reseña conformación del espacio

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    cuadernos de literatura Vol. XVi i i n.36 p julio-diciembre 2014 issn 0122-8102 p pgs. 378-386

    ral rodrguez freireP O N T I F I C I A U N I V E R S I D A D C AT L I C A D E VA L PA R A S O , C H I L E

    La necesidad de la contienda. A propsito de La puga secreta. Conformacin del espacio de los estudios literarios hispanoamericanos, de Clara Parra Triana.bogot: universidad santo toms, 2013. 181 pgs.

    Ral Rodrguez Freire es profesor asociado de la Pontificia

    Universidad Catlica de Valparaso, Chile. Doctor en

    Literatura, Universidad de Chile. Ha publicado la compilacin

    La (re)vuelta de los estudios subalternos: una cartografa a (des)

    tiempo (IAAM, 2011, Universidad del Cauca, 2013) y editado,

    con Andrs Maximiliano Tello, Descampado. Ensayos sobre

    las contiendas universitarias (Sangra, 2012). Tambin tradujo

    y edit, junto a Mary Luz Estupin, Una literatura en los

    trpicos. Ensayos de Silviano Santiago (Escaparate, 2012). Bajo

    su firma, public adems una edicin crtica dedicada a la obra

    de Roberto Bolao, titulada Fuera de quicio. Bolao en el

    tiempo de sus espectros (Ripio, 2012). Por ltimo, actualmente

    se encuentra co-coordinado Crtica literaria y teora cultural

    en Amrica Latina. Para una antologa del siglo XX, que ser

    publicado por Ediciones Universitarias de Valparaso. Correo

    electrnico: [email protected]

    El presente texto forma parte del proyecto postdoctoral Del gnero humano al capital humano: una arqueologa de las humanidades en Chile, financiado por Fondecyt-Chile (3130597).

    Documento accesible en lnea desde la siguiente direccin: http://revistas.javeriana.edu.co

    doi:10.11144/javer iana.cl18-36.ncpp

    Cmo citar esta crtica:

    Rodrguez Freire, Ral. La necesidad de la contienda. Crtica de La puga secreta. Conformacin del espacio de los estudios literarios hispanoamericanos, de Clara Parra Triana. Cuadernos de Literatura 18.36 (2014): xx-xx. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.CL18-36.ncpp

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    La necesidad de la contienda. A propsito de La puga secreta. Conformacin del espacio de los estudios literarios hispanoamericanos, de Clara Parra Triana.

    Quisiera comenzar este pequeo comentario de La puga secreta con una cita de Borges, pues, de cierta manera, contiene el tono de lo que tambin po-dra ser este libro. Se trata de unas palabras que tomo de su dilogo con Osvaldo Ferrari, particularmente del momento en que el escritor se refiere a la importancia de Alfonso Reyes: actualmente, dice el autor de Ficciones, noto que se piensa en la publicidad, o se piensa, ms bien, en la escritura como un medio de llegar a la publicidad, a la promocin. Ocurre eso; parece increble otras pocas no lo entendern, pero ahora ocurre eso (Borges y Ferrari 102). Luego, Borges pasa a recordar la respuesta de Reyes ante el enigma de la publicacin: Publicamos para no pasarnos la vida corrigiendo los borradores. Es decir, agrega Borges, uno publica un libro para librarse de l (102).

