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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Sergio Ramrez LamusProceso civilizatorio, dialctica congelada y emociones del estatus. Sobre Walter Benjamin y Norbert Elas

    Revista Sociedad y Economa, nm. 7, octubre, 2004, pp. 119-134,Universidad del Valle

    Colombia

    Cmo citar? Fascculo completo Ms informacin del artculo Pgina de la revista

    Revista Sociedad y Economa,ISSN (Versin impresa): [email protected] del ValleColombia

    www.redalyc.orgProyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

  • Proceso civilizatorio, dialctica congelada y emocionesdel estatus. Sobre Walter Benjamin y Norbert Elas

    Sergio Ramrez Lamus1

    Resumen

    La nocin de historia en Walter Benjamin sostiene algunas afinidades con lamisma nocin en Norbert Elias. No obstante, un examen detallado indica que elplanteamiento del proceso civilizatorio eliasiano resulta bastante cuestionable desdela perspectiva teleolgica benjaminiana, pese a ciertos puntos igualmente afinesentre la nocin de mnada (Benjamin) y la de figuracin (Elias). Por otro lado, lacrtica de la empata historicista que tambin podran compartir estos autores noderiva en elaboraciones anlogas acerca del lugar socio-histrico de las emociones.

    Abstract

    Walter Benjamins notion of history seems to have some affinities with that ofNorbert Elias. Nevertheless, a close scrutiny of Elias process of civilization showsthat it is at odds with Benjamins theleological perspective, in spite of some affinitiesfound between the notion of monad (Benjamin) and figuration (Elias). On the otherhand, the critique of historicist empathy common to both authors does not holdwhen they approach the socio-historicity of emotions.

    Palabras Clave: proceso civilizatorio, historicismo, status.

    1 Profesor de la Escuela de Comunicacin Social de la Universidad del Valle.

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    Puede oponerse lo planteado por Norbert Elas, como proceso civilizatorio, ala crtica benjaminiana de la historia?1 Olvidemos, de momento, el hecho de quepara la teora del proceso civilizatorio ste debe diferenciarse de la historia.

    Cuando hablamos de proceso muy probablemente sealamos hacia un continuumy para Walter Benjamin esto puede ser una fantasa, una constante ilusin deconstancia que proyectan los vencedores histricos: Puede que la continuidad dela tradicin sea ilusin. Pero entonces precisamente la constancia de esta ilusinde constancia constituye en ella la continuidad. (DS: 83).

    Elas siempre insiste en una irreversibilidad del proceso. Este no registra regresionessino nuevas modulaciones, resultantes de una coyuntura de interdependencias, deuna figuracin que no debe leerse en trminos de lo pertinente en otra figuracin.De ah la irreversibilidad del proceso. Para Benjamin, por el contrario, el progreso nodebe invocarse mientras no sea atendiendo a los congelamientos, las imgenes, lasinterrupciones del continuum. La mirada se dirige entonces al pasado trunco comonica seal posible de un futuro que no sea la mera continuacin de una tradicin, deuna fantasmagora que embrutece a las masas para ponerlas a disposicin del proyectodel vencedor. Debe hacerse aqu una salvedad: esta crtica de las invocaciones delprogreso no propone la realidad de un tiempo cclico del eterno retorno como no seapara destacar que ese mito, el eterno retorno, cobra fuerza y materialidad en el cursodel desarrollo capitalista y, ms concretamente, en la vivencia inmediata de unasurbes cuya expresin ms ntida y originaria se le revela a Benjamin en ciertos objetosy representaciones del Pars decimonnico.

    Quizs sea importante recalcar la evidente disparidad existente entre la nocinde proceso civilizatorio y la crtica benjaminiana de la historia antes de dialectizaresta misma discrepancia mediante la consideracin de algunos matices de la nocinde proceso Elasiana. Dicho lo cual, podemos tomar nota de que el proceso no estodo lo rectilneo que uno podra suponer cuando a ste se lo diferencia de lahistoria de los historiadores. Para Elas, stos se reparten las pocas porespecialidades que dibujan un cuadro sistemtico de determinadas coyunturas,abocndose de esta manera a un corto plazo que impide una visualizacin de lalongitud del proceso, sustituida sta por las coartadas de un expediente narrativo:Transmiten as la impresin de que entre la prehistoria y el presente no existiesendiferencias esenciales ni hubiesen ocurrido cambios en las fases de desarrolloanteriores (ST: 204). El proceso no es, por lo tanto, algo que ocurre en un tiempohomogneo, cuanto algo sembrado de discontinuidades. La cercana de estaaproximacin a las nociones de Benjamin se hace aun ms patente en la crticaElasiana de la narracin historiogrfica como algo que inevitablemente constituye

    1 Me propongo aqu una tarea bastante temeraria. Especular acerca de posibles afinidades y

    disparidades entre dos visiones muy diferentes de la diacrona humana. Otra temeridad ms: comodesconozco el alemn, voy llevado de la mano de los traductores. Porque, aunque Norbert Elastambin escribi en ingls, lo leo en castellano; y mi conocimiento de Benjamin, por otra parte,depende de traducciones inglesas y castellanas.

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    al historiador en un elemento que sirve a los intereses ideolgicos de un estado decosas del presente.

    Podemos sintetizar as tres posibles convergencias de Elas con el lenguajebenjaminiano en torno a la historia: lo narrativo, el rase una vez, impide elacceso a la energa de las fuerzas histricas; esto conduce a una concepcinhomognea, ininterrumpida y rectilnea del tiempo; cierto juicio historiogrfico acercadel pasado lo revisa en trminos de su eficacia pstuma, esto es, de una relacincontinua pasado-presente.

    A la anterior continuidad, a esta lectura fantasiosa e ideolgica del devenirhistrico, Benjamin opone otra postura no menos interesada, la del materialistahistrico que, al margen de la narrativa pasado-presente, construye una relacininasible que une el pasado con el ahora. En este punto los dos autores diferiranradicalmente en lo que se refiere a los instrumentos gnoseolgicos para abocar ellargo plazo y la discontinuidad.

