¿puede haber algo que se llame una política ambiental? haber... · 64 alteridad marzo de 2009...

12
Alteridad Marzo de 2009 64 ¿Puede haber algo que se llame una política ambiental? Freddy Álvarez * Cosas mías. Técnica mixta sobre lienzo * Doctor en filosofía por la Sorbona (París VIII). Profesor investigador de la Carrera de Comunicación Social de la UPS y autor de artículos y publicaciones varias sobre filosofía, conocimiento y desarrollo.

Upload: phungnga

Post on 15-Oct-2018

225 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Alteridad Marzo de 200964

¿¿PPuueeddee hhaabbeerr aallggooqquuee ssee llllaammee uunnaa

ppoollííttiiccaa aammbbiieennttaall??Freddy Álvarez*

Cosas mías. Técnica mixta sobre lienzo

* Doctor en filosofía por la Sorbona (París VIII). Profesor investigador de la Carrera de Comunicación Social de la UPSy autor de artículos y publicaciones varias sobre filosofía, conocimiento y desarrollo.

1. La normalidad psicoanalíticadel contexto ambientalista: laparanoia de los líderes, la neu-rosis de los desarrollados, laesquizofrenia de las ONG, lahipocresía de la cooperación yla demencia de la maquinariaburócrata

La pregunta enunciada de esta manera“puede haber”, cuestiona no sólo sobre la exis-tencia de algo, pues existen políticas ambienta-les; no indaga sobre el “hay” ya que la existenciano está en duda; la pregunta versa sobre el po-der de la existencia: es saber si puede existir unapolítica ambiental o no. La existencia nace delpoder, porque ser es una cuestión de poder ser,el poder no es la causa del ser, pero no hay sersin poder. Además no es tener poder, es ser através del poder. En consecuencia, no existe unapolítica ambiental sólo por querer que haya unapolítica ambiental, hay una política ambientalporque el poder quiere una política ambiental,sin embargo, el poder es limitado y limita el“haber” de la política ambiental. El poder es in-dispensable para la vulnerabilidad de la políti-ca, y el poder vulnera el topos de la política.Luego, el “puede haber” una política ambientalse refiere a la probabilidad, no a una certeza,por tal motivo contiene una tonalidad irreve-rente porque de hecho casi todos los países delmundo, democráticos y no democráticos, tie-nen políticas ambientalistas, las cuales no secumplen en la mayoría de los casos. Pero, ¿porqué iniciar con una pregunta de este modo?

Resulta extraño encontrar que los paísesricos con el desarrollo más brutal y contaminan-te para el mundo, y sin ninguna intención encambiar dicho modelo, están preocupados por elMedio Ambiente mundial, pero desde horizon-tes locales proteccionistas, pues, sus desechos pe-ligrosos los envían a países pobres. Ellos hanmantenido y mantienen prácticas de saqueo in-misericorde de los recursos renovables y no re-

novables del tercer mundo con políticas colonia-listas y humillantes, y ahora tales países preten-den dictarle al Sur las políticas ambientalistas sinrenunciar a imponer un modelo de desarrolloque sigue manteniendo la dicotomía entre supe-rior e inferior beneficiando sus intereses hege-mónicos. En efecto, en torno a la gravedad de losfenómenos ambientales circulan una serie depersonajes neuróticos que colocan preguntas ló-gicas y responden con una multiplicidad de res-puestas contradictorias y sin sentido.

Es apenas obvio que las políticas ambien-talistas venidas del Norte obedecen a criterios deun Estado de Bienestar, es decir, la demanda am-bientalista se inscribe dentro de una neurosisplanetaria que después de llegar a un nivel de vi-da cómodo a costa de políticas extractivistas ycoloniales fuera de su país, la mejor manera dedisfrutar y gozar de sus beneficios es exigiendodemandas ambientales de los otros.

Mientras tanto algunos líderes políticosdel Sur, desde procesos de emancipación, radi-cales, moderados o incipientes, -muchas vecescontradictorios- buscan emanciparse por me-dio de una disyuntiva cotidiana: o explotar re-cursos para responder a las promesas políticashechas a sus electores, o dejar intactos los re-cursos protegiendo la naturaleza; o arrancar lasriquezas de la tierra para solucionar los proble-mas del hambre y dar inicio a procesos de desa-rrollo autónomo, o buscar solucionar la pobre-za sin recurrir al modelo extractivista del Esta-do que ha sido endosado por gobiernos invaso-res y últimamente por transnacionales. La nece-sidad de recursos apremia por las demandas so-ciales y las condiciones precarias en las que vi-ven las poblaciones. En consecuencia la oposi-ción de movimientos ambientalistas puristas,que ven a la naturaleza separada de las necesi-dades sociales y económicas intenta ser contra-rrestada por una serie de posturas políticas pa-ranoicas que ven el mal en todo tipo de oposi-ción. Así unos y otros dejan intacto el modelode desarrollo lineal, mecánico, universal y, pre-tendidamente, neutral.

