judaismo (y accesoriamente paraautorizar su indiferencia eon respecto á la santacena), en Jesús para negar los dogmas fundamenta-les del cristianismo, que no han podido formularsesino después de su muerte, visto que-antes no existíareligión cristiana separada del judaismo. Parécenosexcusado añadir que este eclecticismo negativo nopuede aspirar á producir ningún interés positivo, ysu única utilidad consiste en secundar á la críticadisolvente y destructora. La condición indispensa-ble para que interese es, que lo positivo que sequiere destruir subsista en su fuerza histórica yhaga necesaria la continuación de la lucha.

Preguntemos una vez siquiera: ¿qué derechotiene en realidad el protestante liberal para llamar-se cristiano, prescindiendo de la materialidad deque sus padres lo hayan hecho bautizar y confirmar?Aquellos que profesaban la religión cristiana hantenido en todo tiempo un carácter común: la fe en,Jesucristo. Por lo que respecta al Dios de Jesucris-to, los judíos y los mahometanos creen en él igual-mente, y los mahometanos creen al mismo tiempoque Jesucristo ha sido un profeta, sabio, virtuoso,á quien Dios concede un afecto muy particular.Si bastase creer en Jesucristo como un orador re-ligioso, popular, dotado de sentido y de juicio, losmahometanos estarían tanto y aun más autorizadosque nosotros para reclamar el nombre de cristia-nos. Si la fe en Jesucristo es, pues, la que consti-tuye el cristianismo, necesario es entenderla en unsentido más rico y más estricto. Ya hemos vistoque los protestantes liberales no creen en Jesu-cristo, ni como Lutero, ni como Santo Tomás deAquino, ni como San Juan, ni como San Pablo, nicomo San Pedro han creído, y mucho menos comoJesús creyó en sí mismo, pues que se creía elCristo (el Ungido, el Mesías). ¿De qué manera creen,según esto? Creen en él como fundador de la reli-gión cristiana. Ahora bien: hemos podido ver en

el capítulo precedente, que no es posible conside-rar á Jesús como fundador consciente y voluntariode una nueva religión. Queda, pues, demostradoque la sola forma en la cual los protestantes libe-rales creen en Jesucristo, está en desacuerdo conla historia.

Pasemos por esta objeción. Todavía no es posible,sin embargo, conceder que la creencia que recono-ce en una persona la cualidad formal de fundadorde una religión,suministre una prueba suficiente deque se pertenece á esta religión. En efecto, desdeluego todos los que no son cristianos y que han oidohablar de Jesucristo según la tradición cristiana,creen también en él como fundador de esta religión;y en segundo lugar, sería un círculo vicioso elque la fe cristiana específica consistiere en creeren Jesucristo como fundador de esta creencia. Elresultado necesario de tal disminución de la fe enJesucristo es hacerla mirar como una cosa sin con-secuencia para la determinación délo que cons-tituye al cristiano, y buscar el carácter decisivo enotra parte, cosa que la historia del cristianismo noha hecho en los 2.000 años que lleva de existencia.Aquí ya podemos ver cómo se efectúa la rupturade la continuidad con el cristianismo histórico.

Ahora bien: una vez rechazada de un modo abso-luto, en calidad de protestante, la autoridad de latradición, desafío al hombre más hábil á que meencuentre en el mundo entero otro signo de adhe-sión á la religión cristiana que la fe en la personade Jesucristo ó la fe en el contenido de su doctrina.Una y otra están vedadas al protestantismo liberalcomo lo acabamos de demostrar con respecto á lasegunda, y como en el capítulo precedente lo hemoshecho con la primera; así que hemos probado rigo-rosamente que en realidad está ya colocado fuerade la religión cristiana, y que en el punto de vistaen que se halla, el principio protestante ha traspasa-do los límites en que se interrumpe la continuidadhistórica con el fondo esencial del cristianismo ('1).

No hay para qué decir que está muy lejos de míel pensamiento de acusar de falsedad subjetiva álos protestantes liberales que pueden ser reconoci-dos como cristianos: creo solamente que tales per-sonas no han podido ver claro aún en lo que serefiere á las últimas consecuencias del principioprotestante, ó se hacen muchas ilusiones sobre elverdadero resultado del estudio histórico crítico de

(1) De Lagarde, obra citada, llega francamente á esteresultado manifestando que ya no debemos ocuparnos delcristianismo; con lo que da pruebas de una consecuenciay de una claridad tanto más notables cuanto que perma-nece fiel á la ilusión de.no ver en el cristianismo más queuna alteración y no un desenvolvimiento del Evangelio,y de considerar á este último en su forma pura, es decir,históricamente auténtico, como una base suficiente to-davía hoy para la renovación religiosa.

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los orígenes, y que con los rápidos progresos de laciencia en la actualidad, no puede estar lejos eldia en que las ilusiones que alimentan se desvanez-can. Fácil es ver hasta qué punto se encuentranhoy incómodos en su posición. Este sentimiento deinseguridad y de inquietud explica el por qué larespuesta negativa de Strauss á esta pregunta: «So-mos todavía cristianos?» ha sido objeto de ataquestan vehementes por parte del protestantismo libe-ral. Es cierto que, aun en esta parte, la argumenta-ción de Strauss es muy superficial, debido á que notiene en cuenta para nada el punto de vista del pro-testantismo liberal, y se contenta con señalarnosnuestra ruptura con la noción ortodoxa; mas los re-sultados á que conduce son los únicos inatacablesde su «confesión», cuyo valor esencial agota porcompleto aquella seca respuesta.

El sentimiento de la flaqueza de su posición ex-plica aún otra cosa más que la especial violenciade la polémica contra Strauss. Nos referimos á laintolerancia anti-liberal de los protestantes libera-les con respecto á otros puntos de vista más libe-rales. Cuantos menos elementos cristianos poseen,más artificiales son los medios por los cuales per-manecen en su ilusión de cristianismo, mas les espreciso naturalmente velar con celo por la conser-vación de los estrechos '.imites que aun á sus pro-pios ojos les separan de los que no profesan estacreencia. Los cristianos que disponen aún de todoel rico tesoro de una creencia positiva, pueden sertolerantes en cierto grado; mas cuando para preser-var la ilusión de la profesión cristiana es forzosoimitar, por decirlo así, el juego de la carrera entrehuevos, y batallar sobre cuestión de sílabas, todatolerancia se hace imposible, y la izquierda cristia-na se ve empujada hacia la intolerancia. Como esbien sabido, no todos los partidos religiosos son li-berales, y no piden la tolerancia más que cuando sahallan en la oposición y están oprimidos por otrospartidos que ejercen la autoridad; mas así que ellosllegan á dominar, desaparece por completo su libe-ralismo, y, regla general, en materia de intoleran-cia, todos aventajan á sus predecesores. Este fenó-meno, del cual toda la historia ofrece una pruebabien clara, se repetiría en mucho mayor grado siel protestantismo libertl de hoy dominase en algu-na parte; pues por la razón que hemos indicado,sobrepujaría en intolerancia á todas las confesionesque han ejercido el poder antes que él. Hoy por hoy,se aviene, aunque murmurando, con la filosofía an-ticristiana, mientras puede sacar de su arsenal ar-mas para reforzar su trabajo do crítica y de destruc-ción; pero esta filosofía no tendría seguramenteadversario más encarnizado que este mismo pro-testantismo liberal si consiguiera arrancar á la or-todoxia su supremacía.

¿Y lo conseguirá? No es posible desconocer queen Alemania los augurios no son por completodesfavorables, y que se presentan de un modo quejustifican en el liberalismo tales esperanzas. Por lomenos, si él no creyese en esta posibilidad, no seexplicaría la causa de que persista con tanta obsti-nación en vivir dentro de la Iglesia evangélica uni-da de Prusia, donde se halla lo mismo exactamenteque un gorrión en un nido de golondrina. De todosmodos, el protestantismo liberal de las «comunida-des libres» tenía en la generación pasada una mar-cha más franca: á pesar del error en que estabaen cuanto á su carácter cristiano, aún se dudaba deque fuera posible que permaneciese en una Iglesiaoficial cuya base fuera el cristianismo positivo. ¿Sehabría ocupado más de los intereses temporales sise hubiese lisonjeado de ser algún dia el maestro dela Iglesia oficial?

Esta es una pregunta á la cual es difícil contes-tar. Mas quizá la suerte que ha tenido el movimien-to de las comunidades libres sirvió de saludableadvertencia al protestantismo liberal de nuestrosdias, que ha comprendido que no es preciso contarcon el apoyo del pueblo, sino tratar de apoderarsede una posición valiéndose para ello de las más al-tas influencias. Verdad es que semejante reflexiónsería la más ruda condenación de la causa que, ádecir verdad, no tiene más que una apariencia depopularidad. Equivaldría á confesar que el pueblono puede entusiasmarse con lo que el protestantis-mo liberal le ofrece y que sólo de una manera arti-ficial y con el auxilio de la jerarquía y de las rue-das eclesiásticas tradicionales puede este partidohacer del pueblo uno de sus medios; y, no obstan-te, ¿por medio de qué signo se ha reconocido entodos Jtos tiempos la vitalidad de un movimientoreligioso? Por su poder de inflamar y arrastrar alpueblo. Pero como ei pueblo, en el seno del cualel protestantismo liberal hace su propaganda, ya noes cristiano en el sentido estricto, y por lo tanto nopuede ser la ruptura con el cristianismo, disimula-da por lo demás lo mejor posible, lo que atemori-ce á este pueblo; como por otra parte, á excepciónde las grandes ciudades, no ha llegado á ser irreli-gioso, antes por el contrario, la necesidad más vivade su corazón es el satisfacer su sentimiento reli-gioso de un modo que esté en armonía con lostiempos en que vivimos, no es preciso acogerse álo que contiene ó, mejor dicho, á lo que no contie-ne el cristianismo liberal, si las gentes no puedenentusiasmarse con él más que en la medida en quesatisface por su aspecto negativo el ¡deseo de haceroposición á las autoridades consagradas, es decir,no una necesidad religiosa, sino una necesidad delibertad. Aquel á quien el odio á la ortodoxia ó elsolaz que procura un talento oratorio poco común

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no le lleva á escuchar un sermón liberal, prefiereordinariamente pasearse ó emplear la mañana deldomingo en el trabajo ó en la lectura. Aunque lascausas de este fenómeno ya no sean misteriosasdespués de lo que precede, vamos sin embargo áconsagrarlas un capítulo adhoc.

EDUARDO HARTMANN.(Continuará.)

GlOGBÁFiCOS.

(Conclusión) *.

Refiere la segunda parte del manuscrito (1) elotro viaje que Mendaña, ya con el carácter de ade-lantado y para poblar, hizo en demanda de las mis-mas islas de Salomón; que no tuvo la fortuna de verotra vez, aun llevando por piloto mayor de la«ar-mada al reputado Pedro Fernandez de Quirós. Vireyera á la sazón del- Perú el famoso conquistador deChile D. García Hurtado de Mendpza, marqués deCañete, quien eficazmente coadyuvó al apresto decuatro buques, y á vencer cuantas dificultades seoponían á la realización de la empresa; pero lo queno pudo conseguir, á pesar de sus esfuerzos, fuedisponer de tanta gente escogida cuanta, para pro-meterse próspero éxito, necesitaba. Poco fácil eraen verdad esto, donde en gran mayoría estaban loshombres bulliciosos y turbulentos, quienes de suscircunstancias dieron pronto dolorosa muestra enlas irregularidades, los desórdenes, las desavenen-cias, aun entre los mismos caudillos, que malogra-ron al cabo la jornada; como de lo inconvenientede llevar á bordo mujeres de marinos dio tambiénentonces señalada prueba doña Isabel Barreto, es-posa del adelantado, moviendo con los arranquesde su apasionado carácter muchos desacuerdos, yprovocando con su soberbia y modales, no muydistinguidos por cierto, las revueltas en el pasaje yalborotos cual el que, sólo con actos sangrientos,logró apaciguarse en la isla de Santa Cruz.

Un viernes, 9 de Abril de 4595, salió la expedi-ción ide aquel puerto del Callao, en demanda de al-gunois pueblos de la costa, donde debía recogergente y bastimentos; y ultimados en Paita lodos losaprestos, zarparon las naos, conduciendo en juntotrescientas setenta y ocho personas, y navegaroncon rumbo al Sudoeste. Hasta el 21 de Julio-, y altu-ra de: 14 grados, no descubrieron la primera isla,que ülamaron de Santa Magdalena, y sería quizás laFatou-Biva, una de las del archipiélago de Nouka-

* Véase nuestro número anterior, página 97.fl) Historia del descubrimiento de las regiones mtstriales

hecha por el general Pedro Fernandez de Quirós. Tomo Ide la Biblioteca Jíispano-UHramarina.

Hiva que dedicó Mendaña al marqués de Cañete,nombrando á aquel grupo de islas las Marquesas deMendoza.

Sin grandes novedades ni importantes descubri-mientos avistaron en Setiembre la isla de SantaCruz, en los 11 grados de latitud austral, al No-roeste de las actuales Nuevas Hébridas; y allí, sinla nave almiranta que la noche anterior desapareciópara no saberse más de ella, surgieron en un buenpuerto de la bahía Graciosa, donde acordaron fun-dar la primera población española. Mas los solda-dos, «á quien pocas veces ó ninguna las cosas limi-tadas parecieron bien,» según el manuscrito dice,se mostraron desde el momento de pisar la tierramuy apesarados de ver tanta paz; y la que el ade-lantado aconsejaba quebrantaron luego, resistién-dose al buen trato con los naturales, y agrupándoseen torno del maestre de campo Pedro Marino Man-rique que, como ellos, codiciaba los lauros de laguerra, allí fáciles de obtener. Esta disidencia, se-ñal patente de la insubordinación que entre los ex-pedicionarios existía, obligó á Mendaña á corregirlaantes que tomase mayor desarrollo; disponiendo alefecto que el maestre de campo y un Tomás de Am-puero fuesen muertos á puñaladas, y degollado elalférez Juan de Buitrago, caudillo de la manga desoldados que acababan de asesinar al cacique Ma-lope.

Tan severa justicia ciñó por el pronto en sus de-beres á los díscolos, pero dejando en todos profun-dísimas huellas de disgusto, que se manifestó yacon actos de desmoralización cuando las contrarie-dades diarias y las dolencias endémicas acabaroncon Alvaro Mendaña, y con su cuñado y sucesor enel mando D. Lorenzo Barreto, y así que doña Isa-bel, hermana de éste, asumió, como viuda del ade-lantado, las funciones de gobernadora. Menos dis-puestos los perturbadores á respetar la autoridad deuna mujer, y ya despavoridos por las enfermedadesque los diezmaban, obligaron luego á la viuda ádejar aquel puerto de desventuras. De él salieron,navegando sin rumbo fijo hasta que las necesidades,y la muy principal de tomar uno que mejorase suaflictiva situación, les decidióá dirigirlo á Filipinas;en cuyo puerto de Cavite surgió, á 11 de Febrerode 1596, sola la nave capitana San Jerónimo, porhaber desaparecido en la travesía la fragata y ga-leota, que, siguiendo por otro rumbo, entraron des-pués en el rio de Butuan.

Recibidos fueron en Manila los expedicionarioscon las muestras de simpatía que los pueblos tienenreservadas para los héroes sin fortuna. Disputáron-selos amorosamente los vecinos y los alojaron ensus casas para hacerles olvidar con cariñosos cui-dados las penalidades sufridas, mientras las autori-dades rendían á la gobernadora los honores debidos

N.° 154 J. ZARAGOZA.—LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS. 139

á su elevada clase. El prestigio que tan deslumbran-te recepción dio á esta señora, la escasez de muje-res españolas en el Archipiélago y tal vez la espe-ranza de que la real munificencia premiase en ellalos servicios de su esposo, proporcionáronla á pococasarse con D. Fernando de Castro, caballero mozo,primo del gobernador das-Mariñas y acaso parientetambién de Mendaña. Este enlace, con persona tanprincipal ó influyente, allanó los obstáculos que pu-dieran dilatar el apresto del averiado navio, quehabía de volver los expedicionarios á la América;en el cual los nuevos esposos, el piloto Fernandezde Quirós y cuantos no quisieron quedarse en Ma-nila, se embarcaron con rumbo á la Nueva España;llegando al puerto de Acapulco, después de trabajosincreíbles y peligrosas tormentas, á 11 de Diciembrede 1897. Allí, Quirós, que creía tener sobrados mo-tivos para no mostrarse muy reconocido al trato dedoña Isabel, se despidió y fuese al Perú con el pro-pósito de emprender por su cuenta otras empresasmarítimas, ya que en esta no se obtuvo todo elbuen éxito por Mendaña prometido. Pero como nin-gún acto del hombre resulta al cabo inútil, auncuando reproduzca otros conocidos ó camine sobresus propios pasos, la repetida navegación en aque-llos grados de latitud y en segmentos de horizontesya descubiertos, no fue del todo perdida; pues ofre-ció, por lo menos, datos preciosos para fijar la ver-dadera situación que, respecto del Archipiélago fili-pino y de las costas de América, tenía la Polinesia.

