relatos coca-cola 2014

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Logan Schender ¿en qué puedo ayudarle? Era una mañana lluviosa de otoño, y Logan, se dirigía a su bloque de oficinas en una avenida financiera de Helsinki. Logan trabajaba en una compañía de seguros de vida, y trabajaba para los mejores empresarios del país. No le gustaba su trabajo, pero trabajaba duro para poder ganar un modesto sueldo y cubrir todos los gastos que originaba la grave enfermedad de su padre, que estaba a punto de morir. Debido a la lluvia, Logan llegó tarde al trabajo por una avería que había tenido el metro de la ciudad, transporte que odiaba cada vez más, pero por el que tenía que reemplazar su bicicleta los días de lluvia. Como todos los días, seguía su aburrida rutina. Entraba por la puerta giratoria del rascacielos, saludaba a la recepcionista, entraba en el ascensor, marcaba el piso 23 y ojeaba las noticias de portada del periódico solía estar colgado de un gancho. Cuando llegaba a su planta, “Seguros vitalicios”, se dirigía a la cafetera y llenaba una taza entera de aquel insípido y aguado café para poder aguantar la mañana entera despierto. Acto seguido se sentaba en su escritorio, colgaba del perchero su abrigo y encendía el ordenador. Sacaba de su maletín las fichas de todos sus clientes y empezaba a ojearlos uno a uno. Aquel día no llegó a ver ni a su segundo cliente ya que una llamada lo interrumpió desvaneciendo el silencio de la fría oficina. Era extraño ya que Logan se dedicaba más bien al papeleo más que a hablar con sus clientes. Nunca había hablado con ninguno de sus clientes por teléfono así que lo levantó, puso voz grave y dijo: “Logan Schender, responsable de seguros de vida, ¿en qué puedo ayudarle?”. Se quedó de piedra cuando supo la noticia, pero esa llamada le cambió la vida. Horas después su vida había se había derrumbado por completo y compartía celda con un ex-marine finlandés en una celda de seguridad en la prisión a las afueras de la ciudad. No sabía por qué su compañero podría haber acabado en la cárcel, pero su aspecto agresivo y gastado hacía que nadie se atreviera a hablar con él. Vestía una camisa verde con galones y bordados dorados, como si fuera su antiguo uniforme, pero no tenía mangas, por ello quedaban al descubierto sus grandes y musculosos brazos. Todo aquello hacía que Logan se deprimiera en aquel sucio y triste lugar. No podía creer que él, un exitoso empresario, estuviera en un lugar como aquel. Se “acomodó” en la cama y amargamente empezó a llorar, pensando en su familia, sobre todo en su padre. Por un lado, Logan estaba arrepintiéndose del poco tiempo que había pasado con su padre y del poco cariño con el que lo trataba, pero sentía también mucha rabia ya que la trágica noticia de su padre también le destrozó la vida. Hacía unas horas, cuando le comunicaron por teléfono la muerte de su padre entró en un ataque de agresividad, desesperación y maldad el que hizo que rompiera más de alguna mesa y agrediera a más de un empleado de su oficina incluyendo su jefe. Por ello le habían trasladado allí. Mientras sus lágrimas llenas de dolor se secaban sobre su pálida piel blanca, su compañero de celda se acercó a él. Empezaron a charlar sobre sus vidas, y fue entonces cuando Logan se dio cuenta del pequeño corazoncito que palpitaba debajo de aquella piel de monstruo. Le contaba que la cárcel era lo único que tenía en esta vida y que pronto terminaría su estancia allí y podría empezar una nueva vida. Entonces el soldado le enseñó la salvación a su amigo, con la que podría escapar de aquel lugar y poder empezar de nuevo su vida. Era un pequeño túnel bajo tierra que había cavado un antiguo fugitivo de la cárcel y que había escapado hacía unos días. Logan no sabía que hacer; se lo pensó por un instante, sabía que si escapaba nunca podría conseguir la vida que tanto deseaba. Pero cuando le sacaran de allí, sería demasiado tarde para poder cumplir sus sueños. Así que, sin pensarlo demasiado se tiró por aquel túnel

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Relatos presentados por nuestros alumnos al concurso de Coca-Cola

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Page 1: Relatos Coca-Cola 2014

Logan Schender ¿en qué puedo ayudarle?

