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Marchas de la temporada 2008-09 18 octubre 2008 Barrio, Cucayo, Bores, Las Retuertas, Bárago, La Vega 8 noviembre 2008 Puerto de la Braguía, Guzparras, Cueto, Berana, Aloños 13 diciembre Costa de Santander. Paseo a Cabo Mayor 19 diciembre Cena de Navidad en Güemes 10 enero 2009 Bárcena de Pié de Concha, Camino Real, Ventorrillo Pesquera, Somaconcha, Calzada Romana, Media Concha, B.P. de C. 14 febrero Villaescusa de las Torres, Las Tuerces, Gama, Villaescusa 14 marzo Turzo, Pesquera, Valdelateja 25 abril Pedreña a Astillero 9 mayo Puertos de Sejos 1 junio Jubilaciones en Carabeos 13-14 junio Via Romana de Cerezo de Río Tirón a Bribiesca y Santo Domingo

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Page 1: Resumen Marchas de la temporada 2008-09 - unican.es · espesos bosques, sus pastizales y una fauna entre la que es posible encontrar, además de otras, especies ... minar la guerra

Marchas de la temporada 2008-09 18 octubre 2008 Barrio, Cucayo, Bores, Las Retuertas, Bárago, La Vega 8 noviembre 2008 Puerto de la Braguía, Guzparras, Cueto, Berana, Aloños 13 diciembre Costa de Santander. Paseo a Cabo Mayor 19 diciembre Cena de Navidad en Güemes

10 enero 2009 Bárcena de Pié de Concha, Camino Real, Ventorrillo Pesquera, Somaconcha, Calzada Romana, Media Concha, B.P. de C.

14 febrero Villaescusa de las Torres, Las Tuerces, Gama, Villaescusa

14 marzo Turzo, Pesquera, Valdelateja 25 abril Pedreña a Astillero 9 mayo Puertos de Sejos 1 junio Jubilaciones en Carabeos

13-14 junio Via Romana de Cerezo de Río Tirón a Bribiesca y Santo Domingo

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Barrio, Cucayo, Bores, Las Retuertas, Bárago, La Vega♣

18 de octubre de 2008 1ª salida

Barrio – La Vega Itinerario: Barrio Cucayo Bores Las Retuertas Bárago La Vega Longitud aproximada: 15 km.

De nuevo al Valle de Cereceda, a la Vega de Liébana. No hay que sorprender-se, no vamos a repetir, que no pasaba nada. Porque esta comarca lebaniega, esta profun-da cuenca, está dividida por sus sierras intracomarcales en tres profundos valles de: Baró, Cereceda y Pesaguero excavados en esa fosa tectónica, que se formó en el pe-riodo Alpino (Era Terciaria), por los ríos Deva, Quiviesa y Bullón, y sus afluentes, que confluyen en Potes. Y cada uno de estos tres valles a su vez está erosionado por arroyos y barrancos y en sus laderas y pliegues se asientan lugares, paisajes, caminos, bos-ques…y casi un centenar de núcleos de población. Tenemos para rato.

Este valle está regado por el Quiviesa y su afluente, el Río Frío, además de por numerosos arroyuelos, y es como toda la Liébana de una gran riqueza paisajística, su relieve sus laderas y sus cumbres, que en ocasiones superan los dos mil metros de altitud. Contiene una peculiar flora, condicionada por su característico clima, sus espesos bosques, sus pastizales y una fauna entre la que es posible encontrar, además de otras, especies en peligro de extinción como el oso pardo, el águila real y el urogallo.

Nosotros vamos a caminar entorno a una cumbre característica: “La Peña de Dobres”. (1.386 m) Para ello comenzaremos a caminar esta vez desde Barrio (741 m.)

Antes podemos ver su iglesia parroquial de San Martín que conserva un retablo de 1760 así como imágenes de Santa Lucía (siglo XVII) y San Antón. Además de dos ermitas: la de Nuestra Señora de la O y la de Nuestra Señora de los Remedios y una casona notable con arco y soportal en cuya fachada encontramos el escudo de armas los Campillo.

♣ Notas por gentileza de Miguel Cavia

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Cercana a ésta arranca la pista que sube hacia los puertos de Río Frío y Peña Prieta, a la que habrá que subir alguna vez. Las laderas que remontamos están cubiertas de bosque frondoso, hayas sobretodo, y, tal vez, otoñal al igual que el abundante arbo-lado del entorno.

Tras pasar la fuente de Tavano, dejando la pista que va a los puertos altos, por la izquierda llegamos a un collado (1.200 m.) y desde allí hacia Cucayo, barrio de Do-bres (936 m)

Por su arquitectura popular montañesa y su interés etnográfico estos dos pueblos tienen carácter de Conjunto Histórico. En Dobres se encuentran la iglesia de San Ma-més y dos casonas con escudos. Una de ellas presenta, a la altura de las ventanas del primer piso, tres piedras armeras de los apellidos Bedoya, Corral y Salceda (de izquier-da a derecha). Este último tiene la inscripción «El montañés más valiente/ que con su espada lucida/ al moro quitó la vida/ y se libró de la muerte». En la otra casona también hay un escudo de los Salceda con el mismo lema.

La iglesia de San Mamés, muy restaurada en 1914, alberga un sagrario del siglo XVI e imágenes populares de los siglos XVII y XVIII en unos retablo del XIX. Cons-truida en el siglo XVIII, es de una sola nave dividida en tres tramos continuados en un ábside rectangular de la misma anchura al que se adosa la sacristía. La cubierta es de bóveda de crucería. En el interior hay un Descendimiento del XVIII y dos cuadros, de 1879, del pintor sevillano Augusto Manuel de Quesada.

Por aquí José Antonio Labordeta rodó una parte de “De Panes a Potes”, un ca-pítulo de la serie “Un país en la mochila”. En él charlaba con un paisano sentados en un poyo y en su conversación le preguntó “¿De que viven aquí?”. Y la respuesta “De las fábricas… ¿No ve usted las chimeneas?”

También a Dobres llegó en otra ocasión un grupo de amigos haciendo un recorrido similar a este. Pretendían rodear la peña de Dobres y volver a Barrio. Uno de ellos se acercó a un lugareño a preguntar por donde se podía volver a Barrio haciendo un cir-cuito. Recomendación “Vuelvan por donde han venido. Se puede hacer, pero hay mucha pendiente y ya se sabe, para abajo todos los santos ayudan, pero para arriba no empuja ni Dios” Después bajaremos por la Hoz de las Retuertas, formada por el río Frío entre el Bistruey y la Peña de Dobres Este fue el camino tradicional, hasta la construcción a me-diados del siglo pasado de la espectacular carretera que a través de curvas y túneles une hoy Bores, a través de Bárago (646 m.), con La Vega y Potes. El entorno de la hoz está hoy modificado por la construcción de una central hidroeléctrica sobre el río Frío.

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Desde aquí por el barrio de Soberado (Soberao) hacia La Vega. Al pasar el puente de los Vejos y llegar al molino a alguno le vendrán a la mente viejos recuerdos de acampadas.

Por aquí cerca, en la carretera de Señas, murió, el 24 de abril de 1957, en un en-frentamiento con la Guardia Civil, Juan Fernández Ayala, el casi legendario "Juanín". Casualidad, traición, o error aun no se conocen bien las circunstancias de su muerte.

En La Vega para sus vecinos fue

de los que se echaron al monte, "de los del monte" últimos representantes de los bandoleros, maquis o guerrilleros republicanos que mantuvieron, al ter-minar la guerra civil, la lucha antifran-quista en los montes del norte y que, entre otras cosas, obligaron a mantener una abundante dotación de efectivos de la Guardia Civil en estas zonas para tratar de evitar sus acciones de sabota-je, secuestros, robos.... En Liébana y sus montes tenían un terreno duro y propicio para ese tipo de "guerrilla".

