principios del conocimiento humano - george berkeley

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  • 8/6/2019 Principios Del Conocimiento Humano - George BERKELEY

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    G E O R G E B E R K E L E Y

    PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTOHUMANO

    f o l i o

    2

    Ttulo original:

    A treatise concerning the principles of human knowledge, wherein the chief causes oferror and difficulty in the sciences, with the grounds of scepticism, atheism, andirreligin are inquired into (1710).

    Traduccin: Pablo Masa

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    Indice

    PRLOGO........................................................................................................................................................................4

    PREFACIO.............. ............... ................ .............. .............. ............... .................. .............. ................ .............. ............... . 11

    INTRODUCCIN............. .............. ................ .............. ............... .............. ................ .............. .................. ............... ..... 12

    PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTO HUMANO.............. .............. ................ ............... ................ .............. ........... 31

    4

    PRLOGO

    George Berkeley, sucesor, filosficamente, en lnea directa, de Locke, naci enIrlanda en el ao 1685. Curs sus primeros estudios en la Kilkenny School,donde veinte aos antes estudiaron Congreve y Swift. Ingres en el TrinityCollege de Dubln hacia el 1700. ElEssay concerning Human Understanding,deLocke, publicado en 1690, se haba comenzado a difundir entre los profesoresy estudiantes de Dubln ya antes del comienzo de los estudios de Berkeley enel citado centro. La filosofa del pensador ingls hall en el joven estudianteun eco entusiasta y batallador. No obstante, sus primeras aficiones seinclinaron a las matemticas. Al alcanzar su grado de master (1707) publicannimamenteArithmetica y Miscellanea mathematica.

    El primero de sus trabajos filosficos fueEssay towards a New Theory of Visin.Desea demostrar en l que, al ver, interpretamos siempre signos visuales yque el mundo material es real, en el sentido de que se percibe. Este mismoao, 1709, se orden dicono en la capilla del Trinity College. A losveinticinco aos public su obra capital:Principies of Human Knowledge,a laque el lector va a enfrentarse en este volumen.

    Fue a Londres en 1713, y en este mismo ao sac a luz susThree Dialoguesbetween Hilas and Philonnouss,incluido tambin en este volumen.Posteriormente viaj por Francia e Italia. En 1721 estaba de nuevo en Dubln,siendo nombrado den de Dromore (1721) y, ms tarde, den de Derry(1724).

    Despus de largos preparativos, pas a Amrica con el propsito deestablecer en las Bermudas un centro de evangelizacin; pero sus proyectosno pudieron realizarse y tuvo que vivir dos aos en Rhode Island AquconcibiAlciphron or the Minute Philosopher,el ms extenso y acabado de sustrabajos. No habiendo recibido la ayuda que esperaba, tuvo que regresar aInglaterra, donde publicara elAlciphron en 1732. Designado obispo deCloyne en 1734, desempe su cargo hasta que renunci a l en 1752,retirndose a Oxford, donde muri al ao siguiente. Fue enterrado en estaciudad, en la catedral de Christ Church.

    Berkeley reaccion vivamente ante la filosofa de Locke. Los principios queste dej solamente sugeridos los desarroll Berkeley con amplia libertad de

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    espritu y con un vigor desusado, sin retroceder ante ningunas consecuenciasextraas que pudieran parecer en su tiempo a sus contemporneos. Hombrede profundo espritu religroso, sus sentimientos y creencias se manifestaronen la exposicin de su doctrina filosfica.

    Como es sabido, su intencin era refutar definitivamente a los ateosescpticos. A pesar de su vigorosa y consecuente doctrina, su espritu no cesde evolucionar, segn se puede observar tanto en suCommonplace Book (Diario) como enAlciphron,y en Siris,otro de sus ltimos escritos. El cambiodesde losPrincipios...hasta Sirises enorme. El tono dogmtico y polmico deaquella obra se transforma en mesurado y pensativo en sta. Reconoce en susltimos aos que, para interpretar correctamente la realidad, los datos queaporta la experiencia son insuficientes.

    Pensamiento

    Pocos pensadores hay en la historia de la filosofa que hayan despertado elmismo apasionamiento que Berkeley. Las ideas del obispo irlands sonsiempre actuales, porque constituyen un magnfico exponente de lo que seviene llamandoidealismo metafsico.La rigurosidad, la perfeccin lgica y elvigor de su doctrina causan admiracin incluso a sus contradictores. Cadaobra de Berkeley es una joya filosfica inestimable, se est o no de acuerdocon sus ideas.

    Cmo es posible, entonces, que un filsofo tan riguroso y una doctrina tandifundida hayan sufrido tantos malentendidos en la historia de la filosofa?Pues el hecho es que la mayor parte de las exposiciones que se hacen de

    Berkeley son errneas. Incluso pensadores de cierta talla han desbarradosobre l. La opinin ms vulgarizada que circula es que Berkeley neg laexistencia de los cuerpos. Basta leer, por ejemplo el LXXXII de este libropara darse cuenta de lo absurdo de tal interpretacin.

    As, pues, en este breve estudio se intenta ofrecer al lector tanto unaexposicin del pensamiento de Berkeley como una aclaracin de los fun-damentos en que descansa su doctrina. Esperamos que pueda contribuir, almenos, a que sta no se desvirte, ya que el filsofo irlands es perfectamenteclaro para un lector atento. Como es natural, lo que hay que hacer paraconocerlo es leer sus obras y no querer comprenderlo mediante manuales de

    historia de la filosofa, que en su mayora son resultado del estudio y consulta

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    de otros manuales.

    La obra capital de Berkeley esPrincipios del conocimiento humano.Unaexposicin con propsitos vulgarizadores la constituyen losTres dilogos entreHilas y Filons.En la primera de stas, Berkeley se propone, segn l mismonos dice, descubrir los principios que han introducido en la filosofaincertidumbre, dudas y opiniones contradictorias.

    A su juicio, la primera causa es la creencia de que pueden formarse ideasabstractas. No existen ideas abstractas, sino concretas y singulares. Berkeleycomienza losPrincipios... con una refutacin de la abstraccin, porqueconsidera que quiz creer en las ideas abstractas origina la creencia en laexistencia de los cuerpos con independencia del sujeto percipiente. La ideaabstracta es perfectamente inconcebible; y cabe un gnero de abstraccinms sutil que distinguir la existencia de los objetos sensibles del hecho mismode ser percibidos? La estrecha relacin que existe entre el pensamiento y ellenguaje ha originado la admisin de las ideas generales como ciertas, ya quenos valemos de palabras generales para comunicarnos. No obstante, es unailusin. Es necesario sustraer los principios del conocimiento a la confusincreada por las palabras, porque, de no hacerlo as, caeremos en el mslamentable error. Lo importante es no dejarse engaar por las palabras yatenerse exclusivamente a las ideas mismas, a las propias ideas al desnudo,sin disfraz alguno, como nos dice al final de la Introduccin de este libro.

    La negacin de la materia

    Qu significa el trmino idea? La aclaracin es precisa, porque, sin

    comprenderlo, no es posible conocer la filosofa de Berkeley Idea esrepresentacin sensible de algo; y por ser sensible, y porque no existenrepresentaciones abstractas, es siempre particular. Pero idea es, al mismotiempo, la cosa misma percibida. Aunque usada en ambos sentidos, lasignificacin de la palabra idea es desafortunada; sin embargo, desde elpunto de vista de Berkeley no existe confusin ni contradiccin entre ambasconcepciones, puesto que todo es representacin. Es decir, no existen cosascon independencia del espritu que las percibe. Por esto puede decir Berkeleyque slo existen ideas en este doble sentido, y la vaguedad del trmino haceposible que quede afirmada la realidad del mundo exterior en sentidocorriente y al mismo tiempo negada su existencia absoluta en sentido

    metafsico.

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    Las consecuencias que se derivan de esta doctrina son decisivas para eldesarrollo posterior de la filosofa de Berkeley. Si todo lo que existe es, enltima instancia, idea, el ser de las cosas consiste en ser percibidas. Larealidad ltima de las cosas no es material sino espiritual. De esta concepcinprocede, pues, el principioesse=percipi,culminacin de todo el sistemametafsico de Berkeley.

    La afirmacin sobre la no existencia de la sustancia material es, a primeravista, muy extraa y radical. Pronto atrajo violentos ataques contra sufilosofa. Pero esta afirmacin no era algo derivado de los principiosberkeleyanos. Por el contrario, Berkeley se asign en la vida la misin derefutar la pretendida existencia de la materia, ya que crea firmemente questa era la causa ms poderosa del atesmo y del escepticismo. Pero la luchaque sostuvo contra la pretensin de la existencia de la materia no implicaba,como se ha sostenido errneamente, la aniquilacin del mundo exterior;acerca de ello confronte el lector los XXXVII, XL y LXXII de losPrincipios;lomismo se observar leyendo con detencin los Tresdilogos entre Hilas yFilons.Berkeley no se cansa de repetir que el mundo exterior, tal como espercibido, existe en toda su realidad. Entindase bien que alude a sufundamento metafsico. Es la existencia de la materia en sentido filosfico laque niega vigorosamente.1 Valindonos de un smil, diremos que suconcepcin es parecida a la de la fsica actual, que reduce la materia a ondas,aunque sostiene la realidad del mundo exterior. Y ambas cosas soncompatibles John Locke haba negado anteriormente la existencia de lascualidades secundarias, y aunque vislumbr los problemas que implicaba laadmisin de las primarias, sin embargo, no las atac. La idea de sustancia,aunque la llam un no sabemos qu, continu siendo para Locke

    irrefutable. Berkeley no se sinti satisfecho con la posicin de su granantecesor. Segn l, la idea de sustancia material surgi en filosofa pordeterminados motivos o razones; pero, una vez que tales motivos se hanextinguido, no hay razn para que continuemos admitindola. En tanto secrea en la existencia de las cualidades secundarias fuera del espritu eranatural que se creyera tambin en cierto sustrato no pensante al que seadheran aquellas. Una vez desaparecida tal creencia, es decir, admitido que1 Asi pensaba desde edad temprana En su Commonplace BooJf escriba: I take not awary substances. I ougtnot to be accused of discarding substance out of the reasonable word. I only reject the philosophic sense(which m effect is no sense) of the word substance Y ms adelante: I am more for reality than any otherphilosophers They make a thousand-doubts and know not certanly but we may be deceived I assert the directcontrary Pgs 20 y 21 de The Works of George Berkeley edicin de A. C. Fraser Oxford, 1901. 4 vols Tomo

    I.

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    los colores; sonidos, etc., no tienen existencia fuera de la mente, carece desentido mantener la existencia de este sustrato. De este modo crea Berkeleyrefutar las causas del escepticismo, puesto que admitir la existencia de lamateria implicaba, en parte, desconocer en qu consista.