    Para Elas, el problema de los historiadores radica en que su sntesis es de nivelinferior a la sntesis que se plantea desde una ptica del desarrollo a largo plazo.Esta ltima perspectiva tiene la capacidad de ver las cosas de una maneradescarnada, desprovista de fantasas y narrativas como las que el historiador formulapara el pasado, tarde o temprano ligadas a algn inters del presente. La sntesisde nivel superior est en condiciones de ser cientfica y congruente con la realidad,liberndose de las elaboraciones fantasiosas, gracias a que el propio procesocivilizatorio ha puesto a disposicin del socilogo instrumentos de lenguaje ypensamiento ms adecuados a la peculiaridad de los problemas que plantean losentramados humanos (SF: 21). La dinmica de las interdependencias socialesque da lugar a determinadas figuraciones se estudia entonces sobre una baseinmanente: la dinmica social se examina de una manera auto-reflexiva, autnoma,paradjicamente capaz de concebir al observador no como una fuente externa,como un sujeto cargado de nociones heternomas, esto es, procedentes del anlisisde realidades no sociales (fisico-qumicas o mitolgicas, por ejemplo), sino comoalguien capaz de situarse en medio de las interdependencias sociales. Se elude asel engao de proponer una realidad social separada de lo psicolgico o lo individual:ello forma parte de una estrategia que evita el examen segmentado y aislado de loque solamente se aprecia en su justa magnitud cuando se observa en el contextode un conjunto de interdependencias.

    Encontraremos en Benjamin una inmanencia anloga? Ser inmanente suexamen del pretrito, inseparable del momento de peligro del ahora? Este noshabla del tiempo emplazado y no homogneo que mira hacia el pasado parainterrumpir el presente, incluido aqu el pensamiento del observador que se detieneen una constelacin saturada de tensiones, para propiciar una mnada donde elpasado y el ahora se dan cita. Lo que aparece entonces no es una narracin sinouna imagen, un congelamiento. Y lo que finalmente rompe con la fantasmagorahistoriogrfica o con la falsa vivacidad de las presentificaciones, aquello que

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    interrumpe toda inteleccin del pasado fundada en unas categoras del presente,no es la ciencia o el instrumental que permite una observacin autnoma e inmanentems congruente con la realidad; contrario a Elas, Benjamin no asocia con laciencia esta posibilidad de abocar el devenir heterogneo: la asocia con la teologa,Benjamin reconoce que (la) pregunta por los derechos de las vctimas es impensableal margen de la tradicin religiosa (Mate 91: 210).

    Si la mnada cristalizada en una imagen dialctica, en una constelacin saturadade tensiones puede recordarnos la compacta aunque inestable inmanencia de lafiguracin interdependiente de Elas, tambin una figuracin como la que ste infierede la interaccin entre establecidos y marginados podra concebirse saturada detensiones. Si las dos nociones remiten a una conjuncin inmanente, la imagendialctica de Benjamin cristaliza debido a un relmpago que detiene el pensamientopara iluminar fugazmente las promesas contenidas en el devenir, frustradas en elpresente. Y ese relmpago surge del propio objeto histrico, de su dbil fuerzamesinica, de su objetividad malograda. Que la fuerza sea dbil, ha recordado PabloOrzayn Robles, quiere decir que la imagen dialctica salta del continuum de unamanera diferente a aquella mediante la cual salta del continuum la poca que elhistoricismo dibuja de una manera sistemtica y ntida mediante la empata cuyoorigen es la pereza del corazn, la aceda, que desespera de apoderarse de la genuinaimagen histrica que relampaguea fugazmente (DS: 52).

    Como la imagen dialctica tiene el carcter de un precario y casi imperceptiblefotograma, extrado de una profusa secuencia flmica, ms que el de una escena oun episodio ntido y detallado dentro de dicha secuencia, puede parecerse as, otravez, a la figuracin pasajera del proceso de largo plazo. Pero como dicha imagense asocia a una fuerza mesinica -teo-lgica-, no puede homologarse a unafiguracin socio-lgica. Aunque el relmpago mesinico irrumpa desde el objetohistrico o desde cierta sincrona entre este objeto -cargado de tiempo- y el sujeto,tambin temporal, que lo conoce. Aunque ello nos recuerde a la figuracin queobedece a una epistemologa donde el observador se reconoce includo en unatrama de interdependencias.

    Volvamos ahora sobre lo anterior revisando los trminos paradjicos de unaanaloga flmica del propio Norbert Elas. Esta se plantea en el curso de un textodedicado a explorar el lugar diferente de la infancia en dos figuraciones queaparentemente coinciden en la liberalidad con la cual tratan los instintos y las pulsionesdel nio: Vista cada una de ellas aisladamente puede ser malentendida como sifuera la descripcin de un estado fijo. Pero si se las percibe como stills de unmovie (pelcula), como eslabones de un proceso, entonces no resulta difcilrepresentarse por medio de ellas la gran lnea de desarrollo (CP: 413). Digo quelos trminos son paradjicos, pues la figuracin transitoria y fugaz, instantnea,salta del continuum. Como instantnea congelada, por otra parte, difcilmente puedeconfundirse con un episodio. La gran lnea de desarrollo, a su turno, disuelve dichainstantaneidad y oscurece su relampagueo.

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    Elas habla de instantneas y no de escenas, espisodios o secuencias. Dichossegmentos flmicos ms largos corresponderan mejor a los historiadoresespecializados en determinados tramos o pocas, concebidas a modo de estadosfijos o sistemticos, no procesuales, contemplados en el contexto de un cortoplazo histrico signado, como hemos visto, por el presente.

    Considerado lo anterior, podemos revisar una vez ms nuestro inestableantagonismo imagen dialctica-figuracin. Las dos nociones tienen que ver con lainstantnea; las dos nos refieren a un largo proceso, ms que al revival ntido ofalsamente vivaz de una poca (una escena, un episodio); las dos definen suinstantnea en trminos de no idntidad, no-homogeneidad o irreductibilidad: porms que una instantnea se parezca a otra, su tiempo es heterogneo, su lugar enel continuum no resulta conmutable con el de otra instantnea. La historia o elproceso no responden a una adicin de momentos equivalentes.

