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Principios del Siglo XX

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La bacteriología inició su vertiginoso desarrollo en el últi-

mo tercio del siglo XIX. A partir de entonces, se conver-

tiría en una disciplina científica privilegiada, cuyos

descubrimientos lograron vencer un sinnúmero de males

que mermaban a poblaciones enteras desde la Antigüedad.

Además de aislar el bacilo de la tuberculosis y de descubrir

el germen que causaba la gonorrea, otra gran variedad de

microorganismos pudieron ser combatidos, mejorando la

calidad de vida tanto en regiones urbanas como rurales.

VidaMejorando la

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OrdenanLas Bacterias se

A fines del siglo XIX, la nomencla-

tura de las bacterias resultaba

caótica. Casi la totalidad de los cien-

tíficos que las investigaban les otor-

gaban una denominación diferente,

sin importar quiénes las habían ana-

lizado y clasificado simultáneamente.

Ello cambió cuando se sentaron las

bases de la taxonomía moderna en

microbiología, lo que permitió poste-

riormente aislar con mayor eficiencia

a los agentes patógenos. Se facilita-

ba así el combate contra enfermeda-

des que, hasta aquel entonces, no

tenían tratamiento posible.

Fue en 1875 cuando el científico pru-

siano Ferdinand Cohn publicó una

relevante clasificación de las bacte-

rias, acuñando el término "bacilo" y

describiendo los procesos fisiológicos

clave de los microorganismos.

En la época se pensaba que todas las

bacterias eran variaciones del mismo

organismo en distinto estado de

desarrollo, tipo de multiplicación y

diversidad de forma y tamaño; no se

asociaban tipos de microorganismo

con propiedades metabólicas espe-

cíficas. Cohn, en cambio, observó

que los distintos géneros y especies

de bacteria poseen otras caracterís-

ticas, diferentes a las de organismos

reproducidos sexualmente. Tras

veinte años de investigaciones

exhaustivas acerca de la forma,

estructura celular, pigmentación y

actividad metabólica, extendió sus

hipótesis en relación a que las bacte-

rias pueden dividirse en distintas

especies según sus características

–que se transmiten a las siguientes

generaciones cuando dichos micro-

organismos se multiplican.

En su primera clasificación, propuso

un esquema de cuatro grupos:

Sphaerobacteria, Micrococcus, Micro-

bacteria, Bacterium y Desmobacteria

(filamentosas), que incluyen los baci-

los y los vibriones; y las Spirobacteria

(con forma de tornillo), que incluyen

los Spirillum y las Spirochaeta.

Tras ello, realizó una subdivisión en la

cual, por ejemplo, los Micrococcus

podían ser pigmentados, fermentados o

patógenos. Además, designó el género

de los bacilos, describiendo el ciclo de

vida del Bacillus subtilis. Descubrió que

el agua hirviente destruye las células

vegetativas pero no las endoesporas,

con lo cual desautorizó completamente

la teoría de la generación espontánea.

Dicho trabajo le granjeó el respeto de

sus colegas y su fama como uno de los

pilares de la bacteriología moderna.

Ferdinand Cohn

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La Maldición del

Agua

T al como Ferdinand Cohn lo

anunciara, el agua es fuente

importante de enfermedades infec-

ciosas. Y uno de los mayores aportes

de la investigación microbiológica al

mejoramiento de la calidad de vida

en el siglo XIX fue la aislación del

agente causante del cólera, junto

con el descubrimiento acerca de su

procedencia.

Hace cerca de dos mil 500 años, tex-

tos en sánscrito describieron una

dolencia que se verificaba en el área

de la India cuyos síntomas coinciden

con los del cólera: vómitos y diarrea

violentos, rostro demacrado, labios

azulados y espasmos musculares.

Cuando la enfermedad apareció en

Europa, su diseminación provocó

terror a nivel global, antes de que

pudiera controlarse. Comenzó a

trasladarse hacia Occidente a través

de Persia y Rusia, para extenderse

luego por toda Europa.