    La fundamentacin de la realidad

    La afirmacin inmediatamente siguiente es la inmaterialidad de las cosasexteriores. De otro modo sera inexplicable dogmticamente que lasrepresentaciones ocasionadas en la mente humana no pueden ser producidaspor la materia.2 La existencia de las cosas no es nunca una existencia en s,sino en el espritu. Pero existencia en el espritu no ha de entenderse de modosubjetivista, en mi espritu. Estar en el espritu quiere decir percibido poralguien; equivale a negar la realidad de las cosas con independencia de quealguien las perciba. Cuando un hombre deja de percibir las cosas, stas si-guen existiendo, naturalmente, porque en ltimo trmino son percibidas porDios.

    La apelacin a Dios de Berkeley como base final en la que residen las cosastiene justificacin dado su punto de partida. Segn l, el nico poder activoes la mente, el espritu. La realidad externa no es capaz de obrar activamente.Las cosas -dice A. C. Fraser, exponiendo a Berkeley- estn en perpetuo flujo,pero es un flujo dentro de un sistema csmico que el inmutable principio decausalidad nos obliga a referir a la Mente Eterna como su causa sustentadoray suprema; pues la mente es el nico poder activo del que tenemos idea, omejor, nocin.3 As, pues, el principio de causalidad se encuentra comofundamento de la doctrina de Berkeley El ltimo eslabn de la cadena causal

    es Dios y por esto, finalmente, el ser de las cosas consiste en ser percibido porla mente de Dios.

    Como puede observarse, Berkeley depende en sus doctrinas tanto deDescartes como, en mayor grado, de Locke. Sus puntos de vista son muypersonales y siempre es profundo y original. A grandes rasgos su sistemaqueda expuesto en las lneas anteriores, especialmente tal como aparece enlas obras de su juventud y madurez. En sus tratados posteriores, como

    2 No active power but the Will; therefore Matter, if it exists, affects us not Id.. pg. 67

    3 A. C Fraser, Locke, tomo I, pg CXXIX

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    Alciphron,el mundo sensible se transforma en un mundo de efectos, carentede causalidad eficiente. En la ltima poca de su vida, cuando escribeSiris,seaproxima a la doctrina de Platn. Nos dice que una fuerza o influencia divinapenetra todo el universo. La razn construye el mundo de los sentidos. Enciertos aspectos, Berkeley parece adelantarse con esta obra a las grandesconstrucciones metafsicas de Hegel.

    Valoracin de su doctrina

    La filosofa de Berkeley surgi como un intento de salvaguardar la existenciareal del mundo del espritu frente a la supremaca que quera conceder a laexistencia de las cosas exteriores. Quiere demostrar por todos los medios queno es posible hablar de existencia sin, al mismo tiempo, implicar una menteque la perciba. Existencia significa percepcin, y pensar de otro modo escontradictorio. No hay existencia absoluta, es decir, con independencia deuna mente que la perciba. Berkeley se vali del concepto de idea parafundamentar su opinin. Creer que todas las cosas externas son ideas esreducir el mundo exterior a la conciencia. Si Berkeley no hubiera partido, yadesde el comienzo, de la existencia de Dios, inevitablemente habra llegado aella. Su filosofa tiene que fundarse en una teodicea. Sin la admisin de Diossu doctrina se hunde, ya que si suponiendo que no existiera Dios, se lepreguntara qu ocurre con las cosas cuando el hombre deja de percibirlas nohabra respuesta para tal cuestin, a menos de caer en el absurdo. Dios es elfundamento ltimo de la existencia de las cosas. Las cosas existen porqueDios las percibe.

    Berkeley habra estado en lo cierto si se hubiera detenido en la afirmacin

    general de que el ser externo slo puede ser aplicable a partir del sujeto quelo percibe. Es una extralimitacin, que ninguna razn justifica, suponer quetoda la existencia del ser exterior consiste en que se le perciba. Ladesafortunada expresin del trmino idea le hizo incurrir en una confusinentre el acto de sentir y lo sentido, unificando cosas que son realmentedistintas.

    Luis Rodrguez Aranda

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    PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTO HUMANO

    DONDE SE INVESTIGAN LAS PRINCIPALES CAUSAS DE ERROR Y DIFICULTAD LAS CIENCIAS, COMO TAMBIN EL FUNDAMENTO Y ORIGEN DEL ESCEPTICISMATESMO E IRRELIGIN

    DEDICATORIA

    AL MUY HONORABLE THOMAS, CONDE DE PEMBROKE, ETC., CABALLERO DE MUY NOBLE ORDEN DE LA JARRETERA Y LORD DEL MUY HONORABLE CONSEPRIVADO DE SU MAJESTAD

    SEOR: Os sorprender quiz que una persona oscura, como yo, que notiene el honor de ser conocida de Vuestra Seora, presuma dirigirse a vos,como yo lo hago.

    Pero el que un hombre que ha escrito algo con el deseo de promover en elmundo la difusin de conocimientos tiles y de la religin haya elegido comoprotector a Vuestra Seora, no extraar a nadie que conozca el actual estadode la Iglesia y de la instruccin y sepa de la prestancia y ayuda que vos a unay otra proporcionis.

    No obstante, nada me hubiera inducido a dedicaros este menguado fruto demis pobres desvelos, si a ello no me animara la integridad y nativa bondadque son partes destacadas del carcter de Vuestra Seora.

    Debo aadir, Seor, que el extraordinario favor y bondad que os habis

    dignado mostrar hacia nuestra sociedad, me da la esperanza de quesecundaris benvolamente el esfuerzo de uno de sus miembros.

    Estas consideraciones son las que me han movido a poner a los pies deVuestra Seora este pequeo tratado. Tanto ms, cuanto que por razn de laelevada cultura y virtud que el mundo justamente en vos admira, tengo lapretensin de saber que soy, Seor, con el ms sincero y profundo respeto, deVuestra Seora el ms humilde y adicto servidor,

    GEORGE BERKELEY

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    PREFACIO

    El contenido de este pequeo libro que ahora publico me ha parecido,despus de un serio y prolongado estudio, ser de una evidencia clarsima yde no menor utilidad, particularmente para aquellos que sienten el vrtigo yla seduccin del escepticismo, o necesitan una demostracin de la existencia einmaterialidad de Dios y de la inmortalidad del alma.

    El lector juzgar imparcialmente: slo me cabe la satisfaccin de ofrecerle miobra para que pueda apreciarla, ya que estoy persuadido de que su xitodepender nicamente de su exacta conformidad con la verdad real.

    Y en nada obsta este criterio para que, sea quien sea el lector, le recomiendeyo suspenda su juicio hasta que haya ledo por lo menos una vez toda la obra,con la atencin y reflexin que la materia requiere. Pues se encontrarnpasajes que, tomados aisladamente, se prestarn con toda seguridad a falsasinterpretaciones y a deducir consecuencias errneas, lo que no ocurrirciertamente despus de una lectura cabal de la obra.

    Y aun ledo todo el libro, si slo se pas de ligero y sin la atencin debida, esmuy probable que se desvirte el sentido de lo que escribo, que, sin embargo,para un lector acordado y reflexivo, resultar evidentsimo con claridadmeridiana.

    Alguien podr tachar de novedad o singularidad algunos de los conceptosque aqu expongo: considero innecesario insistir sobre este punto, pues todos juzgarn de escaso talento y muy poco familiarizado con las ciencias al que seatreva a rechazar una verdad demostrable, por el simple hecho de ser nueva,esto es, recientemente adquirida, o por ser contraria a prejuicios inveterados.

    He credo necesario hacer estas advertencias a fin de evitar en lo posible laprecipitada censura por parte de cierta clase de personas, que siempre estndispuestas a condenar una opinin que no es suya, aun antes de haberlacomprendido bien.

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    INTRODUCCIN

    I. La Filosofa no es otra cosa que elcultivo de la sabidura yla bsqueda oinvestigacin dela verdad.Parece, pues, razonable suponer que aquellos quele han consagrado su tiempo y sus esfuerzos han de tener un espritu msapto y despierto en orden a la elucubracin con un conocimiento ms claro yevidente, por hallarse ms desembarazados que los profanos de lasdificultades y dudas que en alguna manera puedan oscurecer la verdad.

    Y, a pesar de ello, vemos que la gran masa de iletrados que forman el vulgo,el incontable nmero de los que desarrollan su vida mental dentro de lossenderos trillados del sentido comn y se gobiernan por los dictadosinstintivos de la naturaleza, gozan en su mayora de una serenidad y fijezaimperturbables en lo que a sus conocimientos se refiere. Para ellos, todolo queles es familiarresulta perfectamente explicable y nada difcil de comprender.No les aqueja falta alguna de evidencia en sus sentidos y estn por completoa salvo de llegar a serescpticos.

    Mas en cuanto tratamos de elevarnos por encima de los sentidos y delinstinto para seguir la luz de principios superiores, para poder razonar yreflexionar sobre la naturaleza de los seres, nos asaltan innmeras difi-cultades, precisamente sobre cosas que antes creamos haber comprendidoperfectamente. A cada paso, por s mismos, se delatan los prejuicios y erroresdel sentido; y al pretender corregirlos mediante la razn, insensiblementecaemos en burdas y extraas paradojas, dificultades y falacias, que,multiplicndose, nos abruman a medida que avanzamos en el camino denuestras especulaciones, hasta que por fin, despus de haber vagado errantespor entre mil intrincados laberintos, venimos a encontrarnos en el mismopunto de partida; o, lo que es todava peor, estacionados en un peligroso ydespechado escepticismo.

    II. A mi entender, la causa de estos extravos es 1) la oscuridad de las mismascosas o la natural debilidad e imperfeccin de nuestro entendimiento. Biensabido es que nuestras facultades son pocas en nmero y como planeadas pornaturaleza ms para la conservador) y deleite de la vida que para penetrar yescudriar la esenciantimay la constitucin de los seres.

    Adems, 2) la mente humana es finita; y as no es de maravillar que caiga enabsurdos y contradicciones cuando se propone investigar cosas que

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    participan de infinitud. Y de tales dificultades no puede salir por s misma,pues lo infinito implica por naturaleza el no poder ser comprendido oabarcado por lo que es finito.

    III. Pero quiz no sea del todo justo atribuir a nuestras propias facultades lacausa fundamental de los errores: ms bien podramos decir que stosproceden de no usar de aqullas como es debido.

    Es demasiado aventurado el suponer que, partiendo de principios ciertos y mediantededucciones perfectamente lgicas, hayamos de llegar a conclusiones falsas einsostenibles.

    Hemos de creer que Dios no trata a los hombres con tan poca bondad parainfundir en ellos vehementes deseos de una verdad que coloca fuera de sualcance. Esto no sera conforme a los habituales procedimientos de laProvidencia, siempre indulgente y benvola; pues cualesquiera sean lasapetencias de que haya dotado a las criaturas, les proporciona los mediosnecesarios y suficientes para satisfacerlas, con tal de que hagan recto uso defacultades naturales.

