relaciones entre españa y marruecos

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lllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll lllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll España- Marruecos lllllllllllllllllllllllllll España y Marruecos: HISTORIA DE UNA CONTINUA HISTORIA DE UNA CONTINUA PROVOCACIÓN PROVOCACIÓN [ 1 ]

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Trata de las relaciones entre ambos países desde el siglo XV

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Page 1: Relaciones entre España y Marruecos

llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll España-Marruecos lllllllllllllllllllllllllll

España y Marruecos:

HISTORIA DE UNA CONTIHISTORIA DE UNA CONTI--NUA PROVOCACIÓNNUA PROVOCACIÓN

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Page 2: Relaciones entre España y Marruecos

llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll Prólogo lllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll

“Es preciso mostrar la fuerza para no tener que

emplearla”

General Lyautey

“Diplomacia sin ejércitos es como música sin instrumen-

tos”

Federico II de Prusia

“La paz se tiene cuando se puede imponerla”

Rémy de Gourmont Ensayista y novelista francés

(1858-1915)

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Page 3: Relaciones entre España y Marruecos

llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll Prólogo lllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll

“Qué és el hombre sin ideal? Absolutamente nada: cosa vi-va entregada a las eventuali-

dades de los seres extraños, y que de todo depende menos de sí misma; existencia que,

como el vegetal, no puede es-coger en la extensión de lo creado el lugar que más le

gusta, y ha de vivir donde la casualidad quiso que brotara, sin iniciativa, sin movimiento, sin deseo ni temor de ir a al-guna parte; ser ignorante de

todos los caminos que llevan a mejor paraje, y para quien son

iguales todos los días, y lo mismo el ayer que el mañana. El hombre sin ideal es como el

mendigo cojo que puesto en medio del camino implora un

día y otro la limosna del pasa-jero. Todos pasan, unos ale-

gres, otros tristes, éstos des-pacio, aquéllos velozmente, y él sin aspirar a seguirlos, ocú-

pase tan sólo del cuarto que le niegan o del desprecio que le dan. Todos van y vienen, cuál para arriba, cuál para abajo, y

él se queda siempre, pues ni tiene piernas para andar, ni

tampoco deseos de ir más le-jos”

Benito Pérez Galdós, en “Napoleón en Chamartín” de la serie “Episo-

dios Nacionales”.

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llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll Prólogo lllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll

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llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll Prólogo lllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllPRÓLOGOEn la segunda semana de julio de 2002 una noticia que parecía hecha a propó-sito para el día de los Inocentes se colaba en telediarios, informativos radiofóni-cos y períodicos españoles: Marruecos había invadido el islote Perejil, una pe-queña extensión de tierra no mayor que un campo de fútbol situada a escasas millas de Ceuta y cuya soberanía parecía que se disputaban España y Marrue-cos.Hasta ese momento, pocos eran los que tenían noticia de la existencia de tal islote y, menos aún, de que hubiese un conflicto por el mismo. Pero es que so-bre Marruecos tampoco se conocía mucho más: se sabía de los hechos de An-nual y Alhucemas aunque no se podía precisar tan fácilmente cuándo y qué significó cada uno; se relacionaba a nuestro vecino del sur con un episodio allá en las tierras lejanas de lo que una vez fuera la provincia española del Sahara Occidental; conocíamos que reclamaba Ceuta y Melilla para sí; que tiempo atrás nos apresaron barcos de pesca por medios poco amistosos; sabíamos que pasaban por nuestro territorio camiones con cargamentos marroquíes de horta-lizas camino de Europa mientras las nuestras no podían exportarse; y, lamenta-blemente, veíamos –vemos todavía- decenas de personas que día a día arries-gaban su vida partiendo de Marruecos en unas miserables embarcaciones ca-mino del sueño español.Como consecuencia de aquel incidente, quise plasmar en un pequeño artículo mis impresiones acerca de lo que había sido el conflicto del Perejil desde una vertiente tanto militar como política y social.Sin embargo, poco a poco fui comprendiendo que aquella disputa (pues ni si-quiera pudo considerarse como conflicto) no tenía sentido de por sí, sino que estaba estrechamente vinculada con otros aspectos poco conocidos por la ma-yoría de los españoles: el expansionismo territorial alauita, su abierta hostilidad hacia el vecino del norte que le servía a los distintos monarcas como instru-mento para calmar a su pueblo cuando éste reclamaba un Marruecos democrá-tico, los aspectos económicos y estratégicos de Marruecos en el mundo...La búsqueda de información en libros, revistas y artículos de prensa se fue ha-ciendo cada vez mayor, en tanto en cuanto era preciso primeramente realizar una breve introducción histórica a las relaciones entre ambos países y luego ir desgranando la evolución posterior hasta llegar al citado año de 2002. No obstante, el rápido paso del tiempo dio al traste con poner un punto final en ese momento histórico, sobre todo tras el giro radical de la política internacio-nal española respecto a Rabat a partir de 2004 y que ha dado lugar a una nue-va etapa que, lejos de establecer unas relaciones estables basadas en el mutuo respeto y seguridad, ha provocado una gran incertidumbre respecto a los pr-óximos pasos del reino alauita respecto a España.En el texto, el lector puede observar la existencia de numerosas notas a pie de página. La finalidad no es otra que la de precisar algunos puntos que, descono-cidos por la gran mayoría de la población, creí oportuno hacer constar para que

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llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll Prólogo lllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllel lector no tuviera los mismos problemas de comprensión que tuve yo al inicio de esta “aventura”.Se dice que para prever el futuro, solo es preciso echar un vistazo al pasado. Es lo que he intentado con este breve estudio. Solamente el lector podrá valo-rar si las evidentes conclusiones que se desprenden del mismo son o no acerta-das.Alberto Martín28 de mayo de 2005, festividad de San Justo

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llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll Intro-ducción lllllllllllllllllllllllllllllllllllllINTRODUCCIÓNIntentar resumir en pocas páginas las tormentosas relaciones entre España y Marruecos resulta del todo imposible si nos atenemos a la cada día mayor pro-liferación de libros, artículos y estudios que poco a poco van apareciendo sobre acontecimientos puntuales relacionados con ambos países.Sin embargo, justamente por eso mismo es preciso hacer una breve exposición de dichas relaciones que nos permitan tener una visión de conjunto de esta problemática.A cierre de este estudio, más de 30 años después del abandono del Sahara por parte de las tropas españolas, y con el recuerdo ya lejano de la crisis del islote Perejil en julio de 2002, las relaciones entre España y Marruecos parecen haber entrado en una nueva fase. Fase que algunos querrán ver como de sincera amistad pero que, analizada en profundidad, deja ver un peligro incierto cual si fuera un rompecabezas con distintas piezas que parecen no encajar, pero que tienen un lugar y objetivo definido.Inmigración descontrolada de marroquíes en España (con problemas económi-cos y de seguridad anejos –conviene recordar la nacionalidad de los autores del 11-M–), dejación de funciones de España respecto al Sahara, existencia de pe-tróleo en aguas cuya territorialidad es disputada, reclamación por Marruecos de la soberanía de Ceuta y Melilla (sin olvidar las Canarias)... son todos ellos problemas que tienen en común dos actores –España y Marruecos– y un previ-sible final: un grave conflicto entre ambos países, no necesariamente militar, que puede llevar a un retroceso de España en todos los órdenes, incluido el te-rritorial, si el Gobierno de turno en Madrid no sabe responder adecuadamente al desafío.Sin embargo, como se ha indicado al comienzo, la dificultad de una relación complicada como es la hispano-marroquí no puede limitarse a una visión de acontecimientos puntuales y actuales, sino que requiere de un análisis retros-pectivo. Conviene, por tanto, analizar cómo la historia de ambas naciones con-fluyen, con numerosos encontronazos, desde la independencia de Marruecos en 1956 hasta el punto en el que nos encontramos hoy día, y cómo dicha histo-ria puede servirnos de base para predecir, en la medida de lo posible, los futu-ros movimientos del reino alauí respecto a España.El objeto del presente estudio es, por tanto, mostrar cómo Marruecos, valiéndo-se de sus estrechas y permanentemente buenas relaciones con Francia y, en buena medida, con Estados Unidos en función del momento histórico1, ha so-metido a una constante presión a los sucesivos gobiernos españoles con una doble finalidad: de un lado, apaciguar a sus propios ciudadanos en momentos de crisis económica y convulsiones políticas; de otro, lograr el “Gran Marrue-cos” ya preconizado por el partido nacionalista Istiklal tiempo atrás y cuyo re-

1 Como curiosidad, baste señalar aquí que el Sultán de Marruecos reconoció los Estados Unidos de América en fecha tan temprana como 1777, llegándose a un tratado de paz y amistad en 1836 que sigue aplicándose y representa el tratado de relaciones internacionales más antiguo de la historia norteamericana. Además, y abundando en las curiosidades, el único edificio inscrito en el registro nacional norteamericano de sitios his-tóricos situados en suelo extranjero es la legación norteamericana de Tánger.

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llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll Intro-ducción lllllllllllllllllllllllllllllllllllllsultado era (y es) la suma de los territorios del propio Marruecos más Maurita-nia, Sahara, Ceuta y Melilla, así como parte de Argelia, Senegal y Malí2.Solo así pueden entenderse los desencuentros con España, provocados en la mayoría de los casos por un permanente victimismo de Marruecos en un inten-to de lograr, a fuerza de cualquier medio, los objetivos citados más arriba.En este proceso de presión se pueden diferenciar varios períodos históricos en los que las provocaciones calculadas de los monarcas marroquíes han supuesto sustanciosos beneficios políticos y de prestigio, a la par que un constante que-bradero de cabeza para los gobiernos españoles.Por tanto, podemos diferenciar esencialmente cuatro períodos distintos en las relaciones hispano-marroquíes, todos ellos caracterizados por algún conflicto, salvo el último en el que nos encontramos en la actualidad y que viene carac-terizado por una aparente política de “entente” y buen entendimiento:

- Desde la independencia de Marruecos hasta el abandono del Sahara, pe-ríodo marcado por un conflicto esencialmente territorial.

- Desde 1975 hasta 2000, en la que la normalización de relaciones se combinó con un conflicto económico, esencialmente en torno al proble-ma de la pesca en los caladeros marroquíes.

- Desde el año 2000 hasta el año 2004, período caracterizado por un pro-blema de índole política, con el trasfondo del Sahara siempre presente, y cuyo punto álgido fue el conflicto de Isla Perejil con sus repercusiones subsiguientes manifestadas en diversos intentos de acercamiento, frus-trados siempre por pretendidos “incidentes” entre ambos países.

- Desde la toma de poder del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero hasta la actualidad, momento en que se practica un giro de 180 grados en la política hacia el vecino del sur, política cuyas consecuencias están por ver si resultan positivas.

En cualquier caso, en las relaciones España-Marruecos ha sido de extraordina-ria importancia la cuestión de Sahara, un problema que arranca a mediados del siglo XX y que, aún hoy, treinta años después de los tristemente famosos Acuerdos de Madrid, no ha sido solucionado satisfactoriamente. Junto a ello, la cuestión de la pesca y la inmigración ilegal tolerada desde Marruecos se confi-gura como otros elementos a tener en cuenta en estas relaciones.Por el contrario, las continuas reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla sólo pue-den entenderse dentro de la política irredentista3 de Marruecos respecto a su 2 Actualmente, el proyecto imperialista del “Gran Marruecos” se encuentra consagrado en la Constitución alauita de 1996. Ciertamente, la denominación como tal no aparece reflejada en el articulado aunque sí se hace bajo la expresión “fronteras auténticas” de las que es garante el propio Rey. Curiosamente, tal y como señala Carlos Ruíz Miguel en “Sáhara Occidental: Independencia, paz y seguridad”, el objetivo del Gran Ma-rruecos no es sino la reivindicación de las fronteras alcanzadas por el Imperio almorávide en su momento de máximo desarrollo territorial; ahora bien, es de temer el hecho de que el imperio almorávide también com-prendió “Al Andalus”, lo que es un dato a tener en cuenta sobre todo ahora que Al Quaeda reclama insisten-temente dicha zona como parte del territorio islámico.3 Doctrina según la cual un país debe comprender todas las zonas geográficas que, aun situadas más allá de sus fronteras políticas, forman parte del mismo por razón de sus costumbres y su lengua.

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llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll Intro-ducción lllllllllllllllllllllllllllllllllllllpretendida integridad territorial, que es utilizada por sus sucesivos gobiernos para desviar la atención de la población alauí sobre problemas mucho más gra-ves cuales son la falta real de libertades y la pésima situación económico-social que invita al flujo masivo de inmigrantes ilegales en las costas españolas.No obstante, antes de abordar estos períodos, hagamos memoria en lo que fueron los primeros tiempos de la relación entre España y Marruecos.

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AlauitasAnte la caída de la dinastía de los Saaditas en 1640, los alauitas –una familia venida de Arabia en el s. XIII– con Muley Mohamed ben Cherif (Mohamed I) a la cabeza se proclaman sucesora de éstos. Entre sus antepasados cuentan con Ali, yerno de Mahoma y, por tanto, se consideran descendientes del Profeta.

llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll Antecedentes históricos lllllllllllllllll

ANTECEDENTES HISTÓRICOSEn el siglo XV, en plena Reconquista, y mientras Castilla y los demás reinos hispa-nos luchan contra los focos de resistencia árabes en España, Portugal -bajo el reina-do de Don Juan I- inicia un período de explendor y expansión marítima que le lleva a conquistar los mares en su doble vertiente comercial y militar. En dicho periodo los portugueses se establecen en la región de Río de Oro4 –penín-sula situada al sur del actual Sahara–, en Ceuta en 14155 y en otros emplazamien-tos del norte de África como Tetuán y Tánger (entre 1465 y 1471). En este contex-to, y pese a los Acuerdos de Trujillo, de Toledo, de Al-caçovas y el archiconocido de Tordesillas por los que España y Portugal se repartían sucesivamente sus zo-nas de influencia más allá de sus fronteras terrestres, ciertamente el reino luso debió temer la pujanza cas-tellana que se manifestó en la conquista de Melilla en 1497 y de otras plazas, por lo que finalmente recono-ce a Castilla el derecho a establecerse en un pequeño espacio del litoral del actual Sahara (debido a ser área de influencia directa desde Canarias –lo que lla-maríamos actualmente hinterland– que era posesión castellana desde 14026) a cambio de que renunciase a toda pretensión sobre Marruecos. Por otra parte, dicho reconocimiento vendría, sin du-da, determinado por el hecho que desde principios del siglo XIV diversas iniciativas particulares castella-nas dieron lugar a “correrías” o “cabalgadas” por aquellas tierras, llegándose a contruir una pequeña fortaleza en Santa Cruz de Mar Pequeña que definitivamente se perdió en 1525 tras sucesivos asaltos de las tribus moras de la zona (y que, con posterioridad, los explo-radores españoles ubicarían erróneamente en la zona de Ifni7).

4 Y en la que según algunos pudo estar el origen territorial de los almorávides allá por el siglo XI.5 En casi toda la bibliografía consultada he podido constatar que la toma de este enclave se consiguió en una acción audaz. Tras investigar este hecho, he podido sacar en conclusión que la importancia del hecho residió en que allá por el 14 de agosto del citado año, los portugueses conquistaron la ciudad en pocas horas de lucha, algo que tampoco debe sorprender toda vez que según las fuentes consultadas, los portugueses dispusieron de un ejército de entre 12 mil y 20 mil soldados y una escuadra de unos 200 barcos de distintos tamaños. 6 En 1402 se conquistó Lanzarote, en 1405 Fuerteventura, l a Gomera y la isla del Hierro en 1443 si bien no sería hasta 1496 cuando el dominio pleno español se extendiese por las Canarias como conse-cuencia de la toma de Gran Canaria en 1493, de La Palma en 1493 y en el año anteriormente citado la de Tenerife. En cualquier caso, cabe mencionar que estas conquistas se llevaron a cabo por la nobleza castellana a la que se le ofrecía la gobernación de los territorios conquistados si bien se ponían bajo la soberanía de los reyes de España. 7 A mediados del siglo XIX diversas expediciones españolas intentaron localizar la situación exacta de dicho enclave, toda vez que el mismo fue totalmente arrasado por las tribus locales tres siglos atrás.

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AlauitasAnte la caída de la dinastía de los Saaditas en 1640, los alauitas –una familia venida de Arabia en el s. XIII– con Muley Mohamed ben Cherif (Mohamed I) a la cabeza se proclaman sucesora de éstos. Entre sus antepasados cuentan con Ali, yerno de Mahoma y, por tanto, se consideran descendientes del Profeta.

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Sin embargo, los primeros siglos de “colonización” española de esas pequeñas po-sesiones africanas no se caracterizan por un pleno dominio de la zona. Es más, ya en tiempos del Emperador Carlos V los pequeños establecimientos y fortines espa-ñoles son barridos por las tribus locales, de forma que finalmente lo único que exis-te es un limitadísimo interés económico basado esencialmente en la pesca y en pe-queños tratos comerciales, interés que, con el transcurso de los años, irá decayen-do paulatinamente. Y es que el enorme influjo que para la metrópoli tenían las Amé-ricas (metales preciosos en el aspecto económico, conquista de vastos territorios en el ámbito político-estratégico, extensión de la fe en el ámbito religioso), relegaba a segundo plano cualquier otra empresa salvo que se tratase de la seguridad metro-politana8.Mientras tanto, en la ribera mediterránea del norte de África va a suceder un hecho de trascendencia histórica avanzado el siglo XVI: en efecto, en 1578 el rey luso Se-bastián I muere en la batalla de Alcazarquivir9, lo que dará lugar a la unificación de

Portugal y España bajo el reinado de Felipe II ya en 158010. No obs-tante, la únión no dura mucho y en 1640 se inicia el movimiento de independencia luso con la consiguiente independencia que hubiera debido llevar aneja la incorporación de todos sus antiguos territorios como es el caso de Ceuta. Sin embargo, los ceutíes deciden volunta-riamente su pertenencia al reino de Espa-ña, lo que le valió el título de “Fidelísima Ciudad” que, con los de “Siempre, noble y leal”, obstenta hasta hoy día11. Este hecho,

de por sí, sirve para constatar que Ceuta no ha sido nunca marroquí tal y como pretenden los dirigentes del reino alauita12. Al margen de pertenecer a un reino cristiano desde 1415, la firme voluntad de los ceutíes de permane-cer fieles a la corona española hace que dicha ciudad se haya de considerar, desde el punto de vista político y le-gal, plenamente española13. En 1672 —es decir, dos siglos más tarde de la toma de Ceuta por Portugal y de Melilla por Castilla— Marruecos 8 Así, por ejemplo, se libran batallas en el Mediterráneo contra el peligro turco que amenazaba las costas españo-las.9 Tras haber solicitado su ayuda el Sultán de Marruecos El Mutuauakil frente a su tío Abd El Malik que le depuso del trono.10 Ello fue debido a que el rey luso murió sin descendencia y dado que Felipe II estaba casado con Maria Manuela (hermana del rey difunto) y a la vez era hijo de Isabel de Portugal (una de las mujeres de su padre Carlos I de Espa -ña y V de Alemania), se trataba del único candidato posible a la corona lusa.11 No obstante, en recuerdo de la antigua pertenencia al reino luso, el escudo de Ceuta es prácticamente idéntico al de Portugal y la bandera —llamada de San Vicente o de Lisboa— fue durante la Edad Media la propia de la capital lusa.12 Es más, cuando se produce la invasión musulmana de la Península, contaron con la inestimable ayuda del conde hispano-visigodo de Ceuta, don Julián “el traidor”, lo que viene a refrendar que dicha localidad no había perteneci-do nunca a Marruecos como tal y, aún menos, a los musulmanes.13 Máxime teniendo en cuenta que perteneció a España incluso antes de la propia existencia como tal del reino de Marruecos.

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Escudo de Ceuta

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consigue su unidad política y territorial bajo el Muley Ismail, pero reconociendo siempre la españolidad de Ceuta. La siguiente centuria y media transcurre, como no podría ser de otra manera, entre períodos de cierta calma entre ambas riberas del Estrecho y algunos encontronazos, pero casi siempre bajo lo que podríamos deno-minar “cauces correctos de comportamiento” entre ambos países, con multitud de tratados comerciales y políticos.Poco a poco se va entrando en el siglo XIX, momento en el que surge un afán explo-ratorio y colonizador por parte de las principales potencias europeas (Inglaterra, Francia y Bélgica, aunque sin olvidar a Italia y Alemania), que tienen como objetivo tanto África como Asia. En este contexto, no es de extrañar que España, pese a su inestabilidad política interna (guerras civiles, proclamación de la efímera I Repúbli-ca, conatos de desmembración territorial...), se apreste a tomar parte de esta cam-paña colonizadora que le llevaría incluso a realizar una operación conjunta con Francia en Indochina (actual Vietnam)14. No obstante, España no deja ya de ser un país de tercer orden en la escena interna-cional. Las gestas de los siglos XV y XVI han quedado lejos en el tiempo (el imperio español en América ya es solo un añorado recuerdo que tendrá su fatal conclusión en 189815) y los intereses económico–estratégicos se limitan a los intereses pesque-ros en la zona de Río de Oro, amén de las plazas españolas del norte de África.Y, sin embargo, es en esta época cuando se suceden los desencuentros con el reino de Marruecos, desencuentros que tendrán su máximo exponente en el asalto a la plaza de Ceuta en 1859 por parte de “elementos incontrolados” y que dio lugar a una sangrienta guerra (la “Guerra de África”)16 en la que se escribirían páginas glo-riosas de nuestro ejército17 al mando de O’Donnell y Prim: Tetuán, Castillejos, Wad-Ras, aunque también a curiosas anécdotas como la de que el ejército español dejara de bombardear a cañonazos a las tropas moras los domingos, por ser un día santo.

14 Dicha expedición militar al mando del Coronel Palanca, cuyo éxito más indiscutible fue la toma de Saigón en 1859, tuvo lugar debido a los compromisos políticos y morales adquiridos con Francia y tras el martirio y muerte de varios misioneros españoles. Las tropas españolas, hasta sumar un total de 1.500 efectivos procedentes de la guar -nición de Filipinas, junto con las francesas intentaron conquistar primeramente la ciudad de Hué pero, ante la difi-cultad de su toma —estaba defendida por unos 35.000 hombres a los que tenían que hacer frente los escasamente 2.500 hispano-franceses—, finalmente optaron por atacar y ocupar la ciudad de Saigón, lo que consiguieron el 17 de febrero de 1859. En todo caso, y pese a los escasos frutos reales cosechados por la acción española (no se con -siguió tan siquiera derechos económicos pese a que una buena parte de las bajas totales fueron españolas, esti -mándose la indemnización pagada por el reino de Annan en 1/6 parte de lo invertido en la expedición), podemos apostillar que se trató de una loable acción en defensa de los ciudadanos españoles por más que respondiera a una solicitud del gobierno francés de Napoleón III que se quería asentar en la zona. Sobre dicho hecho quizá hoy día de-bieran reflexionar los diferentes gobiernos españoles que no suelen defender con suficiente ímpetu a sus connacio-nales frente a países extranjeros. 15 No es muy conocido el hecho de que tras la pérdida de las últimas posesiones ultramarinas, Canarias se vio sacu -dida por intentos secesionistas e independentistas que finalmente no cuajaron entre la población isleña.16 De por si solo, el asalto a la ciudad de Ceuta, pese a lo preocupante que pudiera parecer, no podía constituir un motivo para la declaración de la guerra. Sin embargo, por un lado la sociedad española se sentía herida en su orgu -llo al ver “mancillados” sus símbolos patrios (que fueron “robados” por los asaltantes) y cuestionada su soberanía sobre el citado territorio y, de otro, la clase política encontró así un elemento de unión para los españoles así como una forma de parar los pies a un vecino que empezaba a manifestar claros indicios de anarquía.17 Compuesto por 33.288 soldados de infantería, casi 3.000 jinetes, más de 1.500 oficiales y 163 jefes.

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Sin lugar a dudas, la citada Guerra de África tuvo un carácter político incuestiona-ble, cual fue el de conseguir la unidad de todos los españoles en una empresa co-mún justamente cuando el país se encontraba muy dividido ideológicamente. Así se expresa Benito P. Galdós en Aita Tettuauen (uno de los “Episodios Nacionales” por boca de uno de los protagonistas de dicha novela:

Aun no sabemos lo que será O’Donnell como general en jefe del ejército de África: es de creeer que sepa conducirlo y acaudillarlo con la mayor ventaja nuestra y daño grande el enemigo… Lo que no tiene duda es que el buen señor se acredita con esta guerra de político muy ladino, de los de vista larga, pues levantando al país para la guerra y encendiendo el patriotismo, consigue que todos los españoles, sin faltar uno, piensen una misma cosa, y sientan lo mis-mo, como si un solo corazón existiera para tantos pechos, y con una sola idea se alumbraran todos los caletres. ¿Les parece a uste-des poco? Esto es lo más grande que se ha hecho en España…

El entusiasmo con que los españoles abrazaron aquella empresa tuvo una gran pro-yección artística en diversas facetas (teatro, pintura…) de la que obviamente no po-día estar ausente la musicológica en el ámbito militar con obras tales como “¡Gue-rra, guerra!” (estrenada en el madrileño Teatro Real), el “Himno de Guerra” (com-puesto en honor de los generales y del Ejército de África por Antonio Mercé y Fon-devilla), “El asedio de Tetuán”, el “Himno de la Paz”, “La toma de los Castillejos”, la “Marcha triunfal del Ejército de África” (dedicada al duque de Tetuán, es decir, el propio O’Donnell) o “El grito de la Patria”. Auténtica pléyade de composiciones pa-trióticas de las que, en todo caso, conviene destacar una muy especial, la “Polka del general Prim”, dedicada al héroe de la batalla de los Castillejos18. Asimismo, en el plano artístico diversos pintores realizan bellas obras, si bien es Fortuny quien reali-za los más famosos cuadros: XXXXXXXXXXXEn cualquier caso, fruto de estos enfrentamientos fue el Tratado de Paz y Amistad de Tetuán –la llamada “Paz chica” por las escasas ventajas que obtuvo España– por el que Marruecos principalmente reconocía a España una serie de posesiones terri-toriales tanto al norte del país como en la zona de Ifni (donde teóricamente se situó la antigua factoria de Santa Cruz del Mar Pequeña, pero cuyos límites territoriales no fueron fijados específicamente en dicho Tratado), así como unos limitados inte-reses económicos centrados en la pesca.Mientras tanto, y siguiendo la estela exploratoria europea entonces en boga y que llevaría a la fundación por Leopoldo II de Béligca de la Asociación para la Explora-ción de África en 1876, diversas expediciones científicas españolas se adentran en el interior de lo que actualmente es el Sahara. Su interés es eminentemente científi-co, pero la feliz conclusión de las mismas da lugar a un incipiente interés económico 18 Otros hitos destacables consecuencia de tal Guerra se manifestó en aspectos arquitectónicos y urbanísticos. Bas-te señalar que los leones del Congreso de los Diputados en Madrid –llamados respectivamente Daoíz y Velarde- se realizaron con la fundición de los cañones capturados a las tropas del Sultán (parece ser que en uno de ellos se en-contraba la inscripción “Soy el terror de los cristianos”), mientras que el levantamiento del barrio de Tetúan de Ma-drid (antiguamente llamado Tetuán de las Victorias) surgió como consecuencia de ser esa la zona en la que levan-taron el campamento las tropas victoriosas del Ejército de Africa mientras esperaban a realizar la entrada triunfal en la capital española.

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por cuanto se abre la posibilidad de establecer nuevas rutas comerciales que llega-ran a la zona de Río de Oro en vez de a la ciudad marroquí de Mogador o a la fran-cesa de San Luis del Senegal. En cualquier caso, fruto de estas expediciones –sobre-salientes las de Bonelli, Quiroga y Cervera– son los diversos tratados firmados con diferentes tribus por las que éstas reconocen como soberano al Rey de España19, quedando sujetos dichos territorios a un régimen de protectorado. Los Tratados de 1884 –justamente el mismo año en que se celebre la Conferencia de Berlín para tratar del nuevo problema surgido entre los países europeos como consecuencia de las diferentes exploraciones africanas-, debidamente protocoliza-dos ante Notario, hacen que frente a Canarias se extienda una importante área de influencia española que, poco a poco y debido a divesos intereses –defensa estraté-gica de las islas, intereses pesqueros...–, se irá extendiendo territorialmente hasta alcanzar los límites que conocerían en el momento de la descolonización y que son fruto de acuerdo entre los gobiernos español y francés. Sin embargo, no cabe duda que el título posesorio de dichos territorios tiene una más que dudosa legalidad, to-da vez que los mismos no pudieron ser firmados en igualdad de condiciones objeti-vas (a fin de cuentas, los españoles allí presentes no dejaban de ser unos “invaso-res” preocupados especialmente por las transacciones comerciales y el afán cientí-fico, frente a los cuales poco podían hacer las diferentes tribus existentes que po-dían optar entre oponerse por la fuerza a la ocupación –con su consiguiente derrota y aniquilación–, o llegar a un acuerdo lo más ventajoso posible con los colonizado-res).Pero volvamos a Marruecos. Pese al acuerdo de paz firmado tras la “Guerra de Áfri-ca”, la intención española sobre Marruecos no pasaba de establecer un status quo, eso sí, tutelado en cierta medida por España tal y como se desprende de las pala-bras que uno de los primeros y principales africanistas, Joaquín Costa, pronunciaba en 1884: «Lo que a España interesa, lo que España necesita, no es sojuzgar el Ma-greb, no es llevar sus armas hasta el Atlas –tal y como algunos propugnaban–; lo que a España interesa es que el Magreb no sea jamás una colonia europea; es que al otro lado del Estrecho se constituya una nación viril, independiente y culta, aliada natural de España, unida a nosotros por los vínculos de interés común, como lo está por los vínculos de la vecindad y por los de la historia». Palabras que se correspon-den con las del Ministro de Estado (Exteriores) español por aquellos entonces —Mo-ret— que señaló claramente que «la política de España en Marruecos es absoluta-mente opuesta a toda idea de engrandecimiento territorial o de extensión de sus dominios». Bastante teníamos con lo que se nos avecinaba en nuestros últimos do-minios de ultramar.Sin embargo, los derroteros internacionales no se mueven por ese afán filantrópico de Costa, y Europa se contempla preocupada a sí misma por las luchas entre poten-19 El firmado por la tribu Ulad Bu Sba con Bonelli en 1884 hablaba de que los primeros «...hemos entregado el terri-torio llamado Uadibe o Cabo Blanco de la costa, para que se encuentre únicamente bajo la protección de S.M. el Rey de España». Sin embargo, merece la pena mencionar que otro posterior de 1886 por el que diversas tribus lo -calizadas en la zona norte del Sahara se ponían «bajo la protección de la Sociedad Española de Geografía Comer-cial» (la Sociedad expedicionaria) y en caso de que ésta subrogase los derechos en el Estado español lo considera -rían «...como un gran beneficio que España les hace, poniéndose desde luego bajo su protección y amparo...» no fue tomado en cuenta por el gobierno de Sagasta temeroso de la relatividad de dichos acuerdos.

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cias por la colonización de los territorios africanos, lo que llevará a la firma de va-rios acuerdos –Conferencia de Berlín de 1884/1885– que reparten África entre di-chas potencias a finales del siglo XIX. Respecto a Marruecos, el interés se centra en los aspectos económicos dado que todas las potencias europeas (principalmente Francia y Gran Bretaña, pero luego también Alemania tras la visita del Kaiser Gui-llermo II a Marruecos20) desean un Marruecos abierto al comercio internacional y en cuyo territorio puedan establecerse compañías mercantiles de los diferentes Esta-dos.De otro lado, la inestabilidad política de Marruecos21 se convierte en una obsesión para Francia, que desea para sí el control de dicho país sobre todo teniendo en cuenta que ya lo tenía sobre Argelia (desde la década de los ’30 del s. XIX) y Túnez (desde la década de los ’80). Lógicamente, España, aunque muy debilitada política, social y militarmente tras la pérdida de las posesiones americanas y Filipinas, y con escasos deseos de aventuras militares, no puede permanecer impasible ante una si-tuación que le puede llevar a la necesidad de abandonar las plazas españolas al otro lado del Estrecho. Se suceden, por ello, diferentes hechos que jalonarán el camino africanista español hasta la Conferencia de Algeciras. Así, en 1880 se celebra la Conferencia de Madrid para tratar del territorio marroquí; poco después se produce la declaración anglo-hispano-italiana de «no consentir en los sucesivo ninguna cesión de territorio [de Marruecos], ni ningún arreglo territorial de cualquier clase sin haberse concertado previamente con los tres gobiernos amigos»; y en 1887 se envían a Tánger los cru-ceros Navarra y Castilla para proteger los intereses españoles con ocasión de la grave enfermedadd el Sultán.Mientras tanto, Francia ha ido perfilando un acuerdo con Gran Bretaña respecto a este territorio. Y es que Gran Bretaña no ve con buenos ojos la posibilidad de que Francia sea la dueña absoluta del otro lado del Estrecho, por lo que el ministro de exterior galo Delcassé ofrece a España un reparto de áreas de inflcuencia en Ma-rruecos, de forma que nuestro país quedara con el llamado Reino de Fez (que in-cluía la ciudad de dicho nombre así como Tánger, entre otras) mientras que Francia se quedará con el Reino de Marraqueck. Es el Convenio hispano-francés de 1902, un convenio que no llegará a firmarse porque la partida mayor se sigue sustancian-do entre Londres y París.En efecto, en 1904 se firma el Convenio anglo-francés, convenio que resulta perju-dicial territorialmente para España en Marruecos al ver reducida su área de influen-cia. El convenio es finalmente ratificado “de iure” en la Conferencia de Algeciras de 190622. 20 Alemania se retira de esta “carrera” por Marruecos tras el Convenio franco–alemán sobre Marruecos y Camerún de noviembre de 1911, por el que Alemania obtiene el área de influencia que realmente le interesaba: el centro de África.21 Se producen luchas entre los distintos aspirantes al gobierno del país y levantamientos continuos frente al sobe-rano, cuyo poder decaía lentamente.22 La Conferencia de Algeciras de 1906, celebrada para tratar sobre Marruecos, fue el primer paso que dio Francia para obtener una clara influencia sobre Marruecos a través de la creación de un protectorado internacional. Ese mismo año Francia tomaría Marrakesh y al año siguiente Casablanca. En 1912, el Tratado de Fez otorga a Francia el

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Sin embargo, estas áreas de influencia solo traerán quebraderos de cabeza a Espa-ña y que incluso provocarán la chispa para la “Semana Trágica” de Barcelona en 190923 tras el desastre del Barranco del Lobo el 27 de julio. Es la época en la que el diario monárquico “La Correspondencia de España” habla de que «Mil veces más peligroso que no ir a Marruecos será el ir»; la época en que la falta de coordinación militar y de adecuados jefes militares provoca continuas bajas entre las filas espa-ñolas para sorpresa de los mandos extranjeros y aun de los analistas españoles de la época; la época en que se crean los Regulares de Marruecos –lo que acontece en 1911, llamándose inicialmente Fuerzas Regulares Indígenas- con tropas indígenas que disminuyan las bajas patrias. Pero también la época en que suceden algunos hechos de armas destacados como la primera misión militar mundial de apoyo aé-reo a tropas terrestres o la realizada por el teniente coronel Cavalcanti que, coman-dando un escuadrón del Regimiento de Cazadores de Alfonso XII integrado por unos 60 hombres, se enfrentó y venció a varios miles de enemigos y cuya gesta inspira-ría el famoso “Himno de Taxdirt”:

“Vamos allá.Galopando avanzar.No temáis a la muerte.Que sabremos vencer.Vamos allá.Galopad sin cesar.Si lucháis como buenos.No tenéis que temer.”

