recopilación de cuentos

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RECOPILACIÓN DE CUENTOS, RELATOS Y MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA 1ª Y 2ª EDICIÓN DEL CONCURSO DE CUENTOS SCOUTS: ”ERES SCOUT…CUENTA CONMIGO”

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Relatos y microrrelatos presentados en la 1ª y 2ª edición del concurso de cuentos scouts: "Eres Scout, cuenta conmigo".

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RECOPILACIÓN DE CUENTOS, RELATOS

Y MICRORRELATOS

PRESENTADOS EN LA 1ª Y 2ª EDICIÓN DEL CONCURSO DE

CUENTOS SCOUTS:

”ERES

SCOUT…CUENTA

CONMIGO”

En las dos ediciones del Concurso de Cuentos convocadas por ASDE durante el

2013 y 2014 se ha mantenido la misma temática: “Valores Scouts”. Todas las personas que participaron tuvieron la oportunidad de dejar volar su imaginación

y de compartir aprendizajes a través de sus relatos. A continuación os dejamos la recopilación de todos ellos, clasificados en dos categorías: Microrrelatos: de 6

a 14 años (castores/as, lobatos/as y scouts) y Cuentos o Relatos: Mayores de 14 años (escultas, pioneros/as, rovers, compañeros/as y scouters).

1ª EDICIÓN 2013

TÍTULO: EL CAMPAMENTO PITUFO AUTOR: PEDRO MENDOZA ALBERT GRUPO SCOUT HASEKURA 632

SCOUTS DE ANDALUCÍA CATEGORÍA: Microrrelato

CUENTO GANADOR EN CATEGORÍA DE 6 A 14 AÑOS

El campamento scout de verano llegó y la manada era la sección que mejor se lo

estaba pasando, jugando todos los días. Al tercer día, los lobatos y las lobatas salieron

de ruta y llegaron al poblado pitufo. Sus aguas eran azules como el cielo y los pitufos

jugaban y chapoteaban como si fuesen castores.

Los pitufos tenían ganas de conocer a los scouts y algunos de ellos quisieron

unirse a la manada. Los lobatos y las lobatas enseñaron a los pitufos danzas como:

pelota de ping pong, Madagascar, ayer fui al pueblo, etc., y juegos como: beso placaje,

indio silencioso, pistolero, etc.

Gargamel, el malo del poblado pitufo, quiso echar a los lobatos y a las lobatas del

poblado, pero los pitufos que habían estado con ellos les ayudaron para que pudieran

seguir allí.

El poblado pitufo empezó a conocer a los lobatos y lobatas, las grandes personas

que eran al hacer buenas acciones todos los días cumpliendo las máximas de Baloo.

Los lobatos y las lobatas tuvieron que terminar la ruta y volver al campamento.

Durante la despedida, la manada les dejo unas pañoletas de recuerdo, y los pitufos les

contaron que iban a montar un grupo scout llamado PITUSURA, pues lo habían pasado

muy bien y habían aprendido mucho. Entre otras cosas aprendieron que había que amar

y respetar la naturaleza, que había que ser limpio y ordenado, que había que tener los

ojos y oídos bien abiertos, decir la verdad, pensar en el otro antes que en ti mismo… así

fue que los pitufos decidieron vivir como unos auténticos scouts, y transmitir esos

valores que veían tan importante al resto de poblados.

Y colorín colorado este cuento ha terminado, los pitufos fueron felices y comieron

muchas perdices.

TÍTULO: YO NO QUIERO SER CABALLERO AUTOR: ANA CRISTINA GRANADO MENDOZA GRUPO SCOUT ADARVE 527

SCOUTS DE EXTREMADURA CATEGORÍA: Cuento/Relato

CUENTO GANADOR EN CATEGORÍA DE MAYORES DE 14 AÑOS

Érase una vez, hace mucho tiempo, vivía en unas lejanas tierras un joven escudero

llamado Felipe. Felipe era hijo de dos humildes jornaleros, y cuando era muy pequeño había quedado huérfano, y el señor de las tierras que trabajaban sus padres lo acogió en su castillo con la intención de que cuando Felipe fuese mayor convertirlo en uno de

sus caballeros. Y así Felipe fue educado en el ambiente caballeresco, rodeado de espadas y armaduras.

Pero Felipe no deseaba ser caballero. Él encontraba mucho más enriquecedora la vida en el campo, en plena naturaleza. Le encantaba pasar las tardes de primavera en el

bosque, escuchando el trino de los pájaros, o las mañanas de otoño buscando frutos en el bosque para preparar algún guiso.

Un día Felipe fue llamado por el señor del castillo, Don Alfonso, y éste le comunicó que en unas semanas sería armado caballero. Felipe, que profesaba una gran admiración

hacia aquel hombre que siempre había sido bueno con él, decidió sincerarse y contarle toda la verdad.

- Señor, agradezco enormemente esta oportunidad que me brindáis, pero he de

confesar que yo no deseo ser caballero. Yo prefiero la vida en el campo, prefiero el bosque antes que el campo de batalla, pero si vos deseáis que me convierta en uno de vuestros caballeros, así será, señor.

Don Alfonso, que sentía un enorme cariño hacia aquel muchacho, lo miró perplejo, y

tras unos instantes de silencio le habló del siguiente modo:

- Está bien, Felipe. Te daré la oportunidad de que puedas conseguir libertad para

dedicarte a lo que más deseas, pero para ello tendrás que superar una prueba. Durante cinco días consecutivos tendrás que acudir al castillo, y de algún modo,

con algún gesto, tendrás que convencerme de que eres el mejor de los caballeros. Si lo consigues, obtendrás tu libertad.

Felipe, muy asombrado, asintió con la cabeza, y tras el permiso de su señor, dio media vuelta y se fue.

Mientras caminaba, no dejaba de pensar en aquella extraña prueba. ¿Cómo podría demostrar que él era el mejor de los caballeros? No era el mejor en el arte de la

espada, y mucho menos en el manejo del caballo, pero lo que más asombraba a Felipe era que ¡tenía que demostrar que era el mejor en algo para finalmente no serlo! Felipe

no entendía nada. No obstante, continuó su camino pensando en cómo podría hacer para lograr su objetivo.

Al día siguiente, un espléndido lunes lleno de sol, Felipe acudió al castillo cargado con un enorme saco. Se presentó ante Don Alfonso y extrajo del saco una buena cantidad

de castañas y nueces, y se las ofreció a su señor.

– Señor, cumpliendo con la prueba a la que vos me sometisteis, quiero

demostraros que soy el mejor de los caballeros, y para eso lo primero que quiero hacer es compartir con vos estos frutos que recogí esta mañana en el bosque,

ya que al igual que vos compartís todo conmigo, así quiero hacerlo yo con vos.

Felipe dejó en el suelo el saco, y ante el asombro de Don Alfonso, se marchó. El martes Felipe se presentó ante Don Alfonso ataviado con una vieja y oxidada

armadura de caballero. – Señor, me presento así vestido porque quiero que sepáis que si vos creéis que lo

mejor para mí y para todos es que me convierta en caballero, así será, y lo haré de la mejor manera posible, poniendo todo mi empeño en ello, pues lo que más deseo es hacer siempre lo mejor, para vos y para mis semejantes.

El miércoles Felipe acudió al castillo y entregó a Don Alfonso un pequeño silbato de

madera.

– Señor, os entrego este silbato para que siempre que me necesitéis, para lo que

sea, lo hagáis sonar, y al momento de escucharlo acudiré raudo a vuestra llamada. No importa la hora que sea, de día o de noche, porque yo para vos

siempre estaré listo. El jueves, con un gran estruendo, Felipe se presentó ante Don Alfonso acompañado de

un buen número de sus compañeros caballeros y dijo lo siguiente:

- Me presento ante vos de este modo para aseguraros que si vos lo deseáis lucharé junto a cada uno de estos hombres como si todos fuéramos uno, ya que eso es lo que somos y representamos, una unidad.

Finalmente, el viernes, y siguiendo con su ritual, se presentó ante Don Alfonso descalzo

y con las manos y el torso desnudos.

– Señor, esta es la última oportunidad que tengo para demostraros que soy el

mejor de los caballeros. Vos sabéis que no soy el mejor con la espada, y que apenas puedo sostener el peso del escudo, pero también sabéis que siempre he

estado a vuestro a servicio sin ninguna condición y dejándome la piel en todo lo que hacía por vos. Por eso me presento así ante vos, desnudo de armaduras y telas, como gesto de servicio ante mi señor.

Al día siguiente, mientras Felipe descansaba, recibió un pergamino en el que su señor le

citaba esa misma noche para que velara sus armas.

Felipe se sintió muy triste, pues aquella cita significaba que no había superado la prueba, y que irremediablemente, tendría que convertirse en caballero.

Por la noche Felipe acudió al patio del castillo preparado para velar sus armas, y cuando entró, lo que encontró lo dejó perplejo. En lugar de una armadura, había unas botas de

cuero, en lugar de la espada, había un bordón de madera, y en lugar del escudo, había una hermosa flor roja con seis pétalos. Felipe, muy asombrado y sin entender nada,

preguntó a Don Alfonso el significado de todo aquello. Don Alfonso se acercó a Felipe y le explicó el motivo de todos aquellos objetos.

- Felipe, me has demostrado que eres el mejor de los caballeros, y para ello no has

empuñado una sola espada, si no que has demostrado que eres digno de honor y de mi confianza. Por eso quiero armarte caballero, pero no como un caballero de

guerra, sino de paz. Te entrego estas botas para que puedas caminar por el bosque sin dañarte los pies, para que puedas correr tras los ciervos y trepar a los árboles a recoger frutos. También te entrego esta flor como símbolo de la

naturaleza que tanto amas, para que la cuides y recuerdes siempre tus principios. Y finalmente te entrego este bordón de madera para que te ayudes en tus paseos

por el bosque que tanto amas. Ahora arrodíllate, pues quiero armarte caballero. Felipe obedeció, se arrodilló, y Don Alfonso tocó con el bordón los hombros de Felipe,

primero uno y después el otro.

