ref vilma coccoz la estructura de la transferencia en el banquete

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  • 7/25/2019 Ref Vilma Coccoz La Estructura de La Transferencia en El Banquete

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    La estructura de la transferencia en El Banquete

    VILMA COCCOZ

    La lectura de los textos de Lacan, adems de ensearnos cada vez, provoca una diversidad deemociones que dependen de una no menor diversidad de estados subjetivos por los que atraviese ellector. El Seminario de La Transferencia suscita un especial buen humor, al menos para m, ysobretodo la primera parte, los once primeros captulos dedicados casi completamente al estudio delBanquetede Platn. Detectamos en Lacan un entusiasmo, una alegra que slo es posible cuandoun enigma que ha atravesado los tiempos, consigue ser descifrado. La escena entre Scrates yAlcibades, incmoda para algunos comentadores, incomprensible para otros, transformada en unalectura moralizante para no pocos es, por fin, leda por Lacan, quien ha podido extraer su lgica y quenos es presentada con un suspense, un tempo casi musical.Pero supongo que la alegra de Lacan proviene tambin de haber podido elucidar el resorte de latransferencia en una direccin que le permita dar un paso ms all de la conceptualizacin freudianacuyos efectos en los posteriores tericos de la transferencia oscilaban entre: identificarla con larepeticin, reducirla a fenmenos afectivos, o correlacionarla con la contratransferencia, cuya crticatiene un lugar especfico en la segunda parte del seminario.

    En qu consisti este paso, este enorme progreso en la concepcin de la transferencia?Es precisamente el hilo lgico que subtiende estos once captulos. El punto de partida es sin dudauna tesis: el dispositivo analtico no puede ser considerado como una situacin dual.Los doscuerpos presentes en el despacho analtico son soportes de una disparidad subjetiva, que va msall de la simple disimetra porque discrimina dos posiciones en el discurso. Esta tesis serdesplegada con lo que nos ensea el Banqueteacerca del amor hasta llegar a la conclusin de queel amor implica una estructura triple y que en ello reside el resorte de la transferencia y laposibilidad de su resolucin.Lacan advierte que para llevar a cabo su demostracin es preciso una topologa adecuada querequiere una rectificacin de la nocin terica de la transferencia. Se trata, afirma, de formular losprincipios, de referirla a la experiencia.El primer captulo Al principio era el amor,est conformado con la referencia al seminario anterior, La

    tica del psicoanlisis. Una de las lneas maestras de ste es la demostracin de la estructuracreacionista del ethos humano, de la creacin ex-nihilo que otorga a los clebres enunciados: Alcomienzo era el Verboo al comienzo estaba la accinuna enunciacin comn, ambas surgen delvaco topolgico que constituye el ncleo de nuestro ser y sobre el cual se apoya toda creacin.Pero en el anlisis, el enunciado al principio toma otro sentido: no se trata de creacin sino deformacin. La dimensin creativa, propia del inconsciente, depende de la accin del analista, delvaco que encarna con su presencia silenciosa.En la Proposicin del 9 de Octubrela formulacin respecto a la transferencia es casi idntica: Alprincipio del anlisis est la transferencia. [...] el sujeto supuesto al saber, formacin no de artificiosinode vena.Para explicar este comienzo Lacan refiere lo acaecido entre Anna O. Y Breuer, quien como sabemoscay en la trampa del amor de transferencia de su paciente. A diferencia de Freud, quien afront

    las inesperadas y no siempre agradables consecuencias de hacer hablar a alguien de sus cosas msntimas. La transferencia es por lo tanto una formacin significante, de la misma vena que elsignificante, surge como efecto de la palabra dirigida al Otro, de la articulacin del significante querepresenta al que habla con aqul al que se dirige en su demanda.

