problemas y concepciones gnoseologicas

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Problemas Y Concepciones Gnoseológicas En torno a la descripción fenomenológica del conocimiento como un hecho que dicotomiza sujeto-objeto, mente-cuerpo y jerarquiza a la racionalidad se inscribe el debate epistemológico en torno a cinco problemas eternamente discutidos y nunca acordados por las diversas corrientes filosóficas. 1. La posibilidad del conocimiento: ¿Puede el sujeto ‘aprenhender’ el objeto? 2. El origen del conocimiento: ¿Es la razón o la experiencia la fuente del conocimiento? 3. La esencia del conocimiento –el problema central-: ¿El objeto determina al sujeto¿ o a la inversa? 4. La forma del conocimiento: ¿Hay una aprenhensión racional? Intuitiva? 5. El criterio de verdad: ¿Cómo saber que el conocimiento es verdadero?. 1. LA POSIBILIDAD DEL CONOCIMIENTO. ¿Puede el sujeto aprehender al objeto? Diferentes y enfrentadas posiciones filosóficas se agrupan en torno a esta pregunta. El Dogmatismo no considera que el conocimiento sea un problema, ya que no lo ve como una relación entre sujeto y objeto. En esta posición epistemológica son situados los pensadores griegos, quienes no plantean el ‘problema’ del conocimiento –éste aparecerá recién con los sofistas-. En el dogmatismo se sobreentiende que los objetos del conocimiento nos son dados directamente, sin la función mediadora de la percepción y el pensamiento. El Escepticismo, que proviene de Pirrón de Elis, sostiene que el sujeto –la conciencia cognoscente- no puede aprehender al objeto debido a que el conocimiento está influido por características del sujeto, de sus órganos de conocimiento, y por el medio cultural.

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Problemas Y Concepciones Gnoseológicas

En torno a la descripción fenomenológica del conocimiento como un hecho que dicotomiza sujeto-objeto, mente-cuerpo y jerarquiza a la racionalidad se inscribe el debate epistemológico en torno a cinco problemas eternamente discutidos y nunca acordados por las diversas corrientes filosóficas.

1. La posibilidad del conocimiento: ¿Puede el sujeto ‘aprenhender’ el objeto?

2. El origen del conocimiento: ¿Es la razón o la experiencia la fuente del conocimiento?

3. La esencia del conocimiento –el problema central-: ¿El objeto determina al sujeto¿ o a la inversa?

4. La forma del conocimiento: ¿Hay una aprenhensión racional? Intuitiva?

5. El criterio de verdad: ¿Cómo saber que el conocimiento es verdadero?.

1. LA POSIBILIDAD DEL CONOCIMIENTO.

¿Puede el sujeto aprehender al objeto?

Diferentes y enfrentadas posiciones filosóficas se agrupan en torno a esta pregunta.

El Dogmatismo no considera que el conocimiento sea un problema, ya que no lo ve como una relación entre sujeto y objeto. En esta posición epistemológica son situados los pensadores griegos, quienes no plantean el ‘problema’ del conocimiento –éste aparecerá recién con los sofistas-. En el dogmatismo se sobreentiende que los objetos del conocimiento nos son dados directamente, sin la función mediadora de la percepción y el pensamiento.

El Escepticismo, que proviene de Pirrón de Elis, sostiene que el sujeto –la conciencia cognoscente- no puede aprehender al objeto debido a que el conocimiento está influido por características del sujeto, de sus órganos de conocimiento, y por el medio cultural. Debido a la presencia de estos factores subjetivos, no hay juicio verdadero, no hay una verdad. Por lo tanto no hay conocimiento y debemos abstenernos de emitir juicios. Para el escepticismo absoluto no existe posibilidad de conocimiento en general –es el escepticismo lógico-. El escepticismo relativo puede adoptar diferentes formas: el escepticismo metódico de Descartes (para quien la metodología de acceso a la verdad consiste en dudar de todo lo que se presenta a la conciencia como verdadero, para ir desechando lo falso), el escepticismo metafísico –o positivismo- (Hume, Comte niegan la posibilidad del conocimiento suprasensible), el escepticismo religioso o agnosticismo (Spencer –el absoluto es incognoscible), el escepticismo ético (Montaigne –no hay conocimiento moral-). Una modalidad de escepticismo no absoluto, es el escepticismo académico, cuyos orígenes pueden encontrarse en Arcesilao y Carneades, quienes admiten la probabilidad pero no la certeza.

