redes de indignación y esperanza

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Critica

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    Redes de indignacin y esperanzaManuel Castells

    Alianza Editorial, Madrid, Espaa, 2012, 296 pgs.

    Jos Snchez PargaCentro Andino de Accin Popular, Quito, Ecuador. Email: [email protected]

    Manuel Castells: un elogio emocional e inofensivode las movilizaciones de protesta

    Cuatro observaciones preliminares sirven para enmarcar una lecturacrtica de la obra reciente de Manuel Castells, Redes de indignacin y es-peranza.

    En primer lugar este gnero de elogio exaltado e inofensivo de lasmovilizaciones de protesta actuales en el mundo ha dado lugar en muypoco tiempo a una amplia literatura, pero tambin ha suscitado no pocascrticas, ya que se trata por general de estudios y trabajos realizados alcalor de las experiencias de dichas protestas, y recurriendo a un gneromuy periodstico o ensayista. La advertencia de Slavoj Zizek, de que estasprotestas impotentes e inofensivas terminen enamoradas de s mismas ycelebrando anualmente sus aniversarios, no ha impedido una avalancha detextos con tonos utpicos y superlativos.1 A este gnero de obras pertenecela de Castells: pretendo que sta sea mi aportacin a la comprensin de losmovimientos sociales en red como precursores del cambio social en el si-glo XXI (p.34).

    En segundo lugar, aunque Castells considera haber tomado distan-cia de su experiencia en la participacin de las movilizaciones de protesta,no parece haberlo logrado por dos razones principales: primero, porquepara tomar una distancia que pudiera objetivar una experiencia subjetiva,no slo hubiera sido necesario despojar tal experiencia de sus cargasafectivas y emocionales, lo que el autor no hace, sino tambin disponer deun referente terico capaz de garantizarle suficientes dispositivos crticos yexplicativos de los fenmenos estudiados, y de los cuales el autor tampocoha dispuesto, por las razones que veremos ms adelante; segundo, porqueparadjicamente Castells se remite a su experiencia de mayo 68, creyendoque ahora como entonces todo era posible; lo que la historia demostraraque fue un error. Ms bien sera muy interesante comparar los aconteci-mientos de mayo 68 con las actuales movilizaciones de protesta, anali-zando cmo la fuerza y produccin imaginarias gestadas en ambos aconte-cimientos fue equivalente a su ineficacia histrica: el poder semntico delos slogans fue impotente para lograr algunos de los cambios deseados oesperados.

    Polis, Revista Latinoamericana, Volumen 12, N 35, 2013, p. 605-617

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    En tercer lugar, aunque Castells dedica su obra a Touraine, mi padreintelectual terico de los movimientos sociales, sorprende que a excepcinde una sola nota (p. 227, n. 1), donde refiere a su propia perspectiva teri-ca, al anlisis y teora tourainianos sobre los movimientos sociales, el autornunca tenga en cuenta las principales conceptualizaciones de Touraine, comose demuestra a continuacin.

    En cuarto lugar, si Castells no logra tomar distancia de su experien-cia y participacin en las protestas, ni tampoco asume los presupuestostericos de Touraine, y deposita una extraordinaria capacidad de cambiode las movilizaciones de protesta, es porque el principal referente del autor,el que opera desde el trasfondo de toda esta obra, es su gran teora de lasredes sociales y de la sociedad en redes (network society); siendo a partirde ella que trata de explicar las protestas, cmo si el cambio que la comuni-cacin en redes imprime a la sociedad moderna hiciera que las redes socia-les sirvieran de fundamento y fuerza a las movilizaciones de protesta.2

    Finalmente la obra de Castells se encuentra toda ella muy ambientadapor un izquierdismo acadmico, hurfano de discursos y sin una militanciapoltica orgnica, que busca desesperadamente nutrirse de cualquier sitio,tema o movida: ya sea el microcrdito o la economa solidaria, los dere-chos de la naturaleza, la vida buena, el decrecimiento todo lo que suenealternativo se convierte ya en un tpico o estrategia de izquierda. Esto ex-plica el entusiasmo del autor de llevar a las aulas el tema y problemtica delas protestas, lo que se vuelve un leit motiv de todo el libro. Y todo elloungido por la esperanza (ttulo del libro!) de que tras las protestas el paisa-je poltico (americano) ya no volver a ser el mismo.3

