ramón guillermo aveledo. el bien inestimable de la unión. el hatillo. 30.7.2014

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EL BIEN INESTIMABLE DE LA UNIÓN Ramón Guillermo Aveledo Con motivo del 231º Aniversario del Nacimiento del Libertador Simón Bolívar En el Concejo Municipal de El Hatillo, 30 de julio de 2014 Celebramos hoy la memoria de Bolívar. Mañana hace una semana de su cumpleaños doscientos treinta y uno y, como siempre, distintos actos lo festejaron. Que es merecido el recuerdo no se duda. Cuánto tiene el Bolívar que nos enseñaron de verdadero, es más discutible. Que Bolívar sea ese de la propaganda oficial, nada qué ver. Al Libertador aprendimos a quererlo desde niños, y es tan familiar su imagen y tan famosa su gesta que fundido en el recuerdo infantil, pasea por nuestra imaginación en su caballo blanco. Y todos nos hicimos una idea temprana, imborrable de sus palabras, de sus hazañas, de sus sacrificios, de sus sueños. El culto a Bolívar nos mostró un semidiós o un superhombre para la adoración, y quizás nos privó de conocer y estudiar al grande hombre. De aprender a quererlo y admirarlo como ser humano, siendo capaces de mirar sin cegarnos sus luces y apreciar sin sonrojarnos sus sombras. Que unas y otras tuvo como hombre, y como militar y político de trayecto extenso e intenso. Manuel Caballero, tenaz en discrepar ese modo acrítico de ver al héroe que para Pino Iturrieta es “religión republicana” 1 , no cree que esa proyección sea necesariamente falsa, sino que “Ese Bolívar no es tanto el resultado de un pensamiento y una acción que se dieron en circunstancias históricas 1 Pino Iturrieta, Elías: El Divino Bolívar. Alfadil. Caracas, 2006.

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Page 1: Ramón Guillermo Aveledo. El bien inestimable de la unión. El Hatillo. 30.7.2014

EL BIEN INESTIMABLE DE LA UNIÓN

Ramón Guillermo Aveledo

Con motivo del 231º Aniversario del Nacimiento del Libertador Simón Bolívar

En el Concejo Municipal de El Hatillo, 30 de julio de 2014

Celebramos hoy la memoria de Bolívar. Mañana hace una semana de su

cumpleaños doscientos treinta y uno y, como siempre, distintos actos lo festejaron.

Que es merecido el recuerdo no se duda. Cuánto tiene el Bolívar que nos

enseñaron de verdadero, es más discutible. Que Bolívar sea ese de la propaganda

oficial, nada qué ver.

Al Libertador aprendimos a quererlo desde niños, y es tan familiar su imagen y tan

famosa su gesta que fundido en el recuerdo infantil, pasea por nuestra

imaginación en su caballo blanco. Y todos nos hicimos una idea temprana,

imborrable de sus palabras, de sus hazañas, de sus sacrificios, de sus sueños.

El culto a Bolívar nos mostró un semidiós o un superhombre para la adoración, y

quizás nos privó de conocer y estudiar al grande hombre. De aprender a quererlo

y admirarlo como ser humano, siendo capaces de mirar sin cegarnos sus luces y

apreciar sin sonrojarnos sus sombras. Que unas y otras tuvo como hombre, y

como militar y político de trayecto extenso e intenso.

Manuel Caballero, tenaz en discrepar ese modo acrítico de ver al héroe que para

Pino Iturrieta es “religión republicana”1, no cree que esa proyección sea

necesariamente falsa, sino que “Ese Bolívar no es tanto el resultado de un

pensamiento y una acción que se dieron en circunstancias históricas

1 Pino Iturrieta, Elías: El Divino Bolívar. Alfadil. Caracas, 2006.

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determinadas, y del estudio de ellas, sino una exteriorización del Bolívar que

llevamos por dentro…”2.

Toda sociedad necesita modelos y toda Patria necesita símbolos. Modelos que la

ayuden a crecer, símbolos que la representen y la unifiquen. Bolívar ha sido las

dos cosas para nosotros desde el pupitre y la charla casera, y sin embargo hemos

dejado que se nos extravíe su humanidad, lo mismo que nos hemos resistido a la

adultez social. Briceño Iragorry, cerca de la mitad del siglo pasado, reclamaba que

“…vamos hacia la Historia en busca del placer y de la emoción del relato y del

prestigio que creemos lucrar con las acciones gloriosas de nuestros antepasados”,

y recuerda que “Somos de la tierra que dio a Bolívar, es título que muchos creen

suficiente para presentarse a la consideración del mundo.”3

“Nosotros –agrega- hemos desviado el valor de la Historia y hemos llegado a creer

posible que se viva de ella sin sumarle nada. Y por eso anda Bolívar metido en

todo. O, mejor dicho, por eso hemos metido a Bolívar como complemento de

todo.”

