revista de historia económica - uc3m

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Revista de Historia Económica Año XIX Invierno 2001 N." 1 Editada en la Fundación Empresa Pública NOTA NECROLÓGICA: Rondo Garrieron ARTÍCULOS LINARES LUJAN: Estado, comunidad y mercado en los montes municipales extremeños. VALLEJO POUSADA: Reforma y contrarreforma tributaria en 1845-1852. RAMÍREZ: LOS ferrocarriles y su impacto sobre la economía colombiana. TIRADO Y PONS: ¿Hubo convergencia económica entre los países europeos antes de la Primera Guerra Mundial? NOTAS SABATÉ SORT Y PARDOS MARTÍNEZ TENA JUNGUITO VELARDE FUERTES RECENSIONES MARCIAL PONS En colaboración con el Centro de Estudios Constitucionales y la Fundación Fomento de la Historia Económica

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Revista de Historia Económica

Año XIX Invierno 2001 N." 1

Editada en la Fundación Empresa Pública

NOTA NECROLÓGICA: Rondo Garrieron

ARTÍCULOS

LINARES LUJAN: Estado, comunidad y mercado en los montes municipales extremeños.

VALLEJO POUSADA: Reforma y contrarreforma tributaria en 1845-1852.

RAMÍREZ: LOS ferrocarriles y su impacto sobre la economía colombiana.

TIRADO Y PONS: ¿Hubo convergencia económica entre los países europeos antes de la Primera Guerra Mundial?

NOTAS

SABATÉ SORT Y PARDOS MARTÍNEZ TENA JUNGUITO VELARDE FUERTES

RECENSIONES

MARCIAL P O N S En colaboración con el Centro de Estudios Consti tucionales

y la Fundac ión Fomento de la Historia Económica

Page 2: Revista de Historia Económica - UC3M

Director: Pablo Martín Aceña (Universidad de Alcalá y Fundación Empresa Pública)

Secretaria de Redacción: Blanca Sánchez Alonso (Universidad San Pablo CEU)

Secretaria administrativa: Mercedes Ortiz Castillejo (Fundación Empresa Pública)

SECRETARÍA DE REDACCIÓN

Carlos Barciela (Universidad de Alicante) Sebastián Coll (Universidad de Cantabria) Francisco Comín (Universidad de Alcalá)

Enrique Llopis (Universidad Complutense) Clara Eugenia Núñez (UNED) David Reher (Universidad Complutense)

CONSEJO ASESOR

Alejandro Arizkun (Universidad Pública de Na­varra)

Mercedes Cabrera (Universidad Complutense) John Coatsworth (Universidad de Harvard) Roberto Cortés Conde (Universidad de San An­

drés) Eloy Fernández Clemente (Universidad de Zara­

goza) Josep Fontana Lázaro (Instituto Universitario de

Historia Jaume Vicens i Vives) Ángel García Sanz (Universidad de Valladolid) José Luis García Delgado (Universidad Complu­

tense) Manuel Jesús González González (UNED) Richard Herr (Universidad de California, Berke-

ley) Herbert Klein (Universidad de Columbia) Jordi Maluquer de Motes (Universidad Autóno­

ma de Barcelona) Carlos Marichal (Colegio de México) José Morilla (Universidad de Alcalá)

Patrick O'Brien (Universidad de Londres) Marco Palacios (Colegio de México) Jordi Palafox (Universidad de Valencia) Jaime Reis (Instituto Universitario Europeo) David Ringrose (Universidad de California, San

Diego) Ricardo Robledo (Universidad de Salamanca) Nicolás Sánchez-Albornoz Pedro Schwartz (Universidad Autónoma de Ma­

drid) James Simpson (Universidad Carlos III) Caries Sudriá (Universidad de Barcelona) Pedro Tedde de Lorca (Banco de España) Jesús M." Valdaliso (Universidad del País Vasco) Hermán van der Wee (Universidad de Lovaina) Eugene N. White (Universidad de Rutgers) Jeffrey Williamson (Universidad de Harvard) Bartolomé Yun (Universidad de Valladolid) Vera Zamagni (Universidad de Bolonia) Santiago Zapata (Universidad de Extremadura)

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Revista de Historia Económica

Año XIX Invierno 2001 N.° 1

Editada en la Fundación Empresa Pública

MARCIAL PONS en colaboración con el Centro de Estudios Constitucionales

y la Fundación Fomento de la Historia Económica

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MARCIAL PONS

La correspondencia con la REVISTA DE HISTORIA ECONÓMICA

debe dirigirse al Director de la misma:

Fundación Empresa Pública C/ Quintana, 2, 3 . ' planta. 28008 Madrid Teléfono 91 548 83 54. Fax 91 548 83 59

[email protected]

Suscripción

Número suelto

Número extra

Suscripciones: MARCIAL PONS

C/ San Sotero, 6. 28037 Madrid Teléfono 91 304 33 03. Fax 91 327 23 67

E-mail:[email protected]

PRECIOS 2001 *

ESPAÑA

8.000ptas. /48,10 €

}.000ptas /18,03 €

5.000ptas. / 30,05 €

EXTRANJERO

60,10 €

24,05 €

36,06 €

IVA no incluido.

Distribuye: MARCIAL PONS

Depósito legal: M. 21.667-2001 ISSN: 0212-6109

Fotocomposición: INFORTEX, S. L . Impresión: CLOSAS-ORCOYEN, S. L . Polígono Igarsa. Paracuellos de Jarama (Madrid)

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NORMAS PARA EL ENVIÓ DE ORIGINALES

La Revista de Historia Económica considerará la publicación de trabajos de muy diversa índole, siempre que demuestren un alto nivel de calidad y se enmarquen dentro de la historia económica entendida en sentido muy amplio. Sea cual sea el tema tratado, los trabajos deberán hacer mención expb'cita de su contribución a la historia económica en un ámbito más general, bien por un tratamiento distinto o más profundo de un problema ya identificado en la historiografía, por la aportación de datos no conocidos o por la aplicación de una metodología nueva o más refinada en contextos diferentes. La Revista entiende que los trabajos son originales, no han sido publicados con anterioridad y no se han enviado a ninguna otra publicación. El original y dos copias de cada texto se enviarán a Revista de Historia Económica, Fundación Empresa Pública, c/ Quintana, 2, 3." planta, 28008 Madrid. No se devolverán los originales no solicitados. Los trabajos de investigación y demás textos deben ir a doble espacio y no exceder de 30 páginas (10.000/12.000 palabras, con tipo de letra de 11-12 puntos), incluidos cuadros, gráficos, mapas, notas al final, apéndice (s) y bibliografía (ésta a un espacio). El manuscrito deberá seguir el siguiente orden: página del título, resumen, máximo de 150 palabras (en página aparte), texto, apéndice (s), referencias bibliográficas, notas, cuadros, gráficos y mapas. La página del título contendrá el título del trabajo, el nombre del autor o autores, filiación académica, dirección, teléfono, e-mail. La página del resumen deberá incluir de nuevo el título del trabajo, sin el nombre de los autores, y un resumen de máximo 150 palabras en castellano y en inglés. Para las Notas no se incluirá resumen. El texto y símbolos que se desee que aparezcan en cursiva deberán ir subrayados, y los que se desee que aparezcan en negrita, con subrayado doble. Las referencias bibliográficas irán al final del trabajo, en página aparte, bajo el epígrafe Bibliografía, ordenadas alfabéticamente por autores y siguiendo siempre el orden: apellido (en mayúsculas), nom­bre (en minúsculas) del autor, año de publicación (entre paréntesis y distinguiendo a, b, c, en caso de que el mismo autor tenga más de una obra citada en el mismo año), título del artículo (entre comiñas), o del libro (subrayado), lugar de publicación (en caso de libro), editorial (en caso de libro), volumen y número de la revista y, fmalmente, páginas (pp. xxx). Sólo se incluirán en la bibliografía obras y autores citados en el texto. Si el trabajo contiene un amplio número de referencias a archivos, material estadístico o fuentes documentales, éstas deberán aparecer tras las referencias bibliográficas bajo el epígrafe Fuentes. Las notas irán numeradas correlativamente en caracteres árabes y voladas sobre el texto siempre tras un punto. Todas las notas se incluirán al final del texto en página aparte e irán a espacio sencillo. La primera nota, sin numerar, contendrá, en su caso, los agradecimientos. Las referencias bibliográficas se harán citando el apellido del autor o autores (en minúsculas), y entre paréntesis el año y, en su caso, letra que figure en la lista de Bibliografía, y las páginas de la referencia. Se evitará un número excesivo de notas y se procurará que su texto sea breve. Las citas textuales se reducirán al mínimo y, si exceden de tres líneas, irán a un solo espacio y con márgenes a ambos lados, distintos a los del texto principal. En las citas textuales los intercalados que introduzca el autor del trabajo deberán ir entre corchetes, para distinguirlos claramente del texto citado. Los cuadros, gráficos y mapas incluidos en el trabajo deberán ir numerados correlativamente y deberán ser originales, evitando reproducir información que sea fácilmente accesible o publicada en obras recientes. Cada cuadro, gráfico o mapa deberá tener un breve título que lo identifique e indicar claramente sus fuentes. Se evitará el uso de % y de la expresión «elaboración propia», por iimecesaria. El Director de la Revista de Historia Económica acusará recibo de los originales en el plazo de treinta días desde su recepción, y el Consejo de Redacción, tras estudiar los informes de los eva­luadores anónimos, resolverá sobre su publicación en un plazo no superior a seis meses. Esta reso­lución podrá venir condicionada a la introducción de modificaciones en el texto original. El incum­plimiento de estas normas puede ser causa de la no adnúsión a examen de un artículo o de un considerable retraso en su tramitación y publicación. Cuando los trabajos sean aceptados para su publicación, el autor enviará la versión definitiva meca­nografiada y en disquete indicando el procesador de texto usado (MicrosoftWord o WordPerfect).

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NORMAS PARA EL ENVIÓ DE RECENSIONES DE LIBROS

1. Se enviarán preferiblemente por correo electrónico a la siguiente dirección: [email protected]. como documento de MicrosottWord o WordPerfect. En el caso de utilizar el correo ordinario se enviarán dos copias impresas de cada recensión y una en disquete (MicrosoftWord o WordPerfect), a la Revista de Historia Económica, FUNDACIÓN EMPRESA PUBLICA, C/ Quintana, 2, 3. ' planta, 28008 Madrid. Al final de la recensión, los autores incluirán su nombre, filiación académica, dirección, teléfono, número de NIF y datos bancarios.

2. La Revista de Historia Económica no aceptará recensiones de libros no solicitadas, ni peticiones para reseñar libros concretos.

3. Las recensiones se remitirán mecanografiadas a doble espacio y no llevarán notas a pie de página. Cuando se incluyan referencias bibliográficas, éstas irán entre paréntesis en el texto de la recensión al igual que las páginas del libro reseñado a las que se haga referencia. La extensión máxima será de 3-4 páginas, a doble espacio (LOOO palabras con tipo de letra 12 puntos).

4. El encabezamiento de las recensiones seguirá el siguiente orden: nombre (en minúsculas) y apellido (en mayúsculas) del autor o autores del libro, título del libro (subrayado), lugar de publicación, editorial y año de publicación. Se hará notar si el libro incluye bibliografía e índice (de autores o materias), así como el precio, si es posible.

5. La Secretaría de Redacción de la Revista de Historia Económica acusará recibo de la recensión y resolverá sobre su publicación a vuelta de correo.

6. En los demás extremos, se observarán las normas que rigen para el envío de artículos originales.

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INFORMATION FOR AUTHORS

1. The Revista de Hisíoria Económica welcomes research papers on all aspects of economic history. Papers should be original, and should be neither published, or be under consideration for publication elsewhere.

2. One original and two copies of each submission should be sent to the Revista de Historia Económica, Fundación Empresa Pública, c/Quintana, 2, 3. ' planta, 28008 Madrid. Origináis cannot be retumed.

3. Anieles should be typed double-spaced and no more than 10,000 words in length, including tables, graphs, maps, final notes and bibliography. Page 1 should contain the title, ñame of author(s), affíliation(s), full address and telephone number. An abstraer of about 100 words together with a brief curriculum vitae of 40 words will be required for those worlcs accepted for publication.

4. The text and symbols to appear in italics should be underlined.

5. Footnote references should be listed alphabetically, and in capitals, at the end of the text. If more than one text is cited for a particular year, then the works should be identified by a letter [e.g., STEWARD (1994a) and STEWARD (1994b)]. Note the following:

CARLOS, Ann M. (1994): «Bonding and the agency problem: evidence from the Royal African Company, 1672-1691», Explorations in Economic History, 31, pp. 313-35.

YANG, Lien-sheng (1952): Money and Credit in China, Cambridge: Harvard University Press.

COMIN, Francisco (1985): «La política fiscal en España entre 1874-1914; algunas pre­cisiones», in José Luis García Delgado (ed.): La España de la Restauración, Madrid: Siglo 5CXI, pp. 189-212.

6. Footnotes to the text should be indicated by superscript arable numeráis cited in order throughout the article. They should be typed double-spaced on a sepárate page.

7. Quotations of more than sixty words should be separated from the text, indented five spaces and with single spacing. Shorter quotations should appear within the text, marked clearly by quotation marks, « »,

8. Tables, graphs and maps should be correctly numbered in order of appearance. They should have a short title and indícate clearly the sources used.

9. The editorial board of the Revista will acknowledge receipt of all manuscripts, and decide on whether to publish within a máximum of six months. Failure to comply with these guide-lines may be result in the manuscript not being accepted, or a delay in its publication.

10. If the manuscript is accepted for publication, the author is required to send a hard copy printout of the final versión, a computer disk of the manuscript and all graphs and maps must be prepared as camera-ready copy.

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SUMARIO

NOTA NECROLÓGICA

GABRIEL TORTELLA: Rondo Cameron, 1925-2001 11

ARTÍCULOS

ANTONIO MIGUEL LINARES LUJAN: Estado, comunidad y mercado en los montes municipales extremeños (1855-1924) 17

RAFAEL VALLEJO POUSADA: Reforma y contrarreforma tributaria en 1845-1852 53

M. TERESA RAMÍREZ: Los ferrocarriles y su impacto sobre la economía colombiana 81

DANIEL A. TIRADO FABREGAT y JORDI PONS NOVELL: ¿Hubo convergencia económica entre los países europeos antes de la I Guerra Mundial? 123

NOTAS

MARCELA SABATÉ SORT y EVA PARDOS MARTÍNEZ: Una cues­tión a debatir. El nuevo perfil del proteccionismo español durante la Restauración 155

ANTONIO TENA JUNGUITO: Réplica a Sabatéy Pardos 167

JUAN VELARDE FUERTES: Una nota sobre los setenta años del Servicio de Estudios del Banco de España 173

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SUMARIO

RECENSIONES

VALDALISO, J. M.^ y LÓPEZ, S.: Historia económica de la empresa. Por Manuel Santos Redondo 189

MELÓN JIMÉNEZ, M . A.: Hacienda, comercio y contrabando en la frontera de Portugal (siglos xv-xviu). Por M. del Carmen Espido Bello 194

MALDONADO ROSSO, J.: La formación del capitalismo en el marco de ]erez. De la vitivinicultura tradicional a la agroindustria vinatera (siglos xvm y xix). Por James Simpson 198

HERNÁNDEZ MONTALBÁN, F . J.: La abolición de los señoríos en España aSÍMSi7) . Por Carlos Larrinaga Rodríguez 201

TORRAS, J., y YUN, B.: Consumo, condiciones de vida y comercialización. Cataluña y Castilla (siglos xvn-xix). Por Joám Carmona Badía 203

MOYA, J. C : Cousins and Strangers. Spanish Inmigrants in Buenos Aires, 1850-1930. Por Blanca Sánchez Alonso 207

Dopico, F., y REHER, D.-S.: El declive de la mortalidad en España, 1860-1930. Porjosep Bemabeu-Mestre 211

EDGEWORTH, F . Y.: Psicología Matemática. Por María Blanco González ... 215

BÓTTECHER, N . , y HAUSBERGER, B . (eds.): Dinero y negocios en la historia de América Latina. Por Antonio Santamaría García 220

RAMOS SANTANA, A. (coord.): Comercio y navegación entre España y Suecia (siglos x-xx). Por Jesús M.* Valdaliso 225

COMÍN, F.; MARTÍN ACEÑA, P.; MUÑOZ RUBIO, M. , y VIDAL OLIVARES, J.: 150 años de historia de los ferrocarriles españoles. Por Pere Pascual Doménech 228

Los abstracts de los artículos publicados en la Revista de Historía Económica se incluyen en el e-JEL (Journal of Economic Literature).

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NOTA NECROLÓGICA

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RONDO CAMBRÓN, 1925-2001

GABRIEL TORTELLA Universidad de Alcalá

Rondo Cameron murió el primer día del tercer milenio, de un ataque al corazón, después de una larga y penosa enfermedad; con él se pierde un gran estudioso de la historia económica, y una gran persona. Para quien esto escribe, además, desaparece un gran maestro y amigo.

Nacido en un pequeño pueblo de Texas (Linden), de una familia de origen escocés, Rondo fue piloto durante la Segunda Guerra Mundial, y estudió Economía en Yale gracias al llamado GI bilí, ley que permitía la matrícula universitaria gratuita a los veteranos de guerra. Tras obtener el grado de Masters de Yale en 1949, se doctoró en Economía por la Universidad de Chicago en 1952, con una tesis sobre la inversión francesa en el extranjero, cuya investigación en París fue posible gracias a una beca Fulbright, y cuya dirección corrió a cargo de Earl J. Hamilton. Esta tesis, completada y redondeada, más tarde se convertiría en su primer libro, aclamado intemacionalmente y traducido a muchos idiomas, entre otros el español y el francés: Francia y el desarrollo económico de Europa. En este libro se mostraban ya varias características del trabajo de Cameron; investigación minuciosa, amplitud de horizontes, excelente estilo literario, interés por la historia bancaria y por los factores culturales del desarrollo económico, y amor por Europa, y en especial por Francia.

Rondo fue profesor durante muchos años en la Universidad de Wis-consin, donde, junto con Eric Lampard, fundó el Programa Graduado de Historia Económica, en el que estudiaron tantos distinguidos historiadores económicos, casi todos discípulos suyos, como John Coatsword, Franklin Mendels, Alan Olmstead, Carlos Peláez, David Ringrose, Richard Rudolph,

Revista de Historia Económica Año XIX. Invierno 2001. N." 1.

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GABRIEL TORTELLA

y Richard Tilly. Allí tuve yo la suerte de aterrizar en 1963. En aquellos años, además de dar sus cursos y seminarios (uno introductorio llamado «Fuentes y Métodos de la Historia Económica», otro específico sobre his­toria bancaria) Cameron preparaba su clásico La banca en las primeras etapas de la industrialización (1967), en el que colaboraron Olga Crisp, Hugh Patrick, y Richard Tilly, pero cuyo autor principal fue él. Se trata de una obra comparativa, tratando de constituir una tipología rigurosa y cuan­titativa de sistemas bancarios en las fases iniciales del crecimiento, con el objetivo de obtener conclusiones que permitieran hacer juicios norma­tivos. La idea de que la Historia es el campo de pruebas de la ciencia social del que se deben obtener conclusiones positivas que pueden aplicarse a fines normativos estaba firmemente arraigada entre sus convicciones. Aun­que con todas las precauciones requeridas, Cameron parecía indicar aquí en este libro que, si bien no había una «estructura bancaria óptima», en su propia expresión, sí las había mejores y peores. Como escribió algún reseñador, la sangre en esta materia pudo más que el vino, y Cameron consideró a la banca escocesa, liberal y descentralizada, como cercana al sobresaliente, y a la francesa, excesivamente centralizada y bajo la férula del Banco de Francia, como rondando el suspenso.

El número de países incluidos en La banca en las primeras etapas era forzosamente limitado: Inglaterra, Escocia, Bélgica, Francia, Alemania, Rusia y Japón. Unos años más tarde publicaba un segundo volumen, que no se ha traducido al español, con el título Banking and Economic Deve-lopment. Some Lessons o/History (1972), subtítulo que ya trasluce la visión utilitaria de la historia de que antes hablé. Aquí contó con un nuevo equipo de discípulos y colaboradores, y el elenco de países se amplió, especialmente hacia la periferia europea (Austria, Italia, España y Serbia), pero con un capítulo sobre Japón que es una revisión del del anterior libro, uno sobre Estados Unidos y otro sobre un estado norteamericano, Luisiana. Aunque con menos posibilidades de comparación cuantitativa, por ser menor la calidad de los datos en estos países, esta extensión de la muestra reforzó a Cameron en sus conclusiones, como queda de manifiesto en el prólogo de este nuevo libro. Sobre el tema de la banca y el desarrollo económico publicó Cameron, años más tarde, dos libros más, vastas recopilaciones de artículos: International Banking (1991) y Financing Industrialization (1992).

Un gran éxito suyo lo ha constituido la Historia económica mundial, desde el Paleolítico al presente (1989), ambicioso texto, producto de sus años de enseñanza y de sus copiosas lecturas, que, aunque en algunas

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RONDO CAMERON, 1925-2001

cuestiones idiosincrático (por ejemplo, muestra su relativo desinterés por la historia de su propio país, tan importante en todos los aspectos del mundo contemporáneo), es un libro que sólo un grande de la profesión podía escribir. Como era de esperar, su tratamiento de Europa en la «re­volución industrial» —término que él aborrecía y que sólo por evitar la perífrasis empleo aquí— y después es magistral.

Pero su obra no se limitó a libros. Quizá algún día sus discípulos recojan sus mejores artículos y hagan con ellos un volumen que sin duda tendría trascendencia. Sus contribuciones a la historia económica europea, sus ensa­yos sobre las causas del atraso, sobre la función empresarial y del capital humano fueron realmente precursores: sus discípulos y colegas las han desarrollado, pero de ellas podría decirse lo que Clapham dijo de la revo­lución industrial: será un limón muy exprimido, pero todavía le queda jugo.

Su obra y su personalidad tuvieron amplio reconocimiento en la pro­fesión. Aunque tímido y callado, era muy social, y colaboró con un enorme número de estudiosos de todos los continentes y culturas. Dirigió durante muchos años el Journal of Economic History, y fue vocal del Comité Eje­cutivo y vicepresidente de la Asociación Internacional de Historia Eco­nómica. Fue profesor visitante en Glasgow, en Paris, en Santiago de Chile y en muchos otros lugares. Tras una estancia de varios años en Santiago de Chile, en 1969, la Universidad de Emory, en Atlanta, le ofreció una cátedra especial, que él aceptó. Desde entonces hasta su jubilación, y el fin de sus días, residió en Atlanta.

Los que tuvimos la suerte de conocer a Rondo no le olvidaremos nunca. Además de un gran estudioso era todo un carácter: a la vez tímido y brusco, sensible y firme, bondadoso, modesto, y enormemente honesto. Era muy exigente con sus alumnos, pero mucho más consigo mismo. Y era de una independencia rayana, en ocasiones, en la excentricidad. Odiaba las cor­batas, y a partir de cierto momento dejó de llevarlas, luciendo en su lugar camisas bordadas y ciertos collares que le servían de cierre y ornamento, según él muy superiores al lazo tradicional. Su poco común nombre de pila se lo dio él a sí mismo en la adolescencia en lugar del que le dieron sus padres: le gustaba el sonido y la evocación concertística. Su aversión a la expresión «revolución industrial», tema sobre el que escribió más de un bien razonado artículo, podría también parecer original. Su amor por Escocia era proverbial, y todos los años acudía allí a las reuniones del Clan Cameron, a vestir el tartán, y a jugar al golf. Era deportista: además de al golf, jugó al tenis y esquió hasta que una fractura que se hizo en las pistas suizas le produjo una leve cojera. Era un profesor acogedor (a

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GABRIEL TORTELLA

lo que SU esposa Claydean contribuía con devoción), que se encariñaba con sus estudiantes y les ayudaba sin reservas; cuando apreciaba a un dis­cípulo se convertía en un verdadero amigo, y casi diría que tanto más si era extranjero. Nada tiene de extraño que haya dejado una gran escuela, porque a sus cualidades académicas unía las humanas. Profundamente demócrata, su interés por España, que Hamilton sin duda le transmitió, aumentó apreciablemente tras el fin de la dictadura y la transición; pero los historiadores económicos españoles le agradecemos lo que había escri­to mucho antes, en su primer libro, sobre los bancos y los ferrocarriles españoles a mediados del siglo xix. Viajero infatigable, nos visitó a menu­do, la última vez con motivo del XII Congreso Internacional de Historia Económica (Madrid, 1998), donde fue objeto de un más que merecido homenaje.

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ARTÍCULOS

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ESTADO, COMUNIDAD Y MERCADO EN LOS MONTES MUNICIPALES EXTREMEÑOS (1855-1924) *

ANTONIO MIGUEL LINARES LUJAN

Universidad de Extremadura

RESUMEN

Este trabajo pretende evaluar el alcance de la intervención estatal en el proceso de redefínición de los derechos de propiedad. El objetivo fun­damental es analizar, a través del estudio de los montes municipales extre­meños, el grado de aplicación de los dos mecanisnios de actuación previstos por la legislación liberal en el ámbito de los patrimonios de titularidad públi­ca: la enajenación definitiva de la propiedad y la inspección técnica de la producción. Aun matizando el protagonismo de la ley, la investigación con­firma plenamente el éxito de la fórmula privatizadora en el suroeste penin­sular. Menos evidente resulta, sin embargo, el triunfo de la vía interventora. Es aquí, precisamente, donde quedan reflejadas las dificultades del Estado para lograr una aplicación homogénea de la norma en todo el territorio nacional.

N. de E.: Fecha de recepción del artículo: junio 1999. Fecha de la versión definitiva: diciembre 2000.

* Una primera versión en inglés de este trabajo fue presentada, en octubre de 1998, al seminario «Social and economic change in rural societies», celebrado en la Universitat Autónoma de Barcelona y organizado por la European Gradúate School for Training in Economic and Social Historical Research (ESTER). Para la realización de dicha versión, el autor contó con una de las ayudas económicas que concede anualmente el Banco de España. Además de las inestimables sugerencias vertidas por los evaluadores anónimos, el texto definitivo ha tenido en cuenta las sensatas apreciaciones de Ramón Garrabou, Santiago Zapata Blanco, Ignacio Jiménez Blanco, Enrique Llopis Agelán y Miguel Vermehren de Resseguier. De las lagunas resultantes, el autor es el único responsable.

Revista de Historia Económica Año XIX. Invierno 2001. N." 1.

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ANTONIO MIGUEL LINARES LUJAN

ABSTRACT

This work aims to evalúate the extent oí State intervention in the process oí the redefinition of property rights. By studying the evolution oí municipal woodlands in Extremadura, my main objective is to analyse the two mecha-nisms of intervention in the área of publicly held property: the definitive pri-vatisation of property and the technical inspection of production. Even if we play down the effect of legislation, the present investigation confirms the full success of the privatisation formula employed in the Sapnish Southwest. State control over production, however, was far less efficient. Precisely in this área we can see how difficult it is for the State to enforce a comprehensively policy throghout its territory.

1. INTRODUCCIÓN

Siguiendo las categorías básicas del pensamiento económico liberal, la historiografía contemporánea ha interpretado la desaparición de los bienes comunales como algo históricamente inevitable. No obstante, a la luz de los trabajos realizados durante los últimos años, la realidad del proceso descomunalizador en el mundo occidental parece haber sido bastante menos uniforme de lo que tradicionalmente se ha supuesto. Sin restar importancia al avance del individualismo agrario y a la consiguiente dis­minución de los espacios de titularidad colectiva desde mediados del Sete­cientos, hoy en día resulta evidente que las formas que adquirió el fenómeno en el continente europeo, lejos de ser unívocas, quedaron marcadas por la heterogeneidad. Así, por ejemplo, los cerramientos británicos presen­taron características muy distintas a las particiones de comunales efec­tuadas en Austria y Prusia o a las privatizaciones llevadas a cabo en Francia. Igualmente, los repartos de baldíos reaUzados en España y Por­tugal durante la segunda mitad del siglo xviii no actuaron sobre los bienes comunales de la misma manera que lo hicieron las desamortizaciones del Ochocientos ^

Tampoco el debate teórico estuvo caracterizado por la uniformidad de criterios. Frente a los ideólogos más ortodoxos, algunos sectores com­prometidos con la causa liberal trataron de poner coto a la expansión del individualismo, reconociendo los efectos desestabilizadores de la privati­zación sobre las formas tradicionales de organización agraria . Asimismo,

' Véanse, entre otros. Rodrigues (1987), Thompson (1991), Corona (1996), Mayaud (1996), Neeson (1996) e Iriarte (1996b).

' En este sentido resultan fundamentales los trabajos de Grossi (1986) y Giménez (1990).

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ESTADO, COMUNIDAD Y MERCADO EN LOS MONTES MUNICIPALES EXTREMEÑOS (18;5-1924)

a lo largo de la segunda mitad del siglo xrx arraigó en Europa Occidental la tesis difundida por los técnicos forestales alemanes acerca de la necesidad de mantener algunas superficies de titularidad colectiva bajo control estatal. Para los padres de la dasonomía, la lógica de la maximización del beneficio invitaba a los particulares a sobreexplotar los espacios arbolados sin tener en cuenta las funciones protectoras que el mercado no podía remunerar. Comprobada la benéfica influencia que los bosques ejercían sobre el cHma o sobre el régimen hídrico, resultaba preciso asegurar la conservación del monte alto a través de instituciones que garantizaran la generación de exter-nalidades positivas. Desde este punto de vista, el sector público aparecía como la única entidad capaz de combinar el interés por el beneficio eco­nómico con la preocupación por el sostenimiento ecológico. El Estado debía, por tanto, asumir la propiedad de los montes de utilidad pública y, al mismo tiempo, ejercer un control exhaustivo sobre aquellos otros que continuaran perteneciendo a las comunidades rurales . Quedaba así delimitada la tesis del forestalismo público europeo y, con ella, la idea de la incompatibilidad entre propiedad colectiva y conservación de la natu­raleza ''.

En España, el discurso intelectual sobre el futuro de los bienes comu­nales no fue ajeno a la diversidad de criterios manifestada en otras zonas del continente. Dentro del propio credo liberal, algunos autores calificaron negativamente los efectos provocados por el avance del individualismo com­petitivo en el mundo rural y propusieron la moderación de los programas maximizadores del liberalismo económico. De la misma manera, la literatura forestal decimonónica desarrolló una insistente campaña de estatalización de los montes públicos españoles claramente influida por los principios de la dasonomía germánica. Por el contrario, el sector más crítico con el afianzamiento del pensamiento liberal, no sólo rechazó la supuesta incom­patibilidad entre titularidad colectiva y crecimiento agrario, sino que llegó a defender la extensión de la propiedad comunal en detrimento de la pro­piedad individual'.

' Véase Kalaora y Savoye (1986) y James (1990). * El debate en tomo a este último punto ha perdurado hasta la actualidad a través

de la polémica suscitada por el artículo de Hardin (1968) sobre la llamada «tragedia de los comunales». Pueden verse, al respecto, los trabajos de Thompson (1975), McCay y Acherson (1987), Berkes (1989), Aguilera (1991), Cobo, Cruz y González de Molina (1992) y Sala (1995).

' Véanse, por ejemplo, los trabajos de Nieto (1964), Gómez Mendoza (1992) y Casáis (1988).

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ANTONIO MIGUEL LINARES LUJAN

La pluralidad que presentó el debate teórico quedó igualmente reflejada en la evolución de la actividad legislativa. De hecho, pese a los fuertes impulsos que recibió el proceso desamortizador pxjr parte de los gobiernos liberales, algunos gabinetes utilizaron los resortes de la ley para intentar garantizar la participación de los sectores más desfavorecidos de la sociedad en la redefinición de los derechos de propiedad. Las diferencias en los objetivos generaron también diferencias en los mecanismos arbitrados para proceder a la privatización. Así, junto a la nacionalización y venta por parte del Estado, la apropiación individual de los antiguos bienes comunales fue legalizada en ciertos momentos a través de otras fórmulas menos cono­cidas como las redenciones de censos, los repartos gratuitos, las cesiones enfitéuticas o las legitimaciones de roturaciones arbitrarias. Por otro lado, la legislación española tampoco pudo quedar al margen del forestalismo público europeo y tuvo que centralizar la gestión de buena parte de los montes de titularidad pública. Además, no siempre los gobiernos apostaron por la privatización o por la estatalización de los espacios tradicionalmente destinados al aprovechamiento colectivo. Si, en algunas ocasiones, el pro­ceso legal de redefinición de los derechos de propiedad quedó paralizado, en otras, fue justamente el rescate de los antiguos bienes comunales el objetivo fundamental del legislador.

A los vaivenes de la reglamentación estatal, no todas las regiones ni todas las comarcas españolas respondieron de la misma manera . En algu­nos lugares, los proyectos del liberalismo fueron fuertemente contestados por las comunidades locales y tuvieron que ser abandonados o acomodados a las condiciones de partida. Cuando la privatización contó con el apoyo de la sociedad rural, el modelo de crecimiento agrario adoptado, no sólo dependió de las características físicas de cada territorio, sino también de las fórmulas empleadas para proceder a la adjudicación de los espacios colectivos. A veces, la restricción de los usos comunales como consecuencia de la intervención estatal desencadenó fenómenos de deforestación en los que intervino activamente la propia comunidad campesina. Otras veces, la reforma agraria liberal no necesitó imponer sus principios en un mundo rural caracterizado por la gestión colectiva de los recursos naturales. Es más, el mejor conocimiento del proceso privatizador decimonónico ha reve­lado, no sólo que en múltiples ocasiones el individualismo competitivo precedió a la ley, sino que, incluso, a pesar de ella, los pueblos gozaron

*• Cabe citar, entre otros muchos, los trabajos de Diez Espinosa (1986), Araque (1990), Montiel (1990), Balboa (1990), Artiaga (1991), López Estudillo (1992), Lana (1992), Manuel (1994), Moreno (1996), Iriarte (1996b), Jiménez Blanco (1996), Sabio (1997) y Sala (1997).

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de la suficiente capacidad de maniobra como para interpretar en beneficio propio las directrices emanadas de la autoridad central.

Hasta hace muy poco tiempo, sin embargo, la historiografi'a española ha identificado sin demasiadas reservas la penetración del mercado en el mundo rural con el surgimiento del liberalismo. La correlación entre ambos acontecimientos ha llegado a ser tan popular que incluso, para los más críticos, el proceso de privatización de los patrimonios de titularidad pública ha dejado de tener entidad propia para convertirse en una mera variable dependiente del proceso de consolidación de la reforma agraria liberal. De este modo, el Estado decimonónico ha pasado a ser considerado en la historia económica española como un ente autónomo capaz de imponer por decreto las relaciones capitalistas de producción. Pocos han reconocido la indiscutible responsabilidad de la sociedad en la cambiante orientación de la política estatal o la capacidad de adaptación de la actividad económica tradicional a la mercantilización de los procesos productivos. De ahí, las contradicciones en las que a veces ha incurrido la literatura española a la hora de interpretar el desigual avance de las tendencias individualizadoras en el mundo rural o la heterogénea evolución de las formas de resistencia frente a la descomunalización de los espacios colectivos.

En las páginas que siguen no pretendo resolver todas las dudas que suscita el estudio del proceso privatizador. Sólo intento matizarlas a través del análisis de una realidad espacial muy concreta (Extremadura) y de un marco temporal muy delimitado (1855-1924). La importancia que adquiere en tierras extremeñas el patrimonio forestal de los pueblos a mediados del siglo XK justifica sobradamente la elección de esta parte del país para testar las distintas interpretaciones que concurren en el debate. Por su parte, la acotación cronológica del período responde al momento en el que la presencia del Estado, dentro del largo y azaroso proceso de privatización, parece más clara desde el punto de vista legislativo: la Ley General de Desamortización de 1 de mayo de 1855 ratifica la apropiación individual de los terrenos concejiles y el Estatuto Municipal de 8 de marzo de 1924 sanciona la paralización definitiva de las transferencias. Entre una y otra fecha, la venta en pública subasta de la propiedad y la intervención técnica de la producción alcanzan un protagonismo en los montes muni­cipales extremeños tan sólo comparable al que adquieren paralelamente los movimientos de protesta contra la injerencia estatal.

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2. EL PATRIMONIO FORESTAL DE LOS MUNICIPIOS EXTREMEÑOS A MEDIADOS DEL SIGLO XK

La imperfección de las fuentes existentes impide conocer con exactitud la superficie forestal ocupada por el patrimonio municipal extremeño a mediados del siglo XK. No obstante, el seguimiento exhaustivo de los inven­tarios elaborados por las autoridades locales entre 1845 y 1855 permite obtener una imagen bastante elocuente de la importancia tradicionalmente atribuida por la literatura regional a la riqueza rústica de los pueblos (Cua­dro 1). Considerando tan sólo los terrenos de carácter forestal, los recuentos e interrogatorios de los años cuarenta y cincuenta arrojan una cifra superior al millón de hectáreas, repartidas entre 1.923 fincas. En términos relativos, la superficie ocupada por los montes de los pueblos (propios, arbitrios y comunes) representa a mediados del siglo XDC más de la cuarta parte de la extensión geográfica total y más de la tercera parte de la superficie productiva de la región.

Por lo que respecta a la especie arbórea dominante, la disgregación de las cifras obtenidas a partir de los inventarios locales permite constatar la importancia relativa del monte mediterráneo. La encina y el alcornoque

CUADRO 1

Superficie Forestal de los Patrimonios Municipales Extremeños en 1855

p Badajoz Cáceres Extremadura

Hectáreas Porcentaje Hectáreas Porcentaje Hectáreas Porcentaje

Encina 338.238 67,2 411.822 59,6 750.060 62,8 Alcornoque 3.005 0,6 21.666 3,1 24.671 2,1 Roble 37.701 7,5 129.542 18,8 167.243 14,0 Pino 392 0,1 7.932 1,1 8.324 0,7 Otros 498 0,1 1.981 0,3 2.479 0,2 Matorral 35.811 7,1 87.866 12,7 123.677 10,4 Raso 64.831 12,9 27.236 4,0 92.067 7,6 Desconocido 23.195 4,5 2.622 0,4 25.817 2,2

Total 503.671 100,0 690.667 100,0 1.194.338 100,0

FUENTE: Propios, Arbitrios y Comunes (1835-1855), Relación (1846), Interrogatorio (1851), Inventario (1855), Dirección General de Agricultura (1859, 1864 y 1901), Dirección General de Propiedades (1897) y Planes de Aprovechamientos (1873-1925: Estados de 1925).

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en monte alto y la jara, el tomillo, el brezo, la retama, y el lentisco en monte bajo representan casi el 75 por 100 de la superficie ocupada por el patrimonio forestal de los municipios extremeños. Se trata de especies perfectamente adaptadas a la aridez e irregularidad del clima mediterráneo y a la pobreza de los suelos pardos meridionales, circunstancias ambas que explican la generalizada presencia de tales variedades en Extremadura. El roble, en cambio, pese a la significativa participación que adquiere en el total regional, tan sólo aparece documentado en la zona norte y nordeste de la provincia de Cáceres y en la zona sur y nordeste de la provincia de Badajoz, coincidiendo con las tierras más húmedas y montañosas de la región. Parecida distribución geográfica presentan las formaciones de pino, castaño, aliso, fresno, álamo y chopo, aunque ninguna de ellas supera el 1 por 100 de la superficie total contabilizada. Mayores proporciones alcanzan los montes en los que la vegetación arbórea y arbustiva ha sido prácticamente eliminada en favor del aprovechamiento agropecuario exten­sivo (monte raso). Este tipo de terrenos, caracterizado por la presencia de gramíneas, leguminosas y algunas quercíneas, aparece repartido por toda la geografía regional, pero adquiere especial relevancia en las comarcas donde la llanura y la penillanura dominan el paisaje.

La importancia que reviste la superficie forestal desarbolada y la fre­cuencia con la que las autoridades locales emplean los términos «poco poblado» o «muy poco poblado» para referirse a los montes de los pueblos son pruebas evidentes de la intervención humana en el bosque autóctono del suroeste peninsular. Es más, todo parece indicar que, a mediados del siglo XK, los patrimonios forestales administrados por los municipios extre­meños están constituidos en un alto porcentaje por terrenos medianamente adehesados. Este detalle resulta fundamental para comprender las espe­ciales circunstancias en las que se desenvuelve el proceso de privatización de los montes concejiles y comunales en Extremadura.

La dehesa extremeña es una explotación agro-silvo-pastoril en la que la gestión producüva de la labor y del arbolado está condicionada por la actividad pecuaria. Es, ante todo, una singular adaptación del hombre a las condiciones naturales adversas: suelos pobres, temperaturas elevadas y precipitaciones escasas. La intervención humana consiste en ganar super­ficie de pasto o, eventualmente, de cultivo a la tierra poblada de exuberante vegetación (monte pardo). Mediante rozas periódicas en monte bajo y talas controladas en monte alto, el bosque impenetrable de quercíneas adquiere con el tiempo un uso polivalente y alternativo: el suelo y el vuelo. He aquí la gran virtud de la dehesa tradicional: con escasas modificaciones

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técnicas y sin poner totalmente en peligro la riqueza ecológica del eco­sistema es capaz de ofrecer, de manera simultánea, mayores rendimientos agrícolas, ganaderos y forestales ''.

Las descripciones de mediados del siglo xix coinciden en señalar la vigencia de tan extraordinaria adaptabilidad. Las hierbas de otoño e invier­no (invernadero) y los pastos de primavera y verano (veranadero y agostadero) eran aprovechados por el ganado de labor del vecindario y por el ganado de renta de vecinos o forasteros. De octubre a enero, las encinas eran acotadas por las autoridades locales para dar prioridad en el aprovecha­miento de la bellota al ganado de cerda (montanera). Comenzaba después la tala y la poda del arbolado (limpia), con una doble finalidad: asegurar la producción frutícola del año siguiente y obtener leña para los hogares de la colectividad. Paralelamente, en las épocas de sequía, las cabras apro­vechaban a diente las puntas tiernas de los árboles (ramoneo). Entre los meses de abril y mayo, parte de las ramas extraídas durante el invierno eran transformadas en carbón vegetal (carboneo). En los montes que con­tenían formaciones de alcornoque, cada nueve o diez años se procedía a la extracción de la casca y de la cocha. La casca, con un alto contenido en tanino, se utilizaba como curtiente en la industria local del cuero. La corcha, además de los usos domésticos, participaba en los circuitos de exportación articulados en tomo a la industria taponera. En los espacios más aptos para el cultivo, los vecinos sembraban cereales y los ganados apuraban los esquilmos (rastrojera) o la vegetación espontánea de las épocas de intermisión (barbechera). Por si fuera poco, los montes municipales ofre­cían la posibilidad de completar el aprovechamiento estrictamente agro-sil-vo-pastoril con la apicultura, la caza, la pesca, la recolección de plantas medicinales o la extracción de piedras, arenas y arcillas *.

Las épocas y las condiciones de cada disfrute eran de sobra conocidas por todos los miembros de la comunidad. La existencia de códigos morales más o menos formales no garantizaba la ausencia de conflictos en el seno de la colectividad, pero, al menos, legitimaba las reclamaciones de los más desfavorecidos frente a los comportamientos insolidarios de vecinos y foras­teros . Tampoco aseguraba el reparto equitativo de los esquilmos del monte en una región donde la diferenciación interna había crecido de manera

' Martín Galindo (1966), pp. 157-226, Elena, Bureau y López (1980), pp. 287-301, y Campos (1984), pp. 21-40.

" Propios, Arbitrios y Comunes (1835-1855). ' U n a manifestación más de la «economía moral de la multitud» de la que habla Thomp­

son (1984), pp. 62-134,

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palpable desde mediados del siglo xvm, pero sí avalaba con cierto grado de efectividad el mantenimiento de los usos que más contribuían a la for­mación del ingreso campesino: la alimentación de los animales de carga, la siembra de pequeñas parcelas de labor, el aprovisionamiento de mate­riales de construcción, la manutención de los cerdos, el abastecimiento de combustibles vegetales y la obtención de productos de la caza y de la pesca. La constatación de la pervivencia de este tipo de aprovechamientos a mediados del siglo xix resulta de vital importancia para comprender la heterogeneidad que presentó en Extremadura el doble proceso de pri­vatización y estatalización impulsado por la Ley General de Desamorti­zación de 1 de mayo de 1855.

3. LA REDEFINICIÓN DE LOS DERECHOS DE PROPIEDAD (1855-1875)

3.1. De la nacionalización a la estatalización (1855-1865)

A principios de febrero de 1855, Pascual Madoz exponía ante las Cortes Generales el proyecto que más tarde se convertiría en la Ley General de Desamortización. El borrador preveía, por una parte, la adjudicación en pública subasta de los bienes del clero aún no enajenados y, por otra, la nacionalización y venta de los bienes pertenecientes a los pueblos. Que­daba así trazada la culminación de un largo y discontinuo proceso pri-vatizador en el que la intervención del Estado no siempre había sido deter­minante. Quizá, por eso, el nuevo proyecto, mucho más radical que todos los aprobados hasta entonces, contó desde el principio con la oposición de amplios sectores de la sociedad española.

En Extremadura, la protesta contra el proyecto estuvo protagonizada en un primer momento por las propias corporaciones locales. Pocas semanas después de conocer el plan, numerosos ayimtamientos comenzaron a enviar representaciones al Parlamento, exponiendo el tratamiento que, a su juicio, debían recibir los bienes de propios, arbitrios y comunes en la futura ley de desamortización. Los concejos más radicales solicitaron la total deses­timación de la propuesta, argumentando que el patrimonio municipal era propiedad privada de los pueblos y que, por tanto, no podía ser enajenado por parte del Estado. Los menos enérgicos optaron por no discutir los principios jurídicos de la privatización y se limitaron a reclamar la excepción de las fincas necesarias para el sustento de la ganadería local. Otros muchos.

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los más numerosos, dejaron constancia de su oposición a la venta en pública subasta, pero propusieron el reparto a censo enfítéutico o reservativo entre todas las familias de cada pueblo '°.

La reacción de las corporaciones extremeñas no fue expresada úni­camente a través de la representación. En el transcurso de los debates parlamentarios, los diputados de la región trataron de conmover el ánimo de la Cámara con un discurso cargado de paternalismo hacia las capas más desfavorecidas de la sociedad. Frente a quienes opinaban que la escasa rentabilidad del patrimonio municipal era consecuencia de la pésima gestión consistorial, los representantes extremeños consideraban que era fruto de la moderación en el establecimiento de las rentas de adjudicación. En el caso de los terrenos comunales, la gratuidad de los aprovechamientos garan­tizaba el sustento de los vecinos más humildes. En el caso de los terrenos apropiados, la cesión de los disfrutes a bajo precio hacía posible el man­tenimiento de la riqueza ganadera de la región. Desde esta perspectiva, la función social debía primar sobre la función fiscal y, consecuentemente, el Parlamento tenía que rechazar la propuesta de Pascual Madoz " .

Aunque los argumentos esgrimidos por los diputados de la región en nombre de los ayuntamientos podían estar plenamente justificados, dudo mucho que la principal preocupación de unos y otros fuera la suerte de los sectores más débiles del campesinado extremeño. No quiero decir con ello que la posible parcialidad de los representantes perjudicara a la gran mayoría de los representados. Digo, tan sólo, que los intereses realmente encamados en la batalla legal contra el proyecto de desamortización no coincidían, en la práctica, con los de la comunidad a la que invocaban. Entre otras razones porque eran pocas las corporaciones que rechazaban la opción individuaUzadora en sí misma y porque, además, la historia de los bienes municipales extremeños no había estado precisamente exenta de procesos enajenadores.

A mi juicio, la protesta articulada a través de la vía parlamentaria no era una forma de resistencia contra la privatización, sino una forma de resistencia contra el modelo de privatización proyectado por el Ministerio de Hacienda. Según él, las ventas debían realizarse en subastas simultáneas que tendrían lugar, por una parte, en el pueblo donde radicara la finca y, por otra, en la capital del país. Ningún artículo preveía la preferencia de compra por parte de los antiguos usuarios del patrimonio municipal

"• Diario de Sesiones (1880), pp. 2290, 2474, 2526, 2605, 2842, 3167, 3214, 3242, 3274, 3504, 3638, 3781, 3810, 3837, 3934 y 3994.

" Diario de Sesiones (1880), pp. 3250-3294.

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y esto era lo que más incomodaba a las oligarquías locales extremeñas. De hecho, el caballo de batalla en todos los episodios enajenadores acae­cidos con anterioridad había sido, precisamente, la cuestión de la vecindad; es decir, el derecho de los miembros de la comunidad a participar con prioridad en la privatización de los patrimonios municipales. La propuesta de Pascual Madoz dejaba, sin embargo, la puerta abierta a todo aquel que quisiera y pudiera intervenir en las subastas, muy particularmente a la floreciente burguesía madrileña. No es de extrañar, por tanto, que entre los motivos alegados por las instituciones locales de la región contra la futura ley de desamortización apareciera el temor a los «grandes capitalistas y banqueros que esquilmarían conjuntamente a pueblos y colonos» .

El predominio de las aspiraciones oligárquicas en la protesta legal contra el proyecto privatizador no significaba inhibición de los más pobres en la defensa del patrimonio municipal. Como han puesto de relieve algunos autores, el uso desigual de los recursos concejiles y comunales, derivado de las diferencias en la riqueza individual y en el control institucional, no tenía por qué impedir la coincidencia de intereses entre los distintos usuarios. Los grandes ganaderos eran, sin lugar a dudas, los que obtenían una mayor cuota absoluta de producto en la explotación de los espacios municipales, pero, para los pequeños y medianos propietarios, no era de menor importancia relativa el aprovechamiento de los terrenos de propios, arbitrios y comunes ' .

Otra cosa muy distinta es que la coincidencia de intereses implicara también coincidencia de acciones. En este sentido, lo que refleja la expe­riencia extremeña en la lucha contra la injerencia estatal es justamente la expresión de formas distintas de resistencia en función de las diferencias existentes entre los grupos implicados. Durante los primeros momentos la protesta parece estar dirigida por la oligarquía agraria a través de la vía legal: representaciones y discursos parlamentarios. No hay en ella una condena clara hacia la individualización de los bienes municipales, sino más bien hacia la inminente intervención del Estado en el proceso pri­vatizador. Algún tiempo después, una vez sancionada la desamortización civil, la resistencia adquiere un matiz netamente distinto. Ante la evidencia de que los grandes potentados locales están dispuestos a participar acti­vamente en las subastas, son los sectores más débiles de la sociedad los que toman las riendas de la protesta. Una protesta en la que se mezclan

" Barrantes (1875), p. 487. " Sala (1997), p. 107.

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estrategias individuales de bajo riesgo (desplazamiento de linderos, entrada de ganado, robo de frutos, incendio, amenaza solapada, burla, difusión de rumores...) con tácticas colectivas previamente organizadas (invasiones de fincas, roturaciones masivas, derribos de cercas, algaradas populares, ataques contra la autoridad local, coacciones a los nuevos propietarios...). Habrá que esperar, sin embargo, a la caída de la Monarquía en 1868 para que este tipo de manifestaciones alcance en Extremadura un grado de propagación realmente importante.

Mientras tanto, aparecieron en escena los técnicos forestales españoles y, con ellos, los principios del forestalismo público europeo. Educados en las enseñanzas de la Academia de Tharandt (Sajonia), los introductores de la ciencia forestal en España difundieron con éxito los dos axiomas fundamentales de la dasonomía alemana: la necesidad de que el Estado asumiera la gestión del monte alto maderable y la conveniencia de que el cuerpo de ingenieros vigilara la explotación de la riqueza forestal ^'*. Esta combinación de intervencionismo y conservacionismo caló pronto en la práctica política del país y llegó a incidir sustancialmente en el proceso de redefinición de los derechos de propiedad. Es más, buena parte de los debates que suscitó la apertura del proceso privatizador estuvo direc­tamente relacionada con la dificultad para integrar en un mismo paquete legislativo liberalización y estatalización.

En un primer momento, la Ley de 1 de mayo de 1855 intentó solventar el asunto exceptuando de la desamortización los montes que el gobierno no considerara oportuno enajenar. Al mismo tiempo, en atención a las demandas de los pueblos, quedaron legalmente excluidos de la privatización los terrenos de aprovechamiento común y, meses más tarde, las dehesas destinadas al ganado de labor. Con ello y con la firme intención de redactar una ley hipotecaria que garantizara la posesión privada de los nuevos titu­lares quedó oficialmente abierto el proceso de redefinición de los derechos de propiedad en el ámbito de los patrimonios municipales. Desde entonces y hasta mediados de la década de los sesenta, la actividad legislativa se concentró fundamentalmente en precisar los criterios que debían cumplir para ser exceptuados los bienes inicialmente excluidos de la desamorti­zación.

Por lo que respecta a los terrenos de aprovechamiento común, la legis­lación liberal dejó en manos de las corporaciones locales la elaboración

''' Sobre la introducción del forestalismo público europeo en España, véanse Casáis (1988), pp. 9-14, Jiménez Blanco (1991), pp. 251-252, y Gómez Mendoza (1992), pp. 19-49.

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de los expedientes de excepción y en manos de las delegaciones provinciales de Hacienda la resolución de los mismos. Los pueblos estaban obligados a presentar los títulos de propiedad de las fincas que desearan conservar y a demostrar que su disfrute había sido libre y gratuito desde 1835. Tales requisitos llegarían a ser muchas veces obstáculos insalvables para nume­rosas localidades extremeñas. En primer lugar, porque muy pocos pueblos podían demostrar la propiedad ejercida sobre el patrimonio municipal con algo más que con la invocación al uso o a la costumbre inmemorial. En segundo lugar, porque la propia multiplicidad productiva de la dehesa per­mitía particularizar el aprovechamiento de algunos disfrutes (pastos y labo­res) sin necesidad de descomunalizar el uso de otros muchos. Fuera como fuera, lo cierto es que la inobservancia de las formalidades exigidas por la legislación autorizaría al Ministerio de Hacienda a desaprobar muchos de los expedientes de excepKión presentados por los ayuntamientos extre­meños.

Algo más fácil resultaba, en teoría, conseguir la reserva de las dehesas destinadas al ganado de labor. En este caso, los pueblos no tem'an que presentar los títulos de propiedad ni probar la gratuidad de los disfrutes; sólo debían demostrar, a través de los recuentos ganaderos, la necesidad real de los espacios solicitados. Este requisito permitía obtener la exclusión de superficies arrendadas con anterioridad, aimque limitaba las posibili­dades de excepción a las extensiones que el Ministerio de Hacienda con­siderara convenientes. De hecho, muchos de los problemas que suscitó en Extremadura la exceptuación de las dehesas boyales estuvieron direc­tamente relacionados con la disparidad de opiniones entre las delegaciones fiscales y las corporaciones locales en tomo a la cantidad de tierra ver­daderamente necesaria para el sostenimiento de la ganadería de labor.

En cuanto a los montes que el gobierno debía excluir de la desamor­tización, los criterios de excepción no fueron uniformes a lo largo de la segunda mitad del siglo xix. Los primeros trabajos de clasificación estu­vieron basados en el principio de la benéfica influencia de la superficie forestal sobre el entorno físico ''. Bajo tal supuesto, los técnicos del ramo dejaron abierta una pequeña esperanza para el monte mediterráneo y, por tanto, para buena parte de las dehesas concejiles y comunales extremeñas. Así lo demostró la Clasificación General de 1859 al considerar exceptuado de la desamortización un porcentaje sustancial de la superficie municipal cubierta de encina, alcornoque, retama, jara y tomillo ^ . Muy pronto, sin

" Véase, al respecto, Jiménez Blanco (1991), pp. 253-254. "• Dirección General de Agricultura (1859).

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embargo, las necesidades financieras del Estado impusieron recortes sig­nificativos en las tendencias conservacionistas de los ingenieros españoles. Ante la voracidad del Ministerio de Hacienda, el gobierno dispuso en 1862 que tan sólo quedaran exceptuados de la enajenación los montes cuya especie dominante fuera pino, roble o haya y cuya superficie fuera, como mínimo, de 100 hectáreas. Este giro interpretativo supom'a un duro golpe para la vegetación mediterránea y una notable merma para el conjunto de la riqueza forestal de los pueblos extremeños. Baste decir al respecto que, según el Catálogo de 1864, la superficie legalmente excluida de la enajenación por los nuevos criterios (especie dominante + extensión míni­ma) únicamente representaba el 7 por 100 de la extensión ocupada por el patrimonio municipal extremeño a la altura de 1855 '^.

Con las restricciones impuestas a la función protectora del monte, que­dó teóricamente perfilada la redefinición de los derechos de propiedad. Por obra y gracia de la mixtificación liberal, los bienes de propios, arbitrios y comunes pasaron a ser definidos en la práctica jurídica como bienes de carácter público en el más estricto sentido de la palabra. Este cambio conceptual resultó determinante para legitimar la intervención del Estado en los patrimonios municipales excluidos de la desamortización. Dentro de ellos, la legislación estableció dos categorías distintas: montes excep­tuados por razones ecológicas (montes de más de 100 hectáreas poblados de pino, roble o haya) y montes exceptuados por modalidad de disfrute (terrenos de aprovechamiento común y dehesas boyales). La competencia administrativa de unos y otros quedó en manos de los ayuntamientos y la competencia facultativa (conservación y aprovechamiento) pasó a depen­der directamente de los ingenieros forestales del Ministerio de Fomento. No obstante, en el caso de los terrenos de aprovechamiento común y de las dehesas boyales, fue el Ministerio de Hacienda el organismo encargado de la resolución de los expedientes de excepción. Por su parte, los montes no excluidos de la desamortización pasaron a ser considerados como bienes públicos enajenables y, por tanto, sujetos a la venta. Una vez subastados y rematados en el mejor postor, los nuevos propietarios tenían la obligación de inscribirlos en el flamante Registro de la Propiedad. En tanto no fueran enajenados, el control facultativo de tales terrenos, al igual que el de los montes exceptuados, debía correr a cargo de los técnicos del Ministerio de Fomento, una solución temporal que no dejaría de provocar conflictos

" Dirección General de Agricultura (1864).

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de competencia a lo largo del último tercio del siglo xix en todo el territorio nacional '*.

3.2. De la privatización indiscriminada a la resistencia generalizada (1865-1875)

El Real Decreto de 17 de mayo de 1865 aprobó el reglamento para la ejecución de los aprovechamientos forestales en los montes públicos españoles. Según él, los ingenieros del Ministerio de Fomento destinados en cada provincia debían estudiar las propuestas de explotación redactadas por los ayuntamientos y elaborar, a partir de ellas, un plan provisional de aprovechamientos en el que constara la producción prevista para el año siguiente y la producción efectivamente realizada durante el año ante­rior. El objetivo fundamental no era sólo adecuar los usos tradicionales del monte a los principios de la dasonomía, sino también convertir los disfrutes libres y gratuitos en aprovechamientos restringidos y onerosos. Con ello, el Estado pretendía regularizar la recaudación de impuestos sobre la producción de los montes públicos españoles al objeto de costear la propia administración forestal. Otra cosa es que los pueblos estuvieran dispuestos a renunciar sin más a los derechos consuetudinarios de uso, máxime, cuando las ventas del antiguo patrimonio municipal habían alcan­zado, a la altura de 1865, volúmenes verdaderamente importantes '^.

Para algunos autores, la etapa abierta tras la reglamentación de los aprovechamientos fue una de las más terribles de la historia forestal espa­ñola en términos ecológicos ^°. Las tendencias privatizadoras se unieron a la revolución democrática y a la falta de liquidez del Tesoro para dar paso a un proceso de sobreexplotación en el que el monte público español fue concebido como una mera fuente de ingresos ^\ Extremadura no quedó al margen de semejante devastación, como ponen de manifiesto las memo­rias redactadas por los ingenieros de Cáceres y Badajoz en los planes pro­visionales de aprovechamientos. Según eUos, las delegaciones provinciales de Hacienda, desoyendo las recomendaciones dasonónúcas y las propias

'« Véanse, entre otros, Moreno (1992), pp. 344-358, Manuel (1994), pp. 343-348 y Sala (1998), pp. 177-180.

" Para la provincia de Cáceres, puede verse García Pérez (1994), pp. 66-75. "" Bauer(1980), p. 80. ' Véase Jiménez Blanco (1991), pp. 257-258.

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disposiciones desamortizadoras, enajenaron durante este período nume­rosos montes hasta entonces legalmente exceptuados ^ .

No fue, sin embargo, la voracidad del departamento fiscal la única responsable de los atentados cometidos contra la riqueza forestal de los municipios extremeños. Hay que tener en cuenta que, para proceder a la venta de una finca nacionalizada, debía ser un particular el que pre­viamente reclamara la celebración de la subasta. En este sentido, las dele­gaciones provinciales de Hacienda actuaron a veces como instrumentos al servicio de las tendencias privatizadoras existentes en el seno de las propias comunidades rurales. Por otra parte, es preciso señalar que, junto a la agresividad compradora de las oligarquías agrarias de la región, fueron los sectores más débiles del campesinado los que protagonizaron, en múl­tiples ocasiones, fenómenos de explotación fraudulenta calificados como «acciones delictivas» por la legislación liberal y por la práctica forestal. En algunos casos se trataba simplemente de formas de resistencia tendentes al mantenimiento de las prácticas tradicionales. En otros, sin embargo, la desarticulación legal de los usos colectivos y la reducción de los espacios comunales hicieron concentrar la presión de los antiguos usuarios sobre los montes no enajenados. Así lo ponen de manifiesto las talas indiscri­minadas, los incendios intencionados, las roturaciones arbitrarias y las pas­turas descontroladas que con tanta frecuencia recogieron las estadísticas forestales de la época ^'.

Todo parece indicar que la coincidencia de intereses en la defensa de los aprovechamientos colectivos comenzó a resquebrajarse durante el período comprendido entre 1865 y 1875. A ello contribuyó el hecho de que fueran los potentados locales los más rápidos en solicitar la enajenación de los montes nacionalizados una vez aprobada la Ley General de Desa­mortización. Asimismo, el clima de libertades abierto tras el triunfo de la revolución de 1868 jugó un papel determinante en la radicalización de las posturas. No en vano, las fuentes de la época contienen numerosos ejemplos en los que, junto a la creciente manifestación de acciones «de­lictivas» concentradas en la superficie forestal exceptuada, aparecen docu­mentados ataques, individuales o colectivos, contra los montes enajenados, contra los nuevos propietarios y contra los ayuntamientos enajenadores. Es más, fue entonces cuando se asistió en Extremadura al nacimiento de un notable movimiento asociativo que mantuvo estrechas relaciones con

Planes de Aprovechamientos (1873-1925: Memorias de 1873, 1874, 1875 y 1876). Dirección General de Agricultura (1866-1887).

