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EL LIBRO DELRAGNARÖK

PARTE I

SAGA VANIR X,

LENA VALENTI

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Loki ha convocado a sus hijos y asus bestias para que desciendan alMidgard y lo destruyan por completo,para hacer cumplir la profecía delRagnarök.

Los pocos guerreros de Odín quequedan en pie se encuentran en minoría,luchando con uñas y dientes, hombro conhombro contra un ejército del mal quellega en tromba y que parece no tenerfin.

La Tierra se descompone, sangra yse agrieta, y ante este paisaje desolador,incluso las nornas han dejado de tejer.

Sin embargo, cuanto más oscura esla noche, señal de que el amanecer estámás cerca. En la última jugada de

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ajedrez, dioses con los que no secontaba, moverán sus fichas ydemostrarán su grandeza.

Un vanirio al borde de la locura yuna berserker perdida entre las sombrasdel olvido tienen en sus manos unaúltima misión: ayudar a la última bardareal de los Nueve Mundos a que cumplasu cometido. Ellos son la únicaesperanza que le queda al Midgard.

Ha llegado la hora de la verdad.Odín y Freyja lo saben, y sonconscientes de que para bien o para mal,ya nada volverá a ser igual.

Vivan o mueran, lo harán juntos ysin máscaras. Porque solo la verdad y elamor, podrá liberar al mundo de las

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garras del Timador.Únete a su lucha.No hay nada que perder. No hay

nada que temer. Hay demasiado por loque luchar. ¡Ragnarök!

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Ìndice

EL LIBRO DELRAGNARÖK,

ÌndiceIntroducciónIIIIIIIVV

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VIVIIVIIIIXXXIXIIXIIIXIVXVXVIXVIIXVIIIXIX

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XXXXIXXIIContinuará...

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Introducción

Dice la profecía de la vidente:«Habrá una batalla final entre las

fuerzas celestes y las del Inframundo.Será una lucha encarnizada que daráorigen y final a los tiempos conocidos.Ésta será la última guerra en la que losdioses llegarán a su ocaso y dondedemonios y humanos perecerán en el díallamado “El final de los tiempos”, elRagnarök».

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En la visión de la völva, Odín,conocido como «el Padre de todos»,moría a manos del lobo Fenrir, lideradopor Loki. Se desataba el caos y lahumanidad desaparecía. De los diosesescandinavos, sólo Njörd regresaba aVanenheim de nuevo. El resto moría enla guerra contra las fuerzas del Mal.

Después de tan oscuro presagio, lavölva hablaba del resurgir de un nuevoamanecer. Un futuro más brillante en unnuevo mundo.

El Ragnarök se origina cuandoLoki, hijo de los gigantes Farbauti yLaufey, que una vez había sidoproclamado hermano de sangre porOdín, más tarde declarado enemigoacérrimo del mismo y nombrado «El

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Traidor» por todos los dioses, se niega aarrodillarse ante la raza inferior humana.Odín quiere que los humanosevolucionen y lleguen a convertirse enmaestros de sus propios maestros, peroLoki se niega a dar una oportunidad a lahumanidad, pues, según él, no merecental misericordia.

Cuando el dios Aesir escuchó deboca de la vidente el poema proféticosobre su destino, decidió tomar cartas enel asunto para que aquello no sucediera.No podía permitir que la profecía secumpliera, él no podía desaparecer, lahumanidad no podía ser aniquilada, asíque secuestró a Loki, «el Origen de todomal», del Jotunheim, y lo encarceló en elAsgard en una cárcel invisible de rocas

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de cristal. Odín ya sabía que nadiepodía fiarse de Loki pues era untimador, un dios transformista queadoptaba mil caras distintas cuandomejor le convenía. Él mismo habíasufrido de la peor manera las artimañasde tamaño engañador y su querido hijoBalder había perdido la vida debido asus maquinaciones.

Sin embargo, Loki, a través de unode sus famosos engaños, se escapó de lacárcel y descendió al Midgard, laTierra, para reírse de la humanidad ytruncar el proyecto de Odín.

Fue entonces cuando las dosfamilias del panteón escandinavo quehabían vivido enemistados en otrostiempos, los Aesir, liderados por Odín,

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y los Vanir, liderados por Freyja,unieron sus fuerzas de nuevo y crearon alos berserkers y a los vanirios paraproteger a la humanidad de las fechoríasde Loki, el hijo de los Jotuns.

Odín fue el primero que escogió asus guerreros einherjars, vikingosinmortales, y los tocó con su lanzaotorgándoles el od, la furia animal,convirtiéndolos así en guerrerosberserkers con semejanzas genéticas einstintivas a la de los lobos, su animalfavorito. Los hizo descender a la Tierracon el objetivo de mantener a Loki araya, y durante un tiempo fue posible;pero las mujeres humanas eran muyatrayentes para ellos, así quemantuvieron relaciones sexuales e

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hibridaron la raza pura berserker.El dios gigante Loki consiguió

llevar a su terreno a algunos de loshíbridos, ya que al ser de naturalezasemihumana eran mucho más débiles ysusceptibles a las promesas y a losdeseos que él les ofrecía a cambio deunirse a sus filas. Transformó a todoslos que se fueron con él en lobeznos,seres abominables y sedientos de sangreque podían parecer humanos, pero que,al mutar, se convertían en auténticosmonstruos asesinos, los llamadoshombres lobo. Loki conseguía de esamanera mofarse de Odín y de sucreación.

El Midgard entonces sedescontroló. Cada vez eran menos los

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berserkers hibridados capaces deignorar y negar a Loki. La Tierra entrabaen una época convulsa de oscuridad yguerra donde no había cabida para la luzni la esperanza.

Fue en aquel momento cuando losVanir, al ver el escaso éxito que habíatenido Odín para mantener a Loki a raya,apoyaron al dios Aesir y crearon unaraza propia de guerreros que además lespudiera representar en la Tierra. Sinembargo, los Vanir no teníanconocimiento sobre manipulación dearmas ni tampoco sobre guerra. Elloseran los dioses de la belleza, el amor, elarte, la fecundidad, la sensualidad y lamagia: no sabían nada de destrucción.Así que hicieron una criba con los

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guerreros humanos más poderosos de latierra y los mutaron, otorgándoles donessobrenaturales.

Los dioses Vanir Njörd, Frey yFreyja escogieron a miembros dealgunos clanes humanos que entoncespoblaban la tierra, y a cada uno lesotorgó dones fascinantes. Pero también,temerosos de que alguna vez pudieransobrepasarles en poderes, les dieronalguna que otra debilidad.

Así nacieron los vanirios, seresque una vez fueron humanos y a quieneslos dioses añadieron una fuerzasobrenatural, convirtiéndolos enhombres y mujeres inmortales. Erantelépatas, telequinésicos, podían hablarcon los animales, podían volar y tenían

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colmillos como sus creadores Vanir;pero no podían caminar bajo el sol y,además, soportarían el tormento de lacruz del hambre eterna hasta queencontraran a sus parejas de vida,hombres y mujeres especiales capacesde entregarles todo aquello que suscorazones anhelaran. Pero Loki,conocedor de la insaciable sed vaniria,también les tentó ofreciéndoles una vidaen la que el hambre podría solventarsesin remordimientos de conciencia. Acambio, ellos sólo tendrían queentregarle su alma y unirse a su ejércitode jotuns. Los más débiles, aquellos quese plegaron a su oferta, aceptaron eltrato y se convirtieron en vampiros,seres egoístas que absorben la vida y la

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sangre humana. Asesinos.Ahora, ante el refuerzo y la

ofensiva de Loki y su séquito, losvanirios y los berserkers que no se hanvendido a él se verán obligados aaparcar todas sus diferencias y apermanecer unidos para luchar contratodos aquellos que se han confabuladopara conseguir que el Ragnarök llegue ala Tierra y se pueda destruir así a lahumanidad.

No obstante, en la luchaencarnizada contra el Mal, ni siquiera laayuda de estas dos razas de seresinmortales es suficiente para la causa.Los vanirios y los berserkers sonfuertes, pero necesitan aliados ahora quese acerca el ocaso de la Tierra.

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Muchos humanos de almas oscurasque están a la orden de Loki han unidosus fuerzas, sabedores de que elRagnarök se aproxima; según ellos, laTierra se rige por ciclos, y el ciclo finaldebe llegar cuanto antes para que sudios, Loki, haga llegar un nuevo día.Durante siglos, han creado sectas yorganizaciones que estudian, secuestrany maltratan a seres como los vanirios ylos berserkers, y no conformes con eso,intentan provocar esa aperturadimensional, esa puerta a través de lacual Loki podría entrar a nuestro mundoy sumirlo para siempre en la oscuridad.Organizaciones como Newscientists, laSecta Lokasenna, brujos y hechiceros,lobeznos, vampiros y escoria humana

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han decidido provocar ese partoplanetario antes de tiempo a través de lamanipulación de mentes privilegiadas degeólogos y físicos cuánticos. Y es algoque Odín y Freyja han decidido evitar atoda costa.

Hasta ahora, los dioses no podíaninterceder directamente en el planevolutivo de la humanidad y esperabanuna señal, un acontecimiento, la llegadade un nuevo guerrero que desencadenarala jugada maestra y empezara a moverlas fichas.

Ese momento ha llegado.La diosa Vanir y el dios Aesir

enviarán a la Tierra a todos los ejércitosdel Asgard y del Vanenheïm, en un

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intento desesperado de igualar lasfuerzas y echar una mano a vanirios yberserkers.

Freyja dará carta blanca a susvalkyrias para que por fin desciendan ala Tierra e implanten su ley. Estasmujeres guerreras son despiadadas,caprichosas y letales, y han permanecidoen el Víngolf junto a Freyja desde elmomento en que fueron concebidas ydotadas de sus dones. La diosa les va adar la oportunidad de liberar sufrustración y abrazar de una vez portodas su ansiada libertad, aunque paraello tengan que arriesgarse y dejar atrásla protección que los muros del Valhallles había dado.

Odín, a su vez, enviará a sus

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einherjars, aquellos guerrerosinmortales que no ha transformado enberserkers. Estos guerreros habían sidouna vez humanos, y entregaron su vidahonorablemente en defensa de los suyosy de los dioses. Ahora son hombrespoderosos, con grandes dones, y estándispuestos a todo con tal de luchar ennombre de Odín.

El destino de la humanidad está enmanos de estos seres, y ni siquiera eltapiz de las nornas en el que se lee eldestino es claro en cuanto al final que dela raza humana se refiere. No obstante,los dioses saben que si el ser humanopierde esta batalla desaparecerán conellos, y eso no lo van a permitir. Haydemasiado en juego.

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Pero ni siquiera estos guerrerosque van a luchar por la humanidad estána salvo de la energía de la Tierra. Unaenergía que se mueve a través del amor,el odio, la rabia, la compasión y el sexo.El ser humano es visceral, igual que larealidad en la que vive. Valkyrias yeinherjars bajarán de los cielos paradefendernos, pero ¿cómo se defenderánellos de un planeta tan cargado deemociones? ¿Protegerán sus corazones?

El tapiz del destino no estáacabado, y cada movimiento que se hagaen la Tierra lo transforma y le da nuevoscolores y nuevas formas. Cada accióntendrá una reacción. No hay mayoresestrategas que los dioses, pero inclusoellos no están seguros de ganar la

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partida contra Loki porque... ¿Quéimportan los planes cuando estás en unarealidad tan imprevisible y volublecomo la nuestra?

Unos nos defienden, los otros nosatacan.

Unos esperan nuestra aniquilación;y los otros se sienten obligados adefendernos y luchan por nuestrasalvación, sin ser conscientes de quemientras nos salvan, alguno de nosotrostambién puede salvarlos a ellos.

Los humanos somos la raza débil,estamos justo en medio, viviendonuestras propias vidas, ignorantes deaquello que nos rodea. Pero incluso laraza menor puede dar lecciones a las

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razas superiores, como por ejemplo queen la guerra y en la venganza el másdébil es siempre el más feroz.

La batalla final entre el Bien y elMal lleva labrándose desde hace tiempopero, esta vez, las pasiones, los anhelos,la amistad, el corazón, el amor y lavalentía, serán factores decisivos en sudesenlace.

El Ragnarök se acerca.Y tú, ¿de parte de quién estás?Da comienzo el Principio del fin.Elige tu bando.No existe la luz sin la oscuridad.No se concibe el bien sin el mal.

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No hay perdón sin ofensa.No hay redención sin rendición.En un mundo de opuestos en el que

vivimos, unos seres inmortales vienen aprotegernos no sólo de Loki, sinotambién de nosotros mismos.

La línea entre lo que es bueno y loque no es muy subjetiva, demasiado finapara nosotros, pero invisible para seresque desde hace milenios están luchandopor una raza humana que demuestra muypocos escrúpulos en todas sus accionesy decisiones. ¿Merecemos ser salvados?

Todo es posible. Todo estápermitido.

Y todo es más real de lo que

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creemos.Ésta es la Saga Vanir.Bienvenidos al mundo de Lena

Valenti.

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I

No sabía que la desesperación y elocaso tuviera un color. Era negro comoel humo y los gases que emanaban hastael cielo, grises como los nubes espesasy sucias que encapotaban la noche, yrojo y amarillo brillante parecidos alfuego y a la lava que ascendían a travésde las grietas que avanzaban por lasuperficie de la tierra y engullían cocheshaciéndolos explotar, y tragaban casascon vidas humanas en su interior.

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Thor MacAllister sobrevolabaKensington Palace Gardens mirando dereojo el caos en el que la tierra seenvolvía, y no voluntariamente.

Loki, el Dios de los Jotuns, habíapreparado desde su tumba una recetapara servir su venganza en plato frío.Tan frío que, si no morían todosintoxicados por los gases que emanabandel interior del planeta, por los efectoscolaterales que provocarían losmovimientos tectónicos en los mares olos cambios que habrían a nivelesclimatológicos, acabarían muertos por elyugo de los ejércitos malignos que elTimador lideraba con soberanía y queobedecían sin rechistes ni juicios su vozdictatorial.

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Era el fin del mundo. LosNosferatus entraban en los hogares,rompían las ventanas y las puertas ymataban a familias enteras, horrorizadasal darse de bruces con monstruos comoaquellos que solo creyeron reales en laspelículas y en las novelas de ficción.Los niños desaparecían tomados porunos seres intraterrenos que se movíancomo gusanos y los arrastraban a susmadrigueras ubicados bajo ocultostúneles; se llamaban purs. Thor lo habíaescuchado en las mentes de Carrick yAiko.

¿Y qué no escuchaba él? Loescuchaba todo. Absolutamente todo.Aquel fue su don otorgado; el que le diola sangre de Jade. Era un lector de

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almas, o un auscultador depensamientos. Su sangre lo mantenía encalma y solo en sintonía con la mente deJade, ella era su remanso de paz, sudescanso.

Pero cuando se la arrebataron de sulado y su sangre le faltó, las vocesaniquilaron hasta el último hilo de sucordura. Se había vuelto loco, egoísta,sádico y con una determinación brutalpara encontrar a su pareja de vida, y nopara que lo salvara, sino para queacabara con su vida, porque no legustaba en qué se había convertido. Opara que murieran juntos porque, si ellahabía sufrido la mitad de lo que él lohizo, estaría aún más loca y desquiciadaque él mismo.

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Thor lanzaba miradasdesinteresadas a esos seres que matabana los humanos bajo sus pies y no sentíaabsolutamente nada.

La indiferencia era un mazo cruelque golpeaba con fuerza, como a él lohabía golpeado. Nada tenía la másmínima trascendencia excepto encontrara Jade y hallarla viva en algún lugar.

Tuvo que aguantar demasiado enaquel encierro, bajo las torturas de losguardias. Todos los guerreros queestuvieron confinados junto a él,experimentaron de primera mano laviolencia, la rabia y el desorden mentalde los guardias del Paso de Shipka.

«Seres confundidos eran los

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humanos», pensaba con inquina.Tal vez el haber visto la peor cara

de aquella raza inferior era el motivopor el cual no podía sentir empatía porlos que morían con él de testigo. No leimportaban en absoluto. No eran nadiepara él. Nada.

Como nada era la tierra que seteñía de colores amarillos y naranjas,que se abría para sangrar con lava, ycuyo dolor agitaba los mares y lasmontañas.

Todos, sin excepción, serían pastode los jotuns. O, el mismo planeta lesmataría.

Kensington Palace Gardens no erani la sombra de lo que una vez fue. El

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mal, el caos y los estragos queprovocaban en la tierra las grietasintraterrenas que abrían los purs dejabanun paisaje desolador.

Aquella hermosa y aristócrata calleascendente, perecía ahora bajo el yugode la violencia y la destrucción. Losárboles, una vez exuberantes y biencuidados, ahora se hundían entre lasgrietas, al igual que las magnánimascasas que cedían y eran sepultadas porla lava y la tierra. Sus dueños corrían lamisma suerte a pesar de ser sultanes,reyes, o ricos empresarios... La muerteno hacía diferencias. Era el destino alque iba encaminado el ser humano desdeque nacía.

Thor sonrió tristemente al escuchar

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los pensamientos de todos los queclamaban por su mala suerte. Por viviraquel fin del mundo tan inesperadocomo súbito.

Podía oír sus súplicas, sus rezos,sus últimas palabras de amor, e incluso,los pensamientos más egoístas y tristes.Desde un marido intentando salvarse deun precipicio empujando con el pie a sumujer, que se agarraba a él como suúltima esperanza; a un padre huyendo deun purs que se llevaba impunemente asus hijos. Pero también había amor ysacrificio: un anciano cubriendo con sucuerpo a su esposa abrazados para morirjuntos. Unos padres enfrentándose a unlobezno para defender a sus niños,aunque supieran que no tenían ninguna

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posibilidad.Él una vez fue humano, miserable y

débil. Pero también valiente yhonorable. Fue dual, como un ser mortal.Eso lo recordaba de cuando era unkeltoi, un celta casivelano decidido ahacer frente a los romanos.

Entonces, luchaban por salvar lavida de los demás, peleaban en nombrede los que amaban. Era otro modo devivir, y de amar, más al límite incluso,porque no sabían si habría un mañana.

No obstante, pasado o presente, eraese el sino de la raza inferior con la quelos dioses jugaban, las dos caras de unamisma moneda. Una moneda sin futuro ycon las horas contadas. Capaces de lo

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mejor y de lo peor. A pesar de que enese momento, buenos y malos, moríanpisoteados por el poder de Loki.

Dejó de prestar atención a lo quesucedía abajo y se centró en buscar elque una vez fue su hogar. Cuando divisósu palacio, que luchaba por no hundirse,le recordó a él mismo. Ambos serevelaban contra sus propias ruinas,esencia de lo que una vez fueron. Lamemoria azotó su melancolía y afloraronrecuerdos de él y Jade... Y alguien más.¿Quién era la mujer que se encargaba detodo? ¿Mery? ¿Marcela? ¿María? ¡Sí!¡María!

Una humana con sangre italiana einglesa que resultó ser una excelenteama de llaves, y también un apoyo. La

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recordaba. A pesar del dolor de cabezaque persistía y que las pastillas deMenw no hacían desaparecer, losrecuerdos golpeaban los muros de sumente destrozada y le hacían ver quiénuna vez había sido, así como a laspersonas que lo rodearon. Maríasiempre sospechó lo que él era, aunquenunca se lo dijo a la cara. Thor lo sabía,no hacía falta que esa mujer sabia yhermosa disimulara. Tampocoprecisaron hablarlo. Ella confió en él yél en ella, porque habían secretos queera mejor que nunca fueranpronunciados.

Después, como en una cadena,cuando sus botas tocaron el suelo de laterraza agrietada de la planta superior,

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le vino a la memoria aquellos queayudaban a María en sus quehaceres.

¿Cómo se llamaban? ¿Quiéneseran...?

Le daba igual, porque en el instanteen el que su olfato identificó el olorpersistente de Jade, su mente y sudeterminación se llenó de ella.

Por increíble que pareciera, suesencia seguía en esa casa a pesar de losaños que ya habían pasado. Era su olor agranada... A una fruta exótica y fresca,dulce y saciante, y de múltiplespropiedades antioxidantes. Thorreconocía que la falta de ella lo habíanoxidado, no cabía duda.

—¿Jade? —preguntó en voz alta

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como un loco que esperase respuesta deun fantasma. Esperó unos segundos, ysolo escuchó el crujir de los cimientosde su casa, ahora envuelta en humo yllamas—. Jade... —su expresión deesperanza lunática desapareció degolpe. Frunció el ceño. Para él no habíanada más importante ya.

Su instinto animal despertó y miróalrededor, esperando a que le viniera ala cabeza la razón por la que estaba ahícuando el mundo se desmoronaba. Erapor ella. Vivía para reencontrarse conella—Piensa, piensa... ¿qué demoniosvienes a hacer aquí, estúpido? —se dioun golpe en la frente. Estaba tarado, yera una realidad que no pretendíaocultar a nadie, y menos a sí mismo. A

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duras penas lograba reconocerse yentender quién era y qué le habíanhecho, pero ni las torturas ni los años desed y hambre borraron el amor y lanecesidad que sentía por su cáraid, lamujer a la que cruelmente le habíanarrebatado. Nada eliminaba unavinculación eterna.

—Un libro... El libro de Jade —recordó abruptamente entrando con pasodecidido al interior de la alcoba a la quese accedía a través del balcón.

Afuera, los débiles gritos de loshumanos contrastaban con el silencioaplastante que reinaba en el interior desu palacio. Daanna le había dicho queesa joven, que decían que era su hija,había vivido allí junto a Caleb

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McKenna, su mejor amigo.Él no sentía nada al respecto. Por

supuesto que recordaba a Caleb, pero sucerebro no activaba los lazos empáticosque debería activar ante el pensamientosobre un mejor amigo. También habíaleído a Aileen en las cabezas de los quequedaban de su clan. Ellos la conocían yla querían, pero él... Joder, estaba huecopor completo. Tampoco había sentidonada al ser abrazado por DaannaMcKenna y Menw McCloud. Nada enabsoluto. Su interior era un vacío tanexistencial como su falta de identidad. Yla única persona que podía devolverleparte de la cordura era la mujer quetodos daban por muerta.

Los pinchazos que sintió en las

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sienes lo dejaron casi arrodillado sobreel suelo. Entrecerró los ojos. Sin lasangre de Jade estaba perdido. Se llevóla mano al bolsillo trasero del pantalóny tomó el frasco de pastillas Aodhan.Era pronto para saber si le hacían efectoo no, aun así, volvió a engullir dos. Lasmasticó, no las saboreó como le habíaindicado el sanador. Aún no teníacontrol sobre su ansiedad.

La realidad era que, a pesar de queel dolor físico y las heridas que lecausaron era debilitante, en el recinto enel que le habían tenido confinado enShipka había sido un refugio para quesus dones telepáticos no lo mataran yaque fue cubierto y oculto por un altoescudo de vibraciones

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electromagnéticas que impedía lacomunicación mental tanto del interiorcomo del exterior. Pero desde que habíasalido, el escudo ya no estaba, por tantoen todo ese tiempo no había modoalguno de protegerse, a no ser quebebiera de la sangre de su amadaberserker.

—Joder, me va a estallar la putacabeza... —murmuró levantándose pocoa poco. Debía continuar e intentarcavilar al margen del dolor. Si Aileentenía sangre de su sangre, podía pensarcomo lo habría hecho Jade o él mismo,¿no? ¿Dónde guardaría el libro?

Sus pupilas se dilataron.Se movió rápido y veloz como la

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luz. Una idea había cruzado su mente ysu cuerpo, sencillamente, la habíaejecutado.

Tenía dos lugares en aquella casadonde podía guardar un libro. O en lainmensa biblioteca que el fuego hacíaarder sin orden ni respeto por las letras,o, en la habitación de donde venía elextraño y dulce olor de tarta de queso yframbuesa, mezclado con granada. SiAileen tenía algo de él y de Jade habríautilizado aquel diario como libro decabecera, como un modo de sentirseunida a sus padres. Tal vez leería unfragmento cada noche.

Cuando Thor entró como un rayo ala alcoba, también reconoció el olor deCaleb, su mejor amigo. Aquel era el

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lugar de la pareja, donde ellos dormían.Las llamas quemaban todo a su

paso, cortinas, alfombras, muebles…Los cristales reventaban por la presióndel fuego. Debía darse prisa paraencontrar el libro de Jade que, intuía,debía estar ahí. Las cortinas llamearon,y antes de que aquel lugar fuera pastodel infierno, el vanirio se movió con suhipervelocidad, abrió el segundo cajónde la mesita de noche, y tomó el diariode su mujer entre las manos.

Se quedó prendado de la sensaciónde sostener algo que le producía unvacío de estómago y que su menteluchaba de un modo titánico para poderrecordar. Sus manos lo reconocían. Susrecuerdos no le daban lugar.

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Las tapas duras y rústicas estabancubiertas de piedras preciosas verdes,que resaltaban aún más por el contrasteque dibujaban los topacios oscuros queformaban su nombre en el centro. Habíaescrito JADE.

Pasó la mano abierta por encima dela cubierta, al tiempo que se pasó lalengua por los colmillos, para saborearparte de la pastilla Aodhan. Era como situviera el sabor de su mujer en lalengua. Y aquel libro olía a ella.

Thor cerró los ojos y lo inhaló condesesperación. Sí, sin duda olía a suberserker aguerrida.

La casa crujió bajo sus pies.Distraído miró hacia arriba y esquivó

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sin problemas una viga de madera yparte del techo que se desmoronabasobre su cabeza.

Se impulsó sobre los talones yemprendió el vuelo, saliendo sindificultades de su casa, que desaparecíapara siempre entre las grietas que secreaban por la interacción de la grietamayor que cruzaba y partía en dos todoLondres y el país inglés.

Pero a él le daba igual lo quesucedía abajo.

Thor MacAllister tenía un objetivoentre ceja y ceja y, hasta que no laencontrara, no iba a detenerse. Mientrastanto, volando a través de laapocalíptica noche tan rápido como su

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cansado cuerpo le permitía, abrió ellibro de Jade y empezó a leer lo quehabía escrito.

A lo mejor, mediante las palabras,Thor recordaría a esa supuesta hija quetenía, aunque su móvil no era otro quehacer más vivo el recuerdo de su mujerpara que su mente se enlazaramentalmente con ella.

Debía encontrar el camino devuelta a casa, y lo haría rastreando lasondas telepáticas que activaban losrecuerdos.

La primera hoja estaba escrita enletras rúnicas, el alfabeto de losberserkers. Se habían grabado en la hojaa fuego, y rezaba lo siguiente:

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«Este libro es propiedad de laprincesa Jade Landin, hija y sucesora deAs Landin, líder del clan berserker, cuyonacimiento fue bendecido por Odín y susdioses».

A continuación, pasó página y leyó:Mi querida Aileen, este es mi

regalo más preciado para ti. Megustaría poder dártelo en mano pero,sin embargo, creo que cuando lo tengasquerrá decir que yo ya no estarécontigo para poder explicarte todasaquellas cosas que tú desees saber.

Con él me recordarás siempre, yaprenderás todo lo necesario respectoa ti y respecto a lo que eres y a quiéneres.

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Es un diario, como ya te habrásimaginado. Nunca tuve nada especialque explicar hasta que conocí a tupadre. Luego llegaste tú.

Tendrás muchas preguntasrespecto a lo que te pasa o a por qué tesientes diferente al resto. Confío en queeste libro te sirva de guía, mi estrella.

Te quiero con todo mi corazón.Mamá.

Las tiernas palabras de Jade lepincharon el corazón. Allí estaba laprueba real de que sí tenía una hija. YJade la había amado.

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Juntos habían creado una vida conla que él no empatizaba. No tenía ningúnsentimiento hacia ella. No podía echarlade menos, ni quererla, ni tampococompadecerla, porque ni en su mente nien su corazón había vinculaciónemocional, así que… ¿Cómo iba aextrañar a una hija que no recordaba?

Su determinación era dar con Jadey recuperarla y, si después ella leayudaba a revivir los recuerdos con suhija, perfecto.

Con esa idea en mente, Thor cruzólos cielos y el sur de Londres decidido adejarse llevar por el libro que tenía ensus manos. Las palabras escritas por sucáraid la llevarían hasta ella, no teníaninguna duda. Solo tenía que tener

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paciencia.Y mientras se dirigía a Urbasa,

continuó con el diario, haciendo de lospensamientos de Jade, también lossuyos.

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II

De donde yo vengo, cuando nacenniñas se celebran fiestas por tandichoso evento. Las mujeres sonveneradas y respetadas, porque son lacuna y el corazón del futuro de nuestroclan.

Cuando cumplí los dieciochoaños, me regalaron este libro. En éldebía escribir, si así lo deseaba, todoaquello que pasara en mi vida.

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Supongo que lo que me hasucedido hoy, a la edad de 22 años, eslo primero que escribiré.

Ha llegado mi conversión. Hepasado de ser una humana aconvertirme en una berserker. Ha sidoextraño y doloroso, pero parece que yahe hecho la mutación. A los 22 años, taly como nos manda la tradición.

Y creo que es una locura, porquedesde entonces tengo una cola deberserkers machos esperando a que lesescoja como pareja. El clan cree quesoy la mujer más bonita que ha existidoentre ellos. Dicen que soy especial y meapodan princesa Jade.

Estoy cohibida y ebria de tanta

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adoración…

¿Cómo no iba a ser consideradaJade como una princesa? Era tan bellaque dolía verla. A él siempre leemocionó contemplarla.

…Hoy he conocido al hombre másincreíblemente hermoso y apuesto quehe visto en toda mi vida. No sé cómo hasucedido, pero lo he encontradomirándome entre los setos del WestPark. Vigilándome y acechándome.

Cuidándome y, a la vez,amenazándome.

Así es cómo me siento. Él es unaamenaza…

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Sin darse cuenta, ajeno al mundoque moría y que él había sido destinadoa proteger, Thor se embebió de laspalabras de la berserker y eso le ayudóa refrescar recuerdos, momentos,instantes junto a ella, aunque fueranfugaces e impermanentes. Al menos, através de lo que ella describía, él podíahacerse una imagen de cómo había sidotodo.

…Hoy lo he vuelto a ver, pero estavez he procurado estar acompañada delos machos del clan. Ellos me siguenallá donde voy como perros en celo.Son tan adorables.

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He sentido sus ojos sobre mi nuca,sobre mi cuello y juraría que me hahablado mentalmente. Ha exigido queme apartara de ellos y que fuera haciaél, que volviera a él.

Si lo ha hecho, no puedoacercarme. Si su voz era real, deboapartarme.

Él es nuestro enemigo…

Sí. Lo sabían. Sabían locomplicado y descabellado que era queun vanirio y una berserker tuvieranrelación y se enamoraran. Pero, una vezque puso sus ojos sobre ella no pudodetener ni su instinto ni su necesidad.

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… Hoy me interné en Dudley conel clan. Tenían ganas de acción ysabían que allí la encontrarían. Nadamejor que abrir antiguas rencillasentre ellos y los chupasangres. No megustan las peleas, las odio, no sé porqué me han llevado, pero el egomasculino es así.

Él estaba allí. Se reía de nosotros,mordía a los chicos con la mirada y medevoraba a mí con los ojos. Me miraba.Me estudiaba. Me asusta y me quemapor dentro.

Al final no ha habido pelea.Demasiados humanos de por medio…

A veces, los berserkers y los

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vanirios se provocaban. Laanimadversión era tal, que necesitabanconfrontarse de vez en cuando paravaciar el combustible de odio querecorrían sus venas. Odio que Thor,ahora, sabía que era totalmenteinfundado.

Sino, ¿cómo un vanirio podríaenamorarse tan locamente de unaberserker? Y lo que es más increíble,¿cómo habían podido concebir a pesarde las amenazas y las recomendacionesde los dioses? Eso quería decir que paranada eran tan distintos. Los mismosdioses temían que ellos se rebelaran y seerigieran un día como seres quepudieran llegar a ser más fuertes ypoderosos que ellos. Por eso siempre

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les mantuvieron enfrentados.Pero Jade y él no pudieron odiarse.

Él había nacido para protegerla y estarcon ella, aunque tuviera modos un tantoviolentos de demostrárselo.

No sé cómo ha sucedido, pero treshombres vestidos de negro hanintentado abusar de mí en las montañasde Wolverhampton. Eran humanos. Porsuerte, él me ha salvado. Creo que losha dejado inconscientes, si no los hamatado, porque nunca había visto anadie luchar con tanta furia.

Me ha abrazado y me ha cogido enbrazos como si fuera una desvalida. Yme ha dicho que yo era suya, que me

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prohibía que me apartara de él. Me heenfadado. Me he enfadado tanto...Nadie me da órdenes y ese hombreparece que es un dominante y unabusón. Los vanirios son unosprepotentes. Siempre fueron así.

Me tocó y me sobó como si fuerarealmente algo de su propiedad, sintener en cuenta si yo lo deseaba o no.Me da miedo.

Me da miedo, pero... me gusta.Despierta en mí algo primitivo que seencontraba dormido en mi interior. Nome quiere decir su nombre todavía.

Aquella era la prueba irrefutablede la potente atracción que sentían el

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uno hacia el otro. Jade era su almagemela, su pareja de vida. Y él era lasuya, aunque pecara de arrogante paradarle cuentas de ello.

No puede hacerlo. No puedehacerlo... Pero, ¿qué se ha creído? Estanoche me ha secuestrado y me hallevado a su casa. Una casa preciosarodeada de jardines y flores silvestres.Me ha dicho que me deseaba y yo hequerido forcejear con él, he queridoliberarme de sus fuertes brazos, de sucalor, de su atracción y de su boca queme lamía el cuello y arrasaba mislabios y mi lengua. Debería estarprohibido besar de ese modo.

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Aun así sigue asustándome. Measusta su intensidad, su modo dequerer dominarme y someterme a élcomo si fuésemos fieras salvajes. Soyuna berserker, soy una fiera pornaturaleza, pero él es mucho mássalvaje que yo. Y no sé si estoypreparada, porque él, definitivamente,no es como yo. Después de discutirnos,me ha dejado de nuevo enWolverhampton y se ha ido sindespedirse…

…Hoy me ha vencido y haderribado todo mi autocontrol. No sécómo ha pasado. Debió de ser la lunallena y él, ese insoportable yendiabladamente sexy vanirio, se hametido en mi mente y no me quiere

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liberar de sus cadenas.Lo he encontrado en Segdley

hablando con una chica rubia y detetas enormes (mi padre me cortaría lalengua por hablar así). Me han entradoganas de arrancarle los ojos y decortarle ese bonito pelo ondulado quetiene y que mueve de un modopresumido y seductor. Creo que él,cuando me ha visto, ha sonreído ydesafiándome con la mirada se haacercado más a la rubia y... la haacariciado...

Se me ha hecho un nudo en elestómago y he sentido que quería reírsede mí, que eso es lo que había estadohaciendo desde que me vio. He salidode allí corriendo como alma que lleva

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el diablo, pero me ha detenido a mediocamino, porque ha aparecido en elbosque como si también fuera de él. Lehe exigido una explicación y me heconvertido en lo que dicen que son lasmujeres berserkers: unas guerrerascelosas y posesivas de sus hombres.Menudo espectáculo.

Él me ha agarrado del pelo y meha hecho callar con sus labios. Y yo heperdido el Norte. No es justo. No puedequitarme el conocimiento de ese modo.Me ha dicho que quería saber hastaqué punto yo sentía algo por él, quepor eso se ha comportado así. Me haculpado de ser fría, de no dejarmellevar, de no ir a él cuando lo pedía. Lehe dado una bofetada y le he dicho que

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no podía obligar a los demás acomportarse del modo en que él queríaque lo hicieran, pero después de todo elberrinche, me arrepentí de haberlepegado. Estaba furioso y su rostroparecía estar cortado por los mismospatrones que las esculturas griegas.Me cogió como un saco inanimado, mecolgó de su hombro y sentí que noselevábamos por los árboles y el bosquey que aterrizábamos en el jardín de sucasa. Yo estaba asustada, tenía miedo…

Por todos los dioses. Thor sabía loque venía a continuación y no estabanada orgulloso de ello. Nada enabsoluto. Pero aquel era el único modode hacerle entender que o se unía a él o

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se convertía en un monstruo.Y aun así, fue un monstruo con ella.

No tenía miedo de él, sino de esefuego abrasador que reflejaban susojos. Me desgarró la ropa y me tumbóen la cama de su habitación. No helogrado entender cómo llegamos hastaallí, pero llegamos seguro. Me haanclado a la cama y me ha separadolas piernas. Le he gritado y le hepegado todo lo que he podido pero élno me ha hecho ni caso. Se habíaquitado la ropa y estaba desnudo, derodillas entre mis piernas. Yo temblaba.Él me dijo, que no me resistiera a él,que no intentara alejarlo, que lo dejara

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entrar y tomar libremente lo quequería. Nunca lo había visto así, losojos rojos y las pupilas negras, losdientes largos y lacerantes. Me dijoque me haría daño, que no lo quería,pero que me lo iba a hacer porque nopodía controlar a la bestia que habíaen él. Que esa bestia se despertabasólo conmigo, pero que iba a intentarregresar. La primera vez iba a dolermey, a lo mejor, a asustarme. Después desuperar ese trance, las demás vecesiban a ser frenéticas y rozarían eléxtasis, me aseguró. Eso me habíadicho. ¿Cómo podía creerlo?

Yo no podía estar más asustada delo que ya estaba.

Se cernió sobre mí, encajó las

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caderas entre las mías y, sufriendo eldolor más ardoroso e irritante quehabía sentido hasta entonces, mepenetró de una sola embestida. Luegofueron más hasta que mi útero lo dejóentrar por completo.

Era un animal. Me había arañadola piel, sentía que yo estaba sangrandoentre las piernas, oía mis sollozos, missúplicas de que parara, pero no lo hizo.Nada podía detenerlo. Me clavó loscolmillos y bebió hasta que perdí elconocimiento. Aun así, creo que nientonces se detuvo.

Cuando volví a despertarme, teníaun regusto a hierro en la boca. Salté deun brinco de la cama y busqué lapuerta más cercana para salir de allí.

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Él me daba miedo. Estaba aterrorizada,enfurecida y dolida por sucomportamiento.

Me detuvo cerniéndose sobre mí yaplastándome contra la pared deespaldas a él. Seguía siendo demasiadoagresivo. A través de la ventana podíaver la luna pálida y brillante en elcielo, más grande que nunca. Yo noquería volver a unirme a él, no queríaese tipo de relación. Además, él era unvanirio y yo una berserker. No noscaemos bien, nos repelemos.

Me abrazó, esta vez sin violencia,sólo con ternura y algo de posesividady hundió la cara en mi cuello. Con unhilo de voz, me rogó que no loabandonara, que ese tipo de unión se

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daba solo la primera vez, con laverdadera pareja. Yo era su cáraid, medijo, su pareja eterna…

Me dijo que yo era suya y que élera mío, y me suplicó que le dejaraamarme otra vez como él sabíahacerlo. No sé por qué me acongojédespués de aquellas palabras, sobretodo después de cómo me habíatratado, pero quise confiar en él. Volvióa tomarme en brazos y a dejarme sobrela cama. Con sus manos y sus besos,calmó mis temblores y mis miedos. Consu lengua, lamió y chupó mis heridas ytambién las que no se veían. Se colocóentre mi entrepierna y yo me cubrí, medolía y no quería que volviera atocarme ahí.

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Cuando me pidió que le dejaracurarme, parecí verle los ojoshumedecidos y muy arrepentidos por loque había pasado. Me enternecí, no lopude evitar. Aparté las manos, él me lastomó y me besó uno a uno los dedos delas dos. Luego se acomodó entre mispiernas y me las separó con loshombros.

Posó su boca y su lengua ahíabajo y yo me envaré. Aquello eraincreíble. Me chupó y me chupó hastaque casi me saltaron las lágrimas peroesta vez de placer y, después dellevarme al éxtasis tres veces seguidas,se acomodó entre mis piernas y sehundió en mí. Yo creía que iba aenloquecer de gozo. No había

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imaginado nada parecido entrehombres y mujeres. Pero él me lo habíaenseñado. Valió la pena el sufrimientoinicial para luego recibir el placer mássublime…

Bueno, pues ya no soy virgen.Ahora soy una mujer enamorada de unhombre llamado Thor. Jade, la princesaberserker, y Thor, el guerrero vanirio.Menuda pareja…

Thor sonrió por primera vez enmuchísimo tiempo. El último párrafo eramuy del estilo de Jade. Podían sucederlecosas horribles pero después lasaceptaba y continuaba adelante conoptimismo. Era como si pusiera tiritas a

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las hemorragias, de modo que, enrealidad, no le diera verdaderaimportancia a nada si continuaba viva yhabía tiempo para enderezar lo que sehabía torcido. Era muy optimista.

Nos hemos convertido en amantesfugitivos. Somos conscientes de que lasdiferencias entre berserkers y vaniriosson completamente insalvables. Sidecimos que estamos juntos, habrá unaguerra de nuevo. O peor, nos mataránpor haber cometido desacato. Peroestamos enamorados y queremosdisfrutar de nuestro amor todo eltiempo que nos regale la vida.

Así que hemos decidido irnos de

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Inglaterra. No podemos ocultarnos pormás tiempo. Debemos encontrar unsitio ideal para nuestrascaracterísticas. Creemos que Rumaniaes una buena opción.

Sí, recordaba esos momentos. Laangustia por saber que los clanes noaceptarían una pareja como la de ellos,el miedo y la inseguridad por serjuzgados públicamente.

La posibilidad de que uno u otromuriera al ser castigado por desacato seles antojaba insoportable, por esodecidieron huir.

No querían incomodar a nadie, ymucho menos provocar de nuevo

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altercados intolerables en los que unos ootros perdían la vida.

El amor como el de ellos nodebería tener como resultado bajas deese calibre.

…Thor está un poco apenado pordejar su clan y a su mejor amigo Caleb,pero está todavía más afligido por lasdiferencias que han distanciado a lasdos razas hasta el punto de matar pormatar, de perseguir por perseguir, o deprohibir por prohibir. Yo estoy apenadapor no poder despedirme de mi padre,As. Pero es lo que nos toca vivir ahoraa Thor y a mí. Es lo que arrastra lahistoria de los vanirios y los

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berserkers. Ambos somos seres mágicosde linajes ancestrales y, sin embargo,eso es lo único que tenemos en común,por lo visto.

Los Balcanes tienen su encanto.La gente aquí es cálida y aunque hayberserkers y vanirios, increíblemente,parece que se soportan mejor que enInglaterra o al menos... esa es laimpresión. Algunos humanos conocende nuestra existencia, pero seguimosentre los mitos y las leyendas. Enrealidad no quieren creerlo. No noshemos querido relacionar con ningúnclan. No sabemos hasta qué puntopodrían volar las noticias hasta lasislas y, aunque sabemos que al parecerno hay mucha relación entre los clanes

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alrededor del mundo, tampocoqueremos arriesgarnos…

No era que los humanos supierande su existencia. Era que los rumanos ylos gitanos eran personas muy creyentesy supersticiosos y creían en el mundooscuro y mágico de la noche. Por eso lesgustaba creer que eran vampiros. Thorlo había leído cientos de veces en susmentes. Sabía muy bien lo que pensabande ellos. Los veían extraños ymisteriosos y querían creer en leyendasurbanas y populares. Nunca se hubieranimaginado que, en realidad, eran seresmutados por los dioses.

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…Estoy embarazada. Thor y yohemos hecho nuestro pequeño milagro.Las berserkers tenemos camadas, peroyo no estoy segura de que vayan a sermás de uno, sobre todo al ser el padreun vanirio, pero Thor desea que asísea. Dice que quiere réplicas nuestrasen miniatura. Yo me he echado a reír.Es tan tonto...

Vaya. Thor releyó tres veces esefragmento. Con el libro entre las manosy su mirada lila fija en aquellas páginas,esperó que el impacto apareciera, que sequedara sin respiración, que el dolorpor no recordar le atenazara, perocontinuaba sin sentir nada en absoluto. Ydudaba de que volviera a hacerlo si no

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encontraba rápido a Jade.Réplicas de ellos en miniatura. Si

alguna vez había dicho eso, lodesconocía por completo.

…Sorpresa inesperada la de hoy.Samael nos ha encontrado. No sabemosmuy bien cómo, pero ha asegurado queel vínculo entre hermanos es tan fuerteque al final pudo encontrarlo. Nadiesabía que Thor y yo nos habíamosfugado juntos. Ahora Samael lo sabe,pero no sabe que estoy embarazada.Hemos decidido no decirle nada. Por lovisto, no se va a quedar, pero sí que leha exigido a Thor que esté en contactocon él, al menos. Para no preocuparse

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innecesariamente. Thor ha accedido…

Samael. Su hermano Samael lehabía traicionado. Puede que noreconociera el amor hacia su hija, perosí identificaba con todo detalle el odiohacia su hermano. Cómo le hubiesegustado ser él quien lo mató.

En la mente de Daanna descubrióque fue Caleb quien acabó con él.Caleb, el que había sido su mejor amigo,el líder en la actualidad de los vanirios,su hermano, y ahora la pareja de suhija…

Cuánto había cambiado todo… Quédesconectado estuvo del mundo, de suclan, de su familia… y de su amor.

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…Hoy ha nacido nuestro bebé. Esuna niña increíblemente hermosa yrodeada del aura de luz más pura ybonita que hayamos visto jamás. Thorse ha echado a llorar de la emoción yyo también. Me hubiera gustado que mipadre conociera a mi hija, pero no sécómo reaccionarían al saber que eshija de un vanirio. Y Thor deseaba queen un día tan especial sus amigos,Caleb y Daanna, así como Menw yCahal, estuvieran presentes, sobre todoCaleb que, aunque no son hermanos desangre, sí que lo son de alma ycorazón.

Thor está afectado por eso. Cree

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que está traicionando a su amigo pero,al igual que yo, prefiere no decir que seha enamorado, casado y creado unafamilia con una berserker y no porquenos avergüence, sino porque podríahaber represalias indeseadas en ambosbandos. Por lo demás, hoy es nuestrodía más feliz.

No hemos tenido ningún problemapara escoger el nombre. Se llamaráAileen. Dice Thor que en su lenguasignifica «luz» y a mí me hansobrecogido sus palabras. Entonces,que el mundo la conozca como Aileen,la luz que iluminará sus noches ynuestros días…

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Fue un pellizco a la altura delcorazón. Pequeño, pero una ligerapunzada que le daba a entender que notodo estaba tan a oscuras como creía. Enalgún lugar, todavía sentía. Leer aquelpárrafo lo estimuló. No recordaba eseinstante, pero si Jade lo había escritoera porque fue cierto. La berserker no seimaginaba lo que estaba regalándole conaquel libro.

Podía construir parte de su pasado,ahora envuelto en brumas de odio yrencor y machacado a base de torturassistemáticas. Era como un maldito puzle,tenían que encajar las piezas, y no iba aser nada fácil.

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Hay unos hombres muy extrañosmerodeando por las montañas. En elpueblo, se están dando varias muertesen circunstancias un tanto peculiares.La gente señala a los bosques como laprocedencia de los que se hacen llamarnosferátums, vampiros que matan a loshumanos y se beben sus almas.

Estos hombres extraños dicenbuscar a los nosferátums. No sé quépensar.

Aileen ya tiene un año. Es un bebésano y precioso. Puede salir al sol sinquemarse, bebe leche de mi pecho ytiene unos ojos enormes y rasgados decolor azulado. El color de los ojos de

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su padre antes de que los Dioses leconvirtieran en vanirio. Ahora son deun color lila que quita el sentido.

—Que quita el sentido… —murmuró Thor orgulloso cruzando elcielo a una velocidad indetectable paraojos de mortales e inmortales.

Sí. Al parecer, su hija era unahíbrida. Poseía genes de berserker yvanirio, y por eso podía salir bajo la luzdel sol. En el cuerpo de la joven yacíael grial de sus enemigos, sin lugar adudas. Una guerrera como ella, inmune ysin apenas debilidades, sería la piedrafilosofal de cualquier científico loco,como Mikhail y el maligno de Samael.

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Necesitaba leer más. Tenía que vera través de la escritura de Jade.Recordar todos los detalles que pudierapara activar esa parte del cerebro que lehabían frito en Shipka.

No lo entiendo, cuanto más tiempopasa, más nos necesitamos el uno alotro. Más necesito de su contacto y desu cuerpo. Es como una enfermedad.Bendita enfermedad...

He empezado a comprender lo quesignifica ser su cáraid. Él también es elmío. No puedo vivir sin él y él tampocosin mí.

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—Kone —susurró Thor como siaprendiera a hablar con ella—. Tú mellamabas kone. Eso sí lo recuerdo.

…Thor está inquieto y yo también.Las muertes se suceden aprovechandolas guerras de los Balcanes. Unosmueren por las balas o las bombas,otros por el hambre y otros estánmuriendo porque los vampiros los estánasesinando. Y no sólo ellos.Últimamente parece que están siendoatacados por lobos. No quieroimaginar que los lobeznos estén poraquí. Algo tengo muy seguro: ni losberserkers ni los vanirios somosresponsables de esas muertes…

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…Aileen ya ha cumplido dosaños...

Dos años de su vida junto a su hija.Dos. Borrados de un plumazo. Como sifuera fruto de una vida paralela que éldesconocía. ¿Por qué? ¿Por qué le hizoSamael eso? Él siempre le quiso.Siempre. En cambio, su hermano mayorle odiaba.

…Nuestras dudas se hanconfirmado. Están tomando a vaniriosy berserkers por igual. Nos vigilan ynos persiguen. No buscan nosferátums.Nos buscan a nosotros. Hay unaorganización de hombres humanos que

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cogen a la gente de las montañas yluego no los devuelven. Esasdesapariciones son la excusa perfectapara culparnos e ir a nuestrabúsqueda. Nos quieren responsabilizar,pero no es verdad.

Nuestra pequeña Aileen... Puedeque no esté segura aquí.

Thor y un grupo de vanirios, juntocon unos cuantos berserkers, hanformado un grupo de protección declanes. Hay que barrer la zona einvestigar a fondo a estos cazadores.

…Hoy han matado a otro vanirio.Kerzhakov. Su cáraid está en shock.Las mujeres intentamos prestarleayuda, pero creemos que ha caído en

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una gran depresión.Hoy Anna, la cáraid de Kerzhakov,

se ha entregado voluntariamente alsol...

Ha muerto.…Thor y los demás han

descubierto la organización y a suscabecillas. El principal instigador sellama Mikhail Ernepo. Hay otrohombre llamado Patrick Cerril y otroque se llama Sebastián Smith. Ellos sonla cúspide de la organización.

…Hoy Thor le ha dicho a Aileenque tenía un amigo muy guapo paraella para cuando fuera toda una mujer.Se trata de su mejor amigo, Caleb. Yono lo he llegado a ver, pero seguro que

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si es parecido a él, tiene que serarrebatador...

¿En serio le había dicho eso? Nosabía por qué, pero imaginar que Calebhabía abusado de su hija, la conociera ono, le retorcía las entrañas. Solo teníaganas de arrancarle los ojos. Pero nopodía. Porque su mejor amigo estabaextraviado en otra dimensión, o algoparecido… Así que no podía dar con él.

Hemos decidido regresar a lasislas y alertar a los clanes sobre estasorganizaciones. No sabemos cómoalcanzan a los vanirios ni a losberserkers, pero creemos que trabajan

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en conjunto con los vampiros y con loslobeznos. Es la única respuesta que senos ocurre. Ellos tienen el podermental para captarnos. ¿Por qué nospersiguen estos humanos? Yo una vezcreí que se aliarían con nosotros, noque irían en contra. No les hemoshecho nada. Somos buenos, defendemosa los humanos. Y, sin embargo, estoscazadores trabajan con los vampirospara darnos caza.

Creemos que están intentandoextraer algo de nuestros cuerpos, algoque los vampiros anhelan o que inclusolos humanos desean y, aunque nosabemos con exactitud qué es, tiene queestar relacionado con mutacionesgenéticas de algún tipo.

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Aileen tiene cuatro increíbles ytiernos años. Nos tiene cautivados…

—Cuatro. Cuatro años —musitóincrédulo. ¿Qué le había quedado a él?Nada. Ni un solo recuerdo de aquellosaños. Cuanto más contrariado se sentía,más le urgía dar con Jade y recuperar eltiempo perdido, aunque no disfrutarandemasiado el uno del otro. Tenía que darcon ella y hacer cumplir su palabra deluchar y morir juntos, porque era loúnico real que le quedaba en la vida. Loúnico por lo que valía la pena disputarlela razón a la locura.

…Desde ayer, estos asesinos nos

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persiguen. Hemos regresado a Dudleypara alertar a los vanirios, perocreemos que los cazadores ya tienengente que trabaja para ellos justo aquí,en Black Country. No podemosmovernos sin levantar sospechas, ycreemos que nos siguen. No podemosllevarles ni hasta los vanirios ni hastalos berserkers. Quisiera poder avisar apapá. Así que esperamos que Samael seencargue de alertarlos a todos. Anosotros nos persiguen casi enmanadas. Me da miedo pensarlo, perocreo que saben que somos una parejade razas distintas y que de esa unión hanacido alguien como Aileen. Temo porella... Creo que les interesa mucho.Estas personas se han organizado y se

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han distribuido por aquellos lugares dela Tierra donde existen nuestras razasy se están aprovechando de nuestrapoca comunicación…

Sin duda se habían aprovechado desu nula comunicación. Berserkers yvanirios no se hablaban, vivíanenemistados creyendo lo peor el uno delotro y culpándose de muertes de las queambos mandos eran inocentes.

Por otro lado, Jade desconocía quesu padre As había muerto. El viejo erauna piedra angular para su pareja, ycuando descubriera que ya no estaba laiba a destrozar. Odiaba ser el portadorde las malas noticias.

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Estaba decidido a continuarleyendo cuando se dio cuenta de que nohabía nada más escrito. Aquella habíasido la última página que Jade rellenó,seguramente, porque después les dieroncaza.

Thor cerró el libro y se lo guardódentro del jersey térmico que llevaba. Elmanuscrito le daba seguridad, loabrazaba como un hogar, como la pruebairrefutable de que no estaba loco, y deque una vez había amado con tantafuerza que se había olvidado de símismo.

Entonces, una extraña sensaciónrecorrió su pecho, y después,experimentó un vacío lánguido en elinterior de su cabeza.

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Y fue así como lo sintió. Unalevísima señal que reconocía a laperfección, minúscula, casi inexistente,pero para un hombre como él al que selo habían quitado todo, era suficientecomo para ir en su busca y matar poraquel ínfimo destello de luz.

Acababa de detectar una cariciamental de Jade. La reconocía a laperfección, sabía que era ella.

Y por ella cruzaría el mismísimoinfierno que era aquel planeta.

Porque si había un final, ese finallo vivirían el uno al lado del otro.

Con gesto resoluto y unaconvicción sin réplica aceleró el vuelo,

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y se imaginó en todo lo que se diríancuando volvieran a reencontrarse.

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III

Jubileé ParkRAGNARÖK

Se suponía que aquel búnker debíade ser irrompible e inescrutable. Elrefugio ideal para sobrevivir a cualquierataque.

Pero ese que vivían no era unataque cualquiera. Se trataba delRagnarök, el final de los Tiempos, el

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ocaso de la vida tal y como la conocían,y de eso estaban seguras Tea, Dyra yAmaia, las tres sacerdotisas de la diosaque habían tomado la decisión dequedarse con los vanirios para rezar porel alma de todos y esperar al nacimientode un nuevo caldero donde emergeríanespíritus puros y libres llenos de luz,capaces de salvar al Midgard de laoscuridad en la que Loki y las fuerzasoscuras lo iban a sumir.

Las tres ancianas no eraninmortales ni guerreras, tampocoposeían grandes dones más allá del decontactar con la diosa, leer las runas,intuir el futuro y utilizar sus propiosmedios para enviar mensajes.

Las runas nunca mintieron. En la

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última tirada que realizaron, después delataque en el Jubileé Park, les hablaronalto y claro. Ellas les hablaban de unciclo que se acababa, y de un serliberado que iría en busca de alguienprotegido por matronaes. Ese hombre ylas acciones que emprendiera, marcaríanlas dos lunas negras. Las sacerdotisassabían que el Midgard sucumbiría endos días, Loki no necesitaba nada máspara destruir un mundo. E intuían quiénpodía ser el hombre misterioso queaparecía de repente en sus lecturas, puesRuth antes de irse y de despedirse deellas les había puesto en antecedentes.Así que, probablemente, ese hombre erael padre de Aileen. Pero tenía un viajeque emprender y dar con aquello que

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tanto anhelaba su alma. Y ese algo, eracustodiado por dos protectoras.

Ese ciclo oscuro en el que ahoranadaría el Midgard, podría detenersecon el movimiento de las fichascorrectas, que debían sucederse unadetrás de otra como en una cadena depiezas de dominó, que caían impulsadaspor el contacto de otra.

Y todas esas piezas habían seguidosu curso hasta ahora. Todas actuaroncomo creyeron conveniente y,previamente, todas fueron anunciadaspor las runas. Como sucedía en esemomento con el hombre liberado.

La matronae María habíaentregado la vida para dársela a Nanna,

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la pareja de Balder. Lo mismo habíahecho As, para salvar a Noah. Eransacrificios necesarios para seguiralbergando esperanza, aunque suspérdidas eran irrecuperables y muycaras. Aquella, y no otra, era su misiónante la llegada de los días oscuros. Y lahabían cumplido sin rechistar, en ungesto valiente y admirable propio de doslíderes como ellos.

Ahora, en ese búnker, las tressacerdotisas tenían en sus manos laposibilidad de realizar un último gesto.Todas las sacerdotisas del mundoestaban conectadas. Y dentro de lasmatronaes, María había sido muyconocida e importante porque a ella sele daba el cuidado de la Cazadora y de

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una híbrida que iba a cambiar las cosas,Aileen. Pero como líder de lassacerdotisas, no era la única con altoscargos y responsabilidades.

Habían más sacerdotisasdesperdigadas por todo el mundo conlas que tenían contacto de un modoespecial y mágico. Y entre ellas, sehallaban dos sacerdotisas más llamadasCedro y Daphne que, de estar vivastodavía, debían recibir su mensaje dedefunción para que realizaran yactivaran su cometido, fuera cual fuese.Ambas también eran matronaes ycuidaban de algo que la diosa Nerthusles había prestado, fuera lo que fuese.En el caso de María y de ellas fueron lallegada y el cuidado de Aileen y

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después la iniciación y guía de Ruth.Cedro y Daphne tendrían su propia

empresa también. Y, puesto que Nerthusy las nornas no daban puntada sin hilo,estaban convencidas de que su causa serelacionaba directamente con laaparición en las runas de ese hombre yde lo que ellas podían custodiar comomatronaes.

Había llegado la hora de dar elmensaje de aviso y despedida a toda lared de mujeres mágicas del mundo,todas las que siguieran en pie. Derecibirlo, Cedro y Daphne actuarían encompensación.

Tea, la más alta de todas, abrazabapor los hombros a sus dos hermanas,

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Dyra y Amaya. El búnker estabacompletamente cerrado, y solo dos lucesde emergencia iluminaban los hermososrostros de los vanirios que habíandecidido ocultarse allí con sus hijospequeños. Daba pena ver que una razainmortal tan hermosa, que había sidocreada para la protección y el bien,mayores y niños, iban a desaparecerbajo las garras de los jotuns, a los queya se les escuchaba intentando abrir lapuerta del suelo del Ragnarök, hurgando,respirando como animales, hambrientosy sedientos de sangre, esperandodescender un kilómetro bajo tierra parahallarlos a ellos: humanas, sacerdotisasy guerreros vanirios y berserkersreplegados con sus hijos, en un último

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intento por sobrevivir o por darles unamísera e improbable oportunidad depermanecer con vida.

Iain y Sheenna, Inis e Ione,abrazaban a sus pequeños que hundíansus cabecitas en sus vientres o entre suspiernas, y que solo abrían la boca paradecir que tenían miedo. Aquellasmáquinas de matar tan bellas bajabanlos brazos y las armas para estar junto asus seres queridos y decirles por encimadel dolor y el adiós, que les amaban. Yera un gesto tan noble como el de aquelque decidía luchar.

Porque, ¿quién no temía a lamuerte? ¿Y cómo se podía juzgar al que,después de milenios de lucha, tomaba ladecisión de vivir sus últimos minutos de

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vida como quisiera, en calma, y en paz,unidos a los seres que quería?

Nadie. Nadie debía.Las sacerdotisas se hacían cruces

de cómo debían sentirse ellas, lasvanirias, después de lo difícil que lesera concebir, saber que iban a acabarcon la vida de sus niños y que no iban adisfrutar de ellos. Seguro que les doleríamás que sus propias muertes.

Tea tomó aire para intentar serenarel dolor de su corazón y se tragó lacongoja de verse en los últimosmomentos de vida. Debían reaccionar ydarse prisa para dejar su mensaje en elaire y que este llegara alto y claro aCedro y Daphne, porque a pesar de estar

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a un suspiro del sueño eterno, no debíandescuidar su deber con sus códigos ycon su diosa, a la que siempre sirvierony por la que siempre vivieron ypelearon.

Su promesa y juramentopreponderaba por encima de todo lodemás.

—Hermanas —pronunció Tea consolemnidad—. No nos queda tiempo. Ennada tendremos a los esbirros de Lokiaquí con nosotros, y poco o nadapodremos hacer. Pero no vamos a obviarnuestra misión de vida, que es honrar ala diosa y a la madre Tierra hasta laúltima expiración. Es ahora —dijocontundente—, cuando cae sobrenosotras la hoja de la verdad y cuando

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ha llegado nuestro momento. Vamos amorir —sentenció alzando la barbillasin miedo.

En ese instante nadie le llevaría lacontraria. Era la única realidad quequedaba. No sobrevivirían al ataque delos jotuns. Nadie de allí lo haría. Portanto, el final asomaba con descaro.Amaia y Dyra clavaron la miradaapenada en el oscuro suelo. El silencioera horrible, todos estaban pendientesde los ruidos que cada vez sonaban máscerca, señal de que sus verdugosavanzaban.

—Debemos hacerlo ya —continuóTea—. ¿Tenemos nuestroscanalizadores?

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Ellos contestaron llevándose lamano libre al frasco que pendía de suscuellos, sujetos por un cordel de pielmarrón. En su interior, cobijado porcristal transparente, descansaba arenilladorada de textura similar al polvo deestrellas.

Lo llevaban con ellas desde hacíauna semana, sabedoras de que elArmagedón venía, y de que tendríanpoco tiempo para actuar.

—Hagámoslo ya —pidió Amaiacerrando los ojos.

Las tres mujeres, bajo la plausibley solemne penumbra del búnker, tomaronsus frascos con la mano derecha yunieron sus manos izquierdas en el

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centro del tridente.En su interior había polvo de

grafeno, un mineral altamente conductoral que iban a dar uso para transmitir unanoticia a través del aire.

—Ora tú, Tea —pidió Dyra sinpoder disimular la ansiedad en su voz.

Tea, con su pelo largo ahorarecogido en un moño, vestida con latúnica blanca y larga que caracterizaba asu hermandad, sujetó las manosizquierdas de sus hermanas y las animóa que ambas unieran sus frentes.

—Con las palabras vamos a darintención —dijo en voz susurrante solopara que ellas las oyeran—. Con laintención crearemos la oración. Y de la

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oración nacerá el hechizo. Que lashermanas del mundo lean y escuchennuestro mensaje. Las tres de lasHighlands se despiden y pedimos a lasque tomen nuestro legado que,atendiendo a los designios de Nerthus,actúen como correspondan. Las runashablan de un hombre que va en busca dealgo que perdió y que protegen nuestrashermanas. Ya no hay más esperanza queesa. Atended este mensaje y ayudad aque las piezas encajen —las tresabrieron el frasquito y dejaron caer elpolvo de su interior para soplarlo y queeste se elevara por encima de suscabezas. Al mismo tiempo dibujaron consus dedos, en el aire, una letra parecidaa la f, símbolo de la runa Ansuz, signo

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de los mensajes, los regalos y lossímbolos. El polvo de grafeno volóhasta que encontró una pequeña grietapor la que viajar a través, y desapareciódel búnker. Después, las tres volvieron atomarse de las manos—. Nosotras, lashermanas Dyra, Amaia y Tea decimosadiós con la esperanza de que nuestrasalmas, en otro momento, en otra era, enotro despertar —pronunció en medio deun lamento sentido— se vuelvan ajuntar. Porque no quiero más familia queesta —sentenció abriendo los ojos ymirando con amor e infinitoagradecimiento a sus dos compañeras.

Se abrazaron haciendo una piña.Tea alzó la cabeza y vio

acurrucadas a las cuatro humanas que se

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habían hecho cargo de aquel lugar,cómplices de sus secretos y de todas lasacciones que emprendían. Héroesanónimas de la guerra silenciosa demundos de luz y oscuridad que se dabaen aquel Reino. Lorena, Lourdes, Ana yEmejota lloraban en silencio, pegadaslas unas a las otras, aterrorizadas porese color y ese silencio que precedían ala muerte.

—Hermanas —las avisó Teaabriendo los brazos—. Venid aquí.Haremos el viaje juntas.

Las chicas sorbieron por la nariz yde un salto corrieron a los brazosprotectores de Tea, que los abría comoabría el ala una gallina, para proteger asus polluelos.

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La puerta metálica del búnker, demetros de grosor, era aporreada confuerza. El suelo bajo los pies de los queallí se escondían tembló y se sacudiópor la fuerza de los purs, que abríanagujeros en sus capas. Los niñosempezaron a gritar y a llorar, y suspadres los cubrieron con sus cuerpos,creyendo que esa caparazón lesprotegería del dolor.

Pero ya no había salvación.—No hay miedo ni vergüenza en la

muerte —susurró Tea dejando caer lacabeza hacia atrás y hablando desde loprofundo de su alma—. A todos nosllega. Es un derecho vivir y escoger delbando del que estamos, y es un derecho

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decidir cómo nos vamos. Gracias portodo, hermanas. Os quiero —la puertadel búnker voló por los aires, y antes deque lobeznos, etones y purs cometieronotro genocidio, la anciana exclamó—.¡Por un nuevo amanecer!

Se despertó de golpe, en guardiacomo siempre hacía, como si no fueracapaz de descansar en paz y el sosiegonunca se aliara con ella. Se apartó elpelo negro de la cara y palpó con lapunta de sus dedos su piel sudorosa.

Aquel sueño, como los de lasnoches anteriores, había sido distinto.Esta vez, el desconocido envuelto enniebla, difícil de dilucidar, el mismo quesiempre la turbaba y la perseguía en elmundo astral, llamándola y pidiéndole

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que lo fuera a buscar, se había acercadomás de la cuenta y había pronunciado sunombre. «Jade» le había dicho.

Ella se sintió encerrada con él ensu propio sueño, inmóvil por laintensidad de sus ojos lilas que laatravesaban hasta el punto de queparecían saber más de ella de lo queella sabía de sí misma. Su pelo negro ylargo se mecía por el viento, como sivolara hacia su cama, y entre sus labios,pudo apreciar la parte afilada de doscolmillos blancos y puntiagudos.

Por eso se despertó de repente,azotada por la sensación de ser asediadapor uno de ellos. De esos innombrables.Ella, una princesa de su raza, una lobainmortal, jamás podía tener contacto con

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seres de su calaña. Con esos que sehacían llamar vanirios y que eran tanmalvados o más que los vampiros. Losde su clan la mantenían alejada de lasreyertas y las luchas que sabía queprodigaban alrededor contra monstruosde esa especie que mataban a menudo ahumanos, y más ahora cuando el mundohabía entrado en una guerra con esosseres y sus secuaces. La sobreprotegían,no cabía duda, porque ella era una mujermuy preciada para los suyos. La únicade un linaje puro aniquilado; la única ala que habían dejado con vida despuésde un terrible ataque de los vanirios enInglaterra. Un ataque en el que toda sufamilia murió. Pero, gracias a lamisericordia de humanos como el señor

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Francesc y sobre todo, gracias a loscuidados de Daniel, había podido seguiradelante, y ser aceptada por otro clan enel Norte de España.

Y allí, en Urbasa, era donde vivíadesde entonces. Rodeada de berserkerscomo ella, que la querían y larespetaban y, ante todo, luchaban pormantenerla viva.

Se levantó de la cama y arrastró lospies descalzos por la moqueta. Queríaver a través de la ventana cómo seguíala noche, si el cielo continuaba con esecolor granate y amenazador. «Cielo desangre» dirían sus amigas.

Y sí. Continuaba así.Bueno, era el presagio de una

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batalla anunciada entre las fuerzas delbien y del mal. Y los berserkers y loshumanos eran el bien, y todos los demás,incluidos los vanirios, eran el mal. Perono iban a permitir que los malosvencieran. Aquel era su hogar y, si enalgún momento tuviera que luchar, loharía.

En el cielo, los buitres, cuervos yhalcones migrando debido a la amenazade ese cambio climático en todo el orbe,ya avisaban de una batalla cercana.

Jade, ligeramente ausente,recordando los ojos lilas de supesadilla, se rascó el interior de lamuñeca. La miró con atención, palpó supiel suave y joven, asombrada de notener ninguna rojez. No entendía por qué

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siempre le escocía si allí no tenía nada,ni siquiera un eccema.

En su casa, en lo alto de aquellasierra, podía vislumbrar un paisaje derasos, roquedos y bosques, cubiertos porla espesa capa de bruma que ocultaba loque sucediera bajo ella. Tierra demisterio, el hogar de las hayas, los tejos,los fresnos y muchos tipos de árbolesmás.

A través de los hayedos, de sussuelos, emergían rosales silvestres,orquídeas y anémonas que ella adorabacontemplar, y también, encontraposición, espinos. Pues en aquellugar vivía lo hermoso y lo peligroso enarmonía, del mismo modo que no podíatocar una rosa sin pincharse con sus

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espinas.Daniel no tardaría mucho en llegar

de su viaje a los Balcanes y le traeríanoticias de cómo continuaba el mundo,mientras ella permanecía a salvo bajolos muros de piedra natural de lafortaleza en la que vivía.

Pero Jade también era rebelde, noobedecía las consignas a ciegas. Era unamujer osada e intrépida, para desgraciade sus protectores, y tal vez esa nocheno le apetecía quedarse encerrada en sucastillo, pues la ansiedad por el sueñoque había tenido le hostigaba más que laprohibición de Daniel y su clan de saliren altas horas de la madrugada.

Se sacó el camisón por la cabeza y

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se puso unos pantalones ajustadosnegros, sus botas de montaña y un jerseyrojo y grueso con capucha. Otrasmujeres pasarían frío, pero no ella, yaque la noche antes de luna llena sutemperatura corporal ascendía variosgrados, como si su cuerpo entrara enerupción como un volcán. Una de lasmuchas vicisitudes de ser diferente y unaespecie en extinción.

Gracias a Daniel pudo aprender acomprender su naturaleza, pero no le fuefácil, pues al principio no confiaba ennadie, ya que no recordaba nada de loque le había sucedido ni tampoco sabíaquién era. Perdió por completo laidentidad, pero Daniel la ayudó aconstruir su pasado y su presente. Daba

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gracias por haberlo conocido y porquehubieran seres con tanta bondad y tantodesinterés como para ayudar a otros ydedicarse a recuperarlos.

Por eso, procuraría llegar a su casaantes de que Daniel regresara. No queríahacerlo enfadar de nuevo por susescapadas, porque aunque era humano,tenía un temperamento de mil demonios.Así que, se recogió la melena lisa en unacola alta, abrió la ventana con sigilo, sinhacer demasiado ruido, y se encaramó ala cornisa para dar un salto de quincemetros hasta el suelo, y caer de pie,como solo las lobas como ella sabíanhacerlo.

Cuando arrancó a correr no lepareció tan mal lo que estaba haciendo.

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Le urgía hablar con las únicas mujerescon las que podía conversar sobre todo.Descendería colina abajo, como un almadescarrilada, dejando atrás senderos yriachuelos, y árboles tan altos quepodrían tocar el cielo, para dar con laencantadora casa que regentaban suspilares en aquella tierra; sus amigas,confidentes y protectoras.

Tal vez, ellas sabrían decirle porfin por qué razón soñaba con undesconocido vanirio, un enemigo queiba en su busca en el mundo de lossueños.

Porque, Jade sabía muy bienquiénes eran sus enemigos, pero erahonesta y sensata y no podía negar queaquel hombre cuyos ojos la ponían

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nerviosa, también poseía una voz que lehacía pensar en una vida que no lepertenecía.

Y eso era imposible, fruto,seguramente, de algún juego mentalistade vanirios y nosferatus. Por eso, debíaponerle freno.

Las dos mujeres se abrigaron consus mantos mientras perdían la miradaen el horizonte que traía aciagasnoticias. Eran ya mayores, una pareja deancianas de pueblo. Vivían en elnacedero de Urederra desde bienpequeñitas y allí habían crecidoenvueltas en tradiciones, enseñanzasancestrales y dedicación a la Diosa.

En aquel lugar, en aquella hermosa

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villa de montaña ya no había señaltelefónica ni televisión. Las casasquedaban iluminadas solo al amparo delas antiguas lámparas de aceite. La gentese replegaba alrededor de laschimeneas, con toda la familia, paraencontrar el calor que el miedo por elcaos reinante en el mundo exterior lesestaba provocando.

Y seguramente, suponían ellas,habría la misma estampa en todos loshogares del resto del planeta,angustiados por la crecienteincertidumbre y el terror que sentíanhacia la muerte; temerosos de que seapagara la luz para siempre.

Desconocían qué estaba pasando,ni cómo continuaba Europa, ni si la

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grieta había partido en dos más países aparte de los de Inglaterra, porque,después de observar aterrados lasnoticias mientras tuvieron señal, todotipo de comunicación nacional ointernacional había caído. Y llevabanmuchos días así. Sin saber nada.

Por tanto, estaban aisladoscompletamente, a expensas de un destinoincierto y desolador.