Alteridad Marzo de 2009 65

Contribuciones especiales

De igual manera, muchos de los Ministe-rios de Ambiente del Sur siguen atados a lasagendas de los Organismos Internacionales porlo que sus políticas reales se quedan en pura re-tórica. El Norte puede darse el lujo de una polí-tica ambiental para sí pero no para los otros,pues allí se suelen encontrar sus fábricas y los re-cursos que requieren para vivir bien. De hecho,los Ministerios de Ambiente son cooptados a susdemandas ya que el mayor financiador provienede la Cooperación Internacional quien de cual-quier modo coloca los temas a ser tratados sub-yaciendo en su política la incapacidad del Surpara definir su propio destino. Así, la experienciade la impotencia de la política ambiental es evi-denciada no sólo fuera, sino dentro de la buro-cracia ministerial. De esta manera, se ocupa unlugar de trabajo desde el cual se sabe, después deun corto tiempo, que allí son muy pocas las si-tuaciones que pueden ser transformadas. Dichaconciencia del fracaso acompaña el día a día deun burócrata provocando que el ángel de la re-dención sea reemplazado por el diablo de la co-tidianidad.

La experiencia de la impotencia y la con-ciencia del fracaso provocan la inacción burocrá-tica, dentro del vértigo, a veces, de acciones sinsentido que se repiten, replican, traslapan, en unmedio institucional parcelado, compartimenta-do y fragmentado. Se hace nada haciendo mu-chas cosas o respondiendo automáticamente conatención a no salirse de los marcos legales. El nohacer nada sucede en la carrera por demostrarque se hace algo. Así se cubre la impotencia y elfracaso de no poder redimir a través del cambio.

Las políticas del desarrollo y de la econo-

mía no están articuladas con las vulnerables yvulneradas políticas ambientales. La preguntaambiental es silenciada ante la urgencia decisivadel factor económico y la incuestionable res-puesta decimonónica del desarrollo. La políticaambiental navega y naufraga constantemente enun medio esquizofrénico en el que las políticas sehacen para cumplir con determinados conve-nios, pero no para ser tomados seriamente encuenta a partir de las necesidades ambientales delas poblaciones y de la naturaleza.

La esquizofrenia de la acción ambiental esexperimentada con mayor fuerza en algunas delas ONG ambientalistas financiadas con dinerosprovenientes de las empresas contaminantes.Luego, la lucha por un medio ambiente no es se-parable de sus problemas no en una línea causalsino en la relación interdependiente, irónica ycircular, por lo tanto, la causa del medio ambien-te genera defensores y es porque hay defensoresque se requiere de un planeta en llamas. Dichacircularidad a veces toma giros sorprendentes ycínicos cuando a veces entendemos que el énfa-sis está puesto no en el planeta sino en los inte-reses de las promesas ecológicas.

Por último, nos encontramos con la Coo-peración Internacional quien supuestamenteapoya las buenas causas de los gobiernos pobresy que al mismo tiempo opera como centros deinteligencia de los países representados. Grandestítulos ambientalistas se colocan en los edificiosde representaciones internacionales para justifi-car de modo indirecto la larga presencia de unapolítica invasora defensora de los intereses deempresas extractivistas extranjeras y naciones“amigas”.

Bajo la lucha por lo ambiental, entonces,nos encontramos con una serie de prácticas noambientales. La locura de la lucha ambiental noes pura. Nadie es lo que dice ser, ni siquiera lasacciones son la revelación del ser. Así, la demen-cia en la causa ecológica tiene sus propias mani-festaciones. La neurosis ante la experiencia de loslímites del planeta, la paranoia frente a los gru-pos ecológicos, la conciencia del fracaso desde

Alteridad Marzo de 200966

Contribuciones especiales

Bajo la lucha por lo ambiental, nosencontramos con una serie de prácticasno ambientales. La locura de la luchaambiental no es pura. Nadie es lo quedice ser, ni siquiera las acciones son larevelación del ser.

dentro y la esquizofrenia en la que se sostienensus políticas constituyen la maldita normalidad.

Las razones no son únicamente marxistas,aunque exista la preponderancia del factor eco-nómico. Decir que el planeta se destruye porquelo económico está por encima de lo ambiental esdecir mucho y no decir nada. El énfasis marxistatiene también connotaciones anti-ambientalesporque en la medida que condenamos lo econó-mico colocamos a las causas ambientales en elpunto imposible, tanto para los países depen-dientes como para los países desarrollados. Unpunto imposible es aquel donde la nada es la quecomienza a hacer. Así los efectos provocados sonaquellos que se quisieron evitar.

¿Cuáles son esas otras razones desde unanormalidad psicoanalítica que atraviesan laspolíticas ambientalistas? ¿Por qué una políticaambiental es un posible-imposible? ¿Es la real-política un marco justo para la política ambien-tal? Son éstas las preguntas que nos lanzan ennuestra reflexión sobre el poder hacer de las po-líticas ambientales. Para la reflexión vamos a co-menzar por la necesidad de la contextualidad yel problema universal, luego abordaremos elasunto de la realidad, lo imposible y lo ideal,para terminar en el problema de la topia de laspolíticas ambientales.

