Hoy es día de Navidad. La noche antes de la primera navidad, ángeles del cielo cantaban en los campos de

los pastores de Belén un “gloria in excelsis” (Lcs 2:8-14). La razón primigenia por la que ellos cantaban era la de anunciar y celebrar que había nacido el Salvador del mundo. Sí, había que anunciarlo al mundo y había que celebrarlo.

Una pregunta que pulula en la mente de muchos cuando leemos la narrrativa lucana; ¿son esas las únicas razones por las que los ángeles cantaron en esa noche

buena? A continuación una porción tomada de las finales del libro “El Despertar de la Adoración”. Estoy convencido de que este testimonio nos ayudará a entender por qué cantan los ángeles.

“Hay un testimonio que queremos compartir como conclusión final de este libro. El mismo encierra casi todos los planteamientos básicos que hemos enunciado en este

trabajo. Es el testimonio de una anciana que parte hacia la eternidad casi en sus 90 años, dejando tras sí el testimonio de casi toda una vida sirviendo al trino Dios. El nombre de esta mujer, Francisca Robles viuda de Esquilín (Abuela Panchita). Esta mujer se las arregló para no partir hacia la eternidad sin antes ver que casi todos sus hijos habían ocupado algún ministerio en la casa de Dios; docenas de sus nietos seguimos los mismos pasos. Era una mujer de oración, de lecturas bíblicas matutinas y vespertinas y de un amor por el servicio al prójimo como hay pocos. En ocasión de ser escogida madre ejemplar del pueblo que la vio nacer, se le preguntó el secreto para criar y desarrollar tantos testimonios. Su respuesta todavía resuena entre las paredes del auditorio

Muchas felicidades a nuestra hija Janette M. Ramos Huertas por sus 25 años el 9 de diciembre de parte de mami

y papi que te aman.

Bendiciones del cielo a Edwin Ramos y a Yolanda Huertas por sus 31 años de casados el 29 de diciembre.

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25 de diciembre de 2016 • Volumen XII • No. 566

1 Mizraim Esquilín. 1995. El Despertar de la Adoración. Miami: Editorial Caribe (pgs 267-271).

Benjamín Merced Matos.....................................................HogarCarlos Santana....................................................................Hogar Daviano Marrero................................................................ HogarDr. José L. Carlo..................................................................HogarFrandiego Romero Parrilla..........................................WashingtonPastora Becky Parrilla..................................................Washington Francisco González Díaz............................ Hosp. Pavía, SanturceIlia Serra.............................................................................Hogar Janet Santana......................................................................Hogar Jacinto Martínez..................................................................Hogar Josefina Vega.......................................................................Hogar Jorge L. Medina Millán........................................................Hogar Madeline De la Cruz...........................................................Hogar Mariel Rodríguez García..............................Hosp. Auxilio MutuoMargarita Cepeda...............................................................Hogar Magaly Vargas.............................................. Hosp. San FranciscoNancy Cruz........................................................................HogarNilda González..................................................................Hogar Noemí Velázquez...............................................................Hogar Nydia Ortiz...............................................................PhiladelphiaOlga Guzmán Milland........................................................Hogar Oscar Carlo Collazo......................................Hosp. Área CarolinaWilliam Canales.................................................................HogarCamila Lastra Chávez.........................................................HogarJulio O. Pereira Rodríguez............................Hosp. Auxilio MutuoJoaquin Sequeira.................................................................Hogar

*No habrá Estudio Bíblico hasta el 12 de Enero de 2017.

El tercer jueves de cada mes

Para nuevos creyentes, reconciliados y hermanos en traslado de membresía

Próxima reunión19 de enero de 2017

8pm - salón 4info. 787.256.3331

Grupo Pequeñode Enlace

yo estaba arrojada en el altar de la iglesia, o en el suelo de la habitación. Las noches que siguieron a aquel día de septiembre cuando tu abuelo murió, los ángeles llegaron a cantar a mi ventana. Al principio pensé que eran los hermanos de la iglesia, pero luego me di cuenta de un resplandor que entraba por las celosías. Caí de rodillas al ver sus ropas celestiales y escuchar su canción.

Yo conozco el cantar de los ángeles; voy al cielo a cantar mejor que ellos. Yo conozco una canción que

ellos no conocen. Ninguno de ellos sabe lo que es llorar. Yo sí conozco las estrofas del dolor y los coros de la consolación de Dios. Sé lo que es el trapiche, la prensa para la vendimia, el Getsemaní; pero sé también lo que es la canción del consuelo divino. Ningún ángel sabe lo que es sentirse sólo. Yo conozco las estrofas de la soledad y el coro de la dulce compañía divina. La soledad de la madrugada en la que se llora por no tener nada para darle de comer a mis hijos, la soledad de ver como dos de ellos se me mueren en las manos, tan solo a unos meses de haber nacido. La soledad que se experimenta cuando los más pequeños de la casa traen sus amigos de la calle para que yo los adopte y los críe, sin saber que en esta casa vivía la viuda de Sarepta.

de batallas ministeriales sin fin; “voy al cielo a cantar mejor que los ángeles.”