    Por lo cual me inclino a creer que todos o la mayor parte de los tropiezos quehasta ahora han detenido a los filsofos y han obstruido el camino delconocimiento, son debidos por entero a nosotros mismos. Primero hemoslevantado el polvo, y luego nos lamentamos de que no se ve.

    IV. Mi propsito, por lo tanto, ser tratar de descubrir las races y el origende tantas dudas o incertidumbres, absurdos y contradicciones como vemosen el campo de la filosofa y en sus diversos sistemas, tan inconsistentes todosque los hombres ms sabios han llegado a decir que es irremediable nuestraignorancia, juzgando que sta procede de la limitacin y torpeza de nuestrasfacultades.

    Y, ciertamente, bien vale la pena que nos esforcemos en investigar con la msesmerada atencin los primeros principios del conocimiento humano, que losexaminemos y analicemos bajo todos sus aspectos, entre otras razones porhaber cierto fundamento para pensar que las dificultades y obstculos quehalla la mente en su bsqueda de la verdad no provienen de oscuridad ocomplejidad en las cosas mismas que investiga, ni de la natural debilidad ylimitacin de las facultades cognoscitivas, sino ms bien de haber tomadocomo seguros puntos de partida ciertos principios falsos que debieran

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    haberse desterrado.

    V. Tarea es sta en verdad difcil y desalentadora, si se tiene en cuenta que,antes que yo, muchsimos hombres de extraordinario talento han tenido elmismo propsito y sin resultado alguno. Me da, sin embargo, ciertaesperanza el pensar que una visin de largo alcance no es siempre la msclara; mientras que los ojos forzados a mirar siempre de cerca pueden quizmediante un examen minucioso descubrir detalles que hayan escapado a laobservacin de una vista mejor.

    VI. Una de las principales causas de error en todos los rdenes del conocimiento.

    A fin de preparar la mente del lector para la ms fcil comprensin de cuantovoy a exponer, me parece oportuno sentar por va de introduccin unapremisa relativa a la naturaleza del lenguaje y al abuso que de l se hace.

    Aclarar este punto me conduce en cierto modo a adelantar mi propsito,sealando lo que en mi opinin ha tenido una parte principalsima en elentorpecimiento de toda especulacin y que ha producido innumerableserrores y perplejidades en todas las ramas del saber.

    Pues bien, la causa de todo ha sido el suponer o dar como sentado el que lamente pueda elaborarideas abstractaso nociones de las cosas.

    El que tenga un conocimiento somero nada ms de la diversidad de doctrinasy de las discusiones entre los filsofos reconocer sin esfuerzo que una parteno pequea de semejantes cuestiones versa sobre ideas abstractas.

    Estas ideas se consideran como el objeto especfico de las ciencias llamadasLgica y Metafsica,y en general de todas aquellas disciplinas que seconsideran como las ms abstractas y sublimes de entre las ciencias: en todasellas se trata todo gnero de cuestiones, dando por seguro que la mente poseeideas abstractas y que las conoce y domina perfectamente.

    VII Acepcinpropia de la abstraccin.

    Todos convienen en afirmar que las cualidades o modos de las cosas noexistenrealmente aisladas por s mismas,separadas de todas las dems, sino que

    se interfieren recprocamente y en cierto modo se renen en diferentes

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    combinaciones en cada objeto. Y se afirma que nuestra mente, gracias a laaptitud que posee de considerar cada cualidad por separado, con abstraccinde todas las dems a las cuales va unida, elabora para un acervo interno lasideas abstractas.

    Por ejemplo: la vista percibe un objeto extenso coloreado y en movimiento;esta idea mezclada o compuesta es descompuesta por la mente en suselementos constitutivos y simples; y al considerar cada uno de stos separadode los dems, forma las ideas abstractas de extensin, color y movimiento.Mas no en el sentido de que sea posible la existencia del color y delmovimiento sin la extensin, sino en cuanto que la mente, por abstraccin,puede forjarse la idea del color prescindiendo del movimiento y de laextensin, y la idea del movimiento sin atender ni a la extensin ni al color.

    VIII. De la generalizacin.4

    Prosiguiendo este anlisis, veremos que al observar la mente determinadosobjetos extensos percibidos por los sentidos, halla en ellos algo que es comny semejante en todos y algo que es particular de cada uno, como tal o cualfigura, esta o aquella magnitud, y que los distingue a unos de otros; si tomaslo en cuenta y considera aparte aquello que es comn, viene a formarse unaidea ms abstracta de la extensin, que no es precisamente la lnea, lasuperficie o el volumen, sino una idea que por entero prescinde de esasparticularidades. De igual manera, la mente, si prescinde en los colorespercibidos por el sentido de lo que es peculiar de cada color y lo distingue delos dems, y retiene slo lo que es comna todos ellosforma entonces una ideade color en abstracto, que no es ni el rojo, ni el azul, ni el blanco, ni ningncolor determinado. De modo semejante, al considerar el movimiento no slocon abstraccin del cuerpo que se mueve sino tambin de las demsparticularidades, como son velocidad, direccin, trayectoria, etc., resulta laidea abstracta de movimiento, cualesquiera que sean las circunstancias conque el sentido los haya percibido.

    IX. Dela composicin.

    Y as como la mente se elabora sus ideas abstractas de las cualidades omodos, de anloga manera, con la misma precisin y separacin mental,4 Vide Reid On the Intellectual Powers of Man, Essay V, III, I

    16

    adquiere las ideas abstractas de seres ms complicados, que implican lacoexistencia de diferentes cualidades..

    Por ejemplo: observando que Pedro, Santiago y Juan se parecen entre s porciertos caracteres que les son comunes, como la forma, aspecto y otros,nuestra mente, en la idea compuesta o compleja que tiene de Pedro o deSantiago o de cualquier otro hombre, deja a un lado lo que es peculiar decada uno y se queda tan slo con lo que es comn a todos, formndose asuna idea abstracta y general que conviene a todos los hombres y queprescinde de todas las circunstancias y diferencias que pudieran ligarla a unaexistencia individual.

    As es como se llega a la idea de hombre, o si se prefiere, a la de humanidad onaturaleza humana; en la cual va ciertamente incluido el color, pues no hayhombre que de l carezca, pero no es un color determinado, blanco o negro,ya que no hay color alguno que convenga a todos los seres humanos.Tambin incluye dicha idea de humanidad la estatura, pues todos loshombres no tienen una u otra; pero no es ni elevada, ni baja, ni mediana, sinoalgo que prescinde de estas particularidades. Y as de todo lo dems.

    Ms an: puesto que existe gran variedad de otras criaturas que participan enciertos aspectos, pero no en todos, de las cualidades que tiene el complejohombre, la mente, sin atender a lo que es peculiar de todos los hombres,retiene slo lo que es comn a todos los seres vivientes, y as adquiere la ideade animal,que abstrae no slo de los individuos humanos, mas tambin de lospjaros, de las fieras, de los peces, etc.

    Los elementos que integran la idea abstracta de animal son el cuerpo, la vida,la sensibilidad y el movimiento espontneo. Al decir cuerpo, no significamosninguno en particular, de tal forma o configuracin, ya que no hay ningunaque sea comn a todos los cuerpos; tampoco damos a entender si estcubierto de pelo, o de plumas, o de escamas, o si es de piel desnuda; puestoque el pelo, las plumas, las escamas, la piel desnuda son caracteres quedistinguen a determinados animales, y por lo tanto no pueden entrar en laidea abstractade animal.

    Anlogamente, cuando hablamos de movimiento espontneo, no nosreferimos ni a la marcha, ni al vuelo, ni a la reptacin: significamos slo elmovimiento en abstracto, si bien no es fcil concebir qu sea este mo-

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    vimiento.5

    X.Dos objeciones contra la existencia de las ideas abstractas.

    Si otros tienen esta maravillosa facultad deabstraer sus ideas, ellos podrndecirlo; en cuanto a m, reconozco que puedo imaginar o representarme lasideas de las cosas particulares que he percibido y de combinarlas o separarlasde muy diversas maneras. Puedo imaginar un hombre con dos cabezas, o laparte superior de un cuerpo humano unida a un cuerpo de caballo; y puedoconsiderar en abstracto, o separados del cuerpo, un ojo, una nariz, una mano.Pero sea cualquiera el ojo o mano que yo imagine, siempre tendrndeterminada forma y color. De igual modo, la idea que yo me forme dehombre ha de ser de un hombre blanco, o negro, o moreno; derecho oencorvado; alto, bajo o de mediana estatura.

    Por mucho que se esfuerce mi pensamiento, no puedo concebir la ideaabstracta de hombre tal como antes la he descrito.

    Tambin me es imposible formarme la idea abstracta del movimientoprescindiendo del cuerpo que se mueve, esto es, de un movimiento que nosea ni lento ni rpido, de trayectoria ni curvilnea ni rectilnea. Lo mismo digode cualesquiera otras ideas abstractas.

    Si he de hablar sinceramente, reconozco en m la aptitud de abstraer en ciertosentido, como sucede al considerar determinadas partes o cualidadesseparadas de otras con las cuales coexisten en algn objeto, y sin las cuales esposible tengan existencia real.

    Pero lo que no admito es que pueda abstraer una de otra, o concebirseparadamente aquellas cualidades que es imposible puedan existir aisladas;ni tampoco que pueda forjarme ideas generales por abstraccin de lasparticulares, en la forma antes expresada. Tales son las acepciones propias dela abstraccin.

    Y con fundamento puedo suponer que otros hombres se hallarn en el mismocaso que yo.

    La mayora de los seres humanos, en general sencillos e iletrados, nunca5 Vide Hobbes Tripos V, 6

    18

    aspira a lasnocionesabstractas. 1) Se dice que stas son difciles, que nopueden adquirirse sin esfuerzo y estudio: de ser ello cierto, habramos deconcluir que tales ideas abstractas son patrimonio exclusivo de los sabios.

    XI. Examinar ahora los argumentos que pueden alegarse endefensa de ladoctrina de la abstraccin,y tratar de descubrir qu es lo que ha inclinado a loshombres especulativos a adoptar una opinin que parece estar tan apartadadel sentido comn.

    Mucho prestigio ha dado a esta doctrina un filsofo6 moderno, de merecidaestima, quien, al parecer, sostiene que la ms notable diferencia intelectualentre el hombre y los animales irracionales es la facultad que aqul posee deelaborar ideas abstractas generales.