Felipe fue nombrado por su señor guardabosques de todas sus tierras, y vivió durante el resto de sus días en una humilde cabaña de campo que él mismo construyó. Cuenta la leyenda, que los muchachos del pueblo acudían a Felipe para que este les enseñara

todos los secretos del bosque y las maravillas de la naturaleza. Cuando los muchachos demostraban su amor al bosque, Felipe les investía caballeros, del mismo modo que

Don Alfonso había hecho con él, y a su vez los muchachos, cuando se convertían en hombres, investían a otros jóvenes amantes de la naturaleza. Y quién sabe hasta cuándo han seguido los jóvenes de aquellas lejanas tierras siendo investidos caballeros

de la paz y de los bosques.

En los tiempos de María castaña el joven Javier tenía miedo a las arañas. Javier

tenía una vida tranquila. Vivía con su hermano Dani en la casa de su abuela. Un día los

dos hermanos se aburrían y oyeron por la ventana a un grupo de niños y niñas jugando con un pañuelo en el cuello y se acercaron a ver que estaban haciendo.

- ¿A qué estáis jugando?- Preguntaron los hermanos. - Al indio silencioso- contestaron los niños.

-¿Nos enseñáis a jugar?- preguntaron Javier y Dani. -¡Claro!, un niño se queda en el centro con los ojos tapados. Otro niño se levanta y sin

hacer ruido y rodea el circulo entrando luego por donde comenzó para intentar quitarle la pañoleta al niño que está en el centro. ¿Queréis jugar con nosotros?

Los dos hermanos dicen que sí, y deciden jugar con ellos. Cada día se asomaban a la ventana para ver si estaban y jugar con sus nuevos amigos, los scouts.

A la semana siguiente los dos hermanos vinieron a los scouts y decidieron

apuntarse para poder jugar y aprender tanto como sus amigos. Todos conocieron el

juego de la araña y el joven Javier le gusto tanto que ya no tuvo más miedo a las arañas.

En poco tiempo los dos hermanos aprendieron muchas cosas nuevas, juegos,

canciones, danzas, y valores como: ser limpio y ordenado, ser bueno con los demás y

saber escuchar.

TÍTULO: EL MIEDO DE JAVIER AUTORA: LUCÍA MERLO LLANO GRUPO SCOUT HASEKURA 632

SCOUTS DE ANDALUCÍA CATEGORÍA: Microrrelato

TÍTULO: LA MANADA EN EL ESPACIO

AUTORA: NOELIA ÁLVAREZ GÓMEZ GRUPO SCOUT HASEKURA 632 SCOUTS DE ANDALUCÍA CATEGORÍA: Microrrelato

Érase una vez y mentira no es, que el grupo Hasekura del futuro se fue del campamento al espacio, al planeta Pegasos. El planeta Pegasos era un planeta muy

especial, pues por él pasaba un río cuyas aguas eran de color rojo. Además, estaba poblado de árboles inmensos y multitud de plantas que hacían que en él se respirara un ambiente de felicidad y de tranquilidad, donde sus habitantes jugaban por la naturaleza

y sobretodo aprendían desde pequeños a cuidarla y respetarla.

Durante el trayecto ocurrió un accidente que hizo que la Manada Aullido se separara del resto del grupo.

La Manada Aullido acompañada por sus viejas lobas que eran Kaa, Baagheera, Baloo, Raksha y Rikkitikkitavi llegaron a un planeta desconocido. En el que se

encontraron con un alienígena llamado Pendomés que les dijo que el planeta se llamaba Flor de lis. Aquel precioso planeta, acogió a la Manada Aullido y los trató como si estuvieran en su casa, ofreciéndole todo tipo de alimentos y bebidas, y haciendo que

estos se sintieran acogidos.

Entonces la Manada Aullido le explica que pertenecen a un grupo scout y le hace entender a Pendomés y a los suyos qué significa ser scout para ellos: nos hace madurar y ser mejor persona, ser bondadosos, a que las personas de nuestro alrededor se

sientan felices y queridos, a compartir, a cuidar el medio ambiente, a decir la verdad, a tener autonomía, a ser atentos, a tener los ojos y los oídos bien abiertos, etc.

En definitiva, le enseñaron a ser un buen scout y a trabajar en equipo como una

autentica manada. Al final, la Manada Aullido fue rescatada y Pendomés creó otro grupo

scout.

Este cuento se ha acabado y el que no levante el culo se le quedará pegado.

TÍTULO: LAS PUERTAS DE LOS VALORES

AUTORA: JOAN GINER ESTEBAN GRUPO SCOUT MAFEKING ALCOI 265

SCOUTS VALENCIANS CATEGORÍA: Microrrelato

Si eres scout, cuenta conmigo

Aquel día de campamento desperté como cualquier otro, pero encontré una nota: “Ve detrás del seto que hay al fondo de la zona de campamento”. Obedecí, y una vez llegué… Caí.

Desperté en una sala con una puerta, la crucé y vi una tienda de campaña

desordenada, la ordené y aprendí el valor de la organización. Crucé otra puerta y vi a un castor llorando, le ayudé y descubrí el valor de la responsabilidad. Abrí otra puerta y vi una gran montaña, la subí y entendí el esfuerzo.

Pero noté que me faltaba algo, y abrí la última puerta, vi a mis amigos y recordé mi

vida scout: Empecé como castor, en la Colonia Chapoteos, bajo el lema “compartir” y aprendiendo cosas nuevas todos los días. Más tarde fui lobato, siguiendo a Kaa, Baloo, Bagheera,

Chill, Hathi, Akela y Raksha, pero más tarde también vi mi futuro scout, pasando por tropa, esculta y clan para finalmente llegar a ser scouter y seguir aprendiendo de los

pequeños. De golpe desperté, desperté junto a mis amigos, amigos leales, honrados y simpáticos y

en ellos, en su amabilidad y lealtad, vi el valor de la amistad.

TÍTULO: MARTÍN Y EL CHAMÁN

AUTORA: FINA MARTÍNEZ SÁNCHEZ GRUPO SCOUT HALCÓN PEREGRINO SCOUTS DE ANDALUCÍA CATEGORÍA: Cuento/Relato

Se cuenta que en la Sevilla antigua los niños jugaban en las calles, que no había

teléfono ni tampoco ordenadores, que tenían que inventarse sus propios juegos y que así aprendían muchas cosas. A aquellos niños les gustaba escuchar las historias que les

contaban los mayores. Solían jugar en los alrededores de la Catedral, otras veces, se acercaban hasta uno de

los muelles del rio donde había una torre llamada “Torre del Oro” que refulgía al sol.

Desde estos muelles, los niños veían los barcos que llegaban de América, imaginaban cómo sería la vida en el mar, escuchaban las voces de los marineros, cómo trasladaban las mercancías, jugaban a adivinar qué llevarían en los sacos….Se decía que venían

cargados de oro, que traían animales y plantas maravillosos, y que el muelle se llenaba movimiento y olores llegados del Nuevo Mundo … A veces, escuchaban a los

marineros contar historias fantásticas sobre la selva, ciudades doradas y hechiceros de caras pintadas….

Como aquella que les contó un día el marinero Martín….

….”Sucedió que iba andando por la selva, llevaba vagando por ella varios días, desde que dejó el poblado de los indígenas que lo habían recogido después del naufragio,

empezaba a desanimarse, hacía calor, ese calor húmedo que empapa la ropa y la pega a la piel .

Aunque era joven y de espíritu animoso, no avanzaba tan rápido como quería: sentía pesadez en su cabeza. Estaba claro que se había marchado demasiado pronto del

poblado. Sabía que, sin tener noticias de su barco en el puerto de destino y siendo aquella una

ruta habitual de los barcos de la Flota de Indias, no tardaría en avistar alguna vela en la mar que le pudiera recoger. Pero, para eso, tendría que llegar a la playa y procurar ser

visto. Estaba extrañado del resultado de la ruta que había decidido tomar; se tenía por un

buen marinero: sabía leer cartas de navegación y calcular derivas, había sobrevivido a tormentas amarrado a la caña para no caer al agua y sorteado escollos, sabía de

cabotaje tanto como de mar abierto y ni recordaba cuándo aprendió a orientarse por las estrellas, por eso confiaba en alcanzar la playa antes del anochecer, pero cada vez encontraba más dificultad para andar, los helechos y vegetación le cerraban la vista y

no sabía cuánto había avanzado esa jornada.

“Debe quedar poco para que caiga la tarde, a juzgar por mi estómago” se dijo. Hacía días que hablaba entre dientes, en parte para escuchar alguna voz, aunque fuera la suya, en parte para no alertar a ningún animal.

También apreció que su oído se estaba agudizando, y que los sonidos que se escuchaban por todas partes escondían muchos mensajes, que la selva habla incluso

de noche, para aquel que sabe escuchar, y sus ojos comenzaron a reparar en que hay movimientos de ramas que no los provoca la brisa: la selva es una explosión de vida.

El objetivo de Martín era regresar junto a los suyos, y este viaje en solitario no estaba

entre sus planes. Sin embargo, se estaba adaptando, estaba aprendiendo a sobrevivir, sabía que no debería bajar a beber a la caída de la tarde, porque podría encontrarse con algún jaguar hambriento, sabía que el silencio en la selva es señal de peligro y que

había que mantenerse atento.

Pero hoy era diferente y estaba cansado y desanimado, no sabía dónde se encontraba, era imposible ver en qué punto estaba el sol para orientarse, tapado por la maraña de copas de los árboles y, a su pesar, llegó al convencimiento de que se había perdido.

Escuchó un sonido gutural, un lamento muy bajito. Agudizó el oído y llegó hasta un

agujero profundo en el que se adivinaba un anciano. Martín el marinero se alegró de ver a otro ser humano y se apresuró a prestarle ayuda.

