reclus, Élisée - nuestro planeta

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líSE O R EGlOS N uestro planeta 1 CUATRO REALES 1 f. SBMPERE Y BDITORBS Calle del Palomar, número 10 11 Sncnrsal: Mesonero Romanos, VALENCIA MADRID

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Texto do geógrafo Élisée Reclus

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  • lSEO REGlOS

    Nuestro planeta 1 CUATRO REALES 1

    f. SBMPERE Y COMPA~1~ BDITORBS Calle del Palomar, nmero 10 11 Sncnrsal: Mesonero Romanos, ~2

    VALENCIA MADRID

  • p . S emperre y Comp.a Edito11es.~ .. VRllENCIA

    Obras publicadas UNA. peseta e l tomo

    ncn~ Gnliano.-l.as t11 = 1/lllla twches. ~ ramo (Siblla).-1~

  • OBRAB DEL MISl\IO AUTOR

    PUBLICADAS POR ESTA CASA

    Et,olucin !J rel'olucin.-U na peReta. La moutwia -U na peseta. jlfis eJplorariones en Amrica .-U na peseta El arro!Jo.-Una peseta.

    ELrSEO RECLS

    NUESTRO PLANETA

    Traduccin de R oberto Roert

    ---

    F. SEMPERE y CoMPAA, EDITORES Calle del Palomar, nm. 10

    VALENCIA

  • E 1ta Oasa Edi tor ial obtuvo D iploma. de H onor 11 lJf~dalla de Oro en la E:r:po-l icdn R egiollal de Valenci a d e 190,.

    Imp. de la Oua Editorial F. Sempere y Comp.-v .A.L:ucu.

    CAPTULO PRIMERO

    La Tierra en el espacio

    I

    P equeez de la Tierra comparada con el Sol y las estrellas. -Grandeza. de sus fen men os.- F orma y dimensiones del globo terrestre.

    ...

    La Tierra que habitamos es uno de los as tros ms nfimos , y casi se escapa, fuerza de exigi dad, las miradas de la inteligencia del astrno-mo que sondea las inmensidades del espacio. Simple satlite del Sol, cuyo volumen es 1.255.000 veces ms grande, no es ms que un punto rela-tivamente las enormes extensiones de ter re-corridas por los planetas que gravitan hacia su globo central; el mismo Sol es como una chispa perdida entre los 28 millones de estrellas descu-biertas por el anteojo de Herschel en la Via Lllc-tea; por ltimo, esta inmensa aglomeracin de

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    soles y planetas, que parece que forma una han. da de luz alrededor del Universo entero, no es en realidad mlls que una nebulosa, es decir, una nube de astros, semejante A una niebla que se desvanece por el espacio infinito. Mlls allA de nuestro cielo se extienden otros cielos, y luego otros mlls, que tarda la luz eternidades en reco-rrer, A pesar de su prodigiosa rapidez. Qu es la Tierra en ese abismo sin fondo de las estrellas? Aislada puede parecernos inmensa; demasiado vasta para nuestra pequeez, no nos ha dejado descubrir toda su superficie, pero en relacin con el mundo sideral, es menor que el grano de arena comparado con la masa de las montaas, menor que una molcula atmosfrica comparada con la extensin de los aires.

    Verdad es que no es mAs que un grano de polvo la Tierra para el que ve las nebulosas en el camp~ de su telescopio, y sin embargo, no es me-nos digna de estudio que todos los astros del cielo. Si no tiene la grandeza de sus dimensiones no deja de ofrecer en todos sus pormenores infi~ nita variedad. Las generaciones enteras que se suceden en su seno podran pasarse la vida estu-diAndola, sin acabar de conocer completamente su belleza, y no hay ciencia especial cuyo objeto sea una parte de la superficie terrestre una serie de sus productos, que no ofrezca A los sabios in-agot.able dominio. Este globito es, lo ~ismo que el Cielo, un verdadero cosmos, por la admirable

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    armonia de sus partes y de su conjunto. Este planeta imperceptible es, desde cierto punto de vista, tan grande como el Universo, porque es ex-presin en las mismas leyes. Por la forma de su rbita, por sus diversos movimientos de trasla-cin y rotacin, por la sucesin de dias y estacio-nes y por cuantos fenmenos gobierna la gran ley de la atraccin, la Tierra es representante de los mundos; en ella estudiamos todos los astros.

    Nuestro planeta es un esferoide, es decir, una .esfera achatada por los polos y convexa en el Ecuador, de modo que todas las circunferencias que pasan por el extremo del eje polar tienen forma eliptica. La depresin de cada polo vie-ne ser de una trescentsima parte del radio terrestre, sea de 21 kilmetros, pero no es seguro que ambos casquetes polares estn igual-mente achatados. Tal vez exista un contraste en-tre los dos hemisferios, no slo por el relieve de los continentes y la distribucin de los mares, sino tambin por la forma geomtrica. Sea de ello lo que fuere, parece demostrado que la curvatura no es exactamente la misma en todas las partes de la Tierra situadas A igual distancia de los polos; Jos meridianos, sin excepcin, son elipses irregulares. Las mediciones recientes de grados llevadas A cabo por los astrnomos, especialmen-te la gra~ triangulacin ejecutada desde 1816 has-ta 1852 bajo la direccin de Struve, desde las eostas del Ocano Glacial hasta las orillas del

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    Danubio, han revelado en la forma terrestre sin~ guiares desviaciones, causadas, ya por la natura-leza geolgica del suelo, ya por la proximidad de poderosas aristas de montaas. De las comarcas de Europa, Inglaterra Italia tienen una superfi .. cie notablemente ms achatada que la de los pai-ses vecinos.

    Parece adems que una hinchazn perpendi-cular al Ecuador, y por lo tanto paralela al meri-diano, forma un relieve alrededor del mundo, pasando travs de Europa y frica, unos doce grados al Este de la longitud de Paris; en cambio, dos depresiones polos de segundo orden, acha-tados en unos dos kilmetros, algo ms de la tresmilsima del radio terrestre, corresponden ambas regiones de la zona ecuatorial, donde las tierras estn muy hundidas, uno 102 grados del Este de Par1s, en medio del archipilago de la Sonda; otro en el hemisferio del Oeste, cerca del istmo de Panam. Esas desigualdades de curva-tura, que indudablemente son variables y corres-ponden los cambios de lugar del centro de gravedad del planeta, no se revelan ms que al astrnomo y no interrumpen en ningn paraje la horizontalidad aparente de la superficie de las lla-nuras y los mares.

    Las dimensiones de la Tierra no pueden com-pararse con las de los grandes cuerpos celestes, y sobre todo con las del espacio que pueden son-dear los telescopios. Si la luz (cuya velocidad se

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    toma en astronoma como trmino de compara-cin) pudiera propagarse siguiendo un a linea curva, daria siete vueltas la Tiert' en un segun-do, de modo que esa medida, nica conveniente en los espacios estelares, es completamente inapli-cable la superficie de nuestro globo. El hombre, que es tan pequeo con relacin al planeta, empe-z por usar como medida de su dominio todo parte de su propio cuerpo, como el pie, el codo, el brazo la distancia que r~rre durante un espacio de tiempo determinado. fines del ltimo siglo, los sabios que honraban entonces Francia imagi-naron dividir exactamente la circunferencia de la Tierra en partes iguales que sirvieran de medida comn para todas las distancias terrestres. Esa medida comn metro, que con auxilio de sus mltiplos divisores permite evaluar tan fcil-mente la circunferencia de la Tierra como la de una molcula apenas visible, es la diezmillonsima parte del arco descrito desde el Ecuador hasta uno de los polos. consecuencia de errores inevitables por las dificultades de la medicin, el metro ideal supera al metro usual en una undcima parte de milmetro, pero puede despreciarse en la prcti-ca sin inconveniente esa diferencia mnima, per fectamente invisible la simple vista. La 11nea que da vuelta la Tierra pasando por los dos extre-mos polares viene tener una longitud de unos 40 millones de metros de 40.000 kilmetros. Como ha hecho notar Schbert, esta distancia

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    podrta recorrerla un hombre fJ. paso normal en un ao, siempre que no se parara un momento. La superficie del globo, calculada por Wolfers segn las medidas mfis recientes que han hecho los astrnomos en diversos paises sobre los arcos de longitud y latitud, debe de ser de 509.990.553 kil-metros cuadrados. Segn el astrnomo Enke, es de 509.950,658 kilmetros cuadrados y la masa planetaria se eleva fJ. mfis de un trilln 83 billones El movimiento de la Tierra cuyos efectos mme-diatos nota mfis el hombre es la rotacin diurna que se verifica alrededor del eje ideal q~e P.asa por los polos. El globo gira de dere~ha Izqm.er-da de Occidente fJ. Oriente, es dec1r, en senttdo

    in~erso del movimiento del Sol y de las estrellas, los cuales parece que surgen en Oriente para des-aparecer en Occidente. Nula en lo~ polos, porque el eje de la Tierra e m pieza y termina en. ellos, la rotacin es tanto ms rpida en cualqmer parte del aJobo cuanto ms apartada se encuentra sta del :je central. En San Petersburgo, baj~ el grado t>O de latitud, la velocidad de la rotacin es de unos 14 kilmetros por minuto; en Paris, pasa de 18 kilmetros; en la linea ecuatorial, que puede

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    considerarse como la llanta de una rueda gigan tesca, dicha velocidad es doble de la que arrastra la Tierra en el grado 60, sea de un os 28 kil-metros por minuto, 464 metros por seaundo casi . o ' 1gual _ la de una bala de can de 12 kilogramos despedida por kilogramos de plvora. Gracias al movimiento de rotacin, la Tierra presenta alter-nativamente al Sol una y otra de sus caras, para volverlas luego hacia los espacios relativamente obscuros del ter; as! se establece la sucesin de d!as y noches. Adems, la rotacin terrestre es un hecho capital que hay que tener en cuenta para determinar la direccin de los fluidos en mov miento sobre_ la superfici_e del globo, como ros y arroyos, corl'lentes mar!t1mas y atmosfricas.

    La revolucin anual que la Tierra describe al-rededor del Sol se verifica siguiendo una elipse uno de cuyo~. focos lo ocupa el astro centrn l, y cuya excentricidad es casi igual las 17 milsi-mas del eje mayor. La di~tancia que separa el Sol del planeta ,aria, pues, constantemente segn los puntos de la rbita que recorre la Tierra. En su a.felio, es decir, cuando est ms lejos, esa distan-Cia es de unos 150 millones de kilmetros en el perihelio, cuando estn ms cerca los dos 'astros es de unos 145 millones. Los astrnomos ha; evaluado la distancia media, desde las correc-ciones de Encke, Hansen, Foucault y Huid, en 147.800.000 kilmetros. Ese es un espacio que re corren los rayos solares en 8 minutos y 16 segun-

    NUiliSTRO PLANETA lS

    dos; el sonido tardaria 15 aos en atravesar la misma extensin.

    Segn ha formulado Keplero en sus clebres leyes, el planeta se mueve con ms rapidez cuanto ms cerca est del Sol y retrasa su marcha en proporcin de su apartamiento del astro, pero. su velocidad media puede calcularse en unos 30 ktl-metros por segundo, sea en 60 veces la rapidez de una bala al salir del can. Esa rapidez, en la ~ual no se puede pensar s in vrtigo, se suma, en todos los puntos de la superficie terrestre, con el movimiento de rotacin que la arrastra alrededor del eje polar. Modificada por ese movimiento, la linea descrita por un punto cualquiera de la su-perficie terrestre se convierte en espiral.