Era una mañana lluviosa de otoño, y Logan, se dirigía a su bloque de oficinas en una avenida financiera de Helsinki. Logan trabajaba en una compañía de seguros de vida, y trabajaba para los mejores empresarios del país. No le gustaba su trabajo, pero trabajaba duro para poder ganar un modesto sueldo y cubrir todos los gastos que originaba la grave enfermedad de su padre, que estaba a punto de morir. Debido a la lluvia, Logan llegó tarde al trabajo por una avería que había tenido el metro de la ciudad, transporte que odiaba cada vez más, pero por el que tenía que reemplazar su bicicleta los días de lluvia.

Como todos los días, seguía su aburrida rutina. Entraba por la puerta giratoria del rascacielos, saludaba a la recepcionista, entraba en el ascensor, marcaba el piso 23 y ojeaba las noticias de portada del periódico solía estar colgado de un gancho. Cuando llegaba a su planta, “Seguros vitalicios”, se dirigía a la cafetera y llenaba una taza entera de aquel insípido y aguado café para poder aguantar la mañana entera despierto. Acto seguido se sentaba en su escritorio, colgaba del perchero su abrigo y encendía el ordenador. Sacaba de su maletín las fichas de todos sus clientes y empezaba a ojearlos uno a uno. Aquel día no llegó a ver ni a su segundo cliente ya que una llamada lo interrumpió desvaneciendo el silencio de la fría oficina. Era extraño ya que Logan se dedicaba más bien al papeleo más que a hablar con sus clientes. Nunca había hablado con ninguno de sus clientes por teléfono así que lo levantó, puso voz grave y dijo: “Logan Schender, responsable de seguros de vida, ¿en

qué puedo ayudarle?”. Se quedó de piedra cuando supo la noticia, pero esa llamada le cambió la vida.

Horas después su vida había se había derrumbado por completo y compartía celda con un ex-marine finlandés en una celda de seguridad en la prisión a las afueras de la ciudad. No sabía por qué su compañero podría haber acabado en la cárcel, pero su aspecto agresivo y gastado hacía que nadie se atreviera a hablar con él. Vestía una camisa verde con galones y bordados dorados, como si fuera su antiguo uniforme, pero no tenía mangas, por ello quedaban al descubierto sus grandes y musculosos brazos. Todo aquello hacía que Logan se deprimiera en aquel sucio y triste lugar.

No podía creer que él, un exitoso empresario, estuviera en un lugar como aquel. Se “acomodó” en la cama y amargamente empezó a llorar, pensando en su familia, sobre todo en su padre. Por un lado, Logan estaba arrepintiéndose del poco tiempo que había pasado con su padre y del poco cariño con el que lo trataba, pero sentía también mucha rabia ya que la trágica noticia de su padre también le destrozó la vida. Hacía unas horas, cuando le comunicaron por teléfono la muerte de su padre entró en un ataque de agresividad, desesperación y maldad el que hizo que rompiera más de alguna mesa y agrediera a más de un empleado de su oficina incluyendo su jefe. Por ello le habían trasladado allí. Mientras sus lágrimas llenas de dolor se secaban sobre su pálida piel blanca, su compañero de celda se acercó a él. Empezaron a charlar sobre sus vidas, y fue entonces cuando Logan se dio cuenta del pequeño corazoncito que palpitaba debajo de aquella piel de monstruo. Le contaba que la cárcel era lo único que tenía en esta vida y que pronto terminaría su estancia allí y podría empezar una nueva vida. Entonces el soldado le enseñó la salvación a su amigo, con la que podría escapar de aquel lugar y poder empezar de nuevo su vida. Era un pequeño túnel bajo tierra que había cavado un antiguo fugitivo de la cárcel y que había escapado hacía unos días. Logan no sabía que hacer; se lo pensó por un instante, sabía que si escapaba nunca podría conseguir la vida que tanto deseaba. Pero cuando le sacaran de allí, sería demasiado tarde para poder cumplir sus sueños. Así que, sin pensarlo demasiado se tiró por aquel túnel

Page 2: Relatos Coca-Cola 2014

y bruscamente cayó en una de las salas de la lavandería. Era de noche y estaba todo oscuro pero consiguió salir del edificio. Cuando salió del área vigilada entró en un frondoso bosque lleno de de árboles con diferentes tonalidades de marrón en sus hojas.