Su compañero, Paco Bedoya, logró huir pero murió el 1 de diciembre de 1957, en

un enfrentamiento con la policía, en las faldas del monte Cerredo, entre el Pontarrón de Guriezo e Islares, camino de Bilbao o de Francia. Fue el final de esa lucha.

- Te acuerdas de la mina del monte Yormas, ¿verdad? Aquella mina abandonada

donde nos refugiamos de la lluvia una vez que fuimos a por leña, hace ya años. Escon-deos allí de momento. Hasta ver que pasa. Juana o yo os dejaremos comida cada tres o cuatro días en la collada.

Y, luego, mirándome fijamente: -Pero no os entreguéis. Pase lo que pase, no os entreguéis, ¿me oyes? Os matarí-

an al día siguiente en cualquier cuneta como han hecho con tantos. Mi padre me ve marchar, inmóvil en la penumbra con los ojos atravesados por la

barra de plata helada que se cuela por la ventana. .............................................. Veo las botas de Ramiro aplastarse entre la hierba en dirección a la collada, tre-

par por la ladera de la peña delante de mis ojos, del vapor jadeante que nace de mi boca. Siento los pasos de Juan detrás de mí, pegados a mis botas. Y adivino las botas de Gildo cerrando la columna y el poso de la niebla. No podemos ver nada. Ningún sonido llega anunciando desde lejos la batalla. Pero todos sabemos que la presencia de esas dos extrañas camionetas allá abajo marca el presagio incierto de la muerte. Y que esta hora, la del amanecer, cuando la escasa luz permite la avanzada sigilosa entre las urces y el sueño vence a veces la tensa vigilancia del huido, es la elegida siempre por los guardias para subir al monte tras sus pasos.

En lo alto de la peña, nos tumbamos en el suelo, bajo los brezos, de espaldas unos a otros. La niebla nos sepulta con un bramido blanco.

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Miro alrededor: todos duermen. Me encojo bajo el peso del abrigo. Recuesto la cabeza en el respaldo del asiento. Sólo oigo ya el rumor negro y frío del tren que me arrastra. Sólo hay ya nieve dentro y fuera de mis ojos.

Luna de lobos Julio Llamazares Por donde el río Frío se encuentra con el Quiviesa llegamos a La Vega (467 m.)

donde se recuerda a otro personaje de la reciente historia de La Vega, por no citar a Fernando, D. Marcial. Cura, humano, campechano, entrañable y sencillo. Procedente de las cercanas tierras leonesas de La Reina, del otro lado del puerto de San Glorio. Por ejemplo para explicar la doctrina de forma comprensible utilizaba símiles como "La gracia de Dios, se reparte entre los fieles como se esparcen las cagalitas de los corde-ros por el campo". Fuente de otras innumerables anécdotas también tuvo en algún caso algún encuentro con los maquis.

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Puerto de la Braguía, Guzparras, Cueto, Berana, Aloños ♣

8 de noviembre de 2008 2ª salida

Puerto de la Braguía - Aloños Itinerario: Puerto de La Braguía Guzparras Cueto Berana Alo-ños Longitud aproximada: 14 km. Apuntes, ideas, notas, pistas… Santander, Sarón, Santibáñez de Carriedo (desvío hacia Aloños), Selaya, Alto de La Braguía.

Pasieguco soilo soilo Pasieguco y no lo niego

Que mi madre es de La Vega Y mi padre de San Pedro.

El camino empieza en el puerto de La Braguía, en dirección noroeste, por la divisoria de aguas que separa los valles del Pisueña (Selaya y Carriedo) y el Pas (La Vega, Entram-basmestas y Toranzo). Es una pista llevadera, de suaves pendientes, cuyas altitudes oscilan entre los 710 m. en La Braguía y 840 m. en el Cueto Berana (Km. 7 ). A nuestra espalda presidiendo el paisaje el Castro Valnera. ¿Cuándo iremos? En derredor las cimas de las montañas, de las montañas de nueve provincias españo-las - inclusas las tres vascas- emergiendo de un mar de niebla, claras y resplandecientes al sol de España. Allí, al pie de nosotros, en el fondo de la quebrada, debajo de un imponente precipicio aguileño, la montaña de Santander, la tierra de los pasiegos, y a lo lejos, entre la bruma que vela el mar, alguna playa brillando al sol. Todo como en un plano, todo tendido humildemente a nuestros pies. Y nosotros con un mapa en la mano, reconociendo cada lugar, buscando el nombre que los hombres le han dado a cada repliegue del terreno. Se desnuda uno el cuerpo, y el sol lo seca y reconforta y le seca a la vez la ropa. Y se siente más hombre de la tierra respirando a pecho descubierto el aire de la cumbre. Luego atravesamos el valle del Pas, todo austero recogimiento, de una paz triste. Praderas de esmeralda, arboledas, y entre ellas las cabañas de los pastores pasiegos, que parecen tumbas, con sus techos de pizarra. Una carretera en que crece la hierba, que serpen-tea en revueltas al pie del macizo del lomo de Pas, todo sombra y todo silencio. En el fondo corre el Pas, a que da alguna vez vida una cascada. En un paisaje musical, pero de música litúrgica, gregoriana, de pocas notas y ellas de órgano. Me acordaba de Obermann, del enorme Obermann. En el fondo del valle, unas figuritas de hombres y mujeres segaban hierba en los prados. ♣ Notas por gentileza de Miguel Cavia

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Se nos abrió luego el valle de Toranzo, y cruzándolo fuimos a dormir a Castañeda. Aquí una vieja colegiata románica, pequeñita, relicario de una tradición muda, que es la sal de esta tierra. Y también estas viejas colegiatas son algo de paisaje, tan del suelo como los castaños. Y dentro de ella, en un altar, el viejo Cristo español, el nuestro, el Cristo berberis-co, el que protesta silenciosamente contra toda europeización de escepticismo.

Miguel de Unamuno

A nuestra derecha: los Picones de Sopeña, Las Enguinzas, El Porracolina y, abajo, Selaya y Villacarriedo y por la izquierda: Entrambasmestas y el barrio pasiego de Guzparras. Al llegar al Cueto Berana se ve el valle de Toranzo, con Alceda-Ontaneda al pie, al igual que Bejorís, donde se conserva la casa solar de Francisco de Quevedo, que él recordaba más irónico que nostálgico

Es mi casa solariega más solariega que otras, pues por no tener tejado, le da el sol a todas horas

La casa está a orillas del maltratado río Pas

Por la vega de Toranzo

Lloro y pregunto a la luna Ando buscando una cuna

que alguien me hurto y nunca alcanzo

Gerardo Diego (pasiego) Desde el cueto bajamos al Hayal de Aloños (720m / 8 km.), un hermoso bosque au-

tóctono de hayas, cagigas y castaños dentro del que había, según el Madoz, una parcela lla-mada “Cagigal del Rey” que estaba reservada para el suministro de la Marina real.

El collado es conocido como Cajiga de Ruigómez, y cerca está Tablao, recuerdos his-

tóricos. Durante la Baja Edad Media los señoríos de abadengo o monásticos de la Alta Edad Media fueron perdiendo poder e influencia en beneficio de los grandes señores laicos. Uno de los más conocidos y poderosos de estos fue el de los Manrique, que tenía como casa solariega los torreones góticos de Cartes. Uno de ellos García Fernández Manrique, había obtenido en 1429, por su matrimonio con la hija de Leonor de la Vega, Aldonza de Castañeda, hermana del marqués de Santillana, el señorío de Castañeda y de Aguilar de Campoo. Este se extendía a los Valles de Iguña, Rionansa y Val de San Vicente y en 1438 pretendió agregar el Valle de Toranzo sometiéndole por la fuerza para lo que hubo de aplastar una dura resistencia de sus habitantes a los que se impuso, asaltando la torre de Acereda donde se resistían los Villegas y ejecutando al alcalde del Valle, Ruiz Cevallos de Bejorís.

