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ANTONIO MESTRE SANCHÍS Y ENRIQUE GIMÉNEZ LÓPEZ

Coordinadores

DISIDENCIAS Y EXILIOS EN LA ESPARA MODERNA

Actas de la IV Reunión Científica de la Asociación Española

de Historia Moderna

Alicante, 27-30 de mayo de 1996

CAJA DE AHORROS DEL MEDITERRÁNEO UNIVERSIDAD DE ALICANTE

A. E. H. M. 1997

O Caja de Ahorros del Mediterráneo Publicaciones de la Universidad de Alicante A. E. H. M.

ISBN Obra Completa: 84-7908-370-0

Tomo 11: 84-7908-372-7 Depósito Legal: A-1678-1997

Fotocornposición: a ~ s ~ a g í - u f i c Aries, 7. iD 511 47 58 - 511 47 94 Fax 511 50 13

Imprime: INGRA Impresores. Avda. del Zodíaco, 15. iD 528 25 44

Encuadernaciones Alicante. Políg. Ind. Pla de la Vallonga, C 4, nave 11

TOMO 11 DISIDENCIAS Y EXILIOS EN LA ESPAÑA MODERNA

COORDINADORES: Antonio Mestre Sanclzís y Eizrique Gi~itéi~ez López

PONENCIA: ......... LA HETERODOXIA RELIGIOSA: LOS EXILIADOS PROTESTANTES. Antoir io Mestre Sanchís..

COMUNICACIONES : ENTRE DIOS Y EL DIABLO. LOS FRAILES CONVENTUALES Y BENEFICIARIOS EXCLAUSTRADOS

EN EL CAMPO DE CALATRAVA (1500-1 575). Miguel Fernando Góinez Vozr~rdiatlo ...... PERFILES UNIVERSITARIOS Y EXEGÉTICOS DE LEÓN DE CASTRO. Valentíiz Moreno Gallego ..... MONJAS DISIDENTES. LAS RESISTENCIAS A LA CLAUSURA EN ZAMORA TRAS EL CONCILIO

DE TRENTO. Francisco J. Loi.enzo Pinar ...................................................................... LOS CONFLICTOS EN LA CLAUSURA FEMENINA DE LA MÁLAGA MODERNA.

M" de1 Cai.~nen Gómez Garcín .................................................................................... ALTERACIONES A LA ORTODOXIA MORAL A LO LARGO DEL SIGLO XVIII. LA PROVINCIA

DESCALZA DE SAN JOSÉ Y SUS LIBROS DE PATENTES. Daniel Vaqiieríil Aparicio ........... EXILIADOS IRLANDESES EN GALICIA DE FINES DEL XVI A MEDIADOS DEL XVII.

Ofelia Rey Castelao .....................................................................................................

PONENCIA: HISTORIAR A LOS JUD~OS DE ESPANA: UN ASUNTO DE PUEBLO, NACIÓN Y ETNIA.

......................................................................................... Jairile Contl-eras Contrems

Inquisición, beatas y falsarios en el siglo XVII: pautas del Santo Oficio para examinar visiones y apariciones

Uno de los aspectos más característicos de la religiosidad hispana del siglo XVII es la proliferación de una mística decadente que, a imitación de la gran corriente espiritual del XVI, pero muy diferenciada en sus medios y formas, pretende profundizar en la comunicación directa con Dios o alguno de sus intercesores y cuyas tnaiiifestaciot~es inás singulares son las revelaciones, visiones, éxtasis y raptos. Nuestro conocimiento sobre estos fenómenos no suele sobrepasar el nivel de la anécdota relatada por los cronistas, las historias locales o los procesos inquisitoriales, a los que fueron sometidos inuchos de estos visionarios, sobre todo aquéllos que se ligaron al movimiento de los alumbrados (1). Pero en el Barroco se desarrollan unas formas místicas que no conectan directamente con el iluminisnlo ni son herejía, pero sí constituyen heterodoxias que levantaron una gran hostilidad entre los inquisidores, quienes, en muchos casos, evidenciaban serias dificultades a la hora de averiguar si tales manifestaciones eran o no heréticas, provenían realmente de Dios o del demonio o simplemente se trataba de enfermedades físicas o verdaderos fraudes con fines lucrativos.

l.-Bien conocidos son los casos de alumbrados de Llerena, Sevilla,que han merecido la atención de MÁRQUEZ, A,, Los Al~iriibrados. Origeri )~filosofín 1525-1569, Madrid, 1972, y de Alvaro HUERGA en su ya clásica obra Historia cle los Alrriiiblndos, 4 Vols. Madrid, 1978-88. Muy reciente es el estudio monográfico sobre otro caso famoso de aluinbrados, el de las monjas de San Plácido de Madrid, debido a PUYOL BUIL, C., Los procesos de Jeróliiirio de Villnriiiei~o y las rllorljas de Sar~ Pln'cido, 1628-1666, Madrid, 1993.

1. MUJERES Y RELIGIOSIDAD EN EL BARROCO Efectivamente, desde mediados del siglo XVI y durante todo el XVII al hilo de la subida a

los altares celestiales de Santa Teresa o San Pedro de Alcántara, aparecen en España numerosos místicos, profetas y beatas que entran en éxtasis, sufren visiones, auguran el futuro, curan enfermedades y se comunican directamente con el Espíritu Santo (2). Algunos de estos individuos, en su mayoría mujeres, consiguieron calar en la sociedad de la época, fueron defendidos por algún miembro del clero, que generalmente ejercía como su confesor, y alcanzaron fama de santidad en su entorno local o comarcal, llegando, en algunos casos, a oídos del propio monarca, que no dudaba en participar de sus favores mientras no se dudara de la ortodoxia de los mismos (3).

