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Portada Revistas Suscríbete Compra de números atrasados Literatura y ciudad No hay comentarios Autor: 3 julio 2006 Luis García Jambrina 1. los escritores y la ciudad Como es bien sabido, la ciudad —cualquier ciudad— no es tan sólo un lugar geográfico, un territorio urbano. Es también un espacio literario, un ámbito en el que se funden el mito, la invención y la realidad. No en vano las ciudades las construyen también los escritores, los novelistas, los dramaturgos y, desde luego, los poetas. Son ellos los que las crean, configuran y remodelan, libro tras libro y siglo tras siglo, en el imaginario colectivo de las gentes. Dice la filósofa española María Zambrano que “una ciudad sin escritores queda vaciada de su esencia de ciudad, y aparece como un complejo aglomerado, como algo que puede cambiarse, trasmutarse o desaparecer sin que su vacío se note. Una ciudad sin escritor —añade— es un templo vacío, una plaza sin centro, o quizá con el centro desplazado y puesto al margen, esquinado, para dejar su lugar, todo el lugar, a algo cuyo nombre no está siquiera bien catalogado, algo para lo que, en realidad, no hay palabra”. De hecho, podemos pensar que si los hombres no escribieran no existirían las ciudades. El nacimiento de la ciudad está ligado, de alguna manera, a la invención de la escritura, y su posterior crecimiento y desarrollo es inseparable de la evolución de la épica, que es un género narrativo, y, posteriormente, de la novela. Y, a este respecto, no parece casual que el título del primer gran poema épico griego, la Ilíada de Homero, derive de Ilión, que es otro nombre de la ciudad de Troya, así llamada por Ilo, su fundador legendario. La ciudad es, por otra parte, un texto que no se acaba nunca de escribir y no dejamos nunca de leer, un territorio en el que se entrecruzan la invención y la memoria. La ciudad es en sí un gran relato, una novela de novelas, una tupida red de narraciones que se entrecruzan y se bifurcan, un gran símbolo, una creación autónoma de la imaginación, un hipertexto al que se vinculan infinitos textos, como el famoso libro de arena de Borges, un palimpsesto sobre el que escribimos una y otra vez las mismas historias y metáforas, siempre renovadas y distintas. En el subsuelo de toda ciudad hay, además, una ciudad oculta y sumergida, una ciudad onírica y subconsciente, en espera de que un escritor la redescubra y la haga aflorar. Por eso, más que de materiales de construcción, la ciudad está hecha de la materia de los sueños, los delirios y las pesadillas. La ciudad es, de hecho, la representación del alma colectiva, la encarnación de nuestros miedos y deseos, y no tan sólo el marco o decorado en el que se desenvuelven nuestras vidas. Su compleja y variada topografía es, en realidad, un reflejo de nuestro agitado y confuso mundo interior, con todas sus grandezas, miserias y contradicciones. Para el filósofo de origen español George Santayana, “las ciudades son como un segundo cuerpo para la mente humana”. Un cuerpo colectivo y unificador, podríamos decir, para las numerosas almas que la pueblan y, eventualmente, la visitan. La ciudad también como desierto o como jungla para el hombre moderno. Frente al mito de la ciudad como espacio de libertad y de la razón, está la concepción de la ciudad como laberinto, como red de lazos y de trampas, como lugar de explotación, de exilio y de fracaso, como cárcel, como cementerio, como gran manicomio o como inmenso campo de concentración. Pero, más que un tema o un motivo o un escenario, algunas ciudades son en sí mismas un género literario, un espacio simbólico sobre el que el autor proyecta su memoria y reescribe su propia vida, de tal manera que la topografía se hace autobiografía y se convierte en una especie de espejo virtual. De hecho, hay escritores que han logrado una simbiosis tan perfecta con su ciudad natal o de adopción que ya no es posible mencionar a uno sin evocar inmediatamente a la otra. Baudelaire y París, Kafka y Praga, Joyce y Dublín, Pessoa y Lisboa, Cavafis y Alejandría, Unamuno y Salamanca… forman, en efecto, una pareja indisoluble, unida para siempre por obra y gracia de la literatura.