Los manantiales que abastecían las

ciudades, carentes de medidas

higiénicas, se convirtieron en gran-

des focos de infección. Las tasas de

mortalidad eran tan altas, especial-

mente en las áreas urbanas, que

parecía estar de vuelta la temible

Peste Negra de la Edad Media. Por

las noches circulaban carros para

recoger cadáveres y los montones

de cuerpos eran lanzados a fosas

comunes. Nadie sabía entonces

cómo se originaba y se diseminaba

el contagio.

Las fuentes de agua que abastecían las ciudades, carentes de medidashigiénicas, se convirtieron en grandes focos de infección.

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La maldición del agua

"Un verdugo sin máscararecorría París con una guilloti-na invisible", relató el poetaHeine sobre la gran epidemia.

El cólera surgió en Occidente

cuando Europa alcanzaba una

riqueza y poder sin prece-

dentes. La Revolución

Industrial estaba en mar-

cha y las poblaciones

urbanas experimentaban

un acelerado creci-

miento. Los habitantes

de las aldeas y gran-

jas, mal alimenta-

dos y agotados por

el trabajo, vivían

junto a sus animales, entre excre-

mentos y basura. Sus malas con-

diciones de vida y de salud los

impulsaban a emigrar hacia las

ciudades, pero no encontraban

una situación mejor. En tan sórdi-

do ambiente de fábricas, tugurios

y desechos, se exponían a ame-

nazas que sus sistemas inmuno-

lógicos no estaban capacitados

para enfrentar. El contagio les lle-

gaba a través del aire que respi-

raban y el agua que bebían.

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Bomba de gérmenes

Entre las clases altas, el cólera atacaba no sólo el

cuerpo, sino también el orgullo.

Sospechando el origen del con-

tagio, en 1854 el médico britá-

nico John Snow convenció a las

autoridades acerca del origen de la

infección, e hizo cerrar la fuente de

agua de un barrio londinense

donde la enfermedad hacía nata.

Cuando se extrajo la palanca de la

bomba, el brote de cólera cesó

abruptamente en el área.

La iniciativa fue imitada por otros

gobiernos. Nueva York creó una

comisión de salud y muchas ciuda-

des de Europa siguieron el ejem-

plo. En 1890, cuando el cólera

recorrió nuevamente el mundo,

Europa y Estados Unidos casi fue-

ron intocadas. Próximamente, el

uso del cloro, la vacunación y otros

avances médicos permitieron elimi-

nar la enfermedad durante un siglo.

Sin embargo, la causa precisa de la

enfermedad sólo fue identificada

plenamente en 1883, cuando el

bacteriólogo alemán Robert Koch

descubrió el bacilo del cólera –el

vibrión cholerae– en El Cairo. Tal

descubrimiento abrió una nueva era

en la medicina y en la salud públi-

ca. Poco después de que Koch

objetivara dicho microorganismo, el

bacteriólogo español Jaime Ferrán

y Clúa, quien se interiorizó respecto a

los medios de identificación, cultivo y

características del germen durante la

epidemia de la enfermedad declara-

da en Marsella, sistematizó un pro-

cedimiento de vacunación. Sentó así

las bases para el manejo de toxinas

en la elaboración de vacunas que

contribuirán al tratamiento del mal

hasta la actualidad.

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El Mal Francés

En tablillas de barro de la antigua

Mesopotamia existen referen-

cias médicas que no dejan lugar a

dudas sobre la enfermedad a la

cual se referían: "Un hombre pade-

ce gonorrea cuando su orina se

parece a la de un burro o a la leva-

dura de cerveza". Las mismas

tablillas describen el tratamiento

que debía aplicarse: "Introduciendo

un upu (catéter) puede fluir la orina,

si hay cicatrización".