    Pero mientras que el proceso de la mnada es uno en donde el pretrito secontrae en un instante en la imagen dialctica-, para formar parte del recuerdoinvoluntario de la humanidad (DS: 77), el proceso de la figuracin resulta ser el deun continuum irreversible, sin cabida para los ciclos del calendario o lasinterrupciones de la memoria involuntaria; instaura un progreso en el curso del cualdifcilmente cabe ese incidente potico. La instantnea figuracional revisa el pasadoen trminos de una gran lnea de desarrollo; el relampagueo de los instantes,como el de las instantneas de un filme configura una secuencia continua. Quizspor eso la figuracin se debate entre la formulacin certera y ntida (escnica?)congruente con la realidad y un proceso relativo relampagueante?- como elque induce a Elas -en su ensayo Tecnificacin y Civilizacin- a favorecer laexpresin una vida mejor como indicativa de que las condiciones de vida nollegan a ser buenas en un sentido absoluto sino que llegan a ser mejores conreferencia a una fase anterior. (TC: 455).

    Si opongo aqu lo relativo del proceso a una congruencia con la realidad queno deja de parecerme escnica o sistemtica, lo hago bajo el influjo de la nocin demnada, asociada a una detencin del pensamiento. Porque si bien Elas es muyconciente del carcter procesual de los instrumentos de pensamiento y conocimiento,trminos stos que para l no revisten diferencias significativas, su sntesis procesualno demora en sealar que la categora de humanidad ya no corresponde tanto auna bella idea sino a una realidad social (TC: 495). El gnero humano haintensificado sus interdependencias hasta el punto de que ya el trmino humanidadpuede caracterizarse como smbolo a un alto nivel de sntesis (que) representa lacontinuidad a largo plazo de las sociedades humanas (ASP:285-86). El procesocivilizatorio termina sealando una direccin. Y lo que es ms, sta se presenta connitidez escnica en el mundo desarrollado, adonde la autorregulacin individual esms estable, uniforme y permanente (cf. TC: 477). En esta lnea, algunos seguidoresholandeses de Elas reservan para dicha estabilidad uniforme el trmino proceso,por contraposicin a algo ms inestable; del proceso estable, uniforme y permanente

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    tendramos que separar elementos coyunturales, tales como ciertos complejosregulados de comportamiento o regmenes, en la acepcin de sistemas endeterminada manera regulados(Spier 98:262, 264).

    El proceso es ciego, tal vez implacable. En este punto, nos recuerda la catstrofehistrica que atisba la filosofa benjaminiana de la historia. Pero su carcterimpredecible revela una energa inconmensurable, inaprensible para la mirada quejuzga los hechos desde la estabilidad aparente de una poca. En este punto elproceso parece otorgar un sentido a las ruinas amontonadas que mira el Angel dela Historia mientras un viento del paraso lo empuja por ese paisaje de escombroshacia el futuro (cf. Tesis de Filosofa de la Historia No. 9). Para Elas, una bellaidea en el siglo XVIII es ahora una realidad social. Es como si, en la perspectivade Benjamin, el mesas estuviera anuncindose y el dolor hecho ruina, fsil, caducomonumento erigido por las annimas vctimas de la historia, se encontrara al bordede su redencin.

    Aunque Elas insiste en la visin descarnada, y aunque, por ejemplo, sealahacia nuestra visin de la remota historia mesopotmica para subrayar en ella unaeuforia que oculta el carcter opresivo de las supersticiones que dieran lugar a laproduccin de excedentes (ASP: 279-281), y aunque su visin procesual no planteatajantes soluciones de continuidad entre civilizacin y barbarie, algunos de susescritos sugieren que el autor atento a las horribles dimensiones del proceso sealaya una sntesis simblica a un alto nivel, una humanidad en proceso de realizarse,una dimensin sublime del gnero humano interdependiente.

    En trminos de Benjamin, Elas estara otorgando a un momento del proceso deinfamias, a una breve y dbil fuerza mesinica, el carcter de una fuerza fuerte.Su smbolo podra ser precisamente eso, una prematura formulacin transparentede algo que todava merece una representacin fragmentaria y arbitraria, atenta alo caduco. Su smbolo olvida su propia naturaleza alegrica, resultante del proceso,cargada de tiempo. Elas parece olvidar a Elas. Esta sntesis a un alto nivel olvidaque los instrumentos de conocimiento no alcanzan, dicho en trminos teolgicos, elabsoluto simblico de la reconciliacin o la utopa realizada. Elas parece olvidar aElas. El olvido sera relativo. Su Teora del Smbolo ya nos advierte que en unasntesis a muy alto nivel los conceptos resultan difciles de manejar: Muchos deellos son representaciones no de hechos, sino de especulaciones sobre hechos o demezclas de hechos y de fantasa. (TS: 86). Esta observacin podramos aplicarlaa la perspectiva dialctica de Benjamin sobre el mito, en palabras de Susan Buck-Morss: Como (el) cambio histrico radical nunca ha existido en la historia, slopuede encontrar expresin como mito. Se sigue de esto que, aunque condenadoen una configuracin, el mito ser redimido en otra. (Buck Morss 95: 127)

    Existe el peligro de naturalizar o mitificar el proceso civilizatorio. Y es posibleque este peligro pueda conjurarlo un elemento judaico como aqul del cual parteBenjamin al colocar a la historia en el lugar de la naturaleza. Esto lo digo demanera chocante y torpe. Es hora de citar y traducir in extenso:

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    Al estudiar la presentacin que hace Simmel del concepto de verdad enGoethe, pude ver claramente como mi concepto de origen en el libro delTrauerspiel es una rigurosa y decisiva transposicin, de este conceptogoethiano bsico, del dominio de la naturaleza al dominio de la historia. Origenes, en efecto, el concepto de Ur-fenmeno extrado del contexto paganode la naturaleza y llevado a los contextos judos de la historia. Ahora, en milibro acerca de las arcadas no me concierne menos sondear un origen. Paraser especfico, persigo el origen de las formas y mutaciones de las arcadasde Pars, desde su comienzo hasta su declive, y localizo este origen en loshechos econmicos. Visto desde la perspectiva de la causalidad, sin embargo(y esto quiere decir considerados como causas), estos hechos no seranfenmenos originarios; se convierten en tales slo en la medida en la cual elcurso de su desarrollo individual desdoblamiento podra ser un mejortrmino- dan lugar a toda la serie de formas histricas concretas de lasarcadas, tanto como una hoja desdobla de s misma toda la riqueza empricadel mundo de las plantas. (TAP: 462).