Mientras tanto, y como continuación de lo indicado más arriba, la situación interna de Marruecos se va deterioran-do progresivamente, produciéndose levantamientos de la población contra las tropas francesas y españolas situadas en el Rif. Por ello, el 30 de marzo de 1912, por el Tratado de Fez, se firma el Convenio franco–marroquí por el que se establece el Protectora-do francés sobre Marruecos —que será extendido el 27 de noviembre de dicho año a España— creándose los famosos protectorados24 como imposición al sultán de Ma-rruecos con el objetivo “oficial” de poner fin al caos existente en la zona25, aunque protectorado sobre Marruecos. En 1907, y fruto del Acta de Algeciras, se dota a Tánger de un régimen de adminis-tración internacional, que si bien establecía formalmente la plena soberanía marroquí, la administracion se realiza-ba a través de la Asamblea Legislativa Internacional. (Tras la breve ocupación de Tánger por España entre 1940 y 1945 coincidiendo con la ocupación de Francia por la Alemania nazi, el régimen internacional de Tánger se canceló el 28 de octubre de 1956).23 En efecto, el llamamiento de los reservistas para ir a combatir a Marruecos tras el desastre del Barranco del Lobo en que perdieron la vida 1300 soldados que defendían Melilla, fue aprovechado por la izquierda (así, por ejemplo, el PSOE convocó una manifestación contra la guerra) y los anarquistas para protestar contra el Gobierno, quemar igle-sias y escuelas católicas y ensangrentar las calles de Barcelona con una revuelta que llevó a la muerte a más de un centenar de personas y, de paso, provocó la caida del gobierno derechista de Maura.24 El protectorado es un compromiso jurídico que resulta de un acuerdo internacional en virtud del cual un Estado, sin perder en principio su personalidad internacional, se coloca bajo la dependencia de otro Estado que, mediante el control que ejerce sobre su política interior y exterior de un modo permanenye, le asegura una plena protección. En algunos casos, como fue el Protectorado francés sobre Marruecos, el mismo llevaba implícita la presencia de tro-pas francesas en dicho territorio y el establecimiento de unos Tribunales incluidos en el sistema judicial francés.25 De este Tratado nace la declaración de Tánger como ciudad internacional.

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en realidad se tratara de extender el área francesa de influencia a todo el Magreb me-diante la colaboración forzada de España a la que se otorga la parte de Marruecos más deprimida y menos interesante económica-mente y, por si ello fuera poco, con una po-blación levantisca y decididamente opuesta a la invasión extrenjera de cristianos.

En la zona que po-dríamos denominar “española”, se asientan dos terri-torios claramente diferenciados: los del llamado Zona Sur del Protectorado Español o Protecto-rado de Cabo Juby –Tarfaya– que se extiende desde el cur-

so del río Dra hasta el paralelo 27º 40’ pactado con Francia (y que no es ocupado definitivamente por los españoles hasta julio de 191626, siendo devuelto a Marrue-cos en 1958)27 y la zona norte de Marruecos (el Rif). Por otra parte, en esos momen-tos, España tambien está presente –al menos oficialmente– en el territorio del Ifni (aquella pequeña franja donde se pensó estuvo situada Santa Cruz del Mar Pequeña y que fue cedida a España por el Tratado de Tetuán de 1860) y, por otra parte, el llamado Sahara Español. (Incluir aquí un mapa con las respectivas zonas ocupadas por España, con indicación expresa del paralelo 27º 40’)No obstante este acuerdo, que podía indicar la llegada de tiempos más tranquilos, lo cierto es que no trajo sino un afán por hacer más evidente la presencia española, sobre todo a raíz de la finalización de la I Guerra Mundial, momento en el cual Fran-cia hace presión para extender su protectorado a todo Marruecos. Debido a ello, se pone en marcha una más extensa presencia militar española que ejecutase el pro-tectorado en el interior del Rif, lo que lógicamente llevó consigo un recrudecimiento del levantamiento de las tribus rifeñas encabezadas por un antiguo colaborador es-pañol que llegó a convertirse en nuestra peor pesadilla: Abd El-Krim28.26 La ocupación se llevó a cabo por el explorador y militar Francisco Bens al mando de 41 hombres entre oficiales y tropas, desembarcando desde un buque no militar. Los refuerzos militares, con el crucero “Princesa de Asturias” y el cañonero “Laya” al frente, no llegarían hasta dos semanas más tarde del desembarco de Bens. La ocupación por el coronel Bens llevaría consigo el dar su nombre a una importante población en dicho territorio.27 Sobre la pretendida soberanía de este territorio por parte de Marruecos cabe hacer una interesante precisión: so-bre dicho territorio los sultanes marroquíes nunca habían ejercido su soberanía efectiva. Es cierto que la preten-dían, pero el territorio se encontraba en una franca rebeldía que daba lugar a que la autoridad del Sultán no se ex-tendiera hasta aquellas lindes. No obstante, aquí intervino la amistad británica con Marruecos que se extendía des-de mediados del s. XIX. Así, en 1895, Inglaterra vende la factoría implantada por el comerciante escocés Mackenzie 15 años atrás en la zona de Tarfaya reconociendo que dicha provincia “forma parte del Imperio de Marruecos” y que, por tanto, “ningún tercero podrá alegar derechos de cualquier clase” sobre dicho territorio. De esta forma, su Graciosa Majestad británica regalaba –sin tener título posesorio alguno al respecto– una buena porción de territorio a su por entonces aliado marroquí; una porción de territorio que se extendía desde el río Dra (auténtica frontera na-tural de Marruecos) hasta el paralelo 27º 40’.28 Según se deprende de la obra de César Vidal en su libro “España frente al Islam”, los motivos que indujeron a Abd El-Krim a rebelarse contra los españoles fueron tanto el convencimiento de hacer una guerra santa contra el in-

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En este contexto se produce la gran conmoción que sacudió a España entera en 1921: Annual. En julio-agosto de ese año una serie de ataques por parte de las fuerzas de Abd El-Krim provocan el mayor desastre de las fuerzas españolas en Ma-rruecos al perder más de diez mil hombres en los alrededores de dicha posición y estando a punto de provocar la caída de Melilla29. Pero el desastre de Annual tiene también otros escenarios: Igueriben, Zeluán, Monte Arruit30…

Las consecuencias, además de provocar la caida del gobierno conservador, devino en críticas feroces al Ejército, a la política expansionista en Marruecos y al propio Al-fonso XIII, pero posteriormente se atenuaron con una reacción patriótica31 cuyo ex-ponente musical militar lo podemos encontrar en la creación del famoso “Pasodoble de la Bandera” con aquellos primeros acordes que recuerdan el campo de batalla al decir

“Allá por tierra moraallá por tierra africana,un soldadito españolde esta manera cantaba:Como el vino de Jerezy el vinillo de Riojason los colores que tienela banderita española”.

De nada sirvió en esta ocasión que en enero de 1920 se creara el Tercio de Extranjeros, efímeramente denomina-do Tercio de Marruecos, y ya luego El Tercio, cuerpo que tendría su campo de acción más destacado en aquellas tierras como vino a demostrarse en algunas batallas co-mo la de Nador, Xauen y, sobre todo, la posterior de Alhu-cemas y que constituyó la excepción de profesionalidad militar dentro de la ineptitud de la que se hacía gala por aquellas fechas en Marrue-cos por parte de nuestro Ejército. Tampoco sirvieron de nada hechos heroicos como los protagonizados por el Regimiento de Cazadores Alcántara nº 14 (del que era jefe el Tte. Coronel Fernando Primo de Rivero –hermano del dictador Miguel Primo de Ri-fiel extranjero como por su encarcelamiento por realizar actividades pro-alemanas y anti-francesas y anti-españolas en el transcurso de la I Guerra Mundial. 29 En este caso, tal y como sucedería en 1940 cuando las tropas alemanas no atacaron a los ingleses y franceses que se retiraban en Dunkerke, Abd El-Krim optó por no atacar la pobremente defendida ciudad de Melilla. César Vi-dal sostiene que esta incomprensible actitud venía motivada por el temor de atacar a unas fuerzas que, aunque diezmadas, tenían un gran espíritu de sacrificio. No obstante, también cabe pensar en otos dos posibles factores al-ternativos: bien un extraño acto de benevolencia hacia los españoles (quizá solo quería conquistar el territorio obje-to de protectorado), bien porque creyera que el asedio podría ser largo y sus fuerzas no estaban preparadas para el mismo después de tres semanas de intensos combates. Y es que aunque ciertamente la defensa de la ciudad se iba a presentar encarnizada (máxime tras el envío de refuerzos con los Reguladores de Ceuta y de fuerzas de La Le-gión), cabe pensar que dicho factor no podía desalentar al cabecilla rifeño que había arrollado otras posiciones es-pañolas con bastante fortuna.30 En esta última posición, y una vez que el General Navarro rinde la posición a las fuerzas rifeñas con la condición de que permitan escapar a los soldados hasta una posición cercana, son asesinados todos los hombres —más de dos mil— mientras que por los oficiales se pedirá un rescate que, juntamente con el de otros, ascendió a 4 millones de pesetas.

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vera y tío del fundador del Falange José Antonio-). Al fin y a la postre, se trató de la más importante derrota de los ejércitos españoles y no había tiempo ni ganas para premiar acciones heroicas o comportamientos profesionales. Y es que, en todo caso, la posterior investigación llevada a cabo por el general Juan Picasso –y que dio lugar al famoso Informe Picasso- dejaba entrever una penosa si-tuación del Ejército de África: acusada ineptitud militar al abogar por la dispersión de fuerzas en pequeñas unidades fácilmente atacables (144 posiciones en una línea de 177 kilómetros con guarniciones no superiores de los 200 hombres), corrupción general en los mandos militares (que llegaban a inflar artificialmente el número de soldados a su disposición a fin de percibir mayores cantidades en concepto de nó-mina)32, comportamiento deshonroso de la oficialidad que o bien no estaba con sus unidades o huía del campo de batalla abandonando a la tropa a su mando o bien se desprendía de sus insignias de grado para confundirse con los soldados y evitar así la muerte, adiestramiento pésimo de las tropas con un deficiente equipamiento (sin agua, con fusiles que solo en un 25% de los casos tenían los sistemas de puntería perfectamente calibrados, cañones obsoletos, ausencia de morteros de tiro curco en una región montañosa como es la del Rif) y con nula moral de combate en mu-chos casos (lo que llevó incluso, en las huidas, a dejar atrás a heridos o a pelear por conseguir un medio de escape).Pese a la lenta y penosa reocupación de los territorios perdidos, en 1923 Abd El-Krim proclama el Emirato del Rif33 (que conviene no confundir con Marruecos, dado que el Rif es sólo la parte oriental del norte de dicho país), aunque ese mismo año se da un golpe decisivo a otro de los caudillos rebeldes marroquíes, El Raisuni, que controlaba la rebelión en la parte occidental del Protectorado; sin embargo, este golpe no sería aprovechado militarmente y se prefirió llegar a un acuerdo negocia-do que permitiese “pacificar” dicha zona occidental. Mientras, en España, en ese mismo año de 1923 (septiembre) Primo de Rivera llega al poder abogando por la cesión de Ceuta y Melilla a cambio de Gibraltar34 y procediendo a una retirada tácti-ca en el Protectorado (que fue llevada a cabo, aunque no sin bajas patrias —espe-cialmente dramático constituyó el caso de Xauen— y que daría lugar a la llamada Línea Primo de Rivera). En el ámbito internacional, mientras, se aprueba en diciem-bre del mismo año el Estatuto de Tánger como ciudad y zonas internacionales.Sin embargo, la retirada táctica española debió incitar al cabecilla rifeño a cometer una torpeza de graves conse-31 Desde luego, muy lejos de las manifestaciones escuchadas escasamente ochenta años más tarde cuando, por ejemplo, ERC –un partido izquierdista catalán- habló de «guerra de agresión» contra la población rifeña utilizando armas químicas «a manera de venganza por el desastre de Annual», motivo por el que solicitaba que España pidie-ra perdón y compensara económicamente a los afectados.32 No obstante, y aunque pudiera parecer un hecho muy grave, se trata en realidad de una práctica muy habitual en tiempos de guerra. Por poner algunos ejemplos, esta corruptela la utilizaron los antiguos egipcios en la época de Ramsés II, los españoles con Los Tercios en el siglo XVI y más recientemente los alemanes en la 2ª Guerra Mundial.33 Esta proclamación fue precedida de la realizada en agosto de 1921 de la “República de las tribus confederadas del Rif”.34 Esta posibilidad fue planteada en diversas ocasiones y por gobiernos y regímenes de signo político muy diferen-te. Aun hoy, ya en pleno siglo XXI y con una pertenencia de Ceuta y Melilla a España de más de cinco siglos, se si -gue sopesando dicha posibilidad que supondría la entrega de territorio patrio a cambio de la cesión de la colonia ocupada por Gran Bretaña y que realmente supondría un éxito para Marruecos y su movimiento nacionalista.

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Tanque con radio Renault FT–17 TSF, Compañía Renaul de Carros de

Asalto de Infantería. Marruecos, 1925

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cuencias: en efecto, en abril de 1925 Abd el-Krim ataca posiciones francesas35 en un intento por asegurarse suministros alimenticios (recordemos que el Protectorado francés se extendía sobre las zonas más fértiles de Marruecos en tanto que el Norte de Marruecos era la zona más agreste), provocando grandes bajas entre las guarni-ciones galas lo que daría lugar a una forzada alianza franco-española36 que se mate-rializará en el Desembarco de Alhucemas37.Éste, llevado a cabo el 8 de septiembre de 1925 (al igual que sucediera años más tarde con el famoso Desembarco de Normandía, también en este caso hubo de pos-ponerse el desembarco con motivo de las adversas condiciones climatológicas) con medios hispano-franceses bajo el mando supremo de Primo de Rivera con el Gene-ral Sanjurjo como jefe del componente terrestre y el comandante Soriano como jefe del componente aéreo (el naval recayó en el francés Yorif), supuso la intervención de numerosos e imponentes medios (casi un centenar de barcos38 –incluido el por-tahidros Dédalo- tanques39, aviones y varios miles de soldados) indican el comienzo del fin del Emirato del Rif. Porque, en efecto, al poco tiempo –mayo de 1926 Abd El-Krim se entregaría a los franceses (parece que por temor a ser asesinado por sus propios seguidores) y, con ello, prácticamente se lograría la total pacificación de la zona. En 1927 sube al trono de Marruecos Mohamed V.En 1931 se proclama la II República en España, lo que llevará a la dimisión de Gó-mez Jordana como Alto Comisario en el Protectorado por no querer servir al nuevo régimen. Es precisamente en el ecuador de este nuevo régimen de la II República, cuando se acomete la ocupación efectiva del enclave de Ifni40 sin apenas resistencia de los naturales del territorio. Y es que aunque si bien esta pcupación ya se había

35 Este hecho, calificado por varios autores como totalmente incomprensible teniendo en cuenta que Abd el-Krim debía suponer que no podía enfrentarse a dos potencias a la vez, tiene su origen en el profundo sentimiento anti-francés del caudillo rifereño. Además, es probable que pensara que Francia y España no se aliarían para derrotarle, errado pensamiento que a la postre le llevaría a la derrota, a su captura y a la deportación.36 Alianza aceptada a regañadientes por los propios políticos franceses que despreciaban a España y, en particular, por la izquierda francesa que incluso llegó a felicitar públicamente a los rifeños cuando en 1924 éstos vencieron a los españoles en Xauen causando unos 5.000 muertos. Sin embargo, esta actitud de la extrema izquierda francesa no era nueva pues ya en 1921, tras el “Desastre de Annual” dirigentes comunistas franceses habían manifestado su claro apoyo a Abd El-Krim indicándole que «tras la vistoria definitiva sobre el imperialismo español, continúe, en alianza con el proletariado francés y europeo, la lucha contra todos los imperialistas, franceses incluso, hasta la li -beración completa del suelo marroquí».37 A pesar de que escasamente 10 años antes había tenido lugar el desastroso desembarco de Gallipolli durante la I Guerra Mundial, los mandos españoles consiguieron convencer a los franceses de que ésta era la mejor forma de abrir un segundo frente, aislar a los rifeños y cogerlos desprevenidos.38 En el desembarco intervino la casi totalidad de barcos de la Armada (aparte del portahidros Dédalo, también in -tervinieron entre otros los acorazados Jaime I y Alfonso XIII, los cruceros Reina Regente, Blas de Lezo, Méndez Nu-ñez y Extremadura, 2 cazatorpedos, 6 cañoneros y 21 buques de la flota mercante), así como un acorazado, dos cruceros y dos torpederos de la marina francesa. Por otra parte, de cara al desembarco, la Armada española hubo de adquirir en abril de 1925 veintiséis barcazas inglesas amarradas en Gibraltar.39 Como dato curioso puede apuntarse que el Desembarco de Alhucemas fue el primer desembarco anfibio de ca -rros de combate en una guerra, al ser transportados a tierra varios Renault FT-17 para enfrentarse a las tropas de Alb El-Krim.40 Si bien el Tratado de Tetuán entre España y Marruecos en 1860 significó la ampliación territorial de Santa Cruz de Mar Pequeña (Ifni), la ocupación no se hizo especialmente efectiva hasta la expedición reseñada de 1934.

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intentado dos años atrás por orden expresa del propio Azaña (y que se saldó con bajas españoles) no fue hasta mayo de 1934, bajo el gobierno derechista de Le-rroux, cuando el Coronel Capaz41 ocupa de manera efectiva el territorio. Una ocupa-ción que se había retrasado desde el Tratado de Tetuán de 1860 y que finalmente fue llevada a cabo por las presiones francesas en este sentido que deseaban un control sobre dicho territorio que hiciera posible una menor presión de los elemen-tos rebeldes que operaban en aquellas latitudes contra la “ocupación” francesa. Una ocupación que, en definitiva, daría bastantes quebraderos de cabeza a España en la década de los 50 del siglo XX. Posteriormente, la victoria del Frente Popular en España crearía expectativas de in-dependencia en el nacionalismo marroquí, aunque fue Franco quien se alzaría con la alianza de las tropas moras que ayudarían al bando nacional en su cruzada contra una República mediatizada por las fuerzas ultraizquierdistas, y que darían lu-gar a la creación y mantenimiento hasta 1956 de la famosa “Guardia Mora” del Ge-neralísimo.El fin de la Guerra Civil coincide prácticamente con el inicio de la Segunda Guerra Mundial y ante el descalabro de Francia en 1940, el 14 de junio –y bajo el pretexto de la imposibilidad por parte francesa de ejercer sus obligaciones al respecto, y por el riesgo de que dicha ciudad y su zona de influencia fueran ocupadas militarmente por uno de los dos bandos contendientes– tropas del Jalifa42 de la zona del protecto-rado español ocupan la ciudad internacional de Tánger (cuyo Estatuto Internacional es abolido en octubre de 1956).Pero la presencia española en Marruecos durante la 2ª Guerra Mundial también aporta datos anecdóticos: al ejecutarse la “Operación Torch” (el desembarco aliado en el Marruecos francés e inicio del fin de la presencia nazi en el norte de África43), varios aviones norteamericanos sobrevolaron territorio español en el Protectorado, lo que conllevó las oportunas protestas diplomáticas. Pues bien, haciendo caso omi-so de estas protestas, los aviones aliados siguen sobrevolando sobre algunos pun-tos del Protectorado hasta que el 3 de marzo de 1943 un caza español Heinkel He–112 basado en Nador intercepta y derriba a un caza P–38 Ligthing norteamericano. El affaire pudo costar a España algo más que un disgusto pues al día siguiente va-rios aviones del mismo tipo que el derribado sobrevolaron repetidamente el aero-puerto de Nador aunque, en esta ocasión, la aviación española se abstuvo afortuna-damente de intervenir.

41 El Coronel Capaz, uno de los grandes conocedores del problema del Protectorado español en Marruecos, llegaría a ascender a general, si bien su carrera -y vida- se vio truncada por la Guerra Civil. El ya general Capaz fue preso en la Cárcel Modelo de Madrid por su ideología próxima a la de los sublevados y asesinado el 22 de agosto de 1936 cuando milicianos comunistas y socialistas asaltaron la cárcel con la excusa de reprimir una supuesta fuga de los presos (excusa falsa, por lo demás, si tenemos en cuenta los testimonios de Garcia Oliver –anarquista y Ministro de Justicia meses después de los sucesos- y del propio Azaña que, conocedor del hecho,arguyó «No quiero ser presi-dente de una República de asesinos»). 42 Los jalifas eran los gobernadores, pertenecientes a la familia real marroquí, de algunas regiones con régimen es -pecial dentro del Imperio Xerifiano.43 Como dato de interés, creo importante destacar que dentro de dicha operación se planeó otra, con el nombre de “Backbone” que prevía la ocupación del Marruecos español, el sur de la península y las ciudades de Ceuta y Meilla, estas dos últimas edbido a que eran los puertos más importantes en la zona. El plan finalmente terminó en el cajón del olvido.

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PRIMERA ETAPA: PROBLEMA TERRITORIAL Y CUESTIÓN DEL SAHARAEl abandono del Sáhara, a fecha de hoy, sigue siendo un tema en gran medida desconocido entre los ciudadanos, quizá debido a la coincidencia temporal con la muerte de Franco y el nuevo período que se abría en España, o quizá debido a la pésima imagen internacional ofrecida por España en aquellos días.Pero, precisamente por ello, no debemos olvidar las consecuencias políticas, ju-rídicas y geoestratégicas que la marcha de las tropas españolas de dicho terri-torio trajeron consigo y que, casi treinta años después, aún no ha tenido una conclusión.No obstante, conviene enmarcar dicho conflicto dentro de la más amplia presencia colonial españo-la en el norte de África y que ya ha sido revisada en el apartado anterior. Por tanto, en lo que se refiere a este punto, la historia comienza con la independencia de Marruecos.Al respecto, conviene tener pre-sente que en el contexto extraor-dinariamente grave de la 2ª Gue-rra Mundial, en 1943 el sultán Mohamed V recibe la promesa de EEUU y Gran Bretaña de apoyar la independencia de Marruecos una vez se termine la guerra (re-cordemos que Francia, uno de los países que controlaban el Protec-torado de Marruecos, está en po-der de las tropas nazis, mientras que el Gobierno de Vichy se muestra claramente anti-aliado). Paralelamente, surge el partido nacionalista marroquí Istiqlal como fuerza política de primer orden y cuyo gran sueño es lograr el Gran Marruecos, un país que deberá aglutinar territorios tan dispares como Marruecos, el Sáhara, Mauritania, una buena parte de Argelia y Mali... Por otra parte, Francia (que

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Ejército de Liberación: Formado al inicio de los años 50 del s. XX, actuó como punta de lanza del Istiqlal y llevó el peso en el combate contra los franceses. Su objetivo era librar el Magreb de la presencia colonial europea y unificar la zona. Financiado en gran parte por Marruecos, se considera que fue apoyado por el príncipe Hassán, el futuro Hassan II.

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todavía tiene en su poder a Argelia bajo el sistema de provincia de ultramar) intenta conservar su imperio colonial mediante la creación de la Union Française44, una especie de Commonwealth al estilo británico con propósitos claros neocolonialistas, que no es precisamente del agrado del Rey de Marruecos que cada vez se encuentra más cerca del nacionalismo del Istiqlal.La combinación de ambos factores, esto es, el sueño independentista de Moha-med V y el marcado nacionalismo del Istiqlal, provoca que ambas fuerzas va-yan estrechando sus lazos y que el Sultán asuma cada vez mayores riesgos hasta que Francia, cansada de dicha política de apoyo al nacionalismo marro-quí representado por el Istiqlal, opta por la vía expeditiva de destronar al rey y nombrar a otro más acorde con sus intereses.Las tensas relaciones entre España y Francia45 por aquellas fechas permitieron que España apoyase al rey en el exilio, logrando de esta manera el reconoci-miento árabe, si bien finalmente fueron las presiones de Estados Unidos las que provocaron el retorno de Mohamed V. El 7 de abril de 1956 (escasamente un mes después de que lo hiciese Francia) España devolvía a Marruecos la zo-na norte del Protectorado español poniendo así fin a 44 años de protectorado46, pero no así la zona de Tarfaya con la excusa de que el guerrillero Ejército de Li-beración seguía operando desde dicha zona sin incorpo-rarse a las FAR marroquíes y luchando contra los espa-ñoles. Asimismo, se promete a Marruecos ayuda de di-verso orden por parte española. Como anécdota, cabe señalar que es en dicho momento cuando se disuelve la pintoresca guardia mora de Franco y regresa a su país.Desde el momento de la independencia de Marruecos de manos de Mohamed V (apodado “el Libertador”), y pese a los acuerdos de colaboración entre los gobiernos de España y del Imperio Sherifiano (que así se llamaba entonces el Reino de Marruecos) y que suponían importantes ayudas españolas al nuevo

44 Pese a que en 1946 sustituyó el término "imperio" por el de Unión Francesa, el gobierno de París trató de retener por la fuerza el imperio, lo que dio lugar a un proceso descolonizador que tuvo su punto álgido con la independencia de Argelia (como ejemplo, baste señalar que los franceses reconocieron la independencia de Camboya "dentro del marco de la Unión francesa" el 8 de noviembre de 1949, pero pusieron límites en los puntos más importantes tales como la defensa, la diplomacia, policía y justicia; por lo que la resistencia ar -mada de los Khmer Issaraks continuó. En Laos, los franceses reconocieron su independencia dentro del mar-co de la Unión francesa también, lo que provocó una escisión interna de los independentistas y la mayoría de ellos accedió a negociar con Francia, pero una minoría continuó con la resistencia). En 1958 se vería comple-mentado por la Communauté française d'Afrique.45 Motivado por el resentimiento franquista por el apoyo mostrado por Francia tanto a la II República como a los republicanos en el exilio tras la Guerra Civil.46 «Muchos marroquíes tienen un recuerdo positivo del Protectorado Español, aunque en realidad esta pre-sentación del pasado constituye sobre todo una manifestación de agravio comparativo hacia el régimen polí -tico marroquí y los sucesivos gobiernos que se instauraron desde la independencia. De ahí viene la percep-ción de que los españoles eran rectos, justos e incorruptos» (tomado de “La percepcion marroqui del protec-torado español” de Mohamed Chouirdi, publicado en Papeles Ocasionales).

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país47, lo cierto es que la presión marroquí sobre España se ejerció de forma calculada y efectiva. El motivo quizá se debiera a la debilidad política de un país que, pese a los recientes acuerdos con Estados Unidos, no dejaba de ser un paria en la comunidad internacional.Y, ¿cómo ejerce esa presión? Lo primero que cabe decir es que al concederse la independencia a Marruecos, el llamado Ejército de Liberación marroquí se in-tegra en las nuevas Fuerzas Armadas de Marruecos, salvo una pequeña parte de los efectivos que prosigue su lucha contra la presencia colonial europea (Francia y España). En un principio los ataques se dirigen contra la presencia francesa en Maurita-nia y la zona argelina (recordemos que aún Argelia no ha logrado la indepen-dencia de Francia) de Tinduf, lo que provoca que España “mire hacia otro lado” aun cuando tales bandas cruzaban por territorio del Sahara. Francia teme que la guerrilla, y el territorio ocupado por ella, sea fuente de problemas para sus propias fuerzas establecidas en Mauritania y Argelia, por lo que solicita reiteradamente el apoyo español para acabar con aquella, apoyo que no es facilitado inicialmente por España que considera que ello podría per-judicar sus relaciones con Marruecos y, por ello, ser objetivo de los ataques de estos guerrileros48. Mucho habían cambiado las cosas desde que en la década de los ’20 fueran los franceses quienes negaran la ayuda a los españoles en la Guerra del Rif. No obstante, finalmente se llega a un acuerdo por el que se per-mite “bajo cuerda” que los franceses puedan hostigar a los elementos rebeldes dentro del territorio del Sahara español hasta un límite de 50 kilómetros.Quizá por ello –este acuerdo tácito– o no, las posesiones españolas tampoco son totalmente excluidas de las escaramuzas y así, en 1956 marroquíes infil-trados en Ifni atacan un cuartel de policía, y en 1957 tropas escindidas del “Ejército de Liberación” atacan periódicamente dicho enclave, siendo especial-mente grave el realizado a la Bandera Legionaria XIII el 13 de enero de 1958.A finales de 1957 se procede al refuerzo militar de las posesiones españolas. Así, por ejemplo, se da la orden de desplegar en Ifni el 71 Escuadrón de caza-bombarderos (equipados con el desfasado Buchón –un avión más propio de principios de los ’40 que de finales de los ‘50) en vuelo directo desde Sevilla, lo cual pone inútilmente en peligro la vida de sus jóvenes e inexpertos pilotos. Los mismos pilotos que después, bajo órdenes de sus mandos, ametrallarán to-dos los camellos que encuentran a su paso por la sospecha de que bajo ellos pudieran ocultarse rebeldes, lo que provocó que las tropas de tierra llegaran a solicitar al Alto Mando que se dejaran de lado tales prácticas pues en su avan-47 Así, por ejemplo, el apoyo en la organización del nuevo ejército o la asunción por el Gobierno de España de la protección en el extranjero de los intereses de los marroquíes oriundos de la zona española hasta que el nuevo gobierno marroquí se hiciera cargo de esta función.48 Carrero Blanco, con un clarividente planteamiento –aunque tachado por Diego Aguirre de “maquiavélico”– lo resume muy claramente. Dice Carrero: «Si nosotros nos oponemos al paso de estas tropas (se refiere a las escindidas del Ejército de Liberación) llegando a choques armados, se nos crea una situación difícil con Ma-rruecos... Si hacemos la vista gorda y dejamos penetrar a las partidas, la situación difícil se nos crea con Francia... Si los franceses perdieran Mauritania nosotros no podríamos conservar el Sahara...»

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Acuerdos de Cintra El 1 de abril de 1958, en Cintra se acordó la devolución a Marruecos se la zona sur del ex Protectorado, territorio que en justicia debería haber sido devuelto en 1956. El límite era el paralelo 27ª 40’ que no debería ser objeto de transgresión por Marruecos ni por los restos del Ejército de Liberación.Sin embargo, este acuerdo propició la revuelta de la tribu de los Erguibat asentados en Tarfaya (Cabo Juby) contra los restos del Ejército de Liberación y Marruecos, terminando como nómadas en el desierto.

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ce solo encontraban cuerpos de camellos putrefactos. Pero esto es otra histo-ria.La situación se va convirtiendo cada vez en más peligrosa y las tropas españo-las han tenido que retirarse hasta las zonas costeras. La conexión marroquí se hace evidente cuando en octubre de 1957 Marruecos reclama Mauritania, el Sahara e ifni como territorios propios y, más aún, cuando un poco más tarde se descubra que una importante parte del arsenal guerrillero se compone de armas entregadas en 1956 por Espa-ña a Marruecos49. El apoyo marroquí es tan incuestiona-ble que, como amenaza a Marruecos, se opta por una medida algo trasno-chada pero efectiva: enseñar el pabe-llón. En efecto, el 7 de diciembre se presentan ante la ciudad marroquí de Agadir –desde la que había un inten-so flujo de hombres a la zona de Ifni– los cruceros “Canarias” y “Méndez Nuñez”, así como los destructores “José Luis Díez”, “Gravina”, “Escaño” y “Almirante Miranda”.Finalmente se da luz verde a la operación hispano-francesa denominada gene-ralmente “Ecouvillon”50 (operación “Teide” para los españoles) y en la que in-tervinieron amplios efectivos tantos terrestres (alrededor de 10.000) como aé-reos y navales de Francia y España. Estamos en febrero de 1958 y en pocos días se acaba con las bandas del llamado Ejército de Liberación, aunque el pre-cio político a pagar es la devolución a Marruecos de la zona de Tarfaya tras la celebración de la Conferencia de Cintra. Cesión que, no obstante, no llevó con-sigo la consecuente aceptación del famoso paralelo 27º 40’ como frontera en-tre Marruecos y el Sahara español.

Paralelamente a los preparativos de la Opera-ción Teide–Ecouvillon, en enero de 1958 el te-rritorio del Africa Occidental Española pasa a constituirse administrativamente como dos provincias diferenciadas: Ifni y Sahara Occiden-tal. Se trata de una operación de maquillaje po-lítico que pretende poner fuera de la definición de “territorios no autónomos” (es decir, colo-nias) inquirida por la ONU estos dos territorios y que había sido precedida por un cambio de denominación de la Dirección General de Ma-

49 Aunque también cuentan con fusiles franceses, armamento robado de las bases americanas en Marruecos, camiones, jeeps y hasta media docena de vehículos semioruga M–3.50 Inicialmente se llamó “Ouragan”.

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Sellos de Ifni y Sahara, emitidos en 1964 y 1965, correspondientes a la serie Escudos de Capitales de Provincias

Españolas

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rruecos y Colonias por la más interesada políticamente de Dirección General de Plazas y Provincias Africanas. Operación no obstante —y conviene no olvidarlo— que concedía una serie de derechos a los habitantes de las “nuevas prvin-cias” al permitiírseles tener representación en las cortes y adquirir la nacionali-dad española con todas las ventajas que ello comportaba51.Sin embargo, los países del bloque socialista hacen indirectamente el juego a Marruecos y, bajo continuas presiones (se intenta incluir a las Islas Canarias co-mo un territorio no autónomo), se logra que finalmente la ONU contemple Ifni y Sahara como territorios a descolonizar. Proceso que, por otra parte, ya era aceptado tímidamente por el Ministro de Asuntos Exteriores español, Fernando Mª Castiella (que ostentó dicho cargo desde 1957 a 1969), pero bajo el condi-cionante previo de un referéndum. Sin embargo, dado que “la política es el arte de lo imposible”, el Gobierno es-pañol aún retuvo por siete años más el enclave de Ifni, intentando de esta for-ma tener una baza política y territorial con la que conseguir contrapartidas en materia de pesca por parte de Marruecos. En cualquier caso, ya sea debido a las presiones derivadas de la Resolución 1514, ya por la concesión de contra-partidas económicas en el sector de la pesca, lo cierto es que el Tratado de Fez (1969) consagra la retrocesión del enclave Ifni a Marruecos. Pese a todo, las contrapartidas pesqueras tuvieron corta validez, ya que en 1972 Hassan II de-nunció el tratado y creó una zona económica exclusiva de 70 millas (¿qué dice al respecto el derecho internacional) que conllevó una profunda crisis en la que 54 pesqueros españoles fueron apresados.En el Sahara, sin embargo, la situación era bien distinta. Desde que accede al trono del reino alauí Hassan II en 1961 (llama-do en la historiografía del país vecino, “el Reu-nificador”), éste sigue una doble política: la de la aplicación de la fuerza armada a través de ataques a dicho territorio, y la acción diplomá-tica. Ésta última pasa por una primera fase de exigencia de la plena independencia del Saha-ra, si bien más tarde se pasa a una segunda fase en la que se pretende su anexión. En cual-quier caso, se trataba de incorporar el Sahara Occidental al “Gran Marruecos”, lo que provo-caba los temores, entre otros, de Mauritania

51 Meramente como hipótesis, pensemos en cómo hubiera variado la historia si el Sahara fuese una provincia española plenamente integrada en España y en la UE. Claro que la Ley 40/1975, de 19 de noviembre, sobre descolonización del Sahara, contradecía de Decreto de Provincialización y hablaba de que «el Estado Español ha venido ejerciendo, como Potencia administradora, plenitud de competencias y facultades sobre el territo-rio no autónomo del Sahara, que durante algunos años ha estado sometido en ciertos aspectos de su admi-nistración a un régimen peculiar con analogías al provincial y que nunca ha formado parte del territorio na-cional».

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La Resolución 1514 (XV) y los Territorios No Autónomos (TNA)Aprobada en diciembre de 1960, la Res. 1514 (XV) señalaba que todos los pueblos tienen derecho a la autodeterminación. A tal fin, se consideran TNA aquellos separados geográficamente de la potencia administradora y con diferencias étnicas y culturales.

