resumen de las principales conclusiones del estudio: “los...
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Resumen de las Principales Conclusiones del Estudio: “Los Dilemas de la Delincuencia Juvenil en Uruguay”
Setiembre 2012
Medición y diagnóstico La inseguridad es la principal preocupación de los uruguayos. En los últimos quince
años, los delitos totales se han duplicado, en tanto que las rapiñas, que involucran el uso
de la violencia física contra las personas, han aumentado de manera exponencial
multiplicándose por cuatro. En este contexto, el número de rapiñas cometidas por
adolescentes creció tres veces más que lo que lo hicieron las rapiñas cometidas por
adultos y el 40 por ciento de las rapiñas son hoy cometidas por adolescentes.
De acuerdo al estudio realizado, cuatro factores han sido los principales determinantes
del incremento de la delincuencia juvenil en Uruguay en los últimos 15 años. En primer
lugar, el fracaso del sistema educativo en los contextos socioeconómicos desfavorables
—que redujo significativamente el retorno de las actividades legales relativo al retorno
de las actividades delictivas, que crecieron de forma sustancial con el boom
económico— explica un 35 por ciento del crecimiento observado. En segundo lugar, la
aprobación del Código de la Niñez y la Adolescencia en 2004 —que redujo la
probabilidad que enfrentan los adolescentes de ser juzgados y las penas una vez
condenados— explica otro 30 por ciento del incremento observado. En tercer lugar, el
incremento dramático en las fugas del SIRPA-INAU —que redujo aún más las penas
efectivas— contribuyó a explicar un 10 por ciento del crecimiento en la delincuencia
juvenil en Uruguay. Finalmente, la epidemia de pasta base —que redujo el horizonte
temporal en la toma de decisiones de un subgrupo de adolescentes y aumentó su
propensión a asumir riesgos— explica otro 10 por ciento del crecimiento observado de
la delincuencia juvenil en nuestro país.
Por lo tanto, los delitos cometidos por adolescentes se han triplicado en nuestro país no
solo porque el beneficio asociado al delito creció muy por encima del retorno de las
actividades legales, sino también porque el costo asociado a las actividades delictivas ha
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desaparecido prácticamente por completo. Con una probabilidad de aprehensión del
orden del 10 por ciento y, una vez detenido, con un probabilidad del 40 por ciento de
de ser liberado antes siquiera de iniciar el proceso judicial, el adolescente se enfrenta a
una probabilidad efectiva de captura de tan solo 6 por ciento. En otras palabras, a tan
solo 6 de cada 100 adolescentes que cometen delitos graves se les inicia un proceso
judicial. A su vez, a aquellos pocos que son aprehendidos, juzgados y condenados, el
Código de la Niñez y la Adolescencia les redujo las penas a la mitad. Más aún, entre
aquellos adolescentes infractores que son aprehendidos, juzgados y condenados con
penas privativas de libertad, la tasa de escape de los hogares de internación llegó a ser
del 40 por ciento. En definitiva, hemos llegado a un grado de permisibilidad casi total
con los delitos graves cometidos por los adolescentes, en donde el riesgo de que tengan
que cumplir alguna sanción ha desaparecido casi por completo. Y peor aún, este
bajísimo riesgo que perciben los adolescentes de ser sancionados termina
definitivamente por desaparecer una vez que se encuentran bajo los efectos de la droga.
Sin embargo, contrario a la percepción generalizada, el estudio muestra que el
fenómeno de la pasta base está lejos de ser la causa principal del incremento en la
delincuencia juvenil en nuestro país. Si bien hemos identificado a la incidencia de la
pasta base entre los adolescentes como uno de los factores que explica el incremento en
la delincuencia juvenil, no es el factor fundamental. Factores como el fracaso educativo
en los contextos desfavorables y la casi desaparición del riesgo de tener que asumir
algún costo asociado al delito, son mucho más relevantes para explicar el incremento
observado en la delincuencia juvenil.
¿Cómo combatir el problema de la delincuencia juvenil? Del diagnóstico anterior surgen algunas recomendaciones obvias para enfrentar el
problema de la delincuencia juvenil en nuestro país. En este sentido, tanto la
eliminación de las fugas de los hogares del SIRPA-INAU, como el combate de la pasta
base serían medidas que, sin duda, contribuirían a reducir la delincuencia juvenil.
Sin embargo, la forma más efectiva de reducir la delincuencia juvenil en Uruguay es a
través de una mejora significativa de la calidad educativa, muy especialmente en los
contextos socioeconómicos desfavorables. Una mayor formación mejoraría la inserción
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laboral, elevaría los ingresos de las actividades legales y de esta forma, induciría a los
adolescentes a elegir incorporarse al trabajo formal o a continuar con los estudios. Para
que sea generalizada, esta reforma podría llevar mucho tiempo ya que el país se
encuentra en franco retroceso en materia de rendimiento educativo, especialmente en los
contextos socioeconómicos desfavorables.
En el combate contra la delincuencia juvenil, incrementar la probabilidad de
aprehensión y la certeza de las penas es más efectivo que aumentar la dureza de las
sanciones una vez que el adolescente infractor ha sido detenido y juzgado. Sanciones
severas con baja probabilidad de concreción —ya sea por una baja probabilidad de
aprehensión o porque una vez aprehendidos son automáticamente liberados sin que se
inicie un proceso judicial— son percibidas como lejanas por adolescentes que, en
general (y más aún bajo los efectos de la droga), subvalúan las consecuencias futuras de
sus actos y están dispuestos a asumir más riesgos que el resto de la población. Por lo
tanto, resulta clave profesionalizar a la policía y brindarle las herramientas necesarias
para aumentar la probabilidad de aprehensión. También resulta clave asegurarnos que
los adolescentes, una vez detenidos por la policía, sean efectivamente trasladados al
juzgado y no dejados inmediatamente en libertad sin dar inicio al proceso judicial, como
en muchos casos termina sucediendo hoy.
El aumento en la severidad de las penas también contribuye a reducir la delincuencia
juvenil, pero solo si viene acompañado de una rehabilitación efectiva de los
adolescentes internados. En el caso de que esto no ocurra, el remedio podría ser peor
que la enfermedad.
Hay varias formas de introducir sanciones más severas a los adolescentes infractores
que cometieron delitos graves. Entre ellas hay dos alternativas que están siendo
discutidas en nuestro país: por un lado, aumentar las penas previstas en el Código de la
Niñez y la Adolescencia, y por el otro, imponerle las penas previstas en el Código Penal
a un subgrupo de adolescentes infractores de 16 y 17 años —más conocido como bajar
la edad de imputabilidad. En ambos casos en consideración, el aumento de las penas
sería una medida efectiva para reducir la delincuencia juvenil. Sin embargo, el efecto
disuasorio de penas más duras podría volverse contraproducente si los castigos más
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severos no vienen acompañados de una efectiva rehabilitación de los adolescentes
detenidos.