2. El universalismo contextual dela política ambiental y la necesi-dad de pensar las interrelacio-nes del contexto con el mundo

De todos lados nos llegan mensajes sobrelos problemas ambientales locales, nacionales ymundiales. Ahora algo está ocurriendo que antesno pasaba. El carácter inaudito busca reconoci-miento en la política internacional, sin muchoéxito en la política nacional. No es más la repe-tición, algo emerge con un rostro monstruoso yapocalíptico. Sus características son tan letalesque no parecen reales. El presagio pierde sucondición futurista pues no señala el adveni-

miento, por el contrario, ya no ad-viene, está vi-niendo y no hay manera de detenerlo por su ca-rácter de irreversibilidad. Sin embargo, una fi-gura tan imponente tiene la desventaja de si-tuarnos en una escena mítica e irreal, en ciertosentido, la realidad es tan desbordante y cerca-na que nos parece imposible que algo así esteocurriendo, es tan real que pasa inmediatamen-te al ámbito de lo irreal.

El mundo ya no es el mismo ante la catás-trofe ecológica. Los desarreglos ambientales noscolocan frente a la comprensión de un mundodiferente: el mundo está interrelacionado y es in-terdependiente. La casa es de todos y lo que paseen uno de sus cuartos nos afecta a todos porigual. La extrañeza de lo otro, los otros y las otrasnos convierte en potenciales asesinos. Depende-mos de lo que los otros hagan, así como los otrosdependen de lo que nosotros hagamos en estaparte de la casa. Tenemos necesidad de repensarla relación entre nosotros y los otros. Los otros

Alteridad Marzo de 2009 67

Contribuciones especiales

Acrílico sobre papel hecho a mano

habían estado fuera del nosotros. Nosotros éra-mos en la medida que no éramos los otros. Losotros eran lo que no queríamos ser, sin embargono había los otros sin nosotros. Nosotros éramosesos otros inconfesos. Ahora sin los otros no haynosotros y sin nosotros los otros están condena-dos. La lógica de la acumulación y el racismo es-tá retada en su núcleo. La exclusión y la elimina-ción eran necesarias para la riqueza como lo hansido para el desarrollo del Norte. El desarreglodel planeta invierte la lógica de la exclusión y laeliminación. Si algo pasa al nosotros, el otro esafectado, porque el duelo ya no es sólo una ac-ción de la voluntad.

La responsabilidad tiene connotacionesmundiales. La responsabilidad nacional en el te-ma del ambiente nos descubre idiotas. Tenemostanto derecho a opinar sobre la capa de ozono ola Antártida, como responsabilidad a escucharlas voces sobre la protección de la biodiversidadde la Amazonía. Una responsabilidad parceladano es más responsabilidad, es inmoral e irres-ponsable, no es ni siquiera respetable. La respon-sabilidad es una respuesta a voces con otros,otras y nosotros.

Levinas decía que toda muerte me convier-te en culpable. Heidegger pensaba que sólo expe-rimentamos la muerte de otros. Hay un “demasia-do tarde” en la experimentación de la propiamuerte que contrasta con la muerte antes detiempo, del inocente. Hablamos de la muerte realde los otros y hablamos de la muerte propia co-mo un hecho irreal. Una distancia tal nos hacecaer en trampas. Una de ellas es la experiencia delo extraño y extranjero. Hay una relación entre loextraño, lo desconocido, lo lejano y la concienciaen el mundo ambiental. Quizás ya nadie puededecir que no sabía. No podemos evadir la degra-dación del planeta, y quizás la tragedia sea esa:no la destrucción del planeta, sino la imposiblehuida. Tenemos mala conciencia desde que noscolocamos frente al espejo para afeitarnos. Elmundo se ha convertido en estrecho. El planetaera más solidario que lo imaginado por las gran-des utopías, la condición de la biosfera era co-mún y el destino nos unía desde antes.

Pero tras una universalidad ambientalcon tintes trágicos se esconden una serie de re-tos y límites que nos vienen desde la contextua-lidad. La universalidad es extensiva. Las preocu-

Alteridad Marzo de 200968

Contribuciones especiales

Informalismo panorámico III. Técnica mixta sobre lienzo

paciones ambientales se extienden en la con-ciencia de un alemán, un palestino y un ecuato-riano; sin embargo, el contexto limita y da sig-nificado a los sentidos de la interpretación y lasrespuestas reales. La preocupación es universalpero no la interpretación y mucho menos lasrespuestas desde lugares específicos. Luego, to-dos somos o tenemos que ser ecológicos, perono de la misma manera y con las mismas res-puestas e interpretaciones.