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Revista Clarín » Literatura y Ciudad

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  • 30/6/2015 Revista Clarn Literatura y ciudad

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    Literatura y ciudad

    No hay comentariosAutor: 3 julio 2006

    Luis Garca Jambrina

    1. los escritores y la ciudad

    Como es bien sabido, la ciudad cualquier ciudad no es tan slo un lugar geogrfico, un territorio urbano. Es tambin un espacio

    literario, un mbito en el que se funden el mito, la invencin y la realidad. No en vano las ciudades las construyen tambin los escritores,

    los novelistas, los dramaturgos y, desde luego, los poetas. Son ellos los que las crean, configuran y remodelan, libro tras libro y siglo

    tras siglo, en el imaginario colectivo de las gentes. Dice la filsofa espaola Mara Zambrano que una ciudad sin escritores quedavaciada de su esencia de ciudad, y aparece como un complejo aglomerado, como algo que puede cambiarse, trasmutarse o

    desaparecer sin que su vaco se note. Una ciudad sin escritor aade es un templo vaco, una plaza sin centro, o quiz con el centro

    desplazado y puesto al margen, esquinado, para dejar su lugar, todo el lugar, a algo cuyo nombre no est siquiera bien catalogado, algo

    para lo que, en realidad, no hay palabra. De hecho, podemos pensar que si los hombres no escribieran no existiran las ciudades. El

    nacimiento de la ciudad est ligado, de alguna manera, a la invencin de la escritura, y su posterior crecimiento y desarrollo es

    inseparable de la evolucin de la pica, que es un gnero narrativo, y, posteriormente, de la novela. Y, a este respecto, no parece

    casual que el ttulo del primer gran poema pico griego, la Ilada de Homero, derive de Ilin, que es otro nombre de la ciudad de

    Troya, as llamada por Ilo, su fundador legendario.

    La ciudad es, por otra parte, un texto que no se acaba nunca de escribir y no dejamos nunca de leer, un territorio en el que se

    entrecruzan la invencin y la memoria. La ciudad es en s un gran relato, una novela de novelas, una tupida red de narraciones que se

    entrecruzan y se bifurcan, un gran smbolo, una creacin autnoma de la imaginacin, un hipertexto al que se vinculan infinitos textos,

    como el famoso libro de arena de Borges, un palimpsesto sobre el que escribimos una y otra vez las mismas historias y metforas,siempre renovadas y distintas. En el subsuelo de toda ciudad hay, adems, una ciudad oculta y sumergida, una ciudad onrica ysubconsciente, en espera de que un escritor la redescubra y la haga aflorar. Por eso, ms que de materiales de construccin, la ciudad

    est hecha de la materia de los sueos, los delirios y las pesadillas. La ciudad es, de hecho, la representacin del alma colectiva, laencarnacin de nuestros miedos y deseos, y no tan slo el marco o decorado en el que se desenvuelven nuestras vidas. Su compleja y

    variada topografa es, en realidad, un reflejo de nuestro agitado y confuso mundo interior, con todas sus grandezas, miserias ycontradicciones. Para el filsofo de origen espaol George Santayana, las ciudades son como un segundo cuerpo para la mente

    humana. Un cuerpo colectivo y unificador, podramos decir, para las numerosas almas que la pueblan y, eventualmente, la visitan.

    La ciudad tambin como desierto o como jungla para el hombre moderno. Frente al mito de la ciudad como espacio de libertad y de la

    razn, est la concepcin de la ciudad como laberinto, como red de lazos y de trampas, como lugar de explotacin, de exilio y defracaso, como crcel, como cementerio, como gran manicomio o como inmenso campo de concentracin. Pero, ms que un tema o un

    motivo o un escenario, algunas ciudades son en s mismas un gnero literario, un espacio simblico sobre el que el autor proyecta sumemoria y reescribe su propia vida, de tal manera que la topografa se hace autobiografa y se convierte en una especie de espejo

    virtual. De hecho, hay escritores que han logrado una simbiosis tan perfecta con su ciudad natal o de adopcin que ya no es posiblemencionar a uno sin evocar inmediatamente a la otra. Baudelaire y Pars, Kafka y Praga, Joyce y Dubln, Pessoa y Lisboa, Cavafis y

    Alejandra, Unamuno y Salamanca forman, en efecto, una pareja indisoluble, unida para siempre por obra y gracia de la literatura.

  • 30/6/2015 Revista Clarn Literatura y ciudad

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    Y es que, en cada ciudad, hay, amalgamadas, una ciudad exterior y una ciudad interior, una ciudad visible y una ciudad invisible, unaciudad histrica y una ciudad mtica, una ciudad real y burguesa y una ciudad imaginaria y utpica, una ciudad emprica y una ciudadvirtual, una ciudad de piedra, hierro, cristal y hormign y una ciudad de tinta.

