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1 PROCESO DE PRODUCCIÓN EN EL CAPITALISMO: RELACIONES SOCIALES E INSTITUCIONES Alberto Müller (CEPED-FCE-UBA) Resumen El presente artículo desarrolla una discusión acerca de la naturaleza de las relaciones sociales en el ámbito de sociedades capitalistas. Inicialmente, se presenta una conceptualización de la noción de relación social, y se brinda una taxonomía, para el caso de la producción en el capitalismo. Seguidamente, se consideran dos contribuciones (Leijonhufvud y Bowles) formuladas a fin de explicar las específicas configuraciones encontradas. Se extrae elementos en común, cuales son la centralidad de las economías de escala y de las complementariedades técnicas. Asimismo, se señalan diferencias entre ambas propuestas, originadas en sus diferentes matrices teóricas (clásico-institucionalista en el caso de Leijonhufvud; neoclásica en el de Bowles), CAPITALIST PRODUCTION PROCESS: SOCIAL RELATIONS AND INSTITUTIONS Alberto Müller (CEPED-FCE-UBA) Abstract This paper develops a discussion about the nature of social relations in capitalist societies. First, we deliver a definition for the notion of social relation, and also a taxonomy, for the case of capitalistic production. Next, two contributions are considered (Leijonhufvud and Bowles), that aim to explain these specific social configurations. The importance of scale economies and technical complementarities arises as a common conclusion. On the other hand, we find also differences, stemming from their different theoretical frames (classic and institutionalist in the case of Leijonhufvud, neoclassical in that of Bowles). JEL: Microeconomics: D02 - Institutions: Design, Formation, and Operations

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PROCESO DE PRODUCCIÓN EN EL CAPITALISMO: RELACIONES SOCIALES E INSTITUCIONES

Alberto Müller (CEPED-FCE-UBA)

Resumen

El presente artículo desarrolla una discusión acerca de la naturaleza de las relaciones sociales en el ámbito de sociedades capitalistas. Inicialmente, se presenta una conceptualización de la noción de relación social, y se brinda una taxonomía, para el caso de la producción en el capitalismo. Seguidamente, se consideran dos contribuciones (Leijonhufvud y Bowles) formuladas a fin de explicar las específicas configuraciones encontradas. Se extrae elementos en común, cuales son la centralidad de las economías de escala y de las complementariedades técnicas. Asimismo, se señalan diferencias entre ambas propuestas, originadas en sus diferentes matrices teóricas (clásico-institucionalista en el caso de Leijonhufvud; neoclásica en el de Bowles),

CAPITALIST PRODUCTION PROCESS: SOCIAL RELATIONS AND INSTITUTIONS

Alberto Müller (CEPED-FCE-UBA)

Abstract

This paper develops a discussion about the nature of social relations in capitalist societies. First, we deliver a definition for the notion of social relation, and also a taxonomy, for the case of capitalistic production. Next, two contributions are considered (Leijonhufvud and Bowles), that aim to explain these specific social configurations. The importance of scale economies and technical complementarities arises as a common conclusion. On the other hand, we find also differences, stemming from their different theoretical frames (classic and institutionalist in the case of Leijonhufvud, neoclassical in that of Bowles). JEL: Microeconomics: D02 - Institutions: Design, Formation, and Operations

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PROCESO DE PRODUCCIÓN EN EL CAPITALISMO:

RELACIONES SOCIALES E INSTITUCIONES

Alberto Müller (CEPED-FCE-UBA)

Introducción El análisis del proceso productivo desde el plano técnico, con prescindencia de la naturaleza de los vínculos que se establecen entre los agentes que intervienen, permite comprender un conjunto relevante de cuestiones, asociadas a los productos a obtener y a los procedimientos a implementar; asimismo, pone en evidencia principios de la ingeniería de los procesos productivos, y su fundamentación. Son ejemplos de ello la noción de ociosidad de fondos de servicios, los principios de conservación de materia y energía, etc.. Las únicas relaciones interpersonales que encontramos en este plano de análisis se refieren a la gestión técnica del proceso; por ejemplo, las instrucciones acerca de las tareas a desarrollar (tales como las que contiene un manual de producción). Ahora bien, como la experiencia diaria nos indica, la actividad productiva involucra no sólo la implementación de procesos definidos en el plano técnico. En forma simultánea, involucra una trama de relaciones sociales entre los individuos participantes; hacemos referencia aquí a vínculos tales como propiedad y apropiación de insumos y productos del proceso, y su intercambio a través de mercados. Se trata de dos planos que coexisten, pero no en forma yuxtapuesta, sino que se implican mutuamente. Por un lado, las decisiones acerca de la producción se toman en función de una trama determinada de relaciones sociales; por el otro, las relaciones sociales guardan alguna correspondencia con la naturaleza técnica de los procesos productivos. La visión ingenieril de los procesos de producción no es hábil para determinar la naturaleza de las relaciones sociales que se construyen en torno del proceso productivo; por ejemplo, no puede establecer si el mismo se encuentra operado por trabajadores que integran una cooperativa, por una empresa convencional, por trabajadores independientes que compran y venden los resultados inmediatos de sus tareas, o incluso por esclavos. Obviamente, esto no es una falencia de este abordaje, por cuanto no pretende hacer referencia a esta temática. Abordaremos en este trabajo el tema de las relaciones sociales que se establecen en el ámbito del proceso productivo en general, ciñéndonos siempre al caso de las sociedades capitalistas modernas. No es necesario enfatizar la relevancia de este tema, y por lo tanto el interés de su tratamiento. Las decisiones de los agentes no se fundan exclusivamente en criterios rastreables en el plano técnico, sino que consideran un conjunto de factores originados en las relaciones sociales que se establecen entre ellos. En una sociedad capitalista, caracterizada por un importante nivel de división del trabajo y por la existencia del intercambio como forma de mediación entre los individuos, tales relaciones asumen en buena medida un carácter mercantil. Las acciones que se toman en el plano productivo responden típicamente (aunque no exclusivamente) a una lógica de costo-beneficio, para cuyo cálculo se requieren los precios; éstos son entonces la manifestación por excelencia de las relaciones sociales en una sociedad mercantil1. Y conviene destacar que los precios no son una cualidad propia de los bienes o servicios, sino la manifestación de vínculos sociales que se establecen a través de ellos; no tiene sentido hablar de precios en una sociedad donde los bienes o servicios no son objeto mercantil (como sería el caso de

1 Cabe recordar que en el análisis del proceso productivo desarrollado en el ensayo anterior, se han supuesto implícitamente relaciones sociales propias del capitalismo.

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economías primitivas de subsistencia). En consecuencia, ellos deben ser interpretados en términos de una particular configuración de relaciones sociales. Comprender las relaciones sociales que se estructuran en torno del proceso productivo es un requisito indispensable para comprender su naturaleza. La distinción que aquí proponemos entre un plano tecnológico y uno de relaciones sociales retoma, en clave microeconómica, los conceptos de “fuerzas productivas” y “relaciones de producción” propuestos por la teoría marxiana. Este abordaje implica una toma de posición, por cuanto no se trata de una postura aceptada desde todas las perspectivas teóricas. En particular, la Economía Neoclásica constituye un denodado esfuerzo por naturalizar un conjunto de relaciones que aquí denominamos “sociales”. Así, el precio es fundamentado ante todo en términos puramente técnicos. Más específicamente, los precios surgen de la interacción de determinadas relaciones de sustitución en el plano técnico y del consumo. Esto implica colocar las relaciones de propiedad en un segundo plano, al punto que resulta posible tratar el tema de precios sin explicitar relaciones de propiedad; este tema es tratado sólo en casos específicos2. El presente ensayo se estructura de acuerdo a lo siguiente. En primer término, se presentarán algunos conceptos y categorías que precisarán la noción hasta ahora genérica de “relación social”, y se hará una breve referencia a las diferentes tipologías de relaciones sociales vinculadas al proceso productivo que puedan darse en una sociedad capitalista. Se presentarán a seguir dos abordajes alternativos acerca del fundamento de las relaciones sociales capitalistas, uno procedente de una visión institucionalista, el otro originado en un planteo neoclásico. Por último, se presentarán algunas conclusiones. Relaciones sociales en el capitalismo: conceptos básicos Esquemáticamente, y sin pretensiones de agotar una cuestión de gran complejidad, podemos proponer que los cursos de acción que adopta un individuo en sociedad responden a un conjunto diversificado de factores, agrupables en tres planos. • En primer lugar, pueden existir determinantes de orden físico; por ejemplo, una barrera

natural que impida o limite el tránsito en una zona determinada, o la disponibilidad de alimento en un entorno determinado que permite su ingestión.

• En segundo término, debemos contabilizar las restricciones de orden tecnológico (o cognitivo en general); esto implica que la reacción ante un elemento determinado del entorno físico, por ejemplo, la acción del individuo podrá variar en función de sus conocimientos técnicos e información sobre dicho entorno. Siguiendo con el ejemplo anterior, la posibilidad de superar una barrera determinada (digamos, un río) depende de la disponibilidad de tecnología y del conocimiento que tengamos de la misma.

• Corresponde dar cuenta asimismo de las motivaciones provenientes de su subjetividad (deseos, impulsos, etc.), que se manifiestan en decisiones instintivas u ordenadas por una racionalidad de medios-fines.

• Por último, registramos como determinantes los vínculos o relaciones que el individuo establece con los demás integrantes del cuerpo social; por ejemplo, obligaciones de un individuo para con sus pares de prestación de asistencia en situación de necesidad.

2 La cuestión de la propiedad aparece explicitada, en forma un tanto ad-hoc, cuando se hace necesario “asignar los derechos de propiedad”, para la corrección de las distorsiones generadas por las externalidades; así lo estipula el llamado “teorema” de Coase (véase Mas-Colell et al., 1995, cap. 11). Es de destacar que dentro de la Escuela Neoclásica, Coase es uno de los autores que más énfasis pone en la temática de las instituciones.

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Estos cuatro niveles de determinación actúan en forma conjunta y articulada; en consecuencia, la explicación de un comportamiento concreto debe remitirse a todos ellos. Sin embargo, a fines teóricos, podemos concentrarnos en uno, dejando los demás en condición de constancia. Y, como es obvio, nuestro interés se centra ahora en el cuarto conjunto de factores, al que denominaremos en forma genérica relaciones sociales. Las relaciones sociales pueden ser definidas en general como los vínculos que establecen los individuos entre sí, más allá de su entorno familiar inmediato. Tales relaciones involucran un espectro muy amplio de contenidos; pero en todos los casos, la definición adoptada implica que se involucra a colectivos de individuos, y hace referencia a cómo tales vínculos se traducen en las acciones que toma cada individuo en forma separada o en forma colectiva. En este sentido, las relaciones entre los individuos constituyen un plano de la realidad social que es el objeto relevante y distintivo de estudio de las ciencias sociales en general, entre ellas, la Economía. Los otros tres planos de determinantes operan también en el caso del individuo hipotéticamente aislado. Una condición que debe cumplirse aquí es que tales relaciones sean perdurables; en este sentido, el término será aquí tenido como equivalente al de instituciones (las vinculaciones más efímeras no pueden ser objeto de estudio teórico, por cuanto si no hay replicación en el tiempo, no existe manera de estudiar su impacto). Por ejemplo, la adopción de un determinado patrón de conducta ante el sexo por parte de una colectividad implica que las acciones tomadas por los individuos seguirán una pauta específica, o por lo menos no incurrirán en conductas que escapen a la misma, salvo casos excepcionales (generalmente considerados como patológicos). Ahora bien, esta definición indica que las relaciones sociales se traducen en comportamientos determinados; pero ello no significa que ellas puedan ser deducidas de aquéllos. El estudio de las conductas no remite per se a un conjunto específico de relaciones, por cuanto ellas se fundamentan en normas y procederes. ¿Cuáles son las relaciones sociales que nos interesan, en el análisis del proceso productivo? La respuesta a esta pregunta requiere un recorte cuidadoso del objeto de estudio. Por ejemplo, si los determinantes de las preferencias de los individuos deben ser incorporados, entonces habremos de comprender todo un conjunto de relaciones referidas a la formación de las mismas (por ejemplo, la existencia de comportamientos imitativos en la conformación de preferencias individuales). El plano de la producción comprende un conjunto de elementos (recursos naturales, insumos, fuerza de trabajo, bienes durables) a los fines de obtener alguna transformación de valores de uso en otros valores de uso. Corresponde entonces ver cuáles relaciones se establecen en este ámbito, para el caso de una sociedad capitalista. Las relaciones sociales que se establecen en el ámbito del proceso de producción no son susceptibles de percepción por los sentidos, sino que se manifiestan a través de la comunicación simbólica (esto es así para el conjunto de las relaciones sociales); el plano técnico en cambio puede ser aprehendido en buena medida a partir de la simple observación de las operaciones3.

