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Prevención y tratamiento del moho en las colecciones de bibliotecas, con particular referencia a las que padecen climas tropicales: un estudio del RAMP Programa General de Información y UNISIST Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura PGI-88/WS/9 París, 1988

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Prevención y tratamiento del m o h o en las colecciones de bibliotecas, con particular referencia a las que padecen climas tropicales: un estudio del R A M P

Programa General de Información y UNISIST

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

PGI-88/WS/9

París, 1988

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Original: Inglés PGI-88/WS/9 París, junio de 1988

PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DEL MOHO EN LAS COLECCIONES DE BIBLIOTECAS, CON PARTICULAR REFERENCIA

A LAS QUE PADECEN CLIMAS TROPICALES: UN ESTUDIO DEL RAMP

preparado por Mary Wood Lee

Programa General de Información y UNISIST

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

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El presente documento es reproducción fotográfica del texto presentado por la autora

Asiento bibliográfico recomendado para el catálogo:

Wood Lee, Mary Prevención y tratamiento del moho en las colecciones de bibliotecas, con especial referencia a las que padecen climas tropicales: Estudio del RAMP / preparado por Mary Wood Lee [por encargo de] Programa General de Información y UNISIST. - París: Unesco, 1988. - v, 57 págs., 30 cm. -(PGI-88/WS/9)

I. Título II. Unesco. Programa General de Información y UNISIST III. Programa de Gestión de Documentos y Archivos (RAMP)

© Unesco, 1988

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PREFACIO

La División del Programa General de Información de la Unesco ha elaborado un programa a largo plazo, denominado Programa de Gestión de Documentos y Archi­vos (RAMP), con el objeto de responder mejor a las necesidades de los Estados Miembros, en particular de los países en desarrollo, en los sectores especia­lizados de la administración de archivos y la gestión de documentos.

Los elementos básicos del Programa RAMP corresponden a los temas genera­les del propio Programa General de Información. El RAMP comprende proyectos, estudios y otras actividades destinadas a:

- elaborar normas, reglas, métodos y otros instrumentos normativos nece­sarios para el tratamiento y la transferencia de información especiali­zada y para la creación de sistemas de información compatibles;

- dar a los países en desarrollo la posibilidad de crear sus propias bases de datos y facilitarles el acceso a las bases internacionales, con el fin de intensificar los intercambios y la circulación de infor­mación mediante las técnicas modernas;

- fomentar el desarrollo de redes regionales de información especia­lizadas;

- contribuir a la expansión armoniosa y compatible de los servicios y sistemas de información internacionales;

- crear sistemas nacionales de información y fortalecer los diversos componentes de estos sistemas;

- fomentar la formulación de políticas y planes de información;

- impartir formación a los especialistas y los usuarios de la informa­ción, y desarrollar las capacidades nacionales y regionales de ense­ñanza y formación, práctica y teórica, en ciencias de la información, bibliotecología y archivística.

El presente estudio no versa sólo sobre la estructura del moho y los factores ambientales y nutricionales sino también sobre sus repercusiones para los materiales de las bibliotecas. Se pone de relieve la importancia de la prevención y de los métodos de tratamiento así como las del equipo. Comprende además ilustraciones y una amplia selección de referencias bibliográficas.

Se agradecerá a los lectores que deseen formular comentarios y sugeren­cias sobre este estudio, que se dirijan a la División del Programa General de Información, Unesco, 7 place de Fontenoy, 75007 París. En la misma División se pueden obtener otros estudios preparados para el Programa RAMP.

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INDICE

Página

INTRODUCCIÓN 1

El clima 1 Los materiales 3 La modificación del medio ambiente 3

EL MOHO 5

Estructura del moho 5 Factores ambientales y nutricionales que intervienen en el crecimiento y la supervivencia 9 Temperatura 10 Humedad 10 Nutrientes 10

REPERCUSIONES PARA LOS MATERIALES DE BIBLIOTECAS 12

La vulnerabilidad de los materiales 12

Papel, celulosa, colas, estucados 13 Tela de encuademación 13 Cuero 14 Adhes ivos 14 Películas y materiales afines 15

Factores ambientales 15

La aireación 16 La humedad relativa 16 La temperatura 17

PREVENCIÓN 18

Concepción y modificación de los edificios 18

La ubicación 18 La construcción del edificio y la modificación ambiental 19

Reformas dentro de los edificios 21

Ubicación de las bibliotecas y los locales de almacenamiento 21 Disposición de las estanterías 21 Modificación ambiental localizada 22 Vigilancia de las condiciones existentes 22 Climatización 23 Deshumidificación 24 Creación de microclimas en armarios y registros 24

Mantenimiento de las estanterías 25

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Página

FUNGICIDAS Y FUMIGACIÓN 27

Fungicidas 27 Fumigación 28 Toxicidad de los preparados para fumigación 29

TRATAMIENTO 33

Erupciones pequeñas - Alto porcentaje de humedad relativa, localizado 34

Libros 35 Materiales sin encuadernar (documentos, mapas, obras de arte) 36 Fotografías, negativos y microfilmes 38 La totalidad del local 39

Erupciones moderadas - Periodos extensos y prolongados de humedad relativa o de pequeñas inundaciones 39

Artículos secos enmohecidos 39 Artículos mojados 39 Libros 40 Materiales sin encuadernar 40 Fotografías, negativos y microfilmes 41 El moho en la totalidad del local 42

Erupciones grandes - Grandes inundaciones y exposición prolongada 42

Prioridades y planificación 42 Prevención del crecimiento de moho en el propio lugar 44 Congelación 44 Secado 45

EQUIPO Y SUMINISTROS 46

Equipo de vigilancia 46 Prevención 46 Tratamiento 48 Tratamiento de emergencia 51

BIBLIOGRAFÍA ESCOGIDA 53

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LISTA DE ILUSTRACIONES

Página

1. Aspergillus (aproximadamente 200x) 6

2. Aspergillus (aproximadamente 500x) 6

3. Colonia de moho, parcialmente retirada, en la que se puede ver la coloración 8

4. Detalle de una lámina de botánica con descoloración parda 9

5. Material y equipo necesario para quitar el moho 34

6. Plancha de Audubon enmohecida 37

7. Detalle de una pintura al pastel de la que el moho ha sido parcialmente retirado 37

8. Aspiradora 50

AGRADECIMIENTOS

La autora desea agradecer a Bonnie Jo Cullison, de la Biblioteca de Newberry, Robert Weinberg del Departamento de Conservación Gráfica y Gary Frost, cuyas sugerencias y el ánimo que le infundieron, después de haber leído el manuscrito en sus diversas fases, fueron valiosísimos para ultimar el presente estudio.

También da las gracias a Lynne Gilliland de la Smithsonian Institution por las microfotografías que le facilitó y al personal e institucioneá que forman parte del Centro Regional de Conservación del Pacífico por haber consentido desde un comienzo su fascinación por los hongos.

Expresa su particular reconocimiento a Merrily Smith, de la Biblioteca del Congreso por haberle dado la oportunidad de realizar el presente estudio y por la paciencia con que ha aceptado las numerosas demoras.

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PGI-88/WS/9

I. INTRODUCCIÓN

El presente estudio pretende ser ante todo una guía práctica que contri­buya a la prevención y al tratamiento básico del moho en los climas tropica­les, donde no siempre es factible el control ambiental de las bibliotecas y donde el moho es un problema recurrente. Incluso en climas más templados pueden producirse erupciones de moho como consecuencia de inundaciones o de problemas ambientales localizados. Ante la creciente preocupación por la toxi­cidad de muchos de los preparados corrientemente utilizados para la fumiga­ción, en las bibliotecas y los museos se han comenzado a reexaminar los medios existentes para luchar contra el moho, de los cuales los más utilizados son los tratamientos químicos. Cada vez es más patente que para proteger no sólo las colecciones sino también al personal y a los usuarios de esas institucio­nes hay que prestar mayor atención a la prevención y a otros tipos de trata­miento.

Preocuparse por la conservación de los materiales en las regiones de clima tropical significa ocuparse del estudio de:

• El clima

• Los efectos de ese clima en determinados materiales

• La gama más amplia posible de opciones para modificar el medio ambiente

EL CLIMA

En función de las precipitaciones fluviales y las temperaturas anuales, se distinguen cinco grandes grupos climáticos que, a su vez, se dividen en subgrupos atendiendo a las variaciones de esos parámetros. Se han establecido fórmulas alfabéticas que constituyen una descripción somera de las principales características de los distintos climas. Según la definición de Trewartha^) la A designa a todos los climas tropicales húmedos. En los climas del Tipo Af las precipitaciones rebasan los 1.524 mm anuales e incluso son por lo general superiores a 2.540 mm. En ciertos lugares, se registran pluviometrías superio­res a los 10.160 mm por año. Las temperaturas medias fluctúan entre los 21 y los 29°C, siendo excepcional que aumenten a más de 32°C o que desciendan por debajo de 19°C. A los climas del Tipo Ar el mayor de los principales grupos, corresponde aproximadamente el 36% de la superficie terrestre. La región tropical húmeda que se extiende en una franja irregular desde el Trópico de Cáncer, en el hemisferio norte, hasta más allá del Trópico de Capricornio, en el hemisferio sur, comprende masas terrestres continentales e insulares. En la mayoría de estas regiones, la humedad relativa es elevada durante todo el año y las erupciones de moho en las colecciones de bibliotecas y archivos son un problema que se reitera.

Dentro de la zona tropical húmeda (Tipo A), existen varios tipos de climas diferentes: el de los bosques húmedos tropicales (Af), el de los bos­ques húmedos de monzón (Am), y el de las sabanas tropicales (As o Aw). En función de cada tipo de clima es preciso encarar de una manera distinta la modificación del medio ambiente de las bibliotecas para impedir que el desa­rrollo del moho deteriore sus colecciones.

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En el clima de bosques húmedos tropicales (Af) no existe una estación seca marcada. Las grandes lluvias se distribuyen regularmente a lo largo de todo el año. La temperatura media anual oscila entre 25,5 y 27°C. Aunque no es excesivamente elevada, la temperatura media es bastante constante, registrán­dose variaciones estacionales de aproximadamente 2,7°C y variaciones diarias que fluctúan entre 5,5 y 13,8°C. Las temperaturas más bajas que se registran por la noche bastan para causar una condensación del aire húmedo, de modo que la niebla y el rocío son frecuentes. En los climas del Tipo Af, los vientos son ligeros o inexistentes ya que por lo general esas regiones se encuentran en zonas de calma entre las latitudes donde soplan los alisios. Como resultado de las corrientes de aire mínimas, de la radiación luminosa intensa y de un elevado porcentaje de humedad, la refrigeración natural es mínima.

En los climas de bosques húmedos de monzón (Am), aunque la pluviosidad anual es importante, se distribuye por estaciones, con una estación húmeda y otra seca bien definidas. Los climas del tipo Am por lo general se encuentran en las franjas costeras y parte de las precipitaciones se deben a los efectos térmicos de las montañas del litoral. Lo mismo sucede en muchas islas tropica­les. Los vientos son más fuertes y más regulares que los prevalecientes en las regiones de clima Af y la temperatura observa mayores variaciones anuales, entre 6,6 y 7,7°C.

En la sabana tropical (Af o Aw), se distinguen tres estaciones, de acuerdo a la temperatura: una estación fría seca (con una media de temperatu­ras en torno a los 27°C) una estación más cálida y seca, con temperaturas que a vejes exceden de 37°C, antes de la estación de lluvias y una estación calu­rosa y húmeda, durante las lluvias. La utilización de una s o una w en la designación depende del momento en que se produce la estación seca, en el verano (s) o en invierno (w). Los vientos, la temperatura y la pluviosidad son transitorios y varían según la estación.

Para saber cuál es el clima de una zona determinada la mejor guía general es un buen atlas en el que se encontrarán numerosos mapas especializados de las distintas regiones climáticas del mundo, con gráficos detallados de las temperaturas y la humedad relativa en las diferentes estaciones. Se podrá recabar información más pormenorizada en los organismos meteorológicos nacio­nales o locales.

En los climas tropicales, las normas ambientales tan comúnmente recomen­dadas en Europa y en los Estados Unidos (esto es, temperaturas de 21 a 23°C y una humedad relativa del 50% + 5%) resultan difíciles cuando no imposibles, de alcanzar y mantener. Debido a la concepción de los edificios ya existentes, al alto costo de la energía, a las dificultades con que se tropieza en la adqui­sición y el mantenimiento del material y equipo así como a las condiciones extremas imperantes durante todo el año, la temperatura y la humedad relativa no pueden conservarse fácilmente dentro de esos límites. En la mayoría de los casos sólo es posible un control ambiental completo, que supone regular la temperatura, la humedad, la calidad del aire y la luz, cuando se lo incluye como parte del proyecto de un nuevo edificio y existe un compromiso de ocu­parse del mantenimiento de los distintos sistemas.

Garry Thomson, una de las mayores eminencias en materia de control ambiental en los museos decía en un documento presentado al Seminario sobre la conservación de la propiedad cultural en Asia y el Pacífico que se celebró en Nueva Delhi en 1972: "Se nos dice que los museos no pueden permitirse el lujo del aire acondicionado, afirmación que no tiene validez alguna para los museos importantes en países donde vemos que proliferan los hoteles y las oficinas comerciales climatizados a altísimo costo"2). Será cierto, sin duda, si se piensa en las metas y la planificación de largo alcance -el control absoluto

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de las condiciones ambientales debería ser la meta a largo plazo de todo admi­nistrador de bibliotecas y archivos- pero la aseveración no toma en cuenta la realidad económica y política a que deben hacer frente los museos y las bibliotecas de los países en desarrollo. Hasta que no sea posible lograr un control ambiental completo, habrá que utilizar métodos menos ambiciosos para modificar el medio ambiente tal cual es.

LOS MATERIALES

No cabe duda de que los materiales orgánicos, que constituyen la mayor parte de las colecciones de las bibliotecas, son particularmente vulnerables a los picos que observan la temperatura y la humedad relativa así como al dete­rioro químico, biológico y microbiológico que tan a menudo los acompaña. Sin embargo, cuando se entienden cabalmente los factores que provocan la degrada­ción y se procede a una planificación cuidadosa, puede paliarse en gran medida el efecto negativo de unas condiciones ambientales adversas. Es imperioso que los bibliotecarios utilicen todos los recursos de que disponen y que las solu­ciones a los problemas ambientales se adecúen a las distintas necesidades. Las elecciones desatinadas o una confianza desmedida en la tecnología únicamente pueden incluso empeorar una situación ya difícil.

Durante la Segunda Guerra Mundial y en los años posteriores se observó un gran interés por el efecto de los climas tropicales en una amplia gama de materiales^). Alarmados por el grave deterioro del papel, el cuero, los textiles y los metales en los frentes de Asia y el Pacífico, los Estados Unidos y Gran Bretaña dedicaron cuantiosos recursos financieros estatales y considerables esfuerzos a estudiar las causas y a impedir la degradación causada por problemas ambientales. En esa época se invirtieron muchas energías en el estudio y la elaboración de diversos agentes conservadores que, aplica­dos a los materiales, podrían reducir los efectos del medio ambiente. Se dedicó mucha menos atención, en cambio, a los métodos destinados a contro­larlo. A mediados del decenio de 1950 la mayor parte de esa financiación ofi­cial ya había acabado y las investigaciones sobre los materiales, la preven­ción y el tratamiento aminoraron su ritmo. Desgraciadamente hoy es sabido que la mayoría de los fungicidas y agentes germicidas recomendados en aquella época son tóxicos para el ser humano así como para el moho y otras plagas. Además, gran parte de las investigaciones en curso actualmente se orienta hacia la concepción de sistemas de control ambiental aún más complejos, lo que limita su campo de aplicación. Para quienes hoy se ocupan de la conservación de la propiedad cultural, ya se hallen en museos, bibliotecas o archivos, la modificación del medio ambiente es a menudo la única opción viable.

LA MODIFICACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE

Quizás resulte útil definir dos de las expresiones que se emplearán a lo largo del presente estudio y que no deben considerarse intercambiables.

La expresión control ambiental se utilizará para designar un sistema destinado a vigilar y regular la temperatura y la humedad relativa, mantenién­dolas constantemente en equilibrio, dentro de unas normas preestablecidas.

La expresión modificación ambiental se utilizará para designar la altera­ción de una o más de las variables presentes en el medio ambiente. No se auto-rregula y exigirá ajustes constantes para mantener el equilibrio deseado. Los climatizadores que se colocan en las ventanas, los deshumidificadores portáti­les y los ventiladores son métodos para obtener una modificación ambiental y no un control ambiental.

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Aunque en el presente estudio se examinarán numerosas opciones de con­trol, modificación y tratamientos de emergencia, se hará hincapié en medidas que no consisten en sistemas complejos de control ambiental, fumigación exten­siva ni tratamientos de envergadura para conservar materiales gravemente dete­riorados. La planificación y los tratamientos para casos de catástrofes sólo se examinarán en el contexto de la prevención y el tratamiento del moho.

PUBLICACIONES CITADAS:

1) Glen T. Trewartha. An Introduction to Weather and Climate. Nueva York, McGraw-Hill, 1943.

2) Garri Thomson. "Climate and the Museum in the Tropics", Conservation in the Tropics: Proceedings of the Asia-Pacific Seminar on Conservation of Cultural Property. February 7-16f 1972. O.P. Agrawal, ed. Roma, Inter­national Centre for Conservation, pág. 42.

3) Glenn A. Greathouse and Carl J. Wessel, eds. Deterioration of Materials, Causes and Preventive Thechniques. Nueva York, Reinhold, 1954.

