profesorado de enseÑanza secundaria en historia

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Curso de Ingreso 2016 - 1 Dirección General de Cultura y Educación Dirección de Educación Superior INSTITUTO SUPERIOR DE FORMACIÓN DOCENTE N° 127 "CIUDAD DEL ACUERDO" Plaza 23 de noviembre. 2900 - San Nicolás (Bs. As.) Tel. 0336 4425348 http://www.instituto127.com.ar PROFESORADO DE ENSEÑANZA SECUNDARIA EN HISTORIA Resolución Nº 13.259 / 99 Resolución N° 25 / 03 Resolución Nº 4664 / 03 CURSO DE INGRESO 2016 Autoridades... Director a Cargo: Liliana Tatángelo Regente: Liliana Tatángelo Secretario: Norberto Cancinos Jefe de Área: Martín Maglio Coordinador del taller de ingreso: Martín Maglio

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Curso de Ingreso 2016 - 1

Dirección General de Cultura y Educación Dirección de Educación Superior

INSTITUTO SUPERIOR DE FORMACIÓN DOCENTE N° 127 "CIUDAD DEL ACUERDO"

Plaza 23 de noviembre. 2900 - San Nicolás (Bs. As.) Tel. 0336 – 4425348

http://www.instituto127.com.ar

PROFESORADO DE ENSEÑANZA SECUNDARIA EN HISTORIA

Resolución Nº 13.259 / 99 Resolución N° 25 / 03

Resolución Nº 4664 / 03

CURSO DE INGRESO

2016

Autoridades...

Director a Cargo: Liliana Tatángelo

Regente: Liliana Tatángelo

Secretario: Norberto Cancinos

Jefe de Área: Martín Maglio

Coordinador del taller de ingreso: Martín Maglio

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Curso de Ingreso 2016 - 2

ÍNDICE Presentación.............................................................................................................................

3

Hobsbawm, Eric, La Era del Imperio, Introducción...................................................................

4

Oszlak, Oscar, La Formación del Estado Argentino, Capítulo 1..............................................

8

Bonaudo, Marta, Nueva Historia Argentina, Tomo 4, A modo de prólogo.................................

11

Lobato, Mirta Zaida y Suriano, Juan, Nueva Historia Argentina - Atlas Histórico, De la república escindida a la unidad de la nación.............................................................................

13

Lobato, Mirta Zaida, Nueva Historia Argentina, Tomo 5, Introducción......................................

14

Lobato, Mirta Zaida y Suriano, Juan, Nueva Historia Argentina - Atlas Histórico, El progreso, la modernización y sus límites...................................................................................................

15

Alonso, M., Elizalde, R. y Vázquez, E., Historia: Argentina y el Mundo Contemporáneo, II. La época del imperialismo (1850-1914).........................................................................................

16

Barral, M. E., Blasco, M. É. y otros, Historia: El mundo Contemporáneo, Siglos XVIII, XIX y XX, ¿Por qué se produjo la Primera Guerra Mundial? ..............................................................

17

Alonso, M., Elizalde, R. y Vázquez, E., Historia: Argentina y el Mundo Contemporáneo, La sociedad capitalista antes de 1850...........................................................................................

18

Carballo, L., Charlier, N. y Garulli, L. Documentos de Historia Argentina (1870-1955), II. La Campaña al desierto.................................................................................................................

20

Bustinza, J. A., Grieco y Bravio, A., Historia 3: Los Tiempos Contemporáneos. Argentina y el Mundo, (Extractos)....................................................................................................................

22

Alonso, M., Elizalde, R. y Vázquez, E., Historia: Argentina y el Mundo Contemporáneo, El modelo agrario exportador........................................................................................................

24

Alonso, M., Elizalde, R. y Vázquez, E., Historia: Argentina y el Mundo Contemporáneo. En América Latina. III – La organización del modelo agrario exportador y del régimen oligárquico (1880-1916). B. La sociedad: Los sectores populares y la elite tradicional. La intransigencia y el radicalismo ……………………………………………………………………...............................

26

Brailovsky, A. E. y Foguelman, D., Memoria Verde, Capítulo 4................................................

34

Ferrer, Aldo, La Economía Argentina, IX. El progreso técnico y la integración de la economía mundial......................................................................................................................................

38

Expectativas de logro y actividades………………………………………………………………… 46 Drago, Amalia, Técnicas de Aprendizaje…………………………………………………………… 48

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Curso de Ingreso 2016 - 3

PRESENTACIÓN

¡Bienvenidos al Profesorado en Historia! El cuadernillo tiene el propósito de ofrecerte un material de trabajo relacionado con las

actividades que se realizarán en el Curso Inicial 2016. En esta ocasión, seleccionamos textos que tienen un tema o tópico en común: El Modelo

Agroexportador. Es un tema interesante que nos sirve para ir entendiendo aspectos centrales respecto de cómo se mueve el mundo, cómo nuestro país se relaciona con el resto, cómo se formó el Estado nacional y comprender muchos de los problemas actuales.

Aquí aprenderás a analizar el pasado desde una perspectiva científica, no sólo con datos, sino con elementos de la Ciencia Histórica y de Ciencias cercanas a la Historia como la Economía, la Sociología, la Antropología, la Geografía y otras más.

Paralelamente, iremos entrando en el maravilloso mundo de la docencia ¡no hay trabajo más lindo que ser docente! ¿Por qué? Porque ser docente significa construir el futuro, relacionarse con personas a las que debemos ayudar a revelar sus potencialidades.

Tendrán, en este cursillo, un acercamiento a las tareas que debemos realizar los profesores, a su forma de desempeñarse en el aula y en la vida: Porque ser docente no significa sólo estar dentro del aula; el docente es docente de la vida y trabaja en todos los ámbitos de interacción social.

Conoceremos la biblioteca y el gabinete de informática, ambos son muy importantes en nuestra carrera y siempre debes tenerlos en cuenta para realizar tus estudios. Además, debes comenzar a ser un frecuente visitante de nuestro sitio web ya que allí encontrarás toda la documentación legal, avisos sobre actividades, información de todo tipo, etc. Su dirección web es http://www.instituto127.com.ar

Para finalizar, una aclaración: Nuestra institución, el Instituto Superior de Formación Docente Nº 127 “Ciudad del Acuerdo”, funciona en el edificio de la Escuela Normal (pero no somos parte de la Escuela Normal). Somos un Instituto Terciario (no es universidad ni facultad) que forma docentes para el nivel de educación secundaria.

Esperamos que esta instancia sea, en primer lugar, un momento para confirmar tus preferencias en cuanto a la profesión que elegiste; en segundo lugar, para comenzar a descubrir tus fortalezas y debilidades al momento de ingresar para ir mejorando tus capacidades y en tercer lugar, para iniciar un camino responsable, riguroso, fructífero y placentero sobre esta maravillosa materia, que es la Historia.

Federico Martín Maglio Jefe de Área del Profesorado en Historia

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Curso de Ingreso 2016 - 4

INTRODUCCIÓN II

La necesidad de una perspectiva histórica es tanto más urgente cuanto que en estos finales del siglo XX mucha gente está todavía implicada apasionadamente en el período que concluyó en 1914, probablemente porque agosto de 1914 constituye uno de los indudables «puntos de inflexión naturales» en la historia. Fue considerado como el final de una época por los contemporáneos y esa conclusión está vigente todavía. Es perfectamente posible rechazar esa idea e insistir en las continuidades que se manifiestan en los años de la primera guerra mundial. Después de todo, la historia no es como una línea de autobuses en la que el vehículo cambia a todos los pasajeros y al conductor cuando llega a la última parada. Sin embargo, lo cierto es que si hay fechas que no son una mera convención a efectos de la periodización, agosto de 1914 es una de ellas. Muchos pensaron que señalaba el final de un mundo hecho por y para la burguesía. Indica el final del «siglo XIX largo» con que los historiadores han aprendido a operar y que ha sido el tema de estudio de tres volúmenes, de los cuales este es el último. Sin ninguna duda, esta es la razón por la que ha atraído a una legión de historiadores, aficionados y profesionales: a especialistas de la cultura, la literatura y el arte; a biógrafos, directores de cine y responsables de programas de televisión, así como a diseñadores de moda. Me atrevería a decir que durante los últimos quince años, en el mundo de habla inglesa ha aparecido un título importante cada mes —libro o artículo— sobre el período que se extiende entre 1880 y 1914. La mayor parte de ellos están dirigidos a historiadores u otros especialistas, pues, como hemos visto, ese período no es sólo fundamental para el desarrollo de la cultura moderna, sino que además constituye el marco para una serie de debates apasionados de historia, nacional o internacional, iniciados en su mayor parte en los años anteriores a 1914: sobre el imperialismo, sobre el desarrollo del movimiento obrero y socialista, sobre el problema del declive económico de Inglaterra o sobre la naturaleza y orígenes de la revolución rusa, por mencionar tan sólo algunos. Por razones obvias, el tema que se conoce con más profundidad es el de los orígenes de la primera guerra mundial, al que se han dedicado ya varios millares de libros y que continúa siendo objeto de numerosos estudios. Es un tema que sigue estando vivo, porque lamentablemente el de los orígenes de las guerras mundiales no ha dejado de estar vigente desde 1914. De hecho, en ningún caso es más evidente que en la historia de la época del imperio el vínculo entre las preocupaciones del pasado y del presente. Si dejamos aparte los estudios puramente monográficos, podemos dividir a los autores que han escrito sobre este período en dos categorías: los que miran hacia atrás y los que dirigen su mirada hacia adelante. Cada una de esas categorías tiende a concentrarse en uno de los dos rasgos más obvios del período. Por una parte, este período parece extraordinariamente remoto y sin posible retorno cuando se considera desde el otro lado del cañón infranqueable de agosto de 1914. Al mismo tiempo, paradójicamente, muchos de los aspectos característicos de las postrimerías del siglo XX tienen su origen en los últimos treinta años anteriores a la primera guerra mundial. The Proud Tower, de Barbara Tuchman, exitoso «relato del mundo antes de la guerra (1890-1914)» es, tal vez, el ejemplo mejor conocido del primer género, mientras que el estudio de Alfred Chandler sobre la génesis de la dirección corporativa moderna, The Visible Hand, puede representar al segundo. Tanto desde el punto de vista cuantitativo como del de la circulación de sus trabajos predominan los representantes de la primera tendencia apuntada. El pasado irrecuperable plantea un desafío a los buenos historiadores, que saben que no puede ser comprendido en términos anacrónicos, pero conlleva también la fuerte tentación de la nostalgia. Los menos perceptivos y más sentimentales intentan constantemente revivir los atractivos de una época que en la memoria de las clases medias y altas ha aparecido rodeada de una aureola dorada: la llamada belle époque. Naturalmente, este es el enfoque que han adoptado los animadores y realizadores de los medios de comunicación, los diseñadores de moda y todos aquellos que abastecen a los grandes consumidores. Probablemente, esta es la versión del período que estudiamos más familiar para el público en general, a través del cine y la televisión. Es totalmente insuficiente, aunque sin duda capta un aspecto visible del período que, después de todo, puso en boga términos tales como plutocracia y clase ociosa. Cabe preguntarse si esa versión es más o menos inútil que la todavía más nostálgica, pero intelectual mente más sofisticada, de los autores que

HOBSBAWM, ERIC "LA ERA DEL IMPERIO, 1875-1914"

EDITORIAL CRÍTICA, BUENOS AIRES, 1999 Páginas 13 a 19

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intentan demostrar que el paraíso perdido tal vez no se habría perdido de no haber sido por algunos errores evitables o accidentes impredecibles, sin los cuales no habría existido guerra mundial, Revolución rusa ni cualquier otro aspecto al que se responsabilice de la pérdida del mundo antes de 1914. Otros historiadores adoptan el punto de vista opuesto al de la gran discontinuidad, destacando el hecho de que gran parte de los aspectos más característicos de nuestra época se originaron, en ocasiones de forma totalmente súbita, en los decenios anteriores a 1914. Buscan esas raíces y anticipaciones de nuestra época, que son evidentes. En la política, los partidos socialistas, que ocupan los gobiernos o son la primera fuerza de oposición en casi todos los estados de la Europa occidental, son producto del período que se extiende entre 1875 y 1914, al igual que una rama de la familia socialista, los partidos comunistas, que gobiernan los regímenes de la Europa oriental.1 Otro tanto ocurre respecto al sistema de elección de los gobiernos mediante elección democrática, respecto a los modernos partidos de masas y los sindicatos obreros organizados a nivel nacional, así como con la legislación social. Bajo el nombre de modernismo, la vanguardia de ese período protagonizó la mayor parte de la elevada producción cultural del siglo XX. Incluso ahora, cuando algunas vanguardias u otras escuelas no aceptan ya esa tradición, todavía se definen utilizando los mismos términos de lo que rechazan (pos-modernismo). Mientras tanto, la cultura de la vida cotidiana está dominada todavía por tres innovaciones que se produjeron en ese período: la industria de la publicidad en su forma moderna, los periódicos o revistas modernos de circulación masiva y (directamente o a través de la televisión) el cine. Es cierto que la ciencia y la tecnología han recorrido un largo camino desde 1875-1914, pero en el campo científico existe una evidente continuidad entre la época de Planck, Einstein y el joven Niels Bohr y el momento actual. En cuanto a la tecnología, los automóviles de gasolina y los ingenios voladores que aparecieron por primera vez en la historia en el período que estudiamos, dominan todavía nuestros paisajes y ciudades. La comunicación telefónica y radiofónica inventada en ese período se ha perfeccionado, pero no ha sido superada. Es posible que los últimos decenios del siglo XX no encajen ya en el marco establecido antes de 1914, marco que, sin embargo, es válido todavía a efectos de orientación. Pero no es suficiente presentar la historia del pasado en estos términos. Sin duda, la cuestión de la continuidad y discontinuidad entre la era del imperio y el presente todavía es relevante, pues nuestras emociones están vinculadas directamente con esa sección del pasado histórico. Sin embargo, desde el punto de vista del historiador, la continuidad y la discontinuidad son asuntos triviales si se consideran aisladamente. ¿Cómo hemos de situar ese período? Después de todo, la relación del pasado y el presente es esencial en las preocupaciones tanto de quienes escriben como de los que leen la historia. Ambos desean, o deberían desear, comprender de qué forma el pasado ha devenido en el presente y ambos desean comprender el pasado, siendo el principal obstáculo que no es como el presente. La era del imperio, aunque constituya un libro independiente, es el tercero y último volumen de lo que se ha convertido en un análisis general del siglo XIX en la historia del mundo, es decir, para los historiadores el «siglo XIX largo» que se extiende desde aproximadamente 1776 hasta 1914. La idea original del autor no era embarcarse en un proyecto tan ambicioso. Pero si los tres volúmenes escritos en intervalos a lo largo de los años y, excepto el último, no concebidos como parte de un solo proyecto, tienen alguna coherencia, la tienen porque comparten una concepción común de lo que fue el siglo XIX. Y así como esa concepción común ha permitido relacionar La era de la revolución con La era del capital y ambos con La era del imperio —y espero haberlo conseguido—, debe ayudar también a relacionar la era del imperio con el período que le sucedió. El eje central en tomo al cual he intentado organizar la historia de la centuria es el triunfo y la transformación del capitalismo en la forma específica de la sociedad burguesa en su versión liberal. La historia comienza con el doble hito de la primera revolución industrial en Inglaterra, que estableció la capacidad ilimitada del sistema productivo, iniciado por el capitalismo, para el desarrollo económico y la penetración global, y la revolución política francoamericana, que estableció los modelos de las instituciones públicas de la sociedad burguesa, complementados con la aparición prácticamente si-multánea de sus más característicos —y relacionados— sistemas teóricos: la economía política clásica y la filosofía utilitaria. El primer volumen de esta historia, La era de la revolución, 1789-1848, está estructurado en torno a ese concepto de una «doble revolución». Esto llevó a la confiada conquista del mundo por la economía capitalista conducida por su clase característica, «la burguesía», y bajo la bandera de su expresión intelectual característica, la ideología del liberalismo. Este es el tema central del segundo volumen, que cubre el breve período transcurrido entre las revoluciones de 1848 y el comienzo de la depresión de 1870, cuando las perspectivas de la sociedad inglesa y su economía parecían poco problemáticas dada la importancia de los triunfos

1 Los partidos comunistas que gobiernan en el mundo no europeo se formaron según ese modelo, pero después del

período que estudiamos.

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alcanzados. En efecto, bien las resistencias políticas de los «antiguos regímenes» contra los cuales se había desencadenado la Revolución francesa habían sido superadas, o bien esos regímenes parecían aceptar la hegemonía económica, institucional y cultural de la burguesía triunfante. Desde el punto de vista económico, las dificultades de una industrialización y de un desarrollo económico limitado por la estrechez de su base de partida fueron superadas en gran medida por la difusión de la transformación industrial y por la extraordinaria ampliación de los mercados. En el aspecto social, los descontentos explosivos de las clases pobres durante el período revolucionario se limitaron. En definitiva, parecían haber desaparecido los grandes obstáculos para un progreso de la burguesía continuado y presumiblemente ilimitado. Las posibles dificultades derivadas de las contradicciones internas de ese progreso no parecían causar todavía una ansiedad inmediata. En Europa había menos socialistas y revolucionarios sociales en ese período que en ningún otro. Por otra parte, la era del imperio se halla dominada por esas contradicciones. Fue una época de paz sin precedentes en el mundo occidental, que al mismo tiempo generó una época de guerras mundiales también sin precedentes. Pese a las apariencias, fue una época de creciente estabilidad social en el ámbito de las economías industriales desarrolladas que permitió la aparición de pequeños núcleos de individuos que con una facilidad casi insultante se vieron en situación de conquistar y gobernar vastos imperios, pero que inevitablemente generó en los márgenes de esos imperios las fuerzas combinadas de la rebelión y la revolución que acabarían con esa estabilidad. Desde 1914 el mundo está dominado por el miedo —y, en ocasiones, por la realidad— de una guerra global y por el miedo (o la esperanza) de la revolución, ambos basados en las situaciones históricas que surgieron directamente de la era del imperio. En ese período aparecieron los movimientos de masas organizados de los trabajadores, característicos del capitalismo industrial y originados por él, que exigieron el derrocamiento del capitalismo. Pero surgieron en el seno de unas economías muy florecientes y en expansión y en los países en que tenían mayor fuerza, en una época en que probablemente el capitalismo les ofrecía unas condiciones algo menos duras que antes. En este período, las instituciones políticas y culturales del liberalismo burgués se ampliaron a las masas trabajadoras de las sociedades burguesas, incluyendo también (por primera vez en la historia) a la mujer, pero esa extensión se realizó al precio de forzar a la clase fundamental, la burguesía liberal, a situarse en los márgenes del poder político. En efecto, las democracias electorales, producto inevitable del progreso liberal, liquidaron el liberalismo burgués como fuerza política en la mayor parte de los países. Fue un período de profunda crisis de identidad y de transformación para una burguesía cuyos fundamentos morales tradicionales se hundieron bajo la misma presión de sus acumulaciones de riqueza y su confort. Su misma existencia como clase dominadora se vio socavada por la transformación del sistema económico. Las personas jurídicas (es decir, las grandes organizaciones o compañías), propiedad de accionistas y que empleaban a administradores y ejecutivos, comenzaron a sustituir a las personas reales y a sus familias, que poseían y administraban sus propias empresas. La historia de la era del imperio es un recuento sin fin de tales paradojas. Su esquema básico, tal como lo vemos en este trabajo, es el de la sociedad y el mundo del liberalismo burgués avanzando hacia lo que se ha llamado su «extraña muerte», conforme alcanza su apogeo, víctima de las contradicciones inherentes a su progreso. Más aún, la vida cultural e intelectual del período muestra una curiosa conciencia de ese modelo, de la muerte inminente de un mundo y la necesidad de otro nuevo. Pero lo que da a este período su tono y sabor peculiares es el hecho de que los cataclismos que habían de producirse eran esperados, y al mismo tiempo resultaban incomprendidos y no creídos. La guerra mundial tenía que producirse, pero nadie, ni siquiera el más cualificado de los profetas, comprendía realmente el tipo de guerra que sería. Y cuando finalmente el mundo se vio al borde del abismo, los dirigentes se precipitaron en él sin dar crédito a lo que sucedía. Los nuevos movimientos socialistas eran revolucionarios, pero para la mayor parte de ellos la revolución era, en cierto sentido, la consecuencia lógica y necesaria de la democracia burguesa que hacía que las decisiones, antes en manos de unos pocos, fueran compartidas cada vez por un ma-yor número de individuos. Y para aquellos que esperaban una insurrección real se trataba de una batalla cuyo objetivo sólo podía ser, fundamentalmente, el de conseguir la democracia burguesa como un paso previo para alcanzar otras metas más ambiciosas. Así pues, los revolucionarios se mantuvieron en el seno de la era del imperio, aunque se preparaban para trascenderla. En el campo de las ciencias y las artes, las ortodoxias del siglo XIX estaban siendo superadas, pero en ningún otro período hubo más hombres y mujeres, educados y conscientemente intelectuales, que creyeran más firmemente en lo que incluso las pequeñas vanguardias estaban rechazando. Si en el período anterior a 1914 se hubiera contabilizado en una encuesta, en los países desarrollados, el número de los que tenían esperanza frente a los que auguraban malos presagios, el de los optimistas frente a los pesimistas, sin duda la esperanza y el optimismo habrían prevalecido. Paradójicamente, su número habría sido proporcionalmente mayor en el nuevo siglo, cuando el mundo occidental se

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aproximaba a 1914, que en los últimos decenios del siglo anterior. Pero, ciertamente, ese optimismo incluía no sólo a quienes creían en el futuro del capitalismo, sino también a aquellos que aspiraban a hacerlo desaparecer. No hay nada nuevo o peculiar en ese esquema histórico del desarrollo socavando sus propios cimientos. De esta forma se producen las transformaciones históricas endógenas y siguen produciéndose ahora. Lo que es peculiar durante el siglo XIX largo es el hecho de que las fuerzas titánicas y revolucionarias de ese período, que cambiaron radicalmente el mundo, eran transportadas en un vehículo específico y peculiar y frágil desde el punto de vista histórico. De la misma forma que la transformación de la economía mundial estuvo, durante un período breve pero fundamental, identificada con los avatares de un estado medio —Gran Bretaña—, también el desarrollo del mundo contemporáneo se identificó temporalmente con el de la sociedad burguesa liberal del siglo XIX. La misma amplitud del triunfo de las ideas, valores, supuestos e instituciones asociados con ella en la época del capitalismo indica la naturaleza históricamente transitoria de ese triunfo. Este libro estudia el momento histórico en que se hizo evidente que la sociedad y la civilización creadas por y para la burguesía liberal occidental representaban no la forma permanente del mundo industrial moderno, sino tan sólo una fase de su desarrollo inicial. Las estructuras económicas que sus-tentan el mundo del siglo XX, incluso cuando son capitalistas, no son ya las de la «empresa privada» en el sentido que aceptaron los hombres de negocios en 1870. La revolución cuyo recuerdo domina el mundo desde la primera guerra mundial no es ya la Revolución francesa de 1789. La cultura que predomina no es la cultura burguesa como se hubiera entendido antes de 1914. El continente que en ese momento constituía su fuerza económica, intelectual y militar no ocupa ya esa posición. Ni la historia en general ni la historia del capitalismo en particular terminaron en 1914, aunque una parte importante del mundo abrazó un tipo de economía radicalmente diferente como consecuencia de la revolución. La era del imperio, o el imperialismo como lo llamó Lenin, no era «la última etapa» del capitalismo, pero de hecho Lenin nunca afirmó que lo fuera. Sólo afirmó, en su primera versión de su influyente panfleto, que era «la más reciente» fase del capitalismo.2 Sin embargo, no es difícil entender por qué muchos observadores —y no sólo observadores hostiles a la sociedad burguesa— podían sentir que el período de la historia en el que vivieron en los últimos decenios anteriores a la primera guerra mundial era algo más que una simple fase de desarrollo. En una u otra forma parecía anticipar y preparar un mundo diferente. Y así ha ocurrido desde 1914, aunque no en la forma esperada y anunciada por la mayor parte de los profetas. No hay retomo al mundo de la sociedad burguesa liberal. Los mismos llamamientos que se hacen en las postrimerías del siglo XX para revivir el espíritu del capitalismo del siglo XIX atestiguan la imposibilidad de hacerlo. Para bien o para mal, desde 1914 el siglo de la burguesía pertenece a la historia.