3 Para decirlo con una imagen: un conocedor de los procesos productivos puede identificar el uso de una tecnología específica en un dado ámbito productivo, con sólo inspeccionar visualmente las actividades que allí se realizan; por ejemplo, puede determinar si se utiliza la tecnología de alto horno o de reducción directa para la producción de acero. Pero si desconoce el idioma que utilizan los actores del proceso, no podrá determinar cuál es el tipo de relación social o contractual (utilizamos ahora estos términos como sinónimos) que los vincula.

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En otros términos, las relaciones sociales involucran el plano de lo inteligible, y no sólo el de lo sensible. Esto no quita que las mismas sean objeto de investigación empírica; pero el material de análisis ahora es producto del lenguaje, que por lo tanto no debe ser sólo percibido, sino también interpretado4. Yendo ahora al tema específico de las relaciones sociales capitalistas de producción, podemos en primer lugar identificar relaciones de propiedad y usufructo. Los diferentes elementos que ingresan al proceso de producción son propiedad de algún individuo o individuos, y son puestos a disposición para implementar el proceso productivo mediante su cesión onerosa. La propiedad colectiva o común es una forma de alcance limitado en el capitalismo, y se encuentra a cargo del Estado o de alguna otra entidad de carácter colectivo; por lo general, se trata de una forma subordinada. En consecuencia, el proceso productivo conlleva el intercambio, instancia que interviene también para la puesta a disposición del producto final, a fines del consumo. Esta relación requiere que ambos individuos se reconozcan como propietarios, y presupone alguna forma de equivalencia y la inexistencia de coacción. Nótese que estas dos condiciones son concomitantes: sólo hay equivalencia si no existe coacción. Adicionalmente, aun cuando este tema no nos ocupará aquí, se requiere la intervención del dinero, instrumento indispensable cuando el desarrollo de la división del trabajo plantea requerimientos de flexibilidad y fluidez que exceden las posibilidades del trueque. El dinero puede ser entendido como mediador fundamental de las relaciones de intercambio. Pero en las sociedades capitalistas se da también la conformación de organizaciones, que eventualmente adquieren gran magnitud. Las mismas involucran a conjuntos de individuos, relacionados no ya por relaciones de intercambio, sino por vínculos de mando-obediencia; tales organizaciones son generalmente denominadas firmas. En general, el ingreso de los individuos a tal sistema de relaciones se da también con la previa mediación del intercambio; esto es, se trata de relaciones establecidas libremente, en términos jurídicos, que de hecho pueden ser resueltas por cualquiera de las partes en forma voluntaria. Un tópico que merece un tratamiento explícito, dentro de las relaciones sociales que se establecen en el capitalismo, es la manera con que la fuerza de trabajo es puesta a disposición del proceso productivo. Este tema reviste importancia, por cuanto desde diversas vertientes teóricas se lo considera definitorio de la naturaleza del capitalismo. Podemos señalar desde ahora dos pautas básicas, a saber: • El trabajo puede ser operado bajo control exclusivo del trabajador, entregándose al

intercambio el producto del mismo.

4 Desde ya, esto no implica que no encontremos un plano simbólico en el nivel técnico del proceso productivo. El diseño del proceso se realiza en términos de lenguaje, como así también las indicaciones del manual de producción, las advertencias de seguridad, etc.); en consecuencia, no es la mera presencia del lenguaje lo que nos indica la existencia de relaciones sociales. Se trata antes bien de usos diferentes del lenguaje. La instrucción técnica acerca de las tareas a cumplir en determinado proceso productivo difiere claramente de la mención de una pauta social específica del proceso. Afirmaciones tales como “aplicar una capa de pintura” y “el bien producido es propiedad de la empresa hasta su venta a un cliente, y se encuentra bajo responsabilidad del encargado de almacenamiento” pertenecen obviamente al campo de lo simbólico; pero sus contenidos se asocian a planos claramente diferenciados: la primera es de naturaleza estrictamente técnica, y procede del diseño ingenieril del proceso productivo, mientras la segunda hace referencia a las relaciones sociales establecidas. Como sería de esperar en un universo complejo como el que estamos tratando, se encontrarán seguramente áreas de superposición entre los planos técnico y social. Así, por ejemplo, una indicación como “almacenar el producto en condiciones de seguridad contra robo” puede ser leída tanto en clave técnica como social. Entendemos de todas formas que la distinción entre ambos planos es pertinente, a fines analíticos.

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• El propio trabajo (o, en términos marxianos, la fuerza de trabajo) puede ser objeto de una transacción mercantil; esto se realiza usualmente en términos de compraventa de tiempo de trabajo, estableciendo el vínculo que usualmente se conoce bajo el nombre de asalariamiento.

Cabe aclarar que las relaciones mando-obediencia son típicas de la relación salarial; pero no necesariamente se limitan a éstas. Otros tipos de contratación de trabajadores pueden responder también a este concepto. Es interesante establecer aquí una correspondencia entre estas dos formas de brindar trabajo al proceso productivo y la organización técnica de la producción. En una aproximación simplificadora, podemos asociarlas a las organizaciones artesanal y fabril, respectivamente. Esto es, la venta de fuerza de trabajo sería propia de las unidades productivas relativamente concentradas. Quede en claro que por organización “fabril” entendemos – en términos algo laxos – toda organización orientada a explotar ventajas de la especialización y la división del trabajo dentro de la unidad productiva. Es obvio que numerosos casos prácticos no encuadran claramente en la partición anterior. Uno de ellos es el de las actividades desarrolladas en unidades productivas de pequeño porte, donde impera la relación salarial, pero al mismo tiempo la baja escala implica con frecuencia un muy reducido nivel de división del trabajo, la que se da con frecuencia en términos de calificaciones diferenciadas. Éste es el caso de trabajadores que desarrollan actividades de baja calificación, asistiendo al patrón, quien delega así un conjunto reducido de tareas, en una conformación que no responde estrictamente a la convencional fabrilización mediante división vertical del trabajo. Un ejemplo de esta configuración es el pequeño comercio minorista (cuando no responde a pautas estrictamente artesanales). Proponemos definir este conjunto como “Organización técnica artesanal asistida”. Existe además otro caso posible, que es el del trabajo brindado a través de sociedades de productores (cooperativas, empresas sociales, etc.). En principio, tales sociedades responden a algún requerimiento propio de la producción concentrada, aun cuando pueden cobrar existencia por otras motivaciones 5. El cuadro de correspondencias en definitiva quedaría conformado en los términos siguientes:

Trabajo Asalariado

Trabajo no

asalariado

Asociación de trabajadores

Artesanal x Artesanal asistida

x x Organización Técnica

Fabril x x En su forma pura – esto es, una organización donde únicamente existen trabajadores-propietarios – la asociación de trabajadores reviste relativa importancia, en los regímenes capitalistas. Es conveniente aquí una aclaración. Hemos dicho que desde algunas conceptualizaciones del capitalismo (por ejemplo, en el ámbito de la teoría marxiana en general, pero también en

5 No cualquier sociedad cooperativa responde a este concepto. Es frecuente por ejemplo la conformación de este tipo de asociaciones a fines de mejorar las posiciones negociadoras de grupos de productores independientes, y no para aprovechar per se las ventajas de la organización fabril.

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Bowles, 2004, cap. 10) se da centralidad a la relación salarial; esto es, limitan a este caso la definición del régimen capitalista. No pretendemos ingresar aquí en una discusión de carácter teórico; pero entendemos que es preferible no adoptar esta definición acotada, por cuanto no da cuenta de la diversidad de casos que se presenta en las sociedades modernas, que habitualmente se califican como capitalistas; diversidad que supera incluso las alternativas presentadas hasta aquí. Entendemos por otra parte que esta diversidad se ha mantenido a lo largo del tiempo, no existiendo una tendencia clara hacia el predominio de la relación salarial en unidades fabriles. En caso entonces de restringir la noción de organización capitalista a la existencia de asalariamiento, una parte importante de las actividades que consideramos productivas no encuadrarían en esta tipología. Consideramos que la noción menos restrictiva de generalización de la división del trabajo y prevalencia del intercambio como forma de mediación social permite dar cabida a todas las actividades de interés. Y aun así, una parte no menor del empleo queda fuera de este conjunto. Podemos señalar, como caso estadísticamente relevante, el empleo público. Éste último no es computado como una actividad mercantil, porque las prestaciones del gobierno no son objeto de intercambio. En definitiva, reiteramos el concepto ya de sociedad capitalista, como organización caracterizada por una desarrollada división del trabajo y la mediación del intercambio; debemos añadir a esto, la presencia de relaciones sociales de mando-obediencia, establecidas al interior de las unidades productivas, relaciones que se configuran previa mediación del intercambio. Al final de este ensayo, se agregarán algunos elementos de juicio adicionales sobre esta cuestión, a partir de las dos contribuciones que se analizan en el apartado siguiente. Fundamentos de las relaciones sociales en el capitalismo ¿A qué responden las pautas organizativas propias de la sociedad capitalista? Esta pregunta a su vez puede desdoblarse en un conjunto de interrogantes específicos. Como ejemplo, indicamos los siguientes. ¿Son las pautas técnicas las que en última instancia llevan a la conformación? ¿O por el contrario, son las relaciones sociales las que viabilizan la adopción de la organización fabril? ¿Cómo se asegura la sostenibilidad de la organización mercantil descentralizada? ¿Porqué la organización fabril requiere la formación de un mercado de trabajo asalariado? ¿Porqué permanecen en el tiempo formas artesanales asistidas, sin derivar a la producción fabril? La conformación de firmas, de los derechos de propiedad y de los mercados donde se ejerce intercambio requieren algún tipo de explicación, máxime si se tiene en cuenta – tal como se vio en el primer ensayo – que no se trata de formas “naturales”, propias de la especie humana, sino de relaciones sociales (o instituciones) que surgen en un específico período histórico. No existe hoy día una explicación teórica para estas cuestiones que genere consenso, en la teoría económica; en algunos casos. Incluso, estas preguntas se formulan como cuestiones un tanto marginales, sobre todo desde perspectivas que naturalizan las relaciones mercantiles, por lo que no parecen requerir explicación. Sin embargo, la génesis o etiología de las relaciones sociales es un tema de gran complejidad teórica. Ello es así, por cuanto no se trata de vínculos que responden a decisiones individuales, sino a la interacción de una gran cantidad de individuos.

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Lejos estamos de poder dar cuenta en forma satisfactoria de esta cuestión. Su análisis, aun en el actual estado de conocimiento, es sin embargo de gran interés, en la medida en que permite echar luz sobre un conjunto de aspectos de gran importancia, para la comprensión de las economías capitalistas. Reseñaremos aquí dos contribuciones, originadas desde vertientes teóricas diferentes. Por un lado, consideraremos una aproximación propuesta por Axel Leijonhufvud, basada en un enfoque teórico de carácter institucionalista, y referenciada en la economía clásica; por el otro, expondremos un planteo de Samuel Bowles, más próximo a una óptica neoclásica. Seguidamente, se intentará una aproximación comparativa, a fin de poner en evidencia las diferencias entre ambos abordajes, para extraer así algunas conclusiones de interés6. Quede en claro que esta reseña comparativa dista de agotar las contribuciones teóricas sobre el tema; el propósito de lo que sigue es ofrecer una suerte de ejemplificación acerca del tratamiento del tema, empleando para ello dos propuestas interesantes y a la vez contrastantes.

a) La propuesta de Axel Leijonhufvud7 Axel Leijonhufvud escribió “Capitalism and the Factory System”, en 1986. Este artículo desarrolla un atractivo análisis sobre el sistema fabril, basado en tres preguntas respecto de cuestiones técnicas y sociales del proceso productivo. Las respuestas que elabora son de gran interés, para la comprensión de la naturaleza de las relaciones sociales e instituciones que se constituyen en la producción capitalista.

