reporte cien años de soledad

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Eran felices, y los más felices sobre la tierra... Platón sugiera, en La república, que las cosas grandes se ven reflejadas en las cosas pequeñas; partiendo de esta premisa, analizar el estado a partir del alma humana. Partiendo de esta premisa, Gabriel García Márquez nos cuenta la historia de una sociedad, que es a la vez la sociedad latinoamericana, la sociedad universal y un mundo imaginario, con sus propias reglas, a través de la historia de lo que es el origen de todo estado, de toda mitología, de todo sistema humano: la familia. Bien podría hablarse de la familia Buendía como de una familia real, la familia real de Macondo, a más aun, como si fueran los dioses fundadores. Todo está presente: el incesto primigenio, que aterra por generaciones a los hombres; el afán por el saber, mezclado con el afán por el poder (no envilecido, en casi ninguno de los Buendía, por el afán del dinero, que es cosa bien diferente); la traición, los amores contrariados, y, sobre todo, el aislamiento absoluto, en el que se van recluyendo todos los personajes, y que llenan con una atmósfera de recuerdos, de mitos heredados, de anhelos y de una sabiduría sombría, como en ese pasaje maravilloso en el que Úrsula dilucida dolorosamente el enigma del corazón de sus hijos: el coronel incapaz de amar, la viuda eterna cuya frialdad nació del miedo a un temperamento demasiado apasionado, destructivo, y no sin razón, pues las pasiones de los Buendía nunca acabaron bien. Otro de los momentos más hermosos de la novela es, precisamente, cuando se rompe esa maldición del aislamiento, el glorioso coito entre el último heredero de los Buendía y su tía, Amaranta Úrsula. Una familia obsesionada, oscuramente con el incesto, el pecado original... y, finalmente, esa tensión sexual, existencial, acumulada durante generaciones, de libera, y en el orgasmo de esos dos grandiosos personajes oímos el grito triunfal de toda su estirpe, que triunfa sobre la tiranía del tiempo, aunque el fantasma de Fernanda ronde la casa atormentada, y aunque, por fin nazca el hijo con la cola de cerdo, el hijo anunciado por tanto tiempo, casi como un mesías, y que le cuesta la vida a su madre. García Márquez se permite una fantástica hipérbole al referirse a esta

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Eran felices, y los ms felices sobre la tierra...Platn sugiera, en La repblica, que las cosas grandes se ven reflejadas en las cosas pequeas; partiendo de esta premisa, analizar el estado a partir del alma humana. Partiendo de esta premisa, Gabriel Garca Mrquez nos cuenta la historia de una sociedad, que es a la vez la sociedad latinoamericana, la sociedad universal y un mundo imaginario, con sus propias reglas, a travs de la historia de lo que es el origen de todo estado, de toda mitologa, de todo sistema humano: la familia. Bien podra hablarse de la familia Buenda como de una familia real, la familia real de Macondo, a ms aun, como si fueran los dioses fundadores. Todo est presente: el incesto primigenio, que aterra por generaciones a los hombres; el afn por el saber, mezclado con el afn por el poder (no envilecido, en casi ninguno de los Buenda, por el afn del dinero, que es cosa bien diferente); la traicin, los amores contrariados, y, sobre todo, el aislamiento absoluto, en el que se van recluyendo todos los personajes, y que llenan con una atmsfera de recuerdos, de mitos heredados, de anhelos y de una sabidura sombra, como en ese pasaje maravilloso en el que rsula dilucida dolorosamente el enigma del corazn de sus hijos: el coronel incapaz de amar, la viuda eterna cuya frialdad naci del miedo a un temperamento demasiado apasionado, destructivo, y no sin razn, pues las pasiones de los Buenda nunca acabaron bien. Otro de los momentos ms hermosos de la novela es, precisamente, cuando se rompe esa maldicin del aislamiento, el glorioso coito entre el ltimo heredero de los Buenda y su ta, Amaranta rsula. Una familia obsesionada, oscuramente con el incesto, el pecado original... y, finalmente, esa tensin sexual, existencial, acumulada durante generaciones, de libera, y en el orgasmo de esos dos grandiosos personajes omos el grito triunfal de toda su estirpe, que triunfa sobre la tirana del tiempo, aunque el fantasma de Fernanda ronde la casa atormentada, y aunque, por fin nazca el hijo con la cola de cerdo, el hijo anunciado por tanto tiempo, casi como un mesas, y que le cuesta la vida a su madre. Garca Mrquez se permite una fantstica hiprbole al referirse a esta relacin incestuosa que, no obstante su audacia, acepta el lector, agradecido: eran felices, y los ms felices sobre la tierra. Uno de los grandes logros de la novela, es que podamos creer, sincera y fervorosamente, en la verdad de esa frase, y aun en su posibilidad. Han quedado superados los viejos recuerdos, los viejos traumas, pero hay un ltimo enemigo que nada puede vencer: la muerte. El padre del ltimo de los Buenda, el mtico beb con la cola de cerdo, camina desolado por las calles solitarias de Macondo, aorando a su amada, abrumado por las sombras del recuerdo, como los personajes de Borges condenados a vagar por siempre por la biblioteca de Babel, incapaces de entender su identidad, de entender los grandes misterios de la vida, como el amor, que no sera misterio si no fuera por la muerte que nos lo arrebata... y el nico rescate es, a final de cuentas, el relato de Melquades, el hombre que contemplaba el mundo desde lejos y cerca a la vez, con la curiosidad de un esteta. Jos Arcado Buenda alcanza esa sabidura con su muerte, pero se alej del mundo y sus placeres... preferimos eso, o la pasin libre, sin ataduras, pero tambin sin prejuicios, de Aureliano y Amaranta rsula, que slo podr ser derrotada por la muerte? La muerte, el triunfo y el descanso de la soledad, a la que slo se opone la pasin por vivir.