    Distante de la publicidad, dado que es el producto de una tesis doctoral, La pugna secreta se ha librado de Clara Parra, su autora, aunque es muy dable pensar que ms bien ha sido ella quien, publicndolo, se la librado de este libro y aqu quisiera detenerme un momento, permanecer un instante en la frase que suplemen-ta Borges, esa que supuestamente dijo Reyes, pues es probable o posible que haya sido inventada, tal vez imaginada, o por lo menos modificada, pues es cierto que Reyes, escribiendo sobre el perfeccionismo de Gngora, seal: esto es lo malo de no hacer imprimir las obras: que se va la vida en rehacerlas, una sentencia, por cierto, que hace de epgrafe en Discusin. Como sea, me interesa por ahora ese injerto mediante el cual Borges inscribe dos palabras que se encuentran unidas por la etimologa y que sorprenden por su inextricable comunin: librado y libro. Ambas palabras tienen su origen, segn nos lo refiere el maravilloso diccionario de Corominas y Pascual, en la palabra latina liber, de manera que libro se emparenta con libertad, la misma que, segn leemos en el libro que comentamos, Alfonso Reyes quiso inscribir en la cultura latinoamericana, librndonos del positivismo decimonnico. Es cierto que liber es un trmino que fue duplicado llevndose-lo a la botnica, dado que tambin significa la parte interior de la corteza de las arboles, esa que los romanos, imitando a los egipcios, emplearon para producir papel. Me gustara imaginar que liber fue deslizado hacia este mbito, porque la hoja extrada de los rboles libr a los herederos de Cicern del suplicio que debe haber implicado el escribir sobre hojas de palma. Por otra parte, el libro en forma de cdice, esto es, un conjunto de hojas cosidas y empastadas en piel o madera, tambin debe haber librado a los lectores del papiro egipcio, que por lo general se lo encontraba enrollado. Por mi parte, imagino el da en que el libro nos libere de la tirana del paper y su indexacin, ficcin de calidad, pero esto depende de la fuerza que tengamos para retomar la libertad esttica por la que lucharon Henrquez Ure-a, Maritegui y Reyes, el triunvirato al centro de La pugna secreta.

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    (Aunque se recomienda no confundir, me regocija percibir que libro y libertad, a pesar de no tener la misma raz, la misma y exacta raz, por lo menos deben estar emparentadas con libacin, que viene de libre: probar, catar, ofrecer en libacin a los dioses, en otras palabras, fiesta... Libertad, libro, libacin, trminos que en algn momento de la historia determinaron una cierta mirada de la cultura, la misma que Nietzsche encontr en Dionisio y que nosotros deberamos defender si efecti-vamente deseamos un pensamiento democrtico y, por qu no, tambin libidinal).

    Antes de entrar en el libro, debo sealar que la crtica que se trabaja en La pugna secreta, en particular la de Henrquez Urea y Reyes, es heredera directa del arielismo propugnado por Rod, dedicado a la juventud de Amrica. Pero mi lengua es otra, heterognea tanto de la de su heredero Caliban como de la del mismo Ariel. Lo es fundamentalmente porque mi tiempo, y la forma en que leo mi tiempo, no tiene garantas y al no tenerlas, no puedo confiar en trminos como conciencia, expresin, autonoma, pensamiento propio, y otros que son, aunque no se lo perciba, aunque creamos que constituyen nuestras armas, manifestacin directa de la violencia con que la metafsica occidental gobierna todava en el siglo XXI. En otras palabras, son parte de lo que Derrida llam acertadamente falogocentrismo, por lo que su deconstruccin, en esto que todava llamamos Latinoamrica, es un proyecto intelectual de cuyo retraso no podemos participar, ms bien deberamos de contribuir a su advenimiento. Una tarea tal conlleva inde-fectiblemente la revisin de la historia intelectual que atraves el siglo XX y alcanza lo que va del que ahora habitamos, cuando no la historia intelectual toda, ms all de occidente, por supuesto. Este ejercicio nos permitir ver cmo otros ya han encarado, aunque no se lo crea, desafos similares a los que enfrentamos hoy, pues la historia puede repetirse sin ningn problema como tragedia. En este sentido, a pesar de su lengua, veremos que La pugna secreta tambin es un libro del que podemos aprender y no poco, un libro que leyndolo a contrapelo, si se quiere puede suministrarnos algo as como el nitrato de la plvora, es decir, esa parte de la fuerza que las humanidades necesitan para avanzar desde el silencioso combate en el que todava se encuentran, hacia la contienda abierta y sin condicin, pues solo as, creo, podremos develar el simulacro de los saberes que hoy se imponen en nombre de su rentabilidad, que no de su relevancia, marginando a todo pensa-miento efectivo y crtico, marginando a todos aquellos que como la autora de este libro, hacen de su trabajo no un trabajo, sino una pasin, cuando no un modo de vida. Ya el hecho de trabajar es una felicidad, le deca el viejo Borges al filsofo Toms Abraham, refiriendo por trabajo no otra cosa que la lectura.