El hecho de que el estudio haya identificado al hogar Ituzaingó como el único hogar del
SIRPA-INAU en donde se intenta de forma sistemática mejorar las posibilidades de
inserción laboral futura de los adolescentes internados, deja en evidencia la dificultad
que tiene nuestro país para rehabilitar a los adolescentes infractores. No existe una
receta segura para la rehabilitación. Lo que sí es seguro es que la esperanza de una
efectiva rehabilitación va a ser mayor si durante el periodo de internación los
adolescentes tienen la posibilidad de recibir educación, practicar deportes, aprender
oficios y tener disciplina de trabajo. Esto es justamente lo que hoy sucede, de forma
silenciosa, todos los días, en el hogar Ituzaingó de la Colonia Berro. Sin embargo, lo
que debería ser la regla, es la excepción.
El aumento de las penas a adolescentes infractores —ya sea a través de la reforma del
Código de la Niñez y la Adolescencia o a través de la baja en la edad de imputabilidad
penal— para ser efectiva debe ser acompañada de una reforma integral del sistema de
rehabilitación. La propuesta en consideración para el plebiscito de octubre de 2014 tiene
incorporada la creación de un Servicio Descentralizado dedicado exclusivamente a la
internación y rehabilitación de los delincuentes menores de dieciocho años. Sacar de la
órbita del INAU a la rehabilitación de los adolescentes infractores es una medida que va
en la dirección correcta y es crítica para lograr los objetivos deseados. Si bien los
antecedentes de nuestro país no son particularmente promisorios en materia de
rehabilitación, existen ejemplos concretos que muestran que la rehabilitación sí es
posible.
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LOS DILEMAS DE LA DELINCUENCIA JUVENIL EN URUGUAY1
Ignacio Munyo2
CERES
Setiembre de 2012
Motivación La inseguridad es la principal preocupación de los uruguayos. Según encuestas de opinión
pública, 9 de cada 10 uruguayos están insatisfechos con los niveles actuales de seguridad
pública. Si bien la percepción de inseguridad se encuentra todavía levemente por debajo del
promedio latinoamericano, uno de cada tres uruguayos se siente inseguro en su barrio. De
hecho, Uruguay ya supera los niveles promedios de criminalidad y violencia de América Latina:
21 por ciento de los uruguayos han sido víctimas de actos delictivos durante el 2010, por encima
del 19 por ciento observado en promedio en América Latina —la región del mundo con
mayores niveles de criminalidad y violencia.3,4
Esta convergencia de nuestro país a los promedios latinoamericanos de criminalidad y
violencia se produjo en los últimos 15 años. En este período, mientras que las denuncias por
todo tipo de delito (por cada 100 mil habitantes) se duplicaron, las denuncias de rapiñas se
multiplicaron por cuatro—incrementando así la participación de la violencia en los delitos
totales.5 Estas tendencias se han exacerbado marcadamente a partir de 2005 ya que las
denuncias de rapiñas se duplicaron en los últimos 6 años.
En este contexto, existe una marcada divergencia entre la evolución de los delitos
cometidos por adultos y los delitos cometidos por adolescentes.6 Mientras que los procesos
judiciales iniciados en sede penal se duplicaron, los iniciados en sede adolescente se
multiplicaron por tres. Esta divergencia es aún más pronunciada para el caso de las rapiñas: en
los últimos 15 años el aumento en las rapiñas cometidas por adolescentes fue tres veces superior
1 Los resultados presentados en este trabajo están basados en Munyo (2012): “The Juvenile Crime Dilemma.” 2 El autor agradece los valiosos comentarios de Santiago García Da Rosa, Rafael Guntin, Alejandro Lagomarsino, Sebastián Strauss, Ernesto Talvi, Ramón Talvi. Conversaciones con Daniel Sayagués-Laso y Gustavo Zubía fueron esenciales para comprender los aspectos legales de la delincuencia juvenil. Visitas a los juzgados contribuyeron en gran medida con la investigación. Finalmente, el autor agradece a Jorge Muñoz, quien no solo nos permitió ingresar a la Colonia Berro sino que nos abrió las puertas del hogar Ituzaingó para poder conocer en persona los detalles de su funcionamiento. 3 Ver Barómetro Iberoamericano (2011) y Latin American Public Opinion Project - LAPOP (2010). 4 Con un promedio de 22 homicidios por cada 100 mil habitantes, América Latina supera los registros del África Sub-Sahariana y se encuentra muy por encima del resto de las regiones del mundo. América Latina —en donde vive menos del 10 por ciento de la población mundial— fue el escenario de más del 30 por ciento de los homicidios cometidos en el mundo durante el 2010. 5 La rapiña es un delito contra la propiedad (apropiarse de la propiedad de otra persona con intención de retenerla) que incluye el uso de violencia o amenaza de uso de violencia, mientras que el hurto es un delito contra la propiedad sin uso de violencia. 6 De acuerdo al Artículo 1 del Código de la Niñez y la Adolescencia (Ley 17823), se entiende por adolescente a todo ser humano mayor de trece y menor de dieciocho años de edad.
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al aumento en las rapiñas cometidas por adultos. En 2010, los menores de entre 13 y 17 años de
edad representaban aproximadamente 8 por ciento de la población total, pero fueron
responsables de más del 15 por ciento de los delitos totales, del 26 por ciento de los homicidios
y de más del 40 por ciento del total de las rapiñas cometidas en el país.7 Estas tendencias han
despertado una gran preocupación en nuestro país y se ha reflejado en un fuerte debate público
que ha llegado hasta el punto de precipitar un plebiscito para resolver cómo debemos tratar a los
adolescentes que cometen delitos graves. 8
Estas preocupaciones son globales. De acuerdo a las Naciones Unidas, la delincuencia
juvenil está en expansión en virtualmente todos los países del mundo. Nuestras mismas
preocupaciones se hacen eco, por ejemplo, en Estados Unidos en donde existe un durísimo
debate de si trasladar a los adolescentes infractores a los juzgados de adultos o si mantenerlos
dentro de la jurisdicción adolescente. En Japón, en el año 2001, se produjo una reforma legal
con un incremento sustantivo en las penas a los adolescentes infractores. Sin ir tan lejos, en
Argentina hace un par de años se discutió fuertemente la edad de imputabilidad de los
adolescentes infractores.
Marco de análisis
Existen múltiples determinantes de la delincuencia juvenil.9 Por ejemplo, el ser varón es un fiel
indicador de una mayor propensión a cometer delitos; el contexto familiar también ejerce una
influencia relevante ya que una errática disciplina parental, la falta de adecuada supervisión y el
rechazo maternal están fuertemente vinculados con la participación futura en actividades
delictivas. A partir de Becker (1968), la decisión de incurrir en actividades delictivas también es
analizada desde una perspectiva racional. Este enfoque socioeconómico —que es aplicado de
forma sistemática a cualquier tipo de actividad desarrollada por los seres humanos— consiste en
asumir que las personas que actúan en un determinado contexto social e institucional evalúan
los costos y beneficios de sus decisiones y actúan en consecuencia.
