proyecto histórico social y discurso político nacional. chile, siglo xix

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manuel loyola y sergio grez (compiladores)

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Page 1: Proyecto Histórico Social y Discurso Político Nacional. Chile, Siglo XIX

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Pensamiento Político y Social Chileno

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• Cristián Gazmuri Riveras • Bernardino Bravo Lira • Luis Corvalán Marquéz • Ana María Stuven V. • Patricio Herrera González • Rafael Sagredo Baeza • M.Angélica lllanes O. • Jaime Massardo Blanco • Ariel Peralta • Gabriel Salazar V. • Bernardo Subercaseaux

Manuel Loyola Sergio Grez

(compiladores)

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Page 2: Proyecto Histórico Social y Discurso Político Nacional. Chile, Siglo XIX

• Los Proyectos Nacionales en el Pensamiento Político y

Social Chileno del Siglo XIX

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Tercera reimpresión: abril 2005 Derechos Reservados © Ediciones UCSH

General jofré 462, Santiago Teléfono: 460. 1221 1 email: [email protected]

www.ucsh.cl Inscripción No 127.91 O ISBN: 956-7947-03-1

Ninguna parte de esta publicación, incluyendo el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o trasmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o fotocopia, sin autorización previa del editor.

Edición Gráfica : Aproart Imprime : LOM Ediciones

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IN DICE

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Page 3: Proyecto Histórico Social y Discurso Político Nacional. Chile, Siglo XIX

algunas transformaciones de la estructura del Estado, liberalizándolo en parte, tornándolo asequible para las minorías rebeldes.

Pero, ¿qué oposiciones hubo acá, que oposiciones se dieron efecti­vamente dentro del Chile del siglo XIX?. Si profundizáramos en la pregunta de cuál es el liberalismo que se da entre nosotros, perfectamente negaría­mos con los hechos la existencia de ese liberalismo. Los presidentes son elegidos sin rivales: ¡que bonita democracia!, y sacando la cuenta, hay dos o tres Presidentes que por ahí t:twieron opositores pero que, afín de cuen­tas, no tuvieron nada que hacer frente a la maquinaria electoral del Ejecu­tivo. Sin embargo, detrás de los documentos que van conformando la es­tructura del incipiente estado nacional -desde la primera Junta de Gobier­no en adelante - está nítido el pensamiento europeo en el "Catecismo Político Cristiano", en la Proclama de Camilo Henríquez, etc., ahí está Rousseau, Locke, Montesquieu en la organización primaria del Estado; Michelet, Quinet, Louis Blanc, en los anhelos libertarios de los "igualitarios", y todo para disimular la raíz inamovible de una sociedad con una minoría plutocrática dominante, lo que reafirma el fracaso de los modelos políticos y reafirma también esa conceptualización genial planteada por Bolívar: las repúblicas aéreas.

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Los Proyectos Nacionales en el Pensamiento Polrtico y Social Chileno del Siglo XIX

Proyecto histórico social y discurso político nacional.

Chile, siglo XIX Gabriel Salazar V.

Universidad de Chile Universidad Arcis

El tema general de este coloquio son los llamados "proyectos nacio­nales- en plural- en el pensamiento político y social chileno del siglo XIX".

El primer problema que plantea esta temática es ¿quién proyecta cuando hablamos de 'proyectos nacionales'? ¿La Nación? ¿Toda la nación, o una parte de ella? ¿Y qué parte de ella? ¿La mayoría, o 'una' minoría? Y quien quiera que sea 'el que' haya proyectado nacionalmente en el siglo XIX ¿cómo lo hizo? ¿Apelando a su conciencia cívica o a sus intereses particulares? ¿Re­curriendo a una informada deliberación ciudadana, o al poder de fuego de la Patria Armada usándolo para imponer esos intereses particulares?