    Movimiento social o movilizacin de protesta

    El principal problema que plantea la obra de Castells es que confun-de movimiento social y movilizacin de protesta. Un movimiento socialresponde siempre a un determinado sector social (movimiento indgena,barrial, campesino, obrero), que se constituye en actor de un movimientoreivindicativo, y por consiguiente democrtico, ya que sus demandas so-ciales pueden ser representadas polticamente, y sus conflictosgobernables.4

    Esta conceptualizacin fundamentalmente tourainiana de los movi-mientos sociales es esencial en todos sus componentes, ya que permitediferenciar los movimientos reivindicativos de las movilizacionesprotestatarias. Estas a) lejos de convocar un determinado sector social, sonsiempre sociolgicamente annimas y heterogneos (pueden llamarse in-dignados en Espaa o forajidos en Ecuador) en su composicin; b) la rei-vindicacin es pro-activa y la protesta re-activa segn la terminologatourainiana; c) mientras que las reivindicaciones reconocen y legitiman suinterlocutor o destinatario, las protestas los deslegitiman y rechazan lainstitucionalidad de sus adversarios; d) a diferencia de los conflictos gene-rados por los movimientos social en s no violentos, aunque circunstancial-

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    mente puedan degenerar en violencia, las protestas son en s mismas vio-lentas y generadoras de violencia, aunque circunstancialmente por falta defuerza no sean violentas; e) todo ello explica por qu la protesta no esdemocrticamente gobernable, y ms bien rechaza la institucionalidad dela democracia realmente existente.5

    Se ha llegado a sostener que los movimientos sociales se politizan,sin tener en cuenta que a diferencia del movimiento social, que se rige porla razn del conflicto reivindicativo, las movilizaciones de protesta actande acuerdo a la lgica poltica del enemigo, del enfrentamiento y la oposi-cin. Touraine es muy explcito al definir la diferencia entre el actor socialy el actor poltico, para poder entender la radicalidad de la protesta: elmovimiento oscila es el conflicto de un actor y de un adversario por ladireccin en particular de las fuerzas productivas en un marco polticoinstitucional comn a los adversarios un anti-movimiento social a la inver-sa no reconoce ningn marco comn a los adversarios, que se vuelven en-tonces enemigos (1988:153). En otras palabras, actores y movimientos so-ciales compiten por los mismos recursos dentro de la misma sociedad y desu marco institucional; este conflicto los hace adversarios pero no enemi-gos. Las movilizaciones de protesta rechazan ese marco comn institucionaly entablan un enfrentamiento entre enemigos, ms o menos violento, arma-do o desarmado.

    Esto mismo se encuentra asociado a otro factor diferencial entremovimientos sociales y movilizaciones polticas: cuando un determinadogrupo o sector de la sociedad se constituye en actor social por sus prcti-cas y discursos reivindicativos de mayor participacin en la sociedad, serpor la conduccin de su liderazgo o de su organizacin, que seinstitucionaliza en movimiento social; no es este el caso de lasmovilizaciones de protesta, cuyos actores no representan un determinadogrupo o sector de la sociedad, y cuyas actuaciones no estn conducida poruna dirigencia, liderazgo u organizacin, siendo ms bien la fuerza inhe-rente a la protesta, la que convoca y moviliza.