Daphne, de pelo corto, blanco yrizado, entrecerró sus ojos verdes paraescuchar el mensaje que el viento mecíay hacía llegar a sus oídos. A su lado,Cedro, más menuda que ella y con lamedia melena teñida de color naranja,aunque ambas de la misma edad,enlazaba el brazo con el de su hermana,

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y rezaba por las almas de lassacerdotisas que acababan de caer.

Ellas sabían cuándo una hermanaperecía y cuándo dejaban un «recado»en el aire. Y Tea, Dyra y Amaia lesacababan de dar uno.

Las conocieron una vez, depequeñas, en una reunión sobre la Diosaque tuvieron en el Sur de Francia. Allíse vincularon y se unieron todas aNerthus mediante ritos ancestrales. Secomunicaban con ella a través de lasrunas. Aunque nunca, jamás, la habíanvisto. Sí sentido, pero jamás la diosaVanir les honró con su presencia.

Su lazo con Nerthus las atabaespiritualmente, por eso se sentían las

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unas a las otras, estuvieran dondeestuviesen. Por aquel motivo, podíanescuchar en el viento las palabras de sustres hermanas, que acababan de morir enmanos de los jotuns y que las avisabande la urgencia del momento y de lanecesidad de que activaran su misiónpersonal.

—Se han ido las tres —lamentóCedro contusa por la noticia.

—Sí. —Daphne se abrigó con elponcho negro, cubriéndose mejor loshombros, y se dio media vuelta paraalejarse del precipicio y dirigirse a sucasa—. Vamos, piuthar. No tenemostiempo que perder. La niña viene avernos —anunció apresurando el paso.

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—Ya sé que la niña viene a vernos—replicó Cedro. Tenía la mismaintuición y los mismos dones que suhermana—. Pero, ¿qué vamos a hacer?Las matronaes nos advierten de laimportancia de nuestro papel, pero…

Daphne tomó a su hermana por elbrazo y tiró de ella, como dos viejaschismosas de pueblo.

—Sé lo mismo que tú. Hasta ahorahemos estado con ella, protegiéndola.Pero si ha llegado el momento…deberemos ponernos manos a la obra.Consultemos con las runas antes de quela muchacha llegue.

—De acuerdo —asintió conforme.Aunque los nervios le corroían.

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Sin embargo, cuando llegaron a lasolemne puerta de su casona antigua, seencontraron con la joven a la que ladiosa encomendó su cuidado y control,más de veinte años atrás.

Cedro sonrió de oreja a oreja,como siempre hacía, disimulando suazoramiento.

—Jade —la saludó.La beldad morena de ojos verdes

les devolvió el saludo con un gesto desu barbilla.

—Lamento las horas de la visita —se disculpó observando aún la nochecerrada.

—Oh, no te preocupes por eso,

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querida —dijo Daphne entrelazando subrazo con el de ella—. Nosotrassiempre respondemos a tu reclamo.¿Qué sucede?

—He vuelto a soñar con él. Pero,esta vez, él me ha hablado y me hamirado directamente a los ojos.

Las dos sacerdotisas se miraroncon cautela, pero no añadieron nadamás. Sería la tirada de sus runas,acompañada con uno de sus téssanadores, las que sosegarían suintranquilidad, si es que había algún tipode sosiego en esos días de oscuridad ymalos augurios.

Como siempre hacía cuando lasvisitaba, pasó de largo el pasillo de

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piedra cuyas paredes yacían decoradascon cuadros antiguos, de mujeres queparecían hechiceras. Después, laentradilla daba a un enorme salónrústico, cuya chimenea estaba siempreencendida. Y allí, se sentaba frente aellas, en el sillón orejero de colorborgoña, y les explicaba todo lo quesoñaba y le sucedía.

Todas sus inquietudes, pues lastenía, a pesar de ser un ser sobrenatural.

A veces, Jade se sorprendía decómo había estrechado lazos conaquellas mujeres mayores, y de cómo sesentía tan vinculada a ellas.

Desde aquella vez que bajó alpueblo, casi cinco años atrás, buscando

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un remedio para las increíbles migrañasque sufría y a las que nadie ponía fin, yse encontró a Daphne y a Cedrovendiendo productos naturales ymermeladas caseras en una paradita deUrederra, y ambas adivinaron lo que lesucedía nada más verla, se forjó unaamistad basada en la confianza y en lasconfidencias.

Las mujeres eran muy sabias yversadas en medicina tradicional ytambién en magia y runas. Fueron ellaslas que le advirtieron de la guerra quellegaría entre los seres del bien y delmal. Y la guerra acababa de llegar.

Aquella no era una relación quegustara demasiado a Daniel, dado quenadie debía saber lo que ella y el resto

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de su clan eran, o les pondrían enpeligro. Sin embargo, Jade hizo oídossordos de su advertencia, y decidiócontinuar visitando a las dos ancianas,porque su compañía la tranquilizaba y lallenaba de paz.

Ellas intuían parte de su naturaleza,pero ni por asomo sabían lo que era enrealidad. Decían que era una nahual,una persona que compartía dosnaturalezas en una. La de humana y la deanimal. Pero Jade sabía que hablaban ensentido figurado, haciendo referencia aaspectos psicológicos y emocionales, noa los físicos.

Era una manera de hablar. SiDaphne y Cedro supieran en realidad lomucho que tenía de lobo físico, iban a

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poner el grito en el cielo. No porque nocreyeran en ello, sino por habérselomantenido en secreto durante tantísimotiempo. Se sentirían decepcionadas yengañadas con ella.

—Te prepararé una infusión —ledijo Daphne mientras Cedro se sentabadelante de ella.

Sus infusiones eran maravillosas.La hacían sentir en paz y en calma nadamás probarlas. Estaba deseando que unode sus sorbos calentara su cuerpo algorígido y entumecido por aquellapesadilla que tan intranquila la habíadejado.

—¿Ha llegado ya tu carcelero? —preguntó Cedro mientras preparaba la

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mesa para tomar el té.Jade medio sonrió ante la puya.A ninguna de las dos les gustaba

Daniel. Decían que ese hombre la teníamuy controlada y que no era trigolimpio. No entendían por qué tenía quevivir en su castillo, en comuna contantos hombres. Pero ella no se lo iba aexplicar. No olvidaba que las dosmujeres eran humanas y que los humanostenían límites de comprensión. ¿Cómoiban a creer y a entender que habíanseres sobrenaturales por encima de ellosque no eran abusadores, sino,protectores? Ni siquiera dos sanadorasque hacían sus pinitos con las runas ytonteaban con la magia creerían enberserkers.

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—No. Llegaba hoy mismo, demadrugada —contestó

Jade.—Espero que haya podido regresar

sin problemas de donde sea queestuviera. El mundo ya no es un lugarbonito en el que vivir. Las imágenes quellegaron de Inglaterra antes de que laseñal cayera eran terroríficas. Esosseres que salían de debajo de la tierra…—susurró Cedro asqueada. Sacudió lacabeza para borrar la imagen de sumente, y su pelo rojo se alborotó—.Parece mentira que algo así puedaexistir. Se han caído los velos de losmundos —añadió. Alzó su enjuto dedoíndice—. «Lo oculto se hará visible»,

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dijeron las runas.Daphne suspiró desde el hornillo

antiguo de gas de su cocina. Por eso aúnpodía cocinar, ya que nada eléctricofuncionaba, debido a los temblores y alos daños que esa caída energéticacausaba en las centrales.

—Estamos a merced de nuestrodestino. No tenemos nada que hacercontra esas bestias. No importa que aquíen el pueblo afilen lanzas y carguenescopetas como si fuéramos capaces desalir con vida. Si hay magia en los quenos acechan, nada que no sea mágicopodrá matarlos. Y nosotros, comohumanos, tenemos poco de mágicos.

—Vosotras sí tenéis magia —

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protestó Jade.—Pero nuestra magia no es bélica,

no tenemos dones para luchar.Atesoramos dones para proteger, leerlos destinos y sanar. Pero, en una luchacuerpo a cuerpo contra esos seres… Nicon una varita mágica, querida. Notenemos una sola oportunidad.

—No permitiré que os suceda nada—aclaró Jade desde el sofá—. Sillegasen aquí, os ocultaría en el castillo.

Ocultaremos a todo el pueblo y osprotegeremos. Hay muchísimo espaciopara todos.

—Si ese fuera el caso, niña… —Cedro alargó su mano y tomó la de ella—. Oh, vaya, estás ardiendo —

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interrumpió lo que iba a decir.—Eh, sí —Jade no iba a ocultarlo.—¿Te encuentras bien?—Son… mis ciclos menstruales.

Mañana empiezan y cuando lo hacen,siempre me da unas décimas de fiebre.

La anciana asumió esa explicacióncomo buena y no le insistió más.

—Lo que iba a decir es que, si esefuera el caso, no dudo que tú nosofrecerías tu ayuda. Pero el señorDaniel y esos hermanos fornidos yestúpidos que tiene, no creo que esténpor la labor. Son como perros con malaspulgas. Se han vuelto más huraños con elpaso del tiempo. Como si bajar al

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pueblo supusiera mezclarse con gentenon grata. Incluso los del pueblo que sefueron a trabajar a vuestros terrenos hancambiado de forma de ser. Todosparecen estar de mal humor. ¿No lo hasnotado? La única agradable eres tú —reconoció.

—¿Y no crees que, en caso de queUrederra se vea afectada por losacontecimientos, no ofrecerían su ayuday sus medios para salvar a la gente? —replicó Jade ofendida.

Daphne sonrió condescendiente.—Ellos, mi niña, te protegen a ti,

pero no a los demás.—No digas eso, Daphne. Ellos

ayudarán.

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Ayudarían como hacían: matando alobeznos que causaban bajas ydesapariciones en el pueblo. Esosmalditos estaban desperdigados portodas partes, y si no fuera por lasguardias y las noches de caza de suscompañeros berserkers, muchísimas másbajas se habrían dado en los aledañosde las montañas de Urbasa. Mucho habíaque agradecerles a sus héroes anónimos.

—Bueno, por ahora solo nos quedarezar y esperar que alguien, sea comosea, dé con el modo de ganarles y dedetener lo que parece imparable —explicó Daphne cargando una bandejacon tres tazas. Una para cada una—.Nuestra Madre Tierra nos sostendrámientras haya vida —aseguró esperando

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a que cada una tomara el suyo. Cuandolo hicieron, dejó la bandeja vacía sobrela mesa y tomó un sorbo de su taza,mirando a Jade por encima de laporcelana—. Solo esperamos que hayaesperanza. Por muy ínfima que sea nosagarraremos a ella.

Jade hizo lo mismo. Sabía que suclan lucharía y ayudaría a protegerles encaso de que el fin también salpicara aesa parte de su mundo.

Daniel le había asegurado que ellossiempre estarían protegidos, pues teníanbúnkeres bajo tierra, acorazados eirrompibles a los cuales nadie podríaacceder. Él quería la protección de losberserkers. Y la de ella.

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La humanidad de Daniel eraextremadamente compasiva. Y aquel erasu rasgo más admirable.

Primero fue su padre Francesc elque le dio cobijo, después fue él. Ynunca dejó de ayudarla y de mantenerlaa salvo. Para él, hacerse cargo de ellos,era un acto necesario, pues saber de suexistencia hacía la vida y el mundomortal más llevadero, menos gris, y conmuchas más posibilidades. Por esoestaba dedicando su vida a entender susorígenes y estudiar su ADN. Porque conello podría ayudar a mucha más gente enun futuro, ¿quién sabía qué tipo devacunas podrían obtener de su sangre?Su labor, era, sencillamente,encomiable.

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Pero Jade comprendía que hubieranpersonas que no creyeran en la bondaddesinteresada de los demás. De ahí queCedro y Daphne tuvieran sus recelos. Yno las culpaba.

—Bueno. Cuéntanos qué hassoñado —le urgió Cedro calentándoselas manos con el té.

—Él ha pronunciado mi nombre —dijo sin más—. Y me ha mirado a losojos directamente. Parecía que estabavolando y que se dirigía hacia mí.

—Vaya. Esto es diferente —murmuró la del pelo naranja sacandouna bolsita de tela negra. La vació ydejó que las runas ahuesadas cayeransobre un manto granate—. Hasta ahora

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siempre le viste en un lugar oscuro, y élnunca entabló contacto visual contigo.

—Sí.—Y ahora le ves libre, y te ha

llamado por tu nombre.—Así es —asumió observando las

runas.—Remuévelas —le pidió la

anciana.Jade las removió. A continuación,

Cedro las volvió a meter en la bolsa y lasacudió como si quisiera hacer unbatido.

—¿Y cómo es? —quiso saberDaphne mirando a Jade penetrantemente.

Jade podía darle una respuesta.

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Podría decirle que era increíblementehermoso y salvaje. Que había algo en élque la inquietaba, alertaba y la alteraba.Y, por último, diría que ese desconocidotenía colmillos y que era un vanirio, unhermano de sangre de los nosferatus.Pero aquello era dar demasiadainformación.

—No me gusta —concluyó—. Mesiento asediada por él.

—¿Seguro que es el mismo hombrecon el que llevas soñando desde hacetanto tiempo?

—Sí.—¿Y cómo estás tan segura si

siempre lo veías rodeado de penumbra yniebla?

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«Porque era incuestionable yademás inequívoco. Era él».

—Porque siento lo mismo que loque sentía todas las demás noches. Meha pedido que regrese a él.

—Oh —las dos sacerdotisasarquearon sus cejas blancas—. Te pideque regreses a él. ¿Acaso alguna vez tefuiste de su lado?

—No, por supuesto que no —zanjóJade nerviosa—. Ese hombre no megusta, me pone muy nerviosa. No séquién es ni qué quiere de mí.

—¿Lo sientes como una amenaza?—Sí —afirmó Jade.—Si es una energía astral —

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asumió Cedro atenta a lo que iban adecir las runas—, lo único quepodremos hacer por ti es diseñarte unatrapa sueños. Pero, si es un recuerdo deotra vida…

—¿Otra vida?—Sí. Una vida pasada. ¿No crees

en la reencarnación?—Sí —sí creía. Pero como

inmortal, sabía que no estaba entre susopciones. No podía morir.

—Si es un recuerdo de otra vida,tendrás que dejar que pase y vivirla entus sueños. Porque tal vez sufras unbloqueo y tu subconsciente no te permitaexperimentar más —se señaló su propiasien—. Y hay tanto que aprender de las

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vidas pasadas… Ahora bien, si laamenaza es real, habrá que ver lo quedictan las runas, porque de ser así, siese hombre existe, saldrá reflejado aquí—sacudió la bolsita—. ¿Estáspreparada?

Jade asintió.—Bien. Concéntrate en él y veamos

qué dicen los símbolos del destino, lavida y la muerte.

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IV

Urederra

Las runas habían hablado, y poco onada pudieron decir Cedro y Daphne delo que de verdad escondían sus signos,pues estaban muy claros. Unreencuentro. Una elección. Unainvocación. Y la última esperanza.

Y no una esperanza cualquiera. La

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«última».Las dos hermanas permanecían

pegadas a la ventana, asumiendo lo quehabían dicho las piedras mágicas,comprendiendo cuál era su rol y lo queles tocaba hacer.

Desde siempre supieron que elalma que como sacerdotisas debíanproteger y guiar era la de Jade. Y losabían porque así se lo indicó Nerthus através de sus runas. En ellas, la Diosales decía que no la perdieran de vista yque estuvieran siempre allí, para ella.

Nada era por casualidad. Ni ellugar en el que vivían, ni el haber estadoen el pueblo adecuado y en el momentoadecuado cuando conocieron a Jade…

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Las sacerdotisas matronae debíanaceptar su sino, y para llevarlo a cabo yentregar su vida a la Diosa tenían quetomar los pasos adecuados.

Cinco años atrás encontraron aJade, su «recado». Durante ese tiempose ganaron su confianza, construyeronlos cimientos de su cariño y su amistad,la protegieron con hechizos y sortilegiosque ella nunca conocería ni descubriría,y dejaron que el tiempo pasara hasta quepor fin recibieran la señal.

La señal había llegado por bocadel mensaje en el viento de sushermanas muertas en batalla, que lasacuciaban para que hicieran lo quetuvieran que hacer con su recado; y lalectura de runas que había instigado

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Jade y su sueño por culpa de su hombremisterioso acababa de darles el impulsofinal.

Ahora invocarían a Nerthus porqueera a ella a quien debían encomendar ala joven.

Sin embargo, no pudieron decirlenada de esto a la muchacha de bellezasalvaje, ya que la última runa tirada lesprohibía revelar lo leído hasta nuevaorden. Orden que, con todaprobabilidad, sería ejecutada por suDiosa en algún momento.

Así que, con toda aquellainformación obtenida, tuvieron quedecirle a Jade lo leído, pero a medias.

—Tienes un reencuentro y deberás

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tomar una decisión importante.Ellas sabían que ese reencuentro

tenía que ver directamente con elmisterioso hombre de sus sueños, y quela decisión que debía tomar, dada pordos figuras masculinas, era la deposicionarse en un bando o en otro. ¿Departe de quién estaba? Aquella era lapregunta.

Como las runas eran correlativas yse leían en orden, al menos del modo enque Cedro las tiraba, sabían que primerodebían cumplirse, al menos, las dosprimeras para realizar la invocación.

Jade y su hombre misterioso teníanen sus manos la última esperanza de lahumanidad. Esa joven a la que tanto

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querían y que estaba marcada por laDiosa, tenía una misión, y lassacerdotisas no podían creer el hecho deque habían guardado y protegido algotan valioso para el desarrollo deldestino. Lo que los dos debían hacer ycómo debían hacerlo era algo que lasmatronae desconocían.

Mientras tanto, esperarían. Nohabía tiempo. Solo dos lunas. Dos lunasera el tiempo del que disponían antes deque el mundo y la humanidaddesaparecieran.

Y todo estaba en manos de lamuchacha morena y de ojos embrujadosque, con la información y los consejos amedias, regresaba corriendo, montaña através, hasta su castillo, antes de que su

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carcelero advirtiera que se habíaescapado.

Daniel sería para ella todo lobueno y lo mejor del mundo. Pero Cedroy Daphne tenían su opinión, y más sabíael Diablo por viejo que por Diablo.

Esperarían expectantes losacontecimientos, y la seguirían con suhechizo de localización, para noperderla de vista.

Jade llevaba un brillante verdecolgado del cuello. Ellas se loregalaron. Pero lo que la chica no sabíaera que ese amuleto tenía el poder deindicarles dónde estaba en todomomento.

¿Cómo sino iban a protegerla?

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—No hay tiempo —murmuróDaphne acariciando el péndulo guía conla yema de los dedos—. Son solo dosnoches. Pasadas las dos noches, si no hahabido señal de un nuevo amanecer,todo desaparecerá.

Cedro se pasó la mano por su pelonaranja y se encogió de hombros.

—Debemos preparar la cueva parainvocar a la Diosa. No podemos hacerotra cosa y me niego a quedarme debrazos cruzados, esperando a tenernoticias de Jade de nuevo. Tenemos quearrancarle horas al tiempo, hermana.

—Tienes razón —contestó Daphnecerrando las cortinas granates de laventana. Se dio la media vuelta y clavó

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los ojos en el fuego de la chimenea—.Preparemos las antorchas. Hay quehacer camino por el bosque y hallar ellugar idóneo para la llegada de Nerthus.

Jade corría intranquila por elbosque. Rauda y veloz esperaba llegaral castillo antes que Daniel. Lo habíaolido, estaba muy cerca, y si no hacía unúltimo esfuerzo, su protector descubriríadecepcionado que ella le habíadesobedecido.

Y no quería entristecerlo.Pero necesitaba hablar con sus

amigas, las únicas que tenía ahí. Ellas ysus consejos la ayudaban a soportar elconfinamiento, la sobreprotección ytambién las dudas y la inseguridad que

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en ocasiones la asaltaban. Porque Jadetambién tenía dudas, provocadas por suspropios sueños y no solo por los quetenía a diario sobre el hombremisterioso.

También tenía otros, dondeaparecían personas que le eranextrañamente familiares a pesar de tenerlos rostros borrosos, que formaban partede un pasado que ella no recordaba. Talvez, también eran retazos de vidaspasadas, tal y como decían sus dosamigas. Pero, no. Por sus ropas, por loslugares, por el contexto… Fueranquienes fuesen, no eran de un pasadoremoto. Seguramente, serían individuosa los que ella conocía y que murieron enel asedio sufrido hacía años. Tal vez

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eran miembros de su clan, o puede quetan solo fueran conocidos. Su mente nosabía asociarlos ni identificarlos.

¿Qué más daba? Se tratara dequienes se tratase, no estaban ya allí conella. No formaban parte ya de surealidad, y nunca la formarían.

Su realidad era Urbasa, su clan, susdos ancianas y Daniel, su protector. Nipodía ni se permitía tener tiempo paranada más.

Por eso, todavía seguíaimpresionada por lo que habían dicholas runas. Un reencuentro suponía volvera coincidir con alguien con quien ya sehabía coincidido. Y Jade no recordaba anadie de su familia ni de su clan. Todos

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habían muerto. Francesc y Daniel se lodijeron. ¿Quién iba a aparecer ahora deentre la muerte para encontrarse conella?

Y después estaba lo de la elección.¿Qué tenía que elegir? Y ¿por qué

esa decisión venía marcada por doshombres?

Saltaba las rocas con solo unimpulso, como a ella le gustaba hacercuando ningún humano la observaba. Elsuelo estaba moteado de hojasamarillas, ocres, naranjas y rojizas,húmedas y dispuestas como un mantolleno de contrastes.

Allí, bajo la sombra de losmajestuosos árboles, disfrutando de la

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intimidad que le ofrecían, Jade sacaba arelucir sus dones físicos, herencia deuna genética única.

Daba volteretas por los aires, seimpulsaba en ramas de árboles paravirar de un lado al otro… En susescapadas era libre. Todo lo libre queno se sentía en su castillo.

Aunque en el exterior, tampocoestaba tan protegida como tras los murosde piedra, metal y hormigón de sufortaleza.

Entonces, sintió una chispazoeléctrico en la mente, algo que yarecordaba haber sentido en sus sueños.

Y lo supo. Lo percibía en aquelinstante, justo en el momento en el que

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dejó de sentirse libre, para convertirse,de repente, en una presa.

Miró hacia arriba, pero el cielo,todavía oscuro, no se veía bien del todo,pues los tupidos árboles no lo permitían.

No hacía falta ser una guerrera paradarse cuenta de cuándo daba malaespina.

Cuando sintió el segundo impulsoeléctrico en su cabeza, Jade aceleró elritmo y corrió huyendo de eso quedesconocía y al mismo tiempo le era tanfamiliar.

Thor dio con ella.Su presencia lo atrajo como a un

imán. Su cuerpo y su olor eran como el

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punto caliente localizado de un radar,que no dejaba de parpadear y decir«estoy aquí».

Desde Inglaterra a España.Desde el Sur del país inglés al

Norte del país español.Había volado en un santiamén y se

había dejado invadir por los recuerdosmientras leía el libro de Jade. Guiadopor ellos, por las palabras escritas en ellibro que lo serenaron como hacía susangre, y que le ayudaron a centrarsesolo en ella, hasta el punto de sentir unchispazo de conexión mental con el quelogró descubrir su paradero.

A partir de entonces, solo tuvo queseguir la estela de ese contacto, suave y

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reconfortante como una caricia.Al sobrevolar la cima rocosa de

aquella sierra repleta de árboles yvegetación, Thor se dejó invadir y sedejó llevar, como hacían las ratas con lamúsica del flautista de Hammelin, por elperfume que golpeaba sus fosas nasalesy también sus recuerdos.

Era ella. Su mujer. Su cáraid.Jade.Y estaba ahí abajo, justo donde él

la iba a interceptar.La joven corría con elegancia y

agilidad, tal y como la recordaba. Jadeera muy veloz, pero no tanto como él.Era elegante en la lucha. Y disciplinada.

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Porque él le había enseñado a luchar, yla berserker resultó ser una excelentealumna. Ahora, ella sabía que estabasiendo perseguida por él.

Thor descendió y se coló entre lascopas de los pinos.

Y entonces, por fin la vio. Despuésde años en los que solo podíaimaginársela en la cabeza, como unperfil etéreo, ahora se había vuelto unarealidad palpable, con formas sólidasincreíblemente atractivas.

Joven, hermosa y…viva. Allíestaba ella. Con sus cejas negras, deformas elegantes y arqueadas; supequeña nariz de la que él siempre sehabía reído. Su boca seductora y

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frondosa. Su barbilla con aquel hoyueloque siempre lo había enloquecido. Y losmalditos ojos verdes y tan grandes queparecían ocuparle toda la cara. Verdescomo el color de los mares que habíavisto alguna vez en las Islas de aquelpaís en el que ahora se hallaba.

Su corazón se detuvo,impresionado por dar con su parejafinalmente.

Lo sabía, sabía que no estabamuerta, porque de morir, debían hacerlojuntos, tal y como se prometieron. Y niella ni él eran de romper promesas.

Cuando cayó en cuclillas justodetrás de ella, solapado como un animalen guardia, clavó los dedos en la tierra

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negra y húmeda y miró al frente.A la espalda de su mujer.Jade se había detenido

abruptamente, de golpe. No quería darun paso más.

—No vale la pena que corras,princesa —dijo con una seguridadpasmosa—. Aquí, o en el otro mundo,Jade, siempre daré contigo.

La piel se le erizó. Aquella voz erasubyugante, profunda y enloquecedora ytocaba magistralmente cada uno de susnervios.

Había intentado escapar, pero esehombre era mucho más rápido que ella.

Notó en cada célula de su cuerpo

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cómo se despertaba su instinto y lachispa de la persecución. Daniel decíaque las mujeres berserkers no luchaban,que sus hombres se encargaban depelear en su nombre.

Ella no sabía si estaba de acuerdoo no, ya que sus sensaciones muchasveces decían lo contrario. Necesitabasacar adrenalina, correr, saltar, inclusoenfrentarse a los de su clan, que eran tanprohibitivos y estaban tan llenos detestosterona. A veces, le hubiera gustadodarles una buena paliza. Pero no, en vezde eso, cuidaban de ella y la teníansiempre entre algodones.

Y ¿de qué le servía eso si ahoraestaba frente a un nosferatu o vanirio?¿Cómo se suponía que iba a luchar

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contra él? Para ella eran la mismabasura. Enemigos acérrimos de su clan.Lamentablemente, no era una buenaguerrera, de hecho dudaba de que en suotra vida con su familia, alguien lahubiera enseñado a luchar.

Así que solo podía correr. Y esoharía. Pero antes necesitaba entenderqué y quién era ese hombre.

—¿Quién eres? Y, ¿por qué meconoces? —preguntó sin darse la vuelta.

El rostro de Thor no denotóninguna sorpresa. Ni tampocoimpresión. Al menos no física, aunqueinternamente la revelación lo habíadejado tocado.

—¿Preguntas quién soy? ¿Acaso no

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lo sabes?—¿Crees que soy adivina?—¿Es que no me recuerdas?—¿Debería? —espetó

condescendiente—. ¿Por qué mepersigues? Los vanirios y los nosferatusno deberían internarse en territorio delcerro de mi clan. Está prohibido.

—No me jodas —murmuró con vozletal.

¿De verdad? ¿Iba a tener tanta malasuerte de revivir aquella época en la quelos dos desconfiaban el uno del otrosolo porque eran de clanes distintos?No. Ni pensarlo. No había soportadolustros de agonía para que ella se lo

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pusiera difícil.—No deberías estar aquí. Y menos

solo —Jade quería asustarle y hacerlever que a su alrededor habrían vigías yguerreros controlándole en todomomento—. Ellos te vigilan. Te van amatar si me haces algo.

Thor aún procesaba parte de lainformación que ella le daba. Jadecomparaba a la raza vaniria con lanosferatu, los hacía de la mismacategoría.

Maldita sea. No lo recordaba deverdad. Era Jade, pero cualquier vínculomental con ella estaba destruido,desaparecido por completo, como sifuera una mujer diferente.

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Sin embargo, si no habían podidoacabar con él, tampoco debieron poderhacerlo con ella. Su loba estaba ahí, enlas profundidades de su mente, y nimuerto iba a dejarla perdida y sinidentidad. La amaba. Ella era su vida.Tenía que recuperarla y ver quédemonios le habían hecho.

—¿No recuerdas nada?—Te repites. ¿Qué es lo que no

entiendes de que si no te vas te van aarrancar el corazón en un…?

Thor se movió a tanta velocidadque la dejó impactada. Hacía un segundolo tenía a tres metros de distancia, y enun parpadeo estaba de frente, tomándolade la barbilla, mostrándole los colmillos

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como un salvaje y estudiándola conaquellos ojos de fábula.

La sensación de su mano rozando lapiel de su rostro la abrasó. Intentóretirar la cara, pero él la agarró con másfuerza.

Verlo la hacía daño, porque eranlos mismos ojos de su mundo astral,lilas y sobrecogedores. Qué bonitoseran… y qué viscerales también. Era tanalto y tan corpulento y ancho… Suscejas bajas conferían una miradapenetrante a aquel color tan claro einusual; su nariz recta se alineaba enarmonía con el corte de su barbilla y elhocico de sus labios.

Tragó saliva, impactada por lo que

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veía.—Jade, maldita sea. Soy yo. A mí

nunca me retires la cara.Ella palideció y comprobó que el

hombre de sus sueños, era auténtico yreal. Y estaba ahí, ante ella, hablándolecomo si la conociera.

Llevaba una gabardina gris oscuray unos tejanos. Debajo de la gabardinaun jersey negro de una tela impermeabley cortavientos, y después, en sus pies, lomás amenazante; unas botas militarescon unos punzones metálicos en laspuntas. Y aun así, no iba a volverseloca. Tenía que admitir que los hombrescon una cara tan divina como la de él,eran siempre los malos.

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—Tú no me puedes tocar así. —Derepente lo empujó por el pecho.

Era una mujer berserker y tenía sufuerza. Lo sorprendió hasta hacerleperder el equilibrio, momento que ellaaprovechó para huir y correr como laloba que era.

No obstante, no llegó muy lejos.Thor volvió a aparecer frente a ella,barrándole el paso, haciéndole ver queno iba a poder escapar de él. Era elhombre más rápido que había visto. Másque cualquier miembro de su clan.

—No puedes huir de mí, ya te lo hedicho.

—Te estás cavando tu propia tumba—le aseguró creyéndose su propia

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mentira. ¿Dónde estaban sus protectorescuando los necesitaba?—. Vendrán a porti y te matarán.

—No pueden matarme si ya estoymuerto —se acercó a ella e inhaló supiel profundamente, con un anhelosalvaje y obsceno—. Llevo muertodemasiados años. Pensando en que laúnica cosa que podría lograr miresurrección era encontrarte y darcontigo.

—Tú estás loco. Tú y yo no nosconocemos. —Pero ella sí lo había vistomuchas veces en sueños.

Él permaneció callado, y la mirócomo si fuera un juguete roto.

—¿Qué te han hecho? —fijó sus

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ojos en su frente como si así pudieracomprender el funcionamiento de sucerebro atrofiado. Y empezó a recibirinformación bombardeada, de lo queella creía que era su vida, lo que lehabían inculcado desde que la sacaronde los laboratorios de Newscientists.Habían tenido que trabajar cambiándolelos recuerdos y anclando ideas,imágenes e historias ficticias en sucórtex, para que pudiera ser otrapersona, y olvidarlo a él. De otramanera no lo entendía.

—Jade, apártate de él.Una voz tras los árboles les alertó

de que no estaban solos y de que Jade nomentía. La estaban vigilando.

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Thor inclinó la cabeza a un lado ymiró a su objetivo por encima delhombro de la berserker. Lo tenía frente aél, a veinte metros exactos.

Se sirvió de su don para intentaraveriguar quién era él y, aunque le costóleerle, pues su mente no era como la delresto de humanos, sí que reconoció suidentidad. Lo supo. El castaño de peloengominado, de complexión grande ycon gafas, era Daniel Estuart. Tenía unarma que parecía una ballesta. El láserse apoyaba sobre el visor, y estabaenfocado hacia su persona. Pero paraque le diera directo en el corazón, Jadetenía que apartarse.

—Daniel... —musitó la joven.

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El tono de salvación con el que lodijo molestó tanto a Thor que solo poreso depararía una muerte lenta ydolorosa al gafotas.

—Daniel Estuart —anunció Thor—. Hijo de Francesc Estuart. Te seguí elrastro —le explicó pasándose la lenguapor el colmillo izquierdo—. Desde tupiso en Kazanlak, hasta aquí.

—Aléjate de ella —le ordenóinflexible, siguiéndole con la punta deaquella especie de ballesta—. Jade,apártate te he dicho.

—¿Sabe ella lo que le has hecho?—inquirió escuchando suspensamientos. Ese tipo había entrenadoy sabía protegerse. Y Thor,

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lastimosamente, estaba demasiadoagotado y hambriento como paraexplotar su don más de la cuenta. Yentonces escuchó más voces, comogruñidos ininteligibles.

—Jade, ven aquí, cariño —continuó Daniel estirando su brazo paraofrecerle su mano—. Ven conmigo.

Thor la tomó del antebrazo confuerza y espetó furioso:

—Ella no se mueve de aquí. Ahoraque la he encontrado no me la vais aarrebatar. Ni tú, ni los lobos que tesiguen y que tienes alrededor.

De entre los árboles aparecieronlobeznos enormes, como si los hubieranciclado. Thor no había visto nunca antes

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a ninguno de aquel tamaño.—Te dije que mis berserkers

vendrían a por mí —le recordó Jade.¿Berserkers? Aquello lo descolocó

de nuevo. ¿Qué historias tenía en lacabeza, por la Morrighan?

—Mo ghraidh —susurró él engaélico para que ella lo pudieraescuchar—. Eso no son berserkers comotú.

—Claro que lo son. Son mi clan.Los que me protegen.

Thor negó de un lado al otro altiempo que buscaba entrar en la cabezade esos seres, pero tenían los circuitosmuy parecidos, extraños y difíciles de

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leer, al menos, estando él tan débil.—¿Qué coño sois? —preguntó

Thor mordaz.—Te he dicho que es mi clan de

berserkers. Son los que…—¡Jade, estos no son berserkers!

¡Abre los ojos! —le ordenó.—Pero, ¿quién eres tú para

hablarme así? —protestó ella derepente.

—¡Soy tu marido, joder!—¿Mi qué? —palideció.—¡Créeme, he visto muchos

berserkers y ellos no lo son! ¡Sonlobeznos!

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—¡Apártate, Jade! —le gritóDaniel.

—¡Te tienen engañada! —insistióel vanirio.

Daba por hecho que no lo iba acreer. Aquellos personajes habíancambiado la manera de pensar de supareja de vida, le habían transformadolos conceptos por completo. ¿Por qué?¿Qué trama había de por medio?

—¡Jade, apártate! —repitió Daniel.Pero no hizo falta que ella se

apartara. Thor la echó a un lado y no lohizo suficientemente rápido como paraevitar recibir el impacto de una flechaen su hombro, cuando en realidad ibadirecta al corazón.

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Los lobeznos se tiraron encima deThor, rugiendo como los monstruos queeran, pero el vanirio, a pesar de recibirel impacto de otra flecha en el estómago,logró escaparse mediante suhipervelocidad y agarró a Jade enbrazos para salir de aquel bosquevolando.

—¡Bájame, monstruo! —le gritóJade mirando hacia abajo, impactadapor la altura que tomaban. Nunca habíavolado de aquella manera.

—Yo no soy más monstruo que loslobeznos que hay ahí abajo —contestócalmado.

—¡No son lobeznos!—Ni yo soy lo que tú te crees. Los

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nosferatus son una cosa y los vaniriosson otra. Totalmente incomparables.

—¡Y una mierda!—¿Una princesa como tú soltando

improperios?Jade lo agarró del pelo y tironeó de

él con fuerza.—Bájame o te arranco la cabeza.—Si te dejo caer te romperás el

cuello. ¿Eso quieres? Es muy dolorosoreencajar las vértebras cervicales —leadvirtió.

—Prefiero morir a estar contigo.—Pues lo lamento. pero no va a

poder ser.

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—¡¿Adónde me llevas?!—A un lugar en el que poder beber

de ti.Jade negó azorada y aterrada a

partes iguales.—Tú no me vas a morder.Thor la miró fijamente,

prometiéndole que lo haría costara loque costase, porque su sangre era laúnica que podría salvarlos a los dos.

Abajo, Daniel, impresionado por elmovimiento que sus ojos apenaspudieron percibir, apuntaba con suballesta a un punto ciego sobre sucabeza, pero no iba a tener la suerte dedarle. No los iba a encontrar.

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—¡Mierda! —gritó Daniel. Loslobeznos le rodearon, esperando nuevasdirectrices. Dirigió una última mirada alcielo que apenas se veía por losfrondosos y altos árboles, se pasó lamano con frustración por la cara, ydespués añadió mientras se marchaba deallí—. Vamos, hay que activar sulocalizador. Tenemos que encontrarla.

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V

La cabeza le iba a estallar.Las voces eran tantas que el sonido

se había convertido en lineal yrepetitivo, molesto y demasiadodesequilibrante para alguien cuyacordura de por sí pendía de un hilo.

Las heridas de las flechas, quecontinuaban clavadas dolorosamente ensu carne, hasta alcanzar los músculos,sangraban profusamente y le hacían

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perder la energía.Estaba débil y agotado, pero tenía

que encontrar un lugar seguro parahablar con Jade y averiguar cómo podíaayudarla para que lo reconociera.Porque él era su hombre, su cáraid, ydespués de todo no iba a permitir queella lo olvidara con tanta facilidad.

Se le rompía el corazón al verla tanindiferente.

—¡Suéltame! Thor no la iba asoltar.

Bajo ellos se extendía una alfombraverde y mostaza compuesta por hayedoshojosos y exuberantes. Él, que podíaleer a toda mente viviente, acababa deescuchar las vibraciones cerebrales de

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los murciélagos y sus especiales sonidosde comunicación y orientación. Graciasa ello, se dirigió a una de las cuevasocultas en la sierra. Los humanos lallamaban la sierra de los cristinos, losabía por la cantidad de pensamientosque lo acribillaban, procedentes detodas esas personas que pensaban queocultarse en una gruta subterráneapodría salvarles del final que seaproximaba.

Qué perdidos estaban...Si ellos hubieran visto lo que él, no

soñarían con ningún tipo de salvación.La muerte se acercaba a pasosagigantados y devastadores y nadie selibraría de ella.

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El planeta tenía sus horas contadas.—¡¿Adónde me llevas te he dicho?!

—gritaba Jade pataleando.Thor endureció la mandíbula y

cayó en picado, como un misil,lanzándose contra los árboles y lasrocas, esquivándolos magistralmente,hasta internarse por una cavidad delpeñasco que se escondía en las entrañasdel bosque.

Estaba a punto de amanecer, y élera un vanirio. No podía exponerse a laluz del sol.

Tras las torturas sufridas en Shipka,podía asumir solo una leve radiación,pero no continuada. Y como estaba tandébil, lo mejor era no arriesgarse y

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encontrar, por fin, un refugio en el queestar con Jade.

La necesitaba de vuelta o élmoriría y acabaría perdiendo la cordura,porque eran millones de vocesinconexas pidiendo auxilio, aterradas.

Necesitaba su sangre. Y no podíaperder más tiempo.

Al tocar la superficie rocosa ycubierta de musgo del interior de lagruta, Jade se soltó de él como si elcontacto con su persona lo asqueara.

Mantuvo las distancias y él se lopermitió. En realidad, era el gesto de undepredador que hacía el último favor asu víctima. Aunque ella no se acobardóy continuó mirándolo de frente y

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desafiante.—¿Por qué no luchas? —quiso

saber Thor—. Te enseñé a hacerlo. Erasuna guerrera increíble.

Ella le dedicó una mirada irrisoria,como si considerase que estaba loco deatar.

—Te estás confundiendo depersona, nosferatu. —Soy un vanirio.Para mí es un insulto que me comparescon ellos.

—Sois lo mismo. Os mueven losmismos instintos y objetivos; el poder yla sed de sangre.

Él sacudió la cabezacompadeciéndose de ella.

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—Tu mente… es un auténticodespropósito. No sé qué te hicieron —admitió, intentando entrar en ella paraver algo coherente. Pero las imágenesque guardaba de su pasado bailaban anteél como ilusiones. Etéreas e intangibles.No parecían ser reales para ella. Señalde que se las habían inculcado, y quenunca las vivió—. ¿De verdad no merecuerdas?

—No.—¿Y tu sello? —indagó atisbando

el interior desnudo desu muñeca.—¿De qué sello hablas? —se miró

los dedos, desprovistos de anillos.

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—Tu comharradh.—¿Mi qué?—Joder —gruñó Thor contrariado.

Los dioses les habían sellado alconvertirse en pareja de vida. Thor searremangó la manga de la gabardina ydel jersey interior y mostró su marcadivina. Era un nudo perenne con unagema en su centro de color verde, comolos ojos de Jade, de un verdeespectacular—. ¡Esto! —gritó frustrado—. ¡Nuestra vinculación! Tú y yo somospareja de vida, mo ál. Mi bella.

—No me hables en gaélico. Esasqueroso —espetó buscando de reojoen las paredes alguna grieta por la quepoder escapar. Era más menuda que él.

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Si se internaba en una de ellas, él nopodría entrar…

—Sé que estás pensando en huir —aseguró Thor—. No puedo entrar deltodo en tu cabeza porque parece estardestruida. Pero sé leer tus ojos y meadelanto a tus movimientos. Y ahoraestás intentando encontrar una salida.

Jade no demostró sorpresa anteaquellas palabras. Maldito vaniriomanipulador.

—No sé por qué conoces minombre, ni por qué crees que voy acreerte. Pero tus tretas no van a teneréxito conmigo. Si tuviera una estaca o unarma, te mataría con mis propias manosy te llevaría al infierno, junto a tus

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hermanos nosferatus. Ojalá y... y tedesangres —apuntó al ver las dosflechas que tenía clavadas en el cuerpo.

Thor arqueó una ceja negra y casidesprovisto de sentimientos y emocionescomo estaba, sonrió maléficamente.

—No sabes lo que soy. No conocesnuestra relación. Y no te imaginas lo quenecesito ahora mismo —sincontemplaciones se extrajo las flechasde su propio cuerpo y las dejó caer alsuelo.

—Oh, sí lo sé —arguyó sin prestaratención a sus heridas—. Quieresmatarme hasta acabar con la única gotade mi sangre. Te gusta exterminar —leechó en cara con dureza y desprecio. Su

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cola alta se movió de un lado al otro deun modo sensual que al vanirio no lepasó desapercibido. Sus ojos lilas seaclararon, señal de que estaba deseosode probarla.

—Dioses… —susurró Thor dandoun paso al frente, movido por elegoísmo, el hambre y el jubiloso deseode estar frente a su cáraid después detantos años—. No tengo paciencia paraesto.

Se tiró encima de Jade hastaaprisionarla contra la pared de la cueva.Ella gritó sorprendida, arañándole lacara con fuerza y tirándole del pelo paraapartarlo.

—¡No me toques!

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—Tú y yo somos pareja de vida. Ycuando te pruebe y tú me pruebes, notendrás duda de ello. El comharradh teaparecerá.

—¡Detente!Pero Thor era un tren descarrilado

e imparable. Su mente sufría una presióncreciente que amenazaba con hacerleestallar los ojos y la cabeza. Y elantídoto para tanto dolor ydesesperación lo tenía ahí, frente a susnarices.

En otra época Jade se habríaofrecido a él sin obstáculos nireproches. Adoraba entregarse a él.

Pero esa no era su Jade. Su esenciaestaba perdida en algún lugar de su

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cabeza, y si la sangre de las parejas eratan milagrosa como se aseguraba,cuando ella bebiera de él, sus recuerdosaparecerían a oleadas. Y entonces, todose aclararía en las mentes de ambos.Pues él también tenía lagunas muyimportantes y trascendentes.

Thor la agarró de la cola con unamano y con la otra bajó el cuello vueltodel jersey de lana roja que llevaba paraexponer así su garganta.

Gruñó como un animal, ante lahisteria y la angustia de la berserker, queno se podía creer que un vanirio la fueraa matar de aquella manera.

Ella, que era una princesa para losde su clan, única superviviente de una

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masacre, iba a perecer ahora en manosde un único vanirio asesino que se leaparecía en sueños. ¿Cómo se podíaentender? ¡Qué final más absurdo!

—¡No! —gritó con todas susfuerzas.

Pero en ese momento, los colmillosde esa bestia le atravesaron la piel delcuello. El dolor punzante la espoleó y almismo tiempo la bloqueó de laimpresión. Pero luego, una sensaciónextraña la dejó lánguida entre susbrazos. El vanirio la había rodeado confuerza para que ella no se escapara.

Notaba cómo le robaba la sangresorbo a sorbo y cómo el miedo y larabia iba desapareciendo poco a poco

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de su sistema, igual que su hemoglobina.La estaba bebiendo no con sed,

sino con hambre. Jade nunca se hubieraimaginado que el mordisco de esosseres fuera tan extraño y placentero.Pero no debía extrañarle, pues eranindividuos que jugaban muy bien suscartas mediante sus poderes mentales ysabían cómo relajar a sus víctimas. Erandemonios disfrazados con las pieles delos ángeles.

Intentó forcejear de nuevo, pero losbrazos le pesaban y las rodillas lecedían poco a poco.

Nerviosa, no pudo hacer nadacuando él, sosteniéndola con su propiocuerpo, llevó sus manos a la cinturilla

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del pantalón para bajárselos por laspiernas.

Thor siempre necesitó todo de ella.Siempre.

Sabía los errores que cometiócuando estuvieron juntos la primera vez.Pero, en el descontrol en el que sehallaba, era imposible que pudieradetenerse.

No solo tenía hambre. No solotenía sed. El deseo que despertaba suolor a granada, lo volvía completamenteloco. Después de lustros sin eso, poderdisfrutarlo en todo su esplendor,sabiendo lo benéfico que sería para susalud mental, emocional y física, hizoque no hallara razones morales para

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detenerse y no continuar.Tenía que hacerlo, aunque le

hubiera gustado que su encuentro fuesetal y como él soñó. Uno se tiraría enbrazos del otro, se llorarían, se amaríany se alimentarían. Como salvajes.

Sin embargo, en aquella gruta, solohabía un salvaje. Y era él. El único quetenía su cabeza medio completa.

Le bajó los tejanos de golpe yarrastró las braguitas blancas con ellos.

En una parte muy consciente deJade, sabía lo que le estaba sucediendo.Conocía los detalles de lo que iba apasar. Pero no se imaginaba que elvanirio también abusara sexualmente desus víctimas. Los nosferatus no podían

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excitarse, eso se lo había dicho Daniel.¿Y el vanirio sí?

No entendía nada.Thor se aprovechó de su confusión

y de haber bebido lo suficiente de ellacomo para dejarla mareada y aletargada.Casi sin fuerzas.

—No… —gimió Jade intentandocubrir su vagina expuesta—. Déjame ir...

—No. Tú eres mía. Como yo soytuyo —contestó él con un hilo de voz.Sus dedos temblorosos bajaron sucremallera y desabrocharon el botón desu pantalón para liberar su miembrotieso y duro, que había recibido uncoloso chute de adrenalina—. Y tienesque recordar.

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Thor llevó sus dedos al sexo de laberserker y los deslizó en su humedad.Ahondando en ella. Estaba estrechacomo una virgen. Hacía mucho que notenía relaciones.

—No puedes hacer eso… —peroella no tenía fuerzas para luchar.

Thor no oía nada. Jade no habíaestado con nadie más. Como él.Pensarlo calmó parte de su ansiedad,pero no detuvo el carrusel de emocionesque sentía, estando a punto de hacerle elamor como estaba.

Ella lo dejaba totalmente sinpalabras, fuera de juego. La agarró de lacintura y se colocó entre sus piernas.Erecto como estaba no le fue difícil

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guiarse hasta su entrada, que se abriócon dificultad, estirándola para quepudiera albergarlo.

Pero cuando Jade iba a emitir elprimer grito, Thor posó su boca sobre lade ella y la besó.

La ansiedad por vivir aquellaexperiencia no la alejó de poderdisfrutar increíblemente del contacto desus labios. El vanirio era invasivo consu sexo, pero daba y pedía con susbesos.

La volvió loca. No quedó en ella niun hilo de cordura cuando él internó sulengua en su interior para rozarla ymoverla con la suya. E, increíblemente,eso la relajó y borró el miedo atroz que

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hasta entonces la había inmovilizado. Apartir de ese momento, se quedó vacía,dispuesta solo a recibir y percibiraquellas sensaciones que creíadesconocidas.

El vanirio era un hechicero y podíacrear una ilusión en aquel actodeplorable que estaba cometiendo. PeroJade era incapaz de luchar contra eso.

Ya no era nada ni nadie en susbrazos. Solo un juguete sin voluntad amerced de un bello monstruo queacabaría matándola.

Thor no la tocó ni la excitó, puessabía lo que hacía el mordisco de unvanirio en su pareja y con eso ella seprepararía para él.

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Así que adelantó sus caderas haciadelante para abrirle mejor las piernas, yentonces la penetró de nuevo disfrutandode la lubricación que le había facilitadoel erótico y afrodisíaco mordisco. Elgozo sublime al sentir cada milímetro desu sexo rozar sus paredes tan íntimas lodejó sin aire.

Sí. Volvía a estar ahí. En su casa.En el interior de su mujer. Alma conalma.

La alzó hasta que sus pies dejaronde tocar suelo firme, y la tomó ahorcajadas, sin dejar de penetrarla,envite a envite.

La tomó de las nalgas, afianzó susmusculosas piernas en el suelo, y movió

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las caderas arriba y abajo para poseerlahasta lo más profundo.

No escuchó ni el lloro, ni elgemido, ni el lamento…

Nada.Thor era feliz de estar ahí con su

mujer. Y sabía que cuando ella bebierade él, volvería a recordarlo todo. Lecostaría, sería difícil. Pero para él loimportante era que pudieran estar juntosmientras la tierra se mantuviera en pie ydurante el poco tiempo que les quedara.

Loco de lujuria la mordió de nuevoatravesando las mismas incisiones deantes, y continuó bebiendo de ellamientras no dejaba de bombear en suinterior. Estaba a punto de llegar al

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orgasmo, y el sabor increíble de Jade locatapultó hasta él, de una manerafulminante.

Y fue en ese instante, cuando ellaquedó inconsciente y con el cuello caídohacia atrás, cuando su mente se abrió ypudo leer en su sangre todo lo sucedidocomo si se tratara de un libro cuyahistoria deseara ser leída.

Mientras se corría en su interior yaquel manjar obraba su milagro yserenaba su mente, vio en la cabeza desu mujer todo lo sucedido, cómo lahabían tratado, quién la habían hechocreer que era. En definitiva, pudo vercómo la habían engañado de principio afin.

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Thor se dejó caer de rodillas, conella sujeta en todo momento, y desclavólos colmillos de su piel.

La observó concienzudamente conel corazón hecho trizas. En todo esetiempo en el que estuvieron separados,ella nunca pensó en él. Lo veía ensueños, sí. Pero no lo sabía ubicar.Nunca recordó cuánto se habían amado.

No obstante, aquello no fue lo peorde todo. Lo peor de todo fue darsecuenta de que la vida de Jade parecíaempezar cuando se la llevaron deNewscientists y Francesc y Daniel laocultaron en Urbasa. Entonces, ¿dóndeestaban los siglos de antes? ¿Y la épocadorada en la que ambos se enamoraron?¿Y su supuesta hija? ¿Qué había de

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Aileen?Thor se abrió la muñeca con los

colmillos y dejó que el líquido rubíinundara la boca semiabierta de sucáraid inconsciente. La obligó a beber yno se detuvo hasta que consiguió que unabuena parte de su sangre corriera por loslánguidos músculos de la berserker. Lovolvería a intentar después, cuando lajoven absorbiera su energía y su cerebrose nutriera de su poder.

Entonces, la probaría de nuevo, yesperaría a que, esa vez sí, pudieraencontrar en Jade a quien una vez habíasido. Y lo más importante: esperaba querecordase quienes una vez fueron juntosy aquello que habían creado.

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La tomó en brazos, ambos desnudospor el tronco inferior, y la tumbó en unazona en la que la piedra se cubría con unmusgo más frondoso.

La estiró y él se pegó a su espalda,cubriéndola con su cuerpo, paracalentarla y que ambos se recuperaranmomentáneamente de aquel violento ydoloroso encuentro.

Cuando Jade abriera sus ojos, seríaotra berserker. La mujer de la que él seenamoró. Y la mujer que también loamaba.

La imagen de un libro aparecíacomo en una secuencia de fogonazos ensu mente.

Parpadeó un tanto desorientada.

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Sintió a la perfección cómo susmúsculos se oxigenaban a cadarespiración y su cuerpo se fortalecíasegundo a segundo. Se retiró el pelonegro de la cara. Se le había deshecho lacola.

Caramba. Al abrir los ojos se diocuenta de que veía mejor que nunca, y sesentía mejor que nunca. Fuerte, como siun increíble poder la arrasara pordentro, esperando el momento en que lopudiera dejar salir y hacer estallar.

Se encontraba en una cueva, y soloun débil rayo de sol se colaba entre unagrieta en el techo, iluminando laestancia. Alzó la mirada y supo conexactitud en qué hora del día estaban.¿Cómo lo sabía? ¿Desde cuándo tenía

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ese don?—Lo tuviste siempre. Tu padre te

enseñó a saber con exactitud la posicióndel sol.

Jade dio un brinco tan increíble,que de un salto sobrenatural seencaramó al techo de la gruta.Sorprendida por haber sido tan rápida,ubicándose en aquella nueva posición,buscó el origen de la voz. Y allí loencontró.

Estaba a un metro del rayo de sol,observándolo como el que ve un sueñoinalcanzable y mortal. Se hallaba de pie,de espaldas a ella, vestido ya porcompleto y con las manos escondidas enlos bolsillos delanteros de su tejano.

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Tenía una pose intimidatoria a la par queabandonada.

Jade dejó caer sus propios ojoshacia sus piernas y comprobó que ellatambién estaba vestida.

Entonces, recordó lo que le habíahecho y lo que había sucedido entreellos, y toda la rabia y la inquina lagolpeó con fuerza, acompañada tambiénde un extraño recelo y reciéndescubierto conocimiento.

—No debes tener miedo de mí. Apartir de ahora, tu mente recordará pocoa poco y te darás cuenta de que yo nosoy tu enemigo.

—Me has violado —le dijo fríacomo el hielo—. Debes morir por eso.

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Thor no estaba orgulloso. Se sentíaavergonzado por su propio autocontrol,que brillaba por su ausencia. Pero eraJade, su cáraid, ¿cómo se suponía queiba a poder estar con ella sin tocarla?¿Sin probarla ni poseerla cuando susencuentros siempre se habíancaracterizado por ser agónicos ydesesperados?

—Solo tu muerte puede acabarconmigo —contestó Thor inflexible—.Moriré cuando tú ya no estés. Porque nome apetece existir en un universo dondetú no existas. La pena me mataría —reconoció triste y sincero.

Ella aún estaba intentandocomprender cómo había dado ese salto,cuando de repente un montón de ideas y

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conceptos asaltaron su mente. No sabíaqué hacían allí, en su cabeza. Pero ahíestaban.

—¿Pena? Pedazo de cretino… Espor la dependencia vaniria, ¿verdad? —susurró desde el techo.

Thor se dio la vuelta esperanzado,creyendo que la joven por fin empezabaa recordar, pero al ver la nada en sumirada verde, comprendió que no era elcaso.

—¿Recuerdas la dependenciavaniria?

—No. No recuerdo nada. Nada delo que tengo en mi cabeza es real,maldito hijo de puta. Tú, monstruo quenunca debió nacer —dijo mordazmente

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—, has inculcado ideas e imágenesfalsas en mi mente. Eres un rastreroilusionista. Así conseguís todo lo que osproponéis, ¿verdad? Con argúciasmentalistas.

Thor que, gracias a haber bebidode la sangre de Jade, podía disfrutartambién de su don otorgado, que no eraotro que escuchar los pensamientos dequien él quisiera, tuviera vínculo o no,fuera de la misma raza o no, se habíadedicado a rastrear las mentes de Daniely sus lobeznos, y había logrado leerlas ydar con la verdad. Con toda la verdad.

Jade tenía que escucharle o de locontrario nunca podría recuperarla alcompleto.

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—¿Eso te ha dicho Daniel? —susojos lilas se oscurecieron—. ¿Quesomos mentalistas? ¿Quieres saber laverdad?

—No necesito saber ningunaverdad. Solo… —miró alrededorperdida—. Solo quiero saber por qué nome has matado. No sé por qué sigo vivatodavía.

—Porque somos pareja, Jade —Thor levantó su muñeca y mostró sunudo perenne—. Estamos marcados porlos dioses. Es imposible que nos puedanseparar, ¿no lo entiendes? Por eso hecruzado el mundo en tu busca. Por esoaguanté las mil torturas en Shipka… Porti —exhaló cansado.

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—¿Qué es eso?—Es nuestra marca. La que decreta

ante los dioses y el universo que tú y yonos completamos. Tu marca debía estaren el interior de tu muñeca —oteó supiel limpia, decepcionado—. Pero noestá. Te la quitaron.

A ella, sus palabras apasionadas leprodujeron una extraña reacción en suvientre. Lo cubrió con su mano yrecordó que él la había tomado sin suconsentimiento.

¿Su marca? ¿En el interior de sumuñeca? Lo único que sentía ahí era unpicor y una quemazón insoportables.

—Te la quitaron para que nunca merecordaras.

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—Eso no es verdad.—¡Sí lo es! —exclamó. ¿Qué cruel

injusticia se había acometido contraellos? Y todo, ¿por qué? Por el egoísmode dos humanos que querían jugar a laevolución de las especies y a lainmortalidad. Francesc y Daniel, padre ehijo, les habían separado. Y ahora queya podía leer la mente de quien quisiera,había leído la suya. Lo sabía todo.

Jade dio un salto desde el techo ycayó frente a él dispuesto a ofrecerbatalla. Repentinamente, se sentía capazde luchar cuerpo a cuerpo, y un montónde nociones y movimientos de luchaocuparon su mente, nutriéndola.

—Todo lo que ves en tu cabeza;

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llaves, golpes, puntos de presión…Cómo arrancar un corazón por laespalda, o cómo extirpar una laringe…—le explicó Thor con paciencia—. Telo enseñé yo. Es cierto que eras unaprincesa para tu clan de Wolverhampton.Tu padre no quiso adiestrarte, y lo hiceyo en su lugar, cuando desobedecimos laorden directa de que vanirios yberserkers no podían enamorarse ya queeran incapaces de estar en una mismahabitación sin arrancarse la cabeza. Tú yyo demostramos que eso no era cierto.

—Estás loco —murmuró sacandolas garras y alzando el brazo pararasgarle el rostro.

Sin embargo, Thor levantó la manoabierta frente a su cara y le dijo:

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—Quédate quieta.Jade se quedó inmóvil.—¡Sal de mi cabeza! —Thor la

estaba controlando. Era un títere en susmanos.

—En otro momento serías capaz dedetener mi invasión mental y ponerme enmi lugar. Pero te han hecho creer que nosabes hacerlo —la miró incrédulo—.Eres como una persona que va aaprender, en unas horas, conceptos yrecuerdos de vidas centenarias. Y de unamor... —Sus pupilas se dilataron—.Inmortal.

—¡Ojalá te mueras! ¡Ojalá teencuentre Daniel y mi clan y me

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permitan arrancarte el corazón yomisma!

Thor se dio la vuelta y volvió aatender el rayo de sol que iluminabasolitariamente la gruta. Su color ycandor le ayudaban a concentrarse y aescuchar mejor la mente de eseindividuo al que ya no le quedaba casinada de humanidad. Daniel era unmentiroso. Había protegido a Jade,cierto. Hasta que pensó en lo mucho quepodía conseguir de ella. Entonces,cambió de bando.

—Atiende, Jade —le ordenó—. Lahistoria va a ser larga. —¿Por qué creesque me creeré lo que salga de tu suciaboca, monstruo?

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Le apetecía arrancarle aquelhermoso pelo negro al estilo indiosalvaje. No le haría falta más que uncuchillo, un corte y un fuerte tirón de sucuero cabelludo. Se quedó impactada alver la claridad de la ejecución queelaboraba su mente.

—Eso —Thor la miró por encimadel hombro y sonrió con vanidad—también te lo enseñé yo. Mi sangre estáactivando tu memoria.

—Vete a la mier...—Silencio —la obligó a

permanecer callada el tiempo que durarasu narración.

Explicaría todo lo que habíadescubierto y volaría la maldita

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tapadera que ocultaba la verdad de loacaecido. Aniquilaría los oscurossecretos que impedían que su mujerrecuperase su vida.

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VI

—Jade, a ti nadie te rescató de una

matanza. No fuiste la únicasuperviviente de tu clan, porque no hubotal acción contra vosotros. Eso es lo queDaniel y Francesc te hicieron creer, paraque así pudieran moldearte a su antojo ypudieran trabajar contigo como aliada—alargó la mano hacia el rayo de sol ybañó sus dedos durante unos segundos.Hasta que la carne empezó a

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chamuscarse. Después, los quitó como sino oliera a pollo quemado—. La verdades mucho más egoísta, y es esta: vengodel clan keltoi vanirio de la BlackCountry y tú vienes del clan berserkerde Wolverhampton. Soy el líder de losmíos. Y tu padre, As Landin, era el líderdel tuyo. Tú y yo nos enamoramos contratodo pronóstico, desafiando las leyesdivinas y las normas de los dioses.Éramos dos razas creadas por losdioses, destinadas a llevarnos mal paraque nunca pudiéramos aliarnos y así,juntos, ser superiores a los que noscrearon. Los «colmillos» y los «perros»nos odiábamos —recordó con amargura—, no nos podíamos ni ver. Pero un día,naciste. Te hiciste adulta y yo me volví

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loco por ti, por tu olor y por quién eras.Sé que pensarás que lo que digo es unalocura, pero hay algo llamado «parejade vida». Una persona destinada aamarte, a sanarte y a hacerte mejor. Túeres la mía, mi cáraid. Y yo soy tu kone,el hombre destinado a compartir el chicontigo durante toda la eternidad.

Thor escuchaba todos lospensamientos confusos de Jade. Leinsultaba, le llamaba mentiroso, y sereía de la vinculación eterna.

—Entiendo tu contradicción. Ahorano recuerdas nada de lo que te digo.Pero lo harás. Lo harás como sea —sedijo más para sí mismo que para ella—.Como te decía, mi preciosa, tú y yo nosenamoramos. Pero tuvimos que huir por

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miedo a las represalias. Nos fuimos alos Balcanes a vivir. Allí —tragó saliva.¿Debía decirle a Jade que habían tenidouna hija que ninguno de los dosrecordaba? ¿Qué era lo correcto?¿Debía esperar a que ella rememoraratodo? Él, desde luego, no recordaba aAileen, y ahora, después de haber leídola mente de Daniel, sabía por qué—.Allí, fuimos felices y empezamos unanueva vida. Creamos una nueva vida —incidió—. Juntos — se dio la vuelta y lamiró a los ojos. Ella ni siquieraparpadeaba. Le costaba comprender quécomportaba lo que el vanirio acababa dedecir. No le creía. Nada—. Tuvimos unahija llamada Aileen. Le puse ese nombreporque significa luz, y era la luz que

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iluminaba mis días. Si te sirve deconsuelo, y no te asustes, Jade, yotampoco la recuerdo. Pero deja queavance y entenderás por qué nos pasaesto —levantó las manos pidiendo quese calmara—. Samael, mi malvadohermano, fue en mi busca, porque metenía envidia y quería todo lo que yotenía. Incluido tú. Sobre todo tú —recalcó rabioso—. Samael se hizo unser oscuro y se dejó llevar por Loki,porque la humanidad ya no le importaba.Se estaba convirtiendo en un nosferatude alma, el hambre eterna acababa conél, y empezó a trabajar con un equipo decientíficos subvencionados por gentemuy poderosa, que buscaban la piedrafilosofal, lo mejor de la evolución de la

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especie y la inmortalidad. Samael soloquería ser el inmortal más fuerte ycompleto de la tierra. Someter a todos.Quería salir bajo la luz del sol, pues esaes nuestra única debilidad. Bueno, esa, yel amor ciego que sentimos hacia nuestrapareja —sonrió débilmente—. Él,Mikhail y Newscientists nos dieron cazacomo a animales.

«Y si me creyera tu historia… ¿Quéhay de la niña?», preguntó Jade pálida.

—Nos cogieron a los tres. A ti y amí nos separaron y nos sometieron atodo tipo de torturas. La idea de Samaelera que pudieras quedarte embarazadade un hijo suyo para estudiar su sangre ycomprobar si era tan especial como lade Aileen, nuestra hija. Ella —murmuró

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sorprendido—, bueno su adn… tiene lacapacidad de hacer invulnerable a la luzdel sol a aquel vanirio que la bebe. Peroel don de Aileen tardó en desarrollarse,de ahí que la tuviera Mikhail bajo sututela, analizándola a diario yhaciéndole creer que tenía unaenfermedad, para así no levantarsuspicacias y poder pincharla a suantojo. Él la adoptó para usarla como auna ratita de laboratorio. Se la llevó encuanto nos cogieron. Pero el cambio enla sangre de Aileen, y lo que ellosbuscaban en su genética, se desarrollóen su transformación berserker, en suveintidós cumpleaños. Era una híbrida.Sin embargo, para cuando ella cumplióesa edad, ya estaba en manos de mi clan,

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de Caleb, mi mejor amigo, que la buscócon ansias de venganza y acabóencontrando el más puro amor en ella. Ytambién estaba con tu padre As, queentonces era su abuelo —exhalósaboreando cada palabra como cierta. Yél se había perdido todo aquello—. Y laacogió bajo su tutela. Caleb dio conAileen gracias a Francesc, el padre deDaniel. Ese hombre estaba loco por ti,terriblemente enamorado. Trabajaba enNewscientists para Mikhail y Samael.Fue el médico personal de Aileen, eincluso el nuestro, hasta que se rebelócontra lo que te hacían y nos hacían.Entiéndelo, su amor era tan profundoque no podía tolerar que continuaranhaciéndote daño. Para sacarnos de los

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laboratorios, utilizaron los clones queestaban usando con nuestra sangre ycélulas madre. Tomaron a un clon tuyo ydejaron que Samael creyera que te habíamatado. Y usó un brazo extirpado de unode mis clones para que los rastreadoresde mi clan lo olieran y lo encontraranhasta llevarlos a Newscientists. Así sedestapó todo. Antes de que nada de estosucediera, a ti te llevó a Urbasa. Y a míme enviaron lejos, a un campo deconcentración Newscientists que habíaen Shipka, donde muchos como yosufrimos todo tipo de dolores yhumillaciones. El complejo en el queestábamos tenía un escudo protector queimpedía que cualquier onda, fueratelepática o eléctrica traspasara la

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edificación. Francesc lo hizo apropósito pues sabía lo poderoso queera yo. Si me daba un solo centímetro demargen —se señaló la punta del dedo—habría movido cielo y tierra paracontactar con mi clan y mi gente, y darcontigo —sentenció— . Pero no pude,porque a Francesc no le interesaba quenos reencontráramos. Me mantuvieroncautivo y me sometieron a muchaspruebas mentales. Se dedicaron acolapsarme, a destrozarme y a eliminarrecuerdos de manera sistemática. Poreso no recuerdo a mi hija —dejó caer lacabeza en un gesto de arrepentimiento—. Pero nunca han podido borrarte a tide mi mente, porque la pareja de vida esimborrable.

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«Por eso es imposible que tú seasla mía. Yo no me acuerdo de ti ni de laniña», dijo Jade inmóvil, con el cuerpotembloroso.

—Pero soñabas conmigo. ¿Quécrees que significa, eh? Gracias a esesueño que tuviste esta pasada noche, yopude detectarte, pues ya estaba fuera delcomplejo de Shipka. Pensaste en mí y teconectaste conmigo de una manerainconsciente. Y yo no necesité más. Teencontré —se encogió de hombros.

«Son trucos», negó ella con lacabeza. «Todo trucos deleznables».

Thor la miró abatido. Estaba locasi creía que se iba a dar por vencido.

—Mientras yo estaba en Shipka —

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continuó Thor con pesar—, echándotede menos, Francesc te llevó al cerro deUrederra para que allí su hijo continuarasu trabajo contigo. Él sabía que lo iban amatar. Y así sucedió. Cuando mataron aFrancesc, Daniel se hizo cargo de todo.Entre los dos habían logrado que teolvidaras de mí y de Aileen y que tecreyeras una vida que nunca tuviste,para que tu cabeza no engranara y no teacordaras de mí. Te hizo creer que loshombres que están contigo como tusguardianes son berserkers miembros detu clan, pero no lo son. Ninguno de losdos, ni el padre ni el hijo —aclaró—tenía la menor idea de quiénes somos yde lo que va a pasar en este mundo enlas próximas horas. Y ninguno de los

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dos supo controlar lo que tenía entre lasmanos. No puedes tocar algo que hahecho un Dios, ¿comprendes?

«¿A qué te refieres?».—A que los dos también querían

algo de ti, no eran diferentes de loshombres de los que te alejaron. Francescy Daniel jugaban también con los adnsde berserkers y vanirios, no para hacerclones, sino para hacer una hibridacióncon los genes, con el ADN Y laquisieron hacer contigo, pues de tucuerpo había salido la primera híbrida,y eso era algo nuevo. Pero, aunque en laciencia, dos más dos son cuatro, en lamagia y en la intervención divina nuncalo es. Por eso sus experimentos les hansalido mal.

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«¿Experimentos? ¿Qué dices? ¿Quéles ha salido mal?».

—Ninguno de los dos comprendióqué éramos. Ninguno de los dos llegó acreer que los dioses como tal existían.Pecaron de vanidosos y soberbios. Seceñían a la ciencia y creían que de ahípodían sacar todo lo que necesitaran.Pero se equivocaron. Creyeron queusando tus células e implantándolas ensu propio adn conseguirían ser lo que túeras, que se convertirían en berserkers.Y no solo eso —señaló decidido—;fantasearon con la posibilidad de que tuADN fuera diferente para crear a unberserker hiperevolucionado, muchomás fuerte que el original. Tú habíasalbergado a Aileen, y el código de la

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sangre de nuestra hija corría también portu código genético. Pero les salió mal.Un berserker nace naturalmente y se creanaturalmente de padre o madreberserker. Al berserker lo crea Odín,cuando con su lanza otorga el Odd, sufuria. Y nada de eso está en el códigogenético. La magia no se halla en lasangre. Y ellos no tenían ni idea de eso,porque no creían en ello. Dejaron delado las lecciones que habían en lasleyendas y en la mitología y se centraronen lo racional, en las fórmulas y losnúmeros de la ciencia. Y por ello, sufórmula está errada, y no solo no se hanconvertido en berserkers, sino, que seconvirtieron en la antítesis de lo que túeres. Ellos son lobeznos. Incluso Daniel.

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Él mismo es uno de ellos, Jade.«Mientes».—No lo hago. Cuando leí sus

mentes me di cuenta de lo que sucedía yde por qué me costaba más de la cuentaacceder a ellos. Es porque son lobeznos.Los vanirios no pueden leer las mentesde los berserkers, a no ser que tenganalgún tipo de vinculación. Lo mismo nossucede con los lobeznos. Mi don —sepuso la mano en el pecho— en cambio,permite que lo lea todo, y tu sangre meayuda a concentrarme y a escuchar sololo que quiero.

«Tú quieres que te crea. Pero noconseguirás convencerme».

—No recuerdas cómo es la

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transformación berserker — señalóobtuso—, por eso creías que esasaberraciones eran lo mismo que tú. Perolos berserkers no son así. Ni siquierasabes que tú misma puedes transformarteen un precioso lobo blanco.

«¿En un lobo? Nunca me hetransformado en uno. No seas ridículo».

—La transformación nace con unpensamiento en la cabeza —adujocalmado, con los ojos fijos de nuevo enel rayo de luz—. ¿Cómo vas a evocaralgo que no recuerdas?

Jade luchó para intentar atraer unrecuerdo parecido en su mente, perofracasó. No lograba recordar nada. Nopodía ser cierto lo que contaba ese

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vanirio.—Daniel te quiere porque espera

averiguar el eslabón perdido en tusangre. Convertirse en lo que tú y,después, ser tu pareja. Porque él, comosu padre, también está enamorado de ti.Es tu maldito embrujo, preciosa —dibujó una media sonrisa—. Haces quelos hombres enloquezcan por ti. Míramea mí —se encogió de hombros.

«Estás completamente loco». Teníaque estarlo. «Cuando Daniel meencuentre te matará, y matará a todos losque como tú estáis acechando atantísima gente, acabando con sus vidas.Ganaremos esta batalla».

Thor se dio la vuelta y se encaró

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con ella para tomarla por la barbilla.—Las muertes que ha habido

alrededor de estas montañas sonconsecuencia de los experimentos deDaniel. No saben controlar la rabia y elveneno del lobezno. Es imposible.Tienen el mal en su interior, corriendopor sus venas y salen cada noche a cazary a aniquilar. Y te hacen creer que sonvanirios y nosferatus los culpables. Perono es así. Estás rodeada de asesinos,princesa.

«Eres un…».—Y… —arqueó sus oscuras cejas

y colocó su dedo índice sobre suslabios, para hacerla callar, a pesar deque hablaba mentalmente—… debo

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rectificarte en algo más. Lo que estápasando en el mundo no es una guerraentre vanirios y nosferatus contraberserkers. Esa es otra de las mentirasque te han contado mientras te teníanapartada en tu castillo de cristal. Lo quesucede es el Ragnarök. Sabes muy bienlo que significa ese término, Jade. Lorecordarás con el paso de los minutos.Tienes que saber que vanirios yberserkers se han unido alrededor delMidgard para luchar contra lobeznos,nosferatus y demás esbirros de Loki quehan abierto una puerta dimensional paraacabar con todos. Lamentablemente, estaes una guerra que no podemos ganar.Porque solo hay un Dios en este planeta,y es el Timador. Nuestros creadores nos

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han abandonado y solo nos queda pelear,sin esperanza de victoria.