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que prefería el mantenimiento de la presencia española a la vecindad marroquí con sus ansias expansionistas52.En 1966, tras un período de cierta armonía entre España y Marruecos derivado del llamado “Espíritu de Barajas” (por la reunión mantenida en dicho aeropuer-to entre Franco y Hassan II), y de la reciente confrontación de Marruecos contra Argelia, la política de Rabat respecto a este territorio da un brusco giro: ahora aboga por un referéndum de autodeterminación supeditado, en cual-quier caso, a la marcha de las tropas españolas. Un giro que es tremendamen-te preocupante para Mauritania qye aboga por un Sahara español ante que ma-rroquí por lo que de expansionista tiene este último país.En todo caso, el gesto no era casual: en enero de 1963 sale el nacionalista Isti -qlal del gobierno alauita; en julio del mismo año se produce el encuentro entre Franco y Hassan II que daría lugar al llamado “espíritu de Barajas”; en el mes de octubre tiene lugar la llamada “Guerra de las Arenas” entre Marruecos y Ar-gelia por la región de Tinduf53; en 1965 la monarquía marroquí se había tamba-leado a consecuencia de ciertos disturbios y, sobre todo, se había producido una grave crisis diplomática con Francia54. Resultaba razonable que Marruecos buscara un pequeño espacio de necesario respiro internacional, lo cual no con-llevaba una renuncia de las pretensiones futuras de Rabat sobre el territorio en cuestión.La reacción española a esta propuesta de referéndum se traduce en un docu-mento firmado por los principales dirigentes saharauis en el cual éstos mani-fiestan su total adhesión a España. Pero es obvio que el documento no es creí-ble por Naciones Unidas (algo que no debe extrañar teniendo en cuenta que contenía afirmaciones del tenor de que «el Sahara, merced a la predilecta tute-la de España, ha alcanzado el nivel europeo en todos los aspectos de la vida

52 Recordemos que la preconización del “Gran Marruecos” conllevaba, entre otras, la anexión de Mauritania.53 Realmente, podemos afirmar que la lucha por la región de Tinduf se trató más de un pretexto que de un hecho evaluable en sí mismo. Es cierto que el Gobierno Provisional de la República Argelina (GPRA) había prometido reiteradamente a Marruecos que, una vez lograda la independencia de Argelia, los límites fronteri-zos no serían los establecidos por la metrópoli francesa sino los que estuvieran delimitados previamente a la victoria de Francia sobre Marruecos en 1844 y que dieron lugar –por el Tratado de Lalla Maghnia de 1845- a que la región de Tinduf se anexara a la Argelia francesa; y también es cierto que en cuanto Argelia se conso-lida como Estado (la independencia la adquiere en 1962) una de las medidas que toma es expulsar a los ma-rroquíes residentes en la zona de Tinduf y que reclamaban volver a formar parte de Marruecos, hecho que dará lugar a una espiral de declaraciones y contradeclaraciones que provocarán la guerra. Pero también es cierto que Marruecos veía peligrar su propia estabilidad tras la independencia de una Argelia dirigida por el FLN, cuyo proyecto es extender la revolución a todo el Magreb. Años más tarde, en 1976, Marruecos y Arge-lia volverán a enfrentarse militarmente en la batalla de Amgala. Curiosamente, aunque la “Guerra de las Are-nas” concluyó con el acuerdo de Ifrán de 1972, Marruecos aún no ha ratificado el citado acuerdo de paz por lo que, legalmente al menos, el conflicto sigue abierto como desde Marruecos se ha insistidio en algunas oca-siones políticamente interesadas.54 El motivo de esta crisis es el secuestro por parte de los servicios secretos marroquíes, de un líder opositor marroquí, el marxista Mehdi Ben Barka en el restaurante Lipp de París y su desaparición desde entonces. Es-te acontecimiento se ha reflejado en el cine en la película “El asunto Ben Barka”, estrenada en 2005 y dirigi-da por Saïd SMI y Serge Le Péron. Algunas fuentes han señalado la connivencia de los servicios secretos fran-ceses en el secuestro e, incluso, el conocimiento de la CIA norteamericana que no puso objeciones al secues-tro de un líder marxista en plena Guerra Fría, aunque estas últimas hipótesis pueden basarse más en instru -mentalizar políticamente el secuestro por parte de la izquierda europea, si tenemos en cuenta las importan-tes reacciones sucitadas en el Gobierno francés de entonces.

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social»), por lo que el problema continúa entre continuos cambios de estrate-gia marroquí que aboga unas veces por el mutuo entendimiento con España y otras por exigir la autodeterminación del Sahara en el contexto de Naciones Unidas.Sin embargo, tras el período 1971-72 se produce un nuevo cambio en la políti-ca exterior de Rabat respecto al Sahara reclamando ahora Marruecos no la au-todeterminación de dicho territorio (como desde 1966 había hecho con más o menos fortuna) sino una plena anexión del mismo por parte de Marruecos, des-ligándose así de la postura hasta entonces mantenida junto con Argelia y Mau-ritania. Pero, ¿qué motiva este nuevo cambio? Algunos autores han querido justificarlo en el anuncio de la futura promulga-ción de un Estatuto de Autonomía Interna del Sahara que garantizaría al pueblo saharaui el libre ejercicio de su derecho a la autodeterminación. No obstante, sin dejar de lado tal factor, aparece otro que tiene más fuerza: la situación interna de Marruecos. En efecto, en el período 1968-1973 se produ-cen graves alteraciones en la vida política y social marroquí: huelgas de mine-ros entre 1968 y 1970; intento de golpe de Estado protagonizado por diversos sectores políticos de Marruecos55 en 1971 junto con huelgas de diversos secto-res productivos; en agosto de 1972 varios cazas F-5 que escoltaban al Boeing en el que regresaba Hassan II de Francia atacan al mismo sin, sorprendente-mente, conseguir abatirlo; en 1973 se producen diversos atentados terroristas que provocan una etapa de detenciones. Con todos estos elementos de juicio podemos sospechar que Hassan II solo pretendió aglutinar en torno suyo a to-dos los sectores sociales y políticos de su país frente a un “enemigo” común, España, que impedía la formación del “Gran Marruecos”56. Por otra parte, ya en 1973, con el asesinato del almirante Carrero Blanco por ETA, España entra en un período de impasse que, lógicamente, es aprovechado por el vecino del sur.Sin embargo, no solo Marruecos intenta expulsar a España de la zona, sino que incluso los propios saharuis llevan intentado, desde finales de la década de los ’60 del siglo XX, conseguir la independencia para su pueblo. Independencia que no será aceptada por las autoridades españolas que, a lo sumo, están dis-puestas a estudiar alguna situación de autonomía dentro del Estado que, con el tiempo, dará lugar al nonato Estatuto de Autonomía para el Sahara.Mientras, en el interior del Sahara, la situación fue evolucionando hacia la tesis de la plena independencia, alentada primeramente por Libia y posteriormente también por Argelia. En un primer momento, y a fin de no provocar los consi-guientes recelos en España pero posicionándose claramente en contra del ane-xionista Marruecos, los jóvenes saharauis aluden a un previo período de auto-nomía durante unos 10 años, tras los cuales pasarían a constituirse en un esta-55 Este intento de golpe de estado se produce en julio cuando militares tanto pro-occidentales como naciona-listas y revolucionarios asaltan el Palacio Real de Sjirat matando a un centenar de los invitados a la fiesta or-ganizada por el propio Rey.56 Recurso, por otra parte, tremendamente utilizado en política interior; España ya lo había hecho con oca-sión de la Guerra de África de 1859, Argentina lo haría con la invasión de las Islas Malvinas, e Irak haría lo propio en 1990 invadiendo Kuwait.

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do independiente. De esta manera, se aseguraba el correcto asentamiento de las instituciones que deberían regir el destino de la nueva nación, tras una tu-tela previa de la antigua potencia colonial.Sin embargo, estos planes teóricamente ventajosos para ambas partes van a sufrir un duro descalabro cuando algunos dirigentes independentistas convo-quen manifestaciones, siendo de especial relevancia la realizada a mediados de 1970. En ésta, que inicialmente se conducía por cauces pacíficos, finalmen-te degeneró en violentas («Dado que…la lluvia de piedras y agresión con palos a las Fuerzas del Orden Público era copiosa, como igualmente varios disparos de arma corta, hubo que replegarse y volver a cargar sucesivamente… proce-diéndose a la evacuación de tres heridos por armas de fuego de los nativos»57), lo que provocó la muerte de algunos manifestantes a consecuencia del disparo por parte de las tropas españolas encuadradas en una Compañía del III Tercio, que fueron enviadas para disolver la concentración.Estos incidentes, convenientemente ma-nipulados y sobredimensionados, impli-can el fin de la relativa calma en el terri-torio y el asentamiento de una conciencia nacional propia perfectamente dirigida y manipulada por los elementos revolucio-narios. Es la chispa que dará lugar al na-cimiento del Frente Polisario58. El Frente Polisario se configura entonces como el típico movimiento revolucionario de los años 70 —basado muy profunda-mente en lo que había sido el FLN arge-lino—, con grandes ideales referidos al anticolonialismo, la construcción de la unidad árabe (motivo éste por el cual fue apoyado por Libia desde sus inicios), la nacionalización de los recursos mine-ros, la distribución de los recursos y la lucha contra el subdesarrollo. Según Ra-fael Wirth y Soledad Balaguer, autores de la obra «Frente Polisario: la última guerrilla», la independencia aparecía configurada, inicialmente, como un ele-mento secundario: tanto es así, que considerarían la idea de formar parte de Marruecos si su Gobierno fuera revolucionario, popular y democrático; sin em-bargo, tal postura no parece muy lógica si tenemos en cuenta que Argelia —país también limítrofe— sí respondía presuntamente a esas características y no se llegó a plantear la anexión a tal país. Sea como fuere, lo cierto es que sus contactos le llevan a emitir un manifiesto común con la organización española de extrema izquierda FRAP, a ser apoyado por el Partido Comunista de España

57 Informe del Capitán de Servicio de la Policía Territorial de la Provincia del Sahara de 17 de junio de 1970.58 FRENTE POpular de LIberación de SAguia el Hamra y RÍo de Oro. Inicialmente, el Frente Polisario se deno-minó Frente Popular de Liberación del Sahara. No obstante, y a fin de evitar posibles reivindicaciones sobre el Sahara argelino, parece ser que este país insinuó el cambio de nombre.

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Agrupación de Tropas Nómadas: Nacida en el Sáhara el 1 de octubre de 1959 y compuesta en su mayor parte por nativos del Sahara, su finalidad era la de hacer notar la presencia del Gobierno General también en aquellos vastos territorios alejados de las zonas habitadas, desempeñando funciones militares pero, sobre todo, policiales que solo podían llevarse a cabo mediante fuerzas nómadas (que primero se desplazaron a camello y que más tarde se motorizaron con los famosos Land Rover 88 y algunos 109) que acudieran a dichos territorios.

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Internacional y a solidarizarse con la banda terrorista ETA con ocasión del fusi-lamiento de cinco componentes de la misma.En mayo de 1973, y ante la actitud española de no conceder la independencia del Sahara59, aparecen los primeros enfrentamientos contra la Policía Territo-rial, cuerpo desgajado de la Agrupación de Tropas Nómadas; enfrentamientos que se prolongarán hasta mediados de 1975 cuando el Gobierno General y el Frente Polisario adopten un principio de acuerdo. De nada le valdrá a España crear un partido político artificial llamado PUNS (Partido de Unión Nacional Saharaui), cuya influencia cada vez será menor tal y como se llegó a demostrar en la visita que las Naciones Unidas hicieron a la zo-na a mediados de 1974. Y es que el PUNS no pasaba de ser un partido oficialis -ta, pero cuyo sentido moderado hubiera ayudado a conseguir una auténtica in-dependencia. Su programa goza de gran realismo: independencia mediante la autodeterminación, desarrollar el país mediante la adecuada explotación de los recursos propios y mantener la amistad y cooperación plena con España. No en vano, la mayor parte de los saharauis instruidos pertenecían al PUNS.Y es que el Frente Polisario pretende convertirse –como todo partido revolucio-nario- en el partido único del Sahara, en su única voz; tanto es así que la lucha contra los miembros del PUNS se hace cada vez más evidentes, sucediéndose desde limitados enfrentamientos violentos en las propias sedes del PUNS (con intento de quema de las mismas) hasta el atentado contra un destacado dirigente del PUNS (pro-curador de las Cortes de Franco) que se saldó con la muerte de su hi-jo.Tampoco de nada valieron iniciati-vas tan “pintorescas” como la que, mediante Orden de la Presidencia del Gobierno de 14 de marzo de 1970, crea el DNI bilingüe en el que figuraban los datos relativos al po-seedor del mismo tanto en caste-llano como en árabe y cuya validez, como no podía ser menos, era para toda España.60 59 Ciertamente existía al respecto una controversia entre Presidencia del Gobierno y Exteriores. No obstante, y pese al hecho cierto de que con perspectiva las cosas se ven más claras, la verdad es que el Gobierno es -pañol tuvo gran lentitud de reflejos, toda vez que vistas las diversas presiones internacionales debería haber intentando una tercera vía que permitiera al Sahara ser independiente pero bajo la tutela inicial española y con la posibilidad de establecer unas relaciones provechosas entre ambos países al modo de los países de la Commonwealth británica. 60 La numeración del citado DNI “saharaui” comprendía una letra (cada una correspondiente a una tribu) se-guida de una serie de números, de los cuales los dos primeros correspondían a la sección registral, los dos si-guientes al año de nacimiento y los tres finales al número de orden en el registro.

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España, entonces, y como fruto de las serias divergencias en el Gobierno acer-ca de qué camino tomar, juega a una doble carta: de un lado entra en el estu-dio del Estatuto de Autonomía para el Sahara; de otro, en Naciones Unidas, promueve la celebración de un referéndum de autodeterminación en el que so-lo participen los autóctonos nacidos y residentes en el territorio, una perspecti-va nada halagüeña para Marruecos que ve cómo comienza a alejarse la incor-poración del Sahara como parte del suelo del Gran Marruecos.En mayo de 1974, se aprueba el proyecto de estatuto de autonomía para el Sahara, cuyas primeras noticias ya se habían tenido en 1970 y que en 1973 se había concretado en la carta que dirigió Franco a la Yemaà. El estatuto crea un sistema similar al de un estado libremente asociado (al igual que sucede con Puerto Rico respecto de Estados Unidos), en el que España actuaría como ad-ministrador del territorio —y no como soberano— con competencias en defensa y representación exterior, pero dejando la gestión interna en manos de los por-pios saharauis. Desde luego, suponía un salto cualitativo en la cuestión del Sahara, aunque no fuese conforme a lo que Naciones Unidas venía reclaman-do. Junto a este “estatuto de autonomía” se presenta un ambicioso proyecto económico que pretende que la renta de los saharauis sea igual a la española en el año 1978 mediante la inversión de los beneficios de la explotación de los fosfatos (las famosas minas de Fosbucrá) en el propio territorio del Sahara. Ese año se empieza a elaborar el famoso "censo español", referencia para futuras propuestas de referéndum. Lamentablemente, tanto la presión alauita (que amenaza, por un lado, con to-mar represalias si se llegaba a aprobar el estatuto, mientras que a la par deja-ba bien claro que las opciones para el Sahara eran pertenecer a España o per-tenecer a Marruecos), como el enfrentamiento entre el Ministerio de Exteriores y Presidencia respecto a las medidas a tomar en el Sahara, provocan que en enero de 1975 se dé carpetazo a este esperanzador “estatuto de autonomía” que definía al Sahara como un territorio no autónomo (se notaba que había he-cho mella la terminología empleada por Naciones Unidas) administrado por Es-paña.Y es que Marruecos, aprovechando la confusa situación política española carac-terizada por el asesinato de Carrero y el aparente final del franquismo, el as-censo a la presidencia francesa de Giscard d’Estaing (gran amigo de Hassan II), y la delicada situación interna que atraviesa el reino alauita y que requiere un golpe de efecto, vuelve a presionar sobre el tema del Sahara; pero, ahora, aña-de dos nuevas peticiones: Ceuta y Melilla, que como hemos visto, jamás han si-do considerados como territorio colonial por la ONU. Poco a poco, la estrategia marroquí de fichas de dominó va tomando forma: primeramente exigen Ifni; cuando se cede el enclave, solicitan el Sahara; y cuando están a punto de con-seguir este territorio, reclaman Ceuta y Melilla. Todo en aras a conseguir el “Gran Marruecos”.

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Todos estos factores motivan que el reino alauita cada vez se arriegue más y comience una serie de esporádicas escaramuzas en el territorio del Sahara. Tanto por esta presión alauita como por la cada vez mayor presión del Frente Polisario, en 1974 el Gobierno español se ve obligado a enviar al Sahara fuer-zas terrestres adicionales, especialmente en un intento de recuperar la iniciati-va militar que parecía estar tomando Marruecos. Entre tanto, la situación interna española hacía poco aconsejable aventuras ex-ternas en un momento en que todos los ojos estaban puestos en Madrid (esta-ba muy reciente la “Revolución de los claveles” portuguesa, motivada por un acontecimiento similar respecto de sus colonia africanas y el nacimiento de la OAS61 en Francia para impedir la independencia de Argelia), mientras que, por otro lado, se vislumbra cada vez más claro un cambio en la orientación geoes-tratégica que necesitaba de un Marruecos amigo y estable que no amenazase la posición de las Islas Canarias. En este sentido, conviene destacar la oportuna elección del monarca alauí en cuanto al momento adecuado para actuar; así, cuando don Juan (padre de Juan Carlos I) se pone en contacto con aquél para indicarle el aprieto en que ponía la sucesión española, Hassan II alega: «Díga-me qué otro momento sería mejor para plantear al asunto sahariano».Bajo este clima de presión (recordemos lo indicado más arriba acerca de la Re-solución de Naciones Unidas señalando que el territorio del Sahara tenía el es-tatus de colonia pese al velo administrativo de “provincia española” otorgado por el gobierno de Madrid en 1958), al cual no eran ajenas las posturas adopta-das por Francia62 y Estados Unidos, y dada la complicada situación interna es-pañola (enfermedad de Franco y asesinato por ETA de Carrero Blanco), el Go-bierno español comunica a la ONU su intención de convocar un referéndum de autodeterminación en el Sahara en los primeros seis meses de 1975. Esta solu-ción permitía no sólo que España salvase su imagen interna y exterior, sino que también suponía la mejor solución para los saharauis. Pero, para Hassan II ésta no es la solución. La “solución” pasa por incoporar el Sahara a Marruecos, por lo que ha de actuar en una doble vertiente militar y di-plomática. Así, y además de reforzar sus posiciones militares al norte del Saha-ra, intenta presentar el conflicto bajo una vertiente de disputa entre países y no meramente descolonizadora. De esta forma, en el seno de la XXIX Asamblea General de las Naciones Unidas Marruecos solicita –septiembre de 1974- llevar 61 La Organization de l'Armée Secrète (Organización del Ejército Secreto), más conocida por sus siglas OAS, nació a principios de los años ’60 del siglo XX como una organización terrorista de resistencia a los planes franceses de conceder la independencia a Argelia. Muchos de sus componentes eran militares del Ejército Francés y “colonos” afincados en Argelia (había cerca de un millón). Un dato poco conocido es que en 1961 hubo un intento de golpe de estado en Francia en el cual estaban involucrados dos generales que habían si -do jefes del ejército en Argelia. No es descabellado pensar que tuvieran simpatia por la OAS y por una causa que enfrentaba al poder civil francés con los militares de dicho país. En el fondo no sucedió algo muy distinto en el Sahara.62 Resulta cuando menos curiosa la postura francesa al respecto, toda vez que en 1960, con ocasión de las pretensiones anexionistas de Marruecos sobre Mauritania (a la que ese mismo año Francia concedió la inde-pendencia), Francia sostuvo dos argumentos de peso que después le serían negados a los saharauis: a) Que la soberanía de Marruecos nunca se extendió más allá del uad Dra, y b) que, en todo caso, lo que tenía más valor y peso era la voluntad de la población expresada en consultas. Increíblemente, una docena de años después ése no era el criterio a adoptar respecto del Sahara Occidental Español.

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la cuestión del Sahara ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya (TIJ). La propuesta, debatida en el seno de la ONU, dio lugar a la Resolución 3292 (XXIX) –aprobada también por Argelia y Mauritania, así como por EE.UU. que desea una solución rápida a un problema existente entre aliados- por la que se solicitaba al TIJ que emitiera un dictamen acerca de los derechos de Ma-rruecos sobre el Sahara en el caso de que se considerara como negativa la res-puesta a si el Sahara Occidental era un territorio sin dueño (terra nullius) en el momento de su colonización por España. En concreto, las cuestiones que se plantean son las siguientes:

I. ¿Era el Sahara Occidental (Río de Oro y Sequia El Hamra), en el mo-mento de su colonización por España, res nullius63)Si la respuesta a esta pregunta es negativa,

II. ¿Qué vínculos jurídicos existían entre ese territorio y el Reino de Ma-rruecos y Mauritania en su totalidad?

De esta manera, si el TIJ llegase a reconocer que el territorio formaba parte de Marruecos, el Sahara no sería una cuestión de descolonización sino de rever-sión a Marruecos, con lo que España se habría de entender con dicho país. Y eso pese a que la propia Resolución 3292 (XXIX) hablaba de que se decide re-cabar tal dictamen «sin perjuicio de la aplicación de los principios contenidos en la Resolución 1514 (XV)» (es decir, del principio de autodeterminación de los pueblos). A la par, la citada Resolución da un paso en contra de la audeter-minación: solicita el aplazamiento del referendum previsto para los primeros meses de 1975.Aun con todo, no debía tener Marruecos muy clara la resolución de tal cuestión ante el TIJ dado que, en un nuevo intento por negociar con España, ofrece ba-ses militares y derechos económicos a cambio de la cesión del territorio a Ma-rruecos; intento, en todo caso, poco creíble habida cuenta de lo sucedido en 1972-73 en cuanto a los derechos pesqueros en las aguas de Ifni.De esta manera entramos en el año decisivo: 1975. En este año se suceden los hechos con extrema rapidez: España acepta que el referendum se lleve a cabo sin presencia militar española (sustituida por fuerzas de la ONU), se produce la visita de la Misión de Naciones Unidas al territorio en la que el Frente Polisario consiguió movilizar a todos sus partidarios (el informe de la Misión indicaba que «todos los pueblos tienen el legítimo derecho de ser due-ños de su propio destino… El ejercicio de este derecho no puede ser limitado ni menos aun su-bordinado a los intereses de otros países»), el paulatino cese de la violencia por parte del Frente Polisario y los consecuentes ataques ca-da vez menos disimulados de Marruecos…63 = Tierra de nadie.

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Respecto a los ataques marroquíes, éstos comienzan en el mismo mes de ene-ro, cuando se atacan dos cuarteles por parte de infiltrados marroquíes, que ya en el mes de mayo aumentarán de intensidad con ataques a puestos españoles por parte del denominado Frente de Liberación y Unidad del Sahara. Es en este mismo mes cuando dos helicópteros UH–1 Huey españoles son atacados con misiles tierra-aire SAM–7 cerca de la frontera con Marruecos y en junio parte del VII Batallón Meharista intenta apoderarse de un puesto español sin conse-guirlo y siendo hechos prisioneros los atacantes.Para Marruecos es la hora del todo o nada: el 8 de junio la guarnición de Ma-bhes hace prisionera a una compañía del Ejército marroquí, el 24 del mismo mes salta por los aires un jeep de la División Acorazada Brunete por efecto de las minas instaladas por los marroquíes y al día siguiente dos T-6 Texan del EA español reciben fuego antiaéreo; el 22 de julio es capturada una patrulla ma-rroquí 27 kilómetros en el interior del Sahara español y a tan solo 72 km de El Aaiún; cinco días más tarde es hostigado un puesto fronterizo; el 3 de agosto es atacado el puesto de Hausa (40 km. al sur de la frontera produciéndose la muerte de un cabo de la III Bandera Paracaidista); en fecha indeterminada un avión antisubmarino HU–16 ASW Albatross hunde con cohetes a una patrullera marroquí que procedía a ametrallar a unos pesqueros españoles. El surrealismo de la situación es tal (España ha pasado de combatir al Frente Polisario a hacerlo frente a Marruecos en una guerra de nervios y plagada de incidentes) que a primeros de noviembre un helicóptero español OH-58 Kiowa intercepta una avioneta militar de observación marroquí que sobrevuela la zo-na fronteriza española en el norte del Sáhara procediendo a expulsarla de la zona mediante el “expeditivo” método de desenfundar su arma reglamentaria y sacando el brazo por la apertura de ventilación de helicóptero, hacerle seña-les con el arma hacia la frontera, con lo que la avioneta volvió a su punto de partida.Como medida de presión adicional, el terrorismo se extiende a Ceuta y Melilla con algunos artefactos explosivos, a la vez que son reclamadas dichas ciuda-des españolas y los islotes adyacentes como territorio marroquí. Se trata de una guerra de nervios con una presión calculada que tiende a poner en eviden-cia los aprietos en los que podría poner Marruecos a España caso de no obte-ner satisfacción respecto a sus peticiones sobre el Sahara64. Sin embargo, la respuesta española no pasa más allá de dejar hacer, lo cual supone un error estratégico de primera magnitud que dará alas, poco más tarde, a Hassan II para poner en juego la Marcha Verde.Mientras tanto, el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya ha seguido sus deliberaciones y, finalmente, emite su decisión el 16 de octubre de 1975. Esta 64 Ciertamente, 31 años después España se encontró con el peor atentado de su historia cuando diversos in -dividuos de origen marroquí hicieron saltar por los aires cuatro trenes de Cercanías en Madrid. Curiosamente, el hecho se producía con posterioridad a que el rey de Marruecos advirtiese pocos años antes a Josep Piqué (Ministro de Exteriores español) que, «de momento», España no había sufrido el ataque islamisma. Pasadas las elecciones generales de 2004, el nuevo Ministro de Exteriores, el socialista Miguel Ángel Moratinos, indi -caba la conveniencia de encontrar una solución justa para el Sahara si no queríamos sufrir más atentados co -mo el de Atocha (ver diario ABC de )

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decisión es la de respaldar la posición española (la autodeterminación e inde-pendencia del Sahara) y rechazar la posición mantenida por Marruecos. El fun-damento jurídico de tal decisión no deja lugar a dudas: el territorio saharaui no era terra nullius ya que estaba organizado tribalmente y fueron dichas tribus las que pactaron tratados de protección; sin embargo, dicho territorio jamás había tenido la condición de parte integrante de Marruecos y, a lo sumo, había existido una más que dudosa relación de vasallaje lo que no implicaba en nin-gún caso una ligazón entre dicho territorio y Marruecos65, toda vez que Marrue-cos no pudo ejercer su pretendida soberanía de hecho al no estar sometidas las tribus de la zona a la autoridad del Sultán. De esta forma, el reino alauí sufre un importante revés del que el rey Hassan II sólo podía salir de una forma: la acción directa.No obstante, Hassan II no es un alocado dirigente; sabe que en un enfrenta-miento militar con España tiene las de perder pues, tal y como él mismo reco-nocía, la cantidad y calidad de las fuerzas armadas españolas eran muy supe-riores a las del reino alauita66. Sin embargo, aún le queda un recurso más acor-de con la situación de ambos países: patrocinar y convocar una “invasión pací-fica” de la población marroquí sobre el Sahara, lo que se ha venido en llamar la “Marcha Verde”, algo que anuncia pocas horas más tarde de conocerse el Dic-tamen del TIJ y que justifica en el sentido de que en el derecho islámico el vín-culo de vasallaje es equiparable a la soberanía (olvidando, si así fuera, que la comunidad de naciones no se rige por el derecho islámico sino por el derecho internacional del cual es signatario el propio Reino de Marruecos).De esta forma, Hassan II provocaba un enfrentamiento indirecto con España valiéndose de una legión de voluntarios marroquíes (en absoluto representan-tes del pueblo saharaui) que le evitaba declarar la guerra a España al tiempo que ponía a ésta en una difícil situación pues no era concebible entablar com-bate contra el grupo de personas que, oficialmente al menos, carecían de ar-mas (aunque cabe destacar que, como parte de esta marcha, figuraban varios militares marroquíes que, suponemos, no irían desarmados).El chantaje estaba servido: o España cedía o se enfrentaría al grave dilema de disparar contra pacíficos civiles. Hassan II sabía perfectamente que esto último

65 A este respecto, conviene tener presente que, por ejemplo, en el Tratado de Paz, Comercio y Navegación firmado en Mequinez en 1799 entre España y Marruecos, uno de sus artículos dice que «Si algún buque espa-ñol naufragara en río Nun y su costa, donde no ejerce dominio S.M. marroquí, ofrece sin embargo, en prueba de cuanto aprecia la amistad de S.M. Católica, valerse de los medios más oportunos...». Sobran los comenta-rios.66 Ante la concentración de efectivos de las FAR detectada en la frontera del Draa, se decide reforzar la pre-sencia militar española en el Sahara Español; en octubre de 1974 se envían elementos de la Brigada Acora-zada XII (perteneciente a la entonces División Acorazada Brunete nº 1) con carros de combate M-48A1 y la Compañía Legionaria de Carros de Combate "Bakali", dotada con los nuevos y flamantes AMX-30. En total, al inicio de la “Marcha Verde” los efectivos desplegados en el Sahara suman 20.000 hombres, 53 carros de combate (35 M-48A1 y 18 AMX-30), 54 autoametralladoras Panhard AML-60 y AML-90 (pertenecientes a los Grupos Ligeros Saharianos), 12 obuses OTO Melara 105/14, 12 obuses R-46 105/25, 18 cañones autopropul-sados ATP M-109 105/23, helicópteros UH-1D “Huey”, vehículos ligeros Land Rover, camiones Pegaso, etc., todos ellos constituidos en tres Agrupaciones Tácticas llamadas “Lince”, “Gacela” y “Chacal”.

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no podía suceder, lo que le deparaba, al menos inicialmente, una victoria políti-ca de primer orden. Así lo señala el Rey Hassan II:

«Se trataba de una apuesta psicológica. Yo sabía que Franco y su entorno eran militares. Si se cimprotaban como verdaderos milita-res no les veía disparando sobre 350.000 civiles desarmados. En cambio, si se trataba de carniceros…» «En realidad era un chantaje horroroso, pero un chantaje lícito que ninguna ley prohibía».67

Lo que no habían podido hacer las presiones internacionales, las tácticas gue-rrilleras del Frente Polisario y, mucho menos, el ejército alauí, lo conseguiría una legión de “civiles” portando banderas de Marruecos. Cínicamente, el pro-pio Hassan II intentará calmar al ministro Solís (enviado por Arias Navarro para intentar frenar la Marcha Verde): «No deben temer ustedes porque no vamos a ocupar el territorio; vamos pacíficamente a confraternizar con vuestros solda-dos»68.La Marcha, que según algunos ha sido ideada por Henry Kissinger en colabora-ción con un instituto estratégico londinense y con la aquiescencia (si no, un di-recto impulso) de Francia69, está financiada por Arabia Saudí y otros Estados del Golfo que proporcionan el dinero para comprar los camiones nuevos en los que se desplazarán los más de 300 mil marroquíes, así como la gasolina para hacerlos funcionar. Pese a todo, se estima que Marruecos se gastó en aquella marcha ¡el equivalente al PNB de un año! Claro que los fondos se obtuvieron de donaciones “voluntarias” de la burguesía alauita que no acudiría a la Mar-cha, así como de algunas empresas.A partir de entonces, los acontecimientos se suceden vertiginosamente, y pese a que el último Consejo de Ministros presidido por Franco trate sobre la situa-ción del Sahara hasta el punto de que el propio Jefe del Estado ordene declarar la guerra a Marruecos (que el Presidente del Gobierno, Arias Navarro, pruden-temente obvió), nadie sabe muy bien qué va a suceder. Por de pronto, las tro-pas españolas se han replegado 10 km dentro del territorio del Sahara dejando libre una zona de nadie; pasar la nueva línea establecida supondría la repelión de la invasión.En el ámbito diplomático, España realiza una convocatoria urgente del Consejo de Seguridad, a fin de que se condene la Marcha Verde y envíe efectivos arma-dos bajo bandera de ONU como fuerzas de interposición, propuesta que no prosperará. A cambio, la ONU aprueba tres Resoluciones (la 377 de 22 de octu-bre, la 379 de 2 de noviembre y la 380 de 6 de noviembre) por las que el Con-67 Reproducido de «La Marcha Verde 30 años después” publicado en el diario ABC de 6 de noviembre de 2005 por Fernando Arias-Salgado. El autor reproduce, a su vez, las declaraciones de Hassan II publicadas en el libro «Los tres Reyes: la Monarquía marroquí de la independencia a nuestros días» escrito por el periodista francés Ignace Dalle.68 Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, nº 33. Comisión de Asuntos Exteriores. Sesión nº 8, 16 de marzo de 1978.)69 En su momento se denunció la existencia del llamado “Plan Marrakesch", una actuación gala en concor-dancia con Marruecos que pretendía afianzar el área de influencia francesa en todo el Magreb. A cambio, Ma-rruecos recibiría compensaciones económicas y militares.

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sejo de Seguridad deploraba la realización de la marcha y solicitaba la inmedia-ta retirada de todos los marticipantes. (Hacerse con la resoluciones y compro-bar este extremo, así como transcribir los párrafos mas interesantes)Igualmente, prosperan las consultas con el Secretario General de la ONU, lo que dará lugar al llamado “Plan Waldheim” (en honor del Secretario General Kurt Waldheim) que prevé la reitrada española del Sahara y su sustitución tran-sitoria por fuerzas de la ONU —lo que de hecho equivalía a poner el territorio en manos del Consejo de Administración Fiduciaria de Territorios70— y la poste-rior consulta a los saharauis. Una atractiva propuesta apoyada por Mauritania y Argelia de forma explícita71, mientras que Marruecos se opone frontalmente y España se muestra indecisa.La visita, el 2 de noviembre, del entonces Príncipe don Juan Carlos a las tropas españolas supone un pequeño alivio para las fuerzas desplegadas por lo que suponía de apoyo moral del Jefe de Estado en funciones a las fuerzas armadas. El Jefe de Estado en funciones señala en esta visita, como hizo Carrero Blanco siete años atrás72, que España no va a abandonar el territorio y que tiene un compromiso moral y de honor con los habitantes de este territorio en el sentido de realizar un referéndum de autodeterminación73. Algunos historiadores han querido ver en esta visita una clara advertencia del futuro Rey de España a Hassan II. Sin embargo, esta posibilidad tiene poca con-sistencia pues a Hassan II le bastaba con un movimiento político, quizá una provocación, pero, como se ha señalado en anteriores líneas, no deseaba una confrontación militar dada su escasa capacidad de combate74. Así pues, la visi-ta del entonces Príncipe de España era más de cara al interior (se mostraba al país como un Rey que mantendría su unidad y seguridad) y, a lo sumo, como 70 El Consejo de Administración Fiduciaria de las Naciones Unidas fue creado para supervisar el régimen internacional de administración fiduciaria. Se le asignó la función de supervisar la administración de los territorios en fideicomiso puestos bajo el régimen de administración fiduciaria, es decir examinar y debatir los informes presentados por la autoridad administradora respecto del adelanto político, económico, social y educativo de la población de los territorios en fideicomiso y hasta que llegaran al gobierno propio o la independencia. Caen dentro del ámbito del Consejo los territorios sujetos a un mandato de la extinta Sociedad de Naciones (ahora ONU), los territorios que como resultado de la II Guerra Mundial, fueron desagregados de un Estado enemigo; y aquellos otros que fueran puestos bajo este régimen por los Estados responsables de su administración (lo que se pretendía con el Sahara). 71 De hecho, Argelia pone de relieve que la cesión del territorio a Marruecos sería considerado como un “ca -sus belli”, aunque no explicita contra quién.72 “…nunca, por ningún concepto, España negociará con ningún otro país el futuro del pueblo saharaui. Esto se lo ha asegurado el Caudillo de España y su palabra es sagrada.”73 Ciertamente, dicho compromiso resultó muy falaz, por cuanto pocos días más tarde se cedió a las presio-nes alauitas y se abandono a los saharauis a su suerte (actitud que recuerda, en cierta forma, a la adoptada por Gran Bretaña en 1948 en Palestina cuando abandona a los judíos a su suerte tras la Resolución de la ONU reconociendo la existencia de Israel).74 En la zona sur de Marruecos se estimaba la presencia de 35 tanques T-54, 17 vehículos blindados ERB-75, 36 AML-245, artillería autopropulsada con M-56, misiles antiaéreos SAM-7, siendo sus fuerzas aéreas y nava-les muy escasas y alejadas de la zona del conflicto. Según un artículo publicado en el nº 33 –enero/maro de 2007- del Boletín Trubia, los T-54, cuyos primeros tipos fueron construidos en 1946, suponían la mayor ame-naza para las FAS españolas, pues el único carro con total probabilidad de éxito era el AMX-30 del que Espa-ña tenía deplegados una única compañía. Aun con todo, la superioridad militar española era incuestionable en aquel momento.

