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  • 7/28/2019 Revista El Correo (1965) Diciembre (Ao XVIII). UNESCO. Edicin espaola.pdf

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    mundo

    Diciembre 1965 (ao XVIII) Espaa; 13 pesetas - Mxico: 2,60 pesos

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    Foto Gisle Freund, Paris

    AN FORA qu e representa un personaje sentadoen actitud de profundo abatimiento. Es una terracota rojalustrosa, producto de la costa mexicana del Pac fico

    entre los aos 300 y 1250 de nuestra era. Vase la pg. 33 .Coleccin D. Olmedo Phillips, Mxico

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    HOY LA CIENCIA,

    por John /? . Platt

    Puede la expansin de la ciencia continuar indefinidamente,o debe llega r por fuerza a cierto lmite? El biofsico americanoJohn R. Platt, de la Universidad de Michigan, da a esta preguntauna respues ta inesperada en el texto que tenemos el placerde publicar aqu antes de que aparezca como captulo de sulibro The Step to Man (El paso hacia el Hombre), cuya publicacin se anuncia para el ao prximo.

    amb io , c ambio , c ambio , c ambio s de todas clases, todo el tiempo; he ah la consigna de lav ida moderna. No slo nos hemos ajustado a ella, sino quemuchos de entre nosot ros han empezado a gozar de tantocambio. En d iversas ocasiones los cientficos de t emperamento conservador han predicho que aqullos se acabaran, p ero p are ce n h ab erse equivocado; los cambios sesuceden y han de seguir sucedindose. En las dos ltimasdcadas se han dado a un ritmo mucho ms acelerado quenunca . Los aviones han sobrepasado en velocidad al sonido,las bombas se han hecho increbles y luego inc re b lementeexactas y el hombre ha entrado en rbi ta, mientras que aqu abajo, en la tierra, se multiplicaban lo s pase s nuevos, sehaca universal la te levis in y se registraba un fermento,un estado de fermentacin, en cada rincn d el mundo .Pero me parece que la emoc in ne rv iosa de nuestros

    cambios y emergencias nos ha llevado a considerarlos enuna escala demasiado corta de t iempo. Miremos esoscambios como si fueran pa rte de la historia. Todava vivenabuelos nuestros que vieron el primer automvil y el primeravin. Imaginmonos po r lo menos, en la poca en quenuest ros h ijos lleguen a se r abuelos en el siglo XXI; o100 aos, o 500 aos despus, en un momento histricotan alejado de nosotros como el Renacimiento.Creo que cualquiera que proceda as se dar cuenta

    pronto de que la mayor parte de lo s camb io s sensacionalesque han caracterizado el siglo XX, como los producidos enla esfera de los via je s y de las comunicaciones y de lasarmas mortferas, no podrn continuar de ninguna maneraal ritmo actual po r un t iempo parecido al que han tomado

    JOHN R. PLATT, biofsico, es co-director de l Ins t itu to de Estud iossobre Salud Mental de la Universidad de Michigan, Autor denumerosas obras , ent re e llas 'The Excitement of Science', publi-4 cada po r Houghton en Boston en 1962, e l seor Platt ha escritotambin 'The Step to Man*, l ib ro que editarn en abril prximoJohn Wiley and Sons en Nueva York, Londres y Sydney y delque pub lic amos e l p re se nte e xtra cto .

    Artculo copyright - Prohibida la reproduccinen ocurrir. Se hace evidente que muchos de ellos han del legar ms bien pronto a diversas clases de lmites, de modoque c ie rtos aspec tos de la sociedad tendrn que empezara tomar formas mucho ms estables que las actuales.Por qu han de sorprenderse las gentes al o r que es

    muy posible que lleguen a tener fin los cambios de estructura registrados en la sociedad en nuestros das? Un chicono sigue crec iendo per in eternum. Llega el momento enque es adulto y para de crecer, aunque sus habilidades ytalentos como hombre apenas empiecen a despuntar. Deun a manera similar, si tanto las comunicaciones como elv iaje y los peligros comunes llegan a unificar al mundo, lasituacin de sus componentes acabar po r nivelarse. Qums se puede lograr en ese sentido?Muchos de nuestros ndices importantes de tr iunfo tcnicohan venido creciendo de manera exponencial por espaciode muchos aos, en forma parecida a la de las bacteriasde una colonia cult ivada por un bilogo, que se multiplicanpo r dos en cada generacin al volverse a dividir en dos

    cada clula. Pero es evidente que una cu rva asi de crecimiento no puede continuar indef inidamente en todos losterrenos de activ idad. El crecimiento de la colonia de bacterias empieza a hacerse ms lento al comenzar a agotarse el alimento que la nutre. La curva exponencial baja y seconvierte en la curva en S o curva logstica de crecimiento, que es ms general. En su libro Little Science, BigScience, publicado en 1963 por la Columbia UniversityPress de Nueva York, Stevan Dedi je r, de la Universidad deLund, y Derek DeSolla Price, de la Universidad de Yale,hacen hincapi en el hecho de que los gastos de investigacin y perfeccionamiento de los Estados U nidos vanrallentando su ritmo de crecimiento en la misma forma yempiezan ya a pasar e l med io d e la curva en S . La raznde ello est c la ra . La investigacin y el perfeccionamientoen gran escala dependen de la disponibilidad de dinero engran escala, y los desembolsos de este tipo han empezadoa agotar el alimento que lo s n utre .Pero yo creo que este fenmeno de ralentissement,

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    ftfi

    El clebre art ista suizo Hans Erni ha representado en una inmensa composicin mural, de 17 m. de anchoX 3 m. de alto, la civilizacin moderna, fundada en los progresos de orden t cnico y c ient f ico. El temade la obra es el genio organizador del hombre y el proceso de la creacin industrial. Aqui, en sucesivostrozos, podemos ver la completa. Empezando arriba, se extiende por las pginas 6 y 7 para terminar enla pgina 9. Vemos asi desplegarse ante nuestros ojos los smbolos de las herramientas y mquinasperfeccionadas por el cerebro humano; las de escribir e imprimir, las de calcular, y tambin los signosde la ciberntica y la electrnica. Esta composicin en colores, f ijada fotogrficamente sobre panneauxde aluminio, se hizo en 1964 para la Exposicin de Lausanne; actualmente se encuentra en Zurich.

    esta mane ra de ir ms despacio las co sas, aba rc a muchosotros ter renos. Me voy a permiti r sugeri r que no estamos al comienzo de un cambio sin cesa r a cel erado sino,po r el contrario, en medio a una crisis de transicin,crisis sin precedentes y parecida a la adolescencia, po r laque pegamos el salto de una sociedad no desarrollada nicientfica ni tcnicamente a otra plenamente desarrollada enambos aspectos. Quiz quin puede decirlo? empezamos a pasar lo peor de la cris is , por lo menos en pasescomo los Estados Unidos de Amrica. El rallentando de ldesarrollo y el comienzo de nuestro ajuste a l puede muybien t rans formarse en uno de lo s f enmenos sociales msimportantes de los prximos treinta aos. Lo dudan Vds.?Hagan una rpida excursin conmigo por algunas de laszonas ms importantes de la actividad humana en las quese han venido registrando cambios y veamos si no es as.Tomemos, po r ejemplo, para empezar , lo que ocurre en

    c ie rt as esfe ras de la tcnica; los aceleradores de altaenerga usados po r la fsica moderna pueden ser t picos eneste sentido . Demuestra en su l ibro DeSolla Price que, porespacio de los ltimos 35 aos, hemos estado aumentandocasi exponencialmente la energa de los aceleradores msgrandes, como lo sealara Fermi hace unos aos.A fines de 1920 se pod a acelerar las partculas atmicas

    h as ta u no s 500.000 electrones-volt ios de energa aproximadamente. Una serie de inventos sucesivos elevaron eselmite a unos 20 millones de electrones-volt ios en la dcadasiguiente; a unos 500 millones alrededor de 1950 y a 30.000millones en la dcada ac tua l. Hay una mquina en construccin proyectada para 50.000 millones de electrones-voltios,aumento de energa de un factor de 105 en los ltimos35 aos, o sea una multiplicacin de la energa po r otrofactor de 10 cada 7 aos.Podrn los inventos del futuro aumentar la cantidad de

    energa en otro factor de 105 en el curso de otros 35 aosms? Quiz, pero hay muchos que lo dudan. Y la razn queesgrimen es de orden econmico. Se habla en estos ltimostiempos de un acelerador de 200.000 millones de electrones-

    voltios que ha de costar ms de 100 millones de dlares;y despus de l, de una mquina de un billn de electrones-voltios; pero esta ltima sera tan grande que se necesitara para construirla la cooperacin internacional desdeel punto de vista f inanciero, y el trabajo de miles de fsicose ingenieros por espacio de 10 aos, o sea, una fraccinrealmente considerable de todo el d inero y el esfuerzo quecon toda probabilidad ha de volcarse durante ese perodoen las conquistas de la fsica en todo el mundo.Desde luego, esta probable normalizacin en un nivel

    estable de una ac ti vidad costosa no quiere decir que sehaya terminado la poca de los cambios espectaculares,ni siquiera en el mundo de la fsica. Pueden aparecerrepetidamente otros campos en que el progreso sea tambinde carcter exponencial. Pero este ejemplo nos indica lasformas y los lmites que, de ahora en adelante, han demoldearlos. La invest igac in y el desarrollo cientficosson una ocupacin principal de la sociedad moderna queno slo hay que planear minuc iosamente s ino estimularms que nunca y poner en uso en cuanto sea posible, fuerade limitarla de una manera consciente a una fraccin delos recursos y presupuesto nac iona les que probablementeno sobrepase los 20.000 millones de dlares (o sea un3% del total) invertidos actualmente en ella en los EstadosUnidos de Amrica, po r e jemplo . Aqu nos encontramos conun lmite, un estado de fijeza dentro de la organizacin;lim ite y estado a los que ya casi se ha llegado.Pasemos ahora a c on sid era r o tro campo tcnico endonde se registran grandes cambios y cuyo efecto esms g rande desde el punto de v is ta soc ia l: el campo

    de las ca lcu lado ras e lect rn icas . En lo s lt imos 20 aoso cosa as la calculadora de mano, con su s diez nmeros, se vio superada, al final de la guerra, primero po rla calculadora ENIAC de John vo n Nuemann y ahora po rotros aparatos mucho ms rpidos y refinados en todos lossent idos. Es d ifc il d ar c ifr as exactas de l mejoramiento en rvelocidad y capacidad de las mquinas creadas en este 3per odo porque los principios de funcionamiento han camb ia do d r stic amente , p ero ese mejoramiento podra cal-

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    SHOY LA CIENCIA (cont.)

