poulantzas, nico 1978

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    lbero-Amerikanisches lnstitut Berln1U\11 11111 U\11 11111 U\11 11111U\11 11111111111111111111 U\11 \U\ \U\204010988107

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    Traduccin deFERNANDO CLAUDN ESTADO, PODERY SOCIALISMO

    porNrcos PouLANTZAS

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    sialo veintiuno editores, saCfRil6 DEL AGUA 2-

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    VITERCERA PARTEEL ESTADO Y LA ECONOMIA EN LA ACTUALIDADl. SOBRE LAS FUNCIONES f!CONMICAS DEL ESTADO ... ...2. EcoNoMiA Y POTICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3. Los LMITES DEL EsTADo-MoLOCH .. .4. CONCLUSIONES PROVISIONALES .. . CUARTA PARTEEL OCASO D E LA DEMOCRACIA:ESTATISMO AUTORITARIO

    Indice

    200219232239

    l. EsTATIS MO AUTORITARIO Y TOTALITARISMO . . . . . . . . . . . . . . . 2472. LA IRRESISTIBLE ASCENSIN DE LA ADMINISTRACIN DEL ESTADO 2653. EL PARTIDO DOMINANTE DE MASAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2854. DEBILITAMIENTO DEL ESTADO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 296HACIA UN SOCIALISMO DEMOCRATICO . . . . . . . . . . . . . . . 305

    ADVERTENCIAS

    La urgencia que se encuentra en el origen de este texto con-cierne, ante todo, a la situacin poltica en Europa: si lacuestin de un socialismo democrtico est lejos de hallarsea la orden del da en todas partes, se plantea, no obstante,en varios pases europeos. Dicha urgencia concierne, igual-mente, a la emergencia de un nuevo fenmeno - e l estatismoautoritario-, que marca; poco o mucho, al conjunto de lospases llamados desarrollados. Remite, en fin, a la discusinque se desarrolla en la actualidad, tanto en F r a ~ c i a como enotros l u g a r e s ~ sobre el Estado y el poder.Los trabajos sobre este tema se presentan en forma quese dice terica o, al contrario, en forma de intervencin po-ltica en una coyuntura precisa. Como es sabido se trata deun a vieja costumbre. Yo he intentado desprenderme de ella:los problemas actuales son lo suficientemente importantesy nuevos como para ser tratados a fondo. Y de otro lado,hoy menos que nunca, la teora no puede complacerse ensu torre de marfil.

    Pero el intento de escapar a esa confortable costumbretiene sus inconvenientes, que por mi parte no siempre hepodido, o sabido, evitar. Se resumen en la tendencia a pecarpo r exceso, al mismo tiempo que por defecto, en uno u otrosentido. Ante todo, en el sentido terico: no he podido, evi-dentemente, tratar todos los problemas que se plantean enese terreno, y tampoco he podido ir al fondo en todos lostratados. Por consiguiente este texto no tiene un ordenamiento sistemtico. Sus partes se encadenan y remiten entre s,pretendiendo, ms que nada, esclarecer tales o cuales as-pectos de las diferentes cuestiones.

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    2 Nicos PoulantzasLuego, en el sentido poltico: no he podido abordar nin-

    guna coyuntura poltica concreta, ni siquiera la de Francia,en sus detalles y particularidades.

    El estatuto del presente texto explica, en todo caso, elescaso espacio que ocupan. las referencias bibliogrficas.Dada la inmensidad de la literatura existente sobre estostemas, y mi propsito de evitar la pesadez acadmica, heoptado deliberadamente po r limitar esas referencias al es-tricto mnimo: po r lo general, a los casos en que cito expre-samente a un autor y a las investigaciones llevadas a caboen Francia.

    Ello vale igualmente para las llamadas obras clsicas delmarxismo. Todas las referencias figuran en mis libros ante-riores. Pero en este ltimo caso no son ,sas las nicas ra-zones de mi opcin. Tambin hay otra: no puede habermarxismo ortodoxo. Nadie puede considerarse guardin dedogmas y textos sagrados: no he intentado cubrirme conesos textos. Lo cual explica' tambin que use, en este libro,el pronombre personal y que haga referencia a mis propiasobras. No porque pretenda hablar en nombre de un preten-dido marxismo autntico, sino po r razones exactamenteopuestas: porque asumo la responsabilidad de lo que escriboy hablo en mi propio nombre.

    INTRODUCCION

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    l. SOBRE LA TEORIA DEL ESTADO

    1Quin escapa hoy al Estado y al poder? Y quin no hablade ellos? Algo tiene que ver, seguramente, con este fenmeno, la actual situacin poltica, no slo en Francia sinoen toda Europa.

    Pero no basta con hablar. Hay que intentar comprender,conocer y explicar. Y para intentarlo no hay que vacilar encoger los problemas por su raz, sin andarse con rodeos.Conviene, tambin, proporcionarse los medios y no ceder alas facilidades de un lenguaje analgico y metafrico, actualmente de moda, po r grande que sea la tentacin: misprimeras consideraciones sern, sin duda, bastante ridas.Pero desgraciadamente no puedo permitirme, a diferenciade Alphonse Allais, renunciar a este captulo para pasar msrpidamente a los otros, ta n excitantes.

    Toda la teora poltica de este siglo plantea siempre enel fondo, abiertamente o no, la misma cuestin: cul es larelacin entre el Estado, el poder y las clases sociales? Subrayo, en este siglo, porque no siempre fue as, al menos bajota l forma. Ha sido necesario que el marxismo se abrierapaso. Desde Max Weber toda teora poltica dialoga con elmarxismo o la emprende con l. A quin se le ocurrira,en todo caso, negar la relacin entre el poder y las clasesdominantes? Pero si toda la teora poltica plantea la mismacuestin, tambin da siempre, en su gran mayora y a travsde innumerables variantes, la misma respuesta: habra, primero, un Estado, un poder -que se intenta explicar demltiples maneras-, con el cual las clases dominantes estableceran, a continuacin, tales o cuales relaciones de pro-

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    6 Nicos Poulantzasximidad o de alianza. Se da una explicacin ms o menossutil de estas relaciones, evocando grupos de presin queactan sobre el Estado o estrategias flexibles y sinuosasque se propagaran en el entramado del poder y se moldea-ran en sus dispositivos. Esta representacin se reduce siem-pr e a lo siguiente: el Estado, el poder, estaran constituidospo r un ncleo primero, impenetrable, y un resto al quelas clases dominantes, venidas de otra parte, podran afec-ta r o en el que podran introducirse. En el fondo es captarel Estado a travs de la imagen de Jano o, mejor an, atravs de la que ya obsesionaba a Maquiavelo, actualizada:el Poder-Centauro, medio hombre medio bestia. Lo quecambia de un autor a otro es la faz situada del lado de lasclases: en unos es la faz hombre, en otros la faz bestia.Pero vemos: si fuera as, cmo explicar lo que -a me-nos de estar ciegos- comprobamos cotidianamente no yacomo filsofos sino como simples ciudadanos? Es evidenteque nos encontramos cada vez ms encuadrados en las prc-ticas de un Estado que, en sus menores detalles, manifies-ta n su relacin con intereses particulares y, por consiguien-te, muy precisos.Un cierto marxismo, siempre ligado a un a cierta tradi-cin poltica, pretende darnos la respuesta: el Estado se re-ducira a la dominacin poltica, en el sentido de que cadaclase dominante confeccionara su propio Estado, a su me-dida y conveniencia, manipulndolo as a voluntad, segnsus intereses. Todo Estado no sera, en ese sentido, m sque un a dictadura de clase. Concepcin puramente instrumental del Estado, que reduce -empleemos ya los trmino s - el aparato del Estado al poder del Estado.Es a concepcin pierde as de vista lo esencial. No setrata de que el Estado no tenga un a naturaleza de clase:pero, precisamente, el problema de toda teora poltica delEstado es el que se plantea tambin ante los padres funda-dores del marxismo, aunque no lo hayan abordado con lamisma ptica. Tambin a ellos les ocupa este problema. Msan: les obsesiona. El Estado, insisten, es un aparato espe-cial; posee una armazn material propia, no reducible a lasrelaciones (tales o cuales) de dominacin poltica. Lo cualpuede ser formulado respecto al Estado capitalista de la

    Sobre la teora del Estado 7siguiente manera: por qu la burguesa ha recurrido gene-ralmente, para los fines de su dominacin, a este Estadonacional-popular, a este Estado representativo moderno consus instituciones propias, y no a otro? Porque no es evi:.dente, ni mucho menos, que si la burguesa hubiese podidoproducir el Estado de arriba abajo y a su conveniencia, ha-bra escogido este Estado. Si este Estado le ha procurado,y sigue procurndole, mucho provecho, la burguesa estlejos de felicitarse siempre, tanto hoy como en el pasado.

    Cuestin candente, porque concierne del mismo modo alestatismo actual, cuando las actividades del Estado se ex-tienden -demasiado lo sabemos- a todos los dominios dela vida cotidiana. Tambin aqu la respuesta del mencionadomarxismo es inapelable: el conjunto de dichas actividadessera la emanacin de la voluntad de la clase dominante ode la voluntad de los polticos a sueldo y bajo la frula deesa clase. Sin embargo existe, es evidente, una serie de fun-ciones del Estado - po r ejemplo, la seguridad social- queno se reducen en modo alguno a la dominacin poltica.

    Por poco que uno intente salir de la imagenera de unEstado simple producto o apndice de la clase dominante,se encuentra inmediatamente enfrentado con otro riesgo:otro, pero siempre el mismo, el de la respuesta tradicionalde la teora poltica. Y otro marxismo, m s actual en estecaso, no siempre lo evita: evocar la doble naturaleza delEstado. Habra, por una parte (de nuevo, la gran divisin)un ncleo del Estado que estara, en cierto modo, al margen de las clases y de sus luchas. Verdad es que no se dala misma explicacin de este ncleo que en las otras teo-ras del Estado y del poder: se hace referencia, muy particularmente, a las fuerzas productivas, reduciendo a stas lasrelaciones de produccin. Se trata de la famosa estructuraeconmica en la que estaran ausentes las clases y sus luchas.Esa estructura dara lugar a un primer Estado, muy exac-tamente al especial, y a medidas puramente tcnicas o,segn un trmino ms noble, puramente sociales del Estado.Despus - e s decir, por otra parte- estara la otra naturaleza del Estado, en relacin, esta vez, con las clases y susluchas: Un segundo Estado, un super-Estado o un Estadoen el Estado., de hecho un Estado que se aadira al primero

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    .... - ~ ~ ~ ~ - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ~ - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ~ - - ~ ~ - - - - - - - - ~ -8 Nicos Poulantzaspor detrs, injertado en l, que sera el Estado de clase:si se trata de l, el de la burguesa y su dominacin poltica.Este segundo Estado vendra a pervertir, viciar, contaminaro desviar las funciones del primero. Estaba hablando aqude un cierto marxismo, pero la cosa va mucho ms lejos:aludo al tecnocratismo de izquierda, que actualmente haceestragos, incluso -y sobre todo- cuando no se refiere alas fuerzas productivas sino, de manera m s prosaica, a lacomplejizacin intrnseca de las tareas tcnico-econmicasdel Estado en las llamadas sociedades posindustriales, lascuales hacen que .. , etc.Esta respuesta no difiere mucho de aqulla, secular, dela teora poltica tradicional o adaptada a la moda del da:un Estado-poder aparte, que sera despus utilizado de estao la otra manera por las clases dominantes. Llamemos a lascosas po r su nombre: no debera hablarse de un a naturalezade clase, sino de un a utilizacin de clase del Estado. Recordaba yo el trmino de doble naturaleza del Estado, peroeste trmino no recubre la realidad de esos anlisis: la verdadera naturaleza del Estado es el primer Estado; el otroes un a costumbre. Como para la teora poltica secular, ladel Estado medio hombre medio bestia: tambin para ellael verdadero Estado-poder no es la mitad que da al patio(del lado de las clases), sino la otra, la que da al jardn.