Los hechos históricos, en este sentido, son elocuentes: nunca, en el siglo XIX - ni tampoco después - la nación 'en pleno' (tiene que ser 'en pleno' para que sea Nación) elaboró un proyecto de país por el cual todos los chilenos, de consenso, se jugaran después. Si se busca identificar con­cretamente al actor histórico denominado 'nación' a partir de los hechos a través de los cuales se construyó 'el' proyecto nacional dominante en el siglo XIX, no se encuentra en todo ese siglo nada semejante a eso. Jamás apareció en escena tal actor. Y ~.J-~g!!imo pensar g.1!~ si no aparece lf Naciónactuan_Q._Q_comotaJ ~nJp,c; _becbQ$. __ ql!e _ convirti_erqn un proyecto histórico 'x' erl__'<:!:_~royec_t:_~ cf()!!J:il).~!}te, entonce_s_é_s_te_nQ_!'!_§_~nª"ci_gnal', y 1 que se presenta_corno 'nación'_.e_Q _ _!'!§J~ caso no sería_ un_actor re_!!!, pleno ac:!_l!~rl<f() con_~()p~~~-1!1~,-~i!'l_Q_ u_rt_a._fjg_ciÓ~-;¡¡s:¿;¡;;¡va, Podría ser cuaÍqui~ cosa, pero no lo que se quiere hacer creer que es. Razón por la .cual paree necesario investigar el problema un poco más a fondo.

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\ O- O O.c ·, Ó r"l c._cr,·, o u ">o cm S k oc • Ó _., k.D<,i(o ' Q: U<">o. lu?í·dod

@ no se trata de buscar, sino de 'hallar', efectivamente es posible encontrar la 'nación' durante el siglo XIX, pero no habitando el accionar de los chilenos de carne y hueso, sino las arengas militares y los discursos políticos de la oligarquía dominant€_]No como un conjunto de ciudadanos deliberando y tomando decisiones sooeranas, sino como un recurso retórico, un 'constructo político' o instructivo general, tendiente a convencer a la masa abigarrada y heterogénea de campesinos, peones, artesanos, mineros, mapuches, aymaras, etc. de que,~ese a las enormes diferencias existentes entre ellos y la oligarquía dominante, los unía 'esa' palabra. Y que detrás de esa palabra, con más peso semántico que su significado literal, estaba el poder de fuego de un Ejército que insistía en llamarse a sí mismo 'nacional'. Es que la Nación, aquí, necesitaba ser- y era- má.s que nada una "chapa".

¿Para qué se construyó sobre los hombros de toda esa masa heterogénea de habitantes un ficticio gigante unificador? ¿Por qué se mar­có la frente de millones de individuos diferentes con una misma y determi­nada "chapa"? ¿Se trataba- como se hace con el ganado vacuno- de poner sobre los habitantes de este territorio una marca de propiedad, de perte­nencia al dueño (aparente) de esta tierra?

Un estanciero graba a fuego una misma marca sobre todas y cada una de las reses que son de su propiedad para establecer la identidad nominal y los límites numéricos de 'su' [email protected]:l caso de la Nación, lo que se marcq __ ~.fi:.~J.Bglo XIX sobre todos lQ§Jla.blta.n.!&!ilel territorio Q.O fu~, ·coñtó~, un símbolo de mera RroRLc~.da.d,_sine..Ja-e:xtensión...y.Ji~s de ~.P.9E!"'L(f;í.c;.!i.S:..Q),__m~cl,l.Q..Jl~_una .. determinacla.._dminación. Y si no es -~~~_i!._~ll~~ ~L~_C.!9!. . .:...I1.~.<:~t1I?-: ... 4~J:Iás sl:~LP.t:.~ue convirtiQ..~!Lcl~gl.o_ XIX, .. un proyecto hisJQii~C?.Part_ic_ll_l_<l.r.e.n.~.l.Pr.oyecto general dominante, sí es fácil ubicar el actor particular que, de.Qlt:_O de ese-P,(Q'i:eSWOOYlrti~sÜ' i~articular en el supuesto -i~s general de '1~_!'1-ª~ióR\X_.es.claro que este actor no estaba constitutaoportoaos-fos habitantes áel territorio sino, sólo, por unos pocos. ¿Quiénes?