Pero de pronto oyó un ruido; se dio cuanta que unos metros más adelante había unas vías de tren. Se acercó y vio que un tren venía hacia él. Dio unos pasos atrás y saltó en el momento exacto para entrar en uno de los vagones. Era uno de esos trenes de carga que cruzaban países y países para transportar mercancías desde países lejanos. Logan se acurrucó en una de las esquinas del vagón y se durmió pensando en la ciudad a la que iba a llegar al día siguiente.

Un frenazo lo despertó. En cuanto salió del vagón sabía dónde estaba: Alemania. Lo leyó en un cartel que estaba en la estación de aquel pueblecito alemán. Pasó mendigando y pidiendo dinero en la calle muchas noches, muchas semanas, incluso meses. Su único refugio era un centro de refugiados al que acudía dos veces cada día para comer y cenar, pero su sueño y esperanza por empezar una nueva vida estaba muy lejos. Pero un día ocurrió un milagro: una chica que había conocido en el centro había sido ganadora de la lotería y era dueña de una jugosa cantidad de dinero. Logan decidió visitarla con la esperanza de que ella le ayudara a seguir adelante. Y así fue, Olga, que ahora tenía pinta de modelo parisina, le regaló una buena cantidad de dinero, que sorprendió mucho a Logan ya que no había visto tal cantidad de dinero en mucho tiempo. Con ello podía comenzar la nueva vida que tanto deseaba. Cualquier vagabundo celebraría esa recompensa comprándose botellas de alcohol y paquetes de tabaco. Pero Logan no era así, en todo este tiempo había sido el único del centro que no se

había aficionado a las drogas, ni al tabaco incluso no bebía. Pero, Logan era un buen empresario emprendedor que utilizó aquel dinero para crear su sueño: su propio parque de atracciones. Bueno eso era lo que más hubiera querido, pero necesitaba muchísimos más recursos para conseguirlo. Durante ese tiempo que había estado mendigando por la calle, descubrió que había un antiguo parque de atracciones abandonado en una de las calles más transitadas de la ciudad pero se había cerrado años atrás por falta de personal.

Así que, un lunes, con la llegada de la primavera, se compró un buen traje y un par de zapatos elegantes y se presentó en la puerta de las oficinas de aquel parque a pedir algún puesto.

“A día de hoy, un año después de llegar a este pueblo, estoy feliz, añoro a mi familia en especial a mi padre pero tengo el mejor trabajo del mundo y estoy casado con la mujer que más quiero, y que me ayudó a conseguir mi sueño en mis peores momentos.”

- Javier Bereciartua –

Fotografías: www.flickr.com/photos/mr_physics/4348678987 www.flickr.com/photos/jdrephotography/8454585852

Page 3: Relatos Coca-Cola 2014

Vox pópuli no tiene razón- Los pasajeros del vuelo 77845 procedente de Oslo, acudan al pasillo 5 para recoger las maletas. Disculpen las molestias. Muchas gracias. – decía la voz del aeropuerto. Había venido a Roma junto con mi hermano Kimi y mi prima Luisa desde Oslo para hacer un crucero por gran parte del Mediterráneo. Nos escapábamos del frío, la nieve y el anochecer de las tres de la tarde, sólo para dos semanas. Empezamos por Roma, luego por Nápoles y Sicilia y finalmente acababa en Atenas y Creta. Vimos de todo y lo más importante era que hacía un tiempo genial, 25º C y sol. No me importaba acabar como un cangrejo cocido, sino que más bien me gustaba, porque sabía que había que aprovecharlo. Todo iba estupendamente, y en Sicilia nos dimos una vuelta a la isla con un barco alquilado y una tarde nos paramos en un pueblucho costero muy antiguo. Nos dirigimos al mercado. Kimi se perdió en su salsa y desapareció entre turistas. Al cabo de un rato, volvió. Pero no era él, ¡madre mía! Había vuelto como si fuera una naranja manchada de tinta.