    El poder tener ideas generales -dice- es lo que establece una perfecta ymarcada distincin entre el hombre y los brutos, y constituye una aptitudexcelente que las facultades de los brutos en manera alguna han alcanzado.Pues es cosa evidente que en ellos no se aprecian siquiera huellas de quehagan uso de signos generales para apreciar ideas universales. De lo cualfundadamente podemos concluir que carecen de la facultad deabstraero deelaborar ideas generales, puesto que no hacen uso de palabras ni de otrossignos genricos. Y ms adelante aade: Por lo cual, en mi concepto,podemos suponer que en ello estriba la diferencia especfica entre hombres ybrutos, la que de ellos hace grupos separados por entero, y en definitivaseala la amplia divisoria entre unos y otros. Ya que si, hablando en trminosabsolutos, se puede admitir que tienen algunas ideas (pues no son merasmquinas, como algunos han pretendido), no podemos negar que hasta ciertopunto gocen de razn. Para m es tan evidente que algunos de ellos endeterminadas circunstancias razonan, como que tienen percepcionessensitivas; pero solo se extiende su caracterstico razonamiento a ideasparticulares, tal como se las ofrecen los sentidos. Los ms aventajados de ellosestn, a mi parecer, confinados dentro de los estrechos lmites de suspercepciones sensoriales, sin poder dar a stas mayor amplitud porabstraccin de ningn gnero.(Ensayo sobre el entendimiento humano,libro II,cap. XI, secciones 1 y 11).

    Estoy muy de acuerdo con este ilustrado filsofo, de merecido renombre, enque las facultades de los brutos no llegan en manera alguna a laabstraccin.6 Locke 28

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    Pero si sta ha de ser la propiedad caracterstica de esos animales, me temoque muchos de los que pasan por hombres habrn de ser contados en elnmero de aqullos.

    En efecto, la razn que aqu se aduce para suponer que los brutos carecen deideas abstractas es el no ver en ellos el uso de la palabra ni de otros signosuniversales; lo cual se funda en el supuesto de que el uso de la palabraimplica la posesin de ideas generales. De ah se sigue que el hombre, porestar dotado de lenguaje, es capaz deabstraer ode generalizarsus ideas.

    Que ste sea el sentido del argumento aducido por el autor se ver msadelante al comentar la respuesta que l mismo da a la pregunta que en otraparte hace: Puesto que todas las cosas que existen son particulares, cmo esque nos gobernamos por trminos generales? A lo que responde: Laspalabras adquieren sentido general porque se convierten en signos de ideasgenerales (Ensayo sobreel entendimiento humano,lib. III, cap. III, sec. 6).

    Ms bien parece, sin embargo, que 2) una palabra adquiere sentido generalpor convertirse en signo no de una idea generalabstracta,sino de varias ideasparticulares,7 cualquiera de las cuales puede indistintamente sugerir a lamente mediante la palabra.

    Por ejemplo: cuando se dice queel cambio en el movimiento es proporcional a lafuerza comunicada,o que todo lo que tiene extensin es divisible,estasproporciones se han de entender del movimiento y de la extensin engeneral. Y, sin embargo, no se sigue de ello que tales afirmaciones sugieran ala mente slo la idea de movimiento sin un cuerpo que se mueva en ciertadireccin y con determinada velocidad, ni slo la idea de extensin engeneral, que no sea lnea, blanca, o encarnada, o de otro color cualquiera.

    nicamente se significa que en todo movimiento, lento o rpido, de direccinvertical, horizontal u oblicua, sea cualquiera el cuerpo que se mueve, secumple el axioma enunciado. Y en anlogo sentido se ha de interpretar elsegundo axioma, refirindolo a cualesquiera de las clases de extensin, lnea,superficie o volumen, y de cualquier magnitud y figura que fuere.

    XII.La existencia de ideas generales.

    7 De la misma clase

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    Observando cmo las ideas se hacen generales, podemos comprender mejorcmo se generalizan las palabras. De paso, quiero hacer notar que no niegoen absoluto la existencia de ideas generales: lo que no puedo admitir es queexistan ideasgenerales abstractas.Pues en los pasajes citados, dondequiera quese hace mencin de las ideas generales, se supone siempre que stas se hanformado del modo descrito anteriormente en los prrafos VIII y IX de estaIntroduccin.

    Ahora, si tratamos de dar significado a nuestras palabras, hablandonicamente de lo que podemos concebir, se reconocer sin dificultad que unaidea, de suyo particular, pasa a ser general cuando se la hace representar o sela toma en lugar de otras ideas particulares del mismo tipo.

    Aclaremos lo dicho con un ejemplo: supngase que un gemetra quieredemostrar el mtodo para dividir una lnea en dos partes iguales: traza continta negra una lnea de una pulgada de longitud. Semejante trazo, que desuyo no es ms que una lnea particular, es, sin embargo, general en cuanto alo que significa, pues se la toma para representar todas las lneas particulares,cualesquiera que sean; y asi, lo que se demuestre de aqul, quedardemostrado de todos, o sea, de la lnea en general.

    Y del mismo modo que esa lnea particular se convierte en general al hacersede ella un signo, as tambin el nombrelnea, que tomado en absoluto esparticular,al ser un signo se convierte en general Y as como la primera debesu generalidad al hecho de ser signo, no de una lnea general y abstracta sinode todas las rectasparticularesque puedan existir, de la misma manera hayque pensar que el signo o palabra con que designamos el trazo hecho derivasu universalidad de la misma causa, es decir, de las numerosaslneasparticulares que indistintamente puede designar.8

    XIII.Necesidad de las ideas abstractas segn Locke.

    Para dar al lector una visin ms clara de las ideas abstractas y de las diversascondiciones en que, segn se afirma, no son ellas necesarias, transcribir otroprrafo delEnsayo sobre el entendimiento humano;dice as: Lasideas abstractasno son para los nios o personas no ejercitadas, ni tan evidentes ni tan fciles

    8 Considero esta doctrina como uno de los ms grandes y valiosos descubrimientos que se han hecho en losltimos aos en la repblica de las letras (Hume Treatise of Human Na-ture. I, IV, 7; y tambin, StewartPhilosophy of the Mind, I, IV, III)

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    como las particulares. Si para los adultos resultan ms obvias, ello es debido aque por utilizarlas constantemente se les han hecho ya familiares. Si lasconsideramos atentamente, veremos que no son sino ficciones o artificiosmentales, de suyo difciles, y que no se producen tan espontneamente comopodra suponerse. No requiere, por ejemplo, cierto esfuerzo e ingenio elformarse la idea general y abstracta de tringulo? (Y, a la verdad, sta no esde las ms difciles, extensas y abstractas.) Porque en la idea de tringulo nose incluye el que sea oblicungulo o rectnculo, ni equiltero, issceles oescaleno; sino que el tringulo en general, tal como lo ideamos, es cada unode stos y ninguno de ellosa la vez. Ciertamente es algo imperfecto einsubsistente una idea en la que parcialmente se renen otras ideas taninsubsistentes como ella; pero hay que reconocer que nuestro entendimientoen su estado actual de imperfeccin tiene necesidad de tales ideas y las busca,porque le son 1) convenientes parala comunicacin con los demsy 2) conel finde ensanchar el campo de sus conocimientos;cosas ambas a las que por naturalezase siente totalmente inclinado.

    Y aun as hay razn para pensar que semejantes ideas son una muestra denuestra imperfeccin. Al menos ello es suficiente para demostrar que lasideas ms generales y abstractas no son las primeras y ms fciles queadquirimos ni las que informan nuestra mente en las primeras fases delconocimiento. (Libro IV, cap. VII, sec. 9).

    Si alguno posee la facultad de formar en su mente la idea de tringulo talcomo aqu se describe, ser en vano discutir con l y yo no lo intentar. Loque deseo nicamente es que el lector averige a fondo y con certidumbre sitiene tal idea o no la tiene. Cosa, a mi ver, muy fcil para cualquiera. Puedehaber nada ms sencillo que examinar sus propios pensamientos, aunque sealigeramente, y tratar de ver si uno mismo tiene o puede llegar a tener la ideade tringulo, segn se explica en el prrafo apuntado, es decir, de untringulo que no seani oblicungulo ni rectngulo, ni equiltero, issceles oescaleno,y que sea todo estoy nada de ello a la vez?

    XIV. Lasideas abstractas no son necesarias para nuestra comunicacin.

    Mucho se habla aqu de la dificultad que consigo llevan las ideas abstractas ydel esfuerzo de ingenio que se necesita para su formacin. Todos convienenen afirmar que se requiere una profunda labor de la mente para emanciparnuestros pensamientos de los objetos particulares y elevarlos a las sublimes

    especulaciones que tienen por objeto las ideas abstractas. (La consecuencia22

    natural de todo esto parece que habr de ser que una cosadifcilcomo laformacin de ideas abstractas no haya de ser necesaria para la comunicacinde unos con otros, ya que esto es tanfcil y familiar para todognero depersonas.)

    Se aade, por lo dems, que si para un adulto resultan obvias y asequiblesestas ideas,ello es debido nicamente al uso constante y familiar que de ellas hace.(Ahora me gustara saber en qu momentos vence el hombre esta dificultad, ycunto tiempo emplea en aprovisionarse de estos elementos tan necesariospara el discurso: no puede esto suceder cuando es adulto, porque entonces nisiquiera tiene conciencia del esfuerzo requerido; por lo tanto, hay quesuponer que se adquieren las ideas abstractas durante la niez; y por ciertoen edad tan tierna ha de ser una tarea muy ardua el trabajo de elaborarlas ensu multiplicidad tan diversa).

    Quin no echa de ver la ingente dificultad de imaginar que un par de niosno hayan de poder hablar de sus golosinas, juguetes y chucheras hastadespus de haber reunido las mil y una cosas sin valor que constituyen sumundo, para que as su entendimiento forme las ideasgenerales abstractasqueforzosamente irn anejas a las palabras corrientes de su conversacin?

    XV. Dichas ideas tampoco son necesarias para ampliar el conocimiento.

    De ningn modo considero necesarias las ideas generales abstractas paraensanchar el horizonte del conocimiento,como no lo son tampoco para lacomunicacin de unos con otros.

    Bien sabido es, y lo reconozco de buen grado, que todo conocimiento y todademostracin se apoyan en nociones universales: pero eso no quiere decirque tales nociones se formen porabstraccinsegn el modo ya explicado.

    Launiversalidadno consiste, a mi entender, en una realidad absoluta ypositivao concepto puro de una cosa, sino en larelacinque sta guarda con lasdemsparticulares,a las cuales representa o significa; en virtud de lo cual, lomismo las cosas que las palabras y nociones, de suyoparticulares, seconvierten en universales.

    As, al demostrar una proporcin relativa a los tringulos, hay que suponerque tengo ante m la idea universal de tringulo: pero sta no se ha de

    entender referida a un tringulo que no sea equiltero, ni issceles ni

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    escaleno, sino en el sentido de que el tringulo particular que considero quesea de una clase o de otra, eso no importa- representa por igual toda suerte detringulos rectilneos, y en este sentido esuniversal.Creo que esto es biensencillo y no implica ninguna dificultad.