    La barrera de la belleza

    La esencia de la tragedia, deducida del estudio de Antgona, reside en velar el horror del ser para lamuerteproduciendo en su lugar un efecto esttico. Lo bello del hroe trgico nos atrapa porque suaccin se sita en el lugar entre-dos-muertes, en el que Lacan ubica el ms all del principio delplacer freudiano. Ese lugar que presentaba la tragedia antigua fue localizado tambin por Kant en laforma de imperativo categrico y por Sade en la forma de imperativo de goce. Este espacio

    topolgico sita una zona de la subjetividad que la experiencia analtica permite explorar de manerametdica y controlada, es el espacio del ms all de los bienes, del confort, del principio del placer.

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    Es el campo del goce y constituye lo real de la experiencia analtica.En el Seminario VIII Lacan estudia otra forma de la belleza, aqulla que ha sido concebida comoSoberano Bien: la schwrmerei platnica a la que define como ensoacin o fantasma. El SoberanoBien ocupa el mismo lugar en esta topologa, cubre por tanto el espacio de entre-dos-muertes.Lacan no se priva de dar una interpretacin respecto a esta construccin platnica, la de ser unefecto del duelo inmortal con quien encarn el desafo de sostener su pregunta, es decir, Scrates, ycuya transferencia considera como la ms duradera de la historia, al punto que su destino est ligado

    a la historia misma de la conciencia, de la poltica, etc. Que llega hasta nosotros. En este efecto detransferencia podemos situar la incidencia en lo real de un deseo indito. La incidencia de latransferencia con Scrates es comparable a la que ha producido el deseo de Freud, quien tambinhizo nacer un nuevo deseo, el del analista y cuya incidencia real se verifica en la pervivencia delpsicoanlisis como prctica.Tanto Scrates como Freud demuestran que el dominio de Eros se sita ms all del Bien. Ambos,Scrates y Freud, tomaron una posicin similar frente al temible dios del amor: servirle para servirsede l. Con qu propsito? En el caso de Scrates, en beneficio de la verdad. En el de Freud, comosolucin al Eros del sujeto que hace la experiencia de un anlisis.Para arribar a dicha solucin es preciso concebir el vnculo analizante-analista de una manera distintaa un vnculo de reciprocidad. Por ejemplo, como la relacin mdico-enfermo, relacin dual, recprocaaunque disimtrica. En el caso del dispositivo analtico, se trata de evitar la idea de intersubjetividad,

    porque de ello depende de que la experiencia sea autnticamente freudiana. Mi primer cuidado comoanalista,afirma Lacan, es impedir que el sujeto pueda imputarme una intencin determinada del tipo:hace o dice esto para confortarme, o para engatusarme, o para seducirme.En ningn otro lugar Lacan es tan categrico respecto a la regla de abstinencia: el psicoanlisisrequiere un alto grado de sublimacin libidinal, una neutralizacin del cuerpo, una decencia extrema.En favor de la cura, en la que el analizante deber aprender lo que le falta y lo aprender comoamante.

    El amor griego

    Esta aseveracin se comprende teniendo en cuenta que Lacan toma como referencia El banquete ypor lo tanto, el amor griego, el amor por los muchachos bellos. En algunas ciudades de Grecia este

    amor estaba regulado como puede leerse en el discurso de Pausanias, distinguiendo dos posiciones,dos modos de conducta: el erastsy el ermenos. El primero, el amante, se sita en posicin defalta, es el que corteja y se conduce de una manera activa. El segundo, el amado, se mantiene enuna total autosuficiencia, su conducta es pasiva. Un rasgo que de manera insistente se le adjudicaes la ausencia de barba. Lacan se anticipa a su axioma de los aos setenta no hay relacin sexualponiendo en cuestin la idea de que entre ambos, entre amante y amado, pueda concebirse algntipo de relacin.La discordancia de ambas posiciones reside en que ellas se vinculan a lo que la supuesta parejaignora: el primero no sabe lo que le faltay el segundo no sabe lo que tiene.Entre ambosno hayninguna coincidencia y en ello reside el problema del amor.. Vemos dibujarse un elemento tercero, elno-saber que supone entonces un ms all de la especularidad o reciprocidad.Ambas posiciones pueden extrapolarse a la pareja psicoanalizante-psicoanalista, basada en un