Es el colmo que casi doscientos años después pretendamos vivir de él. Lo cual es,

además, una señal de fracaso para sus proyectos.

La apropiación de Bolívar por parte de los gobernantes no es una originalidad

revolucionaria. En el Centenario del natalicio lo intentó, entre delirios de grandeza,

Guzmán Blanco. Y más acá, con fines más constructivos pero no exento de

manipulación, Eleazar López Contreras un reformador más avanzado de lo que

sus contemporáneos y él mismo creyeran, le puso Agrupaciones Cívicas

Bolivarianas al partido que promovió y que tuvo la fugaz existencia de los partidos

fundados desde el poder.

El actual uso de Bolívar tiene pues antecedentes, pero no es en grado ni en

naturaleza comparable con ellos.

2 Caballero, Manuel: Por qué no soy bolivariano. Alfadil. Caracas, 2006. Se refiere al título de Bolívar que llevamos pode

dentro de la obra de Briceño Perozo. 3 Briceño Iragorry, Mario: Introducción y Defensa de nuestra Historia. En Obras Selectas. Edime. Madrid-Caracas, 1966.

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Bolívar, como referencia de unidad nacional, nos ha sido expropiado a los

venezolanos. Y, una vez expropiado, como tantos bienes, privatizado para uso

exclusivo de un partido y, dentro de él, de sus usufructuarios a título de legado. Lo

sacaron del Panteón a la tarima y del libro al afiche. Y la tarima, prestidigitación

comunicacional, se transmuta en altar y la política en sesión de espiritismo, y se

cultiva un biteísmo pagano en el cual se mezclan, nada atípico sincretismo, el

amor y el interés.

Bolívar es de todos. Recuperarlo para todos pasa por comprenderlo entero. Para

que sea punto de encuentro y no motivo de discordia. Para que su memoria y su

ejemplo convoquen a la unidad y no a la división. No se trata de entresacar frases

de entre sus discursos, cartas y proclamas. Se trata de ubicarlo en el contexto de

la historia concreta. Una historia en la que cada avance ha costado mucho

sufrimiento. Una historia con ascensos y caídas, con progresos y retrocesos.

En Caracas, primeros días de 1814, poco más de cuatro meses luego de entrar

triunfal a la ciudad tras la Campaña Admirable, dijo el Libertador “Huid del país

donde uno solo ejerce todos los poderes, es un país de esclavos”. Y en 1819, ante

el Congreso reunido en Angostura, “Nada es tan peligroso como dejar permanecer

largo tiempo en un mismo ciudadano el Poder. El pueblo se acostumbra a

obedecerle, y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la

tiranía.” ¡Cómo quisieran algunos borrarlo!

Qué incómodo debe ser para ciertos personajes, desubicados en tiempo y oficio,

releer estos pasajes de carta suya en 1820. “La educación forma al hombre moral,

y para formar un legislador se necesita ciertamente educarlo en una escuela

moral, de justicia y de leyes”, y más allá, “Sin moral republicana no puede haber

gobierno libre”.

Hemos tenido en Venezuela veintiséis constituciones. Cada vez que incumplimos

una, tomamos la decisión de cambiarla con la idea supersticiosa de que esta

nueva sí la cumpliremos y todo cambiará, como si la culpa fuera del librito y no

nuestra. La Constitución no es barricada, ni arma, ni coartada. La Constitución es

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pacto y, como tal, compromiso. Palabra empeñada para ser cumplida. Qué bueno

hubiera sido que tuvieran más realidad que deseo sus palabras de 1824 al

presentar el proyecto boliviano. Qué útil sería asumir en nuestra cotidianidad que

“Las barreras constitucionales ensanchan una conciencia política, y le dan firme

esperanza de encontrar el fanal que la guíe entre los escollos que la rodean: ellas

sirven de apoyo contra los empujes de nuestras pasiones, concertadas con los

intereses ajenos.”