Por un momento no comprendí su expresión con toda la profundidad que encierra y traté de

convertir el momento en uno jocoso, creyendo que la viejecita estaba melancólica y que necesitaba reír. Le contesté que conocía su vida de oración, de visitación a enfermos y necesitados, de servicio a todos, pero que no le conocía parte alguna en el ministerio del cántico al Señor. Su repuesta me hizo reír; “¿Tú estás insinuando que yo canto feo? Feo cantan los sapos y se amanecen.”

Inmediatamente repitió la frase eterna; “voy al cielo a cantar mejor que los ángeles.” En ese momento

no hubo oportunidad para entender mal la expresión que vertían sus labios. Un perfume muy rico comenzó a llenar la habitación donde ella estaba acostada. El diálogo se convirtió en monólogo; uno que emanaba de los labios de una persona que ya no pertenecía a nosotros, ni al mundo que le rodeaba. Comenzó a decir;

“Yo conozco la canción de los ángeles. Ellos han estado conmigo en los momentos más tristes y difíciles de mi vida. Estuvieron conmigo en las madrugadas cuando

clamaba a Señor por las vidas de mis hijos que estaban en el campo de batalla. A uno de ellos me lo dieron como muerto en combate y Dios oyó mis súplicas; tres semanas más tarde de la fatal noticia, recibí una carta de él, desde un hospital en

California. Lo habían recogido entre los muertos en el Pacífico. Yo sé que fue Dios el que le dio la vida. Luego en la guerra de Korea, se llevaron a servir a varios de mis hijos; entre ellos, a tu papá. Pasaba noches en vela clamando a Dios sin consuelo. Sus ángeles descendían a consolarme cantando mientras

donde se celebró ese homenaje. “Primeramente amar a Dios sobre todas las cosas; eso garantiza ser buen modelo para los hijos. Los hijos deben ver a sus padres como sermones con zapatos.” En segundo lugar, la “escobalogía”; abuela decía que la psicología es en parte responsable de que las cárceles estén llenas. Un buen escobazo a tiempo resuelve muchos problemas.”

Casi a punto de celebrar su victoria en Cristo, enfermó de manera muy triste. Antes de entrar en la gravedad

de su enfermedad, sostuve una conversación con ella; conversación que es el testimonio que compartimos aquí y un homenaje a todos esos adoradores que han sabido ser barro y Dios les ha convertido en pieza de alfarería que resuena cuando se le golpea. Recuerdo que me invitó a sentarme justo al lado de su cama. Una Biblia adornaba sus faldas. Su cabellera, una que antes se ufanaba de ser abundante, larga y espesa, ahora aparecía bien recogida y ceñida a su cuero cabelludo. Sus sienes dibujaban los otoños del camino, tonalidades grises que anunciaban que estábamos frente a una luchadora de grandes batallas que se acercaba a ser llamada a su fiesta más importante. En su rostro, una paz que no podía ser ahogada por las arrugas que habían traído consigo el paso de los años. Siempre encontré paradójico que me pareciera verla tan grande, cuando ella medía menos de 5 pies de estatura (1.52 metros). Sus anteojos no podían ocultar el fuego que había en su mirada; ojos profundos que hablaban de lo importante que era el Señor, tema obligado en toda conversación.

Miré sus manos curtidas por los años lavando, trabajando y planchando para echar hacia

adelante a sus hijos. Allí mismo no pude evitar suspirar de emoción al recordar las veces que papi me había relatado lo duro que ellas habían tenido que trabajar para que él se pudiera poner su primer par de zapatos; “y pensar que ahora todo se nos hace tan fácil.”

Al estar sentado a su lado, inmediatamente comenzó un diálogo que se vistió de eternidad. Recuerdo que

me dijo que sabía que sus días se estaban acabando, que era bobo orar por su salud; después de todo, ella tenía deseos de ir a ver a su Señor. Entonces, dijo algo que a través de los años se ha convertido en “slogan”

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Yo conozco esa canción, pero conozco el coro de la compañía y la provisión divina. Ningún ángel pudo

escribir el Salmo 37:25 (“Joven fui y he envejecido...”). Ningún ángel sabe lo que se siente al ser perdonado. Jamás han experimentado el perdón divino. Solo nosotros sabemos lo dulce que se siente la presencia del Señor en el corazón de un pecador arrepentido.

Yo voy al cielo, a cantar mejor que los ángeles. Tengo una canción que ellos no pueden cantar y se la voy

a cantar a mi Señor.” La vio partir hacia la eternidad una madrugada que al contemplar como entraba esta anciana por las puertas celestiales, se estremeció al darse cuenta de que los ángeles se habían echado a un lado para escuchar una canción “kainós” que brotaba de los labios de una anciana, un adorador-barro, que adoraba a Dios con el testimonio de una gracia que ellos no habían experimentado jamás; el sonido que emerge de una pieza de alfarería horneada por los fuegos de Dios y que de allí surge como figura resonante y melodiosa que adora a Dios en espíritu y en verdad.

Carolina, Puerto Rico Julio 14 de 1994.” Es mi oración que estas cuartillas te permitan desarrollar una visión más completa de lo que es la Navidad.

Fotografías de Francisca Robles, provistas por la Pastora y nieta Evelyn Quiñones. Ilustración postal navideña por nieta, Prof. Eunice Esquilín López.