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II. EL MOHO

Podrá parecer que en los siguientes párrafos se dedica una atención desmesurada a la estructura y la naturaleza del moho. Como durante tanto tiempo la fumigación ha sido el tratamiento preferido, puede tenerse la impre­sión de que la información sobre el propio organismo no interesa. Por añadi­dura, los bibliotecarios se sienten comprensiblemente frustrados por las publicaciones en las que se los insta a consultar a microbiólogos o entomólo­gos para identificar la especie que ha atacado al material en cuestión. Si bien hasta cierto punto es verdad que no hace falta identificar exactamente el moho de que se trata para tratarlo, el análisis de los problemas vinculados con el desarrollo del moho y la elección de un tratamiento adecuado deben fundarse en cierto conocimiento de ese organismo. Como observa Allsopp, no se precisa un especialista para determinar los peligros que plantea la mayoría de los organismos. Después de todo, se puede "observar un ratón o un pájaro y decir exactamente si está vivo o muerto. Esos organismos pueden verse e iden­tificarse y los signos vitales se reconocen fácilmente. Cuando están vivos es raro que los ratones permanezcan boca arriba, inmóviles, con las patas tiesas. Los microorganismos, en cambio, plantean problemas ..."•'-).

Como se conoce tan mal la estructura del moho, a menudo las erupciones provocan alarmas desproporcionadas y expediciones, se pide a gritos que se fumigue toda la institución, que se formen comités y frecuentemente se observa un nivel lamentable de inactividad. En gran parte de las publicaciones más antiguas y en algunas de las actuales se recomienda aislar los objetos en bolsas de plástico, en espera de la fumigación o de otro tratamiento, o cepi­llar el moho de la superficie del objeto en cuestión. Una vez que se entiende claramente cuál es la estructura del moho, y cuando los bibliotecarios y demás personal tienen una idea acerca de las razones por las que aparece y se desa­rrolla, pueden evaluarse con mayor precisión las recomendaciones que figuran en las publicaciones y tomarse decisiones acertadas en cuanto al tratamiento más apropiado. Por ejemplo, en el caso antes citado si se coloca el artículo en una bolsa de plástico en cuanto aparece el primer indicio visible de moho, lo único que se conseguirá será crear un microclima que, en realidad, podrá acelerar el crecimiento de las colonias, lo que posiblemente provoque serios perjuicios mientras se aguarda que comience el tratamiento o se delibera sobre el mismo. Lo único que hará el simple cepillado del moho será suprimir la parte visible, esparcir las esporas y comprimir la subestructura invisible hacia la superficie del objeto. Aunque las técnicas de tratamiento se aborda­rán pormenorizadamente más adelante, se las menciona desde ya para destacar la importancia de la presente sección y de la que sigue; en efecto, en ellas se darán los elementos necesarios para tomar decisiones debidamente fundadas. Debe entenderse claramente cómo es el organismo que produce el moho dado que su naturaleza, las razones por las que aparece y su fase de desarrollo deter­minarán el tratamiento específico y el momento en que hay que actuar.

ESTRUCTURA DEL NOHO

"Moho" es la palabra comúnmente empleada para designar a los hongos crip-tográmicos, esto es, los que se propagan mediante esporas. Prevenir el desa­rrollo del moho mediante la exclusión de las esporas del medio ambiente no es una opción valedera. Las esporas del moho siempre están presentes práctica­mente en todos los ambientes y la distribución de las especies es relativa­mente uniforme en todo el mundo. El grave deterioro microbiológico que se produce en los climas tropicales sólo difiere del que tiene lugar en los climas templados por su intensidad pero no por su naturaleza. Es más bien el

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Ilustración n° 1

Aspergillus (aproximadamente 200x). Aunque para el ojo desnudo el moho tiene la apariencia de un césped aterciopelado, cuando se lo observa ampliado, se ven claramente los distintos brotes en los que los conidióforos parecen flotar como esferas por encima de la superficie del objeto.

Ilustración n° 2

Aspergillus (aproximadamente 500x). A aproximadamente 500x, pueden verse el tallo y el ápice de los conidióforos; cada brote comprende miles de fiálides y de esporas que son los elementos reproductores.

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resultado de condiciones óptimas que de una cepa única o particularmente viru­lenta. El aislamiento y la identificación de grandes números de hongos encon­trados en las regiones tropicales no han revelado la existencia de ningún género sobre el que pueda decirse que les sea propio o que esté limitado a esas regiones^).

La mayoría de los tipos de moho que causan problemas a los bibliotecarios y archivistas consisten en dos sistemas: el aparato vegetativo y el reproduc­tor. El primero está constituido por una ramificación de filamentos incoloros entrelazados llamados hifas. Esas hifas que, reunidas se denominan micelio se extienden sobre el papel u otro substrato y son casi invisibles para el ojo desnudo. Forman el talo del vegetal. Su presencia precede la aparición del moho visible. Una vez que se ha formado el micelio, el moho se reproduce mediante esporas producidas externamente en las hifas. En la mayoría de los tipos de moho que causan preocupación a los bibliotecarios, cada hifa pro­duce apéndices conocidos con el nombre de conidióforos que a su vez forman fiálides, los componentes coloreados del moho. Estos elementos constituyen el aparato reproductor.

La naturaleza ha dotado admirablemente al moho para la supervivencia. Hay dos tipos generales de esporas. Algunas se reproducen rápidamente y en grandes números pero presentan muy poca resistencia al secado, la luz del sol y otros factores ambientales adversos. Posibilitan el rápido crecimiento y desarrollo de las colonias cuando las condiciones son favorables. Otras esporas, mucho más resistentes a unas condiciones poco propicias, permiten que el organismo sobreviva a largos periodos de condiciones adversas*).

En muchos tipos de moho, la floración que se manifiesta por fiálides de color viene precedida por un crecimiento suave, gris y rizado visible para el ojo desnudo. Si el moho se retira en esa fase, esto es, antes de que comience la floración y de que el efecto en el substrato sea más grave, rara vez se producirá la coloración que le es propia, lo cual no quiere decir que el subs­trato no vaya a sufrir un deterioro sino que éste puede reducirse sensi­blemente.

Es difícil determinar la causa exacta de las manchas que se observan a menudo cuando el moho se ha retirado o quedan colonias muertas o latentes y durante cuánto tiempo se produce la coloración. Aunque por lo general ésta parece ser concecuencia de colonias que han conocido un crecimiento y un desa­rrollo prolongados, se sabe que ciertos tipos de moho son cromóforos y pueden producir grandes modificaciones en el color del substrato, aun cuando su crecimiento haya sido limitado^). Belyakova ha identificado numerosos géne­ros que producen manchas en el papel debido a los pigmentos generados por los hongos o al micelio que penetra en el papel. El color de las manchas no es una guía exacta sobre el tipo preciso de moho que los ha provocado. Por ejemplo, en algunos casos el Pénicillium frequentans produce manchas de color amarillo y en otros, de color rosa^). Aún hace falta seguir investigando mucho para determinar si lo que produce la coloración es el moho al digerir los nutrien­tes presentes en el substrato y segregar los productos residuales, como se indica en algunas fuentes, si son los ácidos resultantes de la hidrólisis de la celulosa o si son sencillamente los cromóforos contenidos en las células del propio moho.

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Ilustración n° 3

El moho que crece en la superficie puede producir una coloración que se encuentra en el papel. Se puede ver esa colora­ción a la derecha de la colonia donde se ha retirado el moho. La coloración sólo puede suprimirse mediante tra­tamientos químicos que deben administrar exclu­sivamente los conserva­dores.

Además de los hongos criptográmicos a que se refiere principalmente el presente estudio, hay otros dos tipos de moho que pueden atacar a los materia­les ue bibliotecas. La descoloración parda, designación corriente de las pequeñas manchas marrones que aparecen en papeles antiguos, es un misterio que aún debe develarse. Su naturaleza y sus causas precisas aún no se conocen. Dard Hunter señaló que en los papeles de libros que datan de antes de 1501 rara vez se encontraban indicios de este tipo de coloración y atribuyó su aparición, después de esa fecha, a que, ante la creciente demanda de papel los fabricantes redujeron la cantidad de agua empleada y el tiempo necesario para "la debida limpieza de las fibras"6). En el decenio de 1920 Beckwith descu­brió que en general cuando había descoloración parda era porque el papel contenía hierro^), a raíz de lo cual se ha pensado que es resultado de resi­duos metálicos que quedan en el papel durante la fabricación y que su apari­ción coincidió con la de la pila holandesa o batidora, inventada a finales del siglo XVII. Aunque los oligoelementos del hierro pueden ser un componente necesario, la presencia de esta descoloración parda, denominada hoshi (estre­llas, en japonés) en papeles muy antiguos producidos mediante las técnicas tradicionales japonesas de refinado de la pasta papelera y de formación de las hojas parecería indicar que la única causa no sería la presencia de los resi­duos que quedan en el papel cuando se emplean los procedimientos de fabrica­ción occidentales. Aunque todavía no ha sido posible producir la descoloración parda en laboratorio, actualmente muchos especialistas creen que es una forma de crecimiento microbiológico. En 1984, un investigador japonés aisló e iden­tificó con la ayuda de un microscopio electrónico, los hongos Aspergillus Rlaucus y Aspergillus restrictus que, a su juicio, causan la descoloración parda**). Cualquiera que sea la causa, lo cierto es que las elevadas tempera­turas, la gran humedad y la proximidad a materiales de mala calidad aumentan el número de casos. La diferencia de humidificación del papel que presenta descoloración parda durante los tratamientos de conservación demuestra que, en efecto, el papel es vulnerable a este fenómeno.

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Ilustración n° 4

Detalle de una lámina de botánica afectada por la descoloración parda. Al igual que la coloración de origen fungal, la descoloración parda se encuentra en el papel y sólo puede retirarse mediante tratamientos quími­cos. Los bibliotecarios deben aprender a diferenciar los crecimientos fúngales activos o latentes, que pueden y deben retirarse, de la descolo­ración parda.

El moho que aparece en forma de manchas producidas por crecimientos fúngales de la pasta del papel, relativamente raro en los materiales acabados, ocurre las más de las veces durante la fabricación del papel. Por lo general esos organismos se destruyen mediante diversos productos químicos y el calor del proceso de secado. No obstante, su presencia puede debilitar el papel y hacerlo más vulnerable al deterioro cuando posteriormente padece condiciones ambientales adversas.

FACTORES AMBIENTALES Y NUTRICIONALES QUE INTERVIENEN EN EL CRECIMIENTO Y LA SUPERVIVENCIA

La mayoría de la información disponible sobre el crecimiento y el desa­rrollo del moho se ha obtenido mediante cultivos en laboratorio y no procede de estudios sobre el terreno. En consecuencia, esos datos no siempre tendrán vigencia cuando lo que interese sea el crecimiento y el desarrollo del mismo organismo en el ambiente de una biblioteca. Sin embargo es exacto afirmar que hay tres factores esenciales para el crecimiento y la supervivencia del mohos la temperatura correcta, una humedad suficiente y los nutrientes adecuados. Saint George^) señala que es un error corriente creer que el moho necesita luz para crecer. Contrariamente a la mayoría de los vegetales, prácticamente todos los tipos de moho carecen de clorofila y, por esa razón, la luz no cumple ninguna función en su desarrollo. Las colonias prosperan en la oscuri­dad ya que en el caso de algunas variedades, la exposición a los rayos ultra­violetas es perjudicial o incluso letal^O).

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TEMPERATURA

Tratándose del moho nos interesarán tres temperaturas: aquélla por debajo de la cual no se produce el crecimiento, aquélla por encima de la cual no hay crecimiento y la temperatura a la que se produce el crecimiento más rápido. La mayoría de las formas microbianas prosperan en temperaturas que oscilan entre 15 y 35°C aunque hay formas que crecerán casi alcanzando el nivel de congela­ción y otras que prosperarán a más de 62°C. Por lo general se dice que la tem­peratura media óptima para el crecimiento del moho está en torno a los 30°C. Resulta difícil determinar la temperatura óptima para el crecimiento de los distintos tipos de moho en parte debido a las variables de las demás condicio­nes ambientales y en parte porque el cultivo de organismos en laboratorio es muy distinto al crecimiento del mismo organismo en un entorno más natural.

Cabe señalar que la temperatura por debajo de la cual no se produce un crecimiento no es la misma que la temperatura a la cual se destruye la posi­bilidad de crecimiento. Muchos tipos de moho pueden sobrevivir a periodos de varios meses con temperaturas inferiores a 0°C pero soportan menos la sucesión de temperaturas por debajo y por encima de 0°C^^'.

Refiriéndose a las bacterias, Sykes dice:

Popularmente se considera que la refrigeración a bajas temperaturas ... es fatal para todas las formas de vida. Aunque esta afirmación puede ser valedera para las formas superiores de vida organizada, no se aplica seguramente a las formas de vida vegetal inferiores, incluidos los micro­organismos ... en algunos casos el coeficiente de mortalidad asciende al 99% aunque una vez que se los congela a temperaturas suficientemente bajas las células supervivientes pueden conservarse durante largos periodos-^),

Indudablemente, dada la existencia de esporas restantes, lo dicho también se aplica al moho.

HUMEDAD

En las publicaciones de microbiología rara vez se habla de la cantidad de humedad necesaria para que el moho se desarrolle. En el laboratorio, el moho se cultiva en un medio con un alto porcentaje de humedad aunque éste rara vez se menciona con exactitud en los informes. Una cápsula de Petri tapada crea un microclima donde el moho puede prosperar sin problema alguno. En cuanto al crecimiento del moho fuera del laboratorio, en las fuentes utilizadas sí se indica que la naturaleza higroscópica de los materiales afecta el crecimiento del moho. Los materiales que absorben y conservan la humedad del aire requie­ren niveles más bajos de humedad relativa ambiente que los materiales menos higroscópicos. Por esta razón, en un medio ambiente que no sea el de un labo­ratorio, el moho dispone de dos fuentes de humedad: el aire que rodea el objeto y la humedad que el propio objeto contiene.

NUTRIENTES

Los elementos necesarios para el crecimiento de los hongos son el car­bono, el hidrógeno, el oxígeno, el nitrógeno, el azufre, el potasio y el mag­nesio. También pueden precisar oligoelementos como el hierro, el zinc, el cobre, el manganeso y, en algunos casos, el calcio. También se precisan algu­nas de las vitaminas. Los hongos pueden utilizar como fuentes de carbono y energía la mayoría de los compuestos que se producen naturalmente. La celulosa suministra muchos de esos elementos, del mismo modo que las grasas de origen animal y vegetal y los ácidos que las componen y la glicerina^).

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PUBLICACIONES CITADAS:

1) Dennis Allsopp. "Biology and Growth Requirements of Mould and Other Deteriogenic Fungi". Journal of Society of Archivistsf Vol. 7:8, octubre de 1985, pág. 530.

2) R.A. St. George et al. "Biological Agents of Deterioration". Deteriora­tion of Materials, Greathouse & Wessel, pág. 179.

3) St. George, pág. 183.

4) T.D. Beckwith et al. "Deterioration of Paper: The Cause and Effect of Foxing". UCLA Publications in the Biological Sciences. Vol. 1:13, 1940, pág. 331.

5) L.A. Belyakova. "The Mold Species and Their Injurious Effects on Various Book Materials". Collection of Materials on the Preservation of Library Resourcesr Nos. 2 & 3. Traducido del ruso, National Science Foundation and Council on Library Resources, 1964, págs. 183-184.

6) Dard Hunter. Papermaking. the History and Technique of an Ancient Craft. Nueva York, Dover, 1978, pág. 154.

7) Beckwith, págs. 299-300.

8) Hideo Asai. "Microbiological Studies on Conservation of Paper and Related Cultural Property: Parte I". Studies in Conservation N° 23, marzo de 1984, págs. 33-39. En japonés. Resumido en inglés en Art and Archaeology Technical Abstracts.

9) St. George, pág. 186.

10) Belyakova, pág. 73.

11) St. George, pág. 186.

12) G. Sykes. Disinfection and Sterilization. Londres, Spon., pág. 183.

13) St. George, pág. 186-187.

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III. REPERCUSIONES PARA LOS MATERIALES DE BIBLIOTECAS

Prácticamente todos los materiales orgánicos son vulnerables a ciertas especies de moho y, en consecuencia, a su crecimiento. Entre los materiales orgánicos que se encuentran en las colecciones de las bibliotecas figuran, aunque no se limitan a ellos, la fibra celulósica, las colas y los rellenos de almidón, caseína y gelatina, los adhesivos naturales, incluido el engrudo de almidón de origen vegetal y las colas hechas con pieles y cueros de animales, ciertos adhesivos sintéticos, el cuero y la gelatina presente en los negativos y copias fotográficas. Además, el polvo y la tierra pueden suministrar los nutrientes suplementarios que necesite el moho. Todos estos materiales son higroscópicos, esto es, atraen y mantienen la humedad.

Pese a esta vulnerabilidad general, diversos factores afectarán el creci­miento efectivo del moho dentro de la colección de la biblioteca. Algunos papeles, cueros, telas de encuademación y adhesivos son más vulnerables que otros al crecimiento del moho. En la mayoría de los casos el bibliotecario puede influir en muy poca medida en la composición de los materiales que forman parte de la colección. Pero es necesario conocer su naturaleza para determinar a ciencia cierta por qué razones se produjo la erupción y tomar decisiones acertadas sobre la forma de tratar los artículos obviamente afecta­dos y evaluar las probabilidades de que la plaga se haga extensiva a toda la colección.

Así por ejemplo:

• Si el moho aparece solamente en los libros encuadernados en cuero, se sabrá que las esporas activas necesitan determinados nutrientes. Como el moho es selectivo, si los libros encuadernados en tela o en papel que estén inmediatamente próximos no han resultado afectados, el tratamiento de emergencia se concentrará en los volúmenes encuaderna­dos en cuero.

• Si el crecimiento sólo aparece alrededor de la cubierta o en los márgenes del texto cerca del pliego del cartoné, es probable que la fuente de nutrientes sea el adhesivo utilizado para la encuademación.

• Si el moho sólo afecta unas pocas filas o pocas secciones de las estanterías del local, lo más probable es que el problema esté ocasio­nado por un microclima. Los materiales afectados pueden desplazarse y las medidas destinadas a modificar el ambiente se concentrarán en esa zona.