Buscó ramas flexibles y las ató entre sí, formó una especie de escala y se quitó su camisola, la lanzó al agujero e hizo señales al anciano para que se atara a ella.

No sin esfuerzo, consiguió izarlo.

Cuando el anciano estuvo arriba, sorprendentemente permaneció de pie, Martín comprobó que no tenía nada roto, solo heridas y rasguños de la caída.

Se observaron largo rato. El rescatado era menudo. En su rostro destacaban unos ojillos vivos que escrutaban más que miraban, su piel estaba curtida por el sol, reseca. Vestía

con pieles, y de sus orejas colgaban cuentas de colores y plumas. Al cuello llevaba una tosca bolsa cosida con hilos de pita.

Martín intentó comunicarse con él, esperaba que le indicara el camino hacia la playa y le hizo señas. Pero cuando el anciano comenzó a hablar en una jerga atropellada, supo

que era imposible que se entendieran.

Debía seguir su camino, pronto anochecería y temía a los animales, así que se despidió del anciano con la mano e hizo ademán de marcharse, pero éste lo detuvo, lo cogió de la mano y depositó en ella una especie de bola irregular, de color naranja vivo….El

anciano se introdujo una de aquellas bolas en la boca e indicó a Martín que hiciera lo mismo, entonces comenzó a hablar…

Aquello debía ser mágico, pues, de repente, Martín comprendía todo lo que el anciano

le decía: se presentó como el chamán de una tribu, había salido a buscar “cacáhua”, y cayó por descuido en el agujero.

Podía haber salido de allí ayudado de sus artes, pero desde la tarde sabía por el viento que “el extranjero” andaba solo por la selva hacía días y decidió poner a prueba lo que

le habían contado.

Martín no daba crédito a lo que estaba ocurriendo, el anciano continuó:

“Me has ayudado, y ahora sé que tu corazón es limpio y que respetas la selva. Oí contar que ayudaste a otros en el Gran Incendio, cuando los dioses enviaron el fuego desde

las nubes, y he visto cómo les has enseñado a construir el “camino de madera” para traer agua desde el manantial al poblado. Ahora tienen reservas para luchar contra el

fuego y los animales pueden beber sin los peligros de llevarlos al río. Han aprendido contigo y pronto todos los poblados sabrán dominar el fuego antes de que destruya nuestras chozas. También han entendido que no deben juzgar a otro ser humano

porque sea diferente a nosotros y que se pueden aprender cosas muy valiosas, si saben dar la oportunidad.

Los hombres blancos que han pasado antes que tu sólo buscan las piedras amarillas, y cuando se marchan enfermamos. Pero tú eres diferente, has ayudado sin que te lo

pidieran y te has marchado sin llevarte nada, ahora dime, qué quieres?”

“No quiero nada, gracias- respondió Martín- solo busco la playa”. El anciano extrajo de su bolsa un paquetito hecho de hojas, lo abrió y lo dio a oler a

Martín. Era de un olor dulzón que inundó sus sentidos, su vista se nubló y empezó a ver borroso antes de tener la certeza de que caía sin que sus piernas pudieran responder…

…Despertó cuando una ola acarició sus pies. Sentía su cuerpo adormecido y recuperó la consciencia cuando sintió arena en su boca. Poco a poco consiguió sentarse, estaba en

la playa y cerca alguien había prendido una hoguera, las llamas se elevaban formando una enorme columna de humo.

Miró hacia la selva, esperando encontrar al dueño de la hoguera, pero no parecía haber nadie alrededor. Quizás habría ido a buscar más leña. Se preguntó cómo había llegado

hasta allí, no recordaba más que el calor asfixiante de la mañana, la selva que se cerraba sobre su cabeza y que se creía perdido, ese olor….

No le dio tiempo a pensar nada más, porque sus oídos comenzaron a percibir sonidos, distantes pero vagamente familiares, se dio la vuelta, miró hacia el mar… y el corazón

le dio un vuelco, era un bote... ¡por fin venían a buscarlo!

Sentado en la proa y con los marineros cosiéndolo a preguntas, creyó ver movimiento entre la vegetación de la playa, quizá fue un reflejo del sol, quizá no.

-“¿Has encontrado algún poblado, hay oro?” le preguntó ansioso un marinero flaco y de piel morena.

Martín sonrió para sus adentros mirando al horizonte:

“No, solo la selva “

TÍTULO: JUGANDO AL ESCONDITE EN EL JARDÍN DE

LAS LETRAS AUTOR: JOSÉ LUIS PASTRANA BRINCONES GRUPO SCOUT LOS OLIVOS 415

SCOUTS DE ANDALUCÍA CATEGORÍA: Cuento/Relato

Dedicado a mi hija Irene

Era una linda tarde en el jardín de las letras. El sol iluminaba todo el jardín y la brisa fresca corría inundándolo todo con el dulce olor de la primavera.

El jardín de las letras está en un remoto y escondido valle al fondo de las montañas que se ven en el horizonte. En el centro, tiene un hermoso lago donde las letras más

atrevidas se dan un chapuzón cuando aprieta el calor, y todas las letras del abecedario viven en paz y armonía, jugando y compartiendo todas sus cosas.

Esa tarde, nuestra amiga Irene había ido a visitar a sus amigas las letras que le estaban

enseñando a leer y escribir. Pero, cuando llegó al jardín, no se veía ninguna letra. - “¿Dónde estarán mis amigas las letras?” – se preguntaba Irene, hasta que de pronto

vio como la letra A se acercaba corriendo.

- “¡Ayuda, Ayuda!” – gritaba la A, entonces le explicó que estaban jugando al escondite y que como ella era muy Abnegada, Animosa y Altruista, pues que se había ofrecido a quedársela, pero no encontraba a ninguna letra.

Irene se ofreció a ayudarla diciéndole –“La manada siempre caza junta”- y dicho y

hecho, ambas se pusieron a buscar al resto de las letras. Enseguida encontraron a la B, que aunque era muy Bondadosa, no se escondía muy

bien y estaba debajo del Banco que había junto al lago. La C que era muy Cuidadosa estaba dentro de un Cuenco que había encima del banco y la D, Descansaba con

Dignidad debajo de la C. Ya eran cinco, Irene y 4 letras, y estaban comentando de jugar al corro de la patata,

cuando la E las Escuchó y salió de debajo de la Estatua del Elefante que había cerca del banco gritando.-”Esperad, Esperad que yo también juego”- . Irene miró a las letras y

les dijo –“No, no debemos dejar las cosas a medias. Terminemos el escondite y luego jugamos a otra cosa” – así, Irene y las letras se pusieron a buscar al resto.

La F apareció encima de una Farola, la A que siempre estaba muy Atenta y la E que Escuchaba lo que decían los demás la habían descubierto. La G como era muy Graciosa

estaba escondida en la farola como si fuera una Guirnalda. La H, aunque muda, era muy Humana y estaba escondida en un Hueco en el suelo y cuanto la llamaron salió como buena Hermana de todas.

“Ahora toca la mía, la I” – dijo Irene. La I tenía mucha Imaginación, siempre estaba

soñando en cómo construir un dique, en cómo sería una gran cacería o una aventura. Por lo tanto, fue muy fácil encontrarla, estaba dentro de la tienda Iglú que había en el prado.

La J era muy Jocosa y siempre estaba animosa y sonriendo ante peligros y dificultados.

Pronto la encontraron a punto de mojarse entre los Juncos que había al borde del lago. Cerca de los juncos había un árbol de Kiwis donde la K estaba abrazada al tronco como

un Koala. Al ver que la K se resbalaba, la L que era una amiga muy Leal salió rápidamente del Lirio donde estaba escondida para ayudarla y ambas fueron pilladas

juntas. Todas juntas siguieron paseando y se acercaron a un Muro que había junto al huerto y

allí estaba la M que como era muy Mimosa estaba dándole besos y abrazos a la N que como Nunca tenía miedo, intentaba esconderse detrás de un Nabo del huerto mientras

la muy Ñoña de la Ñ estaba agarrada a una Ñora y usando su filigrana a modo de hoja para disimular.

Del huerto se fueron al viejo Olmo que siempre daba sombra a las letras en verano y en una de sus ramas, con los Ojos y los Oídos bien abiertos estaba la O pendiente de lo

que hacían el resto de las letras.

Junto al olmo, y bajo su sombra, había una Preciosa fuente donde se bañaba la P, que

siempre nos estaba recordando que Pureza viene del latín Puritas que significa limpio. “Uhmm, ¡qué hambre!” – Exclamó Irene – “hace tiempo ya que almorcé y el estómago me hace rum rum”. La G, como siempre generosa, le pregunto –“¿Te gusta el Queso?”-

mientras sacaba un trozo de gruyer de su bolsa – “¿Quién hay aquí?”- era la Q, que estaba escondida en el Quinto de los agujeritos del Queso.

Al ver todo esto, la R que era muy Responsable apareció desde detrás del Roble diciendo – “La niña tiene que comer y beber para no ponerse mala”. “¿Sed? ¿Quién tiene Sed?” – preguntó la S que estaba en la Solana que llevaba a los

frutales. La S era muy Sabia y Sabía que no era bueno pasar mucho tiempo bajo el Sol sin beber.

Entonces la T que estaba Tumbada tomando el sol cerca de la S dijo –“Yo me doy sombra a mí misma. La parte superior de mi letra es como un Toldo, pera la niña

necesita beber y comer algo. Pero antes, toma esta Toallita que tengas las manos limpias y aseadas”.

Al lavarse las manos y limpiarse las Uñas, apareció la letra U que cuando Irene llegó al jardín aun no sabía dónde esconderse y se Ubicó debajo de sus Uñas. Y como era muy Útil y servicial se ofreció a buscarle algo de beber.

