primeras paginas culpa calma

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     A mis hijos…que han sido las víctimas de mis equivocaciones

    así como los maestros de mis aciertos,

     porque su afecto e incondicionalidad me permitieron ¡superar la culpa y recobrar la calma! 

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    CONTENIDO

    C APÍTULO 0 — ¿POR  QUÉ LOS PADRES ESTAMOS  TAN 

     AGOBIADOS  Y  CONFUNDIDOS?  17¿A pesar de que tenemos tan buenas intenciones, por qué los padres estamos tan equivocados? 17

    ¿Cuál es la razón para que nos sintamos tan culpables? 20

    ¿Cómo recuperar la calma que necesitamos para gozar a los hijos y triunfar en su crianza? 23

    PRIMERA  P ARTEP ARA  DOMINAR  LA  CULPA , HAY  QUE CONOCERLA 

    C APÍTULO 1 — ¿A QUÉ SE DEBEN   TANTOSSENTIMIENTOS DE CULPA ?  29

    ¿Por qué, a pesar de hacer lo posible por ser mejores padres, nos sentimos tan culpables? 30

    ¿Cómo nos afecta que desde niños nos hayaninculcado sentimientos de culpa? 35

    ¿Está mal querer que los hijos sean lo que nosotros soñamos? 37

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    De la culpa a la calma

    ¿Será que los seres humanos somos malos pornaturaleza?  39

    ¡Cuanto más sabemos, más culpables nos sentimos! 41¿Qué podemos hacer si todo ha cambiado tanto que 

     ya no sabemos qué es lo más apropiado? 45

    C APÍTULO 2 — DEFINAMOS ¿QUÉ ES  Y  PARA  QUÉSIRVE LA  CULPA ?  51

    ¿Qué propósito tienen los sentimientos de culpa? 52¿La culpa también puede tener nes inapropiados? 55¿Es posible que la culpa también nos sirva como 

    «dis-culpa»? 57¿ Por qué algunas personas se sienten culpables 

    aunque no lo sean? 59 

    ¿Qué tiene de malo inculcarles culpas a los hijos para que obedezcan? 63¿Es posible deshacernos del complejo de culpa? 66

    C APÍTULO 3 — L A  PATERNIDAD CON  LA  CULPA   A CUESTAS  Y  SUS CONSECUENCIAS  69

    ¿La culpabilidad puede hacer que nos 

    equivoquemos más? 70¿Por qué, en lugar de ser mejores padres, parece que somos peores? 72

    ¿A pesar de que hacemos lo mejor posible, por qué los resultados no son satisfactorios? 74

    ¿A qué se debe que ahora seamos unos padres tansumisos? 77

     ¿Por qué los niños de hoy no obedecen ni aceptan los límites? 79

    ¿Los padres somos culpables o más bien responsables? 82

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    Contenido

    SEGUNDA  P ARTE QUÉ HACER  FRENTE  A  LOS DESAFÍOS 

    QUE ENFRENTAMOS COMO PADRES

    C APÍTULO 4 — EL  TRABAJO: FUENTE  N o. 1 DE CULPAS  87¿Por qué ahora es tan importante para las mujeres

    trabajar fuera de casa? 90

    ¿A qué se debe que las mamás tengan que serprofesionales y ganar dinero, así no lo necesiten? 92

    ¿Por qué los papás somos ahora tan distintos a lo que fueron nuestros propios padres? 95

    ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de que las madres salgan a trabajar? 98

    ¿Por qué nos sentimos culpables cuando 

    trabajamos… y también si no lo hacemos? 100¿Es necesario escoger entre trabajar o dedicarnos a la familia? 102

    ¿Es indispensable dejar de trabajar cuando los hijos son pequeños? 106

    ¿Por qué mi marido no me respalda? ¿Y mi esposa me desautoriza? 109

    ¿Por qué algunas mamás que se dedican a criar asus hijos se sienten inútiles? 112¿Cómo podemos conciliar los deberes del trabajo 

    con los de la familia? 117¿Qué podemos hacer para aliviar la culpabilidad 

    cuando trabajamos fuera de casa? 120

    C APÍTULO 5 — L A  SEPARACIÓN  O EL DIVORCIO:OTRA  RAZÓN  PARA  SENTIRNOS CULPABLES  123

    ¿Nuestro divorcio puede tener algún benecio para los hijos? 126

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    ¿Cómo afecta el divorcio a los hijos? 128¿Qué es lo que más temen los hijos cuando nos 

    divorciamos? 132¿Qué impacto tiene nuestra separación en los 

    hijos? 135¿Por qué es tan difícil para los padres separados 

    ponerles límites a los hijos? 139

    ¿Es verdad que los hijos se sienten culpables de nuestros problemas como pareja? 140

    ¿Cómo explicarles a los hijos que nuestro matrimonio se terminó? 142

    ¿Cuáles son los peores errores que podemos cometer cuando nos separamos? 144

    ¿Qué implicaciones tiene ser hijo de una madre 

    o padre soltero? 165¿Qué es lo mejor para nuestros hijos cuando nuestro matrimonio se acaba? 168

    ¿Podemos ser felices a pesar de que seamos divorciados? 169

    C APÍTULO 6 — SER  EXCELENTES PADRES: UN  IDEAL

    QUE  NOS LLENA  DE CULPA   173¿A qué se debe que nos exijamos ser unos padres perfectos? 174

    ¿Qué podemos hacer para que los hijos sobresalgan en todo? 177

    ¿Cómo podemos lograr que nuestros hijos sean muy buenos estudiantes? 180

    ¿Hay algo que podamos hacer para lograr que nuestras hijas sean más atractivas? 183