Pero los toranceses se resarcieron apresando al Justicia Mayor del Valle, impuesto por los señores de Castañeda, al que condujeron a las alturas que separan los dos valles y

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allí le colgaron de un roble para que sirviera de aviso: Cajiga de Ruigómez. Los habitan-tes de estos valles aun comentan que el topónimo Tablao procede de este mismo hecho.

Desde lo alto, desciende una cambera entre el arbolado, lo atravesamos, lo disfrutamos y desde él bajamos hacia el pueblo (330 m. 12 km.).

Este paisaje conserva en los prados rodales de árboles variados (castaños, fresnos, nogales, robles...) y en las separaciones y linderos arbustos (avellanos, espinos, zarzas...) Elementos comunes en este valle de Carriedo, amplio, verde y de suaves pendientes, blan-do y dulce, sin formaciones rocosas.

Estas características se notan en especial entre Aloños y Santibáñez, donde no se han arrasado los árboles y setos vivos en nombre de la productividad absoluta del prado. Si a eso añadimos la casi total ausencia de especies de crecimiento rápido encontramos un paisaje amable producto de la pratificación, no abusiva, que trajo la introducción en Cantabria de la vaca frisona que hoy está siendo sustituida por otras como la limusina. Este tipo de paisaje, que recuerda el bocage francés y le hace más complejo y bello y más rico como refugio y hábitat de insectos, aves, reptiles y pequeños mamíferos.

Pasamos a través de algunas cabañas hasta un pueblo prácticamente desconocido en Cantabria, Aloños, escondido en un recoveco al oeste del valle y apoyado sobre la sierra que separa los de Carriedo y Toranzo. Es uno de tantos pueblos montañeses de antiguas casas adosadas con balcones corridos, dedicado a la ganadería y envuelto en un paisaje de prados y árboles y conservado en su sencillez como testimonio de su cultura y economía.

Al llegar al pueblo nos encontramos la bolera, la Ermita de San Fructuoso y junto a ellos… ¡ la Torca ! Una gran sima cárstica, formada por disolución de la caliza, que agu-jerea parte del valle y que, según la leyenda, fue albergue del santo que en época visigóti-ca recorrió la península fundando monasterios.

Alternativas: Además de las Cuevas Prehistóricas del Monte Castillo en Puente Viesgo se puede ver el Museo de las villas pasiegas en La Vega, y merece más la pena visitar en la Casa de la beata, junto a la ermita de Valvanuz (Selaya), el Museo de las amas de cría pasiegas.

Recuerda a aquellas pasiegas que, en el siglo XIX y XX, tras la segunda maternidad y un viaje duro y difícil, con perro para mantener la leche, llegaban a Madrid, a la Plaza de Santa Cruz, a un mercado exposición de amas de cría. No fueron las únicas.

Estas tenían fama de sanas, honradas, jugosas, robustas, cuidadosas y pacientes. Y sirvieron en las casas de la realeza, nobleza y la clase alta.

No vaigas a los madriles, si quieres que yo te quiera.

Pos golverás señorita y yo te quiero pasiega.

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Bárcena de Pié de Concha - Bárcena de Pié de Concha por

Camino Real y Calzada Romana ♣

10 de enero de 2009 4ª salida

Bárcena Itinerario: Bárcena de Pié de Concha Camino Real Ventorrillo Pes-quera, Somaconcha Calzada Romana Media Concha B.P. de C. Distancia aproximada: 14 km

"A veces, Daniel, El Mochuelo, pensaba que su padre, el cura y el maestro, tenían razón, que su valle era como una olla independiente, absolutamente aislada del exterior. Y, sin embargo, no era así, el valle tenía su cordón umbilical, un do-ble cordón umbilical, mejor dicho, que le vitalizaba al mismo tiempo que le ma-leaba: la vía férrea y la carretera, ambas vías atravesaban el valle de sur a norte, provenían de la parda y reseca llanura de Castilla y buscaban la llanura azul del mar. Constituían, pues, el enlace de dos inmensos mundos contrapuestos.

En su trayecto por el valle, la vía, la carretera y el río -- que se unía a ellas después de lanzarse en un frenesí de rápidos y torrentes desde lo alto del Pico Rando - se entrecruzaban una y mil veces, creando una inquieta topografía de puentes, túneles, pasos a nivel y viaductos."

Visión literaria del valle se puede encontrar en la novela "El camino" 1950 de Miguel Delibes, descendiente de un ingeniero de ferrocarriles que trabajó en el trazado de la vía férrea que veremos.

Podemos comenzar nuestro recorrido, la subida, en el tramo que se conser-

va del antiguo "Camino Real", que se basó en un proyecto del ingeniero Sebastián

Rodolphe. Su ejecución fue aprobada en 1748 y corrió a cargo de los maestros de

obra Marcos de Vierna e Hilario Alfonso de Jorganes. El tramo que discurre en-

tre Santander y Reinosa fue concluido en 1753 y supuso la apertura de, entre

otras, la llamada ‘ruta de las harinas’ que produjo el despegue comercial de San-

tander y la zona Reinosa y su entorno inmediato. En 1787, el Real Consulado de

Santander se hizo cargo de este trayecto. Sobre este camino se levantó ya en el

siglo XX la N-611. ♣ Notas por gentileza de Miguel Cavia

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Esta carretera fue construida para la exportación de lanas, vinos y harinas de Castilla y pasa por las Hoces de Bárcena, el tajo que el río Besaya ha tallado en las areniscas del Triásico.

La historia del Camino real comienza a mediados del llamado Siglo de las Luces. Su construcción formaba parte de uno de los tres proyectos fundamenta-les de un plan del Marqués de la Ensenada y su ministro Patiño (P. Rábago) para la mejora de las comunicaciones interiores como clave para la recuperación econó-mica de la España de su tiempo. Fue uno de los intentos de la Ilustración española para sacar a la nación de su secular decadencia.

El primero de los proyectos era superar el obstáculo de la Cordillera Can-tábrica para hacer posible el tráfico de carretas entre Castilla y el mar: carre-tera de Reinosa a Santander, El segundo era atravesar el Sistema Central por el puerto de Guadarrama: carretera de El Espinar, Segovia. El tercero consis-tía en enlazar por medio de un sistema de canales navegables Reinosa con El Espinar: El canal de Castilla.

La apertura del puerto de Santander al comercio con América activó el trasiego de harinas, ya tradicional, y de productos coloniales por este Camino de Reinosa o de Castilla. La carretera se construyó en 1749. En 1753, año de su apertura, Santander tenía 2.000 habitantes de Santander de los que a 30.202 en el censo de 1860. También Torrelavega, Reinosa y otros pueblos próximos al Camino prosperaron de forma espectacular. En 1820 se arregló la Carretera de Reinosa.

De la importancia del Camino Real da fe el Diccionario de Madoz (1845-1850) que en la información referida a Reinosa, precisa "gran parte de los mora-dores se dedican al acarreo de los vinos de Nava del Rey y su tierra, Toro, la Ri-bera de Aranda y Rioja, pero particularmente y en mayor proporción, a conducir trigos y harinas de Castilla la Vieja y Alar del Rey, en donde concluye el ramo Norte perteneciente al Canal de Castilla, cuyos frutos, en su mayor parte, hacen escala en Reinosa, para ser luego trasladados a los puertos de Requejada y San-tander retornando de ese último puerto géneros coloniales para las diferentes provincias de Castilla la Vieja".

La carretería

El transporte entre el puerto y el Canal de Castilla se hacía en carros o a lomos de mula. El tráfico era intenso y diario. Disminuía agosto, cuando los carre-teros se dedicaban a segar y recoger la yerba en sus pueblos, o durante las fuertes nevadas del invierno. En este recorrido, 122,4 km., una pareja de bueyes tudancos empleaba 66 horas.

