relatos del libro bogotá fragmentada
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7/31/2019 Relatos del libro Bogot fragmentada
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Relatos de Bogot Fragmentada
Los siguientes relatos hacen parte del texto del libro Bogot fragmentada: cultura y espacio
urbano a fines del siglo XX. Varios de estos relatos tienen un fuerte componente de fantasa con laintencin de aligerar la mirada hacia la ciudad ya que en el momento de concretar la redaccin del
libro (1996) la literatura sobre Bogot se concentraba en mostrar los aspectos ms oscuros de la
ciudad y Bogot fragmentada intentaba mirarla desde la vida cotidiana de la clase media urbana,
donde bueno y malo, alegra y tristeza, lindo y feo se mezclan (o mezclaban en aquel momento) en
un ambiente de expectativas que mantena una cierta luminosidad sobre la ciudad. Los relatos
intentan contextualizar ese ambiente de fines de los aos noventa en Bogot.
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BOGOT Y LOS MENSAJES
El avin de regreso sobrevuela la sabana. No ms mar brillante ni montaas
arrugadsimas. La textura suave del pasto sabanero apareci de golpe, como si en
vez de descender el avin, hubiera subido la tierra. Ahora se ven los cultivos de
flores en invernaderos. Muchos cultivos, una sabana de plstico que cubre a la
otra, a la del pasto tierno. Atrs, al pie de las montaas, la ciudad se pierde en un
eterno de ladrillos sin fin. Es la ciudad-textura que encierra todas las ciudades que
es Bogot. All estn los centros comerciales y los conjuntos cerrados, los barrios
de casas con arrume de materiales en el techo, para seguir creciendo algn da y
los edificios de ladrillo: semistano, cinco pisos y portero de provincia; infinitas
cafeteras y tienditas; infinitos talleres mecnicos. Bogot de los cachacos en vas
de extincin y Bogot de la violencia inusitada; ciudad de hippies congelados en
los aos sesenta y de skinheads, de secretarias en minifalda que brincan de las
busetas con las piernas muy juntas y de discretsimas Elviritas que manejan a ladefensiva, entre el predominante amarillo de inabordables taxis. Los eros, los
yuppies, los estudiantes nocturnos que inundan, atemorizados, la horrible Troncal
de la Caracas. Atardeceres anaranjados despus del da de lluvia -como el que
ahora rodea al avin- . Bogot de los infinitos mensajes y de las imgenes para
todos los gustos. Sigan y escojan, seores, como dira algn payaso de la Trece.
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Mi Bogot, tan distinta de todas las otras; las otras Bogot, todas distintas entre s
y de la ma... La ciudad que escogi cada uno, todas las ciudades, todos los
espacios, all, junto a los cerros, en la informe textura color ladrillo que se
desdibuja en el horizonte.
Ahora el avin, con la nariz levantada, vuela muy bajo. El pasto pasa ms rpido
hacia atrs y comienzan los anuncios en la ciudad de los mensajes. El primero:
Bienvenidos a Santa Fe de Bogot, mientras chillan las ruedas del avin sobre la
pista mojada.
BOGOT Y EL SILENCIO
Otro avin vuela en otro cielo y en otro momento. Un avin azul, en un cielo
tambin azul, sobre el mar verde del Amazonas, dej muy atrs el aeropuerto de
Ezeiza, en Buenos Aires y navega entre el viento fro de los Andes y las
turbulencias clidas de la selva. Adelante, muy adelante, lo espera el aeropuerto
Eldorado de Bogot.
Pero ahora no est ni en uno ni en otro: est en ese vaco que modifica el sentido
de todos los lugares, porque es el no-lugar que comienza cuando se apagan los
carteles de abordo y termina cuando se encienden nuevamente, anunciando el
aterrizaje.
Voy (vengo?) entre la ltima nostalgia y la primera expectativa, entre el recuerdo
de la llanura infinita y el ansia de las montaas escondidas bajo las nubes; entre
aquella ciudad-puerto, que veinte aos atrs an dejaba ver los mstiles y las
chimeneas de los barcos rematando la calle Corrientes y esta ciudad-historia, con
algn muro encalado, que sobrevive de la Colonia, con las pilastras de la
Repblica y con los ladrillos que la evidencian bajo un cielo sin sombras; entre la
ciudad que se olvida de s misma por mirar al mundo que est ms all del puerto
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y la ciudad introvertida que se descubre y reconoce en los rincones cercanos y en
las perspectivas cortas que permiten sus montaas.
Otras veces, en otros aos, he repetido ese viaje, mezclando recuerdos viejos
con expectativas nuevas y recuerdos nuevos con expectativas viejas, porqueahora, ambos sentimientos se mezclan en los dos extremos del vuelo, que cada
da se asemajan ms en el mundo de mis emociones.
Es que la ciudad de las cercanas entre las montaas explica a la que se asoma al
ro-mar y a la pampa sin lmites, tanto como aquella ciudad de lejanas y puerto
ayuda a entender a sta, entre las montaas verdes y los abismos del altiplano
que la contiene.