    No se seguir yendo siempre con ms y ms rapidezcularse como un factor de 105 aproximadamente. En uncaso particular que conozco, a ' un brillante universitariole llev 2 aos trabajar en el tablero de una calculadoracorriente para hacer un clculo de quantum mecnicoque, cinco aos ms tarde, a mediados de la dcadapasada, se hizo en una calculadora electrnica en 14 minutos. Pero actualmente, una vez que se han suministradoa la mquina todos los datos necesar ios, p repa rndolapara la operacin lo que en je rga tcnica se llamaprogramarla el tiempo que tome para hacer ese mismoclculo ser probablemente de menos de un minuto. ltimamen te , l os creadores de o tro s tip os avanzados

    de ca lcu la do ra, en tre e llo s los l lamados de estadoslido, dicen que ya es probable otro aumento de velocid ad y ca pacida d po r un factor de 10 o 100, pero queno esperan que se produzca otro factor de 105 en elcurso de los prximos 20 aos. Cuando la informacinrec ib ida po r la calculadora recorra sus diversas partes conla velocidad de la luz, se h ab r alcanzado el lmite naturala la velocidad de la operacin, lmite al que en este casono est muy lejos de llegarse.Verdad es , por o tra par te , que posiblemente nos encon

    tremos muy cerca de g randes me jo ras y ade lantos en loque respecta a la aplicacin de las calculadoras a la perc ep ci n y el conocimiento de cier tas estructuras generales,de ciertas grandes lineas de las cosas, as como a complejos sistemas de manipulacin. Pero las calculadoras sonya parte integrante de la ciencia, la v ida comercia l y laclase de gobierno ms avanzados del m undo. La creacin de nuevas mquinas y la contabilidad y la administracin, as como los problemas de estrategia , son cosas quese les con fa cada vez con mayor f recuencia. Es porconsiguiente un poco d ifc il v er cmo, au nq ue crecieransus facultades y posibilidades de una manera sensacional,podra ello significar una diferencia mayor en nuestrasactitudes y modos de vida que la ya p roducida por sudesarrollo hasta e l n iv e l a c tu a l.

    C Y esto quiz re ce tamb i n hasta para la aplicacin de las calculadoras a la automacin, que amenaza condarnos, en el curso de los diez prximos aos, todo elt iempo deseable para el descanso y el placer. La auto

    macin ha de producir a la larga, sin duda alguna, unagran reestructuracin desde el punto de v is ta soc ia l, reestructuracin que ya est en camino. Los problemasp rodu cid os por la eliminacin de la mano de obra noson los de que el obrero trabaje 30 horas po r semana,o 10, o nada en absoluto. Son problemas que se refierena la manera de h ac er c as ar ese hecho con el de la distribuc in econm ica y el de l respeto, o estima, que elhombre se debe a s mismo, y p ro blemas de inactividady aburrimiento en las 138 o 158 o 168 horas en que nohaga nada. Pero esos problemas no son tan diferentes delos actuales como stos lo son de los de l siglo pasado,y dentro de la prxima dcada, o la siguiente, ha de fijarsecasi con seguridad el momento en que nos veamosforzados a encontrar les solucin de alguna especie. Aunque viendo la cuestin en escala histrica, acaso noestamos ya all?Y si volvemos la vista por un momento al terreno

    de las comunicaciones y los viajes? En el primero de loscasos, el arribo de l te l fono y de la radio y de la televisin el de esta ltim a, de manera efectiva, desde1945, hasta culminar ahora en la r etr ansm is in por satlites por encima de lo s o c an os nos ha l levado a unlmite clarsimo para cualquiera que piense en el problema.Una vez que se transmite imagen y sonido po r todo elglobo en 2 segundos y en el momento en que se nos dla gana, nos queda poco po r hacer, excep to extender lascadenas de retransmisin.Pero poqus imas gentes se dan cuenta de qu e nos vamos acercando tamb in a un lmi te igualmente efectivoen la velocidad con que nos desplazamos po r la tierra.

    Son ahora millones los pasajeros que vuelan a mil kilmetros po r hora en los jets comerciales. Los transportessupersnicos comerc ia les que hagan lo propio a msde 3.300 k ilmetros por hora son ya un plano terminadoen las mesas de dibujo de los ingenieros, y ciertos avionesexperimentales de tipo cohete han pasado ya los 6.500kilmetros po r hora. Pero por cunto tiempo ms puedeseguir esta aceleracin de la velocidad? La pregunta esfcil de contestar: la aceleracin ha terminado. Alrededorde los 160 k ilmetros por hora, renunciamos al transporte

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    por tierra y no s t rasladamos al aire. A lo s 30.000 kilmetros po r hora o cosa as, renunciamos al viaje po r aireporque estamos ya en rb ita a lrededor de la tierra, peroeste es un paso ya dejado atrs.En rea lidad, creo que las plenas consecuencias sociolgicas del transporte a gran velocidad estn ya implcitasen las velocidades alcanzadas actualmente por los je ts.Hace apenas unos cien aos , da r la vuelta al mundosignificaba meses de viaje en barco pasando por elCabo de Hornos : Aho ra , ta nto los civiles como los soldados de un ejrcito pueden llegar a casi todos lospuntos del globo en menos de un da. Puede po r si

    acaso un a nueva reducc in en el nmero de horas devue lo necesar ias para hacerlo as; pongamos a 6 horaspor t ransporte supersnico o a 1 hora yendo en un avin-cohete, crear una vez ms una diferencia tan grande comola que hay entre el barco a vela y el jet? Francamente,no lo creo. En la mayor parte de los pla nes y operaciones concebidos en escala mundial, el tiempo de viaje hadejado de se r la variable ms significativa.Confieso que me es imposible concebir cmo un vehculo

    cualquiera, por maravil loso que sea, pueda tener el efectorevolucionario que el ferrocarril, el automvil y el aeroplano tuvieron al desplazar el coche de caballos. Una vezms, independientemente de l os ade lan tos y mejo ra s quese logren, en un sentido que tiene su gran importanciaya estamos a ll .Una cosa que sorprende ms todava al darse cuenta

    uno de ella es que lo mismo reza casi para los viajesespaciales, aunque en el momento de escribir e sta n otaapenas si se han cumplido 7 a os d esd e que el primersa te lo ide puesto en rbita alrededor de la tierra elfamoso sputnik fuera lanzado al espacio. Tenemos po rde lan te adelan tos sensac ionales , y misiones a la luna y losplanetas en naves espaciales guiadas po r hombres, y dcadas o siglos de exploraciones asombrosas . Pero ya seha fotografiado a la luna de cerca y cum plido los vuelosd el Ma rin er , que enva deta lle s m inuc iosos sob re Venusy Marte . Los cohetes t ienen ya la velocidad necesaria paraexplorar el s is tema sola r, y el tiempo que se necesitapara ello no habr de sufrir reducciones aprec iables utilizndose otros cohe tes nuclea res o de plasma. Resultadode ello es que el nivel de accesibilidad al sistema solarque podamos crear en los prximos 10 o 20 aos quizrepresente el que rija por e spac io de siglos. Un resultado inesperado, sin duda alguna.Qu puede decirse de nues tras conqu is tas tcn icas en

    lo que se refiere a la vida y la muerte? Creo que aqu

    tambin puede advertirse una situac in simi lar . Como todossabemos, la potencia de una bomba ha aumentado desdelas 20 toneladas del blockbuster qumico de los ltimosaos de la guerra a las 20.000 de la bomba atmica deH iroshima y luego los 20 millones de toneladas de lasarmas de hidrgeno fabricadas a partir de 1953, aumentode seis rdenes de magnitud en el curso de una sola dcada. Actualmente las bombas de hidrgeno ms grandesson equivalentes a cerca de 100 millones de toneladas detrinitrotolueno (TNT), y se dispone de tantas que podrandestruir toda forma de vida que exista sobre el planeta.Pero las ms grandes son ya demasiado g randes comopara tener una mxima eficacia en cuanto respecta adestruccin de una superficie dada, y se tiene po r msviable y e fe ctiv o, d esde el punto de vista mi li tar , el uso decierto nmero de bombas ms pequeas. Fabricaremosen el futuro bombas todava ms grandes? Podemos hacerlo si queremos, pero no hay necesidad de hacerlo, auncuando fuera para servir los fines militares ms arrolla-dores.Y hasta po r lo que respecta al control de las armas

    nucleares creo que nos estemos aproximando a una especiede lm ite . Pero para hablar de esto se necesita primerouna pequea explicacin. Qu peligro mayor que los queya conocemos puede presentarse? Actua lmente estamos alborde de un precipicio. Todos lo s aos, o cada dos aos,hay alguna crisis internacional importante, y con e lla la seriaprobabilidad de un accidente capaz de precipitar unague rra nuc le ar que pronto sera una catstrofe tambinnuclear para el mundo entero . Corea, Suez, Berln, Que-moy, Cuba, Vietnam. La crisis de la semana pasada, hayaocurrido donde haya ocurrido. Es una ruleta rusa nuclear,po r as decirlo, en que la probabilidad de un tiro fatal puedese r pequea cada vez que se aprieta el gati llo, pero en laque, si se juega po r un tiempo lo bastante largo, finalmente,y sin lugar a dudas, el tiro sale y lo m ata a uno. Hombresdedicados a la paz y a la salvacin de l mundo han hechot remendos es fue r zos en cada un a de esas confrontac ionespo r evitar un incidente nuclear, pero quiz no sigamosteniendo tanta suerte.Como resultado de ello, hay quienes han calculado que

    nuestra media vida en esas circunstancias o sea, elnmero p robable de aos de que d isponemos antes deque estas confrontaciones se repitan y en su repeticinl leguen a poner a la raza humana en una posicin mitady m itad de quedar destruida para siempre puede oscilarentre 10 y 20 aos. Es evidente que un nmero como steno se puede someter a pruebas objetivas de n inguna espe-

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    Hacia un mundo donde todo se estabi l iceci, pero as y todo la idea est bien clara, sobre todoel hecho de que la disminucin de las muertes en generaly la mayor extensin de la vida humana individual, de lasque tanto nos jactamos, son cosas espurias mientras elpeligro nuclear no tenga algn freno. Este es el primermomento de la historia de la raza humana en el que losn0S todos los nios, en todas partes tienen ta nmagra oportunidad de sobrevivir.Entonces por qu digo que nos acercamos a un lmitepor lo que respecta a dichos pel igros? Simplemente porqueesto no puede seguir. Nad ie v ive mucho tiempo si se lapasa caminando por entre piedras sueltas al borde deun precipicio. O caemos en l, en el precipicio nuclear,muy pronto, dentro de diez, veinte, treinta, cuarenta aos,o muy pronto, antes de que sea tarde, alejamos colectiva

    mente el peligro de nues tra vera .Hay quienes hablan de otra posibilidad; la de que aunhabiendo una guerra nuclear, alguna gente sobrevivapor lo menos esta vez metindose bajo tierra, enre fugios y minas. Pero aun cuando pudiera hacerse as,esta es una manera tempo ra ria y horrible de prolongar lasolucin del problema, como la de caer un poco por el precipicio y levantarse, magullado, para volver a caer. O vamosa salir de los refugios, a enterrar a los muertos y limpiarlas ruinas y reconstruir el mundo, slo para que los sobre

    vivientes tengan que volver a meterse en un refugio alresurgir las potencias nucleares unos 20 aos despus, ocosa as? Y luego otra vez la misma historia, dentro deotros 20 aos? O si no es eso lo qu e no s pasa, quedaremos bajo tierra por espacio de mil aos, esperandohaber aprendido misteriosamente mientras tanto cmo resolver el problema de las amenazas nucleares que loshombres se la nc en a la cara?Esta, evidentemente, no es una alternativa, sino una negativa a enfrentarnos con la necesidad de llegar, a la larga,

    a ponernos de acuerdo sobre un mtodo de control nuclearinternacional; la negativa a ve r que toda postergacin quetenga lugar en los refugios antiatmicos no hace o tra cosaque redoblar los pel ig ros por los que estamos pasando.