    ¿Por qué algunos hijos son tan inconformes y vivendedicados a morticarnos? 186

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    Contenido

    ¿Cómo podemos fortalecer la autoestima de nuestros hijos? 190

    ¿Cómo saber si por ayudar a los hijos los estamossobreprotegiendo? 192

    ¿Hasta cuándo los padres debemos responder por todo lo de los hijos? 195

    ¿Podemos cambiar de parecer si nos equivocamos 

    en lo que les prometimos a los hijos? 198¿Cómo podemos saber si nos estamos pasando 

    de la raya? 199

     T ERCERA  P ARTE  A  MAYOR  CLARIDAD…  MENOR  CULPABILIDAD

    C APÍTULO 7 — CÓMO LIBERARNOS DE LOSSENTIMIENTOS DE CULPA   205

    ¿Por qué a veces nos sentimos culpables sin serlo? 208¿Cómo podemos superar la culpa cuando una 

    pena nos aige mucho? 211¿Cómo perdonar a nuestros padres si los errores 

    que cometieron nos hicieron daño? 213¿Qué podemos hacer para perdonarnos por 

    nuestros errores? 217¿Pedirles perdón a los hijos hará que nos censuren más? 220

    ¿Será que todos los problemas de los hijos son culpa de los padres? 221

    C APÍTULO 8 — L A  SOLUCIÓN : EDUCAR  DESDE EL AMOR …  Y   NO DESDE LA  CULPA   223

    ¿Por qué a pesar de que los niños tienen hoy másentretenciones que nunca, viven másdescontentos? 225

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    ¿Qué podemos hacer para que los hijos no sufrancon las dicultades que enfrenten? 228

    ¿A qué le debemos dar prioridad, a nuestro matrimonio o a los hijos? 232

    ¿Acaso no es más importantes ser padres que cualquier otra cosa? 235

    ¿Es suciente darles a los hijos tiempo de calidad 

    cuando no les podemos dar mucha cantidad? 237¿Qué signica darles «tiempo de calidad» a los hijos? 241

    ¿Hay algún problema en que los niños gocen de las comodidades de los adultos? 243

    ¿Por qué es importante que los niños crezcan en un ambiente propio y distinto al de los adultos? 246

    ¿Por qué hoy nos resulta tan difícil disciplinar a los hijos? 248

    ¿Cómo podemos ponerles límites a los hijos sin que se dañe nuestra relación? 251

    ¿Qué tan conveniente es que los padres seamos buenos amigos de los hijos? 254

    ¿Qué ventajas puede tener la madurez cuando loimportante es ser jóvenes y bellos? 257

    ¿Hasta qué punto es nuestro deber asegurarnos que los hijos sean personas felices? 260¿Cómo podemos contribuir a que los hijos 

    descubran el propósito de su vida? 261 ¿Será que todavía es posible reparar nuestros 

    errores como padres? 264

    C APÍTULO 9 — LOS HIJOS SON … ¿UNA  BENDICIÓN ?  267Si vemos a los hijos… 269¿Por qué ahora las parejas quieren tener muy  

    pocos hijos… o ninguno?  270

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    Contenido

    ¿Qué ventajas tiene ser padres si hoy la crianza es tan complicada y los niños son tan difíciles? 272

    ¿Qué es lo mejor que podemos hacer como padres? 275

    ¿Será posible ser felices como padres a pesar de lossacricios que nos demanda la paternidad? 277

    Gracias a la culpa…  281

     Mis agradecimientos… 283

    Notas  287

    Bibliografía   293

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    C APÍTULO 0

    ¿Por qué los padres estamostan agobiados y confundidos?

    Cuando la cantidad de culturas relativizan los valores, y la «globalización» aplasta con su poder y nos impone

    una uniformidad arrogante, el ser humano,

    en su desconcierto, pierde el sentido de los valores y

    de sí mismo… y ya no sabe a quién creer o en qué creer.

    Ernesto Sábato1

    ¿A PESAR  DE QUE  TENEMOS  TAN  BUENAS INTENCIONES, POR  QUÉ LOS PADRES ESTAMOS  TAN  EQUIVOCADOS?

    Somos las primeras generaciones de padres decididos a

    no repetir con los hijos los errores de nuestros propiosprogenitores. Y en el esfuerzo por abolir los abusos delpasado, somos los más dedicados y comprensivos, peroa la vez los más débiles e inseguros que ha dado la histo-ria. Lo grave es que estamos lidiando con niños más exi-gentes, beligerantes y poderosos que nunca.

    Parece que en nuestro intento por ser los padres quesoñamos tener, pasamos de un extremo al otro. Así, so-mos los últimos hijos regañados por los padres y los pri-meros padres a quienes los hijos nos regañan; los últi-mos que les tuvimos miedo a los padres y los primeros que

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    les tememos a los hijos; los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos; y los últimos que crecimos buscan-do la aprobación de nuestros padres y los primeros que vivimos buscando la aprobación de nuestros hijos.

    En la medida en que el permisivismo reemplazó alautoritarismo, los términos de las relaciones familiarescambiaron mucho… para bien y para mal. Antes, eranconsiderados buenos padres aquellos cuyos hijos se com-portaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban conel debido respeto; y eran buenos hijos los niños formalesque veneraban a sus padres. Pero hoy los buenos padresson quienes logran que sus hijos los amen, aunque pocolos respeten. Y son los hijos quienes esperan respeto de

    sus padres, entendiendo por tal que respeten sus ideas,sus gustos, sus apetencias y su forma de actuar y de vivir, y que además les patrocinen lo que necesitan para tal n.Es decir, los roles se invirtieron, y ahora somos nosotrosquienes tenemos que complacer a nuestros hijos para ga- narnos su amor, y no a la inversa como en el pasado.

    ¿A qué se debe este cam-

    bio abrupto y radical en lasrelaciones familiares? Las ra- zones son muchas y de todaíndole. Quizás la más im-portante es que hemos sidoprofundamente afectadospor los vertiginosos cambios

    sucedidos en el último medio siglo, los cuales han dadolugar a alteraciones de todo orden y en muchos ámbitos.Los excepcionales avances de la ciencia y la tecnología,en años recientes, promovieron un proceso de globali-

     Ahora somos los padresquienes tenemos quecomplacer a nuestros

    hijos para ganarnos suamor.

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    zación que llevó a que se superen las barreras espacio-temporales y a que todos seamos parte de una misma«aldea global». Como consecuencia, en la era posmoder-na (a partir de mediados del siglo xx), residimos en unmundo sin fronteras y nos beneciamos de los progresosde la ciencia y la tecnología, mientras que a la vez sufri-mos los efectos de una cultura consumista contaminadapor la polución ética. Lo grave es que de esto último no somos conscientes y, por lo tanto, no nos estamos defen-diendo, pero sí impregnando.