    Es a partir de estos presupuestos tourainianos, y en particular de ladiferencia y en cierto modo contradiccin entre la sociologa y poltica delos movimientos sociales y la sociologa y poltica de las movilizaciones deprotestataria, que se pueden cuestionar muchos de los planteamientos de laobra de Castells. Mientras que para Touraine los movimientos socialesexisten permanentemente en sus prcticas y discursos reivindicativos almargen de sus manifestaciones, marcha u ocupaciones, es decir prescin-diendo del repertorio o formas que adoptan en sus luchas sociales, segnCastells se convierten en movimiento al ocupar un espacio urbano, yasea mediante la ocupacin permanente de plazas pblicas o por las mani-festaciones continuadas (p.212). Touraine precisa que el movimiento essocial no porque se mueva en la sociedad sino porque mueve la sociedad,considerando que un exceso de movilizacin podra corresponder a un d-ficit de movimiento. No otra es la crtica que hace a los movimientos socia-les en Amrica Latina: actores si accin social (1988:469).

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    Contradiccin entre reivindicacin y protesta

    Si hay algo tan esencial como generalizado en las actualesmovilizaciones de protesta es su diversidad de contenidos; e incluso sondiversas las protestas formuladas en cada una de las movilizaciones socia-les; como si cada clase, grupo, sector o actor social tuviera sus protestas osu particular versin de la protesta. Sin embargo un elemento o trasfondocomn a todas las protestas seria el nuevo orden econmico mundial delcapitalismo financiero, que se impone como la causa ltima principal detodos los despojos y exclusiones, contra los que se protesta.

    Pero quizs hay algo ms radical y menos explcito contra lo queprotestan las movilizaciones en todo el mundo: contra la dictadura de queno hay alternativa (el there is not alternative de Margaret Tatcher), impera-tivo con el que precisamente se legitiman la dominacin y globalizacindel orden econmico capitalista en el mundo. El problema es que lasmovilizaciones de protesta no logran definir cul sera la alternativa; ynunca lograrn identificar una alternativa mientras que la fuerza de la pro-testa siga atrofiando las posibilidades reivindicativas. Aunque en realidadtal alternativa no existe ni es posible sino en cuanto destruccin / transfor-macin de ese mismo orden, contra el cual se protesta.

    Las actuales movilizaciones de protesta responde a una lucha contralos despojos y las exclusiones (protest again inequality), resultado de laanterior derrota de las luchas de los movimientos sociales en sus reivindi-caciones por la igualdad (demand for equality).6 El contexto de aquellaforma de conflicto es un capitalismo distributivo en una democraciaredistributiva; el contexto de este otro modelo de conflicto es la domina-cin neoliberal del capitalismo financiero. Esto explica la desesperacinde tantos indignados y forajidos, que protestan por todo el mundo; siendoprecisamente esta desesperacin, y de ningn modo la esperanza, la quepuede dotar de una accin eficaz y violenta a las movilizaciones sociales.

    Esto explica la paradjica semntica de los slogans protestatarios:exigir todo y nada al mismo tiempo (p.184). Ms an, si no hay realesreivindicaciones posibles y consensuadas es porque la lgica y dinmicamismas de la protesta lo impiden, pues reivindicacin y protesta se contra-dicen: la falta de reivindicaciones especficas del movimiento era uno desus puntos dbiles fundamentales (p.185). Aunque de hecho es la reivindi-cacin, no su defecto, lo que debilitara las protestas; cuanto ms radical ytotal es el rechazo, menores son las condiciones para reivindicacin algu-na: cualquier enfoque pragmtico para conseguir las reivindicaciones ten-dra que pasar por el sistema poltico, lo que sera contradictorio (p.186).

    Una protesta sin reivindicaciones es una protesta desarmada y sinpropuestas, y el mismo Castells incurre en esta paradoja, cuando cifra lasposibles propuestas especficas en derrotar al capitalismo o restaurar elrecrecimiento econmico (p.127); cuando ha sido precisamente este creci-miento econmico, el que siempre ha fortalecido al capitalismo. Al actual

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    capitalismo financiero slo se lo destruye sustituyendo su lgica y dinmi-ca de concentracin y acumulacin de riqueza por un poder y una lgica(econmicamente) distributiva y (polticamente) redistributiva. No otro esel parmetro de la solucin islandesa presentado por el mismo Castells(p.47-58).

