reseña transdisciplina para pasar del saber al comprender
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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas
Psicología y Sociología
RESEÑA:
TRANSDISCIPLINA, PARA PASAR DEL SABER AL COMPRENDER
Harold Andrés López Bustamante
Jóhnatan Alonso Taborda Zapata
Medellín, Colombia
2011
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RESEÑA:
TRANSDISCIPLINA, PARA PASAR DEL SABER AL COMPRENDER
Max-Neef, Manfred. (2003, septiembre – diciembre). Transdisciplina, para pasar
del saber al comprender. Debates, 36, 14 – 21.
El artículo que reseñamos, publicado en el 2003 en la revista Debates, tiene como
autor al catedrático de economía de la Universidad de Chile Manfred Max-Neef,
destacado economista considerado como el premio nobel alternativo de economía.
Max-Neef quien en 1993 fue candidato a la presidencia de Chile y entre 1994 y
2002 fue rector de la Universidad Austral de Chile, trabaja actualmente como
profesor y director del instituto de economía de dicha universidad.
El punto central del escrito base, está en el planteamiento que expresa que el ser
humano ha llegado a un nivel en el cual ha podido alcanzar un vasto bagaje de
saber, pero al mismo tiempo se ha distanciado de una muy necesaria actividad de
comprensión. Max-Neef expone que la manera más adecuada para llegar a dicha
comprensión de las cosas es, en primera instancia, hacernos parte de ellas.
Hay un espacio del texto dedicado al tratamiento de como el hombre utiliza el
aprendizaje, el conocimiento, el saber, y la ciencia para transformar y manipular
casi todo lo que como objeto aparece en el planeta y su naturaleza. De esta
manera arrasamos el mundo teniendo la firme ilusión de que estamos mejorando
nuestras formas de vida, pero lo adecuado sería que las universidades formaran a
sus futuros profesionales de una manera en la cual se tenga más sentido de
pertenecía con la naturaleza, recordando que hacemos parte de ella y desde esta
formación potencializar las creaciones humanas.
Max-neef hace una crítica a las instituciones más importantes de la sociedad: la
religión, los gobiernos, las corporaciones y las universidades. Se cuestionan varios
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puntos, la función de estas en el mundo, su grado de responsabilidad, y lo poco
que hacen para cambiar la situación atinente a la consolidación de la
discontinuidad entre los modos de ser humanos y no humanos. Puntos en los
cuales los resultados no son muy alentadores. El autor pone marcadamente el
peso y la responsabilidad del cambio, hacia la vía de una comprensiva continuidad
de los modos de ser humanos y no humanos sobre las instituciones educativas, en
particular la universidad, porque desde esta se pueden controlar, de alguna
manera, las deficiencias que consolidan la discontinuidad, pues dentro de los
procesos de formación académica se puede enseñar la manera de pensar y
aplicar los conocimientos adquiridos de la manera adecuada, una manera que
vaya del saber al comprender. Para solucionar la dicha discontinuidad a través de
la universidad, el autor propone un modelo, la transdisciplinariedad, y desde allí
generalizar las carreras, dando así una base de formación desde la historia del
universo. Orientar estas carreras hacia la solución de problemas y ampliar el
énfasis de los posgrados, pues estos, hasta el momento, se han encerrado en el
tratamiento de temas de una sola disciplina. Explica, además, lo fácil que sería
relacionar carreras que abordan temas muy similares y que se complementan.
Solo llegando a esa transdisciplinariedad se puede solucionar el problema de la
humanización.
Nuestro autor en su texto nos pone en una situación algo inquietante, pues
confronta nuestro papel en varios puntos: el primero puede hacer referencia a la
responsabilidad que tiene las instituciones, particularmente la universidad, en la
consolidación de la discontinuidad entre los modos de ser humanos y no
humanos. De alguna manera cuestiona nuestro papel y nuestras funciones como
estudiantes, profesores o empleados de la universidad, pues pone de manifiesto la
preocupante proyección de las grandes instituciones humanas: las universidades,
las corporaciones, la iglesia, y los gobiernos, quienes idolatrando el potencial
humano, han despreciado la razón fundamental por la que tienen existencia, una
razón ecológica ambiental. Nuestro profesionalismo y nuestra función social
actual, se confrontan con nuestra moralidad para preguntarse por el lugar de lo
natural y lo ecológico, que muchas veces caen en el olvido.
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El segundo punto nos lleva a poner nuestra vista sobre la brecha que hemos
abierto entre los modos de ser humanos y no humanos. El “biocidio” y el
“geocidio”, según Max-Neef, son producto de una ilusión de mejoría de la
condición humana. Es cierto que nuestros deseos como humanos nos han llevado
al olvido de toda cuestión ambiental o biológica, pero nuestro propio problema
adaptativo restringe nuestra supervivencia a un nivel netamente humano, en otras
palabras, muchos de nuestros comportamientos, más que tener una firme
intención de atentar contra la vida natural, ambiental o biológica, obedecen a la
adaptación a nuestro propio contexto que si bien no es diferente al de naturaleza
ecológica, se distancia en cuanto es producción humana. Hemos construido todo
un mundo urbano humanizado, “culturizado”, en donde cumplimos roles que
propician una aceptación social, y es en función social que nos definimos como
humanos, somos humanos porque diferimos de lo no humano. Aunque la
construcción de un mundo netamente humano, La civilización humana, La cultura,
el conjunto humano y la necesidad de encontrar un lugar en estas dimensiones
humanas (civilización, cultura…) no justifica la discontinuidad de los modos de ser
humanos y no humanos, si nos permite entrever una cuestión que tantea terrenos
un poco más espinosos y a veces despiadados, hablamos de una perspectiva
evolucionista, niveles filogenéticos y ontogenéticos de adaptación.