    principio de suposicin por parte del que viene a vernos, que en principio no sabe lo que tiene y nossupone una ciencia sobre lo ms ntimo. Con ello el psicoanlisis se enlaza a la tradicin delConcete a t mismo, que condicionaba la accin de la paideiaantigua en el camino de la dialctica,en beneficio del aprendizaje de la aret. En dicha tradicin el acento se localiza por lo tanto, en laignorancia, en el no-saber.La significacin del amor es producto de una operacin metafrica por la cual en el lugar del amadosurge la posicin del amante, del sujeto de la falta. En el discurso de Fedro se mencionan los casosde amor que fueron valorados por los dioses siendo el de Aquiles el que mereci los mayores elogiosdebido, precisamente a que acept morir por Patroclo. Aunque ste ya estaba muerto, Aquilesacepta el destino que va a sobrevenirle si mata a Hctor, el asesino de su amante. En la medida enque Aquiles ocupaba el lugar del amado, su consentimiento a la muerte que le espera si ejecuta lavenganza, le ubica en una posicin nueva, la de amante.De manera similar, en el anlisis se trata de asir la topologa gracias a la que el sujeto va a encontrar

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    en el lugarde aquello que busca. Parte de aquello que tiene y no conoce para encontrar lo que lefalta, su deseo. Pero conviene tener en cuenta que el deseo no es ningn bien ni es un objeto y poresta razn, en el tiempo cronolgico y topolgico de la relacin de amor de transferencia se debeleer esta inversinque convierte la bsqueda de un bien en la realizacin de un deseo. Se trata dela emergencia de la realidad del deseo en cuanto tal. De la real-izacin del deseo, como dir msadelante, del pasaje del deseo a lo real, de su incidencia efectiva. Esto nos condujo a hablar delBanquete, -dice- porque es el lugar donde se haba agitado de la manera ms vibrante la pregunta,

    en particular en la confesin pblica de Alcibades.

    Sobre Scrates

    En el trasfondo del Banquete encontramos la tentativa grandiosa de encontrar, bajo la garanta deldiscurso, la forma ltima de asir lo real, se trata de t pragm, de la Cosa, de la praxis esencial. Enla Grecia Antigua la teora es el ejercicio del poder, el gran asunto, el gran juego. La idea nueva yesencial de Scrates es la de que debemos garantizar el saber, la epistem(la ciencia) en el marcodel discurso. La epistemse conquista mediante la dialctica, en la medida en que sta engendra ladimensin de la verdad. Y por lo tanto, de una prctica del discurso en la que ste puede asegurarsede una certidumbre interna a su propia accin. No existe ningn garante de la palabra del Otro sinoesa misma palabra.

    Pero lo que inspir la accin del discurso, la posicin de Scrates, es algo diferente a un sujetotemporal, se debe a la accin de la operacin dialctica promovida por el carcter atpico, insituableque Scrates sostena. En este punto Lacan seala que este carcter se nos puede exigir anosotros. Con lo que empieza a dibujarse la comparacin entre el lugar de Scrates y el del analista.A Lacan le resulta evidente que el destino de Scrates fuera morir asesinado, y encuentra en estefinal la realizacin de un deseo de muertede naturaleza enigmtica. No se trata de una tendencia alsuicidio, dado que dedic setenta aos a su realizacin, sino de una conclusin lgica en razn dellugar que ocupaba. Scrates se mantiene en la zona entre-dos-muertes. Pero no hay nada trgicoen l, slo hace mencin a un demon que le hace alucinar y le permite vivir en ese espacio. Paracomprender su singular posicin tambin es importante tener en cuenta que en una ocasin undiscpulo suyo consult al orculo y la respuesta de ste fue que lo consideraba el hombre ms sabio.Este acontecimiento result decisivo en su paso a la vida pblica: es un loco que se cree estar