    Bueno, cinco captulos articulan un recorrido que, no obstante, me gustara dividir con tal de centrar la mirada en lo que creo es uno de los puntos centrales

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    La necesidad de la contienda. A propsito de La puga secreta. Conformacin del espacio de los estudios literarios hispanoamericanos, de Clara Parra Triana.

    de La pugna secreta, y que, por tanto, podra ayudarnos a enfrentar nuestro aciago presente. Posiblemente se encuentren otras lneas o recorridos, pero mi lectura, o mi inters, me llev a resaltar estos dos. Por una parte, encontramos la respuesta del mencionado triunvirato al positivismo en aquellos aos reinante, una respuesta con resultados triunfantes, aunque no fciles de mantener, pero que as y todo lo-gr inscribir una topografa literaria moderna y modernizante, si se me permite la distincin, en Amrica Latina. Por otra parte, una vez establecido el piso o la base para el ejercicio de la crtica y la teora literaria, el segundo recorrido entrega los conceptos y las propuestas de lectura, en otras palabras, da cuenta de su estructura. El libro todo no hace esta diferenciacin, por lo menos no de manera tan tajante, pues cada captulo entrega materiales para estos y muy posiblemente tambin para otros recorridos, pero, a riesgo de reducir su contenido, me gustara centrarme en el primero, dado que es en l donde creo que podemos encontrar, incluso descubrir, cuando no inventar, insumos para nuestra propia y contempornea respuesta.

    No obstante, previo al acercamiento de mi inters, es necesario establecer el lugar desde el cual la autora se posiciona en y a travs de su trabajo. Ello porque, luego de la crtica feminista y postcolonial, el lugar de enunciacin cobr relevan-cia insoslayable:

    Propongo en esta investigacin superar las dificultades que ha trado la vieja polmica sobre si se debe hablar de estudios literarios para Hispanoamrica, estudios literarios de Hispanoamrica, o estudios literarios sobre Hispanoam-rica, considerando ms preciso y significativo el hecho de que las reflexiones literarias en las obras de nuestros pensadores se suman a las muestras de pensamiento crtico que se desarrolla en Hispanoamrica, el cual aborda tanto problemticas propias del subcontinente como temas y problemas de otras latitudes con la misma lucidez y suficiencia analtica. (16)

    Henrquez Urea, Maritegui y Reyes, nos muestra La pugna secreta, vuelven imposible el intento o el deseo de cierta crtica contempornea, que quiere reemplazar a Hegel por Gloria Anzalda, obliterando que el prefijo de-, de decolonial, no existira sin el de-, de la deconstruccin derrideana. Junto a un insoslayable trabajo con la historia que cada uno desarrolla a su manera, un trabajo que tampoco hoy debiramos dejar de lado si queremos comprender nuestro lugar, el marxismo de Maritegui, el ineludible helenismo de Reyes o el ensayismo estadounidense del que bebi Henrquez Urea nos hablan de un cosmopolitismo que Clara Parra no duda en resaltar como una de las principales caractersticas de estos crticos, que hicieron frente con sus vastas lecturas al pro-vincianismo localista imperante en sus aos de juventud, dado que la nacin

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    ya no era para ellos un lugar de enunciacin completamente seguro; los jvenes rechazaron la idea de que esta pudiera ser una categora absolutamente identi-taria, pues partieron por intervenir su realidad inmediata, sus mitos, carencias y limitaciones (33).

    Ahora bien, cuando ellos comienzan a escribir, es todava un proyecto la auto-noma intelectual latinoamericana, pues basta pensar en la arquitectura neoclsica con que se celebraron los mltiples centenarios independentistas para imaginar el peso de la tradicin europea en estos lares del globo. La tarea de un espacio intelec-tual reglado por su propia gente no era menor. Por ello se nos recuerda que el giro esencial para que la autonoma intelectual de Hispanoamrica fuera posible lo lle-van a cabo los hombres de letras que se profesionalizan provocando un crecimiento significativo tanto del pblico como de la funcin de las letras a nivel social (23). Es la literatura entonces la primera que arriesgar su fuerza en esta epopeya, es la literatura, que ha sido expulsada del parnaso gracias a la modernizacin capitalista (36), la que inventar al intelectual latinoamericano moderno. Por ello es que ms tarde sern llamados los antipositivistas, que articulndose adems a la filosofa y a la educacin popular, logran realizar la fundacional y ms importante reinterpreta-cin crtica de la historia americana (25).