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ESTADO. COMUNIDAD Y MERCADO EN LOS MONTES MUNICIPALES EXTREMEÑOS (1855-1924)

la I Internacional y cuando los levantamientos populares en el campo adqui­rieron una virulencia pocas veces constatada en estas latitudes: incendios en dehesas boyales, talas de arbolado, robos masivos de frutos, invasiones de fincas, derribos de cercas, agresiones fi'sicas a las autoridades locales, introducción de ganados en terrenos privatizados, coacciones a los grandes propietarios, repartos equitativos de antiguos montes municipales en favor de los vecinos más pobres... ^^.

La generalizada participación de los desposeídos en este tipo de mani­festaciones restó protagonismo a la batalla legal contra la privatización, pero no supuso la total desaparición de esa otra forma de resistencia. Los ayuntamientos de la región, en nombre de las comunidades rurales, con­tinuaron ejerciendo la protesta a través de las representaciones dirigidas al Parlamento o a través de los discursos leídos en las Cortes por los dipu­tados extremeños. En ambos casos, las reclamaciones giraron en tomo a la anulación de las enajenaciones realizadas, a la paralización total o parcial del proceso privatizador y a la adjudicación gratuita de suertes para labor en antiguos montes de propios, arbitrios y comunes. Hubo, sin embargo, un tema estrella que consiguió atraer la atención de la mayor parte de los implicados en la lucha contra la desarticulación de los usos colectivos: la resolución favorable de los expedientes tramitados para obtener la excep­ción de terrenos de aprovechamiento común y dehesas boyales ^ .

A juzgar por las investigaciones realizadas hasta el momento, fueron muchas las corporaciones locales que pidieron la exclusión de espacios comunales, pero muy pocas los que obtuvieron la superficie o la finca inicialmente solicitada. Los motivos alegados por los ayuntamientos estu­vieron presididos por la necesidad de alimentar a los animales de labor y por la tradicional gratuidad de los aprovechamientos realizados en las fincas requeridas. Las autoridades fiscales, sin embargo, encontraron casi siempre razones de peso para desestimar las propuestas. Muchas veces fue el desajuste entre la superficie solicitada y el tamaño de la cabana ganadera local el principal argumento esgrimido por el Ministerio de Hacienda para limitar o para rechazar la petición. Otras veces, la denegación estuvo marcada por la incompatibilidad entre los montes demandados por modalidad de disfrute (terrenos de aprovechamiento común y dehesas

^* García Pérez, Sánchez Marroyo y Merinero (1985), pp. 891-894, y Sánchez Marroyo (1992), pp. 35-156.

" Dtario de Sesiones (1870), pp. 566, 816, 817, 1553, 2534, 2535. 2440, 3420, 3757, 5083, 6116, 7216 y 8248 y (1874), pp. 391, 561, 562, 575, 668, 682, 796, 943, 1023, 1106, 1109, 1949 y 2011.

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boyales) y los montes exceptuados por razones ecológicas (especie domi­nante + extensión mínima). No obstante, los pretextos más utilizados para rechazar las excepciones solicitadas fueron, por una parte, la inexistencia de títulos de propiedad y, por otra, el incumplimiento de la gratuidad de todos los aprovechamientos ^ .

Como manifesté más arriba, resultaba difícil para los pueblos extre­meños demostrar documentalmente los derechos que concurrían en la explotación comunal de los patrimonios municipales. El uso y la costumbre eran los únicos títulos que tradicionalmente habían garantizado la posesión colectiva hasta que el derecho liberal inventó el Registro de la Propiedad. Además, ¿qué sentido tenía exigir documentos demostrativos de algo que la propia legislación desamortizadora negaba al convertir los bienes de pro­pios, arbitrios y comunes en bienes de carácter público? Por otra parte, los gobiernos españoles de la época incurrían en una grave contradicción cuando, junto a la cuestión de los títulos, imponían la gratuidad como condición sine qua non. Contradicción, porque dejaban en manos de las haciendas locales la financiación de los servicios municipales (administra­ción, educación, salud, obras públicas...) sin dotarlas para ello de los recur­sos necesarios ^ .

En cualquier caso, los pueblos extremeños estuvieron a la altura de las circunstancias y descubrieron la manera de evitar la enajenación. Dada la extensión de la región y la escasez de personal, no fue difícil ocultar la existencia de ciertas fincas municipales. Así lo ponen de manifiesto los ingenieros destinados en Extremadura cuando documentan la inserción de nuevos montes en los planes anuales de aprovechamientos ^ . Qué duda cabe que fue ésta otra forma de resistencia en la que las propias cor­poraciones locales jugaron un papel fundamental. Pero ¡cuidado!, no todos los ayuntamientos mantuvieron siempre una actitud tan combativa. Algunos municipios, después de solicitar y conseguir la excepción de terrenos comu­nales, pidieron a las delegaciones de Hacienda la enajenación de los mis­mos ^'. En este sentido, insisto, las instituciones encargadas de dirigir el proceso desamortizador no fueron tanto entidades autónomas capaces de imponer la privatización, como instrumentos canalizadores de las distintas tendencias (individualizadoras y comunalizadoras) existentes en el mundo rural.

^*- García Pérez (1986), pp. 206-216. ^ Véase, al respecto, García García y Comín (1995), pp. 90-101. '* Planes de Aprovechamientos (1873-1925). ^ Planes de Aprovechamientos (1873-1925: Memorias de 1874, 1875 y 1876).

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ESTADO, COMUNIDAD Y MERCADO EN LOS MONTES MUNICIPALES EXTREMEÑOS (1855-1924)

4. LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO EN LOS MONTES PÚBLICOS EXTREMEÑOS (1875-1924)

4.1. Ciencia forestal y repulsa popular (1875-1900)

Desde principios del último cuarto del siglo XDC, el proceso privatizador abierto tras la publicación de la Ley de 1 de mayo de 1855 adquirió un nuevo rumbo. Comenzaron a remitir las enajenaciones respecto a la etapa anterior y, en su lugar, empezaron a dominar la escena interventora los trabajos técnicos tendentes a la regularización de la producción forestal. La restauración monárquica y la consolidación de un régimen oligárquico caracterizado por el control del sistema electoral y la contención de la discrepancia aseguró a los potentados locales la propiedad sobre los terrenos desamortizados y la potestad sobre los mercados de trabajo. La creciente militarización de los campos españoles como consecuencia del reforzamien­to de la guardería rural a través de la guardia civil hizo reducir la protesta popular tumultuaria. El asociacionismo del Sexenio Democrático consiguió sobrevivir durante algún tiempo en la clandestinidad, pero la represión sancionada por el régimen y la consecuente desmovilización política impi­dieron la emergencia de nuevos movimientos organizados. En su defecto, la protesta contra la desamortización continuó ejerciéndose mediante estra­tegias de bajo riesgo, ahora especialmente latentes en los montes gestio­nados por los ingenieros forestales.

En Extremadura, una de las regiones donde el funcionamiento del caci­quismo alcanzó mayores cotas de eficacia, la remisión de las enajenaciones de superficie a partir de 1875 estuvo acompañada de un incremento sus­tancial en las ventas de arbolado. Así lo denunciaron constantemente los técnicos del Ministerio de Fomento en los planes de aprovechamientos forestales. Se trataba, generalmente, de refundiciones de dominios en fincas donde, hasta entonces, el derecho de uso había estado compartido entre el vecindario de una determinada localidad y uno o varios particulares. Los ingenieros reaccionaron ante tales manifestaciones, culpando a los pue­blos extremeños de pasividad. En su opinión, las corporaciones locales no presentaban pleitos contra los desgajamientos del patrimonio municipal, unas veces, porque no confiaban en los resultados y, otras, porque estaban dirigidas por caciques interesados en comprar a través de «resortes bien conocidos de todos y bastante públicos y notorios» ^°.

Planes de Aprovechamientos (1873-1925: Memorias de 1880-1890).

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No niego la veracidad de los argumentos esgrimidos por los técnicos para explicar las ventas descontroladas de arbolado acaecidas durante el último cuarto del siglo xix. Dudo, sin embargo, que fuera la pasividad de los pueblos extremeños la característica más destacable de la época. Por el contrario, creo que la generalizada oposición que encontraron los ingenieros destinados en Extremadura a la hora de intentar «racionalizar» la explotación de los antiguos montes de propios, arbitrios y comunes reve­laba con claridad que, pese a las tendencias individualizadoras, los antiguos usuarios del patrimonio rústico municipal no estaban dispuestos a perder totalmente los derechos comunales de uso. Que la resistencia no estuviera presidida por la violencia organizada como en años anteriores no significaba, ni mucho menos, que las comunidades rurales hubieran abdicado final­mente ante el proceso privatizador ^\

Una de las prácticas más utilizadas por los pueblos extremeños para impedir la inspección técnica de los aprovechamientos forestales fue la no redacción de las propuestas que debían remitir anualmente a los inge­nieros. La indiferencia de las corporaciones locales ante los requerimientos oficiales ocupó siempre un lugar primordial entre las razones ofrecidas por los técnicos del servicio para justificar las grandes diferencias existentes entre las previsiones y las producciones reales (Cuadro 4, p. 42). En primer lugar, porque, dada la supuesta apatía de los ayuntamientos, los planes de aprovechamientos, al menos hasta principios del siglo xx, no fueron más que relaciones «ilusorias», establecidas en base a los cálculos daso-nómicos de los propios ingenieros. En segundo lugar, porque, incluso cuan­do los pueblos enviaron sus propuestas, la ejecución de las mismas pocas veces se atuvo a los pliegos de condiciones redactados por los técnicos del ramo.

Otra de las manifestaciones que adquirió la resistencia contra la inter­vención estatal fue la negativa de los pueblos a pagar los impuestos esta­blecidos sobre el uso de los terrenos aún no enajenados. Desde 1877, el 10 por 100 del valor total de la producción de los montes públicos españoles tem'a que ser destinado a las tareas de repoblación y mejora. En principio, nadie podía realizar un determinado disfrute sin estar en posesión de la carta que certificaba el pago de tal impuesto. De hecho, los encargados de la vigilancia estaban obligados a impedir la ejecución de cualquier tipo de aprovechamiento que no estuviera avalado por la firma del ingeniero y, en su defecto, a imponer elevadas sanciones a quienes

" Véase, al respecto, Sala (1997), pp. 105-124.

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ESTADO. COMUNIDAD Y MERCADO EN LOS MONTES MUNICIPALES EXTREMEÑOS (18551924)

persistieran en hacerlo de manera fraudulenta. Las noticias recogidas en los planes forestales confirman, sin embargo, no sólo que la mayor parte de los interesados incumplía los requerimientos tributarios, sino que, ade­más, eran realmente pocas las multas que llegaban a ser pagadas por los infractores.

Únicamente, a partir de los años noventa, empezó a regularizarse en Extremadura el pago anual del 10 por 100. Hasta entonces, los ingenieros tuvieron que hacer frente a innumerables desafíos por parte de las comu­nidades rurales. La legislación liberal intentó, desde 1865, incrementar el valor de los productos subastados y limitar el de los productos disfrutados gratuitamente. Ésta era una manera de elevar los rendimientos en metálico de los montes públicos y de aumentar la recaudación de los impuestos sobre la producción forestal. En la práctica, sin embargo, la imposición de la subastas no fue tarea fácil. A pesar de las continuas rebajas que tuvieron que hacer ios técnicos forestales en los precios de salida para conseguir un mínimo de licitadores, los pueblos extremeños encontraron en la deserción previamente pactada uno de los métodos más útiles para continuar explotando los montes municipales a espaldas de la Adminis­tración. La no presentación de postores en las subastas celebradas anual­mente para proceder a la adjudicación de los pastos o de los frutos estuvo siempre a la orden del día en las memorias redactadas por los ingenieros forestales. Sólo cuando, a partir de la última década del siglo XDC, las auto­ridades del Ministerio de Fomento reconocieron el derecho de los rema­tantes a disfrutar por tres y cuatro años los invernaderos y las montaneras de manera conjunta las subastas empezaron a gozar de cierta aceptación entre los usuarios de los montes aún no enajenados '^.

Pese a todo, el sistema de adjudicación por subasta pocas veces aseguró en tierras extremeñas el sometimiento de los arrendatarios a los requisitos técnicos establecidos. Los reiterados intentos por limitar la entrada de gana­do en los montes del patrimonio municipal no pudieron evitar la gene­ralizada costumbre de introducir un número de cabezas mayor al contratado durante la celebración de las licitaciones. Esta otra forma de resistencia contra los principios de la ciencia forestal adquirió especial relevancia en lo tocante al ganado caprino, enemigo declarado del monte según los inge­nieros de la época. Los pueblos extremeños hicieron oídos sordos a las recomendaciones de los técnicos y ampliaron continuamente el número

" Para algunos autores, la imposición de las subastas en la adjudicación de los apro­vechamientos forestales fue una de las principales vías de penetración y expansión de las relaciones de mercado en el mundo rural. Ver Jiménez Blanco (1991), pp. 272-278.

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de cabras introducidas en los montes todavía no enajenados. En este caso, el mercado resultó ser mucho más fuerte que el Estado. Quizá porque el problema nunca estuvo en el supuesto rechazo de las comunidades tra­dicionales al juego de la oferta y la demanda sino en la resistencia del mundo rural a la intermediación de la Administración central.

De la dificultad para imponer principios maximizadores llegaron a ser conscientes los ingenieros destinados en Extremadura a los pocos años de comenzar a funcionar el servicio forestal. Iniciados en la dasonomía germánica, claramente influida por el contacto directo con el monte cen-troeuropeo, los recién llegados tuvieron que superar en primer lugar la desilusión ante un monte mediterráneo completamente diferente. En la fase de descubrimiento, las tradicionales prácticas multiuso de la dehesa revelaron las disparidades existentes entre la ciencia y la experiencia. Fue entonces cuando los ingenieros comenzaron a claudicar ante ciertas evi­dencias, entre ellas, la posibilidad de labrar parte de la superficie forestal. De hecho, los técnicos destinados en el suroeste peninsular empezaron desacreditando la realización de roturas en los montes del patrimonio muni­cipal y terminaron defendiendo ante las máximas autoridades forestales del país la conveniencia de este tipo de aprovechamientos. Fue entonces cuando las rozas y labores desarrolladas tradicionalmente en las superficies adehesadas extremeñas dejaron de ser consideradas «atrocidades» para convertirse en «mejoras» ^ .

Algo parecido sucedió con la leña y con la caza. En ambos casos, los ingenieros intentaron, desde el principio, imponer el sistema de subasta. No obstante, pese a los requerimientos del Estado, los técnicos provinciales acabaron reconociendo la imposibilidad de regularizar tales disfrutes. Que­dó así expresada la necesidad de conciliar las aspiraciones del forestalismo y los intereses reales del mundo rural. Y es que, ante la imposibilidad de impedir la realización de ciertas prácticas locales, los ingenieros no tuvie­ron más remedio que admitirlas para conseguir un mínimo de aceptación entre los pueblos y para evitar males mayores: ataques indiscriminados a la superficie forestal en respuesta a la prohibición '''.

El paulatino acercamiento entre ingenieros y vecinos a lo largo del último tercio del siglo XDC no debe ser interpretado, sin embargo, como la derrota definitiva de las tendencias privatizadoras frente a las tendencias comunalizadoras. En primer lugar, porque, poco a poco, la administración

" Planes de Aprovechamientos (1873-1925: Memorias de 1875-1880). '•' Véase, al respecto, la tesis doctoral de Manuel (1994), pp. 365-366.

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ESTADO, COMUNIDAD Y MERCADO EN LOS MONTES MUNICIPALES EXTREMEÑOS (1855-1924)

forestal consiguió imponer el sistema de subastas en algunos aprovecha­mientos hasta entonces adjudicados gratuitamente. En segundo lugar, por­que, a veces, las demandas del mercado resultaron ser más importantes para las propias comunidades rurales que las demandas del Estado. En tercer lugar, porque, al margen de la intervención técnica en los montes no enajenados, los espacios forestales tradicionalmente destinados al uso colectivo quedaron drásticamente reducidos como consecuencia del pro­ceso desamortizador. Según mis cálculos, los montes transferidos a manos de particulares entre 1855 y 1900 representaron nada menos que el 75 por 100 de la superficie forestal ocupada por el patrimonio municipal a mediados del siglo xix (Cuadro 2). Más que hablar de victoria de la comu­nidad rural frente el avance del individualismo agrario habría que hablar, por tanto, de solución de compromiso ante el embate del intervencionismo estatal.

CUADRO 2

Superficie Forestal de los Patrimonios Municipales Extremeños en 1900

Badajoz Cáceres Extremadura Especie . •

Dominante Hectáreas Porcentaje Hectáreas Porcentaje Hectáreas Porcentaje

Encina 72.694 62,7 43.632 28,4 116.326 43,1 Alcornoque 335 0,3 4.907 3,2 5.242 1,9 Roble 32.711 28,2 53.087 34,5 85.798 31,8 Pino O 0,0 5.332 3,5 5.332 2,0 Otros O 0,0 457 0,3 457 0,2 Matorral 5.946 5,1 39.654 25,8 45.600 16,9 Raso 4.008 3,5 5.107 3,3 9.115 3,4 Desconocido 250 0,2 1.544 1,0 1.794 0,7

Xotal 115.944 100,0 153.720 100,0 269.664 100,0

FUENTE: Dirección General de Propiedades (1897), Dirección General de Agricultura (1901) y Planes de Aprovechamientos (1873-1925: Estados de 1925).

4.2. La otra cara de la dehesa extremeña (1900-1924)

A finales del siglo XK el gobierno introdujo una importante modificación en los criterios de excepción. La Ley de Presupuestos de 1896, además de sancionar la reserva de los terrenos de aprovechamiento común y de

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las dehesas boyales, consideró excluidos de la enajenación los montes que conviniera mantener poblados o repoblar de vegetación arbórea para garan­tizar la salubridad pública, el régimen regular de las aguas o la fertilidad de los suelos. El principio utilizado hasta entonces para determinar legal-mente qué montes eran o no enajenables (especie dominante + extensión mínima) fue así sustituido por un criterio bastante más amplio en el que, no sólo aparecía recogida la función protectora de las superficies forestales, sino también la necesidad de conservar espacios desarbolados susceptibles de repoblación. Bajo la denominación genérica de «montes de utilidad pública», los terrenos catalogados como inalienables en virtud del nuevo criterio quedaron en manos de los ingenieros del Ministerio de Fomento. El resto (terrenos de aprovechamiento común, dehesas boyales y montes enajenables aún no vendidos) pasó a ser directamente gestionado por un nuevo cuerpo de ingenieros dependiente del Ministerio de Hacienda ^'.

La herramienta con la que contaban los técnicos de uno y otro ministerio para llevar a cabo el control facultativo de los montes a su cargo era la misma: elaboración anual de un plan de aprovechamientos forestales. Toda­vía, sin embargo, no han sido hallados los escritos redactados por los inge­nieros del Ministerio de Hacienda durante las dos primeras décadas del siglo XX. Las únicas noticias que existen, al respecto, proceden de los bole­tines oficiales de cada provincia. En ellos aparecían reflejadas las previsiones anuales de producción, pero no las circunstancias que rodeaban la ejecución de los aprovechamientos. Estos detalles habrían sido fundamentales para conocer el grado de aplicación de los planes y la evolución de las pri­vatizaciones en la etapa final de la desamortización, ya que, según mis cálculos, a la altura de 1925, la superficie forestal ocupada por los patri­monios municipales extremeños había descendido en algo menos de 16.000 hectáreas respecto al año 1900 (Cuadro 3). Es indudable que el ímpetu comprador había ido remitiendo desde 1875, entre otras razones, porque los montes más apetecibles habían sido ya enajenados. No obstante, los datos disponibles invitan a considerar que todavía a principios del siglo xx los sectores tendentes a la privatización continuaban ejerciendo su derecho legal a adquirir la propiedad de los antiguos terrenos de propios, arbitrios y comunes ^ .

Este derecho quedó herido de muerte en 1917 cuando el gobierno ordenó la redacción de un nuevo reglamento para la administración de

" Los montes de Fomento quedaron catalogados en Dirección General de Agricultura (1901) y los de Hacienda en Dirección General de Propiedades (1897).

"• Así ocurrió en otras zonas del país según cita Jiménez Blanco (1991), p. 260.

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ESTADO. COMUNIDAD Y MERCADO EN LOS MONTES MUNICIPALES EXTREMEÑOS (1855-1924)

C U A D R O 3

Superficie Forestal de los Patrimonios Municipales Extremeños en 1925

r, Badajoz Cáceres Extremadura especie i_

Domtnante Hectáreas Porcentaje Hectáreas Porcentaje Hectáreas Porcentaje

Encina 69.633 65,9 40.795 27,6 110.428 43,5 Alcornoque 335 0,3 4.907 3,3 5.242 2,1 Roble 26.488 25,1 51.888 35,0 78.376 30,8 Pino O 0,0 4.978 3,4 4.978 2,0 Otros O 0,0 457 0,3 457 0,2 Matorral 5.763 5,4 39.654 26,8 45.417 17,9 Raso 3.279 3,1 4.657 3,1 7.936 3,1 Desconocido 250 0,2 764 0,5 1.014 0,4

Total 105.748 100,0 148.100 100,0 253.848 100,0

FUENTE; Planes de Aprovechamientos (1873-1925; Estados de 1925).

las haciendas locales, suspendiendo al efecto la legislación desamortizadora. En 1921, las superficies a cargo del Ministerio de Hacienda pasaron nue­vamente a depender del Ministerio de Fomento. Tres años más tarde, la dictadura de Primo de Rivera devolvió a las corporaciones locales la gestión de todos los montes municipales, enajenables y no enajenables. Finalmente, el Estatuto Municipal de 8 de marzo de 1924 dictó el acta de defimción del proceso abierto tras la publicación de la Ley de 1 de mayo de 1855 al derogar las disposiciones desamortizadoras y al confirmar la potestad de los ayuntamientos en todo lo referente a la gestión de los montes de propios, arbitrios y comunes. Quedaron así cerradas las dos vías de actuación estatal en los patrimonios municipales: la venta en pública subasta de la propiedad y la intervención técnica de la producción.

Hasta entonces y desde principios de siglo, la información procedente del Ministerio de Fomento revela un mayor acercamiento entre los prin­cipios de los técnicos destinados en Extremadura y los intereses de los pueblos extremeños. Por una parte, disminuyeron significativamente las distancias que separaban el valor de la producción prevista en los planes forestales y el valor de la producción efectivamente realizada en los montes no enajenados (Cuadro 4). Por otra, pese al avance de los disfrutes efec­tuados en subasta pública (ordinarios) respecto a los aprovechamientos realizados gratuitamente (vecinales), las memorias redactadas por los inge-

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CUADRO 4

Producción de los Montes Municipales Extremeños (Miles de Pesetas Constantes de 1913)

Trienios 'roducción prevista

(I)

Producción realizada

(U)

Diferencia (I-II)

Porcentaje (I-II/I)X100

1875-1877 1.123 324 799 71,1 1895-1897 1.548 1.278 270 17,4 1923-1925 1.106 1£73 33 2,9

FUENTE: Planes de Aprovechamientos (1873-1925) y Dirección General de Agricultura (1926-1928).

nieros durante el primer cuarto de siglo denotan una relajación de los conflictos suscitados en tomo a la explotación anual de los montes muni­cipales. A ello contribuyeron, sin duda, el contacto directo de los técnicos con la realidad regional y el afianzamiento de una nueva economía forestal basada en la creciente valoración de los recursos tradicionales del monte mediterráneo .

Los síntomas más claros de acercamiento estuvieron relacionados con la aceptación de prácticas hasta entonces negativamente valoradas por la dasonomía: aumento de la carga ganadera e incremento de la superficie cultivada. En el primer caso, pese a las continuas advertencias de la admi­nistración forestal, los ingenieros acabaron reconociendo la importancia económica de los aprovechamientos pascícolas en los patrimonios muni­cipales extremeños y consintieron año tras año la ampliación de la cabana ganadera en las superficies intervenidas. Es más, contra todo principio cien­tífico, algunos técnicos llegaron a mostrarse decididamente partidarios de ampliar el número de cabras en los antiguos montes de propios, arbitrios y comunes. En el caso de los cultivos, fueron las propias autoridades del país las que regularon e, incluso, impulsaron en ciertos momentos el incre­mento de la superficie dedicada a la agricultura. Así lo hizo, por ejemplo, el Ministerio de Hacienda en 1915 cuando instó a sus ingenieros a estudiar qué montes podían ser objeto de roturación, roza y siembra. No fue ésta, la actitud del Ministerio de Fomento, pero sí la de los técnicos a su cargo, como ponen de manifiesto las frecuentes inclusiones de nuevas roturaciones

" Véase Gómez Mendoza (1992), pp. 97-114.

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ESTADO, COMUNIDAD Y MERCADO EN LOS MONTES MUNICIPALES EXTREMEÑOS (185?-1924)

en los planes redactados para responder a las peticiones cursadas por los pueblos extremeños *.

La importancia que adquirieron tales solicitudes estuvo en consonancia con la trayectoria seguida por el sector primario regional tras la crisis agro­pecuaria de finales del Ochocientos. La reacción ante la caída finisecular estuvo caracterizada en Extremadura por un notable incremento de la superficie cultivada en favor de cereales y leguminosas, pero no, como en otros lugares de la península, por modificaciones sustanciales en el uso del suelo. De hecho, la ampliación de los cultivos no supuso la reducción de la cabana ganadera. Por el contrario, el crecimiento de la demanda nacional e internacional de productos cárnicos fue aprovechado por los extremeños para continuar abundando en la especialización ganadera del suroeste peninsular. En términos relativos, la producción ovina, porcina y caprina de la región creció más deprisa que la producción agrícola durante los veinticinco primeros años del siglo xx. Esta expansión no fue el resultado de importantes transformaciones técnicas, sino de los esfuerzos por apro­vechar al máximo las potencialidades de la dehesa. Al fin y al cabo, la ampliación de la superficie cultivada no tema por qué implicar una reduc­ción de los recursos disponibles para el abastecimiento de la ganadería, sino, más bien, una mejora cualitativa de los mismos en detrimento del monte impenetrable '^.

Todo parece indicar que, en este proceso de expansión sin innovación, los montes enajenados jugaron un papel fundamental. Pero también hay indicios suficientes para pensar que la evolución de la superficie no pri-vatizada quedó igualmente marcada por el singular dinamismo de la dehesa. Esta singularidad fue la que terminaron aceptando los ingenieros destinados en Extremadura cuando dejaron de aplicar los principios de la ciencia fores­tal germánica, difi'cilmente materializables en el suroeste peninsular, y tra­taron de complementar la ampliación de los cultivos con el aumento de la carga ganadera. El abandono de las recomendaciones dirigidas a incre­mentar la producción de maderas y leñas o la condescendencia mostrada por los técnicos hacia actividades como la caza, la recolección de plantas y la extracción de piedras o arenas, reforzaron aún más el acercamiento. Como contrapartida, la administración forestal logró regularizar el pago de los impuestos sobre la producción, reducir el peso relativo de los dis-

'« Planes de Aprovechamientos (1873-1925: Estados de 1900-1925). " Un análisis profundo de la evolución del sector agrario extremeño durante las primeras

décadas del siglo xx puede verse en Zapata (1985).

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frutes gratuitos e imponer de manera creciente el sistema de subasta en la cesión de los aprovechamientos más importantes (Cuadro 5).

CUADRO 5

Usos Forestales en los Montes Públicos Extremeños (Medias Trienales)

Trienios

1878-1880

1923-1925

Miles de pesetas constantes de 1913 Porcentajes sobre el total trienal

Ordinario Vecinal Extraordinario Ordinario Vecinal Extraordinario

113 247 11 30,5 66,6 2,9

603 465 4 56,3 43,4 0,3

FUENTE: Dirección General de Agricultura (1866-1880 y 1926-1928).

No todos los pueblos extremeños aceptaron sin más la fiscalización de los ingresos o la individualización de los disfrutes, pero lo cierto es que, a lo largo del primer cuarto del siglo xx, disminuyó sensiblemente la generalizada resistencia de las corporaciones locales a la actuación de los ingenieros. Las fuentes consultadas impiden saber con exactitud por qué los ayuntamientos de la región acabaron tolerando la injerencia de la administración forestal en las superficies municipales no enajenadas. Está claro que la creciente presencia de la guardia civil en el mundo rural pudo ser decisiva a la hora de asegurar el mayor cumplimiento de la legalidad vigente, aunque no parece que el incremento de la vigilancia llegara a ser tan determinante como para subrogar el ánimo de las autoridades loca­les. Resulta más lógico pensar que fueron los propios ayuntamientos de la zona los que comenzaron a mostrar una actitud menos renuente hacia la intervención del Estado. Creo que este nuevo talante tuvo mucho que ver con las necesidades económicas de la hacienda local y con las recla­maciones de quienes no habían podido acceder a la plena propiedad de los montes desamortizados.

Hay que tener en cuenta que los gobiernos liberales, además de vender las fincas de propios y, con ello, las principales fuentes de ingresos de los ayuntamientos, dejaron en manos de las corporaciones locales la finan­ciación de la mayor parte de los servicios municipales ''°. No es de extrañar, por tanto, que, ante la falta de compensación, los responsables de la hacien-

* Véase García García y Comín (1995), pp. 90-104.

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da local concentraran sus esfuerzos en obtener recursos de los bienes toda­vía no privatizados, aceptando y, a la larga, fomentando la imposición de las subastas en la adjudicación de los aprovechamientos. Por otra parte, es razonable pensar que el propio sistema de licitación pudo ser el único instrumento legal con el que contaron los nuevos grupos emergentes de la sociedad extremeña para garantizar, frente al resto de los miembros de la comunidad, la individualización de los aprovechamientos en los mon­tes subsistentes. Máxime, cuando, al amparo del proceso privatizador abier­to tras la publicación de la Ley de 1 de mayo de 1855, el mundo rural comenzó a padecer internamente las graves consecuencias sociales de la progresiva desarticulación del sistema comunal.

Entre ellas, fue la proletarización del campesinado la que con más fuerza arraigó en el suroeste peninsular. A ello contribuyó, por supuesto, la propia economía de dehesa, caracterizada por la adaptabilidad, pero también por la baja productividad y por la escasa capacidad para absorber mano de obra ' ^ Bajo tales condiciones, el mercado consiguió dominar las relaciones laborales en Extremadura desde fechas muy tempranas. Ahora bien, mien­tras funcionaron los sistemas tradicionales de regulación de los espacios colectivos, el salario de los trabajadores del campo pudo ser completado con el producto extraído del aprovechamiento comunal. Por el contrario, a medida que fueron desapareciendo las superficies destinadas al disfiute libre y gratuito de todos los miembros de la colectividad, también fueron aumentando los lazos de dependencia existentes entre la familia campesina y el ingreso salarial. No cabe duda que la lucha contra el estrechamiento de tales vínculos estuvo siempre presente en las diferentes formas de resis­tencia que adoptaron los sectores más desfavorecidos de la sociedad extre­meña frente al avance del individualismo agrario. Fue, sin embargo, a prin­cipios de la pasada centuria, cuando la proletarización pasó a ocupar el primer plano de la protesta y cuando la defensa de los aprovechamientos comunales cedió temporalmente protagonismo a la defensa de los derechos de los trabajadores.

El despegue definitivo del movimiento obrero desde principios del siglo XX quedó marcado en el suroeste peninsular por un incremento sus­tancial de la conflictividad organizada y por un aumento considerable del asociacionismo reivindicativo. En un primer momento, el régimen con­servador intentó contener el arranque de la movilización a través de la sindicación católica y a través de la represión civil, pero ni una ni otra

•" Puede verse, al respecto, Llopis y Zapata (1998), pp. 61-62.

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pudieron evitar el escoramiento del campesinado extremeño hacia la izquierda. Es más, al término de la I Guerra Mundial, coincidiendo con la caída de los salarios reales provocada por la inflación posbélica y con la crisis del sistema político de la Restauración, Extremadura se convirtió en uno de los enclaves socialistas más activos del país. La fiebre asociativa logró movilizar a los trabajadores del campo en defensa de mejoras sala­riales, reducción de jomadas, abolición de contrataciones a destajo o impo­sición de salarios mínimos. Las viejas formas de subversión individual y colectiva (atentados contra la propiedad y ataques contra el propietario) pudieron así ser reforzadas e, incluso, sustituidas por una nueva estrategia de lucha cuyo máximo exponente fue la huelga de brazos caídos '*^.

Con la dictadura de Primo de Rivera, el reforzamiento del principio de autoridad en los campos españoles y el endurecimiento de la normativa reguladora de la actividad pública consiguieron paralizar momentáneamente la fuerza del movimiento obrero regional. La reivindicación organizada en defensa de los derechos laborales de los trabajadores del campo entró entonces en una fase de letargo, pero no desapareció totalmente. Tampoco lo hizo, ni mucho menos, la memoria colectiva. En la mente de los extre­meños siguió latiendo la protesta contra la desaparición de una parte sus­tancial de la riqueza rústica municipal. Ni la oligarquía agraria, ni el Estado liberal, ni la administración forestal, ni el Registro de la Propiedad, ni la guardia civil lograron borrar los linderos del aprovechamiento común. De hecho, cuando la 11 República permitió esclarecerlos, el movimiento obrero y la memoria colectiva conjugaron esfuerzos, no sólo para recu­perarlos, sino también, más que nunca, para extenderlos.

CONCLUSIONES

Frente a las tesis que tienden a sobrevalorar la capacidad del Estado liberal para imponer por decreto las relaciones capitalistas de producción y para asegurar, al mismo tiempo, la explotación racional de los recursos generadores de extemalidades positivas, el ejemplo extremeño revela, no sólo que la penetración del mercado en el mundo rural precedió a la apa­rición del liberalismo, sino que, incluso, a pesar de los fuertes impulsos que recibió el forestalismo público europeo por parte de los gobiernos decimonónicos, en la práctica, la intervención técnica de los espacios tra-

Véase García Pérez, Sánchez Marroyo y Merinero (1985), pp. 981-986, y Baumeister (1996), pp. 300-368.

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dicionalmente destinados al aprovechamiento colectivo tuvo que seguir con­tando con la comunidad para poder aplicar mínimamente los principios de la ciencia forestal.

Como en otras muchas zonas del país, la coexistencia de tendencias individualizadoras y comunalizadoras a mediados del siglo XDC resultó ser decisiva a la hora de articular los mecanismos de actuación del Estado en el proceso de redefinición de los derechos de propiedad. Si la vía pri-vatizadora acabó respondiendo a las aspiraciones del liberalismo en tierras del suroeste peninsular no fue tanto por la capacidad de la Administración central para lograr una aplicación homogénea de la norma como por la coincidencia de intereses entre las máximas autoridades del país y las oli­garquías agrarias de la región. Aun así, la enajenación masiva de los bienes municipales no aseguró por sí misma la libre inserción de los factores de producción en los circuitos del mercado. Una vez roto el consenso entre los antiguos usuarios del patrimonio municipal, tan sólo la represión armada de las tendencias comunalizadoras pudo garantizar mínimamente la explo­tación privada de las fincas desamortizadas.

El éxito de la intervención estatal fue mucho menos homogéneo en lo referente a la gestión técnica de la producción. En este caso, ni la pre­sencia activa de la administración forestal ni la creciente militarización del mundo rural lograron imponer por sistema los principios del forestalismo público europeo en las superficies municipales extremeñas. Únicamente, el progresivo acercamiento de posturas entre ingenieros, ayuntamientos y vecinos pudo facilitar la regularización de los aprovechamientos más impor­tantes y la recaudación pacífica de los impuestos sobre la producción. Para ello, los técnicos tuvieron que aceptar la realización de ciertas prácticas hasta entonces negativamente valoradas por la ciencia (aumento de la carga ganadera e incremento de la superficie cultivada) y los usuarios debieron renunciar a parte de los principios adquiridos a través de la experiencia (gratuidad de los disfrutes y reparto vecinal de las cuotas de explotación).

La adaptación de las directrices emanadas de la superioridad a las con­diciones de partida puso en entredicho la universalidad de los principios asumidos por el liberalismo en el proceso de redefinición de los derechos de propiedad. Ahora bien, qué duda cabe que, al activar el debate sobre el futuro de los bienes de titularidad pública, la legislación privatizadora obligó a clarificar las diferencias existentes en el seno de cada comunidad. En un principio, la tradicional cohabitación de tendencias individualiza­doras y comunalizadoras, no siempre equilibrada, pero sí generalmente respetada en virtud de la costumbre y de la variedad productiva de la

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dehesa, pudo ser mantenida bajo la apariencia de la uniformidad mediante la articulación de estrategias legales destinadas a impedir la intervención estatal. Muy pronto, sin embargo, la participación de los potentados locales en las subastas de las fincas nacionalizadas acabó radicalizando las formas de protesta de los más desfavorecidos. La batalla legal frente a las inje­rencias del Estado quedó así ampliamente superada por los delitos contra la propiedad desamortizada y los atentados contra la explotación de las superficies forestales intervenidas.

La polarización social a la que finalmente condujo la desarticulación de los sistemas tradicionales de aprovechamiento colectivo no supuso, en la práctica, la ruptura total de las relaciones económicas establecidas entre las partes contendientes, sino que reforzó aún más los lazos de dependencia de los nuevos desposeídos frente a los antiguos poseedores. La reducción de las entradas procedentes de los espacios destinados al uso libre y gratuito de los miembros de la comunidad apuntaló a la fuerza los vínculos existentes entre ia familia campesina y el ingreso salarial. La lucha reivindicativa contra el estrechamiento de tales vínculos pasó a ocupar, a partir de entonces, el primer lugar de la protesta frente al avance del individualismo agrario. Con ello, la legislación liberal contribuyó indirectamente al incremento sus­tancial de la resistencia organizada en los campos del suroeste peninsular. Quizá el fortalecimiento del movimiento obrero no estuvo nunca presente en los planes del liberalismo económico. En términos de costes de tran­sacción, por ejemplo, parece lógico pensar que los gastos derivados de la defensa de los derechos de propiedad recientemente definidos debieron aumentar de manera significativa como consecuencia del agravamiento de la conflictividad rural. Desde este punto de vista es posible restar impor­tancia a las consecuciones generalmente atribuidas por la historiografi'a española a la poÜtica económica del Estado liberal. Pero la cuenta de resul­tados no quedaría completa si, al producto final, no sumáramos también la materialización en tierras extremeñas de un objetivo conscientemente perseguido: la liberalización del mercado de trabajo.

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REFORMA Y CONTRARREFORMA TRIBUTARIA EN 1845-1852

RAFAEL VALLEJO POUSADA Universidad de Vigo

RESUMEN

Este artículo sostiene dos hipótesis novedosas. La primera es que el pro­grama fiscal del gobierno en 1845 experimentó una deriva conservadora a su paso por las Cortes. La segunda es que la reforma tributaria de 1845 fue seguida de una contrarreforma, materializada entre 1846 y 1852. La alteración de las previsiones del gobierno y esta contrarreforma cambiaron la naturaleza del sistema fiscal propuesto y del aprobado por las Cortes, así como el modelo de crecimiento económico y de distribución de la carga fiscal implícito en el mismo. La contrarreforma garantizó la viabilidad del sistema fiscal, pero éste se separó del ideal tributario de los reformadores de 1845.

ABSTRACT

This paper presents two new hypothesis. Firsth, that the fiscal programme of the govemment in 1845 experienced a conservative modifícation in the par-liamentary process. Second, that the tax reform of 1845 was followed by a counter-reform, which took place between 1846 and 1852. The changes in the govemment's plans and such a counter-reform modified the nature of the proposed tax system and of that approved by the Parliament, and also of its implicit model of economic growth and distribution of tax burden. The counter-reform guaranteed the feasibility of the tax system, but this moved away fi"om the fiscal ideáis of 1845 reformers.

N. de E.: Fecha de recepción del artículo: abril 1999. Fecha de la revisión definitiva: diciembre 2000.

Revista de Historia Económica Año XIX. Invierno 2001, N." 1.

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RAFAEL VALLEJO POUSADA

1. INTRODUCCIÓN

La reforma tributaria liberal ha merecido abundantes y excelentes estu­dios en nuestro país. Fabián Estapé (1971), ya en 1953, desentrañó la autoría intelectual de la reforma, destacando el papel desempeñado por Ramón Santillán y la labor colectiva de la Comisión creada en 1843, des­cribió el conjunto de medidas preparatorias adoptadas por Mon desde 1844, y subrayó sus innovaciones legales. Enrique Fuentes Quintana (1990) en 1961 estudió sus fundamentos doctrinales y las limitaciones del sistema fiscal: su desajuste respecto a la economía y su insuficiencia; explicó asi­mismo Enrique Fuentes las consecuencias monetarias de la financiación del persistente desequilibrio presupuestario, debido a la monetización del déficit, y describió los obstáculos técnicos y políticos para proceder a la transformación de aquel régimen fiscal. César Albiñana (1986) ha resaltado la importancia de la reforma administrativa que acompañó a la tributaria para hacerla viable, y el papel desempeñado por Bravo MuriUo en este aspecto.

Josep Fontana (1977), por su parte, contextualizó la reforma de 1845 en la revolución liberal española, enfatizó que su génesis había de buscarse en las reformas fiscales intentadas sin mucho éxito en el país desde 1808, y subrayó la continuidad de las prácticas recaudatorias, más allá del envol­torio formal de los nuevos tributos. Miguel Artola (1986) destacó la dife­rencia entre la legalidad y la posterior aplicación de los impuestos. Francisco Comín (1988, 1996) ha reinterpretado el alcance y la significación de la reforma de 1845, integrando las explicaciones precedentes en una pers­pectiva de largo plazo y comparada, a través de tres niveles explicativos: la reconstrucción y análisis de las variables presupuestarias en relación con la economía; el estudio de las regularidades de las reformas tributarias españolas, en lo que viene a constituir una teoría de la reforma fiscal en España, cuyas bases habían sido puestas por Enrique Fuentes y César Albi­ñana; y la comparación internacional que permite conclusiones acerca del papel de la Hacienda en el crecimiento económico contemporáneo. Recien­temente, un número monográfico de la revista Hacienda Pública Española, editado con motivo del 150 aniversario de la reforma, ha vuelto a analizar los aspectos relacionados con la autoría, las continuidades y discontinui­dades con la Hacienda preliberal, poniendo especial énfasis en la práctica fiscal, en las relaciones entre Hacienda y Estado y en las dificultades para

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REFORMA Y CONTRARREFORMA TRIBUTARIA EN 1845-1852

SU reforma, que llevaron a la pervivencia de sus principios básicos hasta fecha reciente '.

En este variado análisis se echan en falta, no obstante, al menos dos aspectos. Uno de ellos tiene que ver con el estudio de los factores que crearon la necesidad de la reforma y facilitaron su adopción. Es cierto que se ha contextuaüzado adecuadamente la reforma fiscal en el proceso más amplio de sustitución del antiguo régimen por el sistema poh'tico y económico liberal, en base a un análisis de corte sistémico en el que han destacado los profesores Fontana y Artola. Pero entendemos que no se ha reparado suficientemente en el papel de la reforma tributaria en el proceso de construcción administrativa del Estado liberal, al que dedi­caremos un cierto desarrollo en este artículo. El otro aspecto donde se observa una evidente penumbra es en el del estudio de los agentes sociales que, desde dentro y fuera del proceso de toma de decisiones, condicionaron la naturaleza de la reforma en el momento parlamentario y limitaron su alcance una vez iniciada su aplicación. De ahí que en este trabajo optemos por introducir el punto de vista de los contribuyentes, para explicar el modelo social y económico previsto en el programa de reforma presentado a las Cortes y el salido de las mismas, así como el posterior recorte del sistema fiscal en los primeros años de su aplicación. Aquí se mantendrá la hipótesis de que las restricciones en la fase parlamentaria generaron una deriva conservadora del modelo fiscal planteado por el gobierno, en tanto que las alteraciones experimentadas al aplicarse modificaron la natu­raleza y la incidencia de algunos de sus más importantes impuestos, en lo que constituye una contrarreforma tributaria, de que no han dado cuenta los estudios citados .

Para desarrollar esas ideas centrales, el artículo se estructura en cuatro apartados. En el primero (epígrafe dos) describimos los factores explicativos de la reforma, poniendo especial énfasis en su relación con la construcción administrativa del Estado liberal. En el segundo (epígrafe tres) se analizan las diferencias entre el modelo fiscal que entró en las Cortes y el salido de las mismas en 1845. En el tercero (epígrafe cuatro) se estudia el papel de la resistencia de los contribuyentes en el recorte de su alcance, al iniciarse su aplicación. En el cuarto (epígrafe cinco), por último, se define ese recorte como una auténtica contrarreforma y se pone en relación la misma con la deriva conservadora del sistema político implantado en 1845. Creemos

' Comín y Vallejo (eds.) (1996). Véase asimismo De la Torre y Zúñiga (eds.) (1998). ^ VaUejo (1998), pp. 113-119, y (1999a), pp. 5 ss.

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que éste es el marco que permite entender aquella contrarreforma fiscal, la cual garantizó el ajuste del sistema aprobado en 1845 a los intereses dominantes y facilitó su viabilidad en la práctica, a cambio de desvirtuar el modelo de desarrollo implícito en el programa reformador de Ramón Santillán y el gobierno moderado de 1845.

2. LOS FACTORES EXPLICATIVOS DE LA REFORMA FISCAL DE 1845

Manuel Godoy, el Príncipe de la Paz, escribió en sus Memorias que:

«La reforma del sistema de tributos en España, entendidos pwr tales no sólo ios que componen la renta del Estado, sino también los eclesiásticos, los señoriales, los municipales, los curiales y tantos otros producidos por los diversos privilegios y los varios monopolios que las leyes del país autorizan o consienten, no era ni pxxlía ser sino la reforma entera del Estado, la de todas las clases, desde las más altas hasta las más ínfimas, reforma nece­saria, mas reforma imposible mientras los ánimos no están maduros y dis­puestos para que llegase a hacerse sin reacciones ni alborotos.»

Esta idea de que había que proceder a una reforma total del Estado para que triunfase una reforma tributaria que llevase el nombre de tal, formaba parte del bagaje intelectual del liberalismo temprano que fermentó en la ilustración española, a fines del siglo xvni, cuya culminación se encuen­tra en el pensamiento de León de Arroyal. Para éste, no cabían trans­formaciones del sistema tributario en profundidad mientras no se cambiase la «constitución» política del país ^

Realmente, no le faltó razón ni a Godoy ni a Arroyal en sus predicciones. De ahí que para entender adecuadamente la reforma tributaria de 1845 y la relevancia y evolución posterior del sistema fiscal nacido con la misma, parezca oportuno enmarcarla en la convergencia de al menos cuatro pro­cesos históricos, que se van configurando a través de la denominada revo­lución liberal burguesa española, como veremos a continuación.

' Arroyal (1971), pp. 84-85. El juicio sobre Arroyal es de Elorza (1970), p. 236. La cita de Godoy en Príncipe de la Paz (1965, t. LXXXVIII), p. 371.

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2.1. La reforma agraria liberal

Uno de ellos fue la reforma agraria liberal y el conjunto de normas que garantizaron la libertad de producción y distribución de bienes agrarios e industriales, oponiéndose a los estorbos gremiales y a las aduanas inte­riores ''. La desamortización liberó riqueza territorial y la pasó a manos privadas para que dispusieran de ella libremente; esto permitió el aumento de tierras en cultivo y el gravamen por Hacienda de rentas que antes goza­ban del privilegio de la exención'. La supresión de señoríos y la desvin­culación de mayorazgos eliminaron cargas feudales, suprimieron las fis-calidades privadas y aburguesaron las bases materiales de la aristocracia, poniendo sus bienes en el mercado. La abolición del diezmo tuvo al menos tres efectos: eliminó la físcalidad eclesiástica y dejó expedito el camino para consagrar definitivamente la soberanía fiscal de la Nación; recortó los recursos del Tesoro y creó condiciones necesarias (la insuficiencia) para reformar el cuadro de impuestos; y, por último, suprimió la forma antigua de gravar los rendimientos de la agricultura y permitió sustituirla por una contribución ahora estatal, sobre la que pivotarían los recursos ordinarios. En este sentido cabe calificar la reforma tributaria de 1845 como una medida modemizadora de la imposición sobre la actividad agraria y la pro­piedad inmueble, que constituían la fuente principal de riqueza a mediados del siglo XIX . Esto es importante para valorar con perspectiva de largo plazo la evolución del sistema fiscal liberal, y el papel que en el mismo desempeñarían las dos figuras (Territorial y Consumos) que se combinaron para garantizar en el momento de partida aquella irreversible moderni­zación.

' Fontana (1977), pp. 215-216, y García (1985), pp. 65-73. ' La contribución de frutos civiles implantada en 1785 por Lerena sujetó las rentas

de la Iglesia, pero en junio de 1787 se dio marcha atrás, manteniendo la exención. '' «Se hizo ésta [reforma] ya imperiosamente necesaria con la abolición del Diezmo,

que sin duda era la base de nuestro antiguo sistema, o más bien informal armazón de impuestos»; Santillán (1996), p. 287. Siendo ministro de Hacienda en 1840, Santillán había manifestado, al discutirse la supresión del diezmo, que mientras existiese éste sería imposible establecer una contribución de alguna importancia sobre la propiedad inmueble, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (DSC), 1840, p. 2351. Ver Estapé (1971), p. 132; Fernández (1996), pp. 41-44, y Pro (1996), p. 124.

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2.2. Construcción administrativa del Estado liberal y reforma fiscal

Otro de los procesos convergentes en la reforma tributaria de 1845 fue, además de la articulación de una economía de mercado, la construcción del Estado liberal. Desde las dos últimas décadas del siglo xvín, en los medios ilustrados del país se fue difundiendo la idea de que era imposible reformar en profundidad el sistema fiscal español sin modificar la cons­titución política de la nación, como vimos. En el profundo debate fiscal de las Cortes de Cádiz esta idea arraigó . A partir de entonces, a las minorías conductoras de la revolución burguesa española les quedó clara la estrecha vinculación existente entre modelo político, económico y tri­butario. De ahí que propugnasen un sistema político representativo, aunque censitario, que garantizase la identificación entre las decisiones adoptadas en los órganos de gobierno del Estado y las aspiraciones e intereses de las élites representadas; entre ellos la fijación de la cuantía de las cargas públicas, que la Nación se impom'a a sí misma. Propugnaron asimismo un sistema económico con factores productivos liberalizados y el mercado (el mecanismo de los precios) como mano invisible que orientaría las deci­siones y asignaría los recursos de la forma más rentable, acrecentando las riquezas individuales y, con ellas, la de la Nación, tal y como sostenía el progresista José Posada Herrera, reflejando una opinión bastante exten­dida en medios liberales, claramente influidos por Jovellanos:

«Cuando las propiedades puedan circular con entera libertad, cuando las ganancias de los que se dedican al cultivo puedan darles medios de reunir las cantidades necesarias para dedicarse a la agricultura con las mayores utilidades posibles, el curso natural de los sucesos regulará el cultivo que sea más conveniente» .

Aquellas élites liberales proponían, paralelamente, una físcalidad neutra y suficiente, en la medida de lo posible baja y cierta, que fomentase el ahorro y la inversión, la acumulación de capitales y el crecimiento eco­nómico. La suficiencia evitaría el recurso del Estado al mercado de capitales y el encarecimiento del dinero para los particulares; la baja presión fiscal y la certeza facilitarían la acumulación y, en su caso, la inversión, y la neutralidad permitiría una asignación no distorsionada por la físcalidad y evitaría la discriminación de unos sectores productivos frente a otros.

' Debate estudiado por López (1995 y 1999). * Posada (1988), p. 454. Para la influencia del Informe de Ley Agraria en la recepción

en España de Smith y del liberalismo económico, véase Lloraban (1996), p. 150.

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El año 1843, en que se constitm'a la Comisión de la reforma fiscal aprobada finalmente en 1845, fue un momento importante para la cons­trucción administrativa del Estado español, y sin duda cumbre para la Cien­cia administrativa en nuestro país. Esta tuvo en la década de 1840 su etapa más importante, una época dorada que había abierto Pedro Sainz de Andino en 1829 con la Exposición a S. M. sobre la situación política del Reino y medios de restauración, y culminó Manuel Colmeiro en 1850 con su Derecho administrativo español .

Esta eclosión tiene una explicación generacional, pues coinciden una serie de hombres de la universidad y de la política, forjados en respon­sabilidades directas en la administración, que en este período impartieron lecciones y escribieron sus obras sobre la «ciencia del gobierno»; entre ellos destacan Javier de Burgos (1833, 1841), Francisco Agustín Silvela (1839), Manuel Ortiz de Zúñiga (1842-1843), Pedro Gómez de la Serna (1843), Alejandro Olivan (1843), José Posada Herrera (1843) y los citados Andino y Colmeiro. Véase que Javier de Burgos y Alejandro Olivan fueron miembros, el primero como presidente, de la Comisión de reforma tri­butaria de 1843 y de la Comisión de presupuestos en 1844-1845; Olivan tuvo además un papel político destacado en el debate parlamentario de la reforma fiscal de 1845, y en 1849 fue miembro de la Comisión de reforma arancelaria, que completaba la impositiva de 1845; Francisco Agus­tín Silvela, por su parte, había desplegado una intensa actividad en el debate fiscal de las Cortes de 1813 y Posada Herrera fue diputado por primera vez en 1840 y salió reelegido en la siguiente legislatura.

Otra causa de aquel despuntar administrativista aludido se encuentra en la renovación de los planes de estudios de la Facultad de Jurisprudencia, por Decreto de 1 de octubre de 1842, que creaba la asignatura de Ele­mentos de Derecho Administrativo, para la que no existía ningún manual °. También coincidió en 1842 la creación de la Escuela Especial de Admi­nistración de Madrid (Decreto de 29 de diciembre), que «formando a los diferentes agentes del poder ejecutivo, dé a la acción del Gobierno la unidad y el acierto que es indispensable para la uniforme y exacta eje-

' La obra de Andino es un texto magnífico por varias razones. Una de ellas es que contiene una idea moderna de la Administración, como construcción del Estado, reflexiva y técnica, para la realización de sus fines; Vallejo (1997), p. 1800. Roca (1988), p. 10, definió los cuarenta como la «década prodigiosa» del Derecho administrativo; véase también García (1982), pp. 9 ss.

'" Roca (1988), p. 13.

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cución de las leyes» " .En ella se estudiaría Derecho Político, Internacional, Economía Política, Administración y Derecho Administrativo, y se carecía asimismo de un texto para sus alumnos.

En todas estas obras aparecidas en la década de los treinta y de los cuarenta por las circunstancias expuestas, se constata una notable influencia de la Economía política. Esta disciplina gozaba de un extraordinario pres­tigio entonces, acorde con la existencia de un amplio consenso intelectual, que consistía en considerar el fomento de la riqueza de las naciones como el fin más importante de todos los Estados, y a la Economía poh'tica como la ciencia que descubría las leyes y desvelaba los estorbos que favorecían —o entorpecían— aquel desarrollo. Esta concepción utilitaria de la eco­nomía como ciencia del buen gobierno e instrumento para el progreso social provem'a del pensamiento ilustrado del xvm, de la primera generación de economistas ilustrados (Campomanes, Olavide, Enrique Ramos, etc.) y de la posterior de Jovellanos ' . Esta identificación entre Economía polí­tica, administración y desarrollo económico la encontramos en Manuel Col-meiro, y procede de su época de formación como economista, que había tenido lugar en la Universidad de Santiago entre 1840 y 1847 ' .

La Administración era, para estos pensadores, un instrumento destinado a contribuir eficazmente a aquel objetivo de promoción del crecimiento económico, por lo que se hacía preciso ordenarla racionalmente, y dotarla de los recursos precisos para ejecutar las políticas de fomento '''. De ahí que construcción del Estado, modernización de la administración y reforma de la Hacienda aparezcan imbricadas en el pensamiento de los más impor­tantes formuladores del Estado contemporáneo español. «Un buen plan de Hacienda es la base más segura —afirmaba Andino en 1829— de la estabilidad y prosperidad de los Reynos».

En su versión moderada, los ideólogos del Estado español, como sus referentes doctrinarios franceses, concebían una maquinaria administrativa

" Decreto de 29 de diciembre de 1842, estableciendo en Madrid una Escuela Especial de Administración. Lxjs funcionarios que ingresasen en la Administración a partir de 1 de enero de 1845 habían de acreditar la suficiencia en los estudios impartidos por la nueva Escuela.

' Llombart (1996), p. 113. Para la relación entre economía política clásica y confianza en el progreso de la humanidad, ver Gordon (1995), pp. 171 ss.

" Un documentado trabajo sobre esa formación de Colmeiro y el clima intelectual de la época, es el de Villares (1997), pp. 19 ss.

'•• Para Olivan (1843), pp. 217-218: «La administración es una ciencia (...). Como ciencia que enseña a conocer las necesidades y los intereses, y el mejor modo de darles satisfacción y fomento según los casos, tiene su teoría (...). Y la aplicación de la teoría a la práctica constituye el arte de los administradores. La prosperidad del país su objeto; hacer el bien es su medio, y el celo ilustrado es su móvil.»

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con una fuerte centralización, para universalizar los servicios y para dis­tribuir con generalidad las cargas públicas. Como dirá Colmeiro, la cen­tralización política es la capacidad para «imprimir un movimiento uniforme a todas las partes del Estado, a procurar a todos sus miembros el goce de unos mismos bienes y a repartir las mismas cargas y obligaciones» '^ Se trataba de una formulación ideal, como la que se plasmaba en las inten­ciones del programa fiscal de Ramón Santillán y del gobierno en 1845, pues ni la centralización política se logró, ni los goces y las cargas se repar­tieron con igualdad. En realidad, tanto en materia política como fiscal se impuso una burda centralización administrativa y el artaigo de sus «ar­mas»: la tutela y la arbitrariedad, que trasladaban funciones estatales a las administraciones locales, donde se pervertían o desnaturalizaban los principios y la legaHdad. Era la cara real de un Estado que gastó poco en funciones estatales, que fiíe incapaz de gestionarlas directamente, y que encontró el sustitutivo en las oligarquías locales. Esto permitió extender aquellas funciones, a cambio de distribuir los beneficios que se derivaban de la gestión del Estado entre una élite dirigente en los órganos centrales y unas minon'as oligárquicas que controlaban los poderes locales '^.

2,3. El consenso fiscal y la experiencia reformadora

Un tercer proceso convergente en la reforma tributaria de 1845 fiae la asunción progresiva, a partir de 1813, de un modelo fiscal que se ins­piraba en el continental europeo de origen francés y de carácter mixto: contribuciones directas de producto e indirectas sobre el consumo —Con­sumos, renta de aduanas y monopolios fiscales—. Desde 1808 hasta el Trienio revolucionario, las opciones fiscales se movieron en torno a tres alternativas. Una doctrinalmente liberal, basada en la defensa de una con­tribución directa Única, al modo de la existente en la Corona de Aragón, con argumentos a favor como la generalidad, la equidad y la simplicidad del sistema fiscal resultante. Otra pragmática, basada en la defensa de los impuestos indirectos —las Rentas provinciales remozadas—, por su

" Colmeiro (1995, t . l) .pp. 19-20. , j . . ^ r i ^ u ^ i "• Posiblemente esto es lo que tema claro el diputado Polo, que en el debate de la

reforma tributaria de 1845 había sostenido: «quiero para mi país centralización y gobierno fuerte; pero no quieto esa excesiva centralización francesa», DSC, 124, 7 de mayo de 1845, p. 2520. Ver Comín y Vallejo (1996), p. 10. Para el correlato entre carácter oligárquico del sistema social y del sistema tributario de 1845, véase Tedde (1994), pp. 525 ss.; Pro (1996), pp. 132-133, y Pérez (1998), pp. 132-133.

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comodidad en la recaudación y el arraigo en las costumbres fiscales. Una tercera de síntesis y más realista, fimdada en la conveniencia doctrinal (las contribuciones directas lo eran para lograr la proporcionalidad del man­dato constitucional) y en la necesidad (los impuestos directos no garan­tizaban la equidad y, lo más importante, no aseguraban la suficiencia). Tras el fracaso de 1813, esta opción fue la que se impuso en 1821-1822, amoldándose a la realidad tributaria de los reinos españoles y aceptando la fuerza del ejemplo que vem'a de Francia ^ . Ramón Santillán lo reconocerá en 1845:

«en 1821 se decretó el sistema que (...) es algo semejante al que ahora se propone. El sistema de 1821, estableciendo una contribución territorial, otra de consumos y otra industrial con el nombre de patentes, digo que es bastante semejante al que ahora se propone, porque no podía dejar de serlo. Este sistema está conforme con los principios reconocidos como mejo­res en toda Europa, es decir, que no deben acumularse las diferentes clases de riqueza en una sola masa para contribuir de una misma manera, porque cada clase de riqueza tiene un carácter peculiar, tiene un modo de producirse, un modo de circular diferente, y es preciso que para hacerlas contribuir se adopten medios distintos, análogos a la naturaleza de cada una de ellas» .

José Larraz, en una conferencia de 1944 en la Academia de Ciencias Morales y Poh'ticas, cuyo texto permaneció inédito hasta hace unos meses, sostuvo en el mismo sentido que la reforma de los liberales del 20 «es la obra que allana el camino de Mon» '^.

Por su parte, los planes de reforma tributaria presentados en 1842 por los ministros de Hacienda progresistas Pedro Surrá y Ramón Calatrava, configuraban un sistema fiscal mixto, y demostraban que existía un con­senso básico sobre el modelo a implantar. El soporte de aquellos programas reformadores en el asesoramiento de sendas comisiones de expertos, de

" La reforma frustrada de Garay en 1817 e incluso la de López Ballesteros en 1824 aceptaban este sistema mixto; Comln (1991) y Fontana (1983). En una y otra habrá pre­cedentes de lo decidido en 1845.

'* Santillán, DSC, 122, 5 de mayo de 1845, p. 2455. Para la continuidad del sistema fiscal de 1845 y los impuestos vigentes en los reinos españoles, y su entronque en la expe­riencia reformadora española desde mediados del siglo xvm, es fundamental esta intervención de Santillán; DSC, 122, 5 de mayo de 1845, pp. 2453-2460. La lectura de estas páginas es suficiente para demostrar, al que todavía lo dude, que Santillán sabía mucho de Hacienda y fue uno de los ideólogos —el más importante— de la reforma de 1845.

" Larraz (1944), p. 28. El texto de la conferencia, encontrado por Miguel Martorell, acaba de ser editado por iniciativa del profesor Enrique Fuentes Quintana en la revista Papeles y Memorias de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Vil; ver Larraz (2000).