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¡Habías de haber visto aquello! Tóo el camino de Alar a Santander lleno de carros, enraberaos, sin hueco pa pasar de láu a láu...Según entrabas en la carre-tera, tomabas la derecha para dir a Castilla y, según ibas andando, veías venir carros cargaos, sin que dejaras de verlos en tóo el camino: y detrás de ti, otra fila tan larga de vacíos, que iban a cargar como tú. ¡ Puño, aquello era la gloria !.

Duque y Merino, "El último carretero".

Por él andaban carreteros y trajinantes de esta región y también de algu-nas próximas. Los tipos de carro eran variados. La mayoría usaba rodal de madera y llanta postiza. Cargaban hasta 140 arrobas (1.600 kg.) Los toldos se enceraban para impermeabilizarles y a los ejes se les untaba de jabón para que no chirria-sen.

..y hala pallá ¡ cutres!, con la pareja enmantá, el eje bien enjabonao por la calentaera, pa que no cantara, porque si allega a cantar, multaban los camineros..., multaban ¡ajo! multaban..., y con mucha cuenta y razón ¡cutres! que a cantar cá carro de aquella senfinidá de ellos, cosa juera de no poderse vivir en los vecinda-rios transeúntes... ¡ Santísimo Cristo de mi padre, cómo estaba aquel camino real por aquellos entonces de la pompa de la carretría!

José María Pereda. "Cutres"

Además de las harinas, vinos y productos castellanos y coloniales carga-ban mineral en San Martín de la Arena (Suances) o Requejada para las ferrerías de Santiurde, Pesquera, Portolín y Bustasur, junto al Ebro en Montesclaros.

Tras unos cinco kilómetros de subida por el Camino y un kilómetro y medio por el arcén, sin tráfico gracias a la apertura de la autovía, de la carretera na-cional 611, se llega a El Ventorrillo, significativo nombre, en este tramo se pue-den por el río restos de presas y molinos o fabricas.

Cuando en el siglo XVIII se abrió el Camino Real (1752), y se liberalizó (1776) el comercio con Ultramar a través del puerto de Santander - lo que ter-minó con el monopolio que hasta entonces tenían los puertos de Sevilla y Cádiz- se produjo aquí un aumento espectacular de la actividad económica y del tráfico carretero. Sobre la carretera se construyeron las ferrerías y fábricas de harina de Santiurde y Pesquera y ventas y tabernas como la de El Ventorrillo (Junto a Pesquera)

En estas ventas y tabernas se servía de comer y beber. En 12 de leguas había 34 tabernas y junto a las ventas había portalones, largos edificios de pie-dra donde se soltaba el ganado para descansar.

Carretero que te vas,/ carretero que te vienes;/ siempre la misma carre-ta,/ siempre delante de bueyes. / Carretero que te vas,/ carretero que te vienes.

(Canción campurriana )

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La estratégica situación de este valle, la energía de sus ríos y del carbón vegetal de sus montes facilitaron la instalación de ferrerías y molinos harineros. Estos crecieron en importancia al abrirse, en el siglo XVIII el citado camino de Castilla, por el que se transportaba la harina.

Los molinos son conocidos desde el comienzo de las sociedades agrícolas. Los primeros eran rudimentarios y movidos a mano, poco más que dos piedras que se frotaban, como aún se ve en algunas sociedades africanas menos evolucio-nadas. En Grecia y Roma ya se emplearon molinos de muelas de piedras con fuer-za humana o animal y fue en la Edad Media cuando se extendió el empleo de la energía hidráulica en los molinos. Al menos en Cosgaya ya existía uno en el año 827. Aquella tecnología se ha conservado invariable hasta hace bien poco.

Estuvieron muy extendidos por toda la región. Generalmente eran peque-ñas instalaciones sobre regatos y arroyos que solo funcionaban cuando el caudal era suficiente, un par de meses al año. Su emplazamiento, en casi todos los nú-cleos rurales estaba justificado por la dispersión de la población, la dificultad de las comunicaciones y la falta de recursos y capital. Cada uno, generalmente, solo atendía a un núcleo rural y molía el cereal que se producía en su terrazgo.

Había molinos de propiedad concejil pero lo habitual era que fueran de propiedad privada. Esta solía estar dividida por días de molienda. La renta se pa-gaba en especie, era una parte de la maquila (un maquilero era un cuarto de cele-mín castellano) y la cobraba el molinero por su trabajo.

Vengo de moler morena / de los molinos de arriba, / dormí con la molinera, / no me cobró la maquila

(Copla popular )

Algunos funcionaron hasta tiempos recientes o aun funcionan. Usaban una fuente de energía limpia y barata: la del agua. Eran, además, un lugar de encuen-tro, en ellos se reunían los vecinos. En las esperas de la vez se hablaba, se criti-caba, se contaba, se cantaba, se convivía...

La noche del molino está llena de mentiras, mientras la rueda hace la hari-na del grano nuevo. Retiembla el suelo de tabla, amarillento: La cítola parece el latido de los segundos. -- el agua se oye abajo, como hoja caída del castañal grande pisada por rebaños que van corriendo...

Mentiras de la noche del molino al son del río y de la tarabilla, mientras se espera la vez de la molienda.

Afuera, el aire caliente del otoño va pintando oros en los nogales de la le-ra...

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Mentiras de nutrias verdes, de mirlos amarillos; de águilas que se llevaron por el cielo allá a unas pastoras pulidas; de guindos que florecían en la época de la nieve; de raposas rubias que guardaban los aseladeros; de lodos azules que eran muy amigos de los mastines; de huesos de calandrios que curaban la malaria; de abadejos que escondían corales...

Unos labios de niño sonríen amable estupor.

Cree a la mentira, verdad de otros años, verdad de tiempos de cuando la honda de David, de cuando los sacos de trigo de los hermanos de José.

Mentiras de vientos que rompieron picos de colina, torres, castillos; de cá-rabos que tenían los siete colores; de doncellas que se fueron a vivir a las estre-llas; de niñas que encontraron abarcas de oro; de yerbas que curan las penas; de rebecos blancos; de gallos revoladores como palomas; de la noche en que se vie-ron tres lunas; de la malva que alivia el remordimiento, el mal desear, las ganas de venganza...

Cara de pascuas de moza que tiene ganas de querer, sentada en el escalón que va a la rueda, cree verdades de siempre las mentiras de la noche corta del molino.

Mentiras guapas de mozos que anduvieron leguas de nieve y de tiniebla por amor; de bodas de pastores y de reinas; de noviazgos largos, castos hasta la muerte...

Mentiras de alondras del color de las flores del espino; de piedras verdes que curan la impaciencia y el recelo; de yerbas que abren todos los candados; de corzos que enseñan el camino a los que se extravían en el monte; de robles que se abren para guarecer de los vendavales, de los lobos, de la noche mala, a los cami-nantes; de palomos que vencieron a los azores...

La cítola sigue contando el tiempo de la noche del molino. Entre la verdad lenta de la rueda, entre la verdad amarilla de la harina, del caz, de los cedazos, la mentira sigue hablando de centenos sembrados por el diablo, de mijos, de lino...

Manuel Llano Monteazor

Aquellos molinos y ferrerías dieron vida al Camino de Castilla, a sus fá-bricas de harina, a la industria molinera y a la textil que fue notable en estos valles. Algunos se transformaron en ferrerías o martinetes (en Los Corrales fueron el antecedente de las "Forjas de Buelna" de las que deriva la actual indus-tria automovilística), algunas ferrerías pasaron a ser fábricas de harinas que lue-go desaparecieron (caso de las de Santiurde y Lantueno), otros se trocaron en "fabricas de luz" o pequeñas centrales hidroeléctricas o desaparecieron con el

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abandono y las riadas. En todo caso fueron el germen de toda la industria insta-lada hoy en el "Corredor del Besaya", desde Torrelavega a Reinosa.

