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RESEÑAS DE LIBROS Gradan y su época. Actas de la I Reunión de filólogos aragoneses. Zaragoza, Institución "Fernando el Católico" (C.S.I.C), 1986. 422 p. (ISBN: 84-00-06413-5) En los últimos treinta años ha ido aumentando el interés por la obra de Baltasar Gracián. Actualmente es uno de los temas que más apasionan a filólogos, filósofos, lingüistas, políticos, historiadores... Sin embargo, el resultado de este amplio campo de investigación y de reflexiones españolas, francesas, alemanas, italianas, estadounidenses ha significado también la proliferación de las teorías más dispares para interpretarlo : se está muy lejos de un acuerdo sobre este pensador "hermético y enmascarado". Las luminosas Actas de la I Reunión de filólogos aragoneses, celebrada en Zaragoza y Calatayud desde el 28 de febrero al 2 de marzo de 1985, son una invitación a hacer un balance de la obra de Gracián. Más allá de las múltiples dificultades de la figura de Gracián, a los miembros de la Reunión aragonesa les desconcierta una falta de "composición de lugar" —recomendación muy ignaciana— de muchos recientes análisis de la obra del jesuita español. De ahí, la clave orientadora y el mismo título de las Actas : Gracián y su época. En esta perspectiva, la variedad de las contribuciones y la diversidad de los itinerarios de investigación de las Actas no impiden el emerger de un común horizonte problemático. No casualmente, los autores consideran necesario partir de una mise en abyme de los estudios grádanos. Esto explica, a su vez, que la mayoría de las contribuciones se muevan a partir de una especie de anatomía fisiológica del campo de fuerzas de la tradición graciana, pero sin concesión alguna a una supuesta sacralidad del ámbito de investigación. Los mismos modos de funcionamiento de los análisis de las Actas y su aparente heterogeneidad pueden ser comprendidos sólo desde el interior de la estrecha conexión entre Gracián y su época. A esta altura, especial relevancia asume la ponencia de M. Batllori : La pervivencia de Gracián afines del siglo XX (Resumen de la Ponencia) (pp. 89- 100). En este lugar, el emento gracianista no intenta tejer una bibliografía exhaustiva, a base de todos los datos de los temas grádanos, que él conoce a la perfección, sino trazar las líneas maestras del gracianismo actual. Las características de esta "aguja de marear" son, como siempre, la perfección y la sencillez. Sin embargo, la variedad y la densidad problemática de las Actas nos

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RESEÑAS DE LIBROS

Gradan y su época. Actas de la I Reunión de filólogosaragoneses. Zaragoza, Institución "Fernando el Católico" (C.S.I.C), 1986.422 p.

(ISBN: 84-00-06413-5)

En los últimos treinta años ha ido aumentando el interés por la obra deBaltasar Gracián. Actualmente es uno de los temas que más apasionan afilólogos, filósofos, lingüistas, políticos, historiadores... Sin embargo, elresultado de este amplio campo de investigación y de reflexiones españolas,francesas, alemanas, italianas, estadounidenses ha significado también laproliferación de las teorías más dispares para interpretarlo : se está muy lejos deun acuerdo sobre este pensador "hermético y enmascarado".

Las luminosas Actas de la I Reunión de filólogos aragoneses, celebrada enZaragoza y Calatayud desde el 28 de febrero al 2 de marzo de 1985, son unainvitación a hacer un balance de la obra de Gracián. Más allá de las múltiplesdificultades de la figura de Gracián, a los miembros de la Reunión aragonesa lesdesconcierta una falta de "composición de lugar" —recomendación muyignaciana— de muchos recientes análisis de la obra del jesuita español. De ahí, laclave orientadora y el mismo título de las Actas : Gracián y su época. En estaperspectiva, la variedad de las contribuciones y la diversidad de los itinerarios deinvestigación de las Actas no impiden el emerger de un común horizonteproblemático. No casualmente, los autores consideran necesario partir de unamise en abyme de los estudios grádanos. Esto explica, a su vez, que lamayoría de las contribuciones se muevan a partir de una especie de anatomíafisiológica del campo de fuerzas de la tradición graciana, pero sin concesiónalguna a una supuesta sacralidad del ámbito de investigación. Los mismos modosde funcionamiento de los análisis de las Actas y su aparente heterogeneidadpueden ser comprendidos sólo desde el interior de la estrecha conexión entreGracián y su época.

A esta altura, especial relevancia asume la ponencia de M. Batllori : Lapervivencia de Gracián afines del siglo XX (Resumen de la Ponencia) (pp. 89-100). En este lugar, el emento gracianista no intenta tejer una bibliografíaexhaustiva, a base de todos los datos de los temas grádanos, que él conoce a laperfección, sino trazar las líneas maestras del gracianismo actual. Lascaracterísticas de esta "aguja de marear" son, como siempre, la perfección y lasencillez. Sin embargo, la variedad y la densidad problemática de las Actas nos

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imponen referir, y además abordándolas esquemáticamente, sólo algunas de laspreciosas contribuciones de la Reunión.