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gesto político de cara al exterior. Otras versiones, a mi modo de ver, tienen po-ca consistencia histórica puesto que el Rey, como el resto de la sociedad espa-ñola, estaba más preocupado por la situación interna del país y, qué duda ca-be, por la cohesión del Ejército en torno a su persona. Sobre todo, teniendo en cuenta que todo estaba ya decidido.Pero volvamos a los hechos. El día 5 de noviembre la actividad militar española es frenética. En estos términos lo describe el entonces periodista Arturo Pérez-Reverte en el Diario Pueblo al señalar que “ante los campos de minas, unida-des del Ejército español adoptaban posiciones defensivas en la primera línea del dispositivo de defensa previsto. A nuestra espalda, los carros blindados le-vantaban columnas de polvo en el desierto y helicópteros y aviones de caza so-brevolaban la zona en todas direcciones”. El 6 de noviembre se detecta la presencia de una compañía del ejército marro-quí en una localidad próxima a la frontera del Sahara español y a continuación una marea humana se interna unos 12 kilómetros en el Sahara, en una tierra de nadie 10 km en el interior de Sahara que, como se ha indicado, dejaron las fuerzas españolas a fin de evitar cualquier incidente fronterizo. Se levantan campamentos (llamados, en clave, Marabunta 1 y Marabunta 2) y el número de personas alcanza los doscientos mil. Se trata de una invasión de facto75. Mien-tras tano, Hassan II anuncia que la Marcha no se detendrá hasta en tanto no se produzcan negociaciones bilaterales España-Marruecos para la cesión del Sahara, a la vez que lanza un órdago: si las Fuerzas Armadas españolas atacan la Marcha Verde, las FAR marroquíes se verán obligadas a defenderla mediante el uso de la fuerza. Y es que la pacífica Marcha Verde no lo era tanto si nos ate-nemos a algunas fotografías que muestran góndolas con tanques junto a los camiones y autobuses que, en el mismo sentido de marcha, se dirigían al Saha-ra OccidentalTal y como aventuró Pérez-Reverte en su crónica aparecida en el diario Pueblo del 5 de noviembre “¿Se ha conseguido, por fin, un acuerdo Madrid-Rabat, que convierta la "marcha verde", la invasión del Sahara, en una mera excursión simbólica por los 13 kilómetros de zona neutra que median entre las líneas es-pañolas y la frontera?”. Todo parece indicar que así fue, aun cuando es preciso tener en cuenta que le propio Hassan II amenazó con hacer avanzar la Marcha Verde más allá de los 10 kilómetros acordados con España. Es más, el New Yo-rk Times ya hablaba abiertamente de la solución que se iba a imponer, esto es, el abandono de España y el reparto del Sahara Occidental entre Marruecos y Mauritania; y lo hacía nada menos que el 31 de octubre.Como se ha indicado repetidamente, Hassan II buscaba una victoria política que, por un lado, le encumbrara como “el reunificador” del gran Marruecos a la vez que evitaba una confrontación militar de la que no sólo hubiera salido mal-parado como Jefe de Estado, sino también en cuanto a su integridad física pues

75 En realidad, la invasión se había producido unas jornadas antes: en concreto, el 30 de octubre, tropas ma-rroquíes ocupan militarmente dos puestos fronterizos abandonados por los españoles.

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resulta difícil ver cómo se podría haber mantenido en el poder tras perder fren-te al vecino del norte. Sin embargo, la partida estaba ganada de antemano pues antes de anunciarse la Marcha Verde, ya se había acordado la puesta en práctica de la “Operación Golondrina”, esto es, la evacuación del Sahara como consecuencia «de un acuerdo general admitido por el conjunto de las partes interesadas, incluidas representaciones del pueblo saharaui; un acuerdo de España con alguno de los países limítrofes o una resolución unilateral». Decisión de la que debía supo-nerse enterada el Frente Polisario toda vez que, para evitar una respuesta vio-lenta por parte de los saharauis, se organiza una amplia operación de seguri-dad por parte de los españoles y la disolución de la Agrupación de Tropas Nó-madas y de la Policía Territorial.El embajador español ante Naciones Unidas pone de relieve, en carta a Arias Navarro, toda la crudeza de la decisión adoptada por el Gobierno español y el peligro de un Marruecos reforzado: “…un Marruecos reforzado mediante un acuerdo bilateral, al margen de las decisiones de la Comunidad Internacional, constituiría un peligro para Canarias y no digamos para Ceuta y Melilla, donde habría de repetir sus acciones… Sabría que la intimidación que nos ha hecho paga sus dividendos».En definitiva, el 9 de noviembre Hassan II provoca el repliegue de la Marcha Verde, llevándose aparentemente a partir de ese momento unas frenéticas ne-gociaciones primero bilaterales España-Marruecos y luego a tres bandas con la incorporación de Mauritania, que darían lugar a los Acuerdos de Madrid firma-dos el 14 de noviembre de 1975 (es decir, pocos días antes de la muerte de Franco) y que señalan el fin de la presencia española en el Sahara, cuya admi-nistración temporal pasaba a Marruecos y Mauritania, aun cuando se indicaba que la voluntad del pueblo saharaui sería respetada. Es de destacar, no obstan-te, que estos Acuerdos no llegaron a ser publicados en el BOE, por lo que su eficacia jurídica en el ámbito interno español es, cuanto menos, dudosa tenien-do en cuenta que toda disposición, para ser aplicable, ha de estar publicada en el Boletín Oficial del Estado.En este sentido, conviene destacar la postura de Estados Unidos al respecto que, tal y como señala Miguel Hernando de Larramendi en su libro “La Política Exterior de Marruecos”, implicaba el “reconocimiento de la autoridad adminis-trativa de Marruecos sobre el Sahara Occidental, pero no de la soberanía de Rabat sobre ese territorio, al considerar que el proceso de descolonización se encontraba inconcluso por no haberse dado la oportunidad al pueblo saharaui de pronunciarse sobre su futuro, tal y como había reconocido reiteradamente la ONU”.Pero, ¿qué sucedió en España? Tal y como escribe Antonio Marquina en su obra “España en la política de seguridad occidental, 1939-1986”, «la política de se-guridad y la transición política pacífica primaron sobre otras consideraciones (...) llevando de nuevo a considerar, como en la década de la descolonización marroquí, que era mejor ceder de nuevo». Política, en todo caso, estrecha de

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miras si tenemos en cuenta que, con el devenir de los acontecimientos poste-riores, se ha demostrado sobradamente que Rabat actúa bajo el criterio de “riesgo calculado”, utilizando las provocaciones y el doble lenguaje agresivo-dialogante para conseguir sus objetivos76.De esta forma, a finales de noviembre de 1975 se retiran las fuerzas de la Divi-sión Acorazada Brunete que tres años antes habían sido desplegadas en la con-flictiva zona y el 11 de enero de 1976 salen las últimas tropas españolas de la antigua colonia que es ocupada militarmente por Marruecos y Mauritania. Todo ello, no sin que antes algunos militares españoles intenten hacer volar por los aires el Parador de El Aaiún –lugar en que se encontraba el cuartel general ma-rroquí tras el traspaso de “poderes”-, hecho que sería castigado con…catorce días de arresto en el cuartel77. “Susana vuelve a casa” es la contraseña que in-dica que la retirada de las tropas españolas se ha producido con éxito; la contraseña es respondida desde el lado marroquí con un “Bon voyage Susana”.Atrás quedaba casi un siglo de protectorado sobre dicho territorio; un protectorado que per-mitió la disposición de una cama de hospital por cada 150 habitantes, un médico por cada 1.090 habitantes (en comparación la propor-ción de 1/9.400 en Marruecos ó 1/30.000 en Mauritania, por poner los ejemplos de dos de los países vecinos), 2 institutos de enseñanza media o 30 escuelas rurales.Poco después, en febrero de ese mismo año 1976, y coincidiendo con la salida del último funcionario español en un vuelo de Iberia, nace oficialmente la República Árabe Saharaui De-mocrática; mientras, España abandona la ad-ministración temporal del territorio (la adminis-tración “de hecho” pero no “de derecho” como no deja de advertir la propia ONU) sintiéndose a partir de ese momento totalmente desligada de la responsabilidad sobre dicho territorio pe-ro recordando que la descolonización culmina-

76 Aún hoy en día, ciertos autores sostienen que lo más conveniente hubiese sido ceder el territorio a Marruecos ya en 1956 cuando Marruecos recuperó su independencia, siguiendo la sugerencia que el Presidente Eisenhower hizo al respecto (en tal sentido, Ramón Salas Larrazabal); otros, incluso, llegan a plantear que la mayor deuda española con el Sahara es no haber procedido a preparar a los saharauis para su incoporación a Marruecos, achacando esta deuda a la sinrazón de Carrero Blanco (Bernabé López en El País de 17 de agosto de 1999) y que ha impedido unas fructíferas relaciones entre España y Marruecos. Olvidan en todo caso, tanto uno como el otro, que no ha existido nunca ninguna vinculación de soberanía entre ambos territorios, limitándose acaso a una relación de vasallaje, tal y como señaló en su momento el TIJ. En el colmo de la desfachatez, Bernabé López llega a establecer una clara relación causa-efecto entre la cuestión del Sáhara y la falta de auténtica democracia en Marruecos, cuando la causa real la debemos encontrar en el régimen corrupto y centralista impuesto por la monarquía alauita.77 Es obvio que muchos militares españoles, si no la mayoría, estaban en franco desacuerdo con la decisión de entregar el Sahara a Marruecos.

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M–113 del 8º Regimiento de Infantería de Marruecos, en la operación «Ohoud». Sahara Occidental (exEspañola), 1979.

La salida de las tropas españolas no supuso la independencia del Sahara sino

la invasión por Marruecos (a veces, como en este caso, por sistemas de armas similares a los españoles). La

operación «Ohoud» fue una ofensiva a gran escala llevada a cabo por unos

1.500 vehículos y más de 6.000 soldados marroquíes contra las tropas

del Frente Polisario.

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rá cuando los saharauis se hayan expresado mediante referéndum, lo cual no deja de ser una forma bastante cínica de sustraerse de los compromisos inter-nacionales.Algunas décadas después, muchos de los españoles que hubieron de abando-nar a toda prisa su lugar de residencia seguían sin comprender cómo se llegó a aquello: “No solo traicionamos a los saharauis sino que nosotros mismos (los españoles) fuimos traicionador por el Gobierno de Madrid” o “Sabíamos que tarde o temprano se debía abandonar, pero no de aquella forma tan precipita-da” eran algunos de los reproches que veinte años más tarde se seguían ver-tiendo.¿Qué ganó España con este acuerdo vergonzoso?:

Económicamente se concedía a España la posibilidad de faenar durante 20 años en el llamado banco pesquero sahariano, se obtenían licencias de pesca en aguas marroquíes para unos 800 barcos españoles, se ven-día ¡a Marruecos! el 65% de las acciones de la empresa Fosbucrá (encar-gada de la explotación minera de los fosfatos) y se garantizaba la pro-piedad de los bienes de naturaleza pública que se encontraran en el Sáhara por los cuales se pagaría un precio justo, mientras que a los par-ticulares se les garantizaba la posesión de sus bienes (opción que, obvia-mente, los españoles no estaban dispuestos a comprobar). Aunque todo esto se quedó, en realidad, en guas de borrajas, por lo que aquí sí po-dríamos aplicar aquella frase de “la paz chica” que se acuñara al término de la Guerra de África en 1859-1860.

Políticamente, España se desembarazaba de un territorio que era fuente de disensiones internas (recordemos la larga etapa de divergencia de criterios entre el Ministerio de la Presidencia y el de Asuntos Exteriores) y con Marruecos, en un momento en que lo que precisaba España era tranquilidad para asumir la transición del franquismo a la democracia. A cambio, se cedía a las presiones de su vecino del sur sentando con ello un peligroso precedente.

Moralmente, por último, España quedaba marcada por un largo tiempo, como un país falto de compromiso sincero alguno al abandonar a su suerte al pueblo al que prometió en tantas ocasiones defender y, poste-riormente, llevar a su propia autodeterminación, y que ahora se veía abocado —como veremos— a la ocupación extranjera por parte de Ma-rruecos y Mauritania; todo ello, con independencia de la inseguridad jurí-dica manifestada con respecto a una población a la que se le indicó en 1958 que era tan española como los turolenses y que en virtud de la Ley de Descolonización pasaban a ser súbditos de España y no nacionales78.

78 La problemática referida a los saharauis con relación a sus vínculos de ciudadanía con España queda abordada desde la vertiente fundamentalmente jurídica en el documento “La aplicación del principio de auto-determinación de los pueblos: Sahara Occidental y Timor Oriental” que puede encontrarse en la página web http://publicaciones.ua.es/Deprox/84-7908-685-8.asp y en en el que se llega a señalar que «varias decenas de miles de nacionales españoles estaban siendo perseguidos con su beneplácito [el de España], o al menos con su indiferencia, por Marruecos y Mauritania».

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Recordemos que el mismo 2 de noviembre de 1975, el Jefe de Estado en funciones —el futuro Rey don Juan Carlos I— proclamaba a los cuatro vientos que España se mantendría fiel a sus compromisos; proclamación caduca en el mismo tiempo de realizarse lo cual plantea un interrogante de hasta qué punto el futuro Jefe del Estado conocía de la existencia de un acuerdo que dejaba en letra muerta sus palabras ante los militares desplegados en el Sahara. Y es que, junto a los propios saharauis, los mi-litares se sintieron abandonados por su poder político justo en el mo-mento en el que se disponían a hacer lo que siempre se les había orde-nado: defender el territorio del Sahara. Un dato que abriría una impor-tante brecha entre militares y poder político79 en un momento trascen-dental para España y que, junto a otros factores, pudo ser la espoleta que desencadenara el injustificable 23-F. Pero, de nuevo, eso es otra his-toria.

Sin embargo, como tendremos ocasión de ver, la retirada (o “expulsión”) de las tropas españolas no conllevó la tan deseada paz a la región, y a fecha de hoy el conflicto sigue pendiente de resolución final. Una resolución final que quizá haya tenido mucho que ver en las relaciones entre España y Marruecos duran-te los últimos años.

79 Recordemos que en Estados Unidos, tras el fiasco de Vietnam, sucedió exactamente lo mismo, no supe-rándose dicho cisma hasta que en época de Reagan se dio un impluso claro al papel que las Fuerzas Arma-das desempeñaban en la política exterior norteamericana y, sobre todo, hasta que se produjo una auténtica simbiosis entre sociedad civil y militares con ocasión de la Guerra del Golfo de 1990-1991, factor éste del que ha carecido España.

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EL ACERCAMIENTO POLÍTICO; LA DESAVENENCIA ECONÓMICAPara la realpolitik y quienes lo defendían en España en aquellos años ’70 del si-glo XX, lo cierto es que la entrega española del Sahara abría nuevas puertas al diálogo entre Marruecos y España y parecía poder permitir un nuevo período de relaciones cordiales entre ambos vecinos. Significativa fue, en este sentido, la primera visita de los Reyes a Marruecos que se produjo en fecha tan tempra-na como 1979, es decir, apenas pocos meses después de que constitucional-mente los españoles decidiéramos aceptar la monarquía en su forma parla-mentaria como forma del Estado mediante la aprobación de la Constitución.Dicha visita no fue sino el inicio de una nueva época, ya inaugurada con la ce-sión española del Sahara, en la que las relaciones bilaterales en aspecto políti -cos, económicos, culturales y sociales tendrían un gran peso, aunque el giro realmente se produce con la llegada del PSOE al Gobierno de la mano de Felipe González en 1982.80

No obstante, el tiempo se encargaría de demostrar que las discrepancias se-guían latentes sobre varios aspectos entre los cuales no era el menos impor-tante la resolución definitiva de la “Cuestión del Sahara” como tampoco lo era la situación de Ceuta y Melilla. Y, a todo ello, se añadiría, casi al poco, la cues-tión de la pesca, aunque ésta última con el tiempo derivaría a un problema en-tre la CEE y Marruecos desde el momento en que España pasa a formar parte de la organización europea en 1986. El final de este período vendrá marcado por el crecimiento del islamismo radical en Marruecos así como por la inmigra-ción ilegal procedente de Marruecos.Por otra parte, la incorporación de España a la OTAN en 1986, primeramente como miembro no integrado en su estructura militar y ya en 1996 como miem-bro pleno de la Organización, no supuso ser un factor decisivo en las relaciones hispano-marroquíes, quizá por el hecho de que las ciudades reivindicadas por el reino alauí nunca han sido incluidas como territorio español a los efectos de invocar el artículo 5 del Tratado de Washington por el que los Estados miem-bros de la OTAN deben prestar su ayuda al estado agredido por un tercero.

La cuestión del SaharaCuriosamente, como en todos lo ámbitos de la vida, en la diplomacia también existe la picaresca. De esta forma, si bien en los Acuerdos de Madrid se habla de consultar a la “población saharaui”, el Gobierno marroquí pretende en un primer momento vincular esta definición con pueblo, de tal forma que pueda legitimar la reunión mantenida en los inicios de 1976 con parte de los repre-sentantes de los saharauis que se mostraron favorables a la adhesión a Ma-

80 Paradójicamente, 22 años más tarde –en 2004- un cambio de Gobierno nuevamente de la mano del PSOE volvería a hacer girar la política española con Marruecos, tal y como se puede comprobar más abajo.

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rruecos del Sahara81. Lógicamente, el acuerdo no fue reconocido por España, al igual que tampoco reconoció diplomáticamente a la República Árabe Saharaui proclamada en febrero de 1976, dado que era precisa la consulta previa de la “población”.Curiosidades aparte, y pese a las presiones de Argelia que deseaba una inde-pendencia total del pueblo saharaui (a fin, no lo olvidemos, de traerlo a su es-fera de influencia geoestratégica y, por ende, a la de la entonces Unión Soviéti -ca de la que era aliada), Marruecos y Mauritania –por efecto directo de los Acuerdos de Madrid– se dividen el territorio del Sahara con una doble invasión militar: Marruecos por el norte y Mauritania por el sur.En este contexto, España se limitó a la decisión de no vender material militar a las partes enfrentadas, decisión más ficitia que real toda vez que España sumi-nistró desde el comienzo material militar a Marruecos, máxime desde la llega-da al poder en 1982 del PSOE de Felipe González. Este partido, que en una pro-posición no de ley de 1979 exigía del Gobierno español de la UCD la denuncia formal de los Acuerdos de Madrid y el reconocimiento de los derechos del pue-blo saharaui «a la independencia y soberanía nacional en el marco de la intan-gibilidad de fronteras heredadas de la época colonial»82, y que daba el apoyo total a los saharauis «hasta la victoria final»83 terminó vendiendo abundantes armas84 —en mucho casos con cargo a los Fondos de Ayuda al Desarrollo— en una política que encerraba, justo es reconocerlo, un acusado pragmatismo85.

81 Jurídicamente –aunque el título jurídico no respete la legalidad internacional—, esta opción estaba previs-ta en los Acuerdos de Madrid en cuyo punto 3 se estipulaba que «Será respetada la opinión de la población saharaui, expresada a través de la Yemáa».

82 Proposición no de Ley presentada el 16 de agosto de 1979 por el portavoz del Grupo Parlamentario Socia -lista, Felipe González Márquez (Boletín Oficial de las Cortes Generales – Congreso de los Diputados – I Legis-latura – Serie D, núm 137–1 de 13 de septiembre de 1979).83 Declaraciones de Felipe González el 14 de noviembre de 1976. Tras estas declaraciones se sucedieron otras del mismo calado: «Ante la situación planteada en el Sáhara Occidental por el abandono del régimen fraquista de las obligaciones que le correspondían como potencia administradora en el proceso de descoloni-zación de este territorio, el PSOE manifiesta su profundo rechazo del acuerdo tripartido de Madrid…” (Resolu-ción sobre política internacional adoptada en el XXVII Congreso del PSOE en 1976) o que se iban a « poner en marcha iniciativas políticas encaminadas a la obtención de la denuncia del acuerdo tripartito de Madrid que ambas partes [se refiere al PSOE y a la delegación saharaui] condenan»84 En este período se venden a nuestro vecino del sur seis patrulleras tipo “Cormorán”, cañones sin retroce-so, camiones Pegaso, vehículos todo terreno Land Rover Santana, lanzagranadas, morteros y diversas armas automáticas, así como aviones de transporte militar tipo CN-235, todo ello precedido de una corbeta del tipo “Descubierta” (la “Al Rahmani”) y de cuatro patrulleras tipo “Lazaga”, de tal forma que llega a ser el segun-do país receptor de material militar de procedencia española. En todo caso, a finales de los años 90, la deuda contraída por Marruecos por venta española de equipos militares ascendía a más de 140 millones de euros.85 Se especulaba que si Marruecos perdía la posibilidad de asentarse en el Sahara –empresa que aglutinaba a amplios sectores políticos y sociales marroquíes– la estabilidad de Hassan II se vería grandemente resenti-da, con los peligros de una aventura “hacia el Norte” (Ceuta y Melilla) de más graves implicaciones para Es-paña. Y ello pese a la pertenencia de nuestro país a la OTAN, dado que las plazas norteafricanas no estaban comprendidas dentro del “territorio protegido” por la Alianza Atlántica. Es, en este sentido, en el que se po-drían enmarcar las palabras del ministro de AA.EE. en 1982, el socialista Fernando Morán, que señalaba que «no solamente no haremos nada para desestabilizar al rey de Marruecos, sino que realizaremos todo lo que esté en nuestra mano para mantener su estabilidad» cuando el Frente Polisario pidió del nuevo gobierno sol-cialista que denunciara los Acuerdos de Madrid.

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El Frente Polisario decide resistirse a esta doble invasión86 atacando tanto a las fuerzas marroquíes en territorio del Sahara en un primer momento como en el interior de Marruecos después, como a las fuerzas mauritanas. En ambos ca-sos, los países invasores han de aumentar drásticamente sus efectivos y Mauri-tania (el aliado más débil) debe reclamar la ayuda alauita —que sitúa inicial-mente 6.000 efectivos en su vecino del Sur— como de Francia —que llegará a desplegar fuerzas militares y a utilizar aviones de combate Mirage F1 y Jaguar contra las fuerzas resistentes–. Sin embargo, el doble apoyo marroquí y francés a Mauritania no impide que es-te último país, tras un sinfín de golpes y contragolpes militares y con una situa-ción económica y política angustiosa, acabe por firmar la paz con el Frente Poli-sario en fecha tan temprana como 1979 y reconociendo como Estado a la RASD en 1984. Lógicamente, Marruecos no pierde el tiempo, y decide anexio-narse la franja sur del Sahara occidental abandonada por Mauritania.En 1980 la Organización de la Unidad Africana vota a favor de la creación de la República Saharaui y, por tanto, no reconociendo la ocupación militar de facto que ejercía (y sigue ejerciendo) el ejército de Marruecos, lo que provocó la in-mediata amenaza de abandonar la organización por parte del reino alauí. Por otra parte, la R.A.S.D. comienza a ser reconocida como un nuevo Estado, sien-do un paso importante el reconocimiento de la OUA en 1984, lo que llevará a que en la actualidad sea reconocido como tal por más de ochenta Estados (uno de los últimos en hacerlo ha sido la República Sudafricana)87.Internacionalmente, la postura francesa respecto al conflicto –comentada con anterioridad– se basa en sus siempre presentes intereses en esa zona geográfi-ca y por su especial relación con Marruecos en todos los órdenes. En cuanto a Estados Unidos, su postura pro–marroquí se explica desde la óptica de buscar aliados en el frente sur justamente en un momento en que los gobiernos de Portugal, Grecia y España se muestran poco proclives a la OTAN y a la presen-cia norteamericana en su territorio (recordemos, a este respecto, la inicial pos-tura socialista de “OTAN, de entrada no” o el eslogan tan sonado de “OTAN no, bases fuera”), si bien desde diciembre de 1981 se ha sellado una importante alianza entre los dos países que permite que Estados Unidos disponga de bases en Marruecos. Además, tras la revolución islámica en Irán, Estados Unidos ne-cesita afianzar sus lazos con los países musulmanes afines, situación que es in-teligentemente aprovechada por Marruecos que mejora ostensiblemente sus relaciones con EEUU. Además, la llegada al poder del republicano Reagan con su cruzada anti-comunista favoreció los intereses de Hassan II que, de esta for-ma, obtuvo un mediador inesperado respecto al Sahara. En este contexto geoestratégico, tan solo los países de influencia soviética apoyan de manera más o menos decidida88 la creación de un Sahara indepen-86 Que, en verdad, tiene grandes similitudes con la realizada conjuntamente por la Alemania nazi y la URSS comunista en Polonia en 1939.87 Desde luego, este dato contrasta el hecho de que ningún país (ni tan siquiera los árabes aliados de Ma-rruecos) ha reconocido oficialmente la soberania marroquí sobre el Sahara Occidental.88 No hay que olvidar que la URSS y Cuba obtuvieron derechos de pesca sobre los caladeros saharianos.

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diente que es obvio se alineará junto a Argelia y el bloque socialista. Junto a ellos, los países del África negra tampoco tardarán mucho en alinearse del lado saharaui.Como consecuencia de la “neutralidad” española, acontecen hechos que po-dríamos calificar como gravísimos si no fuera por la escasa trascendencia que tuvieron. En efecto, a fin de presionar a España para que aceptase la tesis ar-gelina sobre el Sahara, este país intensifica su apoyo al Movimiento por la Au-todeterminación e Independencia del Archipiélago Canario89 —MPAIAC—permi-tiéndole la emisión desde Argel de la emisora Radio Canarias Libre y apoyando la tesis de la africanidad de las Islas Canarias lo que conllevó la retirada del embajador español en Argel. Por otra parte, y basándose en que toda coopera-ción de cualquier tipo con Marruecos en territorio considerado saharaui suponía ser automáticamente tachado de adversario por el Frente Polisario, diversas embarcaciones de pesca españolas fueron atacadas por aquéllos hasta llegar al famoso incidente del “Junquito”90. Los ataques, en todo caso, no cesaron hasta que Marruecos fortificó todo el Sáhara mediante la construcción de diver-sos muros defensivos que tuvieron su total conclusión en 1987.Efectivamente, con la finalidad de poder controlar todo el territorio del Sahara (algo que se estaba demostrando inviable) y reducir las pérdidas militares (en-tre 1976 y 1979 varias importantes unidades militares alauitas son aniquila-das), Marruecos comienza en 1980, con la ayuda financiera de Arabia Saudí, la construcción de una serie de muros defensivos —primero a base de arena con una altura de 2,5 metros, y luego de piedra de 2 metros de altura y rodeados de alambradas y más de un millón de minas— que no logran acabar con los ataques del Frente Polisario. Y es que a la lucha de guerrillas mantenida en un principio por el Frente Polisario, le sucederán los enfrentamientos abiertos en-tre fuerzas marroquíes y saharauis, apoyadas estas últimas por Argelia91 –y, en menor medida, por Libia- que les facilita armas sofisticadas como vehículos blindados BMP-1 y tanques, así como misiles contracarros y antiaéreos; armas

89 Este movimiento, dirigido por el independentista canario Antonio Cubillo, luchaba por la independencia de las Islas Canarias respecto de España. A principios de los años ’80 del siglo XX y tras conversaciones entre España y Argelia, este último país dejó de financiar a Cubillo y su pintoresco Movimiento. El independentismo canario, aunque con una incidencia prácticamente nula, sigue activo y por ello se pueden encontrar en Inter-net páginas web que hablan de la nula relación de las Islas Canarias respecto de España (pese a que fueron conquistadas por Castilla en el s. XV) y de la necesidad de su independencia. Curiosamente, uno de dichos movimientos, el FREPIC-AWAÑAK, ha conseguido a mediados de 2005 el soporte económico de Marruecos a cambio de un apoyo explícito a la marroquinidad del Sahara justo en un momento de cierta tensión al res -pecto (véase, al respecto, el “remitido” publicado en el diario canario La Provincia a mediados de junio y del que se hacía eco el periódico Libertad Digital el 23 de junio de 2005). De esta forma, Marruecos abre un nue -vo frente respecto de España con la esperanza de chantajear al Gobierno socialista de Zapatero y así conse-guir contrapartidas políticas.90 El “Junquito” era un barco pesquero que, en septiembre de 1985, fue atacado y destruido desde tierra por tropas del Frente Polisario cuando se encontraba faenando en el llamado Banco Pesquero Sahariano. Al día siguiente, cuando acudió la patrullera española “Tagomago” a comprobar el suceso, fue atacada también, re-sultando muerto un militar español. Finalmente, los seis supervivientes del Junquito fueron devueltos a Espa-ña por el Frente Polisario, mientras que el gobierno socialista de Felipe González cerraba –con acierto- todas las oficinas del Frente en España y expulsaba a sus representantes.91 Respaldo que estuvo, en varias ocasiones, a punto de convertirse en enfrentamiento armado entre ambos países.

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que les permitirán derribar un avión de transporte C-130, un helicóptero e in-cluso dos cazas F-5. Solo con la construcción del último de los nueve muros de-fensivos, vuelve una relativa tranquilidad a la zona, lo que no evitará una últi -ma incursión en 1989 que logrará penetrar el muro aunque hayan de retirarse después.Es esta situación, combinada con el desprestigio alauita incluso en el seno de los países árabes92, el cambio de postura respecto al conflicto por el Parlamen-to Europeo, el declive económico marroquí con una deuda que en 1988 supo-nía más del 100% del PNB, con un ejército sobredimensionado que pasó de cer-ca de 60 mil efectivos en 1975 a casi 230 mil en 1988 y unos gastos militares que absorvían el 23% de los presupuestos anuales en 198793, una situación so-cial explosiva con múltiples huelgas y alteraciones del orden público, provoca-ba que Hassan II accediese a que se organizara un referéndum a través del cual se definiría el futuro del Sahara. ¿Por fin llegaría la paz? En realidad, se estaba muy cerca de la misma o, al me-nos, de una tregua, pero todavía no era el momento. El hecho de que la base electoral debería estar formada en función del censo elaborado por los españo-les antes de abandonar la colonia -censo que, en principio, sería favorable a la independencia del Sahara- fue la excusa perfecta para que Marruecos diera marcha atrás en sus “buenos propósitos”. Por otra parte, la exigencia saharaui de que se retiraran del territorio ocupado más del 95% de las tropas allí acan-tonadas, y que supondrían una presión intolerable sobre la población saharaui, tampoco dejaba mucho margen para el optimismo.Mientras que la lucha entre Marruecos y el Frente Polisario prosigue, el mundo cambia vertiginosamente. En el período que media entre 1988-1990, el bloque soviético se resquebraja y su modelo sale derrotado de la confrontación que durante más de 40 años ha tenido lugar entre aquél y el modelo occidental. La bipolaridad que había existido desde 1945 se viene abajo, emergiendo como única superpotencia EE.UU. con el bloque occidental detrás. Ha llegado el mo-mento de poner fin a una serie de conflictos menores. Añadámosle a este fac-tor el hecho de que Marruecos se ve muy desgastado social y económicamente por la guerra, y que el Frente Polisario teme que las ayudas recibidas hasta ahora por Argelia como movimiento de liberación pudieran ser reducidas, y nos daremos cuenta que la situación era propifia para intentar acabar con el con-flicto.Para Naciones Unidas el conflicto Marruecos-Frente Polisario es un escándalo94, por lo que el Secretario General de la ONU, y el Presidente de la Asamblea de 92 Sobre todo, como consecuencia del inicial apoyo marroquí al entendimiento con Israel, lo que provocó la ruptura del Tratado de Uxda entre Libia y Marruecos. Recordemos que ya habían tenido lugar dos serios en-frentamientos en 1963 (la Batlla de las Arenas, vista más arriba) y en 1976.93 El Ejército marroquí, en 1988 era bastante potente aunque estuviera lejos del argelino o del español: con-taba con unos 300 carros de combate M–48 A5, T–55 y AMX–13, más de 300 blindados de reconocimieno (in -cluyendo 80 modernos AMX–10RC), alrededor de 1.000 transportes blindados de infantería, 300 piezas arti-lleras, lanzacohetes BM–21 soviéticos, 60 cazas Mirage F.1 y F–5, una potente flota de aviones de transporte y de helicópteros, así como una marina de guerra bastante discreta basada en unidades menores y cuya uni-dad más potente era una corbeta o fragata del Tipo Baleares.

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Jefes de Estado y de Gobierno de la Organización de la Unidad Africana (OUA), llevaron a cabo una misión de buenos oficios, al término de la cual, las partes se ponen de acuerdo en la realización de un referéndum. En 1990 se llega al llamado Plan de Arreglo que será aprobado por las Resoluciones de Naciones Unidas 658 y 690, instituyéndose la Misión de las Naciones Unidas para el Refe-réndum del Sahara Occidental —MINURSO—, con el propósito de organizar y supervisar el mencionado referéndum. Sus funciones serían las siguientes:

Controlar el cese del fuego, que tendría lugar a partir del 6 de sep-tiembre de 1991;

Verificar la reducción de efectivos marroquíes en el territorio, que deberían reducirse hasta alcanzar la cifra de 65 mil efectivos;

Vigilar el acantonamiento de las tropas de ambos bandos en los lugares designados, a fin de evitar nuevos enfrentamientos;

Garantizar la liberación de todos los presos o detenidos políticos Supervisar el intercambio de prisioneros de guerra Aplicar el programa de repatriación Identificar e inscribir a los votantes, para lo cual se procedería a la

formación de un censo electoral por parte de una Comisión de Identificación

Organizar y garantizar un referéndum libre y proclamar los resul-tados. En dicho referéndum, las dos opciones posibles serán la plena independencia del Sahara o su incorporación a Marruecos.

Efectivamente, los combates cesan el 6 de septiembre de 1991.La idea es celebrar el referéndum no más allá de febrero de 1992. Pero, ¿qué sucedió entonces? ¿Por qué no se efectuaron las consultas democráticas opor-tunas? ¿Cómo fue (y es) posible que Marruecos haya podido hacer y deshacer a su antojo durante este tiempo? La explicación se cae por su propio peso si te-nemos en cuenta la política geoestratégica desde la retirada de las tropas es-pañolas hasta hace unos años. Si tenemos en cuenta que Marruecos es un fiel aliado de Francia y que goza del apoyo norteamericano dada su posición pro-occidental (no exenta de matices y posiciones un tanto sorprendentes95), pode-94 Más aún si tenemos en cuenta que la descolonización del Sahara fue perseguida por la ONU firmemente pero que su conclusión no se había llevado a cabo conforme a la legalidad internacional perseguida y alenta-da por dicha organización.95 Recordemos, al respecto, que en 1973 Marruecos envió un contingente militar a luchar en el lado árabe frente a Israel (firme aliado de EE.UU.) en la Guerra del Yom Kippur, aunque poco más tarde estableció rela -ciones oficiosas con Israel siendo uno de los primeros países musulmanes en hacerlo. Ya en fechas más re -cientes, y durante la Segunda Guerra del Golfo de 1990, mientras que oficialmente se enviaba un pequeño contingente militar de 1.300 efectivos –bastantes menos que los 20.000 desplegados por Siria y poco más que un país tan poco significativos como Senegal que envió 500– para luchar junto a los “Aliados” (aunque, en realidad, se limitaron a proteger la refinería saudí de Assafaniya), a la vez permitía que se organizaran grupos de irregulares que lucharían a favor de Sadam Hussein. Trece años más tarde, en 2003, otros volun-tarios marroquíes regresarían a Irak para hacer frente a norteamericanos y británicos en la III Guerra del Gol -fo.

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mos fácilmente entender que no haya encontrado una oposición real a su de-seos que, en el caso que nos ocupa, llevaron a una modificación en los criterios de determinación de la base electoral que no se regiría por el Censo español de 1974, sino teniendo en cuenta todas las personas que vivían en el territorio en el momento de la celebración de la consulta. Ciertamente, y aun cuando hoy en día sigue habiendo analistas que estiman que en la consulta deberían ser preguntados tanto los originarios saharauis como aquellas otros habitantes que lleven un período determinado de tiempo en el territorio, lo cierto es que pare-ce poco sensato permitir que cientos de miles de marroquíes asentados en el Sahara Occidental con ocasión de la ocupación marroquí del territorio tengan derecho a decidir sobre el futuro del mismo.Además, por parte de Marruecos se pusieron diferentes trabas a la elaboración correcta del censo y que iban desde la prohibición a la ONU de contratar espa-cios publicitarios poara informar a los saharuis sobre el proceso de identifica-ción hasta la grabación en vídeo de los saharauis que se inscribian en el censo por parte de policías marroquíes disfrazados de periodistas.96

Tras un largo impasse, la cuestión de la base electoral se desbloqueó en 1997 con los Acuerdos de Houston. Dichos acuerdos, a los que se llega con la media-ción de James Baker -que actuaba como delegado personal del Secretario Ge-neral de la ONU- determinan que se prosiga con la labor identificadota de dicha base electoral y fija una nueva fecha para la consulta: finales del año 2000.Pero, nuevamente, el proceso se retrasará sine die cuando Marruecos presente más de cien mil recursos correspondientes a otros tantos residentes en el Sahara Occidental que no aparecen incluidos en la base electoral y que en el fondo se trata de elementos muy cercanos a las tesis alauitas. Marruecos, fiel a su técnica dilatoria, pone un nuevo obstaculo en el camino hacia el referén-dum, un obstáculo que venía a demostrar su nula voluntad de proseguir con el Plan de Arreglo. La solución pasa, según Marruecos —apoyado por Francia y fi-nalmente propuesto por la ONU— por un Proyecto de Acuerdo Marco (la llama-da “Tercera Vía”) que prevee cinco años de autonomía para el Sahara dentro de Marruecos y un posterior referéndum en el que votarían todas aquellas per-sonas que llevaran residiendo al menos un año en el territorio. Este Proyecto de Acuerdo Marco finalmente sería rechazado por el Consejo de Seguridad de la ONU en 2002.Mientras tabto, la posición española sobre el conflicto no ha variado sustancial-mente, pues se sigue basando en la celebración de un referéndum en el Saha-ra. Sin embargo, al terminar la participación española en la administración de la antigua colonia, los sucesivos gobiernos españoles fueron olvidando sus de-beres, cuando menos morales, con la población saharaui, y aunque siempre se han mostrado firmes respecto a la necesidad del referéndum, lo cierto es que lo han hecho desde una posición poco comprometida, lo que ha favorecido la posición de Marruecos al respecto. A este respecto, cabe indicar que incluso el Gobierno Aznar –uno de los más proclives a la causa saharaui aunque solo fue-96 Al respecto, puede consultarse http://www.arso.org/06-3-1.htm

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ra por socavar el poder alauita- se permitió ciertas licencias como la expresada como respuesta a una pregunta formulada en las Cortes en 2002 en el sentido de que la solución del conflicto pasa «por un acuerdo político entre las partes… por encontrar una solución consensuada y viable» (lo que, de facto, dejaría de lado la legalidad internacional que establece claramente el procedimiento a se-guir) aunque matizando, que siempre y cuando satisfaga «en la medida de lo posible» las aspiraciones de las partes implicadas97. Es cierto, no obstante, que la ayuda española a los saharauis se fue incremen-tando paulatinamente. El monto de las acciones humanitarias llevadas a cabo por la AECI en el periodo 1999-2001 ascendió a los 1.100 millones de pesetas (unos 6,6 millones de euros)98, mientras que en 2001:

“la asistencia al pueblo saharaui, vía ayuda alimentaria, asciende a 250 millones de pesetas, y la llevada a cabo, vía subvenciones concedidas a ONGD, a 52,4 millones de pesetas. La partida de ayuda alimentaria, …, que está materializada en 802 toneladas de arroz, 657 toneladas de azú-car, 249,6 toneladas de aceite de girasol y 717,75 toneladas de lentejas, se ha enviado a los Campamentos de Refugiados Saharauis en Tinduf (Argelia).” 99

En cualquier caso, la política exterior española en esta cuestión ha venido de-terminada por tres ejes fundamentales de actuación, fijados en la época del primer gobierno de la monarquía, y que sintetiza magistralmente Miguel Her-nando de Larramendi en su libro “La política exterior de Marruecos”. A saber:

— “Madrid considera que sus responsabilidades internacionales en el Sáha-ra Occidental concluyeron el 26 de febrero de 1976, al cesar su partici-pación en la administración temporal establecida por los Acuerdos Tri-partitos.