Desde este punto de vista, el incremento de la delincuencia juvenil observado en
Uruguay podría ser considerado como una respuesta racional de los adolescentes ante cambios
en los incentivos que afectan la decisión de incurrir en actividades delictivas. De esta forma, la
dinámica subyacente en las decisiones tomadas por los adolescentes funcionaría de acuerdo al
esquema presentado a continuación.
7 Dado que las rapiñas son el principal motor del incremento del crimen en Uruguay y el hecho de que en casi la mitad de las rapiñas participan menores, atacar la delincuencia juvenil tendría impactos sustantivos en la mejora del nivel de la seguridad ciudadana en Uruguay. 8 En todo el análisis presentado en este documento al referirnos a delincuencia juvenil estamos haciendo alusión a delitos graves. 9 Ver Levitt y Lochner (2000).
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Un Dilema RecurrenteUn Dilema Recurrente
Habilidades para Trabajar (t)
Habilidades para Delinquir (d)
Condena (c)Detención
(p)
Actividades Legales
Actividades Delictivas
Retorno de Cada Actividad
Botín (b)
Salario (w)
Consecuencias
Trabajar(t)
HabilidadesDelinquir
(d)
Escape (e)
Adolescente(t,d)
Imaginemos, por un instante, que los adolescentes que tienen determinadas habilidades
para trabajar (t) y para delinquir (d) se enfrentan recurrentemente al dilema de comprometerse
con actividades legales —como trabajar o estudiar— o de incursionar en actividades delictivas.
Si el adolescente opta por trabajar, entonces recibiría como contrapartida un salario (w)
que será mayor en la medida que el individuo tenga más formación y por lo tanto mayor
capacidad para desempeñarse en el ámbito laboral. Este salario potencial —que depende del
nivel de educación— resume el efecto de múltiples factores sociales —como la desigualdad y la
marginalidad—que afectan sustancialmente la calidad de la educación que recibe el adolescente.
Por su parte, si el adolescente decidiera incursionar en actividades delictivas, la
contrapartida que recibiría sería muy diferente si fuera capturado o no por la policía. Por lo
tanto, una variable clave es la probabilidad efectiva de detención (p). Si el adolescente logra
evitar ser aprehendido, entonces se apropiaría del beneficio de las actividades delictivas, el botín
(b), cuya magnitud va a depender de sus destrezas y habilidades para delinquir. En caso de ser
atrapado por la policía y derivado al juzgado, el adolescente debería cumplir la condena (c) en
un establecimiento de reclusión —siempre y cuando no pueda ingeniárselas para escapar. De
esta forma, la probabilidad de escape (e) también resulta ser una variable relevante.
¿Cuáles son entonces los costos y beneficios asociados a cada alternativa de este
dilema? Por un lado, los adolescentes tienen limitadas oportunidades y bajos ingresos en el
mercado laboral. De hecho, el desempleo de los jóvenes duplica al desempleo promedio de toda
la población, y los ingresos que perciben son casi la mitad que los del trabajador promedio. Si
optaran por estudiar, existe evidencia de que los beneficios esperados de permanecer en el
sistema educativo público son muy bajos. De hecho, investigaciones recientes realizadas por la
Facultad de Ciencias Sociales concluyen que la educación secundaria en contextos
8
socioeconómicos desfavorables no es una inversión rentable ya que no se traduce en mayores
ingresos laborales futuros.10 Este fenómeno podría hasta racionalizar el hecho de que más del
15 por ciento de los menores de entre 13 y 17 años de edad se encuentra fuera del sistema
educativo en nuestro país. Por otro lado, la combinación de una muy baja probabilidad de
detención por parte de la policía con una muy reducida condena efectiva —puntos sobre los que
vamos a profundizar más adelante— hace que las actividades delictivas se vuelvan atractivas.
A su vez, las decisiones presentes tomadas por los adolescentes dejan secuelas que
afectan las decisiones futuras y son difíciles de revertir en etapas posteriores de la vida. Las
decisiones no son gratuitas ya que afectan las habilidades para trabajar (t) y las habilidades para
delinquir (d) y por ende el retorno de las actividades legales y las actividades delictivas. En
otras palabras, en cada decisión tomada, el adolescente va a estar afectando los incentivos que
afectan la decisión siguiente.
Si el adolescente optara por las actividades legales, sus habilidades para trabajar se
incrementarían al acumular experiencia laboral, mientras que sus habilidades para delinquir se
podrían deteriorar (o al menos no mejorarían) por falta de práctica. Por su parte, si el
adolescente incurriere en actividades delictivas y no fuera detenido por la policía, sus destrezas
para delinquir se incrementarían dada la experiencia adquirida en este tipo de actividades,
mientras que se deteriorarían (o al menos se mantendrían constantes) sus habilidades para
trabajar, por estar al margen del mercado laboral. Finalmente, si el adolescente optara por las
actividades delictivas y fuera capturado por la policía, entonces sufriría un deterioro de la
percepción de sus habilidades para trabajar, como consecuencia del estigma con el que el
mercado de trabajo generalmente castiga a las personas que han tenido conflictos con la ley. En
este caso, las destrezas del adolescente para delinquir podrían incrementarse, dado que muchas
veces los centros de reclusión se transforman en verdaderas “escuelas del crimen”.11
Estas inercias son las que explican, en parte, porqué existen carreras delictivas y porqué
el adolescente encausado en el estudio o en el trabajo es mucho menos propenso a delinquir
cuando se enfrenta al mismo botín y a la misma sanción potencial que otro adolescente que no
estudia ni trabaja.
Fue necesario desarrollar un complejo modelo matemático para poder considerar la
interacción de todos los factores incorporados en la dinámica anterior —que muchas veces
operan en direcciones opuestas— y así computar el efecto final sobre los incentivos que afectan
el comportamiento de los adolescentes.12 Por ejemplo, si la convivencia en hogares del INAU
facilita la adquisición de habilidades para delinquir, o si el pasaje por estos centros reduce
significativamente los potenciales retornos futuros en actividades legales como consecuencia del
estigma que impone la sociedad, entonces castigar de forma más severa a los adolescentes —a 10 Ver Patrón (2011). 11 La evidencia empírica sugiere que en el entorno social de los centros de reclusión de menores se trasmiten habilidades para delinquir (Bayer at al. 2009; DeLisi et al. 2011). 12 Ver Munyo (2012) para un desarrollo detallado del modelo.