Para un alemán la preocupación por elambiente no está relacionada con los mismosproblemas económicos de un palestino o unecuatoriano. Una respuesta ambiental de un paísdesarrollado se complejiza en contextos pobres.Las políticas ambientales de Alemania puedenser ejemplarizantes, mientras ellos inviertan entransnacionales dedicadas a la deforestación delos países pobres. Vivir en situaciones de guerraforcluye las preocupaciones ecológicas para unpalestino. La relación con los animales en lospaíses desarrollados es un escándalo con respec-to a las políticas internacionales que justifican ose callan frente a la eliminación de los palestinosde parte del Estado de Israel. La pregunta de lavida y la muerte no pasa necesariamente por lapregunta ecológica sino en la medida que la pér-dida de la tierra, la negación del agua atenta di-rectamente contra su capacidad de superviven-cia. En cierto modo, es más difícil ser ecólogo enEcuador que en Alemania o Palestina porque losmodelos de desarrollo no dejan de ser extracti-vistas y represivos, no hay interés en investigar enotros modelos y los gobiernos están obligados yson suficientemente corruptos e inmediatistaspara no abandonar dicho modelo.

Cuando un modelo ambiental del Nortees colocado en un contexto del Sur se lo hace sinconexiones con lo económico, cultural y social.Fácilmente se pregona una visión de mundo am-biental sin relación con lo social. Se puede apre-ciar una visión indígena pero de manera exótica.Dichas visiones ecológicas puras no abandonansu carácter colonialista porque son ellos los queenseñan a cuidar el planeta pues los otros son in-

capaces mientras siguen sosteniendo relacioneseconómicas dentro de una ideología neoliberal aultranza. Los lugares ecológicos valorados sirvenpara su turismo y un tipo de investigación delexpolio al servicio de sus farmacéuticas y de suspatentes.

Pero el panorama de la relación con ununiversal, aparentemente, siempre impuro enun-ciado en el campo internacional no implica unarenuncia a dar una respuesta desde la cuestióndel universal. Tanto la uni-diversidad o la uni-multiplicidad van señalando otros caminos en ladiscusión. Lo cierto es que en un lado y en otronos encontramos con entrabes. Así, como elmarco de un universalismo ha sido impuesto yhace parte de la noción de hegemonía en sentidogramsciano, la contextualidad nos deja frente aalgunas trampas. Una de ellas es el aislacionismoo atomismo en el que puede derivar la política,propio de países que actúan desde un nacionalis-mo a ultranza.

Se ha creído que lo universal es válido y locontextual es de consumo local. Sin embargo, te-nemos elementos contextuales con una enormecapacidad de convertirse en universales y, uni-versales que pierden su carácter dentro de con-textos mucho más significativos y diversos. Lanoción de “Buen Vivir” y “los Derechos de la Na-turaleza” de la Nueva Constitución Ecuatorianase constituyen en patrimonios planetarios. Lanoción de vida de la Biosfera tiene una cargacientífica válida pero inaccesible, sin mayoresconnotaciones culturales, sociales, pero sí econó-micas. La noción de “vivir bien” del Estado deBienestar del siglo XIX no corresponde con el“Buen Vivir” del mundo indígena de los Andes.El “vivir bien” del mundo occidental sigue preva-leciendo y tiene una carga importante en la aspi-ración del desarrollo. El “vivir bien” desconocelas consecuencias éticas, sociales, culturales yeconómicas. Situar el “Buen Vivir” en la discu-sión mundial es un asunto de una importanciaindiscutible. Pero no todo lo contextual tiene ne-cesidad de ser reconocido universalmente másallá del derecho de la vida a ser construida den-

Alteridad Marzo de 2009 69

Contribuciones especiales

tro de un contexto. Así, la discusión sobre la de-gradación de la biosfera no es sólo un asunto dereducción de la emisión de gases, es un impera-tivo a transformar los modos de vida, de produc-ción, de ser, de pensar, de estética y de soñarnosa nosotros mismos. De igual manera, los dere-chos de la naturaleza son una extensión de la vi-da a otros sistemas que han dependido del para-digma antropocéntrico. No reconocer los dere-chos de la naturaleza no es sólo pasar por encimade ella, es pasar por encima de las poblacionesque dependen de ella. Los derechos pertenecen alos individuos y las poblaciones, pero éstos noson posibles sin que la naturaleza no tenga suspropios derechos. Por consiguiente la contextua-lidad no es aquello que se arrincona en lo local ylo universal no es lo condenado por su condicióntensionante con lo local.

La contextualidad es ilusa si no intenta vermás allá de sí misma. En cierto modo, una polí-tica ambiental atrapada en los nacionalismos tie-ne una fuerte dosis de cinismo. No cuidamos lanaturaleza por ser ambientalistas, por el contra-rio el nacionalismo sigue defendiendo un mode-lo de desarrollo extractivista y contiene en sí loselementos antinacionalistas de la colonialidad.Es decir, el nacionalismo lleva en sí aquello de loque se intenta separar. Romper con el provincia-lismo de la política es uno de los desafíos de lapolítica ambiental, porque los hechos de afueratienen la capacidad de afectarnos adentro, y de-pende de lo que hagamos aquí con el Medio Am-biente, que afectamos a otros y a otras fuera denuestro territorio. Cerrarnos a entornos másamplios es propio de un embrutecimiento ilus-trado. En consecuencia, aunque la política am-

biental tiene que ser redactada en contextos muyespecíficos, ella no puede ser ajena a la occidenta-lización del mundo, la internacionalización de laguerra y la crisis económica mundial. Una políti-ca ambiental de lo contrario confiesa su presen-cia correcta en un mundo político interesado enque no vaya más allá, por eso no puede ser ajenaa la lucha contra la occidentalización del mundo.