    No esquematizo ms que para sugerir lo siguiente: sitoda la teora poltica, todas las teoras del socialismo, incluido el marxismo, giran siempre alrededor de la mismacuestin, es que hay ah un problema real. No es, ni muchomenos, el nico en ese terreno, pero es el principal, y concierne tambin - l a cosa se adivina- a la cuestin de latransformacin del Estado en un a transicin al socialismodemocrtico. Sea como sea, slo ha y un camino que lleve, eneste terreno, a alguna parte; slo un a respuesta que permitasalir del crculo. Esta puede enunciarse de manera simple:el Estado presenta, desde luego, una armazn material propia, que no puede reducirse, en asoluto, a la sola dominacinpoltica. El aparato del Estado es algo especial, y po r tantotemible, que no se agota en el poder del Estado. Pero ladominacin poltica est, a su vez, inscrita en la materiali-

    Sobre la teora del Estado 9dad institucional del Estado. Si el Estado no es producidode arriba abajo po r las clases dominantes, tampoco es simplemente acaparado por ellas: el poder del Estado (el de laburguesa en el caso del Estado capitalista) est trazado erresa materialidad. No todas las acciones del Estado se reducen a la dominacin poltica, pero todas estn c o n s t i t u t i v ~ -men e marcadas por esa dominacin.

    Esto es lo que hace falta demostrar. Intentarlo no serme atrevo a decir, cosa sencilla. Las cuestiones sencillastambin las m s complejas cuando son verdaderas. Parano perderse en los ddalos y laberintos hay que retener elhilo: el fundamento de la armazn material del Estado y delpoder hay que buscarlo en las relaciones de produccin yen la divisin social del trabajo, pero no en el sentido enque se las entiende habitualmente, no en el sentido en queha n acabado por entenderse. No se trata de una estructuraeconmica de la que estaran ausentes las clases, los poderes Y las luchas. Poner en relacin el Estado con las clasesY las luchas es ya la investigacin de ese fundamento, aunque slo sea un primer jaln. Por tratarse del fundamentome dedicar a su examen para entrar en el debate actualbastante m s amplio, en torno al Estado y el poder. '

    I IEn consecuencia debemos comenzar por una breve evocacin de algunos anlisis hechos po r m en textos precedentes.La conexin del Estado con las relaciones de produccinplantea ya la cuestin de la relacin del Estado y de la baseeconmica. Qu se entiende, precisamente, por el trminobase econmica? De ello depende, sin duda, la posicinque se adopte sobre la relacin del Estado y las relacionesde produccin y, po r consiguiente, del Estado y la luchade clases.

    Es ms necesario que nunca seguir desmarcndose deuna concepcin economicista-formalista que considera laeconoma como compuesta de elementos invariantes a tra-

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    10 , Nicos Poulantzasvs de los diversos modos de produccin, de naturaleza yesencia cuasi aristotlica, autorreproducible y autorreguladapo r un a especie de combinacin interna. Como es sabido,fue un a tentacin permanente en la historia del marxismo, ya n tiene actualidad. Esta concepcin oculta el papel de lasluchas alojadas en el corazn mismo de las relaciones deproduccin y de explotacin, mediante lo cual se emparentade nuevo con el economicismo tradicional. El espacio o campo de lo econmico (y, de rebote, el espacio de lo poltico-estatal) lo considera como inmutable, dotado de lmites intrnsecos, trazados de un a vez para siempre, po r su pretendida autorreproduccin a travs de todos los modos deproduccin. En el plano de las relaciones entre el Estado yla economa, esta concepcin - a l fin y al cabo bastanteantigua- puede da r lugar a dos interpretaciones errneas,cuyas consecuencias, por lo dems, se presentan mu y frecuentemente de modo combinado:Puede avalar un viejo equvoco, basado en la representacin topolgica de la base y la superestructura, y concebir as el Estado como un simple apndice-reflejo de loeconmico: el Estado no poseera espacio propio y sera reducible a la economa. La relacin entre Estado y economase limitara, en el mejor de los casos, a la famosa accinrecproca del Estado sobre un a base econmica considera- da, en lo esencial, como autosuficiente. Se tratara de laconcepcin economicista-mecanicista tradicional del Estado,cuyas implicaciones y con-secuencias son ahora suficientemente conocidas como para detenerme en ellas. Pero puededa r lugar, igualmente, a otro equvoco. Aqul en que el conjunto social es concebido bajo forma de instancias o nivelesautnomos por naturaleza o esencia. La economa es captadamediante un a serie de elementos invariantes, en un espaciointrnseco, a travs de los diversos modos de produccin(esclavismo, feudalismo, capitalismo). Y po r analoga seaplica la misma concepcin a las instancias superestructurales (Estado, ideologa). La combinacin a posteriori' de

    esas instancias, po r naturaleza autnomas, ser lo que pro-duzca los diversos modos de producein. La esencia de dichas instancias es previa al establecimiento de la relacinentre las mismas dentro de un modo de produccin.

    Sobre la teora del Estado 11En lugar de captar las instancias superestructurales

    como apndices-reflejos de la economa, la segunda concepcin que ~ c a b a m o s de exponer -basada siempre en la representacin de un espacio econmico autorreproducible ens - corre el riesgo de sustantivar esas instancias y de dotarlas de un a autonoma i_nvariante, a travs de los diversosmodos de produccin, respecto a la base econmica. La autonoma po r naturaleza de las instancias superestructrales(Estado, ideologa) servir de legitimacin a la autonoma,la autosuficiencia y la autorreproduccin de la economa. Esvisible la connivencia terica de las dos concepciones. Amba s conciben las relaciones entre el Estado y lo econmicocomo relaciones de exterioridad por principio; cualesquieraque sean las figuras empleadas para designarlas. .

    Po r tanto, la imagen constructivista de la base y de lasuperestructura -d e uso puramente descriptivo, que permite visualizar de alguna manera el papel determinante delo econmico- no slo no puede convenir a un a representacin correcta de la articulacin de la realidad social y, po rconsiguiente, de ese papel determinante, sino que a la largase ha revelado desastrosa en ms de un aspecto. Es indudable que desconfiar de esa imagen slo puede reportar ventajas: en lo que a m respecta, hace tiempo que no la empleoen el anlisis del Estado.

    Estas concepciones tienen igualmente repercusiones en loconcerniente a la diseccin y la construccin de 0bjetos susceptibles de tratamiento terico. Tienen en comn el admiti r como posible y legtima un a teora general. de la econo-ma en cuanto objeto epistemolgicamente aislable, que serala teora del funcionamiento transhistrico del espacio econmico. Las diferenciaciones del objeto-economa en los diversos modos de produccin expresaran simplemente metamorfosis internas de un espacio econmico autorregulado,con lmites inalterables; metamorfosis y transformaciones,cuyo secreto sera revelado po r la teora general de la econom a (la ciencia econmica). Si las .dos concepciones divergen a nivel del estudio de las llamadas superestructuras, llegando a resultados opuestos, ta n falsos son los unos comolos otros. Para la primera, todo tratamiento especfico de losespacios superestructurales, como objeto propio, es inadmi-

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    12 Nico.s Poulantzassible, dado que la teora general de la economa proporcionalas claves de la explicacin de las superestructuras-reflejosmecnicos de la base econmica. En cambio, para la segunda, la teora general de la economa debera ir acompaada,po r analoga, de una teora general de todo dominio superestructura!, en este caso de la poltica-Estado. Tal teora genera l del Estado debera, tambin, tener como objeto especfico y aislable el Estado a travs .de los diver sos modos de produccin: al Estado se le considera tambin, en cuanto objeto epistemolgico, dotado de lmites inalterables, lmites quele seran asignados po r exclusin fuera de los lmites a-temporales de la economa. Las fronteras intrnsecas del objetoeconoma, realidad autorreproducible desde dentro, po r susleyes internas, conduce a las fronteras intrnsecas, exteriores, del Estado; espacio inmutable po r envolver desde fueraal espacio, l mismo inmutable, de la economa.

    Concepciones falsas. Cul es la realidad?1. El espacio y el lugar de la economa, el de las relaciones de produccin, de explotacin y de extraccin delplustrabajo (espacio de reproduccin y de acumulacin del

    capital y de extraccin de la plusvala en el modo de produccin capitalista), no ha constituido nunca, ni en los otrosmodos de produccin (precapitalistas), ni en el capitalismo,un nivel hermtico y cerrado, autorreproducible y en posesin de sus propias leyes de funcionamiento interno. Lopoltico-estatal (y lo mismo sucede en el caso de la ideologa) estuvo siempre, aunque bajo formas diversas, constitutivamente presente en las relaciones de produccin y, porconsiguiente, en su reproduccin. Incluso 1 dicho sea de paso,en el estadio premonopolista del capitalismo, pese a un aserie de ilysiones relativas al Estado liberal, consideradocomo no comprometido en la economa, salvo para crear ymantener la infraestructura material de la produccin.Cierto es qu e el lugar del Estado en relacin con la economano slo se modifica en el curso de los diversos modos deproduccin, sino tambin segn los estadios y las fases delpropio capitalismo. Pero estas modificaciones no pueden, en

    Sobre la teora del Estado 13modo alguno y en ningn caso, inscribirse en una figura topolgica de exterioridad, en la que el Estado, instancia siempre exterior a la economa, unas veces intervendra en lasrelaciones mismas de produccin y penetrara, en este caso,en el espacio econmico, y otras se mantendra en el exterior y no actuara ms que en su periferia. El lugar del Estado respecto a la economa no es siempre ms que la .mo-dalidad de un a presencia constitutiva del Estado en el senomismo de las relaciones de produccin y de su reproduccin.