¿Cómo disimularán los que leen al revés el 328 y el 330 constitucionales, en

perjuicio de la Fuerza Armada y de la Nación, la categórica, terminante sentencia

de 1825? “Un militar no tiene virtualmente que meterse sino en el ministerio de sus

armas”. 4

El reclamo brota solo, natural, potente, ¡Devuélvannos a Bolívar!

En su última proclama, la de Santa Marta el 10 de diciembre de 1830, a una

semana escasa de su muerte, Bolívar escribió: “Todos debéis trabajar por el bien

inestimable de la Unión”. Se refería, claro, a la situación de Colombia la Grande.

Pero la unión es un valor en sí misma, como idea contraria a la separación y la

soledad, y es en ese sentido que la destaco.

El Gloria al Bravo Pueblo nos recuerda en su segunda estrofa, “Compatriotas

fieles, la fuerza es la unión”.

De eso quería hablarles, no para parcializar una ocasión que debe ser común,

sino precisamente por lo que tiene que ver con el futuro común de nuestra libertad.

Quiero hablarles de la Unidad.

Después de predicarla, me han correspondido el honor y la responsabilidad de

dedicar a la Unidad los días y buena parte de las noches durante ya más de cinco

4 La fuente de las citas de cartas, proclamas y discursos de Simón Bolívar, son los tres volúmenes de sus Obras Completas.

Librería Piñango. Caracas

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años. Así que por más desacuerdos que la actividad política concite, no creo que

alguno se atreva a negar que me duele la Unidad.

Nadie es dueño de la Unidad, se ha dicho y es verdad. También es cierto que la

historia nunca es la biografía de alguien y que tal ilusión siempre desemboca en

fracaso, sea por el camino del dolor o por el atajo del ridículo.

La Unidad que hemos construido entre todos no nos pertenece. Pero no nos

confundamos. Tampoco la Unidad es res nullius, una “cosa de nadie”, ni mucho

menos res derelictae que es una cosa abandonada a la que cualquier aventurero

puede ponerle la mano.

Es mucho más que un edificio de Lego al que se derriba de un manotazo para

después rearmarlo a gusto y ponerle una banderita.

La Unidad es un ser viviente. Con las posibilidades y las limitaciones, con los

logros y los fracasos, con las virtudes y los vicios de la vida.

La Unidad es una obra. No se hizo sola. No apareció de golpe. En su construcción

hay lucha, trabajo, ideas, voluntad de entenderse cediendo posiciones y

encontrando propósitos comunes por los cuales hacer juntos. Hay orgullo por lo

logrado, pero hizo falta mucha humildad para poder lograrlo. Es, en cuanto obra,

perfectible.

La Unidad es un valor. No nos resta, nos agrega y como tal, vale. Somos más

gracias a ella y con ella, hemos sido también mejores.

Obra y valor, la Unidad es también una promesa y, por eso, un compromiso. Esta

gran coalición unitaria, tiene como propósito la Unidad Nacional. Rescatar el

sentido de lo común mediante la superación de la división, de la exclusión y de la

discriminación. Es la Unidad para alcanzar una Unidad más amplia, más profunda

y de más proyección que es la de un país diverso donde hay conflictos, pero que

es capaz de convivir en paz en su pluralidad, y de resolver con respeto y civilidad

sus diferencias, y de trazarse objetivos nacionales comunes y trabajar por

solucionar los problemas que a todos nos afectan.

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Así que cuando la Unidad promete lo que promete, y proclama que Venezuela

somos todos, se compromete a mucho y no puede quedarse corta. No puede

enredarse en conflictos que son microscópicos ante la magnitud de la tarea. No

puede consumirse en una “Hoguera de las vanidades”. O para saltar de título

literario, perderse en los “Egos revueltos”.5

Recordemos que hace cinco años, el 8 de junio de 2009, al presentar

públicamente a la Mesa de la Unidad, nuestras primeras palabras fueron:

“Venezuela reclama Unidad. Venezuela reclama, como respuesta a la pequeñez,

grandeza; como respuesta a la mezquindad, generosidad; como respuesta a la

injusticia, justicia; como respuesta al abuso, respeto…” Ni más, ni menos.

Nadie se atreve a decir que no hace falta. Tal es su peso nacional e internacional.

Sin embargo, eso no impide que del pero en adelante, venga lo que de verdad se

quiere decir, aunque no siempre se diga directamente. Hace años aprendí que a

los venezolanos hay que ponerles atención del pero en adelante. Lo que viene

antes del pero suele ser analgésico y/o lubricante.