    Resulta muy paradjico que las movilizaciones de protesta oscilensiempre entre un desencadenamiento de la violencia y una teatralidad festi-va. Es en este caso, de una movilizacin social y poltica ms ficticia quereal, ms teatral que eficaz (Touraine, 1988:469), que las movilizacionesde protesta, como tantos otros foros mundiales sociales o alternativos, ter-minan reducidos a celebraciones anuales, meetings para conmemorar elhappening inaugural, donde se reproducen los slogans, sin hacer nada efi-caz para que algo cambie.

    El teorema de la violencia en las luchas protestatarias

    En su obra Castells roza un problema, pero que ni siquiera llega aplantear: la relacin entre las protestas y la violencia. En un intento porexplicar la violencia de la no-violencia, segn l, de las movilizaciones deprotesta, confunde violencia, que es una categora socio-poltica y posiblecomponente de las luchas sociales, con agresividad, que es una categorapsico-orgnica propia de la condicin humana: el movimiento Occupy eramayoritariamente no violento, tanto en su filosofa como en la prctica.Pero era agresivo, porque su tctica de ocupar el espacio para establecer suautonoma y de manifestarse contra los modos funcionales del sistema es-taba destinado a encontrarse con la accin policial (p. 186s).

    Las razones para considerar como axioma del movimiento que la noviolencia era fundamental (p.139) no slo son injustificadas, sino que ade-ms contradicen el poder de las mismas movilizaciones de protesta. Consi-derar que las movilizaciones y las protestas se oponen a la violencia, almargen de las declaraciones de no-violencia que se puedan formular porlos participantes, porque se trata de un principio bsico de la nueva culturade la paz y la democracia que el movimiento quiere difundir (p.130), es taningenuo e ilusorio como injustificable. Es precisamente contra esa culturade la paz y la democracia, con las que se reviste y legitima el orden de laviolencia econmica en el mundo, contra las violencias y horrores econ-micos (V. Forrestier) del capitalismo, que las movilizaciones de ciudada-nos protestan.

    Cuando a inicios de los 90 las NNUU y el Banco Mundial ponen encirculacin el imperativo y programa de la gobernabilidad fue para neu-tralizar el ciclo de protestas que generaran los gobiernos neoliberales y lagubernamentalidad de sus polticas econmicas y la gobernancia delcapitalismo financiero. El esquema o sndrome terrorista / antiterrorista unadcada despus es anlogo: no tanto destruir y suprimir todo posible terro-rismo y terrorista sino proteger el nuevo orden econmico antiterroristaglobal.

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    Negar a las movilizaciones de protesta su potencial de violencia esdespojarlas de su sustancia poltica y de la lgica del enemigo, ya no deladversario, al que hay que destruir. A diferencia de toda violencia instru-mental, la protesta es portadora de una violencia sustantiva, precisamenteporque es re-activa a esas otras violencias que la provocan.

    Nada permite hablar de una cultura de la paz en un mundo transfor-mado en campo de batalla de todas las guerras econmica y antiterroristas;y mucho menos de una democracia convertida en su instrumento de legiti-macin. Por eso Castells comparte con las movilizaciones de protesta lacreencia en la posibilidad de una democracia ya, real, participativa, cuandode hecho no hay otra democracia posible en las modernas sociedades demercado; slo transformando el modelo de sociedad neoliberal sera posi-ble cambiar su modelo de gobierno democrtico. Si la democracia repre-sentativa (liberal) ha fracasado en la sociedad de mercado (neoliberal), estamisma sociedad impedira con mucha ms fuerza y razn posibles modelosde democracia participativa.

    Al pensar en trminos de movimientos sociales las movilizacionesde protesta, Castells atribuye a stas la no-violencia de aquellos. De otrolado, no reconocer la violencia inherente a las protestas, supone ignoraresas otras violencias maysculas o ms poderosas, contra las que precisa-mente las protestas se movilizan. La violencia policial no responde tanto ala violencia de las protestas cuanto a la defensa del ordenamiento globalde la violencia en el mundo.