Estos molinos tuvieron una clara influencia, a lo largo de muchos años, en las costumbres, tradiciones orales, el folclore... la cultura de nuestra Región. En cambio hoy les tenemos prácticamente olvidados Es tiempo de conservar, rehabi-litar y estudiar nuestros viejos molinos y todo lo que fueron y representaron. Lo mismo que las ferrerías, los carros, el ferrocarril, sus herramientas, sus méto-dos de trabajo, su entorno..., los astilleros, las minas o cualquier otra instalación industrial, artesana, agrícola, ganadera o de cualquier tipo, junto con sus útiles y aperos, sus técnicas y sus costumbres forman parte de nuestro Patrimonio cul-tural e Histórico colectivo y es necesario que nos demos cuenta todos de su im-portancia e interés para que los escasos y meritorios intentos de conservación y restauración se generalicen y sean objetivo común de personas e instituciones.

Tal vez por esto en Pesquera, a un kilómetro de El Ventorrillo se está

construyendo, despacio, un centro de interpretación del Camino de las harinas y allí también se localizan un área de Interpretación de la Calzada. (una serie de siete paneles) y un Arboretum dedicado a la conservación de la flora autóctona.

La incidencia de esta carretera en el valle fue decisiva. En 1752 se pusie-ron en marcha la ferrerías de Santiurde (30 carboneros y 1500 carros para traer carbón) y El Gorgollón. Las dos estaban en la orilla del Besaya y los bos-ques de los que se obtenía el carbón vegetal eran, naturalmente, los de Aguayo en los que se produjo un incremento extraordinario del carboneo. Esta fue, al menos durante los dos últimos siglos, una de las ocupaciones peculiares de los vecinos de Aguayo. En Santa María el oficio más practicado por los vecinos era el de carbonero.

En Santiurde hacen garrotes/ En Aguayo hacen carbón/ En Rioseco las al-barcas. / Pesquera lleva la flor.

(Canción popular)

En torno a las ferrerías los carboneros, leñadores, carreteros... (Normal-mente eran los mismos campesinos de la zona) formaban un entramado de traba-jos auxiliares, una especie de organización preindustrial.

Al final del siglo XVIII se distribuían entre todos los valles de nuestra región hasta 26 ferrerías además de otras instalaciones menores (martinetes, fraguas...). Entre ellas las de Santiurde y Pesquera, las de Guriezo y los altos hornos de Liérganes y La Cavada fueron las más importantes.

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En 1865 el hierro de las ferrerías no podía competir con el de producción industrial y las mismas se transformaron en fábricas de harinas. Desde entonces el carboneo en Aguayo quedó sólo para abastecer el pequeño consumo doméstico. Su producción fue descendiendo hasta desaparecer a mediados de este siglo. Esta actividad, común en el norte en aquel tiempo, fue una de las causas de la desaparición no sólo de los bosques de Aguayo sino de los de gran parte de la re-gión, a pesar de que ya entonces se tomaban medidas conservadoras.

Para llegar a Pesquera habremos pasado por debajo de la vía del tren, cer-

ca de la estación.

Este se proyectó en 1844 entre Alar del Rey (Palencia) y Santander, con el fin de unir "El Canal de Castilla" con el puerto de Santander y facilitar la salida ferroviaria de Castilla al Cantábrico para llevar los trigos castellanos a competir en los mercados ingleses.

Vino a sustituir al lento transporte de los carros. Durante los primeros años los carreteros se negaron a ver lo que era evidente, no creyeron que la téc-nica venciese a la naturaleza, sobre todo en el tramo de las "hoces", como acabó ocurriendo. Durante la construcción de la vía hubo roces y enfrentamientos entre carreteros y constructores del ferrocarril. Al final venció el ferrocarril, acabó con la carretería y transformó la forma tradicional de vida de los pueblos que recorre. Los caminos se vaciaron y los portalones y tabernas acabaron desapare-ciendo.

El 22 de 0ctubre de 1858 llegó a Santander el primer tren cargado con mil arrobas de harina de Castilla molida en los molinos de la cuenca del Besaya. La apertura de dos tramos del ferrocarril de Alar a Santander (Alar - Reinosa y Los Corrales - Santander) dio un gran impulso al tráfico por el Canal de Castilla pero posteriormente fue la causa de que el perdiera su rentabilidad como vía de transporte.

Hasta 1866 no se puso en servicio el tramo completo desde Alar a Santan-

der debido a las dificultades orográficas del mismo, sobre todo el tramo de Bár-cena a Reinosa que fue el último en terminarse y en el que llegaron a trabajar 1100 hombres a la vez.

Por aquí pasa también la recién construida autopista hacia la meseta que veremos en algunos tramos en nuestro recorrido de Pesquera a Bárcena. (Se en-trecruzaban una y mil veces, creando una inquieta topografía de puentes, túneles, pasos a nivel y viaductos."),

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Dejamos Pesquera subiendo a Somaconcha. Otra vez el topónimo dándo-nos pistas y es que desde la época romana se conserva entre los pueblos de So-maconcha, Mediaconcha y Pie de Concha un tramo de calzada que discurre por un área montañosa, cubierta por formaciones boscosas autóctonas (robledales, castaños, hayedos). Empieza a una altura de 710 metros, cerca de un paraje co-nocido como Peña del Cuervo, y desciende a 348 metros oscilando su anchura en-tre los 3 y los 4,1 metros y una longitud de 3.875 metros. El firme está formado por grandes losas que delimitan las partes externas entre las cuales se colocan lajas de menor tamaño.

Su construcción se remonta a las "Guerras Cántabras" (29-19 antes de Cristo). Perteneció a la vía que unía León ( Legio VII ) con Suances ( Portus Blen-dium ) y Santander ( Portus Victoriae Juliobrigensium ), pasando por Herrera de Pisuerga ( Pisoraca ) y Retortillo ( Julióbriga ).

La guerra de Roma contra los cántabros constituyó el último episodio de la conquista de la Península. Una vez finalizada se inició el proceso de "romaniza-ción", tardía y escasa, cuyos aspectos destacables fueron: la creación de ciuda-des con una organización política distinta a la existencia de comunidades gentili-cias que caracterizaban, hasta entonces, a la organización autóctona (Julióbriga, Portus Blendium, Portus Victoriae...); la inserción del territorio en el convento jurídico de Clunia de la provincia Tarraconensis y el desarrollo del comercio.

Cantabria importaba productos alimenticios, el trigo, cerámicas y enseres personales y, según Estrabón, exportaba jamones de bellota y caballos, proba-blemente del tipo de los asturcones. Pero la mayor riqueza de la región estaba en las minas de hierro (Peñacabarga), que se embarcaría en algún puerto al sur de la bahía, plomo, en forma de galena, y blenda de Reocín y Comillas, que se exporta-ría a través de Suances (Portus Blendium) y San Vicente (Portus Vereasueca). También se cita la sal procedente casi con seguridad de Cabezón.

Toda esta actividad necesitó el desarrollo de vías de comunicación, en tor-no a las cuales, surgieron los principales municipios. Estas calzadas cumplieron varias funciones: una militar, facilitaron el paso de las legiones; otra comercial, unieron Cantabria a la Meseta y sirvieron para romanizar y divulgar la cultura latina.

Durante el Imperio romano, acabada la campaña militar, la calzada se em-pleó para fines comerciales y administrativos y continuó siendo la principal vía de comunicación con la meseta (Por aquí pasó Carlos V en 1522 camino de la corte) hasta la realización del Camino real. Por aquí, se transportaron los productos castellanos y ultramarinos en ambas direcciones y más tarde las tropas de Napo-león utilizaron este mismo camino para llegar a la costa.

