reciclaje de aceite

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Reciclaje de aceite Jabones y detergentes Productos más ecológicos para hacer en casa Por Manuel Dorado Usero, para Infoecología El viajero que pasee por las sofisticadas ciudades de la Costa Azul se encontrará en sus tiendas de turistas con un souvenir poco común: jabón. No delicados y perfumados diseños de cosmética francesa, sino toscos bloques de una materia ocre y cerosa que, en el mejor de los casos, adquiere graciosa forma de cubo regular de aspecto deliberadamente rústico, con pintorescas inscripciones labradas en sus caras: savon de Marseille, 60% huile d’olive... y cosas así. Es el célebre jabón de Marsella, que últimamente tanto se anuncia como componente indispensable en cualquier detergente, lejía o fregasuelos de postín. Lejos de los malabares comerciales de la industria de la limpieza o de los lujos solariegos de la Costa Azul, nos encontramos con una realidad más rústica, ecológica y entrañable: la producción tradicional del jabón a partir del aceite de freír. Eulalia y Manolo, un matrimonio octogenario de un pequeño pueblo al sur de La Mancha, elaboradores infatigables de muchos productos tradicionales para el consumo propio y, entre ellos, del jabón de Marsella o jabón de sosa, como lo llaman allí, nos han contado la fórmula de este medio tradicional de reciclaje de aceite. Este matrimonio de pueblo, como muchísimos otros de toda la geografía española, es de una generación en la que términos como ecología, medio ambiente o reciclaje no se habían inventado, y apenas los comprenden, de hecho. No obstante, reciclan sin parar. Y es que, para los de aquella generación, tirar algo “que aún vale” es poco menos que inconcebible. Éste es el caso del aceite de freír; y ésta es la historia de cómo un deshecho que acabaría en la basura (no han oído hablar de puntos limpios) o, lo que es peor, en el desagüe, termina convertido en jabón y detergente ecológicos en lugar de andar por ahí contaminando aguas. El producto básico: jabón de sosa Cualquiera de pueblo sabe lo que es y, por suerte, muchos saben elaborar tan sencillo y útil producto. Ingredientes (en proporción): 4 litros de aceite sobrante de freír, 4 litros de agua, y 1 kilo de sosa cáustica en escamas (hidróxido de sodio sólido con riqueza del 99 al 100%; se adquiere en cualquier droguería en bolsas de 1 kilo). Pasos a seguir: 1.En un recipiente se vierten los 4 litros de agua y se disuelve 1 kilo de sosa. ¡Cuidado! Esta solución es como la lejía: quema y es algo más corrosiva que la lejía común; conviene manipularla con precaución. Los envases suelen advertir de quemaduras, uso de

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Como reutilizar el aceite de frituras.

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Page 1: Reciclaje de Aceite

Reciclaje de aceiteJabones y detergentes

Productos más ecológicos para hacer en casaPor Manuel Dorado Usero, para Infoecología

El viajero que pasee por las sofisticadas ciudades de la Costa Azul se encontrará en sus tiendas de turistas con un souvenir poco común: jabón. No delicados y perfumados diseños de cosmética francesa, sino toscos bloques de una materia ocre y cerosa que, en el mejor de los casos, adquiere graciosa forma de cubo regular de aspecto deliberadamente rústico, con pintorescas inscripciones labradas en sus caras: savon de Marseille, 60% huile d’olive... y cosas así. Es el célebre jabón de Marsella, que últimamente tanto se anuncia como componente indispensable en cualquier detergente, lejía o fregasuelos de postín.

Lejos de los malabares comerciales de la industria de la limpieza o de los lujos solariegos de la Costa Azul, nos encontramos con una realidad más rústica, ecológica y entrañable: la producción tradicional del jabón a partir del aceite de freír. Eulalia y Manolo, un matrimonio octogenario de un pequeño pueblo al sur de La Mancha, elaboradores infatigables de muchos productos tradicionales para el consumo propio y, entre ellos, del jabón de Marsella o jabón de sosa, como lo llaman allí, nos han contado la fórmula de este medio tradicional de reciclaje de aceite.

Este matrimonio de pueblo, como muchísimos otros de toda la geografía española, es de una generación en la que términos como ecología, medio ambiente o reciclaje no se habían inventado, y apenas los comprenden, de hecho. No obstante, reciclan sin parar. Y es que, para los de aquella generación, tirar algo “que aún vale” es poco menos que inconcebible. Éste es el caso del aceite de freír; y ésta es la historia de cómo un deshecho que acabaría en la basura (no han oído hablar de puntos limpios) o, lo que es peor, en el desagüe, termina convertido en jabón y detergente ecológicos en lugar de andar por ahí contaminando aguas.