Desgraciada suerte tuvieron las gestiones do Qui-rós cerca del virey del Perú, D. Luis de Velasco,como no podía menos de ocurrir, por corresponderá la autoridad real la concesión do lo que preten-día. Para lograrla se embarcó en el Callao, á 17 deAbril de 1598, con rumbo á Panamá; dirigióse desdeallí á Puerto-Bello, Cartagena y la Habana, sufriendomil impedimentos y estorbos, y vencidos todos, des-embarcó en Sanlúcar de Barrameda á 25 de Febrerode 1600, y dias después en Sevilla. Enterado en lametrópoli andaluza de que era aquel año de JubileoSanto en Roma, y comprendiendo por el retrato quedel rey Felipe III le hicieron, que en la capital delcristianismo, mejor que en la de España, conseguiríasu objeto, allá se fue, vestido de peregrino, dondealcanzando, por mediación del embajador españolD. Antonio Cardona y Córdoba, duque de Sesa y deBaena, una entrevista con el Papa Clemente VIII, yconvenciendo á teólogos y cosmógrafos de la fácilrealización de sus proyectos náuticos y cristianos,mereció de la benevolencia del Pontífice cartas derecomendación para el Rey, y gracias y jubileospara los expedicionarios.

Lleno de esperanzas salió el capitán de Roma enla primavera de 1602, con dirección á la corte re-cientemente instalada en Valladolid, donde las vio

ya realizadas al año de pretender, pues en Marzodo 1603 obtuvo una cédula, y en Mayo otra, en lasque se mandaba al virey del Perú que le proveyesede todo lo necesario en buques, bastimentos ygente, para continuar en las tierras australes losdescubrimientos empezados por Mendaña.

Temeroso de que el real mandato se desvirtuasecon la tardanza en el cumplimiento, trasladóseluego á Sevilla y de allí á Cádiz, donde tomó pasajeen la flota que llevaba á la Nueva-España al vireyelecto marqués de Montes Claros. Con buen sucesohicieron la travesía hasta la isla de Guadalupe, ypasados los penosos contrastes que el manuscritorefiere, producidos por una furiosa tormenta y lasagresiones de los isleños caribes, llegó, por fin,nuestro marino á Lima en Marzo de 1605. Presen-tóse al virey conde de Monterrey, quien, acatandolas órdenes de la corte, dispuso inmediatamente elapresto de una armada, compuesta de tres navios,que á los tres meses pudo ya tener abastecida paraun año y en disposición de navegar, la cual empren-dió desde el Callao, á 21 de Diciembre, el viaje quenarra la torcera y última parte del libro.

No del todo satisfecho salió Quirós de aquel puer-to, ni podía ciertamente estarlo mucho del virey,que en gran parte había contrariado sus planes, di-latando el despacho, imponiéndole un piloto mayorque no merecía su confianza y dejando de ultimarciertos asuntos en la forma que pretendía. Para evi-tar los conflictos que de estas contrariedades pu-dieran sobrevenir, y que como práctico y conoce-dor de las pasiones dominantes en tales jornadastemía, dictó á los pocos dias de viaje una sabia ins-trucción dirigida al buen gobierno de la armada, encuyo documento resplandecen los buenos propósi-tos de£ capitán y sus conocimientos náuticos, á lapar que la gran capacidad é ilustración de la per-sona que la escribió.

Mas ni aun con esto le fue fácil evitar que lasmurmuraciones de los impacientes solevantasen elánimo de los que se creían perdidos por no habervisto tierra al mes de navegación. Aplacáronseaquellos y aun los apocados y tímidos al aproxi-marse los buques, en fines de Enero, á unas islasdesiertas ; abrigaron bastantes esperanzas al reco-nocerse, entre varias, el grupo de otras pobladas,que por su situación y vecindad con la de San Ber-nardo, serían quizás aquellas que otros navegantesllamaron Carolina»; mostráronse más conformescon su suerte, desistiendo de alzarse por entoncescual proyectaban, cuando después de deponer Qui-rós al impuesto piloto mayor, por creer que proce-día de mala fe en las distancias, tocó la armada enlas Hébridas y se refrescó la gente en Taumaco, cu-yos naturales conservaban aún noticias de lo ocur-rido á Mendaña en la no lejana isla de Santa Cruz;

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y nadie pudo ya contener la alegría al surgir, á loscinco meses de mar, y pisar tierra en la del EspírituSanto.

Movido Quirós por sus creencias ó por la gratitudá Clemente VIII, se mostró evidentemente más in-clinado á halagar al Pontífice que al rey Felipe III,y más dispuesto á conseguir ventajas espiritualesque políticas y mercantiles. Su extremada religiosi-dad hízole suponer autorizado para apoderarse delos niños indios; recardando quizás aquel Conciliode Toledo que autorizaba á todo cristiano á arreba-tar violentamente del seno de sus padres á loshijos do infieles para bautizarlos; y estos actos deTuerza ejercidos por el marino, no tanto para obte-ner intérpretes que facilitasen sus relaciones conlos indígenas, cuanto con la mira de convertir á lafó á los inocentes, que trataba de necios cuandolloraban la separación de sus familias, fue capitalmotivo para enajenarle de aquellos isleños lassimpatías que tan necesarias eran para colonizar.

Semejante proceder, siempre ocasionado á la per-petración de maldades, y ciertas contemplacionesextemporáneas, aflojaron mucho más de lo que es-taban los lazos de la subordinación en los levan-tiscos expedicionarios, que curtidos en las violen-cias de los bandos del Perú y acostumbrados áceder solamente á la presión de caracteres enérgi-cos, hacían mofa del blando de Quirós. Para encer-rarlos en los límites do la obediencia y despertarsus sentimientos de honor, procuró, aunque envano, dignificarlos y eanoblecerles condecorándoloscon la cruz de la orden del Espíritu Santo, creadaal efecto, y nombrándoles para los cargos de minis-tros de mar y guerra, y para los oficios Reales ydel Cabildo que estableció, siguiendo las prácticasde los conquistadores de su tiempo, que llevabancon la cruz cristiana la institución municipal á lastierras que descubrían.

Así que Quirós tomó posesión de la del EspírituSanto, en nombre de la Santísima Trinidad, de laIglesia católica, de San Francisco y su orden, deJuan de Dios, de la novísima orden del EspírituSanto, y por último tn nombre del Rey de España,y luegiu que hubo declarado públicamente libres áunos criados esclavos, para que todo en la nuevacolonia fuese cristiano y digno, celebró con granpompa y solemnidad la fiesta del Corpus Ohrisíi;dispuso que se hicieran sementeras de frutos euro-peos, y escogió sitio para asentar los cimientos dela primera población española. Pero el recelo delos indígenas, no desvanecido sino muy aumentadopor las irregularidades de los expedicionarios, y lapoca disposición de éstos á mantener una paz quemataba sus codiciosas ilusiones y les impedía satis-facer reprobados apetitos, obligaron al capitán áadoptar medidas que, evidenciando la debilidad de

su carácter, dieron por resultado, perjudicialísimoá sus planes, que se manifestasen con más descara-do desembozo las tendencias á la insubordinaciónde los inquietos y malcontentos.

Este estado de cosas y el de su abatido ánimo,tanto como la errónea creencia de haber cumplidodebidamente la misión Real con lo que se habíaefectuado; ó acaso el deseo, suyo ó de los que go-bernaban la nave durante su enfermedad, de co-municar antes que nadie al Rey y al Pontífice eléxito de la empresa, inspiraron el egoísta proyectode separarse del resto de la armada cuando, el 8de Junio, se dirigían todas las naves á reconocerotras tierras inmediatas á la bahía de San Felipe ySantiago. Semejante propósito hubo buen cuidadode no divulgarse por aquellos que lo realizaron;pero que fue más voluntario que obligado el aloja-miento de la capitana, dedúcese sin violencia de ladébil justificación que del acto hicieron, así el autordel manuscrito como Leza en su diario; pues nadiejuzgará causa bastante ni excusa valedera, paradesgarrar tan en absoluto, la furiosa tormenta y elviento fuerte que combatió á los buques. Confirma-ron posteriormente esta opinión las denuncias delos compañeros abandonados por Quirós, que nave-gando en la almiranta y zabra con el famoso pilotoLuis Vaez de Torres, visitaron las costas de laNueva Guinea y dieron el nombre de este marino alactual estrecho que la separa de las de la Australia,que también recorrieron. Entre ellos Diego de Pra-do, sabiendo á los ocho años del suceso lo que enla corte se gestionaba, escribió desde Goa al Reyy á su secretario Aróztegui, acompañando á lascartas un mapa de los descubrimientos hechos porTorres, y tratando en sus inculpaciones á Quirós conlos más duros calificativos, que ciertamente teníanalgo de exagerados dirigiéndose al perseverantedescubridor que contaba entre sus, méritos el in-disputable de haber sido uno de los primeros queintrodujeron á bordo aparatos para hacer potable elagua del mar.

Lanzada la nave fugitiva en las soledades del Pa-cífico, sufrió todas las privaciones y desdichas á quese exponían entóneos pequeños buques dirigidospor imperfectos instrumentos náuticos y no muyexactas cartas de marear; y pasados tres mortalesmeses de lucha con las corrientes y los vientos,sin haber podido aportar en Zalagua á donde sedirigían, surgieron, por fin, el 21 de Octubre y serefrescaron en el puerto de la Navidad, al Oeste dela Nueva España, y luego en el de Acapulco; ácuyos oficiales Reales entregó Quirós de ordendel virey, en 1." de Enero de 1607, la averiada ca-pitana.

Poco tuvo que agradecer el marino durante losseis largos meses de su permanencia en Méjico, á

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aquellas autoridades que, creyéndole responsablede graves faltas en el uso de la honrosa confianzacon que el Rey le había distinguido, prestaban com-placientes oidos á cuanto de él se murmuraba, (lui-ros era hijo de Évora en Portugal: habíase criado,según sus émulos, en la Hua-nova de Lisboa, puntode reunión de aventureros y tratantes de mala ley,de quienes se separó para ejercer el cargo de es-cribano ó escribiente de buques de mercaderes,donde adquirió los conocimientos náuticos que lehicieron piloto mayor de Mendaña y jefe en la jor-nada que aeababa de malograrse. La' circunstanciade ser portugués el sujeto en quien la Real distin-tincion recayera, movió la envidia española y aunlos malos instintos de los que, por haber contribui-do en primer término al lamentable éxito de la em-presa, parecían obligados á mostrarse más circuns-pectos; quienes con incansable actividad inventaroncalumnias perversamente tejidas, y produjeron con-tra el capitán tal suma de apasionadas acusaciones,de reclamaciones y de quejas ante el virey marquésde Montes Claros, que obligaron á este gobernante ádesoír sus razonamientos y negarle toda protección.

Creía (luiros, sin embargo, que la presencia y lasdeclaraeiones de los niños arrebatados á sus padresen las tierras del Espíritu Santo le autorizaban su-ficientemente para probar la grandeza y los ricosprometimientos de las islas descubiertas y paraconfundir á sus adversarios; pero calculaba mal ysin tener en cuenta que la opinión pública, formadaen su mayoría de groseros elementos positivistas,se convence más con una prueba tangible que contodas las imaginaciones y ofertas, por deslumbrado-ras que parezcan. Además, el triste estado que lospobres y maltrechos expedicionarios patentizaban,se ofrecía ciertamente bien poco á la invención depoderosos argumentos que corroborasen las aseve-raciones del marino. Contrariado éste por las in-opinadas defecciones y los irritantes desprecios querecibía, cuando esperaba recompensas; afligido porla muerte de aquellos niños, ocurrida al poco tiem-po, y por las persistentes negativas del marqués; ydesesperanzado y falto ya de los medios más indis-pensables para la vida, tuvo que salir de Méjico, so-corrido solamente con los modestos auxilios que leproporcionó un buen amigo, para embarcarse en unbuque de otro, que desde Veracruz le condujo áSanlúcarde Barrameda. En este puerto se vio pre-cisado á vender su cama de á bordo para trasladar-se á Sevilla, y en la capital de Andalucía los efectosque le quedaban para poder ir á Madrid, donde en-tró sin blanca el 9 de Octubre de 1607, á los cua-tro años y tres meses de haber dejado la corte, en-tonces establecida en Valladolid por una genialidadde Felipe III, y vuelta recientemente al asientoque en 1561 le fijó el hijo de Carlos V.

Dedicado desde el primer diá á la ingrata ocupa-ción de pretendiente, le fue muy difícil alcanzaraudiencia. Viendo sin fruto sus continuas gestionespara conseguirla y hacerse oir, cual deseaba, delpresidente de Consejo de Indias, conde de Lémus,del valido duque de Lerma y cfel mismo Rey, elevónumerosos y cada vez más apretados memoriales,que imprimía cuando tenía con qué, ó entregabamanuscritos si la escasez de recursos, que con de-masiada frecuencia le atormentaba, no le permitíadarlos á la prensa.

En uno de los primeros ó el primero quizá deaquellos memoriales, que hizo imprimir probable-mente en el mismo mes de Octubre de -1607, refiriósucintamente el segundo viaje de Mendaña, al quefue con cargo de piloto mayor, y el tercero quebajo su propia dirección se verificó en demanda delas tierras australes. Sublimaba en estelos resulta-dos por él obtenidos, que ofrecía dar á conocerpor extenso en la relación que tenía escrita y enel mapa universal que estaba haciendo, para que,en su vista y previo el competente examen de susrazones, le juzgara el Monarca, de cuyos cristianossentimientos esperaba que le concediese proseguiruna empresa tan necesaria para enseñar la verda-dera fe y el camino de su salvación á las sencillasgentes de las islas descubiertas. Textualmente" de-cía en este memorial (luiros á Felipe III: «Por felicememoria de V. M. y por el apellido de Austria, ledi por nombre (á aquella tierra) la Australia del Es-píritu Santo, porque en su mismo dia tomé pose-sión de ella:» manifestando de seguida que en todala jornada, sin dejar de incluir cantidad alguna, sehabían gastado 184.000 ducados. Mas, en muchostantos y evidentemente con menos fruto, de lo quegastó^olon en el descubrimiento de América.

No fueron, en verdad, tan atendidos, cual el capí-tan esperaba, sus primeros memoriales. Aquelloscortesanos que la historia ha dado á conocer contendencias decididas á ciertas aficiones, careciendode convincentes muestras de la riqueza que el mari-no ofrecía, y no pudiendo apreciar los quilates deloro, plata y perlas que á su decir abundaban en lasregiones australes, se mostraron poco dispuestos áinteresarse por quien solo bellas descripcionestraía. Y esta indiferencia, unida á las quejas que losémulos de Méjico hacían llegar á la corte, y á lasprotestas remitidas desde el Perú por el esposo dela viuda de Mendaña contra las pretensiones del ca-pitán portugués, á quien acusaba de usurpador y deno haber cumplido lealmente las instrucciones delRey, entorpec ieron muchísimo el despacho delasunto por dichos memoriales agitado.

Insistiendo en ellos, circuló (luiros el octavo enFebrero de 1609; y haciéndose cargo en éste de losdescubrimientos de Vaez de Torres, que implícita-

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mente consideraba suyos, por deberse á buques desu armada, repetía la súplica de que se le enviase átomar posesión en nombre del Rey de España y áestablecer colonias en aquellas partes. Otro dio alpúblico, que puede suponerse complemento del an-terior, detallando lo ocurrido en la isla de Taumacoy extendiendo las noticias que los indígenas le su-ministraron: otro en el que, arrastrado por las cor-rientes arbitristas del tiempo, acumulaba promesaspara inclinar los ánimos á su favor, y aun proponíaal Rey que fuese á visitar las Indias; y otros en quecopiándose á las veces, quizás cuando iba caminode Méjico el secretario Belmonte Bermudez, ó fun-dándose en sucesos del momento, presentaba ennuevas formas su pretensión.

Tanta insistencia, fortalecida con las recomenda-ciones de todo género que sin descanso movía enla corte, y la publicidad dada al memorial númerodiez y seis, en el que claramente amenazaba con iral Perú y juntándose con otros realizar la empresa,obligaron al Consejo de Estado á proponer una re-solución cualquiera que le librase de las imperti-nencias del marino. En la consulta elevada al efec-to, manifestó aquel alto cuerpo á Felipe III, que:«el recelo del poco secreto que hay en las cosas,hace temer la indignación y desesperación de estehombre, si supiese el contra-despacho (que se tra-taba de enviar al virey cuando allá fuese Quirós) yque acuda á otros príncipes con sus propuestas;»produciendo el temor de que así lo verificase, lacédula que en el libro se inserta, dirigida al mar-qués de Montes Claros en 15 de Diciembre del mis-mo año 1609.