«¿Una guerra que no vamos aganar? Eso no es lo que dice Daniel».

—Sí. Lo sé. El bueno de Danielcree que ocultándoos en un búnker quetiene bajo tierra, en ese palacio donde tetenía encerrada —matizó—, podréissalvaros y continuar con losexperimentos. Y, cuando acabe elconflicto —se sonrió—… Le llamaconflicto al fin del mundo, será imbécil—quería reírse de ese individuomiserable—. En fin, que cuando acabetodo, emergeréis como berserkerssuperiores y los más fuertes de la tierra,para dominarla y repoblarla. ¿Y sabesquién se encargará de traer a esos

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cachorros al mundo?Jade osciló las pestañas, y dibujó

un rictus de disgusto y decepción. No.Nada de eso podía ser verdad. Esehombre era un monstruo desagradable ymanipulador.

—Sí. Lo has adivinado. Tú. Quiereque seas su yegua particular.

«Vete a la mierda».—Oh —Thor abrió los ojos lilas

de par en par—. Ese sí que es elcarácter de mi Jade. Los búnkers nosirven. Hay unos seres llamados purs,etones y trols, que vienen de la otradimensión —señaló el techo de piedra—, del Asgard. Y no les importa cuánprofundo estés enterrado. Te encuentran.

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Hurgan la tierra, la agujerean y dan conlo que quieren. En la Black Country yahan perecido vanirios importantesocultos en un búnker. Y no les haservido de nada. Inis e Ione, Iain ySheenna, sus hijos… Todos han muerto—lo sabía porque él mismo habíaescuchado sus últimas palabras.Palabras de personas que habían sidosus amigos, incluso cuando eran pictos.La sangre de Jade, poco a poco ledevolvía sentimientos perdidos.Empatía.

«Me das asco. Eres capaz deinventarte todo esto, ¿para qué? ¿Parabeber mi sangre? ¡¿Para qué?! ¡¿Si creesque no podemos salvarnos, por quéhaces esto?! ¡¿Para no morir con el

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estómago vacío?!».—No me invento nada. Estoy aquí

por ti. Solo me importas tú. Ni la guerra,ni el fin del mundo. Solo tú.

«Si solo te importo yo, déjamesalir de aquí y volver con los míos».

—Que solo me importes tú noquiere decir que sea gilipollas. Yo soyde los tuyos. Tú eres de las mías. Nohay más que hablar.

«Espero que te pudras, entonces».—Bueno… —chasqueó,

disimulando lo mucho que le molestabaaquella situación—. Hasta que teacuerdes de mí — dio un paso al frente—. De nosotros —dio otro y se quedó a

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un palmo de su boca—. ¿Te ha gustadocómo te he besado antes?

«No. Por supuesto que no. Hasabusado de mí», le echó en caraqueriendo moverse.

—Cuando recuerdes los besos queme dabas y cómo eras conmigo, teparecerá mentira haberme dicho algo asíalguna vez.

«No puedo recordar nada que seauna invención».

—No es una invención —la cortódesesperado—. No es una invención. Enmi gabardina —la señaló—. Allí está tudiario. Tómalo y léelo. Es tu letra. Tusrecuerdos. Eres tú hablando de tu vida.

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Después de eso, permitió que Jadese moviera y pudiera hablar de nuevo.

—Está allí —se dirigió hasta suropa para tomar el valioso libro—. Lotuve que recuperar de mi casa deKensington Palace, donde tú y yo…Donde Aileen y Caleb… —se corrigió—. ¡Da igual! Estaba ahí, y lo recuperéantes de que la casa se hundiera bajouna grieta enorme.

—Ve y léelo —repitió—. Es tuyo.Lo traje pensando que te podría ayudar.

—No voy a hacer nada de eso. Notengo nada que comprobar. Lo que meestás diciendo es una auténticabarbaridad. ¿Te has visto? ¿Cómo voy acreer a alguien que acaba de abusar de

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mí?El fin no justificaba los medios

bajo ningún concepto. Ese hombre y sumanipulación mental habían conseguidoque ella disfrutara de la experiencia, yeso la hacía sentirse sucia y mal consigomisma. No había podido gritar ni pedirayuda. Su cuerpo estaba en trancemientras estuvo en sus manos.

—No tienes que sentirte sucia porlo que hemos hecho—aseguró confuso.

—Yo no he hecho nada. Me lo hashecho tú. ¡Y deja de meterte en micabeza!

Thor se mostró arrepentido, perono había tiempo para arrodillarse ypedir perdón.

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—Tu cuerpo me recuerda, Jade. Tútodavía no. Estás confusa porque nosientes que haya estado mal lo que hehecho. Sé que no debió ser el mejormodo de mostrarte qué somos. Pero...las células tienen memoria. Y tú, a pesarde los miedos y las dudas que tu mentealza como muros, te has sentido bien. Asalvo conmigo.

—¡¿Pero te estás oyendo?! ¡Nopuedo estar a salvo en manos de algocomo tú! ¡Has bebido de mí! ¡Me hasusado! — gritó enfurecida y con los ojosllorosos—. ¡¿Cómo voy a confiar en ti?!

Para él había sido necesario bebersu sangre y hacerle el amor. Gracias aeso, ahora podía aislar su mente delmundanal ruido y escuchar solo las

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voces que de verdad le interesaban. Eldon otorgado de Jade era paz para él.Así podía escuchar pensamientos comolos de Daniel, que estaba a pocos metrosde donde ellos se encontraban. Les ibana dar caza. Por eso Thor debía actuarrápido.

—Porque no tienes otra opción,Jade —contestó pausado—. No tenemosmucho tiempo. Son nuestras últimashoras aquí antes de que todo vuele porlos aires. Tienes que creerme y venirteconmigo.

—¿Contigo? ¿Yo? —estabaasustada y horrorizada a partes iguales—. No. No pienso moverme de aquí.

—Jade... No puedo soportar

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haberte encontrado y que me rechaces.Poco a poco recordarás —le aseguró—.Confía en mí.

—No. No... —sacudió la cabezanerviosa—. Quiero irme con Daniel.¡Daniel! —gritó a pleno pulmón.

Los ojos de Thor se llenaron detristeza. Lo estaba frustrando ¡joder! Setiró de los pelos.

—No voy a irme —le recalcó Thor—. Y si me quedo, no voy a permitir queél te lleve. ¿Quieres ver cómo los mato?— la amenazó—. Porque créeme que sino soy yo el que te saca de aquí,tampoco serán ellos. Les arrancaré elcorazón.

Jade palideció y después frunció el

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ceño.—Si tanto me amas y tan bueno

crees que eres, deberías entregarte a miclan, para que te juzguen. Deberíasdarme esa oportunidad. Me lo merezco.

—¿Quieres que me ofrezca paraque me torturen? ¿Un peanásfollaiseach? ¿Es eso? ¿No ha sidosuficiente con todos estos años detortura? —le echó en cara olvidando queella no recordaba nada—. ¡Jade, tú eresmía! —gritó adelantándose ysacudiéndola por los brazos—. ¡¿No tedas cuenta?!

—No quiero un castigo público —contestó ella. En cuanto se dio cuenta delo que había dicho, se quedó bloqueada.

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Thor, en cambio, sonriócompasivo.

—No te asustes. Entiendes elgaélico muy bien. Yo te lo enseñé. Sabesque el peanás follaiseach es un castigopúblico.

Jade palideció y dio dos pasoshacia atrás, intentando alejarse de él.

—Déjame ir —le suplicó. Nopodía ser cierto.

—Nunca. No puedo —contestó élimpotente—. No huyas de mí, porfavor...

Un suave tintineo provocó que Thory ella se dieran la vuelta abruptamente.Cuando el vanirio dio con el objeto que

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había irrumpido en la cueva, cerró losojos y gruñó:

—Mierda.Y entonces una explosión de luz lo

iluminó absolutamente todo.Daniel, su amable amigo, su

protector, estaba ahí con ella, caminandoa través de la cegadora luz, sinproblemas para llegar a su lado yalejarla de Thor como quien aleja lopuro de lo impuro. No había un solomechón de su siempre repeinada cabezacastaña en su sitio. Sus ojos pardosdibujaban una sombra ojerosa bajo lospárpados. Estaba cansado. A diferenciade otras veces no lucía de punta enblanco. No había rastro de sus camisas

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impolutas, sus mocasines o suspantalones de pinzas recién planchados.En su lugar, ropa funcional de caza,rasgada por las rodillas, y manchada portodas partes.

La miró de arriba abajo paraasegurarse de que estaba bien, y cuandolo verificó puso su cara de hermanomayor.

—¡Te dije que no podías salir sinnuestro permiso! ¡Podía pasarte esto! —señaló a Thor que estaba inmovilizadopor dos berserkers; eran Adolf y Lean.El vanirio no podía abrir los ojos acausa del detonador de luz diurna quequemaba sus retinas. Era luz solarartificial y a los de su raza les dolíaigual que la del astro.

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«Jade, no son berserkers. Sonlobeznos. A los berserkers les crece elpelo de la cabeza, y les sale un vellofino sobre la piel. Tienes que esforzartey recordar. Tu padre, los de tu clan, setransformaban muchas veces frente a ti.Los berserkers aumentan de tamaño perono se convierten en chuchos enormescomo Adolf y Lean», le dijo Thormentalmente. «No dejes que te siganmintiendo».

«Cállate».—Lo siento, Daniel. Tienes razón

—intentó disimular que el vanirioentablaba conversación con ella—. Peronecesitaba las hierbas de Cedro yDaphne, porque me costaba dormir y...

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—Tienes que dejar de ir con esasseñoras alcahuetas. Y no puedes volvera desobedecerme —la regañó de nuevo.Tomó su muñeca y pasó el pulgar consuavidad por encima de sus venas—.Tienes suerte de que te hayamosencontrado.

Thor se tensó.«Hijo de puta. Le arrancaré la

cabeza como vuelva a tomarse esalicencia. —Ese hombre no podía tocar asu mujer así—. ¿Sabes por qué nos haencontrado? Porque tienes un chiplocalizador en la piel. Te ha marcadocomo mercancía para tenerte controlada.¿No lo sabías?».

«¿Qué? ¿Un localizador?».

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«Ya te he dicho lo preciada queeres para él. Nunca te dejará marchar.Te necesita. Pero yo estoy aquí. Paraliberarte».

Jade lo miró de reojo. Su rostroestaba cubierto por parte de su melenanegra que caía hacia adelante. Los dosberserkers le habían golpeado confuerza, y la luz lo debilitaba.

«Está en tu muñeca». «¿El qué?».«El localizador», contestó furioso.

«Se encuentra bajo la piel de tumuñeca», dijo asqueado, «justo dondedeberías lucir el comharradh».

Jade miró su muñeca y se imaginóun tribal circular de intrincada forma.Fue como una visión. ¿Acaso todo

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aquello era magia? ¿Trucos mentales delmonstruo? La estaba confundiendo.Tragó saliva al darse cuenta de lo muchoque estaba empezando a perder lacabeza.

—¿Te ha hecho algo malo? ¿Te hamordido? —preguntó Danielpreocupado, revisándole las pupilas conuna linterna minúscula que se habíasacado del bolsillo del pantalón militar—. Has pasado mucho rato a solas conél... No hay rastro de las heridas de lasflechas en su cuerpo, por tanto, ha tenidoque beber de ti... —supuso contrariado—. El mordisco del vanirio esponzoñoso y habrá que aislarte paraeliminar el veneno de tu piel. Vamos laacució.

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«Miente. El vampiro tiene veneno,nosotros no. Te dice eso porque sabequién soy. Me conoce. Sabe que soy tupareja. Tu cáraid. Tenía mis fichas en suapartamento de Kazanlak y también lastuyas. Las vi en su escritorio. Acaba deregresar de allí, ¿verdad? De losBalcanes».

Jade contestó afirmativamente conla mirada, aunque no pronunció una solapalabra en voz alta.

«Recuerda que él continuó con losestudios de su padre, que sabe todoacerca de nosotros, de quiénes éramos»,«No es tonto ni tampoco ignorante, Jade—aseveró—. Se imagina lo que hapodido pasar aquí. Y ahora quiereaislarte otra vez para que no podamos

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comunicarnos mentalmente nunca más,porque como parejas necesitamos esavinculación emocional y mental».

—¿Qué? —susurró Jade. Derepente, pensar en que perdiera elcontacto y la presencia de ese vanirio ensu cabeza le resultó angustioso yalarmante. Y se sintió mal por ello.

—¿Qué dices, cariño? —preguntóDaniel tomándola del brazo como a unainválida para sacarla de la gruta.

—Espera, Daniel... ¿Qué vais ahacer con él? —preguntó Jadedeteniéndose en seco.

Daniel sonrió sin comprender lapregunta. Y Thor pudo leer en suexpresión y escuchar perfectamente en

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su cabeza todo lo que se le venía a lamente al científico: «¿Habríanintimado?», «Seguramente el vanirioMacAllister habría aprovechado eltiempo para ganar su favor...», «Dios,tenía que hacer algo para alejar a Jadede las dudas. Me la tengo que llevarrápido de aquí».

—Es un vanirio. Le vamos aarrancar la cabeza y así acabar con sumiserable existencia —explicó Danielsin más.

Ella se horrorizó ante la idea.«Jade, crearon un foro a nivel

internacional para que vanirios yberserkers de todo el mundo pudieranentrar en contacto y aliarse para

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combatir a Newscientists y a losesclavos de Loki. Berserkers y vaniriossomos amigos ahora. Hemos aparcadonuestras diferencias para luchar juntos.Ya no somos enemigos, ¿comprendes?Nuestra lucha no es entre nosotros sinocontra lobeznos, nosferatus y todo elejército de científicos del dios jotun.Daniel estaba registrado allí, en ese foroque crearon las humanas quecolaboraban con nosotros y que ya hanmuerto como otros guerreros; él se habíaregistrado como usuario, y cuando enShipka nos rebelamos y pudimosescapar antes de que nos exterminaran,Daniel se enteró y tomó un jet privadohasta Urbasa. Sabía que yo meencontraba en las instalaciones y que

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cuando saliera libre, si seguía cuerdo,iría en tu busca. Díselo. Dile todo lo quete estoy diciendo. Si lo niega, sabrás quemiente por el cambio en la acidez de supiel. Lo olerás. Las berserkers soisespecialistas en eso», la animósoportando la luz hiriente que bañaba supiel y que un lobezno sostenía en sumano mientras lo sacaba de la gruta. Eramás doloroso el resplandor del aparatoque la luz real del día, ya que los cieloshabían oscurecido y los árboles nodejaban que los débiles rayos del sol lesalcanzaran. Sin embargo, la joven noreaccionaba y él, antes de cometer unasangría, prefería que ella se diera cuentade quiénes eran los malos allí. PorqueThor iba a matarlos a todos, pero no

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quería hacerlo con el dedo acusador deJade sobre él. Necesitaba que lecreyera.

«Jade, Daniel ya no es humano»,dijo sin más.

«¿Cómo dices?», esta vez ella sí sequedó estupefacta.

«Escúchame, utiliza tu olfato. Lotienes desarrollado. Su piel ya no huelea humano, sus glándulas ya no segreganel mismo olor. Compruébalo tú misma.¡Huele, maldita sea!».

—¡Reacciona antes de que seademasiado tarde! —gritó Thor engaélico provocándola.

Jade se quedó mirando el cogote de

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Daniel mientras avanzaban a través delespeso bosque y el intenso follaje.Adoraba los bosques de Urbasa, sentíaaquel lugar como su hogar, y le dolíademasiado creer que su vida entoncesera una gran mentira, un ardid y una vilmanipulación.

—¿Qué ha dicho el vanirio? —preguntó Daniel entrecerrando los ojosde forma sospechosa.

—No lo sé —contestó Jade—. Nohablo gaélico, ya lo sabes —mintió.

«Huélelo, maldita sea», maldijoThor. «Entiendo que has estadodemasiado tiempo aislada, pero... esnuestra última oportunidad de estarjuntos. Hemos pasado por mucho, no lo

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eches a perder sin darme al menos unaposibilidad de demostrarte que digo laverdad».

Jade no lo quiso ni mirar. En elfondo, pensó que estaba loca por darleun voto de confianza a ese hombre quela había secuestrado para llevársela auna cueva y utilizarla como alimento ydesahogo. Y lo peor era lo contrariadaque estaba porque no recordaba habersufrido ni haberlo pasado mal. Nisiquiera había sido ligeramentedesagradable.

—Matadlo —ordenó Danieldespreciándolo con la mirada.

Thor se removió dispuesto aliberarse. No iba a ser tan estúpido de

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dejarse matar por esos desgraciados.Entonces, antes de zafarse de ellos,

fue Jade la que no quiso dar un pasomás. Cerró los ojos y se concentró endetectar los cambios en el olor corporalde su amigo. Si Thor tenía razón en eso,tal vez tuviera razón en todo lo demás.

La inseguridad y el miedo lamataban. Todo ello teñido además deuna sutil decepción, que se transformaríaen algo mucho más doloroso si Danielresultaba ser el mentiroso que asegurabaThor que era.

Entonces, como en el engranaje deuna máquina averiada que solonecesitara la dosis justa de aceite, laspiezas se movieron y encajaron por una

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décima de segundo, suficiente para queun flash sacudiera su cabeza.

El chispazo acudió en forma depalabras perdidas en el tiempo, en bocade un hombre que no recordaba, y queparecía ser un maestro, un líder yalguien a quien ella escuchabavehementemente. No le supo poner cara,pero su discurso se ancló en su cabezacomo una aplastante verdad.

«Los berserkers segregamos lasmismas glándulas odoríferas que loslobos y la mayoría de animales.Cuando queremos marcar territorio,las expectoramos; cuando nos ponemosnerviosos o nos sentimos amenazados,las dejamos ir para que nuestrosenemigos nos alerten. Solo nuestros

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hermanos lobos y los seressobrenaturales como nosotros puedenolerlas. Los humanos no nos detectan».

«Nuestros antítesis son loslobeznos. A diferencia de ellos,nosotros no necesitamos marcar losárboles o la tierra que pisamos. Ynuestro olor no es tan desagradable ypenetrante como el suyo. Sus glándulassecretoras dejan ir una esenciaavinagrada que no pasa desapercibida.Cuando las huelas, te picará la nariz.Es el modo que tendrá tu cuerpo dedecirte que estás ante un potencialenemigo».

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Jade no podía moverse, inmóvilante el recuerdo y el significado deaquellas palabras que le prohibían quereaccionara.

—No debería preocuparte qué eslo que vaya a hacer con él —insistióDaniel cada vez más nervioso ysudoroso—. Los vanirios merecenmorir. Vámonos. Nuestros hermanos seencargarán de ello —miró a sus dossecuaces, Adolf y Lean—. Tal vez tengaque inyectarte ahora la vacuna para elveneno — la agarró del brazo,intentando inmovilizarla mientras dejabadeslizar por el hombro el asa de lamochila negra que llevaba a la espalda.

Jade se soltó rápidamente y dio unpaso atrás. Inmediatamente, los otros

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dos se pusieron en guardia, ofendidospor aquel gesto de desdén que le habíadedicado a Daniel.

«En toda especie animal, sobretodo en la de los lobos y susdescendientes, hay un alfa. Nosotrostenemos gen de lobo, porque es elanimal totémico del Alfather. Él nosmutó para transformarnos enberserkers. Pero cuando bajamos a latierra a luchar en nombre de los diosespara proteger a la humanidad, muchosde los nuestros se cansaron de serhonorables, y se pusieron del lado de laoscuridad de Loki. Loki los transformóen lobeznos y creó una raza parecida anosotros, aunque con otros valores yotras características. Son seres

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abominables, de aspecto salvaje ymonstruoso, con cuerpo de lobo quecaminan sobre las patas traseras, y unmorro de perro por el que lessobresalen las fauces amarillas. Susojos son demoniacos y no hay ni unápice de conciencia o de humanidad enellos. Solo escuchan a su alfa.Detectarás al alfa de cada especiecuando veas que todos le rodean, y quelo que ofenda al líder también lesofende a ellos».

Otra vez un nuevo recuerdo. Jadese presionó las sienes y dio un pasoatrás.

Daniel, preocupado, se acercó a

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ella.—¿Estás bien, pequeña? —

preguntó mientras tomaba una jeringuilladel interior de la bolsa. Estaba a puntode inyectársela.

—No —lo detuvo alzando la mano—. No estoy bien — asumió un tantoperdida, mirando a su alrededor,insegura de su realidad. Le picaba lanariz y se la frotó con fuerza, cayendo enlas palabras de aquel supuesto mentor.Le picaba la nariz porque estaba frente aun lobezno. Por todos los dioses, Danielya no era humano. ¿Desde cuándo? ¿Porqué no se había dado cuenta antes?

«No es tu culpa —Thor queríacalmarla. Su desconcierto le hacía daño

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—. Te hicieron creer lo que quisierondurante mucho tiempo. Daniel se poníadesodorizantes para que ni tú ni nadie lodetectarais. Ha estado probando con lasangre de los berserkers rehenes quehabían tenido en Shipka. Haciéndosetransfusiones..., el muy estúpido. Laúltima se la hizo antes de que nosliberásemos. El resultado es que se haconvertido en lobezno, no en berserker.Porque ni la ciencia ni las fórmulasresponden ante los dioses. Ha utilizadola sangre de un guerrero tocado porOdín, para mediarla en fines oscuros yegoístas. Eso es lo mismo que entregarsea Loki. Ni Daniel ni Francesc hicieroncaso a los principios y a las leyesuniversales del mágico equilibrio

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divino».Jade desvió la mirada hacia Thor,

que yacía de rodillas entre los doslobeznos, hablándole mentalmente, almismo tiempo que parecía esperar unaorden de ella para levantarse y atacar.

«La espero, princesa», le aseguró.«Solo estoy viendo llegar el momento enque te des cuenta de que no eres quienellos dicen. Eres Jade, hija de AsLandin, una princesa berserker, y mimujer», sentenció sobrio.

—Jade, deja de alejarte malditasea —gruñó Daniel con impaciencia—.Acércate y...

—Te he dicho que no —se negó enbanda, desconfiando abiertamente de sus

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intenciones.El Daniel que tenía en frente estaba

descontrolado. No había rastro de sucalma característica. Sus hombrostensos, su mandíbula pétrea, y sus ojosenrojecidos como si estuviera sufriendoaltas fiebres, hablaban por sí solos. Y suestado cambiaba ante ella y sepronunciaba más cuanto más lo miraba.Tenía ante ella al alfa del aquelarre.

—¿Desde cuándo? —preguntó Jadede golpe, con una decisión desafiante.

—¿Desde cuándo qué? —Danielachicó los ojos queriendo leerle lamente como seguramente estabahaciendo el vanirio.

El olor avinagrado la noqueó y la

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puso en sobre aviso. Se froto la nariz denuevo y sufrió una pequeña arcada.¿Cómo no había sido consciente deaquel repugnante olor hasta esemomento?

—¿Desde cuándo has dejado de serhumano, Daniel?

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VII

—¿Cómo dices?Ella alzó la barbilla y la voz.—¿Soy Jade Landin, hija de un

líder de Wolverhampton? No mearrancaron de mi familia en Inglaterra,como me dijiste, ¿verdad? Tu padre y túme liberasteis de Newscientists y merecluisteis en Urbasa, manipulando mimente para hacerme creer que era otrapersona. Una que no tenía pareja, ni hija,

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ni tampoco padre —musitó creyendocada vez más las palabras que salían desu boca—. Una que nunca echaría demenos lo que supuestamente habíaperdido, y que no se escaparía para ir ensu busca, ¿cierto? Viviría engañada enmi castillo, para que tú me analizaras yme estudiaras, acompañada por unagente que decía ser mi familia, pero queno lo eran...

—El vanirio te ha manipulado,Jade...

—¡No me mientas! — gritó enmedio de un aullido de dolor—. ¡Huelesa animal! —se tocó la nariz—. No ereshumano, pero ni siquiera eres lo que yo.¡Eres un lobezno!

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Daniel tragó saliva y cuandocomprendió que ya no era posiblemanipular a Jade en aquel lugar y enaquel momento, pensó que lo mejorsería decir la verdad. Ya le borraría losrecuerdos de nuevo en el castillo,cuando acabara con la vida de Thor y seanulara su influencia.

Aun así, contemplaba incrédulo laira y la vida en la mirada de Jade. Eraincreíble. Fascinante. Toda hermosafuria.

Sin embargo, podía olerperfectamente la imprenta del vanirio ensu piel y eso le dolía.

—¿Te has acostado con él? —preguntó insensible—. ¿Te has abierto

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de piernas para él? Huelo su toque en tupiel — añadió sin más, como un novioceloso.

Ella, al darse cuenta de que Danielno negaba nada, decidió no darle másexplicaciones. No tenía nada quecontarle.

—No te preocupes. Te lavaré yomismo cuando volvamos a casa —dijocondescendiente, acercándose de nuevoa ella—. Me da asco olerlo en ti.

Daniel era hijo de científico. Supadre le enseñó muchas cosas, más delas que soñó aprender. Con lo que ellossabían sobre esos seres sobrenaturales yel amplio conocimiento en genética queambos poseían, el hombre se hacía

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cruces de que la fórmula que habíautilizado para su transformación dehumano a berserker y la de todo su clanno diera los resultados esperados.

Habían sido humanos una vez. Yahora eran seres infernales, pero muypoderosos.

Eran lobos sangrientos que sufríantransformaciones dolorosas. Cuanto másse transformaban en aquellasabominaciones, más les costaba volver asu forma humana, y menos recordabande ellos mismos. Como les pasaba a susamigos, y a todos los que vivían en sucastillo; cada vez eran más animales, lesurgía la caza y sus ansias de degollar ycomer se habían descontrolado. Esosolo indicaba que la mutación no había

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sido la adecuada. Algo,incomprensiblemente, salió mal y Danielno sabía el qué.

Durante mucho tiempo intentóbuscar en la sangre de Jade unequilibrio, pensando que su ADN habríacambiado después de ser madre de unahíbrida. Pero no, estaba totalmenteequivocado. Y lo había hecho todo nosólo con fines egoístas, ni para crearsuperguerreros; lo hizo para poder estarcon ella de igual a igual. Porque para éldejarla ir no era una opción. Porque laamaba, la amaba de un modo salvaje,como le había sucedido a su padre.

Jade volvía loco a los machos,fueran de la especie que fuesen.

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Además, Daniel quería que sucuerpo le diera la respuesta y lasolución que necesitaba para modificarsu naturaleza. Pero no daba con eleslabón.

Jade tenía razón. Ya no era humano.Era muy fuerte, muy rápido, tenía sussentidos extradesarrollados, y seconvertía en un animal lobuno de dosmetros de altura. Pero cuando lo hacía,no reconocía sus emociones ni su mente,y se dejaba poseer por las ansias dematar y dominar. Y el dolor... era tanagónico... Sus huesos se rompían, su pielse estiraba, sus dientes sedesarrollaban... Era terrible. No sabíaque transformarse fuera de aquellamanera.

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Él veía a los berserkers hacerlocon normalidad, sin sufrimiento. Por esonecesitaba encontrar una cura paraaquello, una mejora de la fórmula. Noobstante, ya no podría continuarengañándola, y no podría seguir con susavances y su propósito si el vanirioregresaba a su vida. No. Antes lomataría.

Thor era la pareja natural de Jade.La loba se había unido al murciélagopara más inri de las leyes y lanaturaleza, riéndose de la ciencia y de loque era compatible y lo que no. Y paraDaniel, darse cuenta de que MacAllister,después de tantos meses de encierro,locura y tortura, estaba ahí,reclamándola, despertaba al monstruo

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visceral, egoísta y celoso que llevabadentro, alimentando sus ganas de luchary hacer daño. Y más ahora que Jadeacababa de desenmascararlo.

—La tocarás por encima de micadáver —espetó Thor fulminándolo através de sus espesas pestañas.

—La he tocado cientos de veces,mientras la pinchaba y se quedabaprofundamente dormida —arguyó élsoberbio y maliciosamente sonriente—.La he observado mientras descansaba, yhe disfrutado de ella mientras tú estabasesposado al techo de una sala mugrientallena de heces y orín, tragando rayos desol que te quemaban la garganta.

—Daniel... —susurró Jade

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impresionada. Dioses, era todo cierto...—. ¿Por qué...?

—¿Él te lo ha contado? —la cortóde repente. Los últimos pelos que lequedaban en su lugar se deslizaron porsu rostro—. ¿Ya sabes la verdad porqueél te la ha contado? —repitió—. ¿Elvanirio? ¿Ha sido por el intercambio desangre? Seguro que incluso te estáhablando mentalmente. ¿Me equivoco?—con un gesto de la barbilla ordenó alos lobeznos que golpearan a Thor.

—¡Déjale! —gritó angustiada.«No me defiendas», le pidió Thor,

encajando las patadas en las costillas ylos puñetazos en la cara. «Deja queDaniel hable, y cuando oigas de su boca

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toda la verdad, yo actuaré y meencargaré de ellos. Pero necesito que élhable y que no te quepa duda sobre lonuestro».

La joven parpadeó confusa. ¿Seestaba dejando vencer y golpear paraque creyeran que estaba débil y eninferioridad de condiciones? Aquellaluz tenía que quemarle y dolerlemuchísimo... Como fuera, no le gustabaverlo en aquella posición de sumisión. Yno entendía todavía por qué, si nisiquiera le reconocía.

—Esa extraña vinculación quetienen los vanirios con sus mujeres... —Daniel, ajeno a su comunicación mental,alzó la punta de la jeringuilla y lagolpeó suavemente para dejar que

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saliera el aire—. Es fascinante, ¿nocrees, mi princesa? —siempre la habíallamado así cariñosamente.

A Jade se le revolvió el estómago.—Thor MacAllister... —murmuró

Daniel mirándolo fríamente—. Nuncadebiste volver. Mi padre me lo advirtió.«Él nunca debe acceder a ella. Debenpermanecer aislados el uno del otro»,decía. Me encargué de dejarte reducidoy sin opciones para que nunca vinieras abuscarla —indicó disfrutando al ver lapaliza que sus dos compañeros leestaban dando—. Y aquí estás.Intentando echar por tierra mi trabajocon ella durante todo este tiempo.

Jade entreabrió la boca con

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sorpresa, y después la indignación labarrió por completo hasta el punto dehacerla temblar.

—Entonces... ¡¿no lo vas a negar?!¡Tengo razón! ¡Me mentiste! —su voztemblorosa dejó a Thor compungido—.¡¿Quién diablos eres?! ¡¿Quién soy yo?!

«No llores por él. No se lomerece», le dijo Thor.

Pero Jade no lloraba por él.Lloraba por ella misma. Por la falazartimaña en la que la habían inmersodurante tantos años de su vida. Vida dela que ella no sospechaba que no eraverdad.

Pensó que su realidad era la queera. Que habían matado a los miembros

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de su familia, que no recordaba, y quelos buenos de Francesc y Daniel, seapiadaron de ella y la integraron en sumundo, en un nuevo grupo, en una nuevafamilia. Bien era cierto que había pococariño entre sus miembros; eran másbien huraños. Pero, al menos, laprotegían.

Ahora la destrozaba saber querealmente la protegían de descubrir suverdadera identidad y su auténticahistoria. Porque tenía un pasado que esagente le había arrebatado. Un pasadoque incluía al vanirio que la habíaposeído como si tuviera derecho a ello.

Era demasiado, y no sabía si estabadispuesta a afrontar todo lo que estabaviviendo. De lo que sí estaba

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convencida era de que Daniel no era suamigo.

—No quería que sucediera así —aseguró Daniel haciendo negaciones conla cabeza—. ¿Sabes cómo murió mipadre, Jade?

—¿Tu padre? —dijo incrédula—.¿Crees que me importa eso ahora? ¡Mehabéis mentido!

—¡No! —rugió como un loco—.¡Te hemos protegido los dos! Él seenamoró de ti. Os tenía que analizar, yhaceros todo tipo de pruebas paraNewscientists. Pero lo cautivaste hastael punto de que se volvió loco por ti. Tesacó de esas instalaciones inglesas enOxford Street y te llevó a Urbasa, donde

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yo supervisaba todo lo que hacía en elcastillo. Entonces solo tenía dieciochoaños y una fascinación increíble por laciencia y la genética. Iba a seguir lospasos de mi padre, estaba claro. Perocuando te vi —se detuvo y cerró losojos dibujando una sonrisa demelancolía en sus labios resecos—.Olvidé por qué estaba ahí. Olvidé cuálera mi cometido. No debió extrañarme,porque mi padre había caído tambiénbajo tu embrujo. Yo también caí.

—Francesc era otro mentirosocomo tú.

—Él te amaba —le defendió—.Por eso te salvó de Mikhail Ernepo y losdemás científicos locos. Odiaba elhecho

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de que te hicieran daño.—Me secuestrasteis igual. Me

confinasteis —le echó ella en cara.Daniel se encogió de hombros.—¿Qué no estarías dispuesta a

hacer tú por amor?—¿Por amor? —ella no había

conocido el amor. O eso creía. Perofuera como fuese no tendría nada quever con lo que sentía Daniel por ella. Elamor no debía de ser así—. Tenéis unconcepto del amor un tantodistorsionado —Jade continuabareculando cada vez que él se acercaba.

—¿Tú crees? Cuidar de ti.Protegerte. Darte cobijo y alejarte de

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todos los que te usaban... ¿Eso no esamor? —dio un paso al frente,queriendo intimidar a la berserker.

Jade negó rotundamente. No iba aachicarse ni iba a permitir que Daniel lapinchara.

—No. No es amor. Es puro interés,porque vosotros también me usasteis.Ambos me queríais para convertiros enlo que soy y continuar con vuestrosexperimentos de crear una raza superiorde humanos.

Daniel arqueó las cejas castañas yla miró con aprobación.

—Entonces, es cierto que Thor telo ha contado todo.

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—Me alejasteis de mis raíces, yborrasteis mi vida de un plumazo —loseñaló con el dedo índice—. Una vidaque... — oteó a su alrededor perdida porsus emociones. Y mientras tanto, Thorcontinuaba recibiendo golpes y heridas—. Una vida que me pertenecía. Eramía.

—Lo hicimos por tu bien. Para quetu añoranza no te matara.

—¡Eso es decisión mía! —exclamósubiéndose a la rama de un árbol de unpotente salto.

—Ah, no me jodas, princesa... Nohagas que te persiga —resopló mirandohacia arriba—. Tengo mis instintos fuerade control, todavía no me he hecho con

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ellos... Puede ser peligroso. No megustaría hacerte daño.

«No es la primera vez que mata aalguien en una persecución», le informóThor. «Ya te dije que las desaparicionesque han habido en el pueblo han sidopor culpa de ellos».

—Al menos mi padre se encargó decuidar de tu hija Aileen —dijo sin más—. Y también se encargó de mantenervivo a Thor —señaló al vanirio—.Porque sabía que si él moría, tú tambiénlo harías.

Los ojos de Jade se abrieron de paren par. Que alguien como Danielpronunciara el nombre de una hija queno conocía la devastó.

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Y no solo eso, tocó una serie deteclas en su interior que activaron algoirascible y salvaje. Algo que norecordaba haber experimentado jamás.

Jade siseó como una serpiente y seacuclilló como un animal felino a ladefensiva, instantes antes de atacar.

«Jade. Jade —repitió Thor en sucabeza—. Tranquila... No dejes suelto atu animal. Recuerda que las mujeresberserkers os transformáis en lobosblancos. Si te dejas llevar por tusemociones...».

—¡Cállate! —rugió, ida por elfuego furioso de su interior. Acontinuación, centró toda su atención enDaniel. Y lo miró del modo en que lo

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haría un depredador.Sus ojos, verde esmeralda,

cambiaron su color dos tonos másclaros. Después, se tornaronamarillentos. Algo la barría, algo lahacía temblar, y no podía hacer otracosa que dejarse llevar por laapabullante marea transformadora.

Daniel frunció el ceño, extrañadoante tanta beligerancia y sorprendidoporque los acontecimientos cambiarande aquel modo. ¿Le estaba pasando aJade lo que sospechaba?

—No puede ser... —susurró—. Túno recuerdas cómo hacer esto…Ayudamos a tus células a olvidar…

—¡Tú! —le gritó Jade—. ¡Traidor!

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¡Me has mentido todos estos años y hasjugado con mis recuerdos! ¡Míos! —enmedio de su contundencia dejó ir unlastimoso aullido como el de un perroherido.

—No esperaba que llegara jamáseste momento —confesó Daniel—. Nodebió ser de este modo, créeme,princesa.

—¡No me llames así! —a Jade lecostaba hablar porque sentía loscolmillos superiores e inferioresalargarse en su boca.

—¡Tú nunca debías saberlo! ¡Yo hecuidado de ti todos estos años...!

—¡Mentira! —con las uñas, derepente más afiladas, marcó el tronco

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del árbol en el que estaba agazapada.No era consciente de lo que hacía,aunque sabía que algo pedía emergerdesde dentro, algo que la hacía sentirbien, libre, todo lo contrario a aquellalastimosa desesperación que larevelación de Daniel provocaba en ella.Una sensación de lamentableimpotencia. ¿Qué habían hecho con ella?¿Quién era en realidad?—. ¡Eso no escuidar ni proteger! ¡Has jugado conmigoy has sido egoísta! ¡Y...! ¡No puedo más!—dejó caer su cabeza hacia atrás,abandonada a la rabia de su interior, yaulló en medio de un desgarradorlamento. Y entonces... Saltó haciaadelante, con los brazos estirados y laspiernas extendidas.

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La imagen era increíble. Thor laobservó desde el suelo, sobrecogido porla belleza que presenciaba.

Nadie iba a poder detenerla en sumutación. Era el animal totémico de lasberserkers, que se activaba ante laamenaza. Ellas eran las damas de lanoche.

Y entonces, su cuerpo se rodeó deluz. Fue un chispazo parecido al de unaexplosión supernova,ycuandoesaluzdesapareció, todavía en elaire, Jade ya había dejado de serhumana.

Era una preciosa loba de peloblanco y ojos bitonales, amarillos yverdes, que estaba dispuesta a atacar a

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su enemigo.Thor sonrió y supo que aquel era el

momento de intervenir y reaccionar a losgolpes. Daniel era un lobezno e iba atransformarse para enfrentarse a Jade.

En teoría, las berserkers no estabanpreparadas para luchar como loshombres, y mucho menos en su formaanimal, menos agresiva. Pero Jade nuncafue una loba cualquiera. Ella era unaguerrera.

Entre As y él se encargaron de quefuera la mejor. Aun así, no iba a serrival para Daniel. Pero, para eso estabaél ahí. Para proteger a su cáraid. Y,¡cuántas ganas tenía de eseenfrentamiento! Podía ser rápido como

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el trueno a la hora de matarlo, perojuraba por los dioses celtas, que iba aalargarlo a placer.

Al menos, Jade recordaba poco apoco, y él podía sentirlo en su cambiode actitud.

Con el pecho hinchado de orgullo,decidió responder a sus dosmaltratadores Adolf y Lean. Lobeznoscasi novatos, integrantes de ese ejércitode abominaciones que padre e hijocientíficos habían intentado manipulargenéticamente, y que no le iban a durarni un suspiro.

Había llegado el momento deacabar con ese clan que confinó a sumujer el tiempo suficiente como para

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volverla loca.Él la ayudaría a recuperarse, pero,

primero, tenían que luchar.Estrecha espalda. Potente pecho.

Patas estilizadas. Y un pelaje blanco,distinguido y erizado.

Era una loba preciosa. Y se habíalanzado encima de Daniel, con las patasdelanteras sobre su pecho. Le gruñía y leenseñaba los colmillos. Pero Thor nopodía perder el tiempo admirándola. Tanrápido como volaba, también ejecutabamovimientos y luchaba.

Aprovechó el siguiente zarpazo delgigante lobezno negro para bloquear sumuñeca, y rompérsela con una velocidadvertiginosa. El cúbito y el radio rotos

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traspasaron su piel, reflejando unaimagen desagradable y grotesca. Peroaquello para Thor no era nadacomparado con todo lo que le habíanhecho en Shipka.

Después, antes de que Leanreaccionara, le dio un codazo directo enel hocico. Así pudo rascar tiempo paracontinuar castigando a su primera presa.De un salto, se encaramó sobre sushombros y tomó el morro largo y lobunode Adolf; con una mano el maxilarsuperior, y con la otra el inferior. Y tiróde ellos en direcciones opuestas,gritando como un bárbaro, hasta abrirlela mandíbula y arrancársela, quedándosecon ambas partes entre losensangrentados dedos.

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El lobezno cayó de rodillas con élaún encima, y antes de que sedesplomara, Thor se impulsó sobre sustalones para atacar al segundo lobeznode pelaje marrón y puntiagudo, quetodavía meneaba la cabeza para sacarsede encima el letargo del codazo en lanariz.

Thor no le dio tiempo ni de abrirlos ojos. Aprovechando el impulso delsalto golpeó el peludo pecho con fuerzahasta atravesarle el esternón con supropia mano.

El monstruo abrió los ojosamarillos y enfermos de par en par. Elvanirio movió la mano hacia su derechay agarró el corazón. Se lo arrancó sinmás, y se lo mostró incompasivo,

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disfrutando del palpitar reflejo de aquelórgano entre sus dedos. A continuación,lo estrujó y lo hizo estallar, como unagranada que soltara todo su jugo rojizo.Parte de la sangre le salpicó en la cara.

Había sido tan fácil acabar conunos lobeznos inexpertos... ¿De quéservían las mutaciones si no sabíanluchar contra seres de magníficashabilidades de igual a igual? Esoslobeznos fueron humanos una vez; peroya no quedaba ni un solo pensamientopositivo o misericordioso en ellos; eranmonstruos, predadores, animalescarroñeros interesados solo en susupervivencia. Daniel era su alfa, elúnico cerebro real al que todavía lequedaba parte de cordura y raciocinio.

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Pero por poco tiempo. Tarde o tempranoel animal en él lo extinguiría y se dejaríallevar por sus instintos más sádicos.Como les había sucedido a losmiembros del clan asesino que suciencia había creado.

Por suerte para él, Thor no iba apermitir que llegara ese momento.

Daniel se estaba transformandobajo las patas de Jade. La loba no podíarecibir un solo mordisco del lobezno, yaque era altamente nocivo para losberserkers. Thor no podía pretender queella se acordara de eso, dado que ahorapensaba como un animal, no atendía acábalas o a amenazas de peligro.

Así que se apresuró a apartar a la

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loba blanca de encima de Daniel y ahablarle mentalmente, aunque ella nopudiera comprenderle del todo. Y si lohacían era por la vinculación que elintercambio de sangre les habíafacilitado. Un camino comunicativoíntimo y personal.

La loba se sintió desubicada alverse movida y desplazada a tantavelocidad. Estaba dispuesta a morder aThor, pero él alzó la mano y le dijo:

«Chist, mi loba. Cálmate. No teacerques ahora. Daniel puede hacertedaño».

Jade se agachó, echando las orejashacia atrás, dispuesta a atacarlo a él,pues en su mente salvaje no le

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reconocía.Pero entonces, el vanirio volvió a

alzar la mano y le susurró en gaélicounas palabras que siempre le habíasusurrado cuando ella dejaba ir a sutótem y ambos cazaban juntos y libres,en un pasado que parecíaextremadamente lejano.

«Mi pequeña loba salvaje, mipequeña mitad. Acompáñame estanoche, ven conmigo a caminar».

La imponente loba inclinó lacabeza a un lado y ocultó la espléndidadentadura tras sus labios negruzcos.

Thor sabía que esas palabrascausarían efecto en su subconsciente,porque aunque su mente humana y

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sobrenatural no lo hiciera, el animal semovía por instinto y también por el olor.Tenía que reconocerle. Thor alargó lamano hacia adelante, acercándole losdedos para que ella oliese su piel.

Era un toque mental, una cariciaplena de confianza, por derecho propio.Un acercamiento con respeto haciaaquella depredadora en la que se habíaconvertido su mujer. Sentía lo asustada yenajenada que estaba. Ella no sereconocía en aquella piel, pero él sí lohacía.

Jade gruñó con desconfianza, comosi estuviera dispuesta a morderle.

No. No se fiaba.—Soy yo, mo ghraidh.

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Y en ese momento de conexión,Thor sintió un latigazo terrible en laespalda. No lo vio venir.

Se giró rabioso, al ver a Danieltotalmente transformado en lobezno, consus uñas ponzoñosas manchadas de susangre. Pensó que tardaría más en mutar,pero no, Thor lo había subestimado. Eragigante, medio metro más alto que él. Unbicho terriblemente musculoso. Elvanirio no se sorprendía de que fuera elalfa.

Thor siseó por el dolor, pero secolocó delante de Jade para protegerla.

—Vaya —murmuró mirando a laloba de reojo, controlando que ella nose acercara al lobezno—. Tuviste que

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meterte más anabolizantes de la cuenta,¿eh, chaval?

Daniel rugió abriendo losmaxilares y mostrándole la cantidad decolmillos puntiguados y desigualadosque emergían de su boca. No había nirastro de su ropa. Nada. Latransformación la había convertido entiras desechables esparcidas por latierra y el húmedo musgo.

El lobezno saltó hacia adelante conlas garras por delante.

Thor ya había decidido que no ibaa alargar su muerte ni a demorar su final.¿De qué servía? Quería quitárselo de enmedio y centrarse en Jade, en surecuperación, y en el poco tiempo que

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les quedara juntos, conscientes ycuerdos de su situación.

Thor se desplazó a la velocidad dela luz, esquivó el zarpazo y lo agarrópor el cuello, colocándose a su espalda,antes de que alcanzara a su loba.

—Dime de qué te sirve —le dijo elvanirio al oído, ahogándolo con sumusculoso brazo, potente y constrictorcomo el cuerpo de una anaconda—.Dime para qué quieres todo este poderíosi no lo sabes utilizar —presionó contrala nuez, disfrutando de los huesos quepoco a poco quebraba con aferramiento—. A los humanos como tú les pierde lavanidad. Creéis que vuestra inteligenciano permitirá que el cambio en vuestrocódigo genético os altere de ninguna

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manera. Pero os equivocáis de cabo arabo. El lobezno es una abominación deLoki, una decisión. ¿No lo sabías? Losberserkers que se entregan a Loki seconvierten en esto —lo miró lleno dedesprecio—. Pero un humano, aunquepueda encontrar una fórmula genética ensu ADN para convertirse en uno deellos, no adquiere con ello dones para lalucha, ni tampoco autocontrol para susinstintos. Lo único que tienes de esbirrode Loki es el físico, y tu mentalidaddañina y egoísta. Por lo demás... —seencogió de hombros—, ninguno devosotros sois rival para mí. Pero eso noevitará que os mate uno a uno, no tendrécompasión. Porque cuando acabecontigo, iré a ese castillo donde teníais a

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mi mujer engañada viviendo una vidaque no era la suya, y acabaré con todos.Tu padre y tú me alejasteis de lo quemás quería —la mente del lobezno eraun caos. Pero él podía seguirla, porquela sangre de Jade le permitía leer a todoser viviente mortal o inmortal. Era sudon otorgado. Daniel estaba furioso,lleno de ira, y celoso. Muy celoso de él,porque, a pesar de todos sus esfuerzos,no lograba ser como esos seressobrenaturales que había investigadodurante tanto tiempo. No lograba sercomo él—. Samael y Mikhail noscogieron y nos confinaron. Pero tú y tujodido padre os encargasteis dealejarnos. Sin embargo —sus ojos seaclararon con determinación cuando

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miraron a la loba, que continuaba enactitud defensiva, con las orejas echadashacia atrás y la mirada desgarrada por elmiedo—. Nadie nunca puede separar auna pareja de vida marcada por losdioses. Solo la muerte puede hacerlo.

«Y el olvido», escuchó que decíaDaniel en su mente.

—No —negó el vanirioconvencido—. Ni siquiera eso. Por esoyo sabía que Jade continuaba viva.Porque yo seguía vivo. ¿O acaso creíasque con la lavada de cerebro que lehabéis hecho era suficiente paraalejarnos? Ella —murmuró con sorna—,me veía en sueños, Daniel. Su mente merecordaba inconscientemente a pesar detus esfuerzos para que no lo hiciera.

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Daniel cayó de rodillas al suelo,intentando agarrar el cuerpo del vaniriohuidizo y terriblemente fuerte que leestaba arrancando la vida. No podíarespirar y le ardían los pulmones.

La loba lo miró por última vez yarrancó a correr, escapando de ahí.Huyendo.

Thor la siguió con los ojos. Nopodría ir demasiado lejos. Él estaba ensu mente, lo quisiera o no.

El lobezno alargó el brazointentando alcanzar a Jade, como si asípudiera tocarla y salvarse. El animal sedetuvo por un momento, oculto entre losárboles, y lo miró. En sus ojos amarillosy verdes no había lugar para el perdón

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ni el arrepentimiento. Si ese tenía queser su destino, que lo fuera. Danieldebía morir por todo lo que le habíahecho.

El monstruo aulló, con el poco aireque le quedaba en los pulmones y seagitó una última vez con la intención desacarse al vanirio de encima. Pero no loconsiguió. Era imposible.

—Un lobezno también es unluchador. Un luchador que está de partede la oscuridad —explicó Thorrodeando su garganta con más fuerza—.Pero es un guerrero, al fin y al cabo. Túeres una rata de laboratorio. Solo eso.

—¿Una rata? ¿Crees que fue porella? —preguntó Daniel de golpe, en un

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último arreón poderoso.Thor aflojó un poco el amarre para

permitirle hablar.—¿El qué?—¿Crees que fue por Jade? ¿Crees

que tu hermano Samael y Mikhail oscogieron por el interés que les suscitabael descubrir que un vanirio y unberserker podían engendrar? ¿Crees quelo hicieron para analizar la sangre de tuhija?

Thor lo escuchaba atentamente,pero sin dejar de soltarlo.

—Puede que eso les interesara —continuó el lobezno disfrutando delpoder de sus palabras y de lo que sabía

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que podía provocar en su enemigo—.Pero lo que realmente les interesabaeras tú. Ellas fueron un daño colateral,pero quien realmente importaba eras tú.Mikhail estaba obsesionado con lavuelta de uno de vuestros supuestosdioses... Newscientists entero estabatrabajando para ello. Mi padre y yo nosdesmarcamos para proteger a Jade, aAileen, incluso para protegerte a ti...

—¡Mientes! ¡Lo hicisteis porvosotros mismos! ¡No, por nosotros!

—Pero ellos... —prosiguió—,ellos dejaron instrucciones precisassobre lo que debían hacer contigo. Tuhermano te odiaba a muerte, ¿lo sabías?

—Mi hermano quería lo que yo

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tenía. Como tú. Pero obviáis que haycosas que no están destinadas a serposeídas por nadie. Ellas eligen a quiendeciden entregarle el corazón. Y eso esalgo que no comprendéis. Jade me eligióa mí. No a Samael, ni a tu padre, ni a ti.A mí —repitió con orgullo.

—Seguro que no lo comprendemos.Pero tu mujer es un imán. Roba elcorazón —dejó ir algo parecido a unarisa—. Huele tan bien y sabe tan bien...Cuando estaba dormida, bajo el efectode los somníferos que le poníamos en...

—¡Cállate, hijo de puta! —gritóapretando de nuevo el brazo entorno a sugarganta. Iba a matarlo antes que larabia que sentía por aquella vilmanipulación acabara con él.

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—Yo la espiaba. La miraba. Latocaba...

Thor gritó con todas sus fuerzas,agarró su brazo derecho y lo torcióhacia atrás, hasta extirpárselo porcompleto. Después lo lanzó haciéndoloimpactar contra una roca.

—Voy a hacer esto con cadaextremidad... —le avisó, ciego por lafuria.

Daniel moría del dolor, pero aunasí tenía fuerzas para acabar detrastornar a Thor. Porque el vanirio teníarazón: él no sabía luchar, pero sí podíaherirlo de otras maneras.

—Todo fue por tu don. Tú eres

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responsable de lo que le ha sucedido aella y a tu hija —escupió queriendodarle un cabezazo hacia atrás, peroerrando en el intento—. ¡Tú y nadiemás! Puedes matarme si quieres, perovive con eso en tu conciencia. Tu don,ese que no pone límites a tu telepatía,debía ser anulado para que no alertarasa nada ni a nadie sobre la vuelta de esosextraterrestres a los que ellosveneraban. Porque tú podías descubrirtodo el pastel, porque lo puedesescuchar todo si te lo propusieras.Newscientists decidió orquestar todaesa ridícula puesta en escena para suregreso varios lustros atrás, con vuestrosecuestro. Porque... —lo intentó mirarpor encima del hombro— contigo

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empezó todo. Vive con eso.Aquello era peor que una herida

mortal. La sangre de Jade le ayudaba arecuperar parte de su conciencia, y conello llegaban los sentimientos enoleadas. ¿Todo había sido por él? ¿Lehabían jodido la vida por su don? Latierra iba a desaparecer, y habían hechodaño a su mujer y a su hija solo porquevenían con él. Y porque serían el juguetede individuos de mentes retorcidas queprimaban la ciencia a la conciencia.

—No son extraterrestres. Sondioses —dijo Thor para corregirlo.

—¿Qué? —dijo perdido.—No son extraterrestres. Son

dioses. Sembradores de vida.

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¿Entiendes eso?—Como sea —replicó

despreciativo—. Yo como científico loveo de otra manera. Tengo colegasastrofísicos que les llaman Asgardianos.La NASA también estaba al corriente desu existencia y de la investigación,aunque no hasta el punto al que hanllegado Newscientists.

—¿Sabéis lo que habéis creado?—dijo incrédulo—. El fin del mundo.Para que lo entiendas: La tierra está enmedio de una guerra cósmica entre dosrazas de extraterrestres, unosconstructores y otros destructores,exactamente como la humanidad —leexplicó—. Y van a ganar los malos. Elmundo se va a la mierda, contigo y con

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todos incluídos, seamos del bando queseamos, estéis en la NASA o vayáis porlibre. ¿Esto era lo que querías? Porqueeso es lo que tú, tu padre, y todos losque una vez te ayudaron habéis logrado.Ellos, los de arriba —miró al cielo cadavez más tupido de espesas nubesgrisáceas e incluso rojizas. Era como uneterno atardecer ensangrentado—, lollaman el Ragnarök. El final de losTiempos. Vosotros solo habéis sidopeones en manos de Loki y sus jotuns.Solo peones. Nada importantes —lerecordó haciendo rechinar sus dientes—. Ratas de laboratorio. Y las ratas delaboratorio tienen poco tiempo de vida.El tuyo —asumió asegurándose de queel animal le escuchara bien— ha

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expirado.Dio un último apretón, partió su

columna por la parte cervical, y tiróhacia arriba para arrancarle la cabezade cuajo. No quería oír más, ya habíatenido suficiente.

Se levantó, con la cabeza dellobezno en la mano, sujeta de una oreja.

La imagen del guerrero vanirio eraimponente. Tenía profundas heridas en laespalda, también en el cuerpo, y surostro lucía salpicado de sangre propiay ajena, con una expresión atormentadaque reflejaba el dolor y la contradicciónque pugnaban de manera salvaje ydesconsiderada en su interior.

Levantó la mano hasta su rostro y

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estudió la cabeza de Daniel, ya humana,con los ojos vueltos hacia arriba y enblanco, y la boca medio abierta. Loestudió con total indiferencia, y pensó enel desprecio que sentía hacia personascomo él.

No. La humanidad no se merecíaser salvada si habían permitido quetipos como Mikhail, Francesc, Daniel...tuvieran el poder de crear a semejanteabominación, experimentar con ellosmismos, y ser capaces de actos atrocescontra su propio pueblo.

Por esa misma razón, tiró la cabezaal suelo como el que se deshace de unapelusa insignificante y decidió queacabaría con todos aquellos a los queDaniel había mutado.

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Los miembros de ese castillodebían morir. Así debía ser para que suconciencia tuviera la paz temporal queotorgaba la venganza saldada.

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VIII

Si se ponía a pensar en cómo había

vuelto a su cuerpo normal, no lo sabía.No tenía ni idea. Pero sí recordabahaber seguido al vanirio a través delfollaje y del bosque y habercontemplado, con una paz inusitada, lamatanza que había dejado atrás en sufortaleza, en aquel castillo al que unavez llamó hogar. Un lugar donde siemprese sintió incomprendida y diferente,

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pero al menos, segura y confortable. Sinembargo, todo fue mentira.

Tampoco recordaba cómo habíaregresado ahí en aquel momento. Suinstinto la llevó a pie hasta ese lugar.Ahora, desnuda, de rodillas en el suelofrío y mojado de aquella cueva en la queél la había poseído, con los gritosgrabados en su cabeza de todos los quehabían muerto bajo el yugo del celta ycon las llamaradas del fuego en las quese había consumido aquel palacete demontaña en el que residió durante tantosaños, Jade todavía no tenía claro qué erani a quién pertenecía. Sus raíces sehabían desarraigado por completo.

Thor era un guerrero despiadado yfrío. Un vanirio que aseguraba ser su

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pareja de vida. Una idea que chocabamucho con la que aún tenía grabada ensu mente, la cual todavía mantenía quevanirios y berserkers se odiaban amuerte.

Se abrazó el cuerpo helado ymanchado de tierra y clavó su miradaverde, aún medio animal, en aqueldiario que Thor había ocultado en lacueva, bajo su gabardina. Él aseguró quelo había escrito ella. Que ahí estabaplasmada su vida juntos. Que en esaspáginas se encontraba su hija y el amor yla devoción que una vez se habíanprofesado.

Se tocó el vientre, con la miradaaún clavada en ese libro, y humedeciósus labios resecos con nerviosismo.

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¿Cómo una madre podía olvidarsede su hija? ¿Cómo? No podía ser.

Era terrible olvidarse de algo así.Y ella lo había hecho, por eso se sentíaculpable, sucia y miserable. Culpable deno recordar a su hija. Sucia por serincapaz de sentir odio hacia el vanirioque usó su sangre y su cuerpo de aquelmodo. ¿Qué sentía al respecto? Tal vezya no sentía nada. O puede que sintierademasiado.

Y por último se sabía miserableporque consideraba justo el final quehabían tenido todos aquellos queparticiparon en el complot y queformaron parte de su círculo, haciéndosepasar por su falsa familia. Maldita sea,

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no eran berserkers, eran lobeznos, y ellase vio incapaz de identificarlos comotal.

Descubrió el libro envuelto en lagabardina negra y lo tomó entre susmanos, pasando los pulgares por lasincrustaciones de piedras verdes ypreciosas.

—Jade —leyó impactada en vozalta, incapaz de obviar elestremecimiento de su propia voz ni eltemblor de sus dedos. No pudo evitarsentir un pellizco de tristeza ycompasión por sí misma. Fue un jugueteen manos de otros, a eso la habíanreducido—. Por todos los dioses... —susurró afligida llevándose el libro aúndesconocido contra su pecho—. ¿Quién

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soy?—Eres Jade Landin —contestó la

voz de Thor a sus espaldas.Ella se dio la vuelta

precipitadamente y lo miró consuspicacia. Pero después volvió aprestar toda su atención al libro.

—¿Ya has ajustado tus cuentas?¿Has acabado con todos?

—Sí —contestó solemne, sinarrepentimiento—. De tener más tiempoles habría torturado.

—No quiero que tortures a nadie enmi nombre.

—Lo he hecho en el tuyo y en elmío —aclaró.

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—Bueno... Mi vida de los últimosaños ha desaparecido de un plumazo.Justo el tiempo que has necesitado paraacabar con todos los que vivían en elcastillo. En unos segundos — habló conclaridad y lentitud, un tanto ida por elshock—, les has matado a todos. ¿Y elpueblo se ha enterado? ¿Han salido desus casas para ver qué sucedía y dedónde nacían las llamas? —preguntó así misma—. No. Ya no les importa nada.Están encerrados en sus cabañas,temerosos de salir. Temerosos de la viday del destino que les espera.

Thor no se esforzó ni siquiera enarreglarse el pelo o en limpiarse lasangre del rostro. No tenía que ocultarsefrente a ella.

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—No iba a permitir que nadie delos que participaran en nuestraseparación continuara con vida. Esperoque lo entiendas.

Jade dejó escapar el aire entre losdientes, más con desdén que conindiferencia.

—¿Sabes qué siento por todo loque has hecho?

Thor lo sabía. Estaba en su mente,en contacto con ella, y no iba adesvincularse jamás. Mucho habíatardado en encontrarla. Pero por respetoa su intimidad, permitió que fuera ellaquien se lo explicara.

—Nada. No siento nada —dijo sinmás—. No siento pena ni dolor, ni

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piedad ni conmiseración. Nada —susurró incrédula—. ¿Te lo puedescreer?

Su larga melena negra cubría surostro y sus pechos desnudos, perodejaba al aire su elegante espalda, suscaderas y parte de sus nalgas. Thorquiso acercarse a ella, tomar lagabardina y cubrir su desnudez, que solole pertenecía a él, pero no quiso violarsu espacio en ese instante de revelacióny sinceridad.

—No debes sentirte culpable porlo que no sientes. Ellos nunca sesintieron mal por engañarte.

—Yo —siguió con su monólogo,ignorando así su recomendación—, que

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he vivido todos estos años viendo a undesconocido en sueños y creyendo queera quien no soy; yo, que desde que merecuerdo en esta vida, he odiado hasta lamuerte a los vanirios, a aquellos que soncomo tú. Que... —sonrió con tristeza,riéndose de sí misma—, que tengo enmente una familia que jamás existió yque he sido incapaz de diferenciar a unlobezno de un berserker, resulta que,según tú, tengo una pareja de vida,alguien por quien debería estarabsolutamente loca; tengo una hijacontigo, una niña por quien se suponeque debería beber los vientos. Y soyhija de un líder de un clan berserker queno recuerdo. ¿Cómo debería sentirme alrespecto? ¿Por qué parece que nada me

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duele? —se pasó la mano por el rostro,como si quisiera despertarse de unapesadilla—. Ni siquiera siento miedo deti, cuando debería estar aterrorizada portu sensación de posesión hacia mí.

—No es una sensación —explicómanteniendo la calma—. Las lobas soismucho más posesivas que los vanirios.Pero aún no lo recuerdas. Cuandonuestra vinculación real se active...

—Chist —lo hizo callar levantandola mano—. Estoy anestesiada. No sé quécreer. No sé qué debo de hacer... —presionó los dedos contra sus ojos,perdida por las emociones tandesconocidas.

—No tienes miedo de mí porque

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sabes que yo jamás te haría daño.—Tienes un curioso modo de

demostrarlo. Mi pareja jamás haría loque has hecho tú. Desnudarme,morderme y tomar mi cuerpo sin mipermiso.

Thor endureció la mandíbula y sumirada lila se volvió glacial. Nopensaba pasar por lo mismo dos veces.No era así exactamente como habíasucedido.

—No te he violado, si es eso loque estás insinuando...

—No insinúo, lo digo —lo acusócertera, sin dejar de abrazar el diariocontra su cuerpo—. Yo no me heentregado a ti. Tú has tomado lo que has

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querido. ¿Cómo voy a aceptar que mipareja sea así conmigo?

—Lo he hecho por necesidad, paraque nos conectáramos y mi sangrearreglase el lío que tienes en la cabeza—señaló bruscamente—. No hay otraforma de que recuerdes quién eres. Nohay otro modo de saber quiénes somos.Nuestra sangre nos sana en todos losaspectos. Yo te enseñé a beber de mí yentonces lo disfrutabas.

—No te creo —la idea lerepugnaba—. Beber sangre me da asco.¡Tu sangre no es buena! —le gritóperdiendo los estribos.

Esas palabras hirieron a Thor.Nada era peor para un vanirio que

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escuchar cómo su pareja rechazaba susangre, su don más preciado. Jade teníaideas dañinas inculcadas en la cabeza yél debía ser todo lo comprensivo que noera. Sería difícil que el hábito de pensarde ese modo desapareciera tan pronto.

—¡Maldita sea, Jade! —gruñóacercándose a ella—. ¡Yo tampocorecuerdo a Aileen, pero tú lo escribisteen el diario, hablas de ella! —asegurócompungido—. A mí también mejodieron la cabeza —se golpeó la siencon el índice—. Por eso nosnecesitamos. Puede que no creas ennosotros y que no confíes en mí. ¿No mequieres? ¿No sientes nada por mí?¡Perfecto! ¡Haz lo que te dé la gana!¡Siente como quieras! Pero ya has visto

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lo que ha dicho Daniel. Ha confirmadomis palabras. Ese libro que tienes en lasmanos es tuyo. Tu letra. Léelo a ver sieso te refresca la memoria.

—Lo que haya aquí escrito no va acambiar lo que has hecho —dijo tajante,mirándolo repentinamente por encimadel hombro.

—Me perdonaste una vez —asumiósin agachar la cabeza—. Puedes hacerlouna segunda. No estoy avergonzado.Puede que el lugar y el momento nofuera el adecuado, pero cuandocomprendas lo delicada que es estasituación, tal vez seas más transigente.

Jade se levantó poco a poco, acámara lenta. Era consciente de su

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desnudez, pero no sentía vergüenza. Quévergüenza podía sentir ante él, que lahabía usado de aquel modo y que era uncompleto desconocido para ella en esemomento.

—No lo sé. Por ahora no eres ni mipareja, ni el padre de mi hija, ni siquierami amigo.

—Soy tu pareja —le recordólevantando la muñeca para mostrarle elcomharradh—. Te guste o no, lo soy. Yno pienso dejarte. No me detendré hastaque recuerdes.

—Déjame libre —pidió dándose lavuelta para mirarle de frente—. Déjamelibre, Thor y así podrías ganarte mirespeto. Porque, aunque no tengo ni idea

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de cuál es mi lugar, sí tengo principios.Y no puedo ser quien tú quieres que sea.Porque no lo siento. Daniel me engañó,era un mentiroso, pero sí creía que erami amigo y por eso podía estar aquí,tranquila, con ellos. Pero tú hasaparecido para sacarme de mi ensueño,haciéndome daño. Haciéndome cosas —sus ojos se llenaron de lágrimas— quenadie me había hecho antes...

—¡Te he hecho cosas aún másescandalosas! —gritó perdiendo lapaciencia.

—¡Pero yo no me acuerdo de ellas!¡No sé quién eres!

—¡No pienso irme! —exclamócada vez más iracundo—.Es imposible

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que te deje.—Dame tiempo.—¡¿De qué tiempo hablas, mujer?!

—replicó mostrándole los colmillos,provocando que ella retrocediera hastacasi tropezar—. ¡Todo lo que vesalrededor se derrumba! ¡El mundo va adesaparecer! ¡Es el Ragnarök! ¡Y noquiero vivir mis últimos días sin ti! ¡Noquiero morir sin ti!

—¡Pero lo harás igualmente!Porque yo... no soy lo que tú quieres quesea. No veo en ti nada que me hagasentir ese amor loco que tú sientes pormí. ¿No lo entiendes?

—Insensata —apretó los puñoscontra sus estrechas caderas y se cernió

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sobre ella como un animal—. Tecomportas así porque no crees queseamos pareja. Pero yo puedodemostrártelo perfectamente.

—No te atreverás —dijo abriendolos ojos, intentando huir de él—. ¡Novas a tocarme otra vez!

Thor le tomó de la muñeca,agarrándola con fuerza, y la obligó amirarle a los ojos.

—Puedo impelirte. Puedo obligartea que sientas cosas...

—¿Vas a engañarme y amanipularme otra vez para que no sientaasco ni dolor? —lo provocó—. ¿Comocuando has abusado de mí?

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—Yo no te he obligado a eso.Nuestros cuerpos se reconocen, por esono sentiste repulsa. Por eso disfrutaste.Yo no te manipulé.

—Mentira.—Y tampoco voy a hacerlo ahora

—abrió la boca y le enseñó lospuntiagudos colmillos blancos quesobresalían por debajo de sus labios—.No tengo tiempo para ser delicado otratarte bien, Jade. Espero que locomprendas.

Ella intentó zafarse de su amarre,pero aquellos dedos eran duros y lacercaban como grilletes de acero.

—¡Suéltame!

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—Te dije que tienes el sello ocultobajo la piel. Mira — con un movimientorápido clavó sus colmillos en la pielsuperficial de su muñeca.

Jade abrió los ojos impresionada,sacó sus uñas y le arañó la caraacompañando el gesto con un rugido dedefensa. Pero Thor no se retiró. Apresóla carne y tiró de ella hasta arrancarlacomo si fuera una pegatina, un parche.

Ella gritó y lo insultó, empujándolocon todas sus fuerzas.

—¡¿Cómo puedes tratarme así?!Thor se retiró y cuando ambos se

miraron, él tenía entre los labios elcacho de piel que le había arrancado.Ella desvió la mirada hacia su propia

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muñeca, esperando ver una heridahorrible, profunda y sangrante. Pero envez de eso, solo vio un par de arañazosy carne rosada. En el centro de esa carnemás blanca, cubierta durante tantotiempo, había grabado un símbolotrenzado, un tribal circular con una gemalila en su interior.

—Es el nudo perenne —Thorescupió el apósito de carne artificial quehabía mantenido preso entre los dientes—. El símbolo de eternidad entre lasparejas de vida. Un símbolo que apareceen nuestro cuerpo cuando suceden tresvinculaciones con intercambio de sangrey cuando se reconoce abiertamente elamor verdadero. La gema lila es por elcolor de mis ojos. La gema verde —

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anunció mostrándole la muñeca derechaigualmente marcada— es por el colorespecial de los tuyos.

Jade continuaba en tranceescuchando la narración de Thor,ensimismada con su marca.

—Cuando los dioses nos marcan,no hay manera de borrar el sello, nisiquiera arrancándolo, porque estevuelve a aparecer. Daniel sabía que elnudo actuaría como un mandalaactivador de tu conciencia, por esodecidió ocultarlo con una prótesis depiel adherida. Por esa razón te picaba lapiel en esa zona. Tu cuerpo lo estabarechazando. El comharradh no quiereestar oculto porque es un orgullomostrarlo.

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Jade respiraba agitadamente,concentrada en aquel tatuaje. Erahermoso, reconoció. Intrínseco, anudadopor varios lados, símbolo de algoirrompible y duradero. Y ella lo habíatenido ahí siempre, con ella. Y nunca,nunca, fue capaz de descubrir queaquella piel no era suya, que era solo unapaño que ocultaba su marca.

Thor sintió la aflicción de ellacomo suya, y con un movimiento rápido,agarró su gabardina y la cubrióechándosela por la espalda,sosteniéndola contra sus brazos conambas manos. Él era más alto que ella,mucho más. Inclinó su cabeza parahablarle de cerca, en voz baja, de unmodo que no fuera amenazador.

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—Yo nunca desistí en encontrarte.Sabía que seguías viva. El sellodesaparece cuando la otra mitad ya noestá, cuando la muerte se la lleva. Misello siempre estuvo borroso, peronunca se desvaneció. Por eso sabía queseguías viva, a pesar de no escucharte.

Ella alzó la cabeza y lo miró conlos ojos humedecidos por la emoción yuna descorazonadora congoja.

Sin embargo, Jade trazaba con eldedo el sello que siempre había llevadocon ella. Lo tocaba con fascinación, ycuando la punta de la yema tocó la gema,un fogonazo mental la llevó a unaimagen entre sábanas, sudor, pasión... Élhaciéndole el amor, ella haciéndoselo a

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él. Mordiscos, sangre, entrega... El pelode Thor sobre su rostro, ellaretirándoselo y sujetándolo atrás,mientras él se metía en su interior sinninguna delicadeza. Estaban haciendo elamor como animales desprovistos deriendas o límites. Y sus besos... susbesos alimentaban.

Jade parpadeó atónita y se llevó lamano a la mejilla, de repente caliente.Se sentía azorada y desorientada. ¿Dedónde había venido aquel recuerdo?¿Dónde estaban? Y entonces sintió eldolor del sello marcar su piel, quemarlay grabarse a fuego.

—Estás recordando la noche —dijo él emocionado, aclarándose la voz—. La noche en la que los dioses nos

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marcaron como pareja de vida. Esahabitación tan grande en la que estás,con la chimenea, las sábanas de satén...El viento que mece las cortinas delenorme balcón... Esa era mi casa.

Jade levantó la cabeza de golpe ylo miró a los ojos. Dos enormeslagrimones cayeron de sus ojos y sedeslizaron por sus mejillas.

—¿Cómo... cómo puede ser? —susurró con un hilo de voz—. ¿Sonilusiones?

—No. Son recuerdos. Yo tambiénlos veo —contestó feliz por ver que elprimer recuerdo real bombardeaba sumente.

—Oh, por Dios... —murmuró

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empezando a llorar.—Bebé... —dijo lamentándose,

inclinándose un poco más para hablarleal oído. Necesitaba abrazarla, y aunqueno lo hizo porque quería dejarle eseespacio, sí que le habló con el amor y lapaciencia que ella reclamaba—. Sé quete sientes mal y perdida. Y me gustaríapoder darte el tiempo que necesites paraque me reconozcas y te acuerdes de mí.Sin embargo...

—Sin embargo. Ni tú ni ella tenéisel tiempo que pedís. De hecho, nadie lotiene.

Jade se giró para ver quién era laque hablaba, y Thor miró por encima desu cabeza. Del interior oscuro de la

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cueva apareció una silueta femenina,vestida con túnica blanca y vaporosa, eincrustaciones doradas sobre hombros,antebrazos y una diadema en la cabezaque sujetaba su larga melena roja. Susojos claros y poderosos, de un verdemás misterioso que el de la berserker,grandes y curvados hacia arriba, lesmiraba impacientes.

A su alrededor había un haloluminoso cargado de electricidad queresaltaba más su esbelta figura.

El vanirio se colocó frente a Jade.Puso su cuerpo por delante paraprotegerla, porque ella aún seguíaimpresionada por todo lo que le estabasucediendo.

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—¿Quién eres?—¿Que quién soy? —preguntó

incrédula—. Soy Nerthus. La Diosa delMidgard. La Madre Tierra.