En la composición de lugar debe leerse la ingeniosa ponencia de M. Alvar :Gracián y Lastanosa convertidos en materia poética : don Francisco de la Torre ySevil (pp. 7-24). El hilo conductor por el que Alvar aborda la figura del poeta —de procedencia tortosina y benicarlanda, y cuya aventura vital transcurre en elsiglo de Gracián— es la nostalgia de antiguos heroísmos en días de continuosfracasos. Por este camino, según el autor, don Francisco de la Torre transmuta enliteratura, en poemas a hechos históricos, la colección de Lastanosa. Pero, frentea un presente insatisfactorio, el "museo" de Lastanosa no puede sino aparecercomo un refugio de vidas clausuradas : armas sin dueño y águilas sin vuelo.Ahora, la lección viva del "camarín" y el Entretenimiento de las musas evocadossin fe en el presente, traen una procesión de espectros y una lección de muerte.

Extremadamente interesante nos parece la ponencia de A. Egido, El arte de lamemoria y "El Criticón" (pp. 25-66). La autora, a través de una síntesis clara yordenada de la trayectoria retórica del arte de la memoria en la antigüedad, en laedad media y en el renacimiento, evidencia las deudas de Gracián con la tradición—mediada además por las técnicas memorísticas de las escuelas jesuítas (lacomposición de lugar)— pero también, cosa no fácil, los elementos deinnovación presentes. Desde este punto de vista, adquiere grande importancia lafecunda idea "graciana" del gran libro del mundo y del mundo como libro,entendido como ubicación de lugares memorísticos sobre el cual colocar las letrasde las imágenes. Pero, añade la autora, si El Criticón aparece como técnicaconstante de la compositio loci, esta dislocación instituye un corte entre realidade imagen de la realidad. A este nivel, la centralidad del desengaño dentro deltópico del mundo como libro y teatro1 demuestra la falta de sentido de laconcepción del mundo y de sus partes (por eso el necesario correctivo a cualquierimagen). La experiencia vital crea, pues, un desacuerdo con la ¡dea y transformala armonía del mundo en caos y apariencia. De otro modo, las técnicas gracianasdel arte de la memoria no son un simple ornatus, sino que dejan emerger laobligación del hombre de saber descifrar ese gran libro de Dios que le habla porimágenes. En verdad, después de la caída de la natura hominis, la compositio locino puede ser sólo una mera repetición de la imagen del mundo, sino también laconsunción de "otro mundo", el de las leyes y de los límites de la palabraliteraria.

1 Piénsese en la importancia capital de las imágenes en El Criticón, sean, porejemplo, emblemas, jeroglíficos o empresas. A este propósito, señalamos que elamplio campo semántico de lo visual en Gracián y el sentido de la vista como basepara saber ser persona está desarrollado por M.T. Cacho, "Ver como vivir". El ojoen la obra de Gracián, pp. 117-135.

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Relacionado con los problemas evidenciados por la ponencia de A. Egido,podemos ver la desaparición del prestigio del refranero en Gracián. También en eltrabajo de F. Lázaro Mora, Gracián y el refranero (pp. 317-323), asistimos notanto a la crítica del jesuíta a los refranes, a lo popular, a los "evangeliospequeños", cuanto la necesidad de un correctivo a las imágenes estáticas queconlleva el refranero. En realidad, como hemos visto, Gracián está solamentecontra el uso sin sentido y sin nervaturas vitales de cualquier imagen, inclusivelos refranes. Gracián no rechaza, entonces, lo vulgar, no desprecia lo popular,sino que lo usa, lo reagudiza. Y la alteración del refrán, la predilección del"artificio", representa el necesario remedio contra lo natural, es decir, contra elautomatismo y la espontaneidad.

La utilización de imágenes extraordinarias dentro la temática de la compositioloci es analizada por A. Armisén, Admiración y maravillas en "El Criticón" (másunas notas cervantinas) (pp. 201-242). El Criticón es, según el autor, un textoparticularmente interesante para comprender mejor la variedad de usos en elsiglo del barroco del tema de la admiración y lo maravilloso (sin excluirobviamente a Cervantes). Lo que nos parece significativo es que Armisén logrenotar, en el manejo por Gracián de los términos admiración y maravilla, unasingular conceptualización retórica que concreta un problema más amplio. Esimportante medir los usos y sentidos no sólo dentro de un aparato retórico ypoético, sino también en una perspectiva filosófica y teológica. Desde aquí vienela breve travesía histórica de la admiración y lo maravilloso como lugar porexcelencia del filósofo, desde Platón hasta la reformulación cristiana de S. Tomásde Aquino. En este sentido, el rechazo de la admiración y lo maravilloso en ElCriticón no puede sino surgir con el ingreso en la edad varonil y como resultadode un proceso de conocimiento. Asistimos, pues, a lo largo de El Criticón, a unarevisión moral y desengañada de la admiración : lo maravilloso no siempre lo es(véase, por ejemplo, Los trabajos de Persiles y Sigismundo de Cervantes). Eldesengaño les evidencia a Critilo y Andrenio (emblemáticamente definidos por elautor como "los peregrinos del conocimiento") cómo lo admirable y lomaravilloso no es necesariamente ejemplar.