Lejos de satisfacer al capitán la confusión y va-guedad de esta cédula, incitáronle á acudir connuevos memoriales á los Consejos de Indias y deEstado. En uno, cuyo contenido hace sospechar siestaría ya enterado de aquel secreto acuerdo, escri-bió claras frases acerca de la poca voluntad que ensu buen despacho se manifestaba; demostró en otro,fechado en 1610, que no se necesitaban más de qui-nientos mil ducados para llevar á cabo la expedi-ción que proponía; y en otro, de fecha inmediata,el imás extenso de los cincuenta que en el discursode sus pretensiones dio á luz, recopilando lo dichoen los anteriores y particularmente en el octavo yen el decimosexto, y decidido á combatir de frentelas calculadas resistencias que observaba, se sirvió,para hacer efecto, de razonamientos bastante atre-vidlos. Tanto lo fueron para lo que la época consen-tían que se denunció este memorial al Rey, á íinesde Octubre, en otro en que, expresando la conve-niencia de no permitir á (luiros que hiciese otrasdeclaraciones, ni comunicase de las tierras descu-biertas noticias de que pudieran aprovecharse losextranjeros antes que España, se exponía la nece-

sidad de prohibirle en absoluto la publicación detales documentos, sin el previo consentimiento delos altos poderes del Estado. A tan recelosas indi-caciones proveyó el Monarca: «Dígasele á Quirósque él mismo recoja estos papeles, y los dé con se-creto al Consejo de Indias, para que no anden pormuchas manos esas cosas;» por cuya determinación6 por la ausencia de Belmonte Bermudez, que á lasazón se dirigiría á Méjico, dejó sin duda de impri-mirse entonces el manuscrito que sale ahora al pú-blico por vez primera.

La táctica de la osadía, favorecida á las vecespor la suerte y más y sin tasa en los tiempos revuel-tos, en los cuales suele ser manantial fecundísimo enresultados para los que con más descaro la ejerci-tan, aprovechó grandemente en aquella ocasión altenaz solicitante para el desarrollo de sus planes;pues de seguida obtuvo, quizás para acallarle, laotra cédula de 1.° de Noviembre de 1610, que tam-bién en la obra se inserta, dirigida al mismo mar-qués de Montes Claros. Pero tampoco con su con-tenido se conformó el marino, por creerla floja yvaga; y viendo que «mientras más andaba el tiempomás iba atrasando en su pretensión,» acudió al Con-sejo de Estado con otros memoriales, elevando unoen Diciembre de 1610, con el mapa de aquellastierras, en el cual manifestaba que era el penúltimoque presentaría, y pedía en él, desesperado ya, quepor fin se le desengañase de una vez.

Como si implícitamente accedieran á su negativodeseo, callaron los cuerpos consultivos, y nada res-pondió el Rey; mas la publicidad que en tan largoespacio de tiempo alcanzaron las gestiones del ca-pitán, había ya movido á otros aventureros y ma-yormente á ciertas asociaciones religiosas que,prestándose á realizar por su cuenta ó con otrosauxilios la conquista espiritual de aquellas partesaustrales, empujaron á los Consejos de Estado y deIndias hacia una decisión definitiva. Fatigados losvocales de estos por la larga tramitación de unasunto ya enojoso, pusiéronse de acuerdo, así paraevitar complicaciones como para librarse de lasimportunidades de Quirós (que no de otro modocalificaban las pretensiones del marino); y en con-sulta elevada al Monarca propusieron que se le en-viase al Perú, con el nuevo virey príncipe de Es-quilache, para que desde allí le despachara cuandoy como las circunstancias permitiesen.

Su ya excaso aliento, agotado en la larga é in-tranquila vida de pretendiente, le resignó á con-formarse con este acuerdo, y saliendo de Madrid,y después de ocho años de trabajosa lucha con loscentros del gobierno, se embarcó para la Américaen los fines de 1614. Pero la suerte, que no supoaprovechar cuando tan favorable se le mostró fa-cilitándole la empresa malograda en la tierra del

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Espíritu Santo, volvióle luego la espalda; sin em-bargo de los vehementes y cristianos propósitosque tenía de llevar al cielo las almas de aquellasmillaradas de tranquilas gentes que felices vivíancon sus seculares tradiciones. Y es que la suerte,como lógico resultado del feliz concurso de cir-cunstancias dadas en ingenio, valor, fe, actividad ydiscreción, suele mostrarse sorda al llamamiento,cuando alguno de los componentes representa enlos actos de la vida torpe é irregularmente supapel.

Así sucedió á Quirós, cuyas distracciones de in-genio ó faltas de prudencia fueron con dureza cas-tigadas por aquella, que los atolondrados llamanarbitro caprichoso de la felicidad humana, trocán-dole en desdichas los favores hasta- allí prodigados,y cegándole más de lo que estaba. El ya aturdidopretendiente, sin rumbo y perdida la buena derrotaal embale de incesantes contrariedades, sólo supodesesperarse y malgastar el tiempo, que para cor-regirse le era preciso, en consumir la existenciaque fatigosamente iba arrastrando; la cual le fuearrebatada en edad provecta á poco de pisar elNuevo Mundo, y sin tener la dicha de aportar enaquellas costas del Perú, para él de promisión, don-de confiaba ver sus deseos satisfechos.

III.

Después de lo dicho acerca del héroe principalde la Historia del descubrimiento de. las regionesaustriales, nada parece más propio que dedicar laúltima parte de este trabajo al autor del curiosísi-mo manuscrito.

Anticipando la averiguación de su nombre, atri-buyóse ya la paternidad de la obra, en el prospectodéla Biblioteca Hispano-Ultramarina, al eminentepoeta sevillano Luis de Belmonte Bermudez, secre-tario del capitán Quirós y su cronista en el viaje ála tierra del Espíritu Santo. Pero la Real Academiade la Historia, al emitir en Junio del año próximopasado el informe que sobre esta publicación le pi -dio el ministerio de Fomento, contradijo el asertoen la forma más sensible para quien tal responsa-bilidad contrajo ante el público, puesto que ni unaindicación hizo siquiera de la persona que escribiótan importante documento. Esta circunstancia y lasque colocan á la Biblioteca en la indispensable pre-cisión de defenderse, si no quiere nacer desauto-rizada y muerta, fuerzan la voluntad á dejarse lle-var del amor á las propias inspiraciones, muy natu -ral aun en las modestias más exigentes, y lanzarsea sostener la afirmación sentada en aquel pros-pecto.

Opina respecto del asunto la respetable guarda-dora de la historia patria, y dice textualmente, des-pués de dar á Quirós, por distracción sin duda, el

mismo nombre de Fernando que le aplicaron los es-critores extranjeros Laet, Grocio, Moreri, y otros,«que no es fácil ni del caso averiguar quién fuerael autor del trabajo» (dato cuya posesión tiene, enmi humilde criterio, inapreciable importancia histó-rica). Y de seguida añade: «A juzgar por algunasfrases, parece del mismo Quirós; si Ja circunstan-cia de no ser por lo común los exploradores hom-bres de letras, induce á suponerle de su cronista,al saberse que lo fue de Quirós, Luis de BelmonteBermudez, uno de los escritores más notables en-tre los muchos celebrados do su época, hay quedesistir de esta conjetura al leer la obra, aun cuan-do no hubiese otras razones de lugar y tiempo quela contrariasen.»

Dos puntos se presentan aquí á la consideracióndel mundo literario, de cuya elevada decisiónpende el juicio que, contra todo parecer individual,ha de tenerse al cabo por definitivo. Primero, elque se refiere al fondo de'la obra; del que se tra-tará luego, por creerse más conveniente comenzarpor el segundo, relativo á las razones de lugar ytiempo que contrarían el modo de ver favorable áLuis de Belmonte Bermudez.

La Real Academia, merecedora siempre del ma-yor respeto, y nunca avara de su benevolencia conlos conceptos atrevidos que sin dañada intenciónse emiten, descarta á Quirós de la paternidad delmanuscrito en razón «de no ser por lo común losexploradores hombres de letras;» aun cuando'enpuridad nada violento sería suponer hábitos de es-cribir en quien, como éste, desempeñó el cargo deescribano ó escribiente de buques mercantes, antesde ejercer las funciones de marino. Y descartatambién al poeta sevillano, por las dichas circuns-tancias de lugar y de tiempo.

EsMMisentimiento de opiniones no parece reco-nocer otro motivo que la aseveración sentada porD. Cayetano Alberto de la Barrera acerca de lafecha en que nació Belmonte; aseveración que nosería tampoco de gran valer para los que, familiari-zados con la historia del continente americano,hayan leido, con no poca sorpresa muchas veces,que algunos héroes de la conquista apenas conta-ban más de catorce ó diez y seis años de edad;pero aseveración infundada á todas luces, que, porno haberse desmentido oportunamente, ha divul-gado el concepto que con pena veo acogido por tanrespetable corporación.

El bibliógrafo Barrera, y D. Ángel Lasso de laVega en su HISTORIA Y JUICIO CRÍTICO DE LA. ESCUELA

POÉTICA SEVILLANA EN LOS SIGLOS xvi Y XVII, asientan

que Belmonte Bermudez nació en Sevilla por losaños de 1587: afirmación que no resiste a una severacrítica, ni la hubieran hecho tan en absoluto á juz-gar con más detenimiento los actos de su vida;

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como no aceptaran do plano que á los diez y ochode edad, ó sea cuando en 1605 fue elegido secreta-rio y cronista de una expedición marítima, pudieraya tenérsele por reputado poeta; lo cual hace inve-rosímil la falta de tiempo para conquistarse talhonra, por más prematuras que se consideren lasmanifestaciones de su talento.

Afirma por su parte el distinguido académico donLuis Fernandez Guerra, en su laureada obra bio-gráfica de D. JUAN RUIZ DE ALARCON, que Belmonte,al que llama aventurero sevillano, «había pasado sujuventud peregrinando por la mar; que estuvo en laNueva España el año 1604, y que al siguiente obte-nía en Lima grandes alabanzas de lucidísimo poetay honrosas distinciones del virey, marqués deCañete.» Y sábese también, por confesión del propioBelmonte escrita en la dedicatoria de la comediaAlgunas hazañas de las muchas de D. García Hur-tado de Mendosa (y no el Arauco domado, comoequivocadamente dice D. Antonio de León Pinelo),que hallándose en Lima el citado año de 1605, lecontó un capitán los hechos de Arauco, que le sir-vieron de motivo para componer la comedia; excu-sándole esto de buscar la inspiración, como se hasupuesto, en el libro de Suarez de Figueroa. Ysiendo tal, como el propio poeta asegura, su inti-midad con capitanes de guerra, ¿es lógico creer quehombres de la condición de los conquistadores deChile, la prodigaran tanto en muchachos ó jóvenesde la poca edad que contaría el insigne sevillanosegún dichos autores?

Aparte de ésta, que pudiera salvarse por el inge-nio de Belmonte, hay varias pruebas para defendermi causa. En el erudito prólogo del poema LA HIS-PÁNICA, que precede á la dedicatoria del poeta á donJuan de Arguijo, veinticuatro de Sevilla, se dice:afíl Cisne del Jordán trabaja (Belmonte) con felicecuidado y estudio: si no me engaña la afición desus versos, será trabajo lucido.» Cuyo prólogo, es-crito como se ve en presencia del poeta, refiere,sin desmentirlo éste, que «en sus primeros añospasó á la Nueva España (probablemente en su ju-ventud más bien que en la niñez), y como su incli-nación le guió á ver nuevas provincias, navegó álas del Perú el año siguiente, donde á ejemplo delos floridos ingenios de Lima, volvió al estudioloable de las musas; alcanzando gran parte de ladoctrina que en sus obras descubre.» Luego sivolvió á ese hermoso estudio, natural es suponerque: ya antes se dedicara á él; y no es fácil idearcuá;ndo, si tan cortos años contaba entonces el vateseviillano.

Día también por cierto el mismo prólogo, que altiempo que florecía en el reino de los Incas (1605)«el hijo de la robusta Chile Pedro de Oña, Fr. JuanGalves, Fr. Diego de Ojeda, el Dr. Rivadeneira Vi-

llaroel y el secretario Obregon, escribió Luis deBelmonte un poema, vario en la invención porquelo pedía el sujeto, de sucesos de aquellas provin-cias con la sucesión de los vireyes suyos, que otropor ventura lo tuviera por caudal principal, y élapenas se acuerda de haberlo hecho» (en 1615). Unpoema que es trabajo más propio de reconocidospoetas que de aspirantes, ¿no induce á creer que )ainteligencia del autor estaría á la sazón en la edadvigorosa y de completo desarrollo que al hombrepermite las grandes creaciones épicas?

«Ofrecióse á la sazón (continúa el prólogo) saliruna armada al descubrimiento de las regiones delAustro, y como semejantes armadas tienen necesi-dad de coronistas, así lo encarga S. M. expresamen-te, buscó el general Pedro Fernandez de Quiróspersona que hiciese este oficio y así mismo quienusase el de secretario; que no siendo menester mu-cho para persuadir á nuestro autor, por su inclina-ción natural aceptó la plaza (1605)... Hizo su pere-grino viaje, descubriendo en tres bajeles la armadaincultas y no domadas regiones, costeando la NuevaGuinea y las islas que llaman de Salomón, y ponien-do nombre á los mares, puertos y rios;» como elmismo Belmonte dice en la siguiente estancia de laSispálica:

El pecho puse á la mayor jornada,Llegando al sol los pensamientos mios,Y tocando en la tierra, en vano armada,Nombre dimos al mar, nombre á los rios,Como de Arauco en la jamás domadaRegión, notaba los soberbios briosArcila (1), de los bárbaros chilenos;Si bien yo anduve más y escribí menos.

Cuya expedición so refiere «más copiosamente(según el mismo prólogo) en los últimos capítulosde un libro suyo en prosa, que saldrá entre las de-mas obras (¿no debe entenderse que fuese este libroel de los descubrimientos?); guardando en silenciola historia de su jornada, que escribió en versosheroicos, hasta la última línea, por lo poco que seagrada de sus mismas obras.»

Parece que con lo dicho hasta aquí pudieran te-nerse por más favorables que contrarias á Belmon-te las razones de lugar y tiempo, y considerarsetambién equivocada la fecha del nacimiento delpoeta, que señalan los Sres. Barrera y Lasso de laVega en 1587, quizás por haber pospuesto el 7 de1578; mas si aún se dudase de que fuera el vate se-villano autor del manuscrito, quedarían desvaneci-das las dudas en presencia de los otros datos bio-gráficos sacados de escritos relativos á sucesos enque él intervino. Refiere aquella historia, que" lanave capitana, garrada por la fuerza de los vientos,

(1) El autor del poema La Araucana, Alonso de Ercilla.

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llegó á las costas de la Nueva España; pasando se-guidamente Quirós á Méjico, sin duda con su se-cretario, quien en otra de las estancias de la His-pálica, corroborando la cordialidad y estrechoslazos que existían entre el capitán y el poeta,dice así:

Pudiera mi caudillo lusitano(Estrella de bizarros portugueses),Viéndose investigar golfo inhumano,No verdes plantas, no doradas mieses,Hasta que el sol doró de Cintia hermano,Las imágenes todas á los meses,Llorar de Aries al pez, la noche, el dia,La falta de escriplor que yo suplía.

Desde Méjico debió Belmonte acompañar á Es-paña á su caudillo, para redactarle los numerososmemoriales de que se ha hablado, permaneciendocon él en Madrid hasta el año 1610, que creyendoinnecesari-a su presencia, así que estuvo seguro deque iba á expedirse la Real cédula autorizando lacontinuación de los descubrimientos, á que queríavolver, ó temiendo tal vez recibir alguna desazónen pago de las muchas que con los memoriales die-ra á los señores del Consejo, se embarcó para laAmérica á esperar allí a su capitán;-pues desdeaquel año y no antes encontramos al poeta en lacapital de la Nueva España escnbiendo comedias allado de Ruiz de Alarcon é imprimiendo la Vida delpatriarca San Ignacio de Loyola. Quirós, como seha visto, no se conformó con la cédula por la va-guedad de su redacción, y continuando las gestio-nes siguió en Madrid hasta 1614, que pudo por finir al Nuevo Mundo para que Belmonte viese, con elfallecimiento del caudillo, caer rendida del cielo desus ilusiones la estrella de bitarros portugueses.

Muertas con tan triste hecho las esperanzas delpoeta, regresó á Sevilla en 1615, donde compusoel Cisne del Jordán y otras obras; viviendo en supaís natal hasta fines de 1618 que volvió á Madrid,verificado ya el cambio político que alejó de las es-feras del gobierno las hechuras del duque de Ler-ma que pudieran desazonarle. Y teniendo ya porinútil toda gestión, é imposibles de buen suceso lasque hiciera para continuar el pensamiento de Qui-rós, se entregó de lleno á la vida poética; impri-miendo la Aurora de Cristo y la Fiesta de la Con-cepción, limando el citado poema de la Eispálica,dedicado á D. Juan de Arguijo, y recorriendo des-pués las principales ciudades de España para comu-nicarse con sus ingenios.

Suficientemente probado pudiera creerse, con loque queda dicha, que el poeta Luis de BelmonteBermudez fue quien , en el manuscrito que se pu-blica, extractó el primer viaje_á las islas de Salomónhecho por Mendaña y escrito por su piloto mayorHernán Gallego; escribió, dictándole tal vez los su-cesos el propio capitán portugués, el verificado por

TOMO IX.