A continuación, señalamos los puntos fundamentales del artículo de Leijonhufvud y delineamos algunas reflexiones que consideramos relevantes 8.

i) Tres preguntas y tres respuestas El artículo de Leijonhufvud comienza con una crítica a la función de producción neoclásica. El punto principal es aquí que “[la función de producción neoclásica] no describe la producción como un proceso, esto es, como una secuencia ordenada de operaciones. Es más como una receta de bouillabaisse donde todos los ingredientes son vertidos en una olla [...]. Esta abstracción de la secuencia ordenada de tareas es la responsable principal del hecho bien conocido de que la teoría de producción neoclásica no nos da ninguna pista sobre cómo la producción es organizada realmente.” (Leijonhufvud, pág. 204-5). Hay tres preguntas que la función de producción neoclásica no es capaz de responder, que hacen a las prácticas usuales en cuanto a la organización de la producción: • En primer lugar, por qué la producción manufacturera está concentrada en un único

lugar, donde trabajan un número importante de personas. • Segundo, por qué las plantas son propiedad de una única firma. • Tercero, por qué son los propietarios de las firmas (o “capital”) los que contratan trabajo,

antes que a la inversa. La primera pregunta es típicamente técnica, mientras que las otras dos apuntan a características sociales del proceso productivo. 6 Una razón tal vez valedera de este ejercicio comparativo es que el texto de Bowles que analizaremos no contiene referencia alguna al trabajo de Axel Leijonhufvud. 7 Debe advertirse que se consultó el original en inglés del artículo, y no la versión en español recientemente publicada. 8 Un artículo más reciente del autor desarrolla ideas similares a aquéllas que analizaremos aquí (Leijonhufuvd, 1995); el mismo incluye algunas afirmaciones interesantes sobre el rol del dinero y de la división del trabajo.

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En lo concerniente a la primera, Leijonhufvud argumenta en una línea bastante smithiana y marxiana: la producción manufacturera se concentra porque existen economías debido a la división del trabajo. Estas economías se derivan de la especialización, al permitir un mejor uso de las herramientas y la mano de obra, reduciendo su ociosidad. El autor enfatiza también que la razón de la concentración no debe necesariamente buscarse en la introducción de máquinas indivisibles. En efecto, en el famoso ejemplo de la fábrica de alfileres que A. Smith describe no hay nada nuevo, en materia tecnológica. Es sólo una cuestión de organización de tareas, donde dos fenómenos tienen lugar: por un lado, los trabajadores se especializan en hacer repetidamente la misma tarea, permitiendo un incremento en la productividad, debido al aprendizaje y al ahorro de tiempo por evitar el paso de una tarea a otra. Por otro lado, el incremento de la escala y una distribución balanceada de tareas conducen también a que los trabajadores reduzcan el tiempo de inactividad. La función de producción es completamente incapaz de expresar estos hechos, porque no refleja el proceso productivo como una secuencia de tareas. En términos del autor: “De esta manera, la división del trabajo Smithiana – el núcleo de su teoría de la producción – se desvanece dentro de la teoría de la producción moderna bajo la apariencia de fantasmagóricos coeficientes de cambio tecnológico o como una igualmente mal entendida propiedad de economías de escala de la función”. Es conveniente mencionar aquí tres puntos. En primer lugar, el producto debe ser normalizado. Segundo, debe haber coordinación entre los trabajadores, de manera tal de asegurar que no se encontrarán ociosos. Y tercero –un aspecto muy importante, como veremos luego- “el trabajo de cada trabajador se convierte en un insumo complementario”. A continuación, Leijonhufvud realiza una distinción, raramente presente en la literatura económica, entre división horizontal y vertical del trabajo. Mientras esta última es la que Smith describe en su conocido ejemplo (esto es, la descomposición de una tarea en tareas más simples), la división horizontal del trabajo sucede cuando la escala permite la especialización, separando actividades que antes eran llevadas a cabo por una misma persona, pero a través de procesos independientes y paralelos. La cuestión a enfatizar aquí es que la división horizontal del trabajo da lugar a más especialización que antes. Como el autor señala, “la creciente división horizontal simplemente hace referencia a la escala económica mínima, mientras que la división vertical del trabajo resulta de una tecnología con rendimientos crecientes a escala” (Leijonhufvud, op.cit., pág. 212). Una vez lograda la división del trabajo del artesano, siguiendo nuevamente a Smith y a Marx, queda abierto el camino a la mecanización; las máquinas pueden ahora llevar a cabo tareas que ahora son más simples. Esto es, la división del trabajo es la vía para una clase de “procedimiento de descubrimiento” de tecnologías nuevas, más intensivas en maquinaria. Esto da lugar a más economías de escala (horizontales), al tiempo que nuevas máquinas quizá estén ociosas una parte del tiempo, generando nuevos incentivos a la concentración. Debe aclararse que nuevas máquinas no se traducen automáticamente en un incremento de los gastos en capital. En efecto, el sistema fabril permite la utilización de pocas herramientas, porque la misma puede ser más tiempo-intensiva; sin embargo, más pronto o más tarde la dotación de maquinaria se incrementará. Por otro lado, el sistema fabril implica también una reducción en los requerimientos de capital humano, dado que la calificación de un trabajador muy especializado es bastante menor que la del antiguo artesano. El avance de la mecanización conlleva también dos consecuencias que revisten importancia para el análisis posterior: las máquinas son especializadas (tienen un único empleo posible), pero la demanda de calificación de los trabajadores se reduce.

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Podemos referirnos ahora a la segunda y tercera preguntas, esto es, por qué las plantas son normalmente propiedad de una única firma, y por qué en general son los propietarios de las firmas (o “capital”) los que contratan trabajo, antes que a la inversa. Aquí, el argumento de Leijonhufvud se basa en un experimento mental. La génesis de la situación actual (esto es, plantas propiedad de una firma que contrata trabajo) se desarrolla partiendo de un “estado original” de cooperación completa entre individuos, quienes son propietarios de máquinas u ofertan trabajo. Existen n individuos y n máquinas; existen también máquinas menos especializadas (o herramientas manuales), que pueden ser usadas para algún tipo de producción artesanal. La producción puede, entonces, ser llevada a cabo a través de un proceso individual, donde cada trabajador (o un pequeño grupo de ellos) usa una (o algunas) máquina(s), o a través de equipos más grandes organizados en cadenas largas, donde cada trabajador – ahora con una máquina específica – se especializa en una única etapa del proceso productivo completo. Por supuesto, la organización de los equipos es más productiva que la individual, y por lo tanto es la elegida. Sin embargo, como trabajadores y máquinas están ambos organizados dentro de un único equipo, y dado que las máquinas y la mano de obra son estrictamente complementarias (la sustitución no es posible), se presenta un problema distributivo, a saber: cómo serán asignados los beneficios incrementales (o excedente) que surgen con la producción en equipo. ¿Cuáles son las diferentes posiciones en la negociación? En principio, cada participante del equipo puede interrumpir la cadena si no es recompensado como espera. Por un lado, los trabajadores son no calificados, por lo que pueden ser reemplazados fácilmente, pero, al mismo tiempo, pueden amenazar a los propietarios de las máquinas con la posibilidad de vender su mano de obra en otros trabajos. Los dueños de las máquinas, por su lado, disponen de maquinaria especializada, la que no puede ser utilizada para producir sino sólo un tipo de producto; su posición es débil frente a los trabajadores y a otros propietarios de maquinaria, debido a la complementariedad. Varias coaliciones y acuerdos pueden tener lugar en esta situación; la pregunta es cuál podría ser la más estable. La solución a esto es que los propietarios de las máquinas se fusionen en una única firma; esto prevendrá comportamientos predatorios entre ellos, permitiendo una posición más fuerte para negociar con los trabajadores. Esta es la típica firma capitalista, la cual es entonces concebida como un cartel de propietarios de máquinas. Existe, por supuesto, la alternativa de organizar cooperativas de productores. El autor afirma, basándose en consideraciones empíricas, que la tendencia es hacia la configuración de la firma capitalista. Por otro lado, si la sindicalización es lo suficientemente fuerte como para capturar parte de los beneficios incrementales “podría; de este modo; desalentar la acumulación de capital y la subsecuente subdivisión productiva del trabajo y por ende debilitar la posición competitiva de la empresa en el largo plazo” (Leijonhufvud, op. cit., pág. 219). Esta es la manera en la que la segunda y la tercera pregunta son respondidas; pero agreguemos algunos comentarios de interés del autor. En primer lugar, para luchar contra el cártel de propietarios de máquinas, la única apuesta de los trabajadores es la sindicalización, la cual bajo esta perspectiva pierde la característica perniciosa que la teoría neoclásica acostumbra señalar. Se trata simplemente de oponer un cártel a otro. Segundo, el hecho de que las firmas no despidan sus trabajadores durante las recesiones ya no es debido al peligro de perder mano de obra calificada (como alguna vez sugirió A.

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Okun). Con más realismo, ello debe ser atribuido a la complementariedad: si el plantel de un puesto de trabajo es enteramente despedido, la producción ya no será viable, puesto que la cadena productiva se verá interrumpida. Tercero, el desarrollo económico es explicado con más eficacia a través de esta perspectiva smithiana; es simplemente el resultado del incremento en la división del trabajo. Los peligros derivados del proteccionismo son percibidos claramente en este marco: más que dificultar el ajuste de acuerdo a las ventajas comparativas, el proteccionismo simplemente es un obstáculo para incrementar la división del trabajo.

ii) Comentarios La contribución de este artículo es seguramente importante e interesante, especialmente si tenemos como objetivo apuntar hacia una teorización microeconómica útil y realista; podemos afirmar que Leijonhufvud nos propone algunos lineamientos para una microeconomía alternativa, basada en Smith (y también en Marx). El objetivo de los siguientes comentarios es contribuir a este propósito – dentro de las pautas generales de este ensayo –, aunque debe advertirse que los mismos no siguen un patrón sistemático. a) El alcance del universo de análisis Una de las pocas cuestiones en la que casi todos los economistas de diferentes orientaciones teóricas coinciden es que la producción manufacturera fabril es el tema central del análisis económico. Aunque algunas ideas son tomadas de la producción primaria (por ejemplo, la noción de productividad marginal decreciente del trabajo, dada la dotación de bienes productivos), las principales ideas son ejemplificadas usualmente a través de la producción fabril. El artículo en discusión no es una excepción. Esta concentración en la manufactura no es sorprendente. La Ciencia Económica (o mejor dicho, la Economía Política) surge como disciplina cuando el incremento en la división del trabajo da lugar al crecimiento continuo del producto y la riqueza (en conjunto con el desarrollo de una esfera de intercambio). Y ello se verifica sobre todo en la producción de manufacturas, por lo cual ella pasa a ser naturalmente el tópico principal de la teoría económica. Pero sabemos que la organización fabril no es la única forma de organización, en las economías capitalistas modernas. De hecho, una parte importante de la producción se constituye de servicios y no de bienes; y los servicios están organizados generalmente de muy diversas maneras. Por un lado, varias actividades son desarrolladas por cuentapropistas o en firmas muy pequeñas, donde no se ha introducido la división del trabajo en su interior (tales como peluqueros, plomeros y actividades análogas), aun cuando reflejen desde ya especializaciones productivas (un caso de lo que hemos denominado “producción artesanal asistida”). Por otro lado, algunos servicios tienen características que los convierten en ejemplos de monopolios naturales (como por ej., distribución de gas y electricidad). Por último, tenemos casos de producción de servicios en gran escala, donde no es probable obtener economías de escala relevantes derivadas de la progresiva división del trabajo (la educación es el mejor ejemplo)9. Y sabemos también que la propia producción de bienes puede ser organizada de diferentes maneras, más próximas o más apartadas del modelo fabril.

9 Por supuesto, en el caso de la educación algunas reducciones de costos debido al aumento de la escala pueden ser obtenidas, pero se deben más a los elementos fijos (economías de gerenciamiento) que a una división del trabajo sistemática.