    Despus de haber girado 366 v~ces sobr~ si misma la Tierra ha recorrido su rbtta, y relattva mente ~l Sol se encuentra en la mis ma posicin que al salir del punto de partida. Acaba de cum-plir el ao. Durante ese espacio de tiempo, com' puesto de 366 revoluciones terrestre~, el ~ol no ha iluminado sucesivamente cada hemtsferro ms que 365 veces. Cul es la causa de esa anomalla aparente? Por qu un movimiento completo de rotacin ejecutado por el globo alrededor de su ~je no coincide exactamente con el d!a solar? Por-que al girar la Tierra sobre si misma, arrebatada

    ~n su inmensa rbita, cambia constantemente de posicin con relacin al Sol. Con rel~cin las ~strellas situadas distancia cas1 mfimta de nues-,

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    tro sis~ema, el planeta puede decirse que perma-nece stem~re en el mismo sitio, y por consiguien-te el di a Sideral, es decir, el intervalo que separa d~s pasos de la misma esttella por encima del m1smo me.ridiano terrestre, presenta precisamen-te la duracin del movimiento rotatorio de nuestro planeta. Despus de cada revolucin cotidiana, el planeta presenta esos astros lejanos la misma parte de su superficie, y si se extinguiera de pron-to la luz del Sol, si una estrella como Sirio Al-debarn se convirtiera en nuestro gran foco de resplandor, nuestros das tendran la duracin exacta de una rotacin terrestre, es decir, unas 23 ho.ras y 5n minutos. Pero el Sol es una estrella prx.Jm.a . la Tierra. Mientras sta verifica su m O\'Jmtento de rotacin sobre s misma recorre 2.581.000 kilmetros de un arco de la rb' .t .

    . . 1 a, por consiguiente, el Sol, en su marcha aparente, pare-ce que retrocede otro tanto, y para que la Tierra le pres~nte exactamente la misma parte de su s uperficJe que al principio de su evolucin tiene que rodar cuatro minutos ms El d< '

    . . 1a s1gmen te ot~o movimiento d-e la Tierra aade otros cuatro mm u tos la .duracin del da, y as sucesivamen-te hasta final~zar el ao. Esos aumentos diarios de cuatro mmutos la longitud de los das for man dur~nte un ao un tota l de minutos igual la duracin de un dta de rotacin, de lo cual re ... sul.ta q~e el nmero de los das solares del ao es mferwr en una unidad al de los das siderales~

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    La rotacin cotidiana de la Tierra alrededor-de su eje produce la sucesin de das y noches, y su revolucin anual alrededor del Sol causa la alternativa de las estaciones. Si el eje de la Tierra, es decir, la linea ideal que une ambos polos, fuese perpendicular al plano de la rbita anual, es evi dente que la parte del globo iluminada por el Sol se extendera invariablemente de un polo otro y los dias y las noches se compondran exacta-mente de doce horas en ambos hemisferios. Pero no sucede as; la Tierra se inclina al verifica r su movimiento de traslacin; su eje est inclinado unos 23 grados y medio sobre el plano de la ibi-ta y sostiene esa linea ideal en una posicin que se puede considerar como invariable relativamen-te las rpidas peripecias de los dia s y las. esta-ciones. Esta oblicuidad del eje ocasiona contmuos cambios de aspecto. La parle de la Tierra ilu~i~a da por los rayos del astro central varia. diana-mente, porque si el eje del planeta so~llene ~u extremo fijo hacia un mismo punto del e~pac10 infinito ofrece consecuencia de la traslac1n del globo u'n grado de inclinacin que cambia sie~pre con relacin al Sol. Dos veces al ao est dis-puesto de tal manera, que los rayos solares caen perpendicularmente sobre el Ecuador del glo?o; en todos los dems periodos de la revolucJ? anual, ya el hemisferio septentrional, ~a el men dional, es el que recibe la mayor cantidad de luz.

    El ao astronmico empieza el 20 de Marzo.

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    en el preciso momento en que el Sol alumbra verticalmente el Ecuador y hace pasar por los dos polos el circulo de separacin entre los rayos y la sombra. Entonces el periodo de obscuridad es igual al de luz y mide exactamente doce horas en cada punto de la Tierra. Por eso se llama equinoccio (igualdad de noches). Pero pasado ese dia, que sirve de punto de partida la primavera en el hemisferio del Norte, y que fu designado durante algunos aos en Francia con el nombre de 1.0 de Germinal, contina la Tierra su movi-miento de traslacin. Gracias la inclinacin del eje, el hemisferio boreal, vuelto hacia el Sol, recibe ms cantidad de luz y el hemisferio meridional est menos alumbrado. Los rayos verticales del Sol caen cada vez ms al Norte del Ecuador, y el cir culo de luz, lejos de pararse en los polos, donde empieza reinar un da de seis meses, se extiende mucho ms all sobre las regiones boreales. Por ltimo, el 21 de Junio, dia del primer solsticio (1), encontrndose el eje de la Tierra muy inclinado hacia el Sol, este astro irradia en el cnit del tr-pico de Cncer 23 grados y medio al N orle del Ecuador, y su luz ilumina toda la zona glacial rtica, es decir, el casquete terrestre que cubre un

    (1) El nombre de solsticio de verano es impropio, puesto que slo conviene las comarcas del hemisferio septentrional . ' y el solsticio de verano de Paris es de invierno en el Cabo de

    Buena Esperanza. Tampoco deberan llamarse los equinoccios de otono ni de primavera.

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    espacio de 23 grados y medio alrededor del polo Norte. Entonces acaba en el hemisferio septen-trional la primavera y empieza el verano. En cam-bio, en el meridional sucede el invierno al otoo. Al Norte del Ecuador hay das largos y noches cortas, y al Sur las noches duran ms que los dias. En la zona rtica, el Sol desctibe com plata-mente encima del horizonte la espiral de movi-miento aparente de rotacin diurna. El di a de seis meses inaugurado en el polo Norte con la primavera alcanza la hora de medioda el primer da del verano y empieza la media noche en el mismo instante para las tinieblas que ocupan el polo Sur.

    Inmediatamente despus del 21 de Junio, los fenmenos que se han verificado durante la esta-cin anterior se reproducen en sentido inverso. El Sol parece que retroceda hacia el ho!'izonte del Sur; sus rayos verticales dejan de caer sobre la linea del trpico septentrional, y se acercan constantemente al Ecuador; la zona de luz del polo boreal y la zona de sombra d.el ~ustral, se van estrechando al propio tiempo; dtsminuyen los das en el hemisferio del Norte y crecen enel del Sur; poco poco se restablece el equilibri~ entre ambas mitades de la Tierra. El 22 de Septtembre vuelve encontrarse el Sol directamente encima de la linea ecuatorial, y su luz roza los dos polos. El equinoccio, igualdad absoluta de los das Y las noches en todas las partes del globo, se pre-

    2

  • 18 ELSEO RECLB

    senta por segunda yez durante el ao, pero ese momento de equilibrio no es, digmoslo asi, ms que un punto matemt1co entre dos es_taciones. El eje de la Tierra, que durante los se1s meses transcurridos lwba vuelto el polo Norte hacia el Sol, le prel:>enta entonces el polo Sur; los rayos verticales del a!:5tro central caen al i\ledioda del Ecuador tene~tre, y el hemisferio meridional re sulta su \e:t. ganancioso en cantidad total de luz )' en longitud de los das. E m pie1a para l la pn mavera, y para el otro el otoilo. Tres meses des-pus, el 21 de Diciembre, el Sol se encuentra d1 rectamente encima del trpico meridional de Capricornio, 2:-3 gtados y medio o! Sur del Ecua-dor terrestre, y lu zona glacia l antrtica queda completamente nlumbrada por su~ rayos. De-;-pus, gracias al movimiento de traslacin del globo, esa.;; dos e~tacione:s s1guen cada cual su curso en sentido iu,etso hasta que la Tierra se encuentra al cHllo en posicin anloga la del punto de partida; el equinoccio de Marzo, prime1 d3 de la primavera en Europa ) de oloilo en Aus

    t~alia. empiezn de nue\'o el uilo astronmico. La formH elptica de la rbita terrestre y la ~elocidad de~igunl del globo en los dt::;tin tos pun to~ de su recotTido, dan por resultado una dife rencia muy notable de longitud en la duracin de la":S el:>laciones. En efecto, del 20 de i\larzo al 23 de Septiembre, es decir, durante la primtn-era y el

    . verano del hemi::derio boreal, tarda la Tierra 18o

    t-UE~:>TRO PLAN&TA

    dias en describir la primera y mayor parte de su rbita, y durante el periodo de invierno, desde el 22 de Septiembre hasta el 20 de Marzo, no emplea ms que 179 das en recorrer la segunda parte. El perodo eslivu 1 del hemisferio boreal es 7 8 das 1nayor que el perodo correspondiente del hemis ferio meridional; adems, consecuencia del ma yor espacio de tiempo durante el cual permanece vuelto hacia el Sol el polo rtico, el nmero de horas del da es mayor en el hem,ferio del Norte que el de horns de noche, cu ando en el hemisfe rio austral ocurre lo contrario. Hay cierta com- pensacin, porque si dura menos el verano en la parte meridional de la Tierra, el planeta ~e en-cuentra durante esa estacin ms cerca del Sol; pasa por el perihelio, y por lo tanto recibe mayor cantidad proporcional de calor. Pero no se puede dudar, como lo demuestra la observacin direc-ta de las temperaturas y la de los vientos y co rl'ientes, de que la s tierras del Sur, igual

  • 20 ELSEO RECLtS

    dose en el clculo, afirman que en cada hemisfe-rio la intensidad del calor est en razn inversa de su duracin: otros sabios, siguiendo el sentir del matemlltico Adhanar, autor de una ingeniosa teoria sobre la periodicidad de los diluvios, pien-san que por la irradiacin nocturna, el hemisferio cuyo verano es mlis corto se enfria mucho mAs que el hemisferio opuesto.

    Sea de ello lo que fuere, si el equilibrio entre las estaciones no existe actualmente entre ambas mitades del mundo, acaba por restablecerse des-pus de una larga serie de siglos, con ecuencia del lento movimiento terreslt'e conocido con el nombre de prece in de los equinoccio :como un pen da vueltas por el suelo inclinllndose en todos sentidos y describiendo con su eje un cono ideal, gravita la Tierra en el espacio balanceando lenta-mente la linea de los polos. Esa linea, siempre in-clinada unos 23 grados y medio sobre el plano en la rbita terrestre, gira lateralmente, apuntando A cada paso una nueva regin del cielo; si se la prolongara indefinidamente, se la verla dibujar un c1rculo en medio de las estrellas; cambiando as1 constantemente de direccin el eje de la Tierra, el plano del Ecuador ha de varitlr exactamente del mismo modo en la posicin que ocupa respec-to al Sol. En efecto, todos los aos el momento preci:so del equinoccio de l'vlarzo se adelanta veinte minutos sobre la hora del ao precedente. Cada revolucin de la Tierra alrededor del Sol lleva

    NUESTRO PLANETA 21

    constgo un nuevo adelanto de 20 minuto ~ ,) como el eje del planeta no cesa de girar durante elltans-CUI'SO de las edades, ocurTe que despus de un perodo de 12.900 aos e tran:::,{orman por com pleto las condiciones de las estacione . El hemisfe-rio que reciba ms calor, recibi1 menos, y el que tena ms das de invierno, gozar de verano mAs largo. Despus de otro periodo de 12.!300 ~os, durante el cual las rela ciones enli'e las estacwnes de ambos hemi ferias se verificnn otra vez, el eje de la TietTtl completa s u balanceo, que ha durado 258 siglos , la posicin del globo re!::ipeclo al Sol vuehe !::iel' poco ms menos lo misma que en el punto de partida y empieza el egundo ciclo de e l8ciones.

