relación psicólogo-paciente en psicoterapia
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Relación psicólogo-paciente en psicoterapia, consulta y compilación con unas cuantas fuentesTRANSCRIPT
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas
Psicología
Relación psicólogo-paciente
Mauricio Velásquez Hernández
Medellín, Colombia
2015
Sobre la relación terapéutica.
La relación psicólogo-paciente que se da dentro del contexto clínico es un tema que
ha suscitado y suscita aún hoy una gran discusión por diversas razones; llamada de
diversas maneras como “relación terapéutica” “relación terapéutica de trabajo”
“alianza terapéutica” o “alianza del tratamiento” (entre otros), es un reconocido
factor de importancia en la terapia que tiene amplias implicaciones, y es quizá este
reconocimiento y la fuerza/efecto del proceso mismo lo que lo ha convertido en
objeto de numerosas investigaciones.
Las discusiones relacionadas con la relación terapéutica son muy amplias y
referentes a muchos aspectos, el sólo hecho de conceptualizar la relación
terapéutica misma por medio por ejemplo, de la búsqueda bibliográfica pertinente a
la conceptualización de este aspecto que han hecho diversos autores, conllevaría a
una recopilación de material muy extenso en cuanto cantidad y diverso en cuanto a
las diferencias entre los puntos de vista. Para poder empezar a mencionar los
aspectos más relevantes relacionados a la relación terapéutica, unos antiguos y
otros más actuales, resulta necesario hacer uso de una definición muy generalizada
sobre este aspecto, para con ayuda de esta definición ir resaltando los aspectos que
he encontrado son aún hoy fruto de discusión e investigación y se presentan como
un gran interrogante/oportunidad para contribuir a los procesos clínicos,
específicamente a los resultados (éxitos/fracasos) de éstos.
“La alianza de tratamiento (AT) es un término general que se refiere a un número de
procesos interpersonales en juego en el tratamiento psicológico, el cual se puede
considerar generalmente que actúa en paralelo a (y teóricamente independiente de)
técnicas de tratamiento estandarizadas específicas” (Elvins & Green, 2008).
Propongo tener como base esta somera definición de relación terapéutica (o AT
llamada en el texto fuente), si bien resulta un tanto superficial, resulta también muy
específica y abarca en cierta medida, o se relaciona con, cada uno de los aspectos
que he encontrado como relevantes con respecto al tema que me ocupa ahora, los
cuales he observado en mi búsqueda de material y de los cuales pretendo dar
cuenta en el presente trabajo. No pretendo realizar una comparación entre los
diversos autores que he consultado con respecto a la definición e ideal composición
de la relación terapéutica, ya que para empezar lo que he encontrado no se
contrapone sino que más bien en dichos textos se realiza un llamado apuntando en
la misma dirección y de manera casi complementaria, además, abarcar este tema
de dicha manera (definición e ideal composición) resultaría en una aproximación ahí
si realmente muy somera lindando con la futilidad. Pensar la relación terapéutica es
una cuestión que, pensada en el contexto actual, requiere ir más allá de la simple
aproximación ya mencionada, lo anterior es precisamente el llamado que he
encontrado en mis fuentes y del que quiero dar cuenta, si bien no comparando en
un sentido estricto, apoyándome y justificación con la ayuda de los diversos
autores.
Para proponer un orden a los temas que intento presentar, quisiera adelantarme y
referenciar ahora qué temas son esos precisamente; los temas si bien se relacionan
y contienen más de que lo que se menciona en primer momento, son dos
básicamente: a) La relación terapéutica en relación con la terapia psicológica en
cuanto cómo y por qué actuamos de cierta manera, la terapia, la relación en la
terapia y el modelo médico actual, y b) Cómo afecta la relación terapéutica al
proceso terapéutico en general.
La terapia, la relación en la terapia y el modelo médico actual.
