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La Teoría de la Visibilidad Formal de Heinrich Wollflin (1864 – 1945)

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La Teoría de la Visibilidad Formal de Heinrich Wollflin

(1864 – 1945)

Heinrich Wölfflin ha constituido para varias generaciones de estudiosos, conocedores y críticos de arte un texto

fundacional sobre el arte del Renacimiento, en particular el de su período de mayor definición y esplendor- el siglo XVI - y aún hoy es una referencia ineludible para comprender

aquella producción en su verdadera naturaleza y en su real proceso creativo.

La mayor preocupación de Wölfflin consistía en llegar a explicar el cambio que se va produciendo en los estilos a lo

largo del devenir histórico, principio historicista por excelencia.

Más allá de las críticas que recibió su propuesta, la aplicación de su método comparativo y la consideración de

las categorías formales denominadas por él como “conceptos fundamentales” tienen una extraordinaria

validez a la hora de encarar el análisis y la apreciación del arte, para comprender las obras y la esencia de un estilo.

El objetivo fundamental de Wölfflin es indagar en la configuración del estilo, a partir de lo que él denomina: la

Historia del Arte sin nombres, es decir, la interpretación de la evolución de la forma siguiendo principios de validez

universal.

En su obra: “Conceptos fundamentales de la Historia del Arte”, Heinrich Wölfflin ha condensado los cambios que se

producen entre el Renacimiento y el Barroco en cinco pares de oposiciones que iluminan con claridad las

diferencias entre los caracteres más generales de esa producción, y que ha servido de base para que otros

historiadores los apliquen a otros estilos.

LO LINEAL /LO PICTÓRICO

LO SUPERFICIAL/LO PROFUNDO

FORMA CERRADA / FORMA ABIERTA

UNIDAD / PLURALIDAD

CLARIDAD ABSOLUTA / CLARIDAD RELATIVA

LO LINEAL /LO PICTÓRICO

El carácter lineal de la forma de representación en el Renacimiento, corresponde a un modo de visión que atiende a la diferenciación clara de los contornos del

objeto representado. Aquí la línea define los rasgos de la representación. En el arte Barroco, por el contrario, el

color, las luces y las sombras jugando sobre volúmenes y superficies, tienden a fundir los límites precisos del

objeto con el fondo. Mientras en el primer caso predomina el dibujo, en el segundo el medio más apto

parece ser la pintura.

Autorretrato de Durero – Siglo XVI Autorretrato de Rembrandt – Siglo XVII

En la visión lineal se separa una forma

de la otra, radicalmente, mientras que

en la visión pictórica, por el contrario,

se atiende al movimiento que se

desprende del conjunto. En la primera,

líneas uniformes y claras que se

separan; en la segunda, límites

desvanecidos que favorecen la fusión.

LO SUPERFICIAL/LO PROFUNDO

En el Cuatrocento (Siglo XV) se logra la representación de la profundidad sobre un plano, la que se logra mediante planos

superpuestos que van llevando al ojo hacia el fondo de la escena. Se distinguen los sucesivos planos que llevan hacia las

partes más alejadas, así esa yuxtaposición plana es la forma de mayor legibilidad.

La escuela de Atenas – Rafael – Siglo XV

Todo lo contrario puede observarse en el Barroco (Siglo XVII), con obras en las que múltiples personajes se agrupan de modo

que la profundidad se va dando gradualmente. Las figuras se entremezclan y la luz contribuye a crear esa sensación de indeterminación de cada uno de los planos en que podría

descomponerse la escena.

Adán y Eva – Il Tintoretto – Siglo XVI

La entrega de las llaves – Il Perugino – 1480-81

El ascenso de la cruz

RUBENS – 1610 - 11

La justicia del emperador

Otón

Dirk Bouts - Siglo XV

Alegoría de la pintura

Jan Vermeer – Siglo XVI

El matrimonio Arnolfini

Jan van Eyck – Siglo XV

La crucifixión de San

Pedro

Caravaggio - Siglo XVII

FORMA CERRADA / FORMA ABIERTA

Las formas cerradas son propias del Renacimiento, muestran su contorno con absoluta claridad y se diferencian del fondo.

Lo peculiar de los cuadros del siglo XVI es que las verticales y horizontales no sólo se les adjudican las direcciones, sino un papel dominante. Las partes del cuadro se ordenan en torno a un eje central o, si no lo hay ateniéndose a un perfecto equilibrio de las dos mitades, lo cual, aunque no siempre se pueda definir fácilmente, se percibe muy bien por el contraste con las obras más

libremente ordenadas del siglo XVII.

El nacimiento de Venus – Boticelli – Siglo XV

Forma Cerrada

Las formas abiertas, por el contrario, se integran al fondo o al medio en que están inmersas. Son propias del período

Barroco y tienen cierta semejanza con las formas naturales. En la pintura de ese período, los contrastes de

luz y sombra han desaparecido, lo que contribuye a la integración que antes se mencionaba. El espacio unifica las formas arquitectónicas y escultóricas, diluyendo los límites

entre interior y exterior.