    Pudiera darse es e perodo el no mbre de aiio gra11de de la Tierra, si el planeta, al fi .n~liz~r tal espacio de tiempo, se encontrara en posicin Idn-tica la que ocupaba al principio, pero no o?urre as. La a traccin de la Luna, las perturbocwnes causadas por lo proximidad de los planetas, mo difican sin cesar la curva descrita por el eje terres tre en el espacio y la complican con mult.itu~ de espirales, cuyos perodos diversos ~o cmnctden con el gran periodo de balanceo del eJe. Las o~qulaciones sucesivas forman un sistema conttnuo de espirales entrelazadas. . .

    Y hay mAs. los movimientos- del g~obo mdt-cados ya, A su giro diario, su revoluctn anu.al alrededor del Sol, al balanceo rHmico de su eJe,

  • ELSEO RECLS

    probado por la precesin de los equinoccios, A la nutacin balanceo mAs rpido que le hace sufrir la atraccin de la Luna, hay que aadir el enorme movimiento de traslacin que le arrastra de cielo en cielo A remolque del Sol. Pocos aos hace que los astrnomos desconocan todava ese movi-miento, y sin embargo, se verifica con una incon-cebible rapidez, doble de la que hace moverse al planeta alrededor del astro central. En un segun-do de tiempo recorre la Tierra unos 71 kilmetros hacia el punto del cielo donde est la constelacin de Hrcules; en un ao recorre 2.225 millones de kilmetros. Esa enorme distancia, que la luz no podrla andar en menos de dos horas y cinco mi-nutos, no se sabe si forma parte de una elipse descrita por todo el sistema planetario alrededor de un ncleo de atraccin que el astrnomo Maed-ler crey descubrir en Alcin, en el centro de las

    Ply~des, si, como opina Carm, tiene por foco, lo mismo que las curvas de estrellas mltip les, un centro de gravedad comn A varios astros un 1 punto matemAtico eternamente variable en el es-pacio infinito. Esa traslacin de nuestro g lobo natal travs de los cielos insondables nos da una idea de la inmensa variedad de los mvimien-tos que hacen girar los astros como molculas de una tromba de polvo. Nuestra Tierra es arrebata-da por los espacios, sin poder cerrar nunca el ci~lo de sus revolucioues. Desde el dia en que sus primeras clulas se agruparon, describe por los

    NUESTRO PL-\NlllTA 23

    -cielos la espiral indifinida de sus elipses, y nunca dejar de girar y oscilar en el ter hasta el mo-mento en que ya no exista en forma de planeta aislado, porque tambin ha de acabar, como los dems cuerpos del U ni verso; nace y vive para morir. Su movimiento anual de rotacin va tenien-do menos velocidad; verdad es que ese retraso es poco perceptible, puesto que desde Hiparco hasta Laplace, ningn astrnomo lo habla comprobado todavia; pero como una fuerza csmica obrando en sentido inverso no compense la prdida de ve-locidad causada por el roce de las mareas contra el fondo y las riberas del Ocano, el impulso del planeta ir disminuyendo. Despus de peripecias imposibles de prever, la Tierra acabar por cam biar completamente de situacin y perder su existencia independiente, ya para unirse con otros cuerpos planetarios, ya para dividirse los frag-mentos, ya para caer encima del Sol como un .aerolito.

  • CAPTULO II

    Las primeras edades

    l

    Op~niones diversas sobre la formacin de la.Tierra. -IIipte-818 de La place: graves objeciones que provoca. -Teora del fuego centraL-Objeciones.

    El origen de la Tierra se p!erde en la noche de nuestra ignorancia. ningn hombre de ciencia pueden autorizarle sus observaciones ni sus razo-namientos para decirnos cmo se form el plane ta, aunque nazcan continuamente nuevos astros en 1~ inmensidad del cielo. El telescopio no ha servido ms que para comprobar la aparicin de esos cuerpos celestes, sin revelarnos su manera de ~armarse. Una vez sola, en Diciembre de 1845t tuvieron los astrnomos la suerte de asistir la divisin de un cometa, el de Biela, viendo doblar-se al astro, romperse luego y constituir dos n-cleos .de distinto tamao, que andaban por el espaciO uno tras otro. Pero este hecho nico no-da derecho imaginar que se forman del mismo

    NUBlSTRO PLANETA 25

    modo todos los globos del cielo, ni para afirmar que las estrellas y planetas nacen asi por una es-pecie de divisin. El ingenio humano est redu cido todava hiptesis sobre el nacimiento de-nuestro globo y de todos los dems. Desde la leyenda del salvaje que hacia nacer la Tierra del estornudo de un dios, hasta la teora del gran Buffn, segn el cual los planetas del sistema solar son sal picaduras arrojadas al espacio por el encuentro de un cometa y un sol, las cosmogonas balbuceadas por los pueblos antiguos y las in ven tadas por los sabios modernos, no son ms que conjeturas ms menos plausibles ingeniosas.

    La hiptesis ms aceptada en nuestros das es la que, despus de propuesta por el filso.fo Kant en 1755 y desarrollada por Herschel, ha s1do pre-sentada de nuevo y apoyada magnficamente por Laplace en la Exposicin del sistema del mundo, Y es tal la autoridad del gemetra ilustre, que su hiptesis la consideran errneamente muchas personas como hecho cientfico perfectamente de-mostrado. Por lo tanto, hemos de exponer, aunque sea muy sucintamente, un boceto de la historia primitiva de la Tierra.

    Supone La place, en primer lugar, que el espa-cio en que hoy se mueve el sistema solar lo ocu-paba una materia csmica gaseosa de alta tempe-ratura y dilatacin excesiva, compara~le con ~a de los ms enrarecidos gases. Irrad1ando s1n cesar su alrededor, y perdiendo calrico en be

  • 26 ELSEO RECL ts

    neficio de los espacios que la rodeaban, la enorme nebulosa haba de condensarse poco poco en derredor de un punto central, destinado conver-tirse algn da en sol. Atradas unas hacia otras las molculas de gas no obedecan slo al movi~ miento de condensacin, sino que eran anastradas en chculo inmenso en derredor del eje del siste-ma. La pl'dida de calrico y la concentracin de la masa esferoidal, que era su consecuencia, daban p.or resultado el aumento de rapidez de la rota-Cin. Al mismo tiempo la fuerza centrfuga se acrecentaba en proporcin, y bajo el influjo de esa fuerza, achatndose la masa atmosfrica en am-bos po~os, iba tomando la forma de un disco. Por ltimo, la atraccin, que habla sujetado las molculas de la circunferencia y la haba impedi-do e'>caparse por el espacio, estaba equilibrada por la fuerza centrfuga, y mientras la mayor parte de la masa gaseosa segua condensndose alrede-dor del ncleo central, la zona exterior solicitada .un tiempo por fuerzas opuestas, dejaba de mo-dificar su distancia relativa al eje del esferoide y tomaba la forma de un reborde circular de un anillo giratorio.

    o.tros anillos, separados de la masa achicada, se aislaban sucesivamente del mismo modo y se?uian describiendo alrededor del Sol su mo~imiento de rotacin. Con esta hiptesis, esos ani-Jlos son los futuros planetas del sistema solar Los ms ligeros hablan de ser los ms apartado~

    NUESTRO PLANETA 27

    del Sol, por la menor densidad de la atmsfera incandescente que los constitua; los ms pesados hablan de ser los formados posteriormente de capas gaseosas ms prximas al centro del Sol, y por lo tanto, ms densas. Ntase, en efecto, que los planetas ms distantes del foco central, como Urano y Neptuno, tienen el peso especifico del corcho, y que la densidad de los globos aumenta (aunque sin seguit una ley absolutamente regu-lar) desde los grandes astros lejanos hasta los pla-netas chicos y pesados del interior del sistema. Adems, los planos de las rbitas planetarias, q.ue estn levemente inclinados unos sobre otros, In-dicarn la situacin del Ecuador del Sol, cada -poca en que se verifica uno de esos grandes des-garramientos que ha de dar origen un nuevo planeta. .

    Adelgazndose causa de la prd1da lenta de su calrico, los cuerpos anulares conservaban su forma durante una serie de edades ms menos larga, pero en cuanto, por una perturbacin as-tronmica, se hacia uno de sus segmentos ms denso que los dems, ste ejerca una fuerza cre-ciente de atraccin, rompa en provecho suyo la zona de materia gaseosa y la condensaba su alrededor, en atmsfera concntrica. Por efecto de las leyes de rotacin, tomaba el planeta nuevo una forma esferoidal, anloga la del astro que le haba dado origen, y gracias la pri~e~a fuerza impulsiva de sus molculas, su mov1m1ento se

  • 28 J!lLSIIlO Rl!lCLS

    duplicaba: continuaba su revolucin en torno del Sol y empezaba girar sobre su eje.

    L~ formacin de los satlites se explicaba tamb1n por la retirada gradua l de la masa gaseo-

    s~ de los planetas primarios. Los anillos despren-didos de la zona ecuatorial de estos astros se con-dens~n tambin, contra!dos por la prdida de-cal~rrco, y e convierten en otras tantas lunas. Los pflltdos anillos de Saturno son los nicos que recuerdan en el cielo la antigua forma de todas las e~feras qu.e la condensacin del Sol y de Jos

    pla~etas ha~ Ido .dejando en el espacio: antes, segun e.:;ta hiptesis, eran una simple hinchazn

    ecua~onal del planeta primitivo; otro da sern satl.Ites .esfricos, semejantes las ocho lunas que Ilumman las cortas noches de Saturno.

    Seg~ la ideas de Laplace, todo el sistema planetaro form parte en otro tiempo del Sol. El a:stl'O, compuesto nicamente de molculas gaseo as mucho m:s ligeras que el hidrgeno, en-glob en su enorme redondez todo el .

    . espacw en que l.o:s planetas (tr~clu o Neptuno) describen hoy sus Inmensa~ rbitas. El dimetro del esferoide solar habr!a Sido entonces 6.500 veces ms consi-

    derabl~ que hoy, y su volumen habra superado 860 millares .de millones de veces al volumen act~~l. TambJn la Tierra, antes de enfriarse y soh.dlf1carse, habra abarcado la Luna en sus llm!les, y su dimetro habra sido cerca de cien veces el del planeta Jpiter; pero vago, areo.

    NUESTRO PLANETA 29

    lfluestro globo no habra tenido ms que una vida .csmica impersonal; al solidificarse, al endure-cerse su corteza empezara su verdadera exis-tencia.

    Esa es una hiptesis brillante, seguramente la ms hermosa y sencilla de cuantas han pro-puesto los astrnomos: mejor que otra cualq uiera da cuenta del m ovimiento uniforme de trasla--cin de los planetas de Occidente Oriente; co n-cuerda, al parecer, de una manera notable con .ciertos hechos subsiguientes de la historia de la Tierra como nos la cuenta la geologa; por lti-mo los maravillosos anillos que rodean Satur-, no parece que proclaman la verd ad de la teora imaginada por Laplace. Hasta los experimentos de gabinete parece que reproducen en miniatura el espectculo grandioso presentado durante las primeras edades por el nacimiesto de los plnne-tas. El sabio belga Platean ha encontrado el medio de hacer girar un globo de aceite en una mezcla de agua y de alcohol del mismo peso especifico que el aceite. Cuando la revolucin del a::;tro imi-tado es bastante rpida, se ve que el globo se aplasta por los polos, se ensancha por el Ecuador, forma luego una especie de reborde circul ar y produce, por ltimo, verdaderos anillos que se condensan rpidamente en glbulos animados de un movimiento de rotacin propio y giran alre-dedor del globo centra l. Aunque esos planetas microscpicos se originan en la expansin de la

  • 30 ELSEO RECLS

    gota de aceito, son reproduccin exacta del siste-ma solar.