Podrían darse innumerables ejemplos; lo importante es que el conocimiento del material, un análisis de la naturaleza del problema y una comprensión de la relación existente entre ambos pueden reducir sensiblemente el daño potencial.

LA VULNERABILIDAD DE LOS MATERIALES

Para impedir la erupción de moho o tratarla eficazmente una vez que éste se ha desarrollado, no es preciso determinar de cuál de los miles de ejemplos de moho se trata. En cambio, sí es necesario entender la estructura básica del organismo y la forma en que aprovecha unas condiciones favorables. Esto signi­fica que los bibliotecarios deben asimilar diversas nociones relativas al material existente en sus colecciones así como sobre la naturaleza de la amenaza para tomar decisiones atinadas sobre los tratamientos adecuados.

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Papelf celulosa, colasf estucados

En 1940, Beckwith y sus colaboradores aislaron 55 cultivos diferentes de moho procedentes de antiguos papeles de libros, que incluían 11 géneros de los cuales los más corrientes eran el Pénicillium y el Aspergillus^). Durante el estudio, se retiraron las esporas de los papeles y se trasladaron a un caldo de cultivo para desarrollarlas en condiciones de laboratorio. Aunque ello no signifique que todos podrían haber utilizado el papel como medio en el cual proliferar no cabe duda de que algunas de las cepas de Aspergillus y Pénicillium probablemente hubieran atacado la celulosa o uno de los numerosos aditivos como las colas, los rellenos y los estucados. Se sabe que por lo menos 180 géneros o especies de moho destruyen la celulosa, vale decir, que utilizan la fibra celulósica como nutriente^).

Otros tipos de moho que en realidad no consumen celulosa pueden ser perjudiciales para el papel debilitando la unión entre las fibras en la medida en que se alimentan de otros materiales presentes en el papel. Los rellenos, colas y revestimientos que se añaden al papel durante la fabricación para mejorar la capacidad de impresión, la textura, el color o el brillo, son una fuente potencial de nutrientes y en su composición pueden intervenir el almi­dón, la gelatina y la caseína. Beckwith descubrió que la cola de colofonia inhibía el crecimiento fungal^); pero es acida y se ha probado que acelera la descomposición química del papel, de modo que su presencia no debe ser causa de alegría. Muy poco se sabe sobre los diversos adhesivos sintéticos ya que gran parte de las investigaciones sobre el tema han tenido lugar antes de que se los empezara a utilizar corrientemente.

El papel de los volúmenes encuadernados es menos vulnerable a una elevada humedad relativa ambiente que el papel sin encuadernar. Los hongos criptográ-micos que rara vez prosperan en volúmenes cerrados en esas condiciones, proli-feran más bien en las encuademaciones o en las hojas de papel sin encuadernar expuestas a prolongados periodos de humedad. Por otra parte, la descoloración parda se encuentra frecuentemente en los clichés.

El papel de los libros puede considerarse más vulnerable en los casos de inundación o de otras mojaduras graves ya que por la magnitud del volumen y la compresión del papel en el lomo, el proceso de secado es sensiblemente más lento.

Tela de encuademación

Muchas telas de encuademación como las de algodón y lino son celulósicas y vulnerables al mismo tipo de especies de moho que afectan al papel. Al igual que en el caso del papel los rellenos y revestimientos añadidos durante la fabricación constituyen una fuente más de nutrientes. Las telas no encoladas que a menudo se utilizan en las encuademaciones procedentes de la India y del Asia Sudoriental son particularmente vulnerables. Como a menudo esa tela es bastante fina, el adhesivo utilizado para unirla al cartoné suele penetrar en la trama de la tela y el moho puede crecer en su superficie. El bucarán o bocacé almidonado utilizado corrientemente en climas más templados también es una excelente fuente de nutrientes. Las fibras artificiales o naturales reves­tidas con resinas sintéticas, como por ejemplo la tela con peroxilina y el bocacé con acrílico son más resistentes al moho, aunque no completamente inmu­nes. No se han encontrado publicaciones sobre el efecto de las tinturas en el crecimiento del moho aunque se ha llegado a la conclusión de que éstas reper­cuten considerablemente en la resistencia de los textiles a la acción fotoquí­mica, provocando algunas una aceleración del deterioro y otras, un efecto protector^).

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Cuero

El cuero curtido es más resistente al crecimiento del moho que el cuero en bruto. Los cueros curtidos al cromo son relativamente impenetrables, los curtidos con productos vegetales bastante menos. Desgraciadamente para la encuademación se utilizan cueron curtidos con productos vegetales ya que los curtidos al cromo se utilizan fundamentalmente para la confección de calzado, maletas y otros artículos de marroquinería.

Según los estudios, el crecimiento del moho no afecta al cuero del mismo modo que la celulosa. Aparentemente el moho no ataca la propia estructura cuero-tanino.

Barghoorn ha demostrado que no se produce una penetración y destrucción de los agregados colagénicos de la sustancia del cuero; por su parte, Hyde, Musgrave y Mitton han probado que los cueros curtidos con productos vegetales sufren un deterioro sorprendentemente leve incluso cuando el crecimiento del moho es bastante agudo y prolongado. Los datos experimen­tales revelan que la principal causa del deterioro del cuero en los trópicos es la crisis hidrolítica que producen una humedad atmosférica y una temperatura elevadas y su efecto en la lubricación entre las fibras, dado que la magnitud de la hidrólisis depende del PH del cuero^).

Aparentemente los componentes del cuero que sustentan el crecimiento del moho son los lubricantes, los materiales de acondicionamiento y el acabado. De las publicaciones antes citadas parece desprenderse que, más que el moho, la causa fundamental del deterioro del cuero en los climas tropicales es la elevada humedad relativa ambiente.

El barnizado de los cueros que muchos bibliotecarios consideraban funda­mentalmente como un tratamiento estético puede ser en realidad la forma más práctica para protegerlo en un ambiente tropical. En algunas bibliotecas de esas regiones se ha evitado la utilización de pomadas para cueros por temor de que la utilización de sustancias aceitosas y lubricantes promoviera el creci­miento del moho. No obstante, puesto que éste será superficial y no causará ningún deterioro estructural del cuero y teniendo en cuenta además que la aplicación de una pomada para cueros impide que se produzca el daño por la hidrólisis, principal causa del deterioro, debe considerarse benéfica la utilización de pomadas con una composición adecuada.

En cuanto a la elección de la crema para cueros, la experiencia adquirida en las regiones tropicales indica que se obtienen resultados satisfactorios aplicando una capa muy fina de aceite de patas vacunas y de lanolina que se deja secar durante 24 horas y luego se lustra con un paño suave. En cambio, en los climas cálidos húmedos, las cremas para cueros que contienen cera, inclu­sive una puesta a punto por el British Museum, no llegan a endurecerse debida­mente y cuando los objetos se vuelven a colocar en las estanterías, sus super­ficies tienden a pegarse unas con otras.

Adhesivos

Los engrudos fabricados con almidones vegetales, los pegamentos (fabrica­dos con productos de origen animal) y las gomas (hechas con resinas vegetales) facilitan en diversos grados el crecimiento del moho. En el caso de la aplica­ción de los adhesivos, más no es necesariamente sinónimo de mejor.

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Los adhesivos sintéticos, incluidas las emulsiones de acetatos de polivi-nilo (denominadas "pegamentos blancos", cuya composición y propiedades varían considerablemente), los adhesivos de silicona piezosensible que se encuentran en las cintas y etiquetas, los adhesivos termoendurecibles como los que se utilizan en los papeles montados en seco y los adhesivos en aerosol son más resistentes al moho pero no completamente inmunes. Como están constituidos por disolventes secan rápidamente pero debido a sus escasas propiedades de enveje­cimiento y a que se necesitan disolventes para retirarlos, no conviene utili­zarlos para reparar papeles desgarrados o deteriorados.

Pese a la posibilidad de que sirvan como substrato para el moho, se reco­mienda utilizar engrudos y gomas para reparar el papel debido a su reversibi­lidad. La mejor protección se obtiene aplicando debidamente la película adhe­siva y logrando un secado completo. Quizás la mejor forma de reparar las encuademaciones sea utilizar un adhesivo de acetato de polivinilo de buena calidad.

Películas y materiales afines

Todos los materiales fotográficos tienen en común un substrato de gela­tina en el que se encuentra la emulsión de partículas de haluro de plata que producen la imagen. Esté constituido a base de nitrato, acetato, poliéster, vidrio o papel y se presente en forma de negativo, fotografía o carrete de microfilm, en todos hay una capa de gelatina. Como en el caso de las colas de gelatina utilizadas para el papel, esa gelatina es un nutriente para el creci­miento del moho que puede penetrar en la capa de la emulsión y alterar la imagen. Mientras que los polímeros más corrientemente utilizados para almace­nar actualmente las películas son por lo general muy resistentes a los ataques fúngales**), los soportes de papel y vidrio son vulnerables. Los negativos en placas de vidrio pueden quedar literalmente perforados por los hongos, lo que, combinado con el deterioro de la capa de haluro de plata, puede inutilizarlos totalmente.

La gelatina es relativamente estable mientras se mantiene seca. Pero sometida a una humedad alta, comienza a dilatarse y, si se prolonga la exposi­ción adquiere una textura viscosa, lo que puede producirse con una humedad relativa de sólo 60%7).

FACTORES AMBIENTALES

Los cinco factores ambientales críticos para el crecimiento y el desarro­llo del moho en las colecciones de bibliotecas son los siguientes:

• la presencia de esporas de moho

• una fuente de nutrientes

• una humedad suficiente

• una temperatura adecuada para una variedad determinada de moho

• una circulación de aire limitada.

Naturalmente, los dos primeros factores escapan absolutamente al control de los bibliotecarios. La presencia de esporas y la fuente de nutrientes son elementos altamente probables en las colecciones de bibliotecas. Para impedir que se produzca una erupción de moho sólo pueden manejarse o controlarse los últimos tres factores.

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La aireación

De esos tres factores, la aireación es el más grave y el que más a menudo se descuida. En las publicaciones se suele mencionar al pasar la importancia de una buena aireación. Desgraciadamente, las más de las veces se ha subesti­mado la importancia de este factor, particularmente en zonas donde la tempera­tura y la humedad no están controladas. Cuando el aire circula, se evapora la humedad y se reduce la temperatura superficial, lo que parece evidente para cualquiera que haya sentido el efecto refrescante de una brisa imprevista en un día caluroso. Cuando una biblioteca está bien aireada, se evapora la hume­dad, se reduce la temperatura superficial y se modifican dos de los factores ambientales de los que depende el crecimiento del moho.

Por lo general, resulta mucho menos oneroso lograr que el aire natural circule, modificando así la temperatura y la humedad, que introducir una fuente artificial de aire con características radicalmente opuestas a las del entorno. Una buena circulación del aire puede contribuir en gran medida a reducir los problemas vinculados con la ausencia del control de los facto­res 3 y 4.

La humedad relativa

El papel, la tela y el cuero son higroscópicos, esto es, absorben la humedad del aire y la conservan. En consecuencia, en los climas húmedos, la mayor parte de los materiales de las bibliotecas contienen un porcentaje de agua relativamente elevado. En esas condiciones, incluso un pequeño aumento de la humedad relativa ambiente basta para que, si están reunidas las demás condiciones, los materiales sustenten el crecimiento del moho.

Existen varias formas distintas de medir la humedad. La humedad absoluta es el peso de vapor de agua en un volumen dado de aire (g/m^). El contenido de humedad es el peso del agua en un material dado (kg/kg). Ambas mediciones son variables; vale decir que el aire caliente puede contener más humedad que el aire frío y que el contenido de humedad de los materiales varía con la humedad absoluta del aire circundante. Como en el ambiente de una biblioteca no pueden determinarse eficazmente ni la humedad absoluta ni el contenido de humedad, la única medición útil desde el punto de vista de la conservación de las colecciones es la de la humedad relativa (HR), entendiéndose por ella la razón del verdadero contenido de vapor de agua en un volumen dado de aire a la cantidad máxima de vapor de agua que la atmósfera podría contener si se encon­trase saturada a la misma temperatura, y expresada como un porcentaje.

Cuando el aire caliente se enfría, puede contener menos humedad. Esta se condensa en la superficie de los objetos o, si son higroscópicos, éstos la absorben. Por ejemplo, si, a 22°C de temperatura, la HR es de 50%, basta con que la temperatura baje poco más de tres grados para que la RH pase a 70%. En la publicación de Plenderleith y Werner**) figura un gráfico con las curvas que ponen en relación una reducción de la temperatura con el aumento de la humedad relativa. En los climas tropicales húmedos, reducir la temperatura sin disminuir al mismo tiempo la humedad relativa puede provocar crecimientos de moho desenfrenados como muchas instituciones han descubierto con gran conster­nación después de haber instalado una serie de acondicionadores de aire en las ventanas para tratar de mejorar su medio ambiente. Si bien es cierto que la climatización efectivamente reduce en cierta medida la humedad de la atmósfera y que por lo general ello basta en ambientes más templados donde la HR ambien­tal es más baja, en los climas tropicales con una HR anual de 80 a 90%, un acondicionador de aire para ventanas no puede suprimir la humedad necesaria como para impedir que el aire refrigerado alcance el punto de condensación.

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Las publicaciones contienen diversas recomendaciones en cuanto a los niveles de HR que impedirán el crecimiento del moho. Oscilan entre una máxima del 60% y una mínima del 45% y parecen haber disminuido sistemáticamente a lo largo de los años. En 1940, Beckwith llegó a la conclusión de que de los tipos de moho objeto de sus experimentos, ninguno crecería con una humedad relativa inferior al 75% incluso de añadirse al cultivo nutrientes suplementarios9). Aunque no sea una afirmación definitiva, esto ayudaría a entender por qué las bibliotecas y museos de las zonas tropicales (cuya HR es rara vez de sólo 60% y mucho menos de 45%) no están constantemente cubiertas de moho. Aunque segu­ramente una humedad relativa inferior es más segura, los casos de erupción de moho pueden minimizarse a todas luces con niveles de humedad considerablemente superiores.

Dado que la humedad relativa depende tanto de la temperatura, todas las cifras deben manejarse con cautela y tenerse presente que están sujetas a una serie de variables. Como ya se ha visto, al modificar una de ellas se modifi­can las demás y lo importante es lograr un equilibrio adecuado.

La temperatura

Se observa una fuerte tendencia a tratar de modificar el ambiente cam­biando exclusivamente la temperatura, en parte porque éste es el factor al que el ser humano es más sensible. Si bien las temperaturas elevadas tienen efec­tivamente un efecto perjudicial para el material de las bibliotecas, ello se ha recalcado tanto en las publicaciones que a menudo se han pasado por alto los efectos obtenidos al reducir la temperatura sin tomar en cuenta la humedad relativa. Como en la mayoría de los demás problemas ambientales, las respues­tas fáciles y los arreglos rápidos tienden a crear problemas que, a largo plazo, resultan más graves que el problema inicial.

PUBLICACIONES CITADAS:

1) St. George, págs. 179.

2) Belyakova, pág. 184.

3) Beckwith, pág. 307.

4) Cari J. Wessel. "Textiles and Cordage". Deterioration of Materials, Greathouse & Wessel, págs. 474-479.

5) Robert M. Lollar. "Leather". Deterioration of Materials, Greathouse & Wessel, págs. 152-153.

6) Charleston C. Baird and David F. Kopperl. "Treating Insect and Micro­organism Infestation of Photographic Collections". Second International Symposium: The Stability and Preservation of Photographic Images, August 15-28, 1985. Springfield, VA., Society of Photographic Scientists and Engineers, pág. 53.

7) Fleming, pág. 363.

8) H.J. Plenderleith and A.E.A. Werner. The Conservation of Antiquities and Works of Art. 2a. éd., Londres, Oxford University Press, 1971, pág. 6.

9) Beckwith, pág. 331.

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IV. PREVENCIÓN

No hay duda que la prevención del crecimiento del moho es mucho más fácil cuando la biblioteca está sujeta a un control ambiental pero los medios técni­cos necesarios resultan onerosos de instalar y de mantener. Aunque menos gravosa, la modificación del medio ambiente tampoco se hace sin costos. El cuidado de las colecciones es tan importante como su adquisición y la organi­zación, y debería formar parte del presupuesto de todas las bibliotecas y los archivos. Aunque no hay panaceas, sí existen ciertas posibilidades de modifi­cación ambiental gracias a las cuales las instituciones podrían reducir las posibilidades de que las colecciones padecieran los efectos del moho.

CONCEPCIÓN Y MODIFICACIÓN DE LOS EDIFICIOS

Si se tiene la enorme suerte de participar en el diseño de un nuevo edificio que esté provisto de mecanismos modernos de control ambiental, cabe señalar que el tema se aborda ampliamente en las publicaciones sobre las bibliotecas y los museos, empezando por el excelente libro de Garry Thomson "The Museum Environment"1) que será de una invalorable ayuda para los bibliotecarios. En el presente estudio no se pretende tratarlo con todos sus detalles. En cambio, se centrará en las reformas de los edificios existentes y en la concepción de nuevos edificios que no estén provistos de dispositivos de control ambiental.

Construir un edificio con la idea de que los mecanismos de control ambiental se añadirán en algún momento no es una buena solución. Es muy proba­ble que mientras no puedan instalarse eficazmente y aprovecharse económica­mente esos dispositivos, previstos para un futuro, el edificio así proyectado resulte insoportable para los usuarios y para las colecciones. Los techos bajos y los ambientes cerrados que posibiliten el control ambiental crean el peor medio ambiente posible en el trópico. Al mismo tiempo, un edificio dise­ñado para aprovechar la aireación natural torna prácticamente imposible la instalación de un sistema completo de control ambiental o cuando menos, lo hace extraordinariamente caro. Las decisiones relativas al medio ambiente deben tomarse ya desde la fase de planificación.