    sirviendo obligatoriamente a un dios.Para Scrates los dioses son lo real, lo que no tiene nada quever con su conducta, regida por la verdad. Esta singular posicin ejerca sobre sus contemporneosun encanto irresistible, la simple invocacin de su nombre: As hablaba Scrates produca efectosde sugestin, de transferencia inmediata.En la actividad de Scrates se opera una promocin de una posicin absoluta de la dignidad delsignificante, elevado a la categora de potencia, como nico fundamento donde encontraba lacertidumbre de encontrar la vida eterna. Lacan localiza ah un ncleo psictico, no porque suestructura lo fuera, sino por el desconocimiento de que su boca es carne, dice. Scrates ignora queel deseo se encarna en un cuerpo de goce, l no duda de que se reunir con los Inmortales. Esteinfatigable preguntn que rechaza la Potica, que reduce la incidencia de la metfora engendrapara nosotros una formidable metonimia.El resultado de este deseo encarnado como afirmacin de inmortalidad, es un deseo congelado,

    triste deseo de discursos infinitos lo denomina Lacan, evocando a Valery. Lacan encuentra que elalma es un subproducto de este delirio de inmortalidad de Scrates.Para que este fenmeno se haya producido qu fue para Scrates, su deseo? se pregunta Lacan.Piensa que es sa la cuestin crucial. La atopia de Scrates coincide con cierta pureza tpica,designa el punto central de nuestra topologa, el espacio entre-dos-muertes donde, en estado puro yvaco, en el que se ubica el lugar del deseo. En su caso es slo deseo de discurso, de discursorevelado. Nunca antes de l fue ocupado por ningn hombre este lugar del deseo purificado.Y retomando la comparacin entre el deseo del analista y el de Scrates, Lacan pregunta qu debeser el deseo del analista para operar de manera correcta? Para nosotros, recalca, se trata de intentararticular y situar lo que debe ser el deseo del analista a partir de una topologa.Para demostrarlo es preciso tener en cuenta que el deseo: no es una funcin vital, tampoco es unareferencia didica y por lo tanto no es la relacin con el paciente lo que proporciona la clave. Se tratade algo ms intrapersonal, de las coordenadas que el analista debe ser capaz de alcanzar para

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    ocupar el lugar que le corresponde en el anlisis. Ese lugar es el que debe ofrecer vacante al deseodel paciente para que se realice como deseo del Otro.

    El lugar del deseo

    Aqu es donde El Banquete nos interesa, porque en l el amor ocupa el lugar vaco, el lugar de lasegunda muerte. Esto se verifica en el pasaje que ocupa el discurso de Agatn, la respuesta de

    Scrates y la sustitucin en su discurso de l por Diotima. Dicha sustitucin en la que Scrates sedieciza, se divide, opera el pasaje del amor al deseo a travs de la funcin del la carencia, de la falta.El discurso socrtico, de la epistem,encuentra un lmite cuando se trata del amor . Del ejerciciodialctico se pasa al registro del mito. Lacan destaca el rigor de este engranaje por el cual, al dejar ahablar a la mujer que hay en l bajo una construcccin mtica, Scrates consigue suplir la hiancia, elagujero en el saber que presentifica el amor. El mito del nacimiento de Eros por el encuentro entre supadre Poros (Recurso) y su madre Penia (Apora, Pobreza) indica bien que el amor responde a ladefinicin de dar lo que no se tieneporque, en el caso de Diotima, la gnesis del amor adquiere unaforma mtica, discursiva, consistente en dar una explicacin vlida sin tenerla. El amor ocupa unlugar similar a la doxa, a la que corresponden los discursos verdaderos sin que el sujeto puedasaberlos. No es posible una epistemdel amor.Tanto en relacin a la doxacomo al amor, la nocin de intermedioes fundamental. El amor se ubica