Luchar contra la occidentalización es colo-car en las mesas de reflexión de la política am-biental los procesos de mundialización de tipo de-mográfico, económico, técnico e ideológico queinterfieren de manera tumultuosa y conflictiva.Debido a tales flujos, la política ambientalista tie-ne que ser dinámica. La fidelidad del contextualis-mo implica estar abiertos a reflexionar sobre elmundo y sus procesos. Los procesos económicosestán siendo afectados permanentemente y en lamedida que respondamos de manera justa y ade-cuada a ellos podemos innovar políticas ambien-talistas reales, y a la inversa, porque respetamos ala naturaleza y sus derechos podemos pensar enuna economía sustentable. Porque nos importa lanaturaleza tenemos que buscar respuestas realesdesde el desarrollo sustentable, porque hay desa-rrollo no podemos dejar de lado la pregunta porla naturaleza y el medio ambiente. No podemosofrecer una solución ambiental sin pensar en nue-vas soluciones en los ámbitos sociales, económi-cos e incluso culturales.

Tenemos que apuntar en política ambien-tal a una universalidad sin imposiciones pero fir-me, construida en el diálogo y el desacuerdo quereconozca al mismo tiempo la complementarie-dad y el antagonismo de la unidad y la multipli-cidad. Es un craso error separar el análisis y lasrespuestas a la crisis de los alimentos, de las fuen-tes de energía, de la economía de lo ambiental.No podemos pensar lo ambiental de manera ais-lada y fragmentada. El contextualismo no es rup-tura, es advertir los lazos intercontextuales ymundiales en su espacio y tiempo.

La universalidad del contextualismo nosconduce hacia una política ambiental de las inte-rrelaciones de hecho, interrelaciones a partir de

Alteridad Marzo de 200970

Contribuciones especiales

No podemos pensar lo ambientalde manera aislada y fragmentada. Elcontextualismo no es ruptura, es adver-tir los lazos intercontextuales y mun-diales en su espacio y tiempo.

lo que sucede y que escapa a todo control porqueacontece por azar, hacia lo que se quiere, pues lasinterrelaciones suceden por todas partes, poregoísmo, violaciones, por deseo y algunas míni-mas porque son planificadas.

Por último, una política ambiental quejunte el contexto con lo universal sabe que las in-terrelaciones son múltiples, que sus causas sonmúltiples y que los efectos son más imprevisiblesque previsibles. La interdependencia del mundonos obliga a hacer otro tipo de política ambien-tal sin caer en una unidad romántica, pues lasmismas leyes que nos unen, nos separan, nosjuntan y nos dividen; nos igualan y desigualan.Por tal motivo, la reflexión sobre lo real en la po-lítica ambiental se impone.

3. La disyuntiva de lo real y loideal en la construcción de lapolítica ambiental

¿Qué tan real tiene que ser la política am-biental? ¿Qué consecuencias tiene una políticaideal en el mundo ambiental? Existe una fuertetradición en el mundo de la política que se refie-re a la real-polítik. Pareciera que nos equivoca-mos menos cuando partimos de la realidad, así,en política prevalecen las interpretaciones sobrelo dado, por encima de lo que debería sucederporque tiene que ocurrir. Gramsci, Maquiavelo,Weber y Marx coinciden en el rectángulo de loreal. La crueldad y el cinismo son valores indis-pensables para ingresar en dicho espacio.

Una de las consecuencias de privilegiar lareal-polítik es caer en el inmediatismo. La inter-pretación se hace sobre lo sucedido. El futuro de-pende de la manera como las piezas vayan sien-do movidas en el tablero de ajedrez. La políticasiempre es nueva, cada día tiene su preocupa-ción, pero dentro de un marco en el que las con-tradicciones no son sincrónicas sino diacrónicas.Una cosa se dice en un día y puede ser negado enotro porque la situación cambia. Los valores sonfruto de la situación y no lo contrario. Así, en un

tiempo somos desarrollistas y en otro, ecologis-tas, todo depende del canto de las sirenas.

La política que menos tiene sentido den-tro del ejercicio de la política actual es la políti-ca de los ideales. La política ideal traza los cami-nos por los cuales la realidad debería caminar.Forzamos la realidad para que sea de acuerdo ala manera como nosotros creemos que el mun-do debería ser. Así, la real-polítik fácilmente seadapta al mundo de la política renunciado a losideales del inicio y generando en nosotros unsentimiento de traidores. La ideal-polítik sos-tiene y agudiza la neurosis al constatar perma-nentemente que el mundo no es como lo pen-samos, que los discursos de izquierda tienen lí-neas de fuga hacia la derecha, que los amigospueden ser enemigos y los enemigos pueden seraliados. Así, aunque la derecha económica nocomparta nuestro ideario revolucionario, nopor ello deja de ser nuestro aliado cuando setiene que aprobar un plan de desarrollo de tipoextractivista.