“¡Mira allí!, hay algo brillante sobre la Valla” – dijo Irene – y todas las letras fueron

corriendo a ver qué era. Sobre la Valla había un Vaso y dentro del Vaso estaba la V con el Vestido Verde que le gustaba ponerse para ir a jugar.

“Si tienes sed, puedes usar mi vaso y en aquellos árboles tienes naranjas” – comentó la V.- “¡Son naranjas Washington!, mis preferidas!”- gritaba Irene mientras corría hacia

ellas y… sorpresa… la W estaba encima de la más grande de las naranjas Washington escuchando cómo la X tocaba el Xilófono. La X que no era Xenófoba, no le importaba que su amiga la W sonara como a extranjera y siempre decía que todas las letras eran

igual de buenas.

Finalmente, la Y apareció jugando al Yoyó con su inseparable Z que rápidamente dijo a

Irene – “Si quieres te hacemos un buen Zumo con esas naranjas”- y dicho y hecho, como era Zurda, cogió a la Y con su mano izquierda y la usó para darle vueltas dentro

de la naranja que ya habían partido en dos y sacando un delicioso zumo que caía dentro del vaso.

Ya habían aparecido todas las letras, Irene había merendado y el sol comenzaba a ponerse en el horizonte.

“Me lo he pasado muy bien jugando al escondite” – dijo Irene – “pero es hora de volver a casa.”

“Nosotras también lo hemos pasado muy bien.” – Gritaron todas las letras – “¡Regresa cuando quieras!, ¡Nosotras siempre estamos listas!”

Irene regresó a casa y poco a poco, todas las letras se fueron a dormir mientras comentaban sus escondites y decidían cuál había sido el mejor, pero sin dudarlo, lo

mejor había sido compartir el juego con su amiga y hacer lo mejor en cada momento, porque sabían que eran dignas de confianza y tenían una amiga pura y leal.

FIN

TÍTULO: CUATRO PUNTAS DE LUZ

AUTORA: SALOMÉ PRECIADO DÍEZ GRUPO SCOUT SAN JOSÉ 582 SCOUTS DE CANTABRIA CATEGORÍA: Cuento/Relato

Cuatro Puntas de Luz Vega era una pequeña estrella que vivía en el cielo, como todas las demás. Pero Vega

no se sentía como todas las demás. El resto de estrellas tenía cinco puntas pero ella

solo tenía cuatro. A su alrededor todas eran muy hermosas, lucían con gran intensidad, sobre todo cuando se reían y bailaban.

Algunas de ellas vivían con sus familias creando bonitas figuras que los humanos llamaban constelaciones. Había constelaciones de animales, de plantas, de humanos y

dioses distribuidas por todo el cielo.

Además los seres de la tierra solían quedarse embobados mirando a las estrellas. Pero Vega no brillaba tanto y por eso no se sentía especial como el resto. Además había estrellas diferentes, por tener más puntas, seis o incluso siete. Brillaban más que

ninguna y corrían muy rápido. Ellas incluso tenían la capacidad de escuchar los deseos de los humanos para hacer que estos se cumplieran. “Estrellas fugaces” las llamaban

pues solo se dejaban ver durante un instante muy corto. Todos los veranos durante el mes de agosto, se reunían todas para verse, y bailar y jugar, creando un espectáculo maravilloso, esplendoroso. Los humanos pasaban horas atontados mirando al cielo y

viendo esa lluvia de estrellas tan espectacular. Pero Vega nunca podría ser una de ellas. A ella también la hubiera gustado que los niños, cuando iban de campamento y dormían

al aire libre, podrían contemplarla y apreciarla.

Muchas veces Vega se quedaba atontada mirando a la Luna, de color de plata y tan bonita. Luna no tenía puntas como las estrellas pero no le servían para brillar. Luna podía cambiar su forma, su vestido, su cara. Luna siempre fue admirada y envidiada

por todas, pero en especial por Vega, que sentía que, aunque Luna fuera única, era especial y bonita. Lo que Vega no sabía es que Luna muchas veces se sentía sola pues

no tenía con quien hablar y divertirse, y por eso a veces se escondía para llorar. Sin embargo la estrella de las estrellas era Sol. Tan inmenso, tan luminoso, tan grande

y acogedor que hasta la tierra bailaba a su alrededor dando vueltas en círculo de día y de noche. Sol, que daba calor a raudales, que brillaba sin descanso, que todos los

humanos podían verle estuvieran donde estuvieran. Parecerse, aunque fuera un poquito a Sol, había sido siempre el mayor deseo de Vega para ser querida siempre y por todos. Lo que ella no sabía es que Sol también se sentía muy solo pues el calor que desprendía

era tal que el resto de estrellas tenían miedo a cercarse a él para no derretirse y desaparecer. Por eso de día, cuando Sol aparecía, el resto de estrellas se escondían.

Vega estaba muy triste al sentirse diferente pero no especial, a pesar de que sus familia y amigos siempre le decían lo bonita y lo especial que era para ellos. Sin embargo Vega

nunca les hacía caso. Por ello un día decidió caminar en busca de algo llamado “agujero

negro” donde todo era oscuro y vivía la nada. Allí no se sentiría tan diferente por nadie ni nada daría luz y ella sería un “nada” más.

En su camino se encontró con estrellas de todo tipo: estrellas rojas, estrellas de la

noche y la mañana, estrellas aisladas y otras formando constelaciones. Unas eran más grandes y luminosas y otras más pequeñas pero desprendiendo bonitos destellos. Vega

vio toda clase de estrellas pero ninguna como ella: una estrella de solo cuatro puntas… Preguntó a todas por el agujero negro, o del color que fuera, pero que fuera un agujero

sin luz. Ninguna estrella supo responderle. “¿Para qué busca una estrella un lugar donde no se pueda brillar?” le contestaban. “Todas las estrellas brillamos y somos

hermosas por ello” decían unas y otras. Pero Vega no las escuchaba. Una noche, cansada de volar decidió sentarse en un cráter a descansar.

Estando allí divisó un aura luminosa a lo lejos. No se trataba de la luz propia de las estrellas pues esta luz llegaba de un lado a otro de la bóveda celeste, como si alguien

hubiera pintado un camino de claridad en el cielo oscuro de la noche. A pesar de su cansancio decidió volar un poco más y acercarse hasta aquel lugar. Su luminosidad le cegaba levemente pero no podía dejar de mirarlo. ¡Cuánta alegría desprendía aquel

lugar! Solo escuchaba risas, músicas y voces melódicas que la invitaban a acercarse. Se adentró lentamente y fue observando todo a su alrededor. ¡Cuántas estrellas felices

había! Eran también de todo tipo, como las que se había encontrado en su larga búsqueda pero aquí estaba todas juntas. Jugaban, se ayudaban, enseñaban unas a otras y además… ¡qué sorpresa! ¡Había estrellas de cuatro puntas…e incluso de tres! Y

ninguna parecía triste, todo lo contrario. Jugaban unas con otras. Vega decidió acercarse hasta ellas para ver cuál era el motivo de tanta diversión. Se quedó sin habla

cuando descubrió que bailando unas con otras eran capaces de hacer distintas formas e incluso ¡poder formar una estrella de muchas puntas! Que bonitas y deslumbrantes se las veía. ¡Podían crear estrellas de seis, de diez e incluso de quince puntas si se

juntaban todas! Pero lo más maravilloso es que mirase donde mirase había estrellas bailando, dando menos y más luz, creando un verdadero festival de luz y color. No se

imaginaba dónde podía estar pues buscando un espacio negro y oscuro se había topado con todo un haz de luz y alegría, que los humanos llamaban “Vía Láctea” y miraban entusiasmados las noches en que las nubes se lo permitían. Vega sintió una alegría

especial que nunca antes había sentido. Se sentía completamente feliz. ¡Por fin había encontrado su lugar! Allí todos eran diferentes y, al estar juntos, todas eran especiales.

Y esa era la verdadera felicidad: el poder compartir cada monumento de su vida haciendo felices a los demás.

TÍTULO: LOBITA

AUTORA: SONSOLES CUBILLO ROBLES GRUPO SCOUT OMAHA 238

SCOUTS DE CEUTA CATEGORÍA: Cuento/Relato

abía una vez, no hace mucho tiempo, un pueblo de casas blancas y azules, que se

asentaba a los pies de las grandes montañas del norte, coronadas de nieve. En ese pueblo, vivía una niña de ocho años, muy pequeña para su edad, a la que

todos llamaban Lobita, porque se pasaba todo el día entero con unas grandes orejas de lobo que su madre le hizo con tela. Incluso algunas veces se ponía por las calles del pueblo a aullar, y los vecinos se asomaban por las ventanas para decirle:

- Loba, lobita, ¿por dónde andas bonita?

Y ella respondía: - Pues buscando a la luna lunita.

Pero, como en todos los cuentos existía un “pero”…Pero Lobita tenía dos hermanos mayores, que nunca querían estar con ella. Cuando iban a correr por la Plaza Mayor del

pueblo, le decían: Tú no puedes, no ves que tienes las piernas muy chiquitas; O cuando iban a coger manzanas a la Huerta de Don Rufino, le decían: Tú no puedes, no ves que eres muy pequeñita; o cuando iban a tirar piedras al lago, le decían: tú no puedes, no

ves que con tus pequeñas manos no agarras bien las piedras… Aun así, Lobita, nunca perdía la sonrisa, siempre estaba alegre y dispuesta a jugar y a ayudar.

Ante la actitud de los niños, sus padres se preocuparon y querían estrechar lazos entre los hermanos y Lobita, y decidieron que tenían que acampar, solos los tres, en el claro

del bosque, toda una noche juntos, cuidando unos de los otros. Por supuesto, los hermanos mayores de Lobita se quejaron, ¡como se la iba a llevar! ¡Iba a ser un

estorbo! Pero a regañadientes todos fueron al claro con sus mochilas y sus tiendas de campaña.