Thor frunció el ceño y dijo:—¿Eh?La imponente Diosa puso los ojos

en blanco. En su pelo rojizo habíanhebras que pertenecían a plantas, ycrecían entre su melena, mezclándosecon ella, con brotes de flores lilas yverdosas. La parte baja de su vestido sefusionaba con el suelo que pisaba, comosi la piedra se ablandara para ella, comosi esa superficie quisiera absorberla,necesitada de su energía.

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—Soy la madre de Freyja, la diosaque os transformó.

—Sé quién eres, Nerthus —contestó Thor todavía impresionado—.Pero no entiendo... ¿Qué haces aquí? Porlo que he leído en las mentes de miscompañeros, los dioses no pueden salirdel Asgard y nos han dejadoabandonados a nuestra suerte.

—Eso es incorrecto. No todos losdioses están arriba — señaló Nerthusalzando el dedo índice para señalar altecho de la cueva—. Yo fui mandadaaquí por Odín, porque dos egos tangrandes no pueden convivir en un mismoReino —explicó sin más—. El tuerto esun toca pelotas y le encanta hacerle lavida imposible a mi hijita. Por eso no le

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interesa que yo esté enturbiando su pazmental. Como sea —dijo agitando lamano, como si no le diera importancia—. Me mandó al Midgard a cuidar deeste reino al que tanto cariño he cogido.Y en los últimos días de vida que lequedan, en sus últimos arreones —añadió con los ojos brillantes—, es mimisión intentar salvarlo y hacer unllamado a todo mi ejército, sea cual sea,para que lo mantengan en pie hasta elfinal. El Midgard es como un pez al quehan atravesado con un anzuelo, perosigue bajo el agua. Sin embargo aún nolo han sacado del río. Todavía puedeescapar. Todavía puede salir vencedor ylibrarse de la muerte.

—¿Mantenerlo en pie, dices?

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¿Salir vencedor? Este planeta se va apartir en dos. Todos van a morir. Loki seva a apoderar de...

—¡No lo nombres! —en unmomento, Nerthus estaba frente a Thor,nariz con nariz, con los ojoscompletamente negros y el rostrosurcado de venitas negras y azuladas.Con los colmillos expuestos y unaactitud amenazante—. ¡Mi mundo semantendrá en pie hasta que yo diga! ¡Eltravesti va a morder el polvo! —dichoesto, se forzó a relajarse. Carraspeó y seapartó el pelo de la cara con dignidad,como si segundos atrás no hubieraperdido los papeles—. Me tenéis queayudar a lograrlo.

—¿Nosotros? —dijo Jade de

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repente, como si se despertara de unapesadilla—. ¿Qué podemos hacernosotros?

—¿Y por qué íbamos a estarinteresados en hacer nada para salvar aeste planeta de humanos? Ellos me lohan quitado todo —gruñó Thorenfurecido—. No me interesa.

—¿Que por qué? Porque tu amorsigue aquí, vanirio. Porque Jade sigueviva, y porque, si Odín y Freyja muevensus fichas, yo también muevo las mías.Me he encargado de que dos de missacerdotisas la mantuvieran con vidapara ti —le explicó con voz cortantecomo la hoja de una espada, desviandola mirada hasta Jade—. Para que laencontraras y tuvierais una oportunidad,

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no solo para vosotros, sino para salvarmi Reino.

—¿Salvar tu Reino?—Sí. Salvarlo. Freyja no sabe que

yo juego también mis cartas y que tengomis golpes escondidos. Odín tampoco selo imagina. Ellos creen que se havendido todo el pescado. Pero no es así.Yo sí sé todo lo que ha hecho mi hija y,sabiendo eso, he organizado mis fichaspara que su jugada tenga sentido. Yasabéis lo que dicen: una madre loconoce todo sobre su hija. A una madrenada se le puede ocultar —aseguródándole un golpe bajo a Jade.

La berserker sintió rabia y pena porella misma, porque si había sido madre

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de verdad, no recordaba nada enabsoluto de tan magnífico milagro queera el de dar vida.

—¿Qué tienen que ver Cedro yDaphne con esto? —preguntó Jadecubriéndose mejor con la gabardina, sinsoltar el libro.

Nerthus alzó su ceja rojiza yperfecta para mirar a la hija de As conuna superioridad aplastante.

—Lobita, más vale que espabiles.Son sacerdotisas. Mis sacerdotisas.Hace años les dije a través de las runasque se desplazaran a Urbasa a cuidar dealguien especial. Y eso han hecho. Hancuidado de ti. Tú acudiste a ellas un día,y no fue por casualidad. Mi mano y mi

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colaboración guiaron tus pasos, y unavez diste con ellas, yo desaparecí,confiando en que ellas cumplirían sucometido hasta el día en que Thorviniera a por ti. Y eso han hecho. Cedroy Daphne te quieren como si fueras suhija, cuidaron muy bien de ti. Vosotrosdos estáis juntos ahora porque así debeser. Nunca antes. Sí en el momentoadecuado —marcó esas últimaspalabras con soberbia—. Y el momentoadecuado es este.

Thor sopesó la posibilidad deignorar a la Diosa. A él solo leinteresaba su mujer, cuidar de ella y queambos recordaran juntos. No estabainteresado en pelear en nombre de unaraza inferior y destructiva, y mucho

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menos quería poner en riesgo la vida deJade. Tenían poco tiempo que disfrutar.Tiempo que se acortaría si mataban aalguno de los dos antes.

—¿Cuándo te has vuelto tanegoísta? —le preguntó la Diosa leyendosus pensamientos—. Eras un líder delclan celta. Te eligió mi hija paratransformarte por tu honorabilidad y porpensar siempre en los demás antes queen ti.

—Quizás se me fue la esperanza ylas ganas de ayudar cuando mesepararon de mi cáraid y se dedicaron aquemarme y a torturarme un grupo dehumanos día sí y día también — contestósarcástico—. Puede que por eso no meinterese qué sea de ellos.

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—¿Y tus amigos? ¿Has olvidadoque lucháis los unos en nombre de losotros? No lucháis para proteger a losdébiles, recuérdalo, vanirio. Vosotrostenéis un código. Lucháis por el quetenéis al lado, y os defendéis unos aotros. ¿Vas a traicionar ese juramento?Ellos van a morir en el campo debatalla. Y van a hacerlo para darte untiempo precioso que puedas disfrutarjunto a tu mujer. ¿Vas a pagárselo de esemodo? ¿Dándoles la espalda?

La barbilla del celta se endureció,así como su mirada. —Yo no doy laespalda a nadie. Jamás —juró dispuestoa enfrentarse a la Diosa.

—Pues demuéstramelo. Me debes

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el favor, vanirio —lo señaló con undedo conminatorio—. La Elegida, elSanador, el Druida, Caleb McKenna, tumejor amigo, y tu hija... Todos se hansacrificado por todos. También por ti.Se lo debes. Me lo debes. Y más valeque no debas nada a ningún Dios —loamenazó—. Me lo debéis ambos —remarcó—. Tú tienes a tu pareja convida y puedes recuperarla. Y tú —miróa Jade—, puedes recordar junto a élpara reconocer a vuestra hija y montarlas piezas del puzle que conformaronvuestra historia. Tú, muchacha, tienes elpoder de hacer que Thor cambie deopinión y acepte la misión. ¿No teinteresa, Jade? —le preguntó sabiendoqué teclas tocar—. Puedes recordar toda

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tu vida en las horas venideras, si juntoshacéis lo que os pido. Puedes recordar aAileen, desde el primer día. Desde queconcebiste hasta que la alumbraste.Incluso hasta el día que te la quitaron delas manos. ¿No quieres ver todo eso?

Jade parpadeó expectante. Porsupuesto que quería. Necesitaba saberquién era en realidad. Necesitaba ver aAileen y descubrir a quién se parecía. Siexistía o no.

—Sí, ya sé que no son las mejorescircunstancias —prosiguió Nerthusdisfrutando de la sensación de tener lasartén por el mango—. Y que retoméisvuestra relación en el final de lostiempos, medio seniles y sembrados dedesconfianza, no es nada halagüeño ni

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esperanzador. Pero nadie cuenta convosotros. Ni siquiera el de las rastas decolores. Sois mi as en la manga. Si estosale bien, tendré al del parche cogidopor las pelotas durante mucho tiempo —sonrió divertida.

—¿Haces esto porque no soportasa Odín? ¿Para demostrarle que seequivocó al desterrarte? —preguntó unThor zahiriente.

—¿Odín? Odín me cae muy bien.Es un poco insoportable como todos loshombres. Pero me cae bien —afirmó sincomprender—. Hago esto porque mesiento responsable de mi Reino yodiaría que algo tan hermoso se echara aperder. Y lo hago por mi hija, sobre todopor ella —puso de manifiesto—. Porque

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si conseguís vuestro cometido, ellatendrá su oportunidad de darle lalección que Odín se merece. Porque auna madre —añadió de modo misterioso— no hay nada que le duela más que suhija. Ya lo comprenderás, Jade —leguiñó un ojo divertida.

—¿Y qué tenemos que hacer? —quiso saber la berserker espoleada porlas palabras de la diosa.

—¿Quieres decir con eso que estásdispuesta a hacerlo? —preguntó Nerthus—. ¿Haréis lo que yo os digo?

Jade miró a Thor con seguridad.No lo reconocía, no confiaba en él, perosi una diosa afirmaba que podíarecuperar su mente y sus recuerdos a

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cambio de hacer lo que ella dijera, loharía sin dudarlo. No se lo pensaría dosveces.

—Vamos a hacerlo —dijo Jadedando un paso al frente.

—No puedes recordar sin él —leaclaró Nerthus—. ¿Eres consciente deeso? Esto es algo que debéis hacerjuntos.

Los ojos verdes de Jade reflejaronuna determinación admirable.

—Sí. No me importa. Lo que seapor recuperar mi vida —lo miró dereojo— sea la que sea.

Nerthus asintió con orgullo.—Eres digna hija de tu padre. As

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Landin era un hombre de honor.El nombre pronunciado en los

labios de la diosa, le provocó unpellizco en el pecho. Un pellizco defamiliaridad que nunca antes habíasentido.

Thor iría hasta el fin del mundo contal de contentar a Jade y ayudarla a quese sintiera a gusto a su lado. Él no iba adesistir en fortalecer sus vínculos yharía lo que estuviera en su mano paraque ambos recordaran cuánto se amaronuna vez. Y tal vez, con suerte, él tambiénpodría recordar a esa hija que habíanborrado de su memoria.

—¿Thor? —la diosa esperaba surespuesta.

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—Si es lo que Jade desea —contestó el celta—, que así sea.

En ese momento, Nerthus lesdedicó una sonrisa espléndida que lahizo más joven si cabía a sus ojos. Diodos palmadas de felicitación y se dio lavuelta para mirar hacia la profundidadde la cueva, oscura y críptica.

—Perfecto, entonces. Me hacéismuy feliz. Tomad mis manos —ordenóabriendo los dedos para que ambos seagarraran a ella—. Cedro y Daphne nosesperan al otro lado.

Thor y Jade se dirigieron unaúltima mirada el uno al otro.

—¿Estás segura de que quiereshacer esto? Sabes qué soy. Sabes lo que

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somos —le recordó Thor—. ¿Vas a estarcómoda? —pensaba en ella por encimade los demás. Era injusto que la Diosalo tachara de egoísta, porque nuncapensaba en él, sino en su mujer y en subienestar.

La berserker tragó saliva, dirigióuna última mirada al libro y al sello quehabía en su muñeca, y armándose devalor, miró al frente y dijo:

—Sí. Que sea lo que tenga que ser.Ya lo he perdido todo. ¿Qué más puedoperder?

Acto seguido, Nerthus los tomó delas manos a ambos, y los tresdesaparecieron por un portal invisible ytransparente que solo la diosa nórdica

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de la Tierra era capaz de ver.Cedro y Daphne, las dos

sacerdotisas, permanecían tomadas delas manos, con la mirada al frente,atentas a ese portal que se suponía queellas habían abierto para convocar a laDiosa. Nunca la habían visto. De hecho,no sabían si existía, ya que ella leshablaba a través de las runas y usaba asus sacerdotisas para dar sus mensajes.Pero Nerthus era como Dios, todo elmundo creía en él pero nadie lo veía.

—¿Crees que hemos hecho bien lainvocación? —preguntó Daphne aCedro, con inseguridad y emoción.

Cedro asintió con sus ojos verdesaprobatorios. Ella siempre tuvo plena

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confianza en sus habilidades comosacerdotisas, aunque al final, comoúltimas matronaes que quedaban en latierra, les tocaba el plato fuerte:proteger a esa persona especial ycuando recibieran el mensaje, convocara la Diosa. Se habían vestido de blanco,como requerían las invocaciones einiciaciones de Nerthus, para simbolizarpureza de intención y espíritu.

—Hemos hecho todo lo que estabaen nuestras manos —le contestó Cedro.

Escucharon un sonido metálicoproveniente del interior de la cueva enla que se hallaban. Se encontraban en elinterior de la Sima La Catedral, dondehacían muchos conjuros desde tiemposancestrales, en el Monte de las

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Limitaciones. Era una gruta que conteníapozos cubiertos de musgo, rodeados degrandes bloques de piedra y un lagointerior.

—Se supone que teníamos queatraer a Jade hasta aquí, y que Nerthusdebería aparecer de un momento a otro—murmuró Cedro oscilando laspestañas levemente—. Dios mío... —dijo sin más.

Frente a ellos, de la profundidad dela cavidad, aparecían tres siluetas. Lacentral era la de una mujer alta eintimidante, vestida de blanco y oro, conun resplandor y una luz especial.

Las sacerdotisas enmudecieron ydesencajaron la mandíbula al ver la

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aparición. Ambas cayeron de rodillas alsuelo y bajaron la cabeza en unareverencia de admiración y respeto.

Nerthus las miró y sonrió feliz portener a un ejército de mujeres tansolícito, disciplinado y con tanto talentopor las artes mágicas, indispensablespara trabajar con ella. Cedro y Daphnehabían hecho una labor encomiable yentregada.

—Levantaos, hermanas —pidióNerthus.

La imagen de la diosa las dejabatan impactadas que apenas tenían fuerzaspara incorporarse de nuevo. Lestemblaban las piernas.

—¡Daphne! ¡Cedro! —exclamó

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Jade corriendo hacia ellas.Entonces, las dos mujeres abrieron

los ojos de par en par, y acogieron aJade entre sus brazos, cobijándola conel cariño tan abierto que se tenían.

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IX

—Pero... ¿Y tu ropa? —le preguntó

Daphne horrorizada. Además, teníaalgún rasguño por el cuello y laclavícula, que la gabardina no podíaocultar—. ¡Pero si estás desnuda,muchacha!

Jade negó con la cabeza y lasabrazó, solo para sentir algo de calor yempatía. Nada de lo que había tenidodesde que Thor irrumpió en su vida.

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Thor se tensó a su espalda yestudió a las dos mujeres. Les leyó lamente y comprendió que eran de fiar,que no tenían nada que ocultar.

Nerthus miró de soslayo a Thor,sorprendida por su don.

—No hay un solo misterio para ti,¿verdad? —le preguntó la diosa paratantearlo—. Incluso mi mente esaccesible para tu don.

—Solo al principio. En el primercontacto. Después, si aquel a quien leotiene el poder suficiente, puede detenerla invasión. Pero hasta ahora nadie hapodido conmigo.

—¿Y por qué no lees la mía? —preguntó la diosa dejando que sus

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sacerdotisas se reencontraran con suprotegida, dándoles esos instantes deintimidad.

Thor se mantuvo en silencio hastaque contestó:

—Porque la sangre de Jade mepermite quedarme aislado durante eltiempo que dura el efecto de su toma enmi cuerpo. Y es un lujo no oír.Simplemente, disfruto todo lo que puedode ello.

La Diosa se encogió de hombros,sin darle demasiada trascendencia a suspalabras.

—Supongo que has debido pasarlomuy mal sin ella.

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—Una vez la probé —se sinceróThor—, firmé la sentencia de mi locura.Cuando Jade me falta, oigo a todo serque tenga pensamiento en este planeta,venga de la dimensión que venga. Seadios o sea humano u animal. Es...

—Complicado —decidió la Diosa.—Tortuoso —definió Thor—. Pero

cuando la tengo, como ahora, y estoyalimentado, mi presencia mental se haceincreíblemente poderosa, y puedocentrarme en el pensamiento de quienquiera. Sin embargo, eres una diosa. Tumente ha visto todo desde el díaprimero. No estoy preparado para vertanto —asumió.

—Créeme —Nerthus se acercó a él

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y le obligó a mirarla a los ojos verdescasi transparentes—. No estáspreparado. La mente de un dios puededesequilibrarte.

—Lo sé.—Haces una brillante elección al

no inmiscuirte en mi cabeza. Mientrastanto, ahora que has recuperado a tumitad —la Diosa se cruzó de brazos—,procura no volver a perderla de vista, yabre tu don como debes. Su seguridad yla tuya son esenciales para el éxito de lamisión.

Después de decirle esto, Nerthusabrió la palma de su mano y de ellasalió una llama azul que iluminó toda lacueva.

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—Bonito truco —dijo Thor con laboca pequeña.

Jade se levantó renqueante y ayudóa alzarse a las dos ancianas, mientras lespreguntaba a trompicones:

—¿Sabíais que me estabanengañando? ¿Sabíais quién era yo?¿Sabéis lo que soy?

Daphne la hizo callar con un gesto,calmando así su agitación.

—Tranquila, niña. No hables tanrápido. Solo sabíamos que debíamoscuidar de ti. Eran órdenes de nuestraDiosa Nerthus.

—¿Y toda nuestra relación tambiénha sido mentira?

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—No digas eso —la censuró Cedroregañándola—. Nuestro cariño por ti esreal. Igual que el tuyo hacia nosotras. Oeso esperamos.

Jade se echó a llorar aliviada, ypermitió que las dos sacerdotisas lamecieran como a una niña desvalida yextraviada.

—Son demasiadas cosas, losabemos —le dijo Cedro acariciándoleel pelo—. Pero tienes que confiar ennosotras. Puede que tú no sepas quiéneres, y cuando eso sucede, tienes queapoyarte en aquellos que sí te vemos.Hace unos días el viento nos trajo unmensaje de despedida de dos de lasúltimas matronaes que quedaban en pie.Nos decían «que él se acercaba» —

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desviaron los ojos hasta Thor,admirando aquella belleza aguerrida queirradiaba, tan seguro de sí mismo—.Nos decían que venía a por ti. Tea, Dyray Amaia nos advirtieron de lo que iba apasar. Nosotras solo nos encargamos deconvocar a la Diosa y de activar elhechizo de localización para dar contigodespués de que te fueras ayer noche denuestra casa.

Jade se tocó el cuello extrañada.—¿También me habéis colocado un

chip para controlarme? —se preguntóirritada.

—No. No —negó Daphne con unasonrisa de disculpa—. Nada de chips,preciosa. Nosotras solo cuidábamos de

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ti. Trabajamos con los símbolos de lasrunas y su magia...

—Ellas te marcaron con la runa dela localización. Llevabas un colgantecon un brillante verde...

Jade posó su mano donde sesuponía que debía estar su collar. Ya noestaba.

—Me temo que lo he perdido en lacueva —sí, seguramente durante suinterludio con Thor.

—Como sea. Así es como teencontré en la cueva de los Cristinos —explicó Nerthus—. Las cuevasintraterrenas se comunican entre símediante túneles y portales. Mis huldrey los huldre elver viajan a través de

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ellos por esta dimensión, y hanmantenido los portales abiertos para quenos movamos entre sus entrañas. Peroahora —sus ojos se cubrieron de pena—ellos están muriendo, sacrificándose enla lucha por defender este reino —susurró apenada—. Un reino quesiempre les negó —suspiró conpreocupación—. Desaparecenlentamente. Caen minuto a minuto, horatras hora... Los ejércitos de Loki nosarrasan sin demora. Y nosotros soloposeemos una carta que jugar. Mi hijaFreyja ha mostrado las suyas y semueven como pueden.

—Y si leo la mente de Loki ahora,¿puedo ir hacia él y matarlo? Así seacabaría todo —sugirió Thor—. Soy

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muy rápido y...—No —lo censuró Nerthus de

repente—. No puedes. Pensarlo esvanidoso por tu parte. A Loki solo puedematarlo un dios como él. Sin embargo,leerás la mente de Loki, pero lo harásdespués de dos lunas. Entonces, alamanecer que sigue a la segunda luna, siseguís vivos, buscarás la mente delTimador y darás con ella, asumiendo elriesgo de perdición que eso conlleva.

—¿A qué te refieres? —preguntóJade repentinamente interesada.

—La mente del Trickster es la másmaligna que hay en los Nueve Reinos.Meterse en ella es vivir a oscuras —sentenció Nerthus de manera

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amenazadora—. Pero aún no es elmomento de que lo haga. La fillidh,vuestra oradora —continuó mirandodirectamente a Thor— está oculta bajoel árbol del medio elfo y faunoAgelystor. Allí, el espacio y la nocióndel tiempo son distintos. Cuando salga,habrán pasado dos días. Ella sedispondrá a leer el libro y todo sucederámuy rápido. Lo que acontezca entonces,dependerá de lo que vosotros consigáis.

—La fillidh... Te refieres aDaimhin —comprendió Thor. Intentóalcanzar desde ahí la mente de la joventan especial, pero no lo logró.

—Es una barda pura. No podráscontactar con ella hasta que no salga dellugar en el que está. Agelystor la protege

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hasta que llegue la hora —concedióNerthus empezando a caminar—.Seguidme, daos prisa —ordenó a loscuatro—. Tenéis que emprender vuestroviaje.

—Daimhin es muy joven parasostener sobre sus hombros tantaresponsabilidad —murmuró Thor endesacuerdo—. Sé que es la hija deGwyn y de Beatha y ellos son muyhonorables. Seguro que tiene muchascapacidades pero...

—La joven Daimhin se ha curtidoen un infierno de locura y abuso inclusopeor que el tuyo —Nerthus sonriódesdeñosa—. Ambos tenéis laconvicción y la determinación deaquellos que ya no le temen a nada. Por

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eso yo confío en ti y mi hija Freyjaconfió en ella. Su don es el único quepuede cambiar las cosas. Lo que lea, silo hace con intención, se hará realidad.Loki se querrá encargar personalmentede ella cuando por fin comprenda de loque es capaz —anunció Nerthus—. Portanto, cuando salga del Tejo, él laintentará matar antes de que lea el libroy sus hojas de las nornas. Pero eso nopuede pasar o, de lo contrario, todosdesapareceremos. Y ahí es donde jugáisuna baza importante tanto tú como Jade—levantó el dedo índice para darénfasis a sus palabras—. Recordadlo;Daimhin tiene que leer el libro entero.

—Y esa chica... Daimhin —Jadedescendía por el estrecho caminito de

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piedras, ayudando a sus amigas ancianasa bajar con cuidado, pues eran torpes yhumanas—, ¿ya tiene ese libro del quehablas?

—Eso espero —contestó Nerthuscon una sonrisa enigmática—. De locontrario, vuestra misión no tendríasentido.

—¿Y a dónde nos llevas ahora?—Os estoy ofreciendo un atajo —

la Diosa se detuvo frente a un lago, nomuy grande, ya que el agua se habíasecado—. Sí —asintió mirando la anchacharca—. Con esto bastará.

Jade oteó el agua pero no vio paraqué le podría servir a la diosa.

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—¿Agua? —dijo la berserker—.¿Un atajo para qué?

—Los pozos y los lagos pueden sermaravillosas puertas a otros lugares.Portales mágicos, sobre todo si es unadiosa la que los manipula —aclaróriéndose de su propio chiste. Seacuclilló y hundió los dedos en la orillaprovocando ondas circulares sobre lasuperficie—. A mí me pertenecen todoreino oculto bajo la Tierra y bajo lasaguas. A mí me pertenece la oscuridadde la Tierra donde germinan lassemillas, la frialdad de los mares dondelos peces dejan sus huevos y el barro dereposo donde duermen los muertos.

Cedro y Daphne la escuchaban conla boca semi abierta, atónitas y

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perplejas aún por ver de cerca a ladiosa que veneraban.

—Es... es maravillosa —musitóCedro con admiración.

—Es la Madre —añadió Daphnecon una reverencia.

Nerthus las escuchaba conregocijo, pues le encantaba despertartanta deferencia en sus sacerdotisas.

—Vais a entrar en el lago los dosjuntos —comentó sin más.

—¿Qué tenemos que hacer? —Thoresperó a que Jade se colocara a su lado.Pero la berserker continuabamanteniendo las distancias con él, apesar de que su cabeza lo empezaba a

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aceptar.—Cuando Odín me desterró al

Midgard, tomé prestado varias cosas.Una de ellas es una caja. Está en micarro. Mis bueyes sacros lo protegen.

—¿Has guardado algo en un carro ydices que lo custodian unos bueyes? —el vanirio no comprendía nada.

—Sí. Y no oses a menospreciar amis animales —le advirtió volviendosus ojos a un tono negro y aterrador—.Ellos podrían matarte con uno de suscuernos. Son mortales.

—Ah —Thor se calló de golpe.Jade sonrió.—Vosotros tenéis que dar con él.

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El carro yace en una isla, en el interiordel mar. Cerca de un lago. Haré queviajéis de aquí hasta allí, a través delagua —los dedos hundidos en el agua seiluminaron, provocando un sublimeresplandor que convirtió la charca en luz—. Estad atentos, porque los diosesadvierten cuándo hay un tótem activo.Loki captará su energía y querrátomarlo. Probablemente envíe a susrastreadores, a todos los que ya hadespertado y ha traído a esta dimensión,y lo pretenderán.

—¿Quieren tu carro y tus bueyes?—dijo Jade caminando lentamente hastaubicarse al lado de Thor.

—No, exactamente. Mi carro y misanimales tienen el poder de calmar los

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ánimos a las personas que están a sualrededor. Pero eso no es lo que lesimporta. En cuanto deis con el carro,buscad la caja. En ella hay una handbök,una hada guía que os llevará a un tesoro,uno de mis objetos sacros. Y eso es loque querrán requisar los jotuns. Vosotrossed más rápidos, seguid al hada guía yencontrad el objeto antes que ellos.

—¿Por qué no nos llevas túdirectamente al tesoro? Ahorraríamostiempo —convino Thor sin comprender.

—Porque ni yo sé donde loescondí. No quiero saber dónde está, noquiero saber dónde lo ocultó el hada. Elsecreto está a salvo mientras nadie losepa. Ni siquiera yo. Tiene que estarprotegido incluso de mi influencia.

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Cuando deis con él, entenderéis cuáldebe de ser vuestro siguiente paso. Nohabrá otra vuelta de hoja. Mi tótem es unprotector infalible. Vosotros debéisdecidir a quién dárselo.

Jade y Thor suponían bien a quiéndebían ofrecérselo. ¿Qué tipo de Tótemera?

—Ahora, internaos en el agua —ordenó guiándoles moviendo la manocon la palma hacia arriba—. El viaje osmareará un pelín —sonrió juntando elíndice y el pulgar—. Pero es una manerasegura de viajar sin que os persigan.

Jade se alteró al ver que tenía quedejar a las dos ancianas tras ellas, laúnica familia real que recordaba y

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conocía.—¿Y qué les sucederá a Daphne y

a Cedro? —preguntó nerviosa, dejandoque sus pies descalzos tocaran el aguahasta que le cubrió los tobillos.

La diosa movió los hombros en ungesto de conformidad.

—Ellas vendrán conmigo a orar.Oraremos hasta el final.

Las sacerdotisas se mordieron loslabios con expectación. ¿Orar junto a lagran Diosa? ¡Aquello sí era cumplir unsueño!

—¿El final? —repitió Jadeechándose la larga melena negra haciaatrás.

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—Hasta la muerte, Jade Landin —le aclaró caminando hacia ella, tocandocon la parte baja del vestido vaporosoel agua bajo sus pies, aunque este no semojaba—. Todos caeremos —alzó lamano para acariciarle la mejilla—. Yserá una pena ver perecer a tantabelleza, ¿no crees? Una Tierra tanhermosa, sometida bajo la bota de unmonstruo con el pelo de colores y llenode nudos —tocó la piel lisa de Jade ysuspiró—. Es un drama. Bien saben lasnornas que prefiero morir luchando, avivir arrodillada y esclavizada por Loki.Lucharemos hasta que no nos quedenfuerzas. Los miembros de mi ejércitoque queden en pie no se rendirán. No terindas tú tampoco — le pidió—. Nos

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define el modo en que tenemos de caer yde plantar cara. Recuérdalo —tomó ellibro que aún sostenía celosamente y selo quedó para sí.

—Devuélvemelo. Es mío —lepidió extendiendo la mano—. Es midiario.

—No te hará falta —puso dosdedos sobre su frente, apartándola sinhacer demasiada presión.

Jade tragó saliva y negó con lacabeza.

—¿Cómo voy a recordar así?—Thor —le indicó arqueando una

ceja roja—. Usa a Thor. No tendrástiempo de leer, preciosa. Pero sí puedes

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beber y absorber cada palabra a travésde él.

Por Dios. ¿Estaba hablando otravez de beber sangre?

—No sientas tanta repulsa. Dentrode un rato, tu cuerpo lo necesitará. Yaestáis vinculados desde hace tiempo y esuna necesidad primaria entre lasparejas.

—Pero yo lo quiero —protestó—.El libro es mío.

—No. Me lo quedaré yo —lacensuró presionándose las sienes—.Vais a contrarreloj. Leer es muy bueno,pero no cuando, hacerlo, pueda suponerque te separen la cabeza del cuerpo.

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Ella miró el libro con nostalgia.—Si no morimos, podré

devolvértelo —bromeó–. Pídele a Thorque te deje saber, guapa —la animó—.Porque con la cara de malas pulgas queestá poniendo, dudo que te lo ofrezca denuevo.

La berserker lo estudió de reojo ysus ojos liláceos la bloquearon. Parecíaherido. Como si lo que dijera leofendiera demasiado.

—Para saber más, tendrás quemantenerte viva, ¿entendido? Haz lo quetengas que hacer para recuperar tusrecuerdos de una maldita vez. Nopodemos estar dependiendo así de ti.

—Créeme, Orto…

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—¿Orto? ¡Será, zorra! —exclamódivertida—. ¡Soy Nerthus, no orto!

Jade lo sabía, pero solo queríarebelarse ante aquella manipulación.

—Como sea —siseó como unaauténtica loba—. Si lo único que puedohacer para recordar quién soy esmantenerme con vida, ten por seguro quepelearé con uñas y dientes —confirmó.

Nerthus movió la cabeza de modoafirmativo y después la repasó de arribaabajo.

—No puedes luchar solo con unagabardina. «A mí me gusta», le dijoThor mentalmente. Nerthus y Jade sedieron la vuelta para mirarlehorrorizadas.

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—Jade es una excelente luchadora—le recordó Nerthus al vanirio—.Intenta no pensar siempre con elpajarito. No puede luchar así. Ni tútampoco. En mi carro hay armas deantiguos guerreros ancestrales. Toma laque quieras —le sugirió a Thor—. Perodeja de pensar en lo que estás pensandocuando la ves vestida con tu gabardina.¡Tenéis que centraros!

Thor alzó las comisuras de loslabios dibujando una sonrisa dediversión.

—¿También lees mentes, Nerthus?—Yo lo leo todo —le guiñó un ojo

y se pasó el pelo rojo por encima de unhombro. A continuación, chasqueó con

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los dedos, y vistió de pies a cabeza a laloba, como si se tratara de Cenicienta.Le puso un mono negro de cuerpo enteroajustado que se adaptaba a sus formaselegantes y esbeltas como si fuera unguante. Colocó unas botas con algo detacón, no demasiado, cuya caña lellegaba por encima de la rodilla. Cubriósus antebrazos con brazaletes de unapieza de metal, y tiras de cuero paraajustarlos. Le pasó la mano por el pelosuelto y se lo recogió en un moño alto ygrueso, aunque dejó una diminuta trenzaque le cayera por el lado derecho de lanuca, y reposara sobre su pechoizquierdo.

Y como último detalle, le colocó unoks retráctil, un hacha como la que

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usaban los berserkers, y la colgó a suespalda.

—No la mires tan extrañada —sugirió Nerthus—. Sabes manejarla muybien.

—No sé ni lo que es... —aseguróJade observando la empuñadura que erauna extraña aleación entre madera yacero.

La Diosa se acarició la barbilla y,después de meditar su siguientemovimiento durante algunos segundos, ledijo:

—La sangre de Thor te ayudará arecuperar la memoria, tus aptitudes,todo. Pero no será hasta que le entreguestu chi, cuando ambos podréis empezar a

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completar el puzle de vuestra vidajuntos. Tienes que confiar a ladesesperada, Jade. No tienes tiempopara sopesar nada, ¿comprendes? Esahora o nunca.

Jade asintió disconforme. Noobstante, de ella dependían cosas másimportantes, como la salvación de lahumanidad. Y no era que le importasedemasiado, la verdad. Pero por humanascomo Daphne y Cedro valía la penapelear. Por ellas lo haría.

—Bien, chicos, no demoremos más—dio una palmada para insuflarles prisa—. Tomaos de las manos.

Jade inspiró profundamentearmándose de valor, y se dirigió hasta

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donde estaba Thor. Fue ella la queentrelazó sus dedos con los de él.

—En el amanecer, tras la segundaluna, mirad al Oeste. Un rayo de solentre la oscuridad, solo uno hará falta —recalcó apasionadamente— paraencontrar el camino de vuelta a casa.Solo un rayo. Para entonces, Jade, tienesque haber recordado todo.Absolutamente todo. Ambos, ambosdebéis recordar cuál es el vínculo másfuerte de todos, uno irrompible que sirvede puente entre mundos.

La berserker grabó esas últimaspalabras en su mente y cuando miró aThor, este solo prestaba atención a ella,a su perfil. A su persona.

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Al vanirio se le iluminaron los ojoscon emoción. —¿Estás dispuesta aconfiar y a dejarte llevar, mo ghraidh?

Mo ghraidh. Cada vez que élpronunciaba esas palabras, algo en suinterior se estremecía, como el despertarde una flor que revivía al ser bañada porprimera vez por la más pura luz.

—He dicho antes que ya no tengonada que perder.

El lago se iluminó con unresplandor todavía más intenso. Apenaspodían ver a la Diosa ni a lassacerdotisas. Solo podían atisbar a verel color de los ojos de cada uno.

Fue entonces cuando la mirada liladel vanirio se llenó de cariño y empatía

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hacia ella, y dijo:—No pienses en lo que tengas o no

que perder. Piensa en lo que puedasganar.

Después, la luz rodeó la cuevahasta que un rayo emergió hacia elexterior, saliendo por la entradahoradada de la gruta, provocando queaves curiosas la sobrevolaran encírculo.

Cuando el flagor desapareció, en elinterior del lago no había ni rastro delvanirio y de la berserker, como tampocode Nerthus y sus dos sacerdotisas.

Habían desaparecido.

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X

Era sinfonía para sus oídos. Los

gritos, los berridos inclementes, eldolor... Desde ahí, desde la cima delportal más poderoso de la Tierra, Lokihabía abierto los brazos y mirado alcielo, oscuro y tormentoso, portador desucesos sangrientos, y había clavado elextremo de su vara Laeviatann paraconvocar a todos sus hijos. La mismavara con la que, de nuevo, había dado

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muerte al hijo de Odín.Ya no habría resurrección ni nuevo

Amanecer.Aquella era su dimensión, toda

íntegra bajo su orden y mandato. Suyapara manipularla. Suya para destruirla.

El Midgard ya no era un carpediem para aquella raza inferior, porqueen esos instantes, él escribía el destinode cada alma indeseable, de cada serinferior con aires de suficiencia. Ytodos, sin excepción, iban a morir.

Él y sus hijos, los únicos quemerecían ser dioses y herederos, juecesde la vida y de la muerte, se encargaríande aniquilar cualquier forma de vida enese reino.

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—¡Convoco a Muspelheim y a susgigantes de fuego! ¡Clamo por elJotunheim y sus gigantes de hielo ypiedra! ¡Reclamo a Svartalfheim y a suselfos de la oscuridad! ¡Y pido a Hel y ami hija Hela que inunden este mundo consus muertos! Quiero que todos mis hijosregresen a mí. Esta ha sido, es y serápara siempre nuestra realidad, nuestromundo —sonrió al ver lo que suspalabras provocaban en aquel mundomedio. Para Loki no había nada peorque valer una mierda y creerse de oro. Yeso eran los humanos—. ¡Llegó la horade mostrarnos! ¡Que todos los queestuvieron, están y estarán de mi parte,se unan a mí! ¡Venid con papá!

Pronunció esas palabras

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descarnadas con una tremendasatisfacción. Y ahora sonreía, bajo aquelremolino gigante que se había abierto enel cielo, al ver que todos sus ejércitosobedecían sus órdenes.

Los recibió vestidos con una cotade malla dorada que dejaba ver su torsoimberbe y no muy musculoso. Se habíacambiado para la ocasión, por eso lollamaban el Transformista, entre otrascosas. Sus ojos, maquillados como losde una mujer, de mil misterios ysombras, propios de un gran timador,destilaban orgullo al ver cómo su obrade venganza se iba completando ante él.

Habían muy pocos guerreros deOdín y Freyja en el Midgard. Su ejércitooscuro les superaba en número. No

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tendrían nada que hacer al luchar contraellos, y como los dioses ya no teníanningún portal existente a través del quevolver, ya que el puente Bifrost habíadesaparecido, no había modo de que elTuerto y su puta descendieran y seenfrentaran a él.

Era perfecto y maravilloso. ¿Quiéniba a detenerle? Nadie.

Los primeros en descender fueronlos elfos del Svartalfheim. Esos elfososcuros le habían jurado pleitesía, yaunque pecaban de vanidad yarrogancia, harían lo posible porfastidiar los planes de Odín con loshumanos, ya que se habían enfadado conél por relegarles a un segundo plano traslos Alfheim, los elfos de la luz, que sí

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estaban de parte del Padre de Todos.Los elfos oscuros eran perfectos

arqueros, mortales y certeros, además deque poseían un poder oculto propio delos más sublimes hechiceros.Descendieron los cielos como si fueranuna bandada de pájaros sedientos desangre; vestidos con su ropa dorada, consus melenas blancas, sus ojos topacio ysu tez negra azulada marcada por sussímbolos. Cargaban sus arcos de flechasenvenenadas en una mano, y en susantebrazos, todos, sin distinción, lucíanaquellos brazaletes cuyo extremo erauna cabeza de serpiente con la bocaabierta, la cual, si clavaba suscolmillos, paralizaba y matabalentamente a quien sufría su mordisco.

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Ellos la llamaban la «serpienteSvartálfar».

Sin embargo, antes de abrir aquelportal definitivo, había convocado acinco Svarts lugartenientes, entre los quese encontraba Si-Rak. Este era el mejorrastreador de los Svartálfar, así sellamaban los elfos oscuros. Él, Si-Rak,estudiaba el terreno a conquistar y era elmejor localizador de personas y por esorequería sus servicios, para que allanarael camino y dejara su horizonte llano yliso para la destrucción final. Loki noquería sorpresas ni obstáculos,demasiados hubieron para abrir losportales, hasta que al final, él fue el quetuvo que abrir el definitivo. Comosiempre, él se encargaría de todo.

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El elfo Si-Rak tenía una misión; darcon los únicos bardos puros presentesaún en ese reino.

Loki conocía a Freyja y a sustretas, y no iba a permitir que utilizaraninguna ficha más para sus carambolas.No quería bardos sueltos, esa era laúnica verdad. Por esa razón, acudía aSi-Rak antes, para que él los encontraray los matara. Y aunque sabía que losbardos estaban protegidos por losprimos de los elfos Alfheim, que en elMidgard eran llamados Huldre y Huldreelver, no dudaba en que el Svartálfardaría con ellos y pondría fin a los juegosde la diosa Vanir y del dios Odín enunos días.

—Busca a los bardos —le había

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ordenado Loki—. Y aniquílalos.Y eso había estado haciendo Si-

Rak. Les siguió y descubrió que era lajoven llamada Daimhin la barda real, yque poseía un objeto. Una piedra. Elelfo la persiguió hasta llegar hasta untejo, en Llangernyw, bajo cuyas raícesse ocultaba un verdadero elfo de la luzllamado Agelystor, que tenía el poder derevelar el objeto oculto en la piedra.

Loki esperaba que el elfo, junto asus cuatro lugartenientes, solucionaranaquel problemilla de una vez por todas.Había tenido tiempo para realizar susgestiones, y de hecho, ya debería haberrecibido noticias sobre él y los suyos. Elpequeño e insignificante escollo de losbardos debería estar solucionado.

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Eso pensaba él, sí. Hasta que unode los Svartálfar recién descendidos,Lek-ir, joven Príncipe de su Reino, sepersonificó ante él, en aquel momento deconvocación, serio y cabizbajo, paraarrodillarse frente a su Dios.

—Señor —dijo el elfo sinatreverse a mirarle a los ojos.

Loki, que miraba el agujeroespacial por donde caían ahora losgigantes de hielo y fuego, no le prestómucha atención, admirado como estabapor su propia obra.

—¿Ves qué maravilla, Svartálfar?—murmuró acariciando su varaLaeviatann con el pulgar.

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Lek-ir alzó los ojosdisimuladamente, suficiente como paraver que el estilizado pulgar del diosacababa con una uña plateada ypuntiaguda.

—Sí, Señor —afirmó sumisamente.—Entonces, si aprecias la belleza

de este momento, ¿puedes darme unarazón para que no te mate porhostigarme? — su voz de terciopelo noocultaba el significado de sus palabrasfacinerosas.

Lek-ir tragó saliva. No estabaseguro de continuar con vida después delo que iba a decirle.

—La razón es la siguiente, Señor:sentimos cada muerte de los nuestros

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como propia. Vemos cómo murieron, esuna de nuestras facultades —informódubitativo—. Por eso puedo asegurar,Señor, que Si-Rak ya no está entrenosotros.

Loki se pasó la lengua por loslabios resecos. Aunque no hizo ningúngesto facial, el titilar de sus pupilas setornó nervioso.

—¿Insinúas que Si-Rak, milugarteniente, ha muerto?

—Sí, Señor. Han muerto todos —contestó bajando más la cabeza hastacasi apoyar la frente en la rodilla quetenía alzada, mientras que la otrapermanecía clavada en el suelo.

—¿Cómo dices? ¿Todos? ¿Y los

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bardos?—No hemos podido ver qué les

sucedió. No sabemos si siguen con vida,más presumimos que así es. Se hallabandentro de un hule, una cueva protegidapor los huldre, en Llangernyw, pero nohan podido salir. La cueva se ha selladopor fuera y ya no podemos entrar.

—¿Cómo que se ha sellado?—Está cerrada herméticamente y

ya nadie puede entrar, ni siquieranosotros. El único modo de destruirla ydar con los bardos, si siguen ahí, esesperar a que vuelvan a salir.

Loki no se lo podía creer. ¿Tandifícil era matar a unos niñatosvanirios? ¿Cómo era posible?

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Pensativo, escogió cuál sería el mejorproceder.

—Quiero que todos os desplacéishasta allí. Será en ese lugar donde tengainicio la última batalla. Si la barda sigueahí, sus amigos guerreros que queden enpie lucharán a su lado para proteger loque sea que tiene entre manos. Laprotegerán a ella. Movilízalos a todos,Lek-ir. Guía a los etones, a lossvartalfar, a los gigantes y a los enanosque descienden de nuestra dimensión. Idhasta allí y, por el camino —añadiófinalmente con una decisión inapelable—, destruid todo a vuestro paso.

Lek-ir se incorporó y recibió lasórdenes con agrado. Sería la manoejecutora del Dios Timador. Todo un

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honor.—Sí, Señor.El ágil elfo se dio la vuelta y

procedió a organizar a los ejércitos quecontinuaban cayendo de aquel embudocósmico.

Mientras tanto, Loki se acarició unade sus rastas con sus dedos y esperópacientemente a que Lek-ir llevara sustropas hasta Gales. No tardarían nada enllegar hasta allí.

Tomó el Laeviatann y rodeó elextremo del bastón con más fuerza. Sushijos llegaban, los podía sentir.

Tres criaturas había tenido con laogra hechicera del Jotunheïm, Angrboda,

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una hermosa giganta cuyo cuerpo era unauténtico pecado. Angrboda fuedesterrada a Bosquehierro por Odín,porque incluso le seducía a él y,también, porque el Tuerto no sabíapasárselo bien ni tenía sentido delhumor. Allí Loki la visitaba y seconvirtió en su amante. En ese secretolugar la jotun dio a luz a esas trescriaturas del Infierno, las mismas que,según la profecía de la völva, en unfuturo destrozarían al Dios Aesir. Porese motivo el Alfather decidiósepararlos y encerrarlos.

Loki se echó a reír de él. Toda laeternidad evitando el Ragnarök, y ni losAesir ni los Vanir habían sido capacesde mantenerlo a raya, a pesar de que

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estaba todo escrito. Qué torpes eran. Eseera uno de los motivos por los que ellosno debían gobernar.

Alzó la barbilla hacia el cielonegro e impenetrable y esperó a verllegar lo que deseaba con todas susfuerzas.

Primero apareció Hela, con su pelocastaño liso movido por el viento, susojos negros y su piel de porcelana.Vestía de negro y miraba al frente,buscándolo. Cuando sus ojos ledivisaron, le sonrió con adoración.

La Reina de los Muertos, esa era suhija Hela, poseedora de su mismamirada taimada. El alma, de un negrodesolador, le asomaba en ellos.

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Odín la había desterrado alInframundo, pero Hela se hizo dueña deél y lo convirtió en su hogar, en elHelheim, convirtiéndose así en la dueñay soberana de cualquier alma de losnueve mundos que cayera en sus garras.Su padre había abierto el portal y por finella y sus muertos podían salir de Hel ycampar libres por el Midgard paraatormentar a los moribundos.

A continuación, un enorme lobo quetriplicaba el tamaño de un lobezno,gruñía y aullaba de un modo salvaje yvivaz, esperando a que llegara elmomento de tocar tierra firme. Era suhijo Fenrir. Su aterrador y desenfrenadohijo Fenrir, que debía desempeñar unpapel fundamental en el Ragnarök,

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aunque el destino hubiera cambiado deaquel modo.

Si Fenrir debía dar muerte a Odín,según la völva, no se lo daría en elMidgard, pondría fin a su vida en elAsgard, cuando encontraran un caminode vuelta hasta ese Reino. Heimdalhabía cerrado todas las puertas deacceso, pero Loki no desistía jamás. Encuanto destrozaran el Midgard, irían alAsgard, como fuera, y acabarían contodos los dioses y guerreros que allí seencontraran.

La tormenta arraigó con más fuerzasobre el pico de la montaña nevada en laque se hallaban. El ambiente se cargabade electricidad y acto seguido, emergióla enorme cabeza de un dragón con

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cuerpo de serpiente, tan ancho como unrascacielos y largo como tres de ellos.Descendió del cielo hasta caer sobre lasuperficie congelada de las montañasnórdicas en las que tenía lugar laimparable llegada de la oscuridad..

Era Jormungander, el tercer hijoque Loki había tenido con Angrboda. Lamonstruosa serpiente rompió el hielo delfuerte impacto y lo resquebrajóprovocando grietas colosales quemovieron auténticos icebergs parahacerle sitio y facilitar que esta sehundiera en el agua helada. El reptildesapareció bajo las placas de hielo,provocando terribles temblores en latierra y suscitando que las placastectónicas se abrieran y se movieran

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para dejarla pasar.Los dioses Aesir se creían que él

no era capaz de sentir amor. Pero sí losentía. Lo sentía hacia esos tresmonstruos que la ogra le dio, y a loscuales había educado con los mismosprincipios; no debían arrodillarse nisometerse ante seres inferiores. Jamás.La humildad era para los pobres que notenían dones ni facultades. A esos no lesquedaba otra que ser humildes, porqueno tenían nada de lo que alardear.

Pero ese no era el caso de ellos.—Ya sabes lo que te toca hacer,

pequeño Jormungander —espetóobservando la inmersión de su hijo—.Remueve las entrañas de este lugar.

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Recréate. Y no descanses hasta quehayas acabado con sus tripas.

Loki sabía que su hijo crecería entiempo récord hasta que fuera capaz derodear todo el orbe y morderse la colacomo un uróboros. Entonces,estrangularía el Midgard y lo haría volaren mil pedacitos.

Acto seguido, Hela y Fenrirfinalizaron su descenso teatral desde elcielo, y plantaron los pies y las patas enel pico de la cima en la que él seencontraba.

—Bienvenidos, queridos míos —les saludó Loki con cariño—. Hela —abrió un brazo y la abarcó con él, paradarle un beso en la frente. Su hija olía

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mal para los Aesir y los Vanir, yseguramente también para los humanos,pero no para él—.Por fin nuestroreencuentro.

Hela asintió feliz y decidida asumir aquella tierra en el terror y en lapesadilla de todos los vivos.

—Tenía muchas ganas de verte,padre.

—¿Qué tal todo por el Inframundo?Ella hizo una mueca de

aburrimiento.—Bah, ya sabes. Almas que vienen

y van y que no se imaginaban ni que elInfierno existía ni tampoco que pudieranacabar en el purgatorio. Aburrido.

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—¿Alguna novedad?—Hace poco tuve una charla con

Odín y la perra Vanir.—¿Una charla?—Esperaba la llegada de dos

almas, y él me dijo que esas no mepertenecían. No me las dejó quedar.

Loki frunció el ceño con sorpresa.—¿Por qué? ¿Sabes si los mataron

mis jotuns?—No lo sé. Pero, al parecer, no.

Porque se los quedó él. Seguramentealguno de sus guerreros se sacrificó y, alser uno de esos ridículos actoshonorables, eso les abrió las puertaspara poder ir al lado del dios.

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—Entiendo... ¿Quiénes eran? ¿Losabes?

Hela negó con la cabeza, y sonriórestándole importancia.

—No. Nunca lo sé hasta que noentran por las puertas del Nilfheim. Perodebían ser preciadas para él —asumió—. Como fuera. Nada puede hacer yapor ellos. Desde que el mismo Heimdalcerró las puertas del Asgard, ya nada ninadie puede abrirlas. Nada puede salirde ellas.

—Cierto —confirmó Loki sin estarmuy convencido—. Tenemos que darnosprisa, Hela. Hay que acabar con estemundo de una vez por todas. El aire deaquí me da alergia — se pasó los dedos

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por las mejillas manchadas de polvo—.¿Traes contigo a tus esclavos? —preguntó con admiración.

—Por supuesto —contestó felizobservando cómo miles y miles de entesmalignos y espíritus perversossobrevolaban el cielo en todasdirecciones—. Van a enloquecer a loshumanos, y sobre todo, a esa Cazadorade Nerthus —añadió desafiante—. Nova a poder guiar a los muertos, porqueya no tienen adónde ir —se rio—.Sufrirá millares de muertes en suspropias carnes. Me lo pasaré muy bien—aseguró.

Loki movió la cabeza de maneraafirmativa. Todos iban a sufrir loindecible.

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—Esperé un infierno por miliberación —recordó Hela, cautivadapor la longitud del cuerpo de su hermanoreptiloide, que emergía de las aguaspara luego volver a sumergirse.

—Todos lo hicimos. Pero ahora hallegado nuestro momento. Fenrir, hijomío —el grandioso lobo de pelo marróny ojos rojos, inclinó la cabeza para quesu padre pudiera posar su mano en suhocico—. ¿Tienes hambre? Me constaque Odín no te ha dejado cazar en tuconfinamiento.

«No lo ha hecho», contestómentalmente. «Estoy deseando recorreresta Tierra y alimentarme como no hehecho en eones».

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Loki alzó sus cejas negras yparpadeó satisfecho con la respuesta desu gran lobo.

—Pues aquí tenéis el Midgard enmedio de su apocalipsis particular. Sushabitantes, los humanos, no sonconscientes aún de que su mundo seacaba. Ya han empezado a descubrir lapresencia de seres mucho más fuertes ypoderosos que ellos: vuestro primosetones, purs y trols están sembrando elcaos, minando su resistencia y sucordura, hora tras hora. Disfruto alsentir su incredulidad y darse cuenta deque nunca estuvieron solos, de que noeran el ombligo del universo. Estoshijos de Odín... —sonrió incrédulo—son tan soberbios y confiados como él.

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Fenrir se pasó la larga lengua porsus colmillos afilados y movió la narizpara oler el aire.

«Puedo saborear su dolor y sumiedo. Se me hace la boca agua».

—Danos una orden, papá. Estoyimpaciente —pidió Hela con un ímpetuque dejaba entrever la necesidad quetenía de robar almas—. Y déjanosmostrarles a los habitantes de estevergel sin sentido quiénes son susverdaderos dioses. Ni hombre en lacruz, ni indio con sus mantras, ni budaen posición de loto... —enumeróincrédula al recordar los pensamientosridículos de las almas que llegaban aHel—. He tenido que escuchar muchastonterías de cada uno de los espíritus

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que vinieron a consumirse y aatormentarse en mi palacio. Demasiadoscredos sin sentido. El ser humano creeen demasiados dioses, confía en quetodos les protejan, cuando los únicosdioses a los que debieron venerar,éramos nosotros. Debieron rezar paraque nunca descendiéramos, porquesomos los que tenemos el poder deaplastarles.

Y su hija tenía razón. Más razónque una santa que, obviamente, no era.

Aquella raza de seres inferioresvivían confundidos, en conflicto conellos mismos. En eso no eran diferentesa ellos. Dioses de un panteón o de otrovivirían enfrentados siempre, porque lavida no existía sin la dualidad del bien y

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del mal. Ellos lo vivían en sus propiascarnes. Pero, ¿cuánto había de mal en elbien? ¿Y cuánto había de bien en el mal?Al final, era todo muy subjetivo.

Él y sus jotuns decidieron que laexistencia del Midgard no hacía otracosa que ofender a los seres superiores,a los dioses. Porque el humano era unaenfermedad que poco a poco se comíasu propio Reino mediante la codicia.Nunca tenían suficiente con nada. Eranignorantes e irrespetuosos. No permitíanque nadie les tosiera, y siempreintentaban conseguir sus objetivosmediante el camino más corto y fácil.

Y Loki se negaba a creer que,alguna vez, como decía Odín, esosespecímenes bípedos y sin dones,

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pudieran ser sus maestros. ¿Qué lepodían enseñar a él? Era ridículo.

Un insulto flagrante que él nopensaba pasar por alto.

Esos fueron los valores que elTimador transmitió a sus hijos y a todaslas razas que alguna vez fueroncastigadas por Odín, en pos del bien delequilibrio de la humanidad en la que elAesir tanto creía y tantas esperanzashabía depositado.

Pero ya se habían cansado. De unosy de otros. Y, sobre todo, se habíancansado del silencio y de la eternasumisión. De agachar la cabeza solo porser quienes eran, y de pedir disculpaspor ser más fuertes que los demás. La

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paciencia había colmado el vaso. Poreso decían que el Ragnarök era el ocasode los tiempos conocidos, el adiós deuna tierra media que no tenía sentido, yel fin de los dioses.

Lo sería. Pero no el fin de todos. Ély sus jotuns liderarían una auténticarevolución en todos los mundos y reinoshabidos y por haber. Solo habría un diosal que venerar, y no miles.

Él sería ese dios. Él sería el líder.—Hela, ve desde el Este y arrasa

con tus espíritus. No dejes ni un almapura y guerrera sin castigar. Llévalos atodos al Nilfheim. Ásalos en las llamasde Hel para que nunca vuelvan areencarnar. Hazlo como sé que ya hiciste

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una vez.Loki miró de reojo a su hija y esta

le devolvió el mismo gesto astuto.—Sí, padre.—Fenrir. Llegarás desde el Oeste y

aniquilarás a todo ser vivo que se cruceen tu camino. Tus fauces están hechaspara destruir y aplastar. ¿Crees quetendrás suficiente para calmar tuhambre?

El lobo dejó ir una especie deronroneo a la altura del pecho.

«Te lo diré cuando me llene elestómago».

Loki se echó a reír.—Jormungander —habló esta vez a

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su hijo con cabeza de dragón y cuerpode serpiente monumental—. Tú llegarásdesde el Sur, rodeando todo el orbe,rompiendo lo que quede de tierra bajo elmar, provocando las olas, la rotura delos hielos y las montañas, la afluenciasalvaje de los ríos y los despertares delos volcanes.

La cabeza de dragón emergió entreel hielo para asentir obedientemente, ydespués volvió a sumergirse.

—¿Y tú, papá? ¿Qué harás tú? —preguntó Hela.

Loki miró al frente, al negrohorizonte calmo que presagiaba lamayor de las tormentas conocidas.

—El Norte es mío —sentenció—.

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No habrá alma sin torturar, ni pueblo poraniquilar. Voy a barrer este planeta y lovoy a limpiar de mugre. Los exterminaréa todos. Hombres, mujeres y niños. Yles obligaré a recordar lo absurdo de suexistencia, lo frágiles que siemprefueron y el poco valor que tienen susvidas para esos dioses en los que tantocreían. Y ya sabéis cuánto me gusta eldrama —sonrió y miró de soslayo a suhija.

Los labios de Hela se curvaronhacia arriba. Loki estudió su bellezaclásica, casi frágil. Era hermosa. ComoAngrboda, su madre.

—¿Y mamá?—Ella lidera la invasión de los

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gigantes de hielo y fuego —desvió losojos azules hasta aquel agujero en elcielo, un embudo cósmico por el quesalían todos los guerreros que lucharíanen nombre del Jotunheïm.

Muchas razas, entre ellas, las másgrandes. Los gigantes. Algunoshermosos, otros horrendos. Algunos depiedra, otros de hielo y otros de fuego.Lanzaban bolas llameantes quedeshacían las montañas, y piedrasheladas que destruían los sueloscongelados. Y los más bellos blandíansus espadas por encima de sus cabezas,dispuestos a partir en dos a quien seinterpusiera en su camino. Y ahí, a lacabeza de estos últimos, aparecióAngrboda, la madre de sus tres hijos. Su

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nombre significaba «Mensajera deldolor». A Loki le pareció tan hermosacuando la vio que pensó que con ellapodría tener tres hijos descomunales yhermosos. Y así habían salido. Cada unoera bello y demoniaco en su forma. Unlobo, una mujer de los muertos y unaserpiente. Eso le había dado la giganta.

Loki también había tenido otraesposa con la que tuvo dos hijos. Sellamaba Sigyn, y le dio dos hijosvarones: Nargi y Váli. Pero Odín, paracastigarlo por la muerte de Balder,transformó a Váli en lobo. El lobo secomió a su hermano, y utilizaron susvísceras para atar a Loki e inmovilizarloen la cárcel donde había estadoencerrado todo este tiempo, oculto en el

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Midgard.Él no era el único dios sádico.

Odín también lo era. Porque fue él elque tuvo la brillante idea de condenar asus hijos, y de obligar a Sigyn a verterveneno sobre su piel, en cada anochecer.Loki había matado a Sigyn portraicionarlo de aquel modo. Fue rápido,y no se centró demasiado en su dolor.

Pero eso ya era agua pasada. Sigynya no existía.

Se centró ahora en Angrboda. Eraesbelta y musculosa, morena de pelomuy rizado recogido en dos trenzas yposeía ojos negros, los mismos quehabía heredado Hela. Y tenía esa miradaescurridiza, desafiante y también

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trampeadora, que tanto lo había atraído,porque se parecía a la suya. La gigantasintió su presencia, y lo miró mientrascaía al Midgard. Sonrió, inclinando labarbilla a modo de saludo, con muchorespeto. Pero después, gritó con todassus fuerzas para guiar a su ejército en laocupación de aquel reino.

—Irá al campo de batalla —contestó Loki a la pregunta de su hija—.Es inclemente. Y me encanta cómo grita—se encogió de hombros—.Invadiremos el Midgard desde loscuatro puntos cardinales. Fenrir, túacabarás antes que yo. Cuando lo hagas,me pasarás a recoger esté donde esté.

«Sí, padre», contestó servicial.

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—Avanzaremos todos a la pardesde este punto hasta encontrarnos enLlangernyw, allí donde todo acabará —vaticinó satisfecho, moviendo el cuellopara crujirlo de un lado al otro—.Quiero que desaparezca en dos lunas.¿Estáis listos?

—Nacimos para esto —contestóHela ansiosa—. Por supuesto queestamos listos.

—Entonces —alzó Laeviatann alcielo y clavó sus ojos azules entre lasnubes infranqueables, negras y rojizas—. ¡Adelante! Bjarkan’s laufgrœnstrlima; Loki far flærðar tima! ¡El abedultiene ramas de verdes hojas; Loki llevaal tiempo del engaño! ¡Este es mimomento! —del extremo de su vara, un

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rayo rojo eléctrico ascendió hasta elcielo para hacer aquel portal más grandede lo que era, ensanchándolo yprovocando una consecución depequeños relámpagos—. ¡Venid a mí!¡Todos venid a mí! ¡Muerte a los hijosdel Reino Medio!

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XI

AsgardValaskjálf. Palacio de Odín

Freyja tenía claro que iban a dejarsu partida a medias. Inacabada, comotantas cosas en su relación.

En el Asgard, sobre una mesa deoro frente al trono de Odín, reposabauna tabla de ajedrez. Había sido un

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regalo de Caissa, una dríade griega quepredecía el porvenir, y a la que,seguramente, el libertino del dios Aesirse habría beneficiado. Como regalo, lagriega le habría dado aquel obsequio.

Aun así, a pesar de saber aquello, aFreyja le daba igual, porque disfrutabajugando contra el Tuerto, observando losmovimientos de sus dedos varoniles,simulando y dejando entrever que cadacasilla por la que avanzaban sus fichas,eran las acciones que sus peones y susguerreros hacían en el mundo de loshumanos. Conscientes e inconscientes ala vez de lo mucho que se jugaban.

Aunque se enfrentaban el unocontra el otro, nunca se trató de unacontienda entre la casa de los Vanes y la

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casa de los Ases. No se trataba deluchar los unos contra los otros, pese aque en el principio de los orígenes habíasido así.

Sin embargo, después les precedióesa fama para siempre, alimentadatambién por su rivalidad y por aquelcrudo desdén que era nutrido por undeseo frustrado entre ambos, y porcientos de secretos que solo seríanpronunciados en la batalla final, cuandose sacrificaran por el todo o nada, enuna última pelea por defender aquelloque siempre creyeron defender, ademásdel Midgard, que no era otra cosa quesus orgullosos corazones.

La diosa Vanir era plenamenteconsciente de ello, y observaba con

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nostalgia aquel tablero cuyas figuras detitanio y diamantes progresaban demanera estratégica, escondiendosiempre una estocada final, un últimogolpe que ofreciera un destino abierto yesperanzador para todos, y no aqueldescarnado Ragnarök que vaticinó lavölva, y que, a pesar de todo lo quehabían hecho por que no llegara, nohabía burlado la profecía.

El dios jotun seguía adelante con suvenganza, y estaba a pocas horas deconcluir su propósito de muerte y dedestrucción.

Freyja exhaló y desvió la miradahacia el pozo ubicado a los pies deltrono, a través del cual se veían losnueve mundos. La diosa solo tenía ojos

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para uno: la Tierra.Porque era su ocaso. Y mientras

esta era invadida por los monstruos ydemonios más maquiavélicos, ellospermanecían encerrados en el Asgardsin poder hacer nada. Impotentes yfrustrados, como si no fueran dioses,sino, simples seres sin poderes.

A ella le dolía. Le dolía lo quesucedía. Le dolían sus guerreros,aquellos a los que transformó una vez enStonehenge, junto a Njörd y a Frey. Noeran sus hijos, pero sí era su apuestapersonal para equilibrar las fuerzas delmundo medio, y ahora estaban en unadesventaja brutal. Serían aplastados, yni siquiera tendrían la posibilidad deluchar de igual a igual. No era justo.

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Freyja se recolocó los brazaletesenteros de cadmio y titanio que siempreusaba para ejercitarse junto a susvalkyrias, concentrada en su cerraduras,asegurándolos bien a la piel.

Los poderes de su linaje eranmágicos y sobrenaturales, no era unaguerrera temible como sí lo eran Odín yThor. Pero sus facultades eranextremadamente sutiles, no necesitabadar un hachazo o un martillazo paraprovocar dolor. La energía, lanaturaleza, la vida... eran elementos queestaban de su parte y que usaba confacilidad como armas arrojadizas yletales.

Porque si los Aesir sabían de

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magia en la actualidad, se lo debían aella y a los suyos, que como acto debuena fe y de colaboración, lesenseñaron sus secretos. Aunque notodos. Siempre debía haber una parte demisterio, nunca revelar absolutamentetoda la verdad, porque no interesaba queles igualaran en sabiduría y conceptos.

La Resplandeciente aguantó conestoicismo y aplomo el momento en elque vio a Hela liberada de su cárcel deHel, para llegar al Midgard. Vio aAngrboda, la temible giganta conpoderes de bruja. La bruja que eramencionada por la profecía de la völva,de cuyo cuerpo nacería el lobo quemataría a Odín, la Diosa de la muerteque sumiría al Midgard en un Infierno, y

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la serpiente que se mordería la cola paraconstreñir al planeta Tierra y destruirloen millones de pedacitos. Y esos tresmonstruos campaban ahora a sus anchas,dispuestos a hacer cumplir la visión dela vidente.

Todo fue pronunciado una vez, todofue relatado y escrito, y a pesar de todaslas piezas que habían movido los diosespara frustrar el regreso de Loki, a pesarde todo eso, por ahora, todo se cumplía,como si el destino se riera de ellos en sucara.

—No ha cambiado nada —dijo unavoz a sus espaldas.

A Freyja no le hizo falta darse lavuelta para ver quién era. Lo sabía

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incluso antes de que hablara, porquesentía la presencia del Aesir siempremuy cerca. Y después estaba aquel olorinconfundible a Dios, mezcla deesencias cítricas y frescas. Únicas.

Ella negó con la cabeza y se quedóde brazos cruzados, sin apartar lamirada plateada de aquel agujeromágico y cósmico, ventana a otrosmundos.

Odín la miró de arriba abajo,repasando su vestimenta de guerra. Unaguerrera de fuego y oscuridad. Oro yónix envueltos en cadmio y titanio. Laarmadura tipo corsé protegería su torsode cualquier herida. Sus botas con unaaleación de cuero y metal abrazaban suspies, sus pantorrillas, y llegaban hasta

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medio muslo, los cuales estabancubiertos por una malla negra parecida ala que vestía a los elfos de la luz.

Él se la bebía con el único ojo quele quedaba. Sus caderas, su cintura, laforma que tenía su cuerpo de simular unreloj de arena, aquellos hombroselegantes, la curva perfecta de suespalda, sus largas piernas torneadas yprovistas de unos muslos de infarto... Sutrasero. Odín era Dios, pero tambiénhombre. Y él no era de piedra ante unejemplar como ese. Nunca lo habíapodido ser. Ningún macho, fuera ángel odemonio, guerrero o sanador, dios ohumano, era indiferente a los encantosde Freyja.

De hecho, a él lo confundía algunas

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veces porque, en ocasiones, la Vanirsimulaba parecer ajena al magnetismoque desprendía su persona. Y otrasveces, le sacaba jugo hasta exprimirlo, yera entonces cuando provocaba guerrasen su nombre, disfrutando de ladebilidad con la que estocaba a losdemás.

Odín deseaba hundir los dedos ensu largo pelo rubio cuyo reflejorecordaba al astro sol, y tironearfuertemente de él para exigirle quedijera de una vez por todas a qué estabajugando y cuál de sus mil caras era laauténtica.

Los movimientos que Freyja habíarealizado de manera tan magistral paraevitar el Ragnarök le habían dejado

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claro que cuando dio su palabra paraapoyar su plan con la humanidad yprometió protegerlos, lo hizo de verdad.Y aquello hablaba de lealtad, algo queescaseaba en los panteones.

Eso era algo que Odín no le podíaechar en cara. Estaba en deuda con laDiosa Vanir.

—No. No ha cambiado nadatodavía —contestó Freyja con vozuniforme.

—Loki tiene dos lunas para acabarcon el Midgard. Cuarenta y ocho horasde la tierra y mi plan por preservar a lahumanidad se irá al traste —reconocióOdín agriado.

—Eso es menos que un estornudo

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para nosotros.—Y una vez destruya el Midgard,

no habrá ningún mundo al que no puedaacceder. El mundo medio es elequilibrio de los nueve reinos. Así lodispuse. Si este desaparece, los demásestamos condenados.

—Fue Heimdal el que nos encerróaquí —le recordó Freyja—. Tu hijo.

—Sí —asintió Odín.—No le culpo. Es el que mejor me

cae de todos —se encogió de hombros—. Nos pareció buena idea entonces.

—Lo sigue siendo.Freyja escuchó los pasos de Odín

acercándose a ella y todo su cuerpo se

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puso en guardia. No podía ignorar laenergía que desprendía el Tuerto. Erademasiado explosiva y poderosa.

Cuando estuvo a su lado, Freyja lomiró de soslayo. Él vestía con su trajede guerra, muy a conjunto con el suyo,como si fueran una pareja de baile, yestaba tan arrebatador que la encendiócon un solo vistazo. Odín era el hombremás grande y fuerte que había vistojamás. Y eso era mucho decir si tenía encuenta que vivía en el Asgard, donderesidían millares de guerreros de todaslas culturas.

Su complexión tremendamenteatlética era portentosa. Un solo hombrode los suyos era una de las nalgas deella. Su armadura parte dorada y negra

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lanzaba destellos cegadores, peroninguno tan poderoso como el de su ojo,de un vibrante azul eléctrico. Odínllevaba a Gungnir en su mano derecha yun hacha en la espalda, cuyo extremosobresalía por encima de su hombroizquierdo.

En la otra mano sostenía su casco,de largos cuernos plateados parecidos alos de un búfalo.

—¿Estás preparado ya para lasupuesta batalla?

—Sí. Como tú —la observó dearriba abajo—. Mientras sigamos convida, aún tenemos posibilidades.Aunque, prefiero defender al Midgard,que defenderme del ataque del

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Jotunheïm entero aquí, en mi casa. Nome gusta replegarme.

—Nos hemos preparado paraluchar en un lado o en el otro, ¿no? —Freyja se miró los puños americanosque se unían a sus nudillos como unguante y que eran parte de su uniformede guerra—. Pero también me gustaríadescender al Midgard y luchar junto amis valkyrias. A mí tampoco me gustanlas trincheras. Prefiero ir de frente yluchar junto a mis dísir lanzarayos.

Él la miró con atención. Ellaodiaba dejar solas a sus valkyrias. Lasconsideraba suyas y eran suresponsabilidad. Eso la honraba. Porqueasí se sentía él respecto a sus guerreros.

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—¿Qué cambia el hecho de que Asy María se sacrificaran por Balder yNanna si andan perdidos en unadimensión de la que no pueden regresaraún? —dijo Freyja visiblementefrustrada—. La nave de Balder esindispensable para nuestra victoria encaso de que podamos descender a laTierra a batallar. Y con el puente Bifrosttotalmente destruido por el portal queabrió el magiker...

Odín hizo una mueca con el labio yarqueó las cejas.

—¿Qué tiene la barda en su poder?—replicó él—. ¿Qué se supone quetiene que leer? ¿Por qué las cosas hansalido así? ¿Acaso hay una razón, Vanir?¿O atiende todo a nuestro destino final?

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No lo sabemos. Solo las nornas tejen eltelar y ni siquiera saben lo que hilan.

—Tengo la sensación de que se nosha escapado algo — murmuró Freyja—.Hemos hecho todo lo que teníamos quehacer para tener posibilidades en la granbatalla. Todos nuestros movimientostenían un sentido y una razón de ser.Aunque los mantuviéramos en secreto,parece que tus jugadas y las mías secomplementaban a la perfección.Además, tú mismo viste el final denuestros días y cambiaste el porvenir,por eso eres tuerto —señaló sinmiramientos—. Pero seguimos aquí, aexpensas de que Daimhin salga de lahule en la que está y pueda leer laspalabras del libro de Bryn. Para cuando

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lo haga, Loki no se lo permitirá —negócon la cabeza—. Es imposible que le détiempo a leerlo todo. Por eso mepregunto: ¿qué ha cambiado en realidad?Tengo la sensación de que solo hemosretrasado lo inevitable. El don deDaimhin es muy literal, pero... paraentonces, estará asediada por Loki. Nosé si lo conseguirá.

—No —negó Odín—. No hay quepensar en lo peor, mujer. Todo tiene unacausa y un efecto. En la Tierra sucedenacontecimientos que se escapan anuestra comprensión, lo llamamos «ellibre albedrío», ¿recuerdas? El Midgardaún no ha muerto. Mantengamos pues laesperanza.

Ella no tenía mucha fe en la

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esperanza. Pero sí creía más en lassorpresas. Y no podía evitar pensar quefaltaba una sorpresa más que se lesescapaba de los dedos. Pero no sabía loque era.

—Mientras tanto —exhaló él comosi no tuviera más remedio—, antes dedar el aviso a mis guerreros, sea paraluchar en el Midgard o para defender losmuros del Asgard, debo despedirme demi esposa. Con tu permiso.

Que le echara en cara a su cónyugeera algo que la mataba, superior a susfuerzas y a su paciencia. Freyja se clavólas uñas en las palmas de sus manos ypermaneció en silencio.

Odín estudió su perfil, pero no dijo

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nada más. La tensión se podía cortar conun cuchillo, la ausencia de palabrasdecía más que cualquier otra cosa y eraincómoda.

Cuando Odín se dio la vuelta paradesaparecer de allí, Freyja se giró y lodetuvo con dos palabras.

—Tengo curiosidad.Odín llevaba el pelo suelto y

estaba guapísimo, maldito fuera. Tanhombre que solo ella podría con él. Y nola insípida de Frigg.

Él se detuvo y alzó la ceja rubiadel ojo del parche. Siempre lo hacía. Ya Freyja le hacía gracia, como siobviara que aquel efecto eraavasallador. Al menos, para ella.

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—¿Curiosidad?—Sí —afirmó sin una pizca de

vergüenza o arrepentimiento.—¿Sobre qué?—Sobre lo que sientes al tener un

florero como mujer.Odín alzó una mano y se rascó la

nuca con los dedos. Inclinó la cabeza aun lado y le lanzó una mirada fulminante.