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    e examinado aqu todas estas posibilidades sencillamente para explicar la base de mi conclu

    sin, que es la de que a la vuelta de pocos aos se habrpuesto f in a la situacin actual. Una de dos: o nos habremos terminado como especie quiz terminado a medias,tratando de volvernos a levantar sin habe r so lu c io nadoninguno de los problemas o nos habremos alejado del precipicio, hac iendo concesiones , pagando el precio querequieran las limitaciones nucleares a las naciones que semuestren ms recalcitrantes, para ganar con ello una mediavida ms larga que la actual.Pero si en el poco tiempo que nos queda podemos en

    contrar la manera de reducir estas crisis y probabilid ades por un factor de 10, pongamos , quiz podamosempezar a tener 100 o 200 aos en qu e pensar cmoreducirlas todava ms. Y luego, empezar a tener la posibilidad de durar 2.000 aos o 20.000! lo que ha duradola agricultura, en suma y hacerlo con fe, con esperanza.Yo slo puedo sacar la conclusin de que si vivimos, ysi luchamos por v iv ir , nos encontraremos, aun ahora, cercade un lmite y hasta de una diminucin en las dimensionesdel terror actual. Pero el tiempo s igue corriendo, y slola cordura y el esfuerzo de los hombres de esta generacin,de los hombres de ahora, lograrn, dentro de estos pocosaos que quedan, hacerlos l legar a una decisin permanente sobre si queremos vivir o morir.Me he tomado el trabajo de enumerar las muchas zonas

    en que nuestra civilizacin comienza a pasar el mediode la curva en S senci llamente porque en general no secalcula cu n ta s son esas zonas, ni lo impor tantes y centrales que son, ni lo convincente de las pruebas que sealan un lmite a la vista en cada una de ellas. M e do y

    perfecta cuenta de que la prediccin resulta siempre incierta y de que mis conclusiones son originales; peroaun as las creo por lo menos tan plausibles como laconviccin, exenta de espritu de crtica, de que cambioscomo los de nuestro sig lo seguirn producindose siempre.Podemos contar con adelantos extraordinarios, especialmente en el mundo de la biologa, pero no creo que ellossusciten un cambio ta n radical en la estructura de nuestrasociedad, tal como se la ve irse modificando aho ra , comolos cambios de los cien ltimos aos han producido enlos sis temas socia les de l siglo XIX.Si tengo razn, si esto es verdad, la generacin actual esel punto cardinal de la historia, su bisagra. Quiz el irseacercando el hombre a la madurez, al lmite, en diferentes

    esferas de actividad, y hacerlo en forma por la cualuna converge en la otra, no sea pura obra de la casualidad. Nuestros adelantos en el terreno de la energay de las comun icac iones y del control se apoyan unos aotros , y apoyan adems aparte de verse apoyados porellos los cambios producidos simultneamente en laestructura econmica y social e internacional. Son esosaspectos del cambio en lo tcnico los que han do empujando v ivamente a la humanidad a convertirse en unaespecie estrechamente vinculada y relacionada, una especie plenamente duea de l mundo y lo que produce, llenade capacidad de control y superv ivencia, cosas todas queestn alcanzando form as estab le s y maduras en el cursode esta generacin.Ta les formas so n totalmente diferentes de la s de nuest ro

    pasado guerrero y tribal, pero es muy posible que siganperpetundose po r un tiempo tan largo como el quetomaron las viejas formas en sobrevivir: cientos o miles deaos de la vida futura. E sta m os c om o en mitad de una cor rien te , ob ligados a reorganizar la estructura interna ylas facultades de la raza dentro de una madura integracina la que pod ramos por fin da r el nombre de naturalezahumana o condicin humana. Como consecuencia ,creo que quiz estemos en medio al cambio msrpido pasado o futuro que se pueda da r en la evolucin de la especie: una suerte de shock-front cultural, como el que se produce en aerodinmica cuando elborde delantero de l ala de un avin se mueve co n mayorrapidez que la de l sonido y genera la aguda onda depresin que a su vez causa la repercusin snica tanconocida de todos. El borde de l frente de esta o la depresin es ese shock-front, ese frente de onda dechoque, regin tenue en que las bajas tempe ra tu ras ypresiones de l aire con que se encuentra el avin a supaso se t ransforman en las altas temperaturas y presionesde l aire q ue q ue da inmediatamente at rs.Pienso que nuestra a ctu al crisis de transicin es un

    frente de onda de choque similar para la ra za h umana,zarandeada po r los r epen tinos y rap id s imos cambio s quese producen en todas direcciones. Este frente es mltiple,y cada tipo de cambio exponenc ia l da redoblado vigor alos otros. El primero en encontrarse con l ha sidoel mundo occidental, pero po r la rapidez con que el Japny la Unin Sovitica van industrializndose puede deducirseque al resto de l mundo no le faltan ms que 30 o 40 aosp ara q ue le ocurra lo mismo. En todo el globo, la s cos tumbres de l hombre histrico en el campo y en la ciudad seestn transformado rpidamente en las de una sociedadmund ia l donde re ina la tcnica ms depurada, ms elevada,o sea, en las de un a tecnocracia.Esta analoga de l frente de onda de choque es, asi

    mismo, una forma instructiva de pensar en los tiempos porvenir, ya que sugiere que, una vez pasado ese frente, dispondremos de mayores pote nc ia s y potencialidades lasms altas temperaturas y presiones de la aerodinmicapero que se habr reducido ese zarandeo causado po r elrepentino cambio, serenndose quiz los tiempos, tanto'social como sicolgicamente, ms de lo que esta generacin, y aun este siglo, hayan podido exper imentar.La v id a s eguir s ie ndo diferente a la de otras pocas,en parte po r la razn b ie n conocida de que habr , en

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    cada una de las dcadas suces ivas , ms poblacin, msenerga, ms comunicac iones y ms actividad cient fica.Pero ser di fe rente de otra manera , ya que el acercamiento a una condicin de estabilidad es un a cosa rarae inusitada en la historia de l mundo. Vemos que la humanidad est al borde de un nuevo estilo vital, y creoque un exam en de lo que ese estilo v ita l p od ra ser,de l aspecto que pod ra cobrar, sera uno de los ejerciciosintelectuales ms constructivos a los que pudiramos entregarnos en estos momentos. Ese examen nos mostraraqu d is tin to s de. lo que c reemos pare cen nuestros problemas y s olu cio ne s actuales cuando se los ve dentrode la perspectiva de los grandes cambios y las nuevasestructuras que tenemos po r delante , y adems nos ayudara a ver qu debemos hacer para que e so s cambios seanmenos traumticos y para da r una forma ms inteligentea la s nuevas estructuras sociales.

    F" I problema del control, o limitacin, de los arma-^m mentos, por ejemplo, se transforma si se lo vecomo susti tu to temporar io de otras maneras de mantener lapaz en un mundo ya desarmado. Las innovaciones que seproduzcan en el terreno de la educacin asumen un carcterdiferente cuando se las ve como parte de l mejoramientototal que en esa rama necesitar cada nio de l mundo dentro de 50 aos. La necesidad de integrar filosficamentenuestros nuevos conocimientos sobre el carcter biolgico,intelectual y s oc ia l de l hombre cob ra gran urgenc ia cuandouno se da cuenta de qu e e sta es la subestructura sobre laque nues tros n ie tos habrn de edificar su f il oso fa social

    . y poltica. Donde estn los Montesqu ieu y l os Rousseaude la hora? Qu nos han enseado Freud y los behavio-ristas sabre la irracionalidad y la capacidad de educacinque puedan ayudarnos a crear una sociedad slida, y almismo tiempo libre y flexible; une sociedad que no sevea sujeta al peligro de una repetida inestabil idad? Esverdaderamente posible que existan 'diferentes sociedadesslidas y bien constituidas, y que podamos elegir entreellas o pasarnos de una a otra?Todos estos p roblemas requie ren discusin larga y detenida, pero aun sin solucionarlos es fc il demostrar que la

    vida, en cualquier mundo estable , tiene que diferir enmuchos sentidos de la que l levamos.Una de las diferencias inesperadas, por e jemp lo , ser la

    que se produzca en la distribucin de la poblacin po redades y la que, como consecuencia de ella, se acuse en la

    formacin de la famil ia. En el curso de la histor ia lo s n i oshan estado en mayora en una gran parte de las sociedades.La proporcin de nios dentro de la poblac in total eraelevada po r nacer tantos que nunca llegaban vivos a laedad adulta. Se calcula que en la mayor parte de las pocasy de los lugares de l mundo, la mitad de la poblacin haten ido s iempre menos de 15 aos. En lo s E stados Unidos ,po r el aumento de nacimientos que se registr inmediatamente despus de la guerra, la mitad de la poblacin t ienetodava menos de 20 a o s, lo . c ua l ha creado un mercadode adolescentes al que los comerciantes se empeanen atraer.Pero en un mund o q ue haya alcanzado una condicin deestabilidad tenga una poblacin menor que la nuestrao una que sea muchas veces mayo r nacera y morir a en

    cada dcada el m ismo nmero de personas. Si la proporcin de muertes a una edad temprana s igue bajando comoahora, habra entonces tantas personas de 40 o de 60 aoscomo n i os de 10. Y si t odos v iv ie r an h as ta lo s 80 , comoparece posible en la actualidad, la mitad de e ll os tendr ams de 40 aos, y slo una quin ta parte menos de 15.Sera un mundo m uy diferente de l de la aldea india o de lbarrio suburbano en que pulu lan actua lmente los nios;faltara su curiosidad, raramente se oiran sus risas y susgritos, y en una proporcin mucho mayor que la registradahasta la fecha, el mundo se vera regido por v ie jo s.Mundo extrao para nosotros. Pero bueno si esos viejos

    se mantienen .jvenes de corazn y lle no s de energa. Conla copia de poder y fuerza, de rique za y tiemp o de quepueden l legar a disponer, podran lograr la educacinmejor y ms rica para los nios que el mundo les hayal legado a dar jams. Y quiz los adultos que no tenganh ijos fueran a vivir con una familia para compartir con lospadres el cario y la risa de los hijos y dedicar incontables horas a ensearles c os as, como ha ocurr ido en laantigua tradicin hawaiia na . A l irs e hac ie ndo ms escasoslo s n i os , es posible que abandonramos la separacin delas pequeas familias de la actualidad y volviramos aotros agrupamientos ms propios de la tribu, cosa que sefacilitara al reducirse la rapidez de los cambios de lasociedad permit iendo qu e una generac in pudiera entenderse nuevamente con la que le sigue.Y en ese mundo de ocio placentero qu har el hombre

    con su tiempo? S in duda, viajar ms que aho ra , y habrdeportes y juegos al aire libre mucho ms vigorosos yarriesgados que los que actualmente se practican. De otramanera, la v id a tie ne qu e resultarle aburrida. Quiz hayam iles que suban al Everest y millones que se monten en