- ¿Dónde has comprado esa camisa?- pregunté- - En una tienda cerca de aquí. ¡A que mola! –

respondió. - No, me parece horrorosa. Nunca compraría esa

camisa ni harto de whisky. – contesté.

Cómo no, Luisa se entrometió y me dijo que le dejara en paz. Dos días más tarde, volvimos al crucero y navegamos hasta Creta. En Creta, nos unimos a un grupo de turistas noruegos, con un guía un poco excitado, y murmurando: ¡ Estos turistas! Fuimos con el grupo y vimos arquitectura griega. Esto me recordaba a cuándo estudiaba en Historia. Comimos los bocadillos que preparamos por la mañana. Dos horas después, nos volvíamos a unir a turistas y más turistas. Fuimos a un templo del siglo V a. C., pero me pareció ver algo que los demás no veían. Subimos por unas escaleras y entramos en una sala inmensa. Notaba algo denso en el aire

que me ahogaba. En ella, había pinturas que se notaban que no eran de Velázquez. En un lado, había unos delfines azules que se movían de un lado para otro, y cada vez más rápido. No dije nada. Entramos en otra sala y en esta había estatuas, dioses, guerreros con miedo, seres mitológicos,… Fuimos a una sala igual a la anterior, pero en el centro se encontraba un águila enorme con piernas de ser humano. Todos nos sorprendimos ante semejante estatua. Cinco minutos más tarde, sólo quedaba yo ante ella. De repente, el águila me miró con una mirada penetrante. Me quedé sin aliento; no sentía la vida, un desmayo, la muerte cerca, … Quería olvidar lo de los delfines, pero no podía. Me levanté y el águila salió desesperadamente de la habitación, rompiendo gran parte de la pared alrededor de la ventana por la que había salido. Seguí caminando sin miedo, y me uní al grupo. Esta vez, había una estatua que parecía un hombre con barba rizada leyendo una enciclopedia. Me miró, sentí un cuchillo en el corazón. Recuperé fuerzas, salí corriendo de todo el complejo y salté a un pequeño lago. Días más tarde, lo comenté con Kimi y con Luisa, pero me dijeron que debía a acudir al doctor Tratoalocos-sen, un médico bastante especial que no conocía. De vuelta en Oslo, decidí que nunca más saldría de mi oficina, mi casa y mi gimnasio. No quería más problemas. Un año más tarde de lo sucedido, lo había olvidado todo hasta que vi al águila, volando, con la misma forma blanca que al principio había visto. Estaba dibujando círculos, como si quisiera cazar una presa. Bajó al suelo, cogió un contenedor y lo arrojó al techo de una casa pequeña. Dos semanas más tarde, recibí una llamada. No cogí porque tenía un prefijo internacional. Busqué en Wikipedia, para saber de dónde era. Era prefijo griego. Minutos después llamé yo, y me respondió una voz familiar. Era el guía del grupo. En su voz, se notaba cierta inquietud. Me comentó que él había visto lo que me sucedió y días después él fue a comprobarlo si todo estaba en orden. Le pasó la misma horrible experiencia que a mí. Me había llamado para saber si estaba bien y para justificar si él estaba loco o no. Al final me lo pensé dos veces. Ya sabía yo que no estaba loco.

- Pablo Kowalski -

Fotografías: www.flickr.com/photos/wallace39/8975310841 www.flickr.com/photos/wallyg/4758832415