    El fenmeno originario difiere del orden causal porque al fosilizarse el carctertransitorio de la historia, una serie se hace visible a lo largo de un conjunto decristalizaciones. La transitoriedad histrica se dialectiza hasta cristalizar en un fsil,la historia reviste una forma de la naturaleza. Ms que a un desarrollo, asistimos aun desdoblamiento. El objeto histrico que se desdobla revela la inmanencia de lasfuerzas que lo constituyen. Lo caduco salta del continuum como imagen dialctica.Norbert Elas tambin es agudo al sealar las petrificaciones que, en el curso dedicho desarrollo, constituyen manifestaciones fosilizadas, petrificadas u originarias,instantneas o radiografas de la naturaleza del proceso, como la hoja quedesdobla de s misma toda la riqueza emprica del mundo de las plantas. As,ciertas etiquetas de la sociedad cortesana, a medida que caducan, revelan el moldede sus formas. Debo nuevamente citar in extenso.

    Una vez, pues que la reina era totalmente desvestida por sus damas, sucamarera sostena la camisa y apenas la haba presentado a la damacortesana, cuando entraba la duquesa de Orlens. La dama cortesanadevolva la camisa a la camarera, quien quera entregarla a la duquesa, en elpreciso momento en que se acercaba la condesa de Provence, de mayorrango. La camisa volva de nuevo a manos de la camarera y slo de manosde la condesa de Provence la reciba finalmente la reina, que haba tenidoque estar desnuda, como Dios la haba echado al mundo, todo ese tiempo,viendo cmo las damas se cumplimentaban con su camisa. Con toda seguridadLuis XIV nunca hubiera tolerado que la etiqueta dominara de tal manerasobre el fin principal. Pero, sin embargo, ya en su tiempo, era visible laestructura social y anmica que, en ltima instancia, produca estefuncionamiento en vaco. (LSC: 117-118).

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    Si el devenir humano revierte en la naturaleza cuando sus instantes caducan,tenemos ante nosotros la violencia de la historia natural, la cada del sol que alegorizala cada del tirano, segn seala a este propsito Adorno (1991) al comentar ellibro del Trauerspiel. Norbert Elas no habra sido insensible a esta relacin dialcticaentre naturaleza e historia, entre realidad y deseo: Toda historia es hasta hoy, enel fondo, un cementerio de sueos humanos. A corto plazo a menudo los sueos secumplen; pero a largo plazo acaban siempre en un vaciamiento y destruccin de suser y su sentido precisamente porque las metas y las esperanzas estn intensamentepenetradas por fantasas, de tal modo que el curso del acontecer social les deparaseveros golpes, una confrontacin con la realidad tras otra, y acabadesenmascarndolas como irreales, onricas (SF: 32). Es quizs esta perspectivadescarnada la que puede atender al lamento de las vctimas del pasado; pero slola teologa ofrece las categoras, inevitablemente mticas, para sospechar de todoimpulso progresivo hacia el futuro que no salde antes sus cuentas pendientes conel dolor del pasado (cf. Mate: Loc. Cit.). En este punto no es factible conciliar aElas con Benjamin. Hasta el momento slo es posible subrayar resonanciasbenjaminianas en la teora del proceso civilizatorio cuando sta seala laheterogeneidad de las figuraciones y de las pocas, o cuando destaca el engaoproyectado por los sueos y las imgenes desiderativas sobre ciertas percepcionesde la diacrona humana.

    Hora de una nueva confrontacin entre estos dos autores. Una que revisealgunas de sus aproximaciones a los sentimientos que suscitan el desarrollo y lahistoria, o a las emociones que se administran tanto en el curso de aquel presuntodesarrollo como en las glorificaciones del registro historiogrfico. Si ya sealcmo para Benjamin la empata con el vencedor se produce en medio de unsentimiento teido de desapacible melancola (aceda), este duelo historicista quedibuja cuadros ntidos y heroicos del pasado puede tener relacin con esa emocinevidentemente ligada a la constitucin de un cuerpo poltico que Norbert Elasdescribe en la figuracin establecidos-marginados como asociada al carisma delgrupo. La orgullosa vinculacin a un grupo establecido gratifica y compensa elsacrificio que implica la sumisin a normas grupales (cf. EM: 94). La ficcinilustrada segn la cual los humanos actan, no slo como individuos sino tambincomo grupos, normalmente de modo racional (EM: 114), a la par con las fantasasgrupales glorificadoras derivadas de la figuracin establecidos-marginados,contribuyen a bloquear una visin del largo plazo. Contraria a todas estas ideas degrandeza de los grupos establecidos, para Elas, tanto como para Benjamin,esta visin del largo proceso es descarnada. No obstante, para el primero siempredebe destacarse en dicho proceso un carcter direccional. Y si bien ste podra seranlogo a la dbil fuerza mesinica que invoca Benjamin, toda vez que el elementoredentor o utpico que hace justicia a los horrores pretritos propone aqu lareconciliacin y all la civilizacin, la categora teolgica (conciliacin) y la sociolgica(civilizacin) ponen en evidencia lo precario de esta analoga. Nuevamente, la

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    civilizacin, aunque planteada bajo las coordenadas de una temporalidad heterognea,tiende a presentrsenos dentro de una orientacin rectilnea.