    Pero el mismo Laplace emiti esta hiptesis con desconfianza, y nadie tiene derecho encon-trarla mlls fcil que el gran gemetra. Efectiva-mente, sus conjeturas no explican la presencia de l~s cometas que gravitan alrededor del Sol en r-b~tas p~rfectamente determinadas, y que en su htp.tesJs son extraos ~1 sistema solar; tampoco

    e~piJc?n 1~ fo~ma elptica de las rbitas planeta-l'Jas n1 la mch~acin de su eje, y adems parece que las de::;m1ente el movimiento retrgrado de lo~ satlite~ de Urano. Las nebulosas lejanas, que los a::,trnomos lomaban por hacinamientos de materia csmica no condensada, y que eran un p.oderoso argumento en favor de la hiptesis, han stdo re:sueltas en gran parte por los telescopios y apare.cen nue~tra vista como torbellino:::. O'I'U-pos SJdemle~ de caprichosas formas; muchu: de ellas ~on varwbles y el telescopio nos lus muestra ~u~estvamente bajo muy diversos aspectos. Por ultimo, el ~escubrimiento del anli~i.s espectral, que .ser Imperecedero ttulo de gloria para Kir-c?~ff y B~n~en, autoriza para creer que la com po-Sicin quimica del Sol difiere bastante de la de los

    plan~ta.s de su sistema, pue:::.lo que el tal astro no co?tten~, lo menos en sus capas exteriOre-s ni si.hce, nt estao, ni plomo, ni mercurio ni pl~ta m oro: Debemos confesar que la clebr~ y :seduc: tora hiptesis de Laplace no basta para explicar

    NUESTRO PLANETA 31

    todos los fenmenos observados. El espritu hu-mano, hambriento siempre de certidumbre, fcil mente se deja llevar tomar simples conjeturas por verdades absolutas, y la menor virtud del fil sofo no es saber dudar sin temor Cuando el in-vestigador no pueda descubrir la verdad, que se atreva ignorarla y permanezca animoso en el umbral del mundo desconocido.

    tra hiptesis hay, relacionada con la brillante teora astronmica de Laplace, y es continuacin suya, para contar la formacin de la envoltura pla-netaria. Condensado ya en globo el anillo gaseo . so, no dej de contraerse consecuencia de la irradiacin de calrico. Liquidada por el enfra miento gradual de sus molculas, la masa entera se convirti en mar de lavas arremolinadas en el espacio, pero dicho estado fu transitorio. Des pus de un nmero indeterminado de siglos, la prdida de calor fu bastante grande para que una ligera escoria se formara como un tmpano en la superficie del mar de fuego, quiz en uno de esos polos que el fro llena hoy de montailas y bancos de hielo. esta primera escoria sucedi otra, lue-go otras ms, unironse en continentes, que flota han por la superficie de las lavas, y por ltimo, cubrieron con una capa continua todo el contorno del planeta, y una envoltura delgada y slida apri-sion el inmenso mar incandescente.

    Esa envoltura, rota frecuentemente por las lavas que hervian debajo, soldada de nuevo, gra-

  • ELSEO RECLS

    ~ias la solidificacin de las escorias, fu hacin-dose ms recia por el enfriamiento. Despus de una poca de prodigiosa longitud (porque el nico intervalo durante el cual la temperatura de la cor-teza terrestre baj de de 2.000 grados 200 est calculado en 3 millones y medio de siglos), la pe-licula adquiri al fin estabilidad y las erupciones de la masa liquida interior dejaron de ser un fen-meno general para localizarse en las regiones donde la capa r!gida era menos recia. La atms-fera ambiente, llena de vapores y de substancias di \'ersas sosten idas en estado gaseoso por el exce-sivo calor, se fu desprendiendo de su carga; cada cuerpo, uno tras otro, se separ de la masa lumi-nosa y ardiente del aire para precipitarse sobre la envoltura slida del planeta; los metales y otros cuerpos simples, segn la disminucin de tempe-ratura necesaria para hacerlos pasar del estado gaseoso al lquido, cayeron como lluvia de fuego sobre la lava terrestre; despus, el vapor de agua contenido en las altas regiones de la masa gaseosa se condens en inmensa capa de nubes surcada . ,

    sm cesar por los relmpagos; empezaron caer gotas de agua (las primeras del ocano atmosfl'i-co), volatilizndose en el camino y volviendo su-bie; por ltimo, una temperatura muy superior _100_ grados, consecuencia de la enorme presin eerctda por el aire pesado de aquellas edades, cayeron gotitas en la superficie de la escoria te-rrestre, y el primer charco, origen del mar, se for-

    NUJI)STRO PLANillT A 33

    m en una hendidura de las lavas. Ese ocano, aumentado sin cesar por la precipitacin de nuevas lluvias, acab por rodear casi toda la cor-teza de las escorias con u na envoltura liquida, pero al mismo tiempo tra!a nuevos elementos para la construccin de los continentes futurcs; las numerosas substancias que tenia en solucin se combinaban diversamente con los metales y tierras de su lecho, las corrientes y tempestades que lo agitaban demolian las riberas para formar otras nuevas. Los sedimentos depositados en el fondo del agua empezaban la serie de las rocas y terrenos que se suceden encima de la corteza primitiva. Ya el planeta incandescente, revestido por el exterior de una triple envoltura slida, l-quida y gaseosa, pod!a convertirse en teatro de la vida. Vegetales y animales rudimentarios na-can en las aguas y en las tierras, y por ltimo, en cuanto la temperatur'a de la superficie del globo, inferior 50 grados, permiti la albmina liqui-darse y la sangre correr por las venas, se des arrollaron la fauna y la flora cuyos residuos se encuentran en las primeras capas fsiles. la edad del caos sucedia la de la armona vital, pero en la inmensa serie de Jos tiempos, la vida que aparece en el planeta enfriado no es ms que cmoho de un da, ., como dice Danbre.

    Segn la teora profesada generalmente, la costra s lida acababa de formarse apenas, y hasta era m ucho ms delgada que la capa de aire en-

    3

  • ELSEO RECL8

    ,.o) vente del globo, porque segn las evaluaciones comunes, y adems puramente hipotticas, el ca-lor terrestre bastante para fundir el granito se encuentra una profundidad de 45 50 kilme-tros. Comparada con el dimetro de la Tierra, que es 250 Yeces mayor, esa corteza Yiene ser, l'egn esa teorfa, una pelcula tenue, de lo cual podra dar idea una hoja de cartulina que rodeara una esfera lfcuida de un metro de anchura. En In Tierra ese lquido ser un mar de lavas y roen-; derretidac:;, que tendr corno el ocano superficinl sus crecientes, su mareas y acaso sus borrasca~ Las revoluciones geolgicas del globo no c:;er;~n ms que el reflejo de las ondulaciones .;.,ubterr neas de e e infieino oculto,lac:; rnontniins de pr fido sern las olas cuajadas de ese ocano de fuego, y los grandes gigantes colocados ll orillas de los mares, corno el Etna, el pico de Teide, el M a D na Roa, dan pmebac:; con sus erupciones y lavn-=; de las tempestades que rugen debajo de la envol-tura slida.

    E~ realmente probable que la rnnyora de lns rocas que constituyen la parte extel'ior del plnnetn, y -obre todo las formaciones ms anti-gua"', '-e hayan encontrado antes en un e~tado de fu-:;ir. anlllogo al de las lavas \'Oic{lnica-=; de nue-..-tros da . Para la mnyor parte de los gelogos, el granito y otras rocao; similares, que con::;tituyen las rnac:;as principales en la arquitectura de los continentes, existieron en otro tiempo en estado

    NtTR'STRO P I A NRT A 35

    pastoso semipastoso, pero aun cuando esto estuviera fuera de toda d uda, no convertirla en certidumbre las hiptesis relativas al origen del planeta, lo tenue de su pelcula y la existencia del fuego central.

    El achatamiento de la Tierra en ambos polos y su ensanche ecuatoria l, han sido presenta~os como testimonios irrecusables del estado de In-candescencia lquida en que se encontr el globo. Efectivnmente, toda esfera lquida que gire alrede dor de ~u eje, tomar() forzosamente e a forma por_ la velocidad desigual de s'u masa, pero podernos preguntar si un globo, aunque sea slido, no se hinchara tambin hacia el Ecuador, girando sin reposo durante indeterminada serie de iglos, por-que ninguna materia es inflexible en abs?luto, Y bajo las fuertes presiones de su laboratono, muy inferiores las de las fuerzas planetarias, todo~ los cuerpos slidos, corno el hierro y el acero, les ocurre lo que los lquidos. Adems, las obser vaciones y Jos clculos de astrnomos y ge?rne-tras los han inducido creer que el achatarntento de la Tierra en los polos no es una cantidad cons tante, y por consiguiente, que hay leyes, ~istinlas de los movimientos de rotacin y revolucin, que contribuyel'On modificar la forma del planeta; menor probablemente en el polo boreal que en el austral, la irregularidad de la esfera parece e~tar sometida cambios peridicos durante el trans curso de las edades y se complica adems con

  • S6 ELSEO Rl!IOLS

    otras varias irregularidades, turgencias 6 depre-siones reveladas ll la ciencia por las oscilaciones del pndulo y las medidas de arcos terrestres. U no de los motivos de estudio ms serios que presenta la geografa flsica es precisamente esa inestabili-dad del suelo, que en diversos puntos de la superfi-cie del globo se levanta 6 se deprime con prodigio-sa lentitud. Si la causa cierta de esas hinchazones y depresiones nos es desconocida, nada inclina creer que se deban la fue1za ce ntrifuga desarro-llada por la rotacin de la Tierra.

    Tampoco hay que olvidar que en la hiptesis admitida por quienes creen en el fuego central, nuestro planeta debe ser considerado corno una masa lquida, puesto que la envoltui'a exterior es relativamente una pellcula tenue. En esas condi-ciones, dificil sera comprender que el g1an ocano de Javas no estuviera agitado, como el de agua, por el movimiento alternativo de las mareas. Tarn poco se co rn prenderla que la Tierra no estu-viese mucho ms deprimida en los polos y no se transformara en verdadero disco; el achatamiento polar no es ms considerable que las si m pies desigualdades superficiales co mprendidas en la zona ecuatorial entre las cimas del Himalaya y los abismos del Ocano ndico. Liais atribuye el es-caso achatamiento de Jo~ polos al trabajo de unin que Jos hielos y aguas polares, irresistible-mente ati'aidos hacia el Ecuador, no dejan de lleva1 cabo ao tras ao, siglo tras ~iglo, cargn-

    NUESTRO PLANETA 37

    dose de enormes cantidades de residuos arranca-dos la superficie del suelo.

    El argumento prin cipa l de quienes consideran la existencia del fuego central como un hecho de-mostrado, consiste en que en las ca pas exteriores de la Tierra exploradas por los mineros, el calor no ce a de aumenta1 con la profundidad de las cavidades. Bajando al fondo de un pozo de mina, se atraviesan invariablemente zonas de tempera-tura cada vez ms alta, pero la proporcin del aumento vara segn las diversas partes de la Tierra y las rocas en que se abren las galeras. El calor crece ms rpidamente en los esquistos que en el g1anito, ms en las ''enas de metal que en los e~quistos, ms en los filones de cobre que en los de e:::.laiio y ms en las capas de hulla que en los yacimientos metlicos. En \Vurtemberg, en el pozo artesiano de Nenffen, crece la temperatura un grado cenllgrado cada 10 metros y medio. En la mina de Monte Mas (Toscana), cerca de los manantiales borcicos, crece un grado cada 13 me tros. Cerca de Jakutzk (Siberia), crece un grado cada 16 metros. En los dems sitios, la progre-sin s uele ser menos rpida; el trmino medio del intervalo que en ese enorme termmetro de las capas terrestres corresponde un grado de calor, es de 25 30 metros. En las minas de Sajonia, el aumento, segn Reich, es de un grado por cada 42 metros.