El Subjetivismo y el Relativismo sostienen que hay verdad, pero ésta no tiene validez universal ni intemporal. Para el subjetivismo –originado en los sofistas- lo que es verdad para un individuo

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puede ser falso para otros. Los relativistas consideran que existen juicios válidos dentro de un entorno cultural y temporal. Así, lo verdadero para un círculo determinado (una humanidad, una cultura, un grupo científico) es falso para otro grupo.

Para el Pragmatismo (William James, Schiller) se reemplaza el valor de la verdad (teórico) por el valor de la utilidad (práctico). El ser humano es esencialmente un ser práctico, antes que un ser teórico-pensante. De ahí se deduce que el intelecto no nos es dado para investigar y conocer la verdad; está al servicio de la voluntad y la acción del ser humano. El conocimiento tiene, entonces, un sentido práctico de utilidad para la vida más que de búsqueda de la verdad. Es útil a la conducta práctica (Schiller), conserva la vida y sirve a la voluntad de poder (Nietzche).

El Criticismo, fundado por Kant, es una posición intermedia entre escepticismo –del cual el subjetivismo, relativismo y pragmatismo pueden considerarse como tres variantes- y el dogmatismo. Reconoce que hay verdad, pero no se la debe aceptar sin cuestionarla. Se la debe sustentar con el uso de la razón. Es decir, no se puede aceptar una verdad dogmáticamente, ni tampoco renunciar escépticamente a ella. El criticismo como método, exige investigar las fuentes de todas las afirmaciones y refutaciones, así como las razones en que éstas se fundan.

2. ORIGEN DEL CONOCIMIENTO.

¿Es la razón o la experiencia la fuente del conocimiento?

El Racionalismo defiende que es la razón, el pensamiento y no los sentidos, la fuente del conocimiento. Los conceptos fundamentales son un ‘a priori’ de la razón –son independientes de la experiencia-. Las formas que asume dicho ‘a priori’ pueden varias según distintos pensadores y permiten identificar distintos tipos de racionalismo:

El racionalismo trascendente de Platón, para quien el alma ha contemplado las Ideas en una vida anterior pre-terrenal, y se acuerda de ellas en el momento de la percepción sensible. Es la teoría de la anámnesis, según la cual el conocimiento es una reminiscencia.

El racionalismo teológico es sostenido, entre otros, por Plotino (nuestro espíritu es una emanación del Espíritu Cósmico y recibimos las ideas de él, por iluminación), San Agustín (las verdades provienen de Dios, quien nos ilumina) y Malebranche (conocemos las cosas contemplando inmediatamente lo absoluto, por intuición racional de lo absoluto).

El racionalismo inmanente de Descartes y Leibniz supone que la razón tiene un patrimonio innato de conceptos fundamentales del conocimiento.

El racionalismo lógico, en el siglo 19, atribuye a una ‘conciencia en general’ –distinta de la conciencia individual- la residencia de los principios fundamentales del conocimiento, de los cuales se deduce lógicamente todo el conocimiento humano.

Como una posición opuesta al racionalismo, el Empirismo asegura que la única fuente del conocimiento es la experiencia. En el pensamiento no hay más que datos de la experiencia. Así lo

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afirman Locke (el espíritu es una tabula rasa; el pensamiento une los datos sensibles de la experiencia), Hume (las ideas son representaciones de la memoria acerca de las impresiones –o sensaciones-) y John S. Mill (las leyes lógicas del pensamiento no son más que generalizaciones de experiencias pasadas).