    S IGUE EN LA PG. 39

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    ti

    LATITUDESDE LA BELLEZALa actividad de lo s museos de etnografa no deja de hacerse cada vezms rica y diversa, y las esculturas y objetos de la v ida co tidiana seofrecen a la admiracin de los visitantes no solamente por su valor cultural e histrico, s ino tambin por su belleza intrnseca. Una invitacinque se lee en el frontispicio de l Museo de l Hombre en Pars El que yosea tumba o tesoro, el que me calle o que hab le , depende de quien pasefrente a m (inscripcin del poe ta Paul Valry) ha cobrado ahora suplena significacin. La obra, sepultada en otros t iempos ent re montonesde piezas de colecciones p le t ricas y muchas veces difcil de ver, hablaba tambin difci lm ente al visitante ms atento. Pero el entus iasmode l pblico se solicita plenamente en la actualidad . Sobran los e jemplospor doquier: en el Museo de Etnografa de Neuchtel, en Suiza; en elMuseo Naciona l de Antropologa de Chapultepec, en el Museo de Historiay Tcn ica de Washington. En Nueva York hay hasta un museo de artededicado exc lus ivamente a las obras maes tras producidas por las civil izaciones que l lamamos primitivas. Una de las muestras ms sealadasde esta preocupacin actual ha sido recientemente la exposicin llamadaObras maestras de l Museo de l Hombre y realizada en Pars, donde sepresent a un pblico numerossimo un centenar de obras de la prehistoria, de la Amrica precolombina, de Africa, de Madagascar y de Oceania,en primer lugar porque son bellas, aunque sin excluir la leccin etnogrficaque pudiera estar implcita en cada una de ellas. El Correo de la Unescoha querido presentar a sus lectores de todos los continentes algunos elementos de esta muestra, que ha dado lugar a la elaboracin de uncatlogo sin par, tanto po r la riqueza y belleza de las i lustraciones comopor la calidad de los textos debidos a autoridades de renombre mundial,como Michel Leiris, Henri Lehmann y Franoise Girard; cosas ambas quehacen de d icho ca t logo una obra digna de conservarse en las bibliotecas.

    Figura jde 1,30 m ^de alto tal ladaen un troncode rbol Iy que, pese

    a estarprofundamente

    hundidaen la tierra, \

    fuedescubierta

    en un a aldeadogn de Mal.

    I\ \

    AFRICApor Miche/ Leiris

    Artculo copyright Prohibida la reproduccinUCHO antes de la crisis

    I de conciencia manifestadaen Occidente, en el p lano es t tico , aprincipios de este siglo crisis graciasa la cual se pudo hacer justicia a ciertas artes tenidas en menos hastaentonces Europa hab a acordado yacierta atencin a la produccin artsticade l negro africano.Desde la segunda m itad del siglo XVcayeron en manos europeas a lgunasmuestras de esa produccin. En elsiglo XVII un jesuta, el padre Atha-nase Kircher clebre por los l ibrosque escribiera dando mues tr as de unaerudicin extraordinariamente extensay varia funda en Roma un museo

    MICHEL LEIRIS, escr it or y etnlogo, se es -pecializa en las civil izaciones de l A fric anegra y de las An ti ll as . Ad jun to del Departamento dedicado a la primera en el Museode l Hombre de Pars, ha publicado numerosos lib ros, entre los cua les cabe citar'L'Afrique fan tme*, publ icada po r Gallimard en 1924, y 'Contact de civilisationen Martinique et en Guadeloupe*, publicadapo r la Unesco y Ga l limard en Pars, en 1961.

    que, entre otros documentos, cont ieneuna impor tante co leccin etnogrficaen la que f iguran actualmente estatuillas de piedra tradas del Bajo Congoa fines del mismo siglo. Es el museohoy llamado Pigorini.Hay, por otra parte, viajeros quedejan constancia de su admiracin porlo que han visto en el Africa negra: en1668 el holands Olfert Dapper hace,en un relato de viaje, una descripcinentusiasta de la ciudad de Benin y, en1704, su compatr iota Gui llermo Bosmandice que ha visto, en lo que hoy es el

    estado de Ghana, objetos de oro deagradable aspecto. Este homenajeal talento de los ofebres negros serconfirmado, un siglo ms tarde, por elenviado britnico Thomas E. Bodwichal describir ste el adorno que el reyde los ashanti, Sai Tutu Quamina, llevaba el dia en que lo recibi con laembajada que lo acompaaba.Entre 1795 y 1797 la destreza conque los herreros mandingues sabentrabajar el oro sorprende al mdico

    escocs M ungo Park y, en 1884, el

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    UN TAMBOR-BUEYEste monumental

    tam- tam en formade buey, descubierto

    a fines de l siglopasado en el centro

    de Africa,en tierras ubanguis,es , aparte

    su asombrosomodernismo,uno de lo sejemplares

    ms hermososde tambores de madera

    creados en Africa.Est hecho de

    una p ie zay pide 2,29 mde largo.'

    El vientre huecodel a nimal constituye

    la caja deresonancia

    de l tam-tam,que servapara transmitir

    mensajesa larga distancia.

    5 : 11

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    D esd e lo alto deun poste una pareja,que simbolizala perpetuidad de la vida,v ela s ob re un a tumba.En lo s cementeriosdel sudoestede Madagascarpueden encontrarseesto s h ito s fnebres;el que reproducimosd ata d el siglo pasadoy t iene 2.10 m de alto.

    AFRICA (cont.)

    1915:Revelacindel

    arte negro

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    alfrez de navio Besson, pr imercomandante de l fuerte francs deGrand Bassam, en la Costa de Marfil,hace mencin en un in forme de lo s objetos trabajados en oro que ha visto ally que acusan a veces una concepcinsuelta y una inteligencia de las proporciones di fc iles de encontrar en unpueblo salvaje.En los ltimos aos del siglo XIX

    ven la luz, adems, d iversos t raba josde ca r c te r c ie n t fi co : e s tud io s del alemn Leo F ro be niu s d ed ic ad os a laact ividad esttica de varias t r ibus africanas y obras en las cua les lo s ingleses Charles Read y O rm onde D altonpo r una parte, y A. H. Pit t-Rive rs porla otra, rinden tributo al arte antiguodel Benin no sin explicarlo po r lai nf luenc ia por tuguesa, tan imposiblepareca entonces que hubiera negroscapaces de p roduc ir por ellos mismosbronces y marfiles que revelaban unahabilidad y una tcnica tan grandes.Pero slo en lo s primeros aos de lsiglo XX ha de reconocerse efectiva

    mente el a rte neg ro c omo lo que es ; enPars, en Dresde, en Munich, ciertosplsticos empeados en la renovacincompleta de l arte occidental. hallan enlas tallas de madera africanas, que losapasionan, no solamente una fuente dein sp ira ci n sin o tambi n una enseanza susceptible de ayudarlos aresolver c ie rt os p roblemas que ellosmismos se plantean; y corresponde auno de los escritores qu e trabajan deconsuno con ellos, el poeta y estetaalemn Cari Einstein, tratar po r fin alarte negro de g ran a rte , de arte quecabe considerar ejemplar.En 1915 aparece en Leipzig la Neger-

    plastik, obra floja desde el punto devista etnogrf ico pero importante comomanifie sto esttico, po r ponerse derelieve en ella la s cualidades in tr nsecas de la escultura africana en la m edida en que Cari Einstein descubre enellas una serie de respuestas a variosde los problemas que, para lo s artistas

    ms sagaces , estn en esemomento en el orden de l da.

    Po r la poca en que se publica laNegerplastik se conoce sin duda elarte de Benin y su antecesor el de If,del que Frobenius ha encontrado muestras notables en 1910; pero as y todohay resistencia a considerar estas artes(donde se seala una acusada tendenc ia hac ia el naturalismo) como productos autnticamente negro-africanos, yaque el postu lado implcito de un genionegro rebelde por definicin a tal natura lismo l leva a los europeos a explicarla aparicin de ste por un juego deInfluencias ajenas al Africa negra.Las cosas ha n c am b ia do d es de en

    tonces. Actualmente se sabe m edir yapreciar mucho mejor que antes lagran variedad de las artes de ese continen te , y aunque la obra de Ife sigasiendo cosa nica y singular (con suscabezas y figuras que muestran quesus autores, aunque trabajando en elsentido o direccin de l natural ismo,han llegado a una pureza de forma tangrande como la de todas esas obrasmaestras de l frica negra orientadasen un sent ido opues to ) rep resenta porlo menos un elemento qu e e s impo sible no tener en cuenta en cualquierconsideracin que uno haga de lasartes plsticas negro-africanas.Po r o tr a pa rte , las gentes empiezana hacerse de l artista negro una ideabastante diferente de la idea socorr ida,

    aun vigente, que se tiene de l; ahorase cre e que su anonimato es debido ala ausencia general de obras firmadas(ya que el frica negra desconocaprcticamente la escritura) y a una falta de informacin que nos ha Impedidoreconocer el hecho de que una obradeterminada, cuya importancia se centraba exclusivamente en el grupo tnico al qu e perteneciera su autor, sedebe en realidad a un artista cuyotalento aprec iaban deb idamente su sconterrneos y contemporneos, hechode l que ha dado testimonio ms de unpueblo de l frica.A medida que se extiende y hace

    ms precisa la comparacin entre unas

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    escul tor ha dadoeste jinete la actitudtica (brazos levantados)un antepasado m ticoen expiacinuna culpa ritual.

    sta es otra de las figurasen una aldea

    de Mal.e 36 cm de altotallada en madera,recubiertae una ptina cenicienta

    durantea l ar ga pe rmanenc iael al tar de lo s sacrificios.

    s cuatro p ata s d el a nim ale monta el jinete

    caballo?) estn rotas.

    RATONES ORACULARESEn este pers onaje pen sa tiv o, a do sado a una pieza

    de cermica,la gracia que caracteriza el arte

    de lo s escultores baul(Costa de Marfil) alcanza su expresin ms refinada.

    La cermica, de 25 cm. de alto, est destinadaa la interpretacin

    de presagios y mon ta da sobre un pedestal de madera.En su interior hay dos compartimentos, uno

    e ncim a d e otro;en el de abajo se encerraba un pa r

    de ratones en ayunasy en el de arriba se ponia un poco de mijo

    y una caparazn de to rtuga prov istade diez bastonc i l los .

    Los ratones suban y alteraban ladisposicin de stos al comer el mijo,

    componiendo as ciertos signosque el adivino ven ia luego a interpretar.Fotos Museo de l Hombre, Pars

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    EL REY Y SUS MSICOSLa s suntuosas artes del reinode lo s a shan ti s, en Ghana,han dejado pruebas de su civilizaciny refinamiento, para satisfacerlo s cua les se llegaron a constituirverdaderas corporaciones de artistas.D es de lo s c om ie nzo s d el siglo XVIIImaravi l laban a los visitantes extranjerosa la corte la profusin y bellezade adornos y obje to s p re cio so sa ll desplegada. A la izquierda,un kuduo, vaso sagrado de broncedest inado a recibir la s o f re ndas r it u al es .En medio de la tapa (ver detalle abajo)se ve al re y f umar una pipa de los dasde fasto, cubierto de joyas 'y rodeado de ocho msicos,siete de los c ua le s toc an se nda strompetas siguiendo al portadorde una doble campana. Frente al rey,un persona je sen tado blande un cetro.El vaso y sus figuras fueron esculpidospo r el mtod o d el e sc ap e de cera,tcnica practicada en todo el golfo de Benindonde los orfebres puestosal servicio de lo s re ye shaban perfeccionado grandemente su arte.