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carácter parlamentario y extraparlamentario, revelaba asimismo que había una cultura reformadora (una especie de institucionalización de la reforma fiscal), que los gobiernos moderados en 1843 y 1844 se limitarían a con­tinuar. Es suficientemente conocido que los trabajos de la comisión del sistema fiscal creada en 1843 por García Carrasco facilitarán la reforma de 1845. Estamos ante una obra colectiva, en la que jugó un papel des­tacado Ramón Santillán, un hombre que en 1944 José Larraz entendía que era «muy desconocido y que merece una reivindicación en la historia financiera de España». Hoy esa reivindicación ya no es necesario haceria. Las memorias del propio Santillán, los inequívocos testimonios de José Sánchez Ocaña en 1855, las investigaciones reveladoras de Fabián Estapé y de Josep Fontana, y el estudio de parte de la documentación original elaborada por la Comisión de reforma en 1843-1845, conservada en el Archivo del Congreso de los Diputados e inédita hasta 1998 ^°, así como el debate pariamentario, no dejan lugar a dudas: Ramón Santillán, Director General de Contribuciones Directas en 1845, ñie el principal ideólogo de la reforma de 1845, en la que participó en su triple condición de técnico inspirador de la misma, parlamentario y miembro del gobierno que, como tal, orientó su trámite parlamentario ^\ En definitiva, la reforma de 1845 vino a ser el momento final de un largo período de esfuerzo reformista, que Larraz hace arrancar de 1749, el cual había enseñado a los hacendistas españoles lo que era viable y lo que no, como explicó Josep Fontana ^^

2.4, La progresiva instalación en la normalidad poUtica

Las urgencias financieras heredadas de la guerra civil (y de algunos desaciertos en materia fiscal, como los de Mendizábal en 1837), y la opción de los moderados, a partir de 1844, de cubrir con recursos ordinarios las obligaciones corrientes, unido el triunfo definitivo del liberalismo —en su versión moderada— en 1845 y el clima de paz poh'tica, bajo la férula del

20 Manejada en la tesis doctoral de Vallejo (1998); véase Archivo del Congreso de los Diputados (ACD), Serie General (SG), Leg. 80-30: «Presupuestos para 1845». Los entrecomillados en Larraz (1944), p. 31. Sobre el papel de Santillán véase asunismo Sánchez (1855) p 75- Estapé (1971), P- 170; Fuentes Quintana (1990), pp. 5-6; Fontana (1977) y (1997) pp U-12; Comln y Vallejo (1996), p. 7, y Vallejo (2000), p. 715.

" Sólo Artola (1986), p. 228; (1996), p. 483, y (1998), p. 106, resta importancia al papel de Santillán en la reforma de 1845, con argumentos ciertamente débiles.

22 Fontana (1980), p. 42. Josep Fontana acota la experiencia reformadora previa al período que arranca en 1808.

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partido moderado, añadieron las condiciones suficientes para que el modelo fiscal mixto antes descrito se pusiese en práctica, tras el paréntesis de 1824-1833, en el que se fiaeron adoptando medidas que luego integrará la reforma de 1845.

Efectivamente, un cuarto proceso que convergió a favor de la configu­ración de un sistema fiscal liberal en 1845 fue la progresiva y sinuosa ins­talación en la «normalidad» poL'tica ^ . La guerra civil se había acabado; las colonias se habían perdido: con ellas las remesas y los cuantiosos ingresos por Aduanas. Aunque permanecieron algunos recursos adicionales de los reductos coloniales conservados, que por la crónica insuficiencia tuvieron que subordinar sus haciendas a la metropolitana •*, para los reformadores el obje­tivo de la Hacienda pública consistió en saldar las deudas contraídas, agu­dizadas por los costes de la guerra y la inestabilidad política, y vivir, desde 1845, de los recursos ordinarios de la propia Nación. Hay que tener en cuenta que la suspensión de la desamortización por parte de Alejandro Mon, el 8 de agosto de 1844, aceleraba la ineludibilidad de la reforma fiscal.

Con la reforma tributaria de 1845 se trató, en definitiva, de equilibrar el presupuesto y recuperar el tiempo perdido en la turbulenta primera mitad del siglo, para abrirse paso hacia el exterior, con las posibilidades que le ofrecía un mercado europeo en expansión, donde se configuraba lo que W. Abel definió como equilibrio comercial intraeuropeo. La Hacien­da española tem'a que adaptarse a una nueva realidad, que era la de una España reducida a los estrictos términos de una nación de segundo orden y periférica, que había perdido buena parte de sus mercados americanos y debía apostar, en base a sus ventajas comparativas, por las posibilidades que le ofrecía la expansión y el ciclo de apertura económica, abierto desde Gran Bretaña a mediados de la década de los cuarenta ^'.

3. EL MODELO ECONÓMICO Y SOCL\L DE LA REFORMA TRIBUTARLA DE 1845

En la reforma tributaria de 1845 se dilucidaron los principios teóricos del reparto de la carga fiscal y, sobre todo, se articularon las piezas concretas

" Esto ya había sido esbozado por Piernas (1901, t. 2), pp. 124-125. '" Saiz (1994, 1996), pp. 74-76, y Pradera (1996), pp. 94-95. " Prados (1982) y Serrano (1989). Un buen testimonio de estos objetivos es el que

ofrece la discusión en Cortes de la reforma arancelaria de 1849, que, como sabemos, cons­tituyó el cierre tributario de la reforma de 1845. Manuel Seijas, por ejemplo, sostuvo que «en el movimiento industrial y general que agitaba a la Europa, la nación que se quede atrás muere»; DSC, 115, 1849, p. 2643.

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que harían efectiva la distribución de los costes públicos. En cualquier reforma fiscal se fijan los impuestos, los hechos imponibles, los sujetos pasivos, los tipos impositivos, los mecanismos ideales de determinación de la capacidad contributiva, y pueden establecerse asimismo los instru­mentos sancionadores de las infracciones tributarias, es decir, la legislación que regula el delito fiscal. Una reforma tributaria es el resultado de un compromiso entre intereses, tanto más amplio cuanto más extensa sea la base electoral del sistema poHtico y más abierto al debate sea éste. En sociedades de base agraria, como la española de 1845, donde la riqueza viene determinada fundamentalmente por la posesión o el derecho a la renta agraria, y una minoría concentra los recursos, las desigualdades en los resortes políticos suelen ser extremas, como explicó Robert A. Dahl ^^ La minoría dirigente ejerce una hegemom'a poh'tica, por medio de sistemas poh'ticos poco o escasamente representativos, de los que se vale para per­petuar y profundizar su dominio en la esfera social y económica. En esos sistemas escasamente participativos, hegemónicos, las reformas fiscales adoptadas suelen responder a los intereses de la oligarquía dirigente, que decide cuánto se debe pagar y quiénes han de hacerlo, minimizando sus obligaciones con la Hacienda pública. Como expHcó Louis Eisenstein (1961), el interés público en materia tributaria no es una abstracción que trascienda el mundo de los intereses particulares: «Es un producto move­dizo que se destila periódicamente de las presiones de los intereses encon­trados en respuesta a las preferencias dominantes del momento». Es decir, las reformas tributarias están influidas por el desarroUo económico y la caHdad de la sociedad en que se implantan, presentan una vocación social determinada y optan por un particular orden económico. Así sucedió en nuestra reforma de 1845, teóricamente destinada a garantizar la viabiHdad de la «Nación» liberal.

La Nación era una construcción intelectual del liberalismo revolucio­nario que aspiraba a derrumbar el Antiguo Régimen. Sin embargo, instalado el sistema liberal, en la práctica parlamentaria los diputados habían diso­ciado la Nación (como representación abstracta del interés general) de los grupos y clases económicas que la componían y que la dirigían. Eran representantes de la «Nación entera», debían defender los intereses gene­rales, pero, a la hora de la verdad, tenían una obligación «más directa

Dahl (1989), p. 60.

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de mirar por la provincia» y por los electores que los habían llevado allí , organizados algunos de ellos ya entonces como grupos de presión, que promovían y financiaban la representación de intereses en la Corte. Hablaban «en favor de la propiedad» y se defim'an como propietarios o como cose­cheros ^ .

El programa fiscal de 1845 tenía un modelo distributivo de las cargas públicas. Las rentas de la propiedad pagarían por la Contribución de inmue­bles, las utilidades del comercio y de la industria por la Contribución indus­trial, y las rentas no sujetas a éstas lo harían a través de un impuesto directo, la contribución de Inquilinatos, pensada para los profesionales y las rentas de las clases urbanas no propietarias, y de un impuesto indirecto, el de Consumos, concebido para gravar la capacidad contributiva de las clases populares urbanas y el consumo de los habitantes de los pueblos. Los incrementos de patrimonio y las transacciones con el exterior estaban sujetos al Derecho de hipotecas y a la Renta de aduanas. La modificación de esta última no se planteó en 1845 por razones de oportunidad poh'tica, pues aunque estaba pendiente la reforma arancelaria, desde 1841 existía una movilización de los fabricantes catalanes que aconsejaba su pospo­sición. El Derecho de hipotecas tenía una finalidad más importante que la recaudadora: consistía en contribuir a acumular datos sobre la riqueza inmueble y colaborar a determinar la riqueza imponible en la contribución territorial, a través del control del valor en venta de los inmuebles trans­feridos.

" Los entrecomillados son de Alcalá Galiano, DSC, 127, 10 de mayo de 1845, p. 2614. El debate entre representación nacional y representación territorial fue central en las Cortes de Cádiz. Los liberales criticaron el doctrinarismo territorial, que defendía la representación de la provincia en concreto frente a la de la nación en abstracto; ver Sánchez Agesta (1976), p. 443. La ortodoxia liberal de Cádiz y del Trienio en esta materia se amortiguó con el ejercicio poL'tico. La representación de intereses territoriales y de clase se sobrepusieron en la práctica poh'tica a la abstracta Nación.

* La Figuera, DSC, 122, 5 de mayo de 1845, p. 2504. Un ejemplo de presión corporativa es el de la Junta de Fábricas de Barcelona, que en 1844 «le había encargado de la repre­sentación de sus intereses en esta corte [de Madrid]» a Andrés Borrego, autor de un plan arancelario de proteccionismo racional, con el que entonces aquella Junta parecía estar de acuerdo, como confesó el propio Borrego, DSC, 115, 1849, pp. 2650-2651. Los métodos de la Junta de Fábricas fueron: 1) la formación de un «Comité central en Madrid», integrado por personas vinculadas a los intereses industriales; 2) financiar campañas «en la prensa de Madrid» para la defensa del proteccionismo; 3) «dirigir a las Cortes y al Gobierno» exposiciones, para frenar las reformas legislativas contrarias a sus intereses. Así se explica en el oficio que envió la Junta de Fábricas a Pascual Madoz, el 1 de mayo de 1843, para responder ante los intentos de una política comercial liberalizadora; Archivo del Fomento del Trabajo Nacional, junta de Fábricas, Copiadores de Correspondencia, V, fs. 349-353.

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El modelo fiscal estaba concebido para contribuir a fomentar el desarro-Uo económico. Las rentas del cultivo no quedaban afectadas por la con­tribución directa, con lo que se faciHtaría lo que los contemporáneos con­sideraban un lastre para el progreso agrario: la falta de capitales susceptibles de ser invertidos ^\ La baja presión fiscal en la industna contribuiría a asentar el impuesto y favorecer el ahorro y la inversión. La reforma aran­celaria tal y como la concebían un Alejandro Mon o un Andrés Borrego, reduciría los aranceles progresivamente, facilitaría los acuerdos con terceros países para abrir los mercados a la producción agraria —Gran Bretaña especialmente— y protegería racionalmente las industrias nacientes hasta situarías en una posición competitiva frente al exterior, de forma que las mejoras de productividad y la progresiva apertura redundarían en los des­censos de precios de los bienes al consumo y en los costes de producción por el abaratamiento de los salarios .

El modelo fiscal del gobierno conservador no se plasmó en la reforma tributaria de 1845. Los principios básicos de distribución de las cargas se mantuvieron (impuestos directos de producto para gravar mdicianamente la renta y los beneficios e impuestos indirectos para generalizar la miposicion y gravar el consumo), pero se derivó socialmente la presión físcd. Esta deriva social se articuló en dos momentos. Uno de eUos fiíe el parlamen­tario: la discusión en la Comisión de Presupuestos y en el hemiciclo de las Cortes. Un segundo momento vino con la apUcación del sistema, cuando surgió la resistencia activa de los contribuyentes.

La documentación conservada en el Congreso de los Diputados, bap el título de «Presupuestos para 1845», recoge diversas exposiciones que reflejan los intereses revelados por los contribuyentes. Algunas de eUas ñaeron determinantes para el resultado final de la reforma, como sucedió con las opiniones de la «Comisión directiva de propietarios de la provmcia de Barcelona» o la «Junta de Comercio de Barcelona», que se opusieron al gravamen del impuesto de derechos de hipotecas a la «sucesión por

« N o es casual que Juan Bravo MuriUo, ministro de Coniercio,Instrucción y Obras Púbücas en 1849, crease una Comisión destinada a estudiar la uVantaaon del crei^^^ agrícola. El cuestionario fue enviado a las Juntas de Agncultura y a las Sociedades Económicas I»r RD de 15 de agosto de 1849. La documentaaón onginal puede verse en AMA, Siglo

^^^i^tcló erTsií embargo, la fórmula de Ramón Santillán favorable al proteccionismo. Santillán era partidario del fomento agrario e industrial. Su política mdustnalista se basaba en una baja presión para la industria y en una políüca comercial que garantizase a los Droductores nacionales el mercado interior. Para su decepcionante protonacionalismo eco-^ ^ Z suTfensa del arancel protec«,r, en Santiján (1997. PP. O ss donde ligaba el progreso agrario a la protección de la mdustna, y VaUejo (2000), pp. 718-720.

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línea recta de ascendientes o descendientes» y a la aplicación del impuesto de inquilinatos a «los propietarios o administradores de las casas»; también fueron decisivas las replicas de diversos municipios vim'colas de Valencia al impuesto de consumos sobre vinos y aguardientes. El debate parlamen­tario dio cabida a las aspiraciones sociales. Las preferencias reveladas y los principios fiscales se combinaron, como consecuencia, y el resultado fue un producto fiscal distinto al que había entrado en el Congreso de manos del gobierno. Por ello en las Cortes se dilucidó la incidencia nominal de los impuestos y se abrieron cauces, en algunos casos, para posibilitar su traslación efectiva. Sintetizando: en la Contribución territorial se modi­ficó el hecho imponible; además de la renta de la propiedad pagarían las utilidades del cultivo y de la ganadería. Se configuró, por tanto, un impuesto sustancialmente diferente al propuesto por el gobierno, por sus consecuen­cias distributivas y económicas. Dicha propuesta (un impuesto sobre la renta del propietario), se inspiraba en las implicaciones fiscales de la teoría de la renta de Flórez Estrada, al que casi nadie citó expHcitamente, quizás por la significación social de sus propuestas tanto en materia de propiedad de la tierra y desamortización como tributaria.

En la Contribución industrial, por su parte, se favorecieron las utilidades de la industria frente al comercio; también frente a la agricultura. En la contribución de Inquilinatos, defectuosa técnicamente, se obligó al pago directo del impuesto al inquilino y no al propietario, como estaba previsto inicialmente, y se elevó el mínimo exento, reduciendo su apücabilidad. En los Consumos, por último, se redujeron las tarifas para el vino y los aguardientes; se acordó distribuirlos entre los vecinos, en los pueblos enca­bezados que optasen por el repartimiento, y no sobre los productores de las especies sujetas, que lo pagarían en origen. Con ello se mantuvo la capitación de larga tradición en los reinos españoles, y se formalizaba un impuesto puente entre las capitaciones fijas y las capitaciones graduadas sobre la renta, que fueron los primeros impuestos sobre la renta. Se trata de un aspecto a no descuidar.

En los Consumos se mantuvieron asimismo los Derechos de puertas, criticados tradicionalmente, debido a que por el elevado número de especies afectadas obstaculizaban las transacciones y encarecían los bienes agrarios y de primera necesidad en los principales centros de consumo. Se justificó que provisionalmente eran insustituibles, reduciendo, como se reducía, en 50 millones la Contribución territorial, de los que 20 se endosaban al impuesto sobre el consumo. En realidad, esto pudiera ser compensado con una reforma arancelaria, que trasladase parte de la imposición sobre

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el gasto a las aduanas exteriores, y estableciese tarifas fiscales para ciertas mercancías ^ ; pero éste era en 1845 un tema tabú.

4. RESISTENCIA DE LOS CONTRIBUYENTES Y DESNATURALIZACIÓN DEL SISTEMA FISCAL DE 1845

Las reformas tributarias son procesos complejos, que normalmente no se cierran en el Parlamento. Así sucedió en 1845. La reforma necesita aproximarse al acto de recaudar, y esto se realiza vía reglamentos. Santillán había puesto buen cuidado en que las cinco nuevas figuras propuestas quedasen bien definidas a su paso por las Cortes. Era un moderado que creía en el principio de legalidad para los impuestos:

«mi opinión era también (y es hoy todavía) que todas las disposiciones que imponen deberes a los contribuyentes deben estar comprendidas en las leyes; y por lo mismo distribuí mi tarea en diferentes proyectos de ley con mi articulado, en algunos casos muy extenso, pero en mi juicio necesario» .

Era cierto; en 1845 el Parlamento aprobó las bases de los nuevos impuestos propuestos e incluso las tarifas, que quedaban muy definidas tras el debate. Es más, alguno de los reglamentos que se estaban redac­tando, como el de Consumos, fiíeron objeto de transacción en los pasillos del Congreso. Pero había que acabar su redacción y era preciso ponerlos en práctica. Además, no todos los intereses afectados quedaron satisfechos con los impuestos tal y como se aprobaron en las Cortes. Los comerciantes no lo quedaron con las tarifas de la Industrial; tampoco con los Consumos y con el impuesto de Inquilinatos. Otro tanto sucedió con los industriales. De ahí que surgiese la reacción. Ésta tuvo dos momentos y dos escenarios. Una ftae inmediata, compulsiva, nada más publicarse en los Boletines de la Provincia los reglamentos de los nuevos tributos, y se dio en calle: los comerciantes y los oficios tradicionales cerraron las puertas de sus esta-

" Fue lo que defendió, en total minoría y sin excesivo énfasis, José María Orense durante el debate de la reforma; ver DSC, 12 de mayo de 1845. Las críticas a los Consumos y Derechos de puertas en Zafra (1996), pp. 28 ss., y Pan-Montojo (1996a), pp. 113-115.

" Santillán (1996), p. 288.

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blecimientos y se amotinaron en Madrid ^ . Otra fue menos compulsiva, aunque también rápida. Consistió en la representación de intereses y en la presión directa sobre el Gobierno. Las incipientes asociaciones de pro­pietarios (agrarios y urbanos), las juntas de fabricantes o de comerciantes y las entidades bancarias fueron sus principales protagonistas; también lo fueron a título individual —e incluso colectivo— los hacendados ^^. La fina­lidad de estas protestas ante la reforma era limitar su alcance, limarle las asperezas suficientes para que la recaudación de las nuevas figuras no le afectase, o le afectase lo mínimo posible.

Las resistencias ante el sistema fiscal de 1845 tuvieron cinco planos. El más importante fue rechazar alguna de las figuras impuestas. Esto suce­dió con el impuesto de Inquilinatos, suprimido el 27 de marzo de 1846 por Francisco Orlando, con una simple disposición del gobierno, que se limitó a anunciar que desde el «1.° del próximo abril quedaba abolida la Contribución de Inquilinatos» y que la medida se sometería a la apro­bación de las Cortes ' ' , lo que no llegó a hacerse. Con él desaparecía el instrumento ideado para generalizar la tributación a determinadas rentas urbanas, como las procedentes del capital mobiliario, no sujetas a otros gravámenes. Otro nivel de resistencia consistió en rechazar la cuantía de las tarifas y la clasificación de las categorías de contribuyentes. Esto sucedió en la Contribución industrial y de comercio. También se debió a Orlando la reducción de las cuotas en un 20 por 100 y la creación, en el derecho fijo del impuesto, de tres categorías para cada una de las seis clases de contribuyentes. Esta reforma teóricamente permitía ajustarse a la renta indi­vidual. En la práctica era una vía para colocarse en la categoría inferior y reducir la cuota.

Un tercer plano de las protestas tuvo que ver con los métodos de determinar la riqueza imponible. Esto sucedió también en la Contribución industrial y de comercio. Lo que se criticó fue el derecho proporcional (que utilizaba como índice el alquiler del local), que de los dos medios usados era el que podía dar una idea más aproximaba de la importancia del negocio e, indiciariamente, de la capacidad de pago. Ramón Santillán

" La protesta y sus causas fueron descritas por el entonces Gobernador militar de Madrid; Fernández (1966, t. 2), pp. 141-142; véase también Bahamonde, Martínez y Del Rey{1988),pp. 80-81.

'•' La organización de los hacendados para minimizar los efectos de la puesta en práctica de la contribución territorial de 1845, la constatamos, por ejemplo, en Tui (Pontevedra); VaUejo(1998), p. 207.

" Véase el expediente de «Reales Decretos y Ordenes espedidas (sic) sobre rebajas hechas en la ley de presupuestos de 1845»; ACD, SG, Leg. 74-98.

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lo eliminaría en 1847. Ante la escasa recaudación del impuesto y las pre­siones directas de los comerciantes y fabricantes, SantiUán estableció un método sustitutivo consistente en la agremiación de buena parte de las profesiones, artes y oficios; es decir, optó por el «cambio de una de las bases esenciales del sistema»''. El procedimiento de la agremiación sig­nificaba pactar cupos con los agremiados, y que éstos repartiesen las cuotas. A corto plazo, esto aumentaría los contribuyentes y la recaudación, pues los obHgados tienen interés en aumentar el número de los que pagan, para disminuir su participación en el cupo. A medio plazo, sm embargo, esto fosiUza el impuesto, perjuicio que ya había expÜcado Juan José Caa-maño en 1815 " . La opción fue, en 1847, una claudicación ante la presión corporativa:

«la contribución industrial que ya había sido falseada [en las Cortes, porque se elevaron la tarifas], había sufrido en sus bases una modificación insu­ficiente para contener el torrente de reclamaciones que se dingia al Mimsteno; y era por lo mismo un cambio de sistema en esta imposición. Yo lo tema prepar^o (...). Entregué mi proyecto al Director de Contnbuciones Directas, que lo era D. José Sánchez Ocaña, para que examinara si con el se satisfarían las reclamaciones hechas: le examinó, y me manifestó que justamente la generalidad de las exposiciones terminaban pidiendo el sistema que mi pro­yecto comenía. Decidíme, pues, a presentarle a las Cortes, y aunque estas no Uegaron a discutirle, mi sucesor le estableció por medio de un Real Decre­to, y desde entonces ese sistema viene rigiendo en la contnbucion mdustnal con ventajosos resultados» .

Un cuarto plano de rechazo surgió como conflicto de competencias entre el Ministerio de Justicia y el Ministerio de Hacienda sobre las Con­tadurías de Hipotecas. En el plano fiscal lo que se dÜucidaba era disponer de unas oficinas, subordinadas al fisco, que Kquidasen el Derecho de hipo­tecas y dispusiesen en los instrumentos inscritos (arriendos, compra-ventas, etc.) de un dato objetivo para determinar la riqueza impomble de la pro­piedad inmueble. Detrás del enfrentamiento corporativo, estaba el rechazo de los propietarios al control de su riqueza. Prueba de eUo es que en 1852 se suprimió la obUgación de escriturar los arriendos, y que este tema

'* SantiUán (1997), p. 157. . • • .• • " «Si el encabezamiento se hace con los mismos gremios, corporaciones o junsdicciones

sobre que carga el impuesto, la distribución que éstos hagan para sí mismos, sera siempre más p^porcional, pero el erario no percibirá tal vez la mitad de lo que le corresponde por el interés que tienen todos, en que el ajuste se haga en lo menos que sea posible», Caamaño(1991), p. 193.

'» SantiUán (1996), p. 309.

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se convirtió en motivo de conflictividad entre Hacienda y los propietarios no sólo en el siglo XDC, sino en el xx, como comprobarán Bergamín, Cambó, Calvo Sotelo o Camer a su paso por Hacienda.

Otra línea de resistencia surgió en 1845 de los municipios. Fue espe­cialmente importante en los Consumos, y se concretó en el rechazo a admitir algunos de los métodos de recaudación establecidos por la administración tributaria, que acabó plegándose a la realidad de unos pueblos que, dado los recursos humanos disponibles, era incapaz de controlar. De ahí que la Dirección general de contribuciones indirectas aconsejase en 1846 la utilización del número de habitantes «como primera base» para fijar los cupos de los pueblos, en vez de un cálculo del consumo, y optase por dar manga ancha a los administradores de Hacienda en los métodos de recaudación a utilizar. Estos debían «discurrir y emplear los medios de su arbitrio según las circunstancias de cada provincia para obtener los resul­tados de que es susceptible la Contribución de consumos que espera la Dirección ver realizados» ^ . Lo importante, en definitiva, era recaudar, amoldándose a la realidad social del país. El siguiente paso consistió en admitir, para los numerosos pueblos que lo solicitaban (3.000 según San-tillán), el arriendo del impuesto con derecho a la venta en exclusiva, dese­chado en 1845 por oponerse a la libertad de tráfico y de precios y ser perjudicial para productores y consumidores.

5. CONTRARREFORMA TRIBUTARIA Y DERIVA CONSERVADORA DEL SISTEMA POLÍTICO DE 1845

Este conjunto de medidas descritas, algunas de ellas sustanciales porque suprimieron impuestos o modificaron las bases de su reparto, tuvieron indu­dables consecuencias distributivas y recaudatorias en tanto que la recau­dación potencial de los impuestos quedó seriamente dañada. De ahí que quepa hablar de auténtica contrarreforma tributaria, materializada entre 1846 y 1852. Esa contrarreforma es paralela a la deriva conservadora del sistema político. Esta última se reflejó en la Ley electoral de 18 de marzo de 1846, que redujo el ya restringido número de electores al 0,8 por 100 de la población, haciendo el sistema todavía menos representativo '*°. Santillán, testigo directo una vez más, describió la involución conservadora con pala­bras certeras:

" RO de 19 de marzo de 1846, manuscrita en ACD, SG, Leg. 65-76. * Martí (1983), p. 214.

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«Con la disolución del primer Ministerio del General Narvaez ffebrem de 1846] se reveló ya la tendencia de algunas personas influyentes a bastardear el sistema constitucional en la formación y marcha de los Mmistenos y nadie dudó de que el carácter de parlamentano que tema el del Marques de Miraflores [11-2-1846 a 16-3-1846] fue la causa de su caída. Asi se vio a su sucesor [Narváez de nuevo] tomar otro distmto rumbo que nada menos anunciaba un cambio radical en las mstituciones. No ^ s^vo sm embargo este propósito, si realmente propósito tuvo, como generaln^ente hizo creer su manJestación del 19 de marzo, de alterar el sistema pohtico X t a d o no le salvó, digo, de una caída a impulso de la pnmera divergencia que^entre sus individuos se presentó (...). La verdad es f-f^JP^'^^ moderado había hombres de alta posición social que «" c«mp«^di^ m querían comprender, no ya las ventajas que puede tener en prmcipio el gobfemo repLsentaávo sobre el absoluto, pero m las -cims -cías que L r e nosotros hacían indispensables el pnmero y poco menos f ^ ^ ^ ¿ ^ ^ y cuando menos peligrosísimo, el segundo. Avezados unos a las pracücas de un abJutismo qTSpor cierto en el último reinado no había dado mues-ae un aDsoiuusinu 4 i~ i,,ctificarle v movidos los más del mstmto tras de la ilustración que debía justmcarie, y uiuv . _ „ „ f-^nrí-í

« Í T e C s ó l o habla sido «bajad, por una usupacon y « P " ' " ' » ' ^ losTonflic,;. óe la^|uem civil , de I. espec.e de desunp.ro en que l»b« quedado el trono» .

Si eso sucedía en el plano político, es comprensible que otro tanto sucediera en el fiscal, la más política de las actuaciones económicas de los gobiernos, que adoptaron medidas fiscales actuando al margen o abier­tamente en contra de las decisiones parlamentanas « . La con^rreforma de Francisco de Paula Orlando, de marzo de 1846 se mscnbe en es e contexto. Si a eUo unimos el monopoHo político de los moderados hasta 1854, entenderemos que el sistema fiscal se desnaturalizase duran e estos años, como criticaban incluso algunas facciones moderadas en el Par a-mento durante 1849-1851, y que fuese fiscal uno de os mouvos que Ue-varon al levantamiento Hberal de 1854. La contrarreforma fiscal no Rae,

~ ^ r Í d o p r ^ t ' - c r i u S con razón, . u e esas refonnas / . . . / . . en el sistema fiscal j .„ . f ' ^ ? ^ 1 !.„.n rípl Parlamento La limitación del alcance de las reformas i L i e f a t T a v Í r : a l i 3 e Í l e i d e l gobierno, con o sin sujeción al ordenamieiuo

fiscales a través ae la acuviuau ». i,i<.f„ria contemporánea española. Lx)s ejemplos de constítucional, no es uifrecuent^ n la l ^ - ^ ^ - X X en la co'ntribución general sobre

a reforma ^^'"^^^ f^^^^^^'^l'X%i2, o la contrarrefomia a que fue sometida la más la renta en su smuosa histona aesac i^^^, :„„„l„c- ,;<.r AIKiñana (1976 1978) reciente reforma fiscal de 1977-1978, son sólo algunos ejemplos, ver Albmana (1976, 1978), Comín (1994) y Pan-Montojo (1996b).

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sin embargo, sólo una consecuencia de la reacción política. La adaptación a la realidad administrativa y social de los pueblos tuvo mucho que ver. Ramón Santillán, partidario del principio de legalidad, explicó aquella con­trarreforma reconociendo que hubo que:

«transigir con hábitos, con preocupaciones, y, sobre todo, con intereses que necesariamente debían oponerse a una obra, ya sobrado complicada y difícil por su naturaleza misma, y aún más por su magnitud; pero lo que importaba era dar a sus cimientos la mayor solidez posible para que pudieran resistir sin conmoverse las modificaciones que debían mejorarla gradual y suce-

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sivamente» .

En definitiva, lo que se trataba era de salvar, sin excesivas adultera­ciones, los principios, y que aquella racionalización del cuadro de impuestos reaHzada en 1845 se consoÜdase sin arrojar excesivas cargas sobre la oli­garquía dirigente, que optó, no sin resistencias, por el sistema poh'tico y la hacienda liberal, limitando su alcance, a través de la regulación de las tarifas, de los reglamentos y de los procedimientos de recaudación de los tributos.

En general, los reformadores fiscales optan por unos determinados métodos de reparto de los impuestos. Buscan en realidad un tipo ideal. Este tipo es el que resume los criterios que en la conciencia de los ciu­dadanos parecen mejores en un momento determinado para distribuir la carga fiscal. El criterio de reparto no es arbitrario; no está determinado por la simple voluntad (el capricho, decía Einaudi) del legislador. Esto puede suceder durante un breve período de tiempo, pero no mantenerse a medio y largo plazo. Inmediatamente surgen las reacciones que obligan a los poé­ticos a adaptar los criterios de reparto a la opinión de los ciudadanos. En el tránsito de un método de reparto a otro hay, pues, un a modo de acción-reacción (Hacienda-contribuyentes). De ahí que las motivaciones para dicho tránsito sean básicamente dos: que el tipo ideal vigente ya no responda a la idea de distribución justa que se alcanza en un momento histórico determinado, o que las consecuencias sociales y económicas del impuesto se consideren inaceptables. Esto último fue lo que sucedió entre nosotros en 1845.

" Santillán(1997), p. 535.

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6. CONCLUSIONES

La reforma tributaria de 1845 supuso el cuestionamiento y, en buena medida la superación, del modelo de reparto de las cargas públicas del Antiguo Régimen, caracterizado por sus ineficiencias, su desajuste a la nueva situación económica y política y, en definitiva, su insuficiencia para con­tribuir a la racionalización presupuestaria necesaria para un nuevo Estado y una economía en expansión. Ese activo de la reforma es el que nos sitúa en el plano de los principios básicos del sistema fiscal implantado, en el lugar de los consensos y ante uno de los factores explicativos de su viabilidad y permanencia. Lo que no se admitió con igual tinanimidad en 1845 fue, sin embargo, la repercusión social de la imposición. De ahí que se cuestionase por parte de los mayores contribuyentes (la élite del voto censitario), la ordenación concreta de los impuestos implantados con la reforma, y que a través de alteraciones normatívas se modificase su naturaleza y su incidencia, dirigiendo la carga fiscal hacia los que no tem'an capacidad para influir en las decisiones poh'ticas por estar excluidos del sistema electoral, a la sazón la mayor parte de la sociedad española'*''. Es esta línea de actuación la que nos ayuda a entender las razones de la contrarreforma tributaria de 1846-1852.

Otra vía de traslación del esfuerzo fiscal surgió con la práctica recau­datoria, influida excesivamente por la política, debido a la importancia de los poderes locales en la gestión tributaria y la falta de estadísticas. Los perjudicados en este caso no sólo serían esa mayoría sin derechos políticos, sino todos aquellos excluidos, legítima o ilegítimamente, del poder, como consecuencia de la normal alternancia o, en su caso, del fraude electoral y la arbitrariedad administrativa. Basta leer los discursos del Mar­qués de Corvera o de Sánchez Silva, en las Cortes de 1851, para comprobar que no sólo las clases humildes sufrían los perjuicios de un sistema sus­tentado en la administración de privilegios. Estamos, en fin, en el plano de la adulteración en la práctica del sistema fiscal; ante el divorcio entre la aparentemente impecable regulación legal de los tributos y los principios liberales de neutralidad, generalidad y proporcionalidad plasmados en los textos constitucionales. Es este mismo plano el que explica que, a pesar de una relativamente baja presión fiscal global, los impuestos constituyesen en la España isabelina uno de los motivos de las críticas más repetidas

'•'' Esta utilización de la práctica fiscal para desnaturalizar el sistema fiscal liberal ha sido subrayada por Francisco Comín (1988 y 1996) en diferentes ocasiones.

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frente a los gobiernos, y un factor de deslegitimación de las instituciones y de desidentificación de los ciudadanos con ellas'", de las que se nutría su propensión al fraude. Estamos ante ese mismo déficit de legitimidad profundizado en los años de la Restauración. Fue entonces cuando se gene­ralizó el discurso que situaba, por un lado, a los que «trabajan y con­tribuyen» (la España real), y, por otro, a los «políticos de oficio» (la España oficial que vive del presupuesto), precisamente el momento en que se ini­ciaba el cuestionamiento más serio del sistema de 1845, se debatía sin éxito el inicio de su personalización, y se inauguraba lo que Francisco Comín denominó, siguiendo a Hinrichs, la Hacienda transicional. El inicio de esta transición, previo a la reforma de Villaverde, era consecuencia de las tensiones que introducía en la realidad económica un sistema fiscal de impuestos de producto, insensible al ciclo económico. En un contexto de presión fiscal creciente, la rigidez y el fraude fiscal reforzaban la carga fiscal sobre los que efectivamente contribuían y agravaban la recesión que desde fines de los ochenta afectaba a distintos subsectores agrarios. En esa coyuntura, el cuadro de impuestos vigente desde 1845 puso de mani­fiesto, mucho más que en la crisis de 1865-1868, su disfuncionalidad, inclu­so para la minoría oligárquica que desde 1845 había conducido la reper­cusión social del sistema tributario entonces implantado '* .

«Se equivocaría por completo —señaló Luigi Einaudi— quien afirmase que los impuestos se reparten siempre efectivamente de un modo satis­factorio para la mayoría de ciudadanos. Aun considerando sólo la mayoría en sentido poh'tico, la que influye sobre el gobierno del país, estaríamos muy lejos del ideal. Lo mismo que el mar tiene un nivel teórico, que en realidad nunca existe (...), así los impuestos parecen tender a aquella con­figuración, sin conseguirla jamás». Este desajuste entre tipos ideales y rea­lidad será en nuestro caso uno de los factores explicativos de la crónica insuficiencia tributaria de la Hacienda pública española desde 1845, así como una de las variables que explican el persistente lamento de los minis­tros de Hacienda con respecto a la incapacidad de atender con los tributos vigentes las funciones reclamadas por un Estado moderno '' .

"' Basta leer los manifiestos de las revoluciones de 1854 y de 1868 para encontrar ese descontento entre los móviles de las mismas.

* Vallejo (1999b), pp. 153-154, y (1999c). *" Como explicó Fuentes Quintana (1975), p. 22. Los entrecomillados corresponden

a Einaudi (1968), p. 114.

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LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

MARÍA TERESA RAMÍREZ Banco de la República de Colombia

RESUMEN

Recientemente en Colombia ha surgido el interés por explicar los .con-tecimientos de la historia económica del país dentro del enfoque de k cho-metría. Sin embargo, el análisis del transporte y su mfluencw sobre el desarro-Uo económico nacional no ha recibido suHciente atención. Este ensayo busca cubrir tal deficiencia; después de todo, éste es un tema central en el estudio de la historia económica de un país. El trabajo proporciona una nueva base de datos que contribuye al estudio del desarroUo del transporte terrestte en Colombia El aporte principal del estudio consiste en demostré que los ferro­carriles no jugal^n írn papel fundamental en el desarroUo de k economía colombiana.

ABSTRACT

Recently in Colombk has emerged a new interest in explaining some facts in economic history within the context of «=!»«>««=*"«• « ^ « ^ T ! ^ ^ ^ / ^ } ; » " of transportation i¿frastructure and its impact on Ae Colomb«n s economc development has not received enough attention. The objective of this paper

N. de E, Fecha de recepción del artículo: noviembre W 9 . Fecha de la revisión definitiva: noviembre 2000.

* Quiero agradecer las sugerencias y comentarios de Lee Alston. Warner Baer Had. Esfahaní Adolfo Meisel, Larry Neal y Carlos Pombo a una versión prehmmar a este articulo. Se S ' e V e al Banco de la RepúbUca de Colombia por su ayuda financiera. También se

f I , n , „^„„rt „ Ana María Lobofmerrero por su asistencia en la invesügacion. agradece a Rocío Be ancourt y Ana M a n a ^ . x , g u f ~ Econometric Society, »" World Una versión en ingles de este articulo me prcsci.uau Congress, agosto 11-16, 2000, Seattle, Estados Umdos.

Revista de Historia Económica Año XIX. Invierno 2001. N." I

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MARÍA TERESA RAMÍREZ

is to cióse this gap, after all transportation developments is a central topic in the study of country's economic history. This paper provides a new datábase that contribute to the study of transportation developments in Colombia. The main contribution is to demónstrate that railroads did not play an overw-helming role in Colombia's economy during the fírst half of the twentieth century.

1. INTRODUCCIÓN

En la literatura sobre la historia económica latinoamericana muy pocos estudios han analizado el impacto de los ferrocarriles sobre el crecimiento económico, dentro del marco de la nueva historia económica o cliometría '. Este hecho es sorprendente debido a la gran atención que ha recibido este tema dentro de la literatura económica mundial, a partir de los trabajos de R. Fogel (1964) y A. Fishlow (1965). Sólo recientemente en Colombia ha surgido el interés por explicar los acontecimientos de la historia eco­nómica nacional dentro de este enfoque . Sin embargo, el análisis del transporte y su influencia sobre el desarrollo económico colombiano no ha recibido suficiente atención . Este ensayo busca cubrir esta deficiencia; después de todo, es un tema central en el estudio de la historia económica del país.

El presente estudio se inscribe dentro del marco de la nueva historia económica, la cual hace uso de la teoría y de técnicas econométricas para explicar los efectos del desarrollo de la infraestructura de transporte sobre el crecimiento económico colombiano. Concretamente, este artículo busca responder, de forma cuantitativa, tres preguntas generales. La primera, ¿Cuál fue el impacto de la reducción en los costos de transporte, como consecuencia de la construcción de los ferrocarriles, sobre el crecimiento económico colombiano? Con este fin, se utiliza la metodología del ahorro social, propuesta por Fogel (1964), y estimaciones de la elasticidad de la demanda del transporte de carga y de pasajeros. La segunda, ¿El desarro­llo en la infraestructura de transporte fue determinante en el despegue de las exportaciones cafeteras? Para contestar esta pregunta se utilizan técnicas de series temporales, en particular los Vectores Autorregresivos

' Entre las excepciones se encuentran). Coatsworth (1981), G. Guajardo (1998), W. McGreevey (1975) y W. Summerhill (1996).

^ Para un resumen de estos estudios, véase A. Meisei (1999). ' Entre las excepciones se encuentran, por ejemplo, los trabajos de G. Arias de Greiff

(1986), D. Bamhart (1956) y G. Poveda (1974, 1986), entre otros.

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LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

(VAR). La tercera, ¿El desarrollo en la infraestructura de transporte ha contribuido a la integración de un mercado nacional? En otras palabras, se busca examinar si las reducciones en los costos de transporte expÜcan reducciones en la divergencia de los precios agrícolas entre las diversas regiones colombianas. Para responder esta pregunta se calculan coeficientes de variación y de convergencia.

El presente trabajo proporciona una nueva base de datos que contribuye al estudio del desarroUo del transporte terrestre en Colombia . En par­ticular, en este trabajo se ensambla una base de datos compuesta con la información sobre longitud de la red, tarifas, volumen de carga y de pasa­jeros transportados, entre otros, de catorce líneas férreas para e período 1914-1980. También se construye una serie sobre la longitud de las carre­teras y se ensamblan series de precios anuales para seis productos agncolas en las doce ciudades más importantes del país para el periodo 1928-1990 .

El aporte principal del presente estudio consiste en demostrar que los ferrocarriles no jugaron un papel excepcional en el desarroUo de la eco-nomía colombiana.

2. EL AHORRO SOCIAL GENERADO POR LOS FERROCARRILES Y ESTIMACIONES SOBRE LA ELASTICmAD PRECIO DE LA DEMANDA DE SERVICIOS DE CARGA Y DE PASAJEROS

2.1. El ahorro social

Antes de la era de los ferrocarriles, que empieza en los últimos años del siglo XDC, las muías fueron el típico medio de transporte, y la mfraes-tructura de transporte consistía en caminos reales en malas condiciones, y de escasos ríos navegables no conectados entre sí'. La falta de adecuados medios de comunicación causó altos costos de transporte, aislamiento de las regiones y fragmentación de mercados en el país. Por lo tanto, la cons­trucción de los ferrocarriles fue la alternativa para solucionar este problema. Sin embargo, las dificÜes condiciones geográficas del país hicieron que

' La base de datos está disponible bajo soUcitud expresa al autor.

l o T M ^ ^ s Í e S : F r ¿ ¿ e ^ w Í G e n e r a l de Estadistica. y el AnuaHo Estadístico

''' ^ r n ^ M t ^ n f restituía el principal medio de transarte fluvial del pais. A dife­rencia de Z Estfdos Unidos, en Colombia no existían «stemas de canales.

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MARÍA TERESA RAMÍREZ

la construcción de los ferrocarriles fuera muy costosa. Además, la falta de recursos económicos y la existencia de mercados de capitales poco desarrollados ocasionaron que el ritmo en la construcción de los ferro­carriles fuera bastante lento. Los primeros ferrocarriles colombianos fueron construidos por razones económicas, principalmente, con el propósito de conectar las regiones productivas del país con el río Magdalena (véase mapa). Por esta razón los ferrocarriles fueron construidos como un sistema complementario al transporte fluvial, y no como sustituto de él. Por lo tanto, los ferrocarriles fueron los sustitutos de las costosas y primitivas formas de transporte terrestre como las muías y los carros jalados por animales.

De acuerdo con R Fogel (1964) la metodología del ahorro social consiste en calcular en un año dado la diferencia entre el costo de transportar un volumen de bienes en ese año por los ferrocarriles y el costo de transportar exactamente la misma cantidad de bienes por la forma alternativa de trans­porte en el supuesto de que el ferrocarril dejara de existir en ese año''.

En el presente ensayo, el ahorro social de los ferrocarriles colombianos se calcula para el año 1927 . Escoger este año se justifica debido a que el Gobierno apoyaba fuertemente la construcción y el mantenimiento de los ferrocarriles, y los sustitutos apropiados del transporte férreo eran aún las muías y los carros jalados por animales. Adicionalmente, como se aprecia en el Cuadro 1, para 1927 existe la información más completa de tarifas, la cual abarca todos los medios de transporte y tiene la ventaja adicional que provine de una fuente oficial. Por lo tanto, calcular el ahorro social para años anteriores tendría el inconveniente de la falta de disponibilidad de las cifras, lo que podría producir resultados sesgados. Por ejemplo, W. McGreevey (1975) calcula el ahorro social de los ferrocarriles cafeteros en Colombia en 1924 basado en una estimación de la tarifa promedio entre 1845 y 1930 del transporte de carga por muía de $0.416 por tone­lada-kilómetro. Según el autor, para 1924 el límite inferior de esta tarifa

' Esta metodología ha generado controversia debido a que en el cálculo del ahorro social se asume un escenario contrafactual, el cual involucra fuertes supuestos. A pesar de esto, en el presente ensayo se calcula el ahorro social de los ferrocarriles colombianos para mantener el análisis en concordancia con la nueva línea de investigación sobre ferro­carriles, y contrastar de esta forma la experiencia colombiana con la de otros países. Para un resumen de esta controversia, véase R. Fogel (1979).

* La metodología del ahorro social ha sido estimada para diferentes países. Por ejemplo, J. Coatsworth (1981) estima el ahorro social en México, W. McGreevey (1975) calcula este ahorro para los ferrocarriles cafeteros de Colombia, A. Gómez Mendoza (1982) para España, W. Summerhill (1996) para Brasil, y G. R. Hawke (1970) para Inglaterra.

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LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

COLOMBIA Ferrocarriles en 1925

LEYENDA Nombre

1 Ferrocarril de Bolívar 2 Ferrocarril de Cúcuta

3 Ferrocarril de Antioquia

4 Ferrocarril del Pacífico 5 Ferrocarril de Cartagena

6 Ferrocarril de La Dorada

7 Ferrocarril de Girardot Ferrocarril de La Sabana (Cund.)

9 Ferrocarril del Norte (sección 2da.)

10 Ferrocarril de Santa Marta 11 Ferrocarril del Tolima

12 Ferrocarril de Caldas 13 Ferrocarril del Norte (sección Ira.)

14 Ferrocarril del Sur

15 Feaocarril de Amaga 16 Ferrocarril del Tolima

Fuentes: Balennan Alfredo Bases de un Programa de fomento para Colombia 1951

Latom: Emilio 1986 Memorias Min. de Transpone, varios años

Ortega Alfredo 1932

debía estar en el orden de $0,5 por tonelada-kÜómetro . De igud forma, el autor calcula que entre 1905 y 1929 la tarifa por ferrocarril era de apro­ximadamente $0,15 por tonelada-kilómetro. Como se observa debido a la falta de disponibilidad de información, W. McGreevey (1975) calcula

Véase W. McGreevey (1975), p. 269.

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MARÍA TERESA RAMÍREZ

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LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

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MARÍA TERESA RAMÍREZ

el ahorro social utilizando información de tarifas promedio en diferentes períodos de tiempo. Por lo tanto, la ventaja adicional de calcular el ahorro social en 1927 es que las tarifas tanto de muías como de ferrocarriles se encuentran disponibles para ese año y su única fuente es el Ministerio de Obras Públicas de Colombia.

De acuerdo con el Cuadro 1, en 1927 la tarifa de carga, medida en toneladas-kilómetro, por modo de transporte era de $1 por cargadores humanos, $0,4 por muías, $0,2 por carros jalados por animales, $0,024 por el río Magdalena, y de $0,05 por ferrocarriles. Por lo tanto, la tarifa de carga en carros de animales era cuatro veces superior a la de los ferro­carriles, y la tarifa de las muías era ocho veces superior. Por otro lado, es importante anotar que el transporte por el río Magdalena era más eco­nómico que el transporte férreo. Sin embargo, se prefería el ferrocarril, porque el transporte fluvial resultaba más lento, su uso dependía fuer­temente de las condiciones climáticas y no todo su trayecto era navegable.

El Cuadro 2 indica que, en 1927, el ahorro social representaba 7,8 por 100 del PIB, en el escenario donde las muías eran el modo alternativo de transporte, y 3,4 por 100 del PIB, en el escenario donde los carros de animales era la forma alternativa de transporte '°. Estas cifras son simi­lares si se comparan con las de los Estados Unidos, entre el 4 por 100 y 9 por 100 del PIB. Sin embargo, estas cifras son bastante menores que las calculadas para países como Brasil (22 por 100 del PIB en 1913) y México (24 por 100 del PIB en 1910) que presentaban condiciones de transporte similares a Colombia en la época anterior a los ferrocarriles (Cuadro 2 b ) ' ' .

De otra parte, una de las principales críticas a la metodología del ahorro social es que en su cálculo se asume una elasticidad precio de la demanda igual a cero. Para corregir este problema R. Fogel (1979) propone ajustar el ahorro social, asumiendo una elasticidad diferente de cero, de la siguiente

manera -TT— = -TT-^-—w r r para e.* I, donde S, es el verdadero ahorro So (1 - e)(cp - 1)

'" Estas estimaciones son mayores que las calculadas por W. McGreevey (1975) de 3,2 por 100 para los ferrocarriles cafeteros colombianos en 1924.

" Como señala W. Summerhill (1997), a diferencia de Estados Unidos, estos países carecían de ríos navegables, por lo cual antes de la era de los ferrocarriles el medio de transporte prevaleciente eran las muías. Estos países poseían condiciones geográficas difíciles que complicaba la comunicación entre las diferentes regiones. Adicionalmente, tanto México, Brasil como Colombia no tenían un mercado de capitales desarrollado que fmanciara la construcción de los ferrocarriles.

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LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

CUADRO 2

Estimaciones del ahorro social del ferrocarril en el transporte de carga en Colombia, 1927

Modo alternativo de transporte: muías a) Total de carga transportada en ton-km Z\'f°''^' b) Tarifa por ferrocarril \f\ A(\ c) Tarifa por muía írv'cc -n ,> *, ^ $9,55 millones

'^^ \° $76,4 millones 1 ^.^ " • • • • • • • r i $66,85 millones ^s ^ r ° $850 millones h) Ahorro Social 1/PIB (%) '**' '' Modo alternativo de transporte: carros de animales

, „ , , JT j ,.« tr r, tm 191 millones ton-km a) Total de carga transportada en ton-km ¿^ Tarifa por ferrocarril «020 c) Tarifa por carros de animales ZZZZ $9,55 millones

j ^^° $38,2 millones 1 f/" ¿:-."V; ; ; ; i $28,65 millones ^ ^ S " " •• $850 millones g) PIB , ,70/ W Ahorro Social 2/PIB (%) ^'^' Ahorro Social ajustado por la elasticidad precio de la

demanda, e = -0,5 ., „ . , . $27,57 millones Ahorro Social 1 > ^^M Ahorro Social 1/PIB (%) ^' ., c • , -, $16,42 millones Ahorro Social 2 2 25'y Ahorro Social 2/PIB (%) '^

FUENTE: Cálculos propios.

social, So es el ahorro social calculado bajo el supuesto que e = O, cp es la razón entre la tarifa de la forma alternativa de transporte, muías, y la tarifa de los ferrocarriles. Siguiendo esta sugerencia el ahorro social para Colombia se ajusta bajo el supuesto de una elasticidad precio de la demanda de 10,51 '^. Los nuevos resultados sugieren un ahorro social de 4,11 por 100 del PIB, considerando las muías como el modo alternativo de trans-

1 j j u.vir, a nne los cálculos, en la siguiente sección, de

se encuentra entre el rango de - 0,44 y 0,53.

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MARÍA TERESA RAMÍREZ

CUADRO 2b

Ahorro Social, una comparación internacional

1. Asumiendo: t = O

Autor País Año Ahorro Social

(% PIB)

Fishlow ante-bellum USA 1859 4 Fogel USA 1890 8,9 Metzer Rusia Zarista 1907 4,5 Gómez Mendoza España 1912 19,2 Coatsworth México 1910 24-38,5 Summerhill Brasil 1887 4,5 Summerhill Brasil 1913 22 McGreevey Colombia (café) 1924 3,2

Coatsworth Summerhill

2. Asumiendo: e =

México Brasil

- 0,5

1910 1913

14,9-16,6 11,2

porte, y de 2,25 por 100 del PIB, considerando los carros de animales. Ajustados por la misma elasticidad precio de la demanda el ahorro social de los ferrocarriles mexicanos fue de 16,6 por 100 del PIB en 1910, y para los ferrocarriles brasileños de 11,2 por 100 del PIB en 1913. De nuevo, este resultado indica que las ganancias en crecimiento económico derivadas de una reducción en el costo de transporte en Colombia fueron menores que las de otros países latinoamericanos. Entre las causas que pueden explicar este resultado se puede señalar la escasa longitud y la falta de integración de la red férrea colombiana, lo cual no permitió una completa conexión entre las regiones (véase mapa, p. 85). Así, mientras que en Colombia la relación entre kilómetros de rieles de ferrocarril por 10.000 habitantes, en 1934 era de 3,8, en Brasil y México esta relación era de 8,1 y 14, respectivamente.

Como se observará en las secciones sigviientes, el bajo valor relativo del ahorro social en Colombia respecto a Brasil y México, puede explicarse también por el hecho de que, contrario a estos países, los ferrocarriles colombianos no jugaron un papel abrumador en la expansión de las expor-

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LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

taciones como en México ni en la integración del mercado interno como

en Brasil ' I

2.2. Estimaciones sobre la elasticidad precio de la demanda de servicios de carga y de pasajeros

La construcción acelerada de los ferrocarriles colombianos empieza en la década de 1870, con cuatro ferrocarriles, y en la década de 1880 con la construcción de cinco más. Sin embargo, la ^^bre en la construcción se detuvo durante la Guerra Civü de los Mü Días (1899-1902) y durante este período muchos de los ferrocarriles ya ^ ' ^ f "^^«^^^'•°" ¿^l^^^^^ o confiscados. Después de la guerra, el presidente Reyes 1905-1910) empieza una poh'tica de reconstrucción económica, la cual mcluye un pro­grama activo de construcción de ferrocarriles, que fue fmanciado a través del sistema de concesiones. Durante la década de los años vemte entran en el país los dineros provenientes de la indemnización amencana por la separación de Panamá ' \ la cual fue destinada casi en su mayoría (65 por 100) a la construcción de los ferrocarriles. Como consecuencia, la deca­da de los veinte constituye un boor^ en la expansión de la red ferrov.ana del país. Sin embargo, durante la década de los años tremta se produ e un cambio radical en la poHtica de transporte en el país al produc.se un desplazamiento de las inversiones destinadas a la construcción de los ferrocarriles ^ hacia la construcción de carreteras. Ademas, se P-duce UBO de los principales cambios institucionales al crearse el Consejo Adnmu -trativo de los Ferrocarriles Nacionales, entidad que tuvo como pnn pal objetivo fijar y estabiHzar las tarifas ferrovianas. dado que en el pasado no había existido una clara regulación sobre éstas La pohtica del Con^o fue fijar las tarifas de acuerdo con el interés publico y - ^^ a^^^^^ con una política de maximización de ganancias. Como conec-ncia^ las tarifas ftieron subsidiadas, lo cual a la postre contnbuyo a la quiebra de

.,, c _ ,K,ii f^QQl^ las Dolíticas de construcción de ferro-- De acuerdo con W. ^ ^ ^ ^ ^ ' l ^ ' ^ ^ Z S de m^ncTa imporUntc d s^or carriles y posteriormente la estructura tarrfarmbenenc^o j ^ „ ^ ^ „ i , e , en Brasil

exportador en México. De otra P^^'^jJ^^^^J^^aX especialización, lo que con-integraron los mercados internos y crearon ganancias ae la t-tribuyó al crecimiento económico del pais_ ^ ¿^^ Unidos pagó a Colom-

» Durante el Gobierno de ^f.^^^^^t^X ¿paración de Panamá, que tuvo bia $25.000.000 de dólares como indemnización por i.. S^F

lugar en 1903. ferrocarriles nacionales se redujo en un " En 1932, la inversión publica en los rerrocdiui

86 por 100.

91

Page 94: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

los ferrocarriles colombianos. En 1954, el Gobierno elimina el Consejo, y nacionaliza completamente los ferrocarriles bajo la administración de la compañía de ferrocarriles nacionales.

Una de las características generales que se observa durante todo el período es la tendencia decreciente, en términos reales, de las tarifas férreas tanto de carga como de pasajeros (Gráfica 1). Por lo tanto, y debido a que

GRÁFICA 1

Tarifas por ferrocarriles ($ de 1950 por ton.-km. y pasajero-km.)

0,00 1931 1936 1941 1946 1951 1956 1961 1966 1971 1976 1981

Años

0,00

-^U— Carga Pasajeros

FUENTE: Memorias del Ministerio de Obras Públicas, 1920-1965. Alfredo Ortega, 1932. Los Ferrocaniles en cifras, 1959-1981. Anuario de Estadística, 1922-1981. Anales de Ingeniería, 1918-1951. Revista del Consejo Administrativo de los Ferrocarriles, 19)2-1934, Ministerio de Transporte, 1995.

los ingresos de los ferrocarriles provem'an principalmente de los recaudos por fletes de carga y pasajeros, los ingresos operacionales fueron frecuen­temente insuficientes para cubrir todos los gastos operacionales generados por éstos. En efecto, durante los años veinte los ingresos netos permanecen casi constantes, a comienzos de los treinta disminuyen considerablemente, y se recuperan un poco a finales de los treinta y comienzos de los cuarenta, pero a partir de 1945, estos ingresos son siempre negativos (Gráfica 2). En esta sección se plantea la hipótesis que las reducciones en las tarifas

92

Page 95: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

GRÁFICA 2

Ingresos operactonales netos de los ferrocarriles ($ 1950)

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Total Nacional

NOTA: Total = Ferrocarriles nacionales + privados. FUENTE: Memorias del Ministerio de Obras Púb^cas 1920-1965. L.s F - ^ ^ ^ - -

cifras, 1959-1981. Anuario de Ingeniería, 1918-1951. Anuano ^^J;^¡fj^¿¿¡l''¡^ 1922-1981. R^tsta del Consejo Admmstrutivo de los Fenocamle, / ^ ^ ^ - í ^ ^ l j ^ ^ ^ ^ ^ " " ' ^ Transporte, 1995. Alfredo Ortega, 1932. DNP, 1978. Documento 1.473 UNIF-UIP.

férreas no se vieron compensadas por aumentos en la demanda, hecho que se constituye en una de las principales causas del poco crecimiento de los ingresos de los ferrocarriles.

2.2.1. Modelo econométrico

Para verificar la hipótesis, se calcula la elasticidad precio de la demanda partiendo de la siguiente especificación:

InQ,, = ao + eln?^ + PlnX«i + y^" + " ' ^ ^"' ^ ^

donde

Qu es la cantidad total de carga en ton-km. Pu es el precio real unitario de carga por ton-km.

93

Page 96: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA R A M I R E Z

Ki es el número de kilómetros de los rieles ferroviarios en operación. Z, es un conjunto de variables de control que incluye otros determi­nantes de la demanda. a, es el efecto fijo de la compañía i.

e es la elasticidad precio de la demanda por carga, . p = E<0.

P es la elasticidad de la demanda ante cambios en la longitud de la red;

^InX P^"-

e, es el residuo con E[e,t] = O, y Var[e, /] = a, ; / identifica la compañía y i = 1, ..., 14, / son los años, y / = 1, ..., T.

En el conjunto de variables Z se incluye la fecha en que entra en operación cada línea férrea y se espera que las líneas que entran primero sean aquellas que transporten una mayor cantidad de carga y de pasajeros, ya que tuvieron más tiempo para crear su propia demanda ' . También se introduce una variable dummy para las líneas férreas que tuvieron rieles en la zona cafetera, bajo la hipótesis de que estas h'neas transportan un mayor volumen de carga ' . De otra parte, se incluye la longitud de las carreteras nacionales '* para controlar por la competencia inter-modal ' y para capturar algunas de las externalidades existentes entre los ferro­carriles y las carreteras. Para capturar algunas de las externalidades de la red se incluyen la longitud del total de la red férrea y la población total de cada departamento en los cuales cada compañía posee rieles. Esta

" La idea de introducir esta variable en la especificación se toma de W. Summerhill (1996).

" W. McGreevey (1975) clasifica los ferrocarriles de Antioquia, Cúcuta, La Dorada, Girardct-Tolima y Pacífico como los ferrocarriles de las zonas cafeteras.

'" Sería más adecuado utilizar la longitud de las carreteras secundarias debido a que éstas podrían estar localizadas en zonas cercanas, o conectadas, a los ferrocarriles. Por lo tanto, si se utilizara esta serie, la relación de competencia entre carretera y ferrocarril no sería tan clara. Sin embargo, no se encuentra una buena serie sobre la longitud de las carreteras secundarias que permita incluirla en las regresiones. Las estadísticas disponibles son muy esporádicas y f)oco confiables para ser usadas.

" Un mejor indicador de la competencia inter-modal sería la tarifa que los camiones y buses cobran f)or el servicio de transporte. Sin embargo, no se encuentra disponible una información completa sobre dichos datos.

94

Page 97: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

última como proxy de la población que está conectada por cada ferrocarril. Finalmente, se incluye el PIB real. La ecuación (1) se utiliza para estimar también la elasticidad precio de la demanda por el transporte de pasajeros en la cual Q es el total de pasajeros por kilómetro, P es el precio real cobrado por transportar un pasajero-kilómetro.

Se estiman diferentes especificaciones del precio de la demanda de transporte. Inicialmente, se asume que los precios son exógenos, es decir, que no están sujetos a cambios en la oferta. Sin embargo, este supuesto se relaja en estimaciones posteriores al considerar precios endógenos. Estas estimaciones se hacen a través de variables instrumentales que mcluyen las tarifas rezagadas, todas las variables exógenas del modelo una variable dummy que indica si la línea del ferrocarril es de propiedad pubhca o privada, y una dummy para las diferentes administraciones de los ferro­carriles. Se emplean dos formas funcionales, cuando la elasticidad precio de la demanda es constante, como en la ecuación (1) y cuando no lo es. Adicionalmente, las elasticidades se estiman utilizando dos aproxmía-ciones paramétricas. La primera se basa en una ecuación simple de corte transversal, con paneles no balanceados, en la que se asume que el mter-cepto es el mismo para todas las compañías férreas. La segunda üene en cuenta los efectos fijos individuales, por lo cual se asume que el mtercepto es diferente entre compañías ^°. El modelo de efectos fijos tiene el mcon-veniente que elimina todas las variables que son constantes en el tiempo.

2.2.2. Resultados

Las estimaciones se dividen en tres sub-penodos de «cuerdo con los principales hechos que caracterizaron la evolución de los ferrocarrdes en Colombia discutidos anteriormente. Así, el primero comprende los anos de 1914 a 1930, en los cuales se presentó un sustancial mcremento en la inversión destinada a la construcción de ferrocamles . El segundo cubre

, j o >- fiirvc n aleatorios Los aleatorios se excluyen » Los efectos individuales Pu^f" ^ ¿ / ^ ^ ^ pa a S n e r un estimador consistente,

porque no existen suf.c.en|.s grado de 1 ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^^^^^,„ ^ „ G, , ,„

y porque la muestra de "«^'^'f""'" ' !" ' ¿^ apropiado cuando se tiene una gran (1993) el modelo de efectos «'«. ^""" /J^ ' f ^^^^^ población, luego la muestra de mdividuos pueae ser dicm ción total. ,„. f^rrnrarriles de Antioquia, Barranquilla, Caldas,

ca;:¿rsx'^,s'rrrcS;"s„iiica, s,.^ ^ .-^ »* dalena, Pacífico, Sur, Nariño y el del Noreste.