9
través de períodos de privación de libertad más extensos— en lugar de disuadirlos a no cometer
delitos, podría incrementar los incentivos para que incursionen en actividades delictivas.
Para que el modelo sea funcional a nuestros objetivos, se lo debe adaptar a la realidad
uruguaya para que refleje las características esenciales de nuestro país. Para ello, es necesario
estimar los valores de las variables que afectan los costos y beneficios de las actividades legales
y delictivas. Variables claves como la probabilidad de detención por parte de la policía, la
probabilidad de ser juzgado una vez detenido por la policía, la probabilidad de escape de los
centros de internación y la duración de la condena; todas tienen la peculiaridad de que cambian
sustancialmente con la mayoría de edad.
La probabilidad de aprehensión —medida como el porcentaje de delitos cometidos que
son resueltos por la policía— asciende al 10 por ciento, tanto para adolescentes como para
mayores de edad. Sin embargo, la probabilidad que se inicie un proceso judicial una vez que el
sospechoso es detenido es muy diferente. Cada vez que un adolescente es capturado, desde la
comisaría se comunican con el juez de turno, y es el juez quien resuelve si el acto denunciado
exige o no iniciar un proceso judicial. Muchas veces, el juez resuelve automáticamente dejar al
adolescente en libertad. Esto hace que la probabilidad efectiva de detención (p) difiera
significativamente para adolescentes y adultos. Por su parte, la probabilidad de escape (e)
también difiere sustancialmente entre adolescentes y adultos. Mientras que es prácticamente
nula para los mayores —0,4 por ciento si consideramos el total de fugas de los establecimientos
penitenciarios relativo a la población privada de libertad—, para los adolescentes la
probabilidad de fuga es significativa —en el año 2010 ascendió a 38 por ciento. Finalmente, la
duración promedio de las condenas (c) que efectivamente cumplen los adultos y los
adolescentes también es muy diferente. En promedio, para todo tipo de delito, un adulto se
enfrenta a una condena potencial de permanecer recluido durante 15 meses, mientras que un
adolescente se enfrenta a un potencial de privación de libertad de tan solo 3 meses.13
Un modelo como el anterior es una abstracción de la realidad que deviene
inevitablemente en una simplificación. Sin embargo, la calidad del modelo deber ser juzgada
por su capacidad explicativa de la realidad. Por ende, vamos a testear la capacidad del modelo
para predecir la evolución reciente de la delincuencia juvenil en Uruguay. De esta forma, si el
modelo permite predecirla satisfactoriamente, podremos luego utilizarlo para evaluar la eficacia
potencial de políticas alternativas para combatir el problema de la delincuencia juvenil.
13 Estas cifras se encuentran en línea con la regla implícita utilizada por los jueces, quienes usualmente aplican a los menores un sexto de las penas que le corresponderían, por el mismo delito, si fueran adultos.
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¿Por qué aumentó la delincuencia juvenil en los últimos años?
Para responder a esta pregunta vamos a realizar el siguiente ejercicio. Como punto de partida
consideramos el nivel de delincuencia juvenil observado en 1997 y vamos a dejar que el modelo
prediga cuál debería haber sido el incremento en la delincuencia juvenil consistente con los
cambios económicos, sociales e institucionales observados en nuestro país entre 1997 y 2010.
En otras palabras, el modelo estima cómo hubieran reaccionado los adolescentes si evaluaran
consistentemente los nuevos costos y beneficios de sus actos. Finalmente, vamos a comparar las
predicciones del modelo con los datos efectivamente observados, que registran que los delitos
cometidos por adolescentes se multiplicaron por 3 en los últimos 15 años en nuestro país.
El rezago salarial relativo al botín
Tanto los salarios como el ingreso per cápita se redujeron drásticamente en Uruguay durante la
crisis 1998-2002, y ambos iniciaron una fuerte escalada a partir del 2003. Sin embargo, mientras
que en 2010 el ingreso real per cápita ya se encontraba 34 por ciento por encima del nivel de
1997, los salarios reales estaban tan sólo un 12 por ciento por encima de los niveles registrados
previo a la crisis.14 Esto produjo un rezago salarial relativo a la evolución del nivel de riqueza
del entorno del 20 por ciento. Al afectar el retorno de las actividades legales y las delictivas,
este factor no debe pasar desapercibido al analizar la evolución de la criminalidad en nuestro
país.
¿Cuál es el botín de las actividades delictivas en nuestro país? Según información sobre
denuncias en las seccionales de policía de Montevideo entre 2002 y 2010, en el 26 por ciento de
los delitos contra la propiedad el objeto robado es dinero, en el 22 por ciento artículos
electrónicos, en el 7 por ciento ropa y accesorios, en el 6 por ciento automóviles, en el 5 por
ciento joyas y en el 34 por ciento restante de los casos otro tipo de bienes materiales. Es
frecuente en la literatura suponer que el botín asociado al delito evoluciona con la riqueza de las
personas.15 A medida que el ingreso crece también lo hace el valor del objeto de los delitos
contra la propiedad.
¿Qué factores influyeron para que el salario evolucionara por debajo del botín? La baja
calidad de la educación, fundamentalmente en el sistema público en donde es educada el 80 por
ciento de la población, no solo ha reducido la capacidad promedio de la mano de obra sino que
ha dejado a una proporción relevante de jóvenes con niveles de formación que les impiden
insertarse en la economía formal y por ende deben emplearse en el sector informal, en donde los
salarios son generalmente muy bajos. Esto se ha traducido en que las actividades legales se 14 Este se debe a que si bien la tasa de crecimiento observada entre 2003 y 2010 fue similar en los salarios reales y el ingreso real per cápita, los salarios reales se habían contraído 23 por ciento en la crisis y el ingreso real per cápita un 12 por ciento. 15 Ver, por ejemplo, Ehrlich (1996).
11
vuelvan muy poco rentables para un segmento muy relevante de la población adolescente.
De esta forma, los beneficios económicos asociados a las actividades delictivas
aumentaron más que la recompensa percibida por el trabajo legal. Una vez que incorporamos la
dinámica observada en el retorno de las actividades legales (w) y el botín de las actividades
delictivas (b), el modelo predice un aumento de la delincuencia juvenil que explica un tercio de
la variación observada desde 1997.16 La razón es muy simple: las actividades delictivas se
volvieron más rentables que las actividades legales como consecuencia de la brecha observada
en la evolución de los retornos de cada actividad. La crisis del sistema educativo —que no es
algo nuevo en nuestro país— tiene responsabilidad directa en el incremento de la delincuencia
juvenil.
Este fenómeno de rezago salarial relativo al botín no implica un cambio de incentivos
exclusivo para los menores de 18 años. Para los que ya son mayores de edad la actividad
delictiva también se hizo más atractiva. De hecho, el modelo permite predecir con precisión el
incremento en los delitos cometidos por adultos. En su versión adaptada para analizar el
comportamiento adulto, el modelo predice de forma casi exacta el crecimiento en los delitos
cometidos por adultos entre 1997 y 2010.