2 Después de su muerte fue rebautizado con la expresión «la etapa más elevada».

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CAPÍTULO 1

1. LINEAMIENTOS CONCEPTUALES E HISTÓRICOS

El propósito de este capítulo introductorio es desarrollar brevemente algunos conceptos y referencias empíricas sobre la formación del Estado. El análisis trata de ubicar las coordenadas teóricas e históricas del tema, que luego servirán para enmarcar la experiencia argentina. Como marco conceptual, no tiene en consecuencia un propósito interpretativo sino meramente heurístico. En la primera parte se tratarán algunos aspectos conceptuales, para luego introducir ciertos parámetros históricos comunes a la experiencia argentina y latinoamericana. Estado, Nación, Estado nacional: Algunas apreciaciones

La formación del Estado es un aspecto constitutivo del proceso de construcción social. De un proceso en el cual se van definiendo los diferentes planos y componentes que estructuran la vida social organizada. En conjunto, estos planos conforman un cierto orden cuya especificidad depende de circunstancias históricas complejas. Elementos tan variados como el desarrollo relativo de las fuerzas productivas, los recursos naturales disponibles, el tipo de relaciones de producción establecidas, la estructura de clases resultante o la inserción de la sociedad en la trama de relaciones económicas internacionales, contribuyen en diverso grado a su conformación.

Sin embargo, este orden social no es simplemente el reflejo o resultado de la yuxtaposición de elementos que confluyen históricamente y se engarzan de manera unívoca. Por el contrario, el patrón resultante depende también de los problemas y desafíos que el propio proceso de construcción social encuentra en su desarrollo histórico, así como de las posiciones adoptadas y recursos movilizados por los diferentes actores -incluido el Estado- para resolverlos. Si el determinismo y el voluntarismo han dominado las interpretaciones sobre estos procesos, se ha debido en alguna medida a la dificultad de captar este simultáneo y dialéctico juego de fuerzas entre factores estructurales y superestructurales.

En parte, la dificultad deriva del hecho de que las categorías analíticas que habitualmente empleamos para designar diferentes componentes o dimensiones de una sociedad compleja (v.g. nación, Estado, mercado, relaciones de producción, clases) suponen que éstos se hallan plenamente desarrollados. ¿Cómo proceder entonces cuando nuestro tema de estudio es el proceso a través del cual alguno de estos componentes fue adquiriendo los atributos con que lo definimos ex post? No se trata de preguntarse tan sólo cuándo una nación (o un mercado, o un Estado) se convierte en tal, sino además qué otra cosa va siendo a lo largo de su proceso constitutivo. Tampoco se trata únicamente de un problema semántico o categorial; por sobre todo, se trata de un problema analítico.

Dentro de este proceso de construcción social, la conformación del Estado nacional supone a la vez la conformación de la instancia política que articula la dominación en la sociedad, y la materialización de esa instancia en un conjunto interdependiente de instituciones que permiten su ejercicio. La existencia del Estado se verificaría entonces a partir del desarrollo de un conjunto de atributos que definen la "estatidad" -la condición de "ser Estado"-, es decir, el surgimiento de una instancia de organización del poder y de ejercicio de la dominación política. El Estado es, de este modo, relación social y aparato institucional.

Analíticamente, la estatidad supone la adquisición por parte de esta entidad en formación, de una serie de propiedades: 1) capacidad de externalizar su poder, obteniendo reconocimiento como unidad soberana dentro de un sistema de relaciones interestatales; 2) capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo una estructura de relaciones de poder que garantice su monopolio sobre los medios organizados de coerción; 3) capacidad de diferenciar su control, a través de la creación de un conjunto funcionalmente diferenciado de instituciones públicas con reconocida legitimidad para extraer establemente recursos de la sociedad civil, con cierto grado de profesionalización de sus funcionarios y cierta medida de control centralizado sobre sus variadas actividades; y 4) capacidad de internalizar una identidad colectiva, mediante la emisión de símbolos que refuerzan sentimientos de pertenencia y solidaridad social y permiten, en consecuencia, el control ideológico como mecanismo de dominación.

OSZLAK, OSCAR “LA FORMACIÓN DEL ESTADO ARGENTINO” EDITORIAL PLANETA, BUENOS AIRES, 1997

Páginas 15 a 22

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Conviene aclarar que estos atributos no definen a cualquier tipo de Estado sino a un Estado nacional. La dominación colonial o el control político de las situaciones provinciales dentro del propio ámbito local, son formas alternativas de articular la vida de una comunidad, pero no representan formas de transición hacia una dominación nacional. En este sentido, el surgimiento del Estado nacional es el resultado de un proceso de lucha por la redefinición del marco institucional considerado apropiado para el desenvolvimiento de la vida social organizada. Esto implica que el Estado nacional surge en relación con una sociedad civil que tampoco ha adquirido el carácter de sociedad nacional. Este carácter es el resultado de un proceso de mutuas determinaciones entre ambas esferas.

El tema de la estatidad no puede entonces desvincularse del tema del surgimiento de la nación, como otro de los aspectos del proceso de construcción social. En este sentido, el doble carácter del Estado -abstracto y material a la vez- encuentra un cierto paralelismo en el concepto de nación. En efecto, en la idea de nación también se conjugan elementos materiales e ideales. Los primeros se vinculan con el desarrollo de intereses resultantes de la diferenciación e integración de la actividad económica dentro de un espacio territorialmente delimitado. En las experiencias europeas "clásicas" esto supuso la formación de un mercado y una clase burguesa nacionales. Los segundos implican la difusión de símbolos, valores y sentimientos de pertenencia a una comunidad diferenciada por tradiciones, etnias, lenguaje y otros factores de integración, que configuran una identidad colectiva, una personalidad común que encuentra expresión en el desarrollo histórico.

Una opinión generalizada sostiene que la construcción de las naciones europeas se produjo después de la formación de estados fuertes. Sin duda, esta afirmación alude más al componente ideal de la nacionalidad que a su sustrato material. Definido el Estado como instancia de articulación de relaciones sociales, es difícil pensar en relaciones más necesitadas de articulación y garantía de reproducción que las implicadas en una economía de mercado plenamente desarrollada, es decir, en un sistema de producción capitalista. La existencia del Estado presupone entonces la presencia de condiciones materiales que posibiliten la expansión e integración del espacio económico (mercado) y la movilización de agentes sociales en el sentido de instituir relaciones de producción e intercambio crecientemente complejas mediante el control y empleo de recursos de dominación. Esto significa que la formación de una economía capitalista y de un Estado nacional son aspectos de un proceso único, aunque cronológica y espacialmente desigual. Pero además implica que esa economía en formación va definiendo un ámbito territorial, diferenciando estructuras productivas y homogeneizando intereses de clase que, en tanto fundamento material de la nación, contribuyen a otorgar al Estado un carácter nacional.

En este punto la experiencia latinoamericana no se aparta del "clásico" patrón europeo. Es decir, el surgimiento de condiciones materiales que hacen posible la conformación de un mercado nacional es condición necesaria para la constitución de un Estado nacional. Pero más allá de esta semejanza, la historia de América Latina plantea diversos interrogantes cuya respuesta contribuiría a explicar la especificidad de sus estados. ¿Cuál es el carácter de los estados surgidos del proceso de emancipación nacional? ¿Qué significación diferencial tuvieron los aparatos burocráticos heredados de la colonia y en qué sentido podrían considerarse objetivación institucional del Estado? ¿Qué clase de orden económico o modalidades productivas debieron superarse para instituir otras, congruentes con la implantación de un Estado nacional? ¿Respecto de qué patrón de relaciones sociales se conformó dicho Estado? ¿Qué agenda de cuestiones debió enfrentar y en qué medida la resolución de las mismas afectó su proceso constitutivo?

Algunos de estos interrogantes serán explorados en los próximos capítulos de este trabajo. Entre tanto, quisiera resumir lo expresado hasta ahora señalando que la formación del Estado nacional es el resultado de un proceso convergente, aunque no unívoco, de constitución de una nación y un sistema de dominación. La constitución de la nación supone -en un plano material- el surgimiento y desarrollo, dentro de un ámbito territorialmente delimitado, de intereses diferenciados generadores de relaciones sociales capitalistas; y en un plano ideal, la creación de símbolos y valores generadores de sentimiento de pertenencia que -para usar la feliz imagen de O'Donnell- tienden un arco de solidaridades por encima de los variados y antagónicos intereses de la sociedad civil enmarcada por la nación. Este arco de solidaridades proporciona a la vez el principal elemento integrador de las fuerzas contradictorias surgidas del propio desarrollo material de la sociedad y el principal elemento diferenciador frente a otras unidades nacionales. Por su parte, la constitución del sistema de dominación que denominamos Estado, supone la creación de una instancia y de un mecanismo capaz de articular y reproducir el conjunto de relaciones sociales establecidas dentro del ámbito material y simbólicamente delimitado por la nación.

El Estado no surge entonces por generación espontánea ni tampoco es creado, en el sentido de que "alguien" formalice su existencia mediante un acto ritual. La existencia del Estado deviene de un proceso formativo a través del cual va adquiriendo un complejo de atributos que en cada momento histórico presenta distinto nivel de desarrollo. Es en este sentido como hablamos de "estatidad" para

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referirnos al grado en que un sistema de dominación social ha adquirido el conjunto de propiedades que definen la existencia de un Estado.5

Ahora bien, si aceptamos la idea de que la formación del Estado es un gradual proceso de adquisición de los atributos de la dominación política -los que suponen la capacidad de articulación y reproducción de cierto patrón de relaciones sociales- la pregunta que surge naturalmente es: ¿qué factores confluyen en la creación de condiciones para que dichos atributos se adquieran? Lo cual equivale a plantear el tema de los determinantes sociales de la formación del Estado.

Distintos modelos o interpretaciones han sido propuestos para explicar este proceso.6 Sintéticamente, el acento ha sido colocado alternativamente en el legado colonial, la relación dependiente establecida en la etapa de "expansión hacia afuera" y la dinámica interna propia del Estado mismo. Sin duda, estos factores explican, parcial pero concurrentemente, buena parte de las características que fue asumiendo el Estado en los países de la región. Pero es importante trascender el listado de factores puntuales y establecer en qué sentido las variables identificadas por cada enfoque influyeron en el proceso que estamos analizando, cómo se afectaron mutuamente y de qué manera se vieron interferidas o mediadas en cada caso por circunstancias -económicas, geográficas, demográficas, culturales específicas a cada sociedad. Este es el enfoque que intentaré desarrollar en este libro.

Quizás el plano material del Estado nos proporcione una clave para adentrarnos en el análisis de sus determinantes sociales. En su objetivación institucional, el aparato del Estado se manifiesta como un actor social, diferenciado y complejo, en el sentido de que sus múltiples unidades e instancias de decisión y acción traducen una presencia estatal difundida -y a veces contradictoria- en el conjunto de relaciones sociales. El referente común de su diversificado comportamiento, el elemento homogeneizador de su heterogénea presencia es la legítima invocación de una autoridad suprema que, en su formalización institucional, pretende encarnar el interés general de la sociedad.

El ámbito de competencia y acción del Estado puede observarse entonces como una arena de negociación y conflicto, donde se dirimen cuestiones que integran la agenda de problemas socialmente vigentes. De esta forma el origen, expansión, diferenciación y especialización de las instituciones estatales resultarían de intentos por resolver la creciente cantidad de cuestiones que va planteando el contradictorio desarrollo de la sociedad.

A lo largo de este simultáneo proceso constitutivo, las instituciones estatales tienden a apropiarse de ámbitos y materias de actuación creados por el propio proceso de diferenciación social que tiene lugar paralelamente. En otras palabras, la ampliación del aparato estatal implica la apropiación y conversión de intereses "civiles", "comunes", en objeto de su actividad, pero revestidos entonces de la legitimidad que le otorga su contraposición a la sociedad como interés general. Además, este proceso conlleva -como contraparte material- la apropiación de los recursos que consolidarán las bases de dominación del Estado y exteriorizarán, en instituciones y decisiones concretas, su presencia material. La expansión del aparato estatal deriva entonces del creciente involucramiento de sus instituciones en áreas problemáticas (o "cuestiones") de la sociedad, frente a las que adoptan posiciones respaldadas por recursos de dominación.

El grado de consenso o coerción implícito en estos actos de apropiación depende de la particular combinación de fuerzas sociales que los enmarcan. Pero en todo caso, siempre se hallan respaldados por alguna forma de legitimidad, derivada del papel que el Estado cumple como articulador de relaciones sociales, como garante de un orden social que su actividad tiende a reproducir. No taxation without representation, la clásica fórmula de la democracia liberal norteamericana, supedita justamente la capacidad extractiva del Estado al reconocimiento de reglas del juego político que aseguren la representación -y eventual conversión en "interés general"- de los intereses "comunes" de la sociedad civil. Qué intereses resultan representados y satisfechos depende, obviamente, del contenido de la agenda de cuestiones socialmente problematizadas cuya vigencia sostiene, y cuya resolución influye, la particular estructura de dominación impuesta en la respectiva sociedad. Como principal articulador de esta estructura de dominación y como arena fundamental para dirimir el contenido y las formas de resolución de las cuestiones que integran la agenda, el aparato institucional del Estado tiende a expresar las contradicciones subyacentes en el orden social que se pretende instituir. Por lo tanto, el análisis de la evolución histórica de las instituciones estatales es inseparable del análisis de cuestiones sociales que exigen su intervención mediante políticas o tomas de posición. La metamorfosis del aparato del Estado se ajusta así a los ritmos, instancias y modalidades que asumen las formas de resolución de tales cuestiones.7

Estas reflexiones suministran el marco conceptual mínimo para explorar nuestro tema. Sin embargo, antes de internarnos en el estudio de la experiencia argentina, sería conveniente discutir brevemente los procesos de formación estatal en América Latina, a fin de que nuestro posterior análisis pueda ser ubicado en un plano de especificidad histórica propia de la región.

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A MODO DE PRÓLOGO c) Organizar el Estado Finalmente, debieron crearse los medios institucionales para que la libertad hiciera su obra. La Constitución, que otorgó un marco jurídico a las libertades y creó las condiciones para la construcción de una estructura de representación de nuevo cuño, dio vida a un Estado a través del cual se expresaba prescriptivamente una soberanía nacional única. Luego de casi una década de coexistencia de dos entidades estatales en pugna, comenzó a definirse el perfil del Estado pautado por las normas constitucionales. El mismo dio continuidad a las bases sentadas por la Confederación en relación con los tres poderes. El Ejecutivo se estructuró en torno a la figura presidencial apoyada en su gestión por funcionarios que en los espacios ministeriales redefinieron sus esferas de injerencia: relaciones exteriores, hacienda, guerra y marina, relaciones interiores y justicia. Del conjunto de ministerios, particularmente en las presidencias de Sarmiento y Avellaneda, uno de ellos cumplió roles muy activos al ocuparse simultáneamente del manejo y la coordinación de las complejas y cambiantes relaciones con las instancias provinciales o municipales así como de funciones atinentes al desarrollo: el Ministerio del Interior. Paralelamente se diagramaron y se pusieron en marcha las actividades legislativas a cargo de las Cámaras de Senadores y de Diputados y se alcanzó la definitiva integración de la Corte Suprema y de las cortes de circuito. Imponer dicha soberanía en todo el territorio presupuso, en primer lugar, formas de intervención reservadas en otro tiempo a las provincias. En este proceso, aparecieron dos ámbitos prioritarios: el de las rentas y el de la centralización militar. En el primer caso, se partió de la premisa liberal de que el ciudadano no sólo debía ser visto como el portador de derechos soberanos sino también como el sostén material del Estado. Tanto podía morir en defensa de la patria como participar de una estructura tributaria que posibilitara a ésta cumplir los roles asignados. Montar un sistema rentístico de nivel nacional implicó no sólo definir el alcance de los tributos y la transferencia de las prerrogativas de los gobiernos locales al Estado-nación, con la respectiva supresión de las aduanas interiores y la sujeción de toda oficina de recaudación a la Contaduría General, tendiendo a uniformar y lograr mayor eficiencia operativa, a fin de diagramar un sistema complejo de recursos y gastos. Resultaba imprescindible además contar con un medio de circulación uniforme que permitiera romper con la dicotomía de dos circuitos de intercambio dominados por signos monetarios diferentes: el del interior, girando en torno al boliviano, y el de Buenos Aires, operando con el papel moneda del banco provincial. Esta situación que provocó en el contacto de ambos espacios verdaderos fenómenos de transferencia de excedentes del interior hacia Buenos Aires por la desigual cotización monetaria, también afectó la capacidad soberana del Estado central que careció hasta pasados los ochenta de una moneda única y del control exclusivo de los mecanismos de emisión. Paralelamente fue necesario acrecentar su capacidad de crédito. En esta dirección se planteó, por una parte, la emergencia de una entidad bancaria que —a la manera de los bancos provinciales que estaban organizándose— permitiera operar crediticiamente a nivel nacional. Por ello, la década del setenta vio definirse las bases del Banco Nacional que atravesó dificultosamente la crisis del '73-'76 y que no logró desplazar de ese espacio a la institución más fuerte del período: el Banco Provincia de Buenos Aires. Por otra parte, frente a un Estado fuertemente dependiente de los recursos provenientes de la importación cuyo ritmo aumentaba al calor de la expansión del comercio exterior, creció la preocupación gubernamental en relación con la obtención de otro tipo de ingresos. Si a lo largo de la década del cincuenta no se consideró necesario contraer empréstitos externos para cubrir gastos ordinarios, renegociándose sólo deudas pendientes, la guerra del Paraguay y la concreción de políticas de obras públicas —particularmente en la administración de Sarmiento— impulsaron al endeudamiento externo. Dicho endeudamiento, a diferencia de lo vivido por otras áreas, no culminó en el momento de la crisis en una bancarrota por cuanto las políticas de reducción del gasto público y de control de la gestión Avellaneda permitieron amortizar la deuda una vez iniciada la etapa de recuperación de los saldos exportables. Si los recursos eran imprescindibles, también lo fue el control de la fuerza por parte del Estado a nivel del territorio. El problema tenía dos caras. Una de ellas era, sin duda, la institucional. El primer intento orgánico de dimensión global en este sentido se realizó durante la gestión de Mitre. Luego del triunfo de Pavón, Mitre reunió a la Guardia Nacional de Buenos Aires con los núcleos confederales y a través del Ministerio de Guerra y Marina —utilizando la estructura bonaerense de la Inspección y Comandancia General de Armas— reordenó y concretó un ejército permanente. Dicho ejército operó en los levantamientos cuyanos y del norte y se convirtió en una pieza clave dentro del Estado tanto durante la guerra como posteriormente en las instancias paralelas de la lucha fronteriza o de afianzamiento institucional en el