Incluso sin mecanismos de control ambiental, un buen proyecto puede contribuir en gran medida a reducir el efecto negativo del clima local. Asom­brosamente, existen pocas publicaciones sobre la concepción de edificios en el trópico. En la bibliografía de Vanee2) sólo constan unas 15 páginas de refe­rencias, muchas de hace 20 ó 30 años. Aunque el tema no se aborde a menudo en las publicaciones, si el bibliotecario y el arquitecto colaboran, pueden proyectar un edificio que sea seguro para la colección. Es importante que en el proyecto del edificio se tome en consideración el tipo de clima tropical particular de la zona ya que, aunque existen denominadores comunes, los requi­sitos serán diferentes en cada una de las regiones.

La ubicación

Las diversas zonas climáticas mencionadas en la introducción son impor­tantes para determinar los requisitos que debe cumplir un nuevo edificio o los mejores métodos para modificar el medio ambiente en las construcciones exis­tentes. En la obra de Fry y Drew^) constan informaciones suplementarias sobre las características particulares de los medios continental e insular que resultarán útiles para modificar el medio ambiente. A continuación sólo se consignarán unas directrices generales.

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En el clima de bosque tropical húmedo (Af) donde las condiciones son relativamente uniformes durante todo el año, y en general las temperaturas no son sumamente altas (por lo general inferiores a 32°C) y los vientos, débiles o inexistentes, lo que se deberá procurar principalmente es mejorar la airea­ción y reducir la humedad relativa.

En los climas de monzón (Am), pueden aprovecharse los vientos más fuertes para mejorar la ventilación y 3a circulación y dedicar más recursos a reducir la humedad relativa, especialmente durante los meses de lluvia.

En las sabanas tropicales (As o Aw), con tres estaciones diferenciadas, podrán ser necesarios sistemas más complejos. Durante las estaciones seca y calurosa, el polvo y la tierra constituirán un problema particular. Debe ser posible cerrar el edificio para protegerlo del polvo durante esa época y mantener al mismo tiempo una aireación suficiente para impedir que la tempera­tura aumente en el interior. Debido a los problemas que representan las tempe­raturas extremadamente altas, el polvo y la desecación, quizás la climatiza­ción sea el factor más importante para el mantenimiento de las colecciones en esas condiciones. Como hay dos estaciones secas y una estación de lluvias relativamente breve, el moho puede ser un problema sólo durante una reducida parte del año o ni siquiera plantearse. No deben escatimarse esfuerzos en impedir las fluctuaciones extremas de la HR entre las estaciones. La utiliza­ción de la ventilación natural en los climas de sabana se distingue de la de los climas de los tipos Af y Am. En la obra de Oakley^) se encontrarán varios diagramas útiles en los que se sugieren posibilidades de aireación natural en los climas As y Aw.

La construcción del edificio v la modificación ambiental

La temperatura y la aireación pueden modificarse directamente reformando los edificios. En cambio, la humedad relativa sólo puede modificarse indirec­tamente mediante la utilización eficaz de la ventilación natural o un control tecnológico a que se aludirá ulteriormente.

La temperatura

Las paredes que dan al este y al oeste y reciben con toda su fuerza el sol de la mañana y de las primeras horas de la tarde deben protegerse y ais­larse para que ese calor no se transmita dentro del edificio. El tejado, muy expuesto al sol del mediodía, debe reflejar el calor y además debe haber un ático o espacio de ventilación directamente debajo del tejado para aislarlo del interior del edificio.

La doble pared es un medio excelente de aislación de los edificios en el trópico. El aire es un aislante eficaz e impide que el calor pase desde la pared externa hacia el interior del edificio. En muchos lugares del trópico, los bloques de cemento huecos son un elemento básico de la construcción. Cons­tituyen un material económico, aunque no siempre muy estético, que aisla eficazmente el interior del edificio. Una construcción con doble pared es más eficaz aunque considerablemente más cara. Ese tipo de construcción también se utiliza eficazmente en los climas templados donde, debido a los niveles extre­mos de calor y frío, el costo a largo plazo de los mecanismos de control ambiental es una consideración de primer orden.

El brise-soleil es una variación de la doble pared. Puede formar parte del edificio o anexarse a la fachada de edificios ya existentes. Aunque no es tan eficaz como la doble pared, amortigua el resol exterior al absorberlo. También reduce el nivel de luminosidad dentro del edificio al proteger las ventanas de modo que éstas puedan permanecer abiertas incluso durante la esta­ción de lluvias. Este panel calado exterior al plano de la fachada puede

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cubrir toda la pared, parte de ella, o en algunos casos sólo las ventanas, aunque los de este último tipo son mucho menos eficaces para evitar el calen­tamiento por irradiación.

El sombreado de las paredes expuestas puede revestir muchas otras formas como el enjardinado con árboles y arbustos, la prolongación de los aleros o la instalación de toldos exteriores. La utilización de persianas interiores, cortinas o celosías también puede reducir la transmisión del calor a través de los cristales. Kukreja^) evalúa en un cuadro la eficacia de los distintos dispositivos de sombreado en función de sus efectos para reducir el calenta­miento total, la eficiencia de la aireación y el porcentaje de luz natural de cada uno de esos dispositivos.

El vidrio transmite e intensifica el calor. En los climas tropicales los grandes ventanales pueden provocar aumentos considerables de temperatura inte­rior aunque, por razones estéticas, se ha optado por ellos en muchos edifi­cios. Los paneles ultravioletas y termoabsorbentes son eficaces para reducir el calor y los rayos ultravioletas sin dificultar la visibilidad ni reducir excesivamente la luminosidad.

Los techos altos son una característica común en los edificios más anti­guos del trópico y un medio eficaz para que el calor se distribuya dentro del edificio. Como el aire caliente sube, puede impulsárselo hacia el exterior mediante ventiladores suspendidos al techo o ventanas abiertas directamente debajo del alero.

La ventilación

En general, en los climas tropicales los edificios deben orientarse de forma que aprovechen todos los vientos y estar concebidos de manera que haya ventilación en ambos sentidos en todas las partes del edificio.

Incluso en los edificios diseñados para utilizar la ventilación natural será preciso contar con sistemas auxiliares de ventilación mecánica en previ­sión de las épocas en que los vientos no soplen o se modifiquen.

La ubicación de las ventanas es uno de los principales medios para lograr una circulación adecuada del aire, una vez determinada la orientación del edificio. La publicación de Kukreja^) contiene excelentes diagramas sobre la circulación interior del aire según distintas ubicaciones de las ventanas, que resultan útiles no sólo para proyectar y reformar los edificios sino para prever los problemas y determinar la disposición de las estanterías. Señala, entre otras cosas, que una sola ventana no sirve para nada desde el punto de vista de la ventilación interior y que si hay que hacer reformas, cuando mejo­res resultados se obtienen es abriendo ventanas en paredes opuestas para lograr una aireación en ambos sentidos. Si se amplía la apertura de la ventana de salida la circulación del aire dentro del edificio aumenta sensiblemente incluso cuando la ventana de entrada no se reforma. También se puede aumentar la aireación en gran medida ensanchando las aperturas de entrada y de salida si éstas son estrechas. También compara la circulación del aire que se obtiene mediante ventanas de distintas superficies, en relación con la superficie del piso y demuestra que se obtiene una mayor circulación de aire cuando la aper­tura de las ventanas equivale al 25% de la superficie del piso.

Aunque permiten lograr una excelente aireación y son corrientes en el trópico, las ventanas con antiparas o apersianadas plantean dificultades cuando se trata de hacerlas invulnerables a la lluvia y los insectos; puede aprovechárselas mejor combinándolas con otros tratamientos. Todas las ventanas

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abiertas deben protegerse con paneles de fibra de vidrio bien ajustadas, de trama fina. Si esos paneles se colocan en la parte interior de las ventanas será más fácil retirarlas para limpiarlas, particularmente si en la pared exterior hay un brise-soleil.

Si en el edificio ya existente los techos son altos, la instalación de ventiladores suspendidos es una inversión excelente. Utilizados conjuntamente con ventiladores de pie o extractores de aire puede lograrse una circulación del aire adecuada a un costo relativamente bajo, incluso en los climas del tipo Af donde la aireación natural es mínima.

REFORMAS DEHTRO DE LOS EDIFICIOS

Además de las reformas de la estructura de los edificios que reducirán la transmisión y retención del calor y la humedad, pueden modificarse los locales donde se encuentran las estanterías así como los destinados al almacenamiento, en beneficio de las colecciones.

Ubicación de las bibliotecas v los locales de almacenamiento

Dado que en los climas tropicales normalmente el nivel de la capa freá­tica es elevado, por lo general los edificios no están provistos de los sóta­nos y subsótanos corrientes en los climas templados. En el caso de que el edificio en cuestión tenga uno o más sótanos, debe evitarse a toda costa utilizar esas zonas para colocar las estanterías o depositar las colecciones que no se utilicen. Como es difícil, cuando no imposible, cerrar hermética­mente las zonas subterráneas, la humedad del terreno se filtrará a través de las paredes. Incluso si éstas están revestidas con aislantes impermeables, la humedad y las sales tenderán a desarrollarse por debajo de la superficie del revestimiento hasta que la superficie de la pared y la capa protectora comien­cen a desprenderse o descantillarse de forma que la cara interna de la pared quedará expuesta y la humedad podrá penetrar dentro del edificio. También es difícil mantener una aireación suficiente. Debido a esos factores cuyo resul­tado es un aire cálido, húmedo, que no circula, el crecimiento del moho está prácticamente garantizado.

Incluso si no se utilizan las zonas subterráneas para almacenar los mate­riales, deben aislarse las paredes y los pisos lo más herméticamente posible para impedir que la humedad relativa se eleve al resto del edificio. Debe procederse a inspecciones frecuentes para supervisar esos locales; los funcio­narios deben saber cuáles son los posibles focos de problemas existentes en los locales.

También hay que evitar las habitaciones interiores cerradas, a no ser que puedan instalarse sistemas mecánicos de control de la temperatura y de la humedad relativa. Esas zonas también deben vigilarse periódicamente. En los edificios en que existan, debe mejorarse la ventilación reemplazando las pare­des interiores enteras por una media pared con ventanas apersianadas que faciliten la aireación en ambos sentidos, ya sea naturalmente o mediante ventiladores.

Disposición de las estanterías

Las estanterías no deben colocarse directamente contra las paredes exte­riores puesto que es el punto donde habrá mayor transferencia de calor y hume­dad, lo que limitará gravemente la circulación del aire. Esta será mejor y se evitará que la condensación de la humedad en la pared cree un microclima, dejando aunque sea unos 30 cm de espacio entre la pared y la estantería.

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Las estanterías deben disponerse paralelamente a la corriente de aire para que ésta dé en los lomos de los libros cuando están colocados en sentido vertical en los anaqueles. Las estanterías nunca deberán interponerse a la corriente de aire procedente de las ventanas o de los ventiladores.

Las estanterías deberán ser de las que no tienen fondo y preferentemente, de las móviles, que se pueden colocar a gusto y se unen por la parte trasera, lo que favorecerá la ventilación de todas las caras de los volúmenes. Si se duda sobre la firmeza o la estabilidad de las estanterías, es mejor recurrir a travesanos más que a los paneles enteros como los que tienen muchas estante­rías disponibles en el comercio. Por muy convenientes que sean desde el punto de vista del ahorro de espacio, en el trópico deberán evitarse las estanterías compactas, principalmente porque puede crearse un microclima cuando estén cerradas. Además el mecanismo para correr las estanterías por lo general deja de funcionar cuando la humedad es muy elevada.

Siempre que sea posible deberán evitarse los armarios cerrados. Si son necesarios para guardar microfilmes o registros cerrados deben ventilarse tanto la cara anterior como la posterior; de lo contrario habrá que crear dentro del armario un microclima favorable para contrarrestar el elevado porcentaje de humedad relativa.

Modificación ambiental localizada

Además de aprovechar las condiciones naturales para modificar el medio ambiente de todo el edificio, existen diversos medios técnicos para modificar el ambiente en determinados puntos de la biblioteca. En la mayoría de las colecciones hay materiales que merecen una protección especial. A menudo pertenecen a esta categoría las obras raras y valiosas y los objetos que tengan una importancia histórica particular. Por esta razón, en general se prevé dentro de la biblioteca una zona especial en la que esos materiales se puedan guardar con toda seguridad en un medio más próximo al ambiente ideal. Además de las medidas antes citadas se puede recurrir a una modificación ambiental localizada aunque no habrá de considerarse que sustituya la modifi­cación del ambiente de todo el edificio.

Vigilancia de las condiciones existentes

Antes de tratar de modificar el medio ambiente en un lugar determinado es imperioso entender las condiciones existentes, lo que supone una vigilancia global del medio ambiente. Debe contarse con información sobre las condiciones en lugares dados a toda hora del día y en todas las estaciones del año. Si van a instalarse acondicionadores de aire, es importante cerciorarse de que la reducción de la temperatura no provocará un incremento inaceptable del porcen­taje de humedad relativa, inmediatamente o durante determinadas estaciones.

El método más eficiente para vigilar la temperatura y la RH es el higro-termógrafo registrador que, como su nombre indica, registra esos datos durante las 24 horas de los siete días de la semana en un lugar dado. Se precisarán varios higrotermógrafos y deberá fijarse un programa para trasladarlos a los distintos puntos con el fin de contar con informaciones durante todas las estaciones y en todas las partes de la biblioteca. Estos instrumentos son relativamente baratos (entre 300 y 500 dólares) y, a largo plazo, rentables. Otra posibilidad son los monitores fijos y portátiles no registradores. Los termómetros, los higrómetros y los higrotermógrafos permiten leer la tempera­tura, la humedad y la temperatura y la humedad respectivamente, pero como no los consignan en gráficos, los empleados deben supervisarlos periódicamente para obtener un panorama general, lo que supone que se les dedique bastante

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tiempo. Los datos deben tomarse en diversos lugares, a horas especificadas a lo largo del día y de la noche y consignarse para contar con un gráfico exacto de la situación en cada uno de esos lugares.

Se necesitan psicrómetros de honda o a motor para calibrar el resto del equipo de vigilancia; pueden utilizarse para leer los datos momentáneamente en las zonas que presenten problemas.

En los climas verdaderamente tropicales, las bandas de papel higroindica-doras son de poca utilidad. Casi siempre señalan la franja rosa (húmeda) y la mayoría sólo consignan las variaciones muy grandes de la humedad relativa. Donde más útiles pueden ser es en los registros cerrados en los que se haya creado un microclima más seco pero para que sean útiles, debe supervisárselas periódicamente.

El equipo antes recomendado para vigilar las condiciones antes de modifi­car el medio ambiente local también es esencial para mantener el ambiente deseado, evitar las fluctuaciones y determinar las causas de las plagas de moho, en caso de que ocurran. La adquisición y el mantenimiento de estos meca­nismos de vigilancia debe considerarse como una inversión a largo plazo para el cuidado de las colecciones.

Climatización

Las palabras "climatización" o "aire acondicionado", que se emplean en el presente estudio, designan la utilización de unidades mecánicas para refrige­rar y filtrar el aire dentro de una zona de un edificio. Las unidades centra­les utilizadas para controlar el ambiente en todo un edificio escapan al ámbito del presente estudio. Existen climatizadores de dos tipos: los de enfriamiento por formación de vapor y los de enfriamiento por agua helada.

El enfriamiento por formación de vapor es el sistema más sencillo y barato aunque en general no se adecúa a las zonas donde la temperatura y la humedad relativas son elevadas durante todo el año.

Las unidades de refrigeración por agua helada comprenden un mecanismo de refrigeración que reduce la temperatura del aire y una unidad de calefacción que lo entibia antes de que entre en la habitación. En los climas tropicales húmedos, este procedimiento plantea problemas ya que el aire que se introduzca debe estar por debajo del punto de rocío para impedir un aumento desmesurado del porcentaje de humedad relativa. Un cambio de temperatura de 0,33°C provo­cará un cambio del 3% de la humedad relativa. Los monitores que supervisan este proceso tienen una importancia capital. Existen de diferentes tipos: el control mediante termómetro húmedo y termómetro seco, análogo al de un psicró­metro, y los higrógrafos de cabello, similares a los empleados en los higro-termógrafos^). Una unidad de refrigeración puede costar el doble que un sistema de enfriamiento por formación de vapor y resulta considerablemente más caro debido al costo de la energía. A menudo se tiende a reducir los costos de funcionamiento apagando el mecanismo de calefacción, lo que inevitablemente produce graves problemas ambientales. Si ha de comprarse e instalarse ese tipo de unidad, es imperativo utilizarla adecuadamente.

El tipo de sistema de filtro escogido y el grado de recirculación más conveniente depende en gran medida de las condiciones locales. Los filtros deben limpiarse y reemplazarse regularmente, lo que no sólo mejorará el fil­trado del aire sino que además abaratará el costo de utilización del sistema. Deben evitarse los sistemas electrostáticos porque producen ozono que a su vez puede ser nocivo para los materiales orgánicos**).

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Ha de mencionarse otro aspecto en cuanto a la utilización de las unidades de climatización. Como el agua, el aire que se introduzca en determinado local debe llegar a su propio nivel. El aire frío que entre al nivel del suelo o apenas por encima del mismo se quedará allí mientras que el aire caliente se elevará. Los climatizadores deberán instalarse a la mayor altura posible, ya sea en una pared o en una ventana, para lograr la máxima circulación. Las estanterías y los armarios deben disponerse de tal manera que no interfieran con la circulación del aire.

Deshumidificación

En los climas tropicales húmedos, la deshumidificación será el factor más importante para impedir el crecimiento del moho. Su principal contrincante será una buena aireación y no la climatización. Como ya se ha señalado, ésta podrá hacer que la deshumidificación sea aún más necesaria. Debe disponerse de deshumidificadores portátiles en todas las bibliotecas aunque en algunas de ellas será necesario instalar un sistema permanente de deshumidificación.