    entre epistemy amatha(ignorancia), tampoco es ni bello ni feo, por lo cual se destaca su carcterde daimon. No es por lo tanto un dios como han afirmado anteriormente los participantes delbanquete. Los demonios constituyen la va a travs de la cual los dioses hacen or su mensaje a losmortales. Antes de que advinera el descubrimiento del inconsciente para indicarnos que losmensajes opacos en lo real no son sino los nuestros.Scrates introduce un giro decisivo en el dilogo al formular la pregunta en trminos de falta qu lefalta a quien ama? Entonces postula la belleza como la direccin en que se ejerce la llamada, laatraccin hacia la posesin del bien que se busca. All se constituye un ktmaque tiene comofinalidad lo bello y que funda una relacin con el ser, ms precisamente con el ser mortal, el que seperpeta mediante generacin y corrupcin pero que tambin se vincula a las formas eternas en elmodo de la participacin. Lo bello sostiene el franqueamiento de los pasos que es preciso dar en laconquista de una ilusin, de un espejismo fundamental mediante el cual el ser, perecedero y frgil, se

    sostiene en la bsqueda de perennidad. Concebida sta como aspiracinesencial: todo fluye ycambia pero algo permanece constante. La funcin de lo bello se demuestra aqu como en elSeminario VII, en su carcter de defensa, como aquello que est destinado a velar el deseo demuerte.

    La belleza como defensa

    Lacan precisa una diferencia: el deseo debello, cuya presencia oculta es el deseo de muerte. Y eldeseo de lobello, por el cual sujeto opta por una cierta huella, por la llamada que le ofrece el objeto oalguno de los objetos.Lacan seala el deslizamiento que se produce en el discurso de Diotima por el cual lo bello,concebido inicialmente como forma de pasaje, se convierte en un fin que deber perseguirse: a

    fuerza de perdurar como gua se convierte en objeto.El progresivo ascenso desde los objetos hacia lo bello en s parte de la iniciacin en el amor por losjvenes bellos que motivan bellos discursos, engendra bellos razonamientos y deriva en el encomiode las buenas acciones, dibujndose un recorrido, un trnsito en el que el conocimiento puedeigualarse en su trmino con los Inmortales. Se desprende as de la servil dependencia a la belleza deun solo ser cuando, vuelto hacia el mar de lo bello y contemplndolo, engendre muchos bellos ymagnficos discursos y pensamientos en ilimitado amor por la sabidura, hasta que fortalecidoentonces y crecido descubra una nica ciencia cual es la ciencia de la belleza. (1) En ese camino lobello, definido como premio en el bsqueda del ser se convierte en objetivo de la peregrinacin. Elobjeto presentado al principio como soporte de lo bello se convierte en transicin hacia lo bello.La definicin dialctica del amor es por tanto la metonimia del deseo como algo que se impone msall de todos los objetos, como aspiracin, a travs de los objetos, hacia una perspectiva sin lmite.

    Esta es la perspectiva de Eros en la doctrina platnica.El erastses conducido a un lejano ermenos(con finalidad neutra) a travs de los eromenoi(todo lo

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    que es amable, digno de ser amado).Entretanto el ktema, la finalidad, ha pasado del registro del tener al ser. En este proceso, en estaascesis, se opera una transformacin en el devenir del sujeto, producida por la identificacin ltimacon lo supremamente amable. Y cuanto ms lejos lleva el sujeto su finalidad, ms derecho tiene aamarse en su yo-ideal: cuanto ms desea se torna ms deseable, pero el amante slo apunta a supropia perfeccin.

    La funcin del no-saber y de la verdad

    Sin embargo, Platn no se queda ah. Volvamos a la estructura: Scrates puede hablar de estascosas desde el lugar de l no saba. An sabiendo no puede hablar de lo que sabe, porque, en loreferente al amor, sabe que slo hay discurso partiendo del punto en donde l no sabe. Aqu se sitael resorte de su eleccin en su manera de ensear.Con la entrada de Alcibades volvemos a lo real como el campo donde se puede desarrollar ladimensin de la verdad. Entre Agatn, Scrates y Alcibades veremos la sustitucin encarnada: espreciso que haya una estructura triplepara que se produzca la significacin del amor.Alcibades se presenta en un momento del debate en el que se plasma un juego entre el que sabe ysabiendo, muestra que se debe hablar sin saber, Scrates, y aqul que, no sabiendo, ha habladocomo un pavo pero ha hablado bien, Agatn.