BONAUDO, MARTA EN NUEVA HISTORIA ARGENTINA - TOMO 4

LIBERALISMO, ESTADO Y ORDEN BURGUÉS (1852-1880) EDITORIAL SUDAMERICANA, BUENOS AIRES, 1999

Páginas 21 a 25

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país. Apuntalado por el avance tecnológico que le brindaron los ferrocarriles y el telégrafo, multiplicando su capacidad ofensiva, éste se vio sometido a otros cambios. La necesidad de formar oficiales de carrera condujo a la creación del Colegio Militar (1869). A ello siguió la fijación de las bases de reclutamiento (anticipo de la conscripción obligatoria), la formalización de una estructura jerárquica y la reglamentación de su funcionamiento. A partir de entonces quedaron desplazados de sus cuadros los enganchados involuntarios, los mercenarios extranjeros, los criminales. Su lugar iba a ser ocupado por tropas regulares incorporadas voluntariamente. La otra cara se vincula al verdadero proceso de ocupación del territorio sobre el que asentaría su acción soberana tal Estado. Si la gran demanda del'5 3 fue organizar la nación, esa organización tuvo entre sus consignas crear un territorio en el que se desplegaran las condiciones del progreso. Resultaba imprescindible superar la atomización, la fragmentación, el aislamiento; pero también el desconocimiento. La necesidad de conocer no sólo respondió a la de alcanzar el dominio militar sino también al modo en que desde un Estado y una sociedad civil, ambos en construcción, se miraba el orden futuro. La consigna fue entonces conocer para ocupar, aunque esa ocupación significara el desplazamiento o la destrucción del otro, el pueblo indígena que se consideraba parte de un reducto de la barbarie que se pretendía erradicar. También en este plano hubo que delimitar el papel de las provincias en relación al Estado central. Durante las primeras décadas el grueso de las fuerzas permanentes destinadas a custodiar las fronteras interiores frente a los ataques indígenas provenía de los comandos provinciales. Sin embargo, poco a poco el ejército de línea terminó por ocupar el espacio de las decisiones y las acciones. Pero para avanzar, requería un mayor manejo del terreno. Es por eso que se terminó imponiendo un estilo de conocimiento con aspiraciones de objetividad que el científico podía aportar y el cartógrafo fijar en sus registros y cuya utilidad no se reducía a los objetivos bélicos sino que se orientaba fundamentalmente al desarrollo. En consecuencia, si las expediciones científicas y las delineaciones topográficas precedieron o sucedieron a las acciones militares que cerrará Roca en los ochenta, no se agotaron allí. Con esa triple perspectiva de afianzar el dominio, la integración y el progreso, se estimularon desde el Estado, en muchos casos con la participación activa de grupos burgueses, los procesos de modernización de los transportes y de las comunicaciones. La premisa de Vélez Sarsfield de aniquilar a ese enemigo que era el desierto fue cumpliéndose y en los ochenta la espada terminó por definir un diagrama territorial, cargado de exclusiones, que con la federalización de Buenos Aires retomó resignificada la antigua estructura piramidal de origen colonial. Concomitantemente con éste apareció un segundo nivel de cuestiones a resolver y que se vinculaba con la necesidad de ir dirimiendo, esta vez frente a la sociedad civil, el universo de lo público en relación con lo privado, integrando al primer término de la ecuación, ámbitos, prácticas e intereses que tradicionalmente eran de incumbencia del segundo. Si aparecieron voces y acciones que impulsaban un significativo proceso secularizado^ ellas no tuvieron por entonces el peso suficiente para imponerse en los espacios de toma de decisiones. De todos modos, el Estado intentó avanzar sobre los derechos ancestrales de la Iglesia en el control de cementerios, el registro de las personas, el matrimonio; disputó con ella y las comunidades étnicas en el plano educativo; se introdujo en la cotidianeidad y la domesticidad a través de la autoridad médica, apoyándose en un saber higiénico que pretendía imponerse a un pueblo considerado menor de edad. Estas nuevas pautas de regulación social se articularon con aquellas que iban otorgando basamento normativo a las relaciones de los individuos entre sí. Hacia fines de los '50 la codificación avanzó reglamentando aspectos de la vida civil y de las actividades económicas. Al Código de Comercio de 1858, le sucedieron el Civil de 1869 y el Penal de 1871 a los que se sumaban, desde los estados provinciales, las codificaciones rurales. La costumbre, como fundamento de las prácticas, iba siendo desplazada por el peso de la ley, rompiendo privilegios y asimetrías, en la búsqueda del afianzamiento de relaciones entre iguales. Tal Estado, empujado a redefinir sus roles frente a las administraciones provinciales y a la sociedad civil, tuvo que fortalecer sus estructuras burocráticas, complejizar sus aparatos, haciéndolos idóneos para atender tanto sus propias necesidades como las provenientes de la sociedad. En esta dirección no sólo potenció a aquéllos, sino que los alimentó con cuadros emergentes, en parte de instituciones ya consagradas, como las Universidades, o de nuevo cuño como los Colegios Nacionales y las Escuelas Normales. Pero también necesitó apelar —ante sus déficits o sus falencias— a esos actores dinámicos de la sociedad civil, esos burgueses que podían aportarle recursos materiales y humanos imprescindibles para dar vida a las nuevas esferas institucionales. Entre la utopía y la realidad, constituyendo y constituyéndose, los actores dejaron sus huellas. Los historiadores fueron tras ellas, intentando recuperarlas e interpretarlas. El desafío es ahora para el lector...

MARTA BONAUDO

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V. DE LA REPÚBLICA ESCINDIDA A LA UNIDAD DE LA NACIÓN, 1852-1880 LA REPÚBLICA ESCINDIDA, 1852-1862 Luego de la derrota de Rosas, el general Urquiza convocó a los gobernadores para organizar el país mediante un Estado federal. El objetivo no era nuevo: durante la etapa anterior las Provincias Unidas del Río de la Plata se enfrentaron y debatieron sobre la forma de gobierno y el tipo de organización nacional. Durante cuarenta años se habían sucedido los conflictos alrededor de la forma monárquica o republicana de gobierno, sobre la organización centralizada o el establecimiento de un sistema federal. En 1852, el problema seguía siendo cómo transferir el poder de los estados provinciales a una unidad política más amplia, que tuviera en sus manos los recursos públicos derivados del comercio y del crédito así como la fuerza de las armas. Para lograr un nuevo marco de organización y funcionamiento social, el orden se erigía como una cuestión dominante. Para muchos pensadores era la cuestión de fondo que permitiría el progreso. La idea de orden excluía a todos aquellos elementos que podían obstruir el progreso, fueran ellos las montoneras y sus caudillos o los indios. Desde esta perspectiva, el orden implicaba también una definición de ciudadanía, en tanto se establecía quiénes serían considerados como miembros legítimos de la nueva sociedad. Tenía, además, proyecciones externas porque su instauración ayudaba a obtener la confianza del extranjero, necesaria para atraer capitales e inmigrantes, sin cuyo concurso la perspectiva del progreso era irrealizable. Cuando Rosas fue derrotado por Urquiza y convocó a los representantes de las provincias a San Nicolás, el Acuerdo se convirtió en un nuevo punto de partida para dar forma al Estado nacional. Sin embargo, la reacción por- teña no se hizo esperar y, entre los meses de febrero y septiembre de 1852, la opinión se dividió entre una coalición separatista y otra integracionista que perduraría hasta la derrota de la provincia de Buenos Aires en 1880. Durante aproximadamente diez años coexistieron dos Estados en los territorios del Plata. Por un lado, estaba la Confederación de las provincias, presidida por Urquiza y cuya sede estaba en la ciudad de Paraná. Por otro, el estado de Buenos Aires, en el que se iniciaba una etapa de activa movi-lización política y se aceleraba el proceso de transformación económica y social. En la Confederación se sucedieron dos presidencias, Urquiza y Derqui, que tuvieron que afrontar el conflicto con Buenos Aires y encarar todos los problemas derivados de materializar en obras el gobierno nacional. En Buenos Aires se sucedieron varios gobernadores, Pastor Obligado y Valentín Alsina estuvieron entre los más destacados, y fueron quienes sentaron las bases de la organización jurídica y administrativa provincial. LA FORMACIÓN DEL ESTADO NACIONAL: LOS AÑOS DE TRANSICIÓN, 1862-1880 A principios de 1862 las provincias aceptaron constituir una autoridad nacional que se delegó en el gobernador de Buenos Aires, Bartolomé Mitre. La etapa que se extiende entre ese momento y el reconocimiento de una única autoridad nacional en 1880 se conoce como el de la "Organización Nacional" y corresponde a las presidencias de Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda. Durante esta etapa se consolidó el Estado nacional y se eliminaron los focos de autonomía existentes en las provincias, se expandió una economía capitalista basada en la exportación de bienes primarios y se aceleró el proceso de transformación social. Las guerras civiles, la eliminación del problema indígena y la guerra de la Triple Alianza tuvieron un papel importante en la consolidación del nuevo Estado y en la conformación de un Ejército nacional. Después de la batalla de Pavón, el por entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Bartolomé Mitre, recibió por parte de las provincias de Córdoba, Santiago del Estero, San Luis, Tucumán, Santa Fe, San Juan, Catamarca, Mendoza y Jujuy la delegación de las facultades inherentes al Poder Ejecutivo, para convocar e instalar el Congreso Nacional, llamar a elecciones de las nuevas autoridades y reorganizar el país. Las provincias de La Rioja y Corrientes sólo delegaron las relaciones exteriores. Entre Ríos, gobernada por Urquiza, se limitó a reconocer a Mitre la facultad de convocar el Congreso; Salta no se expidió, y Buenos Aires autorizó a su gobernador a ejercer las funciones de primer magistrado de la República. Con estas facultades, Mitre inició esta etapa, el 12 de abril de 1862, como gobernador de Buenos Aires y encargado del Poder Ejecutivo nacional y, pocos meses más tarde, resultó electo en el Colegio Electoral como presidente constitucional, mientras Marcos Paz (1811-1868) asumió como vicepresidente.

LOBATO, MIRTA ZAIDA Y SURIANO, JUAN EN NUEVA HISTORIA ARGENTINA - ATLAS HISTÓRICO

EDITORIAL SUDAMERICANA, BUENOS AIRES, 2000 Páginas 215, 216, 224 y 225

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INTRODUCCIÓN El período de la historia argentina que se extendió entre la elección de Julio Argentino Roca como presidente de la Nación, en 1880, y el triunfo electoral de Hipólito Yrigoyen, en 1916, ha sido visto por los propios contemporáneos y por los historiadores posteriores como una etapa de profundas transformaciones que constituyeron los cimientos de la Argentina moderna. Por los vínculos estrechos que se establecieron con el mercado internacional, al colocar los productos del campo en los mercados europeos, el período fue designado con el nombre de la Argentina agroexportadora o del crecimiento hacia afuera; por el control político ejercido por unos pocos sobre la mayoría de los ciudadanos, como consecuencia de las restricciones que el "régimen" estableció, y por las prácticas políticas fraudulentas fue denominado el régimen oligárquico o conservador; y debido a los cambios profundos en el orden social, producto de la llegada de miles de personas de diferentes países europeos, aunque mayoritariamente de Italia y España, fue llamado Argentina aluvial o el período de la inmigración masiva. Aunque no se mantuvo en décadas posteriores, las posibilidades económicas que permitieron la "aventura del ascenso social" llevaron a algunos a evaluar esta etapa como la edad de oro, debido al vertiginoso crecimiento experimentado hacia fines del siglo pasado. Entre 1880 y 1916 se profundizaron las transformaciones iniciadas a mediados del siglo pasado y la Argentina adquirió los rasgos más perdurables que la colocaron entre las naciones más modernas entre los países latinoamericanos. Pero los años que transcurren entre el fin del siglo XIX y la Primera Guerra Mundial difícilmente puedan ser considerados como un período homogéneo. El territorio que hoy identificamos como el de la Nación fue ocupado militarmente y las poblaciones indígenas (Patagonia-Chaco) derrotadas por las armas; sólo así sus tierras les fueron expropiadas definitivamente y la población fue confinada en reducciones y obligada a insertarse en un mundo que se definía como moderno. La aceleración de las transformaciones económicas significó una incorporación desigual de las diferentes regiones, sectores y clases sociales al crecimiento económico. La economía argentina del período se desenvolvió entre el dinamismo interno y externo, entre la indefinición de políticas y el dogmatismo, entre la pujanza de algunas regiones y el estancamiento y la pobreza de otras. La modernización fue acompañada por numerosos conflictos. En el plano político, la elite gobernante no sólo tuvo que enfrentarse a las desavenencias internas sino también a la conformación de nuevos actores políticos que cuestionaron su legitimidad e intentaron tanto regenerar las viejas prácticas de la política criolla como crear nuevas formas de participación política. En el plano social se constituyeron nuevos sujetos sociales que hicieron más compleja y dinámica la estructura de la sociedad. Frente a la clase patricia dominante en todo el período previo se alzó una burguesía que se alimentó con la sangre nueva que arribó con la inmigración; del mismo modo creció la clase media y la clase trabajadora adquirió un protagonismo inusitado en los conflictos laborales que se sucedieron en los ámbitos urbanos. En el plano cultural se constituyó una zona de fricción entre aquellos elementos que definían un espacio letrado restringido, los que buscaban asimilarse utilizando como herramienta fundamental la alfabetización y quienes buscaban modificar la nueva sociedad desde perspectivas ideológicas opuestas al liberalismo, como el anarquismo y el socialismo. La expansión de la prensa periódica y la ampliación de los circuitos de lectura popular fueron los signos más visibles del cambio cultural. Frente al fenómeno de la inmigración extranjera, la población nativa tuvo que reconocer nuevas fronteras, delimitar un espacio cultural propio en el que los signos y símbolos de su identidad entraban en conflicto y en competencia con otros signos. Como señala Adolfo Prieto, sobre el aire de extranjería y cosmopolitismo, lo criollo se constituyó en el tono dominante que unió los fragmentos étnicos nacionales y culturales que permitieron plasmar a su vez, más allá de sus tensiones, el ideal del crisol de razas. Campos y ciudades trastrocaron su fisonomía. La vieja aldea fue convertida en una metrópoli moderna; algunas ciudades del interior cambiaron con el mismo impulso; y los pueblos y ciudades intermedios crecieron y se multiplicaron en todo el país. Edificios, calles, plazas, parques, estaciones ferroviarias, caminos, puentes, correos, hospitales, escuelas, fueron realizados o rediseñados al calor de las nuevas ideas, de novedosas técnicas y procedimientos. Este volumen da cuenta de ese proceso de transformación, de las continuidades, de las rupturas y de los conflictos. Es tanto una lectura de lo que permanece como de lo nuevo que se configura en el espacio que hoy definimos como la Argentina. Se refiere a los problemas existentes en la constitución del país y a los límites que acompañaron la modernización.

MIRTA ZAIDA LOBATO

LOBATO, MIRTA ZAIDA EN NUEVA HISTORIA ARGENTINA - TOMO 5

LIBERALISMO, ESTADO Y ORDEN BURGUÉS (1852-1880) EDITORIAL SUDAMERICANA, BUENOS AIRES, 1999

Páginas 11, 12 y 13

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VI. EL PROGRESO, LA MODERNIZACIÓN Y SUS LÍMITES, 1880-1916 Al comenzar la década de 1880 se iniciaba una etapa en la cual se consolidarían tres rasgos importantes de la sociedad argentina: a) La instauración de un orden político conocido como el orden conservador, que aseguraba el control de la sucesión presidencial al grupo gobernante, en un proceso cruzado por tensiones y conflictos diversos; b) Económicamente se afianzó una modalidad de producción, circulación y acumulación de capital bajo el sistema capitalista. El país se integró al orden económico mundial como productor de bienes primarios para la exportación; c) Socialmente, se complejizó el cuadro social, caracterizado por un marcado cosmopolitismo debido al impacto demográfico y cultural de la inmigración extranjera. La Nación Argentina extendió su poder y autoridad hacia zonas que antes estaban bajo el dominio indígena, como los territorios patagónicos (Mapa n° 40) y la región chaqueña. El período se inició con la subordinación de la provincia de Buenos Aires, cuya principal manifestación fue la federalización de la ciudad porteña. El proceso inaugurado con la crisis del orden colonial se cerraba con el reconocimiento por parte de todas las provincias de la autoridad del Estado nacional. El advenimiento del general Roca al poder se caracterizó por una etapa de tranquilidad y prosperidad hasta entonces desconocidas. Las luchas civiles quedaron en el pasado y las situaciones provinciales controladas. Con el lema de Paz y Administración se continuó con el crecimiento acelerado de la economía y la conformación institucional del país. Cuando se produjeron los festejos de los Centenarios, de la Revolución de Mayo en 1910 y de la Declaración de la Independencia en 1916, el país se había transformado y modernizado de tal modo que era difícil reconocer algunos rasgos del pasado. Pero la instauración de un poder legítimo y reconocido por las provincias así como el crecimiento económico, tuvieron también su cuota de conflictos: en el plano político, la “oposición al régimen ” se hizo patente dentro de los grupos de la elite. La formación de agrupaciones políticas menos sujetas a las alianzas de notables, que adoptan la forma de una estructuración partidaria permanente, con normas y criterios de organización y funcionamiento, marcó la aparición de los partidos políticos: Unión Cívica Radical, Partido Socialista y, hacia el final de este período, el Partido Demócrata Progresista. Las transformaciones económicas y sociales fueron acompañadas de nuevos problemas articulados alrededor de la salud de la población, las dificultades habitacionales, la integración del aluvión inmigratorio y los conflictos políticos y sociales que enfrentaban a nuevos actores como los empresarios capitalistas y los trabajadores, en particular los localizados en las áreas urbanas. La cuestión social fue definida como un conjunto de problemas cuya solución exigía la activa intervención del Estado nacional.

LOBATO, MIRTA ZAIDA Y SURIANO, JUAN EN NUEVA HISTORIA ARGENTINA - ATLAS HISTÓRICO

EDITORIAL SUDAMERICANA, BUENOS AIRES, 2000 Páginas 269 y 270

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II. LA ÉPOCA DEL IMPERIALISMO (1850-1914) La época transcurrida entre los años 1850 y 1914 fue de gran trascendencia para toda la humanidad. En los países industrializados de Europa y en Estados Unidos el capitalismo tuvo una expansión nunca antes conocida en la historia. Una forma de organización social logró penetrar y transformar la vida de los pueblos en todos los continentes. Un grupo de países europeos se convirtió en centro de imperios coloniales que extendieron su dominio por vastas regiones de Asía, África y América. Esta expansión imperial promovió un gran crecimiento en los países industrializados y fue también un factor de numerosos conflictos entre las potencias que competían por ampliar sus dominios coloniales. En la época del imperialismo, en las sociedades capitalistas se produjeron diferentes tipos de conflictos. La clase obrera —organizada en sindicatos y partidos— se enfrentó con la resistencia de la burguesía que intentaba conservar sus privilegios. Muchos trabajadores creían en la posibilidad de destruir el capitalismo y reemplazarlo inmediatamente por una sociedad sin diferencias de clases sociales; otros pensaban que debían conformarse con alcanzar mejoras parciales. Algunos sectores de la burguesía buscaron atenuar los conflictos por medio de la incorporación de los trabajadores a la vida política, mientras que otros se opusieron a estas reformas. En medio de estas luchas, en algunos países —Inglaterra, Francia, Estados Unidos— se consolidaron las democracias liberales y en otros, como Rusia, se mantuvieran las viejas formas del absolutismo. Este conjunto de cambios se vio acompañado por profundas transformaciones en el campo de las ideas: el conocimiento científico ocupó el lugar central que antes había tenido el pensamiento religioso como visión del mundo. Los ideales liberales y positivistas se difundieron en los países centrales gracias al avance de la libertad de expresión y de prensa y de las nuevas técnicas de comunicación, como el telégrafo. Esas ideas también llegaron a los países periféricos como parte de la expansión de las potencias imperialistas. La época del imperialismo involucró a toda la humanidad. El mundo de hoy está conectado directamente con ese tiempo. Sólo comprendiendo las transformaciones ocurridas entonces podremos interpretar el mundo en el que vivimos: su vida económica, sus instituciones políticas, los debates ideológicos o las corrientes artísticas. En muchos aspectos, el proceso histórico que se inició en esos años aún no ha concluido.

ALONSO, M., ELIZALDE, R. Y VÁZQUEZ, E. HISTORIA: ARGENTINA Y EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

EDITORIAL AIQUE, BUENOS AIRES, 1994 Página 77

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¿POR QUÉ SE PRODUJO LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL? La Gran Guerra de 1914-1918 es uno de los acontecimientos que más han despertado la necesidad de encontrar una explicación histórica. Una de las preguntas más frecuentes se dirige a los gobernantes de la época: ¿acaso no existían estadistas capaces de evitar la contienda mediante algún tipo de acuerdo? Otro interrogante se refiere a la magnitud de la guerra: ¿por qué se tuvo que llegar hasta la aniquilación total? También se ha hecho hincapié en la cuestión de la responsabilidad por el estallido de la guerra: ¿quién fue el culpable de la conflagración? Se ha insistido mucho en atribuir al imperialismo alemán la principal responsabilidad en cuanto al estallido de la guerra porque al empujar al Imperio austrohúngaro a declarar la guerra a Serbia puso a Francia ante el dilema de apoyar a Rusia o quedar completamente aislada. Sin embargo, ninguna potencia es ajena a esta responsabilidad por cuanto todas privilegiaron las soluciones ofrecidas por sus estados mayores por sobre los esfuerzos tendientes a preservarla paz. La mayor parte del continente participó de una u otra manera en la responsabilidad de la guerra. Desde los comienzos de la contienda uno y otro bando se acusaron mutuamente de haber iniciado el conflicto. En 1925 el historiador francés Pierre Renouvni, que fue combatiente, demostró que los sistemas de alianzas enfrentados que se fueron formando desde fines del siglo XIX tuvieron una cuota de responsabilidad en el desencadenamiento de la guerra. Durante mucho tiempo las explicaciones fueron de orden diplomático o militar. En las últimas décadas los especialistas han buscado explicaciones más complejas y profundas. La investigación se fue orientando hacia el ámbito de lo económico, pero también ha centrado su interés en lo psicológico. Nuestros conocimientos sobre el origen de las guerras ha progresado mucho debido en parte al desarrollo de disciplinas tales como la Sociología, la Psicología Social, la Antropología y la Ciencia Política. El historiador J. B. Duroselle explicó el conflicto enfatizando dos elementos: por un lado, se refirió a un tipo de organización internacional que estimulaba los conflictos y, por el otro, consideró que los Estados tal como se habían desarrollado en Alemania, en Francia y en Rusia desde mediados del siglo anterior se apoyaban en un sentimiento nacionalista que a la vez promovían para justificar sus políticas agresivas. Para Eric Hobsbawm4 esta guerra fue muy diferente de las precedentes, que solo perseguían objetivos limitados (religiosos o de conquista, por ejemplo), y debería entenderse en el contexto del imperialismo. En la época del imperialismo la política y la economía están tan estrechamente ligadas que la suerte de las grandes empresas en la obtención de mercados y de áreas de influencia se convierte en una cuestión de Estado. Y así como la búsqueda de ganancias no tiene límites ni repara en los costos que implica, la voluntad de las potencias para imponer su superioridad por sobre las demás tampoco repara en costos humanos y materiales ni se contiene por razones éticas. En algunos países, la apelación a las armas para defender los "sagrados" intereses de la patria también intentaba desviar la atención de la sociedad de los graves problemas internos que los aquejaban, como sucedía en Rusia, envuelta en un movimiento revolucionario, o en Austria-Hungría, sumida en un proceso de desintegración irreversible. Los gobiernos contaron con un extraordinario apoyo de la población, un apoyo que llegó incluso mucho más allá de sus propias previsiones. Por lo tanto, el "partido de la guerra" sobrepasó el estrecho círculo de los militares y se convirtió en un fenómeno de masas.