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Como se ha señalado, estos casos no son marginales, ni tienden a desaparecer, debido a la expansión del sistema fabril. Asimismo, la participación de los servicios en el PIB muestra una tendencia al aumento en todas las economías desarrolladas. Necesitamos entonces acotar las conclusiones analíticas del artículo. Aunque el enfoque teórico puede ser válido para una parte importante de la industria manufacturera, las conclusiones no pueden ser extendidas sin más a todas las restantes actividades. Por ejemplo, las discusiones acerca de la división del trabajo y el comercio exterior, y el análisis del comportamiento del empleo durante las recesiones, para tomar dos ejemplos que Leijonhufvud menciona en su análisis, no son directamente aplicables al conjunto de la economía. Los comentarios siguientes se concentrarán de la producción fabril, sin olvidar que las economías reales presentan gran diversidad y, de ninguna manera, el sistema fabril es el único patrón y, ni siquiera, el principal; de hecho, existe la necesidad de un enfoque más diversificado en materia de teoría, cuestión que consideramos pendiente. b) Segundo: sustitución técnica Un aspecto que merece particular atención en el argumento de Leijonhufvud es la estricta complementariedad entre trabajadores y máquinas. Esta característica técnica significa la pérdida de cualquier noción de productividad marginal, esto es, de la posibilidad de atribuir a cada insumo o fondo de servicios un aporte específico al producto. Si se diera lugar a esta noción el análisis cambiaría radicalmente, puesto se abriría la posibilidad de remuneración basada en la productividad marginal y la opción del veto casi desaparecería (o al menos sería igualmente irrelevante) tanto para un enfoque de tipo neoclásico como para el de Leijonhufvud). Ahora bien, aunque el análisis neoclásico tiene una evidente preferencia por la sustitución técnica (tal vez construida en la idea de que es un caso teórico más general), si la sustitución inmediata es relevante o no es una cuestión empírica. En primer lugar, debe notarse que el análisis es llevado a cabo en un marco típicamente Marshalliano, donde la capacidad (“las máquinas”) es fija. Por lo tanto, no hay lugar para sustituir entre capital y trabajo. ¿Pero qué sucede con los trabajadores? El enfoque Marshalliano asume que más y más trabajadores se suman dado un stock fijo de máquinas y que de ello se obtiene una productividad marginal (decreciente). Si aceptamos esta posibilidad, toda la construcción de Leijonhufvud se encontrará en peligro: una vez más, la remuneración del trabajo quedaría determinada en términos técnicos, a partir de la productividad incremental. Podemos aportar argumentos en pro del planteo del autor. La noción de productividad marginal decreciente del trabajo está basada, como ya hemos mencionado, en la agricultura. La idea principal es que los trabajadores rurales utilizan la tierra de forma más o menos intensiva, pero nunca cooperan entre ellos y ningún beneficio pareciera surgir de la división sistemática del trabajo10. Ahora bien, este claramente no es el caso de las fábricas, donde la cooperación y la división del trabajo tienen lugar sistemáticamente11.

10 Por supuesto, este caso puede haber sido relevante en la época en que fue sugerido (agricultura Ricardiana no mecanizada), pero no necesita ser cierto actualmente. 11 Esto se debe en parte al hecho de que la periódica ociosidad del trabajador y de las máquinas es la regla en la agricultura; como el autor señala.

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Contratar más trabajadores puede reflejar distintas situaciones. La más sencilla es la de incrementar el tiempo que las máquinas son utilizadas durante el día sumando trabajadores (o tiempo de trabajo); pero esta incorporación de trabajadores no permite ningún cálculo marginal de productividad, puesto que la producción incremental será asignada al conjunto de trabajadores. Una alternativa podría ser que el proceso de producción sea reorganizado a medida que se sumen trabajadores. Esto significa que un conjunto completo de posibles fórmulas de producción está disponible; seguramente esta hipótesis requiere – como los habituales modelos neoclásicos lo hacen – conocimiento técnico completo (o aprendizaje instantáneo). La experiencia lleva a concluir que ese no es el caso. Podemos, por lo tanto, aceptar la idea de estricta complementariedad con fundamentos empíricos; no excluimos la posibilidad de que cierta sustitución pueda tener lugar a través del aprendizaje, pero este cambio técnico necesita tiempo. Y, más probablemente, el cambio tecnológico debido a la creciente división del trabajo y mecanización será más rápido que el aprendizaje acerca de cómo podría haber sustitución entre capital y trabajo en un contexto tecnológicamente estático. La sustitución técnica juega un papel central en el análisis neoclásico. Pero este papel es evidente sólo en enfoques de equilibrio general, donde la idea de capacidad fija en el corto plazo está ausente, e inclusive en este caso, altamente estilizado e irrealista, se requiere de conocimiento técnico instantáneo y completo. Podemos concluir, por lo tanto, que hay importantes razones a favor de la complementariedad técnica; y sin duda la argumentación del autor, en el sentido de que la división vertical del trabajo genera complementariedades, es una de las principales. c) Revisión de la parábola Las parábolas son una clase de argumentos ampliamente utilizado en la ciencia. Inclusive las construcciones matemáticas típicas de la microeconomía reflejan parábolas. No sólo implican abstracción, sino también la construcción de un escenario abiertamente poco realista, con fines ilustrativos. Ciertos supuestos de la teoría del equilibrio, como la simultaneidad de las transacciones (esto es, el rematador) y la instantaneidad de la producción, son claros ejemplos de parábolas, y no sólo simple uso de la abstracción. De hecho, las parábolas neoclásicas utilizan conceptos estáticos (básicamente, aquellos relacionados con el equilibrio) para describir procesos12. Ahora bien, Leijonhufvud está dispuesto a asumir que las parábolas son una herramienta legítima a los fines teóricos; y, como veremos más adelante, su parábola sobre los propietarios de las máquinas y los trabajadores que convergen a un único proceso de producción es bastante sugerente. Usar parábolas como una forma de construir conocimiento no puede ser objetado. No obstante, hay una limitación específica que requiere atención cuidadosa. Mientras que en una teoría que deriva principalmente de la abstracción podemos superar las limitaciones agregando los elementos extraídos (con anterioridad), las parábolas no pueden tratarse de esta manera. Cuando cambiamos alguna característica de la historia, intentando ir a un caso más relevante, se convierte en otra historia, y ambas historias probablemente incluyan supuestos poco realistas. La principal dificultad aquí es que no contamos con ningún

12 Puede argumentarse que la economía del equilibrio asume que las representaciones estáticas son capaces de lidiar con los procesos económicos; por lo tanto, desde un punto de vista pragmático (a la Friedman), son “buena” teoría. Pero es claro que ni la instantaneidad de los procesos ni los subastadores existen en la práctica.

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mecanismo que pueda decirnos cuáles son los límites de la parábola; esto es, cuando no hay más conclusiones relevantes que obtener. Estas consideraciones avalan la exploración de los límites de las parábolas. Por supuesto, esto no debe tomarse como una crítica, sino como una reflexión que apunta a mejorar nuestro entendimiento. Este ejercicio pareciera ser inevitable siempre que construyamos conocimiento a través de parábolas. El punto central de la parábola es tan importante que merece ser enseñado en todo curso de microeconomía. La división (vertical) del trabajo incrementa la productividad. Ello lleva a la pregunta acera de cómo el incremento de la productividad –el “excedente”13 – es distribuido entre los trabajadores y los propietarios de las máquinas, y cómo es organizado socialmente el proceso productivo. La constitución de firmas como asociaciones de propietarios de bienes durables y la contratación de los trabajadores por parte de las firmas son explicadas a partir de complementariedades técnicas, las que motivan la búsqueda de algún arreglo institucional que evite el veto recíproco y viabilice la obtención de las ganancias de escala. Veamos ahora los límites de este relato. En primer lugar, los actores llegan al escenario en un contexto tecnológico previamente definido: las máquinas ya existen. Esto significa que ya deberían conocer las ventajas del trabajo en equipo. Por lo tanto, no se enfrentan a la alternativa de la producción por cuenta propia. Como está claro desde el principio que el trabajo en equipo es más conveniente, no hay forma de volver atrás. En otras palabras: si adoptamos el tradicional enfoque Marshalliano de capacidad disponible fija (como afirmamos anteriormente) no hay realmente lugar para distintas disposiciones técnicas, en particular para alguna forma de producción artesanal. Leijonhufvud, aparentemente, trata de enfrentar este punto proponiendo dos clases de máquinas: una especializada (para el trabajo en equipo) y la otra no especializada (para producción individual o en pequeños grupos), pero entonces cabe la pregunta siguiente: ¿por qué es que existen ambos tipo de máquinas? Asimismo, la historia implícitamente asume que los trabajadores se encuentran calificados para los diferentes tipos de tecnología; pero el autor afirma también en un pie de página, que “el trabajador manufacturero simplemente no dispone de las habilidades y conocimiento requeridos para elaborar el producto como artesano” (p. 222). Es interesante notar, incidentalmente, que este relato del de A. Smith, sobre los dos “primitivos” (aunque “oeconomici”) cazadores. Aquí pareciera que existe realmente la alternativa de volver al estado de subsistencia, abandonando las ventajas surgidas de la especialización. En este sentido, el mundo “rudo y primitivo” claramente no es el capitalista (con trabajadores, máquinas y dueños de las mismas) que Leijonhufvud describe. La historia requiere resolver además un típico problema económico. Dentro de la fábrica de alfileres, la división del trabajo está principalmente reflejada en la reorganización de las tareas. Cuando sólo hay trabajadores, el incremento de la productividad es fácil de establecer: se obtiene mayor producción a partir de un número dado de trabajadores; y la productividad se calcula como un cociente entre producto y horas de trabajo. Está claro que los trabajadores van cambiando en la medida en que se vuelven más habilidosos que antes, en tareas más específicas. Pero a medida que el desarrollo de la producción fabril conlleva la simplificación de las tareas, las nuevas habilidades son más fáciles de alcanzar (de hecho, el autor afirma que la división del trabajo permite menores requerimientos de “capital humano”). En estas condiciones, no es incorrecto un cálculo técnico de productividad, sobre la hipótesis de homogeneidad de la fuerza de trabajo.

13 El autor emplea el término “excedente” siempre entre comillas, con lo que pareciera ser reacio a su uso.

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Ahora bien, la historia introduce las máquinas desde el comienzo. Cuando ellas entran en escena, el cambio en la productividad no puede ser considerado con la misma facilidad que antes dado que ahora debemos tener en cuenta las máquinas, las que no pueden “sumarse” a los trabajadores en el denominador. La respuesta “clásica” a este enigma se encuentra en la teoría del valor: si el trabajo requerido para producir máquinas es computado para la producción sobre la base de la vida completa de la máquina, la productividad es nuevamente computable de forma homogénea; en el denominador, tendríamos la suma del tiempo de trabajo “directo” (esto es, el trabajo insumido en el proceso) e “indirecto” (el tiempo insumido en la construcción de la máquina). Pero, como bien es sabido, enfrentamos aquí el “problema de transformación” (en términos de la teoría marxiana): necesitamos parámetros distributivos (i.e. tasa de retorno) para ponderar los requerimientos de trabajo en los diferentes períodos. Nuevamente, desde el punto técnico, el cálculo de la productividad no es posible si no contamos con los precios. Esta fue la pesadilla de Ricardo14. En la historia de Leijonhufvud, este punto pareciera resolverse simplemente asumiendo valor nulo a las máquinas; pero en este caso, no habría persona interesada en proveerlas máquinas. Nuevamente, la historia muestra sus limitaciones. La discusión de este tema lleva a un punto central, no mencionado en el trabajo de Leijonhufvud: cuál es la teoría de precios que debe adoptarse para esta suerte de Microeconomía Smithiana. De hecho, el término “precio” aparece sólo una vez, en una de las notas al pie de página; la citamos a continuación:

“Las curvas de costo de Marshall (…) se ajustan naturalmente a la tecnología Smithiana (...). Marshall tendió a asumir para sus firmas costos decrecientes en el largo plazo; esta propiedad se deriva directamente de los retornos crecientes de la tecnología Smithiana. Las curvas de costo de corto plazo en forma de U deben su parte descendente al mismo argumento usado más arriba en conexión con la Ley de Okun; su parte ascendente, muy convencionalmente, se debe a la productividad marginal decreciente de los factores variables, cuando los factores fijos quedan fijos. La fijación de precios en los mercados abastecidos por estas firmas, sin embargo, debería ser analizada en términos Hicksianos, antes que Marshallianas. Deberíamos esperar que se trate mercados de ‘precios fijos’, y no de ‘precios flexibles’ “(Leijonhufvud, nota Nº 26).