— España considera que transmitió la administración, pero no la soberanía sobre el territorio y sus aguas territoriales, a Marruecos y Mauritania.

— España considera que el proceso descolonizador sólo concluirá cuando el pueblo saharaui haya expresado libre y válidamente su voluntad”.

Conviene destacar, en todo caso, y como se desprende del dictamen del Secre-tario General Adjunto de Asuntos Jurídicos de la ONU de 29 de enero de 2002, que la potencia administradora y, por tanto, responsable del proceso de audo-determinación, sigue siendo España:97 Contestación del Gobierno a la pregunta del diputado Guillerme Vázquez Vázquez, del Grupo Mixto, sobre la posición del Gobierno Español en relación con la propuesta de Estados Unidos sobre el Sahara Occidental (Boletín Oficial de las Cortes Generales, número 381, de 1 de julio de 2002).98 Contestación del Gobierno a la pregunta del diputado Salvador de la Encina Ortega, del Grupo Socialista, sobre la forma en la que el Gobierno piensa atender la petición del Secretario General de las Naciones Unidas para que ayude a los refugiados saharauis de los campamentos de Tinduf (Boletín Oficial de las Cortes Gene -rales, número 366, de 10 de junio de 2002). 99 Contestación del Gobierno a la pregunta del diputado Josep Maldonado Gili, del grupo catalán CiU, sobre previsiones de ayuda humanitaria ante la precaria situación de la población saharaui (Boletín Oficial de las Cortes Generales núm. 298, de 4 de febrero de 2002).

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“Los Acuerdos de Madrid no han supuesto una transferencia de sobera-nía sobre el Territorio ni han concedido a ninguno de los firmantes el es-tatus de potencia administradora, calidad que España no podía haber unilateralmente transferido. La transferencia de autoridad administrativa sobre el territorio en 1975 no afecta a su estatus internacional en tanto que territorio no autónomo”.100

Esto es evidente desde el punto de vista de la legalidad internacional, dado que la responsabilidad de una potencia administradora solo puede dejarse de lado mediante dos únicas fórmulas: transferir la administración del territorio al Consejo de Admimistración Fiduciaria o proceder a la descolonización efectiva mediante el preceptivo referéndum de autodeterminación; pero nunca, insisti-mos, nunca mediante el traspaso de la administración a terceros Estados. Y fue justamente esto último lo que hizo España transfiriendo la administración de hecho a Marruecos y Mauritania, transmisión que no es de derecho conforme a lo indicado ut supra, por lo que la responsabilidad sobre la autodeterminación del Sahara en cuanto a potencia adminisradora sigue recayendo en España.En definitiva, la cuestión del Sahara no fue sino otro peldaño más en el conjun-to de reclamaciones marroquíes, reclamaciones territoriales que con el objetivo puesto en la construcción del Gran Marruecos propugnado ya en su momento por el Istiklal, pretendía (y sigue pretendiendo hoy en día) incorporar los terri-torios de Mauritania, Sahara, Ceuta y Melilla, así como parte de Argelia, Sene-gal y Mali.

El hecho de que Marruecos nuevamente busque, a la par que un aliado podero-so en Estados Unidos, un “enemigo político” como es España, se puede expli-car desde la óptica de un nuevo intento por hacer olvidar a la población marro-quí su maltrecha situación. Así, entre 1991 y 1998, el país norteafricano alcan-zó apenas una tasa media de crecimiento del 1,9%.

El problema pesqueroComo se dijo al principio de esta exposición, el asunto del Sahara iba a influir (y sigue influyendo en la actualidad) en un sector económico de importancia vi-tal para España: el pesquero.En efecto, tras el acuerdo secreto en esta materia anexo a los Acuerdos de Ma-drid y compensatorio de la avenencia española en el asunto del Sahara y cuyas

100 A este respecto, cabe señalar que pese a la ilegal transferencia de la administración del Sahara a Marrue-cos, España está obligada internacionalmente a algunos actos que denotan que dicha administración perma-nece en manos españolas. Así, por ejemplo, mediante el Convenio Internacional de Búsqueda y Rescate, la Organización Martítima Internacional asigna la tarea de búsqueda y rescate en las aguas del Sahara Occiden-tal a España.

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pautas se han indicado ut supra, en 1977 se llega a un nuevo acuerdo, menos favorable que el prometido en 1975.En efecto, en este nuevo acuerdo se empiezan a limitar, por parte de Marrue-cos, tanto el número de barcos a faenar en aguas tanto marroquíes como del banco pesquero sahariano, así como el número de capturas; igualmente, se insta a una progresiva marroquinización de las empresas mixtas que explota-rían los recursos pesqueros.Sin embargo, este Acuero no llegaría a implantarse de forma efectiva en su to-talidad tras la no ratificación por parte del Parlamento alauita (lo que viene a significar, en tal país, la no ratificación por el Rey y el Gobierno) del mismo. El motivo de su no ratificación por parte del parlamento alauí fue el de la disocia-ción que hizo España de los aspectos políticos y económicos del problema ge-neral que suponía la administración del Sahara, dado que Madrid delimitó cla-ramente lo que suponía las aguas de soberanía marroquí de las aguas bajo ju-risdicción de Marruecos. A efectos políticos, esta diferenciación implicaba que España se mantuviese firme en su postura de que el conflicto del Sahara no se podía cerrar con la incorporación de este territorio a Marruecos, pero económi-camente supuso una gran pérdida para la flota pesquera española que se vio sometida a actuaciones arbitrarias de las autoridades de Marruecos al apresar numerosos pesqueros españoles, a la vez que el Frente Polisario también man-tuvo una política de beligerancia contra la flota pesquera española.A finales de 1980, Marruecos decide ampliar unilateralmente101 su zona econó-mica exclusiva102 a 200 millas bajo el pretexto de preservar sus recursos natu-rales marinos aunque, en realidad, no pretende ser sino un medio de presión para obtener mayores ventajas en las futuras negociaciones sobre pesca.

101 El problema de la delimitación de la ZEE a 200 millas radica en que dicho límite choca, en la fachada atlántica, con las aguas territoriales y la ZEE correspondientes a las Islas Canarias. En estos casos, la disposi-ción de la ZEE no se ha puede realizar de forma unilateral, sino que requieren el previo acuerdo entre los paí -ses implicados tal y como establece el artículo 74 de la Convención de Montego Bay de 1982, por la que se concluyeron los trabajos de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Las negociacio-nes al respecto comenzaron en 2003.102 Al respecto, cabe indicar que en Derecho Internacional —y en lo que nos afecta a este estudio— existen varias delimitaciones marítimas, a saber:

1. Mar territorial: zona de soberanía estatal plena que se extiende a un máximo de 12 millas desde el litoral y que en caso de Estados situados frente a frente se determinará por una línea media equidis-tante de sus respectivos litorales.

2. Zona Económica Exclusiva: zona de soberanía limitada a sus aspectos económicos, con una exten-sión máxima de 200 millas y con soberanía en cuanto a la explotación económica de dicha zona. En caso de confrontación con otro país situado en frente (España y Marruecos, en varias zonas) se ha-brá de llegar a un acuerdo o, en caso de no ser posible, acudir a un tribunal internacional para su re-solución. No caben aquí, por tanto, las líneas medianas equidistantes.

3. Plataforma continental: coincidente, en su extensión máxima, con la ZEE, contempla derechos eco-nómicos protegidos por la soberanía del Estado litoral en cuanto a la prolongación sumergida de la masa continental del Estado ribereño y constituida por el suelo y subsuelo de la plataforma.

4. Zona: un espacio sobre el que no existe soberanía de ningún tipo en cuanto pertenecen a un pueblo que no haya logrado la plena independencia (caso del Sahara Occidental), en cuyo caso la explota-ción económica se habrá de realizar atendiendo al beneficio de dicho pueblo.

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Todo ello dará lugar a la firma de un nuevo acuer-do de pesca, ya en 1983 y con una duración de cuatro años. De nuevo el Acuerdo recoge la posi-bilidad de faenar en el Banco Pesquero Sahariano, por lo que las acciones saharauis contra los pes-queros españoles se recrudecen hasta llegar al in-cidente ya comentado más arriba del Junquito. Política justificada desde la RASD como una ex-plotación ilegal de aguas territoriales saharauis (toda vez que era Marruecos el país que condedía los derechos de pesca sobre unas aguas que no eran de su soberanía) pero que implicaba una fal-ta de sentido común por parte del Frente Polisario toda vez que le llevó a la expulsión de sus miem-bros de España en un momento especialmente duro para los saharauis con la construcción de los muros por parte de Marruecos.A mediados de 1987 expiraba al acuerdo firmado años atrás. Dicho acuerdo fue prorrogado hasta finales de dicho año, pero el nuevo acuerdo no avanzaba. Marruecos tenía varios objetivos a con-seguir y el asunto de la pesca podría salirle renta-ble políticamente hablando si lograba jugar bien las cartas. Así, es preciso esperar hasta febrero de 1988 para conseguir un nuevo acuerdo –ahora entre la CEE y Marruecos, toda vez que España había ingresado en la organización europea en 1986– con una validez de cua-tro años y que suponía el empleo de más de 150 mil españoles entre empleos directos e indirectos. A cambio, Marruecos obtenía una importante compen-sación económica y el libre tránsito de mercancías por territorio español, ade-más de un reconocimiento implícito de su soberanía sobre el Sahara dado que uno de los puertos en los que Marruecos podría hacer inspecciones a los barcos pesqueros era el de Villa Cisneros, en el Sahara Occidental.De nuevo en 1992 se firma un nuevo acuerdo con vigencia hasta 1996 en el que si bien los derechos pesqueros permanecen iguales, las contrapartidas co-munitarias se elevan en un 50%. Pero Marruecos no sólo se quedó ahí, sino que ante la revisión de cara a futuros acuerdos, pretendió reducir en un 50% las capturas en el siguiente período acuerdo, lo que conllevó la casi ruptura de ne-gociaciones y, en la práctica, el anticipo en la fecha de expiración del citado Tratado que concluyó en el segundo trimestre de 1995 firmándose un nuevo acuerdo en dicho año por una duración de otros 4 años y a cuyo término (en 1999), Marruecos se negó a negociar un nuevo tratado de pesca Marruecos-UE.Nuevamente, Marruecos tensaba al máximo la situación, vinculando la situa-ción de la pesca con otros factores productivos, aunque tampoco cabe olvidar que la principal flota pesquera de Marruecos pertenece a ONA (el holding pro-

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piedad de la Familia Real marroquí) y seguidamente a la empresa Kaben Peche (propiedad de los dos principales generales del país alauita). No hay que olvi-dar, en todo caso, que la pesca no es un asunto ampliamente europeo, sino que se circunscribía (y aún hoy lo sigue haciendo) a Portugal y, fundamental-mente, España.

El contencioso sobre Ceuta y MelillaPor completo ajeno a la cuestión del Sahara, es el contencioso sobre Ceuta y Melilla (que también engloba a todos aquellos islotes que Marruecos reclama como propios, tales como las Chafarinas y los peñones de Alhucemas y Vélez de la Gomera). Tal y como se expuso en el apartado correspondiente a la crisis del Sahara, Marruecos nunca ha aceptado la soberanía de estas dos ciudades cuya españolidad no se puede poner en duda si tenemos en cuenta que perte-necen a España desde los siglos XV (Melilla) y XVII (Ceuta). Sin embargo, y pe-se a que las primeras reclamaciones tuvieron lugar ya en el lejano año 1960, fue especialmente desde la resolución parcial del contencioso del Sahara cuan-do Marruecos ha hecho mayor ostentación de dicha reivindicación, poniendo en peligro las relaciones entre ambos países.Es preciso poner de relieve, en cualquier caso, que cuando la Resolución 1542 de Naciones Unidas señala el carácter colonial de los territorios de Ifni y Saha-ra, no hace lo mismo respecto a las restantes pretensiones marroquíes, lo que de facto supone la aceptación de las tesis españolas respecto a los territorios de Ceuta, Melilla e islotes señalados. No obstante este claro pronunciamiento internacional, los sucesivos gobiernos alauitas han hecho de la reivindicación de Ceuta y Melilla un asunto de estado, especialmente para los partidos nacionalistas. Pese a que Hassan II ya procla-maba la vía diplomática en la resolución del conflicto, resulta dificíl no ver la mano de los sucesivos monarcas tras las exigencias del «retorno” de ambas ciudades a Marruecos (?) manifestadas en diversos círculos políticos y sociales del país vecino, máximo en un Estado en el que el poder del Rey todavía tiene tintes claramente feudales. Claro que estas reclamaciones tuvieron ciertos apoyos en nuestro país de la mano del PCE (luego Izquierda Unida) y del propio PSOE, hasta llevar a jugosas declaraciones como las de Rojas Marcos (entonces Secretario General del Par-tido Socialista Andaluz y actual Presidente del Partido Andalucista) propugnan-do la entrega de Ceuta y Melilla a Marruecos a cambio de la independencia del Sahara —lo que constituye, además de una traición, una estupidez de grado sumo al vincular la entrega de territorio nacional a cambio de la independencia de un tercer país— o la de quien sería con el correr de los años Ministro de De-fensa del gabinete socialista, Narcís Serra. Y, lo que es peor: la propia sociedad spañola se mostraba poco proclive a la defensa de tales ciudades por medios armados (un 21% en 1982 frente a un 14% en 1987).

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Por otra parte, el intento reiterado de Hassan II por vincular la resolución del conflicto de Gibraltar con la de Ceuta y Melilla no hizo sino enlazar dos cuestio-nes de muy diversa procedencia y calificación jurídica. En efecto, Gibraltar sí tiene el carácter de colonia, mientras que Ceuta y Melilla nunca lo han tenido. Diferente ha sido y es en la actualidad el que se intente llegar a un acuerdo po-lítico y pacífico sobre el peñón a través de la cosoberanía del mismo. En cual-quier caso, dicha postura nunca podría implicar, ni desde el derecho internacio-nal ni desde la política nacional, una incorporación de las dos ciudades españo-las a Marruecos.No obstante, en 1995 se concedía el estatus de «ciudad autónoma» tanto a Ceuta como a Melilla, hecho que reafirmó la españolidad de ambas plazas y, por tanto, implicó las críticas del gobierno de Rabat.

Sin embargo, durante este largo período no todo fueron desavenencias y por ambas partes se buscaron marcos de consenso. Estas relaciones fueron favore-cidas tanto por las buenas relaciones entre los monarcas de ambos países co-mo por intentos de acercamiento realizados por los sucesivos gobiernos.Así, comenzaron las inversiones españolas en Marruecos, con importantes y desconocidos contratos como la construcción de una planta de ácido sulfúrico, y proyectos interesantes para ambos países como la construcción de un túnel que atravesara el Estrecho de Gibraltar.Dentro de este proceso de distensión llevado a cabo en los inicios de la década de los ’80, se plantearon diversos marcos de colaboración especialmente en lo que a explotación de los recursos marinos se refería.Este paulatino acercamiento no estuvo exento de dificultades como la que su-puso la llegada al poder del PSOE con un programa político de claro apoyo al Frente Polisario. Sin embargo, los iniciales tímidos intentos de acercamiento a Marruecos y luego ya una política más pragmática que de la que había hecho gala los socialistas durante la campaña electoral, permitieron que las relacio-nes entre ambos países se normalizaran y que de esta forma, en 1983 se fir-mara un nuevo acuerdo pesquero, que estabilizó las relaciones de ambos paí-ses respecto a esta materia. Así, a cambio de un acuerdo de cuatro años de du-ración para el acceso de la flota pesquera española a los caladeros marroquíes, España concedía becas de formación en España así como créditos por varios millones de dólares para la financiación de obras públicas y de la flota pesque-ra de altura marroquí.En 1986 se producía la entrada de España en la Comunidad Económica Euro-pea. El hecho, por sí sólo, implicaba que en múltiples facetas se iba a pasar de unas relaciones bilaterales a una relación multilateral, en la que el peso de la CEE se tendría que traducir en un apoyo firme al nuevo estado miembro. Por

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otra parte, el importante peso agrícola tanto de España como de Marruecos dentro de los restantes países de la CEE iba a significar una pugna política en la que España vetó el trato preferencial en materia agrícola con Marruecos has-ta que fue firmado un nuevo acuerdo pesquero en 1988.No obstante, el entendimiento político entre Madrid y Rabat continuó durante este período, motivado sin lugar a dudas por las crecientes dificultades del ré-gimen alauíta por mantenerse en el poder y en los que España siempre fue un fiel aliado de Rabat. Es más, una vez España está plenamente integrada en la CEE Marruecos busca que Madrid sea su aliado de cara a sus relaciones con Eu-ropa, máxime en un momento de distanciamiento patente con Francia103.Sin embargo, llegaba el momento de firmar el nuevo acuerdo de pesca y aho-ra, como se ha indicado con anterioridad, eran las autoridades comunitarias las encargadas de llegar a ese acuerdo. No obstante, era evidente que no todos los países europeos tenían el mismo interés por llegar a un acuerdo satisfacto-ria en este aspecto que beneficiaría especial y principalmente a España, por lo que Madrid tuvo que compensar esta falta de apoyo comunitario en cesiones económicas que fueron criticadas con dureza tal como el tránsito de mercan-cías marroquíes por el territorio español que si bien era obligatoria por la apli-cación del Tratado de Roma que autorizaba el libre tránsito de mercancías en-tre países comunitarios y terceros que mantuvieran acuerdos preferenciales, había sido retrasado por Madrid debido a las presiones del sector hortofrutícola que, de esta forma, veía una nueva cesión infundada que les perjudicaba104.Este período de buena vecindad culmina con la firma, en 1991, del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación y que entró en vigor en 1993. Un Tra-tado a cuya firma en Rabat acudió el Rey Don Juan CarlosEste Acuerdo favoreció la presencia de empresas españolas en Marruecos y, por tanto, la inversión en dicho país hasta un nivel tal que ya en 1990 suponía ser el cuarto país inversor.En 1994, las relaciones bilaterales entre España y Marruecos sufrieron cierto enfriamiento motivado por las dificvultades de negocición de un acuerdo pes-quero, lo que provoca la no renovación de todas las licencias otorgadas en 1992 y el consiguiente parón de la actividad pesquera durante un par de me-ses, si bien se renovarán parcialment hasta 1998. No obstante, y pese a haber-se conseguido un Acuero de Asosicaicón en la UE y Marruecos, en la mayoría de los países se producen protestas por dicho acuerdo debido a las condiciones gravosas establecidas con relación a los beneficios otogados a Marruecos, Y en España no podía ser menos: el 8 de noviembre de 1995 el Congreso de los Di-putados rechaza el acuerdo citado.

103 Motivada tanto por la intención de la mujer del presidente de Francia, Mitterand, de visitar los campos de refugiadosd saharauis. como por la publicación en Francia del libro “Notre ami le roi” por Gilles Perrault y en el que se hace una crítica a Hassan II104 En las negociaciones para el acceso de España a la CEE, Madrid aceptó que durante un período transitorio que finalizaría en 1990, Marruecos tuviera unos aranceles del 4% mientras que España los tenía del 8,4%.

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, aunque el Gobierno se esforzó en mejorarlas. El enfriamiento partía sobre to-do de Rabat, y tiene que ver con cuestiones tan diversas como la pesca, las re-laciones de Marruecos con la UE, la propuesta de estatutos de autonomía para Ceuta y Melilla, o el proceso de autodeterminación del Sáhara cuyo referendo España siguió defendiendo y apoyando.

En 1998 En lo referente al Magreb, España se ha centrado fundamentalmente en el fortalecimiento de las relaciones bilaterales con Marruecos y Túnez. Espa-ña se muestra incapaz, como el resto de países europeos, de tener una actitud más resolutiva ante la guerra civil de Argelia. En el trato con Marruecos los te-mas económicos han dominado la agenda española. El saludo al nuevo go-bierno marroquí y a las tibias perspectivas de liberalización política, así como el tema del Sahara -el apoyo español al plan de paz de las Naciones Unidas-, son parte de los puntos tratados en la cuarta cumbre hispano-marroquí, celebrada en abril. Pero las relaciones económicas y la inmigración son las prioridades es-pañolas, tal y como ya se había puesto de manifiesto en enero durante la en-trevista entre el rey Hassan II y A. Matutes y, de nuevo, en la reunión entre el nuevo primer ministro marroquí, Yussufi, y su homólogo J.Mª Aznar: la negocia-ción del acuerdo de pesca entre Marruecos y la UE, que a finales de año aún no se ha ultimado; la deuda marroquí con España (103.000 millones de pesetas), que Marruecos quiere reconvertir en inversión, como ya se hizo en 1996; y el interés español en participar con sus inversiones en el proceso de privatización que se desarrolla en Marruecos. Una de las concreciones de esta política es el encuentro, en septiembre, de representantes de los dos países en Casablanca para negociar la gasificación del norte de Marruecos, mediante una conexión del gaseoducto Argelia-España, y la construcción de centrales eléctricas. El go-bierno es partidario de que empresas españolas participen en ambos proyec-tos. El otro tema de la agenda es el interés español en que el gobierno marro-quí aumente la vigilancia policial en la frontera de Melilla para impedir la inmi-gración ilegal de magrebíes y centroafricanos y el contrabando. Este es uno de los asuntos en que se difumina la barrera entre política interior y exterior. En febrero de 1998 se da a conocer que en los últimos cinco años se han produci-do más de 1.000 muertos y 20.000 detenidos como resultado del tráfico de in-migrantes ilegales en España y se informa de que durante 1997 fueron expul-sados cerca de 4.300 inmigrantes ilegales de Ceuta y Melilla. Tan sólo en los primeros cuatro meses del año, las autoridades españolas han detenido a más de 200 inmigrantes ilegales en diferentes puntos de la costa andaluza (La Lí-nea de la Concepción, Algeciras y Tarifa). Respecto a Túnez, en mayo se cele-bra la segunda cumbre hispano tunecina con la finalidad de allanar el terreno para aumentar las inversiones españolas en el país magrebí; el único punto de fricción entre ambos países -el respeto a los Derechos Humanos- no es mencio-nado por J. Mª Aznar en su discurso ante las autoridades tunecinas, con lo que se evidencia que la política exterior española hacia el Magreb sigue una tónica marcadamente económica que no se desea enturbiar con otras consideracio-nes.

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Es evidente, a estas alturas, que España se configura como un inversor princi-pal en Marruecos, habiendo aportado casi 103 millones de euros de inversión en 2001, cantidad que aunque no es elevada, sí supone que España sea el se-gundo país en cuanto a volumen de negocio con Marruecos.

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LA CRISIS DEL ISLOTE PEREJILUna nueva fase se abre en julio de 1999 con el fallecimiento del rey Hassan II de Marruecos al que el Rey de España consideraba “su hermano” (?). Su reina-do había supuesto, al menos oficialmente, la “reunificación” de Marruecos ba-sada en la anexión no consumada del Sahara. Su importancia había sido rele-vante, tanto como rey de un país fronterizo con un Estado de la Unión Europea, como en el plano religioso al ser “Comendador de los Creyentes” por su des-cendencia directa del profeta. Sin embargo, sus logros políticos y económicos habían dejado que desear y la llegada al trono de Mohamed VI permitió abrigar esperanzas de un cambio trascendental en tal sentido, amparado en una apertura clara y decidida al ex-terior y una democratización efectiva del país. Dentro de este contexto y no otro pueden incluirse la iniciativa testimonial de realizar una auditoría de la for-tuna acumulada por su padre Hassan II (de la cual no se volvieron a tener noti-cias) así como el establecimiento de una comisión encargada de investigar las torturas y desapariciones durante la época de Hassan II.No obstante, este proceso de progresiva apertura supuso un enfrentamiento de “todos contra todos”, en el que los sectores más tradicionales —incluyendo los movimientos islamistas que tuvieron un gran crecimiento durante 2000-2001— critican dicho proceso por la pérdida de tradiciones (y privilegios), mientras que otros sectores lo critican por la extrema lentitud en llevarse a cabo.Todas estas presiones, sin embargo, no logran hacer mella en la inicial política de Mohamed VI y las relaciones españolas con Marruecos se vieron favorecidas tanto por la amistad del nuevo monarca con la Familia Real Española (recorde-mos “el parentesco” oficioso de ambas Casas Reales) como por lo que suponía el rey español como modelo político a seguir. Igualmente, la visita del presi-dente Aznar a Marruecos nada más estrenar la legislatura en marzo de 2000 se concreta en el Programa de Acción Integrado para el Desarrollo y Ordenación de la región Mediterránea con Marruecos (PAIDAR) que suponía un desembolso de casi 5.800 millones de euros con la finalidad de impulsar la economía ma-rroquí aliviando asimismo el problema social derivado de su mala situación económica.No obstante, el panorama económico y social no parecía mejorar, sino al con-trario. Se empezaban a vislumbrar tasas de paro del 30%, con fuerte incidencia en los jóvenes y en sectores preparados de la sociedad alauí, y un crecimiento que nunca podría alcanzar el nivel mínimo para sacar el país adelante. Ya en mayo de 2001, el Informe ___________________ venía a indicar el riesgo de con-flictos sociales si la situación económica no mejoraba sustancialmente. Así, se indicaba que “en una previsión a medio plazo, la incapacidad del estableci-miento político marroquí para atender las crecientes demandas sociales podría hacer cundir la sensación de que un decisivo avance en lo social sólo será posi-ble mediante el recurso a la acción de fuerzas externas al vigente sistema polí-tico”. Fuerzas externas que se podrían materializar en un avance del radicalis-mo islámico que podrían poner en tela de juicio la institución monárquica e in-

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cluso su legitimidad histórico-religiosa. Y, desde luego, tampoco se puede olvi-dar el “hecho militar” a través de la acción de elementos de las fuerzas arma-das tal y como sucedió durante el reinado de Hassan II.Lo cierto es que el descontento social (cuya consecuencia es la emigración clandestina a otros países, especialmente a España) se hacía cada día más pa-tente en un país en el que el 50% de su presupuesto nacional iba destinado a pagar la deuda externa y el 30% para cubrir los gastos de una administración desproporcionada, mientras que sólo un 20% se dedicaba a la inversión. En es-te sentido, resulta tremendamente paradójico que en un país con dicha situa-ción económico-social se celebren unos fastos como los derivados de la boda del monarca alauí en pleno conflicto por la Isla Perejil o que la Universidad de Rabat se construyese con los elementos constructivos más costosos (por cier-to, parte de ellos de manufactura española). Paradójico aún más si cabe cuan-do la población parece festejar en las calles tales eventos mientras centenares de compatriotas suyos mueren a diario en el Estrecho de Gibaltrar buscando una vida mejor.Sin embargo, las peticiones españolas de colaboración respecto a la inmigra-ción no tuvieron eco en Marruecos; tanto es así que incluso el socialista Yusufi (hasta hace poco Primer Ministro de Marruecos) reprochó a los empresarios es-pañoles el hecho de que contrataran mano de obra barata en el sector horto-frutícola acusándoles de ser parte del problema. Por otra parte, tampoco termi-naba de cuajar el acuerdo pesquero UE-Marruecos, pese a que el ministro es-pañol en el ramo reconoció la soberanía de Marruecos sobre sus aguas, lo cual es más que discutible en el caso del Banco Pesquero Sahariano.Pese a todo, las relaciones entre España y Marruecos corrían por el doble sen-dero que siempre las habían caracterizado, el vulgarmente llamado “zanahoria y palo”, esto es, por un lado declarando Mohamed VI sus buenas intenciones de amistad con España, pero a la vez manteniendo una postura beligerante respecto a temas tan problemáticos como Ceuta, Melilla y la “Cuestión del Sahara”, vinculando la solución de los tres territorios como parte de un mismo problema, aun cuando esta tesis nunca ha sido aceptada en el seno de la co-munidad internacional.Respecto al Sáhara, y pese a los tímidos intentos iniciales de normalizar la si-tuación y procederse al tan cacareado referéndum, lo cierto es que las dilacio-nes del reino alauí ha favorecido una situación de “status quo” en la que, a fin de no derivar la situación en un conflicto abierto, prosigue la misión de MINUR-SO (Misión de Naciones Unidas en la República del Sahara Occidental) pero sin llegarse a solución definitiva alguna tal y como establecía el Plan de Arreglo que firmaron las partes en 1991. Hacia finales de 2000, Mohamed VI proponía la llamada “Tercera vía”: conceder una amplia autonomía al Sahara Occidental, pero respetando siempre la soberanía territorial marroquí.

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Tal y como expone Pablo San Martín105 parece difícil concebir que la auténtica voluntad de Mohamed VI sea ésta. Y ello no solo porque implicaría dar el con-trol de buena parte de los recursos naturales a una Administración autonómica libremente elegida (no olvidemos el enorme potencial de los recursos pesque-ros, de fosfatos, turísticos y –desde hace poco tiempo- petroleros de que dispo-ne el Sahara occidental), lo que podría conllevar la sublevación política y/o real de otras regiones hasta ahora “leales” como podría ser el Rif o la conversión de Marruecos en un estado federal (algo harto improbable en un régimen tan con-trolado por el Rey), sino porque tras más de 30 años de ocupación efectiva y control absoluto del Sahara, ningún gobierno alauita ha dado ningún paso efec-tivo en dicha dirección cuando tenía la posibilidad real (que no legal) de hacer-lo. Quizá por ello el Frente Polisario siempre se ha negado a dicha posibilidad, tanto en el año 2000 como en años siguientes en los que Marruecos insiste en esta opción.

En este contexto socio-político, con graves tensiones internas motivadas por la pobreza, la falta de libertades reales y el avance del integrismo islámico, es donde se puede enmarcar las acciones llevadas a cabo por el gobierno marro-quí en cuanto a su postura respecto a España. Se trataba, se trata, como en otras ocasiones, se aglutinar la población frente a un punto común, objeto de envidias no disimuladas, y que distrajera la atención de los ciudadanos marro-quíes de los problemas internos: España.Así, el 13 de marzo de 2001 el diario marroquí editado en árabe «Al Alam», ór-gano del nacionalista Partido Istiqlal (PI), publicaba un editorial en la que se aconsejaba que Marruecos «debe prepararse para albergar a los separatistas vascos106 y facilitarles las vías para golpear al Estado español».Sólo bajo este marco se puede comprender la actitud del Gobierno alauí de re-tirar el embajador de Marruecos en España en el año 2001 (oficialmente, la causa de dicha retirada fue la celebración de un referéndum de autodetermina-ción en Andalucía con mesa de votación incluso en el propio Parlamento anda-luz), de romper el status quo en cuanto al islote Perejil o de volver a presionar con los asuntos del Sahara y, sobre todo, Ceuta y Melilla.Previamente a todo ello, en marzo de 2001, Marruecos había impedido la firma del acuerdo de Pesca UE-Marruecos –que había expirado en 2000- al no estar conforme con las condiciones ofrecidas por la UE. Desde luego, la posición de Francia en el seno de la UE no ayudó a la consecución de dicho acuerdo; ya se lo había advertido Jacques Chirac a Aznar: «José María, te apoyaré en todo me-nos en Marruecos». París apoyó siempre las tesis alauitas que, obviamente, perjudicaban clamorosamente a España. El entonces Presidente español lo tu-

105 “Moroccan Autonomy for the Western Sahara: A solution to a decolonisation Conflict or a Prelude to the dismantling of a kingdom?”, en Colaboraciones nº 1106 del GEES (www.gees.org).106 En clara referencia a ETA.

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vo claro: este hecho «tendría consecuencias» tanto frente a Francia como fren-te a Marruecos.Tal y como decimos, el 27 de octubre de 2001 Marruecos decide llamar a con-sultas a su embajador en Madrid de manera sorpresiva, provocando un punto más elevado en la escalada de las complicadas relaciones entre Madrid y Ra-bat. Es preciso tener en cuenta, en este sentido, que en el contexto de las rela-ciones internacionales, la llamada a consultas de un embajador no supone una ruptura de las relaciones diplomáticas entre dos países, aunque en la práctica de las relaciones entre Estados, esta decisión se considera como manifestación de un acto de protesta y expresión de malestar, causado normalmente por un acontecimiento grave. Escasamente dos meses más tarde quien, con el tiempo, llegaría a ser el Presi-dente del Gobierno español, José Luis Rodriguez Zapatero, visitaba al rey alaui-ta en un viaje no aprobado por el entonces Gobierno español y se fotografiaba ante un mapa de Marruecos en el que las Islas Canarias, Ceuta, Melilla y el islo-te Perejil aparecían como marroquíes107. Desde luego, toda una declaración de intenciones por el entonces representante de la oposición. Es, con este transfondo, cuando se produce la ocupación108 del islote Perejil (Leila, para los marroquíes) por parte de elementos militares marroquíes. Y no es que fuese la primera vez, no: ya en 1887 hubo un primer enfrentamiento co-mo consecuencia de la intención española de construir un faro en dicha isla, para lo que se dispuso la colocación de un mojón con los colores nacionales, mojón que fue sustituido por un destacamento militar por la bandera marroquí con consentimiento español. Claro que lo más grave en aquella ocasión fue la reacción española que, por boca de su Ministro de Estado (Exteriores), fue inca-paz de dejar clara la situación del islote en cuanto a su soberanía ofreciendo in-cluso argumentos contradictorios para afirmar la marroquí.Lo cierto es que ciento quince años más tarde de aquel affaire, y pese a la exis-tencia del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación entre España y Marruecos que señala claramente que «ambas partes se abstendrán de recurrir a la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la indepen-dencia política de la otra parte», Marruecos ocupa con sus gendarmes esta isla deshabitada y carente de valor militar y estratégico alguno.Y no sería porque no existiera quien hubiese advertido de esta posibilidad; de hecho, ya en septiembre de 1993, un artículo publicado por Dionisio García Flo-rez en la revista DEFENSA hablaba de esta isla como territorio causante de un riesgo de guerra, premonición que vuelve a formular en 1999 en su libro “Ceu-107 El mapa en cuestión, ante el que el Rey alauita hace fotografiarse a todos sus visitantes, incluye asimismo las Canarias. Claro que, según algunos rumores (leáse, al respecto, la columna de Pere Bonnín en Metro Di -recto de 8 de febrero de 2006), en el palacio de Mohamed VI hay un mapa de Marruecos que incluye no solo los anteriores territorios sino también ¡Andalucía!108 Nótese que se habla de “ocupación” y no de “invasión”. Aunque en ocasiones en el mundo actual se abun-da con demasiada frecuencia en los términos políticamente correctos, en esta ocasión el verbo ha sido elegi-do cuidadosamente toda vez que la isla Perejil es un territorio en clara disputa y con unos títulos de sobera-nía realmente endebles tanto para España como para Marruecos, por lo que la palabra “invasión” no está, en modo alguno, justificada aquí.