    Hoy estamos criando a nuestros hijos dentro de unascondiciones de vida bastante distintas a aquellas en lasque transcurrió nuestra niñez, que han cambiado radical-mente la manera de ser padres. En nuestro esfuerzo por

    atender las múltiples obligaciones del trabajo y, a la vez,las demandas de la vida familiar, nos movemos de un ex-tremo a otro: les prestamos demasiada atención a los hi- jos cuando estamos con ellos, pero nos ausentamos pormucho tiempo cuando nuestros compromisos laboraleso personales lo exigen; les ayudamos más de lo debidopara que no tengan dicultades, pero también los pre-

    sionamos continuamente para que logren más de lo quepueden; les damos privilegios de adultos desde que sonmuy pequeños, pero los cuidamos como si fueran bebéshasta bien pasada la mayoría de edad.

    Lo paradójico es que, a pesar de nuestros evidentesesfuerzos por ser mejores padres, se nos acusa de ser muyegoístas y de anteponer nuestras ambiciones profesiona-les sobre las necesidades de nuestra familia. Pero al mis-mo tiempo, se nos tacha de vivir dedicados a complacera nuestros hijos, de ser muy sobreprotectores y de hacerdemasiado por ellos.

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    ¿CUÁL ES LA  RAZÓN  PARA  QUE  NOS SINTAMOS  TAN  CULPABLES?

    La raíz de nuestros errores como padres no está en nues-tro egocentrismo o en nuestra falta de verdadero interéspor los hijos, como se nos acusa a menudo. Es verdadque el individualismo y la urgencia de ganar más dinerodebido a que tenemos más «necesidades» han mermadonuestra disponibilidad para con la familia, pero las razonespara los desaciertos que ahora son frecuentes en nuestrorol parental son más profundas.

    Las circunstancias en las que hoy estamos formandoa nuestras familias cambiaron radicalmente, y son tan dis-tintas que estamos perdidos. Para empezar, los padres ya

    no conamos en nuestra intuición porque hemos creci-do en una cultura que valora más el conocimiento que lasabiduría de la experiencia; ya no tenemos en nuestrosprogenitores un modelo que imitar porque la organiza-ción familiar en la que estamos criando a nuestros hijoses muy diferente a aquella en la que crecimos; vivimosconstantemente criticados por los abuelos, los educado-

    res, las autoridades y los expertos en crianza quienes nosacusan de ser la causa de todos los problemas de los ni-ños pero nos dan poco crédito por nuestros esfuerzos;estamos sumergidos en una cultura en la que todo es re-lativo, incluidos los principios éticos y morales, y no hayclaridad sobre qué está bien y qué está mal, y ya ni siquierapodemos conar ciegamente en las enseñanzas de loscientícos de la conducta porque son demasiadas y mu-chas se contradicen entre sí.

    Como si fuera poco, estamos frente a un fenómenoúnico en la historia del mundo civilizado: por primera vez

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    los hijos saben más que los padres en el campo más im-portante de la vida actual: el de la informática y las nue-

     vas tecnologías de la comunicación. Parece que los ni-ños nacieran con un «microchip» incorporado, pues nosólo entienden de forma innata todos los intríngulis dela tecnología virtual, sino que son capaces de manejarsecon una maestría sorprendente en el espacio cibernéti-

    co sin que nadie se los haya enseñado. Por esta razón,nuestros hijos ya no nos ven como esos seres sabios ytodopoderosos a quienes pueden acudir para solucionartodos sus problemas, sino que ahora somos nosotros losque los buscamos a ellos para que nos ayuden a resolverlos nuestros. Así, los niñosson quienes nos enseñan a

    programar el celular, a des-congelar la pantalla, a esca-near, a «textiar», a chatear,

     y hasta a usar el Blackberryo el iPhone (que heredamosde ellos). Esto signica que los hijos van más adelanteque nosotros, por lo que ya no somos sus héroes, los quetodo lo pueden y todo lo saben… sino sus aprendices.

    No cabe duda de que formar a los hijos es hoy una tarea mucho más compleja, que se lleva a cabo en cir-cunstancias muy confusas. Lo grave es que no se recono-ce que los problemas que tenemos son el resultado demucho más que los desaciertos de unos padres bastanteperdidos, sino que además incluye la ambigüedad de unasociedad cambiante que en el proceso de rechazar lo ne - gativo del pasado también desechó lo positivo, pero nolo sustituyó con propuestas basadas en convicciones co-herentes y sólidas, sino con pareceres personales sin mu-cha más razón de ser que la conveniencia individual.

     Los hijos hoy ya no

    nos ven a los padrescomo seres sabios ytodopoderosos.

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    Esto ha dado lugar a que reine la confusión y, por en-de, las contradicciones. Si bien hoy tenemos familias enlas que el afecto se expresa en forma más generosa y en lasque la camaradería y la conanza entre padres e hijos sonuna evidencia de que los vínculos afectivos en el hogarson más genuinos y profundos, también es cierto que te-nemos hijos más agresivos e irreverentes, así como pa-

    dres dispuestos a dar más de lo debido y que permitenque los abusen.

    De igual manera, ahora los hombres son papás máscercanos y afectuosos con sus hijos (a diferencia del mo-delo en el que crecieron), y colaboran más con las tareasdel hogar; y las mujeres no solo son mamás, sino tam-bién profesionales realizadas que contribuyen substan-

    cialmente al ingreso familiar, por lo que las cargas estánmejor repartidas en casa y podría creerse que habría me-nos conictos en las relaciones conyugales. Pero tam-bién hay más hombres y mujeres desertando de sus fa-milias, y más hijos sufriendo la dolorosa experiencia delos sucesivos rompimientos conyugales de sus padres.

     Así mismo, aunque ahora los niños son más auténticos,más amantes y respetuosos de la naturaleza y están más

    dispuestos a abrazar la igualdad de credos, razas y clasessociales —ideales bastante distintos a los de las gene-raciones que les precedieron—, hay también un mayornúmero de niños y jóvenes agresivos, desesperanzados,promiscuos o atrapados por las adicciones, niños que letienen más miedo a vivir que a morir.

     Varios de los más reconocidos cientícos de la con-

    ducta

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     consideran que la razón de ser de tantas contra-dicciones es, ante todo, la confusión y culpabilidad queinvaden a la mayoría de los padres de familia que crían asus hijos en estos tiempos.