    Al no disponer de una particular teora de la violencia en las luchascolectivas y en las protestas polticas, Castells no puede establecer una di-ferencia pero tampoco continuidad entre una protesta desarmada, comofueron las movilizaciones en Europa, EEUU e incluso en Tnez, y unaprotesta armada, que lleg a convertirse en guerra civil (en Libia y Siria).As mismo desconocer la violencia inherente a la protesta impide a Castellsdiferenciar entre una violencia armada y una violencia desarmada, y porconsiguiente el hecho que no haya solucin de continuidad entre la violen-cia de protestas ms o menos desarmadas.

    Las movilizaciones de protesta se encuentran atrapadas en una inexo-rable contradiccin: sin reivindicaciones y sin ejercer su potencial de vio-lencia dichas movilizaciones terminan debilitndose sin lograr cambio al-guno; pero si su violencia transgrede los umbrales imaginarios del ordeneconmico dominante, las protestas corren el riesgo de ser criminalizadasy declaradas terroristas. No hay que dejarse engaar por la ideologa pol-tica de la tergiversacin: no es el terrorismo ni los terroristas que han con-vertido al nuevo orden econmico global en un rgimen antiterrorista, sinoms bien lo contrario: es su antiterrorismo lo que mejor legitima y con msfuerza preserva ese nuevo ordenamiento capitalista del mundo.7

    Estos, no otros son los efectos contradictorios de la violencia (p.216); por eso no se puede reducir la violencia a la represin que las protes-

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    tas provocan y mucho menos a un supuesto instinto de autodefensa (ibid.).Lo que explica el potencial de violencia de las protestas es el que ejerce elnuevo ordenamiento del capitalismo global; en otras palabras no es la vio-lencia instrumental de la represin de las movilizaciones protestatariassino la violencia estructural, que articula la protesta a la violencia del nohay alternativa al orden dominante neoliberal.

    Las actuales movilizaciones de protesta en todo el mundo, con susdiversas morfologas y alcances, ponen de manifiesto un fenmeno nuevoal mismo tiempo que deshacen un esquema tradicional (que se remonta aAristteles y pasa por Maquiavelo): la oposicin e incompatibilidad de lapoltica y la violencia. Hasta ahora la poltica pona fin a la violencia y laviolencia era el ms all o ms ac de la poltica; hoy la violencia ha dejadode ser una cualidad o instrumento de la poltica para convertirse en su for-ma y contenido.

    Una versin demasiado tica y sentimental de las protestas

    Otro de los registros dominantes en el libro de Castells son las inter-pretaciones ticas y afectivo sentimentales, quizs muy californianas, delas movilizaciones de protesta. Lo que se explica por una deficitaria ver-sin poltica del fenmeno. Ya el ttulo de la obra es muy sintomtico. In-dignacin y esperanza pertenecen al repertorio de los sentimientos y laspasiones; es decir de la inaccin y por ello carentes de virtud poltica. Den-tro de lo que sera una psicologa del poder tanto la indignacin como laesperanza inhiben la accin poltica y contribuyen a debilitar al sujeto po-ltico.

    Para Maquiavelo, quien quizs como pocos profundiz en la psico-loga del poder, los sentimientos y las pasiones (desde las morfologas deltemor y el miedo hasta las esperas y esperanza), son patologas polticas,que impiden o pervierten la accin del poltico. Se suele ignorar con fre-cuencia una fundamental ecuacin poltica, segn la cual cuanto peor esla realidad presente tanto mayor es la tentacin utpica y tanto msfuerte la generacin de esperanzas: es tanta la distancia entre cmo sevive y cmo se debera vivir, que aquel que deja aquello que se hace porlo que se debera hacer, aprende ms bien la ruina que su salvacin (Elprncipe, c. 15).