    XVI.Una objecin y su respuesta.

    Quiz alguno preguntar:Cmo podemos saber que una proposicin es ciertapara todos los tringulos particulares sin que antes la hayamos visto demostradauobtenida dela idea abstracta de tringulo,aplicable por igual a todos ellos? Puesparece que por el mero hecho de que una propiedad determinada se verifiqueen un tringulo particular no se puede seguir que se d tambin en los demstringulos que en todo no sean iguales al primero. Por ejemplo: habiendodemostrado que la suma de los tres ngulos de un tringulo es igual a dosrectos, siendo el tringulo rectngulo issceles, de eso no puedo concluir quesuceda lo mismo en todos los dems tringulos que no tienen un ngulo rectoy dos lados iguales. Parece, pues, que, para estar seguro de que estaproposicin es universalmente verdadera, tendramos que hacer unademostracin particular para cada tringulo particular, lo cual es imposible,o, de lo contrario, y de una vez para siempre, sacar y obtener taldemostracin de la idea abstracta de tringulo,que a todos conviene por igual ya todos igualmente representa.

    A lo que respondo que aunque la idea que tengo presente cuando hago lademostracin sea, por ejemplo, la idea de un tringulo rectngulo issceles,cuyos lados son de una longitud determinada, puedo, sin embargo, tener lacerteza de que tal demostracin es vlida para todos los tringulos rectilneos,de cualquier especie y magnitud que sean. Y eso es as porque ni el ngulorecto, ni la igualdad, ni la longitud de los lados se tienen para nada en cuentaal hacer la demostracin. Es cierto que en el esquema que yo imagino se danesas circunstancias particulares, pero de ellas no se hace la ms ligeramencin al desarrollar la demostracin.

    Decimos que los tres ngulos suman dos rectos, pero no porque haya enaquel tringulo un ngulo recto ni porque sean iguales los lados que loforman: lo cual suficientemente prueba que dicho ngulo podra ser oblicuo yde lados desiguales, y a pesar de ello subsistira vlidamente la demostracin.

    Y sta es la razn de que podamos aplicar a un tringulo oblicungulo oescaleno lo demostrado para otro rectngulo issceles; pero no por haber

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    hecho la demostracin a partir de la idea abstracta de tringulo.

    (De paso har notar que cualquiera puede reconocer una figura comotringulo sin tener en cuenta las cualidades particulares de sus ngulos o larelacin de sus lados: hasta eso llega la abstraccin; pero esto nunca probarque se pueda elaborar una idea general de tringulo, abstracta einconsistente. Del mismo modo podremos considerar en Pedro slo sucondicin de hombre [y no de tal hombre], o slo la de animal, sin que porello tengamos que formar la idea abstracta de hombre o de animal, porcuanto no se tiene en cuenta lo que se percibe.)9

    XVII. Ventaja que puede traer la investigacin sobre la doctrina de las ideasgenerales abstractas.

    Sera tarea tan inacabable como intil seguir a loshombres de la escuela, aesosgrandes maestros de la abstraccin, a travs de los complicados einextricables laberintos de discusiones y errores a que los ha conducido suteora de las naturalezas y nociones abstractas. Cosa es de todos conocida, ypor lo mismo no insistir en ello, el gran nmero de pendencias ycontroversias, la erudita polvareda que han levantado estas cuestiones y elprovecho escassimo que de ah ha surgido para el gnero humano. Y aunpodra esto pasar, si los perniciosos efectos de esta doctrina se hubieranquedado confinados entre los que declaradamente la profesan.

    Pero cuando se consideran los esfuerzos, el trabajo y los talentos que portantos siglos se han desperdiciado en perjuicio del cultivo y avance de laciencia, y que a pesar de todo han quedado los mismos sabios en su mayorallenos de obscuridad e incertidumbre; cuando se consideran las disputas sinfin que han surgido, que aun aquellas teoras que parecan apoyadas en lasms claras y convincentes demostraciones envuelven paradojas del todoirreconciliables con la razn humana, y que tomadas en conjunto nos hanreportado (muy pocas de ellas) un menguado beneficio no pasando de meroentretenimiento y diversin intrascendente, la consideracin de todo esto,digo, es suficiente para sumir a los partidarios de esta doctrina en el mayordesaliento, en el ms perfecto hasto de todo estudio.

    Podr esto subsanarse echando una ojeada a los falsos principios que en elmundo han prevalecido, entre los cuales ninguno, a mi juicio, ha ejercido ms9 Lo abarcado por los parntesis no aparece en la ed. de 1710

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    perniciosa influencia sobre la mente de los especuladores que el de las ideasgenerales abstractas.

    XVIII. Estudiar ahora el origen de esta falsa nocin predominante, que,segn yo creo, es ellenguaje.Y a la verdad, slo una causa tan poderosa y deno menor alcance que la razn misma ha podido dar pie a una opinin tanuniversalmente recibida.

    Que esto es as lo demuestra, entre otras cosas, la ingenua confesin de losms destacados paladines de las ideas abstractas, los cuales reconocen quedichas ideas son elaboradas precisamente para dar nombre a las cosas: dedonde claramente se sigue que, de no existir el signo universal del lenguaje, jams se hubiera pensado en las ideas abstractas. (Vase el Libro III, cap. IV,sec. 39 y otros muchos lugares delEnsayo sobre el entendimiento humano).10

    Examinemos, pues, la manera en que las palabras han contribuido a extenderel error. En primer lugar11 se prejuzga que toda palabra tiene o ha de teneruna sola significacin, precisa y limitada; y esto inclina a pensar que existenciertas ideas abstractas y determinadasque constituyen el verdadero y nicosentido inmediato de cada nombre, y que por medio de estas ideas abstractasun nombre genrico es aplicable a muchas cosas particulares.

    Pero la verdad es que no hay tal significacin precisa y determinada de cadapalabra, pues todas ellas representan indiferentemente un gran nmero deideas particulares.

    Todo este falso raciocinio es consecuencia de lo ya dicho, y claramente locomprender cualquiera por una sencilla consideracin. (Se podr objetar quetodo nombre, por el mero hecho de ser definido, queda restringido a unadeterminada significacin.)

    Por ejemplo: eltringulose define como unasuperficie plana comprendida portres lineas rectas;con lo cual la palabra tringulo se cie a significar cierta ideadeterminada y no otra. A lo que respondo que en la definicin no se dice si talsuperficie (triangular) es grande o pequea, blanca o negra; ni se atiende a lamayor o menor longitud de los lados, ni a si stos son iguales o desiguales,

    10 De Locke

    11 Vide XIX 34

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    como tampoco a los ngulos que forman, en todo lo cual puede haber granvariedad y, por consiguiente, nohay idea determinada algunaque limite lasignificacin de la palabratringulo.Una cosa es conservar una palabra parala misma definicin, y otra hacerla siempre valedera para la misma idea: loprimero es necesario; lo segundo es intil e imposible.

    XIX.En segundo lugar,para comprender mejor cmo laspalabrashan trado alcampo de la filosofa ladoctrina de las ideas abstractas,basta observar cmo esopinin admitida que elobjetodel lenguaje noes otroque la comunicacin denuestras ideas, y que por lo tanto todo nombre significante representa unaidea. Siendo esto as y siendo igualmente cierto que los nombres, aunque nose juzgan totalmente insignificantes, no sealan siempre ideasparticularesconcebibles, se sigue forzosamente que esas palabrasrepresentan nocionesabstractas.Nadie negar, en efecto, que entre los hombres de ciencia est enuso multitud de trminos que no sugieren la menor idea particular a losprofanos. Y con un poco de atencin echaremos de ver que no es necesario, nian en el ms riguroso razonamiento, que los nombres significativos querepresentan ideas provoquen en el entendimiento cada vez que se les emplea,aquellas ideas que han venido a representar.

    Puesto que, en la lectura y en el discurso, los nombres, en su mayor parte, seemplean como las letras enlgebra,donde aun representando cada letra unacantidad determinada, sin embargo no es obligado que a la inteligencia sehagan presentes tales cantidades en cada uno de los pasos de lademostracin.

    XX.Algunos de los fines que tiene el lenguaje.12

    Aparte de todo esto, la comunicacin de las ideas indicadas por las palabrasno es el nico ni el principal de los fines que tiene el lenguaje, comocorrientemente se supone. Existen otros fines, como el suscitar una pasin,inducir a un acto determinado o disuadir de l, colocar la mente en unadeterminada disposicin; para los cuales, lo primero, o sea la comunicacin,en muchos casos es solamente auxiliar, y a veces se prescinde de ella porcompleto si puede lograrse sin ella, como ocurre con frecuencia en el usofamiliar del lenguaje.12 El lenguaje ha sido el origen de las ideas generales abstractas, debido a un doble error: 1) que cada palabratiene una sola significacin; 2) que el nico fin del lenguaje es la comunicacin de las ideas. -Ed 1710.

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    Invito al lector a que reflexione sobre s mismo y observar que, muchasveces, al or o leer algn discurso, se despiertan en su mente los sentimientosde temor, amor, odio, admiracin, desprecio, y otros semejantes, a la simplepercepcin de ciertas palabras y sin que surjan entre ellas ideas.

    Al principio, indudablemente, las palabras han podido ocasionar ideas aptaspara descubrir tales emociones, pero, si no me engao, fcil es descubrir,cuando el lenguaje se ha hecho familiar, que la audicin de los sonidos o lavisin de los caracteres va inmediatamente seguida, por lo general, deaquellas pasiones, prescindiendo de toda idea originaria, en tanto que alprincipio tuvieron que ser producidas con la intervencin de ideas.

    No nos impresiona, por ejemplo, la promesa o esperanza de una cosa buena,aun cuando no tengamos la menor idea de lo que ello pueda ser? Y laamenaza de un peligro no es suficiente para provocar en nosotros el miedo,aun sin saber concretamente qu dao nos puede sobrevenir y aunque notengamos idea de lo que es peligro en abstracto?

    Cualquiera que ligeramente reflexione sobre lo que acabo de decir seconvencer de que los nombres generales se usan con toda propiedad en ellenguaje corriente, sin que el que habla intente despertar en el que le escuchael conjunto de sus propias ideas.

    Hasta los nombres propios se emplean muchas veces sin el designio de quenos traigan a la mente la idea particular de los individuos que se suponen sondesignados por ellos. Por ejemplo, si un escolstico me replica: Aristteles loha dicho, entiendo que con ello quiere disponer mi nimo a aceptar suopinin por deferencia a la autoridad que por costumbre se atribuye a aquelhombre. Y este efecto se consigue tan de inmediato en aquellos que se hanacostumbrado a resignar su juicio ante la autoridad de dicho filsofo, que noha podido haber lugar a que se despertara idea alguna ni de su persona, ni desus escritos ni de su reputacin.13

    Podra aducir innumerables ejemplos de esta clase; pero a qu insistir encosas que cada uno puede comprobar por su propia experiencia?