95

Page 98: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

los años treinta hasta mediados de los cincuenta ^ , donde las políticas del Gobierno se toman en favor de las carreteras, y la política de reducción de tarifas férreas se implementa completamente con la creación del Con­sejo. El último, desde mediados de los cincuenta hasta principios de los ochenta, donde se completa la nacionalización de los ferrocarriles ^ .

La presencia de efectos fijos se evalúa a través del test de pendiente común, que es un test F basado en la suma de los errores al cuadrado del modelo restringido (simple corte transversal) y el no restringido (efectos fijos) ''. En este test la hipótesis nula es la existencia de un intercepto común, por lo cual el rechazo de la hipótesis favorece el modelo de efectos fijos. En este caso, los resultados permiten rechazar la hipótesis nula. De otra parte, la forma funcional del modelo se evalúa a través de un test de Wald, el cual no permite rechazar la hipótesis nula de elasticidad precio de la demanda constante. Por lo tanto, la especificación relevante es aquella en donde el parámetro de la elasticidad se estima a través de efectos fijos, utilizando una especificación de elasticidad precio de la demanda constante.

El Cuadro 3 presenta los resultados de las estimaciones de las elas­ticidades precio de la demanda de transporte férreo de carga y pasajeros. En general, para el período completo, la demanda de transporte de pasajero y carga tiende a ser inelástica ante cambios en las tarifas. Por ejemplo, la elasticidad para carga es —0,71 y —0,75, cuando las tarifas son con­sideradas exógenas y endógenas, respectivamente. Para los pasajeros, la elasticidad es aún menor —0,58 cuando los precios son exógenos y —0,66 cuando los precios son endógenos. Los resultados sugieren que las políticas del Gobierno para reducir las tarifas no condujeron a incrementos sus­tanciales en el volumen de carga y pasajeros transportados. Las tarifas fue­ron fijadas por debajo del nivel óptimo, debido a que las autoridades fijaron tarifas subsidiadas en lugar de fijarlas de acuerdo con un criterio maxi-mizador de ganancias. Luego, los ferrocarriles operaron en la porción ine­lástica de sus curvas de demanda.

De otra parte, el servicio de transporte de carga en ferrocarril es elástico al cambio en la longitud de la red [1,6 y 1,3]. Sin embargo, el servicio de transporte de pasajeros no lo es [0,7], resultado que puede explicarse

^ En este período se incluyen los ferrocarriles de Antioquia, Barranquilla, Caldas, Cartagena, Norte sección 1 y 2, Cúcuta, Cundinamarca, Girardot, La Dorada, Mag­dalena, Nordeste, Nariño y el del Pacífico.

" En este período se incluyen los ferrocarriles de Antioquia, Atlántico, Centrales, Magdalena y el del Pacífico.

^' Véase G. Judge et al. (1985) y C. Hsiao (1995).

96

Page 99: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FFRROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

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Page 100: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

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Page 101: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARWLES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

por el hecho de que los ferrocarriles estaban orientados en un mayor grado al transporte de carga y no al de pasajeros. Para entender los resultados de las elasticidades es necesario analizar la actividad de los ferrocarriles también por sub-períodos. Con este fin se utiHza la evolución de los mgresos operacionales de las empresas ferroviarias .

La Gráfica 3 muestra una tendencia positiva en la evolución de los ingresos entre 1915 y 1945 '\ sin embargo, en años posteriores la tendencia es decreciente '\ En particular, entre 1915 y 1930 los ingresos de los ferro-

GRÁFICA 3

Ingresos operacionales de los ferrocarriles ($ mO)

100.000.000

90.000.000

80.000.000

70.000.000

60.000.000

$ 50.000.000

40.000.000

30.000.000

20.000.000

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1905 ^ ¡ ^ r i i i n Í i r i 9 M ^ 1 9 3 8 1943 1948 1953 1958

Años

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NOTA: Total = Ferrocarriles nacionales + privados. „,^ , „ ., , 1 w • • J» nUra<¡ Públicas 1920-1965. Los Ferrocamles en FUENTE: Memorias del Mmisteno de Obra Pubücas ^^^^^^ ^^ Estadística,

cifras, 1959-1981. Anuano de Ingeniena ^l^Y^lt^.^ j932-1934, Ministerio de 1922-1981. Rev.^ del Consejo Ad'nmstraUvodelos P ^ ^ ¿ ¡ ^ ¿ ¿¿ .Un^ . Transporte, 1995. Alfredo Ortega, 1932. DNP, 1978. Uocumenio

" Véase A. Gómez (1982). ^ ¿^ ferrocarriles, '" La tasa de crecimiento en el mgreso fue de 3 por luu pai

y de 8 por 100 para los nacionales. reducciones importantes en " U nacionalización de los ferrocarriles resulto en rcu i~

las tarifas.

99

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MARÍA TERESA RAMÍREZ

carriles crecieron a una tasa anual de 7,5 por 100. Pero, entre 1931 y 1946, los ingresos crecieron menos del 3 por 100 por año. Este resultado es sorprendente, debido a que en este período entran en operación varios de los ferrocarriles construidos en la década de los años veinte ^ , y, por lo tanto, es de esperar que las ganancias de los ferrocarriles hubieran aumen­tado en una magnitud mayor respecto al período anterior. Una causa de este comportamiento se puede encontrar en el hecho de que la poh'tica de reducción de tarifas implementada a partir de los años treinta no se vio compensada con aumentos significativos en la demanda. En efecto, la elasticidad estimada para el transporte de carga en el período 1931-1954 es considerablemente menor [ — 0,2 y — 0,4] que la estimada para el período 1914-1930 [ — 0,4 y —0,5]. La elasticidad ante cambios en la longitud de la red tanto para carga como para pasajeros también se reduce con­siderablemente entre los dos períodos. Entre las razones que pueden expli­car este hecho se encuentra el desarrollo en la construcción de carreteras durante el segundo período. Según Currie (1951), para finales de los años cuarenta, las carreteras a pesar de tener tarifas más altas (Cuadro 1, p. 86) pudieron competir con los ferrocarriles gracias a que el transporte en carre­tera era más rápido, de mayor calidad, más seguro, con horarios flexibles, y con mayor cobertura que el transporte por ferrocarril ^ . No existen bue­nas estadísticas sobre el volumen de movimiento de carga y de pasajeros por las carreteras ni series completas sobre el parque automotor colombiano para años anteriores a 1950. Con la información disponible se puede esta­blecer que desde mediados de los cuarenta el transporte por carretera ya ocupaba el primer lugar entre los medios de transporte terrestre tanto para carga como para pasajeros ^°. Es así como en 1947 el volumen de carga transportada, medida en toneladas-kilómetros, por carretera era 1,7 veces mayor que el transportado por los ferrocarriles y era 3,8 veces mayor en 1955 ^'. El Cuadro 4 muestra la forma cómo el transporte por carreteras se expandió en la década de los cuarenta. Por ejemplo, en 1946 el registro de vehículos automotores creció cerca de 28 por 100, los de automóviles 2^ por 100, los de camiones 37 por 100 y el número de autobuses 16 por 100.

" Cuatro ferrocarriles nacionales cuya construcción empezó en la década de los veinte fueron abiertos en 1931.

^ L. Currie (1951) señala además que para finales de los años cuarenta «las carre­teras transportan una porción cada día mayor de volumen de carga y pasajeros, lo cual contribuye al desarrollo y a la apertura de nuevos sectores en el país», p. 136.

*' Véase L. Currie (1951). " Véase M. T. Ramírez (1999), p. 119.

100

Page 103: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

CUADRO 4

Vehículos automotores

Número de vehículos

Años Total Automóviles Camiones Autobuses

1938 1939

1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952 1953 1954

21.300 23.400

29.106 37.173 45.377 55.900 58.152 67.343 79.021 86.013 97.733 127.502

12.500 13.700

15.306 19.059 22.589 28.778 31.080 32.164 35.459 42.451 51.305 67.560

6.200 7.000

10.062 13.769 17.271 20.645 20.567 27.441 33.544 33.544 36.521 47.798

2.600 2.700

3.738 4.345 5.517 6.477 6.505 7.738

10.018 10.018 9.907

12.144

Tasa de crecimiento (porcentaje)

Total Automóviles Camiones Autobuses

9,86

27,72 22,07 23,19

4,03 15,81 17,34 8,85

13,63 30,46

9,60 12,90 3,85

FUENTE: L . Currie (1951): Bases de un Programa de Fomento para

(1958): Misión de Economía y Humanismo.

24,52 18,52 27,40 8,00 3,49 10,24 19,72 20,86 31,68

ento pan

36,84 25,43 19,54 -0,38 33,42 22,24 0,00 8,87

30,88

i Colombia;

16,24 26,97 17,40 0,43 18,95 29,46 0,00

-1,11 22,58

J. Lebrel

De otra parte, el comercio internacional de Colombia se redujo como consecuencia de la depresión de la economía mundial de los anos treinta y la guerra mundial en los años cuarenta. Por lo tanto, los ferrocamles no pudieron crear una nueva demanda, ni sostener los mveles de los arios anteriores. Los resultados permiten concluir que la economía respondió

j 1 ^^^«rac pvnansiones de los ferrocarriles, mientras en un mayor grado a las primeras expansiouc» uw iw que las últimas expansiones tuvieron un impacto menor.

El último período corresponde a 1955-1980, en el cua la red de ferro­carriles se nacionalizó completamente. La mayor elasticidad puede expli­carse por la entrada en operación en 1961 del ferrocarril del Adantico que conectó regiones estratégicas, como la costa adantica, con Bogotá.

En cuanto a las restantes variables se encuentra que la expansión de las carreteras nacionales afecta negativamente el volumen de carga trans­portada por ferrocarril. Como se mencionó antenormente las carreteras nacionaleVcompetían con los ferrocarriles en cuanto a calidad y cobertura

'^TT. • - . v,^^ntP es orobable que se hubiera encontrado una '' Como se menciono «"'«"«""^"'^Lf . f ' S a c i o n e s las carreteras secundarias

relación contraria si se hubieran «"<= " ¿ o en las ^^J™^^^^^^^,^, , „ , , , de sustituías, debido a que éstas podrían ser complementanas ae ios lerrin-a

101

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MARÍA TERESA RAMÍREZ

del servicio. En general el PIB real tiene un efecto positivo y significativo en el transporte férreo. Por el contrario, las variables que se introducen para capturar extemalidades de la red, como la población departamental y la longitud total de la red férrea, no resultaron significativas. Tal vez, la inclusión del número de estaciones por línea férrea, equipos de señales, número de locomotoras y vagones, hubiera sido más apropiada para cap­turar la calidad de la red y, por lo tanto, las extemalidades. Sin embargo, los datos encontrados sobre estas variables son muy esporádicos para ser utilizados en las estimaciones.

Finalmente, a partir de los resultados econométricos se puede concluir que la política del Gobierno en cuanto al manejo de las tarifas fue populista y antieconómica. Esta política de reducción de tarifas no se vio compensada con aumentos sustanciales en la demanda, hecho que en el largo plazo contribuyó a la quiebra económica de los ferrocarriles.

3. RELACIÓN ENTRE LOS FERROCARRILES Y EL SECTOR EXPORTADOR EN COLOMBIA: EL CASO DEL CAFÉ

Los historiadores económicos han enfatizado la existencia de una estre­cha relación entre el desarrollo de los ferrocarriles y el aumento de las exportaciones de café en Colombia, y han calificado este vínculo como indispensable (Beyer, 1947; McGreevy, 1975; Urrutia, 1979, y Poveda 1986, entre otros). La literatura ha enfatizado esta relación debido a que los primeros ferrocarriles fueron construidos con el propósito de transportar café a los puertos para su exportación. Por ejemplo, el ferrocarril de Cúcuta, construido en 1888, recorría una de las principales zonas cafeteras de la época. Por lo cual, para hacer competitivas las exportaciones de café de las otras regiones era necesario la expansión de los ferrocarriles y de esta forma reducir el costo de transporte del grano ^ .

Históricamente, desde finales del siglo XK hasta comienzos de 1990, el café ha sido el principal producto exportado del país ''. La expansión de la producción de café empieza a finales de 1880, y para 1898 repre­sentaba más del 50 por 100 del total de exportaciones. Sin embargo, la producción del grano decrece durante la Guerra Civil de los Mil Días (1899-1902), y solamente a mediados de la década de 1910 las expor-

" Véase M. Urrutia (1979) y G. Poveda (1986). ** El café representó entre 1942 y 1962 más del 80 por 100 del valor total de

las exportaciones y entre 1962 y 1985 el 50 por 100.

102

Page 105: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBLWA

CUADRO 5

Kilómetros de rieles utilizados para transportar café en Colombia, 1898-1950

Longitud total Longitud de rieles ^¿y^^^ Años de rieles de ferrocarril destinados a transportar cafe (^porcentaje)

km (a) ^ ^ ^ - '

1898 593 423 71,33 1914 1.143 9 9 80.40 1922 1.571 1- 82 87,97 1933 2.892 1-943 67,19 1937 3.060 1-928 63,01 1949 3.426 2.246 6 5 £ 6 _

FUENTE: Roben Beyer (1947) para 1898, 1914, 1922, y estimaciones para 1933, 1937

y 1949.

taciones de café alcanzan de nuevo los niveles observados en 1898. Los períodos de expansión del café coinciden con el impulso en la construcción de los ferrocarriles. R. Beyer (1947) estima que el 71 por 00 del total de küómetros de ferrocarril construidos en 1898, y el 80 por 100 en 1914, se utiHzaron en el transporte de café (Cuadro 5). De hecho, las expor­taciones del grano representaron más del 70 por 100 del total de carga transportada por el ferrocarril de Antioquia en 1895 por el de Girardot en 1908, y por el de Barranquilla en 1891. Estos datos han sido utdizados para resaltar la influencia de los ferrocarriles en la expansión del sector cafetero. Sin embargo, la extensión de los rieles en el país era escasa y existía una separación física entre las líneas férreas. Por lo tanto, la mter-pretación de estos datos debe realizarse con cuidado. Por ejemplo, de acuer­do con M. Palacios (1980), en la segunda década del siglo xx las muías continuaban siendo el principal medio de transportar cate

La Gráfica 4 indica que la cantidad absoluta de cafe transportada en tren '^ presenta una tendencia decreciente. Una de las razones que puede

,. , „ ^^r, f"1 transcurso del üempo las carreteras explicar este descenso es que con el transcursu uc ^ empezaron a competir con los trenes. Además, el puerto de Buenaventu^ , en el Pacífico, se convirtió en el puerto más importante para las expor-

~ ^ ; f e ^ : l " r ¿ ^ a f é transportado por ^^ Barranquilla, Caldas, Cúcuta, Cundinamarca, La Dorada, Oiraraoi, i a Norte y Pacífico.

103

Page 106: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

GRÁFICA 4

Cantidad de café transportada por los ferrocarriles

600.000

E

1926 1934 1937 1946 1949 1961 1964 1967 1973 1976 1981

Años

FUENTE; Anuario General de Estadística de Colombia. Los Ferrocarriles en cifras. Memorias del Ministerio de Obras Públicas y Transporte, varios años.

taciones de café. De hecho, en 1950 más del 50 por 100 de las exportaciones de café se desplazaron por el ferrocarril del Pacífico a Buenaventura. Esto produjo una caída en la importancia de los demás ferrocarriles. Estadísticas disponibles indican que la participación del grano dentro del total de carga transportada por el ferrocarril de Antioquia pasó de 70 por 100 en 1895 a 20 por 100 en 1933 y a 7 por 100 en 1950, y la del ferrocarril de Girardot lo hizo de 70 por 100 en 1908 a 7 por 100 en 1950 " .

En resumen, al menos durante los primeros años del siglo, los ferro­carriles jugaron un papel importante en la expansión de las exportaciones cafeteras debido principalmente a que los primeros fueron construidos para transportar el grano hacia los puertos. Por lo tanto, no se busca determinar la existencia de una relación entre ferrocarriles y exportaciones de café, sino que se parte del hecho de que sí existió tal relación. Lo que se busca responder es ¿cuál fue el alcance de los trenes sobre la expansión de las exportaciones de café?

" Cálculos propios, con base en la información registrada en el Anuario General de Estadística, varios números.

104

Page 107: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

3.1. Metodología y resultados

Para responder la pregunta anterior se emplean técnicas de series tem­porales como el test de causalidad de Granger y estimaciones de vectores autorregresivos (VAR). El anáHsis se limita al P - ' ^ Í ^ / ? , ^ , ^ - ^ ^ , ^ , ^ ; ^ " ; razones. Primero, durante la Gueira CivÜ de los Mil Días (1899-1902) grandes extensiones de plantaciones de café fueron destruidas, la cons­trucción de ferrocarriles se paralizó, y las empresas arreas detuvieron sus operaciones. Segundo, a partir de los años cincuenta el 50 por 100 de los ferrocarriles fueron clausurados y los restantes fueron naaonalizados, por lo cual el transporte de carga por tren perdió participaaon dentro del total de carga terrestre. , .,

El test de Granger se utiHza para verificar la existencia de una relación de causaHdad, y determinar cuál fue la dirección entre la expansión de la red férrea (longitud en kilómetros de la red) y la expansión en las expor­taciones cafeteras (sacos de café de 60 küogramos). ^ s resultados pre^ sentados en el Cuadro 6 sugieren la existencia de una relación de causalidad en ambas direcciones'«. Es decir, las exportaciones de cafe ayudaron a expücar las expansiones en el sistema féireo, y los trenes ayudaron a exphcar la expansión de las exportaciones de café. Este resultado no es «o^^enden^ porque, como se mencionó anteriormente, los pnmeros ferrocamle se construyeron precisamente para transportar café hacia los puertos para lue­go exportarlo Adicionalmente, el café fue la carga de ^ompensaaon de los ferrocarriles que le garantizaban su rentabilidad económica, al menos durante los primeros años de funcionamiento. „,^,j ;^^

El siguiente sistema de vectores autorregresivos (VAR), P---^^^^^J^^¡

las internaciones dinámicas entre las exportaciones de cafe y la longitud

de la red férrea. y^ = ai+ Aii(L)y,^i + Ai2(L)x,_i + t + Mi, (2) x, = a2+ A2i(L)yt-i + ^22(L)x,_i + t + te (i)

de raíces unitarias en las senes. El resultado aei i - establecer la nula de una raíz. Es necesario t-^^*»;!" J^^^^^^^^ normalidad de los residuos. Para determinar «'rfzago op [e.en que éste debe de información de Akaike, Schwarz y Hannan-Quinn los cuales su ^ ^ ^^^^^^ ser igual a uno. Una vez establecido t°^den^^,["^^3dó era normal. Con este objetivo y se determinó si el proceso de ruido blanco ^f^^^^^¡\^,,^,^,Ao basado en el se utilizó el test de Portmanteau y el te^^ de nom j ^ ^ ^ . ,„ „ ^ ^ 3 , (^^.^ Lüt-tercero y cuarto momento {sk^ness V J«^'^^'^¿™ruido blanco y están normalmente kepohl, 1991). Según los estadísticos los residuos son lui distribuidos (véase anexo, pp. 118-119).

105

Page 108: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

CUADRO 6

Test de causalidad de Granger

Hipótesis nula (período 1905-195^)

Expansión de los rieles no causan en el sentido de Granger expansión en exportaciones de café

Expansión en exportaciones de café no causan en el sentido de Granger expansión de los

Número de rezagos

1

1

Estadístico F

6.206

4.040

Valor de probabilidad

0,004

0,025

donde: y, es el log de las exportaciones de café durante el período t; Xt es el log de la longitud de la red ferroviaria durante el período t; a, es la constante; /4,y son los polinoniios del operador de rezagos L, y HJ¿, [Xzt son los términos del error, los cuales son ruido blanco.

La Gráfica 5 presenta los resultados de la función impulso-respuesta derivada de la estimación del modelo VAR. En este caso, esta función cuantifica el efecto de un choque inicial en la longitud de la red férrea sobre las exportaciones de café y viceversa ^ . En general, estas innovaciones

GRÁFICA 5

Función Impulso-Respuesta

Respuesta de las exportaciones de café ante una innovación en los ferrocarriles

0,05

Respuesta de los ferrocarriles ante una innovación en las exportaciones de café

0,06

0,04

I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I

2 4 6 8 1012141618202224262830

Af^os

0,02 11 I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I

2 4 6 8 1012141618202224262830

Años

El problema de la identificación es importante en este tijx) de estimación. Para

106

Page 109: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

son medidas en términos de una desviación estándar de la variable a la que se le proporciona el choque en el primer período.

El eje vertical de la gráfica mide la respuesta ante la mnovacion, el eje horizontal mide el tiempo que sigue a dicha innovación y las hneas punteadas represeman los intervalos de confianza. Como se observa, mcre-mentos en la red férrea producen expansiones en las exportaciones de café. El efecto alcanza su máximo en el período cuatro y luego, dado la naturaleza estacionaria de la serie, el efecto empieza a desaparecer. De otra parte, un choque en las exportaciones de cafe afecta posiüvamente la longitud de la red férrea. Es decir, aumentos en las ^ o ^ ^ ^ ^ " " / ; café inducen nuevas construcciones o expansiones de la red. Al a - -guíen­te de la innovación la construcción de los ferrocarriles aumenta alcanzando su punto máximo a los cuatro años del choque; posteriormente, dado que la serie es estacionaria, el efecto en el tiempo desaparece.

Para faciHtar la interpretación de los ^^^-^''^^'''''''''''^^'¡^Tr darizar la magnitud de la respuesta en términos de la des-acion estand^ del residuo. ÍThomogeneización es de la siguiente -^^^'^1^^^;^^^^^ respuesta de cada variable por la desviación estándar f^J^¡^¡^J¿^^ varianza. Por lo tanto, todas las respuestas se ^-^-'^''22^1^11 de desviaciones estándar y se pueden interpretar como elasucidade^^n este caso, la elasticidad máxima, en el cuarto P ^ - ' ^ ^ / ^ P " ^ ¿^^^tg"^^^; de las exportaciones de café ante cambios en la red ^ ^ " ^ ' ^ ^ ^^ otra parte la elasticidad máxima de la red férrea ante can^bio en las expor­taciones de café es 0,14. Como se observa, la ^^^^-^'^^^'^^Zud caso de las exportaciones de café. Sin embargo, en ^ ^ o ^ - o s k m ^ ^ ^ ^ de esta respuesta es relativamente baja, debido a que a lo sumo representa un quinto de la desviación estándar (Gráfica 6). ^ ^

Una de las razones que P ^ ^ ^ " ^ ^ f / ^ ^ ^ ^ ^ sistema férreo no estaba mtegrado, ya que se ^xtenoic ^^ de rieles y las líneas estaban físicamente separadas. Por ^^^^^^^^^ los ferr Jarriles fomentaron y ñaeron importantes en ^^^^^'^^^^ café, éstos fiíeron ^ ^ P i ^ ^ n ^ ^m^ ^ ^ ^ ^ ^ los trenes importancia en el transporte de carga, i. F los ferrocarrileVen Colombia se construyeron relaüvamente tarde. El auge

r la descomposición de Choleski. El ordena-ortogonalizar las innovaciones, se "" '^^ f ^tac^nes de café seguido por el loga-miento de las variables es: logantmo de las « P » ™ " ^^ estos resultados el ritmo de la longitud de la red f " ™ ™ ; , ^ ; ^ ^ ^ ! ! at"vo sobre los resultados, debido orden de las variables no t.ene " " ' ^ f - o s erroré es pequeña (0,092). a que la correlación contemporánea entre los errores c ^ M

107

Page 110: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

GRÁFICA 6

Función Impulso-Respuesta Homogeneizada

Respuesta a una innovación de una desviación estándar del residuo

0,20

0,00 1 — I — I — I — \ — I — I — I — I — I — I — I — I — I — I — I — I — I — I — \ — I — I — I — I — I — I — I — r

1 3 5 7 9 11 13 15 17 19 21 23 25 27 29

Años

A Café — • — Rieles

en la construcción de los ferrocarriles coincidió con la época en la cual el desarrollo del transporte automotor estaba tomando impulso y por esta razón éstos reemplazaron a los ferrocarriles en el transporte de carga, inclui­do el café. Las políticas de transporte en Colombia no permitieron la con­solidación de un sistema en el cual tuvieran cabida los diferentes medios de transporte. A lo largo del tiempo, estas políticas llevaron al fortale­cimiento del transporte por carreteras en detrimento del transporte férreo y fluvial.

Si se compara con la experiencia de otros países latinoamericanos se encuentra que el caso de las exportaciones de café en Brasil fue similar al de Colombia. Según W. Summerhill (1995), los cultivadores de café en Brasil obtuvieron en un principio grandes beneficios con la disminución del costo de transporte generado por la construcción de los ferrocarriles; sin embargo, estos beneficios fueron decayendo rápidamente con el paso del tiempo. Por el contrario, en México los ferrocarriles jugaron un papel fundamental en el fomento de las exportaciones. De acuerdo con J. Coats-worth (1981), más de la mitad del ahorro social del transporte de carga de los ferrocarriles mexicanos fíie atribuido al sector exportador.

108

Page 111: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCABRO-ES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

4. DESARROLLO EN LA INFRAESTRUCTURA DE TRANSPORTE Y SU EFECTO SOBRE LA INTEGRACIÓN DEL MERCADO: CONVERGENCIA DE LOS PRECIOS DE PRODUCTOS AGRÍCOLAS ENTRE REGIONES

El desarroUo en infraestructura reduce el costo de transporte de un bien y, por lo tanto, su precio en el mercado. De esta forma, se conectan mercados distantes y se disminuye la brecha de precios de un mismo bien entre regiones. Esta sección busca verificar esta hipótesis para los precios agrícolas en Colombia utiHzando dos medidas: i) la evolución del coefícien e de variación, y ii) el cálculo de coeficientes de convergencia. Con es e fin, se ensamblan series de precios anuales para seis P'^^J'^^tf''"^' en las doce ciudades más grandes del país para el periodo 928-1990. Los bienes de la muestra son: patata, arroz, maíz, azúcar, sal y panela siendo estos bienes componentes típicos de una canasta de consumo en Colombia, y las ciudades son Bogotá, Barranquea Bucaramanga Cah, Manizales, Medellín, Pasto, Cartagena, Cúcuta, Neiva, Pereira y Villavi-cencio, las cuales representan diferentes regiones del país.

4.1. Evolución del coeficiente de variación

nes es el coeficiente de vanacion. Como se observa en dispersión inter-regional de los precios -^ff'^f''^'^''''^X^Z siderable. Esta dispersión fue el resultado de las ^efic-ncias en i ^ a e ^ tructura de transporte, debido en parte a barreras ^^^^f^^^'^^^^^^^^ taron en altos costos de transporte y aislamiento de las - f °""- f ^'^^ ^ la década de los treinta este -^cien^^^^^^^^

De hech^o, los coeficientes de variado, de a l ^ c . de los ^.los^a^colas

en 1938 son tres veces mas pequeños que en i7

ficiente puede estar asociada con el desarroUo del transporte, lo cud redup

las tarifís e i-erconectó algunos n ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^^^^^ en cuenta que este período se caractenzo por w P „^^„ntando dis-Guerra Mundial. De^ués de los años cuarenta se «^^^/^^J^"^^^^^^^ minuciones en el coeficiente de variación aunque a tasas mucho menores a las presentadas en la década de los tremta.

109

Page 112: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

GRÁFICA 7

Evolución del coeficiente de variación (C. V.) para el precio de algunos bienes en Colombia

Panela

0.5000

0,4000 1 Í ^^^S3! vi ifi w Ói Ói 0> v> \f> w Oi 9i Oi O) &t ^ Q

— • — C. V. panela

2. Patata 0.4500 I 0.4000 • • 0,3500 ^^ 0.3000 ^ 0.2500 - ^ a r — — 0.2000 ^ M l » « 0.1500 *t-i

0,3500 0.3000 0.2500 0.2000 0.1500 0.1000 0.0500 0,0000

uJ¥%^ Oi en ifi ^ ói ffi o> o> 9> ^ ^ {Ti Ui w w w

C. V. patatas

0,2500

0,1000'

3. Azúcar

1 -

k K l < %^

f*fff^ f^S r A

^ • ^W '

0.3000

0.2500

0.2000

0.1500

0,1000

0,0500

0,0000

Maíz

^^^k^^ 0,3000

0.2500

- C. V. maíz

5. An oz

0.2000

0.1500

0.1000

0.0500

0.0000

XM^HJ tfK, -C.V. arroz

Sal 0.4000 0.3500 0.3000 0.25OO 0.2000 0.1500 0,1000 0.0500 0.0000

'\f^M^

C. V. azúcar

o o ) o>o>9t<j>otO)Oi9>fj>o>fn<ji <jt

— • - C.V.sal

4.2. Convergencia entre pares de ciudades

Estimar la tasa de convergencia entre pares de ciudades, permite examinar si existe igualación de precios entre regiones. Para calcular la tasa de convergencia, se parte del supuesto que la relación de precios entre la región A y B puede ser descrita como PB = (1 + c) PA, donde c es el costo de transporte, y PA<PB- Por lo tanto, PB/PA tiende a uno cuando el costo de transporte tiende a cero. Esta relación se estima

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Page 113: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARRO-ES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

en términos de una especificación lineal logarítmica de la forma: ln(Ps/P^h = a. + P/ + e,. Si P<0 la serie converge, SI P>0 la sene diver­ge ^«. Para estimar esta relación es necesario construir razones de precios entre ciudades para cada bien, en donde la razón inicial debe ser mayor que uno; de esta forma, estas razones deben tender a uno en caso de convergencia. En el presente artículo, se examma la convergencia de los precios de seis bienes agrícolas entre siete ""^ades colombianas para el período 1928-1990 y los sub-períodos 1928-1950 y 1950- 990

Como se observa en el Cuadro 7, durante 1928-1950 ks tasas de cor. vergencia son en general mayores que las de 1950-1990. Esto se debe a que durante el primer período las dispersiones miciales entre prec o eran más grandes y, por lo tanto, la convergencia entre eUos "ende ^ s j ' más rápida Este resultado concuerda con la - ° » - " - . ^ ^ l ^ ^ ° ^ / " ^ ^ ^ ^ ^ variación descrita anteriormente. En particular, si se anaLza todo el penodo (1928-1990)^^ se encuentra que en el caso de la patata ocho razones de predo convergen, dos razones divergen, y el coeficiente ¿e las r e^n t e s once no es e s t á t i camen te significativo. Sin embargo, ^-^f^fm la tasa de convergencia es moderada, su rango ^ ^ ^ . ^ ^ ^ ^ . ^ w l r'^ón Si se toma la tasa de convergencia más alta (Cal^amzales) la azon de precios entre estas dos ciudades converge a una tasa ¿e O J 5 por 100 anual y tomaría cerca de noventa y dos años para cerrar la mitad de la

brecha del orecio entre estas dos ciudades. S o t t T a d o en el caso de la panela, doce razonesdep.^^^^^^^^^

dos razones divergen y siete no son - - a m ^ ^ ^ ^ ' ^ m l saha En general, la tasa ^e convergencia del precio de 1 ^ ^ ^ ^ convergencia que la de la patata. Para el precio del artoz se encuem B

para doce razones de precios, aunque la ---'^P'^'''^'\^;ZTZ el caso anterior. Para el maíz, once razones de ^'^''^'^^^IT'JZ la sal diez cocientes tienden a uno, y, por último, el precio del azúcar presentí as m e n " : : tasas de convergencia. L.s ^ ^ ^ ^ ^ ^ . ^ ^ ^ ^ entre las grandes ciudades colombinas ha si o - ¿ - g r a ^ ^ ^ ^ ^ los mercados en el largo plazo, aunque esta se na . _ . „ _ , . ^ue-moderado. La deficiencia existente en la mfraestructu^a ¿e t r ^ ^ ^ ^ de ser una de las causas para que la convergencia de los precios en demás regiones sea aún lenta.

^¡^lüTmetodología es utilizada P»^,'^. , f ^"f í " S ^ é n ' ' l ' ó r E s T Í d r U ^ vergencia de precios inducida por '^«7«'"^' '^" t l ^ S a y «1 azúcar el período

- Por motivos de disponibilidad de cifras para la panela y

se restringe a 1933-1990.

111

Page 114: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

CUADRO 7

Convergencia de precios entre ciudades. Producto: Arroz

Razones de precios entre ciudades

In (PB/PA)

Bogotá/Barranquilla

Bucaramanga/Bogotá

Bogotá/Cali

Bogotá/Medellín

Bogotá/Pasto

Bucaramanga/Barranquilla.

CaU/Barranquilla

Manizales/Barranquilla

Medellín/Barranquilla

Pasto/Barranquilla

Bucaramanga/Cali

Bucaramanga/Manizaies....

Bucaramanga/Medellín

Bucaramanga/Pasto

Manizales/Cali

Pasto/Cali

Medellín/Manizales

MedeUín/Pasto

1928-mo

Tasa de convergencia (fi)

-0 ,0376 (0,004)***

0,0048 (0,004)

-0 ,0194 (0,001)***

-0 ,0242 (0,002)***

-0 ,0213 (0,004)***

-0 ,0097 (0,0028)***

-0 ,0328 (0,006)***

-0 ,0182 (0,004)***

-0 ,0166 (0,004)***

-0 ,0192 (0,004)***

-0 ,0307 (0,004)***

-0 ,0145 (0,004)***

-0 ,0201 (0,005)***

-0 ,0176 (0,003)***

-0 ,0060 (0,005) 0,0056

(0,003)*

0,0031 (0,004) -0 ,0084

(0,003)** -0 ,0024 (0,005)

-0 ,0141 (0,002)***

0,0115 (0,004)**

R'

0,813

0,065

0,944

0,841

0,590

0,353

0,583

0,488

0,490

0,516

0,771

0,424

0,447

0,565

0,006

0,207

0,032

0,246

0,013

0,600

0,271

1950-J 990

Tasa de convergencia (p

-0 ,0014 (0,001)

0,0037 (0,002)*

0,0016 (0,001)

-0 ,0037 (0,001)***

-0 ,0020 (0,001)**

-0 ,0026 (0,001)

-0 ,0051 (0,001)***

-0 ,0024 (0,001)

-0 ,0051 (0,002)***

-0 .0035 (0,001)***

-0 ,0011 (0,001)

0,0021 (0,002)

0,0001 (0,002)

0,0016 (0,002)

- 0,0063 (0,001)***

-0 ,0021 (0,001)***

-0 ,0004 (0,001)

-0 ,0042 (0,001)

-0 ,0016 (0,001)**'

- 0,0063 (0,001)

-0 ,0046 (0,001)*'*

R-

0,052

0,099

0,088

0,386

0,297

0,107

0,245

0,064

0,226

0,185

0,018

0,026

0,001

0,021

0,351

0,260

0,014

0,188

0,202

0,379

0,316

ms-mo

Tasa de convergencia (^

- 0,0067 (0,001)*'*

-0 ,0011 (0,001) - 0,0052 (0,001)

-0 ,0030 (0,001)'**

-0 ,0021 (0,001)***

- 0,0002 (0,001)

-0 ,0077 (0,001)***

-0 ,0015 (0,001)

-0 ,0037 (0,001)***

- 0,0045 (0,001)*"*

-0 ,0064 (0,011)

-0 ,0063 (0 ,001)"*

-0 ,0041 (0,001)***

-0 ,0032 (0,001)**'

-0 ,0013 (0,001)

-0 ,0022 (0,000)***

-0 ,0031 (0,001)***

- 0,0050 (0,001)*'*

-0 ,0010 (0,0006)

-0 ,0020 (0,0012)

0,0020 (0,001)'*

R'

0,357

0,023

0,451

0,168

0,101

0,001

0,396

0,037

0,230

0,347

0,030

0,374

0,165

0,161

0,031

0,308

0 309

0,288

0,027

0,074

Notas: Desviaciones standard en paréntesis, al 5 por 100, *** significativo al 1 por 100.

significativo al 10 por 100, ** significativo

112

Page 115: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARIULES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBIANA

CUADRO 7 (Cont.) Convergencia de precios entre ciudades. Producto: Maíz

Razones de precios entre ciudades

In (PB/PA)

Bogotá/Barranquilla

Bogotá/Bucaramanga

Cali/Bogotá

Manizales/Bogotá

Bogotá/Medellín '

Bogotá/Pasto

Bucaramanga/Barranquilla.

Caü/Barranquiña

Manizales/Barranquilla

Barranquilla/Medellín

Pasto/Barranquilla

CaÜ/Bucaramanga

Bucaramanga/Manizales ....

Bucaramanga/Medellín

Bucaramanga/Pasto

Manizales/Cali

Cali/Medellín

Cali/Pasto

Manizales/MedelUn

Manizales/Pasto

Medelli'n/Pasto

msmo^ Tusa de

convergencia (fi)

0,0018 (0,009) -0,0028 (0,0079) -0,0093 (0,004)** -0,0078 (0,007) -0,0159

(0,004)*** -0,0123 (0,006)**

0,0047 (0,008) -0,0069 (0,009) 0,0056 (0,008) -0,0286

(0,006)*** 0,0040 (0,009) -0,0117 (0,006)* -0,0009 (0,010) -0,0007 (0,005) -0,0094 (0,008) 0,0014 (0,006) -0,0253

(0,005)*** -0,0211 (0,007)** -0,0238 (0,007)** -0,0084 (0,010) -0,0119

(0,005)***

K'

0,003

0,008

0,174

0,059

0,393

0,235

0,019

0,039

0,028

0,493

0,015

0,155

0,001

0,001

0,071

0,003

0,597

0,334

0,317

0,045

0,225

mo-im

Tasa de convergencia (fi)

0,0012 (0,003) -0,0110

(0,002)*** -0,0154

(0,002)*** -0,0122

(0,002)*** -0,0108

(0,002)*** 0,0091

(0,002)*** -0,0090

(0,001)*** -0,0125

(0,001)*** -0,0110

(0,002)*** -0,0095

(0,002)*** . -0,0095

(0,002)*** -0,0042

(0,001)*** -0,0018 (0,002) -0,0002 (0,001) -0,0003 (0,002) 0,0020 (0,001) -0,0042

(0,001)*** -0,0047

(0,002)*** -0,0018 (0,001)** -0,0026 (0,002) -0,0002 (0,002)

R

0,006

0,461

0,603

0,496

0,458

0,415

0,543

0,669

0,529

0,504

0,410

0,245

0,037

0,000

0,001

0,091

0,312

0,227

0,285

0,061

0,000

1928-1990

Tasa de convergencia (f)

-0,0018 (0,001) 0,0047

(0,001)*** -0,0062

(0,001)*** -0,0080

(0,000)*** 0,0037 (0,002) 0,0045

(0,001)*** -0,0105

(0,001)*** -0,0090

(0,001)*** -0,0104

(0,001)*** -0,0123

(0,002)*** -0,0106

(0,001)*** -0,0014 (0,001) -0,0015 (0,001) -0,0016 (0,001) -0,0006 (0,001) -0,0014 (0,001) -0,0026 (0,001)** -0,0021 (0,001)* -0,0040

(0,001)*** -0,0024 (0,002) -0,0024 (0,001)**

2

R'

0,034

0,221

0,287

0,421

0,126

0,194

0,692

0,507

0,617

0,761

0,571

0,034

0,027

0,071

0,005

0,027

0,087

0,054

0,142

0,060

0,074

r ~ i ' , cíe * .¡ipnificativo al 10 por 100, ** significativo Notas: Desviaciones standard en paréntesis, significativo i -

al 5 por 100, *** significativo al 1 por 100. Medellín/Bogotá para el maíz. ' Para el período 1950-1990 la ^ ^ ° " ' * ; P ; ^ ^ ; „ , : „ disponibles a partir de 1934. ' Los datos para el maíz en Pasto solo se encuentran y^

113

Page 116: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

CUADRO 7 (Cont.)

Convergencia de precios entre ciudades. Producto: Patata

Kazones de precios entre ciudades

In (PB/PA)

¡928-mO

Tasa de convergencia (fi)

mo-mo Tasa de

convergencia (fi) R-'

1928-mO

Tasa de convergencia (fi) R'

Barranquilla/Bogotá

Bucaramanga/Bogotá

Cali/Bogotá

Manizales/Bogotá

Medellín/Bogotá

BogotáíPasto

Bucaramanga/Barranquilla.

CaÜ/Barranquilla

Manizales/Barranquilla

Barranquilla/Medellín

Barranquilla/Pasto

CaÜ/Bucaramanga

Bucaramanga/Manizales....

Bucaramanga/Medellín

Bucaramanga/Pasto

Cali/Manizales

Cali/Medelli'n

Cali/Pasto

Manizales/Medellln

Manizales/Pasto

Medellín/Pasto

-0,0049 (0,003)

-0,0122 (0,006)**

-0,0236 (0,006)***

-0,0106 (0,008) 0,0058 (0,004) -0,0169

(0,004)***

-0,0089 (0,005) 0,0008 (0,005) 0,0163 (0,009)

-0,0113 (0,005)** -0,0327

(0,008)*** -0,0081 (0,006) -0,0087 (0,006) -0,0050 (0,008) -0,0212

(0,009)** -0,0168

(0,008)** 0,0301

(0,007)*** -0,0294

(0,011)*** -0,0170 (0,009)* -0,0125 (0,014) -0,0014

(0,005)**

0,074

0,269

0,402

0,081

0,089

0,446

0,118

0,002

0,128

0,203

0,493

0,108

0,105

0,019

0,241

0,235

0,492

0,292

0,155

0,048

0,174

-0,0113 (0,001)*'-*

-0,0041 (0,001)***

-0,0079 (0,002)***

-0,0053 (0,001)***

-0,0024 (0,002) 0,0099

(0,002)*** -0,0072

(0,001)** -0,0032 (0,002)* -0,0059

(0,001)*** -0,0080

(0,002)*** 0,0014 (0,002) -0,0040

(0,002)*** -0,0012 (0,001) 0,0007 (0,002) 0,0032 (0,002) -0,0043

(0,002)*** -0,0048 (0,003) 0,0022

(0,0016) 0,0020 (0,002) 0,0074

(0,002)**' 0,0052 (0,003)

0,804

0,237

0,288

0,335

0,056

0,434

0,481

0,069

0,296

0,347

0,013

0,112

0,022

0,004

0,049

0,174

0,062

0,054

0,024

0,335

0,067

-0,0045

(0,001)*** -0,0020

(0,001)*** -0,0067

(0,001)*** -0,0014 (0,001) 0,0005 (0,001) 0,0007 (0,001) 0,0022 (0,001)* -0,0005 (0,001) 0,0028

(0,001)** -0,0034

(0,001)*** -0,0017 (0,002) -0,0050

(0,001)*** -0,0006 (0,001) 0,0008 (0,001) -0,0010 (0,002) -0,0075

(0,001)*** -0,0075

(0,002)*** -0,0008 (0,002) -0,0035

(0,002)** -0,0007 (0,001) 0,0017 (0,002)

0,339

0,094

0,330

0,023

0,007

0,006

0,081

0,004

0,081

0,138

0,022

0,292

0,010

0,009

0,006

0,593

0,255

0,006

0,089

0,004

0,020

Notas: Desviaciones standard en paréntesis, al 5 por 100, *** significativo al 1 por 100.

significativo al 10 por 100, ** significativo

114

Page 117: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBL\NA

CUADRO 7 (Cont.)

Convergencia de precios entre ciudades. Producto: Panela

Razones de precios entre ciudades

I» (PB/PA)

Barranquilla/Bogotá

Bogotá/Bucaramanga

Bogotá/Cali

Manizales/Bogotá

Bogotá/Medellín

Bogotá/Pasto '

Barranquilla/Bucaramanga.

BarranquUla/Cali

Barranquilla/Manizales

Barranquiña/Medellín

Barranquilla/Pasto

Bucaramanga/Caü

Manizales/Bucaramanga ....

Medellln/Bucaramanga

Pasto/Bucaramanga

Manizales/Cali

Medellín/Cali

Cali/Pasto

Manizales/Medellín

Manizales/Pasto

Medellín/Pasto

1928-mO

Tasa de convergencia I

0,0018 (0,012) -0,0369

(0,006)*** -0,0158

(0,005)*** -0,0090 (0,005)* -0,0138 (0,008)* -0,0681

(0,013)*** -0,0314

(0,009)*** 0,0086 (0,011) 0,0108 (0,012) -0,0120 (0,012) -0,0577

(0,014)*** 0,0086 (0,011) -0,0459

(0,007)*** -0,0231

(0,007)*** 0,0168 (0,014) -0,0127 (0,007)* 0,0095 (0,008) -0,0749

(0,013)*** -0,0228

(0,007)*** -0,0771

(0,012)*** -0,0542

(0,013)***

R'

0,002

0,683

0,353

0,170

0,171

0,645

0,493

0,039

0,050

0,059

0,494

0,039

0,757

0,423

0,082

0,154

0,086

0,690

0,440

0,719

0,520

mO-1990

Tasa de convergencia {

0,0085 (0,002)*** -0,0085

(0,001)*** -0,0200

(0,002)*** 0,0123

(0,002)*** -0,0104

(0,002)*** 0,0048 (0,003) -0,0004 (0,001) -0,0109

(0,001)*** -0,0051 (0,001)** -0,0025 (0,001)** -0,0035 (0,002) -0,0115

(0,001)*** 0,0024 (0,002) 0,0017 (0,001) -0,0030 (0,002) -0,0058

(0,001)*** -0,0077

(0,001)*** -0,0013

(0,0021)*** -0,0020 (0,001)* 0,0015 (0,002) 0,0008 (0,002)

0,412

0,463

0,801

0,549

0,447

0,051

0,003

0,764

0,367

0,086

0,061

0,669

0,062

0,037

0,078

0,556

0,605

0,343

0,074

0,016

0,005

1928-1990

Tasa de convergencia (f)

-0,0001 (0,002) -0,0162

(0,001)*** -0,0152

(0,001)*** 0,0053

(0,001)*** -0,0100

(0,001)*** -0,0021 (0,002) -0,0097

(0,002)*** -0,0102

(0,001)*** -0,0023 (0,001)** -0,0050

(0,001)*** 0,0032 (0,002) -0,0005 (0,001) -0,0047 (0,002)** -0,0046

(0,001)*** -0,0110

(0,002)*** -0,0061

(0,001)*** -0,0060

(0,001)*** -0,0097

(0,001)*** -0,0016 (0,001) 0,0025 (0,002) 0,0044

(0,002)**

R'

0,000

0,765

0,781

0,281

0,627

0,013

0,452

0,575

0,125

0,223

0,032

0,003

0,139

0,219

0,362

0,589

0,398

0,450

0,045

0,045

0,126

Notas: Desviaciones standard en paréntesis, signiiita

al 5 por 100, *** significativo al 1 por 100.

ID

Page 118: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

CUADRO 7 (Cont.)

Convergencia de precios entre ciudades. Producto: Sal

Razones de precios entre ciudades

In (PB/PA)

Bogotá/Barranquilk

Bucaramanga/Bogotá

Bogotá/Cali

Manizales/Bogotá

Medellín/Bogotá

Pasto/Bogotá

Bucaramanga/Barranquilla.

Caü/Barranquilla

MamzaleVBarranquilla

Medellín/Barranquilla

Pasto/Barranquilla

Bucaramanga/Cali

Bucaramanga/Manizales ....

Bucaramanga/Medellín

Pasto/Bucaramanga

Cali/Manizales

Cali/Medellin

Pasto/Cali

MedellírVManizales

Pasto/Manizales

Pasto/Medellín

J92«-]950

Tasa de convergencia (j8)

mo-mo Tasa de

convergencia { R'

ms-mo Tasa de

convergencia {

-0 ,0092 (0,005)* -0 ,0212

(0,005)*** -0 ,0165 (0,007)** -0 ,0099 (0,007)

-0 ,0282 (0,001)***

-0 ,0014 (0,014)

-0 ,0154 (0,006)***

-0 ,0221

(0,005)***

-0 ,0073 (0,004)***

- 0,0224 (0,008)***

0,0044 (0,01)

-0 ,0085 (0,004)**

- 0,0232 (0,004)***

-0 ,0082 (0,006)

-0 ,0032 (0,007)** -0 ,0148

(0,005)*** 0,0117 (0,009) -0 ,0001 (0,006)

-0 ,0183 (0,006)***

0,0085 (0,013) -0 ,0050 (0,010)

0,155

0,520

0,239

0,106

0,329

0,006

0,272

0,444

0,161

0,318

0,006

0,191

0,592

0,076

0,009

0,286

0,090

0,001

0,394

0,026

0,010

-0,0029 (0,004) - 0,0079

(0,002)*** - 0,0004 (0,002) 0,0013 (0,002)

-0 ,0018 (0,002)

-0 ,0089 (0,003)** -0 ,0045 (0,003)* 0,0030 (0,003)

-0 ,0021 (0,003)

-0 ,0016 (0,003)

-0 ,0055 (0,002)**

- 0,0075 (0,001)***

- 0,0066 (0,002)***

-0 ,0061 (0,001)***

0,0008 (0,002) 0,0008 (0,002) 0,0014 (0,001)

-0 ,0093 (0,003)***

- 0,0005 (0,002)

-0 ,0081 (0,002)***

-0 ,0078 (0,003)***

0,020

0,311

0,001

0,009

0,023

0,176

0,077

0,024

0,015

0,010

0,125

0,470

0,261

0,549

0,004

0,007

0,048

0,275

0,003

0,280

0,221

-0 ,0061 (0,002)***

-0 ,0036 (0,001)***

-0 ,0024 (0,001)**

0,0001 (0,001)

-0 ,0031 (0,003)

-0 ,0008 (0,002)

-0,0097 (0,002)***

- 0,0086 (0,002)***

-0 ,0059 (0,001)***

-0 ,0092 (0,001)***

-0 ,0025 (0,002)

-0 ,0011 (0,001)

- 0,0037 (0,001)***

-0 ,0005 (0,001) 0,0027 (0,002)

-0 ,0026 (0,001)***

0,0006 (0,001) 0,0016 (0,002)

-0 ,0032

(0,001)*** -0 ,0010 (0,001) 0,0022 (0,002)

0,199

0,106

0,079

0,003

0,087

0,003

0,353

0,342

0,274

0,429

0,027

0,021

0,121

0,004

0,063

0,092

0,006

0,017

0,168

0,006

0,023

Notas: Desviaciones s tandard e n paréntesis, * significativo al 10 por 100, ** significativo al 5 por 100, *** significativo al 1 por 100.

116

Page 119: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE LA ECONOMÍA COLOMBLWA

CUADRO 7 (Cont.)

Convergencia deprecias entre ciudades. Producto: Azúcar

ÍMZones de precios entre ciudades

h (PB/PA)

Bogotá/Barranquilla

Bucaramanga/Bogotá

Bogotá/Cali

ManizaleVBogotá

Bogotá/Medellín

Pasto/Bogotá

Bucaramanga/Barranquilla.

Caü/Barranquilla

Manizales/Barranquilla'

Medellín/Barranquilla

Pastc/Barranquilla

Bucaramanga/Cali

Bucaramanga/Manizales ....

Bucaramanga/Medellín

PastcVBucaramanga

Cali/Manizales

Cali/Medellín'

Pasto/Cali

Medellín/Manizales

Pasto/Manizales

Pasto/Medellín

1928-mO

Tasa de convergencia (

-0,0044 (0,002)'* -0,0018 (0,004) 0,0052 (0,004) -0,0008 (0,001) 0,0014 (0,003) 0,0064 (0,006) -0,0062 (0,003)** -0,0095 (0,004)** -0,0052 (0,002)** -0,0058 (0,003)** -0,0108 (0,005)** 0,0034 (0,005) -0,0010 (0,002) -0,0004 (0,004) -0,0046 (0,005) -0,0043 (0,004) -0,0083 (0,004)** 0,0012 (0,007) -0,0071 (0,003)** -0,0055 (0,005) -0,0050 (0,006)

R'

0,200

0,014

0,111

0,012

0,012

0,070

0,199

0,258

0,250

0,173

0,212

0,025

0,010

0,005

0,051

0,060

0,255

0,002

0,212

0,064

0,038

WO-1990

Tasa de convergencia (

-0,0012 (0,001) 0,0009 (0,001) -0,0022

(0,001)*** -0,0034

(0,001)*** -0,0022 (0,001)* -0,0014 (0,001) -0,0022

(0,001)*** -0,0014 (0,001) -0,0022 (0,001)* -0,0004 (0,001) 0,0004 (0,002) -0,0035

(0,001)*** -0,0044

(0,001)*** -0,0026

(0,001)*** -0,0019 (0,001) 0,0013 (0,001) -0,0010 (0,001) 0,0003 (0,001) 0,0017 (0,001) -0,0013 (0,002) -0,0024 (0,001)

0,058

0,048

0,245

0,211

0,072

0,035

0,275

0,055

0,082

0,005

0,002

0,307

0,271

0,145

0,048

0,048

0,001

0,001

0,037

0,021

0,001

1928-1990

Tasa de convergencia (

-0,0026 (0,001)*** -0,0007 (0,001) 0,0007 (0,001) -0,0010 (0,001) -0,0030

(0,001)*** -0,0012 (0,001) -0,0038

(0,001)*** 0,0009 (0,001) -0,0016 (0,001)* 0,0003 (0,001) -0,0046

(0,001)*** -0,0009 (0,001) -0,0019

(0,001)*** -0,0044

(0,001)*** -0,0008 (0,001) -0,0012 (0,001)* -0,0037

(0,001)*** -0,0009 (0,001) -0,0022 (0,001)** -0,0027

(0,001)*** -0,0042

(0,001)***

R'

0,374

0,042

0,020

0,042

0,252

0,037

0,547

0,031

0,084

0,001

0,288

0,038

0,143

0,442

0,019

0,057

0,222

0,016

0,095

0,128

0,269

' Para el período 1950-1990, la razón de azúcar, para el período 1950, la razón de precios

Notas: Desviaciones standard en paréntesis al 5 por 100, *** significativo al 1 por 100.

precios es BarranquiUa/Manizales para el

es Medellín/Cali para el azúcar,

significativo al 10 por 100, ** significativo

117

Page 120: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

5. CONCLUSIÓN

A diferencia de otros países latinoamericanos, como Brasil y México, en Colombia la construcción de los ferrocarriles no jugó un papel primordial en el crecimiento económico. A diferencia de éstos, la magnitud del ahorro social no fue considerable, y su influencia tanto en la integración del mer­cado interno como en la expansión del extemo no fue excepcional. El problema radicó en que los ferrocarriles en Colombia se construyeron muy tarde. El auge en la construcción de ferrocarriles coincidió con la época en la cual el desarrollo del transporte automotor estaba tomando impulso y por esta razón las carreteras reemplazaron rápidamente a los ferrocarriles. Esto sumado al hecho de que se extendieron pocos kilómetros de red férrea, las líneas estaban físicamente separadas y el tamaño de la trocha era distinto entre ferrocarriles; por lo tanto, el país no contó con un sistema férreo que comunicara de forma eficiente las diferentes regiones colom­bianas.

ANEXO

Modelo que incluye el log de las exportaciones de café y el log de los kilómetros de ferrocarriles: 1903-1935

Test de Dickey y Fuller Aumentado

Café Ferrocarriles

Variable dependiente (t-1) -0,4324 -0,0833 (t-estadístico) ( - 3,19) ( - 4,45)

Constante 2,7702 0,6357 (t-estadístico) (3,26) (4,64)

Tendencia 0,0232 (t-estadístico) (3,01)

Número de rezagos O 2

Ljung-Box Q: L(Q) L( l l ) = 9,45 L( l l ) = 5,27 valor de probabilidad 0,58 0,92

Multiplicador Langrange LM(4) = 1,213 LM(4) = 0,331 valor de probabilidad 0,3198 0,8553

Normalidad Jarque-Bera 0,2924 4,56 valor de probabilidad 0,8639 0,1022

Nota: El valor critico de Mackinnon del 10 por 100 para rechazar la hipótesis nula de presencia de raíz unitaria es: — 3,1828.

118

Page 121: Revista de Historia Económica - UC3M

LOS FERROCARRILES Y SU IMPACTO SOBRE I ^ ECONOMÍA COLOMBIANA

Crüeno de información para obtener el remgo óptimo

Número de rezagos Akaike Schwarts Hannan-Quinn (p) (AIC) (SC) (HQ)

1 - 9 9332* -9,7649* -9,8729* 2 -9Í8321 -9,5044 -9,7113 3 _9;7631 -9,2715 -9,5818 4 _ 9,6848 -9,0294 -9,4431 5 -9,6194 -8.8002 -9,3173

Nota: El orden de p es escogido como aquel que minimiza

el valor del criterio.

Test de Portmanteau para autocorrelación

, , * Estadístico Probabilidad (P)

1 44,03 0,4703 2 44,05 0,3041 3 41,61 0,2398 4 40J1 0,1389

Nota: Hipótesis nula: los residuos son ruido blanco.

Test multivariado de normalidad

Número de rezagos Estadístico Probabilidad

1 X, = 0,7866 0,6748 ^ X = 2,6752 0,2647

¿ = 3,4618 0,4837 2 X = 7,1789 0,0276

X = 2,3679 0,3061 X = 9,5468 0,0587

, X = 2,7652 0,2509

^ X = 0,3034 0,8593

X3 = 3,0685 0,5464

4 Xi = 1,9766 0,3722

^ X = 2,3409 0,3102 ¿ ^ 4.3175 0,3647

Nota: El test se basa en el tercer y cuarto momento de la distribución normal. Hipótesis nula: el proceso generador de los datos es normal.

119

Page 122: Revista de Historia Económica - UC3M

MARÍA TERESA RAMÍREZ

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Page 125: Revista de Historia Económica - UC3M

(ÍHUBO CONVERGENCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS ANTES DE LA I GUERRA MUNDIAL?

DANIEL A. TIRADO FABREGAT JORDIPONS NOVELL

Universitat de Barcelona

RESUMEN

En este trabajo se ofrece un resumen de la Üteratura teórica y empírica sobre la convergencia económica y se presenta una primera caracterización del comportamiento del PIB per cápita relativo en Europa en el penodo previo a la I Guerra Mundial. Del estudio con datos de corte transversal se deduce el incumplimiento de la hipótesis de p-convergencia y se verifica U existencia de p-convergencia a estados estacionarios que son i s tmtos para cada uno de los países. El anáUsis con datos de serie temporal refuerza el cuadro. Duran-te el período 1870-1913, sólo los países con niveles de renta per capiU de partidVmedios lograron acercarse a los niveles de PIB per capito de los mi-cialmente más ricos.

ABSTRACT

This article offers a survey of the theoretical and empirical Üterature on economic convergence. It also carries out a first attempt to charactenze the evolution of rektive per capiu GDP levéis across European countnes before IWW (1870-1913). Cross section analysis confirms the mexistence ot p-con-

N. de E.: Fecha de recepción del original: noviembre 1999. Fecha de la revisión definitiva: diciembre 2000.

* El estudio se ha beneficiado de la financiación ofrecida por el Mimsteno de Educación y Cultura a través de los proyectos: PB 98-1187 y SEC 99-0432. Daniel Tirado también ha recibido financiación del Ministerio de Educación y Cultura a través de la ayuda SM1999-0004 Los autores agradecen los comentarios y sugerenaas de Joan Ramón BorreU, Alfonso Herranz, Marc Prat, Caries Sudriá y tres evaluadores anónimos.

Revista de Historia Económica Año XIX. Invierno 2001. N." 1.

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DANIEL A. TIRADO FABREGAT Y JORDI PONS NOVELL

vergence but the acomplishment oí P-convergence hipothesis in a model that allows the consideration of difíerent steady-states across countries. Time series analysis confírms that, during the period 1870-1913, only countries with médium per capita GDP levéis converged on those having the highest income levéis in 1870.

1. INTRODUCCIÓN

La mayor parte de la abundante literatura empírica sobre los procesos de convergencia ha analizado, básicamente, el período posterior a 1950. Sin embargo, en los trabajos seminales de Abramovitz (1986) o Baumol (1986) se insistía sobre la necesidad de estudiar la convergencia económica como un proceso de largo plazo. En este sentido, Jeffrey G. Williamson ha sostenido que es conveniente analizar estos procesos en un ámbito tem­poral que debería arrancar en la segunda mitad del siglo xix. En particular, ha resaltado que el primer gran período en el que la convergencia económica caracterizó el comportamiento agregado de la muestra de países que com­pondrían el llamado club OCDE fue el que va entre 1870 y 1913 \

Centrándose en este período, el análisis de los determinantes de la convergencia entre las economías atlánticas ha servido para mostrar la rele­vancia de factores poco destacados en los estudios referidos al período posterior a la 11 Guerra Mundial. Por una parte, un grupo de trabajos ha demostrado la importancia de la globalización de los mercados de fac­tores en la comprensión de la convergencia económica . A la vez, se ha señalado que el catch-up tecnológico, entendido como acercamiento en la productividad del trabajo en los sectores industriales, no parece ser una pieza relevante en la realización del proceso'. En definitiva, el cambio en la estructura del producto, favorecido por el flujo de factores (trabajo y capital) y bienes que caracterizó al período, debe ser considerado el elemento clave en la comprensión de la dinámica de crecimiento en este pen'odo''.

' Williamson (1996), pp. 277-285. Para el período 1870-1913, los países que componen este club OCDE (también llamado Economía Atlántica) serían Dinamarca, Finlandia, Norue­ga, Suecia, Italia, Portugal, España, Irlanda, Bélgica, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Holan­da, Argentina, Australia, Canadá y Estados Unidos.

' Williamson (1996), pp. 288-295, O'Rourke y Williamson (1997), pp. 168-172. ' Broadberry(1996),pp. 335-341. '' Williamson (1996), p. 278, y Broadberry (1996), p. 343. Esta conclusión está direc­

tamente relacionada con la tesis que, para el análisis de la evolución de la economía británica, ha sido sostenida por N. F. R. Crafts. Una síntesis en Crafts (1998).

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¿HUBO CONVERGENCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

Sin embargo, cuando se ha restringido la muestra seleccionada a los países europeos, los resultados han sido menos claros. En este sentido, Gabriel TorteUa ha destacado la existencia de una pauta de comportamiento en los países más periféricos de Europa que sería de divergencia durante el siglo XDC y convergencia en el xx ' . El propio Jeffrey WilHamson aun manteniendo que la convergencia caracterizó el comportamiento de los países europeos durante estos años, ha reconocido que ésta tuvo una enver­gadura modesta en términos agregados, ya que los casos más exitosos (paí­ses escandinavos) fueron compensados por fracasos significativos (España y Portugal). En cualquier caso, recomienda Williamson, la experiencia euro­pea merece una mirada más atenta .