Bienvenido el debate. En nuestra página web hemos abierto un espacio plural

para nuestro debate. Eso sí, por responsabilidad ante los venezolanos, librémoslo

con prudencia. La enseñanza que Gracián sistematiza en los mil seiscientos. Ni

siquiera entonces era novedad, por cierto. Ya era socrático que la prudencia en el

ánimo es mejor si acompañada con vergüenza en la cara.

Mañana es San Ignacio. Recordemos su consejo: “Si las cosas de que se hablase

son tan justas, que no se pueda o deba callar, dando allí su parecer con la mayor

quietud y humildad posible, concluyendo salvo otro parecer mejor.”6

La Unidad hoy, hay que cuidarla y renovarla. Cuidarla para renovarla. Renovarla

para cuidarla.

5 Me refiero a dos libros, La Hoguera de las Vanidades novela de Tom Wolfe, y de Los Egos Revueltos memoria-reportaje

de Juan Cruz. Wolfe inspira su título en las hogueras rituales tras los sermones del franciscano toscano Bernardino de Siena y el dominico florentino Girolamo Savonarola en el Siglo XV. 6 San Ignacio de Loyola: Instrucciones para la jornada de Trento. En Obras Completas. B.A.C. Madrid, 1977.

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Para asumir como debemos la apertura que se nos pide, y ofrecer la conducción

política que la realidad exige, es preciso que ambas demandas deban ser

abordadas con coherencia. Y ¿Cómo dar coherencia como desenlace del debate

abierto de una comunidad plural, en momentos de una grave crisis nacional y

cuando todos los actores tienen en mente el 2015, admítanlo o no? Y, seamos

francos, es lógico. Porque las parlamentarias del 2015 son una meta concreta,

tangible y que no hay que meter en el calendario, porque ya está. Sin dejar de

hacer lo que tenemos que hacer, hay que prepararse a conciencia para ellas.

No es fácil, pero es posible, si lo encaramos con sinceridad, con seriedad y con

responsabilidad.

La verdad no es una habilidad ni una viveza para quedar bien y hacer a otros

quedar mal. La verdad requiere un coraje que trasciende a la foto y a la frase.

Tenemos presos que nos duelen, procesados, exilados, perseguidos. Otros han

muerto, y no hay derecho. Millones esperan de nosotros guía y está un país al que

aspiramos sacar de este marasmo y conducirlo hacia la paz y el progreso en

libertad. Recién, al recibir para la Mesa de la Unidad el Premio Internacional

Oswaldo Payá a la lucha por los Derechos Humanos y la Libertad, recordé

palabras de Adolfo Suárez, “Creo que nadie, en política democrática, posee la

verdad absoluta. La verdad siempre implica una búsqueda esforzada que tenemos

que llevar a cabo en común, desde el acuerdo de vivir y trabajar juntos.”7

Necesitamos sinceridad. Sinceridad para evaluar lo logrado, lo puesto en riesgo y

lo perdido, de modo de saber dónde estamos. Y sinceridad a la hora de definir si

vamos a seguir adelante juntos, como deberíamos. La sinceridad, permítaseme

decirlo, si es sincera, es por definición humilde, nunca arrogante. Nunca ofensiva.

Porque tiene un alto contenido de autocrítica.

Los venezolanos esperan de nosotros seriedad. Seriedad para analizar escenarios

reales y ofrecerles gente caminos sensatos a los que la podamos convocarlos

juntos y con fuerza. No hay audacia mayor que encarar la realidad sin miedo y

7 Suárez, Adolfo: Discurso al recibir el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia. Oviedo 1996.

http://www.fpa.es/es/premios-principe-de-asturias/premiados/1996-adolfo-suarez.html?texto=discurso&especifica=0

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atreverse a asumirla, y ser rebeldes ante el lugar común y la complacencia. Los

saltos al vacío, las calles ciegas, los vamos a darle y ya veremos qué pasa,

pueden ilusionar hoy, pero son amarga frustración dentro de un rato. Solo

apreciándonos serios nos respetará y nos escuchará toda Venezuela.

Y, nunca me cansaré de repetirlo, Venezuela reclama responsabilidad.