La mayoría de los dentistas sociales (historiadores incluidos), a coro con los políticos de todos los tiempos, han respondido, sin dudar: "los terratenientes". Y se han apresurado a añadir, convencidos: "ellos eran los únicos que estaban en condiciones de construir una Nación y un Estado Nacional". Donde "los únicos" quería decir: "no importa cómo lo hicieron, o que el 90 o/o de los habitantes del territorio no hayan tenido arte ni parte en lo que Diego PQrtales y los generales Prieto y Bulnes hicieron a ese respecto, a sangre, fuego y jaula de hierro, desde 1829. Si haciendo eso violaron los derechos cívicos y humanos de los pipiolos, los liberales, los freiristas, o'higginistas y los rotos alzados ¿qué importa?.Si violaron algún

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Los Proyectos Nacionales en el Pensamiento Politice y Social Chileno del Siglo XIX

derecho, es preciso olvidarlo. El interés de la Patria lo exige: los grandes terratenientes estaban construyendo la Nación y el Estado Nacional. Ni los rotos, ni los mapuches, ni los pipiolos podían hacerlo. Gracias a esto, (:~ tuvimos una Constitución Política modelo en América Latina, que duró 100 años. Reverenciemos, pues, a los héroes políticos de la Patria". .

Tal fue - y es - el 'discurso fundador'.

Claramente, en este discurso, la Nación (asimilado al concepto ge­melo 'Patria') es el escudo retórico que encubre, protege y legitima al actor particular que fundó, en 1829, de cualquier modo, el Estado Nacional. El cual, según la tradición, fue la clase 'terrateniente'.

{ia nueva Historia ha demostrado sin embargo, que ese actor no fue la clase terrateniente, sino la o ar; uía mercantil. zón por la que puede hablarse de un segundo 'encubrimiento': etrás de los grandes terratenien- \ tes se ha ocultado a los grandes mercaderes de entonces. Pues Diego ~ Portales no fue sino el instrumento político (como los generales Prieto y Uulñes--::l.QiiJ~t.:.Qñ-enlQ.!!!ililªÍraci C-ªQital merca ntillocal,..-v:i rreioal_y mun-diab}Y esto no es un detalle intrascendente: los grandes mercaderes, a diferencia de los verdaderos agric~y--eamp · os, no son tributarios del terruño y de la patria, sino é{ Mercado Mundial. on, por naturaleza, librecambistas. Y por tanto, nQ...tie a na. no es porque sí que el Estado "pelucón" levantado a sangre y ~o en 1830 no evolucionó hacia el proteccionismo de la economía 'nacional' sino hacia el librecambismo, que abrió las puertas de par en par al intercambio 'mundial'.

{][1 proyecto histórico 'nacional' de los mercaderes buscaba la int~- / gración económica y cultural del territorio local con las redes abiertas del mercado 'internacional] Esto significaba limpiar el camino para la intro­ducción y consolidación del capital comercial extranjero en Chile (hacia 1900, las compañías inglesas, alemanas, norteamericanas, etc. controlaban todo el comercio exterior, 66 o/o del ca?-ttal bancario, 60% del capital ind~ trial y los_ de los capitales salitreros).l_! significaba también que el Estado Nacional (y el Ejército de la Patria) estaban trabajando para domesticar y disciplinar los habitantes no-oligárquicos del territorio en el rol específico que ese tipo de dominación general les exigía. Trabajo que, en muchos casos, significó que ese Estado y ese Ejército actuaran COY!:.~ra los intereses y la vida de la mayoría de los que se llamaban 'chilenos'] Como si eso poderes fueran instrumentos del mercado mundial cumPliendo misio~ anti-nacionales y anti-sociales. ¿Cómo explicar, si no, las masacres de chi­lenos que se experimentaron en la década de 1830, en 1851~1852, en 1859, en 1891, en 1901, en 1903, 1905, 1906 y 1907? ¿Cómo explicar, si no, que a

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comienzos del siglo XX, el 60 % de los que llevaban la chapa de 'chileno' en su frente vivieran en conventillos, ranchos y cuartos, donde la mortali­dad infantil llegó a ser la más alta del mundo?

El análisis de lo hecho por la oligarquía mercantil chilena entre los siglos XVII y XIX - subordinó a los indígenas y a la masa de colonos pobres, construyó un Estado ad boc y abrió los canales requeridos por el mercado mundial - revela que es preciso distinguir claramente entre: a) 'proyecto

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histórico' (que es lo que piensanwr hacen los grupos sociales para vivir como grupo en sociedad); b) 'discurso de dominación' (argumentación destinada a legitimar públicamente el sistema de dominación construido fácticamente por un grupo determinado) y, e) 'nación' (identidad colectiva construida deliberada y consensualmente por todos los habitantes de un territorio).