Con respecto a este tema, o grupo de temas relacionados, resulta útil en primera
instancia pensar un segmento de la definición de relación terapéutica referenciada,
la cual la nombra como “número de procesos interpersonales en juego en el
tratamiento psicológico (…) qué actúa en paralelo a técnicas de tratamiento
estandarizadas específicas”. Lo primero respecto a este enunciado es la claridad de
“procesos interpersonales”, procesos entre las personas, dos como mínimo siendo
estrictos con la definición de interpersonal, esto nos deja claro que la relación
terapéutica independiente de como sea pensada e independiente de todos los
matices que le puedan ser atribuidos al término, finalmente se refiere a lo que
ocurre en el tratamiento psicológico en general, a la interacción entre el terapeuta y
el paciente que ocurre a la par que se implementa un plan o protocolo específico
dictado éste en forma de una específica técnica/terapia.
Así pues no es factible pensar las terapias psicológicas sin tener en consideración la
relación terapéutica que en estas se da, ambas son una en una amalgama, y por lo
tanto la manera en como pensamos y administramos la relación terapéutica se ve
afectada por como pensamos y administramos los procesos clínicos, al igual que
por los problemas relacionados a éstos. En primer momento podríamos pensar que
el principal problema relacionado a como pensamos y administramos los procesos
clínicos está relacionado a las escuelas de pensamiento, o las escuelas psicológicas
a los cuales éstos están adjudicados, esto es sin duda un factor importante, pero
directamente será mencionado en el otro grupo o subgrupo de temas a tratar, allí
adquiere un mejor lugar tras la exposición del presente tema, de momento,
propiamente pretendo referirme a los mecanismos bajo los cuales creamos,
seleccionamos y validamos terapias, quiero decir, el modelo médico actual.
Para resaltar cómo el modelo médico actual influye los procesos clínicos, resulta
necesario pensar la tendencia actual que incluso en nuestro contexto podemos ver,
y me refiero a la necesidad imperante cuando pensamos la asistencia psicológica
dentro de los programas de salud, de utilizar o aplicar terapias soportadas
empíricamente o “terapias basadas en la evidencia”.
Es una tendencia muy clara en especial cuando se intenta buscar bibliografía sobre
una terapia específica; si se quisiera dentro de las bases de datos bibliográficas
realizar una búsqueda referida a la fundamentación teórica de una terapia
específica, la mejor manera de hacerlo sería especificar los años de publicación
cercanos al desarrollo de la terapia y especificar además que el material sea un
libro o capítulo de libro, por lo demás, una primera búsqueda que sólo contenga
como palabras clave la terapia en cuestión, va a lanzar seguramente no una
investigación tipo estado del arte sobre el conocimiento que entra en juego en
dicha terapia, o una investigación donde empíricamente se validen los fundamentos
de aquella, el resultado más probable a surgir será una investigación en la cual se
realiza una prueba controlada aleatoriamente/prueba de control aleatorio (RCT)
para verificar la eficacia de dicha terapia.
Las pruebas de control aleatorio (RCT – “randomised controlled trial” o “randomised
control trial”) se han convertido en la regla de oro bajo la cual son seleccionados
actualmente los tratamientos (incluso los psicológicos) efectivos, y esta cualidad de
“efectivo” es otorgada bajo el concepto de mayor número de personas con
respuestas positivas a un determinado tratamiento en una o dos de estas pruebas.
Es a este tema que atañe la definición postulada en cuanto a técnicas
“estandarizadas” (manualizadas), ya que tras la aplicación de las pruebas de
control aleatorias, no sólo se espera que dicho procedimiento siga siendo efectivo
para una mayoría de casos (sin importar allí entonces el factor personal de la
afectación psíquica) sino que esta terapia con su nueva valoración/estatuto de
“validada empíricamente” debe ser aplicada de la misma manera, entre menos
factores “ajenos” a la terapia mejor se calificará la aplicación de dicha intervención
guiada casi que por un manual, y dentro de esta manera de aplicación también
entra la relación terapéutica pero como un factor casi reducido a cero dentro de la
terapia. Al respecto, dos aportes de Marvin Goldfried pueden resultar útiles.
En el presente, cuando pensamos sobre la evidencia que soporta la eficacia de la
terapia, la asociamos con hallazgos en pruebas de control aleatorio (RCT’s) con
nuestro actual énfasis en el modelo médico que guía igualmente la investigación de
medicamentos. Esto no solo cambia la manera en como conducimos las
investigaciones en psicoterapia, sino también el cómo pensamos sobre los problemas
clínicos… Nuestros pacientes ya no tienen problemas en su vivir, sino que tienen
“desordenes clínicos”. Ya no hay ciertos asuntos problemáticos en la vida de una
persona funcionalmente relacionados a otras dificultades problemáticas, pero en
cambio existe la “comorbilidad”. (Goldfried, 2013).