    2. La ciudad de Salamanca como gnero de ficcin

    Siempre me ha fascinado esa antigua aficin de Salamanca por la duplicidad. Su voluntad de ser algo ms: dos ciudades en una, por

    ejemplo, o una ciudad dplice. De ah la existencia de dos catedrales: la nueva y la vieja. Dos plazas principales y emblemticas: unacuadrada, dedicada a la vida cotidiana, y otra redonda o circular, consagrada a la fiesta y a la muerte. Dos universidades: la pblica o

    civil y la privada o eclesistica. Dos bvedas celestes: el cielo real y astronmico y el astrolgico y mtico.

    Y hasta dos tipos de ciencia o de saber: la tradicin culta, acadmica y oficial, frente a la tradicin oculta, nigromntica y popular.

    Ciudad abierta y, al mismo tiempo, hermtica y secreta, incluso para aquellos que la recorremos y contemplamos cada da.Salamancaes, por lo dems, una ciudad especular, una ciudad espejo en la que parece que se miran y reflejan otras ciudades, reales o imaginarias.

    Una ciudad, pues, de ciudades. Roma la chica y Atenas castellana son, como es sabido, dos de los lugares comunes ms utilizadospara ensalzar la riqueza e importancia de su patrimonio arquitectnico y cultural. Pero tambin resulta fcil descubrir algn retazo de

    Venecia en el esplendor y perfeccin la cuadratura del crculo de su plaza Mayor, como me seal una tarde el gran poetavenecianista Pere Gimferrer, o un jirn de Florencia en una torre que apenas despunta sobre los tejados, o de Lisboa en una ventana

    orientada hacia el Atlntico, o de Sevilla en un patio interiorNo es extrao, pues, que junto a la topografa real de la ciudad, prontoempezara a surgir tambin una topografa imaginaria, superpuesta o incrustada en la anterior: la Pea Celestina, el Huerto de Calisto y

    Melibea, la Cueva de Salamanca Algunos han sugerido, incluso, que, en el subsuelo de la ciudad, hay otra Salamanca sumergida, unaespecie de subconsciente urbano podramos decir al que han ido a parar todos los sueos frustrados, deseos oscuros e instintosreprimidos de la ciudad: la Salamanca que se perdi y la que no pudo ser, pero que no ha dejado nunca de pugnar por salir a la

    superficie.

    Y, en este sentido, es bien sintomtico que el llamado Cielo de Salamanca estuviera cubierto durante mucho tiempo por una segunda

    bveda, hasta que esta al fin se resquebraj, y se hizo de nuevo la luz interior sobre la ciudad. Por otra parte, cabe decir que, vistadesde lejos, bajo ese doble cielo inalterable que la ilumina por fuera y por dentro, Salamanca parece un holograma, una alucinacin, un

    espejismo a punto de desvanecerse, algo as como un desierto de arena refulgente puesto en pie, o un gigantesco ejrcito de piedras

    incandescentes y llamas petrificadas, o un inmenso barco a la deriva sobre un mar que desapareci hace millones de aos, segnproclaman los restos fsiles encontrados en sus alrededores. Estamos, por lo dems, ante un reflejo sin objeto y sin espejo: la copia

    autntica de un original falso, la exacta imitacin de un modelo nico, pero ignorado, la imagen invertida y exterior de esa ciudad que

    crece hacia el fondo y late por debajo, la punta de iceberg de una promesa que nunca acaba de cumplirse ni de romperse del todoSe

    trata, en definitiva, de la aoranza de una ciudad que, en realidad, nunca existi, pero que se ha hecho perceptible de alguna manera, unno-lugar que s ocupa lugar, un smbolo tangible y recurrente, una mentira verdadera, esa que ahora mismo habitamos y soamos entre

    todos. No un mero resultado de la historia y la poltica o un producto de la especulacin, sino una creacin de la imaginacin. Esta

    ciudad, en efecto, la han inventado y construido tambin los escritores y, en general, todos aquellos que la piensan y la suean y la

    interiorizan cada da hasta hacerla suya y, al mismo tiempo, nuestra, como proverbialmente hizo Miguel de Unamuno. Salamanca, dehecho, podra ser un gnero literario, un gnero nico al que podramos llamar por qu no Salamanca-ficcin.

    Etiquetas: Ciudad, Literatura, Luis Garca Jambrina, Salamanca

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