primer concurso de ilustración

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Primer Concurso de Ilustración de Casa del Libro Maestro Victoria

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PrimerConcurso

de Ilustración

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PrimerConcurso

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Casa del LibroMaestro VictoriaCasa del LibroMaestro VictoriaCasa del LibroMaestro VictoriaCasa del LibroMaestro VictoriaCasa del LibroMaestro VictoriaCasa del LibroMaestro VictoriaCasa del LibroMaestro Victoria

Ganadora_Violeta Crespo1º Accésit_Rocío Arcenegui

2º Accésit_Manuela Rodríguez

Carla AlonsoNuria Castillo

Esperanza CastroLeire DomínguezLeire DomínguezNatalia Hernández

Sergio LópezClaudia Mata

María Luisa PalancaAlmudena Pereda

LO QUE ME PIDIERON LOS LIBROS

Texto Jesús VillarinoIlustración Violeta Crespo

Entré en una librería, cuando para mi sorpresa, encontré los libros de fiesta. Era de noche; su-pongo que no esperaban que les visitara durante mi ronda y se despreocuparon de ser discretos. El caos era absoluto. Los aviones de papel batallaban por el cielo y las pajaritas hacían ca-rreras. Varios libros eróticos desplegaban sin pudor sus fotografías más íntimas a cinco libros ju-veniles que espiaban ruborizados desde su estante. Una fila de libros, en formación como fichas de dominó, hacía cola para confesar a “El Sacerdote” sus mayores hipérboles. Libros de cocina intercambiaban recetas y los de deporte intentaban convencer a los más gruesos de la impor-tancia del ejercicio físico. Los de juego apostaban fuerte.

Habría creído que soñaba si un volumen sobre la II Guerra Mundial no hubiera dado la alarma. El Quijote fue el primero en llegar y me amenazó con su marca páginas. Logré esquivar-lo dos veces y calmarle a la tercera pero no parecía dispuesto a dejarme quedar. Supliqué ale-gando que era un lector asiduo, y escritor aficionado, que amaba y respetaba los libros. Inicia-ron un agitado debate sobre si debían echarme o no mientras los libros de artes marciales me vigilaban. Afortunadamente, los de ética y filosofía lograron convencer a todos de que vieran en mí la oportunidad de dar a conocer a los lectores sus anhelos y temores. Tras el beneplácito obtenido una guía completa se acercó a mí. – Ven, acompáñame. Haremos un recorrido para que conozcas a algunos miembros y lo que hacemos cuando estamos a solas. Como ves – dijo señalando a los aviones – esos van a su aire. Les saludé y me fijé en un libro cuyas páginas estaban húmedas.

– Parece muy triste. ¿Qué le pasa? – Nada. Es una colección de dramas. Se le corre la tinta de tanto llorar. – ¿Y a ese que se esconde? – Pobre, lo han puesto en oferta porque no se vende. Al de color verde ni le saludes. Es un cretino. Es el best–seller de moda. Nos mira a todos por encima del lomo. – ¿Y ese pequeño por qué trepa por la columna de los más vendidos? – Tiene ansías de fama. Bájate ya de una vez, libreta, que ese no es tu sitio.

Nos acercamos a una estantería situada en el extremo de la librería. Oí un llanto. Agudicé el oído y me agaché hasta el suelo. Extendí la mano por debajo hasta el fondo y saqué un libro.

– Por Dios, ya era hora. Estoy aquí desde que se escribía en papiro. Se me estaban poniendo las hojas de color otoño. Le dejamos refunfuñando y seguimos la visita. Mi guía me llevó hasta un corrillo de libros. Nos quedamos a escuchar un rato. Ninguna de las aventuras que había leído hasta entonces me resultó tan fascinante como las que contaron “El Príncipe de Tirimar” y “El Pirata Zizimo”. Habría escuchado durante horas si tres libros de enología no hubieran llegado borrachos de tinta.

– ¿Y esos por qué gimen? – pregunté al pasar por la sección de material. – Son postit. Saben que su vida es efímera. – ¡Qué no se quejen! Hay quien tiene un futuro peor – dijo una voz desde los aseos. No pude evitar reírme. Continuamos nuestro paseo. – ¿Y quién es ese que está en el estante más alto tomando nota? Parece muy serio. – Es un libro de actas. – ¿Cuál es el más sabio? – pregunté en la sección científica. – Aquel, porque sabe lo que no está escrito. – ¿Por qué ese sólo tiene la cubierta? – Porque ha perdido los papeles. – ¿Tenéis sección de cotilleos? – Sí, la de biografías. – ¿Y esos? – unos libros se abrían y cerraban como ostras aburridas. – Son los indecisos. Siempre están en blanco. Para mí que eran cuadernos. Cerca unos libros de humor hacían reír a su público hasta hacerles llorar su tinta.

– Parece que os divertís mucho y que todos os lleváis muy bien. – No creas, también hay peleas. Principalmente entre los que tratan las religiones. Los de tema político también se llevan mal y los clásicos no paran de criticar a las novedades y ellas de quejarse lo carcas que resultan. Y los de gramática no dejan de corregirnos. – Pero os veo felices a pesar de ello. – Tenemos nuestras preocupaciones – confesó – Deseamos salir de aquí y provocar las emo-ciones para las que hemos sido escritos pero no todos lo conseguimos. Es duro ver como otros salen y tú sigues en tu estantería, mes tras mes. O cuando te pasan a la sección de rebajas y ni así te compran. A veces nos adquieren por metros o por colores para hacer juego con las corti-nas, o nos colocan para sujetar una puerta o equilibrar una mesa. Hay libros prohibidos que no deberían serlo… – Lo siento, no tenía ni idea de que lo pasarais tan mal. – Tenemos un índice muy alto de suicidios – dijo resignada – Pero no hablemos de cosas tris-tes. Te… La voz de mi compañero sonó en el walki talki. Tenía que regresar.

– ¿Volverás? – me preguntó con tristeza. – Ahora que os conozco, cada noche. – Serás bienvenido. Antes de irte ¿Podrías hacernos un favor? El bullicio cesó repentinamente y los libros se acercaron a mi alrededor. Expectantes, de-jaron pasar a “La Antología poética”. Nadie mejor que ella sabía hablar de sentimientos.

– Dijiste que eras escritor. Habla por nosotros. Di a todos que necesitamos sentirnos queri-dos, que acaricien nuestras hojas, que nos lean, que no nos olviden, recuérdales que existimos. Pide que no dejen de inventar nuevas historias ni de releer las antiguas. Ayúdanos a que siga-mos existiendo. Eso es lo que te pedimos. Salí de allí prometiéndoles que lo haría y desde entonces, en cada ocasión que encuentro lectores o escribo un cuento, cumplo mi promesa.

***

1º Accésit_Rocío Arcenegui

2º Accésit_Manuela Rodríguez

Carla Alonso

Nuria Castillo

Esperanza Castro

Leire Domínguez

Natalia Hernández

Sergio López

Claudia Mata

María Luisa Palanca

Almudena Pereda

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