Sus antecedentes se remontan a los siglos bajomedievales, cuando el fenómeno de las beatas o emparedadas, de manera individual o colectiva, desarrolló una religiosidad renovada, caracterizada por la iiiteriorización, la pobreza y la labor asistencial, imitando a las primitivas cristianas, alejadas de los cánones institucionales de la clausura femenina (4). Conforme avanzaron los movimientos de reforma de las órdenes religiosas y se dejaron sentir los efectos de la obra de Trento, estas fórmulas de religiosidad tendieron a desaparecer, siendo obligadas a institucionalizarse en comunidades de terciarias o de monjas de las segundas órdenes femeninas, jurando votos, clausura y obedeciendo una regla. De esta forma, se produjo la marginación paulatina de unos modelos religiosos femeninos que acabaron por incorporar en sí mismos un carácter absolutamente peyorativo o amenazador para la ortodoxia católica.

Desde mediados del siglo XVI, las vías religiosas que podía seguir una mujer quedaron polarizadas: el convento o las fórmulas de piedad permitidas a la laica casada o viuda. Las corrientes espirituales emanadas de Trento encorsetaron las posibilidades de realización religiosa femenina por lo que la mística, la imitación de los grandes santos, de las mujeres sobresalientes por su vocación y vida religiosa, se convirtieron en un refugio., una válvula de escape de la mediocridad social y religiosa en la que estaba sumido el devenir vital de las inujeres en el Antiguo Régimen, bien dentro del siglo, bien tras los muros de un convento al que, en mucho casos, había sido conducida sin ningún tipo de vocación (5). La oración constante, las devociones y

2.-La bibliografía sobre este tipo de individuos cada vez es más abundante, aunque suele profundizar en casos ya conocidos, como los señalados por IMIRIZALDU, J., Mo~rjos y Decrtos eii~brrircodoras, Madrid, 1977, o la controvertida figura de Lucrecia de León, cuyo primer gran estudio se debió a KAGAN, R., Los sireiios (le Lircrecin. Político JI

/sl,iufecío eri lo Eslsl,año del siglo XVI, Madrid, 1990, y que Iia dado pie a la realización de una novela Iiistórica por MERINO, J.M., Los i~isiories de Llrci~cia. Madrid, 1996.

3.-El ejemplo más claro en el siglo XVII es Sor María de Agreda, quien tampoco se libró de la vigilancia inquisitorial a pesar de ser la mística de mayor influencia espiritual y política a través de su bien conocida relación con Felipe IV, estudiadas, entre otros, por GARC~A ROYO, L., Aiiteriticirkrd de In «Místicrr Ciir(lo(1 (le Dios» y biogi.ofi (le sir niitorrr, Madrid, 1981 y PÉREZ VILLANUEVA, J., «Sor María de Agreda y Felipe IV. Un epistolario de su tiempo)), en GARCÍA VILLOSLADA, R. (dir.), Histor.ia de la Iglesia eri Esliañn, Vol. IV, Madrid, 1979.

4.-Como movimiento bajomedieval, las beatas Iian recibido una atención especial en el contexto europeo donde surgieron -el fenómeno de las beguina-, pero en España su implantanción es más tardía, desarrollándose desde el siglo XV al XVII. La obra más reciente sobre el tema es de MuÑoz FERNÁNDEZ, A,, Beot(rs )' s(rrit(r.~ ~ i e ~ ~ ~ r ~ t e l l ~ r r r o s : oir~Dii~aleiicia (le lo religiórr g políticos correctolas del 11odei (Siglos XIV-XVII), Madrid, 1994. La relación entre beatas, alumbrados y conversos puede verse en PALACIOS ALCALDE, M., «Las beatas ante la Inquisición)), Hispo~iia Sacia, Madrid, 40, 1988, pp. 107-131, y para el caso valenciano, PONS FUSTER, F., «Mujeres y espiritualidad. Las beatas valencianas del siglo XVII)), Revisto de Historia Modenia, Universidad de Alicante 10, 1991, pp. 71-96.

5.-MART~NEZ BURGOS, P., «Experiencia religiosa y sensibilidad femenina en la España Moderna)), en DUBY, G. y PERROT, M. (dir.), Historio de las iriirjeres eri Occiderite, Vol. 111, Madrid, 1992, pp. 571-583, destaca cómo muchas de las monjas del Barroco sin vocación tendían a imitar a sus madres espirituales, superioras o aquellas Iiermanas que Iiabían profesado con verdadera vocación, lo que les llevaba a experimentar, inventar o imaginar fenómenos religiosos que podían llegar a desviarse de la ortodoxia.

mortificaciones, la misa diaria, se convirtieron en medios de escapar de la casa-convento sin salir de ella, de sobresalir en un mundo que consideraba que la mujer debía estar recluida (6). I