    Sin embargo, la Tierra no ha sido socavada

  • SS ELSEO REOLS

    gran profundidad. Las excavaciones mAs nota-bles, la de Kutenberg, en Bohemia, y una de las minas de Guanajuato (Mjico), llegan apenas A un kilmetro, es decir, la seis sietemilsima parte del radio terrestre; seria mAs que imprudente querer juzgar del estado de todo el interior del globo pot' la temperatura de las capas superficia-les y afirmar que el calor, acrecentado segn pro-porcin constante desde la superficie del suelo hasta el centro de la Tierra, se eleva hasta la tem peratura de 200 000 grados, es decir, mucho mAs de lo que puede concebir la imaginacin del hombre. Lo mismo darla inferir, del enfriamiento gradual de las altas capas areas, que la baja de temperatura contina hasta el centro de los espa-cios celestes, y que A 1.000 kilmetros de la Tierra el fria es de 5.000 grados. La parte superficial del globo, atravesada sin cesar por corrientes magn-ticas que se dirigen de polo A polo y en la cual se elaboran todos esos fenmenos de la vida plane taria que modifican sin parar el relieve y la forma de los continentes, sin duda ha de encontrarse en condiciones especiales respecto al desal'rollo de calor. La delgadez de la envoltura teiTestre no estA demostrada, ni mucho menos, por el creci-miento gradual de la temperatura en los pozos de mina y en los manantiales.

    Prodier, A quien llamaron la atencin todas las objeciones que se le ocurrian respecto la tenui-dad de la envoltura terrestre, ya admita que esta

    NUESTRO PLANETA 39

    corteza no puede ser estable como no tenga de 120 280 kilmetros de espesor. Recientemente, al someter W. Hopkins clculos de altas mate-mticas los fenmenos de la precesin y la nuta-cin terrestres, ha llegado A un resultado muy diferente de la hiptesis susodicha. Ha demostrado que con fuego central sin l, el planeta ~staria animado de movimientos peridicos muy dtferen-tes si la parte slida de la corteza no tuviese de 1.300 1.600 kilmetros, sea la cuarta quinta parle del radio terrestre. W. Thoms?n es.tab~ece por otros clculos que si la Tierra tuvtera stqutera la solidez del hierro y del cuero, las mareas Y la precesin de los equinoccios tend:an un.a .impor-tancia menor de la actual. Por lttmo, Ltats, exa-minando y discutiendo todas esas suposiciones, trata de demostrar que en virtud de los fenmenos .astronmicos, la solidez interior del planeta es in-discutible. Puede creerse, sin doclararse an defi-nitivamente, que no existe fuego central, sino ma res interiores de materia incandescente, dispersos en varias partes del planeta, poca distancia de la superficie terrestre, separados unos d.e otr~s por pilarea de rocas slidas. Esa es la htptests que W. Hopkins y Sartorius de Watterohansen, historiador del Etna, les parece la ms conforme eon los fenmenos volcanicos.

  • 40 EI.S&O RKCLS

    Il

    Heladas geolgicas.-Conglomerados, asperones, arcillas, ca-lizas. -Capas fosilferas. -Orden de sucesin de los seres. -Clasificacin general de los terrenos.-Duracin de los periodos geolgicos.

    Los documentos positivos ms antiguos rela-tivos la historia geolgica de la Tierra son las primeras capas de sedimento que pueden cono-cerse de una manera cierta como depositadas pox-las a~uas en el fondo de algn ocano antiguo. Debao de los estratos superficiales de origen mo-derno se encuentran otros pertenecientes poca ms rem~ta y otros de formacin antei'ior, y asi s~ va de hilado en hilada hasta el esqueleto de la Tierra, hasta aquellas rocas que la presin de las masas superiores y el calor planetario han trans-formado gradualmente durante el transcurso de las edades de modo que hacen indecisa la estra-tificacin. E5as capas superpuestas, comparadas muchas veces con las hojas de un libro, manifies-tan la fecha de su antigedad con el orden mismo de su sucesin sin que pueda decirse cuntos centenares millares de siglos han transcurrido durante la formacin de cada lecho de sedimento

    NU.BlijTRO l'LANETA 41

    lo menos se puede conocer su edad relativa en la serie de las rocas.

    Donde esas hiladas no han sufrido pertubacin desde su origen, todava se extienden en capas paralelas y casi horizontales, como en el fond? del mar donde se depositaron, y es lo ms fc1l clasificarlas por orden de antigedad. El gelogo que baja un pozo de mina, abierto verycalmente en esos terl'enos, puede recorrer en c1erto modo toda la serie de los ti e m pos hasta las primeras edades; en pocos momentos ve como un resumen de la historia geolgica de la Tierra. Donde la accin de los meteoros y de las fuerzas que traba-jan en lo interior del globo han co:tado la sup~rficie continental ccn escarpas rp1das y perm1ten ver lateralmente como en un muro inmenso las hiladas superpuestas, el orden de sucesin de las rocas distintas no puede ofrecer duda alguna. En cambio, en las comarcas donde los estratos s.e han levantado en ngulos diversos estn torci-das rotas vueltas del revs, donde rocas salidas

    1

    de la Tierra en estado de liquido de pasta, como el prfido y las lavas, se han intercalado entre las hiladas, las investigaciones de los gelogos s~elen tropezar con muchas dificultades, y n~ ob.t1enen buen xito mlis que fuerza de pac1enc1a Y de sagacidad. Ultimamente, el problema mayor Y de ms penosa resolucin consiste en hallal' la con-cordancia de edad y formacin entre rocas sepa radas unas de otras por valles, llanuras anchas

  • 42 .kLtlEO RECLS

    y el Ocano; por eso hav dudas res ect hechos particulares, y. estalla p o~ muchos Jos gelogos Sin emb n discordias entre cifrados 1 argo, estn no estn des-

    ' os estrntos con la d. . sas que contienen sus,minera~e~n Icacwn~s diver-Jos ~icos anales autnticos dy sus fsile~, son -como Jeroglficos mi'st . e planeta, son

    et1osos en pa 't cuentan con trazos , . . 1 e, que nos T . gr andwsos la historia de 1 Ierra. a

    Esas hiladas innumerables . . su posicin, su inclinacin ' tan distmtas por Jogas li las capas de la ~ su espesor, son anA-vemos formarse sin cesa~Isma natura.leza que montaas surcadas por 1 ~ nuestra VISta. Las lados socavados por 1 os orrentes, los acanti-nien tes fl 1 a~ . 0 as, entregan las co-

    uva es mal'ltimas . que se extienden como , 1 masas de residuos guijartos, y poco li poco a~:na es . como lechos de conglomerados Las co.nvietten en slidos por los agente~ atm:~~:~~c Cl'Istalinas trituradas rfos las del Ocan os, las aguas de los aspern bajo la pres~ns: cotvierten en rocas de encima. El agua tran ~ ~s masas colocadas arrastran guiJarros ni qaut a e . los rfos que no

    . rena smo m l 1 nues de c1eno y li d '. o cu as te-en el fondo de losU:~re:pbostta en sus ?rillas y llegan li ser pode, f anco.s de arctlla que P I osas ormacwn 1 ueden verse li orillas del M. . e~ geo g~eas. bancos arcillosos que 1 . ISSISSipf enormes ~~ agua del rfo po a retirarse ha dejado alli

    , co menos duros, al parecer,

    NUESTRO PLANETA 43

    que rocas asaltadas durante siglos por olas y te m pastadas. En ciertos lagos de Mjico, y sobre todo alrededor de los anecifes de la Florida, voli-tos como los del Jura se estn formando {l nuestra vista sin cesar. Por ltimo, en los bajos fondos del mar se ven formarse nuevas capas calcreas como en Guadal u pe, nuevos tenenos de trans -porte, como en el banco de Tenanova. Tambin los corales, las madrporas y otros muchos ani-malillos marinos son constructores que no dejan

  • 41 ELSEO BECLS

    Los restos orgllnicos se conservan en el suel() de una manera excepcional, y de ello han tenid() los naturali~tas muchas ocasiones de convencerse en su e ludio de las plantas y los animales de nuestros das. Lo cadveres que caen los devo-ran pronto .an imales de presa insectos; la hu-medad del v1ento y el Sol disuelven lo que queda de sus carne y los ligamentos; el mismo esque-~eto .acaba por. reducirse polvo. Las legiones Infinilas de ammales inferiores que no tienen ?samen_ta. slida, de aparecen millones sin de-Jar v~. l1g10 alguno; sus masas amontonadas se connerten en humus y en gases. Los rboles y Jas P.lanta~ ~e aparecen como los animales para ser-VIl' ?e ahmento oti'OS seres. Apenas cados, los ant1guos organi mos sirven para formar otros nuevos; la muerte alimenta sin cesar la vida. Los restos no pueden conservarse para las edades fu-t~ras, como no se hurten inmediatamente los d1entes de los animales y la accin de los ele-mentos.

    Los restos orgnicos que las fuentes incrus -tantes revi::;ten con una envoltura de cal y los tron~os de rb.oles rodeados por fundas de lava, ad~ulei'en la mdestructibilidad de la piedra. Los a m males sor~rendidos por los hielos, tragados por-desmoronamientos refugiados en grutas pro-fundas, pueden sostenerse durante siglos en per-fe_cto estado de conservacin y convertirse en f-Siles. De todos modos, es muy raro que un ser-

    NUESTRO PLANETA 45

    terrestre se preserve para edades futuras, ya ente !'O, ya en fragmentos, pero no ocurre lo mismo -con los seres martimos, que generalmente quedan sepultados inmediatamente de pus de morir, aun vivos, en \a arena y cieno que las olas arras-tran; as s e encuentran en Jos sedimentos de los antiguos fondos marinos y de lo deltas muche-dumbre de animales fsiles cuyas partes todas e stn adm irablemente conservadas, ha talas ms delicadas, como \o prueban en nuestros museos las hermosas muestras procedentes de las capas de So\enhofen, de Monte Bolea, de Grignon y de Montmartre.

    Es ms; en las playas donde tenan gran am p\itud las mareas, como en el Severo, el golfo de San Miguel y la baha de Fundy, el limo trado por \a ola ha cubierto veces la . huellas de pasos de animales vertebrados, de ca m1110s trazados por los crustceos, gusanos y mol u ~cos, de las sea-les hechas por las gotas de lluvia fuertes rfagas de viento. Ese limo endurecido poco poco se ha convertido luego en hiladas de esqui...,to_s, creta, aspern y arcilla; ahora, millone de anos des pus, se encuentran en estas rocas las huella.s en un momento grabadas ms profun~as Y.le~Jbles los ojos de los gelogos que las wscrl pciOn~s ambiciosas de los antiguos reye~ del mundo. Peto esos magn\f1cos testimonios de lo pasado _n? so~ comunes ms que respecto los seres matllmos.

    f T para lo hay pocas probabilidades de os1 zacL n

  • ELSEO RECLS

    que vive en las tierras emergentes, en el aire y en el agua dulce.

