reseña de “los años setenta de la gente común. la naturalización de la violencia

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Reseña de “Los años setenta de la gente común. La naturalización de la violencia” Sebastian Carassai, en Los años setenta de la gente común busca analizar las experiencias de la clase media no politizada durante el periodo 1969-1982 en lo tocante a la política y la violencia. Considera que las vanguardias políticas, las organizaciones armadas, la violencia institucional y el terrorismo de Estado han sido harto estudiadas por la historiografía, mientras que el mencionado sector no ha sido puesto bajo análisis a pesar de que “influyó y al mismo tiempo sufrió la influencia del rumbo que tomaron los acontecimientos” (p14). El libro está compuesto por dos excursos y cinco capítulos donde indaga la relación entre distintos tipo de violencias (social, armada, estatal y simbólica) y las clases medias. El repertorio metodológico que utiliza el autor para realizar su investigación consta de fuentes escritas (revistas, periódicos) y audiovisuales, así como entrevistas en profundidad a personas de clase media bajo criterios geográficos y de pertenencia gremial (universitarios o no). En la aplicación de esta última técnica el autor, bajo el influjo de ciertos planteos benjaminianos acerca de la memoria, introduce una práctica novedosa: utiliza un documental compuesto por imágenes, videos y audios ordenados cronológicamente con el fin de disparar la memoria involuntaria, permitiendo de esta manera acceder a recuerdos que de otra manera no hubiesen surgido. En el primer capítulo el autor busca indagar la cultura política propia de las clases medias. A través de su argumentación intenta discutir la perspectiva que sostiene que durante la década estudiada la clase media devino ideológicamente de izquierda y políticamente peronista. Comienza mostrando como hacia 1955 la clase media era

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Reseña de “Los años setenta de la gente común. La naturalización de la violencia" Estudio de la clase media argentina no politizada en la década del 70's

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Reseña de “Los años setenta de la gente común. La naturalización de la violencia”

Sebastian Carassai, en Los años setenta de la gente común busca analizar las experiencias de la clase media no politizada durante el periodo 1969-1982 en lo tocante a la política y la violencia. Considera que las vanguardias políticas, las organizaciones armadas, la violencia institucional y el terrorismo de Estado han sido harto estudiadas por la historiografía, mientras que el mencionado sector no ha sido puesto bajo análisis a pesar de que “influyó y al mismo tiempo sufrió la influencia del rumbo que tomaron los acontecimientos” (p14). El libro está compuesto por dos excursos y cinco capítulos donde indaga la relación entre distintos tipo de violencias (social, armada, estatal y simbólica) y las clases medias.

El repertorio metodológico que utiliza el autor para realizar su investigación consta de fuentes escritas (revistas, periódicos) y audiovisuales, así como entrevistas en profundidad a personas de clase media bajo criterios geográficos y de pertenencia gremial (universitarios o no). En la aplicación de esta última técnica el autor, bajo el influjo de ciertos planteos benjaminianos acerca de la memoria, introduce una práctica novedosa: utiliza un documental compuesto por imágenes, videos y audios ordenados cronológicamente con el fin de disparar la memoria involuntaria, permitiendo de esta manera acceder a recuerdos que de otra manera no hubiesen surgido.

En el primer capítulo el autor busca indagar la cultura política propia de las clases medias. A través de su argumentación intenta discutir la perspectiva que sostiene que durante la década estudiada la clase media devino ideológicamente de izquierda y políticamente peronista. Comienza mostrando como hacia 1955 la clase media era marcadamente antiperonista; sin embargo hacia 1973 esto se fue atemperando hacia una perspectiva no peronista. El autor rastrea un componente iluminista propio de la clase media la cual se ve a sí misma como autónoma y librepensadora; características que entran en contradicción con las que le atribuyen al peronismo: ser fascista, dictatorial o autoritario, inmoral y anticultural. Prosigue relativizando el entusiasmo que pudo haber generado la izquierda en las clases medias (plantea también un ruptura generacional al interior de la misma sobre todo en el caso de los universitarios) dado que el grueso de esta afrontó el peronismo con resignación y deserción respecto a la política. Hacia el final del capítulo plantea una hipótesis poco estudiada por la historiografía, la cual postula que hacia la década del setenta Perón tuvo un acercamiento hacia los discursos propios de la clase media.