Responsabilidad para asumir lo sincera y seriamente discutido y acordado, y para

transmitirlo y ejecutarlo con coherencia. Coherencia entre palabras y actos, entre

ideas y actitudes. No paralizarnos en la discusión eterna, ni pretender arrastrarnos

unos a otros con chantajes emocionales o cayendo en las trampas, tan seductoras

como estériles, de la demagogia. Discutir, ponerse de acuerdo, decidir y hacer.

No es momento de juegos.

El Poder vive un tránsito de la legitimidad carismática a la burocrática. Todavía no

lo asimila. El modelo basado en debilitar a la sociedad frente al Estado, y

paradójicamente debilitar al Estado en el altar del poder personal fracasó.

Condenado a muerte por enfermedad congénita, mucho menos puede sobrevivir

sin su líder y sin la capacidad de gastar a manos llenas. Por eso busca el dinero

que dilapidó con la desesperación del adicto a la droga. Y hace cualquier cosa, y

firma lo que sea, con tal de conseguirlo.

Ese modelo tiene consecuencias. Una es la crisis económica. Demolida la

producción, acosada y perseguida la iniciativa para sustituirla por un Estado que

se les fue de las manos e importaciones cada vez menos posibles. La escasez, la

inflación y el empleo pasmado son sus síntomas.

Otra es la crisis de una política que se desenvuelve al margen de la Constitución y

a contracorriente de la realidad, con poderes públicos que a fuerza de servir solo a

algunos, ya no sirven casi para nada. Que hayan militarizado la política y

politizado la institución militar no es un factor coadyuvante a la solución, sino un

agravante de la crisis. Aguas abajo de la crisis político-institucional: la impunidad,

la corrupción, la ineficacia.

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Agréguense a ese cuadro sus consecuencias sociales. La pobreza rompe las

costuras de las cifras oficiales, porque las medidas publicitadas como destinadas a

superarla eran solo manipulación populista de corto plazo, como ha escrito sin

pudor el más sonoro de los defenestrados, por ahora, y la inflación devuelve

bruscamente a los niveles más precarios a quienes vivieron una revolución de

expectativas. Ese potaje es muy difícil de digerir.

Ante eso, ¿qué puede esperar el país de la alternativa democrática? Sinceridad,

seriedad, responsabilidad no son ni siquiera un programa ambicioso, son un

mínimo vital.

En una lucha de la naturaleza de la que nos toca librar, hay dos formas de

rendirse. Una es la resignación. La otra permitir que se apoderen de nosotros la

intolerancia y el odio.

Ese modelo que pretende convertirse en sistema, se enfrenta, y se vence, con

Unidad.

Y, si somos sinceros, sabremos que en la tarea de la Unidad no sobra ninguno,

por eso no vale descalificar a nadie. La afirmación de cada uno no puede basarse

en la demolición de los demás, o en el desconocimiento de lo que cada quien

aporta. A la Unidad se viene a sumar, no a restar. A multiplicar, no a dividir.

En la Unidad nunca hemos preguntado de dónde venimos, porque lo que nos

importa es estar de acuerdo en a dónde vamos.

En la Mesa de la Unidad hay demócratas provenientes de diversos matices del

socialismo y la socialdemocracia; del progresismo y de la democracia cristiana; del

humanismo reformista, el ecologismo y el liberalismo. Hay demócratas de

izquierda, del centro y de la derecha. Hay venezolanos de los partidos con más

historia, de los partidos más nuevos, y mucha gente sin partido que ha militado en

la Unidad y servido a ella con lealtad. Hay críticos de la primera hora, quienes

fueron formando la oposición y también quienes se fueron convenciendo

experimentalmente de que el proceso no llevaba a ninguna parte, incluso quienes

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vienen del abstencionismo y la “marcha sin retorno”. Opositores de todas las

oleadas, desde los que nunca apoyaron a este gobierno hasta quienes habiendo

creído en el proceso, disintieron de su orientación, y en defensa de sus

convicciones, decidieron proponer su propia política, primero ensayando una

tercera vía y luego participando en la Unidad, ensanchándola, fortaleciéndola.

Cada uno la ha influido. Los que buscan un cambio que no sea un regreso al

caudillismo. Los que no soportan el personalismo. Los que saben que el estatismo

es cosa del pasado. Y quienes son naturalmente contrarios al dogmatismo. Hay

venezolanos de todas las clases sociales, de todas las regiones, de todos los

credos y también no creyentes.

A armar la Unidad han contribuido dirigentes políticos, cientos de profesionales y

técnicos con y sin filiación partidista, miles de activistas en todo el país y millones

que nos han votado, y seguido y atendido nuestras convocatorias por pura pasión

venezolana. Todos ellos merecen un reconocimiento.