 

El producto básico: jabón de sosa

Cualquiera de pueblo sabe lo que es y, por suerte, muchos saben elaborar tan sencillo y útil producto.

Ingredientes (en proporción):

4 litros de aceite sobrante de freír,

4 litros de agua, y

1 kilo de sosa cáustica en escamas (hidróxido de sodio sólido con riqueza del 99 al 100%; se adquiere en cualquier droguería en bolsas de 1 kilo).

Pasos a seguir:

1. En un recipiente se vierten los 4 litros de agua y se disuelve 1 kilo de sosa. ¡Cuidado! Esta solución es como la lejía: quema y es algo más corrosiva que la lejía común; conviene manipularla con precaución. Los envases suelen advertir de quemaduras, uso de guantes para manipularla y protección de ojos y cara. El consejo de los jaboneros es que, además de las protecciones habituales, se vierta la sosa poco a poco y sin salpicar en el recipiente que ya contiene el agua; al verterla, el agua parece hervir y despide un vapor de olor fuerte e irritante, por lo que es conveniente realizar la operación en un lugar abierto o al aire libre y remover con un palo largo, de modo que se pueda manipular y remover a cierta distancia y no se aspire el vapor. Es necesario remover durante 15 a 20 minutos para conseguir que toda la sosa se disuelva en el agua. El aspecto después de disolver es el de agua clara.

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2. Cuando la sosa se ha disuelto bien, se añaden despacio y removiendo los 4 litros de aceite. Sirve cualquier aceite alimenticio: oliva, girasol, de freír, de conservas en aceite... Basta con colar los residuos y restos sólidos para que el jabón quede limpio.

3. Se remueve durante 30 a 45 minutos, hasta conseguir una pasta homogénea y viscosa. Como ocurre con la mayonesa, se debe girar a ritmo continuo y en un único sentido para que la pasta no se corte. En algunas ocasiones hay que añadir algo de agua y, en rarísimas ocasiones, algo de aceite para conseguir una pasta homogénea.

4. El resultado es una crema densa y caliente (la reacción química de formación del jabón genera algo de calor). La crema debe verterse en los moldes que darán forma final al jabón o en un recipiente rectangular que permita después hacer tacos o pastillas. A gusto del consumidor.

5. El resultado se deja reposar durante toda la noche.

6. Al día siguiente, cuando se ve que la pasta ha cuajado, se saca del recipiente, ya en forma de jabón sólido pero blando, y se corta en tacos que se dejan secar en un lugar fresco. Es importante cortar ahora el jabón en los trozos finales que se deseen, ya que su consistencia en estos momentos es la del turrón blando; después, transcurridos unos días, el jabón estará muy duro y será muy difícil de cortar.

Una nota de ánimo. Las primeras veces que se intenta, se suele fracasar, ya que al jabón, como a la cocina, hay que cogerle el punto. Puede fallar porque no se remueva suficientemente o con suficiente “gracia”, o porque haga demasiado calor, lo que retrasa el proceso de solidificación y, en lugar de jabón, se obtiene un gel que con suerte sirve para lavar y quitar manchas. La mejor época es el invierno, en concreto, los días soleados y fríos, en los que el proceso se puede hacer al aire libre y el frío propicia un secado rápido. En cualquier caso, conviene no desesperar ya que, una vez cogido el truco, la producción es decididamente sencilla.

 

Un producto algo más complejo: el detergente a base de jabón de sosa

Este otro producto y su elaboración no son tan conocidos ni pertenecen al saber popular; por suerte, nuestros intrépidos jaboneros consiguieron la fórmula magistral por boca de no se qué prima de una cuñada de la vecina de...

Ingredientes (en proporción):

4 litros de aceite sobrante de freír,

4 litros de agua,

1 kilo de sosa cáustica en escamas,

750 gramos de perborato blanqueador (se vende con este nombre en droguerías; se trata de perborato sódico tetrahidrato puro al 98% o superior),

2 sobres de 10 gramos de azulete (se vende con este nombre y en paquetes de 10 ó 12 sobres de 10 gramos en las droguerías; es biodegradable),

1 vaso de suavizante (sirve cualquiera no concentrado), y

½ caja de detergente de 650 gramos (sirve el detergente tanto de lavado a mano como a máquina, y se puede elegir uno sin fosfatos o con el mínimo contenido de componentes contaminantes).