BARRAL, MARÍA ELENA, BLASCO, MARÍA ÉLIDA Y OTROS HISTORIA: EL MUNDO CONTEMPORÁNEO, SIGLOS XVIII, XIX Y XX

EDITORIAL ESTRADA, BUENOS AIRES, 1999 Página 149

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LA SOCIEDAD CAPITALISTA ANTES DE 1850 El siglo XVIII significó el final del proceso de transición del feudalismo al capitalismo en Europa occidental. Se produjeron cambios sociales, económicos, políticos e ideológicos que transformaron profundamente la organización social europea e iniciaron los tiempos del capitalismo. Ya desde los siglos XV y XVI la expansión europea hacia otros continentes —África, América, Asia— habla llevado a la formación de una economía—mundo. Por primera vez se incorporaban estos continentes a las rutas comerciales de Europa. En lo político, desde los siglos XV y XVI se consolidaron Estados centralizados modernos en Gran Bretaña, Francia y España. Pero este proceso no ocurrió al mismo tiempo en todas las regiones de Europa. En Alemania e Italia y otras regiones de Europa oriental, por ejemplo, los Estados centralizados se constituyeron más tardíamente, durante la segunda mitad del siglo XIX. El desarrollo de nuevas actividades económicas y los cambios que se estaban produciendo en las formas de organizar el trabajo rural y urbano, pusieron en crisis el modo tradicional de dominación feudal en Europa occidental y sentaron las bases del poder económico, social y político de la burguesía. El protagonismo de la burguesía creció incesantemente desde la segunda mitad del siglo XVIII, época en la que tuvo lugar una doble revolución: una revolución económica —la Revolución Industrial— que se inició en Inglaterra y que fue tal vez el proceso transformador más importante que vivió la humanidad hasta ese momento, y una revolución social y política —la Revolución Francesa— que marcó el principio del fin del antiguo régimen. Ambas revoluciones permitieron, en el futuro, la consolidación de la nueva sociedad capitalista. La Revolución Industrial dio origen a una nueva forma de organizar el trabajo: el trabajo fabril: a un nuevo tipo de trabajador: el obrero industrial: y a una nueva forma de organización económico-social: el capitalismo. El capitalismo surgió luego de una sucesión de grandes y profundos cambios sociales y económicos que se produjeron en el campo y en las ciudades. El trabajo asalariado se difundió en las ciudades en las que se desarrollaba la industria y también en las zonas rurales en las que la producción agropecuaria se destinaba al mercado. Sin duda el capitalismo significó para el hombre un camino de progreso, pero al mismo tiempo llevó a la formación de una sociedad dividida en clases sociales con intereses contrapuestos. El conflicto más profundo fue el que se planteó entre la burguesía, propietaria de los medios necesarios para la producción, como las industrias, la tierra, las herramientas, y los obreros, que no disponían de bienes ni de tierras ni de herramientas, y que lo único que podían hacer para subsistir era vender su fuerza de trabajo. Hacia la primera mitad del siglo XIX, el capitalismo se consolidó en Europa occidental y-los cambios que había introducido la Revolución Industrial se extendieron por otros países del continente europeo y los Estados Unidos. La burguesía se consolidó como dase y fue protagonista de importantes revoluciones —1830, 1848— e impuso al mundo sus ideas, valores e instituciones de corte liberal. Pero este mundo burgués fue también un mundo de fuertes conflictos sociales. Junto a la próspera burguesía, en las ciudades industriales el número de obreros organizados crecía cada vez más: reclamaban por mejores condiciones de vida y mejores salarios. El progreso y !a miseria fueron las principales características de esta época.

ALONSO, M., ELIZALDE, R. Y VÁZQUEZ, E. HISTORIA: ARGENTINA Y EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

EDITORIAL AIQUE, BUENOS AIRES, 1994 Páginas 78 y 79

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II. LA CAMPAÑA AL DESIERTO Las incursiones indígenas que asolaban poblaciones fronterizas afectaban Lis garantías sobre la propiedad privada e incluso la vida de los pobladores de la región. La propuesta de Alsina -ministro de guerra de Avellaneda- de erigir un zanjón que dividiera la "civilización" de la "barbarie", resultaba inadecuada para una época en que era imprescindible ampliar la frontera agrícola. Así lo entendió Roca, su sucesor, quien incorporó aproximadamente 15.000 leguas de tierras que se destinaron a la producción ganadera. Para la misma época, en la frontera del Chaco, se llevaba a cabo una campaña similar. 17. Mensaje de Avellaneda-Roca, 1878 "Hasta nuestro propio decoro como pueblo viril nos obliga a someter cuanto antes, por la razón o por la tuerza, a un puñado de salvajes que destruyen nuestra principal riqueza y nos impide ocupar definitivamente en nombre de la ley del progreso y de nuestra propia seguridad los territorios más ricos y fértiles de la República". En Cuadernos de Historia, Ateneo Manuel Belgrano, Septiembre de 1982. 18. La expulsión del indio "El viejo sistema de las ocupaciones sucesivas legado por la conquista, obligándonos a diseminar las fuerzas nacionales en una extensión dilatadísima y abierta a todas las incursiones del salvaje, ha demostrado ser impotente para garantizar ¡a vida y la fortuna de los habitantes fronterizos. (...) Es necesario abandonarlo de una vez e ir directamente a buscar al indio a su guarida, para someterlo o expulsarlo, oponiéndole enseguida, no una zanja abierta en la tierra por la mano del hombre, sino la grande e insuperable barrera del Rio Negro, profundo y navegable en toda su extensión, desde el océano hasta los Andes". Julio A. Roca, .1879, citado por José Arce Roca, 1843-1914. Su vida. Su obra. En Gallo y Cortés Conde. La República Conservadora, Paidós, 1984. 19. El desprecio por el indio "...He aquí trazada a grandes rasgos la política exterior de aquellas hordas de ladrones corrompidos en infernales borracheras, sin más hábitos de trabajo y de milicia que los del vandalaje. Son profundamente desconfiados del cristiano o huinca, que para ellos tanto quiere decir como enemigo; pero nosotros, obligados a contemporizar con su infame conducta, a causa de haber tenido que retroceder ante el desierto que los favorece, no habíamos podido todavía desplegar toda la energía con que deben ser tratados. Felizmente el día de hacer pesar sobre ellos la mano de hierro del poder de la nación ha- llegado, y quedará todo concluido cuando la frontera tenga por línea natural la del río Negro" (1878). Estanislao S. Zeballos, La conquista de 15.000 leguas, Hyspamérica. 1986.

CARABALLO, L., CHARLIER, N. Y GARULLI, L. DOCUMENTOS DE HISTORIA ARGENTINA (1870-1955)

EDITORIAL EUDEBA, BUENOS AIRES, 1999 Páginas 25 y 26

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20. Beneficios económicos de la ampliación de la frontera Carta del Comandante Manuel Olascoaga a W. Paunero, 1868. "Navegando el Atuel, y siendo su primer embarcadero tan inmediato a San Rafael, se transportarla en cualquier momento la fuerza necesaria para ir en pocas horas a desembarcar fresco y sin gasto de caballos de Urre-Lauquen (...) allí acaba de ser sorprendido el famoso Namuncurá por la expedición al mando del coronel Lavalle, y allí, tal vez en los momentos en que escribo estas líneas, ha tenido ocasión de dar un nuevo golpe el coronel Racedo; porque si en alguna parte de la Pampa quedan aún indios, será en esos lugares. Son las guaridas más favorecidas por la naturaleza y a las que más apego han tenido en todo tiempo los Ranqueles: (...) El camino está estudiado y se presta admirablemente para continuar sobre él la vía férrea que, dada la realización del nuevo sistema de ocupación militar, pondría en el más fácil y pronto contacto a esta capital con toda la línea del Rio Negro y la Cordillera. iCuánto ahorro de gasto y de tiempo traería esto! La economía de caballos (...), la facilidad de llevar a los puntos de la frontera los productos de todas las provincias; (...) la seguridad para el envió de caudales y la comodidad en fin para los viajeros e inmigrantes que acudirán de todas partes a los ricos territorios vírgenes amparados por la fuerza pública, todo esto importa cien veces más en economías y beneficios para el tesoro Nacional y para el país, en sólo tres o cuatro años, que el gasto de la prolongación del Ferrocarril Andino al Atuel". En Estanislao S. Zeballos, op. cit.

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QUÉ ESPERAN ALGUNOS INTELECTUALES LATINOAMERICANOS DEL SIGLO XIX DE LA INMIGRACIÓN EUROPEA ¿Cómo, en qué forma vendrá en lo futuro el espíritu vivificante de la civilización europea a nuestro suelo? Como vino en todas épocas: la Europa nos traerá su espíritu nuevo, sus hábitos lie industria, sus prácticas de civilización, en las inmigraciones que nos envíe. Cada Europeo que viene a nuestras playas nos trae más civilización en sus hábitos que luego comunica a nuestros habitantes, que muchos libros de filosofía. Se comprende mal la perfección que no se toca ni palpa. Un hombre laborioso es el catecismo más edificante. ¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y de Estados Unidos? Traigamos pedazos vivos de ellas en las costumbres de sus habitantes y radiquémoslas aquí. ¿Queremos que los hábitos de orden, de disciplina y de industria prevalezcan en nuestra América? Llenémosla de gente que posea hondamente esos hábitos. Ellos son comunicativos; al lado del Industrial, europeo pronto se forma el industrial americano. La planta de la civilización no se propaga de semilla. Es como la viña, prende de gajo. Este es el medio único de que la América, hoy desierta, llegue a ser un mundo opulento en poco tiempo. La reproducción por si sola es medio lentísimo. Si queremos ver agrandados nuestros Estados en corto tiempo, traigamos de fuera sus elementos ya formados y preparados. Juan Bautista Alberdi, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. EL SEGUNDO PACTO COLONIAL Ese nuevo pacto transforma a Latinoamérica en productora de materias primas para los centros de: la nueva economía industrial, a la vez que de artículos de consumo alimenticio en las áreas metropolitanas; la hace consumidora de la producción industrial de esas áreas, e insinúa al respecto una transformación, vinculada en parte con la de la estructura productiva metropolitana: no son ya los artículos de consumo perecedero (textiles, seguidos de lejos por los de menaje doméstico) los absolutamente dominantes: las inversiones aseguran un flujo variable de bienes de capital, productos de la renovada metalurgia, y también uno más constante de combustible (el carbón, victorioso con la modernización que hace abandonar las fuentes locales de luz y calor, confirmado luego en su predominio por la expansión de las redes ferroviarias) y de repuestos y otros productos complementarios. Esa evolución de la composición del comercio importador es, sin embargo, lenta, y no madurará sino en tiempos posteriores. Las nuevas funciones de América latina en la economía mundial son facilitadas por la adopción de políticas librecambistas, que viene en rigor de antes pero se afirma ahora en casi todas partes. [...). En todo caso el librecambio es un factor de aceleración del proceso que comienza para Latinoamérica, y esa es, sin duda, la causa última de su popularidad local, que se amplía también gracias a los nuevos hábitos de consumo de sectores urbanos en expansión, que hace depender de la importación a masas humanas cada vez más amplias. Estos sectores urbanos pueden a menudo impacientarse ante el monopolio político de las oligarquías exportadoras, y en etapas más tardías llegarán a amenazarlo. Sin embargo, coinciden con los grupos idealmente dominantes en apoyar las líneas fundamentales de la transformación que ahora comienza: esto hace posible una continuidad política más marcada de lo que podía suponerse dada la frecuencia de conflictos a menudo violentos; es que esos conflictos no afectan la vigencia de coincidencias fundamentales, que antes no se daban en el mismo grado: América latina parece haber encontrado, finalmente, su camino, y en cuanto a él las disidencias se hacen cada vez menos significativas. La coincidencia que se ha apuntado no excluye que los beneficios derivados del nuevo orden se hayan distribuido muy desigualmente dentro de las sociedades latinoamericanas.

BUSTINZA, J. A., GRIECO Y BAVIO, ALICIA HISTORIA 3: LOS TIEMPOS CONTEMPORÁNEOS. ARGENTINA Y EL MUNDO

EDITORIAL A-Z, BUENOS AIRES, 1997

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Tulio Halperín Donghi, Historia Contemporánea de América Latina EL IMPACTO DEL POSITIVISMO LIBERAL EN LATINOAMÉRICA Como doctrina, el positivismo liberal está indisolublemente unido en Europa a la difusión de la revolución industrial. En Latinoamérica no hubo hacia mediados del siglo XIX revolución industrial, pero hubo una modificación sustancial de las condiciones económicas en relación con la situación que la revolución industrial creó en Europa. Si en el marco de la economía mercantil era importante, Latinoamérica pasó a ser mucho más importante en el marco de la economía industrial. Sus materias primas adquirieron más importancia aún, y sobre todo las materias primas alimenticias, que se tornaron imprescindibles frente a las exigencias de las grandes concentraciones urbanas que empezaron a constituirse hacia mediados del siglo. Para esos mercados, Latinoamérica comenzó a producir de una nueva manera. Lo que en cada país se producía según la tradición, debió ser producido en adelante según ciertas exigencias y según nuevas normas. Y en las ciudades, especialmente, las nuevas posibilidades de ganancia se transformaron en estímulo para nuevas aventuras económicas y para ciertos cambios sustanciales en las condiciones de vida que suponían la adquisición de bienes de consumo de origen extranjero. La perspectiva de esta mutación económica primero, y luego la mutación misma, produjeron un cambio sustancial de actitud en ciertos sectores ilustrados. Antes de formularse en Europa las teorías positivistas ya había positivistas en América. Eran los que proponían un cambio radical que ajustara la realidad a las nuevas posibilidades que se abrían a los países latinoamericanos en el mundo. Pero en cuanto se constituyó esta actitud, y en cuanto esta actitud dio sus frutos, todo el conjunto de pensamientos que el cambio había suscitado en Europa llegó por vía intelectual a las minorías progresistas. Tal fue el carácter de los sectores promotores del cambio. El progreso fue la voz de orden. La instauración de una legislación laica y liberal y, sobre lodo, el desarrollo de la instrucción primaria para alfabetizar a las masas ignorantes se constituyen en objetivos fundamentales. Eran los dictados del .progreso y de la razón. Pero el respaldo de toda esa actitud era, en el fondo, el "enriqueceos" de Guizoí. La preocupación por las instituciones liberales, por la educación, el gusto por la literatura y por las formas refinadas de vida, todo ello no era sino la espuma de una vehemente preocupación por la riqueza. Promoverla, lúe la ocupación cotidiana de quienes, por las noches, hacían alarde de fina espiritualidad en las tertulias y en los clubes conversando sobre literatura y filosofía. Y al cabo de poco tiempo, y sin que fuera forzoso e inevitable, la actitud positivista se transformó en propiedad de las oligarquías que controlaban la riqueza. José Luis Romero, Latinoamérica, situaciones e ideología

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EL MODELO AGRARIO EXPORTADOR En su mensaje de despedida, en 1880, el presidente Nicolás Avellaneda afirmó: "Todo es fácil, lo que cuesta es constituir una Nación y fundar su gobierno bajo un régimen ordenado y libre". Al asumir como presidente, Julio A. Roca propuso como lema para su futuro gobierno: "Paz y Administración", y afirmó: "Necesitamos paz duradera, orden estable y libertad permanente; y a este respecto declaro bien alto desde este elevado asiento para que me oiga la República entera: emplearé todos los resortes y facultades que la Constitución ha puesto en manos del Poder Ejecutivo para evitar, sofocar y reprimir cualquier tentativa contra la paz pública. En cualquier punto del territorio en que se levante un brazo fratricida o en que estalle un movimiento subversivo contra una autoridad constituida, allí estará todo el poder de la Nación para reprimirlo". Para los grupos que asumieron, en 1880, la dirección económica, política y cultural del país, paz significaba imponer definitivamente —también entre sus miembros— el respeto a la Constitución y a las leyes; erradicar la recurrencia a las armas para resolver los conflictos. Y administración significaba, sobre todo, organizar el Estado para impulsar la creación de recursos materiales y el desarrollo económico a partir de la incorporación del país a los mercados mundiales. Los propósitos eran asegurar la juridicidad y el progreso de acuerdo con los principios liberales y positivistas de la época. A partir de 1880, los grupos dirigentes impusieron su modelo de desarrollo económico para el país basado en las exportaciones crecientes de la producción agropecuaria de las praderas templadas de las pampas —cereales y carnes—. Y se produjo una profunda transformación de la sociedad argentina. Al mismo tiempo, se fue organizando un régimen político oligárquico. A través de un conjunto de reglas, procedimientos e instituciones se seleccionó a los gobernantes —miembros de una minoría ilustrada y representante de los grupos de mayor poder económico del país— y se estableció por qué ellos —la oligarquía— y no otros miembros de la sociedad, tenían el privilegio de mandar. LAS CARACTERÍSTICAS DEL MODELO AGRARIO EXPORTADOR Las características que definieron al modelo agrario exportador fueron las siguientes. La dependencia económica del mercado externo. La condición de Argentina como país periférico de la economía-mundo capitalista dio lugar a que los centros industrializados europeos tuvieran poder de decisión sobre la organización de la producción argentina. En el mercado mundial se fijaban los precios de los productos y se decidía el destino de las inversiones de capitales. De este modo, indirectamente, se determinaba qué productos convenía producir en el país. El latifundio como unidad de producción agropecuaria. La casi totalidad de la producción destinada a la exportación se obtenía en grandes propiedades rurales ubicadas en la región pampeana. La intervención del Estado. La fuerte expansión de la demanda mundial de productos agropecuarios de clima templado y la disposición en nuestro país de tierras fértiles para esta producción, no eran condiciones suficientes para posibilitar el crecimiento de la producción y de las exportaciones agropecuarias. El Estado tuvo un papel decisivo para asegurar el funcionamiento del modelo agrario exportador. Sus acciones más importantes fueron: garantizar la libre circulación de bienes y capitales, favorecer la expansión de la red de transportes y otras obras de infraestructura, facilitar la puesta en producción de las nuevas tierras de frontera, estimular la inmigración extranjera para obtener tuerza de trabajo, y organizar un sistema jurídico y monetario. La participación de capitales extranjeros. Las inversiones de capitales extranjeros fueron un sustento indispensable para el desarrollo del modelo agrario exportador. Estos capitales estuvieron

ALONSO, M., ELIZALDE, R. Y VÁZQUEZ, E. HISTORIA: ARGENTINA Y EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

EDITORIAL AIQUE, BUENOS AIRES, 1994 Páginas 148, 152 y 153

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destinados a realizar las obras que facilitaban el transporte y la comercialización de los productos argentinos en el mercado internacional. El mayor volumen de las inversiones de capital —de origen inglés— permitió la expansión del ferrocarril y la modernización del puerto de la ciudad de Buenos Aires. Las inversiones extranjeras también se destinaron a fundar bancos y empresas exportadoras que realizaban los negocios de compra y venta. Y, finalmente, fueron capitales ingleses los que instalaron los primeros frigoríficos que permitieron que la producción ganadera de carnes y sus derivados llegara a los mercados europeos con mejor calidad y, por lo tanto, obtuviera mayor precio. En algunas de estas actividades, los capitalistas ingleses se fueron asociando con capitalistas argentinos. La inmigración extranjera. Hacia 1860, la escasez de mano de obra en la zona pampeana planteaba un obstáculo para iniciar la explotación de las tierras. El problema no podía resolverse esperando el crecimiento vegetativo de la población existente, y la población de otras regiones del país también era escasa y se caracterizaba por su inmovilidad. La solución se encontró en la incorporación de fuertes contingentes migratorios del exterior. Entre 1857 y 1914, del saldo inmigratorio neto de 3.300.000 personas, el 90% se radicó en la región pampeana, pero sólo una cuarta parte —800 mil— quedaron en las zonas rurales. El desequilibrio regional. Las producciones destinadas a la exportación se obtenían, fundamentalmente, de la región pampeana del país. Y en el interior de ésta, Buenos Aires y su puerto fueron el núcleo que centralizó los intercambios con el mercado internacional. Por esta razón, también en ese núcleo se concentraron los grupos de mayor poder económico y los centros de decisión política que trabajaban por el mantenimiento de este modelo económico que los beneficiaba. Por estas razones, en las otras regiones del país, las economías extrapampeanas, cuyas producciones no se destinaban al mercado internacional, comenzaron a depender de la economía pampea. Éste fue el caso, por ejemplo, de la producción de azúcar en Tucumán y de vinos en Mendoza, destinada al abastecimiento del mercado interno. El fortalecimiento de este modelo de organización de la economía y la sociedad, consolidó el dominio de un grupo social sobre el conjunto de la sociedad. Los terratenientes exportadores se fueron constituyendo en el grupo de capitalistas agrarios, y actuaron asociados con capitalistas extranjeros.

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EN AMÉRICA LATINA

ALONSO – ELISALDE - VÁZQUEZ HISTORIA. ARGENTINA Y EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

EDITORIAL AIQUE, BUENOS AIRES, 1994 Páginas en orden de aparición, 146, 147, 143, 145, 165 a 168, 184 a 190

LA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO Y LA FORMACIÓN DE UNA ECONOMÍA MUNDIAL

Durante el siglo comprendido entre las

guerras napoleónicas y la primera gran

guerra, tomó forma un sistema de economía

mundial basado en la división internacional del tra-

bajo. Las actividades económicas de una

parte creciente de la humanidad

comenzaron a ser interdependientes de un

conjunto articulado. En el sistema

económico mundial se diferenciaron

diversas funciones. Un núcleo en el que se

realizaba un considerable proceso de

capitalización y que concentraba gran parte

de la actividad industrial y prácticamente la

totalidad de la producción de equipos. Este

núcleo era también el centro que financiaba

las exportaciones mundiales de bienes de

capital, controlaba la infraestructura de

medios de transporte y era el principal

importador de productos primarios. La división internacional del trabajo originó en

vastas regiones del planeta una

especialización geográfica de la producción

económica según el principio de las ventajas

comparativas. Según este principio, cada país

debía producir lo que su medio natural le

permitía hacer en condiciones más

ventajosas y ofrecerlo a un precio más bajo. La división internacional del trabajo definió

también la dirección de la red de

transmisión del progreso técnico. Como la

industria de bienes de capital se localizaba

en el centro, la creación de nuevas técnicas

de producción también permaneció

concentrada geográficamente allí. Celso Furtado, economista brasileño

contemporáneo, La economía latinoamericana

(formación histórica y problemas contemporáneos)

La consolidación del orden neocolonial

En América Latina, los grupos sociales que habían protagonizado las

luchas por la independencia de las antiguas metrópolis ibéricas —España y

Portugal—, habían esperado, durante la primera mitad del siglo XIX, el

establecimiento de un nuevo orden económico y comercial liderado por

Gran Bretaña. Pero durante esos años, ni Inglaterra ni Europa en general

realizaron inversiones de capital importantes en América Latina. La

ausencia de inversiones no fue —como afirmaba una explicación muy

difundida— una censura al desorden político posrevolucionario, sino que

se debió a la situación por la que atravesaba la economía metropolitana.