    2. Lo cual equivale a decir que los conceptos de econom a y de Estado no pueden tener la misma extensin, ni elmismo campo, ni el mismo sentido, en los diversos modosde produccin. Estos ltimos, lo mismo que no pueden se rcaptados, ni siquiera a un nivel abstracto, como formas puramente econmicas -resultantes de un a combinatoria, cadavez diferenciada, de elementos econmicos, invariantes ens mismos, movindose en un espacio cerrado con lmitesintrnsecos- tampoco constituyen combinatorias entre esoselementos y elementos invariantes! de otras instancias -de lEstado- concebidos, a su vez, como sustancias inmutables.En suma: un modo de produccin no es el producto de lacombinacin entre diversas instancias que no obstante poseen, cada una de ellas, una estructura intangible, previa alestablecimiento de la relacin entre ellas. Es el modo deproduccin -unidad de conjunto de determinaciones econmicas, polticas e ideolgicas- quien asigna a estos espacios sus fronteras, delimita su campo, define sus respectivos elementos: el establecimiento de su relacin y su articulacin es lo que los constituye, en primer lugar. Lo cualse realiza, en cada modo de produccin, mediante el papeldeterminante de las relaciones de produccin. Pero esta determinacin nunca existe ms que dentro de la unidad deun modo de produccin.

    3. En los modos de produccin precapitalistas los productores directos estaban separados del objeto del trabajoy de los medios de produccin en la relacin de propiedadeconmica. En cambio no estaban separados en la segundarelacin constitutiva de las relaciones de produccin: la re-

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    14 Nicos Poulantzasladn de posesin. Los productores directos (campesinos ysiervos en el feudalismo, po r ejemplo) estaban Vinculadosa esos objetos y medios, conservaban un dominio relativodel proceso de trabajo, y podan practicar estos procesos sinla intervencin directa del propietario. Ello tena como efecto, precisamente, lo que Marx llama imbricacin estrechao interpenetracin del Estado y de la economa. El ejercicio de la violencia legtima. est orgnicamente implicadoen las relaciones de produccin, a fin de que el plustrabajosea arrebatado a los productores directos que estn en posesin del objeto y de los medios de trabajo. En virtud deestas relaciones precisas entre el Estado y la economa, laconfiguracin, la extensin y el sentido de los mismos soncompletamente diferentes que en el capitalismo.En el capitalismo los productores directos estn totalmente desposedos del objeto y de los medios de su trabajo;no solamente estn separados en la relacin de propiedadeconmica sino tambin en la relacin de posesin. Se asistea laemergencia de la figura de trabajadores libres, queslo poseen su fuerza de trabajo y no pueden poner en march a el proceso de trabajo sin la intervencin del propietario,representada jurdicamente po r el contrato de compra-ventade la fuerza de trabajo. Esta estructura precisa de las relaciones de produccin capitalistas es la que hace de lamisma fuerza de trabajo un a mercanca y la que transformael plustrabajo en plusvala. Dicha estructura da lugar, igualmente, en cuanto a las relaciones entre el Estado y la economa, a un a separacin relativa del Estado y del espacioeconmico (acumulacin del capital y produccin de plusvala), separacin que est en la base de la armazn institucional caracterstica del Estado capitalista porque delimitalos nuevos espacios y campos respectivos del Estado y de laeconoma. Tenemos, pues, la separacin del Estado y delespacio de reproduccin del capital, especfica del capitalismo : no debe se r percibida como el efecto particular de instancias autnomas po r esencia, compuestas de elementos invariantes cualquiera que sea el modo de produccin, sinocomo un a caracterstica propia del capitalismo, en la medidaen que este ltimo configura nuevos espacios del. Estado yde la economa, t,ransformando sus elementos mismos.

    Sobre la teora del Estado 15Tal separacin no debe hacernos creer que existe una

    exterioridad real entre el Estado y la economa, como si elEstado no interviniese en la economa m s que desde fuera.No es -esta separacin- ms que la forma precisa reves-tida bajo el capitalismo por la presencia constitutiva de lopoltico en las relaciones de produccin y, por lo mismo, ensu reproduccin. Esta separacin del Estado y de la economa y esta presencia-accin del Estado en la economa constituyen una sola y permanente figura de las relaciones entre Estado y economa en el capitalismo, y recorren, aunque transformadas, toda la historia del capitalismo, el conjunto de sus estadios y fases: pertenecen al ncleoslido de las relaciones de produccin capitalistas. As comoen el estadio premonopolista el Estado no era realmente exterior al espacio de reproduccin del capital, el papel delEstado en el capitalismo monopolista, concretamente en sufase actual, no implica - inversamente- una abolicin dela separacin entre Estado y economa. El anlisis corriente(que supone lo contrario) es inexacto, a la vez, en cuanto alas relaciones del Estado y la economa en el estadio premonopolista (llamado competitivo o liberal) del capitalismo, yen cuanto a las relaciones del Estado y la economa en elestadio y fase actuales. Las modificaciones sustanciales deesas relaciones a travs de la historia del capitalismo, debidas a las modificaciones de sus relaciones produccin,slo son formas transformadas de esa separacin y de lapresencia-accin del Estado en las relaciones de produccin.

    Ahora bien, en la medida, precisamente, en que el espacio, el campo y, por consiguiente, los conceptos respectivosde lo poltico-estatal y de lo econmico (relaciones de pro-.duccin) se presentan de manera diferente en los diversosmodos de produccin, se deduce -contra todo teoricismoformalista- que no puede existir una teora general de laeconoma (en el sentido de un a ciencia econmica) con unobjeto terico invariante a travs de los diversos modos deproduccin, de la misma manera que no puede existir un ateora general de lo poltico-estatal (en el sentido de laciencia, o de la sociologa, poltica ) con un objeto teri-

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    16 Nicos Poulantzasco invariante a travs de esos modos. Lo cual habra sidolegtimo si el Estado constituyera una instancia autnomapo r naturaleza o esencia, con fronteras inalterables, y si estainstancia contuviera en s misma las leyes de su propia reproduccin histrica. Entiendo aqu el trmino de teorageneral en el sentido fuerte: el de un corpus terico sistemtico que a partir de proposiciones generales y necesariaspueda, a la vez, explicar los tipos de Estado en los diversosmodos de produccin como expresiones singulares de unmismo objeto terico, y exponer las leyes de transformacinque caracterizaran las metamorfosis de ese objeto, en supropio espacio, de un modo de produccin a otro; es decir,el paso-transicin de un Estado a otro. En cambio, resultaperfectamente legtima una teora del Estado capitalista, queconstruya un objeto y un concepto especficos: ello se haceposible po r la separacin entre el espacio del Estado y laeconoma bajo el capitalismo. Lo mismo sucede en cuantoa la legitimidad de un a teora de la economa capitalista,que se hace posible po r la separacin entre las relacionesde produccin-proceso de trabajo y el Estado.

    Se puede, ciertamente, avanzar proposiciones tericasgenerales concernientes al Estado. Pero tienen el mismo estatuto que las de Marx concernientes a la produccin engeneral. Es decir, no podran aspirar al estatuto de teorageneral del Estado. Es importante sealarlo dado el prodigioso dogmatismo inherente a la presentacin, bajo la rbrica de teora marxista-leninista del Estado, de las proposiciones generales de los clsicos del marxismo sobre elEstado. Y esto sigue ocurriendo hoy da. Se ha podido constatar, durante el reciente debate sobre la dictadura del proletariado en el seno del PCF, entre algunos partidarios delmantenimiento de esta nocin. Concretamente E. Balibar,en su libro Sobre la dictadura del proletariado. *

    Es cierto que no se encuentra en los clsicos del marxismo un a teora general del Estado, pero no, simplemente,porque no hayan podido o sabido, po r tales o cuales razones,desarrollar con plenitud una teora semejante, sino porqueno puede haber una teora general del Estado. Cuestin de

    * Siglo XXI de Espaa Editores, Madrid, 1977. [N. de la Edit.]

    Sobre la teora del Estado 17tremenda actualidad,. como lo muestra, en particular, el debate sobre el Estado en el seno de la izquierda italiana. Ultimamente N. Bobbio, en dos sonados artculos, ha insistidode nuevo sobre el hecho de que el marxismo no disponede un a teora general del Estado. Numerosos marxistas italianos se ha n considerado obligados a responder que talteora existe en germen en los clsicos del marxismo y lacuestin es desarrollarla. Piensan, po r lo tanto, que es legtima 1 Pero incluso si las razones dadas po r Bobbio no son lascorrectas, el hecho no deja de ser exacto: no hay teora general del Estado porque no puede haberla. En este puntoconcreto hay que hacer frente con firmeza a todas las crticas, de buena o mala fe, que reprochan al marxismo suspretendidas carencias al nivel de una teora general de la poltica y del poder. Uno de los mritos, justamente, del marxismo, es haber dado de lado - e n ste como en otros casosa las grandes ojeadas metafsicas de la llamada filosofapoltica, a las vagas y brumosas teorizaciones generales yabstractas que pretenden revelar los grandes secretos de laHistoria, de la Poltica, del Estado y del Poder. Convienesealarlo, hoy ms que nunca, cuando frente a las urgenciaspolticas en Europa, y muy particularmente en Francia, asistimos un a vez ms a este escamoteo, muy tpico del resurgir de las grandes sistematizaciones, de las Filosofas Primera s y Ultimas del Poder, que, por lo general, se limitan a rumiar los trminos manoseados de la metafsica espiritualistam s tradicional. Y lo hacen infestando alegremente el mercado del concepto con las grandes Nociones terroristas ymistificadoras de Dspota, Prncipe, Amo y otras de la misma ndole: de Deleuze a los nuevos filsofos, tendramosuna larga lista 2 El Congreso filosfico se divierte hoy enFrancia, pero al fin y al cabo todo esto no es muy divertido.Los problemas reales son suficientemente graves y comple-

    1 El conjunto de esta controversia ha sido publicado con el ttuloll marxismo e lo Stato, 1976. [El marxismo y el Estado, Barcelona,Avance, 1977.] .

    il G. Deleuze y F. Guattari, L'anti-CEdipe, 1975. En cuanto a lacorriente de los nuevos filsofos, me referir ahora a dos obras:B. H. Lvy, La barbarie a visage humain, 1977, y A. Glucksmann,Les maUres penseurs, 1977.

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    jo s como para que puedan resolverse mediante generalizaciones ultrasimplificadoras y grandilocuentes, que nunca hanlogrado explicar lo ms mnimo.

    No se trata de negar que haya carencias del marxismoen los anlisis sobre el Estado y el poder, pero esas carencias no estn all donde se las busca. Lo que ha costadomuy caro a las masas populares en todo el mundo no hasido la ausencia, en el marxismo, de un a teora general delEstdo y del Poder, sino el dogmatismo escatolgico y proftico que nos ha servido durante mucho tiempo un sistematerico de ese gnero bajo la forma de teora marxista-leninista del Estado. Las carencias reales, y po r consiguienteimportantes, del marxismo a este respecto conciernen a losdominios mismos en que la teorizacin es legtima. EnPoder p o l t i ~ o y clases sociales 3 y en mis textos posterioreshe mostrado que esas carencias, cuyas razones he intentadoexplicar, conciernen, a la vez, a las proposiciones tericasgenerales y a la teora del Estado capitalista. Uno de susefectos actuales es la ausencia de un anlisis suficientementedesarrollado y satisfactorio de lo s regmenes y del Estadoen los pases del Este.