Page 4: Relatos Coca-Cola 2014

Un talento inesperado

Era un nuevo día para cazar a un nuevo talento. Raúl estaba vestido en el hall de su casa, ya preparado para salir; solo le faltaba coger su maletín y su gabardina de color ceniza, (que hiciera el tiempo que hiciera la llevaba) sin ella no podía trabajar. Una vez en el coche tocaba sacar el mapa. El mes pasado recorrió toda la parte sur de la ciudad, así que le tocaba el norte. Se dirigió al pueblo más al norte; estaba a varias millas de su casa, o sea, que le tocaban unas tres horas de viaje. Llegó a mediodía a Lapoun un pueblo muy pequeño y con mucho encanto de unos 200 habitantes. Todas las casas eran familiares de estilo Inglés. Había muy pocos comercios, solo un pequeño bar, una panadería que a su vez era kiosko, papeleria, ultramarinos y estanco. También había una especie de consulta de médico y una pequeña escuela como para veinte niños. Raúl se bajó del coche y empezó a echar un vistazo. Recorrió las callejuelas, observó las casas, a la poca gente que pasaba… se pasó unas tres horas así poniendo toda su paciencia y dedicándose al máximo en su trabajo. Y se estaba haciendo tarde, y Raúl estaba cansado así que decidió ir a dormir ya. En su coche ya tenía la “habitación” montada. En la parte trasera del coche tenía una almohada y varias mantas, es decir su cama. En el maletero tenía varios compartimentos en los que guardaba la comida y los utensilios de aseo. A él le encantaba su casa móvil. Ya eran las seis de la mañana del segundo día en busca de una persona con talento. Raúl estaba listo y despierto para ponerse en marcha como siempre acompañado de su maletín y gabardina. Decidió empezar por el colegio, ya que los niños empezaban pronto sus clases. Se sentó en los escalones de delante del patio a esperarlos. A las siete menos cuarto empezaron a llegar algunos profesores, que la verdad no le interesaba demasiado. Luego ya llegaban los niños. Él iba apuntando en su libreta varios aspectos de niños que llamaban la atención para luego fijarse

más en ellos. A media mañana entró al colegio (con permiso del director). Los niños estaban en el recreo, el mejor momento para verles en acción. Salió al patio y se dirigió a las “pistas de baloncesto” un suelo de cemento con cuatro rayas pintadas. Había muchos niños jugando. Se fijó en ellos para ver si destacan pero no vio nada especial. Siguió paseando por allí, había una especie de jardín abandonado, en el que no había nadie, mejor dicho parecía que no había nadie. Debajo de un árbol había una niña de unos ocho años, muy pequeñita y morena, parecía india. Le miró, tenía unos ojos que nunca antes había visto, eran impresionantes. Parecían dos rubíes verdes enormes que brillaban con el reflejo de la luz. Raúl se quedó sin palabras, con las boca abierta ¡Era la cosa más espectacular que había encontrado en su trabajo! No era un talento ni una dote que tenían las personas, sino una maravilla añadida a ella. Él nunca pensó que eso fuera mejor que destacar en fútbol o en arte. Ni siquiera se le ocurrió que formaría parte de su trabajo.

Su trabajo en Lapoun había terminado. Volvía a casa con una niña que sin ninguna duda le iba a cambiar la vida. Y eso no era lo mejor; toda la familia de ella y el pueblo de Lapoun iba a ganar millones de euros por los ojos de una muchacha a la que veían todos los días, pero de la que nunca dijeron nada. Todo parecía maravilloso, pero había un gran problema el padre de la niña. Cuando salieron las imágenes de los ojos de la niña al público, el padre del que la familia no sabía nada desde hacía cuatro años, las vio. Reconoció a su hija y se volvió loco. De inmediato se puso a buscarla porque él siempre dijo que su hija era solo para él y que nadie más iba a disfrutar con ella. Denunció a la madre de la niña por permitir que

salieran y a Raúl por hacer público. Todos estaban asustados porque era peligroso y ya había estado en la cárcel por ella. Esta vez era capaz de hacer algo mucho peor. Nunca más se volvió a saber nada de “La niña con los ojos más bonitos del mundo” ni de su padre.