Una vez montadas las tiendas bajo una gran luna llena que iluminada con una clara luz el claro, los hermanos mayores le dijeron a Lobita:

- Lobita, mocosa, métete en tu tienda de campaña y no salgas hasta que el sol este en todo lo alto, que nosotros nos vamos a explorar el bosque. ¡No queremos

escuchar ni lloros ni sollozos!

Y ahí se quedó Lobita dentro de su tienda de campaña, sola, infeliz, era la primera vez

que se sentía tan triste, y con lágrimas en los ojos se durmió. Algo la despertó, no sabía que era exactamente, quizás... ¿una voz que arrastraba el viento?... ¿o eran dos voces? Salió de su tienda, hacia frio, estaba todo solitario, y

empezó a girar sobre sí misma para ver que oía… y si, ahora lo escuchó mucho mejor.

- Lobita………… socorro….SOCORRO….

No había duda de que eran sus hermanos, pero ella por más vuelta que daba no sabía

de donde provenían las voces.

Y sus rodillas cayeron al suelo, sus hermanos tenían razón, era tan pequeña que no podía ayudarles, ni siquiera sabía dónde estaban, y sus piernas eran muy cortitas como

H

para ir al pueblo a pedir ayuda, y su voz era menuda como para llamar pidiendo auxilio, estaba sola y empezó a llorar desconsoladamente.

Pero una voz, como las voces de las madres que calman a sus hijos, proveniente del

cielo le empezó a hablar:

- Lobita, tranquila, mírame bonita.

Y Lobita, miró hacia arriba, y vio que la luna le estaba hablando. Esa luna plateada que

iluminaba todo el claro de una luz cálida y cercana.

- Lobita- siguió la luna- tú tienes el poder y la fuerza en tu interior, solo debes

creer en ti y dejar a un lado los pensamientos que te impide ser tú. Mírate ahora, Lobita, mírate…

La niña se miró de arriba abajo, y vio una gran transformación, sus brazos y piernas se estaban convirtiendo en grandes y poderosas patas, le estaba creciendo un hermoso

pelaje gris plateado, y ya no tenía orejas de trapo, sino de verdad ¡unas hermosas orejas de loba! Lobita se había convertido en una gran loba.

Y así, con su nuevo cuerpo, alzó sus orejas peludas, y pudo averiguar la procedencia de las voces de sus hermanos. Aullando le dio las gracias a la luna y corriendo fue a

buscarlos.

Los encontró en un agujero profundo, muertos de frio, y acurrucados, y desde el borde les grito que estuvieran tranquilos que ella los iba a sacar de ahí. Los hermanos solo vieron a una gran loba aullándoles, pero no les dio miedo, sino que una sensación de

paz y serenidad se asentaban en ellos. Y Lobita, corrió hacia el pueblo, veloz, rápida, era una mancha plateada que cruzaba el

bosque en la noche.

Y en las calles cuando llegó, soltó un poderoso aullido, que despertó a todo el pueblo entero. Ese aullido decía: Venid conmigo, hay que rescatar a mis hermanos. Todos los vecinos se asomaron a las ventanas asombrados, ¿Quién era ese animal que los estaba

llamando justo como lo hacía Lobita? Y ante el desconcierto y las muestras de inquietud de la loba, entendieron que ella quería que la siguieran. Y así hicieron, llevándose

linternas y cuerdas por lo que pudieran encontrar. Recorriendo con premura, porque ya amanecería, el bosque hasta donde la loba les

mostro a los chiquillos en el agujero. Cuando los sacaron, solo estaban con un poco de frio, cansados y hambrientos, y quisieron darle las gracias a la loba, pero esta había

desaparecido. Los hermanos recordaron entonces que su hermana pequeña estaba sola en el claro, y

por primera vez se preocuparon por ella, y junto a los vecinos fueron a buscarla. El campamento estaba en silencio, salvo por las notas musicales de un ruiseñor que

andaba de rama en rama entre los árboles que rodeaban el claro. Abrieron los hermanos mayores la tienda de Lobita, y aliviados encontraron a la niña

dormida con sus orejas de trapo en la mano.

- Lobita, bonita, despierta.

Y lobita, desperezándose dulcemente, los miro a la cara, se rasco los ojos y les dijo:

- Buenos días hermanitos, que sueño tan extraño he tenido. Soñé que era una gran

loba plateada y os ayudaba.

Y los hermanos mayores se miraron desconcertados y sonriendo abrazaron a Lobita.

- Lobita, hemos comprendido que por muy pequeña que seas puedas hacer

grandes actos. Nunca dejes de creer en ti, siempre te apoyaremos.

Y desde entonces y hasta ahora, los tres hermanos siempre estuvieron juntos, jugando

y creciendo felices. Y colorín colorado, el cuento de Lobita y sus hermanos ha acabado, con risas, abrazos y

alegría.

Sonsoles Cubillo Robles. Baloo de la Manada del Arco iris de Ceuta

TÍTULO: EL PRINCIPITO HA VUELTO AUTORA: ANA PÉREZ CURIEL GRUPO SCOUT ROQUENUBLO 620

EXPLORADORES DE MADRID CATEGORÍA: Cuento/Relato

Querido Antoine:

Mi sueño, tu sueño, el sueño de muchos se hizo, por fin, realidad... No ha sido en un

viaje alrededor del mundo, tampoco en un lugar exótico; a decir verdad no sé muy bien dónde, pues pasó en mis sueños. El Principito volvió, trajo su pequeño cordero, su bozal, vino con su capa y sus botas altas. Ha vuelto y ahora le siento más cerca que

nunca para la nueva ruta que he decidido tomar.

En este nuevo viaje el Principito me halló en medio de una profunda reflexión. Tenía mil

cosas que preguntarle y, como siempre, no contestó a ninguna de ellas. Él sin embargo se interesó más que nunca por la reflexión en la que estaba sumida. Le conté mis intenciones de establecer formalmente mi compromiso con lo que consideraba, no sólo

un método pedagógico de ocio y tiempo libre sino, una forma de ver, entender y vivir: el ESCULTISMO.

El Principito no paró entonces de hacerme preguntas sobre todo aquello que había descubierto hace un año aproximadamente, le hablé del espíritu scout, de las virtudes, las leyes, la promesa, la hermandad...

Fue en ese momento cuando ocurrió algo especial, el Principito empezó a hablarme de su primer viaje a la Tierra y de lo que allí aprendió; curiosamente muchas cosas tenían

que ver con la reflexión que me estaba planteando en ese momento.

“Y he aquí una mañana, exactamente a la hora de la salida del sol, se

mostró... y el Principito, confuso, habiendo ido a buscar una regadera de agua fresca, sirvió a la flor.”

El Principito, desde el mismo día en que su flor despertó, la cuidó y mimó. Sin saber

nada de ella entregó todo de sí mismo para servir y serla útil.

“En el segundo planeta que se detuvo el Principito en su viaje a la Tierra

estaba habitado por un vanidoso. Para los vanidosos, los otros hombres son admiradores, los vanidosos no oyen sino las alabanzas. “Admirar” Dijo el vanidoso “Significa reconocer que soy el hombre más hermoso, mejor

vestido, más rico y más inteligente del planeta”

El Principito reflexionó profundamente sobre la palabra “Admirar” y entendió que se

puede admirar las cosas simples, que no es necesario tener y desear. Pude comprender entonces que la austeridad, no sólo debemos unirla a ser económico sino en parte, está ligado a la humildad.

“El quinto planeta era muy extraño. Era el más pequeño de todos. Había apenas lugar para alojar un farol y un farolero. Cuando llegó al planeta saludó

con respeto al farolero: “¡Buenos días! ¿Por qué acabas de apagar tu farol?”. “Es la consigna” Respondió el farolero “¡Buenos días! ¿Y qué es la consigna?” Preguntó el Principito “Apagar y encender mi farol. ¡Buenas noches!” Y

encendió el farol”

Lo que más llamó la atención al Principito de este personaje (además de decir

continuamente buenos días y buenas noches, según la consigna), era que se dedicaba a

algo diferente de sí mismo. El ser cortés y educado supone abrirse al resto de personas, ofrecer algo que no tenga como fin el propio beneficio.

“El sexto planeta estaba habitado por un geógrafo. El Principito se dispuso hacer la descripción de su planeta para el geógrafo: “mi planeta no es muy

interesante” Dijo el Principito “Es muy pequeño; tengo tres volcanes, dos en actividad y uno extinguido. También tengo una flor...” “No anotamos las

flores” Dijo el geógrafo “¿Por qué? Es lo más lindo” “Porque las flores son efímeras”

El Principito quedó confuso, ¿Cómo un hombre que estudia los planetas puede obviar

una flor? Si no admira la belleza de la naturaleza jamás sería capaz de respetarla. Y así se marchó del planeta.

“El séptimo planeta que visitó el Principito fue la Tierra. Entonces apareció el zorro. “Ven a jugar conmigo” Le propuso el Principito “No puedo jugar contigo” Dijo el zorro “No estoy domesticado” “¿Qué significa domesticar?”

Preguntó el Principito “Si me domesticas tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mi único en el mundo y seré para ti único en el mundo”

Ocurre que cuando una persona es digna de tu confianza en parte te ha domesticado. Confiar y que confíen en ti es una de las sensaciones más magníficas del mundo (como diría en Principito).

“Así el Principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida: “Voy a llorar” Dijo el zorro “La culpa es tuya, no deseaba hacerte mal, pero

quisiste que te domesticara” Dijo el Principito “Si, pero habré ganado el color del trigo…”- Dijo el zorro”

El zorro se despidió entonces del Principito, con el dolor que supone separarse de un

amigo, pero su espíritu animoso le hacía recordarle en el trigo de los campos, pues el color del trigo era igual que los cabellos dorados del Principito.

“Y el zorro se volvió y le dijo “Adiós. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”

Esta fue una de las mayores lecciones que aprendió el Principito, la pureza del corazón

hace a los seres puros y por ello sólo se ve bien con el corazón.