—Frigg es más mujer de lo que túte crees. Es fiel y sensible.

—Ah —Freyja se cruzó de brazosde nuevo, en posición defensiva—. Fiely sensible... Todo lo que tú necesitas —ironizó—. Fidelidad y sensibilidad.¿Tus hermanos Vili y Ve también piensan

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lo mismo sobre su fidelidad? —preguntóde golpe.

—No te permito que hables así deella —le advirtió—.Ese tema no teincumbe.

—La dejaste sola, y en tu ausenciaella se benefició a tus dos hermanos —continuó pinchándolo—. Lo saben todoslos reinos.

—No hables tú de libertinaje. Eresconocida por la facilidad que tienespara abrirte de piernas.

—Sí. Y a ti te da rabia que lo hagacon todos los que quiera, menos contigo.

—Te sobrevaloras. Además, ¿quémás te da a ti cómo sea Frigg? Al

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menos, ella permanece a mi lado.—Sí. Ya lo veo. Ya veo que va a ir

a las armas contigo, ¿verdad?—Frigg no cree en la guerra.—Claro que no. No vaya a ser que

le rompan una uña y le hagan dañoluchando al lado de su esposo...¿También juega al ajedrez como yo osolo limpia el tablero y las fichas? —leescupió venenosa como una serpiente—.Cómo me gustaría escuchar unaconversación entre vosotros y pasar unanoche en tu alcoba solo para ver sifinges migrañas y te duermes antes detiempo. ¿O tal vez las finge ella?

Él negó con la cabeza de un lado alotro, mirándola como si no tuviera

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remedio.—¿Quieres pasar una noche en mi

alcoba? ¿Quieres hacer un trío? Se meocurre algo —bajó la voz—. Seguro quete encantaría que yo te poseyera pordetrás mientras Frigg se encarga delamerte la fruta que hay entre tuspiernas.

Freyja dejó ir una carcajada.—Claro. Pero más te gustaría a ti.

Es más, seguro que ella se lo pasaríamejor conmigo que contigo —soltóoscilando las pestañas—. Pero eso esalgo que tú nunca sabrás, ¿verdad?

—Freyja, deberías superar elhecho de que no todos los hombresbuscan a una potra salvaje como tú.

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Algunos, valoramos más la paz en elhogar, y que cuiden de nosotros.

—Eso no te lo crees ni tú. Frigg essolo madre. Se olvida de su papel comomujer y como diosa con otrascapacidades que no sean solo las demantenerte tranquilo y feliz en la mesa.¿En qué lugar la deja eso? Es la másmachista de todas. Tira piedras sobrenuestro tejado. Pero... —sonrió vilmente—. ¿De qué le sirve toda esacomplacencia?

—¿De qué le sirve? —repitió sincomprender.

—Tú no la quieres.—Ella es mi compañera, la única

que quiero.

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—¿Nos apostamos tu otro ojo a quemientes como un bellaco?

—No —Odín sonrió vanidoso—.No miento. Mírate, Freyja. Todos tedesean y te temen, menos yo. Pero, aunasí, yo no te he elegido. Como tampocote eligió Od. Él te dejó y nunca volvió.En cambio, Frigg permanece a mi lado.

Aquello sí que cortó. Fue un corteprofundo y doloroso, que Freyjadisimuló con mucha dificultad. ¿Cómose atrevía a decirle algo así? Y máscuando ella sabía algo que éldesconocía. Se repuso como pudo y alzóla barbilla dignamente.

—¿Estás seguro?—¿De qué?

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—De que Frigg nunca te dejó. Hizoun trío con tus hermanos, y ni siquierahablásteis de ello nunca. Tal vez te hayadejado alguna vez más, sin que tú losupieras.

Odín suspiró incrédulo.—¿Lo dices en serio? Frigg nunca

me abandonó. Yo a ella sí la dejé poruna temporada. Pero después regresé asu lado.

Freyja se encogió de hombros.—¿Seguro que ves bien con ese

único ojo que te queda?—Veo muy bien, gracias.—¿Y sois sinceros el uno con el

otro? Oh, no me mires así. Tal vez esta

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sea una de las últimas conversacionesque podamos tener tú y yo, Tuerto.Sincerémonos antes de ir a las armas.

—¿Qué mierda quieres, Freyja? —preguntó a la defensiva.

—Te pregunto si se lo cuentas todo—sus ojos grises se oscurecieronlevemente—. ¿Sabe ella lo que hicistecon Balder? ¿Sabe ella qué fue lo queperdiste, además de tu ojo, a cambio demodificar el destino de los dioses?

Él se tensó y cambió el rictus.—Sé muy bien qué le puedo contar

a mi esposa y qué no.—De eso no tengo ninguna duda.

Mira, tienes razón en una cosa. Solo en

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una —aclaró alzando el dedo índice—.Soy demasiada mujer y entiendo que esoos da miedo a los hombres. Os hacesentir inseguros. Sobre todo acalzonazos como tú, o a cobardes comoOd. Pero recuerda una cosa: no soy yola que te busca en las fiestas, ni en lasvendimias de hidromiel, ni en las cenasen el Víngolf. No soy yo la que te miraintensamente como si desearasdesnudarme y poseerme sobre la mesa.No soy yo la que te persigue. Siemprehas sido tú. ¿Se lo vas a explicar aFrigg? ¿Le vas a decir que aunquevaloras que te tenga el palacio limpio yte dé paz mental, la única que te vuelveloco soy yo? —caminó hacia él,moviendo las caderas de un lado al otro

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—. ¿Tendrás las narices de decírselo enla antesala de una guerra que nos puedematar a todos? ¿Serás capaz de decirlela verdad? —les separaba solo unpalmo. Freyja se puso de puntillas y lomiró al ojo—. ¿De agradecerle los hijosque te dio, pero reconocerle que no laamas?

Odín tomó aire por la nariz aunqueno se apartó. No retrocedería.

—¿Ves ese trono? —señaló su sillade oro con el pulgar—. En él solo sepuede sentar la reina de los Aesir. Ysolo hay una. En ese trono solo la Reinapuede observar los Nueve Mundos. Yesa es Frigg.

—No me hagas reír, Odín. Yo

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puedo observarlo igual sin necesidad desentarme en él.

—Pero no ves lo mismo que yo —contestó misterioso.

—Lo que tú digas. Pero los Aesirsolo tienen un Rey. Y eres tú. Igual quelos Vanir solo tienen una Reina. Y esasoy yo —aclaró orgullosa—. Frigg no esreina de nadie, ella es solo tu esposa.

—¿Sabes, Freyja? Dices que Friggno es buena para las mujeres. Pero laque no es buena para vosotras mismaseres tú. Por divas como tú, muchastienen una reputación que no se merecen.

Y entonces, Odín desapareció antesus ojos. Se esfumó sin más.

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Freyja rechinó los dientes y tocócon los talones en el suelo de nuevo.

Acababa de dejarla tiradallamándola puta en pocas palabras.Cómo odiaba todo aquello. Lasdiscusiones y las contiendas con Odín ladejaban exhausta y abatida, aunquenunca lo demostraría.

Puso lo ojos en blanco y dijo:—Maldita sea.A continuación, desapareció, tal y

como había hecho el Aesir, dejando elpozo de los mundos sin observador, y eltrono Hildskalf sin Rey ni Reina.

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Fensalir.Las salas de las ciénagas

Odín apareció en la casa de Frigg,donde vivían los dos juntos y él pasabatodas las noches, porque Frigg era suesposa y la madre de sus hijos. Y nadiemás.

Así pensaba, reivindicándose,enfadado por las insultantes palabras deFreyja. Dejó atrás las numerosas fuentesy lagos que precedían la entrada delhogar, todo en perfecto estado. Y de esosolo se encargaba ella. La Vanir teníarazón: Frigg era una mujer de su casa.

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Esa era su labor. Pero a él no ledesagradaba.

Necesitaba a una mujer que nofuera ni la mitad de bélica de lo que élera.

Las puertas de oro y cristal deFensalir se abrieron para él de par enpar. Grandes, magníficas y brillantes. Elsuelo de mármol blanco refulgía lustrosoy cada una de las salas del palacioposeía la estatua de un dios aesir, y unafuente ornamental. El agua era muyimportante para Frigg, de ahí quellamaran a Fensalir «las salas de lasciénagas», porque el elemento acuosoestaba presente siempre de una forma ode otra.

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La suela de las botas metálicas deOdín repicaban con fuerza contra elsuelo, acompañando rítmicamente lapisada del dios. Subió las escalerashasta la sala superior, cuyos techos eranabiertos por completo, y dejaban vercon total claridad la luz del día y de lasmiles de estrellas y galaxias del Asgard.

Odín sabía dónde estaría Frigg. Ensu habitación, sentada en un rincón de laventana, podando uno de esos diminutosárboles que luego plantaría alrededordel bosque de la mansión y que creceríaen un santiamén hasta convertirlo todoen un hermoso vergel que flanquearía suterreno.

Frigg adoraba sus quehaceres, pormuy básicos que fueran. La aesir era,

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ante todo, su mujer. Y no podíadesmentir a Freyja. Frigg era la diosa dela fertilidad, el amor, las artesdomésticas, el matrimonio, lamaternidad, el manejo del hogar... Todolo que se suponía que representaba sermujer y femenina.

Pero, como buena madre, habíasufrido mucho. Sufrió la muerte deBalder, no una, sino dos veces. Y habíasufrido también la de Hodur. Lo habíahecho con mucho aplomo, conserenidad, entendiendo que el destino aveces era cruel. Y nunca, jamás, lo dejóde lado o lo descuidó. Se encargó de suesposo siempre. De él. A pesar de todolo que sufría por no tener a sus hijos conella. Y eso era admirable.

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Hlín y Gná, las doncellas de Frigg,lo saludaron mientras limpiabanbriosamente el suelo del pasillosuperior, las dos arrodilladas consendos paños húmedos en la mano.

Odín hizo un gesto con su mano enrespuesta y se detuvo frente a la puertade su habitación. La abrió por completoe inhaló el suave olor a brisa y a bosqueque entraba a través de las ventanas yque mecían las cortinas de seda. En laventana más cercana a la alcoba,cubierta a medias por la cortina quehacía de velo y que se mecía con cadapequeña ventisca, se hallaba Frigg.

Su pelo castaño y ondulado,recogido en una diadema de oro, olía aflores y eso era algo que le encantaba a

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Odín. Tenía su mirada cándida fija enaquella planta que podaba con mimo,moviendo sus dedos ágiles alrededor,tocándola y moldeándola con suavidad.

Ella levantó la mirada y lo observócon sus ojos cándidos y marrones, comola tierra virgen. Era adorable, y habíasido una excelente madre y una mujerbuena y cuidadosa. Sin embargo, paraser sincero, ya hacía muchísimo tiempoque cuando Odín llegaba a su casa, nosentía aquel calentor enfermizo que sísentía cuando veía a Freyja. Esa brujaera una arpía venenosa que lo poníahistérico. Ella encendía sus llamas.Llamas que Frigg, con su cariño, sutranquilidad y paciencia convertía enapagadas brasas. Eran antagonistas la

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una de la otra.¡Dioses! Cómo odiaba que la Vanir

siempre tuviera razón...Fuera como fuese, estaban a un

paso de jugarse el destino y la vida enuna batalla infernal, ya fuera en elMidgard, como en el mismo Asgard. Yen esa batalla, Frigg no iba a tenercabida. No era su lugar, no iba con suespíritu. Ella había dedicado toda suexistencia a criar a Balder y Hodur y allevar Fensalir con el orgullo de unaReina anfitriona. No le interesaban losconflictos bélicos, aunque alguna vezhabía hecho el esfuerzo de jugar con él ahacer apuestas.

No obstante, no era una guerrera.

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Era... una madre. Una... esposa.«¡Joder! Maldita Freyja», pensó

Odín amargamente.Tenía que advertirla de lo que iba a

pasar. Ella y sus doncellas se quedaríanencerradas en el Fensalir. No podíansalir de ahí. Y no dudaba que lapropuesta iba a encantar a Frigg, puesnada le gustaba más que cuidar de supalacio y sus plantas. Era muy ermitaña.

Freyja le había echado en cara queno le dijera lo que había pasado conBalder y Hodur en el Midgard. Pero nolo creía necesario. No hacía falta.Nadie, ni siquiera ella, debía saber loque él hizo. Era su secreto. Uno que solosabía la Vanir y nadie más.

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Le diría la verdad si lograrandetener el Ragnarök, al regresar. Sino,no hacía falta mencionarlo. Porquenunca vería a Balder de nuevo. Así que,¿para qué volver a atormentarla? Friggtenía debilidad por Balder. Nunca quisoa Hodur tanto como a su hijoResplandeciente. Y era una verdad quedolía y que ella quería ocultar, porque laavergonzaba. Pero era mérito de Baldery no demérito de Hodur. Balder naciópara ser amado y venerado.

Sea como fuere, Frigg fue unaexcelente madre para uno y para otro ynadie le quitaría eso.

—¿Qué te parece, cariño? —lepreguntó Frigg ajena a sus pensamientos.No alzó los ojos para mirarle.

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Odín se colocó a sus espaldas ybesó su nuca con suavidad, retirando supelo castaño con ternura. Ella se girósorprendida por el gesto, como si noestuviera acostumbrada a ellos.

—¿Odín? —Hola, esposa mía.—Hola —carraspeó ligeramente

incómoda—. Este lo voy a plantar en lazona Norte del jardín de ciénagas. ¿Quéte parece?

Odín no diferenciaba un árbol deotro, y todo le parecía bien. Así queasintió conforme.

—Me parece perfecto.—Las doncellas han preparado la

cena. ¿Tienes hambre?

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No. No tenía hambre. Estabaangustiado por lo que iba a suceder. Sehabía encargado de proteger a Frigg y deno alterarla con nada, pero debido a eso,la había convertido en un ser ajeno a losconflictos de los Nueve Reinos. Alguiencon quien solo podía hablar muy porencima sobre asuntos políticos obélicos, sin tratarlos en profundidad.

—No tengo hambre —contestóserio. La tomó de las manos, suaves yfinas, y la obligó a levantarse del sillónen el que estaba sentada.

—¿Qué sucede? —preguntó ellafrunciendo el ceño.

Odín inspiró profundamente y negócon la cabeza.

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—Frigg, el Ragnarök ha llegado.Necesito que tú y tus doncellas osalejéis de esto. Que os mantengáis aquía salvo.

Frigg desvió la mirada pensativa, yse relamió los labios con nerviosismo.

—¿El ocaso de los dioses seacerca?

—Sí.—¿Y qué será de nosotras? ¿Nos

matarán? —preguntó aterrorizada.Odín la miró compasivo.—No sé qué será de ti si no venzo

mi batalla personal contra Loki. —Perose lo imaginaba. Porque siendo la mujerde su máximo enemigo, el Timador

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habría preparado contra ella unavenganza humillante—. Pero si esosucede...

—¿No vencerás, Alfather? —preguntó repentinamente, como sicreyera en sus posibilidades más que él.

—Solo las nornas lo saben. Comosea —tomó sus manos con más fuerza—.Quiero que cierres este palacio. Si esnecesario, utilizaré la magia de losVanes y la mía para ocultarla con unhechizo a ojos de los demás.

Frigg se liberó de sus manos y posósus palmas sobre las mejillas velludasdel Aesir.

—Odín —hizo negaciones con lacabeza—. Todos tenemos nuestro

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momento. Todos.—Pero yo lo puedo evitar —dijo

—. Puedo protegerte.—Pero yo no quiero tu protección.

Hace eones que no salgo por voluntadpropia fuera de los confines de mipalacio. Si tienen que venir a por mí,que vengan. Aquí les espero. No me damiedo la muerte —explicócondescendiente—. ¿Acaso no te hasdado cuenta?

Él no la comprendía. —¿Cuenta dequé?

—De que todos salimos delcaldero y todos, a pesar de tener unavida longeva, volveremosirremediablemente de un momento a

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otro.—Pero estás viva ahora. ¿No

quieres seguir sintiéndote así?Ella pestañeó y se emocionó sin

remedio, aunque las lágrimas noasomaron por sus pestañas.

—He sido madre, Odín. ¿No sabesque hay muchas maneras de morir envida?

Él no le podía quitar razón. Friggsentía un amor muy apegado por sushijos, a pesar de ser una diosa. QueHodur matara a Balder y que Váliacabase con Hodur, también acabó conlas ganas de vivir de su mujer. No podíaculparla por sentirse así.

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—Si muero, y el cielo se mantiene,mis hijos me acogerán. Y créeme quedeseo reunirme con ellos más que nada.Aquí ya no me queda nada que hacer.

Eso lo sorprendió y lo dejómomentáneamente sin palabras. Peroestaba él. ¿Eso no importaba? ¿Quésería de él?

—¿Y yo?—Tú eres el Padre de Todos. Un

dios que está por encima de los demás yque no necesita a nada ni a nadie paracontinuar adelante.

—No te entiendo Frigg.—Debes hacerlo. Tu papel y tu

misión están por encima de mí. No me

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tengas en cuenta. Mi papel y mi labor yala he cumplido.

—¿No quieres venir conmigo aluchar y a morir a mi lado? —Odínesperó solo por un momento,influenciado por las palabras de Freyja,a que Frigg dijera que sí y loacompañara en una lucha en la que,pudiera ser que encontraran ambos lamuerte. Pero al menos morirían juntos.Yde paso cerraría la bocaza de la Vanir.

Ella abrió los ojos de par en par ydespués dejó caer la mano de susmejillas, como peso muerto.

—Yo no soy guerrera. Nunca hepretendido serlo. No soy como tú. Ya losabes. No tengo esas habilidades, y te

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estorbaría. No sé quitar vida, porque yono la quito, yo la doy. Soy dadora. No,querido esposo —negó con insistencia—. Esos quehaceres son propios deFreyja y sus valkyrias. No son míos.

Odín torció el gesto. No hacía faltaque ella le mencionara a Freyja. Ya latenía muy presente.

—Ahora, toma la decisión quedebas tomar —le sugirió Frigg.

¿Tan pocas ganas de vivir teníaFrigg a su lado? ¿Y acaso él podíaculparla? No. No, porque aunque lerepateaba darle la razón a la Vanir, hacíamucho tiempo que ella y él no actuabancomo una verdadera pareja. No habíaamor ni deseo. Las veces que mantenían

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relaciones y hacían uso del matrimonio,todo era suave y poco fogoso. Encambio, sí sentía un profundo respetopor lo que representaban cada uno en elpanteón, y por la relación amistosa ycariñosa que había entre ellos.

—Pero no esperes que me una a tuejército —prosiguió Frigg—. Te deseotoda la suerte, Alfather. No obstante, misdoncellas y yo nos quedaremos aquí,rezando por todos los guerreros y por unbuen desenlace para todos en el campode batalla, sea aquí, o en el Midgard.

—¿Tan poco te importa seguirviva? ¿Tan indiferente eres? —¿Cómopodía asumir un fin así?

—Tu vida son muchas cosas, Odín.

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La mía eran, ante todo, mis hijos —aclaró—. Eso me hacía jubilosa. Tequiero, eres mi esposo. Pero tusresponsabilidades y labores con losnueve mundos nada tienen que ver conlas mías, hace tiempo carentes desentido. A ti te he dado todo lo que teníapor dar. ¿Tú me lo has dado a mí? —preguntó de repente.

Odín se quedó de piedra anteaquella pregunta tan directa y abierta.¿Tenía dudas de su amor por ella? ¿Noestaba contenta?

—¿A qué viene esa pregunta?Frigg sonrió sin necesidad de

escuchar ninguna respuesta, pues ya lasabía.

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—Yo estoy muy tranquila y con miconciencia limpia — se puso depuntillas y lo besó en los labios—.Gracias por todo lo que me diste hastahoy, Odín. Fuera poco o mucho, lovaloro —se llevó la mano al corazón.

—Sé de guerra y de instintosprimitivos, Frigg.

—Lo sé. Y yo solo sé de amar sinesperar recibir nada a cambio. Pareceque nací solo para ser madre entregada yesposa devota. Pero para nada más.

Él se sorprendió al escucharpalabras parecidas a las que habíamencionado Freyja en su trono.

—No obstante, no lamento nada.Por eso me siento satisfecha y tampoco

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espero más. Me quedaré aquí, Odín —sentenció—. Y haré de este lugar unlugar hermoso hasta la última luna —aseguró con orgullo—. Porque ese es midon, también.

Ella se iba a dar la vuelta, peroOdín la acercó a él y la tomó del rostro,mirándola con simpatía, empatía ytambién mucho respeto.

Iba a darle un beso en los labios.Aquella sería la última vez quehablarían, porque le tocaba ir al Víngolfy poner en orden a todos sus ejércitos aexpensas de lo que sucediera en laTierra en las horas venideras.

En cambio, en vez de besarla en laboca, se alzó por encima de su cabeza y

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la besó en la frente, como haría un padrecon una hija. Sin sexualidad, con elamor que podría sentir hacia una amigay compañera.

Frigg tembló entre sus brazos, ycuando se apartó, sus ojos lucíanafectados por una emoción que él nosupo descifrar. Parpadeó rápidamente,sonrió con dulzura como siempre hizo, yse alejó de su esposo, alzando la manoen señal de despedida y añadiendo:

—Hazles pagar por todo, Alfather.Él afirmó con un gesto firme de su

barbilla, y después procedió a salir delpalacio de Frigg, algo confuso por aquelencuentro y, al mismo tiempo,extrañamente liberado.

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Sin embargo, al salir y recorrer losjardines de las ciénagas, las tres nornasle esperaban con noticias que traíanaugurios, no sabían si malos o buenos,pero sí eran totalmente desconocidos.

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XII

Dinamarca

Thor pensaba que ladescompensación, el mareo, ladesorientación y la pérdida deequilibrio eran consecuencias de cruzarun portal mágico. Desde que habíaregresado de Shipka, el Reino Medio sehabía llenado de magia y seresfantásticos que querían recuperar elmundo que habían perdido, o entregado,

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dependiendo del bando en el que unoestaba y el prisma con el que se mirase.Un Jotun no iba a pensar igual que unVanirio al respecto.

Sin embargo, lo que le extrañabade verdad era la foránea sensaciónhúmeda y punzante que sentía en elantebrazo y que provocaba en él elreencuentro de muchas emociones yrecuerdos otrora experimentados. ¿Quéera aquello?

No comprendía lo que le sucedía asu cuerpo, que parecía despertar yexcitarse mientras se desplazaba en eltiempo y el espacio, a través de unaespiral de agua, aire e inclusoelectricidad que lo sumía en unadelicada ingravidez.

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Entonces, el viaje cesó y suscuerpos dejaron de dar vueltasabruptamente y deconstruirse en milpedazos, forzándose de nuevo a unirseátomo tras átomo y célula a célula.

Estaba de rodillas en algún lugarmuy silencioso en el que no se oíaabsolutamente nada del mundo exterior.Intentó abrir los ojos, y al hacerlo, puestenía la cabeza inclinada, vio un mantode pelo negro sobre el brazo que sentíadolorido.

Era ella, que lo agarraba con fuerzahasta clavarle las uñas en la carne, ysuccionaba de su vena, como un animaldesesperado.

Thor no supo qué hacer ni cómo

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reaccionar al ver a su pareja de vidabebiendo de él de aquel modo tandescarnado. ¿Cómo iba a ocultar ladureza que sentía en la ingle?

Jade no iba a perder el tiempo. Nopensaba hacerlo.

Todo su mundo había dejado deexistir, para después del encuentro conThor y Nerthus, empezar a crearimágenes inconexas en su mente, comolas piezas de un rompecabezas quedebían encajar. Por eso había decididocoger a Thor desprevenido y, sinpermiso, con premeditación y alevosía,morderle descaradamente y beber de éltodo lo que pudiera.

Lo había hecho en cuanto se

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tomaron de la mano y sintió que sucuerpo se desvanecía. Pensó que nohabía mejor manera de mantenerseentera, que sujeta con los colmillos a lacarne de Thor. Seguramente a él lehabría parecido una idea pésima, perono estaba ella para valorar si lo quehacía era correcto o no. Quería leer ensu sangre. La necesitaba pararecuperarse, ¿no?

A cada imagen que veía, cadarostro, cada palabra que evocaba supasado, cada recuerdo que emitían susneuronas, algo, como un destello declaridad y vehemencia, palpitaba en elcentro de su pecho, y le estrujaba elcorazón emocionándola y dándole unaidentidad que sí sentía como suya.

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Era Jade Landin. Una berserker delclan de Wolverhampton. Y ese hombreque aún no reconocía como su mediamitad, también formaba parte de susrecuerdos. La ansiedad por recordartoda una vida enera en ese corto plazode tiempo que supuestamente lesquedaba en el Midgard la impulsó ahacer lo que estaba haciendo.

No le atraía la idea de beber sangredel Vanirio. Pero si era cierto queestaban vinculados, su sangre laayudaría a reemplazar las lagunas. Yeran tantas, que la situación y losnervios que le provocaban se leescapaban de las manos, y ladesesperaban.

Cuando el primer sorbo se deslizó

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a través de su garganta hasta elestómago, en vez de sentir rechazo, no losintió en absoluto. Su cuerpo, susórganos internos, parecían agradecidosde recibir tal combustible, como si lohubieran echado de menos.

Y entonces, de algún modo quedesconocía, su cerebro se convirtió enreceptor de información, como si sulengua y sus pupilas gustativas lahicieran viajar a la vida que le habíanrobado.

«Cariño, todo poco a poco y conbuena letra», esa frase reverberó en sucabeza, y al momento, recibió unaimagen mental de un hombre viril y demediana edad, con barba, pelo largo, yunos ojos verdes como los suyos.

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Mientras bebía, sus ojos se llenaron delágrimas y de pena, porque recordóinmediatamente quién era. Era su padre,As. Y al recordarle con tanta claridad ysin ninguna duda, acudieron a ellamuchos recuerdos que se encadenabanlos unos tras los otros, donde él era elepicentro de su existencia. Su todo.También recordó a su madre Stephenie,pero eran imágenes vagas y difusas, yentonces le vino a la memoria que muriócuando ella aún era muy chiquita.

Sus padres, As y Stephenie.Dioses... Por fin les veía nítidos. Y fuecomo si nunca se hubieran separado,como si ella nunca hubiera faltado,como si entre medio no hubiera habidouna ausencia tan larga. Y eso la dejó

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abatida y con un dolor profundo que nosupo paliar, a no ser que bebiera más.Porque no podía imaginar cuánto habríasufrido su padre al creerla muerta.

Al menos, en ese instante, la sangrela satisfacía y la calmaba, aunque seestuviera comportando como unaegoísta. Pero ya no podía detenerse.Cuanto más bebía, más veía, y másreconstruía su verdadero ser. Pasabanante sus ojos imágenes de su clan, delverdadero. Sus «hermanos» Noah yAdam. La preciosa hermana del naoitienomoradísima hasta el tuétano de sukone. Ella era su mejor amiga, y pensóen cuánta falta le hacía en ese momentoy cuántas ganas tenía de verla.

Y Wolverhampton, su hogar... qué

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hermoso era, cómo le gustaba vivir allí.Recordaba su casa, aquella quecompartía con su padre... Y ese bastónque él ocultaba con tanto celo y que tanpoderoso le hacía a los ojos de losdemás. El bastón del concilio.

Recordó cuando le dieron el diariocon su nombre escrito, y todo lo que ellaempezó a escribir en él a partir de losveintidós años. Antes de su conversión,cosas sin demasiada importancia, hastaque apareció él. Nada le cambió tanto lavida y la idea que tenía del amor y de laindependencia, que el momento en quevio por primera vez a Thor y se perdiópara siempre en su mirada lila. Y sentiraquello en ese instante y descubrir quealgo tan poderoso había sido eliminado

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de los archivos de su mente, la dejótodavía más noqueada e iracunda.Porque no sabía qué tenía que sentir porél. Todavía no. Su mente aún no estabaunida a su corazón y sus sentimientosparecían dormidos, aletargados, inclusono descartaba que ella misma losbloqueara por miedo a que sussentimientos hacia él le estallaran en lacara y no pudiera controlarlos. Porqueestaba a punto de pasar de no sentirabsolutamente nada, a de repente, serarrollada por las emociones de lasparejas de vida. Y no sabía si podíasobrellevarlo.

Pero no le importó. Jade bebió conmás ganas de su vena, necesitada detener más información y de continuar

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creando su imagen a su verdaderasemejanza. Él tenía las respuestas en suantebrazo. Su sangre reconstruíacircuitos rotos por años de torturassistemáticas y productos queprovocaban amnesia. Y aquella erasangre milagrosa y sanadora. Ahora loveía. Ahora lo recordaba. Entonces,cuando se lo hacían, cuando ladrogaban, no era consciente. Pero ellíquido rubí que daba vida a aquelguerrero celta, le estaba mostrando laverdad y le permitía ver y recordarincluso aquellos detalles que ellaobviaba por las drogas, aunquequedaban registrados en su cerebro.

¡Cuánto le habían quitado Francescy Daniel...! Si esa era una manera de

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amarla y de mantenerla viva, hubierapreferido la muerte mil veces. Muerteantes que mentira.

Los recuerdos la bombardeabanhasta el punto de provocarle dolor físicoy un martilleo punzante en las sienes queejercían una presión terrible. Le iba aestallar la cabeza. ¿Y se detuvo?

Por supuesto que no.Dos lunas. Dos lunas les daba de

tiempo la Diosa para conseguir supropósito antes de que la muerte asolarala Tierra. Y si no lo conseguían, almenos moriría conociéndose yrecuperando su yo. Era lo único quepodía hacer por ella y por todo lo que lehabían arrebatado.

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¿Cómo la sangre podía sentarle tanbien? ¿Y por qué en ese momento ya nole repugnaba sino que sentía lo quehacía con tanta naturalidad? Porque eralo que siempre había hecho con él.Porque el beber sangre e intercambiarlaera lo que necesitaba Thor, porque eracomo respirar, algo primordial para losvanirios, algo muy sensual que lesexcitaba... Y ella, a pesar de no ser unachupasangre, también tenía colmilloscomo los que se exponían ahora en suboca, penetrando profundamente elmusculoso antebrazo de Thor.

Volvió a vivir muchísimos sucesosde su vida, todos olvidados. Porque eldon del cuerpo de Thor le regalaba lacordura y la mente. Y se vio con él: el

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primer beso, su primera y traumáticavez... Y después, las miles de vecesrestantes, a cuál más maravillosa.

Recordó el día en que les sellaronlos dioses, y las lágrimas le cayeron sincontrol alguno por las mejillas, hastaempapar la piel de Thor y hacer que semezclara con la sangre que revorbotabade entre las incisiones, a través de suscolmillos.

Se encontró en otro país, en lasmontañas. Eran los Balcanes. Allí viviócon él, huyendo de los prejuicios, losrechazos y también de Samael... Tantas ytantas cosas. Eran demasiadas.

¿Cómo iba a detenerse si no eracapaz de dejar de beber?

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De repente, su pregunta fuecontestada de un modo un tanto rudo.Sintió un duro tirón en el pelo, yaguijonazos como alfileres en el cuerocabelludo.

—Go leor, mo mhuirnín.Suficiente, cariño mío.

Le dijo Thor apartándola de él ymanteniéndola sujeta del cabello.

Ella, que tenía los párpados semicaídos, osciló las pestañas repetidasveces, como si necesitara focalizar lamirada, perdida en el sabor de aquelalimento, tan rico como él.

—Escúchame. Go leor —volvió arepetir con voz ronca.

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Thor estaba pálido y algo ojeroso.Tenía los labios resecos, como sinecesitara agua. Sus ojos lilasresaltaban en aquella mirada rojiza yagotada, pero no perdía ni la candidez nila fuerza que se presuponía en un ser tanatractivo y poderoso como era él.

Jade frunció el ceño, como si looyera a lo lejos. Thor, aunque la habíaretirado de su antebrazo, estaba semiestirado en el suelo y seguíaamarrándola de la melena, como si no sefiara de ella.

—Me vas a secar, joder.Ella, al comprender lo que había

hecho, se puso nerviosa. Intuitivamenteescuchó su corazón palpitar para

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considerar su ritmo y valorar si estabatan mal como parecía. Iba muy despacio.Demasiado. Maldita sea, lo habíadejado anémico.

—Thor... —murmuró secándose laboca manchada de sangre con el dorsode su mano—. Madre mía, lo siento.

—Ya... —sonrió sin apenas podermoverse. No había querido detenerla.Sabía perfectamente que su sangre laayudaría a recuperarse para quevolviera la Jade que él conocía y amaba.¿Cómo iba a prohibirle que bebiera deél? Él, todo por completo, le pertenecía.No obstante, la berserker se habíasobrepasado. Y no solo un poco. Thor seencontraba en la tesitura de quenecesitaba gasolina. Necesitaba beber

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porque estaba anémico—. Atacarme deesa manera a traición —bromeómareado—... Muy propio de ti.

—¿Propio de mí? —no entendíaaquella puya.

—Siempre me lo hacías. Teencantaba nuestra vinculación, teacostumbraste muy rápido a ella, ycuando tenías ocasión, me atacabas porla espalda y bebías de mí, como ahora.

—No...—Ya lo creo que sí —volvió a

sonreír—. Por eso estábamos la mayorparte del tiempo sin ropa.

Ella se sonrojó, sus ojos seaclararon teñidos de confusión y

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también de deseo.—Siento haberte atacado así.—Y en medio de un viaje a través

del espacio... —continuó disfrutando desu reacción—. Loba —la acusó.

Sin embargo, aunque se lo dijocomo si se lo echara en cara, no le sentómal. Le gustó. Dioses, se estabavolviendo loca.

—Tú me quitabas la sangre, y micuerpo se desintegraba. Ha sido comomorir. Moriría así encantado —leaseguró cogiendo aire con dificultad—.Sería un adiós tan placentero...

Ella se llevó los dedos a la boca,avergonzada por haberse comportado

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así. Pero la tranquilizaba el hecho deque Thor también había abusado de ella.El recuerdo de su primera vez, unida alrecuerdo de su reencuentro, provocaronque sintiera un fuerte rechazo hacia él.Era una berserker orgullosa y no seolvidaba de las afrentas.

—Como morir... —musitó Jadeincorporándose. Thor era su pareja.Tenía recuerdos increíbles con él,aunque su corazón aún no uniera esassinapsis con sus sentimientos. Pero elhecho de que fuera su kone, no le dabaderecho a tratarla de aquel modo,aunque fuera lo único que tenía para queella empezara a reaccionar y a despertarde su inopia. La primera vez le hizomucho daño y la asustó. La segunda, fue

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caliente y sorprendente, pero no la hizosentir bien.

—Te pido perdón por ello, Jade —murmujeó él apoyando la cabeza porcompleto en la arena.

¿Arena? ¿Dónde estaban?, pensóThor aún mareado.

Jade oteó su alrededor y se vio enun lago. Tras ella una cascada emergíaentre las rocas de la pared de lamontaña y rompía a diez metros dedonde estaban. Tocaban el agua y latierra a la vez. Cobijándoles de maneramágica, había un bosque entero derobles que rodeaban la orilla de maneracasi reverente, y que ocultaban el lagocomo si fueran sus leales y perennes

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protectores. La tierra era un manto verdede hierba alrededor del borde delumbral del lago. Y el cielo, en ese claro,no era tan negro y rojizo portador demuertes y destrucción. Allí aún estabaazul claro, aunque el sol no alcanzaba ailuminarlo. Olía a flores, a muchas ydistintas. Pero Jade no veía ninguna enespecial.

—Jade —Thor la tomó de lamuñeca, semi incorporándose parapoder mirarla de frente y a los ojos—.Te pido perdón de verdad —repitió demodo solemne y sincero. Quería dejarleclaro que no estaba orgulloso de ello,pero que su iniciativa y su decisiónhabían propiciado que ambos estuvieranjuntos, empezando a recordarse, y

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viajando unidos para cumplir una misiónde la diosa Nerthus—. No habría hechoeso si no lo considerase estrictamentenecesario.

Ella no bajó los ojos, al contrario,lo fulminó con ellos y retiró la muñecade un tirón. Thor ejercía una extrañaenergía disuasoria en ella, que laobligaba a perdonarlo en un santiamén.Lo veía, lo miraba, lo admiraba, y...para su sorpresa, también lo deseaba yla atraía. Por todos los dioses, ¡si hastaquería morderlo de nuevo y hacerle...!¿hacerle todo lo que no había hecho enaños? ¿Eso era normal? Por otro lado,acababa de llegar a su vida y ella teníaque aceptar muchas cosas, tal vezdemasiado numerosas y complicadas.

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Como por ejemplo: ¿Tenían una hija deverdad? ¿Por qué aún no veía eserecuerdo? ¿Y él? ¿Por qué él tampoco lorecordaba?

—Sientes deseo porque yo tambiénlo siento por ti — contestó él a lasdudas de su mente.

—¿Esto es siempre así? ¿Siempreestarás en mi cabeza?

—Por supuesto. El deseo y lanecesidad nunca se van con el tiempo.Al contrario, todo se hace más intenso,hasta que parece que te mimetizas con tupareja. Y lo de leerte la mente, no esnegociable —Thor se levantó con laagilidad de un viejo de noventa años,para analizar donde estaban y lo que

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veían—. Nunca tuviste nada queocultarme, por eso nunca supuso unproblema. Ni tampoco yo te oculté nadaa ti. Aunque no lo creas, tú también estásen mi mente y puedes oírme siempre quelo desees.

—Recuerdo tantas cosas... —dijoella algo desorientada—. Tantas sobrenosotros, sobre mi familia...

—Eso es bueno —dijo él animado.Pero Jade negó con la cabeza.—Y después está el calentor...—¿Calentor? —sonrió y alzó una

ceja.—Sí. Me arde el cuerpo, los

colmillos... —se movió inquieta—. La

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piel me pica. Me... No sé de qué tengoganas. Pero tengo ganas... —levantó lamirada para fijarla en la de él, como siasí se lo dijera todo.

Y se lo decía. Vaya si lo hacía.Thor comprendió que lo que estabaexperimentando no podía asociarlo aninguna sensación que recordara, a noser que él se le mostrara y la guiara ensu aceptación. Esa noche sería laantesala a la luna llena. Las berserkers,activas sexualmente, eran auténticostsunamis cuando se acercaba elplenilunio. Jade se sentía caliente yexcitada. Porque el cuerpo, y sunaturaleza, tenía sus ciclos. Y noimportaba si se acercaba el fin delmundo. Sus hormonas se activaban

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igualmente con la luna.—En fin —Jade cortó la

comunicación y el contacto visualabruptamente—. Mejor será que noscentremos. Hay muchas piezas aún quefaltan en mi cabeza y tenemos unamisión que completar y un mundo quesalvar. Arreando. Debemos encontrar elcarro de Nerthus.

Thor se encogió de hombros.Aunque empezaba a hacerse amigo denuevo de sus emociones y volvía a hacerlas paces con su empatía, y podía sentirpiedad de aquella humanidad, para él, loúnico importante era Jade. Jade y esahija de la que no se acordaba y quetambién deseaba conocer aunque fuera através de los recuerdos.

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—Vamos —Jade miró a sualrededor, buscando indicios delparadero del objeto de la diosa.

—¿Dónde estamos exactamente? —preguntó Thor haciendo acopio defuerzas para seguir adelante—. ¿Es queaquí no ha llegado el Ragnarök?

En ese momento, Jade se quedómuy quieta, presa de un fogonazo derecuerdos. Su padre As tenía unabiblioteca enorme en su rústica mansiónde Wolverhampton. Era uno de loslugares favoritos de Jade, por no decirel que más.

Allí, entre libros, su padre y ellapasaban horas cuando era pequeña. Asle leía historias y leyendas de los dioses

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nórdicos. Aquellos fueron sus librospreferidos de siempre, ya que sentíaadmiración por los panteones divinos ypor esos seres que les habían creado.Junto a su padre leyó muchísimo yaprendió quiénes eran. De los libros delos humanos, de las eddas, aprendióparte de la leyenda de Odín y el Asgard.Los humanos contaban la historia a sumanera, con sus lagunas y también consus invenciones. Pero fue de su padre dequien bebió la información más pura ysagrada, porque él era como una fuenteimpagable de conocimiento auténtico yreal.

As había sido el elegido por Odínpara cargar con el bastón del concilio ysembrar la paz en la Tierra entre

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vanirios y berserkers. La palabra de supadre era Ley. Él conoció personalmentea Odín, lo vio, estuvo allí arriba... Portanto, él sabía más que nadie.

Y ahora, al recordarle, también levino a la mente ese caudal de datos ydocumentación que le servía paraentender qué estaban buscando y dóndese encontraban.

—¿Estás llorando, Jade? —preguntó Thor afectado al verla así. Seacercó a ella.

Ella lo negó, turbada aún por lasemociones y su aparente vulnerabilidad.

—No, no... —parpadeó rápidopara secarse las lágrimas.

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Pero sí lo estaba. Thor veía lo queella. Y podía sentir su dolor y su pena alexperimentar los recuerdos de su padre,su pasado, y su memoria que revivía ensu cabeza sin importar cuánto leafectaría eso al corazón.

—Creo que sé donde estamos —musitó carraspeando con incomodidad.

—¿Lo sabes? ¿Dónde? Yo nopuedo oír ni una mente aquí. Solo latuya. Es como si este lugar estuvieraprotegido por una cúpula —arguyóatisbando el cielo sobre su cabeza.

—Tiene sentido. Ahora lorecuerdo. Mi padre... —dijo en voz alta,tragando saliva para hacer desaparecerel nudo de penaquelaatoraba—. Mi

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padre me contó una vez que Nerthushabía sido mandada al Midgard paraproteger a los humanos —recordó conlos ojos fijos en la cascada.

—Claro, olvidaba que los vikingossabéis de estas cosas —bromeó—. Losceltas sabemos de nuestros dioses. Y losque llevan cascos con cuernos saben delos suyos.

Ella frunció el ceño pero nocontestó al comentario, pues sabía queno lo decía en serio. Aunque aún no lorecordaba, algo le hacía comprender queThor siempre había bromeado alrespecto, entre las diferencias de celtasy vikingos. Seguramente se habríametido mucho con su padre.

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—Mi padre As Landin, líder de losberserkers de Wolverhampton —recalcóa propósito con retintín, ignorando queestaba hablando con Thor MacCallisterlíder original del clan vanirio de laBlack Country— me explicó que, aunquenunca se había dejado ver, había unlugar donde los guerreros sedientos enbusca de agua pura de los acantilados ylas cascadas, sentían la presencia de laDiosa de una manera muy poderosa,porque en ese lugar se les quitaba lasganas de luchar, y todo era paz yarmonía. Allí encontraban a la diosaNerthus, con un carro lleno de alimentosy bebida custodiado por unas vacas. Losguerreros les rendían culto, en medio deuna noche de cantos, bailes, bebida y

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comida, y dejaban las armas paraentregárselas a la Diosa. El problemaera que una vez lo hacían, cuando al díasiguiente salían de allí, al mundo realasolado por la guerra, se quedabantotalmente desarmados yextremadamente visibles para el ojoacechador de sus enemigos. Tanto, queencontraban la muerte fuera de laprotección de la Diosa, a manos de susadversarios. Por eso decían que aquelque veía el carro de Nerthus, era señalde que moriría en breve. Dios,recordaba todo lo leído como si fueraayer. Lo veía con tanta nitidez que leparecía mentira haberlo olvidado—. Eselugar donde los vikingos veneraban aNerthus se encuentra en la isla danesa de

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Fionia.—O sea que estamos en Dinamarca

—apuntó Thor.—Sí. Dicen que su carro, del que

tiran sus vacas sacras, se esconde en unbosque sagrado, colmado por unainmensa cascada y un lago tan profundocomo el alma de quien lo encuentre. Unlugar donde el tiempo y el espacio noexisten. Un lugar que solo ven losdestinados a morir en paz.

Thor arqueó las cejas y chasqueó lalengua.

—Pues si morimos, esta vez nohabrá sido por ver el carro de Nerthus,sino porque el fin del mundo conllevaque todos la palmemos —dijo divertido

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—. Nerthus es muy oportunista, ¿nocrees?

Jade sonrió por debajo de la nariz.No le quitaba razón.

—Si esto es Fionia y este es elbosque sagrado, Nerthus y su carro seles aparecía tras la cascada, cuandoellos iban a beber directamente delpotente caudal —concluyó mirandocómo de profundo era el lago.

Thor asintió y sin previo aviso, lacogió en brazos, ante la sorpresa deesta. Ambos se miraron a los ojos. Ellalo miró impresionada por su agilidad.Lucía realmente agotado, pero aun así,estaba sobreponiéndose al cansancio.

—Es por ti —le dijo él

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dedicándole una sonrisa que le llegó alcorazón y atenuó las arrugas y las ojerasbajo sus ojos.

—¿El qué es por mí? —dijoconmocionada ante tal despliegue dedulzura y hombría, aunque ambosadjetivos no parecieran ir de la mano.

—Da igual que me hayas bebidocomo a un refresco, Jade. Te perdono —explicó alzándose poco a poco en el airepara que ella sintiera la vibrantesensación de flotar junto a él. Cuandosus pies dejaron de tocar la tierrahúmeda de la orilla, avanzó con lentitudhacia la cascada—. Da igual quenecesite tu sangre y tú aún no me lahayas ofrecido. Da igual. ¿Sabes porqué?

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—¿Por qué?—Porque tenerte, y estar junto a ti,

es suficiente para seguir en pie, porqueeso ya me da las fuerzas que necesito.Tú eres mi chute de adrenalina —lesusurró en voz baja, observando cadauno de sus rasgos con adoración—.Siempre fuiste tú, amor.

Ella batió los ojos en retirada, conuna extraña sensación de familiaridadbarriéndola de arriba abajo. Y esotambién la emocionó. La emocionaba elmodo en que él la miraba y le decíapalabras bonitas. Como si sus ojos lequisieran dar todas las caricias que ellano sabía que echaba en falta. Estabademasiado sensible.

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—Siempre te encantó volar junto amí —aseguró disfrutando de aquelinstante. Allí nadie les atacaría, aquelera un lugar protegido de guerra y deviolencia, y Thor iba a aprovechar almáximo su estancia en aquel camposacro. Ni un ataque, ni una herida, nadamalo podía ser infligido en el manantialde la Diosa Nerthus—. Decías que nohabía un lugar más seguro en el mundoque estar en el cielo conmigo.

¿Lo recuerdas?No. Pero no lo dudaba. No lo

dudaba. Sentía esas palabras tanverdaderas como que estaba viva enaquel momento, en Fionia. Y era extrañosentir que ese hombre desconocido,fuera en realidad, la persona que mejor

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la conocía. Ojalá pudiera recuperar todasu cabeza y sentir por él todo lo quenecesitaba sentir. Ojalá dispusiera detiempo para recordar cómo era amarlode un modo loco y visceral.

—Lo recordarás, mo chroí. Creid!(Mi corazón. ¡Cree!) — susurróapasionado.

Le estaba exigiendo que creyera enellos. La había llamado, corazón mío. Yaquello la aturdió y la espoleó, así sinmás. Jade rodeó su cuello con losbrazos, en un acto casi compulsivo,como si lo hubiera hecho millones deveces antes. Comprendió que esehombre solo necesitaría unas horas parahacerla volver a él. Era arrogante,persuasivo, visceral y apasionado.

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Imposible que nada se le resistiese. Eratan atento y con unos ojos con tantaverdad, que no podía evitar no creerle.Así que, aunque seguía enfadada porcómo le había tratado al principio,decidió que se dejaría llevar por él, poresa seguridad y esa fe de la que ellacarecía. Tomó aire, como si asíabsorbiera el último gramo de valentíaque le faltaba y dijo en gaélico:

—Creidim. (Creo).Thor dejó escapar el aire por la

boca y cerró los ojos como si lo hubieraacariciado.

—Siempre me volvió loco que mehablaras en gaélico.

—Hasta que te conocí, no sabía

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que lo hablaba tan bien —dijo sin más,mirando de frente a la cascada.

Iban a internarse en la catarata,esperando hallar tras la impresionantecaída de agua, ese carro de la Diosa,que contenía una caja con una guía muyespecial.

—¿Quieres mojarte o no?—¿Hay alternativa? —preguntó

con sorpresa.—¿Conmigo? Siempre —sonrió de

par en par.Ella se quedó encallada en su

soberbia sonrisa, y pensó en loextremadamente guapo que era.

En décimas de segundo estaban al

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otro lado del manto de agua, en elinterior de una gruta cuyo fondo estabailuminado con un potente resplandor.

Jade se miró el cuerpo. Apenas sehabía mojado. Su ropa no estaba húmeday su pelo casi nada. Él tampoco se habíamojado.

—Es como cuando pasas un dedopor el fuego, tan rápidamente, que no tequemas —le explicó Thor tocando depies en el suelo rocoso del interior de lacueva—. Soy el ser más veloz delMidgard.

—¿Más que el caballo alado deFreyja? ¿Más que el caballo de ochopatas de Odín? —¿Cómo iba a ser másrápido que ellos?

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—El caballo de Freyja se llamaAngélico y se lo dio a su Generala, unavalkyria llamada Bryn. Ahora, ella y suejército de guerreras y einherjars,estarán luchando y sobrevolando loscielos en Gales —supuso—. Sobre elcaballo de ocho patas... no sé ni quédecirte. De hecho, que exista un caballocon ocho patas ya me incomoda. Loimportante es que el pegaso de Freyjaestá en el Midgard, aunque no lo hevisto todavía. No me mires así, Jade.Cuando te digo que leo las mentes detodos, es que lo hago sin más. Por eso sétanto —explicó sereno—. No es un don.Es una maldición —aclaró avanzandocon ella en brazos, caminando hasta elfinal del túnel, hasta el lugar de donde

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procedía la fulgurante luz.—¿Cómo pudiste sobrevivir sin mi

sangre tantos años? —preguntó—.Tantas voces... Debió de ser una locura.

—Porque no se echa de menos loque no se conoce — dijo con unaaplastante necesidad—. Lo difícil no fuevivir sin ti tantos milenios. Lo difícilfue, una vez te tuve, sobrevivir cuando tearrebataron de mi lado. Porque entonceste conocía, y sabía lo que tenía queañorar. Aunque, al menos, Francesc tuvoun acto deferente conmigo, y alencerrarme en Shipka, me aisló de todaslas voces del exterior.

—Lo hizo para que nunca pudierascontactar conmigo.

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—Sí. Pero eso sirvió para que noenloqueciera. Las únicas mentes que oíaeran las de los hombres torturados delinterior, clamando por una muerte que novenía.

—¿Y tú?—¿Yo qué?—¿Esperabas que la muerte viniera

a buscarte?—No. Yo no quería morir ahí —

aclaró acercándola más a su cuerpo—.No podía.

Jade alzó una mano inconscientehasta su nuca y enredó los dedos en supelo. Quería darle consuelo, sinimportarle si sentía o no sentía por él lo

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que se suponía que tenía que sentir.Entonces cayó en la cuenta de por qué lodecía.

—No podías morir porqueteníamos una promesa que cumplir,¿verdad?

—¿Te acuerdas de ella? —preguntóesperanzado.

Ella negó con la cabeza, y dejócaer los dedos por su espalda.

—No. Pero tú me lo dijiste.Prometimos morir juntos.

Él asintió.—Por eso siempre supe que

estabas con vida en algún lugar. Micomharradh seguía impreso en mi

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muñeca, no había desaparecido. Señalde que vivías. Y yo esperaba encontrartealguna vez. No iba a desistir en miempeño de recuperarte.

La luz del final de la gruta les cegóparcialmente, pues se hizo más fuerte,para instantes después, atenuarse eiluminar la gruta secundaria a la quehabían llegado.

En ella, en su interior, se hallaba uncarro de oro y brillantes incrustados detodos los colores y formas. El carroestaba hasta arriba de alimentos ybebida. En las paredes de la grutareposaban miles de armas de todos lostipos y de todas las culturas, que fueronuna vez propiedad de valerosos einconscientes guerreros, los cuales,

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hechizados por la magia de la Diosa, leentregaron como ofrenda de paz. Lasvacas, enormes e increíblementemusculadas, con unos ojos rojos porcompleto, extraños y desafiantes, nodejaban de masticar hierba que habíanacumulado a sus pies. Los animales lesmiraron fijamente como si no lesimportara demasiado aquella repentinainvasión.

—¿De dónde sacan la hierba? —preguntó él algo inquieto—. No crecehierba en la gruta.

—Todas estas armas... —susurróJade estupefacta—. Son de hombres quemurieron al salir de esta cueva.

—Son de hombres que murieron al

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salir de esta cueva — dijo una voz demujer agudizando el tono, como siquisiera reírse de ella.

Jade y Thor se dieron la vueltapara enfrentar a esa voz femenina queles acompañaba en el escondite.

Cuando la miraron, tenía una cestade mimbre a sus pies, cargada con unmontón de hierba verde. Era ella la quealimentaba a las vacas. Al mismotiempo, la joven de largo pelo rubio quesujetaba con una redecilla, y ataviadacon un vestido blanco y largo, sosteníaen su mano una especie de cerbatana yapuntaba directamente a Thor.

—¿Quién demonios eres t....?La chica misteriosa sopló con

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fuerza, y le dio al vanirio en el cuello.Él, tomado por sorpresa por

aquella aparición, no pudo hacer nadapara reaccionar. El dardo le alcanzó alcuello. Inmediatamente se puso la manoen la garganta, como si matase a unamosca, pero en menos de un segundo,sus ojos se volcaron hacia arriba, sequedaron en blanco y se desvaneció,cayendo como peso muerto contra elsuelo.

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XIII

Dinamarca

Jade pudo aguantarlo para que lacaída no fuera tan aparatosa. Con Thor,inconsciente entre sus brazos, laberserker sacó entonces su lado animal yprotector, y le mostró los colmillos a lamujer de blanco. ¿Por qué le habíahecho eso?

—¿Qué has hecho, pedazo de

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perra? —dijo sin más.—Aquí nadie entra si no entrega

las armas antes. No a la violencia —replicó con sus ojos oscuros y algo idos—. Solo está dormido. Nada más. Sedespertará. O eso espero...

—Más vale que se despierte otendré que arrancarte el corazón —leadvirtió—. Además, ¿de qué armashablas? Thor no lleva armas. Las llevoyo —se señaló la espalda—. Estamosaquí porque...

—¿Thor? Este no es Thor —lomiró de arriba abajo—. Yo sé muy biencómo es el Dios del Trueno —señalócon desprecio—. Le conocí. A él y atodos los Aesir. Y este no es Thor.

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No lleva a Mjölnir con él.—¿De qué hablas, tarada? —se

levantó lentamente, formando puños consus manos—. Ya sé que no es Thor, elDios del Trueno, estúpida. Es unvanirio. ¡Es Thor MacCallister!

—Y yo meo en cuclillas entre losarbustos desde hace una eternidad.

—¿Qué dices? —Jade estabaalucinando.

—Que me da igual quien sea. No seentra en la cueva así como así. Ningúnhombre puede estar cerca de mí —alzóla barbilla con orgullo y dignidad—.Soy Doncella. No quiero que ninguno deestos salvajes me robe la virtud. Llevoprotegiéndome desde hace mucho.

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—¿Y cómo entraban todos losdemás guerreros a dejarte todas estasarmas?

—Yo no lo sé. Nerthus seencargaba de eso. A mí me tiene paraalimentar a sus vacas y conservar susofrendas. Ningún hombre ha entradoaquí mientras yo estuviera.

Jade no se podía creer lo queestaba escuchando. ¿Qué estabapasando? ¿Quién diablos era? ¿Y quéhacía ahí? Miró a Thor, a las vacas y ala joven alternativamente.

Se había perdido en algún momentoy ya no había vuelto a coger el hilo.

—A ver —Jade se presionó elpuente de la nariz—. Estamos en el

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jodido Ragnarök. El Midgard se va algarete. ¿comprendes? —chasqueó losdedos intentando sacarla de su hechizode enajenación.

—¿Por fin se acaba el mundo? —desvió la mirada arriba y abajo, como situviera un tic.

—¿Quieres que se acabe? ¿De quéparte estás? ¿Quién eres tú, eh? Nerthusno nos ha hablado de ti.

—¿Nerthus? —aquel nombre sí quela obligó a prestar atención—. ¿LaDiosa de pelo rojo y aires de grandeza?

—¿Eh? —entreabrió la bocaestupefacta—. Claro, la Diosa queacabas de mencionar. La Diosa Nerthus,la propietaria de este carro y estas vacas

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que alimentas y que custodias nos haabierto un portal...

—Nerthus ha abierto siempremuchos portales para muchos guerrerosque después la han palmado. No medices nada nuevo.

—Nos ha abierto un portal —repitió— para que demos con el carro ytomemos una caja que ella guarda concelo. Una caja especial.

—¿Una caja? —repitió igual desorprendida. Parpadeó varias veces yagrandó los ojos como si cayera en lacuenta de lo que le decía—. ¿En seriovenís a por la caja?

—¿Sabes de qué caja te hablo?

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—Sí-sí... Es solo que pensaba queme tomaba el pelo. Las Vanir son muypropensas a jugar con la gente. Esa zorrade la Diosa Madre me la jugó muybien... La hija es clavadita a ella. Sonviles y manipuladoras. Nunca creí queNerthus me hablara en serio. De hecho,es por esa cajita por lo que estoy aquídesterrada desde hace... —suspirómelodramática—. Da igual. No sécuánto hace que estoy aquí. Tanto que heenloquecido —se echó a reír como unapirada sistemática, dando vueltas con elíndice sobre su cabeza—. ¡Fiu! Muymal. Estoy muy loca. Muy mal estoy... —aseguró—. Solo hablo con las vacas ycon mis dos amigas.

Jade buscó alrededor de la cueva si

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aparecían esas dos amigas. Pero allí nohabía nadie más.

—Míralas, están ahí. Os presento:estas son Hlin y Gna. Chicas, ospresento a una completa desconocida.

—Me llamo Jade.Jade esperaba ver a dos mujeres

bien parecidas, como la joven era. Peroallí no había nadie. Solo dos piedras, alas que les había dibujado una cara acada una.

Estaba loca de remate. Unmomento, ¿cómo había dicho que sellamaban?

—¿Has dicho Hlin y Gna?—Sí. Son mis queridas hermanas.

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¿A que son guapas? — tomó la cesta demimbre y acudió al lado de las vacaspara dejarles la hierba a sus pies—.Pero yo tengo mejor cutis. Y aquí estoy...dando de comer a estos animales quecagan como si tuvieran a un ejércitodentro y cada día fuera el fin del mundo—canturreó mientras tocaba el cuernodorado de una de ellas—. Y claro,¿quién crees que limpia toda estamierda? Pues yo. Porque Hlin y Gnaestán muy acomodadas.

Jade miró a las dos piedraspintadas, y no supo ni qué decir. Esachica la había dejado sin palabras. Esoera lo más surrealista que había vividonunca, y eso que había vivido muchascosas.

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—Eh... Son piedras.—Como te iba diciendo... —

continuó la mujer haciendo caso omiso ala objeción de la berserker. Se detuvo uninstante, como si pensara en algo conmucha intensidad—. ¿Qué te estabadiciendo? Perdona —la miró como si laviera por primera vez—. ¿A qué venías?

Jade parpadeó dos veces. Dos. Sindejarla de mirar.

—¿Tú me tomas el pelo?—¿Yo? —dijo sin comprender—.

No.—Vengo a recoger una caja que ha

guardado Nerthus para nosotros.—¿Vosotros? —la miró como si

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estuviera loca—. Yo solo veo a unapersona aquí —se echó a reír mirando asus piedras de reojo—. ¿La habéis oído,chicas? —se cubrió la boca con unamano para decir por lo bajini—. ¿Quiénde las dos está peor?

—Maldita tarada —espetó Jadeentre dientes, dirigiéndose a ella demanera agresiva—. ¡Has disparado aThor con una cerbatana!

La chica abrió los ojos de par enpar.

—¡¿A Thor?! ¿El Dios del Trueno?¡Mi señora me va a matar! —exclamóaterrorizada.

—¡¿Qué estás diciendo?! —Jade laagarró del antebrazo obligándola a mirar

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a Thor, que yacía con los ojos cerradosen el suelo, inmóvil—. ¡A ese Thor,desquiciada!

La doncella focalizó la mirada enThor, y entonces palideció y fuecorriendo a por la cerbatana queinstantes antes había usado paranoquearlo.

—¡Hay un hombre en mi cueva! —empezó a corretear de un lado al otro—.¡Un hombre! ¡Soy Doncella!

Jade no lo aguantó más, la agarródel cuello y la estampó contra la paredcon la fuerza de un ser sobrenatural. Notenía tiempo para tonterías.

—Primero, me vas a decir dóndeestá la caja. Segundo, vas a despertar a

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Thor.—¿A Thor? ¿El Dios del Trueno?

Pobrecito, ¿es que se ha dormido? —dijo con voz estrangulada y preocupada.

—¡Que me des la caja de Nerthus!—¡Ah! ¡Vienes a buscar la caja de

Nerthus!—Eso te he dicho —siseó

apretándole un poco más la garganta.—Pues si vienes a por la caja,

tienes que adivinar mi nombre. Eso medijo Nerthus. «Permanecerás aquí, enesta cueva, cuidando de mis tesoros ydel joyero de tu Señora, hasta el día enque vengan a buscarlo —explicó comosi fuera un robot—. Solo se lo

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entregarás si adivinan tu nombre».—¿Joyero? ¿Qué joyero?—¿Eh? ¿Qué joyero? —espetó sin

comprender.Jade la zarandeó y le dio un

bofetón para que reaccionara.—¿Por qué me pegas? —preguntó.—Dame el joyero.—Ah, ¿que quieres el joyero? Pues

tendrás que adivinar mi nombre. Eso medijo Nerthus. Permanecerás aquí, en estacueva...

—¡Estás en bucle! ¡Ya sé que tengoque adivinar tu nombre! ¿Si lo adivinome lo darás?

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La chica rubia la miró como siestuviera hablando en otro idioma.

—¿El qué?—¡¿Cómo que el qué?! —la volvió

a zarandear—. ¡Despierta, joder! Lacaja o joyero que Nerthus guarda paraque nos lo des.

—¡Ah! ¡El joyero! Sí —asintió—.Lo tengo yo.

—No me digas —fingió sorpresaagrandando sus ojos verdes.

—Sí. Pero si lo quieres tienes queadivinar mi nombre. Eso me dijoNerthus. «Permanecerás aquí, en estacueva...».

—Ya sé lo que te dijo Nerthus,

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paranoica del demonio —le espetótapándole la boca para que no hablaramás.

O se callaba o la mataba ahímismo. Jade tenía que pensar rápido,porque no tenía intención de pasar enesa cueva más tiempo de lo debido. Nihablar.

Tenía que adivinar el nombre de ladoncella.

Necesitaba tirar de archivo yesforzarse por ver, en su reciénadquirida memoria, algún flash, algunasecuencia donde hubiera leído algo alrespecto.

Esa chica conocía a Nerthus, y aThor. Era doncella, y sus dos mejores

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amigas eran dos piedras llamadas Hlin yGna.

—A ver... Déjame pensar —musitó,cerrando los ojos para visualizar mejor.Entonces, tomó aire por la nariz ypermitió que su memoria se abriera,obligándola a activarse—. Hlin y Gna...Hlin y Gna... Hlin se llamaba ladoncella de la diosa Frigg, la mujer deOdín —anunció con calma—. Y eraconsiderada como la diosa de laconsolación, porque secaba las lágrimasde aquellos que lloraban y sufrían dolorde cuerpo y de corazón. Gna era lamensajera de Frigg, que montaba sobresu corcel Hofvarpnir para viajar por laTierra y después contarle a la diosa todolo que sucedía allí abajo. Hlin y Gna —

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Jade continuaba con los ojos cerrados,evocando lecturas pasadas procedentesde valiosos incunables. Momentospreciados y enriquecedores al lado desu padre— eran dos de las doncellas deFrigg, pero en realidad eran tres susdamas de más confianza. Vivían con ellaen su palacio. El nombre de la terceraera... era.... —tenía que venirle a lamente—. ¡Claro! Era... Fulla. Sí, eso es.Fulla era considerada como hermana deFrigg... A Fulla la Diosa le confiaba suestuche de joyas, y ella era su principalconfidente, conocida en el panteón comoAbundancia y como Protectora de laTierra. Tú eres Fulla —abrió los ojosde un verde inteligente y despierto y losclavó en los negros de la doncella—. Te

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llamas Fulla. Y el joyero que tienes,presumo que es el de Frigg. En él hayalgo muy valioso para el éxito denuestra misión.

Cuando Fulla escuchó aquelnombre salir de los labios de la loba, sequedó inmóvil y hasta se emocionó.

—Hacía tanto tiempo que noescuchaba mi nombre en labios de otrapersona... Ya no sabía ni cómo mellamaba — dijo afectada.

—Entonces, ¿he acertado?—¿Acertar? ¿El qué? —volvía a

tener aquella expresión de haber fumadoporros toda la vida.

—Que te llamas Fulla.

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—¡Anda! ¡¿Cómo lo sabes?!Jade quería estrangularla con su

propio pelo.—Entendido. Tienes memoria de

pez. Dame el joyero —alzó la mano conla palma hacia arriba, esperando poraquel cofre tan esperado.

—¿Cómo sabes que tengocustodiado un joyero?

—¿En serio? —bufó—. Pues no sé,creo que me lo han dicho Hlin y Gna —ironizó Jade observando a las piedrascon desdén.

Fulla puso los brazos en jarra ymiró a las piedras con recriminación.

—¿Será posible que no podéis

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guardar un miserable secreto?—Sí, son unas chivatas —continuó

Jade tratándola como a la loca que era—. Ahora dame el joyero. Nerthus nosha dicho que lo necesitamos.

—Ya... Sí, sí... —Fulla se removióapartándose de la pared para dirigirse alcarro que continuaba deslumbrando conel brillo del oro y del acero de lasarmas. Subió al carro y empezó aapartar de mala manera las jarrasdoradas con vino, las bandejas decomida y los cuencos de fruta. Había detodo ahí, desde carne que olía a reciénhecha hasta delicioso pan caliente.

Jade se maravillaba y nocomprendía cómo de ese carro salían

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esos manjares.—A ver... ¿Dónde está...? —

empezó a canturrear nerviosa—.¿Dónde...?—se detuvo y se incorporóllevándose un dedo a los labios—. ¿Quéestaba buscando?

—¡El puto joyero de Frigg quecustodias, loca de la cabeza!¡Encuéntralo y dámelo! —la espoleóapunto de sufrir un ataque de histeria.

—Ah, sí —Fulla sonrió de par enpar—. Mira, está aquí. Alzó la mano conel joyero por encima de su cabeza.

—¡Tachán!Era una caja rectangular, con

incrustaciones doradas. No habían

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brillantes ni piedras preciosas. Nadaostentoso. Jade inclinó la cabeza y laestudió. Fulla bajó del carro conelegancia y se paró frente a ella.

—Toma. Tu caja joyero. Aquí lotienes.

Jade lo tomó entre sus manos ypasó las yemas por la tapa superior.Tenía una cerradura en forma de gancho,y sería fácil de abrir.

—Fulla... —murmuró pensativa—.¿Es este entonces el joyero de Frigg?

—Sí. Un momento —Fulla ladetuvo, se giró hacia las piedras y lesgritó—. ¡¿Queréis callaros de unapuñetera vez?!

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«Valeeee... Loca de atar», pensóJade para sí misma.

—Fulla.Ella se dio la vuelta para prestar

atención a la loba.—Dime, Jeda.—Jade —la corrigió rápidamente.—No, me llamo Fulla —la corrigió

la doncella.—Sí, cariño, olvídalo. ¿Por qué

Nerthus te ha desterrado al Midgard?¿Qué hace una doncella de Friggencerrada en una cueva de Nerthus?

Anhelaba saber aquellainformación. Por suerte, ella habíaamado los libros y siempre leyó mucho.

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Y si a eso le sumaba que su padre As lecontaba todos los entresijos de lospanteones, era como una bibliotecaandante. Fulla debía estar en el Asgard,en el palacio de Frigg, con sus hermanasy su Diosa.

—Sabía algo que no debí saber.Descubrí la gran verdad —contestó convoz ausente—. Nerthus me secuestró yme hizo descender al Midgard para quele sirviera como custodio a cambio deperdonarme la vida y seguirmanteniendo el secreto a buen recaudo.

—¿Nerthus te iba a matar?—Si decía lo que sabía, sí. Porque

eso lo podría cambiar todo —aclaróponiéndole misterio a la entonación—.

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Es el mayor secreto de los NueveMundos. Nadie excepto yo lo sabe. Asíque me encerró en una de estas hule yme apartó de cualquier Dios. Lacuestión es que si revelo lo que sé, notendré posibilidad de vivir.

—Y yo me temo que aunquequisieras contarlo se te olvidaría.

—¿Eh? ¿El qué?—Lo que sabes.—¿Y qué sé? —frunció el ceño.—Lo acabas de decir —señaló

desesperada.Fulla miró hacia abajo y vio el

joyero en manos de Jade.—¿Qué haces tú con el joyero de

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Frigg? —se lo fue a quitar, pero Jade seapartó con rapidez.

—Me lo has dado tú porque hedescubierto que te llamas Fulla.

La rubia se detuvo en supersecución y se llevó la mano al pecho,tan afectada como la primera vez al oírsu nombre.

—Pensé que nadie, aparte de mishermanas Hlin y Gna, me llamaría pormi nombre. ¿Habéis oído, chicas? —desvió la vista hacia las piedras, queseguían inmóviles y rígidas como desdeel primer momento—. Entonces, esperaa que te dé el joyero —se iba a dar lavuelta para buscarlo.

—No hace falta, trastornada —lo

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sacudió frente a sus ojos—. Ya lo tengo.¿Has disparado a Thor con unacerbatana? ¿Qué lleva el dardo?

—Un potente paralizante de venenode araña, lo usaban los guerreros másantiguos y primitivos, los primeros.Bloquea los pulmones y el corazón. ¿Porqué, alguien ha sido atacado con unacerbatana?

—Sí, has disparado a Thor.—¡¿Al Dios?! —exclamó

aterrorizada, llevándose las manos a lamejilla.

—No, a mi pareja, ¡pedazo de idade la cabeza! ¡A mi pareja!

En cuanto lo gritó en voz alta, se lo

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creyó más y lo sintió como más suyo.Thor estaba inconsciente, no le iba

el corazón, no respiraba. Jade empezó asentirse agobiada y ansiosa por verlerecuperado y vivo. No oír sus latidos leafectó demasiado, y entonces, unaangustia terrible se apoderó de ella. Losojos se le llenaron de lágrimas...

—¿Está muerto? —preguntó convoz estrangulada—. Es un vanirio. Losvanirios no mueren así. Es imposible —con el cofre entre las manos, corrió aarrodillarse al lado de Thor.

Dejó la caja en el suelo y lo tomódel rostro con suavidad.

Dioses. No lo escuchaba en sumente, y se sentía sola y desamparada,

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como sumida en una abstinenciadolorosa que no estaba preparada aexperimentar. ¿Qué diablos le sucedía?

Entonces se vio a sí misma en unbosque, llorando a lágrima suelta.Estaban en un lugar muy lejano. ¿Eranlos Cárpatos? Habían sufrido un ataquey hacía rato que esperaba a Thor en elclaro de una arboleda, allí donde ambosposeían una cabaña de emergencia en laque resguardarse en ocasiones comoesa. Ella estaba sola, ansiando volverloa ver. Pero lo pasó fatal porque no podíaentablar comunicación mental con él, nolo sentía por ningún lado y lo único quepensaba era en lo desgraciada que erasin su mann y lo dependiente que era deél. Fue una de las medias horas más

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largas de su vida. Cuando lo vioaparecer en el marco de la puerta, se leechó encima hasta placarlo. Le dio tantarabia aquella separación, aquellaparcial desvinculación, que incluso leabofeteó. Cuando se quedó máscalmada, una vez dentro de la cabaña,abrazada y rodeada por sus brazos, Thorle explicó lo siguiente: «la separaciónentre parejas vinculadas es altamentehiriente y confusa. Necesitamos contactomental constante, y cuando este se corta,nos barre una sensación de soledad ypérdida muy difícil de gestionar. Elintercambio de sangre conlleva este tipode unión, pero también tiene efectossecundarios en estos casos. Ante ladesinformación sobre nuestra pareja de

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vida, la ansiedad se nos dispara, lasoledad nos provoca temblores y nosllega a afectar psicosomáticamente. Soloempezaremos a encontrarnos mejorcuando volvamos a enlazarnos con lamente del otro».

Pero Jade ya sentía que le dolía. Ledolía mucho no sentirlo. Lo veía ahí, conlos ojos cerrados, tan pálido y sin pulso,que su cabeza racional no sabíagestionar lo que veía. Para ella eracomo si estuviera muerto.

—Pero no puede estar muerto... —susurró acongojada. ¿Cómo demoniosiba a sobrellevar esa angustia sin él?No. No podía ser. «Jade, que esto no sete vaya de las manos. Un vanirio nomuere por el veneno de una araña... Pero

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¡es que está tan quieto!».Era ridículo. Su cabeza se había

convertido en una máquina desuposiciones bipolares.

—Vaya... ¿Qué le ha pasado?Pobre...

Jade apretó los dientes con fuerza.Miró a Fulla por encima del hombro yse encontró con esa expresión de idatotal de la parra que aún la puso másnerviosa.

Entonces, decidió ignorarla. Teníaque pensar rápido. Ya tenían el joyero.Debían salir de ahí los dos juntos,abrirlo y buscar el objeto junto con elhada guía. Pero con Thor inconscienteno podía. Sin pensárselo dos veces, se

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mordió la muñeca y acto seguido,aprovechando que emanaba sangre desus incisiones la colocó sobre losapuestos labios pálidos de Thor.

—Lárgate de aquí —le ordenó aFulla.

La doncella los miraba conasombro.