    Elas destaca el hecho de que el hombre, al contrario de otros animales queconviven en grupos, no posee mecanismos innatos y automticos para controlar suira o su angustia frente a situaciones conflictivas o peligrosas (ST: 167); la especiehomos sapiens no dispone de un control automtico de estos y otros impulsos.Pero aunque el nfasis Elasiano sobre el asunto subraya diversos modos histrico-culturales del auto-control, desde los que ensea el sdico ritual inicitico hasta losque se producen en el contexto de una ciudadana democrtica, el auto-control nodeja de ceirse a un rumbo civilizatorio que eventualmente prescinde de las agenciasexternas intimidatorias que siembran el miedo entre las poblaciones: el auto-controlse produce entonces sin que intervenga una coaccin externa; se impondra comoalgo estable, uniforme y permanente (cf. supra), y no como parte precaria deuna figuracin transitoria.2

    De ah que no pueda sorprendernos que algn seguidor de Elas se haya vistoobligado a revirar el sealamiento de Edmund Leach que apunta hacia el nazismopara desvirtuar la existencia de una direccin estable, uniforme y permanente delproceso civilizatorio. La respuesta del Elasiano presenta los matices del argumentoalrededor de dicho proceso. Su formulador ya habra indicado como la coraza delcomportamiento civilizado se desmorona muy rpidamente (Elas en Goudsblom98: 64). Cmo puede esta admisin dejar indemne la direccin irreversible delproceso? Al parecer, mediante la distincin entre sectores con regmenes episdicosde auto-control y sectores cuyo proceso de auto-control es ms estable, uniformey permanente. No deja de haber aqu un cierto galimatas, una instancia de esosconceptos difciles de manejar propios de cualquier sntesis a un alto nivel.

    Cuando Elas interrumpe el contexto de una cita de Clastres, es interesantenotar que omite todo el argumento del autor francs acerca de la guerra primitivacomo una dinmica que resiste a la unificacin estatal, que antepone las emocionesde la diferencia a aqullas de la unificacin. Quizs sea lcita aqu una lecturapropiamente Elasiana, en trminos figuracionales, para cuestionar esta omisintambin Elasiana. Podra decirse entonces que la guerra de la sociedad primitivapone en escena una figuracin alterna a la de los masivos sentimientos de orgullogrupalista que plantea la figuracin establecidos-marginados.

    La guerra primitiva sera contraria a la identificacin, a la masificacin de ungran nosotros. As, si bien uno puede imaginar a los participantes de dicha figuracingratificados por la victoria blica y entregados a la emocin grupal de un nosotroscarismtico, dicha emocin debe diferenciarse de aqulla que se vincula a lasmovilizaciones masivas que celebran la gloria grupal en las naciones estatales.Una vez ms, esto podemos expresarlo elocuentemente al echar mano de unlenguaje Elasiano: el carcter diacrnico de ese nosotros estatal se desborda en

    2 V.gr. en la China imperial controlada por los mandarines de manera no-militar (cf. ASP: 267),

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    peligrosos sueos nacionales (EM: 115). Su diacrona tiene que ver con una fantasaque debe distinguirse de lo que juega en la diacrona del proceso de largo plazo(EM: 131). Esta hipertrofia del nosotros carismtico tiene ms relacin con labarbarie que con la civilizacin.

    Sealado lo anterior, puedo detenerme en el examen del carcter procesal delas relaciones internacionales de la sociedad primitiva. Y subrayar algunostrminos de la mencionada citacin de Clastres: mientras que el texto (cita) deClastres alude a los puntos antes sealados, al impedimento que las sociedadessin Estado (oponen) a la mquina unificadora que constituye el Estado (ST: 171),la deduccin Elasiana procede a refrendar el parte de victoria de las formacionesestatales, subrayando sus efectos pacificadores como una evolucin (que) reforzen los hombres la aversin a la guerra, (aunque) no les hizo superar el miedorecproco de los miembros de diversos Estados a ser violentados por otro Estadoms poderoso y verse obligados mediante la amenaza y el uso de la fuerza asometerse a la voluntad del jefe de otro Estado (ST: Loc. Cit.).

    Si para Clastres la civilizacin primitiva plantea una prodigiosa supresin delEstado, de las clases, de la acumulacin de riqueza y de la homogeneizacin (cf.Clastres 96: 183-216), para Elas es muy posible- no cabra hablar de tal civilizacinprimitiva, cuanto de una barbarie que persiste en las formaciones estatales que nosuperan los miedos insensatos de las naciones primitivas. Una vez ms, la teoradel proceso civilizatorio designa crticamente los orgullos, las corazas de fantasay los peligrosos sueos nacionales inherentes a las modernas formaciones estatales(cf. EM: 126), al tiempo que reconoce en stas efectos pacificadores, civilizatorios.El largo plazo sugiere que nuestra especie se encuentra viviendo an momentosque una historia ulterior podra considerar prehistricos. El incontrolable temorrecproco o la resolucin de los conflictos interestatales mediante la fuerza sealanhacia dicho estado prehistrico (cf. ST:172). Pero ste registra tambin la aparicinde elementos pacificadores, civilizatorios.

    Este es el mismo Elas que, al reconocer el grado de interdependencia alcanzadohoy por la humanidad, considera a sta como una sntesis simblica a un alto nivelantes que una alegrica bella idea. Un Elas contradictorio. Por un lado, el largoplazo de la civilizacin va de la mano de una larga duracin de la barbarie; por elotro alboreara otra historia no brbara, no prehistrica-. En trminos benjaminianos,un tiempo mesinico. Pero las categoras teolgicas judas sospecharan de ello:ningn progreso en la historia conduce a la redencin (cf. Buck Morss 95:259). Esta aguardara all donde Elas encuentra evidencias de las cambiantesfiguraciones de un proceso: en lo trunco de la sociedad primitiva, en lo civilizatoriode unas figuraciones que prcticamente no permiten las diferencias de riqueza,exentas entonces de esa pobreza que hace brutales a las personas (TC: 485).En ese elemento trunco, derrotado, y no en los miedos brbaros, residira la fuentede un relmpago cuya conjuncin del pasado y del ahora abrira las puertas a unfuturo diferente al de la mera continuidad: futuro utpico, mesinico, civilizado:

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    cmo llamarlo? Si la civilizacin va de la mano de la des-civilizacin, si las corazasde la primera las evapora fcilmente la persistencia de la segunda, cabe llamar aese futuro civilizado?