Lo que aquí estamos afirmando es que, durante el siglo XIX chileno, el proyecto nacional dominante no fue nacional sino oligárquico, y que si bien era oligárquico no era terrateniente sino mercantil, y que 'lo nacional' no estaba presente en ese proyecto como producto de la soberanía cívica de todos sino, sólo, como un concepto político y militar utilizado para legitimar a posteriori la dominación fáctica de una minoría - que actuaba en razón de una lógica mercantil internacional - sobre o contra la mayoría de los habitantes del territorio.

Esta línea de análisis nos permite plantear entonces que, durante ese siglo, el "bajo pueblo" Oa masa campesina, peonal, etc. y las etnias indígenas) no fue un miembro igualitario de 'la nación', sino un miembro sojuzgado (sin soberanía ni ciudadanía) y postergado. Que sobre su identidad real (construi­da a pulso, social y culturalmente, en los márgenes o intersticios del sistema) se marcó una "chapa" de iden.tificación nominal, que acusaba su pertenencia

'¡<J' al sistema que lo dominaba.!Para el bajo pueblo, en el siglo XIX, la identidad \~7'0-~~·nacional' fue una identidadcYuxtapuesta, casi enajenante. Una identidad 'de

~I:JI.)f papel' que, por tener tal carácter, dejaba a la identidad viva del bajo pueblo en v" libertad (marginap_jl.J"il_Conceb!!:_y_!"!!~e SURervivencia y rebel­

día. Y, por tanto~;u-a levantar su pmpi.Q_pro.y:ecto hi~ Los proyectos históricos (definición de objetivos sociales para orga­

nizar la existencia terrenal colectivamente) surgen de identidades vivas. De situaciones reales. De sujetos de carne y hueso, dominantes o dominados.

LJ?ondequiera gue h~una identidad social y cultural c.oncr~ta,-mal--y­a-yténtica, hay, de alsQ.tLtn9.do,_prny:~Jo_bJsJ6Ii~.Q._.Aunque esa identidad y

1_ \ f,esteproyectonotengan o no hayan logrado formular un discurso político V 1para negociar y/o realizar ese proyecto como sistema. Pues, así como hay

discursos nacionales sin nación que los pronuncie, así también hay ero-püo'Cr ~') r:y,··.·: 1•.J· ... ', f{ (

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Los Proyectos Nacionales en el Pensamiento Polftico y Social Chileno del Siglo XIX

yectos histórico-sociales sin discurso ue los · · e. O sin Nación o Esta-do. Es por eso que os sujetos sociales marginales, los explotados y losr=yc.c-6 derrotados económica, política y militarmente, pueden tener siempre, pese ;-l-:t'i-

a _todo, un proyecto histórico de vida. Aunque sólo sea en términos de IA;~-b; · mera supervivencia, o de ghetto. Por esto, los proyeCtos históricos de esos fu"t"-Lo

sujetos marginales, si no son dominantes, si no tienen discurso ni Estado, tienen, cuando menos - y no es poco decir - vida social y cutural. O~ ~entidad, rebeldía y, por tanto, memoria, movimiento e historia.

)1.a identidad, la memoria y la historia no son atributos exclusivos de los sistemas fácticos de dominación, o de los discursos públicos de legiti­mación sistémica. En rigor, son atributos de la historicidad, y ésta es una categoóa inherente a la vida social, como quiera gue sea la condicióo de / ésti)'pg_rJa misma historicidad le es inherente también elpoder(s.u.clal y culta&!5.. El 'poder' se origina y funda en la historicidad social. Es un subproducto de ésta. Y no se debe confundir 'poder' con 'dominación', ni poder con la 'fuerza'. La 'dominación' es un poder social que se ejerce a través de un sistema de normas e instituciones de diverso tipo que, nor­malmente, incluye el monopolio de la 'fuerza legitimada'. Y la 'fuerza' es la violencia armada que un grupo social determinado usa para construir un sistema que le convenga, o q\Áe un sistema de dominación ya establecido usa según las identidades y normas que lo rigen.(Íos pobres, los explota-dos, los excluidos, los derrotados, etc. pueden no estar representados en el sistema dominante, puede que éste les sea ajeno y alienante e incluso pueden hallarse bajo la 'legítima' violencia armada que el Estado lanza en su contra, pero no por esto dejan de tener historicidad. y por lo mismo, no dejan jamás de tener, en germen o en potencia, la fuente del poder. Y por-¡ / que la tienen - en estado de historicidad pura - es que la ejercen, no como dominación, sino como rebeldía. Dominación y rebeldía son las dos caras o vertientes contrapuestas de una misma fuente ciepoder-A-m:brunienen ~a(l Arnoastienen ~pode(]