    As, m s que profundizar y exponer primero, en este texto, las p r o p o s i c i o n e ~ generales sobre el Estado, para llegarluego al Estado capitalista, lo ir haCiendo en el curso deun anlisis del Estado capitalista cuya teora s es posibley legtima. No porque el capitalismo constituya la expansinprogresiva y lineal de los grmenes contemd?s en los modos de produccin precapitalistas - e n el sentido de que elhombre explicara el mono-, como ha credo durante mucho tiempo y de modo simplista un h i s ~ o r i c i s m o hegelian?marxista. El Estado capitalista no permite plantear, a partirde l, proposiciones generales sobre el Estado, como si aqulconstituyera la materializacin perfecta de algn Urstaat original, que se abre paso progresivamente en la realidad histrica, concepcin que obsesiona a n a no pocostericos del poder (muy distinto es el problema de las con-

    3 Maspero, 1968. [Poder poltico y clases sociales en el Estadocapitalista, Madrid, Siglo XXI, 17. ed., 1978.]

    Sobre la teora del Estado 19diciones histricas - e l capitalismo- que hacen posible laformulacin de dichas proposiciones generales). La autonoma propia del espacio poltico bajo el capitalismo, quehace legtima su teora, no es la. realizacin cabal y perfectade un a autonoma del Estado, po r esencia o naturaleza, sinoel efecto de una separacin, respecto a las relaciones de produccin, especfica del capitalismo. La teora del Estado capitalista no puede se r deducida simplemente de proposiciones generales sobre el Estado. Si en este texto presento lasdos al mismo tiempo se debe a que esas proposiciones generales pueden ser ilustradas. de la manera ms apropiada mediante este objeto susceptible de dar lugar a una teora propia: el Estado capitalista.

    En la medida en que no puede existir un a teora generaldel Estado, conteniendo leyes generales reguladoras de lastransformaciones de su objeto a travs de los diversos modos de produccin, tampoco puede haber una teora similarconcerniente a la transicin de un Estado a otro, y en particular al paso del Estado capitalista al Estado socialista.Una teora del Estado capitalista proporciona elementos importantes relativos al Estado de transicin al socialismo,pero esos elementos no slo no tienen el mismo estatuto quela teora del Estado capitalista, sino que poseen un estatutocompletamente particular en el seno mismo de las proposiciones tericas generales sobre el Estado. ;No podran constituir ms que nociones terico-estratgicas en estado prctico, funcionando, ciertamente, como guas para la accin,pero en el sentido, todo lo ms, de paneles indicativos. Nohay y no puede haber un modelo posible de un Estadode; transicin al socialismo, ni un modelo universal particularizable segn los casos concretos, ni un a receta infalible,tericamente garantizada, de Estado de transicin al socialismo, aunque slo fuera para un pas dado. No tienen esapretensin los anlisis que yo haga en el presente texto relativos al Estado de transicin en los pases de Europa occidental. Hay que convencerse de un a vez po r todas: comoahora sabemos, no se puede pedir a un a teora, por cientfica que sea, incluido el marxismo, .que sigue siendo un a

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    20 Nicos Poulantzasreal teora de la accin, dar ms de lo que puede. Hay siempre una distancia estructural entre la teora y la prctica,entre la teora y la realidad.Dos distancias que son la misma. Anlogamente a comolos filsofos de las Luces no son los responsables de lostotalitarismos del Oeste, el marxismo no es responsablede lo que sucede en el Este. No es responsable no slo en elsentido trivial, o sea en el de considerar al marxismo delEste como un a desviacin, lo cual eximira al marxismopuro: no es responsable, porque hay esa distancia entre lateora y realidad. que vale para toda teora, incluido elmarxismo. Y que engloba la distancia entre teora y prcti-ca. Querer reducirla es hacer decir cualquier cosa a cual-quier teora, hacer en nombre de la teora lo que venga engana. Porque esa distancia no significa una brecha impo-sible de colmar, sino todo lo contrario: en esa distancia siem-pre abierta se precipitan los colmadores al acecho. Tambinlo sabemos ahora: no hay teora,' cualquiera qu e sea y porliberadora que sea, que baste,. en la pureza de su discur-so, para excluir su empleo eventual con fines de poder tota-litario po r los calafateadores de la distancia entre teora yprctica, po r los aplicadores de los textos y los reductoresde lo real, que pueden invocar siempre esa teora en su pu-reza misma. Peroentonces la culpa no es de Marx, ni tam-poco de Platn, Jess, Rousseau o Voltaire. Esta distancia entre teora y realidad persiste siempre pese a ese tapona-miento. Stalin no es culpa de Marx, como Bonaparte (e lprimero) no era culpa de Rousseau, ni Franco de Jess, Hit-le r d Nietzsche o Mussolini de Sorel, aun cuando sus pensa-mientos ha n sido empleados -d e cierta manera en su pure-za misma- para justificar esos totalitarismos.

    Todo esto contradice lo que nos repiten actualmente losnuevos filsofos. Hasta ahora, que yo sepa, no han en-contrado mejor respuesta al problema que repetir tras KarlPopper 4, pero con bastante menos inteligencia y sutileza,que el universo concentracionario se debe a los sistemastericos considerados cerrados, y hasta al aspecto estatis-

    4 K. Popper, The open society and its ennemies, 1946. [La socie-dad abierta y sus enemigos, Buenos Aires, Paids, 1967, 2 vols.]

    Sobre la teora del Estado 21ta de l?s ma'itres pe"!seurs. que desde este ngulo inspiran di-

    c ~ o s Sistemas. La distancia entre la teora y la realidad ex-phca, de hecho, 1? sin este elemento sera una paradojacolosal: los totahtansmos se ha n referido, precisamente, apensadores que en el contexto de su poca fueron sin dudaalguna bastante menos estatistas que otros: Jess RousseauNietzsche, Sorel y, en fin, Marx, cuya preocupacin c o n s t a n ~te y promordial fue la extincin del Estado.

    Insisto en mi planteamiento: no tener en cuenta esa dis-tancia entre la teora y la realidad, querer reducir a cual-

    q u i ~ r precio distancia entre teora y prctica, es hacerd ~ c i r al marXISJ?O cualquier cosa. No se puede pedir al marXIsmo -m e refiero ahora al Verdadero marxismo- la re-ceta infalible, y purificada de desviaciones, de un a autntica

    t r a n s ~ c i n al socialismo democrtico, porque no puede da rsemeJante respuesta, lo mismo que no ha podido trazar lava de lo que pasa en el Este.. . Lo anterior no significa que no se pueda, en medida de-CISiva a la luz del marxismo (porque el marxismo no explicatodo, no puede explicar todo po r s solo), analizar el Estadoen. los p a s e ~ llamados del socialismo real (URSS, Europaonental, Chma), es decir, en los pases donde ha sido inten-tada cierta. transicin al socialismo que ha conducido a la

    situacin que conocemos. Es evidente que para hacerlo losanlisis histricos (del gnero: las condiciones concretas dee s ~ s pases), o los. anlisis de la estrategia poltica all se-gmda (a lo que me referir en la conclusin de ste texto),no bas.tan, aunque sean absolutamente indispensables. Quie-re decirse que sera necesario construir un a teora marxista

    g ~ n e r a l del Estado, capaz de explicar los aspectos totalita-rios del poder en esos pases, de manera anloga a las diver-sas generalizaciones simplificadoras que nos son suministradas desde el otro lado, con el aire terrorista qu e es sabidoP? r los diversos expertos en gulags? No lo creo, aunque ( m ~aun: porque) ese problema del totalitarismo es terriblemen-te real . No. puede ser.captado en toda su complejidad porgenerahzacwnes totahzantes. Y poniendo las cartas boca

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    22 Nicos Poulantzasarriba dir lo siguiente: no se pueden poner los jalones deun anlisis que lo sea, a la vez, del totalitarismo moderno yde sus aspectos en los pases del Este ms que profundizando y desarrollando las proposiciones tericas generales sobreel Estado, y tambin -precisamente- la teora del Estadocapitalista en lo concerniente a sus conexiones con las rela-ciones de produccin y con la divisin social capitalista deltrabajo. Dos cosas que intentar hacer al indicar las racesdel totalitarismo.

    Claro est, slo puede tratarse de poner jalones: el Estado actual en los pases del Este es un fenmeno especficoy complejo, que en modo alguno podra reducirse al Estadoactuante en nuestras sociedades, objeto esencial del presentetexto. El Estado en esos pases se encuentra muy lejos dese r un a simple variante del Estado capitalista. No por ello,sin embargo, me siento menos inclinado apensar que las ra-ces y el secreto de ciertos aspectos totalitarios del Estadoen los pases del Este residen, entre otras cosas (porque elcapitalismo no es la fuente de todos los males) 5 pero sinduda de manera fundamental, en lo que yo designara bajoel trmino de aspectos capitalistas de ese Estado, en las re-laciones de produccin y la divisin social del trabajo sub-yacentes al mismo. Ese trmino de aspectos capitalistas loempleo a propsito y slo a ttulo indicativo, porque ya setrate de caracteres capitalistas persistentes en un socialismoautoritario particular, de influencias en los pases socialistasde un entorno-cerco capitalista, o de que estos pases ha nllegado ~ : 0 . un a u otra medida a un efectivo capitalismo deEstado bajo nuevas formas, nos encontramos. ante un problema particular en el que no voy a entrar: es lo suficiente-mente importante como para se r tra}ado en s mismo. Peroesta posicin ma tiene efectos ms amplios: algunos de misanlisis, que se refieren no slo al Estado en general sinotambin al Estado capitalista en sus conexiones con las re-laciones de produccin y con la divisin social del trabajo,conciernen igualmente -ba jo reserva siempre de su especi-ficidad- al Estado en los pases del Este. Habr que tenerlo

    s Tomo esta expresin de Jen Daniel.

    Sobre la teora del Estado 23constantemente en cuenta y yo me encargar de recordarlocuando sea oportuno.

    Para volver al tema del Estado capitalista, aadir - f i nalmente- que su teora no tiene verdadero estatuto cient-fico que s.i c ? ~ s i g u e captar la reproduccin y las transform.acwnes histoncas de su objeto all donde estas reproducciOnes y transformaciones tienen lugar en las diversasformaciones sociales, terreno de la lucha de clases: formasdel ~ s t a d o segn los estadios y fases del capitalismo (Esta-do hberal, Estado intervencionista, etc.), distincin de estas

    f ~ r m a s y de l . a ~ formas del Estado de excepcin (fascismos,dictaduras militares, bonapartismos), formas de rgimen enlos diversos pases. concretos. La teora del Estado capitalis-ta no puede ser azslada de una historia de su constitucinY de su reproduccin. . '

    N o trata, sin embargo, de recaer en el

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    24 Nicos Poulantzas0 concretado de ta l o cual manera segn la lucha de c l a s e ~en tal o cual formacin social. Una teora del Estado capitalista no puede ser elaborada ms que, e l a c i o n _ a n d o e s t ~Estado con la historia de las luchas pohticas baJO el capi-talismo.