En el primer excurso el autor rastrea las representaciones sobre el clima de paz social durante 1967 y 1968 en las cuales Argentina se diferencia de los otros países latinoamericanos donde la guerrilla ya se había asentado. Cuando en 1969 la violencia política llega se la ve como un fenómeno inevitable que se había demorado. A lo largo del segundo capítulo, el autor tematiza lo que denomina violencia social, a partir de la irrupción del Cordobazo, donde considera que el apoyo por parte de la clase media se debió más a una solidaridad afectiva –especialmente en el caso los universitarios- en relación a la

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represión gubernamental que a una concordancia con las consignas políticas y el accionar de los actores radicalizados que participaron del mencionado estallido. A ello se sumaba el descontento generalizado hacia el gobierno dictatorial encabezado por Onganía. En el tercer capítulo el autor discute la tesis de Guillermo O’Donell que plantea que en sus orígenes la guerrilla contó con cierto apoyo y simpatía de la clase media, contraponiendo distintos sondeos de opinión que desmienten esa tesis -aunque podríamos pensar hasta qué punto no existe un sesgo en la mismos, ya que por ejemplo una de las preguntas dice “A usted le parece que la acción de los grupos terroristas, montoneros, subversivos o como se los quiera llamar, en general merece aprobarse o desaprobarse?” (p124) Carassai continúa su exposición analizando la telenovela de consumo masivo Rolando Rivas, taxista, donde encuentra representaciones en torno a los guerrilleros como personas conflictivas, ensimismadas, egoístas y violentas en contraste con el protagonista, una persona de trabajo, que valorizaba el esfuerzo personal y la paz social. Luego indaga dentro de las entrevistas la mirada que poseían las personas respecto a la guerrilla y la violencia armada, donde observa una clara reprobación y temor a la misma, la cual fue un terreno fértil para la legitimación del gobierno militar.

En el cuatro capitulo el autor estudia la violencia estatal dentro de los años previos a la dictadura militar y durante la misma, sosteniendo la existencia de una continuidad entre ambos gobiernos, poniendo en tela de juicio la asociación entre terrorismo de estado y dictadura, siendo compatible el primero con un gobierno democrático. De hecho considera que el gobierno militar se sostuvo en el terrorismo de estado del gobierno peronista para legitimarse. Luego el autor prosigue a resignificar las frases “algo habrán hecho” y “por algo será”- normalmente pensadas como formas de complicidad y aprobación al gobierno militar- tomándolas como síntomas de lo que denomina superstición civil. Esta consiste en la suposición de que el estado, para funcionar, necesita que los ciudadanos le otorguen “un saber ilimitado, oculto y hasta secreto: el estado supuesto saber” (p186). Así las mencionadas frases apuntan más al conocimiento del estado que contra las víctimas de la violencia estatal. Un hallazgo interesante que encuentra en sus entrevistas es el cambio de registro de los entrevistados a la hora de expresar opiniones en torno al terrorismo de estado, pasando del registro personal al impersonal cuando se tocaba el tema. Esta operación implica pasar una voz yoica donde el individuo se apropia de su acción y su relato hacia un registro que eyecta al sujeto de la responsabilidad individual dentro de su narración.

En el segundo Excurso el autor analiza en detalle el discurso, en principio inconsistente y contradictorio, de una de sus entrevistadas encontrando en él la preeminencia de categorías morales antes que políticas, las cuales le permiten conciliar el repudio al genocidio junto la aprobación y justificación de Videla. El último capítulo, titulado Deseo y violencia busca comprender dentro de los medios gráficos la presencia de una violencia simbólica que fue lentamente naturalizada y banalizada. El autor considera nodal los consumos culturales que

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precedieron a 1976 para entender el proceso militar y su legitimidad. Entiende que durante la década estudiada el deseo y violencia se encontraron, la presencia de armas dentro de las más diversas publicidades dan cuenta de ello: condensaban simbólicamente “el éxito profesional, una conquista amorosa o una victoria política. La violencia del deseo fue también deseo de violencia” (p286) El habitus de la clase media fue absorbiendo en este proceso, como rasgo característico, la búsqueda de soluciones drásticas y definitivas en lo relativo a las cuestiones nacionales, deviniendo la muerte no un problema sino una solución.

A lo largo del texto encontramos algunas inconsistencias en torno a la construcción del objeto de estudio tendiendo por momentos a la naturalización de la clase media. Sin bien el autor busca una definición relacional constructivista, no fija criterios de selección de los entrevistados, en este sentido consideramos que no logra sortear la ambigüedad intrínseca al concepto de clase media y su relación con otras clases –como por ejemplo la obrera/asalariada. Sin embargo el texto realiza un aporte renovador y con una mirada incisiva ayuda a complejizar el campo de estudios de la década del setenta. Así mismo el autor logra servirse de una pluralidad de métodos de investigación derivados de distintas disciplinas, logrando así condensar en su análisis una mayor complejidad y a la vez posibilitando incorporar factores que fácilmente podría ser dejados de lado, principalmente en el análisis gráfico. El sujeto que el autor propone tematizar en este periodo no había sido por lo general tenido en cuenta como actor independiente, lo que constituye la medula de su aporte a la disciplina. Por último, nos resulta interesante resaltar que este uno de acuerdo o no con las conclusiones que extrae de sus análisis, la capacidad polémica del estudio ayuda enriquecer el debate en torno a esta década.