Por lo tanto, el autor encuentra que el enfoque Marshalliano se ajusta al enfoque microeconómico Smithiano que él propone. Sin embargo, en lo que a los precios respecta, el enfoque Hicksiano de precios fijos es preferible. Por supuesto, esta afirmación no puede tomarse como el cierre que Leijonhufvud da al tema. Es claro que una cantidad de problemas quedan pendientes. Por ejemplo, podemos estar de acuerdo en que los retornos crecientes debieran reflejarse en la caída de los costos medios de largo plazo. Pero sólo podemos hablar de costos decrecientes si conocemos los precios relativos vigentes; pero lo que precisamente estamos buscando es una teoría de los precios. Por otra parte, no parece ser coherente con el enfoque de Leijonhufvud aceptar la idea de productividad marginal decreciente para los factores variables cuando se ha asumido (correctamente) estricta complementariedad. En este caso, el enfoque Hicksiano de precios fijos parece estar más vinculado a la manera en que las firmas se ajustan a los cambios en la demanda que una teoría de precios “per se”.

14 De todas maneras debería notarse que el problema de Ricardo no estaba relacionado con la medición de la productividad sino del ingreso y la renta de la tierra. Véase Ricardo (1973, cap. 1).

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En síntesis: no podemos construir un abordaje parcial y, luego, dejar que la Teoría Neoclásica “haga lo demás”. En necesario encontrar una teoría de precios alternativa; tanto la aproximación post Keynesiana como la neo Ricardiana podrían ser candidatos aptos, pero este tema no será tratado aquí. d) Excedente y distribución, un resultado central Aunque carente de una teoría acerca de los precios, la historia de Leijonhufvud alude a una cuestión central, en lo que se aparta considerablemente de la microeconomía tradicional. El excedente que la producción en equipo permite obtener puede ser considerado – a la manera de Sraffa - como un excedente de bienes, en relación a los bienes necesarios para la reproducción del sistema. Combinado esto último con la noción de complementariedad estricta, el resultado importante que se obtiene es que, dentro de límites a definir, un rango completo de distribuciones es posible o factible, sin incidencia sobre la actividad productiva en sí misma (o, en términos neoclásicos, sobre la eficiencia en la asignación de los recursos). Por supuesto, esta afirmación no sorprenderá a quien conozca y adhiera a formulaciones como las de Sraffa o Leontieff. Pero por cierto es llamativa la forma en que esta sencilla y fructífera idea de excedente ha sido pasada por alto por la teoría microeconómica. En lugar de señalar los crecientes grados de libertad que el sistema económico (la sociedad) disfruta gracias a la división del trabajo y la innovación tecnológica, la corriente principal de la ciencia económica insiste en un mundo capaz de lograr un único óptimo de Pareto. Se formulan así severas las advertencias acerca de eventuales intentos de redistribución, dadas las posibles pérdidas de eficiencia o eventualmente la posibilidad de intentar lograr equilibrios inalcanzables15. Y de todas maneras, debe notarse que la medición de las pérdidas de eficiencia estática arrojan guarismos modestos16. Este es probablemente uno de los principales mensajes engañosos de la historia (o parábola) neoclásica. La idea de que la división del trabajo es la clave para una gama más amplia de posibilidades debe estar en el centro de cualquier intento de lograr una teoría microeconómica útil. Como ya se ha mencionado en el primer ensayo, consideramos que éste es de hecho una de los disparadores centrales de la propia Teoría Económica. e) Comentarios finales El artículo de Leijonhufvud es sin duda relevante, a los fines de analizar los determinantes de las relaciones sociales que imperan en el capitalismo. El núcleo relevante de la contribución del autor puede sintetizarse en los términos siguientes. La división vertical del trabajo genera concentración productiva en unidades fabriles y complementariedades técnicas; asimismo, produce la des-especialización del trabajador y la especialización del equipo productivo. Esto conforma un campo de disputa por el excedente, entre trabajadores y capitalistas, y entre éstos últimos. La firma se constituye en una forma organizativa para enfrentar el veto de los trabajadores y a de neutralizar el veto recíproco entre capitalistas.

15 Cf. por ejemplo, Mas Collel et al (1995, Cáp. 16), el primer y segundo teorema de bienestar. 16 Cf. por ejemplo Shepherd (1997, Cáp. 4) las pérdidas ocasionadas por fallas de mercado, las cuales no representan más de un porcentaje de un dígito sobre el PBI. Debe notarse que se supone que las ganancias o pérdidas estáticas tienen incidencia únicamente en un período (i.e. no son acumulativas en el tiempo).

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Hemos señalado asimismo algunas restricciones al alcance de su análisis, que resumimos a continuación: • Contrariamente a lo sugerido por el autor, el sistema fabril no debe ser tomado como la

única manera de organizar técnicamente la producción, en tanto que otras formas son cuantitativamente relevantes.

• No es posible medir los incrementos de productividad en términos puramente técnicos, puesto que la concurrencia de bienes durables y fuerza de trabajo requieren una medición agregada, a través de los precios; así (y entre otras razones), se requiere de una teoría robusta de los precios. Sobre este punto, el autor se limita a dar algunas referencias no completas en cuanto a la determinación de los precios en un contexto de equilibrio parcial.

b) La propuesta de Samuel Bowles

Un libro reciente de Samuel Bowles17 compendia un amplio conjunto de contribuciones, referidas al comportamiento individual y constitución y evolución de las instituciones. El enfoque general es de carácter neoclásico, particularmente por su opción por el individualismo metodológico y el empleo de la noción de racionalidad plena; sin embargo, sus desarrollos – además de mostrar una inusual preocupación por la lectura conceptual de las contribuciones de esta teoría – se encaminan por vías diferentes a las habituales en esta línea, al dar centralidad a casos o tópicos que en general son considerados como excepciones. Hacemos referencia aquí a nociones tales como contratos incompletos, problemas de agencia, fallas de coordinación, etc. Asimismo, muchos problemas son tratados desde perspectivas evolutivas. Dentro del propósito de comprender la conformación de las relaciones sociales en el capitalismo, consideraremos solamente un reducido conjunto de temas, que no hacen justicia por cierto a la amplia contribución del autor. Lo que viene a continuación no debe ser entendido entonces como una reseña comprensiva, sino como el extracto de algunos elementos que son de interés para contribuir al entendimiento de la temática mencionada18. Los contenidos que se vierten a continuación proceden de la segunda parte del libro, principalmente del capítulo X, titulado “Las Instituciones de una Economía Capitalista”. En primer lugar se ofrece una síntesis de la argumentación del autor. Se presenta luego un modelo que sistematiza los factores que inciden en la conformación de determinadas relaciones sociales. Finalmente, se elaboran algunas reflexiones conclusivas.

i) Contratos e instituciones en el capitalismo El autor presenta inicialmente algunas características que distinguen el capitalismo de otros sistemas económicos. Resalta los impactos de la especialización y las economías de escala, e indica además que se trata de una organización social donde – por primera vez en la historia – la clase dirigente compite por mantener su posición de tal a partir de la incorporación sistemática de innovaciones, que incrementan la productividad. La concentración de riqueza que caracteriza al sistema contribuye en tal sentido, puesto que ella permite que sus propietarios puedan enfrentar los riesgos propios de la inversión y la innovación, al contar con el respaldo de su patrimonio individual, en caso de fracaso. Ahora bien, ¿qué debe entenderse por capitalismo, en términos precisos? Bowles destaca que algunas características, mencionadas con frecuencia – tales como la búsqueda de

17 Bowles (2004). 18 En particular, cuando señalemos limitaciones de su planteo, no deben tomarse como una crítica al pensamiento del autor en su conjunto.

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ganancias en el plano económico, el intercambio en mercados y el uso del dinero – “han sido tan ubicuas en la historia humana y han aparecido en sistemas económicos tan diferentes entre si” (op. cit., págs. 334-5), que no resultan suficientes para brindar una definición eficiente del actual sistema. El autor propone en consecuencia definir como lo característico del capitalismo la existencia de firmas y la contratación de trabajo por parte de éstas. En sus palabras: “Por economía capitalista, entiendo una economía donde la forma predominante de organización económica es la constituida por firmas, donde los propietarios privados de insumos de capital ejercitan derechos residuales y control sobre sus activos, contratando otros insumos, incluso trabajo a cambio de salario, para producir bienes y servicios para la venta, con fines de realizar una ganancia” (pág. 334). El capitalismo funciona entonces sobre la base de determinadas “instituciones”. Se entiende por tales a las instancias o mecanismos que configuran la asignación de derechos de propiedad o de control (y de usufructo) de determinados recursos a determinados individuos. Nótese en particular que control no es equivalente a propiedad: el propietario de determinado recursos puede permanecer tal, pero puede ceder el control a un agente que se encuentre en condiciones de gestionarlos adecuadamente, a través de un contrato apto a este fin. Ahora bien, una hipótesis usual en el análisis económico convencional es que el diseño institucional del capitalismo es plenamente eficiente, en el sentido de que asegura la asignación óptima de recursos, si se da un contexto competitivo. Esta presunción se origina en una perspectiva darwiniana: las instituciones eficientes son las que sobreviven. Más precisamente: en un contexto competitivo, los individuos que cuenten con la capacidad para obtener el mejor rendimiento de los recursos utilizados en la producción serán quiénes detentarán su control, más allá de la propiedad original de los mismos. Esto requiere que los contratos sean completos; esto es, que cubran todas las eventualidades, y que además exista la posibilidad de obligar a su cumplimiento sin costo adicional alguno. Con contratos completos, y en ausencia de distorsiones tales como las economías de escala o externalidades, el óptimo se alcanza con independencia de quién sea el propietario de los factores; esto es, para diferentes asignaciones de derechos de propiedad y diferentes tipologías de contratos. El denominado “teorema de Coase” llega precisamente a esta conclusión: no se requiere una única asignación de derechos de propiedad para obtener un resultado eficiente19. Diversas contrataciones en uno u otro sentido serán igualmente aptas, si resultan hábiles para cubrir todas las contingencias que puedan ocurrir a lo largo del proceso de producción. En el caso de la relación trabajo-capital, en las palabras de Samuelson que cita Bowles, “es irrelevante quién contrata a quién”: tanto puede el capitalista contratar al trabajador como éste último contratar el uso del bien propiedad del primero. Pero éste no es precisamente el caso en economías capitalistas, puesto que allí imperan los contratos incompletos. El autor destaca dos ámbitos, como particularmente relevantes en términos de la existencia de contratos incompletos: el mercado de trabajo y el mercado de crédito. En ambos, existe el problema de agencia, esto es, la imposibilidad de asegurar que se cumplan los términos pactados a un costo nulo. En el caso del trabajo, no existen medios eficientes para asegurar que el trabajador brindará el esfuerzo óptimo (esto es, el esfuerzo que estaría dispuesto a realizar a cambio de la remuneración pactada, si existiera control completo). En el caso del crédito, el prestamista no tiene manera de asegurar que el

19 Véase Mas-Colell (1995, loc.cit.), sobre el mencionado “teorema”; el capítulo 6 del texto de Bowles ofrece un interesante tratamiento al respecto..