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ta y Melilla: cuestión de Estado” al decir que “…[Marruecos] hasta el momento se ha cuidado muy mucho de hacer cualquier acto de provocación a España. El peligro reside en que algún día alguien desembarqe en la isla, con la consi-guiente respuesta del Gobierno español…». Es más, según diversas fuentes periodísticas, parece ser que poco antes de la ocupación, en los servicios secretos españoles ya existía la sospecha de que existiría un movimiento en este sentido. Ahora bien, surge un interrogante: ¿por qué?Desde luego, el famoso general Von Clausewitz lo tenía muy claro: la guerra no es sino «la simple continuación de la política con otros medios». Es obvio que la intencionalidad política estaba presente y “razones” no faltaban: la mayor firmeza española respecto al apoyo de la independencia del Sahara (el primer ministro marroquí Abderramán Yusufi explñícitmante citó que una forma de mejorar las relaciones entre ambos países pasaba por la revisión de la cuestión por parte española), las presiones españolas para que las autoridades marro-quíes hiciesen verdaderos esfuerzos en cortar la emigración ilegal a España, el cada vez mayor peso político español en la UE que podría poner en peligro las relaciones privilegiadas que ésta mantenía –y mantiene- con Marruecos de la mano de Francia, el intento de reforzar la presión sobre Ceuta y Melilla (hipóte-sis apuntada por el propio embajador en Marruecos, Arias Salgado) e, incluso, tratar de desviar la atención de los ciudadanos marroquíes hacia un “enemigo” externo (recurso, por otra parte, frecuentemente utilizado por Marruecos hasta el hartazgo).Pero, ¿cómo se pudo pensar en acometer una empresa tan arriesgada de im-previsibles consecuencias? ¿Quién estaba detrás de la invasión? De un lado, es evidente que el Rey de Marruecos, en su doble calidad de Jefe del Estado y de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas (y que, además, tiene la prerrogativa real de nombrar al Ministro de Defensa), debía conocer perfectamente los pla-nes para la toma de Perejil, por lo que la idea apuntada de que desconocía di-chos planes y que todo fue un plan del Ministerio de Defensa (al margen del rey) para hacer “un regalo” a Mohamed VI por su inminente boda, cuando me-nos peca de falta de conocimiento de cómo se hacen las cosas en algunos paí-ses con un centralismo evidente.La prueba más palpable de esta infeliz argumentación fue cuando, tras la recu-peración del islote por las tropas españolas, un portavoz del Rey difundió una nota en que la Mohamed VI calificaba la acción española de “agresión flagran-te”, reafirmaba la soberanía sobre el islote, denunciaba el colonialismo español y exigía la inmediata retirada de los legionarios que sustituyeron a las fuerzas especiales que reconquistaron el islote.El argumento podría verse además apoyado por las declaraciones iniciales de Primer Ministro Yusufi y del presidente del Parlamento marroquí en el sentido

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de que el “Gobierno parlamentario”109 no conocía ni sabía nada respecto a di-cha ocupación, lo que reafirmaría la tesis de que el golpe se produjo por inicia-tiva regia y con el consenso y conocimiento de un estrecho círculo de colabora-dores entre los que no cabe duda alguna se encontraría el Ministro de Defensa marroquí.Por otra parte, existían al menos cuatro condicionantes que no se deben ol-vidar:

— No se esperaba reacción mundial importante. Hay que tener pre-sente que no hacía un año del 11-S y que la atención mundial se centra-ba en combatir el terrorismo islámico (contra el cual también luchaba Marruecos), por lo que acciones de pequeña envergadura como la toma de un islote no pasaría de ser una mera anécdota internacional.Además, a Estados Unidos le resultaría muy difícil posicionarse a favor de uno de sus aliados en detrimento de otro en el caso de que quisiera tomar cartas en el asunto, sobre todo en ese momento en el que si bien España cuenta como un aliado de primer orden, Marruecos es considera-do una pieza esencial en el nuevo escenario árabe que Estados Unidos desea establecer y que ha llevado, incluso, a un cambio de postura res-pecto al problema sahariano. Es más: durante los años del “terror arge-lino” (en los años XXXX a XXX, cuando el país luchaba contra el GIA ar-gelino que propugnaba una revolución islamista) Marruecos ejerció el papel de protector de los intereses occidentales, tal y como lo había ejercido durante los años de la Guerra Fría. Era altamente improbable que en tales circunstancias Estados Unidos se prestase a reprimir a su más fiel aliado magrebí.Por otra parte, Marruecos confiaba en el apoyo de Francia de la que es-taba seguro que, al menos, bloquearía cualquier decisión contundente en contra de su socio magrebí, tal y como sucedió inicialmente en la UE. El papel de Francia era, en este sentido, clave, dado que parece ser que habría existido un acuerdo táctico entre Francia y España por la cual se le dejaba el terreno libre al país galo en el norte de África siempre y cuando España actuara con primacía en Hispanoamérica. Desde luego, la resolución atípica del conflicto, con una España crecida, no agradó a París, hasta el punto de que el entonces presidente galo, Jacques Chirac, propone a Marruecos que excluya a las empresas españolas de las licita-ciones en Marruecos pues «es ahora o nunca cuando hay que actuar pa-ra oponerse a la penetración española en Marruecos»110.Por último, cabe mencionar incluso la inicial respuesta de la OTAN que por boca de uno de sus portavoces llego a considerar el incidente como “un asunto bilateral”, lo que motivó las enérgicas protestas hispanas.

109 Recuérdese lo dicho ut supra en el sentido de que el Rey de Marruecos tiene la potestad de nombrar al Mi-nistro de Defensa, Ministro que no sería parte de dicho “Gobierno parlamentario” referido por el entonces Presidente del Parlamento alauita y que cita el entonces Ministro de Defensa español, Federico Trillo.110 Véase, al respecto, la columna de Ignacio Cembrero en El País de 30 de noviembre de 2006.

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Había, por tanto, una oportunidad respecto al exterior.— A nivel de política interna marroquí, las elecciones en Marruecos esta-

ban a tres meses vista, y una forma de reducir el apoyo previsto a los islamismas pasaba porque el propio Gobierno marroquí (apoyado por el propio Mohamed VI) diese la sensación de firmeza frente a España. De esta forma se lograría un mayor apoyo popular a los partidos tradiciona-les (el nacionalista Istiqual, entre otros) y se reduciría la amenaza de una victoria islamista contrario a las alianzas con Estados Unidos. Además, estaban latentes conflictos sociales en la zona rifeña y parece ser que el apoyo de los militares al Rey se encontraba en un punto muy bajo. Se trataba, por tanto, de una necesidad interna por parte de Marruecos.

— No se esperaba una respuesta española firme. Así, es preciso tener presente que España, en las últimas décadas, siempre ha dejado hacer a Marruecos en la esperanza de que ello apaciguaría a nuestro vecino, por lo que lo más que se esperaba era una reacción diplomática pero nunca una respuesta militar (un error de cálculo similar al que tuvieron los ar-gentinos respecto al Reino Unido con la toma de las Islas Malvinas). Por otra parte, días antes se habría producido una reestructuración guberna-mental que afectaba, entre otros, al Ministerio de Asuntos Exteriores, cu-ya jefatura recaía por primera vez en una mujer (tengamos presente la valoración que el mundo musulmán hace de la mujer), por lo que se po-dría pensar en una actitud laxa por parte del Gobierno. Y, por último, no estaba tan claro que la reacción de los partidos políticos españoles y de la sociedad en general fuera por los derroteros de exigir la inmediata de-volución del islote; de hecho, la realidad demostró que no hubo concen-traciones populares que lo exigieran, y que partidos de carácter nacional —como es el caso de Izquierda Unida— junto con el PNV se manifestaran en contra de la reocupación del islote.

— Por último, un elemento paupérrimante conocido es el hecho de que du-rante el “incidente del islote Perejil”, Mohamed VI realizó su primera visi-ta al Sahara en la que volvió a reiterar la marroquinidad del territorio, y mantuvo contactos con representantes de ciertas petroleras, por lo que la “invasión” del islote bien pudo haberse creado como cortina de hu-mo necesaria para que la comunidad internacional no reaccionase ante una visita que tenía mucho de declaración clara de intenciones y poco de protocolaria.

Bien, éstos son los condicionantes, pero ¿cuáles eran las verdaderas intencio-nes perseguidas por Marruecos tras la ocupación de la isla? Es cierto que la mayoría de los analistas vieron enseguida la relación con la postura española con respecto a la solución a tomar en el Sahara, una postura más firme en cuanto a la necesidad de un referéndum para establecer el futuro estatus de la excolonia y en la que la opción de la independencia debía estar claramente de-terminada. Esta hipotesis no solo se basa en la coincidencia temporal de la in-vasión de la isla Perejil con las discusiones llevadas a cabo en la ONU respecto

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a este tema, sino que se reafirma cuando un año más tarde, próxima la alta cumbre de Marrakesh, se retrasa la misma alegando el gobierno marroquí la necesidad de que España reflexionara sobre su política acerca del Sahara.Ahora bien, ¿era ese el único motivo? Quizá así fuera teniendo en cuenta la in-minente presidencia de España en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas pero, caso que así fuera, habría que tener presente que entonces la ju-gada empezó con mucha antelación, tanta como desde octubre de 2001 en que Marruecos retira su embajador en Madrid. Por eso, cabe una segunda hipó-tesis, que no necesariamente es excluyente con respecto a la anterior argu-mentación, y que se basaría en que Marruecos estaba tanteando el terreno, comprobando la reacción española ante la ocupación de un islote sin presencia humana. Si España un hubiese reaccionado como lo hizo, ¿cuál hubiera sido el siguiente paso? ¿Una ofensiva diplomática en plena regla en la ONU respecto a los territorios reclamados por Marruecos y que pertenecen a España (Ceuta, Melilla…), la ocupación posterior de alguna otra isla o pequeña posesión espa-ñola en el Norte de África?111 Es difícil aventurarlo por cuanto parece dificl creer que Marruecos hubiera invadido cualquier otro territorio que estuviera efectiva-mente defendido por las FAS españolas, pero en este punto es preciso recordar la Marcha Verde de 1975 en la que, sin desparar un solo tiro, los marroquíes consiguieron el dominio de facto del Sahara español.Lo que sí está fuera de toda duda es que Marruecos no contaba con una res-puesta militar española, y menos aún tan contundente al hecho en cuestión, al-go que por otra parte supondría una plena derrota para Marruecos si nos ate-nemos al balance militar netamente favorable a España tanto en cantidad co-mo en calidad (y ello pese a la adquisición de Marruecos en el año 2000 de en-tre 50 y 100 modernos tanques T-72 comprados a Bielorusia112).Es, en este contexto, cuando a media tarde del jueves 11 de julio de 2002, en torno a las 16 horas, una pequeña patrullera marroquí deja un pelotón de gen-darmes —fuerzas equiparables a la Guardia Civil— en el islote Perejil, procla-mando la soberanía marroquí sobre el mismo e izando su bandera. La excusa inicial fue tan infantil como increíble: luchar contra la emigración ilegal, el te-rrorismo y contra el tráfico de drogas que tenía en este islote un punto de apo-yo.Minutos más tarde, una patrullera ligera de la Guardia Civil se acerca al islote a hacer las oportunas pesquisas y ante la actitud cordial pero firme de los marro-quíes, decide dejar dicho enclave poniendo el asunto en conocimiento de las autoridades.

111 Hay que tener en cuenta que, según la propia Contestación del Gobierno a un Diputado de Izquierda Uni -da acerca del personal destinado en las pequeñas posesiones españolas en el norte de Africa (Diario Oficial de las Cortes Generales de 26 de diciembre de 2002), el Gobierno señaló que «se mantienen destacamentos permanentes en el Peñón de Vélez, en Alhucemas y en las islas Chafarinas, sumando un total de seis oficia-les (tres de ellos médicos o ATS), tres suboficiales y setenta y dos de tropa» si bien en los dos últimos puntos se refozaron las guarniciones con ocasión de la crisis de la isla Perejil. ¿Cabría la posibilidad de que fueran estas posesiones el siguiente objetivo de España si no se hubiese recuperado la isla Perejil?112 Compra que se realizó al margen del “consentimiento” de Estados Unidos a fin de evitar que dicho país pudiera “vetar” el uso de dichos tanques contra España.

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Sin embargo, el desconcierto inicial fue considerable: el Ministro de Defensa se enteró del incidente a través del recién nombrado Ministro del Interior –Angel Acebes-, el propio Comandante General de Ceuta desconocía el hecho y el CNI dirigido por Jorge Dezcallar (antiguo embajador en el reino alauita) tampoco dio la alarma pese a las sospechas.Pese a ello, la reacción española no tardó en producirse en un doble aspecto, diplomático y militar. Así, se inician los contactos diplomáticos con el Gobierno de Marruecos, que contesta muy diplomática y falsamente que desconoce el tema. Tal y como cómicamente señalaba Jaime Campmany en el diario ABC del 18 de julio,

“Un billetito amoroso mandó a los moros la OIDrogándoles cortesmente que se den puerta de allí,pero Benaissa responde que es cosa de discutiry que entre buenos amigos el pleito tendrá buen fin.”

Las gestiones también se realizan con la UE y la OTAN. Sin embargo, los apo-yos político-diplomáticos se hicieron esperar. En este sentido, y quizá por la postura interesadamente pro-occidental de Marruecos, inicialmente ni la UE, ni la OTAN, ni los Estados Unidos hicieron otra cosa que manifestar su deseo de que el conflicto se solucionara por medios pacíficos. La ONU dirigida por el ne-fasto Kofi Annan se limitó a condenar las acciones unilaterales y, en definitiva, a dejar hacer.Especialmente sangrante la reacción francesa en el seno de la UE. La tutoriza-ción que hacía Chirac de Marruecos llegaba al extremo de aconseja al entonces Presidente Aznar que lo mejor que puede hacer España es no tratar de recupe-rar el islote y retirar los barcos enviados a la zona. No solo esto, sino que inclu-so llega a proponer que entregue a Marruecos Alhucemas y el Peñón de Vélez de la Gomera. Oficialmente, la reacción francesa se limita a señalar que «Exis-te una crisis entre los dos, pero no podemos sumar otras crisis, porque también tenemos muy buenas relaciones con Rabat». Paralelamente, Francia se opone a una resolución condenatoria por parte del Consejo de Asuntos Generales de la UE. ¡Desde luego, una muestra palpable de la solidaridad europea por parte de uno de los principales países de la UE!Contrasta, sin duda, el apoyo que desde un primer momento recibió Marruecos de la Conferencia Islámica (OIC), y que se posicionó meridianamente a favor de las tesis alauitas de que la ocupación había tenido lugar a fin de «combatir el tráfico de drogas, el terrorismo internacional y la emigración clandestina», ex-presando su solidaridad con el Reino de marruecos en sus esfuerzos por «de-fender sus derechos y soberanía, subrayando que la Isla de Leila [la isla de Pe-rejil según la denomina Marruecos] constituye una parte del territorio de un es-tado musulmán miembro de la Organización y que no tiene relación con los te-rritorios de la Unión Europea».113

113 Comunicado de la Conferencia Islámica de 16 de julio de 2002 (www.oic-oci.org).

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Solo cuando se produjo esta reacción por parte de la Conferencia Islámica, fue cuando España contó con el apoyo claro y explícito de la UE a través de la Pre-sidencia y la Comisión Europea aunque siempre con la equidistancia inequívo-ca de Francia que, al menos en esta ocasión, salió perdiendo en este particular “enfrentamiento diplomático subyacente”.Mientras tanto, el día 12 de julio depara una nueva sorpresa a los medios mili -tares deplazads urgentemente a la zona: los marroquíes intentan desembarcar en la pequeña isla del Rey –en el archipiélafo de las Chafarinas, si bien en este caso la patrullaera encargada de la vigilancia de las inmediaciones logra impe-dir este intento de ocupación. ¿Fue un movimiento casual o, más bien, respon-día a un plan más ambicioso que incluía la toma paulatina de diversa pequeñas islas para tantear al Gobierno español y, en función de la reacción, ir más allá? Ciertamente nos inclinamos más por la última posibilidad en tanto en cuanto al intervalo horario entre la ocupación del islote Perejil y el intento sobre la isla del Rey fue inferior a las 24 horas, tiempo más que insuficiente para una reac-ción seria española pero que podría indicar, en la mentalidad marroquí, que los españoles nuevamente íbamos a callar frente a los hechos consumados. ¿Se podría haber llegado mucho más allá, tomando por ejemplo los principales pe-ñones españoles en los que había fuerzas militares? Cuesta creer que pudiera ser así, aunque lo cierto es que las insistentes declaraciones del gobierno espa-ñol hablando de la “absoluta calma” en las ciudades españolas a la par que el reforzamiento de la vigilancia en los demás enclaves norteafricanos e incluso de Canarias mediante el envío de patrulleros específicos para cada zona, hacen pensar que efectivamente ése pudiera ser el objetivo final de Marruecos.Para evitarlo, como se ha dicho, se refuerza la presencia naval en los diferen-tes enclaves: la fragata “Numancia” se queda atracada en Ceuta, la fragata “Navarra” sale a patrullar por el Golfo de Cádiz y el Mar de Alborán, mientras que las corbetas “Infanta Elena” y “Cazadora” hacen lo propio en las aguas del Peñón de Vélez de la Gomera, el de Alhucemas y en las islas Chafarinas. Mien-tras tanto, los submarinos enviados a la zona probablemente se encontraban vigilando los puertos alauitas en los que se encontraban las principales unida-des marroquíes.Mientras tanto, la reacción en el campo interno fue inicialmente de sorpresa e incredulidad, pareciéndole a la mayoría de los españoles una inocentada; de hecho, ésa era la principal reacción o creencia por parte de los españoles. Sin embargo, las televisiones, radios y periódicos abrían las noticias con la ocupa-ción del islote Perejil y poco a poco los españoles iban dándose cuenta de que había un conflicto en ciernes, un conflicto que por primera vez en muchos años nos afectaba directamente y muy de cerca.En cualquier caso, la reacción española fue ciertamente comedida, actuando cautamen-te en el terreno político pero dejando traslu-cir su firme determinación por no consentir la ruptura del status quo.

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De esta forma, y aunque inicialmente desde Defensa se ordenaba un discreto despliegue de medios militares, poco a poco este dispositivo se va am-pliando, reforzándose la presencia militar española en la zona con el envío de efectivos a las islas Islas Chafarinas, la isla de Alhucemas y el Peñón de Vélez ante el temor de que se produjera otro “desembarco” en algún islote español. Entre las fuerzas desplegadas aparecen dos fragatas (la “Navarra” y la “Nu-mancia”), las corbetas “Cazadora” e “Infanta Elena”, dos submarinos, varias patrulleras, un avión de patrulla (posiblemente un P-3 Orión aunque dada la cercanía de la Base de Morón en la que están desplegados estos aviones, es muy probable que se tratase de que un avión se encontraba siempre en vuelo y no de que era uno único el que realizaba estas patrullas), un avión de recono-cimiento y helicópteros de combate. Asimismo, se puso en estado de alerta al Grupo Aeronaval de Combate integrado por el portaaeronaves «Príncipe de As-turias» y cuatro fragatas de escolta. Posteriomente, el dispositivo en la zona de conflicto sería ampliado con el buque de asalto Castilla –justamente desde el que se coordinaría la intervención militar-, dos submarinos, alguna fragata adi-cional y un avión de reconocimiento. Y es que desde el mismo día 11 de julio, cuando se forma el oportuno Gabinete de Crisis, se había ordenado preparar en secreto «una operación militar de des-alojo y recuperación de la isla», pese a la inicial oposición del jefe del Estado Mayor de la Defensa que considera el problema político y no militar.114

Como señala Angel Pérez «tamaño despliegue de energía era del todo inu-sual»115,. Y es que se trataba de hacer frente al «notable miedo al enfrenta-miento directo” con Marruecos que se ha instalado en la clase política españo-la, en definitiva, de “parar los pies” a Marruecos, cuyas intenciones no estaban claras si nos atenemos a ciertas informaciones que indicaban la posibilidad de golpes de mano similares en otras islas españolas cercanas a Marruecos.

“Llevábamos siete días con el moro en Perejil,y aunque al África enviamos goletas y un bergantín,los moritos se divierten viendo los barcos venir.”116

Durante la semana que va desde el desembarco de los gendarmes marroquíes hasta la intervención de los boinas verdes, se hacen múltiples llamamientos a Marruecos para que vuelva al status quo anterior, pero no existe respuesta hasta el 13 en que Marruecos habla de una “salida negociada” aunque no se

114 Cuenta Federico Trillo en su libro “Memoria de entreguerras” que dicha declaración sorprendió a los pre-sentes en la reunión entre el Presidente del Gobierno y la JUJEM –Junta de Jefes de Estado Mayor-. No obstan-te, tras la apreciación de que el tiempo (arma siempre a favor de los osados) corría a favor de Marruecos, lo que hacía inviable de hecho una mera actividad diplomática, el entonces presdiente Aznar, termina diciendo que aunque «es cierto que la isla en sí no tiene ningún valor» salvo el simbólico, lo cierto es que ha sido Ma -rruecos el que ha causado el problema y que si «nosotros no reaccionamos, nos equivocaremos; si no nos movemoas, avanzarán». Todo ello para terminar preguntando, con una idea muy clara en mente: «¿Cuándo puede realizarse la operación?», dejando sentenciada la conversación y abierto el camino para la interven-ción.115 “Por una revisión de las relaciones hispano-marroquíes” publicado en Colaboraciones nº 25, Grupo de Es-tudios Estratégicos GEES, 5 de noviembre de 2003.116 “Romance de Perejil”, por Jaime Campmany en el diario ABC del 18 de julio de 2002.

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trata más que de una mera maniobra dilatoria, toda vez que el 15 de julio Ma-rruecos manifiesta que no abandonará la isla sobre la que dice tener título de soberanía, y el 16 releva a los 12 gendarmes por seis infantes de marina117.

“Que no se iban los moritos, que se quedaban ahí,no se marchaban de Leila, en español Perejil,e izaron en el pedrusco la bandera marroquípara que todos se enteren de que no se iban a ir,que, para ellos, el islote es terreno magrebí.”118

Igualmente en los días previos a la operación militar, en el Congreso tiene lu-gar el debate político, lográndose una resolución de apoyo al Gobierno para que tome las oportunas medidas para acabar con la situación provocada por el Gobierno alauita (coger texto íntegro de dicha Resolución y hacer mención a las distintas posiciones poliíticas del debate). Claro que con el tiempo, y como se verá, estos apoyos son convenientemente matizados en función de los dife-rentes intereses políticos (hacer mención en la página siguiente).

“En Celtiberia, no hay uno que ande con el otro afín,y si el uno dice azor, e otro dice neblí,Juanico dice conejo, Pepico dice perdiz,y cuando alguien dice pito, otro alguien dice flautín.De modo que unos defienden que el peñasco no es baladí,que no merece la pena tomarse un berrenchín,y que si el rey de Marruecos cree que es Miramamolínpor conquistar un peñasco que no llega a pirulí,que se lo que quede en buena hora, haga un cono de maníy se lo meta en el culo, que otros llaman trasputín.Otros, en cambio, prefieren meter la Guardia Civil,Dos o tres parejas solo con su uniforme de dril,y un bigote con las guías más altas que la nariz,que en abrir y cerrar ojos echan los moros de allí.O dos o tres legionarios con bríos de jabalí,que al ser novios de la muerte no les importa morir.Hay quien va más por lo épico, pide azañas de adalid,y por lo menos exige resucitar a Mío Cid.Que Santiago Matamoros se aparezca por Madrida don Federico Trillo y le empuje a fiera lid.”119

El 17 de julio, Marruecos hace público su deseo de salir de Perejil si España se retira de «los peñones que han ocupado” en clara alusión a las Chafarinas, Ve-117 Ciertamente se producía una reducción teórica de efectivos que se reducían a la mitad, si bien el hecho de que fueran desplazados infantes de marina que comenzaran a levantar estructuras fijas y no meras tiendas de campaña, indicaba la firme voluntad alauita de permaceder en el islote a la vez que echaba por tierra el argumento de la lucha contra el tráfico de drogas ya que si bien la presencia de gendarmes podría –en princi-pio- avalar dicha tesis, su sustitución por tropas militares de elite no podía ahondar en dicha explicación.118 “Romance de Perejil”, por Jaime Campmany en el diario ABC del 18 de julio de 2002.119 “Romance de Perejil”, por Jaime Campmany en el diario ABC del 18 de julio de 2002.

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lez de la Gomera y otros. Al margen de la incongruencia del argumento (Espa-ña consigue que Marruecos se retire de Perejil volviendo al status quo anterior y a cambio ha de abandonar posesiones claramente españolas), paralelamente se conoce que el gobierno de Marruecos tiene previsto un “tour informativo” por las isla a medios internacionales de prensa (lo que hubiera supuesto, tal y como indicaba el editorial del diario ABC del 18 de julio «una bofetada a la na-ción española televisada a medio mundo»), lo que fuerza definitivamente la op-ción militar. El embajador español es llamado inmediata y urgentemente a con-sultas a Madrid, cruzando la frontera por Ceuta pocas horas antes del inicio de la operación. La suerte estaba echada, y el Presidente Aznar autoriza la operación de desalo-jo.

En cuanto al desarrollo de las operaciones militares, y aunque en un principio se barajó la posibilidad de que llevara a cabo por los buceadores de la Armada, finalmente se optó porque la operación Romeo-Sierra se llevase a cabo por tro-pas procedentes de los tres grupos del Mando de Operaciones Especiales (los “boinas verdes”) y un pequeño grupo de Infantería de Marina, helitransporta-dos por cuatro helicópteros Cougar y protegidos por tres helicópteros Bo-105 de apoyo, todos ellos de las FAMET. A gran altura operan los Harriers de la 9ª Escuadrilla de la Armada evitando que las fuerza aérea maroquí tenga la tenta-ción de hacer alguna tontería. La operación es coordinada por el Estado Mayor del Grupo de Proyección de la Flota que se encuentra embarcado en el buque de asalto anfibio “Castilla”.Sin lugar a dudas la intervención de tan dispares medios de todas las armas con-llevaba un aspecto político relevante: en esta primera operación militar cercana al suelo patrio en muchos años se que-

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ría dar la idea de unidad, de que ningún arma era una “prima donna” sobre las demás por mucho que el hecho de tratarse de la recuperación de una isla justi-ficase la intervención por parte de la Armada, arma que por otra parte tenía to-dos los medios necesarios para realizar la operación con plenas garantías.El asalto helitransportado mediante descenso en rappel se realizó a las 6:17 horas del 17 de julio. Los soldados marroquíes deponen las armas en cuanto las tropas españolas les conminan a ello utilizando un megáfono. Mientras tan-to, el patrullero marroquí El Lahiq (comprado con fondos de la UE, armado con dos montajes dobles de ametralladoras de 14,5 mm y destinado a la protección de los recursos pesqueros) y que se encontraba situado en las proximidades del islote se retira en cuanto advierte la presencia de los helicópteros encarga-dos de la operación, y aun cuando una hora depués del desembarco español hace intención de volver a la zona, dos patrulleros españoles se interponen en su camino con lo que finalmente la marina marroquí se retira definitivamente de las inmediaciones del islote.Con el tiempo, se informará a la Nación que una de las incógnitas de la opera-ción era el número exacto de soldados marroquíes en la isla. Una información que tiene más de lo que podríamos llamar “leyenda urbana” que de realidad innegable. Porque lo cierto es que nadie puede creer que el mando de opera-ciones considerase la posibilidad de la existencia de hasta 200 soldados en el interior de la cueva, máxime teniendo en cuenta que durante la semana que transcurrió entre la ocupación marroquí y la operación española es seguro que los reconocimientos aéreos y navales se produjeron con profusión. Distinto es el hecho de que se aprovechase la operación para poner de relieve la falta de modernos equipos tecnológicos y/o de inteligencia humana y así facilitar un in-cremento de los gastos presupuestarios en dichas partidas, recordando por tanto aquella práctica tan extendida en los gobiernos suecos de la Guerra Fría que cada vez que iban a debatir los presupuestos de defensa se “inventaban” un caso de un submarino soviético en aguas jurisdiccionales suecas.A las ocho de la mañana, los Boinas Verdes son sustituidos por legionarios del Tercio Duque de Alba helitransportados en helicópteros pesados Chinook.El mismo día, ya de mañana, un comunicado español señala que «En la maña-na de hoy, el Gobierno se ha visto obligado a ordenar el desalojo del destaca-mento marroquí establecido en la isla del Perejil. La operación se ha desarrolla-do con éxito sin que se registren bajas ni heridos».

“Ayer las Fuerzas Armadas recobraron Perejil,sin tiros, como quien juega al pin, pin, pin, margarín.Hicieron bien, pues el moro se resistía a partir.”120

Se capturan a los seis infantes de marina, con su armamento (todo él de tipo li-gero a base de fusiles Kalashnikov y H&K). Dichos soldados finalmente serán entregados por la Guardia Civil a las autoridades maroquíes por el paso fronte-rizo de Ceuta unas pocas después de la operación.120 “Romance de Perejil”, por Jaime Campmany en el diario ABC del 18 de julio de 2002.

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Mientras, la reacción en medios políticos es dispar puesto que mientas el PSOE apoya sin reservas al Gobierno, la comunista Izquierda Unida, el nacionalista PNV y la pintoresca Chunta Aragonesista condenaron la operación y, con diver-sos matices, reprocharon al Gobierno que se hubiera pasado a la acción arma-da ¡de inmediato! (parece ser que una reacción inmediata, según tales grupos políticos, consistía en realizar una limpia operación de desalojo ¡siete días más tarde!). Desde Izquierda Unida se rayaba en la traición al hablar de que «No hay patria que se justifique cuando se derrama una gota de sangre», mientras que desde el PNV (quizá pensando en que la fortaleza demostrada por el Go-bierno Aznar podría acabar de una vez con ETA) se lamentaba la « innecesaria» intervención militar y se abogaba porque la solución hubiese pasado por la vía diplomática y el diálogo.121

De lo indicado en los párrafos precedentes, parece claro que la decisión de adoptar una me-dida de fuerza estaba tomada desde un principio si las accio-nes diplomáticas (siempre in-ciertas cuando el interlocutor en un país árabe) no daban sus frutos.Así lo expresa el entonces pre-sidente del Gobierno, José Mª Aznar, en su libro “Ocho años

de gobierno” al decir que «la decisión de intervenir en Perejil si era necesario estaba tomada desde el primer momento. Di órdenes de que todo estuviera preparado para la intervención, pero también dije que yo decidiría cuándo ha-bía que intervenir. No había que actuar hasta que todo estuviese preparado y hubiéramos conseguido los respaldos necesarios» (¿se refiere a los Estados Unidos, a las resoluciones finalmente condenatorias del 14 de julio de la UE que atribuían toda la responsabilidad del incidente a Marruecos, a la OTAN o al respaldo en el interior del país obteni-do en el Congreso solo un día antes de la intervención?).En palabras del entonces Presidente, «la población española tenía la sen-sación de que cada vez que se le había echado un envite a su país, el país ha-bía retrocedido y había cedido terreno. Estaba expectante por si eso ocurría otra vez, sabiendo (...) que su repetición

121 ABC, de 18 de julio de 2002. El tiempo se encargaría de confirmar esta impresión que tuvo el autor de es -te artículo en 2002: una vez que el Gobierno socialista de Zapatero se sentó a dialogar con ETA, el PNV fue el más firme defensor de este diálogo.

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Viñeta aparecida en el diario ABC de 18 de julio de 2002Aznar, Ana Palacio y Trillo sobre Perejil con la bandera españo-la, mientras que Mohamed VI y Benaissa lo contemplan desde

Marruecos.En palabras del entonces Presidente Aznar, «España no se po-

día refugiar otra vez en una posición pasiva».

Portada del diario El Mundo, de 17 de julio de 2002

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sería sumamente perjudicial. España no se podía refugiar otra vez en una posi-ción pasiva...». Algo para tener en cuenta por los ciudadanos de Ceuta y Meli-lla, especialmente.No obstante, hasta qué punto esta reacción lógica y honorable “paró los pies” a Marruecos es algo de lo que aún existen serias dudas. El hecho de que la ma-yor parte de los terroristas del 11-M fuesen de origen marroquí y el cambio ex-perimentado en el ámbito internacional a partir de esa fecha, hacen dudar de que Marruecos no haya visto en dicho gesto sólo la excepción a la norma gene-ral de la política internacional española.Cuestión aparte es la soberanía de la isla. El islote, cuya longitud mayor en lí-nea recta es de 75 metros, fue posesión portuguesa desde 1415 a 1581, año en que pasó a pertenecer a España junto con la ciudad de Ceuta, correspon-diendo la primera ocupación en 1746. En 1808 –en plena guerra contra Napo-león- España envió tropas para vigilar el paso de los buques franceses por el Estrecho (tarea en la que contó con el apoyo de soldados ingleses hasta 1813), en 1836 Estados Unidos solicitó a España autorización para establecer allí una estación carbonera, y en 1887 –tal y como se vio en páginas anteriores- existió un grave incidente entre España y Marruecos a consecuencia de la instalación de un faro español en la isla. En 1912, el tratado hispanofrancés delimita la zo-na del Protectorado español de Marruecos sin referencias a isla Perejil aunque pasó de facto a la plena ocupación española y su soberanía dejó de ser cuestio-nada por Londres. Actualmente, y como consecuencia de un comunicado de la Comisión Europea durante la crisis, el islote caería bajo soberanía española da-do que en el mismo se hablaba de que las tropas marroquíes habían entrado en «territorio soberano de la Unión».No obstante, la polémica estuvo –está- abierta. En este sentido, un documenta-do y polémico artículo de Mª José de Madariaga (polémico, entre otras cosas, porque diferencia el territorio de España del de Ceuta como si ambas entidades no fuesen la misma) en el diario El País señalaba que dicho islote formaba par-te del protectorado español de Marruecos y que, como tal, pertenecía a Ma-rruecos desde que se devolvió la plena soberanía de dicho territorio al reino alauí. No obstante, otras fuentes señalan justo lo contrario: esto es, que al no ser devuelto dicho islote y sí otros en 1956, cabe entenderse que el mismo no pertenecía al Protectorado. Es más: es de sobra conocido el hecho de que cuando Ceuta tramitaba su Estatuto de Ciudad Autónoma en 1995, se llegó a hacer mención como parte integrante de Ceuta a la Isla de Perejil, si bien el he-cho de que finalmente no se hiciese mención a los límites y terrenos de Ceuta pueden hacernos dudar de la españolidad de la isla.En este sentido, conviene precisar que el Gobierno español nunca señaló que dicho islote fuese de soberanía española, sino que se trataba de un territorio en litigio con un “status quo” determinado (carencia de permanencia militar, según el acuerdo llegado por Franco y Hassan II en 1960) y que la ocupación marroquí vino a alterar dicho status que era el que se remedió con la operación española. Operación española que concluyó el 21 de julio (tres días más tarde

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de la Operación Romeo-Sierra —llamada así por ser de Restablecimiento Statu—) cuando los 75 legionarios del Tercio Duque de Alba que relevaron a los boi-nas verdes abandonaron el islote una vez llegado a un acuerdo con Marruecos, llevándose la bandera española consigo y dejando la situación tal y como esta-ba diez días antes.Es más, desde el Ministerio de Asuntos Exteriores español se insite reiterada-mente en ese momento que España no tiene interés alguno en permanecer en la isla, sino que lo único que se desea es volver sin dilaciones, pero con las de-bidas garantías de Marruecos, a la situación anterior al 11 de julio, de moodo que la Guardia Civil pueda seguir usando el territorio de la isla para misiones de control y persecución del contrabando, tráfico de drogas y de emigración ilegal.Por último, cabe mencionar el posible papel que en la resolución de la crisis tu-vo el Secretario de Estado norteamericano Collin Powell. Qué duda cabe que este extremo tardará en ser confirmado como exige la Historia. Así, han existi-do versiones que van desde que la mediación fue solicitada por España, hasta la que apunta que fueron los propios Estados Unidos los interesados en solven-tar este incidente entre dos aliados importantes, aunque la entonces Ministra de AAEE Ana de Palacio aludió a la petición por parte de Rabat122 (seguramente teniendo en cuenta que el otro intermediario válido para Marruecos —Francia— se había desacreditado públicamente ante España en el seno de la UE123), pero lo más probable es que actuara en la doble vía de presionar de forma calculada a Rabat y de pedir moderación a Madrid, actuando finalmente como “testigo” del acuerdo alcanzado entre ambos países124. Qué duda cabe que la posición norteamericana era realmente compleja, sobre todo teniendo en cuenta que si bien estratégicamente el norte de África es un importante punto para los Esta-dos Unidos (con lo que precisa el apoyo de Marruecos), lo cierto es que las rela-ciones del gobierno USA con el español de Aznar eran ciertamente estrechas.Acabada la crisis, y desde un primer momento, el Gobierno español hizo múlti-ples intentos por normalizar, en la medida de lo posible, las relaciones con su vecino del sur, ofreciéndose un uso conjunto de la isla y se programó para fina-les de septiembre un encuentro entre los Ministros de Asuntos Exteriores de 122 Comparecencia ante la Comisión Conjunta de Asuntos Exteriores y Defensa del Congreso, para informar sobre la evolución de los acontecimientos tras la ocupación de la isla Perejil el día 11 de julio (BOCG núm. 543, de 17-7-2002)123 Pese a ello, la reacción francesa ante la intervención norteamericana fue de gran malestar por cuanto la misma implicaba que Estados Unidos entrara en una zona geográfica reservada, hasta ese momento a Fran-cia. La apreciación gala, en todo caso, resultó acertada: si bien desde los atentados de las Torres Gemelas, Estados Unidos comenzó a tener un mayor interés en la zona norteafricana, lo cierto es que desde 2003 la presencia norteamericana se ha ido haciendo cada vez mayor, barajándose la posibilidad de establecer una base militar norteamericana en Argelia e incluso en la zona del Sagel, lo que sin duda mermará la enorme li-bertad de acción de París en toda esta zona y que se ha puesto de manifiesto en múltiples intervenciones mi -litares que han “pasado de puntillas” en los medios informativos.124 Cuestión distinta es la posible postura de la Administración norteamericana en caso de que se produjese un incidente similar habida cuenta del cambio estratégico operado por España respecto de Estados Unidos y las declaraciones de Collin Powel en abril 2004 acerca de su nueva opinión sobre aquel incidente (“estúpido islote” fueron sus palabras) y que, según algunos analistas, podría significar que en las actuales circunstan-cias la intervención USA no estaría encaminada hacia el mismo sentido que en 2002.