    13 Tan estrecha e inmediata conexin puede establecer la costumbre entre la palabra Aristteles y losmovimientos de asentimiento y reverencia en las mentes de algunos hombres -Ed 1710

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    XXI. Precaucin necesaria en el uso del lenguaje.

    Creo suficientemente demostrada 1) la imposibilidad de las ideas abstractas;hemos expuesto tambin 2) lo que en favor de ellas han dicho sus msconspicuos defensores, haciendo ver que no son necesarias para los fines quese les asignan; por ltimo, 3) las hemos seguido hasta la fuente de dondedimanan, que parece ser el lenguaje.

    No se puede negar que las palabras son de una utilidad muy apreciable;mediante ellas, en efecto, todos podemos tener a la mano y hacer nuestros losconocimientos que se han adquirido a travs de las edades y en todos lospases por las investigaciones ms infatigables.

    Pero al mismo tiempo hay que reconocer que muchsimos de esos co-nocimientos han quedado embrollados y oscurecidos por el abuso de laspalabras y por la forma en que se ha querido darlos a entender.14

    As, pues, ya que las palabras pueden tan fcilmente inducir a error alentendimiento,15 siempre que yo hable de las ideas tratar de considerarlaspura y simplemente alejando de mi pensamiento cuanto me sea posibleaquellos nombres que un uso constante ha hecho ir unidos a ellas. De lo cualespero se seguirn las siguientes ventajas:

    XXII. Primero:estar seguro de haberme desembarazado de controversiaspuramente verbales,cuya cizaa en todas las ciencias ha sido la remoraprincipal para el desarrollo de todo conocimiento slido y verdadero.

    Segundo:ste ser el medio ms atinado de librarme de la red finsima y sutilde las ideas abstractas quetan lastimosamente han confundido y embrolladolas mentes de los hombres, con la circunstancia singular de que cuanto msagudo y curioso era el ingenio de un hombre, tanto ms fcilmente quedabaatrapado en el lazo.

    Tercero: mientras mi pensamiento se limite a las ideas despojadas de todapalabra, no creo pueda caer fcilmente en el error. Los objetos que considero

    14 Que casi puede hacerse una cuestin de si el lenguaje ha contribuido ms a la obstaculizacin que alprogreso de las ciencias -Ed. 1710.

    15 Me he propuesto, en mis investigaciones, el menor uso posible de ellas -Ed. 1710

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    los conozco clara y adecuadamente: no me puedo engaar pensando quetengo una idea que en realidad no poseo. Ni me ser posible imaginar quemis ideas son semejantes o diferentes si en realidad no lo son. Para conocer laconformidad o discrepancia que pueda haber entre ellas, para ver qu ideasvan incluidas en otra idea compuesta y cules no, simplemente me basta unapercepcin atenta de lo que sucede en mi propio entendimiento.

    XXIII. Pero el conseguir todas estasventajas presupone una total independenciadel espejismo de las palabras;lo que a duras penas espero de m mismo: tandifcil es romper el vnculo entre ideas y palabras, que muy temprano seinici en la historia del pensamiento y que a travs de los siglos ha quedadoconfirmado por un hbito universal. Dificultad considerablemente acrecidacon la doctrina de la abstraccin. Pues mientras el hombre crey que las ideasabstractas iban anejas a las palabras, no era de extraar que suselucubraciones y disputas versaran sobre palabras ms que sobre ideas, yaque era prcticamente imposible dejar a un lado la palabra pararetener en lamente slo la idea abstracta, de suyo inconcebible.

    Esta me parece haber sido la causa principal del fracaso de aquellos maestrosque enfticamente recomendaron se prescindiera de los trminos en lainvestigacin filosfica, atendiendo slo a la idea pura, pues tampoco ellospudieron conseguirlo.

    Recientemente han sido muchos los que se han dado cuenta de las absurdas yminsculas discusiones que origina el abuso de las palabras; y para salir alpaso de tales inconvenientes han insistido repetidamente en recomendar lamisma precaucin, a saber, considerar las ideas sin parar la atencin en lostrminos utilizados para significarlas.

    Mas a pesar de estos excelentes consejos, ellos no han podido seguirlos, pordejarse llevar de estos dos prejuicios: primero, suponer que el fin inmediatode las palabras es significar las ideas; y segundo, creer que la significacinprimordial de los nombres genricos es unaidea abstracta, determinada.

    XXIV. Una vez reconocidos estoserrores, ya es ms fcil prevenirse contra elengao de las palabras.Pues el que sabe que no posee otra cosa sino ideasparticulares no se crear intiles complicaciones para hallar y concebir la ideaabstracta vinculada a un hombre. Y el que est persuadido de que laspalabras no siempre representan ideas se ahorrar el trabajo de buscarlas alldonde no es posible encontrarlas.

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    Sera, por tanto, de desear que todos se esforzaran en adquirir una visinclara de las ideas que han de considerar, desembarazndolas de todo ropaje yestorbo de las palabras, que en tan grande manera contribuyen a cegar el juicio y dividir la atencin.

    En vano dirigimos nuestra vista a los cielos y escudriamos las entraas de latierra; en vano consultamos los escritos de los sabios y rastreamos las oscurashuellas de la antigedad: bstanos descorrer el velo de las palabras paradescubrir el rbol hermossimo del conocimiento, cuyo fruto, el msexcelente, lo tenemos al alcance de la mano.

    XXV. Si no tomamos la precaucin de considerar tosprimerosprincipiosyconfusin de palabras,nos exponemos a que los razonamientos que de-sarrollemos, por maravillosos y magnficos que nos parezcan, estn infi-cionados de falsedad y no nos sean de resultado alguno: sacaremos in-definidamente consecuencias de otras consecuencias, pero no habradelantado un punto nuestra ciencia. Cuanto ms avancemos, ms irre-mediablemente nos veremos perdidos en el intrincado laberinto de errores ydificultades a que nos habr conducido el abuso de las palabras.

    Por lo tanto, a todo el que se proponga leer las siguientes pginas leencarezco sobremanera que tome mis palabras como ocasin de su propiopensar y se esfuerce por seguir en la lectura la ilacin de los pensamientosque yo expongo. De esta suerte le ser fcil descubrir la verdad o falsedad delo que digo. No se ver en el peligro de que mis palabras le engaen; y nisiquiera se comprende pueda caer en error, si se limita a considerar suspropias ideas, desnudas, como son, sin ningn disfraz.

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    PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTO HUMANO

    I. Losobjetos del conocimiento humano.

    Es evidente para quienquiera que haga un examen de los objetqs delconocimiento humano que stos son: oideas impresas realmente en lossentidos, o bien percibidas mediante atencin a las pasiones y las operacionesde la mente; o, finalmente, ideas formadas con ayuda de la imaginacin y dela memoria, por composicin y divisin o, simplemente, mediante larepresentacin de las ideas percibidas originariamente en las formas antesmencionadas.

    La vista me da idea de la luz, del color en sus diferentes grados, variaciones ymatices. Mediante el tacto percibo, por ejemplo, lo blanco y lo duro, el calor yel fro, el movimiento y la resistencia, y de todo esto el ms y el menos, biencomo cantidad o como grado. El olfato me depara olores; el paladar, sabores;y el odo lleva a la mente los sonidos con sus variados tonos y combinaciones.

    Y cuando se ha observado que varias de estas ideas se presentan si-multneamente, se viene a significar su conjunto con un nombre y eseconjunto se considera como una cosa. As, por ejemplo, observamos que vanen compaa un color, gusto y olor determinados junto con cierta consistenciay figura: todo ello lo consideramos como una cosa distinta: significada por elnombre demanzana.

    Otros conjuntos de ideas constituyen la piedra, el rbol, el libro y las demscosas sensibles; conjuntos que, siendo placenteros o desagradables, excitan ennosotros las pasiones de amor, de odio, de alegra, de pesar y otras.

    II. Mente-espiritu-alma.

    Adems de esta innumerable variedad de ideas u objetos del conocimiento,existe igualmente algo que las conoce o percibe y ejecuta diversas operacionessobre ellas, como son el querer, el imaginar, el recordar, etctera. Este seractivo que percibe es lo que llamamos mente,alma, espritu, yo.Con las cualespalabras no denoto ninguna de mis ideas, sino algo que es enteramentedistinto de ellas, dentro de lo cual existen; o, lo que es lo mismo, algo por locual son percibidas; pues la existencia de una idea consiste simplemente en

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    ser percibida.

    III. El alcance del asentimiento del vulgo.

    Que ni nuestros pensamientos, ni las pasiones, ni las ideas formadas por laimaginacin pueden existirsinla mente, es loque todos admiten.

    Y, a mi parecer, no es menos evidente que las varias sensaciones o ideasimpresas, por complejas y mltiples que sean las combinaciones en que sepresenten (es decir, cualesquiera que sean los objetos que as formen), nopueden tener existencia si no es en una mente que las perciba. Estimo quepuede obtenerse un conocimiento intuitivo de esto por cualquiera queobservelo que significa el trmino existircuando se aplica a las cosas sensibles.As por ejemplo, esta mesa en que escribo, digo que existe, esto es, que la veoy la siento; y si yo estuviera fuera de mi estudio, dira tambin que ellaexista, significando con ello que, si yo estuviera en mi estudio, podrapercibirla de nuevo, o que otra mente que estuviera all presente la podrapercibir realmente.16

    Cuando digo que haba un olor, quiero decir que fue olido; si hablo de unsonido, significo que fue odo; si de un color o de una figura determinada, noquiero decir otra cosa sino que fueron percibidos por la vista o el tacto.

    Es lo nico que permiten entender sas o parecidas expresiones. Porque esincomprensible la afirmacin de la existencia absoluta de los seres que nopiensan, prescindiendo totalmente de que puedan ser percibidos. Su existirconsiste en esto, en que se los perciba; y no se los concibe en modo algunofuera de la mente o ser pensante que pueda tener percepcin de los mismos.

    IV. La opinin vulgar implica una contradiccin.

    Es ciertamenteextraoque haya prevalecido entre los hombres la opinin deque casas, montes, ros, en una palabra, cualesquiera objetos sensibles tenganexistencia real o natural, distinta de la de ser percibidos por el entendimiento.Mas, por mucha que sea la seguridad con que esto se afirme y por muygeneral que sea la aquiescencia con que se admita, cualquiera que en suinterior examine tal aserto, hallar, si no me engao, que envuelve unacontradiccin manifiesta. Pues qu son los objetos mencionados sino las16 Primer argumento en apoyo de la teora del autor

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    cosas que nosotrospercibimos por nuestros sentidos, y qu otra cosapercibimos aparte de nuestraspropias ideas o sensaciones?