El Intelectualismo une el racionalismo y el empirismo. En el pensamiento hay, además de representaciones sensibles, conceptos que no son ‘a priori’ sino que están contenidos en las cosas. Es la posición de Aristóteles para quien las ideas son las formas esenciales de las cosas, su núcleo racional. Percibimos con los sentidos los objetos con su idea contenida dentro. Sólo hay que extraerla por medio del entendimiento o razón que ilumina las imágenes sensibles y transparenta la idea. Similar concepción corresponde a Santo Tomás de Aquino.

El Apriorismo de Kant, es una posición mediadora entre racionalismo y empirismo. Defiende que existen elementos ‘a priori’ pero no proceden de la experiencia sino de la razón. Estos ‘a priori’ no son conceptos o contenidos de las cosas, sino formas del conocimiento que la experiencia llena de contenidos. El material del conocimiento proviene de las sensaciones - sin este material no hay conocimiento posible -, pero la forma deriva de la razón. Las sensaciones, que provienen de la experiencia, son caóticas y el pensamiento las enlaza mediante las formas ‘a priori’ de la razón, que son el espacio-tiempo y la causalidad. Éstas no son, para Kant, cualidades del mundo sino de la razón, que moldean las sensaciones y hacen que todo lo percibamos en el tiempo, en el espacio, y con una relación de sucesión causa-efecto.

3. LA ESENCIA DEL CONOCIMIENTO.

¿El objeto determina al sujeto?

La discusión sobre la esencia del conocimiento es el tema de muchas posiciones epistemológicas encontradas, las cuales se pueden agrupar en tres pares de opuestos: objetivismo versus subjetivismo; realismo versus idealismo, y monismo frente a dualismo.

El Objetivismo reconoce que el objeto determina al sujeto. Los objetos son algo dado cuya estructura es reconstruida por la conciencia cognoscente, de modo que el sujeto reproduce, es decir, toma las propiedades del objeto.

Dentro de esta postura se incluye a Platón para quien las Ideas son realidades objetivas suprasensibles –o entidades metafísicas- cuyo acceso es permitido por la contemplación. Para Platón hay una intuición espiritual -no sensible- de las Ideas, y una intuición sensible de las cosas.

Para la fenomenología de Husserl también existe una intuición sensible de las cosas y una intuición no sensible de las esencias: una ‘ideación’. Para la fenomenología las esencias de las cosas constituyen un reino independiente (algo similar a las Ideas de Platón). No obstante, Husserl no cree en un mundo metafísico de las esencias, puesto que éste supondría la pre-existencia del alma, sino en esencias ‘dependientes de’ –se presentan con- el fenómeno concreto (una cierta coincidencia con el supuesto aristotélico).

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Para el Subjetivismo el mundo de las ideas no es objetivo; está en un sujeto superior (el Espíritu Cósmico de Plotino, o Dios para San Agustín). De él recibe la conciencia cognoscente sus principios y conceptos generales, no del objeto.

En el subjetivismo neokantiano (Escuela de Marburgo) no hay objetos independientes de la conciencia; tampoco hay un sujeto metafísico en que se funda el conocimiento. Sólo conciben un sujeto lógico: una ‘conciencia en general’, como un conjunto de leyes y conceptos supremos del conocimiento.

El Realismo considera la existencia de cosas reales independientes de la conciencia –objetos trascendentes-, pero se pregunta: ¿el mundo objetivo es como lo percibimos?.

En el realismo ingenuo atribuido a los griegos, no hay separación sujeto-objeto y, por lo tanto, no se distingue la percepción, como contenido de la conciencia, del objeto. Las cosas son tal como las percibimos.

El realismo natural de Aristóteles, concibe que la idea es posterior a la sensación. No hay nada en el pensamiento que no haya estado antes en los sentidos. Distingue percepción y objeto, pero los objetos son idénticos a los contenidos de la percepción.