    La conservacin de las formas orgllnicas d& sus huel!as depende de circunstancias excepcio-nales, y por consiguiente, gran nmei'O de capas est~n des pro' islas totalmente de fsiles, mientras encJma. y debajo de ellas se pueden descubrir muchlsimos restos de las antiguas poblaciones del globo. La falta de residuos orgnicos en los e:tratos nada prejuzga contra la existencia de la \'Ida .~u.rante tal c~al perodo de la historia pla-

    net~IIa, la~ conclusiOnes negativas de la vida qu Vflr_ws sabws han querido sacar de In falta d:

    f ~ Il_e en muchas hiladas no se basan en ninguna ceitidumbre. Adems, la exploracin del o-Jobo apenas ha empelado, y muchas capas en laso cua-les no se haba visto hasta ahora ms qu b. e roca

    ruta, han entregado luego ll la ciencia no pocos tesoros geolgicos. Adems, no debemos olvidar que hay grandes desiertos, lo mismo en el fondo de los mares que en tierra firme.

    La aparicin y desaparicin de especies fsiles no co~cuerdan de una manera completa con la sucesin. de teiTenos, y poi' consiguiente la idea de catac!J ~m0 cue 1 t '

    . Imp Jea )a antes con kecuencia el trmino de reYolucin geolgica, no est justifi-cada. La continuidad de la Yida ha enlazado ll

    to~as las formaciones unas con otras, desde los rn~_eros seres organizados que han aparecido en a Ierra hasta las muchedumbres que hoy la

    NUESTRO pr_,ANET& 47

    pueblan . Hay especie que no vivi ms que duran-te un corto periodo en la historia planetaria, otras aparecen raras veces en una capa, como ensayan-do la vida; luego se multiplica de estrato en estra-to, para disminuir durante el transcurso de las edades y extinguirse poco poco desaparecer bruscamente; por ltimo, otras formas genricas han atravesado todas las pocas y existen repre sentantes suyos al cabo de millones de siglos. La duracin de la especie depende, no de le s di-versas revoluciones que modificaban el suelo ni de otra causa exterior, sino de su propia vitalidad. Generalmente la existencia de cada serie de eres es tanto ms larga cuanto ms rudimentaria es su organizacin. Los animales invertebrados infe-riores han recorrido todos un ciclo geolgico ms extenso que el de los animales vertebrados su pe-riores: los foraminferos atraviesan ms larga serie de edades que los moluscos; stos, los peces y los reptil es, viven ms tiempo que los cuadrpedos; por ltimo, los grandes mamiferos de la poca terciaria han tenido una existencia relativamente corta; no han podido resistir, como los animales inferiores las influencias variables de los climas.

    1

    Cuanto ms se eleva un organismo, en ms estre-chos limites se encierra. Lo que gana en nobleza , lo pierde, si no en nmero, en duracin. .

    En qu orden se hhn sucedido en la Tierra las especies animales? Los gelogos han prof_esn do hasta hace poco respecto ese punto un s tste-

  • 48 ELSEO REOLS

    ma bien sencillo. Segn sus ideas preconcebidas, los animales inferiores, incluyendo la clase de los cru lceos, poblaron exclusiva mente la superficie del plaueta durante la formacin de las capas geolgicas ms antiguas los peces aparecieron por vez primera durante el pet'lodo del aspern rojo; los reptiles nacieron en los golfos y bajos fondos pantanosos, donde se acumulaban los re-siduos vegetales que luego se han transformado .gradualmente en hulla. Las aves propiamente dichas volaron por primera vez en la poca ctet-eea, y los cuadrpedos se sucedieron, siguiendo un orden regular, desde las especies inferiores hasta las ml:ls elevadas. El mono se asoci al n-meto de los seres vivos inmediatamente antes que el hombre y ste fu Ct'eado despus de los deml:ls animales, como para resumir en su perso-na todas las vidas antet'iores.

    Los dec;cubrimientos hechos durante los lti-mos aiios por Lyell, Forbes, Barrande, Owen, Leidy, Emmons, \Vl:lgner, han introducido una gran pet:turb~cin en la seriacin de especies pre-establecida. A los helechos, cicdeas y contferas, que se supona ser las nicas especies de plantas representadas en las hullas, se han sumado mu-chas especies pertenecientes otras familias y hasln altededor de las dicotiledneas. Mlls de tt'ein. ta especies de reptiles se han encontrado en las mismas capas, donde, segn el sentir de muchos gelogos, no se poda descubrir ni uno. Se han

    NUBISTRO PLANETA 4!)

    hallado mamiferos del orden de los marsupiales en la volita, en las hullas jursicas, hasta en el das y en el trias, al final de las rocas de forma-cin paleozoica. Monos de una organizacin tan elevada como los de nuestros das vivan durante el periodo mioceno superior, y el hombre fu contemporneo del oso de las cavernas, del mam-mut, del megaterio y de otros animales enormes, desaparecidos hoy. N o pasa un ao sin que se des-cubran en los estratos de la Tierra nuevas formas animales y vegetales que ensanchan nuestro ho-rizonte geolgico hacia espacios cada vez ms leja-nos. Los hechos que demuestran la existencia de organismos superiores en las antiguas capas terrestres son ya tan numerosos, que ciet' tos pa-leontlogos han llegado dudar del desarrollo progres ivo de las series animales y vegetales du-rante los petodos geolgicos . Segn ellos, ha-ba que buscar el orden de desarrollo en cada grupo de especies y no en el conjunto de los seres. Sin embargo, si se abarca con una mirada el con-junto de los seres, en vez de considerar nicamente los precursores y los rezagados, hay que recono-cer que ha habido progreso real en las series orgnicas . Por su perodo de mayor exuberancia, la vida vegetal ha precedido la animal; las plan tas desprovistas de flores fueron en las primeras edades ms numerosas que las floridas; los crus-tceos, moluscos y otros animales poco elevados tuvieron su edad de oro antes que Jos peces Y

    4

  • 50 ELSEO RECLS

    reptiJec:;. y c:;tos fueron due os de la Tierra antes que Jos mamferos. Entre ;:tos tambin parece muy probable el pro~rec:;o, po1que la mayor parte de lo-s nnimale-.. jur....,icos son mrn supia les, y los oTandes marnfen,s no Rlcanznron su completo ~ de!:iaJTolln lw ... ta In pocn terciaril'l. Supone Agas-

    ~i'. que los tipos de lns pocns antigtHlS repre~entflll Jo-.; embriones de lo seres actuales, de modo que In paleontologn cuen ta la infa11r.in del mundo llegndo hoy la virilidad.

    Sen lo que fuere, las cnpns geolgi~"n~ son f. siles; de.::de In mil'-' nntigua la ms reciente e~tn en i toda~ rcnnidns unas ron oti'fl'S por e-..pecies comune-.. fJ do"' ms de ellus. GJ'lCins fi In 'mce-!3in de lns di,er.;;a::; ec;:pecie", y tl pe~at de i.t-; numeros:J" diferencia~ de nombre::;; emplearlo~.

    e~ln Jo gelogos rac:;i rontestes acerr.o de In cla-~ific-qein gP.neral de los terrenos de toda In supe,-ticie del globo. Ln.;; formaciones rns nntiguns pnlnzoicas, que desranc:;nn sobre el granito y oli'

  • 62 ELSEO RECLS

    III

    Modificaciones incesantes en la forma de los continentes.-Tenta.ttvas hechas para conocer la antigua distribucin de tierras y climas.-Objeto de la geologa. -Dominio de la geografla fsica.

    Las edades necesarias para llevar cabo la inmensa obra geolgica cuya historia cuenta las capas de la Tierra, han tenido que durar muchsi-mo, porque los anales de la humanidad, compa-rados con los ciclos del globo, no son mlls que un momento fugaz y la cronologla cosmognica de los indios es la nica que puede dar una idea de los periodos terrestres. Todos Jos clculos hechos por lo~ gelogos sobre la duracin de las gr'andes evoluciOnes del planeta dan por resultado formi-dables ser'ies de aos, y se puede calcular la lon-gitud de estas edades por millares de millones de siglos. El matemtico Hanghton trata de demos-

    t~ar, segn la frmula de Dulong y Petit, que un s1mpl_e deseen o de temperatura de 25 grados, anteriOr lA poca actual del planeta, ha requeri-do unos 1.800 millones de aiios. Para la forma-cin de cada capa de las que constituven el conjunto de los ar~hivos geolgicos de la s~perfi-

    NUESTRO PLAN.illTA 63

    ce, han ~ido necesarias largas series de siglos ante las cuales se confunde el pen~amiento hu-mano.

    Las lr'an formaciones in ce~ante de todl'ls las rocas que componen las capas extetiores del o-Jo-bo no podan verificarse sin modificar al misbmo tiempo el relieve de todos los con tornos de la TieiTa; de modo que la arquitectura general de las partes emergentes no ha dejado de varia r des-de el principio de las edades. La::; antiguas cordi-llera s se han derrumbado piedra por piedra, mol-cula por molcula, para repartirse en arcillas y

    arena~ por llanuras y mares; por su pa rle , los o.cano~ se han levantado gradualmente y Jo-, an-tiguo'-i fondos se han comerlido en tierra fi1me , que ~e ) ergue formando colinas y filas de pi-cos. Apenas formados Jos estratos, empezaban con tribuir la formacin de otros. Como arras-trada por etemo remolino, cada molcula no ha dejado de viajar de pea en peia, y por consi-guiente, las masas continentales, que no son ms que vastas aglomeraciones de molculas, han te-nido que via jar por todo el contorno del globo. Tendr a mucho inters cientfico poder seguir travs de la serie de las edades ese viaje de las tierras y las oscilaciones seculares de su relieve; la armenia de las formas continentales, que es ya tan hermosa, pesar de la inmovilidad a paren te de la Tierra, seria mucho ms grandiosa si pudiramos asistir con el pensamiento la infini-

  • 51 ELSEO RECLS

    ta sucesin de ondulaciones que han rizado la supedicie del planeta. Desgraciadamente, si las in-vestigaciones directas de los gelogos pueden en-searnos cules eran las partes de los continentes actuales que sobresalan del agua en tal cual poca, no pueden revelarnos qu regiones cubier-tas por el mar hoy se elevaban en otro tiempo por encima de la superficie; para cada periodo geol-gico, no es posible trazar ms que mapas parcia-les, pero esos mapas, por incompletos que sean, no dejan de representar un admirable resultado de los pacientes ingeniosas investigaciones de los sabios. Despus de un largo transcurso de siglos, es hermoso saber cules de las distintas reaiones o de los continentes son las que se elevaban sobre el mar en una misma poca y encontrar, haciendo tanteos, algunos rastros de la antigua arquitectura del globo.

    El enor de muchos gelogos, que tenan gran prisa de determinar el principio del periodo ac-tual, ha sido ver en estos primeros cimientos de nuestros continentes las nicas tierras exis-tentes entonces en el planeta. Posible es que hu-biera un tiempo durante el cual la superficie del globo estuviera cubierta de agua en toda su re-dondez y la primera tierra no fuese ms que un escollo; tal vez los islotes y las islas aparecreron en seguida y acabaron por agruparse en archip i-lagos y por unirse formando continentes; pero nada autoriza para creer que dur'1nte la forma-

    NUESTRO PLANETA

    ein de los estratos interrogados por los gelogos la pmporcin entre la sequa y la humedad haya cambiado notablemente. Si han surgido tienas nuevas donde el examen de las hiladas prueba que antes se extenda el Ocano, en cambio otros muchos hechos demuestran que bajo las aguas hun desaparecido vastas comarcas. El pla-no general de los continentes no ha dejado de modificarse durante el transcurso de las edades; nuestras llanuras y montaas han estado cubier-tas por las aguas del mar, mientras cordilleras y mesetas se erguan en las la ti tu des del globo don-de hoy se agitan las olas del Ocano. Para cono-cer de una manera aproximada la antigua exten-sin de los continentes travs de los mares actuales, les queda los gelogos un medio, el de establecer la concordancia perfecta de las hila das de una formacin quebrada y separada por las olas. Entre Francia Inglaterra, esa corres pondencia de las capas en una y otra orilla del Paso de Calais es evidente.