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En contraste con la calzada, en la cercana autovía, tal vez se pueda ver el viaducto de Montabliz, el más alto de España.

Como importante vía de paso, el valle, estuvo muy poblado y despertó en la Edad Media el interés de los condes castellanos. En él se conserva la antigua, y visible, torre de Cobejo que probablemente sirvió para controlar el transito que transcurría por la calzada romana. Curiosamente, la torre, carecía de puerta por lo que la entrada en la misma se haría por un subterráneo.

El valle de Iguña tiene unos rasgos geológicos peculiares, diferentes a los de los demás valles de la región. Está formado por dos bloques levantados de areniscas rojas triásicas y entrambos bloques están las arcillas violáceas del triásico superior erosionadas por el Besaya para formar el valle que vemos a nuestros pies. Un tajo del mismo río en las areniscas triásicas forma las Hoces de Bárcena y el Torina otra garganta de las mismas características por debajo del embalse de Alsa.

Su numerosa población explica la abundancia de construcciones religiosas que se encuentran en él. Entre ellas el antiguo monasterio románico del siglo XII de San Facundo y San Primitivo en Silió y en Bárcena de Pie de Concha una iglesia románica de los siglos XI y XII, con una sola nave y ábside semicircular.

En Santa Cruz de Iguña nació Leonardo Torres Quevedo (1852 - 1936) Ingeniero de Caminos y Matemático. Que inventó el telekino, un robot dirigido a distancia por medio de ondas; la maquina algebraica, capaz de resolver ecuacio-nes y raíces imaginarias; el ajedrecista mecánico y un trasbordador funicular de 580 m en las cataratas del Niágara. Se le tiene por precursor de la Automática y la Informática.

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MAPA de la ruta

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Villaescusa de las Torres, Las Tuerces, Villaescusa♣

14 de febrero de 2009 5ª salida

Itinerario: Villaescusa de las Torres Las Tuerces Gama Villaescu-sa

Los pies ya no sirven, en ninguna parte, dentro de ese mundo que hemos dado en llamar civilizado, para desplazarnos, sino para acelerar y des-embragar. Como diría González Ruano, el hombre del siglo XX ha perdido la alegría de andar. Malgasta así, no sólo las riquezas naturales comunes, sino dinero y salud.

Más, ¿qué importancia tiene esto - se me argumentará - frente al tiempo que se gana? Y yo me pregunto: ¿de veras gana algo con tales apremios el hombre contemporáneo? ¿No será más exacto afirmar que la mecanización le ha desquiciado? ¿No resulta obvio que el hombre protegido por unos crista-les y una chapa de hierro, con un pedal en el pie derecho capaz de impulsarle a cien kilómetros a la hora, se torna duro, insolidario, hermético y agresivo?

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Pero el hombre, nos guste o no, tiene sus raíces en la Naturaleza y al desarraigarlo con el señuelo de la técnica, lo hemos despojado de su esencia.

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Hemos matado la cultura campesina pero no la hemos sustituido por nada, al menos, por nada noble.

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Y la destrucción de la Naturaleza no es solamente física, sino una destrucción de su significado para el hombre, una verdadera amputación espi-ritual y vital de éste. Al hombre, ciertamente, se le arrebata la pureza del aire y del agua, pero también se le amputa el lenguaje, y el paisaje en que transcu-rre su vida, lleno de referencias personales y de su comunidad, es convertido en un paisaje impersonalizado e insignificante.

Miguel Delibes Discurso de ingreso en la Academia 1975

♣ Notas por gentileza de Miguel Cavia

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La montaña palentina es una comarca en buen estado de conservación tal vez gracias a la intensa despoblación sufrida años atrás.

Nuestro recorrido está situado al sur de Aguilar de Campoo, hay que des-viarse por el pueblo de Valoria de Aguilar hacia Villaescusa de las Torres, y allí, sobre una hoz del río Pisuerga que la separa del castro de Cildá, se encuentra Las Tuerces, una de las conocidas Loras asentadas en el norte de las provincias de Burgos y Palencia. Esta considerada Monumento Natural.

Es un cerro de cima plana al que se sube fácilmente, apenas doscientos metros de desnivel, desde Villaescusa de las Torres. Tras ese pequeño esfuerzo al llegar a su parte alta descubrimos un paisaje espectacular, comparado a la Ciu-dad encantada.

Es una meseta caliza en la que la alternancia de capas duras y blandas de sus estratos horizontales ha hecho que la erosión diferencial produzca un típico paisaje de aspecto ruiniforme.

Mientras recorremos y admiramos el laberinto rocoso de caprichosas for-maciones semejantes a setas, ojos, torres,…también podemos contemplar la am-plitud del campo castellano y, mas cerca, a nuestros pies el cañón de la Hora-dada, por el que discurre el Pisuerga y el que aprovecha el ferrocarril. Al otro lado cercano el Monte Cildá donde se encontraba la antigua capital cántabra de y donde se desarrolló, al parecer, una cruel batalla. Aun se pueden ver en ella restos de muralla. Se puede llegar por Olleros de Pisuerga donde por cierto se encuentra también una curiosa ermita rupestre de la época bajo medieval.

Entre las piedras calizas, se da un microclima que favorece la presencia de una flora bastante interesante, entre ella diferentes variedades de orquídeas silvestres.

Después se puede continuar recorriendo todo el alto del páramo entre sus bosques y pinares de repoblación, que redujeron la flora original de quejigos y encinas, hasta llegar a los restos del castillo de Gama y junto a ellos una pequeña ermita.

Es este un excelente mirador desde el que vemos: a lo lejos, la parte pa-lentina de la Cordillera cantábrica, Fuentes Carrionas, el Espigüete, Curavacas, Valdecebollas y la sierra de Hijar; mas cercana la villa de Aguilar de Campoo y su pantano y al pie el pequeño pueblo de Gama con su bella iglesia románica, admira-ble por su portada y capiteles, hacia el que descenderemos.

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En nuestro regreso hasta Villaescusa podemos ver en las faldas de Las Tuerces unos cortados de gran belleza y verticalidad, que son aprovechados por los escaladores a modo de campo de prácticas y escuela.

En esta parte de Castilla tan bien conservada ambientalmente tenemos además un amplio recorrido histórico. Desde los vestigios del Paleolítico y Edad del Bronce hallados en las diferentes cuevas de las Tuerces y la Horadada, pa-sando por los numerosos ejemplos de arte románico de la zona en Aguilar.

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Puertos de Sejos♣

9 de mayo de 2009 8ª salida

Puertos de Sejos Itinerario: Venta de Tajahierro Refugio del Campanario Los Cantos de la Borrica La Canal del Infierno El Pozo del Amo La Jaya Cruzá Longitud aproximada: 16 km.

Saliendo de La venta de Tajahierro (1200m), cerca del Alto de Palombera, se va ascendiendo suavemente y recorriendo, entre prados y bosques, las tierras altas donde crecen escóbales, abedulares, serbales, con vistas a un bosque autóc-tono de robles y hayas entre las que vive una variada fauna de buitres leonados, ciervos, corzos, jabalíes, zorros, lobos, algún oso y algunos cantaderos de urogallo por lo que constituye la reserva de caza de "Saja" , uno de los espacios naturales más valiosos del norte.