éste con el mismo Mendaña, que el doctor Suarezde Figueroa dio á conocer en la Vida y hechos delmarqués de Cañete (1613), aunque ocultando en élciertos actos poco favorables al explorador, y lasrepulsivas escenas y detalles, no muy dignos deelogio, del efímero gobierno de su esposa doñaIsabel; y escribió, finalmente, por propia inspira-ción y bajo la influencia do los grandes fenómenosde la naturaleza y de la explosión de las pasiones demuchos expedicionarios, la que llamó en conjuntoHistoria del descubrimiento de las regiones austria-les, atribuida terminantemente al famoso vate en elprólogo del poema la Eispálica.

Respecto del fondo de la obra, nada habría quedecir, si en el tomo primero apareciera, cual severificará en el segundo, el Diario del maje del ca-pitán Quirós, escrito por el piloto de la expediciónGaspar González de Leza. Pero en tanto que aquelmanuscrito sale á la publicidad, sólo diré que el au-tor de este viaje es el perseverante marino, esclavode la singladura y de la observación meteorológica,y pocas veces el gran narrador ni el literato; y enla presente historia, sin omitirse ninguna de las par-ticularidades que el sesudo viajero presencia, re-saltan sobre todo las dotes del genio poético dequien la escribió.

Que el autor era poeta, nadie lo dudará al leerlos pocos ejemplos que, entre las infinitas bellasimágenes sembradas en el libro, doy como muestra.Para probar que nada en la creación huelga ni esinútil, lo hace de esta suerte en la página 24: «Lasestrellas del octavo cielo son en grandeza desigua-les, porque unas á nuestra vista son grandes y otraspequeñas que apenas se alcanzan á ver. Hay quiendice que si alguna do ellas faltara allá en el cielo,que tamben acá en la tierra faltara el efecto suyo;quiero decir, que no se entienda que la cosa másmenuda que se muestra ha dejado de dañar y puedeaprovechar su parte.»

¿Es ó no propio de un poeta este modo de decir?-Pues de que lo era, y fluido en la versificación ymás acostumbrado á usar de ella que de la prosa,se ve, no sólo en su3 mencionadas obras, sino en elfondo de este libro, en el que á lo mejor se encuen-tran cuartetas y quintillas, y hasta páginas casi ensu totalidad compuestas de versos asonautados. Alreferir, por ejemplo, en la página 243 la impresiónque en las gentes de la nao capitana produjo la re-aparición de la almiranta, que horas antes hablanperdido de vista, dice así:

Causó tan grande alegría,Cuanto su ausencia dio pena (1),Pues perder la compañíaYa se ve lo que esto suena.

(1) O cuanto dio pena suausencia, según la copia del Ma.10

146 REVISTA EUROPEA.- 4 DE FEBRERO BE 1877. N.M5A

En la 263 se describe, en versos de distintos me-tros, la visita que los indios hicieron en sus canoasá los buques españoles, en' esta forma:

Venían cantando todosAl son de sus canaletes,

Siendo unoDe su capilla el maestre,A quien juntos respondían......Mostrando de ver...

cuando la nao almiranta, por montar cierta punta,seguía la vuelta de afuera:

Que se iba, tanta pena,Cuanto quedaron gustososYa que la vieron volver;Y nos daban á entender,Apuntando con los dedos,(Jue fuésemos á su puerto.Lo para qué, saben ellos.Poníanse muy enhiestos,Y con los brazos y manos,Piernas y pies, y sus remos,Hacían con gran destrezaSones, bailes y ademanes.

Su mayor tema era música...Y por fin, y para no cansar más repitiendo los

abundantes versos de la obra, terminaré con estosde las páginas 349 y 50, en que pone de manifiestola deslealtad con que servían á Quiñis sus subordi-nados, y los esfuerzos que se hicieron para acer-carse á los otros buques cuando, en la bahía de SanFelipe y Santiago, desgarró la capitana:

Los pilotos le vendíanEl tiempo, y le obligabanA creer cuanto decían,A tomar cuanto le dabanMedido como querían.

YFinalmente, este dia

Y otros dos, se porfióPor entrar en la bahía;Los navios no salieron,El viento na saanJim/i.

Estos ejemplos, y las afirmaciones del propio Bel-monte en las estancias trascritas de su Hispálica;las del prólogo de aquel poema, no contradichas porlos escritores sus contemporáneos, y el nombrarseel mismo poeta, ro sólo en las fiestas y entre losconcejales del Cabildo creado en la tierra del Espí-ritu-Santo, sino cuando al aproximarse á la isla quellamaron la Conversión de San Pablo, estuvo á puntode perecer envuelto por las furiosas olas, y debió lasalvación al auxilio del alférez Rojo; todo esto, y lasindicaciones de que él escribía la relación del viajepor lo claro expresadas en la página 359 y en otrasdel libro, me han convencido de que el autor deltrabajo no fue Quirós, y sí el famoso sevillano quepaladinamente lo confiesa, cual se ha visto en la es-tancia de la Hispálica que termina diciendo:

La falta de escriptor que yo suplía.

Tal es la opinión que obligado me veo á sostenery quo sustentaré en tanto que no me hagan desistirde ella más convincentes razones y mayor suma dedatos. Si á los que aduzco faltasen algunos para ro-bustecer mi aserto y acabar de persuadir á los in-crédulos, procuraré poner otros de relieve en lasadiciones del tomo segundo, donde en los memoria-les, en las notas, en las concordancias de nombresy sitios, en los índices biográficos, aclaraciones bi-bliográficas y demás ilustraciones de la obra, apre-ciando en conjunto el fruto de mis investigaciones,podrá, quizás en definitiva, comprobarse lo dicho.

Ahora, para concluir, cúmpleme expresar mi gra-titud al favorable juicio que, por otra parte y res-pecto de la importancia del manuscrito impreso,ha expuesto en su dictamen la legítima estima-dora del valor de los instrumentos que más puedencontribuir á acrecer, en los hijos de España, elpuro amor á la eternamente preclara maestra dela vida. Su Real Academia expresa en tal docu-mento , para noble y justificado orgullo de suautor y consuelo de los admiradores de las glo-rias patrias, «que de cualquiera que sea (el manus-crito), el menor ó mediano estilo de narración noaminorará ni el interés que despiertan estos viajes,ni la conveniencia,de darlos á luz. Su publicacióncontribuirá á recabar para nuestros exploradores laprimacía que de derecho les corresponde en el des-cubrimiento de tierras que, tío obstante el nombreespañol que les dieron, son conocidas hoy, con másfortuna que justicia, por otros de extranjero idio-ma.» Juzgando, por tanto, la Academia de la Histo-ria «de gran utilidad la publicación de esta obra.»

No á menor expresión que al más profundo reco-nocimiento mueven estas declaraciones, que en ma-yor grado, si posible fuese, aprecia quien ha tenidola honrosa suerte de ser el primero en dar á luz elescrito a que se clében.

JUSTO ZARAGOZA.

LOS ANTEPASADOS.

II^GO.IV. '

EN LA CORTE PEL REY.

En el castillo real de Thuringia, sentada en ele-vado sitial, estaba la reina Gisela; apoyaba la ca-beza en el blanco brazo, y los rizos de su cabelleraescapábanse abundantes de la regia diadema, ca-yendo sobre su mano y cubriendo sus ojos. A sus

• Véanse los números 150, 151 y 153, páginas 16, 50y 109.

N.° 4 54 G. FREYTAG. LOS ANTEPASADOS. 147

pies, una camarera contaba las piezas de )a vajillade oro que había servido en la mesa real, antes deencerrarlas en la caja y llevar ésta al guarda-joyasdéla señora; contemplaba risueña su rostro defor-mado en la convexa superficie del meta], y mirabadespués á la Reina, que muy poco se ocupaba de lacostosa vajilla. Algunos pasos más lejos estaba sen-tado el rey Bisino, bravo guerrero, de cuadradocuerpo, robustos miembros y rostro ancho: en unade sus mejillas veíase una oscura mancha, heredi-taria en la familia, que había servido para mofa delprimero que apareció con ella y era hoy signo realque, si no daba belleza, daba orgullo á sus posee-dores. Do mal talante estaba el Monarca; la copiosabebida había hinchado las venas de su frente, y dis-putaba con el trovador Volkmar, que estaba de piéante él.

—Te he hecho venir después de la comida paraque la Reina te interrogue; pero mi mujer no se haapercibido de nuestra presencia.

—¿Qué ordena mi señor?—preguntó Gisela ende-rezándose con altivez.

—Triste en verdad es abrir los ojos,—murmuró elrey,—cuando los soberanos del Rhin llevan férreascadenas y yacen en húmedos calabozos.

—¿Por qué ofrecieron sus manos á los hierros?—repuso la Reina con frialdad.—Mal sienta á quienconduce millares de guerreros al festin de la muer-te ceder el paso á- los que le siguen. En los héroesheridos de muerte, yacentes en las floridas prade-ras, pienso yo; no en los macilentos rostros quepueblan los calabozos.

—La fortuna puede abandonar al hombre másheroico,—dijo el Rey, mirando sombrío á su espo-sa.—Pero tú, compañero, no lo has dicho todo; unopudo escapar y ha venido á mi reino; en la corte deAnswaldo se ha bebido con entusiasmo á la saludde Ingo; allí estabas tú, juglar charlatán, y allí can-taste; tu canto ha atravesado más allá del follajede aquellos lugares.

—Poca gloria alcanzaría el trovador que sólo su-piera entonar con una cuerda; mi oficio es dar ácada uno lo suyo, para que el corazón del auditoriose abra á la alegría. Mal había de callar el nombredel héroe, pues los hechos gloriosos viven por miboca. Ignoraba, sin embargo, que el fugitivo pu-diera preocupar al gran señor del pueblo.

•—Bien te conozco,—dijo el Rey con mal conteni-da cólera;—sabes escurrirte como la nutría en elrio; guarda tu fina piel de las caricias de mis mu-chachos.

—El cantor tiene pazcón esa arisca gente; tusmuchachos, ¡oh Rey! esos soldados inquietos, cuyovocerío sube desde el patio á la alta torre de pie-dra, temen también al trovador, que lleva por todoel pafs la noticia de las malas acciones; y si su boca

hubiera de cerrarse para siempre, deudos y amigostiene para tomar venganza. No me asusta tu cólera,pero apetezco tu favor, pues con esplendidez re-compensas los buenos servicios. En verdad te digoque no comprendo por qué mi señor oye con tantodisgusto el nombre del extranjero; el fugitivo eshombre bravo, leal con sus amigos y nada codiciosode la hacienda ajena.

—Hablas como debes,—dijo la Reina amistosa-mente,—y el Rey aprecia tu mérito. Aunque tusnuevas hayan sido dolorosas, recibe la recompensadel mensajero.

Hizo una seña á la camarera, que puso á sus piesla pesada caja; hundió en ella la mano, y sin elec-ción, alargó al trovador una copa de oro. Éste que-dóse como asombrado; pero un fruncimiento de lasreales cejas le decidió á tomar la copa y á incli-narse profundamente sobre la mano que se laofrecía.

—Si tus pies incansables te conceden algún re-poso entre nosotros, aprovéchalo enseñando á misdoncellas el nuevo compás de danza que ejecutastela última vez en nuestra sala; y antes de que mar-ches quiero verte.

Hízole con gracia la señal de despedida; el Rey,por el contrario, parecía disgustado.

—Pródiga eres del oro de tu vajilla,—dijo por finceñudo.

—Ventajoso trato hace el Rey que remedia conoro la injusticia cometida con un vasallo; pocohonra á mi señor descubrir sus cuidados al hombreerrante que va de puerta en puerta cantando paraganar el sustento. Sólo cabía ya tapar con dádivasla boca del cantor ó hacerla enmudecer para siem-pre; he preferido lo primero, pues el hombre esmuy ^nocido y sería peligroso matar al testigo detus temores.

El Rey en voz baja y humillado, como frecuente-mente le sucedía, por la mejor penetración de suesposa, preguntó:

—¿Y qué me aconsejas que haga con el extran-jero, huésped contra mi voluntad de los montañe-ses? ¿Debo ofrecerle oro ó hierro?

—Tu amistad, rey Bisino, pues Ingo, hijo deIngberto, es un hombre ilustre.

—¿Y es también ventajoso para mí que hayaaprendido á dnr el salto real?

Gisela miró al Rey fijamente y calló un momento.—A los corazones nobles sólo sujeta la lealtad,—

dijo por fin acercándose á su esposo.—Si mi señorquiere evitar el peligro, invite él mismo al extran-jero á su corte y hónrele en ella como él se me-rece. El hijo de reyes puede ser peligroso entre loslevantiscos montañeses, pero no en el real castillo,ni entre las filas de tu ejército; aquí será tu hués-ped, y le atarán sus juramentos y tu poder.

148 REVISTA EUROPEA. '4 DE FEBBERO BE 1 8 7 7 . N.° 154

—Bien me aconsejas, Gisela; y como siembre tuspalabras son dignas de ti, el porvenir dirá si acer-tamos.

Despidióse el Rey, y también á una señal de laReina desapareció la doncella. Cuando ésta se viosola, empezó á cruzar el aposento con agitado paso.

—Me llamo Gisela; y en tierra extraña compartoel lecho frió de un hombre vulgar. Muchos añoshace que la hija de los reyes borgoñones se sientasobre el trono triste y miserable, y que sus pensa-mientos retroceden á la tierra de los suyos y altiempo de la niñez. Allí veo siempre á aquel á quienmi padre me había destinado para esposa, cuandoambos éramos niños. Ingo, pobre desterrado, durohabrá sido tu pan y amarga tu bebida en la emigra-ción, pero no tanto como mi angustia en el regioalcázar. Siempre que ha venido á mis puertas unhombre extranjero, he querido saber de tí; hoy quetus pasos se acercan al sendero por donde camino,bien venido seas; bien venido para mi felicidad,bien venido también para mi desgracia; me abrumael peso de la soledad.

Fuera del aposento oíanse las risas y cantos delas doncel'as; la Reina so sentó y escuchó pensati-va, ciñondo sus rodillas con las manos, el melódicocanto del trovador. Una camarera introdujo denuevo á éste en el aposento regio.

—Mucho has contado en la comida,—dijola Reinasonriendo,—que ha puesto en gran cuidado á mi se-ñor; ahora quiero saber cómo pudiste escapar álos romanos; en peligro he estado de perder unamigo que muchas veces me ha proporcionado gran-des alegrías; si de tu propia aventura has compuestoalguna canción, quiero oiría.

—Poco pensaba en mí en aquellos momentos, se-ñora; mi vista y mis pensamientos no se separabande aquel que fue mi salvador, y que para serlo selanzó á los mayores peligros.

—Supongo que ese sería el extranjero; canta,pero apaga tu voz, si puedes; no se agolpe la genteociosa á la puerta.

Comenzó Volkmar con suave voz la relación delembarque y el salto en el Rhin. Por la estrecha ven-tana penetraba un rayo dorado del sol poniente per-filarado la esbelta figura del trovador, que en sucanlo descubría el entusiasmo de su corazón; laReina, inmóvil en la oscuridad, apoyaba su cabezaen una mano que desaparecía bajo la rizosa cabe-llera; ensimismada escuchó al cantor, hasta que ésteterraiinó su relato con el encuentro del héroe en lasalai del festín.

—Canto glorioso para él y para tí fue el de aqueldia,—dijo la Reina con bondad;—vé, y con la ben-dición de Dios repítelo de puerta en puerta, de hogaren hogar; que su fama se extienda por todo mipueblo.

A la hora de la merienda estaba el Rey rodeadode sus escueleros; las risas y algazara de los robus-tos guerreros llenaban el aposento, y se vaciabansendos vasos de vino añejo.

—Canta la danza que has enseñado hoy á las don-cellas, trovador,—dijo uno de los más turbulen-tos;—trataremos de acomodarla á nuestros saltos enel campo de batalla.

—Déjale,—dijo burlonamente Hadubaldo, guer-rero lleno de cicatrices y soldado romano antes deser servidor del Rey;—su canción es buena sola-mente para hacer danzar gallinas en el corral. Alque ha admirado las bayaderas, las voluptuosasbailarinas de Alejandría, parécenle los movimientosde los aldeanos en la pradera danzas de gansos.

—Se ha vuelto orgulloso,—dijo otro,—desde queoculta en sus vestidos la copa de oro de la Reina.Ten cuidado, Volkmar; un tesoro es mal compañerodo viaje cuando hay que atravesar bosques.

—Wolfgang (1) os tu nombre,— contestó el trova-dor,— y corco el lobo discurres en acecho por losbosques: mal sienta en la mesa del Rey la codiciosamirada que diriges á los presentes de su esposa.