Y el poder, sea corno dominación, sea como rebeldía, tiende a desplegarse a través de proyectos históricos. Por eso, no es apropiado reducir el concepto de 'proyecto histórico' al de 'sistema de dominación' o al 'discurso sistémico de legitimación', pues su verdadera fuente, como se dijo, es la identidad social (vida organizada conforme un proyecto, margi­nal o no). Los peones del siglo XIX, por ejemplo, pese a su desempleo, pese a su permanente vagabundaje, pese a su empecinada soltería y a estar escapando siempre de la justicia y las levas militares, tuvieron siem­pre 'identidad'. ¡Y qué identidad!: hecha a mano en los caminos, en los desiertos y los cerros, en soledad y en compañía. Bajo salario retenido y

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cepo disciplinante. O en fuga de proscrito, o en ataque de bandido. Con memoria colectiva socializada a fuego lento, oralizada junto al fogón, en las chinganas, en las tabernas, con los y las camaradas. Tenían identidad, camaradería, recuerdo y camino: suficiente para tener futuro, sueño, de- ... rrÜteros_l!t.Qp@, ___ ~ historicidad a borbotones. Podían pues vagabundear por todas partes, moverse, asociarse, a arecer, desaparecer, atacar, escon­derse y, sobre todo, amenazar asustar. Durante un si lo usi al sistema mercantil en Jaque, rebasaron la policía en todos los frentes, llena-ron y desocuparon cárct:.lles, se enfrentaron al Ejército. Hicieron permanen-te escándalo y 'noticia] @or qué no llamar proyecto histórico a su modo de sobrevivir, a su permanente recorrer el territorio y las fronteras,. a su manera de ser "roto alzado, sin Dios ni Ley" y de asustar a la oligarquía hasta obligarla, después de 1907, a reconocerlo como 'actor local' insosla­yable, con el que debería en el futuro cohabitar, negociar y colegislai?J¿Por 0¡ qué sólo la dominación constituye proyecto histórico y no la marginalidad r.:::~

·J

~la rebeldía? ¿Por qué no llamar también 'político' al papel que el miedo a

os rotos jugó en la liberalización y democratización progresiva que tuvo el stema portaliano entre 1860 y 1930?

¿Qué importa que no hayan desarrollado un discurso político gene­ral, unificado y coherente? ¿Qué importa que no hayan formado una orga­nización para fines electorales y parlamentarios? ¿Qué importa que no ha­yan puesto por escrito sus memorias, sus cabildeos marginales, sus desen­frenos regados por el alcohol, la camaradería y el sexo? Su historicidad

,:f' estuvo siempre allí, a todo lo largo del siglo XIX, estorbando en todo el (/~ · territorio, sin dejar dormir tranquilo a ningún oligarca demasiado millona­

rJr:fl r_ '[rio.[i.a historicidad de los rotos fue, durante ese siglo, un 'poder' social y ,,r:? @ cultural agazapado, presto a saltar no sólo sobre los tesoros mercantiles,

" sino también sobre la yugular de la Cultura y el Estado]

[El problema, por tanto, no fue que el bajo pueblo no haya tenido en el siglo XIX historicidad, proyecto vital, camaradería y rebeldía. El proble­ma fue que, habiendo tenido todo eso en un grado sorprendente, no pudo, no supo, ni logró transformar ese "capital social" en un discurso público de legitimación y en un s~~ema político de dominación o de integración na­cional de nivel superio~

[Debió haberse jugado por realizar esa transformación? Sí, dado que sólo esa transformación pudo haber cambiado estructuralmente la situa-

rción de marginalidad, explotación y dominación en la que se hallaba. No, si esa historicidad, ese proyecto de vida y esa rebeldía le bastaban o podía aceptarlas como fines en sí mismo~ No, si la 'identidad' así construida y vivida era sentida, por ejemplo, como plena y valiosa de suyo. Después de

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Los Proyectos Nacionales en el 1

Pensamiento Polftico y Social Chileno del Siglo XIX

todo, la vida rebelde contiene una vivencia de historicidad muchísimo más intensa y plena que una vida conformista, muelle y placentera. Tiene, sin lugar a dudas, más carácter. De este modo, el 'placer' de la rebeldía - un licor fuerte y embriagador para identidades fuertes - puede devenir en un freno para la realización de las transformaciones arriba anotadas.