    Hora de regresar al lever de Mara Antonieta. Cmo asumir la caducidad deesa dramaturgia? Elas da a entender que dicho funcionamiento en vaco de laetiqueta cortesana lo habra derogado Luis XIV, orquestador de la etiqueta comofuente del poder, como instancia manipulable vinculada a la fuerza de lossentimientos de superioridad social. Pero precisamente el aspecto inerte -o mejor,la inercia- de esos modales habra permitido las congelacin de stos en un ahorade finales del siglo dieciocho que nada tiene que ver con una relacin continuapasado-presente. Un ahora que habra hecho saltar aquel gesto, inerte y caduco,del continuum, para descubrir en ste una constelacin saturada de tensiones,v.gr. una conjuncin de la obsoleta dramaturgia del exclusivismo, de la tenacidadautmata de los emblemas cortesanos, con el fondo annimo de una servidumbredeshumanizada. Un conjunto de voces annimas, de sirvientes de cara a los cualesla desnudez del cortesano no siente pudor alguno, como no puede sentirlo ante lapresencia de un animal o una mascota, adhiere a esta imagen una serie deantecesores sacrificados. Estos difcilmente articulan una figuracin establecidos-marginados. Ms bien representan ese elemento supernumerario al cual se refiereAlain Badiou, como perteneciente a una situacin pero sin lugar en ella (cf. Badiouen Zizek 01: 142). Relmpago inmanente a la imagen dialctica, pero tambinseal surreal, olvidada, interrupcin que la trasciende.

    Podemos trasladar ahora el asunto a un escenario brechtiano. El gestointerrumpido de Mara Antonieta pone de manifiesto entonces como la madre dela dialctica no es el decurso contradictorio de las expresiones o de los modos delcomportamiento, sino (...) el gesto (TB:28) en tanto comportamiento dialctico(...) que a modo de relmpago se pone en claro en una situacin (TB: 27-28).Dicha situacin la rebosa el flash de esta imagen inerte, instantnea inasible de unpasado, fsil en el presente, surgimiento fugaz en medio de la persistencia de unpasado, oportunidad que surge del pretrito en estado ruinoso, no homogneo,sembrado de presente.

    El ahora revolucionario habra sido traicionado entonces, al tener lugar comouna retaliacin de la burguesa radicada en la figuracin establecidos-marginados.El relmpago de otra dimensin, el advenimiento del tiempo mesinico, habraasomado de la nica manera en la cual puede hacerlo, dbilmente. Pero no habraconseguido la necesaria interrupcin, la detencin de la historia. La dbil fuerza deun relampagueo se habra ahogado en la nitidez del retorno a un pasado brbaro ypresuntamente glorioso como el de la repblica romana.

    Hablar Elas de lo mismo? Aludir su prehistoria al proceso ciego, cargadode fantasas, miedos y atrocidades? Sealar el carcter no planeado del procesohacia la posibilidad de subvertir los proyectos y los intereses de los actoreshegemnicos, de la historia de los vencedores? Se compara este carcter no

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    planeado con una dbil fuerza mesinica?Tendr el auto-control un elemento excedente vinculado a la regularidad

    universal (EM: 83) de las figuraciones establecidos-marginados que lo escenifican?Puede zafarse este excedente de los diversos regmenes de administracin de lasemociones, casados con determinadas situaciones y con pautas de control emocionalespecficas de cierta tendencia figuracional establecidos-marginados? Es esteexcedente el que ha de derogar las sucesivas lgicas/fantasas de las sucesivasfiguraciones y hegemonas producidas a lo largo del proceso? Existe un auto-control irreductible a los regmenes que lo producen? Cabra distinguir el auto-control -como una suerte de meta-emocin derivada de las pautas polticas de lasfiguraciones establecidos-marginados-, del auto-control como responsabilidad tica(Lvinas) o asuncin del otro que excede los lmites de toda circunstancia particular?As, entonces, en la segunda guerra mundial, el sadismo japons hacia los prisionerosde sus campos de concentracin, asociado a los excesos de las pautas niponas deauto-control (cf. TC: 487), no sera ms que la instancia de un rgimen que aunno domina civilizadamente el auto-control? Situaciones, regmenes, figuracionesy coyunturas proponen formas de auto-control brbaras desde la perspectivainevitablemente mtica de una civilizacin realizada? Cmo dar lugar al supuestode que el control de las directivas afectivas no (debe llegar) demasiado lejos, (dado)que sus mismas presin y satisfaccin constituyen una parte integral de la realidadhumana (LSC: 125)? Es plausible cuestionar las oscilaciones regimentadas entredesinhibicin y auto-control cuando se las explica o justifica como consecuenciade un rgimen o una figuracin? Cmo abocar el auto-control civilizatorio al margende sus expresiones como coraza precaria o aun coartada de la barbarie? No esinseparable el concepto pautas histricas de auto-control de la nocin de auto-control como concepto que integra ese smbolo a un alto nivel de sntesis que sepropone como proceso civilizatorio? Si barbarie y civilizacin estn tan unidas,qu sentido tiene hablar de proceso civilizatorio? Puede este smbolo sociolgicotener vigencia al margen del discurso de la religin y del mito?