Tras unos kilómetros (nueve) llegamos al punto mas alto de nuestro recorrido el Refugio del Campanario,( 1500m) en el centro de los Puertos de Sejos. Mas adelante y, ya mas bajo, están Los cantos de la borrica, y por encima de ellos, en el collado, la “Piedra Jincá”, un menhir, posiblemente de la Edad del Bronce. Es uno de los ciento cincuenta monumentos prehistóricos levantados proba-blemente con fines rituales o funerarios. La mayoría de los ahora conocidos han si-do descubiertos o excavados a partir de los años ochenta. Antes de esa fecha sólo se sabía de la existencia de algunos en las zonas de pastos de alta montaña de Lié-bana o Campoo, en cambio gran parte de los hallados posteriormente se localizan en zonas de media montaña, colindantes con el País Vasco, donde también se en-cuentran bastantes. Levantados con posterioridad al Paleolítico (economía recolectora) constitu-yen las primeras manifestaciones de un tipo de economía de tipo Neolítico. Cultura ganadera y productora, de origen atlántico, que aparece a finales del IV milenio an-tes de Cristo. Esta forma de vida pecuaria estaba, y está, vinculada a los pastos de los puertos de montaña de Liébana, Campoo, Valdeolea, Sejos, Cabuérniga, Toran-zo. En este entorno de montes y bosques se fue desarrollando a lo largo de la historia un modo de vida recolector y ganadero que ha llegado hasta hoy. La gana-dería, preferentemente vacuno, ha sido una constante histórica de los habitantes de los valles de la cordillera y aunque no existen más que leves huellas e intuiciones se puede afirmar que de esta forma se aprovechaba y organizaba el espacio en esta región ya unos dos mil años antes de Cristo. Por entonces los pastores, probablemente mediante el fuego, despejaron el monte de bosque y de matorrales e introdujeron en las zonas altas la pradera her-bácea que hoy conocemos y que sirve de pastizal para sus rebaños: la braña.

♣ Notas por gentileza de Miguel Cavia

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Otros pastores posteriores añadieron entre acebos, espinos y hayas un refugio para sus ganados: los seles que se extendieron por estos montes, siendo hoy uno de los topónimos más abundantes en ellos. Más adelante los vaqueros introdujeron un re-fugio artificial y austero para su protección: la cabaña. Estos pastores y sus ganados emigraban según las estaciones desde los pas-tos de invierno de las costas y zonas bajas, por los valles y siguiendo el meridia-no, a los pastos altos de verano. Cuando llegó la primavera, subieron las cabañas a los puertos con sus pasto-res y con sus mastines. El hierro candente de la marcadura abrasó la carne de las reses derribadas en la campa; cogió el sarruján la miserable jatera; colocáronse las afiladas carranclas en el cuellazo del mastín; asió el vaquero su porra y silbó el be-cerrero la señal de partida y la cabaña inició el éxodo a las sierras lejanas... ¡ Brañas de la Cardosa, puertos de Palombera, encrucijadas y laberintos de Sejos, cumbre de la Lobezna, canal de la Fuentona, seles apacibles de los puertos, montes nemorosos, riberas sombrías [...]!

Manuel Llano

El uso de los pastos dio lugar a constantes conflictos, con el fin de evitarlos, ya en 1497 se estableció una concordia entre los valles para la ordenar el aprove-chamiento de estos montes. Según ella los campurrianos aprovechaban los pastos en tiempos de nieves y los cabuérnigos durante los veranos. Obligaba, entre otras cosas, a que cada pueblo llevara su vaquero, pastor, mastín y semental. Pero el uso compartido de los pastizales siguió creando pleitos y disputas de forma que en 1743 se estableció la Mancomunidad de Pastos Campoo - Cabuérniga formada por los ayuntamientos de la Hermandad de Campoo de Suso, Cabuérniga, Ruente y Los Tojos que aun hoy se mantiene viva y... ¡conflictiva!

En sus terrenos se alimentaban y alimentan sobre todo vacas tudancas, vacas pequeñas de capa gris, que se adaptan bien al pastoreo extensivo y que sirven también para el trabajo, el tiro, el laboreo y hoy sobre todo para la carne. Las crías de esta ganadería se destinaban a la venta en Castilla o en el resto de la región.

Dejamos Los Cantos de la Borrica y siguiendo el cauce del joven río Saja,

que atraviesa parajes espectaculares como el desfiladero de La Canal del Infierno y lugares boscosos, angostos y frescos, como el Pozo del Amo, llegamos a la carre-tera del puerto del Palombera en la Jaya Cruzá, (600 m), unos cuatro kilómetros más arriba del pueblo de Saja, tras unos 16 Km. de andadura.

Por esta carretera descendemos, en coche, por La Costanilla y la Cueva del

Poyú, hasta Saja, sito en las estribaciones del monte del mismo nombre y pertene-ciente al municipio de Los Tojos, junto con Bárcena Mayor, Los Tojos, Colsa y Co-rrepoco y mas adelante al centro del Valle de Cabuérniga Por este mismo camino al llegar el otoño los ganados bajan de los puertos a los pueblos.

Allí por San Miguel bajaron las "cabañas" de los puertos. "Rezongaron" los

campanos en el camino real, galanas y flamantes las colleras, alborozados los pas-tores, contentas las gentes. Toñín, el rollizo "sarruján", al hombro la "jate-ra"(“parrilla" y masera, cuencos y tarreñas) respingaba carretera adelante entre los críos del lugar, descalzos y destocados, con las blusas grises.

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El vaquero, un hombrecillo cenceño de encrespadas melenas, que sabe de los ocios de las cumbres y en los seles, a la vera de la choza de terrones, muestra en el enjuto rostro la pícara vanidad que le retoza en el espíritu. No ha habido "despeña-duras" en los castros; ni extravíos en las frondas sin caminos; ni "salenguanas" mor-tificantes; ni desgarraduras en las carnes de las bestias.

Contoneábase el fornido becerrero empuñando la descomunal "porra" de ave-

llano labrada y curtida en las brañas de Sejos, al socaire de las peñas agrietadas o a la sombra apacible de los abedulares y de los robledales.

"El romance de los cascabeles" Manuel Llano Las primeras culturas de esta zona hasta la llegada de los romanos debieron tener un carácter eminentemente forestal. El bosque era su entorno natural y su fuente de recursos. Los alimentos de calidad eran escasos y por eso debían ser obje-to de rapiña en sus incursiones hacia la meseta. Estos pueblos se dedicaban a la recolección y la ganadería de cabras y ovejas. “Los habitantes de la montaña son sobrios...comen fundamentalmente carne de cabrón (aunque...) en las tres cuartas partes del año los montañeses no se nutren sino de bellotas que, secas y trituradas, se muelen para hacer pan..." Practicaban la caza de osos y lobos con carácter pre-ventivo y bebían una bebida similar a la sidra. De bosque obtenían también la made-ra que les servía de combustible y de materia prima para sus herramientas y manu-facturas. Los herederos culturales de estos, los cántabros históricos, practicaron la misma actividad. Eran pueblos pastores organizados en grandes grupos sociales y tenemos, ahora sí, indicios fehacientes de su presencia en las dos vertientes de la cordillera. Cabe sospechar que sus conflictos con los vacceos se debieron al choque de intereses entre estos pueblos de la llanura que se estaban iniciando en la agricul-tura y en el reparto de tierras y se sentían perjudicados por los desplazamientos estacionales de los pastores cántabros. Uno más de los enfrentamientos históricos entre pueblos pastores y agricultores. Los cántabros, astures, vascones no eran una organización etnológica, no había tribus solo gentilitas- familias. En las zonas menos romanizadas, los pueblos eran nómadas a través de los valles en busca de los pastos. Abrían claros en los bosques (seles) por medio de la roza y en ellos plantaban cereales. Vivían rodeados del bosque y las creencias germánicas se combinaban con las romanas de forma que el culto a determinados bosques, árboles (tejos, robles), aguas o montes sopor-taba bastante bien el paso del tiempo y se iba arraigando en el subconsciente co-lectivo.

La escasa romanización no suprimió las instituciones indígenas, ni la organi-

zación de la comunidad, ni la propiedad común e indivisible de la tierra, ni el sis-tema matrilineal de los pueblos del norte.