Los métodos de deshumidificación más comunes son los desecantes mecánicos y las unidades mecánicas de refrigeración y calefacción^). Las unidades desecantes mecánicas que, por lo general, se usan exclusivamente en sistemas mayores, de instalación fija, son muy eficientes, relativamente fáciles de mantener y apropiados para las instituciones que tengan problemas graves de humedad durante todo el año. El sistema descrito por Gates secará y hará cir­cular 424 m^ por minuto y eliminará hasta 15 litros de agua por hora^-O). En general, la deshumidificación que utiliza el aire caliente no se adecúa a los climas tropicales y es la más costosa de los tres tipos citados.

El sistema más eficaz y económico para los climas cálidos es el de las unidades de refrigeración. La humedad se va eliminando de la atmósfera a medida que se condensa en un serpentín refrigerado. Las unidades portátiles funcionan según el mismo principio y requieren muy poco mantenimiento y ener­gía. La mayoría de ellas cuenta con sistemas de regulación interna muy elemen­tales y pueden regularse para mantener un porcentaje dado de humedad relativa.

Una de las principales ventajas de los sistemas de deshumidificación es que no necesitan las grandes obras de instalación de conductos que suponen los sistemas de climatización. Según Gates, el vapor del agua se desplazará hasta el punto que menor contenido de humedad tengan). Por lo tanto, incluso los aparatos portátiles pueden dejarse en el lugar y deshumidificar correctamente una habitación. Huelga decir que en locales más amplios se necesitarán varios aparatos.

Creación de microclimas en armarios y registros

Se entiende por microclima toda variación respecto de la temperatura y la humedad relativa existentes en el medio ambiente circundante. Puede tener efectos negativos o positivos y producirse y mantenerse natural o artifi­cialmente.

En ciertos casos, podría ser necesario crear un microclima dentro del ambiente de un edificio mayor, ya sea por la naturaleza de los materiales, por la necesidad de proteger artículos valiosos o por el deseo de sacarlos de un ambiente controlado y exponerlos en otro donde no existen tales dispositivos. Evidentemente, los microfilmes, los mapas y los documentos guardados en arma­rios con archivadores se prestan a la instalación de microclimas en los ambientes muy húmedos. Aunque los casos de crecimiento de moho puedan redu­cirse en toda la colección mediante una mejor aireación, los armarios metáli­cos cerrados destinados a guardar microfilmes, mapas y documentos tienden a

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conservar la humedad, especialmente si no se los utiliza a menudo. Puede mantenerse un microclima favorable reduciendo artificialmente la humedad rela­tiva dentro de ellos.

Puede crearse un microclima con poca humedad en un armario cerrado, utilizando desecantes que absorberán la humedad de la atmósfera. Con ese fin pueden utilizarse diversos productos: dos de los más comunes son el gel de sílice (que existe con diversos grados) y se utiliza corrientemente en los Estados Unidos y Europa, y las bolitas Nikka (también llamadas Kaken Gel), utilizadas en el Japón y en el Lejano Oriente. Se ha llegado a la conclusión de que estas últimas son más eficaces que el gel de sílice en humedades supe­riores al 60%12). A menudo en el gel de sílice hay un indicador de color que pasa del azul al rosa a medida que se absorbe la humedad e indica cuándo el material ha llegado a su absorción máxima y debe ser acondicionado nuevamente.

Antes de utilizarlo, hay que regular el desecante para que baje a 0% de humedad relativa, lo cual se logra calentando el material en un horno para eliminar la humedad. Las bolitas o los cristales pueden volver a regularse y utilizarse muchas veces sin que pierdan su capacidad de absorción. Una vez regulado, el desecante puede colocarse en los armarios, ya sea en una bandeja, en la parte inferior, o en pequeñas bolsitas de tela, en los distintos cajo­nes. Si el desecante utilizado no tiene indicación del color, habrán de colo­carse un higrómetro o bandas indicadoras en el armario para saber cuándo es preciso cambiarlos. Una vez que el armario llega a la humedad deseada y se logra un equilibrio, será necesario regular el desecante menos a menudo. Ahora bien, si los armarios se utilizan con frecuencia, será preciso hacerlo a intervalos periódicos. Cuanto mayor es la cantidad de desecante empleada, durante más tiempo se podrá mantener el microclima antes de tener que reacon-dicionarlo.

Existen numerosas publicaciones sobre la creación de microclimas, gran parte de las cuales versan sobre la instalación de vitrinas de exposición y el embalaje del transporte de obras de arte pero prácticamente todo lo que allí se dice puede aplicarse al control de las condiciones ambientales en cajas herméticas de almacenamiento u otros lugares fijos. La reciente publicación de Stolovr-3) contiene información sobre los microclimas obtenidos por medios modernos.

MANTENIMIENTO DE LAS ESTANTERÍAS

Si bien la limpieza y el mantenimiento de rutina no presentan ningún encanto en ninguna biblioteca, son particularmente importantes cuando ésta carece de un sistema de control ambiental. Cuando se utiliza la aireación natural para mantener una circulación adecuada del aire, el polvo y la tierra son un problema constante. Como sus partículas son higroscópicas -vale decir que atraen y mantienen la humedad de la atmósfera- y a menudo contienen los nutrientes que necesita el moho, en los climas tropicales es esencial limpiar constantemente las zonas donde están las estanterías. La limpieza con aspira­dora también reducirá, aunque no sea más que temporalmente, el número de espo­ras presentes en los materiales. En los climas de sabana, una limpieza completa efectuada inmediatamente antes de que comience la estación de las lluvias puede eliminar por completo los brotes de moho.

Debe fijarse y respetarse la norma de limpiar con aspiradora todos los libros de las estanterías de una biblioteca una vez al año. También es impor­tante una inspección frecuente de esas zonas y más particularmente de las secciones que se utilizan poco y de los locales dedicados al almacenamiento.

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PUBLICACIONES CITADAS:

1) Garry Thomson. The Museum Environment. Londres, Butterworths, 1978.

2) Mary Vance. "Tropical Architecture: A Bibliography". Vance Bibliographies Architectural Series #A 738. 1982.

3) Maxwell Fry and Jane Drew. Tropical Architecture in the Humid Zone. Nueva York, Reinhold, 1956, págs. 34-36.

4) David Oakley. Tropical Houses; A Guide to their Design. Londres, Batsfor, 1961, pág. 119.

5) C.P. Kukreja. Tropical Architecture. Nueva Delhi, Tata McGraw-Hill, 1978, pág. 74.

6) Kukreja, págs. 96-98.

7) F. Hugh Howarth. "An approach to air-conditioning". Contributions to the London Conference on Museum Climatologi. Garry Thomson, éd. Londres, International Institute for Conservation, 1968, págs. 173-180.

8) N.S. Brommell. "Conservation of Museum Objects in the Tropics". Con­ference on Museum Climatology. Garry Thomson, ed. Londres, International Institute for Conservation, 1986, pág. 145.

9) The Dehumidification Handbook. Amesbury, Mass. Cargocaire Engineering Corp. 6th ed., 1987.

10) Albert S. Gates, et al. "Dehumidification". Deterioration of Materials. Greathouse & Wessel, pág. 726.

11) Gates, pág. 728.

12) May Cassar. "Checklist for the Establishment of a Microclimate". Canadian Conservation Institute, 1984.

13) Nathan Stolow. Conservation and Exhibitions. Londres, Butterworths, 1987.

)

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V. FUNGICIDAS Y FUMIGACIÓN

La mayoría de los bibliotecarios, archivistas y funcionarios de museos están convencidos de que hay que matar el moho. Quizá sea más adecuado y eficaz concentrarse en la prevención, la inhibición y la eliminación. Como ya se ha señalado, el moho está admirablemente equipado para la supervivencia. Incluso si se logra matar el 99%, ello significa "una pérdida casi insignifi­cante para un hongo que puede producir cientos de miles de esporas en una pequeña colonia iniciada con una sola"l). Actualmente se sabe que los fungi­cidas y preparados para la fumigación con un espectro y una potencia capaces de lograr una mortalidad del 99% también son tóxicos para el ser humano. Cuando se contemple la posibilidad de utilizar fungicidas o preparados para la fumigación para prevenir o tratar el crecimiento del moho, deben tenerse presentes dos hechos fundamentales:

• todos los agentes germicidas son químicamente reactivos, es decir que son capaces de reaccionar ante los materiales a los que se aplican y de alterarlos;

• todos los agentes germicidas se caracterizan por cierta toxicidad para los mamíferos^).

Tradicionalmente, cuando se emplean productos químicos para hacer frente a la degradación biológica, se utilizan dos métodos. El primero, la fumiga­ción, interfiere con las actividades vitales del organismo. La otra, esto es, la aplicación local de fungicidas a un objeto, interfiere con sus consecuen­cias, vale decir, con las reacciones químicas del organismo y su sustrato. El número de compuestos actualmente utilizado es muy limitado: ciertos derivados metálicos, productos químicos orgánicos (los más comunes de los cuales son los fenoles) y ciertas aleaciones metalorgánicas-^). Aunque existe cierto interés por aplicar y poner a prueba técnicas más exóticas, como la radiación y la utilización del ozono "no hay que confiar demasiado en la esperanza de que nuevos agentes germicidas sean la solución al problema"^). Se ha descubierto que tanto las radiaciones como el ozono son perjudiciales para ciertos materiales.

Cabe señalar que el primer método, el que interfiere con las actividades vitales del organismo, puede aplicarse sin recurrir a los tratamientos quími­cos. La modificación de los factores ambientales necesarios para el creci­miento del moho es por lo menos tan eficaz como los tratamientos químicos y seguramente mucho más inocua para las personas y los materiales.

FUNGICIDAS

En el presente estudio el término "fungicida" designará exclusivamente a los agentes germicidas que se encuentren en un medio líquido y se apliquen directamente a la superficie de un objeto afectado. Dicha aplicación puede estar destinada a impedir el crecimiento del moho o a matarlo, una vez que el crecimiento haya comenzado. Se ha demostrado que la mayoría de los fungicidas recomendados en las publicaciones pertinentes no son eficaces desde el punto de vista de la protección a largo plazo o que incluso son nocivos para los propios materiales. Ya es sabido que los que sí parecen tener cierto nivel de toxicidad residual son peligrosos para los empleados y los usuarios que puedan manipular los materiales ulteriormente. Las formas de exposición pueden ser la inhalación, la ingestión o la absorción cutánea. Deben respetarse estricta­mente las advertencias sobre la utilización de este tipo de agentes tanto en lo que hace a la aplicación efectiva como a los posibles efectos residuales.

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Beckwith, Swanson e Illiams sometieron a una serie completa de pruebas ciertos agentes germicidas utilizados para proteger el papel y llegaron a la conclusión de que 28 fungicidas, corrientemente recomendados, eran ineficaces para matar el moho o perjudiciales para el papel. Entre ellos figuraban el cloruro de mercurio, el cloroformo y el formaldehído^). En 1971 en un folleto publicado por el British Museum sobre los agentes germicidas para el material de archivos y de bibliotecas se recomendaban los dos últimos^).

A menudo se recomiendan como fungicidas de aplicación local el timol y los cristales de ortofenil fenol. Ambos han sido ampliamente utilizados para la conservación de materiales pero su empleo se ha interrumpido radicalmente ya que en estudios recientes se ha demostrado que ambos pueden ser perniciosos para los ojos y para el aparato respiratorio superior. Se cree que el timol es el más tóxico ya que afecta el hígado, los ríñones, el sistema nervioso central y el sistema circulatorio?).

De los fungicidas recomendados en las publicaciones, sólo se recomienda para la aplicación local, aunque su utilización debe ser limitada, el alcohol y el ortofenil fenol, en la proporción corrientemente empleada en los produc­tos de limpieza para el hogar, como el Lysol. Hasta que no se conozca mejor la toxicidad del ortofenil fenol, habrá que evitar su empleo en forma de crista­les disueltos en alcohol. Deben tomarse con pinzas todas las recomendaciones que figuren en publicaciones que no sean recientes ya que hace muy poco tiempo que la toxicidad de varios agentes germicidas es motivo de preocupación. Aún están en curso investigaciones para determinar con precisión qué niveles de exposición puede aceptarse.

La medicina aplica desde hace tiempos inmemoriales el principio de que se debe tratar la enfermedad y no el síntoma. La aplicación local de fungicidas a objetos en los que haya crecimientos de moho es un ejemplo clásico de lo contrario, ya que se trata el síntoma y no la causa más profunda de la enfer­medad. Cuando se somete a los objetos a ese tratamiento y se los vuelve a colocar en el mismo ambiente donde se produjo la erupción es muy probable que vuelvan a aparecer los mismos síntomas.

FUMIGACIÓN

En el presente estudio, por "fumigación" se entenderá todo tratamiento que consista en la exposición al vapor de un compuesto destinado a matar el moho. La idea de la fumigación resulta atractiva para la mayoría de los bibliotecarios y archivistas; no supone el tratamiento de los distintos obje­tos y, en consecuencia, no es costosa desde el punto de vista del tiempo que tienen que dedicarle los funcionarios. Pueden tratarse grandes números de objetos al mismo tiempo, ya sea en cámaras de fumigación o cerrando partes del edificio y fumigando colecciones enteras. La realidad de la fumigación es mucho menos atractiva cuando se tienen en cuenta su eficacia incierta, la falta de protección de los residuos, la posible alteración o el perjuicio de los materiales y la toxicidad para los empleados y los usuarios.

Métodos de fumigación

La fumigación puede realizarse de varias maneras, utilizando diversos preparados, algunos mejores que otros, pero todos peligrosos. De ser necesaria, siempre que sea posible debería ser efectuada por profesionales autorizados.

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Entré las cámaras de fumigación corrientemente utilizadas, las que son al vacío son más eficaces para eliminar el moho. En efecto, se logra una mayor penetración del preparado para fumigación y existe la posibilidad de que también tenga efectos adversos para la estructura del moho al suprimir el oxígeno necesario para el crecimiento y quizás, destruyendo las propias espo­ras. Pero es sumamente caro adquirir e instalar cámaras al vacío. El óxido de etileno es el preparado que más se emplea en este tipo de cámaras; hay que prever una cámara suplementaria para airear los materiales después de la fumi­gación de modo que los materiales orgánicos puedan eliminar las toxinas resi­duales. Aunque en las cámaras de vacío también se utiliza el fluoruro de azufre para erradicar las plagas e insectos, no es eficaz como fungicida y se ha hecho muy poca experimentación sobre su toxicidad y efecto en los materia­les orgánicos.

Las más de las veces, en las cámaras de fumigación que no son al vacío, se utilizan vapores de timol y ortofenil fenol. En muchas instituciones hay pequeños armarios para fumigar un número limitado de objetos. A menudo se improvisan con refrigeradores viejos o con armarios metálicos destinados a fines completamente distintos. Estos armarios improvisados son particularmente peligrosos para los empleados que deben utilizarlos regularmente. A veces, en las publicaciones se recomienda efectuar la fumigación en bolsas de plástico. Las bolsas de plástico estándar utilizadas para recoger la basura no son herméticas al vapor y por lo tanto, no pueden contener eficazmente los utili­zados para la fumigación.

En general la fumigación de zonas completas está a cargo de empresas profesionales especializadas; nunca deben intentar hacerla empleados no cali­ficados ni autorizados. De ser necesaria la fumigación, los bibliotecarios deben saber exactamente qué preparado se ha utilizado y observar estrictamente todas las restricciones en cuanto al acceso a la zona y la evacuación del gas al término de la operación. Los materiales orgánicos pueden retener los vapo­res tóxicos; ha de pedirse a la empresa que haya hecho la fumigación, informa­ción sobre los riesgos para los empleados y usuarios.

TOXICIDAD DE LOS PREPARADOS PARA FUMIGACIÓN

Para que los bibliotecarios y archivistas puedan evaluar con mayor exac­titud los riesgos relativos de los preparados que puedan utilizarse en su institución, a continuación se dan ciertas informaciones de carácter general.

Oxido de etileno

El óxido de etileno fue inventado en 1859. A finales del decenio de 1920 era un preparado corrientemente utilizado para la fumigación de los cereales y en el decenio de 1950 se lo empleaba frecuentemente en museos, bibliotecas y archivos. Ballard y Baer han hecho un excelente estudio de la historia, la utilización, la eficacia y los riesgos que entraña el empleo del óxido de etileno8).

En 1984, la Occupational Safety and Health Administration OSHA (Adminis­tración de Seguridad en el Empleo y Salud Pública) publicó una nueva norma sobre la exposición al óxido de etileno a 1 ppm. Sobre la base de datos obte­nidos mediante experimentación en animales y en el ser humano, esa institución llegó a la conclusión de que la exposición al óxido de etileno "puede tener efectos carcinogénicos, mutagénicos, genotóxicos, reproductores, neurológicos

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y de sensibilización"^). Entre los imperativos de seguridad para utilizar ese gas figuran métodos de control a la exposición, equipo de protección personal, medición de la exposición de los empleados, capacitación sobre la utilización del gas (a menudo se requiere una licencia), vigilancia médica, signos y etiquetas, zonas reglamentadas, procedimientos de emergencia y regis­tro en fichas de antecedentes. La presencia del EtO no puede ser detectada por el ser humano sin la ayuda de mecanismos de vigilancia, hasta que llega a una concentración de 300 ppm, superior con mucho a la norma de 0SHA.10).

El óxido de etileno se conoce con varios otros nombres como: óxido de dimetilo, Carboxide, 1-2 Epoxythane, Oxyfume, Pennagas y Oxirane. Es altamente inflamable y por lo general se utiliza en una concentración del 10% junto con un gas portador.