    Una topologa de tres

    La intempestiva irrupcin de Alcibades que otorga una dimensin de escndalo a la escenademuestra que cuando el amor se manifiesta en lo real no tiende a la armona, como pretendaErixmaco, ni tiende a la convergencia como pudo enunciar Diotima. No se produce ningn comnascenso a ermenos. Lo que quiere Alcibades es guardarse el agalmapara l, manifiesta la extremacodicia hacia lo ms particular, lo incomensurable, lo contingente que reviste de valor agalmtico lafigura de Scrates. Ese objeto nico es el objeto adel fantasma y cuando Alcibades franquea loslmites del pudor en su confesin, revela la funcin de este objeto agalmtico y se muestra por lotanto como sujeto dividido. El agalma muestra que la funcin del objeto en el deseo no esrepresentar un bien universal sino, por el contrario, uno muy particular. Ya desde el comienzo se

    percibe que va a tratarse de otra cosa: Alcibades cambia las reglas del dilogo que eran las deelogiar a Eros por el elogio del vecino. Se va a tratar del amor en acto, no en trminos ideales.Scrates responde: no es para m para quien has hablado sino para Agatn. En el discurso deDiotima imperaba la dimensin dual por la cual se orientaba al sujeto en una identificacin y de unaproduccin con ayuda de lo bello. La relacin biunvoca entre el sujeto y lo bello tena como fin laidentificacin como horizonte del ser.En cambio, en este pasaje, la temtica del Bien Supremo queda sustituida por otra cosa en la que seordena una triplicidad, una topologa intersubjetiva triple en la que se distinguen los lugares delsujeto, el otro y el Otro. En la misma disposicin de los comensales la entrada de Alcibades irrumpeen la pareja; se sienta entre Scrates y Agatn.Adems, Alcibades rompe con dialctica de lo bello como gua de lo deseable. Nos desengaa,presenta a Scrates como el que rechaza lo bello y los bienes incluso cuando le son presentados

    para seducirle por el ocupaba el lugar del amado, del ermenosy que era conocido por todo elmundo. Scrates, para quien Alcibades era el ermenosse niega a entrar en el juego, l no amaporque sabe. Y aqu nuevamente se equipara la posicin de Scrates y la de Freud que supotambin mantenerse impasible, indiferente ante el amor de transferencia.Scrates le indica a Alcibades: all donde tu ves algo, no soy nada. Y rehsa la metfora del amormanifestando que su esencia es la de un hueco, un vaco. Presentifica un no radical a la demandade amor, no accede a dar el signo que Alcibades le reclama. Se mantiene impasible, no aceptaocupar la posicin pasiva de eromenos. Su agalmareside precisamente, como Lacan lo reitera en laProposicin, en la retencin de esa nada.

    Aprender como amante

    Scrates implica a Alcibades en el camino del bien dicindole Ocpate de tu alma. As la metforase opera en Alcibades que alcanza la posicin del deseante. Lacan destaca la notable ausencia de

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    temor a la castracin que le confiere un carcter singularmente agalmtico a este personaje. Elretrato de Alcibades realizado por Plutarco en Vidas Paralelasno deja lugar a dudas del hechizo queejerca este singular hombre del deseo decidido.Scrates hace hincapi en el final del discurso de Alcibades en el que de manera accesoria le hadado un lugar a Agaton y as desvela su estrategia: quieres enunciar que estoy obligado a amarte a tiy a ningn otro y que Agatn, por su parte, lo est de dejarse amar por ti y por nadie ms.De este modo Scrates lee en el discurso aparente: en ese drama de tu invencin, en la metfora del