El campesinado surgió de la descomposición de las comunidades gentilicias anteriores, al replegarse los hispanogodos del sur empujados por la presión de los árabes. Estos se fueron asentando gradualmente y con ellos llegó la Cristianización que no se completó hasta muy avanzada la Edad Media. Con ellos llegó la propie-dad privada característica del derecho romano. Las formas de propiedad fueron al-ternando entre las tendencias comunales o privadas según que las influencias do-minantes fueran godas o romanas. Así cuando la tendencia privatizadora del derecho romano disminuye se cas-tiga severamente el robo de la madera y los incendios. "Si algún omne aieno, ó árbo-les de qual manera quier, préndalo el iuez é fagal dar C azotes, é faga emienda de

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lo que quemó, cuemo asmaren omnes buenos. E si el siervo lo fizo sin voluntad de so sennor, reciba C é L azotes, hy el sennor faga emienda por él, si quisiere (...) dé el siervo por el danna" "Fuero Juzgo" s.VII.

La región se fue poblando a lo largo de los valles, sobre los fondos o laderas abajo en sus proximidades. La mayoría de los pueblos y aldeas se fueron asentando en lugares que no ocuparan los escasos terrenos cultivables (Terrazgos) durante los siglos IX y XI. La disposición era lineal, en caseríos concentrados, pero no compac-tos, con huertos, llosas, cortes, o corros, entre las casas. En la Edad Media se dio alguna disposición que hizo construir las casas adosadas formando calles. Los case-ríos dispersos que hoy encontramos, salvo los de las tierras pasiegas, proceden del siglo XIX y XX.

Este proceso fue lento y se desarrolló hasta el siglo XII. Fueron apareciendo unidades familiares más reducidas relacionadas dentro de las comunidades. La familia va asociada a la propiedad privada y la comunidad vecinal con los terrenos comunes. Los montes, los terrenos comunales, se otorgaron al conjunto de los ve-cinos, cabezas de familia, y las tierras cultivables de forma individual a cada uno de los vecinos mediante el trabajo.

La debilidad de las comunidades hace que busquen la defensa de sus propie-

dades en los monasterios y los señores. Estos a cambio exigen rentas por la protec-ción y se pasa a una propiedad condicional que trae consigo el pago en especies (yantar).... y como consecuencia el control político y administrativo, por eso a las aldeas se las delimitó claramente para pagar rentas y tributos al estamento privile-giado que poseía las tierras y el ganado. Bárcena Mayor perteneció a Santa María de Yermo y en el siglo XII Alfonso VIII la entregó al Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos)

Durante la Edad Media se confirma la existencia de la ganadería de forma

constante. Aparecen comunidades pastoriles y ganaderas sólidas, se sabe de sus brañas, seles y cabañas y que las emigraciones estacionales desde la Costa hacia Castilla constituían la esencia de su actividad. Aparecen los privilegios de pastos que los monasterios (Oña y Covarrubias) y los nobles detentan y disfrutan. Las es-pecies de los rebaños son varias pero predomina la de vacuno y se conoce la exis-tencia de subproductos: queso y mantequilla, "caisos y butiros".

Sin excepciones el monte es la parte más extensa del término aldeano y a él se

refieren los capítulos más importantes de las determinaciones de las ordenanzas y lo que no se refiere al monte se refiere a la aldea y el terrazgo de los valles pero trata de materias que afectan al uso pastoril durante los meses de invierno, como la autorización a los ganados para que entren en las mieses del pueblo a pastar: la derrota.

Al crecer la población se agrupa en barrios. Cada aldea tenía su concejo me-

nor (unidad económica) y los valles su concejo mayor (unidad administrativa).

Esta organización por valles, que era común a toda la vertiente atlántica, fue propiciada por la nobleza rural y los grandes monasterios pues era la mejor forma de dominar y controlar al campesinado. Tenía carácter contractual, el estamento privilegiado tenía el poder y cobraba las rentas en especie y el campesino apenas subsistía. La Iglesia favoreció la propiedad privada en su beneficio y mediante el matrimonio favoreció la transmisión de la propiedad a través de las generaciones. A partir de la Edad Media se fueron ocupando y privatizando los terrazgos próximos. Estos eran pequeños debido a la elevada población relativa y sus dimen-

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siones impedían el barbecho. Estos terrazgos estaban formados por: los huertos, junto a las casas; los prados, en terrenos húmedos junto a los ríos cercados por murrios de piedra o setos y el terrazgo cerealista (año y vez) mieres o mieses, barbecho y rastrojo, pastos, todos a la vez, organización común. Las tierras de labor se abonaban con el estiércol que se recogía de las cua-dras, invernales y caminos, mezclándolo con los helechos, rozados en las helgueras, la seroja de los bosques y dejándolo descomponerse para conseguir un composto. Una vez recogida la cosecha las mieses se derrotaban, se abrían a los ganados, que habían regresado de los puertos de verano, para que estos aprovecharan los rastro-jos. El cultivo más extendido fue el cereal. En los pueblos bajos sobre todo escan-da y mijo, con los que se hacía el pan, y el trigo que dado su bajo rendimiento, se mantuvo hasta el XIX como forma de pago a los propietarios que lo apreciaban más que a los primeros. En los pueblos altos se cultivaba la cebada y el centeno. Era una economía mixta de autoconsumo y en parte monetarizada para el pago de cargas exigidas por el rey o los señores. Con los cereales las verduras y hortalizas, sobre todo berzas, algunos fruta-les, también castaños nogales, manzanos y algunos viñedos que se cultivaban aleja-dos de las mieses, en zonas abancaladas de las laderas y en emparrados altos para evitar la humedad. Estos producían un chacolí de baja calidad. También se cultivaba el lino (Linares) para telas y lienzos. El maíz se introdujo, en zonas bajas, durante el siglo XVII, procedente de América y gracias a sus altos rendimientos se extendió con rapidez. Su forma de cultivo transformó las formas y tiempos de la agricultura tradicional. Con él llegó la alubia que trepaba por sus cañas. Más adelante en el siglo XIX, también de América, llegó la patata que al comienzo era vista con desagrado. Los prados se fueron extendiendo desde las mieses a las faldas de los mon-tes y los claros de los bosques de forma que al llegar al XIX ya eran las superficies más extensas. La recolección, la caza, la pesca, el acarreo, la elaboración de aperos y los trabajos temporales constituían también las labores de los campesinos. Acudimos de nuevo a M. Llano Bieldos y rastrillos para las mieses castellanas. Bieldos y rastrillos de haya de los montes de Brañaflor. Aquí se hacen los aperos para los trigales. Después de la-brados se doran al fuego en las corraladas. Golpes de azuela y de hacha en los trozos de madera. Del leño van saliendo los aperos de beldar en las eras, al soplo de los vientos; las horcas que revuelven las espigas, mientras pasa y torna a pasar la recia tabla del trillo, con púas de piedra... Montones de bieldos, de horcas, de palas para gavillas en el ancho portal del tío Santos, el muñidor. Sus hijos [...] van labrando los aperos de Castilla que luego transportarán en los carros de pértiga, a la ciudad de Campoo... Estas comunidades de pastores y vaqueros que han habitado nuestra región a lo largo de siglos nos han dejado una densa y completa cultura material e inmaterial basada en la práctica de la ganadería extensiva y este valle de Cabuérniga dada su

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situación geográfica, su historia, sus formas de vida, su arquitectura, su folclore y sus costumbres es una buena síntesis de ella y muy representativo de “La Monta-ña”. De hecho cuando te hallas en Campoo y dices que vas a Cabuérniga, los pro-pios campurrianos te dicen que vas a la montaña: en efecto, vas o vienes a o de La Montaña, intramontes, Cabuérniga, La Montaña por antonomasia, el camino fora-montano por excelencia.

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