Tomó su lira y tocó el aire de danza que se lehabía pedido; los bebedores acompañaron golpean-do la mesa con sus manos y el suelo con sus pies;hasta el Rey llevaba el compás con el tapón de unjarro de vino y con su cabeza, pesada en fuerza debeber. A la segunda estrofa se levantaron los másjóvenes, y mientras los viejos se abrazaban con másardor á los vasos, aquellos se colocaron en fila áambos lados de la mesa y empezaron á bailar porparejas, acompañando estrepitosamente con sus vo-ces. El Rey reía.

—Veo que sabes dominarlos; acércate, Volkmar,el de la fácil lengua; siéntate junto á mí, que sepasmis verdaderos sentimientos. Hoy estuve duro con-tigo, no porque mi afecto á tí desapareciera; pero tumensaje levantó la cólera en mi alma. Pero, por loque hace al rico presente de la Reina, creo que no lefalta razón á Wolfgang en lo que te dijo. El oro esmetal regio y no se acomoda al saco de viaje de unhombre modesto: ¡cuántas veces cantas tú mismolas desgracias que sobre la tierra acarrea á los hom-bres! Creo que obrarías cuerdamente devolviendovoluntaria y sigilosamente la rica prenda á mi teso-rero.

De buena gana hubiese el trovador conservadoel hermoso vaso, y contestó al Rey:

—Lo que atrae la mirada del señor nunca producefelicidad al servidor; pero también debes pensarque nunca lleva la felicidad al tesoro del Rey la ri-queza que otro deja con.disgusto y envidia.

—No te apure eso; no sucederá nada malo.

(1) Paso de lobo.

N.° 154 G. FRKYTAG.-—LOS ANTEPASADOS. 119

—Además, si la Reina sabe que he tenido en tanpoco su presente, se irritará conmigo,—añadió elcantor.

—Créeme, no lo sabrá,—repuso el Rey en tonopersuasivo.—Cuando las gentes del bosque mandenen el otoño su tributo de caballos, escogerás un ar-rogante corcel de redondos cascos; además, mica-marei'o te dará un magnífico vestido de mi guarda-ropa, que te sentará admirablemente. Y sobre todo,Volkmar, sabes que te aprecio, y temo la codicia demis muchachos.

—Groseras palabras he escuchado en la mesa delRey,—dijo el cantor ofendido.

—No las tomes á mal,—aconsejó el Rey;—ciertoes que sus discursos no son siempre corteses, y mecuesta trabajo indecible contener sus violencias. Elarte de un rey consiste en emplear á cada uno se-gún su aptitud, y en hacer de todos dóciles instru-mentos de su voluntad; y por el oro y el buen alo-jamiento en mi casa, jamás me preguntan si lo queles exijo es ó no peligroso. ¿Cómo puede un rey su-jetar todo un pueblo sin tales servidores? Y sobretodo, un pueblo altivo, en que cada uno quiere ha-cer sólo lo que le agrada, en que todos sustentansus derechos y quieren ventilar sus cuestiones sinsujetarse á extrañas voluntades; todos sueñan conluchas y heridas que aumenten su renombre, y estánsiempre dispuestos á subir á la sala de los Dioses.Yo también pienso en prepararme algún dia hermosoasiento en la celeste sala; pero por ahora prefieropermanecer en la tierra y ver ante mí solamentecervices inclinadas; y aunque pocos, hay hombresque me hacen sombra en mi camino; deshacermede éstos, y colmar de favores á los otros, es miventaja y mi gloria; piénsalo bien, Volkmar, tú queeres hombre sagaz. El pueblo es inquieto, sus opi-niones mudables; pero al rey toca proveer á todolo que conviene al país; no me reprocharán tal cosalos que me son leales. Más vale que ellos hagan devez en cuando algún acto violento, que no cada unose tome la justicia por su mano, y debilitado por ladiscordia vaya el pueblo thuringio á sufrir un yugoextranjero.

El trovador no contestó, y el Rey prosiguió coninsinuante voz:

—El vino ha abierto mi corazón, y voy á hablartecomo á un amigo. Dime con la misma franqueza conque se lo dirías á tu hermano, qué clase de hombrees ese extranjero. De buena gana le ofrecería miamistad, pero es de esa raza orgullosa que se alabade que un Dios nada menos ocupó el lecho de suabuela. La descendencia no ha sido beneficiosa paralos hombres; su sangre se ha ennegrecido como elhidromiel añejo en vasijas mal tapadas; imponensacrificios á sus subditos; se dan aires de parientesdel Dios de la guerra, y la suerte de los demás es

para ellos como paja trillada sobre la que soplaná su antojo. ¿Es el extranjero tal como te lo pinto?

—Paréceme más bien de alegre ánimo y francospensamientos; además, pesa sobre él la mano de)destino,—contestó Volkmar.

—¿Y qué tal se porta á la mesa? Es para mí debuen agüero la garganta que se abre fácilmente á labebida.

—Le he visto contestar siempre alegremente álos brindis y á los discursos.

—Entonces, bien venido sea á mi casa,—dijo elRey golpeando su copa;—te escojo por mensajero,y tú traerás al extranjero á mi castillo: vé á bus-carle al bosque y ponió en mi presencia.

Levantóse Volkmar y reflexionó un momento.—Llevaré al extranjero tu mensaje. Pero para

que él no dude de la recta intención del Rey, precisoes que untes tú y tus muchachos juréis paz y apoyoal huésped.

—¡Qué ocurrencia!.¿Cómo he de ligarme por unjuramento á un hombre desconocido y cuyas inten-ciones ignoro?

—Pero quieres que ese hombre venga á ponerseen tus manos: fácil es recabar un juramento de unhombre desvalido. Tú mismo tendrías por insensatoá ese extranjero, si se arriesgase entre tus escude-ros sin un juramento de paz.

—¿Qué necesita el Rey para tal comisión al cantorvagabundo?—gritó Wolfgang;—envíenos á nosotrosy traeremos al extranjero sobre sus pies ó sobre suescudo: tiempo hace que . deseamos un viaje á lasaldeas de esos insolentes labradores.

—Silencio,—dijo el Rey;—no necesito vuestrasgroseras lencruas para tratar con mis subditos de lamontaña; Volkmar será mi enviado, pues ahora estiempo de buenas palabras; ya os llamaré cuandose trate de malas acciones. ¿Y tú crees que no serátan insensato?—preguntó.

Y sus ojos despidieron una mirada semejante ála chispa despi'endida de las nubes; pero inme-diatamente se dominó y prosiguió con cordialacento:

—Bien, juraré todo lo que quieras; y vosotros,silencio,—dijo elevando su voz entre el confusovocerío.—Acercaos y jurad todos paz á Ingo, hijode Ingberto; paz en su venida á la corte, mientraspermanezca en la corte, y cuando se aleje de lacorte.

Los hombres juraron.—Y ahora, cantor,—dijo el Rey con amenazadora

voz,—mucho te importa traérmelo cuanto antes.—Sólo soy tu mensajero, señor; no está en mis

manos forzar su voluntad.—Piensa en lo que te conviene, Volkmar,—dijo

el Rey levantando en el aire su robusto puño;—malosería para tí tener que alejarte de tu patria.

150 REVISTA EUROPEA.—4 DE FEBBERO DE 4 8 7 7 . N.° i 54

—Cumpliré fielmente mi comisión,—repuso eltrovador con gravedad.

—Eso es lo justo,—terminó el Rey con más sua-vidad.

Y levantándose, añadió:—Demos fin al banquete; levantaos de las sillas,

y tú, Volkmar, serás hoy mi camarero; acompá-ñame.

Apoyóse pesadamente en el hombro del cantor,y atravesó así el patio en dirección al dormitoriode la Reina.

—Y ahora, tunante, —dijo alegremente al oido deVolkmar,—¿dónde está la copa?

Abrió Volkmar la bolsa que pendía de su cinturony ofreció al Rey el vaso.

—Escóndemele en los vestidos; por amor tuyocuidaré de que mi señora Gisela no le eche la vistaencima.

A la mañana siguiente abandonó el trovador elcastillo; el Rey miró desconfiadamente á su mensa-jero, y pensó así:

—Difícilmente me mandarán el extranjero los zor-ros del bosque. Si rehusan obedecerme, tengo unpretexto para atacarlos, humillar su orgullo y ponertérmino á sus fueros. Con todo, si ponen á Ingo ásu cabeza, me parece que la cosa ha de estar difi-cultosa, y habrá que dar famosos sablazos debajode las encinas y entre las setas de los bosques. Na-die sabe lo que sucederá; todo, menos que yo sirvade escabel para que otro suba aLtrono que heredó.

Así embebido agotaba vasos de hidromiel, sindirigir la palabra á la Reina, que espiaba en sus ojossus pensamientos, logrando más de una vez adivi-narlos.

Pasaron días y dias, y no venía Ingo. Una tardellamó á la puerta Sintram, el tio de Theodulfo; re-cibióle el Rey con los brazos abiertos; tuvieron unalarga y secreta conferencia, y observó Gisela queal despedir al noble con un apretón de manos, dí-jole el Rey:

—Tu conveniencia y la mia corren los bosquescomo una pareja de lobos.

Pero Cuando Sintram estaba lejos, el Rey condesagradable gesto murmuró:

—Ziorro, y zorro vizco por añadidura.

GUSTAVO FREVTAG.Trad. de la sexta edición alemana,

por GBNABO ALAS.

(Continuará.)

APUNTES CRÍTICOS.

O LOCURA O SANTIDAD,

DRAMA EN TRES ACTOS DE DON JOSÉ ECHEGARAY.

I.

Un hecho notable, un fenómeno literario, ha ve-nido á proporcionar á nuestro público aumento enque saciar el apetito que largos ayunos le produje-ran. La aparición en nuestra escena de una nuevaproducción del Sr. Echegaray ha sido la violentasacudida que la atención necesitaba para volversus ojos al teatro. Y en verdad que, sofocados porinsípidas creaciones de una musa flaca y estéril,nada de raro ofrece el que vayamos á escuchar an-siosamente los acentos que, entre medrosas con-vulsiones y desmayos,''exhala la del Sr. Echegaray.La pobreza de nuestros ingenios, unida al in-dustrialismo sórdido que ha penetrado, de pocotiempo á esta parte, en nuestra escena, la han traidoá un triste y lamentable decaimiento. Los escrito-res de talento secundario se han apoderado de ella,y escrutando servilmente las aficiones del público,nos hacen ver á la continua producciones donde lamiseria de la invectiva se oculta en una moral con-vencional, ó se envuelve torpemente en las impudi-cias del chiste! Según al público á quien se ofrecen,así van estas producciones ataviadas con una moralridicula y desabrida, ó exornadas con pervertidasexpresiones del género cómico. La religión denuestros escritores es el epicureismo. Pocos, muypocos son los que se alejan de la pauta trazada porel éxito, pues consigúese más renombre—siquierasea efímero—y, sobre todo, más dinero, en lison-jear los extravíos del gusto, que en respetar lasreglas de la estética. Ni faltan tampoco críticos quealienten el rastrero vuelo de la medianía, ora can-tándola loas entusiastas, ya mostrando gran escán-dalo y repugnancia al recibir los productos de unainspiración más elevada.

La del señor Echegaray no debe incluirse en elgénero que censuramos. Por lo atrevido de su vue-lo, por su tono vigoroso y por la fascinación quesobre el público ejerce, merece apartado lugar yes digna de que sobre ella fijemos nuestro pensa-miento. Las concepciones de este poeta no pecande lánguidas, no carecen de fondo, antes bien estefondo, por lo extraordinario y anormal, suele serobstáculo formidable para el desenvolvimiento delas condiciones artísticas del drama. Y antes deentrar en el examen del último con que ha enrique-cido la escena española, permítasenos que abra-mos un corto paréntesis con el objeto de desvane-cer cierta malhadada preocupación que ha engen-drado el antagonismo que se observa en esta oca-

N.° 154 A, PALACIO., i—'APUNTES CRÍTICOS. 15*

sion entre la critica y el público. Con verdaderasorpresa escuchamos uno y otro dia la extraña pro-posición de que el público es el juez más idóneopara fallar del mérito de las obras dramáticas. Ydecimos con sorpresa, porque no podemos menosde recordar la serio lamentable de equivocacionesque este supremo magistrado ha padecido á travésde la historia del arto. Véase, si no, cómo protestael de hoy contra los fallos pronunciados sobre obrasartísticas de todos géneros por otros públicos y porotras generaciones. Y sin embargo, nosotros no pre-tendemos negar la autoridad que el público tiene enlos asuntos artísticos: lo que rechazamos es la apo-teosis del éxito. El público posee cuerdas muy deli-cadas en su corazón; pero estas cuerdas, que unas ve-ces son pulsadas por manos inteligentes y expertas,muchas otras son heridas por toscos y groseros de-dos. Los resultados parecen idénticos. Se advierteen los espectadores emoción; acuden lágrimas á losojos; palidecen los semblantes: bajo este respecto,Hamlet y Jorge el Armador, Un drama nuevo y Lacarcajada, en nada se distinguen. Y no obstante, lasimpresiones no son iguales: la emoción pura, espiri-tual y estética que produce Un drama, nuevo en nadase asemeja á la desordenada y brutal que La car-cajada despierta. Esta impresionabilidad exquisitay la facilidad con que las impresiones más opuestasse confunden, son condiciones que nos hacen.recu-sar los ruidosos fallos del público para acudir enapelación al tribunal de la crítica, que no se apoyaen livianos caprichos y genialidades, sino en lossanos principios que largos estudios y un gusto de-purado con la experiencia han conseguido depositaren las obras de los maestros. Agradar al público esla primera condición de toda obra artística; masesto no basta; es necesario después, que puedaresistir á una crítica razonada y seria.

II.

Apenas hace felta añadir que las anteriores refle-xiones nos fueron sugeridas por el extraordinariocuanto injustificado éxito que la última produccióndel Sr. Echegaray alcanzó en nuestro teatro. En élnos fue dado ver, mejor que en cualquier otra oca-sión, hasta qué aberraciones puede conducir la em-briaguez del aplauso y el frenesí del éxito á unafantasía cuyas primeras señales de vida no fueronciertamente débiles vagidos, sino hermosas ó ins-piradas armonías. Esto significa que si fuera po-sible volver del revés la historia artística del señorEehegaray, asistiríamos sin duda al desenvolvi-miento seguro y acertado de una notable aptitudpoética; mas por el orden con que ha dado susproducciones á la escena, sólo acertamos á ver uncoloso que se derrumba, un águila que, despuésde haber contemplado en su ascensión primera la

majestad del sol frente á frente, abate su vuelo ylo arrastra por la tierra. Realmente es una desdichael que un poeta llegue á ccmvencerse de que. susobras son algo más que un manantial fecundo debelleza y armonía, que entrañan, además, ocultosy lúcidos sentidos, y que encierran profundas inte-ligencias cuya adivinanza pertenece de derecho álas futuras generaciones. Es una verdadera desdi-cha, porque desde el instante en que esta trascen-dencia y profundidad del poema deja de ser en elpoeta instintiva é inconsciente para ser calculada,la inspiración pierde su espontaneidad y se con-vierte en conceptuosa, enmarañada y ridicula. Esto,es lo que se observa en la última obra del señorEchegaray. Mucho antes de que despertara en sufantasía la fuerza creadora del contenido dramáti-co, se echa de ver que acudió á su inteligencia laidea de plantear un problema, y este problema pa-rece ser el de qué concepto merecería á la socie-dad un hombre que practicase el bien incondicio-nalmente y sin reservas. Para despejar esta incóg-nita dramática, el Sr. Echegaray echa mano de to-dos los medios, aun los más reprobados, falsea lossentimientos más naturales y sagrados, violenta to-dos los caracteres, y lanza en el último acto sobrela escena, á guisa do petardo, una solución que,por lo estupenda y anómala, pone en suspensión alpúblico.

D. Lorenzo de Avendaño, sabio, filósofo, juris-consulto y además millonario, llega á saber, por larevelación de su nodriza moribunda, que la fortunaque disfruta no le pertenece. La que creyera su ma-dre hasta entonces, casada sin hijos, con un hom-bre enfermo y rico, temiendo que la muerte de sumarido la dejase ea la pobreza, pues la fortuna deéste correspondía por herencia á sus padres, queaún vivían, imagina hacer pasar por hijo suyo al quehabía tenido ilegítimamente otra mujer la cual vienedesde entonces á vivir á su casa en calidad de no-driza. La falsa madre, á su muerte, quiere revelar áD. Lorenzo el misterio de su nacimiento, y le se-ñala un medallón donde se encierra el papel que loaclara. La nodriza, ó sea la verdadera madre, comotiene interés en que su hijo continúe siendo rico,sustrae el medallón. Este hecho se prueba, y la ex-traviada madre es condenada á presidio.