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    En el ejercicio de mi profesión como educadora fa-miliar durante más de veinte años, ha sido evidente paramí que los sentimientos de culpa son una especie de «epi-demia» que atormenta a unamayoría de padres bien in-tencionados, pero muy con- fundidos.

    Lo grave es que ejercer lapaternidad guiados por la cul-pabilidad es una forma muy  peligrosa de criar a los hijos.3

    ¿CÓMO RECUPERAR  LA  CALMA  QUE  NECESITAMOS 

    PARA  GOZAR   A  LOS HIJOS  Y   TRIUNFAR  EN  SU  CRIANZA ?

     Yo me pregunto, ¿por qué, a pesar de que los papás y lasmamás hacen hasta lo imposible por darles todo a sus hi- jos se sienten tan culpables y tan inseguros frente a ellos?¿Cómo es posible que hoy antepongan sus ambiciones

    profesionales sobre el bienestar de sus hijos, pero a la vezles den prioridad a los caprichos de los niños sobre los de-rechos y privilegios que les corresponden como cabezasde la familia?

    Esta es la incongruencia que este libro se propone ex-plorar con el n de ayudar a los padres a liberarse de la culpabilidad y a gozar la crianza de sus hijos. Está dirigi-do a todos esos papás y mamás que a menudo pasan desentir que son excelentes padres, a sentir que son ineptosen su función como tal; que quieren desempeñar su rolparental muy bien, pero sienten que no tienen el tiem-

     Ejercer la paternidad guiados por la culpa

    es una forma muy peligrosa de criar alos hijos.

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    po ni la paciencia para hacerlo; que consideran que sushijos son lo más maravilloso de su vida, pero que la pa-ternidad es una labor heroica e ingrata. Y por supuesto,a todos aquellos que con alguna frecuencia se sientenculpables por cualquier motivo.

    Para afrontar con éxito cualquier desafío en la vida esfundamental conocerlo muy bien para poder determinarqué es lo que más conviene hacer para superarlo. Estome propongo lograr en la primera parte de este libro, a lolargo de la cual veremos qué es lo que ha originado unossentimientos de culpa tan abrumadores entre los padresde familia (capítulo 1); cómo se maniestan, cuáles sonlos nes inapropiados que cumplen y qué efectos tienenen nosotros (capítulo 2); y, por último, en qué forma

    la culpabilidad está afectando nuestro desempeño comopadres de familia (capítulo 3), todo lo cual nos permitiráencontrar opciones constructivas para enfrentar y supe-rar estos sentimientos.

    En la segunda parte, veremos las circunstancias quehoy generan más culpabilidad en los padres, y la formaen que podemos conciliarlas: los compromisos laborales

    que nos impiden dedicarles el tiempo necesario a los hi- jos (capítulo 4); los conictos y rompimientos en nues-tras relaciones de pareja, que nos dividen como padres ypueden hacerles daño a nuestros hijos (capítulo 5); y losmitos o creencias con respecto a lo que debemos hacerpara ser buenos padres hoy, y que nos llevan a exigirnostanto que nos equivocamos mucho (capítulo 6). Conocerlas implicaciones de estas circunstancias y sus efectos enlos hijos nos permite revaluar las culpas a que dan lugar y tener la claridad necesaria para obtener resultados quese acerquen más a lo que aspiramos lograr.

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    En la tercera parte, veremos las opciones que tene-mos para superar y liberarnos de los sentimientos de culpa(capítulo 7). Esto exige tener claridad para poder educara los hijos actuando desde el amor y no desde la culpa(capítulo 8). Y por último, revisaremos las bendicionesinherentes a la crianza de los hijos para que reivindique-mos nuestro rol parental y podamos valorarlo como unaexperiencia que enriquece como ninguna otra nuestra vida (capítulo 9).

    El propósito de este libro es facilitar la comprensiónde lo que nos está pasando para que sea más fácil superarcon éxito los nuevos desafíos que tenemos como padres, y poder dominar los sentimientos de culpa, en lugar deseguir dominados por los mismos. Si bien es cierto que

    no podemos cambiar nuestras circunstancias ni lo que hi- cimos en el pasado, sí podemos darle un signicado dis-tinto y así redenir el porvenir de las relaciones con nues-tros hijos, esos seres a quienes amamos más que a nadieen la vida.

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    Primera Parte

    P ARA  DOMINAR  LA  CULPA ,HAY  QUE CONOCERLA 

     No sabemos lo que nos pasa…

     y eso es lo que nos pasa

     José Ortega y Gasset

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    C APÍTULO 1

    ¿A qué se deben tantossentimientos de culpa?

     La culpa es más terrible cuando no se vincula para nada con una acción reprochable,

     sino con una difusa sensación de indignidad.

     Marcos Aguinis

    Fueron muchas las noches en que me acosté agotadadespués de haber corrido toda la tarde haciendo mil co-sas por mis hijos: ir a buscar el libro olvidado al colegio,llevarlos a la práctica del deporte que les gustaba, buscarel juguete que no encontraban, ir a comprar las guritaspara su colección, prepararles una comida que les agra-dara… para terminar gritándoles desesperada porqueno me hacían caso de irse a acostar. Para ellos el asunto

    concluía cuando se dormían poco después de poner la cabeza en la almohada, pero para mí se perpetuaba du-rante buena parte de la noche porque no lograba dor-mirme, agobiada por la culpabilidad que sentía por ha-berme descontrolado y haberlos tratado mal.

     A lo largo del proceso de criar a mis hijos, la culpame persiguió —con alguna frecuencia y por muchas ra-zones. Lo grave fue que, aunque en ciertas ocasiones me sirvió para recticar mi proceder, en la mayoría me abru-mó, llevándome a hacer cosas que terminaban por em-peorar la situación.

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    Un buen día, en medio de mi desvelo porque mesentía terrible por haberme exasperado con los niños,decidí averiguar por qué motivo tantas mamás y papáshoy nos sentimos tan culpables, a pesar de que quere-mos de todo corazón ser mejores padres. Encontré va-rios y distintos motivos que me ayudaron a comprenderla razón de ser de tanta culpabilidad y que me sirvieronpara buscar la forma de superarla.

    ¿POR  QUÉ,  A  PESAR  DE HACER  LO POSIBLE POR  SER   MEJORES PADRES,  NOS SENTIMOS  TAN  CULPABLES?