    Volvamos atrs. El auto-control Elasiano tiene que ver con un rasgo constitutivode nuestra especie. Nos refiere al control de los impulsos como inevitable segundanaturaleza del homo sapiens. Sobre este asunto Cas Wouters (1992; 1998) haseguido las pistas de Elas. Segn este autor, los programas automticos de estasegunda naturaleza, resultante de una interaccin entre coacciones externas ysuper-ego, registraran ahora una nueva modulacin, hasta configurar una terceranaturaleza donde ya no rige un inflexibe superego, sino un ego que da margen aldescontrol. Algo que nos refiere nuevamente a la figuracin establecidos-marginados. El carcter inestable de sta pondra en evidencia ahora, en algunasinstancias de las naciones-estado que han registrado los efectos de un Estadobenefactor, ya no una atribucin estigmatizadora de los impulsos reprimidos delpolo establecido a los representantes del polo marginado, sino una informalizacinque relaja las conductas del polo establecido. Algo similar a lo sealado, en el

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    contexto del proceso de urbanizacin latinoamericano, por Jos Luis Romero (1984).Para ste, la anomia vivida por los migrantes de procedencia rural produca unefecto informalizador sobre la sociedad urbana tradicional obligada a coexistir conlas poblaciones recin llegadas. Como consecuencia de ello, algunos sectores delas elites tradicionales informalizaban y desacartonaban algunas conductasvestimentarias y protocolares.

    Menciono lo anterior, sin entrar en mayores detalles, para sealar otra posibleafinidad de la perspectiva Elasiana con Benjamin. Esta tendra que ver con lanocin de naturaleza. Para Benjamin la especie humana no es desafiada por eldominio de la naturaleza, sino por el dominio de su relacin con la naturaleza. Elpaso de la segunda a la tercera naturaleza sealado por Cas Wouters podra aludira ello como proceso. Si el auto-control forma parte del dominio del hombre sobresu dotacin instintiva ms animal, algo que sin embargo forma parte tambin de sunaturaleza ms esencial, cabra pensar en el dominio del auto-control como en elproceso de dominar una relacin. La informalizacin hara parte de ello. De hecho,Elas nos sugiere que la informalizacin de las relaciones familiares tiene relacincon figuraciones ms civilizadas de dichas relaciones. Pero la informalizacin y latercera naturaleza plantean tambin expresiones brbaras. En algunas nacionesque han vivido la experiencia de un Estado benefactor, la civilizacin habrainstaurado un tab que deniega la expresin de sentimientos polticamente incorrectosde superioridad e inferioridad de estatus. Wouters percibe una relacin entre estoy cierto auge de una produccin cultural porno-violenta que revela la existencia deimpulsos que quisieran revertir la convivencia cilivilizada (auto-controlada), paraescenificar expresiones primitivas y violentas que reafirman el estatus de losestablecidos mediante la fuerza bruta.

    Si esta porno-violencia ocupa un lugar importante en la esfera delentretenimiento, una esfera mimtica, en trminos de Elas y su asociado Dunning(1995), no estara de ms revisar algunos otros elementos que aparecen con fuerzaen esa esfera recreativa. Por ejemplo, el reality show, con su programado descontrolde emociones vinculadas a la convivencia o a la comunidad, i.e. a un paradjico despolitizado- cuerpo poltico. Dicha produccin mimtica reproduce buena partedel mundo laboral del neo-capitalismo, cuya pauta de lo comunitario corresponde,segn la expresin de Richard Sennett (2000), a una superficialidad degradante.Si tambin este autor sospecha del nosotros, el pronombre peligroso, su visincrtica de las emociones de comunidad en los contextos laborales contemporneos,nos remite ms a la sincrona que a la diacrona. Y este nosotros sincrnico resultano menos pernicioso que su homlogo diacrnico. La comunidad instantnea delequipo de trabajo flexible que canoniza el neo-capitalismo tambin anula la posibilidadde un equilibrio dinmico entre las diferencias, para absolutizar el consenso de unmodo no tan alejado de aqul que caracteriza al nosotros diacrnico de lasnacionalidades. Lo que puede interesarnos aqu es como la exigencia de armonainstantnea que pone entre parntesis las emociones conflictivas se acompaa, en

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    la esfera mimtica, de unas formas culturales hiper-mimticas, i.e. unas quereproducen fielmente la superficialidad degradante del equipo de trabajo en el interiorde un grupo articulado en torno a ciertas prcticas cuasi-laborales y de convivencia.

    La esfera mimtica contempornea, plagada de emociones instantneas ydesenfrenadas, difcilmente corresponde a un civilizado-autocontrol. Primero, porquecasi no hay solucin de continuidad entre la barbarie competitiva de los equipos detrabajo contemporneos y sus anlogos mimticos. Segundo, porque as no es posiblepensar que se trate de una fantasa controlada que destina al campo mimticoaquello que ha desterrado del plano de la realidad.

    El ngulo figuracional de las elaboraciones de Elas y sus seguidores sobre elauto-control y la informalizacin puede caracterizarse como un intento riguroso derelacionar diversos elementos de una coyuntura, desde la perspectiva de unaadministracin de las emociones. Su inferencia de una direccin civilizatoria dedicho proceso de administracin de las emociones, por el contrario, no deja de sersusceptible de una sospecha Elasiana: puede tratarse de una sntesis a un altonivel en la cual aparecen tanto especulaciones sobre hechos o como mezclas dehechos y de fantasa (cf. TS: 86).

    Aqu aparecen una vez ms las diferencias de perspectiva con Benjamin. Lafrmula de Ganar las fuerzas de la ebriedad para la revolucin (ES:58), mediantela cual este autor destacara cierto potencial del movimiento surrealista, puedecuestionar la viabilidad civilizatoria del auto-control. La dbil coraza civilizadasucumbe ante el encanto de las fuerzas irracionales convocadas por los fascismossi el pensamiento descarnado las concibe a stas apenas como instancias quedemandan control. De ah las espordicas advertencias del propio Elas en el sentidode no llevar demasiado lejos el control de las directivas afectivas.