    A la obra de estos tres pensadores se la conoce como la tradicin de la crtica literaria en Hispanoamrica, por ser en ella en donde se encuentran los primeros planteamientos modernos de carcter terico, conceptual, metodolgi-co y crtico. Cuando digo modernos, enfatizo en el hecho de que en sus proyectos se observa el posicionamiento de conciencia intelectual e histrica que busca definir como disciplina autnoma y legitima los estudios literarios (26).

    A pesar de este trabajo comn, es necesario sealar, empero, que la escri-tura y los intereses de estos pensadores no son homogneos y es por ello que logran un espacio que inscribe los estudios literarios en un lugar preponderante del pensamiento latinoamericano. Si bien nunca de manera estable, con Hen-rquez Urea centrado en la literatura, Reyes en el lenguaje y Maritegui en el colonialismo cultural, lo que aqu tenemos es un vasto corpus por el que de-ber pasar toda la crtica latinoamericana que les suceder, un corpus que fue adquiriendo su potencia mediante actos [que] se ven integrados a proyectos colectivos que ponen en marcha estrategias de existencia, congregacin, visibili-dad e institucionalizacin (33), actos que responden a los nombres del Ateneo (1906-1914) y Amauta (1926-1930), respectivamente, una asociacin y una revista. La primera tena como objetivo realizar una crtica radical a la filosofa positivista que se encontraba al centro de los llamados cientficos, el grupo de polticos, seu-dointelectuales y comerciantes que asesor a Porfirio Daz, mientras la segunda,

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    La necesidad de la contienda. A propsito de La puga secreta. Conformacin del espacio de los estudios literarios hispanoamericanos, de Clara Parra Triana.

    plataforma intelectual y conciencia colectiva (49), fue una revista de presencia continental, la ms importante de su poca, que logr poner en circulacin el pensamiento de vanguardia que se daba en el primer tercio del siglo XX (como el psicoanlisis, el cubismo y el indigenismo), con el fin de contribuir a una litera-tura revolucionaria:

    Los intelectuales que participaron en el proyecto cultural que encarnaba la revista Amauta, de una u otra forma coincidan con la idea de que la revolu-cin tena sus bases en la creacin, y esta se encontraba por excelencia en las expresiones ms libres que haba podido alcanzar la humanidad, es decir, en el arte y la literatura; en este sentido actuaba como el gran motor renovador y revolucionario para tal despertar de conciencia. (54)

    Desde Amauta, nos recuerda Parra, Maritegui fue un gran impulsor del lugar poltico del arte y de la literatura en particular, pero no de manera abstracta, sino situando su poltica esttica junto a la educacin popular y haciendo que en ambas se reconociera y manifestara la irreductible heterogeneidad cultural del Per: La postura intelectual de Maritegui y en extensin de Amauta fue la de generar discusiones de largo aliento, coherentes con la pluralidad de realidades indo-bero americanas, en las que las relaciones entre arte, literatura y poltica fueran un eje creador y crtico, no reivindicativo (55).

    En este punto debiramos celebrar a Maritegui, que escribe y piensa as, precisamente en el momento en que el formalismo ruso y la nueva crtica esta-dounidense reducan la teora al estudio de una esencia bautizada por Roman Jakobson como literariedad. En cuanto al Ateneo, siempre tuvo un carcter eminentemente poltico, al poner el saber al servicio de la democracia, distan-cindose as del modelo literario que termin favoreciendo el modernismo, luego de la muerte de Mart, por supuesto. El grupo mexicano denunci la engaosa paz que experimentaba el pas, en detrimento de las clases populares en las que el hambre y el analfabetismo eran comunes, mientras que las clases acomodadas gozaban de los beneficios de una plutocracia que las favoreca (41). Pero de sus distintas actividades, creo que una de las ms importantes fue la fundacin de la Universidad Popular en 1912, un proyecto gratuito que vehiculizaba su idea de la educacin popular, la que, por cierto, no consista en reducir las exigencias ni los niveles de la enseanza, como vemos que hoy se hace prcticamente en todo el orbe, a cambio de la masificacin. Por el contrario, como seala la autora, Hen-rquez Urea, a nombre de sus compaeros atenestas, hace evidente la necesidad de la educacin popular de calidad, que se diferenciara de la educacin de lite que recordaba a la Edad Media en sus mtodos, estructura y objetivos. Al dogma