- Lucía Echeverria -

Fotografía: www.flickr.com/photos/serguei2k/7208046434

Page 5: Relatos Coca-Cola 2014

El niño soñador Aquellos días fueron nefastos. Llovía y, de vez en cuando, granizaba. Daniel estaba harto del mal tiempo que hacía en Escocia. Sin duda alguna, Daniel prefería el clima de San Sebastián pese a la ola de frío que les sacude habitualmente. Daniel tenía nueve años y este había sido su primer viaje al extranjero. Había ido con sus padres, Ana y Javier y, a pesar de estar de vacaciones, Daniel continuaba estando triste. Daniel era un niño solitario, no tenía amigos, y solía pasar todas las tardes en casa, solo. Sus padres no le hacían mucho caso aunque, tampoco les importaba demasiado, ya que todas las tardes se iban al cine o al bingo. Por eso estaban de vacaciones, porque su madre había ganado el bingo especial del domingo; con trampas, por supuesto. Daniel lloraba y lloraba. Sus lágrimas caían sin cesar al lavabo: - Toc toc- llamaron a la puerta - ¿¡Quién es?!- respondió Daniel - ¡Somos nosotros!¡Tus padres!- afirmaron ellos Daniel salió del baño y se dirigió a la puerta: - ¿¡Qué queréis ahora vosotros!?¿¡Es que no os vale ya con eso!? Cuarenta minutos antes, el pobre chico había sido insultado por sus padres: - Por favor Daniel, perdónanos. Sé que hemos sido muy duros contigo y… Lo sentimos mucho- dijo Ana - Sí, eso es verdad. De hecho, nos arrepentimos tanto que te hemos preparado una sorpresa- añadió Javier Por fuera, Daniel seguía triste y muy enfadado con sus padres, y se le notaba en seguida al verle la cara. Pero, en el fondo, existía un pequeño sentimiento de intriga que poco a poco se iba haciendo más grande y que le corroía por dentro. Por desgracia, ese pequeño pero vivo sentimiento que florecía en su interior se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos en cuanto sus padres le revelaron la sorpresa. Iban a dar un mísero paseo por las calles de aquella ciudad tan aburrida. Daniel puso la mirada en el reloj y se sorprendió. Marcaba las once y media. Llevaban ya media hora paseando cuando su padre le había prometido que sobre las once y diez llegarían al hotel. Fotografía: www.flickr.com/photos/skydiveandes/6244326964

Daniel estaba aburrido. Siguieron andando hasta que Daniel se paró a observar una figura que se veía a lo lejos en el cielo: - ¿Qué es eso, mamá?- preguntó Daniel - Es una persona, hijo mío- respondió Ana - Está haciendo paracaidismo- añadió su madre Daniel estaba fascinado. Jamás había visto a una persona hacer paracaidismo. Aunque no supiese el significado de esa palabra, seguía con la idea de querer volar. Durante las dos semanas siguientes, Daniel no dejaba de pensar en otra cosa más que en volar. Era su mayor deseo. Le gustaba tanto la idea, que todos los días preguntaba a sus padres a ver si podría hacer paracaidismo. Pero siempre recibía un no como respuesta. Todos los días soñaba con volar. Lo único que le preocupaba, era que sus sueños siempre acababan igual: se chocaba contra un edificio antes de llegar a su destino. Temía que aquella terrible pesadilla se hiciera realidad. Finalmente, para su sorpresa, la siguiente semana descubrió que su sueño se iba a hacer realidad pronto. El sueño, no la pesadilla. No sabía por qué lo habían hecho ¡Sus padres habían reservado unas entradas para hacer paracaidismo! Daniel estaba muy ilusionado y al mismo tiempo, nervioso. Era una mezcla de nuevos sentimientos para él. Al final, Daniel respiró fuerte, y se atrevió a entrar en el avión. Diez minutos más tarde, estaban sobrevolando Escocia. Daniel se puso el paracaídas inseguro. Temía que ocurriese lo peor. Pero ya era demasiado tarde para echarse atrás. Besó a sus padres en la mejilla y con toda su valentía saltó dispuesto a lograr sus sueños. En el aire, Daniel se sentía asustado, pero más tarde, sintió que era libre, que nada a su alrededor importaba. Por desgracia, se volvió a asustar al ver el edificio contra el que se chocaba en sus sueños. Abrió el paracaídas y dio un brusco giro que le salvó de aquel aterrador edificio. Finalmente, llegó a su destino sano y salvo, donde se reunió con sus padres. Su sueño se había hecho realidad gracias a ellos. Daniel sentía que era el niño más afortunado del mundo y que, en el fondo, sus padres le querían mucho.

- Miguel Echeverría -