La real-polítik es mucho más exigente y sepresta a mayores equivocaciones porque el mun-do de hoy, no es el mismo de ayer y mañana noserá igual al de hoy. Hay una necesidad de estarmirando constantemente el presente, o lo que sedenomina comúnmente, “haciendo análisis decoyuntura”. En la ideal política, el problema noestá en la ideas sino en la realidad. Si el mundono va bien, es culpa del mundo y no de las ideas.Las ideas las podemos discutir para reemplazarlas ideas anteriores. Sin embargo, ¿qué tal real esel mundo de la real-polítik? ¿Y qué tan ideal seael mundo de la ideal-polítik?

La realidad nunca es tan real. No vemos ala realidad de frente, hay una pantalla entre larealidad y nosotros, y lo que vemos depende dellugar en el que nos encontremos, la cultura des-de la que lo hagamos, la educación que hayamosrecibido, los valores en los que hayamos sido for-mados. Lo real es un tejido de simbolismos, ima-ginario y real. Intentar separarlo tiene como con-secuencia la pérdida de lo real. Toda mirada a larealidad es una traducción, luego la real-política

Alteridad Marzo de 2009 71

Contribuciones especiales

cuando nos quiere decir que ella parte de la rea-lidad mientras que los otros lo hacen desde elideal. De igual manera, lo ideal no está separadode lo real, como tampoco de lo ideológico. Larealidad en ambos casos está puesta en cuestión.La ideal-política sería más honesta porque sólose atrapa la realidad desde el concepto, situacióninaceptable para los obreros de la real-política.Por tal motivo, en muchos casos lo real suele sermás el sueño, la utopía.

Pero la cuestión no es sólo de orden her-menéutico. La realidad nunca es tan real. Dentrode la realidad está lo invisible de la realidad. Entodo juicio hay algo que se oculta, toda verdadmiente y toda afirmación niega. La realidad tien-de a ocultarse en el momento que la señalamos.La problemática ambiental afirma situacionesreales y esconde otras. La objetividad está media-da entre lo que no puede ser dicho sino por otrosy atrapada entre lo que se dice y se ve y lo que seoculta, no puede ser visto y es indecible. CuandoFoucault descubre la relación entre saber y po-der, devela el ocultamiento de lo no dicho en lodicho pues el poder está detrás del enunciado,hace parte del ejercicio de la enunciación. La lu-cha por la objetividad es la lucha por imponer elpoder a través de los enunciados. No es raro queen el espacio de los ecologistas sea condenadoporque se crítica sus pretendidas posturas objeti-vas. Es común que los defensores del desarrolloconsideran a la ecología como una fábula.

Pero la discusión no es solamente entre looculto o no, es también entre lo predecible o no.Morin advierte sobre otro fenómeno llamado losacontecimientos- sphinx los cuales nos muestranla complejidad de la realidad. Un acontencimien-

to-sphinx es aquel que sólo puede ser descifradoen el momento de ser realizado. Si preguntamosa un vulcanólogo sobre la predicción calculadade una determinada erupción volcánica, lo máshonesto sería advertir que ese acontecimiento su-cederá en el momento que ocurra. La tautologíacausa risa para un lógico y un científico positi-vista, sin embargo, en la realidad eso es lo que su-cede. ¿Qué significa? Una realidad contieneirrealismos los cuales eran posibles en determi-nadas circunstancias. Luego, hay realidades queno son comprendidas y, sin embargo, fueron cla-ves en ciertos tiempos. Hay realidades tomadasde manera inadecuada, las cuales se dejaron pa-sar de largo y retardaron procesos o se convirtie-ron después en un lastre.

La política en general está acostumbrada ahacer análisis simples. No es raro que la políticaambiental quiera ser solamente tratada desde loambiental y dentro de lo ambiental los reduccio-nismos de la política debido a la artesanía de unpolitólogo, o un abogado, o un biólogo marino,o un ingeniero forestal, llevan a graves conse-cuencias. Los análisis y las acciones simples rom-pen el realismo de la realidad. No podemos serrealistas cuando tenemos necesidad de dividirpara comprender, de clasificar para ordenar, deexplicar para comprender.

Es cierto que debemos ser realistas parahacer una política ambiental, pero sin caer en elinmediatismo que secciona el tiempo o en elidealismo que no está libre de errores. Ningunateoría va a reflejar la realidad si no es por unacreencia metafísica. Debemos saber que la reali-dad es la idea de realidad y que, por tanto, unapolítica ambiental tiene que ser realista en la me-dida que hace la apuesta por la realidad posible.Si el realismo es lo inmediato, entonces es ciego,si el realismo es solamente una idea todo lo queeste fuera de esa idea es una amenaza para nues-tra ideología. El ideal tiene la fuerza para que loreal se calle.