Aquí no se cobra peaje para entrar, ni se pide partida de nacimiento o certificado

de limpieza de sangre. Lo que sí hay es una política concertada, con destino y con

rumbo; y una estrategia, porque hay un camino. Y esos propósitos comunes no

son gelatinosos. La Unidad es flexible pero no puede ser borrosa. La Unidad es

abierta, pero no puede ser una caimanera. De los propósitos comunes surge

naturalmente una solidaridad y de ésta una disciplina. Porque esta no es una

carrera a ver quien llega primero a la meta, donde valen los empujones y las

zancadillas. Porque la verdadera competencia no es entre nosotros.

Primero que todo, recordemos el mérito primigenio de la Unidad, concretado en su

instrumento, la Mesa de la Unidad Democrática: Que la política asumiera su

responsabilidad, la de producir políticas.

Como producto de la crisis de los noventas, la política se había convertido en

terreno baldío, en un vacío que fue llenado por la comunicación social, la

espontaneidad, la voluntad en ocasiones muy valiente de ciudadanos motivados.

La experiencia produjo maduración y aprendizaje. Esa transformación se inició en

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las presidenciales de 2006 y se desarrolló institucionalmente a partir de 2009 con

el nacimiento de la Mesa de la Unidad Democrática. Ese es un avance que puede

y debe tener progreso, y lo tendrá, pero que no tiene retroceso.

Y ese paso, cuya trascendencia tal vez no apreciemos cabalmente, dio frutos.

Aquí hay una política: Ofrecer a Venezuela una alternativa para el cambio basado

en el cumplimiento de la Constitución.

Aquí hay una estrategia: Ese cambio debe ser pacífico, democrático,

constitucional y electoral.

Aquí hay un programa: Se acabó el tiempo en el que se decía que lo único que

unía a la oposición era sacar a este Gobierno del poder. Nos pusimos de acuerdo

en las bases del país que queremos, de esa Venezuela que somos todos, para

vivir y progresar en paz. Y llegamos a los Lineamientos para un Gobierno de

Unidad Nacional, suscrito por nuestros pre-candidatos presidenciales el 23 de

enero de 2012. Y antes a la Agenda Parlamentaria y luego al Compromiso Gestión

Municipal para el Pueblo y el Progreso.

Aquí hay una plataforma electoral común: Candidatos unitarios a todos los cargos

de elección popular, salidos de acuerdos o primarias según reglas consensuadas,

transparentes y conocidas. Defensa unitaria del voto que nos ha permitido avanzar

en la detección, prevención, combate y denuncia de trampas y ventajismos. Y

tarjeta de la Unidad como símbolo de encuentro del múltiple compromiso

compartido.

Aquí hay un plan y un trabajo internacional: Somos reconocidos. Atrás quedaron

aquellos días en los que afuera se decía que lo único peor al gobierno de

Venezuela era la oposición, porque cada quien viajaba a hablar mal de los demás.

Estos cinco años no nos encuentran con las manos vacías. Pero no hay motivo

para conformarnos. La Unidad tiene que progresar, porque esta lucha no es fácil y

tampoco es corta.

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El progreso de la Unidad apunta a la apertura. Todos lo sabemos. Todos lo

decimos. Pero, ¿Cómo la abrimos? Tenemos las primarias, que son abiertas para

votar y para postularse, como nunca antes. Tenemos la oportunidad de participar

en las comisiones de trabajo y en los equipos especializados de políticas públicas.

Pero no es suficiente.

La organización social del pueblo venezolano es un campo muy amplio y, por su

propia naturaleza muy fragmentado en espacios de variable tamaño y con muy

diversas sensibilidades e intereses. Sería un error intentar embutirla en nuestros

centros de decisión, como el genio en la lámpara de Aladino. Tampoco es lógico

sustituir la dirección política por una mazamorra asamblearia, que acabe siendo

pretexto para cogollos escondidos o montonera para iluminados. Es decir, lo

contrario de la democracia que queremos. Lo que sí tenemos que crear es

instancias permanentes de relación con la sociedad civil en sus manifestaciones

diversas, equipos especializados en monitorear la dinámica social, y apertura real

en los decisores a asumir esa realidad, a interactuar con ella, a conocer y

comprender sus motivaciones, sus angustias y también sus ilusiones. En todos los

sectores, de todas las regiones. No se trata de politizar la sociedad civil, se trata

de socializar la política.