I Los postulados defendidos y practicados por muchas de estas mujeres no se diferenciaban de

los que había consagrado Santa Teresa, pero a ellos se unieron unos gestos específicos de la piedad barroca como la mortificación, el dolor, el placer, la ensoñación, todo lo cual podía llegar a convertir la experiencia mística en un «erotisnlo slrblinlndo» (7). Aquí es donde radicaba el problema, ya que la experiencia iluininista había sacado a la luz los abusos sexuales y religiosos de grupos de beatas, como el formado por los alumbrados de Sevilla en torno al sacerdote Francisco Méndez o de mujeres que a la vez que defendían la iinpecabilidad de sus actos, postulado básico del iluminismo, sacaban provecho económico de su fama de santidad, como la famosa Francisca Hernández en los aíios 20 del siglo XVI (8). Estos antecedentes obligaron al Santo Oficio a vigilar coi1 mayor cuidado a quienes abogaban por la paz absoluta del alma, la vía de la perfección, el abandonarse a la voluntad de Dios y el trato directo con Él a través de los trances, y se prestó mayor atención aún si tales fenómenos pasaban del individuo a la colectividad, como ocurrió con las monjas de San Plácido, una comunidad histérica en manos de un confesor alumbrado como Don Francisco García Calderón (9).

Junto a estas mujeres, la mayor parte analfabetas, escasaineiite preparadas en doctrina cristiana, influenciadas por el ambiente religioso barroco y en bastantes casos manipuladas por sus confesores -figura a la que no debemos perder de vista en el desarrollo de estos fenómenos-, no faltaron en el siglo XVII los casos de santeras, beatonas, embaucadoras, verdaderas falsarias que, bien en solitario o apoyadas por algún clérigo, fomentaron su inventada santidad, sus poderes sobrenaturales, su contacto directo con los cielos con fines exclusivainente lucrativos, congregando una amplia clientela con la que consiguieroii el reconoci~niento social (1 0). La razón de su existencia va ligada a una sociedad fascinada por lo portentoso, lo aparatoso y lo teatral, que traiisgredía fácilmente lo sobreiiatural en un mundo donde lo religioso y lo laico carecían de una separación nítida.

La Iiiquisición investigó numerosos casos de visionarias y beatas laicas o terciarias y de monjas místicas que decían sufrir raptos, éxtasis, hablaban directamente con Dios, col1 la Virgen o algún santo, profetizaban o sanaban a los enfermos. El objetivo del Santo Oficio era averiguar la veracidad o falsedad de tales fenómenos y determinar su origen, su ortodoxia, heterodoxia o abierta hejería, un objetivo no conseguido en muchos casos, sobre todo durante el siglo XVI,

6.-VIGIL, M., LO vido de las rrlrrjei,es eri los siglos XVIy XVII, Madrid, 1986, p. 156 y siguientes, considera que estas formas de religiosidad como medios para escapar de casa frente a la teoría de la reclusión que defendían los moralistas de la época, desde Luis Vives a fray Luis de León.

7.-MART~NEZ BURCOS, P., 01,. cit., p. 578. Sobre las características de la piedad barroca como espiritualidad del sacrificio, miedo y dolor véase SÁNCHEZ LORA, J.L., Mrijer,es, coriileiiíos y foi.ri~ns (le r~eligiosi(ln~1 btri.iocn, Madrid, 1988, pp. 207 y siguientes y CARO BAROJA, J., Las ~ O I , ~ I I O S c011111lejas (le Irr ilirlo i,eligiosa (Siglos XVI-XVII), Madrid, 1985, pp. 53 y siguientes.

8.-Estos casos los cita LEA, C.H., Historirr de In Iriqrrisiciori Esl~rriiolo, Vol. 111, Madrid, 1983, pp. 375-380, y más profiindamente HUERGA, A., 011. cit.

9.-LEA, C.H., 01). cit., pp. 394-396.

10.-La figura de la beata fingida fue tan popular en la época que dio lugar a QUEVEDO a escribir el entremés La erideiiloriinrlrrfi~igido. Como muestra, un botón: Catalina de Jesús, quien tras fiiigir revelaciones y amores divinos fue condenada en 1624 a cuatro años de reclusión en uii Iiospital y a vergüenza pública; su caso en VV.AA., Textos [~nrrr lo liistoiia (le los irrirjeres ert Esl~oiin, Madrid, 1994, p. 253.

cuando la distinción entre santidad y herejía era, a veces, muy sutil. El Tribunal carecía de pautas claras para distinguir el mal del bien, lo divino de lo demoníaco o simplemente lo humano y ello explica que condenara a unos y dejara libres a otros, cuyas experiencias o conductas parecían tan similares. No obstante, el Santo Oficio fue implacable contra aquellos que del plano religioso saltaban al político, realizando profecías sobre el rey, la Monarquía o alguno de sus gobernantes, como los casos de Lucrecia de León, Sor María de la Visitación o Monterón (11).

A los ojos de los inquisidores, el maligno parecía presidir una gran parte de estas revelaciones, más aún cuando tenían lugar en su blanco favorito, la inujer, cuyas características físicas y psicológicas, especificadas por los teólogos de la época, la condicionaban a sufrir tales manifestaciones:

«Teiigose eri ciierito (le1 seso del qiie tiri1iei.e lrs r~ei~el(iciories, ri snber; si es riiiijei. ir Iioiribre, /ioi.qire cnetei,is liortibiis, riicis crzdit se Ira de o los i~ei~elociories rlel Iroiiibre qire (le lo iriiijer: Po i~ i i e el seso ferrieriirio es rriosflnco de cabeza y los cosos rratirroles o ilirsiories clel Deriioriio los tierieii por del Cielo y c/c Dios; sirefiari riins que los honibres )l 1,ieiisori que sor1 ~ler.rlncles nl~irirrdcrs; tnrrrbieri l>or,qiie ribiirirkr la irriijei. de posiories i~elieriierrtes, )I /o qire procede (lelo />osioii ~irol'io, pierisa qiie I I ( I C C de Ir i~e~~(krc/. Tnriibieri krs riiiijeres sor1 de sii riotiii~nlezo riii/y Iiirriied~is y ilcrporzisas, y lo qire es Iiirrriedo riinsficilriieiite r~cibejigiir~crs iinrlos, qiie le irii/,riiiieri; )I tnrilbicri iiicis d$cilnieiite clejo de segirir el iiioi~iriiierito qire irriri vez crlir~elieri(1e toriio. Los riiiijeres sor1 iiins iniogiricitiilris qiie los Iioriibres, piies coriro terigciii ellos iiierros jiiicio y discrii:ro y rrierros pr~ideiicio, iiios se iricliiio el Deriioriio rr erigcifior n Iris rriiijeres cori riprii.erites y frrlsns iriiogirracio/res, rebelociorres i~isioiies. A riios de esto, se Iio de riiirnr eri los cosfiiiiibres, si sor1 iiirijeres di~ririidos, lioblodoias, locas, oiiiigos de eriseior. )I predicar o los deiriris; si os; fiiereri, rio solriiiierite se erigofiori o si rriisriios, sirio toiiibier~ o Iioiiib~~es riiii)l cloctos y ciier(1os si [ r srrs opiriiories se eritregrrri y a siis pdlrrbras dori credito)} (1 2).

En este contexto religioso femenino y en esta necesidad de tener unas pautas que rigieran la diferencia entre las manifestaciones divinas y deinoníacas, se inscribe el documento que vamos a analizar en este trabajo. Se trata de un modelo de interrogatorio utilizado por el Santo Oficio para examinar revelaciones y otros fenómenos similares, que presta especial atención a las características y costumbres personales de los protagonistas, sus relaciones con sus confesores y el contenido de sus revelaciones, con el fin último de averiguar su origen demoníaco, divino, falsario o simplemente humano, debido a una enfermedad física o mental (13). Se trata, sin duda, de un texto muy genérico que posiblemente se empleara como modelo para el primer

11.-El caso más famoso fue el de la monja de Lisboa, Sor María de la Visitación, quien tras vivir en olor de santidad, cayó en desgracia y fue procesada por el Santo Oficio cuando defendió los dereclios de la familia Bragaiiza al trono portugués frente a Felipe 11, descubriéndose, sólo entonces, la falsedad de sus llagas y visiones. Sobre esta religiosa pueden consultarse HUERGA, A,, «La vida pseudomística y el proceso inquisitorial de Sor María de la Visitación)), y «La monja de Lisboa y fray Luis de Granada)), en Hisl7ariirr Socia, Madrid, XII, 1959, pp. 35-130 y 333-356. Más reciente es el artículo de ECHANIZ SANZ, M., «El cuerpo femenino como encarnación de Cristo: María de la Visitación, la monja de Lisboa», DUODA. Relista de Estiidios Feiiiiiiistcis, Barcelona, 9, 1995, pp. 27-45. En el siglo XVII, el profeta político más importante fue el italiano Monteroni (Monterón), quien debido a su oposición a Don Luis de Haro fue encarcelado y salió de presidio tras por intercesión de Sor María de Agreda. Su caso lo cita MAURAGAMAZO, G., Sirl>ersticiories de los siglos XVI)] XVIl )I Iiecliizos de Cnrlos 11, Madrid, s.f.

12.-NAVARRO, Fray Gaspar, Tiibirrrol de siiliei.sticiorr lndirio, 163 1, citado por MAURA GAMAZO, G., 01,. cit. pp. 83-84.

13.-El título completo es Iritei~rogotorio jiidicicil1~nln el esoriieir de rei~elociorrcs, ilisiories, litces e ilirstinciorres iriferiores, o/>/7oriciories e,rfer.iores, raptos, estosis, riiociories irrterrias esferrias, A.H.N., Inquisición, libro 1.226, ff. 787r-

817r. (en adelante sólo señalaremos el folio al que pertenecen las diversas citas para evitar la reiteración).

interrogatorio en los procesos de casos de revelaciones, raptos y otras experiencias similares, dando paso después a otros, cuyas preguntas eran más concretas.

Aunque carecemos de fecha explícita, este interrogatorio debía ser uno de los modelos al uso por el Santo Oficio a mediados del siglo XVII, ya que se encuentra encuadernado en un libro de borradores y cartas que escribió desde Roma el consejero de Inquisición Don Francisco Díaz de Cabrera a Don Diego de Arce, cuando éste era inquisidor general (14).

El documento se estructura en dos partes: la primera toma forma de minitratado teológico, donde se incluyen una serie de consejos para prevenir la intromisión del demonio en la vida religiosa de las personas, especialmente de las mujeres; la segunda recoge las preguntas que componen el interrogatorio propiamente dicho.

Tomando como base las doctrinas de la patrística, las de la Escuela de Salamanca y las corrientes espirituales del XVI, sobre todo Santa Teresa y Juan de Avila, se analizan tres elementos fundamentales que condicionan la naturaleza demoníaca o divina de las revelaciones: «...el lllzo toca a la criatia.a que lacibe las lilces e ilusti.ncioizes interiores y cpariciolzes exteriores; y el otro al coi~fesol. o coi~siiltor qire les comilrzica, acolzsejn y guia ... el tercero de la calidad y circunstarz- cias de las i.evelaciorzes y diviiias ii~isericodins» (15).