En el momento en que la duquesa de Almonteviene á pedir á I). Lorenzo la mano de su hija, quese muere de amor por el hijo de aquella señora,sabe aquél de boca de su moribunda madre el se-creto de su existencia. El acuerdo que inspira en-tonces á D. Lorenzo su decantada sabiduría, no esel de meditar con calma el extraordinario y casiinverosímil suceso que le acaban de noticiar, ni elde cerciorarse de su exactitud, ni el de consultar laresolución del conflicto con su familia y amigos; no

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se le ocurre otra cosa que gritar desaforadamenteante la sorprendida duquesa, que él es un infame,que ha robado el nombre que lleva y la fortuna queposee, lo cual, sobre ser absurdo, parece incon-cebible en un hombre de mediano criterio,

Hay que advertir, demás de esto, que un médicomuy su amigo y consejero áulico de la casa acabade declarar que la vida de su hija corre inminentepeligro si no satisface su apasionado amor unién-dose al objeto de sus ansias. D. Lorenzo lucha en-tre el amor de su hija y lo que considera su deber;pero al cabo vence éste, y resuelve llevar el negocioá los tribunales para devolver su fortuna á quien le-gítimamente le pertenece. En vista de esto, su fielamigo el concienzudo doctor le declara loco, y sinmás preámbulos y sin que nuestro sabio haya dadootras pruebas de demencia que las que da cualquierhombre cuando en su casa ocurre alguna cosa gra-ve, se entra por la puerta con un par de loqueros,dispuesto á llevar al pobre D. Lorenzo á un mani-comio. Restábanle á la madre de éste, á la nodrizaJuana, al ser traida á casa de su hijo, muy pocosmomentos de vida, según declaración del mismodoctor; espira en los brazos de su hijo, y aquelincalificable personaje no duda en afirmar, á seguidade esto, que Avendaño la ha ahogado en un rapto delocura. La misma Juana, antes de morir, sabiendoel proyecto de su hijo y deseando que, aun contrasu voluntad, continúe siendo rico, quema el papelencerrado en el medallón, que es la única pruebaque existe del fraude. Aquella moribunda madre,que agota el último soplo de vida que la quedapara arrastrarse hasta la chimenea y reducir á ce-nizas la prueba que condena á su hijo á la miseria,excita las simpatías del espectador. Todos deseanque las fuerzas no le falten para consumar su obra;todos siguen con ansia y sobresalto sus vacilantespasos. ¿Por qué? ¿Esa mujer no va á realizar un cri-men, no va á cometer un fraude? Si; pero el señorEchegaray ha tenido en esta ocasión el mal gustode hacer simpático el crimen, porque la catonianarigidez de D. Lorenzo va á dar la muerte á una ino-cente niña, y á sumir á una honrada familia en lamiseria y la desesperación. Y, sin embargo, á pesarde lo>s alardes de estrecha inflexibilidad con queadorna el Sr. Echegaray á su protagonista, no con-sigue mantener firme su carácter. Recuérdese cómoen la escena entre la madre y el hijo (muy bella,por otra parte), al hacerse cargo Avendaño de quesu madre es criminal, la aconseja que evite la jus-ticia Ihuyendo al extranjero. ¿Qué se hizo aquí deaqueilla áspera rigidez y severidad de principiosque tanto martiriza y fatiga á la desdichada familiade Avendaño?

El Sr. Echegaray, que desea presentar en su dra-ma el prototipo de la honradez y de la integridad,

no consigue más que dibujar toscamente un enteincomprensible y estrafalario. Avendaño, que tieneen su poder la prueba fatal del fraude que le hahecho rico, no la muestra á su esposa, á quien tantocomo él interesa, sino que la encierra cuidadosa-mente bajo llave como oculta el avaro su tesoro.¿Tal proceder es digno de un padre de familia lealy cariñoso? Llega el momento en que ante el juezy el notario depone D. Lorenzo sobre el origen desu riqueza y corre presuroso á buscar la pruebaque lo confirma; mas, en vez del papel escrito dondese contiene, encuentra uno en blanco que su madrehabía introducido con esmero dentro del sobre, no •sabemos si con el objeto de dar una broma postumaá su hijo. Tampoco se le ocurre en esta ocasión áD. Lorenzo lo que á cualquiera persona de sentidocomún, esto es, que le han sustraído el papel ver-dadero y han colocado otro blanco en su lugar, sinoque no quiere dar crédito á sus ojos y hace que loexaminen las distintas personas que allí se en-cuentran para cerciorarse de que nada hay escritosobre él.

Después de esto viene una escena pintada demano maestra, pero que, descansando sobre talesantecedentes, produce una impresión muy desagra-dable. El íntimo amigo y facultativo de la casa, pa-sando de consejero á dictador, determina arrastrará D. Lorenzo á un manicomio. La tierna y razo-nable esposa no pone á esto ningún obstáculo. Eldia anterior su marido era para ella un sabio y undechado de virtudes. Bastan veinticuatro horas paraque lo juzgue un demente, y lo que aun es más gra-ve, para que permita que lo conduzcan maniatadoá un manicomio. La desdichada niña, hija de Aven-daño, parece que es la única que allí conserva unátomo de razón y de piedad, y se arroja en los bra-zos de su padre tratando de impedir que se lo lle-ven. El angustiado padre habla entonces el lenguajedel alma, pronuncia frases que van derechas al co-razón y arrancan lágrimas á los ojos. Y, sin embar-go, la esposa, el amigo doctor, otro doctor que noes amigo y los loqueros, extraño conjunto de per-sonas que unas veces parecen malvados, otras im-béciles, todo menos seres humanos, no vacilan unpunto en su estúpida opinión, y arrancando á Aven-daño de su hija, lo arrastran á viva fuerza hacia lahorrible morada de los locos.

Tal es, en resumen, la última producción dramá-tica del Sr. Echegaray. Muchas reflexiones nos acu-den á su propósito; pero hacemos gracia de ellas ánuestros lectores, porque su recto sentido y crite-rio les han de sugerir otras más finas y lumino-sas; El Sr Echegaray arroja á la sociedad en estedrama un puñado de lodo, mas no logra justificartal ultraje, y su empeño produce níayor irritaciónque escarmiento. Aparte de su extravagante con-

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cepcion, contiene la obra muchas y notables belle-zas que han conseguido salvarla del fracaso que laesperaba. La prosa tiene más de afectada que dofluida y castiza; pero, aun con esto, la preferimos ála charla trivial que hoy suele resonaren el teatro.

ARMANDO PALACIO VALDÉS.

EL MOVIMIENTO LITERARIOEN EL EXTRANJERO.

DORA, comedia-drama en cinco actos, de Victoriano Sar-dou.—La organización de loa teatros y de la censura delas obras dramáticas en Inglaterra, por Mr. DuttonCook.

El verdadero acontecimiento dramático de laactual temporada en Francia, es, sin duda alguna,la representación en el teatro del Vaudeville de laúltima obra de Victoriano Sardou, titulada Dora, decuyo éxito nos ha comunicado entusiastas noticiasel telégrafo, y detalladas críticas los periódicos yrevistas que acabamos de recibir.

Como el drama de Echegaray O locura ó santi-dad en nuestro país, la nueva obra de Sardou haempezado á suscitar en la prensa y en los círculosliterarios de Francia grandes controversias, en lascuales, como aquí, entra por mucho la pasión y laintransigencia; que por lo visto estamos condenadosen los países latinos á practicar mucho la intransi-gencia en todos terrenos, aun lamentando, al mismotiempo, la existencia de esa palabra que quisiéra-mos ver borrada del Diccionario.

Debemos decir, sin embargo, en obsequio de laverdad, tal como la conocemos por nuestras cor-respondencias, que el aplauso tributado á Victoria-no Sardou y á su nueva obra ha sido más unánimepor parte del público y de la crítica. Aquí, por re-gla general, el público aplaude y la crítica censuraá Echegaray; en Francia el público y la crítica es-tán unánimes en aplaudir á Sardou, y sólo hay en eluno y en la otra las excepciones naturales y quesiempre aparecen, aun tratándose de la obra másacabada y perfecta.

No es este el momento á propósito para investi-gar la causa de ese divorcio, entre el público y lacritica, que, con ocasión de los dramas de Echega-ray, presenciamos en España. Únicamente nos per-mitiremos decir, porque se relaeiona más con elobjeto de estos apuntes, que no atribuimos aquellaunanimidad y esta Tlivergencia á mayor mérito dela obra de Sardou sobre la de Echegaray. No cono-ciendo Dora sino por lo que nos dicen las cartas yrevistas, claro es que todo lo que digamos de estaobra obedece á un criterio de referencia ó formadopor nosotros, cuando más, sobre la base de impre-

siones ajenas. Así y todo, comprendemos que la di-ferencia de unanimidad que más arriba hacemosnotar, entre el triunfo de Sardou y el de Echega-ray, debe consistir en las distintas condiciones dela crítica francesa, más preparada que la nuestraal juicio y aceptación de esa tendencia del mo-derno realismo hacia el planteamiento en el teatrode grandes y trascendentales problemas adorna-dos con todos los resortes del melodrama ó deldrama trágico. La crítica española no puede rom-per tan pronto con nuestro pasado, y es natural, porlo tanto, que pugne todavía con los atrevimientosdel presente, que preparan quizá las tempestadesdramáticas del porvenir.

Sea de ello lo que quiera, lo cierto es que laobra de Sardou ha tenido un grandísimo éxito, ydebemos dar cuenta á nuestros lectores de lo quesabemos acerca de ella.

En Dora, que se titula comedia-drama, hay detodo: observación verdadera, fantasía inverosímil,ingenio, frases delicadas y finas, palabras de re-lumbrón, escenas de poderoso efecto, resortesteatrales de melodrama, combinaciones ingeniosas,y otras demasiado ingeniosas, hilos manejados condestreza, madejas descuidadas, mucha originali-dad, algunas reminiscencias, y, por último, ciertostoques de tendencia política, extemporáneos siem-pre en el teatro.

La pie'Jra angular del drama de Sardou es el es-pionaje de frac y corbata blanca, y aun de traje deseda escotado, tan común en Francia (el último es-p ecialmente), espionaje hecho no hace muchosaños en provecho del Prefecto de policía y en laactualidad en favor de gobiernos ó altos persona-jes extranjeros. Y el primer resultado de la obraes, qi s á fuerza de querer convencer al público dela existencia diaria y multiplicada de ese espiona-je, hace dudar de ello al convencido. ¡Triste resul-tado, en verdad; pero ese es el efecto de la exage-geracion! Sardou llega á poner en los salones tantosespías como espiados, y, naturalmente, de estaexageración nace lo contrario de lo que se pretendeprobar.

Dora, la inocente Dora, se vé acusada como es-pía, y este es todo el asunto. El primer acto, lige-ro y alegre, es una obra maestra de saeoir /aire,dispuesta con grandísimo arte para que la acusaciónformulada más tarde contra Dora parezca fundada,no á los ojos del público, que sabe á qué atenerse,sino ante el hombre de honor que acaba de dar sunombre á la protagonista. En un gabinete de unhotel de Niza, durante la temporada de verano, lamadre de Dora, viuda de un presidente del Para-guay, da una cita al diputado Faverolle para inte-resarle en un gran negocio de fusiles, un carga-mento completo detenido y confiscado, por valor

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de 60.0.000 francos, toda su fortuna y la dote deDora. El asunto va á ser tratado en la Cámara, y eldiputado puede serle útil. La madre y la hija van áser detenidas en el hotel por no poder pagar lacuenta, y la temporada concluye y con ella se des-vanecen las esperanzas de encontrar un marido áDora, que era el principal objeto del verano. Doraestá cansada de la vida errante que le hace llevarsu madre, y comprendiendo que se la mira comouna aventurera, experimenta secretos sinsaboresque, lejos de calmar, aumenta un válaco, el principeStramir, que por fin se presenta candidato á sumano. La joven ama á un joven diplomático, An-drés de Maurillac, hombre honrado y de concien-cia recta, pero silencioso y retraído.

Ante los apuros del presente, y las dificultades delporvenir, Dora está á punto de admitir los obsequiosde Stramir, cuando éste se presenta en el gabinetede la madre y la hija, formula su petición sin mor-derse la lengua y propone... una cosa tanto máscómoda, dice él, cuanto que está separado judicial-mente de su mujer. A este insulto, Dora se levantay pisotea el ramo que le ha entregado el príncipeStramir al entrar. Maurillac continúa silencioso, ylos acreedores á la puerta; momento bien escogidopor el barón de Van der Kraft para ofrecer á la viu-da del general, á la madre de los fusiles, corno sela llama en París, una pensión de doce mil francos siquiere encargarse de redactarle semanalmente unboletín de la crónica mundana en París y en Versa-lles, no por tener noticias útiles, sino por entrar asíen relaciones con la hija, cuya belleza le ha sedu-cido. La viuda de D. Alvaro no sospecha el engaño;cree lo que le dice el alemán, y con suma sencillez,verdaderamente inverosímil, se imagina que el en-canto de su estilo literario le produce la pequeñafortuna que se le entra por la puerta cuando notiene otro recurso. La agencia Trícoche y Cacoletns la encargada de recibir los boletines de la mar-quesa y trasmitirlos sin leerlos.

En el segundo acto encontramos á la madre yá la hija en Versalles, en casa de la princesa Baria-tine, que les ha ofrecido hospitalidad mientras seles devuelven sus fusiles. La princesa no falta undia á la Asamblea, y cree que mortifica al Gobiernoporque su salón es el punto de cita de muchos diputados y senadores que se entretienen inocente-mente en soñar caídas de ministerio que nunca serealizan. Cree la princesa, y creen sus amigos, queel gabi nete va á presentar su dimisión á consecuen-cio de la interpelación de los fusiles. En este salónes donide ha colocado Sardou su sátira política,ajena completamente á la acción; en esta tertuliaes donde hace maniobrar su escuadrón de espíasbajo la mirada paternal de Cacolet, que lo dirige ygobierna. Resultado: un segundo acto frió y lán-

guido en que el público se olvida de Dora y deMaurillac

Pero la madre pierde por completo el pleito delos fusiles y queda definitivamente arruinada. Elsilencioso Maurillac se presenta entonces y pide lamano de Dora.

—¡Vos mi marido!—exclama ésta en un arranquede júbilo;—¡yo vuestra esposa!... ¡Oh! nunca os ar-repentiréis de lo que hacéis por mí. Os haré tan di-choso como mere.ceis serlo.

Anunciase el matrimonio y... aparece una con-desa Zycha, alumna de Van der Kraft, que ama áMaurillac, y que se promete envenenar la dicha queel joven diplomático cree haber encontrado al ladode Dora.

En el tercer acto encontramos á esta condesa enel salón de los jóvenes esposos que todavía no hanregresado de la ceremonia nupcial; la acompañaVan der Kraft, que sabe que el joven diplomáticodebe partir una hora después para Italia llevandoun documento diplomático confidencial. Quiereposeer este documento, y para que lo sustraigaZycha, promete á ésta librarla de un asunto judicialque la atemoriza. Esta condesa húngara es inglesa,según refiere ella misma; en su juventud anduvomendigando; después se hizo ladrona; en seguidase casó con un falsario; más tarde fue reducida áprisión, y por úllimo se de dicó á la industria queactualmente ejerce. Zycha roba el documento queestaba en un secreter, y momentos después lo in-cluye en una carta que, por consejo suyo, escribeDora á Van der Kraft para excusarse de no haberlollevado como testigo. Prepáranse los dos esposospara partir, cuando so presenta un joven austríacollamado Tekly que había figurado en el primer actoel tiempo suficiente para despedirse de Dora al par-tirpara Trieste y darle su fotografía. Como desterra-do político, apenas había puesto el pió en Trieste,lo redujeron á prisión; pero un amigo consiguió li-bertarle, y acababa de llegar por la mañana, acu-diendo en seguida á felicitar á Maurillac. Expresa áéste su alegría, no sólo por su unión á una mujerque supone de buena familia, sino por haber esca-pado de las garras de las dos aventureras, madre éhija, de Niza. Golpe teatral. En vano Paverolle quieredetener al imprudente; Maurillac le invita á expli-carse, y entonces se formula la terrible acusación.¡Dora es una espía! En este momento entra Dora y •saluda amigablemente á Tekly. Se le suplica quevuelva á su habitación, pues se trata de asuntosgraves que no la interesan, y la 'joven sale. Teklycomprende el abismo en que se ha arrojado é in-tenta retractarse; Faverolle interviene y aumentael conflicto. El joven Tekly enseña la fotografía quedio á Dora, y que, recibida por la policía de Trieste,fue la causa de su prisión.

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Ni esta ligera reseña, ni un detenido y entusiastaanálisis podría dar idea de esta escena, fuerte yconmovedora, una de las más bellas que se hanpresentado en el teatro. Es de mano maestra y co-loca á Sardou entre los primeros autores dramáti-cos. A esta revelación sigue la otra; el docu-mento secreto ha sido robado de entre los papelesde Maurillac. Dora tenía la llave del secreter, yse sabe que un criado ha llevado una carta deDora á casa de Van der Kraft. El barón alemauno la ha recibido todavía porque había salido paraParís, y no volvería hasta la noche. Es preciso sal-var ese papel. Maurillac se va á París á ver al baróny arrancarle la verdad. Faverolle queda al cuidadode la casa.