Por eUo a lo largo de estas páginas, presentaremos una primera carac­terización del comportamiento del PIB per cápita relativo en Europa en el período previo a la I Guerra Mundial. En particular, trataremos de iden­tificar la existencia de patrones de convergencia entre los Estados europeos y, en última instancia, anaHzaremos si éstos favorecieron la reducción de las divergencias existentes entre las distintas economías o si, por contra, Ümitaron esta posibiHdad a algunos pocos países. Apoyándonos en esta evidencia, trataremos de avanzar hipótesis razonadas sobre los determi­nantes de la dinámica de crecimiento comparado de los países europeos durante estos años que puedan servir para completar el diagnóstico sugerido por los trabajos reseñados.

El trabajo se organiza de la siguiente manera. En primer lugar, en el punto dos, presentaremos el marco teórico. A continuación, en el punto tres, ofreceremos algunos conceptos y métodos empleados habitualmente en el anáHsis empírico de los procesos de convergencia. El punto cuatro servirá para presentar la base de datos sobre la que se construye el estudio. Posteriormente, el punto cinco ofrecerá una primera aproximación a la dinámica del PIB per cápita relativo en Europa durante los anos 1870-1913 utilizando dos aproximaciones empíricas al estudio de la convergencia: la que se deriva del análisis de datos de corte transversal y la ofrecida por

' TorteUa (1994) p 1 Entre eUos se situarían ItaUa, España y Portugal. <• En este sentido, cabe señalar la práctica inexistencia de estudios empíneos sobre

la convergencia entre los Estados europeos durante el período previo a la Gran Guerra. Entre los que centran su anáüsis en este período, la mayor parte analiza la evolución relativa de las economías europeas en muestras que incluyen un numero ^^^ 3 ^ ° ¿e pais« (éste sería el caso de muchos de los trabajos publicados por Jeffrey Williamson y su grupo de colaboradores, citados en la nota 2). Un precedente cercano al trabajo que aquí se presenta sería Prados, Daban y Sanz (1993), pp. 3-12.

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DANIEL A. TIRADO FABREGAT Y JORDI PONS NOVELL

el estudio de datos de serie temporal. Unos comentarios finales sintetizan las principales conclusiones que se derivan del análisis realizado.

2. EL MARCO TEÓRICO ^

El estudio de la evolución relativa de la renta per cápita entre distintas economías es un elemento de importancia clave en la literatura del cre­cimiento económico. En ésta, la predicción que se establece tanto sobre la viabilidad del crecimiento económico sostenido como sobre la evolución de las divergencias internacionales en renta per cápita, depende básica­mente de dos supuestos tecnológicos. La existencia o no de rendimientos decrecientes en el uso de los factores, incluido el conocimiento técnico, y la consideración de si éste es o no un bien público entre los países.

Dentro de esta vasta literatura, la versión más sencilla de los modelos neoclásicos apuesta por la existencia de rendimientos decrecientes en el uso de los factores y por el libre acceso de todas las economías a un nivel de desarrollo tecnológico común. Por ello, este tipo de modelos predice que el crecimiento de la renta per cápita no es sostenible en el largo plazo. Por contra, ofrecen implicaciones positivas sobre la evolución tendencial de los diferenciales de renta existentes entre las economías *.

Sin progreso técnico, los rendimientos decrecientes en el uso del capital suponen que su producto marginal decrece en la medida que una economía alcanza un nivel de renta y un stock de capital per cápita más alto. Con ello, se reducen los incentivos al ahorro y la contribución al crecimiento de la renta de un volumen dado de inversión. Con esta lógica interna, de este tipo de modelizaciones emana la hipótesis de convergencia a largo plazo en los niveles de renta: los países más pobres tendrán mayores incen­tivos a ahorrar y mayores tasas de crecimiento del producto ante inversiones similares. Por lo tanto, estos países tenderán a reducir la distancia que los separa de los países más ricos. Además, en este marco teórico, las consideraciones de economía abierta refuerzan la predicción. Los flujos internacionales de bienes y factores contribuyen a la igualación internacional de los precios y con ello al cumplimiento de la predicción de convergencia en los niveles de renta per cápita.

' Este apartado es deudor de las síntesis sobre la conceptualización teórica de la con­vergencia ofrecidas en Galor (1996), pp. 1056-1061, Sala-i-Martin (1996), pp. 1020-1028, y De la Fuente (1997), pp. 30-36.

* El punto de partida de esta conceptualización se encuentra en Solow (1956).

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Page 129: Revista de Historia Económica - UC3M

¿HUBO CONVERGENCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

La introducción de la posibiHdad de progreso técnico exógeno faciUta la explicación del crecimiento de largo plazo y no modifica las predicciones en términos de convergencia, siempre y cuando consideremos a la tec­nología como un bien púbUco, al que los países tienen libre acceso. Eri este sentido, aparece un nuevo elemento impulsor de la convergencia, el

catch-up tecnológico'. j i j -Sin embargo, los trabajos empíricos sobre la evolución de las dispa­

ridades de renta en el largo plazo no han servido para confirmar las pre­dicciones que emanan de las modelizaciones neoclásicas del crecimiento interpretadas de una forma extrema. Ésta es una de las razones que estmiulo la aparición de un amplio y heterogéneo grupo de trabajos que podríamos encuadrar en la acepción de literatura del crecimiento endógeno y que ha ofrecido una alternativa a las aproximaciones neoclásicas al concepto de convergencia ^°. Estos estudios han anaHzado la dinámica de crecimiento de las economías en caso de aceptarse otros supuestos de partida distmtos a los del modelo neoclásico; recordemos, rendimientos decrecientes y deter­minación exógena del progreso técnico. Han venido a demostrar que la aceptación de rendimientos crecientes en la función de producción agregada permite invertir las predicciones que sobre evolución de las dispandades imemacionales de rema genera la visión neoclásica. En esencia, la nueva asunción nos Uevaría a argumentar que la tasa de crecmiiento debe crecer con el tiempo y con el nivel de renta. Con ello, las divergencias miciales

tenderían a incrementarse. , . ,. i- i Versiones menos extremas en este cuerpo de la hteratura exphcan la

sostenibiHdad del crecimiento en formulaciones en las que el progreso téc­nico es determinado de forma endógena mediante las decisiones privadas de inversión en capital humano o tecnológico siempre que este tipo de actividades no estén sujetas a rendimientos decrecientes. Estos modelos predicen la existencia de divergencias permanentes en los mveles de renta de los distintos países y que éstas pueden deberse a diferencias en las poUticas económicas implementadas, en las dotaciones miciales de factores o en el tamaño de mercado. , , , -i- j

Este tipo de predicciones parece acercarse mas a los hechos estilizados del crecimiento económico contemporáneo. Sin embargo una visión rnas detenida de los modelos neoclásicos anuncia que sus predicciones pueden

' Sobre el particular ver Abramovitz (1986), pp. 386-390. •° E Ttos t r E o s se inspiran en ideas popularizadas en aportaciones clasicas como las

de Arrow (1962tTheU (1967). Véase Romer (1986), Lucas (1988) o Grossman y Helpman (1991).

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DANIEL A. TIRADO FABREGAT Y JORDI PONS NOVELL

no diferir tanto de las anunciadas por la literatura del crecimiento endógeno. La contrarrevolución neoclásica ha remarcado que el modelo inicial de Solow sólo predice la tendencia a la reducción de las diferencias inter­nacionales de renta en determinadas condiciones. En realidad, en el mundo neoclásico, los niveles de renta de estado estacionario son una función de las tasas de inversión y de las de crecimiento de la población y éstas pueden diferir entre economías.

Además, aunque el libre acceso a la tecnología abra una oportunidad de catch-up tecnológico que acelere la convergencia en renta de los países más pobres, la existencia de este potencial no asegura su realización. Sólo en caso de que éstos dispongan de las social capabilities que les permitan absorber las nuevas tecnologías y transformarlas de la forma más adecuada a sus necesidades, el retraso tecnológico se plasmará en un proceso de convergencia más pronunciado. Por ello, las divergencias iniciales en dota­ción de mano de obra cualificada o de personal científico o técnico pueden ser relevantes a la hora de entender la no reducción en la dispersión de la renta entre los países.

Así pues, la ausencia de convergencia entre las economías contempo­ráneas puede quedar explicada en las modelizaciones neoclásicas, bien por­que los países carecen de social capabilities, bien porque no operan en marcos institucionales que favorezcan los flujos internacionales de bienes y factores, bien porque converjan a estados estacionarios que son distintos entre sí. Este sería el concepto de convergencia condicionada que ha alcan­zado un elevado grado de consenso entre la profesión.

No obstante, un grupo de autores ha venido a remarcar la existencia de un hecho estilizado más al que debe dar respuesta nuestro marco teórico del crecimiento. En el análisis empírico de la evolución de las economías europeas en el período posterior a la 11 Guerra Mundial se contrasta la tendencia a que, con independencia de la reducción o no de la dispersión en los niveles renta, el hecho que caracteriza a la evolución de los dife­renciales de renta es el acercamiento tendencial de los países hacia clusters, niveles de renta comunes, que difieren entre distintos grupos de países " .

La literatura teórica de tradición neoclásica también ha dado respuesta a esta evidencia '^. La modelización neoclásica, basada en la aceptación de tecnología de libre acceso y de rendimientos decrecientes en el uso de los factores puede ofrecer respuesta a este tipo de evidencia siempre

" Los trabajos de Quah (1996a) o (1997) ofrecen evidencia sobre la formación de clusters o clubs de convergencia.

" Un resumen de la misma se encuentra en Galor (1996), p. 1061.

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¿HUBO CONVERGENCIA ECONÓMICA ENTTO LOS PAÍSES EUROPEOS?

que se atienda a que puede predecir la existencia de más de un equilibno de largo plazo estable en la trayectoria de crecimiento de un país. Si esto es así, países con elementos fundamentales (crecimiento de la población y tasas de inversión), capacidades sociales y entornos insutucionales simi­lares pueden converger, verse atraídos, a niveles de renta que solo son iguales si lo son sus condiciones de partida. , • i j

Estas condiciones iniciales pueden estar relacionadas con el^mvel de renta per cápita de partida, la distribución inicial del mgreso la dis­tribución de factores de producción como el capital humano o el tamaño de mercado ' ' en marcos teóricos neoclásicos que consideran la hetero­geneidad de comportamiento de los agentes, la aparición de rendmiientos púbHcos crecientes en la acumulación de capital humano, o la existencia de complementariedades sectoriales y tecnológicas en presencia de estruc-turas de mercados no competitivas.

3. DEFINICIÓN Y CONTRASTES EMPÍRICOS DE LA CONVERGENCIA

3.1. Consideraciones previas

Los trabajos empíricos en el ámbito del crecimiento y de la convergencia económica se han efectuado tanto a partir de datos temporales como trans­versales. Sin embargo, las definiciones de convergencia miphcitas en ambos enfoques son distintas '^ Los trabajos con datos transversales se han cen­trado en el estudio de la transición de las distintas economías al estado de equiHbrio. En este enfoque se dice que existe convergencia P si se encuentra una relación negativa entre la tasa de crecimiento de la renta per cápita y el nivel de renta inicial, es decir, si las economías pobres tienden a crecer más rápidamente que las ricas. Por otra parte, existe con­vergencia o si la dispersión de la renta real per cápita entre grupos de economías tiende a reducirse en el tiempo.

Además, como hemos señalado, a principios de los anos noventa una serie de trabajos empíricos argumentaron que el modelo neoclásico no

.3 Por ejemplo, se ofrecen modeUzaciones de este tipo en Galor y Zeira (1993) o Durlauf

(1996). " Azariadis y Drazen (1990).

" K ^ a ' r f y ^ S u Ü a 9 9 r í - d ^ ^ ^ formalmente el concepto de convergencia

implícito en ambos enfoques.

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predecía de por sí la convergencia económica y concluían que sólo en el caso de que las diferentes economías compartieran las mismas prefe­rencias y la misma tecnología, el modelo neoclásico predeciría la conver­gencia. Estos autores desarrollaron, por tanto, el concepto de convergencia condicionada o relativa para contraponerlo al de convergencia absoluta ' . El concepto de convergencia condicionada permitió conciliar el modelo de crecimiento neoclásico con el análisis empírico de la convergencia con datos de corte transversal y posibilitó encontrar evidencia favorable a la hipótesis de convergencia en los estudios empíricos.

En los últimos años se ha puesto en duda la validez de esta meto­dología '*. Las principales críticas que le han sido formuladas son que con­sidera una especie de economía representativa al utilizar conjuntamente datos de distintos territorios, su pretensión de explicar la distribución transversal de la renta mediante el uso de dos únicos estadísticos (o y P), el hecho de recoger el componente permanente de la renta de cada economía medíante una tendencia lineal determinista y, por último, el estar sometida a la denominada falacia de Galton, que sugiere que la presencia de una relación negativa entre el nivel de renta inicial y su tasa de crecimiento es compatible con la ausencia de convergencia.

Con el objetivo de superar estas limitaciones del análisis empírico con datos de corte transversal se han desarrollado diferentes metodologías, entre las que destaca el estudio de series temporales ' ' . En este enfoque se puede distinguir entre los conceptos de catching-up y de convergencia absoluta. Un proceso de catching-up se relaciona con la tendencia a la disminución, en el transcurso del tiempo, de las diferencias entre las series consideradas, pero con la persistencia de distintos estados estacionarios ^°. En cambio, el concepto de convergencia absoluta supone la desaparición con el tiempo de las diferencias de renta y representa, en consecuencia, una versión más estricta de la convergencia ^'.

" Barro (1991), Barro y Sala-i-Martin (1990) y Mankiw, Romer y Weil (1992). Para el desarrollo de esta literatura empírica fue clave la publicación de una amplia base de datos como la ofrecida en Summers y Heston (1991).

'* Básicamente a partir de los trabajos de Quah (1993a), (1993b), (1996a), (1996b) y (1997).

" Otra posibilidad, que no ha sido utilizada en este trabajo aunque se contempla como una línea futura de investigación, se basa en considerar la literatura relacionada con los clubs de convergencia propuesta por Quah.

^ El estado estacionario es la renta per cápita esperada del país considerado, que depen­de de sus características sociales, económicas y estructurales.

' Entre los trabajos empíricos desarrollados a partir de este enfoque se pueden destacar

uo

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¿HUBO rnMWRr.FNCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

3.2. Corte transversal: convergencia a, P y condicionada

El concepto de a-convergencia hace referencia a la tendencia a la reduc­ción de las diferencias de renta existentes entre los países. Si las economías convergen hacia equiUbrios de largo plazo simÜares, el estudio empírico de economías que caminan hacia este punto debería permitimos contrastar la reducción en la dispersión existente entre sus niveles de renta.

Sin embargo, esta vía empírica de contraste de a convergencia absoluta se enfrenta a una severa limitación. Incluso en el caso de cumplimiento del modelo neoclásico más sencillo, las divergencias en renta entre eco­nomías pueden ampUarse a lo largo del tiempo, no por el incumpbmiento de las predicciones neoclásicas, sino por la convivencia ¿e shocks de corto plazo que las alejen de su senda tendencial.

Por ello, la investigación empírica ha hecho hincapié en el contraste de otra definición de convergencia, la de P-convergencia. Esta hace refe­rencia a la tendencia de los países pobres a crecer a un ntmo supenor a los ricos. En el contraste empírico de esta noción, os mvesügadores han tratado de comprobar el sostenimiento o no de relaciones como las presentadas en la ecuación (1)^^ en muestras de sección cruzada, o de sección cruzada combinadas con datos seriados, de un conjunto de eco-

nomías: log(yi,t+T/yi,t)/T = a-plog(y, t) + uu (D

Esta ecuación es deducible de un modelo de crecimiento económico neoclásico de corte estructural y nos muestra cómo la tasa de crecimiento está inversamente relacionada con el nivel de renta per capita de partida. El contraste empírico de la hipótesis de P-convergencia se centra en la determinación del poder expücativo de esta forma funcional y en el valor y significatividad del parámetro p. Si éste es positivo y acotado entre O y 1 la evidencia nos mostraría que los países micialmente mas pobres tienden a crecer de forma más rápida que los más neos. A la vez, esta es una condición necesaria, aunque no suficiente, para la reducción ten­dencial en los diferenciales de renta entre países. Ademas, el valor del parámetro informa de la velocidad a la que se produce el proceso.

' ^ ^ n r ^ a n i c u l a r . las fonnas funcionales p r o p ™ son las sugeridas en Barro y Sala-i-Martin (1990) y reproducidas en Sala-i-Martin (1996). pp. 1020 y 1027.

DI

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Sin embargo, los trabajos empíricos sobre grupos heterogéneos de países han venido a demostrar que, muchas veces, el parámetro no toma el signo esperado o presenta valores muy reducidos, lo que nos ilustraría sobre una gran lentitud en los procesos de convergencia. Además, en muchos casos, el poder explicativo de la forma estimada es muy reducido. La teoría expuesta en el punto dos nos ofrece una respuesta a estos resultados. La hipótesis que puede estar cumpliéndose no es la de convergencia absoluta, sino la de convergencia condicionada. Es decir, el crecimiento de los países está inversamente relacionado con su distancia a los niveles de renta de estado estacionario, pero éstos pueden diferir entre econorm'as.

El contraste empírico de esta hipótesis descansa habitualmente en la introducción, en la ecuación inicial, de variables económicas que puedan captar estos diferenciales en los niveles de renta de estado estacionario o, en caso de no ser posible, de variables ficticias que nos informen de la significatividad de los mismos.

log(y¡, ,+T/yi,t)/T = a - plog(yi,,) + ipXi.t + Uj,, (2)

En (2), X¡_, es el vector que agrupa las variables fundamentales expli­cativas de las diferencias en el estado estacionario o, en su caso, las variables ficticias encargadas de recoger estos diferenciales. En este caso podemos controlar por la existencia de P-convergencia condicionada observando el valor y significatividad de P y de la variables incluidas en el vector X. Además, en caso de captar los diferentes estados estacionarios a partir de variables ficticias, sus valores estimados y su significatividad nos informarán de la persistencia de los diferenciales y de su magnitud. Este proceder equivale, como se verá posteriormente, a la estimación de un modelo de «efectos fijos». Estos efectos, referidos a cada uno de los países estudiados, pueden ser positivos, si el crecimiento de la renta es superior al que cabría esperar teóricamente; o negativos, si el incremento de la renta es inferior a la espe­rada debido a la presencia de elementos que lo impiden o retrasan ^'.

3.3. Seríes temporales: convergencia a largo plazo, catching-up y puntos de ruptura en las seríes

La utilización del enfoque basado en las series temporales requiere diferenciar claramente entre los conceptos de catching-up y convergencia

" Una explicación sumamente intuitiva de este concepto se puede encontrar en Cua­drado, Mancha y Garrido (1998).

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¿HUBO CONVERGENCIA ECONÓMICA E^JTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

absoluta presentados anteriormente ^\ Dos economías convergen en tér­minos de catching-up si la diferencia en el producto per cápita entre ambas se estrecha a lo largo del tiempo. El concepto de convergencia a largo plazo es más estricto que el anterior, puesto que se espera que los mveles de producto per cápita en ambas economías se igualen en un determmado momento del tiempo • '.

Los resultados encontrados en algunos trabajos empíricos, en el sentido de que la evidencia obtenida mediante los contrastes tradicionales de raices unitarias puede quedar invalidada al estar estos tests sesgados hacia la aceptación espúrea de raíces unitarias en las series analizadas, provocaron la necesidad de incorporar la posible presencia de puntos de ruptura en las series históricas ^ .

En nuestro anáHsis se estudia la presencia de convergencia a largo plazo y catching-up considerando la opción de que las series contengan rupturas . Para eUo se proponen un conjunto de modelos alternativos que contemplan diversas posibilidades para introducir estos cambios estructurales. Ademas, no se predetermina previamente el punto de ruptura de ks^senes, smo que se utiHza un procedimiento que endogeneiza su búsqueda .

Se utilizan dos tipos de modelos para considerar la posibilidad de que las series contengan rupturas. En primer lugar, los denommados additive outlier models (AOM), cuya contrastación se realiza en dos etapas y se corresponden con la presencia de cambios instantáneos en la sene. En segundo lugar, los innovatioml outlier models (lOM), que permiten con­trastar la presencia de raíces unitarias en una sola etapa y detectan cambios graduales en la serie. El análisis realizado permite, a la vez, distinguir entre un cambio de nivel de la serie, un cambio de tendencia y ambos simul-

táneamente. . . . . La ecuación utiHzada en el caso de un cambio en el nivel es la siguiente:

^ i T F e m a r d y Durlauf (1996), pp. 165-166, se puede encontrar una presentación

más formalizada de estos conceptos. , , . . _-" Para que se pueda hablar de un proceso de catchmg-up entre dos economías es

preciso que exista una relación de cointegración estocásuca entre ambas y para que se p Z z c a un proceso de convergencia a largo plazo es mdispensable una relación de corn-tegración tanto estocástica como determinista entre las senes an^zadas.

- Entre estos trabajos pueden citarse los de Perron ( 989), Rappoport y Reichlm (1989) y B a n e S T L S a i n e y Íoá. (1992). También se puede consultar la reciente aportación de Ben-David y PapeU (2000). , . . r^.l r i ÍIOOSÍ

" En la liriea, como se citaba anteriormente, del trabajo de Oxley y Greasley (1995), oelmásrecientedePallardóyEsteve(1997). „ . , „ ,, íinnn^

« Zivot y Andrews (1992), Perron (1994) y Ben-David y PapeU (2000).

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yt = M + Y DUt + Pt + 6D(TB), + ay^.i + 1^=, CjAy,.j + e (3)

que se corresponde con los modelos AOM-I e lOM-I, aunque en este trabajo únicamente se ha contrastado el cambio en el nivel de la serie a partir de la segunda opción, es decir, la que contempla un cambio gradual en la serie mediante un contraste en una única etapa.

Al contemplar un cambio en la tendencia la expresión usada es:

yt = M + Pt + 6DT,* + ayt-i + Ij=i CjAy .j + e, (4)

especificación correspondiente al modelo AOM-II, que permite contrastar en una etapa un cambio instantáneo en la pendiente de la serie. Por otra parte, debe destacarse que el modelo lOM-II (cambio gradual en la ten­dencia contrastado en dos etapas) no ha sido resuelto en la literatura teórica.

Finalmente, el cambio en nivel y tendencia se puede contrastar a partir de la ecuación:

y, = M + vDUt + Pt + 6DTt* + 6D(TB)t + otyt.i + i:í=iCjAy,.j + e, (5)

relacionada con los modelos AOM-III e lOM-III, aunque en nuestro tra­bajo únicamente se ha utilizado la segunda opción para contrastar los cam­bios en nivel y tendencia.

En estos modelos, yt es la variable analizada ^'; D(TB)t, DUt y DT,* son variables ficticias que tratan de recoger, respectivamente, un año anó­malo en la serie, una ruptura en el nivel y un cambio en la tendencia. Estas variables se definen de la siguiente manera: D(TB)t = 1 si t = TB, O en otro caso; DUt = 1 si t>TB, O en otro caso y DT,* = t - TB si t>TB, O en otro caso; siendo TB el punto de ruptura ^°.

^ Es decir, la diferencia en renta per cápita entre pares de economías. '" El punto de ruptura para cada una de las series se determina seleccionando el valor

de TB (punto de ruptura) que maximiza el estadístico t de Dickey y Fuller asociado al parámetro a. El valor de k se selecciona fijando un valor superior del mismo a priori. En el caso de que el último retardo sea significativo, éste será el valor seleccionado. En caso contrario, se reduce el valor de k en una unidad hasta que el último retardo sea significativo. En el caso de que ningún retardo sea significativo se establece que k = 0. El valor inicial de k se fija habitualmente en 8 y el criterio de significación del estadístico t del último retardo se fija en 1,6, que se corresponde con un nivel aproximado de significación del 10 por 100.

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¿HUBO rn>AmRGENCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

4. LA BASE DE DATOS

El trabajo empírico se basa en la última versión publicada de los datos de PIB per cápita elaborados por Maddison " . Las primeras versiones del trabajo del historiador de Newcastle sirvieron para cimentar trabajos como los de Baumol (1986), De Long (1988), Baumol y Wolf (1988) Prados, Daban y Sanz (1993), Broadberry (1996) o Sala-i-Martin (1996) . Su actuaHzación mejora la calidad de la base de datos inicial y amplia su cobertura con información de un mayor número de países. Por eUo sigue siendo la base de datos utiHzada por los estudios empíneos sobre la con­vergencia entre países que toman como punto de partida la distnbucion del PIB per cápita a mediados del siglo XDC".

Los valores ofrecidos por Maddison nos permiten contar con l ^ o T ' anual de PIB per cápita de 12 Estados europeos en el penodo 1870-1913: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Holanda, ItaHa, Noruega y Suecia. En nuestro caso hemos amplia­do la muestra acudiendo a trabajos adicionales. En e^te sentido, hemos aprovechado la reciente estimación de la evolución del PNB portugués ofrecida en Bardini, Carreras y Lains (1995) para, utdizando los mveles de PIB per cápita en 1870 y en 1913 ofrecidos por Maddison, construir una serie de PIB per cápita portugués entre 1870 y 1913. Ademas, hemos sustituido la serie de PIB per cápita español ofrecida por Maddison, por la estimación reciente de Prados de la Escosura (1995). Por lo tanto, nuestra base de datos es un panel con 13 países y 44 observaciones de renta para

cada uno de ellos. La elección de la base de datos no está exenta de problemas. Por

una parte, nos obUga a trabajar con datos de PIB per cápita, ya que no disponemos de cifras de PIB por activo empleado, me,or mdicador de productividad que el aquí utilizado, para un grupo f^ ^^P^Z^^ P«»« «-Además, los datos están valorados en dólares PPA de 1990. Es decir, se utiHza para la comparación una cesta de bienes y unos precios relativos fijados en la actuaHdad. Con eUo, como han denunciado Prados de la Escosura y Sanz (1998), las estimaciones retrospectivas están sometidas a sesgos generados por cambios importantes en los precios relativos. Ade-

la reelaboración ofrecida en 1991. Maddison (1982) y (1991). » Entre ellos podemos hacer referencia a Taylor (19V9).

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más, debe tenerse en cuenta que la calidad de la información de base utilizada para construir las series no es la misma para todos los países.

No obstante, entendemos que es la mejor de las opciones posibles dadas las alternativas existentes. En este sentido, Williamson (1995) ofrece una base de datos de salarios reales para muchos de los países analizados que trataremos de estudiar en próximos trabajos. En cualquier caso, tam­poco está exenta de limitaciones. Por una parte, los salarios considerados en cada uno de los países tiene una cobertura muy desigual. Por otra, su utilización nos obligaría a reducir el número de países analizados ''.

5. ANÁLISIS E M P Í R I C O DE LA CONVERGENCIA

5.1. Una primera aproximación a la o y ^-convergencia: el análisis de corte transversal

La primera aproximación a la a-convergencia se presenta en el Grá­fico 1, donde se ofrece la evolución de un indicador de dispersión de la muestra, la desviación estándar. En términos generales, podemos afirmar que su evolución no apunta hacia una reducción de la dispersión media del PIB per cápita a lo largo del período. Observando con detalle la evo­lución del indicador, podríamos señalar la existencia de un cambio en su comportamiento durante estos años. La dispersión de la muestra aumenta hasta mediados de la década de los noventa, y comienza a reducirse, de forma tendencial, desde entonces y hasta 1913.

Sin embargo, algunos trabajos han subrayado la posibilidad de que la predicción neoclásica de la a-convergencia estuviera vinculada a la evo­lución relativa de países con características estructurales comunes. Es decir, que sólo pudiera contrastarse en grupos homogéneos de economías. Siguiendo esta hipótesis de trabajo hemos dividido la muestra en tres blo­ques de países, atendiendo a su posición de partida. En una primera apro­ximación hemos separado los países con un PIB per cápita situado entre el 70 y el 90 por 100 de la media maestral (Países pobres: Italia, Noruega, Finlandia, España y Portugal), los que parten de una posición intermedia dentro de la muestra, entre el 90 por 100 y el 110 por 100 (países de renta per cápita media: Austria, Dinamarca, Francia, Alemania y Suecia)

'" Un comentario crítico sobre la base de datos utilizada en estas páginas y las alternativas existentes se puede encontrar en Broadberry (1996), pp. 341-343.

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íHUBO CONVERGENCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

GRÁFICO 1

Convergencia a: 1870-1913 (desviación estándar PIB per cápita)

I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I i~r I I . ,

'^ "^ "^ »"» Q o o o —* —*

s § § § § § i i i i i ^ ^ - " ° ° ° ^ - ° ^

y los ricos en 1870, con un PIB per cápita relativo supenor al 110 por

100 de la media (Bélgica, Holanda y Gran Bretaña). „ , . j „ , , . Los resultados de este ejercicio no son demasiado " p e r a - a d o -

Como se observa en el Gráfico 2, en el que se presenta la desviaoon estándar del PIB per cápita dentro de estos grupos, no ^P^^ce patmn de convergencia alguno entre los países que los componen^ 1 ° " i ¿ caso de los países r S s pobres se identifica una reducción en la d i ^ P ^ ™ entre 1880 y 1900, pero ésta se desvanece a lo largo de ^^^^¡^^^^^ del siglo XX La desviación final es simüar a la haUada al micio ¿el Penodo.

Por lo tanto, esta división de la muestra tampoco nos « - - P - a e - o -trar las raíces de la ausencia de convergencia a mvel ^^^f^^.^^'^ sentido, en el Gráfico 3 ofrecemos la descomposición de !« -°^^^^^^^^^^^^ la desviación estándar de la totaUdad de la muestra ^^¿^^^^^ntZ la evolución de la dispersión en el seno de cada grupo d e ™ n m ra-grupos) y la de la dispersión existente entre los grupos (desviación mter-grupuh; y la uc la uiap componentes de la desviación grupos). Como podemos comprobar, los dos compone total mantienen una gran constancia a lo largo ¿el penodo _

Sin embargo, el análisis comparativo de los mveles ^^^^^^^^^^ cápita en cada uno de estos grupos nos ofrece una primera clave para

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0,05

0,00

GRÁFICO 2

Convergencia o por grupos de países: 1870-1913 (desviación estándar PIB per cápita)

oooocx>ooooODOoooCDCsooooa3a>ao(0<£>(0(o<o<o<c • v I ^ - g ~ > l ~ g O O O O O O O O O O ( D U J < £ > ( 0 < 0 0 0 0 0 0 - ' - ' o r o * - a > o o o r v > * - 0 5 0 o o r o * - o > o o o r o . | » . o > o o o r o

GRÁFICO 3

Convergencia a por grupos de países: 1870-191} (desviación estándar PIB per cápita)

0,45

oocoooaoooooGoooaoa>oooocooooocD(Ocpco<o<0(0 ~ < i ^ ^ ^ ^ c a 5 o o o o a o ( o < o < 0 ( o < o o o o o o - ^ - > ' O M A o t o o o r o - ^ ^ m o o o r o ^ c n o o o i o ^ a i o s o r o

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¿HUBO CONVERGENCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

la caracterización de lo acontecido en las economías europeas durante estos años. Como se observa en el Gráfico 4, el nivel medio de PIB per capita de los países intermedios se está aproximando al del grupo de los países ricos y separando del de los países pobres. La distancia entre estos dos últimos grupos, por contra, permanece constante.

GRÁFICO 4

Niveles medios de PIB per cápita por grupos (logaritmos)

_ — Países pobres

Países medios

Países ricos

iiliiiiiiiiiiiii^siii^ Esta evidencia sugiere la posibiHdad de que se este dando un proceso tsta evidencia sugí ^ ^ ^^^^ ^ ^^^^ ^^^

de a-convergencia ^ " ^ ! ° ^ ¿ ^ f ^ ; ° , „ ,3 ^7s baja. Ésta es la hipótesis : : b r e t ; : : mi : : "^rlZltl. ^ ^ P - . de ahora. P . a Uo a i o r l a ^ L o s la muestra en dos grupos. E primero j e a ^ P - ^

a los Daíses de renta más baja. El segundo mcluye los grupos de renta a los países ^e " ma , descomponer la desviación media y alta defmidos en 1 ^ «^/^^ f 1, ^ da en el interior total en la existente entre estos dos grupos y i«i 4""= total en la exisiemc c Gráfico 5, observamos como se de los mismos, que presentamos en el warico j , manifiesta una creciente homogeneizacion en el ^ P ° / f ^ ^ ^ / ^ de vüegiados. La a-convergencia es un ^^^^^^''^'l^ZJ'.^^n^^^^^ renta media y alta. Ahora bien, el sostemmiento de la desviación estándar

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GRÁFICO 5

Convergencia o por grupos: 1870-1913 (desviación estándar PIB per cápita)

oooDaooooocoooaoooQoaoaocoaooo(o<o<o<0 ~»l • - J - . 4 ^ ^ 0 0 0 0 0 0 0 0 S c O t D ( D — * ~ ~ " ~ o i o 4 ^ a > o s o r o ^ c n a > o r o . t ^

( P C P O O O O o - ' - ' 5 > 0 0 O f v J - « k 0 > 0 0 O N )

total es el resultado de la reducción en la dispersión media intragrupos y del aumento de la dispersión media entregrupos. La distancia existente entre los niveles medios de renta de un grupo y otro se mantiene o incluso presenta una ligera tendencia a la ampliación.

Para completar el estudio de la convergencia en Europa durante este período, proponemos la realización de algunos ejercicios de contraste de la existencia de convergencia P ^'. La nueva base de datos permite con­trastar esta hipótesis, aunque, del estudio previo, podríamos inferir que la evolución de los niveles de PIB per cápita de los países analizados no responde a este esquema de comportamiento, cuanto menos en su versión absoluta. En efecto, el hecho queda confirmado cuando observamos los resultados ofrecidos en la Tabla 1 ^ .

" En este caso, la base de datos es un panel compuesto por 117 observaciones, que se obtienen al dividir las series nacionales de PIB per cápita en 9 tramos quinquenales. Con ello, disponemos de 9 datos de PIB per cápita de partida y de tasas de crecimiento del mismo para cada uno de los países analizados. Los períodos en los que se descompone la muestra son: 1870-74, 75-79, 80-84, 85-89, 90-94, 95-99, 1900-04, 05-09, 10-13, por lo que el último corte temjxjral analizado sólo comprende cuatro años.

" En la forma estimada, los datos de PIB per cápita están expresados en diferencias

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¿HUBO CONVERGENCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

TABLA 1

Convergencia P absoluta

Variable dependiente iya-Jiol /T

Variable

Yio n=117

Coeficiente

0,001 R2 = 0,002

Estadístico t

- 0 , 4 8

Nota. Estimación de la ecuación (6), por MCO, a partir de la base de datos descrita.

Los países situados en los puntos inferiores de la distribución tienden a crecer, como media, de forma más rápida que los más ricos, pero el ritmo al que recortan distancias es muy bajo (el coeficiente obtenido supon­dría un velocidad de convergencia del 0,1 por 100). Además, el coeficiente que relaciona ambas variables no es, considerando los niveles de confianza habituales, significativamente distinto de cero. La evidencia no permite aceptar la existencia de P convergencia absoluta.

En cualquier caso, como se ha apuntado en la sección 3, tampoco cabía esperar la aceptación de este tipo de comportamiento en una muestra compuesta por un grupo tan heterogéneo de países. No obstante, dado que el número de observaciones con las que trabajamos en este estudio lo permite, se ha considerado empíricamente la existencia de P-conver-gencia condicionada, es decir, a estados estacionarios distintos para cada uno de los países. De esta forma podremos comprobar el cumplimiento de la hipótesis de convergencia a largo plazo que se deriva de las for­mulaciones neoclásicas una vez se considera la posibilidad de que los niveles de renta a los que se acercan tendencialmente las distintas economías pue­den diferir en función de cuáles sean las tasas de inversión y de crecimiento de la población propias de cada país. Para contrastar esta hipótesis hemos estimado un modelo de efectos nacionales fijos sobre una muestra de datos de panel ^ .

logarítmicas respecto a la media muestra!. Este procedimiento es el propuesto por Marcet (1994), que corrige ligeramente al propuesto por Barro y Sala-i-Martin (1990) que ha sido presentado en la ecuación (1) y es apropiado para el estudio de la P-convergencia en muestras con datos de panel. En particular, la forma funcional estimada es:

(y.T - y¡o)/T = a - Pioy» + EÍ (6)

" En este caso se considera la posible existencia de estados estacionarios distintos

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TABLA 2

Convergencia P condicionada

Variable dependiente (ya —ya) /T

Variables Explicativas Coeficiente Estadístico t

Yio 0,046 3,21 Gran Bretaña 0,023 2,80 Holanda 0,014 2,56 Bélgica 0,013 2,36 Alemania 0,008 2,68 Dinamarca 0,005 1,76 Austria 0,004 1,67 Francia 0,003 1,29 Suecia -0 ,001 - 0 , 6 2 España -0 ,014 - 2 , 7 3 Noruega -0 ,016 - 2 , 7 5 Italia -0 ,017 - 3 , 1 2 Finlandia -0 ,023 - 2 , 9 6 Portugal -0 ,038 -3 ,54 n = 117 R^ = 0,15 SE = 0,0082

Nota. Estimación de la ecuación (7) a partir de la base de datos descrita. Estimación por MCO con datos de panel.

La realización de este ejercicio, cuyos primeros resultados se ofrecen en la Tabla 2, nos permite señalar un conjunto de ideas que entendemos relevantes. En el caso de considerar la presencia de efectos nacionales que conduzcan a la existencia de estados estacionarios distintos entre los países, el análisis econométrico avala la hipótesis de p convergencia. Ade­más, el valor que vincula los niveles iniciales de renta con los ritmos pos­teriores de crecimiento, que nos aproxima a la velocidad a la que cada

para las diferentes economías. Para captar esta posibilidad se introducen variables ficticias para cada uno de los países en la función estimada, que será del tipo:

(ViT - yio)/T = P¡ (EiDummyi - y») + e¡ (7)

este modelo, como se comentaba anteriormente, equivale a la estimación de un modelo de «efectos fijos». En Arellano y Bover (1990) se puede encontrar una descripción detallada de estos modelos de datos de panel.

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¿HUBO CONVERGENCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

economía se acerca a su estado estacionario, es muy elevado, del orden

del 4,6 por 100 ^^ , , r- • • u u Por otra parte, cabe destacar que las variables ficticias que absorben

la presencia de efectos nacionales son significativas en la mayor parte de casos, lo que se debe entender como un indicio de su persistencia. Ana-üzando los valores y significatividad individual de estas variables ficticias, obtenemos un resultado adicional. En la Tabla 2 hemos ordenado los dis­tintos países en función del grupo en el que quedaban inscntos en el estudio de la 0-convergencia. En este caso se comprueba que los países de renta alta en 1870 (Gran Bretaña, Holanda y Bélgica) muestran unos efectos fijos positivos y significativos. Los de renta baja (España, Italia, Portugal, Finlandia y Noruega) experimentan la situación opuesta^ Los coeñcientes que nos muestran sus efectos nacionales fijos son sigmficativos pero en este caso, negativos. El grupo intermedio (Austria, Dmamarca, A l e m ^ a Suecia y Francia) ofrece una situación menos defmida. En la mayor parte de casos ios efectos fijos son positivos (la excepción sena Suecia), pero la significatividad de los estimadores sólo sería satisfactona en el caso de

^ ' ™ e r c i c i o pennite una extensión imnediata considerar los valores estimados de estos efectos nacionales para calcular los estados estaciónanos hacia los que se acerca, de fonna tendencial, cada una de las economías . Su cálculo nos pennitirá comparar los valores esümados con la situación real de las economías en 1913. El Gráfico 6 presenta los valores de una y otra variables, ordenando los países de menor a mayor según su posición relativa estimada de equilibrio. Se puede destacar que, como medra^ las economías se sitúan en 1913 en una posición cercana a la que suponen los estados estacionarios. Además, se apunta el posicionarmento de los países en dos gnipos bien definidos, con niveles de equihbno próximos entre sí. Uno cercano al 60-70 por 100 de la media muestral y otro un 20-30 por 100 por encima de ésta. . . . j ,

Por lo tanto, del análisis empírico de la convergencia basado en datos de corte transversal, podemos concluir que se acepta la existencia de P-con-vergencia condicionada a estados estaciónanos que son distmtos y per-

^^TlbTrecordar que el valor del coeficiente alcanzado a través de estas estimaciones con d a t o s t T^Zt^J^^ estar sesgado al alza al recoger la vej . .dad con la que se regresa

al valor mediotras alguna penur a ^^^^^^^^^^^^

" Sin embargo, De ^ ™ ^ ^ ^ ^ ^

r r r a T o r " d T f i S : o r ^ s Í a T o Í a : e^uiUbrio d'e largo plazo a los que tienden las

e c o ' o i s . No o S a n t e . podemos tomarlos como orientaUvos de los mismos.

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GRÁFICO 6

PIB per cápita relativo estimado y real en 1913

Poftugal Finlandia Italia Nonjega España Suecia Francia Austria Dinamarca Bélgica Holanda Alemania Reino Unido

0,6

0,4

0,2

0,0

-0,2

-0,4

-0,6 -f

-0,8

-1,0

-1,2

wn •- ti r f r ú

igdp* Dgdp 1913

NOTA: gdp* es el PIB per cápita relativo estimado de estado estacionario para cada uno de los países. gdpl913 se corresponde con el PIB per cápita relativo real en ese fecha.

sistentes para cada uno de los países. Por ello, la evolución de la economía promedio puede estar ocultando experiencias individuales o de subgrupos muy diversas, como parece derivarse del análisis de la a-convergencia o de los valores estimados para los efectos fijos a los que están sujetas las distintas economías. En estas circunstancias, parece especialmente relevante estudiar las experiencias individuales mediante la metodología empírica de la convergencia con datos de serie temporal. Este es el objeto de las pró­ximas páginas.

5.2. Análisis de la convergencia con datos de serie temporal

En esta sección se comentan los resultados obtenidos al estudiar los procesos de convergencia entre los países europeos en el período 1870-1913 utilizando el enfoque de series temporales anteriormente descrito, con el objeto de completar la evidencia sugerida anteriormente. Este estudio requiere, en primer lugar, efectuar un análisis del orden de integrabilidad de las series de producto per cápita de los países considerados, así como

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¿HUBO rONVERGENCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

de la media de los países de renta alta y de renta media Para eUo se han utÜizado los contrastes de Dickey y FuUer Aumentado, Fhil^ps y Pe^on y, finalmente, la propuesta de Kwiatkowski, Phillips, Schmidt y Shin (1992), que considera la hipótesis nula de estacionariedad en lugar de la de raíz unitaria, como es el caso de los dos anteriores. La evidencia obtemda per­mite aceptar en todos los casos la existencia de una raíz umtana para las series de PIB per cápita de los países anaHzados y de las agregaciones efectuadas, y la estacionariedad de las primeras diferencias de las mismas. Es decir, las series de producto per cápita utiHzadas en este estudio son 1(1), lo que hace posible encontrar relaciones de cointegracion para cual-

quier par de series. Al utiUzar el enfoque de series temporales es preciso seleccionar una

economía que detente la posición de líder, para realizar un anahsis de la relación que mantienen el resto de economías con eUa. En este trabajo se ha establecido, en primer lugar, que la economía hder es la media de los países considerados ricos (Bélgica, Holanda y Remo Umdo) y se ha estudiado si cada uno de los países de renta media (Austna, Dmamarca, Francia, Alemania y Suecia) y de los pobres (Itaba, Noruega, Finlandia, España y Portugal) presenta un proceso de convergencia absoluta o de caL.g-up con la media de los países ricos. En segundo lugar, se ha con­siderado como economía h'der a la media de los países con una renta mter-media en 1870, y se han estudiado las relaciones que mantiene con cada uno de los países considerados pobres.

En la Tabla 3 se presentan los resultados obtenidos al utilizar la media de los países ricos como economía líder. Se observa como en - a t r o casos se puede rechazar la existencia de una raíz umtana y, por ^^^-'¡^^^^ de no convergencia. A pesar de eUo, si se establece un mvel de ^^^f^Z

I ..«e A^ Alpmania v Francia se puede rechazar a = 0,05, únicamente en los casos de Alemama y rranc F „ ^ ^ 1 „ la hipótesis nula de no convergencia. En el caso de alemama el mod lo que resulta relevante apuma a una trayectoria de convergencia ^ W a z ° mientras que en el caso de Francia es más difícd escoger entre las dos miemras que en también nos inclinamos por la hipótesis opciones de convergencia, aunque laraoicn liw r .r- - „ J^I

* ,^ , ^„ „,,_ ^„n un nivel de sigmficacion del de convergencia absoluta, puesto que con un mveí uc ^

^ ., , 1 „ , . - i„ no oresencia de una tendencia deter-5 por 100 no es posible rechazar la no presencia u , . , ^

^ , " u ^ifprpncia en el PIB per cápita de Francia minista en la sene que recoge la diferencia en ei r i pe ^ y el medio de los países considerados ricos. En el caso de Austna podna Leparse la hipótesis de convergencia absoluta, mientras que en el caso de Finlandia se obseiva un proceso de catckng-up, aunque en estos dos

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TABLA 3

Hipótesis de convergencia. Economía líder: media países ricos

Renta Media

Austria

Dinamarca

Francia

Alemania

Suecia

Renta Baja

Italia

Noruega

Finlandia

Portugal

España

Nivel Modelo lOM-I

-S,!!*" (1906) - 4 , 1 8 (1902) - 5 ^ 8 " (1878) -5,76^ (1879) -4 ,44 (1885)

- 2 , 3 9 (1888) - 3 , 6 1 (1907) - 3 , 1 6 (1877) -4 ,22 (1904) - 4 , 1 0 (1893)

Tendencia Modelo AOM-II

- 3 , 6 1 (1873) -4 ,06 (1889) -4,74'' (1886) -4 ,14 (1887) - 4 , 2 1 (1885)

-4 ,24 (1899) - 3 , 3 8 (1905) -4,64'' (1899) - 4 , 3 9 (1903) - 3 , 9 9 (1903)

Nivel-tendencia Modelo lOM-III

-4 ,87 (1906) - 4 , 2 8 (1893) -5,43'' (1875) - 4 , 6 6 (1880) -4 ,64 (1886)

- 5 , 0 8 (1895) - 3 , 3 9 (1903) -5 ,17 (1890) - 4 , 8 2 (1896) - 4 , 5 2 (1893)

Nota. Los valores críticos proceden de Perron (1994). Entre paréntesis aparece el punto de ruptura (TB) determinado endógenamente. ' y '' significan rechazo de la hipótesis nula de no convergencia con un nivel de sig­

nificación a = 0,05 y a = 0,10, respectivamente. Se han señalado en negrita los casos en que se rechaza la hipótesis de no convergencia.

últimos casos la hipótesis de no convergencia únicamente se puede rechazar si se rebaja considerablemente el nivel de significación.

Por lo tanto, los resultados obtenidos sugieren que los países con renta media en el instante inicial del período analizado presentan un proceso de convergencia (Alemania, Francia y Austria, aunque en este último caso la evidencia es menos concluyente) o están próximos al rechazo de la hipó­tesis de no convergencia (Dinamarca y Suecia), mientras que los de renta

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.HUBO CONVERGENCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

baja, con la excepción de Finlandia y con la salvedad expresada anterior­mente, no presentan un proceso de convergencia con los países de ren-ta alta.

TABLA 4

Hipótesis de convergencia. Economía líder: media países con renta media

isivci Tendencia Wvel-tendencia Renta Baja MndeloIOM-1 Modelo AOM-II Modelo lOM-III

Nivel

Italia - 3 , 1 6 (1906)

Noruega -4 ,50 (1909)

Finlandia -5,37'' (1880)

Portugal -3 ,82 (1908)

España - 4 , 7 8 (1894)

-3,87 (1898) -4,75'' (1906) -5^1'" (1892) -4,63'' (1902) -3,83 (1880)

-4,57 (1893) -4,56 (1906) -5,52'' (1894) -4,44 (1899) -4,38 (1887)

Nota. Los valores críticos proceden de P^^^^í^f J ^ ¿ ^ , d o endógenamente. Entre paréntesis ^^^^¡/¡^SXT^^^^rÍ^^^^^^ - " "^ '' ^^ '^ ^^•

nificIcL: ' ^ Z ; t r o Í o , ' r e Í ^ c S n e n t e . Se han señalado en negrita los casos en que se rechaza la hipótesis de no convergencia.

En la Tabla 4 se presentan los resultados obtenidos al -nsider-como economía líder el promedio de renta de los pai.es de -^«ntajneia- En este caso se ha estudiado si existe un proceso de -nvergen^a a - ^^ plazo entre esta economía y los países considerados pobres^ ^a f denc^^ obtenida sugiere que existe un proceso de catchtng-up en el caso de Fin­landia y de manera menos clara en los casos de Noruega V ^e P o ^ 8 « l ^ mientras que en el resto de países -ItaHa y España- no es posible rechazar la hipótesis de no convergencia.

- ^ ^ I ^ s u l t a d o s obtenidos en el an^sis ^^^¡-^^¿^ZT::^^:^^^:^ con la percepción más extendida ^^^¿¡^^^rEnf^^^tL, deberíamos apuntar los años 1870-1913, que sena la ¿e^«aso creciente^ ^^^^^^ Incorporar que estos resultados pueden resentirse ^^ 1 °I^ °" ^ ^ ^ ^ „ ^ ^ comparable con el resto una serie de PIB per cápita portugués que no es estnctamem P

de datos analizados.

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6. CONCLUSIONES

En las páginas previas hemos ofrecido una primera caracterización de la evolución del PIB per cápita relativo en Europa en el período previo a la I Guerra Mundial. Esta confirma una serie de hechos estilizados que podemos resumir del siguiente modo. La dinámica de crecimiento com­parado en Europa no vino caracterizada por el cumplimiento de la hipótesis de a-convergencia. No se registró una reducción de la dispersión de los niveles de PIB per cápita entre los distintos países.

Los resultados del contraste de la hipótesis de P-convergencia no con­dicionada tampoco son satisfactorios. Aunque el signo del parámetro de convergencia estimado sea el esperado, ni su tamaño ni su significatividad nos permiten abogar por el cumplimiento de esta hipótesis. Como media, el ritmo de crecimiento de las econoim'as no estuvo inversamente vinculado al nivel de PIB per cápita de partida. Los países más pobres no crecieron de forma más rápida que los ricos.

Sin embargo, una vez consideradas las posibles diferencias en los esta­dos estacionarios mediante la estimación de un modelo que incorpora la existencia de efectos nacionales fijos, podemos aceptar el cumplimiento de la hipótesis de P-convergencia condicionada. Los parámetros que captan la dimensión de los efectos nacionales son muy significativos, lo que sería un indicio de su persistencia. Los valores de estos parámetros permiten realizar una primera aproximación a los valores de estado estacionario a los que se aproximan las distintas economías. De su análisis se deriva que el comportamiento promedio esconde la existencia de trayectorias muy dispares. En particular, se observa que los países parecen converger hacia dos niveles de renta per cápita distintos, uno cercano al 60-70 por 100 de la media muestral y otro un 20-30 por 100 por encima de esta media.

Para profundizar en el estudio de las experiencias individuales se ha realizado un análisis empírico de la convergencia utilizando metodología de series temporales. Este muestra cómo existe una mayor dinámica de acercamiento a los niveles de PIB per cápita de los países ricos en las experiencias propias de los países de renta media (Alemania, Francia o Austria). Sin embargo, revela que los países que parten de unos niveles de PIB per cápita más bajos no convergen con los países más ricos (sólo se rechaza la hipótesis de no convergencia en el caso de Finlandia y con un bajo nivel de significación).

Por lo tanto, del estudio se desprende que, a la hora de explicar las diferentes trayectorias relativas seguidas por las economías europeas, es

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¿HUBO CONVERGENCIA ECONÓMICA ENTRE LOS PAÍSES EUROPEOS?

necesario considerar la situación de partida en términos de PIB per cápita. Durante estos años, el proceso de convergencia en términos de PIB per cápita sólo fue factible en el caso de economías que partían de unos mveles de desarrollo relativo elevados.

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NOTAS

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U N A C U E S T I Ó N A DEBATIR. E L N U E V O P E m L D E L P R O T E C C I O N I S M O E S P A Ñ O L D U R A N T E LA RESTAURACIÓN

MARCELA SABAIÉ SORT EVA PARDOS MARTÍNEZ

Universidad de Zaragoza

Cuando el más reciente artículo de Tena sobre - d i - d ° - s d^^^^

tección ve la luz en las páginas de esta Revista ( 0 ^ ° - - - - - ° f 'J^^' L • j »„ Í.I vínculo entre apertura externa y ere-nos encuentra trabajando en el vincube ^^^^^^^^

cimiento económico español a l^^g° P^ ^ j J ^^^^¿os econométricos meme conscientes de cuan «^" f 1"^°" ' " ¿ / " ^ 1, lectura de una al indicador de protección considerado, de torma que m propuesta de medición alternativa no podía sino ^espert- n- ^ ^ ^ ^ ^ res El hecho, además, de sentirnos personalmente aludido en pasaje concretos del ejercicio, nos movió a poner por escrito ciertas objeciones

al respecto. , ^ j ^ Mp.;viaciones agregadas como criterio De una parte, objetamos el uso de desviaciones ^ g efectúan

de selección temporal, cuando luego los cálculos ^e 7^^^"^"^^^^^^^^ de manera desapegada. El primer epígrafe ^^^^ÍJ.^^^^^^^de ^ pro-cipios del siglo Se como escenario, üustra la ff^^;:^'^^''^i;¿Z¡e cedimiento ? la endeblez de sus resultados Una «bjeaon acücionaUur|e

durante la Restauración.

Revista de Historia Económica Año XIX. Invierno 2001. N." 1.

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MARCELA SABATE SORT Y EVA PARDOS MARTÍNEZ

1. LAS VALORACIONES OFICL\LES. UN PROBLEMA N O SUPERADO

A lo largo de esta última década se han sucedido los trabajos de Sabaté (1992, 1996), Prados y Tena (1993) y Tirado (1994), ofreciendo diferentes soluciones a los problemas planteados por la construcción de índices aran­celarios para la España de la Restauración. Extensiones de estos trabajos han sido la polémica entre Tena y Tirado (1996) y la evaluación sistemática del origen de las discrepancias hecha por Pardos (1998). Pero es el ejercicio de Tena (1999), el último eslabón de la cadena, el que centra la atención de estas páginas. Empezaremos por el examen de los precios y el criterio de ponderación seleccionados por el autor.

Los precios manejados en Tena (1999) son valores unitarios oficiales y para sortear las posibles distorsiones por falta de fiabilidad de las cifras oficiales, los cálculos se refieren a aquellos años —entre reforma y refor­ma—, de menores sesgos globales '. Esto le lleva a seleccionar los ejercicios 1877, 1889, 1897, 1913 y 1926, para cada uno de los cuales se calculan tres medias. NT, media que pondera los gravámenes correspondientes a una amplia selección de partidas arancelarias de acuerdo con la partici­pación de cada una de ellas en el total de importaciones del año t con­siderado; UNT, promedio simple de los anteriores gravámenes; y, en tercer lugar, RNT, que considera los aranceles de un año t determinado (por ejemplo, 1913), empleando para la ponderación la distribución de impor­taciones del año de referencia anterior (aquí 1897), sobre cuyos precios (valores unitarios), además, se calculan los gravámenes. Finalmente, asu­miendo que ninguna medida resulta per se plenamente satisfactoria, cons­truye un cuarto indicador, promedio de los tres anteriores. Dejando a un lado la completa falta de sentido económico del promedio , lo grave es que todas y cada una de las medias que lo componen puedan descalificarse individualmente. ¿La razón? El criterio de selección temporal elegido sólo garantiza una cierta fiabilidad de las cifras oficiales al máximo nivel de agregación, de modo que son perfectamente discutibles los resultados de las medias simples globales y de cualquiera de las ponderadas cuando se desciende en el grado de agregación. Algo relativamente fácil de ilustrar si se toma como referencia, por ejemplo, el cambio arancelario de 1906.

' Según los índices de fiabilidad de las estadísticas comerciales españolas de Prados de la Escosura (1986) y Tena (1992).

^ Véase al respecto la propia descalificación de Prados y Tena (1993).

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UNA CUESTIÓN A DEBATIR

En Tena (1999) la elección de 1897 y 1913 como años con que acotar los cambios introducidos por el Arancel de 1906, resporide a que las des­viaciones en la cifra total de importaciones (valor oficial - valor estima­do/valor estimado x 100) fueron del 0,8 y x 10,5 por 100 respecüvamente; el que en términos comparados, dentro del período 1891-1922, puedan considerarse años de reducida inexactitud y esto le decidiera a trabajar con ellos, nos parece en principio aceptable. De lo que dudamos es de que trabajando con los valores oficiales de esos años, este minimizando el impacto de los sesgos en la medición de los mveles desagregados de protección. Para desconfiar, basta plantearse el sigmficado de las desvia­ciones. El 0,8 por 100 de 1897, por ejemplo, procede de confrontar las cifras de importación oficial (909,5 millones de pesetas) y estimada (901,8) ^ la divergencia entre dicho cociente (1,08) y el valor 1 - q u e supondría la coincidencia entre cifras oficiales y estmiadas- nos da e error 0,8 por 100. Pero por construcción, este error se trata de un e^o

1 1 1 j • j r.r.r.At^ror lí) diferencia entre valores umtanos ponderado: el que denva de ponderar la aiiercui.i.t r, • j j„ „,„ oficiales y estimados - m á s reaüstas-, por el volumen fisico ¿e cada pro­ducto (partida) de importación. De esta manera, una desviación global reducida puede encubrir importantes sesgos por productos, que no afloran, bien porque siendo de distinto signo se compensan unos ^«'^ °^°^' ° ^ J plemente porque no siendo artículos muy relevantes en el total de mipor-taciones, el término de ponderación resulta ínfimo

No es la primera vez que Uamamos la atención sobre el asumo. En

Sabaté (1992)^ (1995), ^ ^ ^ ^ ^ ^ J ^ f ^ t : ^ ^ ^ ^

1913. Basta considerar dos productos de importación entonces t ^ rele­vantes ^ n términos físicos y de valor- , como el 'f^lf^^^'l^^. rama. En 1897 la exageración global, ya se ha dicho, ,f-e f « - S ^ r 100 pero en el mismo año, el trigo sufría una exageraaon ^^ ^ P ^ t o / ^

algodón se veía afectado por ^ ^ - ^ - ^ Z t ' : ^ : : ^ : ^ ^ ^ mativas son las discrepancias en 1913, cuanau d

de 10,5 pu„.o, « opone u » e « e r a c » d¿ « ^ ^ n ^ T , e l J I Z subvaloración de 20 puntos en el algodón. Es evidente ^

e„„e los sesgos por p a « d . s , el » « ' f ¿ ¿ r s ^ T ^ - o S s -decíamos, la media aritmética simple calculada soore vai

1 r. j MQRAl Debemos además a su amabilidad, los > Como siempre, los datos de Prados (1986). Debernos ^ ^ ^ ¡ ^ ^ ^„ p^^¿^ ios unitarios estimados con que revalua los flu)os oticiaies F " precios unitarios estimados con

(1981

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MARCELA SABATÉ SORT Y EVA PARDOS MARTÍNEZ

reviste credibilidad alguna; pero tampoco las medias ponderadas sectoriales, si el criterio de selección anual responde a desviaciones en la cifra total de importaciones.

Y en alguna medida debe ser consciente Tena de esta limitación, cuando él mismo aduce como argumento en favor de sus cortes temporales, la moderación del sesgo estimado —disponible también en Prados (1986)— para productos primarios y manufacturas. El Cuadro 1 sintetiza la infor-

CUADRO 1

Sesgos entre cifras oficiales y estimadas

1897 1908 1913

Total

0,8 5,5

-10,5

Productos primarios

5,9 9,1

-9 ,1

Productos industriales

-0 ,6 6,7

-4,3

FUENTE: Porcentajes obtenidos a partir de Prados (1986).

mación relativa a tales años: en 1897 una sobrevaloración del 6 por 100 en materias primas y subvaloración del 0,6 en manufacturas; para 1913, subvaloraciones del 9,1 y 4,3 por 100, respectivamente. Y éste es, en su opinión, un argumento válido, añadido al de las moderadas desviaciones totales, para seleccionar dichos años. La pregunta que se nos ocurre es por qué en lugar de 1913 no ha elegido un año como 1908, con una desviación global más reducida (5,5 por 100), sectorialmente más equilibrada, y sobre todo, con un cambio menos brusco de los sesgos en productos primarios y manufacturas respecto a 1897. Esta última pun-tualización carecería de relevancia si el autor no pretendiera hacer com­paraciones sectoriales, pero la tiene, y mucha, cuando oponiendo las protecciones relativas (industria/no industria) de 1897 y 1913, concluye por dictaminar el carácter agrario de la reforma de 1906.

Con estas pretensiones, resulta incomprensible que ignore la distorsión introducida por la elección del año 1913, en que el sesgo de productos primarios (comparado con 1897) pasa de una sobrevaluación del 5,6 por 100 a una subvaloración del 10 por 100, mientras el sesgo sobre manu­facturas se mantiene comparativamente estable. En tales condiciones, está claro que la selección de 1913 exagera más que proporcionalmente la pro-

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UNA CUESTIÓN A DEBATIR

tección estimada para el conjunto de productos primarios en relación a la industrial, convirtiendo en artificioso el perfil agrario atnbuido a la Refor­ma de 1906. Y nuestra pregunta es: ¿seguiría detectándose una perdida de protección relativa de la manufactura si en lugar de tomar 1913 se refirieran los cálculos a 1908, un año aún más legítimo de acuerdo con los propios criterios de Tena (1999)? La respuesta es no.

De acuerdo con el indicador NT calculado por Tena (Cuadro 2), los productos manufacturados ven moderar su protección (del 14,4 a un 14,1

CUADRO 2

Protección arancelaria ponderada

1897 1908 1913 1913*

A) Tena Productos primanos '•-'•'^ Productos industriales 14,4 ' Industria/No industria 95,4

B) Autores , , ^ „ i c e n r, j 14 52 13,69 15,59 15,59 Productos pnmanos ^^'''•^ ' , „ . . g o T 1 • 1 • 1 ^é>2 14,85 15,38 ib,y» Productos indusmales ^o,^ '^ 007 in«9 Industria/No indu-^trí. 111,6 10».^ ü £ ! £ ! : ! _

* Incluye los datos de la Ley de Comunicaciones Marítimas de 1909. FUENTES: Tena (1999) y cálculos a partir de las Estadísticas de Comerc.o Extenor.

por 100 ad valorem), lo que sumado al ligero aumento de la de productos primarios (de 15,1 a 15,5), reduce la protección relativa de la indu tna, bajando la ratio protección industrial/no industrial de 95,4 a 91 . Un cam­bio, por cierto, bastante poco espectacular para unas ^^-f^^^^^^^^^^^. tundentes. Pero veamos qué ocurre si introducimos el ano 1908 en el

- T r a f i c a d o . r raines ya expuest^ e. . 0 de la me^a s ^ P ^ f ¿ ^ ^ J ; rarse en que el año 1908 es un cnteno de selección ^ « ^ ^ ' ^ ¿ ^ ^ ^ „ , „ „ ,

para NT. Con relación a la otra "^^'^ ^^^%^J'^.bor.dos) a los de 1889. 1882 y 1891, de menores sesgos (para P'°f"^^ P ™ / rfü, en cualquier caso. Por ello articulamos la discusión en tomo « j J ~ ' ^ ^ ^ ^ l,^gri ol^ en la coyuntura mantiene la moderación de la protección manufacturera trente ^

de principios de siglo.