    II IResumo: si son las relaciones de produccin (tales o cuales)las que configuran el campo del Estado, ste tiene sin embargo un papel propio en la constitucin m i s ~ a de esas relaciones. La relacin del Estado con las relaciOnes de produccin es una primera relacin del Estado con las clasessociales y la lucha de clases. En lo concerniente al Estadocapitalista, su separacin relativa de las relaciones de produccin, instaurada por stas, es el fundamento de su armazn organizativa y configura ya su relacin con las clasessociales y la lucha de clases bajo el capitalismo.El proceso de produccin est fundamentado, en efecto,en la unidad del proceso de trabajo y de las relaciones deproduccin (consistentes a su vez en u? a doble r e l a ~ i n : lade propiedad econmica y la de posesi?n). Esta umdad.realiza mediante la primaca de las relaciOnes de producc10nsobre el proceso de trabajo, a menudo designado como fuerzas productivas, incluyendo la tecnologa y el proceso tcnico. Contrariamente al economicismo tradicional que conduce directamente al tecnicismo y no ve, finalmente, en lasrelaciones de produccin ms que la simple cristalizacinenvoltura-reflejo de un proceso. tecnolgico de las fuerzasproductivas como tales (importando as, al seno mismo delproceso de produccin, la concepcin tiene de la.s r e l ~ ciones entre base y superestructura-refleJo), es la p n m a c i ~de las relaciones de produccin sobre las fuerzas productivas la que confiere a la articulacin entre ambas la formade un proceso de produccin y reproduccin. Si las fuerzasproductivas poseen una m a t e r i ~ l i d a d _ propia no puedeignorarse, no obstante se orgamzan siempre baJO unas rela:ciones de produccin dadas (lo cual no excluye, po r tanto, mla s contradicciones entre ellas, ni su desarrollo desigual enel seno del proceso que es fecto de esa primaca). No es el

    Sobre la teora del Estado 25paso del molino de viento al molino de vapor lo que explicael paso del feudalismo al capitalismo: toda la obra de Marxlo demuestra pese a las indudables ambigedades que com

    P ? r t ~ , debidas. a la ,influencia de la ideologa del progresotecmco de la filosofia de las Luces, incluso en los .textos desu madurez. ,, . De esa. r i m ~ ~ a deriva la presencia de las relaciones po

    h t i c ~ s , (e Ideologic.as) en el seno de las relaciones de producciOn. Las relaciO?es de produccin y las relaciones quelas componen (propiedad econmica/posesin) se traducenen forma de poderes de clase: estos poderes estn orgnicamente articulados a _ l ~ s relaciones polticas e ideolgicas quelos consagran y legitiman. Tales relaciones no se sobreaaden simplemente a unas relaciones de produccin ya existentes, para actuar sobre ellas mediante un a accin recproca, con un a relacin de exterioridad esencial, o con un ritmode. a posteriori c r o ~ ~ l g i c o . Ellas mismas esth presentes,baJO !a f ~ ~ m a especifica _de cada modo de produccin, en laconstituciOn de las relaciOnes de produccin. Las relacionesp_olticas (e ideolgicas) no se limitan, por tanto, a intervenirsimp!:mente, en la r e p r o ~ ~ c c i n de las relaciones de producciOn, segun una acepc10n actual y corriente del trminode reproduccin, en la que la reproduccin oculta la constitucin de las relaciones de produccin, introduciendo po r la

    p ~ e r t a trase;ra las. relaciones poltico-ideolgicas y mante-mendo al . rr;tismo tiempo a las relaciones de produccin su~ u r e ~ a o r ~ g ~ n a l de autoengendramiento, Las relaciones pol

    t i c o - I . ~ e o l o g i c a s d e s ~ m p e a n un papel esencial en la reprod u ~ c i O n de las relaciOnes de produccin, justamente porqueestan presentes desde el primer momento en la constitucinde estas. l t i m a s . Y J.?Or el p,roceso de produccin y deexplotaciOn es, al mismo tiempo, proceso de reproduccin?e ;relaciones de dominacin/subordinacin poltica e

    I d e o l ~ g . I c a . De este dato fundamental deriva la presencia,especifica para cada modo de produccin, del Estado, que~ o ~ c e ~ : l t r a , ~ ~ n d e n s a , materializa y encarna las relaciones pohtico-Ideologicas en las relciones de produccin y en su reproduccin.

    De este dato procede, en fin, la primera ubicacin delEstado en la constitucin y la reproduccin de las clases

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    26 Nicos Poulantzassociales, o sea, en la lucha de clases. Las relaciones de produccin, en su vinculacin con las relaciones de domina-cin/subordinacin poltica e ideolgica, delimitan espaciosobjetivos (las clases sociales) que no son, a su vez, ms quedistinciones en el conjunto de la divisin social del trabajo(relaciones de produccin, que desempean el papel domi-nante; relaciones polticas, relaciones ideolgicas). Esto, queresulta de la primaca de las relaciones de produccin sobrelas fuerzas productivas, tiene igualmente implicaciones en loconcerniente a los espacios de las clases sociales en el senomismo de las relaciones de produccin. La divisin socialdeL trabajo, ta l como se expresa por la presencia de relacio-nes polticas e ideolgicas en el seno del proceso de produccin, es quien tiene la primaca sobre la divisin tcnica deltrabajo. Ello no quiere decir que la divisin tcnica del trabajo sea reducible a la divisin social, sino que nunca existeni se reproduce sino inmersa en la divisin social.

    Esos espacios de clase, que l'e traducen en poderes, con-sisten, ya en el senQ de las relaciones de produccin, enprcticas y.luchas de clases. Las relaciones y la divisin so-cial del trabajo, lo mismo que no constituyen un a estructuraeconmica e ~ t e r i o r (previa) a las clases sociales, no perte-necen a un campo exterior al poder y a las luchas. No exis-te n clases sociales previas a su oposicin, es decir, a susluchas. Las clases sociales .no existen en s en la s relacio-nes de p r o d u ~ c i n ; para entrar en lucha (clases para s)slo despus o en otra parte. Situa:r el Estado en su vincu-lacin con .las relaciones de produccin es configurar losprimeros .contornos de su presencia en la lucha de clases.

    2. LOS APARATOS IDEOLOGICOS: EL ESTADO=REPRESION + IDEOLOGIA?

    Si el Estado tiene un papel constitutivo en las relaciones deproduccin y en la delimitacin-reproduccin de las clasessociales, es porque no se limita al ejercicio de la represinfsica organizada. El Estado tiene igualmente un papel pro-, pio en la organizacin de las relaciones ideolgicas y de laideologa dominante. En esto me detendr po r el momento:el papel eminentemente positivo del Estado no se limita tampoco al binomio represin + ideologa.

    La ideologa no consiste solamente, o simplemente, enun sistema de ideas o de representaciones: concierne tambin a un a serie de prcticas materiales, que se extiendt;n alos hbitos, las costumbres, el modo de vida de los agentes,y se moldea as, como materia vinculante, en el conjunto delas prcticas sociales, incluidas las prcticas polticas y eco-nmicas. Las relaciones ideolgicas son, a su vez, esencialesen la constitucin de las relaciones de propiedad econmicay de posesin, en la divisin social del trabajo dentro mismode las relaciones de produccin. El Estado no puede consa-grar y reproducir la dominacin poltica exclusivamente po rmedio de la represin, de la fuerza o de la violencia des-nuda. Ha de recurrir a la ideologa, que legitima la violen-cia y contribuye a organizar un consenso de ciertas clases yfracciones dominadas respecto al poder poltico. La ideolo-ga no es algo neutro en la sociedad: slo hay ideologa declase. La ideologa dominante, en particular, consiste en unpoder esencial de la clase dominante.As, la ideologa dominante se encarna en los aparatosdel Estado que desempean el papel de elaborar, inculcar yreproducir esa ideologa, lo cual tiene su importancia en laconstitucin y reproduccin de la divisin social del trabajo,de las clases sociales y de la dominacin de clase. Este es,2

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    28 Nicos Poulantzaspo r excelencia, el papel de ciertos aparatos que pertenecena la esfera del Estado y ha n sido designados como aparatosideolgicos del Estado, lo mismo si pertenecen al Estadoque si conservan un carcter jurdico privado: la Iglesia(aparato religioso), el aparato escolar, el aparato oficial deinformacin (radio, televisin), el aparato cultural, etc. Yest claro que la ideologa dominante interviene en la organizacin de los aparatos en quienes recae principalmente elejercicio de la violencia fsica legtima (ejrcito, polica, justicia-prisiones, administracin).

    Sin embargo, la distincin entre aparatos represivos yaparatos ideolgicos tiene lmites muy netos: antes de abordarla mencionar el papel represivo del Estado, el cual parece a veces tan natural que casi no se habla de l. Insistiren el papel del .Estado en las relaciones ideolgicas no deber a conducir, como a menudo sucede 6, a subestimar su papelrepresivo.

    Po r represin debe entenderse, ante todo, la violenciafsica organizada, en el sentido ms material del trmino:violencia sobre los cuerpos. Uno de los aspectos esencialesdel poder, la co.ndicin de su instauracin y mantenimiento,es siempre la coercin .de los cuerpos, pero tambin la amenaza sobre los cuerpos, la amenaza mortfera. Cierto, elcuerpo no es un a simple naturalidad biolgica sino una institucin poltica: las relaciones del Estado-poder con el cuerpo son mucho ms complicadas y extensas que las de la represin. Ello no impide que el anclaje del Estado tambinsea siempre su accin coercitiva sobre los cuerpos po r medios fsicos, la manipulacin y la devoracin de los cuerpos.Y esto en un doble aspecto: mediante instituciones que actualizan la coercin corporal y la permanente amenaza demutilacin (prisin, ejrcito, polica, etc.); y mediante la instauracin, po r todo el Estado, de un orden corporal, queinstituye y administra, a la vez, los cuerpos, conformndolos, moldendolos y aprisionndolos en instituciones y aparatos. El Estado es coextensible, en su materialidad, de hu-

    6 Bien subrayado po r Perry Anderson, The antonomies of Antonio Gramsci, en New Left Review, noviembre de 1976-enero de 1977.

    Los aparatos ideolgicos 29millar, meter en cintura y consumir el cuerpo de los sujetos; en un a palabra, de encarnarse en la corporeidad de lossujetos-objetos de la violencia del Estado. Si bien no puedehablarse de una mortificacin corporal por el Estado, queremitira a la imagen de un cuerpo primero, naturalmentelibre, y desviado a continuacin po r la poltica -cuando enrealidad no hay ms cuerpo que el poltico-, queda en pie,no obstante, que en este orden corporal se trata siempre deamaestrar y regimentar efectivamente los cuerpos, operandomediante dispositivos fsicos apropiados. El Estado capitalista presenta aqu particularidades indudables, como veremos al examinar el papel de la ley, en cuya ocasin tratarms a fondo la cuestin de la represin.