La idea de que la gonorrea y la sífi-

lis formaban una unidad persistió

durante varios siglos. El célebre

cirujano y anatomista escocés John

Hunter compartió esa antigua

creencia e incluso experimentó en

sí mismo el contagio, inoculándose

valientemente materia infectada,

para comprobar que la sífilis se ori-

ginaba a partir de la gonorrea.

Sin embargo, Albert Neisser, un

joven médico asistente en la

Clínica de Dermatología de la ciu-

dad de Breslau, descubrió en 1879

el agente causal de la gonorrea –la

Neisseria gonorrhoeae–, un con-

junto de diplococos agrupados en

forma de panecillo. Además, tuvo

el mérito de inventar la jeringa ure-

tral para el tratamiento de los

pacientes. Con sus investigacio-

nes, Albert Neisser fue, posible-

mente, el primer científico que

atribuyó una enfermedad crónica a

un microbio. Sus observaciones

dieron el puntapié inicial al desa-

rrollo de tratamientos que, hoy en

día, muestran total eficacia en la

curación de la enfermedad.

Durante siglos se pensóque la sífilis y la gono-rrea poseían un origencomún. En la ilustración,un libro de medicinapublicado durante elsiglo XIX.

Albert Neisser.

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H asta la última década del

siglo XIX, se creía que la

mayoría de los gérmenes cau-

santes de las enfermedades

visualizados a través del micros-

copio pertenecían a la familia de

las bacterias. Sin embargo,

desde diversas fuentes comen-

zaron a publicarse informes de

que existían otros microorganis-

mos más pequeños aún, tan dimi-

nutos que atravesaban las pare-

des de los más delicados filtros.

Uno de los discípulos de Pasteur,

el francés Charles Chamberland,

había desarrollado un filtro capaz

de retener bacterias, aunque el

extracto infeccioso que se obte-

nía seguía siendo patógeno.

Los misteriosos virus

Otros científicos de la época se

percataron de que existían agen-

tes que el microscopio óptico no

podía capturar, y que atravesaban

los más finos filtros bacterianos.

En 1892, el botánico ruso Dimitri

Ivanowski publicó la primera evi-

dencia de la capacidad de filtra-

ción de un agente patogénico –el

virus del mosaico del tabaco–,

Mosaico del virus del tabaco.

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Los misteriosos virus

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dando el puntapié inicial a la

importante disciplina de la virolo-

gía. Desde aquel entonces, el

pequeño agente infeccioso fue

denominado virus filtrable; más

tarde, el adjetivo fue eliminado y

el vocablo permaneció en el léxico

tan sólo como "virus".

En 1915, el bacteriólogo inglés

Frederik William Twort anunció la

existencia de virus bacteriófagos, es

decir, microorganismos que invaden

las bacterias para posteriormente

disolverlas. Sus investigaciones fue-

ron realizadas simultáneamente con

las del científico canadiense Félix

d'Herelle, y en décadas posteriores,

numerosos investigadores utilizaron

los microorganismos revelados por

Twort y D’Herelle como modelos

para estudiar la estructura, la genéti-

ca y la reproducción de los virus.

El descubrimiento de Twort, no

obstante, fue producto del azar.

Después de años investigando los

virus, el científico observaba que

las bacterias que infectaban sus

placas se tornaban transparentes,

lo cual indicaba que habían sido

fisuradas y destruidas por aque-

llos microorganismos más peque-

ños. Ante el mismo fenómeno,

D’Herelle ofreció una interpreta-

ción irrefutable: "se trata de un

microbio invisible que parasita a

las bacterias".

Tal como le había ocurrido a

Twort, D’Herelle advirtió zonas

transparentes en las placas donde

depositaba las muestras fecales

extraídas de pacientes con disen-

tería.

Uno de aquellos pacientes era un

niño de doce años con una grave

condición. D'Herelle elaboró una

preparación de bacteriófagos,

tragó una porción para asegurar-

se de que no fuese perniciosa, y

luego la administró al niño, quien

se curó de su grave condición.