Ronda de Noche – Rembrandt – Siglo XVII

El arte clásico es un arte

de horizontales y

verticales bien

pronunciadas. Los

elementos son visibles

con toda claridad y

precisión, ya sea un

retrato, una historia o un

paisaje, siempre

predomina en el cuadro el

contraste entre líneas a

plomo y líneas tendidas.

El arte del Barroco, por

el contrario, tiende a no

anular estos elementos,

pero sí a encubrir su

manifiesta oposición.

Toda transparencia

excesivamente

acusada del esquema

geométrico es tenida

como una cosa inerte y

contraria a la idea de

realidad viva.

Forma Cerrada Forma Abierta

Madonna Sixtina – Rafael – S. XVI

Forma Cerrada

San Juan Bautista – Caravaggio

S. XVII

Forma Abierta

El beato A. Pauli – P. Puget

Siglo XVII

Virgen del Parto

Jacopo Sansovino – Siglo XVI

Piedad

Miguel Ángel

1550

El rapto de Proserpina

Bernini – 1621 - 22

Los cambios producidos en el arte entre los períodos considerados muestran, en cuanto a las formas que en ellos se

producen, una evolución paulatina de la forma cerrada a la forma abierta.

PLURALIDAD / UNIDAD

El arte Clásico se caracteriza por una búsqueda de la unidad.

Pero Renacimiento y Barroco lograrán ese objetivo con medios diferentes.

En el primer caso, los componentes se conjugan armónicamente manteniendo su individualidad.

En el segundo, las partes se concentran en un único motivo o bien el conjunto se subordina absolutamente al elemento

principal que obtiene así la hegemonía.

Wölfflin considera que el paso pluralidad-unidad se va desarrollando poco a poco: no existe un momento

determinado ni un corte brusco en el que lo plural se haya transformado en unitario.

Aclara que de ninguna manera se trata de una transición

de una forma pobre por una mejor, sino de dos tipos distintos, cuya causa se remite al cambio paulatino de la

visión que, en el siglo XVI aprehendía la realidad en detalle, y en el XVII, en conjunto.

Por ejemplo en la Venus recostada de Tiziano se observa una composición sobre la base de figuras unitarias, reconocibles, así como el cuadro del mismo tema realizado por Velázquez en el que cada uno de los

personajes pierde su individualidad y se logra la síntesis con el recurso de una fuerte iluminación que cae

destacando escenográficamente el motivo principal.

La matanza de los

inocentes

Daniel de Volterra –S. XVI

La matanza de los

inocentes

Rembrandt – Siglo XVII

Los artistas del seiscientos(S. XVII) subordinan todos los elementos a un motivo principal de tal forma que estos

elementos sean vistos como partes inseparables del conjunto, esto es que funcionan como órganos

dependientes de, y necesarios para toda la estructura.

Debido a lo anterior, las figuras dejan de expresarse de manera autónoma para convertirse en directrices que forman una sola masa. De aquí que en este capítulo

Wölfflin determine al barroco como arte de la unidad, a diferencia de la múltiple unidad o pluralidad del

renacimiento.

Palacio Strozzi – Florencia

Leon Bautista Alberti

Siglo XV

San Carlos de las cuatro

fuentes – Roma – Francesco

Borromini – Siglo XVII

CLARIDAD ABSOLUTA / CLARIDAD RELATIVA

Al primer caso corresponde la claridad de lectura de las imágenes representadas o de las formas construidas y de sus

partes constitutivas, mientras que para el segundo caso se refiere a una posibilidad de aprehensión más global, sintética y

de conjunto. En pintura, la iluminación representa un papel preponderante, ya que poco a poco va perdiendo su carácter exclusivamente funcional para transformarse en un recurso

expresivo de carácter escenográfico. Ya en la pintura barroca, la fuente de luz está fuera del cuadro.

El arte es arte aún cuando renuncia al ideal de

la plena claridad objetiva. El siglo XVII encontró

belleza en la oscuridad que devora la forma.

Retrato de un adolescente

Rafael – Siglo XVI Narciso – Caravaggio – Siglo XVII

Estos pares de oposiciones que proponía Wölfflin, aportan nuevos puntos de vista para el análisis

morfológico, y, sobre todo constituyen un instrumento valioso para realizar un análisis comparativo.

Esto no sólo es válido para el estudio de la producción de los períodos denominados clásicos, sino que puede ser aplicado a obras de la más absoluta

actualidad.

Las críticas fundamentales que se asocian a

la metodología de Wölfflin son las mismas

que las de Worringer: la reducción da la

Historia del Arte a una fase clásica y

otra barroca dentro de la misma época

y que dejaría fuera muchos estadios

intermedios. A su vez, tampoco puede

comprobar cómo se produce la evolución

necesaria de lo clásico