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prestatario usará el dinero prestado de forma tal que permita asegurar el cumplimiento del contrato, esto es, su devolución con los intereses correspondientes. La asimetría informativa puede ser compensada, pero a un costo determinado. Un primer aspecto relevante aquí es que aún en ausencia de coacción entre los individuos, la existencia de contratos incompletos abre la posibilidad de manifestación de poder: una parte signataria de un contrato puede valerse de los aspectos de la relación no cubiertos por éste para imponer a la otra alguna decisión que ésta última no está en condiciones de impedir20. Es en este escenario – bastante más realista que el supuesto por el marco competitivo walrasiano – donde corresponde racionalizar la existencia de la firma capitalista. ¿Qué es entonces la firma? En términos contractuales, ella es una configuración por la cual los derechos residuales sobre los activos productivos son propiedad de los capitalistas; esto significa que toda acción no estipulada o restringida en un contrato de usufructo puede ser ejercida por el capitalista, y todo ingreso que ello genere en estas condiciones le pertenecerá. A través de la firma, el capitalista contrata trabajadores, como ya vimos, también en condiciones de contratación incompleta. Por tal razón, la firma es de hecho una organización donde se ejerce poder, merced a que los contratos correspondientes a la relación capitalista-trabajador son incompletos, pese a no existir inicialmente coacción. Esto significa que el ejercicio del poder – así conceptualizado – surge aún en situaciones donde imperan las decisiones voluntarias. La pregunta siguiente se refiere entonces a la cuestión de cómo racionalizar este tipo de configuración; esto es, porqué, ante la imposibilidad de concretar contratos completos, se recurre a una organización como la firma. O sea, porqué ahora sí importa “quién contrata a quién”. Bowles repasa aquí algunas explicaciones ofrecidas por la literatura, las que merecen a su juicio un diferenciado nivel de crédito, acerca de porqué se constituye la firma. Más específicamente, a. En línea con un argumento expuesto tiempo atrás por F. Knight, menciona que los

trabajadores se encuentran más expuestos al riesgo por fluctuaciones de ingresos que los capitalistas, por su menor riqueza y por su menor capacidad de diversificación; en consecuencia, optan por contratar una suerte de seguro con los capitalistas, quienes así detentan automáticamente el control residual sobre los activos y sobre las acciones no especificadas de los trabajadores, al serles conferido el control total del proceso productivo.

b. Retoma una propuesta de Alchian y Demsetz (1972), quienes sugieren que la firma

capitalista permite el mejor monitoreo, en los casos de producción en equipo (esto es, cuando las tareas de un equipo productivo son complementarias estrictas entre sí). Bowles formula al respecto dos objeciones. La primera es que es posible que se constituyan mecanismos de monitoreo aun en el caso de asociaciones de trabajadores (vgr., cooperativas de trabajo), por ejemplo, mediante la contratación de un supervisor. La segunda objeción llanamente señala que en la práctica, la propiedad y el control se encuentran separados en el caso de las firmas capitalistas típicas, por lo que la realidad desmiente la validez de la hipótesis planteada.

20 Entendemos que cabe distinguir entre relaciones de poder que surgen de un ámbito coactivo ex – ante (por ejemplo, un ámbito donde predomina la coacción del más fuerte) y las que emergen de un contexto de concurrencia voluntaria (como es el caso de las relaciones establecidas en un medio donde impera el intercambio voluntario)

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c. Refiere una explicación basada en la operación de activos productivos específicos, esto

es, activos aptos para un único uso. Dado que ex – post, el propietario de tales activos se encuentra en posición desventajosa, toda vez que tales activos no poseen uso alternativo relevante, la firma debe constituirse incorporándolos bajo un único control, y evitando en consecuencia esta posición. Bowles considera que esta teoría es más apta para explicar los límites de la firma, que para la constitución de la relación firma-asalariado, y por lo tanto, no la considera pertinente.

d. Por último, hace referencia a la posibilidad de la constitución de una firma sobre la base

de la asociación de trabajadores. Sin embargo, la carencia de riqueza de éstos últimos limita su capacidad de endeudamiento, y por lo tanto de movilizar inversión. Además, los eventuales conflictos entre los trabajadores dueños de una cooperativa son más importantes que los que podrían surgir entre inversores, lo que también incrementaría el costo del endeudamiento.

El autor concluye que estos factores – aunque aparentemente en grado diverso, según el caso – contribuyen a explicar la existencia de firmas que contratan asalariados. Pero indica que esto no explica la conformación de poder resultante, esto es, el que los derechos residuales no especificados en contratos se encuentren asignados a los capitalistas, antes que a los trabajadores. La razón de esto reside en que los trabajadores requieren ineluctablemente activos de algún tipo para poder desarrollar su actividad productiva, siendo que el acceso a los mismos se encuentra restringido por su capacidad de endeudamiento, en función de las imperfecciones en el mercado de crédito, por la existencia de información asimétrica. De esta forma, la capacidad de tomar crédito se torna un elemento central para explicar la configuración de las posibles relaciones contractuales tipo firma. El autor sistematiza esta argumentación a través de una formalización, que tratamos en el apartado siguiente.

ii) Los determinantes de la configuración capitalista: un modelo “a la Bowles” La modelización de Bowles adopta inicialmente supuestos de cuño neoclásico, con algunas particularidades, entre las que se cuenta la incorporación de información asimétrica en los mercados de fuerza de trabajo y de crédito. Sobre esta base predice la configuración de relaciones sociales que se darán, según sea principalmente la riqueza inicial de los individuos: trabajo asalariado, trabajo por cuenta propia, trabajadores en parte asalariados y en parte cuentapropistas, capitalistas que además trabajan o supervisan trabajadores, rentistas puros, etc. El objetivo es mostrar cómo, a partir de supuestos neoclásicos, es posible derivar un cuadro institucional por cierto bastante alejado del que sugiere el modelo walrasiano (donde la firma es una figura ausente), además de generar variedad en las configuraciones posibles. No reproducimos aquí este modelo, por su complejidad. Optamos por una presentación simplificada, que entendemos recoge elementos importantes del análisis del autor, aun cuando no permita visualizar la totalidad de los resultados a los que arriba. En particular, se podrán obtener únicamente – bajo hipótesis más restrictivas además – cuatro configuraciones: trabajador asalariado, trabajador por cuenta propia, patrón (aporta trabajo y capital al proceso) y capitalista puro (aporta sólo capital). Los supuestos constitutivos del modelo son los siguientes21:

21 En la medida de lo posible, se ha conservado la notación del autor, para facilitar el cotejo de su modelo con el que se presenta aquí.

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a) Los precios del trabajo (w), del capital (v) y del bien producido (normalizado al valor 1) se

encuentran dados. En otros términos, se trata de un planteo de equilibrio parcial. b) Se produce un único bien, cuyas cantidades indicamos con q. A tal fin, se requiere

realizar una erogación inicial de recursos que denominamos K, medida en valor; ella es independiente de las cantidades producidas22. Asimismo, se requieren recursos de capital (k) y trabajo (l), en los términos de una convencional función de producción:

q = f (k,l) Esta función tendrá las propiedades usuales de concavidad y retornos constantes a escala. Ambos conceptos son únicos para todas las configuraciones o emprendimientos. La relación entre k y l se mantiene constante, y la productividad de cada factor también; ello, por obra de los rendimientos constantes a escala, la homoteticidad de la función de producción y el contexto de equilibrio parcial adoptado.

c) Cada individuo puede tener uno de los siguientes roles, en el proceso productivo, con las condiciones siguientes: • Trabajador por cuenta propia o autónomo: afrontará los costos de producción,

incluyendo su costo de oportunidad (igual a w) de la fuerza de trabajo y el costo inicial K. La producción que puede realizar el trabajador autónomo encuentra un límite en su capacidad física, la que será fijada convencionalmente en el punto donde q=1.

• Capitalista puro: deberá afrontar los costos de producción y de supervisión, contratando éstos últimos íntegramente a terceros.

• Patrón: se trata de un capitalista que además aporta trabajo al proceso. Deberá afrontar los costos de producción y supervisión, pero éstos últimos serán en parte cubiertos por él mismo, por lo que el costo imputable por este concepto será menor23. Esta posibilidad se anula a partir de determinada talla del emprendimiento; desde allí este caso se torna idéntico al del capitalista puro.

• Trabajador asalariado: recibirá en el período una remuneración que denominamos w, siendo contratado por un patrón o un capitalista puro.

d) La supervisión, realizada mediante la contratación de trabajadores especializados,

asegura que el trabajador tendrá un rendimiento igual al que tendría en caso de trabajar por su cuenta; esto es, la supervisión resuelve el problema de la información asimétrica, aunque incurriendo en un costo al efecto. El mismo es una función de la cantidad de trabajadores a supervisar, y se representará mediante

sc = s(l)

donde sc corresponde al valor de los costos de supervisión de la firma capitalista. Esta función es doblemente diferenciable y ambas derivadas son positivas (esto es sc’>0 y sc”>0). El sentido de esta condición es que los costos de supervisión crecen más que proporcionalmente con el número de trabajadores supervisados.

e) En el caso de una firma gestionada por un patrón, se indicó que éste desarrolla tareas de supervisión, sin costo de oportunidad relevante. Como consecuencia, ello permite reducir los costos de supervisión contratados. Esta menor costo se mantiene hasta un nivel de producción q*, que emplea l* trabajadores; a partir del mismo, los costos de supervisión serán iguales a los del capitalista. La idea subyacente es que hasta determinado nivel de producción, la supervisión del patrón es suficiente para lograr el

22 El autor no indica concepto físico alguno asociado a la erogación inicial K de recursos. 23 Esto significa que el trabajo del patrón no tiene costo de oportunidad relevante. Esta hipótesis no es adoptada en el modelo original de Bowles, y responde a requerimientos de simplificación.

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propósito de productividad plena del trabajador. La función de supervisión de la firma operada por el patrón será entonces

sp = sp(l < l*) sp = sc (l ≥ l*)

siendo sp(l < l*) = sc (l < l*).

f) En función de lo ya mencionado, los costos de producción se dividen en dos partes. Por un lado, existe una erogación inicial K, independiente de las cantidades producidas. Por el otro, se requieren cantidades de capital y trabajo, variables con el nivel de producción. La función correspondiente de costos será entonces

Ca = C(q) + K = C [f (k,l)] + K

donde C(q) es la función de costos variables. Esta es la función de costos correspondientes a un productor cuentapropista o autónomo (de allí el subíndice “a”)24. En caso de que la producción sea encarada por una firma capitalista pura, a lo anterior deberán agregarse los costos de supervisión mencionados anteriormente. Esto es,

Cc = C(q) + K + s(l) = C [f (k,l)] + K + s(l) donde Cc indica el costo correspondiente a una firma capitalista. En caso de que la producción sea encarada por un patrón, la función de costos de supervisión dependerá del nivel de empleo, según se vio, y consiguientemente así lo harán los costos totales. Formalmente, será

sp(l < l*) Cp = C(q) + K + s(l) = C [f (k,l)] + K +

sc (l ≥ l*)

donde Cp indica el costo correspondiente a una firma constituida por un patrón.

g) Todos los costos son incurridos a principio del período, mientras que los beneficios se obtienen al final; esto significa que el emprendedor debe realizar un gasto por adelantado. En consecuencia, se debe imputar una carga financiera, a una tasa de interés que denominamos r, y que refleja el costo de oportunidad del dinero adelantado (tasa activa o pasiva, en forma indistinta). Por otra parte, esto supone que el responsable del proceso productivo deberá tener capacidad financiera, o en su defecto deberá recurrir a financiamiento bancario. En definitiva, el costo que deberán enfrentar el trabajador por cuenta propia, el capitalista y el patrón será dado por

Ca (1+r) (cuentapropista) Cc (1+r) (capitalista puro) Cp (1+r) (patrón) a

24 Nótese que estamos asumiendo que el trabajador autónomo puede variar en un rango determinado las cantidades que produce. Implícitamente, se asume que existe desutilidad en su trabajo.

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h) El acceso al crédito bancario se encuentra limitado por la dotación patrimonial de cada individuo. Este aspecto es crucial para el modelo, toda vez que los costos deben ser erogados por adelantado, por lo que se requiere financiamiento. La riqueza de cada individuo se denominará k, y la función que determina la masa de recursos financieros que podrá movilizar cada individuo se denominará B(k) 25; la misma será doblemente derivable, siendo B’(k)>0 y B”(k)>0 (a efectos de reforzar una creciente restricción al nivel de endeudamiento). B(k) incluye en su definición la riqueza propiedad del individuo (esto es, se compone de la suma de su riqueza y del financiamiento que puede obtener con ella).

i) El ingreso de cada individuo dependerá de cuál sea su inserción en el proceso

productivo. En particular, si es trabajador, percibirá un salario w; y si es trabajador cuentapropista, patrón o capitalista, percibirá como ingreso neto la diferencia entre el producto de su venta y el costo de producción incurrido. Se asumirá que el precio del bien producido es suficiente para cubrir los costos en todos los casos.