     Algo que siempre me ha llamado la atención es que norecuerdo que mis padres, ni los de mis amigas, parecie-ran sentirse culpables por sus errores con nosotros a pe-sar de que también se equivocaban, y mucho. Si bien escierto que las mamás antes pasaban más tiempo en la casaporque la mayoría no trabajaba fuera del hogar, no erararo que nos gritaran, nos pellizcaran, nos reprendieran

    por llorar o por enojarnos, o nos castigaran injustamen-te, para enumerar sólo algunos de sus desaciertos. Y enlo que a los papás respecta, tampoco parecían agobiarsepor el escaso tiempo que pasaban con nosotros ni porno participar para nada en las labores de crianza de sushijos.

    Lo llamativo de esta sensación de culpabilidad bas-tante generalizada entre los padres de la actualidad es quees un problema cada vez más pronunciado, justo en unmomento histórico en el que tanto las mamás, como lospapás, no sólo estamos más conscientes e interesados en

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    no cometer los mismos errores de nuestros padres, sinoque procuramos darles a nuestros hijos toda la atención,el cariño y la comprensión que necesitan. Hoy somosmuchos los que nos esforzamos por complacer a los ni-ños en todo lo que esté a nuestro alcance, buscando te-ner una relación más cercana con ellos, hacerles saber quelos amamos mucho, ofrecerles todas las oportunidades

    posibles, y para ello, hasta nos preparamos a concienciapara su crianza.

    Entonces, ¿cómo se explica que los sentimientos deculpa agobien ahora a tantos padres de familia, a pesar delesfuerzo de la mayoría por desempeñarse mejor? Creoque una de las principales razones para esta «epidemia»de culpabilidad radica en que quienes formamos nues-

    tros hogares a partir de los años setenta —es decir, la lla-mada generación de la posguerra y las que la suceden—somos las primeras generaciones de padres que tenemosconciencia del impacto que nuestros errores tienen enla vida de los hijos. A diferencia de los anteriores, somospapás y mamás que ya no disfrutamos de los beneciosde ignorar de qué manera nuestras equivocaciones y de-

    fectos podrían perjudicarlos, lo que signica que salimosde ese dichoso estado de inconciencia del que gozaronnuestros antecesores.

    En su libro sobre eltema de la culpa y la ver-güenza, Harold Kushner,4 su autor, plantea que laexpulsión de Adán y Evadel Paraíso Terrenal puedeinterpretarse como el pro-ceso de toma de conciencia

    Somos las primeras generaciones de padresconscientes del impacto

    de nuestros errores enla vida los hijos.

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    de los seres humanos. Sugiere que los hechos ocurridosen el Jardín del Edén, narrados en el Génesis, sirvenpara ilustrarnos sobre cómo nuestros primeros padresse convirtieron en los primeros «animales racionales»(capaces de razonar), y dejaron el «paraíso de la incon-ciencia» a partir del instante en que probaron el frutodel Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, es decir,desde que adquirieron conciencia de que había cosas queestaban bien y otras que estaban mal.

     A pesar de que la vida de los animales irracionalespuede ser a veces difícil, también es muy simple porquea la hora de alimentarse, aparearse o protegerse lo únicoque los guía son sus instintos, y nunca tienen que tomardecisiones de tipo moral cuando matan para comer, para

    defender a su pareja o para proteger a sus crías.5 Pero lacondición racional de los seres humanos implicó que to-dos sus descendientes estuvieran condenados a actuarguiados, no sólo por meros instintos, sino por los dicta-dos de una conciencia capaz de diferenciar entre lo quees correcto y lo que no.

    Kushner sugiere que cuando el Génesis se reere a

    la expulsión del Paraíso como un «castigo», es posible quefuera la forma de advertirnos que las consecuencias dehaber salido del estado de animal irracional fueron ma-ravillosas, pero a la vez difíciles y dolorosas. En sus pa-labras, «los primeros seres racionales entraron así a unmundo en el que inevitablemente cometerían muchoserrores, no porque fueran débiles o malos, sino porquelas elecciones que tendrían que hacer serían extremada-mente difíciles. Pero las satisfacciones serían igualmenteenormes».6 Se puede decir que este es el precio que te-nemos que pagar a medida que ascendemos a una condi-

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    ción superior en la vida. Por ejemplo, independizarnosdel hogar paterno o casarnos y formar una familia sonexperiencias que nos otorgan nuevos privilegios, peroa la vez son difíciles y nos generan exigencias porqueconllevan no sólo a nuevas experiencias y satisfacciones,sino a innidad de nuevas responsabilidades. Por ello,Kushner concluye que, «la historia de la expulsión del Pa-raíso no es sólo la historia de la caída del Hombre, sinoque también puede considerarse como la historia del sur-gimiento de la Humanidad».7

     Algo similar podría decirse, nos ha ocurrido a lospadres que hoy estamos levantando a nuestras familias.Gracias a la forma como hemos ido evolucionando, hoy  tenemos una mayor capacidad de percibir los sentimien-

    tos y necesidades emocionales de nuestros hijos, estamosmucho más conscientes de lo que ellos precisan de noso-tros, podemos comprenderlos mejor, apoyarlos en formamás efectiva y disfrutar de una relación más auténtica yestrecha con ellos. Pero a la vez, vivimos más agobiadosporque nos percatamos del sinnúmero de errores quecometemos como papás y de sus implicaciones en los

    niños, y esto nos llena de culpas y temores.El hecho de que ahora los padres nos sintamos ago-biados por los sentimientos de culpa es a la vez un síntomade que deseamos ser mejores como tales. De esta forma,estamos viviendo tanto las difíciles consecuencias de «laexpulsión del paraíso de la inconciencia», como tambiéngozando de los benecios del surgimiento de una «nue- va paternidad». Somos papás y mamás que no queremoslimitarnos a las obligaciones tradicionales de ofrecerlescasa, comida, educación y buen ejemplo a nuestros hi- jos, sino que procuramos conocerlos más, comprender-

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    los mejor, apoyar sus talentos y sus sueños, disfrutarlosmucho y hacer todo lo que esté a nuestro alcance paraque triunfen y sean felices.