Posteriormente, D'Herelle experi-

mentó con bacteriófagos para tra-

tar enfermedades de las aves y

padecimientos humanos tales

como el cólera y la peste bubónica.

Fabricó también productos comer-

ciales para tratar abscesos, heri-

das e infecciones respiratorias.

Charles Chamberland Frederik William Twort Dimitri Ivanowski

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Aparece su imagen

Comenzaron a tejerse hipótesis

acerca de posibles analogías

entre los virus y los genes, y se

informó que el tamaño de aquéllos

podría equivaler al de una molécu-

la de proteína. A partir de lo ante-

rior, se lanzó la noción de que,

probablemente, algunas enferme-

dades causadas por virus eran

producto de la célula huésped –ya

sea una partícula de cromatina o un

gen capaz de autorreproducirse.

Durante la primera treintena del

siglo XX, los virus sólo podían ser

estudiados por sus efectos patogé-

nicos. La tecnología no poseía el

desarrollo suficiente como para

visualizarlos. Sin embargo, a fines

de los 1930 se inventó un microsco-

pio que hizo posible examinar su

estructura y estudiar su relación con

las células que infectaban. Se inten-

taron también métodos para desa-

rrollar cultivos que contribuyeron a

establecer estudios cuantitativos de

la multiplicación viral y de la acción

de anticuerpos en el crecimiento de

los microorganismos. Se pudo tam-

bién realizar observaciones de gran

precisión sobre los factores involu-

crados en la genética y la mutación

de los virus.

Avances posteriores permitieron

aumentar el conocimiento de la bio-

logía de los virus, su estructura y

relación con sus huéspedes –sus

métodos de ingreso, reproducción y

salida–. Los resultados de dichos

avances poseen una enorme impor-

tancia para la medicina moderna,

casi comparable al descubrimiento

de los antibióticos.

Partículas del virus herpes abandonan el núcleo de una célula huésped.

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A principios del siglo XX, la

Burroughs Wellcome reactivó la

marcha de sus laboratorios de inves-

tigación, fundados en 1890. El lema

de Henry Wellcome: "Libertad para

investigar, libertad para publicar"

atrajo a un gran número de científicos

de renombre a las instalaciones de la

compañía en Londres.

Una de las primeras iniciativas en lle-

varse a cabo fue un centro de estudios

para enfermedades tropicales, cuya

sede principal estaba en la ciudad de

Khartoum, en Sudán. Se implementó

además un laboratorio flotante en el

Nilo que permitía que los equipos cien-

tíficos llegaran a las zonas más inacce-

sibles del continente.

Poco después de echar a andar

dichos laboratorios, se abrió una

filial de la Wellcome en Nueva York

que, además de recintos para la

investigación, contaba con instala-

ciones industriales.

Durante las décadas siguientes, los

estudios científicos de la empresa

–liderados durante algunos años por

el prestigioso fisiólogo Sir Henry

Dale– se enfocaron hacia la inmuno-

logía, la producción de insulina y el

desarrollo de vacunas contra la difte-

ria y la fiebre amarilla.

En la década de los ’30 se originaron

exitosas innovaciones: se aisló la

digoxina de la hoja de digitalis –que

se convirtió en el tratamiento están-

dar de tratamiento de la insuficiencia

cardíaca congestiva–; se desarrolló

un nuevo tipo de insulina, y se produ-

jo el primer alcaloide puro de curare.

Sir Henry Wellcome murió en 1936 a la

edad de 82 años, y en su testamento

dejó instrucciones para la creación del

Fondo Wellcome, una institución sin

fines de lucro para el apoyo de la inves-

tigación científica a través del mundo.