U9

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cálculo'. Lo primero a destacar es el contraste de los porcentajes obtenidos para dicho año y 1913. El cociente protección industrial/no industrial de 1908 queda 10 puntos por encima de la ratio correspondiente a 1913. Algo que obliga a una lectura más ponderada del cambio supuestamente sancionado en la Reforma de 1906, y a moderar, en cualquier caso, las pretensiones del autor sobre haber zanjado la cuestión acerca del carácter agrarista de la ley.

El problema no está únicamente en el año seleccionado, sino en que la falta de conocimiento de la legislación arancelaria del período le lleva a cometer errores de cálculo. Nos referimos al olvido de la famosa Ley de Comunicaciones Marítimas de 1909, cuyos efectos sobre la medición de la protección manufacturera correspondiente a 1913, son totalmente ignorados. A principios del siglo actual, la Reforma Salvador atendió las demandas de las compañías de navegación españolas para reducir el dere­cho de abanderamiento (arancel) de los buques. Pero la Ley de Comu­nicaciones Marítimas de 1909, a modo de compensación, elevó las primas percibidas por los armadores. La cuestión no es baladí, pues añadiendo el importe diferencial de las nuevas primas por construcción a la cifra de recaudaciones arancelarias , la protección industrial aumenta del 15,38 a un 16,98 por 100 (Cuadro 2) y la ratio industria/no industria, que es lo que aquí primordialmente interesa, se coloca en 108,98. Un dato asom­brosamente cercano al que se obtuvo para 1908, y que abunda en la deman­da de moderación para las conclusiones de Tena (1999).

2. NUEVAS PUNTUALIZACIONES AL TEMA DE LOS ARTÍCULOS DE RENTA

De acuerdo con este autor, a la pérdida de nitidez del perfil industrial, aparte de la moderación de las barreras impuestas a la manufactura, con­tribuyó el hecho de que el arancel de 1906 fue más favorecedor de los intereses agrarios que los aranceles precedentes. Y en este punto, dos son sus argu-

' A efectos de comprobar que no somos nosotros, sino el cambio de año, la única fuente de posibles discrepancias, se acompañan los resultados para 1908 (autores), de los que siguiendo igual proceder, obtuvimos para 1897 y 1913. Que el perfil testimonie, más acentuadamente si cabe, la reducción de la protección relativa industrial (nuestra ratio se precipita de 111,6 en 1897 a 98,7 en 1913), autoriza a argumentar, por comparación, con los resultados de 1908.

'' El importe diferencial de las primas en Sabaté (1996, p. 279); el tonelaje importado por clase de buques, en la Estadística de Comercio Exterior de 1913.

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UNA CUESTIÓN A DEBATIR

memos: primero, la marcha de la protección triguera; segundo, en términos más generales, el hecho de que el indicador promedio para alimentos aumente de forma acusada entre 1897 y 1913. Dada la configuración eco­nómica del país en la época, creemos que la referencia a uno de los mtereses entonces más representativos, el triguero, resulta imprescmdible. Y asi mis­mo debe opinar Tena, cuando, a pesar de ponerse en posición un tanto incómoda -descubriendo las debiHdades de su m é t o d o - , no elude el tema. «El régimen arancelario sobre el trigo y sus harmas entre 1892 y 1913 -af i rma al respecten, fue muy cambiante y, por tanto, nuestra elec­ción de fechas anuales para la medición podrían sesgar os resultados sobre la protección relativa del sector» I Sin embargo, los h'mites de enjuiciar la intensidad de una medida a partir de un solo corte temporal no parecen haberle preocupado mucho hasta ese momento«, y nos preguntamos si tan repentino interés guardará alguna relación con el hecho de que obteriga unas protecciones trigueras del 43,7 y 36,4 por 100 cuando cine los cálculos a 1897 y 1913. Esto es, que registre una suavizacion de la protección agraria de difícü engarce en su discurso. Sólo entonces se plantea la nece­sidad de considerar períodos superiores al año y hacer promedios, 1891-1906 y 1906-1913. Lo realmente paradójico del arüficio es que, como tal, hubiese podido evitarse. Bastaba que en lugar de utilizar valores ofi­ciales, hubiera considerado los valores de mercado de Prados (1981), en cuyo caso, habría comprobado que el trigo paso de soportar un gravamen del 36,6 por 100 en 1897 a otro del 35,5 en 1913. El mcomodo desplome de protección triguera que Tena registra en sus cálculos es fruto^ sim­plemente, del escaso reaHsmo de las cifras oficiales de comercio extenon En este sentido, el propio autor se encarga de demostrar, a prec^ de incongruencia, el sinsentido de utiHzar valores unitarios, por m^^^^cjn término globales la desviación entre cifras oficiales y de mercado pueda

considerarse mínima. . i • i„ ;j^„ A^ Pero no hemos terminado. Faltan algunas observaciones ^ k idea de

Tena (1999), según la cual el grupo de ^ - ^ ° V T rVntre 1897 v de los tres í n d i c a refiíerza las defensas frente a exteno entre 1897 Y 1913- y esto aun después de haber eliminado del computo aqueUos ali-

' ^ , , ' , ^^„,„ p] azúcar) a los que reconoce simple mten-mentos (colomales excepto el azúcar; a x^= ^ „,.„t^^^;oní"« cionaHdad fiscal (Cuadro 3). Cierto es que si medmios 1 - P - - " ° - ^ del grupo de alimentos a partir de la información recogida en la Estadística

' Tena (1999), p. 601. . .) ¿e oue las oscilaciones anuales en » A pesar de que él mismo es ^°-fJ^^'l¿2'SJ^J"^^,ü,nocm.hi^tc.

precios pueden distorsionar la medición igual que un regjmen ar

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MARCELA SABATE SORT Y EVA PARDOS MARTÍNEZ

CUADRO 3

Protección alimentaria (media de NT, UNT y RNT)

A) Tena

1897 1913

B) Autores

1897 1913

Con coloniales

18,9 34,2

Con coloniales

24,58 39,57

Con coloniales y recargos

36,43 39,57

Sin coloniales, con azúcar

21,1 30,7

Sin coloniales, y Sin coloniales, y azúcar con recargo azúcar sin recargo

32,88 26 33,36 33,36

FUENTES: Tena (1999) y cálculos a partir de la Estadística de Comercio Exterior y Sabaté(1996).

de Comercio Exterior, nuestro promedio (que sube del 24 a casi un 40 por 100) dibuja una trayectoria perfectamente comparable a la ofrecida por dicho autor. El problema radica en que para comparar 1897 con 1913, no basta considerar los registros arancelarios.

Minuciosamente explicado por Martín Rodríguez (1982) con relación al azúcar, es generalmente conocido cómo los derechos satisfechos por este producto en frontera no se limitaban a los puramente arancelarios, sino que abarcaban un conjunto de recargos interiores, dependientes de la procedencia, muy discriminatorios con respecto al azúcar peninsular. Una situación que llegó hasta 1899, cuando, perdidas las colonias, no había razón para seguir con el artificio. Se eliminaron entonces los recargos inte­riores y elevaron, en consecuencia, los aranceles sobre el azúcar extranjero. Y otro tanto ocurrió con el resto de coloniales (los más relevantes, café y cacao), aparentemente sin carga arancelaria cuando procedían de Cuba, Puerto Rico o Filipinas, pero sujetos al mismo sistema de recargos del azúcar. Por consiguiente, parte sustancial del incremento de recaudación arancelario registrado por los coloniales entre 1897 y 1913, no es protección de nuevo cuño, sino mero afloramiento de la protección camuflada en el sistema de recargos interiores. Si incluimos en los cálculos el componente protector de esos recargos, el gravamen sobre alimentos correspondiente a 1897 sube del 24,6 a un 36,4 por 100 ad valorem (Cuadro 3), moderando

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UNA CUESTIÓN A DEBATIR

de forma sustancial el abrupto perfil que Tena (1999) da a la evolución de la protección alimentaria entre los aranceles de 1891 y 1906.

Pero sigamos con la cuestión de los alimentos cuya producción nacional es inexistente. En Tena (1999) se eliminan, en efecto, los colomales ; todos a excepción del azúcar, producto que sí cuenta con producción penm-sular. Procediendo de tal modo, concluye que si bien el salto se modera (incluidos los coloniales los porcentajes iban de 18,9 al 34,2 por 100; sm eUos pasan de 21,1 al 30,7 por 100), la imagen de una protección aknentana reforzada se mantiene, tanto en términos relativos como absolutos. De nuevo pura apariencia. Si sus cálculos para 1897 hubiesen reflejado la tn-butación real del azúcar antillano -disimulada en el juego de recargos comentadc^, el nivel de partida no hubiese sido a buen seguro del 21,1 por 100, sino indudablemente mayor. Así lo prueban nuestros calcdos para­lelos. Excluyendo del cómputo a todos los colomales menos el azúcar -considerando, eso sí, la verdadera discriminación que sufre en frontera durante 1897- no hay aumento perceptible de protección entre dicho año y 1913, el gravamen se mantiene en tomo al 33 por 100. Para que lo hubiese habido, como en Tena (1999), hubiésemos debido ignorar, como él hace, la carga real previa sobre el azúcar cubano (Cuadro 3).

3. REFLEXIONES

La escasa fiabiHdad de las cifras oficiales de importación españolas, sigue pesando como una losa sobre los deseos de desagregación en los cálculos de protección arancelaria nominal. Y aunque hay ^ f ^ ^ J ^ ^ v la carga y sacrifican detalle o cobertura en la estimación , tambie^hay quien como Tena (1999) no se resigna, y aun a nesgo de que se le achaque

, - 1 1 ^^ntini'ifi utilizando valores oficiales. Entiéndase que amnesia académica , contmua uiuizdnuu voi su empeño en suministrar un indicador de protección ^^'^^^¡J^^ gregadVpara el período 1875-1930 -sabedores por experiencia de lo labo-L^os y L a g r a L i d o s que - l o - b a j o s e m^^^^

— S r a q ^ p S t X r r r ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ - P- lemas que

~ ^ ^ ¡ ü ^ a . o s al respecto que se haya finalmente - n ^ d o ¡a ^gerencia hecha al autor en Sabaté (1996), con relación a los «cálculos de Prados y TJna (IW)^

•» En los trabajos de Sabaté (1992, ^^^/j¿irado U994)^^^^^^^ ( ¿ ^ ^ de ..aüsmo •' Después de tanta denuncia ' ' « ' ^ f ¿ ° ' S ^ ' 2 ) junto a Prados (1981. 1986)-,

de los valores oficiales, y tanto esfuerzo —el de lena (lyy^h )u por salvar a las cifras de comercio extenor de la amenaza.

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conlleva el empleo de valores unitarios oficiales seleccionados con la guía de una desviación agregada, cuando los cálculos de protección bajan al máximo grado de desagregación (media aritmética simple) o utilizan una estructura de ponderación distinta (cualquier ponderación sectorial del tipo industria versus agricultura). Como ilustración de la incongruencia intrínseca al procedimiento, basta recordar el cambio que registra el perfil de pro­tecciones relativas (industria/no industria), si en lugar de tomar los cortes 1897 y 1913, se consideran los años 1897 y 1908. El cambio es de tal magnitud que quiebra uno de los principales argumentos de su discurso, el de que la Reforma de 1906 vino a reforzar notablemente la protección relativa agraria.

Lo grave es que no sólo la improcedencia del método de selección temporal emborrona el trazo de un nuevo perfil del proteccionismo español (Tena, 1999). Efectos perturbadores tienen también algunos descuidos en materia de legislación arancelaria. Así, la ignorancia de la Ley de Comu­nicaciones Marítimas, deprime ficticiamente la ratio protección industrial/no industrial de 1913; y un efecto paralelo, aunque afectando al denominador, es el provocado por el olvido de la legislación azucarera en los últimos compases de Imperio. Ambos descuidos bastarían para descalificar la lectura que hace el autor de la Reforma de 1906. Por este motivo, pero sobre todo, por el criticable método de selección temporal empleado, lamentamos concluir que los más recientes esfuerzos de Tena (1999) por homologar clasificaciones y reinterpretar reformas arancelarias, han sido sembrados en baldío.

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Un d e b a l ^ t o S o Tena-Daniel Tirado», RevisU, de Economía Aplicada,

TuZ:¿\''imAy'L política arancelaria en la Restauraci6n. Nuevos indi-cadores». Revista de Economía Aplicada, num. 6, pp. i^i-ZM^-

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RÉPLICA A SABATÉ Y PARDOS ANTONIO TENA JUNGUITO

Universidad Carlos m de Madrid

Las siguientes líneas son una respuesta a los coméntanos cnticos que dedican Marcela Sabaté y Eva Pardos a un articulo publicado por es a Revista en el otoño-invierno 1999, número 3. Dada la escasez de espac o ofrecido a esta réplica, me limitaré a contestar lo esencial y no lo superfluo de sus comentarios. Sin embargo, me resulta imprescindibe comenzar con una introducción para que el lector pueda evaluar el sentido ¿e sus des^ caHficaciones iniciales sobre la metodología seguida en la construcción de

mis indicadores. , , „„;„„^c A^ El necesario uso de series temporales para establecer ecuaciones de

correlación bien definidas entre crecimiento y r ' ^ 5 " ; ° " ' ' ' ^ ; ^ Í l e n d a n que los historiadores económicos y los economistas del desanroUo dependan todavía de medidas empíricas, que la teoría rechaza como ----ta^^^^^^^ el tradicional índice de protección nomma^ ponderado P^/ ^ ^ ^ ^ (de fácü estimación mediante el porcentaje de mgresos ^ ^ í " ^ X l de las importaciones). El índice de protección --^^J^^'^^'J^^^ (NTt = I«Ti*Mi)/lMi) es un índice Paasche que pondera el arancel LTidualpo; suportación cada afío. El problema c l á s - ^e los^^^^^^^^^ índices afecta, en consecuencia, a este indicador, ya ^l^^^^ll\^ incrementa M se reduce. Esto significa que NT norm^ente sesga lo resultados a la baja y que la extensión de este sesgo dep^ff; ^^^^^^^^^ de los aranceles y de la elasticidad de las - P " ^ ' ^ ^ j ^ ^ ^ ; P 1^^^^^^ más importantes Dado que las manufacturas suelen tener "f ^ ^^^^^^ de demVnda más alta que los productos P ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ f " ^ ^ / ^ ' P ^ cialmente relevante para aqueUos períodos y países con un mvel alto en

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ANTONIO TENA JUNGUITO

la protección de sus manufacturas. Además, dentro de los productos pri­marios, cabría esperar un mayor sesgo de los productos alimenticios nacio­nales, con sustitutos directos, que en los coloniales o fiscales con sustitutos indirectos. La aceptación de mis indicadores de protección alternativos y de las técnicas de contraste usadas en mi artículo sólo tienen sentido si estas hipótesis de partida son aceptadas como relevantes a la hora de medir el perfil de la protección para el caso español, tanto en relación con los cambios de la política comercial a lo largo del período de la Res­tauración como en su comparación con otros países.

El problema de los sesgos incluidos en las valoraciones y su repercusión en las estimaciones de los indicadores de la protección es, sin duda, uno de los temas discutibles de mi artículo. La literatura sobre los sesgos de las estadísticas españolas del comercio exterior, ha mostrado claramente las grandes dificultades técnicas para revaluar de forma fiable una muestra significativa de productos de las importaciones españolas, especialmente en el caso de las manufacturas (véase Tena-Tirado, 1996). Como se expli­caba en esta polémica, la alternativa de revaluar con precios de mercado internacionales las manufacturas es legítima siempre que se den pasos ade­lante respecto a los esfuerzos ya realizados. Cuando el objetivo es ofrecer una visión global de la protección industrial en España, la tarea de encontrar precios internacionales de manufacturas que mantengan la misma homo­geneidad a través del tiempo que las importaciones españolas se promete ingente, el riesgo de cometer arbitrariedades que afecten seriamente los resultados es extremadamente alto y, por tanto, las ganancias de este esfuer­zo se prevén escasas en relación con el objetivo propuesto. En consecuencia, la opción de elegir los años, aparentemente, mejor valorados que propongo en mi artículo, aunque discutible, parece legítima.

Otra cosa son los indicadores relativos de protección Industria/Pro­ductos primarios de mi artículo. Sabaté y Pardos me piden que tenga en cuenta los sesgos relativos agregados de las valoraciones en el numerador y el denominador en los años 1897 y 1913. Sin embargo, la fuente principal de su disgusto con mis resultados no está allí. El verdadero origen de nuestra discrepancia está en su empeño en defender el indicador NT como único indicador interpretativo (ver Cuadro 2 de su Nota), no teniendo en cuenta las evidencias que aporto en mi artículo sobre el sistemático sesgo que se puede observar en este indicador convencional para el caso español. Sin embargo, puesto que la crítica es legítima y dado que existen estimaciones aproximativas del sesgo de manufacturas y productos prima­rios [Prados de la Escosura (1986), Tena (1985)], parece oportuno observar

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RÉPUCA A SABATÉ Y PARDOS

la influencia de éstos sobre los indicadores relativos de protección en su

conjunto para comprobar su robustez. , . , , j El Cuadro 1 es la reproducción del Cuadro 3 de mi articulo después

de incorporar los sesgos de manufacturas y productos pnmanos, como

CUADRO 1

Ntveles relativos de protección nominal industrial y no industrial en España (con la inclusión de los sesgos de las valoraciones)

(IND/NOIND) X 100

1877 1889 1897 1913 1926

NT

145 126 90 98 84

Industria/No industria

UNT

136 106 124 85 86

RNT PROM

— 140 70 99

124 114 32 66

120 99

Industria/No industria sin coloniales

NT

304 169 121 153 164

UNT

145 109 127 102 130

RNT PROM

— 224 63 102

110 120 46 100

194 161

sugieren las autoras de la Nota. Una lectura paralela de ambos cua^o no permite observar cambios relevantes en los índices relauvos en los anos 1897 y 1913. La excepción es el año 1926, en donde se ^^duce el sesgo industrial, sobre todo si no se excluyen los productos colomales, y que

será motivo de alguna reflexión, ^^^f^^" """ ^ ^ ^ ^ y pardos consiste Otra de las críticas pertmentes de la nota de dábate y r

en señalar que los recargos o inipuestos sobre el consumo, en el c de los cololles, se pagaran en frontera desde 1862 y ^^'^j^^^^^ la ley^. Aunque ía üteratura nunca ha tarificado suficientemente l ^ c o ^ secuencias de que esto ocurriera así, es razonable pensar que cualquier

- T I ^ T Ü s g o s apUcados a las imanaciones - P - • ^ ¿ ' ^ S : - S í ¡^'lOoTy 100; 1889: +9,4 por 100; l^^V: "0,6, 1913. 4,5^^f»r^^ , ^ ^ ^^ ^^^^ ^^^^^^

para los productos pnmanos (1877: +8,4 por , '^ fócidos por Prados de 100; 1913: -11,0 por 100; 1926: -7,9 P°; ^'j^^l^^.Vfreddos ^ ^ la Escosura (1986) [Cuadro AP2 (pp. 138 y 139 ] V 1 2° °^^"^ ¿^[¡ño precedente como dro AP.IV-3 (p.112)]. Al indicador RNT se le ^Pl""™"'"^^f ? f ' ™ corresponde a un indicador ponderado por las ' " P ° " ~ ^ s Jdadas ' por el Decreto de

^ Manuel Martín (1982) menciona diversas "«""^"^^^ .^[^'72 la Ley de Relaciones noviembre de 1862 (núm. 26, p. 86) la Ley . eP esupue s ^ ^ ^ ^ ^ Y^^^ ^^ ^^^^

Comerciales de 1882, y termmando P^^'f t ? ^ ^ 1 o Jelimpuesto sobre consumos (pp. 226-227) en donde en todas ellas se establece que el pago u F

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ANTONIO TENA JUNGUITO

intento por discriminar impositivamente entre azúcar de producción nacio­nal e importada era sólo posible mediante el uso de un arancel. En con­secuencia parecería aceptable incluir los ingresos sobre consumos de colo­niales pagados en frontera en el total de los ingresos arancelarios. Manuel Martín (1982) ofrece esta información para el caso del azúcar entre 1882 y 1898 con lo que es posible también reproducir el Cuadro 6 de mi artículo incorporando el recargo de azúcar .

Las diferencia de estos resultados con los que ofrecen Sabaté y Pardos en el Cuadro 3 de su nota proceden de su error al titular el Cuadro «Pro­tección Alimentaria (media de NT, UNT y RNT)» cuando en realidad, de nuevo, sólo ofrecen datos del indicador convencional NT (división entre ingresos arancelarios y valor de las importaciones), con o sin recargos. Este descuido, por su parte, se soluciona en este Cuadro donde además se ofrecen los índices relativos de los alimentos en relación con las manu­facturas (incluyendo el recargo del azúcar) que es, aparentemente, la fuente de su discrepancia. De nuevo, el argumento no cambia sustancialmente. Entre 1897 y 1913 se sigue observando cómo los alimentos incrementaron su protección de forma moderada mientras las manufacturas la reducían.

Por último, las autoras ofrecen estimaciones de la protección manu­facturera distintas a las mías en su Cuadro 2 para 1913. El motivo sería mi omisión de la famosa Ley de Comunicaciones Marítimas de 1909 y su supuesta incidencia en el cálculo de la protección manufacturera para este año. Siento decir que por razones de teoría económica elemental no es posible aceptar esta crítica. Los efectos de un subsidio no son equi­valentes a los de un arancel. Un subsidio (o prima) no incide negativamente sobre el consumo, y reduce los ingresos fiscales, a la inversa de un arancel. Ambos sólo comparten su objetivo de incrementar el excedente del pro­ductor, siendo siempre más transparente y preferible el subsidio al arancel, en términos de bienestar, para una economía. Por tanto, parece poco afor­tunado incluir la cifra de las primas gastadas por el gobierno en subven­cionar al sector naviero como parte del cálculo de la protección arancelaria industrial en 1913.

Todo el esfuerzo de medición de mi artículo estaba dirigido a aportar evidencias que tratan de probar de forma razonable: 1) que el indicador convencional de la protección nominal ponderada española (NT) sesga

del azúcar y otros productos coloniales se pagaría en Aduanas para el azúcar importada y a la salida de fábrica para la producción nacional.

' Ver Manuel Martín (1982), Columna Consumos, Cuadro C.3, p. 349.

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RÉPUCA A SABATÉ Y PARDOS

CUADRO 2

Impacto de los llamados «productos coloniales» en los indicadores relativos de protección (incluyendo el impuesto sobre consumo pagado

en frontera por el azúcar) (media aritmética entre los indicadores NT, UNTy RNT)

Alimentos (1) Manufacturas (2) Total (3) (l)/(2) = (4) (r,orcentaie) (porcentaje) (porcentaje)

A) Con coloniales (y azúcar con recargo) 1897 24,7 1913 34,2

B) Sin prod. fiscales (y azúcar con recargo)

25 8 21,2 0,96 15',9 19,5 2,2

1897 28,1 25,8 20,9 1,09 1913 30,7 15£ 17^ 1^

a la baja la protección agregada en términos generales; 2) que este sesgo a la baja afecta especialmente a las manufacturas, como era razonable espe-ar dada su mayor elasticidad de demanda; 3) que el sesgo a la baja es

^ayor en el período en que el incremento arancelano de las m a - f a c ™ foe mayor y esto se observa especialmente después del arancel de 1891, 4 que los aranceles sobre las manufacturas se moderaron de forma sig-jficativa en los años que siguieron al arancel de 1906 y que esto ocumo Smismo tiempo que la protección sobre los alimentos sufna un mcremento

S s ri&ativo, sób en parte, por razones fiscales; 5) que aun toman-T l a discutible decisión de dejar fuera el Uamado «componente fiscal» de la p ote ción de los alimentos, el indicador relativo de la protección ALnentoXnufacturas, dado el moderado incremento del numerador y Aiimentovmaiiu , denominador, oft-ece dudas mas que razo-

'" ^ i ^ X r e u Í L r i d l t l d T l n c d de 1906. sobre todo en el nables sobre el caracter m ^ ^ j „,is ¿^ ^ ^rtculo

comexto del penodo •*= '» J ; ' 7 " ^ ° ^ , „ / , e s g o indmtrial de la política consistía en P " " " ^ ^ f J S ^ ¿ ^ e " I s . a u t a c f ó n sugtriendo ,ue e»sü6 comercial española desde el irBcio obseivados

r ^ u T u S o t ^ L L d f p ^ n - L perspectiva la poBtica con^ercial

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ANTONIO TENA JUNGUITO

durante el período de la Restauración y, en este sentido, a pesar de mis esfiaerzos por incorporar las críticas de las autoras de la nota para los años 1897 y 1913, siento decir que mis datos siguen sin apoyar la tesis de Serrano Sanz (1987) de que el arancel de 1891 fue agrario y, en consecuencia, tampoco es posible hacer brillar al arancel de 1906 por su repentina «im­pronta industrial» en el contexto de la España de la Restauración.

BIBLIOGRAFÍA

MARTÍN RODRÍGUEZ, M. (1982): Azúcar y descolonización. Origen y desenlace de una crisis agraria en la Vega de Granada. El «ingenio de San Juan», 1882-1904, Gra­nada, Universidad de Granada.

PRADOS DE LA ESCOSURA, L. (1986): «Una serie anual del comercio exterior español (1821-1913)», Revista de Historia Económica, núm. 1, pp. 103-150.

SERRANO SANZ, J. M. (1987): El viraje proteccionista en la Restauración. La política comercial española, 1875-1895, Madrid, Siglo XXI.

TENA, A. (1985): «Una reconstrucción del comercio exterior español 1914-1935: la rectificación de las estadísticas oficiales». Revista de Historia Económica, núm. 1, año DI, pp. 77-119.

TENA, A., y TIRADO, D . A. (1996): «Protección arancelaria en la Restauración. Nuevos indicadores», Revista de Economía Aplicada, núm. 11, pp. 135-150.

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Page 175: Revista de Historia Económica - UC3M

UNA NOTA SOBRE LOS SETENTA AÑOS DEL SERVICIO DE ESTUDIOS DEL BANCO DE ESPAÑA

JUAN VELAKDE FUERTES Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

Gracias a un Hbro reciente de Pablo Martín Aceña hemos pasado a comprender plenamente la complejidad que tiene el Servicio de Estudios del Banco de España. Por una parte, es nada menos que una mstitucion imnersa en el seno de nuestro Banco Central, en^andísima parte puesta al servicio de la poHtica monetaria española. Sin el Servicio, esta hoy sena, por fuerza, bastante diferente. De ahí se deriva una influencia muy mipor-fante y por eUo, poderosa, en el conjunto de la poliüca española toda. Por otra, es un lugar de investigación de la economía que, desde hace setenta años trabaja, además, con unos niveles muy altos de calidad cien­tífica mídanse éstos como se desee. De ahí se ha acabado desprendiendo que ¡US funcionarios tengan una especie de nexo común, lo que les con­vierte, de modo casi automático, en miembros de una escuela. Por supuesto que ésta tiene muchísimo en común con la que se ha denommado E j:uela de Madrid 2 pero, si se quiere, dentro de ésta, pasa a poseer un fuerte espíritu común derivado de una especie de orgullo satisfecho por pertenecer aH^o que, en el terteno de la investigación económica de altura, se observa

• p,blo Martín Aceña, El Serv,ao de Estudios del Banco de Espai^, 1930/2000, Banco

de España, Madrid 2000. 10 + 327^P^ ^ ^ ^ ^^^^^^^^ j , 1, E l , j Madrid 2 Me ocupe de la bscuela ae ' ; " " , jjscurso que está recogido en el volumen

y l a R e a l A c a d e m i a d e C . e n a a s M o r a k s y P t o > N ^ ^ q ^ .^^^^ ^^^ ^ Solemne acto de apertura de Curso de las ^^^^M^^^^^r^ de Ciencias Morales y preudencia de Sus Majestades los ' ^ - ¿ ^ ^ " ' ^ • . ^ r ^ ^ b S ^ o n el título de «La Real Políticas, Madrid. 11 de octubre ¿ ^ A ^ ' P P ^ J ^ l a de Madrid», se recoge lo esencial

Revista de Historia Económica Año XIX. Invierno 2001. N." 2.

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JUAN VELARDE FUERTES

que supera la calidad de la de buena parte de los colegas y grupos existentes. Además, tal orgullo se acentúa porque el Servicio de Estudios tiene ya tal continuidad que les pone al abrigo de riesgos de liquidación de su labor. En tercer término, esta institución es, desde el punto de vista admi­nistrativo —y, por supuesto, desde las perspectivas mercantil y laboral— un simple fragmento de esa muy amplia realidad que es el Banco de España. Más de un aspecto del mismo se desdibuja si lo separamos de esta ins­titución mucho más moderna que el Banco. A veces esto se olvida al enjui­ciar las tareas, que sólo se entienden históricamente, si comprendemos que el Servicio del que ha sido hasta ahora nuestro Instituto emisor, en principio, ni se creó para altas tareas del Estado, ni para que fuese un semillero de estudiosos, sino para mejorar la eficacia de un Banco central que, además, era entonces una sociedad anónima que procuraba maximizar sus beneficios.

Quizá sea importante, en este sentido, consignar que el Servicio de Estudios aparece cuando el Banco de España se ve obligado a dar un viraje, en buena parte a pesar suyo, para poder actuar, al contrario de lo sucedido hasta entonces, en pro de la economía nacional. En realidad, casi coexiste este Servicio con el inicio de un caminar, impuesto por la Ley Prieto de 1931, que conduciría al Banco de España, inexorablemente, a la estatifícación por la Ley de 1962. Tiene, pues, poco, o poquísimo, que ver con la etapa anterior a la que cabría titular, con la expresión de Olariaga, El Banco de España, plaga nacional ^.

Contemplado en su conjunto, se ha de admitir, y mucho más tras la lectura de la obra del profesor Martín Aceña, que es un Servicio que ha de ser analizado tanto para conocer el capítulo de la Economía en el gran libro de la Historia de la ciencia española, como para comprender acon-

' Este título tiene que relacionarse con la pregunta que se atribuye a Gumersindo de Aícárate: «¿Es el Banco de España o España del Banco?». Los artículos de Luis Olariaga sobre esto fueron: «El Banco de España, plaga nacional. I. El Estado español autoriza gratuitamente al Banco para que fabrique dinero y luego se lo pide en préstamo, regalándole millones en concepto de interés», en España, núm. 2, 5 de febrero de 1915, año I, pp. 8-9; «El Banco de España, plaga nacional. 11. El Banco es el mejor negocio de su clase que existe en Europa y para asegurar su grandes dividendos se violenta la Ley cuando es nece­sario», en España, núm. 3, 12 de febrero de 1915, año I, pp. 3-4; «El Banco de España, plaga nacional. III. Las ganancias del Banco son causa permanente de que en tiempo normal sea depreciado el dinero español», en España, núm. 4, 19 de febrero de 1915, año I, p. 3; «El Banco de España, plaga nacional. IV. El Banco no cumple su misión fundamental», en España, núm. 5, 26 de febrero de 1915, año I, pp. 8-9; y, finalmente, «El Banco de España, plaga nacional. Comentarios y críticas de la serie», en España, núm. 7, 12 de marzo de 1915, año I, p. 4.

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UNA NOTA SOBRE LOS SETENTA AÑOS DEL SERVICIO DE ESTUDIOS DEL BANCO DE ESPAÑA

tecimientos esenciales de la historia de España. He de subrayar desde esta embocadura, que el profesor Martín Aceña actúa de modo admirable en esa siempre difícil tarea de encaje de la explicación del devenir de la Historia de España con la del no menos apasionante mundo de la descripción de las labores científicas de esta institución.

Una obra de la ambición de ésta de Martín Aceña ha de cumplir tres condiciones. La primera, historiar de manera concisa y clara. En segundo lugar, no incurrir en ningún error científico. La tercera, ser capaz de integrar en un cuerpo único lo que —ciencia, política, tarea burocrática normal— tiende a disgregarse si no se tiene maestría al relatar lo que ha sucedido. Conviene decir que, tras someter este libro a ese triple contraste, se puede afirmar que lo supera con grado de excelencia.

Puntualicemos algunos aspectos especialmente interesantes. En primer lugar, hay que dejar bien claro que la relación de economistas y estadísticos que presenta en el Servicio Pablo Martín Aceña, nada, o poquísimo, tiene que ver con la Escuela de Flores de Lemus, que parecía dominar la escena española, no sólo hasta la muerte de este economista, sino mucho más allá, a través del grupo del Instituto de Estudios Políticos. Los nombres del Servicio de Estudios que se van presentando bien puntualizados a los lectores son, fundamentalmente, los de Olegario Fernández Baños, Germán Bemácer, Francisco Jainaga, José Larraz, Mariano Sebastián, Antonio de Miguel Martín, Emilio de Figueroa, Ángel Vegas Pérez, Juan Sarda Dexeus, Ángel Madroñero, Luis Ángel Rojo, José Luis Malo de Molina y José Viñals. De todo este conjunto, las únicas excepciones posibles, en el sentido de las relaciones con la escuela de Flores de Lemus, serían los de Mariano Sebastián, Antonio de Miguel y Emilio Figueroa. Pues bien, aun esto sería de modo muy limitado.

Efectivamente Mariano Sebastián pasó por la ordalía de aquella frase de Flores de Lemus, que casi se convirtió en una expresión fundamental de la escuela: «¿Qué es eso de que ha estudiado Vd. ya el Schmoller? Pues vuelva a estudiárselo otra vez», y así varias veces, hasta casi la exte­nuación del aspirante al ingreso en la escuela. Mariano Sebastián parece haber sido uno de los que no acataron esto sin protesta''.

•* La última vez que me encontré con Mariano Sebastián Herrador fue delante de una librería de la que salíamos los dos. Comenzamos a conversar y recorrimos im buen trecho juntos. Me habló de su formación en Valladolid y en Madrid; de sus relaciones vallisoletanas con Onésimo Redondo —yo le di la noticia, y se rió mucho y confirmó mi hipótesis, de que en las Obras completas de éste, en la llamada Edición cronológica. I. Introducción de Narciso García Sánchez. Dirección General de Información. Publicaciones Españolas,

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JUAN VELARDE FUERTES

Por lo que se refiere a Antonio de Miguel, la impresión que queda es la de una admiración de éste hacia Flores de Lemus, que no era corres­pondida más que con una actitud despectiva. Basta leer el Prólogo que Flores escribió al libro de De Miguel, Introducción a la metodología esta­dística. Fundamentos de estadística matemática ' . Siempre, tras leerlo, he dudado si Antonio de Miguel era hombre de humildad franciscana, o bien si, una vez solicitado, no se atrevió a enfurecer a Flores no publicando su original. Quizá la idea de que así, con el nombre de este economista, que no prodigaba su firma, en la portada del libro, atraería a más lectores, endulzaría lo amargo del juicio.

Finalmente, queda el caso de Emilio de Figueroa, que se autopro-clamaba discípulo de Flores, pero que jamás lo he encontrado en ninguna de las relaciones de éstos. Asimismo se declaraba discípulo de Bernácer. Ambas cosas a la vez, parecen inverosímiles. La personalidad del profesor Figueroa, que psicológicamente era desconcertante, explica que sin haber tenido relación de discípulo con Flores de Lemus, no sólo se lo atribuyese, sino, además, que se lo creyese y, por ello, que sin mentir, defendiese enfáticamente lo que objetiva, no subjetivamente, era una falsedad .

La mayor extrañeza, en este sentido de la ausencia de Flores de Lemus en relación con el Servicio de Estudios del Banco de España, se debe a la persona de quien fue su primer director. Por supuesto, eliminamos de la relación a Francisco Recasens y Mercadé, que había sido designado antes que nadie, a propuesta del ministro de Hacienda, Julio Wais y que

Madrid, 1954, había varios textos publicados en Libertad que se atribuían a Onésimo y que en realidad eran de Mariano Sebastián, a causa de un estropicio de Narciso García Sánchez, que quedaba confirmado en las enfáticas declaraciones de éste en la p. XEII—; de la evolución, peligrosa, del Ya; finalmente, de sus poco gratificantes relaciones con Flores de Lemus, quien, una y otra vez, le disuadía de estudiar a Marshall y le recomendaba —más bien habría que decir que le imponía— que trabajase los dos tomos de la Política Social y Economía Política de SchmoUer, en la edición de Imprenta de Henrich y Comp. Editores, Barcelona, 1905, a los que había llegado a odiar. Quedamos en conversar más ampliamente, pero el profesor Sebastián Herrador falleció al poco tiempo.

' Imprenta de Samarás y Cía., Madrid, 1934. El Prólogo lo fecha Flores de Lemus en Madrid, a 21 de junio de 1924.

' Una de las consecuencias de esta curiosa personalidad, que casi podría denominarse de general de la Rovere, de acuerdo con la genial obra de Vittorio de Sica, es que, siendo Figueroa muy trabajador y estudioso, no dejase el menor rastro significativo en el Servicio de Estudios, como se desprende de la lectura de las pp. 114, 115, 134, 137, 140, 144, 174, 175, 177, 180 y 208 de esta obra de Pablo Martín Aceña. Recuerdo que un día me dijo Luis Ángel Rojo: «—Le he dejado libertad a Figueroa para que haga algo original, lo que quiera; no he conseguido resultado alguno.» Sobre sus méritos, que los tuvo, véase mi nota «Ha fallecido el profesor Emilio de Figueroa Martínez», en ABC, núm. llSflA, 4 de diciembre de 1989, p. 46.

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UNA NOTA SOBRE LOS SETENTA AÑOS DEL SERVICIO DE ESTUDIOS DEL BANCO DE ESPAÑA

fue Uevado por delante, de inmediato, por el ventarrón de la inestabilidad política de los últimos meses del reinado de Alfonso Xm, agudizado, como es bien sabido, por las consecuencias en la opinión pública de la caída profunda de la peseta, que era la cuestión bataUona por aquel entonces. Tras esta aparición fugaza el designado será Miguel Vidal i Guardiola, que había sido discípulo en el «Grupo de Barcelona» de Flores de Lemus . Por supuesto que Vidal i Guardiola duró poquísimo ^ pero el que no quede ni rastro ahí de la escuela de Flores, como una hipótesis a contrastar, está en el origen de su nombramiento. Vidal i Guardiola había sido escogido a soÜcitud de Juan Ventosa i Calvell, el último ministro de Hacienda de Alfonso x m , como consecuencia de que Cambó hubiese decidido crear un partido de centro. Ventosa, como lugarteniente fiel de éste , ocupó la cartera de Hacienda, en un momento deÜcado de la salud de Cambó . A este último poh'tico le parecía útilísimo el disponer de servicios de estudios económicos En CHADE había creado el primero que funcionó en España y de él sabemos algunas cosas gracias a Perpiñá Grau '\ Nada de particular

7 A Recasens se le eligió el 13 de febrero de 1931 y presentó la dimisión el 17 de febrero de Í931- Pablo Martín Aceña, pp. 20-21. Recasens fue un alto y presti^oso fun-Snario del Centro de Contratación de Moneda. En este libro de Martm Aceña vemos

" " « r m Í ampÍilC'e he encontrado - ^on iconografía fotográfica ir^cluida- sobre la escuda Z Tí prefiere, sobre el grupea de Barcelona de Flores de I^mus, es a en

fof dSrromí t: ^ ^ ^ ^ --^ ^ n Í ^ : u ^ = = ^ ? á S C ^ l t r ^ a n c o de Hspaña el 2 .

Véase, por «lempio, F ^^ polémica Alba-Cambo acerca del sostienen Ventosa y ^ ^ b o . j n « ' ^ ^ n ' on ^^^^ ^ j G^^„^ Mundial y sus unpuesto extraordinario sobre °'' ° f " ™ = ^ ¿^ ^ , colosal biografía de Jesús Pabón, consecuencias de todo orden; tal como e d«cnl^ en ^ ^ ^^^^ ^^^^ ^ ^ ^

Cambó. 1987-1916, Barcelona, ^P^^'¿l^¿J'-^¡l,^üan contentos y deseaban luchar; les Ventosa después de conversar con Date.- se sen ^y ^^^ ^^^^^^^^ ^^

parecía que recobraban su '«'^"«'^-""Pf^tentes palabras: -¿Adonde crees tú -p re -estado de espíritu puede resumirse en l f j ' ! " ' ^ " f ' ^ f^ü t i , ^ , _¡Qué se yo! contes tó guntaba Ventosa- quenos ^-^^¡^^^XM^tu^ir^^T^r a un foso de Montjuich.» ' ^ ' " í ^ n l í m ™ : ^ ° e r Í r d 2 r s e ' d S : n t e r a r s e ^ ^ que se le había pronosticado

^ " tS XaíTiaS lU estructuraHsta español», en Rev.s^a ' ^ f ^ ^ - ^ J ^ X ^ T c i e ^ c i a ' s Morales y Políticas», pp. 43-57; «Román Perpina Grau, en la R^l Acadenua ^^ «Homenaje

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tiene que, tanto a Ventosa como a Vidal i Guardiola, les pareciese casi obvio que el Banco de España debería contar con un Servicio de Estudios. Pero, al ponerlo en marcha, da la impresión de que el círculo de economistas de Cambó, antiguos discípulos de Flores de Lemus, pasó a estar fluctuando entre dos fidelidades: la que se debía al viejo maestro, quien, además, era muy influyente en Madrid, y la que se tenía con el brillante político catalán Francisco de Asís Cambó i Batlle. El problema surgía porque no era posible compatibilizar tales fidelidades porque ambas personalidades no parecían tenerse la menor simpatía a partir de un viejo y ruidoso inci­dente provocado durante un Gobierno de concentración de Maura '^. Da la impresión, además, que pronto, incluso el grupo del Servicio de Estudios del Banco de España, al incorporar a su seno, primero a Olegario Fernández Baños y, después, a Bemácer, de algún modo aglutina a economistas que, sin ningún rebozo se han atrevido a criticar ciertas partes del Dictamen de la Comisión del Patrón Oro, al que se consideraba por sus discípulos —y realmente lo era—, una aportación de tan extraordinaria altura que sólo cabía ante ella una especie de silencioso respeto reverencial, que no era exactamente el que habían guardado Fernández Baños y Bernácer. Fernández Baños en su Estudio de las fluctuaciones del cambio de la peseta ''' corrige rotundamente el Dictamen en un punto erróneo —e importante— de éste: que en el período 1921-1928 no existió correlación entre cambio y nivel relativo de precios. La crítica de Bernácer había sido casi feroz. Había puesto en solfa desde su lenguaje «hermético» o el empleo confuso de los términos correlación y causalidad, al papel de la balanza de pagos, en conexión con la evolución de los precios, como determinante del cambio, aparte de considerar equivocadas cosas como la afirmación del Dictamen de que la circulación de la plata era una función de la población y del nivel de precios, sin olvidar el rebatir las afirmaciones del Dictamen sobre el papel de las cuentas corrientes, los billetes de banco, la velocidad de circulación del dinero, y las relaciones de todo ello con el cambio " .

y Políticas, núm. 71, curso académico 1993-1994, 1994, año XLVI, pp. 554-565. Parece deducirse de las afirmaciones de Perpiñá que la corte de Cambó no era precisamente algo armónico y límpido.

" El incidente con Maura de Cambó, a causa de Flores de Lemus, en Francesc Cambó, Memóries (1876-1931), t. 1, 3." ed., 1981, Alpha, pp. 342-345.

'•* Santiago de Compostela, 1930, especialmente en la p. 34. " Germán Bemácer, «Más sobre el patrón oro: el Dictamen de la Comisión oficial»,

en Revista Nacional de Economía, núm. 87, t. XXIX, septiembre-octubre 1929, año XIV, pp. 195-225, y núm. 88, t. XXK, noviembre-diciembre 1929, año XIV, pp. 403-428; también,

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La segunda consideración es que muy justamente destaca esta obra la labor de un gran director del Servicio, en tanto en cuanto le orientó adecuadamente para siempre. Es curioso que este galardón haya de otor­garse a quien, aunque nunca tuvo el título, sí de hecho lo ostento: Olegano Fernández Baños. Esa etapa le merece a Martín Aceña (p. 36) un juicio muy favorable, que algo más adelante sintetiza con justeza asi en el capi­tulo 2 -Asesorando a las autoridades económicas durante U Gran Depre­sión-. «La actividad desplegada por el Servicio de Estudios durante los años treinta, hasta que la guerra civÜ quebrase su normal ftmcionamiento, fue ingente y de una caHdad difícÜ de exagerar.» Dos obras fundamentales siempre resplandecerán entre las de esa etapa: Ritmo déla crisis económica española en relación con la mundial (1934), que se debía esencialmente a Olegario Fernández Baños (nota 64 de la p. 51) y las balanzas de pagos de la economía española, elaboradas por primera vez por Francisco Jamaga, quien «pereció criminalmente asesinado en los fusÜamientos colectivos de Paracuellos del Jarama» (p. 87). Además, una incorporación resulto fun­damental- la de Germán Bemácer. Mucho le había costado a este situarse en un puesto destacado de la Villa y Corte. Para su ascenso había seguido una línea heterodoxa en grado sumo. Por una parte, los estudios y opo­siciones en Escuelas de Comercio, pero sesgados hacia la química. Por otra una extraña apertura a la economía, desde el marco de una especie de ampliación del henrygeorgismo con un énfasis muy marcado en la lucha contra la percepción de tipos de interés. Añádanse las reticencias de Ortega y Gasset a abrirle las páginas de El Sol, su repubUcamsmo umdo a un mundo intelectual diferente del madrileño —muy amigos suyos eran Osear Esplá que en esa época compondría el Himno rural a la República española, V Gabriel Mir(>- y su desenfado científico que, como acabamos de ver, ni a Flores de Lemus respetaba. Sobre Bemácer «recayó la obHgación de preparar los informes periódicos sobre la coyuntura espaíiola y mundial», que «comenzaron el 3 de febrero». Es importante, finalmente, conocer la postura conjunta de los hombres del Servicio «sobre la filoso&a eco­nómica que desde su misma constitución (éste defendió» (p. 77) Es importante observar, como inmediatamente se expLcara, que este estableció su prioridad en «la estabiÜdad de los precios, la cual situaron como objetivo primordial e indiscutible de la poh'tica económica y a eUa subordinaron sus recomendaciones en materia de cambios y tipos de mteres» (Ibidem).

Juan Velarde Fuertes, Flores de Lemus ante la economia española, Madrid, Insútuto de Estudios

Políticos, 1961, pp. 169-172.

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El «estropicio» —expresión de Olariaga— que produjo en el aspecto científico la Guerra Civil afectó al Banco de España. En Zona republicana, materialmente se disolvió: «Fernández Baños y Bemácer no se sintieron a gusto en la España republicana. El primero preparó pronto su salida al extranjero, objetivo que alcanzó en noviembre de 1937. Empero, cuando regresó a la España nacional no fue recibido con los brazos abiertos, comen­zando lo que para el de Badarán sería un largo calvario, que a la postre sólo concluiría con su muerte. Se le restableció en su Cátedra, pero nunca le permitieron reincorporarse a su antiguo destino en el Banco de España ' . Por su lado, Bemácer aprovechó la primera oportunidad que se le presentó para desertar de sus tareas y refugiarse en su ciudad natal hasta el fin de la guerra. Después, su estrella le deparó mayor suerte que a su colega logrones. El de Alicante retomó al Banco, si bien... su peso en el seno del Servicio disminuyó considerablemente.» Se matiza así el relato, un tanto dramático, de Henri Savall .

En la España nacional, el puesto clave del Servicio pasa a José Larraz y, también allí, aparece la figura de su futuro director durante muchos años, Mariano Sebastián Herrador, un hombre muy mal estudiado, pro­bablemente como consecuencia de sus malas relaciones con el muy influ­yente Manuel de Torres y con todo el grupo de discípulos de Flores de Lemus. Sebastián, sin embargo, es clave para explicar muchos aconteci­mientos económicos españoles, como, por ejemplo, los primeros pasos del INI, que, como es sabido, fue concebido, inicialmente, por Rodríguez Sal­mones y por el propio Mariano Sebastián, como un Banco industrial esta­tificado, proyecto que se alteró, debido a Suanzes, en el paso de la Ley al Reglamento de este Instituto. Con Larraz y su energía, probablemente las cosas hubieran ido, en el Servicio de Estudios del Banco de España, por otros derroteros, pero su rápida sustitución por Mariano Sebastián, quien, por otro lado, como hemos dicho, no se entendía con los economistas más importantes de la Facultad de Ciencias Económicas, y las penosas condiciones económicas del momento, condujeron a lo que, con acierto, denomina Martín Aceña «un Servicio de Estudios, "sin pulso"» (p. 133).

En 1957 todo cambió con la llegada de Sarda. Yo lo he recogido en un artículo en el que procuré indagar sobre los materiales existentes en

" De esa desdichada e irritante realidad me he ocupado en el libro Economistas españoles contemporáneos: primeros maestros, Madrid, Espasa Calpe, 1990, pp. 220-222.

" Henri Savall, Germán Bemácer. La heterodoxia en la economía, trad. de Rafael Pérez Torreblanca; revisión de H. Savall y R. Bemácer, Alicante, Instituto de Estudios Alicantinos, 1983, pp. 25-26.

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la etapa de Mariano Sebastián y en la que le siguió, hasta convertir al Servicio en pieza fundamental para explicar el planteamiento inicial y el éxito posterior del Plan de Estabilización '*. Siempre me interesó mucho la figura de Sarda. Aún recuerdo la fuerte impresión que me causó su personalidad, que surgía de un hombre delgado, de pequeña estatura, medio hundido en un sofá del salón de reuniones del Consejo Superior Bancario, de voz apagada y con tintes irónicos desde su fuerte acento catalán, un día de finales de los años cuarenta, o quizá ya en 1950. Mucho me lo había ponderado mi maestro Olariaga, y lo reiteró al presentármelo en aquella ocasión. Poco a poco fui dándome cuenta que Olariaga tenía razón, mientras yo pasaba a estudiar trabajos suyos a partir del Spanish pnces in the nineteenth Century ''. Me entusiasmó porque, al trabajar yo el Dictamen de la Comisión del patrón oro, me encontré que con este trabajo se enlazaba con las series del profesor de la Universidad de Chicago, Earl J. Hamilton, que se remontaban en Valencia, Aragón y Navarra hasta el período que va de 1351 al 1500 y para el conjunto de España, para el que transcurre de 1501 a 1800 ''. Por otro lado, a través de Sena d'Or tuve noticias más amplias del grupo de S'Agaró, dentro de la singular eco­nomía de guerra de Cataluña, que se había escudriñado más de vina vez ^ Después encontraría más datos en una entrevista concedida por Sarda a Baltasar Porcel, pero mientras leía todo eso que se relacionaba entonces con las raíces de la famosa —y disparatada— autogestión obrera yugoslava de Tito, me veía obligado a tener en cuenta ciertas aportaciones de Sarda en Moneda y Crédito y, muy especialmente, su trabajo Nueva dirección del pensamiento económico alemán ^^. Ahí se palpaba una orientación clara hacia la escuela de Viena, así como su simpatía hacia los economistas de Kyklos y su admiración por la figura de Jacques Rueff. Todo esto es lo que sirve para explicar su participación, desde el Servicio de Estudios del Banco de España, en el Plan de Estabilización de 1959. Tuve un trato aún más

'* Juan Velarde Fuertes, «Sarda en el Banc d'Espanya», en Revista Económica de Cata­lunya, núm. 5, mayo-agosto 1987, pp. 69-78.

" Publicado en el Quarterly Journal o/Economics, vol. LXII, noviembre de 1948, preludio de su obra La política monetaria y las fluctuaciones de la Economía española en el siglo xix, Madrid, CSIC, 1948.

° Mis indagaciones para tener claras las ideas sobre estas series las he intentado sin­tetizar en el artículo «Los índices de precios de España: una primera aproximación», en Estadística Española, núm. 145, vol. 42, enero-junio 2000, pp. 43-57.

" Inicié estos trabajos con el Próleg a la obra de Albert Pérez Baró, Trenta mesos de col-lectivisme a Catalunya (1936-1939), Esplugues de Llobregat, Ariel, 1970, pp. 7-19.

" Aparecido en Anales de Economía, núm. 35, vol. K, 1949, y reimpreso en esta misma Revista en 1967-1968, 2." época, núm. 19-24.

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directo con Sarda en las reuniones de la Comisión Consultiva que reunió durante más de un año Laureano López Rodó en su despacho de Comisario del Plan de Desarrollo, en la que, al sentarse en ella también Fabián Estapé, más de una vez el diálogo saltaba del castellano al catalán .

Juan Sarda fue, desde luego, una de las personas claves del Plan de Estabilización de 1959 ''. Al hablar con él en más de una de las sesiones de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, me di cuenta de cómo, de alguna manera, se consideraba injustamente expropiado de esta primogenitura. Por eso pensé que era necesario poner remedio a tan patente injusticia, aclarar su vida, revisar su obra científica y hacer todo eso, al par, desde el rigor y el afecto. Tuve, en este sentido, la fortuna de dar con Carmen Martínez Vela. Reunía admirablemente esta joven profesora de Economía todas las condiciones para entender la figura de Sarda. No sólo descendía de la alta burguesía catalana y, por ello, hablaba catalán, sino que era amiga de la familia —concretamente de una hija— de Sarda. Además era una buena economista y no le arredraba el trabajo tedioso de ir y venir a archivos, de entrevistar a personas en Madrid y Barcelona, y de conversar horas con un Sarda ya viejecito, recluido en su domicilio, quien, como es lógico, confundía a veces fechas y nombres, pero que, al mismo tiempo, proporcionaba informaciones importantes, ideas perfectas sobre acontecimientos, mientras se apasionaba en torno a las concretas posturas científicas, como si estuviera en sus tiempos juveniles. Así es como, poco a poco, se fue articulando el libro Joan Sarda: economista de la pro­fesora Martínez Vela ^'.

Ahora, a más de todo esto, tenemos ese espléndido panorama de Sarda en el Banco de España que se ofrece en el capítulo 5, bajo el título La era de Sarda: 1957-1965. Creo que lo más importante del mismo es su interpretación del abandono de Sarda de su puesto en el Servicio de Estu­dios del Banco: él soñaba según Fuentes Quintana y Martín Aceña (p. 172), con que a la operación estabüizadora siguiese una «mayor flexibilidad de

" Sobre esta Comisión Consultiva, véase también Fabián Estapé, De tots colors. Memó-ries, Barcelona, Ediciones 62, 3. ' ed., 2000, pp. 207-211; también, Juan Velarde Fuertes, «La nueva política económica española y el Informe del Banco Mundial» en el volumen coordinado por Manuel Várela, El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la economía española, 50 aniversario de Bretton Woods, Sociedad Estatal Madrid 94, Madrid, Ediciones Pirámide, 1994, pp. 323-341, y con el mismo título en CtMdemos de Información Económica, núm. 90, septiembre 1994, pp. 205-211.

^* Sobre esto véase Fabián Estapé, De tots colors, pp. 110-115; también, Juan Velarde Fuertes, «Juan Sarda Dexeus. In memoriam», en Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, núm. 73, 1996, año académico 1995-1996, año XLVIII, pp. 666-671.

" Carmen Martínez Vela, Juan Sarda: economista, Madrid, AC, 2000.

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la economía, más mercado, menos intervenciones, más integración con Europa y, al final, más democracia». Muchos creyeron que así iba a ser, y combatieron porque así fuera. Sarda acabó por abandonar, tras «fusügar la línea, emprendida desde 1963, que en su opinión sigiúfícaba "un retorno a los desequiÜbrios y distorsiones amenazadoras del futuro » aparte de que «su pretensión de que la norma de 1962 faciÜtara el tránsito del Banco de España al lugar central que le correspondía en el sistema monetario español, no Uegó a buen puerto... Posiblemente fuese este hecho uno de los que más contribuyó a desinflar su interés por las labores de aseso-

ramiento» (ibidem). . Queda bien puntuaüzado en este Ubro cuál fue el gran y decisivo papel

de su sucesor, Ángel Madroñero: llevar adelante una complicada poütica de transición. Porque, como indica el profesor Martín Aceña, Sarda m «organizó el Servicio de Estudios; ni se preocupó demasiado por dotarle de medios humanos y materiales; cedió frente a los que obstaculanzaron sus proyectos, sin presentar bataUa; no quiso distraer su atenaón de otros menesteres que él consideró prioritarios: erigir el imponente edificio ana­lítico y estadístico que supusieron el Infonne anual y el Boletín Estadístico... Por lo demás, lo que la oficina de estudios y sus economistas le deben a Sarda es el programa de trabajo que fonnuló con el Plan de EstabiHzación: la lucha por la estabilidad de precios y del tipo de cambio, la cnazada a favor de la ortodoxia financiera y por la conversión del Banco de España en un auténtico Banco central, ejecutor independiente de la poUtica mone­taria» (tbtdem). Pero para ello era necesario dar una bataUa que precisaba de más huestes. Madroñero comprendió que ni en ciencia m en política éstos son tiempos de los Rontgen, de los Cajal, o si se quiere, de los ChurchiU o los Maura. Son los equipos científicos y los grandes partidos políticos los que han tomado el relevo. Por eso los de Madroñero «fueron poüticos ios q ^^ ^^^^^^^ ^ relanzaron los unos anos en los cuaies ucsut i» i 17 „ U„A contactos con el muntio universitario», concretamente «con la Facultad m a d Z a de Economía (pues nadie)... se había pteocupado por mantener a b t a s las lineas entre ambas instin^ciones, que " " ^ " " - - " J » ^ -Lteralmente la espalda» (p. " J l ^ f ^ - t l s X . ^ ^ r ^ l , nomistas - v é a s e su censo en las pp. y ^ . ' ' " ^ . „ ^ . ' ^ ^ ^ ^ • _ „ j . una evolución que expone así Martín Aceña (p. ^^V) jKe>^esiano ¿e fonnación el lugar donde trabajaban - e l Banco cen t ra l - y los mstru-ronnacion, ei mg auenan influir, les convirtió, real mentos que mvestigaron y sobre los que qucn^ o aparentemente, en los primeros monetanstas del país.»

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Por supuesto, quien de verdad crea el Servicio de Estudios actual es Luis Ángel Rojo: «Lo que ocurre entre 1971 y 1988 no es sólo la con­solidación de un excelente departamento de estudios, sino que el instituto de la plaza de la Cibeles, heredero de aquel Banco de San Carlos nacido en 1782, ¡uno de los más antiguos del mundo!, asume finalmente sus res­ponsabilidades como autoridad monetaria. Y así, si se nos preguntase cuál ha podido ser la principal contribución del Servicio de Estudios de Luis Ángel Rojo a la economía e incluso a la sociedad española, no dudaríamos en afirmar que por encima de cualquier logro sobresale su decisiva influen­cia en la metamorfosis experimentada por el Banco de España» (p. 199). Su llegada ñae, como se dice en la misma página, «inesperada». Según me informó Luis Coronel de Palma el 12 de julio del 2000, precisamente al preguntarle por esa cuestión, al haberla leído en el recién publicado de Pablo Martín Aceña, me dijo que el primer candidato había sido Enrique Fuentes Quintana. Que éste no había querido y había dado el nombre de Rojo, y que él, a pesar los méritos de éste y de Pedro Martínez Méndez, había asumido, «muy personalmente», me recalcó, la designación de Rojo:

•«y sigo felicitándome de haberlo hecho 26

En 1988, en medio de una gran agitación política y de la trepidación provocada por nuestro ingreso en el ámbito comunitario y en 1998, con el ingreso de la peseta en el Sistema Monetario Europeo, Luis Ángel Rojo pasó a ser, primero subgobemador y, después, gobernador del Banco emi­sor. Siempre que una fuerte personalidad abandona un puesto, la sucesión no es fácil. Yo no sé si eso ocurrió en la serie de herederos que se escalonan desde Constantino Lluch (21 de junio de 1988 a 25 de octubre de 1989), José Pérez (octubre 1989-julio 1992), pero sí que hasta José Luis Malo de Molina (31 de julio de 1992), que cierra la relación, no se ha logrado, de nuevo, que las tensiones de la sucesión desapareciesen. Ahora, fuera ya del Banco de España Luis Ángel Rojo, y con la creación del Sistema Europeo de Bancos Centrales y el Banco Central Europeo, es cuando todos vamos a atender, ya en solitario, a la labor de Malo de Molina, que comienza a ser tan importante que pronto, como hubo la era de Fernández Baños, la de Sarda y la de Rojo, justo será hablar de la suya.

En el fondo, el Servicio de Estudios del Banco de España no deja de ser algo así como una creación del gran sueño de los rectores de la política monetaria española. El problema del cambio de la peseta está detrás

^ Testigo de esta declaración era José Celma; no muchos meses después falleció Luis Coronel de Palma.

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de Fernández Baños; la reconstrucción, tras Larraz; el intervencionismo, tras Mariano Sebastián; la estabilización, tras Sarda; la apertura, coronada con Europa, tras Rojo; la Unión Monetaria Europea, tras Malo de Molina. Todos han vivido esas cuestiones como sueños. Porque, de algún modo es cierto lo que escribió, en 1871, Lewis Carrol en A través del espejo, la segunda parte de Alicia en el país de las maravillas:

«—^Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes? «—Nadie lo sabe. «—Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti? «—No lo sé. «—Desaparecerías. Eres una figura de sueño. Si se despertara ese Rey,

te apagarías como una vela» ^ .

" La traducción es la que aparece en ese libro maravilloso de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, Antología de la Literatura Fantástica, Barcelona, Edhasa, 1983, p. 149.

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Jesús M. VALDALISO y Santiago LÓPEZ: Historia económica de la empresa,

Barcelona, Crítica, 2000.

Jesús Valdaliso y Santiago López son dos historiadores de la empresa con un claro enfoque teórico. Es decir, engarzan las diferentes mono­grafías sobre historia industrial en el armazón de un enfoque teórico ela­borado y explícito. Esto no es la regla general en la profesión. Por ejemplo, Chandler, en un debate entre economistas sobre las diferen­cias entre economía neo-institucio-nalista y economía neoclásica y su mayor o menor conexión con la rea-Hdad, se sitúa claramente al margen de la discusión, pues él se ocupa de los hechos, no de la teoría: «"Que es una empresa"... concierne a los economistas más que a los historia­dores económicos, porque es menos una cuestión de práctica de la eco-

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nomía que de teoría económica. ... Como historiador económico, me he concentrado en la práctica más que en la teoría» («What is a Firm? A Historical Perspective», European Economic Review, vol. 36, núms. 2-3, pp. 483-492, 1992, p. 484). Chandler no entra en la dis­cusión explícitamente; pero su pro­puesta de considerar la empresa como unidad básica de análisis supone un enfoque muy diferente al de Jensen y Meckling de la empresa como «nexo contractual».