“Gracias a esto el Principito supo que aunque su rosa podía parecerse a cien

mil rosas más algo la diferenciaba del resto: “Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable admirar el cielo por la noche pues todas las estrellas están florecidas”.

Existe un sentimiento de hermandad que nos une al resto pero la amistad supone “ese algo más” que el Principito encontró en su rosa. El Principito admiraba a todas las rosas,

pero sólo una en el mundo conseguía esa sensación tan especial en su interior.

“Lo que me emociona tanto de este Principito es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara,

aun cuando duerme...”.

El Principito mostraba su lealtad por su rosa. Sin embargo su lealtad aparecía en todo

su ser haciéndole coherente en su forma de ser, pensar y sentir.

“La última reflexión del Principito antes de partir fue la siguiente: “¿Sabes? Mi

flor..., soy responsable. ¡Y es tan débil! ¡Y es tan ingenua! Tiene cuatro espinas insignificantes para protegerse contra todo el mundo...”

Sentí que el Principito debía marchar con su rosa. El sentimiento de responsabilidad

supone una de las fuerzas más imponentes.

Seguimos hablando durante toda la noche... pero el momento llegó:

-He de partir- dijo el Principito.

-No me dejes sola- contesté.

-No estás sola, recuerda...-

-¿Cómo...?

-Están las estrellas- dijo el Principito. -Las estrellas están encendidas a fin de que

cada uno pueda encontrar la suya algún día-

Y mirando al cielo quedamos callados durante unos minutos.

-¿Cuándo volverás?- le pregunté.

-Estaré siempre. Estaré cuando estés sirviendo a alguien, cuando seas responsable, cuando demuestres tu humildad, cuando seas cortés, cuando seas

leal o cuando los demás sientan que pueden confiar en ti.

Estaré en la pureza de tus actos, tus pensamientos y tus palabras; cuando admires la belleza de la naturaleza, cuando sientas a tus hermanos junto a ti aun

cuando estén a millones de kilómetros, estoy en los momentos en que sacas tu animosidad para seguir adelante... ahí estaré.

Estaré en una de esas estrellas que observas cada noche brillar con una fuerza especial y diferente a la del resto; estarán, también, todas las estrellas que tu escogiste para que te ayudasen en tu camino... y habrá una estrella que brille tal

y como brilla en ti tu espíritu scout. Sólo tienes que mirarla cada noche; y por el día, cuando las estrellas duermen, cerrarás los ojos y la volverás a ver brillar de

nuevo (esta vez en tu interior), y te ayudará a no olvidar lo que ahora eres.

Búscame en tus sueños, búscate en tus sueños y hallarás tus respuestas.

Me abracé al Principito con fuerza. Tan solo un destello de luz y se desvaneció. Cuando

abrí los ojos y miré mis brazos ya no había nada...

*Este relato se apoya en la obra “El Principito” de Antoine de Sait-Exupéry

TÍTULO: Y PENSAR EN TODO LO QUE ME HAS

ENSEÑADO

AUTORA: ELENA GARCÍA REVUELTA GRUPO SCOUT LA SALLE 85

EXPLORADORES DE MADRID CATEGORÍA: Cuento/Relato

iDOONG, DOONG, DOOOONG! Las campanas de la iglesia repican anunciando a

todos los invitados el comienzo de la ceremonia.

Me siento en el banco entre dos de mis compañeros, quienes se encuentran tan

excitados como yo. Y no es para menos, iMiguel se casa!

Me acuerdo hace un año cuando nos reunió en el local después de la reunión del

sábado y nos dio la noticia, iqué alegría enterarnos!, y más aún el hecho de querer

que estuviéramos presentes en un día tan especial para él.

Así que aquí estamos, un año más tarde, todos sentados en los bancos de la iglesia

con nuestras mejores galas. iQué raro se me hace no vernos con la pañoleta al

cuello!

Ensimismado como estoy no me he dado cuenta que se ha hecho el silencio y todo

el mundo está mirando a la puerta. Sonriente y un poco nervioso Miguel se acerca

poco a poco al altar. Me quedo mirándole, observando sus ojos llenos de una

alegría imposible de disimular, y de repente mi mente vuela hacia otro lugar.

« Es mi primer campamento en los scout, tengo siete años y soy castor de la

colonia Waigunga. Estamos de ruta y nos hemos detenido a comer junto al rio.

Burbuja y Lekes se divierten con nosotros, pero de repente las risas cesan. Moi ha

tirado el papel que envolvía su bocadillo al agua y los Grandes Castores le

reprenden. Para que los demás aprendamos la lección Lekes nos cuentan la historia

de la enfermedad del Gran Hermano, que nos deja tan impresionados que nunca

más volvemos a tirar nada al suelo. De vuelta al campamento, sin habernos dado

cuenta somos un poquito más sabios y jamás olvidaremos que "el scout ama y

protege la naturaleza". »

Un estornudo a mi lado me sobresalta y me hace reaccionar. Estoy de nuevo en el

banco de la iglesia y Miguel ha llegado al altar y conversa con el cura. Como

siempre la novia se hace esperar y pasados veinte minutos los murmullos empiezan

a crecer, sin embargo yo cada vez los oigo más lejos y vuelvo a sumirme en mis

pensamientos.

« Doce años antes. Estamos todos los lobatos en el local de la manada Seeonee

jugando a liebre, bueno todos no. Como siempre Pukeena se encuentra apartado en

una esquina, ni él quiere jugar ni nosotros le insistimos para que juegue. Se abre la

puerta y entra Lekes, solo que ya no es Lekes, los años han pasado y se ha

convertido en Baloo; el cuál al ver a Pukeena otra vez solo en un rincón interrumpe

el juego y nos reúne a todos.

Sentados en círculo nos cuenta la historia de la selva y nos convence para que

juguemos todos juntos y sin marginar a nadie. Ese día todos los lobatos nos vamos a

dormir habiendo aprendido una lección: "El scout es amigo de todos y hermano de

cualquier otro scout". »

Vuelvo al presente. Todos se han callado y no es para menos, la novia aparece por

la puerta, preciosa con su vestido blanco y seguida por dos niñas que van arrojando

flores. Avanza lenta y solemnemente sin dejar de mirar al novio, que se ha vuelto y

la observa radiante de felicidad.

Por fin se detiene frente al altar, da la mano a Miguel y el cura comienza la misa.

Tras un sinfín de lecturas alguien se incorpora detrás de mí, es Javier, un antiguo

scouter al que Miguel le pidió que leyera un texto.

Javier avanza en dirección al altar hoja en mano, se detiene, y se gira para mirar a

los presentes. Después baja la vista y empieza a leer con una voz alta y clara.

Cuenta cómo conoció a Miguel y cómo le ha ido acompañando a lo largo de todos

estos años en una sincera amistad. Las palabras fluyen de su boca de tal manera

que me empiezo a emocionar. Me quedo mirando las caras de esas dos personas

que en su día dirigieron mi tropa.

« Estamos a mitad de campamento, es de noche y los troperos más mayores

salimos de las tiendas en dirección a la parcela de los escultas, a pesar de que

hemos prometido a nuestros scouters que nos quedaríamos en la nuestra.

Llegamos sin que nadie nos vea y entramos en sus tiendas. Los escultas nos

estaban esperando y nos dejan un hueco. Empezamos a jugar y a charlar pero poco

a poco, pasado el miedo inicial de que nos pillaran, vamos subiendo el tono de voz y

cuando nos queremos dar cuenta tenemos a todos los scouters mirándonos.

Nos han cazado, así que salimos de las tiendas con caras de circunstancia y

volvemos a la parcela, seguidos por nuestros scouters que no pronuncian palabra.

A la mañana siguiente Cristina, Javier y Miguel nos reúnen para hablar. Empieza

Miguel, nos habla de promesas, de deberes y de responsabilidad. Nos explica la

confianza que depositan en nosotros cada día y que esperan que nosotros

cumplamos. Poco a poco el discurso va calando hondo en cada uno de nosotros y

para cuando termina todos estamos tan arrepentidos que creo que nunca más

volveremos a incumplir una promesa. Antes de marcharnos Javier nos pregunta la

primera ley scout, al principio no comprendemos pero de repente en nuestra

cabeza se ilumina una bombilla. "El scout cifra su honor en ser digno de

confianza".»

Javier acaba de leer casi al mismo tiempo que la voz del Javier imaginario se apaga

en mi cabeza. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que muchos tienen los ojos

empañados. iQué pena, me hubiera gustado oír lo que ha dicho! No entiendo por

qué mi cabeza no hace más que volver al pasado.

El cura reanuda la ceremonia mientras Javier vuelve a ocupar su sitio. Tras otra

corta lectura llega el momento de la comunión. Algunas personas se alinean frente

al altar y se arma un poco de revuelo, cosa que yo aprovecho para volver a mis

pensamientos.

« Ya soy esculta, poco a poco todos hemos ido creciendo. Los scouters nos han

visto cambiar y madurar. Sin embargo, nos aproximamos a una parte difícil de

nuestra vida scout. Esculta, es esa unidad en las que los que de verdad aman esto

continúan y los que no tanto pues. bueno, se van. Precisamente eso ha pasado

con tres de mis mejores amigos de toda la vida. Hemos cambiado y ellos prefieren

salir de fiesta un sábado a pasarse la tarde en los locales. Para mí ha sido un trago

muy duro, casi todos mis recuerdos scout tienen que ver con ellos y no sé qué

hacer ahora que se han ido. Yo no lo quiero dejar, pero me faltan fuerzas para

seguir. iTodo es tan complicado a esta edad!

Afortunadamente Miguel se ha dado cuenta de lo que me pasa. Vuelve a ser mi

scouter. iAún no ha habido una unidad en la que no lo fuera!

