reportaje soldado

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La rudeza de un soldado, opacada por el sentir humano. Kurt Bormann, soldado alemán, en su historia, muestra el lado sensible de los seres humanos, sin importar sus imposiciones ideológicas; un nazi, llora por la muerte de un judío… ¿Quién podría imaginar que en la rudeza de un solado se puede expresar la tristeza, la desolación, el dolor por la muerte ajena? Y más aun llorando. Pero ¿Quién puede acostumbrarse a la muerte? Se tiene una concepción acerca de lo que llamamos soldados, casi como si se trataran de personas con una frivolidad innata, dispuestos a matar y a morir sin el más mínimo remordimiento, solo por defender ideales que supuestamente siguen por convicción. Los soldados no lloran y más aún si se habla de militares enlistados en las filas del régimen nacionalsocialista (nazi) de Alemania, en cuyas historias, tal parece, se consignan los más espantosos cuentos de terror, mostrando a

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Page 1: Reportaje soldado

La rudeza de un soldado, opacada

por el sentir humano.

Kurt Bormann, soldado alemán, en su historia, muestra el lado sensible de los seres humanos,

sin importar sus imposiciones ideológicas; un nazi, llora por la muerte de un judío…

¿Quién podría imaginar que en la rudeza de un solado se puede expresar la

tristeza, la desolación, el dolor por la muerte ajena? Y más aun llorando. Pero

¿Quién puede acostumbrarse a la muerte?

Se tiene una concepción acerca de lo que llamamos soldados, casi como si se

trataran de personas con una frivolidad innata, dispuestos a matar y a morir sin

el más mínimo remordimiento, solo por defender ideales que supuestamente

siguen por convicción.

Los soldados no lloran y más aún si se habla de militares enlistados en las filas

del régimen nacionalsocialista (nazi) de Alemania, en cuyas historias, tal

parece, se consignan los más espantosos cuentos de terror, mostrando a estos

seres como monstruosidades que increíblemente se podrían llamar “humanos”.

Pero ahí estaba, de sus ojos empezó a brotar la primera lagrima, se hacía

evidente la expresión de terror en su cara, él sufría y lo demostraba con cada

parte de su cuerpo, sus manos decían a gritos que no deseaban empuñar

nunca más un arma, sus pies se aferraban cada vez más a los buenos

recuerdos de su niñez, y su corazón cada vez latía más fuerte. En ese

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momento le pidió más que nunca al Dios en el que ya no creía, que su vida

acabara en ese justo instante. Su cuerpo en posición casi fetal cuan infante

atemorizado, demostraba la dimensión de su trauma.

Su tez juvenil demuestra la inocencia arrebatada de un adolescente que le toco

convertirse en adulto por la inminente llegada de la guerra, con la cual se vio

obligado a dejar sus vestidos para lucir un uniforme de soldado, a dejar a su

familia para defender a su patria por unos ideales que posiblemente no eran

suyos, y entre otras cosas, a dejar sus sueños juveniles para adentrarse en el

desastroso juego bélico que aquí lo consumía.

Toda su corporalidad signaba, además, un profunda preocupación y

desconsuelo por un probable acto que sin duda alguna dejo una marca abismal

en su triste alma.

En el pleno furor del nacional socialismo alemán, muchos originarios del amplio

país fueron llamados a reclutarse en las fuerzas armadas, algunos de estos

poseían una plena aceptación a la causa, más otros lo hacían por tradición, u

otros factores, mas no tanto porque de verdad quisiesen.

Una de las historias más conmovedoras es la perteneciente a esta imagen, ya

que el soldado que se ve allí tirado, con el terror más profundo en su rostro, no

quiso adentrarse tan afondo en las fuerzas militares alemanas.

En el año de 1941 en el cual se encontraba el país ario en una gran disputa,

que comenzó por razones económicas y sufrió una transformación bélica, a

una sed de poder, estaba como tripulante en las tropas nazis Kurt Bormann un

joven alemán de unos 20 años aproximadamente. Este, según relata su

bisnieta Edda Horst Bormann, fue presionado por su padre a enlistarse. Nunca

estuvo convencido, porque a pesar de saber las repercusiones, principalmente

económicas que había traído a su país la gran llegada de nacionales judíos, no

sentía el odio profundo que clamaba el Reich en sus discursos, además en

toda su infancia estuvo rodeado por judíos, y realmente le parecían personas

normales, pues incluso su primer amor y su mejor amigo de niñez fueron parte

de este grupo tan repudiado.

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A finales de este año, afectando más la guerra a este país, y poco a poco

acabándolo, Kurt Bormann en una de las reclusiones forzosas terminadas en

enfrentamientos con el ejército contrario, sufrió una gran decepción de sí

mismo y un dolor y odio profundo por sus actos. Al momento de que el ejército

contrario atacara cerca de uno de los campos de concentración ubicados en

una zona aledaña a la que se encontraba este joven haciendo guardia, uno de

sus prisioneros de guerra Malkit Heuzé intentaba escapar, a lo que arremetió

fuertemente contra él sin conocer su identidad, que más tarde lo iba a

sorprender y causarle un sentimiento insuperable de remordimiento.

Malkit Heuzé, su mejor amigo del instituto, el compañero de andanzas,

historias, estudio, su aliado, había fallecido, por su culpa, sólo por estar en el

lugar y en momento equivocado; en ese justo momento balas le rozaban su

uniforme desgarrado, sonaban explosiones a su alrededor, pólvora, fuego,

combustiones químicas eran su entorno, pero el sólo pensaba en su amigo y

en tantos momentos que vivió junto a él; en un instante su inconsciente

reaccionó y se percató de la situación que estaba ocurriendo a su alrededor,

buscó refugio en un barranco y allí cayo tendido a llorar este soldado, uno de

los guardias más cara dura de la zona, mientras su general en jefe, sorprendido

por la reacción de este, le gritaba para que dejase de gimotear, cogiera un

arma y luchara por su vida que en pocos instantes podría acabar.

La primera vez que atento contra la vida de alguien sintió remordimiento, pero

no fue tal su magnitud, después de mucho hacerlo se habituó a matar, dejó de

ver al ser humano como su igual, este acto se convirtió en cotidiano, como

cuando era niño y atrapaba sapos para experimentar en compañía de su

amigos, pero ¿quién puede acostumbrarse realmente a la muerte y más

cuando toca directamente los sentimientos de cada persona?, el sentía que

había perdido una parte se su ser, su humanidad pero al descubrir que quien

había muerto por su propia mano era Malkit Heuzé, la recupero y con ella la

sensibilidad, el dolor, y el desasosiego Cuando vio en el rostro de su amigo de

infancia la muerte, no pudo con su propia vida. Por primera vez le costó

respirar, mantenerse en pie y luchar, este hombre prefirió morir en ese

momento a manos del enemigo que salvarse, no pudo con el peso de la culpa

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que le genero tal acción. Tal vez sintió la necesidad de reivindicarse con su

compañero de travesuras infantiles y encontró en la muerte tal reivindicación.

Este relato, Edda Horst Bormann lo cuenta con una absoluta seriedad,

mostrando un tanto de vergüenza y dolor por lo sucedido en aquel entonces, a

su bisabuelo no lo conoció, pero en sus ojos se refleja la tristeza profunda que

él pudo llegar a sentir antes de morir. Ella cuenta esta historia, más que por

reivindicar a su familiar, por demostrar que en todos los seres humanos

encontramos un tanto de sensibilidad aunque en su diario vivir este reflejada la

maldad humana.