Los seres marginales no demoran mucho en abandonar la vida mue-lle y la desidia (están obligados a hacerlo para sobrevivir) para aventurarse sin miedo en el riesgoso juego de la búsqueda y el desafío. Pero siguen con dificultad, a tropiezos y sin ganas, el sendero que va desde la rebeldía pura a la politización plena, y a esa 'tediosa' tarea de construir, organizar y administrar un sistema social para todos. El placer del 'poder' (rebelde) es sin duda más puro, auténtic_u,_s_o_ciaLy_multifacético que_eLplacer mera­mentereflejo que propq~ciona _c~.L~domi!)i__p_:_(~mko.l Por eso, el rebelde ¡/

SU~~Jlevar~:n-su~ Si~A~S ~n-allra_c:l_<:! __ '!!l4_historicidad;-Carisma_que no suele hallarse e-Ó- un político o en un burócrata ide_nlificaf/Q_r;QQ~l sistema.

·----- . .. ··----Hay una segunda dificultad: cuando transformo mi proyecto histórico

de vida (propia o de mi grupo o clase) y mi identidad rebelde en un proyecto político de construcción sistémica, ya no puedo trabajar sólo para mí y los míos, puesto que también debo hacerlo para los otros (incluyendo los indife­rentes y los enemigos). Y por todos. Esto implica abandonar el ámbito 'de la experiencia propia, del sentimiento, la relación cara a cara, la amistad, la emoción, y entrar a cambio en un ámbito enrarecido que exige utilizar la razón pura, la negociación pragmática, los conceptos generales y abstractos y, sobre todo, los números, la estadística. En este sentido, politizar un proyecDt rebelde equivale, en muchos aspectos, a desidentificarse un poco, a enajenar­se por razones de método, a alejarse del grupo originario e, incluso, a traicio­nare/ espíritu y la lógica de la rebeldía. Equivale, de algún modo, a apostasiar.

El discurso de legitimación puede ser, por tanto, o aquel que se construye para justificar un sistema de dominación ya establecido por la vía de la fuerza y los hechos, o puede ser aquel que se construye desde la rebeldía y la historicidad todavía abierta, para incluir a 'otros' en la cons­trucción de un sistema social de índice participativo superior.

El primer tipo de discurso - como fue el de la oligarquía mercantil chilena del siglo XIX - surge porque los triunfadores necesitan cubrir la situación de hecho o de fuerza que produjeron con un manto nominal de armonía y unidad, para disimular el abuso cometido. La dificultad de este discurso consiste en la hipocresía ética en la que se funda.

El segundo tipo de discurso (como el que tuvo que improvisar Allende tras su triunfo electoral de 1970) implica tener que invitar a 'los otros' a

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participar en la construcción de un sistema que debiera expresar sólo y exclusivamente los contenidos propios de una larga y dolorosa exclusión, y de una larga y legítima rebeldía. La dificultad, aquí, no es la hipocresía,

r= la repugnancia de tener que abandonar las entrañas más íntimas del ,r. ecto propio (la identidad emocional exclusiva de 'lo' rebelde), para

r sitio a los 'extraños'.

Es, por ello, más fácil construir un discurso de legitimación que conlleve hipocresía, que construir otro que implique 'traición' a la historicidad propia. Muchos intelectuales pr&'esionales terminan colaborando en lo primero y escapando de lo segundo. Por eso, la oligarquía chilena ha formulado múltiples discursos nacionales y patrióticos que han encubierto sus intereses particulares. Y por eso mismo, el bajo pueblo ha construido, principalmente - con hechos más que con palabras -, discursos de mera rebeldía. Con poco espíritu de transacción y escasa vocación sistémica. Con poca probabilidad de convertir el 'poder' de la rebeldía en 'domina­ción' de la totalidad.

¿Es necesario, sin embargo, que el bajo pueblo construya de todos modos un discurso de totalidad, y pase de la rebeldía pura a la dominación pura? ¿Debe aprender a integrar a 'los otros' (incluyendo sus enemigos) y a pensar y actuar 'por todos'?