Ya no hay dudas de que en cualquier autor —aunque quizá más en losbarrocos, y de modo particular en Gracián— el lenguaje constituye una parteesencial de su "estilo", de su visión del mundo y de la vida. De ahí que podamosconsiderar ahora una investigación paralela a las anteriores, la de J.A. FragoGracia, El aragonesismo lingüístico en Gracián (pp. 333-263). Si es verdad que lalengua de Gracián es el español, no se da, de todos modos, en sus obras y sobretodo en El Criticón, un desconocimiento de la realidad dialectal de su región.Incluso en este caso, el autor, tomando en cuenta las precedentes interpretacionesdel aragonesismo graciano, y particularmente los trabajos de M. Romera-Navarroy K. Heger, demuestra también sus límites, debido al mayor desarrollo de laciencia dialectológica de los últimos años. Desde tal perspectiva, extremadamente

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útil resulta el minucioso y riguroso inventario de los particularismos léxicos delaragonés recogido por el autor. En sintonía con esto, señalamos, para una mejorcomprensión de la intricada selva de la página graciana, la comunicación de J.M.Enguita Utrilla, Fórmulas de tratamiento en "El Criticón" (pp. 295-316).

En esta línea, muy orientador es el análisis de F. Monge : Una retóricaaragonesa defines del siglo XVII (pp. 103-115). Su autor, después de haberavalado en años pasados —y siempre utilizando a Gradan— una perspectivaadecuada para comprender lo común y lo diferencial del culteranismo y delconceptismo, plantea ahora la cuestión del significado de la Agudeza en laRetórica a fines del siglo XVII. Muy específicamente, Monge entabla algunosparalelos entre la obra graciana y el "culto" Iardin de la Eloquencia del franciscanoaragonés Fray Josef Antonio de Hebrera.

La preñez del lenguaje y, especialmente, la importancia en Gradan delnombre como instrumento de intensificación semántica es bien examinada, ensus dos grados de concreción de los abstractos, por E. Ridruejo : El nombrepropio connotativo en "El Criticón" (pp. 285-293). Según el autor, estemecanismo expresivo, vinculado en un acto de descubrimiento y comunicación dela correspondencia entre los objetos (piénsese en las correspondencias que creanlos nombres con artículo determinado el e indeterminado un), encierra, en unmundo de ideas abstractas y de generalización morales de la vida humana, unproceso de concreción de los abstractos. Además, según expone Ridruejo, esteproceso de concretización en la apelativizacion de nombres propios encarna unatransparente finalidad moralizadora.

Para poder aclarar por completo la extraordinaria importancia de la Agudeza,hay que enfocar la comunicación de J.M. Aguirre : Agudeza o Arte de Ingenio yel Barroco (pp. 181-190). Si, por una parte, el Barroco representa el siglo de"Distopía", en cuyo centro se encuentra el tema del desengaño, por otra, elconcepto es su instrumento expresivo, el esfuerzo por ponerse en contacto con larealidad del "siglo de hierro" graciano. En este sentido, el concepto, este acto delentendimiento que expresa la correspondencia entre los diversos objetos (de ahí suextensa veta racionalista), puede ser entendido, sin olvidar la variedad de susformas, como el afán desesperado del hombre barroco por conservar unido unmundo cultural que amenaza desintegrarse.

Verdaderamente, en pocos autores como en Gracián se da una mayorcorrespondencia entre el lenguaje y el pensamiento, entre filología y filosofía,entre teoría y práctica. Según comenta R. Senabre en "El Criticón" como"sunvna" retórica (pp. 243-253), podemos constatar en Gracián escritor lapresencia no sólo de un mundo mental homogéneo, sino del proyecto de unaextraordinaria coherencia (véase también sobre el tema la comunicación de I.-M.Gil, Gracián y la responsabilidad del escritor, pp. 403-409). Es lo que pasa,según el autor, entre la Agudeza y Arte de Ingenio y El Criticón, en otraspalabras, El Criticón auna las dos grandes líneas de Gracián : los tratados sobre

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las virtudes que pueden conducir el hombre a la inmortalidad y la codificación dela Agudeza. A este nivel, El Criticón, materializando el ideal estilístico de laAgudeza, se convierte en la "summa" de la poética barroca y, además, representauna tercera versión del Arte de Ingenio de 1642. Sin embargo, es una lástima queeste precioso e interesante careo entre la Agudeza y el Criticón, expuesto por elmismo Senabre en anteriores análisis, no haya sido valorado como merecen susacertadas e inteligentes observaciones.

Desde otro punto de vista, son muy importantes las observaciones que haceJ.M. Rozas en : El compromiso moral en la "Agudeza" (y en las "PoesíasVarias" de Alfay) (pp. 191-200). Según expone J.M. Rozas, los ejemplos de laAgudeza forman una limitada antología de la poesía barroca y las seleccionesestán totalmente comprometidas con el regionalismo y la profesión educativa deGracia, como jesuíta y moralista.