—¿Y perderme este espectáculo?—¡Que te largues de aquí te he

dicho, si no quieres que te arranque elcorazón y me lo coma mientras lo ves!—Jade la amenazó con una voz medioanimal y sus ojos preciosos y rasgadosmucho más claros de lo habitual, casitirando a amarillos—. No puedes veresto. —Ella no quería compartir ese

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momento con nadie. Le parecíaextremadamente íntimo y personal comopara tener mirones alrededor.

Fulla se dio la vuelta resignada yse dirigió al carro, a sentarse entre laabundante comida y bebida mágica quehabía expuesta sobre los tablones de oromacizo del vehículo divino. Allí, les diola espalda como una niña enfadada y sedispuso a criticarla con sus dos mejoresamigas piedras.

Jade, que no se fiaba de ella,agarró a Thor por las axilas y lo arrastrófuera de la gruta. Si veía a la doncellade Frigg asomar la cabeza, se la cortaríasin más. Ella misma.

Una vez retirados, se acuclilló en

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el suelo. Tomó la parte trasera delcuello de Thor y lo inclinó hacia arribapara que pudiera acceder mejor a sumuñeca, cuyo hilillo de sangre corríacomo una diminuta fuente constante.

—Bebe —pidió en voz baja, condulzura—. Bebe y háblame de una vez—le urgió imperativamente—. Porfavor... —le acarició la barbilla con elpulgar—. Le do thoil. (Por favor).

La sustancia de la vida, líquida yrojiza, indispensable para los vaniriosemparejados, se deslizó por los virileslabios hasta el interior de la boca.

Jade esperó a que le hiciera elefecto que deseba.

—No me puedes dejar sola con

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esta loca y en medio de este lío.Tenemos que recordar muchas cosas...—Se sentía incluso ridícula.

¿Cómo era de increíble esanecesidad de las parejas de vida que lahacía enloquecer de ese modo?

Era aquella la sensación que másañoraba. Era sentir la sangre de Jadecorriendo libremente garganta abajo,otorgada voluntariamente.

Nada le ponía más caliente, nada lehacía más feliz que que su loba seabriera la vena para él. Los vanirioseran así. Él era así. Y había echado tantode menos aquello...

Cuando empezó a tragar y susmúsculos se activaron de nuevo al

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recibir el mejor antídoto de todos,decidió que ese recuerdo sería parasiempre. Nadie se lo borraría. A pesardel tiempo separados, a pesar del dañoque les habían infringido, y de losesfuerzos que habían dedicado paradestrozarles, ellos seguían ahí,disfrutando de ese vínculo que nadiepodía eliminar. Y Jade aún no sabíacómo de bueno podía llegar a ser.

Si tenían suerte y al llegar la nocheaún continuaban con vida, su mujer iba aser incapaz de detener a la verdaderafiera que yacía dormida en su interior, yque él había activado al destruir susreservas mentales. Los recuerdos delpasado traían consecuencias buenas ymalas. Desde el dolor y la consciencia

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de todo lo que habían perdido, hasta elreencuentro y la sensación de recibirparte de lo que le habían arrebatado. Eraextraño que algo pudiera dar tanto buenoy tanto malo. Como una broma. Pero erauna consecuencia lo uno de lo otro. Siquerían revivir lo hermoso tenían queestar preparados y dispuestos pararevivir la pena y el dolor, porque ambosvenían de la mano, eran la cara de unamisma moneda. Cara y cruz.Inseparables.

Recibió el primer ruego como unadescarga eléctrica para su corazón. Jadeestaba llorando desconsolada, con lacabeza inclinada hacia abajo, abatida. Yle hablaba en gaélico, diciéndole unmontón de cosas, algunas inconexas. Lo

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que sí entendía con claridad era lasúplica y el reconocimiento abierto delo mucho que lo echaba en falta. Y notenía idea de si hacía mucho o poco queél estaba inconsciente, solo recordaba ala mujer rubia escupiéndole con unacerbatana. Y le había cogido tandesprevenido que no supo reaccionar atiempo.

Así que no imaginaba cuántotiempo hacía que estaba así, pero laansiedad por la separación hacía suefecto inmediatamente. Y con Jade más.Porque era una berserker, una loba congenes de can, y su parte animal queestaba más vinculada a él que su partehumana, lo echaba muchísimo de menos.Lo necesitaba.

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Su loba lo necesitaba.Pletórico por beber de ella de un

modo voluntario, Thor se incorporólentamente, tomando su antebrazo conlas dos manos para que no se escapara.No la dejaría ir.

«Estoy aquí», le contestó élmentalmente.

«Cronaím thú. Te echo de menos.No sé qué me pasa, pero es horrible.Haz que pase», pidió ella temblorosa,sin poder detener las lágrimas.

Él sonrió y cuando se sintió confuerzas, desesperado por ella y por lanecesidad de beber pegado cuerpo acuerpo, de sentirla, dio un últimolametón a la muñeca para cerrar las

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incisiones y fijó sus ojos lilas yluminosos en ella.

La berserker tragó saliva, sin sabermuy bien qué hacer, pero no le apartólos ojos.

—Sigo teniendo sed —dijo él.Ella alzó de nuevo la muñeca para

ofrecérsela. Caray, estaba tan hermosa yse veía tan frágil que Thor quisodesnudarla y hacerle el amor allí mismo.Pero no podían. Él negó con la cabeza ydesvió la vista a su garganta, cubiertapor su melena negra.

Solo el leve movimiento nerviosode sus pupilas dio a entender que ellacomprendía lo que insinuaba.

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—Dámelo —le ordenó él.Los ojos verde mar de Jade

cambiaron de color, debido alnerviosismo y a la excitación. Perosobre todo, reaccionaban a la orden.Ella era una loba, hija de un alfa, portanto, era alfa también. No encajaba losimperativos, pero los que venían deThor le provocaban diversión y almismo tiempo respeto.

Jade echó los hombros hacia atrás,ante la atenta mirada del vanirio. Seretiró la larga melena color noche de suhombro y su cuello, y expuso sugarganta.

—Dámelo tú —volvió a repetir él,sintiéndose excitado y duro entre las

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piernas.—No vas a hacerme nada —le

recalcó ella recuperando el control.—Solo quiero beber —dijo él

inocentemente—. Necesito eliminar elveneno del dardo de mi cuerpo.

Jade asintió y observó su posición.Thor tenía las piernas estiradas, y estabasentado sobre el suelo duro de la cueva,manteniendo el equilibrio con laspalmas de las manos a cada lado de suscaderas. Se veía tan grande, tanmasculino y fuerte, y su sangre le habíadado otro color a su piel... A Jade se lehizo la boca agua. Así que, más porimpulso que por haberlo pensadoconcienzudamente, se sentó encima de

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él, a horcajadas.Thor rio internamente. Esa era su

preciosa guerrera atrevida.Él no le dio tiempo a que se

arrepintiera y se apartara. La tomó delas caderas, encajándola bien sobre supelvis, haciendo que su erección rozaray entrara en contacto directo con suentrepierna y pegó sus labios a la venaaorta de su esbelta y lisa garganta.

La besó suavemente, como unacaricia liviana. Ella se agarró a sushombros, como si necesitara un lugar alque amarrarse, porque sabía que lo queiba a venir, podía lanzarla por los aires.

Thor, que estaba sediento, noalargó demasiado el momento.

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—Pídemelo —le ordenósujetándola bien de las caderas.

Ella cerró los ojos, se relamió loslabios y susurró;

—Bébeme. Muérdeme ya —sinquerer osciló las caderas hacia adelante.Recordaba esos momentos junto a él y lasangre se le calentaba de golpe. Sucuerpo actuaba por instintos.

—¿Beag is beag?—Sí. Mordisco a mordisco.Thor abrió la boca y la mordió tal y

como ella le pedía.Cuando notó los colmillos

atravesarle la piel, el aguijonazo seconcentró en su entrepierna, haciendo

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que se hinchara y que aquello lehormiguease de un modo que la obligabaa frotarse contra él.

Thor deslizó las manos desde suscaderas hasta sus nalgas, y empezó amoverla, acompañándola en sus envites,rotando las caderas para que esas zonasse tocaran, simulando un acto sexualabierto. Thor bebió de ella, y de vez encuando, rozaba su lengua contra su piel,y después sacaba los colmillos paravolverlos a clavar. Aquello volvía locaa Jade, siempre lo había hecho. Y ahorano era distinto.

Y con la sangre de ella, másvínculos se reafirmaban, y más valores yprincipios que él tenía retomaban sulugar en su conciencia.

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Thor se vio como el celtacasivelano que un día fue, rodeado desus hermanos, sus amigos, suscompañeros eternos de guerra y quetambién fueron transformados por losdioses Vanir. Vio a Menw, Cahal, Caleb,Daanna... También vio a Samael, Lucius,Seth, Maggie... Algunos,lamentablemente, se fueron al lado deLoki y perdieron todos sus valores. Suhermano fue uno de ellos. Pero otros,como sus hermanos del alma, losMcKenna, los McCloud y los que éleligió, se mantuvieron firmes, a pesardel hambre y la sed eterna. Y ahora,luchaban junto a sus parejas por salvarel Midgard.

Los humanos les importaban, como

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a él le importaron. Y más que loshumanos, lo que más querían era lucharal lado de sus amigos, luchar en nombrede ellos. Hacía mucho que no sentía laverdadera amistad en su ser. Duranteaños solo el rencor y el odioalimentaron su espíritu, y eso habíahecho que perdiera sus principios y quetodo lo bueno que sentía hacia los demásdesapareciera. Siempre fue un líderresponsable, y cuando él faltó, fue CalebMcKenna quien tomó su relevo. Éltambién había protegido a su hija. Llevóa cabo el papel que él no pudo.

Pero ya había regresado. Ya estabaentre los vivos de nuevo. Y por fin, ellíder que había en él, el altruista y el queno iba a dejar solos a sus hermanos de

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vida en esa lucha descarnada, aflorabacon fuerza, con el ímpetu del que exigíauna compensación por tanto sufrido. Conla decisión de quien quería recuperar eltítulo.

No. Esa no iba a ser una lucha solopor recordar a su hija y encontrarla. Esaiba a ser una lucha a muerte, al lado delos suyos, porque no pensaba dejarlossolos. El líder del clan celta de la BlackCountry regresaba a su hogar.

Thor se abrazó a Jade sin dejar debeber y moverse. Por Dios, iba aestallar dentro de los pantalones. Él nolo haría.

Pero sí iba a darle esa liberación asu chica.

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Apretó sus nalgas con las manos, yse movió con fuerza, contra ella,rozando su sexo con ímpetu.

Jade gimió y hundió el rostro en sugarganta, mientras se sostenía a laslargas hebras del pelo de Thor.

—Thor...—Chist... Déjate ir, mo ghraidh.

Yo te sostengo.Ella se dejó ir sin más. Agarrada a

él, abandonada a las sensaciones. Yentonces, el orgasmo la barrió desde lapunta de los pies hasta la cabeza. Lavolátil explosión detrás de su ombligo,muy en el interior, la deshizo, dejándolahecha un flan encima del torso delvanirio.

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Él la tranquilizó acariciando susnalgas y su espalda, sonriendo orgullosopor haberle dado tal placer a su pareja.

Y de repente, al sentirse tanexpuesta y tan vulnerable, al mismotiempo que dichosa, Jade se echó allorar, apoyada en el hombro de Thor,cubriéndose el rostro con la mano.

Thor no necesitaba preguntarlenada para saber qué le sucedía. Ya losabía. Y comprendía su malestar y supesar.

—Lo sé, Jade —le susurró él aloído, meciéndola y calmándola comopodía—. Lo sé.

—Mi padre está muerto. Mi padreAs... ha muerto. Lo recuerdo como si me

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hubiera despedido de él ayer mismo, yya no está, y no me despedí de él comoera debido. Me fui de su lado para estarcontigo, porque temíamos lasconsecuencias de que estuviéramosjuntos —sorbió por la nariz y se retirópara mirarlo a la cara—. ¿Tú sabescómo.... cómo murió? —preguntóabatida.

Thor se compadeció de ella. Leapartó los largos mechones de pelo desu preciosa cara y se lo colocó detrás dela oreja.

—Hay una chica a la que llaman laCazadora de almas. Es una humana y esla mejor amiga de Aileen. As y su parejala visitaron como espíritus. Ella dijoque se habían sacrificado por los demás.

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No les mataron.Jade entrecerró los ojos.—¿As y su pareja? ¿Mi padre tenía

pareja? —de repente quería saberlotodo. Todo absolutamente—. Malditasea... Explícamelo todo. O mejor —loagarró de la cara con ambas manos—.Déjame leerlo en tu mente. Déjame verlo que tú sabes. Estamos en un lugaraparte de la guerra exterior. Déjameaprovechar la calma de este lugar paracomprender un poco cómo están lascosas ahí afuera. Quiero leer lo quepueda sobre los míos.

Thor le concedería cualquier deseoque ella quisiera. ¿Cómo no hacerlo?Aquel era el ímpetu de su Jade, de la

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que él conocía. Y eso quería decir quepor fin regresaba a él. Aún les quedabamucho por recorrer. Demasiado para tanpoco tiempo.

Pero haría lo que estuviera en sumano para que su loba aguerridavolviera a él por completo. Porque, solosi los dos se completaban y encajabantodas las piezas de su memoria, podríanrecordar lo que habían perdido.

Y nadie, en su sano juicio, queríaolvidar a una hija. Nada estaba de más,todo era necesario. Por tanto, Thor serelajó, cerró los ojos y abrió su mentede par en par para ella, con sus claros yoscuros, con sus sombras, y también contodo el amor que sentía hacia su parejade vida.

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XIV

GalesA los pies de Llangernyw

Era el Apocalipsis. No había otromodo de llamar a aquello. La superficiedel campo santo en el que reposabasolemnemente el tejo más antiguo delmundo, símbolo de los celtas y de lasculturas más antiguas y ancestrales, sehabía infestado de jotuns, purs, etones,

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trols, lobeznos y vampiros quesobrevolaban las alturas y plagaban lasuperficie de aquella zona.

Allí era donde los bardos de lastribus celtas recibían parte delconocimiento. Entonces ese árbol sehacía llamar Crann Beathadh, y decíanque sus ramas tocaban el cielo y susraíces entraban en contacto con elmundo de los muertos. De ahí que lellamaran el árbol de la vida y la muerte.Decían que en su interior había un enteque anunciaba los nombres de laspersonas que iban a morir. Se llamabaAgelystor.

Ahora, las valkyrias y susguerreros sabían que el ente era enrealidad un elfo de la luz desterrado al

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Midgard, que esperaba al último bardopuro para poder mostrar la última GranVerdad. Y eso ya había sucedido. Sesuponía que Daimhin y Carrick estabanen el interior del tejo, ocultos en unahule, hablando con él. Pero de ahí nohabían salido todavía.

Mientras tanto, fuera del tejo, lasvalkyrias y los einherjars, junto con losguerreros vanirios y berserkers quehabían volado con ellos desde JubileePark, ya ni siquiera pretendían luchar osalvar el mundo, lo único que queríanera presentar una batalla digna ymantenerse en pie, porque ninguno deellos iba a morir arrodillado. Eso jamás.

Aquella zona del mundo eracontinuamente asolada por temblores de

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todo tipo y grietas que se abrían en latierra, de manera repentina, y por entrelas cuales afloraban todo tipo de pursinimaginables, destrozando el mundodesde dentro hacia afuera. La situaciónera muy crítica y nada esperanzadora.Esa era la realidad.

Con todo y con eso, Gúnnr, Róta,Bryn, Ardan, Miya, y Gabriel, eran muyconscientes de las posibilidades quetenían desde un principio. Y aunque eradoloroso ceder terreno de aquel modo,tenían grabado profundamente en sucódigo de honor que se debía lucharhasta el final. Con la espada y labarbilla en alto.

Bryn, la rubísima Bryn, la granGenerala de las valkyrias, sobrevolaba

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el campo de batalla con su casco alado ysu armadura, subida a lomos deAngélico, lanzando rayos por doquier.El ojito derecho de Freyja protegía aJohnson, subido delante de ella a lomosdel caballo. Así lo habían acordado conArdan, ya que Angélico eraextremadamente veloz y difícil de coger.El híbrido estaría a salvo antes en elcielo que en la tierra.

Róta, la hija del mayor Seirdmande todos los tiempos y la Sibila, a sulado, flanqueaba cada avance, apuntandofuriosa al corazón de todos aquellosvampiros que ocupaban el cielo como unenjambre de abejas.

Gúnnr, hija secreta de Thor,utilizaba su réplica de Mjölnir

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atravesando los cuerpos de los etones ylos lobeznos que se echaban encima deellos y, después lo hacía golpear contrael suelo para que la electricidad quedesprendía matara a cuantos másenemigos pudiera aniquilar.

Después estaban los guerreroscomo Ardan, que no desplegaba sus alasporque prefería matar con los pies en elsuelo, amontonando a su alrededor loscuerpos de los engendros de Loki quemutilaba como si le encantaracoleccionar muertos. El dalriadautilizaba ambas manos, blandiendo susespadas de un lado al otro, sin detenerseni un instante para poder respirar.

Miya, el vanirio samurai y kofun,destilaba arte y letalidad en cada uno de

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sus movimientos. Coleccionando junto aArdan sus trofeos, incluso a veces,agrupando en sus montones sus propiasvíctimas. Porque, ¿qué importaban yalas listas? Nadie iba a contar cuántosmataban. Porque en la lista ya habíancientos. Y por cada cien que mataban,aparecían mil más. De vez en cuando,miraba hacia el cielo en busca de suvalkyria de pelo rojo y lengua deserpiente, y cuanto más la veía pelear,más ganas tenía él de dar lo mejor de sí.Porque todos ellos, sin excepción,luchaban en nombre de ellas. Y ellas, lohacían en el de ellos.

Gabriel, el líder de los einherjarscubría las espaldas de sus amigos,observando cuál era el mejor modo de

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protegerse, porque en ese campo nohabía manera de avanzar. Habían milesde jotuns contra menos de una centenade guerreros einherjars, berserkers,vanirios y valkyrias, todos mezcladospara luchar juntos por un objetivo encomún: mantener el máximo tiempoposible la esperanza. O, como mínimo,retardar el momento en el que Lokiapareciera y decidiera borrar la TierraMedia. Porque de algo estaba seguroGabriel, y era de que el Timador estabajugando con ellos, porque podía destruirel mundo cuando quisiera. Sin embargo,lo estaba haciendo a consciencia,alargando la agonía y minando suresistencia. ¿Acaso creía que al finalacabarían pidiendo clemencia?

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No. Eso no iba a pasar. Gabrielsujetó bien su espada, dio una vueltasobre sí mismo y cortó dos cabezas dedos lobeznos que iban a por él.Escuchaba con orgullo los estragos queprovocaban los martillazos de Gunny, ysonreía satisfecho por pertenecerle.Después, miró entre la multitud deenemigos buscando a su mejor amigaRuth. Y la encontró, sosteniendo su arcoSylfingir, disparando con sus flechas atodo aquello que se acercara a su zonade protección, protegida por un grupo deberserkers que seguían la orden delnoaiti, el cual se había erigido comolíder de su clan después de la muerte deAs y de la desaparición de NoahThoryn. Adam Njörd no permitiría que

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tocaran a su chica. Antes tendrían quematarlo a él. Dentro del círculo en elque estaba Ruth protegida, también seencontraban los pequeños Liam y Nora,ocultos tras la larga capa roja de laCazadora. Uno era una brújula que habíadetectado los portales de más fuerza, yla otra podía ubicar a Loki astralmente.Pero ninguno de ellos se pondrían adormir en ese momento para desarrollarsus dones, ya que en medio de unaguerra eso era imposible. Lo único quevalía era la supervivencia.

Más allá, a unos veinte metros a suderecha, ubicada por encima de suscabezas, se encontró con la velge, LaElegida, Daanna McKenna, quesuspendida en el cielo utilizaba la

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espada que le regaló Miya paradefenderse. Se le veía el embarazo másavanzado, el vientre hinchado y la formafemenina muy marcada. Al Engelsiempre le pareció preciosa, y sabía queuna mujer tan espléndida como elladebía ser venerada por un hombre conidénticas cualidades como las delSanador, Menw McCloud. Seguramente,aunque eran excelentes guerreros celtas,la función principal de esa pareja no erala de pelear, sino la de salvaguardar elgran milagro que Daanna llevaba dentro:un hijo llamado Aodhan. Decía laprofecía del noaiti que la velge tendríaun papel muy importante ante el día dela puerta. Nadie sabía qué día era aquel,pero fuera como fuese, también era

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trabajo de todos mantener a Daanna convida, por su gran trascendencia.

Y eso intentarían, se dejarían elpellejo en ello.

Como se dejaban el pellejo Gwyn yBeatha, luchando cada uno con una desus hijas a las espaldas, en nombre desus hijos Daimhin y Carrick, los cuales,uno de ellos, poseería en sus manos undon de salvación incalculable. Aunqueseguro que no les importaba tanto eso,como que sus hijos regresaran con vida,fueran salvadores o no. Porque eranpadres. Y a ellos les daba igual lasetiquetas. Amaban a sus cuatro hijos porigual, y les defenderían hasta la muerte.

Cada vez era más difícil

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mantenerse en pie. Les estabanreduciendo poco a poco. Las heridas lesminaban, y les quitaban las fuerzas, y losreflejos se resentían.

A cada corte que sufrían, cadaherida inflingida, sus valkyriasdescendían para ofrecerles la cura. Peroellas también estaban cansadas, y ellastambién la necesitaban. Era un desgastesistemático y menguante. Por tanto,aguantarían hasta que las fuerzas se lopermitieran, y esperaban que esasfuerzas no flaquearan antes de ver cómoDaimhin salía del tejo en posesión de laúltima Gran Verdad que tenía que darleAgelystor.

Hasta entonces, todos, sindistinción, debían continuar peleando.

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Se acercaba el anochecer. Laguerra no iba a cesar, no iban a darles unsolo respiro. El sol, que hacía días queno se veía, había desaparecido porcompleto.

Vivían sumidos en una perenneoscuridad teñida de sangre, y lo únicoque no podían perder era la esperanza,porque mientras hubiera vida, eso lesquedaba.

Sin embargo, después de llevarcasi un día entero peleando, no seimaginaban ni por asomo que el bandoque recibiera refuerzos fuera el de Loki.No era justo.

Pero así fue.

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En el cielo aparecieron cientos desombras espectrales que tenían el poderde tocar y de herir. Eran espíritusmalignos.

En el suelo, saliendo del interior dela tierra, habían muertos en avanzadoestado de putrefacción, que parecíanmás vivos que ellos.

Después, se escucharon golpesimponentes, como si alguien aporrearala tierra con un mazo inclemente y, en elhorizonte, aparecieron cientos degigantes, algunos con llamas sobre lapiel y otros con hielo, que les sacabandiez cuerpos de alto.

Y, si eso fuera poco, empezaron avolar flechas por encima de sus cabezas

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que silbaban rozándoles la piel.Gabriel, que había estado en el

Asgard, reconocía a cada uno de esosseres que lucharían en nombre delTickster. Su ejército negro, losauténticos artífices del Ragnarök.

Los gigantes del Jotunheïm, losmuertos de Hela y los elfos de laoscuridad, tomaban acto de presencia enaquella batalla que solo tenía un color:el oscuro.

¿Cómo podían continuar luchandocontra todos ellos?

No podrían. La verdadera cuentaatrás había empezado.

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XV

Fionia

En su mente lo había visto todoclaro. Thor se abrió para ella, lepermitió que pululara a sus anchas en sucabeza, y así pudo saber lo que sabía, yescuchar lo que pensaba. Y era tantísimainformación la que había absorbidodesde que salió de Shipka...

El vanirio escuchaba a todo el

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mundo, y sin su sangre se habíaencontrado indefenso, siendo avasalladopor cientos de miles de pensamientosdispares, que provenían, la mayoría, delos humanos atormentados por su aciagofuturo.

Él no le daba importancia a lo quepasaba en el Midgard. Había escuchadocómo se sucedían los temblores por todoel orbe, los potentes terremotos que loasolaban separando continentes, losmaremotos que sumergían bajo el agua aciudades enteras, arrollándolas sinvalorar su historia ni su pasado, nicuánto tardaron en levantarse. Y tambiénescuchó lo que pensaban al ver a esosseres monstruosos aflorar de las grietasde la tierra, al descubrir a los inmensos

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lobos sobre sus dos patas traserasdegollándolos o extirpando susextremidades, o a los vampiros quesiempre creyeron más leyenda querealidad, infestar el cielo y beber de lasangre de inocentes hasta matarlos. Nose trataba del Infierno, como loshumanos creían. Aquella era la realidadque nunca quisieron ver y que acabóexplotándoles en la cara.

Pero al margen de todo el horror ylos pensamientos dantescos, tambiénhabía absorbido toda la información delos clanes en el Jubilee Park, en un lugarque construyó Adam Njörd paraconvertirse en centralita de operacionesde vanirios y berserkers y en lugarlúdico. Y lo creó para el amor de su

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vida. Su kone, Ruth, la Cazadora dealmas.

Jade se maravillaba al descubrirque el huraño de Adam se habíaenamorado nada más y nada menos quede una humana que le plantó cara hastael final. Lloró la pérdida de su hermana,que al mismo tiempo era su mejoramiga. Y se fascinaba de que Adamhubiese podido mantener con vida a losgemelos que llevaba su hermana en suinterior, y que tan importantes eran. Sellamaban Nora y Liam.

Lamentó la traición de Margött, yStrike entre otros... Y estaba en shock alsaber que su padre As Landin, siempreocultó al hijo de Odín con él, y que noera otro que Noah Thoryn, su otro

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hermano adorado.Noah... él era Balder. Lo que no

comprendía era cómo Balder, al que,según los escritos antiguos y la historiaque le contó su padre en primerapersona, había asesinado Hodurmandado por Loki, estaba infiltrado,vivito y coleando en el Midgard.Suponía que esa información recalabasolo en los dioses, y que la telepatía deThor no llegaba hasta el Asgard.

Fuera como fuese, en aquel mundoy entre los clanes, habían dado labienvenida a valkyrias y a einherjars, ytambién a más híbridos como Aileen.Ella no era la única. Al parecer, habíaotro muchacho más, hijo de unaberserker y un vanirio que vivieron en

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Escocia. Su nombre era Johnson, y porlo que había podido captar Thor en lamente de sus amigos, era una especie dehijo adoptivo para un tal Ardan de lasHighlands y la generala de las valkyrias,temible a la par que hermosa, llamadaBryn.

Jade sabía lo que sabía de esosguerreros de Freyja y Odín por todo loque leyó y todo lo que compartió con supadre As. El mundo del Asgard, delVíngolf, el árbol Yggdrasil, las nornasdel telar, los nueve mundos... Esos eransus cuentos de niña.

¿Y de As Landin qué podía decir?Que por fin había encontrado a unamujer de bandera para él, y que habíadejado atrás la muerte de su madre

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Stephenie. Y ya era hora. Una eternidadera demasiado para él, y más cuandoambos sabían que su madre nunca fue enrealidad su kone. En cambio, esa talMaría, una matronae, una sacerdotisa dela Diosa, no solo lo era, sino que,además, había encajado en el clan comoun guante. Y que, Noah y Adam, porejemplo, la quisieran y la respetarantanto, ya decía mucho de ella. Solo poreso, María, donde fuera que estuviera enlos cielos, se había ganado su respeto.Ojalá la hubiera conocido.

Se secó las lágrimas de los ojos yexhaló agotada, exhaustaemocionalmente por toda la informaciónque ese hombre le había dado. Era comovivir toda una vida en un paseo fugaz de

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unos minutos, y como la mayoría decosas se captaba mediante imágenescongeladas o secuencias, era todo muyvisual. Fue como si sintiera de repentetodas las muertes y las pérdidas a la vez,y se lamentó de no haber estado ahí, nisiquiera en cuerpo y alma, ya que sumente no fue suya durante todos esosaños en los que estuvo bajo la influenciade Daniel.

Pero nada de lo recibido, nada enabsoluto, la chocó y la cautivó como vera Aileen a través de los ojos de losdemás. Se suponía que aquella era suhija. Y tenía que serlo, porque tenía suestructura ósea y sus facciones, un pocomás fina, y heredó los ojos increíbles deThor en su mutación.

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Era una híbrida y ella lo habíaempezado todo. Caleb McKenna lasecuestró pensando que formaba partede Newscientists, y a partir de ahí sedestapó la increíble tapadera que laprecedió hasta el día de hoy. Daanna, laElegida, la quería como a una hermana;María, la Sacerdotisa, la quería como auna hija. Su amiga Ruth era su hermanadel alma. Aileen había dejado imprentaen los corazones de todo el mundo.

Jade dejó caer la cabeza conresignación al ver que, en ella, en sucorazón y en su cabeza, no había nihuella ni rastro de su hija. ¿Tan mal lohabía hecho? ¿Tan mala madre era?

—¿Estás bien? —le preguntó Thorpreocupado.

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Seguían en la misma posición queantes. Ella a horcajadas sobre él, unidostorso con torso, con los dedos de ellaenredados en la melena negra delvanirio de ojos lila.

—Tu don... —señaló Jadeimpactada por todo—. Es increíble,Thor.

—¿Has entendido todo lo que hasvisto?

Ella afirmó con la cabeza.—¿Y por qué te estás culpando por

no poder recordar a nuestra hija? —inquirió compasivo—. No lo hicistevoluntariamente, Jade. Nos torturaron alos dos, nos destrozaron. Nos rompieron

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para que perdiéramos ese vínculo deunión tan fuerte y nunca fuéramos en subusca. Pero, ¿sabes qué?

—¿Qué? —dijo ella con un hilo devoz.

Thor le levantó la barbilla con dosdedos y la llenó de amor con su mirada.

—Que no lo han conseguido. Ellosperdieron. Míranos, aquí estamos,recolectando pieza tras pieza de esepuzle que somos, para que cuando estécompleto, nos veamos los tres en eselienzo. Lo vamos a conseguir.

—Estás tan seguro... —dijoadmirada—. Nos queda poco tiempo —le recordó ella—. Y antes tenemos quecoger esta caja, abrirla y seguir a lo que

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sea que salga de su interior. Dos lunas—remarcó—. Dos dijo Nerthus que nosquedaba por ver. No puede sersuficiente...

—Entonces aprovechémoslos —lainstó Thor—. Vayamos a por ese objeto.Luchemos por nuestros amigos, por lostuyos y los míos, y demos lo mejor denosotros. En nombre de tu padre, denuestra hija y de los que han caído porel camino. Hagámoslo, loba —Thorentrelazó los dedos con ella y sequedaron frente con frente—. ¿Qué máspodemos perder? Sé que es difícil. Séque aún no sientes por mí lo quedeberías y que, aunque confías un pocomás, me sientes como a un extraño.Pero, tienes que dejarte llevar... Sabes

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que no miento. Solo permite que losrecuerdos se enlacen con tu corazón —llevó una de sus manos a su pecho—.Porque es aquí donde estoy y dondesiempre he estado. Aquí me encontrarás.

Ella parpadeó para retirar laslágrimas de sus ojos. Era tancarismático e intenso que sus palabras leprovocaban estremecimientos. ¿Cómoiba a luchar contra eso? No podía.Además, no era contra él contra el quetenía que luchar. Tenía que revelarsecontra Loki, que era el único culpablede su suerte y del final que transcurríaen el Midgard, arrasando con tormento ybelicosidad las esperanzas de loshumanos, y también la de ellos.

—Tienes razón. No lo vamos a

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permitir —concedió con una nuevadeterminación—. Vamos a presentarlebatalla al dios mentiroso y transformista.Ya nos ha quitado demasiado.

—Esa es mi chica —dijo Thororgulloso, levantándose con ella enbrazos. Le plantó un beso en los labios,así de repente, pero no lo hizo durar.Fue como un sello, como unrecordatorio de «aquí estoy». Ydespués, la bajó al suelo sin más. Noquería presionarla pues, sería ella quienlo buscara a él, no al revés. Así que, almenos, tenía que darle ese espacio—.Vamos a ver a esa rubia comecerbatanas. Tengo algo que decirle.

Jade fijó sus ojos en la espalda deThor y en sus andares seguros. Estaba

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totalmente recuperado después de beberde ella.

Se llevó los dedos a los labios, queaún le hormigueaban del beso recibido yse obligó a pensar en la misión, y a nodejarse llevar por ese torrente desensaciones que provocaba Thor cuandola tocaba y estaba cerca de ella.

Lo siguió al interior de la gruta,escondiendo una sonrisa tras sus dedos.

Fulla seguía sentada en el carro,con las piernas recogidas bajo la largafalda de su vestido blanco, su luminosopelo rubio bien agarrado con la rejilladorada y con los ojos negros fijos en lapared mientras jugueteaba con un racimode uvas de las fuentes de frutas entre sus

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dedos. La doncella de Frigg, tanhermosa como chiflada, no parecíapensar en nada en especial. Seguramenteflotaría en algún lugar de su limbomental, volando entre unicornios yelefantes rosas.

—Nosotros nos vamos —leinformó Thor tras ella.

Fulla miró al techo, removiéndosenerviosa.

—¿Eres tú, Alfather?Thor arqueó las cejas negras,

sorprendido por la poca cordura de lajoven. Pero no podía culparla, ¿cuántollevaría encerrada en ese lugar?

Observó las piedras con las caras

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pintadas y las vacas que no dejaban demascar hierba, impasibles ante lapresencia de nuevos visitantes. Era unasituación un tanto hilarante.

—No soy Odín, loca. Soy Thor, eltío al que has disparado con unacerbatana.

Fulla se dio la vuelta y lo miró conlos ojos entrecerrados, hasta quereaccionó como la esquizofrénica queera.

—¡Tú no eres Thor! —le señalódando un salto para apartarse del carro—. Thor es rubio tirando a pelirrojo. ¿Ytu martillo, farsante?

—Me lo he dejado en la carpintería—replicó incompasivo.

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Thor dejó caer la mirada sobreJade, pasmado ante las palabras deFulla.

—¿Lo dice en serio? —le susurró.—¡Hay un hombre en la cueva!

¡Soy doncella! —gritó Fulla, corriendode un lado al otro.

Jade se encogió de hombros y seseñaló la sien con el índice paramoverlo en círculos. Silbó, dándole aentender que estaba ida.

—Eh... Va a coger la cerbatana...—le advirtió Jade a Thor.

Thor se movió a hipervelocidad yle agarró la muñeca antes de quevolviera a tomar el palo de bambú.

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—Vuélveme a escupir con eso y tetragarás la lengua — echó hacia atráslos labios para mostrarle los colmillos.

Fulla palideció y arrugó el ceño.—¿Qué eres?—Soy un vanirio.—¿Un vanirio? ¿Una de esas

aberraciones de la diosa puta?—Creo que se refiere a Freyja —le

aclaró Jade a sus espaldas—. No selleva bien ni con Nerthus ni con la hija.

Fulla inclinó la cabeza a un ladopara poder mirarla por encima delhombro de Thor.

—¿Y quién eres tú?

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—Ay, por favor... —Jade puso losojos en blanco—. Mira. Nos vamos a irde aquí. Ya tenemos la caja queguardaba Nerthus para nosotros.

La doncella dejó caer lamandíbula.

—Yo no te he dado ese joyero.¿Cómo lo puedes tener?

Jade suspiró.—Como una cabra.—Os lo advierto. Si habéis venido

a robar, mis hermanas y yo no osdejaremos salir de aquí. ¿A que no, Hliny Gna? — desafió a Thor con actitudenvalentonada—. ¡Más fuerte que no osoigo! —entonces, asintió satisfecha—.

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¡Eso es! ¡Lo mismo digo yo! Somos trescontra dos, ojitos. ¿Y ahora qué? —seencaró con él.

Thor, que parecía muy divertidocon la demencia de la joven, estaba alborde de la risa.

—Fulla, ¿cómo salimos de aquí?¿Por el mismo lugar por el queentramos?

La rubia entonces, al escuchar sunombre, no osó a parpadear.

—¿Has adivinado mi nombre?—Sí. Antes. Ya te lo he dicho.—Entonces, tengo que darte el

joyero. Ya me lo dijo Nerthus...—Sí. Sí. Ya lo he oído antes —la

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cortó Jade—. Mira, ¿ves? —le mostróel joyero para que lo viera. Fulla leempezaba a caer muy bien. Le hacíagracia—. Es el joyero de Frigg. Séquién eres. Sé cuál era tu labor. Nerthuste desterró por algo que sabías, y te hizodescender con el joyero de Frigg. En suinterior, ella guardó una handbök. Unhada guía para que nos lleve a un lugardonde se esconde un objeto sagrado, enun último intento por salvar el Midgard.

—¿Ya ha llegado el fin del mundo?—Esto me suena... —murmuró Jade

—. Sí.—Pues si es así como dices,

cuando salgáis de esta hule, ladestrucción os perseguirá —dijo más

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serena, hablándole mirándola a los ojos—. Aquí no hay guerra, solo paz. Nadiemolesta. Pero cuando salgáis de laprotección que ejerce el carro deNerthus y de su influencia, llegaréis almundo real. Ya no estaréis a salvo. Ymenos lo estaréis cuando el hada salgade su caja. Si el Midgard está siendoinvadido por todas las criaturas de Loki,ellos percibirán al hada, e irán a porvosotros. Deberéis ser más rápidos yavanzaros a los acontecimientos.

—De acuerdo. ¿Cómo salimos deaquí?

—Salid por donde habéis venido, ycuando os deis con la arboleda, tomad elcamino marcado con una piedra gris yancha. Es la única que hay en todo el

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lago. Rodeadla una vez y despuésdirigíos a la derecha. Esa es la salida.Una vez fuera, deberéis abrir la caja.Aquí el hada guía no tendría sentido,porque estáis en una localización fueradel Midgard, y lo que sea que ocultóNerthus tiene que estar en la Tierra.Aquí no. ¿Alguno de vosotros es bardo,valkyria o dios?

—¿Qué? —dijo Jade ojiplática.—No. Somos una berserker y un

vanirio.—Oh, ya veo —los miró como si

no valieran demasiado—. ¿Y Nerthusenvía a una perra y a un chupasangres apor algo tan importante?

—Podría arrancarte la piel a tiras y

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no te darías ni cuenta —le dijo Thorsonriendo entre dientes.

—Como sea... —no tuvo en cuentael tono amenazador del keltoi—. Si hayun hada en el interior del joyero, comono estáis entre los bardos, los dioses ylas valkyrias, no podrá hablar convosotros. Así que saldrá disparada a porel tótem divino. Porque las handbökllevan siempre hacia un tesoro, y casisiempre son tótems que pertenecieron adioses. ¿Qué tótem es? —preguntóinteresada.

Jade se encogió de hombros. No losabían. Nerthus les había dicho que unavez encontraran el objeto sabrían quéhacer con él.

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—Tal vez... —se dio la vuelta paradarles la espalda y sumirse en susdivagaciones—. ¿Tal vez pueda salir deaquí y regresar al Asgard? Tal vez...

Jade y Thor decidieron que eramomento de irse. La dejarían allí, consus vacas y sus hermanas las piedras,porque ya no podían perder más tiempo.Pero antes, Thor se quedó con los ojosfijos en un puñal que permanecíaapoyado en la pared de la cueva, entrelas espadas de vikingos, godos, sajones,romanos y celtas.

Era un puñal parecido al que élhabía tenido. Posiblemente era de unatribu picta. Era extraño, porque sesuponía que estaban en Dinamarca, peroincluso allí hubieron inmigraciones de

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celtas, sobre todo por la Europa delNorte. Nerthus dijo que podía proveersede armas en su cueva. Y eso haría.

Thor se acercó al puñal con unprofundo respeto, y lo tomó entre lasmanos. Tenía un triskel en el centro. Selo guardó en la cinturilla del pantalón,por los viejos tiempos, porque aquellorepresentaba quién era y dónde habíanacido. Y porque, si tenía oportunidadaunque fuera de dar con Loki o conalguno de sus esbirros, les daría aprobar de la hoja y la honorabilidad deun puñal keltoi.

También tomó una espada forjadacon una fuerza y poderío brutal, cuyomango era de cuero y toda la estructurade acero. En la hoja había algo escrito

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en nórdico. Jade se aproximó a Thor porla espalda, mientras Fulla continuabahablando sola. Leyó lo que ponía en vozalta:

—Es una espada Juta. Dice: «delos gigantes venimos, y a ellosregresaremos».

—Los jutos... ¿Sabías que losllamaban Eotenas? Y a ellos losidentificaron como jotuns. Gigantes —aclaró—. También podría ser unkenning para «enemigos» —alzó la hojay admiró su brillo y su forma mortal yterriblemente afilada, tanto por loslaterales como por la punta—. Creo queme la voy a llevar —asumió—. Voy aintentar matar con ella a tantos jotunscomo pueda. A los gigantes lo que es de

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los gigantes, ¿no dicen eso?—Me gusta —asintió ella—. Es

una brillante conclusión.Thor se colgó la espada con su

funda a la espalda, cruzada por el pecho.Tomó a Jade de la mano, y caminó condecisión para salir de la cueva. Pero,antes, tomó varios alimentos del carro,para Jade y para él. Y en ese momento,Fulla se dio la vuelta.

—Folla, me llevo comida de aquí yun par de armas. Gracias por tu ayuda.

A la doncella le entró un tic en elojo cuando lo vio, y corrió a defendersede él.

—¡Un hombre en mi cueva! ¡Soy

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Doncella!Thor se adelantó a sus

movimientos, agarró la cerbatana y lapartió en dos haciéndola impactar contrasu rodilla.

—Sin reproches —le dijoguiñándole un ojo.

Fulla, totalmente fuera de sí, buscóalrededor algo que poder lanzarle, ytomó una de las piedras que había en elsuelo. Arrojándosela a la cabeza.

—¡Me llamo Fulla no Folla!Para entonces, Thor y Jade ya

salían de la gruta, y lo último queescucharon al mirar hacia atrás, fue lavoz aguda de la doncella de Frigg

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preguntar por su hermana Glin y decircon asombro:

—Pero, ¿qué haces aquí afuera?¿Cuántas veces te he dicho que lamalvada de Nerthus nos tiene aquíencerradas y que no podemos salir?

Mientras tanto, Thor tomó a Jade enbrazos y salió volando a través de lacortina de agua. Como la vez anterior,no se mojaron, y fue algo que Jadevolvió a comprobar maravillada.

Al llegar a la orilla, él la dejó en elsuelo y volvió a tomarla de la mano conuna naturalidad que agradó a laberserker. Como si ese hubiera sidosiempre su lugar. A su lado.

Cuando divisaron la piedra gris y

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plana, oculta entre la arboleada, larodearon tal y como les había sugeridoFulla, y antes de girar a la derecha, él sedetuvo para hablarle por última vez enla tranquilidad de un espacio sinconflictos, ni guerra, ni muertes.

—Jade, cuando salgamos de aquí,todo se volverá convulso e iremos acontrarreloj.

—Sí, lo sé —era muy conscientedel peligro que suponía seguir a un hadaguía.

—Con el paso de las horas yoempezaré a escuchar voces de todo tipo.No será inmediatamente, porque tusangre me ha dado margen para actuartranquilo durante un tiempo. Pero,

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pasará el tiempo y oiré a todo el mundoalrededor, sea lo que sea. Así que no teasustes si ves que estoy algo distante.Tendré que apartarte un poco en mimente para que las voces no te afecten.Antes, cuando vivíamos juntos, ya notenía ese problema para oír o desoírvoces. Tu sangre me acostumbró y medio toda la paz que necesitaba. perohace mucho que no estamos juntos y nosé cuánto durará el efecto. Por tanto, sisucede —la tomó de los hombros parahablarle claramente—, te pido quetengas paciencia.

—Si eso sucede, Thor —lecontestó ella para sosegarlo—, yo teayudaré. No voy a dejar que te vuelvasloco —su voz se tornó cariñosa, como

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siempre se había dirigido a él en elpasado—. Te necesito, como tú menecesitas. Ya lo he entendido.

Thor hizo movimientos afirmativoscon la cabeza y su pecho se expandióagradecido. La berserker era la másvaliente de todas, y tenía una grandísimacapacidad para adaptarse a nuevassituaciones.

Eso la honraba y hablaba de lagrandísima mujer que era.

—Bien —volvió a tomarla de lamano. Estaban plantados frente a lapiedra. Ya la habían rodeado y ahoratenían que tomar la dirección que lehabía indicado Fulla.

—¿Preparada para tomar la

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primera curva a la derecha?Jade echó un último vistazo al

joyero que pertenecía a la esposa deOdín, tomó aire y dijo:

—Preparada.Ambos dieron un paso a la derecha,

y de repente, desaparecieron.Se esfumaron. Como si nunca

hubieran estado ahí.Cuando ambos abrieron los ojos y

miraron el lugar en el que estaban, ya nohabía ningún claro ni ningún lago queadmirar.

Solo fuego. Y era inquietante, yaque estaban en una montaña nevada,pero el hielo se deshacía por el calor

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que salía a la superficie de las grietasque continuaban abriéndose en la tierra.El cielo era oscuro y tupido, teñido derojo, ya que se reflejaba en él la sangreque teñía al Midgard y la lava quesupuraba de sus cortes a borbotones.

Después, el fuerte viento arrastrabalos gritos de los pocos humanos quequedaban con vida en aquel lugar,sumado al de las bestias de Loki, de lospurs, sus lombrices subterráneas, cuyalabor era chupar la energía vital de losniños para plantar más huevos.

Thor quería ir a echar una mano.Nervioso por las súplicas que oía, hizoel amago de socorrer a quien pudiera,pero Jade no se lo permitió.

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—Thor, no podemos —negórotunda—. No.

Él no pudo mirarla a los ojos. Laempatía y las emociones que ella lehabía devuelto lo estaban matando anteel conocimiento de saber que habíagente que sufría, y a la que él no podíaayudar. Debía pasar de largo.

—Los humanos son millones. Novamos a salvarlos a todos. Ya estánmuertos. —Ni siquiera a ella le gustabahablar así. Pero tenían que serconscientes de lo que venían a hacer—.No podemos hacer nada. Solo cumplirnuestro objetivo. Porque si loconseguimos, tal vez podamos detenertoda esta locura. Ese será nuestro modode ayudar.

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Ella estaba en lo cierto. Nadapodían hacer contra etones, trolls y pursellos dos solos. La humanidad estabasentenciada, pero el destino de laexistencia como tal, aún tenía una últimapalabra que decir. Y ellos tenían que vermucho con ello.

—Sí. Tienes razón —acabócediendo, tenso como una cuerda a puntode romperse. Mirando alrededor,vigilando que nadie les atacara por laespalda—. Abre la caja.

Jade se dispuso a hacerlo, pero altirar del gancho, vio que no se podíaabrir y fruncieron el ceño.

—¿Está encallada?

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—No. Un momento —le pidió Jade—. Mi padre me habló de las cajas delas hadas. Esto no deja de ser un joyero,pero para contener un hada debió de serhechizado. Mi padre me dijo que en elAsgard los dioses escondían esas cajaspara que los einherjars y las valkyriasjugaran a encontrarlas. Pero, no era tanfácil abrirlas... —le dio la vuelta a lahermosa y sencilla caja de madera, y viounas inscripciones en la parte inferior,en los laterales—. Los dioses adoran lasadivinanzas, sobre todo Odín y Freyja.Como no hay llave para abrir esto, lomás seguro es que responda a algún tipode... —leyó la inscripción en nórdicoantiguo y sonrió—. Sí. Es unaadivinanza.

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Thor tomó la caja y la leyó junto aella.

—«Soy querida y mimada pero poralgunos no valorada. Tenerme es unasuerte y al final todos se obligan aguardarme hasta la muerte». Nopodemos perder el tiempo en estascosas... ¿En qué pensaba Nerthus?

—Son dioses —contestó Jadeencogiéndose de hombros—. Para ellosel tiempo transcurre de otro modo, yesto son solo pasatiempos.

—Es la vida —contestó Thorpensando en la adivinanza—. La vida eslo que al final todos tienen, hasta el díaen que se mueren. Es fácil.

Jade le dejó caer los ojos con

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aprobación. Debía de ser eso.—Sí. Es la vida —reivindicó la

berserker.Y en ese instante, el gancho que

cerraba el joyero se abrió, y la tapaderade madera se levantó con lentitud.

Los dos se asomaron para ver concuriosidad lo que había en el interior delcofre, y en ese momento, ¡fium! Una baladorada salió disparada para revolotearencima de sus cabezas, veloz, inquieta ysin dejar de mover unas espléndidasalas brillantes.

Jade y Thor no sabían ni qué decir.—Nunca había visto un hada... —

susurró Jade maravillada. Incluso en

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momentos como aquel había espaciopara la magia.

Era rubia con el pelo hacia arribacuyas puntas apuntaban a todas partes.Tenía reflejos platinos y blancos, y susojos alargados y grandes para su cara,sonreían con una candidez dorada quesobrecogía por su pureza. Era diminuta.No más grande que la mitad del meñiquede Jade.

Miró a una y a otroalternativamente, estudiándolos,acercándose a sus narices para despuésvolar alrededor de sus melenas.

—¡Me hace cosquillas! —exclamóJade con sorpresa.

— Eres un hada —Thor la saludó

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con una inclinación de cabeza—. Loskeltois veneramos a las faes. ¿Cómo tellamas?

La rubísima ninfa inclinó la cabezaa un lado como si fuera un animal,escuchando las palabras de aquelgigante. Y entonces aprovechando laestela dorada que creaba su vuelo,escribió su nombre para que quedarasuspendido en el aire, frente a ellos.

—¿Te llamas Aria? —dijo Jade.La guía asintió dando palmaditas.

Las hadas eran seres risueños y alegres.—Hola, Aria. Somos Thor —se

llevó la mano al pecho— y Jade.Aria les saludó alzando la mano y

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sonriendo sin mostrar los dientes.—Nos han dicho que nos vas a

llevar hasta el tesoro de Nerthus —Thorno quería perder el tiempo.

Ella afirmó repetidamente y,ansiosa, tiró del pelo de Jade, sin llegara hacerle daño.

—Sí. Sí. Te seguimos.Thor tomó en brazos a su cáraid.

El hada no sabía muy bien a quéatenerse. Nunca había visto guerreroscomo ellos. Pero su labor era llevarleshasta el tótem del que se hacía cargo.

Entonces, en menos de lo queduraba un parpadeo, salió disparadahacia el cielo, y se coló por uno

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delosclarosquecreaban las copas de lospinos. Algunos ardían, y otros caían alabismo de las grietas.

Thor se impulsó en los talones ysalió con la misma fuerza y velocidadque la que poseía el hada guía. Sinembargo, cuando llegó al cielo y miró alfrente, mientras seguía el vuelo de ladiminuta ninfa, comprendió cuán difíciliba a ser su empresa.

Muchos Nosferatus, la mayoríahumanos convertidos por los mordiscosde otros, permanecían en suspensión,esperando interceptar el vuelo privadode algún ricachón que tuvieraesperanzas de huir de la muerte. Y otros,optando por la vía más factible; devorara algún ave perdida en la migración.

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Con el cambio de clima, y el efecto queprovocaba el movimiento de las placasen los polos, todos los animales sedesorientaban. Y ahí estaban losesbirros de Loki para no dejar a ningunoen pie. Después de los humanos, sehabían encargado de los animales,creando un exterminio sin precedentes.

—Jade, agárrate bien —le pidióapretándola contra su cuerpo—. Esto nova a ser fácil.

Lo que los jotuns no sabían era que,aunque podían herirle, nunca, ni porasomo, podrían cazarle. No lopermitiría. Porque si el hada era rápida,él lo sería aún más. Y, ante todo, porquellevaba con él a la mujer de su vida, lamadre de su hija, y la persona que más

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quería. No se iba a arriesgar a que lehicieran daño.

Lo que les quedara de tiempo, lopasarían juntos. No cesaría hasta que laberserker le dijera que lo amaba, que seacordaba de lo que ambos sentíanestando juntos, y que era su cáraid, o sumann, lo que ella quisiera.

Thor no pensaba rendirse nidespedirse de ese mundo sin escuchar asu fiera decirle que su corazón era paraél.

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XVI

Asgard

Pocas veces salían las nornas deYggdrasil. Y cuando alguna vez lohicieron, siempre fue por fuerzasmayores. Pero era extraño que sepresentaran en los jardines del Palaciode Frigg.

Las tres mujeres, Urd, Verdandi ySkuld, tejedoras del destino, vestidas

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con túnicas negras cuyas capas cubríansus cabezas, reflejaban en sus rostros lacontradicción interna que vivían en esosmomentos. Y que ellas, que eran las quehilaban el telar, tuvieran esa expresiónno auguraba buenas nuevas.

Las susurrantes, como también eranconocidas, mantenían sus ojos negrosrepletos de profecía y adivinación fijosen Odín. Sus largas cabelleras rojasreposaban sobre sus hombros. Los ojosdel color carbón eran insondables yescondían dolorosas verdades. Sussienes y sus pómulos altos y estilizadosestaban recorridos por símbolosserigrafiados plateados grabados en supiel de alabastro. Eran las runas de laadivinación.

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Runas que ahora cambiaban y semoldeaban en sus rostros, como sijugaran a aparecer y a desaparecer.

El dios Aesir contempló elmovimiento de sus tatuajes y no le gustónada.

—¿Qué sucede, tejedoras?—Tenemos que hablar contigo,

Alfather y también con la Vanir.—¿Con Freyja?—Sí —contestó Verdandi, la norna

del presente—. Es urgente.—¿Qué ha pasado?—Lo verás tú mismo —dijo Skuld,

la norna del futuro que, en ocasiones,también actuaba y actuaría como

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valkyria en una hipotética batalla final—. Llámala, y ella vendrá — pidió.

Odín, nervioso, sin apartar el ojode la norna del futuro gritó:

—¡Freyja!Al instante, la intimidante diosa

Vanir se personó a su lado en un suspiro,apareciendo de repente, como le gustabaa los dioses.

Ella ya tenía preparada unarespuesta idónea y picante para Odín.Una insolente réplica de esas que lodejaban loco. Siempre debía hacer actode presencia cuando era requerida porel dios Aesir, aunque no pudiera oestuviera ocupada en ese momento. Yeso no le gustaba. Pero, al menos, no era

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la única. De hecho, todos en el panteóndebían obedecer a su llamada.

Sin embargo, Freyja se percató delopaco humor de las nornas y la seriedaden el rictus del Tuerto, y decidióahorrarse la puya, pues seguro que notenía cabida ya que, al parecer, no era elmomento ni el lugar.

—¿Qué hacéis vosotras aquí? —fue lo primero que dijo Freyja—.¿Acaso podéis abandonar el fresno ydejar el telar sin cuidado? Volved allí yponeos a tejer —ordenó irrespetuosa.

Las nornas la miraron como si ladegollaran con los ojos, aunque nocambiaron la expresión perenne y serenade sus rostros.

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—Podemos hacer muchas cosas,Vanir —contestó Verdandi—. Nonecesitamos vuestro permiso porquesomos independientes de los dioses yvuestros deseos o imperativos nos traensin cuidado.

—Ya, gracias por la aclaración.Por cierto, Odín. Ya no se puede vernada más desde tu trono. Es como sitodo se hubiera nublado —le informóFreyja.

—¿Qué dices, mujer? —su vozretumbó en todos los jardines—. Eso esimposible.

—No. No lo es —dijo Verdandicon gesto circunstancial.

—¿Se puede saber por qué vuestras

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runas aparecen y desaparecen? —Freyjaseñaló con el dedo sus xerografíascambiantes.

—Es por eso por lo que venimos.Por todo lo que está pasando. Serámejor que nos acompañéis —explicóVerdandi con seriedad—. Los dos.

Las nornas se esfumaron dejandouna estela de destellos brillantes en elaire. Odín y Freyja no tardaron enseguirlas.

Allí, bajo el fresno Yggdrasil, lastres hermanas, que decían que erandescendientes del gigante Norvi (aunquenadie lo sabía a ciencia cierta) de quientambién nació Nott, la noche, ubicaronsu residencia justo cuando fue mordida

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la primera manzana y el pecado asoló elAsgard afectado por las artimañas deLoki. Vivían cerca del manantial deUrdaborn, cuya agua sagrada brotaba deuna de las tres raíces que sostenía alenorme fresno. Las tres nornas, ademásde tejer el telar, se encargaban de regardiariamente las raíces de Yggdrasil parahacerlo incorruptible y cuidarlo de laamenaza persistente en la oscuridad delos reinos. Gracias a ese manantial, lapiel de las nornas era tan blanca y pura ycontenía tantas runas, ya que Urdabornposeía el don de la pureza y eraconsiderada la fuente del destino.

Los dioses solían reunirse allí,alrededor del manantial para iniciarreuniones y consejos de sabios.

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Pero en aquella reunión, soloasistirían ellas tres, y los dos diosesprincipales del Asgard.

El trío de sabias se plantaron anteel imponente árbol cuyas raícesbrillaban como las estrellas, y loobservaron apenadas.

—¿Qué sucede? —preguntó Freyja.—¿No lo veis? —dijo Verdandi

señalando las tres raíces del árbol,destinadas a enlazar los nueve reinos—.Queremos advertiros sobre el presentede Yggdrasil y de nuestro mundo. De loque sucede.

La diosa se acercó para observarmejor los imponentes raigambres delfresno. Ella no podía ver lo que las

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nornas.—¿Les pasa algo?—Nosotras os enseñaremos lo que

les pasa —aseguró Skuld, la norna delfuturo, y también valkyria.

La más menuda de las nornas secolocó en medio de los dioses, y posósus manos sobre sus respectivosantebrazos. Cerró los ojos, y les mostrólo que ellas veían.

Tres raíces sostenían a Yggdrasil ysu magnífico tronco. Una de ellasconectaba con Nifelheim, el reino de losmuertos y de los espectros, y de ellabrotaba agua que se oscurecía. Otra delas raíces de la cual brotaba humoconectaba con el Jotunheim, el Reino de

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los gigantes de hielo y de fuego. Y de latercera raíz, que era la de Urdaborn, yconectaba con el Midgard, emanabaagua rojiza.

Freyja se estremeció al ver almajestuoso Fresno afectado por lo queles sucedía a sus manantiales.

Odín, pesaroso, comprendió queYggdrasil empezaba a morir.

—Nuestro árbol conecta con todoslos reinos. Hasta entonces se mantuvofuerte y en equilibrio, pero hoy ya nopuede estarlo. El Nilfheim se ha abierto,el Jotunheim también, y el Midgard sufrelas terribles consecuencias de estardesprotegido —Verdandi les explicabatodo cuanto veían—. Las raíces se están

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consumiendo por el fuego del Jotunheim,la muerte vuela a sus anchas con Hela almando, y la Tierra muere bajo sumaltrato implacable.

—Si Yggdrasil prende en llamas,querrá decir que la Tierra habrádesaparecido —vaticinó Skuld—, Lokivencerá y los portales del Asgard seabrirán por completo, y quedaremos amerced de la oscuridad. Todo seacabará.

Skuld los soltó, y Freyja y Odíndejaron de ver lo que ellas veían. A susojos, Yggdrasil estaba bien y sano, peroaquella no era la realidad. Solo lasnornas, que tenían raíces y vínculos conel árbol sacro, podían ver lo que enrealidad sucedía.

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—¿Qué dice el futuro, Skuld? —preguntó Odín ansioso—. ¿Por quéhabéis dejado de tejer?

Las mujeres se miraron solemnes ylas tres caminaron hasta el telar deldestino, tan grande como grande era elárbol. Se decía que el tapiz se fundíacon la tierra de Yggdrasil para que semantuviera siempre verde y fresco ytambién alimentaba al caldero de lasalmas.

Las hebras de la trama del telareran de varios colores y parecíancuerdas. Su tono dependía siempre deltipo de suceso que acontecía, de si erapositivo o negativo, y de cómo era sunaturaleza. Física, mental, espiritual o

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emocional. La última parte del telar, quecontenía extensas tramas negrasentremezcladas, se había cortadoabruptamente.

—Ha sucedido algo —explicó Urd,la norna del pasado—. Estábamoscantando mientras tejíamos, comosiempre hacemos, siguiendo la eternaley del Universo, escuchando a Orlog,cuyas palabras no tienen ni principio nifin, pero entonces, los hilos del futuro sehan roto.

Skuld alzó la mano para mostrar elhilo negro que sujetaba. Las runas de sucara bailaron a través de sus mejillas yaparecieron y desaparecieron paramostrar otras diferentes.

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—Orlog ya no habla —sentencióVerdandi—. Ya no vemos el destino. Nosabemos qué es lo que va a suceder.Hemos dejado de tejer.

—¿El futuro ya no existe? ¿Eso meestáis diciendo? — indagó Freyjasobrepasada.

—El futuro existirá siempre —replicó Skuld—. Pero ya no lo vemos.

—¿Y cómo puede ser eso?Urd miró el telar compasiva y

después acarició la parte que ella habíatejido.

—¿Cómo puede ser? —repitió—.¿Y tú osas preguntarlo? Vosotroscambiasteis el pasado con vuestras

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intervenciones. Y al modificar elpasado, hicisteis lo mismo con elpresente y el futuro. Tal vez, hayasucedido algo en el Midgard. Un sucesocon el que no contábamos y quedesconocíais. Puede que inclusoestuviera oculto a los ojos de Orlog.

—No hay nada oculto para Orlog—protestó Odín—. Él es Ley en elUniverso.

—Pues lo habrá —sentenció Skuld—. Algo oculto habrá. Nuestro telar seha roto en medio de un hilo negro ydestructivo. Yggdrasil se consume. OOrlog también perece, cosa imposiblepues es eterno, o hay una variante con laque no contaba. O puede que el Midgardya no tenga futuro posible. Lo que está

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claro —canturreó— es que ya no vemosel futuro —asumió Skuld—. Nosabemos qué va a pasar.

—¡Entonces! —exclamó Freyja—.¿¡Ya no hay telar!? ¡¿Qué broma esesta?! ¡¿Y ahora qué?!

—Ahora —contestó Odínextrañamente tranquilo—, tendremosque conformarnos con esperar y ver losacontecimientos.

—Si Yggdrasil continúaconsumiéndose —señaló Freyja—, todolo que haya en el Asgard, todo,empezará a perecer. Este árbol es comoun fusible para la energía de nuestroreino. ¡No podremos hacer uso de lasventanas a los nueve mundos! ¡Ni

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siquiera tu trono funciona! —Freyja sepasó la mano por la nuca, nerviosa porel transcurso de los acontecimientos—.Estamos completamente a ciegas.

—O puede que no —dijo Verdandi.—No lo estarás —dijo Skuld.Los dos dioses atendieron con

interés las palabras de las nornas delpresente y del futuro. Pero entonceshabló la del pasado.

—Orlog no pudo ver nada más y eltelar se rompió. Más, no todo estáperdido. Hay un lugar que no se inmutócon la contaminación de Yggdrasil —informó la norna dibujando una sonrisade satisfacción—. Y a ese lugar yafuiste, Alfather. Pasó hace mucho

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tiempo.Por supuesto, Odín sabía de qué

lugar hablaba. Y hacía mucho que no lohabía vuelto a pisar.

—Por dos veces lo usaste —lanorna levantó dos dedos de sus manos.

—¿Habrá una tercera? —sepreguntó Skuld tocándose las runascambiantes de sus mejillas—. En sufuente él no estará, pues los gigantes selo han llevado al Midgard, para queadivine el porvenir.

Odín se quedó pensativo,valorando aquella opción.

—Si insinúas lo que creo, larespuesta es negativa. No podemos

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viajar. Las puertas del Asgard estántodas cerradas. No podemos salir deaquí hasta que alguien las abra —dijoOdín—. ¿Cómo voy a acceder a lafuente de Mímir?

—Puede que vosotros no podáishacerlo. Pero nosotras sí. No nosregimos por nada ni por nadie, nomandan en nosotras los dioses, somosdescendientes de Nutt y sangre de lasangre del Destino. Sin embargo,podemos acercarte el agua del manantial—sugirió Skuld— y dártelo a beber. Siel dios no va a la fuente, la fuente irá aldios.

—Eso sí, Odín —advirtió Verdandi—. No podrás preguntar por nada futuro,ni tampoco por nada pasado. Orlog ya

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no habla, recuérdalo. Mímir no te va apedir nada a cambio porque él ya noestá. Pero existe el presente. Puedesbeber para verlo y comprender quésucede y qué se os escapa.

—Pues yo también quiero —dijoFreyja cruzándose de brazos—. Yotambién quiero beber para que se merevele el presente. Tres ojos ven másque uno.

—¿Cómo conseguiréis el agua delmanantial? —preguntó Odín pasando dela puñalada de Freyja.

Las tres nornas sonrieron. Skuldagarró un trozo del telar y lo cortó enpedazos. Mientras tanto, Urd y Verdandiapoyaron las palmas de sus manos en la

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gruesa raíz de la que salía humoconstante, y cantaron una canción queinvocaba al agua del interior del árbol,que, lentamente, se humedeció, y creó uncharco donde nacía el arraigo con latierra.

Ahí, Skuld hundió el paño del telarque había cortado, y lo remojó en elcharco. Cuando estuvo empapado, lespidió a los dos dioses que se sentaranfrente a ella.

Odín y Freyja lo hicieron sinpreguntas ni recelos.

—Esto que os daré de beber y quetengo en mis manos, es agua de la fuentede la sabiduría. Ahora que su guardián,Mímir, ya no la custodia, es momento de

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beber de ella. Absorbedla con respeto ypermitid que os revele lo que queréisver.

—Mira qué bien, Odin —dijo deforma melosa Freyja—. Esta vez notendrás que dar nada a cambio parahacer de las tuyas. Tu único ojo está asalvo. Nadie te lo va a pedir.

Él gruñó y le echó una miradaperdona vidas.

—Tú tampoco tendrás que ponertede rodillas. Aunque ya sabemos todoscuánto te gusta —su ceja rubia, la delparche, se alzó con insolencia.

Freyja se echó a reír en su cara.—Abrid la boca —les interrumpió

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Skuld—. ¿A qué pregunta queréis que osresponda el agua del manantial deMímir?

Freyja permitió que fuera él quienla planteara.

—Queremos ver qué es lo que haalterado el futuro para romper el telar.

—De acuerdo. Relajaos y abrid lamente.

Skuld amarró el paño con las dosmanos, y lo amasó, retorciéndolo poco apoco y permitiendo que el chorro deagua cayera mitad en la boca de Odín ymitad en la de Freyja.

El líquido era delicioso, estabamuy frío aunque tenía un ligero sabor

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final a ahumado. Pero a ninguno leimportó.

Lo que querían era ver lo que ya nopodían ver. Y entender qué se les habíapasado por alto después de poner tantasfichas en juego y prever tantas variantes.

Y entonces, la visión se les abrióante sus ojos, y de repente, estaban ahí,en el Midgard, sobrevolando uncontinente junto a un vanirio y unaberserker.

Freyja tomó aire al reconocer alguerrero y a la chica. Pero lo perdió degolpe cuando comprobó que estabansiguiendo a una handbök, las guíasaladas que eran como brújulas y quellevaban hasta un objeto de valor oculto

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por los dioses. Usadas sobre todo en elValhalla, en el Torneo, la noche quecelebraban el destierro del Trickster.Ella había usado una para que Daimhinencontrara el diario de Bryn. Se llamabaElectra y, de hecho, era la misma queOdín utilizó para ocultar el tótem deBalder. Y ninguno de los dos supo de laartimaña del otro, hasta que tuvieron queponerse manos a la obra en el Midgard ylos protagonistas desarrollarancorrectamente su papel.

Pero, entonces, estaba convencidade que solo había esa handbök en elMidgard. Sin embargo, sus ojos lemostraban la existencia de otra más, depelo rubio y corto, una de las másveloces, destinada a encontrar solo un

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tótem. Uno. ¿De qué se trataba?Como fuera, sobrevolaban lo que

era o había sido Dinamarca, esquivandocomo podían a una horda de vampirosrecién convertidos que no tenían controlsobre sí mismos. Y evitando el roce delos espectros de la muerte de Hela.

Si veían eso era porque estabandirectamente relacionados con la roturadel hilo del futuro. ¿Acaso la enigmáticafunción de Thor y Jade lo habíacambiado todo? Y en caso de que esofuera así, ¿sería para bien o para mal?Porque, sucedía a veces que una cartamal puesta podía hacer caer toda unatorre de naipes.

Cuando pudieron salir de su visión,

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se encontraron a las nornas mirándolosatentamente, encima de ellos,analizándolos como si estuvierandiseccionando a un animal. Tenían tantacuriosidad como ellos ahora que ya nopodían ver nada más allá del Asgard.

—¿Y bien? —preguntó Verdandisin parpadear—. ¿Qué está sucediendo?

Freyja se incorporó aún mareadapor la fuerza de la visión, paladeando elregusto final del agua. Se recolocó bienlas protecciones metálicas de lasmuñequeras y enfrentó a Odín, que sehabía levantado como ella.

—¿La has dejado tú? —¿Yo?—Sí. A la handbök, Tuerto. ¿Has

sido tú?

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—Te iba a preguntar lo mismo —contestó perplejo—. ¿Acaso no es obratuya?

—¿Mía? —se señaló el centro delpecho—. Tú ya viste lo que hice.Escondí el libro para que Electra lesguiara en su búsqueda.

—Yo tampoco he sido. Lo que hicetambién lo sabes. Legué a As la potestadsobre mi hijo Balder, y le pedí quetuviera a buen recaudo el cofre.

—Pues si no has sido tú y no hesido yo, ¿quién demonios ha sido? ¿Yqué se supone que está buscando el hadaguía? Los lleva hasta un Tótem. ¿Dequién?

Odín se acarició la barba rubia y

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después hizo una mueca dedesconocimiento absoluto.

Las nornas se dieron la vuelta parahablar entre ellas.

—¡¿Qué cuchicheáis?! —preguntóFreyja histérica. Odiaba que las cosasse le escaparan de los dedos, tanto comolo odiaba Odín.

Entonces, Skuld se dio la vuelta yalzó la mano para que tomara silencio.

—Se nos ocurre que el futuro ya noestará escrito más. Que todo dependeráde lo que suceda abajo, y que ninguno denosotros regirá el movimiento de laspiezas.Ni siquiera vosotros.

—Nosotros nunca les hemos

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ordenado nada. En todo caso, hemosorientado sus pasos pero no susdecisiones —aclaró Odín—. Essorprendente ver a Jade y a Thor juntosotra vez. No entendemos cómo hapodido ocurrir.

—No contábamos con eso... —asumió la Vanir—. Pero tampococomprendemos cómo había una handbökmás en el Midgard, y cómo ni siquieraOdín la alertó mientras observaba losnueve mundos sentado complacido en sutrono.

—Tampoco veis lo que hace labarda en el interior de la hule —dejóentrever Verdandi—. Esas cuevas sonescapes terrenales, pequeños refugiosmágicos que crearon los huldre y los

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huldre elver. La magia de los elfos delmundo medio siempre fue complicadade desentramar, ya que lo que ellosocultan nunca se revela. Se escapa aojos del tiempo y del espacio. La únicaque los entiende y los sabe usar en suprovecho es Nerthus.

Freyja clavó los ojos plateados enVerdandi, y la estudió con atención.Tenía razón. Su madre era la diosaMadre de la Tierra. La única queconocía todos sus entresijos. Pero,¿sería capaz su madre de interceder enel destino de aquel modo?

Ella era la única diosa que recorríael destrozado Midgard, la única querepresentaba al panteón Vanir y Aesir.Más al Vanir, obvio. Como diosa era la

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única que tenía acceso al museo detótems del Alfheim, que protegían loselfos de la luz con tanto celo.

—Se nos ocurre —continuó Skuld— que hay que pedir a los elfos de laluz que revisen la sala de los tótems ynos digan si falta alguno. Si sentimos laausencia de uno, será ese el que esté enel Midgard. No nos equivocaremos.

—Tú privaste a mi madre de susobjetos de poder cuando la desterrasteal Midgard —acusó Freyja a Odínfieramente—. ¿Qué tótem puede tenerella en sus manos? ¡Solo permitiste quebajara con su carro!

—¿Sigues enfadada por eso?Sucedió hace eones. Además, tu madre

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es feliz con la veneración que le ofrecenlos humanos. Le encanta que la halaguen.

Un músculo palpitó en la mejilla deFreyja y sus colmillos explotaron en suboca.

—Tienes razón —le dijo sibilante—. Mi madre es demasiado Reina paracompartir panteones con insípidas comotu mujer, o como Idúnn, o como muchasmás... Una Reina auténtica solo puedesentarse en un trono. Y aquí habíandemasiados culos que sentar.

Odín sonrió ante la ocurrencia.—Freyja... Y tú heredaste sus

malas pulgas.—Mira, Saurum, alias «el ojo que

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todo lo ve», si mi madre tiene algo quever con la rotura de los hilos del telardel futuro, y si su hipotéticaparticipación nos ayuda, tendrás quepedirle perdón delante de todos pordesterrarla. Porque ella nos habrásalvado el trasero.

Odín se colocó con los brazos enjarra. No iba a pedir perdón jamás,porque sus decisiones siempre eranjustas y acertadas.

—¡Lidam!¡Plas!Un elfo altísimo de pelo rubio y

ojos oscuros se personificó ante losdioses y las nornas.

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—Alfather —lo saludó coneducación.

Lidam era el principal custodio delmuseo de armas y tótems divinos.También era un excelente arquero comotodos los elfos, y además, un óptimonegociador. Sus hebras rubias eran lisas,su melena recta y con flequillo recto.Entre su larga melena se asomaban susorejas puntiagudas, adornadas con arosdorados. Vestía con un pantalón ajustadode piel, botas altas y un protector depecho a modo de escudo, de metal y decolor dorado.

—Lidam —le pidió Odín—.Quiero que revises, por favor, laarmería de tótems y me digas si echáisen falta alguno.

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—Sí, inmediatamente —asintió elelfo—. ¿Tendré el gusto de que meacompañes, Reina?

Odín arqueó las cejas y miró aFreyja, que sonreía al adorable elfo. LosAlfheim sentían especial adoración porla diosa Vanir. Odín no podía con ello.

—Por supuesto que sí —contestóFreyja tomándolo del brazo.

—Iremos los dos —dejó claroOdín ante aquel desplante.

—Obvio, Alfather. La invitaciónera extendida también para ti.