A pesar de las limitaciones descritas antes sobre las limitaciones de las pruebas de
control aleatorio los hallazgos de tales pruebas clínicas se han convertido en el
estándar de oro para determinar cuáles terapias han demostrado ser eficaces. Así
una intervención para cierto desorden clínico que se ha demostrado que es superior
en una intervención de control en dos o más pruebas de control aleatorio ha
alcanzado el estatuto de “terapia soportada empíricamente”. (Goldfried, 2013).
Son varias las impertinencias que se pueden señalar de este actual estándar, la
primera de ellas es la posibilidad de desarrollo científico que permite; es un
estándar que valida sólo la eficacia, los casos positivos en respuesta a la aplicación
de una terapia, pero poco se cuestiona sobre los agentes válidos de cambio, el
cómo/por qué se produjo el cambio, la segunda es que se fija en la eficacia y no en
la efectividad (“efficacy and effectiveness”), refiriéndose el primer término a la
respuesta positiva e inmediata a cierto tratamiento dentro de las ya nombradas
pruebas control y el segundo a la verdadera respuesta positiva y prolongada en el
tiempo lograda en los pacientes de la vida real, en los consultorios reales y no en
una o dos pruebas de control aleatorias, (En nuestro contexto los términos
correspondientes serían “efecto” e “impacto” de una terapia o programa), la
tercera es la imposibilidad o inflexibilidad con respecto a la manera en cómo se
aplica y se hace allí la clínica con estos tratamientos seleccionados, no hay campo
de acción y la relación terapéutica con todos los valores y reconocimientos que
tiene se deja de lado, un factor que en general es importante y en algunos casos
especialmente importante como por ejemplo en el trato con pacientes cuyos
problemas están relacionados con la confianza y la relación con otras personas
como lo señala Goldfried.
Para tener otro aspecto bajo el cual poder pensar este tema y poder dar paso al
siguiente, quisiera mencionar algunas afirmaciones de Marvin Goldfried de nuevo;
en su crítica (muy sustentada, claro está) a este modelo médico y su efecto sobre
los procesos clínicos; dice el autor que este modelo se realiza una pregunta y se
acomoda en base (y únicamente) a ésta y es “¿la terapia funciona?” pero dice que
esa única pregunta no es suficiente, aquí entonces el autor más que proponer, hace
un llamado a recordar otras dos, la primera es “¿cómo funciona la terapia que es
exitosa?” una pregunta que atañe a los agentes válidos de cambio, al cómo lograr
precisamente el proceso de cambio y que corresponde a la investigación de los
procesos en psicoterapia, y la segunda es “¿qué se necesita cambiar?” una
pregunta que atañe al funcionamiento humano, a la concepción en psicología de
éste, un llamado a tener en cuenta el contexto donde están inmersas las personas y
el contexto que son las personas, y además que corresponde a la investigación
básica en psicología y también en psicopatología.
Cómo afecta la relación terapéutica al proceso terapéutico.
Para pensar este asunto resulta necesario pensar un poco rápidamente de nuevo el
problema sobre la definición de la alianza terapéutica, al menos con unos fines
ilustrativos más que realmente definitorios de algo específico. Como resaltan Elvins,
R. y Green, J. no hay un solo concepto de relación terapéutica, hay pocos factores
comunes entre las diversas definiciones, y entre algunos autores, este factor recibe
un valor totalmente diferente.
Por ejemplo para Freud, uno de los primeros entre quienes se puede rastrear este
término, hace referencia a los factores de transferencia y contratransferencia y a su
vez siendo estos dos aspectos claves del proceso de cambio en el psicoanálisis, o
“en el trabajo de Rogers (1965) en la psicoterapia humanista, resaltando la noción
nuclear de la experiencia del paciente de la empatía del terapeuta” (Elvins & Green,
2008) como aspecto clave dentro de la terapia, siendo este factor, con toda una
serie de matices considerados “humanistas” como la empatía, la aceptación entre
otras, el verdadero y único agente de cambio real y necesario. Resaltan estas dos
definiciones junto con otras por la relevancia otorgada dentro del proceso, donde la
relación terapéutica casi que ocupa el lugar del tratamiento, pero también las hay
otras como las de Bordin (que en el texto de Goldfried es resaltada como la más
útil) que cataloga a este proceso como un sentimiento positivo del proceso
terapéutico donde se desarrolla un plan o programa específico y hay un acuerdo
entre los participantes (paciente-terapeuta) sobre actitudes y metas acordadas.