JUn discurso de legitimación sistémica no es sino la teoría de cómo articu~ar equitativamente poderes sociales distintos dentro de un mismo sistema global de dominación, sin perjudicar el interés propio. Es la teo­ría de cómo debe ser la relación óptima entre 'nosotros' y los 'otros', y entre los camaradas y el todo social. Es la visión (integradora) de una determinada totalidad social, que implica negociación entre varios pro­yectos históricos distintos y sus respectivos poderes, teniendo a la vista una síntesis 'superioCJ

El transcurso histórico de la sociedad chilena muestra que en ella cohabitan diversos proyectos históricos - algunos de ellos claramente an­tagónicos- pese a que normalmente ha sido sólo uno de ellos (el oligárquico mercantil) el que ha actuado desde el siglo XIX como sistema factual y formal de dominación, y sólo 'su' discurso de legitimación ha operado como discurso de legitimidad nacional. Lo grave de este hecho es que el proyecto histórico y el discurso de legitimación en que se ha apoyado este tetrasecular sistema dominante ha excluido sistemáticamente a los otros, de una manera, o de otra. Donde estos 'otros' han sido una mayoría, cons­tituida por Jos pobres, los excluidos, los derrotados y los marginales. O sea, por todos Jos potenciales 'rebeldes'.

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Los Proyectos Nacionales en el Pensamiento Politice y Social Chileno del Siglo XIX

¡¿Debe mantenerse esta situación? ¿Deben los excluidos mantenerse aferradós sólo a sus identidades de emergencia y a sus 'suficientes' proyec­tos y poderes de rebeldía? ¿Tienen que detenerse todavía ante la repug­nancia que les produce convertir esa identidad, pletórica de historicidad, en un 'plan' de ingeniería política? ¿En caso ~e no deban seguir haciendo lo que siempre han hecho, qué deben hace~

Estas preguntas obligan á abandonar Jos límites temporales de esta conversación para ocuparnos de un problema actual. No nos corresponde hacer esto aquí y ahora. Sin embargo, digamos solamente que hoy, más que nunca, y que hoy, con más probabilidad que siempre, es necesario y / 1 J!9 es posible dar un paso más allá de la mera rebeldía. En primer lugar, porque la situación de la mayoría es una de las más críticas de toda la historia de Chile (casi todo el repertorio 'moderno' de la ofensiva rebelde ha sido aniquilado: las ideologías, los partidos políticos de masas, los granj-des sindicatos, las leyes protectoras, los estados populistas, los grupos militarizados, etc., quedando sólo los recursos de la resistencia cultural y delictual). En segundo lugar, porque las identidades sociales marginales -lo mismo que en el siglo XIX - se han potenciado social y culturalmente (multiplicación de grupos, colectivos, barras y tribus urbanas de todo tipo, con códigos y sellos identitarios de recambio) al punto que han desarrolla-do formas asociativas y valores culturales claramente alternativos a los predominantes en el sistema neoliberal vigente. En tercer lugar, porque lo anterior permite operar- todavía en el margen - con un proyecto histórico de fuerte raigambre identitaria, sin salida política conocida aun, pero que 1 fj) tiene la ventaja de no ser un blanco fácil para el gran sistema represivo que en Chile montó la dictadura y la democracia neoliberales para aniquilar el repertorio rebelde moderno mencionado más arriba.

El riesgo de esta situación es que las identidades 'tribales' se encie­rren y se marchiten en el hermetismo sectario de la particularidad y el fundamentalismo. El único modo de escapar a eso es: a) incrementando por doquier las formas asociativas 'en red' (que no es lo mismo que la vieja organización leninista o militarista); b) incentivando la expansión viral pro­pia de las expresiones culturales y simbólicas; e) impulsando el desarrollo convergente de todo tipo de micropoderes y, d) pensando la totalidad en el sentido de integrar uno a otro los campos sociales y culturales roturados por esa expansión.