—Ya, seguro —murmuró Odíndesconfiado—. Vamos.

Sin más, desaparecieron ante la

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instigadora mirada de las tres nornas deldestino, que se quedaron haciendoconjeturas sobre el porvenir, ya que nopodían verlo más.

Midgard

Visto desde el cielo, Dinamarca eracomo la cáscara de un huevo roto,repartida en mil pedazos. En sus trozosdescompuestos ya no existía vida, solomuertes y soledad. Era como si ya no

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existieran fronteras, ya que losterritorios se habían dividido productosde las grietas, y se mezclaban con otrospedazos de lo que habían sido Suecia yAlemania. Allí ya no habíandelimitaciones. Desde el cielo, eracomo una maldita sopa caliente, repletade tropezones de todo tipo. Un caldo decultivo apto solo para los que notuvieran estómago.

A Thor le dolía ver cómo una tierratan mágica y hermosa, blanca por sunieve, azul por sus mares y verde porsus bosques, cómo de un jardín tangrande y sobrecogedor como había sidoaquel, ya no quedaba nada. Allí, norestaba un solo pensamiento humano enpie. Los habían matado a todos, y los

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que sobrevivían, lo hacían malheridos,idos por completo en las lagunas deldolor y la incoherencia, sabedores de lamuerte que iba a llegar.

El fuego apuraba y comía lo que lequedaba por consumir. Eran las llamasdel Infierno.

Y en todo infierno jugaban baza losdemonios más inverosímiles. Las llamasiluminaban las nubes apocalípticas yteñían todo de un color fúnebre ysangriento. En aquel averno, losdemonios les olían, les querían coger.Los vampiros intentaban ser tan velocescomo Thor, pero no alcanzaban nisiquiera a mirarlo a los ojos. Intuían quepasaba a su alrededor, disparado comouna bala. Pero al ser neófitos la gran

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mayoría, no tenían las habilidadespropias de un nosferatu de Lokicompletamente desarrolladas. Y eso lousaba Thor en su favor, cargando conJade, volando tan rápido como susfuerzas le permitían, siguiendo de cercaa Aria, que ni una sola vez había miradohacia atrás para asegurarse de si leseguían el ritmo o no.

Y no sabía cuánto tardarían enllegar hasta el escondite donde estuvierael tesoro, pero deseaba que fuera loantes posible. Que, a poder ser, noestuviera demasiado lejos.

El hada, entonces, cambió sutrayectoria y bajó en picado, con elcuerpo postrado como una flecha, comosi hubiera detectado ese lugar.

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—Thor —Jade tiró de su camisetay señaló un punto en el horizonte, en elmar.

Él desvió la mirada solo para otearque, sobre el mar bravo que eraacariciado por descargas eléctricas deltormentoso cielo, se creaba una olagigantesca. Tan grande que sumiríacientos de miles de kilómetros del Nortede Europa bajo el mar y tragaría toda latierra que quedaba firme.

Avanzaba a gran velocidad y dabamiedo solo de contemplarla. ¿Cómoiban a llegar a ese sitio y encontrar eltesoro si el agua les iba a engullir?

—¡Joder! ¡Hay que darse prisa! —gritó Thor alcanzando a Aria.

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La diminuta hada tenía los ojosdorados fijos en un islote que conteníaun castillo en su superficie, uno queluchaba por mantenerse en pie, con ladignidad de los monumentos que habíanvisto pasar el tiempo y habían aprendidode cada batalla. De esa no se libraría.Nadie se libraría.

Aria volaba como una rayo hacia laporción de tierra donde estaba elcastillo.

—¡Debe de ser ahí! —gritó Jadeseñalando la fortaleza de piedra.

Pero a Thor le preocupaba mássalir airoso de la ola que se les echabaencima. No se imaginaba cómo iban ahuir de eso.

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El hada se internó por la torre delcastillo, por una de las ventanas y antesde que Thor fuera a hacer lo mismo, élsintió un pinchazo terrible en el gemelo.

Se miró la pierna extrañado puesno imaginaba qué podría haberlealcanzado, y entonces se encontró conuna especie de brazalete en forma deserpiente dorada, incrustada en elgemelo y rodeándole la parte inferior dela rodilla. La serpiente dorada de ojosrojos y metálica, insertó los colmillos ensu carne. Thor hizo un barrido en buscadel origen de aquel instrumento, y fueentonces cuando divisó a un elfo oscuro.

Los conocía. Los había leído en lamente de Daimhin y Carrick y sabíacuáles eran sus armas y qué provocaban.

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Estaba jodido.—¡Thor! —gritó Jade—. ¡Date

prisa!La ola los iba a tragar. Arrasaba

con todo.Pero Thor hizo un último esfuerzo y

se internó en el castillo, pese al intensodolor y a la quemazón. Bajo tierra, bajoel suelo y las plantas de aquel fortín,todo estaba oscuro. Por eso seguía aduras penas la luminiscencia queirradiaba de Aria.

Recorrieron pasillos subterráneos,escondrijos, laberintos secretosubicados en las entrañas de la tierra, ydespués se hizo el vacío.

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Un silencio desolador. Que fueseguido por el duro impacto de suscuerpos contra el suelo duro de dondefuera que estuvieran.

¿Habían conseguido dejar atrás eltsunami? ¿Podía ser?

La luz de Aria y su aleteo rondabapor encima de sus cabezas, señalandoemocionada un lugar de la cueva que susojos desacostumbrados a tanta penumbrano veían.

—¿Thor?Sintió las manos de Jade sobre sus

mejillas.—¿Estás bien? Algo te pasa —dijo

apresurándose a palparlo—. Algo te ha

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alcanzado. Lo puedo sentir.—Es un maldito brazalete de los

elfos oscuros —explicó él—. Su venenoes...

—Chist, tranquilo, te pondrásbien... Te daré de beber...

—¿Una serpiente de los Svartálfar?—dijo otra voz ronca y femenina que noconocían.

Jade se puso en guardia. Estabaharta de tantas sorpresas. Después deentrecerrar los ojos, vislumbró al frenteuna mujer de orejas puntiagudas, pelonegro y lacio y ojos rosados, sentadasobre lo que parecía ser un féretro depiedra que se alzaba sobre una balsa deagua. Se miraba las uñas desinteresadas

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y sonreía como si nada le importara.Era muy hermosa a la par que

inquietante. Vestía de negro pero tenía elpecho cubierto por una armadurametálica de formas tribales y de ororosa.

—Pues entonces sí, no muerto —aseguró ella dando un saltito y tocandocon los pies el agua, la cual empezó ahacer ondas alrededor. La balsa era másgrande de lo que se imaginaban. Seacercó a ellos andando con aplomo y seacuclilló para revisar la herida delgemelo de Thor—. Estás jodido.

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XVII

Dinamarca

—¿Quién eres? —le preguntó Jade—. ¿Qué haces? ¡No le toques! —abofeteó su mano.

La chica se quedó muy seria alrecibir esa advertencia. Se acercó aJade, la estudió como si fuera algo muyraro y dijo:

—No me gusta cómo hueles.

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—No es nada educado eso quedices.

La joven ni siquiera se esforzó enparecer ofendida.

—Nos manda Nerthus —informó laberserker sin dejar de mantener contactocon el cuerpo de Thor, que empezaba aenfriarse.

—Sí. Me lo he imaginado cuandola handbök ha entrado aquí a todavelocidad. Es la primera que veo en mivida —señaló ella.

Aria volaba en círculos sobre elféretro de piedra del centro de la balsa.Se suponía que el objeto estaba ahí. ¿Osería ese el objeto?

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—¿Cómo te llamas? —preguntóJade.

La chica de orejas puntiagudaslevantó la barbilla con altanería y antesde contestar dijo:

—En serio. Hueles a perro. ¿Porqué hueles así?

—Eres muy maleducada —lacensuró Jade—. Una... —intentóadivinar lo que era—. Una... elfo muyrepelente.

—No soy un elfo —negó ella—.Ninguno de los que estamos aquí losomos.

¡Lo que le faltaba! Otra quehablaba sola. Allí no había nadie.

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—¿A cuántas piedras le hasdibujado caras?

—¿Qué dices? —espetó la de ojosrosas sin comprender—. No necesitopintar caras a las piedras. Mostraos —ordenó repentinamente. No le hizo faltaalzar la voz.

Una centena de seres como ellaaparecieron rodeando la tumba depiedra. Tenían estructura ósea humana,excepto por las orejas y esos ojos tangrandes y de esos colores tan extraños...Eran altos, y esbeltos. Y vestían todosde negro.

Las chicas con ese mono de cuerpoentero holgado, tan largo y ancho porabajo que no se les veían los pies. Y los

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chicos con pantalones, botas altas ycamiseta negra. Ambos cubrían sustorsos con una armadura de metal quesimulaba el oro rosa. Eran bellos,demasiado atractivos, a pesar deaquellas orejitas en forma de navaja.

—Mi nombre es Serennia, hija deTasis, la primera dödskamp, y deNaimé, el primer huldre elver. Todos —extendió el brazo para abarcar a losdemás—, somos sus hijos.

—Es una híbrida entre elfo yagonía. Nerthus los tiene aquíencerrados porque son extremadamentepoderosos y — musitó Thor mirándolaprofundamente, leyendo suspensamientos—. Porque al nacer, hanroto las leyes del equilibrio.

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Serennia aleteó las pestañas consorpresa. Volcando sus intensos ojos enlos de Thor, gesto que molestó mucho aJade.

—¿Eres un lector de almas? —quiso saber Serennia.

—Sí —musitó Jade—. Un lectorMp3, JPG, MOV, PNG... Lo lee todo.Incluso mentes tan estiradas como latuya.

Thor cogió una bocanada de aire ysin acobardarse prosiguió:

—Os oigo a la perfección. Estáishartos de estar encerrados, y no veíais lahora de que alguien entrara en vuestrahule, tomara el tótem de Nerthus y os

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liberara. Nerthus os encerró aquí porqueérais producto de un desacato directo asu Ley. Los huldre elver y las dödskampno se pueden ni ver, se odian. Los elfospuros os temen, y ni siquiera os puedenmirar a los ojos. Pero vosotros soisproducto del amor de una pareja así.Nerthus hizo desaparecer a vuestrospadres y decidió esconderos para quenadie supiera de vuestra existencia. Peroen vez de mataros, os perdonó la vida yos utilizó para sus intereses a cambio deque prometiérais fidelidad a aquellosque un día llegaran a vuestro escondrijoy alzaran el tótem entre sus manos.

Serennia arqueó su ceja negra ysonrió con desdén.

—Eres muy listo, guerrero —dijo

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con un tono engolosinador, acariciandosu duro muslo con sus dedos.

Su voz se tornó melosa hasta elpunto que sedujo a un mermadísimoThor, y al mismo tiempo, calentó a Jade,que no entendía cómo reaccionaba deese modo a la voz de una mujer.

—Es hija de una dödskamp, unaAgonía. Son dísir de la seducción —latranquilizó el vanirio resistiendo a susencantos al tiempo que luchaba contra eldolor y el veneno de la serpiente delSvartálfar—. Vuelven locos a loshombres. Las Agonías puras lo hacen demanera innata, es su manera de obtenerenergía. Estos pueden hacerlo avoluntad. Al tener sangre de elfo,pueden controlar su poder, o incluso, en

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caso de usarlo, pueden magnificarlotodavía más.

—Síp. No hay secreto para ti, ¿eh?Me aburres —reconoció Serennia sinmás—. Una pena que te estés muriendo— resolvió sin darle demasiadaimportancia—. ¿Y tú, ojitos verdes? —se dirigió a Jade. Sus pupilas seagrandaron y el brillo rosa de su miradase pronunció hasta embrujar porcompleto a Jade. Sin dejar de tocar aThor, alzó la otra mano, acuclillada anteellos, y la posó sobre la mejilla de lahermosa guerrera morena—. ¿Qué medices tú? A pesar de tu olor... ¿Tegustaría que te mostrara el gusto de sertocada por una mujer Alfkamp?

En ese instante un estruendo

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atronador reverberó en las paredes deaquella gruta tan poco iluminada. Lasorpresa hizo que Jade dejara de prestaratención a Serennia.

—¡Ups! —exclamó la Alfkamp—.Ahora mismo esta parte del mundo estábajo el agua. Una ola enorme la haengullido. Nos hundimos... —se echó areír.

Jade no la escuchó. Se esforzó poracostumbrarse a la poca claridad yadvirtió que la gruta no era nadaestrecha. Tenía como techo una cúpulaovalada de piedra maciza con unaabertura natural en el centro, a través delcual se asomaba la luna. Una luna clara,nítida y enorme, a punto de ser plena. Yno lo comprendió. Porque en el exterior,

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la luna no se veía.—Son los dones de los elfos.

Pueden ver lo que ellos quieran. Este esun espacio que responde solo a susleyes. Es como la hule de Fulla —susurró Thor.

Pero la berserker no oía nada. Sequedó prendida de la sobrecogedoraluna sobre ellos. La cabeza de Jade seinclinó a un lado, como la movería unanimal, hechizada por completo por laluz plateada que irradiaba la Reina de lanoche. Se hubiera quedado mirándoladurante horas. Una extraña sensación labañó de arriba abajo, calentando sucuerpo en oleadas.

Cerró los ojos para recordar...

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—Ah, no... —dijo la elfoapartándose de ella—. No, no, no... —negó repetidamente sin dejar de mirar aJade—. ¿Eres un lobo? Tengo pavor alos lobos.

Jade entonces reaccionó a todaprisa, agarró a la chica por la muñeca ytiró de ella hasta enseñarle de nuevo loscolmillos. Ignoraba cuántas veces habíahecho ese gesto desde que Thor laencontró.

—Escúchame bien, niñata —unrugido salió del interior de la garganta—. Acaban de herir a mi compañero conuna serpiente de los elfos oscuros. Nopuedo sanarlo completamente con misangre. Tiene que eliminar el veneno.Me da igual qué mierda seas, pero no te

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vas a ir de aquí sin antes ayudarlo.Tendrás sangre de Agonía, pero tambiénla tienes de elfo. Vosotros conocéismiles de remedios. Sois sanadores.

—No... no me toques —susurróaterrada.

—Y tanto que te tocaré —leadvirtió dejando que sus ojos setornaran amarillos—. Como no lo salvesahora mismo te perseguiré toda tu vida.Los lobos somos obsesivos y de ideasfijas.

—Solo podemos obedecer al quetome el tótem entre sus manos. Es unaorden directa de Nerthus, un hechizo quenos lanzó para asegurarse de que nointercederíamos en ningún asunto del

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Midgard ni usáramos nuestros poderesen el exterior. Ni siquiera puedo usarloscontra ti todavía, y eso que meencantaría estamparte contra la pared.

Jade le apretó con más fuerza lamuñeca.

—¿Si cojo el tótem, haréis todo loque digamos?

—Os seguiremos adonde sea.Dimos nuestra palabra. Y nuestrapalabra es Ley.

—Jade —Thor le habló desde elsuelo—. Ayúdame a levantarme yllévame hasta la tumba de piedra. Dateprisa — le ordenó—, siento cómo elveneno quema mis músculos y anula mimovilidad.

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La berserker soltó a Serennia demala gana y se volcó en Thor, al queobedeció inmediatamente. Pasó sumusculoso brazo por encima de suhombro y lo levantó para guiarlo,arrastrando los pies frente a la sepulturarectangular y rocosa que estaba rodeadade agua. No podía dar ni un paso más.

—¿De quién es esta tumba? ¿Porqué se guarda el tótem aquí?

Thor se apoyó en la parte superiory pasó las manos para limpiar el polvoacomodado de hacía tanto tiempo quenadie se había molestado en contar díasni años ni siglos, y más teniendo encuenta lo diferente que era el paso delos segundos en una hule.

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Aria revoloteó entre los dedos deThor, dándole luz para que pudierapasar las yemas por las inscripcionesrúnicas escritas en futhark antiguo sobrela sepultura. Era la lengua de los dioses.Y tanto Thor como Jade la habíanaprendido junto a los suyos, en otraépoca.

Thor se alejó del dolor de sucuerpo y de su pierna, aislándose comopudo, y escuchó todos los pensamientosde los Alfkamp, que silenciosamente, ledecían lo que necesitaba saber.

—Bajo los cimientos de estecastillo, se esconde la tumba real de unjefe vikingo enterrado en su drakkar —leyó las inscripciones, soportando unnuevo aguijonazo de dolor—. Fue un

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guerrero por el que Nerthus sintió ungran aprecio. Un humano. Era bravo yvaliente. No le temía a nada. Era ungauta, confundido con los jotuns —murmuró Thor—. Él... él... ofreció suReino y a sí mismo al Rey de Dinamarcaa cambio de que los daneses lesprotegieran del ataque del Rey Alrik...El nombre del jefe vikingo es...Gestumblindi.

Thor estuvo a punto de desfallecer,pero Jade lo sostuvo entre sus brazos,pidiéndole que continuara.

—Thor —se acongojó asustada—.Por favor, por favor...

—Lee —le pidió el vaniriocerrando los ojos, apoyándose en su

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hombro—. Lee tú. Ya no veo.Ella intentó mantener la calma.

¿Thor no veía? No podía ser...—Bajo Ladbyskibet se guarda el

cuerpo del vikingo que amé —leyó Jadeen futhark frunciendo el ceño—. ¿Quéfue lo que entregó al Rey Alrik?

—Ya lo has dicho —dijo ellaobservando a Thor—. Su... —No es sureino —le cortó Thor—. No es su reino.

—¿Por qué no?—Porque cuando un hombre se

entrega a sí mismo y a su reino enbeneficio de los demás, entrega algomás que propiedades. Se libera de algoque le impide hacer lo mejor —sin aire

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ya para respirar, Thor pronunció suconclusión mientras caíaalsuelo—: seliberó del orgullo. Es... el orgullo.

El vanirio se desplomó sobre elsuelo, y el agua que lo cubría salpicópor todas partes.

Los elfos se quedaronsobrecogidos al contemplar cómo latumba de piedra se abría por arte demagia, y una increíble luz blancaemergió entre la rendija que cada vez sehacía más grande, alumbrando toda lagruta.

Cuando la pesada piedra se abriópor completo, emergió un casco de oro,levitando, cuyos laterales estabandecorados con piedras rojizas

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incrustadas, dos cuernos corvos alfrente, y una cresta de pelo de colorgranate, recta y alta, como la de un punk.

Brillaba de un modo divino yespecial, como lo hacía todo aquellotocado por la magia.

Cuando Jade lo apresó entre susmanos, leyó en el interior otrainscripción que rezaba que todo aquelque llevara el casco, sería inmune a losataques de sus enemigos.

«Soy invulnerable». Así decía elcasco.

Inmune, pensó Jade para sí misma.—De acuerdo —dijo Serennia. Se

hallaba a sus espaldas, mirándola con

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aprobación. Se había movido tan rápidoque ni la habían advertido—. Si sois loselegidos, nos rendimos a vosotros.Estamos a vuestra disposición.

La joven elfa de ojos rosas, clavóuna rodilla en el suelo y bajó la cabezaen señal de entrega y sumisión. El restode Alfkamps a sus espaldas, hicieron lomismo, jurando protegerles yacompañarles donde fuera que fuesen.

Jade dejó el casco dentro delféretro, en el que descansaban loshuesos de Gestumblindi, y después leordenó con voz letal.

—Entonces, sanad a mi mann ahoramismo.

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Instantes después

Cuando él se despertó, lo hizosintiéndose renovado. De maravilla.Como si nunca le hubieran alcanzadocon un brazalete de los Svartálfar. No seimaginaba cuán dolorosa era sumordedura, ni cómo quemaba poco apoco cada músculo y órgano vital,menguando a su víctima.

Era un arma espeluznante. Oscura ydemoledora como sus propietarios.

No obstante, el dolor era pasado.Una nueva energía le había poseído. Seencontraba poderoso y capaz.

Abrió los ojos, solo para verse

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sobre un lecho de musgo y hiedra. En elgemelo había la hoja de una planta verdeque no supo reconocer y que seenrollaba alrededor de su espinilla. Yolía muy fuerte, a un ungüento poderosode esencias extremadamente potentes.

Se centró en las mentes quecompartían espacio con él, y entoncesdetectó a una, muy cercana. De hecho,estaba de pie, apoyada a su derecha, conlos brazos cruzados y los ojos rosascolmados de paciencia. Era Serennia.

Thor se incorporó para quedarsesentado sobre el lecho, con las piernascolgando, mirando a la Alfkamp con lamisma atención que ella lo hacía.

—¿Cómo te encuentras?

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—Muy bien. Gracias —contestóThor levantándose por completo—.¿Qué me habéis dado? —hizo crujir sucuello a un lado.

—Te hemos dado agárico. Esnuestra planta sanadora. —Sanadora,alucinógena y... ¿algo más? —Thor oíalo que no le decía.

Serennia se mordió el interior de lacomisura del labio, estudiándolo comosi fuera una criatura extraña.

—Debe ser desesperante estar conalguien como tú.

Thor se encogió de hombros y alzósus labios en una sonrisa despectiva.

—Hay cosas peores, créeme. ¿Jade

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se encuentra en el féretro? —preguntósin más.

—Ya lo sabes. Tienes que oírla,¿no?

—¿Y hace eso que no mecontestes?

Serennia volteó los ojos.—Sí. No se ha movido de ahí.—¿Sabíais que la tumba que

guardábais escondía un casco?Serennia negó con la cabeza,

mientras continuaba analizando susmovimientos, sin despegarse de lapared, como si fuera una estatua.

—Nerthus es nuestra diosa, nonuestra confidente.

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—Ya veo —miró la sala en la quese encontraban. Tenía letras élficas enlas paredes circulares—. ¿Habéisvivido siempre aquí?

—Desde que nos encerró, sí.—Ha tenido que ser duro... —

murmuró probando a andar con su piernamala. Cuando descubrió que estabatotalmente recuperado, dio cuatrovueltas alrededor, a toda velocidad,levantando una buena ventolada, quedespeinó ligeramente a la híbrida.

—Vaya... Eso ha estado bien. Eresrápido.

—Sí. Lo soy —el agárico lo hacíasentirse fuerte y seguro, aunque esaseran cualidades de las que nunca

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careció.—¿A qué te refieres con que ha

tenido que ser duro? —A serconsiderados bichos raros.

—Deja de leerme la mente.—No lo digo por lo que dice tu

cabeza. Sino por lo que hablan tus ojostristes.

Eso la dejó sin habla, pero serecuperó rápidamente.

—Como sea. Es la única vida queconocemos —se retiró el pelo de lacara, a la defensiva—. No sabemos sihay algo mejor. Por tanto, ¿cómopodemos echar de menos algo que nohemos conocido?

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Esas palabras removieron algo ensu interior porque le hizo pensar en suhija Aileen, a la que no podía echar demenos porque no la recordaba. Sinembargo, sí encontraba a faltar algo.Había un vacío en su interior. Yprobablemente se rellenaría cuando porfin Aileen volviera a su memoria.

No obstante, al sentir la tristeza dela Alfkamp, aunque ella se esforzara enocultarla, sí pensó en su hija, como siconectara con ella de algún modo.Porque supo que así tuvo que sentirse,como un bicho raro, ya que ella eranacida de un vanirio y una berserker.Una híbrida, como la alfkamp.

—Tiene una extraña fijación con laluna, ¿lo sabías?

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—¿Qué?—Jade. La loba de ojos

cambiantes... Desde que te recogimospara sanarte, no ha dejado de mirarla.Permanece ahí, bajo el rayo, bajo elclaro de luna. Es un imán para ella. Metemo que tarde o temprano se pondrá aaullar.

Thor asumió las palabras deSerennia como una advertencia. Él ya losabía. Sabía que ese momento iba allegar. Era una berserker. La luna laafectaba y le hacía hervir la sangre,además de revolucionarle las hormonas.No podían luchar contra esassensaciones. Del mismo modo que losvanirios se morían por la sangre de sus

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parejas, los berserkers dejaban aflorarsus instintos más pasionales y poderososen las lunas llenas.

—La luna que veis no es la delMidgard —concluyó Thor—. ¿Cómo lohacéis? ¿Es un hechizo?

Serennia negó con la cabeza.—Es la luna del Alfheim, del hogar

de los elfos de la luz. En el Asgard haymuchas lunas y estrellas, y esta es la queilumina nuestras noches. Abrimos unaventana para poder verla siempre quequisiéramos. En el Asgard no detectanque les estamos viendo porque las hulede la tierra media están ocultas paratodos. Excepto para los Svartalfheim.Ellos detectan nuestras cuevas, pero no

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pueden entrar en ellas si no localizan lasentradas.

—Entiendo. Asumo entonces quesabréis que los elfos oscuros están ahíafuera, ¿no? —Se llevó las manos a lacinturilla para comprobar que el puñalestuviera en su sitio. Y después hizo lomismo con su espada jotun—. En cuantosalgamos de aquí, irán a por nosotros.Hay más jotuns que nos atacarán. Perolos Svartálfar...

—Los Svartálfar detectan a lashadas y también sienten los tótems.Sabemos toda la teoría que tenemos quesaber. Nerthus nos dejó un libro. Sellama El compendio de los nuevereinos. Es un breviario de seresmágicos. Es lo primero que tenemos que

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aprender de nuestras leyes.—Oh... Interesante. Si salimos

vivos cuando acabe todo esto, meencantaría echarle un vistazo.

—Y si morimos, será pasto de lasllamas. Es una pena. Es un librofascinante y precioso.

—Me imagino. Serennia, ¿sabéisluchar? —entrecerró los ojos—. Soismuy jóvenes.

—Somos elfos adolescentes, peroposeemos los dones y los poderes deatracción de nuestros padres. Loharemos lo mejor posible si ha llegadoel momento de ir a las armas.

Thor reconoció su valor y admiró

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la facilidad que tenían de asumir queaquella había sido su vida; que esa,acompañarles y velar por ellos, era sumisión, y que, posiblemente, moriríanpor ayudarles.

—Sois muy valientes. Y osagradezco que nos echéis una mano. Dehecho, no contábamos con refuerzos —Thor sabía perfectamente que Nerthusles había prometido gozar de la vida queno habían tenido si acompañaban a losportadores del casco a la lucha ysobrevivían. Y era tan difícilsobrevivir...

Serennia hizo un gesto afirmativocon la cabeza.

—En el final de los días tenemos

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que luchar por la vida que queremospreservar. Nerthus nos prometió que,cuando saliéramos de aquí, siayudábamos a vencer en el Ragnarök,nos ganaríamos la libertad. Y créemecuando te digo que no pensamosperdernos la oportunidad de comprobarsi la vida fuera de estos muros merece lapena. Te acompañaremos allá donde noslleves y lucharemos contigo. La preguntaes —elevó sus cejas negras, retándolo—. ¿Sabes ya lo que tienes que hacercon ese casco?

Thor se recogió la melena negra enuna cola y sus ojos lilas le dijeron todolo que necesitaba saber.

—Tengo una ligera idea. —¿Cuándo partiremos?

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—Necesito estar un rato a solascon mi cáraid. Pide, por favor, que nadienos moleste. Que dejen la sala de latumba. Necesito sacarla del... embrujode la luna.

—¿Ahora se le llama así? —espetóriéndose de él. Fue entonces cuando seapartó de la pared y caminó seductorahasta detenerse a un palmo de su torso—. Soy adolescente, medio elfa y no hevisto más mundo que el que he tenidoaquí. Pero —deslizó su dedo índice porel extremo de su garganta—, resulta quesoy también medio agonía, y nadie seresiste a las mujeres agonías. Conozcola energía del sexo mucho mejor que tú,aunque no la haya puesto en práctica. Ysé que estás deseando que esa loba te

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clave los colmillos aquí —frotó suyugular—. Y... —su mano se dirigió alSur y Thor la tomó por la muñeca.

Esta vez fue ella quien dejó a Thorsin palabras, y solo pudo disculparsepor tomarla como si fuera una niñapequeña. Era un peligro. Y, si no fueraporque Nerthus la obligaba aobedecerles, no tendría reparos enseducirle y en abusar de él.

—Está bien, entendido. Misdisculpas, Serennia.

—Disculpas aceptadas —respondió sin más, satisfecha.

—¿Te puedo pedir un favor, ahoraque me has dejado las cosas claras?

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A Serennia le agradó que la trataracon respeto, por eso contestó convehemencia:

—Dime qué necesitas.Jade reconocía la sensación de

arder, de que la piel se le erizase.Reconocía el calor volcánico en suentrepierna y el frío que venía acontinuación cuando no era saciado. Yrecordaba la experiencia de observar laluna y acudir a su llamada; de quedarseembobada envuelta en su luz. Y deentregarse a sus instintos.

En su memoria selectiva, se veíacon Thor, cuerpo contra cuerpo,sudando, entregados, mordiéndose... Seveía colmada y satisfecha.

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Los recuerdos la desgarraban,porque cada vez eran más nítidos. Y conellos, la necesidad de volver a sentirseloca de amor por él la desesperaba y ladesequilibraba. Cuando salieran de allí,con el casco entre las manos, no tendríantiempo para seguir conociéndose. Seríauna persecución inclemente. A vida omuerte. ¿Cómo iban a tener espacio paratocarse y desgajar más recuerdos alolvido?

La luna, casi llena, le decía quetenía que aprovechar su oportunidad.Que no la podían dejar escapar porque...¿Y si no volvía a ver una noche así?

¿Dónde estaba Thor y por qué ellano podía dejar de mirar aquella bolaplateada que estaba en el cielo? ¿Por

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qué no la rescataba y la sacaba de ahí yde aquella hipnosis profunda a la que lahabían inducido?

De espaldas, recortada por el rayode luz de luna que se colaba a través deltecho, Jade era como un animal sexy ysalvaje. La ropa ajustada marcaba susformas, su silueta, sus nalgas... Y su pelosuelto por el vuelo le llegaba por debajode los homóplatos, a media espalda.

Thor cerró los ojos e inhaló parallenarse de ella. La berserker la arañabapor dentro, pidiendo salir. Y Jade estababloqueada porque temía moverse ydejarse llevar, porque el animal en ella,no tendría control. Pero él la ayudaría.

—Dime qué recuerdas —dijo la

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voz de Thor a sus espaldas.Jade dio un respingo al escucharle,

pero no se dio la vuelta.—Muchas cosas... Todas confusas.

Me ponen nerviosa.—¿Me ves a mí? —Thor miró de

reojo el casco de Nerthus, cuyo candoriluminaba la sala natural con una cálidaluz dorada que contrastaba con el rayoazul y plateado proveniente de laventana al Alfheim. De no ser porque elMidgard se iba al carajo, aquel lugarparecería de ensueño y lo valoraríancomo verdaderamente se merecía—.¿Nos ves juntos?

—Te veo a ti, con tus manosencima de mí. Me veo... haciéndote

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cosas.—Te encantaba hacérmelas —

recordó melancólico—. ¿Entiendes loque te pasa, Jade?

Se pegó a su espalda, con cuidadode no asustarla, o la berserker podríadejarle ir un zarpazo.

Jade se estremeció y sintió que a sucuerpo le molestaba la ropa tan ajustadaque llevaba.

—Hay una bestia en mi interior —murmuró algo perdida—. No recuerdocómo dejarla ir. No lo sé...

—Por eso estoy yo aquí —musitóen voz baja pegando su mejilla a la deella, rozando con sus labios su cuello—.

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Porque las mujeres berserkers necesitáisque os inviten a salir... a dejaros ir.

—Es una sensación que no puedocontrolar. Me desgarra por dentro —volvió a temblar.

—Mo ghraidh —Thor giró surostro con dulzura para que lo mirara alos ojos, y se volvió loco de amor y dedeseo al ver sus ojos rojos, necesitadosde él—. Tienes que dejar de mirar a laluna. Mírame a mí.

—Tengo miedo...—Lo sé —asintió acariciándole la

barbilla con el pulgar, tirando de sulabio inferior para ver cómo loscolmillos inferiores se alargaban para él—. Pero será como nuestra primera vez

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en luna llena.A ella se le llenaron los ojos de

lágrimas.—Me encantaría poder acordarme.

De verdad que sí, pero no puedo. Nocontrolo mis recuerdos todavía. No sé loque hago y no sé cómo sentirme —lepidió ayuda, clamando por lacomprensión que contemplaba en susojos lilas.

A él se le encogió el corazón, yquiso gritar, muerto de dolor por ellos,por la injusticia que se había cometidoen contra de su amor. Casi les habíandestruido.

—Tienes la luna en tu interior,nena... Deja que active tu marea —le dio

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un beso dulce en la comisura.Jade lo observaba sin parpadear.—Te fías demasiado de mí —dijo

ella—. Ahora mismo lo que siento no esdemasiado benevolente. Arde, quemay...

—Conozco tu fuego. Deja que arda—la animó sin más—. Quemémonos,lobita.

Fueron esas palabras exactas, quela lanzaron a revivir esa mismasecuencia en momentos y lugaresdiferentes.

«Quemémonos, lobita».Sus ojos lilas sobre los de ella, sus

manos seguras marcándola y

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conteniéndola. Él siempre la agarraba,nunca la dejaba caer. Siempre su rostro,su voz... Porque Thor era el único quepodía controlar a su animal. Porque eracon él con el único que había estado. Yporque, aunque las piezas encajaban acuenta gotas, no hacía falta montar todoel puzle para dejarse llevar por susemociones y por lo que sentía en esemomento.

Y en ese instante solo lo sentía a ély a la luna.

—Creemos un nuevo recuerdojuntos. Uno del que nos podamosacordar cuando tengamos que deciradiós.

Thor dejó caer su boca sobre la de

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ella, al leer sus pensamientos yencontrar una luz al final del túnel. Jadese acordaba de él, no del todo. Pero síconfiaba en él, como antes, lo suficientecomo para dejarse llevar bajo el hechizode la luna.

Ella respondió al beso, aúntemblorosa. Se sujetó de su cuello ysaboreó sus labios. En realidad leapetecía morderlos. No sabía de dondesacaba esa necesidad de hacerle daño,de ser agresiva, y eso la ponía nerviosa.

—Saca al animal, preciosa —leurgió Thor para animarla—. Deja queacaricie a la mujer y a la loba.

—Tú me quieres derretir —Jade ledirigió una mirada velada.

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Él se echó a reír, y la cogió enbrazos.

—Sácala. Conmigo se lleva bien.Después de decir esto, los pies de

ambos dejaron de tocar el suelo. Ellamiró hacia abajo, y se dio cuenta de queestaban volando, ascendiendo muylentamente hasta el claro del techo,bañándose en el rayo de plata, como sifueran abducidos por una lunanecesitada de ellos en el firmamento.

Y entonces, se escucharon unasvoces angelicales entonar la letra de unacanción. Una preciosa balada.

We must have been stone crazy

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when we thought we were justfriends...

´Cause I miss you, baby, and I v́egot

those feelings again.I guess I´m all confused about you.

I feel so in love, oh, baby, whatcan I do

I v́e been thinking about youI v́e been thinking about you...

Debíamos estar locoscuando creímos que éramos solo

amigos.

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Porque te echo de menos, nenaY vuelvo a tener estos sentimientos

otra vez.Supongo que estoy algo

confundido acerca de tiMe siento tan enamorado, nena.

¿Qué puedo hacer?

He estado pensando en ti...He estado pensando en ti...

Cuando Jade, perdida en los ojosde su vanirio volador, escuchó esacanción, sí que fue como un auténticoflashback. Se acordó de la primera vezque él se la cantó, desnudos, en su casa

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de Kensington Palace Gardens. Recordóaquel hogar perfectamente. Estaban en elbalcón, después de una sesión de amorloco. Thor se la cantó al tiempo que lamecía y se impulsaba sobre los talones,para surcar los cielos solo con lassábanas cubriéndoles la piel, envueltospor la luz de las estrellas, y ocultos devez en cuando por las nubes.

Desde entonces, adoraban esacanción. Era de un grupo llamadoLondon Beat, que una vez escucharon endirecto.

Thor se la cantaba al oído mientrasbailaban en el aire acaramelados, con elmundo bajo sus pies.

Lo hizo muchas veces y adquirieron

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esa costumbre.Ella no pudo evitar emocionarse y

necesitó tocarle las mejillas rasposascon urgencia.

—Los Alfkamp tienen vocesmágicas como los elfos. Les he pedidoque nos la canten —dijo Thoremocionado.

Jade sonrió maravillada yagredecida.

—Menos mal. Porque siemprecantaste fatal...

Thor cogió el aireentrecortadamente. Se iba a echar allorar como un niño.

—¿La recuerdas? —preguntó

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esperanzado.Jade asintió repetidas veces y se

sujetó a su cuello, para besarleprofundamente mientras las lágrimassaladas se mezclaban con la dulzura desus lenguas reencontradas.

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XVIII

Dinamarca

Cuando sus labios se unieron en unbeso húmedo y anhelante, frotándosecomo si necesitaran el uno del otro parasobrevivir, algo en Jade, en su espíritu,hizo click.

Sentía la luna tan presente quebrillaba a través de ella de dentro haciaafuera. La removía, la agitaba, y la

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convertía en un ser inquieto que notendría suficiente solo con la boca deese hombre que le regalaba esa cancióna través de los Alfkamp.

Se abrazó con desesperación a sucuerpo, no por miedo a caerse, sino, pormiedo a desaparecer de la intensaemoción que la vencía.

Era él.Él.Un «Él» enorme y conocido, divino

en su totalidad. Thor, su vanirio, estabaahí con ella después de años y años deseparación y abstinencia.

Puede que el tiempo que lesquedaba no fuera suficiente para

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recordar todo lo que fueron, peroaprovecharía cada momento presentecon aliento, para dejar huella y serquienes eran en ese instante.

Thor cortó el beso, ansioso pormirarla de arriba abajo.

Jade era una obra de arte querecogía los mayores elogios de labelleza. Era suave, olía demasiado bien,sus curvas lo atraían como la miel a lososos... Y sus ojos, que lo miraban conhambre, se volvían rojos y amarillos,bipolares, porque no sabía si dejar librea la fiera o mantenerla a raya.

Bueno, en eso Thor la ayudaría,porque sabía perfectamente lo que lavolvía loca.

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La tomó de las nalgas, sujetándolabien y rozó su erección contra su sexo.Bajó la cabeza hasta sus pechos, y losbesó por encima del mono negro yajustado.

Jade dejó ir el aire y le cogió de lacoleta para pegarlo a su cuerpo.

—Recuerdo... —Fue unaafirmación—. Recuerdo cómo eracontigo la noche anterior al plenilunio.Recuerdo cómo era contigo en la lunallena.

Thor asintió.—Entonces, sé quien eres, Jade.

Aquí estoy para sujetarte —le bajó lacremallera delantera del mono y expusosus preciosos pechos.

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Sin embargo, antes de llevar uno desus pezones a su boca, Jade losorprendió, agarrándole de los testículosy apretujándoselos.

—Te dije que nunca volvieras atratarme como lo hiciste la primera vez—sus ojos, rojos y fijos en él le dejaroninmóvil.

Thor, lejos de acobardarse, aunquemuy dolorido, le sonrió como un truhán.Esa era ella. Por fin estaba ahí con él.

—Hola, mo ghraidh —la saludóaguantando estoico el maltrato al quesometía a sus partes nobles.

—¿En qué estabas pensando,cretino?

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Era la primera vez que se sentíaella. Ella reencontrada. La loba de suinterior conectaba con los aspectos desu personalidad ocultos durante tantotiempo, y lo activaba, despertándolacomo el beso a la Bella Durmiente.

Con Daniel nunca vivió una lunallena así. De hecho, aparte de sentirseinquieta y de no dormir bien, esasnoches las pasaba encerradas en sucastillo, con todo a oscuras. Y ahoraentendía por qué.

Daniel no quería que ellaexperimentara lo que sentía en eseinstante. Porque, aunque le habíanborrado la memoria, había instintos queuna nunca olvidaba. Y ese, el de quereraullar a la luna y comerse al hombre que

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tenía delante, era uno de ellos.Pero no podía dejar pasar la

oportunidad de reprender a Thor por susacciones.

—Pensaba en ti y en lo difícil queiba a ser hacer que te acordaras de mí—se defendió él.

La loba exigía venganza, Thor losabía muy bien. Ahora que empezaba aser ella, no iba a pasar por alto unaafrenta como aquella. Estaba en susmanos hacer que se le pasara el malhumor.

—¿Y decidiste aprovecharte,colmillitos? —preguntó sin dejar deagarrarle los huevos. Acercó su boca ala de él y le mordió el labio inferior,

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tirando de él con fuerza.—Por supuesto —Thor le agarró la

muñeca y la apartó, dándole una vueltaen el aire para después pegarse a suespalda y sujetarla—. Siempre haré loposible para recuperarte —hundió suboca a su cuello y mordisqueó su carne—. Estás enfadada. Pero piensa que, sino llego a hacer lo que hice, ni tú ni yoestaríamos aquí ahora —la obligó amirar la enorme luna sobre sus cabezas.

Jade gruñó, envuelta en una seriadiatriba interna que la ponía en laobligación de decidir si quería pelear osi quería hacer el amor.

Al final, ganaron las dos.Se removió entre sus brazos y

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como no pudo soltarse, decidió haceralgo que debilitaría al vanirio. Entrelazólos dedos con él, mientras Thoracariciaba sus senos con su mano libre,y entonces alzó su mano derecha hastasus labios y lo mordió en el interior dela muñeca, justo allí donde tenía sucomharradh.

Él cerró los ojos muerto de placery pegó su mejilla a la de ella. Jaderecordó la primera vez que disfrutó deverdad al probar su sangrevoluntariamente, sin necesidad de que élatenuara su gusto. Fue en su tercera vezjuntos, la noche que a ambos les salió elnudo perenne en las muñecas. Pensó quela sangre sabría a hierro, nada más. Dehecho, ella, antes de conocerlo,

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consideraba repugnante ese aspecto delos vanirios. Pero Thor le enseñó losbeneficios de hacerlo entre ellos, y lonecesario que era para una vinculacióncompleta.

Lo que nunca imaginó fue que, ella,siendo berserker, se haría adicta a lasangre de él. A su sabor tan fresco. Lasensación al tragarla era muy parecida ala que se experimentaba cuando unoestaba sediento y se tomaba una bebidafría y deliciosa. Y aquello la habíafascinado siempre. Y más que beberla,lo que de verdad le volvía loca, era queél se alimentara de ella.

Feliz por beber de él y porrecuperar su mente con nitidez, pasó lalengua entre sus incisiones y lo miró por

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encima del hombro.—Esa mirada —dijo Thor con los

ojos lilas brillantes y claros. Estabaexcitado—. Conozco esa mirada...

Jade sonrió ladinamente, lo empujócon un golpe seco, y cayó hacia el suelodesde una altura muy considerable. Lohizo de pie, como si el salto fuerainsignificante. Ella no era vaniria, nopodía volar. Pero sabía caer como unfelino.

Thor la observó desde el aire ytambién sonrió.

—¿Quieres que te cace, lobita? —le preguntó él en voz baja.

Jade se pasó la lengua por la

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comisura de los labios húmedos de susangre, y después se retiró el pelo conaire soberbio.

Thor quiso gritar de alegría, porquelos encuentros entre ellos siempre eranexplosivos. No había nada mejor quehacerlo con una loba. Porque erapeleona, guerrillera, insaciable y sepodía jugar con ella a lo que unoquisiera.

El vanirio fue a por su mujer comouna bala.

Jade empezó a correr con unasonrisa en los labios, pero Thor laalcanzó en un suspiro y juntos seestamparon contra la pared de piedrarepleta de letras élficas.

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Los elfos seguían cantando, ajenos,o puede que no, a lo que estabasucediendo en aquella sala. ¿Qué másdaba?

Thor la aplastó con su cuerpo, yaprovechó para bajarle la cremallerapor completo.

—Esto que te ha puesto Nerthus...No es muy cómodo.

Jade negó con la cabeza,respirando con dificultad al notar lamano enorme de Thor colarse por suvientre y descender hasta su sexo, dondelo cubrió en su totalidad.

Ella lo observó a través de suscurvadas y tupidas pestañas. Lo tomódel rostro y lo acercó a ella para

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besarlo. Sus lenguas se frotaron conintensidad, pero con una dulzurasubyacente en cada caricia.

—Arráncamelo —le ordenó ellacontra su boca, sacándose las botas altascomo podía.

Thor se echó a reír y negó con lacabeza.

—Quiero estar desnuda.—No. Lo necesitas para viajar

luego —le dijo deslizando su ropa condelicadeza, haciéndola resbalar por supiel—. No la voy a romper.

—Aguafiestas.Cuando la tuvo completamente

desnuda, Thor no pudo evitar

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emocionarse. Era la primera vez quetenía a Jade, consciente, frente a él.Deseándolo. Deseándose como siemprehacían.

Ella lo acercó de un golpe,tirándole de la cinturilla del pantalón, yabrió las piernas para que él se cobijaraentre ellas, acomodándose contra suentrepierna.

Procedió a bajarle el pantalón,mientras él se quitaba las botas con unaansiedad que no pretendía ocultar. Nollevaba calzoncillos así que su miembrodesnudo se irguió con orgullo ante ella,descansando sobre su vientre.

Pero Jade necesitaba sentirlo porcompleto, así que le sacó la camiseta

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negra ajustada por la cabeza y cuandotuvo su torso desnudo y musculoso a sualcance, le pasó las uñas por encima,arrastrándolas por los pezones.

—¿Cómo pude haber olvidadoesto? —dijo disgustada consigo misma,a la vez que entusiasmada por volver aestar con él.

—No lo olvidaste, preciosa —lacorrigió él guiando su mano desde supecho hasta su pene duro y grueso—.Simplemente, lo dejaste descansar.

Ella parpadeó contrariada. Nuncaquiso dejarle descansar.

—Haz que se me olvide toda larabia, Thor —le pidió rodeando su sexocon los dedos, moviéndolos de arriba

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abajo. Masturbándolo con lentitud eintensidad—. Haz que este reencuentrovalga la pena para los dos, que borre deun plumazo todo el olvido y el maltrato.

Él se apoyó en la pared, con lasmanos una a cada lado de su cabeza, yjuntó su frente a la de ella.

—Todo vale la pena para nosotros,loba. Todo. Lo malo —Por todos losdioses, le temblaban las rodillas. Lahabía echado tanto de menos...—. Y lobueno.

—Pues haz que lo bueno supere atodo lo demás —le rogó,intercambiando sus alientos—. Hazlo.

Thor la traspasó con su miradaardiente y entonces se dejó caer de

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rodillas ante ella, acariciando con suslabios su torso, su abdomen, aquelvientre plano y colando la lengua, sindescanso, en su pequeña raja.

Jade tomó una bocanada de airepor la boca, y apoyó la cabeza en lapared, mientras controlaba a Thor, quela estaba saboreando con la lengua,abriéndola, sumergiéndola entre suslabios externos e internos.

—Dioses... —murmuró ella.Thor llevó las manos a sus pechos,

amasándolos. Con la boca, se comía aJade, que cada vez estaba más hinchada.Ella necesitaba estar muy estimulada,era exigente, y él también.

Hundió su lengua en su interior,

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profundamente, y disfrutó al sentir suspalpitaciones, y cómo se abría y sedistendía para él. Cuando vio que teníatoda la sangre concentrada en el clítoris,decidió que ese era el momento dehacerla volar, y de que él también lohiciera.

La mordió ahí, mientras frotaba consu lengua el botón de placer y recogía lasangre que salía de sus incisiones.

La loba gritó, abrió los ojos rojos yverdes esta vez, cambiantes, y vio aaquella luna, cuyo rostro era distinto delde la tierra. La del Midgard parecíasonreír, divertida ante todo lo queacontecía en el mundo de los humanos.La del Alfheïm los observaba conseriedad, como si supiera todo lo que

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iba a suceder, mucho antes que ellos.Se le llenaron los ojos de lágrimas

e hizo bambolear sus caderas adelante yhacia atrás, y sujetó con fuerza lasmanos de Thor que trabajaban suspechos. Sus dedos se entrelazaronmientras él bebía de ella, como siunieran así sus almas que una vez,fuerzas oscuras y ajenas a ellos,quisieron separar. Pero no pudieron.

¿Cómo separaban un nudo como elsuyo?

Cuando Thor dio el último sorbo,se incorporó solo para mirar laslágrimas de su pareja de vida, que caíanpor sus mejillas. Se las secó con ternura,comprendiéndola perfectamente. Sabía

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cómo se sentía, porque él se sentía igual.—¿Cuántas cosas nos han quitado?

—se preguntó ella con la vozentrecortada, tomándolo de la cinturapara pegarlo a ella—. ¿Cuántas cosasnos han hecho? —se dijo—. Y aquíseguimos, queriéndonos como si nuncahubiéramos dejado de hacerlo.

—Eso es porque nunca hemosdejado de querernos — susurró Thorcalmándola con sus caricias, pasandosus manos dóciles y benévolas por todosu cuerpo—. Pueden borrarnos lamemoria. Pero, ¿quién borra lo que haygrabado en el corazón? —se llevó sumano a su pecho, para que sintiera ellatido poderoso y calmo—. Esto es real.

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Jade asintió, conmovida no solopor lo bello que siempre fue su guerrerocelta, sino por lo hermoso que tambiénera por dentro, incluso más que suincontestable envoltorio. Tomó su manolibre y también la llevó sobre su pecho.

—Porque es aquí donde estamos,¿verdad? —preguntó emocionada.

—Y aquí es donde siempreestaremos —acarició el dorso de sumano con su pulgar.

Jade tomó aire de nuevo,renovando el oxígeno de sus pulmones,haciéndose fuerte ante la adversidad, yqueriendo a ese hombre, como siemprelo había querido.

Había recuperado su corazón y sus

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sentimientos por él. Pero ambos sabíanque les faltaba una parte importante porcompletar. Una que había dejado unvacío que nada podía rellenar, hasta quesu recuerdo volviera a ellos.

—Thor. —Dime, princesa.—Sigue alejándome del frío y

apartándome del miedo. No dejes que laoscuridad nos venza. Hazme el amor.Sin reservas. Cuanto más de ti tengo,más yo misma soy.

A él, el corazón se le expandió enel pecho y le explotó en mil pedazos. Labesó con toda la necesidad de los añosreprimidos, con ganas de olvidar solo lomalo y aciago, y con el objetivo deplantar las semillas de los buenos

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recuerdos, de recuperarlos dentro deaquel disco duro atrofiado del amor.

Thor le dio la vuelta, porque laconocía mejor que ella misma. Sabíacuánto le gustaba lo que le hacía. Leabrió las piernas colando su rodillaentre ellas y unió su torso a su espalda.Entonces, guió su miembro hasta suentrada, y la penetró poco a poco, hastaintroducirse en ella por completo. Jadedejó caer la cabeza hacia adelante ypegó su frente al muro de piedra,apoyando sus manos en él.

Era tan rico sentirlo de nuevo en suinterior. Parecía que nunca se hubieranseparado, que no les hubieran partido endos. Ellos siempre habían sido uno,indivisibles, hechos el uno para el otro.

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Los humanos que no comprendíanla fuerza intrínseca de ese tipo de amor,habían superpuesto los avances en laciencia antes que ese tipo desentimientos, y por eso quisieronanalizarles, por sus poderes y donessobrenaturales, en vez de por aquellaincreíble capacidad que tenían de querercon el alma, a pesar de la distancia, eincluso de la muerte.

Thor guió su mano hacia adelante, ybuscó con sus dedos el clítoris de Jade,hinchado y sobreestimulado. Se salía yse metía en ella mientras acariciaba encírculos su zona más erógena y frotabapor dentro aquel punto de placer que lahacía estallar interiormente.

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Ella se mordió el labio inferior, yél aprovechó para retirarle la melenadel cuello y dejar su vena expuesta.Entonces, la mordió y empezó a beberde ella, succionando con parsimonia,dejando que su lengua y su paladarsaboreara a la mujer, y permitiendo quesu miembro se hinchara y sintiera eléxtasis que le daba al morderla.

Jade gruñó y movió las caderas deforma espontánea. Thor lo tomó comouna señal de que debía de ir más rápido,y eso hizo.

Y de repente, sucedió. Jade leofreció el chi. Esa esencia que losberserker otorgaban solo a sus parejas yque era energía vital, emergió de sucuerpo y los rodeó en un halo dorado de

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espiritualidad y carnalidad. Él sonriófeliz al ver que ella también sonreía.

Así debía ser siempre. Nunca nadiedebió romper aquello. Y lo cierto eraque, a pesar de todo, no lo consiguieron,porque ahí estaban dándose lo que erade cada uno. Y de nadie más. Atrásquedaba el dolor y las torturas.

La aplastó contra la pared, seencajó en ella y le hizo el amor como unimplacable pistón.

Y entonces, ambos se corrieron a lavez, explotando juntos. Habíanaprendido a hacerlo, a leerse, a captar yexperimentar cómo se sentía el otro. Y adisfrutar del orgasmo al mismo tiempo.

Y cuando el orgasmo les barrió, sus

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mentes se unieron, y Jade vio cadainstante junto a él. Desde el primer díahasta su llegada a los Balcanes.

Vio su vida en fotogramas. ¿Cómose podía recordar tanto en medio de unorgasmo que duraba unos segundos?Recordó a los amigos que perdió allídebido a las cazas de Newscientists.Pero no todo fue malo. En los Cárpatosfue muy feliz junto a Thor, y entendióque los berserkers y los vanirios podíantrabajar codo con codo a la perfección.De hecho, parecía que habían nacidopara ello, porque donde no llegabanunos, alcanzaban los otros. Eranmáquinas que se complementaban sinninguna duda.

Allí, en los Cárpatos, vivían en una

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casa bastante discreta, pero nonecesitaban más. Tenían un jardín y unaparcela de bosque para ellos solos.Pasaban los días en armonía, disfrutabanincluso de la compañía de la gente delpueblo e intentaban protegerles a la vezque ocultaban su verdadera naturaleza.Pero la gente de los Balcanes teníanmucha intuición y sabían, además, demucha brujería, y conocían sobre lasfuerzas misteriosas que regían la vida.Ellos estaban convencidos de queberserkers y vanirios eran hijos de esasfuerzas, aunque nunca se lo dijeron a lacara.

Y allí... allí fue también donde sesuponía que concebió a su hija Aileen. Ydonde dio a luz. Donde vivieron con ella

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y la amaron como se merecía, hasta queun día, Samael y Mikhail se laarrebataron.

Jade se derrumbó en ese instante, yarrancó a llorar sin control.

Thor, que entendía a la perfeccióncómo se sentía porque a él le sucedíaigual, la sujetó. Se salió de su interior yla tomó en brazos. Caminó con ella hastasentarse en el féretro de piedra, yacubierto por su tapadera, y permitió queel claro de luna los alumbrara. Abrazófuertemente a su mujer y le besó lacabeza con cariño.

Los elfos, que parecieron sentir elmalestar de Jade, se callaron de golpe ydejaron de cantar. Y el silencio se

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convirtió en un grito desgarrador y enuna protesta silenciosa.

—¿Cómo puedo echar de menosalgo que no recuerdo? —murmujeó Jadeentre hipidos. Se llevó la mano alvientre como si buscara algo en suinterior—. De mi cuerpo salió una vida,una niña que quise con locura —porqueno podía ser de otra manera—. Alguientuyo y mío —levantó sus ojos llorosospara fijarlos en Thor—. La he visto enlos recuerdos que leíste de Daanna, deRuth... de todos. Es tan... tan hermosa. Yparece tan valiente.

—Como tú, mi amor.—¡Pero nos la han robado! —gritó

—. ¡No quiero recordarla por los

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demás! Quiero ser yo quien lo haga. ¡Erami hija, maldita sea! ¡Mía! —se golpeóel pecho con el puño.

Thor la volvió a abrazar, intentandocalmarla. Él estaba tan destrozado comoella. Sus ojos lilas también conteníanlágrimas sin derramar. Apoyó su mejillasobre su cabeza y dejó que la berserkerllorara.

Las lobas eran madres muyprotectoras. Jade odiaba la sensación deno haber podido retener a su hija junto aella y era un sentimiento muy destructor.

—Deja de pensar en eso. No hasfracasado. Yo tampoco —le dejó claroThor—. Encontraremos el modo derecordarla, Jade. Te lo prometo.

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Ella negó con la cabeza, sorbiendopor la nariz.

—Cuando salgamos de aquí nosperseguirán, mo mann. No habrá tiempopara el amor. No habrá tiempo pararecordar... Solo para salvar nuestrasvidas y, si podemos, la de los demás.

Thor permitió que ella se apoyarasobre su pecho.

—Siempre hay tiempo para elamor, mi loba. Siempre. Incluso en elmomento más bélico de todos, cuandoestás luchando al lado de las personasque quieres, es el amor lo que te mueve.No el odio. Es el amor por ti lo que meha movido siempre. Pensar enprotegerte, en que nunca te sucediera

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nada... Yo —carraspeó afectado—… yotambién siento un vacío en mí. Y sé quees debido a ella. A Aileen. A que noestá. Pero pienso recuperarla —jurómirando la luna del Alfheïm—. Piensorecuperar a mi hija, igual que te herecuperado a ti.

Y así, con ese juramento, ambospermanecieron abrazados, desnudos,sobre la tumba del guerrero vikingo delque se enamoró Nerthus en secreto, aquien legó un casco que convertía eninmortal al que lo llevara puesto.

Los dos sabían lo que tenían quehacer con él. Y en cuanto se recuperarande aquella montaña rusa de emocionesen la que estaban sumidos, partiríanjunto a los Alfkamp que les habían

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jurado fidelidad.A luchar.A vivir o a morir.Pero completos.

En algún lugar perdido de losNueve Mundos

El mar era infinito. El espaciomisterioso. Y su barco, Hringhorni,avanzaba en aquel universo, sin unrumbo marcado, dejándose llevar por latranquila marea muerta de aquel abismosideral.

Habían perdido la noción del

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tiempo.Noah Thöryn, el Balder del

Asgard, capitaneaba su barco, el mismoque le había servido en un momento desu historia como pira funeraria. Unahistoria que él no vivió, ya que su padreOdín se encargó de modificar al cambiarel pasado para mejorar su futuro.

Sus ojos amarillos permanecíanfijos en aquella pantalla que mostrabasin matices ni medias tintas la crudarealidad del Midgard. Sus runas,marcadas por casi todo su cuerpo,hablaban de quién era, de su historia, yse iluminaban siempre que Nanna lasmiraba fijamente.

Ese mundo de humanos, el mismo

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que consideraba su casa, estaba siendoconsumido, de Norte a Sur, y de Este aOeste, por las fuerzas malignas de Loki.

El Trickster lo estaba destrozandoy pronto ya no quedaría nada.

Si unían los cuatro puntoscardinales y los hacían confluir en unpunto concéntrico, ese punto estabaubicado en Gales, donde tenía lugar unabatalla final a muerte, en la que ellos nopodían participar porque no estaban enese plano.

Desde ahí, desde esa ventana alReino Medio, Noah, Nanna, Cahal, Miz,Caleb y Aileen miraban impotentes loque sucedía ahí abajo.

Litr, el enano, trabajaba en la nave,

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asegurándose de que todo fuera bien ybuscando en proa, algún tipo de portal,isla en la que poder amarrar o forma devida con la que poder contactar. Perosus intentos por dar con algo o alguiencaían en saco roto. Estaban solos.

Nanna apoyó la mano sobre elhombro de su hombre y miró con susojos castaños lo que él estudiaba contanto ahínco, tomando silencio a su lado,hasta que él dijo:

—Es frustrante ver lo que estápasando y no poder hacer nada.

—Lo sé —contestó la que habíasido la valkyria que recogía a losmuertos en batalla. Pasó su mano por lacola rubia, casi blanca, de Noah, y

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tironeó de ella con suavidad—. Pero noperdamos la esperanza. El Midgardsigue vivo —señaló.

—No por mucho tiempo —contestóCahal dándoles la espalda, cruzado debrazos, estudiando con aparenteserenidad el exterior del mar cubierto deniebla que les rodeaba—. Estamos enuna dimensión que desconocemos,esperando a que algo se nos aparezcapara poder regresar. No podemosayudarles, y esto es una mierda. Mihermano y mi cuñada están ahí abajo,jugándose la vida. Odio la pasividad.

Deberíamos estar ahí ayudándoles.Miz, sentada en una especie de

escritorio que había en aquella sala de

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operaciones, hacía conjeturas y fórmulassobre las opciones que tenían deregresar. Su druida veía los ormes yactuaba con ellos. Si hubiera algúnportal abierto en la tierra, Cahal podríallevarles de vuelta a casa, a riesgo dedesaparecer para siempre, opción queella ya había desestimado por completo,pues no pensaba volver a perderlo nuncamás.

El problema era que las puertasentre los mundos, los agujeros de gusanoy la materia oscura habían desaparecidoy no se podía viajar a través de ellas.Por eso estaban en una realidad quedesconocían. No había vida allí.Absolutamente nada. Era como un marde los muertos, a pesar de que no había

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ni un alma.El Midgard se había convertido en

un búnker del que nadie podía salir nientrar, a no ser que se destruyera, y consu desaparición la naturaleza de losnueve mundos cambiara, pasando denueve a ocho. Al ser ocho, todos losportales se abrirían con la modificaciónde las leyes. Pero si esto sucedía, nadavaldría la pena, porque para entonces, elmundo de Miz habría muerto parasiempre.

Aun así, a pesar de lasposibilidades nulas de victoria, Mizcontinuaba divagando, buscando clavesy fórmulas para poder abrir un portalcomo fuera.

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Había hablado con el enano Litrpara preguntarle si el Hringhorni poseíaOsmio. Porque, de tenerlo, aprovecharíalas piezas para poder construir unpequeño acelerador de partículas. Ellaera muy capaz, ya que era una genio.Pero Litr lo había negado. El barco deBalder era mágico, el más grande jamásconstruido, destinado a ocultar y honrarel cuerpo del Dios Dorado como si deun faraón se tratase. Pero estaba hechode materiales existentes solo en elAsgard, y era un navío de guerra.

Miz había estado analizando esosmateriales con atención, comprobandosu consistencia, y sabía que eranelementos no existentes en la tablaperiódica, más densos y pesados que los

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que ella necesitaba para absorber laenergía del acelerador. No le servían.

—Las realidades del universo sehan cerrado a cal y canto —explicó larubia científica, convertida en vaniriapor su cáraid Cahal McCloud—. Yanada es como se supone que debe de ser—apoyó su barbilla en su mano y semordisqueó la uña del pulgar mientrasobservaba el horizonte blanco y sereno—. Matemáticamente, todo debería teneruna solución exacta. Encontrar unafórmula a cada problema, una variante,algo... Pero aquí —observó el interiorde la nave y el mar que surcaban almismo tiempo—... es todo confuso.Como si no hubieran leyes. Podríamosestar en un agujero de gusano, en una

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realidad paralela, en un mundodesconocido o en una zona de materiamuerta. Es difícil encontrar unaexplicación a esto.

Cahal desvió los ojos azules alrostro de su mujer, y le sonrió divertidoal ver los esfuerzos que hacía encomprender aquello.

—Te va a salir humo de lacabecita, rubia —le dijo mirándola conadoración.

Miz arqueó una ceja y le enseñó lalengua burlona.

—Algo hay que hacer. Tenemos quesalir de aquí — reclamó—. ¿Qué fue loque te dijo tu padre, Noah?

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Noah seguía muy serio, mirando laventana al Midgard.

—Que mi barco está hecho paraluchar y que nada ni nadie lo puededemoler. Y que, cuando perdamos laesperanza y creamos que se acerca elfin, que alcemos los ojos, miremos alcielo oscuro y entonces hallaremos laúnica estrella en pie. Allí estarían ellos.

Miz, Cahal y Nanna estudiaron elcielo a través de los grandes ventanalesde la nave. Sin duda era un cielo negro,sin ninguna estrella. Oscuro. Y hacía untremendo contraste con aquel marblanquecino cubierto de niebla.

—Con todos mis respetos —murmuró Cahal—. Pero, ¿qué demonios

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espera Odín que hagamos? ¿Mirar alcielo y rezar?

—Eso mismo me pregunto yo —replicó Noah—. Esto me pone tannervioso como a ti.

—¿Todavía conservas la fe? —lepreguntó Nanna entrelazando sus dedoscon los de él—. Tu padre es Odín.¿Crees que él te mentiría en algo así?

Noah se encogió de hombros, ycontestó:

—Me ha mentido en tantas cosas,Nanni, que no me extrañaría que lohiciese de nuevo en esto. Lo único quesé — explicó acariciando el anilloDrupnir que le legó Odín, con el queactivó el barco—. Es que yo solo he

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conocido un padre. Y ese hombre era AsLandin. Él me crió como a un hijo, y élsí ha arriesgado su vida por mí. AhoraAs ha muerto... —murmuró asolado porel dolor—. Y María... Y yo, que sesupone que tengo que liderar unarebelión, estoy a salvo, en un agujerodel que no puedo salir, mientras todosmis amigos mueren ahí abajo —espetórabioso—. ¿Qué tipo de líder soy? Mihermano Adam está ahí. —Contemplósin palabras cómo el orbe quecompletaba la tierra se resquebrajabapor momentos—. Y mis sobrinos Liam yNora. Y mi amiga Ruth... ¿Cómo creesque me siento al ser inservible en laguerra? ¿Cómo crees que me sentiré siuno solo de ellos muere sin que yo lo

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pueda defender?Nanna lo comprendía

perfectamente. De hecho, todos lohacían.

Ella tenía a sus hermanas valkyriasdejándose las alas en ese campo debatalla junto a sus einherjars. Cahaltenía a su hermano Menw y a su sobrinono nato, pues la Elegida estabaembarazada. Todos tenían a alguien aquien llorar y a quien perder.

Entonces, en ese silenciomeditabundo y culpable, Aileen entró enla sala de operaciones con Calebpisándole los talones. Llevaba el pelonegro suelto y húmedo de haber estadoen el exterior, contemplando la nada

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interminable. Sus ojos lilas seguíanhinchados de llorar. Tristes, porque paraella la pérdida había sido atroz.

—Tienes que dejar de hacer eso —Aileen increpó a Noah colocándose a sulado—. Si quiero estar triste, necesitoestar triste, ¿comprendes? No puedesactuar así en mis emociones y hacer queme sienta mejor. Lo estás haciendo contodos.

Nanna miró de reojo a Noah,recriminándole que hiciera eso. Laempatía de su berserker barra Dios delSol era descomunal y, a veces, actuabaen los demás casi sin darse cuenta.

—Desde que es Dios estádescontrolado —dijo Nanna

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disculpándole.—A mí no me importa que lo hagas

conmigo, tío —le dijo Cahal—. Meayuda a estar tranquilo.

Caleb alzó la comisura de suslabios y dibujó una sonrisa cómica.Agradecía el gesto de Noah con sumujer y con su amigo, porque odiabasentir a Aileen tan triste y a Cahal tanpreocupado por Menw. Él podíasobrellevar la tensión y losremordimientos, porque había crecidoen la dureza y en la adversidad desentirse culpable. Era muy fuerte.

—Pues que lo haga contigo,guaperas —recomendó Aileen—. Puedeque los demás no lo noten tanto, pero yo

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sí —le recordó la joven—. Soy híbrida.Vaniria y berserker. Y mis emocionesviscerales son lo único que tengo.

—Lo siento, Aileen —se disculpóNoah sinceramente, haciendo que todosle prestaran atención—. As es tu abuelo.Era —se corrigió—. Pero fue mi padredurante mucho tiempo... Y sentir lo quesientes, hace que se me remueva todo.

Ella se puso en su lugar. Elrubísimo Balder, que sería Noah paraellos para toda la eternidad, cambiaba elestado anímico de las personas y lesayudaba a sentirse mejor. Aunque,seguramente, el de Nanna no se atreveríaa tocarlo porque la valkyria era dearmas tomar y seguro que loachicharraría con uno de sus rayos.

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—Siento estar así. —ReconocióAileen más tranquila, acariciándole elbrazo ante la mirada atenta de Caleb—.Pero así es como debe ser, no de otromodo. Deja que haga el luto. Nunca lohice por mis padres. Permíteme llorar aAs y a María como se merecen.

En la barbilla de Noah palpitó unmúsculo de frustración, pero al finalaccedió, asintiendo solemne con sucabeza.

—Como quieras, Aileen —le dijo—. Pero sal afuera, donde estabas —lepidió—. Aquí dentro tus emociones meafectan demasiado.

Nanna sonrió a la híbrida,concediéndole su apoyo silencioso por

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salirse con la suya, aunque fuera parasufrir y llorar a los que amaba.

—¿Necesitas algo, Aileen? —lepreguntó Miz con sinceridad, afligidapor la pena de su amiga—. Este barcotiene una bodega en la que el hidromiely la comida no se acaba nunca —explicó—. Podemos empinar el codo —silbóhaciendo el gesto de beber.

Aileen sonrió al ver la naturalidadde Miz, y también su poco tacto, que lahacía aún más divertida. Huesitos erauna mujer de ciencia.

—Gracias, Miz —le dijo—. Estarébien —le dijo saliendo del camerino.

Caleb se quedó mirando la espaldade Noah, y este le dijo:

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—Lo siento, tío. He hecho lo quehe podido —le dijo sin mirarlo.

Caleb lo sabía. Él le había pedidoa Noah que ayudara a mitigar el dolor deAileen, pero la híbrida, que estabahipersensible, lo notó enseguida.

—Gracias de todas maneras, Noah—le contestó en deuda con él.

Cahal frunció el ceño y miró a unoy a otro como si de un momento a otro sefueran a dar un beso.

—Estar tanto tiempo aquíencerrados no es bueno — murmuró elmagiker pasándose la mano por la cara—. Me gustabais más cuando nodejabais de lanzaros puyas el uno alotro. Era más divertido.

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Caleb observó a su amigo y le soltóun improperio. Después, se dio la vueltay acudió al lado de Aileen, quenecesitaba llorar y estar a solas.

El problema era que él no eracapaz de abandonarla ni un instante.

Su cáraid, estaba sentada en elextremo de la nave. Y a él no le gustabaque estuviera tan al borde. Podríacaerse.

—Estoy bien —le advirtió ella—.Mantén a tu pit bull sobreprotector bienatado.

Caleb la miró de arriba abajo.Esa chica siempre había tenido

tantas agallas... Era tan valiente y

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deslenguada... Eso fue lo que más legustó de ella. Que, a pesar deenfrentarse a un tío milenario como él,capaz de romperle el cuello con unchasquido de dedos, ella hacía y decíalo que creía justo, sin importarle lasconsecuencias.

Ya no le temía a nada. Era leal,luchadora, fiel, amiga de sus amigos yquería con el corazón a riesgo de quealguien le hiciera daño.

—De acuerdo —Caleb alzó lasmanos en señal de rendición. Entonces,se sentó a su lado para observar junto aella el abismo que les acompañaba yque era como una octava persona abordo—. ¿Qué puedo hacer por ti?

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Aileen acarició su mejilla con unamor profundo e incondicional.

—Haz lo que siempre has hecho.Permanece a mi lado, aunque sea unacompañía desastrosa ahora mismo.

—Mae, princesa.Caleb colocó su mano sobre su

muslo, con la palma hacia arriba,pidiéndole que entrelazara sus dedoscon los de él.

Ella lo hizo y así se quedarondurante muchísimo rato, en silencio, conla única compañía de sus almas, susrecuerdos y el mar sin oleaje, llano,como llano era el camino para que Lokiacabara con todos los que ellos querían.

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Parecía que todo iba a seguir así,hasta que un extraño fulgor los alertó ehizo que ambos se dieran la vuelta degolpe para descubrir de dónde venía.

Y resultó que no venía del cielonegro. Tenía el origen en la línea quedelimitaba el horizonte de aquelimperecedero océano.

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XIX

AlfheimSala de los Tótems

A Freyja le encantaba el hogar delos elfos de la luz.

En Vidbláin, el tercer cielo sobreAndlang, habitaban los elfos de la luz ensus impresionantes castillos y fortalezasrodeadas de naturaleza, angostos ríos eimpresionantes manantiales. Su tierra

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era rica en misterios y magia, inclusosus orígenes eran antiguos y semantenían ocultos al conocimientopopular.

Los elfos de la luz estaban de ladode Odín y su plan con los humanos, sinembargo, no tenían por qué obedecer susleyes, ya que su territorio era un lugarpolíticamente independiente de lasnormas Aesir.

Sin embargo, con los Vanir era otrocantar.

La magia Vanir y la de los elfos separecía, más aún cuando la diosaResplandeciente decidió enseñarles elarte seirdr. De ahí que los elfosconsiderasen a Freyja como una de sus

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Reinas y a los Vanir como el origen detodo. Porque estaban en deuda con ella.Y a Frey, el poseedor de la espadapoderosa e invencible, lo considerabancomo su Rey, a quien llamaban Yngvi,por ser un Dios sensible y hermoso,acorde con la elegancia y la compasiónde los de su raza.

A Odín, aunque era el Padre deTodos, lo tenían por un caudilloautoritario y rudo, al que debíanrespetar. Un Rey, sí. Pero no el de ellos.

Lidam guiaba a Odín y a Freyja porlos pasillos laberínticos del museo delos Tótems de los dioses, cuyo techo erauna cúpula de cristal por la que se veíael cielo del Alfheïm que se reflejaba enel mismo suelo de mármol. Cada vitrina

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estaba separada por columnas circularesde piedra, hiedra y brillantes de todoslos colores. Los elfos de la luzsalvaguardaban con celo cada tesorodivino que ocultaban aquellos suntuososaparadores, y en cuyo interior reposabaperenne una estatua del Dios o Diosa alque representaba el objeto.

Antes de entrar, Lidam les habíapedido con educación que se quitaransus cascos de guerra en deferencia porel sacro lugar que pisaban.

Freyja, deseosa de ver cuál de losTotems faltaba, caminaba silenciosa,pensando en su madre, queriendoentender qué era lo que había hecho ycómo. ¿Sería capaz Nerthus de tener unúltimo golpe preparado? ¿Por qué no le

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habría dicho nada?—Están todos los objetos que

forjaron los enanos para vosotros —explicó Lidam pasando inventario—. Enla sala norte permanecen bienalimentados vuestros animales, para queestén fuertes cuando Heimdal haga sonarsu cuerno.