¡Triste noche de boda!A media noche regresa Maurillac desesperado

porque no ha podido encontrar á Van der Kraft;pero Faverolle, más afortunado, le espera en su ca-sa, le habla antes de que se entere de su corres-pondencia, le obliga a devolver el pliego fatal y sepresenta con él triunfante en casa de Maurillac.Este rompe el sobre y encuentra el documento den-tro de una carta de su esposa en que habla á Vander Kraft de pruebas de reconocimiento. La dudano es posible; ¡Maurillac es marido de una espía!

¡Triste noche de boda! Al ver á Dora tan linda,Maurillac quisiera no saber nada; revístese defuerzas y de carácter y revela á su esposa el horri-ble misterio. Dora se levanta como una leona.

—¿Quién ha dicho eso?-Tckly.—¡Miente!... ¡Matadle!—Pero estas pruebas...—El me calumnia y vos me insultáis creyéndome

culpable...—exclama Dora desesperada.Esta es una escena de un atrevimiento prodigio-

so y de una tristísima verdad que no puede descri-birse; el resultado es que el marido cae á los piesde su mujer diciéndole:

—Podrás haber vendido los secretos políticos,pero eres muy hermosa, te amo y te perdono.

Tanto rebajamiento inspira á Dora un soberanodesprecio y rechaza á su marido. Este queda ano-nadado y sale para buscar remedio en el suicidio.Dora cae inanimada.

Este es el punto culminante del drama. Mau-rillac no se suicida y se prepara á partir á lejanospaíses. Una casualidad conduce á Zycha al despachode M. Faverolle, y por una serie de resortes cómi-cos y dramáticos á la vez, que revelan el gran co-nocimiento de la escena que tiene Sardou, Faverolleempieza i descubrir algo y obliga indirectamente áZycha á reconocerse culpable de lo del retrato yde lo del documento. Otra casualidad y la volun-tad dé Faverolle reúne á todos los personajes,

y el drama acaba como una verdadera comedia.En resumen: el primer acto es un modelo de ele-

gancia; el segundo es lánguido y frió, pero terminapor una magnífica escena; el tercero y el cuartocontienen las escenas más fuertes y conmovedoras,tratadas de mano maestra, y el quinto decae fatal-mente en interés y sólo se sostiene por sus intrin-cados resortes escénicos.

lié aquí una pálida descripción del argumento dela última obra de Sardou. Reconocemos que tienegrandes situaciones, de las cuales el talento delautor ha sacado admirable partido; pero, circunscri-biéndonos al asunto, ¿qué diríamos aquí si un diase presentara Echegaray en la escena española conun argumento semejante? ¿Qué dirían de Sardou,si hubieran do juzgarle, estos críticos que tantoso ensañan con Echegaray? ¡Ab! preciso es confesarque la crítica francesa necesita á su vez ser criti-cada.

#**Las personas que en todos los casos de la políti-

ca, de la administración y de la vida social de Es-paña acuden á comparaciones con lo que sucede enInglaterra y citan á cada paso el criterio liberal conque allí se resuelvenModas las cuestiones, harianbien en no generalizar demasiado y tener presenteque en muchos asuntos importantes no es el crite-rio de la libertad, ni mucho menos, el que se aplicaen la Gran Bretaña. La organización de los teatrosy la censura de las obras dramáticas son buenaspruebas de lo que decimos, y ahora acaba de verlaluz en Londres un interesante libro de Mr. DuttouCook (1) en que se dan curiosísimas noticias por lascuales se comprende, á primera! vista, que ningúnpa4s de Europa tiene nada que envidiar á Inglaterraen est* punto.

La censura teatral reside en Inglaterra en el LordGran Chambelán, que es el encargado en teoría dedar ó negar autorización á toda obra de teatro, an-tes de ponerse en ensayo, en cualquier punto de laGran Bretaña. La ley específica que la frase obra deteatro comprende toda «tragedia, comedia, farsa,drama, ópera, bufonería, intermedio, melodrama,pantomima ó cualquiera otra diversión teatral.» Ellord Gran Chambelán tiene el derecho de prohibircompletamente la representación de las obras quele parezcan «contrarias á las buenas maneras y aldecoro, ó peligrosas para la paz pública», ó exigirla supresión y modificación de los pasajes que ten-ga por conveniente. Recibe por esto, además desus emolumentos oficiales, honorarios que le pagandirectamente los teatros por cada obra examinada.Su poder es absoluto. Si le conviniera1 prohibir la

(1) A Booh of lhe Play, por Duttou Cook.—Londres, 2volúmenes, Sampton Low.

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representación de las obras de Shakspeare en In-glaterra, se necesitaría una orden del Parlamentopara poner Hamlet en escena.

En la práctica, el lord Gran Chambelán delega lamisión de leer las obras y estatuir sobre su suerteá un empleado, al cual abandona los que pueden lla-marse derechos de censura, que son onerosísimospara los pequeños teatros cuyo repertorio exige unagran movilidad. El Gran Chambelán puedo nombrary destituir libremente á la persona que desempeña-este empleo, poro el uso ha consagrado que sea uncargo vitalicio, y desde hace ciento cincuenta añosque existe la institución, no se ha dado caso de unexaminador de obras destituido. La libertad de tea-tros depende en Inglaterra de la mayor ó menoramplitud de criterio de un empleado subalternopermanente é irresponsable, y más de una vez se havisto que la suerte de autores y empresarios estabaentregada por completo al arbitrio de un tiranuelosin inteligencia, ó venal.

Durante largo tiempo han preocupado á la censu-ra, más que las cuestiones de moralidad, las alusio-nes políticas. El Rey Lear fue prohibido en tiempodo Jorge III, porque ponía en escena un rey loco.En 4808 no se permitía todavía*interesar al públicoinglés en las aventuras de Carlos Eduardo^ el pre-tendiente. Ruy-Blas ha sido prohibido reciente-mente, porque el público podría sospechar que sehacían alusiones al matrimanio de la actual reinaVictoria.

La censura inglesa se hizo puritana en nuestrosiglo con Jorge Colman, un personaje de costum-bres bastante libres, que antes de ser examinadorhabía escrito obras en que se respetaba muy pocoel decoro y las buenas maneras de que habla la lay.Colman emprendió la tarea de moralizar el teatro,según decía, y á las quejas de sus antiguos compa-ñeros contestaba que «su punto de vista había cam-biado y no era suya la culpa si sus predecesoreshabían faltado ásus deberes.» Entonces se prohibióá los actores, encargados de los papeles de enamo-rados, llamar ángel mió ásus amadas, porque siendo«un ángel un personaje de la Escritura, no se debíaprofanar esta palabra en las tablas aplicándolo áuna mujer.» No hay para qué decir que las excla-maciones ¡Dios MÍO/ /Señor! estaban severamenteprohibidas, lo mismo que los juramentos. Pronun-ciar las palabras infierno y cielo en un teatro, erauna falta contra la religión. Maldecir, maldición ytodos los términos de anatema, también estabanborrados del diccionario permitido.

Los autores de melodramas apenas podían traba-jar. Los empresarios de óperas se veían reducidosá tener que descuartizar todas las obras, porque nose les permitía sacar á la escena monjes ó religio-sas. Los teatros pequeños estaban arruinados por

los derechos de censura; pues, no contento con ha-cerse pagar 52 pesetas y media, según tarifa esta-blecida por el uso, por cada obra autorizada, JorgeColman reclamaba nuevos honorarios á la menorvariación hecha por el autor ó los actores despuésde la primera representación. Prólogo, epilogo,canción, imitación, todo le servía de pretexto parareclamar 52 pesetas. Un teatro consagrado al Vau-deville le producía, por término medio, unas 150pesetas cada noche, y su ingeniosa rapacidad llegóuna vez á hacer clasificar entre las obras de teatroá las conferencias astronómicas.

Jorge Colman murió en 1836. Sus sucesores nole han imitado en su rigor, pero el teatro ingléspermanece sometido á un régimen duro y capri-choso. Las obras de Alejandro Dumas, hijo, estáncasi todas prohibidas en Inglaterra. Las óperas Na-buco de Verdi, y Moisés de Rossini fueron autoriza-das con la condición de cambiar sus títul >s por losde Niño y de Zora ó Pedro el ermitaño. Las alu-siones políticas no se toleran en modo alguno enla actualidad. Varias veces se ha intentado hacerpasar una obra dramática sacada de una novela delactual presidente del gabinete, Mr. üisreali, peronunca se ha podido conseguir. Su Gracia el lordGran Chambelán (ó su sustituto) ha declarado siem-pre terminantemente que «no autorizaba la repre-sentación de ninguna obra de teatro inspirada en lanovela en cuestión, á causa de las tendencias polí-ticas de la misma.»

La historia de la censura no constituye más queun capitulo del libro de Mr. Dutton Copk. El autorpasa sucesivamente revista á todas las ruedas delcomplicado mecanismo, cuyo producto es una re-presentación buena ó mala. No ha olvidado cierta-mente el resorte indispensable llamado público.Las costumbres y el temperamento del espectadortienen una influencia tan directa en la suerte delactor, que naturalmente forman parte de las con-diciones de existencia del teatro. Este estudio deMr. Dutton es fecundo en revelaciones cómicas ycuriosas. Consigna que, no hace muchos años, havisto al público, demasiado crédulo, lanzarse á laescena para socorrer al personaje virtuoso y per-seguido. Entonces la representación terminaba poruna batalla general, y de aquí procede el horrorque aun hoy tienen los figurantes á representar losvencidos en un combate. Un uso muy antiguo quese conserva todavía en algún teatro pequeño, auto-riza á los descontentos á reclamar el importe de subillete y marcharse después del primer acto, lo cualdaba motivo á grandes abusos cuando era costum-bre general en todos los teatros, porque empezandoen cada uno la función á diferentes horas, habíapersonas que asistían á tres primeros actos distintosen una misma tarde y formaban así su espectáculo

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sin gastar dinero. Durante mucho tiempo ha habidoteatros en Inglaterra en que la función acababa álas nueve de la mañana; calcúlese á qué hora em-pezaría.

Todo esto lo refiere Mr. Dutton Cook fácilmentey sin prstensiones. Las personas á quienes gustaconocer las interioridades del teatro leerán conplacer esta obra, y en ella encontrarán informestécnicos y anécdotas de bastidores para toda suvida; las que se entregan al estudio del* corazónhumano encontrarán también en estas páginas am-plios motivos para reflexionar.

RAFAEL TORRES.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Congreso de Higiene de Bruselas.

DISCURSO DEL PRESIDENTE.Higiene, Salvamento y Economía social.

Señores: Ante un auditorio tan respetable, porsu composición, su valor científico y sus condicio-nes, experimento una viva sensación de temor ygratitud.

Yo he visto dificultarse mi tarea á medida queesta reunión se formaba y desenvolvía, y he com-prendido mi insuficiencia para hablaros de nuestraobra, á vosotros, señores, en medio de quienes vana brillar tan claras luces. Lo que me sostiene es elsentimiento que os guía y os conduce aquí, anima-dos por el deseo de poner vuestros conocimientosy vuestra experiencia al servicio de la más noblede todas las causas. Yo me siento alentado, porquecreo que mi pensamiento, enriquecido con los ge-nerosos efluvios que emanan de vosotros, y autori-zado por vuestra aprobación, debe resonar fuera deesta Asamblea y llegar á oidos de aquellos cuyasuerte y cuyosdestinos forman el objeto de vuestrasolicitud, de vuestros estudios y de vuestros tra-bajos.

Hemos escrito al frente de nuestra empresa: Hi-giene, Salvamento y Economía social. Estos tres tér-minos, poco comprendidos por el mayor número delas gentes, expresan cosas de tanta utilidad y tantoalcance, que son dignas de atraer la atención y lasimpatía universales; tienen un fin común, y sualianza es natural y fecunda. Su objeto es protegerla vida humana, rodearla de bienestar y prolongarla; hacer el trabajo menos duro, menos peligrosoy más productivo; librar á los trabajadores ele laindiferencia, la imprevisión y el desorden, y con-ducirlojs á la mejora de su condición moral y ma-terial. *

Pero al organizar nuestra obra, ¿no debemosatender á un fin más importante todavía, y aspirará un resultado más vasto y más elevado? ¿No esel desarrollo armónico de la prosperidad generallo que debe ocupar, sobre todo, nuestro pensa-miento?

La sociedad experimenta desde hace mucho tiem-po ¡as sacudidas del movimiento que dirige á lasclases menesterosas hacia la mejora de su con-dición. Este movimiento nadie puede negarle. Aban-donado á sí mismo ó mal dirigido, es la agitación,

el desorden, acumulando víctimas sin provecho deninguno. Bien conducido, es la tendencia natural ylegitima hacia la luz y el progreso.

Ks necesario, pues, que aquellos que gozan delbeneficio de la instrucción y que poseen la riquezaó el bienestar se coloquen alrededor de los quellevan el limón entre sus manos. Deben conquistarla confianza de las clases trabajadoras, convencer-las de la verdad de su solicitud, de la eficacia de susremedios, y apartarlas de las teorías erróneas, queengendran las quimeras, y á menudo causan la rui-na de aquellos mismos á quienes intenta favore-cer.—Que doctrinas sanas y bienhechoras ocupen ellugar de ilusiones disolventes; hé aquí lo que tienemás urgencia.

Nos hemos reunido aquí, señores, animados porun sentimiento de caridad y de progreso social.Hemos abierto á la actividad de las inclinacionesgenerosas más potentes una vía en que los espíritusy las opiniones contrarias pueden abandonarse sinel temor de un conflicto.

Tales la influencia de las acciones y los pensa-mientos humanitarios, que establecen entre los hom-bres y las naciones lazos que se mantienen á pesarde las diferencias religiosas y de las opiniones en-contradas. Lo que es bueno y bello domina esas di-visiones y parece que se impone por ger su esenciadivina.

Ante el objeto do nuestra obra, las nacionalidadesse confunden. Hay un idioma universal que sirvepara nuestros propósitos y relaciones; es ei lengua-je del corazón. Las murallas nacionales ceden antenuestras legiones fraternales, porque la obra de laHigiene, del Salvamento y de la Economía social al-canza á una federación de pueblos que se llama laHumanidad, y para la Humanidad no existen lasfronteras.

Decíamos en la primera de nuestras publica-ciones:

«Las felices concepciones y los asiduos trabajosde los higienistas, los salvadores y los economistas •pertenecen á la humanidad entera. Ilustrémonosmutuamente. Que esos trabajos sean conocidos,que reciban la publicidad, la estimación y los ho-menajes de que son dignos.»

Y. añadíamos:«Importa, pues, reunir todo lo que el espíritu de

caridad y la previsión de los gobiernos y particu-lares ha producido, para ayudar al hombre en elpeligro y el sufrimiento.»

Esas riquezas estaban dispersas; nosotros hemostratado do reunirías. En otras exposiciones ha solidoprescindirse de ellas; nosotros las hemos dado áconocer. Condenadas frecuentemente á la indife-rencia y el olvido, nosotros hemos llamado la aten-ción sobre ellas. Destinadas á un progreso ince-sante, ha sido necesario someterlas al examen y ladiscusión. Dedicadas al bienestar general, es pre-ciso extenderlas y vulgarizarlas.

La vida práctica manifiesta los muchos males ypeligros que nos amenazan constantemente, y, sinembargo, la indolencia detiene y dificulta la propa-gación de los medios que sirven para evitarlos.

La centralización realizada por nuestra asocia-ción ha sido para muchos una verdadera revelación,y este conmovedor espectáculo nos ha proporcio-nado gran número de prosélitos.

¡Pero contemplad, señores, cuánta previsora in-teligencia, cuántas saludables indicaciones hay enlos instrumentos de socorro, en los muebles de

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escuela, en todos los objetos de la Exposición!¡Qué maravillosa muestra la que ofrece la Cruz

Roja!¡Qué de libros, de escritos, de álbums, de mapas

descriptivos ó estadísticos que contienen teoríasútiles, observaciones instructivas y buenos conse-jos! ¡Es una vasta enseñanza de preservación y deprogreso, inspirada por el genio del bien!

¡Áh! ¡Benditos seáis todos vosotros, príncipes,gobiernos, administradores, sabios y filántropos,que habéis dado protección y habéis prestado con-curso á nuestra obra, que ha llegado á ser la vues-tra! ¡Podéis enorgulleceros, porque habéis merecidobien de la humanidad!

Va á comenzar, señores, vuestra gran misión.El Congreso tendrá una importancia excepcional

por los grandes elementos de que se compone ylas materias de que va á ocuparse. Está llamado áejercer sobre la opinión una poderosa influencia.¿Y cómo no ha de ser así?

¿No tomáis bajo vuestro amparo y sometéis á laprueba de vuestros debates, intereses que á todosnos importan, que se refieren á todos los momentosde la vida, que cuando so medita sobre ellos se Josencuentra enlazados con el porvenir de las na-ciones?

¿Hay nada que toque el hombre más de cerca quesu existencia y los peligros que la turban y ame-nazan?

¿Hay nada que interese más á los Estados que ladesaparición de la miseria, que las victorias conse-guidas sobre las plagas que amenazan las poblacio-nes, que el desarrollo de su prosperidad?