Hasta 1850, Gran Bretaña invirtió el excedente de capitales que generaba

la industrialización en promover el desarrollo industrial en el continente

europeo y en los Estados Unidos. Invertir en América Latina significaba

para Inglaterra un riesgo mayor y, además, era poco el capital disponible

que le quedaba para hacerlo. Con excepción de las inversiones que realizó

en las plantaciones azucareras del Brasil, durante la primera mitad del

siglo XIX, Gran Bretaña buscó en América Latina, sobre todo, mercados

para la venta de sus productos industriales manufacturados. Con ese

objetivo, logró dominar los circuitos mercantiles locales y establecer con

los grupos de comerciantes americanos una relación favorable a la

metrópoli. Para América Latina, la larga espera —como la llamó el historiador argentino

contemporáneo Tulio Halperín Donghi— finalizó hacia mediados del siglo

XIX. Sólo entonces comenzó a consolidarse una nueva relación con los

países europeos industrializados, especialmente con Gran Bretaña. A partir

de 1850, la consolidación del capitalismo industrial en Inglaterra y Europa

sentó las bases para la fijación de un nuevo pacto colonial entre los países

latinoamericanos y los centros industriales europeos. El orden neocolonial se

consolidó entre 1850 y 1880. Desde entonces, América Latina se

transformó en productora de materias primas y alimentos que se

exportaban a los centros de la nueva economía industrial; y en

consumidora de la producción industrial de esos centros. Los principales

productos extranjeros importados por los países latinoamericanos ya no

fueron textiles y comestibles. La mayor parte del total de sus

importaciones estaba compuesta por transportes, comunicaciones,

urbanización, maquinarias, productos de la nueva metalurgia,

combustibles y repuestos. En el caso de los nuevos países latinoamericanos, el orden neocolonial no

requería el dominio político por parte de la metrópoli sobre los territorios

que se podían considerar un nuevo tipo de colonias. La relación de

dependencia que se había establecido entre las economías

latinoamericanas y la economía metropolitana aseguraba a Gran Bretaña la

obtención de beneficios sin la necesidad de pagar los costos del

mantenimiento de funcionarios políticos y administrativos ni de fuerzas de

seguridad, indispensables en el caso de las colonias formales. Por otro lado, la consolidación del orden neocolonial fue acompañada en

casi todos los países hispanoamericanos por la organización de un orden

político estable y el ordenamiento institucional.

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Tipología de las economías exportadoras de materias primas

En el proceso de incorporación de los países latinoamericanos al mercado internacional —en expansión durante la segunda mitad del siglo XIX—, se configuraron tres tipos de economías exportadoras de productos primarios. Estos fueron: • economía exportadora de productos agrícolas de clima templado; • economía exportadora de productos agrícolas tropicales; y «economía exportadora de productos minerales. En las economías exportadoras de productos agrícolas de clima templado —cereales y carnes— la producción agrícola exportable se basó en el uso extensivo de la tierra y compitió con la producción interna de los países industriales europeos y la de las antiguas colonias de poblamiento europeo como Estados Unidos y Australia. Constituyeron una extensión de la frontera agrícola de Europa en proceso de industrialización. Los países con economías exportadoras de productos agrícolas tropicales tuvieron que competir con áreas coloniales europeas y con la región esclavista de los Estados Unidos. El azúcar y el tabaco se mantuvieron como producciones coloniales hasta finales del siglo XIX.

Fue la expansión de la demanda del café y del cacao la que permitió la incorporación al mercado internacional de nuevas economías latinoamericanas. Las economías exportadoras de productos minerales fueron redefinidas a partir de sus posibilidades de producir metales no ferrosos requeridos por las nuevas industrias, —especialmente cobre—y, más tarde, petróleo. La producción de metales preciosos —la plata en particular—perdió significación.

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III - LA ORGANIZACIÓN DEL MODELO AGRARIO EXPORTADOR Y DEL RÉGIMEN OLIGÁRQUICO (1880-1916)

En el período comprendido entre 1880 y 1916, la sociedad argentina se transformó profundamente. Durante esos años se sentaron las bases de la Argentina actual: se consolidó un Estado centralizado moderno, la economía del país se insertó en el mercado internacional, y la organización de la sociedad criolla, sobre un conjunto de valores, tradiciones y costumbres de origen hispanoamericano, se enriqueció con el aporte de otras tradiciones culturales, recibido a través de las doctrinas filosóficas y científicas y también a través del intercambio con los miles de inmigrantes que llegaron. Hacia 1880, los gobernantes habían logrado la obediencia al gobierno central, la unificación de los grupos dirigentes del país, la organización de las nuevas instituciones del Estado —entre ellas el Ejército— y la integración y delimitación del territorio. Desde el punto de vista de los hombres de la generación del 80 —como se llamó a los grupos dirigentes de esos años—, la consolidación del orden institucional y político de acuerdo con los principios liberales de la época, era el requisito necesario para poner al país en el camino del progreso. Efectivamente, cuando estuvo cumplido ese primer objetivo —desde 1880 en adelante—, el Estado nacional estuvo en condiciones de asegurar las bases del orden social capitalista, y la economía del país se incorporó al mercado mundial a través de las exportaciones de productos agropecuarios de clima templado. Los requerimientos de mano de obra para los nuevos trabajos impulsaron la llegada de cientos de miles de inmigrantes que cambiaron profundamente la organización tradicional de la sociedad argentina, y su integración con la población nativa planteó problemas que quedaron pendientes de resolución durante muchos años. Una sociedad cada vez más numerosa y compleja planteó nuevos desafíos a los grupos dirigentes. La elite se enfrentó a la crisis de legitimidad de su gobierno, que había organizado como un régimen oligárquico que consistía en una democracia restringida, asegurada por la represión y la exclusión de porciones muy numerosas de la población. En los primeros años del siglo XX, se hizo evidente que las profundas transformaciones económicas y sociales tenían que ser acompañadas por cambios también profundos en el régimen político. La ley Sáenz Peña de 1912 significó el primer paso hacia la democracia ampliada. Pero desde entonces, y por varias décadas, la sociedad argentina debió enfrentar el problema de la construcción de un orden político plenamente democrático.

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B. LA SOCIEDAD: LOS SECTORES POPULARES Y LA ELITE TRADICIONAL LA INMIGRACION EXTRANJERA

En las últimas décadas del siglo XIX se produjeron profundas transformaciones en la sociedad argentina. Se registró un vertiginoso crecimiento numérico de la población del país, que estaba relativamente poco poblado. El origen de este crecimiento fue la llegada masiva de inmigrantes de origen europeo —en 1869, el 12,1% de los habitantes de la Argentina eran extranjeros y en 1914 el porcentaje ascendió al 30,3%—. Europa se había convertido en un polo de rechazo de población, debido al crecimiento demográfico y a la crisis agrícola que generaban desocupación y hambre, y también a causa de guerras y conflictos religiosos. Y el continente americano —en particular los países de la costa atlántica, entre ellos la Argentina— aparecía como un destino favorable para que una gran masa de europeos —mayoritariamente agricultores pobres— realizaran sus deseos de mejorar sus condiciones de vida.

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La localización de los inmigrantes: los obstáculos para acceder a la tierra

Entre 1870 y 1929 llegaron a la Argentina alrededor de 6 millones de inmigrantes europeos, de los cuales algo más de 3 millones se radicaron definitivamente en el país. En su gran mayoría, arribaron con la esperanza de convertirse en propietarios de una parcela de tierra de cultivo o, al menos, de hallar un empleo bien remunerado en las faenas rurales. Aunque la producción agropecuaria argentina se hallaba en esos años en pleno auge, la mayor parte de los inmigrantes no logró transformarse en propietaria ni afincarse en zonas rurales. Esto se debió a diferentes factores: las mejores tierras para la producción ya estaban ocupadas y eran propiedad de grandes terratenientes, por lo que el acceso a la tierra propia era muy difícil o estaba casi bloqueado para los recién llegados —que disponían de un capital escaso—. Por otra parte, la demanda de trabajadores para las tareas agrícolas tenía un carácter estacional. TANOS, GALLEGOS Y OTRAS NACIONALIDADES

La mayor parte de los europeos arribados a la Argentina fueron italianos y españoles. Los primeros contingentes italianos provenían de las zonas agrícolas del Piamonte, Lombardía y el Friul; luego llegaron campesinos de las tierras del sur –como Sicilia, Calabria y Nápoles-. La denominación de tanos para todos ellos se refería originalmente sólo a los napolitanos. A partir de 1905, la mayoría de los inmigrantes que llegaron fueron españoles. Muchos de ellos eran originarios de Galicia, por lo que se impuso el nombre de gallegos para designar a todos los nuevos habitantes llegados de España. También arribaron franceses, ingleses, alemanes, suizos, sirios y judíos – muchos de ellos provenían de Rusia, por lo que se comenzó a llamar rusos a todos los judíos, aunque fueran oriundos de Polonia o de Alemania-. Se establecieron también colonias de galeses en la provincia de Chubut. LOS SECTORES POPULARES URBANOS

La estructura de la sociedad argentina se modificó a partir de la llegada masiva de inmigrantes, en particular, en la capital del país. Allí residían las familias de mayor poder económico y político —la elite—, dueñas de las mejores tierras y enriquecidas por el auge agroexportador.

También habitaba la ciudad un número importante de profesionales, de empleados administrativos y de trabajadores del sector de servicios —comercio, educación, transportes—, cuya expansión también se debió al negocio de la exportación. Constituían los sectores medios urbanos. Sus posibilidades de mejoría económica y progreso social estaban ligadas a la marcha exitosa del modelo agroexportador.

Desde fines del siglo XIX, en la ciudad crecía además una masa de trabajadores. Este grupo estaba compuesto por los que trabajaban en los antiguos talleres manufactureros de las ramas de la vestimenta y la alimentación —como sombrereros, zapateros, sastres, costureros, panaderos, entre otros— y en los gremios de la construcción, como carpinteros y albañiles. Y también por los trabajadores de las nuevas actividades económicas y de las industrias relacionadas con la expansión de las exportaciones agropecuarias, como los changadores y estibadores portuarios, los ferroviarios, los obreros de los frigoríficos. Todos ellos constituían una incipiente clase obrera argentina. EL CONVENTILLO VISTO POR UN CONTEMPORÁNEO

"Imaginaos algo que se asemeja a un edificio, por su parte exterior, o casa de miserable aspecto: generalmente un zaguán cuyas paredes no pueden ser más mugrientas, al final del cual una pared de dos metros de altura impide que el transeúnte se aperciba de las delicias del interior. El conjunto de piezas, más bien que asemejarse a habitaciones, cualquiera diría que son palomares; al lado de la puerta de cada cuarto, amontonados en completo desorden, cajones que hacen las veces de cocina, tinas de lavar, receptáculos de basuras, en fin, todos los enseres Indispensables de una familia, que por lo reducido de la habitación forzosamente tienen que quedar a la intemperie. Las habitaciones son ocupadas por familias obreras, la mayoría con 3, 4, 5 y hasta 6 hijos, cuando no por 3 ó 4 hombres solos. Pocos son los conventillos donde se alberguen menos de 150 personas. Todos son, a su vez, focos de infección, verdaderos Infiernos, pues el ejército de chiquillos en eterna algarabía no cesan en su gritería, mientras los más pequeñuelos, semidesnudos y harapientos, cruzan gateando por el patio recogiendo y llevando a sus bocas cuanto residuo hallan a mano."

Patroni, Adrián, Los trabajadores en la Argentina (1898).

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LA HUELGA DE INQUILINOS DE 1907

Las malas condiciones de vida en los conventillos, los aumentos en el monto de los alquileres, la arbitrariedad con que eran tratados los inmigrantes por parte de los encargados —los caseros— y el desamparo judicial, fueron algunos de los factores que provocaron una inédita huelga de inquilinos en 1907. El conflicto—organizado por una Liga de lucha contra los altos alquileres e impuestos y apoyado por las organizaciones obreras de tendencia anarquista y socialista—, se inició en los barrios porteños del sur y se extendió a Avellaneda, Lomas de Zamora y a ciudades en rápido crecimiento como Rosario y Bahía Blanca. Las demandas de los huelguistas eran una rebaja del 30% de los alquileres, la eliminación de los tres meses de depósito que exigían los propietarios, el mejoramiento de las condiciones sanitarias y la flexibilidad en los vencimientos y desalojos. Se calcula que unas 100.000 personas participaron del movimiento, cuya principal medida fue no pagar el alquiler. Luego de algunos meses de conflicto, en el que se produjeron desalojos con apoyo judicial y policial, situaciones violentas y, en ocasiones, rebajas en el precio de los alquileres, el movimiento se fue diluyendo.

A los dirigentes más combativos, algunos de ideas anarquistas, les fue aplicada la ley de Residencia —fueron encarcelados o deportados— y muchos huelguistas abandonaron la lucha. La presión de los propietarios, que contó con el apoyo del Estado, rindió sus frutos, y las mejoras otorgadas en los meses de auge de la huelga fueron luego descartadas, por lo que las condiciones de vida de los habitantes de los conventillos no variaron sustancialmente. LA INTRANSIGENCIA Y EL RADICALISMO La nueva oposición política: la Unión Cívica Radical

Desde 1890, la Unión Cívica había aparecido como una organización política de un nuevo tipo que produjo un cambio en el modo de hacer poli-tica. Sus dirigentes, aun cuando formaban parte de la clase gobernante, impugnaron la legitimidad del régimen sostenido por la exclusión y el fraude electoral.

La revolución del 90 no logró cambiar los fundamentos del sistema de gobierno oligárquico: sólo había desplazado a un sector de la oligarquía que fue reemplazado por otro. Frente a esta situación, y en ocasión de la sucesión presidencial de 1892, la Unión Cívica se fragmentó en dos líneas opuestas. La Unión Cívica Nacional conducida por Bartolomé Mitre y la Unión Cívica Radical liderada por Leandro N. Alem. La Unión Cívica Nacional propuso el acuerdo con el gobierno y en los años siguientes sus dirigentes y partidarios integraron los gabinetes y ocuparon cargos legislativos y en la administración del Estado.

La Unión Cívica Radical, en cambio, se orientó hacia la intransigencia. Sus dirigentes negaron legitimidad al acuerdo y a los comicios que lo legalizaban y decidieron mantenerse en la resistencia. Sostenían que “No derrocamos al gobierno para separar hombres y sustituirlos en el mando; lo derrocamos para devolverlo al pueblo a fin de que el pueblo lo reconstituya sobre la base de la voluntad nacional”.

Durante los años siguientes, en el interior de la UCR se debatieron dos tendencias: la abstencionista —no participar en las elecciones— y la concurrencista —participar en las elecciones. Entre 1891 y 1894, la UCR participó en las elecciones y obtuvo algunas victorias. Pero, al mismo tiempo, los cívicos radicales que sostenían la impugnación revolucionaria comenzaron a extender su influencia a algunas provincias. En 1893, se sucedieron movimientos revolucionarios en Córdoba, San Luis, Santa Fe, Tucumán y en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Los enfrentamientos entre los radicales de las dos tendencias continuaron hasta que después de 1904, Hipólito Yrigoyen asumió como jefe de la UCR e impuso la línea de la abstención y la impugnación revolucionaria.

En 1905, la revolución impulsada por Yrigoyen con el apoyo de sectores del ejército coincidió con una creciente agitación social protagonizada por organizaciones obreras. Aunque la revolución radical no triunfó, el gobierno advirtió los riesgos de mantener por mucho más tiempo la restricción del sistema político y de que la oposición social se uniera a la oposición política. Desde entonces, entre la clase gobernante se acentuó la preocupación por transformar las reglas del juego para lograr la participación política de sectores hasta entonces excluidos. El mantenimiento de la exclusión parecía más peligroso que una incorporación política controlada por la oligarquía.

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La UCR: el primer partido político moderno

La organización interna que desde 1891 se dio la UCR y las nuevas formas de acción política que emprendió permiten diferenciarlo de los partidos políticos que existían en la misma época en el país.

En 1891 adoptó como base de su organización institucional el sistema de convenciones, que era la estructura institucional de los partidos políticos norteamericanos. De acuerdo con este sistema, los candidatos a las elecciones eran elegidos por los delegados del partido —representantes de las distintas regiones del país— reunidos en una asamblea nacional o convención. La adopción de este sistema permitió la incorporación a la actividad política de un sector de la población que hasta entonces no podía participar en ella. Sin embargo, durante muchos años los cargos de dirección de la UCR (presidencia del Comité Nacional, de la Convención o del Comité de la provincia de Buenos Aires) fueron ocupados por personas que, por su origen, pertenecían a las familias oligárquicas entre las que se reclutaba la clase gobernante.

En su oposición al régimen, los radicales fueron construyendo una organización partidaria que era más abierta —aunque no completamente— que la de sus adversarios políticos. Además, buscó nuevas formas de comunicación con la población y lentamente logró la adhesión de un sector muy importante de los habitantes de los centros urbanos, que hasta entonces no se interesaba por la participación política. Las bases sociales y el programa de la UCR

Entre la frustrada revolución de 1905 y 1912, los radicales consiguieron el apoyo de una parte de los sectores populares urbanos. En esos años se conformó un conjunto de dirigentes intermedios, en su mayoría hijos de inmigrantes. La mayor parte de ellos eran profesionales con título universitario.

Yrigoyen se dirigió especialmente a los argentinos hijos de inmigrantes, empleados en su mayoría en el comercio y la administración pública. Para estos grupos, que acusaban a la elite criolla como responsable de sus dificultades para ascender socialmente, la idea del gobierno representativo resultó atractiva.

Sin embargo, desde sus orígenes la base social de la UCR se mantuvo como una coalición de grupos sociales que incluyó no sólo a los sectores medios sino también a miembros del poderoso grupo de terratenientes.

El contenido efectivo de la doctrina y de la ideología radical se trataba, sobre todo, de un ataque moralista a la oligarquía y de la demanda de un gobierno representativo. Además, desde 1905 en adelante, el radicalismo evitó hacer explícito su programa. Los radicales no se propusieron introducir cambios en la organización del país. Y este dato fue tenido en cuenta por los reformadores de 1912, que interpretaron que las demandas radicales no representaban un peligro fundamental para los intereses de la elite, si se hacían concesiones en lo referente a la plena vigencia del régimen de democracia política y gobierno representativo. LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE LOS SECTORES POPULARES

Aunque la mayor parte de los habitantes del país no participaba en la vida política, hacia 1890 eran numerosas las asociaciones y organizaciones integradas por sectores de la población urbana. Las asociaciones de inmigrantes

Se habían multiplicado las asociaciones de inmigrantes que reunían a los extranjeros de una misma nacionalidad —españoles, italianos, franceses, alemanes, por ejemplo— o, también, de determinada región del país de origen —gallegos, andaluces, calabreses, napolitanos—. Estas asociaciones se definieron como de “socorros mutuos” y tenían por objetivos brindar ayuda al inmigrante y su familia en materia de salud y educación. Cumplían también la función de mantener vigentes muchas de las costumbres y tradiciones del país de origen a través de la enseñanza del idioma o de los dialectos y los bailes típicos, y la celebración de fiestas religiosas particulares.

Estas asociaciones funcionaron como espacios de negociación política. A través de ellas, las comunidades extranjeras tenían la posibilidad de actuar como grupo cohesionado por la solidaridad y presionar por la realización de sus intereses sectoriales. Sólo muy lentamente —y en el interior antes que en el Litoral— los inmigrantes se fueron incorporando a los partidos políticos nuevos, como el Partido Socialista, en la Capital Federal, y la Liga del Sur, en Santa Fe.

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Las organizaciones de trabajadores y la fundación del Partido Socialista

Las primeras organizaciones obreras se formaron hacia 1890 y su número creció notablemente en la primera década del siglo XX. Desde 1890 hubo varios intentos para crear una federación obrera que agrupara a los diferentes gremios por actividad que se habían ido formando —de carpinteros, sombrereros, tipógrafos, ferroviarios, por ejemplo—. Pero todos fracasaron rápidamente hasta que en 1901 se fundó la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) de tendencia anarquista. En 1902, los gremios de tendencia socialista se retiraron de la FORA y fundaron la Unión General de Trabajadores (UGT).

En 1896, sobre la base de diversas organizaciones obreras de la Capital Federal y del interior, Juan B. Justo fundó el Partido Socialista. Este partido se proclamó defensor de los intereses de los proletarios, de acuerdo con los principios fundamentales de la doctrina marxista. Por esta razón, el Partido Socialista se enfrentó con la UCR. Justo señalaba que la UCR, como la oligarquía, no tenía otra preocupación que llegar al poder y que carecía de capacidad para afrontar los problemas económicos y sociales fundamentales. Anarquismo, socialismo y sindicalismo en los orígenes del movimiento obrero argentino

El Partido Socialista (PS) se consideraba un partido obrero, pero sus dirigentes provenían de sectores medios urbanos, particularmente profesionales. Desde el punto de vista económico, el PS apoyó la consolidación y expansión del modelo agrario exportador vigente, pero sus dirigentes propusieron luchar para cambiar el patrón de distribución de la riqueza producida, a favor de los sectores populares urbanos. Con estos objetivos, buscaron conformar una alianza urbana entre los obreros y los sectores medios de ingresos más bajos, como los empleados del transporte, el comercio y la industria. Desde el punto de vista político, su programa propuso reivindicaciones específicamente obreras —8 horas de trabajo, salarios altos, huelgas, régimen especial de trabajo para mujeres y niños— que debían ser obtenidas, gradualmente, a través de la lucha parlamentaria. Por esta razón, para el PS, la elección de diputados socialistas era un instrumento fundamental de la lucha política. El socialismo tuvo el apoyo de los obreros más antiguos o especializados, pero no logró el apoyo masivo de los sindicatos, nuevas organizaciones obreras que se multiplicaron en los primeros años del-siglo XX, integrados por numerosos obreros extranjeros.