    Pero la concepcin que mantiene la distincin entre aparatos represivos y aparatos ideolgicos del Estado requierereservas de fondo: es una distincin que slo puede se r aceptada a ttulo puramente descriptivo e indicativo. Si esta concepcin, fundada en los anlisis de Gramsci, tiene el mrito,a la vez, de ampliar el espacio del Estado a las institucionesideolgicas y de valorizar la presencia del Estado en el senode las relaciones de produccin -a travs de su papel enlas relaciones ideolgicas- ello no impide que de hecho funcione en forma restrictiva. Tal como ha sido sistematizadapo r L. Althusser 7 esa concepcin reposa (como entonces hicenotar) sobre el supuesto de un Estado que no actuara, nofuncionara, ms que po r la represin y po r la inculcacinideolgica. Supone, en cierta forma, que la eficacia del Estado reside en que prohbe, e ~ c l u y e , impide, impone; o tambin en que engaa, miente, oculta, esconde o hace creer: elhecho de que este funcionamiento ideolgico resida en prcticas materiales no cambia para nada el anlisis restrictivodel papel del Estado segn esa concepcin. Considera lo econmico como instancia autorreproducible y autorregulable,no sirviendo el Estado ms que para establecer las reglasnegativas del juego econmico. El poder poltico no estara

    7 L. Althusser,

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    30 Nicos Poulantzaspresente en la economa, su nico papel sera encuadrarla;no podra intervenir en .ella con una positividad propia, puesto que slo .existira para impedir (mediante la represin ola ideologa) intervenciones perturbadoras. Se trata de unavieja imagen juridicista del Estado, propia de la filosofajurdico-poltica de los comienzos del .Estado burgus, quenunca ha correspondido a su realidad.E.s evidente que con semejante concepcin del Estado noes posible comprender nada de su accin especfica en laconstitucin de las relaciones de produccin, como la quetiene lugar ya en el caso de la transicin del feudalismo alcapitalismo y en el estadio competitivo, llamado liberal, delcapitalismo. Pero esto es vlido, an m s y muy especialmente, para el Estado actual, que interviene en las entraasmismas de la reproduccin del capital. En suma, el Estadoacta tambin de manera positiva, crea,. transforma, producerealidades. Apenas .es posible captar las actuales accioneseconmicas del Estado -salvo que se juegue con las palabras - bajo la ll,lodalidad exhaustiva de la represin o de lainculcacin ideolgica, sin desconocer que estos aspectosexisten, indudablemente, en la materialidad de las actualesfunciones del Estado,

    Hay ms:' a travs del binomio represin-ideologa es imposible delimitar las bases mismas del poder en las masasdominadas y oprimidas sin caer en una concepcin al mismotiempo policiaca e idealista del poder. El Estado dominaraa las masas bien. po r medio del terror policiaco o la represin ir{teriorizada - l o mismo da para el caso-, bien po rmedio de la impostura o lo imaginario. Impide-prohbe y/oengaa, porque, aun guardndose de identificar ideologa yfalsa conciencia, el trmino ideologa no conserva sentidoms que a condicin de admitir que los procedimientos ideolgicos comportan una estructura de ocultacin-inversin.Creer que el Estado .slo acta de esa manera es simplementefalso: la relacin de las masas con el poder y el Estado enlo designado pa:r;ticularmente como consenso, posee siempreun sustrato material. Entre otras razones porque el Estado,

    p r o c u r ~ ~ d o s i e ~ p r e la hegemona de clase, acta en el campo de un equilibrio inestable de c

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    32 Nicos PoulantzasUn equvoco persistente est ligado, por otra parte, a la

    representacin del Estado reducida al binomio represinideologa: el confundir la reproduccin de la ideologa dominante con la simple ocultacin o disimulacin de los propsitos y objetivos del Estado, el cual no producira msque un .discurso unificador y permanentemente mistificador,y no avanzara as ms que envuelto en el secreto y siempreenmascarado. Lo cual es falso en varios aspectos: un a de las funcionesdel Estado -que desborda el mecanismo de inversin-ocultacin propio de la ideologa- concierne en este caso a supapel organizador especfico respecto a las mismas clasesdominantes y consiste, tambin, en deCir, formular y decla-rar abiertamente las tcticas de reproduccin de su poder.El Estado no produce un discurso unificado: produce varios,encarnados diferencialmente en sus diversos aparatos segnsu destino de clase; varios discursos, dirigidos a diversas clases. O tambin: produce un discursosegmentado y fragmentado segn lneas coincidentes con la estrategia del poder.El discurso, o los segmentos de discurso dirigidos a la clasedominante y a sus fracCiones -a veces tambin a las clasesapoyo- son,. sin duda alguna, discursos claros de organizacin. El Estado y las tcticas que encarna nunca se ocultandel todo, no porque se trate de conCilibulos de pasillo queacaban po r saberse a esar del Estado, sino porque a un cierto riivel el lenguaje de la tctica forma parte integrante delas disposiciones del Estado con vistas a organizar las clasesdominantes: forma parte del espacio escnico del Estado ensu papel de tepresentacin de esas clases (como es patenteen el caso del famoso discurso de De Gaulle en mayo del 68,que no tena un pice de ideolgico). Hecho paradjico, enapariencia: todo, o casi todo, lo que han hecho realmente laburguesa y su poder ha sido dicho, declarado, catalogadopblicamente en alguna prte (antes de tener lugar o mientras sucede) por uno de los discursos del Estado, aunque nosiempre haya sido entendido. Hitler no ocult nunca su propsito de exterminar a los judos. El Estado, a un ciertonivel, no slo dice verdad, declama la verdad de su poder,sino que asume igualmente los medios de elaboracin y deformulacin de las tcticas polticas. Produce saber y tcni-

    Los aparatos ideolgicos 33cas de saber que aunque imbricadas en la ideologa, la des

    b o r d ~ n con mucho. estadsticas burguesas y el INSEE,por eJemplo, que constituyen elementos del saber del Estadocon ~ i n e s de estrategia poltica, no son simple mistificacin.Ciertamente, la palabra del Estado no es la de un cualquiera ni :procede decualquier parte: en ella hay, sin duda,un secreto del p o d ~ r , un. secreto burocrtico. Sin embargo,este secreto no eqmvale a un papel unvoco de silencio sino

    - p r . e c i s ~ m e n t e - al de .instauracin en. el seno del E ~ t a d ode Circmtos tales que favorecen el discurso a partir de algunos de sus emplazamientos. El silencio burocrtico no es

    f r e c u ~ n t e m e n t e , respecto a la clase dominante, ms que elo r g a m z a d o ~ del discurso. Si el Estado no enunCia siempresu estrategia en el discurso que dirige a la clase dominantese debe, por lo. genera l, al temor de revelar sus propsitoslas clases dommadas. Porque si bien en el seno del Estadose afirman tcticas determinadas, la estrategia slo es el resultado de un procedimiento contdtdictrio de confrontacinentre esas diversas tcticas y los circuitos, redes y aparatosque las encarnan, y pot consiguiente con frecuencia no es sabida .ni conocida previamente en (y por) el propio Estado;no siempre, po r tanto, puede ser formulable discursivamente;

    Ello significa que el ndice de ideologizacin del Estadoas como de las prcticas materiales de ste, es fluctuante'variable Y diversificado segn las clases o fracciones de c l a s ~a las que el Estado se dirige y sobre las cuales acta. Si laverdad del poder escapa frecuentemente a las masas populares no es porque el Estado la oculte a todo el mundo, por-9 - u ~ ~ a enmascare expresamente; se debe a que, por razonesmfmltamente m s complejas, no llegan a entender el discurso del Estado a las clases dominantes.

    F i n ~ l m e n t ~ , cua.nd? la accin del Estado slo es captadaa traves del bmomw Ideologa-represin ello conduce en loconcerniente a los aparatos del Estado:. 'a) A escinqir el e j ~ r c i c i o d,el poder en dos grupos de apa

    ratos: los aparatos represivos y los aparatos ideol-

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    34 Nicos Poulantzasgicos del Estado. Con el inconveniente mayor de reducir la especificidad del aparato econmico del Esta-do al diluirla en los diversos aparatos represivos eideolgicos; de imposibilitar la localizacin de esa reddel Estado en la que se concentra, po r excelencia, elpoder'de la fraccin hegemnica de la burguesa; deocultar, en fin, las modalidades requeridas para latransformacin de este aparato econmico en el casode la transicin al socialismo, a diferencia de las requeridas para la transformacin de. los aparatos re-presivos e ideolgicos; '

    .

    b) A .dividir de manera casi nominalista y esenciqlistaciertos aparatos en r e p r e s ~ v o s (que actan principalmente po r 'a represi(m) e ideolgicos (que actanprincipalmente por la i d ~ o l o g a ) , lo cual es discutible.Seg(m las formas de E.sta.do y de rgimen, y segn lasfases de reproquccin del capitalismo, ciertos aparatos pueden p a s ~ r . ,de una e s ~ e r a ,a otra, acumular .opermutar funciones: u11 ejempl() qtracterstico es elej:J;c;:it, que en ciertas frmas d,ictadm;a militar, seconvierte .

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    36 Nicos Poulantzasproceso de trabajo. Estos poderes se sitan, a su vez, enuna red de relaciones entre explotadores y explotados, enlas oposiciones entre prcticas de clase diferentes, en suma,en un a lucha de clases: son poderes inscritos en un sistemade relaciones entre clases. Considerando, precisamente, elproceso econmico y las relaciones de produccin como redde poderes, es como se puede captar el hecho de que esasrelaciones de produccin estn constitutivamente ligadas alas relaciones polticas e ideolgicas que las consagran y legitiman y que estn presentes en esas relaciones econmicas.

    Est claro, po r tanto, que:l . Las relaciones de poder no estn, para el marxismo,- como sostienen, po r ejemplo, Foucault o Deleuze-

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    38 Nicos Poulantzasca, a la penetracin del Estado en los dominios llamadosde consumo colectivo (transportes, vivienda, sanidad, asistencia social, ocios) -donde los poderes ideolgico-simblicos materializados en las producciones (casas, centros culturales, etc.) prolongan directamente las relaciones estatales-,las relaciones entre los poderes de clase y el Estado se hacen cada vez m s estrechas. Pero, dicho esto, sigue siendocierto que los poderes de clase, y no slo los econmicos,rebasan siempre al Estado. Por ejemplo, el discurso delEstado incluso hecho extensivo a sus aparatos ideolgicos,no agota todo discurso poltico, discurs que, sin embargo,incluye en su estructraun poder;de clase, Anlogamente,el poder ideolgico no queda nunca agotado po r el Estadoy sus aparatos ideolgicos. Estos ltimos, lo mismo q.ue. nocrean la ideologa dominante, no son los factores pnmigen.ios o exhaustivos de reproduccin de las relaciones de dominacin/subordinacin ideolgica. Los aparatos ideolgicosno hacen ms que elaborar e inclflcar la ideologa d?minante: no es la Iglesia - como ya deca M. Weber- qmen creay perpeta la religin, sino la -religin quien crea y perpetala Iglesia. En un a palabra, la:s relaciones ideolgicas t i e ~ e nsiempre un anclaje que desborda a los aparatos y consisteya en relaciones de poder.