Dentro de esta misma problemática se debe insertar la luminosa ponencia deF. Lázaro Carreter : El género literario de "El Criticón" (pp. 67-87). Su autorreconstruye minuciosamente el género literario de El Criticón, definiéndolo comouna Epopeya Menipea. F. Lázaro Carreter llega a esta conclusión tras un detenidoanálisis de los ejemplos antiguos y modernos que se ofrecían a la consideraciónde Gracián, así como de sus manifiestas preferencias por algunos de ellos.Además, el autor, para comprobar la idea del tipo de obra que Gracián intentabaescribir —elemento fundamental para avanzar en su entendimiento—, afronta loslibros anteriores del jesuíta, y en particular la doble versión, con evidentesintegraciones y variaciones, de la Agudeza. A este propósito, parece significativala rectificación en la segunda edición sobre la "agudeza libre", un gusto queGracián ya no se atreve a nombrar acierto. Ahora, frente a la "agudeza libre"está la "agudeza compuesta", y, en su vértice más alto, la epopeya. Por último,como conclusivo eslabón de la cadena, el marco en que Gracián encuadra laperegrinación de sus protagonistas es la mirada menipea.

A pesar de tratarse de un tema que ha perdido, según el mismo autor, elinterés que tuvo en otra época, hay que decir que el trabajo de J.M. Ayala, "ElCriticón" de Gracián y "El Filósofo Autodidacto" de Abentofail (pp. 255-269),aparece, por sus enfoques metodológicos, muy interesante. Más allá de la difícilhipótesis sobre la dependencia de las primeras crisis de El Criticón respecto de lanovela musulmana, Ayala, complicando el cuadro, muestra la exclusión de unaunidad básica entre ambas obras desde una problemática filosófica. En lo que sícoinciden Abentofail y Gracián es en su pesimismo con respecto a la sociedadhumana. Pero mientras que el primero propone huir de la peligrosa sociedad deignorantes, el segundo busca unas estrategias para vivir también en un mundo enel que todo anda trucado (sobre el carácter social del hombre y, por tanto, dellenguaje como desarrollo de las capacidades interiores que la naturalezaproporciona, véase la ponencia de F. Hernández Paricio, Andrehio y el lenguaje :Notas para una historia de las ideas lingüísticas en España durante el siglo XVII,

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pp. 271-284). Lo importante, aquí, no es tanto, o más bien, no sólo laresolución de la imposible dependencia de El Criticón con relación a El FilósofoAutodidacto, sino la estrategia utilizada. Es decir, Ayala legitima, sin por estodevaluar las rigurosas metodologías filológicas sino quedando en ellas, un precisoy bien estructurado esfuerzo filosófico. Si Gracián no acaba en lo literario,aunque lo literario sea inseparable de lo moral y filosófico, este estudio noobedece, como en tiempos recientes se ha verificado, a un deseo de servirse deljesuíta, es decir un pretexto, sino que expresa la toma de conciencia de lascomplejas, bullentes y diversas manifestaciones de la obra graciana.

Un buen examen de la difusión de la obra graciana entre los escritores de laIlustración se encuentra en P. Palomo : Gracián y la novela didáctica del sigloXVIII : "El Criticón" y "El Ensebio" (pp. 375-388). La autora, a través deprofundas comparaciones, ve en la forma narrativa de El Criticón unos elementosestructurantes de una buena parte de la novela didáctica del siglo XVIII, En estecontexto, particular relevancia asume la aportación de la obra graciana en ElEusebio de Pedro de Montengón. Si entre las dos obras hay que destacar unoselementos comunes (el naufragio inicial, el protagonista dual y, sobre todo, elviaje como aprendizaje de la vida), el resultado de la obra del ex-jesuita ilustradoMontengón se precisa en unas diferencias radicales. No sólo hay la disimilitud deambos recorridos en lo que atañe a su final (por ejemplo la exclusión de Roma yun caminar guiado casi únicamente por la filosofía de los estoicos) sino que, y deacuerdo con el optimismo de los Ilustrados, El Eusebio pretende crear individuos,o mejor dicho, ciudadanos para una sociedad perfecta. A fin de cuentas, como biensubraya la autora, el verdadero protagonista de El Eusebio ya no es el hombre,sino su mensaje didáctico y su modelo de conducta razonable y virtuosa.

Finalmente, la comunicación de C. Peralta, La ocultación de Cervantes enBaltasar Gracián (pp. 137-156), es un emblemático ejemplo de lo que significaesta / Reunión de filólogos aragoneses, es decir una escritura en movimiento. Enuna palabra, más allá de los resultados conseguidos, al autor le interesa —despuésde haber reconocido las inevitables cristalizaciones de la tradición, y con toda laerudita humildad que el objeto de análisis requiere— poner en evidencia toda lacomplejidad de las relaciones de Gracián con Cervantes y su época.