Muy seguros estaban los elfos deque eso iba a llegar. Ellos soloesperaban ese sonido para descender entromba al Midgard, pero Freyja dudabade que supieran de verdad cuál era lasituación del Midgard y la suya propia.De saberlo, seguro que no hablarían contanto optimismo.

—El único problema que tuvimos

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—les explicó Lidam— fue el tristementeacaecido, hace poco, cuando un esbirroy descendiente del Timador se hizopasar por Freyja para entrar en elAsgard, acceder a la sala del Alfheïm yllevarse la espada de Frey —carraspeóal notar cómo hacía sentir incómodo aOdín. Ya que era sabido en todo elAsgard que ese supuesto descendientedel Timador se acostó con Odín parapoder acceder a la sala de los tótems yllevarse a Gungnir también.

Freyja sonrió mirando directamentea Odín. —Eres muy fácil, Tuerto. Ves aalguien que se parece a mí y te bajas lospantalones.

—Cállate de una maldita vez,frívola.

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—Felizmente, la espada del Yngvifue devuelta a su lugar y ahora está entrenosotros, de nuevo, de donde nuncadebió salir. El mismo destino tuvoGungnir —admiró la lanza que llevabaOdín y de la que ya nunca se separaba—. Desde entonces —continuó Lidam—, nadie ha vuelto a acceder a estelugar. Pues permanece completamentecerrado y hemos hecho que sus vitrinassolo se abran cuando suene el cuerno deHeimdal, respondiendo exclusivamentea su sonido. Nunca antes. Entonces,todos los dioses tomarán sus tótems y seirán a la guerra con ellos.

Tras majestuosas vitrinas de cristalse ocultaban armas, carruajes, varas,joyas, cofres y objetos de todo tipo,

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algunos brillantes, otros más rústicos ypunzantes, y unos pocos tan grandes quenecesitaban salas para ellos solos.Todos ellos pertenecientes a los diosesexistentes del panteón Aesir y Vanir. Ahíreposaban todos, en la armería de loselfos de la luz. Excepto los máspreciados y portables, que llevaban losdioses consigo porque eran incapaces desepararse de ellos, celosos de que nadielos manipulara, como por ejemploGungnir, la vara de Odín, necesaria paramarcar a todos los guerreros berserkersy einherjars.

Freyja revisaba cada escaparate decristal para revisar que no faltaraninguno.

Lidam les iba explicando uno a uno

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la descripción de lo que iban viendo y aquién pertenecían. Obviamente, Odín yFreyja ya lo sabían, pero para Lidaminformar y hacer de guía era suobligación.

Y entonces, se detuvo al llegar alcasco sagrado de la madre de la Vanir.

—El Uovervinnelig —dijo Lidamextendiendo la mano para señalarlo—.Hecho con las crines de los jabalíssacros de la Diosa de la Tierra y madrede los elfos del Midgard. Rodeado delmetal con el que se creó la punta de lalanza de Gungnir. Este casco tiene lavirtud de convertir en inmortal al que lolleve. El portador no podrá ser heridopor nada ni nadie.

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El casco reposaba sobre laspiernas de una estatua de piedra que eraidéntica a su madre. Freyja la admiróporque era como estar delante de ella.Se la podía imaginar con su espléndidamelena roja, exhuberante, y aquellosojos que atrapaban y embrujaban al másdébil. Y al valiente, le animaba a hacerlocuras. Ella tenía los ojos parecidos alos de su madre, solo que de otro color.

Decían que Nerthus era una diosacruel. Pero ella no la veía así, porqueera su madre y porque la conocía yhabía aprendido mucho de sus valores;enseñanzas que luego quiso transmitirella a sus valkyrias.

Las diosas debían ser autoritarias ytener un punto de soberbia y agresividad

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para que nadie les tomara el pelo o secreyeran que por ser mujeres podíanpasarles por encima. Pero eso no laseximía de tener bondad. La tenían, a sumanera, pero la tenían. La eternidadpodía aniquilar los mejores valores deuno, pero los dioses siempre luchabanpor hacer lo correcto, lo creyeran losdemás o no.

Su madre era el vivo ejemplo deello. Incluso ella misma lo era.Estigmatizadas por ser mujerespoderosas. Porque ser mujer y tenerpoder ni siquiera estaba bien visto entrelos dioses. Pero era lo que había, máscuando algunas diosas tenían mucho másque decir que algunos dioses en muchosaspectos. No iban a pedir disculpas a

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nadie por ser como eran.Al ver el casco, recordó el preciso

momento en el que su madre se lomostró. Todo lo que le dijo, por qué selo dijo. Y entonces, se dio cuenta.

Acercó el rostro al cristal, hastacasi pegar la nariz en él y dijo:

—Ese no es Uovervinnelig. No esInvencible. Lidam detuvo su descripciónipso facto y enmudeció ante las palabrasde Freyja.

La Diosa apoyó las manos en elcristal, incrédula por lo que veía.

—¿Qué dices, Freyja? —preguntóOdín.

—Que ese no es el casco de mi

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madre. Invencible tiene brillantes rojosen los laterales, ¿sabes por qué? —dijosin mirarle a la cara—. Porquerepresentan mis lágrimas. Las lágrimasde sangre que derramé cuando merompieron el corazón —sentenciódejando callado a Odín—. La razón porla que otorgué esa debilidad de sangre amis vanirios.

—¿Acaso tenías corazón antes,Resplandeciente?

Freyja, todavía sin mirarle,contestó:

—Pues no sé... ¿Acaso tú teníasdos ojos, Travesti? —con esa respuestale contestó. Después se giró paraatender a Lidam—. Os digo que ese no

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es el casco de mi madre.—Pero, no puede ser... —protestó

el elfo, visiblemente incómodo—. Es elmismo que está ahí desde el principio deVidbláin y se erigió el tercer cielo. —Surostro palideció.

—No es así, te digo —protestóFreyja—. Sé muy bien cómo esInvencible. Ella lo forjó con su magiadelante de mí. Las crines de susjabalíes, el acero de Gungnir —enumeró— y mis lágrimas transformadas enrubíes. Me juró que cuando fuera a labatalla final pensaría siempre en mí,sería un modo de llevarme con ella,porque también acarreaba mi dolor.Porque una madre carga con sus penas, ytambién con las de sus hijos. Así que, no

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sé cuándo ni cómo cambió el casco,pero lo hizo. Y ese casco... —concluyócon voz ronca—. Dioses, está loca —No se lo podía creer. Su mente seiluminó de golpe—. Ese casco es, sinduda, el tótem que están buscando Jade yThor. Su tótem. El que la protegería enla guerra y la salvaría de Loki.

Odín entrecerró el ojo y meditóaquellas palabras. Si eso era así, ¿porqué no era Nerthus quien les había dadoel casco en persona? ¿Por qué utilizar aun hada guía? ¿Por qué no se lo habíaquedado ella?

—No lo quiere para ella —dijoFreyja afligida, leyendo la mente delAesir.

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Era la primera vez que Odín veía ala diosa tan afectada. Como una niñapequeña decepcionada y perdida. Y vera esa mujer tan fuerte de aquel modo lodejó sin palabras.

—Sé lo que piensas —prosiguióFreyja apoyando la mano abierta en elcristal, como si así pudiera acariciar laestatua de su madre—. Pero mi madreno va a utilizar ese casco... de locontrario, ya lo llevaría. Y no puede, noporque no quiera, sino porque Lokidetecta los tótems, al igual que tú lohaces por ser Dios. Por eso no le dejastellevárselo cuando la desterraste.Seguramente, debió costarle muchoresistirse a no llevarlo, porque es suobjeto favorito —explicó tocando con

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ternura las alas del suyo—. Y algo muypoderoso. Supongo que, en algúnmomento, vino a buscarlo. A tomar loque era suyo.

Odín inspiró por la nariz y seacarició la barba corta y rubia. Nerthusacababa de dejarlo sin argumentos.¿Sería posible que Invencible fuera eltótem que iban a buscar Thor y Jade? ¿Yqué harían con él?

—Si esto sale bien, Tuerto, mimadre te salvará el culo. Y espero queella viva para contarlo, porque ahoramismo está desprotegida... Se estásacrificando por el Midgard. Incluso porti. Y, sobre todo, por mí —murmuróacongojada—. Y si la conozco comocreo conocerla, irá al campo de batalla

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para ayudar a Thor y a Jade a queconsigan su objetivo y entreguen elcasco a Daimhin cuando la fillidh salgade la hule. Ese es su objetivo. Lo quequiere decir que, La Diosa de la Tierra,la que tú mandaste al Midgard como sifuera un castigo, es cien veces mejor quetú, y sabe más que tú y que yo juntos. Ytodo esto, sin perder ninguno de sus ojos—pasó por su lado, de largo, y loempujó hombro con hombro.

Odín permaneció en la sala,admirando la figura de piedra deNerthus y creyendo lo que decía Lidamsobre la altísima protección de laarmería del Alfheïm. El elfo estaba tannervioso y contrariado que no sabíacómo excusarse. Pero no hacía falta, ya

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que ellos no tenían la culpa de que elcasco se hubiera cambiado. Porque siFreyja era la diosa Vanir de la magiapor antonomasia, fue porque aprendió dela primera y originaria. Y esa eraNerthus. Su madre.

Por su parte, una vez en las afuerasde la sala de tótems, Freyja cogía airecomo podía. Le dolía el pecho de rabiay de dolor. Su madre Nerthus podíacompletar la jugada maestra. O tal vezno. Pero lo que estaba claro era que loiba a intentar.

Desde hacía tiempo, el casco sacrose había ocultado en el Midgard para serhallado justo en el Ragnarök. Y Freyjatenía ganas de romper y de destrozaralgo, porque no podía imaginarse a su

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madre sacrificándose por la Tierra yluchando para que lo que Odín y ellahabían tramado para evitar el Ocaso delos Dioses llegara a buen puerto.

Y aun así, lo que más la fastidiabaera que no le consultara nada, que no lepreguntara por su opinión. Porque sipara conseguir triunfar en esa malditabatalla contra Loki, su madre tenía queluchar en el mundo medio y arriesgar suvida por ello, Freyja diría que no. Aciegas.

Lamentablemente, en ese momentoya no tenía ni voz ni voto. Porque nadiepodía entrar ni salir del Asgard.

Nerthus estaba presa en aquellarealidad. Al igual que los demás dioses

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seguían encerrados en la suya.Pero si había una heroína divina, si

realmente alguien acababa de dar unmazazo sobre el telar, una bofetada a lasnornas y había dejado sin voz a Orlag,esa era su madre.

Nerthus, que todo lo podía y todolo sabía.

Nerthus, que podía ponerse en ellugar de todos pero nadie podía ponerseen el de ella.

Y lo hacía no por ser Nerthus, sinopor ser madre.

La suya.Con lágrimas en los ojos, y más

deseosa que nunca por luchar en el

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Midgard, pero al lado de la Diosa de laTierra, decidió que era momento de ir alVingolf y preparar a todas las valkyriasy einherjars para que dieran el salto.

Porque, en esos momentos, más quenunca, confiaba en el milagro.

MidgardBajo la tierra de Fionia

Thor acababa de vestir a Jade. Leencantaba desvestirla, pero también legustaba cubrirla, porque con eso decíaque nadie más debía ver lo que soloestaba reservado para él.

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Jade le pertenecía, y él lepertenecía a ella.

El casco de Nerthus, apoyado en elsuelo, lanzaba destellos luminosos paraadvertir que continuaba ahí, y que era unobjeto poderoso que ellos debían portar.Imprescindible.

Thor subió la cremallera del monode Jade, le retiró el pelo de los hombrosy él mismo le hizo el moño alto como lehabía hecho Nerthus, y una pequeñatrenza que cayera de su nuca con suspropias manos. Siempre tuvo periciapara ello. Cuando acabó, le dio un besofugaz en la nariz, gesto que provocó unasonrisa en la berserker.

Después le puso el oks que llevaba

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a la espalda en su sitio, y se aseguró quesus protectores en las muñecas y en losantebrazos, estuvieran bien cerrados.

Y Jade hizo con él exactamente lomismo. Como si ambos se arreglaranpara un festejo y tuvieran que ir guaposa esa cita. Sin embargo, en la frialdad yla decisión de sus ojos, había unadeterminación y una comprensión fuerade toda duda.

Iban a la guerra. A una guerra amuerte.

Se miraron, cómplices de susmiedos, sus penas y su profundo amor, yacordaron tácitamente luchar hasta elúltimo aliento el uno por el otro, ypelear por conseguir un recuerdo real de

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la hija que ambos hicieron juntos,aunque fuera lo último que hicieran. Unahija que superó las adversidades y quenació de un sentimiento puro y auténtico.

—¿Estás preparada? —le preguntóThor juntando su frente a la de ella. Jadeafirmó con la cabeza, sin articularpalabra—. Entonces, avisemos a losAlfkamp. Es hora de partir.

No hacía falta añadir nada más.Él era un líder celta, ella era la hija

del líder berserker más respetable.Venían de donde venían y tenían sangrede clanes guerreros. Sabían lo quetenían que hacer y no iban a eludir susresponsabilidades.

Jade recordaba muy bien cómo

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luchar, pues Thor le había enseñadotodos los secretos del arte del cuerpo acuerpo. Y también, porque su padre AsLandin fue un líder combativo sin igual.Los dos hombres más importantes de suvida eran salvajes en el campo debatalla, y ella había absorbido susgestos y sus golpes con muchadisciplina, a pesar de que las mujeresberserkers no estaban hechas parapelear.

—En el amor y en la guerra —susurró Jade uniendo los dedos de sumano derecha con los de su izquierda—.Juntos.

—En la vida y en la muerte —repitió Thor—. Juntos.

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—Mae.—Mae.Aquellos fueron los votos que se

juraron cuando escaparon de la BlackCountry para vivir su amor en libertad,lejos de las prohibiciones y los recelos.Y ahora se los repetían, antes deemprender un viaje que tenía todos losnúmeros para ser el último.

Los dos se abrazaron y se dieron unbeso que cerraba juramentos, promesasy también heridas. Como el que sedieron en Gretna Green cuando secasaron, antes de realizar su viaje a losBalcanes. Recordarían siempre aqueldía, y también, recordarían durante eltiempo que pudieran, el vivido bajo la

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Isla de Fionia. Porque había sido comoun cierre de ciclo.

Serennia se personó en la sala,adivinando el momento exacto en el que,por fin, la pareja se había vestido porcompleto.

La joven Alfskamp los miró a uno ya otro con notorio interés. No iba adisimular el hecho de que le despertabala curiosidad la energía sexual queflotaba en el ambiente. Más aún siendoella una hija de una Agonía y un elfo. Lacanción que habían aprendido de lamente de Thor era preciosa, y aún latarareaba en su cabeza.

«¡Qué hermosa música creaban enla Tierra!», pensaba maravillada.

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—Gracias por vuestras voces —dijo Thor. No le hizo falta darse lavuelta para saber que estaba allí. Lahabía leído y detectado antes.

Serennia no le dio importancia, yse sentó sobre la tumba del Rey Vikingo,mirando la luna del Alfheïm.

—Todos nosotros estamospreparados para partir — comentó sindejar de mirar la esfera plateada.

Thor la miró de reojo , al igual queJade.

—Serennia, no esperes aencontrarte un exterior como el que vesa través de este techo —le advirtió Thorserísimo.

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—Oh, no lo espero —repusoSerennia—. Pero no puedo evitarsentirme emocionada —admitió—.Porque cualquier cosa que sea distinto aestas paredes de piedra será diferente yestimulante para nosotros. Da igual loque veamos. Si llamas y fuego, hielo yescarcha, mares atormentados, montañasdeshechas, volcanes rodeados de lava yerupciones...

—Muerte y destrucción —sentenció Jade tomando el casco deNerthus entre sus manos—. No es nadaagradable, alfkamp.

—Puedo tolerarlo —convino muyseria—. Al fin y al cabo, siempre tuvepánico a los lobos. Y aquí estoy,transigiendo la compañía de uno de

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ellos.—No es lo mismo —murmuró Jade

entre dientes, lanzándole miradas comopuñales a esa rebelde adolescente.

—¿Por qué temes a los lobos? —quiso saber Thor.

Serennia meneó la cabeza como sidesconociera la razón.

—No lo sé. No me gustan. Seríaalgo que heredé de mi madre o de mipadre... Como sea —dio un saltito ycuando tocó de pies en el suelo, con laelegancia y la agilidad que lacaracterizaba, chasqueó su dedo corazóny el pulgar. En ese momento, todos losalfkamp, chicos y chicas, se personaronde nuevo en la sala, alrededor, como si

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siempre hubieran estado ahí yaparecieran y se desvanecieran a suantojo—. ¿Qué debemos hacer?

Thor se subió al féretro del ReyVikingo que dio su orgullo para salvar asu pueblo, y una vez arriba, le tendió lamano a Jade para que subiera y secolocara a su lado.

Así les verían bien.—Tenemos que ir hasta Gales. Al

tejo Llangernyw. Allí, una barda puraleerá un libro que provocará un cambioen el devenir de la batalla y del destino.De ella depende todo. Nuestra misión esir a ese lugar y proteger a la chica.Tenemos que llegar hasta ella, porque esa ella —aclaró estudiando el casco de

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Nerthus que sostenía Jade con mimo— aquien pertenece este objeto. Y vosotros—sus ojos lilas se centró en el centenarde Alfkamps que había en la sala—tenéis que luchar a nuestro lado yayudarnos a conseguirlo.

—Volaremos contigo yprocuraremos ocultaros a ojos de losSvartálfar.

Entonces, Aria, el hada que leshabía llevado hasta ese lugar, y quehasta entonces había descansado dentrodel féretro de piedra, voló sobre suscabezas para hacerse notar. Su luzdisminuía gradualmente. Se dirigió a laoreja puntiaguda de Serennia y le dijoalgo al oído que solo los elfos podíanentender.

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La alfkamp asintió y la miró conagradecimiento.

—Aria dice que está a punto dedesaparecer. Las handbök viven pocomás después de encontrar los objetos delos dioses. Aún tiene polvo dorado ypuede volar. Sugiere que podríaregalarnos tiempo.

—¿Tiempo? ¿Cómo? —dijo Jade,triste por la noticia.

—El hada quiere salir de la hule yvolar en la dirección opuesta a nosotros—explicó Serennia—. Los elfos de laOscuridad la seguirán, pues creerán queirá a por el tótem. Los despistará.Mientras tanto, nosotros volaremoshacia Gales.

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—Habrá vampiros en el exterior —les previno Thor—. Son neófitos, peromuerden igual.

—Preferimos enfrentarnos a losvampiros antes que a los elfos oscuros.Los segundos son los guerreros mástemibles del Asgard —contestó la joven.

—Entonces, ¿crees que podráshacerlo, Aria? —le preguntó Thor alhada.

La diminuta rubia alada, asintió conuna sonrisa de altruismo y valentía quela hizo enorme a ojos de los demás. Apesar de su tamaño, el hada guíaresultaba ser grande de espíritu.

—Gracias, pequeña amiga —dijoJade con sinceridad.

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Aria dio una vuelta sobre sí mismay puso su cara de concentración,dispuesta a salir de allí cuanto antes encuanto escuchara la orden de Thor.

—Bien. ¿No lleváis armas? —elvanirio se extrañó al ver que ibanhuérfanos de herramientas punzantes.

—Todo en la naturaleza es un armapara nosotros — contestó Serennia—.Incluso nuestro cuerpo es la mayor armade todas. Somos elfos y agonías —apoyó sus manos en sus caderas—. Esuna combinación temible.

A Thor le entraron ganas de reírseal presenciar tanta vanidad y soberbiaen alguien tan joven. Pero era algobueno en una guerrera. Necesitaba a

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seres seguros de sus capacidades, de símismos. Y a esos alfkamp, les sobrabade todo.

Jade arqueó una de sus cejas negrasy pensó que esa chica le caía bien.¿Aileen habría sido así? ¿Era así? Eldeseo por saber de su hija y porrecordarla la llenó de ansiedad ynecesidad. No veía la hora de salir deallí y llegar al campo de batalla deGales. A través de sus amigos, si aúnseguían vivos, sería como conocería asu pequeña gran mujer.

Thor la escuchó perfectamente, ydecidió que, además de hacer llegar elcasco a Daimhin, haría lo posible porconectar con los recuerdos de todos yofrecérselos a su cáraid, para que

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tuviera una imagen de Aileen lo más realposible.

—Está bien —anunció el vanirio—. ¿Estáis listos para partir?

Los Alfkamp alzaron sus puños ygritaron con todas sus fuerzas,vitoreando a su líder y a la portadoradel casco Invencible.

Thor escuchó el pensamiento detodos los alfkamp, y se conmovió.Echaron un último vistazo a la luna delAlfheïm y rezaron por regresar a eselugar cuando murieran. Estabanconvencidos de que iban a caer. Pero loharían hasta el último aliento.

Se sintió honrado de ir a la cabezade un pequeño ejército tan bravo y

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especial. Y deseó con todas sus fuerzasque llegaran con vida los máximosposibles a los pies del tejo de Agelystory que llegaran a tiempo de ver aDaimhin leer, en vez de caer bajo la leyde Loki.

Estaba en sus manos.Thor tomó a Jade entre sus brazos y

le dijo.—Colócatelo, loba.—No, póntelo tú —Jade le puso el

casco a su pareja y se lo ató bajó labarbilla para que le quedara recto—.Eres tú el que me va a cargar. Y necesitoque este avión no pierda combustible.

Incluso con aquel ornamento con

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cuernos, crin y brillantes rojos, Thor ladejaba sin palabras de lo atractivo queera. Era tan hermoso que hacía que se lesaltaran las lágrimas.

—Te quiero, mi vida —le dijoThor adorándola con la mirada lila.

—Y yo a ti, mo mann.Después de eso, Thor se alzó sobre

el suelo de la cueva y se quedósuspendido sobre la tumba vikinga.

Los elfos levitaron como él y lorodearon hasta cubrirlo en una espesaneblina que se mezclaría con los gases yel vapor de los mares del exterior.

Cuando Aria salió disparada paraencontrar la salida de la hule, todos la

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siguieron sin más.El hada les daba una salida y les

ofrecía una esperanza a la queamarrarse.

Y se cogerían a ella, porque elexterior no les recibiría con los brazosabiertos.

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XX

Midgard

La pandemia que acabaría con lahumanidad sería esa: el vampirismo.Los que no habían muerto, se estabanconvirtiendo, uno detrás de otro, enseres sedientos que, después de matar atodo lo que se movía, se decantaban porcomerse a sí mismos a falta de alimento,en un claro ejemplo de canibalismo.

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En lo que quedaba de Méjico,Canadá y Noruega, habían estallado tressupervolcanes cuyo polvo de ceniza quese depositaba en la atmósfera estabacreando un invierno volcánico sinprecedentes, como si se viviera inmersoen una guerra nuclear. Ni un rayo de solpodía atravesar la densa capa de nubes.Y parecía que la luna había dejado deexistir. Ni el día ni la noche, ninguno deellos tenía razón de ser.

El cambio climático era un azoteextremo: los gigantes de hielo y fuegodeshacían el hielo de los polos, losdestruían, y la Tierra se volvía loca sinsus puntos cardinales. El orbe ya noobedecía a sus leyes físicas y habíadejado de dar vueltas sobre su propio

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eje.Loki sonreía. Su hijo, la serpiente

Jormungander, se encargaba dedesdibujar lo que una vez fue el mapa deuna tierra firme formada por suscontinentes. Ya no era tal cosa.

Solo cachos de suelo sólido queflotaban en el agitado océano comotapones de corcho sin rumbo.

Los humanos siempre creyeron quesu mundo se acabaría por el impacto deun meteorito. Pero allí no había ningúnagente externo que aplastara al Midgard.

Solo un Dios poderoso y vengativo,al que no le importaba nada ni nadie másque no fuera él mismo y su fijación dedemostrar a Odín que su proyecto con un

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reino medio inferior de futuros maestrosera absurdo y ridículo. Los humanos notenían nada que enseñar porque en todasu historia no habían aprendido nada quevaliese la pena.

Las ciudades estaban siendoengullidas por el mar, y si Gales nocorría la misma suerte, era porque elTimador no quería. Porque deseaba queesa parte estuviera libre de temblores,de tsunamis y de erupciones de lava olluvia ácida.

Ahí, en el campo de batalla, queríaver un aplastamiento limpio para quenada ni nadie enturbiase esa victoriahumillante contra los cachorros de Odín.Quería ver claramente cómo ibanmuriendo uno a uno.

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Loki recorría el Norte, como bienhabía dicho. Tras él dejó solo muerte,dolor y devastación. Fenrir se habíaunido a él, tal y como habían acordado.Solo un día y medio. Un día a lomos desu hijo Fenrir, la bestia más sangrienta ysalvaje, bastarían para arrasar lo que lequedaba.

Y sus hijos estaban haciendo lomismo con las otras dos partes restantes.

Llegaría al anochecer al tejo,dispuesto a ver con regocijo el final delos lacayos de Odin. No durarían ni unaluna más.

En menos de una hora de esarealidad, él estaría ahí, en Gales. Sulobo, veloz como nadie, correría sobre

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las aguas, mansas solo para él, yacabaría en la tierra inglesa justo atiempo para exprimirla con un sologolpe de su Leviatann.

Allí, en aquel acantilado de batallay mortalidad, con un mísero y solitarioárbol en pie en todo lo alto, Angrboda,su mujer, habría depositado la cabezadel gigante Mímir para consultarle, cualoráculo, y confirmara sin más, el finalde todos los tiempos.

Mientras tanto, en Fionia, un hadarubia cuya luz se apagaba por momentos,salió despedida como una bala de entreel agua que había hundido por completolas Islas de Dinamarca, sumergiéndolasen el olvido y provocando que miles decuerpos flotaran sin vida en la

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superficie, convirtiendo aquel mar bravoen un ponto funerario, un cementerionatátil.

Los elfos oscuros, que estabanesperando como animales de caza a quealguien vivo aflorara del océano,afinaron su visión al ver un fulgor de luzchispear en el interior del agua. Porquesabían que una handbök había entradoallí cuando la tierra aún no había sidotragada por una ola enorme. Y lossvartálfar sabían que las hadas nomorían si antes no entregaban el tótem.

Aria voló a ras de mar con unavelocidad difícil de seguir. Los elfos,con sus ropas oscuras, sus tecesazabaches y sus melenas blancas,miraron a su líder esperando una orden.

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El lugarteniente alzó la mano,sonrió con malicia y con una señal desus dedos mandó a todo su pelotóndetrás de la pequeña rubia.

Aria se dio la vuelta al percatarque la perseguían y, cuando los divisó,puso su mejor cara de pánico.

Los Svartálfar la seguirían hastaque ella dejase de volar. Y Aria no loharía, no dejaría de volar por tal dedejar el camino libre a aquella brumaque salía del mar sin ser vista, entre laque se encontraban los Alfkamp, Thor,Jade y el casco de Nerthus.

Cuando los elfos de la oscuridad lacogieran, sería porque ya habría muerto,y para entonces esperaba estar muy lejos

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de donde realmente se hallabaInvencible.

En el barco Hringhorni

Aileen cubrió con su mano susojos, poniéndola sobre estos a modo devisera. La luz era cada vez más fuerte yprivaba la visibilidad.

—¿Es esta la luz de la que hablabaOdín? —se preguntó Caleb cubriendo asu híbrida con su propio cuerpo.Estuvieran en otra dimensión o no,acompañados o más solos que la una, nopodía dejar de lado su papelsobreprotector para con ella.

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Litr, el enano gruñón, que sujetabaen sus manos una brújula cuya aguja nocesaba de dar vueltas, se esmeró encorrer con sus piernas cortas hastadonde ellos estaban.

La luz tomaba altura cuanto más seaproximaba a ella el imponente navío.

Cahal y Miz salieron a proa paracomprobar el origen de aquel increíbledestello, que ahora fulguraba sobre suscabezas. Y entonces, se dieron cuenta deque no era una luz flotante. Lailuminación provenía de un farosolitario, que se alzaba sobre el marmuerto como la única construcción quehabían encontrado en millares dekilómetros a la redonda.

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La base del faro era una superficiede piedra plana y grisácea, que lejos depermanecer desierta, estaba poblada porun número incalculable de almas deguerreros de todas las épocas, los cualesparecían completamente idos yextraviados.

Caleb y Cahal pudieron identificara guerreros celtas y pictos, vikingos,samuráis, romanos, todo tipo deguerreros de todas las culturas y tiemposque esperaban en silencio que algo oalguien les recogiera.

Litr se acarició las barbas yentrecerró uno de sus ojos mientrasobservaba sus atuendos y la densidad desus cuerpos. Tenían todos la miradaperdida en un mismo punto fijo.

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Caleb les pasó la mano por delantede los ojos, para ver si había unarespuesta nerviosa en ellos. Pero nada.

—Estos hombres son incorpóreos—dijo Litr con su voz aguda y anciana.Su gesto demudó en otro de posiblecomprensión de lo que le rodeaba y dijo—: ¿Será esto el Helheim? ¿Será unNaströnd alternativo?

—¿Quiénes sois? —preguntóCaleb.

Nadie osó a contestar. Ni siquieralo miraban.

—¿Qué hacéis aquí? —quiso saberAileen.

El resultado fue exactamente el

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mismo. Indiferencia y silencio.Noah y Nanna se hicieron sitio

entre el grupo, hasta que el hijo de Odínlos analizó con aquellos ojos de sol. Losguerreros, cuando advirtieron a Noah,entonces se cubrieron la cara como si unfuerte resplandor les cegara.

—¿Qué es Naströnd? —dijo Mizperdida.

—Es una playa de cadáveres —explicó Noah reparando en cada uno deellos—. Se encuentra en el Helheim, yestá destinado a los criminales.

¿Quería decir eso que todos eranmalos espíritus?

Entonces, uno de los que estaban

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delante, en la primera fila de losguerreros amontonados, de ojos azules,pelo y barba trenzada, roja y larga, quesostenía un escudo redondo conornamentos puntiagudos en toda sucircunferencia de madera y metal, ysujetaba una lanza en la otra mano,movió la cabeza hacia donde estabaNoah y lo miró fijamente, ofendido aloír aquella acusación tan despiadada.

—¿Por qué brillas tanto? ¿Quiéneres tú? —quiso saber ante lacuriosidad de los habitantes del faro.

—Soy Balder. Hijo de Odín.Un sonido de asombro inundó el

mar y el cielo. Todos allí parecíanconocer al Dios de la Luz.

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—Soy Vikingo. Escandinavo. Aquítodos tenemos nuestros dioses... Pero yoles he hablado a todos de ti, de tu papelen el Ragnarök, de tu leyenda... —dijoel pelirrojo—. Y te digo, que en estelugar abandonado no hay un solocriminal —afirmó sin miramientos—.Somos guerreros honorables. Todosencontramos la muerte a traición, amanos de caudillos más viles quenosotros, que decidieron ofrecer susalmas al mal. Un Dios como tú nodebería prejuzgar.

—Yo también he visto muchascosas. Puedo prejuzgar sin más —sentenció soberano—. Porque si esto esasí como dices y sois inocentes —dijoNoah—, ¿qué hacéis aquí? Si erais

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almas, como dices, buenas y honorables,¿por qué no regresasteis al caldero? o¿por qué Odín y Freyja no os reclamaronpara el Valhalla?

—Porque no morimos en ningunabatalla. Fuimos víctimas de los engaños.Nunca nos dieron la oportunidad deluchar. Fuimos heridos de muerte por laespalda, cuando menos lo esperamos.

Allí habría miles de hombres,todos aún con sus heridas abiertas ysangrantes, que nunca pudieroncicatrizar.

—¿Y esto qué es entonces? ¿Unlimbo? —quiso saber Aileen.

—Es un lugar de olvido y nada. Unno tiempo en el que nos han obligado a

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permanecer durante la eternidad. Parasiempre. Por nuestra inocencia, era otrolugar el que nos pertocaba... —asumiómuy serio—. Un supuesto cielo en el quesiempre habíamos creído. Al menos, yosiempre esperé reunirme en él con mimujer y mis hijos... —reconoció conpesar—. Pero Hela, esa mujer hermosade cintura para arriba y esquelética decintura para abajo, nos engañó a todos yadquirió cada uno de nuestros espíritusque nadie reclamaba. Después creó unagujero en el espacio, entre mundos, alque nunca nadie se asomaría, y nos dejóen él, porque ¿quién iba a poder recogera los caídos en la inadvertencia? Somosguerreros sin honor. ¿Quién nos iba anecesitar?

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Cahal y Caleb se miraron el uno alotro comunicándose como solo ellossabían.

—Hace siglos —dijo Cahal consumo interés—, los romanos atacaron unpueblo entero de celtas. Los mataron atodos. Aquella noche, la vida de mihermano Menw y la mía quedaríamarcada para siempre en muchosaspectos. ¿Hay aquí alguna víctima deese ataque?

Los hombres se movieron de unlado al otro para hacer hueco a unacuarentena de guerreros vestidos con laropa de entonces. Botas de piel parasoportar el frío, y túnicas de linogrisáceas y marrones, que sujetaban contiras de cuero que hacían de cinturones,

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y que les llegaban por encima de lasrodillas.

—No llevaban armas, pues leshabían cogido desprevenidos en elataque, y no se pudieron defender.Murieron hombres, mujeres y niños enaquel poblado.

Cahal nunca lo olvidaría. Ningúnvanirio casivelano olvidaría operdonaría las afrentas romanas contrasu pueblo y su cultura. En los rostrosdemudados y abatidos de aquelloshombres, el tiempo no había pasado, yeso que llevarían allí de pie unaeternidad de espera y tormento. Cahalempatizó con ellos y se llenó decompasión. Todos tenían sus propiasmarcas imborrables.

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—No se pueden quedar aquí —ledijo el druida a Noah. Balder tenía quehacer algo con ellos.

Litr negó con la cabeza,observando la brújula con impaciencia.

—Ha sido el barco el que les hapasado a recoger —explicó sorprendido—. Hringhorni es una enorme navefuneraria, dedicada a tu culto, Señor. Sihay un barco o un vehículo que puedatransportar almas por derecho propio, eseste, Señor. ¿No os dais cuenta? —preguntó dirigiéndose a todos—. Tubarco es el verdadero faro, y no solotiene la función de aplastar. También esdual, y recoge tripulación acorde a sunaturaleza. Puede que Hela creara un

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espacio solo para que las almas de estospobres desgraciados se lamieran lasheridas y enloquecieran. Pero tu barco,mientras navegaba en la nada, les haencontrado.

Noah sí se daba cuenta de ello.Ahora pecaba de analizarlo todo, porqueel sacrificio de As lo había dejado muytocado y desde ese momento queríatomar las decisiones correctas para quesu muerte no fuera en vano. Perotambién era empático e intuitivo, y algole decía que Litr estaba en lo cierto.Nanna se agarró a su brazo con unadulzura difícil de encontrar en unavalkyria, y lo animó a que les ofrecierauna invitación.

—¿Cuál es tu nombre, guerrero? —

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preguntó finalmente al vikingo pelirrojo.—Me llamo Holger. Fui un Suion

del Sur de Escandinavia, Señor.Noah sonrió al ver cuánto de

verdad había en su nombre. Holgersignificaba «Jefe de la Isla». Esehombre había tomado la palabra ennombre de todos.

—Dices que caísteis por lasartimañas de los hombres del Trickster,tan timadores y maleantes como él, ¿meequivoco?

—Sí. Así fue —asintieron convehemencia.

—Y dices que no os dieron laoportunidad de luchar, y eso hizo que no

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tuvierais un cielo en el que poderdescansar como guerreros —dijo Noahconvencido de sus palabras.

—Sí, Señor.—Entonces, os invito a todos a

subir a mi nave. Os doy la oportunidadde que luchéis a mi lado en el Ragnarök.

—Pero, ¿hay modo de salir deaquí? —preguntó Holger incrédulo.

Noah se dio la vuelta decidido abuscar en la pantalla por la que veían elMidgard, la respuesta a sus preguntas yun rayo de luz a todas sus dudas.Presumiblemente, se agarraban a unmilagro. Pero los dioses, aunque erancaprichosos, movieron muchas fichaspara que el fin del mundo no llegara a

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buen puerto. ¿De verdad no había salidobien? ¿De verdad no habría salida? ¿Noexistía la salvación?

—Esa no es la pregunta que te hehecho, Holger —le dejó claro Noah.

El vikingo pelirrojo miró a suscompañeros, luchadores y muertos comoél, y no les hizo falta tener que dialogarpara ponerse de acuerdo.

—Cuenta con nosotros, Dios de laLuz. Si te hacía falta un ejército parapresentarte en la última batalla —alzósu barbilla y juró—, ten por seguro queya lo tienes. Desde este momento, túserás el Dios de todos nosotros.Lucharemos en tu nombre.

Noah asintió sin mirarlos. No

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quería que lucharan en su nombre.Quería que lucharan por ellos mismos,por lo que les arrebataron.

Después, miró a un lado y al otrodel horizonte, como si buscara esapuerta por la que regresar y que noaparecía.

Malditas puertas dimensionales. Sehabían estado abriendo y cerrando en elMidgard en los tres últimos meses conuna facilidad pasmosa. Y cuando máslas necesitaba, menos se daban.Chasqueó con la lengua. Tenía quetrabajar la paciencia.

—Todos a bordo —finalizó, antesde entrar en su cabina de mando. Nannalo siguió para darle la esperanza que él

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estaba perdiendo y que tanto agradecíade su chica.

Mientras tanto, los guerrerosvitorearon y gritaron como salvajescuando, ante la sorprendida y felizmirada de los vanirios, el enano y lahíbrida, subieron en tromba a la proa delimpresionante barco, para llenarlo yhacerlo rebosar de almas que clamabanvenganza contra Hela y sus asesinos.

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XXI

Midgard

Con el casco Invencible sobre sucabeza, Thor solo tenía que concentrarseen llegar a Gales, donde estaba el tejoLlangernyw, y donde se encontrabantodos sus amigos vanirios y el resto deguerreros luchando espalda contraespalda para defenderse del ataqueimplacable de los jotuns. Abrazaba aJade contra él, ofreciéndole todos sus

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pensamientos y su cobijo físico ymental, el que el casco le daba.

De aquel modo, les daría calma yconsuelo a los dos, pues su conexióntelepática y emocional eraextremadamente fuerte, y más despuésde intercambiarse la sangre y el chi.

Menw y Daanna seguían vivos.Aodhan seguía vivo. Gwyn y Beatha...El noaiti y su Cazadora. Las valkyrias ylos einherjars. Lo sabía. Los sentía. Y sise concentraba en ellos, los escucharía.Pero les quedaba muy poco tiempo, y sihabía algo que Thor necesitaba, eraarrancarle minutos al reloj de arena deldestino, y pedir que todos siguieran convida lo suficiente como para que lesayudaran a conseguir su objetivo común.

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No obstante, no podía prestaratención a esos pensamientos pues levencería la ansiedad y la agonía porllegar allí y combatir a su lado, ysuficiente hacía con volar ahipervelocidad y asegurarse de que lanube espesa que habían creado losalfkamp a su alrededor no se disipasepara que no fueran descubiertos, puessería correoso lograr salir del cielo convida en caso de que les detectaran,aunque llevaran el casco. Porque este leprotegería a él, pero posiblemente noharía lo mismo con Jade ni con losAlfkamp, que podrían ser alcanzadospor las flechas negras de los Svartálfar,sus brazaletes de serpiente, o por losmismísimos vampiros neonatos que

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plagaban las nubes como si fueran aves.No obstante, Thor sí había seguido

el vuelo de Aria, y había paseado porlas mentes de los svartálfar queperseguían al hada guía. Seguían lasinstrucciones de un líder llamado Lek-ir,que obtenía asiduamente informaciónsobre lo que hacían y a quién dabancaza.

Lek-ir era el informador de Loki.En la mente de los elfos pudo ver

imágenes del mundo dividido en cuatropartes, cada una de ellas aplastada porun destructor, como si se tratara de loscuatro jinetes del apocalipsis. UnaReina de los Muertos arrasando laTierra con sus espíritus, una giganta

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liderando a los jotuns, una serpientetriturando el interior de los mares y unlobo del tamaño de un elefante que seconvertía en un asesino carnicero, y alque los lobeznos obedecían como sifuera su Dios.

Sin embargo, el dios de ese lobogigante se había subido a su lomo yrecorría con él el paisaje cadavérico yde desolación que dejaba a su paso.Loki montaba a Fenrir, así se llamaba ellobo. Y todos esos monstruos eran sushijos; unos de sangre, otros de alma.

Era terrorífico. Un demonio. Esoera el Timador. Incluso sus siervos letemían tanto como lo veneraban. Eso eralo que transmitía Lek-ir en su cabeza.

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Thor también detectó el momentoexacto en el que los elfos oscuroscontemplaron el cuerpo del hada caer almar y hundirse, ya sin brillo en sus alasni polvo mágico a su alrededor.

Fue muy triste. En la mente de Ariasintió el orgullo de la diminuta ninfa porhaberles ayudado a escapar.Despistando a los svartálfar, haciendoque la persiguieran por lugaresinhóspitos que los alejaban de la zonaverdaderamente caliente.

Había sido tan brava que el pechodel vanirio se encogió por ella ydespués rebosó de admiración. Eltiempo que les había regalado eraextremadamente valioso. Pero ahora loselfos de la oscuridad les perseguían, y

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les buscaban. No tardarían en descubrirque se ocultaban en el interior de unanube, que no era otra cosa que loscuerpos incorpóreos de Serennia y suejército de Alfkamps.

Aunque, para entonces, Thor y Jadeesperaban estar ya en la planicie dondese desarrollaba la guerra másdesigualada y atroz de todos lostiempos. Y, aunque estaban cerca, Thornecesitaba que les allanaran el terreno yponer en sobre aviso a todos losguerreros que estuvieran de su bandopara dejarles claro que lo único queimportaba era que el tótem de Nerthus secolocara sobre la cabeza de Daimhinpara que la barda leyera sin problemaslo que fuera que había escrito en ese

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libro. Para ello, todos debían trabajar enequipo y en común unión.

Sintió los dedos de Jade sobre sumejilla y cuando bajó la mirada hacia sumujer, la vio hermosa y decidida apelear junto a él, a luchar, a entregar lavida y a invertir todos sus esfuerzos enrecordar a su hija Aileen a través de lasmentes de las personas que tanto laquerían. Bajo ellos, a través de lasnubes, los mares bravos se mezclabancon los trozos de tierra que ardían yestallaban ante sus ojos, como si debajode cada ciudad hubiera un volcán ocultoy activo.

El contraste entre la belleza salvajede Jade, y el inaudito lienzo que sedibujaba bajo sus pies era solo propio

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de los momentos extremos, de losfinales agoreros y catastrofistas.

—Contacta con ellos, Thor —susurró Jade—. Es hora de avisarles.Diles que estén preparados para nuestrallegada. Diles que nos ayuden.

—La irrupción mental de ese tipopodría desequilibrarles en una batalla.No quiero provocar indirectamente lamuerte de nadie.

Era cierto. Thor temía hablarle aalguien que estuviera lidiando con unjotun y que eso provocara una herida demuerte. Debía encontrar un canal quepudiera servir de comunicador. Alguienreceptivo que no estuviera luchando enese momento y cuya antena fuera

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receptiva.Entonces, sus pupilas se dilataron

con un movimiento inteligente. Acababade caer en la cuenta de quién podía ser.Su don era poderoso, casi tanto como elde él, y a pesar de no haber nacido aún,era sumamente intuitivo para alertar asus padres sin que dejaran deprotegerse, ya que la comunicación nosería ni de largo tan invasiva.

—Es una buena idea —dijo Jadeconvencida de que Thor había tomado lamejor opción—. Adelante. Hazlo —miró por encima del hombro de supareja, vigilando de que los vampirosno les olieran, ni que los elfos lespersiguieran—. Hazlo antes de que nosdescubran.

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Thor asintió haciendo caso a sucáraid.

En media hora llegaría a lo que unavez fue el país de Gales, y ahora erasolo un espacio de depresiones yllanuras arrasadas por el fuego,cubiertas de mar, de lava y de jotuns.Tenía media hora para que sus amigos seorganizaran y crearan un plan que, lejosde ser un contraataque, solo era unmovimiento de estrategia para hallar unasalvación y cumplir lo que le habíanencomendado. Para dar una estocada aLoki y caer con dignidad.

Sin más dilación, decidió entrar encontacto con el más joven de todos losguerreros. Él sería su canal y su

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comunicador.«¿Aodhan?».

Llangernyw

Angrboda, la hermosa y visceralgiganta jotun, madre de los hijosdestructores del Midgard y esposa deLoki, había disfrutado como nunca decampar a sus anchas por un reino tandébil y blando como aquel.

Su ejército no había tardado ni dosdías en conseguir menguar la vida de esesupuesto vergel azul y verde que era laTierra.

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Todo ser vivo fue aplastado ymutilado. Ella era la mensajera deldolor, la anunciadora de penas, y sehabía esforzado en demostrarlo aconciencia.

Su esposo era el Timador, elTrickster, el Transformista y Mentiroso.El líder de la rebelión contra los diosesVanir y Aesir, y el responsable de quepor fin, los jotuns, tomaran su posiciónen los Nueve Mundos. Ellos eran losmás fuertes y poderosos, y como tal, lasrazas inferiores serían sublevadas bajosu ley. En Járnvid se había aburridocomo una ostra, esperando el momentoen el que Loki los liberase a todos, ycuando lo hizo, siguió las instruccionesde su Dios.

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Por eso, en ese momento, en lo altodel monte donde solo quedaba eseestúpido árbol en pie, dejó la cabeza deMímir, tío de Odín, otro que fue ungigante como ella, para que el sabiooráculo observara con sus ojos deadivinación cómo se cumplía cada unade las profecías del Ragnarök.

De nada había servido quepermitiera beber a su sobrino Odín de lafuente de la sabiduría que él guardabapara que viera el futuro. Porque, todohabía sucedido como estaba previsto.

Nada había cambiado.Colocó la cabeza recta y bien

alineada para que oteara el horizonte yel precipicio bajo sus barbas.

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El rostro de Mímir estaba marcadode arrugas, tenía los ojos blancos, comolos de un invidente, llevaba el pelolargo y lacio, muy blanco, igual que elvello de su cara.

Cuando Mímir divisó la guerra quetenía lugar, él, que era reconocido porser el poseedor de la más pura sabiduríay del real conocimiento, no osó a decirpalabra alguna.

—¿Acaso no dices nada, viejocabezón? —le preguntó Angrboda demanera despectiva—. ¿Ves aquí a tusobrino Odín defendiendo el Midgard?Porque yo no le veo.

Mímir observaba el combatedescarnado que tenía lugar en aquella

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parte de ese planeta. Lo hizo achicandolos ojos vacíos y opacos, y cerrando laboca para no pronunciar nada indebido.

Lo habían sacado de su pozo de lasabiduría y nadie lo había advertido. Yahora, la giganta lo llevaba al Midgardpara que les hiciera de Oráculo o pararegodearse de su victoria y del fracasode Odín.

—Mira cómo llegan todos losnuestros desde cada punto cardinal deeste orbe —anunció Angrboda alzandosus brazos en señal de victoria—. Yasiento a Loki llegar por el Norte a lomosde mi hijo; y siento a mi hija estrujar lasentrañas del planeta. Ya veo a losespectros de Hela sobrevolar este lugar,y a los vampiros y los svartálfar

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cercando los cielos. Todas lassuperficies se han conquistado. Por mar,por tierra, por aire. Incluso el fuego esnuestro. Y ahora —señaló a lacontienda, buscando con sus ojos a lospocos guerreros que se defendían comopodían de ellos— acabaremos con losúnicos representantes de Odín y Freyjaen el Midgard. Después de esta luna, lanada se habrá apoderado del reinomedio, y Jormungander solo tendrá quecercarla con su cuerpo, para estrujarla yhacerla volar por los aires.

—¿Y para qué me necesitas a mí,Angrboda? —preguntó Mímir con laboca seca. Sin su fuente no era nadie. Éltambién necesitaba beber de ella—. Sipor lo visto, ya sabes el devenir de los

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acontecimientos. ¿Qué te puedo deciryo?

La giganta sonrió con soberbia y, acontinuación, dibujó en sus preciososlabios un mohín de presunta inocencia.

—Porque, cuando todo esto acabe,tendrás que hablar del futuro otra vez,pero esta vez del Asgard. Vamos ahacernos con Yggdrasil por entero. Losnueve mundos serán nuestros. Y losdioses tan altivos, los Aesir y los Vanir,morirán bajo nuestra orden.

—No tengo por qué hacerlo sivosotros no dais nada a cambio.

—Como quieras, viejo —seencogió de hombros—. Hay muchasmaneras de sacar de ti lo que queremos.

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El agua de tu fuente vive en ti. Tal vezno necesitemos que nos digas nada.Puede que bebiendo de ti sea suficiente.Tu sangre —tiró de sus barbas con saña—, contiene el agua que necesitamos. Ytus lágrimas también. Si no nos ayudas—le amenazó— nos aseguraremos deobtener de ti lo que queramos, aunquesea sin tu permiso.

Dicho esto, la rubia Angrboda,hermosa como una princesa nórdicanacida del hielo, decidió que ya habíatenido suficiente de aquella cabezacortada, y le dio la espalda, solo paracontemplar con una sonrisa desatisfacción, de oreja a oreja, las fuerzasmenguadas de aquel reducido grupo dela resistencia Vanir y Aesir. Había una

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arquera con dos niños detrás de su capa,y un berserker con unos cuantoscompañeros más dando hachazos pordoquier.

Una pareja de vanirios muy rubios,cargados con dos pareos con dos niñasmuy monas, se defendían como podíande los purs, los etones y los trols.

En la tierra había tres einherjars, ydesperdigados alrededor, algunosguerreros más con cabezas rapadas.

Después, luchando en el cielo, seencontraba Bryn La Salvaje, la perravalkyria más bruta de todas, sentadasobre su pegaso Angélico. Acompañadade dos valkyrias más, una de pelo rojoque ondeaba de un lado al otro y la otra

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de pelo moreno liso y flequillo recto conaspecto de niña. Esa llevaba un martilloque se parecía a Mjölnir. ¿Era hija deThor, El Dios del Trueno? Sí... esoparecía.

Angrboda se frotó las manos.Disfrutarían en sus últimas y

angustiosas bocanadas de aire.«¿Aodhan?».Se hizo un silencio y después la vía

se abrió por completo en su mente. Eracomo una autopista libre de vehículos, através de la cual se podía circular sinproblemas. Así era la mente de esepequeño tan especial.

«Eres Thor».

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Thor sonrió y asintió con la cabeza.«Sí. Soy yo».«He intentado contactar contigo

varias veces, pero no he podido», dijosu voz dulce y angelical.

«Hemos estado en hules. Nopodemos comunicarnos con estarealidad cuando estamos en ellas».

«Entiendo».«Tienes que escucharme, pequeño

nacido del fuego». Eso era lo quesignificaba su nombre. «Lo primero essaber cuántos siguen en pie».

«Han muerto muchos niñosperdidos. Todos», contestó con tristeza.«No sabemos nada de Daimhin y

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Carrick, siguen en el interior del tejo.Mamaidh y allaidh se encuentran aquítodavía peleando, de lo contrario yo noseguiría vivo. Las valkyrias y loseinherjars se encargan de protegerla. Elnoaiti y la Cazadora también siguen enpie. Pero están todos muy malheridos»,explicó el pequeño. «No sé si vamos aaguantar, Thor», asumió con tristeza.

Bien. Eso era lo que necesitabaescuchar. Que todos seguían en pie. Queaún había esperanza.

«Perfecto, pequeño. Tenéis queaguantar, ¿me oyes? Quiero que hablescon tu madre y que le cuente al líder delos einherjars todo lo que te voy adecir».

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«¿A Gabriel?».«Sí. Al mismo».Thor solo necesitaba hacer un

barrido mental para saber los aspectosbásicos de cada uno. Sabía cómoluchaban y en qué pensaban en la lucha.

Gabriel, apodado «El Engel deOdín», era un estratega sin igual. Ellíder de los einherjars. Él sabríaorganizarlos para que su misión llegaraa buen puerto.

Thor no dudaba de él en ningúnmomento.

«Te escucho, guerreroMacCallister».

A continuación, procedió a contarle

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todo a Aodhan para que le facilitara demanera escueta a su madre DaannaMcKenna lo que les había pasado y loque tenían que hacer.

Ruth no podía soportar tanto dolor,pero por los niños que protegía y por elhombre que amaba con todo su corazón,aguantaría que aquellos espectros laatravesaran sin compasión. Intentaríaalcanzar con sus flechas iridiscentes atodos los que pudiera. Tensaba la cuerdade su arco Sylfingir, apoyando labarbilla sobre el pulgar cerrado,tomando su brazo estirado como puntode mira. Sosteniendo de manera elegantey tenaz la flecha azul brillante.

Una. Dos. Tres. Hasta cuatroflechas lanzaba a la vez, alcanzando a

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aquellas almas oscuras que no habíandado ni con cielo ni con infierno, y quese veían atraídas por la luz que elladesprendía. De vez en cuando seaseguraba de que Nora y Liam, bienocultos detrás de su capa, estuvieransanos y salvos. Aunque por el modo conel que se agarraban a sus muslos, tanfuertemente, sabía que estaban bien. Sisalía viva de ahí, tendría cardenales depor vida. Los pequeños berserkers eranmuy fuertes.

Jamás pensó que ella seríaprotagonista del final de los tiempos,que lucharía en aquella batalla sin colorni oportunidades, pero que lo haría conla fe y la convicción de hacer el bien, yde darlo todo por los que quería.

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Adam, su noaiti, su lobito moreno yaguerrido, tenía el cuerpoensangrentado, de sangre ajena y propia,pues contaba ya con numerosas heridas,como el resto de berserkers queluchaban junto a él, y que caían a sualrededor.

Eran aguantaderas humanas. Esoeran. Barreras, muros infranqueablesque no permitirían que ni ella ni loscríos fueran heridos. Pero todos sabíanque aquello tendría un final. Soloestaban alargando lo inevitable. Y aunasí, continuaban haciéndolo ycelebrando cada muerte jotun queconseguían, cada herida que infligían,cada baja en el bando contrario,gritando como animales, dejando que la

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rabia por la injusticia y la impotencia semanifestara a través de su voz.

El anillo eohl que había regaladoAdam hacía tiempo a todos losguerreros, servía para que las almas noles hirieran, era la runa de la proteccióncontra las fuerzas malignas.

Ruth lo llevaba consigo, pero ellaera la Cazadora, sentía las almas demaneras diferentes y por aquella razón,a ella, a pesar del amuleto, le hacíandaño.

Se pasó la lengua por el labiosuperior, pues notaba las gotas de sudormojando el espacio entre la nariz y elbigote. El sabor a hierro la alertó. Noera sudor.

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Estaba sangrando por la nariz.Adam, que sentía a su mujer como

si fuera su propia piel, se giró alarmado.Cuando vio que sufría una hemorragianasal, sus ojos negros aterrados setiñeron de dolor por ella. Aquello, asimple vista podía no ser nada, y másviendo como allí se amputabanextremidades, se arrancaban corazones ysufrían cortes tan profundos quellegaban al hueso. Pero aquellahemorragia hablaba de un dolor interno,de una sobrecarga cerebral y emocional,y era mucho más preocupante, porque setrataba de la Cazadora de Almas. Y esosespíritus llenos de oscuridad la estabanhaciendo polvo.

—¡Ruth! —exclamó.

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—¡No! —lo detuvo la Cazadora.Sus ojos ambarinos lucían profundasojeras bajo los párpados, su pielpalidecía y su pelo del color del vinotinto, perdía brillo y lustrosidad. Lasalmas le estaban arrancando la energíavital. Ambos lo sabían—. ¡Quédatedonde estás! —le gritó deteniéndolo yalzando la mano. Se cubrió la cabezacon su capucha roja y prosiguiólanzando flechas por doquier—. ¡Estoybien!

—¡No estás bien! —protestó Adamsaltando por encima del cerco deberserkers. Él no podía hacer nada porimpedir que aquellos espectrosatravesaran por el pecho a su kone. Perosí podía estar con ella.

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No estaban bien. Llevaban casi dosdías peleando sin parar. Aunque elhumo, los gases y las nubes no dejabanver el auténtico color del techo estelar,la luna se encontraba en algún lugar,como seña de que la noche estaba entodo su apogeo. Y él lo sabía por elmodo en el que le hervía la sangre. Eramedio lobo, y de todos era sabido quelos lobos aullaban a la luna. Esa nocheaullaba de pena por las pérdidas queacontecían una detrás de otra.

Demasiado hacían para los pocosque eran. Habían vanirios japoneses yde la Black Country, berserkers deEscocia, valkyrias y einherjars, todosluchando juntos por no dejar a aquellatierra sin defensa. No se creía que ni uno

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de ellos tuviera esperanzas de salir deallí con vida, y eso les convertía enhéroes, porque abrazarían la muertesegura que estaba por llegar, pero loharían de pie, sin arrodillarse. Comohabían hecho los cabezas rapadas queles acompañaron en la batalla, y que yano tenían nada más por lo que sufrir.Pelearon con dignidad, y todos habíanmuerto.

Adam solo esperaba que en sumuerte hubieran encontrado la venganzapor la que clamaban sus corazones.

—¡Vuelve a tu sitio! —le exigióRuth.

Adam, agotado de pelear y de verlatan cansada se quedó a su lado y se

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cuadró frente a ella, intentando darhachazos a las almas que tanto la herían.Pero eran inmunes a él.

—Ni hablar. Tengo que protegertede esto.

Se sentía impotente porque ya hacíadías que su don de profecía no abría susvisiones. Su canto seirdr no funcionabay no tenía modo de ver el futuro. Puedeque aquello tuviera sus razones en elhecho de que todas las puertas delAsgard estaban cerradas, y no habíamodo de contactar con las nornas. Aunasí, su frustración lo dejaba con unsabor amargo en la boca, porque querríapoder decirles a todos cómo debíanluchar, y qué podía pasar. Hacía muchotiempo recibió una profecía que sirvió

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para entender cuáles iban a ser lasrevelaciones y los movimientos de lasfichas del destino para que el Ragnarökno llegara a buen puerto. Sin embargo, apesar de que todo se había cumplidopaso a paso, ahí estaban muriendo en elfinal de los Tiempos.

¿De qué había servido?—Adam... —la mano pequeña y

blanca de Ruth se posó sobre suantebrazo musculoso y moreno—.Adam, por favor... Mírame —queríahacerlo entrar en razón—. No puedescontra esto. Esto soy yo, ¿comprendes?—le pidió con la voz rota—. Soy el faroque guía a las almas. Y aquí, en mediode tanta oscuridad, la única luz que lesatrae es la mía. Pelea contra los seres de

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carne y hueso. Defiéndeme deellos—lerogó—. Soportaré todo lo demás.

Los ojos amarillos y rabiosos deAdam la miraron con compasión ytambién con una admiración que nopodía ocultar jamás.

—Jeg elsker deg, fierecilla. Teamo.

Ruth se emocionó y se humedeciólos labios, luchando por sobreponerse alcaudal de sentimiento y miedo que laarrasaba de pies a cabeza.

—¿Tío Adam? —la cabeza rubiade Nora se asomó entre la capa roja deRuth. Tenía los ojos negros muy abiertosy llorosos. Estaba tan asustada que suslabios no dejaban de temblar.

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—Nora, cielo, métete dentro...—lepidió Adam ocultándola.

Él y Ruth se miraronconmocionados, conscientes de supropia realidad. Estaban ahí, con dosniños, sin poder moverse. Iban a morir.No tenían ninguna posibilidad. Lo únicoque podían decidir era cómo queríanhacerlo. ¿Matando o queriéndose?¿Luchando o abrazados?

—Tío, Adam. Yo dibujé eso —dijoNora con su pelo rubio despeinado,señalando al tejo cuyas raíces aún sesujetaban a la tierra. Pero allí, en loalto, no solo había un tejo. A un lado, avarios metros, sobre un montículoaislado, también había una cabezaenorme de un gigante.

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—Adam... —musitó Ruth—. ¿Esoes una cabeza decapitada moviendo losojos?

—Es Mímir —contestó elberserker estupefacto—. Joder... EsMímir. La cabeza parlante. Es unOráculo.

Al lado de la cabeza, había elcuerpo enorme de una mujer. Unagiganta, con mirada fría y hueca,mirándolos con regocijo, disfrutando desu malestar.

—¿Gigantes? —Ruth no dabacrédito—. ¿En serio? ¿Gigantes? Nosvan a aplastar...

—En el Asgard está el Jotunheïm

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—le explicó Adam alarmado—.Gigantes de hielo y fuego... Loki hamandado a todos los suyos a la Tierra—sus ojos se volvieron fulgurantes porcompleto y sus colmillos explotaron ensu boca.

Mutado como estaba, con su pelonegro largo y lacio, y tan grande ymusculoso, Adam continuabapareciéndole el ser más bello que habíavisto jamás.

—¿Y todos estos espíritus dedonde salen entonces? —quiso saber laCazadora.

—Tres son los hijos de Loki —Alzó el oks, lo hizo rodar sobre sucabeza y partió por la mitad el cuerpo

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de un trol que iba hacia ellos—. Tresson sus bestias. Hela y sus espíritus, ellobo Fenrir, y la serpienteJormungander. Los tres sicarios delMidgard. Los espectros que nos atacanvienen del Helheim, cuya diosa es Hela.

—Pero en mi dibujo estaba Lokito,herido en la garganta. Y esa cabeza —juró Nora convencida—. Y la vaniriaembarazada, y otra mujer más que letocaba la panza.

Nora tenía visiones de Loki.Gracias a ella rescataron a los niñosperdidos de Capel Le Ferne, entre otrascosas. Dibujaba lo que veía en un papely lo mostraba a los demás, así sabíandónde iban a suceder losacontecimientos relacionados con el

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Timador.Adam se arrodilló delante de Nora,

y Liam asomó su cabeza morenita.—Tío Adam, ¿se acabará ya la

guerra? —preguntó Liam.—Cariño —dijo Ruth empujándole

la cabeza detrás de ella, debajo de latúnica—. No salgáis de ahí. Metéosdentro.

El corrillo de guerreros berserkersresistían los ataques de los etones,desviaban las flechas negras que llovíande todas partes, procedentes de los elfosde la Oscuridad, y se encaraban con loslobeznos... Y lo hacían como podían yhasta donde las fuerzas les llegaran. Elproblema era que ya no tenían mucha

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más resistencia.—No, chaval. Aún no, campeón.

Haced caso a Ruth. Meted la cabezaadentro y no salid. Nora —tomó la manode su sobrina—. ¿Cuando viste eso?

—Dejé el bidujo en elRAGNARÖK —se lamentó la niña—.Lo hice cuando estábamos allí todosjuntos, con las sacerdotisas. Lo dejéencima de la mesa y no me recordé decogerlo — estaba a punto de echarse allorar.

Adam le susurró que se calmara yle quitó hierro al asunto.

—No importa, nena. Escucha. ¿Teacuerdas de tu visión?

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La pequeña berserker hizomovimientos afirmativos con la cabeza.

—Cuéntamela.—Una mujer tocaba la barriga de

Daanna. Daanna estaba estirada en elsuelo. Las dos miraban al cielo. Al ladode ella había una cabeza muy grandecortada, y después estaba Lokito, conuna lanza en la mano, señalándolas a lasdos. Estaba ese árbol, y sobre una de lasramas Daimhin leía un libro. Y debajodel árbol, el señor de los ojos lilascorría hacia ella con un casco en lasmanos.

—¿El señor de los ojos lilas?—Sí. Un señor de ojos lilas...

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Adam sacudió la cabeza sincomprender. Él solo conocía a unapersona con los ojos de ese color, y erasu amiga Aileen.

—¿Ojos lilas? —dijo Ruth—.Thor. ¿El padre de Aileen? —la jovenCazadora observó a Adam, que parecíatan perdido como ella—. No entiendonada.

—¿Sabes cómo era la mujer queacompañaba a Thor? —quiso saberAdam.

—Muy guapa. Tenía ojos muyverdes y grandes, y el pelo recogido enun moño alto y deshecho. Tenía un oksen la espalda.

Entonces, cortando la conversación

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de la niña con él, apareció Gabrieldesplegando sus alas rojas y hechas deelectricidad y sobrevoló por encima desus cabezas, zarandeando su espada deun lado al otro para proteger a Ruth.

De repente, una cúpula de energíaeléctrica les protegió, aislándoles de losataques. Gabriel miró hacia arriba yagradeció a Gunny la ayuda. La valkyriaextendía sus manos hacia ellos, y de suspalmas salían aquellos rayos que nuncase acababan. Había creado una burbujade protección para ellos.

—Ruth. Adam —les alertó elEngel, tan agotado de luchar comotodos.

—¿Qué pasa, Gabriel?

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—Tenemos que dejar dedefendernos. Vamos a preparar unaofensiva —contestó el rubio vestido consus ropas de guerrero de Odín, suespada ensangrentada en mano, y toda lapiel que quedaba descubierta llena dechurretones rojos y sanguinolentos.

—¿Por qué? —indagó Adam. Notenía sentido que contraatacaran siDaimhin aún no había salido del tejo—.¿Dónde está la barda?

—Hasta entonces solo podíamosdefendernos. Pero ahora tenemos un planpara hacer daño. Cuando Daimhin salgadel tejo, lo pondremos en práctica.

—¿Qué plan? —Adam no dabacrédito. ¿Cómo iban a conseguir nada

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siendo tan pocos?Gabriel llevaba el pelo recogido en

una coleta rubia y corta. Sus ojos azulesrefulgieron con una seguridad y unaastucia propia de un General, de eselíder que siempre iba un paso pordelante del resto.

—Thor y Jade se acercan. Y novienen solos.

—¿Jade? —el berserker no sabía alo que atenerse—. ¿Qué Jade?

Gabriel le contestó con un silencioque hablaba de demasiadas verdadesatronadoras.

—No —Adam negó firmemente,más acuciado por la sorpresa que por el

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miedo—. No puede ser... Jade murió.—No. Jade no murió. Thor la ha

encontrado.—Era mi amiga. Era como una

hermana para Noah y para mí —leaseguró Adam sobrecogido—. As ynosotros lo pasamos realmente malcuando ella desapareció. Y con lallegada de Aileen y la lectura del diariode Jade, tuvimos que encajar la relaciónde Jade y Thor del mejor modo, yasumir que ella había muerto. As lalloró. Todos lo hicimos... No fueagradable.

—Ya, Adam —convino Gabriel—.Estas cosas no son agradables paranadie. Pero el único modo de que te

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cerciores de que es ella, es viéndola contus propios ojos y ayudándola a lograrsu objetivo. Créeme que todos estamostan en shock como tú.

—Jade... Dios... Los padres deAileen, los dos, están vivos —musitóRuth haciéndose cruces—. Y ella nisiquiera está en esta realidad... Ojalá losupiera —murmuró emocionada.

—Escuchad —Gabriel les pidióque pusieran todos los sentidos en susinstrucciones—. Ahora, cuando la veáis,podréis hacer todas las conjeturas quedeseéis. Pero tenemos un objetivo ydebemos ayudarles a conseguir el suyo.Thor lleva un casco que se llamaInvencible. Ha recibido órdenes deNerthus y ahora tienen que entregarle el

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casco a Daimhin para que pueda leer ellibro sin problemas.

Ruth clavó sus ojos caramelo en eltejo. Y entonces vio una cabeza rubiasalir de entre sus ramas, descubiertasahora en la pared del precipicio. ¡Eraella! ¡Y no salía sola! Steven, Carrick yAiko la acompañaban.

—¡Pues nos tenemos que dar prisa,Gaby! —clamó Ruth—. ¡Daimhin yaestá saliendo!

Los tres se quedaron mirando a labarda. El líder de los einherjars nopodía perder más tiempo. Tenía quepensar en una jugada ganadora, una quesumara y puntuara en ese campo debatalla y que llenara de dudas y de

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miedos al bando contrario.No había más tiempo que perder.Ruth y Adam pensaron

inmediatamente en el dibujo de Nora.¿Se estaban dando las condiciones paraque el dibujo fuera real?

—Organízanos entonces, Gaby —lepidió Adam—. Tú sabes demovimientos y estrategias. ¿Quédebemos hacer?

En el interior de aquel refugiomomentáneo de luz azulada yelectromagnética, Gabriel procedió aexplicarles lo que tenían que hacer paraayudar a Thor y a Jade a cumplir suobjetivo. Lo haría con todos, hasta conGwyn y Beatha para que bailaran junto a

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ellos como en una coreografía.Invencible tenía que cubrir la

cabeza de Daimhin fuera como fuese.Para ello, no solo tenía que

explicarles su papel, además tenía queconformar un tablero de ajedrez con lasfichas justas y que cada uno supiera a laperfección sus movimientos, pues solotenían una oportunidad.

Una y no más.

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XXII

Cuando la nube que volaba entre

espesos y negros cumulunimbus asomóentre los cerros que precedían al campode batalla, Thor y Jade vieron, con unaapabullante claridad, a los grupos deguerreros que iban a ayudarles a correresas yardas que quedaban antes dellegar hasta la barda.

Ellos les advirtieron y, como si setratara de un equipo perfectamente

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coordinado, se activaron a la vez paraque cada uno tomara sus posiciones.Aquello parecía una carrera de relevos.

Thor contactó con la mente deGabriel, y cuando el einherjar lo notó ensu mente, le dijo:

«Vamos a intentar dejarte el campolibre, Thor. Pero es importante que enesa nube entren contigo Daanna yMenw».

«¿Daanna y Menw? Pero Daannaestá... ella está embarazada. Puede serarriesgado».

«Joder, ¿y qué no lo es? Vamos amorir todos aquí, vanirio. ¿De qué coñome hablas? ¿Acaso piensas que nosomos conscientes de que debemos

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sacrificarnos?».Thor entendió que lo que decía no

tenía sentido. Pero Daanna McKenna erauna mujer preciada y especial para él.Había sido una de sus mejores amigas.Todavía lo era, a pesar deldistanciamiento. Era la hermana de sumejor amigo. Y, además, estaba en cinta.No obstante, no la hacía de menos porello. Simplemente, Thor convenía queaquel no era lugar ni muerte para alguiencon un ser tan especial en su interior. Ymenos, si moría en un enfrentamientodirecto con Loki.

«Lo que nos importa es ver sipodemos echar una última mano. Esarriesgado, claro. Pero es ahora o nunca.Además, Thor, la pequeña Nora tuvo una

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visión —insistió Gabriel—. Y en esavisión, Jade y Daanna estaban juntas.Las visiones de Nora siempre secumplen, y hay que hacerle caso. En suvisión, además de verte a ti intentandoalcanzar a Daimhin, también vio a Lokiherido».

«¿Loki herido?».¿El Timador herido? ¿Era eso

posible? Thor cortó la comunicacióncon Gabriel y tocó levemente la mentede la pequeña Nora. Vio con sus propiosojos lo que había visto la niña, y sequedó fascinado con lo real que era laventana que ella podía ver en su sueño,un lienzo perfecto y catastrófico, con losmismos colores que teñían la tierra bajosus pies.

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«Diles a Menw y a Daanna queatraviesen la nube y entren. Rápido»,concedió Thor finalmente.

Jade, que podía escucharperfectamente las conversaciones queThor tenía en su cabeza, le llamó laatención el modo en que se iban aconocer.

Daanna era la hermana de CalebMcKeenna, la pareja de Aileen. Y sesabía que estaba embarazada. Elcorazón se le encogió al pensar en queaquella mujer. Si perdía la vida, lo haríacon su hijo en sus entrañas.

La berserker llevó las manos a suvientre, intentando recordar, ahora quellegaba un último enfrentamiento con

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Loki, lo que sintió al tener su propiobebé cobijado en su barriga. Y se odiópor no poder recordar nada en absoluto.

Thor lo advirtió y besó a su mujeren la mejilla, para tranquilizarle y darlela paz que necesitaba.

—Aunque sea lo último que hagaen mi vida, Thor — juró Jade con susojos verdes llorosos—. Te prometo quevoy a recordar a nuestra hija. No puedomorir sin sentirla aunque sea una vez.

Él la escuchó con atención y susojos lilas brillaron con intensidad. SiJade la recordaba, él también lo haría. Ytanta convicción lo dejó sin habla.

—Entonces, permanece con vidapor ella y por mí —le pidió el vanirio

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keltoi.Nunca dudó de la fuerza de su

cáraid. Ella era única. Y la mejor.—Te amo con toda mi alma y todo

mi corazón —le confesó besándola en laboca con todas sus fuerzas—. Eso es loque yo recuerdo, y eso es lo que mellevo. Te llevo en mi corazón —espetóapasionado—. A ti. Y a mi hija, a pesarde todo. Os llevaré a las dos.

—Nos diremos adiós juntos, moduine. Nuestro amor es inmortal.Lucharé en tu nombre y en el de ella.

Se abrazaron fuertementeesperando la llegada de Daanna yMenw, los cuales ya surcaban los cielospara ir a su encuentro.

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En el fondo, Jade, como mujer yguerrera, esperaba poder dar parte de sumerecido a Loki y joder así todos suspropósitos.

Pero, como madre, deseaba que siThor y ella cruzaban el río de la vida yde la muerte cogidos de la mano, al otrolado fuera el recuerdo de Aileen el queles recibiese. Un recuerdo real, unaimagen factible y palpable. Algo a loque poder agarrarse, que no fuera esaignorancia que tan grave vacío dejaba ensu interior.

Porque el amor de pareja eraimperecedero e increíble entre seres desus razas. Pero el amor que despertabaun hijo en una madre, a pesar de serdiferente, era igual de fuerte e

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irrompible.Y por ambos amores, uno podría

llegar a matar, o, en su defecto, entregarsu vida a cambio.

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Continuará...

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Table of Contents

EL LIBRO DEL RAGNARÖK,ÌndiceIntroducciónIIIIIIIVVVIVIIVIIIIXXXIXII

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XIIIXIVXVXVIXVIIXVIIIXIXXXXXIXXIIContinuará...