La correlación entre delincuencia y botín relativo se observa también a nivel
internacional. Si consideramos la muestra de todos los países emergentes, se puede ver con
claridad que existe una fuerte relación directa entre crecimientos del botín por encima de los
ingresos de las actividades legales —que medimos como la diferencia entre la evolución de la
riqueza y los salarios— y aumentos de los niveles de criminalidad.17
El Código de la Niñez y la Adolescencia
El segundo factor clave a analizar para entender la reciente evolución de la delincuencia juvenil
en nuestro país es la aprobación del Código de la Niñez y la Adolescencia (Ley 17.823) en
setiembre de 2004. En particular, medidas como la despenalización de la tentativa y la
complicidad en el delito de hurto y el hecho de que los jueces no deban considerar los
agravantes en los delitos cometidos por adolescentes, redujeron —de acuerdo a estimaciones de
especialistas en la materia— en un 50 por ciento la duración promedio de las medidas cautelares
privativas de libertad —es decir, el tiempo que los adolescentes infractores deben permanecer
en los centros de reclusión.18 Además, el Código de la Niñez y la Adolescencia le dio a los
jueces la potestad de decidir si iniciar o no un procedimiento judicial cada vez que son
16 Ver Munyo (2012) por los detalles de la metodología de cálculo de este resultado y los siguientes. 17 De forma de hacer posible la comparación internacional, el incremento en la criminalidad lo medimos como la variación en el número de homicidios por cada 100,000 habitantes. 18 Desde la aprobación del Código de la Niñez y la Adolescencia hasta la ley aprobada a mediados de 2011 (ley 18.777) si la policía detenía a un adolescente en un intento de hurto que finalmente no se consumó, el juez estaba obligado a dejarlo en libertad sin tomarle declaración en la sede judicial. La normativa aprobada en 2011 aclara que ningún juez podrá internar en el INAU a un adolescente por una tentativa de hurto.
12
notificados por la policía. De hecho, en promedio, los jueces deciden no iniciar un proceso
judicial —y por ende dejar automáticamente en libertad— a cerca del 40 por ciento de los
adolescentes detenidos en la comisaría.
Todos estos cambios que se produjeron como consecuencia de la aprobación del Código
de la Niñez y la Adolescencia, redujeron a la mitad las penas que enfrentan los adolescentes
infractores (c) y redujeron de 10 a 6 por ciento la probabilidad efectiva de aprehensión (p). De
acuerdo al modelo, este cambio de incentivos explica cerca de un tercio del incremento en la
delincuencia juvenil desde 1997. Si a esta sustancial reducción de las penas efectivas la
consideramos conjuntamente con el efecto del rezago salarial relativo al botín de las actividades
delictivas, el modelo es capaz de explicar dos tercios de la variación observada en la
delincuencia juvenil entre 1997 y 2010.
Las fugas del INAU
Un tercer factor relevante para explicar la evolución de la delincuencia juvenil en el Uruguay
son los escapes de los establecimientos de internación de adolescentes infractores. De acuerdo a
datos oficiales y estimaciones de expertos en la materia, la probabilidad de fuga de los hogares
del INAU creció desde niveles cercanos al 10 por ciento en 1997 hasta niveles del entrono del
40 por ciento en 2010.
El modelo establece que este significativo incremento en la probabilidad de escape (e)
—que genera nuevos incentivos a incurrir en actividades delictivas— explica cerca de un 10 por
ciento del incremento en la delincuencia juvenil. Si consideramos los tres factores
conjuntamente: el incremento del botín por encima del retorno de las actividades legales, la
reducción de las penas efectivas y las fugas, el modelo explica el 75 por ciento del aumento de
la delincuencia juvenil observada en Uruguay desde 1997.
La epidemia de la pasta base
El diagnóstico no estaría completo si no consideráramos el efecto de la pasta base. La incidencia
de la pasta base de cocaína entre los adolescentes uruguayos ha crecido de forma exponencial
desde 2003. Estadísticas oficiales indican que mientras las incautaciones totales de todo tipo de
drogas se multiplicaron por 1,5 entre 2003 y 2010, las incautaciones de pasta base se
multiplicaron por 6,8. Según la Junta Nacional de Drogas, el 10 por ciento de la población
adolescente proveniente de hogares con alta vulnerabilidad social consume pasta base con cierta
frecuencia y la incidencia de pasta base entre los adolescentes internados en centros de reclusión
del INAU es superior al 50 por ciento.
13
Existe evidencia que muestra que las decisiones tomadas por individuos bajo los efectos
de la droga son consistentes con un modelo racional.19 A su vez, estudios experimentales
muestran que el consumo de drogas no solo reduce la capacidad para proyectar hacia el futuro
las consecuencias de las acciones presentes, sino que también incrementa la propensión a asumir
riesgos.20
De esta forma, la epidemia de la pasta base genera una reducción en el horizonte
temporal y en la percepción del riesgo asociado a incurrir en actividades delictivas en los
adolescentes uruguayos. De acuerdo al modelo, el efecto de la pasta base explica un 10 por
ciento del incremento de la delincuencia juvenil observado entre 1997 y 2010. Si bien la pasta
base juega un rol importante en la evolución de la delincuencia juvenil, no es el único factor, ni
el fundamental.
Si consideramos a todos los factores de forma conjunta: la crisis del sistema educativo
que, en parte, trajo como resultado que el retorno de las actividades legales evolucione por
debajo de las ganancias provenientes del delito, una regulación que redujo la probabilidad que
enfrentan los adolescentes de ser juzgados y las penas una vez condenados, un elevado
porcentaje de fugas del INAU, todo en un contexto en donde los adolescentes subestiman las
consecuencias futuras de sus actos y están dispuestos a asumir más riesgos por el efecto de la
pasta base; podemos explicar el 86 por ciento del crecimiento observado en la delincuencia
juvenil en Uruguay a partir de 1997.
Existen múltiples factores que pueden estar explicando el 14 por ciento restante del
incremento en la delincuencia juvenil. Entre ellos, por ejemplo, el factor demográfico. Si
miramos las cifras históricas, vemos que hacia principios de los 90s se consolidó la caída
significativa de la mortalidad infantil que se había iniciado a mediados de los 80s,
fundamentalmente en los segmentos de población pertenecientes a los contextos
socioeconómicos más desfavorables. Si a este efecto demográfico, le agregamos la crisis del
sistema educativo público que no fue capaz de brindarle a esta generación de los 90s las
herramientas necesarias para insertarse en el mercado de trabajo, tenemos hoy una masa
creciente de adolescentes propensos a ser tentados por actividades delictivas.