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    positivista de las polticas educativas del porfiriato, los atenestas le oponen la fuerza espiritual de la crtica (41-42).

    Este punto articula a los tres intelectuales de La pugna secreta, al mostrar que la crtica fue, y lo sigue siendo, una herramienta o un dispositivo que inclu-so me atrevera a llamar de subjetivacin, pues ella encarna la productividad, el cambio y el movimiento (119) que se necesitan para la democracia por-venir y esa crtica se adquiere en y con la literatura y su reflexin. Es ms, de la lectura que he realizado, se desprende un estrecho vnculo, cuando no una relacin esencial, entre crtica y tica, pues as es como leo la siguiente sentencia: la crtica es para nuestros pensadores la estrategia para acercarse a la meta en la que la humanidad, por fin, se haga cargo de s misma, en su complejidad, en su extraeza (74). En otras palabras, lo que aqu se resalta, lo que se nos muestra en esta lectura del Ateneo y de Amauta, es que la crtica, que el arte, es un elemento principal a la hora de luchar por un cambio social y ello, claro est, no poniendo la literatura al servicio de un programa, sino relevando la poltica que comporta todo proyecto esttico que se aprecie de tal. Esto, visto desde el presente, que ya solo considera la cultura en trminos de desarrollo (eufemis-mo que no refiere a otra cosa que a crecimiento econmico), es un recordatorio de la importancia de nuestro trabajo, de la importancia de la literatura y de la crtica, que solo tericamente pueden ser diferenciadas, como dice Parra que dijo Reyes.

    Lo anterior, signo de una crisis, me lleva a sealar un ltimo punto del recorrido que he intentado seguir, aunque lo har, si bien no exclusivamente, a partir de Reyes, a quien me permito privilegiar, porque ya ha sido privilegiado por la autora. El punto en cuestin tiene que ver una vez ms con la teora y la crtica, con las humanidades. Adelantndose bastantes aos a Barthes, el autor de Libros y libreros en la antigedad, uno de sus textos que resiste sin mucho pro-blema el paso del tiempo, seala que la crtica debe ser considerada un ejercicio creativo, pues al igual que el arte, tambin porta un ethos, una tica que da cuenta sin ambages de la imposibilidad de detener el sentido que la ciencia busca fijar. Maritegui hizo lo propio cuando declar: traigo a la exgesis literaria todas mis pasiones e ideas polticas (72), afirmacin que no consiste, como acertadamente indica Parra, en ver lo que se quiere ver, sino en explicitar nuestros lmites, pues toda escritura es siempre un testimonio de parte (54), como se indica en los Siete ensayos de la realidad peruana.

    Estos pensadores son ante todo sujetos que se incluyen dentro del objeto en construccin (el objeto cultural-literario) que desean abordar. En sus obras atestiguamos, por un lado, la prdida del hlito pretendidamente objetivo de

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    los estudios llamados cientficos y, por el otro, la ganancia de subjetividad humanista (no por ello menos rigurosa) que cuestiona los cdigos objetivistas que rodeaban al estudio literario como manifestacin de una aclamada cien-tificidad. (72)