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    AFRICA (cont.)

    Formassimblicasy bellezafuncional

    obras y otras, la produccin de l artistaa fr icano parece menos estereotipadadentro de l marco de un estilo generalque lo que c re a cas i todo el mundo,y poco a poco ste v a dndose cuen tade q ue, aun sufriendo el peso de la t radicin, ese artista dispone de ciertomargen de l ibertad, y hasta puede enel mejor de los casos, desde luegoimprimir a su obra un cachet personal.

    Si bien, desde lo s das en qu e apareciera la Negerplastik, el conocimiento de l arte neg ro ha ido hacindose considerablemente ms profundo,y si bien resulta innegable que, a un enesa poca, el libro estaba viciado po run desconocimiento casi total del contexto sociolgico en que toda obra dearte est inev i tab lemente situada, nopo r ello es menos cierto que Carl Einstein supo mostrar en l , con suma agudeza, el valor inest imable de lo quer ea liz aran los escultores negros y laleccin que todo colega suyo puedesacar de l examen morfolgico de susobras.Como reaccin contra la tendencia

    de los primeros adeptos fervientes de larte negro, que era la de considerar lapura y lisa belleza de los obje tos porl producidos sin preocuparse de loque pudieran significar, la mayor partede los que han escrito sobre el temaen estas lt imas dcadas (sean o noetnlogos) han hecho hincapi en elcontexto dejado de lado anteriormentepor crticos de arte, por artistas y poraficionados. Pero al insistir en es epunto lo han hecho en ta l fo rma, queleyendo a muchos de ellos uno llegaa ver eclipsarse las obras det rs de lared de crencias y prcticas a las queresponden.Las artes negras son , sin duda alguna, casi siempre simblicas y funcionales, y esto en alto grado; pero ellono impide que se exp resen en obras

    cuya observac in repe tida justificala re ac ci n e st tic a que provocanen muchas v eces quie ne s las usan,sin tener exc lus ivamente la funcinde signo o instrumento que otrosquerran adjudicarles.

    Fotos Museo del H om bre, P aria Esculpidos en un portillode granero de mijo, estos

    tres personajes barbados,tocados con un gorro,las p iernas combadas,

    piden p ara la cosecha de la familiala proteccin de los primeros

    ant epasados del p ueblo dogn . . _La doble fila de l ineas onduladas 1 hque encuadra el tablero simbolizala lluvia que hace

    germinar el mijo.

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    OCEAN IApor Franoise Girard

    je stu os o y se ve ro ,rostro gigantesco1.55 m., esculpidop iedra vo lcn ica ,elevaba en otros

    iempos s ob re los declivesde la isla de Pascua .

    s antepasados des actuales habitantes

    de la islahace quiz tres

    cuatro siglosfigurasde este tipode las cuales

    hasta 20 toneladas),ponerlas

    sendos mauso leos,la espalda al mar. Museo del Hombre, Pars

    Articulo copyright Prohibida la reproduccinI atrevimiento de lo s me-[dios de expresin imagi

    nados po r lo s artistas de los m aresde l Sur c ho c en un principio a nuestro gusto occidental ; y sus obras,construidas segn cnones muy diferentes de aquellos a los que estbamos acostumbrados, se consideraronpo r largo tiempo curiosas, divertidas,y hasta grotescas o extremadamentefeas. Para comprender su bell eza fuenecesario que los estrechos marcosen qu e nuestro gus to viva encerradoquedaran rotos por grandes movimientos de renovacin esttica comoel fauvisme, el expresionismo, elcubismo y, sob re todo , el surrealismo,para el qu e la asombrosa r iqueza deinvencin de esas artes constituy unmotivo de inspi rac in particu lar .Una cosa sorprende al viajero qu e

    se aventura po r los mares de lSur: lo innato que resulta entre suspueblos el gusto po r lo bello, que aparece en el marco de la vida cotidianay se manif ie sta , po r ejemplo, en lahermosa disposicin de las aldeas.En Nueva Guinea la armoniosaplaza en que bailan los habitantes,centro de vida colect iva, est rodeada de rboles y arbustos f rondososque sirven de adorno al edificio majestuoso de lo s hombre s, cuyo frontispicio est decorado con esculturaso p in tu ras s imb licas singulares. Lascasas en Nueva Caledonia estabandispuestas a ambos lados de una lar-

    FRANOISE GIRARD es subdirector de lMuseo de l Hombre, encargada de l Departamento de O ceania. Aparte su s numer os os a rt cu lo s de orden cientf ico, se ledebe tambin el captulo l lamado 'Oceania* en 'E l museo Imag inario de la escultura mundial* de Andr Ma lraux, pub li cadoen francs po r Gallimard en 1964.

    ga avenida de rboles cuya perspecti va cer raba la choza de los jefes militares, con una entrada encuadrada porbajorrelieves de g ra n fuerza y una altaflecha que, desdo el caballete de l tejado, recortaba el perfil de sus motivo s sobre el cielo limpsimo.Y esta preocupacin estt ica se ma

    nifiesta hasta en lo s ms humi ldesobjetos de uso cot idiano. Las formasarmoniosas de l os m ismos , el pulimento de la materia de que estn hechosy la ornamentacin de que son objetohablan bien elocuentemente de l gustode quienes los usan. La decoracinde l objeto no es solamente eso, decora ci n, sin o una p arte e se ncia l deaqu l, que contribuye en gran partea su eficacia. Para el guerrero mela-nesio, lo que lo protege de los golpesenemigos es la figura de l antepasadoque lleva dibujada en su escudo. Laconfianza qu e los remeros de losgrandes botes neozelandeses tenanen su embarcacin se deba tanto ala s cualidades nuticas de sta comoa las f iguras protectoras que adornaban su s extremos.Aqu la imagen no ha perdido nada

    de su poder de evocacin, sino queparticipa estrechamente de la vida de lse r qu e r ep resen ta . Hace r la estatuade un antepasado es materializarlo po rlos contornos de la escult ura y devolverle cierta existencia fsica. Cuandose haga introducir ese espritu, hastaentonces invisible e inasible, en elsmbolo concreto que lo representaproceso para el cual hay que haceruso de las frmulas apropiadas serms fcil hacerse escuchar de l yobtener su asistencia y p ro tecc in po rmedio de plegarias y de ofrendas.Una estatua debe se r bella, perodebe estar t amb in do tada de valorreligioso. Y para llenar esta funcin el

    SIGUE A LA VUELTA

    He aqui la terribleefigie de Ku-Kaili-Mokuque, como divinidad

    protectora, acompaaba al rey deHawai i a los campos de batallaen el siglo XVIII po r la poca

    de lo s viajes de Cook.Esta efigie, compuesta

    po r una red de fibras vegetalestendida sobre un a armazn decester a , m ide 67 cms. de alto

    y tiene ojos de ncary dientes que son losde un verdadero roedor .

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    OCEAN IA (cont.)

    objeto de a rte debe responder a ciertos imperat ivos que rigen, no solamente las condiciones de su fabricacin, s ino tamb in la forma que sele ha dado. Es necesario que se inspire en un modelo tradicional, transmitido de generacin en generacin;t oda innovaci n en este terreno exigeuna g ar an ta . Y es sintomtico el quese considere al sueo com o un a delas fuentes principales de inspiracinde l artista. Se cree que durante elsueo el alm a abandona el cuerpo de lhombre y que, mientras vaga a la ve ntu ra , qu iz llegue a penetrar en elmundo de los muer tos y en el de losd io se s. P ero p are ce que en un principio el tema haya estado inspirado,en cada caso, po r un modelo concreto.

    El montas de la Melanesia qu emirbamos dibujar un motivo s e in di gn al decirle que pareca salido completamente de su imaginacin. Un dibujo no se puede inventar, y el suyopoda verse en la caparazn de uninsecto. Es muy posible que los t razosgeomtr icos, t p icos de los archipilagos polinesios ms occidentales,hayan sido en sus orgenes la estilizac in de una fo rma natural . Al recorrer la s islas de este a oeste seve el friso clsico que representa unaserie de pequeos personajes que bailan, brazos y piernas engarabi tados,irse simplificando cada ve z ms hastaqu e to do s e so s p ers on aje s se transforman en una lnea quebrada.

    El habitante de Oceania no intentahacer un a copia exacta de su modelo.En este sentido son muy instructivaslas estatuas hechas para las fiestasfunerarias en N ueva Irlanda, que noregistran los rasgos de l mue rto sinoque estn adornadas con sus emblemas t ot m icos, conoc idos solamentede sus parientes y sus nt imos. La efigie no podr se r utilizada as po rseres ma l intencionados q ue b us qu enperjudicar el a lma del difunto. Para nodar a la divinidad un aspecto demasiado humano, el maor dibuja un amano de tres dedos.

    Todos los artistas de esta regin de lmundo se esfuerzan por crear unaimagen significativa poniendo de rel ieve las caractersticas fsicas, squica s o sociales qu e le parecen esenciales. En la f lecha qu e corona lo stejados de Nueva Ca ledonia la agudeza de la mirada se exp resa r , ba jolos poderosos senos frontales, por unmotivo protuberante . En el valle de lro Sepik se exalta la nari z larga, signode b elle za y de viril idad, y sus proporciones, a veces cons iderab les , laacercan a un la rgo p ic o de pjaro. Elfeto simboliza en Tahiti y en las IslasMarquesas la fue rza d iv ina , difundidaen la Naturaleza; y as vemos en lasestatuas las cabezas y vientres enormes, y el tronco ancho que contrastancon b ra zo s y piernas sin consistenciaalguna. Por ltim o, el pensamiento,exp re sado por la palabra , que da alhombre preeminencia sob re todos losdems se re s, se glorifica en NuevaZelanda por una lengua sacada de laboca, lengua que sus art is tas tratancomo motivo ornamenta l .

    Ilustraciones en colores

    Silueta de antepasadoEsta extraordinar ia estatuil la de madera (35 cms. de alto)en que el depurado juego de las lneas reduce la figurahumana a lo esencial, proviene de la isla de Nuokoro enlas Carolinas, P acifico sur, y representa una divinidad oun antepasado. En el arte de Oceania , ded icado a traducirel universo fami liar, son temas favoritos la fauna y la siluetade l ser humano .

    Figura de relicarioEsta figura de madera, recubierta de laminillas e hilos decobre, qu e tiene 49 cms. de a lto, coronaba un relicario,espuerta sagrada en qu e, se g n la tradicin de diversospueblos del Gabn , se depos itaban los huesos de u n antepasado. La imagen funeraria en el Gabn es a veces unaestatua, otras un a cabeza y otras una f igura esquematizada,com o sta que se debe al cincel de un artista oseyba.