Para el realismo crítico el objeto no es siempre igual a la percepción. Hay percepciones objetivas, que corresponden a las cualidades primarias de las cosas, las cuales son cuantitativas y, por tanto, medibles –u objetivas- (Galileo, Descartes). Por ejemplo, el tamaño, la forma, el movimiento, el espacio, corresponden a las cosas independientemente de nuestra percepción, y las percibimos tal como son. Pero también hay percepciones subjetivas de las cualidades secundarias de las cosas. Locke define como cualidades secundarias aquéllas percibidas con un solo sentido, como el color, sabor, olor, dureza. Estas cualidades no son propias de los objetos, no son objetivas, sino que únicamente existen en nuestra conciencia –son subjetivas- y varían de un sujeto a otro. Dentro de esta corriente de realismo crítico es un ejemplo la física moderna, que considera lo cualitativo como una serie de reacciones de la conciencia, no ante la cosa, sino frente a estímulos objetivos. Los estímulos objetivos son concebidos como acciones de las cosas que causan las sensaciones; por ejemplo, las vibraciones del éter causan la sensación de color.

El Idealismo tiene dos variantes: el idealismo metafísico considera que la realidad tiene como fondo fuerzas espirituales. El idealismo epistemológico sustenta que no hay cosas reales independientes de la conciencia (inmanencia); existen, en cambio, objetos de la conciencia –idealismo subjetivo o psicológico- o bien, objetos ideales –idealismo lógico u objetivo-.

En el idealismo psicológico (Berkeley) los objetos de la conciencia existen contenidos en la conciencia individual; existen en tanto son percibidos. Para el idealismo lógico (neokantismo, Hegel) los objetos ideales no existen en la conciencia individual, ni fuera de ella. Son engendrados, producidos por ella, y constituyen el contenido de la conciencia objetiva de la ciencia –la conciencia en general- entendida como la suma de pensamiento y juicios. Ello significa que las cosas son conceptos.

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El Fenomenalismo (Kant) reconcilia realismo e idealismo, al proponer que no conocemos la ‘cosa en sí’, sino como ‘se nos aparece’ (el fenómeno). Si bien las cosas existen, son reales, no conocemos su esencia. Las cosas se nos aparecen en razón de los ‘a priori’ de nuestra conciencia. Para Kant, espacio-tiempo y causalidad no son cualidades de las cosas, sino formas en las cuales nuestro entendimiento ordena las sensaciones, de una manera inconsciente e independiente de nuestra voluntad. En virtud de ello nunca conocemos el mundo tal cual es –la cosa en sí- sino el mundo fenoménico –tal como se nos aparece a la organización a priori de la conciencia.

El Monismo y el Dualismo son soluciones teológicas que implican renunciar a la solución científica del problema el conocimiento. El Monismo considera que sujeto y objeto son una unidad. Entre ellos, Spinoza declara que Dios es una sustancia (la única sustancia) que tiene muchas cualidades de las que sólo conocemos dos: el pensamiento y la extensión. Todo ocurre por necesidad y la naturaleza es la causa interna de todo lo que ocurre –Dios no es causa externa-. No hay voluntad libre; no decidimos lo que ocurre en nuestro cuerpo ni el nuestro pensamiento. No hay un alma libre que está presa en un cuerpo mecánico. Todo es Uno y Todo lo que existe es la naturaleza; Dios es la naturaleza.

También Schelling supone la unidad espíritu-materia. Para él, el Espíritu Universal (UNO) se manifiesta en lo visible (naturaleza) y en la naturaleza invisible (el espíritu, la conciencia del hombre). La naturaleza no es muerta. Uno puede buscar el espíritu tanto en la naturaleza como en la mente; el camino del conocimiento va hacia dentro: el ser humano lleva todo el universo dentro.