No hay ninguna idea de realidad que notenga la probabilidad de ser tomada por mitos ypor culturas las cuales también están expuestas a

Alteridad Marzo de 200972

Contribuciones especiales

Los análisis y las acciones simplesrompen el realismo de la realidad. Nopodemos ser realistas cuando tenemosnecesidad de dividir para comprender,de clasificar para ordenar, de explicarpara comprender.

errores, ilusiones ycegueras. Un mitopuede ser más fuer-te que los datos dela realidad. El mitotiene la capacidadde desplazar lasfuentes históricas ysus causalidades.En consecuencia,¿hasta dónde partedel discurso am-biental ha sido to-mado por mitos in-dígenas? Las certe-zas son vulnerablespara el mito y laduda suele ser másfuerte que cual-quier certeza tal co-mo lo dice el filmLa Duda de Brian Burns.

Una política ambiental auténtica dialecti-za la ideal-polítik con la real-polítik porque quie-nes parten de la realidad desconocen incerti-dumbres, quienes parten de ideas caen en unaserie de promesas abstractas. Ni las ideas ni lasrealidades pueden dejar de lado la discusión so-bre lo posible. No todo es posible en un momen-to determinado. Lo posible tiende a convertirseen imposible. Tener políticas ambientales en elcontexto actual es posible, sin embargo, dicha la-bor se ha convertido en imposible por quienes seenriquecen a costa de un desarrollo lineal, mecá-nico y brutal para la naturaleza y la salud de laspoblaciones y el equilibrio del planeta. Pero asícomo lo posible se ha convertido en imposibletenemos que hacer la apuesta para que lo impo-sible se convierta en posible. En consecuencia, lapolítica ambiental tiene la obligación de una ma-yor audacia. Lo único que nos está prohibido esla superación del segundo principio de la Termo-dinámica el cual nos recuerda que no hay histo-ria segura, que nada ni nadie es inmortal, que nohay paraíso terrestre y no existe el movimiento

perpetuo, todo loque queda fuera deeste principio esposible.

La políticaes un principio deacción, sin embar-go, es probable quela política ambien-tal nos lleve a lainacción. Si es elcaso hay tres consi-deraciones puestaspor Morin para sertenidas en cuenta:la primera es elefecto perverso, elcual suele ser másimportante que elefecto noble. Mu-chas cosas buenas

se pueden hacer, pero si hay algún error, o equi-vocación, todo es colocado en cuestión por laoposición, e intentará ser enviado al traste, por lotanto, aunque nos equivoquemos debemos tenerla ética para corregir y seguir teniendo persisten-cia. El segundo principio es la inanidad de la in-novación, entre más cambia más tiende a ser lamisma cosa, por lo tanto, no debemos celebrarantes de tiempo, ni confundirnos con una políti-ca de los resultados. Los resultados pueden apa-recer sin que sean indicadores claros del cambio.La política ambiental nos señala la importanciade cambiar modelos de desarrollo y modos devida que han persistido durante siglos; no es fá-cil dar un salto pero es un momento para ser au-daces. La tercera es la puesta en peligro de las ad-quisiciones obtenidas. Los grandes saltos en po-lítica ambiental colocan en riesgo libertades y se-guridades. En muchos momentos este riesgo lotenemos que afrontar, en otros ser conscientespara que las libertades y seguridades correspon-dan a una humanidad inter-solidaridades y justay tener la capacidad de advertir nuevos peligros ynuevas esclavitudes.

Alteridad Marzo de 2009 73

Contribuciones especiales

Acrílico sobre papel hecho a mano

4. La política utópica entre lastopías planetarias

La crisis planetaria del ambiente imponeun formato a la política ambiental el cual nosobliga a responder a la pregunta sobre la barba-rie de la civilización en el origen de ella, como loinsinuó Walter Benjamin o en la constante pro-ducción de nuevas barbaries en el enfoque freu-diano por medio de la ciencia, la técnica y la bu-rocracia. La ciencia con la doble capacidad de so-lucionar y generar nuevos problemas. La técnicaprovocando nuevos desafíos de civilización. Laburocracia con su funcionamiento obsceno.

¿Qué significa una política ambiental en elhorizonte de los límites? La topía de la política sefrena frente al futuro teniendo que ir en la bús-queda de una unidad pérdida. Las maletas hanquedado en el andén de las promesas. Más alládel olvido del ser está la pregunta por las interre-laciones entre la naturaleza/la especie, la tierra-/los individuos y las sociedades/Estado. No po-demos seguir edificando una humanidad enoposición a la naturaleza. La tierra no es simple-mente el territo-rio. La especie ha-ce parte del Indi-viduo. El ataque alas sociedades esun ataque a la tie-rra. La naturalezatiene que estar alprincipio y al fi-nal.