    Castells despliega un manejo muy simple y arbitrario de estos senti-mientos, y deja al lector muy perplejo ante cmo la humillacin uni aaquellos que transformaron el miedo en indignacin y la indignacin enesperanza (p. 20). Todava ms sorprendente parece el sostener que losmovimientos sociales son movimientos emocionales (p. 30). Los movimien-tos reivindicativos son sociales, las movilizaciones de protesta son polti-cas, sus componentes sentimentales, por otro lado no fciles de observar,haran referencia a una psicologa de las masas, a la fuerza o violencia delas mismas reivindicaciones y protestas, pero de ninguna manera es el com-ponente afectivo el que define la accin colectiva.

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    Es precisamente una confusa y muy simple psicologa de las masas,la que parece llevar al autor a un manejo demasiado mecanicista y casiautomtico de las pasiones, que supuestamente movilizan las protestas,cuando considera el proceso de accin colectiva arraigado en la indigna-cin, impulsado por el entusiasmo y motivado por la esperanza (p. 32).Una cosa es que la accin colectiva, como toda accin humana, se encuen-tre investida de mltiples y diversos sentimientos, y otra cosa muy diferen-te sostener que estos explican y son la causa de la accin social o poltica.

    Este quid pro quo, de confundir lo objetivo y subjetivo de una ac-cin, se reitera a lo largo de todo el texto: segn el autor a partir de lascondiciones objetivas surgieron las emociones y sentimientos y estos senti-mientos produjeron protestas (p. 43). Se trata obviamente de un procesoinverso: las condiciones objetivas producen las movilizaciones de protesta,investidas eso s de afectos y sentimientos. Por eso resulta insostenible, pormucho que se apele a la neurociencia social, el afirmar que el cambio socialtiene un motivo emocional como todo comportamiento humano (p.210).

    Cmo se articulan y combinan la ira y el miedo que desencadena laansiedad, el cual se superara en la accin comunicativa, y que de nuevo sepasa a la ira? Qu entender por motivos emocionales de la accin social,cuando las emociones son cualidades de la accin y no un motivo exteriora ella y que la moviliza? Estos interrogantes suscitan mucha incredulidadsobre el uso de esta tan singular hermenutica de las pasiones por parte deCastells, con la que ms bien parece compensar la falta de otras explica-ciones ms coherentes y adecuadas el fenmeno de las movilizaciones deprotesta.

    Todo este gnero de explicaciones supone desconocer lo queTouraine llama la desarticulacin de la accin colectiva, cuando el excesode las ideologas y de la misma accin poltica en relacin a la realidadeconmica genera una movilizacin social ms ficticia que real, ms teatralque eficaz (1988:469). Y en la medida que la protesta se vuelve tica, afectivay meditica se niega a s misma su propio potencial de violencia y de fuerzapoltica, es decir se vuelve ineficaz e inofensiva.

    La ambigua movilizacin en las redes y la protesta meditica

    Si hay un tema principal en esta ltima obra de Castells ese son lasredes sociales. Hasta tal punto que el mismo ttulo de su obra las persona-liza y hace protagonistas (redes de indignacin y esperanza), y constante-mente parece referirse a las redes sociales como la causa y explicacin delas movilizaciones de protesta. Siendo las redes sociales el gran tema delpensamiento y obra del autor (La sociedad en redes, t. 1, 1996; La era de lainformacin, t. 2, 1997), se entiende que las redes de la informacin y co-municacin se conviertan en el principio de interpretacin de un fenmenosocial tan relevante como son los movimientos protestatarios.

    Ahora bien, que internet y las redes sociales hayan contribuido a las

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    movilizaciones de protesta por todo el mundo no permite exagerar sus efectose influencias.8 Ms bien ha ocurrido lo contrario: el dficit de efectividadde las movilizaciones de protesta intent ser compensado por un exceso deexpresividad, lo que supuso una importante complicidad meditica: las pro-testas se prestaron a una extraordinaria exposicin meditica y los massmediapor su parte amplificaron la espectacularidad de las protestas.