    Lo anterior signica que nos estamos transforman-do en padres más sensibles a las necesidades emocionales

     y afectivas de los niños y, con seguridad, esto ha contri-buido a que las nuevas generaciones gocen hoy de cua-lidades muy especiales. Es alentador ver cómo la ma-

     yoría de los niños son ahora más locuaces, creativos yauténticos, más capaces de expresar sus sentimientos, másamantes y respetuosos de la naturaleza, tolerantes de lasdiferencias, eles a sus causas y conscientes de sus for-talezas. Y ver también que todos estos atributos son ali-mentados (o por lo menos permitidos) por unos padres

    que se criaron en hogares donde tales cualidades no fue-ron valoradas, sino probablemente rechazadas.Sin embargo, la inmensa culpabilidad que ha gene-

    rado la pérdida del «paraíso de la inconciencia» tambiénha llevado a que los padres estemos muy confundidos ynos equivoquemos más, debido a lo agobiados que vivi-mos por las fallas que nos vemos. Urge discernir todo lo

    que ahora comprendemos con el n de deshacernos de los temores y de las culpas que nos abruman y que nosllevan a sentirnos aun más perdidos. De lo contrario, con-tinuaremos perpetuando ese peligroso estado de confu-sión que alimenta el caos familiar e impide que podamosdisfrutar de los benecios de tener una mejor disposi-ción y preparación para la crianza de nuestros hijos.

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    ¿CÓMO  NOS  AFECTA  QUE DESDE  NIÑOS  NOS HAYAN  INCULCADO SENTIMIENTOS DE CULPA ?

     El pasado nos explica… pero no nos justifica.

    Otra razón para que los padres nos sintamos tan culpa-bles hoy son las culpas que nos inculcaron a lo largo de

    la infancia. Recuerdo que para mí fue agobiante crecerconvencida de que, por mi culpa y la de mis hermanos,a mi mamá (según ella) le salían canas, se desvelaba o seiba a enloquecer; que por este mismo motivo, mi papá se estaba quedando calvo, vivía morticado o se iba a arrui-nar; que a ellos les iba a dar un infarto o que los mataría-mos de la angustia, como textualmente armaban cada

     vez que les causábamos un disgusto. Lo único que a vecesme tranquilizaba, ante tales acusaciones, era saber que lospadres de mis amigas también las culpaban de desven-turas similares.

     Además de lo dañino que puede ser para los hijos sen-tirse culpables de causarles tantas desgracias a sus padres,cuando hemos sido motivados en la niñez a comportarnos

    como ellos esperaban a base de instigarnos sentimientosde culpa, es muy posible que nos convirtamos en adultosque estamos siempre dispuestos a complacer a los demásmotivados por esta misma razón.

    Sigmund Freud llamó «culpabilidad infantil» a esesentimiento que comienza a aparecer en la infancia comoresultado del temor de un pequeño al percibir que depen-de completamente de sus padres para sobrevivir, y quesi hace algo que los disgusta puede perder su amor. Así,la culpabilidad infantil se convierte en un mecanismo de autorreproche por acciones que los hijos sienten que pue-

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    den llevar a que sus padres los abandonen.8 Este temores lo que da lugar a que, en ocasiones, nos sintamos cul-pables cuando hacemos algo que consideramos que nues-tros padres desaprobarían, aun cuando tengamos la cer-teza de que nunca se enterarán de ello.

    David Kessler9 arma que, gracias a la culpa apren-dimos a actuar como los demás quieren, motivados porla necesidad de que nos amen, lo que signica que desdemuy niños fuimos enseñados a anteponer las necesida-des de quienes necesitamos sobre las nuestras. Se dice queun adulto sufre de culpabilidad infantil cuando su vidase enfoca en la búsqueda del aprecio y la aprobación deaquellas personas que son importantes para él o para suspropósitos.

    Los sentimientos de in-competencia que experimen-tamos en la infancia cuandolos mayores nos culpan porno hacer todo como nos eraexigido dieron también lugara que nos sintiéramos res-

    ponsables de lo que en rea-lidad no éramos. Si alguienabusaba de nosotros, sentíamos que habíamos dado lu-gar al abuso; si nos avergonzaban, sen tíamos que éra-mos indignos de aprecio; y si no nos sentíamos amados,creíamos que era porque no nos merecíamos su amor. Todo esto hacía que, además, nos sintiéramos culpablespor ser tan inadecuados.

    Sin embargo, si nuestros padres y mayores nos ma-nipularon con sentimientos de culpa, fue porque así loaprendieron de las generaciones que les antecedieron.

    Gracias a la culpaactuamos como los

    demás esperan,motivados por la

    necesidad de que nosamen.

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    Su desventaja era que no conocían la información quehoy nosotros tenemos y por eso no comprendían las con-secuencias nocivas que sus actitudes tenían sobre quie-nes estaban «educando». Así como las generaciones deprincipios del siglo pasado creyeron que fumar era antetodo una experiencia placentera, propia de los adultoscon cierto grado de sosticación, no es de extrañar quepara ellos manipular a los niños para lograr su obedien-cia fuera también una forma apropiada de educarlos sinrecurrir a la violencia y, por consiguiente, lo hicieron sinningún miramiento.

    ¿ESTÁ   MAL QUERER  QUE LOS HIJOS SEAN  LO QUE 

     NOSOTROS SOÑAMOS? Las expectativas que tenemos con respecto

    a nuestros hijos son proyecciones de nuestros

    anhelos insatisfechos.

    La mayoría de los padres tenemos grandes ambicio-

    nes sobre lo que serán y harán nuestros hijos y cree-mos que, si nos esforzamos lo suciente y los educamosmuy bien, ellos lograrántodo lo que nosotros soña-mos. Como por lo general nuestras expectativas no son realistas o no coinciden conlos talentos e intereses de los

    niños, estas dan lugar a queno los aceptemos tal cualson, de esta forma, desde la

     Los padres asumimosla paternidad como

    una oportunidad para subsanar nuestras

     fallas a través de loshijos.

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    infancia, ellos se sienten inadecuados y culpables por serdistintos a lo que nosotros esperamos.