El anarquismo se difundió a partir de las acciones de propaganda realizadas por inmigrantes obreros que tenían esta ideología. Los anarquistas se enfrentaron con el PS denunciando que las reformas graduales —obtenidas por vía parlamentaria— eran una traición a los intereses de la clase obrera. Proponían, en cambio, la acción directa y la revolución para lograr mejoras y beneficios en forma inmediata. En la primera década del siglo XX, el movimiento anarquista argentino fue uno de los más importantes e influyentes del mundo. Los anarquistas tuvieron más adherentes entre los obreros de los pequeños talleres y los servicios urbanos como los portuarios, los mecánicos, albañiles, panaderos, zapateros y constructores de carruajes; y no entre los de las grandes empresas como los ferrocarriles y los frigoríficos.

Alrededor de 1906 comenzó a diferenciarse una tercera tendencia en el movimiento obrero que, poco a poco, fue adoptando una posición mucho menos extrema que la de los anarquistas: el sindicalismo.

Durante la primera década del siglo XX, ante las huelgas generales y los atentados contra personas y edificios impulsados por los anarquistas, el gobierno actuó reprimiendo a través de la fuerza armada y de la legislación. Frente a esta realidad, el sindicalismo concentró sus esfuerzos en lograr objetivos específicamente económicos. Propusieron una utilización más efectiva del arma de la huelga acentuando la necesidad de coordinación, planificación y oportunidad, y exigieron a los diputados socialistas un mayor compromiso con los intereses inmediatos de la clase obrera. Los sindicalistas tuvieron un importante apoyo entre los gremios más numerosos y concentrados, como los estibadores portuarios y los obreros de los talleres ferroviarios. Como estos gremios estaban directamente relacionados con el comercio de exportación, los sindicalistas tuvieron un poder de negociación mayor que los anarquistas.

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CAPÍTULO 4 INSERCIÓN DE LA ARGENTINA EN LA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO

(1860-1930) EL MODELO DE PAÍS Bajo el Impulso de una muy sostenida demanda británica de alimentos y materias primas, los sectores dirigentes orientan el uso de los recursos naturales con un criterio de especialización. La Argentina ingresa en la división internacional del trabajo como productor de lanas, carnes y cereales. Tanto los sectores dirigentes como el capital internacional bloquean cualquier diversificación de actividades que lleve a aumentar el grado de autarquía del país. Se califica a la Argentina como "el granero del mundo". El símbolo nacional es Ceres: se la representa como una matrona romana que vuelca un cuerno de la abundancia del que manan, inagotables, los frutos del país. El eje central de esta estrategia es el aprovechamiento de las ventajas comparativas, en buena medida de índole ecológica, que posibilitan la explotación de los ecosistemas pampeanos. Se considerará que cualquier otra actividad pone en riesgo este modelo. El modelo del período anterior había hecho crisis al perder gran parte de su sentido la agroindustria principal y que fuera base de la clase dominante: el saladero y sus derivados. De esa carne salada, como vimos, un viajero inglés había dicho que los negros eran las únicas personas capaces de comerla. Destinada a los mercados esclavistas, decayó con ellos. El saladero, en tanto agroindustria primitiva, tenía un muy bajo poder estructurante, tanto desde el punto de vista social como geográfico. El modelo saladerista no podía organizar un espacio nacional moderno por sí solo. Seguía siendo muy poco más que una actividad extractiva. Aunque sirvió de base a lo que vendría después, el reemplazo de este modelo significó un cambio de gran envergadura: el auge de la gran Industria y del trabajo asalariado exigían otra cosa de nosotros. Se implementaron las primeras, agroindustrias modernas, con características semejantes a las que presentan en la actualidad las agroindustrias multinacionales:

Muy elevada concentración del capital.

Empleo de la tecnología como herramienta de monopolización.

Carácter de enclave, en tanto reorganiza a su alrededor la totalidad de los sectores sociales involucrados en el proceso productivo.

A menudo reemplaza las actividades tradicionales preexistentes, compitiendo exitosamente por los usos del espacio y los recursos.

En un modelo de este tipo el control de los flujos financieros, de capitales, de transporte y distribución, de comercialización, de tecnología, es más importante que el manejo de los recursos naturales en sí. En lo que atañe a estos últimos, se implementó para su explotación un modelo de largo plazo, con aplicación de capital, mano de obra y tecnología incomparablemente más intensivos. Como desarrollaremos más adelante, este modelo provocó cambios importantes en los ecosistemas, en el uso del espacio, de las vías navegables, en los flujos económicos y en las relaciones entre sectores sociales. Se utilizaron varios elementos del modelo anterior:

Una aptitud ecológica reconocida para la actividad ganadera, que provenía en parte de las características de los ecosistemas naturales y en parte del estado de los ecosistemas artificializados. producto de cierto lapso de pastoreo ovino-bovino que había modificado favorablemente el carácter de los primitivos pastizales.

La preexistencia de varios millones de vientres ovinos y bovinos sobre los cuales podían obtenerse razas mestizas de alta productividad, que formarían rápidamente rebaños comercializables para los requerimientos internacionales.

Ciudades-puerto como Buenos Aires y Rosario, que ofrecían netas ventajas para la radicación industrial: había una elevada población capaz de suministrar mano de obra de la más variada calificación; una red de servicios que. aunque poco importante, era lo más avanzado disponible en el país; abastecimiento asegurado de alimentos e insumos básicos, e instalaciones portuarias que aunque relativamente rudimentarias, los ubicaban entre los puertos más importantes del

BRAILOVSKY, A. E. Y FOGUELMAN, D. MEMORIA VERDE

EDITORIAL SUDAMERICANA, BUENOS AIRES, 1991 Páginas 162 a 171

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continente. Otra definida ventaja era la proximidad a dos de los ríos más caudalosos del mundo, aptos tanto para el suministro de agua como para la depuración de efluentes industriales.

Una burguesía local con base predominantemente rural vinculada con los intereses británicos mediante el comercio exterior y las actividades financieras. Dicha clase se veía frenada en su expansión por el agotamiento del modelo anterior. En este marco, la libre navegación de los ríos (como después lo fue el ferrocarril) era un obligado complemento en la estructuración del nuevo modelo agroexportador.

Un buen ejemplo de la evolución de este sector social está dado por la trayectoria política de Justo José de Urquiza. Estanciero y saladerista, sostiene a Rosas durante el apogeo de éste. Al decaer el saladero, se enfrenta a Rosas y lo derroca. También se enfrenta militarmente a Mitre en dos ocasiones, para terminar apoyándolo y sosteniendo el modelo de país que Mitre impulsaba. La industrialización El proceso de industrialización actúa de un modo complementario a la inserción del país en los mecanismos de división internacional del trabajo. Esta orientación global del proceso industrial condicionó fuertemente la modalidad de industrialización y, en consecuencia también el tipo de impacto ambiental que provocó. El crecimiento de la gran industria transformadora y exportadora de productos primarios respondió a necesidades de la etapa histórica europea, en cuanto a: a) demanda de productos alimenticios por parte del creciente proletariado industrial; b) demanda de materias pomas por parte de la industria europea; c) exceso de mano de obra por la mecanización y tecnificación del agro y la industria; d) excedentes de capitales europeos. Dentro del país, ya abandonado el esquema de las economías regionales autosuficientes y del intercambio comercial con países limítrofes, había quedado un espacio para la producción de agroexportables a escala incomparablemente mayor, espacio insuficientemente ocupado en relación con la demanda externa y las potencialidades que ofrecían los recursos naturales. No existía una actitud oficial de transformar las primitivas economías pastoriles ni de tecnificar los talleres artesanales ni, por otra parte, los sistemas económicos vigentes eran capaces de generar la imprescindible acumulación de capitales para afrontar un emprendimiento de esa envergadura. Ese vacío de proyecto económico, de tecnología, de capitales y aun de mano de obra, fue eficazmente llenado por la agroindustria extranjera que además aprovechó exhaustivamente las ventajas comparativas que ofrecían las condiciones ecológicas de la fértil región litoral. Se trató de un proceso de industrialización sin revolución industrial. Esto significa que no se siguió el modelo característico de la industria británica. Allí se había partido de establecimientos artesanales que fueron creciendo en tamaño y complejidad a medida que avanzaba el proceso industrial. En la Argentina, por el contrario, más que una transformación de artesanías en grandes industrias, se produjo una sustitución de unas por otras: Sobre una estructura artesanal preexistente se efectuó una sobreimplantación industrial que arrasó con las antiguas artesanías regionales. Esta industria, o era extranjera, o estaba asociada a capitales del exterior. La transformación de productos agrícola-ganaderos constituyó el eje y la característica principal del proceso de industrialización de la etapa, lo cual tuvo definidas y concretas consecuencias ambientales como se detallará más adelante. La red de transporte ferroviario (12.000 kilómetros en 1890) a cargo de capitales británicos, secundó eficazmente la integración agroindustrial. Lo hizo mediante un diseño radial con centro en las ciudades-puerto industriales, que desalentó la transformación de productos primarios en el interior mediante una cuidadosa política de fletes. Las inversiones británicas en 1913 eran de 320 millones de libras y equivalían a la mitad del acervo de capital fijo total. Todo ello conformó un sistema integrado cuya estructura y organización espacial se mantuvo hasta la década de 1940. Existió inicialmente una preocupación por minimizar el impacto ambiental de las obras ferroviarias Por ejemplo, la ley respectiva de 1872 establece que: "Cuando un ferrocarril atraviese ríos navegables deberá ser construido de manera que no embarace ni entorpezca la navegación. Si atravesare otra clase de ríos esteros o canales de riego, las obras se ejecutarán de manera que no perjudiquen, el uso de las aguas". Lamentablemente no hubo una preocupación semejante por evitar que las obras ferroviarias perjudicaran el uso de las tierras, Construidos en forma transversal a ríos y arroyos, buena parte de los terraplenes ferroviarios actuaron como diques, bloqueando los desagües naturales e inundando amplias extensiones. La posterior sustitución del ferrocarril por el transporte automotor no mejoró las cosas, ya que los caminos se hicieron siguiendo el mismo criterio.

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El censo de 1853 señala la existencia de saladeros, fábricas de fideos, de jabón, de velas, de cerveza y licores, de carruajes. Hacia fines del siglo XIX se suman los mataderos, frigoríficos, molinos harineros y fábricas de aceites vegetales, de alcohol, de almidón y se desarrollan las curtiembres. Crece el aprovechamiento de los productos de lechería, se preparan cales, cementos, baldosas. Se multiplican los aserraderos, las carpinterías, las fábricas de muebles para hacer frente a las demandas de la construcción, ante la necesidad de albergar a nutridos contingentes de obreros y artesanos inmigrantes. La competencia por los usos del espacio y tos recursos: la construcción del desierto La inserción de la Argentina en el sistema de la división internacional del trabajo planteó corno requisito la subordinación de las relaciones sociales a ese modelo. Al igual que en los Estados Unidos, fue preciso desalojar a los indios nómadas y a los mestizos o gauchos, cuyo medio de subsistencia era el ganado salvaje. En este caso, se planteaba a la par que la competencia por el territorio, la competencia por los recursos pecuarios ya que el proyecto de modernización ganadera planeaba utilizar los vientres de ganado criollo como base para el proceso de mestización. La centralización del poder, mediante la creación de un Estado nacional único y fuerte, dotó a la clase dominante de la herramienta necesaria para imponer un único modelo económico y social por sobre las diversidades regionales. En ese contexto la guerra del Paraguay significó la destrucción de un modelo alternativo, para evitar su adopción por los países vecinos. La historia de la denominada "Conquista del Desierto" es un buen ejemplo del origen social de determinadas categorías vinculadas con la naturaleza. El uso de la expresión desierto para referirse a las tierras de indios sobre las que la Argentina no tenía un dominio efectivo se generalizó a partir de su uso en el poema La Cautiva, de Esteban Echeverría, "que hizo que se popularizara con el significado de despoblado y árido". Ninguna de las dos cosas era originariamente cierta: para hombres como Echeverría, el desierto era buena parte de la región pampeana. En 1877 el Comandante Prado señala en Junín: "Aquí empezaba el misterio, y se abría ante mis ojos, inmensa y enigmática, la puerta sombría del desierto". En cuanto a su población, debemos recordar que pocos años antes Darwin había observado la enorme disminución de las poblaciones indígenas de la pampa, con respecto a los testimonios dados por Falkner a mediados del siglo XVIII. Entre ambos, un siglo de guerra había iniciado el despoblamiento. El discurso oficial de la época apunta a describir una naturaleza vacía, lista para ser poblada, eludiendo la contradicción de los términos: era necesario conquistarlo, precisamente porque no era un desierto. Sobre este tema Avellaneda sostenía: "Suprimir los indios y las fronteras no implica en otros términos sino poblar el desierto. No suprimiremos el indio sino suprimiendo el desierto que lo engendra". Avellaneda llama poblamiento al reemplazo de pobladores no ligados al mercado nacional e internacional por otros que si lo estén. Gobernar es poblar, y poblar es cambiar nómades por asalariados sedentarios para desarrollar el nuevo modelo pecuario. La mitología de la Campaña del Desierto se basa en la contraposición entre civilización y barbarie. De acuerdo con las ideas del darwinismo social, los bárbaros debían ser vencidos por el progreso, entendido como el avance tecnológico. Así, se puso el acento en el uso del telégrafo y del fusil Remington como los factores decisivos de esa conquista. "Para iniciar el plan de ocupación y para llevarlo a cabo, nada ha jugado un rol tan decisivo como el telégrafo", decía Adolfo Alsina en 1877. Y Zeballos agregaba que "el poder militar de los bárbaros está moralmente destruido, porque el Remington les ha enseñado que un batallón de la República puede pasear la Pampa entera, dejando el campo sembrado de cadáveres". La realidad es mucho más sórdida y no puede ser entendida sin contemplar factores sanitarios y ambientales. Recordemos que existen fuertes limitaciones climáticas e hidrológicas en la región pampeana, que son las que habían originado el estilo de vida nómade de las tribus que habitaban la región. Existen indicios que permiten suponer que la campaña militar de Roca aprovechó una de estas situaciones extremas. Las irregularidades climáticas fueron muy marcadas en la década de 1870, a las que se agregó una prolongada epidemia de viruela. En 1874 familias de indios pidieron establecerse en lugares fronterizos, en la zona de Bahía Blanca y oeste de la provincia de Buenos Aires, "huyendo del hambre que empieza a hacerse sentir en las tolderías". El origen ambiental de este fenómeno puede visualizarse si se tiene en cuenta que los lanares de las estancias de la provincia de Buenos Aires -aparentemente debilitados por la escasa alimentación- fueron diezmados por una epizootia en 1873 y 1874. El ministro de Guerra, general Gainza, decía que el agotamiento de los recursos pampeanos no permitía a los indios alimentarse de los recursos del suelo, de manera que éste habría de ser otro factor que ayudaría a someter finalmente al indio. "Como si todo lo anterior fuera poco, el poderío indígena se resentía ahora por la disminución del más vital de sus elementos: el caballo sacrificado también ante el acoso del hambre. Al señalar la merma de ese animal entre las tribus, el Ministro afirmaba que comenzaba a escasear. "...y los salvajes naturalmente indolentes e imprevisores, lo destruyen sin cesar".

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Esto se vincula además con una epidemia de viruela iniciada en 1873 ante la cual los ranqueles establecieron una línea sanitaria en Salinas Grandes, donde eran degollados los que procedían de las zonas afectadas, procurando evitar la propagación de la enfermedad. A pesar de ello Calfucurá logra organizar la famosa "invasión grande" en 1875, en la cual consigue llevarse casi medio millón de cabezas de ganado, tal vez el arreo más grande de la historia de la humanidad. Sin embargo las limitantes sanitarias y ambientales le impiden consolidar esta victoria. Hay indicios que permiten suponer las enormes dificultades que se presentaron para alimentar tanto ganado. "Es ya casi normal en la provincia de Buenos Aires, sobre todo, el estado de epidemia y de seca", dice Carlos Pellegrini en octubre del mismo año. Además, "en Carhué la situación fue bastante crítica y la alimentación muy deficiente hacia el año 1876. El ganado enflaquecía y moría entre el lodo de los corrales. Muchos caballos caían agobiados por la fatiga y carencia de pastos adecuados". En el mismo año, un misionero describe la situación en Los Toldos en medio de una epidemia de viruela: "Es inimaginable lo horrendo y lastimoso que vimos. A lo largo del camino encontramos cadáveres de personas de todas las edades y en ambos lados del sendero, envueltos ligeramente en jergas o cueros y arrojados como carroña en medio de matorrales. Encontramos toldos completamente vacíos. Todos sus moradores habían muerto". En consecuencia, "a comienzos de 1877, los indígenas estaban debilitados ostensiblemente". En ese año las condiciones naturales continúan siendo desfavorables, esta vez de signo contrario: se producen grandes inundaciones, que destruyen completamente muchas haciendas. En el sur de la provincia de Buenos Aires se pierde el 70 por ciento del ganado. Las crecientes se repiten al año siguiente, aunque con menor intensidad. Este es el contexto ecológico en el que se inicia la Campaña del desierto. En 1878 diversos partes coinciden en lo mismo: "Espantosa miseria general, sin elementos de movilidad los indios", dice una descripción militar de las toldarías. Otra agrega que "las indiadas disminuyen notablemente, la viruela les ha hecho y les hace estragos, se han encontrado toldos llenos de muertos, reina por otra parte una espantosa miseria, a tal punto que hay familias que no tienen otro alimento que una yerba conocida por lengua de vaca, y cuero de potro". Con el enemigo en esas condiciones, la campaña de Roca fue apenas ocupar un territorio que nadie defendía. Al llegar el ejército al Río Negro, "la República había suprimido el desierto". Los vencidos fueron diezmados por la viruela, repartidos en distintas poblaciones o distribuidos como esclavos en Buenos Aires. Lo que fue planteado como una epopeya nacional terminó en una fuerte concentración de tierras en muy pocas manos. "Al ver después despilfarrada la tierra pública, marchanteada en concesiones fabulosas -decía el Comandante Prado- daban ganas de maldecir la gloriosa conquista, lamentando que todo aquel desierto no se hallase aún en manos de Reuque o de Sayhueque". Esta operación inmobiliaria fue encubierta por medio de argumentos de índole racista: "Si el exterminio de los indios resulta provechoso para la raza blanca -dice el escritor Leopoldo Lugones-, ya es bueno para ésta: y si la humanidad se beneficia con su triunfo, el acto también tiene de su parte a la justicia". Sobre la forma en que la humanidad se benefició con este triunfo, podemos señalar que Estanislao Zeballos había hablado de "la conquista de 15.000 leguas" como uno de los objetivos de su generación. De hecho, en 1889 (diez años después de la campaña de Roca), el presidente Juárez Celman vendió en Europa 24.000 leguas cuadradas situadas entre los Ríos Negro y Colorado. Diversas personalidades de la época criticaron esta modalidad de uso de los recursos que significó la entrega de tierra en grandes estancias. Entre ellos, el perito Francisco P. Moreno había afirmado que de esa manera no se iba a poblar la Patagonia sino solamente obtener una densidad de población de un habitante por legua. Efectivamente, el Censo Nacional de 1895 muestra para los territorios patagónicos una densidad de un habitante cada 26 kilómetros cuadrados (una legua =25 km2).

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IX. EL PROGRESO TÉCNICO Y LA INTEGRACIÓN DE LA ECONOMIA MUNDIAL

La segunda mitad del siglo XIX, a partir de un límite que puede fijarse en torno de 1860,3 inaugura una nueva etapa del desarrollo económico argentino. Dos factores concurrentes echan sus bases: la expansión e integración crecientes de la economía mundial y la gran extensión de tierras fértiles, escasamente pobladas, en la zona pampeana. La revolución tecnológica inaugurada en Europa a fines del siglo XVIII y la industrialización de los países más avanzados del Viejo Mundo, determinaron, entre otras, la apertura de posibilidades de desarrollo de los territorios aptos para la producción agropecuaria de clima templado. La fértil pradera pampeana se constituyó, así, en un centro natural de atracción de los intereses europeos, particularmente los británicos. Estos “territorios inútiles” de la época colonial que, en la etapa de transición, fueron asiento del modesto desarrollo de la ganadería, se constituyen, por primera vez en su historia, en un núcleo de vigoroso desarrollo. La intensidad de la integración de la Argentina en la expansiva economía mundial desde mediados del siglo XIX, revolucionó en pocas décadas la fisonomía social, política y económica del país. En esta Tercera Parte me propongo analizar este período del desarrollo argentino que he definido como etapa de la economía primaria exportadora. Primaria exportadora porque la producción agropecuaria es en toda la etapa- el sector más importante de la producción nacional y porque la exportación de productos agropecuarios constituye el elemento dinámico del desarrollo en el período. La experiencia argentina es un episodio de la expansión de la economía europea desde fines del siglo XIX y, particularmente, de la economía británica. Corresponde analizar, pues, en primer término, los principales cambios ocurridos en la economía mundial a partir de la segunda mitad del siglo XIX. 1. Papel dinámico del progreso técnico. Se señaló anteriormente el papel fundamental que el comercio cumplió, dadas las condiciones del mundo medieval, en el aumento de la productividad de las economías europeas. En América, el desarrollo de ciertas actividades destinadas a la exportación —como la minería y la agricultura tropical— proporcionaron las bases del crecimiento durante la época colonial. Tanto en Europa como en América hasta fines del siglo XVIII, fue la expansión del comercio y de las actividades exportadoras lo que proporcionó el impulso dinámico fundamental para romper los esquemas económicos de subsistencia, posibilitar la acumulación de capital, diversificar las estructuras económicas y elevar los niveles de ingreso. Pero el horizonte económico de la expansión comercial era necesariamente limitado. El lento desarrollo de las innovaciones técnicas en la producción agrícola y en las manufacturas, la escasa densidad de capital por hombre ocupado y la incomunicación impuesta por las distancias dentro de cada ámbito nacional y por los precarios medios de navegación de ultramar en el plano internacional, mantuvieron la productividad y los ingresos en niveles muy bajos hasta prácticamente fines del siglo XVIII. La estructura económica correspondía naturalmente a estos niveles y la producción de alimentos y la ocupación en el sector agrícola seguían absorbiendo en Europa occidental no menos del 70 %, de la mano de obra total. En última instancia, la expansión comercial, por sí sola, no podía llevar los niveles de productividad y de ingreso, una vez alcanzada la máxima división del trabajo y de especialización a que el comercio podía dar lugar, más allá de los límites impuestos por el desarrollo tecnológico de la época. Más aún, hasta fines del siglo XVIII se estaba muy lejos de haber alcanzado la integración interna de las economías nacionales y de éstas dentro del comercio mundial; la mayor parte de la población activa

3 La inauguración de la presidencia de Mitre en 1862, producido el reingreso de la provincia de Buenos Aires a la

unión nacional, coincide prácticamente con la iniciación dé la etapa de consideración.