    Y si Castells corre el riesgo de sustituir lo social por la web y elinternet y la telefona digital, reduciendo todas las formas de socialidad ala conectividad en las redes, nada extrao que en no pocos pasajes de laobra supedite de la accin colectiva a la eficacia de las redes. De la mismamanera que piensa la sociedad desde las redes y no stas desde lo social,as tambin parece pensar las movilizaciones de protesta desde las redes yno stas desde aquellas. Por ejemplo, no son las redes que excluyen losliderazgos, como pretende el autor: como son una red de redes no nece-sitan un liderazgo y un centro de mando ni tampoco una organizacinvertical (p.212).

    La verdadera razn socio-poltica es otra: a diferencia de los movi-mientos sociales, que requieren la conduccin de un determinado sectorsocial y una organizacin coherente de sus reivindicaciones, lasmovilizaciones de protesta son producto de una re-accin colectiva (entrminos tourainianos) y de una convergencia de grupos y sectores socialesheterogneos unidos ocasionalmente por una protesta o constelacin deprotestas; ya que es la misma protesta que moviliza sin necesidad de unaconduccin ni organizacin, y cifrando su fuerza precisamente en suheterognea y centrfuga inorganicidad. Siendo anti-sistema lasmovilizaciones de protesta no pueden ser ms que anti-sistmicas a suinterior.

    El problema de fondo es por consiguiente poltico: la extraordinariaexposicin meditica de las movilizaciones de protesta, conscientes de queexisten ms en la virtualidad de las redes y de los mass-media que en larealidad histrica y social, cuentan con la cmplice cobertura de los mass-media, que por razones de explotacin y rentabilidad mediticas no polti-cas amplifican la dramaturgia de las protestas.

    Cuando Castells habla de un movimiento en red (p. 170) no slosugiere que las movilizaciones y protestas tienen lugar en la red y son pro-ducto de ellas. Internet y las redes de telefona mvil no son simples herra-mientas, sino formas de organizacin, expresiones culturales y plataformasespecficas de autonoma poltica (p. 108s). Que sean formas de intercam-bio de informacin y contacto, de convocatoria y encuentro, ello nosignifica que la conectividad de las redes garantice una real comunica-cin, vnculos y solidaridades. Por otro lado, Castells insiste ms deuna vez en la autonoma poltica, a la que dan lugar las redes: El espa-cio de autonoma es la nueva forma espacial de los movimientos so-ciales en red (p. 213). En qu autonoma se est pensando? Una au-tonoma poltica meramente virtual? El autor es enftico: Internet como

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    todas las tecnologa es una plataforma privilegiada para la construccinde la autonoma social (p.218).

    Esta declaracin tan hiperblica podra prestarse a una interpreta-cin crtica, segn la cual es en la red, donde los individuos se vuelvenautnomos unos de otros, haciendo de ella el lugar sustitutivo de las socie-dades e instituciones sociales, donde mejor y de manera indolora se vive laruptura de los vnculos sociales. No otra sera esa cultura de la autonoma,donde los individuos pueden al fin sobrevivir los unos sin los otros, encontacto pero sin compromisos ni solidaridades entre ellos. Lo que en granmedida ocurre en el happening de las protestas.

    Y lo de happening no es simple metfora. Ya Touraine se refera alos actores sin accin, cuando hablaba de un exceso de autonoma de lasideologas e incluso de la accin poltica respecto a la realidad econmica,acarreando una movilizacin social y poltica ms ficticia que real, msteatral que eficaz (1988:469).

    Conclusin: Quines son los propietarios de las redes sociales?

    Cuando tanto se habla de autonoma de y en las redes, de una tecno-loga de la libertad, de las redes en cuanto lugares y productores de autono-ma de sus usuarios, siendo obvia esta pregunta Castells no se la plantea:quines son los dueos de las redes sociales?