El Dualismo separa el sujeto del objeto y se remite a un dios que ha armonizado el pensamiento y el ser, pero como dos órdenes separados. Es el dualismo teísta de Plotino, San Agustín y Santo Tomás de Aquino. El dualismo teísta también está presente en Descartes. Para Descartes la realidad tiene dos sustancias, ambas provenientes de Dios: el pensamiento o alma (consciente, no material, no divisible y superior) y la extensión o materia (no consciente, divisible e inferior). El pensamiento es libre, esto es, independiente de la materia, y viceversa.

Leibniz también plantea la dualidad alma-cuerpo, pero la concilia vinculando a ambas partes (mónadas) mediante la armonía universal perfecta de la cual Dios es el director. Leibniz describe al universo como compuesto de sustancias inmateriales e indivisibles, innatas e imperecederas –los verdaderos átomos de la naturaleza- llamadas mónadas. Las mónadas están vinculadas entre sí por una armonía universal perfecta. Las relaciones entre el alma y el cuerpo son un caso particular de la armonía universal. Las mónadas –de las cuales una de ellas es predominante sobre las demás en cada organismo- explican la totalidad del mundo físico. La mónada predominante del individuo se denomina espíritu y es el grado superior en la escala de los seres vivos. Por encima de la escala de mónadas está Dios –la mónada central-. Si bien existe una gradación de mónadas, cada una de ellas refleja el universo entero desde su propia perspectiva. El dualismo cuerpo-alma (cada uno es una mónada) se concilia mediante la armonía preestablecida, debido a que, si bien cada una sigue sus propias leyes, ambas son representaciones del mismo universo.

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4. LAS FORMAS DEL CONOCIMIENTO.

¿Aprehensión racional o intuitiva?

La pregunta es: ¿existe, además del conocimiento racional, otra forma de conocimiento que podría llamarse intuitivo?

El conocimiento mediante la razón es llamado conocimiento mediato o discursivo: la conciencia cognoscente realiza una serie de operaciones intelectuales (relaciona, compara, saca conclusiones) para aprehender el objeto, es decir, no lo aprehende inmediatamente. El conocimiento intuitivo, por su parte, es inmediato: es la aprehensión inmediata de lo dado en la experiencia externa o interna. Pero cuanto los filósofos hablan de intuición no se refieren a una intuición sensible sino espiritual.

Las diferencias entre diversos pensadores se presentan en torno a si existe o no la intuición como forma de conocimiento y, en caso afirmativo, si se trata de una intuición racional o emocional (proveniente de otras fuerzas del hombre diferentes a la razón). Pero en cualquier caso, está presente la dicotomía sujeto-objeto y mente-cuerpo.

Platón habla de la intuición espiritual de las Ideas, pero se refiere a ella como una intuición estrictamente racional, una función del intelecto. Plotino y San Agustín hacen participar de la intuición del Nus (Plotino) o de Dios (San Agustín), no sólo fuerzas racionales del intelecto, sino también fuerzas emocionales o místicas (la experiencia vivida en la contemplación mística, como contacto inmediato con Dios). En el siglo XIII se presenta una contienda entre el intelectualismo y el intuicionismo. Para los intelectualistas sólo existe el conocimiento racional: discursivo y mediato, incluso para el conocimiento de Dios –que tiene que ser ‘demostrado’ (Santo Tomás de Aquino). La corriente agustiniana defiende la intuición (no racional) en el sentido místico o religioso; no ve en la deducción lógica la única fuente de conocimiento.

Entre los posteriores defensores de la intuición no racional se encuentran: Pascal (‘el corazón tiene razones que la razón no entiende’), Hume (junto al conocimiento teórico racional se presenta una aprehensión intuitiva y emotiva –la fe- de la realidad del mundo exterior), Hutcheson (intuimos emocionalmente, sin reflexionar, los valores éticos –lo bueno, lo malo- y estéticos –lo bello, lo feo-), Bergson (el intelecto es incapaz de penetrar las esencias de las cosas; sólo la intuición puede hacerlo), Dilthey (aprehendemos de forma inmediata e irracional la existencia de nuestros prójimos así como las personalidades históricas), Scheler (admite además de la intuición racional-metafísica del principio absoluto del universo, la intuición emocional de los valores y de Dios –imperceptibles para el intelecto-).