Tradicionalmente, el bajo pueblo ha construido con mucho trabajo su identidad social y cultural, su proyecto histórico popular y el poder molecular de la rebeldía, pero ha tenido que buscar ayuda externa para pensar la totalidad o el horizonte hacia donde debe avanzar su 'movimien-

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Gabriel Sa\azarV.

to global'; es decir: para rebasar los límites de sus vivencias y penetrar en el territorio extraño y ajeno de 'los otros'. ¿Quiénes pueden darle esa ayu­da? Generalmente, los intelectuales profesionales que simpatizan con su movimiento y que procuran convertirse, de algún modo, en "intelectuales orgánicos". Sin embargo, normalmente, esos intelectuales han pensado la totalidad como si ya fuera sistema (a cuyo efecto construyen un 'sistema conceptual homogéneo') y no a partir de las diversas identidades grupales y micropoderes locales que constituyen, en cam~p_alpitante matriz vitab:!el~~zón por fa qlie1a mayoría de esos intelec­tuales tienden a ser devorados por la abstracción de su lógica sistémica, y a convertirse en traidores a la lógica vital de la rebeldía.

La situación actual exige, sin duda, un cambio copernicano en el rol histórico de los intelectuales. Ya no pueden seguir entendiendo la ciencia (social) como un sistema cerrado sobre sí mismo, ni pueden seguir traba­jando desde la lógica de Jos sistemas establecidos y dominantes. Como si la 'totalidad' no sólo ya existiera, sino que también les perteneciera; o como si papel no fuera otro que ser 'funcionarios' legitimantes de la mis­ma.ITodo indica que Jos intelectuales deben trabajar en la lógica expansiva de lo socio-cultural, en la politización progresiva de la rebeldía y en la línea constructiva del 'poder' que conlleva movimiento incesante de la baja sociedad civil. Pero también indica que, si los propios actores de ese mo­vimiento no intelectualizan su rebeldía, en el sentido de pensar la totalidad también por sí mismos incluyendo a los otros (es absurdo pensar sólo en aniquilarlos), no podrán tampoco asegurar que los intelectuales perma­nezcan leales a ese movimient~

El concurso de los intelectuales profesionales es indispensable para que el movimiento popular pueda construir un discurso político de legiti­mación pública de su proyecto que incluya a 'los otros' de un modo ade­cuado. Pero más indispensable aun es que las bases sociales de ese movi­miento auto-cultiven su identidad rebelde y se autoeduquen para pensar también por sí mismas la extensión política de su proyecto, al grado que sea posible prescindir de la ayuda profesional de los intelectuales. La me­moria social y la cultura rebelde son matrices o placentas de saber y poder, y como tales, no sólo pueden desarrollarse en el sentido cultural, sino también sustituir y superar la ciencia oficial, en tanto colaboran en la cons­trucción social de una realidad superior.

La autoeducación popular tiene por delante, pues, una tarea enor­me que, por supuesto, no corresponde examinar aquí.

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Los Proyectos Nacionales en el Pensamiento Politice y Social Chileno del Siglo XIX

Pensamiento operante y construcción de nación durante

el siglo XIX Bernardo Subercaseaux

Universidad de Chile

Se nos pide que abordemos el tema Chile en el pensamiento político y social del siglo XIX. Entiendo que se nos está solicitando un diagnóstico del pensamiento político y social de aquél siglo.

En esa perspectiva, quiero hacer una diferencia entre lo q~e_ll~mo p_en:ja11J:ff!r¡,Jo s9_c_íal y p()!ft.!~() __ op~~ant~[__d~-=~tro~j~~~s~~en~():ÜC?C:~~Ü~§ y políticos. Me explico: puede haber habido, a comienzos del siglo XIX, un pensa-miento determinado de corte indianista sobre los Mapuches o sobre los Indios en Chile, o una visión del país como la que se expresa en la proclama de Orihuela en 1811, pero, en ambos casos, no fueron el pensa­miento político y social operante. Orihuela, en su proclama, hace un llamado a distintos sectores sociales, artesanos, pueblo, bajo pueblo, etc., pero esos sectores no eran actores sociales significativos a comienzos del siglo XIX; ese pensamiento existe, pero no puede calificarse como un pensamiento social operante. Coloquemos otro ejemplo: es muy posible que el día de mañana, en el año 2050, se pueda realizar un encuentro similar a este sobre el pensamiento político y social en el siglo XX, en especial de sus últimos 30 años, y ahí tendremos que decir que el pensa­miento social y político operante era un pensamiento de mercado; existía Tomás Moulian y su librito El consumo me consume, esto es, críticas al consumo y al pensamiento social operante , pero ese no era el pensamien­to político y social operante de la época, esos - los de Moulian y otros -eran pensamientos que estaban en los flancos, precisamente atacando al pensamiento político y social operante.

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