reflexiones sobre lo clasico
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El pasado imaginado: reflexiones sobre la imagen de lo clásico y su rol en la
democracia liberal contemporánea.
Felipe Morales Barrera.
Los sistemas políticos como estructuras de dominación y de control social se han
valido de múltiples justificaciones a lo largo de la historia. Estas justificaciones se
expresan, de tal forma, que los integrantes del mismo conozcan y comprendan la
legitimidad de éste y actúen socialmente de acuerdo a los límites que el sistema
impone, respetando una serie de principios que le dan coherencia al accionar de
los sujetos dentro de la estructura política.
En los tiempos antiguos, el mito, constituía la principal justificación del orden
social, y es que éste no debe entenderse solamente como un texto literario que
cuenta los orígenes de un pueblo determinado, sino que como justificación del
orden social imperante en el mismo. Es el mito, bajo este punto de vista, el
repositorio de gran parte de los aspectos culturales, sociales y religiosos de una
cultura, cuya transmisión entre los miembros de la misma lo perpetúa en el tiempo,
haciendo que su realidad no sea ya una imaginería fuera de los tiempos históricos,
sino que la vida social misma de quienes los practicaban y aprendían.
En los tiempos modernos de la democracia liberal contemporánea, sin embargo,
donde las pretensiones racionalistas y seculares intentan borrar el rastro de la
religión y el mito de la sociedad, es necesario buscar otras formas de legitimar los
gobiernos y sus aparatajes institucionales. No obstante, como veremos a lo largo
de este ensayo, es interesante constatar que a pesar de plantearse formalmente
con un lenguaje que no corresponde a lo mítico, en realidad hay un gran
componente mítico en la manera cómo son vistos los orígenes de los sistemas
políticos preponderantes en occidente y, por consiguiente, en cuanto a su
transmisión a los nuevos integrantes del cuerpo social.
La democracia griega, es vista como el principal antecedente de los sistemas
políticos contemporáneos de occidente, si bien éstas se fundan sobre derechos
inalienables con los que supuestamente todos los hombres nacen1. Este sistema,
es la piedra angular de la ideología liberal, que de la crisálida del renacentismo
moderno, nace a mediados del siglo XVIII de la mano de diversos pensadores –
principalmente anglosajones- que plantearon y difundieron sus ideas sobre el
gobierno civil, los derechos de propiedad y los límites del Estado en su relación
con el individuo. Esta ideología, que se constituye en el sistema político por
excelencia del occidente europeo hacia mediados del siglo XIX y de la mano de
las revoluciones burguesas del mismo período, se transmite no sólo a través de
las prolíficas obras de sus pensadores más destacados, sino que gracias a la
acción de diversas instituciones consolidadas de la mano del Estado y en virtud de
las cuales alcanzan un carácter universal en gran parte de la población, devenida
en ciudadanía. La más preponderante en esta labor fue –es y seguirá siendo- la
escuela.
Aun cuando, por su origen, podríamos circunscribir a la esfera territorial occidental
la ideología liberal-democrática (a saber, Estados Unidos y los países de Europa),
los países latinoamericanos también han sido parte de estos procesos. Aunque
por las características históricas de los mismos han revestido ciertas
particularidades, el anteriormente mencionado sistema ideológico ha tenido una
preponderancia capital, sobre todo en la escuela.
Esto, se evidencia en la siguiente cita de Gabriela Mistral, donde aboga por
hacerle honor a nuestra herencia:
“Puestos por la Providencia [los americanos] a vivir en territorios desatados,
favorecidos así con un inmenso hogar físico, nuestra faena ha sido primero la de
tomar posesión de la tierra leonina, luego la de obtener en el suelo domado esa
suma de bienestar colectivo que las democracias honestas se prometen y se
cumplen a sí mismas, y es hoy la de crearnos una costumbre espiritual digna de
nuestras herencias raciales y de nuestra fortuna geográfica. (…) Hijos del Viejo
Mundo, e hijos de dos culturas indígenas indudables, buscamos trascender a
1 Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, 1789.
Europa y a los imperios aborígenes con una democracia cabal y con el concepto
más rico de la libertad humano”2
Cuando se plantea, primeramente el concepto de democracia, como un gobierno
que “merece” el pueblo americano y, en segundo lugar como “hijos del viejo
mundo”, está identificándose con la herencia europea. La frase final, cuando
invoca una “democracia cabal y con el concepto más rico de la libertad humano”,
se puede ligar a una visión donde el mentado sistema de gobierno constituye la
forma político-administrativa ideal que debe aplicar un Estado.