Puesto que en su variedad las Actas van formando, según el prólogo de laTercera parte de El Criticón, un cuerpo o unidad, creemos oportuno señalar lasotras contribuciones que componen este graciano volumen. J.M. Oltra Tomás,Conformación de un texto de Gracián : El político don Fernando el Católico (pp.157-172), donde, centrando el análisis sobre el valor paradigmático del "rey rey",evidencia también el inevitable incurrir de la prosa graciana en una ciertamonotonía. E. Lacadena y Calero, Anotaciones al "Oráculo Manual" : Losatisbos ilustrados de Gracián (pp. 173-180), se centra en los atisbos dieciochescose ilustrados de los "aciertos del vivir" que componen el Oráculo Manual y Arte dePrudencia. A. López García, De nuevo sobre la "Crítica de reflección" (pp. 325-

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332), donde se replantea la cuestión del opúsculo y de su "verdadero" autor comouna de las primeras manifestaciones de utilización política de escritores célebres.Para una valoración de El Comulgatorio insertado en el conjunto del "estilo"graciano y la afirmación de que no es una simple selección de fragmentos desermones del mismo jesuíta, téngase en cuenta G. Giménez, "El Comulgatorio"y la Oratoria Sagrada (pp. 365-374). Por último, sobre algunas deudas ydiferencias entre el héroe graciano y la trayectoria poco rectilínea con losarquetipos posteriores, véase F.J. Blasco, Algunas notas para el estudio de lapresencia de Gracián en el "Héroe" modernista (pp. 389-402).

Felice GAMBIN(Universidad de Padua)

Jorge M. AYALA, Gracián : Vida, Estilo y Reflexión. Madrid, Cincel,1987. 190 p.

(ISBN) : 84-7046-445-0 ; Serie Historia de la filosofía, 37)

La editorial Cincel ha publicado en su colección "Historia de la Filosofía", n°37, el libro de Jorge M. Ayala, Gracián : Vida, Estilo y Reflexión, Madrid,1987. El autor asegura que se trata de una introducción a la obra y filosofía deBaltasar Gracián. Ayala se mueve dentro de las coordenades de la últimainvestigación, que reconoce al autor aragonés no sólo como moralista opreceptista literario, sino que le asigna un lugar destacado en el conjunto de losfilósofos. Según Peralta (véase el prólogo, pp. 11-15), el vivo interés actual porla obra del jesuíta, tanto en España como en Europa, ría cristalizado en una nuevalectura de su obra.

Ayala comienza exponiendo la recepción graciana y el Barroco comofenómeno europeo y español, condicionado por el gran vigor que tuvo laContrarreforma en la península. De aquí el predominio de la apariencia del ojo ydel ver, tanto en El Criticón como en la pintura de Velázquez. El capítulo terceroincluye una breve exposición de la vida de Gracián. Los cuatro capítulossiguientes presentan cronológicamente la obra graciana Según Ayala, El Héroees un modelo universal (?) y abstracto (?) del hombre singular y heroico. ElPolítico respondería por su parte a la aplicación de los ideales abstractos (?) delHéroe a Fernando el Católico. El autor cree que sólo en El Discreto esabandonado el ideal heroico en favor del hombre discreto, y cuya meta esaccesible a todos. Siempre según Ayala, El Discreto refleja la inseparabilidad quehay entre la vida, el pensamiento y el estilo de Gracián.

La característica más peculiar del Oráculo Manual es la densidad y suestructura abierta a la "fenomenalidad fáctica del mundo" (p. 74). Contiene

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normas que no son universales, sino aplicables a la situación concreta. Con laAgudeza y Arte de Ingenio llegamos a la obra central de Gracián. No se trata deuna estilística, ni de una retórica o poética ; es un arte de agudeza basado en lasegunda cualidad esencial del entendimiento, el ingenio. Ayala alude a ladistinción entre genio e ingenio, definiendo la agudeza como "intensidad delingenio" (p. 80) para expresar las correspondencias reales encontradas por elingenio mediante imágenes inventadas o conceptos. Estos conceptos ingeniososdifieren de los de la lógica, pues sóloaquellos expresan las relaciones singularesy concretas entre las cosas. La Agudeza y Arte de Ingenio sustituye la imitaciónpor la creación.

El Comulgatorio responde al estilo de la meditación ignaciana. Ayalaconsidera El Comulgatorio como exponente del conceptismo, tal y como habíasido proclamado en la Agudeza. Añade dos capítulos sobre El Criticón, que podríaconsiderarse en términos grádanos como una agudeza compuesta fingida, enforma de epopeya y con una finalidad didáctica. Se analizan algunas fuentes delCriticón, su estilo literario (en la línea de Santos Alonso), la estructura, elsimbolismo de Andrenio y Critilo, la alegoría (M. Welles), la sátira y el humor.

En los tres capítulos siguientes, Ayala constata la preocupación graciana porla palabra y su rechazo de la filosofía escolástica, por no ser ésta capaz deenfrentarse con la realidad compleja de la época barroca. Por eso elasociacionismo ingenioso sirve para descubrir un nuevo orden detrás de la realidadcaótica. El modo de pensar que se refleja en el lenguaje es "relacionar (p. 130),tal y como se nos muestra en el proceso de aprendizaje de Andrenio. Si el hombrees perfectible, podrá construirse una segunda naturaleza gracias al arte, hastalograr la meta de "ser persona". La libertad de cada individuo es la base de supropia moralidad, y ésta consiste en la mesura y el justo medio. La moralgraciana es eminentemente práctica, siendo el "saber vivir" y no el "saber" laverdadera raíz de la felicidad. Este saber implica la comprensión de la realidadconcreta, del parecer y del engaño. En este sentido, El Criticón es un perfectoejemplo de la filosofía graciana del desengaño.