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ambos países, encuentro que no tuvo lugar dado que el ministro marroquí deci-dió unilateralmente desconvocarla alegando una presunta violación de su es-pacio aéreo (entendiendo por tal el espacio sobre el islote Perejil) por parte de aviones y helicópteros militares españoles, extremo que no se pudo confirmar.Paralelamente a estos intentos, el ministro de Exteriores de Marruecos, Benais-sa, hablaba de “declaración de guerra” a la vez que cínicamente se refería a la operación española en el sentido de indicar que «España quiere imponer por la fuerza los hechos consumados». Mientras, algunos partidos minoritarios marro-quíes formantes del Gobierno exigían que se cortasen todas las relaciones con España y tildaban la operación española de acción colonial y de transgresión de la «integridad territorial que demuestra el espíritu colonialista que persiste en los europeos». Pero en Marruecos las declaraciones no solo provienen del Gobierno y de los partidos políticos, sino que el propio rey Mohamed VI —seguro principal instiga-dor de esta aventura— a través de un portavoz oficial «condena y denuncia es-ta agresión española contra territorio marroquí y condena el despliegue militar frente a las costas marroquíes en el Mediterráneo…lo que no es conforma a la naturaleza y a la dimensión del problema» Todo ello en el marco de unas polé-micas declaraciones en el sentido de que «completar la integridad territorial de Marruecos [en clara referencia al Sáhara, Ceuta y Melilla] es una prioridad ab-soluta del rey Mohamed VI y del pueblo marroquí».Sin embargo, desde Madrid se pretende rebajar la tensión mediante la celebra-ción de reuniones entre los Ministros de AAEE y así volver a normalizar las rela-ciones.

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2002-2004: ¿ES POSIBLE LA RECONCILIACIÓN?Tras el mal llamado “incidente” de la Isla Perejil (un incidente no está a punto de terminar en conflicto abierto como en este caso), las relaciones entre Espa-ña y Maruecos se fueron normalizando, si bien fueron muchos los invonvenien-tes planteados por Marruecos desde el principio.Y es que desde Madrid, y tras alcanzar el punto más bajo en las relaciones his-pano-marroquíes desde 1975 (Marcha Verde sobre el Sahara) se quiere acele-rar la normalización mediante la realización de una reunión al más alto nivel entre los titulares de Asuntos Exteriores de ambos países. La reunión, inicial-mente prevista para el 5 de septiembre, es pospuesta unilateralmente por Ma-rruecos debido a la negativa española a tratar sobre Ceuta y Melilla aunque ofi-cialmente el motivo son las inminentes elecciones en Marruecos que podrían provocar un cambio de Gobierno. Se decide que la reunión tenga lugar el 23 de septiembre (curiosamente, antes de la celebración de dichas elecciones, tras las cuales repite como Ministro de AAEE Benaissa).Sin embargo, de nuevo tal fecha no será respetada por Marruecos. El motivo oficial: la posible falta de contenido de dicha reunión teniendo en cuenta que “todos” los problemas están solucionados salvo el ya citado de Ceuta y Melilla. La excusa: el sobrevuelo de aeronaves españolas sobre el islo Perejil (uno de dichos vuelos correspondía a una avioneta alquilada por el canal privado de te-levisión Tele 5). En cuanto a Ceuta y Melilla, el todavía primer ministro Abde-rramán Yusufi insiste en que «son tierras marroquíes y Marruecos tiene todo el derecho a seguir reivindicándolas». En este sentido, las múltiples declaraciones de la entonces Ministra de AAEE española, Ana de Palacio, no dejaban lugar a dudas de que los territorios espa-ñoles en el Norte de África no eran negociables; así, en su intervención ante el quincuagésimo séptimo periodo de sesiones de la Asamblea General de las Na-ciones Unidas en Nueva York, el 17 de septiembre de 2002, manifestó que «las comunidades autónomas de Ceuta y Melilla son parte integrante de España, en pie de igualdad con las demás comunidades autónomas y, por ende, de la Unión Europea, y que sus ciudadanos están representados en los Parlamentos español y europeo con los mismos títulos y en las mismas condiciones que el resto de nuestros compatriotas», confirmando así las declaraciones efectuadas un mes atrás al diario La Razón125. En relaidad, tampoco era ajeno a estos retrasos el tema del Sahara. Tras el asunto del islote Perejil, España se siente apoyada por Estados Unidos –que ha debido dar un tirón de orejas al aliado magrebí- hasta el punto de dejar claro que la postura española respecto al Sahara defendida por el Ejecutivo entonces en el gobierno estaba «fundada en muchísimas cosas, pero desde luego en nin-gún caso será moneda de cambio para mejorar nuestras relaciones con Ma-rruecos».

125 4 de agosto de 2002

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España está muy firme en sus planteamientos y finalmente, tras varios “tiras y afloja”, a Marruecos no le queda otra que aceptar que se celebre la reunión el 11 de diciembre (más de 3 meses después de la primera propuesta española),

acordándose como primera medida de reestablecimiento de confianza la vuelta de los embajadores (el marroquí lle-vaba un año fuera de España, mientras que el español ha-bía hecho lo propio unas horas antes de la operación sobre la isla Perejil), no obstante lo cual por ambas partes se po-nía énfasis en el hecho de que no todo iba a ser un camino de miel y rosas, sino que habría que dar un tiempo para la completa normalización. Pese a ello, al poco tiempo se po-ne en marcha la nueva Reunión de Alto Nivel (RAN) que desde 1999 no se había producido debido al paulatino en-friamiento de las relaciones entre ambos países y que ten-drá finalmente lugar en diciembre de 2003.El 8 y 9 de diciembre de 2003 el presidente español, José Mª Aznar visita Marruecos y, en el curso de esta visita ofi-cial, se celebra la Cumbre de Marrakech, cumbre que tiene

por finalidad demostrar el buen entendimiento entre España y Marruecos. En la misma cumbre se firma un acuerdo económico por el que España pone a dispo-sición de Marruecos 390 millones de euros, de los que 300 millones estarán destinados a créditos, mientras que los restantes 90 millones se convertirá (se-gún el especial sobre Marruecos publicado por ABC y elaborado por Ibermedia International SA en febrero de 2004) en inversiones privadas e inversiones pú-blicas destinadas a programas de reestructuración industrial y recomposición del hábitat social. Pese a ello algunos medios marroquíes cercanos al Gobierno, como el diario “Aujourd’hui Le Maroc”, tildaban al presidente español de «L’ho-mme qui hait le Maroc» (el hombre que odia Marruecos) y le acusaban de beli-cista.Al margen de los aspectos económicos, la inmigración ilegal fue otro de los te-mas tratados en la Cumbre de Marraquech. Por primera vez Marruecos tomó conciencia del problema y fruto de esta nueva visión fue el compromiso de es-tablecer patrullas conjuntas entre gendarmes marroquíes y policías españoles para detener este problema, amén de equipos conjuntos de investigación para actuar contra las mafias y la existencia de funcionarios de enlace. Quizá a cam-bio de esta colaboración, España manifestaba su deseo de potenciar la inmi-gración legal de Marruecos a España, lo que podía interpretarse como una con-cesión a cambio de una mayor implicación de Rabat en este problema que su-pone la muerte de varios inmigrantes en las costas andaluzas o Canarias (ade-más de un elevado coste económico).Sin embargo, y pese a que se consiguió firmar un acuerdo con Marruecos para la inmediata repatriación de los menores inmigrantes a Marruecos, no se consi-guió que Marruecos fijara su compromiso respecto a la obligación firmada en 1992 de acoger a todos los inmigrantes irregulares que llegaran a España pro-

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cedentes de Marruecos lo que, en la práctica, equivale a una denuncia del tal punto del Tratado de 1992.En cualquier caso, las relaciones entre ambos países entre el final del conflicto del Perejil y el cambio de gobierno en España se vieron condicionadas por un aspecto adicional y de vital importancia: política internacional, en especial el eterno problema del Sáhara.En cuanto a la política internacional, si bien el período podría haber venido de-terminado por la Guerra en Irak, lo cierto es que no fue así, dado que Marrue-cos, aunque tímidamente, se posicionó entre los países occidentales, aunque sin llegar a la firme actitud de España. Quizá el apoyo español a la postura de Estados Unidos llevó, durante el año 2003, a que Marruecos adoptase una pos-tura más comedida respecto de España, dado que la coincidencia de intereses y posturas entre España y Estados Unidos hacía poco conveniente la presión de Marruecos sobre asuntos espinosos de sus relaciones con España. Amén de que en los últimos años, la diplomacia estadounidense se ha inclinado por acer-carse a Argelia, perdiendo Marruecos su carácter de interlocutor privilegiado en la región.No obstante, y tras dicho período que podríamos denominar luna de miel, ha vuelto a aflorar un cierto distanciamiento. Encontramos el motivo en la aproba-ción del Plan Baker II para el Sahara en julio de 2003 ejerciendo España la pre-sidencia del Consejo de Naciones Unidas126. El citado plan aboga por un período de autonomía de 4-5 años para el Sahara y posterior celebración de un referen-dum para pronunciarse sobre la autodeterminación con una triple posibilidad: independencia, autonomía dentro de Marruecos o plena integración con este país.Por ello, no es de estrañar que aun cuando en diciembre de 2003 se produce una cumbre de alto nivel entre España y Marruecos con importantes acuerdos socio-económicos, Marruecos siga expresando que «la solución pacífica, nego-ciada, consensuada y definitiva en el marco de la legalidad internacional» para el problema de Sahara, dicha solución debería garantizar «la soberanía, la uni-dad nacional y la integridad territorial de Marruecos», repitiendo así textual-mente lo indicado por el rey Mohamed VI en la cumbre «5+5» (de países de Europa y el Magreb)127 celebrada a comienzos de diciembre de 2003 en Túnez. Importante precisión por cuanto Argelia, principal valedor de los saharauis, ha-bla de un proceso de descolonización (respecto a España ¡todavía casi 30 años después!) y del apoyo entusiasta al Plan Baker II (rechazado, también de forma entusiasta, por Marruecos).

126 Y que fue aprobado tras un bloqueo inicial en 2001 de un plan similar; solo que en aquella ocasión Francia logró convencer a Estados Unidos de que la solución pasaba por ceder a Marruecos el Sahara, aunque final -mente tampoco se aprobó dicha posición gracias a la oposición de Rusia. Ahora las cosas habían cambiado: España era un aliado fiable para Estados Unidos y entre la posición marroquí y la española, Estados Unidos tenía mucho más que agradecer a España dado el apoyo hispano a la invasión de Iraq.127 Los países europeos son España, Francia, Italia, Malta y Portugal, mientras que por parte magrebí se reú-nen Argelia, Libia, Mauritania, Marruecos y Túnez.

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En este sentido, parece que al margen de las bonitas piruetas diplomáticas, Marruecos opta en ese momento por una solución bilateral Marruecos-Argelia que a un consenso basado en el derecho internacional (lo que recuerda la si-tuación vivida 35 años atrás cuando el contencioso se planteaba con España).Sin embargo, el problema parece estar lejos de solucionarse. Mientras Nacio-nes Unidas mantiene —mediante sucesivas prórrogas cada seis meses— la mi-sión MINURSO en el Sahara con el fin de preparar el referéndum explicitado por el Plan Baker II, Marruecos se toma su tiempo y niega sistemáticamente aquél fundamentando su postura en que la inclusión de la opción por la indepencia podría cercenar el estado alauí. En este sentido, y pese a las sucesivas prórro-gas de la citada misión (con el coste no sólo económico sino de crédito político de la ONU), a Marruecos sólo le queda “esperar a ver pasar el cadáver del ene-migo”. En este sentido, la táctica tan árabe de dejar transcurrir el tiempo pue-de permitir a Marruecos salirse con la suya simplemente bloqueando todas las posibles soluciones mientras la misión de la ONU le posibilita no tener que en-frentarse al Frente Polisario. Pero, todo este proceso, ¿qué implicaciones tiene para España? ¿Qué postura adopta el estado español y cuál es la influencia sobre las relaciones hispano-marroquíes?Sin lugar a dudas, en este período España apoya el Plan Baker, quizá pensando que es la única salida posible al embrollo. Sin embargo, parece poco probable que el pueblo saharaui opte por una solución distinta de la que permite la inde-pendencia de Marruecos. En este sentido, Marruecos se ve fuertemente apoya-do por Francia, cuyo presidente (el conservador Jacques Chirac) ya había seña-lado en su visita de octubre de 2003 a Marruecos que apoyaría de nuevo la po-sición de este último país, lo cual suponía un alejamiento de la postura mante-nida por Argelia.

De esta forma, Marruecos se encuentra con un grave problema: con respec-to al llamado “Grupo de Amigos del Secretario General para el Sahara Occiden-ta” o “Grupo de los Cinco Amigos”128, se observa la neutralidad de Estados Uni-dos129, la oposición de España, Gran Bretaña y Rusia, y el solitario apoyo de Francia. Desde la optica alauí, sólo se puede pensar en la posibilidad de atraer hacia su lado o, al menos intentar neutralizar a uno de estos tres últimos paí-ses, pero ¿cómo y cuál? Con Estados Unidos, y pese a la firme voluntad marro-quí de luchar contra el terrorismo, lo cierto es que no tiene visos de éxito sobre todo si tenemos en cuenta que el Plan Baker está diseñado por el que fuera ex-secretario de Estado norteamericano y que, por tanto, estará apoyado sin fisu-ras por su gobierno. ¿Y con España?Lo cierto es que no tiene muchas posibilidades de éxito, pero teniendo en cuenta que en febrero/marzo de 2004 se vive un momento electoral en España con un posible (y finalmente producido) cambio de Gobierno, todos los intentos

128 Formado por España + los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidae, excepto China, y cuya naturaleza es consultiva.129 En un momento en el que Estados Unidos se vuelca en sus relaciones con España pero sin querer perjudi-car a Marruecos lo que lleva a Collin Powell a declarar que «Estados Unidos no quiere imponer ninguna solu-ción» a la vez que aboga por el Plan Baker II que no es aceptado por Marruecos.

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que se realicen son un paso positivo para desestablizar políticamente al go-bierno del “enemigo de Marruecos” (el presidente Aznar). De esta forma, comienzan a surgir los “incidentes”: primero es la invasión de dos “cazas” españoles del espacio aéreo marroquí en la ciudad de Nador (muy próxima a Melilla) el 5 de febrero a lo que se respondió por parte española rápi-damente indicando que se trataba de “dos aviones de enseñanza C-101 (...) que no llevan ningún tipo de armamento, ni cámaras ni otros sistemas de ob-servación» que se dirigían a realizar un ejercicio sobre Melilla pero que «debido a las adversas condiciones metereológicas (visibilidad en la zona muy escasa y techo de nubes muy bajo) se produjo una desviación de la ruta de aproxima-ción de los aviones que el Gobierno español lamenta» (comunicado de la OID de fecha 7 de febrero de 2004)130; poco después se trata de la condecoración de los militares que participaron en la operación para recuperar el islote Perejil; y para concluir se basan en las palabras del entonces Ministro de Defensa que señaló en un acto que XXXXXXXXXXPor las mismas fechas se conoce que el Presidente en funciones del Gobierno español tiene intención de visitar Ceuta y Melilla antes de las elecciones131. Y, nuevamente, esto supone un pretendido incidente para el Gobierno marroquí, quizá debido a que insisten en que la cuestión de ambas plazas no está zanja-da y son territorios «en litigio», a lo cual el Gobierno de Madrid responde en el sentido de que son y serán ciudades españolas132. Sin embargo, no debe olvidarse que se ha producido un vuelco electoral en Es-paña, vuelco catalizado por el atentado producido tres días antes de las elec-ciones generales y cuando todas las encuentras señalaban al Partido Popular como indiscutible vencedor en los comicios.Pero, este en este vuelco electoral, ¿tuvo algo que ver el reino alauíta? No cabe duda que el atentado fue magistralmente aprovechado por los partidos de iz-quierda (en especial el PSOE) para alzarse con la victoria electoral, pero no po-demos dejar de lado que si había algún país beneficiado en tal cambio de go-130 Ya en septiembre de 2002 fue inventada otra supuesta violación del espacio aéreo marroquí por fuerzas armadas españolas y que supuso la suspensión del viaje de Mohamed Benaissa (primer ministro marroquí) a España. Finalmente resultó ser una avioneta alquilada por la cadena de televisión Tele-5 la que “invadió” el espacio aéreo.131 Resultan sorprendentes dos noticias aparecidas en diciembre de 2005 respecto a la visita de mandatarios españoles a estas ciudades españolas: de un lado, que el Rey don Juan Carlos I aún no haya visitado —tras 31 años ostentado la Jefatura del Estado— ninguna de estas dos ciudades españoles, mientras que el número de visitas a Marruecos es bastante elevado (la última de ellas a mediados de 2006); de otro, el compromiso del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero de informar previamente a Rabat en el caso de que prevea una posible visita a estas ciudades. ¿Se está insinuando, por parte de quienes ostentan las más altas repre-sentaciones del Estado, que esas dos ciudades son objeto de conversación para determinar su nacionalidad? Y ello pese a que una propuetas aprobada en el Congreso en frebrero de 2006 determina claramente «…que las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla forman parte de forma incuestionable de la nación española —cu-riosa denominación para omitir hablar de España— y rechaza solemnemente cualquier petición de soberanía por parte del reino de Marruecos».132 En este sentido, resulta curioso que en las elecciones generales de 2004 —en las que el Partido Popular pierde el Gobierno de la Nación— el PP obtenga un mayor apoyo que en las de 2000 (en Ceuta se pasa de un 47,7% de apoyos en 2000 a un 59,4% en 2004; en Melilla se pasa del 49,8% al 54,7%), quizá como recuerdo de la postura mantenida en el conflicto del islote Perejil en julio de 2002.

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bierno, dicho país era Marruecos (y, sin lugar a dudas, también Francia como después se ha podido constatar). De hecho, la misma reacción del pueblo ma-rroquí celebrando la victoria socialista en España daba qué pensar.En este sentido, el diario El Mundo ha ido desvelando poco a poco una oculta trama en la que el peso de los servicios secretos de Marruecos comienza a to-mar forma. En septiembre de 2004 salía a la luz un libro de Casimiro García Abadillo (“11-M, La Venganza”) en el que ponía de relieve que ya en el año 2000 Mohamed VI advirtió en tono amenazador a Josep Piqué —a la sazón por aquel entonces Ministro de Asuntos Exteriores español—, que en un futuro po-dría ser probable un atentado terrorista islámico en nuestro país. Además, en círculos del CNI se especulaba con la “venganza del moro”, esto es, alguna re-presalia de Marruecos (ya fuese de manera directa o indirecta) sobre España a consecuencia de la forma en que se resolvió la crisis del islote Perejil133. Quizá no se trate más que de una mera coincidencia, pero las coincidencias en políti-ca (y más aún en la internacional) no existen.Los hechos estaban ahí: el nuevo gobierno del PSOE inició un diálogo y acerca-miento sin precendentes a Marruecos, dejando al margen la postura tradicional de España con respecto a la autoderterminación del Sáhara, realizando misio-nes miliares conjuntas a Haití y, en definitiva, poniendo de relieve un nuevo ai-re en las relaciones diplomáticas de ambos países que rayan en el servilismo hacia nuestro vecino del sur.

133 Es probable que la elección del 11-M fuese aleatoria aunque dentro del objetivo perseguido de realizar un vuelco en la política española, pero lo cierto es que otro 11 de marzo, en este caso de 1860, el general Echa -güe en el transcurso de la llamada “Guerra de África” expulsó a las tropas marroquíes de Samsa. En aquel momento O’Donnell era el presidente del Gobierno en España y había logrado la unidad de todos los españo-les con ocasión de la citada Guera; 144 años más tarde otro Presidente de Gobierno había logrado un objeti -vo similar con el conflicto de Perejil. ¿Casualidad?

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2004: CAMBIO DE GOBIERNO EN ESPAÑA, UN NUEVO GI-ROEn efecto, la llegada al poder del PSOE produjo un cambio en la orientación de la política internacional. Quizá el cambio más mediático fue el abandono de la alianza con Estados Unidos y Gran Bretaña, para pasar a depender del enton-ces eje franco-alemán. Pero, en el estricto marco geográfico que nos ocupa, no fue menos importante el alejamiento de Argelia y el paralelo y brusco acerca-miento a las posiciones de Marruecos en múltiples aspectos. Y no es porque no se viera venir: el 19 de abril de 2004 (es decir, apenas unos días después del cambio de Gobierno), la entonces vicepresidenta del Ejecutivo español –Mª Teresa Fernández de la Vega- hablaba de un reencuentro entre Es-paña y Marruecos tras un período de tiempo marcado por «reproches y tensio-nes innecesarias», no sabemos si quizá haciendo mención a la tensión genera-da por el “asunto Perejil”. Tal y como aventuraba Ángel Pérez (analista internacional) en un artículo publi-cado por el GEES el 20 de agosto de ese mismo año, todo apuntaba a que Es-paña volvería «a adoptar una forma poco innovadora, extremadamente ambi-gua y, probablemente, de resultados tan poco brillantes como de costumbre» con relación a Marruecos.Cambio de posición que no conllevó una mejora en la percepción internacional de nuestro país, dado que en junio de se producía un acuerdo entre Estados Unidos y Marruecos en materia de libre comercio y cooperación militar (se otor-ga a Marruecos el estatus de aliado preferencial fuera de la OTAN)134 y, parale-lamente, un acuerdo entre el reino alauí y Francia en diversos aspectos políti-co-económicos que dejan poco margen de maniobra a España. Dichos acuer-dos, qué duda cabe, estaban siendo encauzados desde tiempo atrás (en el ca-so del indicado con Estados Unidos, desde 2002), por lo que la relevancia de que se produzcan con gran difusión y al poco de la llegada del nuevo gabinete español tiene, sobre todo, una trascendencia política basada en mostrar que Marruecos había roto su aislamiento posterior a los hechos de Perejil, mientras que España se encontraba cada vez más abandonada a su suerte en una serie de alianzas de escaso o nulo provecho135.En todo caso, una nueva política parece que bien recibida por los terroristas autores del 11-M que en palabras de Rabei Osman “El Egipcio” señala que el nuevo Presidente del Gobierno español fue «muy listo porque ha entendido en-seguida el valor de los árabes y, nada más ser investido jefe del Gobierno, ha abierto enseguida un diálogo con marroquíes y árabes». Sin lugar a dudas, 134 Desde luego resulta ciertamente curiosa la firma de este acuerdo pocos meses después del regreso del PSOE al poder en España, teniendo en cuenta que un acuerdo similar entre Estados Unidos y Marruecos se firmó en mayo de 1982, también justo coincidiendo con la esperada entrada de un gobierno socialista al po-der en nuestro país.135 A día de hoy, casi a mediados de 2007, las relaciones entre España y Estados Unidos aún no se han re-compuesto tras la retirada española de Irak y las extrañas alianzas llevadas a cabo por el Gobierno Zapatero con países y organizaciones de dudosa reputación internacional (el movimiento terrorista Hamás, la Cuba de Fidel Castro, la Venezuela de Chávez y “perlas” similares).

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unas declaraciones inquietantes y más si tenemos en cuenta que en 2005 fue nombrado como jefe de uno de los servicios secretos marroquíes Yasin Mansu-ri, uno de los “apoyos” del partido islamista Partido de Justicia y Desarrollo. Desde luego, una peligrosa combinación.Las relaciones entre España y Marruecos siguen centrándose en los mismos te-mas que antaño (Sahara, Ceuta y Melilla, inmigración,...) sólo que el punto de vista español ha variado sustancialmente.Es preocupante, en todo caso, que el Gobierno alauita no haya modificado en absoluto sus posturas hacia otras más transigentes. Quizá el motivo de ello se base en que para las estructuras de poder alauitas, el “factor nacionalista” sea extremadamente importante para mantener una cierta estabilidad en el país. Resulta interesante en este sentido observar que, en las elecciones legislativas de septiembre de 2007, el partido nacionalista Istiqlal se impuso a los naciona-listas moderados del Partido Justicia y Desarrollo, todo ello con claras acusacio-nes ed este último de “corrupción” y “desorganización” y con un clamoroso 63% de abstención. Definitivamente, el nacionalismo se ha convertido en la se-ña de identidad de Marruecos.

A) SaharaEn cuanto al Sahara, la posición de España ha dado un giro espectaular. Par-tiendo de las palabras del Ministro de Asuntos Exteriores. M. Angel Moratinos, en el sentido de que si no resolvía al conflicto del Sahara viviríamos «situacio-nes como el 11-M» (lo que apunta a la posibilidad de un posible chantaje por parte de Marruecos si no se apoyaban sus tesis), lo cierto es que la postura es-pañola fue gradualmente cambiando desde una petición más o menos timorata que abogaba por el derecho de audeterminación del Sahara —posición mante-nida por todos los gobiernos de la Democracia— a otra en la que las tesis ma-rroquíes han llegado a ser las aceptadas por el Gobierno español.En este contexto, y poco después de tomar posesión el gobierno socialista en Madrid, sale a luz un escándalo mayúsculo, a saber: el deseo de España —a través de la correo de transmisión francesa— de resolver el problema del Saha-ra mediante un acuerdo entre Marruecos, Argelia, España y...Francia, dejando de lado a Mauritania y, sobre todo, al propio pueblo saharui. Sin embargo, Ar-gelia no se presta a este juego en el que se pretende centrar en Francia el pa -pel predominante y otorgar a Marruecos la soberanía sobre el Sahara, y es su propio Ministro de Asuntos Exteriores, ante su colega español, el que pone al descubierto esta operación. Argelia –siempre defendiendo a su protegido saha-raui- no olvidó fácilmente éste y otros desplantes españoles relacionados prin-cipalmente con “la cuestión saharaui” y con el tiempo pasaría a tomar una me-dida que afectaba directamente a las empresas gasistas españolas en Argelia, cual era la de romper el contrato para explotar el gas argelino.

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Por otra parte, de for-ma paralela a este cambio de postura se producía la dimisión de James Baker como enviado especial de Secretario General de la ONU para el conflic-to del Sahara ante la imposibilidad de im-plantar el Plan Baker II. Qué duda cabe que a Marruecos no le sa-

tisfacía este plan, pero ciertamente tampoco España lo venía apoyando desde la toma de posesión del nuevo gobierno socialista si nos atenemos a las pala-bras de su Ministro de AAEE al señalar que Baker había perdido « la credibilidad y el respeto» de una de las partes en el conflicto y «cuando se pierde la credi-bilidad y el respeto y, por lo tanto, la aceptación de una parte, es difícil solucio-nar el problema». En definitiva, que como Marruecos no aceptaba el Plan Baker, lo que había que hacer es sustituir este plan por otro más aceptable por el reino alauita, olvidan-do los derechos del pueblo saharaui de los que es garante España en tanto que potencia administradora. Algo que en septiembre confirmaba el citado Ministro al señalar que el Plan Baker II «no es sacrosanto aunque sea un punto de refe-rencia». Curiosa forma de definir un plan que suponía un punto medio entre las aspiraciones saharauis y los deseos de Marruecos. Más curioso aún si tenemos en cuenta que un año más tarde, el mismo Ministro hablaba de encontrar una solución «justa, definitiva, acorde con la legalidad in-ternacional y aceptada por las partes». Frase en todo caso que encierra algu-nos interrogantes: ¿no es “justa” una solución que devuelve a los saharauis su país que fue ocupado militarmente y de forma ilegal por Marruecos hace más de 30 años?; ¿no sería “definitiva” si, en vez de buscarse unos acuerdos poco éticos que satisfagan a nuestro vecino del sur, España se esforzara en hacer cumplir la independencia del Sahara –tal y como ordenaban nuestros compro-misos internacionales de 1975?; ¿no es “acorde a la legalidad internacional” la solución que pasa por la independencia saharaui según se desprende de las primeras Resoluciones de la ONU y del Dictamen del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya de 1975?; ¿es imprescindible el acuerdo de todas las partes cuando hay una —Marruecos— que no cejará en su empeño de que el Sahara sea una provincia dentro del reino alauita?Es muy importante señalar que no se trata de impedir a toda costa que Marrue-cos no se haga con el control del Sahara. Al margen de que dicha opción pueda interesar más o menos a los intereses españoles (posibles beneficios de que el Sahara no esté en manos de un marruecos claramente imperialista con sus ojos puestos en posesiones españolas, posibilidad de mejores acuerdos pes-

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Viñeta aparecida en el diario ABC 9 de septiembre de 2007Argelia nos pasaba factura por el acercamiento socialista a Marruecos

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queros con las autoridades saharauis que con las maroquíes…)136, lo cierto es que la anexión, por sí misma, no es una opción ilegal siempre y cuando sea fru-to de una decisión libre y democráctica del pueblo saharaui de conformidad con las Resoluciones de la ONU. Otra cosa muy distinta sería la reacción que pudiera tener al respecto el Frente Polisario en caso de que no se votase por la independencia, dado que es muy factible que algunos elementos más radicales pudieran llegar a optar por medi-das violentas (incluido el terrorismo) para intentar cambiar la situación.137 Al menos, éste es el punto de vista que esgrime Marruecos cada vez que puede en un intento de que Estados Unidos incluya al Frente Polisario como organiza-ción terrorista, si bien de momento no parece obtener éxito alguno en tal senti-do138. No obstante, desde medios saharauis se ha hecho pública declaración de respetar y aceptar el resultado del referéndum incluso en el caso de que no se optara por la independencia.Pero es que los apoyos internacionales al Plan Baker II poco a poco se van re-duciendo. Estados Unidos, que siempre había apoyado de una manera más o menos oficial a las tesis marroquíes, deja claro en julio de 2004 por boca de su presidente, que el problema debe ser resuelto lo antes posible, lo que induce a pensar que el apoyo norteamericano a Marruecos con respecto al problema del Sahara va a ser total, dejando de lado al pueblo saharaui. Francia, fiel a su alia-do norteafricano, apoya sin reservas las tesis marroquíes y Gran Bretaña se de-ja seducir por esta misma postura. Sólo Rusia sigue apoyando la tesis saharaui.Sin embargo, los saharauis siguen pensando que España puede jugar un papel favorable a sus intereses y así, en una entrevista celebrada el 26 de noviembre de 2004 en Madrid entre el representante de los saharauis (XXXX) y el Presi-dente Zapatero, el primero solicita que España se involucre más en la solución del conflicto, lo que ya había sido por el propio Senado español el 14 de sep-tiembre a iniciativa del Grupo Parlamentario Popular139. Pero la petición no es 136 Para un análisis sobre los posibles aspectos positivos para España de la independencia del Sahara, se pue-de consultar el estudio “Sáhara Occidental: Independencia, paz y seguridad” escrito por Carlos Ruíz Miguel y publicado en Cuadernos de Pensamiento Político nº 12.137 En el caso de Marruecos parece que la posibilidad se convertiría en certeza si tenemos en cuenta las de-claraciones de Hassan II en 1994 al preguntársele sobre la posibilidad de que se perdiera un hipotético refe-réndum. En tal caso «los partidarios de Marruecos en el Sáhara estarían expuestos a un genocidio y habrá que defenderlos. Marruecos se retirará, pero dejará a su gente los medios para sobrevivir asegurándoles su legítima defensa». Desde luego, han pasado ya más de diez años desde entonces y ha cambiado el Rey de Marruecos, pero sería interesante saber qué opina al respecto Mohamed VI.Contrasta esta declaración de intenciones (pretérita, es cierto, pero sin haber sido denunciada) con la que ofrece el Frente Polisario al hablar de su disposición «a negociar con el Reino de Marruecos, bajo los auspi-cios de las Naciones Unidas, las garantías que está dispuesto a otorgar a la población marroquí residente en el Sáhara Occidental durante 10 años, así como al Reino de Marruecos es aspectos políticos, económicos y de seguridad, en caso de que el referéndum de autodeterminación culmine con la independencia» (http://am-brasd.org/ES/infos/2007/abril/propuestaPoliabril07.html) 138 En febrero de 2006 se hizo una petición en tal sentido por parte del propio Mohamed VI. Sin embargo, Es-tados Unidos, por boca tanto de su entonces Secretario de Defensa Donald Rumsfeld como del entonces Di -rector del FBI, negaron tal posibilidad lo que provocó las iras del gobierno alauita.139 Puede consultarse, al respecto, el Diario de Sesiones del Senado de dicha fecha (VIII Legislatura, núm. 10). En la misma se ponía de manifiesto la evidente contradicción del nuevo gobierno socialista «que, por un la-do, mantiene un discurso en el que se apoya permanentemente el derecho a la autodeterminación del pue-

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escuchada por el ejecutivo español que da, como única respuesta, que España no tiene la solución al conflicto, si bien pocos meses atrás había sido el propio Presidente quien había indicado que en seis meses España propondría una so-lución justa al conflicto. Y todo en aras de la nueva epoca de amistad, rayando en la sumisión, de España con Marruecos.Mientras tanto, la inoperancia de la ONU tras el abandono de James Baker es más que patente y si ya el Comunicado oficial de la 4902ª sesión (privada) del Consejo de Seguridad se limita a informar del «constructivo intercambio de opi-niones con los representantes que aportan contingentes» a Minurso, la Resolu-ción 1598 (2005) de 28 de abril de 2005 —que prorroga el mandato de Minurso— hace un inusual llamamiento a que el Frente Polisario ponga en libertad a to-dos los prisioneros, lo que cumple en agosto liberando a unos 1.260 soldados alauitas prisioneros, sin que recíprocamente sean liberados los 207 presos por Marruecos que, según el Frente Polisario, son detenidos políticos.A mediados de 2005, ante la nula voluntad marroquí de llegar a un acuerdo sa-tisfactorio con el Frente Polisario y con el pretexto del trasalado de un detenido saharaui, surgen las manifestaciones saharauis en El Aaiún (antigua capital del Sahara español). Minimizada por los marroquíes140, la contundente respuesta marroquí llevó consigo el intento infructuoso de diversas delegaciones españo-las de visitar la zona141, delegaciones que fueron expulsadas en los mismos días en que el Ministro de Exteriores español se encontraba de visita oficial en Marruecos. Unas manifestaciones que, todo hay que decirlo, fueron convenien-temente magnificadas por algunos medios españoles que llegaron a denomi-narla como “Infifada saharaui” y que, como la primavera, pasó y no volvió a sa-berse nada más de ella.