    Y no es una clara contradiccin que cualquiera de stas o cualquiercombinacin de ellos, puedan existir sin ser percibidas?

    V. Causa de este prevaleciente error.

    Examinando a fondo esta opinin que combatimos, tal vez hallaremos que suorigen es en definitiva la doctrina de las ideasabstractas.Pues puede haberms flagrante abuso de la abstraccin que el distinguir entre la existencia delos objetos sensibles y el que sean percibidos, concibindolos existentes sinser percibidos?

    La luz y los colores, el calor y el fro, la extensin y la figura, en una palabra,todo lo que vemos o sentimos, qu son sino otras tantas sensaciones,nociones, ideas o impresiones sobre nuestros sentidos? Y ser posibleseparar, ni aun en el pensamiento, ninguna de estas cosas de su propiapercepcin?

    Ciertamente, puedo separar una cosa de ella misma. Puedo, en efecto, dividircon el pensamiento, esto es, concebir por separado cosas que por el sentidono he percibido as. Me puedo imaginar, por ejemplo, el tronco de un cuerpohumano sin las extremidades; o concebir el olor de una rosa sin pensarsiquiera en esta flor: no negar que puedo abstraer hasta este punto, si es queeso se puede llamarabstraccin con propiedad, limitndola a concebiraisladamente cosas que puedan existir o ser percibidas por separado.

    Sin embargo, mi poder de concepcin o imaginacin no se extiende ms allde la posibilidad de la existencia real o de la percepcin.

    Por tanto, as como es imposible ver o sentir ninguna cosa sin la actualsensacin de ella, de igual modo es imposible concebir en el pensamiento unser u objeto distinto de la sensacin o percepcin del mismo.17

    VI. Hay verdades tan obvias y tan al alcance de la mente humana que paraverlas el hombre slo necesita abrir los ojos. Tal me parece que es sta que17 En verdad, el objeto y la sensacin son la misma cosa, y no puede, por tanto, ser abstrada la una de laotra -Ed. 1710

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    voy a anunciar y que considero de importancia suma, a saber: que todo elconjunto de los cielos y la innumerable muchedumbre de seres que pueblanla tierra, en una palabra, todos los cuerpos que componen la maravillosaestructura del universo, slo tienen sustancia en una mente; su ser(esse)consiste en que sean percibidos o conocidos. Y por consiguiente, en tanto quenos los percibamos actualmente, es decir, mientras no existan en mi mente oen la de otroespritu creado,una de dos: o no existen en absoluto, o biensubsisten slo en la mente de un espritu eterno;siendo cosa del todo ininteligibley que implica el absurdo de la abstraccin al atribuir a uno cualquiera de losseres o una parte de ellos una existencia independiente de todo espritu.18

    Para convencerse de ello basta que el lector reflexione y trate de distinguir ensu propio pensamiento el ser de una cosa sensible de la percepcin de ella.

    VII. Segundo argumento.19

    De lo dicho se sigue que nohay otras sustancias sino las espirituales,esto es, lasque son capaces de percibir.

    Para demostrar esto mejor, fijmonos en que las cualidades sensibles son elcolor, la figura, el movimiento, el olor, el sabor y otras, es decir, las ideaspercibidas por los sentidos. Ahora bien, puesto que es evidente contradiccinel que exista una idea en un ser que no perciba, y ya queel tener ideas es lomismo que percibir,y por lo tanto donde existe el color, figura, olor, y demscualidades sensibles hay un ser que las percibe, de ello resulta claramente queno puede existir una sustanciaimpensante o substratumde estas ideas.

    VIII. Objecin y respuesta.

    Pero dir alguno: aunque las ideas mismas no existan sin una mente quepiense, con todo puede suceder que las cosas parecidas a tales ideas y de lascuales stas son copias o semejanzas, existan prescindiendo de la mente y enuna sustancia desprovista de pensamiento.

    18 El sealar esto con toda luminosidad y evidencia de un axioma sera suficiente si. con ello, me fueraposible despertar la reflexin del lector, el cual adoptara entonces una visin imparcial de su propiosignificado, y dirigira sus pensamientos sobre este asunto, libre y desembarazadamente, sin mezcolanza depalabras y sin prejuicios a favor de errores recibidos -Ed. 1710

    19 Vide, secc. III y XXV 44

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    A lo querespondo:una idea no puede ser semejante sino a otra idea; un coloro figura no pueden parecerse sino a otro color o figura. Basta un ligeroexamen de nuestros propios pensamientos para convencernos de que esimposible concebir la semejanza sino entre nuestras propias ideas.

    Y ahora yo pregunto: estas cosas externas, supuestos originales de los quenuestras ideas seran copia o representacin, son perceptibles por s mismas,o no? Si lo son,entonces ellas son ideas,lo que confirma mi tesis; y si se me diceque no lo son, desafo a que se me diga si tiene sentido afirmar que un colores semejante a algo invisible, o que una cosa dura o blanda es semejante aalgo intangible; y as de lo dems.

    IX. La nocinfilosfica de la materia implica contradiccin.

    Hay quienes distinguen las cualidades de los cuerpos enprimarias ysecundaras. Llaman primarias a la extensin, figura, movimiento, reposo,solidez, impenetrabilidad y nmero; y secundarias, a las que denotan lasrestantes cualidades sensibles, como son los colores, sonidos, sabores ydems.

    Reconocen que las ideas que tenemos de estas cualidades secundarias no sonsemejanzas de algo que pueda existir sin la mente o sin ser percibido; perosostienen que nuestras ideas de las cualidades primarias son modelos oimgenes de cosas que existen con independencia de la mente en unasustancia no pensante, a la que llaman materia.

    De donde se sigue que pormateriadebemos entender una sustancia inerte,carente de sentidos, en la cualsubsisten realmentela extensin, la figura y elmovimiento.

    Pero, segn lo dicho, es evidente que la extensin, figura y movimiento noson ms que ideas que existen en la mente;y como una idea slo puedesemejarse a otra idea, resulta que ni estas ideas ni sus arquetipos u originalespueden existir en una sustancia que noperciba.

    Lo que demuestra que la propia nocin de eso que se llamamateria o sustanciacorpreaimplica contradiccin en s misma.20 20 Hasta el punto de que no creo necesario gastar ms tiempo en exponer su absurdidad Pero, ya que ladoctrina de la existencia de la materia parece arraigada tan profundamente en la mente de los filsofos,

    produciendo tan malas consecuencias, prefiero pecar de prolijo y pesado a omitir cualquier cosa que pueda

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    X. Argumentum ad hominem.

    Los que afirman que la figura, movimiento y dems cualidades primariasexisten con independencia de la mente en sustancias no pensantes, admitenque no sucede lo mismo con el color, sonido, calor, fro y otras cualidadessecundarias, las cuales, segn ellos, son sensaciones queslo existen en lamente;dependiendo y ocasionndose por la diversidad de tamao, estructuray movimiento de diminutas partculas de materia.

    Esto lo tienen como indubitable y aun pretenden haberlo demostrado contoda evidencia.

    A lo cual se puede replicar que si se admite que las cualidades primarias vaninseparablemente unidas con las dems cualidades sensiblesy ni siquiera con elpensamiento se pueden disgregar de ellas, forzoso sera concluir que sloexisten en la mente. Que pruebe cualquiera a ver si puede, mediante laabstraccin mental, concebir la extensin y movimiento de un cuerpo conentera independencia de las dems cualidades sensibles.

    Por mi parte confieso que no est en mi poder el forjarme la idea de uncuerpo extenso y en movimiento sin atribuirle algn color y alguna de lasotras cualidades que seadmiteexisten slo en la mente.

    En una palabra, la extensin, figura y movimiento no pueden concebirse sinlas dems cualidades sensibles. O dicho en otros trminos: donde se hallenlas cualidades secundarias, las sensibles, tienen que encontrarse tambin lasprimarias, esto es, en la mente y no en otra parte.

    XI. Segundo argumentum ad hominem.

    Se admite quelas ideas de logrande y de lo pequeo, de larapidez y de lalentitud, existen slo en la mentey son del todo relativas, dependiendo de lasvariaciones en la estructura o posicin de los rganos sensoriales. Por lotanto, la extensin, que, segn se afirma, existe con independencia de lamente, no es ni grande ni pequea; y de igual modo el movimiento no es nilento ni rpido: es decir, que no son nada en absoluto. Pero se dir queexisten la extensin en general y el movimiento en general: esto demuestraconducir al descubrimiento y extirpacin total de semejante prejuicio -Ed. 1710.

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    hasta qu punto la doctrina de las sustancias extensas y mviles, conexistencia extramental, reconoce por fundamento la extraa teora de lasideasabstractas.

    Para responder a esto, slo har notar cmo la imprecisa y vaga descripcinque de las sustancias corpreas hacen los filsofos modernos de acuerdo consus principios, es en todo semejante a la anticuada y ridcula nocin demateria primaque se encuentra en Aristteles y sus seguidores.

    Sin la extensin es inconcebible la solidez o la consistencia; y puesto que ya seha demostrado que la extensin no existe en las sustancias no pensantes, lomismo se ha de decir de la consistencia o solidez.

    XII. Que el nmero es una creacin dela menteaun cuando se admitiera laexistencia extramental de las dems cualidades, es cosa que con evidencia secomprender si se tiene en cuenta que una misma cosa puede tener diferentedenominacin numrica, segn el punto de vista en que se coloque la mente.

    As, una misma longitud se puede representar por el nmero uno, por el tresy por el treinta y seis, segn que la mente la considere con relacin a la yarda,al pie o a la pulgada.

    El nmero es cosa tan evidentemente relativa y dependiente del en-tendimiento humano, que resulta extrao pensar que nadie haya podidoatribuirle existencia real fuera de la mente. Decimos, por ejemplo, un libro,una pgina, una lnea: todo unidades, por ms que una de ellas contiene avarias de las otras. Y en cualquier otro caso es evidentsimo qu unidad hacereferencia a una reunin determinada de ideas, elegidas con arbitrariedadpor la mente para considerarlas en su conjunto.

    XIII. S que algunos sostienen que launidad es una idea simple, o no compuesta,que acompaa a las dems ideas dentro de la mente. A la verdad, yo noencuentro en m semejante idea correspondiente a la palabraunidad; y deseguro que si la tuviera la encontrara y sera la ms familiar para mientendimiento, ya que, segn se dice, acompaa a las dems ideas, y por lomismo tendra que ser percibida por todas las vas de la sensacin y de lareflexin. Pero no es as, lo que significa que es una ideaabstracta.

    XIV. Tercer argumentum ad hominem.

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    Aadir a lo dicho que, de la misma manera que algunos filsofos modernosprueban que ciertas cualidades sensibles no tienen existencia en la materia, esdecir, sin la mente, lo mismo se puede demostrar de todas las demscualidades sensibles.