Por otro lado, refutando la “antropomorfización” que Max-Neef hace de los
animales al asignar en el comportamiento instintivo animal caracteres morales
humanos como el respeto o la decencia, consideramos que la moralidad es una
cuestión humana, nuestros juicios de valor y nuestras concepciones y
responsabilidades son un peso voluntario que sumamos a nuestras espaldas,
además de tener que valernos nosotros mismos y luchar por nuestra
supervivencia, nos echamos al hombro la responsabilidad de la supervivencia de
las demás especies, y quizás pueda corresponder con el agobiante sentimiento de
culpa que surge al ver en nosotros mismos al verdugo que poco a poco da fin a
algo tan bello como la naturaleza y el ambiente, que sustentan nuestro propio
existir. Y es que de modo alguno, atentar contra la naturaleza y el ambiente es
atentar contra la propia existencia humana, ¿puede ser esta preocupación un
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carácter ególatra o narcisista? El mismo comportamiento humano nos da pie para
pensar este interrogante. Por eso la respuesta a la discontinuidad mencionada no
ha de ser ni humanizarnos ni animalizarnos, pues humanizarnos connota
valorizarnos y los valores y juicios morales son algo que nos diferencia de los
animales; por otro lado, animalizarnos no implica de ninguna manera el
seguimiento de valores, sino de instintos, además el hombre ya se encuentra en
condición animal. La perspectiva en la que nos sentimos de acuerdo con nuestro
autor, sería la necesidad de pasar del saber al comprender. Debemos tener claro
que somos animales, y que por eso es ilógico pensar en animalizarnos, y también
debemos tener claro que como humanos tenemos el potencial para valorizar cada
aspecto del mundo, estas dos claridades son un saber, uno sobre la condición
humana y la existencia animal. A partir de este saber debemos llegar al
comprender, para de esa manera dar el lugar respectivo a cada cosa existente en
el planeta.
El último punto que nos gustaría tratar es quizás el que condensa la propuesta
temática del autor, la transdisciplinariedad y el pasar del saber al comprender.
Avalamos dentro de nuestro lugar como estudiantes esta gran idea que propone
Max Neef, pues está dirigida a un propósito armónico que pretende rescatar la
vida del planeta y propiciar lo necesario para la supervivencia de toda especie.
Retirándonos de una postura evolucionista, visionamos al hombre, al ser humano,
como un constructo activo que puede determinar el futuro del entorno siempre
relacionado con él mismo. El hombre puede, ¿de manera altruista? no me atrevo a
asegurarlo, tomar las riendas de la vida del planeta, pues su condición animal y
humana le permiten comprender el valor y lo sustantivo de sus actos. Ahora, el
lugar donde, según el autor, debe operar la transdisciplinariedad es la universidad,
esta debe asumir el papel de llevar al hombre a una instancia donde pueda
integrar los niveles de la pirámide de la transdisciplinariedad: “Lo que hay, lo que
somos capaces de hacer, lo que queremos hacer y cómo hacer lo que queremos
hacer”. Consideramos que es la universidad la que debe, efectivamente, jalonar al
hombre hasta el comprender, pero discrepamos en considerar de manera
determinística y reducida, que la universidad termina siendo el soporte de una
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patología ruinosa para el planeta como lo afirma Max-Neef, como si fuera solo ella,
la universidad, la culpable de la alienación del sujeto con la naturaleza. La esfera
de formación humana no se limita solo a la universidad, sino que la formación de
un sujeto está representada siempre por la vieja fórmula epistémica del
conocimiento, la relación sujeto – objeto. En ese sentido, la construcción de un
hombre alienado de la naturaleza no depende exclusivamente de la universidad,
sino que tiene también raíces en todo lo que emerge de la relación del sujeto con
el mundo y el entorno. La institución familiar, la escuela, los colegios, las
relaciones sociales, la profesión y la vida cotidiana deben ser considerados entes
con cierto grado de responsabilidad.
La transdisciplinariedad es un llamado al compromiso, uno realmente humano.
Está en nuestras manos encontrarle un sentido no pervertido ni corrompido a la
vida, respetando aquello que configura la realidad efectiva y armonizando con toda
forma de vida que en últimas cuentas no es una vida diferente a la humana. Pasar
del saber al comprender es un estilo y propósito de vida que podemos adoptar sin
vergüenza ni arrepentimiento. Cabría la posibilidad de pensar la
transdisciplinariedad como una tarea que no solo deba realizar la universidad, sino
que esta transdisciplinariedad debe iniciarse y extenderse a todos los ámbitos
relacionales y operativos del ser humano.