    Esto conduce recordar un a proposicin suplementaria:-si los poderes de clase no se reducen al Estado y d e s b o r ~ a nsiem.pre a sus aparatos, se debe a que esos poderes, enraizados en la divisin social del trabajo y la explotacin, conservan siempre la primaca. sobre los aparatos que los encarnan, en particular el Estado. Lo cual equivale a expresar,bajo una forma diferente, la proposicin de que, en la compleja relacin lucha de clases/aparatos, son las luchas la,sque tienen el papel primero y fundamental, l u c h ~ s ( economicas, polticas, ideolgicas) cuyo campo, ya a mvel de laexplotacin y de las relaciones de produccin, no es otroque el de las relaciones de poder.

    ! 1Quiere decir esto que el Estado no tiene ms que un

    papel secundario y desdeable en la existencia material del

    El Estado, los poderes y las luchas 39poder? Para salir de la imaginera de un Estado totalizantehabra que recaer en la ilusin de un Estado que sea simpleapndice de lo social? En absoluto. El Estado desempea unpapel constitutivo en la existencia y la reproduccin de lo spoderes de clase -ms generalmente, en la lucha de claseslo que remite a su presencia en las r e l a ~ i o n e s de produccin. Tiene un papel constitutivo, y esta proposicin debeentenderse en sentido fuerte. Lo cual implica desmarcarseigualmente de toda una corriente actual que, insistiendo sobre la primaca de lo social, en el sentido ms vago deltrmino (la sociedad>> como principio instituyente delEstado), llega precisamente a esa imagen del Estado comoapndice de lo social. Bajo su forma actual esta corriente esconocida en Francia, sobre todo, po r los anlisis y la evolucin de los autores de la revista de los aos SO, Socialismeou Barbarie (Lefort, Castoriadis, etc.). A travs de las crticas de estatismo que dirigen al marxismo incurren en losmismos errores que el marxismo instrumentalista 11: el Estado como simple apndice de las luchas y del poder. Es unacorriente que reviste importancia no tanto po r sus anlisisen s como po r la manera en que estos anlisis engarzan conla tradicin libertaria del movimiento obrero francs particularmente en ciertos sectores de la CFDT y de la t e ~ d e n -cia Assises du socialisme del partido socialista 12 Engarcecon la corriente autogestionaria que, en gran medida, resultade un quid pro quo: el propsito de fundamentar una poltica autogestionaria -ampliamente justificada po r el acento que pone en la necesidad de formas de democracia directa en base - sobre una teora que menosprecia el papelreal del Estado. En el mejor de los casos se trata de tomarlos deseos po r realidades: deducir una poltica antiestatistade una visin en la que el Estado casi desaparece en su papelpropio. Mientras que, justamente, es el papel terriblementereal del Estado lo que exige un a transicin al socialismo ampliamente apoyada en la democracia directa, .lo cual implica

    11 Cl. Lefort, en su artculo Maintenant, en el primer nmerode la revista Libre, 1977; C. Castoriadis, L'institution imaginaire dela socit (1975). Esta corriente, po r lo dems, enlaza con la deG. Lapassade y R. Loureau, llamada

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    40 Nicos Poulantzasel conocimiento exacto del Estado y de su papel actual.Tanto es as que una cierta tradicin del socialismo estatistajacobino procede tambin de la concepcin instrumental delEstado como simple apndice de lo social y de las clases;un Estado cuyo reforzamiento ilimitado no podra tener consecuencias nefastas en la medida en que se tratase de un Estado obrero, simple apndice de la clase obrera.

    Pero para delimitar exactamente el papel constitutivo delEstado en las relaciones de produccin y en la lucha declases, y por tanto en las relaciones de poder, es necesariodistinguir de una vez por todas esta cuestin, en su contextoterico, de la cuestin del origen cronolgico y de la gnesis(qu fue primero, la ,gallina o el huevo, el Estado o la luchade clases/relaciones de produccin): hay que romper radicalmente con la corriente positivista-empirista, y hasta historicista, tambin dentro del marxismo. Hablar, a nivel de laexplicacin terica, de un campo social de divisin del trabajo en clases y de poder de dase anterior a la existenciadel Estado; de un basamento primigenio (en el sentido cronolgico y genealgico), que engendrara a continuacin elEstado, el cual, ciertamente, intervendra, pero a posteriori,carece estrictamente de sentido. Donde ha y clases y, po rtanto, lucha y poder de clase, el Estado, el Poder polticoinstitucionalizado, est ya presente. No hay, en este aspecto,lucha y poder de clase antes del Estado o sin Estado; no hayestado natural o estado social preexistente o precedente al Estado, como quisiera una tradicin que lleva huellasevidentes de la filosofa poltica de las Luces (la del contratosocial previo al E s t ~ d o ) . El Estado abaliza ya el campo dela luchas, incluido el de las relaciones de produccin, organiza el mercado y las relaciones de propiedad, instituye ladominacin poltica e instaura la clase poltica dominante,seala y codifica todas las formas de la divisin social deltrabajo, toda la realidad social en el marco referencial deuna sociedad dividida en clases.

    Es en este sentido preciso en el que no es pensable - unavez planteado el Estado- un a realidad social cualquiera(u n saber, un poder, un a lengua, un a escritura) que represente un estado primigenio respecto al Estado; slo es pen-

    El Estado, los poderes y las luchas 41sable una realidad social siempre en relacin con el EstadoYco_n la divisin clases. ~ s t o no quiere decir que no haya

    h _ a ~ I d o nunca r e a l ~ d a d social y poder sin Estado o, cronol o g i c a ~ e ~ l t e , antenor al Estado sin divisin en clases o,. r o n o l o g i c a m e ~ t e , anterior a esta divisin, sino que, en elmarco r e f ~ r e n c i a l ?e una sociedad dividida en clases y conEstado, dicha realidad no es pensable poniendo al Estadoentre parntesis. Incluso si se admite el hecho histrico deuna r e a l i d a ~ social anterior a] Estado, un a vez planteada

    emergencia del Estado, toda realidad social debe se r considerada como realidad que mantiene relaciones constitutivas con l.

    As: si ( u n ~ ) historia es (la) historia de la lucha de clas ~ s , si las sociedades primitivas sin Estado son sociedades

    (esa) historia, ocurre tambin que esa historia no existesm Esta?o. No hay una historia de luchas de las que el Es

    t ~ d o s ~ n a , en un momento dado, el resultado y el fruto: esahistona no es pensable sin Estado. No es que a partir del~ o r n e n t . o en que a ~ a r e ~ i el Estado se entr en un tiempo

    I r r e m e d i a ~ l e . (la Histona), en el que mientras haya Homb r e ~ habra siempre Estado, sino que - como deca Marxel fm de .l a .divisin clases ~ i g n i f i c a el fin del Estado y,po r c o n ~ I g m e n t e , . el fm de un cierto tiempo que no es el finde lo,s tiempos S I ~ o el fin de un a cierta historia, designadapo r el como prehistoria de la humanidad.

    La divisin en clases y la lucha de clases no pueden po rtanto,. p ~ n ? a r s e corno origen del EstadO', en el sentidb deun ~ ~ m c i p w de gnesis del Estado. Debe llegarse a la conc ~ u s w n de que ello pone en entredicho la proposicin esencial de el fundamento del Estado 'se encuentra en lasluchas s?ciales, o sea, cuestiona el papel determinante derelaciOnes de produccin y, ms generalmente, la prirnaCia de las luchas y de las relaciones de poder respecto alEstado? En una palabra, plantear as la cuestin del Esta-do es hacer estatismo? . P l ~ n t e o la cuestin desd.e este aspecto preciso para distmgmr la e ~ b r . o l l a ~ a madeja de las diversas tendencias actuales, que si bien tienen en comn poner en entredicho ese

    fundamento del Estado y del poder en las luchas de clases,

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    42 Nicos Poulantzasno dejan de distinguirse en otros sentidos. As, reservarpara ms tarde el e:mmen, a este respecto, de la problemtica de Foucault, que consiste, esencialmente, en referir larelacin entre Estado y relaciones de produccin, entre poderes econmicos y poderes polticos, a un tercer principio,a un diagrama de Poder, comn a los diversos poderesen un momento dado. Concepcin que, al menos, no se aventura en un a teora general del poder desde el origen de lostiempos, y no ve en el Estado el fundamento de toda realida d social.Pero eso es lo que hace toda la corriente actual de lallamada nueva filosofa, la cual, en una metafsica ta npretenciosa como vaca del Poder y del Estado, enlaza otravez -desde B. H. Lvy a A. Glucksmann-, con un a viejatradicin institucionalista: el Estado como principio fundador e institucionalizador de toda relacin social, formaapriorstica de toda realidad social posible, archi-Estadooriginario del que las luchas sociales slo seran el espejoy no l l e g a r ~ a n a existir m s que po r l. No es el marxismosino esta concepCin la que reduce todo poder al Estado, yve en todo poder .la c o n ~ e c u e n c i a de esa realidad primigeni a sera elPoder-Estado. Todo es siempre a la imageny semejanza del Amo, del Estado y de la Ley (de acuerdocon la teora psicoanaltica en su versin lacaniana) porque,a semejanza de las luchas, cualquier realidad social-poder,lengua, saber, discurso, escritura o deseo- slo puede existi r a travs de ese Poder-Estado. Mal radical, y en estesentido inesquivable po r cualquier lucha, puesto que todalucha no sera m s que el revs y la imagen del Prncipe,constituida en las tramas originarias de un Poder-Estadoe t e r n ~ , cuya peremiidad expresa un a universalidad y necesidad de carcter. metafsico. Que es, po r consiguiente, elfunda:m,ento-origen de todo: fundamento, po r se r origen, yviceversa. El totalitarismo estatal es, a la vez, originarioy eterno, porque el sujeto de toda Historia posible es elEstado: en lugar de .Kant, reencontramos a Hegel.

    Por consiguiente, el Estado es todo. A lo que responde,de modo s i m ~ t r i c a m e n t e inverso, la otra corriente q u e m e n ~cion y que participa, en consecuen.cia, de la misma prob,lemtica: el todo es lo social y el Estado no es m s que su

    El Estado, los poderes y las luchas 43apndice instituido. Ha cambiado la entidad de los trminos respectivos, Estado y sociedad, pero la problemticasigue siendo la misma: la de un a causalidad mecnica ylineal, fundada sobre un principio monista simple y calcada de una metafsica de los orgenes.