Diria que esta ciudad entre montaas y nubes, me ayud a descubrir a esa otra,
que mi nostalgia recuerda junto al ro. Aunque si no hubiera conocido a aquella,
nunca hubiera descubierto la magia de sta, que mi nostalgia sita en el verde
sabanero...
A veces, cuando viajo de una a otra, ambas coinciden en el silencio blanco, en elno-lugar del vuelo.
BOGOT Y LAS CERCANAS
Le que la vida tiende hacia las formas pequeas y hacia los tiempos cortos.
Especies pequeas, pero numerosas, ocupan territorios inmensos y la sucesin
continua de muchas vidas breves configura las eternidades.
Tengo la sensacin de que eso ya me lo haba sugerido esta ciudad entre
montaas, que limitan el horizonte y conducen la mirada hacia la vida que se
esconde en las grietas de las piedras. Bogot no te invita a mirar a las estrellas ni
a alucinar infinitudes, te sugiere cercanas, intimidades...
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Pero as como nunca entendimos el significado de la eternidad, dudo que
podamos asumir el sentido del territorio inmenso. El hombre moderno intent mirar
grandes totalidades que no poda ver.
Hoy s, me lo ense Bogot, que la vida est en los pequeos fragmentos y se
mueve en ambientes reducidos, en redes locales.
BOGOT Y EL BOSQUE
Ahora voy por el Parque Nacional. Subo desde la carrera Sptima, hacia la
Circunvalar, por una desolada carretera que trepa a travs de mil curvas entre el
bosque.
Abajo qued Bogot, con el estruendo del trfico de la Sptima, con los edificios
de oficinas y con los jugos de naranjas en las primeras callecitas del Parque, entrefarolas modernistas y susurros de eucaliptus. Arriba est la Avenida Circunvalar,
repleta de automviles que se dirigen al Centro, pero ahora -y por unos minutos-
estoy en el bosque.
Alguna vez le que en la casa se habita, pero el bosque nos rodea. Arboles
enormes, pasto muy alto y enredaderas se mezclan con la maleza en un continuo
indefinido de vegetacin. No me siento en Bogot, no oigo sus ruidos; ni siquiera,
prestando mucha atencin, percibo sus murmullos lejanos.
Viene un automvil azul en sentido contrario, nos vamos a cruzar antes de una
curva. Tiene placas de Montera. Porqu tuvo que romper el encanto del bosque,
donde todo es cercano?. Porqu tuvo que traer una referencia tan lejana en un
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momento de tanta intimidad? Entiendo que los rboles del bosque me rodean
desde una controlada cercana y que en la casa no hay cercanas, all los objetos
no me pueden rodear porque son parte de m mismo; no estn cerca, estn en
m...
El carro azul se aleja en sentido contrario, lo veo por el retrovisor; intruso,
entrometido que trajo aromas de cinagas, colores de ros, brillos de mediodas
ardientes entre caaguates y palmas de corozo al perfecto equilibrio de la
vegetacin oscura, bajo un cielo opaco, al pie de las montaas bogotanas.
Ahora estoy solo nuevamente, el bosque me rodea, insisto en pensar que en la
casa, habito. En Bogot habito o simplemente me dejo rodear por la ciudad?
La ciudad es casa o es bosque?
BOGOT Y LOS DESEOS
Esa soleada tarde de marzo, en un pequeo puesto, en el centro de Bogot, se
atendan deseos. La gente que se agolpaba a su alrededor gritaba y gesticulaba.
- Quiero una ciudad en un valle cercano al mar, pero separada de l por
montaas verdes. Quiero que est atravesada por autopistas y sus edificios se
asomen, como intentando ver el mar, por encima de los cerros.
- Esa ciudad ya existe, le respondieron.
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- Yo quiero una ciudad desparramada en mil playas entre morros frtiles. Quiero
que la msica y la fiesta se instalen en ella y sus mujeres enloquezcan a los
visitantes con el movimiento de sus caderas, dijo alguien.
- Deseara una ciudad atravesada por un ro cargado de recuerdos, pidi unamuchacha con voz tenue, con edificios de mansardas negras y una altsima torre
de hierro que brille, por las noches, como una joya iluminada.
- Tambin esas existen, fue la respuesta.
- Entonces yo pido una ciudad en un altiplano andino, con brisas frescas y lluvias
nostlgicas. Deseo que en ella haya casas de ladrillos rojos y altos edificios
blancos; que sus avenidas arboladas inviten al paseo y su gente se encuentre en
las plazas y los parques. Tambin quisiera que est rodeada de cerros y que una
enorme pradera, color verde tierno, sea como un mar para sus habitantes.
- Esa ya no existe, pero existi.
- Entonces, devulvemela, grit l.
- Los deseos son como la historia: no tienen segundas oportunidades, pero cada
emocin que sientas, cada recuerdo que tengas y cada relato que escribas de esa
ciudad, la harn vivir nuevamente.
BOGOT Y EL MAR (sueo de humedad y mar)
En ese momento, cuando se confunde la ltima vigilia con el primer sueo, veo la
Carrera Treinta desde mi automvil bloqueado en la congestin. Es la realidad o
es una imagen representada en el sueo?