FERRER, ALDO LA ECONOMÍA ARGENTINA

EDITORIAL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, BUENOS AIRES, 1977 Páginas 91 a 104

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trabajaba todavía dentro de los límites de la subsistencia o del intercambio en los estrechos mercados locales. En último análisis, era el estancamiento del progreso técnico la barrera infranqueable para el aumento sostenido y generalizado de la productividad del trabajo y el ingreso. El conjunto de innovaciones técnicas que comienzan a surgir a fines del siglo XVIII, conocidas como la "revolución industrial”, iniciaron la ruptura de aquella barrera y abrieron una frontera ilimitada al desarrollo económico. El avance tecnológico, que acrecienta incesantemente su intensidad desde aquel entonces, se materializó en una serie de innovaciones y de mejoras organizativas en el proceso productivo que permitieron aumentar sustancialmente el rendimiento del trabajo. El aumento de la cantidad de bienes disponibles por este incremento de la productividad, hizo posible destinar proporciones crecientes de la mano de obra y los otros recursos económicos a la producción no destinada al consumo corriente, esto es, a la producción de maquinaria, equipos y otros bienes de inversión que permitían materializar en instrumentos de producción las mejoras técnicas alcanzadas. El aumento de la productividad y los ingresos generados por la revolución tecnológica determinaron una expansión del mercado dentro de las propias fronteras nacionales de los países en desarrollo. En realidad, el progreso técnico es una forma específica de expansión del mercado, al aumentar los ingresos y consecuentemente la demanda efectiva. Revoluciona por ello mismo las condiciones del desarrollo económico, al permitir la expansión ilimitada del mercado dentro de las fronteras nacionales y crear los incentivos para la inversión privada que, hasta fines del siglo XVIII, habían dependido básicamente de la expansión del ámbito geográfico del mercado. Como dice Furtado: "...el empresario no necesitará ya de una frontera de expansión o, lo que es lo mismo, abrir líneas de comercio. Ahora podrá aplicar sus capitales en profundidad dentro de la frontera económica establecida”. Es claro que en el sistema capitalista, una parte sustancial del ingreso total corresponde a los capitalistas y empresarios y ello limita, en la medida que éstos no consuman o inviertan la totalidad de su ingreso, la demanda efectiva. Dados los límites que naturalmente tenía la capacidad de consumo de esos sectores de altos ingresos, la variable económica fundamental determinante del nivel de la demanda era la inversión. En las condiciones del desarrollo del sistema, las posibilidades de inversión estaban condicionadas por el crecimiento de la demanda interna de bienes de consumo e inversión y también por la expansión de la demanda externa, o sea, la demanda global. Entre otros aspectos, la ampliación del mercado mundial a partir de fines del siglo XVIII, aumentó las oportunidades de inversión en las actividades destinadas a la exportación. De este modo, se crearon posibilidades de expansión del sistema más allá de lo que hubiera sido posible por el simple crecimiento del mercado interior. En estas condiciones, la acentuada desigualdad en la distribución del ingreso que caracterizó el desarrollo inicial del capitalismo, lejos de ser un factor retardatario del crecimiento al restringir la demanda interna y consecuentemente las oportunidades de inversión, fue un factor que estimuló el crecimiento al ampliar el ahorro y la disponibilidad de recursos existentes para la acumulación de capital. Desde otro punto de vista, la fuerte expansión comercial desde fines del siglo XVIII y particularmente a partir de mediados del siguiente, que fue consecuencia directa del progreso técnico, fortaleció, a su vez, la capacidad del sistema de asimilar las innovaciones tecnológicas al abrir oportunidades crecientes a la inversión. El progreso técnico y la expansión consecuente del ingreso sientan las bases dinámicas para la trasformación de las estructuras productivas. A mayores niveles de ingreso la demanda cambia de composición creciendo la importancia relativa de los artículos manufacturados y los servicios y perdiéndola proporcionalmente la de alimentos y artículos esenciales para la vida. Estos cambios en la composición de la demanda provocan modificaciones consecuentes en la estructura productiva al orientar proporcionalmente más capital y mano de obra hacia los sectores en expansión. Por el otro lado, el desarrollo técnico en cada sector concreto de actividad determina la cantidad de capital y mano de obra que es necesario emplear en el mismo para satisfacer la demanda por los bienes y servicios que produce. La evolución de la agricultura es el ejemplo más elocuente de este proceso. Por un lado pierde importancia relativa porque los consumidores gastan proporcionalmente cada vez menos en alimentos a medida que aumenta su ingreso. Paralelamente el progreso técnico en las actividades rurales permite emplear cada vez menos mano de obra para obtener un determinado volumen de producción. La disminución permanente de la proporción de la mano de obra total empleada en la agricultura en los países en desarrollo, es la consecuencia de este doble proceso de cambios en la composición de la demanda y de las innovaciones técnicas. Por el otro lado, el progreso técnico crea permanentemente nuevas líneas de producción y modifica las existentes. En síntesis, constituye el-elemento dinámico fundamental del desarrollo desde fines del siglo XVIII y reemplaza, a partir de entonces, a la simple ampliación de la frontera geográfica del mercado como factor determinante básico del crecimiento de la productividad.

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2. Carácter integrador de la tecnología. El progreso tecnológico tiene un carácter eminentemente integrador de la actividad económica. El aumento de productividad e ingresos que provoca su penetración creciente en campos especializados de la producción determina una complementación cada vez mayor de los distintos campos de actividad, la expansión de la división del trabajo, la dependencia creciente de unos productos con otros. Lo que caracteriza, como un ejemplo, la diferencia del productor rural que trabaja prácticamente con sus propias manos sobre la tierra con el que emplea el tractor y los fertilizantes es la distinta integración de cada uno con el sistema económico. Aquel productor no depende de nadie, más que de sí mismo. Este depende de la industria que le proporciona las máquinas y los elementos técnicos de la producción, del mercado para vender su producción y de la economía en su conjunto para adquirir los servicios y bienes que consume. En un sentido instrumental la integración de cada economía nacional es consecuencia del progreso técnico en el campo de los transportes y las comunicaciones. Desde la construcción de canales en el siglo XVIII hasta la expansión de los ferrocarriles en el XIX y el desarrollo vertiginoso del automotor, los caminos y la navegación aérea en el actual, la revolución tecnológica en los transportes constituye la columna vertebral de la integración de las economías y de los mercados nacionales. La mejora de las comunicaciones, a su vez, proporcionó uno de los servicios básicos para el funcionamiento del sistema económico. El carácter integrador del progreso técnico no se agotó ni se agota dentro de las fronteras nacionales con la interdependencia creciente de los productores y las distintas regiones. Se extiende al ámbito internacional, y la formación del mercado mundial, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, es una manifestación de aquel carácter integrador. La revolución producida en los barcos de navegación de ultramar en las últimas décadas del siglo XIX posibilitó reducir radicalmente los costos de transporte y acortar las distancias en el tiempo. Este proceso no sólo permitió transportar en mayor cantidad y con menores fletes los productos tradicionales del comercio exterior sino incorporar otros, básicamente los productos agropecuarios de la zona templada y minerales. En un sentido más amplio, el progreso técnico y el consecuente aumento de los ingresos y de la demanda efectiva dentro de cada país, posibilitaron la creación de mercados recíprocos, al tiempo que el flujo de capitales y de población integraba directamente en el plano de los procesos productivos los intereses de los países que formaban parte del mercado mundial. 3. Flujo de capitales, migraciones y expansión comercial. El sistema multilateral de comercio y pagos. La integración de la economía mundial se realizó por tres vías principales: el movimiento internacional de capitales, las corrientes migratorias y la expansión del comercio mundial. En sus tres manifestaciones principales el proceso integrador alcanzó su máxima intensidad entre las últimas décadas del siglo XIX hasta 1914, cuando comienza la Primera Guerra Mundial. Desde la conclusión de ésta hasta la quiebra del sistema multilateral de comercio y pagos en 1930, las fuerzas integradoras perdieron el impulso expansivo de la etapa anterior. a) Movimiento internacional de capitales. Entre 1874 y 1914, en un plazo de 40 años, las inversiones extranjeras totales a largo plazo ascendieron de 6 mil millones a 44 mil millones de dólares corrientes. En dólares de hoy esta última cifra ascendería a alrededor de 150 mil millones. La financiación de las mismas se realizó básicamente mediante la reinversión de las utilidades e intereses producidos por las inversiones extranjeras existentes en los países deudores. Del aumento registrado entre esos años, 27 mil millones de dólares correspondieron a Inglaterra, Francia y Alemania. De los 44 mil millones de dólares de inversiones extranjeras existentes en 1914. 18 estaban invertidos en América del Norte. Oceanía y Argentina: el 34 % en África. Asia y América latina (excluida Argentina) y 27 % en Europa. "En conjunto, el movimiento de capitales durante las décadas inmediatas a 1914 tendió a favorecer la integración de las distintas economías nacionales en lo que puede llamarse una economía internacional expansiva... Debe señalarse, sin embargo, que el capital extranjero fue absorbido principalmente por países de escasa población y grandes recursos naturales cuya explotación permitía fácilmente la expansión de las exportaciones de productos primarios".4 Tal es naturalmente el caso de América del Norte, Oceanía y Argentina, regiones que constituían en la época verdaderos “espacios abiertos”. Este hecho se observa con más claridad si se considera que hacia 1914 las inversiones extranjeras por habitante en esos “espacios abiertos” alcanzaban a alrededor de 190 dólares, en Europa 30 y en África, Asia y América latina (excluida Argentina) sólo 30. La apertura de los mercados europeos a la producción de alimentos y materias primas del exterior fue consecuencia del proceso de industrialización de los países de Europa, la especialización

4 Naciones Unidas, International Capital Movements During The Inter-war Period. Nueva York, 1949.

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creciente de éstos en la producción manufacturera y la mejora de los medios de navegación de ultramar que rebajaron radicalmente los costos de transporte. Esto abrió en las economías de los países ajenos a la revolución tecnológica y a la industrialización de la época, llamados más tarde de la periferia, grandes posibilidades de inversión en las actividades destinadas a producir para los mercados de los países industrializados. Naturalmente, según se apuntó antes, los que más posibilidades ofrecían fueron aquellos de grandes recursos naturales y escasa población. Las oportunidades de inversión se presentaron tanto en las actividades directamente exportadoras como en la ampliación del capital de infraestructura, particularmente en transportes, destinada a habilitar a aquellos países a cumplir su papel de productores y exportadores de productos primarios. Concurrentemente con los campos para la inversión extranjera directa o indirectamente vinculados a las actividades de exportación, surgieron posibilidades de inversión en los mecanismos comerciales y financieros y en el desarrollo de actividades y servicios destinados a satisfacer la demanda de los países periféricos. La expansión del movimiento internacional de capitales a partir de la segunda mitad del siglo XIX es, pues, al mismo tiempo, causa y efecto del proceso de integración de la economía mundial. La Primera Guerra Mundial produjo cambios sustanciales en la posición relativa de los países acreedores e Inglaterra. Francia y Alemania, liquidaron parte de sus inversiones en el extranjero. El hecho más significativo de la nueva situación creada por la guerra fue el surgimiento de los Estados Unidos como principal país acreedor en inversiones en el exterior a largo plazo. Desde la posguerra hasta el final de la década de 1920 el flujo internacional de capital a largo plazo no volvió a adquirir el ritmo de la etapa anterior. b) Migraciones. Las migraciones de población desde Europa hacia países de ultramar durante el siglo XIX hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, constituyen un episodio fundamental de la integración de la economía internacional. La gran corriente de emigración europea comienza hacia 1830 con un promedio anual de 100 mil personas. La intensidad migratoria fue aumentando hasta 1914 para alcanzar cerca de ese año un nivel anual máximo de 1.500.000 personas. El principal país de destino fue los Estados Unidos. Entre 1820 y 1920 emigraron a los Estados Unidos 30 millones de europeos. Otros países americanos —especialmente Argentina, Canadá y Brasil—, Australia y Sudáfrica recibieron también cantidades sustanciales de emigrantes europeos. La consecuencia fundamental de las corrientes migratorias europeas fue que ellas permitieron incorporar a los países de grandes recursos naturales y escasa densidad de población al proceso formativo de la economía mundial. . c) Comercio mundial. La expansión del comercio mundial completa el cuadro del proceso de integración de la economía mundial durante el período. Entre 1870 y 1913 el volumen físico de las exportaciones mundiales creció en casi 5 veces y comparando 1870 con 1929 el crecimiento fue de más de 6 veces. Entre 1870 y 1929 la tasa anual acumulativa del crecimiento fue, en consecuencia, superior al 3 %, lo que representa un acelerado y continuado proceso de expansión en el transcurso de esas seis décadas. Aquel año de 1870 registraba ya un nivel de comercio internacional que había multiplicado el de pocas décadas anteriores y, sobre todo, acelerado enormemente el ritmo de crecimiento sobre el imperante durante toda la etapa de expansión del comercio europeo entre el siglo XV y el XVIII. Entre 1700 y 1820, en un plazo de 120 años, el volumen físico de las exportaciones había crecido aproximadamente 3 veces. Pero entre 1820 y 1870, plazo de 50 años, el crecimiento fue de alrededor de 5 veces. A partir de 1870 continuó el proceso expansivo del comercio mundial que la revolución tecnológica iniciada a fines del siglo XVIII había puesto en marcha. La composición del comercio mundial también sufrió cambios sustanciales. Hasta fines del siglo XVIII estaban excluidos de una participación significativa en las exportaciones mundiales los productos de mucho peso por valor relativo. Entre éstos se encuentran la casi totalidad de los productos agropecuarios de clima templado y los minerales, excluidos los preciosos. La escasa diversificación de las estructuras productivas europeas y la importancia del sector primario dentro de ellas, el alto costo de los transportes terrestres y marítimos y el desconocimiento de las técnicas para la conservación de productos perecederos, excluían a esos rubros de una participación importante en el comercio mundial y concentraban a éste en los productos tradicionales como las especias, tejidos, metales preciosos, bebidas, artesanías, materiales de construcción naval, azúcar, etcétera. A partir de las últimas décadas del siglo XIX la diversificación de las estructuras económicas europeas —particularmente la inglesa—, el desarrollo del ferrocarril, la revolución tecnológica en los navíos de navegación de ultramar y el desarrollo de técnicas de conservación de productos perecederos provocaron un crecimiento vertiginoso de las exportaciones de productos agropecuarios y minerales. Las exportaciones de productos agropecuarios que, hasta el siglo XVIII, incluían básicamente los productos de agricultura tropical incorporaron luego los correspondientes a la producción rural de clima templado, llegando a representar hacia 1913 alrededor del 30 % de las exportaciones mundiales totales. Un proceso semejante sufrieron los minerales incluyendo el petróleo.

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d) Sistema multilateral de comercio y pagos. El movimiento internacional de capitales, la expansión del comercio y las corrientes inmigratorias crearon una interdependencia creciente entre los distintos países y en la economía mundial en su conjunto. Esa interdependencia se manifestó en una multiplicación del flujo de pagos internacionales en concepto de envío de capitales y remisiones de utilidades e intereses sobre los mismos, de pago de las transacciones comerciales y de remisión de fondos por los inmigrantes a sus países de origen. Como los pagos bilaterales entre pares de países generalmente no se equilibraban y cada uno tenía superávit con un grupo de países y déficit con otro, las cuentas internacionales se saldaban en el marco de un amplio sistema multilateral de comercio y pagos. La convertibilidad de monedas y su vinculación con un patrón único de valor, el oro, facilitaban las transacciones y la cancelación de los pagos internacionales. Más adelante, al analizar el desarrollo argentino en la etapa, veremos cómo el sistema monetario interno de cada país participante del sistema se engranaba con el funcionamiento del régimen multilateral de comercio y pagos y la vigencia del patrón oro. A pesar de que alrededor del 75 % de las transacciones comerciales de mercaderías entre pares de países se cancelaba bilateralmente, el 25 % restante, que representaba el comercio multilateral, tenía una importancia fundamental para la expansión del comercio y de las relaciones financieras mundiales más allá de los límites que hubieran impuesto las relaciones bilaterales entre países.5 El sistema multilateral de comercio y pagos comenzó a expandirse desde las últimas décadas del siglo XIX hasta su quiebra como resultado de la crisis mundial de 1929. 4. Cauces de la integración económica. El descubrimiento de América y la formación de las economías coloniales en el Nuevo Mundo fueron episodios de la expansión comercial europea iniciada en el siglo XI. Desde esa época hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando se acelera la integración de la economía mundial bajo el impulso de la revolución tecnológica, Europa conservó el carácter de centro dinámico del desarrollo y de la formación del mercado y la economía mundiales. El hecho de que la “revolución industrial” haya tenido su origen en Europa es consecuencia del previo desarrollo del capitalismo comercial en el Continente y, a su vez, causa del papel preponderante de éste en la etapa que se abre a partir de mediados del siglo XIX. Baste sólo recordar que hacia 1913 las exportaciones europeas representaban el 50 % de las exportaciones mundiales para cuantificar el lugar clave del Continente en la nueva etapa. En todo el período Inglaterra jugó un rol fundamental como exportadora de capitales y fuente de las corrientes migratorias. Sus inversiones en el exterior no sólo representaban en 1914 más del 40 % de las inversiones extranjeras en el Mundo, sino que ellas se orientaron fundamentalmente hacia los países en desarrollo, bien sea los “espacios abiertos” antes señalados o los países subdesarrollados densamente poblados de Asia, África y América latina. “Durante el período considerado las inversiones extranjeras británicas fueron reorientadas desde Europa a países no europeos y una parte de las nuevas inversiones en estos últimos fueron financiados con la liquidación de inversiones británicas en Europa. En realidad fue principalmente a través del capital británico que los países no europeos fueron incorporados a la órbita de la economía internacional...”.6 Inglaterra proporcionó también parte sustancial de la población que emigró hacia los nuevos países. Además, sus exportaciones representaban antes de la Primera Guerra Mundial el 15 % de las exportaciones mundiales totales y sus importaciones el 18% del total. Inglaterra registraba un fuerte exceso de importaciones sobre exportaciones, esto es, un déficit en su balanza comercial, que financiaba con los ingresos generados por sus inversiones en el exterior y por los servicios comerciales y financieros que prestaba Londres como centro del sistema del comercio multilateral de comercio y pagos. Estos ingresos “invisibles” alcanzaban no sólo para pagar el déficit de la balanza comercial sino para expandir las inversiones en el exterior. Conviene recordar el papel de Inglaterra en la economía mundial del período en consideración, por la influencia que ejerció en el desarrollo argentino durante la etapa de la economía primaria exportadora. El aspecto más importante del proceso integrador de la economía mundial a partir de las últimas décadas del siglo XIX es la incorporación dentro de ella de un grupo numeroso de países —que

5 Liga de las Naciones, The Networtk of World Trade, Ginebra, 1942. Se dice además en este informe: "Podemos

imaginarnos un sistema de comercio bilateral entre países, sin posibilidad de cancelar sus cuentas triangular o multilateralmente. No existiría, en consecuencia, ‘un mercado mundial’; los precios se determinarían en los varios mercados leales representados por la oferta de un país y la demanda del otro. Las transacciones en cada mercado estarían desconectadas de las transacciones en otro; no existiría el comercio internacional en el sentido de una entidad orgánica. Es en consecuencia el comercio multilateral, en un sentido general, el responsable de la integración de la economía de los distintos países en el marco de la economía mundial". 6 Naciones Unidas. International Capital Movements.