El progreso de la Unidad requiere de una conducción política coherente.

Comienza por cumplir lo acordado y se expresa en una instancia amplia y

participativa que se ocupe del rumbo estratégico y decida las líneas maestras de

acción política. Un comité ejecutivo ágil en el que cada jefe político sea

responsable de un área. Y una Secretaría General en la que se depositen

confianza y facultades suficientes para poner en movimiento las decisiones.

El secreto del progreso de la Unidad reside en la acción. Acción para la

comunicación y comunicación para la acción. La apertura y la coherencia,

adquieren su sentido pleno y se hacen fructíferos en el hacer. Rescatar la

militancia en un activismo unitario, multicolor y solidario. Activismo político y social,

y también activismo electoral. La conexión con las múltiples expresiones de la

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sociedad se logra en la acción. La emulación fecunda está en ver quien hace más

para que avance el proyecto común. Ese será reconocido y premiado.

Cuando planteo esas líneas, no lo hago para acumular un poder personal que no

busco. Lo propongo pensando en la Unidad sincera, seria, responsable y por eso

activa y eficaz que el país exige.

Tras mucha reflexión, esta mañana, me he dirigido a los líderes de los partidos de

la Mesa de la Unidad en los siguientes términos:

En los últimos meses, una campaña artera y sañuda se ha desarrollado contra la

Unidad y su instrumento, la Mesa de la Unidad Democrática, y se ha escogido a

fin de golpearla, disparar contra la credibilidad de su vocero y servidor. Empezó en

los laboratorios del poder arrogante, pero no se quedó allí, la insensatez lo acogió

con lascivia. En la fuente o en la desembocadura, playas unitarias han sido

mojadas por esas aguas contaminadas.

Las políticas están sometidas al análisis y la crítica, por formación democrática y

espíritu académico lo sé. Otra cosa es la mentira calculadamente sembrada en

una sociedad angustiada y polarizada. Ni una sola de esas calumnias he

respondido ni responderé. Figurar entre los blancos predilectos de los

extremismos, sencillamente, honra.

Pero no es mi papel ser el centro de una polémica entre nosotros. El éxito de la

tarea que pueda cumplir desde la función encomendada, se basa en la confianza.

No estoy aquí como obstáculo para nadie. Mi trabajo no es ganar discusiones,

sino ayudar a generar consensos. Y la situación del país es tan grave que se nos

exige máxima eficiencia en aquello que se espera de nosotros. Así que

precisamente por compromiso con la Unidad, para cuidarla mejor como activo

nacional, en las actuales circunstancias, creo que lo procedente es hacerme a un

lado. Sin romper, desde luego, los lazos que a este proyecto me unen, porque son

irrompibles.

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No quiero que mi nombre y la polémica que pueda suscitar, sigan siendo excusa

para que se dispare por mampuesto a la Unidad. No me voy de la Unidad,

solamente cambio mi puesto de lucha. De la Secretaria Ejecutiva que he ejercido

estos cinco años y que hoy entrego, asumo con la frente en alto la condición de

militante de la Unidad.

Dejo de ser el primero y paso a ser el último de la fila. Para servir a Venezuela,

para ser útil a la Unidad, importa lo que uno haga y no la posición que uno ocupe.

Libre del compromiso de la coordinación, rescato mi derecho a la opinión y al

aporte personales. Ofrezco mi colaboración a todo aquel partido o compañero que

la necesite para mejor cumplir los fines comunes, y a la Unidad en su conjunto.

Pueden contar conmigo. Es mi modo de agradecerles.

Como ciudadano que defiende la libertad, seguiré luchando porque no se olvide a

nuestros presos y exilados.

Me concentraré principalmente en la tarea de políticas públicas, de apoyo a las

gestiones regionales, locales y parlamentarias, a la difusión de los logros de la

Unidad, y a la promoción del diálogo entre venezolanos, porque el modelo basado

en la imposición ha colapsado, y el diálogo nos hace falta hoy, y más falta nos

hará mañana.

A pocos pasos de su tránsito a la eternidad, el cumpleañero que hoy nos reunimos

a recordar pidió a sus conciudadanos “…trabajar por el bien inestimable de la

Unión”. Es eso, precisamente, lo que hoy nos pide una Venezuela angustiada, en

la voz del hombre común desorientado, trabajar “por el bien inestimable de la

Unión”.