Las cuestiones más interesantes van á ser el ob-jeto de vuestra investigación y de las discusiones áque vais á entregaros.

La numerosa y brillante composición del Con-greso indica bien la importancia que le concedenlos gobiernos, las administraciones, el cuerpo mé-dico europeo, los economistas de todos los paísesy el público, que tiene aquí también sus dele-gados.

Vais á estudiar los hechos y los sistemas que serefieren alas conducciones de agua, al saneamientode las ciudades y establecimientos públicos, de lostalleres, de las casas, y especialmente de las habi-taciones de obreros.

Tendréis que examinar y discutir problemas cuyasolución es de un inmenso interés para la industria,para la explotación de las minas, para la navega-ción, para los trabajos peligrosos, para la interven-ción del elemento civil y del servicio médico enlos ejércitos en campaña.

El asunto más importante por su alcance, nadiepuede sorprenderse de ello, es el examen de las

^materias de la tercera sección, que comprende lasinstituciones cuyo objeto es mejorar la condiciónde las clases obreras.

Digámoslo muy alto: los grandes salvadores deeste mundo, bajo el punto de vista en que nosotrosnos colocamos exclusivamente, son: la educación,la instrucción y el trabajo.

Estas son las fuerzas creadoras y preservadoras.El hombre y la sociedad encuentran en ellas elo-menltos de orden y prosperidad.

Si; el salvador por excelencia es el trabajo; y¿no es la mejor manera de honrarle seguir al traba-jador en todas las fases de su vida, y estudiar susnecesidades higiénicas, los peligros que le amena-zan, los medios de evitarlos ó de mitigar sus efec-

tos, y enseñarle el camino que debe seguir paraasegurar el fruto de sus tareas?

La tercera sección se ocupará de este último es-tudio; de los intereses escolares; de la relación en-tre la instrucción > primaria y la instrucción profe-sional; de la enseñanza de la"gimnasia en las escue-las de niñas y de niños; del trabajo de las mujeres yde los niños en las minas y en los talleres; y, porúltimo, de la cruzada que hay que dirigir contra elabuso de las bebidas alcohólicas y contra la impre-visión.

Si de vuestras discusiones pudiese salir remediocontra el azote de la embriaguez y la adopción ge-neral de medidas legislativas ó reglamentarias paradisminuir los males, y, por lo ménos,-el desorden yel escándalo que produce, el Congreso se ilustraríacon un servicio inestimable prestado á la civili-zación.

Vosotros, señores, estáis llamados á sintetizar yreunir los rayos de bienestar proyectados por lassociedades cooperativas-y mutuas, por las socieda-des de consumo y de producción, por las cajas deahorros y los bancos populares, esos grandes ins-trumentos para la mejora de los trabajadores pormedio de la asociación de los esfuerzos indivi-duales.

Aquí se afirma enérgicamente el interés que lasociedad dedica á los trabajadores. Se les tiende la'mano por todas partes. Las ciencias administrati-vas, médicas y económicas se afanan para prepararel mejoramiento de su suerte.

¡Ojalá ellos pudieran, como nosotros, descubrirlas riquezas ocultas en. documentos innumerablesen medio de nuestra Exposición, y comprender enlos reglamentos las ingeniosas combinaciones enque gobiernos, administraciones y grandes indus-triales se disputan la palma de la solicitud y la pre-visión!

Si ellos pudiesen hacer esto estudio, asistir ávuestros debates y recoger vuestras palabras deoro, verían con la claridad de la evidencia hastaqué punto tienen amigos verdaderos, dignos de sucompleta confianza. Ellos apreciarían, sin duda al-guna, cuantos estudios y experiencias han ido acu-mulándose para poner en sus manos medios de sa-lud y para la organización paternal y el perfeccio-namiento de la escuela, ese generoso asilo abiertopara sus hijos. Los trabajadores se. hallarían, des-pués de este examen, como nosotros nos hemos en-contrado siempre, satisfechos y llenos de emoción,de admiración y reconocimiento.

Y entonces, reduciendo nuestros primeros con-sejos á ideas sencillas y fácilmente comprensibles,podríamos decir con fruto al obrero:

«Salid de vuestra indiferencia y aprended á fe-cundar y ennoblecer vuestro trabajo; sed el autorde vuestra propia elevación; adquirid la dignidadhumana por la compostura, la sobriedad, la buenaconducta y el respeto de sí mismo y el de* los de-mas, cualidades que dan atractivo á las relacionessociales, á pesar de la desigualdad de condiciones.Conseguid á fuerza de orden y economía ser e! pro-pietario de vuestra habitación y vuestro campo.

«Cread en la patria común, que ocupa un granespacio en vuestro corazón, un asilo donde seáis elamo por la ley y por el trabajo. Enseñad á vuestroshijos el camino de la escuela; seguid y estimuladsus adelantamientos.

»La vida de familia tendrá para vosotros y losvuestros dulzuras desconocidas. Os sentiréis re-

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compensados en vuestra conciencia y en vuestradignidad, y reconoceréis que sin haber cambiadode estado, habeisascendidoen la escala social.»

Grandes enseñanzas, señores, se desprendenabundantemente de nuestra Exposición y se produ-cirán en vuestros debates. Pero del mismo modoque el hombre no sabe todo lo que ha aprendido,sino aquello que retiene, así también los progresosá que nosotros nos consagramos no enriquecen ála humanidad, si no se aplican y llevan á la práctica.

Es necesario reconocer que la ignorancia y elabandono, cada uno por su parte, so oponen á ladivulgación de las cosas mejores, y con razón se hadicho que el mayor enemigo del hombre es muchasveces el hombre mismo.

La educación del pueblo es un trabajo largo yque exige gran constancia. Sin embargo, bien po-demos felicitarnos del movimiento que se ha produ-cido en los espíritus.

Cuando el público ha visto las riquezas acumula-das en nuestro gran arsenal de medios de defensa ypreservación; cuando ha asistido á las explicacionesy á las conferencias dadas con infatigable celo porsabios expositores, ha sentido admiración y simpatíapor nuestra obra y por los estudios y discusionesque á ella se refieren.

La reunión del Congreso, señores, desarrollaráesas tendencias. Quedará después de él un libroque será depositario de sus debates, de las brillan-tes memorias que les habrán servido de fundamentoy de preciosas comunicaciones que con profusión sele han dirigido ó dedicado.

Esos documentos extractados en resúmenes su-cintos y claros, circulados en abundancia, las con-ferencias populares, la publicación de cuadros esta-dísticos que hablan enérgicamente á los ojos y sonbien acogidos por la memoria, hé aquí una serio domedios excelentes de propaganda.

Podemos contar también con la prensa, cuya vozpoderosa y escuchada alcanza y penetra por todaspartes.

Soberanas y princesas ilustres nos han estimuladoy nos ayudan. Dígnense recibir este público testi-monio de nuestra gratitud.

Hay un contagio que nosotros favorecemos enlugar de combatir, yes el de los buenos sentimien-tos y el de los buenos ejemplos. Es necesario queesos ejemplos sean imitados. Las mujeres son, porsu naturaleza, más cuidadosas de los medios deprotección y defensa, y su influencia es muy grandeen la familia y en el mundo. Que sean nuestrosauxiliares. Los anales de la caridad dicen todo loque puede esperarse de su concurso.

Cuanto más se reflexiona en ello, señores, mayorconvencimiento se adquiere de que la escuela es elmedio más eficaz que podemos emplear en nuestraayuda. Las costumbres no se transforman ni perfec-cionan más que por la educación y la instrucción.Desde la instrucción primaria, hablando á la inteli-gencia y á los ojos del niño, debe hacérsele formarideas claras y exactas acerca de los peligros que loamenazan y la manera de conjurarlos. Desde la in-fancia es necesario inspirar al hombre el gusto dela previsión y el trabajo.

De la generación preparada con esa educaciónmás completa, saldrá una pléyade de jefes de familiay de madres, que iniciados en las nuevas enseñan-zas, ayudarán á los maestros de sus hijos, y la edu-cación de las masas avanzará, de etapa en etapa, conun progreso incesante.

Este progreso no interrumpido es el que debemosprocurar armados con una voluntad infatigable.

El Salvamento, señores, tiene asociaciones orga-nizadas vigorosamente; la Higiene cuenta con sabiascorporaciones. Sus comisiones están establecidasen los centros de población.

La ciencia de la Economía social no tiene unaorganización especial. Sus apóstoles no se hanreunido en cuerpos reglamentados. Si yo me he de-dicado especialmente á describir su misión, habrdiscomprendido los motivos de ello, vosotros que osconsagráis más particularmente á la Higiene y elsalvamento.

Porque, señores, un sentimiento de fraternidados anima á todos, y ese sentimiento ha hecho posi-ble nuestra empresa, y ha asegurado su éxito, y fa-cilitará el pensamiento de dar una existencia dura-ble á nuestra obra común. Será un eterno honorpara Bélgica el de haber sido su cuna, y el de haberrecibido con este motivo en su hospitalario hogartantos hombres de valia, cuya presencia y cuyostrabajos abrillantarán la idea y la santificarán encierto modo; porque, señores, vosotros venís aquí áasociaros á anabuena acción. Son palabras de S. M. elRey de los beigas, que las pronunció al inaugurarlaExposición, y que fueron comentadas en términoshalagadores por la Reina, mientras examinaba losobjetos expuestos.

El Rey ha sido el primer protector de nuestraobra, y en tanto que se desarrollaban nuestros tra-bajos preparatorios, S. M. pensaba en extender susbeneficios más adelante, valiéndose de los mismosmedios y haciendo un llamamiento para la unióninternacional de los hombres de conocimientos yexperiencia, á fin de organizar una empresa grandepara el interés de la civilización y de la humanidad.

VERVOORT.

(Trad. de J. M. P.)

Ateneo de Madrid.

SECCIÓN DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS.

La Constitución política de Inglaterra.

Terminó el Sr. Moreno Nieto su discurso ocupán-dose de la cuestión religiosa. Como resolución paralas relaciones entre la iglesia y el Estado, aceptóuna religión oficial que debiera ser en su conceptola religión católica, por ser la única que representahoy genuinamente la idea cristiana.

Tomó después la palabra el Sr. Radriguez (donGabriel), y comenzó afirmando que, en su opinión,la Constitución de Inglaterra es defectuosísima, yque este país no debe á ella su prosperidad. El pro-greso de Inglaterra no se debe á la monarquía comoel Sr. Moreno Nieto afirma, sino que se ha realizadoprecisamente contra la monarquía. Esta y la aristo-cracia lian ido plegándose á las exigencias del pue-blo, y aunque exteriormenle aparecen lo mismoque en la antigüedad, realmente representan cosasmuy distintas. Hoy la monarquía no es más que unsímbolo de soberanía, porque ya no la tiene efecti-vamente, y otro tanto puede decirse déla aristocra-cia. En la actualidad, la Cámara de los Lores notiene una influencia positiva sobre los destinos pú-blicos, sino que reside únicamente en la de los Co-munes. El orador cree, pues, que la causa de la

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prosperidad de Inglaterra no es su Constitución,sino el resultado de la evolución política de estepaís.

La parte más delicada y difícil del tema, es la quese refiere á la implantación de las formas políticasbritánicas en el continente. El orador cree que enel continente, lo mismo que en Inglaterra, se pue-den hallar muy bien condiciones para la vida de lalibertad. En el continente, también nos podemosgobernar por nosotros mismos. Véase, si no, lo queacontece en Italia, en Bélgica y en Portugal, pue-blos de nuestra misma raza, cuyas formas políticaspermiten ampliamente la existencia de todos loselementos sociales. ¿En qué consiste, sin embargo,la diferencia que se observa entre la Constitucióninglesa y las del continente? Ya lo han hecho notarlos señores Figuerola y Pedregal. Se debe princi-palmente á la aceptación que allí encontró la refor-ma protestante, porque es imposibla negar que elprotestantismo, elevando la dignidad humana y ha-ciendo á cada hombre dueño de su pensamiento,dio por resultado el que los habitantes de aquelpaís sean más aptos para gobernarse á si propios.La civilización moderna ha tenido que luchar condos fuerzas reaccionarias, la monarquía y el papado.Cuando estos dos poderes reaccionarios fueron lle-vados por las circunstancias á luchar entre sí, comose contrarestaban sus maléficas influencias, el ele-mento popular consiguió abrirse paso y ocupar unlugar importante, y esto aconteció en Inglaterra.Cuando, como en España, estos poderes formaronalianza, consiguieron sofocar todo otro, elemento.

En Inglaterra encontramos un período de luchaentre la monarquía y el poder religioso; despuésotro de lueha también entre el poder real y el ele-mento popular, que, como ya sabemos, termina con'una famosa y sangrienta revolución. Inglaterra, porúllimo, entra en un período de calma, en el cual,como sucede ahora, el elemento popular adquiereuna legítima preponderancia y la nación se gobier-na á sí misma.

En nuestro país no hemos llegado todavía, des-graciadamente, á este período, y se debe, en con-cepto del orador, al retraso que aquí ha tenido laruptura entre el poder civil y el religioso.

A fines del siglo pasado fue cuando se inició ladesavenencia. Por entonces se verifica la revolu-ción en los espíritus y se turba la paz de los se-pulcros que la monarquía y la Iglesia habían creado.La revolución en los hechos da comienzo en losalbores de este siglo y se prolonga hasta el dia dehoy. No puede dudarse que actualmente nos en-contramos en plení revolución. ¿Qué camino segui-rá ésta en el porvenir? Según los conservadores,debemos caminar con lentitud, con muchas pre-cauciones y tomando la libertad á cortas dosis pa-ra que no nos sea nociva. El Sr. Moreno Nieto, quecombatía á la perfección, en la primera parte de sudiscurso, el doctrinarismo, nos presenta en la últi-ma como solución del problema político la monar-quía doctrinaria, esto es, una monarquía con so-beramía efectiva, no simbólica como en Inglaterra,y un Estado con religión oficia!, que forzosamen-te ha de ser la católica. Nos presenta además unEstado cumpliendo todos los fines de la existencia.Es decir, que el Sr. Moreno Nieto, que tanto sehorroriza del comunismo, es un verdadero comu-nista, porque los comunistas conceden al Estado lasmismas atribuciones que el Sr. Moreno Nieto leasigna.

Los economistas tienen del Estado otra idea muydistinta. Según ellos, para que el Estado cumpla susfines no es necesario que sea religioso. Yo no com-prendo un Estado religioso. ¿Dónde está la con-ciencia del Estado? Pues si no tiene conciencia, esun absurdo hablar de Estado religioso y de Estadoateo. El movimiento de la civilización tiende ádestruir esta preocupación. El orador termina di-ciendo que las soluciones del Sr. Moreno Nieto noson soluciones, porque todas arrancan de la monar-quía doctrinaria que él mismo ha combatido.

Madrid 25 de Enero de 1817.

MISCELÁNEA.Necrología.

Ha fallecido en París M. Francisco Buloz, directorde la Bevue des Deua; Mondes, á cuyo talento yespecial carácter se debe el inmenso éxito de tanconocida publicación.

—También ha fallecido el notable filósofo francésM. León Dumont, colaborador de la Revue scienti-Jique y autor de varias obras, traducciones, críticasy juicios filosóficos que han llamado mucho la aten-ción.

—Ha sido muy sentida en Londres la muerte deMr. Alfredo Smee, miembro de la Sociedad-Real, ála cual ha prestado sus servicios durante veintitrésaños. La ciencia le debe numerosas y útilísimas in-vestigaciones sobre la electricidad, y dos notablesobras acerca de esta importante rama de la física,una sobre la electro-biología y otra sobre la electro-metalurgia. También escribió una obra filosófica,titulada Princwios del espíritu humano, y un librode vulgarización científica, denominado Mi jardín.Mr. Smee tenía una gran fortuna y había intentadovarias veces entrar en la vida política bajo los aus-picios del partido tory, pero nunca lo consiguió.

Noticias.

La Sociedad Real de Londres adjudica todos losaños, sin distinción de nacionalidad, un premio(consistente en una medalla de gran precio), funda-do por el célebre físico Rumfort, al sabio que hayahecho durante el año el descubrimiento más impor-tante. La medalla Rumfort de 1876 la ha obtenidoel célebre astrónomo francés M. Janssen, por suteoría de los fenómenos del sistema solar y espe-cialmente de la meteorología terrestre.

—En Paris se publican en la actualidad 836 perió-dicos, de los cuales 49 son religiosos, 66 de: juris-prudencia, 85 de economía política y comercio,20 de geografía é historia, 74 de lecturas recreati-vas, 20 de instrucción, 52 de literatura, filología ybibliografía, 15 de bellas artes, 3 de fotografía,9 de arquitectura, 4 de arqueología, 8 de música,7 de teatros, 68 de modas (de éstos 3 de peinados),77 de tecnología de diversas industrias, 74 de me-dicina y farmacia, 43 de ciencias, 22 de arte military marina, 31 de agricultura, 16 de ciencias hípicasy 17 diversos. Los periódicos políticos diariosson 51.