El ambiente rosado de humedad y smog sugiere el fresco optimismo de la
maana, aunque evidencia tambin, la tibia tranquilidad de las cinco de la tarde,
las dos horas en que, a diario, hago este recorrido.
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Me rodean los vehculos. La seora del auto azul mueve el espejo interior para
mirarse: queda conforme; dos hombres conversan en el renolito rojo, uno agita un
brazo espasmdico; la camioneta desteida se aplasta bajo una torre de
colchones; un camin viejsimo y destartalado amenaza trancar el carril cuando
reiniciemos la marcha. Cuatro puestos adelante va un compaero de la
universidad, si pudiera alcanzarlo, charlaramos, pero el del campero no me va a
dejar pasar. Como si hubiera intuido que me quiero mover hacia mi amigo, la
mona del 4x4 me mira amenazante. Dos nios hacen muecas por la ventana
trasera de un 323 gris; una ambulancia suena en la distancia, un taxista juega con
los dedos en el borde del techo.
Ahora todos comenzamos a movernos lentamente. Adelante, mi amigo cambi de
carril, va a ser ms fcil alcanzarlo; el camin viejo avanza cojeando; el 4x4
acelera en un espacio que no tiene. Por un hueco entre la camioneta de los
colchones y el 323, veo el mar. En el plano azul-verdoso, infinito, se recorta la
silueta cuadrada de un barco carguero repleto de containers: entrar al puerto con
la marea, pienso. El flujo de vehculos acelera, me acerco a la derecha para salir
por la Cincuenta y tres.
La imagen es la representacin, pero no hay realidad ms convincente que
aquella que imaginamos. Podr decir que la imagen es la realidad?
BOGOT Y LA IMAGEN
Cuando termin Express, el libro con relatos de la ciudad de La Plata, te dije que
poco conoca de esa ciudad en la que slo haba vivido mi infancia y mi juventud.El tiempo de las ciudades no es el de una parte de la vida sino el de muchas y
sucesivas generaciones.
Ahora me preguntas cmo es la forma de Bogot. No lo s, creo que Bogot no
tiene forma, porque nunca acabas de salir de ella y aunque vayas muy lejos
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siempre sientes su presencia, o ves su resplandor en la noche nublada. Del mismo
modo, cuando vienes a Bogot no te das cuenta cuando entraste y de pronto, all
la tienes, a tu alrededor; aunque quizs, comienza a envolverte con presencias
tenues, desde mucho antes de llegar. Y esa es parte de la magia de esta ciudad:
te deja en libertad para que la veas como t quieras.
Porque la imagen de Bogot no le pertenece a ella sino a sus habitantes, ya que
es el modo como los ciudadanos la representamos en nuestros pensamientos, en
los amores y en los odios, en la ternura y en la incomprensin, en la euforia de
una maana de sol o en la languidez de un atardecer dorado, en la violencia que
brota inusitada o en la sonrisa desprevenida. La imagen identifica a la ciudad, no
por como es, sino por como es vista.
Tambin de Bogot debo decirte que conozco muy poco, veinte aos son apenas
una parte de la vida y -te repito- el tiempo de las ciudades no es el de las
personas, es el de las generaciones.
BOGOT Y LAS PALABRAS (De Bogot, la ciudad-mujer hablasolamente con tus propias palabras, no repitas lo que otros dicen)
A veces pienso que Bogot es como Aglaura, esa ciudad de Italo Calvino, queparece no tener ningn atractivo especial: desteida y sin carcter, en la cual, sin
embargo, a ciertas horas, en ciertos escorzos de caminos, ves abrrsete la
sospecha de algo inconfundible, raro, acaso magnfico...
Porque tanto la ciudad de la sabana como la del relato de Calvino no se brindan
facilmente y a primera vista, pueden pasar desapercibidas, en la opaca discrecin
en la que guardan lo que de ellas se dice, porque todo lo que se ha dicho de
Aglaura (o de Bogot) te obliga a repetir antes que a decir, te lleva a enunciar el
lugar comn.
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Pero a la ciudad-mujer hay que descubrirla a ciertas horas o en ciertos escorzos
de caminos, con alguna luz o alguna sombra especial, en el rayo de luz que pega
en la pared al fondo del callejn oscuro o en la imposible perspectiva de los cerros
con la luz rasante del atardecer.
Y el descubrimiento justifica la dificultad: si antes sospechabas algo magnfico en
la ciudad-mujer inaccesible y difcil, ahora compruebas la magia del paisaje infinito
que se abre ante t; porque cuando sabes llegar a la ciudad que no se ofrece,
cuando logras descubrir la magia que encierra la discrecin y cuando puedes
hablar de la ciudad-mujer con tus propias palabras y no repitiendo lo que de ella
dicen, accedes a un mundo, a una intimidad insospechada, a una Bogot oculta
que te espera ms all de los relatos de la intolerancia y del odio, ms all de las
frases que refieren la incomprensin y la violencia.
No te fies de lo que oigas. Una ciudad es un mundo, dijo Lawrence Durrel,
cuando amas a uno de sus habitantes.