Si bien son mayoría las interpretaciones como las de Bordin, de lo que se puede
hacer consenso a partir de múltiples definiciones (el texto de Elvins facilita una gran
recopilación de éstas) es que la relación terapéutica está siempre presente en los
procesos clínicos/terapéuticos, ya sea como un factor en paralelo (como lo
expresaba la definición de apoyo inicial) o como un factor intrínseco, fusionado con
la terapia, jugando un enorme papel dentro de ésta o siendo algunos aspectos de la
terapia (acuerdo de actitudes y metas por ejemplo) parte de esa relación
terapéutica; también podemos decir además que en general es catalogada como un
factor positivo (algunos la consideran más positivamente que otros) y en general es
también casi tomada como un predictor de los resultados de la terapia.
Esto último es propiamente el cómo afecta la relación a la terapia como tal, pero
como se ve en los textos, y he intentado expresar acá, la solución a esa pregunta
(“¿cómo influye?”) no es un asunto que pueda ser solucionado por una búsqueda de
definiciones y consideraciones sobre este factor. Es por esto que al igual que se
puede encontrar una proliferación de definiciones también se puede encontrar un
buen número de instrumentos que se han generado con la intención de poder decir
a “ciencia cierta” (juego de palabras intencional) qué tanto afecta la relación
terapéutica a la terapia propiamente, ¿es un predictor de los resultados? O ¿es un
producto secundario de la aplicación de la terapia misma?
Infortunadamente los resultados obtenidos por medio de estos instrumentos que
miden la relación terapéutica y la relacionan con los resultados de la terapia no dan
una respuesta definitiva, al menos no a “ciencia cierta”; es común encontrar
también la afirmación de que las rupturas en la relación terapéutica, o el buen
mantenimiento de ésta está también relacionado directamente con los resultados
de la terapia, ya sea en fracaso o en éxito respectivamente, o que un buen inicio
temprano en la relación terapéutica está relacionado al curso y finalmente
resultado de la terapia, pero también se han encontrado datos a la inversa, que
postulan que tras el uso de una terapia pertinente y buenos avances dentro de ésta
se ha producido un mejoramiento de la relación terapéutica como tal.
Con respecto a esto en el documento de Elvins se afirma que:
Una consideración de la genealogía conceptual presentada contra los instrumentos
de medida, muestra cómo las medidas claves de la alianza fueron desarrolladas junto
con reconstrucciones específicas del concepto de alianza por diferentes grupos y
constantemente desarrollada para sintetizar (y en algunos casos probar) nuevas
construcciones teóricas. Esto, y la falta de emergencia de un modelo general de
consenso de la alianza, han guiado a una evidente proliferación de medidas. Ninguna
medida tiene ítems representativos de todas las partes del constructo de alianza a
través del tiempo. (Elvins & Green, 2008).
Con respecto a este problema para poder determinar cómo y en qué medida (hay
que responder esta segunda pregunta primero) una relación terapéutica positiva
afecta al proceso terapéutico como tal, es necesario, como expresa la autora
mencionada, que se llegue a un consenso para poder desarrollar un modelo, un
constructo teórico específico de lo que es la relación terapéutica y de qué se
compone, junto con un consenso posterior de cómo medirla, y cuando medirla que
ha sido otro problema de los diversos pasados intentos (y es en parte lo que ha
propiciado la pregunta de ¿predictor o resultado?).