Pero este saber práctico requiere además un discernimiento propio : el "buengusto". El buen gusto, nos dice Ayala, "es un juicio ingenioso" (p. 162) y suaplicación es cognoscitiva, estética y moral. Fue Gracián quien divulgó estetérmino, que logró su mayor desarrollo en los siglos XVII y XVIII. En unúltimo capítulo, el autor analiza la crítica política y social en El Criticón,concluyendo que no se trata de una obra sociológica. Al final, y tras un epílogobreve de su obra, Ayala recoge algunos textos y conceptos de las obras deGracián.

Se puede afirmar que el libro de Ayala constituye una útil introducción a laobra de Gracián. Para el lector no especializado constituye una aproximación a lafilosofía ingeniosa y al concepto como expresión de la misma. Ayala ha seguidoaquí las huellas de la crítica reciente, citando con frecuencia a Egido, Pelegrín,

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Santos Alonso, Taran, Welles, etc. Pero hay algo lamentable en la obra de Ayalaque merece ser señalado. Tanto la estructura y análisis de los términos claves desu libro (véase p. 66 : "naturaleza-arte, genio-ingenio, agudeza-buen gusto,hombre-persona, prudencia-imprudencia, etc."). como buena parte de las ideasfilosóficas que pudieran parecer más originales, fluyen claramente de lasinvestigaciones de E. Hidalgo-Serna, autor a quien Ayala alude tan sólo eindirectamente en una ocasión (p. 141). "No todo lo que se prosigue se adelanta",aseguraba Gracián al comenzar su Agudeza y Arte de Ingenio. Si en su resumenfinal Ayala asegura que "Gracián ha construido su obra desde el ingenio" (p. 175),esta verdad constituyó, años antes, el punto de partida y el argumento central dellibro de Hidalgo Das ingenióse Denken bei Baltasar Gracián, Munich, 1985. EnBologna ("Biblioteca di Estética", Nuova Alfa Editrice), se halla en la imprenta laversión italiana de esta obra, que aparecerá próximamente con el título La lógicadell'ingegno e lafunzione del "concepto" in Baltasar Gracián.

Una advertencia sutil e ingeniosa de las semejanzas entre los libros de Hidalgoy de Ayala permitiría individuar el grado real de originalidad o de imitación deuno u otro. A modo de ejemplo, aludiré solamente a algunos puntos que serefieren a la interpretación del "buen gusto". Hidalgo-Serna parte del comienzo delCriticón y de la común etimología entre el "sabor" y el "saber" (p. 151 ; Ayala,p. 164) ; tras un análisis de los textos de Gracián, llega a la triple función delgusto cognoscitivo, estético y moral-práctico (p. 154 ; Ayala, p. 163), sinolvidar la correspondencia y dependencia fáctica entre el ingenio y el gusto. En elpenúltimo y más amplio capítulo de su obra, Hidalgo había señalado ya elcarácter individual y cognoscitivo del gusto, capaz de cultivo y de cultura, yórgano de la elección que corona el método ingenioso. En cuanto juicioingenioso, el "buen gusto" forma parte del "arte de ingenio", siendo uninstrumento preeminente de la filosofía, de la estética y de la moral gracianas :

Atañe al buen gusto la decisión y el reconocimiento del valor de la verdadero, de lobello o de lo bueno, es decir, de lo que ha sido desvelado por la sutileza delingenio, y siempre dentro del marco y escenario de la práctica. Este es el lugarpropio donde el gusto, libre de la influencia de la razón, juzga sobre la perfecta oimperfecta relación de todo cuanto afecta a la estética y a la moral pr[actica. (P.159, mía la traducción)

La elección del "buen gusto" respeta la novedad del ser singular y la visióningeniosa de las correspondencias históricas entre las cosas (Hidalgo, p. 165). Elgusto graciano actúa como respuesta individual frente a las necesidades nuevas deun hombre que, obligado a ordenar su propio mundo, deberla optar y seleccionaringeniosamente, esto es, no racional o deductivamente. Como el ingenio,también el gusto se mueve y decide sin abandonar nunca la órbita de lo concreto,

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aunque Ayala le atribuya un "valor universal" (p. 166), anulando así el carácterindividual y propio de esta original metáfora.

Pero ya se trate del gusto, del ingenio, de la agudeza, del concepto o de lasignificación filosófica en Gradan, el disimulado silencio de Ayala respecto a lostrabajos de su compatriota Hidalgo, implica una grave omisión. Téngase presenteque en la tesis doctoral de Hidalgo Sema {Filosofía del ingenio y del concepto enBaltasar Gracián), publicada en Roma el año 1976, aparecen ya formuladas susprincipales ideas referentes a la lógica del ingenio y a su nueva interpretaciónfilosófica del concepto y del conceptismo de nuestro jesuíta.

Una vez advertido tan peligroso escollo, el libro de Ayala consigue elobjetivo de acompañar e introducir al lector en el mundo graciano. Hay muchocamino por recorrer en su obra, ya que la riqueza, la variedad y la unidad dellenguaje y del pensamiento grádanos exigen una lectura interior y siemprenueva, personal e ingeniosa.

