REFORMA LABORAL, ROBO EMPRESARIAL

El microbús paró. Los dos jóvenes subieron. El más alto se fue hasta el fondo. El otro se

quedó al lado del chofer y dijo en voz alta:

-“Señores, pasajeros. ¡Esto va a ser un asalto…!”

Esa tarde Juan regresaba de la obra con su morral en el hombro. Venía sentado en el

microbús pensando en sus dos hijos. Aunque se esforzaba para que nunca les faltara nada,

lamentaba con todo su corazón no poder darles una mejor vida. Hacía 4 años que había

llegado a la ciudad. Juan se mataba en su trabajo, pero con lo que ganaba de albañil apenas

le alcanzaba para lo básico: frijoles, arroz, tortillas, retazo, hígado, verduras. A veces

sobraba un poco para huevo, carne o leche, nunca lo suficiente como para pensar en

comprar uno de los lujosos departamentos que él construía.

En ese microbús también venía María, una mujer de 40 años que volvía de su trabajo en

una tienda de autoservicio. Tenía a su mamá muy enferma en casa. Las medicinas, como

todo mundo sabe, estaban carísimas y casi siempre tenía que privarse de muchas cosas para

comprarlas. A María la había contratado una agencia de la que no podía esperar nada: le

habían hecho firmar su renuncia por anticipado y no le daban seguro social ni prestaciones.

Las manos de María empezaban a dolerle a causa de la artritis, pero sus supervisores le

exigían cada vez más.

Otro de los pasajeros era Carlos, a quien sus patrones le imponían renovar cada dos meses

su contrato para evitar generar antigüedad. Carlos era un joven profesionista que trabajaba

en algo para lo que no había estudiado. Se dedicaba a contestar teléfonos en inglés. A su

sueldo de $6,000 al mes había que descontarle un 24% de impuestos, por lo que solamente

se quedaba con $4,650. Aun así, abrigaba la esperanza de sacar un crédito para hacerse de

una vivienda de interés social en Tecámac, Ecatepec o Valle de Chalco. El único problema

era que lo podían despedir en cualquier momento si bajaba su productividad.

Pegada a una ventana del microbús, mirando las calles vacías, estaba Rosa. Trabajaba en

una planta maquiladora de electrónica. Después de varios meses de organizarse, ella y sus

compañeras habían decidido formar un sindicato. Se daban cuenta de que sus condiciones

labores eran bastante parecidas a la esclavitud. Además, sabían por experiencia que una

obrera sola no podía ponerse al tú por tú con los patrones gringos. Necesitaban el sindicato

para que las respaldara al momento de negociar mejores salarios, despidos con

indemnización y atención médica en la fábrica. Rosa había recibido muchas amenazas de

muerte.

Los dos jóvenes continuaron diciendo:

-“Así es, señores pasajeros. Esto va a ser un asalto si no hacemos algo por detenerlo. La

Reforma Laboral impulsada por empresarios, partidos políticos, medios de comunicación y

líderes charros está a la vuelta de la esquina, lista para asestarle al pueblo trabajador de

México el robo más grande en la historia.

Que quede claro: la Reforma Laboral busca aumentar las ganancias de los dueños del

dinero incrementando la explotación de la mano de obra, rebajando salarios y pisoteando

los derechos de todos los trabajadores.

En primer lugar, legaliza la subcontratación mediante terceros, o outsourcing,

fomentando que los trabajadores se contraten individualmente con agencias intermediarias

y no directamente con el patrón para quien van a laborar. Estas agencias, como muchos de

ustedes saben, se caracterizan por ofrecer salarios bajísimos y ningún derecho o

prestación a sus trabajadores. Generalmente se trata de empresas fantasma, sin

instalaciones propias ni registro oficial.

Al atentar contra los esquemas de contratación colectiva basados en el principio de

bilateralidad sindicato-patrón, la subcontratación permite que los trabajadores queden

expuestos a una continua rotación laboral, sin posibilidad alguna de generar antigüedad,

convirtiéndose en una mercancía que se puede rentar o alquilar por horas, días, semanas o

meses, según las necesidades de cada patrón.

Esta iniciativa exime al verdadero patrón de garantizar a sus trabajadores: salario

remunerador, jornada máxima de 8 horas, seguridad social, prestaciones, vacaciones con

goce de sueldo y participación en las utilidades; también impide que los empleados puedan

organizarse en defensa de sus derechos colectivos, incluyendo los de libre asociación,

contratación colectiva y huelga, frente a los abusos de la patronal.

En segundo lugar, la Reforma Laboral otorga mayor libertad a los patrones para

contratar y despedir sin ninguna responsabilidad. Para ello contempla la figura de los

contratos temporales, los periodos de prueba y de capacitación inicial, así como el pago

a destajo por horas.