    Es comprensible que para nosotros como padres seamuy difícil no tener ciertas expectativas con respecto anuestros hijos. Pero lo grave es que, sin percatarnos, conalguna frecuencia asumimos la paternidad como unasegunda oportunidad que nos da la vida para subsanarnuestras fallas a través de los hijos, tal como lo hicieronnuestros antecesores: esperando que ellos logren lo quenosotros no pudimos o, al menos, que se destaquen y ra-tiquen nuestra calidad como personas. De esta mane-ra, se genera un círculo vicioso que parte de unos padresinsatisfechos consigo mismos y que exigen que sus hijoshagan o logren lo que ellos esperan. Como los niños por

    lo general se dan cuenta de que no las cumplen, crecensintiéndose descontentos consigo mismos y se convier-ten en padres igualmente inconformes que aspirarán aque sus hijos subsanen sus deciencias. De esta forma selegan, de una generación a otra, sentimientos de incom-petencia que se traducen en expectativas inalcanzables yque generan nuevas insatisfacciones y nuevas culpas por

    no ser todo lo que se espera que sean.Entender la raíz de nuestros errores y de los de nues-tros padres, así como el porqué de las expectativas pater-nas, puede ser el primer paso para comprender que lafalla no es suya ni nuestra, sino del peso que carga cadanueva generación al tener que sobrellevar las insatisfac-ciones heredadas de la anterior. Comprenderlo puedeser la clave para dejar de esperar que los hijos satisfagannuestros sueños, rompiendo así con el legado de senti-mientos de incompetencia, frustración y culpabilidad quelleva a muchos adultos a vivir perpetuamente dedicados

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    a lograr lo que creen que los hará merecedores del res-peto y el aprecio de los demás.

    ¿SERÁ  QUE LOS SERES HUMANOS SOMOS  MALOS POR   NATURALEZA ?

     La religión está llamada a animarnos a obrar bien,no a condenarnos por actuar mal.

    Pierre Teilhard de Chardin

    Otra fuente «innata» de culpabilidad en nosotros fue eltono condenatorio que prevaleció en la crianza de los ni-ños de la sociedad autoritaria en la que crecimos quienes

    hoy somos padres, la cual estaba estraticada en térmi-nos de unos seres superiores que mandaban y otros in-feriores que les obedecían. En esta, las personas en posi-ciones de mando (padres, maestros, sacerdotes, abuelos,etc.) consideraban que debían dominar a los niños y adies-trarlos para que se comportaran en forma correcta, paralo cual se concentraban ante todo en castigar nuestras fal-

    tas, pero poco decían sobre nuestras cualidades.Por esta razón, las normas sociales y familiares esta-ban orientadas a corregir lo que estaba mal, y la crianza y educación de los niños se asumía con ese mismo espí -ritu: como una función cuya nalidad era reprendernospara que no fuéramos malos, más que alentarnos para quefuésemos buenos. Se nos hablaba, ante todo, de lo que nodebíamos hacer y de los castigos que recibiríamos si no ac-tuábamos como se nos ordenaba.

    Por lo general, la doctrina de las religiones judeocris-tianas ha estado a tono con el enfoque punitivo que primó

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    por tantos siglos en la sociedad occidental. En su esfuer- zo por explicar las debilidades humanas, se ha hecho tan-to énfasis en que nacimos predispuestos a errar (graciasal pecado original), que es fácil creer que somos malospor naturaleza y no que, como somos seres imperfectos,tenemos la posibilidad de actuar incorrectamente. «Du-rante siglos, nuestra moral judeocristiana ha partido dela concepción de un hombre inclinado a obrar mal y porlo tanto, hay que hacerle ver sus culpas para frenarlo; hayque detectar, catequizar, determinar, moralizar…».10

    Cuando repaso lo que me inculcaron en mi niñez, veo con frecuencia que mis padres cultivaron mi vulne-rabilidad a la culpa en su empeño por convertirme en unabuena niña. Hicieron tanto énfasis en mis fallas y de-

    bilidades, que a menudo vi más lo negativo que lo posi-tivo que había en mí, y crecí convencida de que, si odia-ba a mis hermanos cuando me maltrataban… era mala;si peleaba con otros niños para defenderme… era ma- la; si decía malas palabras, si me enojaba con alguien, sino me comía toda la comida, o si me aburría en la igle-sia… era mala e iría al purgatorio, un lugar donde me

    quemarían (como un pollo a la brasa), por mucho tiem-po. Como consecuencia, mi niñez estuvo con frecuenciadominada por el miedo a ir al inerno por no ser tan bue-

    na como debería. Algunasde las consecuencias de esteenfoque que señala, antetodo, lo inadecuado en no-sotros es que nos concentra-mos más en defendernos y justicarnos que en revisarnuestras malas conductas y,

     La educación religiosadebe servir para

     sanar los sentimientos

    de culpa no paracausarlos.

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    por lo mismo, hacemos más esfuerzos por culpar a otrosde nuestros errores que en corregir nuestros defectos. Y, también, que actuamos correctamente por miedo alcastigo, y no porque estamos convencidos de que debe-mos obrar bien.

    La educación religiosa debe servir para sanar los sen-timientos de culpa y vergüenza, no para causarlos. Sus en-señanzas están llamadas a permitirnos comprender que la

     vida de los seres humanos es un desafío tan grande queestamos sujetos a cometer errores a medida que apren-demos a obrar en forma correcta, y que nuestras fallasno son evidencia de nuestras aquezas, sino debilidadesque podemos superar si nos proponemos cultivar en no-sotros las virtudes espirituales que nos capacitan para ha-

    cer el bien y evitar el mal.

    ¡CUANTO  MÁS SABEMOS,  MÁS CULPABLES  NOS SENTIMOS!

    Uno de los problemas que tenemos es… la

    «psicologización» de todos los problemas.

     José Antonio Marina 

     A medida que sabemos más sobre lo que necesitan nues-tros hijos estamos mejor preparados para poderlos for-mar como personas buenas, capaces e íntegras. Pero esposible que estos nuevos conocimientos sirvan, a la vez,para que nos percatemos de todas las fallas que hemostenido como padres y nos sintamos aun más culpables.

    Hasta mediados del siglo pasado, se consideraba quela crianza de los hijos era, primordialmente, cuestión de

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    intuición y buenas costumbres, para lo que bastaba conseguir el ejemplo de nuestros padres. Así, la casa pater-na era la escuela en la que, con la ayuda de su intuición,nuestros antecesores desempeñaban sus funciones paren-tales. Pero hoy en día, no sólo la tarea de criar a los hijoses muy distinta, sino que también los niños son diferen-tes porque como crecen bajo realidades y condiciones tandistintas, su forma de ser y de actuar se parece poco a lasde las generaciones anteriores.