    Los residuos fsiles que se encuentran acu-mulados en ciertos puntos de la Tierra adonde los transportaban las corrientes, demuestran tambin la antigua extensin de las comal'cas re-ducidas hoy cortas dimensiones. El Atica, que en la poca actual es una simple pennsula roqui-za de la helnica, debi de formar parte en la poca miocena de un continente que presentara vastas llanuras, grandes praderas y bosques tu

  • 56 ELSEO RECLS

    pidos_, y que se extendiera A lo lejos para unirs6 con Africa A travs de los espacios ocupados en nuestros das por el mar de Creta y el archipila-go. As lo comprueban de un modo evidente para el gelogo los restos de animales gigantescos en-contrados entre el lgamo de Pikermi. Las ma-nadas de hipariones semejantes las de caba llos salvajes de la Amrica del Sur, los rebaos de anlilopes de diversas especies, las jirafas, los mastodonte , Jos rinocerontes, el poderoso dino-herium, el formidable machairodus, ms fuerte que la cebra del Atlas, y otros muchos animales corpulentos, no podan vivir en montaas peladas provista de mezquinos arbustos como las del ti?a actual; n,ecesitaban un vasto continente pa-recido al de Africa, donde aun se ven en las partes no habitadas por blancos tan prodigiosas muchedumbres de hipoptamos, elefantes, ant-lopes, cebras y bfalos.

    Los fsiles de las dos series veo-etal y animal . o

    s1rven para demostrar, de manera ms directa todava, la a n ligua existencia de tierras hoy des-aparecidas. Efectivamente, si se encuentran las mismas especies fsiles en las capas correspon-dientes de islas y continentes separados actual-mente por brazos de mar y sometidos otras condiciones climatricas, puede colegirse natura l-mente que las comarcas donde vivan en ton ces esas especies estaban reunidas. Con semejantes concordancias de faunas y floras, han podido

    NUESTRO PLANETA 57

    comprobar los gelogos la antigua existencia d6 tierras de unin entre Inglaterra Irlanda, entre Irlanda y Espaa, y hasta entre Europa y Am-rica.

    Explorando las capas de lignito de los terrenos terciarios en Europa, los gelogos han descubier-to tulipanes fsiles, residuos de cipreses, simien-tes de robinias, nogales de los Estados U nidos, hojas de arce, de encina, de lnmo, de pino, de magnolia, de rboles gigantescos de los bosques de California y otros rboles de Amrica del ~ orte que ya no viven en los bosques europeos. A mi-tad de camino entre ambos continentes, los lig-nitos de Islandia presentan una vegetacin fsil anloga. Cmo pudieron invadir los rboles ame-ricanos las tierras de Europa si no hubiera ser vido de puente travs del Atlntico un continen-te, lo menos una serie de islas muy prximas entre s? Tambin se han encontrado en las capas miocenas de las Malar, tierra de Nebraska, como en las hiladas correspondientes de Europa, rino-cerontes y machairodus, es decir, exactamente los mismos restos de animales. La existencia de la misma y nica vida orgnica en dos contin~n~es cuya fauna y flora respectiva son hoy tan _dts_tw-tas, permite colegir que en la poca de los llgmtos terciarios de la molasa, las tierras dispersas Y las masas poco numerosas de montaas, que forma-ban, por decirlo asi, los rudimentos de nuestra Europa, se unan las orillas americanas por un

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    istmo que separaba las aguas atlnticas de las glaciales. Ese istmo era la Atlntida, y las tradi-ciones que interpret Platn respecto esa tierra desaparecida se basan quiz en testimonios au-tnticos. Posible es que el hombre haya visto hun-?irse en los mares ese antiguo continente, y que OS guanchos de Canarias hayan sido los descen-dientes directos de los primeros habitantes de aquella tierra.

    En una poca ms antigua, cuando los fsiles que se encuentran hoy en las capas jursicas se depositaban en el fondo de los mares tambin

    1

    ext ta la Allntida, pero con dimensiones mucho ms considerables. Parece que durante aquellas ~dades terrestres un vasto continente, que com-prendia la mayor parle de ambas Amricas fri-

    mue~tra que. los terrenos jursicos de Tejas, bajo la mtsma latitud que los del Medioda de Europa, no presentan entre sus raros restos fsiles resi-duos de esas numerosas especies del mundo antiguo, que, como sus congneres de la poca .actual~ podian viajar distancias muy considera-bles; SI no hubteran existido obstculos entre am-

    NUESTRO .PLANETA 59

    bas cuencas, este contraste absoluto entre las dos faun as habra sido imposible. Del mismo ~odo, las ec;pecies de las formaciones jut'~sicas del Africa Meridi onal son completamente diferentes de las del Himalaya, de Persia, de Europa, lo cual lleva admitir la existencia de un continente intermedio que se opona la emigra~in de los seres.

    Por ltimo, la Australia actual presenta en s~ fauna y en su flora la mayor analoga co n los a m males y las plantas que vivan en los mares del Jura de Europa y sus riberas.

    Al ver los canguros australianos, que recuer dan los marsupiales de las rocas jursicas de Inglaterra, y el extrao or~itori~co, no rne.nos raro que el antiguo pterodctilo, rollad ave, ~ttad batracio, que el problemtico Arqueopte:tx de Solenhofen hemos de creer que Australia for-maba parte' del antiguo continente jursico. Ade-ms, hoy no se encuentran ms que en las ~ostas de Nueva H olanda los representantes vtvos de aquellas trigonias que poblaron en otro tiempo los mares del Jura.

    Alrededor del mar interior, que se ha conve~-tido en la Europa actual, la poderosa masa conti-nental de la poca jursica proyectaba un a ancha pennsula semilunar, en cuyo origen desembo-

  • 60 EL1SEO RECLS

    la cual daba calor el foco de las tierras ecuatoria-les, la temperatura media deba de ser m ucho ms elevad_a que hoy, y pasara de 20 grados cen-~ig~ados, Sl ha de ju1garse por la pr'esencia del Ictr auro y del ple:-:,io auro. Ya se comprende) P?r otra parte, que los contornos y condiciones

    dr,ers~s de e as tierras que desaparecieron hace tanto t1e_mpo, r~o se conocen con precisin y quiz se nece::,tlen 1glos _de imestigacione::, para que

    pue~a traz~r e atJ::,factoriamente el mapa del con lrnente Jur ico.

    Con-,iderac.:iones anlogas las que han hecho de~cubrir apr?xim~dam~nte el clima de Europa dur ?nte el penado JUr-:,co, han permitido los sab1~s aventurar algunas indicaciones o-enera les relativas la-, oscilaciones cl im atricas ~re enta-da s )JOI_' los otro~ gtandes petodos de la historia de la Trerra. La temperatura media de Europa ~~~ ~uave, luego se fu elevando en las edades silurrca ... ; durante el perodo de las formaciones carbonf~ras, el clima fu ca liente y hmedo, por. que l a~ lrerras colocadas sobre todo en la . t d . zona

    n :r a consi::,lnn en su mayor parte en una serie n_o mteiTumpid_a de archipilagos. La poca lri Sica fu relatJ\'amente fra consecuencia de la gran extensin de los continentes hacia los polos .

    _Despus de las _e~ades del Jura, que fueron muy calientes y secas, VInieron sucesivamente un perio-do templado, el de la creta, luego una poca de

    NUESTRO PL~NETA 61

    calor, la eocena, y los ti e m pos cada vez ms fros (lUe han acabado en el periodo glacial, desde el cual aumenta de nuevo la temperatura. Esa fu, resumida brevemente, la sucesin de los climas europeos, segn las indicaciones que Lyell, Mar-con, Oswaldo Heer y otros sabios han sacado de los hechos cuidadosamente observados.

    Ya se ve cun grandiosa es la misin de la geologa . Partiendo del es tudio cada vez ms hondo de los terrenos actuales, esa ciencia se ha propues to reconstituir, respecto cada perodo suces ivo de la historia del globo, la forma variable de mares y continentes; sigue en las diversas po-cas los vientos y corrientes que con los continen tes mis mos han cambiado de luga r; trata de medir, eomo con un termmetro, las temperaturas que han prevale9ido segn las edades en las distintas comarcas de la Tierra; por ltim o, utiliza ndo los puntos de unin que le facilitan los resid uos dis-persos, procura en co ntrar la m aravi llosa fi liacin de las e pecies animales y vegelale , de de los primeros f iles , cuyas huellas apenas indicadas se ha n descubierto, basta los seres innumet'ables que hoy pueblan la Tierra. No satis fecha an en ese id ea l que se pro pone, espera poder precisar algn da las condiciones en q ue se ha desarro liado cada o rga nis m o de los perodos pa~ados y deter'minar has ta las profundidade del agua en que han vivido peces , moluscos y a lgas. La astto-nomia sondea los infinitos abismos del espacio;

  • 62 ELSEO RECLS

    la geo loga penetra en las profundidades del tiempo.

    La exploracin de las rocas comprueba cada vez ms la prodigiosa actividad de las fuerza~ que renueYan la Tierra . A.., como el planeta, con us hermanos y todos los a'->tros del espacio, es a n e-batado en mo\'imiento etemo, cuantas molcula s componen la masa del globo cambian de sitio sin cesar y giran sin descanso, en ciclo no menos ar-monioso que el del cielo. En la primera emoltura de la Tierra, ocano ntmosfrico donde se alimen-ta la vida de animales y planta

  • 64 ELtSEO RECLS

    progreso suyo en el conocimiento de los fenme-nos actuales facilita una conquista de la inteligen-cia humana sobre el pasado de nuestro globo. Sin su auxilio habra sido imposible dar el primer paso en el laberinto de las edades muertas.

    CAPTULO 111

    Armonas y contrastes

    I

    Distribucin regular de continentes.-Ideas de los pueblos antiguo>~ re~pecto . ella.-Leyendas del Indostn.-Atlas y Chibclu1rnm.-El escudo de H omero. -Estrab6n.

    Puesto que el globo de la Tierra obedece las leyes de la al'monia en su redondez esfrica y es-tructura generRI, lo mismo que en su marcha re-gular por los e~ pRcios, seria incomprens ible que en este planeta de l'itmico movimiento se hubiera hecho al acaso la distribucin de mares y conti-nentes. Verdad es que los contornos de las ribe-ras y las crestas de las montaas no forman en la Tiel'ra redes de regularidad geomtrica, pero esa misma variedad e:::, una prueba de vida supe-rior y de movimientos mltiples que concurrieron al embellecimiento de la superficie terrestre. El dibujo quebrado, pero armonioso, de las lneas continentales, es como la representacin visible de las leyes que durante la serie de los siglos han

    5

  • 66 ELSEO RECLS

    presidido al modelado exterior del planeta. No-hay un trazo fundamental en el relieve de la Tierra que no sea un trazo geomtrico, como dice Juan Reynaud.