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representaban en la época la mayor parte de la población mundial— en calidad de productores y exportadores de materias primas y alimentos; países que en adelante llamaremos de producción primaria o periféricos. El intercambio entre esos países y los países industrializados de Europa y, en medida creciente los Estados Unidos, constituía hacia 1914 más de la mitad de las exportaciones mundiales totales. Los Estados Unidos cumplieron un doble papel en todo el proceso porque habiendo surgido a partir de la segunda mitad del siglo XIX como el principal exportador de alimentos y materias primas, comenzó, como consecuencia de su vigoroso desarrollo industrial, a convertirse en un fuerte exportador de productos manufacturados. Los países industrializados de Europa, particularmente Inglaterra, Francia y Alemania, jugaron un papel mucho más definido y temprano en el proceso, como exportadores netos de manufacturas e importadores netos de productos primarios. Según se señaló, el impulso integrador surgió fundamentalmente de los países industrializados de Europa, y de Inglaterra en primer lugar. Este hecho impuso cauces bien definidos a la incorporación de los países de producción primaria al mercado mundial. Específicamente las economías industriales siguieron las tres líneas de acción frente a las economías periféricas incorporadas al mercado mundial: Primero, buscaron en estas fuentes de abastecimiento de alimentos y de materias primas condiciones más económicas de las que podían producirse internamente u obtenerse en los proveedores tradicionales. Segundo, procuraron ampliar sus mercados de colocación de productos industriales penetrando con ellos en los mercados internos de los países de producción primaria. Tercero, canalizaron sus capitales hacia estos países en búsqueda de mayores rendimientos y con la finalidad de capacitar a sus economías para cumplir las funciones, señaladas en los dos puntos anteriores Sobre este tercer aspecto conviene detenerse un instante. Hacia 1914, del total de las inversiones colocadas por los países industrializados en países extranjeros, el 50 % estaba radicado en África, Asia, América latina y Oceanía, esto es, en los países de producción primaria. Aproximadamente la mitad de las inversiones extranjeras existentes en esos países consistían en papeles públicos de los gobiernos o en obligaciones de empresas de transporte y servicios públicos. Los gobiernos deudores utilizaban la mayor parte de los fondos que obtenían del exterior en realizar inversiones básicas de infraestructura como puertos, comunicaciones, etc. Por el otro lado las inversiones extranjeras directas estaban en buena parte radicadas en transportes y servicios públicos, comercio, finanzas, servicios varios y actividades agrícolas y mineras destinadas a la exportación. En síntesis, pues, las inversiones de capital extranjero cumplieron el papel fundamental de capacitar a los países deudores para cumplir su función de exportadores de alimentos y materias primas mediante el suministro de recursos para el desarrollo de obras de infraestructura; de los mecanismos comerciales y financieros básicos para la movilización de la producción exportable y la distribución de importaciones en el mercado interno y el desarrollo directo de actividades destinadas a la exportación. Este proceso sentó las bases de una división internacional del trabajo en el cual la economía mundial se componía en medida sustancial por países productores y exportadores de productos primarios e importadores de manufacturas, por un lado, y, por el otro, por países importadores de productos primarios y exportadores de manufacturas. Los segundos eran exportadores de capitales hacia los primeros y éstos, en concepto de retribución por esos capitales, pagaban utilidades e intereses que volvían a reinvertirse en ellos o financiaban exportaciones a los países acreedores. Este proceso de integración y de división internacional del trabajo provocó profundas transformaciones estructurales en las economías participantes del sistema y sentó algunas de las bases para su posterior desarrollo. En los países industriales el proceso de integración de la economía mundial aceleró la transformación y diversificación de sus estructuras económicas y aumentó el ritmo de desarrollo. La importación de alimentos y materias primas a precios más baratos que los producidos internamente provocó la disminución de la importancia del sector primario dentro de sus economías y el traslado acelerado de la mano de obra hacia actividades industriales y servicios de más alta productividad que las primarias. El caso más notable en este sentido fue el de la crisis de la agricultura británica en 1870 que se derrumbó bajo el impacto de las importaciones de productos agropecuarios de las fértiles regiones de la América del Norte y del Sur y de Oceanía. El sector industrial recibió nuevos estímulos con el surgimiento de una demanda creciente de productos industriales en los países de producción primaria. Por otra parte, el rendimiento de los capitales invertidos en el exterior estimuló la multiplicación de ingresos dentro de las economías industrializadas y aumentó los recursos disponibles para la acumulación de capital. Las corrientes emigratorias permitieron, además, acelerar el proceso de industrialización y urbanización de las economías europeas mediante el envío al exterior de mano de obra que no podría haber sido totalmente absorbida por las nuevas ocupaciones industriales y que

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habría seguido ocupada en el sector primario.7 La integración del mercado mundial permitió, pues, una transformación estructural y un ritmo de desarrollo más intenso de lo que hubiera sido posible por el solo aumento de la productividad y los ingresos derivados del desarrollo industrias y la revolución tecnológica de las economías europeas. En los países de producción primaria el proceso integrador de la economía mundial conmovió profundamente sus estructuras económicas y sus ritmos de desarrollo. Su comportamiento fue, sin embargo, fundamentalmente distinto según fueran países de clima moderado, con grandes recursos naturales y escasa población (los "espacios abiertos”) o países densamente poblados. Argentina constituye un caso típico de integración a la economía mundial de un “espacio abierto” y su experiencia la veremos en algún detalle en los restantes capítulos de esta Tercera Parte. En cuanto a los países densamente poblados su integración en el mercado mundial se materializó generalmente en la formación de una estructura económica específica. Por un lado, la existencia del sector destinado a producir para la exportación, con una alta densidad de capital por hombre ocupado, elevada tecnología y productividad. Por el otro, amplias masas de población viviendo en las actividades tradicionales de subsistencia al margen del efecto dinámico de la expansión de las exportaciones. La falta de integración de los dos sectores en un solo sistema económico es una de las razones fundamentales que explica el escaso nivel de desarrollo alcanzado por esas economías y la persistencia de muy bajas condiciones de vida en la mayor parte de la población. Conviene señalar, a manera de conclusión de este rápido enfoque del desarrollo de la economía mundial en el período, que así como el progreso técnico desencadenó las fuerzas expansivas en las economías europeas que llevarían a una integración creciente del mercado mundial, así también el tipo particular de relaciones establecidas bajo la forma específica de división internacional del trabajo resultante, condicionó la futura capacidad de los distintos países para generar y asimilar el progreso técnico y, en última instancia, promover su desarrollo económico y social general. De hecho, el hoy llamado “mundo subdesarrollado” con las 2/3 partes de la población mundial, está compuesto básicamente por el mismo conjunto de países que hacia la segunda mitad del siglo XIX se incorporó a la economía mundial como productor y exportador de productos primarios e importador de manufacturas. Las causas de la correspondencia entre especialización en la producción primaria y subdesarrollo han sido suficientemente bien exploradas en la literatura contemporánea sobre el desarrollo económico. En la medida en que el cauce fijado para la integración mundial propició la especialización en la producción primaria y obstaculizó la diversificación de las estructuras económicas y la industrialización de los países “periféricos”, se convirtió en uno de los factores fundamentales que, después de un primer impulso inicial, frenó el desarrollo de sus economías. Los procesos acumulativos típicos del desenvolvimiento económico contribuyeron a reforzar las tendencias puestas en marcha por los impulsos iniciales. 5. Ubicación de la Argentina en la economía mundial. El caso de la economía argentina constituye uno de los episodios más significativos del proceso integrador de la economía mundial recién descrito. Los 60 millones de hectáreas de su zona pampeana, de características ecológicas excepcionalmente aptas para la producción ganadera y agrícola de zona templada, se constituyeron en uno de los principales centros de atracción del flujo migratorio europeo y del movimiento internacional de capitales. El objetivo y el resultado de este proceso fueron el vigoroso aumento de las exportaciones argentinas y la ubicación del país en un lugar destacado en la economía mundial, tanto por el volumen de su comercio exterior como por la magnitud de los capitales extranjeros invertidos en él. Este país, que durante 3 siglos de las economías regionales de subsistencia tuvo el carácter de “territorios inútiles” para la actividad económica de la época y que, durante la etapa de transición, apenas fue testigo de un desarrollo incipiente de la producción ganadera, se convirtió a partir de la segunda mitad del siglo XIX en asiento de una economía dinámica y expansiva fuertemente integrada en el mercado mundial. La importancia del papel que jugó Argentina en el proceso integrador de la economía internacional puede apreciarse si se observa que la inmigración neta de personas, provenientes de Europa en su gran mayoría, ascendió entre 1857 y 1914 a 3.300.000 almas. Por otro lado, entre la década de 1860 y 1913 el total de capitales extranjeros invertidos en la Argentina, según el monto total existente en ese último año, ascendía a más de 12.000 millones de dólares de hoy. Esta cifra representaba el 8,5 % de las inversiones extranjeras de los países exportadores de capital en todo el

7 Por otra parte "las migraciones fueron parte integrante del proceso de industrialización; la colonización de países

extranjeros proporcionó a la industria europea alimentos, materias primas y mercados para los productos industriales y las migraciones internas proporcionaron la mano de obra necesaria”. Encyclopaedia Britannica. Edición 1961, artículo sobre “Migrations”.

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Curso de Ingreso 2016 - 45

mundo, el 33 % de las inversiones extranjeras totales en América latina y el 42 % de las inversiones del Reino Unido en la misma región. En algunos años determinados dentro de ese periodo, el flujo de inversiones extranjeras a la Argentina llegó a tener tal magnitud como para absorber, en el año 1889. del 40 al 50 % de las inversiones totales del Reino Unido en el exterior que. en ese mismo año, originaba la mayor parte del flujo internacional de capitales.8 Consecuencia natural de este proceso fue que Argentina, cuyas exportaciones representaban una proporción insignificante del comercio mundial a mediados del siglo XIX, llegase a ocupar un lugar destacado en el mismo durante el período en consideración. En algunos productos como maíz, trigo, lino, carnes y lanas, las exportaciones argentinas llegaron a representar la mayor parte de las exportaciones mundiales o a ocupar un lugar preponderante en las mismas. Este intenso proceso de integración de la economía argentina en el mercado mundial sienta las bases de la etapa de la economía primaria exportadora cuyas características y dinámica del desarrollo se describen en esta Tercera Parte.

8 H. S. Ferns, Britain and Argentine in the Nineteeth Century. Londres, 1960.

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Curso de Ingreso 2016 - 46

EXPECTATIVAS DE LOGRO Y ACTIVIDADES

Lectura general. El Tiempo Histórico. Identificación de tiempo: periodización, cambio y continuidad,

contemporaneidad, simultaneidad, interrelación temporal. Actores Sociales.

o Reconocimiento de actores colectivos e individuales. o Ubicación de los actores en el tiempo y el espacio

1. De acuerdo al texto de Eric HOBSBAWM (ver página 4). a. ¿Cómo periodiza el autor el "largo siglo XIX"? Represente esa periodización en un eje

temporal (línea de tiempo). b. ¿Cuáles son los criterios empleados para esa división? c. Reconozca los cambios y continuidades del siglo XIX. d. ¿Por qué, según HOBSBAWM, la Era del Imperio es contradictoria?

2. Lea el texto de OSZLAK (ver página 8) y responda:

a. ¿Por qué el autor habla de Proceso de construcción social del Estado? b. Reconozca los atributos que definen la "estatidad".

3. Lea los textos de Nueva Historia Argentina (ver desde la página 11).

a. Determine los diferentes cortes temporales (períodos) que establecen los autores. b. Reconozca en ellos las categorías de contemporaneidad y simultaneidad (Puede definir

estos conceptos y realizar la actividad durante el curso de Ingreso).

4. Lea el texto "¿por qué se produjo la Primera Guerra Mundial"? (ver página 17) y responda: a. ¿Cuál es el punto central de debate entre los diferentes autores? b. ¿En qué aspecto se diferencia la explicación de HOBSBAWM? c. ¿Se puede hablar de multicausalidad? Fundamente. d. Elabore una explicación de por qué los autores no son coincidentes en la determinación

de las causas.

5. Lea los textos de "La época del Imperialismo" (ver página 16) y "La sociedad capitalista antes de 1850" (ver página 18).

a. Mencione las principales transformaciones en el campo ideológico. b. A partir de la lectura, intente completar la red conceptual con los conceptos que

considere correctos.

6. Trabaje con los Documentos de Historia Argentina (1870-1955), (ver página 20). a. ¿Cómo justifican los distintos autores el sometimiento del indio? b. De acuerdo a las justificaciones dadas, infiera qué posición política - económica- social

tenía cada uno de ellos. c. Según su opinión, ¿Cuáles fueron los verdaderos motivos de la expulsión de los indios

de los diversos espacios? d. Fundamente las respuestas dadas en b y c.

7. Trabaje con los textos de las páginas 26 y 27.

a. Selecciones los procesos económicos más relevantes. b. Empléelos en la construcción del Eje temporal.

8. Leer el texto de la página 28 y la red conceptual de la página 29 y...

a. Realizar un texto explicativo empleando las ideas centrales, conceptos y conectores.

9. Realice una lectura comprensiva de los textos de las páginas 29, 30 y 31 (“La huelga de inquilinos de 1907) y...

a. Extraiga 20 (veinte) conceptos relevantes y elabore una red conceptual con ellos.

10. Trabaje con los textos de la página 31 (desde “La intransigencia y el radicalismo), 32 y 33 e...

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Curso de Ingreso 2016 - 47

a. Identifique los principales movimientos políticos e ideológicos del período analizado. b. Complete un cuadro comparativo a partir de las siguientes categorías: IDEOLOGÍA. AÑO

DE SURGIMIENTO (o de actividad en el país). DIRIGENTES POLÍTICOS. OBJETIVOS. BASE SOCIAL DEL PARTIDO O MOVIMIENTO.

11. Lea el texto de Aldo FERRER, "La Economía Argentina" (desde la página 38). Extraiga 15

conceptos que considere fundamentales y elabore con ellos un esquema o red conceptual.

12. Extraiga 10 oraciones representativas del texto Memoria Verde (desde la página 34).

13. Busque las definiciones de: Latitud, Longitud, Escala, Isohietas, Isobaras, Isotermas, Cota y Geomorfología.

Materiales de apoyo:

Mapas físico-político Nro. 6 de Europa, Planisferio y Argentina.

Mapas Nro. 5 de Europa, Planisferio y Argentina.

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Curso de Ingreso 2016 - 48

TECNICA DE ELABORACION DE MAPA CONCEPTUAL

Esta técnica es no sólo un procedimiento valido para el estudio, sino también de evaluación. El mapa conceptual procura representar en forma de proposiciones, relaciones lógicas entre

varios conceptos. Te recuerdo que una proposición está constituida por dos o más términos conceptuales, los

cuales están unidos por palabras para formar una unidad semántica. Ejemplo: La nieve es blanca.} Es una proposición

Concepto Concepto Palabra enlace

La mayor parte de los significados conceptuales se aprenden, haciendo proposiciones en las cuales se incluye el concepto que se quiere a adquirir. Para ello se dan enunciados proposicionales en los que se inserta este concepto. Por ejemplo, si decimos:

Las palabras enlace son: alumbra, es, da.

El mapa conceptual es entonces un diagrama que sirve para representar significados conceptuales que están en una estructura de proposiciones. La utilidad del mismo radica en que el estudiante, a través del mapa, dirige su atención sobre las ideas importantes en las que debe concentrarse para poder aprender y le servirá como un resumen, precisamente de lo que ha aprendido.

Ayuda a retener conceptos claves y a realizar conexiones entre los nuevos conocimientos y los que ya se saben. De esta manera se separa información significativa de información trivial.

El mapa conceptual no debe confundirse con el organigrama ni con los diagramas de flujo.

Requisitos del mapa conceptual

Debe ser jerárquico (los conceptos más generales se sitúan en la parte superior y los más específicos y menos generales, por debajo).

Cualquier concepto puede elevarse a la posición superior.

El sol alumbra la tierra. El sol es una estrella. El sol es el centro del sistema solar. El sol da calor.

Se logra precisar mejor el concepto sol (se lo relaciona con: la tierra, una estrella, el centro del sistema solar, calor).

Muestra jerarquía (como el mapa conceptual) de integrantes de una empresa, pero representan unidades y/o funcionarios administrativos y no, significados conceptuales.

Representan sucesiones de actividades.

DRAGO, AMALIA TÉCNICAS DE APRENDIZAJE

PRODUCCIONES MAWIS Páginas 91 a 104

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Curso de Ingreso 2016 - 49

Se debe emplear un lenguaje conciso y obtener fuerza visual en la diagramación.

Se deben efectuar relaciones conceptuales (ésta es sin duda una actividad creativa).

Se necesita considerar el valor de los conocimientos previos.

Sólo se deben trazar flechas, en el caso de que la relación de que se trata no sea de subordinación entre conceptos o muestre conexiones cruzadas.

Resulta positivo que se dibuje varias veces (es una revisión clarificadora).

Los conceptos van en elipses o recuadros y las palabras - enlace, con minúscula, junto a las líneas de unión. Los conceptos (o sea los recuadros) se relacionan con estas líneas de unión.

Ejemplo: La nieve es blanca Cómo se elabora un mapa conceptual

Lectura comprensiva.

Identificación de conceptos.

Ordenamiento de los conceptos según una relación jerárquica (para ello, debes confeccionar una lista).

Construcción de proposiciones entre los conceptos encontrados y los que los alumnos conocen (el docente puede facilitar las palabras de enlace).

Distinción de los acontecimientos u objetos concretos, de aquellos conceptos más inclusivos que los representen.

Aclaración:

Nombres de personas.

Objetos: auto, perro, silla, libro (cosas).

Acontecimientos, sucesos o lugares: llover, jugar, fiesta

Conceptos: imágenes mentales de las palabras.

Palabras de enlace: verbos, adverbios.

Conexión cruzada: ilustra síntesis entre grupos relacionados de proposiciones o conceptos.

Los ejemplos van al final del mapa y no deben rodearse de óvalos. Modelo.

Se muestra a continuación, un mapa conceptual adaptado de Loehr y cols., 1979, como punto de referencia para organizar la enseñanza de las aguas residuales, inserto en Aprendiendo a aprender de Joseph D. Novaky D.Bob Gowin, Ed. Martínez Roca, Barcelona, 1988, pág. 113.

es

nieve

blanca

son nombres de personas, lugares, objetos determinados (no son términos conceptuales).

No son términos conceptuales (no deben rodearse de óvalos)

Forman frases

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Curso de Ingreso 2016 - 50

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Curso de Ingreso 2016 - 51

TÉCNICA DE ELABORACION DE RED CONCEPTUAL

La red conceptual es una técnica de trabajo que ayuda a comprender la idea central de un texto y sus relaciones con otras ideas.

Es una imagen dinámica de significaciones conceptuales Requisitos de la red conceptual

No es jerárquico. No existen niveles generales que deriven en otros más específicos.

Se debe emplear un lenguaje conciso.

Se deben efectuar relaciones conceptuales.

Se deben trazar flechas para determinar las relaciones existentes entre las significaciones conceptuales.

Resulta positivo que se dibuje varias veces (es una revisión clarificadora). Cómo se elabora una red conceptual

Lectura comprensiva

Al identificar las palabras claves (sustantivos o adjetivos sustantivados) que organizan cada idea principal, elegir de entre todas ellas, la más importante o abarcativa o tema. Las otras palabras claves se llaman nodos.

La palabra clave seleccionada se escribe en el centro de la hoja, destacándola con un círculo o color.

Se ubican luego las otras palabras claves y se las relaciona con la central o entre sí, a través de flechas y palabras de enlace o leyendas (verbos que denoten exactitud y/o preposiciones). En estas leyendas no se pueden incluir conceptos que no se desarrollaron en los nodos. Las flechas marcan el orden de lectura, si bien puede comenzarse por cualquiera de los nodos.

La red debe quedar cerrada, o sea que todos los nodos deben estar relacionados, pero no pueden establecerse relaciones cruzadas.

No pueden repetirse nodos.

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Vuelca en un texto, la siguiente red conceptual sobre: Presidencias 1862 – 1880.

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Completa la siguiente red conceptual, sobre período 1880-1916, República Argentina, previa revisión bibliográfica sobre el tema. Observa que aquí se dan cuatro temas relacionados.

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Curso de Ingreso 2016 - 54

Vuelca en un texto, la siguiente red conceptual sobre Imperialismo y contexto mundial (1850-1914).

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Curso de Ingreso 2016 - 55

TECNICA DE ELABORACION DE CUADRO CONCEPTUAL O DE DOBLE ENTRADA

Un cuadro conceptual puede resultar útil, para tener una imagen estática del contenido de un texto.

Su objetivo es agrupar conceptos por temas, ordenándolos y agrupándolos para lograr claridad en el aprendizaje.

La información que se incluye en el cuadro conceptual se puede leer en dos sentidos: horizontal y vertical. Generalmente en el vertical se colocan los temas y en el horizontal, períodos históricos, culturas, y en general, elementos comparables.

La forma gráfica es la siguiente:

Etapas Temas

Período Paleolítico

Período Neolítico

Ubicación Temporal

Forma de vida

Recursos

Actividad

Económica

Expresiones

Artísticas

MODELO. APLICACIÓN DELA TÉCNICA DE ELABORACIÓN DE UN CUADRO CONCEPTUAL. .

Edad promedio: Países desarrollados: 70 años (hombres: 72 años; mujeres: 81 años). Países subdesarrollados: 65 años (hombres 67 años; mujeres: 74 años).

La Edad promedio que alcanzan las personas se representa con el indicador esperanza de vida al nacer, que varía en los distintos países del mundo. En los países desarrollados, las personas viven alrededor de 70 años y existe una notable diferencia entre la esperanza de vida de los hombres (72 años) y la de las mujeres (81 años), en tanto que en los países subdesarrollados, las personas viven alrededor de 65 años y en muchos casos menos (esperanza de vida en hombres 67 años; mujeres 74 años).

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Diferente esperanza de vida: se explica por distintas situaciones sociales y económicas.

La diferente esperanza de vida al nacer se explica por las distintas situaciones sociales y económicas que caracterizan a los países desarrollados y a los subdesarrollados.

Países desarrollados: alimentación supera requisitos nutricionales básicos; asistencia sanitaria con eficacia; mortalidad (causas: enfermedades cardiorrespiratorias por contaminación ambiental, cigarrillo, exceso de grasa en alimentos, ritmo acelerado de vida). Mortalidad relativamente baja (inferior al 1 %). En su mayoría, defunciones de ancianos.

En los países desarrollados, la alimentación supera los requerimientos nutricionales básicos, las medidas de higiene son las adecuadas y la asistencia sanitaria se implementó con eficacia. En cuanto a la mortalidad, las principales causas de defunción son las enfermedades del aparato cardiorrespiratorio provocadas por la contaminación ambiental, el cigarrillo, el exceso de grasa en los alimentos y, fundamentalmente, por el ritmo acelerado de vida que se lleva en las grandes ciudades. Sin embargo, la mortalidad es relativamente baja, inferior al uno por mil y en su mayoría corresponde a defunciones de ancianos.

Países subdesarrollados: mortalidad supera 20 % (causas: desnutrición y enfermedades contagiosas por falta de agua potable y asistencia médica).

En los países subdesarrollados. La mortalidad llega a superar en ocasiones el veinte por mil y abarca a personas de todas las edades. Las principales causas de muerte en los países más pobres son la desnutrición y las enfermedades contagiosas. La expansión de estas enfermedades infecciosas se produce sobre todo por la falta de agua potable y de asistencia médica adecuada. Actualmente, cerca de 1.500 millones de habitantes de estos países no están cubiertos por un servicio sanitario provisto por el Estado.

Ausencia de vacunaciones masivas: viruela, tuberculosis, malaria, sarampión).

Otra causa de muerte en los países subdesarrollados son enfermedades que ya fueron combatidas en los países desarrollados mediante vacunaciones masivas (viruela, tuberculosis, malaria, sarampión, etc.).

Falta de recursos. La alta tasa de mortalidad se ha visto agravada porque estos países deben destinar buena parte de sus ingresos al pago de los intereses de la deuda contraída con los países desarrollados.

Extraído de Geografía General de Fernández Caso, Gurevich y otro, Ed. Aique Grupo Editor, B.A., 1995. Adaptación de Analía Drago.

Países Esperanza de vida

Desarrollados

Subdesarrollados

Edad promedio general Alrededor de 70 años Alrededor de 65 años Edad Específica

Hombres 72 años 67 años Mujeres 81 años 74 años

Características

Alimentación Supera requisitos nutricionales básicos

Insuficiente (desnutrición)

Asistencia sanitaria

Se implementa con eficacia Inadecuada por falta de presupuesto en servicio sanitario estatal.

Causas de mortalidad

Enfermedades cardiorrespiratorias por contaminación ambiental, cigarrillo, exceso de grasa en alimentos, ritmo acelerado de vida.

Desnutrición y enfermedades contagiosas por falta de agua potable y carencia de vacunaciones masivas (viruela, tuberculosis, malaria, sarampión, etc.).

Mortalidad

Relativamente baja (inferior al 1 %). En su mayoría: defunciones de ancianos.

Supera el 2 %. Abarca a personas de todas las edades.