El modelo que hemos desarrollado —en el que los adolescentes responden de forma
racional a los incrementos observados en los beneficios económicos de las actividades delictivas
y a las reducciones significativas en las penas esperadas—reproduce virtualmente la evolución
de la delincuencia juvenil en Uruguay entre 1997 y 2010.
En otras palabras, los delitos cometidos por adolescentes se han triplicado en nuestro
país no solo porque el beneficio asociado al delito creció muy por encima del retorno de las
actividades legales, sino también porque el costo asociado a las actividades delictivas ha
desaparecido prácticamente por completo. Con una probabilidad de aprehensión del orden del
19 Ver Becker y Mulligan (1997). 20 Ver Bretteville-Jensen (1999), Petry (2003) Coffey et al. (2003), Kirby y Petry (2004) y Blondel et al. (2007).
14
10 por ciento y, una vez detenido, con un probabilidad del 40 por ciento de ser liberado antes
siquiera de iniciar el proceso judicial, el adolescente se enfrenta a una probabilidad efectiva de
captura de tan solo 6 por ciento. Para ser claros, a tan solo 6 de cada 100 adolescentes que
cometen delitos graves se les inicia un proceso judicial. A su vez, a aquellos pocos que son
aprehendidos, juzgados y condenados, el Código de la Niñez y la Adolescencia les redujo las
penas a la mitad. Más aún, entre aquellos adolescentes infractores que son aprehendidos,
juzgados y condenados con penas privativas de libertad, la tasa de escape de los hogares de
internación llegó a ser del 40 por ciento. En definitiva, hemos llegado a un grado de
permisibilidad casi total con los delitos graves cometidos por los adolescentes, en donde el
riesgo de que tengan que cumplir alguna sanción ha desaparecido casi por completo. Y peor
aún, este bajísimo riesgo que perciben los adolescentes de ser sancionados termina
definitivamente por desaparecer una vez que se encuentran bajo los efectos de la droga.
No puede entonces sorprendernos que el año pasado un adolescente juzgado por
homicidio y con antecedentes de varias rapiñas declarara ante el juez “este es mi trabajo” y que
otros declaren que cometen delitos “porque es un bollo, en el barrio todos lo hacen y si te
agarran no pasa nada”. De acuerdo a registros judiciales, más de la mitad de los adolescentes
involucrados en actividades ilegales afirma que la delincuencia es su profesión. El delito es, de
hecho, su medio de vida y no un recurso para satisfacer necesidades básicas de subsistencia.
Tampoco debe sorprendernos observar que en los últimos años una fracción relevante de la
población adolescente de nuestro país se vea propensa a participar en actividades delictivas ya
que existe una conjunción de factores económicos, sociales (desigualdad educativa) e
institucionales (políticas de disuasión, represión y rehabilitación) que han contribuido a generar
los incentivos para que así sea.
¿Cómo enfrentar al problema de la delincuencia juvenil?
Usualmente, adolescentes y adultos en conflicto con la ley son tratados de forma muy diferente.
Los delitos cometidos por adolescentes son generalmente considerados como actos delictivos
dentro de un sistema de justicia juvenil que enfatiza la rehabilitación por sobre el castigo. Los
adolescentes son juzgados por tribunales de adolescentes y una vez condenados son
estrictamente separados de los adultos privados de libertad. Los antecedentes penales de los
adolescentes no se encuentran disponibles para la justicia una vez superada la mayoría de edad.
Investigaciones psicológicas sustentan este tratamiento dual basándose en el argumento de que
si bien los adolescentes ya han alcanzado el pleno desarrollo de su capacidad cognitiva, todavía
se encuentran inmaduros desde el punto de vista psicosocial.21
21 Ver Steinberg (2009).
15
¿Cómo debemos tratar a los adolescentes infractores que cometen delitos graves?
Cientistas sociales, activistas y legisladores debaten las posibles soluciones de este dilema tan
complejo de resolver. Luego de haber presentado y testeado un modelo que tiene un fuerte
poder explicativo de la realidad de nuestro país, vamos a utilizarlo para evaluar el impacto de
medidas alternativas en la lucha contra la delincuencia juvenil. De esta forma, vamos a presentar
una primera cuantificación —no hay antecedentes al respecto— del efecto potencial que las
distintas políticas tendrían sobre la delincuencia juvenil en Uruguay.
Mejorar la calidad de la educación
Existe amplio consenso en que la mejor manera de combatir la delincuencia juvenil es a través
de la educación. Una mayor formación de los adolescentes permitiría aumentar el retorno y así
hacer más atractivas a las actividades legales. De hecho, estudios empíricos recientes
documentan la existencia de una fuerte causalidad negativa entre educación y delincuencia.22
El modelo desarrollado nos permite predecir cuál sería el efecto de una mejora
sustantiva en la educación —con el concomitante incremento en los salarios potenciales— sobre
la reducción en la delincuencia juvenil. De hecho, nuestras estimaciones establecen que si fuera
posible lograr que la calidad educativa en los contextos socioeconómicos desfavorables
convergiera a la observada en los contextos muy favorables, el retorno de las actividades legales
(w) se incrementaría sustancialmente y la delincuencia juvenil se reduciría en el entorno del 40
por ciento. Si como país pudiéramos brindarle a los adolescentes que viven en contextos muy
desfavorables los niveles de formación necesarios para insertarse productivamente en el
mercado de trabajo, las actividades legales se volverían más atractivas para una gran parte de los
que hoy son tentados por las actividades delictivas.
Las mejoras necesarias en los resultados educativos para alcanzar este objetivo lucen
utópicas, por lo menos en el corto plazo. Si comparamos los resultados de insuficiencia
educativa entre contextos socioeconómicos —definido como el umbral de destrezas mínimas
para insertarse productivamente en el mercado de trabajo de acuerdo con las pruebas PISA
(Programme for International Student Assessment) administradas en más de 70 países por la
OECD —vemos que estas diferencias son alarmantes —12 por ciento de fracaso educativo en
los contexto más favorables contra 70 por ciento de fracaso en los desfavorables— y se han
agudizado en los últimos años.
Sin embargo, existen experiencias concretas en nuestro país —en instituciones en donde
fue posible instrumentar un modelo de gestión autónomo y diseñado a la mediada de las
necesidades— que ha logrado cerrar la brecha educativa entre contextos socioeconómicos.
Según mediciones realizadas por CERES, en el Liceo Jubilar Juan Pablo II, los adolescentes de
22 Ver Meghir et al. (2012) y Machin et al. (2012).
16
contextos muy desfavorables obtienen, en tan solo 3 años, los mismos resultados académicos
que los que obtienen los adolescentes de contextos favorables. La buena noticia es que hay un
modelo que está funcionando. La mala noticia es que para su generalización es necesario
procesar cambios sustanciales en un sistema de educación pública que hoy parece estar
paralizado.