TinaRECKERT(Braunschweig)

Política y literatura, Estudios coordinados por Aurora Egido.Zaragoza, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja,1988; 139 p.

La relación entre el ámbito político y el de la creación literaria, en general, hasido abordado en nuestro siglo desde muy diversos frentes y con variadosobjetivos. El volumen que aquí se reseña tiene en principio el atractivo de todamiscelánea. Tanto porque reúne las perspectivas del crítico, el historiador, elpoeta y el novelista, como porque éstas se dan en un gran contraste cronológico :el que va desde tres figuras capitales de los siglos XVI y XVII (Maquiavelo,Quevedo y Gracián) a los autores contemporáneos que vivieron el antes y eldespués de la transición política española.

Aunque son los estudios sobre el Siglo de Oro los que nos interesa comentaren relación a estas páginas, conviene partir de una observación previa sobre losúltimos artículos del libro. Sus respectivos temas se prestan a ese tipo de análisisque ha venido justificando el interés de la crítica sociológica, por tratarse siemprede una literatura de oposición a un régimen social vigente. Así, Carlos SecoSerrano analiza las denuncias y crónicas pesimistas de W. Fernández Flórez anteel panorama histórico español de 1916 a 1935 ; José Hierro reflexiona sobre elcompromiso de su generación con la poesía civil de posguerra ; y M. VázquezMontalbán sobre la responsabilidad histórica de los "novísimos" y su crítica de latradición literaria anterior. Es decir, todos ellos son asuntos muy propicios para

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establecer conclusiones de corte marxista, que, sin embargo, conducen a la idea deque ni siquiera ante ellos cabe seguir aplicando los estrictos esquemas delmaterialismo : "Parece deducirse de los estudios aquí incluidos que estamos muylejos ya de las leyes de causalidad directa que hace algunos años buscaban en losfenómenos económicos, sociales e ideológicos los fundamentos de la obraliteraria" (p. 25). Creo que esta precisa observación de la profesora Aurora Egido,en su espléndido prólogo, tiene mayor alcance. Y es la evidencia de que no esprecisamente la perspectiva sociológico-marxista la que clarifica la relaciónpolítica-literatura en los autores del Siglo de Oro que aquí se estudian. Más aún,que no puede ser nunca ésa la vía adecuada para explicar biografías y obrascomplejas que escapan de las generalizaciones y obligan a descifrarcontradicciones.

En primer lugar, los trabajos de F. Chiappelli, P. Jauralde y R. Jammessobre la obra de Maquiavelo, Quevedo y Gracián, respectivamente, coinciden enque hay que trascender las imágenes aparentes de esos autores, y superar así viejosclichés estereotipados en los manuales de Historia literaria. Convencer de lanecesidad de una nueva lectura de El príncipe y los Discursos del gran teóricoitaliano, de toda la poesía de Quevedo y del Criticón, me parece por tanto elprimer logro común de tales análisis. Pero, además, pueden advertirse otrascoincidencias implícitas que sirven para acercar las actitudes de los pensadoresmás insignes del Barroco español.

Una de estas conclusiones entre líneas se formularía diciendo que todo autorliterario con una filosofía política y una formación ideológica sólida no puede serdivisible o parcelable, ni en lo que atañe a su trayectoria vital ni en lo que atañe alos géneros por él cultivados. Es el caso de Maquiavelo, con quien no cabe trazaruna línea divisoria de lo que fue el diplomático y el escritor, porque en supersonalidad se funden la teoría y la práctica políticas. F. Chiapelli confirma consuficientes pruebas cómo bajo la prosa rígida de sus crónicas se mezclan susconvicciones antropológicas, sus propios recuerdos, decisiones y experiencias conlos ejemplos tomados de la Antigüedad, y cómo se puede percibir, a modo de"rayos X o transparencias", el pesimismo o la sensibilidad de Maquiavelo hacialas distintas necesidades humanas. Y en el caso de Quevedo, P. Jauraldedemuestra que la división en compartimentos estancos del poeta "religioso","angustiado", "convencional", "satírico" o "festivo" sólo es útil para ordenarantologías, porque en realidad hubo mucha más unidad en toda su creaciónpoética. La distancia entre la imagen del Quevedo político que tuvieron suscontemporáneos y la que obtenemos hoy al leer poemas que no fueron difundidosen su época, es algo que debe considerar el crítico al reconstruir el esquemaideológico que no está explícito en el variado corpus poético quevediano. A travésde una amplia revisión de manuscritos, P. Jauralde llega a explicar que laconciencia histórica de Quevedo late especialmente en su poesía senequista, ensus sonetos religiosos y metafísicos y en tópicos recurrentes como la reflexión

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sobre la lejana gloria, la ruina y el abandono. A fin de cuentas, variantes siemprede una amargura existencial que adquiere dimensión política cuando el tema de ladecadencia atañe a algún personaje o situación de gobierno. En cuanto a Gracián,por su fuerte conciencia cívica jamás fue indiferente ante la realidad másinmediata, lo que demuestra el profesor R. Jammes con alusiones precisas delCriticón a las "vicisitudes de la política española" (p. 69). Pues, lejos de todaabstracción, la crítica de Gracián remite a realidades tan concretas como la guerrade Cataluña o la corte del Palacio Real y sus intrigas. Referencias éstas quedieron actualidad a un texto hoy valorado por la universalidad de su profundaalegoría.