La decisión de los individuos será, como es obvio, la que les permita maximizar su ingreso, a obtener al final del período; la posibilidad de financiamiento actúa aquí como restricción (aunque no necesariamente, según veremos en seguida). El gráfico siguiente ilustra – para un caso posible – el comportamiento de las distintas curvas de costo total (para mayor claridad, se omite consignar el factor 1 + r); se indica también la recta de ingreso (p x q). Asimismo, se indican los requerimientos de riqueza inicial k para alcanzar determinados niveles de producción, a través de la función B(k) ya mencionada (a título ejemplificativo, se señalan los puntos de comienzo de viabilidad de la producción bajo patrón y bajo capitalista).

Ahora bien, se presenta aquí una variedad de casos posibles, en cuanto a las configuraciones que podrán adoptarse. Ello depende de los factores siguientes: • Disponibilidad de financiamiento (restricción de endeudamiento) • Trayectoria de las curvas de costo total (esto es, costos de producción y de supervisión) • Nivel de precio del bien a producir, en relación a los costos Al efecto de este análisis, resulta conveniente introducir aquí las nociones de costo medio para cada configuración. Esto es: Costo medio del cuentapropista: ca = Ca (1+r) / q Costo medio del capitalista puro: cc = Cc (1+r) / q Costo medio del patrón: cP = Cp (1+r) / q 25 Dado que se trata solamente el caso de un individuo por vez, no es necesario especificar en la notación cuál es el individuo en cuestión.

K

C(q)+K

C(q)+K

$

BC(q)+K+sc(l)

k

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Las tres funciones de costo medio conforman una suerte de “contorno” o envolvente de costo medio. Esta función será denominada c(q), y es ilustrada en el gráfico siguiente, donde se indican los niveles de producción que marcan el cambio de una configuración a otra, en función del valor mínimo de costo medio. La sucesión de configuraciones es la indicada. Esto es: para valores bajos de producción el cuentapropista logra los valores menores, por cuanto no incurre en costos de supervisión; cuando se alcanza el límite que el cuentapropista puede producir, comienza la zona de viabilidad del patrón, quien logra costos menores que el capitalista por su diferencial de costos de supervisión; finalmente, una vez superado un nivel determinado, la producción sólo es viable mediante una firma capitalista pura.

Naturalmente, la trayectoria de la envolvente c(q) indicada en el gráfico no es la única posible. Ella dependerá del peso relativo de los componentes de las funciones de costos. En particular: • Si la erogación inicial K es de bajo peso relativo y los costos de supervisión son

fuertemente crecientes, la función tenderá a mostrar un mínimo en valores bajos de la producción q.

• Si en cambio K es muy elevado, y los costos de supervisión tienen baja incidencia, la función podrá mostrar un comportamiento decreciente en todo el rango relevante de producción.

En ausencia de restricciones de financiamiento, prevalecerá la conformación que permita el costo medio mínimo (y en consecuencia la ganancia máxima, por la hipótesis de constancia de precios). Si K prevaleciera, entonces nos encontraríamos en un caso análogo al del monopolio natural, por cuanto la envolvente sería estrictamente decreciente y prevalecería un único productor. Si los costos de supervisión fueran decisivos, la conformación dominante podría ser la del patrón o incluso la del cuentapropista, según cuál sea el valor mínimo de c(q). Cuando introducimos la restricción de financiamiento, la configuración posible queda determinada para cada individuo, en función de su riqueza. Podrán entonces verificarse

q

Cta.propia

Patrón

Capit. puro

c(q)

q = 1

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simultáneamente las diferentes formas identificadas; si la riqueza de un individuo no le permite alcanzar el nivel mínimo de financiamiento para realizar producción como cuentapropista, se empleará como asalariado. Nótese que esto implica que convivirían emprendimientos con diferentes tasas de retorno. La restricción de financiamiento operará en forma plena si la función c(q) es estrictamente decreciente en algún tramo. En caso contrario, sólo la producción artesanal sería viable, si los individuos cuentan como mínimo con un patrimonio que les permite la producción por cuenta propia (de no ser así, no habría producción). En caso de que la función mencionada presente un mínimo, la restricción de financiamiento podrá operar o no. En particular: si identificamos como q* el punto que corresponde a c(q*)=mín, y la disponibilidad de financiamiento permite un volumen de producción igual o mayor, no habrá restricción de financiamiento26. Se reitera que este modelo es una versión simplificada del análisis del autor, por lo que diversos casos y matices no son incluidos. De todas formas, el mismo permite arribar a dos conclusiones relevantes, que entendemos se encuentran presentes también en la formulación original: • La conveniencia de constituir una firma capitalista pura o bajo patrón reside

básicamente en la presencia de un factor de costo que es invariante con las cantidades producidas; de ser los costos de producción constantes, no habría incentivo a este fin, toda vez que los costos de supervisión no se verían compensados.

• El límite al eventual aprovechamiento de las economías que permite la mayor escala viene dado por la capacidad de endeudamiento o por la forma particular de la envolvente de costo medio (c(q)). Esto es, la restricción de financiamiento no opera necesariamente.

Se aclara por último que en lo referente a la determinación de límite entre firma bajo patrón y bajo capitalista puro, ello responde más a las hipótesis formuladas en esta formalización que a los supuestos del análisis de Bowles.

iii) Comentarios El análisis que desarrolla Bowles es seguramente atractivo. Ofrece un planteo interesante acerca de los factores que llevan a la integración de la firma, y al establecimiento de la relación de trabajo asalariado, prescindiendo de supuestos tales como los de especificidad de activos, que aquél mira en general con reservas. De esta forma, su teorización cuenta con una suerte de “ventaja”. Al referenciarse en el contexto neoclásico, cuenta con el respaldo de una teoría consolidada, dentro de la cual puede desarrollar su análisis, sobre la base de un conjunto específico de supuestos27. Obviamente, esto implica asumir alcances y límites de aquélla. Las limitaciones que encontramos en la corriente principal seguirán presentes en la formulación de Bowles, en la medida en que éste no las remueva explícitamente. Por ejemplo, las consecuencias de la no mención de la división del trabajo y la consiguiente generación del excedente seguirán presentes (al contrario de lo que indica la contribución de Leijonhufvud en el artículo que hemos analizado). Pero no corresponde hacer referencia aquí a las restricciones del análisis neoclásico en general; es más procedente detenerse en la contribución que desde el mismo realiza el

26 En términos formales, si Ci(q*)<B(k), no habrá restricción (para i=a ó i=c ó i=p). 27 Compárese al respecto con la contribución antes reseñada de Leijonhufvud, para la que indicamos la poca pertinencia en apoyarse en la teoría neoclásica, en lo referente a la determinación de precios.

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autor28. En consecuencia, las observaciones siguientes se mantendrán dentro del encuadre general de la escuela neoclásica; en los comentarios conclusivos del presente ensayo, ampliaremos el espectro teórico. a) Contratos incompletos, un tópico insoslayable Por cierto, el aporte más importante de Bowles es dar centralidad a la noción de contratos incompletos, habida cuenta de su capacidad para producir resultados claramente diferentes a los que genera el paradigma neoclásico usual. El impacto más importante es el que ocasiona la asimetría informativa en el mercado financiero; el caso de la relación laboral produce en realidad ajustes marginales a su formulación, toda vez que se limita a introducir costos de supervisión que deben sumarse a los costos de producción. Pero para que la consideración de las asimetrías informativas en el caso del mercado de capitales tenga sentido, Bowles debe introducir una hipótesis adicional: el adelanto de recursos; para ello, el análisis debe plantearse en un contexto donde existe un desfasaje temporal entre costos e ingresos. Ella en realidad altera el marco habitual de análisis estático unipériódico, caracterizado por el equilibrio simultáneo, por el que por hipótesis los procesos no llevan tiempo. Obviamente, esto no merece reparo alguno, sobre todo porque se trata de una hipótesis considerablemente más realista, que refleja en alguna medida el carácter esencialmente secuencial del proceso productivo: los procesos, de hecho, llevan tiempo. b) Contratos incompletos y transacción de procesos Notemos que las asimetrías informativas parecen ser propias de mercados donde efectivamente los contratos hacen explícitamente referencia a un lapso temporal; esto es, allí donde se contratan procesos. Si bien ellas pueden presentarse en los mercados de bienes, es más factible que en este caso exista un mayor conocimiento de lo transaccionado por ambas partes, por cuanto el bien “está allí”. En el caso de los mercados de crédito y de trabajo, lo transaccionado se produce a través de un proceso que, como tal, demanda tiempo. Esto es lo que imposibilita la verificación ex – ante del objeto de la transacción, porque de hecho no existe (la prestación laboral, por ejemplo, sólo se despliega en un futuro). Este aspecto se asocia a las particularidades del capitalismo, en relación con sistemas económicos anteriores. Según la propia definición del autor, este sistema se diferencia de otros no por la existencia de intercambio, sino por la contratación de fuerza de trabajo, esto es, por pactar en un momento dado un conjunto de prestaciones laborales a futuro. No es casual entonces que sea precisamente en un sistema de esta naturaleza donde aparecen los problemas propios de la contratación incompleta. Consideraciones similares valen desde ya para el caso del mercado de capitales, de carácter intertemporal por definición, aun cuando éste no sea característico del capitalismo, por cuanto el crédito es una práctica muy anterior a éste. Nótese sin embargo que la noción de contratación incompleta no se asocia a la existencia de incertidumbre, pese a involucrar una dimensión intertemporal: la única razón de que un comportamiento no sea totalmente previsible es el posible incumplimiento del

28 Cabe señalar cierta ambigüedad en el planteo general de Bowles, de todas maneras. Como señalamos al sintetizar sus aportes, éste hace mención a las ventajas de la división del trabajo, identificando al sistema capitalista como un caso históricamente específico donde tales ventajas son aprovechadas en forma sistemática; pero luego su análisis formal no incorpora estos elementos de carácter “clásico”, con lo cual adquiere una fisonomía similar a los usuales planteos de raíz neoclásica.

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contrato; y esta eventualidad puede ser racionalizada en términos estrictos29. Esto reafirma el carácter neoclásico del análisis de Bowles. Cabe señalar, incidentalmente, que según el autor el carácter incompleto de los contratos no es exclusivo del capitalismo, sino que rige también para otros sistemas donde impera el intercambio. c) Dos acepciones para “capital” Cabe mencionar incidentalmente una consecuencia de la noción de adelanto de recursos: la introducción de cierta ambigüedad en la noción de capital. Por una parte, la ortodoxa función de producción que el autor introduce incorpora en sus argumentos el “capital”, a la manera neoclásica usual. Pero por el otro, todas las erogaciones son adelantadas; y este adelanto también constituye “capital”, como lo señaló desde siempre la escuela neoclásica, pero en su vertiente austríaca. Esta circunstancia no mina las conclusiones básicas del análisis de Bowles, toda vez que puede eventualmente retirarse el argumento “capital” de la función de producción, sin que sus conclusiones se vean afectadas. Esto es, puede volverse a un planteo de sabor más “clásico” (o ricardiano), donde la única forma en la que se plasma el adelanto es en la masa de salarios, y retener las conclusiones relevantes de su análisis. d) Economías de escala La noción de contratos incompletos no es lo único que el autor altera, con relación al planteo convencional. Si bien en sus menciones al respecto no llama a las cosas por su nombre habitual, queda claro que su argumentación da centralidad a las economías de escala; ello es así, por más que no se siga la vía de la convencional función de producción con retornos crecientes, sino que se introduzca un poco definido costo inicial (indicado en el modelo con K30), independiente de las cantidades producidas. Como la modelización presentada ha puesto en evidencia, en ausencia de este cargo, el análisis pierde un componente fundamental: de no haber costos decrecientes, la producción del trabajador autónomo es más viable que cualquier otra conformación. e) Permanencia en el tiempo de las configuraciones Por último, cabe preguntarse acerca de la sostenibilidad de las distintas configuraciones a las que el modelo da lugar. Como hemos visto, el bien producido es el mismo en cualquiera de ellas, y se asume que su precio de mercado viabiliza cualquier conformación. De esta forma, se evita que el precio limite la viabilidad de determinadas escalas de producción, en un sentido u otro31. Ésta es una hipótesis que a fines analíticos no merece per se reparos; ella permite la coexistencia de producciones en distintas configuraciones; esto es, puede haber entre los oferentes trabajadores autónomos, capitalistas y patrones, en función de sus particulares capacidades de movilización de financiamiento. Ahora bien, ¿puede esta situación mantenerse a lo largo del tiempo? Dado que estamos teorizando en torno de la conformación de configuraciones en el capitalismo, la cuestión de la permanencia (o estructuralidad, si queremos) de los factores que influyen en éstas interesa mucho, a fin de determinar la vigencia de la teoría que estamos considerando. En otros términos, si fuera esperable que la propia dinámica introduzca alteraciones en tales factores, entonces la teoría debería dar cuenta de alguna forma de ello, so pena de tornarse incompleta o poco robusta. Esta cuestión guarda particular importancia para el caso de la

29 Esto es, se descarta la noción – claramente no neoclásica – de que la incertidumbre imposibilita decisiones enteramente racionales. 30 ¿“Capital”, una vez más? 31 “En un sentido u otro”, porque es posible que el precio limite los emprendimientos de menor escala (por obra de las economías de escala) o los de mayor escala (si prevalecen en cambio los costos de supervisión).