    El mono negroTodo el misterio de la vida animal se refleja en esta mscarade l pais dogn (Mali), usada, como lo in dican los orificiosde los o jo s, por el bailarn que la l levaba en ocasin de un agran ceremonia ritual o alguna fiesta. La cara de mono, quetiene u no s 37 cms. de alto, est esculpida en una maderanegrusca que hace resaltar sus rasgos t p icos: caba lle tede la nariz hundido, frente saliente, orejas de acusadoborde, mandbula brutal.

    Del sable a la batera elctricaEste jinete de aire imperioso, aunque no exentode malicia, es un dios de l Olimpo afr icano, Gu(u Ogn), en otros t iempos dios de la guerray los meta le s en Dahomey y ah ora d ios de losconductores y mec n ic os de automvi les. Laesta tua ( tamao natura l, 1.65 de alto) realizadaen hierro forjado y sorprendente por su audaciay su equil ibrio estt ico, es un ejemplo cabal de larte de Dahomey.

    Peces pintados del PerEste trozo de tela de algodn (1.40 po r 1,32 ms.) descubiertoen el Per, cerca de Lim a, puede haber s ido un adornomural o un sudario de momia ; y su decoracin, con motivosde peces, est p in tada a pincel, tcnica india que alcanzaragran perfeccin en la ant igedad, dejndose par tes deltejido ai descubierto para representar sombras o reflejosblancos en objetos o animales.

    fE

    La belleza en la vida cotidianaEsta parte superior d un escudo de las islas Salomn, enla Melanesia, revela la preocupacin esttica de las gentesde Oceania an por lo que se refiere a los objetos de la vidacotidiana. Las plaquetas de ncar e stn p eg ad as co n gomaen la slida armazn de paja trenzada. Se percibe la figurade un antepasado que ha de proteger al guerrero o cazador.

    Retrato de un dignatario mayaEn Palenque, donde la civilizacin maya alcanz su esplendor mximo, se ha descubierto e sta ca be za modela da enyeso. All, en sue lo mexicano, se cub ran las fachadas delos edificios, todas encaladas, de motivos esti lizados y def iguras cuyos colores y rasgos n os h ab la n hoy del aspectofsico de los mayas, de su rango social y de sus trajes.Fotos Mus eo d el H ombre , P arts

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    AMER ICAPRECOLOMBINApor Henri Lehmann

    Articulo copyright Prohibida la reproduccinHACE m enos de un cuarto

    de siglo que la escultura,la cermica y la orfebrera precolombinas hicieron su aparicin en lasexposiciones de arte. Antes de seradmitidas as como mani festac ionesestticas de primer orden, las obrasde los pueblos que vivan en el continente ' ame ric ano cuando el ViejoMundo igno raba todava su existenciadieron lugar a" juicios en los que cam -

    . peaba la irrisin y el escarnio.Sin embargo, la reaccin que un

    artista cuyo gusto no pudo nuncaponerse en duda, como Du re ro , tu voal ver lo s p rime ros ob je tos americanosque llegaron a las playas de Europa,habra podido hacer comprender amuchos qu e el a rte ameri cano era unarte autntico. En 1520, el clebre pintor a lemn tuvo ocasin de ver losregalos que lo s mex icanos env ia ran aCarlos V por in te rmedio de HernnCorts. Asombrado por el geniosutil de los habitantes de l NuevoMundo, Durero dej constancia en sudiario de no haber visto nunca nadata n bello co mo sus o bra s.Entre los primeros grupos de espa

    ole s qu e desembarcaron en Amricay tuvieron el privilegio excepcional dever, t odav a intactas , las civil izacionesoriundas de ese cont inente, no abundaban por c ie rto los artistas. Pero asy todo hubo espritus lo bastante abierto s co mo p ara aprec iar o tra cosa queel puro valor de l oro de que estabanhechas ta nta s jo ya s. Esos espritusescribieron crnicas sobre la vida indgena o expresaron su admiracin po rel ornato qu e caracterizaba esa vida.Berna i Daz de l Castillo describi co nentusiasmo la c iudad de Tenochtit ln;Petrus Ma rtyr , en un inventario de ltesoro de la re ina Anacoana, insistien la bel leza de los escaos de madera tallada l l amados dhos .

    HENRI LEHMANN es tambin subdirectorde l 'Museo del Hombre *, encargado de lDepartamento de Amrica. Etnlogo y arquelogo, es autor de numerosos es tud ioscientficos y obras sob re las civilizacionesp re co lomb in as , e ntre e lla s una con estem ismo n ombre y otra publicada en Parsy en i960 po r Massin bajo el ttulo 'L'artprcolombien.*

    As y todo, el carc te r a r t st ico delos objetos provenientes de Amricaescap a la mayor parte de los quelos vieran en el siglo XV , sorprendidostan slo por su exotismo sin precedentes. Si se busc co n a hin co e so sobjetos fue para tenerlos en la vitrinade las curiosidades, entre to da clasede cosas raras . Luego cambi la moday ya no se habl ms de la produccinprecolombina;El trmino del siglo XVIII trajo con

    sigo una renovacin de l inters po r lasantiguas civilizaciones de Am rica , yesta ve z no por sus f ormas ex ternas,sino po r su contenido. Q uien dio elim pu lso n ece sario para que elloocurriera fue Alejandro Humboldt, cientfico universal, natu ra lis ta y viajeroinfatigable. En el curso de un largoperiplo americano, que tuvo su puntoculminante en Mxico, Humboldt v ioesculturas, estampas iluminadas yotros test imonios de t iempos remotos ,y su espritu cientfico lo orient haciala observac in anal t ica de esos vestig io s. Con l comenz el estudio sistemtico de los manuscritos mexicanos,de l calendario y del simbolismo aztecas. El americanismo se transform enun a ciencia qu e cont co n una c an tidad s iempre crec ien te de adeptos.En esta poca los especialistas se

    interesaron, sea po r las religiones, seapor la historia, sea po r la vida econmica o social de los primeros pobladores de l nuevo continente. Pero nadiese ocup de l arte, de la esttica precolombina, a la que todos parecenhaber permanecido insensibles. La incomprensin de ese arte se exhibicon imper tinente jactancia en el PrimerCong reso Internaciona l de Americanistas, realizado en 1875 en Nancy yen el que c ie r to seor Schcebel, al presentar la s colecciones indoamericanasde l museo de San Petersburgo, de lque era cuidador, dijo:

    Los monumentos de la antigedadamericana que lle ga n en Europa aumen ta n s in cesar en nmero, pero noen be lleza . Fue rza es decir que desdeel punto de vis ta estt ico, no hay antigedad que parezca menos dotada quela de Amrica; basta con un vistazoque se eche sobre las colecciones de lLouvre para adquirir al respecto un aconviccin que la coleccin de San

    Petersburgo no puede hacer o tra cosaque afirmar.Esta ausencia de toda bel leza pls

    tica en la s creaciones de l arte americano autctono es un hecho que quizno conmueva ni a etngrafos ni aarque logos , pero que los artistas sehan puesto a deplorar y que, en opinin de los historiadores, rev is te unaimportancia suprema, ya que de lpueden deducir que esas razas indgenas, desprovistas como estaban de lsent imiento de la -bel leza, carec an almismo tiempo de sent ido moral...

    El seor Schcebel terminaba su diatriba con un a condena si n remisin:Esos pueblos estn muertos y bienmuertos, ya que les faltaban las grandes, las altas aspiraciones, y que lesfu e ajeno el fuego sagrado del granarte.

    En 1928, el Pavillon de M arsanacoga en Pars una exposicin deArtes ant iguas de Amrica organizada po r Georges Henri R iv i re encolaboracin con Alfred Mtraux,muestra cuya repercusin fue grandey qu e motiv sin duda la decisin dela Academia de Bellas Artes de Ber l nde presentar, cuatro aos despus,otra expos ic in p recolomb ina . Comoconsecuencia de amb as m an ife sta ciones artsticas varios coleccionistasprivados empezaron a dedicarse a laadquisicin de piezas de esa poca yprocedencia. La Segunda Guerra mundial interrumpi los esfuerzos de losentusiastas de ese a rte , p ero , en 1947,con motivo de la primera reun in internacional de americanistas que se realizaba despus de la conflagracin, elMuseo de l Hombre expuso susObras maestras de la Amrica precolombina poniendo de relieve elcarc ter esttico de la s mismas .

    La misma eleccin del t rmino ob ra s maes tra s indic entonces elcamino recorrido desde el primer congreso. Los ecos de la elucubracindel seor S chcebe l se haban extinguido ya, pero de todas maneras nose procedi a reconocer de verdad. laestatura de l arte precolombino, que secalificaba de primitivo, aun reconocien- _do que se deba a civilizaciones Jelevadas.La exposicin de 1947 no logr

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    AMERICA PRECOLOMBINA (cont.)Esta austera mscarade pun tia gudo pein ado

    es una de las obrasde arte m s purasde l a rt e t ot on a ca ,que floreciera hace

    m s de siete siglosen la costa

    d el G o lfo de Mx ico .Esculpida en basalto,la mscara, que tiene 38 cms. de alto,serva probablementede elemento arquitectnicoque completaba

    el pice de un muro.

    superar esos prejuicios sino de manera imperfecta.Cmo explicar tan la rga negac inde una expres in p ls ti ca capaz de

    suscitar el entusiasmo que despiertaahora? La respuesta hay que buscarlaprobablemente en un estudio comparativo de ese arte y de l arte de l ViejoMundo. De un lado y otro de l Atlntico una serie de pueblos que ha stael siglo XVI no tuvieron ningn conta cto co ncib ie ro n fo rmas y corrientesartsticas y las perfeccionaron en condiciones tan opuestas, y por motivostan opues to s tambin, que una ve zfrente a frente unos de otros, les fueimposible reencontrar su s propios valores en lo s de l m u nd o a dv ers o.El arte europeo es, segn la defini

    cin comn y corriente que se hacede l, la expresin de un ideal debelleza. Pero esa bsqueda de labelleza no es intrnsecamente el objetode l arte precolombino; el arte por elarte fue cosa a ta l pun to Inconcebib lepara los pueb los indgenas de Amricaque algunos crticos han llegado adecir que el suyo era un arte fuera de larte, un a manifestacin extra-artstica.