Por otra parte, los directores de la

Nathan decidieron relanzar la leche

deshidratada Defiance con el nombre

de Lacto. Sin embargo, la nueva

denominación estaba ya registrada

por otras compañías, por lo cual la

empresa agregó y mezcló letras en un

proceso que concluyó en la creación

de la célebre marca Glaxo. Durante la

1ª Guerra Mundial aumentó notable-

mente la demanda por leche deshi-

dratada, y

la compañía llevó a cabo importantes

esfuerzos de control técnico para

garantizar la calidad, la seguridad y la

consistencia del producto. Junto con

aquella marca, la compañía comenzó

a distribuir el "Libro Glaxo del Bebé",

una publicación única en su rubro,

que contenía información práctica

para la madre en relación a la crianza

infantil. El libro, que continuó editán-

dose hasta la década de los ’70, se

transformó en un fiel reflejo del pro-

greso de la pediatría y la nutriología.

En 1919,el químico farmacéutico Harry

Jephcott se unió a la organización,

aportando una visión que conduciría a

la compañía hacia nuevos ámbitos de

acción. En 1923, Jephcott adquirió los

derechos para procesar aceite de híga-

do de bacalao con el fin de extraer vita-

mina D, lo cual tuvo como resultado el

Ostelin Líquido –primer producto far-

macéutico de la empresa.

Innovaciones Pionero en

Wellcome

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U n relevante paso en el desarro-

llo de la inmunología fue dado

por el bacteriólogo belga Jules

Bordet, quien demostró la existen-

cia de los anticuerpos. En el año

1919 se le concedió el Premio

Nobel de Fisiología y Medicina por

el hallazgo de un factor bactericida

presente en el suero de la sangre

de los mamíferos, conocido como

complemento, y por la definición

que liga a los complejos antígeno-

anticuerpo –la llamada fijación de

complemento para producir inmu-

nidad, basada en los anticuerpos-.

Fue el descubridor también del

Bordetella pertussis, bacilo que

produce la tos ferina, desarrollando

una vacuna contra la enfermedad.

En 1898 descu-

brió el suero

h e m o l í t i c o ,

comprobando

que su meca-

nismo de acción

sobre la sangre

de cualquier indi-

viduo era similar al

del suero antimicróbico sobre los

microorganismos –más aún, evi-

denció que dichas reacciones eran

de naturaleza coloidal.

Con sus experimentaciones, el

bacteriólogo demostró que los

organismos animales reaccionan a

la introducción de microbios, célu-

las o sustancias externas con la

formación de moléculas. Estas se

denominarían anticuerpos, y Bordet

investigó su capacidad de vincular-

se en forma específica, sensibili-

zándose a otras moléculas que, en

un comienzo, fueron llamadas ale-

xina y posteriormente, se conocie-

ron como complementos. Estas, a

su vez, son capaces de destruir al

agente externo, y los microbios,

células o compuestos químicos

que les dan origen son conocidos

como antígenos.

El fenómeno, por lo tanto, se basa

en la capacidad de un organismo

para formar anticuerpos específi-

cos frente a antígenos externos, y

su descubrimiento constituyó un

aporte capital para la medicina.

Fue tal su importancia en su ámbi-

to, que además de obtener el

Nobel, presidió el Primer Congreso

Internacional de Microbiología, en

1930 en París. Fue además Doctor

honoris causa de las universidades

de Cambridge, París, Estrasburgo,

Toulouse, Edimburgo, Atenas y

Quebec, entre otras.

Jules Bordet.

Hitos en inmunología

Bordet descubrió el

suero hemolítico

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E l programa del Laboratorio de

Investigación de Beecham se pro-

puso desarrollar penicilinas con mayor

capacidad de absorción oral, con un

espectro más amplio de acción y con

estabilidad a la beta-lactamasa de los

estafilococos. El primer producto de

esta nueva investigación que utilizaba

6-APA fue la feneticilina, similar a la

penicilina V. El medicamento, que reci-

bió el nombre de Broxil, fue lanzado en

1959 y ofrecía mejorar la capacidad

de absorción oral de las primeras

penicilinas. En 1960, al poco tiempo

de la aparición de la feneticilina, surgió

la meticilina (Celbenin), que constituyó

el primer beta-lactamo estable a la

beta-lactamasa de los estafilococos.