Precisamente por su enfoque teórico, este libro de Valdaliso y López contiene referencias y, sobre todo, la propia manera de contar los hechos históricos e incluso de orde­narlos, que los economistas y los

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teóricos de la empresa reconocerán fácilmente como su bagaje analítico habitual, tengan o no un fuerte inte­rés por la historia. Este es el prin­cipal mérito de estos autores. Como afirman en la Introducción, la his­toria empresarial es una disciplina híbrida, situada entre la historia, la economía y la dirección estratégica.

El libro se divide en cuatro par­tes, la primera dedicada a la teoría. El primer capítulo expone de forma asequible las ideas de los economis­tas sobre la empresa y el empresario. Incluye, como todo el libro, cuadros y «recuadros» sobre temas especí­ficos, que en este caso ayudan a ordenar la variopinta mezcla de enfoques que nos encontramos en el pensamiento económico sobre este tema. Y resulta especialmente valioso que termine en un «punto de llegada» plenamente actual: «La empresa como recipiente de capa­cidades y conocimientos: la teoría evolutiva de la empresa basada en los recursos y capacidades.»

La segunda parte (caps. 3, 4 y 5) se ocupa del período anterior a la «empresa moderna», hasta 1860. El capítulo 3 se ocupa de la empresa pre-industrial, entre 1300 y 1760. Sostiene desde el principio que «el intercambio voluntario de factores y productos a través del mercado» es algo muy reciente. En muchos paí­ses de Europa, ente los siglos xvi y xvn se extiende gradualmente una economía de mercado capitalista.

Los autores destacan, en este pro­ceso, el papel del Estado, que refuerza la seguridad de las personas y los bienes. Y consideran que la oferta rígida de factores producti­vos, lo limitado de la tecnología, el mercado fragmentado y la ausencia de relaciones con el Estado diferen­cian claramente la actividad empre­sarial de este período de la que ten­drá lugar a partir de la Revolución Industrial. Después se ocupan por separado de esta transformación en la agricultura, en el comercio y las finanzas, y en la industria.

Esta segunda parte, con el título «La génesis de los mercados», ter­mina, como de pasada, con el epí­grafe «La aparición de la "empresa moderna" en el transporte ferrovia­rio y las telecomunicaciones». Allí se destaca que las nuevas tecnologías en el transporte ferroviario y marí­timo y en las telecomunicaciones (telégrafo, cable submarino) necesi­taron, para ser explotadas, de la con­tabilidad de costes anaÜtica y una organización empresarial más com­pleja. Desde La mano visible, de Chandler, la «empresa moderna» es el «punto de llegada» que organiza toda la historia empresarial, o bien el paradigma frente al cual se cons­truye un discurso alternativo. En este libro, si atendemos a los con­tenidos, se le presta mucha impor­tancia a ese paradigma, aunque por la situación y el título de los distintos epígrafes pueda parecer lo contrario.

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La tercera parte llega hasta 1973. Los capítulos 6 y 7, dedicados al período 1870-1940, se centran en la «empresa moderna» chandleriana: «A partir de 1870 la combinación de una serie de cambios en el mer­cado y la tecnología darán lugar a un fenómeno nuevo, la aparición de la gran empresa moderna», con pro­ducción y distribución en masa para un mercado internacional cada vez más integrado (p. 271). A veces parece como si hubiera concesiones, en los títulos y en comentarios con­cretos, a una alternativa de distritos industriales frente al paradigma chandleriano. Pero, al final de esas explicaciones más audaces, todo queda en que la «gran empresa» puede tener, en vez de o además de, producción en masa, otra forma de producir que encaja en el térmi­no «especialización flexible». El análisis de cada caso les hace afir­mar, de forma convincente, que las estrategias de integración vertical pueden explicarse a posteriori con una lógica de teoría económica, pero que muchas veces respondieron a factores que bien poco tenían que ver con esa lógica, aunque su resul­tado encaje en ella.

En el capítulo 6 se dedica un apartado a las «Alternativas a la gran empresa y la producción en masa: pequeñas y medianas empresas (PYMEs), distritos industriales y "especialización flexible"». Como de costumbre, el espacio y el con­

tenido que se dedica a cada tema es el convencional, aunque su situa­ción al final pueda hacer pensar que es el «punto de llegada». El apar­tado empieza constatando la dismi­nución de la importancia de las PYMEs entre 1870 y 1930 (p. 322); y aunque su triunfo «nunca fue completo» (p. 324), los «distritos industriales» «no pueden ser consi­derados como una alternativa total a la gran empresa» (p. 325). (El tex­to advierte que «los criterios usados para definir una PYME no son uná­nimes, además de haber cambiado frecuentemente», p. 322, n. 97. En el interesante recuadro sobre el dis­trito industrial de Badén-Württem-berg, compuesto por empresas pequeñas y medianas, se las define como «con menos de mil emplea­dos», p. 501.) El ejemplo del auto­móvil en Europa ilustra bien que la especialización flexible de éstos era respuesta a un mercado más peque­ño y menos homogéneo que el nor­teamericano.

El capítulo 7 se ocupa del mismo período 1870-1940, dedicado a «la emergencia del capitalismo geren-cial», y se ocupa de la intervención del Estado en la regulación de la actividad empresarial y bancaria; de las relaciones laborales (la «organi­zación científica del trabajo» de Taylor); y de la organización empre­sarial más compleja que surge, con los modelos de empresa multifun-cional y multidivisional. Recomien-

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do especialmente la lectura conjunta de «El trabajo en cadena y la pro­ducción en masa: Ford y sus imi­t a d o r e s » ( a p a r t a d o 7 . 2 . 2 , pp. 354-361), y del recuadro 1.4, «Las lógicas de la integración ver­tical en la industria automovilística de Estados Unidos»), como ejemplo de «método del caso» histórico pero con un fuerte contenido teórico.

El capítulo 8 se ocupa de «El apogeo de la gran empresa y el capi­talismo gerencial (1945-1973)». Sus tesis son bastante clásicas: Durante los años cincuenta y sesenta, el cre­cimiento sostenido de los mercados y la estabilización de la demanda, apoyada por el «Estado de bienes­tar», llevaron al apogeo de la gran empresa y la producción en masa. Esto llevó también a la expansión de las empresas multinacionales (apartado 8.2). El modelo de orga­nización industrial de distritos industriales retrocedió, salvo excep­ciones, en este período (p. 426). En relaciones laborales, el modelo de «relaciones humanas» intenta reme­diar las insuficiencias del taylorismo (apartado 8.6).

La cuarta parte incluye el capí­tulo 9, último del libro, titulado «La "segunda ruptura industrial": las for­mas de producción flexible y la com-petitividad global de las empresas desde 1973 en adelante». Se dedica nada menos que a las actuales nue­vas tecnologías y a la globalización, y en ocasiones las referencias son de

la prensa de 1999 (p. 512, n. 115). El capítulo se dedica a las impor­tantes transformaciones ocurridas en el modo de producir y de orga­nizarse las empresas desde la crisis del petróleo hasta hoy mismo, advir­tiendo que «asistimos a un mundo complejo que aún no se ha termi­nado de reestructurar» (p. 486). Los hechos que se tratan son, no ya recientísimos, sino actuales, y las teorías en que se apoyan para inten­tar ordenarlos son igualmente recientes y actuales. Esto hace que la lectura del capítulo sea muchas veces territorio incierto, pero, a cambio, los estudiantes, profesores e investigadores en el campo de la economía de la empresa reconoce­rán su contenido y ubicarán la dis­ciplina de historia empresarial en el conjunto de sus conocimientos. En este capítulo se hacen especialmente notables las carencias del libro en el terreno, precisamente, de las nue­vas tecnologías aplicadas a la ense­ñanza. Una imagen vale más que mil palabras, y ahora que vídeos, CDs e Internet son accesibles, se echan de menos las referencias a estos materiales en casos como la descrip­ción detallada de los cambios tec­nológicos dentro de las fábricas y su repercusión en la organización de la empresa.

El libro tiene un capítulo inusual (el núm. 2, pero los autores advier­ten que para uso docente, caben varias alternativas diferentes del

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orden del propio libro): «Fábricas y rascacielos: la evolución de la arqui­tectura de las empresas». Uno no se espera este capítulo, y, sin embar­go, una vez que se lo encuentra le parece plenamente adecuado. El taylorismo, y el big business en gene­ral, y otros cambios en la organiza­ción empresarial, se tradujeron en edificios con una forma determina­da, y a su vez el edificio impulsaba el tipo de organización para el que había sido diseñado.

Escribir un manual con criterio y estilo homogéneos resulta un tour de forcé, en el que no pueden faltar los errores puntuales en el conteni­do. Los que yo he podido detectar, en temas en los que he trabajado a fondo, son menores y cuentan muy poco frente al resultado tangible del esfuerzo y la osadía de intentar este Hbro. Cuando la historia del pensa­miento económico aparece en mate­rias que no son directamente rele­vantes para la narración de historia em presarial, está adecuadamente recogida en notas al pie de página (por ejemplo, p. 241, sobre la apa­rición del marginaHsmo). Cuando si es relevante, está en lugar destacado (todo el capítulo primero) y, a mi

entender, tratado de forma compe­tente.

La asignatura de historia empre­sarial ha de tener un contenido y un enfoque que resulte atractivo para los miles de estudiantes de empre­sariales a los que va destinada, y este libro es un magnífico paso adelante en esta dirección. (Como manual, la principal pega que se le puede poner es su elevado precio, y la ausencia de un libro de prácticas que lo com­plemente.) A la vez, la historia empresarial como campo de inves­tigación puede beneficiarse mucho de los conocimientos teóricos en economía y empresa, especialmente de los desarrollos más recientes. En ambos terrenos, el libro de Valdaliso y López es una magm'fica aporta­ción, tanto por su utilidad como ins­trumento docente como por los ejemplos claros y asequibles de pre­sentación de la historia empresarial dentro de un enfoque teórico, que pueden contribuir a clarificar el diá­logo entre los diferentes enfoques en la profesión más que muchas dis­cusiones específicamente metodoló­gicas.

Manuel SANTOS REDONDO

Universidad Complutense

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Miguel Ángel MELÓN JIMÉNEZ: Hacienda, comercio y contrabando en la fron­tera de Portugal (siglos xv-xviii), Cáceres, Cicon Ediciones, 1999, 320 pp., prólogo de Carlos Martínez Shaw, apéndices documental y estadístico, mapas, relación de Archivos y fuentes documentales, bibliografía, índices de cuadros, mapas y gráficos, ilustraciones en color, 2.800 pesetas.

Los principales objetivos de esta obra consisten en estudiar la acti­vidad económica y social generada alrededor de la frontera extremeña con Portugal durante la etapa moderna y, a partir de ahí, extra­polar algunas ideas acerca del sig­nificado de las fronteras a lo largo de la historia. Trabajos previos del autor habían desvelado una fuerte orientación de las clases mercantiles extremeñas hacia las poblaciones fi-onterizas. Por ello, en este libro se plantea, y lo hace con detalle y rigor, analizar un conjunto de aspectos que van desde el proceso de deli­mitación de la frontera hasta el entramado de relaciones económi­cas y sociales que se articulan alre­dedor de la misma.

Los cinco capítulos en que se estructura el libro, además de intro­ducción y conclusiones, pueden dividirse en dos grandes bloques. Los dos primeros capítulos nos aproximan al objeto de estudio —la frontera—, a las fuentes y a los cam­bios que se van produciendo en tor­no a la frontera desde fines de la Edad Media hasta principios del siglo xvm. Los capítulos tercero, cuarto y quinto constituyen el eje

central de la obra y analizan respec­tivamente el sistema aduanero y el comercio, la vigilancia del espacio fronterizo y el contrabando; todo ello durante el siglo xvm y primeros años del XK.

El libro explica cómo empieza a delimitarse la frontera en la etapa medieval y cómo se va configurando y reforzando progresivamente a lo largo de la etapa moderna. Se trata de un espacio discutido, vigilado y controlado, donde la frontera poh-tica y aduanera no siempre coinci­den. Nos presenta a la Extremadura de la Edad Moderna como un terri­torio periférico, poco institucionali­zado y olvidado por el poder central; una tierra pobre, en la que predo­mina la agricultura de subsistencia, con escasa presencia de actividades manufactureras y en la que la pobla­ción se asienta en pequeños núcleos. El crecimiento demográfico desde fines del siglo xvn y el reparto cada vez más desigual de la riqueza con­vierten al comercio y, fundamental­mente, al contrabando con Portugal en una de las principales salidas para una parte de los habitantes crecien­temente concentrados en torno a los núcleos fronterizos. En este contex-

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to, la frontera adquiere un papel relevante. Los Estados se esfuerzan en delimitarla y los hombres tratan de difuminarla para asegurar su supervivencia.

Desde finales del siglo xiv el comercio fronterizo va aumentando hasta que la Guerra de Restauración con Por tugal (1640-1668) lo interrumpe. Dentro de esa tenden­cia general, cabe destacar la inten­sificación del comercio y de la en­trada de portugueses —mayorita-riamente judeoconversos que se dedican al comercio y a actividades financieras— en España durante el período de unificación, entre 1580 y 1640. Este aumento del tráfico y las necesidades de recaudación de la Hacienda Real provocan un cre­ciente interés por el control del mis­mo, lo que se refleja en un refiíerzo de los puestos aduaneros y en una mayor intensidad legislativa.

Durante la Guerra de Restaura­ción con Portugal gran parte de los judíos que habían entrado a Extre­madura se ven obligados a retomar El conflicto afectará también al comercio fronterizo, que se reduce progresivamente hasta terminar por ser prohibido en 1657. Aunque aca­bada la Guerra se reanudan los intercambios, durante la segunda mitad del siglo xvu son mucho menores de lo que habían sido en la primera mitad. En el siglo xvffl las políticas fiscal y aduanera ocupan un lugar cada vez más importante

dentro de la política económica general. Desde principios de siglo se piensa en las aduanas como un pilar fundamental para aumentar los ingresos del Estado, y la recauda­ción de aduanas, que hasta entonces constituía ima renta arrendada, pasa a estar bajo la administración directa de la Real Hacienda. La vitalidad del comercio en la segunda mitad del siglo y la mayor eficacia de la gestión se reflejan en un aumento de los ingresos aduaneros, pero un aumento menor que el del comer­cio, ya que el elevado proteccionis­mo de los aranceles aprobados abre la puerta al contrabando. En el caso de la frontera con Portugal, Melón Jiménez cree que los ingresos recau­dados se corresponden apenas con una mínima parte del tráfico real. El tráfico ilegal de mercancías por la frontera portuguesa durante la segunda mitad del xvm parece supe­rar ampliamente el que existía a lo largo de los dos siglos precedentes.

Se analizan en el libro las suce­sivas reorganizaciones del sistema aduanero realizadas durante el siglo xvm con el fin de lograr im con­trol adecuado del espacio fronterizo y de adaptarse a los cambios que se iban produciendo en la actividad comercial, y se pone de manifiesto que las reformas realizadas no con­siguieron impedir el contrabando, que aumentó a lo largo del siglo y lo hizo de forma más acusada a par­tir de la década de 1760. A favor

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del contrabando jugaban varios ele­mentos como un cuerpo de vigilan­cia formado por miembros que, en su mayoría, vivían en los mismos pueblos que los contrabandistas; una administración conocedora del fraude pero viciada desde tiempo atrás; una frontera muy abierta; una gran desigualdad económica que convertía al contrabando en el único medio de subsistencia para gran par­te de la población, al menos en cier­tas estaciones del año; y una política arancelaria muy proteccionista. Todo ello constituía un caldo de cul­tivo que hacía que las medidas coer­citivas fracasasen una tras otra y que las medidas de gracia y reinserción, acompañadas de amenazas de máxi­mo rigor y castigo futuros para los que no se acogiesen a ellas, corrie­sen una suerte semejante. Dentro del territorio extremeño, parece que el contrabando era más intenso por las aduanas de la actual provincia de Cáceres, destacando núcleos como Zarza la Mayor o Ceclavín. La intro­ducción de géneros estancados como la sal o el tabaco o de manu­facturas textiles resultaba muy ren­table para los contrabandistas, de la misma forma que lo era la extrac­ción de cereales, aguardientes, acei­te, ganados o lanas. De todas mane­ras, el protagonismo de algunos de estos núcleos en el contrabando no significa que se trate de una acti­vidad que afectaba apenas a unos cuantos personajes, pueblos y ferias

de ambos lados de la frontera. Se trataba de algo mucho más amplio y complejo.

Desde el punto de vista de los productos y mercados el hecho de que entre los artículos implicados aparezcan algunos cuyos orígenes o destinos últimos no están en Por­tugal, sino en otros países europeos y ultramarinos (tejidos de Inglaterra y Hamburgo; azúcar, café o pimien­ta de las colonias portuguesas; lanas o sedas españolas hacia países del norte de Europa, ...) y la existencia de una importante demanda para los productos introducidos, que se extiende desde los puntos fronteri­zos hacia Madrid, dan idea del alcance del contrabando. Desde el punto de vista de los agentes, aspec­to espléndidamente analizado por el autor en el capítulo quinto, pueden destacarse las siguientes ideas. En primer lugar, en el contrabando par­ticipaba gente de muy variada con­dición social; junto a delincuentes, desertores y gitanos aparecen tam­bién hidalgos y miembros de la alta nobleza laica y eclesiástica. En segundo lugar, comercio legal y con­trabando aparecían imbricados, los mismos agentes participaban en uno y otro y los productos aparecían mezclados, lo cual complicaba el tra­bajo de los perseguidores de este delito. En tercer lugar, comerciantes y contrabandistas contaban con colaboradores a ambos lados de la frontera, lo que les aportaba infor-

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mación y protección. Según señala el autor, durante la segunda mitad del xvm y primer tercio del XK, las relaciones comerciales y de amistad que estos contrabandistas tenían con los portugueses tuvieron mayor peso que la intervención diplomá­tica española pidiendo la colabora­ción del país vecino para su apre­hensión. Finalmente, es de destacar que, en el período analizado, los contrabandistas y sus colaboradores ganaron la batalla no sólo frente a la ley, sino también frente a aquellos pocos funcionarios que se empeña­ron en hacerla cumplir y frente a aquellas instituciones que amenaza­sen su actividad.

En mi opinión, el libro del pro­fesor Melón Jiménez, cuyo conteni­do trasciende ampliamente las ideas que he destacado en los párrafos anteriores, constituye una valiosa aportación y reúne varias virtudes, entre las que señalaré algunas de las que considero más relevantes. Merece destacarse la amplitud, riqueza y adecuado uso de las fuen­tes utilizadas. Se trata de un libro que descansa fundamentalmente en fuentes primarias y, dado el período que estudia, mayoritariamente manuscritas. El autor no ha escati­mado esfuerzos a la hora de rastrear por un amplio número de archivos a la búsqueda de fuentes que apor­tasen luz sobre el tema de estudio. La bibliografía se utiliza para con-textuaHzar, reforzar o aportar una

visión más amplia sobre los distintos asuntos que van surgiendo al des­hacer la madeja de las fuentes pri­marias y ha sido cuidadosamente seleccionada y utilizada.

En segundo lugar, en el análisis realizado se integran como un todo los distintos aspectos estudiados. Es decir, no se trata de una secuencia de capítulos en los que se analizan separadamente los asuntos fiscales y arancelarios, el comercio y el con­trabando, sino que se interrelacio-nan unos con otros y todos ellos se insertan en el contexto social, eco­nómico y político extremeño de la época. Sería de agradecer, sin embargo, que se aportase alguna información desde el lado portugués sobre los temas tratados. ¿Cómo ven desde Portugal el contrabando o la evolución del comercio? ¿Qué medidas se van tomando desde el punto de vista arancelario en el país vecino? ¿Qué grupos portugueses salen beneficiados y cuáles perjudi­cados por el contrabando? De las pinceladas que se van aportando a lo largo del libro se deduce que, durante la etapa moderna, los por­tugueses se llevan la mejor parte en este tráfico y que en el país vecino se realiza una política, unas veces activa y otras más encubierta, de apoyo al mismo. Aunque concuerdo plenamente con el autor, me parece que en el trabajo no quedan del todo demostradas esas hipótesis; para ello sería necesaria una apro-

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ximación a las fuentes portuguesas, aunque fuese muy somera. En tercer lugar, Melón Jiménez ha conseguido convertir un tema árido en un libro de agradable lectura y en el que la aportación de numerosos detalles y datos concretos no le impide reto­mar y recordar, cada vez que es necesario, el argumento central que se está desarrollando en cada capí­tulo. Considero, en cambio, que las conclusiones no se corresponden con la riqueza de la obra; pienso que sus lectores concordarán conmigo en que tras la lectura del libro se pueden trazar sin temor hipótesis y conclusiones más amplias que las expuestas por su autor.

Creo, finalmente, que este libro constituye un excelente puente hacia el siglo xix. Después de leerlo, aquellos que centramos nuestras investigaciones en diversos aspectos de las relaciones entre España y Por­tugal durante la etapa contemporá­nea podemos comprender mucho mejor cuándo empezaron a ser ver­daderamente importantes ciertos

temas o por qué, a lo largo de los siglos XK y XX, las autoridades polí­ticas de ambos países han ido tomando determinadas decisiones referentes a infraestructuras, a orga­nización aduanera o a la política comercial y arancelaria. Coincido con Martínez Shaw, el autor del pró­logo, en que estamos no sólo ante un libro de historia, sino también ante una apuesta de futuro a favor de un mejor entendimiento entre vecinos y me gustaría añadir que, entre las muchas lecciones que podemos obtener está la de que la represión no es suficiente para aca­bar con las prácticas fraudulentas. El autor lo deja claro para el pen'odo que analiza, y realidades semejantes se hacen insistentes durante la etapa contemporánea e incluso en la actualidad. Por supuesto, van cam­biando los productos, los agentes y las prácticas, pero el fondo perma­nece.

Man'a del Carmen ESPIDO BELLO

Universidad de Santiago

Javier MALDONADO ROSSO: La formación del capitalismo en el marco de Jerez. De la vitivinicultura tradicional a la agroindustria vinatera moderna (siglos xvuiy xix), Madrid, Huerga y Fierro Editores, 1999, 434 pp.

La rápida recuperación del comercio exterior después de la pér­dida del mercado colonial a comien­

zos del siglo XDC se debió en parte al crecimiento de las ventas de vino procedentes de la región de Jerez de

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la Frontera hacia el norte de Euro­pa. Las exportaciones crecieron des­de los 28.000 hectol i t ros en 1784-1793 hasta 127.000 en 1823-1844, multiplicándose su valor por diez. Hacia el final del período, el vino de Jerez suponía cerca del 10 por 100 de las exportaciones españolas y se había convertido, jun­to con el Oporto, el Claret y el Champagne en uno de los vinos más importantes del siglo xix. Dada su importancia, sorprende que los his­toriadores hayan tenido que confor­marse con los libros de González Gordon y Jeffs, ambos excelentes por sí mismos, pero escritos hace muchos años ya para un público no especializado. Esto es lo que hace que el libro de Maldonado, que estudia el período desde 1720 a 1840, sea tan importante. Además, este libro no sólo cubre un hueco en esta literatura, sino que es un estudio esencial para los historiado­res del vino en general, y para aque­llos interesados en la organización del comercio en una economía en desarrollo.

Aunque todo el mundo sabe que un Petms cuesta un poco más de lo que la mayor parte de los lectores de la Revista de Historia Económica bebe habitualmente, el historiador del vino se enfrenta al problema de identificar no sólo la «calidad» del vino, sino la naturaleza del vino des­crita en las fuentes. Una contribu­ción importante del libro de Maldo­

nado es trazar el desarrollo del «vino de jerez» desde im vino joven que era transportado o bien en otoño («mosto») o en primavera («vinos en claro») hasta los viejos vinos mezclados del siglo xvni tardío. Detrás de estos cambios en el vino, relaciona el desarrollo de la solera, que, según sugiere, ocurrió «a lo lar­go de la segunda mitad del siglo xvm y primer tercio del XEí, desde una forma incipiente hasta su pleno desarrollo» (p. 170), junto con los cambios esenciales en el diseño de las bodegas, y la mayor participación de los extractores en la producción de los vinos. Y fue realmente la necesidad de conservar los vinos durante varios años antes de su envío una causa esencial del intento exitoso de los extractores para que el monopolio del Gremio de Vina­tería les dejara almacenar sus vinos y así controlar su producción. Mal-donado también considera que se produjeron cambios importantes en la demanda de los vinos en Ingla­terra y que los vinos finos se implan­taron en tomo a las décadas de 1820 y 1830. Sugiere que la solera empe­zó antes de lo que muchos histo­riadores han defendido hasta el pre­sente, y que fue utilizado no sólo para la producción de finos, sino de olorosos y dulces. Me parece que el autor no tendrá la última palabra en algunas de estas afirmaciones, en parte por los problemas que puedan surgir en tomo a la definición del

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«vino», a los que ya se ha hecho referencia. Sin embargo, no cabe duda que Maldonado ha contribui­do al debate de forma importante, y ha apoyado sus afirmaciones en una extensa investigación en archi­vos privados de la región de Jerez.

Una segunda con t r ibuc ión importante del libro es mostrar cómo la organización comercial cambió durante ese período. La dis­tinción tradicional entre cosecheros, almacenistas y extractores es demasia­do simplista, según él. A comienzos del siglo xvim, los cosecheros tam­bién hacían el vino y lo vendían directamente a los exportadores, aunque unos pocos, tales como Juan Haurie, se convirtieron también en exportadores. La mayor parte de los exportadores eran, sin embargo, o bien agentes de los importadores británicos o actuaban independien­temente. A comienzos del siglo xrx, la situación había cambiado. En vez de esto los contratos los realizaban directamente las compañías comer­ciales y los importadores británicos, a veces mediante la concesión de derechos exclusivos a ambas partes. A medida que el jerez se iba ven­diendo progresivamente con el nombre del exportador, fueron ellos los que poco a poco fueron contro­lando el negocio y fijaron los pre­cios. Sin embargo, el autor destaca, al igual que Fernández Pérez en un reciente artículo de la revista Busi­ness History, la importancia de la

cooperación existente entre las par­tes. En cambio, muy pocos impor­tadores y exportadores se integraban en la misma empresa. Maldonado también provee evidencias decisivas basadas en fuentes archivísticas de que los sherry baratos eran expor­tados por los exportadores más importantes, aunque sin su nombre. La demanda de estos vinos procedía de sus socios en Londres con el fin de que los vinos baratos se mantu­vieran competitivos en el segmento más bajo del mercado. Y como un corresponsal en Londres apuntó en 1827, la introducción de algún tipo de denominación de origen en Jerez, habría sido completamente inútil debido a la facilidad con la que este vino podía ser adulterado en el Rei­no Unido. Finalmente, Maldonado establece, y en mi opinión de forma conclusiva, que la producción de vino de Jerez fue básicamente rea­lizada por españoles. Los extranje­ros, aunque importantes en el comercio, se integraban rápidamen­te en la sociedad local, a diferencia del caso de Oporto.

El estudio de Maldonado es mucho más vasto de lo que podría reseñarse en un espacio tan limita­do, pero se ha puesto suficiente­mente de manifiesto la importancia de este libro. Sin embargo, tengo dos quejas menores. La primera es que el lector debería evitar la «sín­tesis interpretativa» final, que, si me hubiese puesto a leer primero en vez

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de al final, me podría haber desa­nimado a seguir la lectura. La segun­da es que las referencias a la pro­ducción de uva son muy limitadas, aunque el autor muestra la organi­zación de la elaboración del vino y su comercialización en mucho mayor detalle que cualquier otro hasta ahora. El libro tiene además otras dos características que merece

la pena reseñar: la primera, la pro­ducción es de excelente calidad, y la segunda, que Maldonado es uno de los pocos autores que siguen cre­yendo que las citas a pie de página deben incluir el número de la página de las obras citadas.

James SIMPSON

Universidad Carlos III

Francisco J. HERNÁNDEZ MONTALBÁN: La abolición de los señoríos en España (1811-1837), Madrid, Biblioteca Nueva y Universidad de Valencia, 1999, 446 pp.

Una de las características esen­ciales del paso de una economía de Antiguo Régimen a otra moderna fue la Überalización de ios factores de producción. Dentro de los recur­sos naturales, la tierra constituía, en una España predominantemente rural como era la de principios de siglo XK, un elemento clave para el despegue económico del país. Tal y como había sucedido en Gran Bre­taña, parecía necesario que el desarroUo industrial debía ir acom­pañado de un incremento notable de la productividad agrícola. Para lo cual era preciso una Überalización de la tierra y su puesta en circula­ción. Sólo con la entrada en circu­lación de la tierra podría ser alcan­zado este objetivo. De ahí la impor­tancia que la abolición de los seño­

ríos en las primeras décadas del siglo XK tuvo para la economía espa­ñola posterior. Pero no sólo eso, ya que semejante abolición destruyó también el aparato coercitivo que sostenía la renta feudal, es decir, los derechos jurisdiccionales, algo que daba paso a un mayor despliegue de las relaciones sociales capitalistas.

Hernández Montalbán lo que hace precisamente en este trabajo, fruto de su tesis doctoral, es poner de manifiesto la relevancia de este hecho, analizando detenida y siste­máticamente todos los pasos dados en esta dirección. En este sentido, habría que decir que esta obra se enmarca en una corriente historio-gráfica cuyos máximos representan­tes han sido Rafael García Ormae-chea, por un lado, y Salvador de

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Moxó, por otxo. El primero publicó en 1932 su libro Supervivencias feu­dales en España, en el que se centraba, sobre todo, en la legislación y juris­prudencia sobre señoríos, estando la obra muy ligada al contexto histórico del momento, al primer bienio de la n República y su reforma agraria. Más conocido aún es el estudio del segundo de los autores citados, La disolución del reamen señorial en Espa­ña, editado en 1965 y que ha llegado a tener una gran influencia entre los historiadores españoles de estos últi­mos lustros. En él Salvador de Moxó asume unos planteamientos antitéti­cos de la obra de García Ormaechea desde el punto de vista ideológico y político, asumiendo una postura más moderada de la cuestión. Pues bien, con estos antecedentes, el autor ela­bora un nuevo escrito con el rigor necesario que distingue a la historio­grafía contemporánea. Sin concesio­nes a elucubraciones o disquisiciones ideológicas, nos encontramos ante un libro que lo que busca fundamental­mente es descubrir la verdad, desen­trañar las claves del proceso de abo­lición de los señoríos en España.

Para llevar a cabo este cometido, el profesor Hernández Montalbán recurre al análisis de las fuentes pri­marias. En primer lugar, la legisla­ción pertinente, es decir, el Decreto de 6 de agosto de 1811, la Ley de 3 de mayo de 1823 y la Ley de 26 de agosto de 1837, textos que apa­recen incorporados en un apéndice

sumamente útil. En segundo lugar, los discursos parlamentarios, pro­nunciados por los protagonistas del debate tanto en comisión como en pleno. Por último, otras fuentes complementarias como pueden ser memoriales, obras de época, etc., que contribuyen a comprender mejor la realidad de dicho proceso. Con todo este material, pues, el autor construye un documento sóli­do, fundamentado en resistentes pilares, aunque a veces resulta exhaustivo y un tanto complicado en su lectura. Es tal el cúmulo de mati­ces exprimidos por el autor que el resultado viene a ser algo complejo en algunos pasajes de la obra.

Por lo demás, podemos decir que el libro se estructura en tomo a esos tres instrumentos legislativos antes mencionados. Tal como demuestra el autor, gracias a los mismos se pudo conseguir en España la abo­lición de los señoríos. Algo que se hizo poco a poco y siempre con alti­bajos, en función de los propios acontecimientos históricos del momento. Fue un proceso, por con­siguiente, muy ligado a los continuos vaivenes políticos propios de esos años. La pugna entre la burguesía, clase auspiciadora de la abolición, y la mayor parte de la nobleza, con­traria a tal medida y deseosa de seguir manteniendo sus privilegios, fue una constante del proceso, sin olvidar, por otro lado, el papel juga­do por los municipios, sobre todo.

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los que formaban parte de un seño­río. Todo ello teniendo en cuenta que la burguesía tampoco constituía una clase compacta, sino que exis­tían importantes discrepancias entre los moderados y los exaltados, tal como se puso claramente de mani­fiesto durante el Trienio Liberal.

Si en 1811 las Cortes de Cádiz aprobaron la supresión de los dere­chos jurisdiccionales de los señores, en el Trienio Liberal se fue más lejos y se abolieron los derechos territoria­les. Mientras los diputados modera­dos sostenían que anulada la jurisdic­ción quedaba suprimido el carácter señorial de la propiedad feudal, per­maneciendo el territorio como mera propiedad particular, los exaltados disentían de esta interpretación, deseando poner término también a los derechos señoriales. Podríamos decir que la armonización de ambas posturas vino de la mano de la Ley de 1837, que Uegó a adoptar una solución casi coincidente con la pos­tura mantenida por los moderados durante el Trienio, dado que «a

comienzos de 1837, la Ley radical del 23 no resultaba sólo peligrosa para la aristocracia, sino también para aquellos sectores de la burguesía que habían adquirido un patrimonio terri­torial de origen señorial» (p. 317), ya que gracias a las normas desvincula-doras la burguesía había podido adquirir nuevas tierras.

La importancia, por lo tanto, de la cuestión analizada no es baladí, ya que constituye un elemento clave dentro de la historia política y eco­nómica de España. No se trata de una reforma agraria como tal, como tampoco la fue la desamortización, pero sí de un fenómeno de vital importancia para el futuro de la agri­cultura española de las décadas pos­teriores. De ahí la necesidad de un estudio como el presente, guiado por el cálculo científico que debe presidir toda tesis doctoral, a pesar de las dificultades que el texto pre­senta en ciertas ocasiones.

Carlos LARRINAGA RODRÍGUEZ

Universidad de París XII

w . j ^ rnn^umo condiciones de vida y comercialización.

1999, 433 pp., incluye índice y bibhografia.

A- historiografía económica española. Los estudios sobre consumo, dis- m^ ^^^^^^ dedicadas a estos temas

tribución y niveles de vida tienen ^j y j Simposio de His-relativamente poca tradición en la en ei y

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toria Económica, celebrados en Bellaterra en 1990 y 1992, permi­tieron conocer algunos de los tra­bajos por aquel entonces en curso, estimularon algunos posteriores, y fueron de alguna forma el origen remoto del libro que comentamos.

El volumen que coordinan Jaume Torras y Bartolomé Yun recoge nada menos que 19 contribuciones y una introducción, referidas en su mayor parte al consumo y comercialización de bienes semiduraderos, con una especial atención a los textiles. La concreción de todos los trabajos al ámbito castellano y catalán es una consecuencia de ser el libro en su mayor parte resultado de dos pro­yectos de investigación desarrolla­dos en Universidades de Valladolid y Barcelona, en ambos casos sobre su entorno espacial más inmediato, aunque ello no obsta para que el interés del trabajo rebase con mucho el interés local o regional. Al lado de una mayoría de trabajos dedicados a estos temas se presen­tan también otros cuatro referidos a niveles de vida y poder adquisitivo, que ocupan la segunda parte del libro, y que ofrecen todos ellos pers­pectivas innovadoras; los de Rafael Domínguez Martín y Pilar Zarzosa presentan nuevos indicadores de bienestar (el índice Físico de Cali­dad de Vida en el caso del primero y el denominado DP2 en el de la segunda), que tratan de reflejar la realidad de las disparidades regio­

nales españolas del siglo XK de un modo más fidedigno que los indi­cadores economicistas convencio-nalmente usados en este tipo de comparaciones. Los otros dos, de Esmeralda Ballesteros y Rafael Serrano se refieren a salarios y cali­dad de vida. Ballesteros evidencia por medio de ejemplos castellanos lo inapropiado que resulta el uso de los salarios monetarios como indi­cadores de los niveles de vida y abo­ga por el estudio de otros elementos constitutivos del ingreso familiar mientras que Serrano hace una pre­sentación crítica de índices del coste de la vida y salarios para la ciudad de Valladolid.

El grueso del libro lo constituyen la primera y la tercera parte que son las referidas al consumo y la comer­cialización. La primera parte se abre con dos artículos de un fuerte com­ponente metodológico a cargo de Yun y de Lecina respectivamente, ambos en una línea de crítica de fuentes y resultados muy presente también en otras varias aportaciones de las que aparecen en el libro. Esta contribución de corte metodológico es uno de los activos que hacen recomendable la lectura de este volumen, pues la amplia diversidad de fuentes utilizadas en el conjunto de los artículos (inventarios post mortem, contratos matrimoniales, inventarios de tiendas, dotes, etc.) y la crítica de las virtudes y sesgos que cada una de ellas introduce

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hacen de él una excelente brújula con la que orientarse para cualquie­ra que trate de introducirse en el estudio del consumo y la distribu­ción en la historia de la España de los siglos xvn al XK.

De los seis restantes artículos de la primera parte, cuatro se centran en el consumo de textiles. Son el de Torras, Duran y Torra, que utiHza su presencia en los contratos matri­moniales catalanes como indicador de la evolución del consumo en el largo plazo; el de Lidia Torra que contrasta la presencia del mismo producto en inventarios poí/ mortem de particulares y en inventarios de tiendas en tres locaÜdades catalanas, y finalmente, los de Máximo García Fernández y Ramón Maruri, basado el primero de eUos en el análisis de los contratos de dote en Valladohd y dedicado el segundo al anáHsis del consumo en Santander utÜizando una variadísima gama de fuentes Los otros dos presentan un perhl más general; el de Fernando Ramos Falencia presenta un avance aun no formaUzado de una investigación inspirada en el conocido Hbro de Shammas, y que tiene como objetivo la elaboración de una función de consumo a través de los resultados del anáUsis de los invéntanos post mortem; el de Belén Moreno se ocu­pa del estudio de las pautas de con­sumo desglosadas por grupos socia­les (una orientación que también incluye Lidia Torra en su trabajo).

lo que le permite llegar a concluir una escasa correlación entre los poseedores de un mayor patrimonio y los grupos con un consumo más avanzado.

La tercera y última parte del libro, titulada genéricamente «Co­mercialización y características de los mercados» se abre con dos artí­culos sobre la segunda de estas cues­tiones cuyos autores son Andrés Hoyo y Rafael Barquín, que presen­tan dos visiones alternativas de un mismo fenómeno: el efecto que la estructura del sector comercializa-dor de la harina castellana negociada en el puerto de Santander pudo tener en los problemas de compe-titividad de este producto. Mientras que Hoyo considera su efecto como muy relevante, Barquín lo minimiza.

Otros tres estudios se ocupan de lo que serían propiamente canales de comercialización; la buhonería y las diásporas comerciales son el objeto de dos de ellos, siendo el ter­cero el de la evolución del comercio estable un una ciudad castellana. Al comercio ambulante, cuya fuerza en el siglo xvni constatan también otros apartados del libro, se refiere Lau-rence Fontaine en im artículo de tipo general que repasa algunos de sus rasgos e incluye reflexiones de mucho interés sobre sus funciones y su mecánica. El tema de las diás­poras lo trata Assumpta Muset en referencia al caso de los negociantes catalanes que no sólo comercian en

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ferias y mercados españoles durante el xvín, sino que también se instalan en muchas de sus ciudades distri­buyendo los textiles de su país de origen. Finalmente, Rosa María Dávila estudia la evolución del comercio de carácter minorista y estable en Valladolid en un minu­cioso e interesante trabajo que per­mite seguir tanto el proceso hacia la especialización de los estableci­mientos como sus transformaciones morfológicas (evolución espacio tienda, aparición de los escaparates, etc.).

Finalmente, esta tercera sección del libro incluye dos trabajos que toman en consideración, aunque en muy diferente medida, cuestiones relativas al consumo desde el punto de vista del fabricante. Es el caso de Esteve Deu, que estudia la dis­tribución de los tejidos catalanes en Castilla, pero no a partir de fuentes producidas por el consumidor, sino por el productor, los libros mayores de las empresas laneras y algodone­ras catalanas. Y aunque sólo sea en cierto sentido, es también el caso del trabajo de Jesús Cruz y Juan Carlos Sola, un trabajo que invita a reva-lorizar el papel de Madrid como consumidora de productos indus­triales de producción nacional durante el siglo xvin. Estos autores constatan a través de una amplia muestra de inventarios madrileños, un fuerte aumento en el gasto en ropa y enseres domésticos, en una

parte importante de producción española, entre la que se encontra­rían los algodones catalanes, lo que obligaría en su opinión a revisar la idea de que Madrid fue un obstá­culo para la modernización de la economía española.

Una de las virtudes que más lla­ma la atención de este libro es la de que, aunque abigarrado y diver­so, posee una razonable coherencia, que permite obtener de su lectura no sólo importantes orientaciones metodológicas o aportaciones al conocimiento de aspectos concretos del consumo y la comercialización, sino también algunas ideas y con­clusiones generales sobre la España de los siglos que trata. Por ejemplo, la ausencia de una auténtica revo­lución del consumo en la España del siglo xvm, a pesar de los fuertes cambios que éste experimentó en aquellos años. O el peso que el comercio ambulante y las redes informales mantienen hasta bien entrado el siglo xix, especialmente en la comercialización de las gamas bajas de producto. O la importante fracción del consumo de bienes semiduraderos que se mantiene cubierta por la producción española durante todo el período.

El buen resultado que ofrece este conjunto pionero de aportaciones a la historia del consumo, la distribu­ción y los niveles de vida para Cas­tilla y Cataluña debería animar a completar la panorámica con estu-

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dios semejantes para otras regiones, incluyendo también, a ser posible, el análisis de los canales mayoristas. Todo ello permitiría seguir avanzan­do en la comprensión tanto de la modernización del consumo como de la de la propia industria, y algo

más inédito hasta ahora, de la de los canales por los que estos bienes llegaban a los consumidores.

Joám CARMONA BADÍA

Universidad de Santiago de Compostela

José C. MOYA: Cousim and Strangers. Spanish Inmigrants in buenos Aires,

1830-1930, Berkeley, University of California Press, 1998, 542 pp. más

índices.

Desde que salieron a la luz los primeros trabajos de José Moya sobre los inmigrantes españoles en Buenos Aires, historiadores, demó­grafos y científicos sociales en gene­ral han esperado con impaciencia la pubÜcación de este Hbro. El trabajo de Moya, basado casi íntegramente en su tesis doctoral, resulta difícÜ de sintetizar por la multitud de aspec­tos que trata. Consta de una primera parte dedicada al proceso migratono en sí, a uno y otro lado del Atlántico, y una segunda más amplia, pues concentra el grueso de su investiga­ción, que anaüza la adaptación de los inmigrantes españoles a su nuevo entorno, la ciudad de Buenos Aires, dentro de un ampUo período cro­nológico, 1850-1930.

Se lamenta Moya en su introduc­ción de la escasa atención que los inmigrantes españoles han recibido por parte de la historiografía de las

migraciones al Nuevo Mundo y es bien cierto que su trabajo viene a llenar, con gran brillantez, un vacío historiográfico que esperemos se siga cubriendo con nuevas aporta­ciones. El libro de Moya, más que cerrar, afortunadamente abre puer­tas a la investigación sobre los espa­ñoles en Argentina y, en general, sobre la emigración española trans­oceánica, pues, como bien afirma el autor, no se puede entender un pro­ceso sin el otro. En este sentido, resulta ejemplar, y un modelo a seguir, el esfuerzo de Moya por ligar patrones de comportamiento de los inmigrantes españoles en Buenos Aires con las pautas, raíces y carac-terístias de sus lugares de origen en la península. De hecho, para el autor los condicionantes del lugar de par­tida resultan ser elementos determi­nantes en el proceso de adaptación de los españoles al entorno urbano

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de Buenos Aires. Resulta acertado el empleo del término adaptación en lugar de asimilación, pues es difícil concebir una «sociedad argentina» previa a la llegada de millones de inmigrantes a la cual éstos se pudie­ran asimilar.

El trabajo de Moya se centra en el estudio de cuatro grupos regio­nales españoles que se encuentran bien representados en la ciudad de Buenos Aires desde mediados del siglo XDC: gallegos, vascos, catalanes y castellanos, y que, según él, abar­can un conjunto de características tan variadas como para poder ser considerados representativos del conjunto de los inmigrantes españo­les. Así, el análisis se centra en los inmigrantes procedentes de Ferrol, el condado de Corcubión y varios pueblos de Pontevedra para la emi­gración gallega, del pueblo de Val de San Lorenzo en León como representante de la emigración cas­tellana, Mataró como exponente de los inmigrantes catalanes y varias localidades de Navarra, fundamen­talmente del Valle del Baztán que son consideradas representativas de la emigración vasca. Estas localida­des, arguye Moya, están muy por encima de las peculiaridades locales, pues representan distintos tipos de emigración con características bien definidas y comparables a los que aparecen en otros países europeos como Inglaterra, Irlanda o ciertas zonas de Italia. Si ése es el caso,

hubiera resultado interesante que el autor estableciera algún tipo de comparación explícita entre estas áreas de emigración en España y los distintos modelos migratorios que representan, con otras similares en otros países europeos. Puesto que cada vez existen más estudios loca­les y regionales sobre patrones de emigración en Europa, se echa de menos alguna referencia exph'cita a los mismos que permitiera estable­cer esos tipos de emigración de manera más general. Ciertamente hubiera resultado más coherente con las afirmaciones de Moya (pp. 120 y 393-94), bastante cate­góricas por cierto, de que la univer­salidad de los patrones locales es la única vía para entender los movi­mientos de población, una vía, según el autor, mejor que las amplias perspectivas de nivel nacio­nal. Personalmente pienso que en las ciencias sociales ningún enfoque debe ser excluyente, puesto que todos son válidos siempre y cuando partan de premisas razonables y, hasta cierto punto, contrastables empíricamente con toda la riqueza de fuentes que la historia pone a nuestra dispxjsición. La comparación exph'cita parece ser la única vía para contrastar esa universalidad de los patrones locales. Por otra parte, puesto que las localidades españolas están seleccionadas a partir de las fuentes argentinas, surge la duda de si esa tipología de la emigración se

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mantendría si habláramos de la emi­gración de los ferrolanos a Uruguay, de los de Pontevedra a Brasil o de los paisanos de Mataró a Cuba.

Insiste asimismo Moya en la necesidad, creo que compartida por todos, de integrar el análisis macro con el análisis micro, pero lo cierto es que el lector encontrará en su libro mucho de análisis micro (y muy bueno), y poco (y muy flojo) de aná­lisis macro. Los capítulos dedicados a este fin, el 1 y el 2, especialmente el primero, dedicado a la dimensión macroestructural de la emigración española, resultan, lamentablemen­te, decepcionantes. Mucho se ha publicado sobre emigración en el campo de las ciencias sociales como para realizar afirmaciones tan vagas como que la emigración surge y for­ma parte de un proceso de «moder­nización global». El primer capítulo muestra, por otra parte, un alarman­te desconocimiento de los derrote­ros de la historiografía española sobre el desarroUo económico y social en los siglos XK y xx (la uti­lización profusa del manual de Vicens Vives, pubücado por primera vez en 1959!!!! es una buena mues­tra de eUo), y sobre la emigración española en general (en los últimos años han aparecido títulos, tanto generales como regionales, que el autor debería haber consultado). Algo parecido le sucede al capítu­lo 2, bastante pobre en su manejo

de la bibliografi'a sobre el desarrollo económico argentino.

Por el contrario, la segunda par­te, especialmente el capítulo 4, es una magnífica muestra de la exce­lencia del trabajo de Moya y de su tratamiento original de las fuentes. Su análisis de los patrones de resi­dencia de los españoles en Buenos Aires, dentro de un contexto de sociología urbana, es ciertamente ejemplar y novedosa y debería servir de muestra para futuros trabajos sobre otras ciudades argentinas o sobre otros grupos inmigrantes. Resulta, sin embargo, paradójico, que frente a su énfasis en el análisis de grupos regionales, lo mejor del trabajo de Moya se refiera a grupos nacionales, los españoles frente a otros grupos mayoritarios como los italianos. Asimismo, el lector echa de menos que no haya en todo el libro ninguna referencia a los patro­nes matrimoniales de los españoles en Buenos Aires, junto con los patrones de residencia, el otro indi­cador clásico en este tipo de estu­dios (como el de Suzchman sobre la ciudad de Córdoba). Si se trata de una elección deliberada del autor o de una restricción impuesta por las fuentes utilizadas, el lector de­bería conocer el porqué de su ausencia.

El capítulo 5, dedicado a la estructura ocupacional de los espa­ñoles, resulta también modélico, pues Moya enlaza de manera cier-

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tamente brillante las características de los lugares de origen de los inmi­grantes con las profesiones en el lugar de destino, aunque su análisis del proceso de movilidad social resulte más pobre. Su conclusión de que los españoles resultaron bastan­te competentes en su proceso de movilidad social es, sin duda, revi­sionista, pues viene a romper la ima­gen de un grupo inmigrante bastan­te estático en ese contexto. No que­da claro, sin embargo, por qué se utiliza una determinada clasificación ocupacional, excesivamente amplia, y no otra (se me ocurre, por ejem­plo, la de Stephen Nicholas en su trabajo Convict Workers. Reinterpre-ttng Australia's Past, Cambridge Uni-versity Press, 1988, sobre los inmi­grantes en Australia) y es una lás­tima que no haya ni una sola refe­rencia a salarios. En más de una oca­sión resulta confusa, y difícilmente justificable desde el punto de vista estadístico, la utilización abusiva de porcentajes en lugar de tasas, espe­cialmente cuando se está tratando con muestras ciertamente pequeñas. Con todo, gracias al libro de Moya contamos con una imagen bastante clara de la estructura ocupacional y profesional de los españoles en Bue­nos Aires.

Menos convincente resulta el análisis que se hace de las cadenas migratorias desarrolladas por los dis­tintos grupos regionales. Tras la lec­tura del libro de Moya no queda cla­

ro por qué se forman esas cadenas, ni por qué los canarios y malagueños que emigraron a Buenos Aires no desarrollaron cadenas mientras que sí los hicieron los gallegos o los cata­lanes (de hecho, los canarios sí desarrollaron cadenas migratorias hacia Cuba, como bien demuestran los múltiples trabajos de Antonio Macías). La explicación de Moya de que la ausencia de redes de apoyo de los distintos grupos locales deter­mina la inexistencia de cadenas migratorias resulta poco convincen­te y ciertamente es un argumento ex post. El propio Moya reconoce (p. 73) que no están claras las razo­nes por las que los malagueños, pre­sentes en Buenos Aires desde la época colonial, se hayan desvaneci­do a la altura de los años ochenta del siglo XIX. Tampoco está muy cla­ro por qué hay cadenas migratorias que, tras permanecer «dormidas», en expresión del autor, se reavivan en un momento dado. Resulta tam­bién discutible el panorama idílico que Moya presenta de cooperación y camaraderia entre paisanos inmi­grantes y se echa de menos alguna referencia a los múltiples conflictos y enfrentamientos que se dieron (y se dan, como bien saben los soció­logos) en las propias comunidades de inmigrantes, incluso entre paisa­nos. Por ejemplo, Benito Hortelano, un inmigrante español en el Buenos Aires de los años cincuenta, presen­ta en sus Memorias un panorama

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ciertamente contrario a un ambiente fraternal.

Por último, hay que hacer una mención a los aspectos formales de la obra pues, aunque no afectan a su valía académica, empañan el con­junto final. No creo que resulte achacable al autor, más bien supon­go que a la editorial, el hecho de las notas a los distintos capítulos aparezcan agrupadas al final del libro, lo que resulta ciertamente engorroso en un libro de más de 500 páginas, pues dificulta enormemen­te la lectura. Lo que sí se debe reprochar al autor es el hecho de que no exista una lista completa de referencias bibliográficas y el que, a pesar de la profusión de citas y títu­los en las notas, la bibliografía apa­rezca obsoleta (algunas notas, como la 45 de la página 494, contienen hasta 17 !!!! referencias distintas sólo para ilustrar la indolencia e inmoralidad de los inmigrantes en el servicio doméstico). Resulta sor­prendente que en un libro que sale al mercado en 1998 las referencias

más cercanas en el tiempo, pocas, sean del año 1993, que se citen como trabajos «recientes» obras de 1985 (nota 36, p. 467) o 1986 (nota 88, p. 438), o que, por poner algu­nos ejemplos, aparezcan citados como documentos de trabajo artícu­los que ya tienen solera en alguna revista (nota 3, p. 446). Insisto en que estos defectos formales no res­tan un ápice de validez al ingente trabajo de Moya, pero hubiera sido preferible no tener que mencionar­los.

En suma, el libro de Moya mues­tra, en contra de la visión predomi­nante hasta ahora, una comunidad inmigrante rica y vital, tanto es su adaptación a la ciudad como en sus profesiones y mecanismos de asocia­ción. Su trabajo merece ser amplia­mente leído y discutido, y le auguro la fortuna de convertirse, con todo merecimiento, en un clásico de los estudios migratorios.

Blanca SÁNCHEZ ALONSO

Universidad San Pablo-CEU

r • j c „ RFHPR- E/ declive de la mortalidad en España, Fausto DoPico y Da .d-SvenRE^ffiR_i M^^ (Monografía 1860-1930, Madrid, Asociación de ^^^^^^^^ nfm.l), 1998, 168 pp., ISBN: 84-930864-0-1.

En los últimos años hemos asis­tido a un notable enriquecimiento del panorama historiográfico espa­

ñol por lo que a estudios de mor­talidad se refiere. Aunque la reali­zación de un balance objetivo de la

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producción bibliográfica de las dos últimas décadas (desde los trabajos de Vicente Pérez Moreda o Jordi Nadal hasta la monografía que esta­mos reseñando) sobrepasa los lími­tes de la presente recensión, convie­ne destacar, sin embargo, dos circunstancias: la riqueza de las aportaciones que se han realizado desde los supuestos de la historia local (ofreciendo grandes posibilida­des al análisis diferencial y compa­rado), y la atención que se ha pres­tado a la mortalidad infantil y juve­nil, uno de los factores claves en la modernización demográfica. Falta­ban, con todo, aportaciones que ofreciesen, en la línea de trabajos como el de Rosa Gómez Redondo (La mortalidad infantil española en el siglo XX, 1992), una panorámica de conjunto y un análisis sistemático del descenso de la mortalidad.

La monografía de los profesores Fausto Dopico y David Reher, dos de los especialistas más destacados en la materia, ofrece un análisis sis­temático de la mortalidad en España durante la fase inicial de la transi­ción epidemiológica (décadas finales del siglo XK y primeras del xx). Apa­rece estructurada en tres capítulos, además de la bibliografía y el inte­resante apéndice de tablas de vida, donde se ofrecen datos para el con­junto nacional y las regiones histó­ricas en los años 1900-1901, 1910-1911, 1920-1921 y 1930-1931 (diferenciando entre capitales y lo

que los autores denominan pobla­ción rural, salvo para 1920-1921). En el primer capítulo, de carácter fundamentalmente metodológico, se explica cómo se ha procedido a elaborar las tablas de mortalidad, así como «los ajustes utilizados» para resolver los problemas detectados. Se señalan, de forma particular, las dificultades para estimar la morta­lidad en los primeros años de vida y se analizan algunos de los proble­mas clásicos en el manejo de las fuentes censales, como ocurre con la tendencia al redondeo de las edades.

El segundo capítulo, firmado por Fausto Dopico, lleva por título El descenso de la mortalidad en España y en las regiones históricas (1860-1930) y ofrece un interesante análisis explicativo del descenso de la mortalidad, al contextualizar dicho fenómeno en el marco de las transformaciones sociodemográfi-cas, económicas, políticas y cultura­les que acompañaron la moderniza­ción de la sociedad española de fina­les del siglo XIX y principios del xx. Tras calificar la situación como la propia de un país de industrializa­ción tardía con retraso en la moder­nización demográfica, para Fausto Dopico, el descenso de la mortali­dad española habria sido el resulta­do de la conjunción de diversos fac­tores: desde mejoras en la higiene privada y pública, a la mejora nutri-cional, pasando por la mejora de las

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condiciones de trabajo o el progreso científico-médico. En la cronología del descenso el autor señala tres fases interrumpidas por las crisis de la gripe de 1918 y el período bélico de 1936-1939 y sus consecuencias. Entre finales de la década de 1880 y 1910 habría tenido lugar más de la cuarta parte del descenso. Entre 1920 y 1930 tuvo lugar una de las caídas más importantes. Como indi­ca el propio Fausto Dopico: «En vís­peras de la guerra civil, España habría recorrido aproximadamente la mitad del camino entre una mor-taHdad propia del antiguo régimen demográfico y otra que la asimilaba, al menos por sus indicadores cuan­titativos, con los países más avan­zados.» Conviene destacar el papel otorgado al descenso de la morta-Udad entre el primer y el quinto am-versario y la condición de evitable que cabe otorgarle a la misma. El tercer gran momento de descenso de la mortaHdad habría tenido lugar en la década de 1940, en plena pos­guerra y en una situación socioeco­nómica en la que la renta per cápita no había recuperado los mveles alcanzados antes del estaUido de la

guerra civil. Frente a la visión homogénea que

ofrecen los datos nacionales, la monografía aporta, en el capítulo que estamos comentando, unas inte­resantes reflexiones sobre los con­trastes regionales del descenso de la mortalidad. Se presentan 12 mapas

con la esperanza de vida de las dife­rentes regiones y las tablas que muestran su evolución. Los compor­tamientos demográficos se interre-lacionan con aspectos culturales y económicos y los resultados obteni­dos ponen de manifiesto la necesi­dad de ser cautos en el momento de correlacionar regímenes de alta o baja presión demográfica con un mayor o menor desarrollo económi­co.

El tercero de los capítulos, firma­do por David Reher, aborda la pro­blemática del comportamiento dife­rencial entre la mortalidad urbana y rural y los condicionantes que lo explican. Frente a la desventaja ini­cial que ofrecen las ciudades en su proceso de transformación demo­gráfica y sanitaria, los datos anali­zados en la monografía ponen de manifiesto, en similitud con lo ocurrido en otros contextos de nues­tro entorno, el cambio progresivo del modelo. Con el paso de las déca­das las ciudades y los núcleos urba­nos, de forma particular aquellos que vivieron con más intensidad el proceso de industrialización, alcan­zaron ima posición más ventajosa. Conviene destacar, por su interés, el comportamiento diferencial de la mortalidad de los grupos de edad y la importancia que alcanzó fi-ente al mundo rural la reducción de la mortalidad juvenil urbana. En rela­ción con esta última circunstancia el autor llama la atención del lector

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sobre la influencia de las medidas de salud e higiene públicas que se lle­garon a aplicar en las ciudades y prin­cipales núcleos urbanos. Por el con­trario, el comportamiento de otros grupos de edad, a partir sobre todo de los diez años, es el inverso al mos­trar el mundo urbano mayores niveles de mortalidad como consecuencia, al menos en parte, de los riesgos para la salud que ofrecía aquel entorno físico y socioeconómico.

Menos concluyente se muestra el profesor Reher al analizar el compor­tamiento diferencial de la mortalidad por sexo en ambos contextos. Entre los resultados más destacados hay que señalar la sobremortalidad mas­culina, salvo para determinados gru­pos erarios, y su mayor intensidad en ciudades y núcleos urbanos. Parece necesario volver a insistir, pese a las dificultades de análisis que reconoce el propio autor, en el papel de los factores de riesgo asociados a las con­diciones laborales y a determinados modos y estilos de vida (alcohol, tabaco, etc.).

En el campo del análisis espacial de los resultados, el capítulo desarrollado por David Reher abor­da igualmente la regionalización de los procesos de modernización demográfica. Frente a la mayor uni­formidad de la mortalidad rural, el mundo urbano ofrece una dispari­dad mayor. Diferencias regionales que se mantienen a lo largo del período estudiado y que se ponen

de manifiesto en la distribución de la esperanza de vida que ofi-ecían las ciudades españolas en 1930 al mos­trar zonas de baja mortalidad urba­na (zona de Levante, País Vasco y Madrid) que coincidían con ciuda­des que alcanzaron un crecimiento económico notable durante las pri­meras décadas del siglo xx.

Se trata, sin duda, de una obra fundamental para el análisis del pro­ceso de modernización demográfica que vivió la sociedad española entre las décadas finales del siglo XK y la primera mitad del siglo xx. Aunque los autores se muestran cautos en el momento de establecer conclusio­nes e insisten en la necesidad de profundizar en el análisis de los fac­tores que explican el descenso de la mortalidad, podemos concluir con las palabras que recoge David Reher en la parte final del tercer capítulo: «la modernización demográfica no empezó en 1900 ni terminó en 1930. Pero pocos especialistas discutirán que estas fechas encierran una época clave en la historia de la población española». El trabajo que acabamos de reseñar, a partir de un acertado análisis y exposición de los datos, y a pesar de las dificultades que ofre­cen las fuentes, aporta al lector pre­guntas muy sugerentes e invita a pro­fundizar, desde la interdisciplinarie-dad, en el estudio del descenso de la mortalidad y sus causas.

Josep BERNABEU-MESTRE

Universitat d'Alacant

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Francis Y. EDGEWORTH: Psicología Matemática, Madrid, Pirámide, 2000. Traducción de Jordi Pascual, estudio preliminar de Manuel Jesús Gon­zález, 190 pp., índice analítico.

La aparición en el mercado de la primera traducción de Psicología Matemática de Francis Y. Edge­worth al castellano forma parte de la iniciativa del profesor Carlos Rodríguez Braun, bajo los auspicios de la editorial Pirámide, de divulgar las obras más importantes de los principales economistas. La obra cuenta con la veteranía en los tra­bajos de traducción de textos de economía del profesor Jordi Pascual y con la colaboración del profesor Manuel Jesús González, quien nos presenta en su estudio preliminar el mundo personal y teórico de Edge­worth.

Francis Ysidro Edgeworth es, posiblemente, el economista más representativo de la llamada «segun­da generación de marginalistas». Sus aportaciones a la teoría econó­mica marcaron un hito en el ámbito de la teoría del intercambio, y en la econorm'a matemática, en general. Menos reconocidos han sido sus tra­bajos estadísticos y su heurística, en la que los isomorfismos entre la eco­nomía y otras ciencias, tal y como se señala en el estudio preliminar, adquieren especial relevancia. Es destacable el esfuerzo de especialis­tas como Ted Porter en los años ochenta por reivindicar al Edge­

worth estadístico. Pero no ha sido sino recientemente que ha visto la luz, gracias a los esfuerzos del pro­fesor Phillip Mirowski, una recopi­lación de las publicaciones de Edge­worth en la que se incluyen sus estu­dios acerca de la probabilidad del conocimiento, la aplicación de métodos estadísticos a las ciencias sociales, etc., muy en la línea de las ideas expresadas mucho antes por Quétélet y Coumot. La falta del adecuado reconocimiento de Edge­worth tanto en su época como des­pués tiene su justificación en la constante comparación con Mars-hall, quien, como es sabido, vivió en permanente «campaña» para ser recordado como el principal econo­mista de su tiempo. El hecho de que la prolífica obra de Edgeworth no sea tan conocida se debe en parte al propio autor, quien omitió en su antología en tres volúmenes Papen Relating to Political Economy (1925), sus artículos sobre probabi­lidad y otros en los que aportaba conceptos importantes para la eco­nomía matemática, naciente en aquellos momentos.