    Hoy es indiscutible que los modelos que rigieronnuestra infancia ya no valen y que la crianza de los hijos no puede seguir dejándose al azar y a la intuición de unospadres que están cada vez más confundidos y desconcer-tados. Por eso, en los últimos tiempos ha ganado terreno

    el interés por capacitarnos para ejercer la paternidad. Estanecesidad fue, entre otras, la que dio lugar a que surgierala llamada «psicología popular», y a que se empezaran apublicar toda suerte de libros, videos y talleres, dirigidosa los padres de familia, que ofrecen buenas pautas sobrecómo criar hijos sanos y felices.

    Este auge literario encontró terreno fértil en muchos

    padres ávidos por saber qué hacer ante una innidad desituaciones sin precedentes que enfrentan con sus hijos,por lo que han acogido con entusiasmo muchas de las re-comendaciones que les ofrecen.

    Como en todos los campos de la vida, existe una di- versidad de caminos acertados para llegar a un mismodestino, pero si tratamos de seguirlos todos a la vez, lomás posible es que acabemos más perdidos que encami-nados.11 No es raro que ante un problema con nuestrohijo, su profesora, el psicólogo, el pediatra, el «best se-ller» sobre crianza y nuestro corazón nos recomienden

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    cada uno algo distinto, y que por eso acabemos por per-der de vista lo que nos dice nuestro sentido común… elmenos común de los sentidos. Esta sobredosis de infor-mación suele llevar a que nos sintamos incompetentes yademás culpables por tantas fallas que nos descubrimos.

    Otra consecuencia de la abundancia de recomenda-ciones respecto a la forma correcta de criar a nuestros

    hijos es que se ha sobredimensionado el impacto que tie-ne sobre los niños cualquier dicultad que enfrenten o cualquier falla de nuestra parte. Y por ende, a que crea-mos que los niños se pueden«traumatizar» por cualquiertropiezo intrascendente, por lo que los «comprendemos»

    tanto que les permitimos to- do, los protegemos de con-secuencias duras pero for-mativas, y les toleramosconductas inadmisibles.

    La «psicologización» de todas las dicultades de loshijos distorsiona nuestras reacciones como padres debi-do a que, en el afán por evitar contrariarlos, actuamos de

    forma insegura y miedosa cuando lo que ellos requierende nosotros es rmeza y consistencia. La realidad que muestran las investigaciones sobre este tema indicaque cuando los niños sienten que sus padres los amamos  y que estamos profundamente comprometidos con ellos,se sobreponen sin mayor dicultad a nuestros desacier-tos. Esta certeza les permite a los hijos sobrellevar nues-

    tra ira injusticada o nuestros momentos de ofuscaciónsin que les ocasionen daños irreparables. Ya no podemos seguir ejerciendo una tarea, cada día

    más compleja, de manera improvisada y espontánea sin

     La sobredosis deinformación llevaa que nos sintamosculpables por tantas

     fallas que nos vemos.

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    otra pauta de conducta que las experiencias de nuestrapropia infancia. Sin embargo, debemos tener presenteque «no todos los problemas de los hijos se solucionanfomentando habilidades o destrezas psicológicas en lospadres. Una parte de ellos no son psicológicos, sino éti-cos. Además, no todas las dicultades que se presentanen la infancia se derivan de nuestras equivocaciones».12

    De lo que sí somos culpables es de sentirnos incapa-ces para enfrentar el desafío de educar a nuestros hijosen principios y en valores éticos, en un mundo en dondeestos están desprestigiados. Queremos aplicar los conse- jos que escuchamos por todas partes, pero a menudo noactuamos con base en nuestras convicciones y principioséticos sino de acuerdo con lo que opina «todo el mundo»

    o lo que promueve la cultura consumista, a pesar de queno estamos de acuerdo con sus propuestas, pero las aco-gemos por miedo a asumir posiciones que nos puedanhacer ver como mojigatos o anticuados ante los hijos oante los demás.

    En este estado de cosas,hoy es fundamental capaci-

    tarnos para la crianza de nues- tros hijos, pero sin perder de vista que recibir demasiadainformación puede sofocaresa sabiduría innata que hayen nosotros y que nos dice

    qué es lo más correcto y apropiado para su formación.No hay nadie en mejor posición para saber qué les con- viene a los hijos que quienes más los aman y por eso, nohay una voz más autorizada que la que emana del co-razón de sus padres.

     No hay nadie en

    mejor posición para saber qué les convienea los hijos que quienes

    más los aman.

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    ¿QUÉ PODEMOS HACER  SI  TODO HA  CAMBIADO  TANTO QUE  YA   NO SABEMOS QUÉ ES LO  MÁS  APROPIADO?

     Mientras que antes las familias hacían la cultura,

    hoy es la cultura la que hace a las familias.

     Mary Pipher, PhD.

    Gracias a la globalización, resultante, entre otros, de losasombrosos adelantos de las ciencias y sobre todo de latecnología de las comunicaciones, el mundo, que antesse circunscribía a las fronteras de nuestros pueblos, enmuy pocos años se extendió hasta incluir la totalidad del

    planeta Tierra, a través del gigantesco e ilimitado ciber-espacio. Y por esta razón se generalizó la cultura difun-dida por los medios y se universalizaron los gustos, los

     valores, las normas y las costumbres, dando como resul-tado un cambio bastante radical en nuestra forma de vi-

     vir y de concebir el mundo.Los avances tecnológicos y cientícos, además de

    obligarnos a acoger rápida y constantemente nuevos pa-rámetros para ver el mundo y funcionar en él, han sidotan radicales que no estamos viviendo una era de cambios,sino un cambio de era. Los cientícos sociales señalanque en la segunda mitad del siglo xx concluyó la Mo-dernidad, y se inició lo que por el momento se ha llama-do la Era Posmoderna, y que algunos llaman Era de laInformática. Vale aclarar que la humanidad cambia de era

    no cada cierto y determinado número de años ni en vir-tud de un fenómeno o evento especíco, sino cada vezque suceden tantos cambios en el estilo de vida de los pue-