reescrituras varias

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TEXTO 4: “Había una vez” Un apuesto joven llama a la puerta y le pide que se calce la más hermosa de las zapatillas. En cuanto observa que ésta se ajusta al pie perfectamente, la toma del brazo al mismo tiempo que le dice: - Queda usted arrestada, esta zapatilla fue hallada en la escena del crimen. Javier Quiroga TEXTO 3: “Opus 8” Júrenos que si despierta, no se la va a llevar- pedía de rodillas uno de los enanitos al príncipe, mientras éste contemplaba el hermoso cuerpo en el sarcófago de cristal-. Mire que, desde que se durmió, no tenemos quien nos lave la ropa, nos la planche, nos limpie la casa y nos cocine. Armando J. Sequera TEXTO 1: “Para mirarte mejor” Aunque te aceche con las mismas ansias, rondando siempre tu esquina, hoy no podríamos reconocernos como antes. Tú ya no usas esa capita roja que causaba revuelos cuando pasabas por la feria del Parque Forestal, hojeando libros o admirando cuadros, y yo no me atrevo ni a sonreírte, con esta boca desdentada. Juan Armando Epple, Con tinta sangre, 2004

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Reescrituras cuentos de hadas y otras

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Page 1: Reescrituras varias

TEXTO 4: “Había una vez”

Un apuesto joven llama a la puerta y le pide que se calce la más hermosa de las zapatillas.

En cuanto observa que ésta se ajusta al pie perfectamente, la toma del brazo al mismo

tiempo que le dice: - Queda usted arrestada, esta zapatilla fue hallada en la escena del

crimen.

Javier Quiroga

TEXTO 3: “Opus 8”

Júrenos que si despierta, no se la va a llevar- pedía de rodillas uno de los enanitos al

príncipe, mientras éste contemplaba el hermoso cuerpo en el sarcófago de cristal-. Mire

que, desde que se durmió, no tenemos quien nos lave la ropa, nos la planche, nos limpie la

casa y nos cocine.

Armando J. Sequera

TEXTO 1: “Para mirarte mejor”

Aunque te aceche con las mismas ansias, rondando siempre tu esquina, hoy no podríamos

reconocernos como antes. Tú ya no usas esa capita roja que causaba revuelos cuando

pasabas por la feria del Parque Forestal, hojeando libros o admirando cuadros, y yo no me

atrevo ni a sonreírte, con esta boca desdentada.

Juan Armando Epple, Con tinta sangre, 2004

Héroes, Enrique Anderson Imbert

Teseo, que acababa de matar al Minotauro, se disponía a salir del Laberinto siguiendo el hilo que había desovillado cuando oyó pasos y se volvió. Era Ariadna, que venía por el corredor reovillando su hilo.- Querido –le dijo Ariadna, simulando que no estaba enterada del amorío con la otra, simulando que no advertía el desesperado gesto de “¿y ahora qué?” de Teseo-, aquí tienes el hilo todo ovilladito otra vez.

Teseo y el Minotauro, Marco Denevi

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Es cierto que el rey Minos mandó a construir el laberinto. Pero el Minotauro es una pura invención. Los que se internaban en las galerías diseñadas por Dédalo morían de hambre y de sed, no porque los devorase ningún monstruo. Minos dejaba correr el infundio por dos razones. La primera, para que se siguiese creyendo que su mujer lo había engañado con un toro (capricho rayano en la locura, que no afectaba su buen nombre y honor de marido) y no, como era la verdad, con Dédalo. Y (la segunda razón) porque el terror es un excelente aliado del poder. Todo esto lo descubrió Teseo cuando, guiado por el hilo de Ariadna, entró en el laberinto con el propósito de matar al Minotauro. Como entró, salió. Pero a todo el mundo le dijo lo contrario para hacerse pasar por héroe. (La cara que pondría Minos oyéndolo y sin poder desmentir a ese fanfarrón.) Claro que la presencia de Ariadna constantemente le recordaba su superchería. O quizás Ariadna intuyó algo, o el propio Teseo, ebrio de amor o de vino, le reveló la verdad. Por eso, en cuanto puedo, la dejó plantada.

Sapo y princesa I, Ana María Shua

Si una princesa besa a un sapo y el sapo no se transforma en príncipe, no nos apresuremos a descartar al sapo. Los príncipes encantados son raros, pero tampoco abundan las auténticas princesas.

Sapo y princesa V, Ana María Shua

Considerando la longitud y destreza de su lengua, la princesa se interroga sobre su esposo. ¿Fue en verdad príncipe antes de ser sapo? ¿O fue en verdad sapo, originalmente sapo, a quien hada o similar concediera el privilegio de cambiar por humana su batracia estirpe si obtuviera el principesco beso? En tales dudas se obsesiona su mente durante los sudores del parto, un poco antes de escuchar el raro llanto de su bebé renacuajo.

Cenicienta I, Ana María Shua

A las doce en punto pierde en la escalinata del palacio su zapatillo de cristal. Pasa la noche en inquieta duermevela y retoma por la mañana sus fatigosos quehaceres mientras espera a los enviados reales. (Príncipe fetichista, espera vana.)

Cenicienta II, Ana María Shua

Desde la buena fortuna de aquella Cenicienta, después de cada fiesta la servidumbre se agota en las escalinatas barriendo una atroz cantidad de calzado femenino, y ni siquiera dos del mismo par para poder aprovecharlos.

Cenicienta III, Ana María Shua

Advertidas por sus lecturas, las hermanastras de Cenicienta logran modificar, mediante costosas intervenciones, el tamaño de sus pies, mucho antes de asistir al famoso baile. Habiendo tres mujeres a las que calza perfectamente el zapatito de cristal, el príncipe opta por desposar a la

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que ofrece más dote. La nueva princesa contrata escribas que consignan la historia de acuerdo con su dictado.

El héroe a tiempo, Ana María Shua

Un monstruo desalmado exige al reino el tributo de sus doncellas, a las que devora. Su apetito de mujeres es cada vez mayor. Ahora se las come sin siquiera constatar su doncellez. Se le imponen al pueblo más sacrificios. El héroe llega a tiempo, corta las tres cabezas de la serpiente y salva a las víctimas. Después, con periódica puntualidad, exige su premio. Se aguarda con esperanza el pronto arribo de otro héroe.

Los enanos son mineros, Ana María Shua

La Reina mala logró su propósito, pero así, dormida, todavía la tienen con ellos. El Príncipe Azul, en cambio, se la quiere llevar. Los enanos se resisten. Blancanieves propone emplearlos como jardineros en el parque que rodea el palacio. Parece una solución sensata.Pero los enanos no son jardineros sino mineros. Las malezas invaden el parque, los macizos de flores languidecen, las especies más delicadas no sobreviven, el invernadero es un depósito de cadáveres vegetales. Los enanos, mientras tanto, han cavado un túnel que los lleva directamente a la bóveda del Banco Central. Ejerciendo su natural oficio, extraen los lingotes de oro que respaldan la emisión monetaria del reino. El subsiguiente caos económico provoca la caída de la familia reinante. Encabezan la sublevación los verdaderos jardineros, despedidos por causa de los enanos.Blancanieves y el Príncipe se refugian en la casita del bosque. La Reina mala está vieja y aburrida y de vez en cuando los visita: su hijastra es ahora una mujer de cierta edad y el espejo mágico le dice que las hay más bellas. (El espejo es malvado pero no miente.) Los enanos se separaron y escriben desde países lejanos y diversos.El Príncipe se acuerda a veces de su primera esposa y se pregunta cómo habría sido su vida si no se hubiera separado de Cenicienta.