Pero, sin duda, la coincidencia más importante reside en el hecho de que tantoen el caso de Quevedo como en el de Gracián se insista en la exigencia decomprender ciertos aspectos que resultan contradictorios para el lector de hoy. Laambigüedad en el manejo de la lengua es en ambos fuente de muchas paradojas (elpropio adjetivo "político" en Gracián resulta ambiguo) ; pero, sobre todo, lacontradicción mayor se centra en su controvertido aristocratismo. R. Jammessuscita el de Gracián al comentar su desprecio por los principales movimientospopulares de la época (comuneros castellanos, gemianías valencianas, segadoresbarceloneses o el motín de Ñapóles de 1647) ; desprecio paralelo al que Quevedoy él manifiestan por el abuso de poder : "esta severidad contra la nobleza y lospoderosos no implica que pueda existir en el espíritu de Gracián el menor asomode sentimiento democrático"(p. 74). Pero hablar del "conservadurismoreaccionario" de Quevedo o Gracián, de la falta de propuestas democráticas en susobras, y de su adhesión "al sistema ideológico de la clase dominante", puede noser más que un enfoque anacrónico de una falsa contradicción. Y me parece que alo largo de estos mismos trabajos es posible encontrar la relación de clavesnecesarias para su correcta interpretación.

Uno de los principales puntos de coincidencia del "antipopulismo" deQuevedo y Gracián consiste en su rechazo de las masas que actúan movidas porinercia y sin criterio propio. La base filosófica común a los autores del Siglo deOro que comparten tal crítica es la inspiración neoestoica de un ideario yaasumido y defendido por Erasmo en su Enquiridión. Su primer precepto,conseguir formarse un gusto y criterio personal para actuar lúcida y libremente enla vida, es también el primer objetivo pedagógico del Criticón, donde Graciánquiere proporcionar al lector "los recursos intelectuales y morales necesarios pararesistir a todo lo que, en la sociedad, tiende a aplastarlo, a enajenarlo, adespersonalizarlo, a hacer de él un borrego..." (p. 83). Ésta es asimismo la razónde la heterodoxia de Gracián que, en tantas ocasiones, según apunta R. Jammes,exhorta al libre pensamiento "sin tener en cuenta las apreciaciones de la críticaoficial", y se atreve a decir no a "los usos consagrados y los valores indiscutidos"(ibid.).

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Hay que pensar que la educación no es sólo un tema recurrente en el Criticóny en toda la obra de Gracián, sino que es fundamental en el pensamiento políticode los tres autores de los que hablamos. Muchas veces se ha reconocido que elpesimismo general ante la decadencia y el desmoronamiento de la sociedad en elSiglo de Oro se reviste siempre de una crítica contra el deterioro de determinadosvalores cívicos que se consideran esenciales. Valores identificados con una seriede virtudes aristocráticas que pretendían revitalizarse a través de los manuales deregimine principum, de larga tradición literaria. Fácil es comprender las amargasreflexiones del autor de la Política de Dios en relación al Quevedo detractor detorpes tiranías y de viles mandatarios en tantos sonetos. La sátira de la figura deltirano, "excelente atalaya para comprender su actitud política", según P. Jauralde(p. 55), es tópico compartido por Gracián, que se relaciona con el tema del bueny mal gobernante ; esto es, con el género de la educación de príncipes, al quepertenece la obra de Maquiavelo. La educación del buen gobernante, que habría deser paradigma ejemplar para el pueblo, aparece como condición previa de todomodelo social para estos autores, que de una u otra forma son permanentementemoralistas y pedagogos del desengaño. Es decir, privilegiados jueces de la políticaajena siempre que ésta es ignorancia, mezquindad, debilidad y vileza, bajocualquier máscara de grandeza.

En suma, el estrecho lazo entre lo político y lo moral se nos aparece asícomo uno de los rasgos diferenciales del pensamiento de estos dos autores,coincidencia que también descubren sus comentaristas. Pues si en Quevedo lostemas más puramente políticos "van unidos a ciertos temas morales que hablande los vicios más relacionados con la decadencia y la tiranía" (p. 61), en Graciánqueda claro también que toda "crítica despiadada de la política y de los políticos"se dirige a "defender al individuo —su lector o, si se quiere, su alumno— contrala sociedad que le rodea" (p. 72). La "militancia de la virtud", la militancia éticadel autor del Criticón, tan de su siglo, no está reñida con la modernidad y elprogresismo de muchas de sus propuestas. La actualidad de su obra —reflexiónúltima del profesor Jammes— es un incentivo que le lector puede encontraraumentado al contemplar, en su conjunto, las múltiples sugerencias de estereciente compendio sobre Política y literatura.

Lina RODRÍGUEZ CACHO(Universidad Autónoma de Madrid)