El Santo Oficio no va a perseguir en sí mismas estas manifestaciones sobrenaturales, pues está perfectamente asimilado por la sociedad de la época y la Iglesia así lo afirma, que Dios puede escoger a determinadas almas «...de su agrado jy las favorece coii~i~rzicaizdolcrs s~ l s secretos, y a en beneficio silio y a eiz el de otros» (16) . La Suprema pretende averiguar si efectivamente es Dios quien anda detrás de las revelaciones o, por el contrario, su enemigo.

La figura del maligno es una constante en la literatura religiosa barroca, como lo era en la propia vida cotidiana de los hombres del siglo XVII y la inujer, ya fuera seglar o monja, su blanco favorito. Para evitar la introducción del demonio en la experiencia religiosa femenina hay que cuidar de forma especial la relación que la mujer establece con su confesor o consejero espiritual, para evitar males espirituales y también sexuales (17). Las pautas por las que debe regirse la hija espiritual, ya sea laica o religiosa, son sencillas: humildad y obediencia absoluta a su confesor, evitando siempre razonar por cuenta propia, ya que por su condición de mujer es débil e ignorante y está menos preparada doctrinalmente que el juicio de su confesor. Así, tomando como ejemplo la vida de santos y santas que se dejaron guiar siempre de su confesor (San Basilio, Santa Brígida, Santa Clara, etc.) afirma que: «Este es el i~eldadeio, cierto y seguro caiiiirzo pala 110 ermr en los

14.-ANDRÉS, Gregorio DE, «Los manuscritos del inquisidor general Diego de Arce y Reinoso, obispo de Plasencia)), His1,nrrio Socin, Madrid, XXXIII, 198 1, pp. 491 -507. Don Diego de Arce y Reinoso, obispo de Plasencia en 1650, fue nombrado inquisidor general en 1643, cargo que ocupó Iiasta su muerte en 1665, interviniendo en varios procesos famosos de beatas y visionarias y en los últimos movimientos de alumbrados, entre ellos el de Don Jerónimo de Villanueva y las monjas de San Plácido.

15.-Folios 788v.-789r.

16.-Folios 801r.-v.

17.-Implícitamente, el texto hace referencia a uno de los delitos mis característicos del confesionario, la solicitación. Sobre este delito, dos son las últimas obras aparecidas, las de SARRIÓN MORA, A, Serirolirlrrd y coiifesióri. Ln solicitncióri orite el 7i.ibiirrol del Sorito Oficio (SS-XVI-XIX), Madrid, 1994, y la obra de ALWANDRE, J.A., El iierierio de Dios. Lo biqiiisicióri de Sei~illa rirrte el delito de solicitocióii err corifesióii, Matlrid, 1994.

lances que oj?ece y ficciones que inventa el comlin enemigo, observando con todo rigoi y puntlialidad no ocultar ni la ~ n a s miizirtia cosa de su alrna a su confesor y padiv espii.itua1 ... » ( 1 8).

En cuanto al confesor, se le alerta y previene de las relaciones con su discípula y, recordando los manuales de confesores, se insiste en que su labor es doble: maestro espiritual y juez del alma de su pupila y para ello debe escudriñar hasta el fondo de su vida espiritual y costumbres: «...reconocer y requerir todos los secretos del alnla, y escarval; y crlzondcrr p~of~iizclnmerzte cista sacar a l ~ z las mices ocultas qiie criaioiz ri lcrs iirisnirrs natziinles pasiones o los habitos de los defectos que se contia,yeroiz poi.prol~ia vol~intad..» (19).

Uno y otro deben evitar la familiaridad excesiva, el trato continuo y la aparición de cariño y se advierte especialinei-ite al confesor para que no se deje engañar por las mujeres y no crea todo lo que le confiesan, ya que muchas mienten e inventan raptos y visiones para ganar su atención y la del resto de la sociedad, coino el caso de

«...iiiici lcibrcr(101a qire ~jiilio e11 irri Iirgarejo, cerco de lrrirr (le Iris irriii~ersihdes (le EslioAo, lci 11iirici1,ol erl los letras tlieologiccrs, trajo al /~etor.tero a ijcirories doctisiriios, )lpcrfectissiriioL~, qiie le teriinri e11 grciride o]>iriiorz de sorrtidnd; ~1 rio bnstnmri lolilas letras ... pcrin corrocei. oqirel esliii,itir, qrie ero toclo el iui eriibirste; y cisifiie costigoda por el Sorito Tribiiriol ... lo racoii desto es qiic oqrrellos snrrtos y cloctos wrories, coriio grnricles iiiedicos jiizgabnri segrui i~elciciori ríe aqirello erlferriio, 11 elln riieritio, y clissiriirilcibcr; y era el extei.ior tciri ii~esrrr.rrclo y coriil~iresto, qire rio se podio perietia, lo iriterioi clescoriil~iiesro 11 ~les~~iesirin(lo ... » (20).

El autor, en consonancia con la tradición teológica sobre la naturaleza femenina, insiste en la facilidad que tiene el demonio para introducirse en el alma y juicio de las mujeres: «...poiser ellcrs inllclzo lilas vivas de inlnginacion, que de erztendirriiento, f(rcilissin~as de persuasion, y rnuy arrojadas de civduliclnd ... (por tres razones): la prinzem porque las niuje1.e~ son de tenll)ei.cin~elzto inas lz~iiiiido que los hornbres ... la segunda ser ellas inenos prudentes ... lrr tercerci qliici ~ncigis viri affectibus aburzdaizt» (21). No obstante, no todo está perdido, pues la historia de la Iglesia ha dado a ejemplos de almas femeninas escogidas por Dios para comunicarse con ellas, como las famosas revelacioi~es de Santa Brígida, y esta tradición puede continuar, siempre que se realice a través de un ejercicio metódico religioso, regido por un buen guía espiritual para no desnaturalizarse, de tal modo que «...no se sigue que deba~nos absoluta~nente decir y declarar que por ser nlugeres sea11 falsas hasta conlprobar si son buenas o /nalas» (22).