Si la políti-ca del desarrollofue la promesa delcrecimiento infi-nito e indetenible,los límites emer-gen por todos loslados, desde laeconomía, lasfuentes de ener-gía, la alimenta-

ción, la sostenibilidad del planeta y la capacidadauto-destructora de la civilización. Frente al ge-nio todopoderoso del progreso nos encontra-mos con el niño a la intemperie del ambientalis-mo. No todo se puede, tenemos necesidad de gi-rar de lo contrario nos espera un suicidio plane-tario. La vida precaria de Butler frente a la pre-potencia del desarrollo, es aquí donde nos auto-reconocemos en la necesidad de una nueva in-vención que pasa necesariamente por el acto dereinventarnos. De esta manera, la política am-biental se abre contra el modelo de desarrolloimpuesto con sus formas destructivas, la esclavi-tud y la explotación. Quien siga apostándole aeste tipo de desarrollo es un genocida. Así, la po-lítica ambiental nace en la promesa fallida delparaíso y se construye frente a las puertas del in-fierno producidas por su discurso.

Las formas de muerte se multiplicaron. Lacapacidad asesina de la llamada humanidad nose detiene. Una nueva causa de muerte emergedel fondo del Hades provocada por el desarrollotecno-industrial. Se trata de una muerte en la es-fera de la propia vida: la destrucción de la biosfe-

ra. Por consiguien-te, no podemos se-guir afirmando elmundo ordenadode Newton mien-tras el mundo co-nocido y domesti-cado siga generan-do indefinibles rea-lidades invisibles ypeligrosas por sureduccionismo.

El topos de lanueva política nosexige no sólo unarelación con unmundo diferentesino también laafirmación del pla-neta dentro de ununiverso que con-

Alteridad Marzo de 200974

Contribuciones especiales

Acrílico sobre papel hecho a mano

tiene lo desconocido, lo insondable y lo inconce-bible. Dentro de este universo surgió la vida,aquí se sitúa nuestro destino, en él encontramosnuestros fantasmas, miedos y voluntades. La vi-da afirmada en el topos ambiental es interdepen-diente de la especie y contiene los mismos com-ponentes físico-químicos del planeta.

El límite en el que nace la política ambien-tal coloca al progreso ya no como una certeza. Laevolución no puede ser concebida como un as-censo dada la capacidad destructiva y autodes-tructiva de la humanidad. Aun los desarrolladosno pueden evitar el subdesarrollo mental, psí-quico y ético, pues, el desarrollo económico lesgenera a los desarrollados una miseria humana amanera de un virus sin redención.

La política ambiental implica un reorde-namiento de las finalidades terminus. La finali-dad no es desarrollarnos, la finalidad es el “BuenVivir”, y si en esto colabora el desarrollo, bienve-nido sea. Pero el desarrollo presente hasta ahoraes para “vivir bien” debido al papel que ocupa laeconomía. El futuro ha sido hipertrofiado por eldesarrollo y la economía. Sin embargo, la frus-tración contagiada por dicho futuro no puedehacernos caer en refugiarnos en un pasado ine-xistente. Tampoco podemos sacrificar el presen-te a un pasado autoritario y a un futuro ilusorio.La apuesta por el futuro tiene que estar llena deposibilidades. Ergo, la política ambiental nos lle-va a ser vigilantes con las herencias culturales, ycomprensivos con las necesidades de recursos.

En el siglo XIX la política tomó a su car-go la economía, a finales del siglo XX la econo-mía ocupa el puesto de la política, pues la polí-tica se quedó enredada en el acceso al poder pormedio de los partidos. El crecimiento, la estimu-

lación y la planificación ha sido parte de la eco-nomía. El Estado ha ido haciendo una biopolíti-ca, pues su preocupación es la protección, la se-guridad, el trabajo, la enfermedad, la vejez, lamaternidad, la educación, el tiempo libre. Sinembargo, la política de las grandes ideas se haido vaciando para depender de los objetivoseconómicos: la estabilidad de la moneda, las ta-sas de crecimiento, el balance del comercio exte-rior, la productividad, la competitividad, la deu-da, etc. La política atrapada en el discurso eco-nómico ha caído en un tipo de esclerosis per-diendo la capacidad de comprender los nuevosproblemas, de englobar los problemas en enfo-ques multidimensionales. La política determi-nada por la economía se disuelve en los proble-mas administrativos y técnicos. Los burócratasahora dependen de los econocratas.

En consecuencia, el mayor límite de la po-lítica ambiental es la prioridad de la economíasobre cualquier otra dimensión de la política.Después viene la incapacidad de escapar de lo in-mediato para construir las políticas a medio tér-mino y a largo plazo. La política casi siempre escoyuntural. En lo político se trabaja sobre lo ur-gente y se deja de lado lo importante.

Además de los tres tiempos existen tres su-jetos: las personas, las culturas y las naciones. Lapolítica ambiental tiene alcances planetarios loscuales deben ser coherentes con las políticas edu-cativas y sociales. Apuntamos al cambio de laspersonas sin dejar de lado el diálogo con las cul-tural y la concreción de políticas internacionales.

Por último, la política ambiental despuésdel fracaso del sueño del desarrollo se enfrenta aun desafío transcendental y es desacelerar la má-quina sin control de la tecno-industria.

Alteridad Marzo de 2009 75

Contribuciones especiales