    Mientras la mayor parte de la s uperficie del globo fu desconocida para los gegrafos, que ignoraban hasta la verdadera forma de la Tiena, se comprende que los hombres, abarcando con dbil mirar un horizonte muy limitado, vieron una ima-gen del caos en el cruzamiento de Jas lineas geo-grficas. Imposible les era darse cuenta de las leyes que presidieron la formacin de las masas continentales, de las que ni siquiera los contornos conocieron; el anli is de las formas lerre::,tres no se haba terminado an, de modo que no poda intentarse la sntesis, como no afirmaran sin prue-bas aventuraran el espritu por entre las cosmo gonias milagrosas.

    lo menos, los pueblos nios, seguros antici-padamente de la vida de una tierra bondadosa que Jos alimentaba, han considerado todos la Naturaleza como un inmenso organismo dotado de suprema belleza. Para unos era un animal, para otros una plt:1nta, para todos el cuerpo de un dios. Las ideas que se formaban respecto ello son en general lo ms precioso que presen-tan sus tradiciones orales escritas, porque en esas relaciones, en las cuales se revela la ms elevada expres:n de su genio potico, resuman al mismo tiempo sus creencias relativas al origen

    67

    de la Tierra y de su raza. Para el estudio com parado de la historia, de las costumbres y d~l ideal de cada pueblo, ningn libro seria tan til como aquel en que estuvieran reunidos todos los conceptos cosmognicos imaginados. Comprn-dese tambin que esas leyendas son tanto ms sencillas y rudimentarias cuanto ms tranquila fuese la manifestacin de sus fenmenos en la naturaleza ambiente, de la cual son aqullos en gran parle reflejo. Los pueblos del Norte, que be abren habitaciones subterrneas para evitar el fro y cuyo territorio durante gran parte del ao est helado cubierto de nieve, no pue-den tener una idea tan fantstica de la armo-na del globo como los hombres del Medioda que habitan al pie de las montaas ms altas del planeta, y que contemplan los grandes fenmenos de la vida planetaria, los monzones, los huraca nes, las sbitas crecidas de los rios, el rpido cr ecimien Lo de los poderosos bosques tropicales. Para los indios, en la Naturaleza todo es mov-miento, creacin incesante, fulminante actividad. Segn uno de sus libros, Brahma, el trabajador eterno, cre la Tierra contemplando su propia imagen en el ocano de sudor que babia brotado de su frente.

    Numerosas son las leyendas indias sobre la formacin de la Tierra y distribucin de los con. tinentes; adems, en la mayor parte de esas hip-tesis cosmognicas hay que admirar la osadia y

  • 68 BLSEO RECLS

    el profundo sentimiento de la vida que lodo lo anima. Por raras que nos parezcan esas teorias grandiosamente poticas, no dejan de ser ms verdaderas que esas ridas nomenclaturas en las cuales han visto toda una geografa infelices eru-ditos. Segn antigua creencia de los indios, an-loga la de varios pueblos de Amrica, la Tierra no es ms que una carga colocada encima de un elefante gigantesco, smbolo de la inteligencia la sabiduria, mientras una inmensa tortuga, que representa las fuerzas brutales en la Naturaleza, pasea al enorme animal por un mar de leche, ili-mitado como el infinito.

    Ms adelante, las ideas que del globo se for-maron los indios variaron mucho segn las po-cas y las sectas. Para los bracmanes, la Tierra es un loto abierto sobre la superficie del agua. Las dos pennsulas del Ganges y las dems comarcas asiticas son la flor abierta; las islas dispersas por el Ocano son los capullos medio abrir; las tierras lejana son las hojas muellemente exten-didas. Los ghats y los nilgherri son los estambres de la inmensa flor, y en medio se yergue el gran Himalaya, pistilo sagrado donde se elaboran las simientes del mundo. El hombre, como esos in-sectillos que ven el infinito en una rosa, constru-ye imperceplibles ciudades cerca de los nectarios de la flor, y abre veces las alas para desliza rse por los mares, desde la corola de la India hasta la de Ormuz la de Socotora . El tallo desaparece

    NUESTRO PJ,ANBTA 69

    en las profundidades del Ocano, y de a bis m o en abismo sumerge sus races en el corazn de Brabma.

    Muy inferiores ese co ncepto ext.rflo, per? grandioso, que lo menos daba la T_Ierra movi-miento y vida, son todas aquellas teor1as d~~mlicas de los sacerdotes sirios y de los talmud1stas hebreo:5, que, por terror al cambio, vean en la Tierra un a ma a inmvil apoyada sli da mente en inmen as columnas de piedra de mctnl que se perdan en el caos primitivo. Esos hiple~is anti-guas y groseros se encuentran en el m1to ms noble de los helenos, segn el cual el globo de la Tierra e taba colocado en los hombros de un gi-gante anodillado. Era esa una idea ms conforme con el genio plstico de GreciA, que trotaba de bu car en todas pattes las proporciones del cuer-po humano, divinizado por la fuerza y la belleza. En el fondo era el mismo el concepto, pero su 1 forma era ms potica, y por lo tanto ms grata al espritu de los pueblos nios. Imbuidos por anlogas ideas, los aborgenes de la meseta colom-biana de Bogot contaban que, como castigo de un crimen la buena diosa Bochica haba conde-, nado al gigante Chibchacum sostener con los hombros la Tierra, que descansa ba antes en pila-res de madera de guayaco; los terremotos, segn este mito, obedecan los movimientos de can-sancio impaciencia de ese Atlas del Nuevo Mundo.

  • 70 ELfS&O RECLS

    Las ideas re lat vas la distribucin de conti-nentes _Y mares en la superficie del globo eran nec_esartamente errneas en todos los pueblos antiguos que queran conocer la Tierra enteta por las comarcas ms menos estudiadas. . Segn los cantos de Homero, expresin de las Ideas de los antiguos helenos sobre la Naturaleza y la sociedad, la Tierra es un enorme disco, cuyos bordes realza un alto cinturn de montaas, alre-dedor del cual corren las ondas del ro Ocano. En medio del disco, yergue el Olimpo hacia el cielo sus tres cumbres redondeadas sostn de los p~l~cios de los dioses bienaventurados, y donde Jupller, desde su trono, colocado en la ms eleva .

    d~ cima, ve travs de las nubes agitarse sus p1es la muchedumbre humana. La Tierra, sepa-rada en dos mitades por la masa azul del Medite-rrneo, se extiende en lontananza hasta el rebor-de del disco, semejan te figuras en relieve que adornan un escudo. Desde lo alto del Olimpo, contemplan un tiempo los inmortales las penn-sulas de Grecia, las blancas islas del archipilago, las costas del Asia Menor, la llanura de Egipto, las montaas de Sicilia, habitadas por los ciclopes, y las columnas de Hrcules, colocadas en los lmi-tes del mundo. Encima de aquel espacio poblado por los hombres se redondea la cpula cristalina del firmamento, sostenida por los pilares del Atlas y del Cucaso.

    Los descubrimientos de los viajeros y los cl-

    NUESTRO PLANJllTA 71

    culos de los astrnomos griegos habian de modi-ficar gradualmente la teoria primitiva. Estrabn, que fu uno de los viajeros ms constantes de la antigedad, puesto que recorri la Ti~rra desde las montaas de Armenia hasta las rtberas del mar Tirreno y del Ponto Euxino las fronteras de la Etiopa, se formaba ya idea muy acertada de la distribucin real de los continentes del mundo antiguo y discutia con maravillosa sagaci-dad las relaciones mutuas de las partes que cons-tituan aquel conjunto. Llegando hasta atravesar los limites de la regin conocida, se arriesgaba decir que tal vez existiera entre la Europa Occi-dental y el Asia Oriental una tierra habitada que equilibrara el mundo antiguo. En su audacia cien-tifica, llegaba adivinar lo que despus ha descu bierto la geologa moderna, sea que cno slo simples masas de rocas de islas grandes y chi-cas, sino tambin conlinentes enteros pueden surgir del fondo de los mares,, como ha expuesto el gran Ritter con sentimiento que podramos llamar filial. Estrabn es el verdadero fundador de la ciencia geogrfica y su obra es la que los sabios modernos han reanudado despus de tan tos siglos esterilizados por el cesarismo romano y la barbarie de la Edad Media.

  • 72 EL1SEO RECLS

    1I

    Debigualdad de las tierras y los lllareb.-llemi::.ferio oce-nico, hemisferiO contmental.-Semicrculo de las tierras -Di.stribucin de la::; mesetas ~s altas y de las mayore~ cord!lleras alrededor del Ocano Indico y del mar del s- _ e ur.

    uculo polar.-Crculo de los lagob y los desiertos.-Ecua-dor de contraccin.-Ribera::; dispue::.tas en arcos de crculo.

    . El hecho ms considerable que lamn la aten-Cin del ob enador al examinar la superficie del glob~, es la extensin de~igual del Ocano y de las tierras emergentes. Aunque en ambas regio n.es polares se encuentran todava ' 'astos espacios sm explorar.' ~ue forman una dcimosexta parte de la superficie terrestre, puede decirse de una manera nproximadn que los mares cubren las tres cuartas partes del globo.

    En el hemi ferio meridional es donde se han acu~ ulado princi poi mente las aguas, y las masas contmentale

  • 74 ELSEO RECLS

    lmet_ros. Y no son simples playas bajas que se d_esphega? en hemiciclos alrededor del hemisfe-no ocemco: las mesetas ms altas, las montaas ms elevadas de los continentes se colocan en vas~o semicirculo precisamente en las comarcas Yecmas al Pacifico y hacen inclinarse hacia ese oca_no el centro de gravedad de todas las masas continentales.

    Por la parte del Ocano ndico, dependencia del gran mar del Sur, presenta frica sus aristas ms elevadas; alli se encuentran los montes ne-vados del K~nia y del Kilimandjaro y se alza la meseta de EtiOpia, semejante una gran fortaleza rodeada de baluartes; al Oriente de la estrecha puer'ta del Mar Rojo se eleva otra meseta la del Yem~n, cuya_s pendientes ms rpidas se ;uelven tambin hac1a las riberas del Ocano.

    Ms all, aquella muralla de tierras altas, que s_e podria llamar la columna vertebral de los con-twe~tes, est cortada por la represin del golfo Pr'SICO y del ufrates, pero empieza de nuevo al Norte de Persia. El Cucaso, el Elburz, el Hindu Kneh, e~ Kara Korum y el poderoso Himalaya, cuyas cimas se levantan nueve kilmetros de altura encima del Indostn, estn tres cuatro veces m~s . prximos al mar de las Indias que al Ocano Art1co; esa diferencia seria mayor si se prescindiera de las peninsulas del Ganges, que avanzan mar adentro como los miembros del gran cuerpo asitico. Considerada en su conjunto,

    NUESTRO PLANETA 75

    1 asa del continente puede dividirse en dos vaer~entes, una de las cuales baja rpid~me_nte hacia las llanuras ribereas del Ocano Ind_Ico, mientras la contrapendiente, erizada de cordille-ras divergentes, se inclina de grado en grado ha cia las inmensas tundras pantanosas que estn junto los mares glaciales. . . .

    Las grandes mesetas del Asia Central, hmlla das al Norte y al Sur por esas cordilleras q_ue irradian como un abanico desde el nudo de Hm du Kuch, forman en direccin al NE. la parte culminante del anfiteatro continental; despus al Norte del valle del Amor se continan poca distancia del litoral con hileras de picos que do-minan los mares de Ochotzk y de Behring. Ms all las aguas del Pacifico se han abierto paso

    ' Gl 1 la para unirse con las del Ocano ac1a , pero linea de las montaas sigue prolongndose. Co locadas en forma de istmo roto al Sur del Estre--cho, las islas Alentienas reunen las dos masas continentales de Asia y de Amrica del No_rte; parece la ribera de una antigua tiena sumerg1da.

    La alta pennsula de Alaska, co~t~n~acin de la fila de las Alentienas, es el punto mtcial de esta serie de altas tieiTas que siguen las orillas _del Pac\fico travs de ambos continentes ameriCa-nos. Cordilleras paralelas, apoyadas en ciertos si ti os en grandes ma