Incrementar la probabilidad de aprehensión
La evidencia internacional sugiere que para disuadir a personas con escasa valoración de las
consecuencias futuras de sus actos y baja percepción del riesgo es más efectivo aumentar la
certeza del castigo que la magnitud de las penas una vez que el infractor ha sido detenido.23
Existe amplia evidencia psicológica que sostiene que los adolescentes tienen un menor
horizonte temporal que el resto de la población ya que la preocupación por el futuro y la
habilidad para planificar hacia delante aumentan con la edad.24 Como vimos anteriormente, el
horizonte temporal se reduce todavía más con el consumo de pasta base.
El marco de análisis que hemos desarrollado nos permite cuantificar la eficacia de una
mejora en la eficiencia de la policía en la lucha contra la delincuencia juvenil. Según el modelo,
si fuera posible mejorar los niveles de vigilancia de los hogares cerrados del INAU de forma de
eliminar la probabilidad de escape (e) y aumentar de forma significativa la probabilidad efectiva
de aprehensión (p) para alcanzar niveles del 30 por ciento, la reducción en la delincuencia
juvenil sería superior al 40 por ciento. Sin embargo, una mejora de la probabilidad de
aprehensión de tal magnitud es una tarea sumamente compleja que va mucho más allá del mero
incremento en el número de efectivos policiales.
Imponer sanciones más severas25
Una primera alternativa para imponer penas más duras a los adolescentes infractores es
modificar el régimen adolescente. Esto implica modificar el Código de la Niñez y la
Adolescencia, y asegurar, a través de un efectivo monitoreo, la eliminación definitiva de las
fugas de los hogares del INAU. De acuerdo al modelo, si la probabilidad efectiva de
aprehensión (p) se incrementara del 6 al 10 por ciento —al eliminar la arbitrariedad de los
jueces en la decisión de iniciar o no el proceso judicial—, si la condena promedio (c) se
incrementara de 3 a 6 meses, y se eliminara la probabilidad de escape (e) de los centros de
23 Ver Block y Gerety (1995) y Grogger (1991). 24 Ver, por ejemplo, Nurmi (1991), Green et al. (1994), Green et al. (1996), Green et al. (1999), Steinberg et al. (2009). 25 Al hablar de penas que implican la privación de libertad siempre nos estamos refiriendo a las originadas como consecuencia de delitos graves. Las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing) aprobadas en 1985, establecen que la privación de libertad solo se impondrá en caso de delitos graves.
17
reclusión, se generarían los incentivos necesarios para reducir la delincuencia juvenil en un 36
por ciento.
Alternativamente —tal como se hace en otros países— se podría considerar juzgar a los
adolescentes de entre 16 y 18 años de edad que cometieron delitos graves como si fueran
adultos. Tratar a los adolescentes como adultos implicaría aumentar la probabilidad efectiva de
aprehensión (p) de 6 a 10 por ciento, aplicarle las sanciones estipuladas en el Código Penal: una
condena promedio (c) de 15 meses en cárceles de adultos, en lugar de 3 meses en hogares del
INAU, y eliminar la probabilidad de escape (e) de los centros de reclusión —ya que en las
cárceles de adultos la probabilidad de escape es casi nula mientras que en los centros del INAU
llegó a ser casi 40 por ciento. En este caso, el modelo predice una reducción del 35 por ciento de
la delincuencia juvenil.
Estos resultados son consistentes con la literatura empírica que sugiere que penas más
severas disuaden a potenciales delincuentes juveniles (Levitt 1998; Imai y Krishna 2004; Mocan
y Rees 2005; Oka 2009; Hjalmarsson 2009; Entoff 2011) y contradicen estudios previos que no
encuentran evidencia de tal efecto disuasorio (Singer y McDowall 1988; Jensen y Metsger
1994; Steiner et al. 2006).
Sin embargo, si miramos hacia el futuro, el hipotético caso de aplicarle las penas
establecidas en el Código Penal y encarcelar a los adolescentes en establecimientos de mayores
—lo que implicaría exponerlos a niveles sustancialmente mayores de “escuela del crimen”—
incrementaría las tasas de reincidencia una vez que los adolescentes recuperen la libertad. Este
resultado sugerido por el modelo se encuentra en línea con la evidencia internacional que señala
que juzgar y condenar a los adolescentes infractores como adultos aumenta la probabilidad de
reincidencia (Podkopacz y Feld 1995; Bishop et al. 1996; Fagan 1996; Myers 2003).
El hecho de que en la literatura todavía no exista consenso sobre la efectividad de
introducir penas más severas para reducir la delincuencia juvenil, se explica por los incentivos
contradictorios que se generan. Por un lado, las sanciones severas disuaden a potenciales
delincuentes, pero por otro lado, los adolescentes recluidos generalmente incrementan sus
habilidades para delinquir y padecen grados significativos de estigmatización social que reducen
las posibilidades de una exitosa reinserción laboral. Para evitar estos efectos perversos, medidas
alternativas a la reclusión podrían ser consideradas. Una opción —que de acuerdo a estudios
internacionales ha llegado a reducir la reincidencia hasta en un 40 por ciento— sería la
implantación de pulseras electrónicas de seguimiento. Bajo este sistema, se podría verificar si
los adolescentes infractores están violando una serie de condiciones preestablecidas, tales como
asistir a un establecimiento educativo o al lugar de trabajo mientras cumplen la condena.26
El ejemplo extremo de internar a adolescentes infractores en cárceles de adultos —algo
que no está en consideración en nuestro país, pero que sí se aplica en algunos estados de
26 Ver Di Tella y Schargrodsky (2010).
18
Estados Unidos, por ejemplo— es clave para entender la relevancia de la rehabilitación. Los
efectos disuasorios derivados de sanciones más severas son más que compensados por el
incremento en los incentivos a la reincidencia que se genera como resultado del estigma social y
el desarrollo de habilidades para delinquir en los centros de reclusión. En este sentido, el
análisis sugiere que sin la debida rehabilitación el remedio se podría volver peor que la
enfermedad.
Reflexiones finales
De acuerdo al análisis que hemos realizado, el aumento en la delincuencia juvenil en Uruguay
en los últimos años es compatible con los cambios observados en los incentivos que tienen los
adolescentes para incurrir en actividades delictivas, en detrimento de estudiar o trabajar. Cuatro
factores han sido los principales determinantes. En primer lugar, el fracaso del sistema
educativo en los contextos socioeconómicos desfavorables —que redujo significativamente el
retorno de las actividades legales relativo al retorno de las actividades delictivas, que crecieron
de forma sustancial con el boom económico— explica un 35 por ciento del crecimiento
observado en la delincuencia juvenil en Uruguay. En segundo lugar, la aprobación del Código
de la Niñez y la Adolescencia en 2004 —que redujo la probabilidad que enfrentan los
adolescentes de ser juzgados y las penas una vez condenados— explica otro 30 por ciento del
incremento observado. En tercer lugar, el incremento dramático en las fugas del SIRPA-INAU
—que redujo aun más las penas efectivas— contribuyó a explicar un 10 por ciento de este
incremento. Finalmente, la epidemia de pasta base —que redujo el horizonte temporal en la
toma de decisiones de los adolescentes y aumentó su propensión a asumir riesgos— explica otro
10 por ciento del crecimiento observado de la delincuencia juvenil en Uruguay en los últimos 15
años.