    Interrogarse sobre los propietarios de las redes sociales se ha vueltoun asunto grave y urgente: cuando (Febrero, 2013) precisamente el Conse-jo de la Unin Europea se dispone a aprobar una ley que proteja la privacidadde los usuarios de Internet y de las redes sociales, se ha desatado una de lasmayores y ms encarnizadas guerras de lobbys de todos los tiempos, ya quese trata de un ocenico nmero de empresas en todo el mundo que viven dela publicidad y marketing en la red a costa de la privacidad de los ciudada-nos y sin que estos lo sepan, la cual es adems objeto de explotacin ilimi-tada por gigantescas tecnologas (El Pas). Es en estas circunstancias queaparece el verdadero Big Brother de las redes sociales, y cmo sus usuariosno seran ms que clientes y comparsas de los Mercados globales.

    Los grandes inventores de Internet y sus redes, convertidos en lasgrandes fortunas del mundo, siguen siendo sus propietarios y controlandosus desarrollos; de ninguna manera ha sido la cultura de la libertad a nivelsocial y la cultura de la individualidad y la autonoma a nivel de los actoressociales que dieron lugar a las redes de Internet (p. 222).

    No deja de ser una cruel paradoja que los propietarios de las redessociales en todo el mundo, con sus fabulosas fortunas, todas sus empresas eindustrias, con sus monopolios y encarnizadas competitividades entre ellos,sus evasiones fiscales, hayan contribuido en gran medida a la exclusin yel empobrecimiento de tantos obreros, empleados y profesionales en todoslos pases, siendo muchos de ellos los que se movilizan y protestan. Que las

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    redes sean instrumentos de las movilizaciones de protesta no significa quesean aliadas.

    A la cuestin de quin gobierna internet? Dan Schiller responde lasmultinacionales y los super-Estados pero no ciertamente los usuario; mien-tras aquellos amasan fortunas y gobiernan el mundo, haciendo de las redesuna mquina de vigilancia, estos se conectan, se informan, trabajan y sedivierten; pero no ms: el control de Internet garantiza la supremaca ame-ricana en el ciberespacio, en el plano comercial y militar.9

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    Notas1 Cfr. Slavoj Zizek, Occupy: Scenes form Occupied America, Verso, 2011; Thomas Frank,Occuper Wall Street, un mouvement tomb amoureux de lui-mme, Le Monde Diplomatique,n. 706, janvier, 2013.

    2Manuel Castells, The Rise of the Network Society, Blackwell Publishers, Oxford, 1996;The Information Age: Economy, Society and Culture, vol. II, The Power of Identity, BlackwellPublishers, Cambridge, 1997.

    3 Lenny Flank, Voices From 99 Percent: An Oral History of the Occupy Wall Street Movement,Red Black & Publishers, Florida, 2011.

    4 Cfr. J. Snchez Parga, Del conflicto social al ciclo poltico de la protesta, en EcuadorDebate, n. 64, abril 2000.

    5 Eran tan heterogneos los sectores sociales movilizados contra el presidente Gutirrez, yque provocaron su derrocamiento, que para dotarse de una identidad se apropiaron la acu-sacin de forajidos, que el mismo presidente les haba propinado.

    6 Cfr. Amartya Sen, Inequality Reexamined, Clarendon Press, Oxford, London, 1992.

    7 Cfr. Snchez Parga, J., El nuevo orden antiterrorista mundial, en Ecuador Debate, n. 60,diciembre 2003.

    8 Una excelente crtica del fenmeno en el caso particular de los levantamientos rabesofrece el libro de Yves Gonzlez-Quijano, Arabits numriques. Le printemps du Web ra-be, Sinbad- Actes Sud, Arles, 2012.

    9 Dan Schiller, Qui gouvernera Internet?, Le Monde Diplomatique, n. 707, fevrier, 2013.

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    Bibliografa

    Castells, Manuel (1996), The Rise of the Network Society, BlackewellPublishers, Oxford.

    dem (1997), The Information Age: Economie, Society and Culture, vol.II, The Power of Identity, Blackwell Publishers, Oxford / London.

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    Jos Snchez Parga