Antes de pasar al interrogatorio, se exponen, brevemente, los seis grados de veracidad de las revelaciones que se han producido desde los orígenes del Cristianisino, seis grados que pueden reducirse a tres. Se trata de las revelaciones de fe, absolutamente innegables, transmitidas por los protagonistas de la Biblia, por el propio Jesucristo y sus apóstoles; las revelaciones que tuvieron los santos y santas y que han sido aprobadas por la Iglesia; y, finalmente, las revelaciones que han

18.-Folio 794r.

19.-Folio 796v. Los manuales de confesores e iiiterrogatorios al uso recordaban las características que debían presidir las relaciones confesor-hija espiritual y las preguntas que aquél decía efectuar para profundizar en el alma de su discípula. SARRIÓN MORA, A,, 011. cit. pp. 21 y siguientes, incluye un repaso a las cuestiones qiie planteaban los coiifesores basadas eii los manuales publicados en los siglos XVI y XVll como los de Azpilcueta, Medina, Escobar y Mendoza o Gavarri entre oh-os.

20.-Folio 8 0 0 ~ .

21 .-Folio 801r.

22.-Folios 801s.-v.

sufrido hombres y mujeres comunes, siendo éstas las más sospechosas de superstición o posesión demoníaca (23). Todas ellas deben estar muy presentes en el juicio de los confesores hacia sus discípulas y, si llega el caso de, los inquisidores, pues muchas de las experiencias que relatan las mujeres del siglo XVII, son un calco de las sufridas por personalidades ya canonizadas (Santa Catalina de Siena, Santa Brígida o Santa Teresa entre otras), cuyas vidas han llegado a conocerse a través de la tradición religiosa, la predicación o la impresióil de hagiografías y autobiografías, tan frecuentes en la España barroca (24).

Por último, para averiguar la naturaleza y origen de estos fenómenos sobrenaturales, confesores e inquisidores deben centrarse en el análisis de una serie de signos exterilos e internos. Los tratadistas barrocos considerabaii que los espíritus malignos podían aparecer e introducirse en los hombres a través de tres vías: la corporal sensitiva, la imaginativa y la intelectual. En cualquiera de ellas, el inaligno suele demostrar su presencia con señales indiscutiblemente demoníacas: estruendos, golpes en las puertas y ventanas, ruptura de vajillas, de objetos de decoración, etc., siendo muy frecuente la introducción del diablo en la cama con la persona que experimenta las visiones, dando lugar a tocamientos deshonestos que pueden llegar a prácticas sexuales completas. Todos estos signos suelen ir acompañados de aparición de almas en pena del purgatorio y de algún demonio o duende seguidor de Satanás o de éste mismo adoptando forma humana, celestial o aniinal.

Al igual que el maligno, Dios se revela por los tres caminos clásicos ya señalados: de forma visible o corporal, a través de la imaginación o de la inteligencia (25). Pero frente a las muestras infernales que alteran, inquietan y atemorizan a las personas que las sufren, existen cinco elementos que distinguen inequívocamente la presencia de Dios: el poderío y señorío de sus apariciones; la gran quietud que experimenta el alma; la permanencia en la memoria durante mucho tiempo de las experiencias divinas, mientras que las demoníacas se olvida11 pronto; la seguridad y certidumbre que producen sus palabras y, finalmente, la claridad de la voz de Dios, que no se confunde con sonidos extraños como la del demonio (26).

Como iremos viendo, el contenido del interrogatorio inquisitorial basa una gran parte de sus preguntas en estas pautas señaladas por los tratadistas de la época, con el fin de distinguir las causas de las revelaciones, éxtasis y apariciones.

5. EL INTERROGATORIO Aunque el desarrollo de las experiencias que venimos analizando tuvieron entre las monjas

a sus más famosas representantes en el siglo XVII, el interrogatorio, al menos en la parte que se l i 23.-Folios 803v.-904r. Estos tres grados se desglosan en seis, diferenciando las revelaciones de la Sagrada Escritura, las

que experimentaron personalmente los padres de la Iglesia o las que sufrieron otras personas y fueron relatadas por 1 I aquéllos; las de los santos, las de los Iiombres doctos no canonizados pero aprobadas por la Iglesia y las que proceden I de particulares, vivos o difuntos, con fama de santidad. Se recuerda que solamente las revelaciones de fe son

innegables, mientras que las restantes, aun teniendo beneplácito eclesirístico, simplemente son «conforme a las reglas l de buena doctrina y sin sospeclia de superstición)).

24.-La monja de Lisboa fingía tener las mismas visiones y las mismas lesiones corporales que Sta. Catalina de Siena, cuya vida conocía muy bien como mencionó en su proceso inquisitorial. ECHANIZ SANS, M., o/>. cit. pp. 30 y siguientes.