Sin embargo, contrario a la percepción generalizada, el estudio muestra que el
fenómeno de la pasta base está lejos de ser la causa principal del incremento en la delincuencia
juvenil en nuestro país. Si bien hemos identificado a la incidencia de la pasta base entre los
adolescentes como uno de los factores que explica el incremento en la delincuencia juvenil, no
es el factor fundamental. Factores como el fracaso del sistema educativo en los contextos
desfavorables y la casi desaparición del riesgo de tener que asumir algún costo asociado al
delito, son mucho más relevantes para explicar el incremento observado en la delincuencia
juvenil.
Del diagnóstico anterior surgen algunas recomendaciones obvias para enfrentar el
problema de la delincuencia juvenil en nuestro país. En este sentido, tanto la eliminación de las
fugas de los hogares del SIRPA-INAU, como el combate de la pasta base serían medidas que,
sin duda, contribuirían a reducir la delincuencia juvenil.
19
Sin embargo, la forma más efectiva de reducir la delincuencia juvenil en Uruguay es a
través de una mejora significativa de la calidad educativa, muy especialmente en los contextos
socioeconómicos desfavorables. Una mayor formación mejoraría la inserción laboral, elevaría
los ingresos de las actividades legales y de esta forma, induciría a los adolescentes a elegir
incorporarse al trabajo formal o a continuar con los estudios. Para que sea generalizada, esta
reforma podría llevar mucho tiempo ya que el país se encuentra en franco retroceso en materia
de rendimiento educativo, especialmente en los contextos socioeconómicos desfavorables.
En el combate contra la delincuencia juvenil, incrementar la probabilidad de
aprehensión y la certeza de las penas es más efectivo que aumentar la dureza de las sanciones
una vez que el adolescente infractor ha sido detenido y juzgado. Sanciones severas con baja
probabilidad de concreción —ya sea por una baja probabilidad de aprehensión o porque una vez
aprehendidos son automáticamente liberados sin que se inicie un proceso judicial— son
percibidas como lejanas por adolescentes que, en general (y más aún bajo los efectos de la
droga), subvalúan las consecuencias futuras de sus actos y están dispuestos a asumir más riesgos
que el resto de la población. Por lo tanto, resulta clave profesionalizar a la policía y brindarle las
herramientas necesarias para aumentar la probabilidad de aprehensión. También resulta clave
asegurarnos que los adolescentes, una vez detenidos por la policía, sean efectivamente
trasladados al juzgado y no dejados inmediatamente en libertad sin dar inicio al proceso judicial,
como en muchos casos termina sucediendo hoy.
El aumento en la severidad de las penas también contribuye a reducir la delincuencia
juvenil, si viene acompañado de una rehabilitación efectiva de los adolescentes internados. En el
caso de que esto no ocurra, el remedio podría ser peor que la enfermedad.
Hay varias formas de introducir sanciones más severas a los adolescentes infractores
que cometieron delitos graves. Entre ellas hay dos alternativas que están siendo discutidas en
nuestro país: por un lado, aumentar las penas previstas en el Código de la Niñez y la
Adolescencia, y por el otro, imponerle las penas previstas en el Código Penal a un subgrupo de
adolescentes infractores de 16 y 17 años —más conocido como bajar la edad de imputabilidad.
En ambos casos en consideración, el aumento de las penas sería una medida efectiva para
reducir la delincuencia juvenil. Sin embargo, el efecto disuasorio de penas más duras podría
volverse contraproducente si los castigos más severos no vienen acompañados de una efectiva
rehabilitación de los adolescentes detenidos.
El hecho de que el estudio haya identificado al hogar Ituzaingó como el único hogar del
SIRPA-INAU en donde se intenta, de forma sistemática, mejorar las posibilidades de inserción
laboral futura de los adolescentes internados; deja en evidencia la dificultad que tiene nuestro
país para rehabilitar a los adolescentes infractores. No existe una receta segura para la
rehabilitación. Lo que sí es seguro es que la esperanza de una efectiva rehabilitación va a ser
mayor si durante el período de internación los adolescentes tienen la posibilidad de recibir
educación, practicar deportes, aprender oficios y tener disciplina de trabajo. Esto es justamente
20
lo que hoy sucede, de forma silenciosa, todos los días, en el hogar Ituzaingó de la Colonia
Berro. Sin embargo, lo que debería ser la regla, es la excepción.
El aumento de las penas a adolescentes infractores —ya sea a través de la reforma del
Código de la Niñez y la Adolescencia o a través de la baja de la edad de imputabilidad— para
ser efectiva debe ser acompañada de una reforma integral del sistema de rehabilitación. La
propuesta en consideración para el plebiscito de octubre de 2014 tiene incorporada la creación
de un Servicio Descentralizado dedicado exclusivamente a la internación y rehabilitación de los
delincuentes menores de dieciocho años. Crear un Servicio Descentralizado para rehabilitar a
los adolescentes infractores es una medida que va en la dirección correcta y es crítica para lograr
los objetivos deseados.27 Si bien los antecedentes de nuestro país no son particularmente
promisorios en la materia, existen ejemplos concretos que muestran que la rehabilitación sí es
posible.
Para terminar me gustaría recordar las palabras de Silvia Dos Santos —ex animadora
del Movimiento Tacurú—, palabras que tengo registradas en una entrevista que le realicé
personalmente en el año 1996 en el marco de un trabajo de investigación sobre adolescentes
infractores.28 En aquella ocasión, ya hace 16 años, Silvia me decía: “nuestro objetivo es lograr
que los adolescentes sepan optar entre el bien y el mal”. El espíritu del enfoque presentado en
este estudio no podría haber sido sintetizado mejor que en estas palabras. Como sociedad en su
conjunto debemos comprometernos a procesar el tipo de políticas públicas que generen los
incentivos necesarios para que nuestros adolescentes terminen, finalmente, optando por el bien.
27 Si bien en la ley 18771, aprobada en julio de 2011, se establece la intención de crear este Servicio Descentralizado, la ley deja abierto para el fututo la efectiva concreción de la medida. 28 El Movimiento Tacurú, ubicado en el Barrio Lavalleja, hace más de 25 años que trabaja incesantemente para mejorar la inserción laboral de adolescentes en situación crítica.
21
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