Bromuro de metilo

El bromuro de metilo se utiliza sobre todo para la fumigación de plagas de insectos, y más particularmente de los de cascara dura, como los escaraba­jos. Aunque no es particularmente eficaz como preparado para la fumigación de los crecimientos de moho, a veces se lo utiliza como tal. Es un gas incoloro, transparente, fácilmente licuable. Se lo detecta fácilmente ya que tiene un olor fuerte semejante al del cloroformo. Es altamente tóxico por ingestión, inhalación o absorción cutánea. El nivel de tolerancia fijado por OSHA es de 5 ppm. El bromuro de metilo afecta el sistema central nervioso, el aparato respiratorio, la piel y los ojos. Por lo general, los efectos agudos se produ­cen entre 30 minutos y 6 horas después de la exposición y pueden consistir en convulsiones seguidas por un deceso debido a una deficiencia pulmonar y/o circulatoria. Por lo general, los efectos crónicos se limitan al sistema nervioso central; entre ellos figuran los dolores musculares, perturbaciones visuales, del habla y sensoriales y un estado de confusión mental.

No debe utilizarse el bromuro de metilo para fumigar materiales altamente proteicos ya que altera gravemente la estructura de las proteínas. Así, por ejemplo, cuando el cuero se fumiga con esta sustancia queda negro y quebradizo.

El bromuro de metilo también se conoce con las siguientes designaciones patentadas: Brom-0-Gas, Brozone, MeBr, Meth-0-Gas y Terr-0-Gas.

Fluoruro de azufre

Corrientemente se lo utiliza en el trópico para fumigar las termitas en los edificios. Incluso sin un dispositivo de vacío, su coeficiente de penetra­ción es muy elevado. Del mismo modo que el bromuro de metilo, no se lo conoce por su eficacia para eliminar el moho aunque a veces se lo utiliza con tal fin. Es un gas inodoro, incoloro e insípido que por lo general sólo pueden adquirir los fumigadores patentados. La norma de OSHA es de 5 ppm. No se lo ha sometido a una experimentación muy amplia y no se conocen sus efectos carcino-génicos ni reproductores. Puede ser ingerido por inhalación o absorción cutá­nea. Entre los efectos agudos figuran las náuseas, los vómitos y los dolores abdominales. Entre los efectos crónicos que produce figuran perturbaciones óseas y dentales; la experimentación con animales ha revelado enfermedades pulmonares y renales.

El fluoruro de azufre se designa corrientemente con la marca patentada Vikane.

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Timol

El timol es un cristal blanco con un olor y un gusto característicos. Se lo obtiene a partir del aceite de semilla de mastranzo y puede mezclarse con alcanfor en su forma cristalina. Es moderadamente tóxico por ingestión e inha­lación. Los estudios indican que la exposición a los vapores de timol pueden afectar el sistema nervioso central y el aparato circulatorio. No se ha fijado un nivel preciso de exposición mínima.

A veces el timol se utiliza en su forma gaseosa (obtenida mediante calen­tamiento de la forma cristalina para que libere vapor de timol) para la fumi­gación de pequeñas cantidades de materiales. Para poder manipularlos con segu­ridad después de la fumigación, los materiales deben airearse, preferentemente en una campana. Aunque así se elimina la protección residual del crecimiento del moho, los empleados y usuarios pueden utilizar los materiales con seguri­dad. Los empleados que deban manipular esos materiales inmediatamente después de la fumigación o en la zona de la cámara de fumigación deberán utilizar máscaras aprobadas para los productos químicos orgánicos. Para sacar los obje­tos de la cámara hay que llevar gafas y guantes pesados, impermeables al vapor.

Ortofenil fenol

El ortofenil fenol se considera apenas menos tóxico que el timol. En el índice Merck se lo describe como un "irritante levemente tóxico" cuando se inhala. En cambio, es moderadamente tóxico por ingestión. En su forma crista­lina es de color blanco o crema, soluble en alcohol. En varias publicaciones se recomienda reemplazar el timol por OPP para los usos normalmente dados al timol. Se han hecho relativamente pocas pruebas sobre la toxicidad del OPP y no se ha fijado una norma sobre el nivel de exposición.

Al término de sus experimentos, Haines y Kohler llegaron a la conclusión de que el ortofenil fenol no es un preparado demasiado eficaz. De los siete hongos sometidos a experimentación, la fumigación con OPP no detuvo completa­mente el crecimiento del moho, incluso al cabo de diez días de exposición constante al vapor, en condiciones controladas!!).

PUBLICACIONES CITADAS:

1) John H. Haines and Stuart A. Kohler. "An Evaluation of Ortho-phenyl phenol as a fungicidal fumigant for Archives and Libraries". Journal of the American Institute for Conservation. 25:1, Spring, 1986, pág. 54.

2) A. Baines-Cope. "The Choice of Biocides for Library and Archival Material". Biodeterioration of Materials. Walters and Hueck-Van der Plas, eds., pág. 392.

3) G.J.M. Van der Kerk. "The Chemical Approach to Diodeterioration Preven­tion: Retrospects and Prospects". Biodeterioration of Materials, Walters and Hueck-Van der Pías, eds., págs. 3-4.

4) Van der Kerk, pág. 10.

5) Carl J. Wessel. "Paper". Deterioration of Materials. Greathouse and Wessel, pág. 375.

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6) Baines-Cope, pág. 383.

7) John P. Barton and Johanna G. Wellheiser, eds. An Ounce of Prevention. Ontario, Toronto Area Archives Group Education Foundation, 1985, pág. 63.

8) Mary W. Ballard and Norbert S. Baer. "Ethylene Oxide Fumigation: Results and Risk Assessment". Restaurator. Vol. 7, 1986, págs. 143-168.

9) OSHA. Federal Register, Occupational Exposure to Ethylene Oxide. Final Standard 29CFR Part 1910 (June 22f 1984). Washington, D.C., EE.UU., Departamento de Trabajo, 1984.

10) Robert F. McGriffin. "A Current Status Report on Fumigation in Museums and Historical Agencies" Technical Report 4. Nashville, Term., American Association for State and Local History, 1985.

11) Haines and Kohler, págs. 49-55.

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VI. TRATAMIENTO

El tratamiento más eficaz en todos los casos, salvo en los más extremos, es modificar el medio ambiente y retirar el crecimiento de moho del objeto afectado. Si se las trata con la debida prontitud, la mayoría de las plagas de moho pueden controlarse sin recurrir a agentes para erradicarlas. Se necesita­rán preparados para fumigación sólo en los casos más extremos, por ejemplo, cuando se haya demorado mucho en iniciar el tratamiento al término de una gran catástrofe. Incluso en este caso, de disponerse de opciones como la congela­ción, puede suprimirse totalmente la necesidad de emplear ese tipo de prepa­rados.

La elección del tratamiento adecuado debe hacerse en función de un análi­sis previo del problema y de la naturaleza del material. Se emplearán métodos distintos en función de los diferentes medios y también se necesitarán distin­tos grados de tratamiento en función de la magnitud de la plaga.

A continuación se examinarán diversos tratamientos, muchos de los cuales incorporan de una manera u otra el procedimiento al vacío. Quizás éste sea uno de los medios más importantes para impedir y tratar el crecimiento del moho en los climas tropicales. La utilización de aspiradoras para retirar el creci­miento del moho de la superficie de los objetos es, en opinión de la autora, preferible a los demás tratamientos existentes actualmente. El vacío retira todos los elementos de la colonia (esporas, conidióforos y micelio) y los deja acondicionados pulcramente para su evacuación. No es un procedimiento tóxico y si se lo utiliza debidamente, no provoca deterioros estructurales ni químicos del objeto sometido al tratamiento. En todas partes hay aspiradoras y su utilización es económica. Incluso cuando no hay corriente eléctrica, pueden utilizarse con pilas. El principal inconveniente de la limpieza al vacío es que hay que manejar cada uno de los libros y que, por lo tanto, el tratamiento requiere mucho tiempo de los empleados.

El material y equipo necesario para eliminar el crecimiento del moho, según lo recomendado en el presente estudio, es bastante sencillo y debería encontrarse fácilmente en la mayoría de las regiones. Comprende lo siguiente:

En la presente sección se presentarán los tratamientos indicados para erupciones pequeñas, medianas y grandes y se incluirán sugerencias sobre el tratamiento de determinadas categorías de materiales como los libros, el papel sin encuadernar, el material fotográfico y la totalidad del local. Si desea familiarizarse con los procedimientos para tratar los casos de grandes catás­trofes, el lector podrá completar esta información con las publicaciones reco­mendadas .

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Ilustración n° 5

Material y herramientas de base para retirar el crecimiento de moho. 1) Aspiradora portátil con tubo flexible y accesorio para hendijas; se utilizará para retirar el moho de las tapas de libros. 2) Miniaspiradora para retirar el moho de superficies de papel. 3) Goma de borrar en polvo para limpiar la superficie de papel que sea demasiado quebradizo como para utilizar una aspiradora. 4) Pinceles blandos para retirar la goma en polvo de la superficie del papel. 5) Pinceles de acuarela de punta fina para retirar el moho de pinturas al pastel y otras superficies frágiles. 6) Pinzas de cirugía, de punta fina, que también pueden utilizarse para retirar el moho de la superficie de materiales delicados.

ERUPCIONES PEQUEÑAS - ALTO PORCENTAJE DE HUMEDAD RELATIVA, LOCALIZADO

A los efectos de la presente sección, se entenderá por pequeña erupción la que afecte, como máximo, a unos centenares de objetos. En una erupción pequeña, el moho ataca sólo a determinados objetos o a una parte determinada del edificio, los materiales no están realmente mojados y el crecimiento de moho es consecuencia de cambios del medio ambiente (por lo general, un aumento de la humedad relativa).

El tratamiento y la modificación del medio ambiente deben comenzar en cuanto se descubre el moho. Si se demora sólo unos pocos días, puede dejar de ser una erupción pequeña que afecte sólo a unos centenares de artículos y transformarse en una erupción moderada que altere a algunos miles de objetos.

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Libros

Por lo general las pequeñas erupciones de moho en materiales encuaderna­dos se producen exclusivamente en las tapas de los libros. Las más de las veces comienzan en el lomo del libro y menos a menudo en el cartoné o cerca del pliego de las hojas. Para tratar el moho que brota en la superficie de las hojas del libro se seguirán las recomendaciones que figuran más adelante sobre el material no encuadernado.

El crecimiento de moho debe retirarse de las tapas de los libros limpián­dolas con aspiradora que pueden ser de lo más pequeñas, de porte manual o de las de cápsula, con un tubo flexible. Ha de utilizarse el accesorio largo y fino destinado a limpiar hendijas y ranuras y no el corto y redondo provisto de un cepillo ya que, como atraparía y retendría las esporas, los conidióforos y el micelio, no pasarían a la bolsa-filtro. En cambio, el accesorio para las ranuras retirará el moho con mayor eficacia al concentrarse la mayor fuerza en una superficie relativamente pequeña. Lo mejor es una aspiradora de poca potencia. Las de un caballo y medio de fuerza serán más que suficientes. Las grandes aspiradoras comerciales o las que absorben materias secas y líquidas no deben utilizarse para limpiar uno a uno los objetos.

Como guía general, se recomienda lo siguiente:

• Deben examinarse los libros afectados y la zona circundante para determinar qué materiales han sido afectados y por qué.

• Han de apuntarse la temperatura y la humedad relativa en la proximidad inmediata y compararse con los datos correspondientes a esa zona para señalar cualquier cambio. De no existir esos datos, también deberán tomarse en las zonas cercanas que no están afectadas por la erupción. Las medidas correctivas deben comenzar en cuanto se haya determinado la naturaleza del problema.

• Los libros afectados deben manipularse lo menos posible al sacarlos de las estanterías. Si toca el moho, las esporas pasarán a las manos del empleado y el micelio penetrará en la superficie del libro. Los libros deben colocarse en una mesita rodante, parados, tal como estaban en los estantes. No hay que apilarlos ni llevarlos en la mano ya que de esa manera se dispersarían las esporas y las colonias de moho serían más compactas.

• El tratamiento de los libros afectados debe llevarse a cabo en una zona de trabajo donde exista bastante luz para examinarlos de cerca. El moho debe aspirarse de la superficie a medida que se vayan sacando los libros de la mesita rodante. Hay que limpiar todo el libro, por completo, ya que el micelio puede encontrarse incluso fuera de la zona obviamente afectada sin que se vea.

• Si el lomo del libro es hueco, hay que examinar su parte posterior para determinar si dentro del lomo se ha producido un crecimiento de moho. Para observar la zona media interior del lomo puede utilizarse una linterna. Si hay trazas de moho en el forro del lomo o en el adhe­sivo, se utilizará alcohol o un fungicida suave como el Lysol (que contiene ortofenil fenol) para limpiar el interior del lomo y la parte posterior del cuerpo del libro. Podrá utilizarse un hisopo de algodón en una varilla larga (para ello resultan útiles los pinchos para barbacoa, de madera o de bambú) para aplicar el fungicida. A continua­ción el libro deberá colocarse en sentido vertical, abierto, para que se seque completamente antes de cerrarlo y volverlo a poner en los estantes.

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No se aconseja utilizar alcohol ni Lysol en las tapas externas del libro ya que pueden causar manchas, modificar el color de la tela o afectar el brillo. Es preferible recurrir a la aspiración para sacar el moho de las partes externas del volumen.

• Hay que seguir vigilando las condiciones en la zona afectada con un psicrómetro o un higrotermógrafo registrador hasta que se haya resuelto el problema y las condiciones hayan vuelto a la normalidad. No habrá que volver a colocar en las estanterías los materiales que se hayan sometido a tratamiento hasta que no se hayan corregido las condiciones ambientales.

Materiales sin encuadernar (documentosf mapas, obras de arte)

Puede haber erupciones de moho en hojas de papel sin encuadernar expues­tas a una humedad relativa elevada o en materiales que se encuentren en espa­cios cerrados como armarios o marcos con vidrio, en los que se haya desarro­llado un microclima. Es menos probable que el moho se produzca en páginas de materiales encuadernados, siempre que no estén o no hayan estado mojados.

Ya que las hojas de papel sueltas no son bastante fuertes para soportar la potencia de una aspiradora normal sin sufrir perjuicios, hay que modificar los procedimientos antes descritos. Pueden utilizarse las miniaspiradoras destinadas a limpiar material fotográfico, electrónico u otros artefactos delicados para retirar el moho de la superficie de los documentos sin dañar el papel. De no contarse con miniaspiradoras, podrá improvisarse una (véase la Sección VII, Material y suministros).

Se recomienda seguir los siguientes pasos:

• Conviene trasladar los objetos afectados a una habitación de trabajo. De haber archivadores, durante el traslado éstos deben colocarse de pie, en cajas abiertas.

• Se actuará de la manera ya indicada para sypervisar las condiciones ambientales.

• Los objetos encuadrados deberán retirarse del cuadro y desechar los marcos de cartón y demás soportes, apuntando previamente toda informa­ción que figure en ellos. Debe limpiarse minuciosamente el vidrio con un producto destinado a ese fin o una solución diluida de amoníaco para uso doméstico y agua. Antes de volver a enmarcar el objeto, hay que limpiar minuciosamente el marco con la aspiradora.

• Las dos caras de las obras de arte, los documentos y mapas se limpia­rán con la miniaspiradora o aspiradora. Después de pasar la aspira­dora, hay que limpiar la superficie del objeto con goma de borrar en polvo, retirar los residuos que queden en la superficie después de utilizarla y limpiarse con una aspiradora pequeña de porte manual o de las de cápsula.

• Si un objeto es muy quebradizo, su superficie no debe limpiarse con aspiradora. En cambio, se invertirá el procedimiento antes descrito y se utilizará goma de borrar en polvo para limpiar la superficie, empe­zando por el centro y siguiendo hacia los márgenes en las cuatro direcciones. Los residuos se cepillarán y luego se pasará la aspira­dora; de esta manera el moho no se retirará tan profundamente como con una aspiradora pero sí se recogerá la mayor parte de las esporas y de micelio.

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Ilustración n° 6

Lámina de Audubon completa­mente enmohecida. Como puede producirse una erupción en la superficie de objetos enmarcados, se podrá retirar el moho utilizando una aspi­radora o miniaspiradora si la superficie del papel es fuerte y se sabe que las tintas y pigmentos son esta­bles. Retirando el moho a tiempo se reducirán las posibilidades de coloración.

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Las obras de arte al pastel, tiza u otros pigmentos friables no deben limpiarse con aspiradora. En esos casos, el moho debe levantarse de la superficie del objeto utilizando un pincel de punta fina y de cerda dura. Se utilizará una lupa incorporada a una vincha o un cristal de aumento para cerciorarse de que el moho se ha retirado e impedir que se altere la superficie. El moho recogido con el pincel tiene que retirarse de la cerda una vez que se haya limpiado cada parte con la aspiradora o miniaspiradora. Para los materiales delicados también pueden utilizarse pinzas de cirugía de punta muy fina.

Ilustración n° 7

Detalle de retrato al pas­tel en el que se ha reti­rado parcialmente el moho. El moho es selectivo y en este caso sólo ha habido una erupción en el pigmento negro utilizado para el cabello, las cejas y los ojos. Se retiró con un pin­cel de punta fina, sin alterar la superficie de la imagen.

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• Si el moho sólo ha afectado los bordes de material de archivos, pueden limpiarse utilizando la aspiradora provista del accesorio para ranuras que ya se ha mencionado. Si el crecimiento está muy difundido, habrá que deshacerse de los archivadores, tomando la precaución de copiar la información que figure en ellos y de conservarla junto con los artícu­los. Esos archivadores que no se volverán a utilizar tendrán que colo­carse en bolsas de plástico para basura y retirarse de la zona. Hay que cerciorarse de que el moho se ha eliminado completamente. Si exis­ten dudas sobre el alcance del crecimiento, habrá que limpiar cada hoja por separado con la miniaspiradora, como ya se ha indicado.

• Si ha crecido moho en cajones, armarios u otros espacios limitados, antes de volver a colocar los objetos en esos espacios hay que reducir la humedad relativa. Puede hacerse abriendo los cajones y armarios y utilizando ventiladores para secar la parte interna. A tales efectos también pueden emplearse desecantes, colocados en bandejas en la parte inferior de los armarios. En tal caso, deben supervisarse y volverse a regular cuando sea preciso. Si el problema parece ser recurrente, habrá que seguir aplicando las medidas destinadas a corregir las condiciones ambientales para mantenerlas. Los desecantes son el medio más efectivo para mantener en armarios y cajones una HR aceptable, una vez que se ha alcanzado.