    La casi totalidad de las esculturas,pinturas cermicas, etc., precolombinas, est dest inada al culto. Se lasutilizaba en la s innumerables ceremonias reli giosas, y estas ceremonias secumplan s iguiendo r itos complicados,en lo s que templos, estatuas, vasos,vestiduras y adornos te na n que renovarse s in cesar. El conjunto de diosesprecolombinos era exigente y no sabade indulgencia alguna; de l os hombresesperaba, no determinada actitudmora l, c omo la r elig in c ris tiana , s inoun alimento q ue d eb a darse e n mortificacin, ofrenda y sacrificio. Este alimento los dioses lo exigan regularmente, y si lo s hombre s se hubieranabstenido de drselo, habran desatado las peores catstrofes: derrotas,accidentes, sequas, posiblemente elfin d el mundo .El arte de quie nes p roducan los

    ob je tos necesarios a un culto ta l noera, po r consiguiente, lib re y desinter esado, s ino utilitario. El ornato y losaccesorios de una religin tan tirnicacomo aqulla deba a su vez inspirarterror, no amor. N o se p oda re prese nta r tampoco a esos dioses incomprensibles con un a forma humana realista,y as se tendi a sugerir los por unconjunto de elementos simblicos o

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    por un con jun to convenc iona l de elementos real istas sin r ela ci n e ntr e s.De all eso s monstruos extraos quedurante tan l argo t iempo han chocadoal o jo eu ropeo .Si los griegos queran representar

    a Demeter (la que fue luego Ceresromana) lo hac an con la forma y rasgos de una mujer hermosa cualquiera.La Coatlicue azteca, tal com o se lave en el Museo de Mxico, no t ieneuna fo rma s ino vagamente humana: esun bloque ciclpeo provisto de cabezas de serpientes, de garras, de uncollar de c ora zones y de m anos cortadas.

    La estatua no puede sugerir sino unprincipio genitor y destructor a la vez,madre y tumba de todo cuanto vivepor un t iempo. En este sent ido Wes-theim constata que el arte mexicanotoma lo s fenmenos a un nivel en quelo primordial no se ha visto reprimidotodava p or la conciencia lgica, locual hace de l un arte mgico-rel igioso.La enorme produccin e xigid a por

    la s necesidades de l culto movilizabaal conjunto de los artistas precolombinos, formados s iguiendo una tradicin dada y o rgan izados en corporaciones con reglas tan estrictas comola de una orden religiosa. Eran, si sequ iere , ar tesanos , considerados comotales po r lo dems; y dest inados comoestaban a una obra colect iva, habrasido inadmisible que algunos de entreellos fueran inferiores a los dem s.Todos deban po r f ue rza a lcanza r lamisma perfeccin tcnica.Se encargaba a un especialista, o

    a un grupo de ellos escultores, pinto res, ceram is tas o plumajeros untrabajo determinado cuya ejecucindeba conformarse a prescripcionesr igurosas, surgidas de la voluntadcolectiva de la soc iedad. El estilo desu obra se desprenda de tales prescripciones, lo cual explica la uniformidad que presenta en cada lugar, oms bien dicho en cada pueblo. Pero,por o tro lado, el arte de cada uno de sto s tie ne c ara cte rs tic as p ro pia s ybien marcadas , s iendo imposible con-

    SILBATO MAYALa civilizacin maya,que se extendip or v as ta s r eg io ne sde la Amrica centraly conoci su apogeoentre los aos 300 y 900de nuestra era,dio muestrasde excepci ona l r iquezay fecundidad en el reinode la s artes.Aqu te nemosun silbato de Yucatn,de 19 cm s. de largo,en forma de pe rsona je sedente .Como todos los de su poca,este silbato producesonidos dulcesy penetrantes a la vez.

    Fotos Museo d el H om br e, P ars

    AVATAR-PLANETAEl rostro barbado que adorna un pebeterode cerm ica (abajo) , debido a un artista

    maya de los a lr ed edore s dels ig lo X IV en Guatemala, es quiz el deun avatar de Quetzalcatl, el dioscivil izador, representado como se sabe

    po r la imagen de una serpiente emplumada,pero que es asi, b la nco y b arb ad o,

    a l cobrar forma humana . La tradicindecia as imismo que, luego dehaber ens eado la s a rte s y lasciencias en el valle de Mxico,

    Quetzalcatl se h ab la transformado enel p lane ta Venus y que,

    como la estrella matutina,deba regresar un dia po r el este. Cuando

    finalmente desembarcaronen la costa or ienta l h ombre s b la n co sde rostro enmarcado por una barba,

    el mito subsista con ta l fuerzaque bast para acabar

    con toda resistencia organizada,paralizando a los mayas de la regln.

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    AMERICA PRECOLOMBINA (cont. )fundirlo con el' de cualquiera de losdems pueblos.Por e jemplo : el estilo de los Atlan

    tes d e T ula obra tolteca no tienenada de comn con el del famosoCalendario de l Museo de Mxico, obraazteca. Y esta fidelidad de lo s pueblosprecolombinos a sus estilo s p ro pio spermite seguir los desplazamientosque les dictara el curso de su historia.Se ve as i qu e lo s mayas llegan al apogeo de su arte en Palenque; cuando selo s vuelve a encont rar en Chichn-ltz,su estilo ya no es . puro, hab indoseintroducido en l mo tiv os f or n eo s,creados en Tula por los t olt ecas y queestos trajeron consigo al venirse ainstalar en Chichn-ltz.La unidad de l estilo suprime el indi

    vidualismo. Nos es difcil imaginar qu eel arte pueda alcanzar un mximo deexpresin sin el aporte ind iv idua l decada art is ta , y es de acuerdo con estanocin que admiramos las obras delos grandes p in to res y escu ltores europeos. Tal aporte individual no se hacepresente en las creaciones precolomb inas , que po r lo dems no estn firmadas nunca. En Europa sent imos gen era lm e nte c ie rta re tic en cia frente alas obras annimas, y preferimossiempre que estn firmadas.Quiere ello decir que el arte pre

    colombino est t o ta lmente desprovis tode individualismo? Uno se ve tentadoa responder a fi rmat ivamente ; as ytodo, parece que ha habido creacionesperuanas individualizadas.Las ca be zas antropomorfas de la

    civilizacin mochica, en la costa nortedel Per, dejan entrever, en ciertosretoques completamente personales, lamano de un artista determinado.Hace unos quince aos intent

    demostrar que, segn las normas europeas, el anonimato y la ausencia deindividualismo caracterizan el arte llamado primitivo. Pero no se puede calif icar de primitivos a los constructoresde g randes c iudades peruanas comoCuz co , Mac hu P ic ch u o Cajamarquil la,o a los de la pirmides mexicanas olos de la zona maya situada en Gua temala y en Honduras, todos e llos innegablemente grandes, todos ellos llegados a la culminacin de su arte, aunque no se los viera as durante muchotiempo por la falta de relacin existente entre sus mviles espirituales ylo s de los artistas europeos.Su concepc in tcn ica , igualmente,

    puede desorientar al mundo occidental.En este sentido Alfred Schuster, comparando, o ms bien oponiendo el artede un mundo al de l otro, propone ensu Arte de dos m undos: estudiossobre las culturas precolombina y europea, una teora nueva. Segn l, elarte europeo sera fundamentalmentelinear y b id imens iona l , con obrasconcebidas en lneas y planos, mientras que el precolombino seria plstico'y tridimensional, y su felicidad derealizacin, funcin de l equilibrio dela s masas .Anonimato, ausencia de individua

    lismo, arte colectivo, soc ia l, mg ico-rel ig ioso, y quiz tridimensionalismo:he ah varias de la s caracterstica"concretas que diferencian el arte precolombino de l europeo y lo hacenopuesto a ste, y tales son q uiz lasrazones que han h ech o qu e se lo juzgara peyo ra tivamente duran te tan tossiglos. Pero habiendo pasado el tiempo , y con l el prejuicio, la Amricaantigua ha adquirido ya c iu dadanapropia en los temp los un iversa les de lg ra n a rte .

    Este fragmento de p iedra verde veteada ha conservado la admirab le fuerza deexpresin que le diera, hace cerca, de 1.400 aos, un escultor de Teotihuacn,donde era costumbre coser al sudario de los muertos alguna' msca ra comosta, hecha de alabastro, de prfiro o d e mrm ol.

    M us eo del H om bre , PartsVnse aqui d os o bra smonumentales del arte aztecaconservadas en e l MuseoNacional de Antropologade Chapu ltepec, cerca de Mxico.A la izquierda, la gran Coatlicue,diosa de la tierrade figura humana,doble c ab eza de serpiente,garras de ave de presa,qu e representatodo cuanto respira en la tierra.A l fo nd o, la pie dra del sol,escultura monolticaen forma de discoque, en realidad,es un calenda rio y rep resentala historia del mundo .En su centro se hallala im ag en d el s ol,encuadrado po r el signocuatro movimientosque data de comienzosde nuestra era.Segn los anales histricos,el calendario de p ie dr adata a su vez de 1479.

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    Museo Nacional de Antropologa, Chapultepec

    Obras maestras del antiguo MxicoPalenque, Bonampak, Chi

    chn Itz, El Tajn, Teoti-huacn, Mon te A lbn, Tenochtitln, so nnombres que hablan permanentementede la r ic a h e re n cia del Mx ico moderno . Estas cumbres de la cultura precolombina en Amrica nos han revelado, ms all de los siglos, la grandezade una civilizacin nacida hace msde tres m il aos .Evocando su riqueza y d ivers idad ,ha d icho Ig nac io Bemal, personalidad

    seera de su pas: As como la civil izacin occidental es una suma deculturas nacionales, que hoy l lamamositaliana, francesa, espaola inexplic ab le s como fenmenos a is lados perocomprensibles en su conjunto la

    civilizacin meso-amer icana est formada por culturas entonces nacionalesque llam am os maya, azteca, zapo-te ca, e tc., y que tienen un lejanopasado comn.Hay en Mxico 11.000 emplazamien

    tos arqueolgicos, pero puede decirseq ue h as ta ahora no se ha sacado a luzsino unas magras partculas de lariq ue za e sc ondid a bajo tierra.Los pueblos de M xico fueron

    a rqu ite ctos , u rba nistas y escultoresincomparables. La plstica de l Mxicoantiguo ha dicho el clebre escultoringls Henry Moore, no ha sido superada en ningn perodo de la esculturaen piedra.P irm ide s y templos, caritides gi

    gantes o delicadas figurillas esculpidas en la dura piedra, terracotas, cermicas, estelas talladas o pinturas murales, los vestigios que quedan detoda esa riqueza so n innumerables.Ta l profusin, que provocara desde

    hace tiempo en el pueb lo mexicano unvivo inters po r su historia, lleva auna multiplicacin inusitada de losmuseos, c omo lo atestigua el hechode que en un mismo mes se inauguraran el ao pasado en Mxicotres n uevos museos consagrados alo s tesoros precolombinos. El MuseoNacional de Antropologa ha sido cons- n*trudo en Chapultepec, donde residie- Iran en otros t iempos lo s reyes aztecas.Otro museo se ha instalado en casa

    S IGUE EN LA PAG. 34

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    LAS MIL Y UNA FIGURASDE LA COMEDIA HUMANAD u ra nt e c er ca de do s milenios, los ceramistas de la Amricacentral precolombina modelaron, co n fantasia y habilidad extraordinarias, innumerables figurillas en que se perpetan otras tantasimgenes de su vida cotidiana: trabajo, juego, amor, maternidad,danza. El acrbata a la izquierda, una pierna apoyada en la cabezay la o tr a f or ma nd o el cuello de un vaso, data de ocho siglosantes de J.C. y es obra de un artista de Tlat l lco, loca l idad de lvalle de Mxico. Las seis terracotas que Ilustran esta pgina, deun a poca m enos rem ota, m uestran cuan acabado fue el artede la costa m exica na d el P ac f ic o e nt re los siglos IV y XIIIde nuestra era. Las figuras miden entre 23 y 55 cm . de alto.

