resignación en rieles - ensayo

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Resignación en rieles: “Sex, druougs and rock n roll”, “somos muchos y tinimos rabia”. De seguro los dos grafitis más famosos de Talagante. Ambos conviven cara a cara. Cada uno en su lado correspondiente de la vereda. Como los dos mejores alumnos del curso: ordenaditos, inmóviles. Ambos como las paredes que conllevan a una puerta de entrada. Y no a cualquiera: la línea del tren, que a su vez, es la que lleva al cerro de la provincia. Ahí, no es necesario tener suerte para pillarse a varios personajes locales: el Creedence, la Neferteta, el Gancholi, Don Borracho, y la Shanshira. Por decir algunos. Fracasados ilustres. La energía que gastan, la ocupan en machetear unas monedas para una cerveza o cigarros. Jorge González tendría que renovar su Baile de los que sobran para poder darles un himno. Esos grafitis tampoco están en cualquier pared. Uno está en el bar Cariño malo, y el otro en el bar No me olvides. Estos nombres me evitan tener que fundamentar el alto índice de cirrosis en Talagante. Una vez con mi amigo Matías entramos a uno de esos y nos topamos con mi abuelo y su abuelo juntos tomando en la misma mesa. Sorpresa. Entrar ahí era cambiar de idioma prácticamente. Los uyuuuy y huaserías varias nos hacían sentir algo fuera de lugar. El hecho de que no tuviéramos una chupalla o un poncho nos dejaba como los raros del bar. Pero solo fue una vez la que entramos ahí. Las otras veces -y con otras veces me refiero a todos los fin de semanas desde hace 5 años- vamos a la línea del tren que conecta con el cerro. En esta línea del tren más que pasar un ferrocarril, lo que pasa son cervezas de mano en mano, porros de mano en mano. Con las otras drogas suelen ser un poco más egoístas. Acá solo hay gente desesperada esperando que pase algo, no el tren, pero sí cualquier otra cosa. Ahí conocí a la Neferteta, a la que la falopa la transformó en esqueleto menos las

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Page 1: Resignación en Rieles - ensayo

Resignación en rieles:

“Sex, druougs and rock n roll”, “somos muchos y tinimos rabia”. De seguro los dos grafitis más famosos de Talagante. Ambos conviven cara a cara. Cada uno en su lado correspondiente de la vereda. Como los dos mejores alumnos del curso: ordenaditos, inmóviles. Ambos como las paredes que conllevan a una puerta de entrada. Y no a cualquiera: la línea del tren, que a su vez, es la que lleva al cerro de la provincia. Ahí, no es necesario tener suerte para pillarse a varios personajes locales: el Creedence, la Neferteta, el Gancholi, Don Borracho, y la Shanshira. Por decir algunos. Fracasados ilustres. La energía que gastan, la ocupan en machetear unas monedas para una cerveza o cigarros. Jorge González tendría que renovar su Baile de los que sobran para poder darles un himno.

Esos grafitis tampoco están en cualquier pared. Uno está en el bar Cariño malo, y el otro en el bar No me olvides. Estos nombres me evitan tener que fundamentar el alto índice de cirrosis en Talagante. Una vez con mi amigo Matías entramos a uno de esos y nos topamos con mi abuelo y su abuelo juntos tomando en la misma mesa. Sorpresa. Entrar ahí era cambiar de idioma prácticamente. Los uyuuuy y huaserías varias nos hacían sentir algo fuera de lugar. El hecho de que no tuviéramos una chupalla o un poncho nos dejaba como los raros del bar. Pero solo fue una vez la que entramos ahí. Las otras veces -y con otras veces me refiero a todos los fin de semanas desde hace 5 años- vamos a la línea del tren que conecta con el cerro.

En esta línea del tren más que pasar un ferrocarril, lo que pasa son cervezas de mano en mano, porros de mano en mano. Con las otras drogas suelen ser un poco más egoístas. Acá solo hay gente desesperada esperando que pase algo, no el tren, pero sí cualquier otra cosa. Ahí conocí a la Neferteta, a la que la falopa la transformó en esqueleto menos las tetas. Sus tetas son su carnet de identidad: es la única forma de creerle cuando te dice que tiene 24 años y no los 40 que aparenta. Cuando la conocí me dijo: te la chupo por luca. Luego pensé que luca equivalía a 3 cervezas. Y la decisión se complicó.

El padre de la Neferteta, es Don Borracho. Famoso por aparecer todos los sábados y domingos tirado durmiendo en alguna banca de la plaza. Pero también en las veredas de la cuadra. A todo esto: la plaza de armas queda a dos cuadras de los bares, del cerro, de los grafitis.

Luego conocí al Creedence, vagabundo guitarrista. Me dijo mientras compartíamos una cerveza: “¿qué música te gusta, qué canción querís que te toque?”, le dije que algo cebolla, ojalá de Los ángeles negros. Pero me respondió “¿estái seguro que no querí Have you ever seen the rain, de Creedence?”. No me quedó otra. Después de esa vez, me lo he topado 3 veces, y las 3 veces me ha hecho la misma gracia. En Talagante es conocido por saberse solo una canción.

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La gracia de este lugar, es que los carabineros no llegan. Nunca han ido. Ninguna autoridad va, y todos saben que nunca irá nadie. Es un peladero donde pasa una línea férrea. Lleno de plásticos, bolsas, y varias cruces y velitas por muertos que se han caído de la línea del tren. Es decir: que han caído de 30 metros de altura. También está un chico que hace poco salió en las noticias porque antes de caerse, el tren le cortó las piernas. Iba en octavo básico.

Otro personaje es el Gancholi. Vagabundo que acababa de armarse una especie de refugio debajo de la línea del tren. Eran las 11 de la noche, yo iba cruzando la línea cuando me lo topé. No sé si de ebrio pero le regalé un cigarro a la pasada sin saber quién era. Él, agradecido me invitó a comer a su refugio. Fui con otros 3 amigos que me acompañaban. Nos dio de comer un asado. La carne tenía un sabor extraño. Luego nos contó: era carne de perro. Se tragaba un vaso de tequila puritano al seco y ni se inmutaba. Decía que había intentado entrar en la tele imitando a Zalo Reyes, y nos cantó: quién te escribía a ti versos, dime niña quién era, quién te mandaba flores en primavera.

Nos contó que era vagabundo porque le rompieron el corazón. Se casó, tuvo una hija, y luego se separaron. Tenía un colchón en su refugio. Ahí uno de mis amigos se quedó dormido mientras conversábamos. Cada un par de minutos veíamos alguna araña caminándole encima.

Se dice que la vida no está en los libros, no está en las películas, no está en el celular, no está en una sala de clases: está en otra parte y eso a todos se nos suele olvidar. Uno puede leer sobre la miseria, pero solo cuando logras estar en ella, o verla en otra persona, en otro ambiente, sabes realmente qué es la miseria. Eso no te lo enseña nadie, tienes que vivirlo. No puedes leer sobre la decadencia del ser humano y pasar de página como si nada. No estás entendiendo. Solamente cuando estás bajo un puente con un compadre que te invita a comer un asado de carne de perro porque no tiene nada más que comer y le ves su piel destrozada y lo único que logra hablar, aunque intente que no, es sobre su miseria de vida, e intenta hacerla divertida para no aburrirte, sabes qué es la destrucción, lo que es la violencia, lo que es el dolor. Y acá, en estas líneas férreas, en estos bares, en estos grafitis, en estas calles: el dolor y la resignación se encuentra a toda hora con una cerveza en la mano.