Los contratos por temporada pasan a sustituir a los contratos indefinidos, evitando que

se genere el pago de prestaciones y la prima de antigüedad. A su vez, los contratos de

prueba y los contratos de capacitación inicial permiten que se pueda despedir al

empleado sin ningún tipo de indemnización en cualquier momento, con la simple

excusa de que el trabajador no acreditó satisfacer los requisitos y conocimientos necesarios

para el puesto.

Finalmente, el pago por horas está llamado a sustituir el salario por jornada del trabajo.

Esto hará que se tenga que trabajar más horas para ganar lo que antes se ganaba por 8 h

de jornada. Para la gran mayoría de los mexicanos esto significa que los patrones podrán

contratarnos por un salario mínimo de 8 o 9 pesos la hora, obviamente sin prestaciones.

Además, bajo este esquema ya no se le pagará al trabajador su hora de descanso.

Y como si esto no fuera suficiente para saciar la voracidad de los empresarios

nacionales y extranjeros, que son los que verdaderamente impulsan la Reforma Laboral,

manejando como sus títeres a los cínicos funcionarios del PRI, el PAN y el PRD, todavía

se atreven a establecer la llamada figura de multihabilidad para que cada vez menos

trabajadores hagan más funciones ajenas a su actividad principal.

Se trata de aumentar la productividad de la empresa a costa de la sobreexplotación de

los trabajadores. De manera que el trabajo que antes hacían 10, ahora lo tendrán que

hacer 5, pues el objetivo de la multihabilidad es disminuir los gastos del patrón al

contratar menos personas con mayores ocupaciones.

En tercer lugar, la Reforma Laboral limita el pago de salarios caídos por despido

injustificado a 12 meses, evitando que los patrones paguen los salarios acumulados

durante todo el juicio, que generalmente dura años. Lo anterior abarata y facilita el despido

injustificado de los trabajadores, ya que tendrá el mismo costo para el patrón despedir a un

trabajador con 25 años de antigüedad que a uno de 1 año.

Con esta medida los juicios por despido podrán alargarse indefinidamente porque el costo

para el patrón se congelará a 1 año. De este modo, el trabajador tendrá que pensarla dos

veces antes de embarcarse en un juicio que durará por lo menos de 3 a 5 años, más aún

cuando en caso de ganar los salarios caídos sólo ascenderían a 12 meses. Al final, el

trabajador se verá presionado a aceptar cualquier pago en menoscabo de sus derechos, con

tal de evitar el costoso juicio.

En suma, lejos de fomentar el empleo digno, la Reforma Laboral elimina

responsabilidades patronales, profundiza la precarización y la incertidumbre

laboral e incentiva la proliferación de empleos eventuales y mal remunerados.

No es cierto que sea una medida destinada a beneficiar a todos los mexicanos. La idea es

beneficiar solamente a los dueños del dinero, cada vez más mezclados con quienes manejan

el poder político en este país.

Se trata, dicen ellos, de mejorar la competitividad del país aprovechando sus ventajas

comparativas. Lo que no dicen, sin embargo, es que esta competitividad se pretende lograr

a base de consolidar a México como un país de pobres, que se especializa en ofrecer mano

de obra barata (regalada dirían ustedes), sin derechos ni capacidad de negociación. Con la

Reforma Laboral ellos ganan; nosotros, los trabajadores, perdemos.

Basta ver la realidad de miles de jóvenes que, incluso antes de que se apruebe la Reforma

Laboral, ya vienen trabajando bajo las modalidades de la subcontratación, el pago por horas

y los contratos por temporada. Estos jóvenes saben muy bien que no les espera un futuro

promisorio, ya que los patrones se aprovechan de su trabajo y luego se deshacen de ellos

sin necesidad de pagar indemnización.

Señores, pasajeros: ¡NOS ESTÁN ROBANDO!

Ahora, más que nunca, los trabajadores debemos unirnos y movilizarnos en contra de la

avaricia empresarial.

No seamos agachados ni nos resignemos ante esta situación.

Es hora de defender las conquistas laborales conseguidas con la sangre del pueblo de

México hace 100 años, cuando se levantó contra sus opresores.

Pero no hay que perder de vista que habrá de llegar el momento de tomar la ofensiva, el

momento en que dejemos de luchar para que un patrón nos explote, nos dé trabajo. El

momento en que volvamos a ser los dueños del producto de nuestro trabajo, organizando la

producción, la distribución y el consumo de acuerdo con las necesidades del pueblo y no

con las necesidades del lucro de unos cuantos.

Recordemos que somos nosotros, los trabajadores, quienes movemos este país. No son los

empresarios ni los políticos. De ellos sí podemos prescindir.

Ante el miedo, la paralización y el individualismo

¡Solidaridad, Apoyo Mutuo, Autogestión! ”.

Juventud Libertaria