Por último, junto con este grupo de acciones necesarias, otra forma de saldar un
poco el conflicto que tenemos entre manos, también es útil como sugieren los dos
autores arriba mencionados, la evaluación de la relación terapéutica en
comparación con el resultado de la terapia, en situaciones clínicas con personas
que no están bajo su total voluntad en el proceso clínico como lo son los trabajos
con niños y adolescentes en muchos casos, o con personas con quienes entablar
dicha relación de una manera diádica (ambos estando por voluntad y ambos
estableciendo las actitudes y metas planeadas) como en el caso de trabajos con las
personas con demencias o con esquizofrenia, resulta difícil. De esta manera,
evaluando las diferencias entre los trabajos en estos ámbitos que se llevan a cabo
normalmente sin un énfasis especial en la relación terapéutica, y unos en los que si
se tenga en cuenta y se intente establecer una (al menos principalmente en cuanto
a los matices positivos, “humanistas” que se le suelen atribuir a la relación
terapéutica), sería posible hacerse a una idea de si la relación terapéutica afecta o
no y en qué medida a los diversos procesos clínicos.
Si bien los procesos mencionados ocurren normalmente en un ámbito psiquiátrico
más que -clínico- psicológico, y por dicha razón la relación terapéutica positiva no
es un foco de atención, si se han presentado casos donde se intenta implementar
una relación positiva y se han escrito informes sobre estos que afortunadamente
personas como la autora Jeanette Hewitt han procurado recolectar.
En su texto “La relación terapéutica de trabajo con personas con esquizofrenia; un
análisis literario” la autora hace un recorrido interesante recorriendo de nuevo las
ideas de Goldfried y Elvins sobre el modelo actual médico y las dificultades y fallas
para establecer y medir la relación terapéutica, también resalta a manera de
establecer un punto de trabajo para apoyarse las características implementadas por
el terapeuta que se ha encontrado influyen positivamente en los resultados de la
terapia (de nuevo, esta afirmación sujeta a todas las dificultades para definir y
medir) como lo presentan Steven, J. et al. Pasa también por un análisis de cómo se
ve en el contexto psiquiátrico el trabajo con personas con esquizofrenia para poder
establecer el contraste y todo esto para llegar al punto que ella presenta al final
tras validarlo a lo largo del texto, y que finalmente es el que quiero traer aquí a
colación: “El compaginamiento con la medicación, reducciones en la psicopatología
global y mejor funcionamiento social, han sido ligados positivamente con el
desarrollo de una relación terapéutica con personas con esquizofrenia.” (Hewitt &
Coffey, 2005).
Es difícil tomar una posición y dar concepciones y hallazgos claros y definitorios,
pero se puede ver que hay una tendencia en general a vincular positivamente (y
que hay estudios que comprueban si bien tienen sus fallas) la relación terapéutica
con un buen desarrollo y resultado exitoso en los procesos terapéuticos. Para
finalizar y teniendo en presente esto último, en la misma actitud de reconocimiento
de las dificultades ya mencionadas, el autor Goldfried propone una serie de factores
generales para la relación terapéutica, que si bien no con un fin de establecer nada
ni expresar una verdad, finalmente son factores que pueden ayudar positivamente
como parte de relación terapéutica dentro de diferentes procesos
clínicos/terapéuticos, y que ciertamente no van a conducir a nada malo.
Así principios comunes de cambio pueden incluir: (1) El facilitar expectativas de que
la terapia puede ser útil. (2) El establecimiento de una alianza terapéutica óptima. (3)
Facilitar la toma de conciencia por parte los pacientes de aquellos factores en ellos
mismos, otros, y sus ambientes que contribuyen a sus problemas. (4) Las
facilitaciones de experiencias correctivas. (5) El alentamiento de continuas pruebas
de realidad
Estos principios generales no requieren la adopción de ninguna orientación teórica
dada, y pueden ser implementados con una variedad de técnicas terapéuticas, sin
importar su origen teórico. (Goldfried, 2013).
Bibliografía.
Ackerman, S., & Hilsenroth, M. (2003). A review of therapist characteristics and techniques. Clinical Psychology Review, 1-33.
Elvins, R., & Green, J. (2008). The conceptualization and measurement of therapeutic alliance: An empirical review. Clinical Psychology Review, 1167-1187.
Goldfried, M. R. (2013). ¿What should we expect from psychotherapy? Clinical Psychology Review, 862–869.
Hewitt, J., & Coffey, M. (2005). Therapeutic working relationships with people with schizophrenia: literature review. Journal of Advanced Nursing, 561-570.