    Debemos, pues, recordar ciertos anlisis que algunos denosotros hicimos hace ya tiempo: el papel determinantede las relaciones de produccin, la primaca de las luchas declases sobre el Estado y sus aparatos, no pueden ser captados segn una causalidad mecnica, y adems transpuesta en causalidad cronolgica lineal: lo que hemos designadocon el trmino de historicismo. Es a determinacin y esaprimaca no significan obligatoriamente un a existencia histrica anterior al Estado: el que sea as o no, es - s i se mepermite- otra cuestin. Lo cual es vlido, ante todo, para lasrelaciones entre el Estado y las relaciones de produccinde tal o cual modo de produccin, y para la transicin deun modo de produccin a otro. Marx lo haba dejado sentado perfectamente cuando distingua tales o cuales relaciones de produccin como presupuesto o prius lgico deta l o cual Estado, de un a precedencia histrico-cronolgicade aqullas sobre ste. La determinacin del Estado. po r lasrelaciones de produccin, la primaca de las luchas sobreel Estado, se inscriben en temporalidades diferenciales paracada uno, en historicidades propias de desarrollo desigual:un a forma de Estado puede preceder, en el orden de la gnesis histrica, a las relaciones de produccin correspondientes. Abundan los ejemplos en las obras de Marx y Engelsy yo mismo puse de manifiesto que tal era el caso del Estado absolutista en Europa, Estado con dominante capitalista , mientras que las relaciones de produccin prese,ntabanan una dominante feudal.

    Son ejemplos indicativos, concernientes a las relacionesde ta l o cual forma de Estado y de tales o cuales relaciones de produccin y luchas de c;lases, pero con un a significacin m s general porque remiten tambin al origen delEstado. Se ve que la cuestin del origen histrico del Estado, del orden de sucesin, en la historiografa de la gnesis, entre d Estado, de un lado, y las relaciones de pro-

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    44 Nicos Poulantzasduccin y los poderes de clase, de otro, no es tericamentehomognea con la cuestin del fundamento del Estado enlas relaciones de produccin, en las luchas de clases y en lasrelaciones de poder.

    Ello no es bice para que un a serie de equvocos provengan en este caso del propio Engels. Dir esquemticamenteque Engels, tributario aqu de la problemtica historicistade un a causalidad lineal, intent fundamentar la primacasobre el Estado de la divisin en clases y de sus luchas, calcando precisamente esta cuestin de la de la gnesis delEstado y cediendo as al mito de los orgenes. Uno de losobjetivos de El origen de la familia, la propiedad privada yel Estado es demostrar la aparicin histricamente primigenia, en las sociedades llamadas primitivas, de la divisin enclases en las relaciones de produccin: de esta divisin nacera, a continuacin, el Estado. Lo cual se considera comoprueba de la determinacin del Estado po r las relacionesde produccin y de su fundamento en aqullas. Es evidenteque esta prueba, en el supuesto mismo de que la investigacin histrica de Engels sea exacta, no es tal. O m s bien:slo sera una prueba si el marxismo fuese un historicismointegral.

    Pero no es menos evidente que un orden inverso deemergencia histrica en la serie de los orgenes no proporcionar la prueba de lo contrario: a menos que se compartaesta problemtica historicista. Me refiero aqu, en particular, a los trabajos de Pierre Clastres. Argumentando que elpaso de las sociedades sin Estado a las sociedades con Estado se operara mediante la emergencia, primero, del pode r poltico, emergencia que precedera a la divisin en clases en las relaciones de produccin, este autor -despusde muchos otros- llega a la conclusin de que el Estadodesempea un papel fundamental y determinante respectoa dichas relaciones. Conclusin considerada aplastante comocrtica del marxismo: Lo decisivo, po r tanto, es el cortepoltico y no el cambio econmico .. Si se quieren conservarlos conceptos marxistas de infraestructura y superestructura , habra que reconocer, tal vez, que la infraestructura eslo poltico y la superestructura lo econmico .. An ms:La relacin poltica del poder precede y funda la relacin

    El Estado, los poderes y las luchas 45econmica de explotacin. Antes que econmica, la alienacin es poltica, el poder es anterior al trabajo, lo econmicoes un a derivacin de lo poltico, la emergencia del Estadodetermina la aparicin de las clases 13 Estamos ante unejemplo clamoroso, como pocos, de razonamiento historicista de causalidad lineal, que participa exactamente, en estecaso, de la misma problemtica de Engels. Aun suponiendoque los anlisis de Clastres sean histricamente pertinentes,sobre lo cual me guardar mucho de opinar, no estn encontradiccin con el marxismo: que el fundamento delEstado est en las relaciones de produccin-divisin de lasclases no significa que el origen de stas sea necesariamente previo respecto a aqul. Esos anlisis no ponen enentredicho el papel determinante de las relaciones de produccin y la primaca de las luchas sobre el Estado: sloconstituyen un a prueba en esta direccin para una problemtica positivista-empirista, e incluso historicista, que confunde origen y fundamento. Tal es el caso, entre otros, deB . H. Lvy 14 cuando evoca los anlisis de Clastres para apoyar la tesis de la eternidad del Estado, fundamento - po rse r el origen- de todo.

    No slo las luchas de clases tienen la primaca sobre elEstado y lo desbordan con mucho. Las relaciones de podertambin rebasan al Estado en otro sentido: Las relacionesde poder no recubren exhaustivamente las relaciones declase y pueden desbordarlas. Ello no significa, sin duda,que en este caso carezcan de referencia de clase, que no sesiten tambin en el terreno de la dominacin poltica, queno sean lo que est all en juego, sino que su fundamentoes distinto del de la divisin social del trabajo en clases, nosiendo, po r consiguiente, su simple consecuencia, ni tampocohomlogas ni isomorfas respecto a esa divisin del trabajo:tal es el caso, en particular, de las relaciones hombre-mujer.Ahora lo sabemos: la divisin en clases no es el terreno exhaustivo de constitucin de todo poder, aunque en las socie-

    13 P. Clastres, La socit contre l'Etat, 1974, pp . 169, 172, etc.14 Op. cit., pp. 74 ss.

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    46 Nicos Poulantzasdades de clase todo poder revista una significacin de clase.Consecuencia conocida: en una transicin al socialismo nobasta con transformar radicalmente los aparatos del Estadopara abolir o transformar el conjunto de las relaciones depoder.

    Pero incluso si esas relaciones de poder desbordan a lasrelacion es. de. clase, de la misma manera que stas no pueden p r e s c . m ~ I r de aparatos e instituciones especficas quelas matenahcen y reproduzcan (el matrimonio, la familia),los aparatos del Estado no se mantienen al margen de ellas.El Estado interviene con su accin y sus efectos en todaslas relaciones de poder a fin de asignarles una pertinenciade clase y de situarlas en la trama de los poderes de clase.El Estado hace cargo as de los poderes heterogneos,que se convierten en eslabones y apoyos del poder (econmico, poltico, ideolgico) de la clase dominante. El poder enlas relaciones sexuales hombre-mujer, que sin duda es heterogneo respecto a las relaciones de clase, no po r ello estmenos intervenido, mediatizado y reproducido po r el Estado,entre otras estructuras (tambin po r la empresa-fbrica),como relacin de clase: el poder de clase lo atraviesa, lo u t i ~liza, lo potencia, le asigna, en suma, su significacin poltica.El Estado no es un Estado de clase. slo en el sentido deque concentra el poder basado en las relaciones de clasesino en el sentido, tambin, de que se propaga t e n d e n c i a [ ~mente en todo poder, apropindose sus dispositivos; poderque, sin embargo, lo desborda constantemente.

    Hechas. estas precisiones, queda po r decir que el marxismo plantea aqu ciertas proposiciones:

    a) El poder de clase es el basamento fundamental delpoder en una formacin social dividida en clases, cuyomotor es la lucha de clases;

    b) El poder poltico, aunque asentado sobre el podereconmico y las relaciones de explotacin, es primordial en el sentido de que su transformacin condiciona toda modificacin esencial de los otros campos

    El Estado, los poderes y las luchas 47de poder, sobreentendindose que dicha transformacin no es suficiente;

    e) En el modo de produccin capitalista el poder poltico ocupa un campo y un lugar especfico con relacina los otros campos de poder, siendo as pese a losentrecruzamientos;

    d) Este poder est concentrado y materializado por excelencia en el Estado, lugar central del ejercicio delpoder poltico. Este conjunto de proposiciones es rechazado, en particu

    lar, po r Foucault y Deleuze, y sustituido por una visin quediluye y dispersa el poder en innumerables microsituaciones, subestima considerablemente la importancia de las clases y de la lucha de clases, e ignora el papel central del Estado. No tengo la intencin de ir m s lejos po r el momento.Pero sobre estos puntos dichos autores enlazan con un avieja tradicin de la sociologa y de la ciencia poltica anglosajona: la de un desplazamiento del centro del anlisis delEstado hacia el pluralismo de los micropoderes, del funcionalismo al institucionalismo, de Parsons a Merton, Dahl,Lasswell y Etzioni, que ha n desarrollado explcitamente todos esos puntos. Es una tradicin relativamente desconocidaen Francia, donde el pensamiento poltico se ha concentradosiempre, por el contrario, en el Estado (jurdico). Slo estedesconocimiento, ligado al provincialismo bien conocido delcampo intelectual francs, permite presentar esos anlisiscomo novedades, cuando en realidad constituyen las antiguallas m s tradicionales que pueda haber. Los indudables mritos de Foucault estn en otra parte. No deja de se r notableque este discurso, tendente a hacer invisible el poder, alpulverizado en la capilaridad de microrredes moleculares,tenga el xito sabido eri un momento en que la expansin yel peso del Estado alcanzan un grado sin precedentes.

    Resumo: todo poder (y no slo un poder de clase) existenicamente materializado en aparatos (y no slo en aparatos estatales). Estos aparatos no son simples apndices del

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    48 Nicos Poulantzaspoder, tienen un papel constitutivo: el mismo Estado estorgnicamente presente en el engendramiento de los poderes' de clase. Pero en la relacin poder/aparatos, y, ms particularmente, lucha de clases/aparatos, la lucha (de clases)es la que tiene el papel fundamental. Lucha cuyo campo noes otro que el de las relaciones de poder, de explotacin econmica y de dominacin/subordinacin poltico-ideolgica.Las luchas tienen siempre la primaca sobre los aparatos-instituciones y los desbordan constantemente.As, contra toda concepcin de apariencia libertaria uotra cualquiera que se alimenta de ilusiones, el Estado tieneun papel constitutivo no slo en las relaciones de producciny en los poderes que estas relaciones materializan, sino enel conjunto de las relaciones de poder a todos los niveles.En cambio, contra toda concepcin estatista -desde MaxWeber, que vea ya en los aparatos/instituciones el lugaroriginal y el campo prioritario de

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    PRIMERA PARTE

    LA MATERIALIDADINSTITUCIONAL DEL ESTADO

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    Podemos ahora retornar a nuestro problema inicial: la ma-terialidad institucional del Estado como aparato especialno puede se