I 25.-Folio 8 16s. 26.-CIRUELO, P., Re/~rob(iciÓri de sirl?ersticioriesy hecliicerias, Saiamanca, 1547, citado por MAURA GAMAZO, G., o p cit.,

p. 71.

refiere a las características personales, parece dirigirse más hacia individuos seglares, tanto a mujeres como hombres, si bien muchas de sus preguntas se refieren excIusivamente a las peculiaridades de las beatas. El examen completo ha de atender a dos cuestiones: una «toca n la persorln que recibe las i.evelacioizes, otra n la natiirnleza de 10 illisrncr rei~elacion» (27).

Para mayor claridad metodológica, vamos a analizar las 30 preguntas que componen el interrogatorio en tres niveles: las que atienden a las cualidades personales (10 cuestiones), aquéllas que analizan las costumbres religiosas del individuo (6 interrogantes) y por último, las que estudian las revelaciones (las 14 restantes) (28).

Tras averiguar los datos personales del interrogado (edad, estado y lugar de nacimiento) se presta especial atención a su calidad social y su posición económica, elementos claves entre estos individuos, ya que como hemos señalado, en su gran mayoría pertenecían al Tercer Estado y dentro de él a los grupos más populares. Las características físicas y médicas también son analizadas; así, se interroga sobre los hábitos de comida (qué tipo de alimeiitos, a qué horas, qué cantidades), el ejercicio excesivo del ayuno o la abstinencia y el estado general de salud física y mentbr, con sus posibles antecedentes familiares. En tercer lugar, se insiste en el carácter y costumbrmcotidianas, incidiendo en los vicios más comunes achacados a las mujeres: la escasez de recato, la presunción, la tendencia a la melancolía y tristeza, a la imaginación, a las habladurías, a contar novedades o inventar historias o a tratar con mucha gente, averiguando quiénes son y si pertenecen al clero o no. La rebeldía, tenacidad, soberbia y excesivo temperamento se estiman como síntomas propicios para sufrir experiencias sobreiiaturales, pero también lo es la «flaqueza de tempei.aniento y cabeza ... porque ay muclzn gerite especialmente iizugeres que pecan deste aclzaqile de cabeza)) (29).

El examen de las costumbres religiosas se realiza a través de seis preguntas sobre dos aspectos básicos: el ejercicio de las virtudes humanas y espirituales y las relaciones con el confesor. Entre las primeras, el interrogatorio pone especial énfasis en la humildad, paciencia, obediencia, pureza, discrecióii y oración frecuentes, sobre todo oración vocal, ya que la mental se consideraba peligrosa para que la practicaran gentes poco preparadas espiritualmente (30); todas ellas son cualidades fundamentales que deben destacar en un buen cristiano y que ayudan a evitar al demonio. Las segundas centran su atención en quién es el padre espiritual del interrogado, desde hace cuánto tiempo lo tiene y si éste u otro confesor le animó a realizar votos privados, ya que con relativa frecuencia las beatas solían haber prometido votos desde su adolescencia, aconsejadas por un clérigo (31). Se averigua cuidadosamente la frecuencia con que se acude a los sacramentos de la penitencia y comunión, elemento fundamental en la religiosidad del Antiguo Régimen, ya que la frecuencia de estos sacramentos podía ser signo de santidad, pero también de beatería en el sentido más peyorativo, de sentimiento religioso fingido o de relaciones ilícitas entre el confesor y su discípula, según los casos. La obediencia y humildad debidas al padre espiritual constituyeii el soporte de la relación confesor-penitente y se consideran proclives al demonio y a sus falsarias visiones a todos aquéllos que soberbiamente no experimentan dolor de sus pecados, 110 aceptan las

27.-Folio 807r.

28.-Aunque en el texto no aparecen ordenadas temáticamente, las liemos agrupado para mayor comprensión del mismo.

29.-Folio 8 1 Ir.

30.-Folio 809r.

31.-Folio 808v. PONS FUSTER, E, o!>. cit. p. 86, relata el ejemplo de varias beatas que desdes niñas habían jurado votos en secreto acoiisejadas por su confesor.

penitencias impuestas y llevan ((asperamente y con molestia la reprension y admoiiicion» de su padre espiritual (32).

El grueso fundamental del interrogatorio aborda las características de las revelaciones y los efectos que producen tanto en el entorno como en la persona que las sufre. En primer lugar debe averiguarse de quién fue la aparición o revelación: Cristo, la Virgen, un ángel de luz, un santo o una figura deforme; esta gradación es paralela a la capacidad del demonio para efectuar falsas visiones, siendo más difícil que las realice en nombre de Dios y más fácil que se identifique con un monstruo, un animal o incluso en forma de ángel. Además, una aparición muy frecuente solía ser un alma en pena del purgatorio, solicitando alguna cosa para su salvacióii.

En segundo lugar se examina el contenido de la revelación, indagando si fue conforme a las Sagradas Escrituras, para la gloria de Dios o la «salucl de las alincts» y si reveló algo que conveiiía que se supiese. Estas características indican que la visión o aparición fue probablemente divina, puesto que las demoníacas o imaginadas suelen atender a cuestiones humanas, que tienden a ensalzar la vanidad de las personas, que aluden a aspectos que no convienen que se sepan públicamente, sobre todo, temas relacionados con la política y, en muchos casos, atentan directamente contra los dogmas y la fe católicas, afirmando la libertad religiosa individual que convierte en innecesarios los sacramentos y la confesión (33).