    Pero como la perspectiva procesual no deja de sealar cierta continuidad enmedio de la discontinuidad, su apreciacin del carcter recreativo de la emocionesliberadas en la esfera mimtica no permite visualizar virtualidades como las de unelemento poltico interruptor, v.gr. el de la iluminacin profana benjaminiana, cuyaescuela primaria seran las drogas, pero cuyo pleno ejercicio intensificara el ejerciciode prcticas que pueden traducirse en acciones crticas, v.gr. pensar, leer o callejear(cf. ES: 59). Comparadas con estas vivencias profanas de lo irracional, lasplacenteras e inofensivas emociones mimticas Elasianas se traducen ms bienen un conformismo civilizado. Esta misma acusacin podra hacrsele alsurrealismo infatuado con la ensoacin, y hoy banalizado en la imagen publicitaria.Pero no podra sindicarse de lo mismo al ejercicio de los estados crticos de lailuminacin profana, cuya irracionalidad se aparta de las mistificaciones pararevelar, por ejemplo, la energa contenida en un mundo de objetos anticuados, decosas esclavizadas y que esclavizan (ES: 49). Al fin y al cabo, la fantasa es lahermana gemela de la razn y trminos como racionalidad e irracionalidad noson simplemente opuestos polares, nos dice Norbert Elas (TS: 127).

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    Una esfera recreativa administrada por los intereses hegemnicos poco tieneque ver con el ejercicio de la iluminacin profana. Podramos hablar aqu, msbien, de industria cultural y placer controlado. En ese sentido, los desarrollosElasianos acerca de la expulsin de las emociones problemticas de la jactancia ola inferioridad, hacia el plano mimtico, no nos dicen mucho acerca de un eventualejercicio crtico de lo irracional. Y aunque eso no podramos pedrselo, cuando sucometido no es otro que el de presentar un cuadro descarnado de ciertas instantneasde un proceso, s podra criticrsele a dichos desarrollos el efecto de teora quepuede llevarnos a cierta ilusin acerca de un progresivo dominio de las emocionespolticamente incorrectas, presuntamente desplazadas en ciertos pases- de larealidad social al plano de la vivencia fantstica.

    Quizs ste y otros puntos aqu presentados, justifiquen un contraste de laselaboraciones Elasianas con desarrollos que se les oponen, y ms cuando dichaoposicin se revela bastante relativa, una vez se la examina de cerca. Quizs ellojustifique el carcter exploratorio de las presentes especulaciones, cuyos contrastestendran que matizarse y desplegarse de manera ms detallada y concreta, en unaconfrontacin con lo emprico que pueda preguntarse, por ejemplo, qu ocurreen contextos como el nuestro con las emociones del estatus presuntamentedesterradas de los equipos de trabajo del capitalismo flexible.

    Abreviaturas utilizadas (textos de Elas y Benjamin relacionados en la Bibliografacitada).:

    Walter Benjamin SIN FECHA:DS = La dialctica en suspenso.1998 Imaginacin y sociedad. Iluminaciones 1:ES = El surrealismo: ltima instantnea de la inteligencia europea., Pp. 41-62.2002:TAP = The arcades project.1990:TB = Tentativas sobre Brecht.

    Norbert Elas 1998 La civilizacin de los padres:EM = Ensayo terico sobre las relaciones entre establecidos y marginados!,Pp. 79-138.ATS = El atrincheramiento de los socilogos en el presente, Pp. 249-290.CP = La civilizacin de los padres, Pp. 407-450.TC = Tecnificacin y civilizacin, Pp. 451-508.1996:ST = Sobre el tiempo.1997:LSC = La sociedad cortesana.

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    1999:SF = Sociologa fundamental.1994:TS = Teora del smbolo.

    Bibliografa

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    BENJAMIN, Walter. Imaginacin y sociedad: Iluminaciones I. Taurus, Madrid, 1998.La dialctica en suspenso: fragmentos sobre la historia; traduccin, introduccin y notas dePablo Oyarzn Robles. Universidad ARCIS y Lom ediciones. Santiago de Chile, s.f.;Tentativas sobre Brecht: iluminaciones III. Taurus, Madrid, 1990.The arcades project (translated by H. Eiland and K. Mc Laughlin). Harvard U.P.,Cambridge, 2002.

    BUCK-MORSS, Susan. Dialctica de la mirada. Walter Benjamin y el proyecto de los pasajes.Visor, Madrid, 1995.

    .ELAS, Norbert. La civilizacin de los padres. Norma, Bogot, 1998.La sociedad cortesana. FCE, Mxico, 1996.Sobre el tiempo. FCE, Mxico, 1997.Sociologa Fundamental. Gedisa, Barcelona, 1999.Teora del smbolo. Pennsula, Barcelona, 1994.

    ELAS, Norbert y Dunning, Eric. Deporte y ocio en el proceso de la civilizacin. Tercer Mundo,Mxico, 1995.

    GOUDSBLOM, Johan. La paradoja de la pacificacin, en Pp. 101-115 de Figuraciones enproceso (V. Weiler ed.). Fundacin Social, Bogot, 1998.

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    y las ideas. Siglo XXI, Mxico, 1984.SENNETT, Richard. La corrosin del carcter: las consecuencias personales del trabajo en el

    nuevo capitalismo. Anagrama, Barcelona, 2000.SPIER, Fred. La teora del proceso de civilizacin de Norbert Elas nuevamente en discusin. Una

    exploracin de la emergente sociologa de los regmenes. En Pp. 257-298 de Figuraciones enproceso (Op. Cit., supra: Goudsblom, J.).

    WOUTERS, Cas. On status competition and emotion management: the study of emotions as anew field, en Pp. 229-252 de Cultural theory and cultural change: M. Featherstone (ed.). Sage,Londres, 1992.Sobre la sociognesis de una tercera naturaleza en la civilizacin de las emociones, en Pp. 194-226 de Figuraciones en proceso (Op. Cit., supra: Goudsblom, J.).

    ZIZEK, Slavoj. Alain Badiou como lector de San Pablo, en Pp.137-181 de El sujeto espinoso: elcentro ausente de la ontologa poltica. Paids, Buenos Aires, 2001.