A estas alturas de la situación, la situación se configura como sigue:- Naciones Unidas parace “haber tirado la toalla” si nos atenemos al infor-

me del Secretario General de la ONU que, en abril de 2006, aboga por la negociación directa entre las partes implicadas a fin de llegar a una solu-ción, optanto la ONU por retirarse del primer campo de la escena aunque en mayo de 2007 vuelve a plantear su intermediación entre ambos acto-res para conseguir una solución “mutuamente aceptable”.142

blo saharaui, pero acto seguido se niega la posibilidad de un referéndum tildándolo de imposible, contrapro-ducente e incluso anunciando que la celebración de ese referéndum generaría un grave conflicto en el área».140 Que incluso llegaron a sugerir la implicación de medios de comunicación españoles (veáse, al respecto, el editorial de la agencia oficial marroquí MAP de 28 de mayo de 2005 recogido por Libertad Digital el 30 de mayo). 141 En este sentido, el diario oficialista Le Matin du Sahara et du Magreb hablaba de que una de dichas dele-gaciones (en concreto, una que marchaba desde Madrid), estaba compuesto por vascos (falso en absoluto) y llegaba a comparar el problema saharaui con el vasco. Por otra parte, el gobierno marroquí manifestó su malestar por estas visitas, tal y como recoge el diario El País de 27 de junio de 2005.142 Conviene destacar, como hace el GEES, que esa solución “mutuamente aceptable” ya se estableció en 1988, luego en 1991 con el Plan de Arreglo de la ONU, el nuevo Plan de 1993, el Plan Baker de 1997 y el Plan

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Qué duda cabe que tras dieciseis años de operativo basado en una fuer-za de observadores en el Sahara143, unas fuerzas que salen caras144 a las arcas de la ONU pero cuya misión cada vez aparece menos clara y deli-mitada145, el Secretario General comprueba que dicha misión no está sir-viendo para nada.Constituye, en todo caso, una extraña decisión para una persona que en febrero del 2000 se expresó en los siguientes términos: «Se tardaron cinco años en negociar las propuestas de la ONU y el Plan de Arreglo; diez años más en tratar de aplicar ese plan. Entretanto, toda una gene-ración de refugiados saharauis nació y creció en los campamentos de Tinduf, en tanto que otros muchos de la primera generación han falleci-do sin haber podido regresar a su hogar». Sin embargo, conviene tener en cuenta que, pese a la ineficacia de la ONU por su incapacidad tanto real como política de imponer una solu-ción a una de las partes en conflicto (en este caso, Marruecos, como se-ñala el propio Secretario General), lo cierto es que los observadores de MINURSO suponen la última línea antes de volver a pasar a un enfrenta-miento militar. Por ello, y por mucho hastío que pudiera tener tanto el Secretario Gene-ral como las propias Naciones Unidas, lo cierto es que se trata de un conflicto generado en última instancia por la propia ONU que incluyó el Sahara como territorio a descolonizar a mediados del siglo XX y que no ha tenido la voluntad política necesaria para culminar el proceso, por lo que debería aprestarse a resolverlo imponiendo, si es preciso, el Plan Baker II a la parte que no lo acepta.Conviene aquí recordar algunos pasajes del texto de la Resolución 1514 (XV) de la ONU sobre la que se ha sustentado y sustenta la autodetermi-nación de los pueblos entre los que se incluye el Sáhara:

Baker II de 2003, sin que hasta la fecha se haya concretado el referéndum en el que los saharauis puedan pronunciarse sobre si desean integrarse en Marruecos o bien independizarse.143 Si bien el pasado esta fuerza llegó a contar hasta con 3.000 efectivos desplegados, en el año 2006 queda reducida a dos centenares de militares (que no pueden portar armas) y una cantidad similar de civiles.144 En el periodo 1991-2006 ya se habían gastado 600 millones de euros en esta misión.145 En el momento de la creación de Minurso, allá por el año 1991, siete eran las misiones a desarrollar: el control del alto el fuego, la liberación de los prisioneros de guerra, la reducción de las tropas de ambos con-tendientes, el retorno de los desplazados saharauis, la identificación y registro de los votantes a participar en el referéndum de autodeterminación, el desarrollo de la campaña correspondiente y la celebración de la con-sulta. Actualmente, solo los dos primeros están conseguidos (aunque sigue habiendo algunos incumplimien-tos). Por otra parte, más de cien mil solados marroquíes permanecen en el interior del muro del Sahara, difi-cultando en muchos caos la labor de los observadores de la ONU (bloqueo del equipo y material de la Misión, prohibición de patrullar determinadas áreas —llegando incluso a embestir con sus vehículos a los de la ONU—, obstáculos al avituallamiento de alimentos a los observadores de la ONU,…).En el año 2004, y según el Informe del Secretario General sobre la situación relativa al Sáhara Occidental de 27 de enero de 2005, el contingente los formaban 203 observadores militares distribuidos en 9 bases de ope-raciones en cinco poblaciones: Tinduf, Laayoune (El Aaiún), Smara, Awsard y Dakhia (antigua Villa Cisneros). Este contingente, formado por soldados de 25 países distintos (entre ellos 25 franceses pero, curiosamente, ningún español) realizaron en dicho año un total de 1046 patrullas terrestres y 89 aéreas.

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«La Asamblea General(…) Convencida de que todos los pueblos tienen un derecho inalienable a la libertad absoluta, al ejercicio de su soberanía y a la integridad de su territorio nacional.(…) Declara que:(…) 2. Todos los pueblos tienen el derecho de libre determina-ción; en virtud de este derecho, determinan libremente su con-dición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural.(…) 5. …deberán tomarse inmediatamente medidas para tras-pasar todos los poderes a los pueblos de esos territorios, sin condiciones ni reservas, en conformidad con su voluntad y sus deseos libremente expresados, y sin distinción de raza, credo ni color, para permitirles gozar de una libertad y una indepen-dencia absolutas.6. Todo intento encaminado a quebrantar total o parciualmen-te la unidad nacional y la integridad territorial de un paós es in-compatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas…»

- Marruecos, mientras tanto, sigue contando con el factor “tiempo” a su favor, consciente de que la “cuestión del Sahara” es vital no solo para el país sino para el propio Rey. Sabedor de que tanto Francia como Estados Unidos —con la inestimable neutralidad mauritana tras el golpe de esta-do en 2005, y la española con el Gobierno Zapatero— están de su parte, nada tiene que temer, por lo que sabe que finalmente se reconocerá una soberanía de facto; soberanía de facto que se está reconociendo cuando la propia ONU acepta su incapacidad para resolver el conflicto. En este sentido, la aprobación de un Plan de Autonomía para el Sahara, presentado en (indicar fecha) y consensuado con todos los partidos polí-ticos marroquíes, no hace sino complicar un proceso negociador en el que Marruecos no podrá aceptar públicamente otra salida que no pase por la integración legal del Sahara en el reino146. Para Marruecos supone, hoy por hoy y según diferentes analistas, la única solución viable que po-dría permitir una cierta autonomía para los saharauis, sin que Marruecos renunciase a su “provincia” y al coste relativamente asequible de modifi-car su Constitución para permitir dicha autonomía. No obstante, quedan por salvar dos obstáculos realmente importantes: 1) Que “autonomía” no es sinónimo de “autodeterminación”, que es el derecho reconocidos a los saharauis en base a la Resolución 1514 (XV); 2) Habría que ver real-mente en qué consiste dicha autonomía y, sobre todo, si las restantes regiones de Marruecos aceptarían vivir en un sistema menos descentrali-zado que la “provincia rebelde del Sur”.

146 Dicho plan establece un sistema autonómico para el Sahara similar al establecido en el modelo autonómi-co español.

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Por otra parte, el factor tiempo beneficia a los Gobiernos alauitas en el sentido de ofrecerles una coartada para no acometer de manera decidi-da el proceso de reformas políticas y económicas a pesar de los avances experimentados en los últimos años. Todo ello, además, de la excusa perfecta para aglutinar en torno al Rey a unos maroquíes que ven cómo su situación económica y social empeora cada día y que permite, de mo-mento, “parar los pies” a los partidos islamistas en un momento de ex-pansión patente de dichas ideas.

- El Frente Polisario ve su lucha en uno de los momentos más bajos, tanto por la ausencia de apoyos internacionales de peso (Rusia y Argelia no dejan de ser países de segunda fila en el actual orden internacional) co-mo por la imposibilidad de volver a empuñar las armas debido a la au-sencia de efectivos jóvenes que deseen hacerlo y a la posible asimilación internacional a un movimiento terrorista justo en un momento en que la sociedad occidental se haya especialmente sensibilizada al respecto. En este sentido, las múltiples declaraciones del presidente de la RASD —Mohamed Abdelaziz— advirtiendo de una reapertura de las hostilidades, como la frecuente exhibición armamentística, no dejan de ser “faroles” con un eminente e insatisfactorio objetivo político.El Frente Polisario es consciente de que su problemática es de carácter residual para la comunidad internacional que tiene frentes abiertos mu-cho más importantes para el primer mundo: Iraq, la cuestión arabe-isra-elí, el potencial nuclear de Irán y Corea del Norte… Por otra parte, hay quienes apuntan a que el Frente Polisario carece de capacidad para jugar un papel importante en una eventual solución polí-tica negociada147 debido a su intransigencia respecto de cualquier vía que no lleve a la autodeterminación, por lo que sería preferible obviar su presencia y acometer un proceso político “sin ganadores ni perdedores”. Tesis que, en todo caso, parece obviar el espíritu y la letra de la infinidad de Resoluciones y Dictámenes de Naciones Unidas, así como múltiples declaraciones en las que si bien se deja claro que Frente Polisario no equivale al Sahara Occidental, sí es una pieza clave para la solución del problema y no, como parecen sugerir dichos autores, un obstáculo para la misma.

- España, sin alinearse claramente con el posicionamiento marroquí, no deja de mostrar una calculada indefinición que si bien le permite hacer declaraciones grandilocuentes a favor de “una solución política negocia-da”, en líneas generales se manifiesta tendenciosamente a favor de Ma-rruecos. Para muestra, la actitud del Rey don Juan Carlos que ha pasado de la engolada afirmación de cumplir con nuestros compromisos hecha en El Aaiún en 1975 a mostrar su evidente sintonía con el Rey de Ma-

147 Al respecto, el informe realizado por el European Strategic Intelligence and Security Center (ESIC) y que lleva por título “Frente Polisario: ¿Socio digno de crédito en las negociaciones o secuela de la Guerra Fría y obstáculo en la búsqueda de una solución política al conflicto del Sáhara occidental?”.

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rruecos148. Hasta tal punto llega este acercamiento que la RASD habla de que el gobierno español no está a la altura de las circunstancias. El Go-bierno socialista salido de las elecciones de 2004 ha llegado a cosechar, en este sentido, al menos dos clamorosos fracasos cuando el Parlamento en pleno le ha instado a respetar la legalidad internacional, aunque ello no haya evitado declaraciones abogando por otras soluciones alternati-vas a la mediación de la ONU o por la búsqueda de opciones que respe-ten los derechos de ambas partes.

- Argelia, por su parte, sigue apoyando la creación de una estado saharaui que le sirva de colchón respecto a su vecino occidental, lo que motiva frecuentes desencuentros con Rabat. Queda por ver, sin embargo, si el apoyo se seguirá manifestando tan contundentemente una vez que el acercamiento entre Washington y Argel se consume, y ante la nueva si-tuación provocada por la “huida” de la ONU de este problema.

- Francia sigue fiel a su apoyo a Marruecos, su socio comercial privilegiado fuera de la UE, y con el que mantiene lazos muy fuertes. Además, el gol-pe de estado en Mauritania en 2005, volvió a dicho país a la esfera fran-cesa, de forma que su posición ha sido reforzada en el Magreb con las consecuencias favorables que ello implica para Marruecos.

- Estados Unidos, consciente de la necesidad de contar un firme aliado en la zona del Estrecho (por mucho que algunos analistas marroquíes ha-blen de la nula importancia de esta zona en el actual contexto interna-cional), y ante los vaivenes políticos en España, prefiere optar por el ca-ballo ganador que representa Marruecos antes que por un Frente Polisa-rio demasiado cercano a posturas islamistas y que le podría llevar a po-ner a un nuevo Saddam al frente de un país con grandes recursos pes-queros e incipientes recursos petroleros. No obstante, el interés nortea-mericano en mantener las mejores relaciones posibles con Argelia (hay interesantes contratos gasísticos en juego, así como aspectos estratégi-cos relevantes) evitan de momento que Estados Unidos puedan contra-riar a Argel respecto a un tema tan sensible para dicho país como lo es la cuestión del Sahara. Es previsible, por tanto, que de momento, EEUU oscilen entre la neutralidad activa y la búsqueda de soluciones innovado-ras a tal conflicto y que permitan desarrollar excelentes relaciones tanto con Marruecos como con Argelia.

En definitiva, tal y como se indicaba en el diario ABC de 28 de abril de 2004, «sin la presión de EEUU (absorvida por Iraq), sin la implicación de la ex metró-poli, sin que el Secretario General [de la ONU] fuerce la mano, Marruecos lleva las de ganar».

B) Ceuta, Melilla y demás posesiones

148 Contrasta esta posición, sin lugar a dudas, con la mantenida por otros Gobiernos sin ningún tipo de res-ponsabilidad legal al respecto, como es el caso del noruego que llegó a sustituir a su embajador en Rabat por haberse manifestado a favor del establecimiento de empresas pesqueras noruegas en aguas del Sahara Oc-cidental, lo cual venía a implicar la aceptación de la soberanía marroquí sobre las mismas.

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Desde luego, la nueva arribada del PSOE al poder en 2004 trajo muchos cam-bios Ceuta y Melilla. Por de pronto, el nuevo Presidente nombró como asesor personal a Máximo Cajal, un ex embajador que había llegado a proponer la ce-sión de la soberanía española de Ceuta y Melilla [y, entendemos, que también las restantes pequeñas posesiones en el norte de África] a Marruecos. Desde luego, toda una declaración de intenciones.Justo un año más tarde, en la sesión de la Co-misión de Defensa del Congreso de los Diputa-dos de 18 de abril de 2005 se pone de mani-fiesto la venta de cañones de segunda mano a Marruecos por el simbólico precio de 1 euro la unidad (una forma encubierta de cesión)149. Al poco sale a la luz la noticia de una venta de unos 20 carros de combate M-60 A3 estaciona-dos en Ceuta y Melilla ante la inminente llega-da de los nuevos Leopard 2 A6 bajo el compro-miso de que Marruecos no los utilizara en el norte del país (esto es, contra España)150, algo que a la postre desmentiría el Gobierno español151 pese a que fuentes oficiales hubiesen confirmado anteriormente que la venta era fruto de «la normalización de las relaciones bilaterales emprendidas por el Gobierno de Zapatero».Pero si los gestos conscientes y voluntarios estaban ahí, los presuntamente in-voluntarios no dan precisamente tranquilidad a los ciuadanos de estas ciuda-des españolas. Y es que en ese mismo 2005, en la redacción de un memorán-dum para la concesión de fondos de ayuda firmado con la Unión Europea, Ma-rruecos logró introducir a Ceuta y Melilla como “ciudades ocupadas” debiendo ser la presidencia británica de la UE la que hubiera de rechazar esta pretensión ante la nula actividad desplegada por España152.Errores todos ellos que intentó expiar el Presidente del Gobierno visitando a ini-cios de 2006 las ciudades de Ceuta y Melilla, no sin antes haberse tenido que enfrentar a dimes y diretes con Marruecos acerca de la conveniencia, si no ab-soluta imposición por parte del reino alauita, de comunicar a nuestro vecino es-te tipo de viajes que suponen “tan grave afrenta para Mohamed VI”. Finalmen-

149 En la misma, el diputado por Coalición Canaria, Luis Mardones, hacía referencia a un informe emitido por Amnistía Internacional, Greenpeace e Intermón Oxfam y mostraba su preocupación por dicha venta teniendo en cuenta «...la vecindad que tenemos con el problema candente del Sahara, el enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas marroquíes y el Frente Polisario y todo lo que ocurre en el antiguo Sahara Occidenteal es-pañol, a 100 kilómetros de las costas canarias...»150 Según la información publicada por el diario La Razón el 1 de mayo de 2005, la fuente de la misma fueron los servicios de inteligencia de Marruecos confirmado por el boletín confidencial «Al Usbue Siasia», editado en Rabat, y próximo a los servicios de inteligencia. 151 Hay que tener presente que poco días más tarde de que se publicara la noticia, Defensa negó categórica -mente dicha información, lo cual no evita la inquietud de los ciudadanos de Ceuta y Melilla con respecto al extraño acercamiento del Gobierno Zapatero a Rabat.152 Citado por Marcos R. Pérez en “Melilla y Ceuta: ¿Nuevo talón de Aquiles en la política exterior española?” publicado por el Grupo de Estudios Estratégicos GEES.

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M-60 A3 similar a la veintena que se ru-moreó que se iban a vender a Marrue-

cos de los encuadrados en Ceuta y Meli-lla

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te, el Presidente Zapatero visitó las ciudades autónomas, suponemos que con la aquiescencia previa de Rabat, lo que no evitó que el Boletín de Prensa Árabe hablara de «visita deplorable y hostil» y que advirtiera claramente que la mis-ma no tendría como consecuencia la renuncia de Marruecos a dichas ciudades porque dicho país «está decidido a recuperarlas» (Editorial del Boletín de Pren-sa Árabe, de 30 de enero de 2006).Sin embargo, los hechos son tozudos y por más que la visita del Presidente die-ra lugar a una cierta tranquilidad entre ceutíes y melillenses, lo cierto es que el Gobierno ha proseguido con una suicida política de apaciguamiento con Marruecos hasta el extremo de conceder de facto a Marruecos una pequeña franja de terreno en Melilla en la que se iba a levantar una nueva valla de separación y que fue contestada por Marruecos. Y todo en aras a evitar enfreanta-mientos con el reino alauita, sin percatarnos en que la firmeza no es causa de enfrentamiento, sino de seguridad, mientras que la permisividad se puede convertir en un pesado lastre y en ori-gen de males mayores.A mayores, tal y como se verá en el siguiente apartado, el terro-rismo yihadista pone sus ojos en estas ciudades a fin de “liberar-las” de la ocupación española.c) TerrorismoLos atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, a fecha de cierre de este estudio, están bastante lejos de esclarecerse. Independientemente de la inten-cionalidad política perseguida —que no era otra que la de derribar un gobierno y asegurarse de que no saliera reelegido— cabe preguntarse quién o quiénes fueron los auténticos beneficiados de este cambio gubernamental.Desde luego, que ya ha quedado atrás la teoría de que los únicos beneficiados fueron el mundo islámico en general por la salida de las tropas españolas en Irak. Aunque es cierto que dicha retirada fue interpretada en dicho mundo islá-mico como una victoria consecuencia de aquellos atentados, lo cierto es que según muy diversas informaciones dichos atentados no solo se planificaron an-tes de la Guerra de 2003, sino que además las células islamistas pretendieron volver a golpear en España una vez tomada la decisión de abandonar Irak.Por tanto, habrá que buscar otros damnificados.Un segundo país beneficiado qué duda cabe que fue Francia, que volvió a ad-quirir una preeminencia en el concierto europeo que le estaba siendo negada por España en los últimos años. Independientemente de algunas teorías que apuntan hacia un ocultamiento de información por parte de los servicios secre-tos franceses, parece cuanto menos difícil de asimilar que un país europeo y aliado hubiese cometido tal felonía (aunque cosas más raras se han visto).El último gran beneficiado por el cambio gubernamental es Marruecos. Así lo atestigua la calurosa bienvenida realizada por el rey Mohamed VI al Presidente Zapatero en su primera visita de éste al reino alauita y en la que el primero

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manifestó su gran entusiasmo por el cambio político producido en España. In-dependientemente de algunos puntos oscuros que parecen relacionar a algu-nos miembros del PSOE con los servicios secretos marroquíes en este aspecto, lo cierto es que los terroristas ejecutores materiales (aún faltan por determinar los intelectuales) del atentado eran de nacionalidad marroquí.Preocupados por estas latitudes hispanas nuestras por los terroristas vascos, seguimos sin mirar a nuestro vecino del sur como base de operaciones de te-rroristas de inspiración islamista. Pero conviene tener presentes algunos datos que muestran la peligrosidad de algunos de sus nacionales: un 73% de su po-blación tiene una percepción desfavorable de los cristianos, un 74% justifica el terrorismo palestino y un 26% ven con simpatías las figura de Bin Laden (en 2003 este porcentaje era ¡del 45%!), mientras que para un 75% de los marro-quíes un buen gobernante ha de ser religioso. Todo ello en unos momentos en los que cada vez más se lee y oye a los islamistas abogando por la imperiosa necesidad de recuperar Al-Andalus para los musulmanes.¿Cómo pueden influir estos datos en el Gobierno marroquí –Majzén? y, sobre todo, ¿qué implicaciones puede tener para España? La influencia islamista, pe-se a los intentos por parte de Mohamed VI por controlarla y reconducirla a cau-ces aceptables de comportamiento, sigue creciendo poco a poco motivada por un mal disimulado choque de civilizaciones alentado por los islamistas radica-les y que tiene su diana principal en Estados Unidos. Pero nótese que se habla de “diana principal” y no de “única diana”. En reali-dad, se trata de todo un estilo de vida —el occidental— el que está en peligro; y en ese estilo de vida también se encuentra España. Solo que, además, tal y como se ha indicado más arriba, España cuenta con una particularidad especialmente sensible a los islamistas: en su territorio se encuentra el antiguo Al-Andalus, el territorio a recuperar para los musulmanes. Resulta en este sentido clarificador que en mayo de 2006 en una página web de Al-Qaeda apareciera una proclama instando a declarar “la guerra al Estado infiel español y liberar las ciudades ocupadas de Ceuta y Melilla”, poniéndose de relieve un salto cualitativo en este tipo de amenazas al incluir ambas ciuda-des. No obstante, lo rocambolesco del caso es que no se haga una mención unitaria a dichas ciudades con el resto del Al-Andalus, sino que se segreguen ambos territorios como entidades distintas, lo que podría responder a que di-cho llamamiento no fue tan anónimo como las ocasiones requiere, sino que po-dría, insisto, podría obedecer a instrucciones precisas dadas desde las más al-tas instancias oficiales marroquíes en un intento de “meter el miedo en el cuer-po”.Hagamos un poco de política-ficción, quizá no demasiado descabellada, referi-da a nuestro vecino del sur: pongamos en el mismo saco a una sociedad cada vez más islamizada, con un índice de analfabetismo del 45%, con miles de in-migrantes legales e ilegales en nuestro país (en Ceuta y en Melilla hay alrede-dor de 10 mil marroquíes, mientras que en el conjunto de España la cifra supe-

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ra los 300 mil153), una población mayoritariamente joven (un 55% tiene menos de 25 años) con pocas o ningunas expectativas de futuro y un rey —Mohamed VI— acosado por los islamistas que cuestionan su papel político y religioso. Con estos datos, todos ellos reales, podemos sospechar que el Rey se decantara a conceder una cierta libertad de acción a los islamistas a fin de ir consiguiendo pequeños logros que culminaran con una campaña en plena regla (no necesa-riamente militar) que abogase por la incorporación de Al-Andalus a Marruecos y que le permitiera seguir gozando de sus prerrogativas reales (y sus intereses económicos centrados en el holding industrial y financiero ONA, perteneciente a la familia real). Y para conseguir dichos objetivos, de igual manera que existe la sospecha de que los servicios secretos marroquíes pudieron estar detrás del 11-M, podría darse el caso de utilizar el terrorismo como instrumento para al-canzar sus fines.A este respecto, conviene recordar tres hechos: la colocación de bombas en Ceuta y Melilla durante 1975 en plena crisis del Sahara Español y que es obvio que fueron colocadas por elementos pro-marroquíes si no mismamente por los mismos marroquíes; las amenazas de Mohamed VI a Josep Piqué en el año 2001 acerca de que España «aún» no tenía un problema de terrorismo islámi-co; y, por último, las declaraciones del Ministro de AAEE en 2004, el socialista Miguel Ángel Moratinos en el sentido de que si no deseábamos tener otro 11-M habría que llegar a un acuerdo sobre el Sahara (lógicamente, que beneficiase a Marruecos).Con todos estos datos, ¿interesa mantener una actitud sumisa respecto a Ma-rruecos? Evidentemente, no. La experiencia de los últimos decenios nos ha mostrado que la política de apaciguamiento con Marruecos solo sirve para que dicho país, valiéndose un recurso tan últil como es la osadía, incremente su presión en la certeza de que España cederá con tal de no ver perturbado su ni -vel de vida y la tranquilidad de los ciudadanos (el ejemplo más evidente es el abandono del Sahara). Cierto es que se ha hablado del 11-M como la «Vengan-za del moro» por el asunto de Perejil pero, ¿conviene ceder en nuestros dere-chos a cambio de una tranquilidad a corto plazo?Por ello, se pueden proponer dos líneas de actuación: de un lado, defender en todos los foros internacionales y bilaterales la españolidad de todos nuestros territorios, sin conceder la más mínima muestra de flexibilidad al respecto co-mo es el caso de la propuesta Comisión de Estudio hispano-marroquí sobre Ceuta y Melilla. Ha de quedar bien claro que dichos territorios son nacionales y lo seguirán siendo al precio que sea (la osadía ha de estar de nuestra parte), y que nuestra política internacional no habrá de estar sujeta a condicionantes de apaciguamiento con Marruecos154 , por lo que se hace preciso que España tome una postura decidida respecto del Sahara (una obligación moral olvidada desde 153 Fuente: Víctor Pérez-Díaz, Berta Álvarez-Miranda y Elisa Chuliá: La inmigración musulmana en Europa Turcos en Alemania, argelinos en Francia y marroquíes en España. Colección Estudios Sociales núm 15. Fun-dación La Caixa, 2004. Como dato a tener muy en cuenta, en los últimos 10 años, el número de marroquíes residentes en España se ha multiplicado por cinco.154 Recordemos la triste experiencia de apaciguamiento anglo-francés frente a Hitler en los años ’30 del s.XX

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hace largo tiempo) y respecto a las aguas territoriales y de Zona Económica Exclusiva en torno a nuestros territorios en el Atlántico y Mediterráneo. Es de-cir, se trata de actuar en la vertiente política del problema.Por otra parte, una segunda línea de actuación debe configurarse en torno a la idea de «ganarse los corazones y las mentes». Para ello, es preciso que la cola-boración española en territorios marroquíes se haga efectiva, sobre todo en aquellas zonas especialmente necesitadas (el Rif, por ejemplo) y en las que se podría frenar la influencia islamista mediante la asistencia sanitaria y educativa a cargo de cooperantes españoles, asistencia que viene siendo negada siste-máticamente por las autoridades marroquíes.Con estas dos medidas logaríamos, de un lado, impedir la posible tentación del Rey de Marruecos de sustentarse en los islamistas y sus actos terroristas para conservar el trono a costa de los intereses españoles; de otro, se actuaría en el origen del problema, dificultando la captación de jóvenes en circunstancias económico-sociales complejas por parte de los islamistas como “carne de ca-ñón” para conseguir sus objetivos.d) InmigraciónEn cuanto al aspecto migratorio, el gobierno alauita ha seguido utilizando la emigración ilegal hacia España como auténtica espada de Damocles con la que poner contra las cuerdas a Madrid. De esta manera, el flujo de inmigración ma-siva a España no solo se mantuvo en sus términos de llegadas de pateras a nuestras costas, sino que además se permitió —aunque Marruecos no quiera admitirlo— nuevas formas de llegar a España, entre la que mayor sorpresa causó fue el asalto reiterado de las vallas fronterizas en Ceuta en lo que venía a ser una nueva “Marcha Verde” a escala reducida, y que provocó algunos heri-dos de bala cuando, cínicamente, los gendarmes marroquíes –los mismos que habían permitido a los inmigrantes ilegales reunirse en torno a la valla de segu-ridad— dispararon contra los asaltantes achacando posteriormente la respon-sabilidad sobre las fuerzas del orden público españolas. A su vez, este hecho, llevó al despliegue en las fronteras de Ceuta y Melilla de soldados españoles con la misión de vigilar dichas fronteras de asaltos masivos por parte de los in-migrantes155, así como al levantamiento de nuevas vallas (no sin que la instala-ción de estas últimas fuera gravemente obstaculizada por Marruecos hasta el punto de que soldados marroquíes se asentaran en la zona española de la fron-tera expulsando a los obreros que debían levantar aquélla)156 y sin que el Go-bierno español realizara una protesta formal.

155 Al respecto, resultan chocantes tres aspectos: de un lado, el hecho de enviar tropas militares a una mi-sión realmente de policía, haciéndoles cumplir unas funciones para las cuales no están entrenadas; en se-gundo lugar, el importante hecho de que dichas tropas patrullaran la frontera con sus armas “sin munición” lo cual restaba inconmensurablemente el elemento disuasorio; por último, y tal y como desvelaba el GEES en su artículo “¿Para qué sirve el Ejército?”, el hecho de que «más de un tercio de los soldados de las guarnicio-nes de ambas ciudades son de origen marroquí, musulmanes de religión y ni siquiera residentes en España pues cruzan la frontera todas las tardes para dormir en su hogar, que es Marruecos». Sobran más comenta-rios.156 Libertad Digital, 28 de diciembre de 2005.

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La solución a la cuestión migratoria es evidente para Marruecos: si España re-nuncia a Ceuta, Melilla y los islotes españoles, ya no habrá más avalanchas de inmigrantes. La idea no se apunta como hipótesis de este estudio, sino que res-ponde a la opinión vertida por el diario marroquí “L’Opinion”157 que propone la retrocesión158 de dichos territorios a fin de favorecer entre ambos países «el entendimiento y la cordialidad» pudiendo concentrar «sus esfuerzos en la vigi-lancia de sus costas».Cabe suponer que, por este derrotero, en no mucho tiempo nos podríamos en-contrar con una renuncia española a las ciudades de Ceuta y Melilla si se obtu-viese Gibraltar, opción no descartable teniendo en cuenta el peligroso antece-dente de Miguel Primo de Rivera que ya en 1923 tanteó esta posibilidad. Algo quizá no demasiado descabellado si tenemos en cuenta la opinión de algunos de nuestros gobernantes cuando hablan de que «no hay ningún tema tabú y que todos los asuntos se pueden poner sobre la mesa para discutirlos y nego-ciarlos»159.e) Determinación de aguas territorialesAl margen del problema suscitado, en cuanto a este punto, con respecto a las aguas territoriales saharauis (que poseen uno de los mayores bancos pesque-ros y que son ampliamente codiciados por las principales potencias pesqueras que pagan cuantiosas cantidades a Marruecos), un aspecto de enorme trasce-dencia en las relaciones bilaterales es el relativo a la determinación de las aguas territoriales de cada país.Se trata de un aspecto fundamental tanto por lo que se refiere a la explotación de los recursos pesqueros que pudieran corresponder a cada país, como cuan-do porque en los últimos años se han descubierto ciertos yacimientos petrolífe-ros que son objeto de controversia entre ambos países por cuanto el úno niega al otro el derecho a conceder las oportunas licencias.En este sentido, en marzo de 2000 ya España hubo de realizar una protesta formal ante Marruecos por la concesión de una licencia de explotación de un yacimiento petrolífero en lo que se consideraron aguas españolas. Pues bien, en julio de 2004 la situación se repite y nuevamente España se ve obligada a protestar formalmente aunque con escaso éxito.Según las autoridades alauitas, son aguas territoriales de Marruecos aquellas que se sitúan sobre la plataforma continental de la que forma parte Marruecos, sin tener en cuenta el criterio de la mediada entre la costa maroquí y las costas españolas.

157 L’Opinion, 3 de octubre de 2005.158 Recordemos que el término “retrocesión” supone la acción de ceder algo a uno el derecho o cosa que él había cedido antes, lo que –desde luego- nada tiene que ver con Ceuta o Melilla que no fueron cedidas por Marruecos (entre otras cosas porque tal país no existía en los tiempos en que las ciudades fueron conquista-das por portugueses y castellanos respectivamente).159 Declaraciones del Presidente de la Junta de Andalucía, el socialista Manuel Chaves (Libertad Digital, 17 de marzo de 2005).

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El problema, por tanto y en base a este criterio, es mucho más grave pues afectaría a la propia españolidad de las Islas Canarias (recordemos el mapa de Marruecos existente en Rabat y que incluye, entre otro territorio español, el co-rrespondiente a las Islas Canarias), dado que según aquel, las Canarias supo-nen sencillamente un territorio emergido de la plataforma continental marro-quí. En base a ello, y tal como expuso acertadamente el diputado Ricomá de Caste-llarnau (del Partido Popular), se impone «conseguir un acuerdo con Marruecos de delimitación de las fronteras marítimas» bajo tres condiciones irrenuncia-bles:

«por un lado, la exigencia de la plena soberanía sobre las aguas te-rritoriales correspondientes a Ceuta, a Melilla, al Peñón de Vélez de la Gomera, y a las Islas de Alborán, Alhucemas, Perejil160 y Chafari-nas; por otro lado, establecinedo la delimitación de la zona econó-mica exclusiva frente a las Canarias, bajo el princiopio básico de la equidistancia; y ,finalmente, considerando que la negociación de la zona económica exclusiva y de la plataforma continental en el Atlántico debe realizarse siempre, exclusivamente, al norte del pa-ralelo 27.40, es decir, a partir de la línea fronteriza entre Marruecos y el Sáhara Occidental, precisamente para salvaguardar los legíti-mos derechos del pueblo saharaui»161.

ConclusionesA lo largo de las anteriores páginas se ha podido comprobar que las relaciones hispano-marroquíes han sido, desde siempre, un tira y afloja entre ambos go-160 Aquí al diputado popular le traicionó el subconsciente pues no hacía ni 3 años que la jefa de las diplomacia española Ana Palacio (miembro del Ejecutivo Aznar) había dejado claro que la operación militar sobre el islo -te Perejil pretendió devolver la isla al status quo anterior, sin entrar a dilucidar por tanto si tal islote era espa-ñol o marroquí. Tres años después, se sucede aparentemente un cambio de criterio que, ciertamente, no re-sulta en absoluto oportuno. La única explicación posible es que pudiera tratarse de no preconfigurar un Pere-jil marroquí debido a la omisión de dicho islote entre los territorios españoles.161 Boletin Oficial del Congreso, de 20 de abril de 2005.

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biernos. Marruecos, consciente del apoyo que le ofrecen tanto Francia (por ra-zones históricas y económicas) como Estados Unidos (por razones estratégicas y, desde el 11 de septiembre, de lucha antiterrorista), ha logrado imponer su estrategia de “riesgo calculado” frente a España, poniendo a los sucesivos go-biernos españoles ante la disyuntiva de ceder o enfrentarse a su vecino del Sur.Sea como fuere, se han observado muchos cambios en la postura española al respecto, abogando últimamente por la diplomacia en todos los frentes, pero dejando clara su iniciativa en el orden militar (no olvidemos que el uso legítimo de la fuerza es otro elemento de la política de Estado, pese a que a muchos no les guste) si viese claramente amenazado su territorio.La crisis del islote Perejil fue el detonante de esta postura que, aunque poco aceptada por la ciudadanía a largo plazo (pese a que en la toma del citado islo-te fue ampliamente apoyada por la sociedad española salvo posturas minorita-rias como la de Izquierda Unida que abogaba por una “solución pacífica del conflicto”), supone la única vía posible de normalizar, en pie de igualdad, las relaciones con Marruecos a corto plazo.Se trata, en todo caso, de que España no vuelva a aceptar la política de hechos consumados por parte de Marruecos. Es cierto que Joaquín Costa había señala-do que lo que España necesitaba no era sojuzgar a Marruecos, sino que «al otro lado del Estrecho se constituya una nación (...) aliada natural de España, unida a nosotros por vínculos de interés común, como lo está por vínculos de la vecindad y por los de la Historia», pero lo cierto es que hoy por hoy, por moti-vos económicos, políticos y geoestratégicos, Marruecos no es, ni puede ser con el actual régimen político, un aliado natural de España sino un rival al que es preciso controlar.

Hacer mapa con la ubicación de: islote Perejil, Ceuta, Peñón de Vélez de la Go-mera, Isla de Alborán, Islas de Alhucemas, Meilla e Islas Chafarinas.

Una nueva etapa parece vislumbrarse hacia finales de 2008. En ese momento se manifiesta como el momento de mayor virulencia de una nueva crisis eco-nómica, lo que da lugar a la convocatoria de una Cumbre en Washington para intentar reformar el sistema económico mundial. Como consecuencia de esta cumbre en la que inicialmente España no estaba invitada por no pertenecer ni al G-8 ni a los países en vías de desarrollo, el Presidente Zapatero busca por to-dos los medios acudir a dicha cumbre, consiguiendo finalmente que Francia le ceda un puesto como “invitado” a la cumbre, ante lo que el Presidente del Go-bierno español se mostró tan agradecido hasta hablar de que Francia “podía pedir lo que quisiera”. Y, ¿qué puede ser ese “quisiera”? Habida cuenta de la

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estrecha relación entre Francia y Marruecos, es fácil pensar por dónde pueden venir los tiros.

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a El citado libro es de obligada referencia para el entendimiento del conflicto entre los saharauis y Marruecos tras el abandono de España de la excolonia, así como de la posición de ésta última en dicho conflicto. Aun-que el libro abunda en la visión izquierdista del conflicto, ciertamente es de gran interés su lectura.

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