    1 - Jugador de pelota.2. - Hombre esgrimiendo un proyectil.

    - Jorobado tocado de un casco. Los poderes mgicosqu e tanto e llo s c o m o lo s enanos tenan para las gentes de laregin lo s h aca n persona jes respe tados de los caciques.4 - Este malicioso personaje tiene entre manos un recipientealargado, espec ie de tubo q u e s er va para recoger el jugo delos cocuyos y h ac er c on l un a bebida alcohl ica .

    O - Mujer co n el mentn apoyado en la rodilla.O - P areja sentada, motivo que se repite f recuentemente enestas cermicas. El hombre rodea tiernamente con su brazoel cuello de su compaera .

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    EL GRITO DE UN D IOSEl pueblo tolteca expandisu c iv il izacin po r vastas zonasde Mxico entre lo s siglos IX y XIIIde nuestra e ra , ma rc an doco n su impronta( to l teca qu iere decir art ista)las c leb res c iudades mayasde Chichn-l tz y de U xmal.Izquierda, cabeza de Xipe-Totec,dios de la primavera y del maz.Este f ragmen to de unaestatua de terracota m ide 38 cm .y se conserva en el Museoetnogrfico de Viena.

    PRODIGIO DE ORFEBRER A MIXTECAA la derecha, pectoral de oro (12 X 9 cms.)que representa el dios de las tinieblasy data aproximadamente del siglo XIV.Es obra de lo s m ix te ca s, g ra ndes

    o rfebres y grandes rivales de losaztecas , que florecieron en las montaasde Oaxaca, en el centro de Mxico. Quizhayan sido los objetos creados por elloslos que movieron a decir a Dureroen Amberes, en 1520:. He visto lascosas que se han traido al reydel nuevo pas de l oro... y nunca en lavida me ha dado ta nto p la ce r

    la contemplacin de ningn otro objeto.Foto Gisle F reund, Pa r s

    Etienne Hubert, Pan's

    EL CABALLERO-GUILAAbajo, cabeza de un personaje perteneciente

    a una orden militar azteca y que,como ta l, lle va el adorno de plumasde guila reservado a los grandes

    capitanes mexicanos entr e los siglos XIV y XVI.

    ANTIGUO MEX ICO (viene dla pg. 31 )de Diego Rivera y contiene la vastaco le cci n fo rmad a p or el pintor mismo, que la ha regalado al Estado. Elte rcero se ha creado en Teot ihuacn,antiq usima c iu dad de l valle deMxico que alcanz su apogeoentre los siglos II y III de nuestra erapara desaparecer hacia el siglo X.En torno a las altas pirmides de

    sus templos la del Sol tiene 65 metros de alto y la de la Luna, 42 laciudad gigantesca se extenda sobreun espacio de 142 km2. El prestigiode un centro cultura l , rel ig ioso y artstico como Teot ihuacn sobrevivi a laruina, pe ro slo en 1905 comenzaronlos arquelogos a hacer excavacionessistemt icas. Actualmente, el centro dela ciudad ha sa li do completament e aluz y ha sido restaurado, con lo que,cosa ms, cosa menos, t iene el aspectoque debe haber ten ido hacia el siglo IIIde nuestra era.Exploraciones tan v asta s como las

    real izadas en una ciudad ta n l lena der iquezas como Teotihuacn no podansino l ibrar a la admiracin de las gentes maravillas de p ie dra y de cermica.Estas maravillas se concentrarn enel Museo de la c iudad toda e lla unmuseo al aire libre po r lo demsy ste se enriquecer con los frescosque actualmente se est poniendo alabrigo de la intemperie.Consciente de la significacin universal de las obras maestras de la

    poca precolombina, Mxico multiplicaahora sus museos, no para coleccionarrelicarios que ya no t ienen sen tido ,sino para hacer inteligibles, dentro delcontexto tn ic o y s ocial donde nacieran, las formas de una belleza infinitamente diversa de la qu e el lectorpodr encontrar vario s e jemp los enes tas pginas .

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    EL "GULF STREAM"DEL PACIF ICOpor Konstantin Fedorov

    En julio de este ao 36 barcos de 6 pases iniciaron el primer estud io deconjunto de la corriente del Pacfico llamada kuroshio, como parte delms vasto estudio cooperativo de sta y de las regiones adyacentesdecidido por la Comisin Oceangrafica Intergubernamental de la Unesco.Dedicados a esta obra, y com poniendo otra expedicin oceangraficainternacional en gran escala, cuyo fin es el de penetrar los secretos delgran ocano, se encuentra ahora en el Pacfico o tro g rupo de barcos quehan de realizar una campaa de invierno. La exploracin cient fica dela corriente tendr po r resultado, sin duda alguna, una serie de beneficioseconmicos para los pases afectados po r ella; pero tamb in servir paradesarrollar el potencial cientf ico de la regin estimulando un inters cientfico ms amplio y un apoyo ms fuerte al programa en si por partede cada pas interesado. Los delegados de 50 pases miembros de laComisin Oceangrafica Intergubernamental se reunieron recientementeen la Unesco para examinar los resultados de la p rime ra exped ic in.

    on muchos los que conocen la famosa corrientedel Golfo y saben quiz que, al recorrer elAtlntico con rumbo al este, transporta enormes cantidadesde agua clida, sirviendo as de calentador para todaEuropa. Menos son los enterados" de que la corriente delGolfo y el contraste de temperatura que crea en el AtlnticoNorte facilitan muchsimo la formacin de esas pe rturbac iones a tmos f ri ca s conoc ida s co n el nombre de cic lones,que tanto preocupan a los meteorlogos europeos.Es extrao pero cierto que sean menos todava losque han odo hablar de una corriente hermana de la del

    Golfo, corriente llamada kuroshio y que, para los pasesdel Pacfico, desempea un papel todava ms significativoque aqulla para los del Atlntico. Mis colegas japonesespodrn objetar al l legar aqu que no hay escolar de l Japnque no sepa lo que es el kuroshio, y tendrn ra z n, ya quela v ida entera del pas depende de esta corriente ocenica,ta n clida como fuerte.Todos sabemos desde la infancia lo que es un ro y, comoes lgico, pensamos que cada ro debe tener su costa.Pues bien: la corriente de l Golfo y el kuroshio son ros sin

    costas, grandes ros en medio de grandes ocanos.Y no es que no se los pueda distinguir ni mucho menos en la vasta y engaosa uniformidad de la superficie

    ocenica. Kuriosho es una palabra japonesa que significacorriente negra. Vis ta desde un aeroplano, esta corrientese distingue en medio de l Ocano Pac fico po r el cambiosbito de l color del agua, que de azul celeste pasa a se razul cobalto oscuro, cas i azul de lapislzuli. El pasajero deespritu observador que viaje en barco reconocer inmediatamente, al ve r bandadas de pjaros marinos en la superficie del agua, el borde u orilla norte del kuroshio, ya que,antes que todo, una corriente ocenica significa vida.

    __ KONSTANTIN FEDOROV, oceangrafo sovit ico, es Secretario deAn la Comisin Oceangrafica Intergubernamental y Director de laSeccin Oceanografa de la Unesco. El seor Fedorov ha tomadoparte en numerosas expediciones en el rtico, el Bltico y elMedi te rrneo , asi como en e l P ac fico y en e l Ocano In dic o.

    La f lecha muestra en el mapa el recorrido de l kuroshiopo r el Pacifico, al su r de las costas de l Japn, donde lavelocidad de esta corriente alcanza a veces a 2 m 50 po rsegundo.

    En 1957, durante el Ao Geofsi co Internac iona l, me tocsalir a la busca de l kuroshio con un grupo de cientficos enel Vityaz, un barco sov i t ico de estudio. bamos al sur a150 Oeste y habamos dejado atrs esas latitudes enque, segn todos los textos, tendramos que haberencontrado al kuroshio . La ausencia de ste resu l tabacuando menos curiosa. Pero , para alivio nuestro, lo hallamos luego, desplazado hacia el su r en unos cuantos cientosde kilmetros. Como en muchos otros casos , los pjaros ylos peces vo ladores fueron los primeros que lo delataron.

    Esta desviacin de la corriente hacia el sur fu e unaprueba ms dentro del creciente conjunto de hechos destinados a demostrarnos que la extraordinaria similitud deaspecto ent re las grandes corrientes ocenicas y los rosva mucho ms all de la met fo ra po tica. A la manera deros que recorrieran una llanura, tanto la corriente de l Golfo

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    Madera grabada por el gran art is ta japons Hokusai (1760-1849) que representa el Fujiyama visto desde una ola.

    como el kuroshio se ponen a serpentea r por el ocano,cambiando de fo rma esta s vue lta s y re vuelta s y deslizndose a lo largo de la corriente tal cua l lo hacen las de unro, aunque en una escala de t iempo d is tinta.

    La velocidad de un ro ocenico como el kuroshio esasombrosa; aunque en promedio apenas pase de I metropor segundo, al su r y este de l Japn alcanza un mx imo de2,5 m. po r segundo, comparable a la velocidad de muchosros continentales. Este rio t iene aproximadamente 400 m.de profundidad, 40 millas nuticas de ancho, y transportaen promedio unos 50 millones de metros cbicos de aguapo r segundo. Para concebir esta cantidad habra que imaginar unos cinco mi l ros tan grandes como el Volga.El que haya ledo todo esto se dir probablemente:

    P ero los cientficos saben mucho del kuroshio! Qunecesidad hay de lanzarse al mar a estudiarlo, y menosaun, de organizar esfuerzos internacionales para procedera una investigacin cientfica al respecto?Pues bien, este es el punto en que concluye la analoga

    pot ica ent re los ro s y las corrientes ocenicas. Aunquesabemos a ciencia cier ta que los ros corren po r las laderasde los continentes, a l imentados po r aguas subterrneas qu ese han ido acumulando con la precipitacin pluvial, nadase sabe de ta n definido sobre la s corr ientes ocenicas,excepto que las fuerzas principales que las mueven sonlos vientos que corren sobre los ocanos y las desigualdades en la tempera tu ra y la distribucin de la sa l en el aguade esos ocanos. Pero ni siquiera esta noc in es absoluta,ya que cualquier combinacin de estas fuerzas "es posibley, po r o tra par te , las fuerzas de la friccin y la inercia, ascomo la rotacin de la Tierra, afectan las corrientes ocenicas de modos muy complicados y diferentes, haciendo quealgunas de ellas se parezcan notablemente (como lacorriente de l Golfo y el kuroshio) y otras sean totalmentedistintas.

    El lector, sorprendido, podr preguntarse: Pero cmopuede haber corrientes de diferentes clases en el ocano?El hecho es que la s hay, y aprender sus caractersticas esobra difcil, que est lejos de cumplirse en la actualidad.Un intento de descripcin de lo que sabemos en cuantorespecta al o rigen f sico de las l lamadas corrientes limtrofes o divisorias, como el kuroshio y la del Golfo, es cosaque habr de parecer demasiado tcnica al lector. Que senos perdone por d ec ir tan slo que existe ya una teorageneral hidrodinmica de esas corrientes l im