Se acerca a mí y me dice que me salga del local para hablar un rato con él. Le

cuento todo, mis miedos, mis ganas de seguir, de continuar esto, que siento que no

ha acabado pero que, por otra parte, no sé cómo afrontar. Él me escucha

pacientemente, sin interrumpirme y sin juzgar, y cuando concluyo saca un pañuelo

para que me seque las lágrimas. Me habla del ciclo de los scout, de cómo solo

aquellos que de verdad quieren este estilo de vida siguen para delante. Me dice que

no es fácil pero que vale la pena y que los amigos vienen y van y aún me quedan

muchas personas maravillosas por conocer tanto dentro como fuera del grupo. Por

último me da un consejo, afrontar esta nueva etapa con una sonrisa en los labios y

siempre dispuesto a sacar lo mejor de cada situación. Me quedo pensando en sus

palabras y de repente sonrío y entiendo lo que me ha querido decir: "El scout es

animoso ante peligros y dificultades". »

Vuelvo a la realidad y me doy cuenta que todo el barullo se ha calmado, llega el

momento final; los novios están haciendo los votos y el cura se prepara para hacer

las conocidas preguntas. "¿Alguien tiene algo que decir?, ¿Prometes amarla y

respetarla?" Todos los ojos se centran en la pareja, quienes contestando a todas y

cada una de las preguntas, cada vez son más marido y mujer. Se acaba la soltería

para Miguel y entra en el mundo de los casados. De repente me doy cuenta de lo

que acabo de pensar y sonrío al recordar que yo también cerré una etapa hace

unos años.

« Miguel nos ha reunido en el local. Es el último sábado antes del campamento de

verano. Estoy un poco triste porque es mi último sábado siendo "chaval" y este

también será mi último campamento en Clan. He pasado dos años increíbles con

esta unidad y se me hace dura la idea de hacerme mayor. Pero bueno, aún nos

queda el campamento de verano así que aparto todas esas ideas de mi mente y me

centro en la charla.

Miguel comienza felicitándonos por la ronda que hemos hecho. Empezamos

desorientados y con pocas ganas pero poco a poco fuimos cogiendo fuerzas hasta

llegar donde hemos llegado. Es cierto que nos propusimos un proyecto que no llegó a

salir adelante. Sin embargo, nos dice, gracias a que dejamos aparte el proyecto

hemos logrado una cosa mucho más importante para el clan y para el grupo.

Hemos estado presentes cada vez que se nos ha necesitado, tanto para cargar un

camión como para cuidar de los castores y espera que en el campamento sigamos

así. Nos dice que disfrutemos del campamento, ya que para muchos será el último

campamento como chavales, pero que no dejemos de olvidar que, sobre todo en

clan, "el scout es útil y servicial". »

La ceremonia ha acabado y los invitados van desalojando los bancos

paulatinamente. Nos dirigimos a la salida para ver como los novios se suben al

coche que les llevará al banquete. Veo desaparecer el coche seguido por una nube

de polvo y pienso en el último consejo que me dio Miguel.

« Estoy sentado en una roca. Es de noche y los chavales tienen un poco de tiempo

libre antes de las actividades de la noche y yo necesitaba estar solo. Es mi primer

campamento como scouter. Aunque solo llevamos dos días ya estoy cansado y

tengo mil dudas. Pienso en los scouter que he tenido y me asusta la idea de no

estar al nivel al que ellos han estado siempre. De niño las cosas se ven de otra

manera y me pregunto si quizá esto me venga demasiado grande.

De repente siento unos pasos que se acercan. Es Miguel, que al verme solo se

sienta a mi lado y me pregunta qué hago allí. Me giro hacia él y le cuento mis

dudas y mis miedos. Cuando acabo se queda un rato pensativo hasta que me

empieza a contar su historia, cómo el primer día de su primer campamento todos

los chavales lloraban y él no sabía qué hacer, cómo echaba de menos su etapa de

clan y cómo estuvo a punto de abandonar. Me cuenta que cuando le dijo al

coordinador que no se veía capacitado para ser scouter este le contestó que

asumiera la responsabilidad que le habían dado.

Al principio se enfadó con él por no entenderle pero pasado el tiempo se dio cuenta

de lo que había querido decirle.

Llegado a ese punto Miguel me mira y me explica. Ser scouter es una

responsabilidad que se toma en un momento de tu vida, no es fácil y siempre habrá

dudas pero esos no son motivos para abandonar. Hay que seguir luchando por un

compromiso y unos chavales y llevar tu vida scout hasta el final, hasta que sientas

que tu etapa ha terminado, pero nunca porque te hayas rendido.

Me quedo en silencio, pensando en lo que me ha dicho. Me acuerdo del día de mi

promesa, de lo nervioso que estaba y de la ley que escogí: "El scout es responsable y

no hace nada a medias". Me da fuerzas para seguir adelante, sin abandonar.

De repente oigo que los niños están ensayando la canción del festival de la canción

y, como si quisieran reforzar mi decisión, en ese momento cantan: "Ojalá que mi

experiencia les ayude a crecer. Siendo scouter la aventura es aún mejor que ayer"

Cuando se acaba la canción los lobatos se acercan corriendo hacia mí. "iBaloo,

Baloo! ¿Cuando empezamos las actividades?"

Les miro, tan pequeños y con tanta ilusión, y me doy cuenta de lo grande que es

esto a lo que pertenezco. Ojalá cuando crezcan se acuerden de su Baloo con el

mismo cariño con el que me acuerdo yo del mío.

"iCuando consigáis pillarme!, les grito. Y salgo corriendo seguido por toda la

manada que intenta darme caza. »

TÍTULO: SER SCOUT ES MI VIDA

AUTORA: TERESA CASTELLANO VELA GRUPO SCOUT SANT FRANCESC 377

SCOUTS VALENCIANS CATEGORÍA: Cuento/ Relato

Empecé de muy pequeña a ser scout. Tendría 8 o 9 años, a esa edad se está en

manada. Dos campamentos después ya estaba muy integrada y me dieron la promesa. Al principio de la Ronda Solar, pasó de sección mi seisenero y como yo era la subseisenera, pasé a ser seisenera. Un campamento después de ser seisenera, pedí

la huella de Bagueera y me la dieron. Las rutas me iban muy bien porque solo duraban una noche.

En mi último campamento de manada me puse muy nerviosa y me parecía que no podría acabar las rutas, que no conseguiría la promesa de scout, ni las insignias,

que no sabría hacer las construcciones, pero estaba totalmente equivocada. Cuando pasé a tropa a los 12 años me seleccionaron porque pasé la prueba, y fui

panteras. Un campamento después fui subguía porque el otro se fue y me dieron la promesa scout, en ese momento me di cuenta de que ser scout era mi vida, era estar en un mundo paralelo donde te enseñaban a ser buena persona y cuidar a la

naturaleza y relacionarte con gente que pensaba igual que tú.

A la siguiente Ronda Solar era mi segundo año y conseguí la insignia de participación. Respecto a mi experiencia, tropa fue una gran ayuda para mí, porque

aprendí a hacer muchísimas cosas, me aprendí todas las leyes de memoria, me aprendí muchos nudos, hice grandes amigos que estuvieron siempre ayudándome en los momentos más difíciles y me lo pasé genial haciendo construcciones. Recuerdo

alguna de ellas, un columpio, recuerdo que mi scouter se sentó en él y cuando ya se había balanceado tres o cuatro veces la pita se rompió y se pegó un culazo

impresionante. Desde ese momento recuerdo que empezamos a no poner columpios sin que un/a scouter nos ayudara.

En mi último año como tropera tintamos camisetas y por no atar bien la pita y haberla atado con un nudo simple nos salió la camiseta entera de color azul. Esa

fue una de las actividades más graciosas que hice en tropa. Cuando ya tenía 14 años pasé a Esculta. Como éramos una unidad nos lo pasábamos

genial, las rutas eran de lo más divertidas a pesar de ser largas y con muchos kilómetros, lo más chulo era hacer actividades con nuestro scouter Guillermo.

A pesar de que era muy interesante y divertido, tres de mis mejores amigos de tropa decidieron dejar el grupo, las cosas ya no eran tan divertidas porque

faltaban los chistes de mis mejores amigos pero pronto hice nuevos amigos, y la tristeza se convirtió en alegría gracias a 4 antiguos y dos nuevos compañeros. Las

cosas buenas ya habían acabado, porque en el campamento de verano de mi primer año tuve una discusión con una amiga y decidí dejar el grupo.

Un año después decidí volver y me acordé al cabo de un campamento de lo que había sentido en tropa que ser scout era mi vida y que no volvería a dejar el grupo.

Un campamento después pasé a Clan, tengo que confesar que estaba nerviosa y luego me di cuenta que no era para tanto, allí las experiencias eran mucho más fuerte y

las rutas eran una chulada. Allí estando en clan conocí a un chico que se llamaba Javi, era muy divertido y me contó que quería ser scouter, entonces me di cuenta

de que yo no me había parado a pensar si quería ser scouter o no, pero él no tardó nada en decidirse. Empecé a preguntar a los scouters sobre su compromiso y si les había costado decidirse, y cosas de esas.

En mi último campamento de verano siendo rover decidí que quería ser scouter.

Había decidido esto porque tras haber sido rover en servicio me había dado cuenta de que eso de ser scouter era una experiencia más y era genial.

Por fin me hice scouter y fui scouter de Tropa durante una Ronda Solar, y luego fui Scouter de manada y fui Baloo y me lo pase genial con mis lobatos. Cuando ya

llevaba dos años de scouter, el coordinador se jubiló y fui la coordinadora de scouter de Esculta.

Tres meses después soy yo la coordinadora del grupo. Soy scout y ser scout es mi vida.