Las infecciones por estafilococos

resistentes a la penicilina constituían

ya un problema serio de salud pública,

y la meticilina fue recibida como un

fármaco salvador.

En 1961, BRL introdujo la ampicilina

(Penbritin), que tenía mayor capaci-

dad que la penicilina V de ser absor-

bida oralmente y que fue la primera

penicilina de amplio espectro –lo que

significaba acción contra patógenos

Gram negativos como la H.

Influenzae, la E. coli, la Salmonella y

la Shigella spp–. Cuando las primeras

penicilinas semisintéticas fueron

introducidas por BRL, la estructura de

la cefalosporina C –que era de origen

natural y que constituía el único otro

tipo de antibiótico beta-lactámico

conocido en la época– fue dilucidada

Penicilinas Beecham

y las

Semisintéticas

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por Abraham y Newton. A diferen-

cia de 6-APA, el núcleo de la cefa-

losporina (7-ACA) no se produce en

forma natural, sino a través de la

remoción artificial de la cadena

lateral.

Glaxo extendió sus investigaciones

en cefalosporinas semisintéticas a

través de los ’70 y los ’80, lo que

condujo a la introducción de agen-

tes altamente exitosos, tales como

la cefuroxima (Zinnat) y la ceftazidi-

ma (Fortum).

El nuevo descubrimiento clave de

BRL fue el de las penicilinas (isoxa-

zolyl) oxacilina, cloxacilina, dicloxa-

cilina y flucloxacilina. Estas fueron

las primeras penicilinas estables a

la beta-lactamasa de los estafiloco-

cos que se pudieron administrar en

forma oral.

Otra etapa relevante en la historia

de las penicilinas semisintéticas

fue la introducción por parte de

BRL de la carbenicilina (Pyonpen)

en 1967. Aquella fue la primera

penicilina de espectro amplio con

actividad clínica significativa contra

las Pseudomonas aeruginosa, por

lo cual fue utilizada en forma

inyectable para combatir infeccio-

nes hospitalarias severas. De esta

forma, la síntesis de las nuevas

penicilinas, con la 6-APA como

punto de inicio, ha sido el centro de

importantes estudios. Comparadas

con las penicilinas G y V originales,

las penicilinas semisintéticas han

extendido en forma importante el

espectro de organismos suscepti-

bles a ellas, y se llevan una propor-

ción sustancial de las drogas

utilizadas hoy en día en el control de

las infecciones bacterianas.

A partir de entonces y por varias

décadas, BRL produjo gran variedad

de agentes semisintéticos para posi-

cionarse como líder mundial en la

investigación y el desarrollo de agen-

tes antiinfecciosos. Pero en 1972,

BRL introdujo lo que se convertiría en

uno de los antibióticos más recetados

en la actualidad.

Un solo cambio molecular en la cade-

na lateral de la ampicilina generó un

tipo de penicilina, denominada amo-

xicilinas (Amoxil), que si bien poseía

igual amplitud de espectro que la

ampicilina, tenía mucho mejor capa-

cidad de absorción que ésta.

Aunque la anteriormente mencio-

nada meticilina fue la primera pe-

nicilina estable contra los beta-

lactámicos de los estafilococos, no

fue hasta la introducción en 1960

de la ampicilina –la primera penici-

lina de amplio espectro– que la

resistencia a un tipo diferente de

beta lactamasa comenzó a ser un

problema a nivel clínico.

© Europa Press Ltda.Derechos reservado en todo el mundo

Diseño Editorial:Rodrigo BarreraCarlos Vidal

Editor:Edmundo Tapia

Infectología, 150 años de Hallazgos y Personajes

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