Fotografías, negativos y microfilmes

Debido a la delicadeza de la emulsión que constituye la superficie del material fotográfico, el moho es más difícil de retirar y los riesgos de alte­rar la imagen durante la limpieza son mayores. La prevención es particular­mente importante en este caso. Como las más de las veces el desarrollo del moho en el material fotográfico es consecuencia de un microclima, habrá que ocuparse de las condiciones ambientales como ya se ha dicho. Al someter los distintos objetos a un tratamiento, habrá que distinguir entre las fotogra­fías, negativos o microfilmes contemporáneos y los antiguos. En este último caso, no habrán de utilizarse los preparados comerciales para suprimir o prevenir el crecimiento del moho de uso profesional.

• Habrá que supervisar y modificar las condiciones ambientales desde un comienzo.

• Hay que limpiar profundamente con la aspiradora las cajas o sobres donde se guardan estos materiales o, si el crecimiento de moho es grande, reemplazarlos.

• En primer lugar habrá que limpiar la cara del soporte que no está cubierta por la emulsión, vale decir, el papel, plástico o vidrio. Los soportes de papel de las fotografías se limpiarán con aspiradora según las instrucciones que ya se han dado para las obras de arte. Las pelí­culas plásticas contemporáneas, incluidos los microfilmes, deben limpiarse con un hisopo de algodón embebido en alcohol o con un pro­ducto para limpieza de películas, según las instrucciones del fabri­cante. Los negativos se limpiarán con alcohol o con hidróxido amónico diluido, teniendo cuidado de que la solución no esté en contacto con la superficie cubierta por la emulsión.

• La limpieza de la cara de los negativos cubierta por la emulsión debe llevarse a cabo en una mesa luminosa. El moho se separará de la super­ficie con un pincel de punta fina, como ya se ha dicho en la parte dedicada a las obras de arte al pastel o tiza. De existir algún riesgo de deteriorar aún más la emulsión mediante la limpieza, deberá dejarse el moho en la superficie y desactivarlo utilizando ventiladores para secar el aire y la superficie del material.

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• Eii las fotografías contemporáneas, la cara de la emulsión puede limpiarse con los productos comerciales para películas. En cambio, para las fotografías antiguas se seguirán las instrucciones relativas a las obras de arte de papel. Nunca habrán de utilizarse soluciones a base de agua sobre la emulsión de las fotografías deterioradas ya que si el hongo ha ablandado la emulsión, el agua la separará del soporte.

La totalidad del local

En una erupción relativamente menor, por lo general basta con mejorar la aireación para reducir la humedad relativa y la temperatura en la zona circun­dante, lo que podrá lograrse utilizando sólo ventiladores o ventiladores y deshumidificadores. Si los problemas se reiteran, habrá que cambiar la dispo­sición del local para mejorar la circulación del aire. Las medidas exactas que deban tomarse para corregir un problema de microclima dependen del análisis de la situación en el momento en que se produce la erupción.

ERUPCIOHES MODERADAS - PERIODOS EXTENSOS Y PROLONGADOS DE HUMEDAD RELATIVA 0 DE PEQUEÑAS INUNDACIONES

En el presente contexto se define una erupción moderada como la que afecta a pocos cientos de artículos mojados o varios miles de artículos secos pero enmohecidos que se encuentren en todo el edificio. Según lo que suceda sea una u otra cosa, se recomiendan dos tipos de medidas.

Artículos secos enmohecidos

La opción más viable para tratar el crecimiento de moho resultante de periodos prolongados de humedad relativa que afecte a una proporción conside­rable de la colección de la biblioteca es reducir la temperatura y la humedad relativa mejorando la aireación. Si los libros afectados son demasiado numero­sos como para trasladarlos a un local de trabajo, se los limpiará con aspira­dora en las propias estanterías. Se abrirán los armarios y cajones y su conte­nido se limpiará con aspiradora. Tendrán que dejarse abiertos hasta que se haya alcanzado un nivel aceptable de HR y se controle la situación. Deben vigilarse las condiciones climáticas en todas las zonas afectadas de la biblioteca. Todos los objetos que, según se estime, merezcan una atención especial, deberán manipularse según las instrucciones referidas en la sección sobre las erupciones pequeñas.

Artículos mojados

En una serie de publicaciones se han tratado pormenorizadamente los procedimientos para recuperar grandes números de artículos mojados. Se reco­miendan especialmente Procedures for Salvage of Water-Damaged Materials-*-) y An Ounce of Prevention^). Para manipular y tratar los materiales mojados han de seguirse esas recomendaciones. En cambio, las que figuran a continuación se centran en la prevención del crecimiento del moho durante el tratamiento y el secado de los artículos mojados, como resultado de una inundación localizada.

La inundación localizada puede ser producto del estallido de tuberías, pérdidas de los techos, paredes o ventanas o de desagües tapados o de una inundación en las zonas más bajas del edificio. Si se trata de una inundación de aguas fluviales o de cualquier forma de obstrucción de desagües se tomarán precauciones para proteger a los obreros de los posibles riesgos de infección y enfermedad.

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Libros

A continuación figuran ciertas recomendaciones de carácter general.

• La primera prioridad y lo que debe hacerse lo antes posible, es reti­rar los objetos mojados de la zona inundada. A continuación debe achi­carse el agua estancada. Si se la deja en ese lugar, seguirá habiendo una humedad relativa elevada en toda la zona y podrá haber una erup­ción de moho en artículos que no habían estado directamente afectados por la inundación. Podrá vaciarse el agua mediante bombas, aspiradoras para sólidos y líquidos o cubos y fregonas. Habrá que instalar venti­ladores para reducir la humedad relativa y provocar una aireación suficiente.

• Los objetos mojados deberán trasladarse a una vasta zona seca donde los ventiladores puedan funcionar durante las 24 horas del día para acelerar el secado y reducir las posibilidades de que el moho crezca.

• Los artículos deberán ponerse a secar sobre mesas. Habrá que evitar el secado de los libros en el piso porque a esa altura la circulación del aire será menor. Si el proceso de secado lleva varios días, el mate­rial que se encuentra en el piso será más vulnerable a los insectos y se dificultará la manipulación de los materiales y los desplazamientos por la habitación.

• Durante el proceso de secado, habrá que ocuparse constantemente de los materiales: se deberán volver las páginas y reemplazar frecuentemente el material de interpaginación para lograr un secado relativamente uniforme. Si hay que volver a utilizar esas páginas intercaladas, habrá que colgarlas para que se sequen. De lo contrario, se las colo­cará en bolsas de plástico y se lad retirará de esa zona.

• A medida que los artículos se sequen, se los irá sacando de la habita­ción de trabajo. Habrá de inspeccionarse minuciosamente cada artículo para cerciorarse de que está completamente seco antes de trasladarlo a un local de almacenamiento.

• Si ha habido un desarrollo de moho, los artículos deberán limpiarse con aspiradora cuando estén bastante secos. Ni deberá intentarse limpiar con aspiradora materiales muy mojados.

• Si hay demasiados artículos en relación con el personal disponible o si se demora el inicio del proceso de secado de algunos artículos podrá ser necesario recurrir a la refrigeración.

Materiales sin encuadernar

• Los artículos mojados deben trasladarse a las zonas de secado tan pronto como sea posible. Las hojas sin encuadernar se someterán a tratamiento en una zona aparte, lejos de los materiales encuadernados, lo que permitirá un mejor aprovechamiento del espacio y un secado más rápido.

• El material de enmarcado debe retirarse y desecharse, si es posible, sin dañar el objeto^). La información pertinente podrá copiarse y conservarse junto con el mismo. Si éste está enteramente montado en cartón, ni siquiera habrá que intentar separarlo del soporte, a no ser que sea evidente que el adhesivo es soluble en agua y que el artículo ya esté parcialmente despegado. De ser así, se retirará el soporte

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capa por capa. No se intentará despegar el objeto de su soporte. Si los materiales tienen que secarse en su soporte de cartón, deberá dedicárseles especial atención durante todo el proceso de secado ya que éste será más lento y la presencia del adhesivo podrá aumentar las posibilidades de erupción.

• Las distintas hojas se distribuirán en distintas mesas para que se sequen y se darán vuelta frecuentemente en cuanto estén bastante secas como para que se las pueda manipular con seguridad. Si hay problemas de espacio, pueden construirse bandejas con planchas de fibra de vidrio y marcos de madera, y apilarse, siempre que quede bastante espacio entre ellas como para que el aire pueda circular.

• Los objetos enrollados deben desenrollarse cuidadosamente una vez que estén en la zona de secado. Si hay varios objetos enrollados juntos habrá que separarlos cuidadosamente para el secado.

• Debe tenerse cuidado al ubicar los ventiladores: deberá lograrse una buena circulación del aire pero éste no tendrá que dar directamente en los objetos que se estén secando ya que los papeles que estén parcial­mente secos podrán volarse y desgarrarse si reciben el aire de un ventilador mal colocado. El aire deberá dar constantemente por encima y por debajo de los materiales pero no directamente sobre ellos.

• Los documentos que se encuentren en archivadores podrán secarse verti-calmente en los archivadores, si sólo están mojados los bordes supe­riores. Si al contrario, todo el archivador o la parte inferior está mojada, hay que abrirlos y separar su contenido para que se seque.

• El material debe retirarse de la habitación en cuanto esté completa­mente seco. De quedar restos de fango o trazas de moho, habrá que limpiarlos con la miniaspiradora y con goma de borrar en polvo, como ya se ha descrito.

En el caso de los objetos de papel sin encuadernar afectados por la inun­dación, por lo general no es preciso someterlos a refrigeración. Como secarán con mayor rapidez, habrá que ocuparse inmediatamente de las hojas de papel no encuadernadas, escogiéndose los materiales cuyo secado necesite varios días o semanas, con objeto de refrigerarlos. Esos artículos refrigerados pueden secarse a continuación aumentando su número, en la medida en que vayan aumen­tando el espacio y el tiempo de los empleados.

Fotografías, negativos y microfilmes

La emulsión de gelatina presente en el material fotográfico es particu­larmente vulnerable al agua. La emulsión de las copias en blanco y negro y los negativos pueden tolerar aproximadamente tres días de inmersión antes de comenzar a despegarse del soporte. En cambio, las fotografías y los negativos de color empiezan a separarse al cabo de sólo 48 horas^). Del mismo modo que los materiales de papel sin encuadernar, estos objetos deben recibir un trata­miento prioritario, particularmente en lo que se refiere a su desplazamiento de las zonas inundadas.

• El material fotográfico mojado debe sacarse de las cajas o sobres en los que se guarda lo antes posible. Esos embalajes tendrán que secarse por separado o desecharse después de haber copiado la información que contengan.

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• Antes de sacar las fotos, habrá que enjuagarlas con agua limpia para retirar las trazas de lodo o de escombros. No habrá que tratar de limpiar ni cepillar los residuos de la emulsión del material fotográ­fico mojado.

e En el caso de los microfilmes, que no habrá que desenrollar de sus ' carretes, habrá que sujetarlos a una cuerda para que se sequen por la

tira de la película que no tiene imágenes. Los negativos flexibles podrán manipularse del mismo modo.

• Las fotografías y los negativos en placas de vidrio deben secarse al aire, de plano, con la cara de la emulsión hacia arriba. No habrá que ponerlos boca abajo ni volverlos hasta que la cara de la emulsión esté completamente seca.

El moho en la totalidad del local

En la mayoría de los casos de inundación localizada, bastará con retirar el agua estancada y utilizar ventiladores para que el local pueda volver a la normalidad. Deben supervisarse detenidamente las condiciones ambientales para cerciorarse de que la humedad relativa ha vuelto a un nivel adecuado, antes de instalar los objetos nuevamente. Habrá que verificar frecuentemente el mate­rial en las semanas siguientes para detectar cualquier erupción de moho en artículos que no hayan estado completamente secos.

De haber trazas de crecimiento de moho en sus superficies, los estantes y armarios podrán frotarse con alcohol o Lysol. Sólo se necesitará esterilizar la zona si se sospecha que el agua ha sido contaminada por aguas servidas. Esta operación debe estar a cargo de fumigadores profesionales y patentados; los empleados y usuarios no deberán volver a los locales hasta que hayan sido perfectamente aireados.

ERUPCIONES GRANDES - GRANDES INUNDACIONES Y EXPOSICIÓN PROLONGADA

Por lo general, incluso » en el trópico, las grandes erupciones de moho están relacionadas con catástrofes naturales de algún tipo. A menudo se produ­cen averías en el edificio y se cortan servicios auxiliares básicos como la electricidad y el agua, demorando durante días e incluso semanas el comienzo de las operaciones de recuperación. Lo mejor que se puede hacer para facili­tarlas en la mayor medida posible es fijar un plan debidamente formulado para casos de grandes perjuicios a los edificios y colecciones. Deben establecerse contactos con particulares y empresas que puedan prestar el material y los servicios necesarios antes de que se produzca la catástrofe; de lo contrario, prácticamente no se podrá contar con ellos. En esa lista figurarán los números y direcciones a los que se pueda recurrir durante la noche y los fines de semana ya que las catástrofes no suelen producirse durante el horario de oficina. No hay nada que pueda reemplazar un plan para catástrofes debidamente formulado.

Prioridades y planificación

Las decisiones sobre las partes de la colección que deben considerarse prioritarias en las operaciones de rescate deben tomarse con antelación. Habrá que sacrificar el material que pueda reemplazarse y prestar atención, en cambio, al material insustituible. Por lo general, se concede la prioridad a los manuscritos inéditos, objetos particularmente valiosos desde el punto de

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vista financiero e histórico así como a los materiales que tengan una impor­tancia local o regional. Los periódicos recientes, los objetos que existan en muchas otras instituciones y las colecciones de importancia periférica para la función de la institución deben considerarse sustituibles o prescindibles. La experiencia ha demostrado que esas decisiones no se pueden tomar en el momento de la catástrofe, cuando la sorpresa y el abatimiento tienden a trastornar a empleados y administradores. Un plan para catástrofes en el que se mencione detalladamente la prioridad asignada a las distintas partes de la colección puede garantizar el rescate de los objetos más importantes, incluso en las peores circunstancias.

En ese plan deberán constar los siguientes elementos:

• Las partes de la colección que deben considerarse prioritarias para el rescate y el tratamiento y el orden en que deben retirarse.

• La forma en que se recuperará cada uno de ellos, esto es, secado al aire, congelación o secado por congelación.

• Quién se encargará de supervisar la recuperación de cada una de las partes de la colección.

Se impartirá a todos los funcionarios una capacitación que les permita supervisar a los voluntarios en las operaciones de rescate y se organizarán cadenas de mando y comunicación, claramente establecidas. Siempre que sea posible, la biblioteca deberá tener el equipo y los suministros necesarios, uno o más generadores, aspiradoras, ventiladores, recipientes plásticos para leche y bandejas para retirar el material mojado y una reserva de plástico duro, planchas de fibra de vidrio y papel absorbente del empleado para toallas o una reserva de papel de prensa sin imprimir.

También deben formar parte del plan para catástrofes las fuentes de otros materiales e instalaciones, a los que deben tener acceso varios funcionarios de rango superior. Habrá de tomarse la precaución de dejar ejemplares del plan para catástrofes en locales que estén fuera de la institución.

Siempre que sea factible, los procedimientos elementales de recuperación como el secado al aire y el tratamiento preliminar tendrán que llevarse a cabo en el propio lugar. En efecto, dadas las dificultades que supone trasladar grandes cantidades de material mojado son mayores los riesgos de que éste sufra daños y menor el número de empleados que podrá hacer frente en el lugar a cualquier problema imprevisto. Sólo habrá de utilizarse otro local si el edificio ha quedado tan dañado por la catástrofe que ya no queda ningún lugar cubierto, relativamente seco. Resulta útil contar con un plan auxiliar en el que se consiguen las posibilidades de acceso a otro local aunque sólo habrá que usarlo si es absolutamente imprescindible.

En cuanto pueda tenerse acceso al edificio, habrá que retirar los objetos por orden de prioridad. Los que se trasladen al local de secado al aire o a los refrigeradores deberán someterse a los procedimientos indicados en las publicaciones sobre la recuperación del material. Las recomendaciones que se hacen a continuación se centran en las medidas que pueden ayudar a impedir el crecimiento del moho en los objetos que habrán de ser retirados y tratados posteriormente.

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Prevención del crecimiento de moho en el propio lugar

• Siempre que sea posible deberá retirarse el material seco que perma­nezca en el local por encima de la línea de la inundación. Habrá que empaquetarlo holgadamente en recipientes plásticos para leche y apilarse en una zona seca, suficientemente ventilada. Como habrán absorbido la humedad del aire no habrá que colocarlos en contenedores cerrados porque podrían aparecer cubiertos de moho.

• Habrá que retirar lo antes posible el agua estancada en todas las zonas del edificio.

• En cuanto los locales estén bastante secos como para que se puedan conectar con toda seguridad artefactos eléctricos se instalarán los ventiladores; se los mantendrá encendidos continuamente durante las operaciones de rescate. De contarse con deshumidificadores, se utili­zarán conjuntamente con los ventiladores.

• Si el material seco debe permanecer en las zonas donde estén colocadas las estanterías, en cuanto se instalen los ventiladores, habrá que separarlos, en los propios estantes, para aumentar la aireación y acelerar el proceso de secado.

• Deben retirarse las alfombras y cortinados que retienen el agua y contribuyen a mantener una elevada humedad relativa en la zona.

• Si el edificio está concebido de tal manera que se aprovecha la venti­lación natural, hay que abrir las ventanas lo antes posible para aumentar la circulación del aire en todo el edificio.

• Hay que inspeccionar frecuentemente el edificio y los materiales para detectar todo indicio de crecimiento de moho lo antes posible. De descubrirse éste, no habrá que escatimar esfuerzos para aumentar la aireación de la zona y reducir la temperatura y la humedad relativa.