El libro que publica la editorial Pirámide es el más conocido y el más valorado, en términos genera­les, por los economistas. En él, par-

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tiendo de las ideas de Coumot acer­ca de la aplicación del razonamiento matemático no numérico a la teoría económica, aporta mucho en apenas 150 páginas. El mérito de Edge-worth es doble si tenemos en cuenta que no sólo aplicó los conocimientos aprendidos de Alexander Bain y sus discípulos que estudiaban la aplica­ción de la psicofísica del alemán Gustav Fechner (en lo que coincide con Jevons), sino que además su for­mación de humanista (fue profesor de griego y de lógica) le obligó a estudiar desde cero las herramientas matemáticas necesarias para enten­der las teorías marginalistas, lo que hizo a partir de 1879, publicándose Psicología Matemática en 1881. Su capacidad de estudio y de asimila­ción queda patente si observamos el número y envergadura de los auto­res citados en esta obra y que tuvo que leer en un tiempo tan reducido, probablemente siguiendo las reco­mendaciones de Jevons. Su bagaje intelectual asoma en sus textos, con­jugando su formación clásica con sus conocimientos de teoría econó­mica.

Las innovaciones por las que Edgeworth es habitualmente loado son la noción del core en la teoría de juegos; la prioridad en el uso de Lagrangianos en una publicación; la prioridad en el empleo de una fun­ción de utilidad general (no sepa­rable); la anticipación en la replica-ción de las economías con un flujo

continuo de agentes; el concepto de preferencias de carácter ordinal (no numéricas); el análisis de varianzas y la contrastación de hipótesis; la adopción de métodos estadísticos de la teoría de errores en la cuan-tificación de la incertidumbre en las ciencias sociales, en general, y en la economía, en particular (Coumot también investigó en este terreno. La similitud entre ambos es debida a que los dos autores se basaron en las ideas de Laplace referidas a los errores en los cálculos astronó­micos).

Edgeworth divide su libro en dos partes diferenciadas que componen el texto principal y siete anexos com­plementarios. A medida que el lec­tor se adentra en el texto principal, se va dando cuenta de que los ane­xos son, no sólo tan importantes como el resto del libro, sino que algunos de ellos son imprescindibles para su comprensión. El texto prin­cipal, a su vez, se compone de dos partes que analizan cada una de ellas la aplicabilidad de las matemá­ticas a las ciencias morales y a la eco­nomía y la aplicación efectiva de las mismas. El subtítulo de la obra («De la aplicación de las matemáticas a las ciencias morales») nos adelanta la complejidad de la misma. Esta segunda parte le lleva a diferenciar dos tipos de cálculo: el cálculo eco­nómico y el cálculo utilitario. El desarrollo de ambos está estructu­rado de forma similar: definición de

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los conceptos importantes, axiomas, conclusiones y corolarios.

En las primeras páginas sienta las bases conceptuales de su propuesta. Partiendo de la filosofia hedom'stica y de conocimientos de psicología (en concreto de la rama llamada psi-cofísica), encuentra en la física matemática la llave que le permite acceder a la matematización de la economía, yendo más allá que sus antecesores en este terreno.

El escollo que para ellos supuso la imposibilidad de las comparacio­nes interpersonales de la utilidad lo supera Edgeworth por analogía con el problema de la interacción de los cuerpos. Si la física matemática no se ha estancado por el hecho de no tener resuelta la determinación exacta del movimiento de tres cuer­pos que se atraen mutuamente según una función de la distancia, entonces tampoco se deberían dejar de emplear las matemáticas en las ciencias morales argumentando que no hay una solución numérica y exacta a las comparaciones interper­sonales de la utiHdad. Edgeworth no se queda ab' y extiende el estudio a otros ámbitos de la economía, como, por ejemplo, el estudio de los contratos entre agentes particulares que asegura la consecución de un máximo relativo de felicidad en la sociedad. El primer apéndice («De la matemática no numérica») expli­ca más detalladamente esta analogía partiendo de las bases que estable­

ció Coumot, el padre de la econo­mía matemática, en palabras de Edgeworth. La rama de la física que estudia la energía constituye para el autor la analogía exacta («contrai­magen idéntica») del estudio de la felicidad (o placer), el hedonismo, deshaciendo, de esta manera, la barrera entre lo físico y lo espiritual que impedía el análisis científico (matemático) de los deseos, las necesidades y los gustos de las per­sonas. La importancia del hedonis­mo y de la hedonimetría quedan patentes en el segtmdo y tercer apéndice.

Una vez demostrada la aplicabi-lidad de las matemáticas a las cien­cias sociales llega el momento de hacerlo efectivo, de la aplicación. Éste es el contenido de la segunda parte del libro, que comienza con el cálculo económico. En primer lugar, el autor expone una serie de definiciones (o descripciones sui generis de lo que constituye el ámbi­to de su estudio: el contrato como alternativa al conflicto, el campo de la competencia como concepto aná­logo al campo de fuerza en física, el ajuste, etc.). A continuación, Edgeworth especifica la pregunta fundamental cuya respuesta consti­tuye el grueso de su teoría: en qué condiciones el contrato será indeter­minado cuando no hay competen­cia, en el ámbito de la competencia perfecta y cuando existe competen­cia más o menos perfecta. El primer

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paso es la delimitación del campo de contratación (lo que en teoría de juegos se denomina el core) partien­do de la hipótesis de comportamien­to de que todo agente se mueve solamente por su propio interés. La resolución de esta triple cuestión le permite a Edgeworth llegar a la ecuación de intercambio de Jevons, a la resolución del equilibrio general según Walras (que da por asumida sin entrar en detalles) y seguir un poco más aUá, analizando la multi­plicidad de ajustes finales cuando hay combinaciones en los grupos de agentes contratantes y contratados, en un mercado no perfectamente competitivo y con el objetivo final de obtener la máxima felicidad social posible.

Resulta difícil seguir el razona­miento de Edgeworth sin el apoyo gráfico, especialmente cuando el autor es capaz de describir las curvas de indiferencia y los diferentes tra­mos de la curva de contrato como si tuviera un mapa de la zona delan­te. En el apéndice quinto examina con más detalle las diferencias entre las fórmulas de Jevons y las suyas y dibuja un gráfico que facilita la comprensión del texto. Lamentable­mente, es de suponer que el lector habitual no tenga una imaginación espacial tan entrenada como él. Por otro lado, su lenguaje variado, rico y propio de un humanista con el bagaje de Edgeworth, resultará des­

concertante para el economista medio de nuestro siglo.

A partir de la página 80 aproxi­madamente, el autor baja del razo­namiento abstracto a la realidad de la contratación laboral y nos lleva de la mano a la conclusión de que la competencia por sí sola no conduce necesariamente a la determinación del contrato, sino que requiere de la ayuda del arbitraje, siendo la base del arbitraje entre contratantes que buscan su propio interés, la suma total máxima de utilidad, la máxima felicidad posible. De esta manera, para completar el cálculo económi­co, es necesario desartollar el cálcu­lo utilitario, al que dedica las últimas 20 páginas del libro, sin contar con los anexos. Su estudio del cálculo utilitario comienza como en el caso del cálculo económico, con una des­cripción de los conceptos funda­mentales que va a utilizar (placer, mayor felicidad posible, medios, capacidad de felicidad, capacidad para el trabajo). Su axioma de par­tida es que el placer es mensurable y que todos los placeres son com­parables.

A continuación, elabora seis postulados básicos en los que ana­liza temas como las variaciones de la tasa de placer y de la tasa de fati­ga, la relación entre la capacidad para el placer y la capacidad para el trabajo, la influencia del tamaño de la población en los medios para disfrutar del placer (como la rique-

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za) o la selección de los individuos mejor dotados a lo largo de la evo­lución. Su análisis, forzado por el utilitarismo y complicado por el estudio de las combinaciones de estos postulados, le lleva a ideas sorprendentes desde un punto de vista actual, como, por ejemplo, que la felicidad de una parte de las clases menos favorecidas puede sacrificarse a favor de las clases más altas y a favor de las siguientes generaciones, o su consideración del rol de la mujer en la sociedad, dado que está menos capacitada que el hombre y, por tanto, es infe­rior a él.

La conclusión general es la con­sideración de la sociedad que busca el máximo de felicidad social como un gran organismo complejo, fle­xible y cuyos órganos están en constante reajuste en función de infinidad de variables. Con gran acierto, el autor señala, para fina­lizar, que la forma final de este gran organismo «es todavía, tal vez, un tema más propio del prejuicio que del juicio». Estas elucubraciones de difícil aceptación tienen como problema añadido el lenguaje en el

que están expuestas, siguiendo el estilo del resto del libro. El autor utiliza palabras de origen griego inventadas por él para designar conceptos de uso generalizado. Por desgracia, la originalidad va pareja con la dificultad que añaden. La densidad de la obra, la exhaustivi-dad del análisis, la combinación de filosofía y economía matemática junto con la poca amabilidad del autor en el empleo del lenguaje, en el que predominan largas oraciones llenas de «accidentes geográficos» (paréntesis, citas en diferentes idiomas, notas al pie, cursivas...), y la notación matemática griega que resulta tan extraña a nuestros ojos terminan de entorpecer la comprensión de un libro ya de por sí complejo. Con todo, es una suer­te que podamos contar con una tra­ducción de esta obra tan completa, erudita y de tanta importancia, no sólo para la economía matemática, sino para cualquier estudio acerca de la interrelación de las ciencias en general.

María BLANCO GONZÁLEZ

Universidad San Pablo-CEU

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Nikolaus BóTTECHER y Bemd HAUSBERGER (eds.): Dinero y negocios en la historia de América Latina, Geld and Geschaft in der Geshichte Lateina-merikas. Veinte ensayos dedicados a Reinhard Liehr, Frankfurt am Main y Madrid, Vervuet-Iberoamericana, Bibliotheca Ibero-Americana, 2000, 552 pp., índice general y de autores, gráficos, cuadros, mapas y biblio-grafi'a, prólogos de N. Bóttecher y B. Hausberger y de G. Vollmer, y datos biográficos y bibliografía de R. Liehr.

Reseñar un trabajo colectivo es siempre una tarea compleja, más aún en el caso que nos ocupa. Bajo un título tan amplio como Dinero y negocios en América Latina, N. Bót­techer y B. Hausberger reúnen vein­te artículos muy distintos, sobre pro­blemas, lugares y momentos histó­ricos diferentes; tan diferentes como las metodologías y presupuestos teó­ricos usados por los autores para abordarlos. Con esos precedentes, es obvio, pero a la vez necesario, señalar que la obra, igual que cual­quier otra de este tipo, incluye estu­dios de muy diversa calidad. La razón de la edición, además, no es estrictamente temática, sino rendir homenaje al historiador R Liehr, lo que tampoco ayuda a su unidad y coherencia. A ello hay que añadir, finalmente, que haber optado por incluir los textos en cuatro idiomas —castellano, alemán, inglés y por­tugués— dificulta también el acceso a la totalidad de sus contenidos a muchos de los lectores interesados en los temas tratados.

No obstante lo dicho anterior­mente. Dinero y negocios en América

Latina, aparte del indudable valor que varios artículos tienen para el conocimiento de ciertos temas espe­cíficos, es interesante como muestra del tipo de problemas que atraen actualmente la atención de los his­toriadores de la economía latinoa­mericana, y de las teorías y métodos de investigación en uso. Con ciertas limitaciones que exponemos a con­tinuación, en mi opinión, la obra ofrece una visión bastante completa del panorama historiográfico, fun­damentalmente para el estudio de algunas cuestiones, como la historia empresarial, del comercio interna­cional o de las instituciones econó­micas, aunque particularmente cen­tradas en el área novohispana colo­nial y mexicana independiente.

Sobre el valor muestral de la compilación es necesario decir tam­bién que incluye otras dos limitacio­nes. En el orden estrictamente espa­cial, a pesar de la citada concentra­ción temática en el área del antiguo Virreinato de la Nueva España, reú­ne artículos acerca de zonas y/o paí­ses como Perú, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Cuba o Brasil, pero tam-

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bien excluye completamente otros, algunos de enorme importancia intrínseca e historiográfica, como la Argentina. La segunda limitación es la ausencia de estudios que empleen métodos econométricos para mejorar el conocimiento del pasado; procedi­mientos poco habituales en la inves­tigación tradicional sobre las econo­mías latinoamericanas, pero que en las últimas décadas están generando trabajos muy interesantes.

El libro empieza con una intro­ducción de los editores, un prefacio de G. Vollmer acerca de la obra de Liehr y una relación de sus trabajos y datos biográficos. Como corolario, además, la compüación concluye con un ensayo de H. Pietschmarin sobre «GlobaHzación y mercado de trabajo: la perspectiva del historia­dor de larga duración», en el que el autor apunta algunas conclusiones que ofrece el estudio de la historia para explicar el actual y controver­tido problema de la referida globa-Uzación. Pietschmann piensa que el único modo de superar el mvel de decisión político-económico nacio­nal es la agrupación internacional de países, en especial con cntenos regionales, pero que para ser prac­ticables, dichas agrupaciones deben realizarse teniendo en cuenta los problemas nacionales; particular­mente, las demandas sociales inter­nas de los Estado que las forman.

Además del ensayo de Pietsch­mann, Dinero y negocios en América

Latina incluye otros dos artículos, los firmados por E. Otte y M. Torres, muy diferentes del resto de los trabajos del libro que, de un modo u otro, se pueden agrupar en grandes bloques temáticos. Otte estudia «La mujer de Indias en el siglo XVI». Básicamente, el autor comenta la historiograñ'a, el estado de la cuestión y las fuentes dispo­nibles para investigar un tema que ha merecido poca atención hasta el momento. Torres, por su parte, ana­liza «La valorización del patrimonio cultural. El caso del patrimonio industrial en América Latina»; es decir, las posibilidades que ofrece la infraestructura concebida en su momento con propósitos productivos y ahora en desuso por distintas razo­nes, para albergar y potenciar activi­dades de carácter social y cultural, que en su opinión son enormes.

La mayoría de los trabajos com­pilados en el libro, como señalamos anteriormente, se dedican al estudio de la Nueva España o México. Dos de ellos, además, abordan proble­mas relacionados con la producción y el comercio del cacao: U. Thi-mer-Sachse, «Wer war oder ist der "Señor del Cacao". Kakaobohnen ais Wáhrrung im Vizekónigreich Neuspanien», y G. Vollmer, «Über den Wechselkurs von Kakaobohnen und den Preis der Schokolate. Ein mexikanisches Problem». Otros dos artículos se dedican a aspectos rela­cionados con la minería: E. Flores:

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«Utopía y realidad. Proyectos para financiar la minería novohispana (1777-1783)», y B. von Mentz, «La organización y el abasto de insumos de una empresa minera en Zacate­cas al fines del período colonial e inicios del independiente». Los capítulos firmados por A. Ibarra, «El Consulado de Comercio de Guada-lajara, 1795-1821. Cambio institu­cional, gestión corporativa y costos de transacción de la economía novo­hispana», y J. Silva, «Mercado y comerciantes de la ciudad de Méxi­co, 1830-1840», como sus títulos indican, se interesan por temas comerciales, esencialmente del mer­cado interno de las grandes ciuda­des mexicanas, aspectos que tam­bién definen el contenido del texto de Rosa M. Meyer sobre «Francisco Iturbe: del comercio local a las finanzas nacionales, 1809-1861», aunque este último indaga sobre un caso personal concreto. Finalmente, un octavo trabajo dedicado al Virrei­nato novohispano es el de Bemd Hausberger, titialado «Ein Silberayf-káufer macht Bankrott. Anmerkun-gen zu Kredit, Schulden und Prei-sen im nordwestlichen Neuspa-nien».

Los problemas relacionados con el marco institucional, que han merecido mucha atención en las últimas décadas y cuyo estudio se reforzó tras la concesión del Premio Nobel a Douglass C. North, y la his­toria empresarial, esencialmente

casuística, y generalmente en rela­ción con el tema anterior, son los asuntos más abordados en el libro. Flores, por ejemplo, piensa que las necesidades de capital de la minería novohispana en las décadas de 1770 y 1780 provocaron un proceso de concentración de las compañías, pero también hicieron patente la urgencia de reformas institucionales que modificasen el rígido monopo­lio de la Corona, algunas de las cua­les se realizaron con relativo éxito. Von Mentz, por otro lado, analiza una firma minera de Zacatecas en los años finales del dominio español, y destaca la eficiencia de su funcio­namiento, lo que permite discutir algunos tópicos habituales en la his­toriografía sobre el sector, como las dificultades que para una buena ges­tión implicó el absentismo de los propietarios, muy común en esa actividad productiva, o la corrup­ción administrativa y los sobornos, práctica normal que no siempre fue en detrimento de dicha eficiencia y sobre la que se han vertido muchas afirmaciones con poco fundamento.

Analizando la figura y la trayec­toria de Iturbe, Meyer destaca tam­bién los problemas de índole insti­tucional que tuvieron que enfrentar los empresarios mexicanos en el ini­cio del siglo XX. Las crisis financieras endémicas que padeció el país —di­ce— se agravaron con el tiempo y acabaron perjudicando los negocios que, incluso, surgieron o prospera-

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ron en ocasiones aprovechando esas circunstancias. Unidas a las convul­siones políticas de la nación y a las necesidades financieras del Estado, cada vez más difíciles de satisfacer, condujeron a los gobiernos a usar medios coercitivos para obtener recursos que perjudicaron las acti­vidades económicas, llegando a extremos como el encarcelamiento del citado Iturbe y de otros empre­sarios que se negaron a aceptarlos.

Los trabajos de Ibarra y Suva estudian también las condiciones institucionales del comercio interno en dos grandes ciudades mexicanas, México capital y Guadalajara. Ibarra aplica lo que él Uama la teoría neoinstitucionalista para explicar la función y evolución de los Consu­lados de Comercio en el inicio del siglo XK, y llega a la conclusión de que su desempeño, a pesar de las dificultades del contexto histórico en que se desarrollaron, fue positiva y significó cambios decisivos en el mercado y en los modos de actua­ción de los agentes económicos. Sil­va llama la atención sobre los pro­blemas que la magnitud del merca­do mexicano implicó para el desen­volvimiento de estos últimos en las décadas de 1830-1840. En tales cir­cunstancias, el autor resalta que la característica más llamativa fue la continuidad de las prácticas mercan­tiles respecto al período colonial, lo que en su opinión se explica debido a que ésa fue tal vez la opción más

racional, entre otras cosas, como consecuencia de que tal continuidad fue también el rasgo predominante en la legislación comercial y en la administración en general.

C. M. Lewis estudia problemas similares a los anteriores —la rela­ción entre el desarrollo empresarial privado, el marco institucional y la acción del Estado—, aunque en un país, una época y un sector distintos: «Regulating the Prívate Sector: Government and Railways in Brazil, c. 1900». Como Pietschmann, Lewis propone obtener lecciones del conocimiento histórico para situa­ciones presentes: el futuro de las compañías ferroviarias. El ferrocarril —dice— no fue en el caso brasileño un factor de anticipación al creci­miento, ni tuvo una función desta­cada de fomento e impulso de la economía, pero ello se debió a las limitaciones de la estructura econó­mica nacional, y la gestión privada no resolvió los problemas de renta­bilidad que en general tuvieron las líneas a causa de la ausencia de con­diciones institucionales adecuadas. Esa conclusión coincide, además, con las del reciente libro de Jesús Sanz (coord.) et al. {Historia de los ferrocarriles en Iberoamérica, 1837-1995, Madrid, Ministerio de Fomento, 1998), para casi todos los países latinoamericanos.

Dinero y negocios en América Lati­na incluye un segundo trabajo sobre Brasü que, además, junto a los de

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Ibarra y Von Mentz, es representa­tivo del reciente interés por poten­ciar los estudios regionales y locales. Se trata del estudio de M. Róh-rig-Assungáo acerca de la «Expor-tagáo, mercado interno e crises de subsistencia numa provincia brasi-leira. O caso do Maranháo, 1800-1860». Exceptuando el artícu­lo de B. Potthast, «Báuerliche Wirtschaft und die Rolle der Frauen: Paraguay im 19. Jahr-hundrt», el resto de los trabajo del libro están dedicados al área andina y/o al comercio internacional o a las relaciones económicas de los países de ese área, del Imperio Español en general o del Caribe hispano con las grandes potencias europeas y los Estados Unidos. Menos el trabajo de J. Golte, «Zur Bedeutung von ferhandelsbezeihungen in der Ges-chichte der Anden», los textos dedi­cados al área andina examinan aspectos relativos al comercio inter­nacional en la primera mitad del siglo XX. L. E. Bieber, «El comercio germano-boliviano, 1936-1939. Un fracaso singular en el contexto del comercio de compensación de Ale­mania con América Latina», destaca la coincidencia en los últimos años de la década de 1930 del interés ger­mano por ampliar sus negocios en la región, y de la intención de los gobiernos bolivianos por romper los monopolios de las grandes empresas mineras norteamericanas y aplicar una especie de socialismo de Estado.

El acercamiento de ambas naciones no dio los resultados esperados —di­ce el autor— debido a hechos más o menos circunstanciales, como el suicidio del presidente Busch o el ini­cio de la Segunda Guerra Mundial, pero piensa que en el fondo se habrían frustrado de todos modos.

M. Zeuske, que indaga también en los intereses germanos en Amé­rica Latina, estudia los «Trasfondos del conflicto de 1902: política, cón­sules y comerciantes alemanes en las Venezuelas en el siglo XDC»; conflicto bien estudiado en general, según el autor, pero del que se desconocían los detalles de las complejas relacio­nes políticas internacionales y comerciales que lo motivaron. Final­mente, R. Miller, «British Business in Perú. From the Pacific War to the Great Depression», analiza las relaciones británico-peruanas que, según él, destacan por su idiosincra­sia en relación con el resto de los países latinoamericanos; R. Pieper estudia «Imperium und Finanzpoli-tik im 18. Jahrundert. Spanien und England im vergleich», y N. Bótte-cher, «Trade, War and Empire: Bri-t i sh M e r c h a n t s in Cuba , 1762-1796», artículo que revisa la importancia que la toma de La Habana por los ingleses tuvo para el crecimiento económico insular de finales del siglo xvni.

Antonio SANTAMARÍA GARCÍA

Consejo Superior de Investigaciones Científicas

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Alberto RAMOS SANTANA (coord.): Comercio y navegación entre España y Suecia (siglos x-xx), Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2000, 540 pp.

Este libro publica las Actas del n i Encuentro Histórico Suecia-Es-paña, auspiciado por la Embajada sueca en España y celebrado en Cádiz en diciembre de 1998. A juz­gar por lo indicado en la Introduc­ción y los Agradecimientos, el Encuentro contó con numerosos patrocinadores que también han colaborado en la financiación de la publicación de las Actas, tanto en castellano como en inglés. La ine­xistencia de limitaciones presupues­tarias y la escasa literatura existente sobre este tema ha debido influir para que el libro recoja la inmensa mayoría de las ponencias y comu­nicaciones presentadas, en total 21 trabajos sobre las relaciones entre España y Suecia desde los siglos medievales hasta nuestros días, ordenados cronológicamente, que ocupan más de 500 páginas, y que tienen una calidad, extensión, con­tenidos e incluso presentación for­mal (citas y bibliografía) muy des­igual.

Empezando por los aspectos puramente formales, el Übro incluye trabajos de menos de diez páginas (Cirici, Kaukianien) junto con otros de sesenta (Torrejón) o casi cien (Maestro). No sólo no hay una bibliografía común, citada al final,

sino que ni siquiera los criterios de citación son homogéneos: en algu­nos capítulos la bibliografía aparece citada a pie de página, en otros al final del texto. Existen otras defi­ciencias en la edición, como la ausencia de texto en alguna nota (p. 523) o un texto, o mejor palabra, incomprensible para el lector (p. 105). En algún caso aparece has­ta la fecha final de redacción del manuscrito (p. 125). El lector tam­bién habría agradecido un mayor cuidado a la hora de presentar los gráficos, en particular los que apa­recen en el muy interesante trabajo de Kent Olsson sobre el comercio entre España y Suecia en el siglo xx, cuya lectura es a veces problemática. Sin duda, todos estos aspectos son secundarios respecto a lo verdade­ramente importante, el contenido de los trabajos, pero no dejan de producir al lector una impresión ini­cial desfavorable.

En cuanto a los contenidos, a pesar de que en teoría el libro se centra en las relaciones comerciales entre España y Suecia, sorprende la inclusión de algunos trabajos como los de Juan R Cirici o Ingmar Sóhr-man dedicados al arte y la cultura, o el —por lo demás muy interesan­te— de Concepción Castrillo sobre

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fortificaciones en la Galicia costera, puesto que la relación con los escan­dinavos o vikingos todo lo más se intuye, aunque nunca se hace explí­cita (en realidad el tema de análisis es la financiación y el abastecimien­to de las fortificaciones y las medi­das arbitradas para ello por los Reyes Católicos). Otros capítulos abordan las relaciones hispano-sue-cas desde otros ámbitos, como el de Manuel Flores sobre los posibles nexos comunes en el derecho marí­timo medieval de ambos países, la descripción de un portulano español del norte de Europa del siglo xvi, realizada por Luisa Martín-Meras, los de Josefa Gómez de Entem'a y Cinta Cantería, que estudian la transferencia de conocimientos científicos y tecnológicos desde Sue-cia a España en el siglo xvm, los de Enrique Martínez Ruiz-Magdalena de Pazzis y Juan Carlos Lavandeira, centrados en las relaciones diplomá­ticas entre ambos países a mediados del siglo xvm, o el breve capítulo de Rene Quatrefages sobre los escan­dinavos en Cádiz, basado funda­mentalmente en trabajos y docu­mentación ya publicados con ante­rioridad por D. Ozanam.

Los once capítulos restantes se centran propiamente en el análisis del comercio y la navegación entre España y Suecia o, mejor, entre la Península Ibérica y los países escan­dinavos, por cuanto que las fuentes, por diversos motivos, no siempre

permiten un análisis individualizado de estos dos países. Hay dos traba­jos que intentan ofrecer una especie de estado de la cuestión, el de Miguel A, Ladero sobre la Edad Media, de carácter muy general, y otro, mucho más centrado en las relaciones económicas y muy inte­resante por la bibliografía sueca empleada, de Magnus Mómer sobre los siglos modernos. El resto de tra­bajos, que agruparé según su temá­tica, se basan en fuentes de primera mano, abordan temas originales y, a pesar de su extensión y calidad desigual, tienen un indudable inte­rés y merecen una atenta lectura. Dos capítulos, los de Manuel Bustos y Guadalupe Cartasco, analizan las actividades de algunas casas comer­ciales suecas en el Cádiz del siglo xvm. Otros dos estudian el comercio de dos mercancías: Juan Torrejón el de importación de madera del Báltico en el siglo xvm, describiendo los tipos de maderas empleadas en la construcción naval, los sistemas de aprovisionamiento de la Armada española y el papel de una casa de comercio sueca; y Javier Maldonado y Alberto Ramos el de exportación de vinos españoles a Suecia a finales del siglo XK, haciendo especial hincapié en los sistemas de comercialización. Los cinco restantes analizan de forma general el comercio y la navegación: Bertil Andersson el efectuado entre España y Gotemburgo entre 1750

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y 1820, demostrando que, además de sal, este comercio movió otras mercancías, como los vinos y frutas en la exportación y el hierro y la madera en la importación; Yrjó Kau-kiainien el realizado entre España y Finlandia antes de 1850, haciendo un especial énfasis en las redes comerciales existentes y en los inter­cambios de información; Javier Maestro el llevado a cabo entre España y Suecia-Noruega en el siglo XK, y Marcos Cantera y Kent Olsson el comercio hispano-sueco entre 1870 y 1940 y desde 1920 has­ta 1994, respectivamente.

Estos tres últimos trabajos, apa­rentemente los más ambiciosos, al menos por su título, intentan reconstruir el comercio hispano-sue­co empleando estadísticas oficiales, españolas, el primero, y suecas, los segundos, con desiguales resultados. El trabajo de Maestro es manifies­tamente mejorable, por varios moti­vos. Primero, tiene una extensión desmesurada y además no justifica­ble, debido en parte a las referencias excesivas —para el público al que va destinado— a la coyuntura eco­nómica de España, Suecia y del mundo en general, con citas a veces sorprendentes. La abundancia de citas generales, sin embargo, con­trasta con el desconocimiento de trabajos más especializados sobre el comercio exterior que le habrían permitido saber, por ejemplo, que la sal es un producto estancado y

que, por lo tanto, no aparece en las Balanzas de Comercio de 1792 ó 1824, o sobre mercancías o sectores concretos que le habrían permitido matizar o documentar mejor algunas de sus afirmaciones. Por otra parte, hay extremos no suficientemente aclarados por el autor: si las esta­dísticas de comercio exterior no per­miten separar Suecia de Noruega hasta 1883, no se entiende cómo puede ofrecer en el gráfico B la importación sólo de Suecia entre 1792 y 1908, sin precisar fuentes (al­go, por lo demás, extensible a todos los gráficos) o métodos de elabora­ción. El lector también observa en este gráfico, con cierta perplejidad, que se encadenan, sin más precisio­nes ni separación temporal en el eje horizontal, los valores de 1792 con los de los años cuarenta, un proce­dimiento injustificable para un estu­diante y mucho menos para un Doc­tor. Otros aspectos que podrían haber sido mejorados son los grá­ficos Al, A2, Cl y C2, donde la escala exponencial no facilita la comparación de los valores del comercio hispano-sueco con los totales (que, por otro lado, sólo se ofrecen hasta 1887), o el Apéndice documental, que se presenta desor­denado (aunque esto puede deberse a una edición deficiente). El trabajo de Marcos Cantera sobre el comer­cio hispano-sueco se basa en el empleo de fuentes estadísticas sue­cas, pero carece de sistematícidad y

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se limita a ofrecer algunos datos para años o etapas concretas dentro de su período de estudio. Sin duda, el trabajo de Kent Olsson es el más importante y de mayor calidad de los tres, puesto que analiza con metodología apropiada y de manera sistemática, empleando las estadís­ticas suecas de comercio exterior, el comercio entre España y Suecia entre 1920 y 1994. Los resultados

son muy interesantes y serán de imprescindible lectura para aquellos interesados en esta materia, aunque una puesta al día de la bibliografía sobre la historia económica españo­la, al menos de la accesible en inglés, realzaría el valor de su contribución.

Jesús M.* VALDALISO

Universidad del País Vasco

Francisco COMÍM COMÍN, Pablo MARTÍN ACEÑA, Miguel MUÑOZ RUBIO y Javier VIDAL OLIVARES: 150 años de historia de los ferrocarriles españoles, 2 vols., Madrid, Anaya, 1998.

La obra se halla dividida en dos volúmenes. El primero trata de la era de las compañías privadas (1844-1941), y el segundo analiza la rtacionalización de las redes: Renfe y los ferrocarriles autonómicos, es decir, los años transcurridos entre 1941 y nuestros días. En estos libros se nos ofrece un estudio muy completo de la trayectoria histórica de los ferro­carriles españoles. Para ello, los autores han utilizado, de manera sis­temática, las ya numerosas aporta­ciones historiográficas existentes centradas, básicamente, en el perío­do comprendido entre los orígenes del ferrocarril en España y el inicio de la Primera Guerra Mundial. Esto quiere decir que una proporción considerable de la obra que reseña­mos es producto de un trabajo de

investigación desarrollado exprofe­so. Nos referimos, por una parte, al período de 1914 a 1936, durante el cual tuvo lugar la tercera gran crisis de las compañías ferroviarias y en el que se intentó paliar la agudiza­ción del proceso de descapitaliza­ción de la red. Esto significó el inicio de la inversión pública en el sector (regulada por el Estatuto Ferrovia­rio de 1924) y determinó que las empresas ferroviarias quedaran suje­tas a intervención por parte del Estado. Y, por otra, al segundo volu­men de la obra, en el que se analizan la nacionalización de la red ferrovia­ria básica, las vicisitudes de la polí­tica fertoviaria a partir de 1941 y el proceso de explotación de los ferto-carriles a través de Renfe. Por tanto, esta obra contribuye a llenar un hue-

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co en la historiografía de los ferro­carriles españoles, es decir, la época en la que a partir de su nacionali­zación fueron convertidos en empresa pública.

El primer volumen se halla divi­dido en seis apartados. El primero de ellos está dedicado a precisar la situación del transporte terrestre en España en el transcurso de la pri­mera mitad del siglo XK —en los años previos a los inicios de la cons­trucción de la red ferroviaria. El país contaba con una red de carreteras relativamente poco densa, y los canales navegables tem'an un carác­ter casi testimonial. Esto conduce a los autores a sustentar, acertada­mente, la hipótesis de que la carestía e insuficiencias de los medios tra­dicionales del transporte terrestre constituían un serio obstáculo para el desarrollo económico del país, pese a que el sistema registró inne­gables progresos, como el estable­cimiento de líneas regulares de dili­gencias. En el segundo describen los orígenes de la política ferroviaria española y ponen de manifiesto las inconsecuencias (e ilegalidades) de la poh'tica de los gobiernos mode­rados d u r a n t e la década de 1844-1855. El tercer apartado (de mayor extensión) precisa la política ferroviaria de los progresistas a par­tir de la promulgación de la Ley de 1855. En el período que media entre 1855 y 1864 se construyó gran parte de la red, y los autores opinan

—también con acierto— que quizás se hizo de manera precipitada. En cualquier caso, de ello se derivaron consecuencias trascendentes. Por­que tales urgencias no parecen aje­nas al hecho de que los gobiernos españoles cedieran ante las presio­nes de los grupos financieros extran­jeros por conseguir (y mantener) una total exención arancelaria a la importación del material. Entienden que esto coartó en sumo grado el desarrollo de la industria sidero-me-talúrgica. El ritmo frenético que caracterizó la construcción ferrovia­ria en estos años contribuyó, sin duda, como se apunta en la obra, a incrementar los costes del capital y a que los empréstitos negociados por las compañías alcanzaran pro­porciones difi'cilmente sostenibles.

Estas consideraciones sirven para explicar la profunda crisis que expe­rimentó el sector ferroviario durante los años sesenta y constituyen el preámbulo para efectuar una valo­ración —a través de una buena sín­tesis— de los efectos hacia adelante y hacia atrás generados por los ferro­carriles. Sostienen que los efectos hacia adelante fueron muy impor­tantes, como ponen de manifiesto los cálculos disponibles sobre el ahorro social. Porque la reducción de los precios del transporte terres­tre propiciaron: el desarrollo del trá­fico a largas distancias; la profun-dización de procesos de especializa-ción regional; y, en definitiva, el

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avance del proceso de integración del mercado interior y el desarrollo de la exportación de productos agra­rios y de minerales. En cambio, evi­dencian que los efectos hacia atrás se vieron sumamente limitados por el largo mantenimiento de una total exención arancelaria a la importa­ción de todo tipo de material ferro­viario. Por ello se inclinan por acep­tar la tesis de que se puede hablar de «oportunidad perdida» para desarrollar la industria nacional mediante la demanda generada por las construcciones ferroviarias.

En el cuarto apartado, abordan la descripción del proceso de con­centración que experimentó el sec­tor ferroviario a lo largo de las tres últimas décadas del siglo XDC. En su opinión, a través de estas operacio­nes, las grandes compañías trataban de conseguir economías de escala con objeto de disminuir los costes medios para poder así reducir tari­fas. En el supuesto de que la deman­da de transporte hubiera tenido un nivel aceptable de elasticidad precio hubiera traído consigo un incremen­to del tráfico y de los ingresos. Por otra parte, apuntan que Norte de España, M. Z. A. y Andaluces adqui­rieron las líneas de las pequeñas compañías en buenas condiciones de precio. Posiblemente, esta parte adolece de una ausencia de valora­ción acerca de los costes que significaron las fusiones para las «víctimas» de las mismas —los

accionistas y obligacionistas de las compañías absorbidas. Tampoco existe suficiente evidencia empírica de que antes de la crisis agraria fini­secular, los gestores de las empresas hegemónicas —particularmente la compañía del Norte de España— mantuvieran la convicción de que existía una demanda de transporte elástica respecto al precio y de que, consecuentemente, tuvieran inten­ción de reducir las tarifas.

En cualquier caso, las empresas del sector experimentaron una segunda gran crisis en los últimos años del siglo XK debido a la con­junción: 1) del estancamiento (e incluso caída en algunas líneas) del tráfico debido a la crisis agraria; 2) de los crecientes costes adiciona­les que se derivaron del hundimien­to del tipo de cambio de la peseta, a causa de que las compañías se habían comprometido a pagar en francos el servicio de los empréstitos colocados en Francia y los dividen­dos repartidos a los accionistas galos. Esto conllevó unos años de sequía de dividendos y que hasta mediados de la primera década del siglo XX las compañías no consiguie­ran —por efecto de la expansión del tráfico— reequilibrar su cuenta de resultados y reanudar el reparto de beneficios. Pero sin solución de con­tinuidad, los trastornos ocasionados por la Primera Guerra Mundial comportaron la tercera gran crisis (y esta vez definitiva) de las empresas

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ferroviarias. En estos años se regis­tró un fuerte incremento del tráfico, pero todavía fue mayor el aumento de los costes en los capítulos de la energía (el carbón) y de los salarios en términos absolutos y de mayor cuantía aún expresados en sala­rio-hora. Señalan que ello coincidió con crecientes presiones sociales tendentes a que las compañías ferro­viarias efectuaran nuevas reduccio­nes de tarifas.

La síntesis sobre la historia de los ferrocarriles españoles hasta la Pri­mera Guerra Mundial tiene como colofón un capítulo dedicado a los ferrocarriles secundarios. En él se precisa el origen y el desarrollo de los ferrocarriles «económicos» de vía estrecha (en su mayor parte sur­gidos al amparo de la Ley ferroviaria de 1877) que en algunas regiones alcanzaron un notable desarrollo, así como las vicisitudes de su explota­ción. Los autores también recogen, de forma suscinta, la aparición y expansión de las redes de tranvías urbanos y suburbanos (de Madrid, Barcelona, Valencia...) y de los ferrocarriles metropolitanos de Madrid y Barcelona.

En el último capítulo del primer volumen se inicia la parte elaborada a través de la consulta de fondos documentales y, por tanto, producto de su labor investigadora. Empieza con una glosa de la actitud adoptada por los últimos gobiernos de la Res­tauración ante el «problema» ferro­

viario. Éste se trató, en principio, de manera provisional. Se concedieron anticipos (en teoría reintegrables) a las compañías para hacer frente al aumento de los gastos salariales y energéticos y evitar su suspensión de pagos y con objeto de renovar (y ampliar) el material y evitar un colapso del servicio. A continuación, nos muestran cómo la política ferro­viaria desarrollada por el régimen de la Dictadura de Primo de Rivera (plasmada en el Estatuto Ferroviario de 1924) intentó solventar la cues­tión de manera más decidida y per­manente. El Estado asumió (a través de la Caja Ferroviaria) cuantiosas inversiones —en tanto que las empresas quedaron sujetas a inter­vención por parte del gobierno— tendentes, sobre todo, a renovar el material de tracción y rodante, al propio tiempo que emprendió la construcción de algunas líneas. Evi­dencian que esta política benefició, en sumo grado, a la gran industria de material ferroviario. Por contra, los gobiernos de la 11 República, obsesionados por la ortodoxia pre­supuestaria, paralizaron la inversión pública en el sector ferroviario —salvo en la vertiente de electrifi­cación de las líneas. Rechazaron la política de subvenciones y se incli­naron por acceder a autorizar aumentos de tarifas. Esto significó un cambio radical respecto a la polí­tica practicada durante el período precedente, puesto que a partir del

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RECENSIONES

aumento de tarifas autorizado en 1918, las solicitudes formuladas por las compañías habían sido sistemá­ticamente desoídas. Pero en un con­texto de creciente competencia de los vehículos de motor de explosión, ello difícilmente podía servir para mejorar los resultados de las empre­sas ferroviarias. En suma, en este apartado se nos ofrece una primera (y novedosa) valoración de conjunto de la política ferroviaria del período.

El segundo volumen de la obra es producto, en gran parte, de una labor investigadora de primera mano. Es una aportación relevante, sin duda, sobre la historia del ferro­carril convertido en empresa públi­ca, así como sobre la política ferro­viaria española durante el franquis­mo y la democracia. Después de valorar las destrucciones ocasiona­das en la red y en el material por la Guerra Civil, esta parte analiza el proceso de «rescate» de las conce­siones de las líneas de la red básica a que dio lugar la nacionalización de los ferrocarriles. Ello pone de mani­fiesto que la indemnización pagada a los antiguos accionistas y obliga­cionistas —abonada en Deuda del 3,5 por 100— no fue tan generosa como aparenta, habida cuenta de la elevada inflación de las décadas pos­teriores. La nacionalización implicó la creación de Renfe, una empresa pública con personalidad jurídica que tuvo por objeto la explotación de la red ferroviaria.

Las autores evidencian que, durante el primer franquismo, el ferrocarril experimentó un intenso proceso de descapitalización, puesto que durante la década de 1940 las inversiones públicas se orientaron, básicamente, a la reconstrucción de los desperfectos ocasionados por la guerra y a restablecer el servicio. Un tímido intento de modernización tuvo lugar a lo largo de los años cin­cuenta a través del Plan de Recons­trucción de 1949, consistente en el inicio de la renovación de los carriles (muy deteriorados) y en la reconver­sión de las locomotoras (fuelización) para sustituir la dependencia del carbón, que resultaba muy caro. Por lo demás, las otras vertientes del proceso de modernización tuvieron un carácter casi anecdótico: se elec­trificaron algunos tramos, circularon los primeros trenes Talgo (a partir de 1950), llegaron las primeras loco­motoras diesel de procedencia nor­teamericana...

Entre tanto, ei desarrollo del pro­ceso de motorización —que se había de intensificar enormemente en el transcurso de la década siguiente— estaba captando la tota­lidad de la creciente demanda de transporte. Consecuentemente, el crecimiento del tráfico ferroviario era escaso. Todo ello, unido al enor­me retraso del ajuste al alza de las tarifas respecto al aumento del coste de la vida y a la tendencia alcista del coste de explotación de la red

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RECENSIONES

(debido, básicamente, al incremento de los salarios), determinó que las cuentas de explotación de Renfe sal­daran con déficits de enorme y cre­ciente magnitud.

En definitiva, en la política del régimen —totalmente decantada en promover la motorización y el desarrollo de la industria automovi­lística—, el ferrocarril había queda­do sumido en el más absoluto olvi­do. La modernización de la red —y en ello tuvieron mucho que ver, según podemos inferir, las presiones del Banco Mundial— no se abordó, por tanto, de manera decidida hasta la puesta en marcha (en 1964) del Plan Decenal de Modernización, que a partir de 1972 fue seguido por el denominado Plan Renfe. Queda claro que las grandes inversiones efectuadas posibilitaron una renova­ción casi total de la vía con carriles de mayor peso, la electrificación de una parte sustancial de la red y la renovación completa de las locomo­toras (sustitución del vapor por el diesel y la electricidad) y del mate­rial rodante. Los logros del proceso de modernización tecnológica fue­ron apreciables, pero, pese a ello, el ferrocarril siguió perdiendo cuota de mercado respecto a la carretera. Los ingresos de Renfe no aumentaron en la proporción que lo hicieron los costes, a pesar de la intensa reduc­ción de la plantilla y de los aumentos de productividad. En la segunda mitad de los años setenta reapare­

cieron los déficits de explotación, sujetos de nuevo a una espiral alcista incontenible. Por contra, la relativa­mente elevada inversión pública en el sector ferroviario de estos años posibilitó la subsistencia de una serie de grandes talleres dedicados a la producción de material como CAE, Patentes Talgo, MTM, MACOSA, Euskalduna, Babcock & Wilcox, etc. Estas empresas pasaron a producir locomotoras y automo­tores diesel y eléctricos, pero con una dependencia casi total de la uti­lización de patentes extranjeras.

En la obra se pone especial énfa­sis en exponer las claves de lo que podríamos denominar la gran crisis del ferrocarril como medio de trans­porte terrestre hegemónico concebi­do como un servicio público gestio­nado por el Estado. Ello acontenció durante la época de la transición y obligó (a los gobiernos de UCD) a replantearse totalmente la política ferroviaria. El máximo exponente de esta reconsideración lo constituye el Libro Blanco del Transporte, en el que se aborda el «problema» ferro­viario en el contexto de una política global de ordenación del sector. En suma, se impuso la conclusión de que el ferrocarril no proporcionaba los servicios de transporte con los niveles de calidad que demandaba la población y se planteó la nece­sidad de reorientar la poÜtica de transportes en el sentido de que el ferrocarril se especializara en cubrir

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RECENSIONES

aquellas demandas en las que a prio-ri presentaba ventajas comparativas. Esencialmente el transporte de via­jeros de cercam'as y entre grandes núcleos urbanos, y el de mercancías muy voluminosas.

La urgencia de transformar el servicio determinó que la acción del Estado se materializara, a partir de 1979, a través de contratos-progra­ma. Este instrumento posibilitó la concreción de los compromisos de inversión asumidos por el sector público para modernizar la infraes­tructura y el material ferroviarios, y responsabilizó a Renfe —a la que se otorgó mayor autonomía— a tra­tar de mejorar su gestión empresa­rial a fin de aumentar ingresos, redu­cir costes e incrementar la produc­tividad. Los gobiernos del PSOE continuaron esta pauta, y formaliza­ron con Renfe tres contratos-progra­ma en 1984, 1988 y 1992. Por otra parte, la aprobación de la Ley de Ordenamiento del Transporte Terrestre (en 1987) y la elaboración del Plan de Transporte Ferroviario (en este mismo año) llevaron con­sigo la decisión de invertir grandes recursos con objeto de mejorar la calidad del servicio ferroviario, lo cual se concretó, básicamente, en conseguir velocidades comerciales de 200 km/h. Esto comportó la deci­sión (en 1988) de construir la línea de AVE entre Madrid y Sevilla y de una red española de alta velocidad conectada a la europea. Por lo

demás, según podemos constatar a través de la información suministra­da, la política ferroviaria de los años 1990 insistió en la necesidad de reorganizar Renfe en «unidades de negocio», con objeto de competir en el mercado de transportes; de seguir mejorando la productividad del ferrocarril; y de especializar la oferta de los servicios de transporte en aquellas modalidades en las que el ferrocarril tenía ventajas comparati­vas. Esto se concretaba en los ser­vicios de cercanías de las grandes urbes; en la alta velocidad en los desplazamientos entre grandes ciu­dades; y por lo que se refiere al trá­fico de mercancías, en potenciar el sistema TECO (Trenes Expresos de Contenedores) y la intermodalidad. De otro lado, se precisa que en el transcurso de estos años se produjo la crisis (y desaparición) de la mayo­ría de las grandes empresas españo­las productoras de material ferrovia­rio. Sólo consiguieron adaptarse a un contexto de mayor competitivi-dad y superar la exigencia de asi­milar las nuevas tecnologías CAF y Patentes Talgo. Pero, paralelamen­te, el compromiso de los gobiernos españoles de efectuar grandes inver­siones tendentes a modernizar la red ferroviaria propició que grandes empresas multinacionales del sector se establecieran en España (como GEC Alsthom, ADTRANZ...), o que alguna de las que ya operaban en el país (es el caso de Siemens)

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RECENSIONES

orientara sus factorías hacia la pro­ducción de material ferroviario.

En la obra que reseñamos queda claro que el objetivo básico de tales reformas ha sido conseguir saldar la explotación de Renfe con superávit. Pero esto no sólo pasaba por aumentar la eficiencia y la compe-titividad de la empresa. Exigió, ade­más, la transformación de los esque­mas contables. Porque el rediseño del papel Estado respecto a los ferrocarriles consistió en que el pre­supuesto público había de asumir: las inversiones en la mejora de la infraestructura; la financiación de la deuda histórica de Renfe; y la sub­vención a aquellos servicios ferrovia­rios considerados de carácter públi­co, ya fuese por la aplicación de ta­rifas reducidas en los servicios de cercanías o por el mantenimiento en explotación de líneas deficitarias. Esta nueva conceptualización ha dado lugar, en estos últimos años, a la doctrina que sustenta la nece­sidad de diferenciar la infraestruc­tura ferroviaria —de titularidad estatal y mantenida y mejorada con recursos públicos— y la explotación de la red encomendada hasta el momento a Renfe. Pero existe la expectativa de que la misma pueda ser cedida a una o varias empresas privadas en régimen de arrenda­miento.

Por último, los autores precisan la evolución de los ferrocarriles de vía estrecha, que, en gran parte.

siguieron explotados por compañías concesionarias después de la nacio­nalización (en 1941) de la red bási­ca. La creciente descapitalización de estas líneas comportó que por renuncia de las empresas concesio­narias, fueran pasando sucesivamen­te a la compañía estatal Ferrocarriles Españoles de Vía Estrecha. Una transferencia que conllevó, en muchos casos, el cierre de líneas y el consiguiente levantamiento de las vías. En otros, se decidió efectuar las inversiones necesarias para mejo­rar las vías y el material y mante­nerlas en servicio. En los años de la transición, el patrimonio de FEVE fue, en parte, transferido a los gobiernos autonómicos, lo cual ha dado lugar a les redes explotadas en la actualidad por Ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya, Ferro­carriles Vascos, Ferrocarriles de la Generalitat Valenciana, Servicios Ferroviarios de Mallorca... El cierre de muchas líneas de vía estrecha estuvo relacionado con el proceso de despoblación rural, mientras que la expansión de las redes de los ferrocarriles metropolitanos lo ha estado con el creciente proceso de urbanización de la población espa­ñola. Las últimas páginas del segun­do volumen del libro están dedica­das a analizar el desarrollo de las redes de los «metros» de Madrid, Barcelona y Bilbao.

En definitiva, se trata de una obra de gran ambición. Un mérito

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RECENSIONES

sobresaliente de los libros reseñados consiste en que sus autores efectúan una aportación, en buena parte novedosa, de la crisis del ferrocarril en la inmediata posguerra europea y de la política ferroviaria de los gobiernos de la Dictadura de Primo de Rivera y de la 11 República. Y, sobre todo, destaca su estudio sobre la política ferroviaria durante el franquismo y la democracia, así como el de la trayectoria histórica de Renfe. En estos años, el ferro­carril ha dejado de ser el medio de transporte terrestre básico y ha que­dado reducido a cubrir una propor­ción muy exigua (casi marginal) de la demanda. Lo cual resulta para­

dójico cuando el transporte por «la carretera cuesta a la colectividad aproximadamente el doble que el ferrocarril por unidad de tráfico». Esto plantea cuestiones — la de cómo se forjan las preferencias del consu­midor y el concepto de actividades deficitarias para el Estado— que sub-yacen en los contenidos de la obra, sin que sus autores hayan entrado a fondo en el análisis de tales proble­máticas. Sin embargo, todo parece indicar que se hallan en el meollo de la crisis de los ferrocarriles de la segunda mitad del siglo xx.

Pere PASCUAL DOMÉNECH

Universitat de Barcelona

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Page 239: Revista de Historia Económica - UC3M

VII Congreso de la Asociación de Historia Económica Zaragoza, 19-20-21 de septiembre de 2001

Conferencia inaugural:

La historia de la peseta Luis Ángel Rojo

Sesiones plenarias:

Economía del primer franquismo Carlos Barciela

Pautas de consumo, ] 500-1850 Bartolomé Yun y Jaume Torras

Sesiones simultáneas:

Instituciones financieras no bancarias Andrés Hoyo y Gabriel Tortella

Educación, capital humano y desarrollo económico Clara Eugenia Nuñez y David Sven Reher

Las cuentas de las regiones. La reconstrucción de series históricas de la contabilidad regional de España (siglos xixy xx)

Santiago Zapata y Jordi Maluquer

Baldíos, comunales, propios y arbitrios: propiedad, gestión y explotación (siglos xiv-xix)

Sebastián Amarilla y Ángel García Sanz

La pesca en la economía española (siglos xviii-xx) José Giráldez y Joám Carmona

La competitividad internacional de la empresa española Caries Sudriá y Jesús M.^ Valdaliso

Los sistemas hidráulicos en la historia Joaquín Melgarejo y Antonio Macías

Las migraciones a América Blanca Sánchez Alonso y Vicente Pérez Moreda

Cambio tecnológico y transformación económica: indicadores y perspectivas

Santiago López y Patricio Sáiz

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Mujeres y hombres en los mercados de trabajo. La evolución histórica de los mecanismos de acceso

y movilidad interna Carmen Sarasúa y Lina Gálvez

Sesión "Ernest Lluch" de Historia del Pensamiento Económico

Hacienda y Dinero en los economistas españoles Salvador Almenar y Vincent Llombart

Taller sobre las últimas investigaciones en historia del pensamiento económico en España

John Reeder

Sector exterior y desarrollo económico (siglos xviii-xx) Josep M." Delgado y José M.^ Serrano Sanz

La formación y gestión de los grandes patrimonios en España (siglos xv-xx)

Hilario Casado y Ricardo Robledo

La automoción en la industrialización española: aspectos de demanda y oferta

José Luis Hernández Marco y José Luis García Ruiz

Sector agrario e industrialización Luis Germán Zubero y Antonio Parejo Barranco

Información:

Cuotas de inscripción:

Socios de la AHE: inscripción gratuita (A los socios que se inscriban antes del 21 de mayo de 2001 se les regalará el CD con los textos presentados a las diferentes sesiones del congreso. A los que se inscriban después de esta fecha se les cobrará

3.000 pesetas por dicho CD).

Estudiantes: inscripción gratuita. Otros participantes: 15.000 ptas. (A los participantes que se inscriban antes del 21 de mayo de 2001 se les regalará el CD con los textos presentados a las diferentes sesiones del congreso. A los que se inscriban después de esta fecha se les cobrará 3.000 pesetas por dicho CD).

La inscripción da derecho a participar en todas las actividades programadas (visitas, excursiones, etc.)

Las cuotas se ingresarán mediante transferencia bancaria al siguiente número de cuenta: Ibercaja. Oficina Central Paraíso. Núm. de cuenta: 2085 0103 90 03 301070

19. Concepto: VII Congreso de la AHE

Inscripciones, reservas de alojamiento e información sobre el congreso: DI&CO Dinámica y Comunicación. Paseo Sagasta, 19. Entlo. dcha. 50008 Zaragoza.

Tel.: 976 233339. Fax: 976 212959. e-mail: [email protected]

Para más información: A través de la página web de la Universidad de Zaragoza: www.unizar.es/eueez/cahe/cahe.htlm o a través de la dirección de la Asociación

de Historia Económica: www.adi.uam.es/ahe

Page 241: Revista de Historia Económica - UC3M

A b r i l 2 0 0 0

HISTORIA AGRARIA

20 Debates del Seha ISABEL ALFONSO

La organización del trabajo en el mundo rural y sus evoluciones históricas. Época medieval

RAMÓN GARRABOU La organización del trabajo en el mundo rural y sus evoluciones

históricas. Época contemporánea

Estudios JUAN ANTONIO PADRÓS

Endeudamiento y limites de la solidaridad campesina en la Cataluña del siglo XVI

ROSA CONGOST Sagrada propiedad imperfecta. Otra visión de la revolución liberal española

RAFAEL VALLEJO POUSADA Los amiilaramientos como fuente estadística: una visión critica desde la contribución territorial

ÁNGEL PASCUAL MARTÍNEZ SOTO Cooperativismo y crédito agrario en la Región de Murcia, 1890-1936

JOSÉ MARÍA BORRAS LLOP Absentismo escolar y trabajo infantil en el Madrid njral del primer tercio del siglo XX

Sotas de investigación ALBERTE MARTÍNEZ LÓPEZ

La ganadería gallega durante el primer franquismo: cninica de un tiempo perdido, 1936-1960

Nfts bibtitgrdficm JULIO ESCALONA

Paisaje, asentamiento y Edad Media: reflexiones sobre dos estudios recientes

S E M I N A R I O D E H I S T O R I A

A G R A R I A

Sutcñpeionet: SEUI^4ARI0 DE HISTORIA

AGRARIA (SEHA) Departamento de Economía e

Historia Económica Facultad da CC.EE., Edificio B

Universidad Autónoma de Barcelona 08193 Bellaterra-Barcelona

Tels. 935811200 / 93S812303 • Fax: 93S812012 e-maít: mp.chíviteOcc.uab.es

InterCMinbio:

Servicio de

Intercambio Científico

UNIVERSIDAD DE MURCIA

C/. Santo Cnsto. 1

30001 MURCIA (ESPAÑA)

Page 242: Revista de Historia Económica - UC3M

A g o s t o 2 0 0 0

HISTORIA AGRARIA

21

EstuJios

RICARD SOTO COMPANY ¿Una oferta sin demanda? La esclavitud rural en Mallorca antes

de la peste negra (ss. XIII-XIV)

HIPÓLITO RAFAEL OLIVA HERRER Propiedad, explotación agraria y organización del trabajo en Tierra de Campos

a fines de la Edad Media

FRANCISCO ZARANDIETA ARENAS Riqueza y consumo en la Baja Extremadura en el siglo XVII. Análisis a través

de las cartas de dote

ANTONIO FLORENCIO PUNTAS / ANTONIO LUIS LÓPEZ MARTÍNEZ El trabajo asalariado en la agricultura de la Baja Andalucía. Siglos XVIII y XIX

JOSÉ MIGUEL LANA BERASAIN Técnicas y procesos de trabajo en la agricultura del sur de Navarra

entre los siglos XIX y XX

JAVIER SILVESTRE RODRÍGUEZ Aproximaciones teóricas a los movimientos migratorios contemporáneos:

Un estado de la cuestión

Suicripríonti: InlmmmUt: SEMINARIO 0€ HISTORIA

Servicio de intafcambéo Científico

AGRARIA (SEHA) Depanamento de Economía e

Hiitoria EconAmica UNIVERSIDAD DE MURCIA - - - . Facultad de CC.EE., Edificio B ri c««tn r,«tn i S E M I N A R I O Unlveraldad Autónoma de Barcelona " ^ ' ° '^""° - '

D E H I S T O R I A OÍ193 Beiíaterra-Barceíona 30001 MURCIA (ESPAÍJAI Tels. 935)11200 / 93S812303 - Fa>: 935812012

e-mail: mp.cfiivjte4cc.uab.es A G R A R I A

Page 243: Revista de Historia Económica - UC3M

D i c i e m b r e 2 0 0 0

HISTORIA AGRARIA

22 Estado de la cuestión

La historia agraria contemporánea en la España de los 90 (I)

INTRODUCCIÓN

MANUEL GONZÁLEZ DE MOLINA De la "cuestión agraria" a la "cuestión ambiental" en la historia agraria de los noventa.

MAR(A TERESA PÉREZ PICAZO Nuevas perspectivas en el estudio del agua agrícola. La subordinación

de la tecnología a los modos de gestión

PILAR ERD02ÁIN AZPILICUETA Perspectivas demográficas de la sociedad rural en la década de los noventa.

CARMEN SARASÚA El análisis histórico del trabajo agrario: cuestiones recientes.

JESIJS MILLÁN Y GARCÍA-VÁRELA Los poderes locales en la sociedad agraria: una propuesta de balance.

JOSÉ COLINO SUEIRAS Y PEDRO NOGUERA MÉNDEZ Patrones estructurales y convergencia interregional en la agricultura europea.

Estudios JOSÉ RAMÓN MORENO

Entre el padre y el patrón. La organización del trabajo trashumante en la montana riojana durante el siglo XVIII

JOROI MARTÍ Y FRANCESC NADAL El proyecto de Raímat: la formación de un vifledo (1914-1970)

M. CARMEN FERNÁNDEZ DÍEZ Evolución histórica de la investigación agraria en Espalda.

JUAN DIEGO PÉREZ CEBADA Naturaleza y sociedad en perspectiva histórica: la historia

medioambiental americana

S E M I N A R I O DE H I S T O R I A

A G R A R I A

Smstrípeiomes: SEMINARIO DE HISTORIA

AGRARIA (SEHA) 0«partam»nto d« Economía a

Historia Económica Facultad da CC.EE.. Edllido B

Universidad Autónoma da Barcalona 06193 Ballalarra-Barcalona

Tais. 935111200 / 935612303 • Fax: 935(12012 e-mail: mp.chivilaOcc.uab.as

¡Htenambiú:

Sefvicio de Intercambio CientHico

UNIVERSIDAD DE MURCIA

C/. Santo Cnslo, 1

30001 MURCIA (ESPAÑA)

Page 244: Revista de Historia Económica - UC3M

historia económica & historia de empresas

III. 2 (2000)

Wibon Suzigan 7 Industrializa^So brasileira etn

perspectiva histórica

Andfé ViUela 27 Tarifas de importa^ao e citnbio na

génese da industria brasileira, 1901-1928

Angelo Alves Cañara 47 A capitanía de Minas Gerais (1674-835):

modelo de interpretafio de urna sociedade agraria

Barsanufo Gomides Botges 65 A economía agraria goiana no

contexto nacional (1930-1960)

Víctor Meyer 85 Bases históricas da instabilidade

da economía soviética: um retorno aos anos trinta

César Carreras e Pedro Paulo A. Funari IOS Estado y mercado en el abastecimiento

de bienes de consumo en el Imperio Romano: un estudio de caso de la distribución de aceite español en Britannia

BIBUOCRAFIA E DOCUMENTAQÍO

Mario Rapoport e Colaboradores 123 La Argentina, Brasil y la

la integración regional

Page 245: Revista de Historia Económica - UC3M

Condiciones medioambientales, desarrollo humano y crecimiento económico.

con sesiones sobre:

Crecimiento y Sostenibilidad.

Recursos y residuos en los procesos históricos de la actividad económica.

Derechos de propiedad y conflictos ecosociales en perspectiva histórica.

Población y calidad de vida en perspectiva histórica.

Universitat Autónoma de Barcelona

Bellaterra, 5, 6 y 7 de Junio del año 2002

Para más información:

SECRETARIA DEL SIMPOSIO: M^ PaZ C h i v i t e

upco. de Economía e Historia Económica

racultad Ciencias Econocr.icas Y Empresariales

Universitat Autónoma de Barcelona

08193 BELLATERRA (Barcelona)

Teléfono: 34 93 581 1200

Telefax: 34 93 581 2012

E-mail: MariPaz.Chlvitgffliuab.tis

Página web: h»p://www.h-ecQnomlca.uab.es/simDQSÍ/

COMISIÓN ORGANIZADORA:

Ramón Garrabou, Giuseppe Munda y Josep Pujol

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Page 247: Revista de Historia Económica - UC3M

PATRONATO Gabriel Tortella (Presidente) Carmen Iglesias (Directora del Centro de Estudios Constitucionales) Carlos Pascual (Director de Marcial Pons) Francisco Prada Gayoso (Director de la Fundación Empresa Pública) Felipe Ruiz Martín (Presidente Honorario de la Asociación de Historia Económica)