A continuación se investigan los efectos, fundamentalinente sensitivos, que producen estos fenómenos. Ante todo, para certificar la autenticidad de las revelación, el alma debe quedar «...hoi?esta, pacifica, ~noclesta, creible ... llerzcr de n1isericodia, y fiutos de bileizos obi.crs, no encnnlinadn n jiizgar vidas ajetias y sir? ficciorl tii engamo nlglmo. Estrts sor! las calidades de lrr legitin~a revelacioi? y por ellas la iremos exanlirzando)) (34). El sabor agradable, la alegría, el consuelo, la dulzura de corazón, son los efectos más característicos de la acción divina. Además, la entrega total del alma sin pecado a Dios conlleva una «ii~iisit(~clda lcrtit~rcl clel erlteildinlieiito, 11 irnn irlfilsiorl de 11iz qiie a1unibi.a el enteridiniiento, o la irlteligel~cirr de las Sng~ud(~s esci.itu~ns, o al pmvecl1o, 11 edificiacion de los plu,xilnos» (35).

Las consecueiicias contrarias son la que iinpregnan los actos deinoníacos, tales como la soberbia de espíritu, la vanidad, la turbación y la mentira, que obligan a la persona a apartarse o negar la ley de Dios. El demonio y sus aliados suele11 profetizar fenómenos que finalmente no ocurren o si lo hacen se vinculan a catástrofes o actos pecaminosos; igualmente, tienden a aparecerse una y otra vez itinecesariamente, alterando la paz del individuo. Y, por último, un hecho distingue la procedencia de estos fenómenos: se trata de la perduración en la memoria de las revelaciones divinas, mientras que las demoníacas desaparecen rápidamente del entendimiento y enseguida se vuelven confusas e ininteligibles (36); sólo las verdaderas visiones dejan huella y Dios las efectúa para que se conozcan, perduren en la memoria individual o colectiva a través de la tradición de la Iglesia, para el bien de la humanidad o la gloria divina.

La proliferación de beatas y monjas visionarias parece, por lo que hemos visto, un fenómeno intrínseco a la sociedad barroca, producido en muchos casos por un verdadero contagio

socioreligioso en un inundo donde lo sobrenatural y lo fascinante impregnaba todos los ámbitos 1

de la vida humana, y donde la imitación de modelos de santidad, desde el mismo Cristo hasta las figuras bajomedievales y modernas, constituía un elemento fundamental en la llamada piedad barroca.

El estudio de este interrogatorio inquisitorial nos aproxima a las pautas doctrinales que seguía el Santo Oficio para condenar o no a quien sufría revelaciones y visiones. Al contrario que en los procesos inquisitoriales, donde el análisis se centra en las respuestas de los inculpados, este texto nos acerca al paso previo, es decir, a los condicionamientos doctrinales que precisaban las características heréticas y ortodoxas en las experiencias místicas, La Inquisición y sus hombres utilizaban la tradición teológica clásica basada en las Sagradas Escrituras, en los Padres de la Iglesia, vidas de santos y en la escolástica medieval, pero sobre todo, basaban su criterio en los autores contemporáneos, en los tratadistas de los siglos XVI y XVII que, tras el triunfo de la Reforma, el desarrollo de las sectas y la labor de Trento, tuvieron que construir casi sobre la marcha una doctrina que diferenciara lo más claramente posible lo herético, lo ortodoxo y lo más El jurado Alonso Gamarra, judío y cofrade. difícil, lo heterodoxo. Las similitudes del texto con las teorías y doctrinas de las obras citadas del padre Ciruelo O de Gaspar Navarro corroboran que eran las pautas indicadas por los teólogos Aproximación a las relaciones entre un núcleo de criptojudaísmo barrocos las que se tomaban como guía para examinar estos casos. Lo cierto es que la tarea no era y la cofradía de la Vera Cruz de Málaga fácil y, como hemos visto, el Santo Oficio hubo de precisar cada vez más sus preguntas para averiguar si realmente la fenomenología pseudoinística del Barroco era ortodoxa o 110.

FEDERICO FERNANDEZ BASURTE

Universidad de Mcílrrgcr

El cruzamiento de determinadas fuentes inquisitoriales, notariales y municipales, proceden- tes de diferentes archivos nacionales y locales, nos permite aproximarnos al caso de Alonso Gamarra, jurado del cabildo municipal malacitano, procesado y condenado por el Santo Oficio ba- jo la acusación de judaizante.

El presente trabajo se enmarca en el contexto de nuestra investigación sobre la sociedad ma- lagueña del siglo XVII y las formas de su vida religiosa.

Entre los factores negativos de distinto signo que vivió la ciudad de Málaga en la segunda mitad del siglo XVII y que, combinados, dieron lugar a que se viviera una profunda situación crí- tica a diferentes niveles, es preciso destacar los hechos que tienen lugar entre 1668 y 1672.

Dos graves epidemias, en 1637 y 1649 habían dejado una grave secuela en la ciudad. Las re- percusiones que, a nivel económico y demográfico, tienen estas oleadas de «peste», junto con las consecuencias de las catastróficas inundaciones de 1661, entre otros factores, iiiteraccionan con la grave crisis socio-ecoiióinica que se padece a finales de la década de los sesenta de la misma cen- turia.

El inicio de dicha situación crítica hay que fijarlo en 1668, cuando se abre un periodo de cua- tro años en los que Málaga experimenta una convulsió~i social sin precedentes. El motivo de tal agitación es la intensa acción inquisitorial que se lleva a cabo en la ciudad. El Santo Oficio justi- fica esta serie de redadas por el descubrimiento de lo que se consideró un importante núcleo de ju-