Prosiguiendo con esta idea, un sistema particular –con sus falencias y sus
ventajas- como la democracia deja de ser una alternativa y pasa a un estadio
superior, el de constituirse como una forma hegemónica de gobernar. En este
caso, una forma cultural determinada, a saber los principios de la democracia
liberal, toma superioridad respecto a la otra. Todo esto, considerando que en la
citada fuente, la autora está enviando un mensaje a la juventud americana. Esta
sociedad mestiza y con herencias profundas que son propias de esta tierra en
primer lugar, no tienen por qué considerar la democracia y los valores históricos
de ésta como la forma de gobierno que “merecen”, los supuestos de la autora se
tornan en imperativos y constatan –además del contexto histórico en que las
mismas palabras fueron dichas- el estado de supremacía casi incuestionable de
las democracias liberales en el pensamiento latinoamericano.
Otra de las formas en que se ve que la hegemonía de los valores occidentales con
raíces en la grecia clásica, lo constituyen los textos escolares. Si bien la cita
anterior se encuentra en una revista educación, los textos escolares mismos
hacían referencia al pasado clásico como un entorno ideal, en el que la vida
transcurría de manera tranquila y civilizada:
“Los griegos llegaron a establecer una convivencia armoniosa con la naturaleza,
haciendo de ella un mundo a su medida, en el que daba gusto vivir, así, en la
2 Mistral, Gabriela. Voto de la juventud escolar en el día de las Américas. Revista de Educación. Ministerio de Educación pública. N° 49, Abril de 1934, Santiago de Chile. P. 51-52.
política, la ciudad-estado pasa a ser el ámbito ideal para que todos los ciudadanos
puedan expresar su opinión y ejercer el gobierno directamente; (…) así, en la
filosofía, va el pensamiento despojándose de trabas y prejuicios para formular
doctrinas que afirman la posibilidad de ser, gracias a la razón y a la virtud, feliz”3
Como podemos ver en el fragmento anterior, este pasado se construye de tal
forma que se puede considerar “libre de pecado”. Dicho período histórico, toma
por tanto la forma de un mito, un tiempo anterior al nuestro –del que somos
descendientes- y al que debemos nuestra realidad. No es casualidad que el
pasado griego sea configurado de tal forma que sea un ejemplo poseedor de toda
virtud.
Sin embargo, el pasado clásico dista mucho de ser lo perfecto que es relatado, por
cuanto como señalan algunas fuentes, “la Acrópolis, una ciudad fea y sucia, que
además, tenía mucho mayor número de esclavos que de hombres libres, y más
hombres libres sin derechos políticos que ciudadanos”4.
Aun, más el sistema democrático antiguo distó mucho de los gobiernos
democráticos modernos, por cuanto la volubilidad que tomaban las decisiones
multitudinarias, la falta de un ejecutivo que garantizara estabilidad y el difuso límite
en el cumplimiento de la ley y la voluntad popular espontánea5.
Tenemos, por lo tanto, la creación y difusión de un relato que se plantea como
real, pero que carece de todo fundamento histórico, y que se posiciona en la
sociedad como verdadero y dominante sobre otros valores, en otros términos,
hegemónicamente.
Desde un punto de vista histórico, los dos primeros textos citados: el de Gabriela
Mistral y Hector Herrera, si bien revelan un sentido similar, refieren a autores con 3 Herrera Cajas, Héctor; Giagnoni, Olga y Franco, Eliana. Historia y geografía I. Primer año de Educación media. Ediciones pedagógicas chilenas, Librería francesa. Santiago de Chile, 1983. P. 43.
4 Hernández, Santiago. Primer Curso de Historia Universal. Editorial Esfinge, México D.F., 1950. P. 246.
5 Sancho, Laura. Filosofía y democracia en la Grecia Antigua. Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2009. P. 242.
ideas completamente diferentes y que plantearon dichas ideas en momentos
absolutamente disímiles. No obstante, cabe señalar que ambos, al estar dirigidos
a diferentes miembros del sistema escolar, guardan propósito ulterior de plantear
como la mejor alternativa un sistema democrático basado en valores clásicos del
cual, se considera, somos herederos. Éste es, mantener la hegemonía de la
república y la estructura de poder estatal que impera en Chile, manteniendo
inalterables ciertos valores fundadores sobre los que se desarrolla la vida social en
el territorio nacional.
Finalmente, cabe preguntarse ¿Qué hacer con este pasado imaginado? ¿Es
posible construir una visión del pasado que no sea del todo imaginado, donde la
evidencia y lo verosímil primer por sobre la ideológica consideración de aquello
que no es más conveniente? Ambas interrogantes, podrían ser objeto de un
ensayo en sí mismas, sin embargo, lo que es necesario decir para terminar es que
no podemos tener un sistema verdaderamente legítimo, cuando no somos
capaces de ver objetivamente sus orígenes y evaluar sus perspectivas de manera
realista, no atados a un tiempo pretérito que es más cómodo, pero menos real.