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producción por parte del trabajador autónomo, dado que el autor define como “capitalismo” al régimen donde existe contratación de fuerza de trabajo: si en definitiva lo que predomina es el régimen capitalista puro, el alcance de la formalización que propone – en particular, la diversidad que genera32 – sería de poca relevancia. El autor no encara esta pregunta, en el texto consultado. La misma exige un análisis complejo, dada la variedad de escenarios que pueden presentarse. Sin ingresar en una discusión rigurosa, podemos delinear algunas consideraciones que creemos pertinentes: • La eventual existencia de beneficios extraordinarios (como se ha supuesto en la

formalización presentada) viabiliza la acumulación; en consecuencia, se incrementará la riqueza de los individuos (en la medida en que no destinen tales beneficios a su consumo en forma exclusiva), y por lo tanto su capacidad de movilizar recursos. Esto significa que la restricción financiera tenderá a reducirse. En consecuencia, la configuración dominante en última instancia dependerá de la trayectoria de la envolvente de costo medio. Si ella presenta un valor mínimo en un punto de producción finita, la configuración será la que corresponda a dicho punto. Si en cambio dominan las economías de escala, la tendencia será al incremento del tamaño de planta, en condiciones de firma capitalista pura. Está claro que en este último caso, la hipótesis de precio dado del bien no podrá sustentarse, toda vez que se configurará una situación que tenderá al monopolio natural. La conclusión central aquí es que la eventual diversidad inicial de configuraciones tenderá a diluirse, para situarse en aquélla que en definitiva muestre costos medios menores.

• En caso de que no existan beneficios extraordinarios, habrá una menor dinámica en la

evolución de configuraciones; en particular, si el mercado permanece competitivo, es posible que no se produzcan cambios relevantes, por cuanto no habrá interesados en ingresar al mismo, y los incumbentes no tendrán capacidad para modificar su situación. Pero si se verifican efectivamente economías de escala relevantes, ellas a la larga deberían llevar a una concentración, tendiendo a la conformación de un monopolio natural. De hecho, la capacidad de movilizar recursos financieros por parte de una firma que puede acceder a una posición de este tipo en un mercado es seguramente superior a la de una firma que enfrenta un mercado de carácter más competitivo, motivo por el cual el propio comportamiento de los costos dará lugar a un movimiento hacia la concentración, a través de la disponibilidad adicional de financiamiento (con relación a la que surge de la función B(k) ya presentada).

Estas conclusiones en realidad nos llevarían a un lugar bastante próximo al que nos conduce el análisis neoclásico estándar, excepto el caso en que la restricción de financiamiento no produce movimientos relevantes. El cuadro siguiente sintetiza los posibles resultados a largo plazo

Beneficios extraordinarios Si No

No crecientes Tendencia a la

configuración de menor costo

Posible estabilización Rendimientos

Crecientes Formación de monopolio natural

32 Recuérdese al respecto que la formalización que aquí se ha presentado reduce en grado importante la variedad de casos que sistematiza el autor en su formulación.

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Esto no quita sin embargo interés al análisis de Bowles, en la medida en que permite incorporar elementos de juicio que apuntan a explicar la configuración de relaciones que adoptan los distintos emprendimientos de una rama de la actividad económica. En tal sentido, el análisis tradicional de equilibrio parcial – tal como lo señalara Coase en su clásico artículo de 1937 – parte de una noción de firma dada, sin justificación alguna. Bowles arriba si se quiere a un resultado conocido, pero partiendo de un contexto donde las firmas no existen, y explica su génesis en función del impacto de las asimetrías informativas (particularmente, en lo referido a mercado de crédito, según se señaló). Conclusiones Las relaciones sociales características del ámbito de la producción en el sistema capitalista han sido identificados como de propiedad y usufructo, de intercambio voluntario y mando-obediencia. Mientras que las primeras dos se manifiestan en mercados, la última se verifica en el interior de organizaciones productivas que denominamos genéricamente firmas. No hay consenso en torno a lo que caracteriza a la sociedad capitalista; si la prevalencia del intercambio o la constitución de un mercado de fuerza de trabajo. Hemos señalado que existe una diversidad de situaciones, en las sociedades modernas que habitualmente catalogamos como capitalistas, no siendo prevaleciente necesariamente el trabajo asalariado en firmas fabriles (que es el caso paradigmático para el análisis económico, en diversas vertientes). Tampoco existe una teoría única en torno de la génesis de tales relaciones sociales. Por un lado, el marxismo les otorga carácter histórico, por lo que no pueden ser consideradas de carácter universal; por su parte, la escuela neoclásica tiende en cambio a naturalizarlas, por lo que sólo explicita su existencia en circunstancias específicas (esto es, cuando se plantea la cuestión de la “asignación de los derechos de propiedad”). Hemos reseñado aquí dos ensayos de explicación de la conformación de relaciones sociales en el capitalismo. El primero, de Axel Leijonhufvud, tiene carácter institucionalista y se enraiza en la economía clásica; el segundo se origina en Samuel Bowles, y se referencia en la matriz neoclásica. Estos diferentes puntos de partida dan lugar a diferentes conclusiones; su contraste resulta por demás interesante. Elaboramos a continuación algunas consideraciones de orden comparativo. Identificamos en primer lugar un interés común a ambos autores, cual es la búsqueda de los determinantes de la constitución de firmas (o de diferentes tipos de firma, en el caso de Bowles), en el “trasfondo” de un mercado preexistente. En este contexto, las economías de escala son relevantes, en ambos casos; de no haberlas, no habría razón para concentrar la producción, más allá de la escala artesanal, pese a que la mención de este aspecto por parte de Leijonhufvud es más explícita. La cuestión de la sustitución técnica – y consecuentemente de la relevancia de la noción de productividad marginal – es central en el planteo de Leijonhufvud; más aún, ella es endógena a la división vertical del trabajo, y resulta esencial para comprender la génesis del tipo de arreglo propio de la firma capitalista (entendida como asociación de poseedores de bienes durables que contratan trabajadores). Bowles en cambio deja ese tema abierto: al ser fijos los precios, la función de producción puede ser neoclásica, pero la sustitución no es relevante. Sin embargo, la erogación inicial de recursos (no demasiado definida, por lo demás) no es sustituible. En consecuencia, la cuestión de la distribución queda abierta en Leijpnhufvud, mientras que en B. queda parametrizada, por los precios relativos (ni siquiera se explicita la condición de que el salario sea igual a la productividad marginal del trabajo).

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Pero en ambos casos la complementariedad técnica juega un papel insustituible, aunque en diferentes planos. El análisis de Bowles es más sofisticado, en cuanto incluye los costos de supervisión y las restricciones de financiamiento, siendo las segundas las más importantes a corto plazo. Su resultado es de mayor variedad, al plantear la posibilidad de distintas formas de organización e inserción de los individuos. Leijonhufvud se centra más en el caso de la firma capitalista fabril, que es asumida como una forma característica y dominante. De todas formas, en un escenario razonable, entendemos que a la larga en el planteo de Bowles tenderán prevalecer las funciones de costo de producción y supervisión, lo que debería reducir drásticamente la variedad de resultados posibles. En este punto, su conclusión se aproxima a la de Leijonhufvud, aun cuando arribe a ella por una vía diferente; pero el planteo de Bowles permite prefigurar situaciones de no prevalencia de la producción fabril. Probablemente, la diferencia mayor entre ambos desarrollos se encuentre en la forma en que arriban a la conformación de las relaciones sociales estudiadas. Bowles argumenta en términos neoclásicos, indicando que la solución contractual es función de varios factores (asimetría informativa, aversión al riesgo, complementariedad entre trabajadores y activos). Si bien la solución implica asignar poder al capitalista, por ser el contrato incompleto, se trata de una solución racional, no coercitiva, que asigna derechos residuales de propiedad. Leijonhufuvd en cambio – sin explicar estrictamente cómo se origina la contratación – brinda una explicación en términos más funcionalistas: la firma capitalista resulta ser adecuada para evitar el veto recíproco entre capitalistas y permitir una negociación en posición más ventajosa con trabajadores no especializados. Esta solución resulta un arreglo convencional, que permite despejar la incertidumbre; el contexto aquí no es neoclásico. Por el contrario, Bowles admite las asimetrías, pero no deduce incertidumbre de ellas. ¿Qué hay en cuanto a la definición de la sociedad capitalista? En ambos casos, la presencia de trabajo asalariado es tomada como el elemento distintivo; esto es, no es la mera presencia del intercambio generalizado lo que caracteriza a estas sociedades. Podemos sin embargo avanzar algo más sobre este tema. Partimos para ello de una constatación de hecho, y es que no se ha dado nunca el caso de sociedades con intercambio generalizado, donde no exista trabajo asalariado; esto es, sociedades donde prevalece la producción para intercambio, pero donde el trabajo es provisto por artesanos independientes33. Podemos entonces plantear la hipótesis de que el propio despliegue de la división del trabajo conlleva la formación de mercados de fuerza de trabajo. Al respecto, la distinción entre división horizontal y vertical del trabajo que Leijonhufuvd propone puede ser de utilidad. La división del trabajo horizontal tiende a generar artesanos especializados, al separar en trabajadores diferentes tareas que antes realizaban; por esta razón, la división horizontal tiende a generar más especialización La división vertical genera en cambio puestos de trabajo fabriles, complementarios. Para los segundos, no es posible establecer mercados para cada bien intermedio, porque el oferente y el demandante son iguales: es la misma firma. En consecuencia, no queda sino contratar trabajo por tiempo, ya no es posible contratar el producto34. Por lo tanto, la generalización del intercambio en sociedades capitalistas y la introducción sistemática de la división vertical del trabajo sería lo que explica el surgimiento del trabajo asalariado, en una argumentación de sabor más funcionalista que racionalista. No es

33 En el ámbito de la teoría de Marx, esta sociedad se denomina de “productores simples de mercancías”; y es el marco en el cual este autor desarrolla el análisis de la mercancía, en el capítulo 1 de “El Capital”. 34 Esto implica, para usar las categorías que Bowles propone, que las economías por división vertical superan las deseconomías implícitas en los costos de supervisión.

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necesario definir el capitalismo por la existencia del trabajo asalariado; pero éste surge espontáneamente en sociedades capitalistas, con el avance de la división vertical del trabajo. Dejamos para el final un aspecto común a ambos enfoques: ambos no encaran la pregunta acerca de porqué existen mercados. Estos son tomados como un dato; lo que se pretende explicar, en un enfoque que es muy propio del ámbito neoclásico, es porqué existen firmas y trabajo asalariado. Pero la pregunta acerca del mercado queda sin responder. Y esta pregunta es relevante, si aceptamos que una motivación básica de la Economía es explicar el funcionamiento de una esfera autónoma de producción regida por el intercambio. Bibliografía Bowles, S. – Microeconomics: Behaviour, Institutions and Evolution – Russel Sage

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