    sileno, ah se ven las cosas.La estructura del discurso de Alcibades queda pues, a la luz: lo que t quieres es ser amado por m yque Agaton sea tu objeto.Sin embargo, Scrates responde a la demanda presente de Alcibades y se dispone a hacer el elogiode Agatn, situando en el plano del Otro lo que ocurri entre ellos tras los velos del pudor. En eseelogio se trata de hacer pasar la imagen de Alcibades amando, es decir, la forma significante deldeseo de Alcibades. As puede entrar en la va de las identificaciones superiores que traza elcamino de la belleza. Scrates sustituye una cosa por otra: la escena dual entre ellos por la imagen,por la forma del deseo de Alcibades en el lugar del Otro.No se trata de ascesis, ni de belleza, ni de identificacin con Dios lo que desea Alcibades sino delobjeto nico que vio en Scrates y del que ste se aparta porque sabe que no lo tiene. Lo queAlcibades busca en Agatn es el mismo punto supremo por el cual el sujeto se aniquila en el

    fantasma.Scrates sustituye el seuelo de los dioses por su propio seuelo, sirve a Eros sirvindose de l.Sabe que Alcibades est destinado a engaarse porque desconoce la funcin del agalma queconstituye su meta. En este punto podemos establecer la equivalencia con el lugar del analista. Eselugar vaco, tercero, entre el sujeto y el objeto, permite alojar la forma significante del deseo particulardel analizante, haciendo posible la metfora del amor, aqulla en la que se produce un cambio en elsujeto, que accede a la posicin de erasts. Desde esa posicin aprender lo que le falta, es decir, sudeseo.Pero tambin es preciso hacer la distincin entre la posicin de Scrates y la del analista. En elmomento en que Scrates concede una satisfaccin a la demanda de Alcibades y se dispone ahacer el elogio de Agaton, se ubica en la posicin histrica, que se caracteriza por la identificacin aldeseo del otro. Por eso Lacan afirma no digo que deban ser Scrates, quien encarna el deseo purocomo puro deseo del Otro. Aos ms tarde, al calificar al deseo del analista como impuro,vinculado por tanto a una causa, y nombrado como el deseo de obtener la diferencia absoluta, Lacanconsigue resolver esta apora.Sin duda, lo que nos ensea este recorrido por El Banquetees que el resorte esencial del anlisisreside en el manejo de la transferencia, que conlleva hacer posible que el analizante descubra elengao del amor de transferencia, aqul que vela su carcter pulsional que Lacan, en el Seminario XIenuncia de este modo: porque amo en ti algo ms que t, te mutilo.El deseo del analista, advertidode esta dimensin engaosa que hace posible la institucin del sujeto supuesto saber, como seuelopara el objeto a, sabe por tanto el destino que le espera si sita su accin a la altura de las exigenciaslgicas del discurso analtico. Estar entonces a salvo de los efectos medusantes de este temibledios al que Dante coloca en la antesala del infierno, sirviendo a Eros para servirse de len una

    accin cuya dimensin tica implica una singular abnegacin.

    Bibliografa

    Jaques Lacan Seminario VIII La transferencia. Ed. Paids. Buenos Aires. 2003.Jacques Lacan: Proposicin del 9 de Octubreen Momentos cruciales de la experiencia analtica. Ed. ManantialBuenos Aires. 1992.Estela Solano: Presencia del analista. EIM Publicacin del NUCEP y la ELP, 2002Diana Ravinovich: Modos lgicos del amor de transferencia Ed. Manantial.Buenos Aires. 1992.Colette Soler: Lacan y El banqueteEd. Manantial. Buenos Aires 1992.Platon: El banquete. En Dilogos III Biblioteca Clsica Gredos. 1997.

    Texto establecido a partir de la intervencin en el Seminario del Campo Freudiano en Sevilla, el 23 deOctubre de 2004.

    Notas

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    (1) Platn, El banquete. Pg. 262/3.