Sólo deberá fumigarse el local con un preparado especial como último recurso. No hay garantías de que la fumigación impida el -crecimiento de moho en la colección y confiar sólo en ese procedimiento puede dar una falsa noción de seguridad. También puede resultar peligrosa para los que manipulan los materiales posteriormente durante las operaciones de recuperación.

Congelación

En las catástrofes importantes, no será posible someter al secado al aire a todo el material afectado debido a limitaciones de tiempo, espacio y perso­nal. La congelación constituye la mejor protección para el material mojado que no puede secarse en un plazo razonable. De ser necesario, los objetos pueden permanecer congelados durante meses mientras se toman decisiones sobre el secado y el tratamiento. Si están embalados por separado, pueden descongelarse y secarse al aire en la medida en que lo permitan los funcionarios y los loca­les. Los contenedores refrigerados del tipo utilizado para el transporte al extranjero pueden instalarse en el local y mantenerse, durante todo el tiempo necesario, con generadores de corriente externos. La utilización de locales comerciales de refrigeración de la zona también puede ser un recurso; no obstante, cabe señalar que en virtud de los reglamentos sanitarios no siempre será posible utilizar a esos efectos un espacio normalmente destinado a la conservación de alimentos.

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Secado

Actualmente sólo existen tres métodos viables para secar grandes cantida­des de material mojado. En efecto, el secado al aire, la vacuocongelación y el secado al vacío son los únicos métodos de eficacia probada. Cada uno de ellos presenta ventajas e inconvenientes y, por lo general, hay que recurrir a una combinación de los métodos para tratar los distintos materiales que resultan dañados en una catástrofe de gran envergadura. Los resultados de los experi­mentos con hornos de microondas y otros métodos exóticos de secado son menos que satisfactorios y a menudo han causado aun más perjuicios al material.

El secado al aire es eficaz, si se cuenta con el debido espacio, las condiciones ambientales y el personal, pero es relativamente lento y requiere mucho tiempo de trabajo. Hay que vigilar constantemente el material mojado y dedicarle atención para cerciorarse de que los artículos se sequen completa­mente en el menor tiempo posible. La humedad relativa ambiente debe ser infe­rior a la de los materiales y tiene que haber una buena aireación para que el secado al aire sea eficaz. Cuando es posible utilizar este método, se lo reco­mienda para los objetos que merezcan la mayor prioridad. En general no es posible tratar de esta manera a todos los objetos deteriorados por una gran catástrofe y la mayoría de ellos tendrá que ser congelada en espera de que se los someta al secado ulteriormente.

La vacuocongelación es costosa y requiere un equipo especializado pero tiene la ventaja de que se puede suprimir el agua de los objetos refrigerados previamente sin descongelarlos, reduce las distorsiones y las posibilidades de que haya una erupción de moho. El agua pasa directamente del estado sólido al gaseoso y es aspirada al vacío. Este es el método más eficaz para secar gran­des cantidades de material mojado. Las bibliotecas y archivos que preparen planes para catástrofes deben verificar si esos servicios existen en la zona y, de ser posible, tomar disposiciones para utilizarlos en casos de emergen­cia. En general, las fábricas de alimentos disponen de instalaciones de vacuo-congelación; se precisará una autorización especial de los ministerios de salud pública para poder utilizarlas.

El secado al vacío elimina el agua en su estado líquido; durante el proceso de secado al vacío el material previamente congelado se descongela parcialmente. Se vierte aire caliente y seco en la cámara y el agua se aspira. Este procedimiento es sensiblemente más lento que la vacuocongelación y presenta ciertos riesgos de que se produzcan erupciones de moho y mayores daños a los materiales solubles en agua. También es bastante más perjudicial para los materiales que la vacuocongelación.

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2) John P. Barton and Johanna G. Wellheiser, eds. An Ounce of Prevention. Ontario, Toronto Area Archivists Group Education Foundation, 1985.

3) Marilyn Kemp Weidner. Instructions on How to Unframe Wet Prints. Cooperstown, N.Y., New York State Historial Association Library, 1973.

4) Barton and Wellheiser, pág. 69.

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VII. EQUIPO Y SUMINISTROS

La siguiente lista de equipo y suministros pretende ser una guía general. Gran parte de esos implementos se necesitan para conservar la colección y para hacer frente a situaciones de emergencia. Las bibliotecas deberían adquirir ese material y guardarlo en sus locales. Otros, en cambio, sólo se precisan en situaciones de emergencia y pueden ser alquilados o arrendados. Las institu­ciones tienen que determinar las fuentes locales de equipo y suministros como parte del plan para catástrofes. La sección de clasificados de la guía telefó­nica es una excelente fuente de información sobre las posibles fuentes de material, equipo y servicios.

EQUIPO DE VIGILANCIA

Toda biblioteca debe contar con un equipo destinado a vigilar la tempera­tura y la humedad relativa. El número y tipo de mecanismos de vigilancia nece­sarios dependerá del tamaño y de las necesidades singulares de cada institu­ción. Si sólo puede adquirirse un número limitado de aparatos de este tipo, deberán ser portátiles y habrá que establecer un calendario para supervisar todos los locales del edificio. Se necesita un psicrómetro para calibrar los demás mecanismos que siempre deben formar parte del equipo de vigilancia nece­sario.

Psicrómetros

Los psicrómetros miden la temperatura y la humedad relativa mediante un sistema de termómetro seco y termómetro húmedo. El primero indicará la tempe­ratura ambiente; la humedad relativa se determinará por la diferencia entre ambos termómetros. Existen modelos manuales y.otros provistos de motor.

Higrómetros

Los higrómetros miden exclusivamente el porcentaje de humedad relativa; no registran los datos obtenidos y deben ser controlados periódicamente por los empleados. Hay modelos de pared y otros portátiles.

Higrotermógrafos

Los higrotermógrafos, que miden la temperatura y la humedad relativa, no registran los datos y deben ser supervisados por los empleados. Existen mode­los de pared y otros portátiles, con base.

Higrotermógrafos registradores

Este tipo de higrotermógrafos mide la temperatura y la humedad relativa y las registra en un gráfico de papel amovible. Pueden consignar los datos durante 24 horas, siete días o un mes. Existen modelos de pared y portátiles.

Véase la sección de Clasificados, bajo el epígrafe:

Material y suministros de laboratorio

Aparatos e instrumentos científicos

PREVENCIÓN

La mayor parte del equipo necesario para impedir las erupciones de moho puede conseguirse fácilmente en distintos tipos de proveedores.

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Ventiladores

Puede ser necesario contar con diversos ventiladores para modificar eficazmente las condiciones ambientales y lograr una aireación y ventilación adecuadas. Habrá que completar la instalación de ventiladores fijos en las paredes, techos y ventanas con ventiladores portátiles que puedan trasladarse, según proceda, a las partes del edificio en que se planteen problemas. También se necesitan ventiladores durante las emergencias, tanto para mantener la aireación en los locales destinados al secado y al tratamiento como para aumentarla en los locales inundados, mientras se retira el material dañado por el agua. En las bibliotecas de las zonas tropicales los ventiladores nunca estarán de más.

Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Ventiladores eléctricos

Ventiladores, ventilación y evacuación

Equipo de ventilación

Aspiradoras

Para la limpieza y el matenimiento habitual de las colecciones, se reco­miendan las aspiradoras portátiles, de cápsula o de porte manual. Tienen que estar provistas de un tubo flexible y de diversos accesorios. Para la limpieza general puede utilizarse el accesorio con cepillo. En cambio, para retirar el moho, se recomienda utilizar el accesorio especial para ranuras. Las aspirado­ras utilizadas para limpiar los objetos de las colecciones no deben tener una potencia superior a un caballo y medio de fuerza.

Deshumidificadores

Los deshumidificadores podrán ser portátiles o fijos. En general, los sistemas permanentes serán más eficaces y rentables pero su instalación es cara. Los sistemas portátiles son útiles para corregir problemas localizados así como en las situaciones de emergencia. El tipo de sistema escogido depen­derá de las condiciones ambientales imperantes, según se hayan determinado en un programa de vigilancia, previo a la compra.

Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Equipo de deshumidificación

Productos químicos para la deshumidificación

Desecantes

En los climas tropicales húmedos los desecantes son útiles para mantener microclimas dentro de los registros y armarios. Los hay de diversos tipos y capacidades de absorción tanto en los proveedores de artículos científicos como en los de productos químicos. El gel de sílice se utiliza corrientemente en los Estados Unidos y en Europa mientras que las bolitas Nikka son más comu­nes en Asia. Los desecantes no deben colocarse en contacto directo con los libros o papeles; habrá que encerrarlos en bandejas o bolsitas de tela de trama fina.

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Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Productos químicos de deshidratación

Compuestos para el secado

Gel de sílice

Climatizadores

La reducción de la temperatura a la que se alamacenan las colecciones es benéfica porque prolonga la vida del papel y de los demás materiales presentes en los libros pero puede causar problemas en las zonas en las que la humedad relativa es elevada. Antes de instalar climatizadores, hay que vigilar minu­ciosamente las condiciones ambientales para cerciorarse de que la humedad relativa no alcance niveles peligrosos. Habrá que consultar a los especialis­tas del lugar en materia de calefacción y refrigeración para determinar cuál es, dentro del equipo disponible, el que modificará con mejores resultados la temperatura y la humedad relativa.

Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Equipo y sistemas de climatización

Cámaras de climatización

Contratistas de sistemas de ventilación

Calidad del aire

Aunque el filtrado del aire para suprimir determinadas partículas puede reducir los casos de crecimiento de moho, no basta para eliminarlo totalmente. Habrá que consultar a especialistas locales en ventilación para lograr el mayor grado de filtración posible sin interferir con la aireación.

Si se procede a la fumigación en el local se necesitarán monitores que proporcionen datos exactos sobre el nivel de los vapores tóxicos que permanez­can en el lugar o en los materiales.

Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Equipo para la limpieza y la purificación del aire

Sistemas de control bacteriológico

Filtros - aire

TRATAMIENTO

El equipo necesario para retirar el crecimiento de moho se adquirirá y mantendrá en condiciones de funcionamiento en todas las instituciones de las zonas tropicales. Por lo menos habrá de capacitarse a un funcionario y encar­gársele el tratamiento y la supervisión de los demás empleados en caso de que se produzca una erupción moderada o grande.

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Aspiradoras

Para retirar el moho de la tapa de los libros habrá que utilizar aspira­doras de porte manual o de cápsula, de poca potencia. Se empleará el accesorio para la limpieza de las ranuras y no el que termina en un cepillo. Las aspira­doras que se elijan deberán ser de las que están provistas de sacos desecha-bles de papel y no de tela. Véase la sección sobre la prevención, supra.

Miniaspiradoras

Las miniaspiradoras se utilizarán para retirar el moho de la superficie del papel. Resultan más útiles cuando el moho no es un problema recurrente. La mayoría de los modelos puede funcionar con corriente eléctrica o con pilas. Se encuentran en los proveedores de material fotográfico y electrónico.

Aspiradoras de vacío

Del mismo modo que las miniaspiradoras, las aspiradoras de vacío se utilizan para eliminar las colonias de moho de la superficie de libros y de papel. Son más eficaces que las miniaspiradoras y se amortizan fácilmente cuando el moho es un problema recurrente.

Las aspiradoras de vacío son relativamente fáciles de fabricar. Se nece­sitan los siguientes elementos:

1. Una pequeña bomba neumática con un regulador.

2. Un tubo de plástico claro de unos 92 centímetros de longitud con un diámetro apropiado para que entre en la toma de la bomba neumática.

3. Dos secciones de tubo de vidrio de un diámetro interior de 6 milí­metros, uno de aproximadamente 20 mm de largo y el otro de aproxima­damente 10 mm.

4. Una botella Erlenmeyer de 1.000 mi.

5. Un tapón de goma con dos agujeros, para la boca de la botella.

6. Un tubo claro de un diámetro interior adecuado para conectarlo al tubo de vidrio, de 1,52 m de largo.

7. Un cuentagotas al que se habrá retirado la válvula de aspiración.

Es preferible utilizar un tubo de plástico claro o transparente ya que podrá controlarse si las esporas crecen en la pared interna del tubo y, de ser necesario, cambiarlo. Obviamente, de no disponerse de un tubo transparente, podrá utilizarse uno de caucho o de plástico opaco. Si el diámetro de la toma de aire y la del tubo de vidrio no coinciden podrán utilizarse las juntas apropiadas.

La aspiradora se monta conectando el tubo de plástico de unos 92 centíme­tros de largo a la válvula de aire del regulador de la bomba neumática. El otro extremo del tubo se conecta con el tubo de vidrio de 10 mm que a su vez se inserta en uno de los agujeros del tapón de goma. El tubo de plástico de 20 mm de largo se conecta con el tubo de vidrio de 1,52 m de largo que a su vez se embute en el otro agujero del tapón de caucho. A continuación ese tapón se coloca en la boca de la botella. El extremo más ancho del cuentagotas se inserta en el extremo libre del tubo de 1,52 m de largo. El cuentagotas y el tubo formarán un diminuto aspirador al vacío. El moho se recogerá en la bote­lla. La boca del cuentagotas deberá estar pulida, de ser preciso con papel de lija, si presenta irregularidades. Cuando se conecta la bomba neumática, podrá regularse la fuerza ajustando la toma de aire.

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Ilustración n° 8

Aspirador de vacío. A la izquierda, bomba neumática, en el centro el regulador y a la derecha, la botella, los tubos y el cuentagotas.

Durante una urgencia, cuando la corriente eléctrica puede faltar durante días o semanas, podrá improvisarse una aspiradora neumática utilizando un grifo. Se necesita un accesorio especial para el grifo, denominado trompa de vacío, que puede obtenerse en los proveedores de productos químicos. Se crea un vacío mediante la circulación del agua a través del grifo y su fuerza puede regularse aumentando o disminuyendo el volumen de agua. El tubo flexible de 92 centímetros de largo habrá de conectarse con la apertura de la trompa de vacío, en un extremo y con la botella de Erlenmeyer del otro, como ya se ha descrito. El departamento de química de toda universidad o colegio local podrá prestar asistencia para fabricar una aspiradora neumática. Son sencillísimas de fabricar y utilizar pero más bien difíciles de describir:

Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Equipo y material de laboratorio

Aparatos e instrumentos científicos

Lupas

La utilización de una lupa ayudará a retirar completamente el crecimiento de moho. Lo ideal sería un microscopio para disección provisto de una base ajustable, de brazo largo que no existirá en la mayoría de las bibliotecas. La ventaja que presenta una lupa provista de una vincha es que el nivel de ampliación es aceptable y deja ambas manos libres. Si no se dispone de ningún otro aparato, podrán utilizarse lupas manuales.

Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Microscopios

Lentes de aumento

Material y suministros para artistas

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Pinceles

Se necesitará un juego de pinceles. Se utilizarán pinceles para acuarela de punta fina para retirar el crecimiento de moho de la superficie de cuadros al pastel y otros materiales frágiles. En cambio se utilizarán pinceles anchos, de pelo de conejo, para la limpieza habitual y para retirar los restos de goma de borrar en polvo. Esos pinceles para polvo no se utilizarán para retirar el crecimiento de moho.

Véase la sección de Clasificados, bajo la rúbrica:

Material y suministros para artistas

Goma de borrar en polvo

Se recomienda utilizar la goma de borrar en polvo para retirar el creci­miento de moho de los papeles frágiles. Puede encontrarse en la mayoría de los almacenes que venden artículos para artistas y dibujantes. Si no se la encuen­tra en polvo, podrán cortarse las gomas de dibujo en pequeños cuadrados y reducirse en un molinillo, obteniéndose diferentes grados o tamaños, desde las relativamente gruesas hasta las muy finas. Las más gruesas se utilizarán antes para recoger el micelio del papel y luego se emplearán las más finas para suprimir las esporas restantes.

Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Material y suministros para artistas

Equipo y suministros para dibujantes

Pinzas

Podrán utilizarse pinzas de disección o quirúrgicas de punta muy fina para despegar el moho de las superficies frágiles y de los dibujos al pastel.

Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Equipo y suministros de laboratorio

Aparatos e instrumentos científicos

Equipo y material para médicos y cirujanos

TRATAMIENTO DE EMERGENCIA

Antes de que se produzca una emergencia habrá que hacer una lista de los proveedores y de las personas con las que se puede entrar en contacto para procurarse equipo de emergencia; las listas y los números de teléfono deberán colocarse en varios lugares, dentro y fuera de la institución.

Bombas y otros equipos para vaciar el agua

Hay que contar con bombas y aspiradoras capaces de retirar productos sólidos y líquidos para vaciar el agua después de una inundación. A veces ese material puede alquilarse; la lista de los eventuales proveedores se debe hacer cuando se prepare el plan para catástrofes.

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Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Alquiler de equipo y herramientas

Almacenes de alquiler

Distintos artículos - Alquiler

Instalaciones de congelación y almacenamiento en frío

Las instalaciones de almacenamiento en frío pueden utilizarse en casos de emergencia aunque por lo general es necesario haber establecido contactos previamente y a menudo no es posible obtener un acceso inmediato a ellas. La utilización de contenedores para transporte refrigerados para congelar y alma­cenar material dañado por el agua puede ser más viable.

Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Almacenes - Almacenamiento en frío

Contenedores para el flete

Camiones

Alquiler v arriendo de camiones

Equipo para la refrigeración de camiones

Equipo para la vacuocongelación y el secado por congelación

Los proveedores habituales de estos equipos y servicios son los fabrican­tes de alimentos aunque no existirán en todas las regiones. Para números rela­tivamente pequeños de objetos (menos de 1.000) podrán utilizarse los congela­dores domésticos sin escarcha. También podrá recurrirse a congeladores sin escarcha más grandes, de uso comercial.

Véase la sección de Clasificados, bajo las rúbricas:

Alimentos - Alimentos deshidratados - Mayoristas v fabricantes

Equipo de refrigeración - Refrigeradores y congeladores comerciales -Vendedores

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