2ª EDICIÓN 2014

TÍTULO: PEDRO Y SU DELFÍN

AUTORA: BLANCA CAMPUZANO GARCÍA GRUPO SCOUT SAN JOSÉ 508

SCOUTS DE ANDALUCÍA CATEGORÍA: Microrrelato

CUENTO GANADOR EN CATEGORÍA DE 6 A 14 AÑOS

Érase una vez un hombre llamado Pedro que trabajaba como pescador. A Pedro

le gustaban muchísimo los animales. Un día, en la playa donde él trabajaba, una playa de arena fina y aguas

cristalinas, encontró un pequeño delfín que varó en la orilla. Pedro, lo llevó a

su casa, cambió el agua de su piscina dorada por agua salada del mar para

que estuviera feliz y poderle cuidar de sus heridas. Pedro también le puso nombre a su delfín, "Scout", porque pensaba que los

delfines siempre están explorando. Algunos días le metía en la piscina algún

objeto extraño para que Scout lo encontrara y él siempre lo encontraba, le

tocaba el piano y a Scout le encantaba. El delfín cumplía todos los valores scout al igual que Pedro, que era scouter en

un grupo llamado San José 508, y los niños de la rama de la que él era

scouter siempre iban a visitar al delfín que era como la mascota del grupo.

Cuando iban le daban de comer, jugaban con él y se lo pasaban muy bien. La hija de Pedro, Miriam, que hacía natación sincronizada, le enseñaba al delfín

y jugaba con él. La mujer de Pedro, que también se llamaba Miriam, trabajaba de dependienta

en una tienda que estaba muy cerca de su casa. Algunos días Miriam iba con

sus amigas a la piscina a bañarse con ellas; el delfín se ponía muy contento

y les salpicaba con su gran cola. Lo que más le gustaba a Scout era que toda la familia se metiese con él en

la piscina. Le gustaba hacer carreras, aunque siempre ganaba él porque era

muy rápido. Cuando Scout se recuperó de sus heridas, Pedro lo llevó en su barco para

dejarlo libre en el mar; pero Scout no se alejó del barco porque él quería esta r

con Pedro, Miriam y Miriam. Pensó que no sería mala idea llevarlo de nuevo a

casa.

El delfín Scout era muy honesto con las personas de su familia y con todos

los demás y pensó que esa era su familia y su casa.

Manada Hiawatha

TÍTULO: UNA PEQUEÑA ANÉCDOTA

AUTORA: NICOLÁS OJEDA DE LARREA GRUPO SCOUT LAGUNA 589

EXPLORADORES DE CASTILLA Y LEÓN CATEGORÍA: Cuento/Relato

CUENTO GANADOR EN CATEGORÍA DE MAYORES DE 14 AÑOS

Aquella tarde, todo el Grupo nos reunimos en el pinar de nuestro pueblo para

celebrar juntos el día del Scouter, ese día en el que agradecemos de forma simbólica todo el tiempo que éstos dedican al Escultismo, a educar en valores a decenas e incluso cientos de niños en cada uno de los Grupos, de cada pueblo, de cada ciudad, de cada país. Y es que... es mucho tiempo.

Sentados en círculo, todos querían contar alguna anécdota graciosa de sus Scouters... Los Castores, entusiasmados, contaron cómo una vez Malak cayó al río mientras celebraran su Consejo de Nenúfares, y todos rieron a carcajadas. Justo en ese

momento, uno de los troperos contó la gran experiencia de perderse con su Scouter en una marcha, y cómo éste se llenó de arañazos al intentar abrirse paso a través de la maleza cuando el camino estaba tan solo a cinco metros más a su derecha...

En fin, una historia tras otra iba surgiendo de cada uno de los chavales, así como las carcajadas, que se sucedían anécdota tras anécdota y seguramente se oyesen a kilómetros de distancia.

Cuando los Lobatos notaron mi presencia me dejaron un hueco para sentarme y, con

lágrimas en los ojos por todo lo que habían reído, me preguntaron que les contase alguna anécdota de algún Scouter que hubiese tenido.

En ese momento, cerré los ojos y me puse a pensar... ¡¿Y yo qué les cuento ahora?! ¡Claro que tenía muchas anécdotas!, pero ¿cuál era la mejor?

Y entonces, una imagen se vino a mi mente... Un sentimiento, más bien, que recorrió

todo mi cuerpo... Y entonces, sonriendo a todas las caras que me miraban atentas, comencé a narrar la siguiente historia:

“Debo advertir que esta anécdota no es corta y probablemente no sea tan divertida como las que habéis contado, pero para mí es lo más grande que hacen los Scouters.

Un Scouter es mucho más que el "monitor" de los sábados o de las acampadas. Es quien está ahí en momentos en los que te planteas preguntas, en los que necesitas

respuestas... Los que comparten contigo grandes momentos y aventuras, tanto buenos como malos. Son personas, en definitiva, de las que aprendes grandes cosas y te ayudan a crearte un "yo" realista, crítico y en definitiva: único.

Mi anécdota fue ya hace años en un campamento de verano en Acebedo (León). Por entonces yo era tropero de tercer año.

Estuvimos varios días de marcha, en ascensión a los picos del Mampodre. Una dura y fatigada "marcha scout" por excelencia, en la que el sonido de las pisadas y los

resoplidos de los compañeros era la banda sonora... En esos momentos es en los que piensas en ti, en tus cosas...

Tener 14 años para cualquiera al que preguntes es tener "la edad del pavo". Pero un Scouter sabe que es mucho más que eso... Es la entrada a un mundo crítico y distinto...

TU mundo. Empiezas a ver aspectos en la vida que no te gustan: diferentes hábitos sociales que no son compatibles a tu forma de pensar, amigos que te fallan, rechazos

por tu forma de vestir, por tus gustos... Vives distintas experiencias que de una forma u otra te condicionan y pasan a formar parte de tu personalidad.

Pues bien, justo ese año para mí había significado un gran cambio en mi vida. Había

sido el "antes y el después"... Y sinceramente, andaba vagando en un mar de dudas e incertidumbres que era la sociedad en la que poco a poco debía asentarme como una persona crítica (o al menos intentarlo).

Llegamos a la falda de uno de los picos más altos de la zona. No recuerdo el nombre, tampoco era relevante para mí. Clark, mi Scouter, se dirigió a mí y me dijo que me acercara:

- ¿Quieres subir a la cima?

- Está demasiado lejos...

Tras admirar la cumbre que me esperaba evalué la situación. Al fin y al cabo había estado andando días. Un poco más no me haría daño. Le dije que subiría, que si él vendría conmigo:

- No, la decisión de subir ha sido tuya. Adelante. ¡Tú puedes!

La verdad es que sus palabras me sorprendieron. Nunca antes me habían dejado solo al atacar una montaña. Vale, no era muy alta, pero... ¡Solo tenía 14 años! ¿Y si me pasa algo por el camino? ¿Y si me pierdo? Decidido, empecé a ascender. La mirada fija

en la cumbre. Mis pies, de manera mecanizada, no dejaban de impulsarme. Solo escuchaba el sonido del viento y el de las piedras que dejaba atrás. En mi cabeza una confrontación entre el miedo y la fe: "Voy a llegar arriba... voy a llegar..."

Hice cumbre. No sé cuánto tardé ni cómo llegué hasta ahí... pero lo hice. Admiré el paisaje frente a mí. "¡He llegado!", grité. Lo había conseguido. Y una voz me dijo simplemente a la espalda: "Bien hecho. Enhorabuena Nicolás". Giré 180 grados y pude

ver a mi Scouter. Me había seguido desde que tomé la decisión de subir. Le di un abrazo. Me dijo que me sentara y que admirase todo el grandioso paisaje que me

rodeaba: las nubes bajo mis pies, creando una alfombra acolchada de un blanco resplandeciente, los picos cercanos rodeándome, el rugido del viento jugando con mi pelo...

Mi Scouter, sentado tras de mí, me dijo:

-Esta montaña representa las dificultades a las que te vas a enfrentar en tu día a día...

Tú has sido quien ha decidido subirla, afrontarla. Y esa decisión siempre estará en tu mano. Has vencido. Has llegado aquí sin ayuda. Y si en algún momento hubieses dudado y mirado abajo, ahí habría estado yo para que no te sintieras solo. Siempre

habrá alguien contigo que te apoye: tu familia, tus amigos... Y si en algún momento no los ves, no te preocupes, ¡sigue adelante! Persigue tus metas y objetivos, porque al

final te darás cuenta de todas las personas que te han apoyado. Recuerda esta imagen Nico, y guárdala con cariño. El sonido del viento, la vista de la naturaleza, la libertad que sientes... Cuando te sientas agobiado, cuando te sientas oprimido por la triste

ciudad, revive este momento... Y recuerda que cualquier montaña, por alta que sea, puedes ponerla a tus pies simplemente si te lo propones...

Nunca olvidaré esas palabras, pues gracias a ellas he ido superando cada prueba que

me ha puesto la vida... cada "montaña". A día de hoy soy Scouter de la Unidad Esculta Arawak: sigo viajando de vez en cuando a aquel monte sin nombre y disfruto una vez más de la libertad de estar en la cima, con el viento acariciando mi cara, recordándome

que no todo es malo, ni hay cosas imposibles. Es lo que intento hacer ver a mis chavales... Solo hay que subir al "monte" y ver todo desde otra perspectiva...”

Terminé de hablar, y no me había dado cuenta del silencio que se respiraba en el

ambiente. Tan solo el sonido de las ramas de los árboles meciendo suavemente sus hojas y algún que otro pajarillo revoloteando.

Levanté la mirada y observé aquellos ojos que tan atentos habían estado escuchando

mis palabras. Y vi sonrisas de complicidad, de emoción incluso, y de respeto... Y entonces, justo en ese momento, todos sentimos lo que hacíamos ahí, lo que celebrábamos... Era algo más aparte de todo el tiempo invertido por personas que

querían dedicarlo en educar... Era agradecer la cantidad de valores que, en ese tiempo, nos ayudan a comprender, a valorar y a vivir...

Aún esperaban algo más. Un “fin” elegante (“¡cómo me conocen!”). Y entonces les dije:

“Sólo hay que subir al “monte” y ver todo desde otra perspectiva... ¿os atrevéis?”