Entre quienes afirman la existencia de la intuición exclusivamente racional, se identifica a: Fichte (hay una intuición espiritual-intelectual-metafísica mediante la cual el yo absoluto se conoce a si mismo), Schelling (existe una intuición intelectual de la unidad Naturaleza-Espíritu), Schopenhauer (hay un conocimiento discursivo racional del mundo fenoménico, mientras que la

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‘esencia’ de las cosas es aprehendida por intuición espiritual), Husserl (la intuición racional de las esencias –la ideación-)

Finalmente, entre los que no aceptan ninguna clase de intuición, y reconocen como único modo de conocimiento el discursivo mediato, encontramos a Kant y al neokantismo (para Cohen la intuición es contradictoria con el pensamiento científico).

El cuestionamiento científico a la intuición proviene de la necesidad de defender a la Ciencia, ya que la intuición significa el fin de la universalidad y demostrabilidad del conocimiento científico. Lo máximo que se podría hacer es relegar a la intuición a la esfera práctica (la estética, la ética y la religión) y conceder a la razón el primado en la esfera teórica: la ciencia y la metafísica. La intuición tampoco sirve a la metafísica, ya que ésta es el conocimiento racional discursivo del principio del universo.

5. EL CRITERIO DE VERDAD.

¿Cómo saber que el conocimiento es verdadero?

El concepto de verdad es variable. Existe una verdad transcendente para el realismo. Ya que la realidad existe fuera, la verdad es la concordancia del contenido del pensamiento con el objeto, y el conocimiento es la reproducción del objeto –una copia del mundo-. Los idealistas lógicos, consideran que sólo existen objetos ideales, es decir que los objetos no están ni dentro ni fuera de la conciencia; son producidos por ella y por tanto, el conocimiento es la producción del objeto. Estos idealistas, así como algunos racionalistas (Kant entre ellos), entienden que existe una verdad inmanente, dada por la concordancia del pensamiento consigo mismo. Un juicio será verdadero cuando haya sido formulado siguiendo las leyes lógicas del pensamiento (esto es la corrección lógica).

Cuál será el criterio de verdad? Qué elemento nos permitirá asegurar que existe, o bien concordancia objeto-pensamiento en el realismo, o bien corrección lógica en el idealismo?

En el idealismo lógico el criterio de verdad es la ‘’ausencia de contradicción’’. Pero las cosas se complican en el realismo (que reconoce una realidad dada y una percepción que no siempre coincide con ella) y el idealismo subjetivo (que supone que los objetos no existen fuera de la conciencia sino como contenidos del pensamiento, esto es: existen en tanto son percibidos). En estos casos se asigna como criterio de verdad la ‘’presencia de un objeto’’. Serán verdaderos los juicios que se fundan en la presencia inmediata del objeto pensado. A esto puede llamársele ‘’evidencia de la percepción’’ (Meinong), o ‘’autocerteza de la conciencia’’ (Volkelt). El problema en este caso gira en torno a definir el contenido de tal evidencia o autocerteza inmediata (o intuición). Nos remitimos al tema de la intuición tratado previamente en el que la clave está en diferenciar si es racional o irracional. Si es irracional se convierte en subjetiva y, por tanto, no científica: no tiene validez universal y por tanto, queda descalificada como criterio de verdad. Por el otro lado, los filósofos que defienden que esa evidencia intuitiva es racional, por tanto lógica y objetiva, no tienen más que reconocer que no siempre es verdadera, puesto que muchas veces se

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presentan evidencias falsas. La consecuencia ‘’lógica’’ de estas dubitaciones reflexivas de la filosofía se orientan a la conclusión de que no hay más remedio que desestimar la ‘’evidencia’’ y la ‘’autocerteza’’ como criterio de verdad.