Para este proceso se requiere un recipiente con más capacidad que la que ocupan los

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productos a utilizar, ya que la mezcla puede crecer.

Pasos a seguir:

1. Disolver la sosa en el agua, con las precauciones ya descritas, hasta que se diluya totalmente.

2. Añadir el aceite y remover durante unos 5 ó 10 minutos. No hay que conseguir todavía la mezcla final.

3. Previamente se deben haber mezclado el resto de ingredientes sólidos (polvos) en una bolsa: perborato, azulete y detergente. Algunos envases de perborato (no todas las marcas) advierten de que éste puede irritar los ojos. Conviene, en cualquier caso, tratar la bolsa de polvos con cuidado.

4. Añadir la bolsa de polvos a la mezcla líquida y seguir removiendo. Después de remover durante unos minutos, añadir el vaso de suavizante.

5. Remover durante 10 minutos.

6. Dejar reposar entre 15 y 20 minutos y volver a remover. Si la pasta ha adquirido aspecto de gelatina o mousse, remover con más fuerza para romper el gel.

7. Repetir esta operación dos o tres veces más.

8. La mezcla final, con aspecto de gelatina semirrígida y desmoronada, se debe esparcir sobre un plástico lo más extenso posible, desmoronando aún más los trozos de detergente, aún húmedo.

9. Se deja reposar durante una noche para que los trozos de detergente endurezcan y sequen.

10.Una vez duro, el detergente se cubre con algo limpio y se pisa para que se desmenuce y se pulverice.

11.Para conseguir un producto totalmente pulverizado, se sigue un proceso repetitivo de pisado, desmenuzado y cribado.

El detergente, que tiene más probabilidades de éxito en su elaboración que el jabón, requiere, no obstante, una buena dosis de paciencia, ya que el proceso final de pulverizado y cribado puede requerir todo un día de trabajo si se quiere conseguir un buen detergente en polvo.

Aunque aquí se ha descrito íntegramente la fórmula y proceso utilizados por Eulalia y Manolo, nuestros jaboneros, es posible que algunos componentes cumplan sólo una misión estética, y puedan ser eliminados en aras de conseguir un producto mucho más ecológico. Es probable que el azulete y el suavizante tengan la función de dar al producto final buen color y buen olor, respectivamente, sin participar gran cosa en el objetivo final, que es limpiar. El paquete de detergente podría tener una utilidad parecida, pero se desconoce.

 

Ventajas

Estos dos productos son un ejemplo más del reciclado tradicional de residuos domésticos muy contaminantes. Cabe pensar que los resultados del proceso de reciclaje: jabón y detergente, también son contaminantes. Sin duda lo son, salvo que con este proceso, se consiguen unos productos de limpieza que se hubiesen adquirido y utilizado en cualquier caso, con las siguientes ventajas:

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a) Se retira el aceite del circuito de residuos.

b) Ni el jabón ni el detergente resultante tienen fosfatos u otros aditivos contaminantes, salvo los imprescindibles para realizar la labor de limpieza para la que se elaboran estos productos. Téngase en cuenta que el componente más susceptible de contener contaminantes es el detergente original, del que se usan 325 gramos; lo que supone alrededor del 3% en peso del producto final. Si el detergente original contuviese, por ejemplo, un 5% de fosfatos, el detergente final contendría un 0,15%. Aunque incluso esta cantidad de contaminantes se puede evitar utilizando como base un detergente más ecológico.

c) El jabón de sosa es un quitamanchas excepcional. Manchas difíciles, puños de camisas, etc. no requieren lejía si son frotados con el jabón antes de la colada.

d) Y lo más importante: la dosis de detergente que se utiliza es mucho menor que con cualquier producto comercial. Debe utilizarse más o menos la mitad; de otro modo, la espuma se saldrá de la lavadora. Si esta dosis mínima es más o menos contaminante que la dosis mayor de producto comercial, es algo que tanto los jaboneros como el autor desconocen.

Sólo una nota curiosa más en defensa del jabón reciclado. Manolo usa el jabón de sosa para lavarse el pelo, e insiste en que es lo que mejor se lo deja. A sus 81 años, luce una espléndida cabellera, a pesar de que ésta no ha conocido provitaminas de oxígeno activado, extractos de yoyoba limonera ni oligoesferas de criptonita... ¿Será que no es de quedarse calvo o que de verdad funciona el jabón de aceite de freír papas? Que lo digan los científicos.-