    As, por ejemplo, se afirma que el calor y el fro son afecciones de la mente yno copias o imgenes de cosas reales que existen en las sustancias corpreas,pues un mismo cuerpo que una mano encuentra fro la otra lo puede sentircaliente. Pues bien, por qu no hemos de concluir igualmente que laextensin y la figura no son copias o semejanzas de cualidades existentes enla materia, ya que un mismo ojo en diferente punto de vista y ojosdiferentemente estructurados o defectuosos las aprecian de diverso modo, nosiendo por tanto imgenes de cosa algunafija y determinada que se halle fuera dela mente?

    De anloga manera: se admite como cierto que eldulzor noes una cualidadreal de las cosas spidas, puesto que permaneciendo inalterada la cosa, elsabor dulce se convierte en amargo segn el estado subjetivo del individuoque lo aprecia, como sucede en casos de fiebre o de otras circunstancias quealteran el sentido del gusto en el paladar. Y no es razonable, tambin,concluir que el movimiento no existe sin la mente, ya que al hacerse msrpida la sucesin de ideas, el movimiento parece ms lento, sin haber habidocambio alguno en los objetos externos?.

    XV. Observacin sobrela extensin.

    En resumen, cualquiera que considere los argumentos aducidos para probarque el color, el sabor, etc., son cosas meramente subjetivas, comprender sindificultad que tambin son vlidas para demostrar lo mismo y con igualfuerza respecto de la extensin, figura y movimiento. Si bien hemos de hacernotar que este modo de argir no es decisivo en cuanto al color y extensinde los objetos, porque los sentidos no nos dan a conocer qu cosa sea el coloro la verdadera extensin de los objetos externos.

    Sin embargo, las pruebas antedichas claramente confirman ser imposible laexistencia de la extensin, del color o de cualquiera otra cualidad sensible enun sujeto nopensante,como realidades exteriores a la mente.

    XVI.Ahora examinaremos brevemente la opinin universalmente recibida.

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    Suele decirse que la extensin es un modo o accidente dela materiay que staes elsubstratumen que la extensin se apoya.

    Yo querra que se me explicase lo que significa este apoyarse la extensin enla materia: se me dir que no teniendo idea positiva de lo que es la materia,tal explicacin es imposible. A lo que replico que si algn sentido tiene laafirmacin que analizamos, por lo menos se ha de tener una idea relativa dela materia; y aun sin saber lo que ella es, se tiene que conocer la relacin quedice con los accidentes y en qu sentido los soporta o les sirve de base.

    Es indudable que no lossostienede la misma manera que los pilares sostienenel edificio: pues entonces en qu sentido los sustenta?21

    XVII. Doble sentido filosfico de lo quese llama sustancia material.

    Penetrando ms a fondo en la significacin que los ms eximios filsofos dana los trminossustancia material,hallaremos que no vinculan a esos sonidosotro significado que la idea deser en general, junto con unanocin relativa de losaccidentes que soporta.

    En lo que se refiere a la idea de ser en general, dir que me parece la msabstracta e incomprensible de todas, y que sea el soporte o sostn de losaccidentes es cosa, como acabamos de ver, que no puede ser entendidadentro del alcance comn de las palabras. Por consiguiente, esta expresinsustancia materialdebe ser tomada en algn otro sentido; pero ninguno delos autores explica cul haya de ser ste. De suerte que analizando lasdos partes o ramas que constituyen la significacin de las palabrassustancia material,me convenzo de que no llevan anejo ningn sentido distinto.

    XVIII. La existencia de los cuerpos externos exige demostracin.

    Aun cuando fuera posible que las sustancias slidas, dotadas de figuradeterminada y movibles existieran sin la mente y fuera de ella, co-rrespondiendo a las ideas que tenemos de los cuerpos,cmo llegaramos aconocer todo esto?Habr de ser o por medio de los sentidos o por la razn.

    Ahora bien, en lo que hace a los sentidos, por ellos tenemos conocimientosolamente de nuestras sensaciones,ideas, es decir, aquello que percibimos21 Por mi parte, no soy capaz de descubrir ningn sentido que pueda ser aplicable a esto -Ed. 1710

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    inmediatamente, llmese como se llame, pero no nos informan de laexistencia extramental o no percibida de cosas semejantes a las quepercibimos.

    Esto lo admiten de buen grado los mismos materialistas: por consiguiente, elnico medio de conocer las cosas externas ha de ser la razn, infiriendo suexistencia de lo percibido inmediatamente por los sentidos.

    Mas no se comprende cul pueda ser el fundamento para admitir laexistencia extramental de los cuerpos, a partir de nuestras percepcionessensitivas, sin haber ningunaconexin necesaria entre ellas y nuestras ideas,loque ni aun los mismos defensores de la materia pretenden establecer. Lo ques es permitido afirmar, y todos lo concedern, es quepodemos ser afectados porlas ideas que actualmente poseemos, aun sin la existencia de cuerpos que se lesasemejen:tal ocurre en los ensueos, vesanias y casos parecidos.

    De aqu resulta evidente que la suposicin de cuerpos externos no esnecesaria para producir las ideas; pues se ve que stas en ocasiones, tal vezsiempre, surgen sin la presencia de aqullos, de la misma manera que a vecescreemos verlos y tocarlos sin que estn presentes.

    XIX. La existencia de los cuerpos externos no aporta explicacin alguna sobre elmodo de producirse nuestras ideas.

    Aun en el supuesto de que pudiramos tener todas nuestras sensaciones sinellos, parece mscmodopensar que existen siendo semejantes a nuestraspercepciones: de esta manera se podra afirmar con alguna probabilidad quehay cosas o cuerpos que producen su propia imagen en nuestra mente.

    Pero tampoco esto da ningn resultado: pues aun concediendo a losmaterialistas que existan los cuerpos externos, no por eso explican mejor laproduccin de las ideas, ya que ellos mismos se declaran impotentes paracomprender cmo puedaactuar un cuerpo sobre el espritu,o cmo un cuerpopueda imprimir una idea en la mente.

    De donde resulta que la produccin de ideas o sensaciones en nuestrasmentes no puede ser razn para que tengamos que suponer unas sustanciasmateriales o corpreas, ya que contal suposicin y sin ella est reconocido quelaproduccin delas ideas queda sin explicacin alguna.

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    As pues, aun cuando se pudiera suponer que los cuerpos existiesen sin lamente, no dejara ello de ser una opinin harto precaria, pues obligara apensar sin razn alguna que Dios haba creado un gran nmero de cosasintiles, sinobjeto ni finalidadvisible.

    XX. Un dilema.

    En definitiva: de existir los cuerpos externos, nunca nos ser posible llegar asaber tal cosa; y de no existir, tendramos las mismas razones que ahora paraadmitir su existencia.

    Supongamos, en efecto -cosa que cae dentro de lo posible-, que unainteligencia, sin ayuda de cuerpos externos, fuese afectada por una serie desensaciones o ideas idnticas a las que t tienes, impresas con el mismo ordeny con igual viveza: no tendra esa inteligencia todas las razones para creer enla existencia de las sustancias corpreas, representadas por aquellas ideas, yde admitir que estas ideas eran producidas por los cuerpos en su mente, conel mismo fundamento que pueda tener para aceptar igual supuestocualquiera que, siguiendo el concepto tradicional, est persuadido de que loscuerpos existen fuera de la mente?

    Esto no admite rplica; y ello sera razn suficientsima para que todapersona razonable pusiera en tela de juicio los argumentos que se aducen enpro de la existencia extramental de los objetos.

    XXI. Si despus de lo dicho hubiera necesidad de presentar nuevaspruebascontra la existencia de la materia,recordara algunos de los muchos errores ydificultades (incluso impiedades) a que ha dado origen la antigua tesis. Deella surgieron innumerables controversias y disputas en el campo de lafilosofa, y no menos numerosas e importantes en materia de religin. Masno descender a detallarlas en este lugar; primero, porque creo innecesarioslos argumentosa posterioripara confirmar lo quea priori se ha demostradosuficientemente; y segundo, porque ya tendremos ocasin de volver a insistirsobre lo mismo.

    XXII. Temo haber sido demasiado prolijo al tratar esta materia. Puescualquiera de mis lectores se podr preguntar a qu fin conduce talabundancia de pruebas para lo que en uno o dos renglones puede quedardemostrado con una sencilla reflexin, o una introspeccin no muy profundadel propio pensamiento. Bastar el intentar concebir como posible la

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    existencia extramental o sin percepcin de un sonido, una figura, unmovimiento o un color, para convencerse de que tal intento lleva consigoflagrante contradiccin.

    Para m resulta ventajoso estribar mi argumentacin en esta conviccinindividual: si alguien es capaz de concebir tan slo una sustancia extensa ymvil, o en general, cualquier idea o cosa semejante a una idea, con existenciaindependiente de la mente que la percibe, me declaro vencido y abandono elcampo; y respecto de las dems cualidades de que se supone dotados a loscuerpos externos, conceder que existan, aun cuandonadie me podr dar unarazn de por qu se admite su existencia,22 ni tampoco podr decir para qusirven en el supuesto de que existan.23

    Es decir, mi posicin es tan firme que la mera posibilidad de que la opinincontraria sea cierta la admito como argumento en contra de mi tesis.

    XXIII. Objetar alguno: nada ms fcil que imaginar en la mente ciertasideas, libros y rboles,por ejemplo, omitiendo formar la idea de que hayaalguien que los perciba. Acaso no sepercibiran o se pensara en ellos, a pesar detodo?

    Pero esto no hace al caso; nicamente demuestra que tenemos la facultad deimaginar o de formar ideas en nuestra mente; pero de ninguna maneraprueba que sea posible concebir existentes los objetos fuera de la mente o nopercibidos. Para estosera necesario que se pudiera pensar en ellos como cosas nopensadas por nadie, lo cual envuelve manifiesta contradiccin.

    Cuando nos esforzamos por concebir la existencia de los cuerpos externos, nohacemos otra cosa sino contemplar nuestras propias ideas; acto en el quenuestra mente, no mirndose a s misma, viene a quedar ilusoriamenteengaada dando por sentado que puede concebir y que de hecho concibe loscuerpos con existencia independiente del pensamiento, a pesar de que en esemismo hecho los aprehende existentes slo en s misma.

    Cualquiera que haya seguido con atencin cuanto acabamos de decir se habrconvencido de la veracidad y evidencia de nuestras afirmaciones: por lo

    22 Vide LVIII.

    23 Vide LX.

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    tanto, ya no ser necesario traer nuevas pruebas contra la existencia de lasustancia material.

    XXIV. La existencia absoluta de cosas no pensantes es una expresin vaca desentido.

    Un ligero anlisis de nuestros propios