    El cuarto captulo, dedicado a las formas crticas del pensamiento hispa-noamericano, es, creo, el que mejor ilustra este punto, pues es en l donde el ensayo emerge como el registro que por excelencia vehiculiza lo que he venido relevando. El ensayo es la forma que permite sealar con seguridad la condi-cin finita de lo que Auerbach, comentado a Montaigne, llam la condicin humana. Y el ensayo es entonces lo que le permite a Reyes afirmar que el exceso de ambicin cientfica da como resultado por s solo un error cien-tfico (85). Con esto se quiere recordar que no podemos escapar a nuestra subjetividad, que ella configura nuestra mirada y que reconocindole esta capacidad es como la crtica podr ser ejercida con mayor responsabilidad. No por nada Reyes defini, tentativamente, el ensayo como un centauro, con lo cual no se quiere referir a un engendro mitolgico, sino a la imposibilidad de identificar con claridad el sentido, a la vez que se afirma una escritura y una subjetividad en constante devenir (133). Es ms, la figuracin centurica de Reyes recuerda indefectiblemente la figura misma de Montaigne, quien luego de publicar la primera versin de sus escritos, decidi recorrer Italia, cmo no, a caballo. As que es en aquel libro que podemos considerar un verdadero acontecimiento que Montaigne decidi no seguir corrigiendo (pero s rees-cribiendo, aumentndolo), donde leemos: el mundo es un perpetuo vaivn. Todo se mueve sin descanso [] por el movimiento general y por el propio. La constancia misma no es otra cosa que un movimiento ms lnguido. No puedo fijar mi objeto (Montaigne 1201).

    A veces pienso que el ensayo, que algunos han querido definir como el g-nero principal de Amrica Latina, es el antdoto contra la tendencia mecanicista y neopositivista que entonces como ahora gobierna la produccin acadmica. Me lleva a ello la lectura de Reyes, no porque acepte sin crtica sus escritos, pues la verdad es que no muchas veces estoy de acuerdo con ellos, pero siempre admiro la belleza de su prosa. Digo que me lleva la lectura de Reyes a pensar en la poten-cia del ensayo, pues fue con esta forma discursiva que blandi su pluma contra la barbarie que impuso el porfiriato:

    Un sntoma, solo en apariencia pequeo, de aquella descomposicin de la cultura: se puso de moda, precisamente entre la clase media para quien aquel sistema escolar fue concebido, el considerar que haba un cisma entre lo te-

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    rico y lo prctico. La teora era la mentira, la falsedad, y perteneca a la era metafsica, si es que no a la teolgica. La prctica era la realidad, la verdadera verdad. Expresin, todo ello, de una reaccin contra la cultura, de un amor a la ms baja ignorancia, aquella que se ignora a s misma y en s misma se acaricia y complace. Cuando una sociedad pierde su confianza en la cultura, retrocede hacia la barbarie con la velocidad de la luz. (47-48)

    Estas palabras podran perfectamente ser pronunciadas hoy, cuando la cultura, la lectura y la crtica, a juicio de nuestros estudiantes, producen sueo, pero ellos no se dan cuenta, como s lo hicieron los surrealistas, de que la realidad que vivimos es un sueo producido por el anestesiante consumo. La matrix ya no necesita conectar cables a los cuerpos para apropiarse de nuestra energa. Le basta con entregarnos una tarjeta de crdito o un celular con Wi-Fi. La lectura bien podra ser el remedio para este mundo de ensoacin. Henrquez Urea comprendi su fuerza, mas la redujo a distinguir las calidades en las obras li-terarias (76). Pero la lectura hace mucho ms que eso. En verdad, si se alcanza el poder que guarda la lectura, distinguir a Coelho de Piglia es prcticamente irrelevante cuando comparamos este pobre ejercicio con la posibilidad de inven-tar otro mundo. El bello epgrafe del quinto y ltimo captulo as nos lo indica: Atrevmonos a decir que el descubrimiento de Amrica fue el resultado de algu-nos errores cientficos, y algunos aciertos poticos (139). Reyes dixit.

    Termino este comentario, instndoles, como Clara Parra lo ha hecho con nosotros, sus lectores, a inventarle mundos a este que se nos ha impuesto; atrev-monos a leer para que algn da podamos, por fin, despertar de esta pesadilla en la que vivimos y que nos hacen pasar por sueo.

    Obras citadasBorges, Jorge Luis y Osvaldo Ferrari. En dilogo. Vol. 1. Mxico: Siglo XXI, 1996. Montaigne, Michel de. Los ensayos. Barcelona: Acantilado, 2005. Reyes, Alfonso. Cuestiones gongorinas. Mxico: FCE, 2005. Vol. 7 de Obras completas.