por qué no quiero ser

1
POR QUÉ NO QUIERO SER PROFESOR Reflexión anónima. Fascina la perseverancia de ciertos individuos que todavía se empeñan en escribir libros con soluciones para la educación, como si fuera un sudoku. Yo no es que no tenga soluciones, es que ni siquiera sería capaz de hacer un diagnóstico exacto de dónde nos encontramos. Para mí que no estamos tan mal. Pero cuando aparecen en la conversación engendros como disciplina, autoridad o exigencia, inmediatamente que no nos vamos a entender. ¿Qué significa eso de la exigencia? ¿Hacer que los alumnos se aprendan de memoria masas de información disparatada? Yo diría que eso es comodidad, pero bueno… El argumento en sí no deja de tener su peso, aunque me hace sospechar que siempre sean los mismos los que lo sacan a relucir. Y no es una cuestión de ordenadores, ¿eh? A mí me gustaría dar clases, no sé, sin obligaciones, sin el presión de los programas o lo horarios o los currículos o las administraciones educativas: intentar que mis alumnos tuvieran un interés por saber cómo son las cosas, una curiosidad como la de los antiguos griegos. Claro, eso no cabe en un programa convencional; ni estamos en Grecia en el siglo V, ni soy Sócrates, ni mis alumnos Alcibíades (¡menos mal!). Pero lo que sí que no soporto de ninguna manera es tener que evaluar a nadie, ateniéndome al evangélico e insondable “nolite iudicare”. Somos profesores, no jueces, y nuestro trabajo es enseñar. De otro modo, la nota acaba convirtiéndose en Ersatz del alumno, borrando todo lo que no es el número, y eso no está bien. Ya digo que será necesario, y los buenos profesores no tendrán problemas para puntuar, pero a mí no me gusta. De ahí lo del título. SEPTIEMBRE 11, 2009 • 10:38 PM

Upload: josevi13

Post on 20-Jul-2015

135 views

Category:

Documents


3 download

TRANSCRIPT

Page 1: Por qué no quiero ser

POR QUÉ NO QUIERO SER PROFESOR Reflexión anónima.

Fascina la perseverancia de ciertos individuos que todavía se empeñan en escribir libros con soluciones

para la educación, como si fuera un sudoku. Yo no es que no tenga soluciones, es que ni siquiera sería

capaz de hacer un diagnóstico exacto de dónde nos encontramos. Para mí que no estamos tan mal. Pero

cuando aparecen en la conversación engendros como disciplina, autoridad o exigencia, sé

inmediatamente que no nos vamos a entender. ¿Qué significa eso de la exigencia? ¿Hacer que los

alumnos se aprendan de memoria masas de información disparatada? Yo diría que eso es comodidad,

pero bueno… El argumento en sí no deja de tener su peso, aunque me hace sospechar que siempre sean

los mismos los que lo sacan a relucir.

Y no es una cuestión de ordenadores, ¿eh? A mí me gustaría dar clases, no sé, sin obligaciones, sin el

presión de los programas o lo horarios o los currículos o las administraciones educativas: intentar que

mis alumnos tuvieran un interés por saber cómo son las cosas, una curiosidad como la de los antiguos

griegos. Claro, eso no cabe en un programa convencional; ni estamos en Grecia en el siglo V, ni soy

Sócrates, ni mis alumnos Alcibíades (¡menos mal!).

Pero lo que sí que no soporto de ninguna manera es tener que evaluar a nadie, ateniéndome al

evangélico e insondable “nolite iudicare”. Somos profesores, no jueces, y nuestro trabajo es enseñar. De

otro modo, la nota acaba convirtiéndose en Ersatz del alumno, borrando todo lo que no es el número, y

eso no está bien. Ya digo que será necesario, y los buenos profesores no tendrán problemas para

puntuar, pero a mí no me gusta. De ahí lo del título.

SEPTIEMBRE 11, 2009 • 10:38 PM